2. Condicionantes familiares de la participación económica
En el capítulo II señalamos las tendencias principales de la participación de la población en la actividad económica en la ciudad de México. Como se recordará, ahí presentamos una síntesis del conocimiento alcanzado sobre algunos de los principales factores (edad, sexo y escolaridad) que afectan dicha participación en el nivel del agregado de individuos.
A diferencia de dichos estudios, el nuestro parte de una aproximación teórico-metodológica en la que conceptualizamos la oferta de mano de obra como un conjunto de individuos ubicados en unidades domésticas, en vez de un agregado de individuos aislados. Este concepto de la oferta exige cambiar la unidad de análisis para el estudio de la participación: del agregado de individuos al agregado de hogares. Asimismo, implica una consideración especial de los aspectos familiares en el conjunto de factores que afectan la participación económica en un momento determinado, ante condiciones económicas y sociodemográficas dadas.
Conforme a lo anterior, en capítulos precedentes hemos identificado y estudiado las unidades domésticas en la ciudad de México, así como algunas de sus características de estructura interna y las variaciones de dicha estructura según las situaciones de clase de los jefes. Los aspectos de estructura interna y la situación de clase de los jefes, serán las principales características de los hogares cuya influencia en la participación económica de los miembros que no son jefes examinaremos. (Recuérdese que en nuestro análisis consideramos exclusivamente a los jefes hombres económicamente activos). Con éstos y otros elementos que mencionaremos más adelante, a continuación se ejemplifica la manera en que los diferentes contextos familiares pueden propiciar o dificultar la participación económica de los miembros del hogar, en particular la femenina. Asimismo, incorporamos en las reflexiones que siguen las características sociodemográficas de los individuos y la mañera en que éstas pueden interactuar con las de sus unidades domésticas para dar cuenta de un mayor o menor nivel de participación.
Vimos en el capítulo anterior que los jefes de los hogares ubicados en diferentes situaciones de clase tienen diferencias en términos socioeconómicos: los trabajadores por cuenta propia y los asalariados manuales se encuentran en una posición desventajosa frente a los jefes asalariados no manuales en sus niveles de ingreso y escolaridad.
Ahora bien, los jefes que comparten una misma situación de clase tienen también diferencias socioeconómicas: los por cuenta propia y asalariados no manuales que dirigen unidades extendidas tienen sistemáticamente niveles de ingreso algo inferiores a los jefes de las unidades nucleares de los mismos sectores sociales (véase cuadro V-1A, anexo).
A esto hay que agregar que las unidades extendidas son también las que presentan un tamaño promedio mayor en los tres grupos de hogares considerados (7.2, 6.6 y 7:8 miembros en promedio para los hogares de jefes por cuenta propia, asalariados no manuales y manuales respectivamente -cuadro IV-6). Así, los contextos extendidos se perfilan, por el gran tamaño de las unidades y los bajos niveles relativos de remuneración del jefe, como propicios a una mayor participación familiar. A estos condicionamientos se aúnan los derivados de las características sociodemográficas específicas de las unidades extendidas. A saber: la presencia de hombres y mujeres que conviven en un mismo hogar con el jefe y/o esposa e hijos, también puede actuar como posible estímulo para incrementar los niveles de participación. En el caso de los hombres, la presencia de parientes predominantemente adultos,1 y en consecuencia con mayor propensión a participar que los adolescentes, contribuye a mantener elevados los niveles de participación masculina.
En lo que respecta al contingente femenino, la presencia de otras mujeres en la unidad puede influir en forma favorable en la participación femenina de diversas maneras. Si las parientes son mujeres adultas solas (madres, suegras o hermanas del jefe), que se dedican al trabajo doméstico, se facilita la participación económica de la esposa y/o hijas solteras del jefe, si el ciclo vital es avanzado. Otra situación es aquélla en la cual las parientes son adultas con hijos pequeños, que pueden participar en la actividad económica porque las esposas de los jefes se hacen cargo de ellos y del resto del trabajo doméstico.
En contraste a los contextos extendidos, los nucleares son los de mayores niveles relativos de ingreso del jefe y los de menores tamaños promedio. Estos aspectos sugieren que la presión económica que puede inducir una mayor participación es menor en los contextos nucleares que en los extendidos. A esto se unen las características sociodemográficas de los hogares nucleares, en especial de los que están en las primeras etapas del ciclo vital, a saber: la menor disponibilidad de mano de obra y la mayor carga de trabajo doméstico debido a la presencia de niños (véase cuadro V-2). Todos estos rasgos contribuyen a su vez para que estos contextos sean inhibidores de la participación económica, en especial de la femenina.
En las unidades nucleares de ciclo joven, los hijos son en su mayoría niños o adolescentes. Allí la mujer disponible para trabajar, en la mayoría de los casos es la esposa del jefe, pero ella tiene que dedicarse sobre todo al trabajo doméstico.2 Lo anterior implica que aun en los hogares de jefes con más bajos niveles de ingreso (trabajadores por cuenta propia y asalariados manuales) la estructura interna de la unidad nuclear joven (baja disponibilidad de mano de obra y fuerte carga de trabajo doméstico) puede contrarrestar el efecto de las necesidades materiales sobre la participación femenina. Pero las restricciones para trabajar impuestas a las mujeres con hijos pequeños, que pertenecen a un hogar nuclear joven, pueden reducirse y hasta eliminarse; esto podría suceder cuando la situación económica del jefe es desahogada y se puede contratar servicio doméstico, como es el caso entre las unidades domésticas de jefes asalariados no manuales (véase cuadro V-2A, anexo).
Por su parte, los contextos nucleares en etapas más avanzadas del ciclo vital, comparten con los nucleares jóvenes los mayores niveles de ingreso y menor tamaño, pero, a diferencia de éstos, cuentan con una proporción mayor de hogares con hijos adultos y adolescentes (véase cuadro V-2). Así, es más probable que se reduzca la carga de trabajo doméstico que tiene que realizar la esposa, en especial en lo que concierne al cuidado de niños pequeños. En estos casos es factible que la participación femenina sea relativamente elevada, tanto debido a la entrada al mercado de trabajo de las hijas jóvenes y/o adultas, como de algunas de las esposas.
En resumen, las reflexiones anteriores nos llevan a plantear, por un lado, que los hogares extendidos y los nucleares de ciclo avanzado presentan características que favorecen la participación económica familiar, en especial la femenina, en los tres grupos de hogares con jefes pertenecientes a diferentes sectores sociales. Por otro lado, están las unidades nucleares de ciclo vital joven que se constituyen en los contextos familiares menos propicios a una elevada participación económica familiar.
Ahora bien, ante toda esta serie de condicionamientos derivados de las características de los hogares, hay que abrir un espacio para estudiar la acción de las características de los individuos. En el interior de los diferentes contextos familiares, quien sale de las unidades domésticas al mercado.de trabajo puede depender del sexo, edad, escolaridad y ubicación en la estructura de parentesco del hogar de los distintos miembros.
Según las tendencias de las tasas de participación en el nivel agregado, sería de esperar que en el interior de los diferentes contextos familiares los hombres participen más que las mujeres y los adultos más que los adolescentes. Asimismo, la escolaridad de los integrantes del hogar puede estimular Una participación mayor en la actividad económica, en especial de las mujeres (en el nivel agregado se ha encontrado con frecuencia que a mayor escolaridad mayor participación femenina en la actividad -Recchini y Wainerman, 1979). Todas estas características (la edad, el sexo y la escolaridad) están íntimamente relacionadas con la ubicación de la mano de obra potencial en la estructura de parentesco de los hogares. Así, por ejemplo, las hijas que son jóvenes y por lo general con más escolaridad que las madres debido a la expansión de los servicios educativos en la ciudad, creemos que están en mejores condiciones de satisfacer las demandas de fuerza de trabajo en posiciones técnicas o subprofesionales.
Ahora bien, hay razones para sostener que la importancia de todos estos elementos puede variar de un contexto familiar a otro. No necesariamente las compañeras de los jefes tienen siempre bajos niveles de escolaridad. De hecho, como hemos mencionado con anterioridad (capítulo IV), las de los jefes asalariados no manuales tienen en promedio 8.1 años de estudio, mientras que las de los jefes por cuenta propia y las de los trabajadores manuales no han logrado en promedio el nivel de primaria completa (5.4 y 4.9 años de escolaridad respectivamente). Este diferencial tan marcado de años de escolaridad, sin duda afecta los niveles de participación femenina de las unidades nucleares de los jefes no manuales, en especial de las que están en las primeras etapas del ciclo vital, donde la mano de obra disponible está constituida básicamente por la compañera del jefe. Apoyaría esta suposición el hecho de que en dichas unidades el salario del jefe permite en alguna medida que se contrate servicio doméstico remunerado, como ya se ha mencionado (véase el cuadro V-2A, anexo).
Estos diferentes condicionantes de la participación familiar, tanto los que pasan por los contextos familiares como los que atañen más de cerca a los individuos, serán incorporados de diversas maneras en el análisis que sigue. La situación de clase del jefe, la composición de parentesco y el ciclo vital configuran, como en el capítulo anterior, los contextos familiares desde los cuales examinamos, la participación económica de los integrantes del hogar. La composición por edad de los hogares, que depende en parte de la composición de parentesco y del ciclo vital, se analiza para enriquecer la caracterización de los contextos familiares y es incorporada a lo largo de todo el estudio de la participación familiar. La edad, el sexo y el tamaño de las unidades se consideran en la propia construcción de los indicadores de participación familiar. Finalmente, los niveles de ingreso de los jefes, la presencia de empleadas domésticas, el tipo de actividad a que se incorpora la mano de obra y su nivel de escolaridad, también serán considerados para enriquecer la explicación de los niveles de participación, aunque de manera menos sistemática que los aspectos mencionados con anterioridad.
Notas al pie
1 Los mayores de 18 años representan alrededor de un 78% del total de parientes no nucleares del sexo masculino que viven en los hogares extendidos con jefes pertenecientes a los diferentes sectores sociales analizados.
2 El número y la edad de los hijos incide directamente sobre el tiempo que hay que dedicar al trabajo doméstico en el hogar (De Barbieri, 1980).