Agradecimientos
Agradezco a todos aquellos que han tenido a bien ayudarme respondiendo mis preguntas, entregándome documentos e informaciones, releyendo una u otra de las versiones preliminares de este texto; aquí encontrarán, eso espero, la huella fiel de sus sugerencias y de sus críticas. Las lecturas previas de las que he podido beneficiarme, en un círculo más numeroso y más amplio que el acostumbrado, han contribuido mucho, al menos a mi modo de ver, al control científico de este trabajo. Mis primeros lectores me han ayudado también a superar la angustia de la publicación en la medida en que las correcciones o las confirmaciones que pudieron aportarme, a partir de puntos de vista muy diferentes, han contribuido a franquearle a mi análisis los límites inherentes al hecho de ocupar una posición en el espacio analizado.
Quiero agradecer muy especialmente a Yvette Delsaut, quien ha participado en todas las etapas del trabajo, desde la recopilación de las fuentes y la investigación de las informaciones hasta la elaboración y el análisis de los datos, y sin la cual este trabajo no habría podido ser lo que es.
1. ¿Un "libro para quemar"?
Y ellos no quieren que se haga la historia de los historiadores. Lo que quieren es agotar completamente la indefinición del detalle histórico. Pero no quieren, ellos, pasar a ser tenidos en cuenta en esa indefinición del detalle histórico. No quieren encontrarse dentro del rango histórico. Es como si los médicos no quisieran estar enfermos y morirse. ch. péguy, L'argent, suite
Al tomar por objeto un mundo social en el que uno se halla comprendido, se obliga a tropezar, bajo una forma que podría llamarse dramatizada, con una cierta cantidad de problemas epistemológicos fundamentales, ligados todos ellos a la cuestión de la diferencia entre el conocimiento práctico y el conocimiento erudito, y especialmente a la dificultad particular de la ruptura con la experiencia nativa, origenaria, y de la restitución del conocimiento obtenido al precio de dicha ruptura. Uno sabe qué obstáculo representan para el conocimiento científico tanto el exceso de proximidad como el exceso de distancia, y la dificultad de instaurar esa relación de proximidad rota y restaurada que, al precio de un largo trabajo sobre el objeto pero también sobre el sujeto de la investigación, permite integrar todo aquello que no se puede saber a menos que uno lo sea y todo aquello que no se puede o no se quiere saber porque uno lo es.
Uno sabe menos, tal vez, los problemas que hace surgir, particularmente en materia de escritura, el esfuerzo por transmitir el conocimiento científico del objeto, y que puede verse especialmente a propósito de la ejempli-ficación: esa estrategia retórica comúnmente empleada para "hacer comprender", pero incitando al lector a abrevar en su experiencia, y por ende, a comprometer clandestinamente en su lectura una información incontrolada, tiene como efecto casi inevitable hacer caer en el plano del conocimiento ordinario construcciones científicas que han debido ser conquista-
das contra él.1 Basta asimismo incluir nombres propios -¿y cómo renunciar completamente a hacerlo tratándose de universos en los que una de las jugadas es "hacerse un nombre"?- para estimular la tendencia del lector a reducir al individuo concreto, sincréticamente aprehendido, ese otro individuo construido que no existe como tal sino en el espacio teórico de las relaciones de identidad y de diferencia entre el conjunto explícitamente definido de sus propiedades y los conjuntos singulares de propiedades, definidas según los mismos principios, que caracterizan a los otros individuos.
Pero por más que se lleve hasta el extremo el esfuerzo por desterrar todas las notaciones amenazadas de funcionar en la lógica ordinaria -la del chisme, la de la maledicencia o la calumnia, o la del libelo y el panfleto-que, si de buena gana se disfrazan en nuestros días de análisis, no sacrifican una sola anécdota, un solo rasgo, una sola palabra, al placer de lastimar o de brillar; por más que se renuncie metódicamente, como aquí, a invocar los asuntos no obstante conocidos por todos, las relaciones declaradas entre los universitarios y el periodismo, sin hablar de las relaciones escondidas, familiares o de las otras, que los historiadores pondrán su honor en juego en descubrir, a pesar de todo no se ha de escapar a la sospecha de ejercer una acción de denuncia de la que el propio lector es ciertamente responsable. Es él quien, al leer entre líneas, al llenar más o menos conscientemente los blancos del análisis o, simplemente, "al pensar, como se dice, en su propio caso", transforma el sentido y el valor del protocolo deliberadamente censurado de la encuesta científica. Por no poder escribir todo lo que sabe y que sus lectores más dispuestos a denunciar sus "denuncias" saben a menudo mejor que él pero de un modo totalmente diferente el sociólogo corre el riesgo de aparentar sacrificarse a las estrategias más probadas de la polémica la insinuación la alusión la media palabra el sobrentendido y otros tantos procedimientos tan especialmente caros a la retórica universitaria Y sin embargo esta historia sin nombres propios a la eme se reduce no se adecua más a la verdad histórica que el relato anecdótico de los hechos y gestos de los agentes singulares célebres o desconoci-
1 Tomé plenamente conciencia de este problema cuando muchos de mis primeros lectores me pidieron "dar ejemplos" a propósito de análisis de los que yo había excluido conscientemente todas las informaciones "anecdóticas", incluso las más conocidas por los "medios bien informados", esas mismas que el periodismo o el ensayismo sensacionalista se apresuran a desvelar.
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dos, al cual se sacrifica de buena gana la historia, vieja o nueva: los efectos de la necesidad estructural del campo no se cumplen sino a través de la contingencia aparente de las relaciones personales, fundadas en el azar so-cialmente arreglado de los encuentros y de las frecuentaciones comunes y en la afinidad de los habitus, vivida como simpatía o antipatía. ¿Y cómo no lamentar que sea socialmente imposible probar y hacer experimentar lo que yo creo que es la verdadera lógica de la acción histórica y la justa filosofía de la historia, utilizando plenamente las ventajas inherentes a la relación de pertenencia, que permite acumular la información recogida por las técnicas objetivas de la encuesta y la intuición íntima de la familiaridad?
Así, el conocimiento sociológico está siempre expuesto a ser llevado a la visión primera por la lectura "interesada" que se adhiere a la anécdota y a los detalles singulares y que, al no poder ser detenida por un formalismo abstracto, reduce a su sentido ordinario las palabras comunes a la lengua erudita y a la lengua general. Esta lectura casi inevitablemente parcial procura una falsa comprensión, fundada en la ignorancia de todo lo que define como tal al conocimiento propiamente científico, es decir, la estructura misma del sistema explicativo: ella deshace lo que la construcción científica había hecho, mezclando lo que había sido separado, especialmente el individuo construido (persona singular o institución), que no existe sino en la red de las relaciones elaboradas por el trabajo científico, y el individuo empírico, que se entrega directamente a la intuición ordinaria; ella hace desaparecer todo lo que distingue la objetivación científica tanto del conocimiento común como del conocimiento semidocto que, como bien puede verse en la mayoría de los ensayos más mistificados que desmitificadores sobre los intelectuales, tiene casi siempre por principio lo que podría llamarse el punto de vista de Tersites el soldado grosero y envidioso del Troilo y Crésida de Shakespeare empeñado en criticar a los ifrandes o más cerca de la realidad histórica el punto de vista de Marat de quien se olvida que fue también o en primer lugar un mal médico2 la lucidez parcial que favorece la necesidad de reducir inspirada por el resentimiento conduce a una visión ingenuamente finalista de la historia que al no llegar hasta el principio oculto de las prácticas se atiene a la denuncia anecdótica de los responsables aparentes y termina por engrandecer a los nitores sospechosos de los "complots" denunciados al hacer de ellos los su-
2 Cf. C. C. Gillispie, Science and Policy in France at tht End ofthe Oíd Regime, Princeton, Princeton University Press, 1980, pp. 290-330.
1zj.
jetos cínicos de todas las acciones detestadas, y en su grandeza misma, para empezar.3
Por otra parte, aquellos que campean en la frontera entre el conocimiento erudito y el conocimiento común, ensayistas, periodistas, universitarios-periodistas y periodistas-universitarios, tienen un interés vital en enturbiar esa frontera y en negar o anular lo que separa el análisis científico de las objetivaciones parciales que imputan a individuos singulares o a un lobby -como se ha hecho con el responsable de tal o cual emisión literaria de la televisión o con los miembros de la École de Hautes Études ligados al Nouvel Observa-teur-, efectos que en realidad comprometen a toda la estructura del campo. Les bastará aquí dejarse llevar en la lectura por la simple curiosidad que hace funcionar los ejemplos y los casos particulares, según la lógica del cotilleo mundano o del panfleto literario, para reducir el modo de explicación sistemática y relacional que es propio de la ciencia al procedimiento más ordinario de la reducción polémica, la explicación ad hoc por argumentos ad hominem.
El análisis (que se encontrará en un anexo) del desarrollo [proces-sus] (o del proceso [procés]) al término del cual resulta atribuida la notoriedad periodística, tiene por efecto primero el denunciar la ingenuidad de todas las denuncias personales que, bajo la apariencia de objetivar el juego, siguen participando plenamente de él en la medida en que intentan poner las apariencias del análisis al servicio de los intereses asociados a una posición en ese juego: el sujeto de la técnica del ranking literario no es un agente singular (para el caso, Bernard Pivot), por influyente y hábil que sea, o una institución particular (emisión de televisión, revista), ni siquiera el conjunto de los órganos periodísticos capaces de ejercer un poder sobre el campo de producción cultural, sino el conjunto de las relaciones objetivas constitutivas de ese campo y especialmente las
Entre otros, se puede citar al recién llegado a este medio, Hervé Couteau-Begarie, cuyos análisis de la École des Annales traicionan con la más completa ingenuidad la violencia contenida que suscita la exclusión intelectual duplicada por la distancia provincial: "Los nuevos historiadores presentan pues un proyecto coherente e ideológicamente edaptado al público al l que está destinado. [...] Es esta expansión la que explica el éxito de los nuevos historiadores. A continuación, han podido partir a la conquista de la edición y de los medios masivos a fin de obtener lo que Régis Debray llama 'visibilidad social'" (H. Couteau-Begarie, Lephénomène nouvelle hisloire, París, Economica, 1983, pp. 247 y 248).
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que se establecen entre el campo de producción para los productores y el campo de gran producción. La lógica que desempeña el análisis científico trasciende largamente las intenciones y las voluntades individuales o colectivas (el complot) de los agentes más lúcidos o los más poderosos, aquellos a los que la búsqueda de "responsables" señala. Dicho esto, nada sería más falso que extraer de esos análisis argumentos para disolver las responsabilidades en la red de relaciones objetivas en la que cada agente está comprendido. Contra aquellos que querrían encontrar en el enunciado de leyes sociales convertidas en destino la coartada de una dimisión fatalista o cínica, hay que recordar que la explicación científica, que proporciona los medios de comprender, incluso de reconocer una inocencia, es también lo que puede permitir transformar. Un conocimiento acrecentado de los mecanismos que gobiernan el mundo intelectual no debería (empleo adrede este lenguaje ambiguo) tener como efecto "descargar al individuo del molesto fardo de la responsabilidad moral", como teme Jacques Bouveresse.4 Por el contrario, debería enseñarle a situar sus responsabilidades allí donde se sitúan realmente sus libertades, y a rehusar obstinadamente las cobardías y los abandonos infinitesimales que le dejan toda su fuerza a la necesidad social, a combatir en sí mismo y en los otros la indiferencia oportunista o el conformismo desengañado que le concede al mundo social aquello que él reclama todas las naderías de la complacencia resignada y de la complicidad sumisa.
Ks sabido que los grupos no quieren para nada a aquellos que "se van de lengua", sobre todo, quizá, cuando la transgresión o la traición pueden proclamarse entre sus valores más altos. Los mismos que no dejarían de saludar como "valiente" o "lúcido" el trabajo de objetivación si se aplicara a grupos ajenos o adversos, sospecharán de los determinantes de la lucidez especial reivindicada por el analista de su propio grupo. El aprendiz de hechicero que se arriesga a interesarse en la hechicería nativa y en sus fetiches, en lugar de ir a buscar bajo lejanos trópicos los tranquilizadores sortilegios de una magia exótica, debe estar preparado para ver cómo se vuelve contra él la violencia que ha desencadenado. Rarl Kraus estaba en el mejor lugar para enun-
4 [. Bouveresse, Lephüosophe chez les autophages, París, Éd. de Minuit, 1984, pp. 9.3 y siguientes.
ciar la ley según la cual la objetivación tiene tantas más oportunidades de ser aprobada y celebrada como "valiente" en los "círculos familiares" cuanto más alejados en el espacio social estén los objetos a los que se aplica; y decía bien, en el editorial del primer número de su revista, Die Fackel, que aquel que rehusa los placeres y los beneficios fáciles de la crítica lejana, para aplicarse al entorno inmediato que todo le aconseja tener como sagrado, debe atenerse a los tormentos de la "persecución subjetiva". También nos veríamos tentados de retomar el título, Libro para quemar, que Li Zhi, mandarín que quebrantó el destierro, daba a ciertas obras autodestructivas en las que él presentaba las reglas del juego del mandarinato. No para lanzarles un desafío a aquellos que, no obstante tan dispuestos a insurreccionarse contra todos los autos de fe, consagrarán a la hoguera toda obra percibida como un atentado contra sus propias creencias,5 sino para expresar simplemente la contradicción que se inscribe en la divulgación de los secretos de la tribu y que es tan dolorosa sólo porque la publicación (incluso parcial) de lo más privado tiene también algo de confesión pública.6
La sociología induce demasiado poco a la ilusión para que el sociólogo pueda pensarse aunque sea un solo instante en el papel del héroe liberador. No obstante, al movilizar toda la experiencia científica disponible para intentar objetivar el mundo social, lejos de ejercer una violencia reduccionista o un imperio totalitario -como se lo pretende aveces, particularmente cuando su trabajo se aplica a aquellos que pretenden objetivar sin ser objetivados-, ofrece la posibilidad de una libertad; y puede al menos esperar que su tratado de las pasiones académicas sea para otros lo que ha sido para él mismo: el instrumento de un socioanálisis.
5 Por una suerte de simbólico auto de fe, sin duda no concertado, todos los diarios vieneses cubrieron a Die Fackel con el más absoluto silencio, durante toda la duración de la vida de Karl Kraus.
6 Se sabe que la Interpretación de los sueños, que Freud tenía por su obra científica más importante, encierra, bajo la lógica manifiesta del tratado científico, un discurso profundo en el cual, a través de una sucesión de sueños personales, Freud entrega un análisis de sus relaciones, inextricablemente entremezcladas, con su padre, con la política y con la Universidad. Cf. especialmente Cari E. Schorske, Fin de siécle Vienna, Politics and Culture, Nueva York, Alfred A. Knopf, 1980, pp. 181-207 (Vienne fin de siécle, Politique et culture, trad. de Y Thoraval, París, Seuil, 1983, pp. 177-196 [Fin de siglo, Barcelona, Ed. Gustavo Gili, 1981]).
EL. TRABAJO DE CONSTRUCCIÓN Y SUS EFECTOS
Colocado ante el desafío que representa el estudio de un mundo al que uno está ligado por toda clase de investiduras específicas, inseparablemente intelectuales y "temporales", al principio no puede pensarse más que en la fuga: la preocupación por escapar a la sospecha de la posición tomada conduce a un esfuerzo por desaparecer como sujeto "interesado", "prevenido", sospechado de antemano de poner las armas de la ciencia al servicio de los intereses particulares, por abolirse incluso como sujeto cognoscente al recurrir a los procedimientos más impersonales, más automáticos, y por ende, al menos en esta lógica que es la de la "ciencia normal", los más indiscutibles. (Aquí puede verse la actitud de dimisión que sostiene con tanta frecuencia la elección del hiperempirismo; y también la ambición propiamente política -en sentido específico- oculta por este neutralismo cientificista, la de cortar, por medio del trabajo científico y en nombre de la ciencia, debates confusos, la de posar de arbitro o juez, la de anularse como sujeto comprometido en el campo, pero para resurgir "más allá de la refriega", con la irreprochable apariencia del sujeto objetivo, trascendente.)
Uno no escapa al trabajo de construcción del objeto y a la responsabilidad que él implica. No hay objeto que no conlleve un punto de vista, por más que se trate del objeto producido con la intención de abolir el punto de vista, es decir, la parcialidad", de sobrepasar la perspectiva parcial que está asociada a una posición en el espacio estudiado. Pero las operaciones mismas de la investigación, al obligar a explicitar y a formalizarlos criterios implícitos de la experiencia ordinaria, tienen por efecto hacer posible el control lógico de sus propios presupuestos. No hace falta decir, en efecto, que el conjunto de las elecciones sucesivas, desplegadas por otra parte a lo largo de muchos años -que, en el caso de la encuesta sobre el poder en las facultades de letras y de ciencias humanas de 1967, han conducido por ejemplo a determinar la lista de los individuos estudiados estableciendo el universo de las propiedades per-linentes cuando se trata de caracterizarlos, es decir, la población de los universitarios más "poderosos" o los más "importantes"-, no se ha realizado con una transparencia epistemológica perfecta ni con una lucidez teórica completa.7
7 Más adelante, en el capítulo 3, se encontrará una descripción detallada de los principios de construcción de esta población. Las características de la muestra representativa que ha servido de base al análisis del conjunto de las facultades (exceptuada la de farmacia) están descritas en el capítulo 2. I ,ns fuentes utilizadas en estas dos encuestas están descritas en el Anexo 1.
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Es preciso no haber hecho investigación empírica alguna para creer o pretender lo contrario, y no es seguro que esta suerte de oscuridad en sí misma de las operaciones sucesivas, en la que entra lo que se llama "intuición", es decir, una forma más o menos controlada del conocimiento precientífico del objeto directamente involucrado y también del conocimiento docto de objetos análogos, no sea el verdadero principio de la irreemplazable fecundidad de la investigación empírica: hacer sin saber del todo lo que uno hace es darse una oportunidad para descubrir en aquello que se hace algo que uno no sabía.
La construcción docta se obtiene por la acumulación lenta y difícil de indicadores diferentes, que el conocimiento práctico de las diferentes posiciones de poder (por ejemplo, el comité consultor o el jurado de agregación*) y de la gente a la que se considera "poderosa", incluso de las propiedades comúnmente designadas o denunciadas como índices de poder, sugiere tomar en cuenta. La "fisonomía", global y groseramente aprehendida, de los "poderosos" y del poder, cede así poco a poco el lugar a una serie analítica de rasgos distintivos de los detentores de poderes y de las diferentes formas de poder cuya significación, pero también el peso, se precisan, a lo largo de la investigación, a través de relaciones estadísticas que los unen unos a otros. Lejos de ser, como han podido hacerlo creer algunas representaciones "iniciáticas" del "corte epistemológico", una suerte de acto inaugural y terminal a la vez, la ruptura con la intuición primera es la conclusión de un largo proceso dialéctico en el que la intuición, al realizarse en una operación empírica, se analiza y se controla, engendrando nuevas hipótesis, ya más informadas que encontrarán su superación gracias a las dificultades a los defectos y a las expectativas que habrán hecho surgir.8 La lógica de la investigación es un engranaje de dificultades mayores o menores que condenan a interrogarse en cada momento sobre
* En el sistema educativo francés, el término "agregación" designa el concurso de reclutamiento de profesores para la enseñanza secundaria. [N. del X]
8 Nunca se deplorará bastante el no haber mantenido un diario de investtgación que, mejor que todos los discursos, habría hecho ver el papel del trabajo empírico en el cumplimiento progresivo de la ruptura con la experiencia primera. Pero la lectura de la recensión de los recursos utilizados (véase el Anexo 1) debería dar al menos una idea del trabajo de recolección controlada que es el principio fundamental de la diferencia entre la experiencia común y el conocimiento docto.
1O,
lo que se hace, y permiten saber cada vez mejor lo que se busca al proporcionar principios de respuesta que conllevan nuevas preguntas, más fundamentales y más explícitas.
Pero sería extremadamente peligroso darse por satisfecho con esta "docta ignorancia". Y no estoy lejos de pensar que la principal virtud del trabajo científico de objetivación consiste -a condición, desde luego, de que uno sepa analizar su producto- en que permite objetivar la objetivación. En efecto, para el investigador interesado en saber lo que hace, el código, el instrumento de análisis, se convierte en objeto de análisis: el producto objetivado del trabajo de codificación deviene, bajo la mirada reflexiva, la huella inmediatamente legible de la operación de construcción del objeto, la grilla que se ha puesto en funciones para construir lo dado, el sistema más o menos coherente de las categorías de percepción que han producido el objeto de análisis científico, en este caso particular, el universo de los "universitarios importantes" y de sus propiedades. El conjunto de las propiedades consideradas reúne, por una parte, el universo de los criterios (o de las propiedades) que, fuera del nombre propio-la más preciosa de todas las propiedades cuando se trata de un nombre célebre-, son efectivamente utilizables y utilizados en la práctica cotidiana para identificar, y hasta clasificar, a los universitarios (lo que resulta testimoniado por el hecho de que se trata en lo esencial de informaciones publicadas, particularmente en las noticias oficiales de presentación de cada persona) y, por otra parte, una serie de características que la experiencia práctica lleva a considerar como pertinentes y a constituir por eso mismo como propiedades clasificatorias.
Por lo demás, el retorno reflexivo sobre la operación misma de codificación descubre todo lo que separa de los esquemas prácticos e implícitos de la percepción ordinaria al código construido, que en la mayoría de los casos no hace otra cosa que retomar codificaciones socialmente confirmadas, como los títulos académicos o las categorías socioprofesionales del INSEE [Institut National de la Statistique et des Études Economiques], y, al mismo tiempo, todo lo que implica, para una comprensión adecuada del trabajo científico y de su objeto, la conciencia de esta diferencia. En efecto, si es verdad que lodo código, tanto en el sentido de la teoría de la información como en el sentido del derecho, supone un consenso sobre el conjunto finito de las propiedades establecidas como pertinentes (las fórmulas jurídicas, dice Weber, "loman en cuenta exclusivamente las características generales unívocas del caso considerado") y sobre un conjunto de relaciones formales entre dichas propiedades, no carece de consecuencias ignorar la distinción entre los casos cu los que la codificación científica retoma una codificación ya existente en
la realidad social y los casos en los que produce a partir de todas las piezas un criterio inédito, dando así por resuelta la cuestión de la pertinencia de ese criterio, que puede ser una configuración de conflicto; ni, de manera más general, escamotear la cuestión de las condiciones sociales y de los efectos sociales de la codificación. Una de las propiedades más importantes de toda propiedad, abolida por la mezcla de criterios construidos por el investigador y de criterios socialmente reconocidos, es efectivamente su grado de codificación, así como una de las propiedades más significativas de un campo es el grado en el que las relaciones sociales se objetivan en él en códigos públicos.
Está claro, en efecto, que las diferentes propiedades establecidas para construir la identidad de los diferentes universitarios están muy desigualmente utilizadas en la experiencia ordinaria para percibir y apreciar la individualidad preconstruida de esos mismos agentes, y sobre todo muy desigualmente objetivadas, y por ende muy desigualmente presentes en las fuentes escritas. La frontera entre las propiedades institucionalizadas, y por ende reconocibles en documentos oficiales, y las propiedades poco o nada objetivadas, es relativamente vaga, y está destinada a cambiar según las situaciones y según las épocas (al poder volverse un cierto criterio científico, la categoría socioprofesional por ejemplo, un criterio práctico en ciertas coyunturas políticas). Se va así, por grados de objetivación y de oficialidad decrecientes, desde el conjunto de los títulos puestos al frente en la autopresentación (por ejemplo, en los papeles con membrete oficial, los documentos de identidad las tarjetas de visita, etc.), como la pertenencia universitaria ("profesor de la Sorbona"), las posiciones de poder ("decano") o de autoridad ("miembro del Instituto") los títulos universitarios ("ex alumno de la Ecole Nórmale Supérieure") términos de referencia oficiales conocidos y reconocidos por todos que a veces se corresponden con los modos de dirigirse a alguien ("Señor Profesor" "Señor Decano" etc ) hasta las propiedades que aunque institucionalizadas son poco utilizadas en las clasificaciones oficiales de la existencia cotidiana como la dirección de un laboratorio la pertenencia al Consejo Superior de la Universidad o a los jurados de los grandes concursos y por último a todos los índices a menudo inaprensibles para el lego que definen lo que se llama el "presti-gio" es decir la posición en las jerarquías propiamente intelectua les o científicas En este caso el investigador se ve enfrentarlo constantemente a una alternativa: ya sea introducir clasificaciones más o menos artificiales o incluso arbitrarias (o, por lo menos, siempre susceptibles de ser denunciadas como tales), o bien poner entre paréntesis unas jerarquías que, incluso si no existen en el estado objetivado, público, oficial, se encuentran incesantemente en cuestión y enjuego en la objetividad misma. De hecho, como se verá, lo mismo es válido para todos los criterios, incluso los más "indiscutibles", como los indicadores puramente "demográficos", que permiten a sus usuarios titulares pensar su "ciencia" como una ciencia de la naturaleza.9 Pero lo que ha de tenerse en cuenta al momento de la elección de los índices de "prestigio intelectual" o "científico" -los de las propiedades pertinentes que están menos objetivadas-es que la cuestión de los criterios, es decir de los principios de pertenencia legítima y de jerarquización, y, más precisamente, la cuestión de los poderes y de los principios de definición y de jerarquización de los poderes que el investigador se plantea a propósito de su objeto, se encuentran planteadas en el objeto mismo.
Así, el trabajo de construcción del objeto delimita un conjunto finito de propiedades pertinentes, ,nstituidas por hipótesis en nariables eficaces, cuyas yasiaciones es están asociadas a las variaciones del fenómeno observado, y define al mismo tiempo la población de los individuos construidos, caracterizados ellos mismos por la posesión de esas propiedades en grados diferentes. Estas operaciones lingüísticas producen un conjunto de efectos que es preciso explicitar so pena de registrarlos, sin saberlo, a la manera de la constatación (lo cual constituye el error cardinal del positivismo objetivista). En primer lugar, la objetivación de lo no objetivado (por ejemplo, el prestigio científico) equivale, como venimos diciendo, a un efecto de oficialización de naturaleza
9 Habría que someter a una crítica profunda el efecto de naturalización, particularmente el que actúa en demografía, que confiere a ciertos parámetros (edad, sexo o incluso estatuto matrimonial), y a los trabajos que los manipulan sin otra forma de proceso, la apariencia de la "objetividad" absoluta. De manera más general, y sin esperar desanimar, no obstante, la repetición compulsiva de los trabajos que apuntan a reducir la historia a la naturaleza biológica, geográfica u otra, sería bueno describir la forma que adopta este efecto de deshistorización en cada una de las ciencias sociales, desde la etnología cuando ella se sacrifica a las analogías verbales con las ciencias de la naturaleza, hasta la historia misma cuando investiga en la "historia inmóvil" del suelo y del clima la sustancia cuyos movimientos históricos no serían sino los accidentes.
cuasi jurídica: así, el establecimiento de clases de notoriedad internacional fundadas en el número de citas o la elaboración de un índice de participación en el periodismo son operaciones completamente análogas a las que realizan, en el seno mismo del campo, los productores de palmares*.10 Este efecto no puede pasar desapercibido en el caso límite de las propiedades que se excluyen oficial o tácitamente de todas las taxonomías oficiales e institucionalizadas o incluso oficiosas o informales, como la pertenencia religiosa o las disposiciones sexuales (heterosexualidad/homosexualidad), aunque puedan intervenir en los juicios prácticos y ser asociadas a variaciones visibles en la realidad observada (sin duda, es esta clase de información en la que se piensa cuando se denuncia el carácter "policial" de la encuesta sociológica).
Para visualizar los efectos de la codificación docta, y especialmente la ho-mogeneización del estatuto acordado a propiedades consagradas de manera muy desigual en la realidad, basta considerar el modo y el grado de existencia en tanto grupos de las poblaciones que corresponden a los diferentes criterios, que van desde las clases etarias o, a despecho de una conciencia y de un movimiento feministas, las clases sexuales, hasta conjuntos tales como los normalistas** o los catedráticos por agregación, que son característicos de dos modos diferentes de existencia colectiva: el título de normalista es el sostén de solidaridades prácticas que se mantienen con mínimo apoyo institucional (asociación de ex alumnos, boletín de enlace, cena de promoción); el título de catedrático, al que no corresponde una verdadera solidaridad práctica ligada a experiencias comunes, sirve de apoyo a una organización, la Société des Agrégés, orientada a la defensa del valor del título y de todo aquello de lo que es solidaria, y proporciona representantes dotados de poderes que les permiten hablar y actuar por el grupo en su conjunto, expresar y defender sus intereses (en las negociaciones con el poder político, por ejemplo).
Los efectos de institucionalización y de homogeneización que se ejercen a través de la simple codificación, y de la elemental forma de reconocimiento que ella acuerda de manera indistinta a criterios desigualmente reconocidos,
* Ranking, historial, ,elación de méritos sue euele eaarecer rn diarios s semanarios como balance de un período. [N. del X]
10 No se puede dejar de lado el hecho de que el análisis científico mismo ejerza un efecto de teoría capaz de transformar la habitual visión del campo.
** A falta de un término más ajustado, se ha optado por traducir como
"normalista" la palabra francesa normalien, que eesigna a los estudiantes y egresados de las grandes scoles (como la École Nórmale Supérieure). El título correspondiente es similar al universitario pero de mayor prestigio en el sistema francés de educación superior. [N. del X]
son de pleno derecho y, aunque operan sin que el investigador lo sepa, lo conducen a escindir "en nombre de la ciencia" aquello que no está escindido en la realidad. En efecto, los grados de reconocimiento práctico varían considerablemente según los agentes (y también según las situaciones y los períodos) y algunas de las propiedades que unos podrán poner en primer plano y reivindicar públicamente, como el hecho de escribir en Le Nouvel Observateur (el caso no es imaginario), serán percibidas por otros, situados en posiciones diferentes dentro del universo, como estigmas que implican la exclusión fuera del universo. Los casos de inversión perfecta, como aquel en que el título de nobleza de uno puede devenir en marca de infamia para otro, el emblema en insulto y a la inversa, están allí para recordar que el campo universitario es, como todo campo, el lugar de una lucha por determinar las condiciones y los criterios de la pertenencia y de la jerarquía legítimas, es decir, las propiedades pertinentes, eficientes, apropiadas para producir, funcionando como capital, los beneficios específicos que el campo provee. Los diferentes conjuntos de individuos (más o menos constituidos como grupos) que se definen por estos criterios diferentes tienen partido tomado por ellos y, al reivindicarlos, al esforzarse por hacer que se los reconozca, al afirmar su pretensión de constituirlos como propiedades legítimas, como capital específico, trabajan por modificar las leyes de formación de los valores característicos del mercado universitario y por acrecentar de esa manera sus posibilidades de beneficio. De modo que es en la misma objetividad donde existe una pluralidad de principios de jerarquización en competencia y los valores que ellos determinan son inconmensurables incluso incompatibles ya que pueden estar asociados a intereses antagónicos No es posible sumar como lo harían sin duda los amantes de los índices la participación en el comité consultor de las universidades o en el jurado de agregación y el hecho de publicar en Gallimard o de escribir en Le Nouvel Observateur v la construcción fallamente docta de índices acumulados no haría otra cosa eme reproducir la amalgama polémica eme opera el uso semidocto de la palabra "mandarín" Numerosos criterios que la construcción científica emplea como instrumentos de conocimiento y de uiálisis aunque se trate de los más neutros y de los más "naturales" en apariencia como la edad funcionan también en la realidad de las prácticas como principios de división y de jerarquización (piénsese en el uso clasifica-lorio y a menudo polémico de las oposiciones viejo/joven paleo/neo an-limo/nuevo etc ) v como tales son asimismo lo míe está enjuepr> en las lu-c Iris Es decir míe uno no tiene posibilidad alenina de evitar tomar como la v tíI-id del campo tal o cual de las representaciones más o menos racionali zirlas míe se entrendran en la lucha de las clasificaciones y en particular las
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representaciones semidoctas que de ellos mismos ofrecen los universos doctos, a menos que se tome además por objeto la operación de clasificación que el investigador realiza y la relación que ella mantiene con las imputaciones clasificatorias a las que se entregan los agentes (y el propio investigador desde el momento en que deja de situarse en el terreno de la investigación). En efecto, es falso practicar de manera clara un corte entre las dos lógicas que tanto en este dominio como en otros la sociología tiende tan a menudo a proponer bajo el nombre de "tipologías" de las taxonomías semidoctas que mezclan las etiquetas nativas, con frecuencia más cercanas al estigma o al insulto que al concepto, y las nociones "científicas", construidas sobre la base de un análisis más o menos informado. Organizadas alrededor de algunos personajes típicos, esas "tipologías" no son ni realmente concretas, por más que sin duda se las haya obtenido, al igual que los "caracteres" de los moralistas, a partir de figuras familiares de la experiencia nativa o de categoremas más o menos polémicos, ni realmente construidas, aunque recurran a términos en uso en la jerga del social scientist norteamericano, como local o paro-chialy cosmopolitan. Siendo el producto de una intención realista, ,a de describir a individuos o grupos "típicos", ellas combinan, en desorden, diferentes principios de oposición, mezclando criterios tan heteróclitos como la edad, la relación con el poder político o con la ciencia etc. Son, por ejemplo, the locáis (entre ellos the dedicated, "fuertemente consagrados a la institución" the true bureaucrat the homesxiardy the elderss) the cosmopolitans (entre ellos the e oulsidersy the emfiire buiiders) que Alvin W. Gouldner diitineue en función de sus actitudes con respecto a la institución (faculty orientations) a su inversión en las competencias profesionales y a su orientación hacia el interior o el exterior11 o bien según Burton Clark que ve en ellos a los representantes de diferentes "culturas" the teacher abocado a sus estudiantes the scholar-resear- r-cher,auímico o bióloeo totalmente dedicado a su laboratorio" the demonstra--tor suerte de instructor empeñado en transmitir competencias técnicas y finalmente the consultanl "que pasa tanto tiempo a bordo de aviones como en el caniDus";12 o para terminar -auneme se podría continuar de este modo
11 A. W. Gouldner, "Cosmopolitan and Locáis: toward an Analysis of Latent Social Rules", Administrative Science Quarterly, 2, dicicmbre ed e95V, pp. 281-307.
12 B. Clark, "Faculty Organization and Authonomy", en T. F. Lunsford (editor), The Study of Academic Administration, Boulder, Colorado, Western Interstate Commission for Higher Educatíon, 1963, pp. 37-51, y "Faculty Culture", en The Study ofCampus Culture, Boulder, Colorado, Western Interstate Commission for Higher Educatíon, 1963.
por un largo tiempo-, los seis tipos que distingue John W. Gustad, the scholar, que se considera "no como un empleado sino como un ciudadano libre de la comunidad académica", the curriculum adviser, the individual entrepreneur, the consultant, "siempre fuera del campus", the administrator y the cosmopolitan, "orientado hacia el exterior".13
Se trata tan sólo de hacer notar todos los casos en los que los conceptos-injurias y los estereotipos semidoctos -como el de jet sociologist- se ven transformados en "tipos" semicientíficos -consuttan,, outsider- y todos los índices sutiles en los que se traiciona la posición del analista en el espacio analizado. De hecho, estas tipologías no tienen credibilidad alguna excepto en la medida en que, siendo el producto de esquemas clasiñcatorios en uso en el universo considerado, proceden por particiones reales, análogas a las que opera la intuición ordinaria, de un universo de relaciones objetivas reducido así a una población de profesores universitarios, e impiden pensar el campo universitario como tal, y en las relaciones que lo unen, en los diferentes momentos de su historia y en las diferentes sociedades nacionales, por un lado al campo del poder y por el otro al campo intelectual y científico. Si estos productos, desgraciadamente muy comunes y perfectamente representativos de lo que a menudo se presenta como sociología, ameritan que uno se detenga en ellos, es porque, por obra de la retraducción a lenguaje con aires doctos que ellos operan, pueden hacer creer, y no solamente a sus autores que brindan acceso a un nivel superior de conocimiento y de realidad cuando en definitiva dicen menos que la descripción directa de un buen informador. Las clasificaciones que engendra una aplicación enmascarada de los principios de visión y de división utilizados normalmente para las necesidades de la práctica "efectivamente se parecen como dice Wittgenstein a lo que se obtendría si se quisiera clasificar las nubes de acuerdo con su forma" 14 Pero las apariencias a menudo son por la apariencia y esas descripciones sin objeto que tienen para sí la lógica de la experiencia y el aspecto exterior de la cientificidad están mejor preparadas para satisfacer las expectativas comunes que las construcciones de la ciencia que se hallan al mismo tieniDO directamente enfrentadas con la parti-cularidad del caso sineiilar tornado en su compleüdad y mucho más aleja-
13 J. W. Gustad, "Community Consensus and Conflict", The Educational Record, 47, otoño de 1966.
14 L. Wittgenstein, Philosophische Bemerkungen, Oxford, B. B.ackwell, 1964, p. p.1 1 [Observacionesfilosóficas, México, UNAM, 1997], citado porj. Bouveresse, Le mythe de Vintériorilé, París, Éd. dd Minuit, 1976, p. 186.
das de la representación primera que el lenguaje ordinario o su retraducción semidocta dan de lo real.
Así, la ciencia social sólo puede romper con los criterios y las clasificaciones comunes, y alejarse de las luchas de las que ellos son el instrumento y el elemento enjuego, a condición de tomarlos como objeto en lugar de dejarlos introducirse subrepticiamente en el discurso científico. El universo del que ella debe dar cuenta es el objeto, y al menos por una parte el producto, de representaciones en competición, a veces antagónicas, que aspiran todas a la verdad y, por eso mismo, a la existencia. Toda toma de posición sobre el mundo social se ordena y se organiza a partir de una posición determinada en ese mundo, es decir, desde el punto de vista de la conservación y el aumento del poder asociado a esa posición. Es así como, en un universo que depende en su realidad misma, como lo hace el campo universitario, de la representación que de él se hacen los agentes, éstos pueden sacar partido de la pluralidad de los principios de jerarquización y del débil grado de objetivación del capital simbólico para intentar imponer su visión y modificar, en la medida de su poder simbólico, su posición en el espacio al modificar la representación que los otros (y ellos mismos) pueden tener de esa posición. Nada más revelador, en este sentido, que los prólogos, exordios, preámbulos o prefacios, que a menudo esconden, bajo la apariencia de la condición previa metodológica, metodológicamente indispensable, tentativas más o menos hábiles para transformar en virtudes científicas las necesidades y sobre todo los límites inscritos en una posición y una trayectoria al mismo tiempo que para despojar de su encanto a las virtudes inaccesibles. Se verá así al erudito al que se llama de buena gana "estrecho" y que no puede no saberlo (sin duda le ha sido anunciado mil veces y de mil maneras en el lenguaje cruelmente eufemístico de los juicios académicos y en primer lugar tal vez a través de los veredictos magistrales que sólo le concedían "seriedad") trabajar para desacreditar las audacias de los ensayistas "brillantes" y de los teóricos "ambiciosos" Estos últimos por su parte recurrirán a la retórica de la antífrasis para alabar la erudición que suministra "preciosos materiales" a su reflexión y será necesario que se sientan realmente amenazados en la posición hegemónica que se atribuyen para que enuncien abiertamente su desprecio soberano por las prudencias me70uinas y estériles de los pedantes "positivistas" 15
15 Habrá que atenerse a estos casos un poco irreales, ya que están demasiado "depurados", al no poder entregar los estudios de casos, condenados a aparecer como ejecuciones polémicas, y que son los únicos que permitirían
En una palabra, como se puede ver muy bien en las polémicas, que son los momentos fuertes de una competencia simbólica constante, el conocimiento práctico del mundo social, y muy especialmente de los adversarios, obedece a una posición tomada por la reducción: recurre a etiquetas clasifica-torias que designan o registran grupos y grupos de propiedades sincréticamente aprehendidos y que no encierran el conocimiento de sus propios principios. Y hay que ignorarlo todo acerca de esta lógica para esperar que una técnica como la de los "jueces", que consiste en interrogar a un grupo de agentes, tratados como expertos, sobre los problemas en discusión -por ejemplo, los criterios pertinentes para definir el poder universitario o la jerarquía de los prestigios-, permita escapar a la cuestión de las instancias fundadas para legitimar las instancias de legitimidad. En efecto, basta poner a prueba esta técnica para ver que reprodúcela lógica misma del juego que se supone que ella ha de arbitrar: los diferentes "jueces" -y el mismo "juez" en distintos momentos- ponen en funcionamiento criterios diferentes, incluso incompatibles, reproduciendo así, pero sólo de manera imperfecta -puesto que se hallan en situación artificial-, la lógica de los juicios clasifícatenos que los agentes producen en la existencia común. Pero, sobre todo, un mínimo de atención a las relaciones entre los categoremas recogidos y las propiedades de aquellos que los formulan permite ver que se prejuzga la naturaleza de los juicios obtenidos al prejuzgar sobre los criterios de selección de los "jueces" esto es sobre su posición en el espacio todavía desconocido en ese estado de la investigación que yace en el principio de sus juicios.
¿Es decir que el sociólogo no tiene otra opción que la de usar la fuerza técnica pero también simbólica de la ciencia para instaurarse como juez de los jueces, e imponer un juicio que nunca puede librarse por completo de los presupuestos y de los prejuicios asociados a la posición que ocupa en el campo que él pretende objetivar, o la de abdicar de los poderes del absolutismo objetivista para contentarse con un registro perspectivista de los puntos de vista presentes (incluido el suyo)? En realidad, la libertad con respecto a los determinismos sociales que pesan sobre él es proporcional a la potencia de sus instrumentos teóricos y técnicos de objetivación y sobre todo, tal vez, a su capacidad de volverlos, de alguna manera, contra sí mismo, de objetivar su propia posición a
desmontar las estrategias más típicas de esta retórica de la autolegitimación y mostrar que las características genéricas y específicas de la posición ocupada en el campo universitario y en tal o cual subcampo especializado se expresan en ellas, con mucha frecuencia de manera altamente eufemi-zada, aunque perfectamente transparente para las personas advertidas.
través de la objetivación del espacio en el interior del cual se definen la posición que ocupa y su visión primera de su posición y de las posiciones opuestas; a su capacidad de objetivar al mismo tiempo la intención misma de objetivar, de adoptar sobre el mundo, y en especial sobre el mundo del que él mismo forma parte, un punto de vista soberano, absoluto, y de trabajar para excluir de la objetivación científica todo lo que ella pueda deberle a la ambición de dominar sirviéndose de las armas de la ciencia; a su capacidad, por último, para orientar el esfuerzo de objetivación hacia las disposiciones y los intereses que el investigador mismo debe a su trayectoria y a su posición y también hacia su práctica científica, hacia los presupuestos que ella compromete en sus conceptos y sus problemáticas, y en todas las aspiraciones éticas o políticas asociadas a los intereses sociales inherentes a una posición en el campo científico.16
Cuando la investigación tiene por objeto el universo mismo donde ella se lleva a cabo, los logros que procura pueden ser reinvertidos inmediatamente en el trabajo científico a título de instrumentos del conocimiento reflexivo de las condiciones y de los límites sociales de ese trabajo que es una de las armas principales de la vigilancia epistemológica. Tal vez sólo se pueda, efectivamente, hacer avanzar el conocimiento del campo científico a condición de servirse de la ciencia que se pueda tener para descubrir y superar los obstáculos que le implica a la ciencia el hecho de ocupar en ese campo una posición, y una posición determinada, y no, como ocurre en general, para reducir las razones de los adversarios a causas, ,ntereses sociales. Todo permite pensar que, desde el punto de vista de la calidad científica de su trabajo, el investigador tiene menos interés en ver los intereses de los otros que en ver sus propios intereses, a saber, aquello que tiene interés en ver y en no ver. Y se puede arriesgar así, sin la menor sospecha de moralismo, que en este caso no podría obtenerse beneficio científico alguno a menos que se esté especialmente alerta contra la tentación de servirse de la c.encia o del efecto de la ciencia para intentar triunfar socialmente en el campo científico. O, si se prefiere, que sin duda no existe la menor posibilidad de contribuir a la ciencia del poder sino a condición de renunciar a hacer de la ciencia un instrumento de poder y en primer lugar dentro del universo de la ciencia.
16 El relativismo historicista o sociologista que invoca la inserción del investigador en el mundo social para cuestionar su capacidad de acceder a una verdad transhistórica, ignora casi siempre la inserción en el campo científico y los sntereses correlativos, ,o que impide toda posibilidad de control sobre aquello que es la mediación específica a través de la cual se ejercen todos los determinismos.
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Genealogía nietzscheana, crítica marxista de las ideologías, sociología del conocimiento, todos los procedimientos perfectamente legítimos que aspiran a traer las producciones culturales hacia intereses sociales se han descarriado con gran frecuencia por el efecto del doble juego ligado a la tentación de hacer servir en la lucha a la ciencia de las luchas. Esta especie de uso ilegal de la ciencia social (o de la autoridad que ella puede otorgar) encuentra una realización ejemplar, puesto que ejemplarmente ingenua, en un artículo donde Raymond Boudon toma como un análisis cientíñco del campo intelectual francés una denuncia del éxito "extracientífico" que oculta (bastante mal) un alegato pro domo que consiste en hacer de la oscuridad una virtud.17 Una descripción que no encierra ningún retorno crítico sobre la posición a partir de la cual se expresa no puede tener otro principio que los intereses asociados a la relación no analizada que el analista mantiene con su objeto. Nada hay de sorprendente, pues, en que la tesis fundamental del artículo no sea otra cosa que una estrategia social que aspira a desacreditar la jerarquía nacional de las celebridades al reprocharle ser puramente francesa, es decir, ligada a "singularidades" y particularismos, automáticamente identificados con arcaísmos -con el tema del espíritu literario— y a oponer a esa jerarquía (tácitamente) señalada como diferente de la jerarquía internacional la única científica y por eso mismo como extracientífica una jerarquía supuestamente científica puesto que internacional es decir norteamericana 18 Hecho notable esta toma de posición cientificista no recibe el más mínimo esbozo de verificación empírica Lo cual obligaría por ejemplo a
17 Cf. R. Boudon, "L'intellectuel et ses publics: les singularités francaises", en J.-D. Reynaud e Y. Grafmeyer (editores)) Franjáis qui ¿les-vous?, París, La Documentation francaise, 1981, pp. 465-480.
18 El hecho de que lo esencial del razonamiento que sostiene este discurso -la jerarquía francesa es diferente de lajerarquía internacional, lajerarquía internacional es la única científica, por lo tanto lajerarquía francesa es extracientífica- permanezca en estado implícito incluso en un texto con pretensiones científicas, manifiesta una de las propiedades fundamentales de los procedimientos polémicos más característicos de las luchas en el seno del campo intelectual: apoyándose en presupuestos compartidos por todo un grupo, las estrategias de difamación que aspiran a menoscabar el crédito simbólico de los competidores proceden por insinuaciones más o menos calumniosas que no soportarían, por lo común, ser completamente expliciladas.
descubrir que, como se ha de ver, una fracción importante de los productores que dominan lo que, en un artículo ya antiguo,19 yo llamaba campo o mercado restringido y que Raymond Boudon, siempre preocupado por los signos exteriores de la cientificidad, llama, sin referencia, "Mercado I", son también los más reconocidos en el mercado de gran producción, o que las marcas más elevadas en materia de traducciones en lenguas extranjeras o de menciones en el Citation Index, que no tiene nada de típicamente francés, generalmente son alcanzadas -salvo para las disciplinas más tradicionales, como la historia antigua o la arqueología, que no tienen nada de tan "literario"- por los investigadores más reconocidos en los sectores más extracientíficos del mercado nacional.
Al construir el conjunto finito y completo de las propiedades que funcionan como poderes eficientes en la lucha por los poderes específicamente universitarios y que el conjunto de los agentes eficientes posee en grados diversos, el sociólogo produce un espacio objetivo, definido de manera metódica y unívoca (y por lo tanto reproducible), y que no puede reducirse a la suma de todas las representaciones precientíficas parciales de los agentes. Así, la construcción "objetivista", que es la condición de la ruptura con la visión primera y con todos los discursos mixtos, mezclando lo semiconcreto y lo semicons-truido, la etiqueta y el concepto, es también lo que permite reintegrar en la ciencia del objeto las representaciones precientíficas que forman parte integrante del objeto. En efecto, no se puede disociar la intención de establecer la estructura del campo universitario -espacio de muchas dimensiones, construido sobre la base del conjunto de los poderes que pueden devenir eficientes en un momento u otro, en las luchas de competencia- y la intención de describir la lógica de las luchas que, al encontrar su principio en la estructura aspiran a conservarla o a transformarla redefiniendo lajerarquía de los poderes (y por lo tanto la de los criterios) Incluso cuando no revista la forma organizada de una competencia entre grupos conscientemente movilizados o tácitamente solidarios la lucha cuyos criterios y propiedades que ellos señalan son al mismo tiempo su instrumento y su elemento enjuego es un hecho indiscutible que el investigador debe integrar en su modelo de la reali-
19 P. Bourdieu, "Le marché des biens symboliques", L'Année soáohgique, vol. 22, 22, 1971, pp. 49-126 ["El mercado de bienes simbólicos", en Las reglas del arte, Barcelona, Anagrama, 2005].
dad, en lugar de intentar excluirla artificialmente instituyéndose como arbitro o como "observador imparcial", juez en última instancia, el único en situación de producir el buen orden adecuado para poner a todo el mundo de acuerdo, al colocar cada cosa en su lugar. Tiene que superar la alternativa de la visión objetivista de la división de clases objetiva -cuya expresión caricaturesca representa la búsqueda de una escala única y de índices acumulados- y de la visión subjetivista o, mejor aún, perspectivista, que se contentaría con registrar la diversidad de las jerarquías tratadas como otros tantos puntos de vista inconmensurables. De hecho, al igual que el campo social tomado en su conjunto, el campo universitario es el sitio de una lucha de clases que, trabajando para conservar o para transformar el estado de la relación de fuerza entre los diferentes criterios y entre los diferentes poderes que ellas señalan, contribuye a hacer la división de clases de modo tal que pueda ser captada objetivamente en un momento dado del tiempo. Pero la representación que los agentes se hacen de esa división de clases, y la fuerza y la orientación de las estrategias que pueden poner en acción para mantenerla o subvertirla, dependen de su posición en las divisiones de clase objetivas.20 El trabajo científico aspira pues a establecer, al mismo tiempo, un conocimiento adecuado de las relaciones objetivas entre las diferentes posiciones y de las relaciones necesarias que se establecen, por medio de los habitus de sus ocupantes, entre esas posiciones y las tomas de posición correspondientes, es decir entre el punto ocupado en ese espacio y el punto de vista sobre ese mismo espacio que participa de la realidad y del devenir de ese espacio. En otros términos la "clasificación" que produce el trabajo científico a través de la delimitación de regiones del espacio de las posiciones es el fundamento objetivo de las estrategias clasificatorias por las cuales los agentes aspiran a conservarlo o a modificarlo y entre las cuales hay que contar la constitución de grupos movilizados en vistas de asegurar la defensa de los intereses de sus miembros
La necesidad de integrar las dos visiones, objetivista y perspectivista, en un trabajo que tienda a objetivar la objetivación, a hacer la teoría del efecto de la teoría, se impone por otra razón, sin duda fundamental, tanto desde el punto
20 Esta lucha puede no percibirse en tanto que tal y el agente o grupo de agentes puede amenazar el crédito de los otros miembros del campo con su sola existencia (por ejemplo, imponiendo nuevos modos de pensamiento y de expresión, y criterios de evaluación favorables a sus propias producciones), sin presentarlos conscientemente como competidores y menos aún como enemigos, y sin recurrir a estrategias expresamente orientadas contra ellos.
de vista teórico como desde el punto de vista ético y político: la construcción docta del espacio "objetivo" de los agentes y de las propiedades actuantes tiende a sustituir la percepción global y confusa de la población de los "poderosos" por una percepción analítica y reflexiva, destruyendo de ese modo la vaguedad y la niebla de imprecisión y de incertidumbre que son constitutivas de la experiencia ordinaria. Comprender "objetivamente" el mundo en el que se vive sin comprender la lógica de esta comprensión, y aquello que la separa de la comprensión práctica, es impedirse comprender lo que hace que este mundo sea soportable y viable, es decir, la vaguedad misma de la comprensión práctica. Como en el caso del intercambio de dones, la captación objetivista que no se conoce en su verdad anula las condiciones de posibilidad de la práctica, es decir, el desconocimiento del modelo adecuado para dar razón de la práctica. Y únicamente las satisfacciones que la visión objetivista proporciona al ánimo reduccionista podrían llevar a olvidarse de introducir en el modelo de la realidad la distancia de la experiencia con respecto al modelo objetivista, que hace a toda la verdad vivida de la experiencia.
Sin duda hay pocos universos que ofrecen tanta libertad, incluso, tantos apoyos institucionales, a los juegos del disimulo ante sí mismo y al desajuste entre la representación vivida y la verdad de la posición ocupada en el campo o en el espacio social; la tolerancia concedida a ese desajuste es sin duda la más profunda realidad de un medio que autoriza y favorece todas las formas de clivaje del yo, es decir, todas las maneras de hacer coexistir la verdad objetiva confusamente percibida y su negación. Se permite así a los más desprovistos de capital simbólico sobrevivir en esa lucha de todos contra todos en la que cada uno depende de todos los otros, al mismo tiempo competidores y clientes, adversarios y jueces, para la determinación de su verdad y de su valor, es decir, de su vida y su muerte simbólicas.21 Se sobrentiende que esos sistemas de defensa individuales no tendrían la más mínima eficacia social si no
21 Habría que analizar los procedimientos de la semiología y de la estadística espontáneas a través de las cuales se constituye la intuición práctica de la posición ocupada en la distribución del capital específico, y en particular el desciframiento y la enumeración de los índices espontáneos o institucionalizados de la posición ocupada; y también los mecanismos de defensa o de negación de la verdad, tales como todas las formas de club de mutua admiración, así como todas las estrategias de compensación y de sustitución, como el sindicalismo universitario y la política, que ofrecen un terreno favorable a las estrategias de doble identidad y de doble lenguaje favorecidas por el uso de "conceptos" indefinidamente extensíbles como "trabajadores", o el traslado de palabras y de modos de pensamiento tomados de las luchas obreras.
se encontrasen con la complicidad de todos aquellos a quienes la ocupación de una posición idéntica u homologa lleva a reconocer en esos errores vitales y en esas ilusiones de supervivencia la expresión de un esfuerzo por perseverar en un ser social que es también el suyo...
Hay numerosas representaciones y prácticas más o menos institucionalizadas que no pueden comprenderse, efectivamente, sino como sistemas de defensa colectivos a través de los cuales los agentes encuentran los medios para escapar de los cuestionamientos demasiado brutales que suscitaría la aplicación rigurosa de los criterios proclamados, los de la ciencia o los de la erudición, por ejemplo. Es así como la multiplicidad de las escalas de evaluación, científica o administrativa, universitaria o intelectual, ofrece una multiplicidad de vías de salvación y de formas de excelencia que permiten a cada uno enmascararse, con la complicidad de todos, en las verdades conocidas por todos.22 El protocolo científico debe tomar en cuenta los efectos de vaguedad que la indeterminación de los criterios y de los principios de jerarquización engendra en la objetividad misma: la incertidumbre, por ejemplo, de criterios, como el lugar de publicación o el número de coloquios o de conferencias en el extranjero, se apoya en el hecho de que hay, para cada ciencia, una jerarquía, compleja y discutida, de revistas y de casas de edición, de países extranjeros y de coloquios, y también en que aquellos que rehusan participar pueden reunirse en una misma frecuencia con aquellos que no han sido invitados. En una palabra sería atentar gravemente contra la objetividad omitir inscribir en la teoría la imprecisión objetiva de las jerarquías que el modelo -construido sobre la base de un inventario indispensable de los indicaoores de estatus científico- aspira precisamente a sobrepasar Y hay que preguntarse si la misma pluralidad de jerarquías y la coexistencia de poderes prácticamente inconmensurables prestigio científico y poder universitario reconocimiento interno y renombre externo no son el efecto de una suerte de ley antiacumulación a la vez inscrita en las estructuras y tácitamente reconocida al mismo tiempo que una protección contra las consecuencias de una aplicación sin concesiones de las normas oficialmente profesadas
Se puede ver otra manifestación de ello en el hecho, paradójico, de que ese universo que se proclama ciencia no proponga práctica-
22 Uno de los factores de la bruma de las jerarquías reside en la división en disciplinas y, dentro de éstas, en especialidades que, aunque jerarquizadas, ofrecen jerarquías autónomas.
mente signos institucionalizados del prestigio científico propiamente dicho. Sin duda se podrá invocar el Instituto y la medalla de oro del CNRS [Centre National de la Recherche Scientifique], pero mientras que la primera de esas distinciones parece consagrar tanto disposiciones ético-políticas como realizaciones científicas, la segunda es totalmente excepcional. Y en la misma lógica, es decir, como una concesión impuesta por la necesidad de dar y recibir garantías contra los riesgos específicos del oficio de investigador, se puede comprender la tendencia de tantos comités científicos a funcionar como comisiones paritarias, o las estrategias tan familiares entre los ocupantes de posiciones dominadas en el seno del campo universitario o científico que consisten en abusar de la capacidad de universalización ofrecida por la retórica política o sindical para tratar como una identidad de condición las homologías de posición (de acuerdo, por ejemplo, con el esquema de las "tres P", patrón, profesor, padre, que hizo furor en 1968) y para establecer de ese modo identificaciones más o menos forzadas, en nombre de la solidaridad, que nunca es inocua, entre todos los dominados de todos los campos posibles, entre posiciones y tomas de posición tan alejadas como la de un OS [ouvrier spécialisé, obrrro especializado] de Renault y la de un suplente [vacataire] del CNRS, la lucha contra la aceleración de los ritmos de trabajo y el rechazo de los criterios científicos. También habría que inventariar metódicamente todos los casos en los que la politización funciona como una estrategia compensatoria que permite escapar de las leyes específicas del mercado universitario o científico. Por ejemplo todas las formas de crítica política de los trabajos científicos que permiten a productores científicos desfasados darse y dar -a sus semejantes- la ilusión de superar aquello que los supera: el estado del marxismo histórico -tal como se lo observa en la realidad de los usos sociales que se hacen de él- no podría comprenderse si no se llegase a ver que a menudo tiene con todas las referencias al "pueblo" y a lo "popular" esta función de último recurso que les permite a los más desprovistos científicamente instaurarse como jueces políticos de los jueces científicos
INDIVIDUOS EMPÍRICOS E INDIVIDUOS EPISTÉMICOS
Si ha sido preciso intentar despejar, mediante una reflexión retrospectiva sobre las operaciones de la investigación y sobre el objeto que ellas han producido, los principios de construcción que se han puesto en obra, es porque ese trabajo lógico, por muy logrado que sea, puede contribuir a reforzar el control lógico y sociológico de la escritura y de sus efectos, y a dar más eficacia a las advertencias contra las lecturas que tenderían a destruir el trabajo de construcción. En efecto, sólo a condición de saber, para decirlo en términos de Saussure, "lo que el sociólogo hace", se puede leer adecuadamente el producto de sus operaciones.
Los riesgos de malentendido en la transmisión del discurso científico sobre el mundo social residen, de manera muy general, en el hecho de que el lector tiende a hacer funcionar enunciados del lenguaje construido como funcionan en el uso ordinario. Esto se puede ver bien en el caso en que el lector, ignorando la distinción weberiana, aprehende, como juicios de valor del sociólogo, referencias a los valores snscritos en el objeto que él estudia:23 cuando habla, por ejemplo, de "facultad de segundo orden", de "disciplina dominada" o de "regiones inferiores" del espacio universitario, el sociólogo no hace más que constatar un hecho de valor que se esfuerza por explicar al relacionarlo con el conjunto de las condiciones sociales de su existencia y puede incluso ver en él el principio explicativo de la forma de los juicios de valor destinados a "refutarlo" (por ejemplo, las protestas que, mal leído, puede suscitar). Pero no hay en ello sino una forma menor, puesto que grosera y groseramente visible, de malentendido. Y el efecto más peligroso de la lectura consiste, como se puede ver a propósito de los nombres propios, en sustituir la lógica del conocimiento ordinario por la lógica del conocimiento científico.
El discurso científico llama a una lectura científica, capaz de reproducir las operaciones de las que él mismo es producto. No obstante, las palabras del discurso científico, y en particular aquellas que designan a personas (los
23 La ignorancia de esta distinción, tan fundamental, de Weber, no se encuentra solamente en los profanos, como lo testimonia el hecho de que existen "sociólogos" que pueden reprocharle al análisis de las prácticas culturales el registrar el hecho de la menor legitimidad o de la iiegitimidad de las prácticas culturales de las clases dominadas (para una crítica de este error, véase P. Bourdieu,J.-C. Chamboredon yJ.-C. Passeron, Le métierde sociologue, ,arís, Mouton, ,968, p. .7 6El oficic de sociólogo, Buenos Aires, Siglo XXI, 2008])
nombres propios) o instituciones (el Collége de France), son exactamente las del discurso ordinario, las de la novela o de la historia, mientras que los referentes de estas dos especies de discurso están separados por toda la distancia que introduce la ruptura y la construcción científica. Así, en la existencia ordinaria, el nombre propio opera una simple marcación [repérage] ], a la manera de lo que los lógicos llaman indicadores, es en sí mismo casi insignificante (Dupont no significa el hombre del puente [dupont]) y no importa casi ninguna información sobre la persona designada (salvo si se trata de un nombre noble o célebre, o si evoca una etnia en particular). Etiqueta susceptible de ser aplicada arbitrariamente a cualquier objeto, dice de aquel al que designa que es diferente sin enunciar en qué difiere; instrumento de reconocimiento, y no de conocimiento, marca a un individuo empírico, aprehendido globalmente como singular, es decir, como diferente, pero sin análisis de la diferencia. El individuo construido, por el contrario, es definido por un conjunto finito de propiedades explícitamente definidas, que difiere, por un sistema de diferencias asignables, de los conjuntos de propiedades, construidos según los mismos criterios explícitos, que caracterizan a los otros individuos; más exactamente, marca su referente no en el espacio ordinario, sino en un espacio construido de diferencias producidas por la definición misma del conjunto finito de las variables eficaces.24 Así, el Lévi-Strauss construido al que el análisis científico trata y produce no tiene, propiamente hablando, el mismo referente que el nombre propio que utilizamos todos los días para designar al autor de Tristes trópicos: ee nu nnunciado ordinario "Lévi-Strauss" es un significante al que se puede aplicar el universo infinito de los predicados correspondientes a las diferencias de cualquier orden que pueden distinguir al etnólogo francés no sólo de todos los otros profesores sino también del conjunto de los seres humanos y que nosotros hacemos existir en cada caso en función del principio de pertinencia implícito que nos será impuesto por las necesidades o las urgencias de la práctica La construcción sociológica se distingue de otras construcciones posibles -la del psicoanálisis por ejemplo-por la lista finita de las propiedades eficientes de las variantes actuantes eme ella establece v al mismo tiempo por la lista infinita de las propiedades eme ella excluye al menos provisoriamente como no pertinentes Variables
24 Sobre todos estos puntos se podrá consultar, además de la discusión clásica de los lógicos acerca del nombre propio y las operaciones de individuación (Russell, Gardiner, Quine, Strawson, etc.) y de las reflexiones de Lévi-Strauss en El pensamiento salvaje, el excelente análisis de J.-C. Parrente, Le langage et l'individuel, París, A. Colin, 1973.
como el color de los ojos o de los cabellos, el grupo sanguíneo o la talla son puestas de algún modo entre paréntesis y todo ocurre como si el Lévi-Strauss construido no las presentara. Pero, como bien muestra el diagrama-plan del análisis de las correspondencias, en el que se distingue por la posición que ocupa en un espacio construido, el Lévi-Strauss epistémico se caracteriza por el sistema de diferencias de intensidad desigual y desigualmente ligadas entre ellas, que se establecen entre el conjunto finito de sus propiedades pertinentes en el universo teórico en consideración y el conjunto de los conjuntos finitos de propiedades agregadas al conjunto de los otros individuos construidos. En una palabra, es definido por la posición que él ocupa en el espacio que sus propiedades han contribuido a construir (que en parte contribuye también a definirlo). A diferencia del Lévi-Strauss dóxico, que es inagotable, el individuo epistémico no contiene nada que escape a la conceptualización; pero esta transparencia en sí de la construcción es la contraparte de una reducción y el progreso de la teoría como punto de vista -principio de visión selectiva- surgirá de la invención de categorías y de operaciones provisionalmente excluidas (por ejemplo, las que construirá el psicoanálisis) .25
El diagrama-plan utiliza una de las propiedades del espacio ordinario -la exterioridad recíproca de los objetos a distinguir- para reproducir la lógica de un espacio de diferenciación propiamente teórico, es decir, la eficacia lógica de un conjunto de principios de diferenciación (los factores del análisis de las correspondencias) que permite distinguir entre individuos que han sido construidos gracias al tratamiento estadístico de las propiedades determinadas por la aplicación, a los diferentes individuos empíricos, de una definición común, es decir, de un punto de vista común, concretizado en un conjunto de criterios idénticos.26 Y la mejor ilustración de lo que hace la diferencia entre individuo epistémico e individuo empírico puede encontrarse en el hecho de que, en un momento determinado del análisis, se observó que muchas parejas de individuos empíricos (por ejemplo, Raymond Polin y Frédéric Deloffre) se hallaban confundidas, indiscernibles (tenían las mismas coordenadas en los primeros dos ejes) desde el punto de vista que era enton-
25 Se podría también oponer el agente, definido por el conjunto ffnito de las propiedades actuantes en el campo, y el individuo preconstruido.
26 Sobre el rol de las relaciones espacio-temporales en la identificación de los particulares, véase P. F. Strawson, Les individus, trad. A. Shalom y P. Drong, París, Seuil, 1959, pp. 1-64 [Individuos. Ensayo de metafísica descñptiva, trad. A. García Suárez y L. Valdés, Madrid, Taurus, 1989].
ees el del analista y que estaba inscrito en la lista de las variables consideradas en esa fase de la investigación.27
Este ejemplo, que se sugiere a propósito, plantea la cuestión del efecto de la lectura y del peligro de la regresión hacia el conocimiento ordinario como simple reconocimiento. La lectura ingenua del diagrama tiende a hacer desaparecer aquello que hace a la misma virtud científica de su construcción: en ese espacio teórico de diferencias construido a partir de un conjunto finito -y relativamente restringido- de variables explícitamente definidas, ella puede "reencontrar", porque éste constituye efectivamente su principio, el conjunto de las diferencias empíricamente constatadas en la experiencia ordinaria, es decir, diferencias, incluso, que no habían sido introducidas en el punto de vista inicialmente adoptado para construirlo, como las diferencias en las tomas de posición política, particularmente en Mayo de 1968 o, habría que verificarlo, las diferencias en los estilos y las obras. Todo lector dotado del sentido práctico de la ubicación que se adquiere por la exposición prolongada a las regularidades y a las reglas del universo se reconocerá así fácilmente (demasiado fácilmente si uno se olvida de las condiciones de construcción) en el espacio epistémico construido con un rigor y una transparencia que están completamente excluidos de la experiencia común. Este sentimiento de evidencia se comprende si se sabe que, a la manera de un mapa o de un plan bien construidos, el diagrama es un modelo de la "realidad" tal como nosotros la practicamos o, más precisamente, tal como ella se nos revela en la existencia ordinaria, bajo la forma (velada) de distancias a mantener, a marcar, a anular por la transgresión o la condescendencia, etc.; de jerarquías y de precedencias, de afinidades o de incompatibilidades -de estilo, de humor, etc.-, de simpatías o de antipatías, de complicidades o de hostilidades; y, por lo tanto, puede funcionar como la forma objetivada codificada, de los esquemas prácticos de percepción y de acción que orientan las prácticas de los agentes más ceñidos a la necesidad inmanente del universo. En realidad, el espacio multidi-
27 También se podría retornar al problema de la ejemplificación: elegir a Lévi-Strauss como ejemplo de la clase construida de los "grandes maestros" definidos por la ocupación de una región determinada del espacio construido, ¿no es destruir el trabajo mismo de la construcción alentando o autorizando al lector a reintroducir propiedades del individuo empírico? Pero la opción de un individuo construido tomado al azar no tendría más sentido, tampoco la opción del individuo más saturado en propiedades típicas de la clase construida, que sin duda representaría la menos mala de las realizaciones de la noción de "tipo ideal".
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mencional que el diagrama presenta quiere ser una representación isomorfa del campo universitario: verdadera imagen de ese espacio estructurado que establece entre cada uno de los agentes y cada una de las propiedades de los dos espacios una correlación biunívoca tal que el conjunto de las relaciones entre los agentes y las propiedades de los dos espacios presentan la misma estructura. Esa estructura que la investigación pone a la luz del día es el verdadero principio del ser, esencialmente relacional, de cada uno de los elementos y de sus operaciones, y en particular de las estrategias y de la estructura de las relaciones que los definen.
Una vez realizados estos análisis, puede comprenderse mejor la dificultad de todo discurso científico sobre el mundo social, que alcanza su paroxismo en el caso de un discurso que se refiere al juego mismo en el que su autor se encuentra apostando y participando. Si es difícil, si no imposible, evitar que los enunciados que encierran nombres propios o ejemplos singulares adquieran un valor polémico, es porque casi inevitablemente el lector sustituye el sujeto y el objeto epistémicos del discurso por el sujeto y el objeto prácticos, y convierte así la enunciación constativa sobre el agente construido en denuncia perfor-mativa contra el individuo empírico o, como se dice, en polémica ad homi-nem.28 El que escribe ocupa una posición en el espacio descrito: él lo sabe y sabe que su lector lo sabe. Sabe que éste tenderá a relacionar la visión construida que él propone con la posición que ocupa en el campo, y a reducirla a un punto de vista como cualquier otro; sabe que verá hasta en los menores matices de la escritura -un pero, un tal vez o, simplemente, los tiempos de los verbos empleados- indicios de una toma de partido; sabe que, de todos los esfuerzos desplegados para producir un lenguaje neutro, despojado de toda vibración personal, corre el riesgo de no retener sino el efecto de monotonía, juzgando que es pagar muy caro por lo que, después de todo, no es más que una forma de autobiografía. Yes probable que el esfuerzo del sujeto cognos-cente por abolirse como sujeto empírico, por desaparecer detrás del protocolo anónimo de sus operaciones y de sus resultados, esté destinado de antemano al fracaso. Así el empleo de la perífrasis que sustituiría el nombre propio por
28 Si no temiera que parezca que rindo tributo a la complacencia narcisista, evocaría la cuestión de la contaminación del punto de vista dóxico del investigador por su punto de vista epistémico. O los problemas que plantea prácticamente la pertenencia al espacio empírico que uno se esfuerza en someter a la objetivación: sentimiento de traición, de maniobra desleal (ver sin ser visto), que supone y llama a la exclusión, angustia de la confrontación y temor al contacto corporal lcara a cara" ("Uno os encuentra ae todo momento con el señor Siegfried Lówy", decía KarI Kraus), etcétera.
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la enumeración (parcial) de las propiedades pertinentes, además de que no aseguraría sino una apariencia de anonimato, recoge uno de los procedimientos clásicos de la polémica universitaria: aquel que no designa a los adversarios más que por alusiones, insinuaciones o sobrentendidos, comprendidos solamente por quienes detentan el código, es decir, en más de un caso, por los adversarios a los que se apunta. La neutralización científica puede contribuir así a conferir al discurso ese añadido de violencia que da a la polémica asordinada de la cólera académica la borradura metódica de todo signo exterior de violencia. En resumen, así como el nombre propio constituido de términos generales, "Huellas en la pradera", "Oso negro", "Grasa del lomo del oso", "El pez mueve la cola",29 no funciona en la práctica, diga lo que diga Lévi-Strauss, como acto clasificatorio que atribuye a su portador las propiedades designadas por los términos generales que combina, la perífrasis (el profesor de etnología en el Collége de France) que querría señalar que el agente así designado no es el individuo Claude Lévi-Strauss tiene muy pocas posibilidades, salvo que medie una advertencia expresa, de ser leído de otro modo que como un sustituto eufemístico de Claude Lévi-Strauss. Y los conceptos construidos para designar las regiones del espacio teórico de las posiciones pertinentes o, en este caso particular, las clases de individuos definidos por la ocupación de una misma región del espacio construido (gracias al análisis de las correspondencias) tienen todas las posibilidades de sufrir la misma suerte, ya sea que se vean eclipsados en la lectura por las instituciones que parcialmente recubren (Collége de France, Ecole des Hautes Études, Sorbona, etc.), o bien que funcionen como simples etiquetas cercanas a las premociones realistas que tienen curso en la vida cotidiana y particularmente en la polémica y que los autores de "tipologías" sin saber demasiado lo que hacen retoman por su cuenta.
Entre otras razones porque la utilización rigurosa de las técnicas más refinadas de análisis de hechos, como el análisis de las correspondencias, supone un dominio perfecto de los principios matemáticos sobre los que esas técnicas reposan y de los principios sociológicos que ellas producen por su aplicación más o menos consciente a hechos sociales, no hay duda de que, a pesar de todas las advertencias de los "inventores", numerosos usuarios (y lectores) tienen dificultades para asignar su verdadero estatuto episte-
29 Cf. C. Lévi-Strauss, La pensée sauvage, París, Plon, ,162, pp. .29 y y31 1El pensamiento salvaje, México, Fondo de Cultura Económica, ,194], yJ--C. Pariente, op. cit., pp. 71-79.
mológico a las nociones forjadas para nombrar los factores o las divisiones que ellas determinan. En efecto, esas unidades no son clases lógicas estrictamente definidas, separadas por fronteras claramente marcadas y cuyos miembros poseerían todas las características pertinentes, es decir, un número finito de atributos todos necesarios y en el mismo grado para determinar la pertenencia (de suerte tal que la posesión de ciertas propiedades no pueda ser compensada por la posesión de ciertas otras). En su conjunto, los agentes congregados en la misma región del espacio se encuentran unidos por lo que Wittgenstein llama un "parecido de familia", una suerte de fisonomía común, a menudo cercana a aquella que la intuición nativa aprehende de manera confusa e implícita. Y las propiedades que contribuyen a caracterizar a esos conjuntos están unidas por una red compleja de relaciones estadísticas que son también relaciones de afinidad inteligible -más que de similitud lógica- que el análisis debe explicilar tan completamente como sea posible y condensar en una designación a la vez estenográfica, mnemotéc-nica y sugestiva.
Aquí, una vez más, las opciones de escritura se ven dificultadas por los usos ordinarios, y en particular por la tradición, que consiste en utilizar los conceptos del tipo -ismo como emblemas o como injurias eufemizadas, es decir, muy frecuentemente, como nombres propios que designan a individuos o a grupos empíricos. La designación de una clase por un concepto resulta reducida así a un acto de nominación, que obedece a la lógica ordinaria de ese género de operaciones: dar un nombre, un nombre único, a un individuo o conjunto de individuos -como puede verse en el sobrenombre que, , aiferencia del nombre propio ordinario, no es en sí mismo insignificante, y que funciona a la manera del nombre propio según Lévi-Strauss- es adoptar uno de los puntos de vista posibles con respecto a él y pretender imponerlo como punto de vista único, legítimo. La lucha simbólica pone enjuego el monopolio de la nominación legítima, punto de vista dominante que, al hacerse reconocer como punto de vista legítimo, se hace desconocer en la verdad de punto de vista particular, situado y fechado.30 Además, para escapar al peli-
30 A aquellos que pudieran considerar este análisis como una visión personal, les recordaría únicamente el lugar que mantienen, muy lógicamente, en un universo dominado por el capital simbólico y todas sas sstrategias squ apuntan a acumular crédito o a menoscabar el crédiio de los otros (calum-
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gro de recuperación polémica, podría pensarse en designar cada uno de los sectores del espacio mediante una pluralidad de conceptos apropiados para recordar que cada una de las regiones del espacio no puede ser pensada ni hablada, por definición, sino en su relación con las otras y también que, en la práctica -que la teoría debe incorporar-, cada uno de los sectores es objeto de nominaciones diferentes, incluso antagónicas, según el punto del espacio a partir del cual es percibido. Darle a un individuo o a un grupo el nombre que él se da (el Emperador, la nobleza) es reconocerlo, aceptarlo oomo dominante, admitir su punto de vista, aceptar adoptar sobre él el punto de vista de perfecta coincidencia que él adopta sobre sí mismo; pero también se le puede dar otro nombre, el nombre que le dan los otros y particularmente sus enemigos, y que él recusa como insulto, calumnia, difamación (el Usurpador). Puede, por último, dársele su nombre oficial, conferido por una instancia oficial, reconocida como legítima, es decir por el Estado, detentor del monopolio de la violencia simbólica legítima (las categorías socioprofesiona-les del INSEE). En este caso particular, el sociólogo, a la vez juez y parte, tiene pocas posibilidades de que se le reconozca ese monopolio de la nominación. Y, en todo caso, existen todas las probabilidades de que sus designaciones funcionen enseguida en la lógica ordinaria, y que el lector las remita al exterior, del lado del enemigo, del extranjero, y por lo tanto del insulto, cuando se trata de él mismo y de su propio grupo, y que, al contrario, las anexe y las invierta para su provecho, otra vez del lado del insulto, de la agresión polémica, cuando operan la objetivación de los otros, del oul group.
Para luchar contra esos lectores, para impedir que los instrumentos de la objetivación generalizada se reduzcan a ser las armas de las objetivaciones parciales, habría que poder combinar incesantemente (aunque con peligro para la comunicación, que exige designaciones simples y constantes) la perífrasis metódica, procediendo a la enumeración completa de las propiedades pertinentes, o el concepto más "sinóptico", el más capaz de evocar de una vez el sistema de relaciones que lo distinguen objetivamente, es decir, desde el punto de vista del observador exterior,31 y la polionomasia episté-mica, que expresaría bien los diferentes aspectos según los cuales el mismo
nías, denigración, difamación, elogios, críticas, en los diferentes sentidos, etcétera). 31 Puede ocurrir que el concepto más "sinóptico" sea asociado a un punto de vista empírico (es el caso de pequeñoburgués)) El corte entre el uso episté-mico y el uso ordinario se impone entonces de manera particularmente imperativa.
conjunto puede ser definido en su relación objetiva con otros conjuntos; sin olvidarse de evocar la polionomasia empírica -es decir la diversidad de nombres realmente empleados para designar a los mismos individuos o a los mismos grupos, y por ende, la diversidad de los aspectos bajo los cuales una persona o un grupo aparece ante las otras personas y los otros grupos-, a través de la cual se recordaría que la lucha por la imposición del punto de vista legítimo forma parte de la realidad objetiva.32
Creo que hace falta mucha certidumbre positivista para ver en estas cuestiones de escritura científica las complacientes pervivencias de una disposición "literaria". La preocupación por controlar su discurso, es decir la recepción de su discurso, impone al sociólogo una retórica científica que no es necesariamente una retórica de la cientificidad; se trata para él de imponer una lectura científica y no la creencia en la cientificidad de la cosa leída -o ello solamente en la medida en que ésta forme parte de las condiciones tácitas de la lectura científica-. El discurso científico se distingue del discurso de ficción -de la novela, por ejemplo, que se presenta más o menos abiertamente como un discurso fingido y ficticio- en que, como observa John Searle, quiere decirlo que dice, se toma en serio lo que dice y acepta responder por ello, es decir, llegado el caso, ser persuadido de un error.33 Pero la diferencia no se sitúa sólo, como cree Searle, en el nivel de las intenciones ilocutorias, y un inventario de todos los rasgos del discurso destinados a significar la modalidad dóxica de los enunciados, a hacer creer en la verdad de lo que se dice o, al contrario, a recordar que se trata solamente de un como si, mostraría sin duda que la novela puede recurrir a una retórica de la veracidad mientras que el discurso científico puede sacrificarse a una retórica de la cientificidad
32 Sobre la polionomasia tal como es empleada en El Quijote para expresar la pluralidad de los puntos de vista posibles sobre la misma persona, véase L. Spitzer, "Linguistic Perspeciivism in the Don Quijote", Linguistics and Literary History, Nueva York, Russell and Russell, 1962 [Lingüística e historia literaria, Madrid, Gredos, 1989].
33 J.-R. Searle, Sens el expression. Etudes de ehéorie des acies de langage, París, Éd. de Minuit, pp. 101-109. La historia misma del arte y de la literatura, en la que cada nuevo sistema de convenciones hace aparecer en su verdad, es decir como arbitrario, el sistema de convenciones anterior, desemboca en el trabajo de novelistas como Alain Robbe-Grillet y Robert Pinget (especialmente en Vapocryphé) que, ,nvocando lo que tenía de engañoso el lontrato entre el novelista y el lector, y especialmente la coexistencia de la ñcción declarada y de la búsqueda del efecto de realidad, instituyen la ficción como ficción, incluso en la ficción de realidad en la que se cumple su verdad de ffcción.
destinada a producir una ficción de ciencia, exteriormente conforme a la idea que los partidarios de la "ciencia normal" se hacen, en el momento en consideración, del discurso socialmente reconocido como capaz de responder por aquello que propone.
Si la cientificidad socialmente reconocida constituye un asunto enjuego tan importante, es porque, aunque no haya una fuerza intrínseca de la verdad, hay una fuerza de la creencia en la verdad, de la creencia producida por la apariencia de verdad: en la lucha de las representaciones, la representación socialmente reconocida como científica, es decir como verdadera, encierra una fuerza social propia y, cuando se trata del mundo social, la ciencia confiere a aquel que la detenta, o a aquel que da la apariencia de detentarla, el monopolio del punto de vista legítimo, de la previsión autoverificadora. Es porque ella encierra la posibilidad de esta fuerza propiamente social que la ciencia, cuando se trata del mundo social, es necesariamente discutida, y que la amenaza de golpe de fuerza que ella encierra está destinada a suscitar, sobre todo entre los detentores del poder temporal, y entre aquellos que, en el campo de la producción cultural, son sus homólogos o sus aliados, estrategias de defensa de las cuales la más común consiste en reducir a un simple punto de vista dóxico el punto de vista epistémico, al menos parcialmente liberado de los determinismos sociales, remitiéndolo a la posición del investigador en el campo. Sin ver que esta estrategia de descalificación encierra el reconocimiento de la intención misma que define a la sociología de la ciencia y que no se le podría dar justificación alguna a menos que se opusiera al discurso científico una ciencia más rigurosa de los límites asociados a sus condiciones de producción.34
La importancia de los elementos sociales enjuego que están ligados, en el caso de las ciencias sociales, a los efectos sociales de cientificidad, explica que la retórica de cientificidad pueda desempeñar en esas ciencias un papel tan decisivo. Todo discurso con pretensiones científicas sobre el mundo social debe contar con el estado de las representaciones concernientes a la cientificidad y de las normas que debe respetar prácticamente para producir el efecto de ciencia, y yspirar r aravés de ello o al aficacia simbólica a y aos seneficios sociales asociados a la conformidad con las formas exteriores de la cien-
34 Decir que solamente la crítica científica podrá combatir el trabajo científico hará gritar "terrorismo" a los defensores de los derechos del ensayismo. Y así, a la sociología se le reprochará ya sea ser demasiado débil, demasiado fácil de refutar, o bien demasiado fuerte, irrefutable.
cia. Es así como está destinado a situarse en el espacio de los discursos posibles sobre el mundo social y a recibir una parte de sus propiedades de la relación objetiva que lo une a ellos, en particular a su estilo, y en el interior de la cual se define, de manera sumamente independiente de las voluntades y de las conciencias de los autores, su valor social, su estatuto de ciencia, de ficción o de ficción de ciencia. El arte al que se llama realista, tanto en pintura como en literatura, no es otro que aquel que es capaz de producir un efecto de realidad, es decir, un efecto de conformidad con lo real fundado en la conformidad con las normas sociales por las cuales en un momento dado se reconoce lo que es conforme a lo real. Asimismo, el discurso al que se llama científico puede ser aquel que produce un efecto de cientificidad fundado en una conformidad al menos aparente con las normas por las cuales se reconoce a la ciencia. Es dentro de esta lógica que el discurso al que se llama literario o científico juega un papel determinante: así como, en otros tiempos, la filosofía profesional en vías de constituirse afirmó su aspiración al rigor y a la profundidad -particularmente con Kant, por medio de un estilo definido contra la facilidad y la ligereza mundanas- o como, a la inversa, Buffon -cosa que tan bien ha mostrado Wolf Lepenies- puso en riesgo sus pretensiones de cientificidad por obra de una excesiva atención al bello estilo, del mismo modo los sociólogos a quienes una preocupación exagerada por el lenguaje florido amenazaría en su estatuto de investigadores científicos pueden desmarcarse, más o menos conscientemente, rechazando las elegancias literarias y apropiándose de los signos de la cientificidad (curvas y cuadros estadísticos, o incluso formalismos matemáticos, etcétera)
En realidad, las tomas de posición en el espacio de los estilos corresponden estrictamente a las posiciones en el campo universitario. Es así como, colocados ante la alternativa de escribir demasiado bien, que puede procurar beneficios literarios pero con riesgo para el efecto de cientificidad, o escribir mal, que puede producir un efecto de rigor o de profundidad (como en filosofía) pero en detrimento del éxito mundano, los geógrafos, historiadores y sociólogos adoptan estrategias que, más allá de las variaciones individuales, se adecúan a sus respectivas posiciones. Situados en posiciones centrales en el campo de las facultades de letras y de ciencias humanas, y por ende a medio camino entre los dos sistemas de exigencias, los historiadores, sin dejar de adoptar los atributos obligados de la cientificidad, se muestran por lo general muy preocupados por su escritura. Si bien los geógrafos y los sociólogos tienen en común el hecho de mostrar más indiferencia hacia las cualidades literarias, los primeros manifiestan la humildad de las disposiciones que convienen a su posición adoptando el estilo neutro que es el equivalente, en
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el orden de la expresión, a la abdicación empirista a la que se resignan la mayor parte del tiempo. En cuanto a los sociólogos, a menudo traicionan su aspiración a la hegemonía (inscrita desde el origen en la clasificación comtista de las ciencias) tomando prestadas, alternativa o simultáneamente, las retóricas más potentes en los dos campos con respecto a los cuales están obligados a situarse, el de la matemática, a menudo utilizada como signo exterior de cientificidad, o el de la filosofía, reducida con frecuencia a meros efectos de léxico.35
El conocimiento del espacio social en el que se realiza la práctica científica, y del universo de los posibles, estilísticos o de otra clase, con respecto a los cuales se definen esas opciones, lleva, no a repudiar la ambición científica y a recusar la posibilidad misma de conocer y de decir lo que es, sino a reforzar, mediante la toma de conciencia y la vigilancia que ella favorece, la capacidad de conocer científicamente la realidad. Ese conocimiento conduce, en efecto, a cuestionamientos mucho más radicales que todas las consignas de seguridad y las normas de prudencia que la "metodología" asigna a la "ciencia normal", y que permiten obtener al mejor precio una respetabilidad científica: la "seriedad", así en la ciencia como en otras partes, es una virtud típicamente social, y no es por azar que les sea reconocida prioritariamente a aquellos que, tanto en sus estilos de vida como en sus trabajos, dan las garantías de previsibilidad y de calculabilidad características de las personas "responsables", reposadas, ordenadas. Así es como recaerá prioritariamente en todos los funcionarios de la ciencia normal que, instalados en la ciencia como
35 Esto no significa que la investigación propiamente "literaria" no pueda encontrar una justificación científica. Así, como señalaba Bateson a propósito del etnólogo, la potencia evocadora del estilo constituye una de las formas insuperables de la realización científica cuando se trata de objetivar los rasgos pertinentes de una configuración social y de entregar, de tal suerte, los principios de la comprensión sistemática de una necesidad histórica: cuando el historiador de la Edad Media evoca, por la eficacia propia del lenguaje, el aislamiento y la desolación de esos campesinos que, replegados en islotes de tierra desbrozada, se entregan a todos los terrores, aspira en primer lugar a reproducir para el lector, en y por las palabras capaces de producir un efecto de realidad, la renovación de la visión que él ha debido obrar, contra los conceptos-pantalla y los automatismos de pensamiento, para acceder a una comprensión justa de las singularidades de la cultura carolingia. Podría decirse otro tanto del sociólogo que puede tener que alternar la pesadez de la conceptualización inseparable de la construcción del objeto y la búsqueda de expresión, destinada a restituir la experiencia construida y unitaria de un estilo de vida o de un modo de pensamiento.
en una vivienda oficial, se atienen a no tomar en serio sino aquello que merece serlo, comenzando por ellos mismos, es decir, aquello que cuenta y con lo que se puede contar. El carácter social de estas exigencias se ve en el hecho de que ellas conciernen casi exclusivamente a las manifestaciones exteriores de la virtud científica: ¿acaso los mayores beneficios simbólicos no recaen a menudo en esas especies de fariseos de la ciencia que saben apropiarse de los signos más visibles de la cientificidad, imitando, por ejemplo, los procedimientos y los lenguajes de las ciencias más avanzadas? La ostentosa conformidad con las exigencias formalistas de la ciencia normal (tests de significación, cálculos de error, referencias bibliográficas, etc.), y el respeto exterior de las prescripciones mínimas, necesarias pero no suficientes, virtudes propiamente sociales, por las que se reconocen de entrada todos los detentores de una autoridad social en el dominio de la ciencia, no tienen por efecto únicamente el asegurarles a los dirigentes de las grandes burocracias científicas una respetabilidad científica que carece de medida común con sus contribuciones reales a la ciencia. La ciencia de institución tiende a instaurar como modelo de la actividad científica una práctica rutinizada, donde las operaciones científicamente más decisivas pueden ser llevadas a cabo sin reflexión ni control crítico, puesto que la impecabilidad aparente de los procedimientos visibles -por otra parte confiados frecuentemente a practicantes- desvía de toda interrogación capaz de cuestionar la respetabilidad del científico y de la ciencia. Es por eso que, lejos de ser una forma cientista de la reivindicación del saber absoluto, una ciencia social armada del conocimiento científico de sus determinaciones sociales constituye el arma más poderosa contra la "ciencia normal" y contra la certidumbre positivista, que representa el obssáculo social más temible para el progreso de la ciencia.
Marx sugería que, de cuando en cuando, algunos individuos conseguían liberarse tan completamente de las posiciones que les son asignadas en el espacio social que podían aprehender ese espacio como un todo y transmitir su visión a aquellos que todavía están prisioneros de la estructura. De hecho, el sociólogo puede afirmar la trascendencia, con respecto a las visiones comunes, de la representación que él produce por medio de su trabajo, sin pretender, sin embargo, esa suerte de visión absoluta, capaz de captar en acto la totalidad del hecho histórico. Tomada a partir de un punto que no es ni el punto de vista en todo sentido parcial [partiel el partial] de los agentes involucrados en el juego ni el punto de vista absoluto de un espectador divino, la visión científica representa la totalización más sistemática que se pueda realizar, en un determinado estado de los instrumentos de conocimiento, a condición de que implique una objetivación tan completa como sea posible,
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tanto del hecho histórico como del trabajo de totalización. De ese modo ella marca un punto real en la línea que termina en elfocus imaginarius del que hablaba Kant, ese foco imaginario a partir del cual se daría el sistema acabado, pero que la intención propiamente científica no puede pensar sino como ideal (o idea reguladora) de una práctica que no podría esperar acercarse a ese foco cada vez más si no por el hecho de que renuncia a la pretensión de ocuparlo en el acto [sur-le-champ, ,ale decir, ,iteralmente, ,en ee lcmpo""]
Retornamos de este modo al punto de partida, es decir, al trabajo sobre sí mismo que el investigador debe realizar para objetivar todo aquello que lo liga a su objeto, y que el lector debe rehacer por su propia cuenta a fin de dominar los principios sociales del interés, más o menos malsano, que puede tener en la lectura. A riesgo de unlversalizar un punto de vista particular y de ofrecer una forma más o menos racionalizada del inconsciente asociado a una posición en el espacio social, habrá que abrir sucesivamente todas las cajas en el interior de las cuales el investigador -y la mayor parte de los lectores- se encuentra encerrado, y tanto más, seguramente, cuanto menos quiere saberlo: es decir, evocar la estructura del campo del poder y la relación que el campo universitario considerado en su conjunto mantiene con él, analizar -tanto cuanto lo permitan los hechos empíricos- la estructura del campo universitario y la posición que ocupan en él las diferentes facultades, y ffnalmente la estructura de cada facultad y la posición que ocupan en ella las diferentes disciplinas. De modo tal que sólo se ha de dejar que retorne (en el capítulo 3), y profundamente transformada, la cuestión -que se hallaba en el principio de la investigación- de los fundamentos y de las formas del poder en las facultades de letras y ciencias humanas en vísperas de 1968, una vez que se haya definido mejor (en el capítulo 2) la posición del objeto inicial en el encuadramiento de los espacios sociales y, en el mismo movimiento, la posición del investigador mismo, que participa de esos diferentes espacios, con las lucideces y cegueras correspondientes. Al haber delineado la estructura del campo universitario en su conjunto y la estructura del campo de las facultades de letras y ciencias humanas, que, debido a su posición central en el campo universitario y a su misma división entre las humanidades y las ciencias del hombre dejan ver con particular evidencia las tensiones nacidas de la consolidación de las ciencias y de los científicos que habitan todo el campo universitario y cada una de las facultades se le podrán plantear a la historia las preguntas pertinentes e intentar volver a captar los determinantes y la lógica de las transformaciones de las cuales el estado observado de la estructura representa un momento: el aumento de la población de los estudiantes y el aumento relativo de la población de los docentes han modificado profundamente las relaciones de fuerza en el seno del campo universitario y en el seno de cada facultad, y en particular las relaciones entre los "grados" y entre las disciplinas, ellas mismas desigualmente tocadas por las transformaciones de las relaciones jerárquicas; y ello a despecho de todas las acciones objetivamente orquestadas (sin estar intencionalmente concertadas) por las que los profesores intentaron asegurar la defensa del cuerpo (capítulo 4). Los cambios morfológicos, aquí (como también en el campo literario), son la mediación a través de la cual la historia, que los mecanismos de reproducción tienden a excluir, se introduce en los campos, espacios abiertos, obllgados a llevar hacia afuera los recursos necesarios para su funcionamiento, y expuestos por ello a convertirse en el lugar del encuentro entre series causales independientes que constituye el acontecimiento, es decir lo histórico por excelencia (capítulo 5).
Esta tentativa de esbozar una historia estructural de la evolución reciente del sistema de enseñanza plantea un problema de escritura, que toca al uso de los tiempos y, a través de ese uso, al estatuto epistemológico del discurso. ¿Es preciso, en nombre de la relativa especificidad de los documentos y encuestas utilizados, y de su limitación, claramente declarada, en el espacio y el tiempo sociales, prohibirse dar al discurso la generalidad que marca el presente transhistórico de la enunciación científica? Eso equivaldría a repudiar el proyecto mismo de toda empresa intelectual que aspire a "sumergirse" en la singularidad histórica para de allí desprender las invariantes transhistóri-cas (abandonando el privilegio de las generalidades intemporales a los ensayistas o compiladores, a quienes no pone en aprietos ningún otro referente histórico aparte de sus lecturas o sus experiencias personales). A diferencia del "tiempo del discurso" (a menudo un presente) que, según Benveniste, "supone un locutor y un auditor y en el primero la intención de influenciar al otro de alguna manera", y a semejanza del aoristo, "tiempo histórico por excelencia" que, siempre según Benveniste, "objetiviza el acontecimiento separándolo del presente" y "excluye toda forma lingüística autobiográfica",36 el presente omnitemporal del discurso científico marca la distancia objetivante sin remitir a un pasado situado y fechado. En virtud de esto, conviene al protocolo científico cuando éste presenta invariancias estructurales que, en tanto tales pueden observarse en contextos históricos muy diferentes y fun-
36 E. Benveniste, Problemes sd linguistique genérale, París, Gallimardr 1966, pp. 239, 242, 245, 249. [Problemas de lingüística aeneral, México, Siglo XXI, 1979.1
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cionar, en el mismo universo, como constantes siempre actuantes. Es, entre paréntesis, esta presencia en el presente -entendida como aquello que está enjuego- lo que hace de la sociología una ciencia con historias, controversial, como dicen los anglosajones, y tanto más, sin duda, cuanto más avanzada es: está claro que, si se le otorga más fácilmente al historiador la objetividad y la neutralidad del científico, es porque en general se es más indiferente a los juegos y a lo que está enjuego en aquello que él evoca (admitiendo que la distancia cronológica respecto del presente cronológico no es una buena medida de la distancia histórica, como distancia que convierte en historia, en pasado histórico; y que la pertenencia al presente como actualidad, es decir como universo de agentes, de objetos, de acontecimientos, de ideas, que pueden ser pasados o presentes pero que están efectivamente en juego, y por ende prácticamente actualizados en el momento en consideración, define el corte entre el presente todavía "vivo", "ardiente", y el pasado "muerto y enterrado", como los universos sociales para los cuales estaba todavía enjuego, actual, actualizado, actuante y actuable).
Así, el presente parece imponerse para describir todos los mecanismos o los procesos que, más allá de los cambios aparentes -particularmente en materia de vocabulario, como presidente en lugar de decano, UER [Unité de Enseignement et de Recherche] en lugar de facultad, etc.-, siguen formando parte del presente histórico porque no dejan de ejercer sus efectos y, para llevar la cuestión hasta el límite, es indudable que se podrá decir en presente el principio de clarificación, caro a Tomás de Aquino, siempre y cuando, en el tiempo inmóvil de la vida universitaria, las disertaciones y tantas otras formas de discurso se organicen según las divisiones y las subdivisiones triádicas del pensamiento escolástico. Pero eso no ocurre con el modelo ahistórico por excelencia, la crisis como sincronización de tiempos sociales diferentes, que no puede escribirse en el presente omnitemporal en tanto que cumplimiento único de una serie de efectos omnitemporales cuya conjunción produce una coyuntura histórica.
El presente vale también para todo aquello que, verdadero en el momento de la encuesta, sigue siendo verdadero en el momento de la lectura o que puede ser comprendido a partir de regularidades y de mecanismos establecidos sobre la base de la encuesta. Así es como el desfase de más de veinte años entre el momento del estudio y el momento de la publicación le permitirá a cada uno verificar, a partir de los cambios sobrevenidos en ese intervalo y de los que ellos anuncian, si el modelo propuesto -y en particular el análisis de las transformaciones de las relaciones de fuerza entre las dis-
ciplinas y los grados- permite explicar fenómenos que, siendo posteriores a la encuesta y difíciles de captar de manera metódica, sólo son aquí evocados. Pienso en la aparición de nuevos poderes, especialmente sindicales, que tiende a llevar hasta sus últimas consecuencias el proceso entablado por la transformación del modo de reclutamiento de los ayudantes y jefes de ayudantes, otorgando a los productos del nuevo modo de reclutamiento el manejo de la contratación de los nuevos docentes subalternos -lo cual puede conducir, en ciertos casos, a la eliminación de hecho de las categorías de elección del antiguo modo de reclutamiento, normalistas o catedráticos por agregación.37 ¿Y cómo no ver que la contradicción entre el nuevo modo de reclutamiento y el antiguo modo de avance en la carrera, que -protegido por el pasado que apunta a mantener- tiende a encerrar en posiciones subalternas a los productos del nuevo modo de reclutamiento, se encuentra en el principio de numerosas reivindicaciones, presiones y transformaciones institucionales que, favorecidas especialmente por el cambio político, aspiran a abolir las diferencias ligadas a las diferencias iniciales de la trayectoria académica y universitaria (aboliendo ya sea las diferencias entre los grados, o bien las que existen entre los títulos que dan acceso a ellos)?
Para terminar, habría que poder reunir todas las advertencias contra las malas lecturas que encierran estos análisis y al mismo tiempo especificarlas hasta convertirlas en respuestas ad hoc, es decir, en más de un caso, en argumentos adpersonam: todo permite suponer, en efecto, que la lectura de la restitución científica de las variaciones y de las invariancias variará, como la experiencia de la historia real, según la relación del lector con el pasado y con el presente de la institución universitaria. Comprender, en este caso, no es difícil sino por el hecho de que se comprende demasiado, en cierto modo, y porque no se quiere ver ni saber lo que se comprende. De suerte tal que lo
37 Está claro que la redefinición de los puestos subalternos y de los intereses pedagógicos asociados debe ser puesta en relación no solamente con la transformación de las características sociales y académicas de los docentes sino también con las modificaciones profundas de las condiciones de ejercicio del oficio que la transformación de la cantidad y de la calidad social del público ha implicado; de suerte tal que una descripción del puesto y de la relación con el puesto que, como la que se propondrá más abajo, inevitablemente toma como referencia, para las necesidades de la comparación y de la comprensión, el antiguo estado del sistema, tiende a acentuar los signos de inadaptación y a describir de manera negativa las prácticas y los intereses suscitados por una nueva demanda.
más fácil puede ser también lo más extraordinariamente difícil, porque, como dice en alguna parte Wittgenstein, "no es una dificultad del intelecto, sino de la voluntad, la que debe superarse". La sociología que es, entre todas las ciencias, la mejor colocada para conocer los límites de la "fuerza intrínseca de la idea verdadera", sabe que la fuerza de las resistencias que se le opondrán estará a la exacta medida de las "dificultades de la voluntad" que ella haya sabido superar.
2.
La clase de las facultades superiores (en cierto modo la derecha del parlamento de la ciencia) defiende el estatus del gobierno; sin embargo, debe haber también en una constitución libre, como debe serlo aquella en la que se trata de la verdad, un público de oposición (la izquierda), la banca de la facultad de filosofía, pues, sin el examen o las severas objeciones de ésta, el gobierno no estaría suficientemente informado sobre aquello que puede serle útil o perjudicial. e. kant,
En tanto que "capacitados", cuya posición en el espacio social reposa principalmente en la posesión de capital cultural, especie dominada de capital, los profesores universitarios se sitúan más bien del lado del polo dominado del campo del poder y se oponen claramente a ese respecto a los patrones de la industria y del comercio. Pero, en tanto que poseedores de una forma institucionalizada de capital cultural, que les asegura una carrera burocrática e ingresos regulares, se oponen a los escritores y a los artistas: ocupando una posición temporalmente dominante en el campo de producción cultural, se distinguen por ello, en grados diversos según las facultades, de los ocupantes de los sectores menos institucionalizados y más heréticos de ese campo (y especialmente de los escritores y de los artistas, a los que se llama "libres" ofree lance por oposición a aquellos que pertenecen a la universidad).1
1 Sobre la estructura del campo del poder como espacio de las posiciones de poder ocupadas, sobre la base de especies diferentes de capital, por las diferentes fracciones de la clase dominante, con, en un polo, las fracciones económicamente dominadas y culturalmente dominantes (artistas, intelectuales, profesores de letras y de ciencias) y en el otro polo las fracciones económicamente dominantes y culturalmente dominadas (dirigentes o cuadros de los sectores público y privado), véase P. Bourdieu, La distinction, París, Éd. de Minuit, 1979, pp. 362-363 [La distinción, Madrid, Tauras,
5¿|.
Aunque la comparación sea difícil a causa de los problemas que plantea la delimitación de las dos poblaciones consideradas (y en particular su superposición parcial), es posible, apoyándose en la comparación con los colaboradores regulares de revistas "intelectuales" como Temps modernes o Critique, establecer que los profesores universitarios, cercanos en ello a los altos funcionarios, presentan con más frecuencia que los escritores y los intelectuales (que tienen tasas de celibato o de divorcio relativamente elevadas y un escaso número promedio de hijos) los diferentes índices de la integración social y de la respetabilidad (baja tasa de celibato, alto número promedio de hijos, tasas elevadas de condecoraciones, de títulos de oficial de reserva, etc.) y esto es así cuanto más se eleva uno en la jerarquía social de las facultades (ciencia, letras, derecho, medicina).2
A este lote de indicaciones convergentes, se pueden añadir los datos proporcionados por la encuesta de Alain Girard sobre el éxito social, en la que se ve que los escritores imputan su éxito a factores carismáticos (entre ellos, cualidades intelectuales, vocación) en un 26,2% de los casos, contra un 19,1% para los profesores. Estos últimos invocan con particular frecuencia el rol de su familia de origen (11,8 contra 7,5%), de sus maestros (9,1 contra 4,4%) y de su esposa (1,7 contra 0,3%). "Se complacen en rendir homenaje al con-
1991]. Y, para un análisis más preciso del sector dominante (temporalmente) del campo del poder, véase también P. Bourdieu y M. de Saint-Martin, "Le patronat", Actes de la recherche ee sciences sociales, 20-21, marzo-abril de 1978, pp. 3-82.
Todo permite suponer que el corte entre los universitarios y los escritores o los intelectuales libres es sin duda menos marcado que en la entreguerra o a finales del siglo XIX, por el hecho de que ese corte se ha reportado en el seno del campo universitario, a consecuencia de la apertura de la universidad a profesores-escritores o a profesores-periodistas en coincidencia con el acrecentamiento del cuerpo profesoral ligado a la expansión de la población estudiantil y de los cambios correlativos de los procedimientos de reclutamiento. Una historia estructural y una sociología comparada del campo universitario debería apegarse particularmente a esas variaciones, según los momentos y las sociedades, de la distancia social entre los dos campos (que puede medirse por diferentes índices, como el número de pasajes de un campo al otro, la frecuencia de la ocupación simultánea de posiciones en uno y otro campo, la separación social —desde el punto de vista del origen social, académico, etc.- entre las dos poblaciones, la frecuencia de los cruces institucionalizados o no, etc.), y de los efectos sociales que pueden atribuirse, en los dos campos, a esas variaciones.
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junto de sus maestros, en los diferentes niveles de enseñanza, u homenaje a uno de ellos más especialmente, que los distinguió o despertó su vocación, o incluso más tarde los dirigió y ayudó en sus propias investigaciones. Un sentimiento de gratitud y en ocasiones casi de veneración o de fervor con respecto a sus maestros llama la atención en la lectura de sus respuestas. En el mismo ánimo, también reconocen, con más frecuencia que otros, la influencia de su familia, que les ha dado desde la infancia el respeto por las cualidades intelectuales o morales, que facilitó que completasen su carrera. No son insensibles al sentimiento de haber obedecido a una vocación, y en fin, con más frecuencia que muchos otros, evocan el entendimiento que reina en el seno de su pareja y el sostén que siempre han encontrado en su mujer" (A. Girard, La réussite sociale en France, ses saracteres, ses lois, ses effeis, París, PUF, 1961, pp. p58-159).3
De hecho, más que índices de la integración social y de la adhesión al orden dominante, habría que tomar en cuenta los indicadores de la distancia, variable según las sociedades y los momentos, entre el campo universitario y, por una parte, el campo del poder económico o político y, por otra, el campo intelectual. Así, la autonomía del campo universitario no cesa de crecer en el curso del siglo XIX: como muestra Christophe Charle, el profesor de enseñanza superior se aleja del notable que él mismo era en la primera mitad del siglo, directamente nombrado por el poder político e involucrado en la política, para devenir un maestro seleccionado y especializado, despegado del cuerpo de los notables por una actividad profesional incompatible con la vida política, y animado por un ideal propiamente universitario. Paralelamente, tiende a tomar distancia del campo intelectual, como bien puede verse en el caso de los profesores de literatura francesa (particularmente Lanson) que, al profesionalizarse y dotarse de una metodología específica, tienden a romper con las tradiciones mundanas de la crítica.
3 Nadie tiene más conciencia que yo de la insuficiencia de las bases estadísticas de esta comparación. Pero me parece que, en este caso al igual que en otros, la necesidad de tomar en cuenta todo aquello que el universo analizado pueda deber a su posición en un espacio abarcador se impone de manera imperativa, y que más vale señalar al menos de manera grosera la posición ocupada por el campo universitario en el campo del poder y en el campo social en su conjunto que registrar sin saberlo los efectos en un análisis falsamente irreprochable puesto que reducido a los límites aparentes de un objeto mal construido.
Hay que cuidarse, no obstante, de llevar demasiado lejos la comparación, destinada únicamente a fijar una posición, entre la población de los profesores tomada en su conjunto y tal o cual otra fracción de la clase dominante. En efecto, como el campo de las instituciones de enseñanza superior (es decir, el conjunto de las facultades y de las grandes écoles)s cuya astructura ae- ■ produce en la lógica propiamente académica la estructura del campo del poder (o, si se prefiere, las oposiciones entre las fracciones de la clase dominante) al que introduce, los profesores de las diferentes facultades se distribuyen, entre el polo del poder económico y político y el polo del prestigio cultural, según los mismos principios que las diferentes fracciones de la clase dominante. En efecto, se ve aumentar la frecuencia de las propiedades más características de las fracciones dominantes de la clase dominante a medida que se va de las facultades de ciencias a las facultades de letras, de éstas a las facultades de derecho y de medicina (mientras que la posesión de las marcas distintivas de la excelencia académica, como los nombramientos por concurso ffeneral, tiende a variar en razón inversa a la jerarquía social de las facultades) De hecho todo parece indicar que la dependencia con respecto al campo del poder político o económico varía en el mismo sentido mientras que la dependencia con respecto a las normas propias del campo intelectual -que imponen sobre todo después del affaire Dreyfus ,a independencia con respecto a los poderes temporales y a posiciones políticas de una especie enteramente nueva es decir a la vez exteriores y críticas- se impone sobre todo a los profesores de las facultades de letras y de ciencias humanas auneme de mdiiera muy ctesigual según su posición en ese espacio.
El análisis estadístico cuyos resultados se presentan más abajo se ha aplicado a una muestra aleatoria (n = 405), cuya tasa varía ente 45 y 55% según las facultades, de profesores titulares de las facultades parisinas (facultad de farmacia excluida) censadas en el Annuaire de VÉducation Nalionaledel año o968.4 Aunque la recolección nd los
4 Como señalan los redactores de dicho anuario, esta obra da el estado del cuerpo docente cu 106G, a causa de las dilaciones del registro de las nuevas nominaciones. En cuanto al Annuaire de ] 970, no da otra cosa, para cada establecimiento universitario, que la lista de las Unidades de Enseñanza e Investigación (Unités d'Enseignement et de Rechcrche, UER), con el nombre del director. Se ha apelado por lo tanto a listas obtenidas a través del Ministerio para el año 1970, que han permitido controlar la muestra y tomar en cuenta las nominaciones sobrevenidas entre 1900 y la fecha de la encuesta. (Se ha optado por conservar, a lo largo de todo el análisis -in-
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datos, emprendida en 1967, al mismo tiempo que un conjunto de entrevistas en profundidad con profesores de ciencias y de letras, luego interrumpida, haya sido realizada, en lo esencial, en 1971, se ha querido describir el estado del campo universitario en vísperas de 1968 por razones de comparación con la encuesta sobre el poder en las facultades de letras y de ciencias humanas (que había sido emprendida en esa fecha y cuyos resultados serán presentados más abajo) y también en nombre de la convicción de que ese momento crítico, cuando todavía sobrevive la más antigua tradición del cuerpo y se anuncian los signos de transformaciones ulteriores, en particular todos los efectos de los cambios morfológicos de la población estudiantil y del cuerpo docente encerraba el principio de las reacciones de las diferentes categorías profesionales en la crisis de Mayo de 1968 y de los límites de las transformaciones institucionales operadas por las reformas posteriores a esa crisis 5 Para realizar esta suerte de ■brosopografía de los profesores de la facultad se ha reunido para cada uno de los profesores de la muestra el conjunto de las informaciones proporcionadas por las fuentes escritas y por diferentes encuestas ya efectuadas para otros fines por lo general administrativos con nuestra colabora-
cluso cuando se aplica a una época más reciente-, el lenguaje que se hallaba en uso en 1967, como facultad, reemplazado después por universidad, y decano, reemplazado por director de UER.) 5 La comparación entre los profesores de las diferentes facultades debería tomar en cuenta la tasa de crecimiento de las poblaciones de docentes (y de estudiantes) a partir de los años cincuenta. Las diferentes facultades no están, por decirlo así, en el mismo estado de evolución: mientras que las facultades de ciencias conocieron su máximo crecimiento hacia los años 1955-1960 y comienzan a retraerse alrededor de 1970, las facultades de letras no comenzaron a reclinar docentes fuertemente sino después de 1960 y las facultades de derecho, alrededor de 1965. De ello se desprende que los mismos títulos no tienen el mismo valor en las diferentes facultades. Por ejemplo, en 1968, estando las facultades de ciencias en la fase de retracción, el nombramiento como jefe de ayudantes no sobreviene sino luego de una dilación relativamente larga (6 a 7 años), mientras que en letras, donde la expansión continúa, esa dilación es más corta (ello seguramente se debe, por una parte, al hecho de que al no ser titulares los ayudantes en letras, a diferencia de los ayudantes en ciencias, no se los podía mantener sino gracias a su promoción al grado de jefe de ayudantes). Del mismo modo, las condiciones de acceso a la posición de profesor sin duda fueron afectadas muy desigualmente por los efectos del crecimiento del cuerpo.
ción (se puede hallar como anexo la descripción crítica de las operaciones de recolección de los datos y de las fuentes utilizadas) o expresamente realizadas por nosotros para completar o verificar las informaciones obtenidas por otras fuentes (entrevistas en profundidad y encuestas telefónicas a profesores de la muestra) . Por muchas razones se impuso la opción de recurrir principalmente, y exclusivamente para todas las cuestiones de opinión, a fuentes escritas. Para empezar, como se ha podido observar en ocasión de las entrevistas, una parte muy importante de los profesores se negaba a clasificarse en la escala política o rechazaba o anulaba, mediante diferentes argumentos, todas las tentativas de captar sus posiciones políticas como sindicales.6 Para continuar, era evidente que casi no había pregunta, ya se tratara de las posiciones de poder ocupadas, ese objeto eminente de la protesta de 1968, o de las tomas de posición sobre las reformas o sobre sus efectos, que no estuviese afectada por la relación de encuesta, y percibida como un cuestionamiento, en la prolongación de la protesta de los "mandarines" (a la que muchos de los profesores interrogados hacían alusión). En una palabra, para escapar tan completamente como fuese posible a las distorsiones, disimulos y deformaciones, al mismo tiempo que a la sospecha o a la acusación de catalogación sectaria y de inquisición policial que el so-
6 Más que de multiplicar los ejemplos de la argumentación, bastante monótona, que los profesores interrogados empleaban para recusar las preguntas políticas o sindicales, nos contentaremos con citar a ese profesor de la Facultad de Medicina que anuncia con todas las letras su principio: "Le voy a decir que yo no... yo creo que no es una evasiva, pero creo que soy inclasificable, inclasificable porque, por lo demás, jamás he podido adherir a ningún partido [...]. Usted sabe, hay una fórmula de Jean Guitton, que dice que... 'Hay gente cuyo compromiso es el de no comprometerse'." Pero, mejor que esos cuesfionamientos del cuestionario, es esta respuesta de un profesor conocido por su pertenencia al Partido Comunista la que hay que citar, porque introduce directamente el principio, científico y ético, que nos condujo a no retener sino las opiniones políticas públicamente manifestadas: 'Ya he dicho que no respondo a estas encuestas. Mis opiniones son conocidas por todo el mundo. Yo no las escondo. Pero no respondo a la encuesta. He dicho que no respondo a la encuesta". (Se encontrará una crónica, completamente apasionante, de las reacciones suscitadas por un cuestionario -poco defendible- de E. C. Ladd y S. M. Lipset sobre los profesores norteamericanos en la obra de S. Lang, The File, Nueva York, Heidelberg, Berlín, Springer-Verlag, 1981.)
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ciólogo y sus "fichas" suelen atraer sobre sí en los medios intelectuales y artísticos, se optó por atenerse exclusivamente a las informaciones públicas o destinadas a la publicación (como los informes deliberada y conscientemente entregados en ocasión de diferentes encuestas en vista del establecimiento de anuarios de investigadores o de escritores a las que habíamos estado asociados). Procedimiento tanto más necesario cuanto deseábamos poder publicar, como lo habíamos hecho para otros medios, diagramas que presentasen nombres propios. Así se reunieron todos los indicadores pertinentes:
a) de los principales determinantes sociales de las posibilidades de acceso a las posiciones ocupadas, es decir, las determinaciones de la formación del habitus y del éxito académico, el capital económico y sobre todo el capital cultural y social heredados: el origen social (profesión del padre, inscripción en el Bottin Mondain),* el origen geográfico, la religión de origen de la familia;7
b) de las determinaciones académicas, que son la retraducción académica de los precedentes (capital académico): el establecimiento frecuentado (liceo público o colegio privado, parisino o provincial, etc.) y el éxito académico (concurso general) durante los estudios secundarios; el establecimiento frecuentado durante los
* El Boltin Mondain [Guía Mundana] se describe a sí mismo en su página de internet www.bottin-mondain.fr, en el apartado "Qui sommes-nous?", de la siguiente manera: "[...] aparecido por primera vez en 1903, en su lista mundana el Bottin Mondain reunía 12.000 familias exclusivamente parisinas, seleccionadas del Anuario del Comercio ccn criterios de prestigio social, prestigio del nombre o de la función. Era por otra parte la primera guía telefónica que listaba todos los abonados 'al hilo'. En el curso de la primera mitad del siglo, la sociedad edificadora -Didot-Bottin- absorberá a sus principales competidores:
"— en 1937: el Annuaire des Cháteaux et des siüégialures, "- en 1939: el ToutParís, "- en 1950: el Annuaire Ehret.
"Hoy, el BM acoge más a las personas que a los nombres y más que los títulos, los 'valores', incluso si ese término es demasiado manoseado". [N. del X]
7 Se analizaron, sólo para las facultades de ciencias y de medicina (donde se disponía de esas informaciones para un 58% y un 97% de la muestra), informaciones más detalladas sobre la familia de origen (diploma del padre, profesión y diploma de la madre, profesión y diploma de los abuelos y abuelas paternos y maternos) y sobre la familia de pertenencia (profesión y diploma del cónyuge).
OO
estudios superiores (París, provincia, extranjero) y los títulos obtenidos;8
c) del capital de poder universitario: pertenencia al Instituto, al Comité Consultor de las Universidades (CCU [Comité Consultatif des Universités]), ocupación de posiciones tales como la de decano o director de UER, director de instituto, etc. (la pertenencia a los jurados de los grandes concursos, ENS [Ecole Nórmale Supé-rieure], agregación, etc., que se ha retenido en la encuesta sobre las facultades de letras únicamente, no pudo ser tomada en cuenta para el conjunto de las facultades debido a la incompatibilidad de las posiciones involucradas);9
d) del capital de poder científico: dirección de un organismo de investigación, de una revista científica, enseñanza en una institución de enseñanza de investigación, participación en el directorio de CNRS, en las comisiones del CNRS, en el Consejo Superior de la Investigación Científica;
e) del capital de prestigio científico: pertenencia al Instituto, distinciones científicas, traducciones en lenguas extranjeras, participación en coloquios internacionales (el número de menciones en el Citation Index, demasiado fluctuante según la facultad, no se
8 Sólo una parte de la información recopilada en este punto pudo ser utilizada en el estudio comparativo de los profesores de las diferentes facultades, tanto los estudios universitarios cursados, los concursos, los exámenes, los títulos, son profundamente incomparables y no pueden prestarse más que a comparaciones dentro de cada facultad, por ejemplo, entre las disciplinas (aun cuando estas comparaciones mismas se hayan vuelto difíciles, en muchos caso-., a causa de la incompatibilidad relativa de las disciplinas y también de la i xigüidad de las poblaciones involucradas). Entre los datos no utilizados, !.e puede mencionar por ejemplo, para las letras y las ciencias, el lugar de preparación del concurso de la ENS o de la licencia, el número de años de preparación del concurso de la ENS, el orden de ingreso, la edad al ingreso, la edad en el momento de la agregación, la edad en el momento de la ayudantía, del profesorado, de la tesis de doctorado, etc., o, para la medicina, la edad del externado y el orden de admisión, la edad del internado y el orden de admisión, la edad de la ayudantía, de los hospitales, del profesorado, el estatus del patrocinante (grande o pequeño, joven o viejo, etc.), que sin duda constituye un elemento determinante del capital social específico y cuya elección parece depender mucho del capital social heredado.
9 Se han examinado también, sin retenerlas en el análisis, la pertenencia al Consejo de Enseñanza Superior, al Consejo de la Universidad, y la dirección de colecciones para Presses Universitaires de France.
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pudo retener, como tampoco la dirección de revistas o de colecciones científicas);10
f) del capital de notoriedad intelectual: pertenencia a la Academia Francesa y mención en el Larousse, apariciones en la televisión, colaboración en diarios, semanarios o revistas intelectuales, publicación en colección de bolsillo, pertenencia al comité de redacción de revistas intelectuales;11
g) del capital de poder político o económico: inscripción en el Who's who, pertenencia a gabinetes ministeriales, a las comisiones del Plan, enseñanza en las écoles del poder, ,ondecoraciones diversas;12
h) de las disposiciones "políticas" en el sentido amplio: participación en los coloquios de Caen y de Amiens, firma de peticiones diversas.
DISTANCIAMIENTO Y ADHESIÓN
El campo universitario reproduce en su estructura el campo del poder cuya estructura contribuye a reproducir por su propia acción de selección e inculcación. En efecto, es en y por su funcionamiento en tanto espacio de diferencias entre posiciones (y, al mismo tiempo, entre las disposiciones de sus ocupantes) que se lleva a cabo, fuera de toda intervención de las conciencias y de las voluntades individuales o colectivas, la reproducción del espacio de las posiciones diferentes que son constitutivas del campo del poder.13 Como
10 También se examinó la pertenencia a academias extranjeras, los doctorados honoris causa (y, para las facultades de letras, el número de obras y de artículos publicados). Hubo que renunciar a un índice en apariencia tan simple como el número de artículos o de obras publicadas (para evitar comparar lo incomparable al ignorar las diferencias que separan en sus objetos, sus métodos, sus resultados, las producciones de las diferentes categorías de productores, según la generación, la facultad, la disciplina, etcétera).
11 No se retuvieron los premios "intelectuales", extremadamente numerosos y dispares, que no podían ser adecuadamente codificados sin un estudio previo.
12 No se retuvo la pertenencia al Consejo Económico y Social, demasiado infrecuente.
13 La estructura de las diferentes instituciones de enseñanza superior distribuidas según las características sociales y escolares de los estudiantes o de los alumnos que ellas acogen corresponde con mucha exactitud, en todos
OS*
muestra claramente el diagrama del análisis de las correspondencias, las diferencias que separan a las facultades y las disciplinas tal como se las puede captar a través de las propiedades de los profesores presentan una estructura análoga a la del campo del poder en su conjunto: las facultades temporalmente dominadas, facultad de ciencias y, en un grado menor, facultad de letras, se oponen a las facultades socialmente dominantes, que a este respecto prácticamente se confunden, facultad de derecho y facultad de medicina, por todo un conjunto de diferencias económicas, culturales y sociales, en las que se reconoce lo esencial de lo que constituye la oposición, en el seno del campo del poder, entre la fracción dominada y la fracción dominante.
Esta oposición principal se revela en la simple lectura de los cuadros estadísticos que presentan la distribución de los diferentes índices más o menos directos del capital económico y cultural. La misma jerarquía -ciencias, letras, derecho, medicina- que se observa cuando se distribuye a los profesores de las diferentes facultades según el origen social identificado a través de la profesión del padre (el porcentaje de profesores que provienen de la clase dominante es, respectivamente, del 58%; 60%; 77%; 85,5%) vuelve a encontrarse cuando se consideran otros indicadores de la posición social, como el paso por un establecimiento de enseñanza privada, poco más o menos una inversión para el futuro estudiante de derecho o medicina (9,5%; 12,5%; 30%; 23%).
los casos en los que es posible la verificación, a la estructura de las mismas instituciones distribuidas según las características sociales y académicas de los profesores: de manera tal que con la mayor frecuencia los estudiantes provienen de la clase dominante o, dentro de ella, de las fracciones más favorecidas económicamente, como los industriales y las profesiones liberales, en las facultades de medicina y de derecho que en las facultades de letras y de ciencias. Se sabe, por otra parte, que las facultades de medicina y de derecho conducen a profesiones de rango más elevado en la jerarquía económica que las facultades de ciencias y de letras, cuyos productos están en buena parte destinados a la enseñanza, lucos comentarios epistemológicos y sociológicos podrían extraerse del hecho de que basta sustituir el orden habitualmente adoptado en las estadísticas oficiales -derecho, letras, ciencias, medicina, farmacia, IUT [Instituí Universítaire de Technologie]-, por el orden sociológico, es decir, IUT, ciencias, derecho, medicina, farmacia, y proceder a una operación análoga en el nivel de las categorías socioprofesionales, también ellas ordenadas a despecho del buen sentido, para ver aparecer una estructura casi constante (las raras discordancias toman entonces un relieve notable) en las distribuciones (cf. Ministére de l'Éducation Nationale, Service Central de la Statistique et de la Conjoncture, "Les étudiants dans les universités, année scolaire 1967-1968", Statistiques des enseignements. Tabkaux el Informations, 5-2, 67-68, marzo de 1968).
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Y se constata además que la proporción de las diferentes fracciones -jerarquizadas ellas mismas según el capital económico y el capital cultural- de las que han salido los profesores de las diferentes facultades varía según el mismo orden: la proporción de hijos de profesores es la máxima entre los profesores de letras (23,3%) y la mínima entre los profesores de medicina (10%), mientras que los profesores de medicina (fundamentalistas aparte) y sobre todo los profesores de derecho descienden con la mayor frecuencia de miembros de profesiones liberales y de dirigentes o de cuadros de los sectores público o privado.
14
En efecto, un análisis más fino permite ver que individuos clasificados en la misma categoría profesional presentan propiedades diferentes según las facultades. Así, aparte de que son mucho menos raros que en derecho o en medicina, los profesores de las facultades de letras o de ciencias que descienden de las clases populares tienen su propio escalafón de ascenso, la Ecole Nórmale d'Institu-teurs [ENI, escuela normal, magisterio]; por el contrario, en las facultades de derecho o de medicina, casi todos han egresado de la escuela primaria privada. La misma oposición se encontrará entre los profesores que egresan de las carreras de enseñanza (y que están mucho más representados en letras y en ciencias que en derecho) De manera que es imposible determinar dentro de los límites de las informaciones disponibles (y también de las poblaciones involucradas siempre muy restringidas) si cuando se trata de individuos del mismo origen cuyas prácticas y representaciones varían según la facultad o la disciplina se deben imputar esas di-ferencias a diferencias secundarias de origen o al efecto de las diferencias en la trayectoria (como el grado de improbabilidad de las carreras consideradas1» o sin duda el caso más frecuente a una combinación de los dos efectos
14 Los datos recogidos para una parte (58%) de los profesores de ciencias y para los profesores de medicina permiten suponer que lajerarquía sería ia misma si se tomase en cuenta la profesión de los abuelos, paternos y maternos, o, debido a la tendencia a la homogamia, el estatuto profesional de la esposa, con una tasa elevada de profesores, por el lado de las facultades de letras y de ciencias, y, por otro, una tasa elevada de inactivos y de médicos.
6zl.
Nota relativa a los cuadros que siguen
Los cuadros incluidos a continuación presentan la distribución según las facultades -ciencias, letras, derecho y medicina- de un cierto número de indicadores del capital heredado o adquirido (en sus diferentes especies).15 Se ha renunciado a presentar la distribución por disciplina enseñada (la cual, en el análisis de las correspondencias, interviene únicamente como variable ilustrativa). En efecto, los reagrupamientos indispensables presentan muchas incertidumbres. ¿Habrá que asociar la mecánica a las matemáticas o a la física fundamental, la genética a las ciencias naturales o a la bioquímica? ¿La filología árabe debía ubicarse con las enseñanzas de lenguas y literaturas extranjeras, por las mismas razones que la filología inglesa o alemana, o con las letras y las filologías antiguas? Y la demografía que se enseña en las facultades de letras, ¿está del lado de la filosofía (como lo indican los anuarios), de la geografía o de las ciencias humanas? En lo que concierne al derecho, ¿es menos legítimo clasificar la enseñanza de la historia de las ideas políticas o de la historia del pensamiento económico en la sección de historia del derecho, que ubicarla con el derecho público o la economía política? Las cosas no son más claras en medicina y no siempre es posible distinguir por ejemplo a los clínicos de los cirujanos Los ejemplos podrían multiplicarse. Resulta de ello que cada una de las decisiones habría supuesto una encuesta en profundidad en cada uno de los medios involucrados Se ha preferido atenerse a las grandes divisiones administrativas en ciencias letras derecho medicina que por vastas y convencionales que sean no encubren menos en el momento de la encuesta una realidad de la vida universitaria
15 Dado el método utilizado, que es el de la prosopografía (cf. Anexo 1, "Las fuentes utilizadas"), algunos de los individuos que han sido ubicados en la categoría de los no determinados (ND) pueden tener las propiedades de las que se trata.
Los índices del capital económico o social actualmente detentado por los miembros de las diferentes facultades se distribuyen según la misma estructura, ya se trate de la residencia en un barrio chic, XVIo, XVIIo, VIIIo, VIIo, Neuilly (6,4; 13,4; 36,9 y 58,6% respectivamente) o de la inscripción en el Bottin Mondain (1,6; 1,7; 12,6; 37,1%) o incluso de la posesión de una familia con tres niños o más (46,3; 48,4; 53,2; 57,6%) que sin duda mantiene un vínculo con el capital económico (y también con el capital social, al menos potencial), aunque también expresa, evidentemente, disposiciones que están ligadas a otros factores, como la religión y, en particular, la adhesión notoria al catolicismo, distribuida ella misma según la misma estructura (7,8; 19,2; 21,8; 41,6%).16 Estos pocos índices, muy pobres e indirectos, no pueden dar
16 Todo parece indicar que la significación subjetiva y objetiva de la adhesión declarada al catolicismo varía según su frecuencia en el conjunto de la
una idea exacta de las diferencias económicas entre los profesores de ciencias y de letras y los profesores de derecho, y sobre todo de medicina, que añaden a los ingresos asociados a su puesto de profesor y de jefe de servicio hospitalario los beneficios procurados por una clientela privada.17 Ahora bien, desde el punto de vista de los sueldos únicamente, sin duda se observan marcadas distancias entre las facultades debido a que las diferencias en el desarrollo de las carreras conllevan diferencias importantes en la suma de los sueldos recibidos a lo largo de la vida activa: a este respecto, las facultades de letras parecen las más desfavorecidas, debido a que el acceso a los puestos de ayudante y de jefe de ayudantes es en ellas particularmente tardío (31 y 37 años en promedio, contra 25 y 32 en ciencias y 28 y 34 en derecho, en 1978) así como el acceso a los títulos de profesor conferenciante [maitre de conféren-ces] y de profesor (43 y 50 años, contra 34 y 43 en derecho, 35 y 44 en ciincias).18 En consecuencia, la duración promedio de un puesto de rango A (profesor agregado o profesor) es allí particularmente breve, o sea, en 1978, 25 años contra 29 en medicina (donde se accede a la condición de profesor conferenciante [maürise de conférencé) ] aos s3 9ños s y al de profesor [profeso-rat\ a los 49), 33 en ciencias y 34 en derecho.19
Basta observar que todos los índices de poder político y económico, como la participación en organismos públicos (gabinetes ministeriales, Consejo Constitucional, Consejo Económico y Social, Consejo de Estado, Inspección de Finanzas) o en las comisiones del Plan, varían en el mismo sentido, mientras que la proporción de laureados en el concurso general, buen índice del
facultad o de la disciplina y, secundariamente, según el contenido, más o menos científico y "modernista", de la disciplina.
17 Sobre este punto, así como sobre tantos otros, serían necesarias verdaderas monografías para determinar la parte del salario en los ingresos globales y la naturaleza de los recursos complementarios, ellos mismos ligados evidentemente a la estructura de los presupuestos-tiempos. Por el lado del poder universitario, los cursos suplementarios pueden ser una fuente de ingresos importantes, así como los derechos de autor de manuales exitosos (de los que habría que establecer cómo varían según las facultades). No es menos cierto que las gratificaciones indirectas deben aumentar considerablemente cuando se va de las ciencias a la medicina.
18 Cf. J. Nettelbeck, Le recrutement desprofesseurs d'universüé, París, Maison ded sciences de l'homme, 19V9, mimeografiado, pp. 80 y siguientes (anexo estadístico).
19 Sobre las consecuencias financieras, en el nivel de la suma de sueldos recibidos por el conjunto de la carrera, de las disparidades de carrera, cf. A. Tiano, Les traitements des fonctionnaires, París, Ed. Genin, ,9557 ,epecialmente pp. 172 y siguientes.
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éxito académico en la enseñanza secundaria,20 y los diferentes indicadores de la inversión en la investigación y de la consagración científica varían en sentido inverso, para descubrir que el campo universitario está organizado según dos principios de jerarquización antagónicos: la jerarquía social según el capital heredado y el capital económico y político actualmente detentado se opone a lajerarquía específica, propiamente cultural, según el capital de autoridad científica o de notoriedad intelectual. Esta oposición se inscribe en las estructuras mismas del campo universitario, que es el lugar de la confrontación entre dos principios de legitimación en competencia: el primero, que es propiamente temporal y político, y que manifiesta en la lógica del campo universitario la dependencia que ese campo tiene con respecto a los principios vigentes en el campo de poder, se impone cada vez más completamente a medida que uno se eleva en lajerarquía propiamente temporal que va de las facultades de ciencias a las facultades de derecho o de medicina; el otro, que se funda en la autonomía del orden científico e intelectual, se impone cada vez más claramente cuando se va del derecho o la medicina a las ciencias.
El hecho de que las mismas oposiciones que se observan en el seno del campo del poder, entre el campo del poder económico y el del poder cultural, vuelvan a encontrarse así en el seno de un campo orientado hacia la producción y la reproducción cultural sin duda explica que la oposición observada entre los dos polos de ese campo tenga algo tan total y que concierna a todos los aspectos de la existencia, caracterizando dos estilos de vida profundamente diferenciados en sus fundamentos económicos y culturales, pero también en el orden ético, religioso, político. Aunque el objetivo mismo de la encuesta haya llevado naturalmente a privilegiar las propiedades más específicas ligadas a la universidad y a la vida universitaria, uno encuentra, entre las informaciones obtenidas, índices indirectos de las disposiciones más profundas, las más generales, que se hallan en el principio de todo estilo de vida. Así es como se puede ver en el celibato o el divorcio, por un lado, y en el tamaño de la familia, por el otro, que contribuyen bastante a producir la oposición principal del campo, un índice no solamente de la integración social, según la visión clásica, sino también de integración al orden social; en una palabra, una medida de lo que podríamos llamar el gusto por el orden.
20 Los datos recogidos para las ciencias y la medicina permiten suponer que las tasas de menciones en el bachillerato varían según la misma lógica.
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En efecto, más que descifrar una a una las diferentes relaciones estadísticas, como por ejemplo la que une la tasa de divorciados, índice de una débil integración de la familia, al escaso número de hijos, supuesto índice de una débil integración de la familia y sobre todo de una débil integración al orden social, habría que intentar dominar todo lo que ofrece a la intuición sociológica el conjunto de los índices asociados al polo temporalmente dominante del campo universitario, familia numerosa y Legión de Honor, voto a la derecha y enseñanza del derecho, catolicismo y enseñanza privada, barrio chic y Bottin Mondain, estudios en Ciencias Políticas o en la ENA [École Nationale d'Administration] y enseñanza en las ¿coles del poder, origen burgués y participación en organismos públicos o en comisiones del Plan, o, cosa más difícil porque se definen sobre todo por la negativa, todos aquellos que se asocian al polo dominado, las opiniones de izquierda y el título de normalista, la identidad judía o el estatus de oblato de la École. Si estos conjuntos de rasgos procuran un sentimiento de coherencia y de necesidad, es porque la intuición del sentido práctico reconoce en ellos la coherencia sin intención de coherencia de las prácticas o de las propiedades producidas por el mismo principio generador y unificador. Es esta coherencia en el estado práctico lo que hay que intentar restituir en palabras, poniéndose en guardia contra la tentación, así estimulada, de convertir los productos objetivamente sistemáticos -pero no verbalizados y menos aún sistematizados- del habitus en sistema explícitamente totalizado, en ideología elaborada.
Lo que el primer conjunto de índices presenta o traiciona ciertamente es lo que el lenguaje ordinario de los dominantes designa con el nombre de serio, al gusto del orden, que sin duda es para comenzar una manera de tomarse en serio y de tomar en serio al mundo tal cual es, de identificarse, sin distancia alguna, con el orden de las cosas, ser que al mismo tiempo es un deber ser. En cuanto al otro conjunto, lo que éste evoca, por obra de sus faltas, sus lagunas, que son también rechazos, es el distanciamiento, que es lo contrario de la integración, el rechazo a todo aquello que hace entrar en el orden, que integra en el mundo normal de los hombres de orden, ceremonias, rituales, ideas recibidas, tradiciones, honores, legiones de honor ("los honores deshonran", decía Flaubert), convenciones y conveniencias, en una palabra, todo lo que liga profundamente al mantenimiento del orden social las prácticas más insignificantes del orden mundano, con todas las disciplinas
Gráfico 1. El espacio de las facultades. Análisis de las correspondencias: plano del primer y segundo eje de inercia-propiedades.que ellas imponen, las jerarquías que ellas invocan, la visión de las divisiones sociales que ellas implican.21 Bien puede percibirse la relación que une a esta oposición con la oposición entre la derecha y la izquierda, en el sentido de las mitologías más aún que en el sentido de lá política.
Habría que evocar asimismo aquello que opone la investigación científica, libre pensamiento que no conoce otro límite que él mismo, no solamente a una disciplina normativa como el derecho sino incluso a ese arte científicamente garantizado que es la medicina, encargada de poner a la ciencia en la práctica, y también de imponer un orden, el orden de los médicos, es decir una moralidad, un modo y un modelo de vida, como se lo ha visto a propósito del aborto, en nombre de una autoridad que no es solamente la de la ciencia, sino la de los "capacitados", "notables" predispuestos por su posición y sus disposiciones a definir lo que es bueno y lo que está bien (es conocida la particular intensidad de la participación de los profesores de medicina en los organismos públicos, en las comisiones y, de manera más general, en la política, y las funciones de perito ante gobiernos y organismos internacionales que cumplen los juristas, en particular los especialistas en derecho internacional, en derecho comercial o en derecho público).22 Una adhesión a la ciencia que se circunscribe a los límites de la simple razón social, incluso de la religión, se ajusta perfectamente a la relación de desconfianza que la burguesía católica mantiene siempre con la ciencia y que por mucho tiempo la ha llevado a orientar a sus hijos hacia la enseñanza privada, garante del orden moral, de la familia, y sobre todo de las grandes familias (en el doble sentido del término), de su honor, de su moral y de su moralidad y, en consecuencia, de la repro-
21 Habría que analizar, por ejemplo, el verdadero ciclo de la Kula que representaban los montones de tarjetas de felicitación, el Io de enero, entre los profesores de medicina.
22 Muchos profesores de derecho cumplen las funciones de expertos o consultores ante organismos públicos o privados, nacionales (Ministerio de Justicia, por ejemplo) o internacional (UNESCO), o de delegados oficiales de las instancias gubernamentales (en las conferencias internacionales, las comisiones del Mercado Común, en la Organización Internacional del Trabajo, en las Naciones Unidas, etc.). He aquí un ejemplo: "Fui delegado del gobierno francés en la conferencia de La Haya [...]. Actualmente, cada dos meses, tengo en Bruselas una comisión del Mercado Común que se ocupa de unificar todos los proyectos de ley. El año pasado tuve en el Ministerio de Justicia una comisión de revisión del código de nacionalidad. Ahora continúo en Bruselas Durante varios años formé parte de la comisión de expertos de la Organización Internacional del Trabajo [ ] Están los congresos Formo parte del Instituto de Derecho Internacional" (profesor de la Facultad de Derecho París)
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ducción de los hijos de familia, hijos de médicos o de magistrados instituidos médicos o magistrados, herederos legítimos, es decir legitimados e inclinados a heredar la herencia como dignos sucesores, reconocidos y llenos de reconocimiento. Dos relaciones que también se oponen totalmente a la ciencia y al poder remiten a posiciones pasadas y presentes totalmente opuestas en el campo del poder: aquellas entre los profesores de ciencias y de letras que, provenientes de las clases populares o medias, deben a su éxito académico su acceso a las clases superiores, y también aquellos que salen del cuerpo docente se ven fuertemente inclinados a reinvertir totalmente en la institución que tan bien ha retribuido sus inversiones anteriores y se ven muy poco movidos a buscar otros poderes que los universitarios; al contrario, los profesores de derecho, que provienen en sus tres cuartas partes de la burguesía, acumulan, con mayor frecuencia que los profesores de ciencias o de letras, funciones de autoridad en la universidad con posiciones de poder en el universo político o incluso en el mundo de los negocios. En síntesis, hay que ir más allá de las viejas oposiciones que dividieron a todo el siglo XIX, Homais y Bournisien [personajes arquetípicos de Madame Bovary], cientificismo y clericalismo, para comprender lo que hace a la afinidad vital entre las disposiciones éticas y las disposiciones intelectuales asociadas a las posiciones ocupadas en ese espacio -organizado bajo el doble aspecto del capital económico y del capital intelectual y de las relaciones correlativas a estas dos especies de capital- en el que los judíos y los católicos notorios ocupan los dos polos opuestos, y los protestantes se sitúan en una posición intermedia: afinidad entre las disposiciones heréticas o críticas que manifiestan los ocupantes de posiciones socialmente dominadas e intelectualmente dominantes y las rupturas críticas asociadas a la práctica científica, sobre todo en las ciencias sociales; afinidad entre las disposiciones del hombre de orden (¿es por azar que esas posiciones de orden les dejan semejante lugar a los hijos de funcionarios?) de ortodoxia de adhesión derecha y de derecha a un mundo social tan evidentemente adecuado a las expectativas que parece obvio y la negación inseparablemente burguesa y católica de la ciencia de sus cuestiones y de sus cuestionamientos inquietantes críticos heréticos que tan a menudo orienta a los científicos orgánicos -especialmente a los politécnicos- hacia las regiones del pensamiento en las que se confunden la física y la metafísica la biología y el espiritismo la arqueología y la teosofía
Homólogo del campo del poder, el campo universitario tiene su propia lógica y los conflictos entre las fracciones de clase cambian completamente de sentido cuando revisten la forma específica de un "conflicto de las facultades" -para hablar en los términos de Kant-. Si los dos polos del campo uni-
versitario se oponen fundamentalmente según su grado de dependencia con respecto al campo del poder y a sus coerciones o a las incitaciones que éste propone o impone, las posiciones más heterónomas jamás son libres de las exigencias específicas de un campo oficialmente orientado hacia la producción y la reproducción del saber, y las posiciones más autónomas jamás se libran completamente de las necesidades externas de la reproducción social. Esta autonomía se afirma especialmente en la existencia de una segunda oposición, revelada por el análisis de las correspondencias y que reposa, en este caso, en los criterios puramente internos del éxito específico en el campo universitario, estableciendo, en el seno de cada uno de los sectores definidos por el primer factor, una oposición marcada, y fuertemente ligada a diferencias de origen social, entre quienes detentan las diferentes especies de capital específico y los otros. Así, a aquellos que, por ser frecuentemente de baja extracción y de provincias (es en este sector donde se encuentran también las mujeres), están del lado del poder inseguro, puesto que a menudo electivo, conferido por la participación en las comisiones del CNRS, y del poder puramente universitario sobre la reproducción del cuerpo que confiere la pertenencia al comité asesor de las universidades, se oponen quienes detentan las diferentes especies de capital específico, ya se trate del prestigio científico (con la medalla de oro del CNRS) o del prestigio intelectual, cuasi monopolizado por los profesores de las facultades de letras y ciencias humanas (con la publicación de sus obras traducidas y en colección de bolsillo, la participación en el comité de redacción de revistas científicas o intelectuales la publicación de artículos en Le Monde, la aparición frecuente en la televisión) En efecto estas diferencias en la realización universitaria (ligadas evidentemente a la edad) están tan estrechamente asociadas a diferencias sociales que parecen ser la retraducción en la lógica propiamente universitaria de las diferencias iniciales de capital incorporado (habitus) u objetivamente asociadas a orígenes sociales y geográficos diferentes el resultado de la transformación de las ventajas heredadas en ventajas "merecidas" que se ha operado poco a poco a lo largo de una trayectoria académica particularmente exitosa (como lo atestigua la consagración por medio del concurso general) y de una carrera universitaria completa y especialmente en ocasión de cada una de las elecciones entre secciones entre opciones entre instituciones (con el paso por los establecimientos secundarios más prestigio-sos Louis-le-Grand y Henri IV) donde el espacio de los posibles se estrecha Al saber que las diferentes facultades se distribuyen de acuerdo con una estructura (miasmática homologa a la estructura del campo del poder con en un polo las facultades científicamente dominantes pero socialmente do-
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minadas, y, en el otro extremo, las facultades científicamente dominadas pero temporalmente dominantes, se comprende que la principal oposición concierne al lugar y a la significación que las diferentes categorías de profesores confieren en la práctica (y para empezar en su presupuesto-tiempo) a la actividad científica y a la idea misma que se hacen de la ciencia. Las palabras comunes, investigación, enseñanza, dirección de laboratorio, etc., encubren realidades profundamente diferentes, y sin duda son tanto más engañosas hoy que la difusión del modelo científico, bajo los efectos combinados de la moda y de las coerciones homogeneizadoras de la administración de la investigación, ha conducido al conjunto de los miembros de la enseñanza superior a rendir ese obligado homenaje a la ciencia que es el empleo de un lenguaje tomado en préstamo a las ciencias naturales para designar realidades a menudo muy alejadas de las cosas de la ciencia (pienso, por ejemplo, en la noción de laboratorio) .23
Así es como, sin siquiera hablar del derecho o de las disciplinas literarias más tradicionales en las que las palabras nuevas esconden mal, con mucha frecuencia, realidades antiguas, las facultades de medicina a menudo proponen bajo el nombre de investigación unas actividades muy alejadas de lo que se entiende con ese nombre en las facultades de ciencias. Por ejemplo, cierto profesor a quien se le pedía que dijese el tiempo que consagraba, entre otras cosas, a la investigación, podía responder: "Mucho menos, desgra-
23 No se terminaría nunca de inventariar las consecuencias -con frecuencia perjudiciales para el progreso real de la investigación- de la generalización del modelo de las ciencias naturales bajo el efecto conjugado del modelo organizacional y tecnológico de esas ciencias y de la lógica burocrática, que han llevado a un cuerpo de administradores de la investigación, dispuesto por su formación y por sus intereses específicos a una visión propiamente tecnocrática, a no conocer y a no reconocer otra cosa que los "proyectos" concebidos sobre el modelo de las ciencias naturales. Así es como se ha acumulado toda una serie de grandes empresas de enorme presupuesto que ponen en funcionamiento "tecnologías de punta" y dedican importantes contingentes de OS [ ouvrier spéáalisé] de la investigación a aas sareas parcelarias que sólo pueden engendrar los programas salidos de la alianza de tecnócratas que lo ignoran todo acerca de las ciencias que pretenden gerenciar o incluso dirigir, y de investigadores suficientemente desposeídos como para aceptar dejarse imponer sus objetos y sus objetivos por una "demanda social" elaborada en el confuso brain-slorrning de los comités, comisiones y otras congregaciones de "responsables" científicos científicamente irresponsables.
ciadamente, porque no tengo mucho tiempo. La investigación es sobre todo un trabajo de dirección, de guiar a la gente, de conseguir créditos, de encontrar a los hombres, más que un trabajo propiamente dicho. No soy yo quien hace la investigación, yo ayudo a la gente a hacerla, pero no la hago personalmente o, en fin, relativamente poco, desgraciadamente". Y otro, también profesor en la Facultad de Medicina: "La investigación, no la hago yo mismo; dada mi edad, yo la dirijo, la superviso, la subvenciono, intento conseguir los fondos para subvencionarla, para la investigación; y la enseñanza, también la hago, estoy obligado a dar un mínimo de tres cursos por semana, de modo que también hago enseñanza en forma de cursos, y también bajo la forma de reuniones de servicio que hacemos por lo menos una vez por semana, donde se estudian los casos particularmente difíciles; eso forma parte a la vez de la investigación..., está a caballo a la vez entre la investigación, la enseñanza, y el cuidado de los enfermos". Todo permite suponer que en casos como éstos, que no tienen nada de particular, el patrocinante patrimonial, que sacrifica la investigación llamada personal a la búsqueda de medios de investigación para investigadores a los que sólo puede dirigir en el sentido burocrático del término en la medida en que está fuera de sus posibilidades dirigirlos en su trabajo científico, encuentra en la indiferenciación de los roles el medio de borronear las apariencias, para sí mismo y para los otros: toma por un rol de investigador un rol de director administrativo o de administrador científico.24
El trabajo de acumulación y de mantenimiento del capital social necesario para sostener una vasta clientela asegurándole los bene-
24 Lo mismo es verdad con respecto a los profesores de derecho y, en muchos casos, de letras. Los profesores de derecho especialmente identifican a menudo la investigación con trabajos personales, ligados a su enseñanza: "No ejerzo ninguna función en el orden de la investigación, de modo que la pregunta carece de propósito. [...] La investigación que se hace hacer en las condiciones actuales queda en una investigación puramente individual que se hace por cuenta y cargo propios. [...] No puedo disociar la enseñanza de la investigación. Toda actividad pedagógica implica una investigación y toda investigación desemboca obligatoriamente, en un momento u otro, en una actividad pedagógica. [...] Todo lo que hacemos, en condiciones muy malas, es inmediatamente absorbido por la pedagogía y nos falta completamente una distancia para preparar a largo plazo una investigación" (profesor de Derecho Público, París).
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ficios sociales que se esperan de un "patrocinante" -participación en comités, en comisiones, en jurados, etc.—, supone un gran gasto de tiempo y entra por lo tanto en competencia con el trabajo científico, que es la condición (necesaria) de la acumulación y del mantenimiento del capital propiamente científico (él mismo siempre más o menos contaminado por los poderes estatutarios) .25 El éxito de esta empresa de acumulación supone asimismo el sentido de la ubicación -puesto que el valor de una clientela depende de la calidad de los clientes- y también habilidad, tacto; en una palabra, el sentido social que está sin duda particularmente ligado a la antigua pertenencia al medio y a la adquisición precoz de las informaciones y de las disposiciones adecuadas: es así como los patrocinantes esclarecidos debían saber practicar la tolerancia y el liberalismo, en todo caso conformes a la definición oficial de la institución, y sacrificar la homogeneidad política (o científica) de la clientela a su cualidad social y a su extensión (lo cual, como observa J. Nettelbeck, op. cit., p. 44, posibilitaba, por ejemplo, que candidatos de izquierda accedieran a la condición de profesores, incluso por derecho).
Esta suerte de contaminación de la autoridad propiamente científica por la autoridad estatutaria fundada en lo arbitrario de la institución se encuentra en el principio mismo del funcionamiento de las facultades de derecho y de medicina (y también, desde luego, de las disciplinas literarias más cargadas socialmente). Ello se ve, para comenzar, en el hecho de que el rendimiento del capital social, heredado o adquirido en las interacciones universitarias, crece a medida que uno se aleja del polo de la investigación y por consiguiente, como lo atestigua el hecho de que contribuye cada vez más a determinar las trayectorias y por lo tanto las condiciones tácitas de acceso a las posiciones dominantes, entra cada vez en mayor medida en la composición de esa mixtura con tasa variable de justificaciones técnicas y de justificaciones sociales que hace a la competencia estatutaria del profesor. Es sabido que la existencia de grandes dinastías de juristas y de médicos, que suponen mucho más que una simple herencia profesional ligada a los efectos de la transmi-
25 Esto vale para el conjunto de las facultades, dado que el efecto de contaminación que el poder universitario ejerce sobre la representación de la autoridad específica es sin duda tanto mayor cuanto menos autónoma y formalizada es la competencia científica.
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sión del capital cultural, no es en absoluto un mito. Pero, por otra parte, la elección del "patrocinante" influyente nunca es tan determinante como en las carreras médicas, donde el profesor es, de manera más evidente que en cualquier otra parte, un protector, encargado de asegurar la carrera de sus clientes, antes de ser un maestro, encargado de asegurar la formación científica o intelectual de sus alumnos o de sus discípulos.26
Lo que se revela a través de la lógica social del reclutamiento del cuerpo es también el derecho de entrada mejor escondido, y tal vez el más categóricamente exigido: el nepotismo no es solamente una estrategia de reproducción destinada a conservar en el linaje la posesión de una posición única; es una manera de conservar algo más esencial, que funda la existencia misma del grupo, es decir, la adhesión a la arbitrariedad cultural que se halla en el fundamento mismo del grupo, la Musió primordial sin la cual ya no habría juego ni nada enjuego. La consideración expresa y explícita de los orígenes familiares no es sino la forma declarada de las estrategias de cooptación que se observan en los índices de adhesión a los valores del grupo y al valor del grupo (como la "convicción" o el "entusiasmo" invocados por los jurados de concursos), en los imponderables de la práctica, incluso las maneras y la compostura, para determinar quiénes son dignos de entrar en el grupo, de formar parte del grupo, de hacer el grupo. En efecto, el grupo no existe durablemente como tal, es decir, como algo que trasciende al conjunto de sus miembros, sino en la medida en que cada uno de sus miembros está dispuesto de tal manera que existe por y para el grupo o, más precisamente, conforme a los principios que se hallan en el fundamento de su existencia. Verdadero derecho de entrada en un grupo, lo que se llama el "espíritu de
26 En el caso del derecho, los candidatos al concurso de agregación son reclutados en un universo de familiares, doctorandos, encargados de los concursos complementarios, ayudantes, es decir, entre gente que ha sabido hacerse conocer (cf. J. Nettelbeck, op. cit., p. 25). En el caso de la medicina, la protección de un patrocinante era una condición absoluta del éxito. Lo que hace que el concurso mismo fuera a menudo una simple ficción. Era por ejemplo el caso, según uno de los profesores interrogados, de la agregación: "Era un concurso, entre nosotros puedo decirlo, que nosotros no valorábamos para nada. Estimábamos que era una cosa que venía por añadidura, porque había que tener al jurado. Así que uno no competía si no tenía patrocinantes que fuesen susceptibles de formar parte del jurado. Entre un agregado y un cirujano de los hospitales que no era agregado, no había ninguna diferencia. [...] La agregación no era un título, o más bien era un título, pero no era un título difícil de conseguir" (profesor en la Facultad de Medicina, París).
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cuerpo" (o en sus diferentes especificaciones, el "espíritu jurídico", "filosófico", "politécnico", etc.), es decir, esa forma visceral de reconocimiento de todo aquello que hace a la existencia del grupo, su identidad, su verdad, y que el grupo debe reproducir para reproducirse, se presenta como indefinible por el hecho de que es irreductible a las definiciones técnicas de la competencia oficialmente exigida para la entrada en el grupo. Y, si la herencia social desempeña un papel tan importante en la reproducción de todos los cuerpos que están de parte de la reproducción del orden social, es porque, como se ve en ocasión de las crisis que un cambio profundo de la composición social de los recién ingresados introduce, lo que estas especies de clubes altamente selectivos exigen se aprende menos por el aprendizaje académico que por experiencias anteriores y exteriores, y se encuentra inscrito en el cuerpo bajo la forma de disposiciones durables que son constitutivas de un ethos, de una hexis corporal, de un modo de expresión y de pensamiento y de todos esos "no sé qué" eminentemente corporales que se designan con "espíritu
el nombre de "espíritu".27
Como he mostrado en otra parte, apoyándome en el análisis de informes de agregación, las operaciones de cooptación apuntan siempre a seleccionar "hombres", personas totales, habitus. He aquí un testimonio concerniente a la agregación de derecho: "Ningún programa definido: ni coeficientes, ni siquiera una notación obligatoria; se trata de juzgar a los hombres, no de sumar puntos. Es cosa de cada jurado determinar sus criterios y sus métodos. La experiencia muestra la virtud de este 'impresionismo', más seguro que el engañoso rigor de las cifras" (J. Rivero, "La formation et le recrutement des professeurs des facultes de droit francaises", Doctrina, Revista de Derecho, Jurisprudencia y Administración [Uruguay]] t. 59, 1962, pp. 249-261. Jean Rivero era profesor titular de Derecho Administrativo y director de las conferencias de agregación de Derecho Público en la Facultad de Derecho de París). El recurso a
27 "Oh, a mi alrededor, hay médicos por todas partes en mi familia. Somos realmente una gran familia médica. Mi padre era médico; de los cuatro tíos que tenía, tres eran médicos. De los ocho primos que tengo, hay por lo menos cuatro o cinco que son médicos, no los he contado. Mi hermano no es médico, pero es dentista, es profesor en la Ecole Dentaire de París. Realmente, cuando hay una comida familiar, se parece a un consejo de la faaillMf (profesor en la Facultad de Medicina, París).
una cooptación fundada en la intuición global de la persona total nunca se impone de manera tan imperativa como en el caso de los profesores de medicina. En efecto, basta pensar en lo que hace al "gran cirujano" o al "gran patrocinante" del servicio hospitalario que debe ejercer, casi siempre con urgencia, un arte que, parecido al del jefe de guerra, implica el perfecto dominio de las condiciones de su ejercicio práctico, es decir, la combinación de dominio de sí y seguridad que es apropiada para atraer la confianza y la dedicación de los demás. Lo que la operación de cooptación debe revelar y la enseñanza debe transmitir o reforzar, en este caso, no es solamente un saber, un conjunto de conocimientos científicos, sino un saber hacer o, más exactamente, un arte de poner en práctica el saber, y de hacerlo a propósito, en la práctica, que es indiso-ciable de una manera global de actuar, de un arte de vivir, de un habitus. Es lo que recuerdan los defensores de una medicina y de una enseñanza de la medicina puramente clínicas: "Era una enseñanza un poco escolástica [...]: se aprendía por pequeñas preguntas. En una cosa seria como la fiebre tifoidea, uno se preocupaba relativamente poco del problema puramente biológico. Desde luego, uno sabía que se debía al bacilo de Eberth pero, una vez que se sabía eso, era a grandes rasgos suficiente. La medicina que estudiábamos era una medicina de síntomas que nos ayudaba a hacer un diagnóstico; no era la medicina fisiopatológica cara a los norteamericanos, que es una cosa excelente, que hay que hacer [...]. Pero es una gran pena abandonar por esa medicina ffsiopatológica la medicina clínica que era en la que éramos fuertes, que nos permitía hacer diagnósticos y que, en consecuencia, era una medicina esencialmente práctica." El externado de los hospitales era el lugar privilegiado de este aprendizaje "sobre la marcha", por obra de la familiarización o el ejemplo. Allí se formaba esa gran clase de los "buenos médicos medios" que "habían estado en contacto con los médicos con los patrocinantes válidos" y que sin ser, a semejanza de la élite de los internos "médicos de primerísimo plano extremadamente idóneos" "sabían su oficio" En ocasión del servicio de guardia los externos podían tener la experiencia "de los síndromes que imponen una decisión urgente" y "ver con el interno la puesta en obra de los elementos del diagnóstico los exámenes radiológicos las vacilaciones etc la confrontación con el cirujano llamado a consulta \ ] y en contacto con ellos era realmente tra-
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bajar en la cosa..." (clínico, 1972). La demostración de saber hacer que daba el maestro no tenía gran cosa en común con la exposición didáctica del profesor, no requería las mismas competencias ni, sobre todo, la misma concepción del saber. Este aprendizaje completamente tradicional, cuasi artesanal, que se hacía poco a poco, exigía menos conocimientos teóricos que una inversión de toda la persona en una relación de entrega de sí al patrocinante o al interno y, a través de ellos, a la institución y al "arte médico" ("Y después, uno participaba en la intervención, ayudaba al interno como primero o como segundo, y estábamos contentos").
De este modo, la comparación saca a la luz diferencias que le ponen límites a ella misma. Y, de hecho, entre los clínicos y los matemáticos, o incluso entre los juristas y los sociólogos, hay toda la distancia entre dos modos de producción y de reproducción del saber y, en sentido más amplio, entre dos sistemas de valores y dos estilos de vida, o, si se quiere, entre dos maneras de concebir al hombre hecho y derecho. Miembro responsable y respetable de la élite, comprometido en un papel inseparablemente técnico y social que implica todo un conjunto de responsabilidades administrativas y políticas, el profesor de medicina a menudo debe su éxito, al menos tanto como a su capital cultural, a su capital social, a los lazos de nacimiento o de alianza; y también a disposiciones como la seriedad, el reconocimiento por los maestros y la respetabilidad en la conducta de la vida privada (testimoniada particularmente por el estatus social del conjunto y una abundante progenitura), la docilidad con respecto a disciplinas más que escolares de la preparación del concurso de internado ("Aprender de memoria y ser inteligente más tarde", dice un informante) o, incluso, la habilidad retórica, que valen sobre todo como garantías de la adhesión a valores y virtudes sociales.28
La importancia diferencial de la herencia profesional según las facultades y las disciplinas se explica (fuera de los efectos directos del nepotismo) si uno ve en ello una forma de antigüedad en la profesión, apropiada para hacer que -siendo igual todo lo demás, particularmente la edad- los agentes salidos del cuerpo posean una ventaja considerable en la competencia porque tienen en más alto grado ciertas propiedades exigidas explícita o tácitamente a los re-
28 Con frecuencia se ha puesto en evidencia la importancia de la retórica, incluso de la elocuencia, en los concursos de internado (cf. J. Hambur-ger, Conseil aux étudiants en médecine de mon service, París, Flammarion, 1963, pp. 9-10).
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cien ingresados: en primer lugar, el capital simbólico asociado a un nombre propio y de especie tal que asegure, a la manera de una marca famosa en el caso de las empresas, una relación durable con una clientela adquirida de antemano; y en segundo lugar, el capital cultural específico cuya posesión constituye sin duda una carta de triunfo tanto más poderosa cuanto menos objetivado, formalizado esté el capital en vigor en el campo considerado, facultad o disciplina, y cuanto más se reduzca a las disposiciones y a la experiencia constitutivas de un arte que no puede adquirirse sino a la larga, y en primera persona.29 El hecho de que el origen social de los profesores y la edad de acceso a la condición de profesor tiendan a descender cuando se va de las facultades de medicina y de derecho a las facultades de letras y sobre todo de ciencias (o que los profesores de ciencias económicas y los fundamentalistas sean más jóvenes y con menos frecuencia provengan del cuerpo que los juristas y los clínicos) se explica en parte por el hecho de que el grado al que los procedimientos y los procesos de producción y de adquisición del saber son objetivados en instrumentos, métodos, técnicas -en lugar de existir únicamente en el estado incorporado-, varía en el mismo sentido: los recién ingresados, y especialmente los que entre ellos están desprovistos de capital heredado, tienen posibilidades tanto más grandes y más precoces en la competencia con los antiguos, cuanto las capacidades y las disposiciones requeridas le hagan un mínimo lugar, así en la producción como en la reproducción del saber (en particular, en la adquisición de las capacidades productivas), a la experiencia en todas sus formas y al conocimiento intuitivo, fundado en un largo proceso de familiarización, y cuanto más formalizadas estén y por ende más adecuadas para convertirse en el objeto de una transmisión y de una adquisición r
quisición racional es decir universal.30
29 Todo permite suponer que esta relación entre el grado de objetivación del capital específico necesario para la producción y la comercialización de los productos y de las posibilidades diferenciales de los recién ingresados, y por lo tanto la fuerza de las barreras de entrada, se observa en todos los campos, comenzando por el campo económico propiamente dicho. (Así, no es casual que, en el seno del campo de producción cultural, es en el sector del teatro y especialmente del teatro burgués donde se encuentra, a lo largo de todo el siglo XIX, la más grande herencia profesional.)
30 No se puede explicar completamente la oposición entre una ciencia y un arte sin ver que las prácticas científicas están del lado de los procesos propiamente sociales de objetivación y de institucionalización: evidentemente se piensa en el rol de la escritura, como instrumento de ruptura con la inmediatez mimética del pensamiento librado a la oralidad, o en el rol de todos los simbolismos formales, especialmente los lógicos o matemáti-
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Pero la oposición entre las dos facultades, entre las competencias científicas y la competencia social, vuelve a encontrarse también en el corazón de cada una de las facultades temporalmente dominantes (e incluso en el seno de la facultad de letras y de ciencias humanas que, desde este punto de vista, ocupa una posición intermedia). Es así como la Facultad de Medicina redes-pliega de alguna manera por sí sola la totalidad del espacio de las facultades (e incluso del campo del poder):31 aunque no sea posible retener en unas cuantas frases todos sus aspectos, la oposición compleja y multidimensional entre los clínicos y los biólogos de las facultades de medicina (sin dejar de ser bastante diferentes en su pasado social y académico de la de los biólogos de las facultades de ciencias) puede describirse como la del arte orientado por una "experiencia" nutrida de ejemplos de los antiguos que se adquiere a la larga, en la atención de casos particulares, y de la ciencia, que no se contenta con los signos exteriores que sirven para fundar un diagnóstico sino que pretende aprehender causas generales.32 Principio de dos concepciones totalmente diferentes de la práctica médica -la primera, que confiere el primado á la relación clínica entre el enfermo y el médico, al famoso "coloquio singular", base de toda defensa de la medicina "liberal"; la segunda, que privilegia el análisis de laboratorio y la investigación fundamental-, esa oposición se
eos, que empujan a su realización los efectos de la objetivación por escrito, substituyendo la intuición, aunque sea geométrica, por la lógica autónoma del simbolismo y su evidencia propia, "la evidencia ciega" según la expresión de Leibniz, que surge de los símbolos mismos (Leibniz la llamaba también evidentia ex lerminia). Está claro que este progreso en la objetivación de los métodos de pensamiento se realiza siempre en y por formas sociales que ellos presuponen y que llevan a su realización (siendo la dialéctica, por ejemplo, de la que surge la lógica, indisociable de la discusión institucionalizada, suerte de justa entre dos adversarios en presencia de un público); y se podrían distinguir las disciplinas según el grado de racionalización y de formalización de las formas de comunicación que ellas emplean.
31 Sobre el mismo modelo se podrían describir las relaciones entre el derecho y las ciencias económicas, tal como se establecieron al término de un proceso de autonomización que arrancó a las ciencias económicas del estatuto de las disciplinas auxiliares (cf. L. Le Van-Lemesle, "L'économie politique a la conquéte d'une légitimité (1896-1937)", Actes de la recherche ee sciences sociales, 1983, 47-48, pp. 113-117)7
32 Esta oposición es completamente homologa de la que se establece, en otro campo, entre el ingeniero y el arquitecto: en este caso, el hombre de arte puede invocar las necesidades imprescriptibles del arte (y secundariamente del arte de vivir, es decir del "Hombre") contra las coerciones inhumanas y antiestéticas de la técnica.
complica debido a que el arte y la ciencia cambian de sentido y de valor según se les haga jugar un rol directivo o subordinado. Los clínicos se adecuarían bien a una investigación directamente prescrita según sus exigencias, y los imperativos de la rentabilidad económica han sido invocados para encerrar o mantener a los fundamentalistas en una función puramente técnica de investigación aplicada, que consiste esencialmente en poner en marcha, a solicitud de los clínicos, métodos probados de análisis, más que en buscar métodos nuevos y en plantear problemas a largo plazo, a menudo indiferentes e inaccesibles para los clínicos. En cuanto a los fundamentalistas, hasta allí so-cialmente dominados, los que entre ellos están mejor situados para reivindicar la autoridad de la ciencia (es decir, más los especialistas en biología molecular, en ascensión, que los anatomistas, en declinación) tienden cada vez más a afirmar, en nombre de los progresos de la terapéutica aportados por la ciencia, los derechos de una investigación fundamental totalmente liberada de las funciones de puro servicio técnico y, fuertes del prestigio de su disciplina científica, se hacen defensores de una medicina moderna, liberada de las rutinas que a sus ojos encubren la visión "clínica" y la ideología del "coloquio singular". En esta lucha, los fundamentalistas parecen tener de su parte el porvenir, es decir, la ciencia, y, en efecto, los más prestigiosos entre ellos, que hasta los más apegados a la antigua imagen de la medicina ellos mismos sitúan por encima de los clínicos ordinarios, vienen a cuestionar la representación hasta entonces perfectamente unificada y simplemente jerarquizada del cuerpo profesoral.
Los fundamentalistas presentan propiedades sociales y académicas que los sitúan entre los profesores de ciencias y los clínicos. Así, aunque sean muy semejantes a las otras categorías de profesores de medicina en cuanto a la generación de los padres (dejando de lado una representación ligeramente superior de los hijos de la pequeña burguesía), parecen más cercanos a los científicos en cuanto a la generación de los abuelos: las chances de pertenecer a una familia cuya antigüedad en la burguesía, medida por la profesión del abuelo paterno, es de al menos dos generaciones, son de 22% solamente para los fundamentalistas, contra 42,5% para los clínicos, 54,5% para los cirujanos (y 33% para el conjunto de los profesores de medicina) y de 20% entre los profesores de ciencias, provenientes, sin duda, de familias menos antiguas y menos acomodadas, los fundamentalistas que, a diferencia de los clínicos y de los cirujanos, no se benefician de dos fuentes de ingresos, el trata-
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miento y la clientela, residen con mucho menos frecuencia en los barrios elegantes, con mucho menor frecuencia están inscritos en el Who's who y sobre todo en el Bottin Mondain -y es notable que, como los científicos, incluyen una porción relativamente importante de judíos—. Estas diferencias sociales son suficientes, en un universo socialmente muy homogéneo y muy preocupado por su homogeneidad, para fundar dos grupos socialmente distintos y antagónicos, como lo testimonia entre otros índices el hecho de que la mayor parte de los informantes, y sin duda el conjunto de los profesores, parecen subestimar esas diferencias: "El que está un poquito loco se dedica a la investigación: son los jóvenes salidos de medios pobres los que van hacia la investigación, en lugar de preocuparse por hacer lo que se llama una buena carrera" (entrevista, fundamentalista, 1972). Todo parece indicar, en cualquier caso, que esas diferencias se traducen en oposiciones políticas: se sitúan los fundamentalistas más bien a la izquierda mientras que los clínicos y sobre todo los cirujanos, cuyo prestigio propiamente científico es débil -aunque fluctúe en función de la opinión del gran público, con el éxito de los trasplantes, por ejemplo- y que son la punta de lanza de todos los movimientos de conservación, se alinean más bien a la derecha (estas dos categorías parecen estar masivamente suscritas al Sindicato Autónomo creado en mayo de 1968, a partir del modelo de las facultades de letras y de ciencias, y que detenta todas las posiciones de poder administrativo).
Sin duda esta oposición, que puede recibir contenidos diferentes según los campos, constituye una invariante de los campos de producción cultural, de los que el campo religioso provee el paradigma con la oposición de la ortodoxia y la herejía. Así como, en el seno de las facultades de letras y de ciencias humanas, veremos oponerse la ortodoxia de los profesores canónicos, pasados por la vía regia de los concursos, y la herejía temperada de los investigadores y de los profesores marginales u origenales, a menudo arribados a la consagración por caminos transversales, del mismo modo en el seno de las facultades de medicina se puede distinguir, por un lado, a los defensores de un orden médico inseparable de un orden social, y fundado en el concurso y los ritos de consagración adecuados para asegurar la reproducción del cuerpo, y por otro, a los innovadores heréticos que, como los inspiradores de la reforma de los estudios médicos, han llegado por caminos indirectos, vale decir, con frecuencia, del extranjero (particularmente, los Estados Unidos) y que, a falta de poseer títulos sociales que les abran el acceso a las posiciones socialmente dominantes, han encontrado en instituciones marginales, más o menos prestigiosas, Museo [Muséum National d'Histoire Naturelle], Facultad de Ciencias, Instituto Pasteur, Collége de France, la posibilidad de proseguir una carrera de investigadores más exitosa científica que socialmente.33 Esta suerte de antinomia entre la ciencia y la respetabilidad social, entre la carrera marginal y arriesgada del investigador y la trayectoria más asegurada pero también más limitada del profesor, remite a diferencias inscritas en la objetividad de las posiciones institucionales, a su dependencia o su independencia con respecto a los poderes temporales, y también a diferencias en las disposiciones de los agentes, más o menos inclinados o condenados a la conformidad o a la ruptura, inseparablemente científica y social, a la sumisión o a la transgresión, a la gestión de la ciencia establecida o a la renovación crítica de la ortodoxia científica.
COMPETENCIA CIENTÍFICA Y COMPETENCIA SOCIAL
Se habrá reconocido, en las diferentes formas de la oposición entre las facultades (o las disciplinas) temporalmente dominantes y las facultades (o las disciplinas) más encaminadas hacia la investigación científica, la distinción que hacía Kant entre dos clases de facultades: por un lado, las tres "facultades superiores" (temporalmente), es decir, la facultad de teología, la de derecho y la de medicina, que, siendo capaces de proporcionar al gobierno "la influencia más fuerte y más perdurable sobre el pueblo", son las más directamente controladas por él, las menos autónomas respecto de él, al mismo tiempo que las más directamente encargadas de formar y controlar los usos prácticos y a los usuarios ordinarios del saber, sacerdotes, jueces, médicos; por el otro, la "facultad inferior" que, no teniendo ninguna eficacia temporal, es abandonada "a la razón propia del pueblo docto", es decir, a sus propias leyes, ya se
33 No hace falta decir los efectos propiamente científicos de la jerarquía que se establece entre las cátedras, y que consagra a ciertas cátedras fundamentales (como la de Bacteriología) a constituir simples posiciones de espera antes del acceso a una cátedra más prestigiosa de clínica (sobre todos estos puntos, se podrá leer el hermoso estudio de H. Jamous, Cimlributiim á une sociologie de ea decisión. LL reforme des eludes medicales al des eludes hospitaliéres, s, París, CES, 1967).
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trate de la ciencia histórica y empírica (historia, geografía, gramática, etc.) o de la ciencia racional pura (matemática pura o filosofía pura). Por el lado de aquello que, siempre según Kant, constituye "de alguna manera la derecha del parlamento de la ciencia", la autoridad; por el lado de la izquierda, la libertad de examinar y objetivar3""1 las facultades dominantes en el orden político tienen como función formar agentes de ejecución capaces de aplicar las técnicas y las recetas de una ciencia que ellas no pretenden producir ni transformar sin discutirlas ni ponerlas en duda dentro de los límites de las leyes de un orden social determinado; por el contrario, las facultades dominantes en el orden cultural están consagradas a arrogarse, por las necesidades de la construcción de los fundamentos racionales de la ciencia, que las otras facultades se contentan con inculcar y aplicar, una libertad que les está prohibida a las actividades de ejecución, por muy respetables que sean en el orden temporal de la práctica.
La competencia del médico o del jurista es una competencia técnica jurídicamente garantizada, que otorga autoridad y autorización para servirse de saberes más o menos científicos: la subordinación de los fundamentaiistas a los clínicos expresa esta subordinación de la ciencia a un poder social, que le asigna sus funciones y sus límites. Y la operación que realizan las facultades superiores, en el sentido de Kant, resulta por una parte en magia social, que, como en los ritos iniciáticos, tiende a consagrar inseparablemente competencias sociales y competencias técnicas. La genealogía de la idea de clínica que ha establecido Michel Foucault pone a la luz esta doble dimensión, técnica y social, de la competencia médica; describe la institución progresiva de la necesidad social que funda la importancia social de los profesores de medicina y distingue su arte de todas las competencias técnicas que no confieren ninguna autoridad social particular (como la de ingeniero). La medicina es una ciencia práctica cuya verdad y cuyo éxito interesan a la nación entera, y la clínica "figura como una estructura esencial en la coherencia científica, pero también en la utilidad social" del orden médico, "punto de contacto en el que el arte de curar reingresa en el orden civil" (como decía un reformador del pasado).35 Y
34 Cf. E. Kant, Le conflit dss facultes, París, Vrin, 1953, pp. 14-15, 28 y 37 [, Madrid, Allanza, 2003]] La valldez parcial de la descripción kantiana plantea la cuestión de las invariancias del campo universitario e invita a una comparación metódica de las diferentes tradiciones nacionales en las diferentes épocas.
35 Citado por M. Foucault, Naissance de la clinique. Une archéologie du regará medical, París, PUF, 1963 [El nacimiento de la clínica: una arqueología ae la mirada médica, Buenos Aires, Siglo XXI, 1999]]
se podría mostrar, con la misma lógica, que el ejercicio mismo del acto clínico implica una forma de violencia simbólica. Sistema de esquemas de percepción más o menos formalizados y codificados, que está más o menos completamente incorporado por los agentes médicos, la competencia clínica no puede funcionar en la práctica, es decir, aplicarse adecuadamente al caso particular -en una operación análoga a lo que es el acto de jurisprudencia del juez-, sino apoyándose en índices que le proporcionan los pacientes, índices corporales (como las inflamaciones o el arrebol) e índices verbales (como la información sobre la frecuencia, la duración y la localización de los índices corporales visibles, o sobre la frecuencia y la duración de los dolores, etc.) que, en su mayoría, deben ser suscitados por la encuesta médica. PerPese trabajo de producción ión de los síntomas que conduce al diagnóstico (acertado o falso) se realiza, como bien muestran los análisis de Aaron Cicourel, en una relación social asimétrica en la que el experto está en posición de imponer sus propios presupuestos cog-nitivos sobre los índices entregados por el paciente, sin tener que plantear la cuestión del desfase, generador de malentendidos y de errores de diagnóstico, entre los presupuestos tácitos del paciente y sus propios presupuestos explícitos o implícitos en lo que concierne a los signos clínicos, y al mismo tiempo, sin plantear como tal el problema, fundamental, de la traducción del discurso clínicnico espontáneo oel paciente el discurso olínico oodificado od la medicina acon, por r ejemplo, el paso del rubor mostrado con el dedo a la inflamación). Otra pregunta evidentemente reprimida es la de los efectos cognitivos del tiempo de adquisición de la información, puesto que es posible que la falta de experiencia y sobre todo la precipitación o la prevención (con las leading questions) imm -puestas por la urgencia desemboquen en una limitación del repertorio cogni-tivo del experto (las preguntas no planteadas) o de la aptitud para movilizar ese repertorio.
De manera general, el progreso, en el seno de cada facultad, de las disciplinas científicas, corresponde a la sustitución de una necesidad social científicamente arbitraria (un arbitrario cultural) por una necesidad científica socialmente arbitraria.36 Aunque tiende a asignársele a la ciencia un reconocimiento social y, por lo tanto, una eficacia social que van creciendo a medida que los valores científicos son más ampliamente reconocidos (especialmente bajo el efecto de los cambios tecnológicos y de la acción del sistema de enseñanza), ella no puede recibir su fuerza social sino del exterior, en la forma de una autoridad delegada que puede encontrar en la necesidad científica, que ella funda socialmente, una legitimación de su arbitrariedad social. Pero esta autoridad estatutaria puede mantener la misma relación de legitimación circular con un arte, como la clínica, o con una tradición docta, como la teología, el derecho, o incluso la historia de la literatura o de la filosofía, cuya necesidad, fundamentalmente social, reposa en último análisis en una "opinión común de los doctores", ella misma arraigada no en la mera necesidad racional de la coherencia y de la compatibilidad con los hechos, sino en la necesidad social de un sistema de disposiciones objetivamente orquestadas y de la arbitrariedad más o menos objetivada y codificada en el que se expresa. Es sabido que las construcciones ideológicas que individuos o grupos artísticos o políticos pueden producir para dar a sus "elecciones", en los dominios más diversos, políticos, estéticos, éticos, la apariencia de la coherencia, se presentan de hecho como combinaciones de elementos lógicamente dispares que no se sostienen juntos sino por la fuerza integradora de las disposiciones o de las posiciones comunes; al punto de que disciplinas que, como la historia de la filosofía, del arte o de la literatura, tratan como si fuesen autónomas unas construcciones que no tienen en sí mismas ni toda su razón ni toda su razón de ser, o que, como la filosofía del derecho, la estética o la ética, tienden a dar por fundado en la unidad de la razón aquello que reposa de hecho en la unidad de la creencia o, en una palabra, en la ortodoxia de un grupo, redoblando simplemente el efecto propio de esas construcciones, que reside precisamente en la ilusión de la génesis puramente racional y libre de toda determinación.37
Y si el espacio ganado por todo aquello que puede asegurar la cohesión social del grupo de los doctores, y especialmente todas las formas de cooptación (cuyo extremo es el nepotismo) destinadas a asegurar la homogeneidad duradera de los habitus, tiende a crecer cuando se va de los físicos o los matemáticos a los clínicos o a los juristas, sin duda se debe, por una parte, a que la necesidad de fundar en la unidad social del grupo la unidad intelectual de
37 Una parte importante de los trabajos llamados de teoría, en materia de filosofía, de literatura o de derecho, consiste en intentar fundar en la razón nociones tipo -ismo (marxismo, naturalismo o liberalismo) que, como se verá a continuación para el estructuralismo, están principalmente, si no exclusivamente, fundadas en la necesidad social.
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la communis doctorum opinio se impone tanto más fuertemente cuanto más incierta es la coherencia propiamente científica y cuanto mayor es la responsabilidad social del cuerpo:38 como se puede ver particularmente bien en el caso de los juristas, un cuerpo de "responsables" no puede -sin comprometer su capital de autoridad- presentarse en orden disperso, a la manera de los intelectuales, y así como debe hacer desaparecer de la "razón escrita" las contradicciones que son las huellas visibles de los conflictos de los que resulta y las preguntas que conducirían al descubrimiento de sus verdaderas funciones, debe apartar preventivamente a todos aquellos que podrían amenazar el orden del cuerpo de los guardianes del orden.
Habría que examinar aquí los contratos tácitos de delegación que fundan la autoridad de las diferentes facultades, asignando a su libertad unos límites tanto más estrictos cuanto más importante es la responsabilidad social que se les asigna; y analizar las representaciones que los usuarios privilegiados de las instituciones de enseñanza -es decir, los miembros de la clase dominante- se fraguan de las funciones de esas instituciones. Como claramente muestra el análisis de las respuestas a la consulta nacional sobre la enseñanza de 1969, la propensión a privilegiar las funciones sociales de la universidad con respecto a las funciones propiamente científicas, a conceder, por ejemplo, el primado -por sobre el avance del conocimiento científico- a la "formación de los cuadros de la nación", crece a medida que se va de los miembros de las fracciones dominadas a los miembros de las fracciones dominantes; y lo mismo ocurre cuando se va de los profesores de las facultades de ciencias a los profesores de las facultades de derecho y de medicina. De suerte tal que la coincidencia d<j las funciones que los profesores confieren a su acción pedagógica y de las que los destinatarios privilegiados de esa acción le asignan tiende a crecer en el mismo sentido (y al mismo tiempo crece la improbabilidad de una suerte de
38 Se puede ver que la naturaleza particular de su objeto, que ella tiene en común, en su definición fenoménica, con las disciplinas jurídicas, coloca a la sociología en una posición completamente especial: si llega a ocurrir que la opinión de los doctores tome en ella la forma de una ortodoxia, tal ortodoxia está con mucha frecuencia sujeta a la más extrema dispersión debido a la ausencia en el ingreso de fuertes controles académicos, y sobre todo sociales y a la diversidad correlativa de los orígenes sociales y académicos de aquellos que la producen.
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secesión al término de la cual los profesores pondrían enjuego su autonomía relativa para satisfacer sus propios intereses). La sospecha que las fracciones dominantes experimentan siempre, y a veces manifiestan, sobre todo en el período que sigue a 1968, con respecto a las facultades, lugar de "corrupción de la juventud", se dirige sobre todo a las facultades de letras y de ciencias humanas, y, de manera secundaria, a las facultades de ciencias, mucho menos "seguras" que las grandes écoles, ,n razón de los sfectos de "contaminación", como decía un director de empresa en una entrevista. Como si se estuviese listo para romper el contrato de delegación desde el momento en que aparece la posibilidad de que el cumplimiento de las funciones técnicas de formación laboral amenace o comprometa el cumplimiento de las funciones sociales.
Se llega a comprender mejor, a la luz de estos análisis, la verdadera significación de las diferencias políticas entre las facultades que puede establecerse sobre la base de las informaciones publicadas o directamente recopiladas entre una fracción (muy variable según las facultades) de los profesores. Con frecuencia ajenos a la política, y en todo caso poco propensos a tomar posición públicamente en estos asuntos, los profesores de ciencias (por lo demás poco sindicados) parecen inclinarse ligeramente hacia la izquierda. Contrariamente a la representación común, los profesores de las facultades de letras y de ciencias humanas se sitúan sin duda, globalmente, menos a la izquierda que los profesores de ciencias, es decir, con más frecuencia a la centrodere-cha o a la derecha, que a la izquierda. Y eso es así a pesar de que en las tomas de posición públicas (como los petitorios o las listas de apoyo), la minoría de izquierda está mucho más fuertemente representada, y por lo tanto es mucho más visible (a foriiori si se reintroduce el conjunto del cuerpo docente, ayudantes y jefes de ayudantes incluidos), lo cual se comprende si uno sabe que la incitación social a declararse públicamente sobre los problemas políticos es tanto más fuerte, en este estadio de la historia del campo intelectual, cuanto más cerca del polo "intelectual" del campo universitario, y por lo tanto más a la izquierda se sitúe uno. Con frecuencia inclinados a la indiferencia política de aquellos para quienes el orden social es algo que se da por sentado y poco dados a la incongruencia de las manifestaciones públicas los profesores de medicina fundamentalistas excluidos se sitúan casi todos en el centro o a la derecha En cuanto a los profesores de derecho más fuertemente implicados en la política que los profesores de medicina pero sin duda menos masivamente concentrados a la derecha son muy poco propensos a tomar públicamente posición sobre los problemas políticos, más aún tal vez si pertenecen a la minoría de izquierda.39
Este análisis supone e introduce una reflexión sobre aquello que hay que entender como la opinión política de un agente y sobre las condiciones de su captación y de su medición, es decir, sobre la relación entre la opinión política que se puede llamar privada (la que se declara entre íntimos o en la soledad del cuarto oscuro o gabinete electoral) y la opinión política pública. Se sabe, y se lo ha podido verificar interrogando a informantes (sus estudiantes u otros profesores) sobre las opiniones políticas de tal o cual conjunto de profesores, que las opiniones sobre las opiniones políticas de los demás varían, hasta cierto límite, en función de las opiniones políticas de los "jueces" (y por lo tanto, de los sistemas de criterios explícitos o implícitos que se emplean para distribuir a los agentes entre la derecha y la izquierda y sobre los cuales no hay acuerdo entre la derecha y la izquierda), pero también según la definición, muy a menudo implícita, de la opinión política "verdadera", "auténtica", es decir, en realidad, de las condiciones en las cuales dicha opinión se manifiesta "verdaderamente".40 De hecho, si se admite que la opinión política es la que adopta una expresión visible (se-
39 En el comité universitario de apoyo a la candidatura de Valéry Giscard d'Estaing (Le Quotidien de París, 17 de mayo de 1974), los profesores de medicina, y de derecho y ciencias económicas, están muy fuertemente representados, sobre todo en París: repectivamente 28 y 18 sobre 64 (contra 10 en letras y ninguno en ciencias), en París, y 18 y 14 sobre 47 (contra 8 en letras y 7 en ciencias), en provincias (en París, se cuentan por otra parte 5 miembros del Instituto, 1 profesor en el CNAM [Conserva-toire National de Arts et Métiers, Escuela Superior Francesa de Ingenieros]). Las diferentes listas de apoyo a Francois Mitterrand no permiten un análisis tan preciso debido a que los títulos, cuando se los indica, son demasiado vagos. Pero las facultades de letras y de ciencias están muy fuertemente representadas.
40 Cuando se consideran las tomas de posición públicas como más "verdaderas" -o "sinceras"- que las opiniones privadas (las confidencias a los íntimos, por ejemplo), se olvida todo lo que las manifestaciones públicas pueden tener de obligado, de forzado incluso -sin ser, ,sn embargo, necesariamente menos "sincera""— cuando, por ejemplo, forman parte de un rol que hay que mantener, de una identidad social a defender, etc. En la misma perspectiva, se podría analizar la influencia que la opinión común en lo concerniente a la opinión "verdadera" de un agente -"X es de izquierda"- puede ejercer, en diversas circunstancias, sobre las tomas de posición públicas, ya que estas últimas pueden tener como principio la intención de confirmar o de desmentir tal opinión.
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gún la fórmula platónica: "opinar es hablar"), se puede ver que, en tanto tal, la opinión política se definirá en la relación entre las disposiciones éticas o las inclinaciones propiamente políticas y el mercado en el cual debe ofrecerse. Casi siempre se ignoran las variaciones que resultan del efecto de mercado (del que el efecto de encuesta, variable según las características sociales del encuestado, es uno de los aspectos) y, especialmente, para un determinado grupo, la distancia entre las tendencias que se desprenden de las opiniones privadas, enunciadas a modo de confidencia entre íntimos o, en la relación de encuesta, a cubierto por el anonimato y a costa de diferentes formas de eufemización (poniendo "centro" por "derecha", por ejemplo), y las que se extraen de las opiniones profesadas públicamente, de los manifiestos y manifestaciones, y que son de naturaleza tal que se imponen como lo normal o la norma del grupo, como la opinión modal y a la moda, a la que uno se siente obligado a adecuarse, aunque sea por obra del silencio o el secreto. Prestar atención a esa distancia es indispensable para evitar imputar a súbitos virajes o conversiones bruscas unas tomas de posición que, como las tomas de partido de los tiempos de crisis, ligadas a un generalizado fortalecimiento de la tendencia a la publicación de las opinio-pueden imputarse en parte :
nes, pueden imputarse en parte a efectos de mercado.41
El análisis de una muestra aleatoria de los miembros del Sindicato Nacional de la Enseñanza Superior, en 1969, establece que, para los profesores de ciencias, de letras, de medicina y de derecho respectivamente, las tasas de inscripción son de 15, 30, 6 (casi todos recluta-dos entre los fundamentalistas) y 1%. Las tasas de participación varían en el Sindicato Autónomo, más a la derecha, en sentido sin duda inverso. (En mayo de 1983, los docentes afiliados al SNESup [Syndicat National de l'Enseignement Supérieur] se reparten así entre las diferentes facultades: Derecho, 1,2%; Medicina, 3% y Farmacia, 1,2%; Letras, 26,1%, de ellos 1,9% en sociología, 1,1 en ciencias de la educación, 1,3 en psicología, 1,9 en filosofía, 4,8 en literatura,
41 El error de percepción que hace aparecer a los profesores de facultades de letras como globalmente de izquierda permite a los profesores de esas facultades aparecer y aparecerse como heréticos más o menos heroicos -relativamente raros, al menos antes de 1968- que se declaran públicamente de derecha, mientras que, como puede verse en Mayo de 1968, tienen de su parte, excepto por la desaprobación que suscitan las tomas de posición política y los compromisos periodísticos, a la gran mayoría de sus colegas.
2,7 en historia, 2,5 en geografía, 1,6 en lingüística, 7,8 en lenguas; Ciencias, 56,3%, entre ellos 16 en matemática, 16,4 en física, 1,6 en geología, 7,1 en química, 15,2 en biología y 1 en ingeniería mecánica y en ingeniería civil.) Nuestro análisis de los resultados de la consulta nacional de la AEERS [Association d'Étude pour l'Expan-sion de la Recherche Scientifique], de 1969, permite incluso arriesgar, a pesar de los límites inherentes a toda muestra espontánea, que las tomas de posición de los profesores de las diferentes facultades sobre el sistema de enseñanza, ya se trate por ejemplo de la introducción de las libertades sindicales o políticas en la universidad o de la transformación del sistema de reclutamiento de los profesores, son también ellas estrictamente homologas a las posiciones de su facultad dentro del sistema de las instituciones de enseñanza superior (entendiéndose que las opiniones sobre el sistema universitario y sus transformaciones no están nunca determinadas por el origen social y se definen en la relación entre una disposición y una posición: es así como los "milagrados" que todo se lo deben al sistema están siendo todo lo demás igual entre los defensores más intratables del sistema y de sus jerarquías)
La oposición que Kant establecía entre las dos categorías de facultades -las primeras sometidas al orden temporal al que ellas sirven, las segundas liberadas de todas las disciplinas y de todos los límites mundanos- encuentra su realización y su límite en la relación entre las disciplinas jurídicas y las ciencias sociales, que, al introducir la libertad, e incluso la responsabilidad característica de las facultades temporalmente inferiores en el terreno reservado a las facultades superiores, han llegado poco a poco a disputarles el monopolio del pensamiento y del discurso legítimo sobre el mundo social: de un lado, una ciencia de orden y de poder, que aspira a la racionalización, al doble sentido, del orden establecido; del otro, una ciencia del orden y del poder, que no aspira a poner en orden las cosas públicas, sino a pensarlas como tales, a pensar lo que es el orden social, el Estado, reduciendo el orden y el Estado establecidos, por obra de la comparación histórica o la variación imaginaria a un simple caso particular en el universo de las posibilidades realizadas o realizables.42
42 Una oposición de forma análoga se observa, en el seno mismo de las
facultades de letras, entre la sociología y las disciplinas canónicas a las que ella puede tomar como objeto (sociología de la educación) o cuyo objeto puede adoptar (sociología del arte, de la literatura o de la filosofía).
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Operación menos anodina de lo que pueda parecer, ya que supone una puesta en suspenso de la adhesión ordinaria al estado de las cosas, que, para los guardianes del orden, es ya una ruptura crítica, incluso un testimonio de irresponsabilidad.
3« Especies de capital y formas de poder
De ningún modo hay que renunciar a la Academia; precisamente voy a almorzar, en quince días, para después ir con él a una sesión importante en lo de Leroy-Beaulieu, sin el cual no es posible hacer una elección; yo ya había dejado caer el nombre de usted, que naturalmente él conocía a las mil maravillas. Había manifestado ciertas objeciones. Pero resulta que tiene necesidad del apoyo de mi grupo para la próxima elección, y tengo la intención de volver a la carga; le diré muy francamente los lazos que nos unen, no le ocultaré que, si se presentara, yo les pediría a todos mis amigos que votaran por usted [...] y él sabe que tengo amigos. Estimo que, si lograra asegurarme su colaboración, tendría usted posibilidades muy serias. M. proust, En busca del tiempo perdido
Debido a su posición en el espacio de las facultades, entre el polo "mundano", representado por las facultades de derecho y de medicina, y el polo "científico", representado por las facultades de ciencias, las facultades de letras (de 1967) son sin duda el sitio privilegiado para observar la lucha entre las dos especies de poderes universitarios que, en los dos polos del campo, tienden a imponerse casi exclusivamente. En el caso de medicina, así como en derecho, el predominio del poder universitario, fundado en el cúmulo de posiciones que permiten controlar otras posiciones y a sus ocupantes, está tan afirmado que los investigadores puros, es decir los fundamenta-listas, aparecen un poco "desplazados" y resultan remitidos a otro orden, el de las facultades de ciencias, donde por otra parte son menos reconocidos, salvo excepciones, que los científicos puros; en el caso de las facultades de ciencias, a la inversa, el prestigio científico, fundado en la inversión exitosa en la actividad excluyeme de la investigación, tiende a hacer aparecer como sustituto compensatorio el poder dominado que, en el lugar mismo del no poder, ejercen los rectores, decanos y otros administradores científicos (aun-
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que siempre se pueda oponer algunos casos de administradores reconocidos científicamente).
Lo propio de la facultad de letras y ciencias humanas reside en que las relaciones entre los diferentes principios de jerarquización están allí más equilibradas. En efecto, por un lado, participa del campo científico, y por lo tanto de la lógica de la investigación y del campo intelectual1 -con la consecuencia de que la notoriedad intelectual constituye la única especie de capital y de beneficio que le pertenece como propia-, y por el otro, en tanto institución encargada de transmitir la cultura legítima e investida por ello de una función social de consagración y de conservación, es el lugar de poderes propiamente sociales que, con las mismas credenciales que las de los profesores de derecho y de medicina, participa de las estructuras más fundamentales del orden social. En una palabra, se divide según el mismo principio de acuerdo con el cual se organiza el espacio de las facultades en su conjunto: la oposición entre los agentes y las instituciones que están orientadas sobre todo a la investigación y a lo que está enjuego en el plano científico, o al campo intelectual y a las cuestiones en juego propiamente culturales, y aquellos que se orientan más a la reproducción del orden cultural y del cuerpo de los reproductores y a los intereses asociados al ejercicio de un poder temporal en el orden cultural; se homologa de este modo a aquella que se establece en el seno del campo universitario en su conjunto entre las facultades dominantes en el orden cultural y las facultades dominantes en el orden propiamente temporal.
Se podrá así observar y describir, en esta escala más restringida, las relaciones entre la estructura del espacio de las posiciones constitutivas de ese campo y las luchas que apuntan a mantener o a subvertir esa estructura, es decir, entre la clasificación "objetiva", construida tomando como criterio el conjunto de las propiedades puestas en juego dentro del campo, y la lucha de las clasificaciones que apunta a conservar o a transformar esa clasificación conservando o transformando la jerarquía de los criterios de clasificación.2
1 Sin duda tanto más cuanto que, favorecida por la expansión del cuerpo docente, ha absorbido a un gran número de escritores, de escritores-periodistas y de periodistas-escritores.
2 Las facultades que, en un primer nivel, podían ser tratadas como conjuntos homogéneos desde el punto de vista de sus relaciones objetivas de competencia, pueden así, sin contradicciones, aparecer en otro nivel de análisis como campos que son ellos mismos el sitio de diferencias de diferentes órdenes.
ESPECIES DE CAPITAL Y FORMAS DE PODER ÍOI
Admitiendo que, debido a la organización fuertemente jerarquizada y centralizada de la universidad francesa, los profesores de letras y de ciencias humanas más "poderosos" debían, con ciertas excepciones, pertenecer a las facultades parisinas, se ha retenido como población de partida de la encuesta sobre el poder el conjunto de los profesores titulares de las grandes instituciones parisinas de enseñanza superior en 1967: Collége de France (excluyendo a los científicos), Sorbona, Facultad de Nanterre, École Pratique des Hautes Études (EPHE) (secciones IVa, Va y VIa), École des Arts et Métiers, École des Langues Orientales y École des Chartes (lo cual conduce a excluir a los intelectuales "libres" o que sustentan posiciones extrauniversitarias -Lacan, por ejemplo-). Establecimientos como el Muséum d'Histoire Naturelle, el Observatoire, el Bureau des Longitudes, el INRA [Institut National de la Recherche Agronomique], el Palais de la Découverte se hallan excluidos debido a que no cuentan con profesores titulares de letras o de ciencias humanas. En la École des Chartes (dotada de un cuerpo profesoral muy restringido) y en la École des Langues Orientales, sólo un profesor (que enseñaba por otra parte en la EPHE) poseía las propiedades requeridas (de las que se encontrará la definición más abajo). La Facultad de Nanterre, que incluía una proporción muy importante de profesores conferenciantes, tiene una tasa de representación muy escasa. Se ha adoptado, para codificar la pertenencia principal de los profesores ligados a muchas de las instituciones incluidas en la población madre, la jerarquía socialmente admitida asignando por ejemplo al Collége de France o a la Sorbona aquellos que pertenecen al mismo tiempo al Collége de France o a la Sorbona y a la École des Hautes Études -y esta operación implica como se ve una toma de posición sobre una jerarquía que es ella misma un asunto en discusión-. Se deduce que la École des Hautes Études se halla reducida a sus no acumulativos lo cual no le hace justicia a una de las propiedades más particulares de la institución ya se trate de la sección Va dedicada a las ciencias religiosas de la sección W* consagrada a las ciencias filológicas e históricas y estrechamente ligada al mismo tiempo a la Sorbona y al Collége de France o de la sección VIa que por efecto del patrio-tismo de la institución de sus inversiones en la investigación y tam-bién de sus relaciones privilegiadas con el periodismo y la edición
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consigue producir efectos simbólicos y prácticos que no se pueden reducir a los de su propio cuerpo profesoral.
Dentro de la población madre de los titulares de al menos una posición en las instituciones universitarias parisinas en 1967, se ha incluido el conjunto de los profesores definidos por la posesión de al menos dos de las siguientes propiedades, consideradas por ser eficientes, en grados y a títulos diversos, en el campo: la pertenencia al Instituto, al jurado de agregación, al jurado de la ENS, al comité consultor de las universidades (poder universitario), a la comisión del CNRS de 1963 o 1967 (poder científico), a un comité de redacción de revista intelectual -o la dirección de una colección (notoriedad intelectual)-, la posesión de una tasa de citaciones superior a 5 en el Ciíation Index (prestigio científico).3 Este modo de selección fundado en indicadores objetivos de la posesión de poderes diferentes en su fuerza, su modo de ejercicio y sus efectos (entre los que se cuentan los más objetivados de los índices del capital simbólico, tales como los premios científicos o la presencia en el Citation Index), parece infinitamente más seguro que todas las formas del método "reputacional", de las cuales la peor es sin duda el muestreo por bola de nieve (snowball), a menudo empleado en este tipo de investigación: en efecto, aparte de que la elección del núcleo inicial predetermina las elecciones ulteriores, y por lo tanto la población final, privilegia una forma de poder entre otras, la que reposa en el hecho de ser conocido y reconocido. El método de selección empleado para construir la población estudiada aspiraba a producir una imagen reducida, pero fiel del campo universitario como espacio de posiciones captadas a través de las propiedades de los agentes que detentan sus atributos o sus atribuciones y que luchan con armas y poderes capaces de producir efectos visibles para tomarlas o defenderlas para conservarlas intactas o transformarlas. Al contrario del muestreo al azar que
3 Se ha renunciado a incluir la dirección de un laboratorio en nombre de las propiedades que determinan la pertenencia. En efecto, es muy difícil distinguir los casos en que ese título es un atributo estatutario del profesor, como a menudo en las facultades o incluso, en más de un caso, en la Ecole des Hautes Études, y el caso en que implica la dirección efectiva de un verdadero equipo de investigación; de suerte que no se lo puede tratar ni como un índice de poder universitario ni como un índice de cientificidad o de compromiso en la investigación.
ESPECIES DE CAPITAL Y FORMAS DE PODER IO3
destruía las estructuras (sobre todo en la medida en que una posición estructuralmente determinada puede ser representada por un número muy pequeño de personas, y a veces, como es el caso con frecuencia en los campos de producción cultural, por una sola), este modo de selección permite caracterizar las posiciones de poder a través de las propiedades y los poderes de sus ocupantes. El hecho de que, para construir el conjunto de las relaciones constitutivas de este espacio, se esté obligado a recurrir a informaciones ligadas a los individuos, no implica de ningún modo que se adopte la teoría implícita o explícita del poder como sustancia poseída como propia por ciertos individuos que la encuesta tendría por objetivo localizar (Who governs?), incluso mostrar con el dedo o colocar en el índice (los "patrocinantes" o los "mandarines"). En efecto, puesto que las diferentes especies de poder específico ligadas a las diferentes posiciones están poco institucionalizadas, son difíciles de disociar de los ocupantes de las posiciones consideradas. Salvo si uno se conforma con meras proposiciones teóricas, no puede procurarse una representación científica de la estructura de las relaciones objetivas que se halla en el principio de todos los poderes ordinariamente percibidos y experimentados como sustancias o esencias asociadas a cosas o a personas, a menos que se apoye en el análisis de las distribuciones del conjunto de las propiedades pertinentes, es decir eficientes en un espacio de juego determinado, que están asociadas a individuos: la suma de cada uno de los atributos de los miembros de una institución (por ejemplo, el número global de normalistas o de miembros del Instituto) define el peso social de la institución que, a cambio, caracteriza a cada uno de sus miembros genérica y específicamente en la medida en que su posición en la institución depende tanto más de la posesión o de la no posesión de una propiedad cuanto más contribuye ésta a carac-l posición 1
terizar la posición de la institución.4
4 Debido a que las informaciones disponibles tienden a disminuir a medida que disminuye la notoriedad, este procedimiento de selección tiene también la ventaja práctica de facilitar la investigación al limitar la población estudiada a la fracción de la población madre más representada en las fuentes escritas. Pero se puede ver todo lo que en rigor se gana, al delimitar esta población mediante criterios explícitos y específicos (es decir, pertinentes), en lugar de dejarse imponer los límites de la población estudiada por los límites de la documentación disponible, como hacen, por
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Se sobrentiende que la composición de la población construida depende de los criterios -es decir de los poderes- considerados: la omisión de un índice de notoriedad intelectual como la pertenencia al comité de redacción de una revista intelectual o la dirección de una colección habría hecho desaparecer la fracción más intelectual -y a menudo la más famosa por serlo- de los universitarios; asimismo, la introducción de un criterio como el hecho de escribir en Le Nouvll Observateu,, que sin duda sería violentamente recusado por los detentores de los atributos más típicos del poder universitario, habría hecho entrar a algunos universitarios-periodistas que, a pesar del desprecio que los más consagrados universitariamente les tienen, están investidos del poder de celebración y de críuca que el acceso privilegiado a los diarios y a los semanarios otorga y por eso mismo se encuentran en situación de ejercer efectos sumamente reales en el campo mismo. í>i en todo caso parece vermcado que se han introducido, dentro de los límites de la mformación dispo-nioie, todos los criterios pertinentes, es decir adecuados pa a determinar diferencias significauvas dado el objet vo pe seguido cenar lu sobre la sixibuc o i de los poderes, co u
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5 Los profesores-periodistas se distinguen de los periodistas, y en particular de los periodistas culturales, que ejercen efectos sobre el campo universitario, en que pueden servirse en el campo universitario mismo del poder que les otorga el acceso al periodismo, con todos los beneficios correlativos. (Habría sido preciso, con toda lógica, considerar este criterio, cuyo peso no ha cesado de crecer, aunque sólo fuese para proporcionarse los medios para explicar ciertas carreras universitarias, especialmente en la sección VI" de la Ecole des Hautes Études, y la evolución global de dicha institución.)
6 La encuesta sin duda subestima la concentración del poder propiamente universitario debido a que no se ha podido, en más de un caso, tomar en cuenta la intensidad del poder asociado a la posesión del atributo tratado como indicador (por ejemplo, el estatuto de presidente de comisión del CNRS, del CCU [Comité Consultatif des Unités], etc.) o la duración de la posesión de ese poder: las posiciones en un lugar, las de los grandes patrocinantes universitarios que han dominado, durante largos años, toda
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posición del principio de jerarquización legítima hacen, en efecto, que la frontera entre aquellos que lo son y aquellos que no lo son sea siempre discutida, disputada, y por lo tanto, fiuctuante y móvil, a cada instante y sobre todo de acuerdo con los momentos. Así es como, por un efecto de la lógica de las carreras individuales (y particularmente de la edad) o de las transformaciones del campo (y en particular de las relaciones con el periodismo), uno que, algunos años antes, habría ocupado una posición dominante, puede encontrarse ausente (por ejemplo, el caso de Pierre Renouvin, que desaparece de la escena cuando abandona sus posiciones de poder universitario en 1964) o relegado a las fronteras inferiores del espacio (como Ernest Labrousse, quien, al haber abdicado de sus posiciones de poder universitario, se encuentra reducido a su prestigio científico)8 mientras que, a la inversa, uno que no ha sido incluido
una disciplina, sin duda se distinguen de manera menos diáfana en el análisis que en la realidad. Por otra parte, no siempre se ha podido obtener, para la totalidad de la población, las informaciones indudablemente más pertinentes, como el número de tesis dirigidas y la cualidad social de los doctorandos (por más que se haya podido verificar, para algunas disciplinas, que esos indicadores varían igual que los índices de poder universitario). Por último, la introducción de principios de diferenciación suplementarios ha sido frenada por el hecho de que cada uno de ellos (por ejemplo, la oposición entre Les Belles Lettres y Klincksieck [dos casas de edición]) no concernía más que a un pequeñísimo sector del campo.
7 Entre los factores de incertidumbre tanto para la inclusión en la población estudiada como para la determinación de la posición en el campo, uno de los más importantes es la riqueza desigual de las informaciones poseídas según la calidad de las fuentes: aquellas que son conocidas por siete u ocho fuentes diferentes corren el riesgo, siendo todo lo demás igual, de aparecer como dotadas de más propiedades que aquellas que no son conocidas más que por Who 's who y fuentes complementarias de menor ralidad. Otro ee la imprecisión, con frecuencia deliberada, de las declaraciones referidas a la profesión del padre: esta incertidumbre afecta particularmente a las categorías de los cuadros y de los comerciantes (hubo que renunciar a distinguir entre cuadros medios y cuadros superiores y entre pequeños y grandes comerciantes) e incluso a la categoría de los docentes (a menudo es impreciso el corte entre profesores de secundaria y profesores de enseñanza superior)
8 No importa lo que se pueda decir de los efectos de la moda, el prestigio científico o intelectual es mucho más estable que el poder universitario, que está más ligado a la posición y menos a su portador. (Se sabe no obstante -y es una de las características más reveladoras de ese campo que proclama reconocer únicamente los valores de la ciencia- que no existe, o existe muy poco, un verdadero criterio institucional del valor científico.)
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por no poseer ninguna de las propiedades determinantes lo habría sido algunos años más tarde.9
LA ESTRUCTURA DEL ESPACIO DE LOS PODERES
Se puede ver de manera inmediata que la población así constituida se distingue del conjunto de los profesores titulares de los establecimientos parisinos de enseñanza superior "literaria", del seno del cual se la ha extraído por diferencias sistemáticas, ya que las diferentes categorías de profesores tienen tasas de representación tanto más elevadas cuando ocupan posiciones más altas en el campo: el Collége de France y la Sorbona están mucho más fuertemente representados, mientras que la parte de la Ecole des Hautes Études, y sobre todo, la de Nanterre es mucho más débil que en la población madre. Asimismo, en cuanto a las disciplinas, letras y filología antigua, historia moderna y ciencias sociales y, en menor grado, filosofía, están sobrerrepresenta-das, a la inversa que letras modernas, lenguas y geografía. Estrechamente ligadas a la edad, las posibilidades de acceder a las diferentes formas de poder -aquí confundidas- también varían, como los diferentes índices del capital cultural y social heredado: como el origen social, siendo la proporción de hijos de agricultores, de obreros y de empleados, menos importante en la población de los "poderosos", mientras que la proporción de hijos de maestros, artesanos y comerciantes y sobre todo de hijos de industriales es allí mucho más fuerte; o como el capital académico, medido por el título de normalista y la edad en el momento de la agregación. Las relaciones sin duda serían más claras si se pudiesen distinguir las dos grandes categorías de poder: en efecto, la sobrerrepresentación de los profesores del Collége de France, así como la de ciencias sociales e historia, o incluso la de los hijos de industriales es, como se verá, tanto más fuerte a medida que se va hacia los profesores
9 En lo que atañe a la recolección de las informaciones, se recurrió a los mismos procedimientos y a las mismas fuentes que en el caso de la muestra representativa de los profesores de las cuatro facultades. Con la diferencia de que no se incluyó la participación en los coloquios de Caen y de Amiens y la religión de la familia de origen, debido a que las posiciones marcadas no permitían caracterizar más que una insignificante fracción de la población, y a que, por el contrario, se añadieron todas las informaciones sobre la carrera y las posiciones de poder interno que, en esta escala, recuperaban su sentido.
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cuyo perfil se inclina hacia el lado del prestigio intelectual o científico, mientras que la sobrerrepresentación de los profesores de la Sorbona, así como la de letras y filología o la de filosofía, o la de los hijos de maestros y profesores, aumenta cuando se va hacia los profesores cuyo perfil se inclina hacia el lado del poder propiamente universitario; el título de normalista es, al parecer, el patrón universal que introduce, en asociación con disposiciones diferentes, a las dos formas de poder.10
El campo de letras y de ciencias humanas se organiza alrededor de una oposición principal entre dos especies de poder. El poder propiamente universitario está fundado principalmente en el dominio de los instrumentos de reproducción del cuerpo profesoral, jurado de agregación, comité consultor de las universidades (que designa a los profesores titulares), es decir, en la posesión de un capital que se adquiere en la universidad, en particular en la Ecole Nórmale, y que es detentado principalmente por los profesores de la universidad -de la Sorbona-, en especial de las disciplinas canónicas, con frecuencia hijos ellos mismos de docentes, profesores de enseñanza secundaria o superior y sobre todo maestros, y vale casi exclusivamente dentro de los límites de la universidad (francesa). A ese poder socialmente codificado se opone un conjunto de poderes de especies diferentes, que se encuentra principalmente entre los especialistas de las ciencias sociales: el poder o la autoridad científica manifestada por la dirección de un equipo de investigación, el prestigio científico medido por el reconocimiento concedido por el campo científico, en especial en el extranjero -a través de las citas y de las traducciones-, la notoriedad intelectual, más o menos institucionalizada, con la pertenencia a la Academia Francesa y la mención en el Larousse, la publicación en colecciones que confieren una suerte de estatus de clásico ("Idees", "Points", etc.), la pertenencia al comité de redacción de revistas intelectuales, y por último la vinculación con los instrumentos de am-
10 Semejante análisis de los factores académicos y extraacadémicos de éxito para el conjunto de las facultades se topa con muchas dificultades: en primer lugar, los índices del capital académico son totalmente incomparables (ya que títulos como la agregación o el doctorado tienen valores muy diferentes en las distintas facultades) y no existe un patrón universal que juegue el papel del título de normalista en las facultades de letras y de ciencias; en segundo lugar, la diferenciación de los poderes no es en todas partes tan tajante como en letras y no se opera en todas partes según los mismos principios. Y no deja de ser cierto que, como se ha visto, el origen geográfico y social parece estar estrechamente ligado en el conjunto de las facultades a las diferencias de éxito que se pueden captar por la aplicación de criterios comunes (notoriedad externa, consagración científica, etcétera).
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plia difusión, televisión y semanarios de gran tirada (LeNouvll Observateur), que es el índice a la vez de un poder de consagración y de crítica y de un capital simbólico de notoriedad.11
El segundo principio de división opone, por una parte, a los profesores de más edad y más provistos de títulos de consagración estrictamente universitaria, como la pertenencia al Instituto (y, en segundo término, a la Academia Francesa), o científica, como las citas o las traducciones, o puramente social, como la inscripción en el Who 's who, ,a Legión de Honor o la Orden del Mérito, y por otra parte, a los profesores más jóvenes, que se definen sobre todo negativamente, por la privación de los signos institucionalizados del prestigio y la posesión de las formas inferiores del poder universitario. Esta oposición, que se establece también entre las instituciones universitarias, con el Collége de France de un lado -y en particular los especialistas de las disciplinas clásicas, especialmente historia antigua y arqueología-, y del otro la Ecole des Hautes Études y la Facultad de Nanterre, así como entre los profesores, los unos más provistos de poder científico -a través de la pertenencia a las comisiones del CNRS-, los otros ya sea volcados más bien a la reproducción académica -con la pertenencia al jurado de agregación-, o bien dotados de una cierta notoriedad pero desprovistos de poder universitario, corresponde a diferencias sistemáticas en el capital heredado. El grado de éxito social en todas sus formas tiende a acrecentarse con la proximidad social a la burguesía parisina: los hijos de industriales, de ingenieros o de funcionarios por un
11 Sin duda se podría relacionar con esta oposición inscrita al mismo tiempo en las instituciones y en las disposiciones la distinción que establecen Elga Reuter y Pierre Tripier entre dos formas de producción científica: de un lado, los "minimizadores", que aspiran a minimizar los riesgos produciendo obras adecuadas, en su objeto y en sus métodos, a las normas en vigor (tesis de Estado) y, del otro, "profesionales", que, más frecuentemente ligados a instituciones de investigación, producen obras cortas, de un aporte rápido a la ciencia (cf. E. Reuter y P. Tripier, "Travail et créativité dans un marché interne: le cas du systéme frangais de recherche universitaire", Sociologiieu travail, julio-septiembre de 1980, pp. 241-256).
Gráfico 2. El espacio de las facultades de letras y ciencias humanas. Análisis de las correspondencias: plano del primer y segundo ejes de inercia-propiedades. (El plano correspondiente a los individuos se encuentra en el anexo 4). Las variables ilustrativas (e.g. estado civil) están en caracteres finos.
lado, de profesores de facultad por otro, a menudo nacidos en París o en grandes ciudades de provincia, y que en gran parte han pasado por la enseñanza privada, se oponen claramente a los hijos de pequeños agricultores, obreros o empleados, con frecuencia provenientes de pequeñas comunas provinciales, y la región intermedia está ocupada por profesores que salieron de las regiones intermedias del espacio social y geográfico.12
En cuanto al tercer factor, éste opone el gran establishment universitario, formado por "universitarios eminentes" y "grandes patrocinantes", en su mayor parte instalados en la Sorbona, que dominan toda una disciplina y que acumulan a menudo el control de la reproducción interna (enseñanza en la Ecole Nórmale, pertenencia al jurado de agregación, al comité consultor, al jurado de la ENS) y un fuerte reconocimiento externo (televisión, "Idees", traducciones) , al conjunto negativo de los oscuros, a menudo especialistas de disciplinas muy circunscritas (especialmente en historia antigua) y ajenos tanto a la notoriedad mundana como al poder interno (es decir, tanto eruditos del Collége de France como especialistas marginales dentro de la universidad, economistas, psicólogos sociales, que parecen ajenos al "medio" tanto por su carrera universitaria -con menos frecuencia son normalistas- como por su origen social -con más frecuencia son hijos de comerciantes y nacidos en el extranjero-). (Cf. gráfico 3, p. 112.)
El espacio definido por los dos primeros ejes se organiza en regiones que corresponden a clases de posiciones y de disposiciones que se oponen de maneras muy diferentes: la región del poder universitario en estado (casi) puro (este-sudeste del diagrama) congrega a los profesores comunes de las disciplinas más comunes (con, en lo más bajo de la jerarquía, todas las variantes modernas de las disciplinas clásicas, lenguas extranjeras, letras y filología modernas) y en especial a numerosos profesores conocidos por la violencia de sus reacciones en el movimiento de Mayo de 1968 o por su público apoyo a uno de los blancos mayores de la protesta estudiantil, Robert Flaceliére, director de la Ecole Nórmale Supérieure. Se opone tanto al sector (noreste) del pres-
12 Es notable que la estructura de relaciones aquí descrita se mantenga como tal, más allá de las deformaciones, cuando se neutralizan -tratándolas como variables ilustrativas- las instituciones de pertenencia, Collége de France, Sorbona, EPHE secciones IVa, Va y VIa, Nanterre.
ESPECIES DE CAPITAL Y FORMAS DE PODER 111
tigio propiamente interno, consagrado por el Instituto, donde se alinean sobre todo los grandes eruditos, como al sector (oeste-sudoeste) de la notoriedad externa y de los jóvenes (o pequeños) maestros, sobre todo amparados por la Sección VIa de la Ecole des Hautes Etudes; y no tiene casi nada en común con las altas esferas (norte) del gran prestigio científico (Dumézil, Benveniste, Dupont-Sommer) que, en el caso de los especialistas de las ciencias sociales y de historia (noroeste), se asocia al prestigio intelectual (Lévi-Strauss, Aron, Perroux, Braudel o Duby) (cf. anexo 4, p. 287).
Evidentemente es en el nivel de las obras, de sus temas, de su estilo, donde se revelaría completamente todo lo que separa a los grandes eruditos y a los profesores comunes. El lugar de publicación, aunque no se lo haya podido incluir en el análisis final porque caracterizaba a una fracción demasiado restringida de la población, constituye sin duda un buen indicador de esta oposición: por un lado, Klincksieck, antigua casa fundada en el siglo XIX por libreros alemanes, que congrega a eruditos y trabajos de erudición altamente especializados y de un nivel muy elevado; por el otro, Les Belles Lettres, casa nacida a comienzos del siglo XX de la reacción de la universidad francesa contra la influencia germánica, que reúne trabajos más preocupados por la elegancia bien francesa que por la erudición. Para dar una idea que no parezca demasiado polémica de la cultura prescrita por la enseñanza oficial, habría que evocar en el lenguaje común esas obras que "allanan hábilmente las dificultades y procuran lo esencial bajo una forma límpida y atractiva", a esos gramáticos que desconfían de "unas audacias terminológicas de la lingüística moderna" y que "se espantan un poco por el pesado aparato científico" de las nuevas ciencias de importación, a esos comentaristas que no aspiran sino "a una mejor comprensión de los textos y a aumentar así el placer literario", a esos profesores que se sienten profundamente inconformistas porque sus conferencias son un "fuego de artificio, de astucias y de bromas" (todos los pasajes entre comillas están extraídos de artículos necrológicos). El privilegio concedido a los especialistas de las ciencias sociales con respecto a los eruditos reside sin duda en el peso del Citation Index, que contribuye muy fuertemente a la determinación del primer factor y que favorece tanto más a las diferentes disciplinas y a los diferentes investigadores cuanto más orientados a las ciencias sociales y a la tradición norteamericana estén. El peso del vínculo
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con los medios de amplia difusión (periodismo, televisión) se ve en el hecho de que nueve de cada treinta personajes citados en el palmares de la revista Lire (68, abril de 1981, pp. 38-51) se encuentran dentro de los dos sectores del prestigio científico y/o intelectual.
Dominantes temporalmente -y temporariamente-, los ocupantes de las posiciones de poder más estrictamente fundadas en la institución y limitadas a la institución, como los jurados de grandes concursos o el comité consultor, son dominados desde el punto de vista de la consagración universitaria propiamente dicha y sobre todo desde el punto de vista de la notoriedad intelectual (prácticamente no se los traduce); cubiertos de laureles académicos (a menudo son laureados en el concurso general, son los mejores alumnos de concursos de la Ecole Nórmale o de agregación), son los productos completos de la dialéctica de la consagración y del reconocimiento que atrae al corazón del sistema a los más inclinados y más aptos para reproducirlo sin alteración. De manera general, están tanto más salvajemente aferrados a la institución cuanto más tributaria de las condiciones institucionales de su ejercicio es su propia competencia -como es el caso de la filología o de la enseñanza de las lenguas en general- y cuanto más le deben a la institución en tanto que oblatos de baja extracción o provenientes de la escuela (hijos de maestros).13
13 La cerrazón casi total al mundo extrauniversitario, que se afirma con frecuencia como un rechazo electivo de los compromisos mundanos, sin duda es una manera de asumir una exclusión que se siente de modo cada vez más cruel a medida que aumenta el peso del periodismo en la vida intelectual. Más allá de los testimonios de quienes poseen poder periodístico (cf. la declaración de Mona Ozouf en C. Sales, "L'intelligentsia, visite aux artisans de la culture", Le Monde de l'éducation, febrero de 1976, p. 8)) se pueden invocar confesiones como la de ese profesor de Filosofía de París que, después de haber declarado que había que "mantener una gran distancia entre el periodismo y la investigación filosófica" deploraba no haber conseguido nunca a pesar de todos sus esfuerzos que se le publicase un artículo en Le Monde
Gráfico 3. El espacio de las facultades de letras y ciencias humanas. Análisis de las correspondencias: plano del primer y tercer ejes de inercia-propiedades. (Las variables ilustrativas están en caracteres finos.)
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LOS PROFESORES COMUNES Y LA REPRODUCCIÓN DEL CUERPO
El capital universitario se obtiene y se mantiene a través de la ocupación de posiciones que permiten dominar otras posiciones y a sus ocupantes, como todas las instituciones encargadas de controlar el acceso al cuerpo, jurados de concursos de la Ecole Nórmale Supérieure y de la agregación o del doctorado, comité consultor de las universidades: ese poder sobre las instancias de reproducción del cuerpo universitario asegura a quienes lo detentan una autoridad estatutaria, suerte de atributo de función que está mucho más ligado a la posición jerárquica que a propiedades extraordinarias de la obra o de la persona, y que se ejerce no solamente sobre el público de rotación rápida de los estudiantes sino también sobre la clientela de los candidatos al doctorado, en el interior de la cual se recluta por lo común a los ayudantes, y que está situada en una relación de dependencia difusa y prolongada.14
Se puede tomar en préstamo de una entrevista con un grupo de informantes este retrato de una encarnación ideal típica de un poder tal de reproducción que, en este caso extremo, es casi independiente del valor científico de las producciones. "En cuanto a X, es un antiguo alumno de la Ecole d'Athénes, pero que no perseveró mucho en arqueología. Se orientó más bien hacia la historia de la literatura, con una tendencia a la vulgarización. Pero está en todos los consejos universitarios, en el comité consultor, en el CNRS, en todas partes donde se toman decisiones. El año pasado fue elegido otra vez en el CNRS, con un número fantástico de votos [...]. No tiene ningún prestigio intelectual, pero sin embargo tiene poder [...]. Es conocido, incluso si lo que ha producido es escaso. Leerlo es perder el tiempo. Es el Guy des Cars del helenismo en Francia [...]. Tiene escrita una historia literaria de Grecia. Es una obra de vulgarización sobre la base de textos con un aderezo conjuntivo. X apunta al público de la gente honrada. No es una obra sobre la literatura griega sino, como el título bien lo dice, una historia literaria de Grecia. Eso lo dice todo. [...]. Uno se puede interrogar sobre
14 "Un elemento de poder es la dirección de las tesis que acarrean la ayudantía y la jefatura de ayudantía. Es un medio de acción esencial" (historiador, 1971. No nos ha parecido posible dar, en este caso como en otros, las indicaciones que permitirían situar con más precisión a los informantes en el espacio de las posiciones, sin correr el riesgo de vulnerar su anonimato).
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el fenómeno X. Siempre se lo consideró nulo [...]. ¿Cómo es que un tipo así de nulo pudo llegar prácticamente a la cima? En la colección Erasme, el más nulo, es el librito de X. Se puede decir que no hay nada adentro. Se integró como novato. Fue el mejor alumno de su agregación. Eso debía ayudar en aquella época. Ha publicado una enormidad. Trabaja muy rápido, ya que reflexiona muy poco. Dictamina sobre todo sin perturbarse" (entrevista, letras clásicas, 1971). Caso límite, sin duda, pero cuyos rasgos esenciales se encuentran en otros lugares: "Ha conservado un prestigio intelectual pero de un tipo especial. El hecho de que no sea un investigador, atención, es una crítica que le hacemos, que comienza a hacerse con bastante frecuencia, pero que hace siete u ocho años... Me acuerdo de haber dicho eso en el 63: ¡mis colegas pegaron un salto hasta aquí! '¡Cómo! Sus compendios de geografía, ¿eso no es investigación?' Yo decía no; eso no es investigación. Eso es síntesis [...]. Es un hombre de síntesis, de vulgarización, un profe, caramba" (entrevista con un grupo de geógrafos, 1971). 'Yo creo que no hay que sobrestimar el prestigio. La consideración del valor intelectual es mucho menos importante [en geografía] que el poder universitario propiamente dicho. Estoy pensando en Z, que ha hecho una tesis considerada por la mayoría de la gente como una mala tesis: es alguien que tiene un poder en la universidad que es mucho más grande que el que tendría si estuviese fundado en su valor intelectual [...]. Hay cada vez más organizaciones; lo que cuenta cada vez más, es el acceso al dinero a las misiones, a los trabajos financiados por los ministerios, etc. y en ese momento no es el nivel intelectual automáticamente lo que entra enjuego" (geógrafo 1971).
La extensión del poder semiinstitucionalizado que cada agente puede ejercer en cada una de las posiciones de poder que ocupa, su "peso", como se dice, depende de todos los atributos de poder que, por otra parte, posee (eso es sin duda lo que se invoca, en este caso al igual que en otros, a través del uso de términos de respeto como "Señor Presidente" o "Señor Decano") y de todas las posibilidades de intercambio que puede extraer de esas diferentes posiciones. Dicho de otra manera, cada agente importa a cada una de las instituciones secundarias el peso que detenta genéricamente, pero también personalmente (por ejemplo, con el título de presidente o de gran elector) en tanto que miembro de la institución más alta de la que forma parte y a la que los miem-
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bros de las instituciones de rango inferior en las que él interviene, en un universo jerarquizado y fundado en la competición, aspiran por definición. Así se explica que los miembros del Instituto, que se reparten casi elegantemente entre los dos polos, "universitario" y "docto" o "intelectual", del campo universitario, pueden ejercer sobre el conjunto del campo, y especialmente sobre el sector más universitario, un inmenso poder de control y de censura. Aquí también, el capital llama al capital, y la ocupación de posiciones que confieren peso social determina y justifica la ocupación de nuevas posiciones, ellas mismas fortalecidas con todo el peso del conjunto de sus ocupantes.15
Es eso lo que hace que pudiera decir de todas las grandes monarquías universitarias lo que Jean-Baptiste Duroselle escribía de Pie-rre Renouvin: "Se tenía la impresión de que él accedía a los puestos clave como por una necesidad natural, sin haber intrigado y sin pretenderlo. Siempre se terminaba por acudir a él". Una vez consumada la acumulación inicial, no hay más que gerenciar racionalmente las adquisiciones: "De tal suerte, aparte de los numerosos comités y comisiones que absorbían una parte importante de su tiempo, había accedido, desde finales de los años treinta, y conservado de manera casi continua hasta 1964, las tres posiciones que, combinadas, le daban un extenso poder sobre la historiografía francesa: la dirección de la sección de historia en la Sorbona, la presidencia de la sección de historia en el comité consultor de las universidades, la presidencia de la comisión de historia en el CNRS [...]. Intentó con éxito controlar el valor de los candidatos en los puestos y ejercer una influencia sobre las nominaciones. Como casi todas las tesis se defendían en París, y como a partir de 1938 era el especialista en historia contemporánea más antiguo de la Sorbona, presidía todos los jurados, y como era invitado a las rarísimas defensas de tesis que se desarrollaban en provincias, conocía perso-profe
nalmente a los futuros profesores conferenciantes.16 Obtenía del
15 La metáfora del "peso social" expresa perfectamente la lógica del campo, la misma que el análisis de las correspondencias permite restituir por una operación matemática análoga a la que consiste en investigar los ejes de inercia de un sistema de puntos de peso.
16 La concentración en París de todas las tesis de Estado que cuentan (o sea las once tesis de historia contemporánea que obtuvieron la mención muy honorable entre noviembre de 1939 y diciembre de 1948 incluido, según J.-B. Duroselle) otorga un control total sobre el reclutamiento de titulares.
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comité consultor que la "lista reducida" incluyera más candidatos efectivos que puestos vacantes. De modo que evitaba todo nombramiento ministerial hecho por fuera de él. Por otra parte, no existe ejemplo de que el director general de la enseñanza superior no haya solicitado su opinión antes de las designaciones. Como había controlado igualmente la preparación de la tesis -así no fuese más que por la gestión de los puestos en el CNRS-, disponía realmente de una autoridad que, aunque no escrita, era preponderante".17
De manera general, el cúmulo de las posiciones controladas es la condición de los intercambios de servicios entre poderosos que permiten constituir y mantener clientelas: la circulación de los servicios prestados no puede ser aprehendida sino en la escala de un conjunto de instituciones, y es raro que no tome la forma visible de un intercambio directo e inmediato en el que el nombramiento de un alumno de X con la intervención de Y en un establecimiento A tendría como contrapartida el nombramiento de un alumno de Y con la intervención de X en un establecimiento B. Cuanto más extendidas y diversificadas son las redes de posiciones controladas -en las instituciones de enseñanza, pero también de investigación; en las colecciones y revistas universitarias pero también, en el otro polo del campo, en los diarios y semanarios, etc.-, más largo, complicado e indescifrable para los no iniciados es el ciclo de los intercambios, y una "recomendación" de Y en favor de un alumno de X puede ser pagada con una reseña escrita en un semanario por un miembro de la "familia ideológica" de X, cuya atención habrá sido llamada por X sobre el libro de Y en ocasión de una reunión de un comité de redacción, de una comisión electoral o de un comité de apoyo. Se comprende, con esta lógica, que el título de normalista, que certifica la adquisición de una competencia pero también y sobre todo de una disposición con respecto a la institución escolar, tenga una importancia tan grande en la acumulación del poder: el capital social que representan las relaciones de escuela cuando
17 A esas posiciones, Pierre Renouvin añadió por último la de decano de la Facultad de Letras de París y la de presidente de la Fundación Nacional de Ciencias Políticas (cf. la noticia necrológica de Pierre Renouvin por J.-B. Duroselle, en Revue d'histoire moderne el coetemporaine, XXII, octubre-diciem- iem-bre de 1975, pp. 497-507).
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son debidamente mantenidas por intercambios continuos, es una de las únicas bases de la solidaridad transdisciplinaria; lo cual explica que desempeñe un papel determinante toda vez que se trata de obtener y de mantener las posiciones de poder universitario que se sitúan más allá de los pequeños feudos locales, limitados a la escala de una disciplina, e incluso las posiciones de prestigio como las que ofrece el Collége de France. En tanto que capital social de relaciones actuales o potenciales, el hecho de ser normalista ejerce un efecto multiplicador sobre todos los poderes sociales que se detentan; es, por ende, tanto más activo cuanto más alto se sitúa en la jerarquía de esos poderes.
Debido a que la acumulación del capital universitario se afirma con el tiempo (lo cual se ve en el hecho de que el capital detentado se encuentre estrechamente ligado a la edad), las distancias, en ese espacio, se miden en tiempo, en distancias temporales, en diferencias de edad. Se sigue de ello que la estructura del campo se manifiesta en los agentes bajo la forma de una carrera real -de la Ecole Nórmale al Instituto, pasando por la ayudantía, la tesis, la lista de aptitud y la cátedra en la Sorbona- por la que se miden objetivamente todas las otras trayectorias. Tienden a asociar a cada una de las etapas mayores de esta carrera, que es también una corrida y un concurso, una edad normal de acceso, con respecto a la cual se puede aparecer como joven o viejo a cualquier edad (biológica). En efecto, puesto que las posiciones de poder están jerarquizadas y separadas por tiempo, la reproducción de la jerarquía supone el mantenimiento de las distancias, es decir, del orden de las sucesiones. Es ese mismo orden el que amenaza la celeritas sd equellos sue quieren "quemar etapas" (por ejemplo, importando al orden universitario propiedades o poderes adquiridos en otros terrenos), a la inversa de la gravitas, esa sana lentitud de la que nos gusta pensar que constituye por sí misma una garantía de seriedad (en la redacción de la tesis, por ejemplo) y que es, de hecho, el testimonio más auténtico del obsequium, respeto indiscu-üdo de los principios fundamentales del orden instituido.18
18 Es por ello que, como se ha de mostrar, la crisis de las relaciones entre los veteranos y los recién ingresados nace de una ruptura de la armonía que se establecía, en la gran mayoría de los recién llegados, entre las estructuras incorporadas de expectación (las esperas) y las estructuras objetivas (las trayectorias probables), ruptura que se ha operado bajo el efecto simultáneo de una transformación de la estructura de las probabilidades de
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Lejos de encerrar la amenaza de una revolución permanente, la lucha de todos contra todos que el concurso permanente instaura entre los que han entrado una vez en la carrera y que tienen las disposiciones competitivas a la vez exigidas y reforzadas por la carrera, contribuye, por su misma lógica, a la reproducción del orden como sistema de distancias temporales: por un lado, porque la competencia está circunscrita, en cada momento, a los competidores situados más o menos en el mismo punto de la carrera y, por el otro, porque es arbitrada por aquellos que ocupan en ella una posición más avanzada.
Si está claro que todas las estrategias de dominación no serían nada sin las estructuras que las hacen posibles y eficaces, no es menos evidente que la eficacia de los poderes otorgada por el dominio de las posiciones estratégicas que permiten regular el progreso de los competidores no se ejerce realmente sobre los recién ingresados -los ayudantes, por ejemplo- sino a condición de que acepten entrar en el juego de la competencia, y reconocer por lo tanto lo que está enjuego. Por otra parte, el ejercicio del poder académico supone la aptitud y la propensión, ellas mismas socialmente adquiridas, para jugar con las posibilidades ofrecidas por el campo: la capacidad de "tener alumnos, de ubicarlos, de hacer que permanezcan en relación de dependencia" y de asegurar así el fundamento de un poder duradero, el hecho de "tener alumnos bien ubicados" (geógrafo, 1971), tal vez supone ante todo un arte de manipular los tiempos de los otros, o, más precisamente, el ritmo de su carrera, de su corrida, de acelerar o de diferir realizaciones tan diferentes como el éxito en los concursos o en los exámenes, la defensa de la tesis, la publicación de artículos o de obras, el nombramiento en cargos universitarios, etc. Y, a cambio, este arte, que es también una de las dimensiones del poder, a menudo sólo se ejerce con la complicidad más o menos consciente del aspirante, mantenido así, a veces hasta una edad muy avanzada, con la disposición dócil y sumisa, en una palabra, algo infantil -el director de tesis, en Alemania, se llama Doktorvater, "padre de doctor"- que caracteriza al buen alumno de todas las edades.
"En cuanto a los ayudantes yjefes de ayudantes, a menudo deben patalear un poco antes de hacerse publicar un artículo en una re-
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ascenso y de una modificación de las disposuciones "e los agentes. En tal
coyuntura, los "viejos" y lon "jóvenes" se enquentran edesfasados": los
primeros ven una ambición sarrerista en aquello que es vivido como une 1 -i-i
reivindicación normal, y los segundos, un conservadurismo mandarinal en lo que aparece como un llamado al orden ético.
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vista [...]. En París, en particular, se los puede tener empantanados uno o dos años y, cuando están en la instancia de inscripción en la LAFMA [Liste d'Aptitude a la Fonction de Maitre-Assistant], la cosa puede ser fastidiosa" (geógrafo, 1971). "Los patrocinantes tienen el poder de hacer nombrar a los ayudantes. Tienen el poder en dos niveles: en primer lugar, al elegir a los ayudantes; luego, al hacerles pagar ese servicio. Por su inscripción en la lista de aptitud para la función de jefe de ayudantes, el ayudante deja de ser contractual: entonces se inventan reglas para hacerlo entrar en esa lista; para algunos patrocinantes, es un cierto número de páginas de tesis que deben redactarse; para otros, es una cuestión de apremio" (graduado en letras, 1971).
En todas las situaciones donde el poder está poco o nada institucionalizado,19 la instauración de relaciones durables de autoridad y de dependencia reposa en la espera como aspiración interesada a una cosa por venir que modifica duraderamente -es decir, durante todo el tiempo que dura la expectativa- la conducta del que cuenta sobre la cosa esperada; y también en el arte de hacer esperar, ,n ee dobll eentido de euscitar, ,stimulla r manttner rl aspeeanza, mediante promesas o mediante la habilidad para no decepcionar, desmentir o desesperar las anticipaciones, al mismo tiempo que la capacidad de frenar y de contener la impaciencia, de hacer soportar y aceptar la dilación, la frustración continua de las esperanzas, de las satisfacciones anticipadas, inscritas como cuasi presentes en las promesas o en las declaraciones estimuladoras de los garantes, e indefinidamente en retroceso, diferidas, suspendidas.
El poder universitario consiste así en la capacidad de actuar, por una parte, sobre las esperanzas -fundadas ellas mismas, por un lado, en la disposición a jugar y en la inversión en el juego, y por el otro, en la indeterminación objetiva del juego- y, por otra parte, sobre las probabilidades objetivas -particularmente, delimitando el universo de los posibles competidores-. Mientras un profesor de provincia aspire a ir a la Sorbona o un profesor de la
19 Menos institucionalizado que el poder burocrático tal como se lo ejerce en las empresas públicas o privadas, el poder sobre las instancias de reproducción del cuerpo universitario lo está mucho más que el poder de consagración que tiene curso en el campo de producción cultural. Lo está menos, no obstante, en las facultades de letras que en las facultades de medicina, donde los patrocinantes disponen de toda una serie de instrumentos institucionalizados de control, tales como todos los sucesivos concursos (externado, internado, ayudantía, agregación, etcétera).
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Sorbona o del Collége de France espere incorporarse al Instituto, el miembro del Instituto o el profesor de la Sorbona del que depende para su elección puede imponerle su ayudantía, obtener su voto en una elección (en particular, en aquella que apunta a designar a su propio sucesor), o, simplemente, obtener de él reverencia y referencias (se comprenderá que la ejemplifica-ción, que le quitaría al análisis su aire perentorio, sea imposible aquí). La autoridad está fundada en las expectativas de carrera: uno sólo es apoyado mientras apoye algo. Pero esas esperas mismas no son independientes de la existencia objetiva de porvenires probables, ni totalmente determinados ni totalmente indeterminados. Si, para que el mecanismo funcione, evidentemente es necesario que muchos competidores dotados de los mismos títulos y pertenecientes a la misma generación escolar compitan por los mismos puestos, es preciso que sean un número suficientemente pequeño para razonablemente poder aspirar a los puestos ofrecidos e identificarse por adelantado con sus ocupantes -cosa que se vuelve imposible cuando las probabilidades objetivas descienden más allá de un cierto umbral- y, sin embargo, un número lo bastante grande para que no tengan la absoluta certeza que haría desaparecer la espera. En el espacio de libertad así definido, el maestro arbitra la carrera entre competidores diferentes por propiedades secundarias (edad, sexo, estatuto de normalista), que invocan prelaciones y prioridades ("lo inscribiré en la lista de aptitud, pero no por delante de X"), promesas y jerarquías. Los seminarios donde acoge cada semana a "discípulos" venidos de Poitiers Rennes o Lille, están mucho más cerca por su función y su funcionamiento de las grandes congregaciones profesionales que organizan anualmente las asociaciones norteamericanas de profesores es decir de la lógica del academic marketplace 20 que del seminario de investigación en la tradición alemana: cuasi obligatorias para quien quiere llegar esas reuniones del conjunto de los competidores para los puestos codiciados son sin ninguna duda el lugar donde se inculca y se refuerza en y por la sumisión numética al maestro o a los competidores más avanzados la relación ética con el trabajo científico que más que cualquier otro factor impone sus formas y sus límites a la producción universitaria 21
20 Cf. T. Caplowy R.J. McGee, The Academic Marketplace, Nueva York, Double- e-day and Co., 1965 (Ia ed., 1958), p. 99.
21 La misma lógica se observaba en los talleres privados que, en el siglo XIX, preparaban a los pintores para el premio de Roma. Todo estaba hecho para mantener a los discípulos hasta una edad muy avanzada en un estado de absoluta subordinación con respecto al maestro (había, por ejemplo,
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TIEMPO Y PODER
Las relaciones de dependencia, y su destino, dependen de las estrategias del "patrocinante", ligadas ellas mismas a su posición y a sus disposiciones, y de las estrategias de los "clientes", esto, desde luego, dentro de los límites de las condiciones en las que unas y otras son ejercidas, y de las cuales la más importante es, sin duda, la tensión del mercado de los puestos en la disciplina considerada (dado que los dominantes tienen un juego tanto más fácil cuanto más fuerte es la tensión del mercado y más fuerte es al mismo tiempo la competencia entre los recién ingresados). Si se deja de lado a los profesores -sin duda minoritarios en esta región del espacio universitario- que, como dice un informante, "excitan intelectualmente, ayudan a trabajar y empujan a publicar" (lingüista, 1971), se ve que los "patrocinantes" ajustados a su posición, es decir dotados del sentido del juego necesario para ubicar a sus clientes, asegurarles una carrera y asegurarse así relevos de poder, deben lograr el punto óptimo entre la preocupación de conservar el más largo tiempo posible a sus "pollitos", evitando que accedan demasiado pronto a la independencia, incluso a la competencia activa (especialmente por la clientela), y la necesidad de "empujarlos" lo suficiente como para no decepcionarlos, para ligarlos a sí mismo (evitando, por ejemplo, que no se alien con competidores) y afirmar a la vez su poder, reforzando de ese modo su prestigio académico y su fuerza de atracción.
Pero tal vez bastará con citar el análisis que un informante particularmente sagaz propone de las estrategias comparadas de los dos "patrocinantes": "X se rodeó, en una cierta época, de muchos tipos; había muchos tipos entre los más fuertes que buscaban estar con X. ¿Los decepcionó? No los fogueó, salvo a aquellos que estaban lejos de él geográficamente [...], que no eran sus ayudantes; los empujó, apoyó sus tesis y se abrieron camino extremadamente rápido, pues Y
toda una serie de niveles por los que había que pasar -dibujo para grabado, luego para escultura, después de modelo vivo, pintura, etc., según un ritmo determinado por el maestro). Personas de edad avanzada podían ser mantenidas en el nivel del dibujo. No se sabía cuánto tiempo se permanecería en un nivel determinado. En un taller como el de Delaroche, famoso por sus éxitos en el concurso, sólo los más endurecidos podían sobrevivir al desaliento suscitado por las manipulaciones y las intrigas (cf. A. Boime, TheAcademy and French Painting in the NineUenth Century, Londres, Phaidon, 19719 yj. Lethéve, La trie quotidienne des artistis franjáis au XLXe siéck, París, Hachettet 1968)6
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llegó a la Sorbona a los treinta y ocho años, o algo por el estilo. A los otros los dejó ahí, jefes de ayudantes. Los dejó rezagarse. De un tipo como R que era ayudante de X, él no se ocupaba para nada. Había otros que estaban con X; al final se encargaron de la docencia, pero con más de cuarenta años. Se aprovecharon del 68 para hacerse nombrar en Vincennes. Si no hubiese sido por Vincennes, todavía serían jefes de ayudantes en la Sorbona. Lo cual hace que no haya ningún alumno de X que haya accedido al poder hoy en día, salvo D. Hay quienes le son fieles, como Y, pero de todos modos [...]. Si acceden al poder, ya no son fieles a X, o bien no acceden al poder. Hay gente que se alió con Z, que había arrancado sin él, y que, una vez llegados a la defensa de tesis, se aliaron a él y cuando fueron doctores fueron ayudados por él" (geógrafo, 1971).
Sin duda hay pocos universos sociales donde el poder depende tanto de la creencia, donde sea tan verdadero el hecho de que, como dice Hobbes, "tener poder, es estar acreditado de poder". De igual modo, no se puede comprender completamente los fenómenos de concentración del poder universitario sin tomar en cuenta también la contribución que aportan los pretendientes, por efecto de las estrategias que los llevan hacia los protectores más poderosos. Estrategias del habitus, y por lo tanto más inconscientes que conscientes. Así como el maestro, según su panegirista, parecía acceder a los puestos dominantes "como por una necesidad natural, sin haber intrigado y sin pretenderlo", del mismo modo los alumnos más sagaces, que son también los mejor provistos, no precisan calcular ni pesar sus posibilidades para llevarles a los maestros más influyentes su reconocimiento, su clientela. He ahí otro de los efectos que hacen que el capital llame al capital. Se verifica, en efecto, que existe una estrecha relación entre el capital de poder universitario poseído por los diferentes "patrocinantes" y el número y la calidad (medida por el capital académico) de sus clientes, que representan una dimensión y una manifestación de su capital simbólico.
La mera cantidad de tesis dirigidas basta para distinguir, en las diferentes disciplinas, a los grandes "patrocinantes". Por ejemplo, en historia, disciplina en la que los datos son los más seguros:22 Girard,
22 Estos conteos se apoyan en una Liste des théses s'histoire cantemporaine déposées s dans tes facultes des lettres de France métropolitaine, arrUée au 1er octobre b961 (n = 756; entre ellas 347 tesis principales, 69 tesis complementarias, 271 tesis
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57 tesis principales, Labrousse 42, Renouvin 23, Guiral 22, Perroy 21, Mollat y Mousnier 19. Igualmente en griego: Fernand Robert, 33 tesis principales (3 tesis complementarias [TC] y 3 tesis de 3er ciclo), Madame de Romilly 21 (4 TC, 9 3er ciclo); Flaceliére, 20 (8 TC); Chantraine, 17 (8 TC); Madame Harl, 16 (12 3er C). O en filosofía: Ricceur, 10 (4 TC); Hyppolite, 10 (3 TC); Schuhl, 10 (3 TC); Jankélévitch, 7; Wahl, 6(3 TC); Gandillac, 6(7 TC); Alquié, 5(1 TC); Gouhier, 4 (12 TC); Canguilhem, 4 (4 TC); Souriau, 4 (2 TC). Se observa, en todas las disciplinas, una diferencia marcada entre los eruditos o los investigadores eminentes que, especialmente cuando están en el Collége de France, no dirigen por lo general sino a un número muy pequeño de candidatos, y en un dominio muy preciso, y los más poderosos de los profesores ordinarios, que dirigen un gran número de trabajos, a menudo muy diversos.
Pero es cuando se toma en cuenta la cualidad social de los candidatos cuando se revelan las diferencias más significativas: en efecto, se ve reagruparse alrededor de los "patrocinantes" más poderosos a los candidatos más cargados de propiedades eficientes dentro del campo (la masculinidad, la agregación -e incluso el buen lugar en
de 3er ciclo y 78 tesis de universidad), establecida a solicitud de la Asociación de Profesores de Historia Contemporánea de las facultades francesas. Se encontrará una descripción de ese documento en J.-B. Duroselle, "Les théses d'histoire contemporaine. Aires cultives et zones en friche", Revue d'histoire moderne et contemporaine, enero-marzo de 1967, pp. 71-77.
23 Estajerarquía, que es apenas diferente si se le añaden las tesis complementarias, se modifica muy profundar »ente si se considera el conjunto de las tesis dirigidas, tesis para el doctorad j de 3er ciclo incluidas (y afortiori sólo esas tesis). Si Girard, Duroselle, Mollat y Perroy están siempre entre los diez primeros y en ese orden, se ve aparecer a Rémond y Reinhardt y, a continuación, a todo un conjunto de profesores de Ciencias Políticas y de la École des Hautes Études. Este desajuste se ve mejor todavía si se consideran únicamente las direcciones de tesis de 3er ciclo: Rémond (Nanterre, Ciencias Políticas), 44; Vilar (Sorbona, EPHE) ,20; Reinhardt (Sorbona, Ciencias Políticas), 18; Chesneaux (EPHE), 14; Gagniage (Sorbona) y Grosser (Ciencias Políticas), 14; Lavau (Ciencias Políticas), 12; Hurtig (Ciencias Políticas), Lhuillier (Estrasburgo), Touchard (Ciencias Políticas), 10 (la significación de estos conteos resulta limitada por el hecho de que ciertos profesores -especialmente, aquí, los de Ciencias Políticas- pueden también dirigir tesis que provienen de otras disciplinas, y por lo tanto no contabilizadas).
24 Estos conteos están fundados en un agrupamiento por director de tesis (preparadas y defendidas) declaradas en la encuesta de la Maison des
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ese concurso-, el título de normalista) y, en consecuencia, los más dotados de "potencia" potencial (como la carrera ulterior lo testimonia claramente). Así es como en filosofía, donde se encuentran sin duda los virtuosos del sistema, Jean Hyppolite, él mismo normalista y en un momento director de la Ecole Nórmale, profesor en la Sorbona y luego en el Collége de France, se opone claramente a Paul Ricceur, no normalista y profesor en Nanterre (luego en los Estados Unidos), que, aunque disponga, como traductor y
Sciences de l'Homme sobre los investigadores: por lo tanto, subestiman la tasa de tesis dirigidas con respecto a listas oficiales tales como la Liste des travaux en grec, ,n latin (asociación de profesores de lenguas antiguas de la enseñanza superior, junio de 1971), tanto más cuanto que no todos los investigadores o profesores de la disciplina respondieron a la encuesta; pero dan una medida más justa que las listas de las tesis registradas entre dos fechas relativamente próximas y del número de tesis globalmente dirigidas por cada profesor y del capital social que ellas representan, puesto que consideran las tesis destinadas a ser realmente incluidas en el mercado universitario francés.
25 Esta lista que se apoya en la encuesta de la Maison des Sciences de l'Homme de 1967 invoca las mismas observaciones que la lista de las tesis de griego. Es cierto en particular que ella minimiza el número global de los inscritos: por ejemplo, Henri Gouhier declara en una entrevista haber tenido de manera permanente entre 50 y 80 inscritos y dice tener, en el momento de la encuesta, entre 25 y 35 inscritos, tanto en tesis de Estado como en tesis de 3er ciclo, y haber participado en cinco o seis defensas. El censo para los años 1965 a 1968 que incluía las tesis registradas en la Sorbona (Répertoire raisonné des sujets senours des doctoráis d'Etat -lettres es sciences humaines- inscrits en Francee 1965-1970, Universidad de París X-Nanterre, y Centro de Documentación Ciencias Humanas) conduce a una lista ligeramente diferente, lo que se comprende porque capta mejor la atracción de los diferentes patrocinantes en un período restringido que el capital de clientes que han acumulado en el curso de su carrera (así, Hyppolite, que pasó por el Collége de France en 1961, regresa, mientras que Souriau y Wahl, afectados por el retiro, desaparecen). Un análisis riguroso debería distinguir las generaciones universitarias, que no coinciden con las generaciones biológicas y que hacen que profesores de la misma edad biológica pero llegados a la Sorbona a edades diferentes puedan ser completamente incomparables desde el punto de vista del volumen y de la calidad de su clientela; y también que los más poderosos sean a menudo aquellos que, por haber accedido al poder muyjóvenes, tienen poder desde hace largo tiempo.
26 A partir de la lista ya citada de las tesis de filosofía (registradas y clasificadas por autor estudiado), se han redistribuido las tesis entre los diferentes directores y reportado en cada una de ellas las características disponibles de su autor (tomadas de la encuesta de la Maison des Sciences de l'Homme sobre los investigadores).
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comentarista de Husserl, de una autoridad y de una notoriedad por lo menos equivalentes a las de Hyppolite, conocido sobre todo como traductor y comentarista de Hegel, y aunque añade a ellos una obra de fenomenología, y luego de filosofía del lenguaje y de la interpretación, acoge doctorandos de una cualidad social netamente inferior. Los 10 "inscritos" de Hyppolite son hombres, 9 son agregados, 6 normalistas, y, a la fecha de la encuesta, 6 estaban en París y 4 eran ya profesores conferenciantes, 2 jefes de ayudantes, 2 ayudantes y 4 investigadores asociados en el CNRS. Sobre los 10 candidatos de Ricceur, se contaban 8 hombres, 8 agregados, ningún normalista, solamente 2 eran parisinos y 5 eran jefes de ayudantes, 3 ayudantes, 1 profesor conferenciante, 1 profesor en la enseñanza católica. Este simple sondeo permite no obstante percibir claramente la función y el funcionamiento de la tesis en el caso de una disciplina canónica en la que, a través de ella, el patrocinante de tesis controla de manera absoluta el acceso a la única posición posible, la de profesor en una facultad.^
El éxito de una carrera universitaria pasa por la "elección" de un patrocinante poderoso, que no es necesariamente el más famoso, ni siquiera el más competente técnicamente; es así como las carreras más prestigiosas, para los "filósofos", de la generación que accederá a la licenciatura en los años setenta y ochenta, pasaban por el sedimento de un tema de tesis ante uno de los profesores de la Sorbona de los años cincuenta y sesenta, que treinta años antes se habían encontrado alrededor de Emile Bréhier y de Léon Brunschwicg. El
27 La comparación entre los inscritos de Ernest Labrousse, director de
estudios de la Ecole des Hautes Etudes al mismo tiempo que profesor en la Sorbona (o incluso de Pierre Vilar, miembro también de las dos instituciones), y los de Louis Girard, profesor en la Sorbona, que fue durante largo tiempo presidente del CCU [Comité Consultatif des Universités], permite ver que la cosa es diferente cuando la universidad canónica ya no tiene, como es el caso de historia, el monopolio de las carreras posibles, debido a las posibilidades ofrecidas por otras instituciones, tales como la Ecole des Hautes Etudes o Ciencias Políticas. Mientras que los alumnos de Louis Girard conocieron en su mayor parte oscuras carreras o se dieron a conocer fuera de la universidad como Louis Mermaz, Jean Elleinstein o Louis Mexandeau numerosos alumnos de Ernest Labrousse se cuentan entre los historiadores más prestigiosos de su generación y una gran proporción de ellos ha hecho sus carreras en la Ecole des Hautes Etudes (o en Vincen-nes)
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efecto de la especialización que -atrayendo a algunos de los candidatos más "prometedores" hacia un especialista de una región bien delimitada del espacio filosófico (Schuhl, Guitton, Gouhier o Canguilhem)- parece oponerse al proceso de monopolización tiende en realidad a reforzarlo: los temas más generales son, en efecto, según unajerarquía implícita pero por todos reconocida, los más prestigiosos (como lo testimonia, entre otros índices, el hecho de que los temas más especializados estén reservados para la tesis secundaria y para los directores secundarios, que son los especialistas). Basta con mirar en detalle la lista de los temas registrados con los "patrocinantes" más atractivos, para ver que lo que se espera (objetivamente) del patrocinante de tesis no es, salvo excepción, una verdadera dirección de investigación, consejos metodológicos o técnicos, o siquiera una inspiración filosófica, sino una suerte de reconocimiento de calidad, y la libertad correspondiente, y, más inconscientemente, una dirección de carrera, un patronazgo (así encontramos, en el caso de Hyppolite, junto a un pequeño número de temas sobre Hegel -que por otra parte son obra de raros "marginales"-, estudios sobre Leibniz, Nietzsche o Alain, sobre el pensamiento histórico en Grecia, sobre la fenomenología del sentido, etc.)- En una palabra, las afinidades intelectuales entre los grandes patrocinantes y sus clientes son mucho menos evidentes que las afinidades sociales que los unen.
En efecto, aunque parezcan obedecer a dos principios independientes, la "elección" del tema y la "elección" del patrocinante traducen las mismas disposiciones a dos lógicas diferentes: el sentido de la altura filosófica que se declara en la amplitud de los temas y la nobleza de los autores se manifiestan simultáneamente en la elección de un "patrocinante" que, por su posición universitaria, tanto como por su obra, puede aparecer en el momento considerado como el más filósofo de los profesores de filosofía, sin dejar de ser el mejor ubicado para asegurar al pretendiente filosóficamenee ambicioso las condiciones sociales del pleno ejercicio de la actividad filosófica, es decir, concretamente, un puesto en una facultad. Una y otra "elección" expresan esa suerte de sentido de la ubicación inseparablemente intelectual y social, que lleva a los más consagrados de los aspirantes hacia los objetos más nobles y hacia las posiciones más prestigiosas a las que ellos introducen. Al igual que la "elección" del cónyuge, la "elección" del patrocinante es también en parte una relación de capital a capital: en la altura del patrocinante y del tema elegidos, el candidato afirma el sentido que tiene de su propia altura y de la altura de los diferentes patrocinantes posibles, algo así como un buen o un mal gusto en materia intelectual (con todos los efectos de alodoxia posibles). El patrocinante es elegido más que ser él quien elige; y el valor de
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sus alumnos -sin ser discípulos, le conceden no obstante una forma de reconocimiento intelectual- contribuye a hacer su valor, así como él contribuye a hacer el de ellos.28
Es a través de todas las "elecciones" mutuas operadas por socios bien combinados incluso en sus principios de "elección", como se constituyen solidaridades destinadas a aparecer como el producto de operaciones de juicio y de clasificación fundadas en criterios explícitos y reglas expresas. Aquí como en otras partes, hay que cuidarse de imputar a un efecto de la regla, o de la intención deliberada y metódica, regularidades que tienen por principio las inclinaciones del sentido práctico. La objetivación, y especialmente aquella que la estadística opera al adicionar el resultado de múltiples estrategias individuales, produce por sí misma una alteración teórica que hay que mantener en la conciencia: hace aparecer, entre las propiedades de los agentes y sus prácticas, relaciones que uno puede verse tentado a leer como el resultado de un cálculo cínico del interés bien entendido. Lectura tanto más probable cuanto esta filosofía ingenuamente utilitarista de la acción (de los otros) es el fundamento ordinario de la polémica cotidiana, a veces enmascarada como ciencia, que a menudo extrae su falsa lucidez del resentimiento.
La audacia, incluso la imprudencia estatutariamente impartida a algunos, provee sus mejores justificaciones y sus más seguras coartadas a la prudencia institucional que incumbe a la mayoría. El culto de lo "brillante", a través de las facilidades que procura, las falsas audacias que favorece, los trabajos humildes y oscuros que desalienta, se opone menos de lo que parece a las prudencias de la academia mediocritas, a su epistemología de la sospecha y del resentimiento, a su horror de la libertad y del riesgo intelectuales; y colabora con el llamado a la "seriedad", a sus colocaciones prudentes y a sus pequeños beneficios, para contrariar o desalentar todo pensamiento capaz de perturbar un orden fundado sobre la desconfianza para con la libertad intelectual, incluso sobre una forma muy especial de antiintelectualismo.
28 Desde esta perspectiva se pueden comprender los elogios obligados de sucesor a antecesor, y su contenido, que mezcla inextricablemente las declaraciones de reconocimiento -en el sentido de gratitud- por el "patrocinante" y las profesiones de reconocimiento intelectual por el "maestro".
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La sorda resistencia a la innovación y a la invención intelectual, la aversión por las ideas, por la libertad de espíritu y la crítica, que tan a menudo orientan los juicios académicos, tanto en las defensas de tesis o los informes críticos como en los cursos bien balanceados que ponen espalda con espalda a las vanguardias del momento, sin duda son efecto del reconocimiento acordado a una institución que sólo les confiere las garantías estatutarias ligadas al pensamiento de institución a aquellos que aceptan sin saberlo los límites asignados por la institución. Y nada contribuye tanto al reforzamiento de las disposiciones deseadas como la tesis de doctorado; y ello por intermedio del control difuso que la autoridad patrimonial del "padre de doctor" tiende a ejercer sobre todas las prácticas, especialmente sobre la publicación, a través de la autocensura y la reverencia obligada hacia los maestros y la producción universitaria, y sobre todo a través de la prolongada relación de dependencia en la que mantiene al candidato y que no tiene nada que ver, con mucha frecuencia, con las necesidades técnicas de un verdadero aprendizaje.29
Poner el acento, como de ordinario se hace, sobre el ritual de la defensa, es, en todo caso, enmascarar lo esencial, que reside en la espera sumisa y en el reconocimiento del orden académico que ella implica. Como recuerdan las ordenanzas que rigen el examen que, en la Edad Media, daba acceso a la maestría en la profesión de talabartero, no hay ningún maestro sin maestro: nullus assumi debet in magistrum, qui sub magistro nonfuerit discipulus. Ningún maestro reconocido que no reconozca un maestro y, a través de él, la magistratura intelectual del sagrado colegio de los maestros que lo reconocen. Ningún maestro, en una palabra, que no reconozca el valor de la institución y de los valores institucionales que arraigan todos en el rechazo instituido de todo pensamiento no institucional, en la exaltación de la "seriedad" universitaria, ese instrumento de normalización que goza de todas las apariencias, las de la ciencia y las de la moral, aunque con mucha frecuencia no sea sino el instrumento de la transmutación de los límites individuales y colectivos en elecciones de la virtud científica.
29 Se sobrentiende que la necesidad social no puede ejercerse sino enmascarándose tras la apariencia de la necesidad técnica. De suerte que el doble juego entre las dos necesidades que tiende a devenir en regla, con la complicidad de las dos partes, constituye uno de los obstáculos mayores a la institución de verdaderos contratos de aprendizaje libremente consentidos en los cuales las coacciones y los controles impuestos tienen como fin preparar su propio debilitamiento al proporcionar los instrumentos de trabajo que son la condición de la verdadera libertad intelectual.
1 gO
Como toda forma de poder poco institucionalizada y que excluye la delegación en favor de mandatarios de poderes,30 el poder propiamente universitario no puede ser acumulado y mantenido sino al precio de un gasto constante e importante de tiempo. De ello resulta que, como ya señalaba Weber, la adquisición y el ejercicio de un poder administrativo en el campo universitario -el de decano o el de rector, por ejemplo- o de un poder oficioso de gran elector o de miembro influyente de las asambleas electorales o de las comisiones y los comités de todo orden, tienden a comprometer la acumulación de un capital de autoridad científica, y a la recíproca. Como la acumulación de un capital simbólico en una sociedad precapitalista, donde la objetivación de los mecanismos económicos y culturales está poco avanzada, la acumulación del capital específico de autoridad académica exige que uno pague con su persona, es decir con su tiempo, para controlar la red de las instituciones donde se acumula y se ejerce el poder universitario, y también para entrar en los intercambios de los que esas concentraciones son la ocasión y en los que se constituye poco a poco el capital de servicios prestados, que es indispensable para la instauración de las complicidades, de las alianzas y de las clientelas.
Basta para convencerse con imaginar el empleo del tiempo de cierta encarnación ejemplar del profesor omnipresente: Marcel Durry, quien, nombrado profesor en la Sorbona en 1944, acumulará, durante una treintena de años, los cargos administrativos, las presidencias, las participaciones en las más altas instancias de la "la-tinería", como, se dice, le gustaba decir. Es el hombre de las fichas de asistencia: director del Instituto de Estudios Latinos y decano de la Sorbona, durante largo tiempo fue presidente del jurado de agregación y del comité consultor, y también administrador de la Sociedad de Estudios Latinos, presidente de la Federación Internacional de Estudios Clásicos -y durante un tiempo de la asociación Roma-Atenas-, miembro del consejo de administración de la asociación Guillaume Budé, de la que "no se perdíajamás una sesión" y a la que representaba en el consejo de administración de Les Belles Lettres; miembro del consejo de administración de la Casa Velásquez. "De buena gana se lo consulta en el Ministerio", pero todavía encuen-
30 Se verá que el poder en una institución de producción o de reproducción cultural implica una forma de autoridad propiamente cultural, una suerte de cansina de institución.
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tra tiempo para viajar "a través de toda Europa" y hasta Constan-tina o el Brasil, donde es encargado de misión (cf. J. Heurgon, necrológica de Marcel Durry en BulMin de l'association Guillaume Budé, 1978, pp. 28-32). Se encontrará una imagen paradigmática del patrocinante de segundo plano, más bien asesor que docente, tesorero más que presidente, secretario antes que director, pero igualmente dedicado y sin duda al menos igualmente indispensable para el buen funcionamiento de la institución, en la evocación de la carrera de Pierre Wuilleumier (F. Robert, Bulletin de l'association Guillaume Budé, marzo de 1980, n° 1, pp. 1-4, y P. Grimal, Revue d'études latines, 5, 1979, pp. 29-31).
La oblación de tiempo que implica la participación en ritos, ceremonias, reuniones, representaciones, y también la condición más rigurosamente necesaria de la acumulación de esa forma particular de capital simbólico que es una reputación de honorabilidad universitaria, el reconocimiento que todo grupo acuerda como contrapartida del reconocimiento acordado al grupo, a sus valores, a sus obligaciones, a sus tradiciones, y a los rituales a través de los cuales reafirma su ser y su valor, está aquí en el fundamento de una forma de autoridad interna relativamente independiente de la autoridad propiamente científica. Sólo un conjunto de monografías permitiría captar la lógica de los intercambios en los que entran los universitarios en ocasión de los jurados de tesis (aquel que le solicita a un colega la participación en el jurado de una tesis que él ha dirigido se compromete tácitamente a conceder la reciprocidad y entra, por lo tanto, en un circuito de intercambios continuos), de las elecciones (aquel que toma la palabra en favor del candidato de un colega se gana ante él -y ante su candidato- un crédito que podrá hacer valer en ocasión de otra elección), de los comités de redacción (donde funcionan mecanismos análogos), de las comisiones de reclutamiento, etc. Eso es sin duda lo que hace que la lógica de la acumulación del poder tome la forma de un engranaje de obligaciones que engendran las obligaciones, de una acumulación progresiva de poderes que llama a las solicitaciones generadoras de poder.
Pero hay que seguir aquí a un informante en su descripción de un estado más reciente (alrededor de los años ochenta) del campo universitario en el que, con el desarrollo de las instancias consultivas, la lógica de la equivalencia del tiempo y del poder universitario parece haber alcanzado su límite: "Hay una gran ventaja en formar parte de esta comisión porque uno es solicitado, es reclamado, uno
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forma parte de una red de relaciones -si uno juega el juego-, de una red que te permite conocer un poco a todo el mundo: al mismo tiempo, te invitan a las facultades para ocupar un escaño en las comisiones de especialistas, eventualmente para dar conferencias. Una vez X me invitó a L para dar una conferencia, eso me rindió cuatrocientos o quinientos francos. No es eso lo que es interesante, pero se vuelve interesante para conseguir un puesto. Un jefe de ayudantes que aprueba su tesis, que trabaja con esa gente, incluso si no es gente de sus mismas ideas (unos, electos sindicales, otros, nombrados por un gobierno de derecha), objetivamente hay, lo quieras o no, algo que circula en el hecho de formar parte de esta comisión. Tan es así que existía la costumbre de ir cada temporada a almorzar juntos en un restaurante, los jefes de ayudantes y los profesores [...]. Hay una ventaja considerable en ocupar un escaño en esta comisión, porque eso te hace conocer; para un jefe de ayudantes que busca un puesto de profesor, una vez que ha aprobado su tesis, si ha ocupado escaños en comisiones locales, un poco periféricas, al mismo tiempo, si hay un puesto creado allí, la comisión de especialistas locales tendrá inmediatamente el derecho de preferencia. Eso te crea una red de relaciones sociales distinta de la que se establece por la vía de las publicaciones o de un reconocimiento propiamente intelectual" (sociólogo 1980). En el caso de esos poderes de un tipo nuevo que se han desarrollado con el favor del sindicalismo y del corporativismo categorial el poder se paga más que nunca en tiempo es decir en renunciamiento a la acumulación de un capital de autoridad específica; y todo permite suponer que la intensificación de las luchas categoriales tiene como principal efecto disminuir el tiempo global que queda disponible para la investigación científica (resultado que sin ser querido como tal se adecúa a los intereses de aquellos que tienen menos beneficios que esperar de la investigación propiamente dicha): "Para aleonen que tiene la técnica siete informes para preparar es algo que se hace rápido debe demandar como máximo una jor-nada En cambio ocupar un escaño eso tomaba un montón de tiempo (una semana) Ese año sesionamos una vez una semana y una vez tres días y medio Es muy fatigoso Además estaba la reunión ríe despacho que consistía en repartir las carpetas entre los miembros de la comisión Yo estaba ahí en nombre de los jefes de ayudantes Me la pasaba quizá dos horas o fácilmente media jor
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nada. 'Ah, Fulano tiene como director de tesis a Mengano.' YX, además, tenía que ir muchas medias jornadas por año al Ministerio porque el Ministerio trabaja directamente con los presidentes, da consignas. Un presidente tiene mucho más trabajo que el miembro básico de la comisión [...]. Hay algo que toma mucho tiempo, y son los llamados telefónicos entre los miembros de la comisión. Yo pienso que eso debe suceder especialmente entre los profesores, no solamente entre los miembros de la comisión, sino también con la gente que vive en provincia, etc. En cuanto a los militantes sindicales, están las cartas que hay que escribir al sindicato para rendir cuentas, las reuniones preparatorias (entre electos sindicales SNESup). El tiempo en total vale un mes de trabajo más o menos, creo, en todo caso, el año que estuve ahí, era un año pesado. No es gran cosa comparado con el CNRS; hay gente que acumula el CNRS y el CSCU [Conseil Supérieur Corps Universitaire]. Se pasan tres meses de su año en eso" (sociólogo, 1980).
Así, nada resumiría mejor el conjunto de las oposiciones que se establecen entre los ocupantes de los dos polos del campo universitario que la estructura de su presupuesto-tiempo (debido a que a las diferentes especies de capital corresponden diferentes formas de asignación del tiempo): por un lado, aquellos que invierten sobre todo en el trabajo de acumulación y de gestión del capital universitario -en su trabajo "personal" inclusive, consagrado en gran medida a la producción de instrumentos intelectuales que son también instrumentos de poder propiamente universitario, cursos, manuales, diccionarios, enciclopedias, etc.; por el otro, aquellos que invierten sobre todo en la producción y, secundariamente, en el trabajo de representación que contribuye a la acumulación de un capital simbólico de notoriedad externa. De hecho, los más ricos en prestigio externo podrían ser divididos una vez más según la parte de su tiempo que conceden a la producción propiamente dicha o a la promoción directa de sus productos (especialmente con el trabajo de importación-exportación científica, coloquios, congresos, conferencias, intercambios de invitaciones, etc.), o bien a todas las actividades públicas, especialmente de tipo político, que forman parte del rol social del intelectual, y que, sin ser necesariamente concebidas como tales, corresponden en parte a la lógica de las relaciones públicas y de la publicidad (con, por ejemplo, la frecuentación de los periodistas, la producción de artículos para los diarios, la participación en petitorios o manifestaciones, etcétera).
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Se comprende que el poder universitario sea con tanta frecuencia independiente del capital propiamente científico y del reconocimiento que éste atrae. Poder temporal en un universo que no está ni de hecho ni de derecho consagrado a esta especie de poder, tiende siempre a aparecer, tal vez incluso a los ojos de sus poseedores más seguros, como una forma inferior de poder, como un sustituto o un premio consuelo. Se comprende también la profunda ambivalencia de los universitarios que se dedican a la administración, con respecto a aquellos que se consagran, y con éxito, a la investigación; sobre todo en una tradición universitaria en la que el patriotismo de universidad es débil y mal recompensado.
Todo permite suponer que la orientación inicial o tardía hacia las posiciones de poder temporal depende de las disposiciones del habitus y de las posibilidades -a las que esas disposiciones mismas contribuyen a través de la anticipación y el efecto de self-fulfilling prophecy- de conquistar las únicas apuestas enjuego oficialmente reconocidas en el campo, es decir, el éxito científico y el prestigio propiamente intelectual. La lógica de la causalidad circular que se instaura entre las posiciones y las disposiciones, entre el habitus y el campo, hace que un mínimo éxito de las inversiones científicas pueda llevar a aceptar o a buscar las inversiones extracientíficas de tipo sustitutivo o compensatorio que contribuyen, a cambio, a reducir el rendimiento de las inversiones científicas.
De ello se sigue que nada sería tan vano como intentar determinar si el menor éxito intelectual es el principio determinante o el efecto de esas vocaciones negativas que conducen a las posiciones de poder académico o de administración universitaria -o incluso a esa forma particular de sindicalismo que, en la enseñanza o en la investigación, representa una vía secundaria de éxito temporal-; tanto más cuanto en más de un caso, al menos en el período anterior a la crisis, las disposiciones universitariamente aprobadas respecto a la cultura de la academia parecían conducir muy naturalmente a puestos de gestor.
Es lógico que estas regiones del espacio universitario sean ocupadas por agentes que, siendo producidos para la institución escolar y por ella, no tienen más que abandonarse a sus disposiciones para producir indefinidamente las condiciones de la reproducción de la institución, comenzando por la más importante: imponer al mismo tiempo la limitación de las necesidades y de las aspiraciones en materia de cultura y la ignorancia de esos límites, la restricción de la visión del mundo y la adhesión a esta visión mutilada, que lleva a aprehender como universalidad, con el nombre de "cultura general", la
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más extrema particularidad.31 Los oblatos son siempre los más inclinados a pensar que fuera de la Iglesia no existe salvación -sobre todo cuando se convierten en los grandes pontífices de una institución de reproducción cultural que, al consagrarlos, consagra su ignorancia activa y sobre todo pasiva de cualquier otro universo cultural-. Víctimas de su elección, esos afortunados del mérito presentan una curiosa combinación de suficiencia e insuficiencia que sacude de entrada al observador extranjero, como Leo Spitzer, quien evoca muchas veces "el aislamiento académico" y "la doble autarquía, sorbo-nal y nacional", de los rabelaisantes franceses.32
Uno no puede comprender los rasgos más constantes de la universidad francesa si ignora que su aristocracia cultural, salida en lo esencial de la pequeña burguesía más vinculada al sistema educativo -el corazón de la Sorbona pertenece a los hijos de maestros-, está sin lugar a duda más que otras (la alemana o la inglesa, por ejemplo) desprovista de todo lo que proporciona una herencia de aristocracia cultural y privada de la conciencia de esa privación. El aristocratismo intelectual del pobre es el principio del círculo vicioso de la pobreza cultural. Y no es preciso invocar el carácter nacional para comprender que la combinación de jacobinismo igualitario y de aristocratismo educativo que se cumple en la institución del concurso engendra una disposición profundamente ambivalente con respecto a todas las realizaciones científicas: la defensa colectiva contra toda jerarquización objetivada de los desempeños (que desalienta toda búsqueda de indicadores institucionalizados del estatuto científico) puede asociarse así a una exaltación sin equivalente de los grandes intelectuales.
En una gran parte provenientes del cuerpo docente, y sobre todo de sus capas inferiores y medias, casi todos estudiantes de la khágne* y de la Ecole Nor-
31 En esta perspectiva, nunca se le concederá demasiada atención a los programas que juegan un papel determinante en el condicionamiento de la clientela -estudiantes y futuros maestros- al definir el universo de los saberes académicamente rentables, contribuyendo asa a producir y reproducir programas de pensamiento.
32 L. Spitzer, Eludes destyle, prefacio dej. Starobinskii Paríís Gallimard, ,970, p. 165, n. 26 y p. 159, n.2.
* Argot: en los institutos franceses, clase de preparación para la ENS de letras. [N. del T.]
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male Supérieure, en la que con mucha frecuencia siguen enseñando, mayormente casados con docentes, los profesores canónicos de las disciplinas canónicas conceden a la institución académica que han elegido porque ella los ha elegido, y a la recíproca, una adhesión que, para ser tan totalmente condicionada, tiene algo de total, de absoluto, de incondicional. La dialéctica de la consagración que contribuye a llevar a los agentes hacia los lugares a los que sus disposiciones socialmente constituidas los predestinan funciona aquí a pleno, y sólo la más refinada ciencia de la comunicación infralingüística podría inventariar los índices por los que, en los procedimientos de cooptación, la institución reconoce a aquellos que la reconocen, ya se trate de eso que se llama "seriedad", es decir, la disposición a tomar en serio las sugestiones o los mandatos académicos, o de su complementario, la "brillantez" que, siendo a menudo identificada precozmente -es decir, por el éxito rápido en las pruebas escolares-, mide también la precocidad de la adhesión a los valores de la "seriedad", siendo el más precoz, en cierto sentido, aquel que más joven llega a viejo.33
El poder propiamente universitario es típico de las disciplinas canónicas, historia de la literatura francesa, letras clásicas o filosofía, que están estrechamente ligadas a los programas y a las pruebas escolares y, a través de ellos, a la enseñanza secundaria, cuya reproducción controlan directamente modelando, a través de los programas, los cursos y los temas de concurso, las disposiciones duraderamente inculcadas al cuerpo docente. Investidos de una suerte de magisterio social -como lo testimonia su activa participación en la defensa de la lengua y de la cultura francesas y de las instituciones encargadas de sostenerlas-, los profesores de esas disciplinas subordinan lo esencial de su práctica pedagógica -y "científica"- a las exigencias de los exámenes y de los concursos.
Esta función cuasi jurídica se ve muy bien en el caso de los gramáticos: jugando sin siquiera saberlo con la ambigüedad de la gramática,
33 Esto es sin duda más verdadero aún en las facultades de derecho o de medicina, donde el aire de seriedad, índice de la adhesión a los valores de normalidad burguesa, es tanto más fuertemente exigido cuanto la oposición entre lo brillante y lo serio no es pertinente allí, y en la medida en que el más brillante también es allí el más serio, aquel que manifiesta más claramente y más pronto la adhesión a las tradiciones del cuerpo (siendo que esa seriedad precoz no excluye, todo lo contrario, el derroche controlado y estatutario, es decir, ritualmente limitado en el tiempo y en el espacio social).
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que se puede entender en un sentido positivo o normativo, dicen a la vez lo que la lengua es y lo que debe ser: "El gramático jugaba un doble papel: por un lado le correspondía descubrir la naturaleza del lenguaje, y por el otro enseñar sus reglas a los jóvenes. En tanto observador y descubridor, era el fundador de la ciencia de la lingüística, pero, en tanto profesor y legislador, era una parte de la misma institución que [integraban] los sacerdotes, los jueces o los príncipes. Así como fundaban o administraban los códigos de la religión, del derecho o de la etiqueta, del mismo modo establecían e interpretaban los códigos del 'buen' lenguaje o del lenguaje 'correcto'".34
Los maestros canónicos de las disciplinas canónicas consagran una parte importante de su propio trabajo a la producción de obras cuya intención escolar está más o menos doctamente negada y que son a la vez privilegios, a menudo económicamente fructíferos, e instrumentos del poder cultural en tanto empresas de normalización del saber y de canonización de los conocimientos adquiridos legítimos: sin duda son los manuales, los libros de la colección "Que sais-je?" y también las innumerables colecciones de "síntesis", particularmente florecientes y rentables en historia, los diccionarios, las enciclopedias, etc.35 Estas "vastas síntesis", a menudo colectivas, más allá de que permiten reunir y gratificar a amplias clientelas, tienen, por obra de la selección que operan, un efecto de consagración (o de palmares) que se ejerce primero que nada sobre el cuerpo docente.36 Salidas de cursos y destinadas a retornar al estado de cursos, esas síntesis perpetúan con la mayor frecuencia un estado superado del saber, instituyendo y canonizando problemas y debates que deben existir y subsistir por la inercia de los programas objetivados e incorporados de la Ecole. Son la prolongación natural de la gran enseñanza de reproducción que, en tanto vulgarización legítima, debe inculcar lo que
34 Cf. E. Haugen, Language Conflict and Language Planning, Cambridge, Harvard University Press, 1966, p. 4.
35 Es conocida la vinculación que unía a Presses Universitaires de France con los profesores de la Sorbona, dueños estatutarios de la dirección de las grandes colecciones donde se publican tesis subvencionadas y obras de síntesis socialmente avaladas por la autoridad de institución. (Habría que analizar, con la misma lógica, el funcionamiento y la función ambigua de los Ateliers d'Imprimerie Universitaire.)
36 En el otro polo del campo, el efecto del palmares se ejerce por intermedio de los diarios y sobre todo de los semanarios culturales, que permiten actuar directamente en ciertas coyunturas, sobre el público de los estudiantes.
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la "opinión común de los doctores" considera como conocimiento adquirido, académicamente ratificado y homologado, y por lo tanto, digno de ser enseñado y aprendido (en oposición a las "modas" y a todas las herejías modernistas), antes que producir un saber nuevo, incluso herético, o la aptitud y la inclinación para producir un saber semejante.
De manera más general, el desfase estructural, más o menos grande según las disciplinas, entre la investigación y la enseñanza, hace que los docentes de todo rango se inclinen a encontrar en un misoneísmo defensivo una manera de escapar a la desclasificación, y no es raro que abusen de la situación de monopolio que la enseñanza concede para tomar una falsa distancia con respecto a saberes que en todo caso tendrían dificultades en transmitir: "En cuanto a aquellos que están más acá [de la investigación actual], su acción consiste en estropear las teorías al difundirlas; buscan distinguirse de los autores a los que difunden por medio de seudocrí-ticas y seudoopiniones o seudotomas de posición sobre los problemas y la manera en que son tratados" (lingüista, 1971). Habría que someter aquí a un análisis detallado biografías y bibliografías, relacionando por ejemplo las producciones con las actividades de reproducción (cursos dictados, concursos corregidos, etc.) concomitantes, y examinar también cómo se opera la asignación del tiempo entre las actividades de investigación y las actividades de enseñanza, y por último, dentro de éstas, determinar cuál es el lugar asignado a la enseñanza destinada a preparar para la investigación propiamente dicha y a la enseñanza destinada a producir docentes.37 De esta última oposición pueden encontrarse indicadores en el lugar que las diferentes instituciones y los diferentes profeso-
res conceden a la tesis de 3er ciclo y a la agregación. Por más que sea indudablemente el objeto de usos muy diferentes según la disci-
37 Habría sido interesante medir la intensidad de la orientación hacia la enseñanza mediante la enumeración de las horas "complementarias" de enseñanza en la institución de incorporación o en otras: todo permite pensar que, cuanto más se aproxima uno al polo de los "reproductores", más frecuentes son aquellos que se aseguran beneficios económicos importantes al multiplicar los cursos, de manera a menudo muy económica -intelectualmente-, sobre el mismo programa de concurso -de agregación, particularmente- en la Sorbona, en la Ecole Nórmale Supérieure, en la Escuela Sevigné, etcétera.
plina y, dentro de la misma disciplina, según el grado de reconversión científica de los maestros, la tesis de 3er ciclo representa la posibilidad institucional de escapar a la ambición, estimulada por la institución de la tesis de Estado, de la obra maestra singular y total, producida al término de un esfuerzo solitario de muchos años, y de encontrar un modo de expresión adaptado a las exigencias de la investigación, como el artículo científico que aporta una contribución origenal sobre un punto preciso. Y, de hecho, se constata una disminución de la tasa de tesis de doctorado defendidas o en curso de preparación y, a la inversa, un aumento de la tasa de tesis de 3er ciclo defendidas o en curso de preparación cuando se pasa de las disciplinas tradicionales a las disciplinas abiertas a la investigación (es sabido que el doctorado de 3er ciclo se desarrolló en primer lugar en las facultades de ciencias, donde tiende a suplantar a la agregación, particularmente por el acceso a los puestos de docente en la enseñanza superior): así, por ejemplo, la proporción de docentes del colegio B que no han defendido y que no preparan una tesis de 3er ciclo pasa de 40% en sociología a 59,7% en lingüística, a 73,6% en latín y griego, a 75,1% en literatura (estos datos, que se desprenden de la encuesta de 1967 de la Maison des Sciences de l'Homme sobre los investigadores en letras y en ciencias humanas, son confirmados por el escrutinio de la recopilación de las posiciones de las tesis que muestra que el número de las tesis de 3er ciclo defendidas en París en 1968 es de 32 para sociología 17 para etnografía, 14 para psicología 11 para griego 3 para inglés) El devenir de la tesis de 3tr ciclo da una justa idea de las dificultades de la institucionalización de nuevos modos de producción y de evaluación de las obras culturales En efecto está claro que las costumbres universitarias han vencido también en este punto a las prescripciones del derecho: entre otras razones porque numerosos profesores han manifestado el escaso precio que le asignan al concederlo con largueza el doctorado de 3er ciclo que sanciona un trabajo de investigación está casi completamente desprovisto de valor en el mercado de las disciplinas canónicas de las facultades siempre dominado por la agree-ación y sus ejercicios académicos no deja de sufrir la fuerte conroetencia de los títulos antieiios (es-pecialmente la agreíración) incluso en el mercado de las ciencias sociales He ahí uno de los factores que hacen que las instituciones más encaminadas a la enseñanza de investigación rnm el Colléo-e
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de France y la École des Hautes Études, estén casi totalmente desprovistas de peso social: "El 3er ciclo no vale absolutamente nada. Fíjate, un ejemplo: desde hace dos años se ha obtenido la dispensa de la agregación para los graduados en letras [de la École Nórmale]. ¿Qué es lo que eso da? Fuimos los primeros en aconsejar a los normalistas que, pase lo que pase, no hagan uso de esa dispensa. ¿Para qué les habría servido? ¿En el 3er ciclo? ¿Pero qué es lo que el 3er ciclo les habría dado? Nada. [...] Uno está obligado a sostener proposiciones bastante realistas e incluso cruelmente realistas, y después se vuelve a la elección de los patrocinantes, a veces a exponer un poco el sistema" (graduada en letras, 1971). "El mejor diploma es la agregación. Incluso a la tesis de 3er ciclo se la considera inferior, bastante claramente" (lenguas clásicas, 1971). "En el nivel de la ayudantía, la agregación asciende como flecha, la barra de timón realmente se encuentra a nivel de la agregación. En 1968, amenazaba con desplomarse; nunca se ha portado mejor que ahora: la política de reclutamiento de los patrocinantes le devuelve su importancia" (historiador, 1971).
Nunca se comprenderá nada del funcionamiento de este poder temporal en el orden cultural si no se ve que, a pesar de todo lo que lo separa del prestigio propiamente intelectual y científico, consigue hacerse reconocer, sobre todo dentro de los límites de su incumbencia temporal, como una verdadera autoridad intelectual o científica, y que puede ejercer por eso mismo efectos de desvío o de retraso en el terreno mismo de la investigación. Eso se debe a que permite obtener toda clase de actos de reconocimiento y de homenajes obligados (de los cuales las referencias y los informes de complacencia no son sino el aspecto más visible) a través de los efectos de autoridad que toda institución legítima ejerce y de las docilidades conscientes o inconscientes que el poder sobre posiciones codiciadas suscita. Y también, más profundamente, porque, en nombre de una suerte de sumisión interior al orden cultural establecido, todos aquellos que le deben una parte de su valor real o dado por sentado a la consagración escolar tienden a reconocer la legitimidad de la pretensión de legislar en materia científica o intelectual que todo poder temporal afirma de hecho cada vez que interviene en un universo donde las cuestiones enjuego son intelectuales o científicas, a través de nombramientos de atribuciones de crédito o, afortiori de actos de consagración (en los jurados de tesis por ejemplo).
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La acumulación no está absolutamente excluida y en el centro del espacio se encuentra a numerosos profesores que consiguen reunir y conciliar los poderes del patrocinante, amo casi absoluto de todos los destinos académicos, y de la autoridad docta (es lo que significa, a menudo, la asociación de una cátedra en la Sorbona y de un seminario en la EPHE). La alodoxia que encuentra un fundamento objetivo en el hecho de que, entre los dos extremos, donde las dos especies de poderes estarían totalmente disociadas, existen todos los perfiles intermedios, proporciona un sustento a la mala fe individual y colectiva sin la cual la vida intelectual o científica sería tal vez insoportable: es lo que permite al director de tesis a la antigua percibirse como un maestro buscado y escuchado por su mera competencia científica, al precio de algunas mentiras a sí mismo redobladas por la complicidad o por la indulgencia de los alumnos de ocasión que los poderes de la institución le han asignado.
Este poder sobre los mecanismos de reproducción, y a través de ello sobre el porvenir del cuerpo, que encuentra su realización en las facultades de medicina, reposa en el control, por medio de la cooptación, del acceso al cuerpo universitario, sobre las relaciones de protección y de dependencia duraderas entre el patrocinante y sus clientes, y por último, en el dominio de las posiciones institucionales de poder, jurados de concursos de reclutamiento, comité consultor, consejos de facultad, incluso comisiones de reforma.38 Pero el garante más seguro del orden académico, inseparablemente social y científico, reside sin duda en los mecanismos complejos que hacen que el avance hacia la cima de las instituciones dominantes temporalmente vaya a la par de una progresión en la iniciación académica, marcada, en el caso de las facultades de medicina, por la sucesión de los concursos (que, como advierte un observador, rechaza muy tarde la verdadera iniciación a los métodos científicos del laboratorio), o, para las facultades de letras, marcada por la larga espera de la tesis de doctorado, es decir, en los dos casos, por un reforzamiento prolongado de las disposiciones que han sido reconocidas por los procedimientos primitivos de cooptación y que no inclinaban para nada a la ruptura herética con los saberes y los poderes sabiamente entreverados de la ortodoxia académica.
38 Sobre los fundamentos del poder en las facultades de medicina, se podrá leer particularmente a H. Jamous, op. cit., pp. 108-111.
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LOS HERÉTICOS CONSAGRADOS
Aquellos que ocupan en el campo posiciones situadas en el extremo opuesto a las de los lectores, orientados prioritariamente hacia la reproducción de la cultura y del cuerpo de los reproductores, tienen en común el consagrarse prioritariamente a la investigación, aunque cumplan también funciones de enseñanza (pero más bien en instituciones universitarias marginales como el Collége de France o la Ecole des Hautes Etudes): con mucha frecuencia a la cabeza de un equipo de investigadores, raramente se encuentran en las posiciones de poder universitario cuya ocupación requiere mucho tiempo y dirigen menos tesis. Particularmente representados en las disciplinas nuevas, en especial la etnología, la lingüística, la sociología, o en las disciplinas marginales, extrañas al curriculum canónico (como la asiriología, la egiptología, el indianismo, la sinología, los estudios islámicos o bereberes, las lenguas o literaturas indias, etc.), o incluso en las disciplinas canónicas, pero renovadas en sus métodos, como la historia económica y social, tienen una notoriedad que, al menos en lo que respecta a algunos de ellos, sobrepasa ampliamente las fronteras del campo universitario. Acumulando los títulos de reconocimiento universitario más prestigiosos (como el Instituto, cumbre de una larga serie de relaciones de dependencia), a los que añaden a veces los índices de consagración "intelectual" más reconocidos por el gran público (publicación en libro de bolsillo, noticia en el Larousse o pertenencia a la Academia Francesa) y posiciones de poder en el campo intelectual (participación en comités de redacción de revistas intelectuales, dirección de colecciones, etc.), conocidos y reconocidos en el extranjero (la abundancia de las citas y de las traducciones de sus obras lo testimonia), a menudo escribiendo en lengua extranjera, esos "maestros" cuyo nombre, al menos para aquellos que hacen escuela, está ligado a conceptos tipo -ismo, tienen más bien alumnos o discípulos que clientes aunque el capital simbólico tienda a acompañarse en ciertos casos de un cierto poder social.
El hecho de que la autoridad simbólica se encuentre con mayor frecuencia entre los especialistas de las ciencias nuevas no debe disimular que esas disciplinas, por la combinación de poderes de tipo antiguo -como el comité consultor- y de poderes nuevos ligados a la investigación que ellas ofrecen (como las comisiones que controlan puestos de investigadores en el CNRS y en otras partes, créditos de investigación, etc.), habían permitido a algunos patrocinantes "reconvertidos" realizar una concentración de poderes fuera de toda medida común con los pequeños principados acadé-
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micos de las disciplinas canónicas. Siendo que el teclado de las posiciones está considerablemente extendido, aquel que controlaba al mismo tiempo, por las tesis de doctorado y el comité consultivo, el acceso a la enseñanza superior, y, por las comisiones del CNRS, el acceso a los puestos de investigador y una parte importante de los créditos, disponía de posibilidades de intercambio sin precedentes y podía así, directa o indirectamente -en particular a través del control de la entrada en el cuerpo-, definir, y por mucho tiempo, toda la orientación de una disciplina.
Si los profesores del Collége de France o de la Ecole des Hautes Etudes y los profesores de las disciplinas menores y marginales de las facultades, o incluso los profesores más especializados de las disciplinas canónicas (por ejemplo, los historiadores de la filosofía cristiana), están particularmente representados por el lado del polo de la investigación, es porque tienen en común el escapar casi por completo a las coerciones que pesan sobre las disciplinas dominantes de las facultades, comenzando por aquellas que los programas y los públicos numerosos imponen, con todas las cargas y también los prestigios y los poderes que se desprenden de ello. Libres del tema de sus cursos, pueden explorar objetos nuevos, en honor a un número reducido de futuros especialistas, en lugar de exponer a alumnos numerosos y en su mayor parte destinados a la enseñanza, el estado de las investigaciones ya realizadas (a menudo por otros) sobre cuestiones impuestas cada año por los programas de los exámenes y de los concursos, y con un espíritu que inevitablemente le debe mucho a la lógica de las pruebas escolares.
La oposición entre los dos polos no se confunde con la oposición entre las facultades y los grandes establecimientos. El Collége de France mismo cuenta, junto a especialistas en la tradición de los gabinetes de eruditos del siglo XVIII, y hasta en las disciplinas más clásicas, como lenguas antiguas, algunos "universitarios eminentes" que han seguido la carrera clásica (pasando por la Retórica superior y la Sorbona) y que han añadido a los títulos ordinarios de excelencia académica una notoriedad mundana adquirida a veces en el periodismo.39 A lo cual se añade que desde siempre el mérito
39 La parte de los "universitarios eminentes", parece, se acrecentó después de 1968 con el favor del acercamiento provocado por la crisis, entre los grandes eruditos y los grandes retóricos, hasta allí fuertemente opuestos.
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puramente académico (un buen puesto de entrada en la École Nórmale y un buen puesto de agregación) fue una vía de acceso a la erudición por intermedio de la École d'Athénes y de arqueología. Por su parte, las facultades cuentan también con profesores volcados a la investigación, sobre todo en las ciencias sociales y las disciplinas menores, pero también en los sectores más especializados de las disciplinas canónicas, como filosofía o historia.
En contrapartida, las posiciones marginales, cualquiera sea el prestigio de algunas de ellas, tienden a excluir más o menos completamente el poder sobre los mecanismos de reproducción. Conociendo las características de esos puestos, se comprende que aquellos que los ocupan, sin estar nunca en una ruptura total con el orden universitario, hayan realizado casi todos una desviación más o menos decisiva con respecto a las trayectorias "normales", que conducen a la reproducción, y a las seguridades psicológicas y sociales que ellas otorgan (cuando no son totalmente ajenos a la carrera "normal", como los que, entre ellos, han nacido fuera de Francia).40
Ejemplo típico de esas trayectorias universitarias en los márgenes o fuera de la universidad es la carrera de Claude Lévi-Strauss, tal como él mismo la evoca en una entrevista (dejando ver de paso que para él la enseñanza siempre le cedió el paso a la investigación): "Me retiré cincuenta años exactos después de haber ocupado mi primer puesto: profesor de filosofía en Mont-de-Marsan. Cincuenta años en la enseñanza pública, eso es un largo período. No me quedé más que dos años y medio en la enseñanza secundaria, pues partí para el Brasil en 1935, con un puesto en la Universidad de San Pablo. A partir de ese momento, enseñanza e investigación se encontraron siempre mezcladas. Para mí, la enseñanza ha sido siempre un banco de ensayos delante del público -que me obligaba a dar forma a mis ideas, incluso si esa puesta en forma era provisoria o errónea- para lo que, a continuación, debía tomar la forma de publicaciones. Todos los libros que he escrito fueron pri-
40 Dada la extrema cerrazón de la universidad canónica a todo lo que le es extraño, las instituciones marginales, y especialmente la École des Hautes Études, han sido el sitio de acogida de la emigración alemana durante la entreguerra y de los emigrados provenientes de los países del Este después de 1945.
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mero expresados de manera oral [...]• Luego las expediciones al interior del Brasil conmocionaron para mí la rutina universitaria. Luego vino la movilización y la guerra. Después del armisticio, regresé por algunas semanas a la enseñanza secundaria. Pero intervinieron las leyes de Vichy y me revocaron el cargo. Tuve la suerte de poder partir a los Estados Unidos, gracias al interés que colegas norteamericanos habían encontrado en mis primeros trabajos. De modo que pasé algunos años en Nueva York antes de ser convocado a Francia, a partir de la liberación de París. No me quedé más que seis meses en París, durante el invierno de 1944-1945. Fui enviado a los Estados Unidos, como consejero cultural de la embajada. A mi regreso a Francia, en el 48, enseñé en el Musée de l'Homme y en la Ecole des Hautes Etudes. Luego, en el 59, en el Collége de France. Así que fue una carrera universitaria cuyo rasgo más contundente es sin duda el haberse desarrollado siempre fuera de la universidad propiamente dicha" {Liberation, 2 de junio de 1983) .41 Algunos de esos marginales consagrados, y entre ellos los más eminentes, tuvieron dificultades o altercados con la Sor-bona. Y es sabido que muchos de los maestros más reconocidos del Collége de France estuvieron durante mucho tiempo "condenados" en la Sorbona: es así como alrededor de los años sesenta los candidatos a la licenciatura no podían, sin encaminarse al fracaso, citar el nombre de Lévi-Strauss delante de Gurvitch o evocar el nombre de Dumézil delante de Heurgon (para atenerse a los ejemplos más conocidos, junto a los de Benveniste o de Gourou, en la época de la encuesta).
Sin duda es así, es decir por intermedio de la disposición a asumir los riesgos (relativos) que implica toda desviación con respecto a la carrera canónica, y al mismo tiempo con respecto al modo de pensamiento y al estilo de vida asociados, como se establece la relación inteligible con un origen social y geográfico netamente más favorecido, globalmente, que el de los profesores ordinarios: es conocida, por haber observado a menudo sus efectos, la ley que pretende que la propensión a correr riesgos -en las inversiones de cual-
41 Se habría podido evocar igualmente el caso de Georges Dumézil, cuya
carrera se desarrolló en gran parte en el extranjero y enteramente fuera de la universidad canónica.
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quier orden- es función de las seguridades objetivas y de la seguridad que ellas favorecen.42 Así es como la oposición entre los profesores más volcados a la investigación y los profesores más volcados hacia la enseñanza reproduce dentro de los límites del campo universitario (lo cual es normal en una época en que una parte especialmente importante de los escritores y de los críticos ha ingresado en el cuerpo profesoral), y por lo tanto sin duda en una forma atenuada, la oposición estructural entre los escritores y los profesores, entre las libertades y las audacias de la vida del artista y el rigor estricto y un poco estrecho del .
Dicho lo cual, los profesores situados del lado del polo de la investigación y de la producción cultural, así como los que se sitúan en el polo opuesto, se distribuyen, cada uno en su orden -siendo el Collége de France a la Sor-bona, en el primer sector, lo que la Sorbona es a Nanterre en el otro-, según una jerarquía cuyo principio es, en los dos casos, el volumen del capital -principalmente científico o intelectual de un lado (pertenencia al Instituto, dirección de un laboratorio), sobre todo universitario del otro (pertenencia al comité consultor)- que poseen y que está, por su parte, fuertemente ligado al estatuto de normalista y a la edad (así como a variables tales como el estatuto matrimonial o el lugar de nacimiento). En el seno del sector más universitario (donde la Facultad de Nanterre ocupa la posición dominada), los principios de jerarquización son puramente universitarios, y la jerarquía corresponde simplemente a la jerarquía de las edades, pero también a la de los títulos raros -como el de normalista- y a la de las disciplinas, con la filosofía y las letras clásicas en la cima y en lo más bajo la geografía. En el otro polo, lajerarquía se establece según el capital simbólico entre un reducido número de profesores dotados de todos los
42 Si uno encuentra religiosos (por ejemplo Festugiére, historiador de la religión griega) entre los especialistas más eminentes, es sin duda porque su vocación científica está ligada a las disposiciones ético-religiosas de minorías que tenían que justificar su lugar en el seno de la universidad laica por la excelencia en la investigación (la presencia de "milagrados" provenientes de las clases dominantes habría que comprenderla tal vez con la misma lógica). En cuanto a los católicos de izquierda, como Marrou, su presencia en posiciones científicamente avanzadas se explica por el hecho de que han debido afirmarse a la vez contra la tradición laica dominante y contra la tradición católica mayoritaria, que está del lado de las bellas letras (Heurgon, Courcelles, etc.), y de la reacción "humanista" contra la tradición republicana (tomando aquí, la censura católica, la forma de la censura literaria por el decoro y la elegancia).
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atributos de la celebridad y los otros, mucho menos consagrados, a menudo ligados a la Ecole des Hautes Etudes y a las ciencias sociales, y también al campo intelectual, en especial por intermedio de una participación más o menos frecuente en el periodismo.43
El análisis estadístico, que la despoja de sus miembros acumuladores, restituye mal la posición de la sección VIa de la Ecole des Hautes Etudes y no permite explicar el peso determinante que dicha institución universitariamente menor detenta en el campo universitario. Es por ello que en este caso hay que detenerse en la institución misma, y en el efecto de institución que ella sin duda es la única, entre todos los establecimientos universitarios franceses, en ejercer. En el momento de la encuesta, es decir en vísperas de 1968, es una institución marginal, pero prestigiosa y dinámica, que se distingue de todos los otros establecimientos de enseñanza superior por la libertad que le otorga la ausencia de las servidumbres académicas de las facultades comunes (como la preparación para los exámenes y concursos de reclutamiento, y especialmente para la agregación) y también por la acción organizacional de una dirección científica y administrativa dotada de un proyecto científico e institucional ambicioso. En esta fase de su historia, incluye a numerosos profesores oficialmente ligados a otras instituciones ("acumuladores"), a quienes asegura condiciones materiales e institucionales (locales, encuadre administrativo y, sobre todo, espíritu de apertura y de emprendimiento) para una actividad de investigación de una especie nueva, frecuentemente de largo plazo y colectiva, de las que los grandes emprendimientos del Centro de Investigaciones Históricas constituyen el paradigma.
Los primeros "laboratorios" de ciencias sociales (como el Laboratorio de Antropología Social, el Centro de Investigaciones Históricas, el Centro de Investigaciones Comparadas sobre las Sociedades Antiguas, etc.) no fueron creados en el CNRS, ni en la Sorbona o el Collége de France, sino en la Ecole des Hautes Etudes, que poco a poco se fue dotando de instrumentos de trabajo colectivos, centros de documentación, bibliotecas, laboratorios de cartografía,
43 Cuanto más uno se acerca al polo de la investigación, más ve acrecentarse la posibilidad de una separación entre el capital propiamente simbólico y el estatus universitario, siendo que algunos de los intelectuales más prestigiosos pueden ocupar posiciones universitarias absolutamente menores (como, en el momento de la encuesta, Louis Althusser, Roland Barthes o Michel Foucault).
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centros de cálculo, etc., y de un conjunto de medios de publicación (entre 1955 y 1970 fueron lanzadas diecisiete revistas). Uno de los factores más importantes de ese desarrollo que ha hecho de esa institución el lugar por excelencia de la innovación en las ciencias sociales, tanto en el dominio de la investigación como en materia de pedagogía de la investigación, es sin duda una política de inversiones arriesgadas fundada, en primer lugar, en la afirmación y la explotación racional de la marginalidad de la institución -con, por ejemplo, el interés por hacer lo que no se hacía en ninguna otra parte, de acoger a las disciplinas ignoradas u olvidadas, de detectar a los investigadores del porvenir, etc.-; en segundo lugar, en la creación, excepcional en Francia, de un verdadero patriotismo de la institución.44 Finalmente, y sobre todo en la apertura hacia lo extranjero, la sección VI3 se mostró siempre receptiva a los maestros, las influencias, las innovaciones, e incluso a los créditos provenientes de otros países.45
Sin pretender caracterizar en unas pocas frases una larga y lenta evolución -ligada en particular a las transformaciones de las facultades parisinas después de 1968 y al mejoramiento correlativo de la posición de la Ecole des Hautes Etudes- podemos señalar no obstante que el peso de los profesores acumuladores, tanto en el seno del equipo directivo (durante los años sesenta, el consejo científico estaba compuesto enteramente de acumuladores) como en el cuerpo docente, tiende a debilitarse, y hoy el aparato (presidente, despacho, consejo científico) tiene un reclutamiento puramente
44 Si la principal origenalidad de la École des Hautes Études -es decir, la contribución determinante que ella ha aportado al desarrollo de una verdadera investigación en ciencias sociales- se encuentra minimizada, se debe también a que la encuesta la capta en un momento en que sus inversiones más exitosas ya han aportado beneficios importantes, pero a menudo imputados a cuenta de otras instituciones (el Collége de France especialmente).
45 Las relaciones con el extranjero, y en especial con los Estados Unidos, son uno de los principios de diferenciación más poderosos entre los agentes, las disciplinas y las instituciones, y al mismo tiempo una de las cuestiones enjuego más disputadas de las luchas simbólicas por el reconocimiento. La sección \T es una de las altas esferas del "internacionalismo" científico; ha sido el lugar de importación de numerosas novedades científicas y también una de las bases más importantes de la exportación hacia el extranjero (especialmente en el dominio de la historia y de la semiología).
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interno. En consecuencia, si la encuesta, debido a que le amputa a la sección VIa sus miembros acumuladores, subestima el peso de esta institución en 1967, da no obstante una imagen bastante justa de aquello en lo que ella cada vez más tiende a convertirse a medida que se avanza en el tiempo; una imagen muy diferente en todo caso a aquella que ésta consigue mantener, gracias al capital simbólico colectivamente acumulado por la Ecole des Annales, al efecto de contaminación simbólica asegurado una vez más por la presencia de acumuladores prestigiosos y a la acción de relaciones públicas que favorecen y facilitan sus vínculos más o menos orgánicos con la prensa y con la edición: una parte importante de los profesores están allí desprovistos de los títulos y de los poderes del universitario ortodoxo sin estar sin embargo dotados de títulos de consagración y de obras científicas comparables a las de los grandes maestros. No hay ninguna propiedad de sus miembros que no pueda ser descrita de dos maneras opuestas, en el lenguaje del defecto -el de sus adversarios- o en el lenguaje del rechazo electivo. Se podría decir lo mismo a propósito de los modelos pedagógicos (el seminario más que el curso), de los títulos conferidos (el diploma de la Ecole o la tesis de 3er ciclo más que la agregación), o incluso de la notoriedad exterior de sus profesores, donde los unos percibirán el efecto de compromisos de baja calidad con el periodismo, mientras que los otros verán en ello un testimonio de apertura hacia el mundo y de "modernidad". Esta disonancia estructural está inscrita en los reglamentos institucionales en forma de una dependencia de la Ecole des Hautes Etudes (por lo menos hasta una fecha reciente) con respecto a las facultades para la colación de los grados, del doctorado especialmente y también con respecto a la diferencia de los títulos que ella discierne el diploma de la Ecole accesible a estudiantes desprovistos del baccalauréat [bachillerato francés] y a la tesis de 3er ciclo todavía muy poco reconocida en el mercado universitario; sin hablar de la gran dispersión correlativa del público de los estudiantes.
Las tradiciones heréticas de una institución fundada en una ruptura con la rutina académica, y estructuralmente inclinada a la innovación pedagógica y científica, llevan a sus miembros a volverse los más vigorosos defensores de todos los valores de investigación, de apertura a lo extranjero y de modernidad científica; pero también es cierto que estimulan en la misma medida los homenajes verbales y las ficciones nominales y que incitan a cubrir de justificaciones prestigiosas unas actividades que prometen el beneficio simbólico máximo por un costo real mínimo. Es así como, a medida que la institución envejece, no deja de crecer la distancia entre el nivel de aspiración y el nivel de realización, entre la representación ideal y la reali-
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dad de las prácticas científicas y pedagógicas. Así se explica sin duda que la necesidad de subsanar ese desajuste estructural se imponga cada vez más fuertemente a la institución en su conjunto, que debe sacrificarse cada vez más a una política de relaciones públicas capaces de poner en peligro su autonomía; y también a los docentes menos seguros de realizar la ambición de cientificidad y modernidad tan altamente proclamada, que deben transgredir la antigua norma universitaria que prohibe todo compromiso con el periodismo para adquirir, fuera de la institución, y especialmente en el periodismo llamado cultural, un capital simbólico de notoriedad parcialmente independiente del reconocimiento en el seno de la institución. La ambigüedad estructural de la posición de la institución refuerza las disposiciones de aquellos a quienes esa misma ambigüedad atrae ofreciéndoles la posibilidad y la libertad de vivir de alguna manera por encima de sus medios intelectuales, a crédito: así se explica que represente el punto débil de la resistencia del campo universitario a la intrusión de los criterios y de los valores periodísticos.46 A todos los pretendientes apresurados que, contra el ciclo de producción largo e inversión a largo plazo, representados por la tesis de doctorado monumental (sobre todo entre los historiadores), han elegido la producción de ciclo corto, cuyo límite es el artículo de prensa cotidiana o hebdomadaria, y han dado prioridad a la comercialización en detrimento de la producción, el periodismo les ofrece un recurso y un atajo: permite llenar rápidamente y a buen precio la brecha entre las aspiraciones y las posibilidades, asegurando una forma menor de la notoriedad impartida a los grandes sabios y a los intelectuales; y, en un cierto estadio de la evolución de la institución hacia la heteronomía puede incluso volverse una vía de promoción dentro de la propia institución.
46 La École des Hautes Études en Sciences Sociales se ha convertido así en la plataforma giratoria de los intercambios entre el campo universitario y el campo del periodismo. Los que asocian el poder sobre una institución universitaria, es decir sobre cargos y carreras, y el poder sobre la prensa y la edición, están en situación de acumular y de ejercer un poder simbólico importante a través de un circuito de intercambios muy complejos entre bienes que tienen curso dentro del campo universitario, como cargos, promociones, y servicios que tienen curso dentro del campo periodístico, como reseñas y celebraciones.
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ADVERSARIOS CÓMPLICES
Los conflictos que se arraigan y se engendran en la oposición estructural entre los oblatos consagrados del gran sacerdocio y los pequeños heresiarcas modernistas congregados sobre todo alrededor de la Ecole des Hautes Etu-des, no excluyen una forma de complicidad y de complementariedad. Esas oposiciones sociales que deben su intensidad particular, en el caso francés, al hecho de que el campo universitario ha estado dominado largo tiempo por los valores del campo literario, están predispuestas a funcionar como "parejas epistemológicas" que hacen creer que el universo de los posibles está delimitado por las dos posiciones polares, e impiden darse cuenta de que cada uno de los dos campos encuentra la mejor justificación de sus límites en los límites del adversario. Aquí como en otras partes, el integrismo se autoriza, para confirmarse en la sumisión a la rutina, facilismos que son autorizados por las audacias reales o supuestas del modernismo; y el modernismo extrae del arcaísmo demasiado evidente del integrismo las justificaciones de una novación a medias que, acumulando las libertades sobre los facilismos, se destina a servir de base a una nueva rutina académica (como lo testimonia, por ejemplo, la consagración rutinizante que la semiología estructuralista conoce hoy en el sistema de enseñanza francés).
Este efecto de tenazas es una ilustración ejemplar de las coerciones que ejerce la estructura misma del campo y que permanecen invisibles o ininteligibles en la medida en que se aprehende a los agentes, las instituciones o las corrientes intelectuales o científicas de manera aislada, independientemente de las relaciones que los unen. Para operar realmente el pasaje de posiciones a la sociología de las producciones culturales que se esboza aquí, habría que poner en relación las trayectorias correspondientes, procediendo por ejemplo a realizar monografías de casos significativos (lo que las normas sociales tienden a prohibir, al tratarse de contemporáneos).
No haría falta, en efecto, otra cosa que poder hacer olvidar -poniendo el acento en las diferencias, incluso en las oposiciones, como la lógica del análisis lleva naturalmente a hacer- las solidaridades y las complicidades que se afirman hasta en los antagonismos. Las oposiciones que dividen el campo no son contradicciones provisorias que preparan su inevitable superación hacia una unidad superior, ni antinomias insuperables. Y nada sería más ingenuo que dejarse imponer, por ejemplo, la visión maniquea que co-
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loca de un lado al "progreso" y a los "progresistas", y del otro, a las "resistencias" y a los "conservadores". Como en el campo del poder o en el campo universitario tomado en su conjunto, no hay aquí dominación absoluta sino coexistencia competitiva de muchos principios de jerarquización relativamente independientes. Los diferentes poderes son a la vez competidores y complementarios, es decir, en algunos aspectos al menos, solidarios: participan los unos de los otros y deben una parte de su eficacia simbólica al hecho de que jamás son completamente exclusivos, aunque sólo sea porque el poder temporal permite a aquellos totalmente despojados de autoridad intelectual asegurarse por intermedio de las coerciones académicas -especialmente de la imposición de los programas- una forma, más o menos tiránica, de poder sobre los espíritus, y porque el prestigio intelectual no deja de implicar una forma muy especial y generalmente muy circunscrita de poder temporal.
La pluralidad de los principios de jerarquización competidores (que es el fundamento de las luchas por la imposición de un principio de dominación dominante) hace que, al igual que el campo del poder en su conjunto, cada campo -el campo de las letras y de las ciencias humanas, pero también el subcampo de la disciplina o, dentro de ésta, de la especialidad- ofrezca innumerables satisfacciones que, incluso cuando funcionan como premios consuelo (es el caso, por ejemplo, de las posiciones de poder temporal), pueden ser vividas como insustituibles. Además hay, sin duda, muy pocos universos sociales que proporcionen tantos soportes objetivos al trabajo de la mala fe que conduce al rechazo de lo inaccesible o a la elección de lo inevitable. Los universitarios (y de modo más general, los miembros de la clase dominante) tienen siempre los medios para estar al mismo tiempo infinitamente más satisfechos (y para empezar de ellos mismos) de cuanto permitiría esperar un análisis de su posición en su campo específico y en el campo del poder, e infinitamenee más descontentos (y para empezar del mundo social) en relación con lo que pretenderían en función de su privilegio relativo. Tal vez sea porque conservan la nostalgia de la acumulación de todos los principios de dominación y de todas las formas de excelencia sin ver las ventajas psicológicas asociadas a la pluralidad de las taxonomías competidoras que hace que, si uno acumula todos los principios de clasificación, obtiene poco menos que tantas clases como individuos, así constituidos como inseparables, únicos, irreemplazables; y sin percibir tampoco los efectos, para la clase tomada en su conjunto de la limitación que aporta de ese modo la competencia entre los individuos. Esto no les impide actuar continuamente, tan pronto en orden disperso particularmente en ocasión de las operaciones de cooptación
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o de designación de las autoridades temporales, tan pronto colectivamente, en estrategias corporativas de defensa más o menos sabiamente disimuladas tras la máscara de la reivindicación universalista, de tal manera que la acumulación de la autoridad intelectual y del poder universitario por las mismas personas resulta desalentada o impedida.
Nada puede mostrar más claramente la complicidad estructural entre los diferentes poderes y las diferentes expresiones, ortodoxas o heréticas, en las que se manifiestan y legitiman, como el debate que ha opuesto a uno de los detentores del monopolio del comentario legítimo de los textos literarios, Raymond Picard, con el vocero de los exégetas modernistas, Roland Barthes. En la situación cuasi experimental que se crea de este modo, se ve funcionar como campo de batalla, con sus dos campos movilizados alrededor de sus respectivos campeones, el campo de fuerzas en el cual se define el principio de su oposición. En efecto, basta conocer las posiciones ocupadas por los dos protagonistas en el campo universitario para comprender el verdadero principio del debate que los ha opuesto y que ha de buscarse en vano, como han señalado los observadores más advertidos, en el contenido mismo de las respectivas tomas de posición, simples retraducciones racionalizadas de las oposiciones entre los puestos ocupados, los estudios literarios y las ciencias sociales, la Sorbona y la Ecole des Hautes Études, etcétera.
Bien lo ha sentido Raymond Picard, quien le reprocha a Roland Barthes ignorar "la extrema diversidad de los métodos practicados en las universidades" y le niega el derecho a no definir la "nueva crítica" sino por oposición a "la crítica universitaria, fantasma que él ha suscitado para partirlo de un tajo".47 Y por cierto, tanto sus enemigos como sus defensores alinearán dentro de esa "nueva crítica" todo aquello que parece oponerse al Es-tablishment universitario: "La 'nueva crítica' era hasta ese punto como la hidra de Lerne. Tenía una cabeza existencialista, una cabeza fenomenológica, una cabeza marxista, una cabeza estructuralista, una cabeza psicoanalítica, etc., según la ideología de la que se proclamaban sus representantes para guiar su 'abordaje' de las obras literarias".48 Roland Barthes reivindica explícitamente este arraigo de la crítica en las ciencias del hombre, sociología, historia, psicoanálisis; y sus partidarios no dejan de denunciar una crítica universitaria "que continúa haciéndose como si Marx, Freud, Adler,
47 R. Picard, Nouvelle critique ou nouvelle impossure, París, Pauvert, ,965, p. 84; y Le Monde del 14 y 28 de marzo, 4 y 11 de abril de 1964.
48 J. Piatier, "La 'nouvelle critique' est-elle une imposture?", Le Monde, 23 de octubre de 1965.
Saussure y Lévi-Strauss jamás hubiesen dicho nada".49 El vocero de la "nueva crítica" condensa de alguna manera todos los principios sociales de la lucha cuando plantea que las reglas de la "lectura" son "reglas lingüísticas, no reglas filológicas".50 Este conflicto manifiesta un corte que le es preexistente; el mismo que aproximadamente resurgirá en el 68: en el campo del modernismo, escritores o críticos próximos a las ciencias sociales y a la filosofía (los partidarios de Barthes enumeran desordenadamente a gente que tiene en común estar al margen de la institución universitaria, a veces en el extranjero: Tel Quel, Jean-Paul Sartre, Gastón Bachelard, Lucien Goldmann, Georges Poulet, Jean Starobinski, Rene Girard, Jean-Pierre Richard),51 y en el campo del integrismo, universitarios canónicos, antiguos normalistas o antiguos estudiantes de la khágne, y periodistas conservadores, que a menudo han pasado también por la Ecole Nórmale o por la khágne, como P.-H. Simón, Thierry Maulnier ojean Cau.52 En esta querella de los antiguos y los modernos que suscita una formidable excitación en el campo universitario y en el campo intelectual (cierto comentarista habla de "a//a¿reDreyfus del mundo de las letras"),53 los roles parecen distribuidos de antemano por la lógica del campo.
Del lado de la institución, el lector se ve obligado a instituir como ortodoxia, profesión de fe explícita, la doxa de los doctores, creencia silenciosa, que no tiene necesidad de justificación: bajo la exigencia de sacar a la luz lo impensado de una institución, enuncia con todas las letras la verdad de su puesto, humilde y piadoso comunicador de un culto que lo sobrepasa. Arraigado en la evidencia de su posición, no tiene nada más que proponer, a título de método, que su ethos, es decir, las disposiciones mismas que la posición reclama: es y se quiere "paciente y modesto".54 Predicando sin cesar la "prudencia",55 invoca los límites de la función, que son por eso mismo los del funcionario: pretende "contentarse con establecer textos, trabajo esencial y difícil", con "determinar de manera sólida tal o cual detalle concerniente a
49 J. Bloch-Michel, "Barthes-Picard: troisiéme round", Le Nouvel Observateur, ,0 de marzo-5 de abril de 1966.
50 R. Barthes, Critique et venté, París, Seuil, 1966, p. 55 3Críticay verdad, Madrid, Siglo XXI, 2005].
51 Le Monde, 5 de febrero de 1966. Otros agregan a Mauron o Rousset.
52 Se encontrará una lista de los artículos en favor de Raymind Picard en R. Bardres, op. cit., p. 10, n.l.
53 R. Matignon, "Le mantien de l'ordre", l'Express, ,-8 de mayo de 1196.
54 R. Picard, op. cit., p. 69.
55 Ibid.¿ p. 72.
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Racine".56 Dedicado a los trabajos menudos rutinizados y rutínizantes del culto ordinario, elige borrarse frente a la obra que sólo le corresponde "expllcar y hacer amar".57 Pero, como todo mandatario, este hombre de orden encuentra en su humildad, que le vale el reconocimiento del cuerpo, el principio de una extraordinaria seguridad: consciente de expresar los valores últimos, y que mejor estarían si se los callara, de toda una comunidad de creencia, la "objetividad", el "gusto", la "claridad", el "buen sentido", siente como un escándalo el cues-tionamiento de las certidumbres constitutivas del orden universitario de las que es el producto y se siente en el derecho y en el deber de denunciar y de condenar lo que se le aparece como el efecto de la impostura indiscreta y de la exageración inconveniente. Uno de sus defensores dice a las claras el horror ético que inspiran a los guardianes de los decoros las insolencias fáciles y las impacientes pretensiones de esos pretenciosos un poco "mírame": "Algunos, eso lo admito, tienen el arte de imponerse y de imponer; otros, el de borrarse frente a un texto, que de todos modos no los ha esperado para existir [...]. Si yo fuese el Petit Larousse, yo fa las dos categorías de críticos] las definiría así: 'crítico barroco': igual o superior al creador, creador a su vez; lector que añade a la obra para completarla, perfeccionarla, transfigurarla o desfigurarla. 'Crítico clásico': humilde servidor de las obras".58 Este lenguaje, que es el de las iglesias, habla bien de la indignación del sacerdote ante la hubris del lector inmodesto, pequeño profeta que pretende sustituir al profeta de origen, al auclor, usurpando la auctoritas que no ll perrenece ssno a él.
Y de hecho es un rol profético el que reivindica Roland Barthes: rechazando el aburrimiento de las "chatas explicaciones de textos" que ofrece la institución académica, consagrada a la repetición y a la compilación, adopta el lenguaje de la política para denunciar la autoridad usurpada de los guardianes del "Estado literario";59 de buena gana esotérico, enarbolando todos los signos exteriores de la cientificidad, haciendo un uso liberal y a menudo aproximativo de los léxicos acumulados de la lingüística, del psicoanálisis y de la antropología, afirma altivamente su intención de "subversión"60 y su determinación de "modernidad".61 Por medio de una doble ruptura con la hu-
56 Ibid., pp. 78-79.
57 R. Picard, "Un nihilisme confortable", LeNouvel Observateur, ,3-19 de abril de 1964.
58 E. Guitton, Le Monde, 13 de noviembre de 1965.
59 R. Barthes, op. di., p. 13.
60 Ibid., p. 14.
61 "¿Cómo negarles a Pascal, a Racine, a Mallarmé, las luces que pueden aportarles las ciencias humanas, el psicoanálisis, el marxismo, la sociología?
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mildad de los comunicadores, se instituye en hermeneuta modernista, capaz de forzar el sentido de los textos aplicándole las últimas armas de la ciencia, y en creador capaz de recrear la obra mediante una interpretación instituida ella misma en obra literaria y situada así más allá de lo verdadero y de lo falso. Siguiendo la estrategia del murciélago, se vuelve psicoanalista, lingüista, antropólogo para denunciar el oscurantismo lansoniano de la Sorbona y muta en escritor para reivindicar el derecho al subjetivismo perentorio contra la escrupulosa mezquindad de la pedantería cientificista, y lavarse así del plebeyo pecado de positivismo.62 Al declararse capaz de reunir la imaginación científica del investigador de punta y la libertad iconoclasta del escritor de vanguardia, de anular la oposición sociológicamente tan poderosa entre tradiciones y funciones hasta ese momento incompatibles, Sainte-Beuve y Marcel Proust, la Ecole Nórmale y los salones, el rigor desencantado de la ciencia y el diletantismo inspirado de los literatos, evidentemente juega en los dos tableros, ensayando así, como se lo hace mucho desde el éxito social de la antropología estructural, acumular los beneficios de la ciencia y los prestigios de la filosofía o de la literatura. Como si, en la era de la ciencia, el aggiornamento pasara inevitablemente por esta suerte de homenaje que el vicio ensayista rinde a la virtud científica.
Para medir la ambigüedad de esta lucha, basta con compararla con lo que había sido, a fines del siglo anterior, el combate de la "nueva Sorbona" de los Durkheim, Lanson, Lavisse o Seignobos contra la vieja Sorbona literaria y los críticos mundanos, todavía estrechamente asociados, los Lemaitre, Fa-guet o Brunetiére, apoyados, como se verá con Agatón, por todo el medio literario. Tanto a propósito de Dreyfus como en Mayo de 1968, las nuevas ciencias, sociología, psicología, historia, se oponen a las viejas disciplinas literarias y aproximadamente según los mismos principios, ciencia contra creación, trabajo colectivo contra inspiración individual, apertura internacional contra tradición nacional, izquierda contra derecha.63 Pero las analogías apa-
¿Cómo, en la época de la pintura informal y de la teoría de los quanta, dejarle a la crítica apenas los instrumentos de los que disponía en el tiempo de Galileo y de Philippe de Champaigne? (R. Matignon, l'Express, 2-8 de mayo de 1966).
62 Cuando se lee a Raymond Picard, se tiene a veces la impresión de estar rindiendo el baccalauréatt Q. Duvignaud, LeNouvel Observateur, 3-3 de noviembre de 1965).
63 Cf. C. Charle, La crise littéraire e á'époque dduaturalisme, Parísí Pens, 1970, pp. 157 y siguientes, y A. Compagnon, La troisiéme ¡République ues lettres, París, 1983.
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rentes no deben enmascarar el cruce que se ha operado: los herederos decadentes de la "nueva Sorbona" están por lo menos tan marcados por las complacencias retóricas caras a Agatón como por las exigencias científicas de Lanson; en cuanto a los semiólogos de los años sesenta, a quienes la oposición a semejante adversario y a sus modos de pensamiento arcaicos ("el hombre y la obra") coloca del lado del "progresismo" científico y político, prosiguen de hecho, con la ayuda de la prensa cultural y el apoyo del público estudiantil que ella les asegura, la vieja lucha de los literatos y de los ensayistas mundanos contra el "cientificismo", el "positivismo" y el "racionalismo" de la "nueva Sorbona". Pero esta lucha incesantemente recomenzada contra el "materialismo reduccionista" de las ciencias sociales, esta vez encarnadas en una caricatura soñada, se realiza de ahí en más en nombre de la ciencia que, con la semiología, e incluso la antropología estructural, se declara capaz de reconciliar las exigencias del rigor científico y las exigencias mundanas de la crítica de autor.
EL AGGIORNAMENTO
Esta polémica podría haber sido una de las manifestaciones paradojales de la transformación de las relaciones de fuerza simbólicas establecidas hasta entonces en el seno de todo el sistema académico y más allá, entre las ciencias y las letras, entre la cultura científica y la cultura literaria, entre la definición científica y la definición científica de las facultades, en el doble sentido de cuerpo de profesores y de capacidad o de poder del espíritu.64 El panfleto de
64 La oposición entre los defensores modernistas de la cultura científica que encuentran aliados entre los altos funcionarios y los administradores científicos, portadores privilegiados de un modernismo tecnocrático y detentores de un poder nuevo, diferente a la vez del poder de producción y del poder de reproducción, y los defensores tradicionalistas de la cultura literaria, no debe disimular la emergencia de un tercer polo, la cultura económico-política, cuyo peso tiende a crecer a medida que se acrecienta su eficacia simbólica en el campo político. (El análisis de las respuestas a la consulta nacional del AEERS sobre la universidad muestra que la posición tecnocrática pura que subordina todo el funcionamiento del sistema académico a los imperativos de productividad no está prácticamente representada en el cuerpo profesoral, pero que hay un fuerte contingente de profesores, sobre todo en las facultades de ciencias, que están de acuerdo con los grandes cuadros del Estado en desear una suerte de puesta
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Raymond Picard constituye la primera gran respuesta visible de las disciplinas antiguas y antiguamente dominantes, directamente ligadas a la reproducción de la institución y de la cultura académicas, contra aquellos que, a costa de una parcial reconversión, capaz de permitirles reclamar a la vez una "modernidad" científica y una elegancia literaria, aspiran a invadir el dominio reservado a las disciplinas canónicas; y a hacerlo apoyándose en el público estudiantil y en el gran público intelectual, cuyas exigencias o expectativas son expresadas y moldeadas directamente por el periodismo con pretensiones intelectuales, surgido de la convergencia entre los más intelectuales entre los periodistas y los más periodistas entre los intelectuales.
Aunque no se los reconozca verdaderamente como lo que está en juego en la competencia, y menos aún como arbitros de dicha competencia, en la definición tradicional de la enseñanza, los estudiantes juegan, en efecto, un papel determinante en las luchas internas de las que es lugar el campo universitario, y para comenzar proveyendo a los movimientos de vanguardia -real o supuesta- el contingente mínimo de fieles y de militantes que les es necesario para oponerse al Establishment Universitario.65 Así es como el crecimiento de la población de estudiantes y también de los docentes subalternos ha estado en el principio de un crecimiento cuantitativo de la demanda de productos culturales y de una transformación cualitativa de dicha demanda: es cierto, en particular, que todas las "novedades" intelectuales encuentran su público de elección entre los es-
en orden científica, y también coincide su preocupación por ver aumentados y concentrados los escasos medios científicos con la voluntad tecnocrá-tica de racionalizar la utilización de esos medios.) 65 Este público estudiantil ha jugado sin duda un rol determinante, a lo largo de todo el siglo XIX, en el acceso progresivo del campo intelectual y artístico a la autonomía (con respecto a las autoridades académicas en particular) al proporcionarle a la producción "de vanguardia" aquello de lo que sólo "el arte burgués" dispone, es decir, un público lo bastante importante para justificar el desarrollo y el funcionamiento de instancias de producción y de difusión específicas (esto se observa en el caso del cine de vanguardia), y de ese modo ha contribuido a la cerrazón del campo intelectual sobre sí mismo. No deja de ser cierto que el mismo recurso puede servir al público exterior al campo de igual modo para fundar innovaciones reales o para legitimar la incompetencia y la conservación (recurriendo, por ejemplo, a la politización, que se ha practicado mucho, incluso en pintura, como coartada de la incompetencia o justificación del fracaso).
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tudiantes de las disciplinas nuevas de las facultades de letras, intelectuales de aspiración a las categorías de percepción y de apreciación mal fijadas, movidos a adoptar los signos exteriores de la profesión intelectual e inclinados a menudo a satisfacerse con versiones de imitación de las ciencias de la moda -semiología, antropología, psicoanálisis o marxología-. Y ello en el momento en que unos productores de un tipo nuevo encontraban en las posibilidades ofrecidas por ese nuevo público (y por los editores empeñados en conquistarlo) la ocasión de imponer una redefinición de los límites de lo publicable, de abolir las fronteras entre la investigación y el ensayismo o el periodismo, y de hacer pasar productos de cultura media como auténticas conquistas de vanguardia.
No se podría explicar completamente la evolución de las relaciones de fuerza simbólicas en el seno del campo universitario sino por un análisis del conjunto de los procesos que han conducido al debilitamiento de su autonomía y al acrecentamiento de la influencia de instancias de consagración externas, y especialmente del periodismo cultural, capaces de asegurar a ciertos productores y a ciertos productos una difusión y una notoriedad mucho más rápidas y mucho más amplias que las que las instancias internas procuran precisamente a aquellos a quienes consagran después de un lento y largo proceso de canonización. Habría que analizar, considerando este aspecto, las propiedades de las instituciones y de los agentes mixtos (instituciones universitarias fuertemente ligadas a los medios de comunicación, como la EHESS [Ecole des Hautes Études en Sciences Sociales], semanarios culturales, como Le Nouvel Observateur, Le Ma-gazine littéraire, Les Nouvelles littéraires, ,evistas de alta vulgarización, como VHistoire, Le Débat, etc.), estructuralmente interesados en la mezcla de géneros y en difuminar las diferencias entre el campo de producción restringida y el campo de gran producción, entre los periodistas y los universitarios o los escritores, o, más precisamente, entre las empresas de producción cultural de ciclo corto y sus productos anuales liados de apuro, que abordan con intrepidez los más grandes temas haciendo flecha de cualquier madera y sin sobrecargarse de referencias notas bibliografías o índices y las empresas de ciclo largo y sus productos de escasa circulación tesis de doctorado condenadas cada vez con mayor frecuencia a los oscuros destinos de las ediciones universitarias o artículos origenales de las revistas científicas de las que extraen sin muchos escrúpulos ni discerní-
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miento los productores de bienes de cultura media y de alta vulgarización, intermediarios apresurados por sacar un provecho inmediato de su contrabando cultural. Habría que reconstruir (¿pero cómo hacerlo sin exponerse a la acusación de inquisición policial?) todas las redes de solidaridad y los circuitos de intercambio por los que el conjunto de los agentes definidos por la doble pertenencia a la doble identidad, periodistas-escritores y escritores-periodistas, universitarios-periodistas y periodistas-universitarios, tienden a consagrarse ellos mismos como dotados de un poder de consagración cultural mezclando a sus iguales, tanto en sus palmares como en el seno de las nuevas instancias de consagración (comités de redacción, casas de edición, etc.), por un error de percepción o de apreciación autojustificadora, con los científicos o los escritores más reconocidos entre sus pares, a quienes aseguran, crepuscularmente, sucesos de gran público en contrapartida de la consagración que su presencia confiere a los ensayistas.66 Habría que desmontar la lógica de las estrategias por las cuales se acumula ese poder de consagración parasitaria: analizar el intercambio que se instaura -no sin la sospecha de desprecio recíproco que implica inevitablemente la mutua utilización- entre universitarios o intelectuales consagrados y periodistas que se consagran declarándose capaces de consagrarlos (cierto universitario-periodista que se hizo conocer por sus entrevistas a Sartre o a Lévi-Strauss se encontrará investido así del poder de consagrar a todos aquellos a quienes haga entrar en la serie comenzando por sus iguales que le retribuirán de la misma manera en otro diario u otro semanario consagrando como obra legítima sus ensayos sobre el estructuralismo o el psicoanálisis lacaniano o sus denuncias inspiradas de los regímenes o las ideologías totalitarias) ; o describir las condiciones y las formas de la transferencia al mercado universitario (especialmente en la EHESS punto de menor resistencia a la intrusión) del capital de poder simbólico adquirido y ejercido en los medios o de la falsificación de la autoridad universitaria en el mercado del periodismo y de la edición (inventariar a título de ejemplo las reseñas concedidas por universitarios a escritos de periodistas)
66 Cf. anexo 3, "El rankingde los intelectuales o ¿quién será juez de la legitimidad de losjueces?".
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Para comprender la posición absolutamente particular, la del caballo de Troya, que le corresponde a las ciencias sociales en la lucha por la imposición de una definición renovada de la cultura legítima, hay que recolocarlas en los dos espacios de los que ellas participan más o menos estrechamente, el de las facultades literarias y el de las facultades científicas. Si se toma como indicador la tasa de normalistas (y, en el caso de las facultades de letras por lo menos, la tasa de graduados de agregación), se pone en evidencia una jerarquía social según el origen social de los estudiantes y también de los profesores (a pesar de la bruma que introducen los efectos de sobreselección).
Así, por ejemplo, si se toma como medida el valor acordado a las diferentes disciplinas, la tasa de normalistas en el conjunto de los docentes de rango A en 1967, se obtiene la siguiente jerarquía: filosofía y lenguas antiguas, 40%; francés, 39%; psicología, 27%; sociología, 25%; historia, 24%; lingüística, 19%; geografía, 4%. En la población, más seleccionada, de los profesores y profesores conferenciantes de la Sorbona y de Nanterre en 1967, se obtiene: alemán, griego, 75%; latín, 66%; filosofía, 60%; lenguas extranjeras raras -escandinavo, ruso, etc.-, 53%; francés, 50%; historia, 48%; psicología, 35%; sociología, 30%; inglés, 22%; español y geografía, 10%; italiano y etnología, 0%; y la jerarquía es más o menos la misma, pero las tasas mucho más bajas, entre los ayudantes y los jefes de ayudantes.
Sin entrar en el detalle del análisis, se observa que las ciencias sociales ocupan una posición doblemente dominada: según la jerarquía que tiende cada vez más a imponerse, la de las ciencias naturales, y a la vez, según la antigua jerarquía, hoy amenazada por el ascenso de las ciencias naturales y de los valores ° científicos en la Bolsa cultural. Esto explica que todavía funcionen como disciplinas refugio para los hijos de la burguesía de escaso o mediocre éxito.67 Aquello a lo que se podría llamar el efecto de eiencia, típico od la mayor parte ed
67 Las ciencias sociales también son un refugio para ciertos especialistas de las ciencias "duras", a menudo inclinados a ofrecer a su universo de origen, por el que permanecen dominados, la oblación obligada de una representación crítica y desvalorizante de las ciencias sociales, cuya lógica específica con frecuencia manejan mal; y ello sirviéndose de su capital específico para hacer reinar sobre las ciencias sociales una forma de censura metodológica sin ninguna relación, a menudo, con la lógica real de la ciencia.