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La Venganza
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Libro electrónico124 páginas1 hora

La Venganza

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Un corazón anegado en odio, sería lo idéntico que un corazón exuberante de amor.
Ambas esencias son definitivamente perjudiciales a la evolución saludable del espíritu.
Es menester pues recurrir a la indiferencia como lenitivo eficaz para la armonía del alma.
El divino Prometeo, permanecía todo el tiempo insensible a los sonoros truenos de Zeus.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento14 ene 2021
ISBN9781506535890
La Venganza
Autor

Isidro Duarte Oteron

Nacido en Cruces, Cuba, el 2 de Enero de 1967. Actualmente reside en USA , y desconoce totalmente cual futuro le depara su destino.

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    La Venganza - Isidro Duarte Oteron

    Copyright © 2021 por Isidro Duarte Oteron.

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    Fecha de revisión: 14/01/2021

    Palibrio

    1663 Liberty Drive

    Suite 200

    Bloomington, IN 47403

    825091

    CONTENTS

    EXORDIO

    CAPITULO I

    CAPITULO II

    CAPITULO III

    CAPITULO IV

    CAPITULO V

    CAPITULO VI

    CAPITULO VII

    CAPITULO VIII

    CAPITULO IX

    GRECIA.

    3 000, a.e.

    EXORDIO

    ¡Oh, Helios, esplendoroso astro, agregio, y ovante cuerpo celestial que iluminas con radiante luz, esos intrincados vericuetos por donde circula la infeliz raza humana! Si de veras es cierto lo que dicen los eruditos en la materia, de que solo tu’ posees el vigor de obligar a los 9 planetas conocidos hasta ahora, girar a tu alrededor por tiempo indefinido, y que nadie mas que tu’, y solo tu’, puedes hacer eso, y algo mas que nosotros no sabemos; ¿por que’ pues te ocultas 12 horas al día, permitiendo que la delictuosa oscuridad se apodere de la tierra por otras 12 horas mas, y coadyuves intencionalmente a perpetrar el crimen que ella desarrolla?

    Todo ser nocturno es rapaz y sanguinario. Eso tu’ lo sabes. Es tu propia desidia deliberante la que tolera este tributo infando a los criminales solapados. Tu premeditada incuria facilito’ a que un nefasto día, aquel maldito caballo de combustible palo, entrara especioso en la plaza de Troya, y produjera una catastrofe universal que todavía hoy inconsolablemente recordamos.

    Todo estaba oscuro, y en hermetico silencio en aquel palacio real de Priamo, algunas antorchas a manera de crepúsculo, proyectaban cierta luz opaca y artificiosa viable para cometer el pecado mortal. No hubo piedad para perpetrar tal execrable latrocinio.

    Todos los hombres fueron pasados a cuchillo, los niños arrojados de las almenas del acicalado palacio al suelo rocoso, y polvoriento, las mujeres feas fueron cautivas para las rudas labores del hogar, y las mas bellas para concubinas de los vencedores.

    ¡Bravo! En verdad mereces un aplauso por poseer esa inmutable placidez que te hace indiferente al dolor humano. De hecho no alabo tu conducta. ¿Acaso no sentiste ingente lastima de ver aquel indefenso viejo rey, asido al ara del largo vidente Zeus rogando perdon?

    Pero, ¿cuál perdon pudiera dispensar un soberano, cuando inmutablemente observa desde la nevada cumbre del Olimpo, llorar lagrimas de ambar a la amada hermana de Faeton, por la fracasada agencia de su travieso hermano?

    CAPITULO I

    Ulterior a que el astuto Odiseo, fecundo en ardides, hubiera exterminado a todos los pretendientes que ansiaban a ultranza seducir a su esposa Penélope en su propia mansión que habia construido con sus propias manos para querenciosa parsimonia de mujer e hijo que vivieran en paz y felicidad durante el tiempo que abarca la vida, quiso entonces procurar olvidar todos los sufrimientos que experimento’ en el trasiego maritimo desde la destruida ciudad de Troya hasta su tierra natal Itaca.

    Numerosos incidentes tuvo que experimentar para poder echar las velas a la salada mar abundosa en peces, y procurar a merced de todos los medios que le eran posible, continuar su curso marino desafiando toda procela e ineluctable vendabal que arreciaba con ahogarlo en el insondable fondo de los mares.

    Se pudiera testificar entonces que desde que Odiseo abandono’ la arenosa costa de Ilion, un hado funesto lo perseguia perennemente, como si la reina Hecuba antes de morir en la playa, le sentencio’ una maldición incurable.

    Antes de zarpar, habia hecho enormes sacrificios de pingues animales a Poseidón, el que bate la tierra con el objeto de que el Dios lo protegiera en su periplo maritimo de regreso a casa. Y para estar seguro de que su sagrada ofrenda iba a originar fructuosos resultados, solicito’ al adivino Calcas, erudito en las ciencias ocultas, y otras muchas cosas mas desconocidas al entendimiento humano, le exhorto’ de favor que le presagiara el poster futuro.

    A lo que el nigromante después de haber lavado sus manos en agua bendita, disipado una desbordante copa de vino, y examinado las entranas de las victimas que su ayudante habia degollado, recito’ en versos octosilabos la siguiente poesia.

    — ¡Oh, Odiseo mortal!

    De la guerra vencedor,

    Ten cuidado del furor,

    De aquel marino inmortal.

    Poseidón es sin igual,

    Cuando su enojo florece,

    A su cara, y enrojece,

    De la ira, ¡cuan le temo!

    No toques a Polifemo,

    El gigante que adormece.

    -0-

    Sigue feliz tu trasiego,

    Y no detengas el paso,

    Que las Musas del Parnaso,

    Te alaban por ser tu’ griego.

    No dejes a Polifemo ciego,

    El hijo de Poseidón,

    Pues caera’ la maldición,

    Entera sobre tus hombres,

    Y tempestades sin nombres,

    Lloveran sin compasión.

    Posterior a esta consulta espiritual, el astuto Odiseo, fecundo en ardides, permanecio’ por largo rato en absoluta concentración mental. Por un momento cavilo’ que el hechicero Calcas se habia vuelto loco; ya que jamas habia escuchado que existian los gigantes en el mundo en que vivia, ni cuando era niño le habian hablado de estas cosas.

    De todas maneras, ‘el personalmente respetaba los augurios de Calcas, y mucho menos deseaba entrar en ningun tipo de discusión con el mago por algo significativamente insuperable a su comprensión.

    No podía perder mas tiempo, tenia que arribar presto a su patria, anhelaba enormemente principiar una nueva vida tranquila en el hogar con su querida familia, y extinguir de su memoria aquella absurda guerra que tantas vidas cobro’ a los aqueos de sangre imperterrita por la infidelidad de una ninfomaníaca que según pregonaba su propia madre llamada Leda, la concibio’ de un ayuntamiento forzoso por el propio Zeus, quien para no ser descubierto por su esposa Hera, se transformo’ en acuatico cisne, y de esta manera deposito’ un maravilloso huevo en el regazo de la madre de Helena.

    ¡Que’ bonita excusa inventan las mujeres para disimular sus pecados!

    Sea cierta o no ‘esta maravillosa fabula, la tal Helena nacio’ para crear dificultades, y ser el subterfugio letal que destruyo’ la opulenta Ilion. Una mujer vil y alevosa para algunos, y revolucionaria independiente para otros. Como quiera, ella fue la autora primordial que azuzo’ el origen de la querella global.

    A partir de este minuto, las mujeres ya no quisieron respetar a sus maridos, ni mucho menos atender el hogar. El desprestigio, la depravación, la vida disoluta penetro’ en las sociedades, y a hembra progresivamente inicio’ un nuevo ritmo de vida.

    Por ella, se vistio’ de luto la aurora de azafranados rizos en Ilion, y su inmanente luz matinal ya no aparecia en el lontano horizonte con la misma intensidad y lustro, que en otros tiempos se exhibia. Tributo infando que desmoralizo’ la raza humana, y dio’ pabulo eficaz a la poster existencia terrícola.

    Pero volvamos pues a retomar el hilo de esta escritura, para no desviarnos del tema central. Aquel famoso periplo le tomo’ a Odiseo 20 años de extenuada actividad, los cuales estuvieron cargados de multiples aventuras. Pero patentemente dentro de estas aventuras, hubo una que no podía borrarla de su mente tan fácil como ‘el queria.

    Se trataba nada mas y nada menos, que de la bruja Circes. Una mujer encantadora ardiente en la cama, y complaciente en el resto de la casa. Era una de esas damas que lo acaparan todo a un mismo tiempo. Realizan a la perfeccion su papel de dama hogarena, y de leona en la cama, todo lo devora sin compasión.

    Mas bien pudieramos calificar a una mujer asi, como un peligro domestico, y tambien publico.

    Lo mas inconveniente de todo es que para este tipo de hembra, no hay ninguna ley que les prohiba ser despoticas, crueles, y siempre embaucadoras. Lo seducen todo, lo violan todo, y por si fuera poco, lo dominan todo. Y para colmo de los males de Odiseo, esta tal Circe era inmortal; porque era hija directa del Dios Helios y la ninfa marina Perse. Por parte de padre, jamas perecia.

    Ella habia intentado todos los misteriosos sortilegios habidos y por haber para retener al rey de Itaca a su lado; pero todo ensayo resulto’ insubsistente.

    Ya de antemano le habia vaticinado el ciego Tiresias en un rito espiritual, cuando el rey de Itaca descendio’ al fondo del Erebo, los siguientes versos octosilabos.

    — ¡Oh, Odiseo fecundo,

    En ardides y artificios!

    No vuelvas a ‘este orificio,

    En esta parte del mundo.

    Sigue tu curso rotundo,

    Y no detengas tu nave,

    En la isla, cuya llave,

    Oculta esos misterios,

    Propios de cementerios,

    Que solo Circe lo sabe.

    -0-

    Empero, vamos a ver,

    Como tu

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