Cávilas
Por Reynier Piñeiro
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Reynier Piñeiro
Reynier Piñeiro (La Habana, 1984). Maestro en Estudios de Asia y África por el Colegio de México y licenciado en Historia del Arte por la Universidad de La Habana. Ha ejercido como profesor de Historia del Arte y temas de cultura islámica en instituciones académicas como la Universidad de La Habana, la Universidad Anáhuac y el Centro de Cultura Casa Lamm. Graduado del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso en el año 2009 e integrante del grupo Ciruelos Índigos, que recibiera el Premio de Poesía de la Revista Upsalón en su primera edición (2008), por el cuaderno Alud. En la actualidad reside en la Ciudad de México.
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Cávilas - Reynier Piñeiro
inocente
Cávilas infanticidas
¿Dónde está el joven floreciente
que debí haber sido,
el Chridaman y el Nanda
espléndidos,
la promesa del loto
que se abriera a la luz?
Luché contra el cieno
pero he florecido en la noche.
Foscatrémula
Poco a poco la inocencia,
estúpida y absurda se alela,
al fin dragada:
realidades reemplazan todo.
Desplegad la alfombra por entero
,
resuena en la voz de los mancebos
que pesan sus racimos,
en lo adelante insomnes,
asaltados por el insaciable,
el deseoso.
Rosetones erectos me invitan:
abismos donde desfallecer,
donde gotear.
Los pezones inflaman su terciopelo oscuro,
se anillan.
Ingreso a las espirales del neolítico.
Las palabras carnales acaban por abrir su cachemira.
Bordes romos de osezno,
escaleras que conducen justo a casa de Dios.
En septiembre
las epifanías me extasiaban:
sobre el algodón fluían ríos de azogue,
cúpulas doradonaranja simulando un doble,
Laotra,
agorera ciudad.
Alguna vez vi asomarse
la barba de Dios,
copiosa de mago,
su cabeza alzada por las golas
mirarnos con azoro.
Proximidad de Dios
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migajas de septiembre.
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los perfiles de su hígado
entre mis ojos
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Oda en Paestum
Y el aroma iba al cielo, enroscándose en torno del humo.
Ilíada
La cabellera castaña recortada,
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Habrá chispas que rajarán la quietud,
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Contra el bronce hirviente,
mezclados con ciertas hojas,
―retorcimiento―
despedirán aromas...
La cabellera, por un instante, quedará suspendida en la