SIN LÍMITES
CHOQUE DE CULTURAS
“¿Cómo empezó?”,
se pregunta Everardo Chablé mientras se recarga en un banco de su sala y la luz del día se esfuma en el exterior. El único ruido en este pequeño pueblo mexicano en la península de Yucatán –sin señal de telefonía celular y baja electrificación– proviene de la música que su padre escucha a volumen alto en el patio. Everardo alza la voz.
“El pueblo maya ha tenido una cultura apícola desde hace milenios. Luego vinieron los menonitas con maquinaria pesada y comenzaron a deforestar grandes extensiones del terreno donde se alimentan las abejas. Teníamos un bosque virgen, con ecosistemas muy delicados, con venados y tucanes, pero lo más importante, con abejas que mantienen la vida. Cuando comenzó la deforestación, destruyeron todo lo que tenía miles de años de existir”.
Chablé, un apicultor de veintitantos años, describe así una disputa creciente que ha perturbado este rincón de la península. Desde los años treinta del siglo XX, los apicultores mayas han hecho de esta región, hogar de los templos de sus ancestros y del bosque tropical más grande de México, una zona productora de miel de clase mundial. Sin embargo, desde los ochenta han tenido que compartir la zona con otra comunidad: la de los menonitas de la Vieja Colonia. Estos menonitas, los miembros más conservadores de una religión aislacionista, hablan bajo alemán, el dialecto de sus ancestros del siglo XVI, y rechazan comodidades modernas como la electricidad, los teléfonos y los automóviles, aunque
Estás leyendo una previsualización, suscríbete para leer más.
Comienza tus 30 días gratuitos