Resonancias de un golpe: Chile 50 años
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Gilberto Cristian Aranda Bustamante
Académico del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile y, al momento de editar esta obra, profesor visitante en la Universidad Autónoma de Madrid. Es doctor en Estudios Latinoamericanos, magíster en Estudios Internacionales, licenciado en Historia y periodista por la Universidad de Chile, además de magíster en Estudios Sociales y Políticos Latinoamericanos por la Universidad Alberto Hurtado y magíster en Derechos Humanos por la Universidad Internacional de Andalucía. Sus líneas de trabajo son populismo, integración y sociedad civil.
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Resonancias de un golpe - Gilberto Cristian Aranda Bustamante
Índice
PREÁMBULO, por Javier Velasco Villegas
INTRODUCCIÓN, Gilberto Cristian Aranda Bustamante y Misael Arturo López Zapico
CAPÍTULO 1. EL PLAN SANTIAGO: ALCANCES SOBRE LA DEFENSA DEL GOBIERNO DE LA UNIDAD POPULAR, Ricardo Pérez Haristoy
CAPÍTULO 2. LAS RELACIONES BIRREGIONALES ENTRE LA INTERNACIONAL SOCIALISTA Y AMÉRICA LATINA: LA SOLIDARIDAD ANTE LA ‘CUESTIÓN CHILENA’, Luciana Fazio
CAPÍTULO 3. EL ESPEJO DE CHILE: LECTURAS E INFLUENCIAS DE LA UNIDAD POPULAR EN EL COMUNISMO ESPAÑOL, Francisco Erice
CAPÍTULO 4. EL IMPACTO POLÍTICO Y CULTURAL DEL GOLPE Y SU INFLUENCIA EN EUROPA, Itziar Vañó de Urquijo y Joan del Alcázar
CAPÍTULO 5. LA DIMENSIÓN TRANSNACIONAL DEL EXILIO CHILENO: CARACTERÍSTICAS Y EXPERIENCIAS, Fernando Camacho Padilla
CAPÍTULO 6. UNA VICTORIA PÓSTUMA DE ALLENDE: LA INSTITUCIONALIZACIÓN DE LOS DERECHOS HUMANOS EN LA POLÍTICA EXTERIOR DE ESTADOS UNIDOS, Arturo López-Levy
CAPÍTULO 7. DE LA CONMOCIÓN A LA SOLIDARIDAD ANTE EL QUIEBRE TRAUMÁTICO DE SEPTIEMBRE DE 1973: CHILE, ESPAÑA Y ESTADOS UNIDOS, Gilberto C.Aranda Bustamante y M. Arturo López Zapico
SOBRE LOS AUTORES Y AUTORAS
NOTAS
Gilberto Cristian Aranda Bustamante
y Misael Arturo López Zapico (eds.)
Resonancias de un golpe:
Chile 50 años
Colección Investigación y Debate
© Joan del Alcàzar, Gilberto Cristian Aranda Bustamante, Fernando Camacho Padilla, Francisco Erice, Luciana Fazio, Arturo López-Levy, Misael Arturo López Zapico, Ricardo Pérez Haristoy, Itziar Vañó de Urquijo, 2023
© Javier Velasco Villegas, del preámbulo, 2023
© Los libros de la Catarata, 2023
Fuencarral, 70
28004 Madrid
Tel. 91 532 20 77
www.catarata.org
Resonancias de un golpe: Chile 50 años
isbne: 978-84-1352-821-2
ISBN: 978-84-1352-795-6
DEPÓSITO LEGAL: M-24.767-2023
thema: NHQ/1KLSH/3MPQ
este libro ha sido editado para ser distribuido. La intención de los editores es que sea utilizado lo más ampliamente posible, que sean adquiridos originales para permitir la edición de otros nuevos y que, de reproducir partes, se haga constar el título y la autoría.
Preámbulo
La obra en sus manos es fruto de un compromiso colectivo en el que participaron la Fundación Chile-España, académicos de la Universidad Autónoma de Madrid y de otros centros superiores, junto al profesor Gilberto Aranda de la Universidad de Chile, quien lideró este proyecto.
Próximos ya a cumplirse 50 años del acontecimiento, deseo concentrarme en únicamente dos momentos de ese fatídico 11 de septiembre de 1973, que, en mi opinión, resultan útiles para ofrecer una lectura del presente y de las urgencias que vivimos a nivel global: el objetivo de los primeros proyectiles de los Hawker Hunter y el objetivo del último discurso del presidente Allende.
Hoy sabemos que, en la madrugada de aquel 11 de septiembre, alrededor de ocho horas antes del comienzo del ataque a La Moneda, los militares sublevados iniciaron la llamada Operación Silencio
, que consistió en el bombardeo y allanamiento de una serie de radios afines al Gobierno, como Corporación, Portales y Magallanes. La misión tenía por finalidad cortar la comunicación del presidente con la ciudadanía y tomar control del relato del golpe, lo que impidió no solamente una eventual resistencia organizada desde el Gobierno, sino que, ante todo, buscaba definir cómo se escribiría este acontecimiento.
Comenzar la sublevación con una toma del espacio comunicacional muestra una preocupación que los golpistas exhibirían luego en las declaraciones del almirante Merino, que, a eso de las ocho de la mañana, persiguiendo la instalación de una dimensión subjetiva que legitimara sus acciones criminales, señalaría que Esto no es un golpe de Estado […] solo se persigue el restablecimiento de un Estado de derecho acorde con las aspiraciones de todos los chilenos
. La búsqueda de legitimación y la captura de la verdad oficial serán prioritarias a lo largo de toda la dictadura, y quedarían plasmadas en una meticulosa producción normativa y comunicacional, que, al igual que el sistema político y económico impuesto por la Junta y sus asesores civiles, estaban pensadas para consolidar una transformación social que se extendiera más allá del eventual término del régimen.
Parece haber un pensamiento coherente entre la masiva distribución de la famosa radio DKE38, vehículo de la propaganda nazi en 1933; en el bombardeo de las torres de radiodifusión por parte de los golpistas chilenos en 1973 y en el uso de bots, fake news y campañas de desinformación en redes sociales por la extrema derecha en 2023. En el ataque a las democracias, bien sea mediante la erosión institucional o los bombardeos, se repite la intención de establecer transformaciones permanentes en nuestras sociedades torciendo nuestra visión colectiva del mundo. Silenciando, aislando, aterrorizando, como si se tratara de un manual de tortura de aquellos que igualmente proliferaban durante la Guerra Fría, las ideas extremas son enmascaradas y repetidas hasta quedarse grabadas en nuestra memoria, como una advertencia, un mandato, una sentencia.
Bien sabemos también que el Gobierno del presidente Allende no pudo ser silenciado. Las palabras finales del mandatario legítimo de Chile, entre balas y misiles, son un mensaje imperecedero en defensa de la paz y la democracia, que resultan estremecedoramente vigentes en nuestro presente, que da muestras de un preocupante retroceso a nivel global, con una guerra en el corazón de Europa y un índice democrático que revela que apenas un 6,4% de la población mundial vive en una democracia plena, mientras que un sorprendente 37,1% del planeta habita bajo variantes autoritarias, y la gran mayoría se ubica en medio, en una incómoda mezcla de regímenes híbridos y democracias deficientes. En un escenario así, es imprescindible pensar esta conmemoración de los 50 años del golpe de Estado en Chile con perspectiva de futuro, y pensar en cómo nuestra experiencia colectiva puede servir para la defensa de la democracia y la construcción de un mundo mejor y más justo.
Por eso resulta clave pensar en el objetivo del último discurso del presidente Allende. Ante la muerte y la traición, ante el quiebre de nuestra tradición democrática, el presidente asediado en una casa de Gobierno bombardeada eligió hablarnos una última vez sobre el futuro, la esperanza y la fe en quienes lo sucederían, porque sabía que no podrían silenciarlo, que siempre estaría con nosotros y que no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza
. Las urgencias que hoy nos asedian son innumerables, desde la crisis climática al retorno de las ideologías extremas, desde la desinformación hasta la fragmentación del entramado logístico global. Y esas urgencias no podemos sino enfrentarlas con esa convicción que se requiere para ser leales, dignos, justos, sinceros y optimistas. Debemos creer con más fuerza que nunca en el ideal de una sociedad mejor, donde el abuso y la violencia queden desterrados y la solidaridad se imponga sobre la crueldad y el egoísmo. Debemos estar a la altura de quienes nos precedieron y tener la creatividad, la valentía y la generosidad que se requieren para dejar un legado que sirva a quienes vengan tras nosotros.
Las palabras finales del presidente Allende tenían ese objetivo: inspirarnos a dar lo mejor de nosotros para hacer de este mundo un lugar mejor, y deben movilizarnos a enfrentar la conmemoración de estos 50 años, en el contexto global que vivimos, siendo más humanos, más empáticos y resilientes ante la adversidad; siendo leales a la paz y la democracia, y encarnando ese futuro con el que soñó Salvador Allende en sus minutos finales. Nuestras experiencias y nuestra voluntad inquebrantable como pueblo, de luchar por el destino colectivo de bienestar que nos merecemos, de elegir una y otra vez la democracia como forma de resolver nuestras diferencias, a pesar de los traumáticos horrores del pasado reciente y del retorno del negacionismo y los discursos de odio en el presente, pueden servirle al mundo para enfrentar los desafíos que nos aquejan en estos momentos. No podemos dar un paso atrás en la defensa de la paz y la democracia, nuestro deber en cada rincón del planeta es contribuir a hacer de este un mundo mejor, sembrar esas semillas que jamás serán sesgadas definitivamente y abrir las grandes alamedas para construir una sociedad mejor.
Javier Velasco Villegas
Embajador de Chile en España
Introducción
¿Por qué conmemorar los 50 años de un golpe de Estado que supuso niveles inéditos de violencia en la historia de Chile, tanto en la acometida contra el Gobierno como en la instauración de la dictadura que le siguió? Hasta el día de hoy se trata de un tema complejo sin unanimidad en la sociedad chilena, aunque con consenso respecto de evitar su repetición ante el costo y sacrificio en vidas humanas. La experiencia de la Unidad Popular había actualizado la factibilidad del cambio sistémico en una modulación distinta a octubre de 1917 o al triunfo del movimiento 26 de julio en Cuba. Sencillamente, una vía chilena al socialismo que implicaba un proceso dentro del marco de las instituciones constitucionales, por lo que, hasta el golpe de 1973, en sentido general, el socialismo fue una opción para mañana, más que un sueño vago proyectado en un futuro lejano
, como señala el historiador Enzo Traverso en su libro Melancolía de izquierda. Después de las utopías, publicado en 2019.
La brutalidad de las imágenes catódicas reproduciendo la represión, así como los testimonios de los primeros refugiados, provocaron la generación de un rechazo de dimensiones mundiales, que tuvo como subproducto la rápida conformación de un movimiento de solidaridad a nivel internacional —que superó las fronteras culturales de la izquierda, en muchos casos— sin precedentes con relación a un país latinoamericano y solo comparable con los ecos de la guerra civil española o la tragedia de Vietnam. Aparecen muchas regiones —el profesor Camacho Padilla nos recuerda en su contribución la acogida en el sur global—, sin embargo, no se puede dejar de mencionar ese triángulo de solidaridad con el exilio y la causa chilena que erigieron México, Venezuela y Cuba, con independencia de que los dos primeros países siguieran estrategias políticas distintas a las desplegadas desde La Habana. A sus esfuerzos han de sumarse los de las sociedades europeas, las cuales se sensibilizaron con la maltratada convivencia en un país austral castigado por las violaciones masivas y sistemáticas a los derechos humanos. Todo ello condujo a que se produjeran respuestas que implicaron a un amplio espectro político.
Las autorías de cada capítulo enfatizan algunas de estas dimensiones, así como el laberinto chileno de 17 años antes de reencontrar el régimen civil. El primer acápite de Ricardo Pérez Haristoy, El Plan Santiago: alcances sobre la defensa del Gobierno de la Unidad Popular
, nos presenta detalles del proyecto preparado por el aparato militar del Partido Socialista (PS) para repeler un eventual golpe. Un programa defensivo llamado a contar con la participación de diversos grupos: a) masas obreras afectas al Gobierno de la Unidad Popular; b) los brazos paramilitares y pseudomilitares de defensa de los partidos oficialistas, principalmente del PS y el Partido Comunista (PCCh); c) el involucramiento estratégico del Grupo de Amigos del Presidente (GAP), es decir, los guardaespaldas presidenciales; d) las columnas del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), fuera del Gobierno aunque con participación en la GAP; e) una parte considerable de las Fuerzas Armadas, con inclusión de facciones del Ejército, más las policías uniformada (Carabineros) y civil (Investigaciones); f) una compañía de guerra del Ejército cubano perteneciente a Tropas Especiales del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (MINFAR), junto a personal diplomático entrenado; g) y un número indeterminado de militantes de grupos de la izquierda transnacional declarados internacionalistas, principalmente Tupamaros uruguayos. Como se aprecia, la puesta en práctica de este plan implicaba no solo el compromiso de los partidarios nacionales, sino también de fuerzas institucionales y grupos extranjeros para garantizar la supervivencia del Gobierno del presidente Allende. De la lectura de este texto queda claro entonces que, aunque la Unidad Popular se preparó para un ataque en su contra, la coordinación para ejecutar una respuesta no fructificó y el plan no se implementó.
Luciana Fazio expone en su capítulo Las relaciones birregionales entre la Internacional Socialista y América Latina: la solidaridad ante la cuestión chilena
la menguante presencia de la Internacional Socialista (IS) desde los años cincuenta a inicios de los setenta en un continente encandilado por la experiencia cubana hasta el triunfo electoral de Salvador Allende. La vía chilena al socialismo confirmó a la IS su propia experiencia alternativa a la izquierda comunista, sin cejar en la denuncia de todo imperialismo hemisférico. Fazio constata que, incluso después del derrocamiento del mandatario socialista, el interés regional de la IS no desapareció. De hecho, los socialistas europeos establecieron en Chile un verdadero laboratorio político desde el cual asomarse a la región, ya fuera criticando a los Gobiernos autoritarios o a la expansión de los monopolios económicos. Durante los años de la dictadura chilena, la IS creo el Comité de Chile, que alentó la lucha contra la violación a los derechos humanos y preparó una serie de misiones para apoyar a los perseguidos políticos. Figuras de la talla de Bettino Craxi, Felipe González, Mario Soares o Willy Brandt se comprometieron también a través de la IS con la causa chilena, canalizando recursos para la oposición al general Pinochet desde sus posiciones de poder. Finalmente, Fazio pone de relieve los contactos y reminiscencias entre las transiciones chilena y española, así como las inspiraciones berlinguerianas y craxianas, a menudo en contradicción.
Francisco Erice, en Espejo de Chile: Lecturas e influencia de la Unidad Popular en el comunismo español
, expone cómo, a pesar de las divergencias de referencialidad entre el Partido Comunista Chileno y sus homólogos de España e Italia —el primero en completa sintonía con Moscú, los segundos esbozando criticidad al politburó del Kremlin—, los tres experimentaron cierta afinidad a partir de la experiencia chilena, que en el caso español constituyó un verdadero laboratorio. El apoyo y optimismo inicial ante el proceso socialista chileno trocó en espanto una vez consumado el golpe, lo que provocó conmoción más allá de los comunistas, hasta alcanzar al conjunto del universo antifranquista. El Partido Comunista Español (PCE) implementó una plétora de directrices que Erice compendia en tres derroteros: La solidaridad como requerimiento fundamental; la construcción de una memoria heroica del proceso que tiene en la figura de Allende su principal icono; y el balance y análisis de los hechos, siempre con la vista puesta en España
. Este último punto no fue menor, dada la preocupación que el repentino fin del proceso chileno arrastrara la confianza en la política de reconciliación nacional española como su vía para la transición a la democracia y, posteriormente, al socialismo. En ese contexto aparecen las críticas al modelo chileno
como los déficits de apoyo de la gran mayoría del pueblo
o la ausencia de transformaciones del Estado, y el punto más débil fue el bloqueo del Parlamento
, entre otras. El secretario general del PCE, Santiago Carrillo, se inclinó por la idea de la cuota de celeridad e impaciencia en los cambios
para el caso chileno, generando resistencias no advertidas. Las lecciones de Carrillo fueron que convenía no aislarse de las capas medias, saber retirarse a tiempo si no se tiene mayoría y, en caso de intentar continuar con el proceso, saber defenderse contra la agresión el enemigo
.
El capítulo de Itziar Vañó de Urquijo y Joan del Alcàzar, El impacto político y cultural del golpe y su influencia en Europa
, arranca aludiendo a la arraigada percepción desde el Viejo Continente acerca de Chile como país de sólida tradición constitucional, lo que significó una lectura del golpe como una agresión a la democracia
. Desde dicho punto, los autores descargan un conjunto de reflexiones acerca de la incidencia del golpe chileno en aquellas izquierdas europeas que abandonaron su mirada de la democracia como un instrumento burgués para dotarlo de un valor en sí mismo, capaz de vehicular cambio y progreso. Dicha conclusión sería la base del giro estratégico de aproximación a los partidos cristianos progresistas en una búsqueda por lograr acuerdos y mayorías estables en el despliegue de proyectos populares. Para ello, los profesores de la Universitat de València revisan el papel que jugó el mundo de la cultura en la visibilidad de la dictadura chilena y la sensibilización política y social. Vañó de Urquijo y Joan del Alcàzar reiteran una dinámica política-cultural, atendiendo discursos cubanos, con Castro enarbolando la cinematográfica narración de la muerte de Allende y las tesis del supuesto asesinato del expresidente, a pesar de que peritos forenses demostraron el suicidio del líder de la UP. También aparecen en sus páginas los devaneos de Moscú frente al caso chileno, al igual que las lecciones que sacaron tanto el italiano Enrico Berlinguer como los comunistas españoles del derrocamiento de la UP y el ocaso de la vieja democracia chilena. Se sobreentiende que dichas perspectivas recibieron influencia del arte y la cultura chilena del exilio, constituido en capital simbólico de la experiencia de la lucha por la recuperación de la democracia en Chile. Cine y literatura habrían fungido de espacio de diálogo y reflexión, mientras la música recogió la dimensión catártica, tanto en París, Roma o el Madrid y la Barcelona del tardofranquismo. Quilapayún e Inti-Illimani se convirtieron en embajadores del exilio, organizando giras culturales por España, Francia, Reino Unido, Alemania o Suecia, además de por países latinoamericanos como Argentina —antes de la dictadura—, Cuba, México o Venezuela. Lo propio hizo la revista Araucaria, editada entre París y Madrid y dirigida por Volodia Teitelboim desde Moscú, sin olvidar el aporte del cine chileno para crear una imagen de cercanía respecto de Chile y su dramática situación.
El capítulo La dimensión transnacional del exilio chileno. Reflexiones a partir de sus propias características y experiencias
, de Fernando Camacho Padilla, aborda una de las más dolorosas aristas del golpe de 1973: la salida masiva de cientos de miles de ciudadanos cuyas vidas corrieron peligro a causa de su involucramiento político, cuando no simplemente por sus ideas. A esta primera ola se superpuso una segunda, a principios de la década de los ochenta, cuando la instalación del neoliberalismo por la dictadura —y como resultado de la crisis de la deuda del año 1982— provocó un nuevo efecto centrífugo sobre quienes se encontraron con la urgencia de salir de Chile para tener una mínima certeza económica. Si consideramos ambos eventos, nunca en la historia del país un número tan alto de su ciudadanía se vio presionada a dejar el país, con datos que oscilan entre los 200.000 al millón de personas. Además, ante tal presión migratoria, los destinos de reubicación se ampliaron, ya que, si bien fueron los países europeos occidentales o aquellos tras el telón de acero los que recibieron un número mayor de refugiados y migrantes forzados, hubo también quienes se dirigieron a países del sur global. Así, en su capítulo, el autor se concentra en los acontecimientos políticos ocurridos tras el golpe militar que implicaron la salida de ciudadanos chilenos de su patria, revisando a continuación su llegada, integración y reorganización política en los nuevos domicilios, lo que implicaría la defensa de los derechos humanos y la recuperación de la democracia a partir de la planificación de actividades de solidaridad. Por último, reflexiona acerca del significado del fin de la dictadura para el exilio y el retorno a Chile.
Arturo López Levy, en su acápite La victoria póstuma de Allende: La institucionalización de los derechos humanos en la política exterior de Estados Unidos
, revela el papel que jugó el Gobierno del presidente Allende y el golpe en Chile de 1973 en el debate al