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e me ha invitado a compartir algunas ideas sobre la izquierda latinoamericana actual, un tema demasiado complejo para tratar en pocos minutos. Como punto de partida dir que asumo que la de izquierda es una opcin tica con fundamento racional en pos de la emancipacin humana, y que sta exige la preservacin de su hogar vital. Que no se es de izquierda slo por autodefinirse como tal, sino por lo que se hace. Que la izquierda incluye tanto a la partidaria como a la no partidaria o social, con la tremenda heterogeneidad en ambas. Y que han sido las prolongadas luchas de todas sus vertientes las que han hecho posibles los triunfos electorales en nuestra regin, siendo ste un momento histrico de notable singularidad. Las experiencias de gobierno condensan la complejidad del fenmeno de izquierda, porque involucran proyectos y concepciones diversas, la relacin y el balance de fuerzas entre los diversos componentes de la izquierda, las prcticas y su eficacia, y porque no operan en el vaco sino en la disputa de proyectos de sociedad antagnicos, con sus efectos combinados en trminos regionales y del sistema mundo capitalista. Es una complejidad no siempre contemplada en los anlisis.
* Intervencin en el XII Coloquio de Ciencia Poltica, Universidad Central de Venezuela. Instituto de Estudios Polticos. 4-6 noviembre 2013.
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Ejemplo de ello son las clasificaciones que se han hecho de los gobiernos en los ltimos aos. Como en toda clasificacin, se han jerarquizado algunos aspectos en desmedro de otros, en lo que se expresan concepciones terico-metodolgicas. Y me parece interesante ilustrar, desde esas clasificaciones, la compleja problemtica que debemos asumir, no slo por sus implicaciones intelectuales sino tambin por sus efectos prcticos, es decir, polticos. De partida, no podemos eludir el reconocimiento de que todos los gobiernos, ms all de las diferencias entre procesos, han generado cambios importantes en las condiciones de vida de amplios segmentos sociales. Cmo no reconocerlo, mxime cuando venimos de pases como Mxico, donde se est llevando a cabo una masacre social. Y ste es un primer asunto a considerar para pensar en trminos regionales. Hoy da, un 54 por ciento de la poblacin de Nuestra Amrica vive en pases gobernados por las fuerzas que se autodefinen como izquierda y centroizquierda, con un aporte numrico grande de Brasil en ese porcentaje. Esto es indito en la historia latinoamericana. Pero el otro 46 por ciento, casi 269 millones, viven bajo gobiernos de derecha que siguen ahondando la tragedia social y la entrega descarada de sus pases, y que bajo esa lgica operan tambin en la geopoltica regional. Este mbito, el de la geopoltica, ha sido un criterio muy determinante de las clasificaciones sobre los gobiernos y, en buena medida, ha condicionado la discusin sobre esas experiencias. Estamos en un momento indito en nuestra historia por el nmero de expresiones gubernamentales de mayor distanciamiento respecto al gobierno de Estados Unidos y la creacin de instituciones regionales sin su presencia, como la CELAC y UNASUR, de gran importancia en su histrico patio trasero y para la geopoltica mundial, sobre todo para contener los escenarios de guerra. Tambin asistimos al desdibujamiento de la arrogante presencia del Estado espaol, como ocurri en la ltima Cumbre Iberoamericana en Panam.
N 40, Diciembre de 2013 Bogot, Colombia
Mujeres sudafricanas exigen la liberacin de Mandela. Las mujeres, junto con Winnie Mandela, cantaban en las escaleras del Ayuntamiento de Johannesburgo.
http://larevista.mx/2013/12/la-vida-de-mandela-en-fotos/
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A partir de esta nueva realidad geopoltica, se ha afirmado que estamos ante un debilitamiento imperialista en la regin. Sin embargo, es necesario revisar las valoraciones sobre los grados de subordinacin o de autonomizacin respecto del imperialismo, pensados slo desde la diplomacia. Por un lado, porque se trata de instancias regionales muy distintas a la integracin promovida por el ALBA, que no son ajenas a la lgica del regionalismo abierto promovido por Estados Unidos, que tiene en esos espacios a gobiernos que representan sus propios intereses. Por otro lado, porque en esa jerarquizacin de la diplomacia estn implicados reduccionismos analticos sobre el imperialismo, ya que ltimamente es concebido slo como una relacin de dominio de un Estado sobre otro, y se ha perdido de vista que el imperialismo es esencialmente el dominio molecular del capital financiero. Entendiendo por capital financiero la fusin potenciada de todas las formas de reproduccin y concentracin del gran capital. Que utiliza el poder de sus Estados de origen para su penetracin territorial, para la exportacin de capital, de mercancas y tecnologa, para la apropiacin de riquezas naturales y de plusvala. Pero que se asocia con Estados receptores para triangular desde esos otros espacios geogrficos y soportes estatales cambiando de bandera, lo que le facilita la negociacin poltica y el aprovechamiento de las prerrogativas multilaterales regionales. En nuestra regin, la fuerza de penetracin y de obtencin de ganancias del gran capital, incluyendo al de origen latinoamericano, no ha disminuido, pese a las regulaciones e impuestos establecidos por algunos gobiernos de izquierda. Esto no es poca cosa por la fuerza poltica requerida para imponrselos, pero no ha modificado el dominio molecular del gran capital en nuestra regin. Otras clasificaciones se han hecho a partir de los procesos internos, que se enfocaron en la democratizacin de los regmenes polticos en las primeras gestiones de gobierno, distinguiendo entre aquellos que avanzaron hasta procesos constituyentes y los que siguieron en los marcos institucionales heredados, aunque algunos de estos marcos institucionales contienen conquistas sociales y democrticas de larga data, defendidas o recuperadas por las luchas populares. En algunos casos, esta clasificacin coincide con la anterior en cuanto al grado de distanciamiento con el gobierno de Estados Unidos, pero en otros casos no coincide. El comprensible entusiasmo por el protagonismo popular constituyente deriv en centrar los anlisis en el Estado. Se prest atencin a la incorporacin al aparato estatal de los siempre invisibilizados (indgenas, trabajadores urbanos y rurales, mujeres) y a la incorporacin de las
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13 de junio de 1964. Mandela charla con Walter Sisulu en la prisin de Robben Island, cerca de Ciudad del Cabo, donde cumpla la sentencia de cadena perpetua a la que haba sido condenado por alta traicin.
http://internacional.elpais.com/internacional/2012/12/08/album/1354995296_071245.html#1354995296_071245_1386315027
demandas de los movimientos sociales a la agenda gubernamental. As como a la capacidad conjunta del gobierno y movimientos sociales para derrotar las violentas reacciones de la clase dominante desplazada del aparato estatal. Con la idea de la penetracin de la sociedad civil en la sociedad poltica comenz a usarse la categora gramsciana de Estado ampliado pero, a diferencia de Gramsci, se perdi de vista que la burguesa es parte de la sociedad civil. Muchos de esos anlisis atribuyeron autonoma a lo poltico, dejando fuera el anlisis estructural de la reproduccin econmica y de las clases en el poder del Estado. Y se desestim que cada modelo econmico exige un determinado modelo poltico y social, que ste no puede ser pensado al margen de aqul, ms all de la retrica o los liderazgos carismticos. De esto comienza a tomarse nota cuando, con bases polticas ms slidas y conquistando reelecciones, el tema de los cambios econmicos pas a primer plano.
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Y con l, se hicieron ms explcitas las diferencias entre las distintas corrientes que conforman las fuerzas gobernantes. Pues no hay que olvidar que, en todos los pases, los partidos o movimientos polticos que ganaron elecciones son producto de alianzas y procesos de unidad entre fuerzas y concepciones diversas. Esos debates no se han dado en el vaco, sino en un contexto en el que la derecha no ha perdido capacidad para influir ideolgicamente sobre la discusin de alternativas. Por obvias razones se presta mayor atencin a las acciones conspirativas y desestabilizadoras de la derecha, dirigidas a desgastar a los gobiernos y a manipular el debate poltico; ms que a las sutiles estrategias desplegadas desde hace muchos aos para neutralizar los proyectos de contenido crtico con el capitalismo. No tengo tiempo para analizar aqu los distintos aspectos de esa lcida estrategia de la derecha presentada como posneoliberalismo.
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Parte de la misma ha sido definir un nuevo modelo de desarrollo para Amrica Latina. Sintetizando sus planteos, en sus trminos: este modelo est basado en aprovechar las ventajas de la globalizacin mediante la exportacin de lo ms abundante con el fin de obtener los recursos para promover el consumo de los sectores excluidos por la deuda social. Un desarrollo que para pasar de las ventajas comparativas espurias a una ulterior competitividad autntica debe ser necesariamente impulsado con el capital transnacional por su aporte financiero, tecnolgico y por su acceso a mercados. Con un fuerte papel del Estado como co-financiador de las inversiones en distintas modalidades de asociacin pblico-privada en vastas reas. Un activo papel del Estado para la construccin de infraestructura; en la creacin de un adecuado clima de negocios mediante un marco institucional de seguridad jurdica para las inversiones y la remisin de ganancias al exterior; adems de un marco institucional que contemple distintas formas de propiedad para ampliar la inclusin de nuevos actores al mercado como productores vinculados al polo moderno del desarrollo. Un activo papel del Estado en la ampliacin de los mercados financieros para incrementar el ahorro interno y ponerlo al servicio del financiamiento de los nuevos negocios, con el fin de romper la muy neoliberal contradiccin entre lo financiero y lo productivo. Y, desde luego, con un activo papel del Estado en polticas sociales para promover el consumo, mediante transferencias y asignaciones, e incluso en una regulacin entre capital y trabajo funcional a esos objetivos. Hasta aqu la sntesis del modelo de desarrollo posneoliberal. Lo ms abundante para exportar son los recursos energticos, mineros, hdricos, de biodiversidad, la explotacin de la tierra para vastos monocultivos transgnicos. Actividades, todas, que exigen el control sobre el territorio, tambin para la construccin de un sistema multimodal de transporte y comunicacin para abaratar la extraccin de esos bienes naturales mercantilizados. Este modelo neodesarrollista ha ganado influencia en las prcticas econmicas y va diluyendo las diferencias entre gobiernos establecidas por las anteriores clasificaciones. Su adopcin implica una aceptacin tcita del capitalismo, en algunos casos argumentada por razones de gradualismo o realismo aunque se le critique, y en otros por adhesiones francas aunque se declare la intencin de humanizarlo. Los debates sobre el neodesarrollismo se han centrado en el grave asunto del extractivismo pero no contemplan sus dems componentes. Este modelo econmico, como todos, requiere un modelo poltico. El objetivo de responder simultneamente a los intereses del capital
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Despus de 27 aos Mandela sale de la prisin. 4 aos ms tarde, los sudafricanos celebraron sus primeras elecciones multirraciales y eligieron a Mandela como su primer presidente negro.
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transnacional, del capital nacional existente o en creacin, y de los sectores populares, lleva a un ejercicio bonapartista desde el gobierno. Pero el bonapartismo implica un equilibrio inestable, que a corto o mediano plazo se vuelca hacia uno de los platos de la balanza. Si el objetivo es reducir el poder del capital, el gobierno necesita desplegar al mximo la movilizacin popular para llevarlo a cabo. Por el contrario, si el objetivo es priorizar la negociacin con el capital, lo que se requiere es el control de los sectores populares organizados. Pueden seguir estando en el aparato del Estado, pero subordinados a ese objetivo. El ascenso de los conflictos que involucran a organizaciones sociales otrora aliadas o representadas en los gobiernos podra estar indicando hacia dnde se ha estado moviendo el fiel de la balanza. Atribuirlo slo a rencillas personales o a estrechos intereses corporativos, que desde luego existen, es simplificar el anlisis de la relacin entre economa y poltica. Ahora bien, y qu sucede con los sectores populares beneficiarios de las polticas sociales? Desde hace un tiempo se discute si son asistencialistas o de reconocimiento de derechos, y se cuestiona a las primeras porque no modifican la matriz distributiva y por sus efectos sociopolticos negativos. Nadie puede negar la necesidad y obligacin de los gobiernos de atender con urgencia las terribles situaciones de miseria multiplicadas por el neoliberalismo. Sin embargo, es verdad que las polticas asistencialistas favorecen conductas basadas en valores primarios y no el desarrollo de la consciencia, que favorecen el control social y la desorganizacin poltica. Crean clientelas electorales pero no adhesin a un proyecto, por eso sus lealtades son voltiles. Pero qu pasa, tambin, con los beneficiarios de polticas sociales universalistas basadas en el reconocimiento de derechos? Porque tambin se ha ido comprobando que sus conductas polticas no son tan previsibles, lo que produce perplejidad.
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Las respuestas habra que buscarlas en el lugar que ese neodesarrollismo posneoliberal les asigna a las polticas sociales. Cuando proclama la inclusin de los excluidos, no es en calidad de sujetos sociales y polticos, sino su inclusin en el mercado como consumidores. La idea del desarrollo como consumo de masas no es nueva, est presente en las discusiones de hace medio siglo. Pero la oferta capitalista ha cambiado. La de antes era ms restringida y de valores de uso no decrecientes, deban durar. A diferencia de entonces, la oferta actual implica la subsuncin real del consumo al capital. De la misma manera que la inclusin de los pequeos productores al mercado est significando someter lo que producen y cmo producen al dictado de este capitalismo depredador, la inclusin de los pobres y de los trabajadores no tan pobres como consumidores implica hoy someter toda su existencia, su subjetividad y hasta sus procesos biolgicos a las lgicas de este capitalismo depredador, a sus valores, a sus prcticas fagocitarias de lo humano, que conducen al individualismo y al conservadurismo. La gran metfora de esta lgica son los celulares, a los que se presenta como encarnacin de la democratizacin por el consumo, y hasta de la incorporacin a la clase media. Ms all de su innegable utilidad como medio de comunicacin, son el gancho para crear expectativas modeladas por este capitalismo: es ms importante actualizar los modelos de celular que contar con agua potable. As es como se est en el mercado. Por eso resulta ms que contradictorio que quienes exaltan las bondades humanistas de la inclusin de los ms pobres al consumo de este capitalismo bajo sus reglas, al mismo tiempo condenen el consumismo y las conductas antisociales. Porque hasta que se demuestre lo contrario, las formas de existencia social condicionan la consciencia. En el mismo sentido opera la llamada inclusin financiera, es decir, la bancarizacin de los trabajadores y de los ms pobres mediante tarjetas para que retiren las transferencias de las polticas sociales, las pensiones o los salarios. Se presenta como un acto democratizador el que se ofrezcan crditos sobre esas transferencias y sobre la nmina, por lo cual, por supuesto, pagarn intereses. Esto, que significa entregar para las ganancias de los bancos la masa dineraria del fondo de consumo popular, es promovido al mismo tiempo que en los discursos se condena al capital financiero. Estas son algunas de las contradicciones derivadas de adherir conscientemente, o sin saberlo, a esta concepcin del desarrollo que consiste en una modernizacin capitalista muy parecida a la formulada por Rostow en 1960, tan criticado desde entonces por la izquierda. Una
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modernizacin capitalista funcional al objetivo sistmico de hacer de Amrica Latina un espacio de estabilizacin del capitalismo en su crisis. Esta totalidad compleja no se compadece con las clasificaciones al uso. Exige unidades de anlisis que articulen economa y poltica, y exige analizar al Estado por su papel en la reproduccin capitalista, tambin donde gobierna la izquierda. Hay que admitir que todava no se ha logrado gestar una concepcin distinta del desarrollo humano que no sea sinnimo de crecimiento en la lgica del capital. La potencia tica de la propuesta del buen vivir, en armona con la naturaleza, no alcanza a llenar de contenido prctico el camino en el que, todava para muchos, vivir bien pasa por empezar a vivir mejor. Esto ha sido esgrimido como argumento absoluto a favor de una nocin del cambio por etapas sucesivas, primero este desarrollismo para despus llegar al poscapitalismo. Pero este desarrollismo fortalece el poder del capital, y lo hace legitimndolo. Y cuando hablamos de capital no nos referimos solamente a su personificacin en el capitalista, o a su expresin jurdica en la propiedad, sino tambin y fundamentalmente a la relacin social que lo constituye y lo reproduce, y a las ideas que como sentido comn sustentan esa reproduccin. El camino de transformacin a largo plazo est condicionado desde ahora. De lo que hoy se haga depender ese camino largo. El gran desafo, para poder recorrerlo, est en ir disminuyendo el poder del capital pese a las duras limitaciones del corto plazo. Difcilmente
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se podra pasar a otra etapa para quienes as lo plantean si se hace de la necesidad virtud. Si se construye un imaginario social sobre la inevitabilidad del capitalismo por tiempo indefinido. O si se avalan sus lgicas, por ejemplo, cuando para reivindicar la gestin de los gobiernos se hace alarde de la confianza de los inversores extranjeros, de la banca internacional por la buena marcha de la economa, de que nunca los empresarios ganaron ms, y otros de este tenor. Asumir que no es un cambio por etapas, aunque sea largo, no estaba en el horizonte de la izquierda latinoamericana. Se trata de un desafo nuevo, terico y prctico, aprendiendo de las experiencias de cambio ensayadas, y encarando los rasgos del capitalismo hoy da. Este quebradero de cabezas aparece porque avanzaron las luchas de la izquierda social y poltica hasta conquistar esa importante parcela de poder que es el gobierno (en otros lugares de Nuestra Amrica se est batallando todava desde posiciones defensivas). Porque se ha aprendido de la historia es necesario que estos procesos sigan profundizndose de tal manera que no puedan ser revertidos por un poder fortalecido del gran capital y por sus representantes polticos de derecha. Y en este camino la responsabilidad no es slo de los gobiernos. Porque disminuir el poder del capital requiere modificar las relaciones de fuerza, incluso para contender con la temporalidad, que es adversa. La responsabilidad no es slo de arriba, sino de lo que pasa abajo para gestar mayor fuerza social y poltica por el cambio, que marque los tiempos y el terreno de la disputa. Para convertir a las organizaciones sociales y a los partidos en verdaderos intelectuales colectivos, para ampliar el poder popular gobernante, para inventar nuevas formas de economa y sociedad. Estos desafos interpelan a las ciencias sociales. Hay un desfasaje entre el debate instalado en la sociedad y lo que ocurre en los mbitos institucionales de creacin de conocimiento, en lo que se estudia y cmo, en las prcticas disciplinarias. Sobre esto se discute poco y es muy necesario. Por eso, para m es un gran estmulo estar hoy aqu, compartiendo estas reflexiones, empeadas en el avance de estos procesos de cambio en los que hay mucho esfuerzo humano comprometido, aprendiendo de sus logros, de sus aciertos y de sus errores. Es un privilegio que agradezco sinceramente.
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Mandela sonre mientras vota por primera vez en su vida el 26 de marzo de 1994.
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