El objetivo era desligarse lo máximo posible de la materia, que consideraban demoníaca, siguiendo el ejemplo que siglos atrás, creían, habían mostrado los apóstoles. Para eso vino el enviado de la divinidad, Jesús, para enseñar a los humanos cómo escapar de esta prisión terrenal. Así, los cátaros iniciados, tras recibir el consolamentum, además de entregarse a una vida pastoral con la ambiciosa misión de salvar el máximo de almas posibles, tenían que evitar caer en el pecado, ya que esto les llevaría a perder el don que habían obtenido: la presencia del Espíritu Santo, que garantizaba la salvación cuando llegase la muerte.
CASTOS Y PUROS
Por un lado, era esencial renunciar por completo al acto carnal, para acabar lo antes posible con la prisión corporal en la que el Maligno encerraba a las almas divinas. El objetivo, desde su perspectiva dualista, era conseguir que todas las almas se elevasen a su lugar de origen, el Cielo, junto a Dios. Y para ello debían centrarse en mantener una vida recta y en realizar una intensa labor proselitista.
Como era habitual en ellos, realizaron una particular lectura exegética de los Evangelios y encontraron referencias a favor del celibato, que solían emplear durante sus predicaciones. Por ejemplo, Mateo 19,12: «Hay eunucos que nacieron así del seno materno; otros fueron hechos eunucos por los hombres; y hay otros que se hicieron a sí mismos eunucos por amor al Reino de los Cielos». Había que prepararse para recibir el Reino de Dios libre de toda atadura: «Os