2. Concentración económica y de población
El crecimiento económico que experimentó el país hasta 1970 se localizó en su mayor parte en la ciudad de México. Es notable la importancia económica que adquirió la capital. Durante el período 1950-1970 la contribución del área urbana de la ciudad de México al Producto Interno Bruto (PIB) del país se incrementó de 30.3 a 37.4%. Las actividades industriales durante los años cincuenta contribuyeron notablemente a este proceso, ya que hacia el final de esa década esta área urbana concentraba el 42.7% del PIB industrial del país. No obstante, tanto durante los años cincuenta como durante los sesentas la concentración del PIB en servicios y transportes en la capital fue aún mayor que la industrial: en 1970 el área urbana de la ciudad de México generaba el 49, 58.1 y 30.9% del PIB en la primera, segunda y tercera rama respectivamente (Garza, 1976).
La estructura interna de la rama manufacturera en la ciudad de México también muestra una concentración importante en algunos tipos de industrias. Especialmente prominentes son las de productos químicos, las que fabrican y ensamblan vehículos de motor y sus partes, y las que hacen equipos y aparatos de radio y televisión. Ahora bien, la contribución de la capital al número total de empresas industriales del país declinó ligeramente durante 1960-1970, pero los establecimientos correspondientes a comercios y servicios mostraron una tendencia creciente a concentrarse en el área urbana de la ciudad de México. Es decir, la concentración de la actividad económica global siguió aumentando en la capital hasta 1970 (Garza y Schteingart, 1978).
En lo que respecta al crecimiento demográfico, el correspondiente a la capital de la República es uno de los más elevados del mundo. La ciudad de México (área urbana) pasó de aproximadamente cinco millones de habitantes en 1960 a 8.4 millones en 1970 (Unikel, Ruiz y Garza, 1976). De esta manera siguió aumentando, como ocurría desde 1930, el porcentaje de la población que vivía en la capital respecto al total del país.
La concentración económica en esta área urbana significa también un aumento cada vez mayor de la participación relativa de los trabajadores capitalinos respecto al total de la población económicamente activa del país. En 1970, 20% de los trabajadores mexicanos se encontraba en la ciudad de México. En otros términos, la creación de industrias, la concentración de los servicios, y en síntesis la multiplicación de la inversión, hacen que aumente la necesidad de mano de obra. En un contexto de profundos desequilibrios regionales, cuanto más se concentra la economía más se crean oportunidades de empleo, se verifica una mayor concentración de población. Y cuanto más población, más necesidades de invertir. Una proporción considerable de recursos públicos se destina a satisfacer la demanda de servicios colectivos y la infraestructura industrial.
En lo que se refiere a la población, tanto el crecimiento natural (natalidad menos mortalidad) como el social (inmigración menos emigración) han contribuido de manera importante a la expansión de la ciudad de México. El peso de ambos componentes en el crecimiento total ha variado en las últimastres décadas, pero en 1960-1970 tendió a igualarse (Unikel, Ruiz y Garza, 1976; Stern, 1977). Ahora bien, los migrantes contribuyen al crecimiento de la ciudad tanto de manera directa como a través de sus descendientes. Para el período 1960-1970 Goldani (1977) estimó que 54.6% del crecimiento natural tuvo su origen en los descendientes de los inmigrantes al área metropolitana. Ellos fueron responsables, de manera directa e indirecta, por el 69.4% del crecimiento de la población durante dicha década. De lo anterior se desprende que los desplazamientos humanos hacia la capital han tenido un impacto considerable sobre el crecimiento de su población, y más específicamente sobre su población activa: en 1970, alrededor del 35% del total de habitantes y más del 50% de los de 20 años o más no habían nacido en la ciudad de México (Muñoz, Oliveira y Stern, 1971).
La fecundidad, por su parte, permaneció elevada y constante, por lo menos hasta 1964 (Rabell, 1974). El número promedio de hijos nacidos vivos de mujeres que habían completado su ciclo reproductivo en esa época era cercano a 5 (Dinámica de la Población de México, 1970). En 1970, el cálculo del mismo indicador, pero referido al total de mujeres unidas o casadas arrojó la cifra de 4.2 (Zambrano, 1977). Tanto en la primera fecha como en la segunda, la fecundidad mostró ser diferente entre diversos sectores de la población. En 1964, las mujeres que contaban al menos con educación primaria, las que trabajaban y aquéllas cuyos cónyuges tenían ingresos mayores, eran las de menor fecundidad (Dinámica de la Población de México, 1970). Asimismo, en 1970 las esposas de asalariados no manuales, que tenían a su vez una escolaridad elevada y compañeros con altos niveles de ingreso, mostraron un número promedio de hijos de 3.2, el cual era algo inferior al del resto de la población de la capital (Zambrano, 1977).
Finalmente, en lo que respecta a la mortalidad, los habitantes del Distrito Federal habían alcanzado en 1970 una esperanza de vida al nacer de 60.8 años. Al igual que en todo el país, este indicador mostraba niveles superiores para las mujeres que para los hombres: 63.8 y 57.8 años respectivamente (Pérez Peraza, 1977: Barros Horcasitas, 1977). Dado el desarrollo socioeconómico del Distrito Federal, sería de esperar que se encontraran diferencias mayores en esperanza de vida con respecto al país en su totalidad. No obstante, los indicadores alcanzan en ambos casos niveles muy semejantes (Alba, 1977), entre otras cosas porque el D.F. concentra servicios médicos que son utilizados por habitantes de otras regiones del país, los cuales cuando mueren, son al parecer registrados en la capital. Asimismo, no hay que olvidar que el subregistro de las defunciones es menor en la ciudad de México que en otras regiones de la nación (Pérez Peraza, 1977).
Como es conocido, una fecundidad elevada y una mortalidad relativamente baja tienen como efecto una pirámide de población joven. Los flujos migratorios también tienen el efecto de rejuvenecer la estructura por edad de la población capitalina (Goldani, 1977). Así. según el censo, aproximadamente el 52% de la población de la ciudad de México tenía menos de 20 años en 1970.
Estas tendencias contribuyen a que en la capital la mayor parte de las unidades domésticas estén constituidas por gente joven; esto es, que se trata de hogares que se encuentran en etapas tempranas del ciclo vital familiar (bajo el supuesto de una edad al casarse también temprana). Asimismo, los hogares capitalinos son de gran tamaño promedio, debido principalmente a las tendencias de fecundidad y mortalidad analizadas (García y Oliveira, 1979).