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No Estoy Solo
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Libro electrónico202 páginas3 horas

No Estoy Solo

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¿Qué pasaría si supieras que alguien estuvo a tu lado en la noche más oscura de tu vida? Has vivido creyendo que nadie entiende el dolor que sentiste cuando sucedió esa tragedia, perdiste a alguien que amabas, tus amigos te abandonaron, fuiste acusado injustamente, fuiste abusado o atravesaste por esas situaciones en las que te sentiste completamente solo.

Él estuvo ahí, escuchando tus reclamos, limpiando las lágrimas o interpretando el silencio con el que pretendías esconder tus sentimientos. Jesús vivió lo mismo que tú, él sabe lo que se siente, por eso, a través de las páginas de este libro te quiere decir: ¡Yo te entiendo!

Después de leer NO ESTOY SOLO, podrás acercarte a Dios de una manera diferente, sabiendo que, por encima de cualquier persona, lo tienes a él; de su mano tienes asegurada la tan anhelada sanidad de tu corazón.

Yo también me he sentido solo, lo que pasa es que eso no sale de manera pública, y cuando lloro, lo hago a solas... Está bien que te sientas solo, porque a todos nos pasa, pero, en esos momentos, ¿has podido ver a Dios a tu lado? ¿Has hecho parte a Jesús de tus cuadros de soledad? Descubre aquí cómo hacerlo.
IdiomaEspañol
EditorialBookBaby
Fecha de lanzamiento10 dic 2024
ISBN9786289649741
No Estoy Solo
Autor

Andrés Corson

Nacido en Australia y con raíces misioneras, fundó en 1993, junto a su esposa Rocío,«El Lugar de Su Presencia», una de las iglesias más influyentes de Latinoamérica, en Bogotá, Colombia. Hoy, más de 70 mil personas asisten cada fin de semana para escuchar sus mensajes. Desde joven, Andrés ha tenido una pasión profunda por la Palabra de Dios y por la música, y su estilo de comunicación, sencillo y cercano, ha llevado sus prédicas a superar el millón de vistas en YouTube. Es un líder innato con un don especial para adorar, enseñar, soñar y hacer realidad esos sueños.

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    No Estoy Solo - Andrés Corson

    Introducción

    Hace muchos años escuché la canción Amigo del artista brasilero Roberto Carlos, que se volvió muy popular con el paso del tiempo. Habla de la amistad y tiene una letra profunda sobre el significado de ser amigo; permanecer y acompañar a quien lo necesita, sin esperar nada a cambio. Todos necesitamos tener amigos y sentirnos respaldados, mucho más cuando pasamos por situaciones difíciles como pobreza, enfermedad, tristeza, ansiedad y muchas otras que tendremos que enfrentar en la vida.

    En esos momentos difíciles que hay en la vida, como dice la canción, buscamos a quién nos ayude a encontrar la salida. Quisiéramos tener a nuestro lado una persona que llore con nosotros, nos entienda, tenga misericordia y empatía por nuestro dolor; pero hay un punto en nuestro caminar donde ni nuestros amigos, ni nuestra esposa, hijos, padres o líderes espirituales nos pueden acompañar. Sea porque no saben cómo hacerlo o porque no nos entienden.

    La buena noticia es que hay alguien que nunca nos va a fallar, que nos acompaña porque nos ama y porque ha vivido lo mismo que nosotros, por eso nos entiende. Hebreos 4:15 dice: Nuestro sumo sacerdote comprende nuestras debilidades, porque enfrentó todas y cada una de las pruebas que enfrentamos nosotros. Te hablo de Jesús, mi amigo, el que siempre está conmigo y no me ha dejado solo nunca.

    Antes de morir, Jesús necesitó a sus amigos porque estaba triste, acababa de ser traicionado y estaba a punto de enfrentar la peor prueba en su vida. Se sintió solo porque ellos lo acompañaron en el huerto de Getsemaní, pero se quedaron dormidos. Él sabe lo que es el dolor, la soledad, la depresión, la angustia y el rechazo. Conoce perfectamente y ha vivido en carne propia todas las pruebas que vamos a tener que enfrentar como humanos en nuestro paso por la tierra.

    Este libro pretende dar herramientas e ilustrarte cómo Jesús nos entiende porque vivió pruebas en todas las áreas de nuestra vida, pero también es una oración para que en los tiempos de dificultad puedas encontrar cómo ir a Jesús, creyendo que él está contigo y que sabe lo que es tener que enfrentar esos momentos difíciles.

    En los momentos de dolor y oscuridad que vives, Jesús sabe lo que estás sintiendo, pero tienes que creerlo y con tus ojos de fe ver que él está a tu lado y te dice: ¿Estás en el desierto? Yo también estuve ahí. ¿Estás siendo probado? Yo también fui probado. ¿Te sientes solo? Yo también estuve solo, y todo eso lo soporté para entender tu desierto, por eso te digo: ¡No estás solo!.

    Te dejo un fragmento del himno que escribió John Peterson en 1955, llamado ¡Solo no estoy!:

    Solo no estoy, Jesús está a mi lado. Amigo fiel, que no me dejará.Solo no estoy, en tempestad o en calma Mi buen Jesús su protección me da. Aunque la tempestad me azote, y el mundo me desprecie No temeré llevar la cruz, Pues me guía con su amor.Así camino con pleno gozo, Solo no estoy, Jesús conmigo está.

    Cap 1 . No estoy solo

    Hace un tiempo, el equipo de alabanza de nuestra iglesia musicalizó una letra escrita por mi esposa, la cual se convirtió en la canción Getsemaní. En ella, le decimos a Jesús:

    Estuviste allí en Getsemaní, Corriste a los brazos de Papá, Entregaste tu copa del temor,Solo tú me puedes entender. Por eso hoy vengo a ti, Jesús, Fijo mis ojos en ti y me rindo, No estoy solo en la oscuridad, Tú me llevas al Padre.

    Getsemaní fue un lugar en el Monte de los Olivos en donde a Jesús le gustaba ir a orar, fue donde él estuvo antes de enfrentar su momento más difícil en la tierra. Lo podemos leer en la Biblia a través de varios capítulos distintos: Se llevó a Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó a sentir temor y tristeza. Es tal la angustia que me invade, que me siento morir —les dijo— Quédense aquí y vigilen. Yendo un poco más allá, se postró en tierra y empezó a orar que, de ser posible, no tuviera él que pasar por aquella hora. Decía: Abba, Padre, todo es posible para ti. No me hagas beber este trago amargo, pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú. Marcos 14:33-36 (NVI).

    La historia sigue en Lucas 22:43-46 (NVI): Entonces se le apareció un ángel del cielo para fortalecerlo. Pero como estaba angustiado, se puso a orar con más fervor, y su sudor era como gotas de sangre que caían a tierra. Cuando terminó de orar y volvió a los discípulos, los encontró dormidos, agotados por la tristeza. ¿Por qué están durmiendo? —les exhortó—. Levántense y oren para que no caigan en tentación.

    Ahora, volvamos a Marcos 14:39-42 (NVI): Una vez más se retiró e hizo la misma oración. Cuando volvió, los encontró dormidos otra vez, porque se les cerraban los ojos de sueño. No sabían qué decirle. Al volver por tercera vez, les dijo: ¿Siguen durmiendo y descansando? ¡Se acabó! Ha llegado la hora. Miren, el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de pecadores. ¡Levántense! ¡Vámonos! ¡Ahí viene el que me traiciona!.

    ¿CUÁL FUE EL GETSEMANÍ DE JESÚS?

    Además de tener que morir en la cruz por nuestros pecados, y de sentirse solo a pesar de estar

    acompañado, Jesús experimentó una profunda angustia por todo lo que iba a enfrentar. Lo vemos en Mateo 26:38 (NVI), donde él dijo: Es tal la angustia que me invade, que me siento morir. A eso se le suma la tristeza e incluso la depresión, que se menciona en el mismo versículo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte.

    Leyendo las palabras de Jesús, parecía ser que tenía muy claro lo que le correspondía en la tierra: sabía que iba a ser abandonado por sus amigos: cada uno se irá por su lado y me dejarán solo (…) Juan 16:32, que iba a ser negado por un amigo y traicionado por otro, incluso que lo iban a juzgar injustamente. A eso sumémosle que tenía claro el dolor físico de morir colgado en una cruz, el dolor emocional del rechazo, la vergüenza, la soledad. El hecho de ser despreciado y maldecido por todos, porque como dicen las Escrituras: (...) maldito todo el que muere en una cruz. (...) Gálatas 3:13. Yo creo que lo más duro para él fue el hecho de saber que, cuando más lo iba a necesitar, su Padre en el cielo lo iba a desamparar, por eso clamó: (...) Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado? Mateo 27:46 Por todo eso que iba a padecer, Jesús le dijo al Padre: (...) si es posible, pase de mí esta copa (...) Mateo 26:39 (RVR).

    Es impresionante cómo Jesús entendió el propósito de Su venida a la tierra. Desde siempre incluso antes de empezar su ministerio, supo que no venía al mundo solo para salvarnos, también vino y tomó la forma de hombre (Filipenses 2:7) para experimentar en carne propia las pruebas que todos enfrentamos en la vida: tristezas, angustias, soledades, rechazo, desilusiones, pobreza, desprecio, odio, egoísmo, ansiedad, enfermedad, dolor, muerte. Es reconfortante saberlo porque eso nos lleva a saber, y ojalá nunca olvidar, que no estamos solos en lo que vivimos. Lo dice Hebreos 4:15 (RVR): No tenemos un sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.

    ¿CUÁL ES TU GETSEMANÍ?

    Todos tenemos nuestro Getsemaní. Todos tenemos una historia que tiene que ser sanada. Detrás de cada párrafo de un autor, de cada letra de un compositor, de cada melodía de un músico o de cada pintura de un artista, hay una historia; ya sea de dolor, rechazo, soledad, traición o angustia. Lo primero que tenemos que saber, para ser sanados, es cuál es nuestro Getsemaní. ¿Lo tienes claro? ¿Sabes cuál es tu historia de dolor? Escríbela, píntala o cuéntale a Dios tu historia, tu Getsemaní, y deja que Jesús entre a ese cuadro para que como en la canción puedas cantar: no estoy solo en la oscuridad.

    Jesús es el más interesado en escucharnos, porque él sabe lo que se siente estar rodeado de personas que no perciben lo que nos preocupa. Así le sucedió esa noche en el Monte de los Olivos, cuando sus discípulos optaron por dormir y lo hicieron sentir solo. Todos necesitamos a alguien a quien le podamos contar nuestro dolor, un hombro sobre el cual llorar, una persona que nos oiga, porque los momentos difíciles de la vida son más llevaderos si tenemos a alguien a nuestro lado; pero inclusive la mejor amiga, el mejor esposo, los mejores padres o los mejores consejeros, por más buenos que sean, jamás podrán entendernos ni ayudarnos a pasar nuestro Getsemaní. El único que puede es Jesús. Al respecto, Hebreos 2:18 dice: Debido a que él mismo ha pasado por sufrimientos y pruebas, puede ayudarnos cuando pasamos por pruebas.

    El Señor lo vivió todo como una forma de ponerse en nuestros zapatos y entendernos. Jesús tendría razones y motivos para aferrarse a todas las ofensas que le hicieron, pero no lo hizo también para hacer de Hebreos 2:18 una fuente de fe para nosotros. Esto nos muestra que en toda situación dolorosa o de soledad, tenemos dos opciones: podemos seguir el resto de nuestra vida arrastrando ese dolor y dejando que acabe con nosotros; o podemos entregárselo a Dios para que él redima nuestra historia para bien, como lo hizo con José, quien, aunque fue vendido por sus hermanos, logró perdonarlos y amarlos mientras les dijo: Ustedes se propusieron hacerme mal, pero Dios dispuso todo para bien. Génesis 50:20.

    Esa es una gran verdad que debemos conocer. El mundo ha tratado de destruirnos, varios amigos nos abandonaron, nuestros padres nos lastimaron, nuestra esposa nos falló, nuestra vida no ha sido fácil, y todo esto también lo ha usado Satanás para hacernos mal; pero si logramos invitar a Jesús a nuestra historia de dolor, si se la contamos, se la escribimos o se la pintamos incluyéndolo a él, viéndolo acompañarnos en esas temporadas tenebrosas, podremos ser sanados y así experimentar que no estamos solos en nuestra oscuridad, ni en el desierto, ni en la depresión, ansiedad, soledad, rechazo, abandono, traición, intimidación.

    Si permites que Jesús entre a esos cuadros de dolor y los sane con su presencia, verás que no estás solo en el valle de muerte, ni tampoco bajo esa etiqueta que otros te han puesto. Es mi oración en momentos de dificultad: no estoy solo en esa silla de juicio, no estoy solo en mi pecado, no estoy solo en mis luchas sexuales, no estoy solo en mi baja autoestima, no estoy solo en mi pobreza, no estoy solo en mi tempestad, no estoy solo en mi enfermedad, no estoy solo en mis inseguridades y en esos pensamientos que me hacen creer que no merezco ser amado. No estoy solo porque Jesús está conmigo y me puede entender.

    POR ESO HOY VENGO A TI, JESÚS

    Dios prometió estar con nosotros. Lo dijo en Hebreos 13:5 (RVR): No te desampararé ni te dejaré. Y en Éxodo 33:14 (RVR) lo reafirma así: Mi presencia irá contigo y te daré descanso. Ahora, una cosa es que él esté con nosotros y otra que se manifieste y que seamos conscientes de Su presencia. De eso ya hablé a profundidad en el libro ¿Cómo conquistar el corazón de Dios?, pero lo importante es que, si buscamos experimentar a Dios de forma manifiesta, debemos hacer lo que dice Hebreos 4:16 (NVI): Así que acerquémonos confiadamente al trono de la gracia para recibir misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitemos.

    Ir a Jesús, fijar nuestros ojos en él, rendirnos y creer que no estamos solos es un ejercicio de fe. Si queremos que él esté en medio de nuestro Getsemaní, tenemos que creer que está ahí. Hebreos 11:6 dice: sin fe es imposible agradar a Dios. Todo el que desee acercarse a Dios debe creer que él existe y que él recompensa a los que lo buscan con sinceridad. Creer es ver con ojos de fe y luego confesarlo con nuestra boca: Aunque ande en valle de sombra y de muerte, no temeré mal alguno porque tú estarás conmigo, Salmo 23:4 (RVR). Si queremos que Dios permanezca con nosotros tenemos que obedecer lo que él nos dice en su Palabra. Jesús dijo en Juan 14:23 (NVI): El que me ama, obedecerá mi palabra, y mi Padre lo amará, y haremos nuestra morada en él.

    Si queremos que Dios se entronice en medio de nosotros, tenemos que alabarlo. Ese es el camino que él eligió para presentarnos ante él: Acerquémonos a él con acción de gracias. Cantémosle salmos de alabanza, Salmo 95:2 Vengan ante él cantando con alegría. (...) Entren por sus puertas con acción de gracias; vayan a sus atrios con alabanza, Salmo 100:2,4. Esto también lo podemos leer en Salmo 22, donde desde el versículo 3 dice que Dios habita en medio de nuestras alabanzas. Por eso cuando lo alabamos somos conscientes de su presencia y somos sensibles a su voz. Ese es el poder de la música.

    En medio de mis pruebas, el Espíritu Santo trae a mi memoria las canciones que cantaba cuando era niño, aquel himno que ya mencioné y que decía:

    Solo no estoy, Jesús está a mi lado Amigo fiel que no me dejará Solo no estoy, en tempestad o en calma Mi buen Jesús, su protección me da.

    Ahora te pregunto a ti: si no cantas y no oyes canciones de alabanza y adoración, ¿de dónde se va a agarrar el Espíritu Santo para recordarte su Palabra? Juan 14:26 (NVI) dice: Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les hará recordar todo lo que les he dicho.

    ME CONSUELAS, PERO NO HACES LO QUE QUIERO

    Cuando buscamos a una persona para que nos acompañe en nuestro dolor, esperamos encontrar a alguien que llore con nosotros, que nos oiga, nos entienda y tome nuestro lado, pero que no diga nada. O si va a decir algo, que solo nos diga lo que quisiéramos oír: Tienes razón, estoy de acuerdo contigo, estoy de tu lado. La verdad, eso no fue lo que el Padre hizo con Jesús. Él estuvo a su lado y mandó a un ángel para que lo fortaleciera, pero no le dijo que lo libraría de su noche de oscuridad. Jesús tuvo que beber el trago amargo de la cruz. Digo esto porque si esperas a encontrar a un Jesús que te va a dar la razón en todo, que es permisivo, que te oye sin decir ni una sola palabra, nunca saldrás de tu oscuridad. Jesús está a tu lado y puedes llorar con él y abrirle tu corazón, pero él también te va a decir lo que tienes que oír.

    Dios es nuestro consolador, eso significa que es nuestro abogado defensor, alguien que está junto a nosotros, que nos consuela, pero también intercede por nosotros. Jesús dijo en Juan 14:26-27 (NVI): Y yo le pediré al Padre, y él les dará otro Consolador para que los acompañe siempre: el Espíritu de verdad. Romanos 8:34 dice: ¿Quién nos condenará? Nadie, porque Cristo Jesús murió por nosotros y resucitó por

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