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(PDF) Conceptos CTS: Coproducción
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Conceptos CTS: Coproducción

2019

Uno de los conceptos más utilizados en los estudios de Ciencia, Tecnología y Sociedad es el de 'coproducción' (Jasanoff, 2004), el cual refiere a la inseparabilidad entre ciencia y sociedad, entre la producción de conocimiento y la reproducción de valores y normas sociales a través del mismo. La idea de coproducción intenta abordar los problemas asociados a la separación entre naturaleza y cultura que impone la ciencia Moderna. Y es que, con la Modernidad, los científicos asociaron la objetividad a la eliminación de la subjetividad, lo social, lo emocional y lo político. Para ello, el método positivista se erigió como una estructura encargada de producir una constante separación entre lo considerado natural y lo social, configurando así desde fórmulas para ocultar al sujeto de investigación para producir verdades universales, hasta institucionalizando saberes y disciplinas separadas entre lo social y lo natural. Sin embargo, la realidad no existe separada sino que esa división es producto de un constante trabajo moderno de "purificación" (Latour, 2012), es decir, de naturalización de la naturaleza por medio de mecanismos que la vacían de política, historia, o relaciones sociales. No obstante, fenómenos como el cambio climático, que responden tanto a fenómenos geológicos como sociales, o la creciente intervención tecnológica sobre el cuerpo humano que cuestiona su "naturaleza", hacen que las separaciones modernas sean cada vez más difíciles de sostener. Cada vez se nos hace más difícil ignorar lo que Latour llamaría "monstruos" (Latour, 2011), o híbridos difíciles de purificar tales como los mares de plásticos, los implantes tecnológicos, las familias de humanos y mascotas o las naturalezas urbanas. Esto no quiere decir que haya existido un tiempo de naturaleza pura y en realidad, "nunca fuimos modernos" (Latour, 2012), es decir, la purificación de la naturaleza nunca se consiguió ya que no hay naturaleza que no sea histórica, cualificada, localizada, política, e imbuida en relaciones sociales entre humanos y no humanos, incluyendo animales, tecnologías, o rocas. De hecho, si pensamos en híbridos como el calentamiento global, la biotecnología, la pérdida de biodiversidad, o las represas, ¿pertenecen al mundo de lo social o de lo natural? ¿Qué ciencias lo estudian? Es más, si miramos al mismo suelo que pisamos, definido como uno de los ambientes naturales con más biodiversidad, nos encontramos no sólo con diversos organismos sino también con metales y microplásticos, ¿es el suelo natural?

LA COPRODUCCIÓN ENTRE CIENCIA Y SOCIEDAD Mara Dicenta Uno de los conceptos más utilizados en los estudios de Ciencia, Tecnología y Sociedad es el de ‘coproducción’ (Jasanoff, 2004), el cual refiere a la inseparabilidad entre ciencia y sociedad, entre la producción de conocimiento y la reproducción de valores y normas sociales a través del mismo. La idea de coproducción intenta abordar los problemas asociados a la separación entre naturaleza y cultura que impone la ciencia Moderna. Y es que, con la Modernidad, los científicos asociaron la objetividad a la eliminación de la subjetividad, lo social, lo emocional y lo político. Para ello, el método positivista se erigió como una estructura encargada de producir una constante separación entre lo considerado natural y lo social, configurando así desde fórmulas para ocultar al sujeto de investigación para producir verdades universales, hasta institucionalizando saberes y disciplinas separadas entre lo social y lo natural. Sin embargo, la realidad no existe separada sino que esa división es producto de un constante trabajo moderno de “purificación” (Latour, 2012), es decir, de naturalización de la naturaleza por medio de mecanismos que la vacían de política, historia, o relaciones sociales. No obstante, fenómenos como el cambio climático, que responden tanto a fenómenos geológicos como sociales, o la creciente intervención tecnológica sobre el cuerpo humano que cuestiona su “naturaleza”, hacen que las separaciones modernas sean cada vez más difíciles de sostener. Cada vez se nos hace más difícil ignorar lo que Latour llamaría “monstruos” (Latour, 2011), o híbridos difíciles de purificar tales como los mares de plásticos, los implantes tecnológicos, las familias de humanos y mascotas o las naturalezas urbanas. Esto no quiere decir que haya existido un tiempo de naturaleza pura y en realidad, “nunca fuimos modernos” (Latour, 2012), es decir, la purificación de la naturaleza nunca se consiguió ya que no hay naturaleza que no sea histórica, cualificada, localizada, política, e imbuida en relaciones sociales entre humanos y no humanos, incluyendo animales, tecnologías, o rocas. De hecho, si pensamos en híbridos como el calentamiento global, la biotecnología, la pérdida de biodiversidad, o las represas, ¿pertenecen al mundo de lo social o de lo natural? ¿Qué ciencias lo estudian? Es más, si miramos al mismo suelo que pisamos, definido como uno de los ambientes naturales con más biodiversidad, nos encontramos no sólo con diversos organismos sino también con metales y microplásticos, ¿es el suelo natural? 1 Foto de microplásticos en las Islas Azores1 Lo mismo ocurre si pensamos en los pollos de engorde, modificados genéticamente para la industria del consumo humano, ¿son animales o tecnologías? Incluso, si pensamos en los animales silvestres protegidos, objeto de amplias políticas y regulaciones sociales, ¿son naturales o parte de las estructuras sociales? 1 Fuente: Raceforwater [CC BY-SA 4.0 (https://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0)], disponible en línea en https://commons.wikimedia.org/wiki/File:RaceforWater_PeterCharaf_MicroplasticsAzores_(2).jpg 2 Foto de un criadero de pollos de engorde2 Y lo mismo ocurre con las distinciones modernas si pensamos en la producción de conocimiento según la geografía. ¿Se estudian los mismos problemas, de la misma forma, y con los mismos resultados y reconocimiento en Nueva York y en Catamarca? ¿Importa quién hace ciencia y desde dónde para los resultados? En definitiva, nos damos cuenta de que la ciencia varía según los contextos de producción de la misma y que los valores y las ideas políticas se coproducen con los valores y normas científicas. Así, si la ecología política de Estados Unidos ha atendido con gran esfuerzo a la constitución de grupos ciudadanos de presión, la ecología política Latino Americana se ha distinguido por prestar atención a las desigualdades de poder globales que sitúan a la región en el dilema entre sostenibilidad y desarrollo. Además, la coproducción entre ciencia y política implica no sólo que nuestras investigaciones estén en estrecha relación con nuestros valores e imaginarios sociales y éticos, sino que, además, al poner en circulación nuestros resultados e imaginarios científicos sobre el mundo, estamos también reproduciendo ciertas ideas y valores de cómo debe ser el mismo. Un ejemplo claro de ello, mostrado por Sheila Jasanoff en el último congreso de Estudios Sociales de Ciencia y Tecnología (ESOCITE) en Santiago de Chile (2018), es el de la portada de la revista de divulgación del MIT en la que, cuestionando 2 Fuente de dominio público: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Baby_chickens_in_a_grower_broiler_house._(24481449624).j pg 3 los límites de la investigación genética, titulaba el número con la frase “diseñando el bebé perfecto” (Regalado, 2015) a la vez que mostraba la cara de un bebé blanco, rubio, y de ojos azules. Aunque el artículo fuera crítico con la investigación genética en humanos, asumía que la perfección es blanca. Y, si bien es fácil darse cuenta de cómo la ciencia y la política se coproducen en casos como este o en la ciencia del pasado, en realidad esto ocurre desde la práctica de laboratorio más pequeña, donde valores occidentales como la eficiencia o la competitividad se mezclan con primers y máquinas centrífugas. En lo que sigue, traigo algunos ejemplos de coproducción entre ciencia y sociedad para ilustrar en concepto, después describo dos experiencias de enseñanza e investigación basadas en la coproducción y, finalmente, concluyo con algunas reflexiones sobre las implicaciones del concepto en la investigación científica. Coproducción Ciencia y Género Desde los estudios de Ciencia, Tecnología y Género se han examinado las múltiples formas en que las diferencias y desigualdades de género se despliegan o reproducen en el hacer científico. Se ha destacado la falta de mujeres en disciplinas duras, el techo de cristal en las posiciones académicas y, cada vez más, las prácticas de abuso en las universidades. Desde las epistemologías feministas se ha subrayado cómo la ciencia moderna asoció naturaleza a feminidad y, con esto, desplazó a las mujeres del mundo científico mientras se reafirmaba la superioridad masculina asociada a la técnica y el raciocinio. Así, las ideas de género no sólo negaban el acceso a la ciencia para algunas personas, sino que dichas ideas eran también buscadas en los estudios científicos para reafirmarlas con datos e investigaciones. Un clásico ejemplo es el trabajo de la antropóloga Emily Martin (1991) sobre los estudios de la fecundación humana. Como muestra Martin, el clásico relato de la carrera y competición de espermatozoides por penetrar a un óvulo pasivo y expectante fue desmontado a lo largo del siglo 20. Sin embargo, la antropóloga muestra cómo, a pesar de que las nuevas investigaciones complejizaban el proceso, se continuó reproduciendo los valores e ideas de la desigualdad de género a través de las metáforas científicas. 4 Imagen clásica de espermatozoide penetrando al óvulo3 Martin encuentra que, aunque las nuevas investigaciones mostraban el papel activo del óvulo en el proceso, éste era asociado o bien a la idea de “mujer víbora” al describirlo como liberador de una sustancia viscosa que atrapa al espermatozoide más apoyo, o bien a la idea de “mujer maternal” al explicar al óvulo como protector del futuro embrión mediante la selección de los mejores espermatozoides. Tales descripciones no sólo reproducen normas particulares sobre el género que circulan ahora como objetivas, sino que, además, imprimen lo social en la ciencia al atribuir género al óvulo y a los espermatozoides. Otros ejemplos de coproducción entre Ciencia y Género incluyen la menor atención prestada al estudio de fenómenos asociados a mujeres, incluyendo problemas de salud específicos que el cuerpo de hombre como modelo universal ocultaba, o a tecnologías que faciliten el desarrollo de tareas de cuidado y reproducción (Layne, Vostral, & Boyer, 2010; Tuana, 2006). Coproducción Ciencia y Racismo El ejemplo del diseño del bebé perfecto mencionado al principio no señala un fenómeno nuevo sino más bien una actualización del racismo a través de la ciencia contemporánea. Con gran brillantez, Reardon (2005) examinó las controversias científicas en torno al estudio de las razas humanas tras la Segunda Guerra Mundial. La ciencia trató de defender sus estudios distanciándose de lo que consideraba política, como la practicada durante el Nazismo, afirmando que el estudio de la variabilidad humana era independiente del racismo. Así, aunque científicos sociales posicionaron la raza como una construcción social, nuevas disciplinas reforzaron el estudio de la misma a través de la genética, actualizando su uso para la clasificación humana y liberándolo de las connotaciones asociadas al Nazismo y los estudios frenológicos. 3 Fuente de dominio público: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Sperm-egg.jpg 5 La relación entre genética y racismo ha sido también estudiada en relación con los pueblos origenarios. El Proyecto del Genoma Humano que trata de codificar y conservar la diversidad humana, si bien prometedor para entender ciertos procesos evolutivos, ha sido cuestionado por su tendencia a reducir al ser humano y la sociedad a su realidad genética y por imponerla al resto de la población. Así, como explica Kim TallBear (2013), los pueblos indígenas de Norte América están siendo forzados a construir su identidad colectiva de acuerdo a ideas occidentales tecnocientíficas para poder afirmarse como pueblo, y a demostrar su “pureza genética” para conseguir derechos, una forma de política a través de la ciencia que niega otras formas de concebir la identidad, el origen y la memoria y que, además, no se impone al resto de colectivos. Y no sólo desde la genética. Desde las ciencias sociales también se han impuesto los modos y valores del pensar científico sobre la sociedad a través de la antropología colonial o la arqueología procesual. Como señala la antropóloga Cecilia Gerrard (2015), la arqueología de Tierra del Fuego que considera como origenarios sólo a las personas “puras” y sin mezclar (como si hubiera alguien puro), reproduce el “mito de la extinción” de los pueblos origenarios de Tierra del Fuego, un mito que contribuye a silenciar a los descendientes y sus proyectos individuales y políticos. Coproducción Ciencia y Antropocentrismo Otra de las características de la Ciencia Moderna fue su intento de separación de la Iglesia durante la Ilustración. Sin embargo, a menudo los científicos trataron de demostrar las ideas divinas ahora a través de la ciencia. Y es que, como todos, los científicos también tendemos a buscar e interpretar fenómenos que reafirmen nuestras creencias. Así, las ideas antiguas de la Escala Natural que jerarquizaba el mundo desde el cielo, los ángeles, los humanos, y los seres inferiores, fueron reafirmadas a través de investigaciones que buscan repetidamente probar la superioridad humana (Despret, 2018; Merchant, 2006). Así, dicha superioridad, ya no sólo divina sino también naturalizada y objetivada, permite justificar el dominio de la especie humana sobre el resto. Sin embargo, hay que tener en cuenta que la ciencia ha colaborado también en la clasificación de ciertos colectivos como no suficientemente humanos, incluyendo las descripciones de los habitantes de la Patagonia hechas por Darwin. Hoy día, si asumimos algunas formulaciones científicas que describen al humano por su inteligencia, cultura o consciencia, nos daríamos cuenta de que muchas personas no llegarían a humanas, incluyendo bebés o personas con Alzheimer. Esto no deviene en argumentos eugenésicos si no más bien, como señala Rosi Braidotti (2015), en la realización de que nadie llega al ideal de humano propuesto por la ciencia occidental como blanco, masculino y racional. Por tanto, conseguir y mantener la categoría de humano nunca es una definición positiva, o en base a lo que se es, sino más bien negativa, o en base a lo que no se es: animal. El esfuerzo destinado a probar nuestra no animalidad y la superioridad humana, a menudo nos impide ver fenómenos interesantes cuando trabajamos con no humanos. Un ejemplo desde la etología sería el estudio del autorreconocimiento. Como explica Vinciane Despret (2016), la psicología del desarrollo humano se ha interesado por entender cómo nos reconocemos y diferenciamos del otro y del ambiente, como muestran los estudios famosos de Piaget y de Lacan sobre el autorreconocimiento de los bebés frente a un espejo. Ante esto, estudiosos del comportamiento animal han colocado un espejo a cada 6 una de las especies animales para demostrar que sólo siete son tan capaces como los humanos de reconocerse. Sin embargo, imponer a un animal el interés por un espejo, es una forma de continuar reproduciendo la forma de ver humana para entender los procesos del otro, lo que se ha llamado antropocentrismo. Un modo diferente de hacer ciencia, como propone Despret, consiste en interesarse por el otro de nuestras investigaciones. Sólo así, una puede darse cuenta de que un gato, a pesar de no prestar atención a un espejo, es capaz de esconderse y saber cuándo es visto y cuándo no, demostrando así capacidad de distinción del yo y el otro. Dos experiencias de afirmación de la coproducción entre Ciencia y Sociedad: Como estudiante de doctorado en Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología, he participado en dos proyectos que abordan la coproducción en su configuración. Ambos son proyectos que pretenden atender mejor a problemas sociotécnicos, así como promover ciencias más responsables con sus implicaciones políticas. La primera fue mi experiencia como Profesora Asistente en la Universidad Politécnica Rensselaer de Nueva York, donde realizo mi doctorado. En dicha universidad existe una carrera de Diseño e Innovación con orientación en sostenibilidad y en inclusión social. Dicha carrera forma a ingenieros entendiendo que la política no es un agregado y que la ética no se aplica después de elaborar el dato o el artefacto sino que, más bien, se entiende que las ideas y artefactos científicos tienen política (Winner, 1987). Los estudiantes de dicho programa elaboran proyectos pensando en los objetivos políticos de su trabajo, así como en los colectivos a los que atiende y a quiénes no incluye. Además, la misma universidad cuenta con una asignatura común a todas las carreras donde enseñamos los conceptos básicos de los Estudios CTS a través de los proyectos y disciplinas de cada estudiante. La segunda es mi actual colaboración con el Grupo SocioEco y el Dr. Christopher Anderson en el Centro Austral de Investigaciones Científicas (CADIC). El grupo está formado por personas desde la biología, la sociología, la antropología, las ciencias ambientales, y la comunicación entre otras. Aunque cada persona desarrolle sus carreras disciplinares respondiendo a sus propios métodos, también se atiende a problemas multidisciplinares a través de reuniones y proyectos. De este modo, el grupo permite y busca repensar las categorías y métodos necesarios para abordar problemas concretos en lugar de imponer el método al caso. Natucultura: implicancias para repensar nuestras investigaciones El concepto de coproducción tiene implicancias éticas, ontológicas y metodológicas. Por un lado, cuestiona las estructuras dicotómicas y binarias que configuran las realidades que estudiamos. El mundo de lo natural o el mundo de lo social dejan de venir dados para entender su separación como producto histórico. Es decir, el hecho de que hayamos considerado al humano como un ser cultural y al animal como un ser perteneciente a la naturaleza, es un fenómeno histórico y occidental resultado del constante esfuerzo por purificar y separar la “natucultura” (Law, 2004). Si bien esta distinción ha sido y es útil para entender algunos fenómenos, se vuelve problemática cuando es un a priori incuestionable que niega, por ejemplo, las realidades de los cuerpos humanos compuestos por bacterias y relaciones simbióticas con otros organismos. Así, entender que humanos y no humanos se co-evolucionan y que 7 sus realidades se coproducen, es de especial relevancia para cuestiones epidemiológicas, por ejemplo, si entendemos que las mismas trascienden la distinción entre medicina y veterinaria. Por otro lado, no sólo el mundo observado sino también los métodos de nuestras disciplinas son cuestionados. Fenómenos como los mares de plástico, el calentamiento global, la pérdida de biodiversidad, o la emergencia de nuevas enfermedades asociadas a la contaminación y a los desechos industriales requieren enfoques multidisciplinares y cambios en nuestra mirada científica. La antropología y la sociología no pueden seguir reduciendo su campo al mundo de los humanos puesto que naturalezas extractivistas, paisajes industriales, y animales sociales demandan análisis sociohistóricos que incluyan los roles de las instituciones, los bosques, los ríos, o la industria en la configuración de determinados paisajes. Por otro lado, desde la biología, la geología o la ecología se demanda la inclusión de lo humano y lo político en la ciencia, como demuestra el debate sobre el Antropoceno. Se trata de que el método sea un apoyo adaptado al fenómeno y no el que determine la investigación. Por último, entender la natucultura como procesos de coproducción entre lo que llamamos social y natural, entre lo humano y lo animal, o entre la ciencia y la política, es una propuesta ética. En este sentido, darse cuenta de que decidir el objeto de estudio y las distinciones que importan son acciones políticas y no naturales, es tomar responsabilidad por as verdades y valores que producimos y circulamos. Esto incluye desde dónde colocar una trampa de sedimento o cómo decidir cuál es el control para determinar la variabilidad de los fenómenos, a los modos en que justificamos nuestro trabajo para conseguir publicarlo o conseguir financiación, o incluso las ideas que tenemos de la población no científica. De la misma manera, continuar con el mito moderno de la ciencia como vacía de política es otra postura política que no sólo contribuye a naturalizar normas y valores, sino que también tiende a ignorar las necesidades de los menos privilegiados. A la vez, negar la producción de valores, creencias e ideas políticas a través de la ciencia implica no asumir la responsabilidad que conlleva poner verdades y metáforas con el peso de la verdad científica en circulación, lo cual además, nos coloca en posición de ser determinados por la ciencia, impidiendo que podamos democratizar qué ciencia y para quién. Referencias: Braidotti, R. (2015). Lo Posthumano. Barcelona: Gedisa. Despret, V. (2018). ¿Qué Dirian Los Animales...Si Les Hicieramos Las Preguntas Correctas? Cactus. Gerrard, A. C. (2015). “Ya no saben cómo extinguirnos” Los Selk´nam de Tierra del Fuego: historia, territorio e identidad. Universidad Nacional de Misiones. Jasanoff, S. (2004). 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