2. Consideraciones teórico-metodológicas en torno al hogar como unidad de análisis
Quisiéramos exponer ahora algunas consideraciones de orden teórico-metodológico que estuvieron presentes a lo largo del trabajo. Estas se sitúan en diferentes niveles de abstracción y tocan problemas de índole diversa: empezamos por hacer explícitas las diversas aproximaciones al hogar como unidad de análisis llevadas a cabo en este libro y, en la segunda parte, retomamos la discusión acerca denominamos la unidad doméstica como mediadora. Esperamos que estas reflexiones ayuden a desbrozar el camino para las investigaciones futuras en el área y contribuyan en cierta medida a una mayor elaboración teórico-metodológica sobre el tema.
A) Acercamiento ai análisis empírico de la unidad doméstica
La estrategia metodológica que seguimos estuvo encaminada a resolver los problemas de acercamiento a las características de los hogares y de la participación familiar en un momento en el tiempo. Vale la pena decir cómo resolvimos en distintas partes del libro este acercamiento empírico a la unidad doméstica y cuán exitosos fueron los resultados obtenidos. Conviene hacer hincapié en el carácter transversal de nuestro estudio; algo distinto y extremadamente más complejo será el camino que sigan los investigadores que traten de captar cambios en el tiempo, tanto en las características de los hogares como en la participación familiar.
1. El hogar como objeto de estudio en sí mismo
El estudio de las unidades domésticas en términos de su estructura interna fue el primer paso. En este caso, el acercamiento al hogar como unidad de análisis se logró a través de la utilización de categorías clasificatorias que rescatan sus aspectos sociodemográficos: composición de parentesco, ciclo vital y sexo del jefe. Además, incorporamos los tamaños de los diferentes tipos de hogares clasificados según los rasgos mencionados y descompusimos dicho tamaño en su componente nuclear y no nuclear.
En este contexto vale la pena resaltar que a pesar de sus limitaciones, el indicador del ciclo vital (edad del jefe) nos permitió ubicar diferencias marcadas tanto en la composición de parentesco como en el tamaño de los hogares. Por otro lado, la clasificación de las unidades en nucleares, extendidas y compuestas y sin componente nuclear también resultó fructífera. Asimismo, la consideración de los hogares sin componente nuclear como categoría aparte dio mayor homogeneidad a las categorías de hogares extendidos y compuestos, y, por ende, aumentó su utilidad analítica.
El análisis de los hogares en sí, realizado en el capítulo III, nos permitió ver las múltiples interrelaciones existentes entre sus características sociodemográficas. Además, nos llevó a simplificar las clasificaciones inicialmente utilizadas y a diferenciar en las etapas subsecuentes de la investigación entre cinco tipos básicos de hogares desde un punto de vista sociodemográfico, a saber: hogares nucleares de ciclo joven, hogares nucleares de ciclo avanzado, hogares extendidos y compuestos de ciclo joven, hogares extendidos y compuestos de ciclo avanzado y hogares sin componente nuclear.
Esta tipología sociodemográfica de los hogares resultó de gran valor en el estudio de la participación económica familiar, porque cada tipo de hogar diferenciado según la composición de parentesco y ciclo vital presenta tamaños y composición por edad también muy distintos; estas últimas características, como sabemos, influyen directamente en la disponibilidad de mano de obra existente en los hogares en cuestión (véase el capítulo V).
El estudio sociodemográfico de los hogares resultó una labor relativamente sencilla debido al cúmulo de investigaciones previas existentes al respecto (véase la revisión bibliográfica de los capítulos I y III). Más complejo se tornó el análisis cuando tratamos de vincular los rasgos sociodemográficos con los rasgos económicos de las unidades. Allí (capítulo IV), la primera decisión que tuvimos que tomar fue la de privilegiar al jefe del hogar como punto de partida para estructurar el análisis de la participación familiar. Así quedó claro que nos interesaba ver cómo las condiciones materiales de existencia derivadas de la inserción del jefe en la estructura económica se relacionaban con la participación económica de los demás miembros del hogar. No obstante, en este orden de consideraciones nos pareció igualmente importante incorporar en forma explícita los condicionamientos sociodemográficos y llegamos al concepto de contexto familiar. La agrupación de los agregados de hogares en estos contextos claramente diferenciados, nos permitió entonces tomar en cuenta los múltiples condicionamientos de la participación económica que operan en el ámbito familiar.
2. Medición de la participación económica familiar: tasas por unidad doméstica
El indicador utilizado para medir la participación familiar fue una tasa por unidad doméstica; como se recordará ésta relaciona el número de personas que trabajan en cada hogar, separadas por sexo y por edad, con el número que existe en el mismo en las clasificaciones correspondientes. Diseñamos esta tasa porque consideramos necesario redefinir los indicadores demográfico-estadísticos al cambiar la unidad de análisis en el estudio de la participación.
Conviene destacar que la tasa de participación por unidad doméstica controla las variables que en el nivel agregado han mostrado ser más relevantes en el estudio de la participación económica: sexo y edad. Asimismo, dicha tasa tiene en cuenta la disponibilidad de mano de obra con que cuenta cada unidad, esto es, expresa en términos relativos cuántos de los que existen en un momento dado participan en la actividad económica.
A través de las diferentes tasas logramos indentificar los contextos familiares que propician la participación y los que la dificultan. No obstante, pudimos percibir algunas limitaciones en el análsis estadístico de estos indicadores que consideramos necesario señalar.
Dado que la información no se analiza hogar por hogar sino identificando conjuntos de hogares con ciertas características, recurrimos al cálculo de promedios de las distintas tasas. Este procedimiento tiene la ventaja de ofrecer una cifra resumen que identifica a cada contexto. No obstante, los coeficientes de variabilidad son muy altos, especialmente en el caso de las tasas adolescentes y de las femeninas adultas. Esto nos indica que, en investigaciones posteriores, habría que presentar las distribuciones de las diferentes tasas antes de decidirse por el cálculo de promedios.
Como sabemos, los aspectos de estructura interna de los hogares que fueron tomados sistemáticamente en cuenta en el análisis de las tasas de participación fueron la composición de parentesco y el ciclo vital. Entre otras cosas, no siempre exploramos si, una vez definidos los contextos de la manera ya conocida por nuestros lectores, influía de alguna manera sobre la participación el hecho de que las unidades fuesen pequeñas o grandes.
Sin duda, un tipo de estudio como el nuestro, realizado con base en análisis porcentuales y promedios, presentados en cuadros de dos o más entradas, tiene sus límites. Un estudio basado en modelos estadísticos (regresión múltiple, análisis de trayectoria, etc.) ofrecería posibilidades de considerar un mayor número de variables a la vez y permitiría aislar el efecto de los diferentes condicionantes de la participación familiar. Nosotros empezamos por el camino mencionado, porque nuestro interés central era ver qué factores operaban y cómo operaban en el interior de los contextos familiares, y no medir el impacto de cada uno de ellos, sea individualmente o en grupo.
Un último ángulo que permanece inexplorado es la tipificación de las tasas por unidad doméstica. Desde nuestro punto de vista, se trata de un tipo de análisis complementario al nuestro. El examen de las tasas tipificadas indicaría cómo afecta al nivel de participación de los diversos tipos de hogares el contar con una disponibilidad de mano de obra igual en todos los casos. También permitiría separar el peso de la disponibilidad de mano de obra y de la participación específica por grupos de edad sobre el nivel de participación global.
3. El estudio de la diferenciación de actividades en el interior de los hogares: los análisis “en profundidad”
Aun cuando las tasas están calculadas para cada unidad doméstica, hay que reiterar que consideran por separado la actividad de mujeres y hombres, adultos y adolescentes. Es decir, a través de ellas no relacionamos, por ejemplo, la actividad o inactividad de las mujeres adultas con respecto a la de los hombres jóvenes dentro de un hogar o conjunto de hogares. Como es posible suponer, era sumamente importante para un estudio como el nuestro establecer este tipo de relaciones. Recurrimos entonces a los análisis “en profundidad” de los contextos familiares que las tasas identificaban como propiciadores o inhibidores por lo menos de ciertos tipos de participación, en especial la femenina.
En los análisis “en profundidad” de unos pocos contextos pudimos relacionar un número importante de aspectos que condicionaban la participación en el nivel de los hogares; por ello los llamamos de esa manera. Así pudimos ver, por ejemplo, la medida en la cual algunas mujeres podían trabajar porque contaban con ayuda para el trabajo doméstico, o cómo no lo hacían debido a una fuerte carga de dependientes. Asimismo, pudimos profundizar en la respuesta a cierto tipo de preguntas que relacionaban explícitamente los niveles de las distintas tasas; por ejemplo, ¿trabajan más las mujeres adultas en ciertos contextos para que los adolescentes de ambos sexos se capaciten, y es por esto que permanecen fuera del mercado de trabajo?
Estos análisis “en profundidad” resultan muy flexibles y se puede ir innovando sobre la marcha a medida que se conocen más de cerca las unidades. Sin embargo, sólo es posible manejar un número limitado de casos de esta manera. Nosotros vemos los análisis “en profundidad” utilizados en este libro como un punto de partida necesario para llegar a aspectos claves que no pudimos captar de otra manera y que después pueden ser incorporados en análisis estadísticos más sistemáticos con una cobertura de casos mayor.
Antes de recurrir a los estudios “en profundidad” hicimos varios intentos de aprehender la diferenciación de tareas en los hogares -qué hace cada quien-, pero no llegamos a categorías de análisis que nos permitieran rescatar la heterogeneidad de los hogares y de sus miembros y a la vez presentar los resultados de una manera accesible a los lectores. En los varios intentos, la presentación de los datos resultaba extremadamente compleja.
Aun a través de la construcción de tipologías no logramos encontrar los ejes básicos que permitieran estructurar la información de manera satisfactoria. Esto ocurría siempre que se estuviese clasificando a los hogares y no a los individuos. Son una gran cantidad de aspectos los que se deben tener en cuenta; además, no siempre se puede contar con hipótesis claras sobre la manera en que todos ellos se interrelacionan, por lo menos a partir de lo que hasta ahora se conoce sobre el tema. En vista de la situación, nuestra experiencia nos lleva a sugerir la explotación sistemática de los análisis “en profundidad” para el estudio de la división del trabajo en el interior de las unidades. Incluso para estudios futuros que cuenten con información como la nuestra, la estrategia de análisis que seguimos (utilización conjunta de tasas de participación y análisis “en profundidad” de unos cuantos casos) puede resultar fructífera. De esa manera nos acercamos a la medición y a los condicionantes de la participación familiar en la actividad económica.
4. La homogeneidad social de las unidades: clasificación de los hogares en tipos “puros”
Después del estudio de la participación económica familiar nos preguntamos por las situaciones de clase de la mano de obra familiar (capítulo VI). En este punto creemos haber tenido más éxito en la captación del hogar como unidad de análisis -en gran parte debido a la propia naturaleza del objeto de estudio- y esto se logró a través de la clasificación de los hogares en tipos homogéneos.
Dividimos las unidades en “tipos” según si toda la mano de obra familiar era masculina, femenina o de ambos sexos, y si compartía una misma situación de clase o era mixta desde ese punto de vista. Luego estudiamos la frecuencia de los diversos tipos en el interior de los conjuntos de hogares dirigidos por asalariados y por trabajadores por cuenta propia, o sea, comparamos las situaciones de clase de los jefes con la de la mano de obra familiar. Así, logramos establecer un cuadro clasificatorio de la homogeneidad social de los hogares sin perder la unidad de análisis.
B) La unidad doméstica como mediadora
Queremos reflexionar por último, a la luz de nuestros resultados, sobre el papel mediador que cumple la unidad doméstica entre los procesos estructurales y la participación de sus miembros en la actividad económica. Identificamos varios factores estructurales: la creación de oportunidades de empleo y las tendencias del mercado de trabajo hacia una mayor formalización; la contracción salarial; y los elementos que integran la dinámica demográfica. Estos factores, entre otros, influyen en las características sociodemográficas de los hogares y en la participación de sus miembros en la actividad económica.
El papel mediador de la unidad doméstica consiste en reelaborar los influjos de los procesos estructurales con el propósito de que sus miembros puedan mantenerse y reproducirse. Hemos planteado que tales efectos se reciben a través de dos ejes centrales: la situación de clase del jefe y las características sociodemográficas del hogar. De esta suerte, seguimos una estrategia metodológica que nos permitió descomponer los distintos elementos que conforman el hogar y analizar sus relaciones. El resultado cristalizó en lo que denominamos contexto familiar.
El análisis realizadQ nos permite pasar de los ejes analizados a las determinaciones principales: las necesidades básicas del hogar y la disponibilidad de mano de obra. No obstante, este paso no es unidireccional. Como trataremos de ejemplificar más adelante, ambos ejes influyen en la configuración de la oferta de fuerza de trabajo así como en la definición y satisfacción de las necesidades.
Aun cuando aceptemos que no existe una misma pauta de necesidades para todos los sectores sociales, es razonable plantear que su magnitud y naturaleza variará de acuerdo con las propias características sociodemográficas de los hogares; principalmente con su tamaño y con la carga de dependientes. No obstante, la capacidad para satisfacer esas necesidades básicas depende en buena medida, si no es que en forma total por lo menos para la mitad de los hogares analizados, del ingreso del jefe de la unidad, que, como vimos, está íntimamente relacionado con su situación de clase.
Por otro lado, para que exista participación de los miembros del hogar en la economía, tiene que haber disponibilidad de mano de obra. En un hogar nuclear, la mano de obra disponible puede estar constituida por la esposa y/o los hijos. Cuando estos crecen y trabajan o van a la escuela, la esposa tiene más posibilidades de incorporarse a la actividad al disminuir su carga doméstica. En un hogar extendido, los otros parientes del jefe pueden trabajar o hacerse cargo de las tareas del hogar para que otros trabajen. En otras palabras, como hemos visto a lo largo de la investigación, las características sociodemográficas del hogar, como el ciclo vital, el tamaño y la composición de parentesco, afectan la disponibilidad de mano de obra.
Ahora bien, hay otras determinaciones específicas, muchas de ellas derivadas también de la situación de clase del jefe, que afectan la disponibilidad de mano de obra en el hogar, particularmente la femenina adulta y la adolescente. Veamos el primer caso. Ya sabemos que la carga de trabajo doméstico que hay en un hogar se encuentra relacionada con su tamaño y especialmente con el número de niños, pero el número de mujeres que se dedican a dicho trabajo depende en parte de la situación de clase del jefe. Cuando se cuenta con cierto ingreso puede contratarse a una empleada doméstica o a varias. Con ello se libera a las esposas, y en ocasiones a las hijas, de los quehaceres del hogar. Quedan así disponibles mujeres para incorporarse a la actividad económica.
En el segundo caso, cuando hay adolescentes en el hogar, su participación puede deberse a la insuficiencia de los ingresos del jefe. Los jóvenes pueden tener que encargarse de complementar los ingresos del hogar o sostenerse individualmente. Suspenderán sus estudios, quedarán en disponibilidad y, si encuentran empleo, trabajarán. En otra situación, cuando el jefe gana lo suficiente como para mantener el hogar y proveer de educación formal a los hijos, los adolescentes no estarán en disponibilidad, asistirán a la escuela y entrarán más tarde a la actividad económica.
Hemos estudiado la participación económica en diferentes contextos familiares. Tal participación puede entenderse como un mecanismo que utilizan los integrantes de las unidades, en forma armoniosa o conflictiva, para proveerse de mayores ingresos con los cuales hacer frente a sus necesidades para sobrevivir y reproducirse. La participación en la actividad económica responde a múltiples determinaciones estructurales, del contexto familiar e individuales. Nuestro estudio, en principio, ha buscado profundizar en las determinaciones familiares e individuales de la participación económica en una ciudad como la de México, donde resulta imposible concebir al mundo del trabajo desvinculado del mundo del hogar.