La presencia intencional en la asistencia sanitaria
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No obstante, lo que se pretende explicar y detallar en este libro es una nueva forma de relación de mayor intensidad que contribuye a la rehumanización de la asistencia sanitaria, basando dicho encuentro en el reconocimiento de personas dotadas de una dignidad ontológica y que establecen una relación de amistad y amor recíproca y satisfactoria.
Esto es la Presencia Intencional, concepto que viene a englobar las características que debe atesorar cualquier relación sanitaria para que sea humanamente aconsejable
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La presencia intencional en la asistencia sanitaria - Jesús Tomás Monge Moreno
SANITARIA
JESÚS TOMÁS MONGE MORENO
I. Introducción
Para que exista un encuentro real, pleno y satisfactorio entre dos personas, lo primero y fundamental que ha de producirse es una concienciación de lo que cada una de ellas tiene ante sí, esto es, a otra persona. Efectivamente, son dos personas que se encuentran, con sus ilusiones, anhelos, inquietudes, preocupaciones, sufrimientos, etc. En definitiva, con sus circunstancias y experiencias vivenciales que las van moldeando en el trascurso de la vida.
Ahora bien, ese encuentro puede verse truncado si cualquiera de las personas implicadas experimenta la realidad que tiene frente a sí desde su propio punto de vista y se queda ahí. Efectivamente, uno de los principales problemas de cualquier relación (aparte de no saber relacionarse, el problema de la comunicación, la aparición de ciertos sentimientos, como vergüenza o pavor por emprender un diálogo, etc.) surge cuando se pretende entender a la otra persona desde una perspectiva única, convirtiendo ese pensamiento y ese conocimiento en algo simple, sin tratar siquiera de ponerse en el lugar del otro ni intentar entender su vida y su posición frente a las cosas, llegando inevitablemente a relativizarlo absolutamente todo y, en consecuencia, quedándose en el conocimiento más superficial de la persona que tiene enfrente.
Si, de por sí, emprender una relación ya se muestra así de intrincado, en las profesiones sanitarias las cuestiones relacionadas con el encuentro entre el agente sanitario y el paciente (y, probablemente también, su familia) tiene mayor complejidad. Y es que es importante advertir que cualquier persona que acude a un hospital, a un centro de salud, a una residencia, etc. lo hace de manera forzada por la situación y las circunstancias, esto es, porque no queda más remedio. Por tanto, el encuentro entre el profesional sanitario y la persona enferma (y posiblemente también su familia) se realizará de manera obligada, casi «impuesta» por la situación de enfermedad, de incapacidad, de vulnerabilidad, de duelo, etc. Dicho encuentro, se producirá entre personas posiblemente desconocidas, diferentes entre sí (por la edad, el sexo, la cultura, la espiritualidad, etc.), en un ambiente desconocido (en un hospital, en un centro de salud, en una residencia, etc.), y cuyas circunstancias las obliga a entenderse, una para prevenir la enfermedad, para salvar la vida o para paliar la dolencia, y la otra para desempeñar óptimamente su trabajo y así realizarse como profesional.
A su vez, es imprescindible señalar que existen numerosos factores que deshumanizan las profesiones sanitarias, impidiendo que se dé con satisfacción una relación verdaderamente humanizadora y reconfortante con el sujeto doliente. Entre ellas, cabe destacar la falta de aprendizaje y de práctica en habilidades de comunicación; el auge de los valores del progreso científico, la eficiencia y la competitividad; la dinámica asistencial y la orientación predominantemente biologicista, que sitúa los aspectos humanos de la profesión en un segundo plano; la propia hospitalización, los factores organizativos y estructurales, etc.
Dicho esto, todo hace indicar que cualquier relación que se dé entre el profesional sanitario (y el equipo asistencial) y el paciente (y su familia) está abocada de antemano al fracaso. Sin embargo, ¡esto no es así! Para solucionar la evidente deshumanización en las relaciones sanitarias y buscar así un impulso lo suficientemente potente que contribuya a la rehumanización de las mismas se propone la Presencia Intencional. Ésta consiste en una forma de relación que se da entre el profesional sanitario (y equipo asistencial) y el paciente (y su familia) en cuyo encuentro se reconocen mutuamente en dignidad, buscando alcanzar conjuntamente el bien propio y el ajeno.
Después de lo expuesto anteriormente, lo que se pretende conseguir con este libro es, en primer lugar, repensar el concepto de Presencia Intencional desde sus orígenes, esto es, desde la persona y su dignidad. Acto seguido, se profundizará en todo lo referente a la enfermedad, la vulnerabilidad y el duelo como realidades con las cuales tanto el profesional sanitario como el paciente tienen que lidiar diariamente y donde la Presencia Intencional está fuertemente implicada. Precisamente, desde esa implicación, se construirá dicho concepto, desde un corte personalista. Seguidamente, se abordarán los elementos constituyentes de la persona que intervienen, de modo significativo, para que tenga lugar esta forma específica de relación (por ejemplo, en la corporalidad, las manos, la mirada, etc., son fundamentales para mostrar proximidad, calidez en el trato, etc.; en el lenguaje, los gestos, la utilización de las palabras adecuadas, etc. ayudan a romper el hielo al inicio de una relación, a consolar, a reconfortar, etc.). También se indagará en aquellos aspectos que deshumanizan la profesión sanitaria y se estudiará si la implantación de la Presencia Intencional puede ayudar a rehumanizarla. Finalmente, se expondrán las conclusiones.
II. Acercarse al semejante
En el ámbito sanitario, se observa como cualquier profesional asistencial desempeña sus funciones, toma las decisiones pertinentes y lleva a cabo las actuaciones correspondientes para prevenir una dolencia, curar una enfermedad o buscar el confort necesario en el desenlace final de la vida del paciente, acompañándole en todo momento en su proceso de salud-enfermedad. Ahora bien, se atisba que el modo de desempeñar la profesión asistencial dependerá sobremanera de la concepción que se tenga de los conceptos de persona y dignidad.
Dicho esto, cabe señalar que este capítulo no pretende abordar en profundidad dichos conceptos ya que acometerlos en ese sentido excede del objetivo principal de este libro. Con este apartado se intenta, simplemente, describir los conceptos de persona y dignidad humana que se han tomado como base a la hora de elaborar este escrito. Se ha considerado abordar en un apartado específico el significado de estos términos ya que están en la raíz de la Presencia Intencional y ésta se verá altamente condicionada según el significado que se les otorgue.
1. ¿Qué se entiende por persona?
Las preguntas entorno a la persona abren un mundo entero de reflexiones. La primera de ellas es acerca del significado mismo del concepto¹. En la experiencia cotidiana y en el lenguaje ordinario se vislumbran diferentes manifestaciones que esbozan el término persona². Jurídicamente, se entiende como alguien que es sujeto de deberes y derechos³. También se atisba como alguien que es capaz de expresar y actuar y, por tanto, de participar en la sociedad, capaz de responder a la interpelación, etc. Además, se concibe como alguien que tiene dignidad y no precio, que es fin en sí mismo y nunca sólo medio⁴. En definitiva, la sociedad le confiere a dicho concepto diversidad de significados. Sin embargo, cabe resaltar que, en este libro, el concepto de persona⁵ parte de una concepción personalista⁶, considerando a ésta como un ser moral, capaz de relacionarse, libre, abierta al amor, trascendente, social, comunitaria y con un valor⁷ en sí mismo inconmensurable.
Dicho esto, es importante ahora señalar los aspectos del concepto persona más significativos⁸:
a) Individualidad. La persona es un individuo, indiviso en sí y dividido de cualquier otro. Como individuo pertenece a una determinada especie, con la que comparte sus capacidades genéricas, y cuyos predicados materiales, psicológicos y espirituales lo diferencian. Es, en definitiva, una unidad o individualidad corporal y psíquica, moral y jurídica que se da en la persona misma, no es una construcción exterior. Por tanto, su centro (su ser sí-mismo) le permite destacarse y separarse de cuanto no es⁹.
b) Inmediatez. En la individualidad va implícito el hecho de que el ser humano por el sólo hecho de ser tal es persona. A eso hace referencia la inmediatez. No es necesario tener que acreditar capacidades ni rendimientos ya que la acreditación de capacidades se requiere para roles o funciones, pero no para ser considerado persona¹⁰.
c) Yo. El yo es el principio unificador, de modo que los actos¹¹ de la persona no son aislados, sino que forman una trayectoria, una biografía, una historia.
d) Interioridad. Designa ser uno mismo¹², en persona. La sensibilidad, los afectos y sentimientos, la conciencia de sí, etc. conforman lo propio y específico de cada individuo humano, su mundo interior, íntimo, distinto de cualquier otro hombre o mujer. Es de donde surgen los actos plurales de la vida.
e) Singularidad. La interioridad que caracteriza a cada persona hace de todo individuo humano un ser singular, único e irrepetible. Ésta no puede ser sustituida o representada por nada ni por nadie. «Una persona no puede ser sustituida por algo equivalente»¹³. En esto, la dignidad¹⁴ tiene mucho que decir.
f) Alteridad y relación. La alteridad hace posible que un individuo sea capaz de ponerse en el lugar del otro, lo cual posibilita que pueda establecer relaciones basadas en el diálogo, en la asunción de las diferencias existentes y, también, en el afecto y en el amor¹⁵.
g) Hombre y mujer. Por último, es importante advertir que no existen personas en abstracto, existen personas masculinas y personas femeninas¹⁶. Con esta matización no se pretende señalar que el hombre y la mujer sean «dos seres completamente distintos; son esencialmente iguales, pero el modo específico en que se constituye su ser personal, siendo igual en los niveles más radicales, es distinto en sus manifestaciones concretas»¹⁷. La corporalidad, la psicología, la sensibilidad, la inteligencia y la afectividad se expresan de manera diferente en el hombre y la mujer, enriqueciendo así el mundo del ser personal.
Los aspectos característicos que se acaban de matizar vislumbran a la persona como una realidad absoluta¹⁸. En este sentido, es importante resaltar que cada individuo debe ser reconocido y respetado como persona concreta, con identidad propia y diferente de los demás seres, nacido de su biografía, de su situación, de su cultura y del ejercicio de su libertad. «Ser persona no es una propiedad añadida al modo de ser humano, sino la realidad misma del ser humano, su existencia concreta. Ello conlleva, en el trato, una exigencia de respeto y consideración que no puede ser equiparada a la que se otorga a otros seres u objetos»¹⁹.
En esa legítima exigencia de reconocimiento, consideración y respeto hacia la persona como realidad absoluta, se vislumbra la dimensión ética²⁰. Ésta consiste en la capacidad que el ser humano tiene para diferenciar entre lo que hace y lo que debería hacer y, por ello, es capaz de valorar los actos como justos o injustos, buenos o malos, honestos o deshonestos, etc., afectando toda decisión moral a la persona en su conjunto²¹. Por ello, son tan importante los valores en el modelo ético personalista ya que, a partir de éstos, cada persona establece su propia relación entre el querer (libertad) y el deber (responsabilidad).
2. Acerca de la dignidad humana
Hacer referencia a la dignidad humana supone abordar un tema sumamente complejo que además ha sido abundantemente tratado. De hecho, así lo muestra la cuantiosa bibliografía²². A todo ello, se añade que el término dignidad posee múltiples significados²³, y es que designa una realidad muy rica, que puede contemplarse desde diversos puntos de vista. No obstante, entre las diferentes acepciones, sin duda, cabe considerar para el objeto de este libro, el de la dignidad entendida como principio ético-personalista.
Así pues, con el término dignidad²⁴ se designa fundamentalmente una cierta «preeminencia o excelencia (…) por la cual algo resalta entre otros seres por razón del valor que le es exclusivo o propio»²⁵. En este sentido, cabe señalar que la persona está revestida de una especial dignidad gracias a la cual sobresale o destaca sobre el resto de la creación, de tal modo que «cada hombre posee un valor insustituible e inalienable»²⁶. En realidad, la apelación a la dignidad humana remite a un presupuesto esencial, esto es, al valor que todo ser humano tiene en sí mismo con independencia de cualquier otro factor, lo cual le hace merecedor de un respeto incondicionado²⁷. Y es que «sólo la persona es digna en sentido radical»²⁸. «Aquello que tiene precio puede ser sustituido por algo equivalente; en cambio, lo que se halla por encima de todo precio y, por tanto, no admite nada equivalente, eso tiene una dignidad»²⁹. Dicho esto, cabe destacar³⁰ que:
a) «La dignidad de la persona es una perfección intrínseca y constitutiva». Toda persona es digna por el simple hecho de ser persona, aunque carezca³¹ de algunas cualidades físicas o psíquicas (por ejemplo, cualquier tipo de discapacidad o minusvalía, enfermedades que afectan a la alteración de la conciencia, etc.).
b) «La dignidad hace que la persona