Geoffrey Chaucer La Mujer de Bath

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La mujer de Bath GEOFFREY CHAUCER

Prlogo del cuento de la mujer de Bath Aunque ninguna autoridad hubiera en este mundo, sriame muy suficiente la experiencia para hablar de las miserias que encierra el matrimonio. Porque, seores, desde que cumpl doce aos de edad (gracias sean dadas a Dios, que es eterno), he llevado cinco maridos al porche de la iglesia, pues yo me he casado muchas veces; y todos fueron hombres dignos en su clase. Mas a m me han dicho, ciertamente, no hace mucho tiempo, que puesto que Cristo no fue jams sino una vez a las bodas de Cana, de Galilea, por ese mismo ejemplo l me ensea que yo no deba de haberme casado sino una sola. Escuchad y ved tambin, a este propsito, las severas palabras que Jess, Dios y hombre, pronunci junto a un pozo, reprendiendo a la Samaritana: "T has tenido cinco maridos, y el hombre que ahora te posee no es tu marido", dijo l en verdad. Lo que quiso significar con eso yo no s manifestarlo; mas pregunto: por qu el quinto hombre no era marido para la Samaritana? Cuntos poda ella tener en matrimonio? A mi edad todava no he odo jams interpretacin clara acerca de este nmero, pudindose conjeturar y explicar de uno y otro modo. Lo que yo s con toda exactitud y sin mentir es que Dios nos mand crecer y multiplicarnos; ese texto excelente lo comprendo a maravilla. Bien s yo tambin que l dice que mi marido dejar a su padre y a su madre para tomarme; pero no hace mencin de nmero alguno, ni de bigamia u octogamia. Por qu censurarlo? Ved al rey sabio, don Salomn. Me parece que l tuvo ms de una mujer. As quisiera Dios me fuese permitido recrearme la mitad de veces que l! Qu don recibi de Dios mediante todas tus mujeres! Ningn ser de este mundo lo alcanz. A mi juicio, este noble rey sabe Dios cuntos alegres accesos tuvo la primera noche con cada una de ellas: tan bien le fue en vida! Bendito sea Dios, que yo me he casado con cinco! A los cuales he saqueado lo mejor de su bolsa y de su arca. Diversas escuelas producen sabios perfectos, y varias prcticas en muchos trabajos diferentes hacen, en verdad, perfecto al artfice. Yo soy estudiante de cinco maridos. Bienvenido el sexto cuando quiera que haya de venir. Porque, realmente, yo no deseo mantenerme casta del todo; luego que mi marido salga de este mundo, algn cristiano tiene que desposarme enseguida, pues el Apstol dice que entonces estoy libre para casarme, en nombre de Dios, como m plazca. El e asegura que casarse no es pecado, y que mejor es casarse que quemarse. Qu cuidado se me da, aunque la gente hable mal del perverso Lamech y de su bigamia? De sobra s yo que Abraham fue un santo varn, as como tambin Jacob, segn mi entender; sin embargo, cada uno de ellos tuvo ms de dos mujeres, e igualmente otros muchos hombres santos. Cundo visteis vosotros jams, en poca alguna, que el Altsimo prohibiera el matrimonio con palabras expresas? Os ruego me lo digis. O dnde prescribi l la virginidad? Yo s tan bien como vosotros, sin duda alguna, lo que dice el Apstol acerca de la virginidad, a saber: que no hay precepto ninguno respecto de ella. Se puede aconsejar a una mujer que permanezca virgen; pero el consejo no es mandamiento. l lo deja a nuestro propio juicio; porque si Dios hubiese ordenado la doncellez, por ese mero hecho habra condenado el matrimonio; y, verdaderamente, si no se hubiera sembrado ninguna semilla, de dnde procedera entonces la virginidad? Por ltimo, P ablo no se atrevi a mandar una cosa acerca de la cual no dict precepto su Maestro. El dardo est colocado en la meta para la virginidad; obtngalo el que pueda, y veamos quin corre ms. Pero esta palabra no se refiere a todos sino a quien Dios le place concederla, en virtud de su poder. Yo bien s que el Apstol era virgen; mas aunque l escribi y dijo que deseara fuesen todos como l, no era sino aconsejando la virginidad. Indulgentemente me dio licencia para ser mujer casada; as que no es censurable que yo me case si mi marido muere, sin que haya en esto caso de bigamia, bien que fuera bueno no tocar a mujer -l quiere decir en el lecho, en la cama-; porque es peligroso juntar fuego y estopa. Ya .sabis la significacin de este ejemplo. En suma: l tena virginidad ms perfecta que matrimonio con fragilidad. Llamo yo fragilidad a si l y ella se mantienen castos toda su vida.

Aunque la virginidad sea superior a la bigamia, yo no tengo envidia, lo reconozco perfectamente. Plzcales ser puros de cuerpo y alma; no quiero jactarme de mi estado. Porque bien sabis vosotros que un seor no tiene en su casa toda la vajilla de oro; alguna es de madera, y presta servicios a su amo. Dios llama a los hombres hacia El por diversos caminos, y cada cual recibe de Dios cierto don especial uno ste, otro aqul-, segn le place distribuirlos. La virginidad es gran perfeccin, as como tambin la continencia voluntaria; pero Cristo, que es fuente de perfeccin, no manda a todos que vayan y vendan lo que tengan y lo den a los pobres, y de ese modo sigan sus huellas. l se refera a los que deseasen la vida perfecta; y, con vuestro permiso, seores, yo no soy de esos. Yo quiero emplear la flor de mi edad en los actos y en fruto del matrimonio. Decidme tambin: con qu fin fueron hechos los rganos de la generacin, y para qu objeto fueron creados? Estad seguros que para nada no se hicieron. Comntelo quienquiera, y diga por todas partes que fueron hechos para la expulsin de la orina, y que nuestras dos cositas son asimismo para distinguir la hembra del varn, y para ninguna otra cosa. Decs que no? Por experiencia sabemos que no es as; y para que los clrigos no se enojen conmigo, dir que aqullos han sido hechos para las dos cosas, es decir, para servicio del cuerpo y para comodidad de la generacin, siempre que nosotros no ofendamos a Dios. De otra suene, por qu se haba de hacer constar en los libros que el hombre debe pagar a su mujer su deuda? Ahora bien; con qu har efectivo su pago si no usa su amable instrumento? Luego, aqullos fueron puestos en las criaturas para expeler la orina, y adems para la generacin. Mas yo no digo que todos los hombres crean que tienen los tales armamentos que he mencionado para usar de ellos en la generacin; entonces no se cuidaran de la castidad. Cristo era virgen, y como hombre se comportaba, lo mismo que muchos santos desde el principio del mundo; no obstante, vivieron siempre en perfecta castidad. Yo no quiero envidiar virginidad alguna; sean ellos pan de puro grano de trigo, y nosotras las mujeres seamos pan de cebada. Y, sin embargo, Marcos dice que con pan de cebada Jess, nuestro Seor, restaura a muchos hombres. Yo deseo perseverar en el estado a que Dios me llam; yo no soy escrupulosa. Como mujer casada, quiero usar mi instrumento tan liberalmente cual mi Hacedor me lo ha dado. Si yo soy ruin, Dios me mande penas! Mi marido lo tendr maana y tarde, cuando le plazca venir y pagar su deuda. Poseer quiero un marido (no lo dejar escapar), que sea a la vez mi deudor y mi siervo, siquiera tenga, por otra parte, su tribulacin sobre su carne mientras yo sea su mujer. Durante toda mi vida conservar el dominio sobre su propio cuerpo, y no l: as mismo me lo dice el Apstol, el cual manda a nuestros maridos que nos amen m ucho. Todas estas sentencias las encuentro razonables en todas sus partes. A este punto el Bulero interrumpi, diciendo: -Vaya, seora, por Dios y por San Juan, sois un gran predicador en esta materia! He estado a pique de unirme con una mujer; pero ay! es preciso que yo lo satisfaga en mi carne tan caro? Entonces prefiero no tomar mujer por ahora. -Aguarda -contest ella-, que mi cuento no ha empezado! Quiz, t has de beber de otro tonel antes que yo me largue, y probars algo peor que cerveza. Cuando te haya referido mi cuento acerca de las tribulaciones del matrimonio, en las cuales me he ensayado durante toda mi vida (a saber, siendo yo misma el ltigo), entonces vers si quieres beber del tonel que yo he de barrenar. Gurdate de ello antes de acercarte demasiado; pues voy a decirte ms de diez ejemplos. El que no quiere aprender de otros hombres, deber servir de amonestacin a los dems. Estas mismas palabras escribe Tolomeo; leed su Almagesto, y all las encontraris.

-Seora, yo le ruego, si es su voluntad -replic el Vendedor de indulgencias-, que comience. Cuente su cuento; no se abstenga por nadie, y ensenos a los jvenes con su experiencia. -Mucho me place -dijo ella-, puesto que ha de gustaros. Mas, con todo, ruego a la compaa que si hablo a mi antojo, no tome a mal lo que yo diga, pues mi intencin no es sino agradar. Bien, seores; ahora contar mi cuento. As pueda yo beber siempre vino o cerveza, como digo la verdad al afirmar que, de los maridos que tuve, tres fueron buenos y dos malos. Aquellos tres eran buenos, ricos y viejos; difcilmente podan mantener la ley en virtud de la cual se hallaban ligados a mi. Bien sabis vosotros lo que quiero decir con esto,pardiez! Dios me valga: lo que me ro siempre que pienso cuan afanosamente les haca yo trabajar por la noche! Y, a fe ma, yo no le daba a eso ninguna importancia. Ellos me haban entregado su oro y sus bienes; no necesitaba practicar otras diligencias para ganar su amor o reverenciarles. Por el Altsimo, me amaban tanto, que no haca caso alguno de su amor! La mujer lista se fija siempre en uno (cuando ninguno tiene), hasta conseguir su amor. Pero desde que yo los tuve completamente en mi mano, y luego que ellos me hubieron dado todas sus posesiones, qu me haba de cuidar yo de agradarles, no siendo para mi provecho y mi comodidad! Yo les he puesto, por mi fe, en tales aprietos, que muchas noches entonaban el "ay de m!". A lo que me parece, no trajeron ellos a casa el tocino que algunos obtienen en Essex, en Dunmow. Yo los gobernaba tan bien, imponindoles mi ley, que todos ellos se tenan por muy dichosos y felices llevndome buenas cosas del mercado. Se mostraban muy alegres cuando les hablaba cariosamente; porque Dios sabe que yo les reprenda con dureza. Ahora, vosotras, discretas mujeres que podis entenderme, escuchad cuan acertadamente me conduzco. He aqu cmo debis hablarles y acusarles. Porque ningn hombre puede jurar y mentir con tanto descaro como una mujer. Yo no digo esto con referencia a las mujeres q son prudentes sino de las que se ue conduzcan con imprudencia. La mujer discreta, si entiendo su provecho, le asegurar que la corneja est loca, y pondr a su propia doncella como testigo de su afirmacin. Pero escuchad cmo digo yo: "Seor viejo chocho: es sta tu manera de proceder? Por qu est mi vecina tan bien vestida? Ella se ve honrada adondequiera que va; yo me quedo en casa porque no tengo un traje decente. Qu haces t en la de mi vecina? Tan hermosa es ella? Eres t tan enamorado? Benedicite!, qu cuchicheas t con nuestra doncella? Seor viejo verde, deja estar tus malas maas! En cambio, si yo tengo algn pariente o cualquier amigo, chillas como un demonio, sin motivo, si yo voy o me entretengo en su casa. T vienes a la nuestra tan borracho como un ratn, y te pones a predicar en el banco con malas razones. Me dices que es gran desgracia casarse con una mujer pobre, por los gastos que ocasiona; y si es rica y de alto linaje, dices entonces que es un tormento sufrir su orgullo y su melancola. Si ella es hermosa, t dices, gran patn, que cualquier libertino querr poseerla, y que, en tanto, la que se ve asediada por todas partes no puede permanecer en castidad. "T afirmas que algunos nos desean por las riquezas, otros por nuestro talle, y algunos por nuestra hermosura; stos porque ella sabe cantar o bailar; aqullos por su gentileza y buen humor; los de ms all por sus manos y sus brazos finos. As, segn tus clculos, se va todo al diablo. T dices que no se puede defender la muralla de una fortaleza que es atacada mucho tiempo por todas partes. "Si ella es fea, dices que apetece a todos los hombres que ve, pues saltar como sabueso sobre tales, hasta que encuentre quien con ella se arregle. Ni hay ganso alguno -aades- que vaya por el lago, por pardo que sea, que desee estar sin macho. Y aseguras que es difcil de gobernar una cosa que a ningn hombre place retener con gusto. Esto es lo que t dices, miserable, cuando te vas a la cama, as como tambin que ningn hombre sabio debe casarse, ni tampoco el que quiera ir al cielo. Ojal el violento rayo y el fuego del relmpago te partan ese cuello marchito!

"Dices que humo, y gotera, y mujer brava, echan al hombre de su casa. Ah, benedicite! Qu le pasa a este viejo para regaar? "Dices que nosotras, las mujeres, queremos ocultar nuestros vicios hasta que nos vemos casadas, y entonces los mostramos. Bien puede ser eso el dicho de algn bribn! "Dices que los bueyes, los asnos, los caballos y los perros se prueban una y otra vez, as como las jofainas, vasijas, cucharas, taburetes y otros objetos caseros, e igualmente las ollas, paos y enseres, antes de comprarlos; pero que ningn ensayo se hace con las mujeres hasta que estn casadas: viejo necio y pcaro! Entonces dices que nosotras sacamos nuestros vicios. "Tambin aseguras que me disgusto si t dejas de alabar mi belleza y si no contemplas siempre mi cara con atencin y me llamas 'hermosa seora en todo lugar, y si no celebras fiesta el da de mi cumpleaos y me vistes de nuevo y elegante, y si no honras a mi nodriza y a mi doncella dentro de mi aposento, y a la familia y allegados de mi padre. As dices t, viejo barril lleno de heces! "Y aun de nuestro aprendiz Juanito has concebido falsas sospechas, a causa de sus cabellos rizados, que brillan como oro fino, y porque l me acompaa como escudero a todas partes. Aunque t te murieras maana, yo no le quiero. "Pero dme una cosa: por qu escondes (mala suerte te caiga!) las llaves de tu cofre fuera de mi alcance? Son bienes mos, lo mismo que tuyos, pardiez! Qu!, piensas convertir en idiota a tu mujer? Mas, por el seor que se llama Santiago, aunque te vuelvas loco de atar, t no has de ser dueo de mi cuerpo ni de mis bienes; tendrs que renunciar a una de las dos cosas, pese a tus ojos. Qu necesidad tienes de informarte de m o de espiarme? Yo creo que querras verme dentro de tu bal! T deberas decir: 'Mujer, vete adonde te plazca, entretente como quieras, que yo no dar fe a ningn chisme; te tengo por esposa fiel, seora Alicia. Nosotras no queremos al marido que pone cuidado y especial atencin a dnde vamos; a nosotras nos gusta estar a nuestras anchas. "Bendito sea entre todos los hombres el sabio astrlogo Don Tolomeo, que dice este proverbio en su Almagesto: 'De todos los hombres alcanza ms sabidura el que jams se cuida de quin tiene el mundo en la mano'. Por esta sentencia debes entender lo siguiente: teniendo t bastante, qu necesidad te incita a preocuparte o inquietarte por lo agradablemente que otros viven? Porque, en verdad, viejo chocho, t poseers cuando quieras mis partes durante la noche a tu completa satisfaccin. Es demasiado gran tacao el que no permite a un hombre que encienda la luz en su linterna; jams tendr por eso menos luz, pardiez! Bastante tienes t; no debes quejarte. "Dices tambin que si nosotras nos ponemos vestidos elegantes y preciosos adornos, peligra por ello nuestra castidad; y para reforzarlo (mala suerte tengas!), dices estas palabras, en nombre del Apstol: 'Vosotras, mujeres, debis ataviaros con vestidos hechos con arreglo a la castidad y al decoro dice l, y no con los cabellos trenzados y con piedras finas, como perlas, ni con oro ni con ricos paos'. Ni segn tu texto, ni segn tu rbrica, he de obrar un pice. "T has dicho que yo era semejante a una gata. Porque si alguien chamusca la piel de alguna gata, sta permanecer entonces seguramente dentro de la habitacin; mas si su piel est lustrosa y fina, no querr la gata estar en casa medio da, sino que saldr fuera antes del amanecer, para lucir su piel e ir maullar. Esto quiere decir, seor regan, que si yo estoy bien puesta, correr a ensear mi buriel.

"Seor viejo loco, qu te sirve el espiarme? Aunque t mandes a Argos con sus cien ojos que guarde mi persona como mejor pueda, l no me habr de guardar, a fe ma, sino segn mi deseo; an puedo yo hacer su barba, as como la tuya. "Dices tambin que hay tres cosas que perturban toda la tierra, y que nadie puede sufrir la cuarta. Oh querido seor grun, que Jess acorte tu vida! Adems, predicas y dices que la mujer odiosa se cuenta como uno de estos infortunios. No hay otra clase de semblanzas, que t puedas traer a comparacin en tus ejemplos, ms que una esposa inocente? "T comparas el amor de la mujer al infierno, a la tierra estril, donde el agua no existe. La comparas tambin al fuego griego, que cuanto ms quema, tanto ms desea consumir todas las cosas combustibles. Dices que as como los gusanos destruyen el rbol, de igual modo la mujer arruina a su marido. Esto lo saben los que estn ligados con las mujeres." Seores: asimismo, como vosotros habis odo, haca yo creer a pie junrillas a mis viejos maridos que decan en su borrachera; y todo era falso, aunque yo tomaba por testigos a Juanito y a mi sobrina. Ah, Seor, las angustias y los dolores que yo causaba a los muy inocentes, por la dulce pasin de Dios! Porque yo s morder y relinchar como un caballo. Aunque yo fuese la culpable, me quejaba; de otra suerte, hubiera quedado confundida muchas veces. El que primero llega al molino, antes muele: yo me quejaba primero, y as quedaba detenida nuestra lucha. Ellos se consideraban muy satisfechos excusndose a toda prisa de los delitos que jams en su vida cometieron. Yo le acusaba de ir en busca de mujeres, cuando, por razn de su enfermedad, difcilmente poda tenerse de pie. Sin embargo, eso halagaba su corazn, pues imaginaba que yo senta por l grandsimo cario. Yo juraba que todas mis salidas por la noche eran para averiguar con qu muchachas se acostaba; con esa disculpa corra yo no pocas aventuras. Porque sta es nuestra condicin desde que nacemos: Dios ha dado a las mujeres por naturaleza el engao, las lgrimas y la disposicin para hilar mientras vivan. De este modo, me vanaglorio de que al fin yo quedaba encima, en toda cosa, por astucia, por fuerza o por algn otro medio, como quejas o lamentaciones continuas. En la cama, especialmente, experimentaban ellos su desgracia: all grua yo, y no les daba gusto; si senta su brazo sobre mi costado, no quera permanecer ms tiempo en el lecho hasta que l me hubiese pagado su rescate, permitindole entonces satisfacer su necedad. AS que, en vista de eso, vosotros todos, a quienes digo este cuento: gane quien pueda, pues todo se vende. Con las manos vacas no es posible atraer al halcn; para mi provecho tena yo que aguantar toda su lujuria, fingiendo un falso apetito, y, sin embargo, el tocino no me hizo nunca feliz, lo cual era causa de que yo siempre les regaara. Porque, a cuando el Papa hubiera estado sentado junto a ellos, yo no me habra contenido un en su propia mesa, pues, a fe ma, les devolva palabra por palabra. As me ayude de verdad Dios omnipotente, que si yo tuviera que hacer ahora mismo mi testamento, no les debo una palabra que no haya sido pagada. Yo las conduca de tal manera con mi ingenio, que a ellos les tena ms cuenta ceder; de otro modo, jams hubiramos estado en paz, pues aun cuando l tuviese el aspecto de un len furioso, habra, con todo, abandonado sus razones. Entonces decale yo; "Querido mo, mira qu apariencia tan mansa tiene nuestra oveja Wiikin. Acrcate, esposo mo: permteme que bese tu cara! T has de ser muy paciente y humilde, y tener conciencia buena y escrupulosa, ya que tanto predicas sobre la paciencia de Job. Puesto que tan bien sabes sermonear, ten siempre tolerancia, y si no lo haces, nosotras os ensearemos, a buen seguro, que es cosa excelente mantener paz con la mujer. Uno de nosotros dos debe ceder, sin duda; y pues el hombre es ms razonable que la mujer, t tienes que ser sufrido. Qu sacas refunfuando y gruendo as? Es que t solo quieres poseer lo mo? Pues tmalo todo entero: aqu lo tienes. Por San Pedro, maldito seas si t no lo ests deseando con ansia! Porque si yo quisiera vender mi belle chose, podra exhibirme tan fresca como una rosa; pero quiero guardarla para tu propio diente. Por Dios, de verdad te digo que eres digno de censura".

Tales palabras nos dirigamos. Ahora voy a hablar de mi cuarto marido. Mi cuarto marido era un jaranero; quiero decir que tena una amante. Yo era joven y muy apasionada, terca, vigorosa, y alegre como una picaza. Saba yo danzar a maravilla al son de una pequea arpa, y cantar lo mismo que el ruiseor, despus de haber bebido un trago de vino dulce. Aunque yo hubiera sido la esposa de Metelio (el infame villano, el cerdo, que con un palo quit la vida a su mujer porque ella bebi vino), no me habra metido miedo para beber. Y despus del vino pienso yo en Venus; porque tan cieno como el fro engendra el granizo, a la boca glotona corresponde un rabo lujurioso. La mujer repleta de vino no tiene defensa; esto lo sabe por experiencia el libertino. Pero, Cristo Seor!, cuando me acuerdo de mi juventud y de mi alegra, me hacen cosquillas las fibras de mi corazn. Hoy en da constituye el consuelo de mi alma el haber corrido el mundo en mis tiempos. Mas ay!, la edad, que todo lo inficiona, me ha despojado de mi belleza y de mi energa: vayan con bien; el diablo cargue con ellas! La flor de la harina se acab, y ahora tengo que vender el salvado como mejor pueda: con eso est dicho todo. Sin embargo, aun procurar divertirme bien. Voy a hablar ya de mi cuarto marido. Digo que encerraba gran despecho en mi corazn, porque l obtena las caricias de otra. Pero qued recompensado, por Dios y por San Jos! Yo le hice un bculo con la misma madera, no de modo vergonzoso para mi cuerpo, sino poniendo a la gente tal cara, que de rabia y de terribles celos le haca frerse en su propia grasa. Por Dios, yo fui en la tierra su purgatorio; as que espero que su alma est en la gloria. Porque, Dios lo sabe, l se sentaba y se pona a cantar con mucha frecuencia cuando su zapato le lastimaba muy cruelmente. No haba nadie, salvo Dios y l, que supiese con cunto dolor le atormentaba de muchas maneras. Muri cuando yo volva de Jerusaln, y enterrado se halla bajo la peana de una cruz, aunque su tumba no est tan bien hecha como el sepulcro de Daro, que Apeles labr con habilidad; era gasto intil enterrarle con lujo. Vaya con Dios, y El d a su alma descanso; ya est en la sepultura y en su caja. Ahora voy a hablar de mi quinto marido. Dios no permita que su alma vaya jams al infierno! Y, sin embargo, fue para m el ms malo, lo cual experimento y experimentar siempre, hasta el ltimo da de mi vida, en cada una de mis costillas. Pero era tan vigoroso y retozn en nuestro lecho, y saba adems acariciarme tan bien cuando quera conseguir mi belle chose, que aunque me hubiese molido a palos todos los huesos, saba reconquistar al punco mi amor. Yo creo que le amaba ms porque me escatimaba su cario. Nosotras, las mujeres, si no he de mentir, tenemos en este particular extraos antojos: nos parece que no podemos conseguir fcilmente alguna cosa, y en seguida gritamos y suplicamos sin tregua. Prohibidnos algo, y lo desearemos; acosadnos de cerca, y huiremos entonces. Ofrecemos toda nuestra mercanca con escasez. La gran demanda en el mercado encarece los gneros, y los demasiado baratos se estiman en poco valor: esto lo sabe toda mujer que sea lista. Mi quinto marido (Dios bendiga su alma!), a quien recib por amor, y no por sus riquezas, fue en otro tiempo estudiante de Oxford, que haba dejado la escuela, tomando pupilaje en casa de mi comadre, que viva en nuestra ciudad y se llamaba Alison: Dios haya acogido su alma! Ella conoca mi corazn, y aun mis secretos, mejor que nuestro cura prroco (as medre yo!), descubrindole todas mis irrtimidades. Porque si mi marido hubiese orinado contra la pared, o hecho alguna cosa que hubiera de costarle la vida, yo habra dicho su secreto a ella en todas sus partes, as como a otra honrada mujer y a mi sobrina, a quien yo quera mucho. Y Dios sabe que as lo hice muy a menudo; de manera que con frecuencia suma pona su cara roja y encendida de pura vergenza, culpndose l mismo por haberme revelado tan profundo secreto.

Y sucedi que, en cierta ocasin, en tiempo de Cuaresma (pues yo iba muchas veces a casa de mi comadre, porque me gustaba siempre componerme y andar en los meses de marzo, abril y mayo de casa en casa oyendo diversas noticias), Juanito el estudiante, mi comadre la seora Alson y yo fuimos al campo. Mi marido pas en Londres toda aquella Cuaresma; as que yo tuve la mejor oportunidad para divertirme y para ver y ser vista de la gente alegre: qu saba yo dnde o en qu lugar estaba determinado que otorgara mis favores? Por eso haca mis visitas a las vsperas y a las procesiones, as como tambin al sermn, a las peregrinaciones, a las representaciones de milagros y a la bodas, llevando elegantes vestidos de escarlata. Jams los atacaban lo ms mnimo los gusanos, ni la polilla, ni insecto alguno; lo aseguro por mi salud. Y sabis por qu? Porque estaban muy usados. Ahora voy a seguir contando lo que me sucedi. Digo que nosotros pasebamos por el campo, y entretanto el estudiante y yo tuvimos, en verdad, tal jugueteo, que le habl de mis planes para lo porvenir, dicndole que cuando yo quedara viuda se casara conmigo. Porque, ciertamente (no lo digo por jactancia), todava no he estado nunca sin previsin de matrimonio, ni de otras cosas tampoco. Yo considero que el corazn de un ratn no vale un puerro, s slo tiene un agujero por donde escaparse, pues si ese le falta, todo ha concluido entonces. Le hice creer que me haba hechizado; mi madre me ense esa estratagema. Tambin le dije que so con l toda la noche: l quera matarme mientras yo me hallaba acostada, y toda mi cama estaba llena de abundante sangre; pero que, sin embargo, esperaba que l obrara bien conmigo, pues la sangre presagia oro, segn me ensearon. Y todo era mentira: yo no so absolutamente nada de eso; pero as segua siempre los consejos de mi madre, tanto en aquello como en otras muchas cosas. Pero, seor, qu iba yo a decir? Vamos a ver. Ah, s, pardiez! Ya tengo otra vez mi cuento. Cuando mi cuarto marido estuvo en el atad, llor, no obstante, y puse la cara triste, cual deben hacerlo las mujeres casadas, porque esa es la costumbre, y me cubr el rostro con mi pauelo. Mas como yo estaba provista de un compaero, llor muy poco, lo aseguro. Por la maana fue llevado mi marido a la iglesia entre los vecinos, que por l hacan duelo, uno de los cuales era nuestro estudiante Juanito. Dios me valga; pero cuando yo le vi que iba detrs del fretro, me pareci que tena un par de pantorrillas y unos pes tan blancos y hermosos, que le entregu todo mi corazn. Creo que contaba l veinte inviernos, y yo cuarenta, si he de decir la verdad; pero, con todo, me quedaba todava un primer diente. Yo los tena separados, y eso me convena a maravilla: mostraba la marca del sello de la piadosa Venus. As me ayude Dios tan de fijo como yo era apasionada, hermosa, rica, joven y muy alegre; y, en realidad, como mis maridos me decan, yo tena el mejor quoniam que poda haber. Porque, a no mentir, me hallo del todo consagrada a Venus en sentimiento, y mi corazn est dedicado a Marte. Venus me dio mi pasin, mi lujuria, y Mane mi intrpido valor. Mi signo fue Taurus, donde est Marte. Ay, ay, que siempre haya de ser pecado el amor! Yo he seguido mi inclinacin constantemente por virtud de mi constelacin, lo que hizo que yo no pudiera substraer mi cmara de Venus de un buen compaero. Adems, tengo la seal de Marte en mi c ara y tambin en otro sitio privado. Porque (as Dios me salve), yo no he amado jams segn discernimiento alguno, sino que siempre he seguido mi apetito, fuese corto o largo, blanco o negro. Yo no me preocupaba de nada, con tal que l me agradase, aun cuando fuera pobre o de cualquier condicin. Qu dir yo sino que al final de aquel mes el alegre estudiante Juanito, que tan corts era, se cas conmigo con gran solemnidad, y yo le ced todas las tierras y posesiones que me fueron dadas hasta aquel entonces? Mas luego me arrepent muy profundamente; l no satisfaca mi menor deseo. En cierta ocasin, pardiez!, me peg en una oreja porque yo romp una hoja de su libro, y del golpe qued completamente sorda de ese odo. Yo era indomable como una leona, y con mi lengua gran charlatana, y recorra, como antes haba hecho, casa por casa, aunque l hubiese jurado lo contrario. Por esta razn me sermoneaba muy a menudo, y me instrua en las gestas de los antiguos romanos: cmo Simplicius

Gallus repudi a su mujer, abandonndola durante toda su vida, solamente porque la vio cierto da en la puerta con la cabeza descubierta mirando hacia fuera. Otro romano me nombraba, el cual, porque su mujer fue a cierto juego de esto sin su conocimiento, la abandon tambin. Y luego me enseaba en su Biblia aquella sentencia del Eclesistico, donde manda y ordena terminantemente no permita el hombre que su mujer vaya a rodar por una y otra parte. Despus me deca esto mismo, ni ms ni menos: "Quien edifica toda su casa con mimbres, espolea a su caballo ciego por tierra de barbecho, y permite que su mujer vaya a visitar santuarios, merece ser colgado en la horca!". Pero todo era en balde; yo no estimaba un escaramujo sus sentencias ni sus viejos dichos, ni quera ser corregida por l. Aborrezco al que me dice mis vicios, y lo mismo hacen otros que no son yo: Dios lo sabe! Esto le pona furioso conmigo por completo; yo en ningn caso le dejaba en paz. Ahora, por Santo Toms, voy a deciros la verdad de por qu romp yo una hoja de su libro, razn por la cual me golpe de tal modo que qued sorda. Tena un libro, que lea siempre con delectacin, noche y da, para entretenerse. Lo llamaba Valerio y Teofrasto, y con l se rea a todas horas estrepitosamente. Adems, en otro tiempo hubo cierto clrigo en Roma, un cardenal, que se llam San Jernimo, el cual escribi un libro contra Joviniano; en ese libro estaban tambin Tertuliano, Crisipo, Trotula y Elosa, que fue abadesa no lejos de Pars; y adems los Proverbios de Salomn, el Arte de Ovidio, y otros muchos libros: todos encuadernados en un volumen. Y tena por costumbre, durante el da y la noche, cuando encontraba oportunidad y se hallaba libre de toda otra ocupacin mundana, leer en aquel libro acerca de las mujeres malas. Saba de ellas ms historias y vidas que de mujeres buenas hay en la Biblia. Porque habis de estar seguros que es imposible que escritor alguno hable bien de las mujeres casadas (a no ser en las vidas de la benditas Santas) ni de ninguna otra mujer tampoco. Decidme: quin pint al len, quin? Por Dios, que si las mujeres hubiesen escrito historias, como los clrigos componen sus sermones, habran escrito tantas maldades de los hombres, que toda la casta de Adn no podra repararlas! Los hijos de Mercurio y los de Venus son muy opuestos en sus acciones: Mercurio ama la sabidura y la ciencia, y Venus gusta de la orga y el dispendio. Por su diversa posicin, cada uno de ellos experimenta depresin en la exaltacin del otro; y as (Dios lo sabe!), Mercurio se ve desolado en Piscis, donde Venus es sublimada, y Venus cae donde Mercurio se levanta. Por lo cual ninguna mujer es alabada por sabio alguno. El sabio, cuando es viejo y no puede acometer los trabajos de Venus ms de lo que valen sus viejos zapatos, se sienta y, en su chochera, escribe que las mujeres no pueden ser fieles en el matrimonio. Pero ahora vamos al asunto: esto es, por qu he dicho que fui golpeada a causa de un libro, pardiez! Cierta noche, nuestro Juanito lea en su libro, mientras estaba sentado junto al fuego, primero acerca de Eva, quien, por su maldad, trajo a todo el gnero humano a miserable condicin, por lo cual fue muerto el mismo Jesucristo, que nos redimi con la sangre de su corazn. Ved: aqu expresamente hallaris que la mujer fue la ruina de todo el linaje humano. Despus me ley cmo Sansn perdi sus cabellos: su amante los cort con sus tijeras mientras dorma, por cuya traicin perdi aqul ambos ojos. Luego me ley, si no he de mentir, de Hrcules y de su Deyanra, la cual fue causa de que l mismo se arrojase al fuego.

No olvid el tormento y el dolor que Scrates padeci con sus dos mujeres, y cmo Xantipa le arroj orines en su cabeza.' Este hombre bueno permaneci callado como un muerto, limpi su cabeza, y slo hubo de decir: "Antes que el trueno se extinga, viene la lluvia". Cosa exquisita le pareca la historia de Pasifae, reina de Creta, a causa de su perversidad. Uf No hablis de su deseo y su placer horribles; eso es cosa espantosa. Con muy grande entusiasmo lea la historia de Clitemnestra, que, por su lascivia, mand matar prfidamente a su marido. Me dijo tambin por qu motivo perdi Anfiarao su vida en Tebas. Mi marido tena la historia de su esposa Enfila, quien, por un collar de oro, revel secretamente a los griegos en qu sitio se ocultaba su esposo, por lo cual hall l en Tebas su desgracia. Me hablaba de Livia y de Luclia, que hicieron morir a sus maridos: la una, por amor; la otra, por odio. Livia envenen al suyo cierta tarde, porque ella era su enemiga. Lucilia, impdica, amaba tanto a su marido, que, para que pensara continuamente en ella, le dio tal filtro amoroso, que muri antes que llegara la maana. As que los maridos siempre estn en afliccin. Luego l me contaba cmo un tal Laturnio se lamentaba con su amigo Arrio de que en su jardn creca un rbol, en el cual, segn deca, se haban ahorcado por celos sus tres mujeres. "Ah, querido hermano -le contest Arrio, dame un vstago de ese bendito rbol, para que lo plante en mi jardn!" De fecha ms reciente, me lea que algunas mujeres han matado a sus maridos en su lecho, permitiendo que sus amantes se acostaran con ellas toda la noche, mientras el cadver yaca en el suelo. Y otras hincaban clavos en su cerebro al tiempo que ellos dorman, matndolos as. Algunas les daban veneno en su bebida. l hablaba ms males que imaginar puede el corazn. Y, adems, saba ms proverbios que hierbas o csped brotan en este mundo. "Mejor es -aada vivir arriba en el desvn, que abajo en la casa con mujer colrica: tan perversas y tan amigas de contradecir son ellas; aborrecen siempre lo que sus maridos aman." Y segua diciendo: "La mujer echa a un lado la vergenza cuando se quita su camisa". Y tambin: "La mujer hermosa, que no es casta al mismo tiempo, es como anillo de oro en hocico de cerda". Quin podr imaginar o suponer el dolor y el tormento que en mi corazn senta? Y como vi que no llevaba trazas de terminar de leer en aquel maldito libro durante toda la noche, con movimiento rapidsimo arranqu tres hojas de l mientras lea, y al mismo tiempo le asest en la cara tal puetazo, que cay de espaldas en la lumbre. Pero se levant como len furioso, y me dio con el puo en la cabeza, de manera que en el suelo qued como muerta. Mas cuando vio que yo permaneca inmvil, se asust, y hubiera huido, hasta que, por ltimo, sal de mi desmayo. "Ah!, me has matado, falso bandido dije yo-, y me has asesinado de este modo por mis bienes? Sin embargo, antes de morir, quiero besarte." Y l se acerc, y se arrodill cortsmente, diciendo: "Querida hermana Alison, as me valga Dios como jams te he de pegar yo. T tienes la culpa de lo que te he hecho. Perdnamelo, te lo suplico". E inmediatamente le pegu en la cara, y le dije: "Ladrn, as quedo bien vengada! Ahora quiero morir: no puedo hablar ms". Pero, al fin, con mucha afliccin y dolor, vinimos a un acuerdo por nosotros mismos. l puso en mi mano las riendas del gobierno de la casa y de los bienes, as como tambin de su lengua y de sus manos; y entonces le hice quemar de seguida su libro. Y luego que hube adquirido, merced a mi habilidad, toda la soberana, y diciendo l: "Mi fiel esposa, haz tu gusto durante toda tu vida; guarda tu honor y guarda tambin mi dignidad", desde aquel da jams tuvimos nosotros disputa alguna. As me ayude Dios como yo fue para l tan buena y fiel cual esposa ninguna lo ha sido desde Dinamarca hasta la India; y lo mismo fue l para conmigo. Pido a Dios, que se sienta en majestad, bendiga su alma, en su amorosa misericordia! Ahora voy a decir mi cuento, si queris escuchar.

Cuando al fraile hubo odo todo esto, echse a rer, y dijo: -Vaya, seora, as tenga yo la felicidad o la gloria tan cierto como ste es largo prembulo para un cuento! Mas apenas oy gritar al fraile el alguacil: -Mira! dijo-, por lo dos brazos de Dios! Siempre han de entremeterse los frailes. Aqu tenis, buenas gentes, cmo las moscas y los frailes se meten en todos los platos y en todos los asuntos, Cmo! Qu hablas t de prembulos? Sigue andando, al trote o al paso, o baja y sintate; porque ests estorbando as nuestra diversin. -Est bien -dijo el fraile-. Lo quieres t as, seor alguacil? Perfectamente. Antes de irme he de contar, a fe ma, tal cuento (si no son dos), de un alguacil, que se ha de rer toda la gente que aqu va. -Pues yo tambin, fraile -repuso el alguacil-, maldigo tu facha, y me maldigo a m mismo, si no refiero dos o tres cuentos de frailes antes de llegar a Sidingborne, de tal modo, que lleven pesar a tu corazn; pues bien s que tu paciencia se ha agotado. Nuestro hostelero grit: -Silencio ahora mismo! Y aadi-: Dejad que esta mujer diga su cuento. Os estis portando como gente borracha de cerveza. Ea, seora, cuente su cuento, y eso ser lo mejor. -Enseguida, seor -dijo ella-; como gustis, y con licencia de este digno fraile. -S, seora -respondi ste-; cuente, que estoy atento. Aqu termina su prlogo la mujer de Bath Cuento de la mujer de Bath Aqu da comienzo el cuento de la mujer de Bath En los antiguos tiempos del rey Arturo, de quien, los bretones hablan con gran reverencia, toda esta tierra estaba llena de ejrcitos de hadas. La reina de ellas, con su alegre acompaamiento danzaba muy a menudo en las verdes praderas: tal fue la creencia antigua, segn he ledo. Hablo de muchos cientos de aos ha; mas ahora ya no puede ver nadie ningn hada, pues en estos tiempos la gran caridad y las oraciones de los limosneros y otros santos frailes que recorren todas las tierras y todos los ros con tanta frecuencia como motas de polvo en el rayo de sol, bendiciendo salones, cmaras, cocinas, alcobas, ciudades, pueblos, castillos, altas torres, aldeas, granjas, establos y lecheras, son causa de que no haya hadas. Porque por all por donde acostumbraba a pasear algn hada, va ahora el propio limosnero, maana y tarde, rezando sus maitines y sus santas preces mientras visita su demarcacin. Pueden las mujeres caminar con seguridad en todas direcciones, por todos los matorrales o bajo cualquier arboleda; all no hay otro ser sino aqul, que no les har deshonra ninguna. Sucedi, pues, que este rey Arturo alojaba en su mansin a un alegre caballero, quien cierto da, volviendo a caballo desde el ro, vio a una muchacha que caminaba delante de l tan sola como haba nacido, a la cual doncella, inmediatamente, a pesar de todo cuanto hizo, la despoj de su virginidad a viva fuerza, por cuya violacin levantse tal clamor y tales instancias cerca del rey Arturo, que el caballero fue condenado a muerte, segn las leyes. Y, en virtud de los estatutos de entonces, hubiera quiz perdido su cabeza; pero la reina y otras damas de tal modo pidieron gracia al rey, que en aquel punto le perdon

la vida, sometindole por completo a la voluntad de la reina, para que ella eligiera si quera salvarle o hacerle perecer. La reina dio las gracias al rey con todo su corazn, y luego de esto, cuando consider que era tiempo oportuno, habl as al caballero cierto da: "Te encuentras an de tal manera -le dijo-, que no tienes seguridad alguna de tu vida. Yo te la concedo si sabes decirme qu es lo que las mujeres ms desean. S prudente, y libra tu cuello del hierro. Si no puedes contestarme de seguida, te dar licencia para que vayas, durante un ao y un da, a inquirir y hallar respuesta conveniente en esta cuestin. Y antes que partas, yo quiero tener alguna garanta de que volvers a este lugar". Afligido qued el caballero, y suspir tristemente; pero, qu remedio!, l no poda hacer su voluntad. Al fin opt por marcharse y tornar de nuevo, al cumplirse exactamente el ao, con la respuesta que Dios le procurara. Y tomando su permiso, emprendi el camino. Practic indagaciones por todas las casas y por todos los sitios en que esperaba hallar la gracia de aprender qu cosa desean ms las mujeres; pero saber no pudo, a ninguna costa, dnde encontrara dos personas que estuviesen de acuerdo en esta materia. Unos decan que las mujeres apreciaban ms las riquezas; otros, que la honra; stos, que las diversiones; aqullos, l s ricos vestidos; algunos decan que los placeres del lecho, y enviudar una y otra vez para o volver a casarse. Decan otros que nuestros corazones se deleitan ms cuando nos adulan y contentan. Si no he de mentir, andaba muy cerca de la verdad: se nos gana mejor con la lisonja, y con obsequios y atenciones somos cogidas en la liga grandes y pequeas. Algunos dicen que a nosotras lo que ms nos gusta es ser libres y obrar enteramente como nos plazca, y que ningn hombre nos censure por nuestros vicios, sino que digan que somos discretas y no necias. Porque, a buen seguro, no hay ninguna entre todas nosotras que no desee dar de puntapis a cualquiera que nos ponga el dedo en la llaga, por decirnos la verdad. Haga la prueba, y ver que as es; por viciosas que seamos interiormente, queremos ser tenidas por juiciosas y limpias de pecado. Otros afirman que recibimos gran placer en ser consideradas como constantes, y asimismo como capaces de guardar secretos y permanecer firmemente en un propsito, y no manifestar cosa alguna que se nos revele. Pero este dicho no tiene el valor del mango de un rastrillo; nosotras las mujeres no podemos ocultar nada, pardez! Testigo, Midas. Queris or la historia? Ovidio, entre otras ancdotas, cuenta que Midas tena, bajo sus largos cabellos, dos orejas de asno, que le crecan en la cabeza: defecto que ocultaba muy cuidadosamente, lo mejor que poda, a las miradas de todos, de suerte que, salvo su esposa, nadie ms lo saba. l la amaba mucho y confiaba en ella, y le rog que a ninguna persona hablara de su deformidad. Ella le jur que aunque le diesen el mundo entero, no cometera semejante villana o pecado, para hacer que su marido cayera en tan mala reputacin; ella no lo dira por su propia dignidad. Pero, sin embargo, crey morir por tener que ocultar tanto tiempo un secreto; parecile que oprima tan angustiosamente su corazn, que por necesidad habr de escaprsele alguna palabra. Y como no se atreva a decrselo a nadie, fuese corriendo a un pantano de all cerca. Hasta tanto que lleg a l, su corazn estuvo en ascuas; y de igual modo que el alcaravn chilla en el fango, puso ella su boca junto al agua: "No me hagas traicin, agua, con tu murmullo -dijo. A ti lo digo, y a

nadie ms: mi marido tiene dos largas orejas de burro! Ya est mi corazn completamente satisfecho ahora que ello ha salido fuera; yo no poda guardarlo ms tiempo". Por esto veris que, aunque nosotras lo dilatemos cierto trmino, no obstante debe salir; no sabemos ocultar ningn secreto. Si queris or lo restante de la historieta, leed a Ovidio, y all lo podris ver. El caballero, a quien mi cuento se refiere especialmente cuando se convenci de que no le era posible conseguirlo, es decir, indagar lo que ms quieren las mujeres, qued su espritu en su pecho muy afligido, y dirigise a su alojamiento, pues no poda permanecer all. Lleg el da en que deba regresar a su pas, y acontecile en el camino, en medio de toda su ansiedad, que, mientras cabalgaba por la linde de un bosque, vio que se movan en danza veinticuatro mujeres, y aun ms, hacia la cual danza se acerc con gran curiosidad, esperando aprender algn consejo. Mas, en verdad, antes que acabase de llegar all, desapareci aqulla, no supo dnde. No vio ser alguno viviente, a excepcin de una mujer sentada en el csped: criatura ms fea no se puede imaginar. La vieja se levant a la presencia del caballero, y dijo: -Seor caballero, por aqu no hay camino alguno. Dgame, por su fe: qu busca? Esto sera quiz lo mejor; los viejos sabemos muchas cosas. -Mi querida madre contest el caballero, yo ser muerto seguramente si no puedo decir qu cosa es la que las mujeres desean ms; si sabis instruirme acerca de ello, yo os lo pagar bien. -Promteme por tu fe, aqu en mi mano repuso ella-, que hars lo primero que te pida, si est en tu poder, y yo te lo dir antes que sea de noche. -Te doy mi palabra -dijo el caballero-; estoy conforme. -Entonces -aadi ella-, bien me atrevo a vanagloriarme de que tu vida est en salvo; pues pongo la ma a que la reina opinar como yo. Veremos quin es la ms orgullosa de todas cuantas lleven cofia o toca en la cabeza, que se atreva a decir que no en lo que te voy a ensear. Sigamos adelante sin hablar ms. Susurr entonces una frase en su odo, y mandle que estuviese alegre y no tuviera miedo. Cuando hubieron llegado a la corte, el caballero dijo que haba vuelto en su da, segn prometi, y que aparejada tena su respuesta. Muchas nobles damas, muchas doncellas y muchas viudas (pues stas son discretas), reunidas se hallaban con la misma reina, sentada como juez para or su respuesta. Ordense luego que compareciera el caballero. Se impuso a todos silencio, y mandse al caballero que dijera en pblica asamblea de qu cosa gustan ms las mujeres en el mundo. El caballero no permaneci en silencio, como una bestia sino que respondi al punto a la pregunta con voz varonil, que toda la corte oy: -Mi soberana seora, las mujeres desean en todas partes tener autoridad, tanto sobre su marido como sobre su amante, y estar por encima de l en poder. Este es vuestro mayor deseo, aunque me matis; obrad como queris: aqu estoy a vuestra disposicin. En toda la corte no hubo mujer casada ni doncella ni viuda que le contradijese, sino que aseguraron que era digno de conservar su vida. Y a estas palabras levantse la vieja que el caballero vio sentada en el csped: -Una gracia- dijo-, mi reina y soberana seora! Hazme justicia antes que tu corte se retire. Yo ense esta respuesta al caballero, por lo cual me empe all su palabra de que la primera cosa que yo le pidiera

la hara, si estaba en su poder. -Rugete, pues, seor caballero, delante de la corte -agreg, que me recibas como esposa tuya; pues bien sabes que he salvado tu vida. Si yo he dicho mentira, di que no, por tu fe! El caballero exclam: -Ay, ay de m! Yo s muy bien que tal fue mi promesa. Por amor de Dios, elige otra peticin, Toma todos mis bienes, y deja m cuerpo en libertad. -No! -replic ella En ese caso maldigo a los dos! Pues aunque yo sea fea, vieja y pobre, no quiero, por todo el dinero ni por todos los metales que se hallan soterrados o a flor de tierra dejar de ser yo tu esposa y tu amor. -Mi amor? -repuso l-. No, mi maldicin! Ay, que tenga que unirse tan vilmente uno de mi linaje! Pero todo fue intil. Al cabo se le oblig, y hubo de casarse necesariamente con ella. Y recibiendo a su vieja esposa, fuese a la cama. Ahora quiz dirn algunos que, en mi negligencia, no me cuido de referiros el regocijo y la pompa que en la fiesta hubo aquel mismo da. A lo cual responder brevemente diciendo que all no hubo alegra ni fiesta completas, sino slo pesadumbre y mucha tristeza; pues l se cas en sigilo con ella cierta maana, y luego ocultse todo el da como un buho: tan afligido estaba, y tan fea era su mujer. Grande era el dolor que embargaba el alma del caballero cuando fue conducido con su esposa al lecho; se volva y revolva de un lado para otro. Su vieja esposa permaneca echada, sonriendo siempre, y deca: -Oh querido esposo, benedicite! Se conducen as como t, todos los caballeros con sus esposas? Es esta la ley en la casa del rey Arturo? son todos sus caballeros tan despegados? Yo soy tu legtima amante y tu esposa; yo soy quien ha salvado tu vida, y, por otra parte, jams te hice agravio ninguno, en verdad. Por qu te portas as conmigo esta primera noche? Procedes como hombre que ha perdido su razn. Cul es mi delito? Dmelo, por amor de Dios, y ser remediado, como yo pueda. -Remediado? -dijo el caballero-. Ay de m! No, no; eso no puede remediarse jams! T eres tan horrible, y adems tan vieja, y, por otro lado, procedes de tan baja clase, que no es gran maravilla que yo me revuelva y me desve. As permita Dios que mi corazn estalle! -Es esa -repuso ella- la causa de tu inquietud? -Claro que s dijo l-; nada tiene de extrao. -Pues bien, seor -aadi ella-, yo puedo remediar todo esto, si quiero, antes que pasen tres das, con tal que t te conduzcas bien conmigo. Mas a pesar de que t hablas de la nobleza que procede de riqueza antigua, por razn de lo cual hayis de ser hidalgos, tal orgullo no tiene el valor de una gallina. Mira quin es el ms virtuoso en todo caso, lo mismo en privado que en pblico, y el ms inclinado siempre a practicar las acciones nobles que pueda, y considrale como el hombre ms noble. Cristo quiere que reclamemos de l nuestra nobleza, no de nuestros antepasados, por su riqueza antigua; pues aun cuando ellos nos transmitan toda su herencia, por lo cual pretendemos ser de alto linaje, no pueden, sin embargo, legar para nada a ninguno de nosotros su vida virtuosa, que hace que ellos sean llamados nobles, exigindosenos les sigamos en tal cualidad. "Bien habla acerca de este particular el sabio poeta de Florencia que se llama Dante. Ved, en estos versos se hallan sus palabras: 'Muy rara vez se eleva la excelencia del hombre por sus pequeas ramas; pues

Dios, en su bondad, quiere que reclamemos de l nuestra nobleza'. Porque de nuestros mayores no podemos reclamar sino cosas temporales, susceptibles de cercenarse y mutilarse. "Adems, todos saben tan bien como yo que si la nobleza se vinculase naturalmente en determinada familia, siguiendo la lnea de sucesin, no dejaran jams de practicar, ni privada ni pblicamente, el hermoso oficio de la nobleza, y no podran cometer ningn vicio o villana. "Toma fuego y llvalo a la casa ms oscura que haya entre este lugar y el monte del Cucaso; deja que se cierren las puertas, y mrchate de all. El fuego, sin embargo, arder con tanto resplandor y abrasar como si veinte mil hombres lo contemplasen; conservar siempre, por mi vida, su virtud natural, hasta que se apague. "Por esto puedes ver perfectamente que la nobleza no va unida a la propiedad, puesto que los hombres no cumplen siempre su misin, como ves que hace el fuego por su naturaleza. Porque Dios sabe que se puede hallar muy a menudo al hijo de un seor cometiendo villanas y acciones deshonrosas. Y el que desea tener reputacin de nobleza, por haber nacido de casa noble y haber sido sus antepasados nobles y virtuosos, sin querer l mismo realizar acciones dignas, ni imitar a sus ilustres abuelos que ya murieron, no es noble, sea duque o conde; porque las acciones villanas y perversas hacen al villano. La nobleza no es sino la fama de tus antepasados, por su gran bondad, lo cual es cosa extraa a tu persona. Tu nobleza procede solamente de Dios, pues nuestra verdadera hidalgua se nos concede por gracia, y en modo alguno nos fue legada con nuestra posicin. "Piensa cuan noble, segn dice Valerio, fue aquel Tulio Hostilio, que de la indigencia se elev a la alta nobleza. Lee a Sneca, y lee tambin a Boecio: all vers claramente, sin duda alguna, que es noble el que ejecuta acciones nobles. Por tanto, querido esposo, yo saco la conclusin de que, aunque mis antepasados fuesen de humilde cuna, puede, sin embargo, el Altsimo (y as lo espero) concederme la gracia de vivir virtuosamente. Cuando yo comience a vivir en la virtud y abandone el pecado, entonces ser noble. "Y pues me reprochas mi pobreza, el Altsimo, en quien creemos, eligi pasar su vida en pobreza voluntaria. Y seguramente todos los hombres, doncellas o mujeres casadas comprendern que Jess, rey de los cielos, no haba de escoger vida viciosa. La pobreza alegre es cosa honrada, en verdad: as lo afirman Sneca y otros sabios. Yo estimo por rico a cualquiera que se considere satisfecho con su pobreza, aunque no tenga camisa. El que ambiciona es un ser pobre, porque desea tener lo que en su poder no se halla; pero el que nada tiene, no codicia tener, es rico, aunque t le consideres no ms que como un rstico. "La verdadera pobreza por naturaleza canta. Juvenal dice alegremente de la pobreza: 'El hombre pobre, cuando va por su camino delante de los ladrones, puede cantar y divertirse'. La pobreza es un bien aborrecible, y, a lo que yo creo, desocupador muy grande de preocupaciones, y asimismo dispensador de sabidura para el que la lleva con paciencia. La pobreza, aunque nos parezca desgraciada, es esto: posesin que nadie nos disputar. Muchas veces, cuando el hombre est abatido, la pobreza hace que conozca a su Dios, y aun a s propio.. La pobreza es un antojo, segn yo pienso, a travs del cual puede ver aqul a sus verdaderos amigos. En consecuencia, seor, toda vez que yo no te he agraviado, no me censures ms a causa de mi pobreza. "Tambin, seor, me echas en cara la vejez. Mas, verdaderamente, seor, aun cuando ninguna autoridad hubiera en libro alguno, vosotros, los bien nacidos y honrados, decs, merced a vuestra cortesa, que se debe favorecer al anciano y llamarle padre. Y autores he de encontrar, me parece.

"Ahora bien; dices que soy fea y vieja. En ese caso no temas ser cornudo, pues (as medre yo!) la fealdad y la vejez son grandes guardianes de la castidad. Pero, sin embargo, como s lo que constituye tu deleite, yo satisfar tu humano apetito. "Elige ahora -continu ella una de estas dos cosas: o tenerme fea y vieja hasta que yo muera, siendo para ti humilde y fiel esposa, y no desagradando te jams en toda mi vida, o, por lo contrario, tenerme joven y hermosa, y correr la aventura de la concurrencia que acudira a tu casa, o tal vez a algn otro lugar. Escoge, pues, t mismo lo que te plazca. El caballero medit, y suspir dolorosamente; mas al cabo dijo de esta manera: -Seora ma y amor mo y esposa queridsima: yo me pongo bajo tu discreta autoridad; elige t misma lo que haya de ser ms agradable y ms honroso para ti y para m. Yo no me preocupo de cul de las cosas, pues la que t quieras me satisfar. -Entonces he conseguido yo el dominio sobre ti dijo ella-, toda vez que puedo elegir y mandar como me plazca? -De verdad que s, esposa -dijo l; yo lo considero como lo mejor. -Bsame -insisti ella; no estemos ms tiempo enojados, pues, a fe ma, yo ser para t las dos cosas, es decir, hermosa y buena a la par, sin duda alguna. Pido a Dios que yo muera loca si no soy para t tan buena y fiel como jams fue ninguna mujer desde el principio del mundo. Y si yo no soy maana tan hermosa de ver como dama alguna, emperatriz o reina, que exista desde el oriente al ocaso, dispn de m vida y muerte enteramente a tu arbitrio. Levanta la cortina y mira. Y cuando el caballero vio que era, en realidad, tan bella y tan joven, en su alegra la tom en sus brazos, sumergido su corazn en un bao de felicidad, y la bes mil veces seguidas. Y ella le obedeci en todo lo que poda proporcionarle placer o deleite. As vivieron ambos en perfecto gozo hasta el fin de sus das. Y Jesucristo nos enve maridos sumisos, jvenes y vigorosos en el lecho, as como la gracia de sobrevivir a aquellos con quienes nos casamos. Tambin ruego a Jess abrevie la vida de los que no quieren ser gobernados por sus mujeres; y a los viejos regaones, y tacaos en sus gastos. Dios les mande pronto una buena maldicin. Aqu termina el cuento de la mujer de Bath

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