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Luis Torres
A product of East Los Angeles, Luís Torres is a veteran journalist, writer and filmmaker. He recently retired after nearly thirty years as a reporter for KNX Radio, the CBS station in Los Angeles. He has received a number of awards for excellence in broadcast journalism, including the prestigious Peabody Award, the duPont-Columbia Award and the Edward R. Murrow Award. He holds a master of science degree in journalism from the Columbia University Graduate School of Journalism in New York City and a bachelor of arts degree in political science from the University of California, Santa Barbara. He lives in Pasadena, California. This is his first book.
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Ricardo El Mago - Luis Torres
Copyright © 2013 por Luis Torres.
Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.: 2012924101
ISBN: Tapa Dura 978-1-4633-4674-4
Tapa Blanda 978-1-4633-4676-8
Libro Electrónico 978-1-4633-4675-1
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.
Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación del autor o son usados de manera ficticia, y cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, acontecimientos, o lugares es pura coincidencia.
El autor está disponible para conferencias o talleres.
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Dedicatoria
Dedico este libro a mi amada familia, que siempre me apoya en todos mis planes, a Ricardo un niño de siete años quien fue el que me inspiró a escribirlo. Dedico este libro a todos mis alumnos y ex alumnos, nunca dejen de soñar, y luchar para realizar sus sueños.
Y agradezco a mi Dios quien me lo ha dado todo. Gracias a las personas que siempre me han apoyado y motivado a seguir hacia delante, no menciono sus nombres porque son muchas y podría olvidar a algunos.
Gracias a un gran amigo de la infancia Miguel Fonseca.
Nota del Autor
La carta de Andrea
Marcos 9:42 Cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeñitos que creen en mí, mejor le fuera si se le atase una piedra de molino al cuello, y se le arrojase en el mar.
En el país prometía ser la mejor temporada navideña, en todos los lugares ya se podían ver adornos que las personas colocaban con mucho entuciasmo. Las luces titilaban anunciando la alegría que imperaba en los corazones de las personas. Las guilnardas colgaban de los tejados en los hogares.
Los niños jugaban en la nieve, haciendo los acostumbrados muñecos que tanto les divertían. En fin, sería la mejor temporada en muchos años.
En la escuela todo era espectativa ese día, cada niño escribiría la carta que la maestra enviaría a Santa Claus al Polo Norte. En ese salón se encontraba Andrea, una niña de ocho años de edad, ella siempre pasaba desapecibida en la escuela. Nadie le prestaba atención, no tenía amiguitos, siempre estaba sola en algún rincón con alguna libreta escribiendo o dibujando. Verdaderamente Andrea era una niña muy hermosa, pero llevaba la marca de la tristeza en su mirada, siempre timida, no hablaba con nadie, ni aun cuando la maestra la enviaba a la pizarra.
Aunque Andrea era una niña muy hermosa, su apariencia no era la mejor, su vestimenta lucia a menudo avandonada, su calzado era el mismo de hace dos años, su peinado no era el mejor y nunca llevaba dinero para comprar en la merienda.
La maestra pensaba que el padre era un irresponsable, que si la madre estuviera viva no luciría ese aspecto.
Finalmente llegó el momento, cada niño recibió las instrucciones junto con un papel y lápiz. Los niños sonreían, estaban felices, por fin escibirían la carta a Santa Claus, los deseos que tanto habían anhelado durante todo el año por fin se harían realidad.
Andrea sin embargo estaba sumergida en su escritura, no sonreía, estaba serena y muy consentrada. Todos los niños entregaron sus cartas en el momento indicado por la maestra, Andrea tardó un poco más, su carta era extensa, al parecer estaba pidiendo un edificio lleno de juguetes.
Momentos después la maestra comenzó a preguntarle a los estudiantes ¿qué querían ser cuando fueran adultos? Unos decían; Policia, otros maestros o maestras, algunos bomeros, Andrea alsó la mano timidamente, todos estaban asombrados, aun la maestra. Cuando la maestra le concedió el turno, ella con voz tímida y serena dijo yo quiero ser doctora
el silencio que había en el salón se esfumó, todos comenzaron a reír, pues Andrea no era la estudiante más sobre saliente del salón. Como si las risas y burlas de sus compañeron no fueran suficientes, la maestra le dijo que si quería ser doctora tenía que esforzarse más y preocuparse más por las tareas escolares.
La maestra guardó las cartas y el la tarde entregó a cada padre la carta que su hijo había escrito, con excepción de la carta de Andrea. Su padre nunca había ido por la escuela, era un compreto desconocido en ella, así que la maestra guardó la carta de Andrea en su escritorio.
Finalmente el día más esperados por todos, el día más feliz de los niños, el 25 de diciembre; el día en que se supone que Santa Claus vicitaría cada hogar, el país se estremeció con una gran noticia. La programación en los canales de televisión se vio interrumpida y el país se detuvo.
Las personas veían cómo sacaban esposado aquel hombre de su hogar, había violado y acesinado a la niña que había adoptado para cuidarla y brindarle mejores oportunidades en la vida.
La maestra escuchaba la noticia aterrada, a la niña que hace unos días atrás había ofendido con sus palabras, ya no estaría más en su salón. Ya no ocuparía más aquel pupitre, ella ya no vería más aquellos ojos que siempre la miraban con tristeza y ternura. También la maestra recordó que todabía guardaba aquella carta que la niña había escrito, la había sacado de su escritorio y la había guardado en su cartera para deshacerce de ella.
Salió caminando con dificultad en busca de ella, caminaba como un borracho porque aquella noticia la había dejado casi sin facultades. La encontró y comenzó a leerla de inmediato.
Querido Dios
Muchos celebran en esta época la fiesta de navidad con mucha alegría, la maetra nos pidió que escribieramos una carta a Santa Claus, yo te escribo a ti porque mis padres me enseñaron que tu escuchas a los que amas. Mis padres me enseñaron muchas cosas que hay escritas en la biblia, como el amor y el perdón y que tú ayudas a las personas a realizar sus sueños. Como ya tu sabes mis padres murieron hace unos años, yo no he podido olvidar aquel accidente y las últimas palabras que me dijo mi madre antes de morir, Andrea se fuerte y valiente, ayuda a tu hermana, nos vemos pronto
, yo pensé que pronto la vería, pero ahora entiendo a lo que se refería mi madre cuando dijo esas palabras. Espero que llegue ese día cuando por fin estaremos todos juntos de nuevo.
Mientras tanto Señor quisiera pedirte un favor, tu sabes que mi hermana quedó en cama debido a ese accidente, yo quisiera que me ayudes a crecer y poder ser doctora para curar a mi hermanita, sabes que la amo mucho y es todo lo que me queda de mis padres. Ella necesita que le cambien algunas partes de su cuerpo para poder curarse, por favor Señor no dejes que se muera mi harmanita. Quiero también pedirte por mis compañeros de clase, ellos en ocaciones se ríen de mi, es que no saben las cosas que he vivido y porque prefiero quedarme sola en un rincón de la escuela, pero yo sé que pronto me quedarán y me aceptaran así como soy. También quiero pedirte por mi maestra es muy buena, en ocasiones me regaña y me grita, aunque no entiendo por qué, puede ser que mi forma de ser no le guste o que pasa muchos malos ratos con los demás estudiantes. Bendícela Señor es mi maestra favorita aunque no se lo he dicho. También quiero pedirte por el señor de la casa donde estoy viviendo ahora, como mis padres no tenían familiares nos enviaron a vivir en su hogar, quiero que lo perdones por las cosas que hace por las noches cuando entra a mi cuarto, son cosas que no me gustan y me hacen sentir muy mal. Yo lo perdono aunque es difícil hacerlo, me gustaría mucho que la maestra leyera esta carta y me ayudara, bueno Señor tengo que terminar la carta porque el tiempo se acabo y la maestra me está mirando serio y no quiero que se enoje conmigo.
Con amor Andrea
– Alto, en nombre del faraón. Deténganlo no lo dejen escapar.
Gritaba uno de los guardias del palacio del faraón, mientras perseguía a Ricardo. El jovencito corría desesperado por los pasillos del palacio sin saber en que dirección se encontraba la salida.
Aquel guardia lo perseguía con una enorme pica que por el brillo que manaba de ella se podía predecir lo afilada que se encontraba. El jovencito corría por uno de los pasillos, cuando se percató que otros dos guardias se acercaban por la parte del frente.
– Ya te tenemos, comentó uno de ellos.
Ricardo miró a su derecha y vio otro pasillo al que se desvió de inmediato. Los guardias continuaban corriendo tras él, cuando de repente todo el piso se desplomó.
Había caído en una especie de trampa, se encontraba en un cuarto muy oscuro, no podía ver absolutamente nada, sólo se escuchaba un extraño ruido. Se escuchaba un respirar seco, como si le faltara un poco de oxigeno a la persona o a lo que allí se encontraba.
Ricardo dio dos pasos hacía atrás, intentando detenerse debajo de una chispa de luz que se colaba por el orificio que se había formado en el piso debido a su caída.
Esta luz provenía del fuego de las antorchas que se encontraban colgadas en las paredes del palacio. Aquella persona o animal se acercaba cada vez más a Ricardo. Él así lo entendía porque podía sentir cada vez más cerca su respiración. Entre la oscuridad que allí había, Ricardo comenzó a distinguir una extraña sombra que se le acercaba.
Cuando por fin pudo identificarla gracias a la claridad, éste comenzó a gritar pidiendo ayuda.
– Auxilio, no me dejen morir por favor, soy apenas un niño. Juro que no entraré más aquí, pero por favor no me dejen morir,
gritaba desesperado Ricardo a los guardias del faraón que no paraban de reír. Estos lo miraban y le gritaban cosas en un idioma que él no lograba entender porque no era egipcio.
De entre aquella oscuridad había salido un gigantesco escorpión. Ricardo hizo todo lo posible por escaparse de sus garras pero fue en vano, el escorpión lo agarró con sus enormes garras y luego lo devoró. El jovencito desde su interior continuaba gritando, pero se calmó un poco al percatarse que aún continuaba con vida. Él comenzó a observar todo lo que le rodeaba maravillado, en el interior de aquel escorpión se encontraba un tesoro.
– Ricardo, Ricardo, – comenzó a escuchar una voz muy familiar que lo llamaba. Éste abrió sus ojos; se encontraba todo bañado en sudor.
– Mamá, nuevamente tuve esa pesadilla.