El Círculo De La Paz
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Pedro es un joven mochilero suramericano que llega al aeropuerto de Miami con el ferviente deseo de viajar a Europa. Mientras busca opciones de vuelo, rememora 2 viajes anteriores, uno hacia el Amazonas donde trabaj como gua turstico, y el otro hacia un pas suramericano donde escal en roca junto con un amigo.
En el viaje a Europa tiene la oportunidad de visitar diversos pases, y aprovecha la oportunidad para hacer un curso de francs en una pequea ciudad de Francia. La experiencia le ensea mucho sobre sus races, as como de la cultura, historia y tradicin europeas. La historia avanza intercalada con reflexiones espirituales acerca de los aprendizajes obtenidos en el camino.
El siguiente viaje es hacia Brasil, donde recorre el ro Amazonas, el nordeste brasilero, y Rio de Janeiro, hasta llegar a las cataratas de Iguaz. Luego contina hacia Bolivia y Per, donde hace El Camino del Inca durante 4 das hasta la ciudadela de Machu Picchu.
Su bsqueda espiritual contina, impulsndolo a recorrer El Camino de Santiago, desde Saint Jean Pied de Port, Francia hasta Len, Espaa, junto con otros 3 peregrinos: un andaluz, un vasco y un valenciano.
Finalmente visita la Laguna del Agua Cristalina, donde acepta el Amor como la fuerza ms poderosa del Universo, y la necesidad de transmitir este aprendizaje.
Carlos Sosa Araque
Carlos Sosa Araque was born in Caracas, Venezuela in 1967. He received his B.S. in mechanical engineering from University Simon Bolivar (Caracas, Venezuela), and his Master’s degree in Public Administration from Fundação Getúlio Vargas (Rio de Janeiro, Brazil). He studied economics at Université Paris II – Panthéon Assas, and environmental engineering at the University of Calgary. He founded a newspaper at the university, published various political articles in important newspapers, and created political opinion blogs in his home country. He has worked with financial and public institutions in South America, and renewable energy and energy efficiency projects in North America. He designed and instructed managerial development courses, and provided strategic-financial consultancy to small and middle enterprises. He has performed voluntary work at various community organizations.
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El Círculo De La Paz - Carlos Sosa Araque
El
Círculo
de la Paz
CARLOS SOSA ARAQUE
Copyright © 2011 por Carlos Sosa Araque.
Número de Control de la Biblioteca del Congreso
de EE. UU.: 2011919078
ISBN: Tapa Blanda 978-1-4633-1278-7
Libro Electrónico 978-1-4633-1277-0
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.
Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación del autor o son usados de manera ficticia, y cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, acontecimientos, o lugares es pura coincidencia.
Este Libro fue impreso en los Estados Unidos de América.
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370530
INDICE
Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
Capitulo 8
Capitulo 9
Capítulo 10
Capitulo 11
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14
Capitulo 15
Capitulo 16
Capitulo 17
Capitulo 18
Capitulo 19
Capitulo 20
Para Andreína, Alexander y Gabriela
La Verdad es simple y llana, como los niños
(Anónimo)
CAPITULO 1
Llegué al aeropuerto de Miami a las 7:05 pm proveniente del país del sur, luego de 2 años ininterrumpidos de esfuerzo constante por lograr mi sueño de ir a Europa. Habían sido 2 años en los cuales había hecho lo posible por ir a conocer el Viejo Continente, buscando reunir el dinero suficiente para hacer el viaje.
Al principio había soñado con irme sólo con mi mochila, para caminar y recorrer todos los países que pudiera, conocer el mundo, otras civilizaciones, otros países, otros idiomas, otras culturas. Pero entendí que debía llevar dinero para no transformar ese sueño en una lucha constante por sobrevivir, buscando donde dormir, comer, o trabajar.
En principio había pensado que podía ir trabajando a destajo en donde pudiera, porque de esta forma podría viajar por donde quisiera. Pero las señales del camino me indicaron que debía trabajar primero, reunir dinero, y luego salir a viajar por el mundo, para no pasar penurias.
Mi sueño empezó a gestarse en la universidad, justo después de leer Siddharta
de Hermann Hesse, que hizo germinar en mí el ansia de viajar y conocer el mundo. De esta forma, empecé por conocer mi país. Fui a las montañas, donde visité un imperio mágico de belleza y bondad; visité la sabana grande, un sitio muy especial, con una energía diferente. Luego recorrí las costas, encontrando ensenadas y recovecos unos más bonitos que otros, con playas vírgenes llenas de cocoteros, mar, arena y gente especial. El mar hace que la gente sea alegre, abierta, espontánea. Transmite su belleza al alma de las personas.
Un día decidí que quería explorar la selva. Llamé por teléfono a un hotel-campamento en el Amazonas, y pedí hablar con el gerente:
- Buenos días, le habla Pedro, estoy llamando desde la gran ciudad para ofrecerle mis servicios. Hablo inglés, y le puedo ayudar con los turistas, a cambio de casa y comida.
- Bueno está bien, vente el lunes.
Colgué el teléfono sorprendido del éxito de la llamada. Hice los arreglos durante el fin de semana, y el lunes estaba saliendo para el pueblo del puerto del Amazonas, a orillas del gran río. En cuanto se abrió la puerta del avión, respiré un aire cálido, diferente, virginal, tropical. No es que no viniera de una ciudad tropical, pero este aire era más tropical. La aventura estaba comenzando bien, porque me estaba esperando Miguel, supervisor general del hotel:
- Hola, qué tal, soy Miguel, el Sr. Gerente me dijo que te viniera a buscar.
- Hola, soy Pedro, gracias.
- Vamos a esperar unos turistas que vienen en el próximo vuelo, y luego nos vamos al campamento.
- Está bien.
Llegamos al campamento y Miguel me mostró el lugar donde me iba a alojar, una habitación doble con baño compartido:
- Esta es tu habitación. La vas a compartir con el Sr. Ezequiel, quien acaba de llegar al igual que tú para entrenarse como gerente del hotel. La cena es a las 7 pm. Te esperamos en el gran comedor a las 6 pm para que nos ayudes a preparar todo.
Conocí al Sr. Ezequiel un rato después. Un señor gordo, con cara de pocos amigos, supongo que no le simpatizaba tener competencia para su futuro cargo.
Cuando llegué al comedor y saludé a los empleados del lugar, todos me vieron con cara de extrañados. Definitivamente, el Sr. Gerente no le había avisado a nadie de mi llegada. Tuve que explicarme. Varios me vieron con recelo, como diciendo:
- Y éste, ¿qué hace aquí?
En todo caso, seguí adelante con mi papel de empleado a destajo del hotel. Conocí al ser más auténtico del lugar: Guzi, una nutria (perro de agua) que había sido adoptada como mascota del hotel. Entraba y salía cuando quería, todo el mundo lo saludaba, a veces se las daba de la gran cosa, pero lo más importante es que no le importaba lo que la gente pensara de él. Decidí que ese era un buen ejemplo a seguir, aunque en realidad nunca llegamos a ser buenos amigos. Ni siquiera amigos, simplemente porque a Guzi le daba igual ser amigo mío que no serlo.
Al ver esa noche la situación del hotel, pensé que no había llegado precisamente en el mejor momento, porque ese mismo día habían llegado como 60 personas, todos empleados de una gran transnacional europea, para una convención de 4 días. Por poco me quedo sin lugar donde dormir, porque el hotel estaba abarrotado. Pero, como las cosas tocan cuando tocan, por lo menos había una cama para mí.
Mi impresión de no llegar en el mejor momento se confirmó esa misma noche conversando con el Sr. Gerente:
- Hola Pedro, mucho gusto. Estás llegando en el peor momento ¿Viste cuánta gente ha llegado?
Yo no respondí nada, sólo puse la expresión de mi cara como diciendo: Sí, pero la semana pasada Ud. me dijo que viniera hoy
. Al ver que yo no respondía nada, y ver mis intenciones de no irme para otro lado, me dijo:
- Bueno, trata de ayudar en lo que puedas. Tenemos mucho trabajo.
Al día siguiente comenzó mi entrenamiento como guía turístico. Miguel me enseñó a llevar a los turistas al tobogán de la selva, una cascada muy hermosa como de 35 metros de largo en una suave empinada de roca que desemboca en un manantial. Era muy divertido, excepto cuando la gente se estrellaba contra la pared del lado derecho, porque se raspaban las piernas. El truco era no acercarse mucho a la pared, tratando de ir por el medio. Visitamos el mercado de los indios, mostrando las artesanías del lugar. Nos llevaron a la aldea india, donde los indios mostraban su forma de vivir, incluyendo la preparación del yopo en manos de el chamán (curandero) de la selva, quien agarraba unas semillas de yopo, las colocaba en una vasija de madera, las molía con mucha dedicación hasta transformarlas en polvo, y luego las inhalaba por la nariz. La ofreció a varios turistas, y solo 2 se atrevieron. Cuando le pregunté a uno de los indios por qué inhalaban yopo, sólo atinó a responder:
- Para andar ligerito…
Un tiempo después tuve la oportunidad de probarlo, y se siente de inmediato como un ligero mareo por poco más de 20 minutos. Luego, se vuelve a la normalidad.
También aprendí a llevar a los turistas a los rápidos del el gran río, una vista espectacular en donde el río se transforma en piedras amontonadas para romper el agua. La visita deja al turista pasmado ante las maravillas de la naturaleza. Otra visita era la de ir al país vecino, que se encontraba al cruzar el gran río en bote, donde los turistas compraban artículos de cuero a buenos precios. También los llevábamos a inmensos monolitos que se podían subir en caminatas de 10 – 15 min, para admirar el esplendor de la selva. Luego dábamos un paseo por el centro del pueblo, y finalmente de regreso al campamento. Aprendí a hacer todas actividades de forma independiente, lo cual no exigía mucho de mi intelecto, pero sí mucho tacto y capacidad de relacionarse con diversos tipos de personas.
Los días transcurrieron sin muchos sobresaltos, incluso de forma rutinaria, donde turistas llegaban y se iban del hotel-campamento. Hasta que llegó una oportunidad impensable e inusitada de conocer la profundidad de la selva. Llegaron 5 turistas españoles que querían hacer un viaje de varios días hasta el origen del gran río. La dificultad radicaba en que el campamento no contaba con una embarcación preparada para hacer la travesía de forma segura. José, uno de los guías turísticos le dijo al Sr. Gerente:
- Yo tengo una lancha en donde los podemos llevar. A buena tarifa y buen servicio.
Fueron a ver juntos la embarcación y el Sr. Gerente respondió:
- Esa lancha es perfecta para el paseo, pero pienso que el alquiler es caro. ¿Cuánto me cobras para hacer el paseo?
- No se preocupe que no le voy a cobrar caro.
Al poco rato llegaron a un arreglo. Mi oportunidad se presentó cuando el Sr. Gerente le comentó:
- Pero necesito un cocinero.
Ahí mismo salté yo ofreciendo mis servicios culinarios. Pensé para mis adentros que no debía ser muy complicado cocinar luego de haber pasado varios años de mi adolescencia lidiando con acampadas en los boy scouts
. Le planteé el menú que podíamos preparar, y los víveres que debíamos comprar. Debí haber sonado muy convincente porque el Sr. Gerente aceptó.
Al día siguiente estábamos en preparativos febriles para salir en la tarde. Se tramitaron los permisos de embarcación ante la Guardia Nacional, se compraron los víveres, organizamos la comida, compramos los chinchorros (hamacas) con sus respectivos mosquiteros para no morir devorados vivos por los mosquitos, abundantes por lo demás en la selva, buscamos la lancha, y a la 1 pm estábamos listos para partir.
Al montarme en la lancha, vi una calcomanía pegada en el vidrio que decía: El sol sale para todos
. Le pregunté a José por qué tenía esa calcomanía allí: Porque me parece una frase muy bonita
.
La primera parada fue en el puesto de la Guardia Nacional, donde los oficiales revisaron los documentos para transitar por el gran río, requisición necesaria debido a la frontera con el país vecino. Hicieron las preguntas de rigor y nos dejaron continuar camino al cabo de unos minutos.
La majestuosidad de la selva empezó a mostrarse cuando vimos desde lejos la montaña del hueco en el medio, erigiéndose en medio de la jungla. Representa un lugar sagrado para los indios. Ha sido escalado por el hombre moderno. Incluso una vez un piloto se atrevió a pasar por el medio del hueco montado en una avioneta.
El objetivo de los turistas era llegar al origen del gran río, lo cual contrastaba un poco con la posibilidad de aprovechar lo que la selva podía brindarte, de la cual nuestro guía José conocía bastante. En todo caso, seguimos adelante, y decidimos acampar a las 5 pm luego de todo un día de travesía continua por el gran río.
Hasta ahora la comida estaba bien, porque la gente se la comía con gusto, sin quejas. Quizás había mucha hambre, quién sabe, pero hasta ahora nadie ha dicho nada.
José nos sorprendió al día siguiente con un desayuno muy particular: pirañas fritas. Se había levantado muy temprano para pescar, y había cogido suficientes pirañas para todos.
- Buenos días, ahí les preparé pirañas fritas – dijo José.
- ¡Excelente! – dijo uno.
- ¡Qué interesante! – dijo otra.
- ¡A comer! – dijimos todos, yo por supuesto tenía que comer de último.
El único detalle con las pirañas es que tienen muchas espinas, por lo cual se hace necesario picar pedazos pequeños, e ir sacando las espinas de la boca a medida que se van ingiriendo. Todos comieron hasta saciarse. Sobraron algunas pirañas, a lo cual José ripostó:
- Ah, pero me hubieran dicho que no se las iban a comer todas y no pesco tantas pirañas.
En la tarde nos desviamos del gran río hacia un afluente. En ese momento me enteré que el gran río no era marrón o turbio río arriba, sino que era negro, pero se enturbiaba gracias a este afluente que venía del oeste. Nos detuvimos en unas rocas en forma de ensenada, que nos permitió disfrutar de un baño balsámico.
- Aquí ¿Hay muchos animales? – le preguntó Magda a José
- Sí, muchos.
- ¿Podremos ver algunos?
- Vamos a ver si podemos ver una tonina (delfín de río).
Enseguida comenzó a golpear el agua con el machete. Parece que este sonido es desagradable para las toninas y las hace salir a la superficie. Algunos minutos más tarde salió una tonina, hizo un ruido fuerte de respiración y enseguida se volvió a hundir.
- Les agradezco que se mantengan cerca de la orilla, hay muchos peces y no son todos amigables – comentó José.
Nadie preguntó qué tipo de pez había, pero todo el mundo se mantuvo fiel a la recomendación.
Esa noche, cuando me aprestaba a preparar la cena, se acercó Leticia:
- Oye, nosotros queremos preparar la cena. Tenemos pensado hacer tortilla española.
No sé si lo estaban haciendo porque mi comida era muy mala, o simplemente porque estaban extrañando la comida de su país. En todo caso, ni pregunté:
- No hay problema, sólo díganme en qué puedo ayudar.
Demás está decir que la comida estuvo deliciosa. Pasamos un rato agradable entre preparando la cena y echando cuentos de la ciudad.
Al día siguiente llegamos al pueblo del río negro, después de varias horas de viaje. Resulta sorprendente encontrar un poblado de 1.200 personas en un sitio tan remoto. Apenas pude percibir la existencia de 2 vehículos, que deben permitir recorrer todo el lugar en 2 minutos. El principal medio de locomoción son las embarcaciones de pequeño calado, máximo para 10 personas, que permiten trasladarse de un lugar a otro a través del río. Nos bajamos a tomarnos algo para refrescarnos.
- No creo que lleguemos al origen del gran río, queda muy lejos y tengo entendido que Uds. no tienen tanto tiempo disponible. Necesitaríamos al menos 5 días más de viaje, para ir y regresar – comentó José.
La cara de desilusión se apoderó del grupo.
- Pero, y entonces ¿qué podemos hacer? – preguntó Manuel, uno de los turistas.
- Podemos tomarlo con calma, ir parando en diversos parajes bonitos e interesantes para Uds. Lo disfrutarían más, en lugar de estar navegando todo el día para llegar a lo alto del río.
- A mí me parece buena idea. No sé qué pensáis vosotros – Manuel dirigiéndose al resto del grupo.
- Puede ser, pero me pregunto: ¿Por qué no decidimos esto desde un principio? – preguntó Magda.
- Porque Uds. dijeron que querían llegar a lo alto del río- replicó José.
Hubo una especie de separación espontánea del grupo de turistas, en donde empezaron a deliberar. Finalmente se acercó Manuel:
- De acuerdo, hagamos lo que podamos hacer, ya que nosotros tenemos un vuelo para abordar de regreso a nuestro país en 3 días.
La decisión fue buena, porque a partir de ese momento el grupo se relajó y empezó a disfrutar de la aventura en la selva. Nos detuvimos en una misión a orillas del río, con un cura y una población de alrededor de 30 personas, todos de la etnia yanomami. Vimos a las mujeres preparando pan de yuca, extendido en un círculo de 1 metro de largo, preparándolo para ponerlo a tostar. Echamos un vistazo a su choza, donde tenían varias camas y chinchorros. Tenían una pequeña enfermería atendida por un doctor en misión rural que venía cada 15 días para atender a sus pobladores. También nos detuvimos en una estación científica, con un equipo integrado por investigadores de la universidad de la gran ciudad, quienes se turnaban en grupos de a 2 por varios meses para realizar estudios sobre especies tropicales. De esta forma fuimos regresando al puerto del río haciendo paradas en el camino.
Llegamos de regreso al campamento al atardecer del 5to día. Los turistas se despidieron de nosotros como viejos amigos. José llegó un poco desencantado del paseo, quizás hubiera querido hacer más cosas. Nos despedimos al día siguiente, y yo volví a mis actividades rutinarias: llevar a los turistas a los diferentes lugares, atender a la gente, ayudar en el comedor y la cocina.
Un día llevé a unos turistas a una tienda de artesanía diferente a la usual, porque estos querían ver más cosas. La tienda se encontraba un poco apartada del centro de la ciudad, pero alguien me la había recomendado por la diversidad de artesanías que se podían adquirir. El dueño de la tienda se mostró algo sorprendido ante la visita, quizás porque nunca me había visto antes. Les ofreció múltiples artesanías a los visitantes. Antes de salir me llamó aparte y me dio una buena propina por haberlos llevado.
- Toma, para que regreses – extendiendo el billete.
- Gracias – completamente sorprendido, pues simplemente estaba haciendo mi trabajo. No esperaba una recompensa adicional por ello.
Al salir me quedé reflexionando al respecto:
- Ah, así funcionan las cosas – pensé para mis adentros – De esta manera garantiza un flujo constante de turistas para su tienda.
Nadie me había comentado esto anteriormente, ni me habían hablado de esta tienda.
Un día vi a la nutria Guzi salir corriendo de la cocina con un pollo entero congelado asido por la boca, con expresión de haber logrado su misión del día. Nadie se atrevió a