Marcos, amador de la belleza
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Marcos, amador de la belleza - Alberto Nin Frías
Marcos, amador de la belleza
Copyright © 1920, 2021 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726642469
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
www.sagaegmont.com
Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com
Esta Casa Editorial obtuvo Diploma de Honor y Medalla de Oro en la Expsición Regional de Valencia de 1909 & Gran Premio de Honor en la Internacional de Buenos Aires de 1910.
PRÓLOGO
"Dakuóen guelasasa,, (
¹ )
Quien más sabe de gloria sabe más sentir de pena.
F . De herrera.
El más puro padecer trae y acarrea el más puro entender...
Navarro ledesma.
Dakuóen guelasasa, palabras sublimes que el divino Homero pone en boca de Andrómaca ante el susto de su hijito Astianax, sorprendido por la deslumbrante presencia de su guerrero padre, son las que me vienen en mente al prolongar este ensueño de la dorada mocedad en flor.
Antes de pasar de lo real á lo imaginario, dos palabras, caro lector.
Vivía Sordello Andrea, griego de origen, inglés de crianza, en un país sin ideales, donde la gente existía vegetando, lo más fuera posible del trato de gentes.
Haec est hora vestra et potestas tenebrarum (Esta es vuestra hora de tinieblas), díjole su alado espíritu. Vedábanle la acción fecunda encumbradas personas parleras que todo lo disponían á gusto de su envidia, infatuación é ignorancia supina. Aunque animoso, viril y robusto, sólo le quedaba un recurso: el ensueño. Esta obra fué su sueño. Aprendió por ella á ver las cosas desde lo alto.
A thing of beauty is a joy for ever.
Its loveliness increases; it will never
Pass into nothingness.
Grande sólo por la mente y poderoso por el amor á la belleza, todo en Sordello quería ser anchuroso y amplio. Rebelóse el artista contra la servidumbre, y tuvo en el dolor su cuarto de hora de gloria pura y santa.
Comprendió lo que los helenos entendían por la pureza de la línea y de la forma. Saber buscó entusiasmado el helenismo que el Renacimiento resucitó. Sintióse frente á esas dos sublimidades cual Benjamín Haydn, cuando recién fueron descubiertos los mármoles de Elgin.
Rodeóse de influencias griegas y renacientes por el puro deseo de vivir más y mejor.
Luego se puso á meditar para él y los que aun conservan en el corazón nobleza de raza.
Por este ideal vivió ufano en medio del rigor y pudo alentar, aun en el yermo espiritual, su anhelo de libertad personal, de paz, de hogar, de amistad, de amor, que es el afecto de Dios.
Su vida aparecíasele, entre un círculo de insidias y suspicacias, cual la de aquellos mancebos en la flor deslumbrante de su juventud, hijos de poderosos reyes sojuzgados por el águila romana. Condenados á galeras, semidesnudos sobre el banco de forzados, aun mantenían tersa la frente, altivos los ojos y el continente bello de guerrera estirpe. Al remar sobre las aguas tranquilas, al resplandor de una noche de luna, podían olvidar su amargura mirando serenamente el infinito luminoso y creerse aún grandes. Á gusto podían soñar en los opimos frutos que su poderosa juventud podía asir tan fácilmente. Pero... el camino es eterno; efímero, sombra evanescente, el viandante. La inmensidad oscilante los conciliaba con sus verdugos. Pobres hombres eran ellos, que en la violencia de su vacuidad intelectual y afectiva no sabían lo que hacían. Despreciaban á quienes mejor podían servirles, ya con noble fidelidad de amigo ó la luz de su cerebro.
Ninguna envidia, pesar alguno remontaban al deshecho corazón de la gran alma en pena en aquellas noches de embeleso lunar.
Las estrellas bailarían siempre así divinas. Babilonia, Nínive, Grecia, Roma, eso era lo irreal fundamentalmente, lo que no existía; la eternidad sólo era lo real, lo inconmovible.
Á pesar de lo enseñado en los palacios de mármol, cabe las telas flordelisadas, las copas escultas, las almas desenvueltas y de la sugestiva helenización, hallo que el héroe Marcos sólo era el mismo Sordello, bajo el disfraz de un mortal fascinador. Un ser grande es de toda edad...
Á quien belleza y amor han moldeado,
vive para siempre, para siempre.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Á todos los amantes de la belleza y el pensamiento sereno, como lenitivo de la incultura ambiente, recomiendo este libro del alma hermosa...
Alberto Nin Frías.
Relación de Marcos, amador de la belleza,, con
Sordello Andrea,,
II
LA ADOLESCENCIA
Nur wer der Sehnsucht kennt,
Weiss was ich leide!
Klein und abgetrennt von aller Freude
Seh ich aus Firmament
Nach jener Seite
Ach! der mich liebt und kennt,
Ist in der Weite
Es schwindelt mir, es brennt
Mein Eigerweide
Nur wer dee Sehnsucht kennt
Weiss wass ich leide.
Kennst du das Land, wo die Zitronnen blühn,
Im dunkeln Laub die Goldorangen glühn,
Ein sanfter Wind von blauen Himmel weht,
Die Myrte still und hoch der Lorbeer steht?
Kennst du es wohl? Dahin!
Dahin! möchte ich mit der, o mein Gehebter, ziehn
Kennst du das Haus? auf
Saüler ruht sein Dach
Es glünzt der saal, es schimmert das Gemach
Und Marmorbilder stehn und sehen mich an;
Was hat man dir, du armes Kind getan?
Kennst du es wohl? Dahin!
Dahin! möchte ich mit, dir, o
Mein Beschützer, ziehn
Kennst du den Berg und seiner Wolkensteg?
Das Maultier sucht im Nebel seinen Weg,
In Höhlen wohnt der Drachen alte Brut
Es sturzt der Fels und über ihn die Flut:
Kennst du ihn wohl? Dahin!
Dahin geht unser Weg, o Vater, lass uns ziehn!
Goethe. —Lied de Mignon.
INTRODUCCIÓN
El viaje á Italia fué un momento decisivo en el desarrollo de Sordello Andrea: egresó del círculo encantador, mas limitado, del hogar. Su pequeña alma, sin despojarse de candor é inocencia, conoció la sensación de alegría desbordante que se apoderó de los diez mil ante el mar: ¡Halata! ¡Halata!
Finalmente el joven contemplaba su patria definitiva, porque donde es mayor el número de cosas bellas, allí sólo puede estar tranquilo nuestro corazón. En Italia, por la cual suspira todo verdadero artista, como la Mignon de Goethe, renació el alma de Sordello, despertósele el sentido literario. Su alma, blanca y pura, recibió—sugerido por el cielo de Nápoles, las ruinas de Pompeya, el Vaticano, Florencia, Roma, Venecia, para reducir á nombres tanto deslumbramiento—la impresión más profunda de su vida. Á ello debe, años después, el haber reunido en un solo haz el amor al Cristo de Leonardo y al Apolo de Bellvedere.
El tiempo, en su vuelo incesante, transmuta glorias de antaño en sueños de arte.
Italia proclamaba para Sordello el goce del vivir dignificado por el arte y la energía. Quiso reunir sus impresiones dispersas sobre la península eterna, impresiones nacidas en una época inmaculada, entre todas sinceras, y escribió Marcos, Amador De La Belleza. Es la fruición de su apasionamiento por Florencia, cuya grandeza no cesaba de ponderar. Y había en ello, por así decirlo, la nota ancestral, el eco lejano de su raza, que pretendía, no sin razón, haber emigrado á Atenas, en los tiempos que Pisa y Amalfi eran las reinas del mar Mediterráneo.
Cuando un Marcos nace, el mundo hospeda al superhombre.
Precedo, pues, la adolescencia pensativa de Sordello —el diario íntimo del viaje clásico con sus ingenuos balbuceos, su admiración serena, pero profunda—con esta novela corta. Preludio alguno podrá ajustar mejor nuestro psique á las más puras melodías de un artista que amanece.
Durante un día sereno, sentado yo en la pendiente rápida de una colina boscosa, mi espíritu se confundió con toda la belleza del árbol, cielo y aire puro. No sé por qué coincidencia reposó mi pensamiento en Florencia, y como sueño de una época gloriosa, vi desarrollarse las escenas de este cuento. Ha sido la última excursión al país de los ensueños infantiles, cuando amaba revivir la historia. Era entonces tan ardiente y plástica la imaginación, que los pájaros del aire, los peces del mar, los hombres de las cavernas y los camaradas de las villas, las reinas, princesas, hadas y gnomos, hacían cortejo al vuelo de mi espíritu. Mis armas no conocían la derrota; poseía el casco de la invisibilidad, las botas de siete leguas, la llave abridora de todas las puertas y la varita que transforma todo en oro. Era feliz: el invencible, el conquistador y mi reino, la infancia que ya jamás volverá á alegrarme. Este cuento fué el último de mis ensueños.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
___________
DEDICATORIA
Un dolce amaro, un si e no mi muove.
Á Vagn halfdan le Normand Simesen
dedico este libro del alma hermosa,Marcos , Amador De La Belleza , como homenaje á un afecto que tantas cosas hondas y bellas hizo decir á los más insignes intérpretes del humano Renacer. Me refiero á la amistad entre seres fascinantes y hombres de una vasta mente. Majadero sería citar á Shakespeare y el joven de principesco vivir á quien dirige su joyel de sonetos; recordar al cumplido caballero de la corte de Isabel de Inglaterra sir Philip Sydney fuera baladi; evocar á Leonardo da Vinci y sus discípulos adorantes, todos posesos de alguna condición física atrayente, ó pasar por algunos poemitas del diván persa de Goethe á Johann Joaehim Winckelmann, para quien la amistad inspiradora fué uno de los más poderosos motivos que hizo viviente su helenismo.
Tras toda cosa exquisita hay algo trágico.
Alberto nin frías.
MARCOS, AMADOR DE LA BELLEZA
I
FIÉSOLE
El sol se levantaba sublimemente sobre la ciudad dormida. Florencia, la capital del pensamiento y del amor á lo bello, se deshacía del velo que ocultaba sus encantos como una joven desposada. Aun yacía en la semiobscuridad la grandeza de los palacios y la esbeltez de los campanarios. Por momentos se iluminaba la cúpula de Brunelleschi y el campanario de Santa Cruz erguíase complacido á los tibios rayos del sol naciente.
En el palacio Pitti reinaba el silencio augusto. El Arno corría terso y suave bajo el puente marmóreo de la Trinidad. En el de los mercaderes comenzaba el movimiento pintoresco del abastecimiento local.
En los jardines de ensueño la frescura matutina penetraba gozosa á desperezar los cipreses y los álamos. Los rosales y lirios glorificaban á la aurora en sus vestes húmedas.
La mañana se anunciaba por el tañir de la campana del monasterio de Fiésole, que dominaba el Arno. Entre olivos y castaños, con la vista hacia Florencia, Fiésole se presenta como uno de los sitios más bellos del mundo.
Los monjes del célebre retiro eran llamados á maitines. Por los largos claustros, que un Luca della Robbia había ornamentado de clásicas molduras y bajorrelieves inspirados, caminaban los frailes, con el príor á la cabeza, en dirección á la iglesia.
Entre ellos se destacaba un joven de diez y ocho años, de porte digno y proporcionado. Su belleza era extraordinaria, de aquellas que nos maravillan. Giorgione parecía haber dibujado sus ojos profundos y lucientes; Boticelli los abundantes cabellos áureos. La dulzura característica del peregrino de Fra Angélico brillaba en su rostro. El encanto radiante de la juventud le circundaba como un nimbo de luz. La mirada serenísima revelaba una mente en éxtasis. Parecía caminar de nuevo sobre el mundo, Narciso ensimismado de su propia perfección. Era Marcos, heredero al protectorado de Florencia. Pertenecía á una de las familias más renombradas de la época, tan célebre por su sagacidad refinada como por su amor á lo bello. La mórbida herencia se había detenido en este príncipe, cuya vida era tutelada por la contemplación de la belleza. Sucedía en su favor lo que observara Goethe cuando una familia se mantenía por largo tiempo: la Naturaleza acababa por producir un individuo que encerraba todas las cualidades de sus antepasados, uniendo y complementando todas las disposiciones hasta entonces latentes.
Sus padres habían muerto envenenados, se decía, víctimas de la envidia que les tenía el déspota reinante, su tío. Por un milagro había escapado de la misma suerte el apuesto adolescente. Fué recluído en el monasterio de Fiésole con el designio de que se hiciese monje. El perverso deseo del tirano no se cumplió: Marcos creció como heredero presunto al gobierno de Florencia. Era él uno de esos seres que con su presencia nos hacen olvidar el mundo y sus mezquinos intereses. Atraía y sugería grandes pensamientos. Á su lado se sabía lo que debía ser la paz divina. No se borraban sus enormes ojos abiertos á lo invisible.
Su prodigiosa personalidad vivía en la belleza.
Sobreponiéndose por una esmeradísima educación á las crudezas bárbaras, su intelecto habíase emancipado por completo. Pasaba por la Italia de Maquiavelo y César Borgia como un Samuel.
No en balde había crecido en el destierro cerca de sus dulces padres, en el silencio maravilloso de un castillo que se alzaba vecino al mar Tirreno.
Había visitado la Hélade y Tierra Santa con su padre, noble caballero y erudito. Corrían boatos extraños sobre la infancia del príncipe. Gustábale manejar valiosísimas telas para figurar á Salomón, César ó Heliogábalo, arquetipos del esplendor humano. Cuando niño, su mayor deleite consistía en dar representaciones teatrales con los pajes y nobles jóvenes de su séquito. Gran movimiento reinaba entonces en el castillo. Se bajaban tapetes, cuadros, armas, cotas de malla, sedas y