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(PDF) Arte al margen de Occidente. Pequeño atlas introductorio
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Arte al margen de Occidente. Pequeño atlas introductorio

Material docente para la asignatura de cuarto curso del Grado en Historia del Arte "Arte al margen de Occidente"

PEQUEÑO ATLAS INTRODUCTORIO ---------------------------------------------------------------------------------------------------------- Constanza Nieto Yusta 1.Avant propos: por una superación de las tiranías de la historia del arte En una asignatura como esta, dedicada a la producción artística contemporánea situada, ya sea geográfica como discursivamente, al margen de Occidente, hemos considerado oportuno comenzar por una introducción en la que se explique de dónde procede este posicionamiento-otro, y cómo y a partir de quién se han ido articulando los estudios que constituirán los pilares a partir de los cuales guiaremos nuestros pasos. El estudio de la historia del arte se halla dirigido por dos grandes monstruos escondidos bajo sus aguas, dos tiranías que merece la pena desenmascarar y que denominaremos la tiranía del tiempo y la tiranía del espacio. Por tiranía del tiempo entenderemos la linealidad cronológica con la que se abordan las andanzas del arte de cara al logro de su autonomía o liberación. El estudio del arte se inserta en la lógica progresiva y de avance que explica su desarrollo como una serie de conquistas acumulativas que responden a la evolución histórica, social, filosófica y técnica de la humanidad: del origen “primitivo” o prehistórico, pasaríamos a ver como el arte evolucionaría a lo largo de la historia, conquistando miméticamente el espacio (perspectiva), el color, la composición, las temáticas…hasta llegar a lo que sería su liberación triunfal con la eclosión de las vanguardias históricas a principios del siglo XX. El principio rector de esta lógica es el que impone que el arte evoluciona necesariamente hacia su autonomía, hacia la pureza del arte por el arte, hacia 1 la abstracción. Una lógica que no es sino la del pensamiento moderno marcado por el gran ideal occidental impulsado con el siglo de las luces: el progreso. Y este pensamiento desarrollista que se impone como el único concebible y deseable por la humanidad se ejerce desde un espacio: Occidente. La tiranía temporal no es sino el modo de pensar occidental, el modus operandi concreto de un lugar desde donde se concibe el mundo y desde donde se impone como el único pensamiento posible: la tiranía temporal nace de la tiranía espacial. Ambos son las caras de una misma moneda. Así, la evolución del arte sólo se geolocalizará en los territorios occidentales y desde los lugares de pensamiento occidental: la historia del arte que conocemos parte de un origen “primitivo” prehistórico ubicado en Atapuerca, Altamira o Lascaux y progresa hasta su culminación tanto en los grandes focos europeos (la Italia renacentista, la Alemania reformista, la Francia ilustrada, la Inglaterra industrial…) como en aquellos que como Nueva York vinieron a ser su relevo en la modernidad. Occidente de cabo a rabo. Pero ¿dónde quedan en esta narrativa de la modernidad los grandes espacios mundiales: Latinoamérica, África, Asia? ¿No será, quizás, consecuencia de la tiranía temporal y espacial de Occidente por lo que estos espacios han quedado silenciados? Y más aún, ¿es posible su recuperación y reivindicación al margen de la hegemonía discursiva occidental? Si en la asignatura “Discursos de arte contemporáneo” la intención fue dinamitar la narrativa de la modernidad que, bajo la batuta de Clement Greenberg, trazó la historia del arte como la evolución hacia el formalismo, en la asignatura que aquí presentamos el objetivo será trasladar la mirada a los lugares-otros, a los espacios del colonialismo y la colonialidad para desvelar el papel que se les ha adjudicado en la narrativa occidental y cuáles han sido y están siendo las contestaciones y estrategias de subversión de dicha narrativa desde el ámbito de la producción artística. Y para ello tendremos que adentrarnos en lo que se ha agrupado bajo la denominación de estudios poscoloniales. 2 2. Los estudios poscoloniales: problematizaciones problemáticas Las denominaciones de poscolonialismo o estudios poscoloniales hacen referencia a una serie de teorías que, si bien beben de autores y reflexiones anteriores , se consolidan como movimiento intelectual en la década de 1980. Quizás el término poscolonial pueda llevar a pensar que su origen se encuentra en la segunda mitad del siglo XX cuando, tras la independencia de la India (1947), comenzó el proceso de emancipación de las colonias respecto a Europa. Pero el prefijo de poscolonialismo indica una posterioridad o una superación no histórico-temporal sino espacio-cultural: las teorías poscoloniales son respuestas a y desarticulaciones de todas las formas de dominación occidental (políticas, éticas y estéticas) que colonizaron física, cultural y epistémicamente el mundo-otro o hemisferio no occidental. Quizás deberíamos remontarnos a 1974 para trazar la genealogía de los estudios poscoloniales: fue entonces cuando el sociólogo estadounidense Immanuel Wallerstein publicaba el primero de los tres volúmenes que constituirían su principal obra, El moderno sistema-mundo. Con ella, Wallerstein introdujo un nuevo modelo de análisis de la historia y del capitalismo, remontando sus orígenes a la expansión comercial, territorial y económica que supuso la conquista del Atlántico. De este modo, el “Nuevo mundo” vino a ocupar un papel fundamental en la interpretación de la lógica imperialista y económica, destituyendo el protagonismo geocultural que hasta entonces habían jugado en ella episodios como la Revolución francesa y la Revolución industrial. Aunque el concepto de “sistema-mundo” jugaría un papel imprescindible en el posterior desarrollo de los estudios poscoloniales –y prueba de ello es el papel fundamental de sus análisis tanto en los estudios de Enrique Dussel, Anibal Quijano y Walter Mignolo como en la creación a finales de los 90 en Binghamton del Coloniaty Working Group -, Wallerstein no puede considerarse un pensador poscolonial sino más bien un punto de partida, eso sí, muy relevante, de las líneas de pensamiento que vendrían poco después a denominarse poscoloniales. 3 Sería en 1978 cuando apareció, estrictamente hablando, el primer estudio de teoría poscolonial: el ya clásico Orientalismo del palestino Edward W. Said. Con este ensayo, Said inauguraba la crítica al eurocentrismo característica de los estudios poscoloniales, centrando sus análisis en el desmantelamiento de los mecanismos discursivos mediante los cuales había explicado e incorporado Oriente a su lógica imperialista occidentalizada. Y tras Said, muchas fueron las voces que se fueron incorporando a este cuestionamiento de la hegemonía discursivo-imperialista occidental. La década de los 80 estaría marcada por dos intelectuales indios que pronto se erigirían en las voces protagonistas del pensamiento poscolonial: Homi Bhabha y Gayatri Chakravorty Spivak. Las aportaciones de ambos pensadores, muy deudores de la deconstrucción derridiana, permitieron la introducción de nuevas categorías en los estudios poscoloniales. Así, a Bhabha se deben conceptos como hibridación y ambivalencia, fundamentales en el estudio de las construcciones y localizaciones de la cultura; y a Spivak, la crítica de la razón poscolonial y su papel en la configuración del sujeto subalterno. Sería en 1998 cuando la voz de Latinoamérica se consolidaría en el panorama de los estudios poscoloniales, una voz que se hacía más que necesaria en un campo de estudios donde la conquista del “Nuevo Mundo” jugaba un papel imprescindible. La consolidación vino de la mano de la creación del Grupo modernidad/ colonialidad , integrado por figuras que desde tiempo atrás venían trabajando en la crítica poscolonial pero que a partir de entonces aunaban sus esfuerzos en un proyecto conjunto: Enrique Dussel, Aníbal Quijano, Walter Mignolo y Santiago Castro-Gómez, entre otros. Sus lecturas críticas de Wallerstein, Said o Spivak, además de introducir la autocrítica, han redirigido los estudios poscoloniales desde el cuestionamiento de la modernidad (Dussel) hasta la construcción de “paradigmas-otros” (Mignolo), pasando por la revelación de las diferencias entre colonialismo y colonialidad (Quijano). Los estudios poscoloniales, por tanto, se enfrentan a una serie de problemas que, en líneas generales, habían permanecido ocultos/ocultados a lo largo de la historia por parte de todos los ámbitos de estudio. Su labor titánica, aún en construcción, pretende hacer visibles las estrategias inherentes 4 a la dominación occidental. Una pretensión que, como vamos a ver, no deja de ser problemática. Una de las contradicciones inherentes a la teoría poscolonial – pronto advertida por algunos de sus portavoces1-, es que, paradójicamente, el origen de estos estudios se encuentra en Occidente, tanto en lo que concierne a sus antecedentes teóricos como al emplazamiento profesional de los protagonistas fundamentales del movimiento. Por un lado, la base teórica de los estudios poscoloniales se encuentra en Marx, Antonio Gramsci, y, muy especialmente, en el posestructuralismo francés. El desenmascaramiento de la lógica del poder y del deseo inherentes al capitalismo bebe de Michel Foucault y Gilles Deleuze; la crítica de la modernidad denominada posmodernidad procede de Jean François Lyotard, y la labor deconstructiva del pensamiento de Jacques Derrida. Y por otro, a estos fundamentos europeos se añade que los estudios poscoloniales tuvieron como madre patria a los Estados Unidos: no debe olvidarse que los principales protagonistas de los estudios poscoloniales, -esa “Trinidad” intelectual formada por Said, Bhabha y Spivak- desarrollaron sus teorías en y desde las universidades norteamericanas en las que, excepto Said, aún pensamiento trabajan. Asimismo, poscolonial el representante latinoamericano, Walter más destacado Mignolo, del también se encuentra vinculado al mundo académico estadounidense. Incluso una de las figuras clave en el poscolonialismo, Frantz Fanon, es francés. Las críticas al poscolonialismo han seguido varias líneas de ataque pero en general se han centrado en la relación preeminente que éste ha guardado con el postestructuralismo Buena parte de ellas vinieron formuladas desde el nuevo pensamiento marxista encarnado por Alexander Theodore Callinicos, Aijaz Ahmad y Arif Dirlick. Aunque desde distintos análisis, todos ellos coincidieron en observar cómo el predominio del postestructuralismo en los estudios poscoloniales fue en detrimento del marxismo y sus posibilidades históricas, esto es, cómo el desarrollo teórico en torno a la subversión invalidó cualquier materialización práctica subversiva en la realidad histórica. Los 1 Tal y como realizaría Gayatri Chakravorty Spivak en su artículo ¿Puede hablar el subalterno? . 5 estudios poscoloniales, embebidos por el pensamiento francés, se habrían convertido así en un nuevo relato abstracto y esencialista propio del Occidente denunciado: al pensar el mundo en términos postestructurales, tal y como lo hicieron Foucault, Deleuze, Lyotard o Derrida, el poscolonialismo habría reducido cualquier/toda realidad social a una mera construcción (del poder, del deseo, de la ciencia, del lenguaje…), olvidando todo referente histórico y eliminando, por tanto, cualquier posibilidad de acción política, subversión y/o cambio en lo que se denuncia. Llevando esta lectura hasta sus últimas consecuencias, algunos como Ahmad concluyeron que la teoría poscolonial no era sino una nueva ideología al servicio del capitalismo neoliberal: una cómoda postura de autoproclamación como “intelectuales poscoloniales” por parte de una élite nada representativa del Tercer Mundo, instalada en el academicismo occidental y protegida por éste en tanto representantes del “multiculturalismo” propio del mundo contemporáneo. Desde otro frente –Latinoamérica- nacieron más críticas en las que, junto al argumento marxista ya señalado, aparecerían nuevas interpretaciones como la de la chilena Nelly Richard para la que el poscolonialismo, al ser elaborado, difundido e impuesto desde las grandes potencias occidentales no es sino un nuevo modo de colonialismo: una violencia discursiva que, denunciando las consecuencias de la colonización, colonizaría con su nuevo relato hegemónico y occidental. Con este brevísimo recorrido por las contradicciones inherentes a los estudios poscoloniales no hemos querido sino mostrar que nos encontramos ante una serie de problematizaciones teóricas no exentas de conflictos. Pero si bien todos los argumentos lanzados contra la teoría poscolonial están más que fundamentados, debemos también reconocer la importancia y el papel que este conjunto de estudios ha jugado y está jugando en la rearticulación y apertura discursiva de prácticamente todos los ámbitos de las ciencias humanas en la época contemporánea. Los estudios poscoloniales, con su cuestionamiento de categorías como la modernidad y su incorporación de nuevos conceptos con 6 los que pensar el dominio geocultural de Occidente, han permitido la reescritura de la historia, la antropología, la etnología, la sociología, la literatura y el arte así como el avance de los Estudios Culturales y de los feminismos contemporáneos desde el cuestionamiento de los imaginarios occidentales impuestos hasta la búsqueda y reivindicación de la identidad y la memoria expoliada. Dejando al margen sus problemáticas, nos adentraremos de forma general en los conceptos y argumentos poscoloniales a través de sus principales autores, de modo que obtengamos el corpus teórico básico para poder, más adelante, comprender el panorama de ese arte-otro que es el arte contemporáneo al margen de Occidente. En esta introducción será la lectura de Enrique Dussel la que ocupe nuestras reflexiones, dejando a Said, Bhabha, Mignolo y Spivak para más adelante. 3. Enrique Dussel y la Modernidad como mito Fue a mediados del siglo XX, con la salida a la luz del Terror con mayúsculas – Auschwitz-, cuando se tambalearon por primera vez los ideales con los que se había construido y explicado el avance de la historia y de la ciencia desde la Ilustración. A partir de entonces, los intocables valores de Razón y Progreso perdieron toda credibilidad y hegemonía2, viéndose sometidos a un juicio de cuestionamiento y responsabilidades. Fue en este contexto cuando nació la posmodernidad: la primera reacción crítica de la narrativa moderna, una serie de respuestas y cuestionamientos de los argumentos, valores, ideales y parámetros cronológicos con los que se había trazado la historia (europea), una Historia que se había querido verdadera, 2 Para una introducción a la posmodernidad me remito al capítulo X del libro de la asignatura Discursos de arte contemporáneo, La posmodernidad, ¿quién es? 7 universal y abstracta pero tras la cual se encontraban perspectivas, intereses, hombres particulares de carne y hueso. Pero si bien la posmodernidad trajo consigo la crítica de la Razón y su violencia con las consecuentes aperturas discursivas e introducción de las historias en plural, tras ella se encontraban de nuevo los mismos problemas. Todos sus argumentos procedían de un mismo lugar: su negación de la Razón moderna estaba instalada en el mismo corazón occidental, en la vieja Europa, en el “Nuevo Mundo” desarrollado (Estados Unidos) y en una serie de portavoces que, si bien procedían de las colonias europeas y poseían un discurso crítico contra el colonialismo, habían caído en un nuevo discurso teórico y esencialista ajeno a la realidad material y concreta, histórica, política, social y epistémico que el colonialismo había implantado en el mundo. Su negación de la Razón moderna había dejado de lado la verdadera genealogía de la misma: la modernidad no había nacido en Europa con la Ilustración sino en la Edad Moderna con el descubrimiento de América. Y al obviar este origen, la crítica de la modernidad había dejado de lado el otro gran peligro de la Razón: la violencia, no sólo física sino ética y epistémica, del dominio sobre el Otro; lo que Aníbal Quijano, como veremos más adelante, denominó colonialidad. Es a partir de este cambio de perspectiva como irrumpieron los estudios poscoloniales como un conjunto de teorías caracterizadas por este nuevo cuestionamiento de la modernidad, nuevo en tanto que amplió la mirada, trasladando la atención de Europa a América, de la Edad Contemporánea a la Edad Moderna, en un movimiento de ida y vuelta encaminado a la desterritorialización de las categorías hasta entonces (ocultamente) vigentes. Si bien los estudios poscoloniales constituyen, al igual que las teorías posmodernas, un discurso de contramodernidad, su desplazamiento espacial y temporal permite superar la contestación posmoderna a la hegemonía de la historia occidental y generar nuevas lecturas desde las historias y herencias coloniales, mostrando los mecanismos de poder y dominio que desde la colonización de América permitió a Occidente erigirse como el único lugar del mundo, el lugar del desarrollo, el avance y la civilización. Una autodesignación que sólo pudo realizarse mediante la negación y opresión de todo lo que contradijese o pudiese tambalear esa supremacía. 8 Remontémonos a esa fecha omnipotente, el 12 de octubre de 1492: el día en el que Europa constataba su expansión más allá del Mediterráneo al desembarcar Cristóbal Colón en la isla de Guanahaní,; o, por situarnos en la otra orilla, el día en el que desde la costa se vislumbró la llegada de unos desconocidos sobre unos grandes monstruos de madera, a los que se recibió, no obstante, con intriga e inocencia. Salvador Dalí, La Conquista de América, 1956 Así se observa en la entrada del día 11 de octubre del diario del primer viaje de Cristóbal Colón, donde el genovés recoge cómo fue el encuentro con los nativos recién descubiertos: “El Almirante […] tomó, posesión de dicha isla por el Rey e por la Reina sus señores, haziendo las protestaciones que se requerían […] Esto que se sigue son palabras formales del Almirante en su libro de su primera navegación y descubrimiento d’estas Indias. <<Yo>>, dize él, <<porque nos tuviesen mucha amistad, porque cognoscí que era gente que mejor se libraría y convertiría a nuestra sancta fe con amor que no por fuerça, les di a algunos d’ellos unos bonetes colorados y unas cuentas de vidrio que se ponían al pescueço, y otras 9 cosas muchas de poco valor, con que ovieron mucho placer y quedaron tanto nuestros que era maravilla. Los cuales después venían a las barcas de los navíos donde estávamos, nadando, y nos traían papagayos y hilo de algodón en ovillos y azagayas y otras cosas muchas, y nos las trocavan por otras cosas que nos le dávamos, como cuentezillas de vidrio y cascaveles. En fin, todo tomavan y daban de aquello que tenían de buena voluntad, mas me pareció que era gente muy pobre de todo.” 3 Aunque se trate de la primera entrada en el diario de Colón en la que se da cuenta del primer resultado material de su expedición, ya en ella encontramos, bajo la forma de impresiones, todos los objetivos a cumplir en “esas Indias”: en primer lugar, la apropiación del territorio en nombre del Imperio español; en segundo lugar, la conversión al cristianismo de los pobladores de esas tierras, aunque en las palabras de Colón rechine esa conveniencia de lograrlo por amor y no por la fuerza; y, en tercer y último lugar, el diagnóstico de simplicidad y pobreza dado a esas Indias. Este diagnóstico no puede pasársenos por alto, pues tras él se encuentra la convicción propia de la modernidad: la identificación de Occidente con la civilización, el progreso y el desarrollo. Los indios con los que se encuentra el almirante quedan descritos por éste como simples en tanto seres de fácil encantamiento mediante regalos que no son sino de “poco valor” (bonetes, cuentas de vidrio, cascabeles) y a los que responden otorgando a modo de agradecimiento elementos propios de quien habita la tierra aún en un estadio precivilizado (papagayos, algodón). “Pobres” es el calificativo que acierta a otorgar el almirante ante unos seres humanos desnudos a los que puede “conquistarse” simplemente mostrándoles pequeñas muestras de la técnica occidental. En esta descripción de Colón se encuentran los elementos de lo que Enrique Dussel vendría a caracterizar como el mito de la modernidad.4 3 En Cristóbal Colón, Los cuatro viajes. Testamento, Madrid, Alianza, 2011, p.59. DUSSEL, Enrique, Europa, modernidad y eurocentrismo en LANDER, Edgardo comp. , La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas Latinoamericanas, Buenos 4 10  Para una mayor comprensión de las reflexiones que siguen, el alumno debe leer el artículo de Enrique Dussel “Europa, modernidad y eurocentrismo”, colgado en la página web de la asignatura. El descubrimiento de América fue el acontecimiento que marcó la Edad moderna: fue desde ese momento cuando Europa inició el proceso por el cual se autoproclamaría el centro de la Civilización y de la Historia: el eurocentrismo que convertiría, automáticamente, al resto del culturas en “periferias” y que erigiría al “Viejo Mundo” en la cuna de la modernidad. Esta interpretación, aún vigente e interiorizada en todos los ámbitos, nacería de la mano de Hegel5. Para el filósofo, la modernidad o el “espíritu” nuevo de la historia fue un fenómeno estrictamente europeo, un proceso de avance y superación respecto al pasado marcado por una serie de acontecimientos clave: el descubrimiento de América (apertura hacia lo nuevo), el Renacimiento (Humanismo y nacimiento del pensamiento crítico y científico), la Reforma protestante (religión llevada a la reflexión interior, al subjetivismo), la Ilustración (Razón como criterio unificador) y la Revolución francesa (culminación política de la racionalidad moderna). Acontecimientos que establecieron las coordenadas espaciales y temporales inamovibles y absolutas para la explicación del progreso histórico y culminación de la civilización occidental. Un eurocentrismo que Dussel se propone dinamitar al proponer una lectura de la modernidad más allá de las fronteras europeas, esto es, en su sentido mundial. Al considerar la modernidad como un fenómeno sólo explicable a partir del descubrimiento de América, las fronteras interpretativas se abren y permiten la inclusión de toda una serie de problemáticas acalladas en la narrativa occidental que encumbró a Europa como centro del mundo. Dussel insiste en esta diferente interpretación de la modernidad que supera su reducción a la historia europea y la coloca como punto fundamental de la historia mundial; Aires, CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, Julio de 2000, p. 246 y ss. [1995] Enrique Dussel 5 En lo que se refiere a la genealogía del discurso de la modernidad y a la importancia del pensamiento de Hegel para su construcción, seguimos la interpretación del ya clásico estudio de Jurgen Habermas, El discurso filosófico de la modernidad. 11 pues, con este sentido global, la modernidad deja de ser una historia local justificativa del eurocentrismo para erigirse como la principal estrategia con la que se diseñó el “sistema-mundo moderno”. Una estrategia por la que Europa se erigiría como centro político, histórico y cultural del sistema mundial a partir de la constitución de sus colonias como periferia. ¿Cómo iba a ser de otra manera si desde el 12 de octubre de 1492 el mundo conocido, que giraba en torno al Mediterráneo, se vio obligadamente ampliado, desbordado por algo más que un mar, el océano Atlántico? Fue a partir de este desbordamiento cuando nacía lo que Immanuel Wallerstein 6 denominó “sistema-mundo” , el proceso por el que, mediante el imperialismo resultado de la conquista, el mundo quedaba constituido como un sistema movido por la lógica económica del capitalismo. Con la conquista de América, Europa se erigiría en el imperio del mundo: fue entonces cuando se inició el mercantilismo mundial, estableciéndose las estructuras económicas de diferenciación entre los conquistadores-colonizadores-ricos y los conquistadoscolonizados-pobres y la subyugación de estos últimos mediante relaciones de poder articuladas por la supremacía económica y desarrollista propia del capitalismo más avanzado. Así, la modernidad en la interpretación de Dussel fue el modo de creación del etnocentrismo moderno europeo: una interpretación del mundo autoproclamada universal basada pero establecida en el punto de vista europeo como arquetipo de comprensión de la historia, la religión, la ciencia y de la vida. La modernidad queda, así, definida como una estrategia por la cual Europa se autodefinió a sí misma a partir de su diferenciación respecto a las Américas, esto es, por su explicación en contraposición al “Otro” conquistado. Es ahí donde se encuentra el mito de la modernidad para Dussel: en el encubrimiento y legitimación de la violencia e irracionalidad mediante un relato encaminado a explicar el progreso y la civilización. En este discurso, los europeos vendrían a ser los héroes divinos que, descendidos al “Nuevo 6 Immanuel Wallerstein desarrolló su teoría del sistema-mundo en The modern World-system, una serie de tres publicaciones aparecidas en los años 1974, 1980 y 1989 que pronto se convertirían en el pilar de la línea de pensamiento marxista dedicada a este concepto. Sus reflexiones fueron de vital importancia para los estudios poscoloniales de Enrique Dussel, Aníbal Quijano y Walter Mignolo. 12 Mundo”, constatan su superioridad respecto a los así encuadrados como bárbaros o primitivos, una constatación que justificará moralmente no sólo su tarea de civilización salvadora de los atrasados sino también la violencia en semejante tarea, los sacrificios necesarios para la mejora de la humanidad en nombre de la modernización. La modernidad queda así al descubierto: desvelada la estrategia de su construcción mítica, Enrique Dussel abre las puertas a la negación de su relato divinizado y, en consecuencia, a la negación de su presunción de inocencia. No habría lugar, entonces, para la justificación de la violencia y el sacrificio en nombre de la emancipación y la liberación intrínsecas al desarrollo. Los únicos lugares posibles serían los de las víctimas: los espacios de la diferencia y de la alteridad de esos “otros” sacrificados en nombre de la Razón ilustrada. Reescribir la realidad no desde el océano (visión de los conquistadores) sino desde las orillas (desde los lugares de los conquistados) es una tarea ardua a la que se enfrentan los estudios poscoloniales tras más de 500 años de dominio occidental. Y es que en semejante periodo de tiempo, la expansión y dominio occidental ha ido mutando y combinando sus disfraces y con él, las estrategias para mantener la hegemonía de su discurso. Para ampliar la lectura de ese relato moderno nacido con el descubrimiento de América y caracterizado por Dussel como mito eurocéntrico, tendremos que contemplar las aportaciones de Walter Mignolo. Pues si bien éstas parten de las interpretaciones de Dussel, en las que la modernidad queda irremediablemente ligada al colonialismo, Mignolo da un paso más al desvelar lo que ha denominado como la cara oculta de la modernidad: la colonialidad. Pero este es un aspecto que merecerá una reflexión más adelante. 13 4. De la teoría a la praxis. La conciencia colonial del arte occidental Tal y como hemos señalado más arriba, con el término poscolonial no se indica un momento posterior al colonialismo sino un estado de pensamiento crítico resultado de la ruptura y cuestionamiento de la Historia construida desde la colonialidad. Y en este sentido habremos de entender el arte nacido de este mismo espíritu. No obstante, hablar de un arte poscolonial resulta arriesgado, pues si bien los estudios poscoloniales representan la materialización teórica de un nuevo posicionamiento histórico, político, social, etc… con el que volver a cartografiar el mundo, las manifestaciones artísticas nacidas en este contexto no pueden considerarse una ilustración literal de las teorías abordadas. Quizás resulte más adecuado pensar en las creaciones que vamos a abordar como una tentativa de construir un arte al margen de Occidente. Y cuando decimos al margen, no nos referimos a la acepción que implica quedarse fuera o permanecer alejado de una cuestión; nada más lejos que eso. Entenderemos margen en lo que la RAE contempla como su primera acepción: como “extremidad y orilla de una cosa”. El arte al margen de Occidente no es un conjunto de creaciones artísticas que se encuentren fuera de Occidente o que se mantengan alejados de éste a modo de abstención o modo de evitar el conflicto: más bien es la denominación de todas aquellas manifestaciones que se encuentran en la orilla de Occidente. Orilla en un sentido geográfico; más allá de Occidente, pero en su orilla, están esos lugares olvidados o relegados a los márgenes de la Historia y de la Historia del Arte por el pensamiento eurocéntrico: Latinoamérica, Oriente (Próximo, Medio y Lejano) Sudasia, África. Pero orilla también en un sentido discursivo: en esos lugares marginados se ejercerá la crítica frente a la (omni) presencia occidental, construyéndose unos nuevos modos de hacer para visibilizar las dialécticas, los conflictos y las violencias del eurocentrismo cultural pero también de cara a la recuperación de la identidad y la memoria propias. Si los países de ese primer mundo llamado Occidente habían sido los grandes protagonistas de la modernidad y de lo que fue su posterior cuestionamiento, la posmodernidad, con la toma de conciencia 14 poscolonial, los países del Tercer Mundo tomarán el relevo en el panorama del arte contemporáneo, esta vez con voz propia y formulando discursos propios. Y es que la situación había sido muy distinta hasta ese momento. Desde la conquista del Nuevo Mundo, Occidente había sido la única voz con la que se había narrado la historia del mundo. Tal y como han mostrado Aníbal Quijano y Walter Mignolo, la colonización sólo pudo llevarse a cabo desde un doble frente: la ocupación y dominio de los territorios (colonialismo), y la imposición de un discurso occidentalizado de razón y progreso con el que apropiarse de toda cultura extraña para poder controlarla y reorientarla, ya sin peligro, dentro de la lógica occidental (colonialidad). Fue de este modo como el arte no occidental llegó a Occidente: expoliado de sus lugares de procedencia, empaquetado y destinado a guardar silencio detrás de una vitrina. El poder de la Europa colonialista no podía quedarse en los territorios no europeos: era fundamental clasificarlo, catalogarlo, y exhibirlo como un elemento más del progreso y de la historia occidental en la institución europea por excelencia, el museo. Las exposiciones habían sido uno de los recursos de divulgación fundamentales desde la Revolución Francesa. El arte, por fin arrebatado a las clases privilegiadas y puesto a disposición del pueblo, fue apreciado en los Salones. Y de forma análoga funcionaron las Exposiciones Universales en lo concerniente a los descubrimientos que la Revolución industrial había traído consigo. Sólo faltaba un dispositivo similar para la otra cara del progreso europeo: su dominio en las colonias. Desde principios de siglo, tuvieron lugar en Europa varias exposiciones coloniales (la Exposición Nacional Colonial de Paris en 1907, la Exposición franco-británica de Londres en 1908 o la celebrada en Marsella en 1922) siendo en 1924 cuando Inglaterra organizaría la primera gran muestra al respecto, la Exposición del Imperio Británico, sólo superada por la que se organizaría siete años más tarde en Francia. 15 Fue entre el 6 de mayo y el 15 de noviembre de 1931 cuando tuvo lugar en París la gran Exposición Colonial Internacional, una muestra en la que principalmente Francia, aunque también otros países europeos con presencia colonial en el mundo (Bélgica, Dinamarca, Portugal, Estados Unidos), buscaron dar una lección magistral, la más grandilocuente y ambiciosa, de su expansión y dominio territorial. podría considerarse escaparatismo. Una lección que bien un radical ejercicio de Los casi ocho millones de visitantes que acudieron a la cita, pudieron pasearse por los distintos pabellones dedicados a cada región y descubrir desde la segura y civilizada Europa las distintas culturas que ésta había descubierto, dominado y estudiado para un mejor avance de la humanidad. Un paseo por el mundo colonial francés que no se limitó a la exhibición de objetos exóticos imprescindibles en un tour semejante (fetiches, máscaras, distintos instrumentos de la vida cotidiana, etc…), sino que también incluyó la posibilidad de ver flora y fauna en zoológicos y jardines e incluso pueblos enteros reconstruidos, con sus construcciones y sus habitantes, de carne y hueso, desempeñando sus rituales, danzas, músicas y costumbres. Una de las postales conmemorativas de la Exposición Colonial de París. Las bailarinas de Siguiri 16 A pesar de la masiva afluencia a este parque temático, la exposición se encontró con numerosas respuestas de rechazo y condena entre las que destaca la emprendida por los surrealistas. El grupo liderado por André Breton se encontraba por aquellos años al servicio de la que resultaría ser una difícil revolución política7, naciendo en este contexto su colaboración en lo que sería la respuesta de la Liga Anti-imperialista del Partido Comunista francés a la Exposición colonial. Bajo el título, “La Verité sur les colonies”, se instaló en una zona obrera al este de París una contraexposición organizada por Louis Aragon, Paul Éluard e Yves Tanguy.  Para profundizar en la cuestión del surrealismo y su respuesta a la Exposición Colonial de 1931, el alumno puede leer el capítulo 5 del libro de Jack J. Spector Arte y escritura surrealistas (1919-1939), Madrid, Editorial Síntesis, 2003. Esta muestra, acogida en el pabellón constructivista que los hermanos Vesnine construyeron para la representación de la URSS en la Exposición de artes decorativas de 1925, vino a ser la materialización de un posicionamiento político que los surrealistas manifestaron contra la gran Exposición colonial desde su inauguración.8 Pues, además de ser una respuesta anticolonialista y de permitir a los surrealistas congraciarse con el Partido Comunista francés, la contra-exposición encajaba a la perfección con el rechazo que el grupo manifestaba hacia la sagrada trinidad de la burguesía: la religión, el colonialismo y el capitalismo. En este caso, el ataque de los surrealistas se 7 Para profundizar en la conflictiva relación entre la estética y la política en el surrealismo, remitimos al tema 7 de la segunda Unidad Didáctica del manual de la asignatura Los discursos de arte contemporáneo. 8 El 4 de mayo de 1931, dos días antes de la inauguración de la gran Exposición Colonial de París, André Breton, Paul Éluard y Benjamin Péret redactaron un manifiesto que bajo la proclama Ne visitez pas l’Exposition Coloniale fue difundido a las puertas de la muestra como protesta. Asimismo, el 3 de julio de 1931 y a raíz del incendio del pabellón de las Indias neerlandesas, André Breton, Louis Aragon, Georges Sadoul e Yves Tanguy redactaron otro manifiesto, Premier bilan de l’Exposition Coloniale , en el que se lamentaban de la pérdida de los materiales artísticos en términos marxistas. 17 dirigía a la faceta más frívola de la clase cómplice del imperialismo, esto es, el gusto del burgués por lo exótico. Frente a grandes pancartas con frases y efigies de Marx y Lenin, se expusieron carteles, fotografías y figuras religiosas, tanto occidentales como no occidentales. Los fetiches europeos escogidos, un niño pidiendo limosna y una Madonna gótica, ambos de color negro, se exhibieron junto a los fetiches de culturas primitivas con la intención de desvelar su misma función: el culto objetual y mercantilista propio de la sociedad burguesa y el sistema capitalista a unos juguetes y bibelots que no eran sino una clara materialización de la guerra colonial en particular, pero de cualquier guerra en general. Imágenes de “La Verité sur les colonies”. La imagen de la derecha, “Fétiches européens” fue publicada en Le Surréalisme au service de la révolution, nº 4, diciembre de 1931 Semejante empleo del fetiche por parte de los surrealistas bretonianos supuso un cambio de rumbo respecto al papel estético y simbólico que había jugado en el grupo en los años previos a su reformulación política. Al igual que otras vanguardias históricas, los surrealistas estuvieron inmersos en la 18 fascinación primitivista que caracterizaría al arte moderno desde sus inicios, estando esta fascinación motivada en el caso del surrealismo por lo que el arte primitivo tenía de catalizador de sus propias búsquedas: en los fetiches, las figurillas y las máscaras africanas se encarnaban tanto la alternativa a los cánones de representación y de belleza occidentales como la materialización de lo maravilloso y la conexión con dos de los aspectos fundamentales del inconsciente, la sexualidad y la agresividad. Si bien estos valores continuaron vigentes en el surrealismo hasta el final de sus días, con la contra-exposición anticolonialista se quiso introducir un posicionamiento político con el que distanciarse de la relación con lo primitivo en términos exclusivamente estéticos. Si bien esta respuesta a la política imperial occidental procedía de occidentales, y unos occidentales tan problemáticos como los surrealistas – bien conocidos por su fetichismo de los misterios de uno de los grandes otros, la mujer-; y aunque el contexto de la respuesta fuera el gran foco artístico por excelencia de Occidente, París, la contra exposición surrealista vino a ser la primera respuesta artística al imperialismo colonial europeo. Una respuesta que, por desgracia, escondía los peligros de toda autocomplacencia. Por emplear las palabras de Fanon, esos rostros negros estaban aún impregnados del poder de las máscaras blancas. La vinculación del otro primitivo con el inconsciente generó en la primera mitad del siglo XX lo que Hal Foster denomina “fantasía primitivista”9, la fabulación que conduce a identificar, a confundir, el otro con el inconsciente y, en consecuencia, con la explicación oculta del propio yo. Este peligro inherente a la aparente reivindicación de la alteridad como parte de la cultura, esto es, el entender lo no occidental como un misterio a desentrañar para acceder a las verdades ocultas de lo occidental, permaneció a lo largo de la primera mitad del siglo XX. Junto a la presencia de Freud -que ya en Tótem y Tabú (1912) había establecido el origen del individuo y de la cultura en lo 9 FOSTER, Hal, El retorno de lo real. La vanguardia a finales de siglo, Madrid, Akal/Arte Contemporáneo, 2004, p. 178. A continuación, seguiremos las lecturas de Foster en el capítulo El artista como etnógrafo , pp. 175-208. 19 primitivo- y de sus hijos rebeldes los surrealistas, el tándem primitivoinconsciente siguió sus andanzas a lo largo de la década de 1930 en algunos de los escritos de la disidencia surrealista (Georges Bataille y Michel Leiris), e incluso en el movimiento anticolonial Négritude. La búsqueda de la otredad cultural, ya fuera en términos de destrucción (Bataille), de exploración (Leiris) o de protesta antiracial (Négritude), se vio envuelta por el aura omnipotente de los impulsos primitivo-inconscientes y por las contraposiciones esencialistas entre el europeo y el no europeo. Pero para Hal Foster, estos casos de “fantasía primitivista” son quizás más importantes por el cambio de paradigma que anunciaban en el perfil del artista contemporáneo que por sus peligros y carencias.  Para una mayor comprensión del análisis que sigue el alumno puede consultar el ensayo de Walter Benjamin El autor como productor. Para ampliar el concepto de “artista como etnógrafo”, el alumno debe leer el capítulo de igual nombre del libro de Hal Foster El retorno de lo real. La vanguardia a finales de siglo, colgado en la página web de la asignatura. Con el arte de vanguardia nació lo que Benjamin denominaría en su ensayo de 1934 “el autor como productor”, es decir, un artista preocupado por superar la escisión entre estética y política encaminando sus temas a la desarticulación de la lógica burgués-capitalista imperante en la Institución Arte. Pero con la omnipresencia de las culturas no occidentales en la Europa de la primera mitad del siglo XX, los artistas fueron desplazando progresivamente su mirada y cambiando, por tanto, los temas con los cuales elevar sus protestas. Así, aunque la causa de fondo continuó siendo la contestación del sistema dominante, el artista dejó de hablar desde el ámbito de la producción económica (el lugar del proletario) para hablar desde la cultura: el lugar del otro oprimido, el lugar del subalterno. Fue así como se produjo el cambio de paradigma y como nacería lo que Foster denomina “el artista como etnógrafo”, un tipo de artista que focalizaría sus intereses en la alteridad como punto de 20 partida y/o marco para sus distintos trabajos. Y así fue: tras el otro vinculado al inconsciente de los surrealistas, siguieron las propuestas del otro primitivista del Art Brut, la recuperación de las manifestaciones prehistóricas en el arte de los años 60 y 70… No obstante, no sería hasta la década de 1990 cuando el paradigma del artista etnógrafo cristalizaría de forma definitiva. Aunque desde años antes, artistas como Douglas Huebler, Dan Graham y Hans Haacke venían trabajando con formatos y conceptos cercanos a la sociología (clasificaciones, registros, informes…), sería entonces cuando la antropología y el arte establecieron la aproximación definitiva. La antropología, ciencia de la alteridad por excelencia, comenzó a entender la cultura como comunicación y, en consecuencia, como texto; y el arte, ya con una larga trayectoria en el interés por el otro, reivindicaría en sus discursos dos de los elementos básicos de la antropología, el contexto y la identidad, y ampliando su radio de acción al instalarse en el campo de la Cultura. De este modo, el arte contemporáneo, de la mano del artista etnógrafo, iniciaría unos procesos de cuestionamiento del statu-quo occidental en sus distintos ámbitos tomando la alteridad como hilo conductor. La nueva cartografía cultural propuesta por Lothar Baumgarten en su America invention; el análisis de la construcción de la subjetividad femenina por parte de Mary Kelly en Interim (1984-1989); la reestructuración del museo de Fred Wilson o la desarticulación de los estereotipos raciales por parte de James Luna son algunos de los ejemplos. Lothar Baumgarten, America invention, 1993. 21 James Luna, Half indian half mexican, 1991 BIBLIOGRAFÍA Para esta introducción resulta básica la lectura del artículo de Enrique Dussel “Europa, modernidad y eurocentrismo”, colgado en la página web de la asignatura. Asimismo, es fundamental la lectura del capítulo 6 del libro de Hal Foster El retorno de lo real, “El artista como etnógrafo”, también colgado en la página web de la asignatura. Para una aproximación general a los estudios poscoloniales es recomendable el libro de Santiago Castro-Gómez, La poscolonialidad explicada a los niños. BENJAMIN, Walter, El autor como productor, México, Editorial Ítaca, 2004. CASTRO-GÓMEZ, Santiago, La poscolonialidad explicada a los niños, Popayán, Editorial Universidad del Cauca, 2005. COLÓN, Cristóbal, Los cuatro viajes. Testamento, Madrid, Alianza editorial, 2011. DUSSEL, Enrique, “Europa, modernidad y eurocentrismo” en LANDER, Edgardo (comp.), La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas Latinoamericanas, Buenos Aires, CLACSO, Latinoamericano de Ciencias Sociales, Julio de 2000, p. 246 y ss. Consejo [1995] Recuperado de: http: www.enriquedussel.com/txt/1993-236a.pdf FANON, Frantz, Piel negra, máscaras blancas, Buenos Aires, Editorial Abraxas, 1973. FOSTER, Hal, “El artista como etnógrafo” en El retorno de lo real. La vanguardia a finales de siglo, Madrid, Akal Contemporáneo, 2001. MCCARTHY, Cameron y DIMITRIADIS, Grez, “Art and the Postcolonial Imagination: Rethinking the Institutionalization of Third World Aesthetics and 22 Theory” en ARIEL: A Review of International English Literature, 31/1-2, EneroAbril 2000, pp.231-253. SPECTOR, Jack J., Arte y escritura surrealistas (1919-1939), Madrid, Editorial Síntesis, 2003. SPIVAK, Gayatri Chakravorty, “¿Puede hablar el subalterno?” en Revista Colombiana de Antropología, Volumen 39, enero-diciembre 2003, pp.297-364. WALLERSTEIN, Immanuel, El moderno sistema mundial, Madrid, Siglo XXI Editores, 2010, 3 vols. WALLERSTEIN, Immanuel, “La reestructuración capitalista y el sistemamundo”, Conferencia magistral en el XX º Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología, México, 2-6 de octubre de 1995. Recuperado de www.uruguaypiensa.org.uy/imgnoticias/605.pdf WALLERSTEIN, Immanuel, Análisis de sistemas-mundo. Una introducción, Madrid, Siglo XXI Editores, 2006. 23








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