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Cambridge, 20 de junio de 2020.
El día de su graduación, John Miller debe enfrentarse a dos eventos dramáticos que lo cambiarán para siempre.
Filadelfia, 21 de octubre de 2030.
Cyborg Corporation se está preparando para lanzar al mercado una nueva generación de androides, diseñados por el ingeniero John Miller. El prototipo Venus parece listo para abrirse paso en el mundo de los humanos. Solo faltan unas pocas pruebas finales, en las cuales John quiere participar personalmente.
Por esto se quedará unos días solo con su criatura
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CYBORG 1.0 - Roberto Serafini
A mi madre y mi padre.
Cuando nos volveremos a ver, les diré cuanto los amo.
"Los que nos crearon siempre buscan a
aquellos que los crearon a ellos"
(A. I. Inteligencia Artificial)
Capítulo I
––––––––
Filadelfia, 21 de octubre de 2030
El asemblea de los accionistas de la Cyborg Corporación estaba a punto de comenzar. Will Hunter, el presidente de la compañía, era eléctrico y con ganas de empezar la reunión y de comunicar a los socios y al mundo que, con la comercialización de la nueva generación de androides, habría un cambio absoluto en el mundo de la robótica y en la interacción entre máquinas y seres humanos.
La Cyborg Corporation era una grande empresa de la informática que había hecho grandes avances en los últimos veinte años, gracias a la adquisición de los mejores ingenieros y diseñadores disponibles, jóvenes recíen egresados de las mejores universidades de América y Europa, o contratando a aquellos salidos desde empresas de la competencia.
El estacionamiento exterior y el garaje del edificio blanco de la Cyborg estaban completamente saturados debido a la multitud de coches. Ninguno de los socios quería perderse el evento y la esperanza que esa innovación pudiera hacer subir las cotizaciones de bolsa y por lo tanto, el valor de su paquete de acciones, hacia que la espera fuera cargada de ansiedad. Hombres y mujeres de negocios, que, bajando de sus coches, caminaban frenéticamente hacia el interior del edificio en 2400 de Chestnut Street, en Filadelfia.
En el cóctel de bienvenida, ofrecido en los diferentes bares ubicados uno cada tres pisos del edificio, los socios se intercambiaban impresiones y comentarios sobre lo que iban a escuchar de allí en media hora. Algunos estaban intrigados por la formación de la agenda, que incluía en el penúltimo punto: Presentación de la última generación de cyborg: Venus
. Un nombre que, en el imaginar colectivo, era sinónimo de amor y belleza y por lo tanto despertaba un cierto guiño sobre todo entre los hombres que bebian champán y Bloody Mary.
En la oficina de Hunter se estaban definiendo detalles finales de los varios discursos que se tenían que celebrar y se controlaban por enésima vez las notas sobre las tabletas ultradelgadas. Los técnicos admiraban con satisfacción los benchmark que se iban a mostrar en las pantallas gigantes, con los gráficos que se referían a las prestaciones superlativas del procesador que alimentaba el cyborg Venus.
Todo estaba listo.
La radio anunció a los socios de la Asamblea que podían comenzar a ocupar sus asientos en la sala y que en quince minutos la reunión comenzaría.
Hunter miraba a la multitud de diseñadores e ingenieros del programa Cyborg 1.0
y revisandolos uno por uno, como un general con su ejército, estrechaba sus manos con respeto y gratitud por el trabajo y por la abnegación que habían metido en ese trabajo en los últimos años. Por último, se había detenido para intercambiar unas palabras con el líder del proyecto, el ingeniero John Miller, treinta y cinco años, de los cuales los últimos diez, desde cuando fue contratado a la Cyborg, dedicado a trabajar en su creación
como él mismo la definía. Había sido una idea suya desde que era un chavito, un joven estudiante brillante en el Instituto de Tecnología de Massachusetts, tener éxito donde otros no se habían acercado ni de lejos. Y ahora lo había logrado. Su criatura estaba lista. Casi se podría decir en carne y huesos
, a pesar de que sabía que no era así, sin embargo, para él, los circuitos y microchips eran como las venas y las arterias y el titanio y el carbono como huesos y músculos.
Su criatura era como un ser humano. Más bien más, mucho más. Era la perfección absoluta, algo que un ser humano nunca sería.
«John, ya está. ¿Como te sientes?» preguntó Hunter apretando su mano.
«Estuve esperando este momento desde que entré a la Cyborg, presidente» respondió John con orgullo sonrojándose ligeramente, como cada vez que su jefe le dirigía la palabra. Esa timidez suya innata lo acompañaba desde que era un niño y creía que nunca sería capaz de superarla.
«¡Vamos, chicos!» exclamó Hunter. «El mundo nos espera.» Así diciendo, se procedió a salir de la habitación para dirigirse hacia el salón de la asamblea, seguido por su secretaria personal y desde el equipo de ingeniería, dirigido por John Miller.
Diana, su secretaria, le daba las últimas cifras sobre el precio de las acciones en la bolsa de valores, como para que su jefe entendiera, que ese valor dentro de un corto período de tiempo, iba a llegar a otros objetivos.
Hunter, escuchando con atención Diana, que caminaba segura y rígida en su traje gris perla, agarró a la mujer con suavidad por un brazo y le comentó: «Diana, gracias, eres siempre importante y eficiente. ¿Tienes algún compromiso esta noche? Me gustaría invitarte a cenar al Bibou. Te gusta la cocina francesa, ¿verdad?»
La austera secretaria dio un respingo y casi tropezó sobre sus tacones de nueve centímetros. Con una vergüenza mal disimulada y sin mirar hacia Hunter, después de haber limpiado su voz, ella trató de rechazar la invitación murmurando una excusa inventada en ese momento. Luego, tomando valor, pensando que después de todo no había nada malo en aceptar, sonrió cortésmente, y sus ojos azules se iluminaron de gratitud, como toda su cara ovalada regular, enmarcada por una cascada de cabello dorado.
«Está bien, señor Presidente. Mis obligaciones nos son tan importantes. Acepto con gusto y le agradezco mucho su invitación.»
El salón estaba lleno de gente cuando entraron Hunter, el Consejo de Administración y todo el equipo de ingenieros y técnicos, recibidos por un gran aplauso de los miles de personas excitadas por el gran evento al que estaban a punto de presenciar. Se podían apreciar la presencia del tan reconocido número cero
¿como se definía el prototipo al que iba a seguir la producción a gran escala?
Hunter abrió la reunión con un discurso muy emocionante sobre el último volumen de negocios del trimestre y sobre el progreso del titulo de bolsa. Ese detalle agradó mucho a los accionistas, que calentaban las palmas de sus manos con aplausos frecuentes y ruidosos.
A continuación, ilustró los planes de inversión para el inmediato futuro, que sin duda habrían reforzado la tendencia al alza de las acciones, con la previsión de tener, seguramente, nuevos beneficios para el siguiente año financiero. El primero de la tercera década del siglo ventiuno.
«Señores, nuestro objetivo para 2031 es llegar a ser la primera compañía en el mundo a introducir en el mercado un cyborg de tecnología avanzada que pueda ayudar a los seres humanos en todas aquellas actividades en las que sea fundamental tomar decisiones de importancia estratégica e inmediata y que sea de apoyo a los que tienen entre sus manos el destino de cientos o miles de personas. Piensen en los gerentes de las grandes empresas, que tienen que tomar decisiones económicas muy difíciles para sus planes de inversión o elegir las estrategias de marketing; o los médicos que deben operar con urgencia y diagnosticar los síntomas de sus pacientes inmediatamente; a los jefes de gobierno que deben estudiar las maniobras financieras para equilibrar sus presupuestos. Lo que se solía dejar al sentido común y a las capacidades intelectuales de algunos hombres, ahora, caballeros y socios de la Corporación Cyborg, podrá apoyarse con la ayuda calculada y desinteresada de este cyborg, punto de encuentro y enlace entre el hombre y la máquina, entre el cerebro humano y el súper procesador de última generación. Pero estos detalles técnicos se los podrá explicar mejor el padre de esta creación, el mejor ingeniero cibernético en el mundo, que desde hace una década está estudiando este proyecto. Voy a dejar la palabra al ingeniero John Miller.»
La asemblea aplaudió otra vez, alabando el presidente Hunter y abriendo el camino al discurso de Miller, que se preparaba a presentar los datos y los gráficos de rendimiento en la pantalla gigante detrás de él, aunque si él pensaba realmente que la mayoría de las personas presentes en la sala fueran muy poco interesadas en ese tipo de valores y un número aún menor iba a entender sólo la mitad de lo que se preparaba a explicar. Los únicos números que seguramente todo el mundo entendería eran los de sus carteras de valores que crecerían para el efecto del alza de sus acciones y el único gráfico comprensible era lo que iban a ver en las páginas de Usa Today en los siguientes días.
En la asamblea se encontraba también un numeroso grupo de periodistas enviados por diversos periodicos especializados en finanzas, tecnología computacional y biocibernética. Con el fuego de la pasión que ardía dentro de él, John ilustró las maravillas de su prototipo, que, en realidad no era un prototipo, al menos para él.
La criatura, de hecho, ya estaba lista en todos los aspectos, pero eso John nunca lo decía. Parecía como si siempre faltara algo para definirla perfecta. Así, al menos, creía su presidente. Pero los de su equipo, que habían trabajado en el proyecto, sabían bien que tenía todo lo que necesitaba para el inicio de la comercialización. Y cuando intentaban preguntarle la razón de su retraso
, el respondía con la frase habitual e inevitable que el programa preveía más pruebas que tenía que llevar a cabo él personalmente que, pero aún no había realizado. En presencia de la audiencia, que ahora estaba completamente absorbida por el rápido ritmo con el que John recitaba el rendimiento del súper procesador Artificial-Tronics Z8000 y los equipamientos tecnológicos de Venus, el tímido y introvertido líder del proyecto parecía totalmente transofrmado y se sentía muy tranquilo y con gran confianza en él mismo.
Seguramente, Ted Anderson, su colaborador más cercano y también su mejor amigo, no se esperaba verlo tan tranquilo, a pesar de los miles de personas sentadas sobre esas sillas de la sala, que ahora comenzaban a mostrar signos de impaciencia a causa de esa enorme cantidad de informacion técnica-científica. Se preguntaban, al contrario, si al final no habría una demonstración práctica, y sobre todo si su curiosidad de ver con sus propios ojos esa máquina tan anunciada y maravillosa seriá cumplida.
Mientras que John ilustraba uno de los últimos gráficos en relación a la diferencia entre el rendimiento y la resolución del escáner incorporado en los ojos del cyborg, en comparación con los escáneres que se habían producido hasta ese momento, hubo un ligero zumbido en la parte trasera del salón de la conferencia.
Momentos después una mujer lanzó un grito que resonó en el aire, causando la interrupción de largo monólogo del ingeniero. Todo mundo se volvió, tratando de entender lo que estaba pasando, mientras que algunas personas, agitandose con vigor, invocaban la intervención de un médico.
Un hombre de unos setenta años, con las manos en el pecho, estaba acostado a un lado de su sillón, con la cabeza apoyada en el hombro de una señora solamente un poco más joven de él, que balbuceaba desesperadamente algo sobre el corazón de su marido.
Mientras tanto, desde la mesa del presidente, colocada un poco más arriba del nivel del piso de la sala, una mujer se levantó de pie y corrió al centro del pasillo, un largo camino de mármol blanco entre dos líneas de sillones de terciopelo rojo. Con pocos pasos rápidos llegó al grupo de hombres que observaban la escena sin poder hacer nada, preguntándose si ese ataque al corazón conduciría a la muerte ese pobre hombre. La mujer joven y muy guapa se acercó al hombre y levantandolo sin problema, mostrando así, una fuerza desproporcionada respecto a su figura esbelta y elegante, lo acostó suavemente al suelo.
La mujer le tomó el pulso y la respiración y no encontrando ni uno ni el otro, se arrodilló al lado del hombre y tiró su cabeza hacia atrás levantandole la barbilla, para así permitir al aire su normal flujo a través de la tráquea. Sin más preámbulos, enseguida le desabrochó el cinturón, deshizo rápidamente el nudo de su corbata azul, donde se podía notar una línea de espuma blanca que se había vertido poco antes de su boca y empezó a practicar un vigoroso masaje cardiaco. Al masaje alternaba la respiración boca a boca y mientras se inclinaba sobre la cara del hombre, lo cubría con la masa de su largo pelo rubio.
Los hombres más cercanos presenciaban ese masaje cardiaco y esa respiración practicada por la joven, casi envidiando al hombre que yacía indefenso en el suelo. Dandose cuenta que esa práctica no estaba dando ningun resultado, realmente comenzaron a preocuparse y se preguntaban cuándo llegaría la ambulancia con medicos profesionales. La mujer, con aparente calma y frialdad, hizo algo que literalmente sorprendió a los presentes. Con un gesto rápido abrió la camisa del hombre, arrojando al aire los botones nacarados de aire que rodaron por el suelo. Inmediatamente después, puso sus manos sobre su pecho y envió, a través de una de ellas, una descarga eléctrica de alto voltaje durante unos pocos milisegundos, provocando una desfibrilación.
La descarga eléctrica hizo encorvar el cuerpo del hombre, cuyo corazón comenzó a latir de nuevo, entre los comentarios de asombro y la conmoción causada por la llegada del personal médico del hospital más cercano, que ya había sido llamado por los encargados de la seguridad de la sociedad empresa. Los médicos, prestaron su atención al hombre, ventilándolo con una máscara de oxígeno, y apoyándolo sobre la camilla para después transportarlo de emergencia a la sala de primer auxilio. Aunque aturdido, el hombre todavía había recuperado la conciencia y volviendo los ojos a su alrededor, se preguntaba quién lo había salvado de esa situación crítica, retrasando su reunión con Caronte.
De hecho, él mismo creía que era demasiado pronto para un viaje en el Hades y cruzándose con los ojos de su esposa que, temblorosa y angustiada, sostenía su mano, le regaló una sonrisa tímida mientras que una lágrima se mantenía aferrada a sus pestañas, sin saber si caer y deslizarse a lo largo de su mejilla. El hombre miró a la mujer casi disculpándose por intentar morir sin siquiera saludarla. Ella le devolvió la mirada con amor y sin decir una palabra, caminó detrás de la camilla en su salida de la sala y a lo largo de los pasillos que conducían a la entrada del edificio, donde una ambulancia estaba esperando con luces intermitentes prendidas.
Capítulo II
––––––––
La mujer, alta, rubia, delgada, con los ojos de un azul profundo, pantalones negros, camisa blanca con cuello mao, caminaba lenta y segura entre las personas que se habían acercado a presenciar esos momentos tan emocionantes, volvió a la mesa de la presidencia.
Will Hunter miraba a John con los