4. La transformación sectorial de la población económicamente activa (PEA)
El impacto del crecimiento de la población sobre el tamaño de la PEA y sobre la redistribución sectorial y ocupacional de la misma, varía con las oportunidades de empleo disponibles. Esto es, la tasa de crecimiento de la PEA y su proceso de transferencia sectorial se encuentran directamente relacionados con la transformación de la estructura económica. En los treinta años que van de 1940 a 1970 se estima, según los censos de población, que la población económicamente activa del área metropolitana de la ciudad de México aumentó de 549.371 a 2.6 millones. Es decir que creció a una tasa media anual de 4.4%. La evolución de la tasa media anual por decenios revela que el crecimiento más rápido ocurrió durante los años cuarenta, cuando la migración interna fue más intensa. Después, la tasa decreció en los años cincuenta y siguió esta última tendencia en los años sesenta. La reducción relativa de los flujos migratorios, los cambios en la estructura por edad de la población y los incrementos en las oportunidades educacionales y de empleo por sectores deben haber contribuido a la baja.
Como vimos en la primera sección, la capital del país ha sido un espacio clave para la expansión del capitalismo. Mientras que la industrialización y la urbanización ocurrían en México, la estructura económica de la capital se volvió más compleja y especializada. A través del tiempo, la ciudad de México reforzó su carácter de principal centro industrial y de servicios y su crecimiento otorgó a su economía una posición privilegiada en relación con el conjunto nacional.
En este contexto se inscribe el desarrollo industrial de la capital, cuyos estímulos iniciales fueron fundamentales para todo el país. La producción, en su primer momento orientada a los bienes no durables, se desarrolló en forma dinámica y absorbió de manera constante fuerza de trabajo en la capital desde 1930 hasta 1950 (Muñoz y Oliveira, 1976). Después de 1950, el parque industrial se amplió fuera de los límites del Distrito Federal. La manufactura experimentó profundos cambios en su estructura que terminaron con el desarrollo de prácticamente todas las ramas del sector, incluidas aquéllas dedicadas a la fabricación de bienes de producción y de consumo durable. Estas últimas fueron de nueva creación y, a pesar de requerir un uso intensivo en capital, contribuyeron a ampliar y diversificar el empleo. De esta suerte, la industria reclutó más mano de obra. A pesar de que la tasa de crecimiento de la población activa en este sector se desaceleró después de 1950, fue la segunda en importancia en toda la economía entre 1950 y 1970 (Muñoz y Oliveira, 1976).
Además, las cifras de que disponemos señalan que en 1930 el 25% de la población económicamente activa (PEA) de la ciudad estaba ocupada en la manufactura. Esta cifra se elevó a 27.9% en 1950 y a 32.7% en 1970. La PEA industrial de la ciudad de México representaba el 16.6% de la PEA industrial de todo el país en 1930 y el 29.1 y 30.5% en 1950 y 1970 respectivamente. En resumen, la manufactura crecía y se concentraba en la capital, pero también lo hacían, como hemos visto, las actividades englobadas en el sector terciario.
Algunos estudios han negado que el crecimiento del sector terciario se relacione exclusivamente con la intensa migración rural-urbana y el crecimiento desorbitado del subempleo y la marginalidad (Muñoz y Oliveira, 1976). Es cierto que en la ciudad de México la abundante oferta de mano de obra crea en parte su propio empleo y expande el sector terciario al desempeñar sobre todo ocupaciones no calificadas de los servicios en forma independiente. Pero hasta 1970 la concentración de la mano de obra en el sector terciario fue en gran parte un resultado de la creciente demanda de transporte, servicios sociales, financieros y recreativos, generada por el desarrollo urbano-industrial de la ciudad de México y por el incremento del ingreso de algunos grupos sociales.
Como sugieren algunos autores (Singer, 1971; Browning y Singelmann, 1972), para clarificar el impacto del crecimiento económico sobre la dinámica de los servicios es necesario distinguir subconjuntos de actividades más homogéneos dentro del terciario. Cuando esto se hace con información para la ciudad de México, se observa que los servicios distributivos (comercio y transporte) y los personales fueron importantes en la absorción de mano de obra desde 1930 hasta 1970, pero su importancia ha decrecido considerablemente a través del tiempo. En cambio los servicios al productor (banca, finanzas, inmobiliarias y otros de carácter profesional) y los servicios sociales (educación, salud y administración pública) son los principales responsables del crecimiento del sector terciario en los cuarenta años previos a 1970 (Muñoz y Oliveira, 1976).
En suma, los servicios al productor junto con la manufactura y la construcción fueron los sectores qué tuvieron las tasas medias anuales más altas de crecimiento de la población activa en la ciudad de México desde 1930 hasta 1970. El incremento de dichas tasas, sin embargo, fue menos intenso en todos los sectores económicos sin excepción después de 1950, lo que refleja una contracción relativa de las oportunidades de empleo en el conjunto de la economía (Muñoz y Oliveira, 1976). Una menor demanda relativa de mano de obra en el conjunto de la actividad económica pudo combinarse con oportunidades de movilidad ocupacional ascendente gracias a la expansión de los sectores del terciario y de la manufactura, que se modernizaron.