As de corazones rotos
()
Información de este libro electrónico
Relacionado con As de corazones rotos
Libros electrónicos relacionados
Un tercio Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesRosario de sonetos líricos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesDel infierno al paraíso Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl tiempo, el azar y las mujeres Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl diminuto corazón de la Iguana Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesInquietudes sentimentales Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa novia de Cuasimodo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEn las orillas del Sar: Anotado Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Réquiem de La Dama de Castro Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesSusurros al viento Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesDestello lírico: Volumen 2 Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEspíritu cromático Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesViejos olmos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl Estudiante de Poesía Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesVuelvo a ti Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEn las orillas del Sar Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesFuensanta Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUna educación sentimental Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesTic de un asesino Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesPoesías (Anotado) Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesConductor de hidrometeoros Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLos Últimos Poemas De Dante Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl momento infinito Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLo que ocupan los muertos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesPetricor Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesAquel océano nuestro Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesIsla Ciudad Mujer Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesDesandando el andén II Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesSoledades y Poesía Mínima Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCuando las leyes se vuelven atemporales o somnolientas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Poesía para usted
Valentía II Calificación: 2 de 5 estrellas2/5Sabines a la mano: Poesía escogida Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Hojas de hierba Calificación: 2 de 5 estrellas2/5Corazón de miel. Poemas de amor. Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Valentía Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Lo que no llegué a decirte Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La divina Comedia: Clásicos de la literatura Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Mero Cristianismo Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Las cosas que dije en silencio Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Huellas del Amor Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Antología poética Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Crea Tu Mejor Año Un Día a La Vez: Una Guía Poética Para Inspirar Paz Y Conseguir Este Año Lo Que Mas Quieres Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesPoemas de amor Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Libro de oro frases celebres Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Lo que escribí en mis días oscuros: Lo que escribí..., #1 Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Te lo debes a ti Calificación: 2 de 5 estrellas2/5Nostalgia y otros dolores Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El pequeño libro de la vida de Rumi. El jardín del alma, el corazón y el espíritu Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Cantar de los cantares. (Anotado): Traducción Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesGabriela: Su difícil camino al Nobel Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesÚltimos versos de un poeta muerto Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La Noche oscura del alma: Letra Grande Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Los cien mejores poemas de amor en español Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Poesía en las recónditas aguas de mi esencia Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Un poema de amor por 90 días de soledad Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Nuevo amor y otras poesías Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEnsila ya Empica la Ruta del Esclavo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesMariposas rotas Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Poemas Romanticos De La Vida Real Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Nostalgia y Melancolía Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Categorías relacionadas
Comentarios para As de corazones rotos
0 clasificaciones0 comentarios
Vista previa del libro
As de corazones rotos - Martha Wandemberg I.
I. El adiós
Verano del ochenta y dos. La prisa se escondía como un pajarillo en el invierno. No había mucho en qué pensar, el aire traía olor a miedo. Apenas me encontraba sola y sin rumbo, como quien pierde el camino ya trazado; había caído la noche y un algo indefinido giró en mi interior sombrío, lo cautivo en el alma dolía intensamente. Atrás quedaron los pasos grabados en la calle misma del olvido y desamor, austera avenida de lo desconocido y gris, como licor que embriaga creyendo darle paso a la confianza, paliativo pasajero, que no logra rescatarnos, pues tan solo entorpece los sentidos.
Retomar el pulso y asumir que esperaban tres vidas pequeñas sin su papá demandó algo más que aliento al respirar, pues hundirse en un sollozo no era justo, apenas vibraban los recuerdos de mil momentos que pasamos juntos construyendo sueños. Su ausencia apenas comenzaba, y al mirar el rincón vacío, sentí un terror que me caló los huesos. Así desfiló la madrugada eterna y asfixiante, para darle paso al día, y qué lenta vino la tarde y qué interminable se tornó la nueva noche. Deseaba dormitar sin llegar a fundirme en la oscura somnolencia de aquello que pasó a ser tan cierto: soledad. ¡Cuánto abandono y soledad!
Busqué en el calendario una fecha que hablara de un abril mágico y puro; recogí la nostalgia en mi pañuelo y eché a andar, decidida a vencer al demonio que apretaba mi garganta, frustración inmersa en la careta de la propia vida, de esta que estaba lastimada por la burda sorpresa. Y aun al quebrar entre mis manos el cristal de ese sabor amargo a hiel y miedo, no logré dejar de sentir cómo la sangre tibia, al alojarse en mi epidermis, me impulsaba a vivir y a entender. Había mil razones para volver a empezar.
El aparente dominio paseaba su temor alrededor de la astuta cobardía. ¡Juventud!, espacio inédito donde todo debe comenzar y, a pesar de ello, se cerraba el telón ante una audiencia que simula aplaudir en frenesí inexistente, de mascarada elegante, concebida y repasada; vestida como solemne auditorio de luces fulgurantes y pisos de charol, donde todos se levantan del sillón, aprobando con su aplauso lo que era lastimero, pues no hay público en el mundo que no se deleite con ojos húmedos, cuando observa de cerca y expectante al más grande actor que es el dolor.
Absorta y siendo parte de la dura realidad, caí sin remedio en la trama del profundo sortilegio de recuerdos, de fugaces instantes que quedaron estáticos, a la par que un llamado leve me apartó suavemente de ese ayer y aquel instante, deshojando en el sonido de voces cantarinas la palabra «mamá». Me estremezco y suspiro. Eran tan pequeños e indefensos como mi propio yo en tempestad, pues celosa guardaba la sensación de ser niña y refugiarme en los juguetes; crear en fantasía uno y mil cuentos de varitas mágicas y hadas buenas, sin tener que convocar a la débil voluntad; solo dejarme llevar de la mano camino dentro de la febril fábula y sonreír; jugar a que perdía sin ganar, o que gané al perder sin darme cuenta, debiendo asestar un duro golpe a la tristeza; inventar algo que les devolviera el valor; mostrarme convincente ante sus miradas limpias y expectantes; detener con hábil rumbo de manos maternales su inquietud latente y la pregunta que temí verla llegar: ¿dónde está papá?
La claridad de sus pupilas dibujaba los rasgos inconfundibles de aquellos ojos que amé. La expresión de sus rostros sintetiza lo vivido, se atreve a perpetuar aquellos gestos, los mismos que me llevaron en torrente sanguíneo hasta un nombre y un destino; inocentes párvulos, no sabían lo que cuesta sentir en carne viva lo lejano, palpando en torpe asilo el claro vértice de la burda traición y del olvido.
¿Olvidar? ¿Debo olvidar? Sí, no me perderé en la locura y la inconsciencia. Le faltaré al respeto a este fracaso, pues solo necesito recuperar el sentido en otro bendito segundo, para desdoblar mi percepción de madre y afianzar sus manos pequeñitas hasta el punto cumbre de caminar seguros en el justo espacio que nos ofrezca el razonar, que ese era el gran momento de apostar a ganar. La parodia de nuestra nueva vida comenzaba. Entonces me vestí de fiesta, como la mejor actriz, que arregla su peinado y se mira en el espejo, recoge el pliegue de su falda y adorna su cintura con éxito, serena, firme, presente. Mientras sentía el corazón partido en mil pedazos y las lágrimas inundaban mis mejillas vistiendo al sentimiento de mujer, comprendí que debía memorizar el papel más importante y difícil de representar, aunque en este, simplemente, se tratara de VIVIR.
Miré de reojo mis heridas, con malestar por verlas aún frescas, a la par que mi cuerpo frágil anunció una tormenta. Resisto todo lo que puedo, vacilo, tiemblo y caigo, pues la decisión de salir, triunfar y vivir era un espasmo pasajero de una valentía que no existe. Al mirar por el cristal de la ventana, la calle se mostraba indefensa y quieta, mendiga reclinada en la vereda soportando frío y soledad, porque ningún paso se aproximaba para regalar en ruido generoso de algún caminar desconocido, un aliento de vida donde se pudiera percibir cierta compañía.
Me alejé del ventanal empañado por la bruma, llevé las manos a mi pecho dormido en ademán protector, mas apenas decidía nada, nada era la mejor respuesta. ¿Por qué comprometer a la esperanza? Total, el mundo me esperaba a tono de cita informal. Reaccioné y empuñé el arma del valor tan invocado, miré de frente poniéndome de pie ante la angustia, le reté cuidando del mínimo detalle de mi pena, observando en magistral silencio a los niños que duermen con expresión de ángeles guardianes y risueños. Cómo ansiaba que su mundo fuera el mío, ser yo la que descanse sin temer que me despierte el viento; ser la que pedía que mi madre me acariciara el pelo, ser quien empezaba en foja cero. La realidad era distinta y ahí estaba sin hablar, jadeante en la certeza de que, frente al destino, nadie lograba escapar.
Otro amanecer distante y confuso desplegó sus alas. Mis párpados en vago ejercicio obligaban a los ojos a mantener firme la mirada ante un mundo que tomaba forma de fantasma y pesadilla, cual verdugo cortándome las venas. Los amigos comunes, qué ironía, los de la tertulia y el vino, las sonoras carcajadas y los sueños a volar ya no estaban, se habían retirado sin palabras; sacudí con rabia la impotencia, ya no me importan. Mi tarea era urgente: debía encontrar nuevas salidas al tentador laberinto de retos que imprimió la huella indeleble de ese adiós, lazo que anuda la garganta sin dejarnos respirar, para luego soltar la presión imaginaria de unas manos que olvidaron la alianza y promesa jurada ante el altar, dejándonos solas, sin siquiera pestañear.
Pared de hielo la ausencia, vacío que desconcierta, armónico conjunto que nunca desentona al ritmo de un amor trunco y