Hombre al Agua
Por Calo
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Una playa en una isla desierta, un ave, un hombre misterioso, y el mar le mostrarán a un hombre en búsqueda de sanación la manera de recuperar su vida.
Sin embargo, eso no sería suficiente para abarcar todo lo que se narra en las páginas de este libro. Quizá nada lo sea, pues cada uno de sus lectores emprenderá un viaje personal motivado por esta historia que pertenece a un hombre específico, pero retrata las luchas y desafíos que todos experimentamos.
En esta historia, un hombre inicia un camino de sanación cuando todo parecía perdido. Después de todas las experiencias y enseñanzas que recibe en la isla, recuperar su vida no se tratará de un retorno al mismo punto de partida, sino de un nuevo comienzo: este hombre ya no podrá ser el mismo.
Lee "Hombre al agua" y sumérgete en un viaje interior del que, al igual que su protagonista, difícilmente saldrás indemne.
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Hombre al Agua - Calo
HOMBRE AL AGUA
Calo
Hombre al agua
Autor-Editor:
Calo - Carlos Martín Campos Aboado
Lima – Perú.
Email: hombrealagua.calo@gmail.com
Teléfono: +51 986 640 262
Primera edición: mayo de 2022
Hecho el depósito legal en la Biblioteca Nacional del Perú N° 2022-03835 ISBN: 978-612-00-7705-4
Todos los derechos reservados.
«Siempre nos encontraremos a nosotros mismos en el mar»
Edwin E. Cummings
Para ti, Úrsula, mi compañera de viaje, el amor de mi vida,
porque siempre me sostienes con tu amor incondicional.
Índice
Prólogo
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X
XI
XII
XIII
XIV
Epílogo
Agradecimientos
Prólogo
––––––––
En el preciso momento en el que terminé de leer este libro, no podía sacar de mi cabeza la frase del filósofo chino Lao Tse: «Un hombre con valor exterior se atreve a morir; un hombre con valor interior se atreve a vivir».
Esta honesta obra titulada Hombre al agua, me llevó a un espacio de reflexión donde el pilar principal, desde mi humilde opinión, es el autoconocimiento visto como una herramienta de crecimiento personal que hace no solo enfocarnos en las acciones que necesitamos realizar para conseguir nuestras metas o cambiar situaciones, sino que nos invita a investigar dentro nuestro, a ver lo que muchas veces no deseamos ver de nosotros, a tomar conciencia de «quiénes estamos siendo» hoy para nuestra vida; y, al mismo tiempo, nos advierte que para tener resultados diferentes es probable que necesitemos ver la vida desde una perspectiva diferente, que la respuesta no está en «qué hacer» sino en «quién ser».
Hombre al agua nos habla de nuestros miedos, de nuestras creencias limitantes, de ser agradecidos por lo que tenemos, de la capacidad de adaptarnos a nuestros distintos contextos y momentos, de aceptarnos, de lo maravillosos que podemos ser si «recordamos» quiénes somos en realidad. Desde la ontología podríamos decir que no es más que ver dentro de nosotros mismos, tan sencillo como eso; sin embargo, lo verdaderamente difícil está en elegir hacerlo.
Erick Bravo Fujita
Coach Ontológico y Deportivo
I
––––––––
Sentí los rayos del sol cayendo directamente en mi rostro y desperté. Abrí los ojos y mi vista estaba nublada. No podía reconocer dónde me encontraba. Usé mis manos para frotar mis ojos, pero estas estaban con arena y empeoraron mi visión. Manteniendo los ojos cerrados escuché el ruido de las olas del mar e intuí que me encontraba en una playa.
Me incorporé a ciegas y sentí mis piernas adormecidas, pesadas y débiles. Me costaba mantener el equilibrio. Parpadeando con dificultad me orienté en la dirección desde la que llegaba el sonido de las olas y caminé despacio una docena de metros hacia allá. Perdí el equilibrio y caí en el camino. Me volví a levantar esforzándome para sostenerme en pie. Todavía con los ojos cerrados avancé lento y con cuidado hasta que el agua mojó y cubrió mis pies descalzos. Di unos pasos más y me agaché sin ver nada hasta que pude mojar mis manos y llevarme agua al rostro para limpiar la arena de mis ojos. Después de unos instantes por fin veía con claridad. Fue desconcertante descubrir que me encontraba desnudo y que estaba en una playa desconocida. Reaccioné sumergiéndome en el agua para no exponer mi desnudez a quienes estuvieran cerca.
Observé la playa y sus alrededores. Miré en varias direcciones hacia la orilla y también hacia el horizonte. No solo no había nadie, sino que tampoco veía algo que me diera muestras de civilización. La vegetación cubría de verde los montes de mediana altitud que aparecían a lo lejos, iluminados por el sol que brillaba en lo alto de un cielo despejado. Tuve la sensación de que yo era la única persona ahí.
¿Qué lugar era ese? ¿Qué había sucedido? ¿Por qué me encontraba ahí y por qué estaba desnudo? Pensé que podía tratarse de uno de esos sueños tan vívidos que parecen ser reales, aunque también parezcan extraños. ¿Estaba en ese particular espacio en el que sueño que me estoy despertando, pero, en realidad, sigo soñando? Intenté despertarme por la fuerza y recurrí a pellizcarme el brazo. Lo único que conseguí fue causarme dolor y dejar una marca roja en mi piel. Seguía en el mar y seguía desnudo. Miré nuevamente hacia la playa y encontré las huellas que había dejado mi cuerpo echado en la orilla y las de mis propios pies en la arena húmeda. Había aparecido echado en la arena de esa playa como si fuese un náufrago. ¿Cómo había sucedido eso? Miré playa adentro y no encontré señales de caminos ni construcción alguna. No me parecía posible llegar a la playa de otra manera que no fuera desde el océano. Volví mi mirada hacia el mar pensando que debería encontrar restos de una embarcación o algo similar que respondiera mi pregunta de cómo había llegado allí. No había nada excepto las inquietas olas del mar que rompían una tras otra sin parar. Aparecían de la misma manera repetitiva en la que lo hacían mis pensamientos y mi inquietud por no saber dónde estaba ni cómo había llegado ahí. No podía aquietar mi mente. Me sentía perdido y confundido repitiéndome que lo que estaba sucediendo debía tratarse de un sueño y que tarde o temprano iba a terminar.
No sé por qué decidí ir hacia las olas. Cuando me acerqué lo suficiente, su tamaño y fuerza me parecieron mayores de lo que había calculado inicialmente y tuve miedo. Vi una ola elevarse delante de mí, amenazante, superando ampliamente mi tamaño. Tomé una bocanada de aire y me sumergí bajo esa gran ola conteniendo la respiración. Pasaron varios segundos y la ingenua certeza de que me iba a despertar en cualquier momento se esfumó cuando las fuertes sacudidas del agua bajo la superficie pudieron más que mi capacidad para contener la respiración y sentí el agua salada entrando por mis fosas nasales y después por mi boca cuando la abrí instintivamente buscando llevar aire a mis pulmones. No era un sueño: me estaba ahogando de verdad.
Reaccioné moviendo mis brazos y piernas con desesperación, por puro instinto de supervivencia, intentando salir a la superficie antes de que fuera demasiado tarde. Entonces, en lo que pudo haber sido mi último instante vivo, sentí que me tomaban fuertemente de los brazos y que tiraban de mí. No pude ver quién o quiénes eran. Debo haber perdido el conocimiento por la falta de oxígeno. Lo siguiente que recuerdo es que me desperté tosiendo, vomitando y escupiendo agua mientras alguien me sostenía la cabeza hacia un lado y me hablaba con serenidad diciéndome que todo iba a estar bien.
—¿Qué pasó? ¿Dónde estoy? —pregunté mareado y con dificultad para enfocar mi vista. Alcancé a reconocer que estaba en la orilla de la playa otra vez, seguía desnudo y había una persona a mi lado, aunque las fuerzas no me permitían distinguir quién era. No podía ver su cuerpo ni su cara. Solo veía una silueta borrosa en ese momento indescifrable en el que sentía su mano acariciando mi frente y mis sienes, apartando el cabello, la arena y las gotas de agua de mi rostro.
—Necesitas descansar —me dijo la persona con una inconfundible y suave voz femenina que me trasmitió calma y seguridad. Me cubrió el cuerpo con una manta e intenté agradecerle pero no pude. Mi agotamiento físico y mental vencieron mis intentos de hablar o levantarme. La preocupación por mi situación cedió ante el cansancio y me quedé echado ahí, en la arena, hasta que me dormí con la visión de la ola que se erguía desafiante delante de mí y que cerraba sus fauces atrapándome en un feroz abrazo marino con el que me iba a sumergir profundamente, sin intenciones de liberarme.
II
––––––––
Dormí varias horas hasta que el rumor de unas voces me despertó. Todavía era de día. El sol seguía brillando con intensidad y me encontraba echado en la arena a la sombra de unas palmeras de la misma playa en la que me había despertado más temprano. Levanté la manta con la que estaba cubierto y vi que estaba desnudo. Recordé toda la experiencia anterior hasta el momento en el que estuve a punto de morir ahogado y me habían rescatado. No había sido un sueño. A mi lado había una mujer y un hombre que estaban de pie conversando y que dejaron de hablar al ver que yo había despertado. La mujer era de estatura y contextura mediana. Tenía cabellos oscuros, largos y sueltos hasta el hombro y vestía ropas impecables de colores claros. Se le veía feliz y daba la impresión de ser una turista en vacaciones de verano que lo estaba pasando muy bien. El hombre tenía una apariencia similar y también se le veía feliz. Ambos eran desconocidos para mí y la edad que aparentaban podía ser un poco menor que la mía. Las preguntas en mi cabeza se sucedían una a una sin tregua. ¿Qué lugar era ese? ¿Cómo había llegado ahí? ¿Por qué estaba desnudo? ¿Quiénes eran mis salvadores?
—Sí. Estás desnudo. Así estabas cuando te sacamos del mar — dijo ella con su voz suave.
Me quedé sentado, cubriéndome los genitales con la manta, y les agradecí a ambos por haberme rescatado diciéndoles que yo creía que estaba soñando cuando había entrado al mar.
—La semejanza entre un sueño y la vida real puede ser sorprendente y aleccionadora —añadió el hombre mientras sacaba unas prendas de ropa de una mochila y me las acercaba.
—Yo soy Leslie y él es Dan —dijo la mujer presentándose.
Quise responderles presentándome también, pero no pude. No recordaba mi nombre. Lo intenté en vano y me asusté.
—¿Qué pasó? No puedo recordar mi nombre ni quién soy — pregunté preocupado y asustado a la vez.
—Tranquilo, tomará un poco de tiempo, pero lo recordarás — respondió Dan.
—Así es. Nos gustaría quedarnos contigo, pero no podemos. Es nuestro momento de partir. Estarás bien —comentó Leslie y después se despidió de mí con una sonrisa amistosa alejándose rumbo a la orilla seguida por Dan.
A la distancia pude ver un bote de madera que los esperaba en la orilla del mar. La idea de que se irían de la playa dejándome solo me atemorizó y me cubrí con la manta rodeando mi cintura con ella para salir tras ellos. No quería que me abandonaran. Me puse de pie con dificultad e intenté apurar mi paso, pero mis piernas respondían moviéndose pesadamente. La manta cayó al suelo y seguí avanzando, aunque estuviese desnudo. Me caí y me puse de pie otra vez gritándoles que no me dejaran, pero fue en vano. Mis piernas apenas respondían luego del esfuerzo de correr y, después de arrastrarme unos metros en la arena, fui incapaz de moverlas. Leslie me miraba desde lejos y yo podía ver claramente su rostro. Su mirada no era de pena ni de compasión y yo no entendía por qué me había rescatado de las olas del mar para después dejarme abandonado.
—No podemos llevarte. No es tu momento —escuché decir a Leslie y pude ver que su mirada era la de quien empuja a otra persona a vivir una experiencia porque sabe que es necesario para su aprendizaje y crecimiento.
Ni bien abordaron el bote Dan comenzó a remar y, en pocos minutos, ya estaban navegando mar adentro. No pude contener el llanto y las lágrimas resbalaron por mis mejillas desconsoladamente mientras les suplicaba que no me dejaran. El bote remontó las olas hasta perderse en el horizonte.
Me quedé echado en la arena lamentándome. ¿Quiénes eran? ¿Para qué me salvaron si me abandonarían unas horas más tarde? No lo entendía. ¿Qué había sucedido con mis piernas? ¿Por qué me costaba tanto moverlas? ¿Cómo iba a sobrevivir solo sin poder desplazarme con normalidad? Preguntas, preguntas y más preguntas, todas sin respuesta. Así era el caos y el miedo de mi tormenta mental.
Me esforcé para mover mis piernas y sentarme. Seguía desnudo, pero, ahora, eso era lo que menos me importaba. Toqué mis piernas con mis manos mientras las observaba detenidamente. No veía nada extraño en ellas, pero estaban adormecidas y solo podía moverlas con lentitud y sin fuerza. Me costó ponerme de pie y mantenerme en equilibrio, así que me senté nuevamente en la arena.
Pensando en Leslie y en Dan se me ocurrió que quizá no volverían por mí sino hasta dentro de varios días para confesarme que estaba participando sin saberlo en algún tipo de prueba extrema para medir mis capacidades, mi resistencia, mi ingenio y voluntad para vencer la adversidad y sobrevivir. Rápidamente descarté esa opción porque había algo más confuso en todo lo que estaba sucediendo. No recordaba mi nombre y, al esforzarme en hacerlo, me di cuenta de que había olvidado mi vida y todo lo vivido antes de aparecer en esa playa. No recordaba nada. ¿Qué había sido de mí antes de despertar desnudo en ese lugar desconocido? Por más que lo intentaba. no podía recordar cómo había sido mi existencia anterior a esta experiencia en la playa. ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Quiénes son mis familiares y mis amigos? ¿Cómo es posible que no recuerde nada de mi pasado? Descubrí que me encontraba en un estado de amnesia en cuanto a mi identidad y mi vida, y eso me asustó más.
De pronto, unas corrientes de viento soplaron con fuerza sobre la playa y amenazaban con aumentar su intensidad. El