A Una Dama Imaginaria
A Una Dama Imaginaria
A Una Dama Imaginaria
Qu linda cara que tienes, vlgate Dios por muchacha, que site miro, me rindes y si me miras, me matas. Esos tus hermosos ojos son en ti, divina ingrata, harpones cuando los flechas, puales cuando los clavas. Esa tu boca traviesa, brinda entre coral y ncar, un veneno que da vida y una dulzura que mata. En ella las gracias viven; novedad privilegiada, que haya en tu boca hermosura sin que haya en ella desgracia. Primores y agrados hay en tu talle y en tu cara todo tu cuerpo es aliento, y todo tu aliento es alma. El licencioso cabello airosamente declara, que hay en lo negro hermosura, y en lo desairado hay gala. Arco de amor son tus cejas, de cuyas flechas tiranas, ni quien se defiende es cuerdo, ni dichoso quien se escapa. Qu desdeosa te burlas! y qu traidora te ufanas, a tantas fatigas firme, y a tantas finezas falsa! Qu mal imitas al cielo prdigo contigo en gracias, pues no sabes hacer una cuando sabes tener tantas!
QUEJAS
La Palabra
JUAN BAUTISTA AGUIRRE: CARTA A LIZARDO Ay, Lizardo querido! si feliz muerte conseguir esperas, es justo que advertido, pues naciste una vez, dos veces mueras. As las plantas, brutos y aves lo hacen: dos veces mueren y una sola nacen. Entre catres de armio tarde y maana la azucena yace, si una vez al cario del aura suave su verdor renace: Ay flor marchita! ay azucena triste! dos veces muerta si una vez naciste. Plida a la maana, antes que el sol su bello ncar rompa, muere la rosa, vana estrella de carmn, fragante pompa; y a la noche otra vez: dos veces muerta! oh incierta vida en tanta muerte cierta! En poca agua muriendo nace el arroyo, y ya soberbio ro corre al mar con estruendo, en el cual pierde vida, nombre y bro Oh cristal triste, arroyo sin fortuna! muerto dos veces porque vivas una. En sepulcro suave, que el nido forma con vistoso halago, nace difunta el ave, que del plomo es despus fatal estrago: Vive una vez y muere dos: Oh suerte! para una vida duplicada muerte.
Plida y sin colores la fruta, de temor, difunta nace, temiendo los rigores del noto que despus vil la deshace. Ay fruta hermosa, qu infeliz eres! una vez naces y dos veces mueres. Muerto nace el valiente oso que vientos calza y sombras viste, a quien despierta ardiente la madre, y otra vez no se resiste a morir; y entre muertes dos naciendo, vive una vez y dos se ve muriendo. Muerto en el monte el pino surca el ponto con alas, bajel o ave, y la vela de lino con que vuela el batel altivo y grave es vela de morir: dos veces yace quien monte alado muere y pino nace. De la ballena altiva sali Jons y del sepulcro sale Lzaro, imagen viva que al desengao humano vela y vale; cuando en su imagen muerta y viva viere que quien nace una vez dos veces muere. As el pino, montaa con alas, que del mar al cielo sube; el ro que el mar baa; el ave que es con plumas vital nube; la que marchita nace flor del campo, todo clama oh Lzardo! que quien nace una vez dos veces muera; y as, joven gallardo, en ro, en flor, en ave, considera, que, dudando quiz de su fortuna, mueren dos veces por que acierten una.
Y pues tan importante es acertar en la ltima partida, pues penden de este instante perpetua muerte o sempiterna vida, ahora oh Lizardo! que el peligro adviertes, muere dos veces porque alguna aciertes.
Ojos cuyas nias bellas esmaltan mil arreboles, muchos sois para ser soles, pocos para ser estrellas. No sois sol, aunque abrasis al que por veros se encumbra, que el sol todo el mundo alumbra y vosotros le cegis. No estrellas, aunque serena luz mostris en tanta copia, que en vosotros hay luz propia y en las estrellas, ajena. No sois lunas a mi ver, que belleza tan sin par ni es posible en s menguar, ni de otras luces crecer. No sois ricos donde estis, ni pobres donde yo os canto; pobres no, pues podis tanto, ricos no, pues que robis. No sois muerte, rigorosos, ni vida cuando alegris; vida no, pues que matis,
muerte no, que sois hermosos. No sois fuego, aunque os adula la bella luz que gozis, pues con rayos no abrasis a la nieve que os circula. No sois agua, ojos traidores, que me robis el sosiego, pues nunca apagis mi fuego y me causis siempre ardores. No sois cielos, ojos raros, ni infierno de desconsuelos, pues sois negros para cielos y para infierno sois claros. Y aunque ngeles parecis, no merecis tales nombres, que ellos guardan a los hombres y vosotros los perdis. No sois diablos, aunque andis dando pena a los que vieron, que ellos del cielo cayeron, vosotros en l estis. No sois dioses, aunque os deben adoracin mil dichosos, pues en nada sois piadosos ni justos ruegos os mueven. Y en haceros de este modo naturaleza ech el resto, que, no siendo nada de esto, parece que lo sois todo.