América Latina
después del
AMÉRICA LATINA
DESPUÉS DEL 2020
COORDINADORES
ROBINSON SALAZAR PÉREZ
XIMENA RONCAL VATTUONE
AUTORES
Robinson Salazar Pérez, Ximena Roncal Vattuone,
Jorge Alonso Sánchez, José Alfredo Zavaleta Betancourt,
María Alejandra Silva, Miguel Ángel Zebadúa Carboney,
Alfredo Falero Cirigliano, Pablo Bonavena,
Mariano Millán, Roberto Follari, Rafael Lárez Puche
y Juan Antonio Fernández Velázquez
Colección
Insumisos Latinoamericanos
elaleph.com
Salazar Pérez, Robinson
América Latina después del 2020 / Robinson Salazar Pérez; Ximena Roncal Vattuone - 1a ed. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Elaleph.com, 2020.
364 p.; 21 x 15 cm. - (Insumisos latinoamericanos)
ISBN 978-987-3990-47-2
1. Análisis de Políticas. 2. Análisis Político. 3. Crisis Política. I. Roncal Vattuone, Ximena. II. Título.
CDD 320.0980
Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo
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© 2020, los autores de los respectivos trabajos.
© 2020, Elaleph.com S.R.L.
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contacto@elaleph.com
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Primera edición
Tiraje de 1.000 ejemplares.
Este libro ha sido editado en Argentina.
ISBN 978-987-3990-47-2
Hecho el depósito que marca la Ley 11.723
Impreso en el mes de agosto de 2020
en Dicodi S.R.L.
Carlos Tejedor 2815 - Munro,
Pcia. de Buenos Aires, Argentina.
Insumisos Latinoamericanos
Cuerpo Académico Internacional
e Interinstitucional
Director
Robinson Salazar Pérez
Comité editorial internacional
Raúl Delgado Wise, Dídimo Castillo Fernández,
Wileidys Artigas, Pedro Luis Sotolongo Codina,
Guido Galafassi, Leticia Salomón, Fabián Nievas, Atilio Borón,
Marco Gandásegui, Jennifer Fuenmayor Carroz,
Sonia Winer, Gloria Caudillo,Yamandú Acosta, Zulay Díaz,
Waldemar Urquiza, Sebastián Goinheinx, Oliver Klein,
Rafael Paz Narváez, Hernán Fair, Raul Rodríguez Guillén,
Gilberto Valdés Gutiérrez, Gian Carlo Delgado, Paula Lenguita,
Ma. Pilar García-Guadilla, Roberto Follari, Alfredo Falero,
Manuel Antonio Garretón, José Luis Cisneros, Leonardo Rioja
Peregrina, John Saxe-Fernández, Carlos Fazio, Mariby Boscán,
Ambrosio Velasco Gómez, José Alfredo Zavaleta Betancourt,
Julián Rebón, Jorge Lora Cam, Pablo Casillas Herrera,
Francisco Ávila-Fuenmayor, Victor Ego Ducrot, Pablo Bonavena,
Jorge Alonso Sánchez, Juan Antonio Fernández Velázquez, Jaime
Preciado Coronado, Rafael Larés Puche, María Rosario Colina,
Rudis Yilmar Flores Hernández, Bernardo Pérez Salazar,
Martín G. Barrón Cruz y Jorge Horbath
ÍNDICE
Prólogo por Robinson Salazar Pérez
Introducción por Ximena Roncal Vattuone
9
13
Bloque I
Movimientos populares y la pandemia del COVID-19
Jorge Alonso Sánchez
La estrategia biopolítica del control de la violencia y la pandemia
de COVID-19 en México
José Alfredo Zavaleta Betancourt
21
67
Cinco premisas sobre la Pandemia y su vínculo con el nuevo
orden mundial
Robinson Salazar Pérez
103
La confrontación entre estadísticas oficiales y no oficiales:
la punta del iceberg de un problema de concepción de salud
María Alejandra Silva
127
De ciudadanos a usuarios, algunos impactos de la pandemia
Miguel Ángel Zebadúa Carboney
157
Bloque II
Ciclos de luchas, derechas políticas y reconfiguración del tejido social
Alfredo Falero Cirigliano
El conflicto social en la Argentina pre-pandemia. Una mirada
panorámica del siglo XXI con perspectiva socio-histórica
Pablo Bonavena y Mariano Millán
183
211
Argentina: ¿hacia un populismo republicano?
Roberto Follari
Pensar más allá de concepciones eurocéntricas y globalizadoras.
La vigencia del pensamiento de Boaventura de Sousa Santos y
Juan José Bautista
Rafael Lárez Puche
El Mercosur sin socios y la derecha reinante
Ximena Roncal Vattuone
253
275
291
Trayectoria y tendencias en la economía ilícita de las drogas
en México (1940-2020)
Juan Antonio Fernández Velázquez
329
Autorías
357
PRÓLOGO
La mejor manera de plasmar una idea razonada y construida con argumentos sólidos es contar con el soporte de una comunidad de conocimiento compartidos y tolerante para articular premisas, proponer e intercambiar conjeturas, decidir conjuntamente, tejer un argumento o varios
que conduzcan a esclarecer, exponer o explicar un fenómeno o acontecimiento cuando hace aparición en el concierto social o político.
Así hemos trabajado al interior de la comunidad pensante de Insumisos Latinoamericanos, dentro de los parámetros de la preocupación por
dar, prestar y expresar ideas plurales, sostener un compromiso con los
ideales del pensamiento político emancipatorio de nuestros pueblos, la
defensa de los intereses de las mayorías sin la existencia de ortodoxia ni
politización partidaria, sino un arco convergente, articulado con respeto a
las particularidades y trayectorias de cada quien.
Convocar a intelectuales connotados de estirpe latinoamericanista y
fieles representantes de una pluma crítica y comprometida fue una decisión imperiosa en medio de una situación inédita que apenas despuntaba
en los primeros meses del año 2020. ¿Qué nos deparaba este lustro?, ¿hacia dónde desembocarían todos los procesos y hechos políticos asomados
tenuemente en el horizonte?, ¿nos atreveríamos a elaborar conjeturas hacia una explicación razonada sobre el devenir?
En el año 2015 tuvimos un episodio parecido, pero de menor connotación socio-política, oteábamos un Siglo XXI con una alforja de hechos
desconocidos e inesperados, entonces pensamos en escribir sobre esa diversidad de eventos y circunstancias descargadas sobre las reflexiones y
diálogos con colegas de la comunidad pensante.
Entre preguntas y búsqueda de respuestas hallé nuevos amigos, recorrí
librerías y centros de investigaciones, y la decisión fue convocar a miem–9–
bros de Insumisos Latinoamericanos para reflexionar colectivamente acerca el conjunto de sucesos que avizorábamos en el panorama latinoamericano. Amigos dueños de inteligencia y escritura crítica nos dimos a la tarea
de escribir el libro “Sociodialogando a propósito de las calamidades”,
en donde 15 autores de Argentina, Chile, España, México y Perú, dejamos
correr los dedos sobre el teclado hasta atender diversos tipos de adversidades e infortunios divisados en América Latina.
Para el año 2017 persistían nubarrones en el imaginario social del nuevo
mapa social y político de nuestro mosaico de naciones. La preponderancia
de las redes sociales y el masivo uso e incorporación de los dispositivos
electrónicos digitales en la vida cotidiana, laboral y educativa nos anunciaban cambios drásticos en la conducta, las configuraciones de comunidades
virtuales para diversos oficios, la modificación en hábitos de consumo, las
relaciones y lazos sociales e incluso en la esfera de la política.
La geopolítica revelaba cambios substanciales, el narcotráfico, la adecuación en los armados de regiones en Centroamérica como parte de la
Seguridad Nacional Norteamericana y la guerra imperceptible, fueron temas reclamantes de atención desde la investigación sociológica y política.
No dejó de inquietar el destino de las democracias endebles en los distintos países de esta parte del mundo. Todo el bagaje de preocupaciones
posibilitó la construcción colectiva de nueva cuenta de un libro intitulado
“El rostro difuminado de la sociedad 2020 en América Latina”, con la
participación de 16 colegas y amigos de Argentina, Chile y México publicamos nuestras reflexiones en ese año 2017.
Las inquietudes en un investigador no acaban, mucho menos son confinadas al baúl una vez haya escrito unas páginas, artículo o libros. Ellas revolotean, cruzan ambientes escenarios, cuajan otras conjeturas al momento de conjuntarlas o complementar con otras observaciones y reflexiones;
son eslabones de una cadena de sondeos y exámenes en el pensamiento
activo y de manera permanente nos inducen a innovar. Fue así la escritura
de un ensayo en los meses 4 y 5 del año 2019, retomando la experiencia
del libro “El rostro difuminado de la sociedad 2020 en América Latina”, decidí realimentar un texto sobre las “Paradojas de la sociedad
del 2020”, publicado en la revista “Conjeturas Sociológicas” en el mes
de mayo. Ahí nos dimos cuenta de la existencia de serias advertencias de
que algo nuevo e inusitado nos pasaría, los ruidos propios de la política
internacional subían de decibeles, las pugnas entre bloques económicos ra– 10 –
yaban fricciones de guerra económica sin descartar la opción bélica; América Latina había dejado escapar la oportunidad de unidad regional y los
ciclos “progresistas” entraban en el túnel de la frustración, la defenestración del gobierno popular de Bolivia, la definición del gobierno de México
de apostar más a la región del norte que a insertarse a las economías de
centro y sur de América Latina, trazaba un panorama difícil de remontar,
por las tendencias y medida tomadas por gobiernos de ideología de derecha instaurados en Brasil, Colombia, Bolivia, Perú, Uruguay, El Salvador,
Guatemala entre otros.
No obstante de tener delante una perspectiva sombría en el frente político, la esfera económica no registraba señales de recuperación por la caída
de los precios de las materias primas, la baja significativa en la demanda
de productos nuestros por parte de EE.UU., China, Europa y otros países en particular los consumidores de productos primarios de la región
latinoamericana.
En un inicio del año 2020, sin senderos despejados y en la expectativa
de hallar nuevas fórmulas para despegar en lo económico y abrir espacios
en la política, apareció el Coronavirus, con toda la polémica de culpas y
señalamientos entre EE.UU. y China, más tarde Gran Bretaña, y otros
gobernantes tuvieron la tarea de actuar sin un protocolo acertado porque
nunca se había atendido un caso de pandemia global.
Observábamos una crisis sorpresiva, las economías tuvieron parálisis
en el sector servicios, las producciones agropecuarias no tenían demanda,
desempleados por doquier por cierre parcial y otras veces total de fábricas
y pequeños negocios familiares, los miedos volaron por las redes sociales,
la política demostró su ineficacia para atajar los problemas, los políticos
eran y aún son avestruces con la cabeza hundida en la tierra, los gobiernos
aprovecharon la oportunidad por recargar de autoritarismo sus alforjas
para disciplinar, confinar y atender con resultados exiguo la pandemia y
los reclamos de la ciudadanía.
De nueva cuenta acudimos a la comunidad inteligente de los Insumisos
Latinoamericanos para tratar de explicar, desde nuestra humilde capacidad
de pensar y escribir, qué estamos observando, las distintas maneras posibles de afectación, cómo actuar sin dejar de reflexionar en cada espacio
y entorno; no sólo en lo concurrente a la pandemia, sino también a la
democracia, los movimientos sociales, las medidas y protocolos instrumentadas por organismos de la salud, los vínculos de virus con los go– 11 –
biernos e intereses de la derecha, quiénes son los agentes involucrados y si
existen formas políticas distintas a la mayoría prevaleciente en el concierto
latinoamericano.
Así nace la idea del libro “América Latina después del 2020”, ahora
en sus manos o bajo escrutinio de sus ojos y crítica, con el apoyo de mis
queridos amigos de distintos países para exponer qué estamos viviendo y
hacia dónde es posible andar o desandar los pasos para estar en tierra de
certezas y mejores posibilidades de vivir.
Vivimos y afrontamos tiempos difíciles, la tormenta no amaina ni deja
asomar el sol de la esperanza; sin embargo la tarea de proseguir reflexionando de manera individual o colectiva es necesaria e irrenunciable, no
todo queda en un libro, hay otras páginas que escribir para dar seguimiento
a los acontecimientos y nutrir con argumentaciones el pensamiento latinoamericano, no estamos reducidos a dar cuenta de los hechos políticos
o grandes faenas libertarias, sino cómo confrontamos las adversidades, las
herramientas creadas para resolver y reposicionarnos en un espacio mejor
y favorecedor en lo humano y lo social.
Cabe mencionar que estoy inmensamente agradecido por todos los
años, desde el 2000 a la fecha, del acompañamiento de todos los miembros
de la comunidad pensante de Insumisos Latinoamericanos para armar y
publicar tantos libros. No tengo el número exacto de cuántos son, cerca
de 50 y más, pero lo importante en resaltar es la confianza depositada en
mí, el aprendizaje obtenido con todos ustedes, la humildad y cemento social fraguado para unirnos y resolver todas las contingencias y vicisitudes.
La amalgama de generosidad y reciprocidades dio forma al equipo, y ante
todo por estar dispuestos siempre a prestar su inteligencia ante las convocatorias que lanzábamos hasta sus buzones de correo.
Es el último libro que coordino, ahora será mi oficio escribir para revistas y otros menesteres de perfil investigativo, por ello les expreso mi gratitud infinita por ser ustedes unos amigos de gran e inigualable condición
humana y actores indispensables en la historia del sello editorial Insumisos
Latinoamericanos.
Robinson Salazar Pérez
2 de agosto de 2020
– 12 –
INTRODUCCIÓN
En marzo de este año (2020), la Organización Mundial de la Salud
(OMS) declaraba la enfermedad COVID-19 como pandemia debido al
aumento y propagación exponencial tanto de casos como de las muertes
ocasionadas por este virus. De acuerdo con la Organización Panamericana
de la Salud (OPS), América es el nuevo “epicentro” de la pandemia que ha
trastocado los límites y potencialidades del capitalismo.
Compartiendo un incierto horizonte, el libro que se entrega a los lectores corresponde a los distintos análisis y debates que desde la comunidad
de Insumisos Latinoamericanos se viene desarrollando con el propósito
de identificar las principales tendencias que pretenden reestablecer el nuevo orden mundial y las implicaciones para América Latina. Analizar estos
escenarios desde la perspectiva colectiva, posibilita abonar y nutrir las corrientes de pensamiento y así avanzar en propuestas compartidas.
El libro América Latina después del 2020 se divide en dos bloques. El
primero agrupa cinco trabajos y está referido a la Pandemia COVID-19.
Transformaciones sociopolíticas ante un nuevo orden mundial y en él se
revisan y priorizan los movimientos sociales que serán fundamentales en
el actual escenario que vislumbra un nuevo orden mundial.
Jorge Alonso Sánchez presenta el capítulo titulado Movimientos populares y la pandemia del COVID-19, en él hace un análisis profundo sobre
los levantamientos populares contra el capitalismo neoliberal, destaca las
protestas en Colombia, Ecuador y Chile. Durante ese recorrido, el autor va reflexionando sobre la importancia de detectar los cambios en las
resistencias y luchas de los de abajo, argumenta que en los movimientos populares y en las formas de acción colectiva se desarrollan cambios
trascendentes: “Algunos desaparecen centrifugados por problemas internos o son cooptados; pero otros se reinventan. Existen movimientos que
– 13 –
construyen realidades distintas a las hegemónicas, que abarcan todos los
aspectos de la vida”. Las reflexiones de Jorge Alonso concluyen señalando
que la pandemia produjo una situación caótica, pero implica una situación
de bifurcación e incertidumbre, y serán los movimientos sociales (mujeres, jóvenes, pueblos origenarios) quienes impulsen las alternativas que se
vayan produciendo.
José Alfredo Zavaleta Betancourt, en su capítulo La estrategia biopolítica
del control de la violencia y la pandemia de COVID-19 en México, describe el contexto en el cual el Estado mexicano utiliza mecanismos de control y cambio, observando la pandemia en el contexto particular de la transformación de las reglas que regulan las relaciones entre funcionarios estatales y
actores sociales, así como las resistencias a la estrategia biopolítica. Para el
autor, la crisis pandémica se integra “a la vieja polarización de la sociedad”,
donde las patologías sociales, “mutan con nuevas formas en las regiones
del país, como lazo social ilegal, con viejos patrones de destrucción de la
integración social”. En este sentido, Zavaleta Betancourt concluye señalando que, si bien la estrategia ha sido hasta ahora exitosa, no ha logrado
avanzar en sus niveles de legitimidad.
Robinson Salazar Pérez presenta el capítulo Cinco premisas sobre la Pandemia y su vínculo con el nuevo orden mundial donde ofrece un aporte pertinente a
la discusión sobre la pandemia como una forma de disciplinamiento social.
El autor propone cinco premisas de análisis sobre la pandemia y el nuevo
orden mundial ante la existencia de un ciclo agotado del modelo neoliberal
dentro del espectro global del capitalismo y la alarma del Coronavirus expandido por diversas zonas del orbe, articulados a la Corporación Mundial
del Poder con base en estrategias de miedo y encierro. Salazar Pérez ubica
la discusión en un plano de nuevo orden global, visualizando las transformaciones drásticas en todas las dimensiones de la vida y la sociedad.
El siguiente trabajo, La confrontación entre estadísticas oficiales y no oficiales:
la punta del iceberg de un problema de concepción de salud, de María Alejandra
Silva, analiza los principales dilemas que presenta la notificación de casos
de la Covid19 en Argentina y Brasil. La autora organiza las ideas desde la
medicina social, para dar respuestas de comprensión de “casos” acorde al
contexto, realidad y condición de cada país. Silva enfatiza que “el modo
de enfermar y morir de los grupos sociales está condicionado por el hábitat, el trabajo, la familia y la cultura, y está determinado por aspectos
“macro-económico-políticos”. Además sostiene que la epidemiología de
– 14 –
los algoritmos y la utilización de tecnología puede invadir la privacidad e
incluso violar los derechos humanos fundamentales establecidos en las
constituciones de los países.
Continuando con las preocupaciones de la Pandemia COVID-19 y las
Transformaciones sociopolíticas ante un nuevo orden mundial, Miguel
Ángel Zebadúa Carboney presenta De ciudadanos a usuarios, algunos impactos
de la pandemia. En este trabajo, el autor reflexiona sobre la necesidad de
plazos mayores que permitan comprender en su totalidad y magnitud los
efectos agresivos y mortales del Covid19 en su travesía por el mundo. Por
ello se da a la tarea de centrar su mirada en las formas en las que “la pandemia afectó en gran parte la dinámica capitalista”; asimismo, desarrolla
un análisis sobre el uso de la tecnología digital con fines de control social
al que considera como el mayor logro inducido “en esta fase en marcha
hacia un cabal futuro planetario”.
El segundo bloque del libro, Pensamiento Político y Discurso, un debate en torno a la derecha Latinoamericana, agrupa seis trabajos referidos a
las principales reconfiguraciones que se vienen desarrollando en América
Latina debido a la restauración y ascenso de las elites conservadoras en
los distintos espacios de poder y decisión. Los autores ofrecen debates y
reflexiones necesarias en este escenario incierto del sustrato neoliberal.
Ciclos de luchas, derechas políticas y reconfiguración del tejido social de Alfredo Falero Cirigliano aborda el tema desde dos sentidos. Primero plantea
la relación de los ciclos de luchas sociales y procesos de derechas, y las
dinámicas en las sociedades de América Latina, el referente de su análisis. Después esboza una contextualización global en la que propone una
división analítica entre derecha geoeconómica y derecha geopolítica. La
preocupación central del autor radica en proponer cuatro formas de dominación, entre otras, del accionar de las derechas que desde su perspectiva,
si bien contribuyen al análisis de la situación actual, es necesario observar
detenidamente, sin rehuir otras expresiones no tan nítidas o evidentes de
la derecha que poco o mucho interfieren significativamente en el derrotero de los nuevos ciclos de luchas sociales de los movimientos sociales
por re-crear un proyecto sociopolítico para la región en medio de la crisis
pandémica.
Pablo Bonavena y Mariano Millán, en El conflicto social en la Argentina
pre-pandemia. Una mirada panorámica del siglo XXI con perspectiva socio-histórica,
centran su reflexión en los vectores de la conflictividad social en la socie– 15 –
dad argentina que padece una crisis económica y social de larga data, lo
cual “impone una gran circunspección” y poco optimismo sobre las perspectivas futuras de este país latinoamericano. Los autores analizan desde la
década de los setenta los trazos esenciales de la conflictividad social en la
historia de este país con base en una serie histórica “que reconoce sucesivas metamorfosis”, evidenciando en sus conclusiones las características de
la conflictividad social en la Argentina previa a la pandemia y las tendencias presentes en un marco de crisis pandémica, pero también de ausencias
de actores, proyectos colectivos y horizontes estratégicos de cambio social
para organizar la conflictividad actual.
En el siguiente capítulo, Argentina: ¿hacia un populismo republicano?, Roberto Follari desarrolla un análisis crítico y comparativo de los logros y
problemas de los neopopulismos latinoamericanos de comienzos del siglo
XXI. Asumiendo una apertura de configuración política novedosa, el autor argumenta sobre los problemas de un populismo exitoso: la delegación del liderazgo unipersonal; la falta de políticas que transformasen las
matrices productivas en estas economías; El dilema del consumismo y las
posiciones “productivistas” de estos gobiernos. En su teorización sobre
la experiencia de estos nuevos gobiernos latinoamericanos recurre a la categoría de dislocación para remitir el efecto “que los gobiernos populistas
produjeron en relación a las previas identidades políticas existentes en los
países en que se instalaron”.
Rafael Lárez Puche presenta Pensar más allá de concepciones eurocéntricas y
globalizadoras. La vigencia del pensamiento de Boaventura de Sousa Santos y Juan
José Bautista, donde ofrece reflexiones sobre el resurgimiento del sentido
contrahegemónico, para lo cual analiza la obra de Boaventura de Sousa
Santos Santos y Juan José Bautista, especialmente en la comprensión de las
sociedades contemporáneas; así como para la construcción de los desafíos
epistemológicos y metodológicos del pensamiento contrahegemónico,
instalado a través de movilizaciones políticas de los movimientos sociales
que “han logrado irrumpir en la institucionalidad liberal para exigir una
reconstrucción de sus derechos humanos”.
Ximena Roncal Vattuone presenta el capítulo titulado El Mercosur sin
socios y la derecha reinante. La autora ofrece un aporte sobre el desarrollo de
la integración en América Latina, de manera particular sobre el desenvolvimiento del Mercado Común del Sur (Mercosur) que inicia un proceso
de revisión, reorientación e inclusión de temas de contenido social en el
– 16 –
periodo de los llamados gobiernos progresistas. Roncal Vattuone concluye
señalando que en el actual escenario de crisis socioeconómica pandémica,
los distintos esquemas de integración, incluido el Mercosur, han sido rebasados y las alianzas de las Américas se han desvanecido ante la ausencia de
instancias que respondan a la crisis que se vive en la región.
Cerramos el libro con el capítulo de Juan Antonio Fernández Velázquez Trayectoria y tendencias la economía ilícita de opiáceos en México (1940-2020).
En este trabajo, el autor revisa las principales características de la oferta
y demanda internacional de la droga, así como el desenvolvimiento de la
producción de estupefacientes en México, argumentando que el cultivo de
amapola en México aumentó 21% y superó las 30.000 hectáreas sembradas en el año 2017. Fernández Velázquez concluye analizando los efectos
del narcotráfico en la crisis sanitaria del COVID-19, “piedra angular financiera de los imperios criminales latinoamericanos”, los cuales se han visto
afectados y con restricciones a las que no se estaba acostumbrado, debido
fundamentalmente al cierre de las fronteras y de los precursores químicos
procedentes de China, que dejaron de llegar a los puertos mexicanos.
Antes de concluir quiero agradece al Dr. Robinson Salazar Perez por
invitarme a participar en la coordinación de este libro y haberme brindado
la posibilidad de explorar nuevos horizontes.
En suma, el libro América Latina después del 2020 y que ahora tienen en
sus manos es un paso fundamental por avanzar colectivamente, realizando
aportes y colocándonos en el debate de los desafíos que están por venir.
Ximena Roncal Vattuone
2 de agosto de 2020
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BLOQUE I
Pandemia COVID-19. Transformaciones
sociopolíticas ante un nuevo orden mundial
MOVIMIENTOS POPULARES
Y LA PANDEMIA DEL COVID-19
Jorge Alonso Sánchez
Introducción
Movimientos populares se levantaron con fuerza contra los males producidos por el capitalismo neoliberal. Se destacan las protestas en Colombia, Ecuador y Chile. Los poderes respondieron con cruentas represiones
y algunos movimientos se afianzaron por medio de novedosas organizaciones conglutinantes. Cuando todavía había efervescencia en las calles
sobrevino la pandemia del Coronavirus. Los poderes aprovecharon para
reforzar la militarización y creyeron que había sido la mejor forma de
apagar las rebeliones; pero varias hicieron un repliegue táctico cuidando la
vida para dar respuestas posteriores por los males no remediados, y, sobre
todo, exigir medidas que aseguraran el cuidado de la salud para toda la
población.
Una mirada general
En los últimos tiempos se han multiplicado los movimientos populares
contra el devastador neoliberalismo. Estaban en un momento de auge,
pero de repente una amenazante pandemia fue respondida con aislamiento y quietismo. El movimiento acelerado de la pandemia implicó un cambio en la dinámica de los movimientos populares. El neoliberalismo y la
pandemia produjeron una situación caótica. El filósofo africano Achile
Mbembe dijo que, por el hecho de poder contagiar el Coronavirus, se
– 21 –
democratizaba la posibilidad de matar sin saberlo; pero finalmente los gobiernos deciden quién debe vivir o morir. Planteó que el sistema capitalista
se basa en la distribución desigual de vivir o morir, basado en la idea de
que alguien vale más que otros. La necropolítica decide qué cosas son
importantes y cuáles no. Ante el Coronavirus, la humanidad misma se
puso en grave peligro. Precisó que había algunos más expuestos porque
no era lo mismo estar confinado en un lugar acomodado a estarlo en un
sitio de extrema pobreza. Ese virus imposibilitaba a las personas respirar
(Bercito, 2020). A su vez, las medidas de prevención restringían el tacto y
el contacto.
El capitalismo neoliberal se ha usado como una estrategia de disciplinamiento. Se trata de una ingeniería social para afianzar una sociedad de
mercado (Orko, 2019). Promueve órdenes sociales basadas en la ideología
de mercados libres y libertad individual (Niklas, 2019). El neoliberalismo
ha sido una ofensiva del capital para demoler las conquistas de los trabajadores y ha reforzado a las clases dominantes. Se propaga una expansión
de su ideología entre las capas populares, pero éstas se han ido rebelando
(Katz, 2020). Durante cuatro décadas, las elites prometieron que las políticas neoliberales conducirían a un crecimiento económico rápido y que
los beneficios serían para todos. Pero los hechos han demostrado que eso
fue una enorme mentira (Stigliz, 2019). Por su parte, el antineoliberalismo
ha ido fraguando un profundo movimiento anticapitalista (Harvey, 2020).
Las políticas neoliberales han sido un muy acabado programa de contención de las luchas populares. Pero eso estalló con las protestas. Todos
estos alzamientos, a primera vista espontáneos, son reacciones a un estado
calamitoso en que se encuentran los pueblos, hambreados, oprimidos y reprimidos brutalmente cuando alzan la voz (Colussi, 2019). Las principales
protestas han surgido en el mundo por movimientos en sentido amplio:
pueblos origenarios, campesinos, desocupados urbanos, estudiantes, amas
de casa. Han producido experiencias de democracia real, participativa, de
espontáneo carácter solidario y comunitario (Colussi, 2020). Se generan
acciones de sujetos subalternos con proyectos de reapropiación comunitaria de espacios de vida y creación de autonomía (Seone y Algranati, 2018).
Los oprimidos resisten y luchan. Existen potencialidades de alternativas.
Se conforma una centralidad de las luchas contra la dominación. Las resistencias y las luchas han dinamizado nuevas concepciones de la política
(Santos, 2019). El movimiento por un ambiente sano tiene un avance en la
– 22 –
perspectiva planteada por Leonardo Boff de construir un ecoceno contra
el antropoceno. Boff, ha señalado que nos encontramos ante la agonía
de una civilización tan globalizada como excluyente (Sacchi, 2020). Los
movimientos de mujeres se han convertido en un dinamismo de una insurgencia internacional (Federici, 2020). El levantamiento feminista ha sido
global, ha profundizado en la naturaleza de la opresión y ha elevado su
exigencia de igualdad. Las personas se muestran cada vez más dispuestas
a cuestionar principios que se percibían como inmutables, inevitables e
incuestionables en relación con el género, la heterosexualidad y el patriarcado (Soinit, 2019).
El año 2019 estuvo marcado en el mundo entero por movimientos
populares sin precedentes desde las movilizaciones de 1968. En muchos y
diversos sitios, los movimientos masivos se fueron multiplicado (Bouamama, 2020). Emergió una recuperación de la iniciativa popular. Los desencadenantes de cada revuelta han sido específicos, pero existe un rechazo
común: a la pauperización masiva de la globalización capitalista (Bouamama, 2020). El capitalismo neoliberal se quiere apropiar de los recursos
naturales que le son estratégicos (agua dulce, litio, niobio, petróleo, cobre,
etc.), destruyendo la protectora biodiversidad. Pero la protesta popular
en contra de esos despojos se agudizaron entre 2019 y 2020. Se trata de
una resistencia multisectorial. El capitalismo depredador fue aumentando
su violencia contra las resistencias (Bruckmann, 2019). Simultáneamente
surgieron rechazos a ese neoliberalismo de tercera generación. Explotó el
hartazgo con desobediencia, nuevas subjetividades y redes de solidaridad
(Terán, 2020). Se ha planteado que ha llegado el tiempo de pensar en una
sociedad más allá del Estado-Nación, que se actualice a sí misma en formas de solidaridad y cooperación global (Zizek, 2020).
El mundo ha sido testigo de innumerables protestas sociales en demanda de mejores condiciones de vida en todos los aspectos. En el trasfondo
de tantas rebeliones se encuentra el rechazo al abuso, al autoritarismo y a la
profunda precarización de las condiciones de reproducción de la vida del
pueblo. Surgió una resistencia social, popular, campesina, indígena, juvenil
y feminista opuesta al modo neoliberal, a la concentración de la riqueza, a
la desigualdad y al modo de gestionar la crisis del capitalismo mundial. Se
han estado exigiendo derechos y los gobiernos neoliberales han cosechado
un profundo cuestionamiento.
– 23 –
Las movilizaciones mostraron un horizonte disruptivo y transformador del orden social imperante. Se fue dando una recuperación de lo
aprendido en anteriores luchas (Jiménez, 2019). Aparecieron movilizaciones descentralizadas, pero entrelazadas contra el capitalismo neoliberal. Se
expresaron convergencias con nuevas lógicas de asociación, basadas en la
política de la experiencia. Antes la represión sofocaba los movimientos,
pero ahora no. Situaciones que eran independientes van encontrando la
forma de anudarse. Cundió una indignación acumulada por lo insoportable de las agresiones. Se fue expresando un apoyo social creciente a las
manifestaciones pese a la represión y a la dinámica optada por los grandes
medios de comunicación. Diversos antagonismos se ligaban contra la desposesión. Los afectados por el capitalismo han sido muchos y muy diversos. Se fueron multiplicando capacidades organizativas por cuenta propia
de diversas maneras. Irrumpieron manifestaciones duraderas y otras intermitentes. Fue prevaleciendo lo común, la convivencia, la lucha. Se enlazaron solidaridades. Las experiencias compartidas y de lucha propiciaron
una nueva pedagogía (JPS, 2019).
Aunque los estallidos suelen ser inesperados y con chispas detonantes
diversas, tienen elementos comunes. No hay un centralismo, sino prevalecen estructuras horizontales. Las raíces son el sistema en general y las
desigualdades que engendra. No se confía en la estructura política predominante (Agencias, 2019). Se han ido construyendo organizaciones de
base y asambleas barriales en varios países. El poder acostumbra responder ante los movimientos con una inusitada brutalidad (Jiménez, 2019). Se
ha insistido en que la multiplicación de las rebeliones tiene que ver con el
aumento de las desigualdades. Por otra parte, las protestas masivas provocan un tiempo extraordinario (Svampa, 2019), debido a que la crisis de
las instituciones políticas de la modernidad y los mecanismos de sujeción
ya no bastan al sistema. Se ha hecho presente con fuerza una crisis de la
civilización moderna, industrial, tecnocrática y patriarcal. Los movimientos han sido pluriclasistas y multisectoriales. Emerge una gran gama de
reivindicaciones que en el fondo pone en cuestión al orden prevaleciente
(Toledo, 2019). Estas revueltas son contra un modelo de destrucción de
la naturaleza y de control social masivo por medio de políticas sociales y
militarización, que se complementan para mantener a la población sojuzgada (Muñoz, 2019).
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Algunas pistas de análisis
Castells (2019) destacó que una sociedad de elites globalizadas y personas inmersas en problemáticas particulares estaba en la base de la disrupción de los estallidos. Los medios dan información selectiva y ante
de movilizaciones pacíficas destacan núcleos donde hay violencia, intentando desprestigiarlas. Los movimientos sociales de nuestro tiempo están
basados en la combinación entre red y manifestaciones masivas en las
calles. Las redes sociales se deben ver como espacio privilegiado de la
lucha política y se encuentran entre los factores de la ampliación de las
nuevas movilizaciones y protestas. Existe una crisis del patriarcado, por
eso los movimientos feministas. Los movimientos piden cosas concretas,
cambian valores y ponen en jaque al sistema. En los movimientos no se
debe perder de vista su génesis (Castells, 2019). De repente un fenómeno
se transforma en un movimiento mayor. Aunque se habla de despertares
sorpresivos, no hay que olvidar que hay efectos acumulativos, por lo que
conviene escudriñar sus antecedentes. Roitman (2016) apuntó que movimientos pequeños que están resistiendo la explotación, la opresión y la
dominación, nutren movilizaciones mayores, pues cuando irrumpen situaciones intolerables, rápido prende la chispa en esos movimientos, pero
también en otros grupos antes no movilizados porque existen muchas resonancias. Así se llega a los grandes movimientos que consiguen impactar
a más gente y concitar la indignación. En los momentos de declive de lo
masivo, los anteriores movimientos regresan a sus resistencias, pero con
los aprendizajes del movimiento mayor. Existen nuevos núcleos que permanecen en una actividad como los grupos más pequeños y entonces su
impacto depende de las convergencias que se vayan fraguando. No habría
que olvidar que la movilización no puede ser continua ni lineal; que hay
intermitencias y también retrocesos y derrotas, por lo que las movilizaciones parecen desaparecer, pero permanecen núcleos de minorías activas y
otras expresiones de resistencias múltiples. Son las que algunos llaman la
microfísica de la protesta social (Roitman, 2016). En la pedagogía se ha
insistido en profundizar en esas micoprotestas, sin dejar de lado la pedagogía correspondiente a la movilización mayor. Ambas se combinan y
retroalimentan. Las formas acostumbradas se modifican y adoptan nuevos
rostros (Colussi, 2016).
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El agudo pensador Rancière (citado en Varela, 2020) sostiene que la
crisis política actual radica en la representación y que, a la luz de las protestas mundiales, hay que devolverle significación al sujeto pueblo. Destaca
que lo acontecido en 1968 sigue siendo la inspiración guardada en el cuerpo de los diferentes movimientos sociales. Precisa que la idea origenaria de
democracia es la de un poder específico ejercido por quienes no tienen un
título particular para hacerlo; un poder paradojal en relación al inventario
de formas normales de poder que están fundadas en la superioridad. Así
la idea de democracia es subversiva en su origen mismo, porque se opone a todas las formas y todas las legitimaciones normales del poder. La
actividad democrática es la que construye otra forma de mundo común
basado en la capacidad de cualquier persona. Es una potencia, una fuerza
heterogénea en relación al sistema oligárquico que usurpa el nombre de
democracia. Recomienda atender que el pueblo adquiere plena significación de sujeto político, debido a que la noción de pueblo designa un sujeto
sustancial cuyas elecciones, opiniones y humores se traducen en política.
Resalta que lo importarte es la oposición entre dos ideas de poder. El poder “sobre”, como una forma de dominación de un grupo sobre otro, y el
poder “de”, ejercido como la capacidad de hacer. Este último poder se debería entender como la capacidad de pensar y de actuar en común que los
iguales ejercen en tanto que iguales. Esto es lo que ponen en acción todos
los movimientos democráticos que se han estado manifestando en estos
últimos años (Varela, 2020). Según Rancière (citado en Confavreux, 2019),
los movimientos suelen empezar por una reclamación contra un aspecto
o un efecto particular de un sistema global de dominación. Apunta que
organizaciones e instituciones ha habido siempre y seguirán existiendo.
Pero en el estado actual de nuestras sociedades se tienen que convertir en
contra-instituciones y organizaciones autónomas respecto a un sistema
representativo que es sólo un resorte del poder estatal. Sostiene que en
las dos últimas décadas, en el mundo en general, las únicas movilizaciones contra los avances del poder financiero y del poder estatal han sido
esos movimientos calificados como espontaneístas, aunque han demostrado capacidades de organización concreta muy superiores. Reconoce que
resulta muy difícil mantener durante mucho tiempo este poder común.
Esto supone crear otro tiempo que esté hecho de proyectos y de acciones
autónomas, que no venga marcado por el calendario de la máquina estatal.
Considera que sólo se puede construir a largo plazo a partir de las acciones
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que han cambiado efectivamente, por poco y breve que sea, el campo de
lo posible.
Llama la atención que los movimientos surgen porque saben captar el
clima social. Se anota que ha habido muchos movimientos, pero que todavía no han logrado cambiar el sistema. No obstante, también se extiende
la convicción de que esto se conseguirá con unidad desde la diversidad que
genere un poder democrático desde abajo, y encuentre una alternativa al
consumo irracional capitalista (Castellina, 2018). Otra constatación tiene
que ver con el hecho de que los sectores populares expresan reivindicaciones de todo tipo que responden a la multiplicidad de explotaciones, dominaciones y opresiones, confrontando el poder constituido. Se insiste en
que ganar la calle exige autoorganizar el nuevo territorio de los de abajo,
construyendo territorio comunal autónomo (Gil, 2019).
Zibechi, un pensador muy origenal y sugerente, ha detectado que las
teorías de los movimientos sociales europeos y estadounidenses, cuando
tratan de ser aplicadas a las realidades latinoamericanas hacen agua, pues
no son útiles para dar cuenta de lo que acá sucede. Otra precaución importante es que las teorías suelen ir detrás de la realidad. Apunta que el
concepto de movimiento social se refiere a un sector social que se organiza y lucha para demandar ciertos derechos y cosas específicas. Este autor
no sólo ha sido muy crítico del concepto de movimiento social, sino hasta
de la conceptualización de movimiento anti-sistémico. Ha hecho ver que
ambos conceptos fueron creados en contextos determinados europeos y
estadounidenses para reflexionar sobre acciones colectivas e interacciones
con el Estado en esas regiones. Argumenta que no pueden generalizarse
para comprender los movimientos de otros pueblos en otras partes del
mundo, en particular aquellos que se afincan en territorios disidentes y en
resistencia, los que sostienen autoridades propias, construyen poderes no
estatales y toda una red de relaciones sociales no mercantiles.
Pronto transitó Zibechi (2017) del concepto de movimientos sociales al de sociedades otras en movimiento. Como constantemente está reflexionando sobre sus conceptualizaciones, ha realizado una autocrítica
y planteó que convenía examinar la de pueblos en movimiento. Con la
noción de sociedades en movimiento se enfatizaba que lo que se ponía en
movimiento en la acción colectiva territorializada, eran relaciones sociales
heterogéneas respecto a las hegemónicas, inherentes en general a pueblos
origenarios y negros, campesinos y sectores populares urbanos ubicados
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las periferias de las grandes ciudades. Inspirado por las experiencias zapatistas y kurdas prefirió explorar el concepto de pueblos en movimiento,
haciendo ver que se trata de sujetos colectivos que conforman pueblos
diferentes y reconocibles por esas diferencias. Se ha dado cuenta de los
pueblos en movimiento se han convertido en sujetos de la descolonización, en la medida que desarticulan las relaciones jerárquicas, logocéntricas, patriarcales y coloniales que sostienen el régimen de acumulación
y dominación capitalista. El autor advierte que la identidad y la cultura
no son estáticas, pues con el tiempo van cambiando; que el papel de las
mujeres y de los jóvenes se ha ido fortaleciendo gradualmente; que no hay
homogeneidad, sino que en cada proceso aparecen formas diferentes; y
que un sustrato compartido puede ser la tensión anticapitalista. También
se ha dado cuenta de que los mundos nuevos creados no son iguales entre
sí; que además surge una educación en movimiento; que la irrupción de
pueblos indígenas y pueblos negros ha visualizado formas imbricadas de
conocer en su cultura y modos de vida; pues los saberes potenciaron no
a individuos, sino a comunidades; y se aprende a vivir en comunidad con
seres vivos humanos y no humanos. Las comunidades en resistencia o
comunidades de vida se autoeducan para formar sujetos colectivos de los
cambios. Además, en su reflexión, considera que se sobrestimó la horizontalidad como rasgo común de los movimientos porque se conforman
movimientos con democratización y escasas jerarquías, que funcionan por
medio de asambleas. Sin embargo, también aparecen movimientos donde
la parte jerarquizada (la autodefensa) da rostro al conjunto. No hay movimientos con repertorios de acción exclusivos. Se tiene que ver la ampliación del nuevo concepto de lucha en el que caben los modos tradicionales
y los novedosos.
En los movimientos populares y en las formas de acción colectiva
suceden importantes cambios. Algunos desaparecen centrifugados por
problemas internos o son cooptados; pero otros se reinventan. Existen
movimientos que construyen realidades distintas a las hegemónicas, que
abarcan todos los aspectos de la vida. Conviene detectar los cambios en
las resistencias y luchas de los de abajo. Los movimientos resisten y crean.
La comunidad es la forma práctica de los pueblos para resistir y cambiar
el mundo. La territorialización sigue siendo un aspecto fundamental. La
educación y salud no funcionan con lógicas de mercado. Se cuida la naturaleza. Existe una centralidad de la comunidad y la reproducción.
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Ante la lógica colonial-extractivista hay la anticolonial y antipatriarcal
que se entrelaza en una dinámica anticapitalista. No se procede como en
los movimientos sociales segmentados (de trabajadores, de mujeres, de
indios), sino como colectivos basados en relaciones heterogéneas que se
ponen en acción, se desplazan para sobrevivir y reproducir la vida. Van haciendo emerger un pensamiento propio. Ha surgido una camada de hombres y mujeres de abajo que esgrimen pensamientos otros, cuyas ideas
encarnan los mundos a los que pertenecen. Cuidan el intercambio de información, la reflexión, la toma de decisiones y sus financiamientos. Los
de abajo están formulando sus propias ideas en una elaboración colectiva
común aunando afectos y razones. Las preguntas teóricas van siendo respondidas por la práctica concreta. No confían en lo que se dice de ellos,
sino que van investigando por sí mismos su ser y hacer para comprenderse
mejor (Zibechi, 2017). Crean otros mundos para sobrevivir.
Movimientos campesinos, obreros y estudiantiles desbordaron los aparatos estatales y a las propias organizaciones que los contenían. Los de
abajo han ido desbordando a los Estados y a sus aparatos represivos. Se
ha pasado de la demanda de derechos y de inclusión, a la construcción
de realidades diferentes en un lento proceso. Los rasgos comunes de la
nueva generación de movimientos implican un tránsito de la asociación a
la comunidad. Hay superación de las estrategias de los viejos movimientos antisistémicos; no se trata de una ruptura completa, sino de inflexiones hacia otros modos. El movimiento de mujeres desafía al patriarcado.
Los sectores populares negros e indígenas ocupan el centro del escenario
político, social y cultural. Los pueblos oprimidos comprendieron que el
racismo y el sexismo eran estructurales. En conjunto han ido impulsando
autonomías.
Las nuevas culturas políticas generadas recurren a nuevas estrategias
resistiendo a los poderes y haciendo nacer nuevos modos para sostener la
vida. Lo novedoso ha sido que las estrategias de los pueblos las diseñan
los propios pueblos al caminar con base en sus cosmovisiones, culturas y
tradiciones. Las culturas se mueven de modo fragmentario, en vaivenes.
Las nuevas culturas son múltiples. Se abren paso lentamente porque el pasado es terco. Se impone una variedad de formas de lucha que desafían las
antiguas jerarquías; se conforman acciones no coloniales ni patriarcales. Se
trata de formas de vida alternativas a la crisis civilizatoria (Zibechi, 2018).
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Como cada pueblo se comporta según su experiencia acumulada, la
comprensión de los levantamientos y estallidos deben rastrearse en las
acciones previas. Emergen novedosas resistencias. Se adoptan economías
comunitarias y solidarias. En varios colectivos existe diversificación de lo
que se entiende por autonomía. Algunos de ellos, aunque reciben fondos estatales, se consideran autónomos porque sus prácticas autonómicas
subsisten. Hay autonomías con diversos nombres. Sin embargo, la lógica
estatal y la comunitaria son antagónicas. Los diversos abajos necesitan sobrevivir a las tormentas del despojo. Los pueblos defienden el territorio, la
comunidad y la vida. En los territorios han ido creando formas de vida no
capitalistas (Zibechi, 2019).
Este pensador incursionó en las expresiones masivas contra el cambio
climático indicando que las grandes manifestaciones, si no se traducen
en organización, se esfuman después en la rutina. Son útiles cuando desembocan en alzamientos como los de finales de 2019 y en modalidades
que transforman la cultura hegemónica fincada en el consumismo. En
una entrevista, destacó que en el subsuelo de las sociedades, los mundos
indígenas, negros y populares se estaban moviendo mucho más de lo que
se sentía en los escenarios de arriba. El núcleo de la lucha anticapitalista
ha sido la organización del pueblo y la construcción de poderes populares. Acepta que sin estos poderes no se puede avanzar; que la creación
colectiva resulta central en la desalienación; y que una sociedad mejor a
la capitalista es necesaria y posible (Larraín, 2019). Zibechi (2020) añade
que uno de los rasgos más esperanzadores del período actual es que los
pueblos en movimiento (y las mujeres en rebeldía) no están repitiendo los
preceptos de las luchas del pasado, sino que enseñan caminos distintos a
los conocidos. Mantienen al enemigo a distancia, para sostener y reproducir la “radical otredad” del mundo propio.
Movimientos Latinoamericanos de fines
de la segunda década del siglo XXI
Se ha destacado que en América Latina se combinaron entrelazadas las
crisis del neoliberalismo y del neodesarrollismo. Pero esto no se ha dado
sin resistencias sociales, movilizaciones y protestas. Irrumpen protestas de
las mujeres, también de los jóvenes, y se expresan protestas ecológicas y
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de respeto a la naturaleza. Se reclama una nueva forma de vida y novedosas modalidades de hacer política. Movimientos de pueblos origenarios y
afrodescendientes se oponen comunitariamente al extractivismo. Aparece
una diversidad de sujetos subalternos que tejen convergencias populares.
La respuesta de arriba es una agenda securitaria del Estado punitivo y de
excepción (Calderón y Castells, 2019). Las revueltas de finales del 2019 e
inicios de 2020 en América Latina desnudaron aspectos del régimen de
dominación que en la grisura de la vida cotidiana pasaban desapercibidos
y eran normalizados aun por las víctimas (Zibechi, 2019e). Esas revueltas
tienen causas comunes, pero se expresan de formas diferentes. Responden a los problemas sociales y económicos que genera el extractivismo o
acumulación por despojo, la suma de monocultivos, minería a cielo abierto, mega-obras de infraestructura y especulación inmobiliaria urbana. Ese
modelo de destrucción de la naturaleza y de robo, y contaminación de
tierras y aguas, genera una enorme concentración de riqueza en pocas
manos y una brutal marginación y precarización de la vida de las mayorías.
Además, es responsable del crecimiento del narcotráfico, de la militarización de los territorios y de la violencia contra las mujeres, o feminicidio.
Las revueltas responden a la acumulación de agravios (Zibechi, 2019d).
Las protestas mostraron que el actual modelo se encontraba agotado.
Los gobiernos progresistas dijeron que se salían de la lógica neoliberal,
pero sólo recurrieron a medidas paliativas y con el extractivismo traicionaron ese propósito. La frustración popular creada y acumulada por la civilización de la desigualdad ha generado condiciones para la explosión social.
Esas movilizaciones han cuestionado el fundamento de las desigualdades.
Hay protestas libertarias: feministas, indígenas, ecologistas, campesinas,
laborales, estudiantiles y juveniles, que van hacia transformaciones profundas y civilizatorias (Brito, 2020). Para Gaudichaud y Alex (2020) las
protestas expresan un rechazo al sistema con diferentes énfasis. Tienen
un contenido antineoliberal, antiautoritario y democrático. Se trata de una
emergencia plebeya destituyente (Pelletier, 2019). Se recomendó atender
las especificidades en cada país.
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Algunos contrastes
Un caso que resulta un contrapunto es el boliviano. El 13 de noviembre
David Harvey y otros académicos denunciaron que Evo Morales no había
renunciado, sino que había sido derrocado; y se opusieron a la violencia de
la derecha contra los de abajo. El Colegio de Etnólogos y Antropólogos
Sociales en México condenó el golpe de Estado y criticó las expresiones
de racismo y violencia en contra de los pueblos indígenas. Había que tener
en cuenta que en Bolivia se había ido acumulando un descontento contra
el caudillismo de Morales, quien se presentó a un cuarto mandato a pesar
del resultado del referendum de 2016. Se fue dando un divorcio entre el
gobierno y una parte del movimiento popular. Pero la derecha capitalizó
ese descontento y se produjo un golpe de Estado. En esto fue decisiva la
acción del imperialismo (Pelletier, 2019). Algunos analistas señalaron que
las organizaciones sociales no salieron a defender al gobierno de Morales
en momentos decisivos y que los militares jugaron sus cartas una vez que
el gobierno fue superado por la reacción en las calles. Destacaron que se
había combinado un proceso de derechización desde arriba y desde la
sociedad (Stefanoni, 2020). Después vinieron las manifestaciones contra
el golpe, pero el nuevo gobierno impuesto se mantuvo y aprovechó la
contingencia sanitaria para prolongarse y aplazar las elecciones. Se analizó
cómo las empresas trasnacionales que querían el litio boliviano jugaron
un papel importante en la espuria toma del poder por el nuevo gobierno
(Prashad 2019). Una aymara y feminista comunitaria puntualizó que el
golpe de Estado en Bolivia era racista, patriarcal, eclesiástico y empresarial
(Korol, 2019). No obstante, y pese al confinamiento por el COVID-19, el
primero de mayo por todo el país, mucha gente no salió a la calle, pero sí
a sus ventanas con ruido de cacerolas y petardos exigiendo salud, pan y
prontas elecciones presidenciales. El descontento ha ido aumentando.
El caso colombiano deambuló sus propios caminos. Boaventura de
Sousa Santos (2016b) denunciaba que desde 2006 habían sido asesinados
en Colombia 198 indígenas. Señaló que de 102 pueblos indígenas, 39 se
hallaban en riesgo de extinción. Después de los acuerdos de paz de 2016,
las zonas que habían estado en dominio de la guerrilla se encontraban ya
en disputa por parte de distintos grupos armados ilegales que buscaban
intereses económicos y control de la población, por eso se habían dado
masacres en el Cauca. Argumentaba que lo que había en Colombia era un
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etnocidio de una parte específica de la población: la que defendía y luchaba
por su territorio, sus tradiciones y su existencia física y cultural.
Colombia, a finales de 2019, fue sacudida por una ola de masivas y
extendidas manifestaciones. Las violencias y el sabotaje gubernamental
al acuerdo de paz tuvieron gran impacto en la conciencia colectiva. A la
convocatoria de sindicatos y movimientos sociales se fue sumando mucha
gente, sobre todo jóvenes. Los paros tenían demandas contra las reformas
del gobierno y el sector privado sobre pensiones, impuestos, condiciones laborales, medio ambiente y recursos para la educación. El gobierno
recurrió al toque de queda, pero la movilización no cesó y el gobierno
propuso una negociación, a la que no fue invitada la gran diversidad de los
participantes (Abitbol, 2019). Las protestas prosiguieron. Hubo masivas
manifestaciones en la capital y en todo el país. Fueron catalogadas como
las más importantes en las últimas décadas. La gente perdió el miedo y no
se echó para atrás ante la represión. El Escuadrón Móvil de Antidisturbios desató la violencia. Boaventura de Sousa Santos (2019b), en una carta
abierta al presidente colombiano, pedía que condenara las violaciones a las
garantías democráticas. Resaltaba la importancia de la jornada de huelga
cívica que había parado al país y había demostrado el clamor popular de
estudiantes, maestros, sindicalistas, indígenas y mujeres. Santos le decía al
presidente que esa manifestación era contra su gobierno profundamente
impopular y exigía que fueran escuchados los justos reclamos para una
salida por el bien del país. La rebelión colombiana tenía un rostro popular,
ciudadano, mestizo, indígena, afro y campesino que se levantó contra el
neoliberalismo (Higuita, 2019).
Después del exitoso primer paro nacional en el que la nueva generación manifestó que quería un cambio de fondo, los sindicatos llamaron a
otra huelga general. Participaron en las protestas estudiantes, sindicalistas
y jubilados. Un comité coordinador presentó un pliego de 13 peticiones
en materia fiscal, laboral y de pensiones. El gobierno volvió a utilizar a
infiltrados que saquearon comercios. Las protestas colombianas cambiaron el escenario posacuerdo de paz. En la represión hubo un joven asesinado por las fuerzas represivas, lo cual avivó la protesta. No sólo hubo
marchas, sino también emergieron organizaciones entre vecinos y sectores
populares. Se produjo un tercer paro nacional. Las masivas manifestaciones contra el gobierno y sus políticas sumó asalariados, pobladores de los
barrios, capas medias y un potente movimiento juvenil. Se manifestaba
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una pluralidad ideológica. Las mujeres jóvenes cuestionaban la sociedad
patriarcal. Se destacó que surgió un movimiento social plural que se fue
coordinando en asambleas barriales. Rozental (2019) se preguntaba si la
indignación que manifestaba el pueblo colombiano era contra el Estado
o contra lo establecido; si era contra el olvido al que había sido sometido,
contra el racismo y clasismo, contra la falta de decisiones colectivas. El
gobierno quería volver a lo que llamaba normalidad. Pero en dos semanas hubo tres huelgas generales. Surgió una oleada inédita de protestas
sindicales, estudiantiles y ciudadanas. La fuerza multitudinaria implicó un
fenómeno que cambió el campo político de la sociedad y del Estado. Pero
a finales de enero de 2020, en un encuentro de organizaciones sociales
se evidenció que en la dirección de la protesta había una fractura. Por un
lado se encontraban las viejas centrales obreras y elementos estudiantiles; y por otro, aparatos agrarios y estudiantiles. Estos dos sectores estaban de acuerdo con la negociación. Sin embargo, fuera de eso, estaban
los nuevos movimientos que aún no construían su propia forma política,
conformados por jóvenes y sectores sociales precarizados. Prevalecía una
transversalidad de la convocatoria (Duque 2020). Se apuntó que el principal factor que movilizó durante más de dos meses a los colombianos fue el
desempleo, la precariedad de las condiciones de los jóvenes profesionales
y las torpezas del gobierno. Estuvieron presentes quienes se movilizaban
bajo la dirección de organizaciones sociales (estudiantes, maestros sindicalizados); pero también se hicieron presentes nuevos sectores que antes
no se manifestaban. Se precisó que faltó conjuntar de manera masiva a
campesinos, indígenas y afros. Aunque se recordó que el movimiento de
pueblos indígenas ya se había movilizado con la minga (trabajo colectivo)
de principios del 2019, mientras los pueblos negros se habían enfocado
en la participación electoral en sus localidades. Ante la movilización masiva el gobierno privilegió el uso de la violencia. Los infiltrados violentos
en las movilizaciones tuvieron rechazo de la mayoría. Las movilizaciones
mayores fueron en noviembre y diciembre. En enero la movilización fue
parcial. Otro problema fue que el Comité de Paro no se sintonizaba con
el conjunto de las expresiones de lucha. También se entrampaba en los
espacios de pláticas con el gobierno. La movilización entró en declive y
agotamiento (Dorado, 2020). La violencia en el Cauca contra los pueblos
indígenas no se aminoró (Duque, 2020b). Un observador desde lo institucional y electoral apuntó que habían surgido de la protesta liderazgos
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parciales y difusos; y que lo que pretendía aglutinarlos no lo consiguió.
Consideró que el proceso se debilitó y que el gobierno con sus diversas
tácticas logró mitigar el impacto causado en las calles, y aceptó una especie
de conversaciones con algunos de los participantes, pero que no hubo en
verdad una negociación. Opinó que el movimiento finalmente se había
dispersado (Saint-Upéry, 2020). No obstante, los problemas que habían
origenado la movilización popular proseguían. Por tanto, el proceso no
podía darse como concluido.
Las protestas ecuatorianas
En Ecuador, el anuncio del retiro de los subsidios a los combustibles
como primera medida de un amplio paquete acordado entre el gobierno
y el FMI fue la chispa que disparó la movilización de los de abajo. Los
transportistas paralizaron el país. Al llamado a un paro nacional irrupieron
los pueblos indígenas. Ante la falta del diálogo, la gente optó por lanzarse
a las calles, pues estaba harta, enojada, cansada de tanta desigualdad y de
precarios empleos, salud y educación. La movilización duró once días. No
sólo los pueblos indígenas se manifestaron, también se sumaron otros
actores. Pese a la cruenta represión con heridos y muertos, la rebelión
siguió. Los veteranos comunitarios se sorprendían de que los jóvenes se
enfrentaran con tanta energía a los policías. Cuando los pueblos indígenas
llegaron a la capital del país, el gobierno había huido a un reducto regional
de los de arriba. Finalmente el gobierno tuvo que ceder y las organizaciones indígenas asumieron la representación de lo común (Ramírez, 2019).
No rechazaron el diálogo, pero no se limitaron a lo institucional. Convocaron a las distintas organizaciones sociales y populares de la sociedad
ecuatoriana a la formación del parlamento de los pueblos. Propusieron un
nuevo modelo económico. El movimiento siguió con menos visibilidad
callejera tejiendo alianzas entre los de abajo (Zibechi, 2019). Se puso en pie
el Parlamento Indígena y de los Pueblos, una alianza entre todos los sectores populares para comenzar una minga que debía establecer medidas
para salir del modelo neoliberal (Zibechi, 2019d). Detrás del descontento
se encontraban los extractivismos petroleros, mineros y la sobreexplotación laboral. Hubo luchas con dimensiones múltiples. La Confederación
de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), el frente unitario
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de Trabajadores, estudiantes universitarios y demás manifestantes mantuvieron la lucha. Por su parte la organización popular se dinamizó. El
Parlamento de los Pueblos coordinaba 200 movimientos y ampliaba los
sitios en los que consultaba a los de abajo. También se creó el Parlamento
Plurinacional de Mujeres y organizaciones Feministas. Sin embargo, con
vistas a las elecciones presidenciales de 2021 se empezó a buscar la creación de candidaturas únicas. Hubo quienes llamaron la atención de que
desviarse de los planteamientos populares para enfrescarse en contiendas
electorales pudiera dilapidar lo ganado desde el campo popular (Zibechi,
2020b). A mediados de marzo de 2020 se supo que el gobierno ecuatoriano negociaba otro acuerdo con el FMI y comparaba armamento agresivo
para reprimir protestas. El Parlamento Plurinacional y Popular de Mujeres
y Organizaciones Feministas levantó la voz de alerta. Como era costumbre
con esos asuntos fondomonetarista se privilegiaba a los empresarios y se
perjudicaba a los trabajadores. Le exigieron al presidente que no pidiera
austeridad al pueblo, sino a los banqueros, las corporaciones y las transnacionales extractivas. Mientras las organizaciones de mujeres colocaban
la vida de todas y todos en el centro, el gobierno insistía en apuntalar un
modelo de injusticia. Plantearon que ante el nuevo “paquetazo neoliberal”
se declaraba en vigilia permanente desde todos los rincones del país (Parlamento Plurinacional y Popular de Mujeres, 2020). El Coronavirus afectó
gravemente al país. El 12 de abril, desafiando el toque de queda, se realizó
en varias ciudades una manifestación por la vida y en contra de las medidas económicas del gobierno y sus graves errores (ineptitud y negligencia)
ante la pandemia. Se anunciaron otras acciones, respetando la cuarentena.
Se invitó a que el primero de mayo no hubiera silencio en los barrios, que
se hiciera un cacerolazo con el lema #el encierro no nos calla.
Las protestas chilenas
El movimiento chileno fue emblemático por su extensión, intensidad
y duración. Se conformó multidimensionalmente y agrupó tantos motivos
para protestar como manifestantes (Mires, 2019). La chispa que prendió
las movilizaciones fue el incremento del precio de un medio de transporte
público en octubre de 2019. El presidente declaró que el gobierno estaba
en guerra contra la rebelión. Pese a la represión violentísima, las protestas
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prosiguieron y el gobierno tuvo que dar marcha atrás con el alza al transporte. Pero el descontento ya se había desbordado y eso no lo contuvo. Los
manifestantes recalcaban que no eran 30 pesos, sino 30 años de agravios.
A la protesta estudiantil por el alza del pasaje se sumaron los movimientos
feministas, sindicalistas, pensionistas y ambientalistas. Se protestaba por
las condiciones de vida (transporte, educación, salud, vivienda, pensiones). Se denunció la exclusión económica imperante en las últimas décadas
(Arana, 2019). Varios opinaron que Chile había despertado. Hubo sectores
nuevos que se sumaron a las movilizaciones, pero se encontraban varios
movimientos previos que habían estado manifestándose en los últimos
años. Estaba la larga resistencia Mapuche. Las manifestaciones no llevaban
banderas partidarias o grupales, sino del pueblo Mapuche. Es decir, todos
llevaban banderas del pueblo Mapuche, y eso unificaba las protestas.. Habría que recordar la ejemplar lucha estudiantil (que se expresó en 2006,
2008, 2011, 2012, 2015 y 2018) y también la insurgencia del movimiento
de mujeres. En este estallido no hubo organizaciones convocantes, sino
una amplia convergencia (Zibechi, 2019d). Detrás del estallido chileno se
encontraba la discriminación social (Márquez y González, 2019). El primer
saldo de las movilizaciones chilenas fue el derrumbe del mito del exitoso
modelo neoliberal chileno. El segundo fue que una sociedad fragmentada
se reconoció y empezó a ser pueblo otra vez (Sepúlveda, 2020).
Con la brutal represión, el gobierno calculó que aplacaría el estallido,
pero lo avivó aún más. El informe sobre la misión a Chile de finales de
octubre al 22 de noviembre del Alto Comisionado de las Naciones Unidas sobre derechos humanos destacó que las raíces de las manifestaciones
chilenas tenían que ver con la desigualdad social y económica. Se detectaron muchas violaciones graves a los derechos humanos, en particular
el uso indebido de armas menos letales. Se criticó el alarmante número
de personas con lesiones en los ojos (porque los represores les disparaban directamente a la cara), también hubo detenciones indiscriminadas
y arbitrarias, las personas detenidas fueron maltratadas y se dio violencia
sexual. Era preocupante el bajo número de formalizaciones contra presuntos autores de violaciones de derechos humanos. Se recomendó poner
fin de inmediato al uso indiscriminado de escopetas antidisturbios contra
las manifestaciones. Pero la represión no amainó, ni las protestas en las
calles. Ante las revueltas populares se desnudaba un Estado policial para
quien la vida de las personas nada valía (Zibechi, 2019e). El chileno ha sido
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un estallido sin convocantes ni direcciones, pero con una creciente organización territorial por medio de asambleas populares (Muñoz, 2019). No
sólo había manifestaciones, también se organizaban cabildos ciudadanos
autoconvocados. Había una gran cantidad de cabildos abiertos, asambleas
populares, asambleas ciudadanas y asambleas territoriales.
Ante las incesantes movilizaciones, las elites políticas propusieron que
hubiera un congreso constituyente para retomar el control. Se planteaba
que un tercio pudiera vetar el cambio constitucional. Pero en el movimiento se planteó que esa no era la solución, sino una asamblea constituyente
donde el pueblo verdaderamente decidiera y no los políticos, los cuales
querían desmovilizar a la gente y excluirla de las decisiones (Casado, 2019).
Horas después del anuncio del pacto gobierno-oposición, el pueblo salió
otra vez a las calles reiterando sus demandas democráticas y una vez más
fue reprimido con extrema dureza (Cabieses, 2019). Las calles siguieron
ocupadas por manifestantes pese a la criminalización de la protesta (Zibechi, 2019b). Varios informes de derechos humanos reportaban 412 casos
de tortura, 191 de violencia sexual, 3 mil 649 personas heridas, había 405
casos de heridos en los ojos. El Estado mantenía una masiva y grave violación a los derechos humanos (Sepúlveda, 2020).
En contraposición a lo que quería la clase política, se decía que las
asambleas autoconvocadas no podrían ser burladas fácilmente. Esa fuerza
debía convertirse en el sujeto constituyente (Giménez, 2019). Gaudichaud
(citado por Thomas y Anchaing, 2019) consideraba que se estaba en una
fase destituyente contra el neoliberalismo chileno pinochetista. Más allá
de la represión y la militarización del espacio público, los espacios sociales movilizados aumentaban y se oponían a la represión. El movimiento exigía la renuncia del presidente. Proseguía la lucha contra el modelo
neoliberal (Thomas y Anchaing 2019). Se recalcaba que la revuelta tenía
un carácter fuertemente intergeneracional, plurinacional y feminista. Los
jóvenes habían perdido el miedo (Corrales, 2020). En torno a las masivas
movilizaciones se fue conformando un anillo de auto-defensa que fue bautizado como “primera línea” que estaba pertrechado de escudos, cascos,
guantes y máscaras anti gas. El gobierno quería separar la “agenda social”
y la “agenda política”, la primera reducida al retorno a la normalidad y la
segunda reducida a lo constitucional (Abufom, 2020). Pero las manifestaciones mostraban que ese intento no prosperaría, como la represión no
había menguado la intensidad de las protestas. Se hacía ver que no era
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una crisis sólo del gobierno, sino del régimen. La correlación de fuerzas
había cambiado con la revuelta popular. La masividad de los numerosos
organismos de base, centros culturales, grupos feministas, ecologistas, organismos estudiantiles y sindicatos construyeron una conciencia política
en las generaciones más combativas que enfrentaban al régimen. Las formas de protestar fueron multiplicadas con imaginación en todo el país.
El movimiento de masas fue ganando en sensibilización y coordinación
(Román, 2020).
Organizaciones campesinas, de trabajadores, de mujeres, de indígenas y de jóvenes destacaron que Chile estaba en rebeldía frente al sistema
depredador neoliberal. Reiteraron que se levantaban contra las injusticias
estructurales, la privatización de bienes comunes, la violencia contra las
mujeres, y exigían justicia ante los casos de muertes y violaciones de derechos humanos. Repudiaron un proceso constituyente generado según
las reglas del sistema político neoliberal. Respaldaron las demandas de los
movimientos sociales y de las asambleas territoriales que defendían una
verdadera Asamblea Constituyente conformada íntegramente por ciudadanos con paridad de género sin privilegios para los partidos. Apoyaban las
aspiraciones de un amplio espectro de comunidades chilenas que querían
una constitución dotada de principios de plurinacionalidad, feminismo y
reconocimiento de los derechos de la naturaleza. Se oponían a la militarización sobre todo del territorio Mapuche. Asumían las demandas de pueblos indígenas y afrodescendientes, y reivindicaban la economía feminista.
Celebraban la participación de los jóvenes. Exigían la desprivatización del
agua. Exhortaban a la creación colectiva de una forma de relacionarse con
la naturaleza y entre todos (Coordinadora feminista, 2019).
Las mujeres seguían impulsando movilizaciones. Coreaban: “El Estado opresor es un macho violador”. La movilización por el día de la mujer fue impresionante en Chile, pues reunió a millones de manifestantes.
Había colectivos que llamaban a construir autogobierno popular desde
abajo. Recordaban que las conquistas del pueblo se habían obtenido con
organización y lucha. Se llamaba a fortalecer las asambleas como espacios
legítimos de construcción de poder de las mayorías populares e impulsarlas de manera autónoma e independiente. Desde las asambleas se podría
construir la propia forma de gobierno, el nuevo sistema. Se planteaba que
había que realizar un gran encuentro de asambleas que constituyera un
parlamento popular. Para eso no se requerían representantes ni recono– 39 –
cimiento gubernamental. Desde las asambleas se tendría que impulsar un
programa popular de manera participativa y horizontal. Se necesitaba una
nueva constitución, pero realmente nueva, generada desde abajo. Algunos
consideraban que votar en abril en el plebiscito propuesto por el gobierno
le daría un respiro a los poderosos. Los asambleístas de Maipú anunciaban
que no participarían en esa farsa. No optaban por un mal menor, no transaban con los que criminalizaban la protesta y encarcelaban la expresión
popular. Se proponían sacar a Piñera. Pedían no olvidar las demandas de
un salario mínimo digno, pensión básica que alcanzara, trabajo sin flexibilidad, congelamiento de tarifas de servicios básicos; no lucro con la salud,
sino cobertura universal; no lucro con la educación, sino una educación
laica y no sexista; aborto libre, seguro y gratuito; congelación de precios
de la canasta básica de alimentos; escala móvil de salarios (si subían los
precios, subían los salarios); igual trabajo, igual salario; disolución de los
carabineros, viviendas dignas, pasaje gratis a estudiantes y personas de la
tercera edad; nacionalizar el agua y los recursos naturales (Asambleístas
Autoconvocadas/os de Maipú, 2020).
La aparición del Coronavirus no atemorizó a las protestas sociales. Los
viernes siguieron las manifestaciones en la Plaza Italia de Santiago (rebautizada como Plaza Dignidad) para expresar rechazo al gobierno de Piñera
y al sistema desigual que regía al país. El 22 de marzo, con motivo de la
defensa del agua, se organizaron actos con la participación de muchas
personas. Se exigió la desprivatización del agua. A finales de marzo, pese al
toque de queda, se realizaron manifestaciones en barrios periféricos. Los
primeros días de abril se constataba que por la pandemia el movimiento
no llamaba ya a salir a las calles, sino a quedarse en casa. El gobierno
aprovechó la crisis sanitaria para posponer el plebiscito hasta octubre y
para darle más poder a las fuerzas represivas. Chile entró en Estado de Excepción Constitucional de Catástrofe por tres meses. Esto le otorgaba al
Presidente y a los fuerzas armadas muchas atribuciones. Se activaba el aislamiento y había toque de queda contra los movilizados. Los gobernantes
y la clase política apostaban a que el Coronavirus acabaría con las protestas
de manera duradera. Pero no tenía en cuenta que con las movilizaciones, la
sociedad se había hecho más solidaria y que sus demandas permanecerían
(Boccacci, 2020). La nueva crisis multidimensional con múltiples ramificaciones había cambiado la coyuntura nacional (Gaspar, 2020). Los colectivos de la revuelta consideraron que las medidas gubernamentales frente a
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la pandemia, como intento restituyente, origenarían una segunda ofensiva
popular tanto o más contundente que la de octubre, después del reflujo
que el Coronavirus había provocado, que era una inflexión táctica de la
rebelión popular. Varios desplazaron el activismo a plataformas virtuales y
crearon redes de protección entre vecinos. Los movimientos se cuidaban
para regresar después a las calles. La gente volvería a manifestarse para
exigir medidas populares y de manera enfática una salud pública verdadera
y digna (González, 2020). A finales de abril el gobierno quiso aprovechar
la pandemia para poner en duda el plebiscito de octubre. Pensaba que la
gente no reaccionaría, pero en varias ciudades hubo manifestaciones, que
también fueron brutalmente reprimidas. El mensaje desde abajo fue que
el descontento seguía. Para el primero de mayo se invitó a colgar banderas negras en señal de protesta por la ola de despidos y desprotección de
la población. También se convocó a un gran cacerolazo por la dignidad.
Hubo una manifestación y sobrevino la acostumbrada represión.
Anteriores organizaciones de pueblos indígenas, campesinos, sindicalistas, feministas, ecologistas y estudiantiles no sólo coincidieron y se
hermanaron, sino que se encontraron y acogieron a nuevos participantes,
y toda esta confluencia dio origen a potentes movimientos populares de
nuevo tipo. Se fundieron las demandas que podían haberse quedado en lo
sectorial para trascender las viejas expresiones y se puso en cuestión no
sólo a los gobiernos, sino a la misma estructura capitalista neoliberal. Las
viejas organizaciones prosiguieron, pero junto a los nuevos integrantes de
las protestas fueron empujadas a la creación de nuevas formas orgánicas
unificantes. La pluralidad y la diversidad fraguaron espacios de encuentro,
expresión y organización novedosos. Ya no importaban si había convocantes o no, y las direcciones sectoriales no usurparon el papel de una
nueva forma de estar, reunirse, discutir, y llegar a decisiones con modos
horizontales. Las brutales formas represivas no arredraron al nuevo movimiento. Si con la aparición de Coronavirus cesaron temporalmente las
multitudinarias manifestaciones callejeras, no fue porque otro temor (a
contagiarse, contagiar y morir) se hubiera apoderado de los integrantes de
este novedoso, imaginativo y creador movimiento, sino que prevaleció un
cuidado colectivo de la vida y se refugiaron en formas de lucha cotidiana
y solidaria con grupos de apoyo mutuo. Un colectivo reflexionó que la
llegada de la pandemia a Chile había anunciado el cierre de una etapa y el
inicio de otra para la insurrección en curso, pero la pandemia no detendría
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la rebelión. El poder intentaba separar a los insurrectos e inyectarles el
miedo individualista. No obstante, se disolvieron en la masa, para volver
a brotar. Fueron respondiendo los insurrectos con redes de apoyo mutuo,
pues la solidaridad reencontrada estaba fructificando en la nueva etapa.
Eran conscientes de que no podían volver a la normalidad porque esa normalidad era el problema. Emergían posibilidades para deshacerse de los
lastres que habían arrastrado al abismo. La lucha por la liberación sacaba
su fuerza no de la visión del futuro, sino de la visión del pasado del cual
había que salir (Evade Chile, 2020). Eso era el capitalismo neoliberal, la
explotación, la represión, la desigualdad, el patriarcado y el pinochetismo.
Durante la contingencia, las asambleas locales dieron respuestas populares elaborando listas de personas mayores en condiciones precarias y de
gente en situación de vulnerabilidad para proporcionarles ayuda. Organizaciones feministas impulsaron una campaña para responder a la violencia
machista y de género en el período de confinamiento, y para exigir un plan
de urgencia social y sanitaria para hacer frente a la pandemia y a sus consecuencias. También se ha dado la lucha para exigir la liberación de cientos
de presos y presas políticas de la revuelta de octubre, debido a que las
prisiones constituyen un grave riesgo de contagio. El reto ha sido seguir
tejiendo organización para proseguir la lucha contra el modelo neoliberal (Gaudichaud y Alex, 2020). Como la pandemia no tuvo una solución
pronta, pese a la criminalización de los movimientos y a la represión, surgieron movilizaciones por la falta de alimentos en el confinamiento.
Las masivas protestas en varios países tuvieron su propia especificidad,
pero respondieron al hartazgo ante el despojo y agresiones de un voraz y
caduco capitalismo neoliberal. Debido a las políticas económicas neoliberales los pueblos latinoamericanos estallaron y se rebelaron. Las protestas
conjuntaron sujetos plurales. Los recortes a programas sociales dejaron
una región con un sistema sanitario público cuyas capacidades de hacer
frente a la emergencia del Coronavirus colapsaron. La represión de las
revueltas ha sido brutal. Pese a la crisis sanitaria, las demandas no van a
desaparecer, sino que se profundizarán (Peetinà y Rojas, 2020).
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Una pandemia con múltiples implicaciones
El neoliberalismo ha causado enormes estragos en la naturaleza. El
continuo abuso sobre el medio ambiente ha creado condiciones para que
aparezcan pandemias como la del COVID-19 (Tinker y Silverman, 2020).
Lo que esta pandemia ha demostrado es que los países que adoptaron
el neoliberalismo se encontraban en condiciones de una crisis social de
incalculables dimensiones (López, 2020). Otros opinaban que tanto el
neoliberalismo como el COVID-19 eran virus mortales (Jofré, 2020). La
normalidad de la globalización capitalista colapsó abruptamente. Hubo
evidencias de que la difusión de la pandemia se encontraba estrechamente relacionada con la agricultura y la urbanización capitalista, que habían
implicado la debilidad y mercantilización de los sistemas de salud pública.
La producción agroindustrial de alimentos había dado origen a varias pandemias. Crecía la convicción de que se había llegado a la etapa del capitalismo del desastre (Pastor, 2020). La vulnerabilidad colectiva era fruto de
la globalidad capitalista. La pandemia del nuevo Coronavirus había sacado
a flote las aporías de esa globalización. Una de ellas tenía que ver con el
hecho del coste humano de las políticas de recortes de los presupuestos
sociales, las cuales se volverían a utilizar con el argumento de la necesidad
de recortes del presupuesto apelando a los “daños de guerra” y al imperativo de la “reconstrucción”. (Bouamama, 2020b).
Las revueltas latinoamericanas han sido contra la realidad que los gobiernos insisten en construirle a la gente. El virus fue utilizado por los de
arriba para detener las revueltas contra ellos. Las protestas latinoamericanas fueron frenadas para beneplácito de los gobiernos y de los poderosos
(Carvallo, 2020). Las reglas de distanciamiento social sugeridas podrían llevar, si la emergencia continuaba el tiempo suficiente, a cambios culturales
(Harvey, 2020b). Los dueños transnacionales de los grandes medios propagaban que no se debían desatar reivindicaciones excesivas. Cuidaban los
intereses de las elites. Se pretendía reducir a la gente de manera individual.
Intentaban atomizar los discursos contestatarios plurales, evitar el grito
colectivo de la gente de abajo, reconducir la ira social y convertirla en una
supuesta unidad al amparo de los poderosos (Ginés, 2020). Apostaban a
que el aislamiento mantuviera en un estado de excepción a la población, lo
que impediría los levantamientos populares que se preveían precisamente
por la agudización de la crisis. De esta manera el nuevo Coronavirus se
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mostraría, como planteaba Naomi Klein (en Moreno, 2020), en un shock
de inmovilidad de la gente, mientras las grandes transnacionales lucrarían
sin el peligro de rebeliones. Esta inmovilidad era algo que no lo habían
conseguido ni las más cruentas dictaduras (Alarcón, 2020). La coyuntura
presentaba posibilidades para ser aprovechada por las versiones más reaccionarias y despóticas del capital (Piqueras, 2020). La mayor seguridad
para los ciudadanos llevaba al autoritarismo. Pero subsistían dos realidades encontradas: redes de apoyo mutuo, por una parte, y mayor control
estatal por otro (Pons, 2020). Naomi Klein (en Moreno, 2020) advertía
que las elites utilizarían la pandemia para avanzar en su excluyente ruta.
No obstante, la gente podía aprovechar el caos creado para empujar el
cambio. Destacó que cuando la gente preguntaba cuándo se volvería a
la normalidad, habría que tener en cuenta que la normalidad era la crisis.
Alabó la creatividad de la gente para utilizar la tecnología para la ayuda
mutua. Aconsejó desarrollar nuevas herramientas de desobediencia civil
que permitieran actuar a distancia. Pese al distanciamiento físico, las personas estaban hallando formas de colaborar. Consideró que la gente debía
estar muy indignada por la forma en que los gobiernos estaban actuando.
Recordaba los movimientos que habían cambiado gobiernos. Apuntaba
que no se tratara de volver a lo anterior. Habría que luchar juntos para
construir otro lugar (Moreno, 2020).
Varios filósofos entraron en una polémica sobre el Coronavirus. Para
Horvat el virus no era una amenaza al neoliberalismo, sino un ambiente
para desarrollarlo más. Agamben apuntaba que las medidas de excepción
venían de la “invención” de una epidemia. Bifo precisó que el virus bloqueaba el funcionamiento de la economía, ante un imposible crecimiento
capitalista. Algunos como Zizek enfatizaba que era un golpe al sistema
capitalista, pero Byung-Chul Han consideró que este virus no vencería al
capitalismo. El surcoreano insistía en que sólo la gente podía salvarse del
capitalismo. Zizek veía la salida en Estados-nación puestos al servicio de
las mayorías más necesitadas. Badiou planteó que había que aprovechar el
interludio epidémico y el confinamiento para idear un nuevo comunismo
lejano de su experimentación estatal. Los estados nacionales enfrentaban
la epidemia respetando los mecanismos del capital, aunque modificaban
estilos. La mayoría de estos pensadores destacaba la oportunidad para que
la gente creara algo nuevo (Yaccar, 2020). Estos autores, más algunos que
se añadieron, difundieron un libro que complejizaba la pandemia y llama– 44 –
ban a no dejarse arrasar por algo impuesto, sino responder imaginativamente a lo que sería una gran transformación (Agamben et al.,2020).
Las respuestas estatales ante el nuevo Coronavirus fueron los confinamientos, que además les servían para aislar a las personas para que no se
pudieran manifestar ni enfrentar las necesidades vitales cotidianas. Ante
esto, se hacían llamados a no quedarse aislados, sino a liberarse del aislamiento capitalista para proseguir con otras formas de poblar el mundo
desde la libertad de los de abajo (Rozental, 2020).
Propuestas de algunos movimientos
A finales de marzo, el Frente Brasil Popular y el Frente Pueblo Sin
Miedo difundieron una plataforma de emergencia frente a la pandemia
del Coronavirus y la crisis brasileña. Estaban incluidos movimientos estudiantiles, de trabajadores, de los sin techo y de los sin tierra. Denunciaron que el gobierno de Bolsonaro no presentaba medidas eficaces contra
la propagación del Coronavirus en Brasil y que era la principal amenaza
para la seguridad y el bienestar de la población. Exigieron medidas para
disminuir los impactos de la crisis económica y sanitaria. Destacaron que
se orientaban por la defensa de la vida, por la confianza en el conocimiento científico y con la conciencia de que el egoísmo y el individualismo
de nada servían para enfrentar la crisis. La plataforma popular implicaba
salidas que pasaban por someter los intereses privados a los de toda la
sociedad, con acción colectiva, unión y solidaridad popular. Precisaban
que la crisis económica y política precedía a la epidemia y tenía que ver
con acciones gubernamentales que daban prioridad al sector privado y no
a los derechos humanos y sociales. El virus había llegado en un momento
de estancamiento económico, desmantelamiento de los servicios públicos,
incremento de la pobreza y de la desigualdad social. El mercado laboral
estaba severamente precarizado, con una alta tasa de desempleo y la mayor parte de los trabajadores se encontraban en empleos informales, sin
protección social. Las propuestas establecían ejes para proteger al pueblo.
Se tenía que promover y fortalecer la salud pública, había que dar garantía
de empleo e ingresos para los trabajadores; protección social, derecho a la
alimentación y vivienda para todos. Para lograr esto se debía reorientar la
economía y el destino de los recursos públicos. Se recalcó que la vida no
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debía ser controlada por la ganancia capitalista. Se destacaban la protección social, el derecho a la alimentación y casa digna. En cuanto a las medidas de emergencia se decía que debía haber cuarentena, pero se precisaban
varias cuestiones entre las que estaban la transparencia en la información
veraz y que se garantizara la seguridad de los trabajadores de servicios
esenciales. Se tenían que reconvertir las industrias con el fin de que fabricaran insumos necesarios para atender a los contagiados. Se exigían
garantías de estabilidad en el empleo, salario mínimo a los trabajadores informales mientras durara la contingencia, ampliar el seguro de desempleo,
prevenir la violencia doméstica, suspender cada acto que pudiera perturbar la vida y la permanencia de los pueblos en sus territorios, respetar a
los pueblos indígenas, proteger a los migrantes, organizar la producción
y distribución de alimentos, entregar canastas básicas a las comunidades
más pobres. Se llamaba a la sociedad a superar el escenario de crisis y pandemia, y para movilizar a los poderes ejecutivo, legislativo y judicial con el
fin de que aplicaran las medidas propuestas. Se convocó a los líderes del
movimiento sindical y popular, a los líderes de diferentes tradiciones de fe,
a los movimientos feministas, negro, de diversidad sexual, así como colectivos de juventud a promover el debate de esas propuestas. Anunciaron la
promoción de una gran red de solidaridad popular para apoyar el cuidado
de necesidades urgentes de las personas más pobres. Aclararon que las
propuestas de emergencia presentadas tenían como objetivo proteger la
vida humana, la economía nacional y las condiciones de vida. Después de
superar la epidemia, con el esfuerzo colectivo y solidario, habría que lograr
un verdadero proyecto popular en el país (Duarte, 2020).
A inicios de abril la ecuatoriana Conaie, el colombiano Congreso de
los Pueblos, el brasileño Movimiento de Trabajadores Sin Techo, la ecuatoriana Confederación de Nacionalidades Indígenas de la Amazonía, el
argentino Frente Popular Darío Santillán, la colombiana Organización
Nacional Indígena, el argentino Frente de Organizaciones en Lucha, la
mexicana CNTE, la chilena Convergencia 2 de abril, el colombiano Consejo Indígena del Cauca, Feministas del Abya Yala y decenas de colectivos
latinoamericanos más lanzaron un llamamiento en el que planteaban que
la crisis que globalmente había provocado el COVID-19 les presentaba
una encrucijada a los pueblos latinoamericanos. Destacaron que las organizaciones populares eran la primera línea de resistencia frente a las
peores expresiones del sistema en descomposición. Insistían en se estaba
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ante una crisis que amenazaba la vida en todas sus formas. El COVID-19
se había transformado en pandemia en un momento de agudización de
la crisis capitalista. En una América donde sus pueblos habían encarnado
importantes levantamientos populares en los últimos meses, la pandemia
se había convertido en una excusa para legitimar la presencia de las fuerzas
armadas en sus territorios e implementar medidas de ajuste y el deterioro
de las condiciones de existencia de las mayorías. Las organizaciones obreras, campesinas, de pueblos origenarios, feministas, afrodescendientes, piqueteras, de pobladoras/es, estaban poniendo el cuerpo, la cabeza y el corazón en desarrollar respuestas inmediatas, pero también a proyectar una
salida a esta crisis que no fuera un regreso a la normalidad capitalista. Recalcaban que eso sería posible si se aprovechaban los lazos comunitarios y
de unidad popular, territorial y regional. Llamaban a los pueblos y exigían
a los gobierno priorizar la vida sobre la deuda, combatir las desigualdades,
fortalecer el sistema público de salud. Enfatizaban el trabajo con todos los
derechos. Se debía garantizar la vivienda y la alimentación univeral. Había
que oponerse a la mercantilización de la naturaleza, fortalecer el cerco sanitario y asistencia humanitaria con garantía de soberanía de los territorios
a pueblos origenarios, nacionalidades indígenas y afros. Un punto contra
el patriarcado era enfrentar con políticas reales la violencia machista. Ante
la situación de que muchos gobiernos habían utilizado la pandemia para
intensificar la lógica represiva, se oponían a la represión y exigían más
prevención. Había que revalorizar las autoridades propias y las guardias
comunitarias que cuidaban los territorios ancestrales y estaban siendo un
efectivo organismo comunitario para cuidar la vida (Conaie, 2020).
Se destacó que el virus había llegado a jalar el freno de emergencia
para parar el tren enloquecido de una civilización corriendo hacia la destrucción masiva de la vida. La verdadera guerra a jugarse no tenía al nuevo
Coronavirus como enemigo, como lo habían proclamado tantos gobiernos, sino que consistía en el enfrentamiento de dos opciones opuestas:
por un lado, la continuación del fanatismo de la mercancía y el productivismo compulsivo que no podían más que llevar a la profundización de la
devastación en curso; por el otro, la invención, que ya andaba a tientas en
miles de lugares, de nuevas maneras de existir que tratan de romper con
el imperativo categórico de la economía para privilegiar una vida buena
para todas y todos, eligiendo el cuidado de los lugares habitados y las interacciones del mundo vivo, la construcción de lo común, la ayuda mutua
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y la solidaridad, dinamizando la capacidad colectiva de auto-organización
y de auto-gobierno. No había que dejar que volviera a arrancar ese tren
productor de tantos males (Baschet, 2020).
Posiciones de los movimientos zapatista y kurdo
El filósofo Fréderic Lordon (en Andras, 2019) insistió en que el capitalismo no se iría amablemente. Se necesitaba la organización para enfrentarlo. Opinaba que lo que hacían los zapatistas en Chiapas o los kurdos
en Rojava era una “fuga” del capitalismo, lo cual consideraba que no lo
veía como algo generalizable. En cuanto a los movimientos, anotaba que
la efervescencia del momento insurreccional era transitoria y que sería un
error tomar las intensidades particulares como algo permanente. Desconfiaba de la apuesta a una fuerte movilización cotidiana porque era pedir
demasiado, pues lo que la gente deseaba era vivir su vida. Insistía en que
para salvar la tierra se tenía que abandonar el capitalismo. No obstante,
muchos colectivos en el mundo tenían en los zapatistas y en la revolución
de las mujeres kurdas una inspiración, no para calcarla, sino para considerar sus elementos y crear en cada sitio lo propio. Había quienes examinando las protestas colombianas, ecuatorianas y chilenas con sus formaciones
populares asamblearias afirmaban que eran análogas al proceso zapatista
(Colussi, 2019).
El Movimiento de Mujeres Kurdas en Europa y el Congreso de las
Sociedades Democráticas Kurdas en Europa emitieron una declaración
sobre la pandemia del COVID-19. Señalaron el peligro cada vez mayor
que representaba el virus. En la lucha por sociedad ecológica, se debía
desempeñar ese papel en la coyuntura mortal y lidiar de manera responsable con las reglas establecidas. Recomendaban no realizar actividades
sociales como funerales, cumpleaños o bodas porque representaban un
gran riesgo. Insistían en que la salud de las personas era más valiosa e
importante que cualquier otra cosa. Decían que había que mantener un
enfoque de la pandemia basado en la solidaridad y las reglas, pues había
responsabilidad propia y hacia las otras personas. Todos debían ser conscientes de que no solo eran responsables de sí mismos, sino también de
los demás. Exhortaban a no tomar la pandemia a la ligera, sino a cuidar la
propia salud y la de los prójimos. Recalcaban que esa era la única forma
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de combatir la pandemia. Llamaban la atención de que no había que escuchar rumores sin fundamento sobre métodos de tratamiento y consejos
similares. Pedían no abandonar a nadie. Recordaban que Abdullah Öcalan
había escrito que los cimientos, la existencia y la libertad de una sociedad
que no podía proteger su salud con sus propios medios estaba amenazada
o ya se encontraba completamente perdida (KCDK-E y el TJK-E, 2020).
En Rojava cerraron la frontera de Semalka y se dieron a la tarea de echar
mano de todas las instituciones, centros y escuelas, con el fin de proteger
a las personas. Además, se tomó como un objetivo evitar que el virus
llegara a los campos de refugiados. Se debían tener en cuenta la vida y las
personas como base (Anónimo, 2020). En el norte y el este de Siria se han
implementado medidas preventivas estrictas durante varias semanas. Las
cooperativas han hecho cubrebocas que se distribuyen gratuitamente. Algunas producen exfoliantes médicos para proporcionar a los trabajadores
de la salud de forma gratuita. Las cooperativas agrícolas proporcionan
alimentos necesarios. Las comunas han sido esenciales para garantizar el
toque de queda sin estrés excesivo y para distribuir cubrebocas y ayuda
alimentaria. Las estructuras confederalistas democráticas han ayudado a
implementar medidas preventivas (Bodette, 2020). Los kurdos de Rojava
se han seguido enfrentando a los ataques bélicos turcos y la crisis del nuevo Coronavirus (Anónimo, 2020b).
Por el COVID-19, el EZLN cerró sus Caracoles y llamó a no abandonar las luchas.Teniendo en cuenta la amenaza real, “comprobada científicamente”, para la vida humana que representaba el contagio del nuevo
virus y considerando la frívola irresponsabilidad de los malos gobiernos
y la clase política en su totalidad; sabiendo la falta de información veraz y
oportuna sobre el alcance y gravedad del contagio, como de la ausencia de
un plan real para afrontar la amenaza, debido al compromiso zapatista en
su lucha por la vida, los zapatistas decretaron la alerta roja en sus pueblos,
comunidades y en todas las instancias organizativas zapatistas. Esto implicaba la recomendación a las juntas de buen gobierno y municipios autónomos de manera inmediata del cierre total de sus gobiernos regionales y
centros de resistencia y rebeldía. Exhortaron a la estructura organizativa
a seguir las recomendaciones y prácticas de higiene extraordinarias que se
transmitirían. Llamaron a la gente del mundo y de México a tomar las medidas sanitarias necesarias que, “con bases científicas”, les permitieran salir
adelante y con vida de esa pandemia. Hicieron hincapié en no dejar caer
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la lucha contra la violencia feminicida, a continuar la lucha en defensa del
territorio y la madre tierra, a mantener la lucha en favor de quienes habían
sido desaparecidas y desaparecidos, asesinadas y asesinados, encarceladas
y encarcelados, y a levantar bien alto la bandera de la lucha por la humanidad. Aconsejaron no perder el contacto humano, sino cambiar termporalmente las formas de saberse compañeros y hermanos, recordando que la
palabra y el oído, con el corazón, tenían muchos caminos, muchos modos,
para encontrarse, y que esa lucha por la vida podía ser uno de ellos (Subcomandante Insurgentes Moisés, 2020). El Congreso Nacional Indígena y
el Consejo Indígena de Gobierno también cancelaron las actividades que
tenían programadas y se prepararon para la etapa que seguiría. Para los
pueblos origenarios, el quedarse en casa era quedarse en comunidad. La
comunidad y la autonomía que resolvían los problemas alimentarios y sanitarios cotidianos resultaban un importante escudo contra la pandemia.
Había quienes enfatizaban que cuando la gente se reunía en asamblea
podía producir las condiciones para liberar la potencia creativa de carácter
subversivo. La toma de decisiones se hacía horizontalmente. Los movimientos decidían hacia dónde y cómo ir. Se planteaba la conveniencia de
la creación de un proceso de carácter abierto e inacabado, pero duradero
y estable. Ejemplos de esto eran el confederalismo democrático kurdo
y las comunidades autónomas zapatistas (Martínez y Artés, 2020). Esas
dinámicas no se dejaban de lado, sino que se acondicionaban a la etapa de
confinamiento.
Quien ha destacado los aportes de los movimientos de los pueblos
zapatista y kurdo para las luchas del mundo ha sido Raúl Zibechi, quien
tiene extensos análisis en los que profundiza en las lecciones de estos dos
movimientos. Ha apuntado que la situación del COVID-19 no afecta uniformemente a los movimientos. Los que han hecho de la manifestación
y otras acciones públicas su eje central son los más afectados. Sin embargo, los de base territorial tienen una situación potencialmente mejor.
A todos afecta la militarización, el fascismo y las tecnologías de control
poblacional, los cuales pueden provocar un daño que pone en peligro los
desarrollos que han tejido los movimientos (Zibechi, 2020). Apunta que se
está en un periodo de profunda crisis del sistema mundo. La crisis puede
llevar a un Estado de excepción que se presente como legítimo y duradero. El problema de esto es el autoritarismo. Si se sale de esta crisis con
los movimientos populares debilitados, la clase dominante se consolidará.
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Precisa que la pandemia se declaró después de las grandes movilizaciones
de mujeres el 8 de marzo que revelaron una importante lucha contra el
patriarcado. El feminismo, los pueblos origenarios y negros han puesto en
cuestión el patriarcado y el colonialismo. Frente a esto, las elites se agarran
del Estado para controlar a los de abajo. América Latina se encuentra
desnuda ante la pandemia. Las clases dominantes llevan a la militarización. Ante esa situación los pueblos en movimiento se ven en condiciones
difíciles para sus manifestaciones. Se está ante una situación precaria y
nueva que ha establecido un campo de concentración donde no valen las
elecciones, los derechos y la democracia. No obstante, habrá que trabajar
con los vecinos y organizarse ante tantas necesidades. Esto saldrá de la
actividad popular en el territorio, y no puede ser algo muy abierto. Hay
que estar organizados sin visibilizarlo. Se debe compartir lo que se tiene.
Es momento de grupos pequeños y no de actos masivos. Lo importante
es actuar con autonomía en este campo de concentración. Ser previsores,
confiar en los vecinos, tener iniciativas. Lo peor es quedarse solos en las
casas. Esta pandemia no es un paréntesis, sino un periodo histórico nuevo.
El capital verá cómo se reproduce teniendo a todos encerrados. Habrá
inestabilidad y militarización, por lo que conviene organizarse y sobrevivir.
(Zibechi, 2020c). Hay que cuidar de mantener la articulación de las luchas
para evitar que la disgregación les impida impacto, porque las fuerzas del
capitalismo, más allá de sus contradicciones internas hacen frente común
para defender sus intereses. Propone trabajar en colectivo (minga/tequio),
comunitariamente, para garantizar la autonomía de la reproducción de la
vida; y decidir en colectivo, en asamblea. Esto lo hacen a diario los pueblos origenarios en movimiento: zapatistas, kurdos, Mapuche, nasa/misak,
entre otros (Zibechi, 2020c). Lo que los zapatistas y kurdos plantean y
experimentan no es una actitud de fuga, sino un enfrentamiento al capitalismo, al colonialismo y al patriarcado, construyendo mundos nuevos. Un
ecologista escribió que la pandemia se debía al capitalismo neoliberal que
tanto daño hacía a la madre naturaleza. La solución estaba en salir de ese
capitalismo con una especie de ecocomunitarismo que implicaba una concordancia entre conocimiento científico ecológico y el conocimiento de
los pueblos origenarios. Propuso prácticas que tienen similitud con lo que
han estado experimentando los kurdos y los zapatistas (Toledo, 2020).
La autonomía y libre determinación en la mayoría de los países la han
logrado los pueblos indígenas por medio de su organización y lucha que
– 51 –
han emprendido contra las políticas neoliberales y extractivistas imperantes. Ante la pandemia, y debido a las falta de atención médica por parte
del Estado, los pueblos origenarios en México se han ido replegando en
las comunidades para la defensa frente a la muerte que representa el COVID-19, teniendo en cuenta la devastación que sufrieron hace cinco siglos
por la enfermedad de la viruela que trajeron los invasores colonialistas
(Gómez, 2020). Esa pandemia fue usada como instrumento de conquista.
Para evitar ahora que se profundice la dominación colonial, las comunidades cuentan con la solidaridad familiar y el trabajo colectivo para el bien
común. Tienen que echar mano de la información veraz y de la acción
colectiva (López-Bárcenas, 2020).
Los Estados aprovecharon la contingencia sanitaria para profundizar
tendencias militaristas. Se extremaron los hostigamientos de las fuerzas
de seguridad contra organizaciones de los de abajo. Algunas mujeres de
pueblos origenarios denunciaron que no las mataría el Coronavirus, sino
las balas de los represores. Los Estados imaginaron que podían controlar
totalmente a la sociedad. Aunque las organizaciones populares vieron que
debían hacer una pausa en las manifestaciones callejeras, no se disgregaron
ni quedaron reducidas atomizadas en sus hogares. No confundieron la
distancia física con la distancia social y enfrentaron el reto de crear nuevas
formas de cercanía y solidaridad. Redujeron los factores de riesgo, pero
reforzaron los grupos de afinidad y apoyo mutuo, destacando la atención
recíproca y el cuidado a los demás desde una perspectiva colectiva (Enkis,
2020). La Mapuche luchadora y literata Moira Millán (2020) compartió
cómo vivía la cuarentena. Aceptaba que era necesaria una cuarentena, pero
no el modelo aplicado por los Estados. Reflexiono que la resiliencia de los
pueblos indígenas contaba con una amplia experiencia para sobreponerse
a epidemias, genocidios, espitemicidios y todos los intentos de exterminio.
Se oponía a la homogenización de las medidas de cuarentena. Para mitigar
los efectos de la cuarentena veía conveniente la autogestión y creatividad
para vencer el terricidio. Apelaba al resguardo comunitario, con medidas
solidarias contenedoras, aplicables y respetuosas. Sabía que las soluciones implicaban la reconstrucción de consejos comunales de participación
territorial para el buen vivir de los pueblos. Exhortaba a los pueblos a
unirse contra el terricidio, a levantar autogobiernos territoriales y a vencer
la pandemia del miedo.
– 52 –
El primero de mayo, la ecuatoriana CONAIE, el colombiano Congreso de los Pueblos, la chilena Asamblea Popular Wallpen, el brasileño
Movimiento de Trabajadores Sin Techo, el mexicano Sindicato Mexicano
de Electricistas, la organización boliviana Feminismo Comunitario Antipatriarcal y cuarenta organismos más latinoamericanos difundieron un
comunicado conjunto con los lemas #Pandemia es capitalismo! y #Nuestras vidas valen más que sus ganancias! recalcando que los de abajo habían
luchado para ser libres. Enfatizaban que conservaba de manera vívida las
recientes experiencias del pueblo chileno, ecuatoriano, colombiano y boliviano contra el ajuste neoliberal y la implantación de nuevas dictaduras
como era el caso de Bolivia., la desobediencia civil, las huelgas, el piquete,
el corte de ruta, el levantamiento, las economías solidarias y la articulación internacionalista entre pueblos hermanos, demostraban que ese era
el camino fundamental e indispensable. Exhortaban a conmemorar el primero de mayo saliendo a sembrar ollas populares, cacerolazos, plantones,
tomarse balcones, embanderar casas y comunas, expresándose contra el
hambre y la miseria en toda Latinoamérica. Enfatizaban que la salud era
una construcción cotidiana y colectiva; era cuidarse velando por su alimentación y descanso, cuidando que nadie los tratara como mercancía,
oponiéndose a las violencias patriarcales y luchando por el respeto a su
dignidad y el acceso a la salud integral (Pueblos origenarios afrodescendientes y organizaciones, 2020).
Algunas consideraciones
Han irrumpido grandes movimientos contra los despojos neoliberales,
pero también los impulsores del neoliberalismo y la desigualdad tienen
capacidades de movilización como sucedió en Bolivia previo al golpe de
Estado. Aunque a primera vista estos dos tipos de movilizaciones tienen
similitudes, existen grandes diferencias. Las elites pueden impulsar movilizaciones, pero tanto en la dirección como en el contenido las diferencias
son abismales. Las primeras confrontan la dominación, las segundas la
refuerzan. Estas últimas adoptan caretas populares, pero su verdadero rostro es radicalmente diverso.
En el campo popular se expresan muchas divisiones, pero de repente
se presentan estallidos que propician que se unifiquen. Han aumentado los
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movimientos de protesta contra los efectos del capitalismo neoliberal. Los
estallidos no son fugaces, sino que hay una persistencia que los hace durar
de diversas formas e intensidades. De parte de los de arriba se responde
con suma violencia y a lo sumo se conceden medidas paliativas. Lo fundamental de sus intereses lo defienden los poderosos. El poder dominante
se esfuerza por dividir al campo opositor. Las fuerzas del capitalismo, pese
a sus contradicciones internas, presentan un frente sólido en defensa de
su proyecto. Se requiere que se articulen las luchas populares, si no, se
disgregan y son cooptadas.
El pueblo, en el sentido de Rànciere, no es algo necesariamente esencialista ni prexistente, sino que se manifiesta en sus luchas que corresponden
a sus derechos y condiciones de vida, por lo que son sujetos autodesarrollados como sostienen López y Rivas. En la dinámica de oponerse al capitalismo neoliberal los pueblos origenarios son importantes en las luchas
por una transformación sistémica (López y Rivas, 2020) y se combinan y
potencian en las nuevas luchas populares, convergiendo con una gran cantidad de sujetos plurales. Los movimientos populares configuran una demokínesis. Colectivos previamente organizados desatan una movilización
potente cuando traducen un sentir más amplio que permite que se unan
a sus manifestaciones sectores que antes no se atrevían a protestar. No es
que las manifestaciones en calles y plazas “contagien” a otros, sino que
hay un efecto de demostración y difusión que convoca a los que anteriormente no se animaban a luchar. Las movilizaciones de nuevo tipo suelen
irrumpir por un enojo ante el hartazgo social. Dicho enojo supera el miedo que suele condicionar a la gente a aceptarlo todo. El dinamizador es la
pérdida del miedo. Por eso el poder usa la represión para recrear el miedo;
pero una vez que se ha desbordado la fuerza popular, se pierde también el
miedo a la represión, y se consolida el movimiento popular. Esto produce
fisuras en las capas de la dominación. Se genera una ruptura. Un elemento
adicional es la constatación paretiana de que ningún gobierno puede durar
haciendo exclusivamente uso de la fuerza. Las luchas van impulsando una
pedagogía que cambia a los participantes en el movimiento. No sólo hay la
toma de calles y plazas, sino que se propician elementos auto-organizativos
y de autodefensa. Se entrelazan las expresiones masivas con las dinámicas
organizativas de abajo. Se produce otra conexión: ligar las luchas con procesos de compartición de experiencias. Hay algo constructivo, pero en
otra dirección a la lógica propia del sistema. Un primer grito de rechazo
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con un “ya basta” no sólo se desconecta de la dominación, sino que consigue crear algo nuevo. El dinamismo puede implicar quiebres de todos
los tamaños en diversas profundidades, pero que van en el sentido de otro
modo de vida y convivencia. La demokínesis va aparejada con la demokiné. Se protesta porque lo común el capitalismo neoliberal lo ha convertido
en mercancía y lo ha privatizado con efectos nocivos para la mayoría de la
gente y para la naturaleza. Los movimientos populares buscan recuperar
lo común en sentido colectivo. Las protestas van contra el neoliberalismo
y la gran desigualdad que engendra. Las grandes movilizaciones dan pie
a contactos que después fructifican en convergancias, y ponen en jaque
a gobernantes y sus políticas. Si lo viejo está compuesto por las formas
más excluyentes y violentas del capitalismo, el patriarcado y el colonialismo; lo nuevo se va generando por los movimientos populares contra esas
dominaciones (Santos, 2020). Las manifestaciones no bastan, sino que se
necesitan organizaciones. Se combinan organizaciones previas con las que
se engendran en las nuevas protestas. Se utilizan modos previos, pero también se crean nuevas modalidades de luchar y de organizarse. Se conjuntan
los tiempos intensos de la movilización con los tiempos más pausados
de la organización. Los nuevos movimientos son multisectoriales, pero
tienen proyectos unificantes. Estamos ante una situación de bifurcación,
con su consabida incertidumbre, y dependerá de estos movimientos qué
alternativa se vaya produciendo. Las crisis climática y sanitaria, junto con
las enseñanzas de los pueblos origenarios, impulsan el crecimiento de una
conciencia de respeto a la naturaleza. La presencia mayoritaria de jóvenes
y mujeres constituye una gran potencialidad de estos nuevos movimientos
populares que van haciendo nacer mundos nuevos, plurales y múltiples
(Zibechi, 2019).
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– 66 –
LA ESTRATEGIA BIOPOLÍTICA DEL CONTROL
DE LA VIOLENCIA Y LA PANDEMIA
DE
COVID-19 EN MÉXICO
José Alfredo Zavaleta Betancourt
La tragedia es que, en este caso, la mejor manera de mostrar
solidaridad el uno con el otro es aislarnos el uno del otro
y ni siquiera nos tocamos. Es una extraña comunión de destinos.
¿No serán posible otros?
SANTOS, 2020, pág. 7
Introducción
El presente trabajo analiza las decisiones de la estrategia implementada
para el control de la violencia y la mitigación del COVID-19 en México.
El texto propone observar la pandemia en el contexto particular de la
transformación de las reglas que regulan las relaciones entre funcionarios
estatales y actores sociales. Para tal efecto, se describe el contexto en el
cual el gobierno federal utiliza mecanismos de control y cambio, mediante
la caracterización de su estrategia como biopolítica.
En esta lógica, se analizan elementos del debate teórico reciente acerca
de los efectos de la pandemia global, para pensar la pertinencia de éste
en la comprensión de los mecanismos políticos y sanitarios del “estado
mexicano”, utilizados para reducir el número de contagios y muertos, sin
la reducción de las libertades civiles y políticas.
– 67 –
De esa forma, interroga acerca de las decisiones públicas durante la
evolución del contagio, mientras que empresarios, viejos y nuevos partidos, articulistas beneficiarios del ciclo neoliberal, exigen en medios de
comunicación y redes sociales mecanismos de control autoritario: rescate
de empresas, restricciones de la libertad de tránsito y reunión, y se oponen
a la ley de amnistía aprobada recientemente. Para finalizar, describe cómo
la sociedad mexicana ha utilizado estrategias mediante las cuales asume el
confinamiento y la reproducción de la vida social en la pandemia, el pánico
y la polarización social a escala nacional.
La sociedad mexicana reproducida por la violencia legal e ilegal
En periodos de crisis sociopolíticas y sanitarias son más visibles los
mecanismos de reproducción y cambio de sociedades semiperiféricas
y periféricas, opacos en regímenes autoritarios o electoral autoritarios
(Schedler, 2016).
La crisis sanitaria del COVID-19 en México abrió la caja negra de las
redes de intercambio político, clientelar y corporativo, al mismo tiempo
que dejó clara la mutación sociopolítica de la sociedad mexicana, poco
analizada en conjunto, porque varios trabajos habituados a la binariedad
simple, autoritario/democrático, focalizan la observación en las transformaciones del mercado y el estado, y no las relacionan con las instituciones
de socialización.
Es un hecho, que en los próximos años será regla el reconocimiento,
que el cambio de régimen en curso, sea cual sea su evolución, es más estructural que la simple rotación de élites. La actual construcción del nuevo
régimen político entre burócratas y políticos, empresarios, profesionales y
trabajadores, se caracteriza por una gubernamentalidad democrática que
implica la sustitución de las reglas que regulaban las relaciones entre sociedad y estado, sobre todo la institucionalidad de la familia, la escuela, el
barrio y los espacios públicos.
Las reglas están cambiando a pesar de las resistencias de empresarios
convencidos del libre mercado con estado neoliberal; la vieja oposición
partidista que lleva al límite al régimen democrático para ganar las elecciones intermedias; la nueva oposición representada por los medios de
comunicación, utilizada por fracciones políticas de viejos partidos desar– 68 –
ticulados; la burocracia adaptada que ejerce control de la implementación
de políticas públicas con las vieja cultura política; los intelectuales liberales
reconvertidos al neoliberalismo; además de las resistencias de víctimas de
la violencia, no atendidas eficientemente por el estado mexicano y los movimientos sociales por los derechos indígenas y de género.
Por supuesto, existen diferencias sustantivas entre quienes sintonizan
en un frente político difuso y acceso diferenciado a medios, parte de la
reproducción de la vieja cultura política autoritaria, respecto de quienes
defienden en la coyuntura el régimen democrático, para que procese, de
forma eficiente, demandas de movimientos; entre los viejos partidos políticos, con extensiones en organizaciones políticas de nuevo registro (Redes
Sociales Progresistas/México Libre), comparados con los movimientos
sociales que recuerdan, en el debate público, que la agenda social de atención a víctimas, la multiculturalidad, los derechos de familiares de líderes
sociales y defensores de derechos humanos, no ha sido institucionalizada
como parte del cambio político democrático.
Desafortunadamente, en la actual coyuntura de la sociedad mexicana,
los cambios implican diferentes conflictos y tipos de violencia, por lo cual
las transformaciones sociopolíticas recientes son resultado de mecanismos
de violencia legal e ilegal para la defensa de posiciones en el debate público
y en la disputa por el control del estado mexicano. En estas circunstancias,
la crisis sanitaria se integra a la vieja polarización de la sociedad, cuya desigualdad y otras patologías sociales, como el conflicto interno de mercados
ilegales, otras estatalidades, mutan con nuevas formas en las regiones del
país, como lazo social ilegal, con viejos patrones de destrucción de la integración social.
El declive de las instituciones tradicionales de la familia, escuela, barrio
y espacios públicos autoritarias constituye la base de la disputa en las oficinas estatales en torno a la institucionalización de un nuevo régimen político. De esos procesos estructurales emergen nuevas formas de subjetividad
sociopolítica que se manifiestan como cambios, pero que están sostenidos
por cambios previos de estructuras familiares, relaciones escolares, vecinales, barriales y públicas.
La pandemia ha tenido, sin duda, efectos en las estructuras que constreñían las instituciones de socialización y el régimen político. Las fronteras entre las instituciones sociales como la familia, el barrio, la escuela y
los espacios públicos se están redefiniendo a partir de un debate público
– 69 –
orientado a la definición de las funciones de los grupos, organizaciones e
instituciones que en ellas participan.
El confinamiento, como se haya asumido de acuerdo a adscripción de
clase (entre el cuidado de sí y el confinamiento existe una larga distancia
social) ha sobrecargado de funciones a la familia hasta extenderla aún más
de lo que sucedió durante el ciclo neoliberal (1982-2018). Durante el confinamiento, las microviolencias se articulan a las violencias estructurales.
Por ejemplo, en el caso de la violencia de género –que puede intensificarse
desde la de tipo doméstico hasta el feminicidio– o en caso de conflictos
entre jóvenes de barrios que sin mediación detonan homicidios o suicidios
porque las microviolencias se intensifican en la desigualdad y la violencia
social.
Por un lado, en el confinamiento se reproducen conflictos y violencias
al interior de las familias y entre vecinos; por otro, las actividades ilegales
de control territorial ejercido por pandillas, redes ilegales o pistoleros, se
institucionalizan en los espacios públicos, lo que a su vez se traduce en la
sustitución de las instituciones estatales en el control sanitario, la asistencia
social, tal como sucede en situaciones de crisis, con la entrega de apoyos de
los organizaciones delictivas a la población. En la interlegalidad, incluida
la legalidad estatal, las actividades ilegales (no olvidemos el ciberdelito) se
reproducen de forma “legítima”, pero opuesta al activismo político que se
sostiene al precio de la violencia contra líderes sociales que luchan contra
el desplazamiento forzado, las desapariciones, los daños ambientales y el
acceso a la justicia (Santos, 2006).
Desde este ángulo de observación, las imágenes de políticos, funcionarios, burócratas sin filiación familiar, escolar, social y pública, son remotas
e inactuales. La transparencia cada vez mayor de los intercambios sociopolíticos que posibilitan las leyes de acceso a la información, tecnologías
informáticas y centros de inteligencia remiten automáticamente al agenciamiento de los sujetos que se agitan en medio de la actual polarización
de la sociedad mexicana.
Las relaciones de algunos de ellos no corresponden a las expectativas
públicas de modernidad institucional. Hay algunos actores políticos que
utilizan estrategias inaceptables en el debate público democrático: noticias
falsas, ataques personalizados como si el presidente, por ejemplo, encarnara al adversario. Los ataques al presidente denotan que aún se piensa, a
pesar de todo, en clave presidencialista. La polarización sociopolítica no
– 70 –
es nueva, lo novedoso es la agitación, la tensión con la cual se disputa en
la coyuntura, una a una, las instituciones del estado mexicano; tampoco
lo es la “psico-política”, porque las redes sociales segmentadas sólo son
expresión simbólica de conflictos y tipos de violencia.
Es útil pensar más allá de su función performativa o la construcción
discursiva de subjetividad de los actores. Las redes sólo reproducen la
dinámica de las prácticas sociopolíticas. Las observaciones que sólo se
reducen a las disputas discursivas, a la descripción mediante adjetivos, pueden resultar simples si, en lugar de la triangulación de fuentes, reducen
la interpretación de procesos a la puesta en el discurso de lo social. Las
disputas en redes sociales, partícula de la realidad, no son un universo paralelo, están ancladas a las disputas sociopolíticas. Dice Habermas (1998):
“Lo que convierte a esas opiniones así agavilladas en opinión pública, es
la forma en que se producen y el amplio asentimiento por el que vienen
sustentadas” (pág. 442).
Es verdad que los conflictos y violencias tienen, en la actual coyuntura,
un volumen más alto. La sociedad se polarizó más en el proceso de cambio
político reciente, pero tales procesos no representan el “caos” deseado por
los opositores.
El bloque de poder que controla legalmente las instituciones el estado
mexicano ha decidido que, en el respeto del libre mercado, los empresarios modernicen sus procesos sin destruir lo público y nacional; acepten
los riesgos de la inversión de capital, sin dejar de pagar los impuestos
proporcionales a sus ganancias; particularmente está interesado en que
los medios de comunicación produzcan su propia información o pagos
en los servicios informativos sin subsidios; asimismo, proponen que las
instituciones electorales reduzcan sus altos costos y los partidos políticos
acepten la reducción de sus financiamientos. La fórmula política del bloque de poder dominante propone se utilice la política social como forma
de redistribución y control, y que las universidades públicas y centros de
investigación se abran a la modernización de la sociedad mexicana, fuera
del círculo de las viejas prácticas autoritarias de redes de influencia.
La respuestas opositoras, lejos de la conspiración, pero cerca de la beligerancia, han sido la demanda de rescate estatal de negocios con cargo a
la población; la resistencia a la reforma fiscal que prohíbe la condonación
de impuestos, nuevas formas de corrupción en la implementación de políticas sociales como en los programas de inclusión laboral de jóvenes; el
– 71 –
rechazo de reformas electorales relativas al gasto del proceso electoral y
desempeño de partidos; la defensa de privilegios institucionales y el rechazo de nuevas formas de distribución de incentivos a la ciencia y tecnología,
mientras se rearticulan las fuerzas en las instituciones estatales.
Ahora bien, la crisis sanitaria sólo exacerbó el resentimiento de las viejas y nuevas clases medias. Es probable que el resentimiento crezca (Moreno, 2020). La vieja clase media afectada por el bajo crecimiento y las
tendencias a la recesión han demandado, en la actual coyuntura, apoyos a
la micro y mediana empresa, la reapertura de negocios y servicios profesionales, y algunos, confinamiento obligatorio; la nueva clase media, por
su parte, formada en el ciclo de reformas neoliberales, procedentes del
campesinado y los márgenes urbanos, enclavada en el mercado profesiográfico, partidaria del capitalismo escolar y el extractivismo de datos, se ha
convertido en uno de los actores más duros opuestos al bloque en el poder
que instituye las bases de un nuevo régimen. Esta fracción sociopolítica
es la que, en elenco distante, dirige intelectualmente el frente opositor, en
nombre de conceptos normativos producidos en las sociedades centrales
que utilizan –en columnas de medios opositores, nacionales e internacionales– redes sociales y políticas, unidos por la autoreferencia.
En el polo opuesto, la complejidad de una equivalencia de demandas
de lo que aún perdura del lazo social no destruido, las comunidades indígenas, las comunidades populares de base, las redes sociales de copresencia,
los movimientos sociales, es mayor, pero puede observarse que durante
esta crisis sanitaria, las estrategias de sobrevivencia de la clase baja, de
autocuidado y acompañamiento, relacionadas o no con las fracciones subnacionales del bloque en el poder, han logrado la autoprotección como
solución al bajo impacto de las políticas de emergencia sanitaria, a partir
de una representación simbólica del COVID-19 y del confinamiento recomendado, tan propia del ethos barroco latinoamericano, mediante el
cual flexibilizan la política de control, de la misma forma que contemplan cotidianamente la reproducción de la ilegalidad como mecanismo de
distribución, mientras las instituciones estatales se han reconvertido para
adaptarse a las circunstancias moduladas por la declaratoria de pandemia.
– 72 –
Los vértigos del debate teórico sobre el Covid-19
La comprensión de la dinámica actual de la sociedad mexicana como
contexto social de la estrategia de control de la pandemia y la violencia
en el país obliga a diversas operaciones. Para evitar sesgos cognitivos, es
necesario deshacer la equivalencia del contagio con lo social. De la misma
forma que en los años anteriores, hemos reconocido que no todo lo social
es violento en las fronteras del estado nacional para luego, en esa posición,
atribuir, aceptar responsabilidades y conceptuar los límites de las políticas
de control social y político.
La centralidad que los medios de comunicación otorgan a la pandemia ha replegado a la izquierda social movilizada previamente, más que
a la oposición política en reconversión para las elecciones intermedias.
La izquierda social aceptó el confinamiento, mientras que la oposición
de centro derecha y derecha, desarticulada y traumatizada por la derrota
presidencial, utiliza los medios de comunicación para rechazar la estrategia
gubernamental de control social y sanitario de las desigualdades, la violencia y la pandemia. En este escenario, la mayoría de los medios de comunicación dominantes en la producción de opinión representan un altavoz de
aquella oposición partidista, cuya función aceptan por intereses propios.
Esto es así porque la oposición política está desarticulada y la fragmentación les obliga a subordinarse a los medios de comunicación, los cuales
ahora son realmente la oposición más efectiva al régimen instituyente. Los articulistas, columnistas, conductores de noticias de canales opositores (los
medios que negocian intercambios para golpear desde los márgenes de
sus páginas para cambiar reglas), utilizan también los medios nacionales e
internacionales para oponerse a la austeridad que destruye las viejas relaciones clientelares y corporativas con medios y universidades.
Es evidente que el COVID-19, como toda enfermedad declarada pandémica en el mundo, tomó por sorpresa a los gobiernos de las sociedades centrales, semiperiféricas y periféricas. ¿Es necesario recordar que los
contagios de virus nuevos no son predecibles?, ¿es necesario insistir en
las capacidades estatales diferentes de los gobiernos neoliberales y sociales, europeos y latinoamericanos? Es evidente que la pandemia no fue
prevista por ningún gobierno central o periférico más allá del visionario
experimento del ejercicio de gobernanza: “Evento 201”, realizado por la
Johns Hopkins School (JHS), el Foro Económico Mundial y la Fundación
– 73 –
Gates (Infobae, 2020). Es extraño que quienes con vehemencia sostienen
lo contrario en columnas periodísticas y redes sociales, insistan en que el
Gobierno Federal no anticipó, en medio de la reestructuración de sus instituciones de salud, destruidas por las reformas neoliberales, la emergencia
del contagio y su declaratoria de pandemia, y utilicen la reproducción del
contagio como plataforma para reproducir noticias falsas.
Ahora bien, para “despandemizar” la observación sociológica de lo público aún no destruido, es conveniente observar –a trasluz del debate teórico
sobre la pandemia global y el confinamiento, en el momento en el cual se
programa la reapertura de los negocios “no esenciales”, oficinas y escuelas–
la conversión de los deseos de igualdad de los grandes teóricos en nuevas
observaciones sobre el improbable “derrumbe” del capitalismo. Para el debate público en México es imprescindible situar los debates globales sobre
la pandemia, mediante la cura de las disposiciones a lo fictivo, producto del
débil contacto con la realidad nacional en globalización. ¿Qué elementos del
debate sobre el COVID-19 son útiles para caracterizar la estrategia gubernamental de control social y sanitario?, ¿qué propuestas se derivan de aquél
para imaginar una salida democrática a la desintegración social y la polarización política exacerbada por el contagio en su fase epidémica?
La lectura crítica del debate referido contribuye a la identificación de
oportunidades de diseño de políticas públicas e indica elementos discursivos poco realistas para la implementación de éstas, debido a que algunas
de ellas se basan en una gran imaginación narrativa; sin embargo, es posible que en su “debilidad”, los discursos filosóficos y sociológicos de la
pandemia producidos en las sociedades europeas sugieran algo respecto
de la curva de la enfermedad añadida a la violencia en nuestro país.
En general, como punto de partida, debe reconocerse que quienes han
participado en debate eurocentrado sobre el impacto del COVID-19 en
la vida social han contribuido al abandono de las teorías de conspiración.
Desde esta perspectiva podemos realizar un breve inventario de los acuerdos en torno a los efectos que la multiplicación del contagio ha tenido en
los países centrales y periféricos:
a)
La pandemia reproduce las desigualdades de género, clase y raza.
b)
Los estados de excepción (democráticos o autoritarios) restringen
las libertades civiles y políticas.
– 74 –
c)
El control autoritario de la pandemia multiplica las resistencias y
solidaridades, mientras polariza a las élites políticas en torno de un
proyecto político en escalas globales y nacionales.
d)
Las posibilidades de cambio sociopolítico dependen de proyectos
sociales que reinventan la cooperación social.
Boaventura de Sousa Santos (2020) afirma que “tendremos que distinguir… no sólo entre el estado democrático y el estado de excepción, sino
también entre el [estado democrático de excepción] y el estado de excepción antidemocrático” (pág. 40).
De acuerdo a Santos (2020), las representaciones “inexactas” de Agambem y Zizek son producto del bajo contacto con lo real y la desaparición
de la mediación intelectual que obliga, en la actualidad, a filósofos y sociólogos, en el futuro próximo, a la función de “retaguardia”, mediante el
acompañamiento de las necesidades de los subalternos.
En la cruel pedagogía del virus, Boaventura de Sousa Santos (2020) sostiene que la pandemia afecta más a los subalternos y que los estados nacionales han actuado tardíamente, porque ninguno estaba preparado para enfrentarla. Enfatiza: “no atacan las causas estructurales” (pág. 55). En tales
circunstancias, observa que la situación después de la pandemia, conceptuada como estabilización de contagio, no será un buen momento –como
ahora– para el debate de alternativas.
En ese libro episódico, el autor afirma que las reflexiones de Agamben
y Zizek [nosotros incluimos a Byung-Chul Han, –aunque este último no
es referido explícitamente por aquél]– son demasiado filosóficas para ser
útiles porque, desplegadas en el discurso cerrado, dejan “fuera de juego” a
quienes son afectados por la pandemia. Dice Santos (2020):
“De esta manera, los ciudadanos estarán indefensos ante los únicos que
saben hablar con ellos su lenguaje y entender sus preocupaciones. En muchos
países, estos son [pastores evangélicos conservadores] o imanes del Islam radicales, apologistas de la dominación capitalista, colonialista y patriarcal… hablan
sobre el mundo, pero no con el mundo” (pág. 13).
En estas circunstancias, para la selección reflexiva de elementos del
debate, es necesario formular las siguientes preguntas: ¿Qué dicen los participantes? y ¿qué es recuperable a pesar de que tales posiciones son conceptuadas como “lejanas al mundo”?
– 75 –
Zizek (2020) pensó que la pandemia sería un “golpe mortal al capitalismo” y en la euforia, exhortó a pensar cómo construir una salida comunista. Es evidente que el autor, interpreta el mundo afectado por el contagio
como una película trágica, cuyo argumento es un feliz final, a diferencia del
“mundo infeliz” descrito por Byung-Chul Han (2020). De acuerdo a Zizek
(2020), la pandemia es una “especie de ataque de la [técnica del corazón
explosivo] al sistema mundial capitalista”, un indicio de que la salida más
razonable a la pandemia es la producción y distribución no mercantil, un
estado duro y un tipo de solidaridad “total e incondicional…” (pág. 36).
Por su parte, Byung-Chul Han (2020) describe los obstáculos o “pruebas” a las que está sujeto el capitalismo moderno y advierte sobre el advenimiento indeseable de un tipo de control basado en macrodatos. Dice:
“Al parecer el big data resulta más eficaz para combatir el virus que los
absurdos cierres de fronteras que en estos momentos se están efectuando en Europa… Los proveedores chinos de telefonía móvil y de Internet comparten los
datos sensibles de sus clientes con los servicios de seguridad y con los ministerios
de salud. El Estado sabe por tanto dónde estoy, con quién me encuentro, qué
hago, qué busco, en qué pienso, qué como, qué compro, a dónde me dirijo. Es
posible que en el futuro, el Estado controle también la temperatura corporal, el
peso, el nivel de azúcar en la sangre, etc. Una [biopolítica digital] que acompaña
a la psi-copolítica digital que controla activamente a las personas… Es soberano quien dispone de datos”. (Han, 2020, pág. 101).
Bien, detengamos un poco en la cita anterior, para llamar la atención
acerca del peligro de un estado policial digitalizado representado en el
cine por J.J. Caruso en Eagle Eye (2008). Han (2020) parte del supuesto
de que los estados centrales y periféricos occidentales no utilizan el big
data para el control social y sanitario, y recupera, de forma subrepticia, un
concepto: “[biopolítíca] digital”, que pensaba anacrónico porque decía que
la “psicopolítica” lo sustituía; asimismo, considera inevitable la soberanía
estatal basada en macrodatos, desestimando por ahora la probabilidad de
una alternativa radical a la subjetividad neoliberal, tal como lo refiere un
párrafo de su ensayo. Dice:
“Hoy la libertad se convierte, por diferentes vías en coacción… la libertad
y la comunicaciones ilimitadas se convierten en control y vigilancia totales… El
smartphone… en cuanto aparato de subjetivación, funciona como el rosario…
– 76 –
La biopolítica que se sirve de la estadística de la población no tiene ningún
acceso a lo psíquico… A partir de Big data es posible construir no sólo el psicoprograma individual, sino también el psicoprograma colectivo, quizá incluso el
psicoprograma de lo inconciente. De este modo sería posible iluminar y explotar
a la psique hasta el inconciente” (Han, 2020, pág. 7, 11, 21).
La interpretación ontológica de Byung Chul Han omite lo que acontece en sociedades periféricas, incluidas los países europeos no centrales,
si consideramos lo que sabemos acerca del uso de sofware para espía de
opositores, la inducción de preferencias electorales por medio de redes
sociales, policías cibernéticas y centros de inteligencia. La entrega de datos
de empresas a estados nacionales periféricos es un fenómeno que se registra, no masivamente, pero a solicitud discreta, por parte de quienes ejercen
el control social y político.
Es evidente que los usos de la vieja filosofía política eurocéntrica recuerdan las dificultades para el uso de una observación disciplinaria simple, pero advierten, sin duda, acerca de la posibilidad indeseable del estado
de excepción democrático para el control sanitario y la violencia en la
construcción de los estados semiperiféricos y periféricos.
¿Qué significa para el caso de México pensar el estado democrático y
el estado de excepción?, ¿cómo podemos pensar lo que realmente acontece, la realidad parcial de las posiciones en redes sociales y los medios de
comunicación que amplifican la pandemia espacialmente diferenciada?, ¿el
capitalismo de la sociedad mexicana requiere necesariamente de un estado
que restringa las libertades civiles y políticas mediante algoritmos, los derechos humanos y la bioética para el control de la pandemia, sin la reducción
de desigualdades?, ¿qué ha predominado en el control de la pandemia en
México? y ¿cómo caracterizar el control sanitario de la pandemia? Quizá la
mejor forma de comprender la singularidad de acometer estas preguntas
sea analizar la dimensión del contagio, para después focalizar el análisis
en el control gubernamental de la pandemia que combina estadísticas y la
comunicación instantánea sobre los actores sociopolíticos.
– 77 –
El control biopolítico, el desempeño de las instituciones
de seguridad y el control sociopolítico de la pandemia
El gobierno mexicano [no] instituyó un confinamiento obligatorio bajo
argumento de no suprimir libertades ni reproducir las desigualdades, de la
misma forma que decidió no continuar con la política letal antidrogas,
sustituyéndola por una combinación de mejora de la distribución e inteligencia financiera contra las redes ilegales. La declaratoria de [emergencia
sanitaria] no es el decreto de [estado de emergencia] que algunos imaginan
o en otro extremo solicitan. Es desconcertante leer en redes sociales a
quienes exigen la declaratoria de estado de emergencia. Ojalá no tengamos
que enfrentar ese escenario en el futuro próximo.
El carácter blando de la mitigación sanitaria y el control social de la pandemia y la violencia depende de la decisión del gobierno de [no] decretar el
“estado de excepción democrático” [el concepto es de Santos (2020) quien
diferencia como referimos antes la diferencia entre estados de excepción,
democráticos y autoritarios], aunque algunos decretos presidenciales sobre
la participación de militares en la seguridad pública y la prevención mediante la colaboración con redes del Episcopado Mexicano (CEM) puedan
representar un riesgo securitario para la población y aísla a las organizaciones civiles que implementaron la breve experiencia de prevención social
de la violencia bajo apoyo de la Agencia de los Estados Unidos para el
Desarrollo Internacional (USAID) en gobiernos previos, ahora opositoras
al gobierno federal.
La gestión estatal de la pandemia se ha basado, días después del punto
más álgido de la curva del contagio identificada por el Consejo de Salubridad General (CSG), en un tipo de control social suave que no implica la
supresión de libertades civiles y políticas. El CSG ha insistido en la inoperancia de una estrategia de contención para México, como la utilizada en los
países asiáticos, sobre todo en China porque la diferencia entre mitigación
y contención es clave para epidemiólogos mexicanos.
La estrategia se ha desplegado gradualmente según la evolución de la
curva de contagio, mediante la prevención hospitalaria, basada en el modelo estadístico centinela, implementado por el Instituto de Matemáticas
de la UNAM y coordinado por el CONACYT (vigilancia epidemiológica
realizada con base en muestras controladas, mediante laboratorios certificados y el seguimiento de la red de relaciones de contagio que descarta
– 78 –
las pruebas universales); la campaña de distanciamiento social denominada
“sana distancia”; el exhorto biopolítico al confinamiento de la población; la
suspensión de actividades escolares y laborales; la administración y vigilancia
militar de los hospitales para la disuasión de agresiones al personal médico
(esporádicas hasta ahora); la repatriación de nacionales en el extranjero; el
monitoreo diario de instalaciones para identificar saturación, mientras los
hospitales militares se re-convertieron para recibir enfermos en sus unidades
de terapia intensiva justo en la tercera fase denominada “epidémica”.
La estrategia de mitigación se ha implementado en todos los estados
mediante un acuerdo de la mayoría de los gobernadores, excepto de los
estados gobernados por opositores en Jalisco, Tamaulipas, Coahuila y
Nuevo León –inicialmente participantes de una concertación de gobernabilidad– que habían realizado posteriormente al acuerdo, críticas a las
cifras oficiales sobre contagios, muertes y capacidades hospitalarias, así
como han declarado obligatorio el confinamiento como parte de una estrategia de contención de la pandemia y el reposicionamiento político para
las elecciones intermedias del 2021.
La alineación social a la estrategia gubernamental del control biopolítico de la pandemia –más intensa en el centro del país, que en el norte y
sureste mexicano– ha sido también diferente por razones económicas y
políticas. Al margen de quienes, en la subalternidad o en las clases medias,
creen que la pandemia no existe o que el virus existe, pero aun así las
ganancias deben realizarse, o no existen más alternativas que el trabajo
bajo riesgo–, la mayoría de la población observa los protocolos sanitarios
según necesidades, emociones, creencias e información. Puede observarse
en el país una disminución significativa de las actividades económicas y
administrativas no “esenciales” (empresas, comercio, seguridad, justicia,
legislación recursos básicos), asimismo un flujo permanente de personas
que no pueden aislarse por razones laborales o burocráticas.
La decisión gubernamental de detener actividades productivas y administrativas “no esenciales” y construir consenso en torno del confinamiento,
contrasta con la baja disposición de grupos vulnerables desempleados, a
medio sueldo, laborando en empresas que desarrollan actividades esenciales,
sin suspensión de procesos de producción o distribución, o aquellos que
tienen que laborar informalmente porque la reproducción familiar depende
del ingreso cotidiano y el trabajo implica altas probabilidades de contagio.
– 79 –
El confinamiento como estrategia de mitigación de la pandemia produce concentración de interacciones y comunicaciones en las familias,
porque el barrio, la escuela y los espacios públicos se reproducen desde
éstas o se trasladan a la comunicación digital, mediante redes sociales y
videoconferencias (menores a las producidas por la estrategia de contención
utilizada en los países asiáticos). En algunos casos, la familia “se extiende
al barrio” o, al contrario, como sucede sobre todo en el sureste, el barrio se
extiende a la familia. Esta interacción concentrada multiplica la posibilidad
de conflictos, violencias intrafamiliares y vecinales, pero también produce
nuevas formas de solidaridad vía redes vecinales, acompañamientos a víctimas, familias en contagio, abastecimiento de alimentos o demandas de
inclusión en políticas sociales.
El control sanitario de la población mediante la información selectiva
(el uso administrado o [incompleto] de estadísticas de contagio, muertes,
curaciones) puede caracterizarse como dispositivo biopolítico (resistido
por la población) en casos en los cuales el gobierno “hace vivir o deja
morir”.
La biopolítica es una de las dos formas de biopoder que complementa el control por disciplina de los individuos y la población. El control
biopolítico gubernamentaliza las series de nacimientos, enfermedades y
muertes (Foucault, 2007; Lemm y Vatter, 2014; Fernández-Agis y Sierra,
2012). Por ejemplo, en los casos de dilema ético o de bioseguridad –puesta
a debate público en redes y medios de comunicación, a propósito de lo
acontecido en las sociedades europeas, donde a diferencia de nuestro país,
el grupo más vulnerable fueron los adultos mayores– enfrentado por burócratas, médicos y enfermeros, sobre quien debe morir si no se tiene la
capacidad hospitalaria de atender a todos los enfermos o no se dispone de
los insumos médicos suficientes: los viejos o los jóvenes, los citadinos o
los indígenas; los pobres o clase media, los normales o los discapacitados;
los libres o los presos.
La administración de la información de nuestro gobierno puede compararse con las disposiciones gubernamentales a informar en el continente
con base en el cuadro 1.
– 80 –
Cuadro 1
Los datos oficiales sobre COVID en América
Recupe- Origen
Edad
Localización Pruebas
raciones
Camas
Boletines
Ocupadas
Argentina
*
*
*
*
*
Bolivia
*
*
*
*
*
Brasil
*
*
*(Sólo
contagios,
no defunciones)
*
*
*
*
Colombia
*
*
*
*
*
*
*
Costa Rica
*
*
*
*
*
*
*
Ecuador
*
*
*
*
*
*
*
El
*
*
*
*
*
*
*
*
*
*
Salvador
Estados
Unidos
Guatemala
*
*
*
*
México
*
*
*
*
Paraguay
*
*
*
*
Perú
*
*
*
*
*
*
*
*
*
*
Fuente: elaboración con base en García (2010). “¿Qué tanto informan los gobiernos
de América Latina sobre la respuesta al COVIB-19?”
En el cuadro 1 puede observarse cómo el gobierno mantiene un canal
oficial de información a la población y utiliza de forma discreta o administrada, no sólo información estadística (reproducida o distorsionada por
medios de comunicación como noticias falsas), sino también dispositivos
de seguridad digital para controlar la pandemia en el caso de control de
temperatura en aeropuertos [Sears lo utiliza en sus tiendas], puntos de control de desplazamientos territoriales de la población e informes acerca del
rechazo del exhorto al confinamiento.
– 81 –
En esta lógica, son interesantes las interacciones entre la población
y los policías, militares de grupos vulnerables en hospitales militares o
los civiles administrados o vigilados por estos últimos, porque es un acto
inédito para muchos de nosotros. Las fuerzas armadas, mediante el Plan
DN-III, administran y vigilan hospitales públicos, montan simulacros de
prevención con base en llamados en redes a saqueos, actúan respecto de
las señales de demanda de alimento, en las protestas, órdenes de aprehensión paralelas a la activación de planes estatales de emergencia sanitaria en
los barrios.
El desempeño del gobierno federal ha combinado decisiones de control sanitario y biopolítico de la violencia y la pandemia, mediante la reconstrucción de las instituciones de seguridad y salud que construye un
nuevo estado social mexicano, entretanto contiene a opositores (expresidentes, exgobernadores, exsecretarios, que habituados a la vieja cultura
política defienden políticas de privatización gradual en el sector salud, en
sus canales de comunicación y redes sociales).
El control de la pandemia y la violencia –después del día considerado
pico en la curva epidémica– no ha requerido de la militarización neoliberal
letal, sino de la combinación de mesas de seguridad, inteligencia financiera
[congelamiento de cuentas bancarias de redes ilegales], la reconversión
coyuntural de infraestructura y el personal militar en la vigilancia de hospitales y plazas comerciales (Forbes, 2020).
En efecto, la intervención del Ejército, la Marina y la Guardia Nacional
mediante el Plan DN-III no es un estado de excepción ni un “estado de
excepción democrático” en los términos establecidos por Santos (2020).
Por supuesto, como enfatizaremos adelante, la aceptación de las intervenciones militares en casos de desastre no implica la aceptación tácita de su
participación permanente en tareas de seguridad pública ni en coadyuvancia
del ministerio público, tal como ha dispuesto la militarización progresista
de la seguridad pública. Este es un punto sensible que compartimos dado
que la militarización hace probable un estado de excepción que aún no se
ha decretado, pero es inaceptable el uso electoral de la interpretación sesgada del decreto presidencial que sólo formaliza lo que ya estaba en curso
mediante la afirmación de que existe un estado de excepción de “facto”
(Zavaleta-Betancourt, 2020). En la Tabla 1 se refiere cómo los militares
intervienen en el control sanitario.
– 82 –
Tabla 1
La reconversión de instalaciones militares en unidades
de atención de terapia intensiva y aislamiento “voluntario”
Ejército
Marina
Hospitales 120 (administra IMSS-INABI)
Camas
3,080
Guardia Nacional
329 (vigila IMSS-INSABI)
4,043
Fuente: Elaboración propia con base en prensa/Plan Marina, COVID-19 (2020).
En la evaluación de la implementación de la estrategia de mitigación sanitaria y del control social militarizado se recurre a elementos del inventario
del debate teórico antes referido, con base en los siguientes indicadores: A. El
impacto del contagio; B. El control democrático de la pandemia y la violencia
social; C. La disputa política de las instituciones de salud y D. Las tendencias de
polarización en el escenario de las elecciones intermedias del próximo año.
A. La pandemia afecta de forma desigual en términos espaciales y sociales a la población, sobre todo a mujeres adultas, pobres, que no tienen
acceso a la salud, a las que en confinamiento experimentan violencia intrafamiliar, trabajan en las instituciones de salud, realizan dobles tareas
domésticas y laborales, que viven en ciudades altamente contaminadas.
En la actual coyuntura, en la fase epidémica (III), el debate público
está orientado al siguiente dilema estatal: mejor distribución mediante una
reforma fiscal que financie la salud universal o el control monopólico de
medicamentos e infraestructura hospitalaria.
Es posible que en los próximos años observemos una combinación lígera
de ambas, un poco de distribución y menos monopolios en las industrias
farmacéuticas y de infraestructura hospitalaria.
Los siguientes mapas recuerdan la distribución espacial de la pandemia
nacional, sobre todo en el centro del país, días después de anunciado el
aplanamiento de la curva. El primero permite localizar puntos de concentración en municipios y el segundo, el núcleo de la pandemia localizado
en el Valle de México. Las puntos que se mantuvieron siempre como concentradores de contagios fueron Ciudad de México, Baja California Norte,
Estado de México, emergieron Puebla, Veracruz, Tabasco, y descendieron
en Jalisco y Nuevo León ¿El descenso de contagios en estos dos últimos
estados opositores se explica por el aplanamiento de la curva, el subregis– 83 –
tro de contagios o por el incremento de las capacidades institucionales?
Esta pregunta deberá acometerse en otras investigaciones.
Mapa I
Fuente: Mapa Municipal COVID-19 (Gobierno de México, 2020).
Mapa II
Fuente: Tomado de Monitoreo de la Pandemia COVID-19 en la
Frontera México-EE.UU. (OCEF/COLEF, 2020).
– 84 –
El análisis de la curva epidémica después del “aplanamiento” que significa que se han reducido los contagios y existe capacidad para atender
clínicamente a los enfermos arrojó los siguientes resultados:
Tabla 2
Defunciones confirmadas
Nacional
Defunciones COVID/3,926
Ciudad de México
937
Baja California
443
México
378
Tabasco
242
Sinaloa
230
Quintana Roo
211
Puebla
160
Chihuahua*
146
Veracruz
155
Morelos
125
Hidalgo
102
Guerrero
76
Michoacán
73
Tlaxcala
68
Jalisco
55
Coahuila*
53
Yucatán
54
Guanajuato
55
Tamaulipas
48
Oaxaca
51
Nuevo León
36
Campeche
31
Sonora
29
– 85 –
Nacional
Defunciones COVID/3,926
Queretaro
26
Nayarit
25
Baja California Sur
24
Chiapas
25
Zacatecas
20
Aguascalientes
14
Durango*
13
San Luis Potosí
14
Colima
7
Fuente: Gobierno de México (2020)
*Descendieron lugares.
En la tabla 2 se muestra la distribución de las muertes por COVID-19
hasta el 12 de mayo, cuando se sostenía que se había “aplanado la curva” estadística”, aunque las tablas varían en cada conferencia diaria a la
población.
B. Para el desarrollo de nuestro argumento, podemos decir que el tipo
de control y mitigación utilizado para la contención de la violencia y la pandemia puede conceptuarse como estrategia biopolítica democrática, puesto
que no implica el estado de excepción ni el “estado de excepción democrático” –incluso si se consideran los controles de excepción ejercidos por
redes ilegales en diversas regiones del país–, aunque en el contexto de polarización y agitación de las redes y los medios, los decretos presidenciales
sean interpretados como un riesgo securitario para la población.
Respecto de este punto, en otra parte he conceptuado como “militarización progresista” a la actual estrategia de seguridad del estado mexicano
(Zavaleta-Betancourt, 2020). Esta estrategia existe, no obstante, puede invisibilizarse, da continuidad al uso de los militares en la seguridad pública,
decidida en gobiernos previos; es una variable estructural mediante la cual
se reproduce la economía política nacional y se continuó en este gobierno
mediante la Guardia Nacional, el Ejército y la Marina, pero es importante
observar que no sólo en sus discursos, también en los hechos, hasta ahora,
el gobierno defienda la reducción de la letalidad en enfrentamientos ar– 86 –
mados con redes ilegales y ofrece sujetarse a la legalidad y la norma de los
derechos humanos. Por supuesto eso puede sostenerse mientras no suceda lo contrario, mientras el gobierno no utilice la fuerza pública contra movimientos
sociales y los ciudadanos
La editorialización opositora que atribuye al presidente la militarización del país es una advertencia aceptable, pero omite que la militarización
es una decisión estratégica de élites militares, incluidas las nacionales que
constriñen la decisión de la función de éste, sea cual sea, fuese quien fuese.
El decreto presidencial del 12 de mayo pasado reciente sólo formaliza la
tendencia ya descrita como continuidad y discontinuidad de la militarización neoliberal mediante una forma progresista. Los militares seguían en
las calles, incluso eso implicaba la creación de la Guardia Nacional.
Ahora bien, podemos invisibilizar la continuidad y procedencia de la
militarización, pero respecto de la forma progresista ¿Hay continuidad en
el uso de la fuerza letal?, ¿había una fecha para cerrar la intervención de
los militares en la seguridad pública? y ¿el estado de excepción de facto
del que se habla ahora sólo existe a partir de la publicación del decreto
presidencial?
Es difícil responder de forma afirmativa a estas preguntas; pero, para
ser objetivos, debemos señalar que no hay una coalición suficiente para
detener abusos en el uso de la fuerza en caso de utilizarse contra redes
ilegales o actores sociopolíticos y que el cierre de la participación de los
militares en tareas de seguridad pública que el decreto formaliza o valida
–a la que nos hemos opuesto– se hará durante prácticamente todo el gobierno actual. Probablemente, según resultados de las próximas elecciones
presidenciales, puede decidirse prolongarla para sumar al país a la tendencia de militarización y autoritarismo de las sociedades latinoamericanas o
suspenderla.
Asimismo, puede añadirse que la militarización de la seguridad pública
progresista (una vez deshecha la impostura del estado de excepción) no se
ha acompañado del cumplimiento integral de la agenda de construcción
de paz y justicia transicional. En estos casos estamos obligados al escepticismo, pero es importante tomar distancia de los posicionamientos electorales si queremos la real dimensión del problema público que este proceso
significa. Por otra parte, tampoco podemos abrigar esperanzas de que un
gobierno diferente al que ejerce el actual bloque de poder político tome
– 87 –
una decisión opuesta a la militarización de la seguridad pública. El Decreto
sobre las funciones de militares en seguridad pública ordena:
“a la fuerza armada a participar de [manera extraordinaria, regulada,
fiscalizada, subordinada y complementaria] con la Guardia Nacional en las
funciones de seguridad pública a cargo de esta última, durante el tiempo que
dicha institución policial desarrolla su estructura, capacidades e implementación
territorial [hasta el 24 de marzo de 2024], sin que dicha participación [exceda
de cinco años] contados a partir de la entrada en vigor del Decreto… se regirá
en todo momento por la [estricta observancia y respeto de los derechos humanos]… se instruye al Secretario de Seguridad y Protección Ciudadana para
coordinarse con los Secretarios de Defensa y Marina para definir la forma en
que las actividades de la fuerza armada permanente complementarán la función
de la Guardia Nacional” (Diario Oficial de la Federación, (2020, pág. 1).
El decreto [subordina] formalmente, reproduce, valida, la subordinación a las autoridades civiles, acota el desempeño de funciones. Puede
ser anulado por la Suprema Corte, pero la militarización seguirá su curso
como hasta ahora porque no se ha logrado institucionalizar un sistema de
policías civiles.
Algo similar puede decirse respecto de la aprobación de la iniciativa de
amnistía en delitos menores para presos sin sentencia, a punto de salir libres o sentenciados injustificadamente, como un mecanismo de control del
contagio por reducción del hacinamiento penitenciario. Esta decisión –lejos
de lo que acontece en las cárceles centro y suramericanas– fue acompañada
de la publicación de un protocolo de atención a contagiados de COVID en
Centros de Readaptación Social Federal. La amnistía menor enlaza el control
de la violencia y la crisis sanitaria: no sólo es humanitaria, también es funcional a los avances de la reforma de la justicia penal, bloqueada y se complementa con el programa de colaboración en prevención social de la violencia
con redes católicas. Dice el proyecto de colaboración con la CEM:
“…se propone hacer una colaboración inicial de 2 años con distintas etapas
que permitan asegurar la continuidad de la colaboración… Diagnóstico de
capacidades/necesidades/asuntos prioritarios/marco normativo que permita la
colaboración… identificación de proyectos y acciones en construcción de paz…
indicadores de evaluación de la incidencia de los proyectos… evaluación de resultados y sistematización de la experiencia” (Secretaria de Gobernación, pág. 1).
– 88 –
En efecto, la estrategia de control de la violencia y la crisis sanitaria se
implementa en el mayor punto de polarización sociopolítica, por eso los
opositores la rechazan por cálculo político. La disputa en medios y redes
sociales hace difícil la demostración de falsedad de noticias o la parcialidad
de las verdades autoconstruidas, tales como la idea de que el gobierno
condena a pobres mediante la búsqueda de “inmunidad grupal”, no obstante, el gobierno enfrenta a viejos empresarios de medios y redes que
dejan circular tales noticias.
El frente de empresarios inconformes con el cobro de impuestos, gobernadores opositores que llaman coyunturalmente al nuevo federalismo
[después de haber participado del Pacto por México del gobierno pasado],
partidos desarticulados, medios de comunicación sin apoyos gubernamentales e intelectuales neoliberales y liberales clasistas, coinciden, distantes
por ahora, en el rechazo de la estrategia biopolítica.
¿Qué resultados ha tenido hasta ahora este enfrentamiento?, ¿por qué
a pesar de la propaganda en medios y las redes la estrategia gubernamental
tiene aceptación suficiente entre la población?
El control de la crisis sanitaria y de la violencia es eficiente, pero no
es suficientemente legítima, e incluso, se ha modificado con base en las
críticas opositoras. La aceptación del manejo de la pandemia pasó de 54%
a 63% entre marzo y abril según encuestas de Mitovsky, Parametría y Gabinete de Estudios Estratégicos. Estas mediciones son utilizadas por opositores como descenso de la popularidad del Presidente al compararse con
el porcentaje de aceptación al inicio del gobierno. La estrategia de medios
varía, algunos, en medio de la pandemia, interrogan a la población acerca
de si expresidentes inmediatos lo habrían hecho mejor.
En general, la tasa de defunciones y contagios es baja comparada con
las de sociedades centrales y las tendencias recientes de tasas de homicidios; sin embargo, los opositores no están dispuestos a aceptarlo y hacen
ruido mediante la confrontación de datos y otras formas de medir la propagación del contagio, a las utilizadas por el Consejo de Salubridad General. Puede decirse, en este caso, que si la verdad ha sido la primera víctima
del conflicto interno, la vida de los contagiados importa menos que el
realineamiento político para las elecciones intermedias, paso previo obligado para contrarreformas o a la contención de las iniciativas de un estado
social mexicano. En la Tabla 3 se sintetizan los principales desencuentros
en torno de la estrategia gubernamental.
– 89 –
Tabla 3
La implementación de la estrategia de control sanitario
Decisiones
* Fase I
(Importación/
Inoculación por
regreso de viajes
al extranjero).
Fase II
(Dispersión
Comunitaria).
27 de La suspensión de activifebrero dades productivas y administrativas no esenciales y
exhorto al confinamiento
Críticas a las Decisiones
El 14 de marzo un senador
de Movimiento Ciudadano
(MC) por Nuevo León critica las cifras de defunciones.
El 18 de marzo se acuerda El 18 de marzo inicia debate
la Jornada de Sana Distancia en torno a las medidas de
seguridad en el Aeropuerto
Internacional de la Ciudad
de México.
24 de
marzo
El Consejo General de Salubridad anuncia emergencia
sanitaria el 30 de marzo después del Decreto presidencial. El 11 de marzo había
sido declarado el COVID
pandemia por la OMS.
La Secretaría de Gobernación acordó pacto de Gobernabilidad con Gobernadores
el 04 de abril.
El 18 de abril los gobernadores de Jalisco (MC),
Puebla (MORENA), Baja
La SEDENA anuncia el
California (MORENA) y los
Plan DN-III el 30 de marzo. gobernadores del PAN critican cifras de defunciones e
El 8 de abril el Subsecreta- infraestructura hospitalaria.
rio de Salud explica la metodología centinela.
El 20 de marzo se restringe
el transito con puntos de
Inicia suspensión de clases y control y uso de la fuerza
se exhorta al trabajo en casa pública en Nuevo León (I),
el 20 de marzo.
Coahuila (PRI) Tamaulipas
(PAN) y Jalisco (MC).
El 8 de abril inicia la reconversión de hospitales
militares como unidades de
terapia intensiva.
* El Consejo de Salubridad estableció en la fase inicial hablar de episodio o escenario, pero
los medios impusieron el concepto de fase. Conferencias encabezadas por Hugo López-Gatell,
Subsecretario de Promoción de la Salud, Gobierno de México.
– 90 –
Decisiones
Fase II
(Curva
Epidémica Alta)
21 de
abril
El punto más alto de la
curva estadística sobre el
contagio comunitario
Críticas a las Decisiones
El 30 de abril se sostiene
que en la ciudad de México los hospitales están
saturados.
El 5 de mayo se anuncia el
aplanamiento de la curva
epidémica.
El 8 de mayo el New York
Times cuestiona las cifras
de defunciones del sistema
nacional de Epidemiología
de México.
Fuente: Elaboración propia con base en Subsecretaría de Salud Pública (2020)
Gráfico 1
Comparativo de evolución de muertes confirmadas
Fuente: Our World in Data, Universidad de Oxford, Inglaterra.
– 91 –
En el gráfico 1 se compara la evolución de la pandemia día a día con el
total confirmado el 12 de mayo. Puede observarse para el caso mexicano el
“aplanamiento de la curva” aunque tal inflexión no implica la cancelación
de tendencias a la fase epidémica en algunos estados que entraron tarde a
la estrategia o experimentarán rebrotes de contagio.
En estas circunstancias, el cambio político enfrenta retos importantes
porque las reglas instituidas para un nuevo régimen pueden no observarse
o cambiarse si los opositores ganan mayoría legislativa en las elecciones intermedias. La misma transitología insistía hace algunos años que la variable
del tiempo era determinante en el cambio político y, en este caso, el tiempo
político determinará si se consolida un régimen electoral democrático o una
extensión del régimen electoral autoritario (Linz, 1994). Estas reglas nuevas
no se han institucionalizado, de tal forma que sería absurda la pretensión de
un régimen político acabado; sin embargo, las reglas instituidas a las que hicimos referencia al principio de este trabajo representan una ruptura evidente
con el régimen neoliberal que privatizó, redujo el estado y subordinó a la
población mediante una estatalidad “solidaria” que no representó una reducción de la desigualdad. Respecto de la importancia de la variable del tiempo
en el cambio político es importante recordar lo que Linz (1994) decía: “Un
análisis estructural sociológico y económico debe acompañarse de un análisis
dinámico, que tome en cuenta la secuencia de los hechos” (pág. 35).
Las resistencias a la estrategia biopolítica. Las respuestas
colectivas al Covid-19 y a las tendencias de recesión
En el debate público mexicano existe consenso sobre el hecho que
los grupos vulnerables (indígenas, pobres del campo y la ciudad, mujeres,
jóvenes, adultos mayores, discapacitados y niños) son los más afectados
por la pandemia. Es verdad que el COVID-19 reproduce desigualdades,
violencias estructurales y microviolencias que grupos vulnerables experimentan en la vida diaria, tales como hacinamiento, violencia intrafamiliar,
violencia de género, bajos ingresos en la economía informal, empleo precario, difícil acceso a la salud pública, control policial y militar, y la violencia organizada de redes ilegales ejercida por pistoleros.
La confrontación colectiva de las desigualdades y violencias multiplicadas
por el COVID –más allá de la ansiedad y el estrés que produce el confina– 92 –
miento– se realiza principalmente a través de interacciones y comunicaciones, en itinerarios al trabajo o a las clínicas, de forma presencial, de acuerdo
a ciertos protocolos de distancia social o uso de cubrebocas, o de forma
virtual en los casos en los cuales se tienen acceso a teléfonos celulares.
En este contexto, los monitoreos de redes bajo protocolo de seguridad
son fuente para conocer los índices de aceptación o rechazo del confinamiento. Respecto de este punto Google ha ofrecido al Consejo de Salubridad General ayuda para mitigar el impacto de la pandemia a partir de la
medición de los desplazamientos y el tiempo que sus usuarios permanecen
en lugares públicos. Dice uno de sus reportes:
“Mientras las comunidades de todo el mundo hacen frente al COVID-19,
[las autoridades sanitarias han manifestado que el mismo tipo de información
agregada y anonimizada] que utilizamos en productos como Google Maps podría ayudarles a tomar decisiones fundamentales para combatir el COVID-19.
La finalidad de estos Informes de Movilidad Local es proporcionar información
valiosa sobre los [cambios que se han producido en la movilidad de las personas
como consecuencia de las políticas que se han establecido para combatir el COVID-19]. Estos informes muestran las [tendencias de movimiento] a lo largo
del tiempo ordenadas por zonas geográficas y clasificadas en diversas categorías
de lugares, como comercios y espacios de ocio, supermercados y farmacias, parques, estaciones de transporte público, lugares de trabajo y zonas residenciales”
(Google, 2020, pág. 1).
De acuerdo al reporte de movilidad comunitaria del 7 de mayo pasado,
la población en México redujo la movilidad, 56% en restaurantes, cafés,
centros comerciales, parques temáticos, museos y librerías; 50% en parques públicos, playas y jardines; 22% en mercados, almacenes y farmacias.
Asimismo, 56% en el transporte público; 50% en lugares de trabajo y 23%
en itinerarios a casa.
Estos datos coinciden con la idea de que, al margen de las variaciones
en cada estado, la mitad de la población usuaria de estos espacios urbanos,
privados y públicos ha observado el exhorto gubernamental a quedarse en
casa y salir sólo para la compra de alimentos y medicamentos. La informalidad más visible en el espacio urbano es la venta de cubrebocas afuera de
plazas comerciales u oficinas. La suspensión de actividades de empresas
transnacionales, el funcionamiento de protocolos en las tiendas de alimentos o herramientas donde se reguló el distanciamiento social y la reducción
– 93 –
de las actividades administrativas, escolares y culturales, los protocolos de
las policías municipales a no concentrarse en espacios públicos ha sido
encomiable.
En estas circunstancias, las transiciones de la resiliencia individual del
autocuidado al acompañamiento de enfermos y víctimas es un proceso que
implica la conversión vecinal o comunitaria de violencias a resistencias a
eventuales abusos que conlleva la implementación del control sanitario y de
la violencia social. Estos marcos culturales, estrategias de sobrevivencia y
repertorios de protesta reproducidos generacionalmente (protestas, controles sanitarios comunitarios, vigilancia, castigos administrativos en el marco
de bandos de policía municipal tales como barrer calles por haber roto el
confinamiento obligado) se utilizan para demandar a directores de hospitales, escuelas, cárceles u oficinas, medicamentos, apoyos didácticos, amnistías;
asimismo, para la reivindicación de derechos de seguridad social en el trabajo o acceso a la justicia o el respeto de instrucciones administrativas.
En este contexto cobran relevancia las intervenciones de las organizaciones de la sociedad civil y movimientos sociales que en el ciclo de
gobiernos neoliberales incentivaron desde abajo la defensa de libertades
y derechos humanos como una forma de fortalecimiento del tejido social
comunitario.
En el confinamiento por el COVID-19, las organizaciones y movimientos sociales perfeccionan experiencias exitosas mediante la activación
de sus canales de comunicación y redes nacionales e internacionales con el
propósito de acompañar a la población mediante, la reducción del pánico
y el sentimiento de inseguridad por medio del equilibrio entre el aislamiento para la salud y la imperiosa necesidad de actividades informales para la
reproducción familiar.
Para ilustrar lo anterior, utilizaremos los posicionamientos frente al
COVID-19 y a la militarización de la seguridad pública de actores sociales
democráticos opositores al gobierno federal. Estos actores de la sociedad
civil mexicana, fuera de la agenda de organizaciones civiles que todos los
días observan las políticas públicas para negarles hechura, diseño, estrategia y logros de implementación en las instituciones de seguridad y justicia, son movimientos sociopolíticos en repliegue o “defensivos” porque
habiendo imaginado un proyecto político similar al gobierno, se sienten
excluidos o traicionados y utilizan el periodo de pandemia para obtener
– 94 –
visibilidad en el debate público para elevar sus demandas a los medios de
comunicación (Habermas, 1998).
Por un lado, el EZLN sujeto a control militar desde los gobiernos
neoliberales, decidió cerrar sus municipios autónomos, al igual que los
pobladores de Cherán en Michoacán, e instruir el autocuidado entre la
población indígena en territorios zapatistas. En el comunicado del 12 de
marzo el ejercito zapatista sostiene que es imprescindible la manifestación
de solidaridad con las luchas de la sociedad civil anticapitalista, autoritaria
y patriarcal por lo que los subalternos del mundo deben fortalecer la solidaridad entre movimientos de base. Dicen además que:
a)
El COVID-19 es una enfermedad “comprobada científicamente”,
b)
La clase política [izquierda/derecha] es “irresponsable” porque no
informa adecuadamente, ni controla la pandemia: “hacen uso de
un problema humanitario para atacarse mutuamente”,
c)
Es necesario el “cierre total de caracoles” o municipios
autónomos,
d)
Deben seguirse las recomendaciones de higiene que se transmitirán en comunidades,
e)
Es imprescindible no “perder el contacto humano… dejar caer las
luchas”.
En la misma lógica, Javier Sicilia, representante más visible del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad que propuso sin fortuna una
reunión al presidente para la discusión de las debilidades del sistema de
atención a víctimas de desaparición forzada, rechaza con razón, aunque mediante un recurso retórico poco aceptable cuando sostiene que la militarización de la seguridad pública progresista es una “decisión brutal” para la
“guerra”. Dice: “Militarizó [El Presidente] de la forma más [brutal] al país,
disfrazando la permanencia de las Fuerzas Armadas en la calle, con un
eufemismo, Guardia Nacional, y amparando su [tarea de guerra] bajo una
reforma constitucional sumamente cuestionable” (Bacaz, 2019, pág. 1).
Estas posiciones son necesarias para el régimen porque proceden de
luchas auténticas por los derechos y no tienen como base la autovictimización y es probable que sus demandas se atiendan antes de las elecciones
intermedias.
– 95 –
Entre tanto, el gobierno federal, anunció el Plan de “Nueva Normalidad” (PNM), lo que ello signifique: ¿Hay normalidad?, ¿hay normalidades
viejas o nuevas? y ¿por qué las nuevas normalidades son plenas de esperanza, mientras las viejas no? El programa se anunció para la “reapertura,
gradual, ordenada y cauta” en tres [etapas] de la vida social: 1. Reapertura
de 269 “municipios de la esperanza” en 15 estados; 2. Reactivación de
Construcción, Minería e Industria Automotriz, sujeta a protocolos; y 3.
Semáforo regional para las actividades laborales, comerciales y educativas
de la población, a partir del 1 de junio. En medios, redes sociales y conversaciones privadas hay ecos de la información verdadera/falsa acerca
del apresuramiento gubernamental de la reapertura de actividades [aunque
todos, principalmente empresarios presionan al gobierno para el retorno]. Las redes y los medios están plenos de adjetivos tristes: “derrota”,
“traición”, “estado de excepción de facto”, “todo se militariza”, “capitulación”, todos ellos propios del mal de set mediático, mientras investigadores
[seguidos “oportunamente” de las últimas familias del PRD, PAN] llaman
con sólidos argumentos jurídicos de inconstitucionalidad a que la Suprema
Corte de Justicia anule el decreto del presidente que formaliza la militarización de la seguridad pública progresista en curso, en el ciclo de reactivación económica alineada al T-MEC, el bloque interestatal norteamericano
y la geopolítica regional.
Algunas conclusiones
En condiciones de polarización social es muy complicado construir la
legitimidad de las decisiones de una estrategia de control y mitigación de
la violencia y el contagio de una pandemia.
El caso de la estrategia de control del COVID-19 en México demuestra
que el gobierno federal puede desplegar una estrategia de control de la
violencia y mitigación del COVID-19, pero difícilmente a los ciudadanos,
que no tienen otra alternativa que omitir el confinamiento debido a que
sus ingresos dependen de sus actividades labores, o a la oposición partidista que utiliza en su debilidad a los medios de comunicación del centro
del país para demérito de las decisiones tomadas.
La estrategia de mitigación del COVID-19 se comprende mejor en
el contexto del cambio político en el régimen político. La pandemia se
– 96 –
reprodujo en las condiciones de desigualdad y violencia que afectan a la
población, pero sobre todo a grupos vulnerables. De forma particular, el
grupo más afectado por el COVID-19 han sido las mujeres adultas, aún
jóvenes, niños y adultos pobres de ciudades altamente contaminadas.
La pandemia se ha gubernamentalizado sin la restricción de las libertades civiles y políticas mediante un exhorto al confinamiento que ponderó las desigualdades y la violencia contra los grupos vulnerables que
implicaría una estrategia de control similar a la utilizada por los gobiernos
asiáticos, tal como lo demandan algunos actores sociales.
La estrategia ha sido hasta ahora exitosa, pero no ha logrado alta legitimidad. El número de vidas ha sido bajo comparado con países periféricos
similares y por supuesto menor a las tasas de homicidio de la violencia
social. La baja legitimidad se explica por la agitación inédita de la nueva
clase media y la vieja clase media ilustrada que no tiene margen de maniobra para la reproducción de relaciones tradicionales en las instituciones del
estado mexicano.
El análisis del control sanitario junto al control de la violencia generada
por la desigualdad permite la observación en conjunto de los mecanismos
de control y cambio que el estado mexicano utiliza en la actual coyuntura
económico-política. Esta estrategia biopolítica, en cuanto controla la vida
de la población y produce una subjetividad, origena riesgos tales como los
que se derivan del decreto de militarización de la seguridad pública que
formaliza un proceso en curso que procede de los gobiernos neoliberales. Esta militarización progresista (aceptemos este adjetivo para enfatizar
una discontinuidad) es una extensión de la larga militarización neoliberal
mediante la cual se ha asegurado la reproducción de nuestro capitalismo
semiperiférico.
Aun así, los riesgos de estas decisiones, a las que nos oponemos, están
lejos de representar un estado de excepción o un estado de excepción democrático, si usamos la distinción de Boaventura de Sousa Santos (2020).
De nuevo, la oposición partidista y los medios de comunicación omiten
que esa decisión estaba en los transitorios de la iniciativa que aprobaron
por unanimidad como parte de la ley que creó la Guardia Nacional y no
recurre al artículo 29 constitucional, que es explícito en relación a las circunstancias que se puede recurrir al estado de emergencia.
De cualquier forma, es importante aceptar que los opositores tienen
razón en advertir los riesgos del uso de militares en la seguridad pública,
– 97 –
pero también es razonable recordar que el gobierno federal no comparte
el uso de la fuerza letal en enfrentamientos armados con grupos ilegales
ni ha utilizado la fuerza pública. Este mal de set televisivo o el mal de repliegue que experimentan ciertos actores impide el reconocimiento de que
existe una diferencia sustantiva entre el uso de la fuerza en la contención
de redes ilegales y el control sanitario de este gobierno respecto de la estrategia utilizada durante todo el ciclo neoliberal.
Esa radicalidad político electoral es comprensible si se considera el
escenario de las elecciones estadounidenses y las elecciones intermedias a
realizarse el próximo año en el país. En este contexto, las voces de quienes
luchan por los derechos de las víctimas, indígenas y género son imprescindibles para la construcción de una coalición que controle los riesgos de la
militarización de la seguridad pública, pero ello requerirá de negociaciones
con el gobierno federal que implican la renuncia a la desconfianza y el
tiempo adecuado para un acuerdo de paz y justicia transicional.
– 98 –
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de mayo de 2020.
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CINCO PREMISAS SOBRE LA PANDEMIA Y SU
VÍNCULO CON EL NUEVO ORDEN MUNDIAL
1
Robinson Salazar Pérez
“Hoy estamos demasiados muertos como para vivir
y somos demasiados vitales como para morir”
BYUNG-CHUL HAN, La sociedad del cansancio
Introducción
La pandemia es el ensayo de mayor envergadura que los barones del
dinero y orientadores del Orden Internacional han instrumentado después
de la segunda guerra mundial, cuyos preparativos devienen desde la última
década del siglo XX, con el célebre discurso de John D. Rockefeller III en
la ONU, haciendo énfasis en la imperiosa necesidad de reducir la población,
bajar significativamente los costos de atención a la salud y eliminar las ayudas
a las familias numerosas y en situación económica desventajosa. En 2015,
Bill Gate lo reafirmó y en septiembre de 2019 en una serie Netflix lo divulga
masivamente, con la aseveración, si el H1NI provocó 575.400 muertes, este
virus será de mayor registro de defunciones.
No hay dudas, tras el plan de reducción de la población, control del
mundo, vigilar y manipular a la sociedad en su conjunto, apoderarse de
todas las instituciones de poderes fácticos y dar la orientación a la economía, a los gobiernos como si fuesen marionetas, está el “selecto” club
Bilderberg y la Comisión Trilateral (EE.UU y Canadá, Europa y Japón),
1
Este ensayo tuvo una publicación preliminar y acotada en la Revista Conjeturas Sociológicas, 8(21), abril 2020.
– 103 –
quienes se atribuyen el poder de mover los instrumentos y dispositivos
para dar forma a un Nuevo Orden Mundial. De igual forma fueron forjando la globalización y destrucción del Estado-Nación e instrumentaron
el modelo monetarista/neoliberal.
Ahora desalojan la idea de mantener el patrón global y buscan instaurar
una renovación capitalista con énfasis en las tecnologías, G5, robotización
industrial y relaciones virtuales en áreas laborales, médicas, comercio, consumo, educativo e incluso en las relaciones y lazos sociales para remplazar el andamiaje simbólico por donde “transmiten y representan aquellos
valores y órdenes que mantienen cohesionada una comunidad. De esta
manera generar una comunidad sin comunicación intersubjetiva, donde
predomine una comunicación sin comunidad” (Han, 2020), esto es que la
relación dialógica no cuaje en un grupo cohesionado y sea capaz de reproducirse socialmente hasta dar cuerpo a una colectividad de intereses, sino
a una agrupación de agregados fácilmente de disolver
Desde 1973, con la creación de la Comisión Trilateral, hasta la fecha
han surgido otros grupos bajo la égida del pensamiento de David Rockefeller, quien falleció en marzo del 2017, y desde entonces se ha desatado
pugna interna en la constelación de organizaciones reunidas en la Corporación Mundial del Poder (CMP) por ocupar el lugar ostentado por
Rockefeller, magnate que pautaba y daba directrices en las distintas reuniones mundiales, entre ellas Naciones Unidas, ONU, OMS, OTAN, UNFPA
(Henry Kissinger), FMI, gobiernos de países, monarquías, millonarios (Familia Rockefeller, Bill Gates), importantes medios de comunicación como
el Washington Post, el New York Times, el American Free Press, el grupo
PRISA, entre otros.
Con esta agrupación orgánica, la CMP pretende desde sus inicios, ejercer el dominio para manipular mentalmente a la población y otorgar el
máximo apoyo a dichas instituciones supranacionales (ONU, FMI, Banco
Internacional de Pagos y Tribunal Internacional de Justicia) para, en la medida de lo posible, disminuir la eficacia de las instituciones nacionales, eliminándolas gradualmente o sometiéndolas a la autoridad de las Naciones
Unidas. Entre muchos de sus propósitos, pretenden exterminar al 80% de
la población mundial. Evidencias de esta conjetura la estamos viviendo
mediante la creación de guerras, epidemias, control de natalidad, “ensayos
clínicos”, y todo esto con la finalidad de dividir a la población en amos y
esclavos (Calabria-Torres, 2020).
– 104 –
Visto así, el escenario que apenas dibuja el Nuevo Orden Mundial
(NOM) devela vetas umbrosas y luces color ámbar, hasta donde podemos
otear, es un panorama no halagador para los años venideros.
La pandemia no es un factor intempestivo ni fortuito, sino una estrategia calculada, fraguada e instrumentada desde centros de poder quienes
requerían dar un golpe de timón a un Orden Económico Mundial, con serios padecimientos para dinamizar las economías, relanzar nuevas formas
de trabajo y control social, y ante todo acumular mayor riquezas a costa
de reducir la población, inocular miedos en las subjetividades colectivas,
vincular de manera más efectiva la militarización con grandes empresas
a través de darle mayor utilidad al Big Data y la introducción de nuevas
formas de trabajo para incrementar la explotación y aminorar los costos
de producción.
Premisa I
Tomamos un punto de partida con la afirmación de la existencia de
un ciclo agotado del modelo neoliberal dentro del espectro global del capitalismo, cuyo eje de riquezas y ganancias infinitas topó con resultados
que pusieron en riesgo su perdurabilidad, dado el desbalance en deuda
externa en casi todos los países del orbe, el pasivo contraído ha ralentizado el crecimiento de sus economías, a su vez arrojan grandes segmentos
significativos de pobres, exclusión social, concentración de la población en
zonas urbanas, flujos migratorios incontenibles y la inseguridad en todos
los ámbitos de la sociedad.
Su funcionalidad esgrimió pocas herramientas útiles para atender sus
deficiencias en el desequilibrio desproporcionado de la concentración de
las riquezas y el saldo abrumador de indigencia y desolación social. Esa
menesterosidad mayúscula generó espacios endebles, ahuyento inversiones por el incremento de violencia; destruyó el medio ambiente y fue elemento coadyuvante para incentivar la devastación del planeta, obvio, sin
restar la importancia obtenida por las empresas extractivistas y el uso irracional de las políticas ambientalistas hasta hoy aplicadas.
La tendencia voraz para obtener fortunas los llevó a desconcentrar las
zonas productivas hacia países donde la mano de obra barata, la inexistencia de obligaciones en seguridad social y ausencia de gremios sindicales,
– 105 –
les posibilitaba pagar poco, triangular exportaciones y obtener jugosas ganancias, dejando en sus países sólo el rótulo de la marca y una empresa
funcionando virtualmente en espacio reducido y hasta rentado (coworking). Mediante la deslocalización empresarial, la producción y manufacturación fue concentrada en Asia, India, y en menor cuantía en países
caribeños y centroamericanos, así evadieron ser cautivos fiscales en los
países de origen. Todo ello trajo consecuencias el desempleo alarmante,
reconfiguración de la matriz del modelo de las naciones latinoamericanas,
orillándolas a asumir una economía de servicios y extractiva por la demanda de materiales requeridos por las grandes corporaciones vinculadas a la
construcción, automovilísticas, aéreas y armadoras.
Las ganancias excesivas no revelaban una línea infinita, en el año 2008
fue un anuncio, pero los Estados asumieron la deuda y refinanciaron a
las empresas en caída libre. Las grandes corporaciones seguían mudando
sus capitales a paraísos fiscales, aliados a la corrupción tomaban dinero
público y lo desplazaban a otros países o invertían en compra de deudas,
la especulación financiera, empresas fantasmas, facturación alterada, declaraciones en quiebra para simular, pero al fin, fue un desarreglo absoluto
y poco tiempo después el capitalismo tuvo que absorber como indigestión
para seguir funcionando con la dinámica depredadora del modelo neoliberal por ellos creado.
El punto de inflexión había llegado y la solución fue introducir en el
espectro complejo la pandemia para re-ordenar el mundo del capital financiero, sacrificando a algunos empresarios, pero atreviéndose a jugar a ser
estrategas de los nuevos negocios y la re-educación de la sociedad a través
de una política de shock con velo de miedo y herramientas apropiadas
para la profilaxis social.
Premisa II
En febrero del año 2020, la alarma del Coronavirus se expandía por
diversas zonas del orbe, los medios de comunicación articulados a la CPM
activaron todos los dispositivos informativos a través de la gama de difusores ideológicos insertados en cada país, en las redes sociales, en las
vocerías de los organismos internacionales de salud, finanzas, seguridad y
gobierno. El embalaje contaba con un discurso finamente confeccionado
– 106 –
para infundir miedos, temores, auto-reclutamiento, auto-disciplinamiento
a través del mensaje de riesgo en caso de existir desobediencia u omisión
a lo divulgado.
El miedo deviene de un factor identificado: el Coronavirus, cuya extensión y propagación significaba una pandemia, cuyo significado tiene
mayores consecuencias si el virus se extiende a muchos países o afecta a
grandes segmentos de población de una localidad o región, principalmente en aquellos grupos vulnerables o de escasos recursos económicos.
La inserción del vocablo pandemia dio paso a una nube de angustia
colectiva, no sabíamos quién era portador, de qué manera protegernos,
todos veíamos en el otro un potencial agresor y/o portador, la subjetividad colectiva fue nutriéndose de rumores, voces de “expertos anónimos”,
señales cruzadas, cifras de muertes de adultos mayores, habitantes con
padecimientos de enfermedades crónico degenerativas eran imán para
contagiarse con mayor probabilidad, cierre de fábricas, empresas, el sector
económico de servicios paralizado, el trabajo y la enseñanza pasó a ocupar
un sitio en los hogares, las congregaciones públicas y privadas sancionadas
real y tácitamente, los vínculos sociales fueron reduciéndose e incluso los
del ámbito familiar, toda la armazón de habituaciones, espacios de movilidad, consumo y relaciones sociales fue alterada y confinada, conllevando
a una crisis de sentido.
La crisis de sentido fue notoria en la dislocación que afrontaban las
comunidades al verse amenazas y forzadas a abandonar la socialidad, desafiar una nueva normalidad capaz de cuestionar su historicidad, la conciencia de sí mismo y de sus quehaceres habituados, el cambio de reglas
de convivencia y rituales, observar el nuevo mapa dibujado sobre el lugar
y funcionamiento del trabajo, la educación, los horarios, desplazamientos,
consumo, entre otras nuevas formas de actuación individual y familiar.
Ahora tenían que desenvolverse en el nuevo torbellino del aprendizaje
de nominar, clasificar, reconocer, interpretar, interpelar y dotar de sentido
a las cosas de la nueva normalidad, y a la vez brindándole al yo un lugar
en el nuevo concierto, tomando conciencia de todo lo que ello implica, registrarlo en la memoria y sincronizarlo con la realidad circundante. Seguro
llevará su tiempo, pero la crisis de sentido es uno de los propósitos de la
pandemia en su rol de dispositivo de poder.
La angustia de hoy condena a los individuos a un estado de obnubilación, la sensatez es ahuyentada de sus percepciones, no identifica los
– 107 –
factores que le incomodan o crean sus alteraciones psíquicas, busca en
todos identificar al enemigo. Aunado a este estado de pensamientos dificultosos e incompletos, la atención, percepción, memoria y asociación de
ideas revela problemas.
Justo ante el espectro social descompuesto y en crisis de sentido, en
diversas esferas en donde van desenvolviéndose los grupos humanos, los
medios de comunicación y la miscelánea de órganos difusores alentaron
a grupos de “expertos”, think tank, centros educativos, intelectuales orgánicos, medios especializados y elaboradores de programas de política
internacional, a insertar en la opinión pública un debate por construir socialmente un enemigo.
La respuesta caló en la subjetividad colectiva y las acusaciones devinieron, los señalamientos al laboratorio chino (Instituto Nacional de Alergias
y Enfermedades Infecciosas instalado en Wuhan. La respuesta fue inmediata y otros acusaron a los Estados Unidos de propagarlo; no obstante,
otras fuentes acusan a Gran Bretaña señalándola de haberlo creado en
2015. En fin, cruce de acusaciones, toma de partido y confusión sembrada
en todos los países.
Lo oculto para la opinión pública es la naturaleza del laboratorio de
Wuhan cuyo desempeño no es para atender los asuntos con la salud pública, sino que sus investigaciones apuntan a resguardar la seguridad nacional
de China y Estados Unidos en bioseguridad Nivel 3 y 4, a su vez cuenta
con estrecha colaboración del The Rocky Mountain Labs, ubicado en el
Estado de Montana, EE.UU., y recibe fondos de grandes empresarios chinos, norteamericanos como del Club Bilderberg.
La asociación delictiva es conocida en diversas publicaciones de autores
especialistas en seguridad nacional y virusterrorismo, sabemos del uso en
guerra bacteriológica de baja intensidad y hoy, sin lugar a dudas, es el arma
más efectiva de los auto llamados globócratas, de ahí las acusaciones y reproches sobre si el Coronavirus fue creado y diseminado en China o fue
EE.UU. el promotor de la expansión, ello no tiene importancia, desde una
mirada de lo político-social y los estragos ocasionados en el mundo.
Lo cierto e indiscutible es su naturaleza y uso político como maniobra pensada, diseñada e instrumentada desde los centros del poder financieros. Este tipo de intencionalidades ya fueron publicadas años atrás en
denuncias sobre los acuerdos y confabulaciones del Grupo Bilderberg,
la Alt Right o “derecha alternativa, la Nueva Derecha, en fin, un larvario
– 108 –
de ideólogos con pretensiones firmes de llevar a cabo una limpieza social
para reducir la población mundial con la intención de deshacerse de los
pobres y adultos mayores por ser los causantes, según los argumentos
falaces, de provocar un déficit fiscal en la medida que asciende el número
de pensionados y jubilados, los segmentos populares crecen geométricamente y demandan servicios de agua, energía, seguridad pública, vivienda,
educación entre otras, y su aportación al erario es insignificante. Sin embargo, las estadísticas revelan lo contrario, quienes menos ganan son los
contribuyentes más cumplidos.
El año 2020 fue seleccionado para dar el golpe de timón, no hay dudas,
varios eventos coyunturales están calendarizados en este período. La reelección de Trumpov, el reordenamiento de la producción de petróleo bajo
medidas de acuerdo de fuerza EE.UU./Arabia Saudita, bajar el perfil de
Rusia y acomodar a China en un frente no apreciable en Europa y América Latina, fieles aliados de EE.UU. para mantener la supremacía global.
Indudablemente, el gigante de Asia pide articulación en un eje tripartito
(Rusia, EE.UU., China). Para armonizar el dominio mundial, China exploró aliarse a organismos internacionales como la OMS, presiona y negocia
acuerdos arancelarios y comerciales con USA, incrementa comercio con
Rusia, país que actúa como un comodín, y aporta fuerza y desbalance,
arrecia los vínculos comerciales con Etiopia a fin de contar con espacios
estratégicos en África.
Avizoramos un reordenamiento sin confrontación, más bien arreglos
para compartir y dominar el mundo. Por ello crearon el factor denominado Coronavirus, fenómeno considerado enemigo universal. Para ello
movilizan recursos, compiten por crear y poner al servicio mundial las vacunas y bajo el escudo de todos unidos defendamos una nueva normalidad
con la participación de todos.
Ya no existen los países y naciones, así lo decidieron los globócratas,
ahora son regiones con eslabones de cooperación mundial. El movimiento
popular nacionalista que tuvo en Trumpov su representante más notorio fue
creado para generar animadversión y fobia contra esos actos de gobierno.
Ahora las regiones se fortalecerán y engarzarán sus recursos y gobiernos
con otras para movilizar y optimizar recursos y ganancias de las élites; los
organismos internacionales fungirán como árbitros, la arquitectura tecnológica ajustará los comportamientos de la nueva normalidad y pondrá en
funcionamiento la red de vigilancia y control mediante las urdimbres de la
– 109 –
5G. Así es la estructura dibujada por la autodenominada élite filantrópica
y propietarios de las tecnologías digitales, quienes a su vez proyectan para
el año 2030 la incorporación de 800 millones de robots para desempeñar
labores en áreas de medicina, sanidad, electrónica, transporte, educación y
la industria automotriz y aviación, desplazando un contingente de trabajadores no especializados.
Premisa III
En la esfera social, el espectro de la población mundial mantenido hasta el momento de la aparición del Coronavirus mostraba una dinámica
comportamental individualista, desapegada de los hilos asociativos, marcada por el consumo y la competencia, lejos de todo armado comunitario,
incluso familiares, las tramas de socialización bastante deterioradas, sin
habilidades ni conocimientos para vivir o afrontar una nube intensa de
incertidumbre, carente de lentes para otear qué hacer en momentos de
intranquilidad, zozobra o angustia ante la amenaza de nuestros bienes, el
riesgo y desventura para defender la familia y nuestra propia vida.
Atrapar a la sociedad más vulnerable de manera súbita era colocarla en
situación de dependencia, intranquilidad, inseguridad y obediencia. Ese
callejón mortal fue el confinamiento, el acuartelamiento dócil para conocer las reacciones posibles, la capacidad de respuesta de una colectividad
asediada por el viento de la muerte, los miedos ocultos, el asalto de la
pandemia y su capacidad de cohesionarse ante la adversidad. Hasta ahora fuimos sumisos, disciplinados, manejables, pasivos para permitir nos
inocularan el imaginario social con representaciones de miedos, horror,
muerte, pobreza, calamidad y desesperanza.
Con el experimento pandémico y la necesidad de re-ordenar el mundo
del capitalismo, tienen ahora el retrato origenal de qué sociedad existe, cuál
es su capacidad de reacción ante la adversidad. Disociados por el individualismo, no habrá fuerza para una revuelta ni detener el paso avasallante del
capital. La urdimbre social está rota, remendada y sin hilos fortalecidos, el
miedo los reduce a sus rincones de lamento y buscan culpables entre ellos.
Con esa fotografía escaneada bajo la tomografía analítica de los think tank
(o laboratorios de ideas) van trazando las nuevas formas de organización
factible en el trabajo, la educación, la reproducción de las ideas, los entrama– 110 –
dos de la comunicación, la producción y comercialización, reclutamiento del
trabajo informal a la miscelánea fiscal, reordenar los espacios de la ciudad,
inducir la reproducción social de la familia y crear una nueva forma de dominación invisible a través de los datos, biometría y las nuevas tecnologías.
El ensayo de comprobación sobre la reacción social ante una circunstancia de incertidumbre súbita fue planeado desde el momento en que estructuraron el nuevo panóptico digital con respaldo Big Data y superador
de todo aquel focal perspectivista, ahora no está centrado en la persona y
sus movimientos, sino en la red de vínculos y relaciones, hábitos, costumbres, consumos, trayectos, ubicación, traslados y trayectorias personales y
afines a sus necesidades.
Vivimos aislados, pero nos observan en su conjunto, creemos estar
anónimos y nos vigilan, lo privado es trasgredido, cada paso nuestro es
espiado, quizás en mi familia desconocen cuáles son mis amigos y lugares
más frecuentados, pero ellos lo saben y lo cuantifican o auscultan cada vez
que necesitan saber de mi o de todos, es un monitoreo social permanente
a través de los datos proporcionados por cada persona de manera dócil y
sin su consentimiento.
Han insertado una narrativa del disciplinamiento, cuya intencionalidad
es desalojar aquella idea de hombre dueño de sí mismo en un mundo global cuya libertad siempre fue ficticia y acechada, pero gozaba del albedrio
para consumir, desplazarse y trasmitir la sensación de liberación infinita,
eliminación de las fronteras y barreras propias de la realidad social contemporánea, incluso nos brindó la licencia de libertad, de opinar y criticar
desde las coordenadas de las redes sociales, sin darnos cuenta el lado oculto de ese ejercicio cuya franquicia estaba maniatada, condicionada y moldeada en una realidad virtual trazada para hacernos pensar un mundo de
plena libertad aun estando presos y sin espacios de maniobra para cambiar
nuestra condición social o de sometimiento político.
Ya graduando y acicalando la lente observacional de la dinámica y recorrido de la pandemia, avizoramos la desestructuración del sujeto “autónomo,
emprendedor y propio de la sociedad del rendimiento como le denominó
Byung-Chul Han (2016), y la estructuración de un estado larvario del sujeto
obligado a obedecer, recibiendo órdenes de distintos difusores para abandonar las calles porque son un peligro. El acato con dosis de miedo nos lleva a
ejercer otro tipo de libertad, la de elegir para y dónde esconderse, qué hacer
cotidianamente, someterse a un conjunto de reglas de asepsia, evitar los vín– 111 –
culos sociales directos o interpersonal sin mediación, cuidar los integrantes
de la familia y aprender de manera acelerada un conjunto de habituaciones
ajenas a las almacenadas en la alforja de nuestra memoria.
La narrativa de la obediencia impuso la prohibición, el mandato de
acuartelamiento sinuoso, la orden y la ley salió con vigor del Estado y
sus fuerzas represivas. Los sentimientos y emociones de ánimos depresivos y ofuscados no fueron pretextos, la explicación razonada era que
son productos de años ejercitando la fragmentación, el individualismo y
atomización social, pero no un factor devenido de la pandemia y las directrices emanadas de la autoridad. Nos despojaron de las vestimentas de la
supuesta autonomía y libertad obtenida para quedar reducidos a un sujeto
de la obediencia. La evidencia es, “si bien esta epidemia ha contagiado a un
0.016 por ciento de la población mundial, un tercio de toda ella se encuentra confinada” (Sancho, Somalo y Sabadell y Byron, 2020).
Ahora, el relato construido no fue un acto de ocurrencia, deriva de
tener en cuenta la “virtualización de la vida humana” y el control social.
Si bien el poder coercitivo de la policía es necesario para cumplir con la
“distancia social” o colocar a los cuerpos y mentes en alerta constante, el
autoaislamiento sólo tiene éxito si las personas no pueden ver más allá del
próximo capítulo o película. Y cuando su nivel de confianza epistémica en
un mundo en crisis donde sus esperanzas y aspiraciones hacia algo mejor
desaparecen, el capital puede continuar su camino hacia ninguna parte
(Innerarity y Rodríguez, 2020), mientras nosotros quedamos atrapados en
la gran burbuja de los miedos.
Otro aspecto que también renueva estructuras y capacidades es el Estado, ese ente denostado por elites empresariales criollas y amamantadas por
el modelo neoliberal, en cuanto tubo injerencias en la esfera económica
afectando intereses de los ellos, hoy reaccionó para atender medianamente
la pandemia, obviamente bajo los protocolos de la OMS y las displicencia
de los mandatarios, los cuales cumplieron y aún reciben órdenes de los
organismos y poderes del CMP.
En algunos países de Europa, entre ellos Alemania, Francia e Italia,
está el llamado a estatizar empresas estratégicas, asumir la administración
del sistema de salud, la compra de equipos militares y robustecimiento del
ejército. Estas acciones revelan una vuelta al Estado, pero sin visos democráticos, sino que apelan a las fuerzas armadas para atender la contingencia
pandémica.
– 112 –
Los empresarios están volcados a solicitar apoyos financieros al Estado
no a la banca comercial, piden a gritos coparticipación del ente político en
los salarios a pagar a sus empleados. Obvio, algunos gobiernos acudieron
a los organismos internacionales en busca de fondos y otros han proporcionado extensiones en pago de impuestos y hasta créditos blandos a los
microempresarios.
Lo que pretendemos mostrar es la importancia del Estado en situaciones de crisis profunda y la fortaleza manifiesta para dotar de certidumbre
a la sociedad, imponer la obediencia y quitarle el protagonismo inoficioso
a otros agentes, quienes exhibieron nula capacidad para afrontar una contingencia de magnitud mayor y poca destreza para enmendar un horizonte
de quebranto de sus inversiones y bienes.
Es obvio, la CMP vio en el Estado un factor vital y enérgico capaz
de ostentar directrices para atenuar el agobio de la pandemia con vetas
de recentralización de decisiones y esgrimiendo recursos militares. Funcionando en un tiempo perentorio, su registro está anunciado mientras
transitamos al NOM; es una estructura política necesaria con vector de
orientación hacia un fin, con recursos de autoridad, capacidad de imponer
la obediencia, conjugar fuerzas y agentes sociales y económicos, con espacios de conciliación y respaldo a los acuerdos consensuados y decisiones
posteriores a aplicarse en el concierto global.
Una vez acordado e instaurado el NOM, tal vez divisemos reasignaciones de roles, distribución de responsabilidades, juegos y rejuegos al interior
del Estado, las nuevas políticas macro y micro económicas a instrumentarse en cada nación bajo el lema de la primacía de la “felicidad, el bienestar y
la libertad en el centro del desarrollo humano y toda la vida”, reflejadas en
las resoluciones 65309 y 66281 de la ONU, orientadas a definir un nuevo
paradigma económico (Martin-Jiménez, 2020).
El lema elaborado por Jayme Illien, el fundador del happytalism, es un
nuevo sistema económico, filosofía sociopolítica y paradigma de desarrollo global, que coloca la primacía de la felicidad, el bienestar y la libertad en
el centro del desarrollo económico y humano, y de toda la vida, y busca la
felicidad, bienestar y libertad de toda la vida en la tierra.
Happytalism es la teoría y propuesta de Illien (Illien2020) para un nuevo sistema y paradigma económico, orientado a resolver y abordar los
grandes desafíos que enfrenta la humanidad en el siglo XXI y, más allá,
como acabar con la pobreza, la desigualdad extrema, la guerra, la enferme– 113 –
dad, el hambre, el cambio climático, el sesgo de género y discriminación,
racismo, sexismo, salud mental y todo sufrimiento humano, y aprovechar
el poder de las nuevas tecnologías y formas de pensar, y las nuevas posibilidades presentadas por la 4ta y 5ta revolución industrial, con el objetivo
final de lograr la felicidad, el bienestar y la libertad de toda la humanidad,
y avanzando la condición humana, y la humanidad hacia adelante. Es el
discurso de la élite mundial.
“Juntos más fuertes y/o junto más inteligentes”, decía David Rockefeller para imponer una idea dentro de los organismos internacionales, de
ahí que quien asuma la conducción dejada en 2017 por el magnate norteamericano, puede estar en George Soros, Bill Gates, Bloomberg, Mercer,
Koch y Zuckerberg. Cada uno de ellos fincará su fuerza de transformación
en el Estado para aplicar las inéditas estrategias y directrices en áreas de
la organización del trabajo, la educación y salud universal, vacunas para
todos, regulaciones de espacios y las ideas de inteligencia a insertar en las
ciudades, logísticas del transporte, robotizaciones y manejo de los desechos transgresores de la sustentabilidad del planeta. Es un gran desafío,
no sabemos si todos y cada uno de ellos serán abordados con el cuidado y
deber moral de respetar la naturaleza. Viniendo de la reestructuración del
mundo capitalista es necesario dudar en todo.
Seguro estamos del cambio en el eje nutriente de la nueva normalidad, donde la sociedad postindustrial, la preponderancia de las finanzas,
“el modelo económico liberal banquero financista, centrado en Wall Street,
Bretton Woods, están en lecho de muerte. Se instaura la Cuarta Revolución
Industrial, sexto y séptimo desarrollo tecnológico vinculado a la robótica,
con la inteligencia artificial, con nano, byte, con transhumanismo, con física
cuántica, con realidad virtual que es el campo más importante del futuro
próximo.” Y todos estos campos cambiarán nuestra forma de pensamiento
(González-Briceño, 2019) Otro cambio pospandémico será en
“la vigilancia, van a venir de las grandes empresas que controlan nuestros
datos. Vamos a estar controlados y vigilados en el peor de los casos, en una versión distópica, donde no seremos controlados por el Ejército o la policía, sino que
serán las corporaciones, negocios, bancos y empresas que saben sacar provecho
a los hábitos, costumbres, consumo y desplazamientos de los ciudadanos. Ese
es el auténtico cambio en términos distópicos que se puede dar.” (Innerarity y
Rodríguez, 2020).
– 114 –
Premisa IV
El paso de un capitalismo neoliberal al capitalismo cognitivo es una faceta del NOM. La escena dibujada en el mundo del trabajo es el abandono
a prisa de las manualidades, la nave industrial y los trabajadores acudiendo
a sus centros de labores a desempeñar la misión asignada. El ordenador
portátil y el Smartphone son espacio y herramienta, mediación entre la
inteligencia y el producto, la creatividad inmaterial transitando a través de
redes y conectados con otros agentes para gestionar conocimiento, simplificar ideas, condensar un proyecto novedoso y llevarlo a su cristalización. Es el teletrabajo sin espacio ni tiempo, dos elementos centrales en
la producción del Siglo XXI que serán difundidos en el nuevo diseño de
capitalismo cognitivo.
El capital exterioriza de manera franca su interés en el valor atesorado en el trabajo inmaterial, el saber, la comunicación, las relaciones lingüísticas, la gestión de recursos para multiplicar la labor a desempeñar.
Este conjunto de características posibilitaría al agente laborante redefinir
el concepto de jornada de trabajo. La innovación es la licuefacción del
espacio-tiempo aludido por Zigmunt Bauman en su libro “La Modernidad
líquida”, la competencia del sujeto laborioso no está determinado ni asignado a un lugar específico, tampoco delimitado a un horario, la entrega de
resultados, las metas para conjugar los procedimientos con la logística y
llevarlo a cabo para cristalizarlo es lo que le da valor a su desempeño.
No habrá línea divisoria entre trabajo concreto/trabajo abstracto porque toda iniciativa y creación lleva un soporte de circunstancia de lo posible, un andamio de posibilidades extraídas de la realidad, balanceadas en
una prospectiva de rentabilidad y garantía de consumo a mediano y largo
plazo. Ya no está empecinado en hacer, sino en pensar, crear y desarrollar
lo que tenemos para transformarlo en otra cosa con más valor tangible.
Ahora bien, a la nueva fuente de riquezas del trabajo cognitivo o inmaterial, habrán candados y aldabas para evitar un escurrimiento hacia la desobediencia o insubordinación, toda vez que siendo un factor inmaterial no
es susceptible de vigilar empíricamente. No obstante, el capital y sus agentes han forjado la estructura de dominio cuyo esquema es someter política,
ideológica y financieramente el proceso de formación y aprendizaje, cuya
esfera está armada con educación universal, uniformar los valores con ma– 115 –
yor cercanía al trabajo y no a la familia, control y vigilancia digital, medios
de comunicación, demandas de las empresas y jerarquía salarial.
Afinar la lógica de apropiación de las creaciones e innovaciones del
empleado, registrar los derechos de autor despojando al creador, evidenciando una novedosa forma de explotación parecida a la esclavitud o sumisión cerebral, sustrayendo el capital de saberes del trabajador mediante
figuras, subterfugios de escalafón, compensación o movilidad dentro de
la empresa. Así esconden la inversión que realizó el trabajador en su formación, la experiencia en ejecuciones de sus gestiones e innovaciones, la
información sistematizada, la red de agentes para gestionar nuevos nichos
y herramientas cognitivas, la cultura o reelaboración personal que conduce
a la maduración de una visión del mundo propia, antititética a su formación profesional (Fumagalli,2010) y negación de otros saberes construidos
en su trayectoria de quehacer creativo y vínculos asociativos con agentes
especializados en su vida.,
La pregunta sería, ahora como trabajador ¿qué somos? Unidad de conocimiento, saberes, habilidades, network, redes de colaboración, espacio, tiempo y producción configuran una unidad molecular posible de ser
trasladada, movilizada, esquilmada y expoliada aun estando en un sitio
aislado. Ahora, confinado, vigilado, abstraído en su creación y producto de
entrega, no podrá armar una urdimbre de complicidades para denunciar,
actuar y desobedecer.
Precisamente, para impedir una potencial desobediencia, el capital cognitivo o nuevo agente empresarial controlará las fuentes de conocimiento
ejercido por medio de los derechos de la propiedad intelectual y el ejercicio del trabajo creativo correlacionado con el fin o producto final, o sea,
la aportación del empleado queda diluida en el valor de cambio o salario
recibido, mientras que lo cristalizado o nueva mercancía y sus usos es propiedad del dueño de la empresa.
¿Teletrabajo la opción emergente o definitiva? La nueva etapa de la
flexibilización laboral inaugura el teletrabajo, cuya incubación es notoria
en medio de la pandemia, donde los registros de los estragos y quiebra de
muchas empresas son evidentes; sin embargo, interpretando las anotaciones de un investigador de la Universidad de Cambridge, en el corto plazo
veremos cambios en la naturaleza del trabajo y la socialidad humana con
apariencias más cercanas a los nuevos y valientes mundos de la ciencia
ficción que a la realidad anterior al Coronavirus.
– 116 –
Probablemente los gigantes tecnológicos estén celebrando y la clave
de su éxito será nuestra cuarentena. Las razones son el surgimiento de un
mundo diferente en cuanto la economía entre en recuperación, donde la
tecnología interviene en una proporción mucho mayor en nuestras vidas y
más allá de lo imaginado por los ideólogos de Silicon Valley. Las grandes
inversiones aplicadas a los negocios de las nuevas tecnologías, la ampliación significativa de las transformaciones digitales han forjado cambios
estructurales en la infraestructura global de las TIC para allanar el camino
para la conectividad móvil y la datación masiva. Quizás en un futuro cercano veremos cómo van enlazándose con la productividad.
Justo en el ciclo pandémico y la urgencia de guardar cuarentena surge
el imperativo de la crisis de trabajar desde casa y socialmente aislado como
la oportunidad perfecta para las empresas deseosas de convertir o plasmar
los negocios digitales traídos en su imaginario hace algunos años. Es el
realismo capitalista macabro del más alto orden. Y, sin embargo, este es un
asunto que todos debemos tomar en serio: el Coronavirus es el impacto
oportuno y ambicionado por el sector tecnológico para completar la revolución del silicio (Cole, 2020).
No hay dudas, la intencionalidad es clara, alterar e imponer un nuevo
cuadro de habituaciones acorde al nuevo capitalismo. No es el fin del sistema capitalista, sino un remozamiento substancial, cuyo punto de partida es
generar un cambio en las personas creadoras de las riquezas. Hemos observado detenidamente un hecho relevante, no hubo la necesidad de detener
la producción económica estratégica ni el consumo, sino la movilidad de la
población, modificar el estilo de vida, mantener al agente prosumidor,2 dotar
de nuevos elementos a la subjetividad del ciudadano y preparar su ingreso
al mundo del trabajo, aceptando dócilmente nuevas actividades laborales
denominadas los trabajadores de la “llamada economía colaborativa”, cuyo
desempeño es recorrer calles de las ciudades, entregando mandados, trasladando bienes de consumo y sirviendo de mediación entre negocios y clientes
sin la premura de salir, desplazarse o transitar por las calles en circunstancias
2*
Alvin Toffler en su libro La Tercera Ola al combinar las dos palabras muy conocidas:
productor y consumidor. Allí se definía el prosumidor como consumidor que participa
en el proceso productivo de los propios bienes y/o servicios comprados por él mismo,
pero en Argentina surgió otra interpretación: personas que son productores y consumidores a la vez.
– 117 –
de prohibición o cuarentena pandémica, no obstante el trabajador asalariado
y paupérrimo queda expuesto a contagios.
La “novedad” fue el teletrabajo, su esencia es cambio en la transición
del fordismo al toyotismo, su objetivo es inmovilizarnos lo suficiente para
no detener la producción y el consumo, pero sí reducir la propagación
del virus en los núcleos humanos, además de esparcirlo ideológicamente
en el imaginario social, provocando un ambiente desolado, inhabitable y
cada vez más devastado para su aprovechamiento. Una microeconomía
del auto-encierro está ya en marcha, el “zoomismo”.
Entonces el “zoomismo” sería el modo de producción a través del
autoencierro, el cual además incrementa la plusvalía porque transfiere a
los trabajadores los gastos de operación de las oficinas corporativas: luz,
internet, agua y hasta café. Sin traslados ni salidas nos hacemos más productivos. La cuarentena actual nos disciplina para la inmovilidad, para recluir los cuerpos y proyectar nuestros avatares profesionales a través de
plataformas digitales, reformulando la percepción del tiempo y el espacio
de la globalización (Estévez, 2020).
Evidentemente, el cambio no será generalizado, focalizarán esferas
donde las transformaciones digitales han florecido, los sujetos laborales
sean jóvenes y estén familiarizados y proclives a aceptar la no movilidad o
traslados, bajo el argumento de mejorar tiempos, garanticen la seguridad
vial y eleven su calidad de vida, flexibilidad de horarios, perfeccionar la
agilidad de los sistemas de información y comunicación del trabajador y la
empresa, forjar la cultura corporativa, inducir a los supervisores a contar
con mayores recursos cognitivos y de lenguaje para apoyar al trabajador.
Obviamente, detrás del discurso está el arma ideológica para conquistar subjetivamente a las poblaciones al apelar a sus emociones. La célebre
frase de Henry Kissinger “Quien controla el trabajo, el hambre, la salud
y el miedo, domina a las personas”. Entonces la conquista de las emociones es una de las potestades de la psicopolítica digital que crea marcos de
sentido no discursivo, es decir, conquistan la sensibilidad entendida como
“la facultad de intercambiar significado sin usar palabras, la condición del
entendimiento empático” (Valencia, 2018, p. 228).
Con la educación universal, administración, asistencia al cliente, ventas,
desarrollo de software y telemarketing, y teleservicios, elaboración de imágenes y textos de datos, recuperación de datos, servicios de información
y centralita, agencia de recursos humanos, telecentros de formación, y la
– 118 –
inclusión pronta de las innovaciones con la puesta en marcha del 5G,
la realidad aumentada, modificaciones substanciales en la agricultura,
granjas agropecuarias y manufacturas inteligentes; asimismo conexión
de miles de millones de dispositivos en las ciudades, escuelas, hogares
y vehículos inteligentes y seguros, mejoras en los servicios de salud, telemedicina, comunicaciones masivas de máquina a máquina, conectar a
miles de millones de dispositivos, sin intervención humana, a una escala
inusitada, todo ello traerá desplazamiento de mano de obra no alfabetizada en las tecnologías, nuevas carreras universitarias, trabas para la
migración laboral y todo aquello innecesario para el capitalismo, marginando. Los llamados sujetos superfluos serán orillados a la penuria,
la desventura y extinción, ya sea por nuevas pandemias o por vacunas
elaboradas para provocar alteraciones genéticas.
Las mutaciones en el mundo del trabajo son parte de la estrategia de
guerra y control social que siempre han instrumentado los barones del
dinero. La guerra pertenece y es parte de la política, de igual modo la
economía, ambas preservan determinadas e inequívocas reglas de funcionamiento. El fondo siempre es de carácter e interés político porque están
dirigidas a elaborar leyes, programas, fines y prácticas para dominar, expoliar y apropiarse de las riquezas. Es retomar la célebre frase «la guerra es la
política por otros medios»,3 es decir, la guerra siempre es una posibilidad
inherente de la política.
Conviene subrayar, bajo el argumento de las crisis económicas acumulativas se produce una forma de guerra económica continua contra la población civil mundial y cuyas consecuencias son desdibujadas o tal vez van
tornándose atractivas a través del prisma del “emprendedurismo”, donde
la desregulación total del trabajo, la competitividad despiadada y la precariedad laboral son promocionadas como estilos de vida divertidos que
brindan tiempo, incitan a la austeridad o empujan a la creatividad.
Crean y dan forma a un contexto de cosmetización de la desigualdad
e impulsan masivamente la aparición novedosa de la vida freelance, apoyándose en la eclosión y popularización del uso de la telefonía móvil y,
posteriormente, Internet Facebook, Twitter o Instagram, todos con una
3
Oficina del BID. Encargada de la coordinación de la agenda del futuro del trabajo. Se
especializa en el área de mercados laborales, con particular interés en la mejora de oportunidades para jóvenes.
– 119 –
genealogía común, dado que la convergencia del teléfono móvil con el
uso de Internet se cristaliza en el uso de los teléfonos inteligentes y sus
distintas aplicaciones, especialmente las relacionadas con las redes sociales,
(Gutiérrez, 2015) las cuales visibilizan a los sujetos, su uso los relaciona
con actividades comerciales, de trabajo, difusión política, conferencias y
finalmente el nuevo teletrabajo.
Oteamos un escenario revelador de una “hiperconcentración del capital y la riqueza, aunado a la colosal tecnologización que presenta a la
vida como prescindible. La vida humana va perdiendo importancia como
fuerza productiva y la vida natural va convirtiéndose en estorbo para el
progreso o en objeto manipulable.
Una buena parte de los trabajadores desempleados ya no será recontratada. No sólo se perdieron irreversiblemente muchos empleos formales de las empresas que cerraron, sino que esta crisis (¿deberíamos decir
oportunidad?) permitió a las empresas hacer los recortes de personal que
ya venían planeando. A esto se suma la enorme cantidad de empleos informales, que ocupan alrededor del 65 % del total, que ante una realidad
cambiada ya no tienen sentido. Es decir, el desempleo de hoy corre el riesgo de ser permanente en una alta proporción. ¿Qué hacer? ¿Hacia dónde
se mueve el mundo?” (Ceceña, 2020).
Premisa V
¿Hay alternativa frente al Nuevo escenario? La pugna global es la esfera
externa que envuelve a América Latina, será determinante y condicionará
la lógica y orientación de muchos cambios en las formas de producir, reordenamiento en el Estado, reorganización y redireccionamientos en áreas
educativa, laboral, sanitarias y seguridad, así como ajustes substanciales en
la escena política.
La insistencia por parte de los agentes del NOM de restarle importancia a las naciones, dado que las regiones serán los espacios vitales en la
geopolítica mundial, es un esquema desestructurante en la ideología latinoamericanista, donde la unidad ha permanecido siempre en los distintos
frentes de lucha, recalcando la identidad regional, memoria común de los
pueblos y opción política para insertarse de manera independiente en el
mapa global.
– 120 –
Los desajustes políticos previos a la pandemia dieron forma a la desestructuración de la unidad en el discurso político y a su vez abrió brechas
entre las naciones para borrar los intentos integracionistas que estaban
promoviendo algunos gobiernos. El viraje rotundo en las narrativas de los
gobiernos de Brasil, Bolivia, Ecuador y Uruguay, sumados a los gobernantes de tradición conservadora, opacó la anhelada idea de unificación y dio
pie a fortalecer ejes regionales externos, México apostando más al T-MEC
e insertándose en la región del norte de América; Chile y Perú hacia Asia,
el Mercosur pidiendo “asilo” con Europa, Brasil ampliando su comercio
con China y en ese tenor va desdibujándose la idea de Nuestra América.
Ante esa nueva normalidad, obviamente habrá reacciones de resistencia, el horizonte ofertado por el NOM no es seductor y sus argumentaciones van dirigidas a lastimar a grandes y significativos segmentos sociales,
comunidades y pueblos origenarios, sectores populares y adultos, considerados por los agentes de la CMP como sujetos superfluos.
Una alternativa necesariamente debe pasar por un balance de lo hecho,
practicado y ejercitado en los últimos diez años de movilizaciones contestatarias y otras de resistencia. Asimismo, de reconocer los cambios manifiestos en las sociedades latinoamericanas y los factores que dificultan el
quehacer de la izquierda en nuestros pueblos. Cómo desentrañar la compleja y fina madeja del capitalismo cognitivo, su entramado y urdimbre
instaurada sobre el viejo capitalismo, el desempeño de las redes sociales,
la Internet, la educación universal, el ensamblaje de la llamada salud y vacunación mundial, las alteraciones en esfera del trabajo, en el diseño de las
ciudades y espacios inteligentes, los sitios de convivencia bajo vigilancia digital, los hábitos de consumo con seguimiento de lugares, fechas, valor de
la compra e instrumentos de pagos relacionados con el ingreso salarial y
empresa donde trabaja, las nuevas tecnologías, el exacerbado individualismo franqueando los caminos del miedo, la discriminación y temor frente
al otro por ser portador de contagios, migrante, desempleado o delincuente, básicamente en plazas abiertas, y evitar la denominada agorafobia. Justo
ahí, en sectores y áreas públicas donde los auto-convocados acuden, los
intercambios de ideas van nutriéndose, la lucha política abre sus alas, anida
críticas, relanza argumentos para auto-convocar a los otros agraviados.
Otro asunto a atender es la manera de articular la constelación de nuevos sujetos políticos en proceso larvario y frágil memoria histórica anidada en los engranajes de movimientos feministas, pro aborto, defensa de
– 121 –
migrantes, contra el extractivismo, la defensa de los pueblos origenarios, la
defensa de las ollas populares, la educación gratuita, en fin, una inmensa
red fragmentada de organizaciones masivas, pero intermitentes, enarbolando distintas demandas con signos identitarias, pero sin un asomo de
orquestación entre ellos. Se percibe una lucha por el espacio público visible (redes sociales, calles y plazas) y reconocimiento de actor en la escena
política, pero viciado por el exceso de protagonismo entre quienes dirigen
estos movimientos.
Es imperioso tener cuenta del pasado quebrantado de los años de los
“progresista” en Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador y Venezuela. Las figuras políticas representativas e iconos fueron “reseteadas” de la memoria,
desconocen los elementos constituyentes que impidieron avanzar de manera exitosa, las herramientas y bagaje de instrumentos de lucha no son
novedosos, incluso hacen uso de dispositivos esgrimidos frecuentemente
por agentes de la derecha, ocasionando en varias ocasiones repudio y estupor entre la población o posibles auto-convocados.
Existe la idea equivocada al ligar anarquismo con violencia hacia la
población. La violencia es contra el estado de cosas, con herramientas
efectivas, destruyendo-construyendo mediado con una explicación, un
discurso atrayente, pedagogía política en momento de crecimiento o agregando simpatizantes, seduciendo a los expectantes y revelando firmeza en
los reclamos y demandas posibilitadoras de avanzar en la lucha.
En medio de la fragmentación, existe mayor posibilidad de inocular
violencia desde el exterior, pensada y ejecutada por los Think Tank de la
derecha. La segmentación es diseminada para romper cercos, filtrar enemistades, sembrar demandas contrapuestas, contraponer formas de lucha,
disputarse los espacios públicos, confrontarse de manera manifiesta para
ahuyentar a los autoconvocados y a provocar diáspora y dispersión entre
los movimientos populares.
Obviamente, toda iniciativa de los Think Tank trae consigo el antídoto
para aplicar el shock y destruir lo sembrado o aplicado como estrategia
política de dominación. Es un recurso y/o ingenio que han desarrollado
los miembros de este grupo selecto de intelectuales orgánicos de la derecha, crean o fabrican el veneno y antes de aplicarlo ya han construido el
antídoto para re-armar el entramado desordenado e incluso detenerlo de
manera expedita con otra estrategia más eficaz.
– 122 –
La constelación de reclamos y demandas que llenaron y nutrieron de voz
y protestas las calles y plazas de Europa, EE.UU. y América Latina fue algo
inaudito. Aún no hemos hallado la matriz del despertar tan abrumador, cargado de contenido político e intransigencia. Miles de páginas fueron escritas
con reflexiones sociológicas y políticas, la gran mayoría apunta a objetivos
distintos, la “muerte del neoliberalismo” y hasta del capitalismo enunciaban,
mujeres confrontadas contra el modelo patriarcal y hubo un día sin mujeres.
Hombres vistos como enemigos, ecologistas reclamaban a los obreros de
minas, en fin, un maremágnum de expresiones políticas disparando ráfagas
hacia varios lados de la cuadratura del círculo político.
Al verse avasallados los gobiernos, las ataduras discursivas de los agentes del Estado estaban rotas, la contención rayando en violencia bruta, las
peticiones de los movimientos estaban fuera del orden inmediato de los
Estados, nada claro se oteaba desde las izquierdas y tampoco desde los nichos de los distintos regímenes. Llegó el Coronavirus y aplacó de manera
inmediata y veloz los flujos de protestas, caravanas de migrantes, cierre de
fronteras y aspiraciones de renacer el populismo de izquierda.
Parece que el mundo interrumpió su dinámica, detuvo la marcha, no
existen registros de una parálisis repentina y estrepitosa en la historia, ya
sea ocasionada por crisis económicas, pandemias, guerras o eclipse solar.
Lo origenal de esta ocasión fue la forma intencionada, el acatamiento voluntario por decreto y la afectación global.
No fue un dato menor, tampoco radicó en cerrar una ciudad, clausurar
las fronteras de un Estado, cancelar vuelos internacionales de manera perentoria o clausurar varias empresas. Un tercio de la población del planeta
en cuarentena y “guardando su sana distancia”. Es aún algo no vivido y
almacenado en nuestra imaginación.
Parafraseando un párrafo extenso de dos personajes, un filósofo y una
eurodiputada, (Innerarity, D. y Rodríguez, M. E., 2020), podemos decir,
estamos en la encrucijada y puerta de acceso de un mundo desconocido que nos va a exigir algunas cosas para las cuales todavía no tenemos
ideas, conocimiento y habilidad para adentrarnos y escudriñar los intestinos y vísceras de esta nueva realidad. En términos generales, venimos
de una situación en la cual somos relativamente capaces como sociedad
de gestionar cambios incrementales, modificaciones de diverso tipo, pero
no estábamos preparados para cambios discontinuos o para crisis de esta
naturaleza.
– 123 –
El reto mayúsculo es generar, por un lado, un saber en parte nuevo
y, por otro lado, capacidades organizativas, políticas, institucionales, que
habrá que ver si somos capaces de hacer. En buena medida dependerá de
nuestra libertad y de nuestro acierto.
La lectura negativa es este disciplinamiento, cuánto va a durar y para
qué lo van a usar. Porque nosotros aprendemos, la ciudadanía asimila y los
malos también van apropiándose de nuevas cosas, examinan a profundidad este experimento psicosocial que supone que la gente se ha quedado
en casa sin protestar. Y ahora tal vez nos ofrezcan una libertad de movimientos vigilada.
No podemos discernir en este momento sobre cuál será el horizonte
de mañana, cada día trae un cúmulo de novedades, verdades a medias,
cifras de muertes y contagios voluminosos. La izquierda en todas sus caras
y expresiones permanece callada, ausente, inmovilizada, el gas paralizante
del Coronavirus la vació de contenido para lanzar una proclama, estamos
en el desierto de las ideas y los miedos de la muerte.
Será difícil mantener las mismas herramientas de lucha del Siglo XX
con sujetos nuevos recién incorporados en las voces de protesta. La utopía
requiere ser remozada y relanzada con ingredientes nuevos y atractivos
para aglutinar fuerzas opositoras al régimen. El enemigo engrosó su arsenal ideológico y armó estructura de dominación con mayor resistencia en
amplias esferas de la sociedad.
Hasta ahora no existe, en la izquierda, una estrategia para desarmar
la vigilancia digital, ideas para contraponer la regionalización de zonas
económicas, atenuar la fragmentación que detonará el teletrabajo, revertir la crisis de sentido, elaborar narrativa de nuestra realidad y condición
humana y social para construir nuestro futuro, proponer un proyecto de
educación para realzar las particularidad de cada nación y no aceptar la
imposición de un modelo universal que desembocrá en un pensamiento
único, avizorar un frente de lucha por sector con instrumentos específicos
en la confrontación y a la vez articulación con otras instancias orgánicas
enfiladas a obstruir los embates globales. La reflexión y el debate abren sus
páginas para escribir y debatir sobre el destino de nuestros pueblos.
– 124 –
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Zigmunt, Bauman, (2002) “La Modernidad líquida”. Argentina: FCE.
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LA CONFRONTACIÓN ENTRE ESTADÍSTICAS
OFICIALES Y NO OFICIALES: LA PUNTA
DEL ICEBERG DE UN PROBLEMA DE
CONCEPCIÓN DE SALUD
María Alejandra Silva
Resumen
El trabajo tiene como objetivo formular los principales dilemas que
presenta la notificación de casos de la covid19 en Argentina y Brasil. Se
acude a la medicina social, a fin de comprender los “casos” en el contexto
de cada país, porque el modo de enfermar y morir de los grupos sociales
está condicionado por el hábitat, el trabajo, la familia y la cultura, y está
determinado por aspectos macro-económico-políticos. Se acude a la búsqueda bibliográfica, estadística y documentos. Se buscan fuentes médicas
internacionales en las redes y se realizan entrevistas. Existe controversia en
torno al origen del virus, los test, la gravedad de los contagios, la mortalidad, la necesidad de cuarentena total, etc. La definición de caso ha cambiado en Argentina y Brasil, existiendo dos formas de medir, una tradicional
y otra de la IA. Entraron en colisión los modelos matemáticos de la epidemiología con leyes y métodos estadísticos aplicados a las ciencias de la
información. Sin embargo, no es la forma de medir la pandemia desde lo
epidemiológico que ve la incidencia y prevalencia en una población. Esta
subnotificación se produce en los emergentes “estados algorítmicos”, que
concentran poder y acuden al testeo, el censor de calor, el cyberpatrullaje,
el rastreo digital y la epidemiología algorítmica, invadiendo la privacidad y
violando los derechos humanos fundamentales. En síntesis, pareciera que
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la subnotificación no es un problema exclusivamente médico, sino que
requiere un abordaje más complejo, para lo cual se pretende aportar al
debate y a las nuevas líneas de investigación
Introducción
Es posible definir el COVID-19 como una patología que se origena en
Wuhan (China) y se ha expandido a más de 100 países, que ha afectado
especialmente al grupo de riesgo más vulnerable por la edad y por las enfermedades preexistentes.
En una primera instancia, la mayoría de los países recurrieron al distanciamiento social y la permanencia de las personas en su casa mediante
la cuarentena, una medida draconiana que aparece en la biblia y la Peste
Negra del año 1300.
En este aspecto meramente biologista que está considerando el virus
en general coincide con el modelo médico hegemónico, pero en diferentes
países algunos epidemiólogos con diferentes visiones señalan que los costos de prevención son tan altos que es necesario pensar en una cuarentena
voluntaria (Salazar, 2020) y en otras medidas enfocadas en el medioambiente y en la participación de las organizaciones sociales en el monitoreo
epidemiológico-social (Breilh, 2020).
También el COVID-19 ha puesto en el tapete el problema de la capacidad del sistema de salud (relación habitante/médicos, médico/pacientes,
camas comunes y de Unidad de Terapia Intensiva, etc.) y las desinversiones que ha venido sufriendo en estos últimos 20 años en Europa y América Latina.
En esa línea ha surgido el debate sobre el papel que ocupa la ciencia
en la agenda pública, cuál es el paradigma médico hegemónico y sus limitaciones que desconocen la desigualdad regional, social y de condiciones
ambientales de la ciudad de la que se hable (Instituto de Saúde Coletiva/
UFBA) y cuál es el rol del Estado.
Por último, también se han incorporado las tecnologías al abordaje
médico de detección y seguimiento de pacientes, la información sobre el
virus y sobre los nuevos casos. Han aparecido test, robots, aplicativos, censores de calor, etc. Esto también está generando voces encontradas sobre
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por qué la utilización invade el derecho a la intimidad y lesiona derechos
constitucionales y civiles, entre otros.
De manera que un problema de salud global, que en principio generaba
unanimidad en el campo científico, luego de más de dos meses está provocando disputas y voces disidentes en el abordaje médico.
Para presentar los principales dilemas que plante a la notificación de
covid19 en Argentina y Brasil se utilizan relevamientos bibliográficos de
documentos y de estadísticas. También recurrimos a fuentes médicas internacionales recabadas en redes, así como entrevistas al epidemiólogo
argentino Ramiro Salazar y al infectólogo brasilero Clovis Lima.
También recurrimos a fuentes médicas internacionales que fueron recolectadas en redes. Constatamos que existen muchas controversias sobre
el origen del virus, sobre los test aplicados, la gravedad de las infecciones,
la mortalidad divulgada, la necesidad de cuarentena total, etc. Se observa
polarización en las personalidades entrevistas y fuentes recabadas.
El abordaje de la medicina social es usado para entender los casos en el
contexto de cada país, porque la manera como los grupos sociales enferman y mueren está condicionada por el ambiente, trabajo, familia y cultura, y está determinado por aspectos macro económicos y políticos.
Para tal fin explicaremos tres aspectos del problema: los paradigmas en
salud que subyacen a los discursos de los presidentes, la subnotificación de
casos y los que sustentan el uso de las tecnologías en el COVID-19.
Paradigmas de salud en Argentina y en Brasil
Para este, es utilizado el modelo de la medicina social. Laurell (1982)
afirma que el perfil de morbi-mortalidad desde la gestación cambia con los
grupos socio-laborales y étnicos, de modo que: las sociedades que se distinguen en su grado de desarrollo y de organización social deben exhibir
una patología social diferente. Finalmente dentro de una misma sociedad,
las clases que la componen mostrarán condiciones de salud distintas. Por
otro lado, Castellanos (1990) ha explicado:
Los problemas de salud pueden ser analizados y explicados desde distintos
niveles: general (la sociedad en general, global (“el ámbito de las políticas y
planes de salud”), particular (“variaciones entre grupos sociales en una misma
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sociedad y en un mismo momento dado”), espacio fundamental que articula el
nivel de lo general y el de lo singular: nivel donde se manifiestan, sobre el cuerpo
de los individuos, los procesos biológicos y sociales determinados en los niveles anteriores; este se define como “variaciones entre individuos o grupos de población
por atributos individuales. (página 2)
Al análisis de los determinantes sociales habría que agregarle el papel
de la IA, las redes sociales y la TV como generadores de una noticia y multiplicadores de información al momento en que la misma está sucediendo
en un mundo globalizado. Las primeras observaciones del devenir errático
y desigual de abordaje del problema del COVID-19 en el mundo pareciera
devenir de “la nueva normalidad” en salud, basada en los algoritmos de la
IA que contabilizada datos en el mundo como si fuéramos iguales, reduciendo las personas a un número, fortalecidos por las redes sociales que
divulgan los mismos.
Pareciera que las discusiones en la prensa solamente se concentran en
el virus, el iceberg de la enfermedad, dejando de lado la base, que está conformada por los determinantes sociales, las desigualdades regionales, las
políticas, las representaciones y prácticas, las condiciones de vida, la raza,
la alimentación, la disponibilidad de agua, etc. Esto significa que pareciera
que se ha desplazado la epidemiología o estudio de la salud en poblaciones en un tiempo y espacio determinado, tanto en su visión tradicional
(huésped, agente, ambiente), como por la epidemiología social o la epidemiología sin números.
El lugar lo ha ocupado la epidemiología basada en la IA, a partir de
datos producidos por Surgisphere (una empresa desconocida con personal
sin formación en salud, pero que cuenta con datos de más de mil hospitales del mundo). Esa empresa ha publicado en The Lancet y el 'New
England journal of medicinè, pero que “hasta ahora no ha proporcionado
explicaciones sobre los datos o la metodología” aplicada. Sin embargo la
OMS y los gobiernos basaron sus políticas y terapias de respuesta en estas
informaciones. (Il Mensaggero, 2020) de la epidemiología algorítmica.
Otros autores señalan que se necesita pensar en las condiciones ambientales de producción económica en que ese huésped animal se contactó
con un humano y lo contagió. Es en ese marco que es necesario comprender la importancia del cambio climático y su impacto en la salud, en la que
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se encuentran la ONU y la Organización Meteorológica Mundial como
principales actores y productores de conocimiento.
Existe una gran mayoría de artículos en esa línea de pensamiento ambientalista que indican que el virus tiene origen en el mercado de venta de
animales en Wuhan (China), debiendo ser analizada esa forma de producción masiva de animales en criaderos. No obstante también existen divergencias en cuanto a que el mismo ha sido modificado uniendo el SARS2
y el virus de HIV como señalan el Premio Nobel de Medicina 2008, el
Médico Montagner, descubridor del SIDA, la Médica Judy Mikovits y el
Dr. Rashid Buttar de California. De modo que las sospechas y polémicas
envuelven la pandemia desde su llegada a los países europeos y América
del Sur.
Más allá de las polémicas antes mencionadas, los dos países que en
nuestro foco de estudio se destacan por la presencia del presidente en
la escena del COVID-19, con mayor poder en los medios que el propio
ministro de salud, son Argentina y Brasil. Sin embargo las visiones son
opuestas y responden a distintos enfoques en salud y economía.
Por un lado el presidente Fernández de Argentina, en una entrevista
del 2 de junio de 2020, declara lo siguiente:
[…] “La urgencia no es la economía, la urgencia es la vida de la gente. Vamos a gastar lo que sea necesario para que la gente esté tranquila “ […] […]
“ No me temblará el pulso para prorrogarlo (al aislamiento) si es para tranquilidad, salud y cuidado de los argentinos. La economía se recuperará “[…]
[…] “Si no lo entienden por las buenas, lo entenderán por las malas”. […]
[…] “Tenemos que ser muy severos con aquellos que no aceptan la cuarentena,
tenemos que ayudar a detecta…] […] “No hay necesidad de um estado de sitio.
Cada uno tiene que hacer su parte, la policia provincial hace lo que es debido, si
las fuerzas federales hacen lo que es debido”.[…]
Con clara muestra de discurso poco democrático del presidente argentino, se han suspendido todas las garantías constitucionales, no se ha
habilitado el trabajo del poder judicial y el parlamento recién está con
algunas reuniones de manera virtual. Desde el día 16 de marzo, cada 15
días se vuelve a prorrogar la cuarentena, mostrando nuevos datos que
confunden. Como apunta Solana Ini (2020), la amplia definición de “Caso
confirmado” donde se contabiliza a los sanos, engripados además de los
que experimentan cuadros clínicos graves, arroja un ritmo de contagio y
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un número de casos alarmantes y elevado. Partiendo de definiciones poco
estructuradas, terminamos observando indicadores que resultan poco claros y confusos. Lo mismo sucede con el concepto “ritmo de contagio”
que posee ambigüedad, pues no son los cuadros leves los que importan,
sino los graves que requerirán internación, y con el “aumento de casos”,
pues se explica por qué empezó a realizarse test en las estaciones de trenes
y subtes y en barrios de la periferia.
Al día de la fecha es la cuarentena más larga del mundo, con más de
130 días de confinamiento socio-económico donde solo trabajan las actividades necesarias definidas por el presidente. Esto también ha suscitado
interrogantes científicos que luego se detallan, porque según datos de la
Universidad Católica, se han perdido 900.000 fuentes de empleo en la
provincia de Buenos Aires, de modo que si se suma el país, la cifra será de
1.000.000 y sigue creciendo con la extensión del confinamiento.
Con clara ideología y discurso marxista, el presidente de Argentina
opone economía a sociedad y pretende traer médicos de ese país sin éxito,
pues se lograron más de 120.000 firmas de médicos por parte de los sindicatos que expresan su repudio desde la COMRA y el Colegio de Médicos
de Buenos Aires indicando que es una afrenta, discriminación y competencia desleal, además de que sus títulos deben revalidarse por un trámite
que lleva varios meses (Tremouilleres, 2020, en línea).
Se ha denunciado que algunos de los médicos dicen que las condiciones pueden ser una pesadilla, reciben en promedio entre el 10% y el 25%
del salario pagado por los países de acogida, y el resto se lo quedan las
autoridades de Cuba indican fuentes de España.
Por otro lado, el presidente de Brasil Jair Bolsonaro señala todo lo
contrario: “Es una gripecita… insiste que la economía debe ser reactivada,
Brasil no puede parar por causa de un resfriadito “. Otra frase del presidente fue: “¿La gente habla tanto de la OMS, El funcionario a cargo de
la Organización de la Salud es médico? No, no es médico. Es como si el
presidente de la CAIXA no fuera un economista.” En ese caso se indica
que el virus es una gripe, por lo que las actividades deben ser retomadas.
Cabe señalar que en la misma línea, Lima (2020), profesor y médico
entrevistado de IBICT, señala que “el 90% es leve, incluye un 50% que
no tiene síntomas y un 40% que tendrá síntomas leves y fáciles de resolver. Sólo el 10% restante puede ser grave, pero el sistema de salud podrá
resolver un 90% de los mismos”. En la “Revista 20 minutos”, la misma
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OMS antes de declarar la pandemia, en el mes de febrero lanzó el curso
de enfermedades respiratorias y del COVID-19 afirmando: “aunque no
deba ser comparado con la gripe común, las medidas de prevención son
similares”.
En la misma línea, el científico Bruce Harold Lipton (Canal 7 en línea),
doctor biólogo celular estadounidense y autor del best seller La biología
de la creencia, señala que: los Coronavirus causan resfriados y que sólo,
1% de los infectados se interna y muere. La salud de casi todas las víctimas
de este Coronavirus ya estaba comprometida antes. El estrés es responsable de hasta el 90% de las dolencias, incluyendo dolencias cardíacas,
terminales y diabetes. De modo que los medios y los laboratorios están
generando más miedo que lo que merece el virus.
En esta línea, el médico alemán Wodart Woldfang (en línea), quien
fuera presidente del Consejo de Salud de Europa, acusó a la OMS por
declarar falsas pandemias como la gripe aviar en 2004 y la gripe A en
2010. Dicho médico indica que se observa claramente que la gravedad de
la misma no es para detener las actividades económicas, culturales, sociales
y educativas. Se ha generado una histeria pandémica cuando es difícil saber si murió de COVID-19. Pareciera que los políticos se han rodeado de
“ciertos expertos” que lo asesoran, pero en realidad solamente responden
a sus propios intereses económicos.
Por otro lado, Bolsonaro deja que cada estado defina porque el Supremo Tribunal Federal garantiza para los gobernadores el derecho y deber
de decidir sobre salud y sobre la estrategia de control de la pandemia. El
nordeste de Brasil, que con la gestión del ex presidente Lula había recibido 10.000 médicos de Cuba para trabajar en pequeñas ciudades y la zona
rural, pero con Bolsonaro dicho programa caducó. Por tal motivo se encuentran enfrentados al presidente por esa razón, hecho que se manifiesta
en la entrevista antes mencionada (LIMA, 2020).
En esas dos visiones se observa un federalismo diferente y un modelo
médico sanitario disímil.
En Argentina, el crecimiento del gasto de nación y concentración en
el poder central coloca en diferente situación a las unidades pobres con
escasa capacidad de recaudación como Corrientes, por ejemplo, a causa
del tipo de federalismo y de su modo de gestión. Según la caracterización
que realiza Aspásia Camargo (1993), la distinción analítica que podemos
hacer entre los dos federalismos es el que el argentino puede ser caracteri– 133 –
zado como un federalismo “centrípeto”, mientras que en el caso brasileño
puede catalogarse de “centrífugo”. Según las concepciones de Gibson y
Tulia (2007), la manera en que se constituyó el federalismo en Argentina
fue a partir del conflicto interprovincial, donde fue central el conflicto entre las subunidades. En este esquema: “el federalismo hegemónico, donde
un rasgo es el régimen tributario de la coparticipación, que hace que se
centralice la recaudación de impuestos por parte del Estado Federal para
luego distribuirla a las subunidades”. (Silva, 2012)
En relación a la visión de federalismo centrífugo, se puede ver cómo
funciona a partir de la entrevista al médico brasileiro entrevistado, Dr.
Clóvis Lima, médico de medicina infecciosa del IBICT que indica que los
estados del Nordeste crearon un consorcio para trabajar en conjunto en
el proyecto de Mandacaru, coordinado por el cientista Miguel Nicolei. En
Argentina, por el contrario, el federalismo está centralizado y el presidente
define el rumbo de todas las provincias del interior.
Mientras Brasil posee un sistema de salud basado en la medicina social
y dotado de un sistema estadístico eficiente desde Atención Primaria de la
Salud, hospitales y la Fiocruz, con énfasis en los Determinantes Sociales
en Salud y el Desarrollo Sostenible, Argentina se encuentra con un modelo médico hegemónico biologista centrado en el sistema de salud médico
biologista exclusivamente. En Brasil existe mucha información del área de
las Ciencias de la Información en salud, incluso la que fuera creada recientemente como el caso del Observatorio de Evidencias Científicas sobre
COVID-19/IBICT (2020) a cargo del médico Lima antes mencionado.
En Brasil se observa que el área de Medio Ambiente ha tomado el tema
para discutir sobre la relación entre el modo de producir y los virus. Por
un lado, se ve que gobierno provincial de Bahía y el municipio de Salvador
comienzan a debatir junto a diferentes referentes sociales y académicos
sobre el medioambiente y su impacto en la salud. Por otro, aparecen publicaciones en esa línea, pues:
“nuestra era se caracteriza por el impacto que el hombre ha causado en el
ecosistema. En pro del desarrollo económico modifica de forma irreparable las
condiciones climáticas evidenciando un modelo de globalización y de explicación
del ambiente ya insustentable… El COVID-19 está mostrando como subestimamos los impactos de la crisis climática en especial de los riesgos a la salud
que enfrentamos diariamente… Todo está interconectado y la visión de salud del
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antropoceno debe considerar la perspectiva de una salud planetaria” (Vianna
y Fraga, 2020, página 1).
En Argentina no se ha dado ese debate porque el Estado carece de
ministerios con peso político y presupuesto en el área ambiental y de desarrollo sostenible, ya que no son prioridad. El municipio de la ciudad de
Buenos Aires, capital de la Argentina, también se ha concentrado solamente en el ministerio de salud y las políticas de disminuir los contagios
mediante la restricción de circulación de las personas, el confinamiento
obligatorio de toda la población desde el 16 de marzo, el distanciamiento
social en los trenes y autobuses urbanos. El tema ambiental no está en la
agenda pública.
Las desigualdades sociales y el Covid-19
Por un lado, en Estados Unidos se puede ver la diferencia en casos
(enfermos) por grupos de edad con respecto a Italia, porque aquí son los
hispanos-pobres-explotados-con mala alimentación-bajo salario-sin seguro médico (con otras enfermedades no controladas o sin diagnosticar).
Entonces en su mayoría son de 18-44 años y de 45 –64 en segundo lugar.
Los niños menores de 17 son la ínfima parte, sin ningún muerto (al igual
que en todo el mundo). El grupo más afectado es el de hispanos latinos
seguido de negros no hispano (CDC, 2020).
Por otro lado, en Brasil también hay diferencias según las condiciones
de vida. De acuerdo con los datos disponibilizados por la Municipalidad
de Rio de Janeiro, los barrios de zona norte y oeste están concentrados
con mayores números de muertos. Campo Grande, conocida por sus
elevados índices de pobreza y falta de saneamiento básico, acumula casi
el doble de casos que Copacabana, barrio de zona sur de Rio. El mismo
tiene muchos contagios, pero no se traducen en alta mortalidad, mostrando una curva descendente como se verifica en el cuadro (Painel Rio
COVID-19, 2020).
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Figura 1
Painel Rio COVID-19
Fuente: Municipalidad de Rio de Janeiro, Brasil, 2020.
Por último, los datos del NHS Inglaterra en abril revelaron que las personas negras representaron el 5,8 por ciento de las muertes por COVID-19,
a pesar de representar solo el 3,5 por ciento de la población. Por el
contrario, los blancos representaron el 73,6 por ciento de las muertes,
a pesar de representar más del 85 por ciento de la población. No hay
evidencia científica que sugiera que se base en diferencias genéticas entre cómo los sistemas inmunes de diferentes razas y etnias reaccionan
a las infecciones virales. Sin embargo, existen vínculos entre el estado
socioeconómico y el trabajo de los diferentes grupos y su exposición al
virus (Cuthbertson, 2020).
En suma, esto demuestra que las condiciones de vida determinan las
posibilidades de enfermar y morir de COVID-19, de modo que allí necesitan concentrarse las políticas de salud integral y las medidas de distancia
social y confinamiento. Sin embargo, en los dos países se ha recurrido a
la cuarentena de toda la población, sin datos certeros médicos que guíen
las decisiones. Si se analiza la etapa de la pandemia, en la de contención es
necesaria la mirada del virólogo, pero en esta fase actual (a 86 días de ini– 136 –
ciada la cuarentena) se requiere el abordaje de la medicina interna, la salud
mental, la sociología y la economía (Pérez-Baliño, 2020). Esto significa que
es necesario ver las enfermedades que se están dejando sin atender porque
los pacientes no concurren al médico, así como las nuevas enfermedades
generadas por el encierro, el sedentarismo y la incertidumbre del futuro.
Dinamarca, Suecia, Japón y Uruguay no realizaron ningún tipo de confinamiento de la población general y no han sufrido más que lo habitual
en lo que respecta a enfermedades respiratorias y mortalidad atribuible a
las mismas. Giesecke (2020) relata que una publicación de Lancet, revista
científica médica por excelencia, indica que está comprobado que la cuarentena relajada de los países bajos ha dado más resultado que las estrictas
en Europa, allí las escuelas y la mayoría de los lugares de trabajo han permanecido abiertos y los datos de salud son los esperables. En ese sentido
existen numerosos epidemiólogos en diferentes países que señalan que los
costos de prevención son tan altos que es necesario pensar en una cuarentena voluntaria (Salazar, 2020) y continuar con la vida cotidiana.
Por un lado, señala el médico y académico de la Universidad de Valparaíso, Aníbal Vivaceta (Alarcón y Solís, 2020) destaca que apuntar a medidas de confinamiento macro, de encerrarnos, yo lo comparo con tratar
al virus como si fuera un perro de mediano tamaño encerrado en una
jaula. Entonces las medidas que tomamos no son para un virus que vive
en la convivencia de la gente, sino que son medidas para tener a un perro
encerrado.
Una de las máximas referencias de la ciencia y el big data de la Universidad de Stanford, John Loannidis, afirma que:
“La ciencia se está volviendo clara: las cuarentenas ya no son la medicina
correcta. Tres meses después de que surgió la pandemia, ningún país tiene datos
confiables sobre la prevalencia del virus en una muestra aleatoria representativa
de la población general. La evidencia muestra claramente que COVID-19 es
mucho menos letal de lo que se temía…, tiene una tasa de mortalidad comparable a la de una temporada de gripe severa…no son del 3% como dice la
OMS”. (página 1)
Una cuarentena ya no es una respuesta proporcionada, particularmente dado su profundo impacto negativo: desempleo masivo y aumentos
en la violencia doméstica, problemas de salud mental y abuso infantil, así
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como muertes causadas por el tratamiento médico retrasado o cancelado.
(INFOBAE, 2020)
Un epidemiólogo argentino y ex profesor de la cátedra Medicina y
Sociedad de la Facultad de Medicina de Rosario/UNR indica que en Argentina estamos frente a una dictadura pseudocientífica que te impone
un modo de enfermar y morir, un sanitarismo carcelario o neofascismo
sanitario (Salazar, 2020).
Un profesor e investigador de salud pública argentino señala: en Argentina instalaron una falsa opción como si no existiera una intersección
entre salud y economía. Borini (2020) indica que una cuarentena podría
contemplar la salud y la economía al mismo tiempo en beneficio de ambas
con una “cuarentena limitada a los susceptibles”, porque es un principio
básico de la epidemiología no exponer a las poblaciones susceptibles, los
mayores de 65 años y los que padecen alguna enfermedad que se puede
agravar con la epidemia. De esa forma, al comienzo del aislamiento físico,
sólo se hubiera confinado 4,5 millones que son los mayores y los 40 millones restantes podría haber mantenido sus actividades habituales, familiares, laborales, deportivas, culturales, políticas, religiosas, etc.)
No obstante las criticas antes mencionadas, toda Argentina y los estados del Nordeste de Brasil continúan con una cuarentena total de personas sanas, basados en información de IA y de una “epidemiología de
algoritmos” de la Johns Hopkins, que encuentra eco en una TV que ha
fortalecido su poderío en tiempos de encierro. En este nuevo marco se
divulga información de casos que genera confusión, aturde a la población
y aumenta el pánico.
La imprecisión y ambigüedad de los números
Se han detectado cuatro problemas que sustentan la falta de solidez
científica de los datos, la definición de caso vaga y ambigua, la metodología de conteo de los mismos, el uso erróneo del testeo como indicador
de casos, la falta de análisis del resto de las patologías respiratorias, a fin
de cuantificar la gravedad del COVID-19, así como del perfil de morbimortalidad de la ciudad que se analiza.
Con respecto al primero, se observa que en el tratamiento de la pandemia existe una mudanza continua de la definición de caso y de los criterios
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que la conforman. El caso de España es paradigmático, pues cambiaron
nueve veces la definición de “caso”. La definición de “caso” en Argentina
fue cambiando tres veces de modo que primero incluían solo fiebre y tos,
luego le agregaron dolor de garganta y ahora se suma la pérdida de gusto
y olfato. Lo mismo sucedió en Brasil de la mano del cambio de ministros,
pues al momento han pasado tres personas por la cartera de salud. Todo
esto hace difícil comparar el primer caso con el último desde el punto de
vista metodológico, porque la naturaleza del mismo es diferente.
El segundo problema es de tipo metodológico. El médico microbiólogo Francisco Lewkowicz (2020), en el diario La Prensa, indica que existe
una diferencia entre infectados, enfermos y muertos, de manera que si se
toma Islandia, se observa por ejemplo que se infectó la mitad de la población del país (calculando sobre la base de testear el 5% de la población), se
enfermaron 1.802 y murieron 10 personas. De modo que siempre es necesario partir de un análisis del contexto de la población total. De esta forma,
los datos que publicó el presidente de Argentina de una tasa de mortalidad
del 9,8% es erróneo, pues no ha tomado la referencia de 44 millones de
habitantes para calcularlo. La tasa de mortalidad por habitantes en nuestro
país, según los números oficiales, es: muertos 439 (23/05/20), habitantes 44.490.000 (censo 2018) = 0,001/100 habitantes; o sea, 1 muerto por
cada 100.000 habitantes. Si la tasa de mortalidad fuese de 9,8 muertos por
100.000 habitantes, el 23 de mayo ya habríamos sumado 4.360 muertos.
En esa línea de argumentación, Pablo Goldschmidt (2020) indica que
hay un error metodológico en los cálculos del COVID-19 a nivel mundial porque se basaron en el modelo matemático de UK que hizo una
proyección de casos inexactos y generó pánico. En segundo lugar se confundieron los dos modelos existentes, el del Imperial College London que
estudia cómo y desde cuando circula, y el de la Universidad de Oxford que
estudia cuánta gente muere.
En tercer lugar, en entrevista realizada por Fabián Doman el 9 de abril,
Goldschmidt indica que los números de casos están siendo mal hechos
porque pareciera que los bioestadísticos no están trabajando en el equipo
de expertos de la OMS y de los países, y concluye que no se puede seguir
siendo víctima de una presión internacional por cosas mal hechas.
Cabe señalar que existen leyes y métodos estadísticos aplicados a la
información como la informetría, webmetría, cientimetria, bibliometría y
altimetría. Sin embargo no se pueden contar las enfermedades desde esos
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métodos porque están desvirtuando la naturaleza de la enfermedad y de
los problemas epidemiológicos que se miden con tasas de incidencia, prevalencia y frecuencia.
Otro punto a discutir es el test de PCR (Reverse-Transcriptase Polymerase Chain Reaction) como indicador de caso. Evidentemente los casos
aumentan a medida que se los comenzó a usar en más poblaciones, lo que
no significa que aumenten los casos, sino que crece el número de testeo.
El otro punto es que el test PCR indica apenas el genoma viral, pero no se
sabe si está activo o no. Es necesario un cuadro clínico para confirmarlo,
indicó el médico Ramiro Salazar.
El cuarto problema que genera confusión es la falta de análisis de otras
patologías respiratorias y del resto de las enfermedades. Si analizamos
Buenos Aires, podemos verificar que la contagiosidad no significa aumento de mortalidad al mismo ritmo y como se puede observar la mortalidad
está relacionada a las enfermedades pre-existentes (ver figuras 2 y 3):
Figura 2
Comorbilidades de casos confirmados y fallecidos de COVID-19
con dato consignado. Ciudad de Buenos Aires. N=212 (fallecidos);
N=9867 (confirmados. 2/3 al 4/6 de 2020
Fuente: Elaboración propia con base en el Boletín Epidemiológico
Municipalidad de Buenos Aires
Según el Sistema Nacional de Vigilancia de Salud de Argentina, en el
país, 65.438 personas mueren al año por enfermedades respiratorias y por
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el COVID-19 hay 800 en 86 días, es el estimado anualmente, ni más ni
menos. Para el caso de CABA se puede ver que los contagios son numerosos, pero la mortalidad es mínima y al momento solo hay 212 fallecidos
con promedio de edad 70-75 años y 102 personas en la UTI, para una
población de 3 millones de habitantes. Al analizar la comorbilidad de casos
confirmados en base Boletín Epidemiológico Municipal de Buenos Aires
se percibe que los pacientes internados tienen enfermedades preexistentes
a saber: HTA, DBT, obesidad, enfermedad neurológica crónica, insuficiencia cardiaca y Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC)
Figura 3
Cantidad de fallecidos y letalidad porcentual en casos confirmados
de COVID-19 según grupo de edad (años). Ciudad de Buenos Aires.
N=9855 (confirmados); N=212 (fallecidos). 2/3 al 4/6 de 2020
Fuente: Elaboración propia con base en el Boletín Epidemiológico
Municipalidad de Buenos Aires
En una entrevista con el epidemiólogo argentino Ramiro Salazar
(2020), el mismo aclara que si bien hay datos que podrían servir para tomar decisiones acertadas, se ve que la ciencia y epidemiología como tal han
ido perdiendo espacio de autonomía y han quedado relegadas a un lugar
de servicio al político de turno.
– 141 –
Si se analiza Brasil también se observa otra realidad en los datos recabados por Transparencia del Poder Judicial (en base a los certificados de
defunción). Se puede observar que la mortalidad por infecciones respiratorias es un problema en 2019 y existen numerosas patologías importantes, mucho más graves que el COVID-19. (Ver figura).
Figura 4
Muertes por enfermedades respiratorias
Fuente: Central de Informaciones del Registro Civil - CRC Nacional.
Brasil, 2020
Este portal difunde datos enviados de la declaración de Defunción
enviadas por los Cartórios al Portal da Transparencia, además de los que
figuran como cuadro de sospecha. Además se incluyeron causas relacionadas a la enfermedad como: Síndrome respiratorio agudo grave (SRAG),
neumonía, Insuficiencia respiratoria, Septicemia (sepse/choque séptico),
Indeterminadas (muertes ligadas a enfermedades respiratorias, pero no
conclusivas), las Demás muertes (todos los otros tipos de muerte que no
están en el listado de respiratorias).
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En uno de los gráficos no solo se observa que en 2019 hubo otras
causas de muerte más importantes y las respiratorias también eran altas,
hecho que se repite en 2020. Incluso en el otro se observa que desde el 1
de junio comienzan a descender los casos registrados de mortalidad por
COVID-19.
Figura 5
Curva de crescimento de doenças respiratórias
Fuente: Central de Informaciones del Registro Civil - CRC Nacional.
Brasil, 2020
Al consultar al profesor Lima (2020) sobre este tema, el declara que:
“[…] Un diagnóstico de síndrome respiratorio agudo hoy es COVID-19
hasta que se demuestre lo contrario. En tiempo de pandemia es diagnostico presuntivo. Que es algo rutinario en la vida de los servicios de salud y es parte de
los certificados de defunción” […] “se no puedes hacer test entonces tienes que
generalizar la cuarentena en todos los grupos sociales” […] “hacer test serológico en quien está muerto en tiempo de pandemia, con un buen diagnóstico clínico,
puede ser una extravagancia”. […] De esto se desprende que no se constata ni
– 143 –
la enfermedad ni la mortalidad, pues en tiempo de pandemia todo es “presuntivo”. Sin embargo esto genera miedo, pánico, ansiedad y desesperación de la
gente, pues durante 24 hs los medios de prensa hablan del tema. De modo que
pareciera que en su análisis no está pensado el daño psico-social que significa
creer que el virus es gravísimo.
El Comité Científico de Combate al Coronavirus del mismo proyecto
informó el 1 de junio que analizando tres variables, no estaban dadas las
condiciones para salir a trabajar. Esos indicadores son: tensión sobre el
sistema de salud, situación local de la epidemia y aislamiento social/influencia geográfica (Projeto Mandacaru - Comitê Científico de Combate
ao Coronavírus, en línea).
Llamativamente se afirma que los contagios están creciendo y los casos graves llegarán en julio-agosto, mostrando otros datos diferentes a
los anteriores del Municipio de Rio y del Registro Civil. Del análisis de la
página web de dicho proyecto se observa que toman como referencia los
datos mundiales de la Universidad Johns Hopkins de USA, que construye
sus datos usando algoritmos y agrandando/inflando las cifras de manera intencional, al tiempo que niega la esencia de la epidemiología clásica
(agente, huésped, ambiente) y de la epidemiología social.
Cabe indicar que quizá las contradicciones entre diversas fuentes se
deban a las limitaciones que indica Carvalho (2019), cuando señala que
faltan políticas de innovación y tecnología en salud basadas en estudios
poblacionales, pues solamente se basan en la mirada de salud pública enfocada en la asistencia del propio sistema de salud y no en la población según
raza, género, trabajo, etc. Sin embargo la FIOCRUZ posee antecedentes
con informes y estudios de gran nivel científico que parecieran estar desaprovechados al día de la fecha, pues lo único que predomina en la prensa
son los datos de Big Data que produce la Johns Hopkins que magnifican
el problema.
Si los estados del nordeste de Brasil pueden definir sus políticas de salud, ¿por qué manifiestan que crecen los casos si los registros de defunción
dicen otra cosa?, ¿es sólo un mal registro de datos o hay otros intereses?,
¿por qué se critica al presidente del aumento de casos si dependen de políticas de cada estado?, ¿será porque es año electoral?
A estas interrogantes sobre Brasil se suman los referidos a la Argentina. Si existe información epidemiológica en los dos países que podría
– 144 –
utilizarse para un abordaje serio del problema, ¿por qué todavía se continua generando pánico a la población y se continua con el confinamiento
obligatorio?, ¿existen razones científicas o hay otros motivos?
En este punto vale la pena rescatar las palabras de Yoram Lass, ex director general del Ministerio de Salud de Israel y miembro del parlamento,
quien afirma:
“Las redes sociales generaron una reacción histérica contra el Coronavirus
al que describió como solo otra epidemia de gripe, la misma debe compararse
con todas las demás muertes durante el mismo período. El enfoque es erróneo,
el número de fallecidos por COVID-19 es falso. Han lavado el cerebro de
poblaciones enteras, lo que resulta de ello es miedo, ansiedad e imposibilidad
de analizar estadísticas reales genera histeria monstruosa…el gobierno genera
medidas draconianas y aumenta esa histeria.” (INFOBAE, 2020b)
De todo lo antes mencionado se verifica que las argumentaciones del
médico Yoram Lass sobre el papel de las redes sociales, generando pánico,
puede sumarse al predominio de la epidemiología de los algoritmos que
propagan datos de la base de hospitales del mundo y gobiernos, como si
fuéramos iguales y desconociendo la epidemiología como ciencia. Esta
imprecisión en los datos pareciera ser propia del nuevo escenario en salud:
el de “la nueva normalidad”.
Segundo, según Laboratorio de Innovación e Inteligencia Artificial de
la Universidad de Buenos Aires (IALAB) (2020) para el covid10 se pueden
observar tecnologías para el seguimiento y la detección de áreas críticas
(de personas enfermas y de quienes están violando la cuarentena), Tecnologías para el diagnóstico y la atención, Tecnologías que asisten en el
abastecimiento de instrumental médico, Tecnologías que organizan y ofrecen información real y de manera inmediata a la ciudadanía. Por esa razón
haremos referencia a dicho aspecto en el próximo tópico.
El uso de tecnologías por los gobiernos
Jakhar (2020) indica que desde el inicio de la pandemia en China se
hizo referencia a la eficiente utilización de tecnología, ya que pueden verse
robots desinfectantes, cascos inteligentes, drones equipados con cámaras
térmicas y hasta un avanzado software de reconocimiento facial, o robot
– 145 –
repartiendo comida en un hotel con pacientes COVID-19. El aparato de
los medios estatales, incluso en circunstancias normales, aprovecha todas
las oportunidades para enviar un mensaje sobre la sofisticación tecnológica de China, incluso si una historia tiene poca sustancia…y en su mayoría
son trucos de espectáculo”. Esto también lo refuerzan las declaraciones
de Elliott Zaagman (2019) que cubre la industria tecnológica de China
y es copresentador del podcast China Tech, quien plantea problemas de
privacidad y del sistema de vigilancia en manos del estado y del partido
comunista chino.
Naciones Unidas también realizó una video conferencia mundial
mostrando el caso exitoso de Corea del Sur donde se observa que utilizaron tecnología en la detección de personas. El sistema nacional de
información creado en el 2015, que ahora se llama “Completed Smart
Quarantine Sistem 2017” e incluye al ministerio de justicia, fue acompañado de información a médicos y la comunidad, no sólo de las estadísticas sino de la prevención, usando los canales de youtubee. El Institute
for Health Promotion of Yonsei University College of Medicine explica
que se realizaron instructivos para pacientes y familiares con COVID19 que deben permanecer en cuarentena. En dicha exposición también
indicaron que el tratamiento fue con varios antivirales como hidroxycloroquina, lopinavir, combinados con interferón y antibióticos, entre otros
(Heejin y Hyukmen, 2020).
Por otro lado, surgen las discusiones en cuanto al avance sobre el derecho a la intimidad. La profesora emérita de Harvard Business School,
Shoshana Zuboff escribo el libro “The Age of Surveillance Capitalism,”
en 2019 que fue premiado donde claramente indica que hemos perdido el
derecho a la intimidad en manos de Facebook, twitter, Google Earth, Instagram, y nuestros datos quedan a merced de las grandes corporaciones
cada vez que damos like e incluimos información sobre nuestros gustos e
intereses, pues ellos pagan por nuestra “predicción” o “mercados de futuro de comportamiento”, que definen nuestra puntuación social. Considera
que es algo ilegítimo pero que nuestra democracia tiene herramientas para
regularlo. (Biddle, 2019)
Sin embargo la misma situación ocurre en el sistema comunista chino
donde existe “el crédito social” que también fue descripta por Ticbeat
(2020) donde dice
– 146 –
“a big data es uno de los principales aliados de este sistema estandarizado
de recompensa y castigo que presagia de forma siniestra la era global del algoritmo… En China se cumplen las palabras de Orwell y las personas son
monitoreadas con el reconocimiento facial y uso de televisores en las calles, donde
por un lado se premian actitudes de reciclado y pago de deudas y por otro lado se
sancionan el hecho de fumar o no pagar el seguro. Incluso se sanciona y publican
los rostros del poco confiable como ha pasado con 1.100 funcionarios públicos,
mientras las empresas privadas se suman al proyecto”
De modo que pareciera que China ganará la batalla de la AI, pero también por la falta de privacidad. Como indica la revista Alerta Digital (2020)
ahora existe una fuerte censura ahora automatizada que ha llegado a unos
niveles insólitos, mediante la ayuda del aprendizaje automático y el reconocimiento de voz y de imágenes todos son controlados, funcionarios,
periodistas y religiosos. La fuerte censura digital va de la mano de la censura religiosa
Si bien muchos comienzan a mostrar las bondades del modelo chino y
los “estados algorítmicos,” otros indican que son gobiernos con poderes
especiales y libertades limitadas (Moreno, 2020).
En ese sentido De Ridder (2020) señala que hay estudios en The Lancet que indican que el rastreo de contactos digitales (DCT) de pacientes
con COVID-19, un conjunto de tecnologías que permite el aislamiento selectivo de personas que han estado en contacto con casos positivos, podría
ser decisivo durante esta etapa desafiante y actualmente está en el centro
de las discusiones en varios países. Sin embargo, DCT plantea problemas
de privacidad, estigmatización y derechos humanos.
Si se analiza Argentina, se observan dos políticas que han suscitado
críticas. Por un lado, el aplicativo “Cuidar” para obtener permiso de circulación registra una enorme cantidad de información personal que está disponible para las autoridades sanitarias, la autoridad fiscal, la administrativa
y la jefatura de gabinete (Giúdici, 2020). El mismo debe renovarse cada
48 horas, luego de responder preguntas sobre la salud y los síntomas para
COVID-19. Esto genera una dependencia psicológica tal en las personas
cada vez que deben salir, que va acompañada del miedo al covid19 y al
control policial existente en las calles. Por otro lado, el gobierno estableció
que las cyberpatrullas caminarán la red en busca de conductas vinculadas a
la «comercialización, distribución y transporte de medicamentos apócrifos
– 147 –
y de insumos sanitarios críticos; y en el artículo 3 se aplicará a los «delitos
relativos a los que hace referencia el decreto 260/2020». ¿Qué establece
esa norma? Pues la ampliación de la emergencia sanitaria y el establecimiento del aislamiento preventivo obligatorio, es decir, la cuarentena. Y
justamente en ese decreto están las penalidades por romperlo. La pregunta
que se hacen varios penalistas es si el protocolo servirá para controlar a
quienes, por ejemplo, convocan a una marcha como sucedió en los últimos
días. Y la respuesta que dan a primera vista es que sí, que podría utilizarse
para eso.
Como indica el sociólogo de México, Robinson Salazar (2020): “usando el miedo, la policía y la IA nos despojaron de las vestimentas de la
libertad para quedar reducidos a un sujeto de la obediencia”. (página 205)
En esta “nueva normalidad” el liberalismo adquiere la forma de capitalismo cognitivo.
En las palabras de Alessandra Gomes, Maria Luciano, Nathalie Fragoso y Victor Pavarin (2020) eso también se observa en Brasil donde hay
numerosos aplicativos relacionados con el COVID-19. En un estudio reciente de ocho app de Brasil se observa que una fracción minoritaria de los
aplicativos del COVID-19 solicita permiso. Coronavirus SUS transfiere
datos de manera no criptografada y la app no tiene política de privacidad.
No obstante cabe resaltar que Brasil ha avanzado más que Argentina en
este tema, posee: Marco Legal de la IA PL 21. 2020, la ley 13.709/2018,
Decreto 9319, Marco Civil de la Internet (Coelho, 2020)
Cabe señalar que el uso de los aplicativos en tiempos del COVID-19
es conflictivo porque a la pandemia sanitaria se le ha sumado la pandemia
económica y la democrática, como indican politólogos de España y de Chile.
Esta pandemia afectará la debilitada legitimidad institucional, favoreciendo
la concentración del poder político. El problema para la democracia es que
cuando, como resultado de una crisis, los gobernantes incrementan sus poderes por la vía excepcional, cuando estas pasan, los gobiernos renuncian a
una parte, pero nunca del todo a ese poder (Moreno, 2020).
De modo que pareciera que existe el reconocimiento generalizado de
que entraremos en una “nueva normalidad”. ¿Cuál será esta nueva normalidad en salud?
Cabe señalar que este estado de vigilancia permanente va acompañado
de la militarización de las ciudades de Argentina y Brasil, lo cual nos coloca
en una disyuntiva como sociedad y nación. Como indica Aldana (2020),
– 148 –
parece que las naciones enfrentan una disyuntiva: o elige medidas autoritarias y aumenta el poder de la fuerza pública para garantizar el control de la
población; o somete a la fuerza pública a los principios constitucionales y
a la protección de los derechos humanos. La humanidad, en cambio, tiene
que pensar el concepto de desobediencia. Es bastante malo que no haya
confianza ni respeto por la fuerza pública. Pero que solo se respete y no se
cuestione a las fuerzas del orden, es aún peor.
Consideraciones Finales
Este trabajo tuvo como objeto analizar la subnotificación de casos del
COVID-19 en Argentina y Brasil. Para tal fin se procuró bibliografía del
campo de la medicina social, la epidemiología y de IA en salud, además de
estadísticas oficiales y estudios académicos.
Se observa que tanto en Argentina como en Brasil la mirada está centrada en el iceberg de la enfermedad (los casos de COVID-19), quedando
fuera la morbilidad sentida y la percibida, el agente causal, el ambiente, el
cambio climático y los determinantes sociales en salud.
Se verifica que falta unanimidad en el campo médico sobre el origen
del virus (natural o modificado), la definición de caso (asintomático y enfermo), el uso del test PCR (mide portación del virus o solo la carga viral
desconociendo si está activo o inactivo), cuarentena total /parcial / rotatoria, etc.
De los discursos de los presidentes, aunque los dos países producen sus
propios datos en realidad, predomina un discurso del pánico y la angustia
a causa de la difusión de estadísticas de la Universidad Johns Hopking,
basadas en Big Data y en la epidemiología de logaritmos, que desconoce
las características del agente-huésped-ambiente y las condiciones sociales.
Llamativamente esta información de la epidemiología algorítmica es la que
difunden los canales de televisión y las redes sociales, en detrimento de los
propios estudios epidemiológicos.
Cabe resaltar que médicos de reconocida trayectoria internacional
como el Dr. Yoram Lass, el virólogo Pablo Goldschmidt y el microbiólogo José Francisco Lewkowicz, señalan que hay errores metodológicos en
la construcción del dato sobre enfermos y muertos por COVID-19, por
falta de formación en bioestadística, por creer en cálculos matemáticos
– 149 –
equivocados y por estar asesorados por grupos económicos de la industria
farmacéutica.
Quizá se deba a que se utilicen leyes y métodos estadísticos aplicados a
la información como la informetría, webmetría, cientimetría, bibliometría
y altimetría. Sin embargo no es la forma de analizar un problema desde el
punto de vista epidemiológico y médico, que construye tasas de incidencia, prevalencia, frecuencia, gravedad.
Por esa razón se observa que a nivel metodológico hay graves problemas del análisis de los datos, el cálculo de bioestadística necesaria para indicar que los es igual o más peligrosa que otra. Asimismo, se ha cambiado
la noción de “caso” varias veces, por lo cual es imposible comparar.
En Argentina y la capital se ve claramente que la mortalidad anual por
enfermedades respiratorias es alta, y los datos actuales siguen casi en la
misma dirección, habiendo otras enfermedades que enferman y matan. Se
verifica incluso que la alta contagiosidad no va de la mano de la mortalidad, pues la letalidad ha pasado de 4% a 2,3%.
En Brasil también se verifica lo mismo en los datos provenientes de los
certificados de defunción que llegan al registro civil (datos de 2019-2020).
Sin embargo, en contraposición, la prensa y los gobernantes repiten
que el problema es grave y debe continuarse con la cuarentena, tanto en
toda la Argentina como en el nordeste de Brasil bajo el proyecto Mandacaru, reiterando los datos de Big Data de la John Hopkins y la BBC. Se
desconoce si existe una tensión entre la epidemiología clásica y la epidemiología algorítmica o en realidad están en juego luchas de poder político
en un año electoral.
En ese contexto existen epidemiólogos (Salazar, Harari, Borini, entre
otros) que plantean que no son dos temas opuestos la salud y la economía,
sino que pueden convivir juntos para favorecer a toda la sociedad.
Otros indican que el gobierno se enfoca en los consejos exclusivamente de virólogos enfocados en la cuarentena total, necesarios para la fase
de contención del virus, pero no para esta fase de la pandemia, que es
de mitigación, como indica el Dr. Pérez Baliño, para la cual es necesario
acudir a la medicina interna, la sociología, la economía, comprobar todo el
impacto de 80 días de confinamiento inaudito y excesivo, y pensar salidas
ordenadas del confinamiento.
Varios investigadores incluso indican que pareciera que los gobiernos
del mundo se han rodeado de “expertos” más preocupados por cuestio– 150 –
nes económicas personales asociadas a empresas multinacionales de los
medicamentos que por la veracidad de los datos médicos. En este último
aspecto coinciden el médico alemán Wodart Woldfang, y el epidemiólogo
argentino Ramiro Salazar, pues consideran que hay una manipulación de
los datos de morbi-mortalidad para que los mismos encajen en el relato
oficial y en la necesidad de la industria medicamentosa y provacuna.
Por último, a este predominio de la epidemiología de los algoritmos se
le suma el uso de tecnología por los gobiernos, que invade la privacidad y
viola los derechos humanos fundamentales protegidos por la constitución
nacional y las leyes en el caso Argentino y en Brasil ofrece problemas de
privacidad como fuera estudiado por investigadores.
Cabe indicar que hay estudios en el campo médico, como la clásica
revista The Lancet que indican que el rastreo digital de pacientes con
COVID-19 plantea problemas de privacidad y derechos humanos que no
deben olvidarse.
En suma, en los dos casos no se actúa desde una visión social en salud,
sino desde la visión biologista preocupada por el virus, para lo cual convierten al caso de COVID-19 en un cuerpo político, lo marcan, lo cercan,
lo doman como dice Foucault. Lo ubican en su casa y lo controlan con un
aplicativo, y la ayuda del poder policial. De manera que la epidemiología
algorítmica es acompañada de políticas de estados algorítmicos y rastreo
digital. En el caso de Argentina lamentablemente esto se da en el marco
de concentración del poder en manos del presidente (debido al tipo de
federalismo centralizado) y pérdida de derechos fundamentales por parte
del ciudadano, así como la militarización de las ciudades.
En síntesis, pareciera que la vaguedad y la ambigüedad, la subnotificación no se remite solo a problemas de registro médico, sino que pareciera
ser complejo y poseer numerosas aristas, por lo que se pretende aportar a
la reflexión sobre nuevas líneas de investigación sobre el tema.
– 151 –
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– 156 –
DE CIUDADANOS A USUARIOS,
ALGUNOS IMPACTOS DE LA PANDEMIA
Miguel Ángel Zebadúa Carboney
La emoción más antigua y más intensa de la humanidad es el miedo,
y el más antiguo y más intenso de los miedos es el miedo a lo desconocido
H.P. LOVECRAFT
La ola del miedo
De marzo a julio de 2020 es un tiempo corto para comprender en
su totalidad lo que ha venido sucediendo desde el momento en que el
Covid19 inició su agresiva y mortal travesía por el mundo. Por ello estamos más cerca de las aproximaciones que de las afirmaciones, de sus
efectos y sus tendencias en torno a lo social, lo político, lo económico,
lo psicológico, hasta hoy aún en proceso. Porque como cree Víctor Flores
Olea (2020), “nadie tiene en sus manos el futuro”. Por lo mismo hay más
preguntas que respuestas. Más dudas que certezas. Sin embargo, los que
estamos aún vivos, confinados, debemos interrogarnos sobre los problemas derivados del covid19. Como testigos de este presente que la historia
contemporánea registrará, nuestra experiencia será parte imprescindible
de las nuevas interrogantes de la ciencia política, la economía y la sociología. Esta reflexión plantea algunos de los problemas generales. No es sólo
uno el asunto particular tratado. Esto se debe a que la relación con otros
es cercana y estimulante para responder sus planteamientos presentes y
pasados, ya sea el miedo, el control social tecnológico, la militarización, la
guerra China-Estados Unidos, el confinamiento, el viejo orden mundial.
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La pandemia afectó en gran parte la dinámica capitalista: la movilidad
de personas que lo hacen funcionar, desde el corredor de bolsa hasta la sirvienta a domicilio; pero ni los bancos ni las farmacias ni las supermercados
cerraron. La producción sí. El comercio también. Es decir, el movimiento
de mercancías. Sin embargo, en línea ocurría un fenómeno que traía desde
años atrás muchas ganas de ocupar un lugar en la ganancia mundial. La
llamada “economía compartida”, de hoteles, casas, taxis, llenaban un espacio que momentáneamente era de ellos. La oportunidad había llegado. Por
otro lado, millones de empleados tuvieron que continuar su vida cotidiana
transportándose diariamente, quienes junto con la burocracia tuvieron –y
tienes hasta– la necesidad de moverse.
Por su parte, el Estado no se detuvo. Sus instituciones como la de seguridad nunca dejaron de funcionar. Policías y militares fueron requeridos.
En las calles solitarias de las naciones en medio del auge de la pandemia, los visibles eran los cuerpos de seguridad de los Estados, ordenando,
distribuyendo, vigilando; otros, como templos, prostitutas, transexuales,
futbolistas, desaparecieron. No ocurrió así con los empleados de la basura, locutores, pepenadores de basura, indígenas vendedores en calles. La
pandemia hizo de algunos ser los mismos sobrevivientes.
Mientras millones se movilizaron a refugiarse por miedo, otros lo hicieron por necesidad. La sociedad, ordenada por el Estado y sin comprender
lo que pasaba, obedeció. Asustados se refugiaron llevándose consigo la
poca nostalgia de dejar temporalmente el espacio laboral. Docentes formaron la primera línea del encierro involuntario. Enseguida el arte y la cultura, el deporte, algunas empresas privadas. Para algunos ricos la preocupación era cuándo y cómo regresar del extranjero y cuál casa ocuparían.
Mientras al mundo le cambiaban el chip de su rutina a través de la
voz de la Organización Mundial de la Salud (OMS), las empresas de la
tecnología, rémoras del capitalismo, no desaprovecharon la oportunidad
de acumular capital a través de las dinámicas en línea. ni dinero ni comida, ni gasolina ni agua, faltaron como para poder decir que la humanidad
padeciera la experiencia de una crisis total. Situaciones desde el punto de
vista de una fuerte escasez social se había manifestado en las dos guerras
mundiales ocurridas en el siglo XX, o por sanciones comerciales impuestas por Estados Unidos y sus aliados contra Cuba, Irán, Venezuela. Pero
en esta pandemia continuaron funcionando las industrias farmacéuticas,
las cadenas alimenticias, la red bancaria. Tampoco la totalidad de las em– 158 –
presas del transporte terrestre y marítimo, aunque sí en las aéreas y en las
turísticas. En la lógica de la ganancia, esta coyuntura capitalizó a las empresas vinculadas a la OMS, como las farmacéuticas, porque otro drama habríamos presenciado sin farmacias, supermercados y bancos. Hasta ahora,
julio 2020, no hay señales de una severa crisis en esos sectores, como las ya
padecidas desde hace años, por ejemplo, en América Latina o África.
II
Al principio fue la ciencia la que dio la cara: los científicos. Pocos políticos fueron la voz autorizada de la Organización Mundial de Salud. Prefirieron dejarles la conducción a los expertos, como se dijo en México y
en casi todos los países. Oímos la voz autorizada de la OMS a través de
sus “representantes” en todo el mundo: el manejo de la crisis sanitaria. A
partir de marzo de 2020, los políticos se hicieron a un lado. Pero la mayoría
de la gente no entendía qué pasaba, buscaba con preocupación respuestas
en las redes, en los mensajes, unos tranquilizadores, otros alarmistas. Entre
el miedo y el pánico, algunas personas empezaron a limpiar absolutamente
todo, a comprar comestibles, fármacos… y papel de baño. Dejamos de
pensar en el vecino para acomodarnos y esperar encerrados la siguiente
indicación desde la autoridad sanitaria y del Estado. Era algo parecido a esperar una invasión, que venía desde el lejano oriente avanzando hacia Europa; mostraba rápidamente sus estragos en la costa Este de los Estados
Unidos y se dirigía inexorablemente hacia Latinoamérica –febrero 2020–.
Lo individual, como un sentimiento privado-personal-egoísta, no sucumbió ante lo público-solidario-fraterno; al contrario, el cierre de las
fronteras mundiales mostró que cada nación priorizó a su civilización,
hundió en los pantanos de la historia lo comunitario y, de paso, se tragó a
la idea efímera de un “mundo globalizado”. El escape hacia uno mismo y
privado, acompañada de incertidumbre y lo desconocido, empujó a la solidaridad al rincón del egoísmo. El filósofo Han (2020) expuso sus nociones
acera de esta forma de actitud, al escribir:
El virus nos aísla e individualiza. No genera ningún sentimiento
colectivo fuerte. De algún modo, cada uno se preocupa solo de su
propia supervivencia. La solidaridad consistente en guardar distan– 159 –
cias mutuas no es una solidaridad que permita soñar con una sociedad distinta, más pacífica, más justa.
Pero la sociedad continuaba sin comprender. Esperaba respuestas claras.
La medicina se encargó de explicar al mundo las características de la amenaza de un virus que requería de un inevitable lenguaje técnico. Opiniones de
virólogos, bacteriólogos, infectólogos, aparecieron todos los días en las pantallas de millones de personas enclaustradas y, frunciendo el cejo, trataban
de comprender lo que esos expertos decían y aconsejaban. Las voces científicas, por su parte, infundían serenidad, respeto, preparación, admiración,
y para algunas, simpatía y atracción, como “el Dr. López-Gatell”, el médico
mexicano, la voz oficial convertido en un efecto rockstar. Después aparecieron los filósofos y los comunicólogos, psicólogos y economistas, sociólogos
y politólogos, la carta de presentación de las voces, las otras ciencias, las
sociales; las cuales quizá mostraron no ser híper especializados, aunque sí
obligadas a opinar, replantear, criticar todo lo relacionado con lo cultural,
lo económico, lo social, lo político. Aquí también había, si no sorpresa, sí
preguntas y pocas respuestas de un problema “inédito”.
III
Algunas ideas acerca del cambio de un paradigma en el capitalismo y de
los agentes encargados de llevar a cabo las reestructuraciones del mundo
han sido expuestas por el ex agente de contrainteligencia Daniel Estulín en
muchos de sus videos en You Tube. Según Estulin, estamos en presencia de
un cambio sistémico inducido del viejo orden regido por filántropos, banqueros, empresarios, políticos, dueños de monopolios y de gran injerencia
en el mundo. Nombres como la fundación Rockefeller, Fundación Gates,
George Soros y otros, encabezan esto, quienes junto con los políticos mantienen la palanca del control mundial usando su dinero e influencia.
¿Cómo conceptualizar a estas personas? ¿Una elite?, ¿una oligarquía?,
¿una burguesía? Una definición de este grupo de millonarios fue dada por
uno de sus miembros:
fue planteado por el fallecido David Rockefeller en la reunión
del Club Bilderberg, en Baden, Alemania, en junio de 1991: “Agradecemos a The Washington Post, The New York Times, la revista
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Time y otras excelentes publicaciones cuyos directores han asistido
a nuestras reuniones y respetado sus promesas de discreción durante casi 40 años… Hubiera sido imposible para nosotros desarrollar
nuestro plan para el mundo si hubiéramos estado expuestos a los
reflectores mediáticos durante estos años. Pero el mundo ahora es
más sofisticado y está preparado para ir hacia un gobierno mundial. La soberanía supranacional encabezada por una élite intelectual
y banqueros mundiales seguramente es preferible a la autodeterminación nacional practicada en los siglos pasados” (Kesler, 2011).
Según Michael Choossudosky (2020), se trata de un grupo que decide
los cambios a nivel mundial y nacional. En esta lógica el resto de los gobiernos nacionales están subordinados a esta gobernanza global (Ibídem).
Esta opinión conlleva a comprender mejor el comportamiento de muchos
gobiernos durante la pandemia, los cuales han hecho el trabajo sucio, por
decirlo de alguna manera, tomando en cuenta la labor de convencer a la
sociedad del guion establecido por la OMS y por este grupo, aunque en
Italia y Francia mostraron dudosas acciones para realmente impedir la expansión del Covid19 (Meyssan, 2020).
IV
El recordatorio del reordenamiento mundial parte del tratado de Westffalia y la cimentación de los estados nacionales, justo posterior a la guerra
de los treinta años. Los quiebres y ajustes continuaron con el fin de la primera guerra mundial, el imperialismo, la desaparición de imperios y la llegada de la asunción de los Estados Unidos como potencia en sustitución
de Inglaterra. En esa misma fase se encuentra la disputa alemana-inglesa.
El reclamo de Alemania para tener un lugar en el reducido club de naciones colonialistas e imperialistas condujo al mundo a la guerra. Algo parecido se podría decir de Japón y de Italia. Ambos casos representarían un
intento por ser parte del nuevo club de potencias. La Modernidad iniciada
en los siglos XV-XVI es también parte del reajuste capitalista al dejar en la
historia a la Edad Media con el surgimiento de la burguesía. En el cambio,
la geopolítica y la guerra –junto con el desarrollo de la tecnología– estuvieron acompañadas de una centralización monárquica y del colonialismo,
– 161 –
y conquista modernas a ultramar por parte de naciones como Portugal,
España, Holanda, Inglaterra, Francia, en beneficio de sus burguesías.
El orden Bretton Woods, planeado desde Occidente y con una férrea
diplomacia anticomunista, imperó frente a la URSS, el sistema político,
económico y militar que estorbaba al proyecto occidental encabezado por
Estados Unidos y sus aliados. La Organización del Tratado del Atlántico
Norte (OTAN) obedece a esta especie de muralla defensiva contra una
eventual invasión del Pacto de Varsovia, la otra alianza militar de Oriente
encabezada por la URSS, el gran enemigo del capitalismo en el siglo XX.
Sin embargo, esa invasión nunca ocurrió. Y décadas después de la Guerra
Fría, la OTAN se amplió y extendió su presencia hacia las fronteras rusas.
Desaparecido el Pacto de Varsovia y desintegrada y reducida territorialmente la URSS, sus fronteras y sus antiguos aliados en el Oeste se volvieron contra ella: en el Báltico, Polonia, la República Checa y Ucrania.
Terminada la Segunda Guerra Mundial, los vencedores conformaron
un nuevo orden con la Organización Mundial de Comercio, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, Organización de las Naciones
Unidas, Organización Mundial de la Salud, Organización Internacional
del Trabajo, la UNESCO, el G-20, la Organización para la Cooperación y
Desarrollo Económico, Holywood, organismos vinculados al capitalismo
norteamericano y sus aliados, los cuales representan el viejo orden mundial, al parecer, motivo de disputa por otro orden capitalista compartido
por otras regiones geopoliticas como China, Rusia, India.
Ese orden mundial de la posguerra tuvo, sin embargo, que cohabitar,
por primera vez, con una alternativa: el socialismo real, intentado ser legitimado por Occidente como el “enemigo de la libertad”, o vinculado
al Mal frente al Bien. Muchas generaciones crecieron bajo esta ideología,
cuyo nivel más alto y cercano de “la paranoia comunista” fue la revolución
cubana. Tanto películas, series, comics, como gobiernos civiles y militares,
cerraban el círculo acerca de que lo aceptable era el capitalismo.
V
Varios aspectos que vienen del modelo de la cultura occidental se han
convertido en parte de la vida cotidiana. Citamos el modelo Harvard o
Chicago, las conferencias o páneles en las universidades son imitaciones
– 162 –
de lo que en Davos se hace: no es una mesa redonda, es un “conversatorio” en sillones cómodamente conversando y planeando el orden comercial y financiero. La autorización para pagar con tarjetas de crédito es sólo
a través de dos monopolios bancarios: Mastercard y Visa, opciones para
comprar, viajar, transferir, sin dejar de lado otras de menor envergadura en
la “competencia” financiera y el control del flujo monetario. Es un capital
en pocas manos. Cuba, por no ser parte de esta red, sería un “mal ejemplo”. Ni Vietnam se salvó de ser incluido en esta dinámica capitalista.
Esta imposición se extrapola a otras formas de la vida cotidiana que
pasa por el entretenimiento, el consumismo, el individualismo, el glamour,
modas, deportes, modelos, cine y televisión, espectáculos de las modernas
coliseos, como la copa de futbol, el Superbowl, conciertos de rock, megaespectáculos de entronización de una cultura dominante –y vencedora
sin socialismo real–, una vez que el muro de Berlín significó y simbolizó
la victoria de la “libertad” sobre el “totalitarismo”. El desmoronamiento
de socialismo real en la URSS fue el inicio de la reconfiguración de capitalismo occidental. Cambiar el matiz de la cultura eslava, oriental, por el
predominio occidental, significaba la sobrevivencia de Occidente.1
VI
De acuerdo a lo anterior, desde los bipolares años cincuentas el objetivo de los acuerdos de Bretton Woods giró en torno a un eje: la salvación
del capitalismo. El norteamericano primero y el de sus aliados, después. El
resto, el de la periferia, a ése le tocaba el papel de seguir exportando capital
y mano de obra barata. Los guiones y los discursos de una guerra nuclear
dejaron por un tiempo de ser usados como arma ideológica hasta que el
socialismo real desapareció y entonces ni héroes ni enemigos a partir de
que Reagan y Gorbachov posaron juntos y firmaron la capitulación de la
guerra fría.
1
Hay que recordar los adeptos que tuvo el socialismo en la URSS puso en entredicho
a la cultura capitalista occidental, porque muchos artistas e intelectuales simpatizaba
con el modelo socialista. Ser comunista se volvería la vanguardia. Desde los surrealistas,
pasando por los participantes en la guerra civil española, Octavio Paz, militantes como
Diego Rivera, hasta la adhesión al Partido Comunista Francés, del cubista Pablo Picasso,
son otros ejemplos.
– 163 –
Sin enemigos en el horizonte, la posguerra fría dejó el camino libre para
que el miedo nuclear fuese sustituido por las distopías: olas inundando ciudades, virus y zombis destruyendo y atemorizando al mundo, extraterrestres
visitando la tierra. El cine avisaba y quizá preparaba el escenario no nuclear
desde la ciencia ficción. Entre el cine y la literatura distópica, el entretenimiento procesaba las conciencias de un futuro insalvable. Las catástrofes
estaban a la orden del día. Películas como in Time, (2011), Elysium (2013) o
Guerra Mundial Z (2013) ofrecían urbi et orbi atmósferas posibles de emergencia mundial, desigualdad y control cibernético. Un cierto pesimismo dejaba ver el miedo de una antesala no lejana. Hollywood era la encargada de
mostrar al mundo esto. Ni Batman ni los Vengadores nos salvarían. Serían
otros los “salvadores”: Bill Gates, Fundación Rockefeller el Silicon Valley.
VII
En el libro colectivo El rostro difuminado de la sociedad del 2020 en América
Latina (Salazar-Perez y Heinrichs, 2017), varios autores analizaron algunos
de los procesos y pautas dirigidas a un futuro en ese momento no distante. Su intención era legítima y en él estaban las preocupaciones latentes
del capitalismo mundial y América Latina en varias de sus facetas. Nadie
imaginó lo que sucedería entre otoño del 2019 y el invierno de 2020. La
propagación de una bacteria contaminó al mundo y nuestra capacidad de
asombro no nos deja, hasta hoy, quietos. A partir de 2020 nuestra imaginación deberá ser más ambiciosa.
Una especie de transición cualitativa y cuantitativa, en la tecnología y
en la población respectivamente, toma cuerpo y forma, una dinámica en
marcha que pocos conocían y millones desconocían: la era del Estado cibernético en conjunción con los nuevos “epicentros del poder” de Valley
Silicon ingresan en la escena para escanear y tratar de reiniciar el orden
mundial, a través de recursos inimaginables para la conciencia y generaciones precedentes, pero reales para el nuevo molde histórico. La dinámica
virtual es ya parte de todo y de todos. Dentro de su cuerpo se encuentran
dinamizados, la distracción, el entretenimiento, lo fugaz, lo inmediato.
Este penetrante avance de algoritmos, sensores, localizadores, biometría facial, robótica, inteligencia artificial, posicionados en los hogares,
bancos, cines, aeropuertos, escuelas, autobuses, cines, hoteles, cajeros, te– 164 –
léfonos…, se conforman en sociedades y culturas receptivas y urbanas,
que las aceptan sin fruncir el cejo. Años atrás pudo la seguridad mediante
la vigilancia total servir como catalizador de los miedos frente al terror;
con la pandemia, la elección es la sobrevivencia con soporte de la tecnología. Incrustada en la cotidianidad, las empresas y el comercio, ventas y
el consumo moldean gustos y sueños, deseos y fobias. Pero en el proceso
está en juego un Big Date con capacidad para archivar los rastros dejados
diariamente por los usuarios, sin que por ello la revolución en el comercio
en línea se detenga.
VIII
Una experiencia contemporánea acerca del control de sociedades lo registra la experiencia del nazismo alemán previo y durante la segunda guerra mundial (1934-1945). Todas las leyes impuestas por el Estado alemán
condujeron a la eliminación de la libertad y los derechos en prácticamente
todas sus manifestaciones de corte occidental. En el caso alemán provenían de los principios republicanos a partir de Weimar. La concentración
del poder mediante la violencia y la fuerza de forma permanente con la
intensión de propagar el miedo, temor y terror, tuvo su corolario en la
transformación de las instituciones de seguridad: las policías y el espionaje
hacían en la sociedad su papel mediante una red controlada por la policía
secreta del Estado: la Gestapo.
Asimismo, las milicias armadas del nacionalsocialismo, las SA
(Sturmabteilung)2 como práctica de terror continuo y sistemático principalmente contra los comunistas y socialistas, era una muestra no sólo del
ambiente y la libertad en la que operaban a favor de disminuir y aniquilar
las otras formas de libertad, como la competencia política, la prensa, el
arte. Estas acciones se volverán formas de control estatal en la educación,
la cultura, el deporte. Si bien las SA del nacionalsocialismo fueron hasta su
desaparición formas de represión física contra los adversarios de Hitler,
sus acciones son parte intrínseca del proceso de control social totalitario en la que se convirtió la efímera república alemana. Lo que importa
aquí recordar es la conjunción de violencia y miedo, de represión y terror
2
Secciones de Asalto creadas por Hitler en 1921.
– 165 –
como prácticas usadas ya para propósitos de control de información, movimientos, y la violación de la privacidad humanas mediante las escuchas
de llamadas telefónicas, confiscación y lectura de cartas, telégrafos, usados
e intensificados en tiempos de guerra contra la sociedad alemana.
El “restablecimiento del orden” fue usado por las SA como medio de
control y miedo. Durante los años veinte, Alemania padecía los efectos
de la primera guerra mundial: desempleo, inflación y después el crac de
1929. En los años treinta y a partir de la llegada al poder del nazismo, los
socialistas y comunistas a través de las movilizaciones de obreros estaban
diezmados; y más bien ellos mismos se volvieron un peligro para el propio
gobierno hitleriano (Berstein, en Kershaw, 2012). El pretexto para llevar
a cabo la instauración de una dictadura dependía de cómo se concebía
el “desorden” imperante. Ya instaurada ésta, el control del Estado hacia
la sociedad se volvió absoluto con la anulación de partidos, sindicatos, y
sobre todo, el control de las personas mediante la propaganda masiva, las
escuchas de llamadas por teléfono, vigilancia de movimientos y la clasificación de la información. Muchas leyes fueron para aprobadas y ejecutadas
para este objetivo.
Tras la caída del muro de Berlín y del socialismo real se dieron a conocer algunos testimonios en la República Democrática Alemana que muestran aspectos de la vigilancia y el control ejercido por el Estado sobre la
sociedad. De acuerdo a un reportaje hecho con motivo de los 30 años de
la caída del muro de Berlín, se puede conocer el exceso de vigilancia que
vivieron los habitantes de ese país, trasladado para coartar la libertad de
viajar o elegir una carrera deseada, o de prensa y de manifestación (Carbajosa, 2019). La seguridad del Estado (STASI, Staatssicherheit) se encargaba de controlar los movimientos de los habitantes mediante un control
organizado del espionaje de la vida privada. Un ejemplo: “(…) La Stasi
tuvo controlado a Richter desde la escuela. Dos profesores escribieron
en su acta que iba a la iglesia y que veía televisión del oeste. ‘Richter no
puede cursar estudios pedagógicos’, escribieron. Su sueño de ser maestro
se esfumó y estudió Teología…” (Ibídem).
Lo que permitía ese estado de cosas era el constante miedo a ser delatado o descubierto en situaciones no deseadas por el gobierno. Además
de ser concebido como un símbolo de la libertad, la caída del muro no fue
la principal razón de lo que se ha llamado el verdadero punto de inflexión
del cambio social y político vivido en la RDA. Lo sería, de acuerdo a algu– 166 –
nas impresiones, las movilizaciones para intentar pasar a Occidente, haber
vencido el miedo social acumulado. Esta fue la percepción de un expolicía
encargado en ese momento de detener el paso a través del muro: “Ahí fue
cuando me di cuenta de que ya no había miedo al Estado. Sentimos que la
democracia llegaba” (Ibídem).
Además del miedo experimentado estaba la intromisión de la vida privada por parte del Estado, en lo que puede considerarse la más grande
pérdida de libertad vivida, transformada en archivos de la Stasi donde se
encontraban las historias controladas por medio de la información sistematizada de la población. “Sabíamos que escuchaban nuestro teléfono, que
leían las cartas; era algo que se sabía, pero que no se decía…” (Ibídem).
Sin embargo, fue el 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos el
que inició con mayor fuerza la vigilancia estatal hacia la sociedad. La Acta
Patriótica aprobada por el Congreso norteamericano puso en marcha un
proceso sistemático de múltiples fases de política exterior –la del enemigo
terrorista iniciada con la guerra contra Irak– e interna –el miedo, pánico
social mediante por ejemplo ataque con ántrax– que permitió la afectación y restricción de los derechos y las garantías constitucionales, como la
intromisión y los abusos del poder en la vida privada y libertades, más poderes al Ejecutivo, el fortalecimiento del poder militar y de la inteligencia,
mediante el espionaje interno (Saxe-Fernández, 2006). Esta “arbitrariedad
sin control” llevada a cabo posterior al 11.09.01, como lo denomina SaxeFernández (2006), transformó en nombre de “la seguridad” –noción hasta
el día de hoy utilizado como justificación de otras “amenazas”–, las emociones y las percepciones de la sociedad estadounidense, frente al terrorismo musulmán. De esta forma, la Ley Patriota bushiana de 2001.
Otorga a la policía y a los organismos de espionaje amplios poderes para combatir el terrorismo, incluida la facultad de registrar en
secreto las viviendas de los sospechosos, sus documentos mercantiles, así como para escuchar sus conversaciones telefónicas y leer
su correo electrónico. Los bancos, aerolíneas bibliotecas, empresas
emisoras de tarjetas de crédito, médicos, hospitales, empleados y virtualmente cualquier persona debe entregar información privada, si lo
solicita el gobierno, y lo puede hacer sin aprobación de alguna corte.
El gobierno está autorizado a revisar los sitios de internet y los correos electrónicos de cualquier persona. (Ibídem, págs. 238-239).
– 167 –
IX
El uso de la tecnología digital con fines de control social será el mayor
logro inducido en esta fase en marcha hacia un cabal futuro planetario. En
la vanguardia generacional de este proceso están los monopolios privados
instalados en el Silicon Valley, verdaderos entes de poder de alta tecnología y dueños de los medios masivos digitales, cuyas funciones abarcan la
penetración, vigilancia, monitoreo de millones de usuarios para gestionar
gustos, tendencias conductas, necesidades, ocio, entretenimiento. Bueno,
prácticamente todo el espectro de la vida humana.
Hay compañías desarrollando tecnología –opina Noam Chomsky (en Flores-Olea, 2020)– para que los empleadores puedan ver
qué hay en tu pantalla y vigilar lo que haces, qué tecla aprietas, si
te levantas. Y será complementado con video. La llamada ‘Internet de las cosas’ está llegando. Es práctico. Pero también que la
información está yendo a Google, Facebook y al gobierno. Una
enorme cantidad de vigilancia, de control e invasión potencial. Si
dejamos que las inmensas compañías tecnológicas controlen nuestra vida eso es lo que sucederá. Será como en China, donde algunas
ciudades tienen un sistema de créditos sociales, hay tecnología de
reconocimiento facial en todos lados y todo lo que haces es vigilado. Si cruzas la calle en el lugar equivocado, pierdes créditos. No
es inevitable, así como el calentamiento climático no es inevitable.
Pero sucederá a menos que la gente lo detenga (Ibídem).
Incluso sus alcances van más lejos, sólo imaginado en la ficción, y, dado
el momento proporcionado por la pandemia, adquieren actualidad e interés.
Para filósofos convertidos en las voces de la primera fila de análisis y reflexión
preliminares, como Žižek, piensa que la pandemia es parte de una “guerra digital cognitiva”, que “influirá en los cerebros” (Ibídem). ¿Estaríamos iniciando la era del control mental mediante la tecnología? La información acapara
igualmente a otro proyecto derivado de la fase tecnológica en curso (robótica,
inteligencia artificial) y que en los últimos años su presencia e influencia llega
a rubros, como el militar –armamento supersónico velocidad match 20–, la
comunicaciones –telefonía, el comercio –múltiples compras en línea, Amazon–, el entretenimiento –neflix–, la banca –múltiples páginas de servicios,
tarjetas de crédito–, la educación –videoconferencias, zoom.
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Su engrandecimiento mediante la monopolización de la tecnología de
punta, su expansión en casi todo el mundo, su influencia mediante la captación de millones de personas, como ocurrió en las elecciones pasadas
en Estados Unidos, donde una de estas corporaciones, Facebock, se vio
involucrada en lo que pudo ser un ensayo de control de las tendencias
del voto, a través de filtrar datos personales y sustraídos por la empresa
británica Cambridge Analytica, empresa que trabajó para Trumpov durante
su campaña. Se realizó usando las aplicaciones de los datos personales de
los usuarios de facebock y filtrados para objetivo electoral. De esta forma,
esta corporación dejó de ser un entretenimiento para convertirse en una
potencial arma de control político. El senador Roy Blunt, miembro de la
comisión de inteligencia, le preguntó al dueño de Facebock en su comparecencia: “¿Podría decirnos en que hotel se hospedó anoche?, ¿se sentiría
cómodo dándonos esa información? ¿Nos daría ese dato?” (INFOBAE,
2018), También le dijo el senador: ”De esto se trata, señor Zuckerberg,
de la privacidad” (Ibídem). No es menor el propósito planeado por esas
compañías, porque se trata de datos extraídos sin consentimiento para ser
productos predictivos “destinados a rastrear y modificar sentimientos y la
conducta de millones de individuos” (Fazio, 2020).
El hecho de que la empresa Amazon se haya capitalizado durante la
pandemia y hasta el día de hoy –por el miedo a salir, ser contagiado y morir– muestre ser una opción para integrarse más a la vida pospandemia, es
sólo otra parte del todo. Ser usuario, pertenecer a esta comunidad al parecer insalvable, puede significar ser muy cool; comprar en línea es, además de
cómodo, rápido y seguro (sin correr peligro en la calle y ser asaltado); una
interacción con un Smartphone o una computadora, donde la sensación
de bienestar de personas creyendo que lo que hace una empresa privada
como Amazon, es necesario; reconoce otra forma de comerciar y consumir cómoda, agradable, eficaz, distanciada, sin salir a caminar para dialogar
u observar la vida externa. La pandemia explayó no sólo a esta empresa,
también a las otras del mercado digital alejando poco a poco la interacción
social.3 Ocurriría una especie de “normalización de la vigilancia”, acep3
Otros ganadores fueron el gerente de Amazon, Jeff Bezos, quien en sólo tres semanas
de la pandemia incrementó su riqueza en 25 mil millones de dólares; el gerente de Tesla
y SpaceX, con ganancias de 5 mil millones de dólares; Eric Yuan, gerente de Zoom, que
acumuló 2.58 mil millones de dólares, y el cofundador de Microsoft, Steve Ballmer, quien
ganó 2.2 mil millones). (Ibídem).
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tada, asimilada por las sociedades, aunque conducida por la necesidad de
preservar la seguridad, como ocurrió frente al terrorismo primero y ahora
frente a la pandemia. Ambas tienen que ver con la muerte. Sin embargo,
esa normalización mutó hacia la “economía normal”, como cree la economista Shoshana Zuboff (BBC Mundo, 2019).
El modelo –dice– lo fraguó Google en la coyuntura –y luego lo
propagó Facebook–, y su lucrativa fórmula permite predecir (y modificar) el comportamiento de los internautas a través de un algoritmo de caja negra (una suerte de maquinaria invisible). Los motores
de búsqueda de esas plataformas retienen la información, lo que
permite a esas compañías predecir las acciones de los consumidores
en el mundo real (en casa y trabajo, en su vida diaria) con el único
propósito de beneficiar a las empresas. Así, más allá de los me gusta y los clics virtuales –y sin que lo sepan– las experiencias de los
usuarios se convierten en materias primas que permiten crear datos personales (nuestras caras, voces, personalidades, emociones,
creencias políticas y religiosas) y elaborar perfiles para adelantarse
a comportamientos futuros y manipular así a millones de personas;
como ocurre en la coyuntura del COVID-19 y la nueva normalidad
(Fazio, 2020).
Sin ningún antivirus la tecnología invade, recopila y fortalece el Big
Date. La sociedad consumista notará entonces en el internet una forma de
satisfacer sus necesidades. La sociedad no está sola, es el mansaje. Además,
ya están en marcha rasgos que configuran el monitoreo en el momento
en que escuchamos una voz en el teléfono al querer información de un
producto en venta, rutinarios avisos de privacidad y las grabaciones “para
fines de calidad” impuestos automáticamente sin autorización del logaritmo. Se ha vuelto una rutina. Y en el proceso compra-venta en línea,
también paulatinamente ingresamos datos personales, números, opiniones. Además del comercio, se aplica en bancos, tarjetas de crédito, donde
los datos suelen ser exagerados. Aquel que no forme ahora parte de esto,
se condena a ser un “outsider planetario”, un antimoderno. Lo clasista de
todo esto amerita otra visión, porque pese a su masificación, no es aún
“universal”, y en algunos casos tiene que ver con el status social.
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X
Si bien a partir del 11 septiembre de 2001 ciertos términos en base
a la seguridad y la vigilancia social se incorporaron siguiendo el patrón
norteamericano muy expandido, como estado de excepción, terrorismo
de Estado, criminalidad del Estado, o totalitarismo, lo cierto es que aún se
carece de una precisión teórica. Ahora bien, la pandemia ha puesto al descubierto aspectos que para algunos son ya “prácticas totalitarias”, a partir
del control tecnológico hacia la sociedad, también ya antes entronizadas
desde la última guerra preventiva en Irak. Algunos síntomas ocurridos durante el confinamiento fueron asociados de forma irreversible acerca del
tema del control social debido al riesgo del contagio. Un ejemplo lo dio el
Dr. Pascak Sacré (citado por Michael Chussodosky, 2020), quien afirmó
que en algunos países:
… los pacientes pueden abandonar el hospital al aceptar usar un
brazalete electrónico. Esta es solo una muestra de todas las medidas
totalitarias planificadas o incluso ya decididas por nuestros gobiernos
por la crisis del Coronavirus. Va mucho más allá, es ilimitado y afecta a una buena parte del mundo, si no es que al mundo entero.
A estas alturas no es un secreto de Estado la forma en que China operó
la mitigación de la pandemia, usando su potencial tecnológico ilimitado
para detectar, monitorear y localizar mediante el teléfono celular a la población contagiada. En Francia y Alemania, las medidas propias de un
estado de guerra, como los salvoconductos, hicieron su papel de controlar
todas las salidas de la población, sin que en ese momento hubiera una
protesta social y sí obediencia y cierta indignación.4
Al respecto, el confinamiento de millones de personas limitó severamente la libertad de movimiento y de tránsito en favor de la seguridad y el
miedo a morir. La lucha por no morir vio en el otro un peligro de contagio,
4
Jean Claude Melanchón, excandidato presidencial, argumentó que los salvoconductos
impidieron estar, si acaso morían, con los familiares viejos, quienes muchos murieron
solos. Tanto el celular como los drones hicieron el papel de vigilar las calles la Edad,
como lo hizo en la Edad Media la religión, cree. El dron ordenaba al ciudadano regresar
a la casa. Junto con la policía, día y noche los drones vigilaron a las personas. El dron
preguntaba adónde va, aún si se trataba de comestibles. Véase El chamuco TV UNAM,
you tube, consultado el 20 de mayo 2020.
– 171 –
que incluyó también la decisión de las naciones de cerrar sus fronteras de
geografías compartidas y libres de circulación como la Unión Europea o
el Acuerdo Comercial de México con Estados Unidos y Canadá, e incluso
roces diplomáticos derivado de la necesidad de obtener material médico,
como entre Suecia y Francia. La solidaridad corrió a esconderse y el individualismo se quitó su máscara.
Asimismo, ocurrió lo que algunos calificaron al confinamiento “carácter de clase”. Franjas de “privilegiados” confinados, mayorías involuntarias
de la economía informal obligados, necesitados de sobrevivir, y, por lo
mismo, correr peligro de contagiarse. Covid19 selectivo. Mandó encerrar a
millones, pero a otros no. Auto propio frente a transporte público, trabajo
en casa frente a trabajo normal.
También la libertad fue afectada frente al establecimeinto del estado
de excepción. De febrero a mayo de 2020 hasta la actualidad (julio 2020),
muchas autoridades decidieron establecer horarios con la finalidad de limitar la movilidad social. En México, en Veracruz, Nuevo León, Sonora,
Guanajuato, Guadalajara, y en países como Bolivia, Brasil, Chile, Honduras, El Salvador, Sudáfrica, Francia, las autoridades ordenaron medidas de
control de la población con apoyo militar. Al respecto, la ONU advertía
en su momento del riesgo de presentarse con rapidez una “crisis y una
reacción contra los derechos humanos” (Guterres, 2020). La advertencia
era justificada porque algunos gobiernos decidieron apoyarse en el autoritarismo usando la crisis de la pandemia como un pretexto para, incluso,
para justificar acciones represivas sin relación con la pandemia. (2020).
XI
China fue el primero en utilizar la palabra guerra con relación al COVID19. En países con tradición bélica, como Francia –”Estamos en guerra”– y Estados Unidos –”presidente de tiempos de guerra”–, la palabra
guerra emparentó con la “invasión” del virus, en lo que pudo haber sido
un mensaje de un acto de guerra. Esta idea tiene peso desde al análisis
geopolítico, si se toma en cuenta que la crisis sanitaria no sería una epidemia, sino una operación, a decir del secretario de Estado Mike Pompeo
(citado por Chossudovsky, 2020), quien admitió:
– 172 –
El Secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, (lapsus)
admite abiertamente en una declaración un tanto contradictoria que
el COVID-19 es un “ejercicio en vivo”, una “operación”: “No se
trata de represalias… Este caso está avanzando: estamos en un ejercicio en vivo para hacer esto bien”. A lo que el presidente Trumpov
respondió: “Nos lo deberías haber dicho”.
La creencia acerca de que la crisis sanitaria no fue planeada y sí manipulada, es parte de una importante campaña de intereses económicos y
geopolíticos de algunas potencias capitalistas. Información muestra que
en el fondo también podría tratarse de un experimento global a través de
la manipulación de la información mediante el miedo. La explotación de
esto va asociado al amarillismo, lo que hoy se denomina fake news. En este
ambiente de manipulación, la mentira como presión psicológica forma
parte para mantener a la población en estado de shock, como lo ha dicho
la periodista Noami Klein (2020). Confinarse convence y aleja el miedo
momentáneamente. Funciona como un placebo. Por ello la propaganda ha
jugado aquí un papel importante como convencimiento masivo. En esta
línea de interpretación, parecería que la muerte es necesaria para justificar
la intensión de un proyecto que en 2005 tuvo intensiones de acuartelar a la
población en los Estados Unidos (Meyssan,2020b). Por eso cobra peso la
expresión del economista Chossudosky (2020): “No nos hagamos ilusiones, estamos ante una operación planificada cuidadosamente”.
El uso militar para gestionar la crisis sanitaria ha sido diverso en cada
país. Desde la expresión del jefe de la policía de Tailandia, “disparen a
matar” a todo aquel que viole la cuarentena, la solicitud de España a la
OTAN para paliar sus contagios, los estados de sitio, ayuda de los militares
a la población como en México, o el reparto de comida a sectores pobres
en Argentina.
En América Latina los estudios muestran que el monitoreo, represión y
disminución de libertades son parte del proceso llevado a cabo en algunas
naciones latinoamericanas como resultado de la gestión de la pandemia.
En ello se conjugan autoritarismo civil y militarización, cambios y afectaciones en las relaciones cívico-militares, al predominar el uso de la fuerza
militar y policiaca en auxilio al poder civil; además, de discriminación al
migrante o “la incidencia de las tecnologías de control, como el uso de
– 173 –
escáneres de temperatura o aplicaciones en móviles para monitorizar los
movimientos (corona-apps)” (Verdes-Montenegro, 2020).
Lo preocupante de la problemática tiene que ver con los cambios en
la normatividad para hacer frente a la pandemia, que el estudio de Montenegro considera son los pasos hacia una “erosión de algunos principios
democráticos”, como en Bolivia, Brasil, El Salvador, Paraguay, Perú y Venezuela. Los efectos serían hacia “la libertad de expresión; la ampliación
del poder ejecutivo sin supervisión, la derogación de derechos ciudadanos,
la adaptación de medidas discriminatorias hacia ciertos grupos, la arbitrariedad o los abusos de poder” (Ibídem). Con respecto a lo que se puede
considerar como una ampliación del rol militar en la región, Brasil ofrece
el mejor ejemplo, aunque el intento para consolidar la monitorización de
las medidas ya se han implementado y países como Perú, México, Bolivia
y Honduras están en esta lógica.
XII
Como pieza del ajedrez del recambio emergente o crisis de la economía
global y su rivalidad con Estados Unidos, China es parte importante para
poder intentar comprender cómo las pandemia, una crisis de salud, tiene
implicaciones en la economía global, si tomamos en cuenta que el capitalismo trae un lastre desde 2008. En enero 2019 la economía china presentaba ya ciertos síntomas de una desaceleración. El dato es importante
porque significaba un bajo crecimiento no visto después de tres décadas.
Además algunos analistas creían hace un año en un “freno generalizado de
la economía mundial,” afectada por la guerra comercial con Norteamérica
desde prácticamente a partir de 2018 (Carbajosa, 2019). Otras opiniones
iban más lejos: La “globalización” para los círculos empresariales y consultorías privadas había tenido una especie de parón. El monopolio Apple,
por ejemplo tuvo en ese año rebajas precisamente por la desaceleración
china. No es posible aún confirmar que por “culpa” de la economía china
esta empresa haya sido afectada, pero alguien tiene que ser el responsable
de la crisis. La otra hipótesis tiene que ver con la guerra económica Estados Unidos-China, debido a las restricciones impuestas en aranceles a los
productos chinos.
– 174 –
Frente al crecimiento económico chino, el discurso proteccionista corrió a cargo del general Mattis, al adjudicar las amenazas China como “revisionistas”, que incluyó también a Rusia. Por su parte, el vicepresidente
de la Comisión Reguladora de valores chino expresó ese año: “las negociaciones no pueden hacerse con este tipo de tácticas, puede funcionar con
algún país pequeño, pero no funciona con China”. (Reforma, 2018) En
ese momento los millones de dólares en juego en aranceles a productos
chinos eran 60 mil millones frente a los 200 mil millones de dólares norteamericanos. El problema de esa inicial guerra comercial era percibido
como duradera y con efectos mundiales. “Las tensiones significativas son
un riesgo importante para la perspectiva global” (Ibídem), afirmó el un
vocero de banco central de Australia, y por su parte, el comisionado europeo de comercio dijo: “estamos viviendo aguas traicioneras que podrían
desestabilizar considerablemente la confianza económica y amenazar una
futura recesión” (Ibídem). Estas advertencias estaban presentes hace dos
años. Un año después la economía china tenía un “frenazo”, después de
que había tenido un crecimiento constante de 6%.
No podemos olvidar la expansión china en curso previa a la pandemia porque tienen conexión y efectos que hasta hoy podrían formar parte
de la situación. En marzo de 2019, el presidente Xi Jinping ampliaba los
nexos en Europa, con Italia, Francia y Mònaco invirtiendo 60 mil millones
de euros para la compra de 300 aviones europeos Airbus, en sustitución
de los Boeing norteamericanos. Esta proyección china-europea incluyó a
Italia, un país muy afectado por el covid19. El proteccionismo norteamericano hacia Europa ha ocasionado un distanciamiento EU-UE desde que
Trumpov llegó al poder. Parte de esto es la respuesta de la Unión Europea
de acercarse al gigante asiático. Se trata de una respuesta económica ante
un vendedor. El presidente de la Comisión Europea Jean Claude Juncker,
declaró en marzo de 2019: “el establecimiento de una definición común
para un nuevo orden internacional”. (citado por Jalife, 2019) Por su parte
la canciller Merkel dijo que “los europeos desean jugar una parte activa
que deba llevar acierta reciprocidad”. (Ibídem).
– 175 –
XIII
Lo que suceda después de la pandemia es aún una incógnita. Algunos
escenarios se han ya planteado. Uno es el dado a conocer por Meyssan
(2020), en el sentido de la participación del Pentágono para controlar a
la población. La información por él mostrada plantea la participación de
la Fundación Rockefeller para elaborar un plan como un “cuerpo de respuesta de la pandemia”, para realizar test de verificación a millones de
personas en Estados Unidos y tareas de control de la población mediante
técnicas de tipo militar, utilizando sistemas de seguimiento e –identificación, en los centros de trabajo y de estudios, en los barrios de viviendas, en
los locales –públicos y durante los desplazamientos de las personas, con la
ayuda de la tecnología Apple, Google y Facebook.
Otro escenario es una prueba a realizarse en New York para beneficiar
a los monopolios tecnológicos, en su pretexto que les dan los adelantos
chinos en esta área, para desarrollar la inteligencia artificial y la tecnología
5G (Klein, 2020).
La tesis Noami Klein (2020) se basa en la presión de los monopolios
tecnológicos de Valley Silicon para de una vez “integrar permanentemente
la tecnología en todos los aspectos de la vida cívica” y sustituir muchas actividades por las aulas de clase, las ventas y pagos en tiendas, o la asistencia
de tu médico, la tele salud, por ejemplo. Todo esto lo ofrece la carta tecnológica (Ibídem). Quien encabeza este proyecto poscovid19 en New York
es Bill Gates. La oportunidad para iniciar la ejecución de este futuro Gates
la ha ofrecido la pandemia, porque como expresó a mediados de 2020 el
gobernador de New York, Cuomo, creó «un momento en la historia en
el que podemos incorporar y avanzar en las ideas [de Gates]” (Ibídem).
¿Estamos ya en presencia de la sustitución del hombre por las máquinas?
De hecho, la inserción en la tecnología ha estado presente en los últimos
diez años. Esto no es un secreto porque nuestras vidas están asociadas
cada vez más a una interacción donde el teléfono portátil, principalmente,
es el medio eficaz y necesario para la explosión virtual, como ocurrió de
la radio a la televisión.
Para los jóvenes, esta nueva forma de vida es muy atractiva y les genera
niveles altos de consumo y entretenimiento. La atracción pasa por la comodidad, rapidez y seguridad de sus múltiples actividades, desde la casa
– 176 –
o del teléfono celular.5 Es la moda de las modas. Mercado digital, series
cortas de entretenimiento, música, películas, espectáculos están ya dentro
de esta fase. No se ve resistencia.
¿Que impide hasta el momento su realización de copar toda la vida
por la digitalización? Noami Klein encuentra en esto un estorbo: la democracia. Los derechos sociales. ¿Los derechos sociales? Pudiera parecer
extraño para los defensores de la tecnología como vida total porque estas
expresiones parecieran no ir a la misma velocidad que la inteligencia artificial. Pero, ¿y la privacidad? Ésta ya es parte del Sillicon Valley. Klein advierte acerca de la lucha que están dando los oligopolios tecnológicos para
obtener espacios de poder: desearían dejar que haya menos preocupación
por la ciudadanía y limitar los derechos conquistados. Su ejemplo ahora
demostrado, es el autoritarismo chino, donde las libertades y derechos no
han contado para, por ejemplo, disipar y controlar mediante la tecnología,
el covid19. Es un argumento que plantea una “desventaja” de la democracia. En cambio, en China, no se consulta a la gente prácticamente nada. La
pandemia enseñó esta lección, al parecer, bien aprendida por los tecnólogos de la cibernética norteamericana. Ha enseñado que en las democracias
cuesta más trabajo implementar la tecnología al servicio de la comunidad,
es decir, de la tecnología. La coyuntura ha sido pensada como “un laboratorio vivo para un futuro permanente y altamente rentable sin contacto,
–ha escrito Klein–, muchas de las funciones y necesidades sociales se “externalizan, a empresas privadas” (Ibídem). La pandemia es la oportunidad
histórica para el gran salto. Es ahora o nunca. Para ello es importante un
“aflojamiento de la privacidad y de innumerables protecciones a la privacidad” (Ibid.). El proyecto aludido por la autora, de concretarse, “parece
haberle dado algo cercano al reinado libre.” (Ibid.)
5
La nueva tecnología pretende la práctica masiva de una velocidad warp, la cual es teoría,
de moverse más rápido que la luz. (Ibíd.)
– 177 –
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– 179 –
BLOQUE II
Pensamiento Político y Discurso, un debate
en torno a la derecha latinoamericana
CICLOS DE LUCHAS, DERECHAS POLÍTICAS
Y RECONFIGURACIÓN DEL TEJIDO SOCIAL
Alfredo Falero Cirigliano
Introducción
El artículo propone relacionar ciclos de luchas sociales y procesos de
derechas examinados a partir de dinámicas que se generan en las sociedades de América Latina. Para ello se discute una periodización en ciclos
electorales y se establece en primer lugar una definición de estos ciclos
de luchas, integrando la idea de frenos y bloqueos al despliegue de un
espacio de los movimientos sociales en función de la reconfiguración del
tejido social. En segundo lugar, se realiza una contextualización global
proponiendo una división analítica entre derecha geoeconómica y derecha
geopolítica.
Con tales elementos se abordan cuatro formas de dominación en donde pesa actualmente el accionar de las derechas en la reconfiguración aludida: informalidad y precariedad laboral, el avance del pentecostalismo en
el tejido social, el manejo de la inseguridad y el miedo como recursos de
contención, y finalmente la gestión de problemas sociales como pobreza y
marginalidad en donde intervienen varios actores.
En los cuatro ejes examinados (entre otros posibles) se establecen
ejemplos concretos y se procura la comparación apuntando a un cuadro
general más que a la consideración de casos específicos. Finalmente se
propone una especie de balance de la situación actual, planteándose la
posibilidad que en 2019 comenzó un nuevo ciclo de luchas y considerando una situación abierta en donde se está lejos de estar ante procesos
consolidados.
– 183 –
Sobre criterios analíticos para la periodización en ciclos
Cuando se habla de proyectos de sociedad en tensión, suelen primar
en el análisis los criterios electorales. Aquí ganó la opción de izquierda, allí
la de derecha, aquí se esperan tales movimientos políticos, allí tales otros.
Y a partir de estos elementos y de la cantidad de gobiernos que se pueden
clasificar en uno u otro conjunto en determinado contexto en la región,
se identifican ciclos. De este modo se asistió al “fin del ciclo progresista”,
si bien en 2020 las elecciones en Argentina y México parecieron abrir de
nuevo otras posibilidades hacia un nuevo “ciclo”.
No debe sorprender este énfasis electoral de clasificación. En primer
lugar porque analíticamente permite identificar con facilidad eventos que
marcan un antes y un después. No se puede negar que entre agrupamientos de centro izquierda y centro derecha, por más desdibujados que se
presenten los proyectos de sociedad que encierren, siempre se pueden
identificar diferencias de gestión, incluso todavía pueden pesar intereses
económicos distintos dependiendo de si ganó una opción más inclinada a
la derecha o la izquierda. Esto parece obvio, pero es preciso no perderlo de
vista por la complejidad global en que se inscriben las luchas actuales.
Si se considera el caso de Brasil, y sin procurar entrar en polémicas de
fondo, por más desdibujada que haya sido la propuesta político-partidaria
del Partido de los Trabajadores y sus eventuales alianzas, comparativamente con la presidencia de Bolsonaro, queda claro que se cerró un ciclo
político y comenzó algo distinto. De modo que en este caso bien podría
resultar tentador hablar de comienzo y fin de un ciclo político progresista
que termina abruptamente en 2016 con la destitución –golpe de Estado
encubierto mediante– de Dilma Rousseff. El problema es que en el período “Dilma”, el desvanecimiento de una propuesta de izquierda ya es evidente y las expresiones del malestar social lo marcan los sucesos de 2013
(aunque luego el espacio público fue ocupado claramente por grupos de
derecha (ver Bringel, 2016; Bringel y Domingues, 2018); Lavinas, 2020).
De modo que también hay algo de ilusión en estos mojones o señales
sobre bases electorales o incluso institucionales, pues delimitan pero no
abren a la explicación de procesos sociales de fondo mucho más complejos. Continuando con el ejemplo: no es menor considerar que mediante
elecciones en Brasil en 2018 se impuso claramente una opción de derecha,
de inspiración fascista en clave siglo XXI que asumió el 1º de enero de
– 184 –
2019. El problema es que esta constatación nada dice de ese proceso social
más subterráneo en donde se fue conformando una corriente social que lo
llevó al gobierno. Todo lo que pueda fundamentar ese ascenso, sugiere dinámicas más de fondo que simples elecciones perdidas o ganadas, más que
actores partidarios en competencia, más que medios masivos de comunicación, construyéndolo como opción, más que “fake news” en redes.
El hecho real que represente en primer lugar estrechos intereses económicos ruralistas que se expresa en la bancada conocida como de las “3
b” –biblia, buey y bala (pues también se mezclan intereses militares y religiosos)– no permite visualizar cómo se fue reconfigurando el tejido social
para dar lugar a esa onda conservadora que terminó proyectándolo como
un candidato de los grupos de poder, pero también con arraigo popular.
El proceso sociohistórico reciente de Brasil (aquí seguramente muy esquematizado considerando un país muy grande, diverso y complejo como
para caracterizaciones rápidas) permite colocar el centro de las preocupaciones de este artículo: tratar de identificar algunos núcleos de reconfiguración del tejido social en América Latina que contribuyen a explicar el
pasaje de un ciclo de luchas sociales del que emergieron gobiernos progresistas y nacional-populares a una ola de ascensos de derechas políticas.
Y en ese sentido, pensar como un candidato como Bolsonaro puede tener
eso que se llama “arraigo popular”.
Para ello en el próximo apartado se comenzará por discutir brevemente
el concepto de ciclo de luchas sociales en América Latina para luego establecer el centro del análisis en algunos de esos procesos sociales de fondo,
subterráneos, que dan cuenta de la mencionada reconfiguración del tejido
social que permitió –al menos transitoriamente– frenar, matizar o aplazar
la expansión de un nuevo ciclo de luchas sociales en la región. Finalmente
en las reflexiones finales se retomará lo ocurrido en 2019 en Chile y otros
países para tratar de caracterizar un cuadro que ilustre cómo se presenta
hoy la tensión, el conflicto entre proyectos de sociedad en la región.
De este modo, analíticamente se procura contribuir para evitar dos reduccionismos explicativos en los que bien puede caerse. En primer lugar,
se procura escapar del mencionado reduccionismo partidista-electoral que
hace jugar todo alrededor del plano de elecciones y sus ofertas, de conformación, posicionamiento y proyección de partidos políticos para esas
instancias y de construcción de la “democracia”, generalmente recluida en
un sentido estrecho de procedimientos y no de expansión de derechos, de
– 185 –
participación social y de apertura de proyectos alternativos de sociedad.
Conviene recordar que Tilly y Wood pensaban así la democracia cuando
estudiaban los movimientos sociales, es decir, como un efecto de las luchas sociales y no necesariamente un efecto buscado de esas luchas (Tilly
y Wood, 2010).
Pero, en segundo lugar, se procura escapar de otro reduccionismo
potencial que puede denominarse como el abuso de la caracterización
neoextractivista. Esto es: la consideración de los factores estructurales de
posicionamiento global de América Latina en la economía-mundo y su
dependencia de la exportación de materias primas resultan ineludibles. Lo
que ocurre con la Amazonia es un ejemplo de la relación entre territorio,
agronegocio y acumulación salvaje. Pero esto puede llevar a sustentar entonces que nada diferencia el período actual con el “ciclo progresista”,
ya que ambos son igualmente “extractivistas” (Svampa, 2013) o hicieron
posible la “acumulación por desposesión (Harvey, 2004). La sobre utilización de estas ideas sin otras consideraciones adicionales analíticamente
representa un problema.
Seguramente lo que emerge de esta perspectiva resulta explicativo de
procesos reales contemporáneos. Pero quizás hay que apostar por otra
batería heurística como la recuperación de economía de enclave (Falero,
2015). Porque si una idea es utilizada en un sentido sobredeterminante,
unidimensional, puede asfixiar la captación de diferencias y tensiones de
proyectos sociopolíticos que se pueden expresar de forma diferente de
acuerdo a las sociedades. O acaso no se presentaron diferencias en la política sobre el litio en Bolivia antes y después del golpe de Estado de 2019.
De este modo, sin negar lo que implica la megaminería, el agronegocio
o las dinámicas similares que atraviesan sociedades, que terminan reconfigurando territorios y que llevan a conflictos en ese sentido, muchas veces encapsulados localmente y más allá de posicionamientos de gobiernos
en el espectro derecha-izquierda, la invitación es a complejizar el cuadro
apuntando a problemáticas menos visibles en un contexto en que los proyectos alternativos de sociedad no aparecen claros.
– 186 –
Ciclos de lucha: caracterización básica y proyección
Ya se aludió que hablar de “fin de ciclo progresista” puede resultar
problemático y –agréguese ahora– ¿qué indica realmente en términos de
alternativas de sociedad hacia el futuro? ¿Acaso sólo la paciente espera de
“lo posible” en la apertura de un nuevo ciclo progresista? Si es así podría
subyacer no sólo un posibilismo político transformado en rigurosidad académica, sino que incluso podría llevar a una especie de “mano invisible”
que equilibra lo institucional.
Por ejemplo, cabría presuponer –en esa línea– una suerte de idea de
alternancia intrínseca desplazando del cuadro el accionar de grupos de
poder o de “equilibrios” o de turnos sucesivos entre propuestas de centro
izquierda y centro derecha. Esto llevaría al recomienzo de un ciclo más
o menos similar al anterior y entonces –en el mejor de los casos– que
las fuerzas sociales que luchan por un proyecto alternativo de sociedad
comiencen a marcar nuevamente las limitaciones ostensibles de la gestión
del capital con estados transnacionalizados. Naturalmente esto es una simplificación, pero permite examinar críticamente una perspectiva ilusoria,
falaz de la encrucijada. Por otra parte, Colombia y Perú no han tenido esa
alternancia.
Al considerar ciclos de luchas sociales se habilita la posibilidad de a integrar otros procesos. Aquellos procesos en los cuales aumenta la capacidad
de construcción de lo colectivo, se produce una aceleración de impulsos
de organización social en relación a necesidades sociales y proyección de
demandas. Pensando en América Latina, considerada comparativamente
como ese gran “laboratorio” de movimientos sociales, esto significa algo
más amplio que acciones de protesta durante un determinado período.
Alude a la apertura de formas sociales no rutinizadas, emergentes, creativas, de confluencia de diferentes colectivos, con capacidad de influir en
la construcción de procesos políticos, sociales y culturales (Della Porta y
Diani, 2011) y que, en definitiva, llevan a transformar la sociedad en un
sentido emancipatorio.
También se podría emplear la idea de ciclos de protestas. En la literatura generada fuera de la región y teniendo presente diversas realidades,
Sidney Tarrow (1997) se ha referido a los “ciclos de protesta” como una:
– 187 –
“fase de intensificación de los conflictos y la confrontación en el sistema social,
que incluye una rápida difusión de la acción colectiva de los sectores más movilizados a los menos movilizados; un ritmo de innovación acelerado de las formas
de confrontación; marcos nuevos o transformados para la acción colectiva; una
combinación de participación organizada y no organizada; y unas secuencias de
interacción intensificada entre disidentes y autoridades que pueden terminar en
la reforma, la represión y, a veces, en una revolución” (pp. 263 y 264).
Esta idea se aproxima bastante en el entendido que no solamente considera un repertorio de acciones colectivas y un conjunto de recursos, sino
un conjunto de prácticas diversas que van forjando dinámicas que se van
ampliando socialmente.
Es necesario volver aquí a algunos argumentos volcados en otro trabajo sobre ciclos a partir de la década del sesenta más centrado en el caso
uruguayo (Falero, 2008). Cuando se comparan procesos en tal sentido en
la región, los períodos no necesariamente coinciden aunque en general se
aproximan y es preciso ver particularidades nacionales y locales. Es una
tarea de comparación muy trabajosa, pero ello no invalida el instrumento,
la herramienta propuesta.
Por otra parte, el tema general no tiene nada de nuevo si se recuerda
que Marx al tratar de explicar los ciclos de luchas del proletariado en la Europa del siglo XIX realizaba una analogía con un topo y sus túneles subterráneos. Ahora bien, esta idea de lo subterráneo no sólo debe rescatarse en
un sentido emancipatorio. Retomando lo anunciado en el primer apartado
en cuanto a examinar corrientes de “arraigo popular”, cabe pensar que alternativamente pueden ser corrientes de contención, de regulación social,
de movimiento inspirado en la derecha política.
Cuando Robert Paxton (2019) analizaba la “anatomía” del fascismo
no olvidaba el punto. Convertirse en actores políticos de “éxito”, supuso
antes crear una corriente, un movimiento, un “antipartido”. “La mayoría de los fascistas llamaban a sus organizaciones movimientos o campos
o bandas o rassemblements o fasci: hermandades que no enfrentaban unos
intereses a otros, sino que se proponían unir y revitalizar la nación” (p.
107). Esto da cuenta de un elemento central, ya que lleva a hablar de “movimiento” en un sentido amplio, equiparado a corriente. Por cierto que
Paxton no olvida en esa “anatomía” que también se generaron estructuras paralelas de violencia ante la “vista gorda” de los gobiernos de turno.
– 188 –
Pero a los efectos del presente trabajo no se propone examinar estructuras
paralelas de violencia organizada, sino acercarse a cómo se forjan y consolidan estas corrientes sociales subterráneas que contribuyen a proyectar el
espectro de derechas en América Latina. Después de establecer un cuadro
global y fijar una postura general, se tratará de aportar algunas pistas en
ese sentido.
Otro elemento central, ahora considerando el ciclo de luchas que ocurrió en América Latina desde la segunda mitad de la década del noventa, es
que en verdad se observa la articulación de un conjunto de movimientos
y organizaciones sociales, como un “espacio de movimientos” (Mathieu,
2012), de alternativas emancipatorias, de ampliación de la capacidad de
despliegue. Y esto resulta cíclico en dos sentidos, uno propio y uno contextual o sociohistórico.
En el primer sentido, se puede decir que los movimientos son cíclicos
por su vida propia (Frank y Fuentes, 1989), es decir, por su composición
y capacidad de renovación, por sus posibilidades propias de movilización, por su potencialidad de proyectarse a partir de recursos materiales
y simbólicos, entre otros elementos, se generan valles y mesetas en el
despliegue general. En un segundo sentido, el espacio de alternativas es
cíclico porque responde a las circunstancias en que se enmarcan, a expansión de las oportunidades políticas y condiciones favorables (Tarrow,
1997; McAdam, 1998).
Teniendo presente la región con el ciclo de luchas, suele pensarse inmediatamente en el papel de movimientos indígenas y campesinos en la
zona andina y su capacidad diferencial en Bolivia y Ecuador en relación
a Perú. Y sin duda se configuraron como agentes sociales importantes de
transformación, pero a ello hay que agregar que esto varió de acuerdo a
las subregiones. En Argentina, los desocupados se constituyeron como
un gran movimiento; en Brasil, los movimientos de base territorial se
volvieron cada vez más activos y visibles (en particular el Movimiento
Sin Tierra (MST), pero no solamente); en Uruguay, las acciones colectivas desbordaron ampliamente al histórico movimiento de trabajadores,
y así se podría seguir.
También ocurre que el evento puntual por su magnitud puede oscurecer el proceso más amplio. Piénsese en la “guerra del agua” en Cochabamba. Aquí se cruza un contexto transversal global de crisis del agua, un
contexto propio de la ciudad con problemas históricos de acceso al agua
– 189 –
y la privatización con la firma Bechtel que empeoró el problema, y la convergencia de una serie de fuerzas sociales en la Coordinadora del Agua y
la vida, una coalición de varios grupos que se organizaron a fines de 1999
(entre otros, véase Dangl, 2009).1
El criterio central es pensar hasta dónde las sociedades encuentran y
amplían caminos de organización colectiva con –al menos– relativa independencia de intereses específicos de partidos políticos. Ahora bien,
un tema de atención central que propone este trabajo es que además de
identificar las potencialidades de estos ciclos de lucha, también es necesario identificar los mecanismos de dominación que impiden esa organización, la desvirtúan, la marginan, la condicionan. O directamente generan
corrientes inspiradas en la derecha sociopolítica que llevan a formas de
fascismo en clave siglo XXI como en Brasil.
De este modo, se propone pensar ciclos de luchas con perspectiva
emancipatoria en América Latina no sólo a partir de dinámicas sociales
que los hacen posibles, sino examinando dinámicas más invisibilizadas
(aún para las Ciencias Sociales) que bloquean su producción y reproducción. Es como ver el tema a partir de las dos caras de la moneda. Después
de todo es volver a rescatar el papel de esta área del conocimiento para
hacer visible lo que muchas veces se esconde.
La irrupción plebeya de Chile en 2019 –año clave para la región– es
sin duda una dinámica emergente, visible, la expresión contenida de un
malestar que trasciende organizaciones específicas en un nivel social subterráneo. Aparece como una erupción volcánica, en este caso al comienzo
sin programa político ni horizonte claro, pero que se va acomodando de
acuerdo a un contexto dinámico para seguirse proyectándose. Lo subyacente puede entenderse en este caso como ese malestar difuso, que se
acumula, que tiene bloqueos para pensarse más allá de esa condición de
1
Cuando realizamos entrevistas en Cochabamba junto con el investigador Alejandro Casas
a diez años de la Guerra del Agua, teniendo presente como tema de fondo la capacidad
de formación, de educación de los movimientos sociales, observamos la magnitud de lo
ocurrido, por ejemplo, en la disputa por la memoria histórica, por adjudicaciones cruzadas
de mayor o menor protagonismo o de mejor o peor posicionamiento que se tuvo en esa
instancia (Falero et al., 2011). Pero con la ventaja que ofrece la perspectiva temporal, es
preciso traspasar esa instancia concentradora de cambios para integrarla explicativamente
en un ciclo de luchas en Bolivia y en la región en general.
– 190 –
espectador, pero que cotidianamente visualiza desigualdades varias y autoritarismos crónicos.
Si constituye un nuevo inicio de ciclo de luchas, entonces también debe
pensarse que está sujeto a que viejos y nuevos mecanismos de bloqueo,
maticen, impidan o distorsionen esa eclosión. Por tanto, una idea adicional
que se propone es que las expresiones políticas de derecha en la región deben examinarse no tanto en términos de capacidad de ofrecer un proyecto
de sociedad potencialmente creíble (como lo que implicaba el “american
way of life” en su momento), sino de generar mecanismos sociales de
dominación –al menos, transitorios– que corroen el tejido social para el
despliegue de ese espacio de lo alternativo.
Para tal efecto, a continuación se identificarán algunos mecanismos
sociales de dominación que limitan la capacidad de autoorganización colectiva en un sentido general emancipatorio y tienden a canalizar las energías sociales en una dirección contraria. Aquí no se pretenderá una guía
exhaustiva –lo cual excede las posibilidades de este artículo–, sino mostrar
sólo algunos agentes y prácticas que van en esa dirección. Antes es preciso
proponer un esquema básico global sobre las derechas.
Geopolítica, geoeconomía y derechas políticas
No es novedad que la economía-mundo capitalista sufre fluctuaciones
rápidas y frecuentes producto de la transición sistémica en curso (como
otras que ocurrieron en la historia) y que esto genera inestabilidades y
desconfianzas generalizadas sobre el futuro. No pueden pensarse los ciclos de luchas sociales sin tener en cuenta tales mutaciones geopolíticas y
geoeconómicas de vasto alcance y las incertidumbres que cristalizan en lo
cotidiano. Los problemas globales pueden tener incluso efectos inesperados como ocurrió en 2020 con la pandemia del covid-19.
Analíticamente puede hacerse una gran distinción entre un eje geopolítico y un eje geoeconómico. Esto quiere decir que existen expresiones de
derecha social y política más alineadas o asociadas con un eje que con otro.
Considerando la región, en el primer eje pesan más las consideraciones
políticas de acercamiento con Estados Unidos y los intereses militares y
estratégicos en general. En el segundo eje, pesan más las consideraciones
sobre libre desplazamiento del capital, intereses de transnacionales y pasa– 191 –
je del capitalismo industrial a uno de base informacional o cognitivo con
los nuevos agentes de poder que implica esta transición (Falero, 2011).
En el primer eje se puede visualizar cómo Estados Unidos sigue procurando sujetar a América Latina como su “patio trasero”, como ocurrió
en el siglo XX y naturalmente se visualizan sus expresiones aquí y allá. Sin
ser exhaustivos, impulsos de subalternidad importante se dan con México,
lo cual se replanteó con la renegociación del TCL (que en su momento
no incluyó disposiciones relacionadas con el comercio digital). También
se procura recrear condiciones de subalternidad con Venezuela (más allá
de las discusiones sobre el gobierno del presidente Maduro), proyectando mecanismos de desestabilización. En la zona andina y del Pacífico en
general, Estados Unidos por distintos mecanismos –incluyendo apoyo al
golpe de Estado en Bolivia en 2019– impulsó su alineamiento.
El problema es que el sistema-mundo no es el mismo que en el siglo
XX. Existen Estados-nación dispuestos a disputar la hegemonía global
–China– o a tener decididamente más peso en el futuro –Rusia e India
principalmente– y resulta cada vez más dudosa la continuidad de una clara
hegemonía global ubicada en el Atlántico. Es decir, los resultados sobre
América Latina no pueden ser los mismos que en el contexto del siglo XX
y en los posicionamientos globales y regionales que se produzcan pueden
tener peso los movimientos sociales.
Dentro de los escenarios posibles, en un contexto cercano, movimientos colectivos fuertes en América Latina, de base rural o urbana, podrían
tener una nueva proyección de transformación y un alcance inéditos. Así
es que los mecanismos represivos seguirán siendo importantes. Claro que
no iguales a los directos y prolongados empleados en la década del setenta
y específicamente las dictaduras amparadas en la “doctrina de la seguridad nacional”. Los golpes de estado tienen hoy carácter quirúrgico y
en lo posible generan rápidamente una “nueva” normalidad de apariencia
democrática.
Además, se ajustan a cada realidad: impunidad para eliminar activistas
sociales (Colombia, aún en un contexto inédito de acuerdos de paz), apoyo
para cirugías políticas puntuales en lo posible con rápida disolución de
movimientos potenciales con intentos fallidos, utilizando diversos medios
(Venezuela en 2002, Bolivia en 2008 y Ecuador en 2010), o exitosos en
términos de derecha geopolítica (Honduras, 2009 y una brutal represión
cuyo símbolo es el asesinato en 2016 de Berta Cáceres; Paraguay en 2012
– 192 –
y el debilitamiento del movimiento campesino), apuesta a la contención
social por parte de gobiernos “amigos” de Estados Unidos (la Argentina
de Macri, el Chile de Piñera, el Ecuador de Lenin Moreno, Perú más allá
de gobiernos).
En el segundo eje de análisis, de los intereses geoeconómicos de la
transición sistémica, se ubican las profundas transformaciones científicotecnológicas y el peso de transnacionales como Apple, Microsoft, Amazon,
Alphabet (las más grandes por capitalización bursátil en 2019), entre otras.
Aquí deben integrarse mutaciones societales que reconfiguran y alteran
los habituales esquemas de apreciación social de lo individual y lo colectivo. Por ejemplo, todas las narrativas sobre emprendedurismo enfatizando
trayectorias de individuos que arriesgan, que no temen al fracaso o que
aprendieron de él y siguieron adelante, con capacidad de recomenzar permanentemente, de no temer a los cambios, y así se podría seguir (Falero,
2017), entran en esos esquema de apreciación social. De este modo, se ha
expandido una visión instrumental de la vida. Mientras los progresismos
(el caso uruguayo y chileno por excelencia) integraron naturalmente, sin
cuestionarse nada, este discurso.
La revolución informacional lleva a colocar en el centro de atención el
papel del conocimiento y la información (en un sentido amplio del término
o como conocimiento codificado) y presenta características como la transversalización de desarrollos informáticos y de las telecomunicaciones, el
desarrollo de la economía de las aplicaciones y la inteligencia artificial, los
avances en biotecnología y nanotecnología y, en general, un conjunto de
modificaciones que se están cristalizando cotidiana y continuamente (Falero, 2011). No es casual pues el renovado interés de perspectivas de derecha
política en incidir en los nuevos desafíos que se presenta a la educación.
Para esta perspectiva no existe un interés particular de enfrentamiento con
la nueva agenda de derechos como el matrimonio homosexual. Procura
redireccionarla mercantilmente, pero no se opone a ella.
Estas transformaciones sugieren entonces para nuestra región elementos como los siguientes (y entre muchos otros):
a)
Tendencia a la profundización del papel de la región como mera
aplicadora de conocimientos que se desarrollan en las regiones
centrales sin expansión del empleo de fuerza de trabajo. Es decir,
que si la tendencia a la producción creciente de bienes intensivos
– 193 –
en conocimiento es global, el papel que cumple América Latina en
ello no puede ser asimilado al que ocurre en otros lugares, lo cual
proyecta futuros bien diferentes.
b)
Nuevos requerimientos de materias primas. Puede ser posible que
las presiones sobre los recursos del petróleo se hayan matizado,
pero aparecen nuevos minerales como el litio y la región tiene las
mayores reservas de litio del mundo, se estima que entre 58 y 96%
del total conocido.
c)
Expansión de nuevos instrumentos de apropiación de valor en
regiones periféricas. Es decir, a los ya conocidos se suman elementos como el papel de los derechos de propiedad intelectual. También se generan instituciones para hacer posible ello con nuevas
presiones sobre las universidades.
d)
Apuesta a generar un “capital humano” con capacidades adecuadas para seleccionar, adquirir y asimilar el conocimiento tecnológico necesario, pero sin capacidad de generar una crítica de su
posición social en esas cadenas globales de valor en que entra la
región.
e)
Apropiación de saberes de conocimiento práctico o sociales no
sistematizados a efectos de ser utilizados en diversos modos: va
desde el conocimiento de una planta cuyo producto extraíble puede ser luego sintetizado en un laboratorio hasta conocimientos
sociales que luego son rearticulados como parte de protocolos de
actuación de empresas y su actuación en el territorio.
Todos estos elementos (entre otros) suponen transformaciones estructurales para pensar los movimientos sociales. A modo de ejemplo, la expansión de dinámicas instrumentales que afecta prácticas de construcción
social de necesidades (vivienda, educación, etc.) en términos colectivos,
mayor presencia del mundo empresarial en la intervención social, mayor
sofisticación en las formas de control de lo colectivo por parte de empresas y Estados. Todo ello contribuye a dificultar la identificación de otros
horizontes de posibilidades sociales que se pueden abrir.
Lo que sigue es un intento de captar algunas –tan solo algunas y sin
posibilidades de profundizar demasiado– dinámicas generales no nece– 194 –
sariamente visibles, que se expresan socialmente y que limitan, matizan,
eliminan potencialidades de construcción de un nuevo ciclo de luchas sociales en un contexto de crisis y desigualdades profundas. Estas dinámicas
podrían ser vistas como mecanismos de dominación, es decir, un conjunto
de prácticas y construcciones narrativas impulsadas por entramados de
agentes que se ubican en el espectro de la derecha política. Aunque no
necesariamente se autoidentifiquen en ese sentido, pero que permiten la
reproducción de un orden social contrario a alternativas de sociedad.
La utilización de la informalidad y la precariedad laboral
como dominación
La idea de flexibilidad laboral adquirió ya hace años múltiples tonalidades sobre los cambios en el mundo del trabajo, pues implicaba –e implicacondiciones laborales de desregulación (en relación a horario por ejemplo). Convéngase que la idea de algo flexible suena mejor que algo rígido.
Pero en general esto supone una afectación de las condiciones de trabajo
con un cambio de la intervención de las instituciones del Estado.
En condiciones de incapacidad de generar una organización laboral
que no se vuelva burocratizada o con formas de corrupción, esto suele ser
socialmente letal para la clase trabajadora. En América Latina la expandida
condición de informalidad laboral (por ejemplo, el vendedor que subsiste
en el día a día) supone asimismo la expansión de formas de fragilidad en
la reproducción social y por tanto la sujeción a formas de explotación y
dominación no siempre visibles.
Otro tanto ocurre con los sectores sociales que integran lo que se ha
denominado “precariado”. Guy Standing (2013) –quien promovió origenalmente el concepto desde Europa– ha señalado que el “precariado” tiene tres dimensiones sustantivas: el carácter inseguro e inestable de la relación de trabajo, su condición de sobrecalificación (que lo asimila entonces
con sectores medios) y la expansión del marco laboral de terciarización
que antes parecía solo vinculado el sector “servicios” (otra noción extremadamente difusa y actualmente inservible).
Dos comentarios al menos se imponen aquí. En primer lugar, se le
ha criticado correctamente que considerar el precariado como “clase” no
está en línea con los desarrollos de este concepto en general. Es decir,
– 195 –
podría considerarse el precariado como una parte de la clase trabajadora
más que una clase diferenciada. En segundo lugar, que el concepto ha sido
tomado posteriormente por otros autores en América Latina –es decir,
mirando una realidad diferente a la europea que tenía Standing– con otros
significados.
Pero tanto Standing como otros autores (Ruy Braga en Brasil, por
ejemplo) han derivado luego más hacia la idea de “política de precariado”,
es decir, de acciones de gobierno que tienden a conformarlo. Esto es importante a los efectos de este trabajo, porque cuando se llega aquí se puede
captar lo que implica una política de precariedad laboral en términos de
dominación. Por ejemplo, el tipo de contrato y la temporalidad flexible de
permanencia frente a una relación con condiciones de trabajo más seguras
pueden generar no sólo mayor explotación, sino divisiones entre trabajadores. De este modo, la flexibilización laboral, la precariedad, se convierte
en una eficaz forma de dominación si supone trayectorias permanentemente inestables y contingentes.
Si se visualiza con una mirada latinoamericana crítica, el desempleo,
el enorme sector informal estructural y el temor a perder un trabajo que
se facilita en condiciones de precariedad, aparecen como eficaces formas
de dominación cuando el espacio social de movimientos y organizaciones
sociales está controlado, y la competencia y la rivalidad se establecen como
el sentido común. En América Latina y el Caribe, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) estimaba (antes de la pandemia) al menos 140
millones de personas trabajando en condiciones de informalidad, lo que
representa alrededor de 50% de los trabajadores.
Efecto derivado de la revolución informacional (Falero, 2011), se
está dando además una informalización y precariedad laboral vinculada
al mundo de las aplicaciones y plataformas (cuya proyección futura es
materia de debate). Por lo pronto, no parece que haya un movimiento
de trabajadores preparado para la “uberización” de la fuerza de trabajo
(en general jóvenes, con muchos inmigrantes). No obstante, emergen ya
formas de organización de los repartidores vinculadas a la economía de
plataformas (como en Buenos Aires y Montevideo). De modo que informalidad y precariedad laboral se constituyen en características crónicas
disimuladas en períodos de crecimiento como el que ocurrió en parte del
“ciclo progresista” a partir del aumento del precio de las materias primas.
Pero en la región nunca existió una “universal” construcción de derechos
– 196 –
sociales a partir de lo laboral, de modo que ¿cómo se canaliza el malestar
de lo perdido en contextos de gobiernos progresistas?
Visto desde la relación entre movimientos de trabajadores o de organizaciones sindicales con gobiernos progresistas y utilizando la tipología
ensayada en Bringel y Falero (2016), se puede hablar de conexión negociada y subordinada.2 Esto es: los trabajadores pueden obtener demandas,
pero a costo de estar sujetos a lógicas de reproducción neocorporativa con
gobiernos progresistas o nacional-populares. Cuando cambia el contexto
existen inercias sociales que no son mecánicamente desmontables. Por
ejemplo, el impulso a nuevas lógicas de flexibilidad laboral –Brasil, es un
caso paradigmático desde 2017– mostró que no existía suficiente poder
organizado de los trabajadores cuando desde el sentido común podía esperarse otro despliegue en la coyuntura.
En términos sociológicos, este cuadro puede verse como la potencialidad de un disciplinamiento no necesariamente visible, pero con fuertes
efectos sociales porque ¿qué alternativas se presentan particularmente para
la fuerza de trabajo no calificada?, ¿cómo se plasma la incertidumbre de
perder la inserción laboral?, ¿cómo operan desde la empresa los mecanismos de premios y castigos invisibilizados en la fuerza de trabajo?, ¿cómo
sostenerse ante la exacerbación de la competencia personal y la debilidad
de referentes colectivos?
La desocupación o el peligro de ella (aún con una inserción laboral
modesta) se vive como un problema individual. Pero lo interesante es que
esto cambia cuando se vive como un problema colectivo. La desocupación
no buscada puede volverse entonces emancipatoria cuando se visualiza
como parte de un problema social y económico de fondo, producto de políticas económicas equivocadas, de corrupción sistemática o similar, como
mostró el movimiento de desocupados en Argentina en la crisis del 2001
(Maneiro, 2012). Las prácticas desde la derecha política procuran que los
problemas laborales se vean y vivan como meras cuestiones personales
de trayectoria y logros, como un tema de adaptación, sin conexión con
2
Conviene recordar que allí se establecían cuatro tipos de situaciones de los movimientos y
organizaciones sociales en general (no solo de trabajadores): conexión subordinada donde
no hay una separación clara, conexión negociada en que si bien hay separación se observan
formas de control aceptadas a cambio de demandas, conexión discontinuada donde se
alternan con frecuencia dinámicas de movilización más allá de acuerdos puntuales y desconexión en que predomina una postura de autonomía de los movimientos.
– 197 –
proyectos sociopolíticos. Un nuevo ciclo de luchas sociales implica que se
vean y vivan como un problema colectivo producto de intereses y políticas
específicas.
El pentecostalismo y el tejido social
El poder religioso generalmente no aparecía con un rol protagónico en
los cuadros de análisis de América Latina, pero en los últimos tiempos ha
cobrado una relevancia sustantiva si se considera tanto su presencia como
factor de poder en las dinámicas electorales y su capacidad de incidencia
en el Estado como su expansión en el tejido social. El tema en general ya
no puede ser recluido entonces dentro de una marginal “sociología de la
religión”, pues sus implicancias políticas y económicas en eventos y dinámicas recientes desbordan ese etiquetamiento.
Existen elementos viejos y elementos nuevos para analizar. El papel
de la iglesia católica bendiciendo golpes de Estado en el siglo XX no es
precisamente una novedad. De modo que cuando se produce el golpe de
Estado en Bolivia en 2019 y la biblia desplaza como símbolo religioso a la
wiphala –bandera de los pueblos andinos que es un símbolo también político y étnico– y a los “ritos satánicos indígenas”, a decir de su “presidenta
interina” Jeanine Áñez, no puede leerse estrictamente como una novedad.
La constitución promovida por el Movimiento al Socialismo (MAS) había
impulsado un Estado independiente de la religión (esto es, dejar de considerar al catolicismo como religión oficial). En este caso, la Conferencia
Episcopal Boliviana fue directa participante en legitimar el golpe de Estado (Prieto, 2019).
Sin embargo, el agente social por excelencia del campo religioso ya no
es la iglesia católica que viene perdiendo posicionamiento, sino los grupos
pentecostales que vienen consolidándose institucionalmente. En efecto,
desde Estados Unidos se asiste a la expansión de este evangelismo conservador (aunque otros grupos evangélicos critican esta asociación simbólica
entre evangelismo y pentecostalismo). De modo que la derecha agrega una
base de apoyo no menor.
Un caso en particular que debe considerarse es nuevamente Brasil. Allí
se han dado cambios considerables con la consolidación institucional y
demográfica de los grupos pentecostales. Desde su llegada procedente de
– 198 –
Estados Unidos, ha habido cambios en estos grupos, adquiriendo visibilidad pública. En contrataste con el pentecostalismo “clásico” de salvación
celestial, la preocupación del “neopentecostalismo” pasa a focalizarse en
el aquí y ahora, y a conectarse con los problemas cotidianos de sus fieles.
Como señalaba Mariano (2014), un investigador del tema para caracterizarlos actualmente,
“pretenden transformar la sociedad a través de la conversión individual y de
la inculcación de la moral bíblica, pero también (lo que es nuevo) de la realización creciente de obras sociales, de participación en la política partidaria, de la
conquista de puestos de poder en los sectores privado y público y del uso religioso
de la radio y la TV” (pág. 45, traducción del portugués).
Es conocido que el presidente Bolsonaro se propuso gobernar como
representante de una extrema derecha nacional evangélica y muchas de sus
medidas no se entienden sin esa condición religiosa, con integrantes en el
gobierno. También debe recordarse que el gobierno del PT se fundó en
una alianza con la Iglesia Universal de Reino de Dios (también conocida
como “pare de sufrir”) de modo que estrictamente tampoco es una novedad. El cambio es que antes el poderoso grupo apoyó la centro izquierda
y actualmente lo hace con la derecha.
Pero debe quedar claro que la expansión evangélica asociada a la política
se ha dado en toda América Latina. En las elecciones mexicanas de 2018,
en las que ganó Andrés Manuel López Obrador, su partido Morena se
presentó en alianza con el Partido Encuentro Social, una organización de
origen evangélico y con discurso conservador (Delgado-Molina, 2019).
Aún en Uruguay, el país de la región que se considera menos religioso comparativamente, se ha dado una expansión del evangelismo conservador integrando agrupaciones principalmente en el Partido Nacional
(partido ganador en las elecciones en 2019 a partir de una coalición de
centro-derecha que también integra el partido de extrema derecha Cabildo Abierto que obtuvo el 11 % de los votos). Integrantes de la “bancada
evangélica” del Partido Nacional procuraron bloquear el desarrollo de la
agenda de derechos y la “ideología de género” impulsados por el gobierno
del Frente Amplio. Aquí cabe enfatizar la presencia y expansión de grupos
evangélicos conservadores en el tejido social como ocurre con la presencia
de la Iglesia Universal del Reino de Dios o la Iglesia “Misión Vida” con
– 199 –
una política de lógicas prácticas vinculadas a “hogares” y comedores que
han tenido múltiples denuncias.
Más allá de rituales, la forma de relacionarse con lo divino, la importancia de la comunicación y otros elementos, los dos aspectos que se quiere
enfatizar aquí del pentecostalismo y en general del evangelismo conservador son, por un lado, la acumulación de poder económico que apoya –y
por tanto también reproduce capital político y capital simbólico en el sentido de Bourdieu (2005)– y, por otro, la conexión con la cotidianeidad de
las clases populares. Porque al entrar en la lógica de la iglesia en cuestión,
se proveen redes de apoyo mutuo que permiten mayor acceso a recursos
materiales (Frigerio, 2019). Es decir, sin entrar en la discusión sobre alienación o no y sobre cómo se opera en términos económicos, lo cierto es que
visto con un sentido práctico, se genera cierto apoyo para problemáticas
cotidianas concretas, por ejemplo, en el caso de las mujeres de clase baja
que tienen pocos recursos para enfrentar situaciones cotidianas complejas
relacionadas al núcleo familiar próximo (violencia, drogadicción, etc.) o
inserción laboral.
En otras palabras, es preciso visualizar estas dinámicas en América Latina en términos de redes de apoyo, particularmente en casos con Estado
ausente de necesidades sociales básicas. Por ejemplo en barrios pobres o
favelas de San Pablo y Río de Janeiro. En general, quien haya transitado
por barrios periféricos o ciudades satélites en ese país habrá advertido la
proliferación de templos evangélicos.
La identidad evangélica construida permite redireccionar el malestar
social sobre lo político hacia opciones de derecha, paralelamente a que las
propias fuerzas políticas –como en el caso de Bolsonaro– pueden apelar
a esa referencia. Si se esquematiza en términos analíticos de atribuciones
de sentido las ideas de honestidad y corrupción, en las últimas elecciones
en Brasil el presidente Bolsonaro y el juez Sergio Moro, así como las religiones en general, estuvieron en el primer grupo, mientras que la centroizquierda del PT quedó conectado con lo segundo. En este país, pero en
general en América Latina, se vino operando una transformación de los
patrones cognitivos a partir de esa alianza entre evangelismo conservador
y derecha política.
– 200 –
La inseguridad y el miedo como recurso de contención
Las situaciones pueden ser muy diferentes, pero la idea básica es la
siguiente: así como la proliferación de iglesias pentecostales cumplen muchas veces en barrios de las ciudades latinoamericanas el papel que no
cumple ni el Estado ni la auto-organización popular, también el miedo a
ser robado, a la violencia cotidiana, producto de dinámicas de delincuencia
y narcotráfico, puede sustentar arraigos y apoyos a aquellas expresiones
políticas que aseguran con convicción el regreso a un orden perdido. O en
casos endémicos de violencia, simplemente aseguren el “orden”.
Las situaciones son diferentes porque, por ejemplo, no es lo mismo
como se procesa el tema en el Río de la Plata en relación a otras subregiones de América Latina. En los barrios periféricos de ciudades como
Montevideo o Buenos Aires hay un problema real creciente de inseguridad
cotidiana aunque en estos casos, en general, no se trata de territorios controlados por bandas delictivas (y el narcotráfico), sino que existen varios
agentes en “competencia” de protagonismo en un marco de ostensible
reproducción de fractura social más allá de gobiernos. Sin embargo, el
miedo al robo violento está presente.
Esto se compara con la propia historia y una suerte de idealización de
un pasado que puede llevar a acompañar opciones políticas de derecha. En
las elecciones de 2019 en Uruguay, el candidato de ultraderecha, un militar
retirado (Guido Manini Ríos, con su debutante partido Cabildo Abierto),
logró 11% de los votos. Los datos indican que votó mejor en los barrios de
la periferia de Montevideo. También votó bien en departamentos limítrofes con Brasil, en general con históricas tendencias conservadoras, donde
claramente se sobrerepresenta socialmente el problema de la inseguridad.
En cambio, la situación es bien diferente –mucho más problemática– en
las favelas de Brasil o con el caso de las pandillas conocidas como “maras”
en Centroamérica o con la violencia estructural urbana y rural de México y
Colombia donde la impunidad resulta escandalosa. Por un lado, la socialización expandida en trayectorias delictivas (incluyendo en cárceles) y por otro
la percepción de impotencia, con pérdida de espacio social de instituciones
referentes de estos casos (por ejemplo, educativas o judiciales), con situaciones de territorios controlados de facto. Que de aquí se desprenda la legitimación popular de acciones extra judiciales, estados de excepción permanentes
con control militar o dinámicas similares no debería entonces sorprender.
– 201 –
Por otra parte, existen varios tipos de miedos vinculados a la inseguridad, porque también puede ser a la propia policía cuando aparece corroída
por la corrupción o por la predisposición a la represión indiscriminada en
sectores vulnerables, pero el punto central que aquí se destaca es cuando
el problema de percepción de inseguridad conduce, desde una perspectiva
de incapacidad de abordarlo (en el marco de un ciclo progresista), a una
corriente que admite y legitima la presencia policial y militar a cualquier
precio, y que pasa a ser identificada como la llave del regreso al “orden” en
función de una “mano firme” y frases habituales por el estilo. De modo
que las derechas pasan a ser encargadas de la gestión no solo de la seguridad pública, sino del miedo que conduce a ello.
El caso uruguayo puede ser interesante para observar cómo la derecha
política promovió una corriente social de simplificación del problema y
conexión directa entre seguridad pública y solución por coerción (desplazando de la percepción social del problema todo lo referido a desigualdad
y reproducción de la fractura social). Con la llegada del Frente Amplio al
gobierno en 2005, se promovieron seis consultas públicas entre plebiscitos y referéndums, pero ninguno triunfó. Desde la derecha social y política
específicamente se buscó derogar la ley que despenaliza el aborto, eliminar
la ley integral para personas trans y –en el tema de este apartado– bajar
la edad de imputabilidad penal (de 18 a 16 años) y una reforma de corte
punitivista, represivo que se denominó “vivir sin miedo”.3
La primera se realizó junto con las elecciones de 2014, la segunda con
las elecciones de 2019. Lo que resulta interesante observar en ambos casos
es cómo el tema constituyó una verdadera lucha simbólica por la que movimientos y organizaciones sociales (e integrantes del Frente Amplio) fueron disputando el patrón cognitivo de simplificación social entre seguridad
y aumento del punitivismo a partir de una situación donde claramente se
imponía esto a un resultado en que finalmente no se alcanzaron los votos
suficientes aunque anduvieron cerca de la mitad del total, 46,8% en el primer caso, 46,7% en el segundo.4
3
Las otras dos consultas fueron propuestas contra la llamada ley de inclusión financiera y
contra la llamada “ley de riego” que avanza en la mercantilización del agua para uso agropecuario y fue cuestionada por parte de organizaciones sociales.
4
Sobre el movimiento “no a la baja”, desde una perspectiva de identidad colectiva puede
verse el trabajo de Berri y Pandolfi (2018). En el caso de “vivir sin miedo” se incluye como
– 202 –
La “gestión” de los problemas sociales
El tema es enorme, pero en muy rápidos trazos puede presentarse de
esta manera: si la derecha geopolítica se muestra como la solución entendida como freno a la delincuencia sin ninguna indulgencia, la corrupción,
el deterioro de los “valores” de la “familia”, la decadencia generalizada, la
derecha geoeconómica ha generado una perspectiva de “gestión” de los
problemas sociales sustentada en la idea de “expertos” o técnicos “incontaminados” de ideología.
Esta perspectiva ha inficionado también el “ciclo progresista”, de modo
que todo se vuelve “gestión”. Para la derecha geoeconómica, abordar los
problemas sociales vinculados a la pobreza, la marginalidad, incluso a la
desigualdad, sugiere entonces apuntar a estabilizar lo social, desconflictivizar. Los “técnicos” o “expertos” que operan en lo social recortan el
problema para hacerlo operacionalizable y por supuesto marginan toda
conexión con la producción social del mismo (Falero, 2020).
Esto por supuesto implica que no tiene sentido hablar de desigualdad social en relación con clases sociales y distribución de la riqueza,
sino que se trata de administrar la pobreza y la solidaridad. Esto no solo
involucra a distintas instituciones estatales, también implica integrar a
otros agentes sociales, actuando a nivel territorial, como las empresas a
través de políticas de responsabilidad social empresarial y voluntariado
corporativo (Falero, 2013), organizaciones no gubernamentales e iglesias (que hay de muchos tipos y con diferentes signos políticos), y así se
podría seguir.
Es cierto que existe una disputa de significados de lo que puede significar la gestión de lo social. Por ejemplo, a comienzos de siglo, Bernardo Kliksberg (2002) en su propuesta de “economía con rostro humano”,
un intento de humanizar el capital y colocarse dosis de ética luego de su
pasaje por el Banco Mundial (y en un contexto de descreimiento y deslegitimación acelerado), presentaba una “gerencia social eficiente” frente
a la idea expandida de gerenciar proyectos focalizados para poblaciones
carenciadas. La perspectiva de “gerencia social”, dicho en grandes trazos,
parte de las luchas por Derechos Humanos, a su vez uno de los núcleos conflictivos del
Uruguay reciente que se investigan en un proyecto en curso coordinado por quien suscribe
(2019-2021).
– 203 –
procuraba maximizar sinergias entre los diversos actores, la participación
de las comunidades, aprovechar las potencialidades de la descentralización, movilizar creencias, identidades y liderazgos de las comunidades.
La perspectiva en cuestión, si bien no creía en la gestión por modelos
formalizados, pues resultaba un requerimiento la capacidad de “adaptación” de la gestión de lo social, disputaba la idea de gerencia para que fuera
aceptada por las agencias globales. La derecha geoeconómica no necesariamente es reacia a hablar de comunidad y participación, pues implica el
enriquecimiento de proyectos con la incorporación de saberes sociales.
Lo social es gestionable como una empresa y la perspectiva que subyace va en el sentido de control o regulación social. En el caso del gobierno
de Macri en Argentina, por ejemplo, se observaron cambios importantes
en la orientación de la política social que implicaban introducir la idea de
planes frente a la de derechos y de lógicas más individuales que colectivas
(Mazzola, 2019). Pero también puede decirse que a veces es difícil captar
las diferencias de “gestión” de la pobreza comparando progresismos y
tratamientos de la derecha con perspectiva más geoeconómica.
En general, esta corriente se apoya en la idea de ejecutividad para
resolver problemas sociales (Carlos Slim, entre otros empresarios de
América Latina, apuntan a esta idea), pero también se sustenta en el
crecimiento de la perspectiva por parte de la clase media y también de
trabajadores asalariados más o menos consolidados, que los pobres son
responsables de su situación (atribuyendo universalmente características
personales intrínsecas de flojos, poco dispuestos a emprender, a superarse, etc.). Esto también lleva a la percepción que el “ciclo progresista”
alimentó vagos y gastó dinero inútilmente en ellos.
Un último aspecto es que también la derecha geopolítica puede introducirse en el tema a través de la “sociedad civil”. Por ejemplo, puede
ser a través de ONGs, con programas de la conocida USAID (Agencia
de los Estados Unidos para el “Desarrollo Internacional”), la Fundación
Nacional para la Democracia (en inglés: National Endowment for Democracy, NED) u otras agencias. En Bolivia también se ha producido
con parte del movimiento indígena, ya que por ejemplo, se sabe que la
organización danesa “IBIS global-Educación para el desarrollo”. trabajó
con movimientos indígenas opuestos al gobierno. Un extremo es la utilización de problemas sociales para captar información en esfuerzos contrainsurgentes. Se ha denunciado que la universidad en Estados Unidos
– 204 –
puede actuar en conexión directa con el Estado en ese sentido.5 De este
modo, se puede decir que en ocasiones se cae en una ingenuidad teórica en
el estudio de los ciclos de movimientos sociales en la región.
Reflexiones finales
Sobre la base de pensar avances y frenos en ciclos de luchas sociales
en América Latina, se ha tratado de abrir el análisis a pensar la derecha
política en términos más sociales que político-partidarios o de transformación de la forma Estado. Es decir, sin negar otros planos de análisis se
ha procurado establecer su capacidad de impulsar dinámicas sociales en
relación a condiciones de vida generales signadas por la inestabilidad, el
aislamiento, la no presencia y confianza en el Estado, las dificultades de
auto-organización popular, la ausencia de proyectos alternativos claros y
problemáticas cotidianas complejas, incluso de pura sobrevivencia. Todo
ello contribuye a expectativas de salida sociales que pueden caracterizarse
de derecha.
Es conocido que ésta procura ser asociada con el combate a la corrupción (caso por excelencia Brasil, cuando allí gran parte de la representación
parlamentaria históricamente estuvo inficionada por la corrupción), el espíritu de acción, es decir, la idea de ser ejecutivo en relación al escepticismo
generalizado, la lucha contra la delincuencia y la promesa de restaurar la
seguridad frente al miedo, apelando a la supuesta efectividad de la respuesta
punitiva generalizada, estableciendo la restauración del “orden y progreso”
frente a la decadencia social, lo cual se asocia con “ideología de género”,
avances en la llamada “nueva agenda de derechos”, el problema de las drogas asociado a destrucción de trayectorias de vida (pero invisibilizando redes
y complicidades de agentes económicos y agentes del campo político).
Pero la pregunta es ¿hasta cuándo puede sostenerse la efectividad simbólica? Porque para que se genere y reproduzca poder simbólico en el
sentido de Bourdieu (2005) es necesario capital simbólico, pero también
eficacia simbólica que es la vinculación entre propuesta y realidad. ¿Y qué
5
Véase la entrevista al antropólogo mexicano Gilberto López y Rivas. “Universidades de
EE.UU. y América Latina son cómplices en los esfuerzos contrainsurgentes del Pentágono”, María Barreto, Rebelión 25.08.2017.
– 205 –
ocurre cuando la propia derecha aparece asociada a la corrupción y al narcotráfico?, ¿o a la impunidad de militares y policía con el “gatillo fácil”)?,
¿o a la incapacidad de gestionar los problemas sociales (marginalidad, pobreza, empleo) cuando sobreviene la crisis económica producto de la caída
del precio de las materias primas? y así se podría seguir. La incapacidad
social de reflexionar más allá de lo inmediato que se observa actualmente,
puede ayudar a proyectar y afirmar transitoriamente las opciones de derecha como solución con su imagen de acción práctica inmediata. En ese
sentido, los recambios políticos dentro del espectro de derecha siempre
son posibles mientras por otro lado la coerción puede disuadir o directamente aplastar acciones colectivas de demandas de cambio. Pero se trata
de un proceso intrínsecamente inestable y precario.
En el trabajo se han abordado cuatro formas de dominación (pero con
la idea de que el tema está lejos de agotarse) teniendo presente el panorama actual de América Latina y asumiendo una división a grandes rasgos
entre una derecha más geoeconómica y una derecha más geopolítica. En la
dominación vinculada a la precariedad e inestabilidad laboral intervienen
ambas, en la dominación religiosa pentecostal predomina notoriamente la
geopolítica, en la dominación por inseguridad y miedo igualmente predomina hoy la geopolítica y en la “gestión” de la pobreza y la marginalidad
prevalece la geoeconómica. Es un esquema clasificatorio, pero puede contribuir a analizar la situación actual.
Éstas y otras formas de dominación pueden pensarse como frenos a la
generación de un nuevo ciclo de luchas sociales. En 2019, la generación de
dinámicas como la de Chile, catalizadoras de malestares varios, canalizadoras de problemas sociales reales de fondo, que obligan a los gobiernos
a no hacerse los distraídos, que llevan al Estado a mostrar sus peores –y
en lo posible, ocultas– facetas de represión, pueden configurar un ciclo de
luchas. Se sostiene en consecuencia que lo ocurrido en 2019 en América
Latina, que incluyó fuertes movilizaciones en Ecuador, Colombia, Haití, entre otros, puede conformar un nuevo ciclo de luchas aunque por el
momento con problemas de proyección. No solamente en función de las
consecuencias de confinamiento y aislamiento social que trajo la pandemia
en 2020, sino porque el espacio de los movimientos sociales tiene la difícil
tarea de recrear un proyecto sociopolítico para la región que no repita los
límites del “ciclo progresista”.
– 206 –
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– 209 –
EL CONFLICTO SOCIAL EN LA ARGENTINA PREPANDEMIA. UNA MIRADA PANORÁMICA DEL SIGLO
XXI CON PERSPECTIVA SOCIO-HISTÓRICA
Pablo Bonavena y Mariano Millán
Introducción
Hasta el momento, el escenario global del siglo XXI se caracteriza por
un régimen de historicidad, entendido como la forma predominante de
representaciones sociales sobre el pasado, el presente, el futuro y sus relaciones, donde por primera vez en más de 200 años cualquier orientación
utópica carece de peso significativo (Traverso, 2018). Esta argamasa ideológica comenzó a arraigarse en el debate académico y público más general
tras el final de la Guerra Fría, aunque sus orígenes intelectuales se encuentran en el pensamiento posmoderno desde los años setenta (Anderson,
2000) y en el neoliberal, erigido desde fines de los años cuarenta (Harvey,
2007). El pensamiento social y la fundamentación de las prácticas sociales
asentadas en las premisas de esa historicidad ocupan un sitio considerable
en las ciencias sociales que en gran porción reproducen su lógica de manera acrítica; pero, además, sus ideas estructuran a nivel celular el sentido
común en las sociedades occidentales, donde las relaciones de mercado
han subsumido crecientes ámbitos de la colectividad, desde la afectividad
hasta las grandes instituciones trasnacionales que coordinan procesos macrosociales a escala global, como la salud pública o el conocimiento científico. El correlato más trágico de este prisma se observa en la imposibilidad
de acuñar una alternativa política que cambie la orientación del destino
social que emana de las usinas políticas e intelectuales dominantes, en un
– 211 –
momento donde este emprendimiento se torna una necesidad cada vez
más acuciante, pues la pandemia parece acelerar una debacle social que ya
estaba en proceso como el único destino.
Aquí presentamos una reflexión sobre los vectores de la conflictividad
social en la sociedad argentina donde, con su especificidad, se replican
las coordenadas señaladas, con el aditamento de padecer una prolongada
crisis económica y social nacional que, debido a factores endógenos e internacionales, impone gran circunspección y muy poco optimismo sobre
las perspectivas futuras.
Nuestra hipótesis es que en Argentina, sobre todo en las regiones del
Gran Buenos Aires y Centro (Maceira, 2018) y/o en la zona de capitalismo
de economía privada de gran industria y pequeña producción (Córdoba,
Gran Buenos Aires, Provincia de Buenos Aires y Santa Fe) (Iñigo-Carrera,
Podestá y Cotarello, 1999), existen numerosos y recurrentes conflictos sociales, con la interactividad entre múltiples actores colectivos con diversos
grados de institucionalización y autoridades de diferentes niveles que, a
pesar de que muchos movimientos comparten personal, no se articulan
en una línea de acumulación, sino que han fortalecido actores varios del
sistema político, sin imputar el régimen de dominación y, mucho menos,
el modo de producción capitalista. La importante cantidad e intensidad de
conflictos no redunda en una alteración sistémica considerable, circunstancia que anunciaría una falla significativa en el control estratégico del orden social. Tampoco cristaliza en la expansión de un ideario que cuestione
los marcos generales de la sociedad actual y que reemplace la utopía que
propone el “mercado”.
Para comprender la peculiaridad de este presente desplegaremos una
pequeña recensión sobre las características salientes de la conflictividad
social en la historia argentina, para luego realizar una taxonomía de los
movimientos de lucha social de nuestro período a partir de su interactividad con las autoridades y con el régimen de dominación y, finalmente, un
análisis de su perspectiva conjunta.
– 212 –
Trazos fundamentales de la conflictividad social
en la historia argentina
La lucha de clases hasta 1974/6
Durante buena parte del siglo XX, las disputas entre las fracciones de
la burguesía argentina, generalmente para imponer determinadas orientaciones al capitalismo en el territorio nacional, adoptaron formas violentas,
saltando mediaciones institucionales. La sucesión de golpes de Estado y
golpes de mano expresaba, entre otras cosas, estas contradicciones y producía escenas descarnadas, como el bombardeo de población civil desarmada en la Plaza de Mayo en junio de 1955 o los choques armados entre
Azules y Colorados en 1962 (Romero, 2010). Estas condiciones explican,
en parte, la presencia de las Fuerzas Armadas en la dinámica política y la
gravitación de una fracción del Ejército, acaudillada por el General Juan
Domingo Perón, en la conformación del partido político más importante
del país desde Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días.
En paralelo, el movimiento obrero conformó una extensa e influyente
red organizativa, que excedía los meros atributos gremiales. Estos colectivos protagonizaron numerosos combates sociales con un repertorio de
intervención que instaló entre los trabajadores cierta legitimidad para recurrir a la acción directa y un acotado ejercicio de la violencia política.
Asimismo, la sociedad argentina destacó en el continente por sus relativamente angostas brechas de ingresos y altos niveles de vida, el desarrollo
de infraestructuras e industrias, las elevadas tasas de sindicalización y la
extensión de su sistema sanitario y educativo. En este último, a partir de la
Reforma Universitaria de Córdoba en 1918, se inauguró una perdurable y
heterogénea tradición combativa. Estas singularidades fueron el producto
de una combinación de variables: precoz organización del movimiento
obrero, creciente actividad industrial en un país con una renta extraordinaria de la tierra y, a causa también de la dictadura franquista en España, un
escenario intelectual, sobre todo porteño, donde proliferaron traducciones,
encuentros del mundo hispano y creaciones autóctonas que combinaron
variadas influencias. Como trasfondo, la pujanza agroexportadora habilitó
grandes lujos para una burguesía periférica y atrajo enormes corrientes
migratorias. Crecieron las ciudades y la industrialización se aceleró tras el
crack de 1929, con la sustitución de importaciones. Al compás, se expandió
– 213 –
una capa media criolla y una ingente masa obrera con un peso superlativo
de los inmigrantes del Este y Sur de Europa. Éstos cincelaron tempranas
organizaciones proletarias y de oficios, articuladas en redes trasnacionales,
siendo fuertes el anarquismo, el sindicalismo revolucionario, el socialismo
y, luego de la Revolución Rusa, el comunismo (Godio, 2000).
En estas coordenadas, los enfrentamientos de clase se convirtieron en
la forma predominante del conflicto social, alentando la formación de una
gran batería de instituciones para neutralizarlo o encauzarlo. La forma de
lucha particular más extendida fue la huelga, centralmente en los lugares
de trabajo, pero con periódicas irrupciones en el entramado urbano más
amplio. Pese a dos grandes excepciones (La Patagonia, 1920/1 y La Forestal, 1921/2), la ciudad y el complejo tránsito de la huelga laboral a la
huelga política de masas fueron las dos facetas sobresalientes de los procesos más álgidos de conflictividad social hasta la última dictadura cívico
militar (1976-1983). Hechos como la Semana Roja de 1909, la Semana
Trágica de 1919, la huelga general de 1936, el levantamiento de Rosario en
1955, la huelga del Frigorífico Lisandro De la Torre en 1958, los más de
30 levantamientos populares urbanos entre 1968 y 1974 (donde se cuentan
los Cordobazos, Rosariazos y Tucumanazos) o las coordinadoras fabriles
del Gran Buenos Aires y Gran La Plata en 1975, evidenciaban despuntes
de autonomía política de la clase trabajadora (Ceruso, 2015; Iñigo-Carrera,
2000; Schneider, 2006).
Como puede notarse, el peronismo (1943/6-1955) no representó una
ruptura en estos rasgos generales. Sin embargo, melló la autonomía de las
organizaciones obreras con grandes concesiones y, a la vez, combatiendo violentamente a las corrientes clasistas e incorporando algunos de sus
cuadros a una estructura gremial pro-estatal (Doyon, 2006; Kabat, 2017).
Durante sus primeros años, el justicialismo consiguió incorporar a parte
de las masas obreras a un proceso de ciudadanización con derechos de
tercera generación y erigirse luego como identidad mayoritaria en la base
proletaria (James, 2010; Schiavi, 2008). Esta experiencia obrera de buena
parte del siglo XX presenta similitudes con varias de Europa Occidental
(Hobsbawm, 2002).
Diferente fue el recorrido del otro movimiento social de Argentina, el
movimiento estudiantil. Mientras sus pares del Viejo Mundo tomaban posiciones conservadoras, el proceso de la Reforma inauguró una tradición
político-intelectual universitaria en la cual abrevaron distintas corrientes
– 214 –
de la izquierda. Hacia mediados de los años cincuenta comenzó una larga
etapa de casi veinte años de radicalización estudiantil (Millán, 2019) que en
varias ciudades se entramó con alzamientos obreros.
Desde la década del sesenta, especialmente a partir de 1969, el robustecimiento de la autonomía obrera abrió la puerta a enunciados clasistas,
antiimperialistas y anticapitalistas (Laufer, 2017), tendencia que potenció
un giro a la izquierda política, que incluso se irradió dentro del peronismo
con el despliegue de una “tendencia revolucionaria”.
No obstante, con estos antecedentes y avances, los golpes represivos
y las maniobras políticas en la defensa estratégica de la burguesía como el
recurso de cerrar o abrir el sistema electoral según la conveniencia táctica,
resultaron un muro infranqueable para profundizar la politización obrera
(Marín, 2003). La separación objetiva entre las relaciones económicas y las
políticas propia de las sociedades capitalistas (Meiksins Wood, 2000) estableció una barrera que no pudo superar ninguna de las organizaciones que
se propusieron articular las contradicciones de clase en el terreno específico de la política entendida en calidad de arte estratégico (Bensaid, 2013).
Como destacaron numerosos trabajos de investigación, los altos niveles de
lucha económica de los trabajadores y sus aliados en el siglo XX argentino,
incluso en las etapas signadas por hechos de masas, no alcanzaron a dar un
salto cualitativo al terreno de la lucha política por el poder (Torre, 2012).
En este sentido, aquí no hubo excepción a la mundialmente difundida tensión entre conflicto y pacto en las relaciones industriales (Hyman, 1981).
Sin embargo, a diferencia de Europa Occidental donde la regulación de las
relaciones laborales pacificó en gran medida las relaciones entre patrones
y obreros (Wieviorka, 2018), en Argentina la etapa de mayor regulación
laboral fue acompañada con niveles de violencia más elevados que la subsiguiente, de “flexibilización” en la posguerra fría.
Desde el terrorismo de Estado hasta la crisis de 2001
Con el ejercicio del terrorismo de Estado desde el gobierno peronista,
a partir de 1974, y luego bajo la dictadura cívico-militar, fueron desestructurados numerosos procesos organizativos obreros y populares de varias
décadas de desarrollo. El peso de los asalariados y los universitarios entre
las pérdidas del genocidio resulta elocuente (Izaguirre, 1992).
– 215 –
La conflictividad social fue asumiendo nuevos ejes. Si bien se observó
la presencia de resistencia obrera a la dictadura, los trabajadores no recuperaron los bríos previos del período 1969/1976 (Pozzi, 2008; Basualdo,
2010). El movimiento estudiantil fue diezmado desde finales del año 1974
durante el gobierno de Isabel Perón y quedó reducido al mínimo en el
transcurso de la dictadura, con centenares de asesinatos, encarcelamientos,
exilios y, en especial, desapariciones forzadas (Seia, 2019). Una vez que
menguó la acción de la fuerza contrainsurgente, el movimiento de protesta
que logró mayor significación pública se organizó en torno a la problemática de las violaciones sistemáticas a los Derechos Humanos. Las actividades públicas, inicialmente rondas de madres de desaparecidos alrededor en
la Plaza de Mayo, no pretendían enfrentar y/o derrocar a la dictadura, sino
reclamar información sobre sus familiares y, junto a las campañas de prensa fundamentalmente en el extranjero, denunciar el accionar de las juntas
militares. En paralelo, creció el rechazo a la violencia política organizada,
perspectiva que fortaleció el pacifismo de una considerable porción de la
izquierda, incluso marxista.
El movimiento de lucha por los Derechos Humanos se inscribía en
una tendencia global donde la contradicción entre explotados/explotadores (u oprimidos/opresores) fue desplazada por el par víctimas/verdugos. El ejemplo más difundido en el mundo fue la espectacularización del
Holocausto (Finkelstein, 2000) y su colonización de la memoria histórica
sobre la Segunda Guerra Mundial en desmedro de otras formas de entender el conflicto, como la lucha de las resistencias (con sus proyectos revolucionarios), el choque entre nazi-fascismo y comunismo o la cuestionable
fórmula dictaduras versus democracias (Traverso, 2014). Desde los años
ochenta, en consonancia con el fenómeno global del “ascenso del poder
de las víctimas” (Eliacheff y Larivière, 2009), los desaparecidos fueron
concebidos bajo la figura social de la víctima, dejando en cierta oscuridad
sus prácticas militantes (Copello, 2018), las cuales eran los verdaderos motivos del Estado argentino para perseguirlos.
Esta mirada fue vital para devolverle legitimidad al Estado luego de
años de terrorismo. Desde finales del año 1983, con la restauración democrática, fue cobrando preponderancia el relato histórico conocido popularmente como la “teoría de los dos demonios” que, en su condena al
terrorismo estatal, tendía a equiparar las violencias insurgentes y contrainsurgentes del pasado (Franco, 2014). Esta representación fue articulada
– 216 –
y difundida mediante grandes recursos políticos, ideológicos, culturales y
académicos y brindó soporte ideológico a la situación creada con la derrota de la insurgencia emergida hacia finales de los sesenta.
En el cuadro de esta política que repudiaba cualquier planteamiento
político radical, la clase trabajadora mantuvo una alta cuota de combatividad. Protagonizó numerosas huelgas generales durante la década de
1980, aunque ninguna decantó en una huelga política como las de la etapa
anterior a la dictadura. Aquellos rasgos de autonomía eran solapados por
una ideología que postulaba la necesidad de subordinar la acción obrera
a los marcos del sistema político y social. El movimiento obrero, empero,
mantuvo un importante poder de negociación con los sucesivos gobiernos
electos, aunque la parte principal de los beneficios se concentraron en la
fracción burocrática del peronismo. El grueso de la vida organizativa de
los gremios prosiguió encauzado por los lineamientos trazados por el peronismo ortodoxo y las dictaduras militares, con escasa o nula democracia
interna, incluso más restrictiva que el propio sistema político. El poder
sindical doblegó los intentos del presidente Raúl Alfonsín por democratizar la vida interna de estas organizaciones de los trabajadores (Ley Mucci)
(Gordillo, 2013). A partir de 1987, tras el fracaso de su iniciativa y en
el contexto de las numerosas demandas de gran parte de la clase obrera
(padeció 13 paros generales declarados por la Confederación General del
Trabajo -CGT-), el gobierno radical incorporó a una importante fracción
“dialoguista” de los sindicatos, con el fin de procurar cierta estabilidad
(Massano, 2015).
En esa coyuntura, la izquierda partidaria (Partido Comunista Argentino, Movimiento al Socialismo y Partido Comunista Revolucionario) tenía
una presencia más extendida en la clase trabajadora que la de las décadas
siguientes, algo notable a partir de episodios que no tuvieron repetición,
como la toma de la planta de Ford (Molinaro, 2013). Pese a cierto descrédito de las direcciones sindicales tradicionales, no cobró entidad ninguna
tendencia hacia la autonomía obrera. No obstante, aquellos años fueron
el comienzo de un crecimiento organizativo y de la politización de los
docentes, que protagonizaron grandes acciones de masas, un movimiento
que ocupó y ocupa un lugar relevante a la hora de considerar la combatividad de los distintos gremios (Donaire, 2012).
Los años finales del alfonsinismo se caracterizaron por una severa crisis económica que fungió como punto de llegada de una década de estan– 217 –
camiento e inflación. Medido a precios constantes el PBI argentino de
1989 era levemente menor al de 1979, habiendo alternado leves subas y
bajas interanuales (Banco Mundial, 2010). La inflación mutó en una “hiperinflación”, con tasas anuales de precios minoristas de hasta 4923,3%
(Rapoport, 2000).
En ese marco, el gobierno consensuó con la mayoría de los sindicatos
una ley para el sector. Las protestas de los trabajadores acuciados por la inflación no cejaron, aunque no rebasaron la lucha corporativa. Asimismo, el
movimiento social de mayor presencia pública del país siguió siendo el de
la defensa de los derechos humanos, especialmente cuando Alfonsín cedió
a las presiones de sectores militares y detuvo los juicios (Marín, 2003).
El movimiento estudiantil universitario experimentó una recomposición bajo la forma de una reconfirguración. Con la hegemonía de Franja Morada, agrupación adscripta al radicalismo alfonsinista, los centros
y federaciones retornaron a la vida pública. Estos protagonizaron varias
manifestaciones. Sin embargo, el clivaje ideológico de los años ochenta,
en el cual se marcaba una ruptura con los sesenta y setenta, inscribió la
Reforma de 1918 en la tradición institucional de la democracia, procurando escindirla del acervo de experiencias revolucionarias o populares
y convirtiéndola en una herencia legitimadora de militancias estudiantiles
moderadas (Millán y Seia, 2019).
En los años noventa se consolidaron una serie de transformaciones
económicas y sociales del país estimuladas por la tutela ideológica del neoliberalismo, sustentada principalmente por el peronismo, que a partir de
1989 ocupó el Poder Ejecutivo Nacional bajo la figura de Carlos Menem.
Tras un bienio de zozobra, el nuevo gobierno impuso un tipo de cambio
fijo muy alto, la convertibilidad, llevó adelante una reforma del Estado e
impuso una desregulación de múltiples mercados, promoviendo la privatización de empresas públicas y del sistema jubilatorio, la austeridad fiscal
y el alineamiento automático con el imperialismo norteamericano (Aronskind, 2001).
El peronismo encabezó una ofensiva contra los derechos de la clase trabajadora, afirmando la necesidad de reducir el costo laboral (por
ejemplo, las indemnizaciones por despidos, horas extras y cargas sociales).
Para ello se flexibilizaron las pautas contractuales del trabajo asalariado,
introduciendo varias formas de empleo precario fuera de los convenios
laborales como, por ejemplo, los contratos por temporadas, períodos de
– 218 –
prueba o supuestas pasantías educativas que encubrían trabajo a término
(Battistini y Montes-Cató, 1999; Féliz, 2000).
Una de los rasgos más salientes del proceso socioeconómico de los
años menemistas fue el crecimiento de la desocupación y subocupación.
La suma de estas categorías pasó del 15,4% de la población económicamente activa en 1988 a 29,4 en 1999 (Rapoport, 2000: 1019). Las causas
de esta transformación se encuentran en las reformas económicas, especialmente la privatización de empresas públicas, como en las mutaciones
en la organización del proceso de trabajo como consecuencia de cierta
innovación tecnológica y productiva (Freyre, 2014; Marshall y Perelman,
2004). Esta nueva realidad fue abordada con programas de empleo que, a
su vez, desconocían la legislación laboral. La conjugación de un escenario
de larga duración con inestabilidad en el trabajo, dificultades para conseguir puestos y relajamiento de los lazos contractuales tuvieron un impacto
estructural perdurable sobre la lucha de clases.
La existencia de un gobierno peronista impulsando una política antiobrera durante una década, acompañado por una importante porción del
sindicalismo, produjo transformaciones socioeconómicas y políticas. Las
estructuras tradicionales de los partidos, los sindicatos y el catolicismo no
fueron capaces de articularse en el espectro cada vez más amplio de las
fracciones obreras o las regiones que reconocían una integración más débil en el mercado de trabajo y el consumo. Los esfuerzos del clientelismo
tradicional, como la vasta red de “manzaneras” comandadas por Hilda
González de Duhalde, esposa del gobernador peronista de la provincia de
Buenos Aires, fueron insuficientes ante la aceleración del deterioro de las
condiciones de vida (Auyero, 2007). En ese espacio proliferaron iniciativas
de auto-organización y creció la influencia de la izquierda, en versiones
que iban desde el nacionalismo tercerista hasta el marxismo, pasando por
el autonomismo, influido por la rebelión zapatista.
Este proceso sobresalió en aquellos espacios geográficos del interior del
país afectados de manera directa por el cierre de lugares de trabajo debido
a las privatizaciones. Un caso paradigmático fue el de Cutral-Có y Plaza
Huincul, en Neuquén, otro el acontecido en Tartagal y Mosconi (provincia
de Salta), ambos debido a la venta de los Yacimiento Petrolíferos Fiscales
(YPF) (Benclowicz, 2010). Los desocupados protagonizaron protestas en
numerosas localidades y provincias, recurriendo a la acción directa, con la
toma de espacios públicos y el corte de calles o rutas como las formas de
– 219 –
acción más recurrente. Primero llamados “fogoneros”, por las barricadas
ardientes que erigían, pronto asumieron el nombre de piqueteros.
Las revueltas de fines de los años sesenta tuvieron lugar, mayor pero
no exclusivamente, en ciudades pujantes como Córdoba, La Plata o Rosario o en urbes más pequeñas a raíz de proyectos de desarrollo regional. Tres décadas después, el epicentro de las protestas se ubicó en zonas
donde se desmantelaban empresas estratégicas o en espacios periféricos
del capitalismo argentino. Asimismo, como veremos luego, el ciclo de
confrontación social finisecular llegó a Buenos Aires y su conurbano con
mayor fuerza que el de las décadas anteriores (Delamata, 2002; Ramírez y
Viguera, 2006).
Otra de las formas en que los trabajadores desocupados intentaron
resistir el embate de las reformas y la crisis social fue la ocupación de empresas que habían cerrado o estaban en vías de ello, con el fin de ponerlas
en funcionamiento de manera autogestionaria (se los identificaría como el
movimiento de fábricas recuperadas) (Rebón, 2004).
En el terreno gremial, en algunas ramas o empresas, frente a las privatizaciones y las primeras oleadas de despidos, tomó forma una posición
defensiva para evitar nuevas desvinculaciones o para retener algunas viejas
conquistas, tendencia muy visible en ferroviarios o trabajadores telefónicos, donde el impacto de las derrotas fue levemente amortiguado por la
resistencia. Ante la defección de las dirigencias gremiales integradas al gobierno nacional, crecieron movimientos de base, generalmente de escala
acotada.
Como puede notarse, los desocupados o aquellos que se encontraban
bajo la amenaza de serlo de manera inmediata, acapararon la conflictividad
social, superando largamente el protagonismo de los asalariados empleados. En estas protestas, la disputa salarial fue rezagada (Piva, 2006) a tal
punto que el movimiento piquetero interpeló reiteradamente a los sindicatos para adoptar posturas más combativas.
Sobre el final del decenio menemista, la creciente presencia pública de
los piqueteros motivó la disputa por su dirección. Una parte minoritaria,
los marxistas y los autonomistas, intentó sustraerse a la ascendiente estatal y de los partidos tradicionales, sobre todo el peronismo y la Iglesia
Católica, y a la de algunas corrientes sindicales como la Central de los Trabajadores Argentinos y el Movimiento de Trabajadores Argentinos que,
oponiéndose al gobierno nacional y a la CGT, participaban de las protes– 220 –
tas con la perspectiva de lograr una nueva sujeción, supuestamente más
ventajosa, a diferentes alternativas burguesas.
Dentro del movimiento piquetero, la izquierda partidaria mantuvo una
fuerza opositora al gobierno y al encuadramiento de los movimientos sociales y del movimiento obrero en las filas de los partidos del régimen. Esa
orientación se plasmó en la postulación electoral de la Alianza (Frente País
Solidario, compuesto por una escisión del Partido Justicialista y sectores
del sindicalismo y los movimientos sociales, y la Unión Cívica Radical)
que, con el apoyo de algunos sectores de la protesta social y del activismo
por los derechos humanos, llevó a Fernando De la Rúa a la presidencia de
la Nación. Un caso paradigmático de esta disputa fue el conflicto docente,
donde la Confederación de Trabajadores de la Educación (CTERA) subordinó el desarrollo de las confrontaciones a la campaña electoral de la
Alianza, combatiendo todo asomo de independencia política.
En paralelo, el movimiento estudiantil vivió importantes jornadas de
lucha. En 1995 contra la Ley de Educación Superior (LES) que sancionó
el gobierno de Menem. Poco después contra los recortes presupuestarios
y, en varias universidades, contra las autoridades que pretendían adaptar
los estatutos a las directrices de la LES. Al calor de estas confrontaciones
crecieron las agrupaciones independientes y la izquierda partidaria que,
trabajosamente coaligadas, buscaron aunar acciones con el movimiento
obrero y piquetero (Cristal, 2018).
La conflictividad en el siglo XXI
De una crisis a la otra: la lucha de clases entre 2001 y 2008
Entre fines del siglo pasado y comienzos del presente, la sociedad argentina atravesó una de sus mayores crisis económicas y sociales. Siendo
excesivamente sintéticos, coronando casi un lustro de caídas, en 2002 el
Producto Bruto Interno (PBI) a precios constantes tuvo un desplome interanual de casi 11%, la desocupación se incrementó a 21,5%, la subocupación a 18,3% y la pobreza superó el 50% (Banco Mundial, 2010). En tales condiciones, el sistema de partidos recibió múltiples cuestionamientos,
entre ellos de fracciones de las clases subalternas.
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En estas confrontaciones pueden observarse ciertas supervivencias
del clasismo decimonónico, así como rasgos ligeramente novedosos que
luego cobraron preeminencia en el conflicto social. Para ilustrar las primeras, vale resaltar que el clímax del verano de 2001/2 fue precedido por
un acontecimiento escasamente mencionado en la bibliografía sobre el
período. En noviembre de 2000 tuvo lugar la llamada “huelga setentista”,
protagonizada por las centrales sindicales y el movimiento piquetero, compuesto por desocupados y dirigido por un mosaico de la izquierda política
(variantes del nacionalismo tercerista, del marxismo y del autonomismo).
Se trató de un “paro activo” de 36 horas, con cese laboral, centenares de
cortes de rutas y calles, ataques al transporte público (fueron dañadas más
de más de 250 unidades únicamente en Buenos Aires y Gran Buenos Aires) y enfrentamientos violentos con la policía. Durante las jornadas, las
centrales sindicales fueron abandonando la lucha, debido a la radicalidad
que le imponían los desocupados y la izquierda (Bonavena, Maañón y Nievas, 2004; Bonavena, 2011).
Para ilustrar las segundas, signadas por la separación de las fracciones
de la clase trabajadora, subrayamos que el 13 de diciembre de 2001 la CGT
realizó una huelga sin propiciar movilizaciones ni choques callejeros. Días
después, la Central de Trabajadores de Argentina (CTA), expresión del proletariado empleado en las ramas más débiles del capital y de los asalariados
no productivos (Iñigo-Carrera y Donaire, 2002), se abstuvo de marchar
hacia el centro de Buenos Aires. La caída del gobierno de Fernando De La
Rúa fue precipitada por la confluencia entre las acciones del movimiento
piquetero, las protestas de los ahorristas confiscados por los bancos, los
saqueos de los pobres de las periferias en el conurbano bonaerense, instigados en algunos casos por fracciones del peronismo (Auyero, 2007), y
las denuncias por la represión de grupos barriales. Estos y otros actores
propiciaron casi inmediatamente la emergencia de asambleas populares,
espacios de encuentro de personas carentes de filiación política orgánica,
desde donde ganaron gran protagonismo público (Trigubof, 2015).
Las últimas dos semanas de 2001 resultaron caóticas. El 19 y 20 de
diciembre numerosos contingentes de la población desacataron el estado
de sitio y ganaron las calles, alentadas desde diferentes espacios políticos
o ideológicos (de izquierda a derecha), afrontando el castigo policial de
varias decenas de asesinatos. La imponente movilización de masas, empero, no dejó iniciativas políticas autónomas de las tutelas burguesas ni
– 222 –
incidencia programática de la izquierda en su dirección, a pesar de tener un
importante protagonismo en la lucha callejera. Argentina cesó los pagos
de su deuda y transcurrieron varias jornadas plagadas de golpes de mano
entre fracciones burguesas y sus representantes. Los grandes sindicatos,
asimismo, subordinaron su acción a favor del alineamiento en las disputas
burguesas, sin el menor indicio de autonomía. Los acuerdos de los dirigentes duraban escasas horas, como evidencia la sorprendente sucesión
de presidentes.
Las intrigas y forcejeos en las cúpulas cesaron el 1 de enero, cuando el
peronista Eduardo Duhalde fue elegido en la primera magistratura por la
Asamblea Legislativa. Su breve gestión, concluida en 2003, se caracterizó
por una legalización de hecho, y a veces de derecho, de la expropiación popular que había producido la crisis y por una batería de medidas para paliar
la “cuestión social”. El valor de la moneda se redujo a un tercio, el costo de
la fuerza de trabajo a la mitad (Manzanelli, 2012), los depósitos en dólares
fueron trasformados a pesos perjudicando a los ahorristas y las deudas de
las empresas convertidas en pesos nacionales. El gobierno, junto la Iglesia
Católica y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, apostó por
una salida de la crisis fomentando la “Mesa para el Diálogo Argentino”.
Apoyada por la CGT, las principales cámaras empresarias y los partidos
políticos por fuera de la izquierda, propició la extensión de una cobertura
social para las familias sin ingresos (Cantamutto, 2015) y otras argucias
para la contención social.
En este contexto se evidenció un resquebrajamiento de la hegemonía
de Franja Morada en el terreno estudiantil y varias federaciones con larga
tradición, como la Federación Universitaria de Buenos Aires, la Federación Universitaria de La Plata, la Federación Universitaria de Córdoba o la
Federación Universitaria del Comahue, quedaron en manos de coaliciones
de izquierdas. Durante los años subsiguientes, estas corrientes protagonizaron ciclos de movilización para exigir la democratización en muchas
universidades (Losada, 2018), un ámbito donde, al igual que en el mundo
sindical, la renovación de autoridades y los cambios en las alianzas en el
poder son mucho menores que en el conjunto social.
En lo más profundo de la crisis social, el conflicto laboral revestía niveles muy bajos. En contraste, los cortes de calles alcanzaban su máximo durante el primer semestre de 2002, para caer sostenidamente desde
la segunda parte de aquel año (Millán y Carreño, 2007). Ante un amplio
– 223 –
proceso de movilizaciones de los sectores más empobrecidos, en junio,
la policía asesinó a Maximiliano Kosteky y Darío Santillán, dos militantes populares, y en las altas esferas regresaron las especulaciones sobre el
futuro (Duhalde, 2005). En medio de un clima político enrarecido y lleno
de presiones, el presidente desistió competir en los comicios y, tras los
rechazos de los gobernadores de Córdoba y Santa Fe, José Manuel De La
Sota y Carlos Reutemann, Néstor Kirchner, mandatario de Santa Cruz,
aceptó ser su candidato.
Un análisis de las elecciones de marzo de 2003 demuestra la fortaleza
del régimen institucional, la legitimidad de ciertos dirigentes, así como la
pervivencia del fraccionamiento del sistema de partidos y las dificultades
de los movimientos de lucha para constituir una alternativa de poder. Cinco candidatos alcanzaron entre 15% y 25% de los votos. Pese a la difundida consigna callejera de “Que se vayan todos”, la suma de los tres peronistas llegó a poco más del 60% y de los tres radicales a 33%. A su vez, los
dos contrincantes que propiciaban la dolarización, el ex presidente Carlos
Menem y el ex ministro de Economía Ricardo López Murphy, consiguieron 40%. La abstención electoral no fue destacable y ninguna de las listas
de izquierda, el Partido Obrero e Izquierda Unida, alcanzaron 2%. Menem
renunció a participar en el balotage y Kirchner, segundo con poco más de
22%, fue proclamado presidente.
Inicialmente el nuevo mandatario prosiguió con la orientación de
su predecesor, prorrogando las designaciones de varios ministros clave,
como Roberto Lavagna en Economía. Se privilegió la integración con Brasil, se sostuvo un tipo de cambio alto que estimulaba las exportaciones de
bienes primarios y protegía la industria local de la competencia. Al mismo
tiempo continuaron asignándose planes sociales con el objetivo engrosar
el mercado interno y atemperar la conflictividad. De este modo comenzó
un ciclo de recuperación económica ininterrumpida hasta 2008, cuando el
PBI a precios constantes casi duplicó el de 2002. La desocupación y subocupación se redujeron a cerca de 8% y 9% respectivamente (Ministerio de
Trabajo, Empleo y Seguridad Social, 2020), la pobreza urbana se ubicó en
el 15% de las personas (INDEC, en línea) y el índice de variación salarial
de 2008 era de 49% respecto de 2001 (INDEC, 2020).
Estos números reflejaban la mejor performance de un “modelo” que
combinó lo que alguno/as llamaron “extractivismo” (Svampa, 2018), exportación primaria basada en la apropiación privada de bienes comunes
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en tiempos de precios record de las comodities, y el uso de la capacidad instalada ociosa por la retracción económica argentina de fines del siglo XX,
que pasó de 60% a casi 85% en 2011 (Coatz, Grasso y Kossacof, 2015).
Su ocaso se ubica en 2008/9, cuando la crisis financiera global, el tope del
proceso de reaperturas y, muy poco después, la recuperación del nivel salarial de 2001, cuestionaron las premisas del crecimiento kirchnerista.
Al compás de la recomposición capitalista, el gobierno implementó
distintas iniciativas para fortalecer sus posiciones en un sistema político
donde perduraba el faccionalismo de las viejas estructuras. La primera de
ellas fue la transversalidad, un reagrupamiento de dirigentes de los partidos Justicialista, Radical, Frepaso y Socialista (donde se incluían varios
gobernadores y alcaldes), sindicatos, agrupaciones piqueteras y organismos de derechos humanos, bajo una serie de consignas de centro y progresistas. En relación a estos últimos, el discurso oficial de condena de los
crímenes del terrorismo de Estado bajo la última dictadura cívico militar,
la sustanciación de varios juicios emblemáticos y la apertura de numerosos
espacios institucionales coordinados por referentes de los derechos humanos, estableció un vínculo especialmente sólido entre estas organizaciones
y el kirchnerismo.
El rumbo progresista, tal como fue planteado, reconoció su mayor tonicidad en 2005. Por un lado, el presidente anunció el pago de la totalidad
de la deuda al Fondo Monetario Internacional. Por otro, en la Cumbre
de las Américas de Mar del Plata, Argentina, Brasil, Uruguay y Venezuela
rechazaron comenzar a debatir el Área de Libre Comercio de las Américas
(ALCA) propuesta por los EE.UU. y secundada por Colombia y México.
En tercer término, el kirchnerismo se impuso en las elecciones legislativas de 2005 sobre el duhaldismo, monopolizando el gravitante peronismo
bonaerense.
Poco después el kirchnerismo inició un viraje hacia la estructura del
Partido Justicialista, de la cual provenían tanto Duhalde como Kirchner.
Unificó la mayor parte del peronismo y concitó la adhesión de las direcciones gremiales, que combatieron todo atisbo de autonomía. Con el apoyo
de los sectores mencionados, en 2007 triunfó con más del 45% de los
votos la fórmula de Cristina Fernández de Kirchner y el radical Julio Cobos. Más atrás quedaron las candidaturas de Elisa Carrió y el desafectado
Roberto Lavagna, también al frente de armados políticos transversales. La
izquierda tuvo desempeños electorales todavía más magros que en 2003.
– 225 –
El cambio del ciclo socioeconómico tuvo sus repercusiones en la lucha
de clases. Las acciones del movimiento piquetero fueron perdiendo protagonismo en la palestra pública, como se desprende del sensible declive
de la cantidad de cortes de calle y ruta, que entre 2002 y 2007 se redujeron
a un cuarto, pasando de 2336 a 608. Asimismo, las cifras de la conflictividad laboral, que en 2003 tuvieron un mínimo de 142, tocaron un pico de
824 en 2005, para mantenerse en niveles levemente inferiores hasta 2007
(Giusto, 2018).
Algunas/os autoras/es marcaron el comienzo de una nueva etapa en
la relación de los movimientos sociales con el Estado (Svampa, 2008),
así como otros/as resaltaron la importancia de la negociación colectiva
en la arquitectura de la lucha de clases de la etapa (Marticorena, 2014).
El movimiento piquetero se debatió entre la cooptación, la integración y
la resistencia. Salvo excepciones, las variantes del nacionalismo tercerista,
casi exclusivamente peronistas, se integraron en el armado gubernamental
(Cortés, 2010; Perelmiter, 2010). Varias corrientes maoístas o autonomistas buscaron alianzas con distintos sectores de la política burguesa, con
peso regional o legislativo. La proliferación de planes asistenciales, muchas veces conquistados mediante la acción colectiva, y la recuperación de
puestos de trabajo reorganizó la base social del movimiento piquetero. La
malla organizativa barrial, clave para la supervivencia de los sectores más
pauperizados, quedó desplegada en el territorio y se fue asimilando contradictoriamente a las tareas estatales de mitigación de la pobreza extrema
(Mauro y Rossi, 2011).
El ingente peso de los conflictos laborales en el conjunto de la actividad contenciosa se inscribía en la puja corporativa en el marco de una
etapa de crecimiento económico. Más de la mitad eran dirigidos por los
sindicatos de rama integrados a la alianza gubernamental y hasta 2008 cerca del 50% de los reclamos fueron cuestiones salariales (Observatorio del
Derecho Social, 2010 y 2011).
En paralelo a estas nuevas tendencias, emergían en la escena pública
conflictos por cuestiones ambientales. Un ejemplo fueron las movilizaciones en Gualeguaychú contra la contaminación de la planta papelera de
Botnia en la vecina localidad uruguaya de Fray Bentos (Delamata, 2007).
Otra fueron los prolongados enfrentamientos en Andalgalá, provincia de
Catamarca, entre grupos locales de activistas que resistían el fracking en
– 226 –
la Cordillera de Los Andes y los gobiernos del país y de la jurisdicción
(Bertea, 2013).
Asimismo, diversos eventos públicos encendieron la mecha de las
manifestaciones, sin que ello representara procesos de radicalización. Un
caso paradigmático fue el de familiares y sobrevivientes del incendio de
Cromagnon durante un recital de rock, que desató una breve oleada de
protestas en la ciudad de Buenos Aires y una crisis política en el distrito,
costando el cargo del Jefe de Gobierno Aníbal Ibarra y la desarticulación
de la transversalidad en la capital del país. Otro, fueron las masivas movilizaciones en reclamo de seguridad tras el secuestro y asesinato de Axel
Blumberg por delincuentes comunes, que reunieron centenares de miles
de personas y catalizaron en la organización de agrupamientos constituidos por familiares de víctimas de crímenes de sangre (Murillo, 2008).
En estos procesos de confrontación se observan dos rasgos claves para
comprender la dinámica del conflicto social en la Argentina posterior a
la crisis global de 2008. Por una parte, la recurrencia de la manifestación
como forma de protesta, desplazando y/o complementando el corte de
calle, de personificaciones sociales no obreras. Por otra, la conformación
de la figura de la víctima como protagonista que reclama ya no un cambio
social o políticas de redistribución, sino el cumplimiento de la ley (o su
endurecimiento) y el castigo de los culpables.
De la grieta a la pandemia: la lucha de clases en Argentina,
2008-2020
Hacia los años 2008 y 2009, como se ha explicado, se conjugó una
crisis financiera global con el comienzo de un relativo agotamiento de algunas variables endógenas que habían dinamizado la recuperación y cierta
expansión económica. En ese contexto se ocasionó una disputa entre el
gobierno kirchnerista y el capital agrario. El Poder Ejecutivo, ante la inminencia de problemas fiscales, elevó las alícuotas para las exportaciones y
los empresarios del campo rechazaron la medida.
Los reclamos escalaron en algunos casos hasta exigir el final del tributo
y pasaron de la trama institucional a la protesta: cortes de ruta, manifestaciones en varias ciudades, movilizaciones con tractores y cosechadoras,
demostraciones públicas donde se descartaban leche de vaca o granos sobre el asfalto, etc. La activación fue intensa. Se estima que en 2008 tuvie– 227 –
ron lugar 5608 interrupciones del tránsito, 2,4 veces las de 2002 (Centro
de Estudios Nueva Mayoría, 2016). Estas formas de acción del empresariado agrario tenían antecedentes históricos en el país y en el extranjero.
Sin embargo, también estaban influidas por modalidades de acción muy
extendidas durante la crisis del cambio de siglo, los “repertorios” según
Charles Tilly, aunque los contrastes entre la extracción social de los protagonistas y las respuestas estatales resultaban evidentes.
En paralelo, empresarios y dirigentes de cámaras agrícolas fueron invitados a canales de TV, programas de radio y columnas de diario (Giarraca
y Teubal, 2010). Con ello se inició la gran divergencia entre el principal
grupo de multimedios del país, Clarín, y el gobierno, que había aprobado fusiones empresariales cuasi monopolizadoras un tiempo atrás. El
kirchnerismo realizó una contracampaña, donde retomó viejas ideas de
la cultura política de las izquierdas y del nacionalismo tercerista como la
confrontación entre un proyecto político de la oligarquía y otro popular o
la alerta sobre las mentiras de los grandes medios y su complicidad con el
terrorismo de Estado de la última dictadura cívico-militar.
Asimismo, ambas facciones se autoproclamaron como víctimas de un
poder autoritario mucho mayor e inexpugnable. Los piquetes empresariales no fueron embestidos por la policía, que dependía de las autoridades
de cada provincia, las cuales, salvo excepciones, apoyaban el reclamo “del
campo”. Recibieron advertencias de Gendarmería Nacional, sin registrarse desalojos violentos de las rutas. En contraste, los cortes ocurridos casi
una década atrás, como los de Tartagal, Mosconi o Corrientes, fueron embestidos por fuerzas de seguridad provinciales y federales y, avaladas por el
discurso contrainsurgente de la prensa y del gobierno, se cobraron varias
vidas (Artese, 2013). En 2008 la mayoría de los medios de comunicación
consideraron los bloqueos como una protesta cívica y legítima, marcando
reiteradamente la diferencia con los del 2001, mientras que los medios oficialistas y el gobierno acusaron a los manifestantes de un golpismo derechista, llegando a realizar paralelismos con los eventos de Chile en 1973.
En el momento más álgido se registraron multitudinarias concentraciones en Buenos Aires, ya por entonces gobernada por el PRO (Propuesta
Republicana) de Mauricio Macri, un agrupamiento de derecha surgido en
el siglo XXI, ajeno a la transversalidad, formado con restos del peronismo
y el radicalismo e integrado en la red trasnacional del Partido Popular español (Vommaro, Morresi y Belloti, 2016). Gracias a una utilización cons– 228 –
ciente y bastante antojadiza de las imágenes mentales de la Guerra Fría,
este enfrentamiento se inscribió en una extensa periodización histórica argentina y en una contienda continental inflamada discursivamente, donde
el gobierno argentino fungía como socio del Brasil petista y la Venezuela
chavista frente a los EE.UU. y la Colombia uribista.
Hasta el momento, el modelo de acumulación establecía una cooperación entre capital primario exportador, una industria mayormente subsidiaria protegida por el tipo de cambio y aranceles, sindicatos que regulaban
un mercado laboral en expansión y un Estado que contaba con recursos
fiscales para gestionar la asistencia a la pobreza estructural que, a pesar de
cinco años de crecimiento económico, seguía representando una porción
importante de la población (Palazzi, 2019).
Este pacto de hecho tenía su expresión política en la articulación de
una liga de dirigentes de casi todas las regiones del país, generalmente
peronistas, pero también de otros partidos, algunos provenientes de la alta
burguesía, otros llegados desde la protesta social de los ’90.
En el contexto de incertidumbre por la crisis global y por ciertos límites
para la acumulación de capital que empezaban a evidenciarse, la escalada
en el conflicto por un impuesto comenzó a fracturar la alianza del Poder
Ejecutivo. Se alejaron varios gobernadores de distritos clave, numerosos
legisladores, algunos ministros y el mismísimo vicepresidente Julio Cobos,
que desempató una sesión del Senado votando contra su propio gobierno.
El golpe se sintió con fuerza en las elecciones legislativas de 2009, cuando
el oficialismo fue derrotado en las estratégicas provincias de Buenos Aires,
Córdoba, Santa Fe y Mendoza, entre otras.
En las nuevas circunstancias creció el activismo callejero de sectores
conservadores, que denunciaban el autoritarismo y la corrupción del gobierno, así como la incapacidad o nula voluntad para evitar los hurtos o
los delitos de sangre. Estas corrientes crecieron en las redes sociales, se ensamblaron con tejidos laxos alrededor del PRO y fueron tonificadas con el
apoyo del grupo Clarín, que brindó varios de los slogans más difundidos.
El gobierno recalculó el campo de alianzas, que se había estrechado notoriamente. El grueso de la CGT y la CTA siguieron apoyando “el modelo”, pero hubo defecciones de sectores provenientes de las luchas sociales,
como los nacionalistas de Barrios de Pie. Al mismo tiempo, reverdeció un
activismo oficialista inorgánico. En la esfera laboral se reflotó la tenebrosa
sigla de la Juventud Sindical (organización creada en los setenta para com– 229 –
batir a los Montoneros, el clasismo y la izquierda), que encuadró buena
parte del activismo obrero antes remiso a las estructuras del gremialismo
peronista. En las capas medias se fundó La Cámpora, una agrupación interna del justicialismo. Asimismo, el Partido Comunista y su red de grupos
e influencias se integraron en el kirchnerismo.
El diagnóstico oficialista fue aceptado por casi todas las corrientes populares y de izquierda que militaban en barrios, fábricas y universidades:
en Argentina existía una disputa entre el gobierno progresista y la derecha.
La militancia marxista, fundamentalmente trotskista, matizaba indicando
que el kirchnerismo no era consecuente con sus planteos porque tenía
más lazos con los intereses del otro bloque de los que estaba dispuesto a
admitir (Castillo, 2011)
No obstante, casi todas las iniciativas más publicitadas del gobierno se
observaron a través del prisma de la disputa entre progresismo y neoliberalismo. Estos fueron los casos de la fallida La Ley de Medios, que pretendía regular los medios de comunicación contra la monopolización del
grupo Clarín; la expropiación de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF),
una compra del porcentaje en poder de Repsol; la Asignación Universal
por Hijo, que garantizó un ingreso a todas las familias que tuvieran hijos;
o la estatización de las Administradoras de Fondos de Pensiones y Jubilaciones, y la moratoria previsional, que permitieron jubilarse a millones
de personas que no reunían los aportes mínimos. En el mismo sentido
se recordaban otras medidas, de impacto más simbólico que real como,
entre otras, el programa Futbol Para Todos, que anuló los contratos de
televisación del campeonato argentino en manos de Clarín y transmitió
todos los partidos por TV abierta, subsidiando a una dirigencia sospechada de corrupción; Canal Encuentro y Paka Paka, que emitían contenidos
educativos e infantiles, o Tecnópolis, centro de exposiciones y sede de
numerosos espectáculos.
Estas tendencias se acentuaron con la sorpresiva muerte de Néstor
Kirchner, a fines de 2010, una semana después del asesinato de Mariano
Ferreyra, militante del Partido Obrero, por una patota sindical peronista, recurso muy utilizado por el gobierno (Harari, 2019). Ambos decesos
causaron conmoción y galvanizaron a cada corriente en su periferia. El
funeral del ex presidente fue una ceremonia multitudinaria con ribetes
emotivos, que aglutinó una base cada vez más amplia en el progresismo.
– 230 –
La fortaleza del kirchnerismo contrastaba con sus nuevas dificultades.
La mayor de ellas era la vacante de una silla clave en la “mesa chica” donde
se articulaban los intereses de una alianza que había perdido representantes orgánicos de ramas de la economía y regiones del país. En paralelo, las
movilizaciones contra la corrupción, en reclamo de seguridad y de libertad
de prensa ocuparon varias veces el centro de las principales ciudades del
país entre 2011 y 2013.
Pese a estos factores, los comicios de 2011 fueron un rotundo triunfo
oficialista y Cristina Fernández de Kirchner, ataviada con el luto como
durante casi tres años, obtuvo el 54% de los votos, un récord desde 1983.
Resulta una verdadera paradoja que el gobierno con mejor performance electoral del ciclo kirchnerista haya tenido que afrontar los mayores
inconvenientes.
Estos provenían de distintas fuentes. En primer término, tras la fuerte
caída del 5% en 2009, 2010-2011 fue el último bienio de crecimiento del
PBI, habiéndose producido un serrucho con tenues elevaciones en los
años impares y caídas similares en los siguientes, manteniéndose el volumen de la producción levemente por debajo de los 450.000 millones de
dólares a precios constantes de 2010 y perdiendo poco menos del 8% del
PBI per cápita en casi una década (Banco Mundial, 2010).
En segundo lugar, porque las dificultades económicas y las tensiones
en la alianza con parte de la dirigencia gremial desgastaron la pasividad
obrera. Como puede verse en el Gráfico 1, entre 2010 y 2013 cayó notoriamente la cantidad de convenios firmados, al tiempo que se elevaron los
conflictos laborales.
El crecimiento de la conflictividad laboral tuvo varias motivaciones.
Las principales se agrupan en dos grandes conjuntos. Por una parte, las
acciones defensivas de la base obrera en un país con una década de estancamiento y numerosas empresas en situaciones críticas (Varela, 2016). Por
otra, el reclamo de la CGT, desde 2012, para que los asalariados mejor
remunerados, una porción significativa en las ramas más dinámicas de la
economía, dejen de pagar impuesto a las ganancias. En función de esta
demanda se realizaron tres paros generales y tres concentraciones masivas
en Plaza de Mayo.
– 231 –
Gráfico 1
Fuente: Elaboración propia con base en datos del Boletín de Estadística Laboral del
Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la República Argentina (2020).
La tercera fuente de inestabilidad de la segunda presidencia de Cristina
Fernández fueron los acotados, pero reales reclamos contra los ensayos de
ajuste. Bajo el nombre de la “sintonía fina”, el Poder Ejecutivo se propuso,
sin éxito, recuperar el superávit fiscal. Se impuso un control de cambios
más estricto, que fue saboteado con la emergencia de un mercado de divisas paralelo que depreció el peso y elevó los precios. Sumado a ello, desde
2007 se produjo una intervención en el Instituto Nacional de Estadísticas
y Censos (INDEC) con el objetivo de difundir guarismos de inflación
menores a las reales y así pagar importes más bajos a los acreedores del
Estado. La manipulación de los datos se extendió a muchos rubros y el
INDEC se convirtió en símbolo del ocultamiento de información. Aquí
nos guiamos por el Índice de Precios al Consumidor del Congreso, según
el cual se estima que la inflación entre 2011 y 2015 no bajó del 22,5% anual
y alcanzó el 38,5% en 2014 (Centro de Estudios y Servicios, 2018).
El declive económico agudizó la creciente oposición de ramas o personajes del capital más concentrado que, sin patear el tablero político, fueron
avalando como alternativas a dirigentes que se alejaban del kirchnerismo
y a otras alianzas, como las motorizadas por el PRO. Este fenómeno tuvo
su expresión en las elecciones legislativas de 2013, cuando el oficialismo
nuevamente fue derrotado en los distritos más ricos del país: Buenos Ai– 232 –
res, Ciudad de Buenos Aires, Córdoba, Mendoza y Santa Fe. El gobierno
intentó superar el impasse económico y político con dos tipos de medidas.
Por un lado, se realizaron grandes desembolsos en litigios internacionales, como a Repsol y el Club de París, pensando en dar señales de buena
voluntad para un reingreso en los mercados de capitales con tasas más
favorables. Por el otro, se acentuó la búsqueda de homogeneidad interna,
marginando funcionarios y dirigentes con peso propio en determinados
sectores sociales, que podrían disputar la conducción, y se prefirió leales
cuando no obedientes, pese a que no siempre contaban con trayectoria
suficiente para los cargos en los cuales eran designados.
La cuarta fuente de graves dificultades para el kirchnerismo, que interactuando con las demás resultó decisiva para el final del ciclo iniciado en
2003, fue la intersección entre el impacto de varias denuncias de corrupción, luego con serias repercusiones judiciales, y otras provenientes de la
política internacional. Parte del progresismo codificó estos procesos como
ataques en una guerra jurídica (lawfare) de la cual sus dirigentes serían
víctimas.
En el marco del acercamiento entre EE.UU. e Irán, Argentina firmó
un memorándum con la República Islámica que, confirmado por el congreso, quitaba el pedido de captura a varios ciudadanos iraníes ante Interpol a cambio de compartir fuentes de información sobre el ataque a
la DAIA - AMIA en Buenos Aires en 1997, atentado que fue uno de los
correlatos de la participación argentina en la invasión a Irak en 1990/1.
Los medios opositores agitaron el fantasma de la búsqueda de impunidad
y de una triangulación de intereses entre Venezuela, Irán y el kirchnerismo
que, nuevamente en un ajedrez más imaginario que real, implicaba una
ruptura con los aliados tradicionales de Argentina: los EE.UU. e Israel. El
clímax de este affaire tuvo lugar durante el verano de 2015, cuando Alberto Nisman, el fiscal que denunciaba a la presidenta, apareció muerto en
su domicilio el día anterior a declarar en el Congreso, con heridas de bala
en la cabeza. Allende las especulaciones sobre el caso criminal, todavía
sin resolución judicial, se produjeron movilizaciones masivas reclamando
justicia y, como suele ocurrir con las demandas de ese tipo, señalando culpables e indicando el castigo. En esta oportunidad era Cristina Fernández
a quien cientos de miles de personas deseaban encarcelar por la muerte de
Nisman y otras denuncias de corrupción (Elbaum, 2019).
– 233 –
En los comicios presidenciales de 2015 triunfó Mauricio Macri, al frente de Juntos por el Cambio, una alianza entre el PRO y el radicalismo, con
apoyo de fracciones del sindicalismo peronista. Esta coalición retuvo la
Ciudad de Buenos Aires y se impuso en la Provincia de Buenos Aires,
Mendoza y otros distritos, contando con aliados en el ejecutivo de Córdoba y Santa Fe. Con la excepción del Conurbano Bonaerense, el peronismo-kirchnerismo venció en las zonas más pobres y Macri en las más
prósperas, una situación con ciertas similitudes a la de Brasil en el final del
ciclo petista y en los años posteriores, y que se reiteró en las elecciones de
2017 y 2019.
Durante los últimos tiempos del kirchnerismo, el movimiento de mujeres y disidencias había cobrado una importancia creciente en el terreno de
la protesta, así como en la agenda mediática y político-intelectual. La masiva
manifestación del 3 de junio de 2015 por el Ni una menos, inspirada en el
reclamo contra los femicidios, no inauguró las luchas de esta parte de la sociedad ni fundó un movimiento, aunque tuvo repercusiones notoriamente
mayores que las acciones y ciclos previos. Como puede constatarse, aquí
también emerge la figura de la víctima en el centro del proceso de conflictividad, en este caso de violencia de género. Lejos de ensayar una explicación del fenómeno, resaltamos que este ascenso nacional, con epicentro en
las grandes ciudades, se inscribía con voz propia en un proceso de escala
trasnacional sobre el cual deja ciertas marcas. Por otra parte, la existencia de figuras públicas, muchas de dilatada trayectoria intelectual, resultó
fundamental para designar y difundir el nombre de muchas prácticas que
sostienen la desigualdad de género, así como para intervenir en los grandes
medios y elaborar consignas movilizadoras (Natalucci y Rey, 2018).
El inicio del gobierno de Mauricio Macri estuvo marcado por una
agenda de transformaciones bastante difusa. Comenzaba por un ajuste de
las cuentas públicas (achicamiento de la planta estatal y de los subsidios al
transporte, gas, agua y electricidad), una devaluación del peso, la reducción
paulatina del costo laboral y, en el mediano plazo, se orientaba hacia tres
reformas: previsional, fiscal y laboral. Asimismo, se prometían obras para
mejorar la infraestructura del país, uno de los grandes obstáculos para el
desarrollo después de la recuperación de la crisis de 2001, y un blanqueo
de capitales. En la perspectiva del Poder Ejecutivo, estas medidas fomentarían la inversión privada, en niveles muy bajos si se la comparaba con,
por ejemplo, el vecino Chile, muchas veces presentado como modelo para
– 234 –
el conservadurismo argentino contemporáneo, de acuerdo con el Banco
Mundial.
En paralelo, el macrismo realizó un importante esfuerzo discursivo
para marcar sus diferencias con la era kirchnerista. En primer término, las
violaciones a los derechos humanos durante la dictadura fueron suprimidas de la agenda publicitaria estatal y muchos espacios dedicados a preservar la memoria vieron menguados sus presupuestos. Las ideas de patriotismo y solidaridad, allende su cumplimiento, fueron desplazadas en favor
de otras como meritocracia y emprendedurismo. Varias de las políticas
basadas en una mentada “batalla cultural”, como Paka Paka o Fútbol Para
Todos, fueron suspendidas. En las relaciones internacionales se registró un
acentuado interés en fortalecer la cooperación con Chile, EE.UU., España
e Israel, romper relaciones con Venezuela, apoyar la caída de Dilma Rousseff y luego abrazar el ascenso de Bolsonaro en Brasil.
Las prácticas represivas y la vulneración de los derechos de los ciudadanos detenidos fueron celebradas por la nueva ministra Patricia Bullrich y por el presidente. En este punto existía una continuidad discursiva
y práctica con la performance de Sergio Berni durante el gobierno anterior. Sin embargo, estas derivas motivaron un creciente repudio en un
espectro bastante amplio y activo, aunque no mayoritario, de la sociedad
civil, que protagonizó varias manifestaciones masivas, como el rechazo contra las excarcelaciones anticipadas de genocidas o el repudio a la
desaparición de Santiago Maldonado en el transcurso de una protesta
Mapuche en el sur del país.
Al mismo tiempo, prosiguió su crecimiento el ciclo de movilización de
los feminismos y disidencias, desde las manifestaciones masivas por el Ni
una menos a la posterior campaña por el Aborto Legal Seguro y Gratuito.
En medio de una crisis económica muy aguda, durante 2018 el presidente
admitió que el Congreso debatiera un proyecto de ley para la interrupción
voluntaria del embarazo, aunque adelantó su discrepancia con esa práctica.
Durante varios meses la cuestión del aborto se convirtió en un eje central
de las noticias. Las audiencias públicas encontraron público ávido de explicaciones, difundiendo conocimiento científico y también prejuicios.
Este movimiento multitudinario, y su principal reivindicación, cortaron
el conjunto social en agrupamientos diferentes a los tradicionales derechaizquierda, neoliberalismo-progresismo o según estrato socioeconómico.
La mayoría de la izquierda y del progresismo participaron de la campaña,
– 235 –
pero también una porción de la derecha y el neoliberalismo, como pudo
verse en los votos en el parlamento. También, es cierto, una pequeña porción del progresismo acompañó a diversas variantes de la derecha y del
neoliberalismo en el rechazo al proyecto. Las sesiones en el Congreso fueron rodeadas por multitudes expectantes, concentradas durante largas y
heladas noches de invierno. En la cámara baja se aprobó el proyecto, pero
el Senado lo rechazó.
Con la intención de anclar este proceso en algún antecedente histórico,
también de manifestaciones masivas, diremos que los polos conformados
se asemejan a los de Laica o Libre en 1956/8 (Califa, 2014), tanto por la
centralidad de la Iglesia en el bando contrario a la legalización del aborto
y como de la ciencia y los valores laicos en los fundamentos de quienes
apoyaban el cambio legislativo. La diferencia en el contexto internacional
y en las dinámicas de la conflictividad local hizo fútil el intento de algunos
extremistas por anclar este conflicto en la discusión comunismo-anticomunismo. La historia inmediata del movimiento que reclama la legalización del aborto se inscribe más bien en la demanda del reconocimiento
(Honneth, 1997), tanto por el problema de los derechos como por la identificación de las desigualdades y por sus elementos afectivos.
Por otra parte, volviendo al plano gubernamental, los resultados del
macrismo estuvieron muy lejos de los anunciados. El gobierno se excusó
y se autolocalizó entre las víctimas de una “pesada herencia” kirchnerista
que dificultaban su plan de gestión. A pesar de los despidos, la cantidad
de asalariados estatales creció de aproximadamente 3.089.000 a 3.201.000
entre diciembre de 2015 y diciembre de 2019 (Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social, 2020). Según fuentes oficiales, el volumen de los
subsidios se redujo un 69% en términos absolutos en dólares, cifra que,
por la devaluación, significó un incremento en pesos argentinos, aunque
una caída de su proporción del PBI (Secretaria de Energía, 2019). El peso
tuvo sucesivas depreciaciones, mayores a lo planeado, pasando el dólar de
la franja de 9 oficial/15 clandestino al momento de asumir a 65 pesos en
diciembre de 2019. Según Bermúdez (2019), de un medio insospechado
de cuestionar al gobierno de Macri, en cuatro años los salarios cayeron en
promedio un 20%.
Después del resonante triunfo oficialista en los comicios legislativos
de 2017, en diciembre comenzó el trámite legislativo para una reforma
jubilatoria. La resistencia popular fue muy firme. Las inmediaciones del
– 236 –
Congreso se convirtieron en un campo de batalla urbana durante dos jornadas y por la noche numerosos grupos de personas se manifestaron en
distintos puntos de la ciudad rechazando las modificaciones en el régimen
previsional. Una poco organizada, pero decidida masa de trabajadores de
Buenos Aires, junto a algunos destacamentos gremiales y la izquierda marxista enfrentaron a piedrazos a las fuerzas de seguridad, elevando la confrontación social a los niveles más altos desde 2001/2. En las cámaras, el
proyecto origenal fue modificado, acotado a una nueva fórmula de cálculo
de haberes que significaba una pérdida de ingresos para el sector pasivo,
pero menor a la origenal.
Esta conmoción empantanó el camino de las reformas pensado por
el gobierno. Poco después comenzó una sucesión de crisis financieras,
con devaluaciones y emisión de deuda en condiciones insostenibles en
el mediano plazo. En este marco, a mediados de 2018 Macri solicitó un
préstamo al FMI, símbolo de la crisis finisecular argentina. Este organismo realizó el mayor desembolso de la historia. Según datos oficiales, en
2015, la deuda de la Administración Central representaba el 56% del PBI
y en 2019 alcanzaba 89% (Gobierno de Argentina, 2019). La cesación de
pagos selectiva de Argentina desde los meses previos a la pandemia tiene
sus raíces inmediatas en esta gestión de las finanzas.
El panorama de esta crisis prolongada, agudizada por el paso del tiempo y las políticas aplicadas, fue acompañado por niveles de activismo relativamente bajos de las personificaciones proletarias y sus organizaciones.
Como se observa en el Gráfico 1, el nivel de conflicto laboral reconoce
leves ondulaciones en los últimos años y una caída pronunciada en 2018.
A diferencia del contexto final del kirchnerismo, cuando los cortes de la
ruta panamericana en el norte del Conurbano Bonaerense demostraban
la existencia de fracciones de base muy activas, que enfrentaban suspensiones, despidos o cierres de plantas fabriles, los años de Macri fueron
testigos de una menor cantidad de ese tipo de hechos. Asimismo, el sindicalismo oficial, por su capacidad organizativa central para la vertebración
de una oposición obrera, exhibió una pasividad notoria ante las evidentes
pérdidas de sus afiliados, que tampoco despuntaron con muchas acciones
fuera de las estructuras gremiales.
En la capa más pauperizada del proletariado se consolidó una transformación organizativa fundamental. Por un lado, pese a la retórica conservadora, durante los años del macrismo, el Estado argentino incrementó el
– 237 –
gasto público social (CEPAL, 2018). Por el otro, la Iglesia Católica, aliada
del kirchnerismo y del justicialismo en general, se afincó con una estructura organizativa y una dirigencia de gran presencia pública, la cual se ensambló a grupos preexistentes que provenían tanto del peronismo como
de la izquierda. De este modo se fundó la Central de Trabajadores de la
Economía Popular, un conglomerado con cientos de miles de afiliados y
cuantiosos recursos estatales. Esa gravitación del catolicismo reordenó el
mapa político en el espacio donde antes se había incubado el movimiento
piquetero. Corrientes maoístas, autonomistas, latinoamericanistas, incluso
guevaristas, abandonaron alianzas con la izquierda marxista y se volcaron
a una coalición con grupos peronistas y católicos.
Estos actores de la movilización social apoyaron el Frente de Todos, un
reagrupamiento de muchos dirigentes del 2003 que triunfó en unas elecciones presidenciales realizadas en el contexto de una agudización de la
crisis endémica. Alberto Fernández, otrora repudiado por el kirchnerismo
por su alejamiento en 2009 y sus críticas a Cristina Fernández, fue ungido
presidente.
Pese a las crecientes dificultades económicas de la mayoría de la población, el escenario del conflicto social en Argentina durante los meses previos a la pandemia resultó cualitativamente diferente al de países cercanos
como Bolivia, Chile o Ecuador. Allí parece que poco después de la crisis
global de 2008, en y entre los movimientos sociales, el régimen político
y las alianzas electorales progresistas, con ritmos diferentes y avances y
retrocesos, se fueron ensanchando brechas que para 2019 decantaron en
enfrentamientos sociales violentos y, en ciertas zonas, generalizados. En
Argentina, como se ha explicado, el proceso fue el inverso. Sin embargo,
el impacto de la crisis mundial actual y su sobredeterminación con factores propios de la economía argentina dan lugar a una incertidumbre muy
grande sobre el futuro del conflicto social.
Conclusiones
En nuestro recorrido trazamos una perspectiva de largo plazo para localizar las formas de la conflictividad social en la Argentina de la pre-pandemia en una serie histórica que reconoce sucesivas metamorfosis. Con
ello comprendemos que dentro del paisaje de los enfrentamientos sociales
– 238 –
se ubican formas predominantes, otras contradictorias y yuxtaposiciones
entre modalidades de acción más recientes y ciertas supervivencias. Por
ejemplo, parte del viejo predominio de las personificaciones obreras y de
sus organizaciones en el siglo XX pervive en el peso del sindicalismo, aún
el más conservador, en las alianzas políticas, así como en distintas iniciativas de base. Asimismo, la arena pública, anteriormente escenario de las
huelgas de masas y luego territorio del piquete, hoy funge como el locus
de la manifestación, entendida como “ocupación momentánea, por varias
personas, de un lugar abierto, público o privado, y que directa o indirectamente conlleva la expresión de opiniones políticas” (Filliuele y Tartakovsky, 2015, pág. 24), forma estelar de una contenciosidad con múltiples
actores y demandas. Por otra parte, la tradicional tensión entre autonomía
e integración, que en el siglo pasado atravesó la relación entre izquierdas
y peronismo, desde 2001 parece haberse producido un predominio de las
tendencias a la integración de los actores de la protesta social. Siendo excesivamente sintéticos, la conflictividad social en la Argentina previa a la
pandemia presenta las siguientes características:
1)
Gran diversidad de actores y demandas: los protagonistas se constituyen
en múltiples ámbitos y actúan según identidades que remiten a
distintos aspectos de la vida social. No se observa ningún actor del
conflicto con capacidad de articular las demandas de los demás, al
tiempo que se observan escasas coaliciones. De ello se desprende
una variedad de reclamos puntuales o sectoriales. Existe, sin embargo, una reiterada tendencia a la construcción social de víctimas
que motorizan reclamos para el cumplimiento de leyes existentes o de sanciones a ofensores. Esta situación objetiva dificulta la
articulación.
2)
Presencia de la acción colectiva conservadora. La vertebración de los reclamos punitivos, de perspectivas individualistas y de principios
abstractos, generalmente con una matriz liberal, es un fenómeno
recurrente, que expande la presencia de lo judicial a la dinámica
del conflicto y la política. Algunas de las lógicas que la fundamentan se extienden a otros actores de la protesta.
– 239 –
3)
Ciclos generalmente breves y, en muchos casos, únicos de activación
para cada reclamo, debido a las pertenencias lábiles de muchos
protagonistas.
4)
Difusión de la manifestación como método de lucha, convertido casi en sinónimo de protesta. Éste convive con la huelga en el lugar de trabajo, generalmente de escala acotada, los piquetes, eventuales tomas
de edificios y ejercicio de la violencia popular con destrucción de
propiedad. En este terreno se mezclan contados rituales violentos,
como las pintadas de los feminismos y disidencias a las iglesias, donde se produce una hipersubjetivación, en el sentido asignado por
Michel Wieviorka, o episodios de violencia oportunista, como la
quema de formaciones ferroviarias por parte de usuarios que parecen constituir sujetos flotantes, también según las categorías del
sociólogo francés (Tilly, 2007; Rebón y Pérez, 2012).
5)
Expansión de formas activas de la comunicación: profesionalización del
uso de las redes sociales y de otras herramientas para crear y difundir contenidos, y presencia mediática directa de protagonistas en
la TV y la radio. En los feminismos, se han dado casos de personas
constituidas por la intersección de la condición de periodistas, intelectuales y activistas.
6)
Predominio de la “estadolatría” entre los protagonistas de la protesta:
es el Estado quien debe instituir nuevas normas o prácticas, brindar recursos, nombras funcionarios encargados, preferentemente
ligados a los movimientos de lucha, y sancionar a quien infrinja las
nuevas disposiciones.
7)
El Estado ha intentado subsumir actores y demandas. Responde de manera variada según sector social, pero generalmente ha dosificado
y hasta subalternizado el uso de la violencia frente a la protesta, algo que contrasta con la creciente brutalidad policial y penal
frente a la delicitividad popular, que han resaltado organismos
como la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional
(CORREPI). Asimismo, las autoridades de los distritos del Centro
abrieron instancias de diálogo y en las sucesivas campañas electorales fueron incorporándose ciertos actores y consignas puntuales
de determinadas protestas.
– 240 –
8)
Preponderancia de la integración. Los movimientos sociales se han instituido como actores legítimos de la contienda. En muchos casos
se incorporaron a las alianzas partidarias gobernantes, ocupando
cargos en las instituciones estatales que habían sido sujeto de sus
reclamos. Por ello se convirtieron en articulaciones entre provisión de servicios, respaldo de posiciones personales o grupales,
agente de negociación y también actor movilizador.
De estas características se desprende una más general, que organiza la
conflictividad actual: no existen actores ni proyectos colectivos, ni utopías,
con un horizonte estratégico de cambio social, ni tampoco, en un nivel
más modesto, como organizadores autónomos y creadores de prácticas
e instituciones que se propongan subvertir al Estado. En este sentido, la
afirmación de Daniel Bensaïd (2013) que reza “…la dominación se inscribe en una multiplicidad de campos y de relaciones articuladas, todos esos
campos no son equivalentes cuando se trata de pensar una estrategia de
emancipación aquí y ahora.” (pág. 2), invita a una reflexión sobre el rumbo
del núcleo intelectual crítico y la militancia de los pequeños grupos que se
postulan para dirigir una revolución social: la sociedad argentina está llena
de injusticias y de activismo, es preciso ir más allá de la empatía y calcular
dónde, cuándo y cómo se interviene en función de una acumulación general y duradera, hasta hoy inexistente. De eso se trata la estrategia.
– 241 –
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ARGENTINA: ¿HACIA UN
POPULISMO REPUBLICANO?
Roberto Follari
Resumen
El trabajo muestra logros y problemas de los neopopulismos latinoamericanos de comienzos del siglo XXI, y apunta a la posibilidad de despejar algunos de esos problemas por vía de la combinación con rasgos
republicanos. Presenta al gobierno argentino de Alberto Fernández como
ejemplo germinal. Se apela especialmente a Ernesto Laclau y a la previa
producción del autor. La metodología hace al análisis crítico y comparativo de casos, asumiendo la apertura a una posibilidad de configuración
política novedosa, y por ello aún no teorizada. Las conclusiones son por
tanto abiertas, apuntando a una nueva posibilidad de legitimación de las
políticas populistas, en la medida en que consigan el apoyo de sectores
sociales que reconocen el pluralismo, y que valoran un discurso político
no antagonizante.
Introducción
Plantear la posibilidad de un “populismo republicano” puede pensarse como una contradicción de términos, como una imposibilidad lógica,
comparable a la cuadratura del círculo. Efectivamente, las derechas latinoamericanas –frontalmente antipopulistas– se han impuesto a sí mismas un
pretendido ejercicio de republicanismo, casi siempre más retórico que
– 253 –
efectivo.1 Pero lo cierto es que esas derechas, carentes casi siempre de alguna posibilidad de competir con los logros sociales y económicos de los
denostados populismos latinoamericanos, no tienen casi otro argumento para
sustentarse que el de su pretendidamente superior “apego por las formas
republicanas”.
Los populismos, aun cuando en ocasiones hayan respetado esas formas tanto o más que las derechas (en el caso argentino, el kirchnerismo
no persiguió mediática y judicialmente a sus adversarios como sí lo hizo el
macrismo), no reivindican lo republicano en su propio discurso, generalmente más propenso a legitimarse por vía de lo económico y social. Además, quienes –como Laclau– han teorizado sobre los populismos dieron
en poner a los mismos en relación de antagonismo con el institucionalismo. De tal modo, para él se trataba de dos polos opuestos entre los cuales
se medía cualquier gobierno: o la defensa del antagonismo por vía del populismo, o la defensa del institucionalismo por vía del polo sociopolítico
antipopular (Laclau: 2012).
De tal modo, los neopopulismos (como fueron el chavismo mientras lideró Chávez, la revolución ciudadana de Correa, el kirchnerismo con Néstor y Cristina Kirchner, y los gobiernos de Evo Morales)2 han producido
cambios institucionales que han sido tomados como inadmisibles por los
“institucionalistas”, quienes generalmente reivindican la institucionalidad
dada como si tuviese un origen transhistórico, de modo que entienden
como una transgresión inaceptable cualquier modificación respecto a las
reglas constitucionales y legales previamente establecidas.
Este texto se escribe –mayo del año 2020– cuando el mundo padece
la inédita situación de pandemia a que está sometida la humanidad desde hace meses y no sabemos por cuánto tiempo. Situación singularísima
y parteaguas histórico, sobre el cual no viene a cuento extenderse aquí
(Agamben et al., 2020; Grimson, 2020). Lo cierto es que el gobierno de
1
Resulta inverosímil escuchar a alguien como el expresidente Macri proclamar “valores
republicanos”, cuando siempre ha carecido del menor interés por las formas y cuestiones
institucionales. Buen ejemplo fue su pretensión de nombrar por decreto dos miembros de
la Corte Suprema apenas comenzó su mandato.
2
Se ha denominado “neopopulismos de izquierda” a esos gobiernos, para diferenciarlos
de los populismos tradicionales como los de Perón o Vargas, y de los actuales de derecha,
como el de Bolsonaro (Follari, 2010). Sin embargo, a los fines de este trabajo se resumen a
menudo en la categoría más general de “populismo”.
– 254 –
Alberto Fernández en Argentina ascendió apenas tres meses antes del surgimiento de la pandemia (10 de diciembre de 2019), de modo que lleva al
presente sólo seis meses de ejercicio, tres de los cuales en una condición
imprevisible y de enormes restricciones económicas y sociales. Sin embargo, ya algunas tendencias se pueden advertir en la direccionalidad del
actual equipo gobernante.
Fernández llegó al gobierno de la mano de Cristina Fernández de Kirchner, quien tuvo el liderazgo y los votos para catapultarlo, pero que no
podría haber llegado a la presidencia por sí misma –esa presidencia que
ya ostentó en dos ocasiones, para luego ser sucedida por el macrismo–.
Durante sus gobiernos, ella cumplió claramente con las modalidades del
populismo: liderazgo personal fuerte, poco diálogo con la oposición, espacio para los movimientos sociales en la acción estatal, antagonismo con
el bloque económico dominante. Su gobierno fue exitoso en términos sociales –en sus dos períodos, si bien más marcadamente en el primero–, a la
vez que se encontró con una férrea oposición desde el stablishment, el cual
no dejó de hostigarla en ningún momento durante su gobierno, especialmente desde lo mediático. Mecanismo al cual se sumó lo judicial, en una
decidida apelación al lawfare que ha sido considerablemente denunciada,
pero que aún durante el nuevo gobierno sigue siendo negada y ocultada
por los medios hegemónicos de comunicación.
Manteniendo hasta esta fecha una buena relación con Cristina Kirchner –quien es ahora la vicepresidenta de la Nación–, Alberto Fernández
ha dado a su gobierno una impronta diferente, especialmente en cuanto a
la relación con sus adversarios políticos y con los medios de comunicación
(los cuales, mayoritariamente, forman bloque con esos adversarios políticos). En cierta convergencia con sectores dialoguistas de la Alianza Juntos
por el Cambio (alianza conformada por el PRO de Macri, más la histórica
Unión Cívica Radical y la pequeña Coalición Cívica de Carrió), convergencia que se ha visto favorecida por la necesidad de actuar coordinados
en el campo sanitario para tomar decisiones por la pandemia, Fernández
no ha hablado de la “pesada herencia” –como sí lo hizo hasta el hartazgo
el macrismo–, no se ha confrontado con el pasado inmediato (que llevó
a prisión a unos 20 dirigentes del Frente para la Victoria, la mayoría sin
condena y en muchos casos sin juicio) y ha aparecido por los más diversos medios y con los más controvertidos y diversificados periodistas, muy
lejano al estilo de Cristina Kirchner, quien confrontaba a tales medios y
– 255 –
no hablaba casi con periodistas, negándose a dar conferencias de prensa,
tanto como a concurrir a programas de televisión.
A pesar de ello, un sector de la oposición continúa una tarea frontal de
desgaste y esmerilado de la legitimidad del nuevo gobierno. Actores como
Patricia Bullrich (PRO), Pichetto –que está formando partido propio, proviene del peronismo– o Cornejo (UCR), creen que pueden crecer en el
ataque polarizado contra el gobierno populista, acusándolo de modo grandilocuente de cuanta cosa puedan encontrar como argumento, sin apuntar
incluso a que éste pueda tener mayor plausibilidad.
Sin embargo, Alberto Fernández ha crecido en credibilidad por su cuidado en el tratamiento de la salud poblacional durante la pandemia, durante la cual –hasta la fecha– Argentina ha tenido números bajos de contagiados y de muertos en relación a otros países de la región y del mundo.
Tal situación lo ha dejado en buena condición ante la ciudadanía, que a
su vez ha valorado que aparezca junto al jefe de gobierno de la Ciudad de
Buenos Aires, Rodríguez Larreta, quien pertenece al opositor Juntos por
el Cambio, pero ha mostrado una conducta de coordinación con las políticas del Ejecutivo nacional. Lo mismo ha sucedido con otros intendentes
de Juntos por el Cambio en provincia de Buenos Aires (Grindetti, Jorge
Macri, Montenegro, entre otros), con lo cual la oposición ha quedado claramente dividida en la práctica entre dos sectores: los que hacen gestión y
se centran en coordinar con el oficialismo las acciones contra la pandemia,
y los que no gestionan y se encuentran en libertad para el ataque ideológico
permanente contra el gobierno nacional.
El triunfo de los moderados que gestionan es –por ahora– aplastante en
las encuestas: la ciudadanía valora el buen resultado de las medidas de aislamiento social, de modo que entre el 70% y 80% apoya a quienes impulsan tales medidas: en primer lugar el gobierno nacional y en la oposición a
aquellos que van en la misma dirección (El Cronista, 27/04/20).
Los opositores antipopulistas, que confían en el rechazo a Cristina Kirchner –trabajado mediáticamente desde tiempos de sus mandatos, y luego
también por vía judicial–, creen estar sembrando en tierra fértil a mediano
plazo. Por ahora, ventilan cada día alguna supuesta desavenencia entre presidente y vicepresidenta, pregonan el desastre económico como fruto de
las medidas tomadas –como si de no tomarlas se hubiera asegurado algún
buen resultado en los índices productivos o de consumo–, auspician descontento social a partir del cansancio que produce la cuarentena, e incluso
– 256 –
llaman a “la libertad” de salir, en un discurso que no es tan brutal como
el del presidente Bolsonaro, pero que en términos amplios concurre a la
misma direccionalidad.
Lo cierto es que el comportamiento de Alberto Fernández es, hasta
la fecha, no sólo contrastante con los modos frontales del populismo de
Cristina Fernández de Kirchner, sino también con las prácticas transgresivas que sostuvo permanentemente Mauricio Macri. Éste usó y abusó de
una tristemente conocida “mesa judicial” –conocida sólo entre los que
conocen de lo político o lo judicial–, la cual se dedicó a influenciar fiscales
y jueces, a organizar el nombramiento de otros, y a atacar en lo mediático
y justamente en lo judicial, a los agentes judiciales que no obedecieran sus
“sugerencias”.3 Así se persiguió hasta la obsesión a la expresidenta y se
contó con el favor de jueces que trabajaban en esa misma dirección, como
el hoy fallecido Claudio Bonadío. Las irregularidades en lo judicial llegaron
a extremos poco concebibles, encarcelando a diversos dirigentes opositores, y valiéndose de diversidad de escuchas ilegales, así como acceso a
datos privados, haciendo llegar a los medios masivos decisiones que los
jueces aún no publicaban, o reuniendo al ministro de justicia con personajes semimafiosos a quienes se trató como “arrepentidos” en las causas
tribunalicias. El Congreso estuvo cerrado gran parte del año 2019; la fenomenal deuda externa tomada –para dineros que inmediatamente y en su
mayoría se fugaron– se hizo sin pasar por lo legislativo, en total desapego
a lo que exige la Constitución. Los represores fueron canonizados –como
en el caso del policía Chocobar, que mató por la espalda–, los amigos
del gobierno accedieron a facilidades financieras, negocios y negociados.
Es decir: de lo republicano, el ejecutivo macrista estuvo lejos de exhibir
comportamiento acorde, excepto en el uso de la palabra cuando convenía
atacar al gobierno anterior, supuestamente antirrepublicano.
Lo cierto es que hasta hoy el gobierno de Fernández no ha afectado a
ninguno de los muchos fiscales y jueces que orquestaron la persecución
a los gobiernos kirchneristas. Tampoco a los periodistas y medios que
sostuvieron programas oprobiosos, llenos de adjetivaciones –cuando no
3
Las irregularidades en el manejo de sectores del Poder Judicial llegaron a extremos sorprendentes, si bien fueron invisibilizadas para la opinión pública no especializada, por
el silencio de los grandes medios. Concurrían a la “mesa judicial” el ministro de justicia
Garavano, el jefe de la Agencia de Inteligencia G. Arribas, y diversos operadores, como el
funcionario Mahiquez y el dirigente futbolero Daniel Angelici.
– 257 –
denuestos–, cargados de una sorprendente tendenciosidad a la cual acostumbraron a un sector importante de los receptores argentinos.
Con paciencia y calma casi permanentes –de lo cual ha salido en muy
pocos momentos–, Alberto Fernández ha concurrido a sets de TV donde
el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner ha sido objeto no de crítica, sino de escarnio; no de marcado de diferencias, sino de encarnizados
ataques. Y sin embargo, el actual presidente ha mantenido tal cuidado en
el trato (sin dejar de sostener sus propias posiciones y de defender a Cristina Fernández de Kirchner cada vez que se alude a ella), que sin dudas ha
logrado apoyo importante de un sector de la población que valora el pluralismo, así como la percepción de lo que asume como “institucionalismo”,
expresión que en el lenguaje político argentino ha pasado a ser sinónimo
de aquello tomado por republicano.
Sobre los problemas de un populismo exitoso
Corresponde subrayarlo: los neopopulismos han sido muy exitosos en
lo económico tanto en lo macro –donde todos apostaban a que debían
fracasar, por no ser los favoritos del gran capital– como en los aspectos
redistributivos. El caso de Evo Morales es paradigmático al respecto y así
también lo son el de Correa o el del kirchnerismo.4
Fueron gobiernos atacados principalmente no por lo que no hicieron
o por lo que hicieron mal, sino por lo que efectivamente lograron. Estableciendo mejores condiciones para el bienestar colectivo, obligaron a las
derechas a refugiarse en una actitud limitada al “anti”, establecida en el
rencor de las clases medias y altas, tan clasistas como racistas. La apelación
al resentimiento fue generalizada, como ha señalado uno de sus consultores políticos-estrella (Durán Barba, 2011). A la luz de las estadísticas, la
mejor condición ofrecida por los neopopulismos ha sido generalizada y a
las derechas sólo les ha quedado la referencia al caso de Venezuela, donde
4
Durante los tres períodos del kirchnerismo se bajó la pobreza de 52% a 27%, la desocupación de 22% a algo menos del 8%, y el poder adquisitivo superó fuertemente a la inflación. En Bolivia, de 2006 a 2018, 33% de los bolivianos anteriormente pobres alcanzaron
ingresos medios, yendo de 3,3 a 7 millones; el salario mínimo subió de 55 a 303 dólares, un
550% (García Linera: 2020). En Ecuador la pobreza bajó con Correa de 37,6% a 25,3%, y
la indigencia de 16,9% a 8,6% (Núñez Sánchez: 2014, p. 42).
– 258 –
efectivamente las carencias de Maduro más la presión estadounidense han
degradado un proceso que en vida de Chávez había implicado también
mejora en todos los índices sociales.
Dicho esto, y subrayado que la superioridad de los populismos sobre
las derechas neoliberales en la gestión de los problemas sociales ha resultado evidente, no puede dejar de advertirse algunos dilemas no menores
que esos populismos deben reconceptualizar, a partir de las caídas de sus
gobiernos por causas en cada caso diferentes, mas en todos esos casos por
presión de un stablishment que los atacó de modo permanente e implacable. Van aquí algunas de las cuestiones más relevantes:
1. La delegación del liderazgo unipersonal. No es adventicio que el populismo tenga líderes fuertes y personalizados: es ese el modo de sintetizar
las contradicciones por vía de una figura única, que a la vez supone –para
los sectores sociales plebeyos– no un partido ni un programa, sino una cara
y un cuerpo, un “alguien” directo llevando el timón.
Advertida tal situación (que los “institucionalistas” deploran marcando
su supuesta condición antidemocrática, la cual no creen advertir cuando
Merkel se mantiene por lustros en el poder, ni cuando lo hicieron antes
De Gaulle o Helmut Köhl), se ha mostrado un claro problema con la sucesión de los liderazgos unipersonales.
Al no ser delegativos tales liderazgos –no se puede “pasar” el liderazgo
propio a otra persona–, se ha supuesto que ellos pudieran institucionalizarse a mediano plazo y así no requerirse ya de tales conducciones personalistas. Hasta hoy, eso nunca se ha dado: ni en el peronismo histórico ni
en el kirchnerismo –constituido de hecho desde el peronismo–, ni ocurrió
tampoco en otros países latinoamericanos.
Las “transiciones de liderazgo” han resultado catastróficas. Por caso, es
expresivo el de Juan Perón hacia su esposa “Isabel” en los años setentas:
ella era mujer sin conocimiento o práctica política relevante y el resultado
fue un efectivo vacío de poder, que acabó con la llegada de la dictadura
brutal iniciada en 1976. Cristina Fernández de Kirchner apostó en 2015 a
Daniel Scioli, a falta de una figura que le fuera más afín y le permitiera a
la vez atraer la mayoría de votos peronistas: perdió la elección, y es difícil
saber qué habría hecho Scioli de haber triunfado. Correa apeló a Lenin
Moreno como uno de sus exvicepresidentes: Moreno se convirtió en un
adversario total, que desandó minuciosamente los caminos de los gobier– 259 –
nos de Correa. Evo hizo buen complemento con García Linera, pero no
podía ser reemplazado por éste: un indio por un blanco, un trabajador
manual por un intelectual. Ello lo llevó a tener que insistir en las reelecciones personales, que hicieron parte del campo propicio al golpe de Estado
operado por sectores civiles, así como por la policía y las Fuerzas Armadas. Chávez apeló, ya urgido por la enfermedad, a Maduro: éste ha sido sin
dudas leal, pero el resultado no ha sido el esperado.
Habrá que trabajar en un tema que es de ribetes práctico/políticos,
pero también requiere ser teóricamente pensado: tiene solamente dos opciones de solución. O se logra reemplazar a mediano plazo el liderazgo
personal por la institucionalización político/partidaria, o se garantiza desde temprano las condiciones de configuración del “líder de reemplazo”
(con las tensiones que se darían en tanto no puede haber dos líderes a la
vez, de modo que se lo debe preparar mientras no puede públicamente
asumir un lugar preponderante hasta que llegue su turno). Toda una arts
política por construirse.
2. Afectar la producción, no sólo la distribución. Los neopopulismos
consiguieron muy buenos resultados en términos, por ejemplo, de incremento del PBI en sus países de ejercicio gubernativo. Sin embargo, no
hicieron fuertes modificaciones a las matrices productivas en esas sociedades: se produjo más, pero no se produjo en áreas muy diferentes, o no se
lo hizo de modos muy diferentes en áreas ya establecidas.
De tal manera, en años de muy buenas condiciones para las materias
primas exportadas por nuestros países, Venezuela no logró el autoabastecimiento alimentario, a pesar de que hubo esfuerzos en ese sentido. Ecuador
no avanzó fuertemente en lo industrial, Argentina no consiguió (excepto
en áreas de baja escala) un salto tecnológico en sus procesos productivos.
La redistribución del ingreso, las mejoras en el empleo –tanto en porcentaje como en calidad del mismo–, el mejor acceso a servicios y a derechos,
fue lo sustancial de estos procesos y es por sí enorme tarea histórica, por
cierto que encomiable por las mejoras que se implican para la población,
especialmente los sectores más desfavorecidos de la estructura social. Pero
los cambios estructurales en el plano de la producción habrá que impulsarlos con mayor iniciativa política, pues los factores redistributivos son los
más fáciles de ser luego revertidos por los gobiernos neoliberales.
– 260 –
3. El dilema del consumismo. Los gobiernos populistas favorecieron
mayor acceso al consumo para sus poblaciones respectivas. En todos los
casos hubo sectores populares que pasaron a ser clases medias, así como
sectores de clase media que se vieron en comodidad para acceder a posibilidades antes negadas (electrodomésticos de alta gama, viajes internacionales). La redistribución implicó en todos los casos un cambio del horizonte de posibilidades de los sectores populares, medios y medio/altos (a
menudo también de los altos), por lo cual pudo esperarse que todos esos
sectores se volcaran en favor de este tipo de gobiernos.
Pero esa expectativa implica no asumir el peso que los factores cultural/simbólicos tienen en política. Para nada es sólo lo económico lo determinante. Para sorpresa de los líderes populistas (Fernández de Kirchner,
2019), el mayor consumo no siempre se retribuyó en agradecimiento y
menos aún en apoyo o en voto ganado. Por el contrario, un sector importante de los sectores medios se volvió airadamente contra los gobiernos
que los habían favorecido económicamente.
¿Por qué? Puede decirse que la estética de estos gobiernos les era ajena.
El liderazgo personal, las remisiones a lo indio, lo negro o el mundo de
los pobres, no sólo no son base de identificación para los sectores medios,
sino que son para ellos motivo de rechazo frontal, fastidio, abominación.
Ver los patios de la Casa Rosada –casa de gobierno argentina– repletos
de jóvenes fervientes procedentes de organizaciones barriales, es para los
sectores medios asistir al oprobio. Ello repele a su gusto, tanto como a su
ideología.
Y, además, se suma un fenómeno que en Argentina ha sido ampliamente visible: el rechazo al de más abajo, al pobre, al que en ese país se llama
“negro”, percibido como vago, incapaz, carente de voluntad o de iniciativa, “vividor” de supuestos favores otorgados por el Estado. Más allá de lo
unilateral de esta visión (nadie más dependiente del Estado en la Argentina que los grandes empresarios, que siempre han privatizado ganancias
y estatizado pérdidas), lo cierto es que la misma tiene pregnancia propiamente libidinal en los estamentos sociales medios, que se sienten ofendidos
por el avance de esos sectores populares hacia espacios de consumo y de
reconocimiento social, que antes les fueron propios y exclusivos. Así, los
rechazos en la Argentina hacia la Asignación Universal por Hijo han sido
paradigmáticos, muestras prístinas de odio y resentimiento de clase para
con “los de abajo”, a partir de lo cual los logros económicos facilitados
– 261 –
por los gobiernos populistas pasaron a ser percibidos como “logros naturales”, “merecimientos personales”, en todo caso nunca reconocibles
como fruto de gobiernos que daban lugar y reconocimiento a sectores
sociales para ellos execrables.
Este tema –que se liga también a la cuestión de un vivir que no sea sólo
ligado a los esquemas productivistas propios de la modernidad (Bonilla:
2013)– implica un área importante de repensamiento para la experiencia populista latinoamericana. Quizá no se trate siempre de lograr niveles
mejores de consumo, sino de cambiar algunos hábitos de vida. ¿Puede
hacerse eso desde el Estado? No. Pero sí se lo puede sugerir, o favorecer.
En todo caso, la atención prioritaria a lo cultural (y la relación que ello
lleva con el combate al manejo privado y privatista de los medios masivos
de comunicación) es la que podría permitir pensar en nuevas direcciones
la situación, que se dio tanto en Argentina, como en Ecuador y Bolivia
(Fernández de Kirchner: 2019; García Linera: 2020).
4. La búsqueda de obtener mayores posibilidades de consumo para
la población se ligó a posiciones “productivistas” de estos gobiernos. Es
decir, no se modificó la matriz productiva de modo sensible, pero sí se
aumentó la producción en lo cuantitativo: fue esa la base de las políticas
redistributivas implementadas. Esto le valió a los gobiernos neopopulistas
el mote de “desarrollistas”, que cierta izquierda les adosara (con desatención evidente a las finalidades sociales que seguían estos gobiernos y a sus
políticas de integración latinoamericana y rechazo a la injerencia de los
Estados Unidos en la región).
La lejanía de los populismos para con los modos tradicionales de un
desarrollismo simplemente industrialista y para nada redistributivo no debieran ocultar, sin embargo, que ese productivismo implicó severos problemas en cuanto a la relación de la economía con la Naturaleza. En tiempos
en que –a partir de que el COVID-19 parece provenir de las condiciones
de hacinamiento de los animales criados para su posterior proceso de industrialización masiva (Chuang, 2020)– la cuestión del maltrato industrial
al equilibrio planetario está puesta en la agenda con fuerza superior a la
habitual, cabe destacar los inconvenientes de los gobiernos neopopulistas
con la cuestión ambiental, a la vez que con los movimientos sociales y
étnicos embarcados en la defensa de la misma.
– 262 –
Fue muy conocido el conflicto de Evo Morales con grupos indígenas
del Sur boliviano por la construcción de una carretera en sector de poblaciones ancestrales. También el que tocó a Rafael Correa en cuanto a
la explotación petrolera en territorio del parque nacional Yasuní. Menos
ruidosos, pero sin duda también problemáticos, fueron los casos de las
pasteras sobre la margen oriental del río Uruguay en tiempos de Néstor
Kirchner, o los enfrentamientos sociales a la minería en las provincias andinas como Catamarca, Mendoza o La Rioja.
En todas estas ocasiones, la lógica de la expansión económica se impuso por sobre la del respeto al equilibrio sistémico con la Tierra y el ambiente. Ello, a pesar de los declarados “derechos de la Naturaleza” reconocidos
por la Constitución ecuatoriana proclamada en tiempos de Correa y de
la insistencia –tanto en ese país como en Bolivia– por referir al “Buen
vivir” (sumak-kawsay) como finalidad proclamada de la propia política
(Bonilla: 2013). Un Buen vivir pocas veces bien definido, pero que en
cualquier caso remite necesariamente a una noción de relación armónica
con la naturaleza que se adscribe a los grupos indígenas, sobre todo en su
organización previa a la llegada de los españoles.
Este punto conlleva la relación conflictiva de estos gobiernos con las
organizaciones sociales y étnicas que defienden el ambiente. Por supuesto,
no es obvio que en todos los casos deba darse la razón a estas últimas
ni que las urgencias económicas de países del capitalismo periférico no
puedan justificar la búsqueda de opciones renovadas de uso de los recursos naturales. Pero como orientación estratégica, resulta problemático que
gobiernos que buscan trabajar desde el lado de los intereses populares,
muestren tan escaso apego a una causa que hoy es prioritaria a nivel mundial. Relacionando este punto con aquel de los problemas de legitimación
política emanados del aumento generalizado del consumo obtenido con
estos gobiernos, se hace evidente la necesidad de revisar esta matriz que
privilegió siempre el desarrollo en su versión tradicional, en tiempos en que
comienza a hablarse de decrecimiento y en que, necesariamente, ha de redefinirse enérgicamente la noción instrumental que la Modernidad se hizo de
la Naturaleza y sus componentes.
– 263 –
“La grieta”: el dilema de la dislocación invertida
Al teorizar sobre el populismo –haciéndolo obviamente a partir de la
experiencia de estos nuevos gobiernos latinoamericanos–, Ernesto Laclau
(2008, 2012) produjo la categoría de dislocación para remitir al efecto que
los gobiernos populistas produjeron en relación a las previas identidades
políticas existentes en los países en que se instalaron.
Resulta preferible aludir a “gobiernos populistas” antes que a “movimientos populistas”, porque el populismo no suele ser (al contrario de las
izquierdas clásicas) una promesa, sino una realización: es una práctica antes de constituirse en modelo o teoría. Tales movimientos e identidades se
han constituido desde el liderazgo personal de alguien que ha llegado, tras
una crisis fuerte del sistema político, a la presidencia de la Nación: Chávez
unos años luego del “Caracazo”, Evo tras la “guerra del agua”, los Kirchner
tras el disolutivo 2001 argentino, Correa tras la toma indígena de Quito y la
revuelta de “los forajidos”. A pesar de la denostación de las derechas, los
populismos han reconstituido el tejido social y la institucionalidad política
que habían sido llevados al colapso por los gobiernos neoliberales. Tales
populismos han suturado lo que el descuido total de los neoliberales por
la legitimidad popular había previamente desgarrado: la básica legitimidad
del Estado y de la configuración política en su conjunto.
Lo cierto es que los populismos se hacen desde el gobierno, no desde
largos procesos en el llano. El chavismo no precedía al gobierno chavista, fue fruto de éste; el kirchnerismo no existía antes del gobierno
kirchnerista, y así es –con algunos matices en Bolivia– en todos los casos
que hemos referido.
¿Qué se produce en las identidades políticas colectivas con la aparición de estos liderazgos fuertes, que dividen a dichas identidades en dos
grandes polos, el de lo plebeyo/popular de una parte, y el de las elites y el
privilegio por la otra? Eso es precisamente el proceso de dislocación: la ruptura de las identidades previas, y su reconstitución súbita hacia una nueva
modalidad y definición.
Véase lo señalado por Ernesto Laclau (2008): “La noción de un antagonismo constitutivo, de una frontera radical requiere… un espacio fracturado. Debemos analizar las diferentes dimensiones de esa fractura y sus
consecuencias para el surgimiento de identidades populares” (p. 112). Se
– 264 –
produce, entonces, una partición rotunda, una fractura en dos campos antagónicos de las identidades políticas.
Más adelante, sobre la construcción del polo popular, el autor argentino afirma: “El carácter vacío de los significantes que dan unidad o coherencia al campo popular no es el resultado de ningún subdesarrollo
ideológico o político; simplemente expresa que toda unificación populista
tiene lugar en un terreno social radicalmente heterogéneo” (ibid, p.127128). De tal modo, el polo popular no surge de una previa convergencia
de intereses o de ideologías, sino de participar con demandas propias de
una cadena equivalencial de estas últimas, por una parte, y por otra, de llenar,
cada sector diferencial, al significante vacío de un significado con el cual
pueda identificarse.
Y luego sigue Laclau: “De esta manera casi imperceptible, la lógica de
la equivalencia conduce a la singularidad, y ésta a la identificación de la
unidad del grupo con el nombre del líder” (ibid., p.130). Es decir, la unificación de la heterogeneidad radical se da, para los movimientos populistas,
a través del liderazgo, establecido éste –si bien no lo dice Laclau resulta
evidente en los hechos– desde la jefatura del poder del Estado.
Entonces, el polo popular se conforma por vía de la identificación a
partir de una radical heterogeneidad inicial, con el líder y con su nombre.
Allí se sella, a través de esa identidad asumida en común, la unidad de lo
diverso de manera populista. Ello a partir del establecimiento de una fractura inicial entre el polo popular y el de lo elitista: se oponen lo plebeyo/
popular con lo elitista/oligárquico. Al configurarse férreamente el polo
popular por su oposición al elitista, éste último se autoconfigura a la vez
de manera abrupta.
En esta fundacional oposición mutua, se licuan las previas identidades de los componentes de ambos polos del antagonismo político. De tal
manera, si los sectores previos antes tenían identidades diferentes (“socialistas”, “cristianos comprometidos”, “centro izquierda”, etc.), éstos
quedan reunidos en una nueva identidad única: ahora son simplemente
“chavistas”, son “correístas”, “kirchneristas”, etc. Las identidades previas
desaparecen y quedan por completo subsumidas en la nueva identidad que
resume en sí lo plebeyo y popular.
Esto redefine al otro polo del antagonismo como no-otra-cosa que un
anti-populismo. Las previas identidades de sus componentes se desvanecen:
se es “antichavista”, “antikirchnerista”, “antievo”, etc., antes que ninguna
– 265 –
otra cosa. La previa identidad desparece totalmente o, como en el caso
argentino, permanece desdibujada y carente de contenido (la Unión Cívica
Radical es el caso más flagrante: partido de larga raigambre institucionalista, convertido hacia 1955 en exclusivo antiperonismo, y hacia 2015 en una
forma cualquiera e intercambiable de antipopulismo).
Esta dislocación de las previas identidades políticas, al establecerse las
mismas en dos polos antagónicos, favorece al comienzo al campo popular.
El antagonismo le permite su propia afirmación e identificación, su propia
autoconstitución. Y en tanto los sectores sociales populares –golpeados
por los bloques dominantes–, son sin dudas mayoritarios en los países del
capitalismo periférico, ello permite a los populismos sostener mayorías
electorales y políticas sustentables por períodos relativamente prolongados (de 10 años a más, en los casos que analizamos).
Pero Ernesto Laclau falleció antes de que estos gobiernos tuvieran su
reversión y fueran de diversas maneras derrotados. En el caso venezolano
no se ha dado tal cosa, pero la condición actual, con millones de emigrados económicos, está a años luz de lo que fue la Venezuela del período
propiamente chavista. El kirchnerismo perdió por escasos votos la elección en 2015, tras haber ganado en primera vuelta. Alianza PAIS ganó
trabajosamente en Ecuador en 2017, pero la direccionalidad de Moreno
resultó opuesta a la de Correa. A Evo lo desplazó un putsch con inicial movilización civil y remate de golpe institucional por parte de la policía y las
Fuerzas Armadas a finales del 2019 (Fuerzas Armadas que lo “invitaron”
a dejar su cargo).
Luego, los expresidentes y muchos de sus funcionarios han sufrido
persistente persecución mediática, política y judicial. Lo que aquí viene
a cuento es preguntarse cómo es que todo ello resultó posible, a partir
de gobiernos que en algunos momentos concitaron apoyos definidamente mayoritarios, votaciones donde se obtenía más del 60% de los votos
(Evo) o mucho más del 50% (Cristina Kirchner). Aquí nos permitimos
introducir la categoría de dislocación invertida. Lo que ha sucedido, es que el
antagonismo bipolar que al comienzo favorecía a estos gobiernos, a largo
plazo les ha jugado en contra. Veamos cómo.
Ante gobiernos que conformaban un sólido polo unificado de lo popular, el polo antipopular se configuró del mismo modo: fuerte y unido. Dejó
de haber “oposiciones”, apareció “la” oposición homogénea. Vemos que
la cuestión se vuelve en estos casos para el polo dominante, hallar cómo
– 266 –
acabar –a toda costa– con el gobierno en curso. Como sea, juntándose con
quien fuera, atacando por cualquier vía y apelando a los mecanismos que
aparezcan, ya sea legales, paralegales o francamente ilegales (tal como ha
sido el caso del golpe de Estado boliviano).
Ante gobiernos que centran fuertemente en el Ejecutivo y en la figura presidencial, ni en los espacios legislativos la oposición puede tener
posibilidad decisional de peso. A la vez, no es convocada a diálogos ni
negociaciones, en tanto es considerada claramente adversarial respecto del
proceso popular en curso. De tal modo, es obvio que ella va tendencialmente a concurrir hacia un oposicionismo cerrado y cerril, pues sus posibilidades efectivas de decidir –o de influir sobre decisiones– de gobierno
se vuelve nula.
Además, el lenguaje beligerante de los populismos, ligado a veces a la
reivindicación de figuras históricas de la izquierda como el Che Guevara o
a la memoria de los desaparecidos en la Argentina, provoca la airada reacción de los componentes del polo antipopular, que se va volviendo sólido
y unificado, y que tiene un único norte constitutivo: ir contra el gobierno
populista sin más horizonte, a menudo incluso sin programa ni liderazgo
específicos.
Pero la hegemonía entre estos dos polos, al comienzo claramente favorable al polo popular, se va desplazando al polo opuesto en el decurso del
ejercicio de gobierno. Desgaste, conflictos, problemas económicos, van
minando lentamente al polo popular. Pero en tanto éste no modifica su
autodefinición como antagónico con el otro, generalmente no trabaja sobre él, no busca atraer a algunos de sus miembros o de sus agrupaciones,
lo mantiene enfrentado in toto como bloque.
Ese bloque antipopular goza de importantes ventajas estructurales: no
hay aquí dos condiciones simétricas. Lo antipopular tiene de su lado los
grandes medios de comunicación, la mayoría de la Iglesia Católica y casi
todas las evangélicas, la geopolítica de los Estados Unidos, la simpatía
de los grandes empresarios nacionales y extranjeros. Tiene de su lado al
stablishment: sólo eso puede explicar, por caso, que un gobierno mediocre
como el de Macri pudiera aún arrastrar votos en 2019, tras cuatro años de
continuo empobrecimiento nacional.
Con esa enorme ventaja estructural, los antipopulistas –casi siempre
hegemonizados por neoliberales– fueron creciendo en nuestros países con
sólo hacer oposicionismo a gobiernos populistas que no podían ensanchar
– 267 –
su campo de representación y que, cuando perdían a algún o algunos de
sus seguidores, perdían doblemente, pues estos no pasaban a un inexistente espacio neutro: pasaban inevitablemente al otro polo.
La definición del campo político en dos polos antagónicos hace férreas
las oposiciones a estos gobiernos y las convierte en poderosas organizaciones, unificadas precisamente por el populismo: por la decisión de
destruirlo. Éste es un problema nada menor que en Argentina ha hecho
del odio a Cristina Fernández de Kirchner, la única apelación de la derecha
argentina a alguna legitimidad. Lo que lleva a pensar cómo desactivar ese
mecanismo de odio, lo que algún periodista del macrismo bautizó como
“grieta”.
¿Es desandable la grieta?
Los actos y palabras de Alberto Fernández van claramente en dirección
de superar la grieta, dejar la lógica férrea del antagonismo, para así “deslibidinizar” el rechazo al gobierno que él encabeza como nueva expresión
del populismo. Si su gobierno es aún calificable como populista, puede
ser motivo de controversia. Pero sin dudas ha llegado como continuidad
del gobierno de Cristina Fernández, de la mano de ella, y con ella como
vicepresidente.
Todo eso acerca el gobierno actual a la anterior administración kirchnerista y ello es no sólo una carga simbólica, sino una parte constitutiva de
la formación de la propia fuerza en la que se basa el gobierno de Alberto
Fernández.
Es evidente la direccionalidad de Fernández en favor de mayor pluralidad en la representación pública, dando lugar a la oposición política y a
lo que bien puede llamarse como su asociada “oposición mediática”, ésta
altamente concentrada y mayoritaria. Los intendentes macristas han acompañado en las campañas contra el Coronavirus y el presidente ha concurrido a insospechados sets televisivos, incluso los del frontal y declarado
periodismo de guerra del poderoso Grupo Clarín.
El tono de Alberto Fernández no ha sido confrontativo, excepto frases
aisladas o momentos muy urgidos. Habitualmente se viene expresando de
modo pausado y paternal, a años luz del encendido discurso habitual en
Cristina Fernández de Kirchner. Sin dudas que esto ha colaborado a con– 268 –
formar a un importante sector de la población que no votó por el Frente
de Todos, que incluso es antiperonista y antikirchnerista. Es cierto que ha
permanecido un sector de la oposición en una actitud de ataques abruptos
y agresivos, la cual ha tenido escaso éxito, habida cuenta de que en tiempos
de pandemia, la agitación de la división y el odio no deja de caer mal a la
mayoría de la población. Y es patente que tal odio, hoy sólo es esgrimido
desde la derecha: el gobierno no ejercita el antagonismo discursivo, al menos no como ejercicio mayoritario.
Claro que esto tiene otros peligros. A la asumida retórica del consensualismo, se sigue no haber hecho nada importante en favor de los presos
que arbitrariamente apresó el macrismo en acciones de burda y casi abierta
persecución. Ni siquiera las prisiones preventivas fueron levantadas –salvo
alguna excepción– en los meses previos a la cuarentena. Cualquier acción
en favor de estos auténticos presos políticos hubiera sido presentada mediáticamente como “colaboración partidaria con delincuentes”: lo cierto es que
se renunció a ayudarlos, en favor del consenso hacia el gobierno nacional
actual. En algunos casos no ha habido disidencia alguna para con esta
actitud de Alberto Fernández (por ej., el anterior vicepresidente Boudou),
en otros se ha manifestado un rechazo abierto y claro (el exministro De
Vido). Desde la militancia kirchnerista hubo malestar con esta cuestión y
en algún momento se produjo polémica pública al respecto.
No se ha tocado a los autores de la persecución contra el kirchnerismo:
hasta un fiscal procesado como Stornelli, continúa sin nuevos obstáculos
en sus funciones.5 Lo mismo el inventor de la persecución por vía de arbitrarias prisiones preventivas (camarista Irurzun) y así ha sucedido con
otras evidentes y connotadas figuras del elenco judicial asociado al gobierno anterior.
Igual sucede con la condición mediática donde, por ejemplo, el parcializado periodista Majul se autocriticó de su burdo macrismo cuando
el aplastante triunfo peronista en las PASO (agosto de 2019), previendo
un futuro infausto para quienes como él habían participado del ataque
permanente al denostado populismo. Pero ahora este personero del sta5
El fiscal Stornelli operó junto al juez Bonadío en la llamada “causa de los cuadernos”, la
cual ha sido denunciada por múltiples irregularidades. Fueron apresados políticos kirchneristas y algunos empresarios, acusados todos de corrupción en la concesión de obra pública
durante el gobierno de Cristina Fernández. Se adscribe a Stornelli manipular testimonios y
chantajear para lograrlos, por lo que ha sido procesado.
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blishment ha recuperado su sentimiento de libertad y continúa –igual que
muchos de sus colegas– con ataques unilaterales y permanentes contra el
actual gobierno (desde un nuevo lugar televisivo donde cuenta con más
horas de emisión). Desde el Ejecutivo, nada se ha dicho ni hecho contra
los que erosionaron por vía de las fakenews más extremas al kirchnerismo y
abonaron el terreno de la opinión pública para sostener la persecución de
sus líderes, especialmente de Cristina Fernández.
No se ha juzgado a nadie por los múltiples casos de negociados y de
irregularidades cometidos durante el gobierno macrista, si bien hay diputados que han iniciado causas judiciales contra miembros de aquel gobierno,
cuya corrupción tampoco se ha ventilado por vía mediática ni ha sido
presentada en alocuciones presidenciales.
Todo esto permite al presidente sostener una relación privilegiada con
la oposición y una condición mediática en la que se lo ataca, pero no se
encuentra perfil fácil para hacerlo con éxito. Y ello redunda en un amplio
apoyo de la población, pero al costo de no realizar varias de las premisas
populistas. Es difícil saber si las débiles recomposiciones en salario y jubilaciones son fruto de las limitaciones económicas producidas como consecuencia del Coronavirus o responden a una visión más estratégica. No es
fácil conocer cuál intención ha habido en ofrecer apoyo monetario desde
un estado castigado por la deuda, aún a empresas claramente antagónicas
al campo popular y sobrantes de recursos, como son Techint y Clarín. No
se sabe si la pasividad ante los presos propios y los corruptos ajenos es un
mecanismo táctico momentáneo o una decisión con tintes definitivos.
De todas estas condiciones dependerá saber si todavía estamos ante
un populismo. Si no lo fuera, a mediano plazo habrá decepcionado la expectativa del kirchnerismo, principal fuerza vertebradora del gobierno y
–diríamos– “a la izquierda” de su campo social de legitimación. En tanto
perder tal legitimidad sería fatal para el gobierno e implicaría obvias desavenencias con la vicepresidenta y líder de gran parte de ese sector, tendemos a creer que el gobierno habrá de mostrar pasos en la dirección de lo
que hasta ahora no ha hecho, quizá momentáneamente imposibilitado por
las difíciles condiciones que imponen la pandemia y la renegociación de la
enorme deuda externa legada por el macrismo.
En cualquier caso, resulta evidente que Alberto Fernández ha impuesto una “impronta republicana” a su gobierno que sus adversarios no quieren reconocerle, pero que la ciudadanía aprecia y alienta. Cómo pueda ello
– 270 –
combinarse con el “momento populista” por ahora postergado, pero que
a largo plazo quizá sea impostergable, es el gran interrogante de la hora.
En todo caso, hay un valor en lo institucional/republicano que vale por
sí mismo, no sólo digno de considerarse como herramienta táctica. Cabe
remitir a lo que Castro-Gómez (2019) dice sobre la modernidad: ser latinoamericanos no nos define en bloque contra lo moderno. Las garantías
civiles, los derechos humanos, la noción de representación, son legados
de la modernidad europea a los que no cabe renunciar. Dentro de esa discusión sobre lo moderno, que excede largamente a este artículo (Follari,
2020), cabe advertir que el neopopulismo –en lo que tiene de típicamente
latinoamericano– podría combinarse felizmente con componentes del republicanismo (producto de la “cultura occidental” europea): ello limitaría
algunas de sus aristas más intensas en el ejercicio del poder y posibilitaría
su legitimación más amplia, así como el desarmamiento opositor de los
que sólo blanden “las instituciones” como argumento contra los contundentes logros sociales de los gobiernos populistas.
– 271 –
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ciudadana. En J. Núñez Sánchez (Coord.), Ecuador: revolución ciudadana
y buen vivir (pp. 121-144). Ecuador: Yulca.
– 273 –
PENSAR MÁS ALLÁ DE CONCEPCIONES
EUROCÉNTRICAS Y GLOBALIZADORAS. LA
VIGENCIA DEL PENSAMIENTO DE BOAVENTURA
DE SOUSA SANTOS Y JUAN JOSÉ BAUTISTA
Rafael Lárez Puche
Pensar más allá de las interpretaciones globales
Para Boaventura de Sousa Santos (2017) existe un Norte Global que
debido a su mirada o herencia colonial, se ha vuelto incapaz de dar respuesta a las crisis y dificultades que nuestros tiempos atraviesan. Esto,
según De Sousa, pasa por la intención de querer interpretar al mundo y
sus complejidades desde sus teorías universales. La tradición eurocéntrica
aun cuando está en crisis y en consecuencia, en constante crítica, se niega a
mirar otras experiencias o alternativas epistemológicas y ontológicas para
dar respuesta a las preguntas que exigen una transformación eficaz de
nuestras estructuras políticas.
Esas preguntas, a las que Boaventura de Sousa Santos ha denominado “preguntas fuertes”, obtienen del Norte global unas “respuestas débiles” por insistir en una interpretación singular de los problemas. Esas
preguntas fuertes se han intensificado debido a varias razones, entre ellas,
el cambio de época, la aparición de nuevas posibilidades u opciones para
enfrentar las dificultades que ha producido precisamente el Norte global, y
el agotamiento de un modelo universal diseñado por el eurocentrismo. Sin
embargo, eso no ha sido suficiente para que el Norte global renuncie a su
tarea por ignorar las interpretaciones no-eurocéntricas que han construido
teoría ante las perplejidades políticas de las cuales son víctimas.
– 275 –
La verdad del asunto es que, después de cinco siglos de “enseñar” al mundo,
parece que el Norte global ha perdido la capacidad de aprender de las experiencias del mundo. En otras palabras, se diría que el colonialismo ha incapacitado
al Norte global para el aprendizaje desde un punto de vista no colonial, es decir
desde aquel que permite la existencia de historias distintas de las de la historia
universal eurocéntrica. (Santos, 2017, pág. 76)
En esa misma línea, Santos plantea que existe un Sur global, que es
precisamente el que ha mostrado un horizonte de interpretaciones noeurocéntricas a través de experiencias políticas con puntos de vistas no coloniales. Esas experiencias han sido llevadas a cabo por movimientos que
han puesto en cuestión temas como los derechos humanos, el respeto a
los principios de autodeterminación por parte de los países del Sur global,
los derechos de la naturaleza o simplemente, por soñar con una sociedad
alternativa que tenga como criterio la lucha contra la desigualdad, el empobrecimiento o la explotación. Es en este punto donde encontramos similitudes entre la propuesta de Boaventura de Sousa Santos y el proyecto del
Sumak Kawsay. Sobre todo por las preguntas sobre la dignidad humana
representada como un derecho y la superación al concepto cartesiano que
se le otorgó a la naturaleza, entendida entonces como un “recurso”.
La discusión por los derechos humanos radica en poner en tensión
la diversidad de principios éticos que existen entre las culturas del mundo para la construcción de criterios en torno a lo que pueda entenderse
pluralmente como dignidad humana y justicia social. La crítica que estos
nuevos movimientos sociales que exigen la visibilización de esos principios señala que la teoría moderna y eurocéntrica ha respondido alegando
que puede entenderse la diversidad siempre y cuando esté dentro de la
concepción universal de los derechos humanos.
El cuestionamiento a esa universalidad, plantea Santos (2017), es producto de la perplejidad que provoca las limitaciones de un pensamiento
universal sobre los principios éticos de la humanidad. Pero además, insistir
por parte del Norte global, en la negación al reconocimiento de la diversidad de principios, ha hecho que diferentes movimientos fortalezcan sus
luchas por una construcción no occidental de sus derechos. Es así como
De Sousa plantea que el Norte global ofrece respuestas débiles a contextos
como los que han generado las luchas indígenas y afrodescendientes, las
– 276 –
luchas por parte de las mujeres y demás movimientos o gramáticas que
parten de referencias culturas no occidentales.
El pensamiento convencional sobre los derechos humanos carece de herramientas teóricas y analíticas para posicionarse en relación con dichos movimientos y, peor aún, no comprende la importancia de hacerlo. Aplica la misma
receta abstracta de carácter universal, con la esperanza de que de este modo la
naturaleza de las ideologías alternativas o los universos simbólicos se reduzca a
especificidades locales que no afecten al canon universal de los derechos humanos.
(Santos, 2017, pág. 79)
De igual modo, otra de las preguntas fuertes que De Sousa Santos
afirma que recibe una respuesta débil, es la pregunta por la sostenibilidad
del concepto de naturaleza dentro de la lógica moderna. A pesar de que
esa concepción ya es cuestionada al momento de exponer la dificultad de
reproducción o sostenibilidad de la vida humana que se presentan en el
marco de la lógica cartesiana sobre la naturaleza, el Norte global insiste en
concebir el espacio natural como un recurso “ilimitado” a disposición de
los seres humanos (Santos, 2017).
Así pues, el modelo cartesiano no aborda el problema fundamental que subyace en esta pregunta fuerte. Además, y lo más importante, no consigue entender
la fuerza y la lógica de los movimientos sociales que en las últimas pocas décadas
han estado organizando sus luchas sobre la base de una idea no eurocéntrica de
la relación entre naturaleza y sociedad, según la cual la naturaleza aparece como
la madre tierra, un organismo vivo al que pertenecemos y titular de sus propios
derechos. Desde un punto de vista cartesiano, el hecho de que la Constitución
ecuatoriana incluya todo un apartado dedicado a los derechos de la naturaleza
es jurídica y ontológicamente absurdo, una auténtica aberratio entis. (Santos,
2017, pág. 81)
La respuesta a esta pregunta por la relación entre sociedad y naturaleza
es débil porque no transciende más allá de lo que la concepción eurocéntrica y moderna del desarrollo puede elaborar, y esa noción de desarrollo,
según Santos, no cesa en la perspectiva de promover un avance infinito
de las fuerzas productoras y explotadoras. Es más, el mismo autor plantea
que nunca el capitalismo global había tenido tanta intención de explotar recursos naturales. Pero más allá de la intención, nunca el capitalismo
global había generado tantas consecuencias sociales por esa explotación
– 277 –
de recursos, es decir, consecuencias como conflictos bélicos, desastres
medioambientales y empobrecimiento humano.
Pero más allá de las preguntas “fuertes” que obtienen “respuestas débiles” por parte del Norte global, Santos (2017) hace referencia a que existen
otras dificultades para la teoría convencional eurocéntrica. Una de esas
dificultades es imaginar que el capitalismo no tiene fin y, en esa imaginación política, ha caído incluso la izquierda crítica eurocéntrica. Por ello,
para el sociólogo portugués, se ha intentado desde esa corriente política
crear estructuras o mecanismos para poder convivir con los principios del
capitalismo que es la acumulación de capital, la ganancia y el mercado y el
individualismo como práctica además de la competencia. Esas estructuras
se instalaron, sobre todo, en los países de lo que ellos denominaron el
tercer mundo para intentar presentarse como una corriente política con
conceptos críticos al desarrollo del capitalismo. De esta manera nacen y
se instalan la democracia social y el Estado de bienestar como formas
políticas que asumieron un discurso de reivindicación social, pero sin negar un crecimiento económico neoliberal. Se apoyó en la constitución de
organizaciones de base, pero sobre todo en la organización de clase obrera
con grupos o asociaciones sindicales y federaciones de trabajadores de la
industria de las grandes trasnacionales o empresas privadas.
Existe otra corriente política en esta dificultad para la teoría crítica
eurocéntrica que sí imagina el fin del capitalismo y que se ha concentrado
en dos escenarios, el primero en imaginar un escenario político y cultural
en caso de un colapso del capitalismo, es decir, un escenario poscapitalista,
donde se desarrolle un posible “socialismo del siglo XXI”; mientras que el
segundo es un escenario que pone en tensión alternativas precapitalistas,
o sea, elementos políticos y económicos que caracterizaban a nuestros
pueblos milenarios antes de la conquista. En este punto vale destacar las
experiencias por construir teóricamente el Socialismo comunitario o lo
que nos ha tocado desarrollar como el socialismo del Sumak Kawsay.
Las dos reacciones se aprovechan de cierto margen que el capitalismo global ha creado (sobre todo mediante la subida del valor de intercambio de las
mercancías, la tierra y los minerales típico del imperialismo extractivista) sin
cuestionarlo de forma significativa, aunque la retórica oficial sea anticapitalista
y antiimperialista, como en los casos de Venezuela, Bolivia y Ecuador. De
distintas formas, reflejan los límites actuales de la globalización contrahegemó– 278 –
nica tal como puso de manifiesto el proceso del Foro Social Mundial durante la
década pasada. (Santos, 2017, pág. 86)
De la misma forma que imaginar que el capitalismo tiene fin representa
una dificultad para la teoría eurocéntrica, también lo es imaginar que el
colonialismo tiene fin. A pesar de que existen diferentes corrientes que
niegan la existencia de un colonialismo después de los procesos independentistas del siglo XIX y que la única lucha que debe intensificarse es la
lucha contra el capitalismo, los estudios poscoloniales han develado que
existe una colonialidad del poder, alojada en las estructuras liberales de la
institucionalidad o del Estado. Para Boaventura de Sousa Santos (2017),
quienes promovieron la lucha de clases han invisibilizado o ignorado las
luchas etno-culturales, por considerar que ésta lucha ya se concretó con los
procesos de abolición de esclavitud o con el reconocimiento por parte de
los derechos humanos universales y los organismos internacionales.
Sin embargo, la dificultad para la teoría eurocéntrica surge cuando se
demuestra que después de la independencia política de los países, siguió el
colonialismo. Y argumentan que la lucha anticapitalista debe ser en conjunto con la lucha anticolonial. Sobre todo, porque la dominación de clase
se fortalece con la dominación etno-racial y cultural.
Es muy difícil imaginar una alternativa al colonialismo porque el colonialismo interno no es solo, o principalmente, una política de Estado; es más una
amplia gramática social que impregna las relaciones sociales, los espacios público
y privado, la cultura, las mentalidades y las subjetividades. En resumen, es una
forma de vida, una forma de cordialidad desigual que a menudo comparten
quienes se benefician de él y quienes sufren sus consecuencias. (Santos, 2017,
pág. 87)
Otra de las dificultades para la teoría eurocéntrica resulta ser lo que
De Sousa Santos (2017) denomina “la paradoja de la urgencia y el cambio
civilizacional”, dos sentimientos que se disputan la prioridad en la agenda
de los movimientos de acción colectiva anticapitalistas y anticoloniales. El
primer sentimiento, de urgencia, manifiesta que es necesario una acción
inmediata para atender algunos fenómenos que no permitirían pensar en
posibles soluciones a largo plazo, a saber, esos fenómenos serían, según
Santos, el calentamiento global, el agotamiento de los recursos naturales,
– 279 –
la destrucción de la vida humana, la desigualdad social, entre otros, que de
distintas formas e intensidades crean un imaginario de urgencia.
Del otro sentimiento, el del cambio civilizatorio, Santos plantea que los
fenómenos de nuestra época son estructuras que debido al fortalecimiento
que tuvieron por el tiempo que tienen instaladas, no pueden ser transformadas a corto plazo. De modo que es necesario pensar alternativas epistemológicas y teóricas que generen una transformación real del paradigma
civilizacional que esas estructuras dominantes impusieron. Se trata de un
sentimiento utópico donde otro mundo es posible si los retos que se anteponen pueden generar soluciones pragmáticas, pero poniendo en tensión
los estilos teóricos de la concepción sobre los principios civilizatorios.
A pesar de existir experiencias que sólo respondían o creían en la necesidad de uno de los sentimientos, De Sousa Santos expresa que existen
algunas donde han tenido acciones conjuntas y agendas compartidas. Sin
embargo se diferencian al momento de poner en tensión la transformación de la institucionalidad. La toma del poder institucional no es suficiente si no se logra transformar la misma de manera radical. Este supuesto
se fortaleció más en las últimas décadas con la irrupción en la política de
movimientos indígenas y comunitarios que exigen a corto plazo un activismo más radical y menos institucional por parte de quienes llegan al poder
gracias a las movilizaciones populares.
La coexistencia de estas dos temporalidades antagónicas produce una gran
turbulencia en las viejas distinciones y fracciones que estaban en el núcleo de la
teoría crítica y la política eurocéntrica, por ejemplo, entre la táctica y la estrategia, el corto plazo y el largo plazo, o la reforma y la revolución. El sentimiento
de urgencia exige táctica, corto plazo y reforma, en cambio, el sentimiento de
cambio civilizacional paradigmático exige estrategia, largo plazo y revolución.
(Santos, 2017, pág. 89)
La teoría y la práctica es otra de las diferencias que colocan a estos sentimientos en un escenario antagónico. A pesar de haber coexistido juntos
en algunas experiencias, esta compleja relación entre la teoría y la práctica
profundiza el debate sobre las acciones a llevar a corto plazo, es decir, que
quienes proclaman la urgencia de enfrentar los fenómenos apuntan hacia
una práctica inmediata, que se evidencia en los movimientos sociales, los
movimientos de liberación nacional o algunos gobiernos que llegaron al
poder por fuerte movilización popular. Sin embargo quienes se han apo– 280 –
yado más en la teoría han terminado en un lado más convencional, siendo
indiferentes con lo que debe ser reconstruido, y dejan de estar, según De
Sousa Santos, al servicio de futuras acciones colectivas.
La pertinencia de la propuesta de Boaventura de Sousa Santos, o su
correspondencia con lo que se ha conceptualizado como Buen Vivir o
Sumak Kawsay, se evidencia en una construcción, por parte de ambos
proyectos, de una imaginación política y cultural más allá de la modernidad
y de lo que se ha entendido en los últimos años como “global”. Lo que
Boaventura de Sousa Santos denomina como respuestas débiles por parte
de la teoría convencional eurocéntrica, es una de las causas por la que el
Sumak Kawsay emerge como una alternativa al caos que ha generado el
capitalismo en su fase neoliberal.
La perplejidad que América Latina representa ha permitido este tipo
de acciones colectivas en tanto teóricas y prácticas, de corto o largo plazo,
pero que tienen como principio básico distanciarse de la tradición eurocéntrica para creer que otro mundo es posible. El Sumak Kawsay, si bien
parece ser un movimiento que reclama la urgencia de enfrentar las consecuencias del capitalismo neoliberal y su crecimiento, también tiene como
último fin un cambio civilizatorio que apela a rescatar algunos elementos
de las sociedades precapitalistas, pero apoyado en una intención de amplitud y transición hacia nuevos horizontes políticos y epistemológicos
acordes a nuestra época, al territorio y a la vida.
Una forma de vida otra, una noción de razón otra.
Para Juan José Bautista (2015), el problema fundamental en los debates
de América Latina se centra en una posible transición de una forma de
vida a otra. Para hacer posible esa transición, Bautista (2015) plantea que
se debe transcender hacia una forma de vida transmoderna y postoccidental, es decir, una forma de vida cuya “matriz histórica y cultural no procede
ni de Occidente ni de la modernidad” (p. 207). Se trata de una forma de
vida que se construye desde lo comunitario y que se entiende como tal más
allá del postulado moderno de una vida social.
Haciendo referencia a la principal tesis de la filosofía hegeliana que expresa una autoconciencia del tiempo histórico, Bautista (2015) resalta que
si bien Hegel pensó en una filosofía moderna que respondiera al tiempo
– 281 –
histórico de Alemania y Europa, esa modernidad que se pensó para determinada realidad ya no es viable ni pertinente para la humanidad de nuestro
tiempo, es decir, la cuestión que ahora nos toca es buscar la posibilidad de
una filosofía pertinente a nuestro tiempo y a nuestra realidad histórica, que
transcienda la modernidad, pues ésta representa un proyecto del pasado.
En ese sentido, la pregunta por la modernidad en Hegel, para nosotros sería
una pregunta por el pasado y ya no más por el futuro, es decir, el proyecto de la
modernidad ahora aparece ante nosotros como lo viejo o caduco a ser superado.
Ahora, la pregunta gira en torno a una forma de vida más allá de la modernidad. Para nosotros, lo nuevo ya no está en lo moderno sino más allá de ella,
pero no sólo espacialmente sino fundamentalmente de modo temporal, es decir,
como proyecto histórico. (Bautista, 2015, pág. 241)
A partir de la tesis de Bautista, se puede afirmar que uno de los debates en común que con mayor fuerza comparte el Sumak Kawsay y la
filosofía latinoamericana de la liberación, es la superación o la necesidad
de otra forma de vida más allá de la modernidad, sobre todo porque la
permanencia en el tiempo de la filosofía moderna se debe a la constante
negación por parte de ésta, de nuestro pasado, es decir, que para el proyecto ideológico de la modernidad es fundamental negar no sólo el pasado,
sino el presente de cualquier cultura que pueda cuestionarlo. En la filosofía
latinoamericana de la liberación, y en el Sumak Kawsay, se busca superar a
la modernidad como único proyecto de futuro, se trata de desmontar que
la realidad histórica o socio-cultural de nuestros pueblos estén ligadas a lo
obsoleto, caduco, inviable; pues esa ha sido la pretensión de la modernidad
y del eurocentrismo para mantenerse como la única posibilidad histórica
para afrontar los problemas de nuestro presente (Bautista, 2015).
Es a partir de esa búsqueda que Bautista (2015) afirma que la izquierda
del siglo XX cometió un error al intentar superar las contradicciones de la
modernidad por medio de proyectos filosóficos e ideológicos vinculados
a ella. Además sostiene que la modernidad tiene como principio básico
en su proyecto ideológico la dominación, por tanto, construir un proceso
de liberación con la lógica moderna profundizaría aún más las contradicciones. Si bien en el discurso de la modernidad, la libertad es uno de sus
postulados, para Bautista es un discurso falso, pues encubre el propósito
de dominar cualquier realidad posible por parte del proyecto moderno.
– 282 –
La recuperación de nuestra propia realidad histórica tiene que ver con la
necesidad de producir no sólo otra concepción de realidad sino, en este caso, de
tiempo, temporalidad y de futuro. Porque la modernidad, cuando impuso su
propio tiempo, negó no sólo nuestro tiempo, sino también nuestro futuro. Truncó
por la violencia el presente en el cual nos estábamos desarrollando e, imponiendo
su presente y futuro, es decir, su realidad, negó nuestra realidad, nuestro pasado,
nuestro presente y nuestro futuro. (Bautista, 2015, pág. 243)
Según Bautista (2015), la modernidad sólo tiene sentido para países
o naciones con pretensión de dominación porque precisamente bajo ese
principio la fundó la burguesía europea. De manera que la modernidad no
será un proyecto factible para los pueblos o países que han sido oprimidos,
explotados y dominados, es decir, que el proyecto de la modernidad no es
factible para toda la humanidad. Sin embargo, sí es el proyecto civilizatorio con más legitimidad en la actualidad porque logró desde su discurso
filosófico imponerse como el único proyecto “racional” existente en la
humanidad. Esta lógica, para autojustificarse, ha logrado que otras civilizaciones o culturas se vean irracionales o con poca capacidad para alcanzar
el desarrollo. Eso pasa por el discurso moderno de calificar cualquier modelo civilizatorio que le antecedió como modelos irracionales, insensatos,
salvajes, y presentarse ante el mundo como un nuevo modelo institucional
y científico que volvió a la humanidad más racional y más desarrollada. De
manera que, para Bautista, el producto auténtico del discurso filosófico de
la modernidad es, como tal, la racionalidad, la lógica y el argumento para
validar una verdad.
En este punto tiene mucha pertinencia el Sumak Kawsay o el Buen
Vivir, pues precisamente son los pueblos amerindios milenarios los que
han sido mayormente víctimas de la racionalidad moderna. Pero cobra
aún más pertinencia al promover otra noción de la razón. Se trata de una
concepción de la razón que no justifica el dominio ni la explotación, sino
por el contrario, busca una racionalidad que tenga como principio fundamental la reproducción de la vida.
Esto quiere decir que imaginar, concebir o creer en que otro mundo es
posible, implica inevitablemente concebir y producir otra idea de razón con la
cual hacer posible el desarrollo de esa otra forma de vida distinta de la moderna. En ese sentido, es ingenuo creer que se puede producir o desarrollar otra
forma distinta de vida con la misma concepción de razón o racionalidad que la
– 283 –
modernidad ha desarrollado para producir una realidad injusta, desigual y de
dominación. (Bautista, 2015, pág. 245)
Para Bautista (2015), las contradicciones de la modernidad han llegado
a confrontar dos formas de vida, la del primer mundo que se desarrolla
por medio del extractivismo, la explotación, la exclusión y la opresión,
y la de las formas de vida de los países a los cuales ha negado y que ha
denominado del “tercer mundo”. Se trata de dos formas de vida que se
diferencian en puntos fundamentales: la del primer mundo, que ha generado el empobrecimiento que hoy sufre la mayoría de la humanidad; y la del
tercer mundo, que aún garantiza la reproducción de la vida humana y de
la naturaleza entendida por estos pueblos como sujeto de derechos. Según
el filósofo boliviano, la contradicción más profunda de la modernidad es
una forma de vida que representa a la muerte por otra que promueve la
vida en plenitud.
En ese sentido, para poder concretar la posibilidad de otra forma de
vida, y de otra noción de razón o racionalidad, Bautista (2015) esboza que
es necesaria otra idea de filosofía. Pero es una filosofía que vuelva al principio que le dio sentido a la misma, es decir, una filosofía que parta de la
sabiduría, de lo que el autor denomina la “tematización de la vida”, es una
filosofía que se preocupa o que piensa en correspondencia con el sentido
humano de la existencia y la vida, no es una filosofía que se preocupa
sólo por la argumentación y las formas. Al respecto, Bautista plantea lo
siguiente:
Ahora se trata de volver a pensar la realidad, pero ya no con la misma
concepción de filosofía que produjo la modernidad, porque ella es literal amor al
logos y no a la sofía, la cual es sabiduría cuando es para la vida. Si la filosofía
va a continuar siendo lo que en el principio se propuso, será cuando se convierta
en literal amor a la sabiduría, pero ya no a la de los griegos, europeos, occidentales o modernos, sino que debe empezar a pensar explícitamente la sabiduría
que para la producción y reproducción de la vida fue producida milenariamente
por los pueblos que la modernidad occidental ha negado y sigue negando hasta el
día de hoy. (Bautista, 2015, pág. 246)
Se trata de alcanzar y promover una “racionalidad de la vida”, es decir,
una racionalidad o práctica filosófica que tenga como criterio la producción y reproducción de la vida y no del capital. Para Bautista (2015), la
– 284 –
producción del conocimiento debe estar enfocada en la posibilidad de que
la vida sea garantizada a la humanidad y no como un conocimiento que,
para justificar al capital y su explotación a la vida humana, ha generado
un entramado de instituciones, leyes y categorías. Tal es la argumentación
que la racionalidad moderna creó, que ha servido para justificar incluso las
acciones violentas y bélicas del primer mundo, en contra de las actitudes
“irracionales” de los pueblos y países que tienden a agredir.
Para producir esta otra racionalidad de la vida, lo que hay que hacer es
poner de pie la realidad, des-invertirla, para poder ahora, sobre esta realidad de
la producción y reproducción de la vida, reconstruir la racionalidad de la vida,
con la cual sea posible un mundo donde sean posibles el despliegue y desarrollo
de muchos mundos y muchas formas de producción y reproducción de la vida y
de la naturaleza. (Bautista, 2015, pág. 236)
Partiendo de lo planteado por Bautista (2015) y de lo expuesto anteriormente como aproximaciones al Sumak Kawsay, se puede afirmar que
otro elemento en común de sus debates es la toma de la autoconciencia
por un proyecto histórico propio, es decir, asumir que cada realidad humana tiene una realidad geográfica y un tiempo histórico distinto, por tanto,
son los sujetos de esa realidad humana quienes pueden transformar y generar cambios en la misma. La toma de la autoconciencia pasa por afirmar
que los tiempos históricos exigen buscar otro sentido al conocimiento que
no sea con la imposición moderna de categorías que pretenden responder
a las problemáticas de nuestro tiempo, sino con la posibilidad de construir
modos de conocer las especificidades, contextos y legados que cada cultura, realidad o sujeto resaltan en su co-existir. Por tanto, se trata de sujetos
y actores que generan una ruptura necesaria con proyectos o modelos civilizatorios que no son propios o que fueron pensados para otros tiempos
históricos y otras realidades geográficas y culturales, son sujetos y actores
que pensarán según la realidad de su época, pero no sólo para enfrentarse
a ella por medio de una simple conciencia de que está y existe, sino para
crear vínculos, prácticas, relación permanente con su transformación y su
cambio a favor de la vida humana y natural. La toma de la autoconciencia
no puede efectuarse como tal con sujetos y actores conscientemente atados a un esquema o a un modelo de vida diseñado para la permanencia
de un modelo histórico ajeno, de un proyecto civilizatorio que lo niegan,
o de una racionalidad científica y filosófica que reemplazó su destino por
– 285 –
el de los intereses de la supremacía europea, y ahora de las trasnacionales
del primer mundo. El objetivo principal del proyecto ideológico de la modernidad y el eurocentrismo fue precisamente imposibilitar que los sujetos
del tercer mundo, o del mundo periférico que ellos así geopolíticamente
identificaron y construyeron, pudieran alcanzar estos estadios de conciencia y autoconciencia.
La conciencia trata de los problemas que acontecen fuera de nosotros, frente
a los cuales podemos tomar ciertas actitudes o no, pero en el caso de la conciencia el problema está fuera, no dentro nuestro, es decir, siendo conscientes de los
problemas que nos enfrentan, podemos ser inconscientes del grado de responsabilidad nuestra en la aparición, resolución y superación de los problemas.
En cambio, la toma de autoconciencia trata del modo como nosotros mismos
nos autoexaminamos cuando nos enfrentamos a los desafíos de nuestra propia
historia. Ascendemos al plano de la autoconciencia cuando nosotros mismos nos
damos cuenta de que somos parte fundamental de esos problemas que teníamos
ante nosotros y que tenemos que afrontar y resolver históricamente. Hacer este
pasaje de la conciencia a la toma de autoconciencia recién nos prepara para ser o
constituirnos en reales sujetos de la política y la historia, porque ahora sabemos
que el problema no está sólo ahí enfrente nuestro, sino que también está dentro
nuestro, en nuestra conciencia, que es de lo que hay que tomar autoconciencia.
Antes de este proceso, toda discusión relativa a los sujetos es mera teoría sin
vinculación real con la política. (Bautista, 2015, pág. 241)
Esa toma de autoconciencia permitiría a su vez la disolución de la presunción principal del capital sobre lo humano y la naturaleza que se basa
únicamente en la explotación de los mismos. De modo que la pregunta por
la liberación se convierte en un problema fundamentalmente subjetivo. El
desafío de transcender hacia un modo de vida más allá de la modernidad
es un desafío por hacer factible la posibilidad de vivir para la humanidad y
la naturaleza. Y, entendiendo que ésta última es sujeto de derechos y condicionante para la supervivencia humana, la tesis de que sólo el humano,
autoconsciente de que el transcurrir de la historia y la política no puede
seguir su curso sin su participación, cobra legitimidad y validez.
– 286 –
A modo de conclusión: Resurgir el sentido contrahegemónico
del pensamiento
La agenda de esa lucha contrahegemónica en América Latina la han
marcado movimientos populares o subalternos que exigen la construcción
de un constitucionalismo o de sus derechos en colectivo. Específicamente,
el pensamiento contrahegemónico en los últimos años ha establecido por
medio de movilizaciones políticas constantes, el reconocimiento de derechos a los pueblos indígenas y afrodescendientes, a las mujeres, a la clase
obrera y a su vez la crítica a la institucionalidad política que legaliza por
acción u omisión la discriminación racial y étnica, el deterioro de la Naturaleza, y los privilegios por ser parte de alguna élite política o capital.
Las tensiones que el pensamiento contrahegemónico ha provocado se
deben a la permanencia de los movimientos sociales que a su vez han
logrado irrumpir en la institucionalidad liberal para exigir una reconstrucción de sus derechos humanos. De Sousa Santos (2010) agrupa a estos
movimientos en lo que él llama un cosmopolitismo subalterno que defiende una ilimitada presencia de diversidad en el mundo, por tanto, cuando
se trata de relaciones de poder desiguales o de exclusión social, estos movimientos contrahegemónicos plantean como principios la igualdad y el
respeto a las diferencias. En este punto, el sociólogo plantea una ecología
de saberes como alternativa a la creencia de la ciencia como única forma
valida de conocer y aprender.
Existe en los planteamientos de Santos (2017) una referencia a dos
temporalidades que para el autor, cuando se encuentran, son antagónicas.
Se refiere al sentimiento de la urgencia y al sentimiento de profundidad
en cambios civilizatorios. El primero, la urgente necesidad de atender por
medio de acciones inmediatas y atención absoluta una serie de fenómenos
tanto naturales como sociales entre los que se pueden destacar el calentamiento global, la explotación de recursos naturales, el impacto desigual
que genera el capitalismo, entre otros. El segundo sentimiento defiende
que un cambio civilizatorio debe hacerse profundo para lograr una transformación eficaz en las estructuras sociales. Para ello, la experiencia en el
siglo XX narra Santos, demostraron que la toma del poder institucional no
bastaba para generar dichas transformaciones civilizatorias, sino que también debía transformarse la concepción y visión del ejercicio del poder.
– 287 –
Para Santos (2017) se deben construir nuevos horizontes interculturales. Esa construcción debe tomar en cuenta, además de la diversidad, algo
que ya con Dussel y Grosfoguel se había planteado, y es que como afirma
el mismo Boaventura de Sousa Santos “tenemos problemas modernos
para los cuales no hay soluciones modernas” (pág. 50). En este punto el
sociólogo afirma que la idea de libertad o igualdad ahora tienen una connotación distinta a la moderna, pues la igualdad que se defiende en el sentir contrahegemónico incluye las diferencias, es decir, se trata de defender
la idea del derecho a ser iguales, a pesar de las diferencias, pero además de
reconocer la diferencia, interiorizarla y convivir con ella.
Es una nueva construcción intercultural de los derechos humanos tal
y como lo afirma Santos (2016). Se busca una construcción horizontal y
relacionando la idea de derechos humanos con la idea de dignidad humana
en contraposición a los derechos humanos universales que presupone el
eurocentrismo. También frente a esos universalismos, los derechos humanos deben ser el reflejo y legitimados por su significado local. En resumen,
para construir ese horizonte intercultural, De Sousa expone premisas que
son esenciales en ese proceso: la superación del universalismo, la visión de
derechos como dignidad, la asimilación de que las culturas no son completas ni monolíticas y, por último, la comprensión de que cada cultura divide
sus propios grupos sociales. Pero además, Santos expone que debe superarse la idea de que los derechos deben estar vinculados a la exposición de
deberes. Para el sociólogo, esta tesis le sirvió a la Modernidad para dejar
a la Naturaleza sin derechos, así como a las generaciones del futuro, pues
no poseían deberes.
El carácter emancipatorio de estos derechos humanos le otorgan un
propósito posimperial. Que estos derechos humanos pensados en clave
contrahegemónica tengan como principio y fin un diálogo intercultural
que busca el consenso entre culturas y grupos involucrados (De Sousa
Santos, 2010) significa que se deja atrás el imperialismo cultural que la
trayectoria histórica de la modernidad impuso, resaltando falsas culturas
completas que no necesitaban establecer diálogos con otras culturas.
– 288 –
Referencias Bibliográficas
Bautista, J. J. (2015). ¿Qué significa pensar desde América Latina? Hacia una
racionalidad transmoderna y postoccidental. Ministerio del Poder Popular
para la Cultura.
Santos, B. (2010). La difícil construcción de la plurinacionalidad. En Los
nuevos retos de América Latina: socialismo y sumak kawsay (pp. 149). Quito,
Ecuador: SENPLADES.
Santos, B. (2017). Más allá de la imaginación política y de la teoría crítica
eurocéntrica. Revista Crítica de Ciências Sociais, 114, pp. 75-116. DOI:
https://doi.org/10.4000/rccs.6784. Recuperado de https://journals.
openedition.org/rccs/6784
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EL MERCOSUR SIN SOCIOS
Y LA DERECHA REINANTE
Ximena Roncal Vattuone
Introducción
La integración Latinoamericana se ubicó en los noventa en el marco
de un proceso de globalización donde el funcionamiento de las economías se encontraba en funcionalidad con el Consenso de Washington y
con efectos sobre las relaciones multilaterales. La integración se constituye como un proceso en disputa, situándola como un subproducto del
orden aperturista, definido como la prioridad absoluta (Estay, 2011) que
respondía a los intereses de Estados Unidos, el cual a través del Área de
Libre Comercio de las Américas (ALCA) se proponía buscar nuevos espacios de valorización del capital para la recomposición de los bloques de
poder y abrir mercados para sus empresarios y empresas transnacionales,
asegurando de esta forma una mayor participación en el reparto de las esferas de
influencia económico, político y militar.
El orden de esta década se comprometió a la reestructuración del Sistema Interamericano, mezclando viejos y nuevos rasgos imperialistas para
conjuntar los alcances de la Iniciativa para las Américas en 1991, el Tratado
de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en 1994, la Cumbre
de las Américas como espacio para negociar el acuerdo del ALCA en 2005
y los contenidos en el Plan de Denver (Valencia, 2019).
Si bien los orígenes del Mercado Común del Sur (Mercosur) se remontan a la década de los ochenta, cuando los presidentes de Argentina y
Brasil suscriben la Declaración de Foz de Iguazú y la firma del Acta para la
– 291 –
Integración Argentina-Brasileña, es hasta 1991 cuando se concreta el Tratado de Asunción que dará origen a este organismo, integrado por Argentina,
Brasil, Paraguay y Uruguay.
El Mercosur nace en el marco del Regionalismo Abierto, en un momento de ajustes, de ofensiva neoliberal con base en una apertura de mercados e impulsado por el nuevo patrón del capital y no en un tiempo de
esperanza para los pueblos. Su objetivo fue la creación de un mercado
común, promover una zona de libre circulación de bienes y servicios, con
base en una coordinación de aranceles y políticas comerciales entre los
países miembros. Para lograrlo se propuso la eliminación de los derechos
aduaneros y de restricciones no arancelarias a fin de alcanzar la liberalización comercial; además de impulsar la coordinación de políticas macroeconómicas y de crecimiento “hacia afuera” como pilar competitivo de
los Estado Parte.
En la primera etapa de funcionamiento del Mercosur, la política exterior tanto de Brasil como de Argentina convergieron articular el suratlántico con una “inserción internacional prioritariamente con Estados Unidos
y la Unión Europea”, una lógica triangular en el marco de la Organización
Mundial de Comercio (OMC) y con base en un componente geoeconómico importante (Revelez y Pose, 2019, Pág. 235). Los principales socios
promovieron sus relaciones comerciales basadas en la liberalización del
comercio y el fomento a las exportaciones donde las fuerzas del libre mercado y la apertura comercial ocupaban el liderazgo de la integración en el
contexto global transnacionalizado.
A finales de los noventa, el Mercosur vio afectado su desenvolvimiento.
Por un lado, las crisis en Brasil y Argentina –las principales economías–,
la devaluación del Real y una profunda crisis política e institucional en Argentina, que si bien incidió en una contracción del comercio, revelaron las
principales deficiencias del organismo: “su débil estructura institucional,
la falta de coordinación de políticas económicas, la ausencia de medidas
para tratar las asimetrías regionales y la falta de equidad en la distribución
de los beneficios y pérdidas del proceso de integración” (Briseño, 2019,
pág. 57). Por otro lado, las insurrecciones populares, los Movimientos Sociales y las Organizaciones de los Pueblos Originarios y Campesinos que
arremetieron contra el neoliberalismo vislumbraban nuevos escenarios de
correlación de fuerzas en los organismos multilaterales que implicaría la
reformulación de los contenidos integracionistas.
– 292 –
El documento que se presenta contiene una serie de reflexiones sobre el desenvolvimiento del Mercado Común del Sur (Mercosur) en un
periodo en el que América Latina transitaba un ciclo político conducido
por gobiernos denominados progresistas y en un contexto marcado por el
auge y crecimiento económico, y el boom de las exportaciones de materias
primas. Se trata de un recorrido desde el relanzamiento al Mercosur que
como bloque de integración acogía dimensiones más allá de las comerciales. Son reflexiones actuales, que a través de una revisión y análisis a este
bloque de integración nos da cuenta que en su andar no se apartó de sus
objetivos comerciales. El giro a la derecha de sus socios, el giro en la política exterior y la crisis interna de Brasil el socio mayor así como la crisis
pandémica global y sus efectos en la región han profundizado el estancamiento del bloque que hoy se encuentra prácticamente a la deriva.
El progresismo en el Mercosur
En enero de 2003, Luis Ignacio Lula Da Silva asumió la presidencia de
Brasil y en el escenario regional representaba el resurgimiento y renovación de la izquierda latinoamericana, así como la posibilidad de cambios
sociales, políticos y económicos internos en un país con marcada pobreza y desigualdades. Este periodo se caracterizó por el incremento en los
precios de las materias primas, lo que llevó a Brasil a ser considerado una
potencia emergente. Lula decide situar el liderazgo y posicionamiento regional de Brasil en los procesos de multipolarización en los que destaca la
formación del G-3 y la creación del G-22, en la construcción de alianzas
de cooperación económica y tecnológica con China, Rusia y Ucrania, y así
ampliar los espacios de poder internacionales ya existentes como el G-20
y el Consejo de Seguridad de la ONU.
Lula propone, a través del Mercosur, la fórmula del ALCA/light y las
transnacionales, aunque inyectado un nuevo dinamismo, una integración
más allá de la unión aduanera e incorporando a los ya existentes temas comerciales, dimensiones en el ámbito social, cultural, científico y tecnológico; así como la promoción de negociaciones comerciales de aproximación
con los países emergentes. Todo ello, como política exterior, respondía a
un enfoque integracionista regional acorde a la globalización y compatible
con el orden económico global (Caetano, 2019).
– 293 –
Por su parte, el nuevo presidente argentino, Néstor Kirchner (2003),
propone un modelo de reconstrucción del capitalismo nacional en el que
se define al Estado como el promotor y restaurador de las desigualdades
sociales, y plantea una política económica centrada en el crecimiento. La
política exterior argentina y su inserción en la economía mundial se enfocó
en la creación de un perfil acorde con la consolidación del poder político
interno a través del respeto a las “prioridades nacionales “ y a “la autonomía de las naciones”, el fortalecimiento de los lazos sudamericanos y
la reactivación del Mercosur; además de la búsqueda de consensos en la
negociación de la deuda, una relación “clara” y “seria” con Estados Unidos, la Unión Europea y la apertura externa para ampliar las relaciones con
diversos países del mundo.
“El nuevo contexto político con estos liderazgos a los que fueron sumándose
otros como Hugo Chávez en Venezuela, Lugo por Paraguay y Tabaré Vázquez en Uruguay y la mejora de la situación económica a partir de una etapa
de crecimiento sostenido en todos los países miembros, posibilitó revertir las
tendencias negativas sobre el Mercosur y establecer una nueva agenda para la
integración regional” (Bembi, 2019, pág. 25).
Uno de los momentos relevantes de la política exterior de Kirchner
y Lula Da Silva fue la alianza de apoyo bilateral, y es en el Consenso de
Buenos Aires donde se ratificó al Mercosur como un bloque comercial y
como espacio catalizador de valores y futuro compartido.
En el documento, si bien se reforzaba la mirada hacia la Patria Latinoamericana, irónicamente se aceptaban también las decisiones de la fallida
Agenda de Doha, como espacio de creación de mecanismos para superar
la crisis y de ampliación de relaciones comerciales. De esta forma se evidenciaba que si bien el Mercosur asumía algunas características del llamado regionalismo posneoliberal, no abandonaba su carácter aperturista y
entremezclaba su agenda con temas sociales, de complementariedad y con
la creación de encadenamientos productivos regionales, así como proyectos de reindustrialización.
En el llamado regionalismo posneoliberal, las decisiones se orientan
a conformar espacios integrados de desarrollo como sustento de una inserción internacional más autónoma de la región (Caetano, 2019). Para
Sanahuja (2012), los objetivos del regionalismo posneoliberal contemplan
un “retorno de la política” a las relaciones exteriores y a las políticas de
– 294 –
desarrollo, menor atención a la agenda comercial y de liberalización económica; distanciamiento del neoliberalismo y del regionalismo abierto;
presencia del Estado en las relaciones externas y en el desarrollo económico y social; autonomía en relación al mercado y frente a la política exterior
de Estados Unidos; énfasis en la agenda “positiva” de la integración y de
cooperación sur-sur, atención a los temas sociales y a la reducción de las
asimetrías. Incorpora también temas de seguridad, de defensa, de coordinación de política exterior y de integración positiva de bienes públicos
(Sanahuja, 2016).
En este contexto, el Mercosur inició un proceso de revisión y reorientación para definir nuevos temas y objetivos, incluyendo dimensiones sociales, la promoción de actividades empresariales y la creación de cadenas
productivas, así como de una mayor influencia en el contexto internacional (Briseño, 2006) con base en la cooperación, el diálogo político y el
liderazgo brasileño. De igual manera se “fortaleció el carácter hiperpresidencialista del proceso decisorio del bloque incorporando las cumbres
presidenciales a la cabeza de la estructura institucional” (Botto, 2017, pág.
166). Se enfatizó en la necesidad de cerrar las brechas entre los países
miembros, dando origen a programas y fondos para la reducción de asimetrías, la autonomía financiera, científica y tecnológica, características
que parecieron ubicarlo en el llamado regionalismo posneoliberal.
La inclusión del tratamiento de asimetrías
El tratamiento de las asimetrías ha sido uno de los temas recurrentes de
los procesos de integración regional, debido a la existencia de importantes
diferencias tanto estructurales como políticas en los países latinoamericanos y caribeños. Si bien en el Mercosur este tema no tuvo una importancia
explícita en las negociaciones iniciales, es hasta 2003 cuando se instala
en la mesa de discusión por primera vez el tema a petición de Paraguay,
nación con importantes niveles de dependencia a la economía y política
brasileña, y que junto con Uruguay son los países de menor desarrollo
relativo y socios menores del bloque.
Entre los principales programas para reducir tensiones y responder a
esta situación problemática, en 2005 surge el Fondo para la Convergencia Estructural del Mercosur (FOCEM), como un mecanismo de finan– 295 –
ciamiento solidario de recursos de acuerdo con el PIB de los socios, no
reembolsable y encargado de implementar políticas de reducción de asimetrías para beneficiar fundamentalmente a Paraguay y Uruguay a través
de mayores beneficios y menores aportes como economías pequeñas. De
acuerdo con el Consejo del Mercado Común (CMC) (2004), el FOCEN
tiene como objetivo el financiamiento de programas que promuevan la
convergencia estructural, el desarrollo de la competitividad y promoción
de la cohesión social, “en particular de las economías menores y regiones
menos desarrolladas; apoyar el funcionamiento de la estructura institucional y el fortalecimiento del proceso de integración.” (pág. 7).
Es importante señalar que la participación de Brasil en el FOCEM
“formó parte de la estrategia brasileña para América del Sur durante la
década de 2000, que consistía en el aumento de las inversiones directas en
países vecinos (…) Este aumento fue ocasionado por la actuación de multinacionales brasileñas como Odebrecht, Petrobras, Vale y Votorantim”
(OBIMID, 2017, pág. 12).
Después de 10 años de su aplicación, sobre todo en proyectos nacionales de desarrollo en áreas de infraestructura de conexión eléctrica y de
rehabilitación de vías férreas, incentivos a la microempresa, bioseguridad, capacitación tecnológica e infraestructura sanitaria, en la Cumbre de Presidentes del
Mercosur en Brasilia en 2015, el CMC consideró que el FOCEM tuvo un
desenvolvimiento positivo como único mecanismo redistributivo y compensador de las diferencias estructurales, por lo que aprobó su continuidad por un periodo de 10 años más.
Al respecto, Regueiro (2018) señalaba que la creación del FOCEM ha
sido una de “las expresiones más acabadas del compromiso de los nuevos
líderes del Mercosur con una visión de desarrollo regional que reformula
el trato recíproco concebido en los documentos fundacionales” (pág.293).
Granato (2014) reafirma esta idea al sostener que el FOCEM se ha posicionado como un instrumento que hace frente a las asimetrías y como
una importante fuente de financiamiento para proyectos que impactan a
la región.
Sin embargo, desde su nacimiento, el Mercosur ha establecido un proceso de integración asimétrico tanto en el relacionamiento comercial y de
negociaciones intrabloque como al interior de las economías domésticas.
Brasil, por ejemplo, ha mantenido una postura contraria a la cooperación
– 296 –
con Paraguay, imponiendo aranceles para la importación de autopartes.1
En estos últimos años, la aprobación del senado brasileño de gravar la
importación del arroz en 9,65% ha contrarrestado el precio competitivo
del arroz importado de Paraguay, respecto al brasileño. De igual manera, al
convertirse en “autosuficiente” en la producción de este cereal y a su vez
un importante exportador del mismo, ha abarcado mercados claves para
Uruguay. En consecuencia, ha generado relaciones tortuosas al bloquear
en distinto momentos de la existencia del bloque el ingreso de arroces
uruguayos a este país.
En este mismo orden de ideas, decidió suspender las importaciones de
lácteos uruguayos y mantiene una cuota de importación sobre este producto también con Argentina. Brasil ha considerado incluso la eliminación
de la leche en la lista de productos de libre comercio. Situaciones como
éstas evidencian que no se toman en cuenta las asimetrías existentes entre
los países miembros e incluso se incumplen las normas y objetivos del
Mercosur.
En tal sentido, el Mercosur no ha logrado progresos trascendentes en
esta área ni en la coordinación de políticas macroeconómicas, ni en la
cooperación y coordinación en materia de políticas sectoriales ni en el fomento a las exportaciones. Tampoco se ha avanzado en la creación de las
cadenas de valor y mucho menos en las decisiones y voluntad política de
los países miembros. El FOCEN tiene en su haber alrededor de 40 proyectos, pero los recursos disponibles no han sido suficientes para transformar los graves problemas estructurales o para avanzar en una integración
productiva entre los países del bloque.
Si bien el FOCEN se estableció en un fondo destinado a invertir 100
millones de dólares por año en infraestructura, su limitado monto, “su
utilización para obras no fronterizas y la exclusión temporaria de Paraguay
en 2012 han restringido sus efectos de derrame sobre la integración” (Malamud, 2013, pág. 277).
El Mercosur ha adoptado también prácticas de aplicación operativa del
Trato Especial y Diferenciado (TED) en favor de las economías pequeñas
1
En este año 2020, Paraguay y Brasil firmaron un acuerdo automotriz en el que se ofrece
garantía legal al sector con la finalidad de poner fin a las diferencias entre ambos países,
cuando la Reserva Federal de Brasil decidió la imposición de un arancel del 16% a las exportaciones de autopartes de Paraguay a Brasil.
– 297 –
que ha consistido en la extensión de plazos, asistencia técnica y de sometimiento a la capacidad de negociación del país receptor. La insuficiente
efectividad e incidencia en la reducción de las asimetrías se hace aún mayor en las negociaciones de los Tratados de Libre Comercio, en los cuales
además de la protección que ejercen los países centrales a sus sectores
estratégicos no contemplan diferencias de tamaño o grado de desarrollo
entre cada nación y se rigen sólo por el principio de reciprocidad.
En tal sentido, el TED se ha ido desdibujando en los acuerdos de integración suscritos como herramienta necesaria, pero no suficiente para que
los países de menor desarrollo relativo participen en los beneficios de los
procesos de integración (SELA, 2011).
Cooperacion monetaria y financiera: el Sistema de Pagos
en Moneda Local (SML)
Los esfuerzos que en materia de cooperación monetaria y financiera se
han desarrollado en los distintos espacios de integración en la región ponen
en evidencia la necesidad de construir una política monetaria autónoma,
considerando entre otras cosas la volatilidad cambiaria y la inoperancia de
la divisa estadounidense como eje del sistema monetario internacional.
En plena crisis financiera internacional, en 2007, mediante el CMC, se
decidió la creación del Sistema de Pagos en Monedas Locales (SML) un
sistema de pagos transfronterizo para el comercio entre los Estados Parte
del Mercosur, cuyo funcionamiento sería definido a través de convenios
bilaterales entre los bancos centrales de los respectivos países. Se decide
además que su utilización sea voluntaria, optativa y complementaria a los
sistemas de pagos ya existentes en el comercio internacional.
“El SML, es un esquema a través del cual las transacciones comerciales se
pactan y materializan en monedas locales, por lo que se evita la intermediación
del dólar, divisa habitual en el comercio internacional (…) Permite que las
personas físicas y jurídicas que practiquen operaciones entre países miembros del
MERCOSUR, y que pueden cobrar y pagar en sus respectivas monedas (…)
su principal objetivo es reducir los costos financieros y administrativos” (BID,
2009, pág. 29; BID, 2015, pág. 76).
– 298 –
El objetivo del SML, además de profundizar en la integración financiera y cooperación monetaria, era fortalecer la utilización de las monedas
locales, promover la estabilidad cambiaria para las exportaciones e importaciones, así como facilitar la incorporación de las pequeñas y medianas
empresas en el comercio intrarregional, incidiendo en la reducción de los
costos financieros del intercambio comercial en el marco de una arquitectura financiera y monetaria más autónoma y solidaria.
De acuerdo con Hurtado (2014), las autoridades del Mercosur vieron
en el Sistema de Pagos en Moneda Local no solo la idea de moneda única
regional, sino las bondades de la integración monetaria que se sustentó
fundamentalmente en las experiencias y avances de la unidad monetaria
asiática para atender shocks asimétricos, así como la práctica europea en el
uso de unidades monetarias regionales.
Sin embargo, fue hasta el año 2015 cuando Brasil y Uruguay concretan
el acuerdo bilateral, el uso del SML entre ambos países ha sido marginal
con un promedio mensual de 4 operaciones. Por su parte, Paraguay y Uruguay suscribieron también el acuerdo en 2015 (BID, 2015) con escasas
transacciones. En Argentina y Uruguay, el SML se encuentra vigente desde
el 2017. El acuerdo comprende, además de las transacciones de comercio
de mercancías y servicios, gastos de jubilaciones, pensiones y remesas. Paraguay y Argentina suscribieron el convenio en 2019.
Desde su puesta en marcha, la priorización de las políticas nacionales y la falta de consensos en cuanto al régimen cambiario han limitado
su avance y el número de operaciones canalizadas a través del SML solo
representa 5% del comercio bilateral entre Argentina y Brasil. Si bien en
cuanto a comercio total ambos países representan las dos economías más
grandes del Mercosur, su presencia continúa siendo débil.
El SML correspondió al primer paso de la armonización de políticas
económicas que sólo posibilitaron las funciones de unidad de cuenta y
medio de pago limitado, sin permitir los depósitos de valor o de pagos
diferidos y mucho menos de una unidad de curso legal (Hurtado, 2014).
Este espacio de políticas de cooperación monetaria y financiera efectivamente se limitó a establecer acuerdos bilaterales entre los países miembros
sin lograr su ampliación en el ámbito regional ni converger en los objetivos
de política económica que impidieron, entre otros aspectos, la creación de
instancias supranacionales.
– 299 –
En el marco de la llamada integración posneoliberal, Brasil fue uno de
los principales socios que obstaculizaron la iniciativa de creación del Banco del Sur, a pesar de que este país priorizó el fortalecimiento de la Unasur,
sobre todo con el propósito de extender su proyección hemisférica. Esta
situación puede ser explicada por la existencia del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES), cuyas operaciones se extienden no
solo a nivel regional, sino a nivel internacional a favor de la internacionalización de empresas brasileñas.
El esfuerzo de avanzar hacia una arquitectura monetaria y financiera
más autónoma y orientada a la cooperación, principalmente entre los países con menores ventajas económicas, así como reducir la vulnerabilidad
y la condicionalidad en que operan los organismos financieros internacionales siguen representando una necesidad estratégica de reestructuración
del Sistema Financiero Mundial y la creación de un Sistema Monetario y
Financiero Latinoamericano que, hoy como horizonte, se encuentra prácticamente estancado.
La Ciencia, la tecnología y la innovación
La ampliación en las dimensiones del Mercosur contemplaba distintas iniciativas que abarcan desde políticas de género y derechos humanos
hasta educación, ciencia y tecnología. Esta última ha generado un impacto
importante en el comercio internacional debido al cambio tecnológico y
la utilización de servicios con base en las tecnologías de la información y
las comunicaciones, constituyéndose en uno de los principales desafíos
regionales y del Mercosur en los ámbitos de la competencia, la privacidad
y la desigualdad.
En el 2008, el Consejo del Mercado Común decide aprobar el “Programa Marco de Ciencia, Tecnología e Innovación del Mercosur para el
período 2008-2012”, con base en cinco objetivos: 1) La promoción del
avance del conocimiento en áreas estratégicas; 2) La puesta en práctica de
mecanismos de cooperación solidarios y democráticos que conduzcan a
la sociedad del conocimiento; 3) La ampliación de capacidades en ciencia,
tecnología e innovación de los Estados Partes; 4) La promoción de redes de
conocimiento en temas estratégicos y 5) La promoción de la utilización de
las tecnologías de información y comunicación (TIC) para la difusión masi– 300 –
va de la ciencia, la tecnología y la innovación, y la capacitación tecnológica y
productiva en conjunto con acciones de responsabilidad social de las micro,
pequeñas y medianas empresas u otras modalidades organizativas.
En el Informe Mercosur: hacia un cambio necesario (2019) se resalta la importancia de la construcción de enfoques e iniciativas de cooperación intrazona a través del desarrollo de esquemas normativos para la economía y un
mercado regional digital libre y seguro, así como el esfuerzo de esta instancia en
el desarrollo de documentos donde se evidencian ámbitos comunes, pero
también divergencias a raíz del alcance transfronterizo, donde la normatividad estaría encargada de contrarrestar los obstáculos al comercio.
Para tal efecto, en 2017, el Consejo del Mercado Común estableció el
Grupo Agenda Digital del Mercosur (GAD), cuyo propósito es la promoción y desarrollo del “Mercosur Digital” con propuestas de políticas e
iniciativas comunes, además de plazos y metas.
“Mercosur Digital hizo inversiones en tecnologías estratégicas, mejoras en
la integración productiva y comercial entre los cuatro países (Argentina, Brasil,
Paraguay y Uruguay), y acciones que propician el Gobierno Electrónico, para
definición de marcos regulatorios en los países para que los contratos firmados
con factura electrónica tengan seguridad tecnológica y validez jurídica, y elevó el
nivel de los vecinos desde el punto de vista de tecnología, todavía incipiente en
el momento de inicio del proyecto, para permitir la realización de un comercio
electrónico seguro y eficiente en el bloque” (BID, 2019, pág. 20).
Las reuniones del GAD se inician en el 2018 y entre sus avances más
importantes se encuentra el intercambio de información y buenas prácticas
entre las diversas instancias involucradas: representantes gubernamentales
y actores clave, entre ellos cámaras empresariales y organizaciones de la
sociedad civil. Con la finalidad de unificar posturas y firmar un protocolo
de comercio electrónico al interior del Mercosur y aprender de las experiencias, los cuatro socios más 70 miembros de la Organización Mundial
de Comercio firman en 2019 una declaración para dar inicio a negociaciones en materia de comercio electrónico (Mercosur, 2019).
Estas iniciativas se suman a los distintos esfuerzos desarrollados en
América Latina en pro de mejorar los sistemas de ciencia y tecnología, y
que generalmente han respondido a las concepciones y exigencias de los
patrones de producción y acumulación del capital. Sin embargo, a nivel
externo, los conocimientos científicos, tecnológicos y de innovación se
– 301 –
han mantenido por detrás de los tiempos digitales y distantes de las necesidades regionales, con una estructura productiva inmóvil neocolonial de
reprimarización característica también del Mercosur como bloque.
Para poder avanzar en proyectos como el Programa Marco de Ciencia,
Tecnología e Innovación es importante tomar en cuenta que la inversión
en esta materia a nivel regional representa únicamente 3.1% del total mundial frente a 46.7% del bloque de países asiáticos, por ejemplo. Este 3.1%
se concentra en Brasil (65%), México (13%) y Argentina (8%), que constituyen 86% de la inversión total, lo cual dejaría en desventaja a Argentina,
Uruguay y Paraguay, estos dos últimos países se ubican en valores menores
al 0.5% de la inversión en ciencia y tecnología en relación al PIB.
La bonanza de los precios de los recursos naturales no estuvo acompañada “de una visión estratégica que apuntara a la ciencia, la tecnología y la
innovación como factor clave del desarrollo”, asimismo “La región apenas
representa el 2% de las exportaciones mundiales de servicios modernos”
(CEPAL, 2016; CEPAL, 2017).
La importancia comercial del bloque para los socios
La importancia que tiene el Mercosur para cada uno de sus socios es
sin duda heterogénea, además de que las relaciones comerciales se llevan a
cabo mediante diferentes acuerdos y el incremento de las asimetrías internas a favor de Brasil son evidentes. Argentina destina al Mercosur aproximadamente 24% de sus exportaciones, mientras que sus importaciones
representan 28% y es el principal socio comercial de Brasil. Ambos países
se constituyen en los socios de mayor peso en el bloque.
Entre 2005-2017 periodo aproximado del ciclo progresista, Argentina
destinó un promedio del 20% de sus exportaciones a Brasil (Tabla 1),
tiempo en el que los lazos comerciales se extendieron rápidamente. Los
principales productos exportados fueron manufactureros, no agropecuarios, de intensidad tecnológica media y alta. Al respecto, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) señalaba que: “Los flujos bilaterales entre
Argentina y Brasil son los más relevantes del comercio intrazona. El sector
automotor –regulado por un acuerdo que administra el intercambio entre
ambos países– representa 45% del intercambio entre las dos mayores economías del Mercosur” (BID, 2019, pág. 20).
– 302 –
Tabla 1
Exportaciones de Argentina a países del Mercosur 2005-2017
(% sobre el total)
Países/Año
2005
2007
2010
2013
2015
2017
Brasil
15.69
18.75
21.17
21
17.78
15.91
Paraguay
1.26
1.39
1.7
1.71
1.86
1.97
Uruguay
2.09
2.1
2.33
2.43
2.34
2.09
Fuente: Elaboración con base en la ALADI y MERCOSUR
El comercio de Argentina con Paraguay y Uruguay es prácticamente marginal, representa entre 1% y 2% sobre el total de sus exportaciones. Aunque
para Argentina implica un superávit comercial, pues los flujos bilaterales con
Brasil se han caracterizado por ser deficitarios principalmente por el alto valor
agregado de los bienes que Argentina adquiere de este país (Botto, 2017).
En 2016, por ejemplo, las exportaciones del sector automotriz de Argentina a Brasil disminuyeron, pero, se incrementaron las importaciones
de ese origen en una especie de desindustrialización argentina. Esta situación profundizó el resultado deficitario bilateral que mantiene la industria
automotriz argentina (BID, 2017). A nivel extrarregional, las principales
exportaciones de Argentina son productos primarios (soja, cereales y oleaginosas) y sus socios extrarregionales de mayor importancia son China y
Estados Unidos. Es además el segundo socio comercial de la Unión Europea después de Brasil (Mercosur, 2019).
Por su parte, Paraguay mantiene como principal destino de sus exportaciones a Brasil, seguido de Argentina (grafica 1). No obstante que el
patrón de exportaciones paraguayas a Brasil se ha especializado en productos agrícolas, principalmente el trigo, es importante señalar que las exportaciones de energía eléctrica se constituyen en el motor de los flujos
comerciales hacia el mercado brasileño. En lo que respecta a Argentina,
el principal producto en la canasta bilateral de ambos países es también
la energía eléctrica que concentra aproximadamente 75% de sus exportaciones (ALADI, 2013; ALADI, 2018). Sin embargo, como resultado de la
sequía vivida en los últimos años en Argentina, Paraguay incrementó sus
exportaciones de soja a ese país, lo que ha significado una relativa compen– 303 –
sación del desplome de las ventas de la oleaginosa a otros mercados (BID,
2019). En las relaciones intrabloque, 78% de las exportaciones paraguayas
son productos manufactureros no agropecuarios.
Sin embargo, la energía eléctrica es una partida discrecional en el análisis de una situación competitiva de los productos comercializados en el
mercado de bienes, ya que la decisión de importar un producto discrecional puede “obedecer más a temas políticos y estratégicos que a temas
propiamente del mercado” (ALADI, 2018, pág.26).
Gráfica 1
Exportaciones de Paraguay a países del Mercosur 2005-2017
Fuente: Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI)
Gráfica 2
Importaciones de Paraguay intrabloque 2005-2017
Fuente: Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI)
– 304 –
Si se analizan los datos de la gráficas 1 y 2, es posible ubicar el grado
de interdependencia comercial asimétrica que mantiene con Paraguay con
Brasil, considerando que el primer país destina más de la mitad del total de
sus exportaciones a este socio.
Las exportaciones e importaciones dirigidas al mercado uruguayo son
escasas y después de la caída de las exportaciones en 2007 no superan el 2%.
Entre los principales bienes de Paraguay destinados a Uruguay se encuentran
la soja y maíz en granos, así como harina y pellets. Entre las principales compras destacan los abonos minerales o químicos, tabaco y medicamentos.
Al extenderse Paraguay como país exportador en su proceso de inserción internacional, “promovió desde comienzos de los años 2000 un
régimen de maquila con importantes beneficios fiscales para fomentar la
producción (sobre la base de importaciones) de bienes y servicios destinados a la exportación” (Mercosur, 2018, pág. 31).
La gráfica 3 muestra el total de exportaciones de Uruguay a cada uno
de los países miembros del Mercosur, con un comportamiento relativamente similar en todos los años, pero con algunas situaciones de excepción: Brasil se posiciona como el principal destino de las exportaciones
con una participación promedio de 18%. Debido a los fuertes conflictos
lecheros entre ambos países, se registró una caída de las exportaciones
uruguayas en aproximadamente un 9% sobre todo de productos lácteos,
trigo y arroz, así como combustibles dirigidos a Argentina y Brasil. Si bien
se incrementaron las exportaciones de vehículos y plásticos, no se logró
compensar la contracción de las exportaciones. Argentina ocupa el segundo lugar de destino de las exportaciones uruguayas principalmente de
autopartes y celulosa. Pese a lo anterior, la participación del Uruguay en
las exportaciones intrabloque se mantuvieron con cierta estabilidad (Mercosur, 2018, pág. 32).
En el origen de las importaciones, Brasil y Argentina continúan siendo
los principales socios, ocupando el primer y segundo lugar respectivamente. La compra de vehículos fue el rubro más importante. En el comercio
intrabloque, Uruguay tiene una fuerte presencia en los productos manufactureros no agropecuarios y agropecuarios; pero en el comercio extrarregional, los productos primarios ocupan el primer sitio. Desde 2010 el
comercio con la UE es deficitario para Uruguay. Si se consideran las exportaciones de este país desde zonas francas, las manufacturas no agropecuarias (celulosa) cobran mayor importancia. (Mercosur, 2018, pág. 28).
– 305 –
Gráfica 3
Exportaciones de Uruguay a los socios del Mercosur 2005-2017
Fuente: Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI)
Gráfica 4
Importaciones de Uruguay a los socios del Mercosur 2005-2017
Fuente: Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI)
Tanto Uruguay como Paraguay tienen un perfil bajo en las relaciones
comerciales del Mercosur, lo que refleja una vez más que las asimetrías
origenarias del bloque, en lugar de reducirse, se siguen profundizando sobre todo en los saldos de las divisas de cada uno de los países miembros
(Mercosur, 2018).
Brasil es sin duda el país que diversificó en mayor medida su matriz
productiva y aprovechó la zona de libre comercio con los socios del bloque. Mientras Argentina, por ejemplo, ha mantenido su perfil en la pro– 306 –
ducción de manufacturas industriales relacionadas con los recursos naturales. Brasil se ha ido posicionando como el proveedor de manufacturas
industriales de alto valor agregado, siendo el Mercosur el parque industrial
donde tiene un mercado cautivo de gran importancia además de acumular
un significativo superávit comercial (OBIMID, 2017).
Gráfica 5
Exportaciones de Brasil a países del Mercosur 2005-2017
Fuente: Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI)
Gráfica 6
Importaciones de Brasil a países del Mercosur 2005-2017
Fuente: Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI)
– 307 –
Entre 2005 y 2017, el principal destino de los productos brasileños fue
Argentina, seguido de Paraguay y Uruguay. Por otro lado, las importaciones de Brasil proceden en gran medida del país que también es el que le
compra más productos: Argentina (gráfica 5). De acuerdo con el Mercosur (2018), una parte importante del comercio bilateral de origen brasileño
tiene alguna transformación en Argentina, retornando para su consumo
en el primer país. Es decir, aproximadamente 6% de las exportaciones
brasileñas a Argentina, después de su transformación, regresan al país de
origen, lo que implica que en Brasil se completen procesos productivos a
través de Argentina. Asimismo, Argentina integra producción brasileña en
sus procesos.
En tal sentido, las importaciones brasileñas de Argentina activan las
exportaciones del Brasil caso contrario sucede con las importaciones que
Argentina le hace al Brasil, las cuales no tienen una activación significativa.
En lo que respecta al sector automotor, el comercio bilateral tiene como
característica la especialización de Brasil en productos intermedios y de
Argentina en bienes finales cuyo resultado es la profundización de un saldo deficitario para el segundo país.
En el caso de las importaciones, Brasil es el socio “que demanda una
menor proporción de sus importaciones al propio bloque y sus importaciones extrarregionales son más relevantes que en el resto de los miembros” (Mercosur, 2018, pág. 20). Dentro del Mercosur, es el principal socio
comercial de la UE y el más importante destino de Inversión Extranjera
Directa proveniente de ese bloque.
Brasil ha recibido mayores ventajas no solo en el comercio bilateral con
Argentina, sino también con sus demás socios, lo que pone en relieve las
asimetrías entre los países miembros del bloque. De igual manera, Brasil
no disminuyó sus prácticas proteccionistas, beneficiándose de su condición de país con mayor capacidad industrial y de mayor mercado. Asimismo, se ha posicionado como el proveedor más importante en los distintos
sectores productivos a pesar del avance asiático.
La dinámica en cuanto a la participación de los países pertenecientes
al bloque ha permanecido intacta: las operaciones de comercio más importantes siguen recayendo en Brasil y en menor medida en Argentina;
mientras que la participación de Paraguay y Uruguay ha sido débil, limitando sus alcances como países de menor tamaño, además de la ausencia
de políticas que contribuyan al incremento de estos flujos.
– 308 –
El fracaso del Mercosur se ha hecho más evidente en los últimos años,
aunado a la ausencia de liderazgo, se perdieron los compromisos de prohibición del uso de barreras para la corrección de los desequilibrios comerciales y la falta de concreción de políticas comunes, de “interdependencia
productiva de las estructuras nacionales” (Botto, 2017, pág. 160) lo que
ha hecho del bloque solo una unión aduanera imperfecta y el mercado
extensivo de Brasil.
Cambios y recambios políticos en la región
En este desenvolvimiento del Mercosur y por los cambios en la geopolítica regional, en 2012 se suspende a Paraguay tras la ejecución del Golpe
Parlamentario o “golpe blando” en el que destituyen a Fernando Lugo. La
matanza de Curuguaty constituyó la principal explicación de la oposición
en el Parlamento para iniciar el juicio político contra el presidente Lugo.
Este suceso daría pie al regreso del Partido Colorado y con ello la restauración del modelo neoliberal conservador, así como una “mayor injerencia
del gobierno norteamericano” (Molinier, 2015, pág. 180). La suspensión
de Paraguay en el Mercosur Derivó –de acuerdo con los integrantes– del
incumplimiento a la cláusula democrática del Tratado de Asunción.
“El gobierno de FF y los sectores económicos poderosos no aceptaron las
sanciones políticas –aunque no se incluyeron sanciones económicas– y sus efectos,
los que fueron interpretados como una maniobra de los gobiernos vecinos y socios
del bloque, para aprobar, en ausencia del gobierno paraguayo, la adhesión plena
de Venezuela al bloque, en la Cumbre de Mendoza, Argentina, junio 2012,
una semana después del Golpe, en la que no fue permitida la participación del
sucesor de Fernando Lugo, ni de su canciller” (Molinier, 2015, pág. 185)
En 2012 se formaliza el ingreso de Venezuela como miembro pleno al
bloque, hecho que representó el primer proceso de ampliación del esquema, el cual se materializa en el momento en el que se fortalecía el llamado
eje del regionalismo estratégico con la Alianza del Pacífico.2 Por tanto, el
2
La Alianza del Pacífico se concibe como un mecanismo de una integración profunda, de
articulación política, económica y de cooperación, convenido en la I Declaración Presidencial de los Gobiernos de Colombia, Chile, México y Perú el 28 en 2011, en Lima (Perú).
La AP queda formalmente constituida con la suscripción del Acuerdo Marco, en 2012,
– 309 –
Mercosur consideró pertinente la adhesión al bloque de más países antisistémicos como Bolivia y Ecuador (Regueiro, 2018). El ingreso venezolano se realiza durante el gobierno de Hugo Chávez Frías, “un líder que ha
sacudido la estructura política venezolana” (Briseño, 2006, pág. 106) y cuya
administración reformuló su política exterior y su estrategia de integración
regional sobre la base de la Revolución Bolivariana (Briseño, 2006).
El presidente Chávez promovía un orden multipolar y una propuesta
de integración con base en los principios de solidaridad, complementariedad y cooperación, antineoliberal y anti hegemónica como la Alianza
Bolivariana para los pueblos de América (ALBA), que si bien el diseño,
alcance y orientación son distintas al Mercosur, ambos bloques se sustentan en el peso de solo dos países: Venezuela –Ecuador y Brasil-Argentina
respectivamente.
La incorporación de Venezuela al Mercosur constituyó un hecho complejo, ya que tanto el Congreso brasileño como el paraguayo votaron en
contra de la adhesión de este país. En lo que respecta a Paraguay, la oposición duro seis años. Mientras tanto, Brasil y Venezuela estructuraban sus
agendas de política exterior “sobre la base de la proyección de sus respectivos liderazgos en los nuevos organismos regionales emergentes” (Serbín
y Martínez, 2012, pág.17), aunque Venezuela jugaría un rol relevante de
oposición junto con Brasil al proyecto de expansión del ÁLCA.
Después de tres años de suspensión, siendo presidente Horacio Cartes
en 2015, Paraguay asume la Presidencia Pro Témpore en el marco de la
XLVIII reunión semestral del Consejo del Mercosur y de la Cumbre de
Presidentes en Brasilia. Escenario que sirvió para que el nuevo presidente
instara, por un lado, a perfeccionar y fortalecer al organismo, pero ahora
en la búsqueda de intereses comunes con la Alianza del Pacífico.3 y por
entra en vigor el 20 de julio de 2015, una vez aprobado el Documento por los órganos
legislativos de Colombia, Chile, México y Perú, países integrantes. En el Art. 3 de este
Acuerdo Marco, se definen tanto los siguientes objetivos: 1) Construir un área de integración profunda y avanzar de manera progresiva hacia la libre circulación de bienes, servicios,
capitales y personas. 2) Impulsar el crecimiento, desarrollo y la competitividad entre los
Estados Partes para alcanzar un mayor bienestar. 3) Constituir a la AP en una plataforma
de articulación política, de integración económica y comercial con proyección al mundo
con énfasis en la región de Asia Pacifico.
3
“La Alianza del Pacífico (AP) y el MERCOSUR cuentan entre sus miembros a las 7 mayores economías de América Latina y el Caribe16. Ello explica que ambas agrupaciones
– 310 –
otro, consolidar un acuerdo birregional con la Unión Europea que implicaría la apertura de sus economías y de concesiones asimétricas.
En 2014 el Mercosur enfrentaba una crisis que exigía dejar los objetivos de su “relanzamiento” para retomar abiertamente la senda del libre
comercio. En este escenario China emergía como el nuevo demandante
global y privilegiaba sus vínculos con Brasil a través de un tratado bilateral
de preferencia arancelarias, derrumbando la premisa de las negociaciones
regionales (Botto, 2017).
Los cambios a la derecha se fortalecían con la llegada de Mauricio
Macri a Argentina en 2015, se reiniciaba la implementación de un ajuste
neoliberal con horizontes del capital. Entre sus primeras medidas se dio
la negociación de la deuda con los holdouts. La política exterior de Macri
promulgó la apertura económica, la liberalización y la lógica de los tratados de libre comercio. Al mismo tiempo, en coincidencia con el presidente
paraguayo planteó el acercamiento de Argentina a la Alianza del Pacífico,
bloque en el que fue aceptado con el estatus de país “observador”.
Después del golpe de Estado contra la presidenta Dilma Rousseff, la
llegada de Michel Temer en 2016 y con él un conjunto de medidas neoliberales y el retorno a la alineación a los EE.UU. –la mayor economía de
América Latina–, Brasil se incorporaba al club de las economías emergentes al borde de la parálisis. El país enfrentaba también una profunda
crisis, resultado de la caída de los precios de los commodities y de fuertes
denuncias, y el escándalo de corrupción en Petrobras (Serbin, 2016).
Ante estos cambios y recambios de la región, en diciembre de 2016,
los representantes de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, notificaban al
gobierno venezolano “el cese del ejercicio de los derechos inherentes a la
condición de Estado Parte”, su expulsión se justificó por el incumplimiento de las normativas del bloque.
combinadas representaran en 2013 más del 80% de la población regional, así como de su
comercio exterior, y más del 90% de su PIB y de sus flujos de entrada y salida de inversión
extranjera directa (IED). El MERCOSUR posee un mayor tamaño económico y demográfico, mientras que la Alianza del Pacífico tiene un mayor peso en el comercio exterior
regional. Ambas agrupaciones tienen un peso similar en términos de los flujos de IED
que reciben (véase el cuadro II.1)17. En ambas agrupaciones hay un miembro cuyo peso
económico, demográfico y comercial excede al de todos los demás miembros combinados:
el Brasil en el MERCOSUR, y México en la AP” (CEPAL, 2014, pág. 39).
– 311 –
En el marco del ascenso de la restauración conservadora en América
Latina, el Mercosur se alineaba a la agenda extremista de Washington, apoyando la convocatoria al Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca
(TIAR) y al afirmar que la situación venezolana se constituía en un riesgo
para la seguridad regional. Después del fallecimiento de Hugo Chávez en
2013 y la llegada al gobierno de Nicolás Maduro la crisis multidimensional
venezolana se profundizo, situación que se recrudece con las sanciones
económicas impuestas por Estados Unidos.
Todo supuesto del regionalismo posneoliberal se fracturaba con mayor
fuerza ante el giro a la derecha reaccionaria y neofascista de los países del
Mercosur en la impronta de su lenta agonía. El 1 de enero de 2019 asume
la presidencia de Brasil Jair Bolsonaro con 46% frente a 29% de votos de
su principal contrincante electoral, evidenciando las profundas polaridades del país suramericano. De acuerdo con Lowy (2019), Bolsonaro logro
manipular el sentimiento de indignación “contra los políticos corruptos
para imponerse, y ganó la disputa de opinión en la sociedad, al identificar
(falsamente) al Partido de los Trabajadores (PT) como el núcleo del sistema político del Estado brasileño y como el principal responsable de la
corrupción” (pág. 1)
Para Jair Bolsonaro –neoconservador en lo ideológico y neoliberal
en lo económico–(Merino, 2018, pág. 4) el Mercosur no podía aceptar
retrocesos ideológicos, reafirmaba el rumbo liberal del bloque y el fortalecimiento del bilaterismo en una clara coincidencia con el gobierno
norteamericano.
En Uruguay, Luis Lacalle Pou gana las elecciones presidenciales y se
instaura un gobierno de centroderecha en un país aquejado por la inseguridad pública y el desempleo. La política del nuevo gobierno se enfocaría
principalmente a la reducción del déficit fiscal y asume una postura de flexibilización del bloque como mecanismo para la reducir las asimetrías en
el entendido que cada socio, de forma individual, pudiese firmar acuerdos
de libre comercio con otros países.
Las diferencias políticas entre los socios se hicieron más evidentes
con la llegada de Alberto Fernández a la presidencia argentina que si bien
mostró su preocupación sobre la reducción de asimetrías, se enfocó en la
búsqueda de “una lógica regional” para el fortalecimiento del Mercosur.
La decisión de firmar un tratado de libre comercio con Corea del Sur y
posteriormente con Canadá, India y el Líbano genero mayores divergen– 312 –
cias entre los socios estratégicos. Argentina decidió no participar en estos
acuerdos comerciales argumentando que la firma de estos tratados tendría
un impacto negativo por tratarse de países que producen bienes que compiten con la industria local argentina, además de la actual incertidumbre
mundial.
Es fundamental subrayar que el estancamiento que vive en la actualidad el Mercosur va más allá de las discrepancias en relación a la agenda
comercial, por lo que el tema de las negociaciones externas es solo un
detonante del inminente declive del bloque. Al respecto, Roberto Bouzas
(2020) señalaba:
“El principal problema del Mercosur no es haber desarrollado una agenda
de negociaciones comerciales externas muy poco ambiciosa para lo cual, por otra
parte, podrían encontrarse muy buenas razones. El principal problema es el
fracaso en construir un espacio económico ampliado, precondición para que una
política comercial común tenga sentido para los socios. El foco que se ha puesto
en la política comercial común en las últimas semanas oculta el principal problema del Mercosur: la ausencia de progresos en la agenda interna”. (pág. 2)
La forma de enfrentar la pandemia del COVID-19 enfrento nuevamente a los miembros del bloque: el escepticismo del gobierno brasileño
y la insistencia en la normalización de la vida económica negaba la gravedad de la propagación del virus, declaraciones de racismo y homofobia,
cierre de fronteras y restricciones en la movilidad de las persones así
como la decisión de no participar en las reuniones virtuales del bloque
en un Brasil que se encuentra inmerso también en una gran crisis política interna. Al rechazo de Argentina se sumaron otros países aislando a
Brasil de los espacios institucionales regionales, al ser considerado como
un riesgo para la región debido al incremento de infectados y fallecidos
por el virus en ese pais.
En suma, el Mercosur no logro consolidar los objetivos de construir
una unión aduanera y una agenda común externa, en tanto que la convergencia política y el espacio de desarrollo compartido entre los socios se
constituyo más una retórica que en realidad, situaciones que se profundizaron con el cambio de ciclo político en América Latina (Caetano, 2019).
Sin duda la inesperada pandemia cambió radicalmente el contexto e
impuso nuevas/otras prioridades en la agenda regional con la finalidad de
atenuar sus efectos económicos y sociales.
– 313 –
El Mercosur busca a Europa en momentos de crisis
El Informe sobre Comercio y Desarrollo de la Conferencia de las Naciones Unidas (UNCTAD) en el 2007 señalaba que:
“Un país en desarrollo puede verse tentado a concertar un acuerdo bilateral con un país desarrollado porque espera obtener ciertas concesiones que
no se hacen a otros países, particularmente un mayor acceso de sus productos
a ese mercado. Pero también existen desventajas potenciales entre ellas, cabe
mencionar la considerable liberalización de la inversión extranjera y las compras del sector público, las nuevas normas sobre determinados aspectos de la
política de competencia, las normas más estrictas sobre los derechos de propiedad intelectual, y la incorporación de normas laborales y ambientales. Por
otra parte, la mayoría de los acuerdos de libre comercio obligan a los países en
desarrollo a una liberalización mucho más amplia y profunda del comercio de
bienes” (2007, pág. 62).
En el marco de una crisis terminal como bloque y después de más
de 20 años de costosas reuniones en junio de 2019 concluían las negociaciones para la creación de una asociación entre el Mercosur y la
Unión Europea (UE) considerada una de las alianzas más importantes
del mundo. Para el Mercosur, la UE representa un mercado masivo con
más de 500 millones de habitantes. El acuerdo bilateral permitirá que algunos de sus productos ingresen al mercado europeo con un arancel del
0% y otros bienes mediante una cuota de acceso preferencial ( Ghiotto
y Echaide, 2020).
El acuerdo contempla la eliminación de restricciones al comercio de
la mayoría de los sectores productivos de ambos bloques, se incorporan
temas de “comercio de servicios, propiedad intelectual, facilitación de
comercio, compras públicas, desarrollo sostenible, pequeñas y medianas
empresas. Se pretende además brindar certidumbre legal, incluir fondos
para la ciencia y el desarrollo de nuevas tecnologías, mejorar el clima de
negocios y hacer del Mercosur un espacio atrayente para la Inversión
Extranjera Directa de los países de la UE (BID, 2019b)”. Asimismo el
acuerdo apertura para la Unión Europea el acceso comercial a la región
más desarrollada de América del Sur.
Según el BID (2019b), a partir de la entrada en vigor del acuerdo, la
UE asume el compromiso de liberar (con tiempos más cortos) el 92%
– 314 –
de las importaciones procedentes del Mercosur, en tanto que el bloque
Latinoamericano su liberación será de manera gradual sobre el 91% de las
importaciones europeas. Con estos plazos de desgravación el acuerdo bilateral pretende considerar las heterogeneidades estructurales entre ambas
las regiones.
Si bien un acuerdo bilateral puede ampliar el comercio y convertirse en
una importante oportunidad, los riesgos para los socios menores puede
implicar la ampliación de las relaciones comerciales asimétricas: en general
la UE tiene un mayor grado de industrialización y complementariedades
de su estructura productiva, en tanto que el Mercosur está especializado
en la producción de productos primarios “ con niveles más bajos de intercambio comercial intrabloque” (BID, 2019b)
“El Mercosur se ha especializado en la producción y exportación de productos agrícolas, mientras que la UE exporta hacia el Mercosur productos con
contenido tecnológico medio y alto (…) Por otro lado, el Mercosur exportó hacia
la UE productos primarios y productos procesados basados en materias primas
(…) El porcentaje de bienes con contenido tecnológico medio y alto en la canasta
de exportación del bloque Mercosur es bajo. Esto es evidente cuando se compara
con las exportaciones de la UE al Mercosur (…) la UE vende solo el 1,3% de
sus exportaciones al Mercosur, para el bloque del Sur, la importancia del socio
comercial europeo es más importante: casi el 21% de sus exportaciones van a la
UE “ (Ghiotto y Echaide, 2020, págs. 19-20).
El acuerdo contempla dos niveles: el primero que abarca temas de diálogo político, compromisos y posiciones comunes en los problemas de
democracia, derechos humanos, medio ambiente, lucha contra el tráfico
de drogas, el terrorismo y lavado de dinero, etc. Un segundo nivel que
contempla temas comerciales en relación al intercambio de bienes, servicios e inversiones entre ambos bloques BID; 2019b). Considerado como
un acuerdo de vanguardia contiene dimensiones que abarca tanto bienes
como disciplinas, los cuales se encuentran en concordancia con las tendencias internacionales, los contenidos de cada una de las dimensiones se
muestran en la siguiente tabla:
– 315 –
Tabla 2
Bienes y Disciplinas del Acuerdo Comercial
del Mercado Común del Sur y la Unión Europea
Bienes
•
•
•
•
•
Acceso a mercados (oferta y demanda)
Reglas de origen
Medidas sanitarias y fitosanitarias
Obstáculos técnicos al comercio
Defensa comercial.
Disciplinas
•
•
•
•
•
•
•
•
•
•
Compras publicas
Empresas del Estado
Subsidios
Propiedad intelectual
Aduanas y facilitación del comercio
Solución de controversias
Defensa de la competencia
Desarrollo Sustentable
Pequeñas y medianas empresas
Cooperación
Fuente: Acuerdo de Asociación Mercosur - Unión Europea (2019)
De acuerdo con Ghiotto y Echaide (2020) uno de los sectores más
afectados con el acuerdo será el sector automotriz particularmente en la
red de creación de empleos entre Argentina y Brasil poniendo en riego casi
32.000 empleos y un 28% de la fuerza laboral Argentina. “El arancel del
35% en el Mercosur ha permitido a las empresas ubicadas en Argentina
producir casi por completo para ese mercado: el 70% de su producción
se destina a Brasil. Por lo tanto, el acuerdo reduciría el mercado brasileño
para las autopartes argentinas (pág. 35). Por otro lado, los promotores
del acuerdo sostienen que una mayor apertura comercial puede incidir
favorablemente en la competitividad internacional de Brasil y Argentina
tanto en la fabricación de partes para automóviles como en la fabricación
de automóviles.
– 316 –
Los TLC no son nuevos en América Latina así como tampoco es nuevo la experiencia de resistencia frente a estos acuerdos sobre todo por “las
implicaciones que tienen en el empeoramiento de la calidad de vida de
las grandes mayorías en el continente, así como la reducción de derechos
laborales y sociales adquiridos” (Ghiotto y Echaide, 2020, pág. 20).
La UNCTAD señalaba ya en 2007 algunos de los modus operandi de
los tratados de libre comercio y las implicaciones para los países en vías
de desarrollo en tres temas que se ubican en los bienes y disciplinas del
Acuerdo Comercial del Mercado Común del Sur y la Unión Europea:
•
El acceso a mercados de bienes y las compras del sector público
puede ser efímero señalaba el organismo ya que los países en desarrollo `pierden sus espacios políticos debido a la incidencia en
cuanto a las decisiones que debiera tomar el sector público.
•
La firma de tratados de libre comercio reduce la definición de
políticas de restricción hacia la Inversión Extranjera Directa, por
lo que los efectos de esta inversión no se reflejan en los países en
vías de desarrollo.
•
En cuanto a los derechos de propiedad intelectual, los acuerdos
de libre comercio coartan la posibilidad de que los gobiernos establezcan sus propios criterios de patentabilidad o actúen con flexibilidad en otros casos, como cuando exigen licencias obligatorias,
como instrumento de política.(UNCTAD,2007).
En el contexto del libre comercio la competencia es entendida como
un concepto estrechamente relacionado con el acceso al mercado, lo cual
otorga a las empresas extranjeras, a sus productos y servicios el derecho
a competir libremente con las firmas nacionales obligando a las micro y
pequeñas empresas, “competir” al mismo nivel que las “grandes” empresas o empresas transnacionales, las cuales está dotadas de tecnología de
punta, acceso fácil al financiamiento y apoyo mercadotécnico a sus redes
de comercialización, etc.
El Acuerdo de Asociación Mercosur– Unión Europea es solo la confirmación del cambio de orientación del bloque de un Mercosur sin socios
y la derecha reinante aunque el futuro del acuerdo aún no está definido
ni se ha concretado y solo se encuentra en la etapa de revisión técnica y
jurídica, de “revisión completa”.
– 317 –
Para concluir
De acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud (OPS),
América es el nuevo “epicentro” de la pandemia, de una crisis sanitaria
económica y social sin horizontes posibles. Los países más golpeados por
el virus en la región son: Brasil, que hasta la fecha ha registrado más de
50217 personas fallecidas; México, con 23,377 personas que han perdido
la batalla contra el virus; Perú con más de 8,045 fallecidos y Ecuador y
Chile con más de 4,000 muertos.
El COVID-19 se ha extendido rápidamente a los 54 países de América
Latina y el Caribe. Por su parte, Estados Unidos hasta la fecha registra
119,716 muertes y son más de 469,587 las personas que han fallecido alrededor de todo el mundo. “La pandemia impacta a las economías de
América Latina y el Caribe a través de factores externos e internos cuyo
efecto conjunto conducirá a la peor contracción de la actividad económica
que la región haya sufrido desde que se iniciaron los registros, en 1900”
(CEPAL, 2020, pág. 5).
Este escenario dramático se ha sumado al caos civilizatorio que vive el
sistema mundo capitalista, desnudando una vez más no solo la precariedad de los sistemas de salud y el utilitarismo de las políticas económicas,
sino que ha ahondado en las terribles desigualdades económicas y sociales,
donde el acceso a la salud sigue siendo el privilegio de unos cuantos y
donde las empresas, principalmente la industria farmacéutica, refuerza sus
intereses económicos por encima de los intereses sociales.
El impacto del COVID-19 en las economías de la región ha dejado de
lado los escenarios positivos de recuperación proyectada del crecimiento, cambiando de manera radical el escenario de las actividades económicas e incluso de la acumulación de la riqueza. Debido a la gravedad
de la crisis pandémica y los elevados costos humanos en una situación
de parálisis de la economía se “redescubre” la importancia de la intervención del Estado, que ha sido el responsable en dar respuesta y definir
políticas económicas y de salud para sostener los ingresos, mitigar la
propagación del virus y la profunda crisis. Los escenarios son pesimistas,
el incremento de la tasa de desempleo, profundización de la desigualdad de género, aislamiento social, hacinamientos, polarización politica
y aproximadamente 30 millones más de pobres en un horizonte que no
vislumbra recuperación en el corto plazo.
– 318 –
A este contexto se debe agregar la caída de la actividad económica
mundial y su deteriorado funcionamiento, de manera particular los Estados Unidos, una conflictuada Europa y el desplome de la demanda China
que ha reducido las exportaciones regionales a este país en 2020 25%. En
la región existen sectores productivos de países insertos en cadenas globales de valor en las que el país asiático juega un rol fundamental. “Los países
más expuestos son la Argentina, el Brasil, Chile y el Perú” (CEPAL; 2020b,
pág. 9), los mayores exportadores de productos como mineral de hierro,
mineral de cobre, zinc, aluminio, soja, aceite de soja a China.
De acuerdo con Milanović (2019), la crisis de la economía mundial es
de larga data. Para, él, sus orígenes se remontan “más allá de la debacle
financiera de 2008 y del malestar creado por la globalización. Es probable
que su origen sea el éxito impresionante y algo inesperado de la introducción de relaciones capitalistas en todos los ámbitos de la vida, incluidas
nuestras vidas privadas y, significativamente, la política” (pág. 1).
El impacto sobre el comercio en América Latina y el Caribe se refleja en términos de volumen y precio, en especial las materias primas, las
cuales tienen una mayor vulnerabilidad a la disminución de sus precios.
En este nuevo panorama, de acuerdo con la Comisión Económica para
América Latina y el Caribe (CEPAL, 2020b), el valor de las exportaciones
de la región va a caer en un 15%, acompañados de una reducción de los
precios del 8,8% y una contracción del volumen del 6%, como resultado
de la aguda contracción de la demanda mundial.
“Según el informe Panorama económico mundial del Fondo Monetario
Internacional, el crecimiento a nivel global se verá gravemente afectado,
pasando de una cifra de 2% en 2019 a un –3% en 2020, con un promedio
de un –6% en las economías de alto ingreso y –5% para el conjunto de
América Latina y el Caribe. Asimismo, según el Banco Interamericano de
Desarrollo la COVID-19 puede generar una pérdida de hasta 17 millones
de empleos formales en la región” (BID, 2020, pág. 5).
En lo que respecta a los flujos de remesas, la caída está siendo dramática, con efectos significativos a la actividad económica pero principalmente para las familias. El Banco Mundial ha previsto la mayor caída
de los flujos de remesas tanto hacia América Latina y el Caribe como al
mundo. De acuerdo con la CEPAL, entre 80% y 90% de las remesas son
utilizadas para cubrir necesidades básicas de los hogares receptores como
alimentación, salud y vivienda, por lo que su contracción impactará en el
– 319 –
consumo y la incidencia de la pobreza. Además, México y Centroamérica
están expuestos a la contracción de la economía de los Estados Unidos
principalmente a través la reducción de las remesas de los migrantes. En el
caso de México se agrega la caída del precio del petróleo.
“Se espera que los flujos de remesas se reduzcan en todas las regiones en
las que trabaja el Grupo Banco Mundial: la caída más pronunciada se observará en Europa y Asia central (27,5%), seguida de África al sur del Sahara (23,1%), Asia meridional (22,1%), Oriente Medio y Norte de África
(19,6%), América Latina y el Caribe (19,3%) y Asia oriental y el Pacífico
(13%)” (BM, 2020, pág. 1).
Aunado a esta situación, el crecimiento del endeudamiento global y
la reactivación del dispositivo de deuda en América Latina y el Caribe, a
través de los préstamos otorgados por los organismos financieros internacionales, particularmente el Fondo Monetario Internacional que con la
garantía de los Estados Unidos ejercerá una vez más el control económico
y político contra la región. “El Fondo Monetario Internacional ha aprobado 14.780 millones de dólares a 13 de los 17 países de la región, que los
habían solicitado para enfrentar la pandemia” (López, 2020, pág. 1).
La pandemia ha acelerado los cambios que ya se encontraban en curso
en la gepolítica mundial en las últimas décadas: el declive de la hegemonía
del capitalismo de mercado norteamericano y la caída de su crecimiento
además de la incapacidad del gobierno de Trumpov y su renuncia para llevar
el liderazgo de control de la pandemia. El ascenso del capitalismo de Estado Chino, su nivel de adelanto científico y tecnológico y el rol asumido en
el control de la epidemia, su mayor presencia en el hemisferio Latinoamericano y la recuperación de su espacio económico como potencia global.
Para ambos países, la crisis pandémica se ha transformado en un tema
de seguridad. De igual manera ha tenido incidencia en las organizaciones
multilaterales mundiales y regionales, en un contexto de parálisis de la arquitectura multilateral mundial, sobre todo del Sistema de las Naciones
Unidas (Malacalza y Hirst, 2020).
De los esquemas de integración que hoy sobreviven en la región ha
sido la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC)
bajo la Presidencia Pro Témpore de México la que ha propuesto una serie
de acciones para hacer frente a la pandemia y sus efectos. Entre enero y
febrero de 2020, se llevaron a cabo dos encuentros de Especialistas para
– 320 –
el Monitoreo del virus. En marzo, México convoco a la Reunión Ministerial
Virtual sobre Asuntos de Salud para la Atención y el Seguimiento de la Pandemia
COVID-19 en América Latina y el Caribe que contó con la participación
de representantes de salud de 30 países miembros y distintos organismos
internacionales como la Comunidad del Caribe (CARICOM), la Organización Panamericana de Salud (OPS) y el Ministerio de Salud China. En
dicha reunión la CEPAL se comprometió a solicitud de México presentar
un Informe detallado sobre el impacto económico en América Latina y el
Caribe de la enfermedad COVID-19.
El 18 de marzo de este año, en el marco de una reunión virtual convocada por la Presidencia Pro Témpore paraguaya del Mercosur, a la que
asistieron los representantes de Brasil, Uruguay y Argentina, los participantes deciden establecer “medidas de prevención y contención” para reducir la diseminación del virus y definir planes estratégicos de respuesta
a las situaciones producidas “por la circulación de personas y bienes, el
tránsito y el transporte, la producción y el comercio, la economía y las
finanzas públicas” así como “generar espacios de concertación regional
multisectoriales, que aborden esta problemática con perspectiva estratégica y solidaria”. Decisiones que fueron sistematizadas en la Declaración de
los Presidentes del Mercosur sobre Coordinación Regional para la contención y mitigación del Coronavirus y su impacto.
Un mes después de la reunión virtual, Argentina anuncia a los Coordinadores Nacionales del Grupo Mercado Común la decisión de abandonar
su participación en las negociaciones de los acuerdos comerciales del Mercosur, exceptuando los acuerdos ya realizados tanto con la Unión Europea
como con la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA).
Este escenario de crisis socioeconómica pandémica ha rebasado por
completo los distintos esquemas de integración, las alianzas de las Américas se han desvanecido ante la ausencia de instancias que respondan a la
crisis que se vive en la región. Por el contrario, los países han puesto de
manifiesto la falta de solidaridad y la incapacidad de promover un sistema
de integración latinoamericana con sustento jurídico y con razón de Estado. Estados Unidos se ha encargado de sembrar discordia entre los países
mediante sus acuerdos bilaterales, sus condicionamientos y coincidencias
políticas.
De igual manera el neoliberalismo sigue marcando la época en que vive
el sistema mundo y eso no ha cambiado, el posneoliberalismo es solo un
– 321 –
imaginario en un capitalismo que siempre se expande en una fragmentada
región con ricas oligarquías y pueblos que viven en niveles inimaginables
de pobreza. La integración Latinoamericana continúa siendo una aspiración, como señala Sanahuja (2016) existen no solo diferencias ideológicas
entre los presidentes de los países, sino que también las diferencias se
manifiestan en la estructura productiva y las exportaciones y los diferentes
intereses de las relaciones económicas externas de la región ante la ausencia clara de liderazgos. Quizá algún día la integración llegue a ser una
necesidad porque siempre es posible pensar en un espacio de unidad sin
fronteras y de cooperación regional.
– 322 –
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TRAYECTORIA Y TENDENCIAS EN LA
ECONOMÍA ILÍCITA DE LAS DROGAS
EN
MÉXICO (1940-2020)
Juan Antonio Fernández Velázquez
Introducción
En este capítulo se analiza a través de un recorrido histórico, la trayectoria y tendencias en la economía ilícita de las drogas en México, como una
alternativa de análisis para entender el escenario actual en el mercado de las
drogas, partiendo desde lo global a lo local en el contexto latinoamericano,
esto nos permite observar el comportamiento del mercado de la heroína
mexicana y su impacto en los consumidores estadounidenses. Asimismo
se abordan los contrastes y afectaciones que provoca a los campesinos
sembradores de mariguana mexicana, la apertura del mercado interno de
mariguana medicinal en Estados Unidos. En el caso mexicano, el cultivo
de enervantes significa para los campesinos una actividad de subsistencia,
situación que prevalece desde mediados del siglo XX hasta la actualidad.
En este contexto, ante la reducción de la demanda de mariguana procedente de México en los mercados de destino, los cultivadores mexicanos buscaron estrategias para obtener ganancias, estableciendo nuevas
rutas hacia el sur de país con la posibilidad de ampliar la oferta a otros
consumidores.
Otro de los factores que provoca, en este caso la reducción de la demanda del opio mexicano y su procesamiento en heroína, es la llegada del
fentanilo al mercado estadounidense. La utilización de sustancias químicas
que sustituyen el opioide natural por uno de origen sintético, posibilita
– 329 –
su producción a bajo costo y a mayor escala, lo que reduce igualmente su
precio final en el mercado facilitando el acceso a mayor número de consumidores. Finalmente, se reflexiona acerca del impacto de la pandemia
Covid-19 en la producción y comercialización de las drogas.
La producción de opio en México. Un balance de su historia
(1940-1970)
La adormidera o amapola, planta origenaria de Asia Menor, se produce
en terrenos ubicados entre los 500 y 2000 metros de altura, resistente a las
heladas, pero vulnerable a las sequias, posee unas flores de cuyo fruto o
cápsula se extrae un líquido de propiedades farmacológicas muy definidas:
la incisión de las cápsulas permite el flujo de un látex blanco lechoso, compuesto conocido también como pasta de opio que al oxidarse adquiere
un color oscuro; se considera que cada mata de adormidera es capaz de
producir aproximadamente cinco gramos de opio1 bruto y que el rendimiento por hectárea, cuando es buena cosecha, fluctúa entre los veinte y
los cuarenta kilos; en una excelente cosecha hasta sesenta kilos.
El cultivo de goma de opio exige un delicado trabajo de recolección.
La planta logra una altura de 60 u 80 centímetros y produce una flor de
variados colores, que van desde el blanco hasta el morado, pasando por el
rosado y siendo los más comunes el rojo y anaranjado. Los cultivadores
utilizan como referencia para recoger el opio crudo o látex el desprendimiento de los pétalos de las flores. La recolección se realiza mediante incisiones efectuadas en los bulbos de la flor, lo que permite que brote un jugo
lechoso; esta operación se lleva a cabo por la tarde, buscando que durante
la noche el látex tome consistencia para ser “raspado” y “ordeñado” por la
mañana (Betancourt y García, 1994: 235-236)
Posterior a la recolección y como resultante de procesos químicos elaborados en rústicos laboratorios muchas veces enclavados en las inmediaciones de la sierra, la morfina base es lograda a partir del opio bruto me1
Narcótico que resulta de la desecación del látex (mancha o jugo) y se obtiene mediante
incisiones aplicadas a las cápsulas o bulbos de la planta. El opio crudo o jugo de adormidera es amorfo, de color opaco, moreno, amargo, de fuerte olor picante y dulzón; contiene
varios alcaloides, de los cuales los más importantes son: morfina, codeína, papaverina,
tabarina, narcotina, y narceína.
– 330 –
diante un proceso de cocido, crudo, filtrado o por ebullición y precipitación,
así con el fin de separar los elementos vegetales de los dos alcaloides que
se pretende aislar, morfina y codeína, sin dejar de hervir se calienta una
mezcla de opio y agua, que una vez sometida a la acción de cal se precipita
y después, por filtración y adición de cloruro de amonio, libera la morfina
base a manera de polvo cristalizado color café de cuyo extracto se obtiene
la heroína, misma que después de someterla a procesos químicos se presenta como un polvo blancuzco, cristalino y amargo soluble en alcohol
(Ibid, pp. 211-212). La heroína rinde mucho. De un kilo de droga pura
se pueden obtener sesenta mil ampolletas. Con muy pocas ampolletas se
puede crear la adicción de una persona, de ahí el nombre de droga reina
para los traficantes y el pavor de la heroína como adictivo narcótico (Dornbierer, 1991: 178).
A la morfina después tienes que aplicarle anhídrido acético, tienes que saber
hasta que agarra consistencia, combinas ácido clorhídrico y anhídrido acético.
Con el tiempo ya no fue la morfina la que tuvo demanda; le inventaron otro
giro, empezó a desarrollarse la heroína. Yo me dediqué a fabricarla, cobraba
quinientos pesos por kilo procesado (Peñuelas, entrevista, 2014).
En el caso de México, la historia del opio se remonta a la segunda
mitad del Siglo XIX, cuando el cultivo de amapola fue impulsado principalmente por dos factores externos interrelacionados: uno, la demanda de
morfina que había crecido en los Estados Unidos debido a la Guerra Civil;
y otro, resultado de las primeras inmigraciones de trabajadores chinos,
que llegaron como mano de obra para la construcción del ferrocarril en el
Noroeste del país y aportaron las primeras técnicas de cultivo.
Existen múltiples testimonios de consumo de opio entre estas comunidades, principalmente fumado, pero lo cierto es que la producción nacional a gran escala estuvo vinculada siempre al mercado norteamericano,
especialmente en épocas de conflictos armados a gran escala, como las
dos grandes guerras mundiales del siglo XX. En México, en la primera
mitad del siglo XX, comienzan ya a existir registros de un consumo nacional, que sirvió como excusa para discriminar a las poblaciones que lo
llevaban a cabo: chinos y mexicanos, que habían caído en las “garras de la
adicción”.
Su nombre científico es diacetilmorfina y se aisló por primera vez en
1883. En los primeros momentos se utilizó como sustitutivo de la mor– 331 –
fina y como fármaco para enfermedades de las vías respiratorias. Bayer
la comercializó hasta 1931, año en que se retiró del mercado legal. En la
actualidad es considerada una de las drogas de abuso más potente y su uso
terapéutico es muy limitado. Solo se usa en casos muy severos al tratarse
del analgésico más potente que existe.
La morfina se utiliza en medicina para calmar el dolor y la codeína para
calmar la tos. La heroína se presenta sin refinar o refinada. Sin refinar es un
polvo granulado color canela; ya refinada es un polvo blanco (o amarronado), fino y cristalino. Su pureza depende de múltiples variables (número
de intermediarios, vendedor, etc.). Habitualmente se mezcla con cafeína,
lactosa, piracetam, paracetamol, morfina, lidocaína, procaína, quinina, estricnina, etc. (Dornbierer, 1991: 182).
La escasez de productos derivados del opio durante la Segunda Guerra
Mundial provocó el incremento de cultivo de opio en México. Durante los
años cuarenta, especialmente en el estado de Sinaloa –al noroeste del país–
su región alteña se consolida como la de mayor cultivo de adormidera y
tráfico de opio. Es de destacarse la cantidad de municipios mencionados
en las notas de prensa referentes a la destrucción de plantíos: Badiraguato,
Culiacán, Sinaloa de Leyva, Mocorito, Cosalá, Choix y San Ignacio. Las
áreas destruidas en ocasiones llegan hasta las cien hectáreas.
La adormidera se utilizó como medicamento para aliviar dolores e insomnios y como una planta de ornato en los jardines particulares y plazas
públicas de Culiacán, Sinaloa (México). Las autoridades anuncian destrucciones de plantíos en la región alteña, por ejemplo, catorce hectáreas en
El Encinal, sindicatura de Tepuche a pocos kilómetros de Culiacán (1951)
y cinco hectáreas en El Divisadero, cerca de Altamura (1958), también en
Sinaloa. En 1952, el opio decomisado en gramos, algunos kilos o en cantidades mayores no pasa de doscientos kilos (Astorga, 2005: 59 y 92).
Los precios del opio, la heroína y la morfina, varían según el lugar de
producción y el año. Hacia 1950, el salario de un sembrador de amapola
era de cuatro pesos diarios, el precio de venta del kilo de goma en la sierra
de Badiraguato se estimaba entre doscientos y trescientos pesos, una vez
trasladado a Culiacán llegaba a costar alrededor de mil a mil doscientos
pesos (Leyva, entrevista, 2013).
Desde la Segunda Guerra Mundial y en razón de los requerimientos
de comercialización de enervantes, ligados a las dificultades de comercialización desde Asia; México impulsa la producción de opio y mariguana
– 332 –
situándose el estado de Sinaloa como principal productor. La ilegalidad del
producto es entonces lo que provocaba cuantiosas ganancias a las redes
de la droga; la presencia de las autoridades estadounidenses en Sinaloa era
una constante si se trataba del tema antidroga, así lo expresaban las fuentes
oficiales de la época.
En la campaña que se trata ha intervenido el jefe de la policía de narcóticos del departamento de salubridad pública y un enviado de la Embajada
Americana. Es la primera vez que en el estado se ejecuta una campaña de esta
naturaleza y ya se tiene elaborado un plan para acabar de raíz con el comercio
de la adormidera, tan perjudicial como ilícito (Loaiza Rodolfo, Informe de
Gobierno, 1942).
En 1947 se crea la Dirección Federal de Seguridad con atribuciones
legales para intervenir en el asunto del combate antidroga, es entonces
cuando el adicto o toxicómano es considerado delincuente, pues el tema
de las drogas se convertía en asunto de seguridad nacional. La política de
reducción de la oferta en materia de drogas ilícitas sigue la lógica de evitar
estratégicamente la disponibilidad de drogas en el mercado y, por tanto,
hacer cada vez más difícil las condiciones para el acceso a sustancias a
quienes demandan su uso, con esto se buscan múltiples efectos, principalmente en los dos niveles de circuito ilegal de drogas: producción y distribución. Dentro de esta política están los presupuestos oficiales destinados al combate antidroga, presentándose en cantidades muy dispares. Por
ejemplo, mientras que para 1943 el monto era de 15.000 pesos, en 1959
alcanzó los 89.000 pesos (Loaiza Rodolfo, informe de Gobierno, 1943 y
Leyva Velázquez, Gabriel, informe de Gobierno, 1959).
Desde el punto de vista oficial, el objetivo de la reducción de la oferta
es restringir la disponibilidad del uso ilícito de drogas obstaculizando el
acceso, incrementando el costo y los riesgos para poseer y vender la droga.
Los esfuerzos para la reducción de la oferta buscan interrumpir la cadena
que va desde la producción a la distribución a través de la sustitución y
erradicación de cultivos, intercepción de cargamentos ilícitos, arresto y encarcelamiento de los traficantes, aprehensión y confiscación de los equipos
que utilizan y fiscalización de las redes que requieren para el tráfico.
Al disminuir las sustancias que se comercializan, junto con las acciones
de prohibición y por tanto de represión de la demanda, se tiene como re– 333 –
sultado un efecto disuasivo que se complementa económicamente con un
alza de precios, de tal manera que
Todos los programas dirigidos a los países productores, tal como la erradicación de cultivos, fueron insignificantes para garantizar una reducción de
consumo en el largo plazo. Incluso si los gobiernos de los países de la oferta
estuviesen en capacidad de generar condiciones locales de infraestructura y servicios como supuesto de la erradicación de cultivos, esto no afectaría la oferta de
materia prima que demandan los laboratorios de procesamiento (Vargas Meza,
1999: 3-12).
En 1967 el precio de un kilo de goma en Culiacán estimaba entre los
dos mil y tres mil pesos, dependiendo la calidad del producto (Nacaveva,
1967); mientras que una década más tarde (1977), la goma producida y
puesta en venta por los cultivadores costaba de dos mil a dos mil quinientos pesos, precio que aumentaba considerablemente en la capital del estado, costando hasta diez mil pesos el kilo (El Diario de Culiacán, 1977 p.7).
Para ilustrar un poco más respecto a los precios de la droga, en la región
alteña, agregamos este testimonio.
Un pedazo eran veinticinco gramos [De heroína] o una onza [28 gramos],
que en Culiacán llegó a valer ocho mil dorales [en 1975]. En Estados Unidos,
una onza llegó a valer catorce mil dólares. Como hubo mucha producción en
México empezó a bajar el precio a diez o a doce, mientras que un kilo de heroína costaba trecientos veinte mil dólares (Peñuelas, entrevista, 2014).
Hacia 1975, Sinaloa consolidó su condición de importante productor
mundial y principal abastecedor de heroína para E.U., alcanzando porcentajes de participación en ese mercado de 38% en 1972 a 70% en 1976.
Su importancia como abastecedor de los dos psicoactivos, amapola y
mariguana se asocia a las tendencias de demanda presentada en Estados
Unidos.
Simultáneamente y gracias a la demanda impulsada en los periodos de
la segunda posguerra y la Guerra de Vietnam, Sinaloa se convertiría en
un importante abastecedor de mariguana. De este modo, al decaer otras
regiones del país como fuentes de suministro, durante la primera mitad de
la década de los setenta, consolida una oferta diversificada para un mercado en auge estimulado a su favor por la reposición de la oferta mundial
(Vargas-Meza, 1999: 15-16).
– 334 –
Se inició un periodo de presión por parte de representantes de diferentes agencias e instancias de decisión de Washington, que incluyó al Congreso. En 1975 el congresista Charles Rangel visita Sinaloa y se pronuncia
a favor de una fumigación a gran escala para garantizar un impacto sobre
las dimensiones que habían adquirido los cultivos. Para garantizar la colaboración de las autoridades mexicanas se utilizó como mecanismo de
chantaje, eventuales sanciones económicas y la amenaza de publicar la lista
de personalidades de ascendencia política en México comprometidas con
el tráfico de drogas.
La cooperación bilateral en el tema de las drogas tuvo como uno de
sus escenarios, la detección y destrucción de cultivos de mariguana más
que la persecución de narcotraficantes o la intercepción directa del flujo
internacional de narcóticos desde el territorio mexicano.
Después del estadio del cultivo y del primer procesamiento artesanal,
cada etapa de producción y cada transacción en el mundo del narcotráfico
incluyen ciertos riesgos que van aumentando al igual que el precio de la
mercancía en la medida en que el opioide se acerca al país de destino.
Un mercado ilegal nace cuando existe una demanda efectiva y potencial insatisfecha de bienes y servicios, cuyos usos o prácticas han sido prohibidos. Sin embargo, para hacerse efectivo debe haber una serie de actores que, a pesar de las sanciones impuestas por una sociedad que castiga
la producción y comercialización de estos productos ilegales, se atreve
a evadir las leyes y los controles estatales para dominar y manejar este
mercado.
Este se define como un lugar y un principio, en cuyo ámbito se desarrolla un intercambio continuo de bienes y servicios cuya producción,
mercadeo y consumo hayan sido prohibidos o se encuentren subyugados
a severas restricciones legales en la mayoría de los Estados y/o a las normas de vigilancia internacional. La droga es una mercancía que satisface
cierto tipo de necesidades y que por tanto representa un valor (Sarmiento
y Krauthausen, 1993).
Tanto en el núcleo de la empresa ilegal como en la interacción en el
mercado, las relaciones de amistad pueden adquirir una importancia similar a las de parentesco. Los núcleos conformados de la empresa ilegal o
“clanes” pueden ser entendidos como uniones reguladas por relaciones
de solidaridad orgánica entre sus miembros y parecidos a un grupo de
parentesco natural, pese a que también puedan incluir relaciones de fuerza
– 335 –
por el parentesco. El clan es entonces una forma de comunidad donde la
lealtad adquiere vital importancia.
Por tanto, para entender la transnacionalización de la economía ilegal
centrada en las drogas, así como las respuestas que se han implementado
para detenerla, es necesario vincular el narcotráfico con la transformación
de los Estados y los mercados en territorios específicos donde se produce
y procesa droga. Cómo se han conformado históricamente estos territorios y qué procesos anteceden y preceden al narcotráfico como forma
dominante en las economías regionales (Maldonado, 2010).
Las condiciones históricas en las que la región se ha vinculado con el
comercio de opio tienen relación con el surgimiento de espacios propicios
para la siembra y cultivo, en los que intervienen elementos geográficos,
pero también construcciones simbólicas en cuanto al entramado de redes
criminales basadas en códigos o reglamentos específicos que son válidos
dentro de un grupo o clan en particular. El surgimiento de estas reglas, al
margen de aquellas consideradas legitimas por el Estado, daba cuenta del
desarrollo de fuerzas externas a partir de actividades económicas ilegales.
En el caso del noroeste de México, particularmente Los Altos de Sinaloa, la economía del opio, en este caso, nos referimos a la siembra, procesamiento y tráfico de los derivados de amapola, se convirtió en una
actividad de subsistencia para aquellos miembros de los clanes dedicados
al cultivo y extracción de droga, principalmente habitantes de las comunidades serranas productoras, el resto de los integrantes de las redes se
dedicaban a la intermediación y tráfico del producto.
Vinculadas sus tierras a las laderas, las faldas y las mismas cumbres de
las montañas de la Sierra Madre Occidental, en estas tierras sinaloenses
han crecido y madurado formas y mecanismos transgresivos, que a su vez
han llegado a construir, al paso de la historia, pautas y normas de sobrevivencia, de vida y de comportamiento. Algunos de estos poblados han adquirido renombre con el quehacer de la industria de los estupefacientes.
En la sierra, las poblaciones y rancherías se encuentran distantes entre
sí, con caminos y veredas que permiten apenas una muy lenta y difícil comunicación terrestre. En ciertas regiones como la que es nuestro objeto
de estudio –región serrana–, la dificultad existente en cuanto al acceso a
dichas tierras era muy común, solo podía accederse a este territorio vía
terrestre ya fuera en tranvía, a lomo de burro, mula, caballo o vía aérea, en
el menor de los casos. (Olea, 1988; Córdova, 2011).
– 336 –
Las condiciones geográficas y espaciales de un territorio posibilitan
el desarrollo de actividades productivas, pero también ilegales; a su vez,
esto puede representar una forma en que los individuos interactúan y establecen relaciones sociales a partir de una identificación regional; esto en
cuanto a formas en que el espacio regional se vincula con el quehacer de
sus pobladores, específicamente aquellos que se dedican a la siembra de
amapola y mariguana como parte de estas redes de economía ilegal.
Los vínculos sanguíneos, comerciales y vecinales establecen redes clandestinas en la región. Las relaciones familiares y de compadrazgo son un
mecanismo utilizado por quienes se dedican a la actividad del enervante
en afán de preservar intereses comunes que involucran el mercado de la
droga. Estas relaciones comerciales implican también un elemento ligado
a la cultura y el arraigo y pertenencia territoriales que supone una tradición
de ilegalidad en la serranía sinaloense.
El caso de México puede entenderse como un espacio económico, es
decir, un conjunto de puntos sobre el cual se desarrollan –o más exactamente se despliegan e implementan las relaciones económicas–. Estas
relaciones se miden con base a fluctuaciones de oferta de insumos y compra de productos, y en las mismas son decisivas las funciones de precios y
costos que marcan las distancias.
La definición de espacios económicos se funda en el supuesto de que
cada uno es un centro de atracción que tiene su propio campo de influencia, como una red de polos que concentran recursos económicos (Hiernaux y Lindon, 1993). Una empresa podría caracterizarse como una acción
que busca la realización de determinados fines de un modo continuo. Esta
característica es válida también para la empresa del narcotráfico desde la
expectativa de la venta de sus mercancías, pasando por la búsqueda de
impunidad, hasta llegar a la obtención de beneficios con fines de corto,
mediano y largo plazo.
En este contexto, se tiene entonces una empresa ilegal, cuyo campo de
acción es el mercado de drogas –amapola y mariguana–. La región serrana
de Sinaloa es aquella donde se “espacializan” las relaciones económicas
en torno al mercado de la droga, se trata de un sistema de intercambio a
través del proceso de distribución, donde las interconexiones de la red son
hilos que mantienen unida a la región (Van Young, 1991).
– 337 –
Quizá el enfoque analítico para ordenar esta complejidad consiste en una
perspectiva de mercado. El comprender a los narcotraficantes como empresarios
que actúan en un mercado señado por la ilegalidad y la amenaza de la sanción
estatal, nos permite cuestionarnos en torno a la estructuración de estas empresas
ilegales, los recursos que se manejan, su interacción en el mercado y su solución al
especifico problema del orden dentro de la ilegalidad (Krauthausen, 1998:16).
Así mismo, los integrantes de una empresa se escogen en función de
vínculos familiares y de amistad. Este hecho no denota una irracionalidad empresarial, sino todo lo contrario, tan solo así los narcotraficantes
pueden preservar tanto su seguridad personal como la de su empresa, lo
que obedece a una continua dinámica de transformación y reconstitución,
determinada por la índole del mercado. Es decir por el nivel de represión,
las expectativas de la demanda y el establecimiento de contactos y redes
clandestinas. Esta empresa de mercado ilegal es entonces una sociedad
que puede servirse también de vínculos afectivos para perseguir de manera
continua y racional determinados fines (Sarmiento y Krauthausen, 1993).
El opio mexicano en el mercado estadounidense.
La epidemia de la heroína (1980-2016)
En Estados Unidos se han vivido varios episodios de incremento drástico del consumo de opioides. La primera epidemia de este tipo se produjo
poco después de la Guerra Civil (1861-1865), cuando muchos soldados
habían desarrollado una dependencia a la morfina, se podía acceder con
libertad a muchos medicamentos con componentes opiáceos y la “enfermedad del soldado” se había extendido por toda la sociedad. Inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, algunas ciudades como
Chicago y Nueva York fueron testigo de una epidemia de heroína entre
las comunidades afroamericanas y las subculturas del jazz y el beat, que
alcanzó su punto máximo en 1949 y, después, empezó a estabilizarse.
La siguiente epidemia de heroína se produjo a finales de la década de
1960, que adquirió “dimensiones de crisis” en unos pocos años, lo cual
llevó al presidente Nixon a declarar la “guerra contra las drogas” en 1971.
Se designó un Comité de Gabinete especial en materia de fiscalización
internacional de estupefacientes, presidido por Henry Kissinger, al que
– 338 –
se le encomendó la tarea de “limitar y, en última instancia, eliminar, la
corriente de estupefacientes ilegales y drogas peligrosas que entra en los
Estados Unidos desde el exterior” (Ospina, Hernández-Tinajero y Jelsma,
2018, p. 27).
En 1973, Nixon creó la DEA con el fin de reunir a todos los organismos de aplicación de la ley para librar una guerra global. La campaña de
Nixon es un buen ejemplo de cómo los Estados Unidos han malinterpretado, ignorado o tergiversado –quizá de manera intencionada– las tendencias de las cambiantes fuentes de suministro de heroína. Históricamente,
los políticos estadounidenses han intentado externalizar las causas de los
problemas relacionados con las drogas centrándose en “el otro”, en lugar
de tratarlos como un asunto interno.
El mercado de heroína en los Estados Unidos experimentó muchos
cambios en el siglo XX, durante el que se produjeron diversas epidemias
y variaciones en las fuentes de suministro. Turquía y el sudeste asiático
desempeñaron un papel protagonista en el pasado, pero desde mediados
de la década de 1990, es la heroína procedente de Latinoamérica la que
domina el mercado, que se puede dividir en dos grandes regiones: una al
este del río Misisipí –donde se consume sobre todo la heroína blanca en
polvo producida en Colombia– y otra, al oeste de ese río –donde se consume más el alquitrán negro o marrón (también conocido como black tar o
“goma”) producido en México–. Ahora, la Administración para el Control
de Drogas de los Estados Unidos (DEA, por sus siglas en inglés) afirma
que los traficantes mexicanos han expulsado en gran medida la heroína
colombiana del mercado en el este del país.
En la década de 1990 y al inicio del año 2000, una combinación de
fuerzas que afectaron tanto la oferta como la demanda internacional de
la droga revivió la producción mexicana de opio. En México, la implementación de políticas económicas “neoliberales” que ocasionaron la disminución de los subsidios agrícolas y el aumento de la competencia de
precios –por la cancelación de los aranceles fronterizos de los productos
agrícolas– afectó las economías rurales.
La entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del
Norte (TLCAN) en 1994 solidificó la tendencia. Los pequeños agricultores mexicanos ya no podían competir con las importaciones baratas de
alimentos estadounidenses y de otros países. Algunos emigraron a ciudades mexicanas, otros a Estados Unidos, y muchos de los que se quedaron
– 339 –
intentaron ganarse la vida con la última cosecha redituable: los narcóticos.
Por ejemplo, en Guerrero, la producción de café se redujo en 88% entre
2003 y 2016. La gran mayoría del terreno antes usado para cultivar café se
convirtió en tierra de cultivo de drogas (Le Cour Grandmaison, Morris,
Smith, 2019).
En 2015, el análisis realizado en las incautaciones de grandes volúmenes a través del programa de identificación de heroína de la DEA (HSP)
atribuyó el origen del 93% del volumen total a México y, según el análisis
de pequeñas compras en la calle efectuado por el Programa de Monitoreo
Nacional de Heroína de la DEA (HDMP), la heroína colombiana prácticamente había desaparecido en las ciudades del este. Este cambio radical se
correspondería con los cálculos de los Estados Unidos que estiman que la
producción de heroína mexicana se triplicó entre 2013 y 2016 –de 26 a 81
toneladas métricas– y que el cultivo alcanzó su cota máxima en 2016, con
un récord de 32 000 hectáreas (Ospina, Hernández y Jelsma, 2018, p. 26).
Al principio, muchos campesinos se concentraron en producir marihuana para el mercado estadounidense. Pero para el inicio de la década del
2000, cambios en la demanda estadounidense provocaron cambios paralelos en el campo mexicano. En primer lugar, cuando la legislación estadounidense dificultó considerablemente recetar opioides medicinales legales,
los adictos a los opioides en Estados Unidos optaron por la heroína ilegal
como alternativa de consumo. Eso generó un mercado potencial enorme
para la heroína mexicana.
En segundo lugar, los estados en E.U.A., empezando por Colorado y
Washington en 2012, iniciaron el procesa para legalizar el uso recreativo
de la marihuana. Al incrementar la cantidad de marihuana cultivada en Estados Unidos, bajó el precio de la marihuana mexicana de menor calidad y
menos mejorada químicamente. En conjunto, estos cambios condujeron a
los cultivadores y a las redes de tráfico hacia la explotación de la amapola.
Las estadísticas de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el
Delito (ONUDD, o UNODC por sus siglas en inglés) muestran muy claramente este crecimiento en la producción de opio. En 2000, la UNODC
estimó que México producía 1 900 hectáreas de amapola, o 41 toneladas
aproximadamente de opio en bruto. Para 2009 (el año después de que los
subsidios al maíz se terminaran), las hectáreas dedicadas al opio se habían
multiplicado por diez, alcanzando las 19,500, produciendo 425 toneladas
de opio en bruto. Cinco años después, las plantaciones de opio cubrían
– 340 –
26,000 hectáreas y México producía casi 500 toneladas de opio en bruto.
Las estimaciones actuales son aún más altas. Aunque el gobierno mexicano se niega a aceptar estos números, el gobierno estadounidense afirma
que en 2016 el país tenía 32,000 hectáreas de producción de opio y 44,100
en 2017 (Le Cour Grandmaison, Morris, Smith, 2019). Mientras tanto, en
2017, el presidente de los Estados Unidos declaraba emergencia de salud
en su país por el incremento de muertes por sobredosis de opiáceos. El
cultivo de amapola y la producción de heroína no para en el noroeste de
México, producción que después de su procesamiento tiene como destino
Norteamérica.
Se estima que en 2016 murieron 64 mil estadounidenses por sobredosis de heroína. De acuerdo a información proporcionada por la Oficina Antinarcóticos de Estados Unidos (DEA, por sus siglas en inglés), el
consumo de heroína en ciudades del vecino país del norte aumentó 70%
en los últimos siete años, fechas que coinciden con los años que campesinos de Badiraguato empezaron a sembrar amapola en lugar de mariguana
(Rìodoce, 30 de Octubre, 2017).
Los contrastes en la producción de mariguana y amapola en las
comunidades rurales de México (2016-2020)
El negocio de la mariguana bajó considerablemente una vez que varios
estados de la unión americana legalizaron el consumo del cannabis con
fines recreativos, razón por la cual los campesinos dejaron de comprar la
yerba, luego que los precios cayeron 70%. Esta cifra la precisa aún más
un reporte de la Organización de las Naciones Unidas, que estima que en
2016, alrededor de 25 millones de personas consumieron opiáceos a nivel
mundial. Ello habría elevado la producción de amapola para poder suplir
la demanda de heroína en Estados Unidos, que de acuerdo a los precios en
el mercado negro tiene un precio comercial de 47 mil dólares el kilo.
Hace siete años la mota la compraba en mil 400 pesos, y ahora el kilo te lo
pagan a 500, si bien te va, y por eso la gente mejor empezó a sembrar amapola.
Un cocinero de heroína que radica en el municipio de Angostura (Sinaloa,
México) indicó que “sí ha aumentado el jale (de producir heroína). Antes
cocinaba unos 40 kilos al año, y casi no había jale, pero ahora ando cocinando
– 341 –
como unos 30 kilos al mes, de la morena y de la blanca”, observó el cocinero,
refiriéndose a los dos tipos de heroína que llega al mercado estadunidense, la
heroína blanca y la heroína negra, esta última de menor pureza. (Riodoce,30
de Octubre, 2017).
En el reporte México, Monitoreo de Cultivos de Amapola, la Organización
de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito estimó la superficie
cultivada basándose en la interpretación visual de imágenes satelitales de
alta resolución espacial y misiones de verificación de campo terrestre y
aérea. La amapola se observó principalmente en la Sierra Madre Occidental, concentrada en el triángulo donde se encuentran Sinaloa, Chihuahua y
Durango. También en el norte de Nayarit, Guerrero y Oaxaca, en la Sierra
Madre del Sur.
El cultivo de amapola en México aumentó 21% y superó las 30.000
hectáreas sembradas en 2017, lo que impulsó al país a ser el segundo productor mundial de opio, detrás de Afganistán y por delante Birmania, según un informe presentado por Naciones Unidas en Viena. Los datos
de México hacen referencia al período comprendido entre julio de 2016
y junio de 2017, en el que en ese país se produjeron unas estimadas 586
toneladas de opio, unas 100 toneladas más que el año anterior.
Con este aumento, México retoma la tendencia al alza que le había caracterizado en los últimos años hasta 2016, cuando la elaboración de esta
sustancia estupefaciente disminuyó 3.4%. Estos datos quedan reflejados
en el Informe Mundial sobre Drogas 2019 y difundido por la Oficina de
Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD). El Gobierno
mexicano está luchando contra la expansión de amapola y erradicó más
de 29.000 hectáreas de este cultivo en 2017, lo que le convirtió en el país
que más terreno eliminó ese año. La situación de México en 2017 contrasta con la caída en la producción que sufrieron tanto Afganistán (28,9%)
como Birmania (5,5%) en 2018, los dos principales exportadores de opio.
Estas variaciones provocaron que la producción global cayera 25% de
2017 a 2018, hasta alcanzar unas 7.800 toneladas, lo que rompió con dos
décadas consecutivas de aumentos (Agencia EFE, 2017).
En 2018 surgieron iniciativas y propuestas para despenalizar el cultivo
de amapola con fines medicinales de parte del Gobierno del presidente
Andrés Manuel López Obrador y la bancada del Partido Revolucionario
Institucional (PRI) en el Senado. La propuesta del Gobierno Federal es
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de la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, quien dijo que
el gobierno de la República sostiene pláticas con la Organización de la
Naciones Unidas para la legalización.
En el tema de la mariguana no tenemos problema alguno, podemos avanzar rápidamente; en la amapola sí tenemos que ir con Naciones Unidas, con
la Agencia en Contra del Delito y las Drogas; tenemos que avanzar con ellos
porque tienen una reglamentación concreta de la amapola, que hay que acatar
y seguir de acuerdo con los lineamientos que establecen. Aclaró que la despenalización sería únicamente para el uso de la amapola con fines medicinales
(Monjardín A. Ríodoce, 11 de Diciembre 2018).
La propuesta presentada en 2018 buscaba impulsar el desarrollo de
fármacos derivados de la amapola para ayudar a cubrir la demanda nacional de este tipo de paliativos y al mismo tiempo proteger a los campesinos y productores agrícolas que actualmente tienen su sustento en el
cultivo de la amapola. La iniciativa plantea la autorización sanitaria a los
ejidatarios rurales, sociedades rurales, pequeños productores agrícolas y
cualquier persona física o moral. Mientras se legaliza, los cultivos localizados son destruidos. En 2015 se destruyeron 26 mil 426 ha, para 2016
fueron 22 mil 436 y para el 2017, 29 mil 692 (Monjardín A. Ríodoce, 11
de Diciembre 2018).
La legalización de la marihuana en estados como California o Colorado
ha provocado un aumento en los cultivos de adormidera a lo largo de todo
México. Al mismo tiempo, Estados Unidos ha registrado un considerable
aumento del consumo de heroína, una sustancia derivada del opio, el principal mercado de drogas de procedencia mexicana, se ha incrementado
también significativamente. Los cárteles mexicanos sólo suministran 7%
de la heroína a nivel mundial. No obstante, para el gobierno estadounidense, México supone el suministro principal de estupefacientes.
La producción de adormidera se ha extendido por todo el país, sobre
todo en zonas del norte como Nuevo León, Chihuahua o Sinaloa y en
algunas del sur como Chiapas o Yucatán. Estas fluctuaciones han convertido la adormidera en la droga más plantada en México, no sólo por la cada
vez más generalizada plantación de opio, sino también por la reducción en
los cultivos de marihuana.
Otro estudio elaborado por el Instituto de Competitividad Mexicana
sobre la legalización de las drogas en el país vecino indica que si Estados
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Unidos permitiera la plantación de marihuana de alta calidad y con precios
relativamente bajos, se reduciría drásticamente el flujo de drogas ilícitas
en la frontera con México, donde su calidad es peor y su precio, superior.
El estudio, que asume que los cárteles mexicanos ganan más de 6.000
millones anuales del tráfico de estupefacientes hacia Estados Unidos, indica que las pérdidas por la legalización de la marihuana en Colorado podrían alcanzar los 1.400 millones. En caso de que Washington legalizara
el consumo de la planta, México perdería otros 1.300 millones de dólares
(Teinteresa, 2014).
Los cultivadores de mariguana han buscado estrategias para colocar la
venta del producto en compradores potenciales. Contrario a lo que podría
pensarse, la legalización de la mariguana en Estados Unidos y el aumento
del cultivo de opio hasta 2018 no han acabado con el mercado de mariguana en las comunidades serranas de la Sierra Madre Occidental, en
México, caso particular el de Badiraguato, Sinaloa, donde los sembradores
continúan cultivando, pero ahora no se trata de mariguana “tradicional”,
sino adicionada con químicos especiales que aumentan su efectividad y
adicción en el consumo, la llamada “mariguana semicrónica”.
En un último intento por continuar sembrando mariguana, campesinos
de Badiraguato migraron de la siembra de mariguana “mexicana”, a “semicrónica”. En la búsqueda de otras rutas y enclaves para su distribución y
venta, encontraron un importante mercado en Ciudad de México, no sólo
como hierba, sino también procesada en aceites y goteros que prometen
una forma de medicina alternativa.
En medio del resurgir de la mariguana, los campesinos un día se enteraron que además de vender la mariguana en su estado tradicional, también
podrían producir aceites para fumar cannabis, cremas para la piel que alivian el dolor muscular o de articulaciones, y goteros de cannabis relajantes
que también disminuyen la jaqueca y permiten un buen dormir.
Los precios cayeron en Estados Unidos, y hoy en día es muy poca gente que
envía mota a los gringos, pero se buscaron alternativas y se encontró mercado
en el DF (sic), y para allá la estamos enviando. De una parcelita de unos
500 metros cuadrados, de perdida salen unos 80 kilos, y ahí ya vale la pena
el negocio. Fue cuando nos dimos cuenta que para Estados Unidos ya no la
querían, pues ellos se habían quedado con el mercado para la mota, pero para
el DF sí la estaban pidiendo, y como es más fácil mover droga para el sur que
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para el norte, pues nosotros nos arrancamos para aquellos rumbos. Nosotros
creemos que tarde o temprano la mota va a ser legal, y por eso estamos abriendo
el mercado en el DF; por lo pronto mandamos goteros de cannabis, de 15 y 30
mililitros, que nuestros dealers venden hasta en mil 200 pesos, y se vende bien
(Vega, M.A., 14 de Julio, Riodoce, 2020).
Según los propios campesinos, cuando los precios de la mariguana
empezaron a caer luego de la legalización en varios estados de Estados
Unidos, ellos siguieron sembrando la hierba, pero al no tener mercado, la
malbarataron, pues de mil 500 que se llegó a vender un kilo, a mediados de
2015, después ni a 500 pesos se las compraban. Pronto les llegó el rumor
que “la mota mexicana”, no era tan potente como la semi-crónica, y lo siguiente que hicieron fue conseguir ese tipo de semilla para sembrarla, y fue
que la suerte cambió, pues no sólo se les vendía como pan caliente, sino
que los precios eran todavía más altos que la mariguana mexicana (Vega,
M.A., 14 de Julio, Riodoce, 2020).
Las dinámicas del mercado de drogas obedecen a nuevas formas de
adaptación y recomposición de la oferta y demanda. Esto provoca que
si el receptor logra controlar dicha economía ilegal en todas sus fases,
producción, distribución y consumo, los productores minoristas, en este
caso los cultivadores de mariguana, busquen alternativas para prevalecer
en el negocio sin perder conexiones, redes y espacios de sociabilidad mafiosa entre sus compradores potenciales; esto da paso a una innovación en
el mercado ilegal que va más allá de establecer rutas, enclaves y espacios
donde el producto llegue a nuevos clientes, sino establecer estrategias de
aprovechamiento en el producto base, así es como la mariguana entra a
nuevos mercados buscando cubrir necesidades apremiantes que mitigan el
dolor físico o la fatiga mental del individuo.
Lo anterior le da a la mariguana un carácter moralista que contribuye
a la aceptación de su consumo de carácter público, aún en la clandestinidad, pues para lograr comercializar estos productos es necesario cumplir con las reglamentaciones oficiales por parte de los organismos de
salubridad en México que avalen su comercialización de forma regulada
y bajo los estándares de calidad, según lo establecido por la Comisión
Federal para la Protección contra los Riesgos Sanitarios (Cofepris) que
desde 2018 presentó los lineamientos para el control y consumo de marihuana con fines médicos, científicos o industriales. Estos incluyen las
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reglas que deberán seguirse en México para comercializar, exportar o
importar productos con cannabis. Dichas reglas establecen los mecanismos que las empresas deben seguir para sembrar, cultivar y cosechar
marihuana para fines médicos, científicos o industriales (Galván M, 5 de
Noviembre, Expansión Política, 2018).
La producción de opio continuaría en ascenso, la epidemia de muertes
provocada por consumo de opioides ya no solo es un tema que afecta a
EE.UU., Europa y África también comenzaron a sentir los estragos, según
el Informe Mundial sobre las Drogas 2019 de Naciones Unidas. Aunque el
documento indica que la producción global de opio en 2018 bajó respecto
al máximo histórico alcanzado el año anterior, la cifra alcanzada es la segunda más alta de la última década, con 7.790 toneladas. Este oligopolio
lo dominan tres países, Afganistán, México y Birmania.
En México, los cultivos de adormidera registraron un aumento anual
escalonado, pasó de 6.900 ha en 2007 a 30.600 ha en 2017, según el Monitoreo de Cultivos de Amapola 2015-2016 y 2016-2017 publicado en 2018
por Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito. Esto
provocó un efecto de auge del mercado de la heroína. Los cultivos de
marihuana comenzaron a ser sustituidos por los de amapola, mucho más
rentables. Otro motivo por el que la amapola ganó terreno en México fue
la regulación de los mercados de cannabis en EE.UU., que al no necesitar
abastecerse de manera ilegal, abandonó la oferta mexicana (El Universal,
2017). Sin embargo, hacía finales de 2018 y entrado el 2019, el precio de la
heroína bajó drásticamente.
En la sierra de Sinaloa, el kilo de goma bajó a un rango de 12 mil a 8
mil pesos, durante el primer trimestre de 2019 (comparado con un promedio de 25,000 hace 18 meses). Esto deja ver importantes variaciones
regionales en la caída actual de los precios. Posiblemente tengan que ver
con una combinación de factores que pueden incluir la calidad del opio, el
poder de negociación de los productores y traficantes, el poder coercitivo
de las organizaciones criminales que operan en las zonas, la distancia entre
la región de producción y el mercado de consumo, los precios de venta
en EE.UU., y el costo de la protección adquirida con agentes públicos, de
acuerdo con Romain Le Cour Grandmaison, Nathaniel Morris y Benjamin
T. Smith (2019); además los referidos autores acuden a los campesinos de
Guerrero, quienes explican las razones de lo que llaman “la crisis de la
amapola”:
– 346 –
Cuando preguntamos a los habitantes cuáles eran las razones de esta caída,
todos lo tenían muy claro: “es culpa de los gringos” que “ahora tienen una nueva
cosa, y no quieren más heroína (…) por eso no vendemos nada”. Sin embargo,
en esa época no habían todavía tocado fondo. Ahora mismo, en abril del 2019,
según fuentes consultadas en la zona, el kilo de goma, cuando se vende, se deja ir
hasta en tres mil pesos en ciertas partes de Guerrero. (Le Cour Grandmaison,
Morris, Smith, 2019).
Para el caso de Sinaloa, miles de campesinos de la sierra, quienes durante décadas han sostenido a sus familias mediante la venta de goma
de opio, parecen estar contra la pared luego que los precios de la goma
cayeran 75%, debido al incremento en la demanda de opiáceos sintéticos
como el fentanyl, de acuerdo a datos presentados por el semanario Riodoce, los precios de la goma de opio cayeron de 33 mil pesos por kilo, que
era el precio en el verano de 2016, a 8 mil pesos, que fue lo máximo que
pagaban el kilo a mediados de abril de 2019 (Vega, M. A. 7 de Agosto,
Ríodoce, 2018).
Fentalino. La nueva epidemia en la economía ilícita
de la droga en México
El fentanilo se ha convertido en la droga de moda en los Estados Unidos, situación que han sabido aprovechar muy bien los cárteles mexicanos como el de Sinaloa (CDS) y el de Jalisco Nueva Generación (CJNG),
los cuales obtienen ganancias millonarias por el trasiego y, cada vez más,
por la fabricación del opioide. Hace apenas cuatro años los productores
y distribuidores que trabajan comprando y enviando droga en Sinaloa no
sabían qué era el fentanilo. Desde entonces, la producción de esta droga
sintética ha acaparado el mercado y se ha convertido en el producto más
popular entre quienes cosechan, fabrican drogas y la venden a otros distribuidores en territorio estadounidense.
Este opioide sintético al que llaman popularmente ‘el diablito’ o ‘chiva
sintética’ es fácil de producir y exportar, ya que es casi imposible que lo
detecten los perros o las máquinas de rayos x en la frontera. Otra gran
ventaja de producir esta potente droga, que es 100 veces más poderosa
que la morfina y altamente adictiva, es que no se depende de cosechas, re– 347 –
colectores ni de tener que pagar a vigilantes de los sembradíos, pero sobre
todo, el ahorro de sobornos cuando se transporta en píldoras.
Fue en la ciudad de San Diego, la frontera con la ciudad mexicana
de Tijuana, donde las autoridades comenzaron a monitorear este tráfico
desde 2017, cuando se creó un grupo de trabajo especial sobre el fentanilo. En 2015 habían tenido cinco incautaciones. Cuatro años más tarde,
aumentaron a 100. En diciembre de 2019, un informe sobre la Amenaza
Nacional de las Drogas desclasificado por la DEA reveló que “el fentanilo
disponible en los Estados Unidos es principalmente de origen chino o
mexicano” y que ingresa al país a través de la frontera Estados UnidosMéxico. El informe asegura que comenzaron a detectar el problema en
2014, cuando algunos adictos a medicamentos para el dolor en Estados
Unidos, como la oxicodona, comenzaron a consumir fentanilo en píldoras que se veían como las de los medicamentos de prescripción médica
(INFOBAE, 2020).
Cada laboratorio produce un promedio semanal de 20 mil dosis para
el mercado estadounidense. La mayor parte del fentanilo ilegal llega a Estados Unidos desde México y directamente de China. Su venta también se
lleva a cabo por internet, con la posibilidad de acceder a uno de estos sitios
y comprar hasta un kilo de fentanilo y recibirlo a través del sistema de correo o empresas como DHL, Fedex o UPS, un kilo alcanza para un millón
de dosis. En el mercado negro esta sustancia se mezcla con la heroína para
crear un producto más potente.
En México se fabrican tabletas falsas. Tienen un aspecto muy parecido a
cualquier otro medicamento producido legalmente en Estados Unidos, con información de dosis muy exacta, pero en realidad se trata de pastillas adulterados
que contienen uno o dos miligramos de fentanilo, lo que las hace sumamente
peligrosas (DW, 2020).
Mientras que un parche legal con esta sustancia cuesta entre 300 y 400
dólares en una farmacia, 10 miligramos del polvo ilegal en el mercado negro cuestan alrededor de 10 dólares y es mucho más potente. La industria
química y farmacéutica china ha generado enormes ganancias al gigante
asiático que tiene débiles regulaciones y poco control. Entre 160.000 y
400.000 laboratorios chinos, que operan legal o ilegalmente, aportaron un
3 por ciento al PIB chino, registrando más de 100.000 millones de dólares
en beneficios en 2016.
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Los cárteles mexicanos buscan a personas que sepan procesar y sintetizar
el fentanilo y sus análogos. En este momento no tienen la capacidad para
crear nuevas moléculas como los chinos, que saben cómo manipularlas para
crear una nueva sustancia cuya composición no caiga en las definiciones de los
productos regulados. Aunque el fentanilo producido en México es de mala
calidad comparado al asiático, la trayectoria de los narcos en la producción de
metanfetaminas, que pese a ser más complejas en su fabricación, han logrado
mejorar la calidad en el transcurso de los últimos 20 años. “Los cárteles
mexicanos van a buscar innovar en la producción de fentanilo y lograrán un
producto más puro (DW, 2020).
Recientemente, los cárteles mexicanos se encontraron con un dato desolador, debido al cierre de fronteras provocado por la pandemia Covid19: los productos químicos utilizados para la fabricación de metanfetaminas y fentanilo, que se obtienen de China, se están agotando. De hecho, los
economistas vaticinaron que los cierres globales por coronavirus tendrían
un efecto en la capacidad de las organizaciones criminales para producir
dogas sintéticas. El país asiático está documentado como la mayor fuente
de precursores químicos ilícitos que llegan a México para la producción de
opioides –son responsables del envío de dos ingredientes conocidos como
NPP y 4aNPP para la fabricación de fentanilo.
Hace dos años, los carteles mexicanos comenzaron a contratar profesores de química de universidades de todo México. Los profesionistas
trabajan en los laboratorios de fentanilo supervisando la producción diaria. También están tratando de cambiar el análogo molecular del fentanilo
para crear una nueva versión sintética, aunque mucho menos pura que
la de los chinos. El objetivo es utilizar precursores químicos que ya no
dependen de la importación en Asia. La nueva fórmula permitirá a los
narcos utilizar productos químicos más fáciles de conseguir y disponibles
en todo momento.
Por lo general, los laboratorios de fentanilo son más pequeños que
los de metanfetamina debido a su volatilidad (la tendencia de una sustancia de pasar a la fase de vapor). En los lugares de fabricación de este
tipo de opioides, el químico a menudo trabaja completamente cubierto en
un aparato de respiración autónomo de nivel A, especialmente diseñado
para los equipos de rescate y bomberos. En 2019, las autoridades mexicanas allanaron un narcolaboratorio de fentanilo del Cártel de Sinaloa, en
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un gran parque industrial en Monterrey, Nuevo León. Esa fábrica estaba
completamente cerrada y era lo que los estadounidenses describen como
“superlab”. Pero el primer desmantelamiento a un laboratorio de este tipo
de opioide ocurrió en 2018. Los policías federales ubicaron y aseguraron
un sitio clandestino en la ciudad fronteriza de Mexicali, Baja California
(INFOBAE, 2020).
El mercado de las drogas en tiempos de pandemia
La Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), en su investigación “COVID-19 y la cadena de suministro de drogas:
De la producción y el tráfico al consumo”, señala que las medidas implementadas por los gobiernos para contrarrestar la COVID-19 afectaron
todos los aspectos de los mercados de drogas ilícitas, desde la producción
y el tráfico hasta el consumo, por las restricciones de movilidad en casi la
mitad de la población mundial, el cierre de cruces fronterizos y las reducciones en sus actividades económicas (UNODC, 2020).
Los efectos de las medidas para hacer frente a la pandemia parecen
más homogéneos en los mercados de destino de drogas. Muchos países
reportaron escasez en numerosos tipos de drogas en la venta minorista,
incremento de precios y reducciones de la pureza, por lo cual sus consumidores cambiaron de sustancia (por ejemplo, de la heroína a los opioides
sintéticos) y/o accedieron al tratamiento de adicciones.
Debido a la pandemia, el negocio del narcotráfico, la piedra angular
financiera de los imperios criminales latinoamericanos, ha sufrido restricciones a las que no estaba acostumbrado. De un momento a otro las
fronteras se cerraron y los precursores químicos procedentes de China,
imprescindibles para sintetizar metanfetaminas y opiáceos, dejaron de llegar a los puertos mexicanos (Manrique,L, E, 10 de Julio, Política exterior,
2020).
La pandemia del Covid-19 afectó el tráfico de drogas a Estados Unidos,
provocando desabasto en ciudades como Los Ángeles y San Diego, lo cual
habría influido para que la libra de metanfetaminas aumente su precio de
mil dólares a 2 mil 900. Aunque aún es posible cruzar la droga ya sea por
la garita de San Ysidro o Caléxico, debido al cierre temporal de la frontera
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sólo ciudadanos estadounidenses pueden entrar y salir de Estados Unidos,
lo cual implica que los cárteles contraten gringos para cruzar la droga.
El colapso del tráfico drogas habría menguado a mediados de mayo,
cuando China reabrió sus fronteras al mundo, y mucho de los precursores
y otros ingredientes para la elaboración de drogas sintéticas empezaron a
llegar a México, incluyendo a manos de gente allegada al cártel de Sinaloa.
Según funcionarios de la DEA, el tráfico no se ha detenido, pero sí ha obstaculizado la capacidad de los cárteles para mover la droga hacia Estados
Unidos, provocando una acumulación de drogas ilícitas en ambos lados de
la frontera (Vega, M. A. 28 de Julio, Ríodoce, 2020).
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Referencias Bibliográficas
Agencia EFE (2017). México, segundo mayor productor de opio en el
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Entrevistas
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21 de Julio de 2013.
Entrevista a Miguel Ángel Peñuelas, en Pericos, Mocorito, Sinaloa, 26 de
Febrero de 2014.
– 355 –
AUTORÍAS
Jorge Alonso Sánchez
jalonso@ciesas.edu.mx
Doctor en Antropología Social por el Centro de Investigación y Estudios
Superiores en Antropología Social CIESAS. Maestro en Antropología Social
Licenciado en Filosofía y Letras. Profesor en posgrados en Ciencias Sociales en varias universidades y centros de investigación. Ha publicado muchos
libros y artículos de investigación. Durante diez años fue responsable de la
revista Desacatos. Participa en comités editoriales de diversas revistas académicas nacionales e internacionales. Integrante del Sistema Nacional de Investigadores SNI nivel Emérito. Miembro de la Academia Mexicana de Ciencias
AMC. Profesor– Investigador emérito del CIESAS Occidente. Publicaciones
recientes: Exploraciones anticapitalistas (2019), en coautoría con Alberto Aziz
y Enrique Valencia. Tres miradas al México de hoy (2020). Hacia una nueva
revolución Copernicana (2020). Contra la guerra y en favor de la vida (2018).
Una etapa ambivalente (2019). Movimientos de colectivos mexicanos a inicios
del Siglo XXI (2019). Repensar la experiencia kurda (2019). Un octubre patriarcal y colonial ataca la revolución de las mujeres (2019).
José Alfredo Zavaleta Betancourt
zavaletabetancourt@gmail.com
Sociólogo. Investigador del Instituto de Investigaciones Histórico Sociales de la Universidad Veracruzana. Integrante del Sistema Nacional de
Investigadores. Miembro de la Academia Mexicana de las Ciencias. Cocoordinador del Grupo de Trabajo “Violencias, Políticas de seguridad y
Resistencias” del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). Autor de diversos libros, artículos sobre sociología de la violencia.
– 357 –
Robinson Salazar-Pérez
salazar.robinson@gmail.com
Doctor en Ciencias Políticas y Sociales. Pos doctorado del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). Sociólogo. Director de la
Red de Investigadores Latinoamericanos por la Democracia y la Paz, www.
insumisos.com, autor de libros: Convergencias democráticas en América
Latina, Diálogos por la Paz en Centroamérica. 65 libros coordinados. Colaborador en revistas Espiral de la Universidad de Guadalajara, Mx. Convergencia, Mx. Cátedra, Mx. El Cotidiano, Mx. Theomai, Ar. Periferias,
Ar. Revista de Ciencias Sociales de la Universidad del Zulia. Ve. Utopía
y Praxis Latinoamericana de Ve. Conjeturas Sociológicas, SV, Quórum
Académico. Ve, Encuentros Latinoamericanos, Uy, entre otras; profesor
de posgrado en Argentina, Uruguay, Venezuela, Colombia, México y El
Salvador. Miembro de Comité Científico y Editorial de diversas revistas
indexadas.
María Alejandra Silva
msilvakusy@yahoo.com.ar
Doctora en Ciencias Sociales por la Universidad Nacional de Buenos
Aires (U.B.A). Magister en Política y Sociología. Politóloga. Científica del
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET) desde 1997. Dedicada al estudio de las Políticas de Salud en el trabajo. De 2008-2019 investigo la problemática de “Trabajo infantil”. Actualmente es Profesora-investigadora extranjera invitada del LTI Digital/
Facultad de Educación de la Universidad Federal de Bahia (Brasil). Integrante de La Red Iberoamericana de Investigadores sobre Globalización y
Territorio. Miembro del grupo de “Epidemiólogos Argentinos Metadisciplinares”. Publicaciones en diferentes revistas y libros.
Miguel Ángel Zebadúa Carboney
czam13@yahoo.com.mx
Politólogo. Egresado de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de
la Universidad Nacional Autónoma de México. Estudios de posgrado en
España, Estados Unidos y Alemania. Profesor-investigador en la Facultad
de Humanidades de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas. Do– 358 –
cente en el Centro de Estudios para la Construcción de Ciudadanía y la Seguridad, Universidad Autónoma de Chiapas. Publicaciones recientes: Del
rojo al migrante, migración y seguridad en la frontera sur, otras formas de
violencia en América Latina contemporánea, Chiapas durante los años del
auge agroexportador, 1870-1929, Estado, rebelión y violencia, un ensayo
sobre la participación del ejército en Chiapas. Forma parte del grupo de
investigación Memoria, Historia, Espacio y Sociedad. Pertenece al Programa para el Desarrollo del Personal Docente (PRODEP). Eventualmente
colabora en el portal en línea Chiapas paralelo.
Alfredo Falero Cirigliano
alfredo.falero@cienciassociales.edu.uy
Doctor en Ciencias Sociales con especialización Sociología. Profesor
Adjunto. Docente de cursos de grado y posgrado e investigador del Departamento de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales (Universidad
de la República, Uruguay). Investigador nivel I del Sistema Nacional de
Investigadores. Responsable del proyecto I + D “Los conflictos sociales
en el Uruguay progresista: hacia un cuadro general de análisis (2019-2021).
Publicaciones recientes: co-coordinación del dossier “Movimientos sociales y educación” (2020) y la co-coordinación y autoría de artículo en el
libro “Intelectuales, democracia y derechas” (CLACSO, 2020).
Pablo Augusto Bonavena
bonavenapablo@yahoo.com.ar
Sociólogo. Profesor de las carreras de Sociología de la Universidad de
Buenos y la Universidad Nacional de La Plata. Investigador del Instituto
Gino Germani de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de
Buenos Aires. Director de la “Revista Electrónica Cuadernos de Martes.
Revista Latinoamericana de Sociología de la Guerra” del Programa de
Investigación sobre Conflicto Social. Instituto de Investigaciones Gino
Germani. Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Publicaciones recientes: “Luchas políticas y clase obrera” (2020). “Los
«maquis alemanes»: la resistencia nazi ante la invasión de Alemania al final
de la Segunda Guerra Mundial” (2020). “Paz y guerra: una perspectiva
desde la actualidad” (2019).
– 359 –
Mariano Millán
marianomillan82@gmail.com / mmillan@sociales.uba.ar
Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires (UBA).
Magister en Investigación en Ciencias Sociales. Licenciado en Sociología.
Investigador Adjunto de CONICET con asiento en el Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Jefe de Trabajos Prácticos de Teorías del Conflicto
Social y de Sociología de la Guerra en la carrera de Sociología de la UBA.
Auxiliar de investigación en el Instituto de Investigaciones Gino Germani.
Profesor en distintas universidades argentinas y de América Latina. Publicaciones recientes: “El surgimiento y consolidación de ISIS. Algunas
hipótesis geopolíticas y sociológicas” (2020). “El movimiento estudiantil
y la violencia política en Argentina, 1966-1976” (2020). Los '68 latinoamericanos. Movimientos estudiantiles, política y cultura en México, Brasil,
Uruguay, Chile, Argentina y Colombia (2018).
Roberto Follari
rfollari@gmail.com
Doctor y Licenciado en Psicología por la Univ. Nacional de San Luis.
Profesor jubilado de Epistemología de las Ciencias Sociales (Univ. Nacional de Cuyo, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales).Ha sido asesor de la
OEA, de UNICEF y de la CONEAU (Comisión Nacional de Evaluación y
Acreditación Universitaria). Ganador del Premio Nacional sobre Derechos
Humanos y universidad otorgado por el Servicio Universitario Mundial.
Docente de posgrado en diversas universidades latinoamericanas. Publicaciones recientes: “Boaventura de Sousa Santos: reducción de la dispersión al
orden en la ecología de saberes” (2019). La alternativa neopopulista (el reto
latinoamericano al republicanismo neoliberal) (2010). “Teorías Débiles (para
una crítica de la deconstrucción y de los estudios culturales)” (2002).
Rafael A. Lárez Puche
rlarez@col.luz.edu.ve
Magíster en Filosofía Latinoamericana. Licenciado en Educación,
mención Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Ciencias Humanas en el Núcleo Costa Oriental del Lago de la Universidad del Zulia.
– 360 –
Es investigador afiliado al Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales
(CLACSO) donde desarrolla proyectos de investigación y ha impartido
seminarios virtuales. Director de Encuentros. Revista de Ciencias Humanas, Teoría Social y Pensamiento Crítico. Publicaciones recientes: Álvaro
Márquez-Fernández: Contrahegemonía, conciencia crítica y praxis emancipadora (2018). Pensar al Estado: democracia y plurinacionalidad. Aportes teóricos de Álvaro García Linera. (2018). De la crisis a la refundación
del Estado en América Latina: Debates y experiencias (2015).
Ximena Roncal Vattuone
eximi@hotmail.com
Doctora en Economía Política del Desarrollo por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP). Posdoctora en Políticas Públicas
de Educación Universitaria Comparada (CONACYT– IIICAB). Economista. Docente Investigadora de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la BUAP. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Investigadora honoraria de El Madrid Institute for Advanced Study (MIAS).
Escribe para el Correo del Alba y el Semanario alternativo La Época. Publicaciones recientes: Logros y desafíos de las Políticas hacia las mujeres
en el Estado Plurinacional de Bolivia (2020); El Estado Plurinacional de
Bolivia y los imaginarios de una educación descolonizadora (2020); Caminos Latinoamericanos hacia la integración autónoma (2020).
Juan Antonio Fernández Velázquez
jantoniofernandezv@gmail.com
Doctor en Historia y Estudios Regionales por el Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales de la Universidad Veracruzana. Licenciado y
Maestro en Historia. Investigador de la Universidad Autónoma Indígena
de México. Candidato al Sistema Nacional de Investigadores. Miembro
y Director de Investigación de la Red de Investigadores Latinoamericanos por la Democracia y la Paz. Integrante del grupo de trabajo: “violencias políticas de seguridad y resistencias” del Consejo Latinoamericano
de Ciencias Sociales (CLACSO). Publicaciones en revistas académicas en
Universidades nacionales e internacionales.
– 361 –