Historia Del Movimiento Obrero Chileno Humberto Valenzuela
Historia Del Movimiento Obrero Chileno Humberto Valenzuela
Historia Del Movimiento Obrero Chileno Humberto Valenzuela
Humberto Valenzuela
http://historiadelmovimientoobrerochileno.blogspot.com/
Indice
• Introducción
1. Palabras Iniciales
2. Caracterización Política de los Sindicatos
• Capitulo I
Origen y Desarrollo de las Primeras Luchas de Clases de Chile
• Capitulo II
El Mutualismo
• Capitulo III
El Sindicalismo Libre
• Capitulo IV
El Sindicalismo Legal
1. Introducción
2. La C.T.Ch.
3. La Central Única de Trabajadores de Chile (C.U.T.)
4. Actuación de la CUT
5. Dos Tácticas
• Capitulo V
Análisis Crítico de la Situación del Movimiento Sindical
1. Introducción
2. Sector Privado
3. Los Sindicatos Únicos por Industria a Escala Nacional
4. El Movimiento Campesino
5. El Sector Público
• Capitulo VI
Desarrollo de los Partidos Obreros
1. Introducción
2. Nace el Partido Comunista
3. Trayectoria del Partido Comunista
4. La Izquierda Comunista
5. Las Causas de la División
6. Después de la División
7. El Partido Socialista
8. La Candidatura de Ibañez y el P.S.P
9. El Partido Obrero Revolucionario
10. El P.O.R. y el Movimiento Sindical
11. El P.O.R. a Nivel Latinoamericano
12. El Movimiento de Izquierda Revolucionaria (M.I.R.)
13. El MIR y su Política en los Pobladores
14. El MIR y el Movimiento Sindical
15. El M.I.R. y la U.P.
• Capitulo VII
La Unidad Popular
• Capitulo VIII
Conclusiones
Presentación de LUIS VITALE
El libro que usted tiene en sus manos es la primera Historia del Movimiento Obrero
chileno escrita por un obrero. Su autor es un viejo dirigente proletario, que me ha
concedido el honor de redactar el presente prólogo.
Con esta pequeña contribución no hago más que retribuir en parte una gran deuda
que tengo con el camarada Valenzuela. Junto a él, aprendí a trabajar
políticamente dentro del movimiento obrero; me enseñó el cómo y para qué debe
activarse en los sindicatos. Sus consejos me permitieron conocer la forma de
actuar de los obreros chilenos. Gracias a su apoyo, llegué a ser dirigente nacional
de la CUT en el período 1958-1962, bajo la presidencia del compañero Clotario
Blest.
Yo tenía 26 años cuando conocí a Humberto en una calurosa tarde del febrero
Santiaguino, en su modesta casa del barrio proletario de la calle Chiloé.
Conversamos largamente sobre la concepción del partido marxista revolucionario.
Valenzuela escuchaba pacientemente mis razonamientos, dándose cuenta de que
eran repeticiones muy intelectualizadas de libros leídos a la ligera. Me invitó a
tomar un trago de buen tinto chileno y comenzó a hablar no de libros sino de su
experiencia viva en la lucha de clases. Quedé impresionado por su trayectoria de
lucha, pero con la idea de que el camarada Humberto era básicamente un hombre
práctico. Con el tiempo, me di cuenta de que era un lector permanente de las
obras de los clásicos del marxismo, que guardaba como tesoro en una vieja
biblioteca hecha con madera de cajones de manzanas. Pronto advertí que estaba
al día en cuanto a información de los problemas mundiales y de la situación de la
Cuarta Internacional.
El 27 de Julio de 1969 se produjo la división del MIR en una insólita reunión del
Comité Central. Cuando al día siguiente le conté este suceso al camarada
Valenzuela no me quería creer porque no había existido ninguna discusión previa
que justificase esa división. Humberto me dijo: ¿cómo es posible que la mayoría
del Comité Central, encabezada por Miguel, pueda dividir un partido sin haber
consultado a las bases, y sabiendo que estaba convocado el IV Congreso
Nacional para el mes siguiente? Le respondí: no sólo se ha cometido esta
arbitrariedad, sino que, por primera vez en la historia del movimiento obrero, la
mayoría divide un Partido; porque las que siempre dividen los partidos son las
minorías. Y en este caso, la minoría trotskista (6 miembros contra 9 de la mayoría)
suscribió un documento en plena reunión de C.C. por el cuál acataba lo que
resolviera la mayoría.
Humberto lamentó profundamente esta división del MIR porque con ello se venían
al suelo decenas de años de trabajo para construir un partido revolucionario. No
obstante, pronto estaba de nuevo en la línea de combate por levantar otra
organización. Con un sector de compañeros marginados del MIR se formó el MIR
(FR), que luego adoptó el nombre de Frente Revolucionario, del cual Valenzuela
fue miembro del Comité Central.
Este libro es muy valioso desde el punto de vista teórico porque contiene muchos
sucesos omitidos o ignorados por otros autores de historias del movimiento obrero
chileno. En este sentido, cabe destacar el análisis original que hace Valenzuela,
del papel jugado por las Mancomunales, primeros organismos sindicales de Chile.
También es un aporte, su descripción de la masacre de Iquique en 1907, sobre la
cual el autor entrega una rica información, recogida en su adolescencia de los
labios de los propios obreros salitreros que lograron escapar de la muerte. Su
clasificación del movimiento sindical en dos etapas: sindicalismo libre y
sindicalismo legal, también constituye una periodización novedosa. Pero, lo que
más distingue esta Historia del Movimiento Obrero de otras es su análisis crítico
de los partidos de izquierda y su trayectoria hasta la Unidad Popular.
Valenzuela vuelca en este libro no sólo sus conocimientos teóricos del marxismo
sino también sus experiencias de cincuenta años de lucha. Por eso, esta es una
historia distinta del movimiento obrero; ha sido escrita por alguien que ha vivido los
hechos y que se esfuerza por sacar conclusiones para la acción práctica del
presente. Cada capítulo del libro es tanto una exposición crítica del proceso
histórico como una lección de política marxista revolucionaria. Son las
conclusiones que deduce un hombre que ha luchado medio siglo junto a sus
hermanos de clase y que hoy entrega generosamente esa experiencia para que
las nuevas generaciones sigan enarbolando las banderas revolucionarias que
levantaron los viejos tercios del proletariado desde la época de Luis Emilio
Recabarren.
Por todas estas apreciaciones, el libro de Valenzuela no es una historia más del
movimiento obrero. Es un libro de combate.
Luis VITALE
Abril 1976
INTRODUCCIÓN
1. PALABRAS INICIALES
Confieso que no fue tarea fácil. Tuve que revisar todos los antecedentes de los
cuales dispongo sobre la materia y buscar otros que me permitieran hacer un
trabajo más completo; también, me vi obligado a dar pasos retrospectivos, a volver
al pasado, rememorando antiguas batallas ya casi olvidadas en el recuerdo de un
lejano ayer y, al hacerlo, me reencontré a mi mismo; me vi de nuevo joven
cruzando a pie la candente pampa del salitre, ora por las huellas, ora por la línea
férrea, llevando al hombro un saco quintalero por bolso de equipaje y, en el pecho,
la esperanza incierta de encontrar trabajo. Me vi de nuevo en el local de la FOCH
en el pueblecito de Huaras; reviví de nuevo la noche de la masacre en aquél 25 de
Junio de 1925, y sentí el mordisco caliente de la bala que sería el bautismo de
fuego en mi iniciación en esta lucha que ya se prolonga por casi medio siglo.
Los sindicatos surgen como una consecuencia del advenimiento y desarrollo del
sistema capitalista y como una necesidad de la clase trabajadora de tener un
sistema de organización que le permita defenderse de la voracidad de los
patrones y, a la vez, luchar por mejores condiciones económicas y de trabajo. En
tal sentido, los sindicatos son organizaciones de carácter defensivo de la clase
trabajadora y, como tal, luchan fundamentalmente, por obtener reivindicaciones de
carácter económico y, algunas, de carácter social. No luchan por la abolición del
sistema capitalista, causante de todos los males que aquejan a la clase obrera. No
luchan por tomar el poder en sus manos e implantar una sociedad socialista que
libere a las masas de la explotación. Y no lo hacen porque, en su seno, los
sindicatos agrupan a obreros de distintas tendencias políticas y filosóficas, algunas
de ellas diametralmente opuestas entre sí. Para mayor claridad, podemos citar
algunas: la marxista que lucha por el derrocamiento del sistema capitalista y la
implantación del socialismo; las corrientes reformistas de todos los pelajes que
sólo luchan por algunas reformas o cambios, manteniendo el actual sistema
económico; la anarquista que plantea la toma del poder exclusivamente por los
sindicatos y, por último, las corrientes burguesas que se filtran en los sindicatos a
través de los elementos mas retrasados de la clase trabajadora y que fomentan el
"apoliticismo".
Esto no quiere decir que los sindicatos, en un momento dado de lucha de clases,
no puedan o no deban apoyar un movimiento revolucionario, máxime si dicho
movimiento en su plataforma programática interpreta claramente las aspiraciones
históricas de los trabajadores.
Que esto es posible, lo demostraron los sindicatos rusos que en su mayoría, entre
ellos los de mayor importancia, apoyaron el movimiento insurreccional y
revolucionario del Partido Bolchevique de 1917. Otro tanto hicieron los sindicatos
chinos y cubanos que apoyaron el movimiento revolucionario en sus respectivos
países.
CAPITULO I
ORIGEN Y DESARROLLO DE LAS PRIMERAS LUCHA DE CLASES EN CHILE.
El tipo de colonización efectuada por los españoles configuró una clase dominante
dedicada a la explotación de metales preciosos y materias primas. Este
capitalismo incipiente generado por la colonización española condicionó el
nacimiento de un tipo especial de burguesía que no atravesó por el ciclo europeo
burguesía comercial, bancaria, manufacturera e industrial sino que desde el
comienzo de la Colonia, se constituyó en una burguesía productora y exportadora
de materias primas. No se trata sólo de una burguesía comercial, mera
intermediaria de artículos, sino de una burguesía que produce y financia empresas
que crean nuevos valores de cambio. Esta clase social no se limita a comerciar
productos elaborados en Europa; su existencia está directamente relacionada con
la producción de metales preciosos y productos agropecuarios. Ha surgido y se ha
desarrollado en una economía capitalista incipiente no solo mercantilista cuya
función primordial es la producción de bienes de exportación.
El sector más importante de esta clase social no esta constituido por los
comerciantes sino por los mineros y terratenientes, aunque resulta difícil
separarlos ya que todas estas capas están íntimamente ligadas.
Por otro lado, los artesanos llegaron a constituir su primera organización en 1828.
CAPITULO II
EL MUTUALISMO
La Sociedad "La Igualdad", fundada por Bilbao y Arcos tuvo una escasa duración;
muy luego fue disuelta por el Gobierno de la época que no toleró los arrestos
democráticos de su integrantes, muchos de los cuáles participaron posteriormente
en la guerra civil de 1851, a través de la cual se manifestó el descontento de las
Provincias norteñas de Copiapó, Coquimbo y La Serena, en contra del centralismo
de Santiago que postergaba las aspiraciones de las provincias mencionadas. El 18
de Septiembre de 1853, se fundó en Santiago la Sociedad Tipográfica de Socorros
Mutuos, dirigida por el peruano Vicente Laynez, desterrado en Chile a la provincia
de Talca. En 1855, se fundó en Valparaíso la Sociedad de artesanos, y el 12 de
Enero de 1862, la Unión de Artesanos de Santiago, fundándose otra similar en la
Serena.
Así se fue desarrollando el mutualismo en Chile hasta llegar a tener en 1900 más
de 200 organizaciones mutuales.
CAPITULO III
EL SINDICALISMO LIBRE
Este triunfo vigorizó en forma por demás notoria la campaña por la formación de
las Organizaciones en Resistencia.
En 1902, Alejandro Escobar, junto a Magno Espinoza y Luis Olea, lograron dar un
gran impulso a la campaña organizativa, lo que determina la incorporación de
obreros fabriles, carpinteros de mar, trabajadores de la construcción y ferroviarios
a sus respectivas organizaciones.
Estos últimos, los de maestranza, se destacan por el atentado contra uno de los
jefes, llevado a cabo por Luis A. Morales. A esta altura del desarrollo de las
Organizaciones en Resistencia, se incorpora a la campaña organizativa la
luchadora Angela Muñoz Arancibia.
En esta misma época se efectúa en Santiago el primer Ateneo Obrero que se llevó
a efecto en el Teatro del Conservatorio Nacional de Música y en el cual dictó una
charla sobre el problema social el obrero Víctor Soto Román. También se inició en
esa oportunidad el joven poeta Carlos Pezoa Véliz. Por ese entonces, se organiza
asimismo la Federación de Obreros de Imprenta, de marcado tinte anarquista.
En el intertanto, en la región del Oro Blanco, en las candentes pampas del salitre,
surgía un combativo movimiento llamado La Mancomunal Obrera, mezcla de
gremialismo criollo y sindicalismo al estilo de los sindicatos de Francia. Dicha
organización no tenía ideología ni principios definidos.
Luego, la Mancomunal se extendió a la zona Central y Sur del país, pero no tuvo
el desarrollo vigoroso de la zona norteña, en la cual los obreros estaban más
concentrados en los centros salitreros y en los puertos. En la zona del carbón, el
movimiento estuvo a cargo de Luis Morales reemplazándole después los obreros
intelectuales Díaz Vera, obrero gráfico, y Juan Vargas Márquez, de profesión
zapatero.
La Mancomunal Obrero abarca desde 1900 hasta 1913. Fue la primera Central
Sindical de los trabajadores chilenos y una de las más poderosas y combativas.
Eran los tiempos en que los trabajadores no conocían otro medio de lucha que no
fuera la Acción Directa, en que no existía el legalismo con todas sus secuelas, ni
habían surgido aún las directivas burocráticas, conciliadoras y reformistas de la
actualidad. Era la época heroica del proletariado chileno, era la época que, al decir
de Recabarren, el movimiento obrero tenía olor a pólvora.
Quiero referirme ahora a las grandes batallas libradas por la Mancomunal Obrera,
junto a la cual estuvieron siempre, luchando en un solo frente, las Asociaciones en
Resistencia. Deseo que los que se den el trabajo de leer estas líneas puedan
establecer un cuadro comparativo entre el ayer y el hoy del movimiento sindical y
sacar sus propias conclusiones, con respecto a la calidad de ambas direcciones.
El día 15, habían en el puerto más de 16 mil huelguistas, pues a los pampinos se
empezaron a sumar los gremios del puerto. La burguesía porteña y las
autoridades estaban presas del pánico y hacían esfuerzos desesperados para que
los pampinos no se juntaran con sus hermanos de clase del puerto, pues temían
una acción de conjunto; a los pampinos los concentraron en el Sporting Club, lugar
que abandonaron en una imponente columna, rodeados por los soldados de
caballería e infantería. Los pampinos seguían invadiendo el puerto; nuevas
columnas compuestas por hombres, mujeres y niños seguían llegando desde la
pampa después de haber caminado kilómetros y kilómetros, durante más de 1 día.
El día 20, se decretó el Estado de Sitio y Silva Renard, personalmente, dio a los
huelguistas un plazo de 24 horas para abandonar la Escuela y regresar a la
pampa. Los Cónsules de Argentina, Bolivia y Perú, pidieron a sus connacionales
que hicieran abandono de la Escuela, pues el general iba a cumplir la orden de
desalojo y querían evitar futuras reclamaciones diplomáticas, por las
consecuencias que pudiera acarrear dicho acto. Nadie se movió, ni un solo
hombre abandonó la Escuela. Mientras tanto en la pampa, en el Cantón de
Negreiros, se había producido el primer choque entre los huelguistas y el
regimiento Carampangue; la noticia llegó al puerto junto con los heridos; esto creó
un clima de efervescencia entre los huelguistas. Se ordenó el desembarco de la
marinería y del grupo de Artillería de Costa. Tropas del Ejército y Marinería
rodearon estratégicamente la Escuela Santa María, procediéndose a emplazar
ametralladoras. Las familias ricachonas pedían a las autoridades les permitieran
refugiarse en los barcos surtos en la bahía. Tal era el clima el día 20 de Diciembre
de 1907. El Sábado 21 de Diciembre a las 3.30 de la tarde el general Silva Renard
se acercó de nuevo a la Escuela, acompañado del Corneta y dio un plazo de 5
minutos para que los obreros la abandonaran y se concentraran en el Sporting
Club; cumplido el plazo, iba a proceder a desalojarla. Los obreros se mantuvieron
firmes en sus posiciones y vino la primera descarga de fusilería, la que fue
contestada por los obreros con algunos tiros de revólver. Se ordenó entonces,
cargar a la bayoneta y como esto tampoco fuera suficiente para aplastar a los
bravos pampinos, entraron en acción las ametralladoras, entonando una sinfonía
trágica, cuyos acordes se dejaron sentir por espacio de cinco minutos. Terminado
el fuego y entre doble fila de lanceros a caballo, se empujó a los que quedaron con
vida hacia el Hipódromo, lugar hacia donde apuntaban los cañones de los barcos
de guerra.
Al día siguiente, el gobierno y los salitreros, pusieron trenes para llevar de retorno
a los huelguistas hacia la pampa, tratando de ésta manera de obligarlos a volver al
trabajo.
Pero la masacre no había terminado. Faltaba la segunda parte de ella. Había que
dar un duro escarmiento a los obreros; la burguesía y el gobierno no vaciló en
hacerlo.
La mayor parte de los carros que se pusieron fueron los llamados carros planos,
sin barandas, en los que se cargaban los sacos de salitre; allí iban hacinados
hombres, mujeres y niños. La "pijería" del puerto, "los hijos de su papá", habían
organizado una milicia armada para ayudar a mantener el "orden"; cuando el tren
iba saliendo del puerto rumbo a la pampa, los "pijes", atrincherados en las
calicheras abandonadas dispararon a mansalva sobre los obreros y sus familiares.
A éste nuevo crimen, "los pijes" lo llamaron, "Palomear Rotos". Muchos obreros
que se negaron a ir en el tren, quizás presintiendo la nueva masacre, y los que
abandonaron el tren sobre la marcha cuando eran baleados, emprendieron el
camino de retorno a pie, con lo que quedaba de los suyos.
Hay que conocer la pampa para tener una idea aproximada de lo que significó el
regreso de los pampinos junto con sus compañeras e hijos. Sin agua, a pleno sol y
¡como quema el sol en la pampa!, caminando kilómetros y kilómetros a pampa
traviesa, por la arena, subiendo y bajando cerros, hasta llegar al puerto y luego el
regreso, derrotados en sus aspiraciones, con el recuerdo de dos masacres
mordiéndoles el corazón, con los puños apretados y las lágrimas corriéndoles por
sus mejillas, como expresión de ira impotente, frente a la injusticia, al crimen
contra ellos cometido.
Así fue la matanza de Santa María, cantada después en los versos de la canción
"La Pampa" por Francisco Pezoa y en la que se cubrieron de "gloria" el presidente
Montt, su ministro Sotomayor, el general Silva Renard y el Intendente Eastman.
5. CANTO A LA PAMPA
Y la misérrina caravana
marchando lenta, lenta se ve
la amante esposa, la madre anciana
y el inocente niño también. (bis)
Todo esto lo decía Recabarren hace ya más de medio siglo, cuando recién había
triunfado la revolución rusa de 1917 y se empezaba a conocer en Chile la doctrina
del marxismo revolucionario.
No puedo continuar sin relatar los siguientes hechos: conocí a Recabarren el año
1917, en el barrio San Pablo de Santiago; era de noche y Recabarren se
aprestaba a hablar en una esquina donde había un almacén; me acuerdo muy
bien que el almacenero le prestó un cajón de velas, sobre el cuál se subió
Recabarren. Al término de su discurso expresó: "la burguesía dice que el pueblo
es un carnero y yo les digo que tengan cuidado, que al carnero le están saliendo
cachos y el topón va a ser muy fuerte". Después, a fines de 1923, lo encontré en la
pampa; trabajaba yo en ese entonces en la Oficina San José del Canto, de Pozo
Almonte; una tarde vi que a un cerrito que estaba cerca de la Ofician Kerima subía
mucha gente; le pregunté a un obrero peruano, con el cual trabajaba y al que le
decíamos cariñosamente "El Chalaco", la razón de ese gentío, y me contestó que
eran los federados que iban a escuchar a Recabarren. Saber esto y partir para el
cerrito fue todo uno. Por el camino me encontré con otros compañeros que iban a
la charla; apretamos el tranco y llegamos justo cuando se iba izando la bandera
roja de la F.O.CH.; al lado de ella estaba la figura inconfundible de Recabarren,
quién terminó su intervención llamando a los trabajadores pampinos a fortalecer la
organización y a prepararse para la lucha con el fin de implantar la jornada de 8
horas de trabajo, ya que en ese entonces trabajábamos 12 y 14 horas diarias. Al
término del acto nos dividimos en varios grupos, dirigiéndonos en distintas
direcciones, cada cuál a la oficina respectiva. En mi grupo iba también Recabarren
y el hombre que más tarde me llevaría a militar en la F.O.CH. y en el Partido
Comunista; el compañero Braulio León Peña.
En 1925 corresponde a la F.O.CH. dirigir la huelga de los obreros del salitre que
luchaban por la implantación de la jornada de 8 horas de trabajo. En aquél
entonces, era presidente Arturo Alessandri y Ministro de Defensa Carlos Ibañez
del Campo.
Los obreros que por las noches se aventuraban a llegar a sus hogares, para saber
que suerte habían corrido sus familiares, eran muy pronto sacados de sus casas
por los militares o carabineros y ejecutados sin mayores trámites.
Estas fueron a grandes rasgos, las principales batallas libradas por la Gran
Federación Obrera de Chile y la Federación Obrera de Chile (F.O.CH.).
Desde 1927 hasta 1931, bajo la tiranía de Ibañez, la F.O.CH. entra en receso,
reactivándose hacia el 26 de Julio de 1931, hasta que el golpe de Estado dado por
Dávila el 15 de Julio de 1932, determinó de nuevo la deportación de sus dirigentes
y la clausura de sus locales, razones por las cuales entra en un nuevo período de
receso. En 1934, la F.O.CH., realiza en Santiago su último Congreso,
designándose una comisión de unidad para que entre en conversaciones con la
Confederación de Sindicatos Legales, a fin de buscar la unidad del movimiento
sindical chileno.
Uno de los movimientos más fuerte que sostuvo la I.W.W. fue la huelga de 15 días
en contra de la Ley de Seguro Obrero por considerar que ésta venía a gravar los
salarios obreros. El gobierno procedió a clausurar sus locales y deportó a sus
dirigentes, los cuales se encontraron en el destierro con sus antiguos compañeros
que dirigían la Federación Obrera Regional y resolvieron ir a la unificación de
ambas organizaciones, acto que se llevó a cabo en la Convención de Octubre de
1931, dando vida a la Confederación General de Trabajadores (C.G.T.) de
ideología anarquista y de la cual fueron dirigentes destacados, Pedro Nolasco
Arratia, Félix López, Ernesto Miranda, Luis Heredia y el hoy renegado Luciano
Morgado, que milita en las filas de la burguesía.
Una de las organizaciones de mayor combatividad que militó en las filas de la
C.G.T. fue la Unión en Resistencia de Estucadores.
Durante la década del 40, la C.G.T. sufrió varias crisis internas que la llevaron a
perder fuerzas y cohesión, para desaparecer finalmente a principios de la década
del 50.
En 1925, se organizó la Unión Social Republicana de Asalariados de Chile
(U.S.R.A.CH.) agrupando organizaciones de obreros, empleados y profesores.
Llegó a totalizar cerca de 100.000 afiliados.
Hasta aquí hemos hecho una apretada síntesis del movimiento sindical
independiente o del sindicalismo libre, de las organizaciones que marcan en el
proceso del movimiento sindical chileno una de las etapas mas difíciles y
combativas de toda su historia. Pasemos ahora a preocuparnos de los sindicatos
legales que surgen como una consecuencia del desarrollo de la industria nacional
y de la necesidad de la burguesía de tratar de penetrar y controlar el movimiento
sindical chileno.
CAPITULO IV
EL SINDICALISMO LEGAL
1. INTRODUCCIÓN
Dicho proyecto de ley durmió en el Parlamento durante tres años, hasta que llegó
el mes de Septiembre de 1924 y con ello el golpe militar del General Luis
Altamirano, que derrocó a Alessandri. La Junta Militar presionó sobre el
Parlamento para que se reuniera y despachara los proyectos pendientes y el 8 de
Septiembre de ese año salió la ley de sindicalización legal, con el número 4057.
Como un medio de evitar las presiones, muchos obreros pasaron a las filas de los
sindicatos legales. Ibañez quiso controlar desde la partida dicho movimiento, para
lo cual se valió de los oportunistas de turno, quienes en Noviembre de 1929 y en
el nombre de un supuesto Congreso Obrero constituyeron la Confederación
Republicana de Acción Cívica (CRAC), cuya sede social fue llamada La Casa del
Pueblo. Sus dirigentes principales fueron, entre otros, los Diputados Luis Moreno y
Humberto Martones. Después de la caída de Ibañez, dicha organización se
disolvió como la espuma y su local fue incendiado por los trabajadores.
2. LA C.T.CH.
Aquí se nota claramente la desviación capitulante del Partido Comunista que tira
por la borda los planteamientos de Luis Emilio Recabarren, establecidos en la
declaración de principios de la F.O.CH. Si bien es cierto que la constitución de la
C.T.CH. marcó un paso positivo desde el punto de vista organizativo, ya que
agrupo en sus filas a la mayoría de la clase trabajadora organizada, incluyendo a
los empleados y obreros, no es menos cierto que significó una baja notoria desde
el punto de vista direccional de las luchas de los trabajadores. Al lado de la
representación de las tendencias obreras, que formaron parte de la dirección,
empezaron a actuar también los representantes de las tendencias burguesas
(Partido Radical y Falange Nacional hoy Democracia Cristiana). En su seno, se
incubó la burocracia sindical, la misma que preconizó el respeto al Código burgués
del Trabajo y a la legalidad burguesa, ante la cual se ha mantenido arrodillada
como camello, para que se monten sobre su joroba. El movimiento obrero empezó
a ser enredado en la maraña legal. Ya no fueron los grandes movimientos masivos
los soportes de las luchas reivindicativas de las masas, sino las huelgas aisladas
de cada sindicato, de acuerdo con las disposiciones legales.
Principiaron los trajines de los dirigentes obreros en las Juntas de Conciliación, los
Ministerios, el Parlamento y la Presidencia de la República. Ya la solución no se
buscaba a través del combate, como en la época anterior, sino en los conciliábulos
y componendas.
Durante los nueve años en que la C.T.CH. navegó en las aguas de la colaboración
de clases, desde 1937 hasta 1946, fecha en que se dividió, fue postergando y
frenando las luchas reivindicativas de las masas trabajadoras. Durante estos
nueve años jamás planificó ni realizó una huelga general. Sólo en 1936, a raíz de
la huelga de los obreros salitreros de la oficina Humberston, a los cuales se les
había caducado la personería jurídica de su sindicato, la C.T.CH. realizó un paro
nacional de solidaridad, en defensa del derecho de organización. A raíz de este
paro, se produjo la masacre de la Plaza Bulnes bajo el gobierno del radical Alfredo
Duhalde.
Quiero dejar en claro que por esa época, Bernardo Ibañez era el Secretario
General del Partido Socialista Auténtico, organización que había surgido como
producto de la división del P.S. llevada a efecto por Grove el año 1944.
La CUT dice que luchará por el socialismo, pero en ninguna parte dice que para
ello es necesario que los trabajadores tomen el poder en sus manos y establezcan
su propia norma de gobierno. Recabarren sí lo dice: será la F.O.CH. la que tomará
el poder y, por lo tanto, habrá un gobierno de los obreros y campesinos. En esto
consiste el gran vacío en la declaración de principios de la CUT con relación a la
de la Gran F.O.CH.
Comparen los trabajadores esta declaración de principios con la que dio origen a
la CUT en su congreso constituyente y verán que de la primera ya no queda nada.
Ya no se habla de socialismo, pues eso asusta a los radicales y demócratas
cristianos y hay que mantener la unidad con ellos. Sólo habrá oposición al sistema
capitalista, no habrá lucha por sustituirlo por un régimen socialista. Nada de eso,
como se puede apreciar, la capitulación fue en toda la línea. Como se podía
esperar de una organización, cuya dirección estaba en manos de corrientes
políticas dispuestas a capitular frente a las tendencias burguesas. Muy poco o
nada en beneficio directo de los intereses históricos de las masas explotadas. La
actividad de la CUT dirigida y orientada por estas tendencias, nos demostrará a
continuación cual fue su derrota.
4. ACTUACIÓN DE LA CUT
La CUT, sin ninguna preparación, sin la más elemental consulta a las bases,
decretó el paro nacional del 9 de Enero de 1956, el que en estas condiciones
precarias resultó un soberano fracaso. Quiero dejar claramente establecido que,
en mi calidad de miembro del Consejo Nacional de Federaciones de la CUT,
estuve planteando hasta el cansancio que era necesario dar un plazo al gobierno y
al Parlamento, para que se aprobara como primera reivindicación inmediata al
salario vital obrero y se derogara la Ley Maldita. Mientras el plazo corría, la CUT
debía ir preparando cuidadosamente el paro nacional, cosa que una vez vencido
el plazo fijado por la propia CUT, ésta debía hacer efectivo el paro hasta obtener
los primeros puntos ya señalados. Pero todo fue en vano. La dirección de la CUT
ya estaba lanzada por el tobogán de la capitulación sin combate. El compañero
Blest que había compartido nuestros planteamientos, estuvo solicitando en forma
insistente que se abriera discusión sobre las causas que habían motivado estos
fracasos de la CUT, como dirección de los trabajadores chilenos. Pero los
responsables de estos fracasos nunca dieron la cara al enjuiciamiento de su
conducta como dirigentes.
El fracaso del paro del 9 de Enero de 1956 inició un período de franco retroceso
del movimiento obrero, situación que aprovechó el gobierno para acentuar su
ofensiva congelando los sueldos y salarios, reprimiendo el movimiento obrero y
relegando a diversas provincias a directivas sindicales completas. La CUT por su
parte volvió a equivocar la línea una vez más y, en vez de trabajar por el
reagrupamiento de los trabajadores, tratando de centrar la lucha reivindicativa a
través de los Pliegos Únicos por Industria, aconsejó a cada sindicato que
presentara su pliego, alentando así la lucha por separado y dedicándose, por
sobre todo, a contraer pactos con los partidos políticos para el envío de Proyectos
al Parlamento.
Los choques con la policía eran casi a diario. En una oportunidad el local del
sindicato fue atacado a tiros por los carabineros. Los obreros reclamaban
insistentemente una resolución de la directiva nacional de la CUT en apoyo a su
movimiento, pero todo fue en vano.
"Hemos llegado al lugar del silencio para rendir un postrer homenaje a los
compañeros que cayeron defendiendo los derechos del ser humano, asesinado
por los carabineros... No descansaremos hasta derrocar a este gobierno maldito
para el pueblo... Los trabajadores cansados de someterse a los dictados de la
Intendencia y del Ministerio del Interior cuando indican las calles que debe usar el
pueblo para sus desfiles, no aceptamos esa humillación y avanzamos a pesar de
que los carabineros quisieron impedirlo. Seguimos adelante y se produjo el
choque violento. Santiago será en este país la Sierra Maestra que aplastará a la
reacción y que aplastará al señor Alessandri y sus corifeos".
"El apresamiento de un sólo dirigente tiene que significar paro nacional que habrá
de durar hasta que salga en libertad...
Aquí hay un hecho que yo ignoraba y que me fué relatado por el propio
compañero Blest. El relato de Blest fué el siguiente: "Cuando avanzaba desde la
plazoleta del Cementerio General hacia Mapocho, donde los carabineros habían
colocado alambradas de púa y montado ametralladoras, fui tomado violentamente
e introducido a una camioneta, no se por quienes y llevado a la casa de un familiar
de Volodia Teitelboin (P.C.) donde estuve prácticamente secuestrado durante tres
días; con esto se consiguió desvincularme de las masas, las cuales estaban
dispuestas a seguir el paro nacional, tal como lo habían manifestado en el
Cementerio. Es por eso que no pude participar en la reunión del Consejo
efectuada el día 7 de Noviembre".
"No creo que sea posible seguir engañándonos entre nosotros y pretender seguir
engañando a los trabajadores y campesinos de nuestra patria, con declaraciones
altisonantes, desposeídas de todo sentido realista y positivo, destinadas tan solo a
mantener los mitos seudo democráticos y legalistas que nos han amarrado
haciéndole el juego a la derecha económica y al imperialismo norteamericano.
Más adelante Blest dijo: "No creo en las unidades formalistas, pues nos arrastran
a un auto engaño colectivo. Tampoco creo en la unidad que mantenga la actitud y
la conducta sectaria de los partidos políticos empeñados exclusivamente en una
carrera proselitista de tipo electoral.
"La unidad, vuelvo a repetirlo, no valdría la pena seguir manteniéndola, salvo que
fuéramos a seguir engañándonos, y lo que puede ser peor, engañando y
traicionando a nuestros compañeros. O nos renovamos totalmente en este sentido
o perecemos como la CUT, pues la clase trabajadora rebalsará sus directivas para
darse su propia y auténtica estructura."
El 24 del mismo mes se realizó una nueva reunión del Consejo Nacional de
Federaciones con la asistencia de tan solo 12 de las 33 federaciones que lo
componían, y resolvieron suspender el paro acordado anteriormente por las 33
federaciones. Esta resolución del Consejo fue criticada violentamente por el
compañero Blest, que veía una nueva traición a los trabajadores por parte de la
mayoría de los dirigentes de la CUT, y resolvió de inmediato presentar su renuncia
como presidente de la CUT, pues no quería hacerse cómplice de esta nueva
traición. Con fecha 28 de Agosto hizo llegar al Consejo su carta de renuncia, cuyo
texto es poco conocido entre los trabajadores, razón por la cual he creído
conveniente darlo a conocer en esta oportunidad, como igualmente, la respuesta
dada por el Consejo Directivo Nacional de la CUT.
Por intermedio del presente documento, ratifico ante Uds. y la Asamblea Nacional
de Federaciones mi renuncia como presidente de la Central Única de
Trabajadores de Chile, con que me honrara, por unanimidad de sus delegados, el
segundo Congreso Nacional Ordinario de nuestra organización."
"Estimo que la CUT y sus organismos filiales deben superar los motivos de lucha
de carácter exclusivamente economicista para transformarse en un masivo frente
de lucha de la clase trabajadora capaz de arrollar y aplastar definitivamene a la
oligarquía económica y terrateniente que hoy como siempre en nuestra patria ha
gobernado a su antojo y amaña para su exclusivo provecho.
"Sea cual fuere el juicio que el C.D.N. de la CUT emita sobre mi renuncia, mi
conducta y mi vida seguirán siempre al servicio incondicional de mis hermanos de
clase".
La respuesta que el C.D.N. de la CUT dio a esta carta renuncia del compañero
Blest, fue del tenor siguiente:
"El Consejo Directivo Nacional de la CUT, reunido con casi la totalidad de sus
miembros, para considerar la carta renuncia de su presidente, compañero Clotario
Blest, después de un amplio debate y por unanimidad de sus miembros, adoptó
los siguientes acuerdos:
4 Por último, que frente a la violenta ofensiva del gobierno y de las fuerzas
reaccionarias que lo apoyan, dirigida en contra de los trabajadores, sus dirigentes
y el pueblo en general, que lucha por sus justas reivindicaciones, hoy más que
nunca se hace necesario mantener la más amplia unidad en el combate de todos
los obreros, empleados, campesinos y estudiantes alrededor de la Central Única y
de las fuerzas populares, impidiendo así cualquier maniobra divisionista." (Los
subrayados son míos)
Así se cierra lo que pudiéramos llamar la primera etapa de la CUT, lanzada ya por
la pendiente de la capitulación sin combate, como lo demostró una vez más al
firmar sus dirigentes un convenio de reajustes de sueldos y salarios con el
gobierno demócrata cristiano de Frei, en Noviembre de 1969, echándose al bolsillo
la plataforma de la CUT, aprobada por los trabajadores en una concentración
realizada en la Plaza Bulnes.
La segunda etapa de la CUT que se abre con Oscar Nuñez y se prolonga con
Figueroa, no ha hecho otra cosa que acentuar su carácter reformista y su
incapacidad como dirección máxima de los trabajadores para organizar y dirigir
movimientos de conjunto de la clase, tendiendo no sólo a obtener reivindicaciones,
sino a acelerar el proceso de la lucha de clases, por el aplastamiento del sistema
capitalista y la implantación del socialismo, como se estableció en la Declaración
de Principios de su Congreso Constituyente.
5. DOS TÁCTICAS
Dentro de todo el proceso del movimiento sindical chileno, que se abre a principios
de 1898, hasta el presente, podemos distinguir dos épocas bien claras y definidas.
El sindicalismo legal no logra implementarse hasta 1929. Para ello fué necesario
que la tiranía Ibañista desencadenara una abierta represión en contra de los
sindicatos libres a partir de 1927. Dos años de represión del movimiento sindical
libre terminó por aplastar a dichas organizaciones y los obreros, muchos de ellos
atemorizados, se incorporaron a las filas de los sindicatos legales.
Después de la caída de Ibañez, los sindicatos legales tomaron gran auge. Se
legalizan los sindicatos de la región del salitre, los del carbón, los del cobre; en
una palabra, se legaliza la mayoría de los sindicatos existentes y se crean otros
nuevos. El movimiento reivindicacionista es encauzado por los canales del
legalismo, y los obreros son enredados en la maraña legal. La tónica de la lucha
ya no está dada por los grandes movimientos masivos. Empiezan los trajines de
los dirigentes obreros por las Juntas de Conciliación, por los Ministerios, el
Parlamento y la Presidencia de la República, en busca de solución a los
problemas planteados. Ya las soluciones a las reivindicaciones planteadas no se
busca a través de los combates de la clase, sino en los conciliábulos y en las
componendas.
Muy luego los sindicatos son llevados a colaborar con el gobierno por medio de la
C.T.CH, la cual se incorpora al Frente Popular en Junio de 1938.
Quizás sea necesario destacar que el Frente Popular firmó un convenio con la
Sociedad Nacional de Agricultura, esa organización patronal de los latifundistas,
por el cual se acordó suspender por cinco años la organización sindical del
campesinado.
Así, cada una de estas etapas, se caracteriza por la aplicación de dos tácticas
distintas que corresponden a principios distintos. La primera corresponde a las
Organizaciones en Resistencia y a la Mancomunal Obrera, organismos que
carecían de principios ideológicos bien definidos y en el seno de los cuales se
entremezclaban junto a las tendencias del "radicalismo obrero", la de la
"democracia proletaria" y del anarquismo, sin que existiera un predominio claro de
una de ellos sobre las otras. Sin embargo, a pesar de esta falta de principios bien
definidos, la acción masiva y combatiente a través de la acción directa prevaleció
sobre toda otra forma de lucha.
La segundo fase de esta primera etapa se abre con la participación de Luis Emilio
Recabarren y se expresa claramente en las modificaciones introducidas en la
declaración de principios de la Gran Federación Obrera de Chile, las cuales
establecen la necesidad de que los trabajadores tomen el poder en sus manos a
través de su organización de lucha y destruyan el sistema capitalista,
reemplazándolo por otro en que impere la justicia y la igualdad en todo orden.
Aquí, ya está presente el factor consciente y es Luis Emilio Recabarren quien
logra imprimir al movimiento obrero una mayor conciencia de clase que se va a
plasmar en la formación del Partido Comunista. De ahí en adelante las ideas del
marxismo revolucionario continúan penetrando más ampliamente en la clase
obrera, en particular dentro de los sectores de vanguardia. Es así como a la
formación del Partido Comunista le seguirá el de la Izquierda Comunista, la del
Partido Socialista, Partido Obrero Revolucionario, Partido Socialista Popular y más
recientemente el M.I.R. Todo esto es el reflejo de la búsqueda de una línea que
permita ir a la formación de una verdadera organización revolucionaria que sea
capaz de llevar a los trabajadores a la toma del poder y al socialismo, concretando
de esta manera las ideas de Recabarren en la Declaración de Principios de la
Gran Federación Obrera de Chile, en su tercera Convención de 1919.
El lector se preguntará, ¿cómo es posible que ahora que hay una mayor influencia
del marxismo revolucionario en el seno de la clase obrera en relación al pasado,
no exista una dirección central de los trabajadores que oriente la lucha a la toma
del poder?
La respuesta radica en que junto con esta mayor penetración del marxismo en el
seno de la clase trabajadora también esta la política reformista de los partidos
obreros, que arrastran a los trabajadores a la colaboración de clase,
desarmándolos política e ideológicamente, como ocurrió a través del Frente
Popular. Esto lleva también a la burocratización del movimiento obrero; predican la
coexistencia pacífica, en una palabra, el abandono de la lucha revolucionaria por
parte de los partidos obreros; los llevan a servir de muletilla al sistema capitalista.
CAPITULO V
1. INTRODUCCIÓN
2. SECTOR PRIVADO.
4. EL MOVIMIENTO CAMPESINO.
Dicha organización se extendía a través del país, y llegó a registrar en sus filas a
varios miles de campesinos. Podemos decir sin temor a equivocarnos que fue una
de las primeras centrales de carácter nacional que tuvo el movimiento campesino
organizado. Su líder indiscutido fue nuestro compañero Emilio Zapata Díaz, obrero
pintor y Diputado de la Izquierda Comunista.
Durante el período señalado más arriba, la Liga de Campesinos Pobres, fué la
única organización existente y mantuvo un accionar permanente en defensa de las
masas campesinas. Estuve cuatro años trabajando con las masas campesinas y
supe lo difícil que es poder estructurar y mantener una organización de tal
naturaleza. No recuerdo cuántas veces el Intendente de Santiago, en aquel
entonces Ramón Vergara Montero, me hizo detener por la labor que desarrollaba
en los sectores campesinos.
El gobierno del Frente Popular, cuyo presidente fue el radical Pedro Aguirre
Cerda, uno de los viñateros más fuertes de la Comuna de Conchalí por algo lo
llamaban Don Tinto terminó con esta organización a través de un convenio que
firmó con la Sociedad Nacional de Agricultura, la más fuerte organización de los
terratenientes chilenos. Dicho convenio establecía la suspensión por cinco años
de la discusión de un Proyecto de Ley que pendía del Parlamento y por el cual se
le reconocía el derecho legal al campesinado de organizarse sindicalmente. De
paso, se declaraba ilegal todo tipo de organización sindical existente en el campo.
De esta manera el gobierno del Frente Popular, que había prometido a los
campesinos Pan, Techo y Abrigo, contando con la complicidad de los Partidos
Comunista y Socialista que colaboraban con el mismo, arremetió en contra de la
organización campesina y, por ende, en contra de los intereses de las grandes
masas explotadas del campo.
Esta situación fue aprovechada por los dueños de fundos para barrer con las ligas
de campesinos que se habían organizado y sus mejores y más combativos
dirigentes fueron arrastrados a la cárcel en más de alguna oportunidad. Solo 30
años después, con motivo de la Reforma Agraria, se vino a dictar la Ley que
concedió al campesino el derecho de organizarse legalmente. Desde entonces el
movimiento campesino ha surgido pujante y vigoroso en su combatividad: corrida
de cercos, tomas de fundos, defensa armada de la tierra conquistada, huelgas
provinciales y nacionales de solidaridad, presentación de pliegos único provincial y
combativas huelgas de carácter reivindicativo, han sido las características del
despertar del movimiento sindical campesino. En tal sentido, ha superado lejos a
los trabajadores industriales. La razón política de este fenómeno la encontramos
en el hecho que los campesinos aún no han sido apañados por el control
burocrático de la dirección sindical ni por los partidos obreros tradicionales, los
cuales sólo ahora que han visto la tremenda combatividad desarrollada por el
movimiento campesino, y tienden sus tentáculos hacia ellos, tratando de
controlarlos, no para impulsar sus luchas, sino para sacar dividendos políticos,
especialmente en el plano electoral. Por otro lado, como el campesinado entiende
poco de leyes, no se pierde en los trajines ministeriales o en la Dirección del
Trabajo o en los pasillos del Parlamento, sino que al igual que los trabajadores de
la época de las organizaciones en Resistencia, en la época de la Mancomunal
Obrera o de la F.O.CH. de Recabarren le "echan para adelante no más",
confiando sólo en sus propias fuerzas y combatividad. Lo único que ellos saben es
que ahora han conquistado el derecho a la organización y esto lo aprovechan en
beneficio de sus propias luchas, sean estas legales o no. Ellos aportan de esta
manera al movimiento obrero en general una fuerza nueva, no contaminada con el
legalismo burgués ni el reformismo obrero.
5. EL SECTOR PUBLICO.
Este sector, que desde el punto de vista numérico es tanto o más importante que
el sector privado, tiene sobre éste la gran ventaja de estar agrupado en torno a
organismos de carácter nacional, denominados Uniones y Asociaciones, dado
que, ya dijimos anteriormente, el Código del Trabajo les prohibe organizarse en
sindicatos, aunque en los hechos estos organismos actúan como tales, asumiendo
la defensa activa de los intereses de sus asociados.
Hace tiempo que el personal del sector público inició una campaña tendiente a
que se le reconociera el derecho a constituir sindicatos, lo que a mi juicio
constituye un error, por cuanto la burguesía y su gobierno, procurarían dentro del
cuerpo de disposiciones legales establecer normas que trabaran el desarrollo de la
organización y de los movimientos reivindicativos. Es mucho más correcto plantear
y obtener el libre derecho de organización, sin trabas de ninguna especie. Que
estos organismos, como son los del sector público, sean o no reconocidos por el
gobierno depende de la correlación de fuerzas en lucha. Demás esta decir que
estas organizaciones han sido reconocidas por todos los gobiernos que han
entrado a discutir y resolver con sus respectivas direcciones, por tanto no hace
falta el reconocimiento legal.
Quizás sea preciso recordar que cuando fue presentado por Alessandri en 1924 el
proyecto de sindicalización legal para todos los trabajadores, se hizo con el objeto
de encauzar sus organizaciones y sus luchas dentro de los marcos que convenían
a los intereses de la burguesía. Esto puede repetirse perfectamente en el sector
público, y esto hay que impedirlo.
Resumiendo, pienso que este sector debe seguir manteniendo el actual sistema
de organización libre, terminando con el paralelismo que se da en algunos casos
como el de los ferroviarios que mantienen en su seno por lo menos tres
organizaciones: Unión de Obreros Ferroviarios de Chile, Asociación Nacional de
Empleados Ferroviarios de Chile y la Santiago Watt que agrupa a los maquinistas.
Debe imitarse el ejemplo magnífico de los profesores que han ido a la formación
de una sola organización a escala nacional, el Sindicato Único De Trabajadores
De La Educación (SUTE) en el que están representados incluso los auxiliares.
Máxime cuando la burguesía desde hace un tiempo a esta parte, ha venido
poniendo en práctica toda una política tendiente a debilitar las organizaciones
obreras, como es aquella de pasar a la categoría de empleados a determinados
obreros, haciendo que éstos, en función de la nueva condición de empleados, se
vean obligados a abandonar las filas de las organizaciones obreras, debilitándolas
por tanto desde el punto de vista orgánico. Es lamentable que muchos dirigentes
obreros se hayan dejado llevar por esta política de la burguesía y la reclamen
como una gran conquista, en circunstancia de que en los hechos, siguen
desempeñándose como obreros. Fenómeno que se da tanto en el sector público
como privado.
Se impone, por tanto, un solo tipo de organización a escala nacional en cada uno
de estos sectores, que comprenda tanto a los obreros como a empleados,
cuidando dejar al margen a todos aquellos elementos que en razón del cargo que
ocupan sean un inconveniente para la lucha misma de los asociados. Sin
embargo, no es suficiente para el avance general de la clase trabajadora la
aplicación de todas estas medidas si no existe una dirección máxima
centralizadora de todo el movimiento gremial chileno, que sea capaz de conducir
el combate por los verdaderos cauces de la lucha de clase contra clase; para esto
último es necesario crear en el seno del movimiento obrero una poderosa
tendencia revolucionaria que sea capaz de acaudillar y dirigir consecuentemente
el movimiento de los gremios de Chile.
CAPITULO VI
DESARROLLO DE LOS PARTIDOS OBREROS
1. INTRODUCCIÓN
El año 1887, se funda el Partido Democrático dirigido por Malaquías Concha,
partido que en esa época representaba los intereses de los artesanos, en alguna
medida las aspiraciones de la clase trabajadora.
En su declaración de principios establecía lo siguiente:
"La emancipación social y económica es inseparable de la emancipación política.
Por consiguiente, los obreros, artesanos, empleados y proletarios, y en general
todos los hombres que viven de su propio trabajo, que desean mejorar de
condición, alcanzar el bienestar de su familia y hacer práctica la igualdad de
derechos que establece la constitución, tienen el deber de ejercitar su soberanía,
so pena de abdicar de su responsabilidad, renegar de la libertad y someterse a la
esclavitud y servidumbre de los más audaces o de los menos escrupulosos."
En este partido se reflejaban los intereses de los elementos artesanales, de la
pequeña burguesía de la época y del proletariado incipiente. Mantenía un
periódico "La Democracia" que durante un tiempo fue dirigido por el compañero
Luis Emilio Recabarren.
En 1896, se produce una división de importancia en el seno de este partido. Se
forman dos grupos que reclaman mayor dinamismo en el seno de la clase
trabajadora, con vista a darle un contenido de lucha a las organizaciones
mutualistas y a los gremios. Uno de los grupos, dirigido por Alejandro Escobar,
organiza El Centro Social Obrero, que edita el periódico "El Grito del Pueblo". El
grupo, en que se encontraban Luis Olea y Magno Espinosa, organizan la
agrupación Fraternal Obrera.
En 1897, estos grupos se unifican y organizan la Unión Socialista que alcanzó dos
escasos años de existencia, pues como lo manifesté anteriormente, fue barrida
por la represión de aquel entonces.
En 1900, en una velada del Centro Juvenil Obrero, de la "Sociedad Manuel
Meneses " de Santiago, el socialista José M. Diaz Mossco, lanzó la idea de
realizar un congreso obrero de sociedades mutualistas. Zenón Torrealba, que
acaudillaba la corriente obrerista del partido demócrata, cogió la idea y la llevó
adelante. Fue así como en el mes de Septiembre de 1901, se inauguró en el
Teatro del cerro Santa Lucía, el primer Congreso Obrero de Sociedades
Mutualistas. A este congreso concurrieron algunas organizaciones en Resistencia,
que ya por ese tiempo habían organizado Alejandro Escobar y Luis Olea
Espinosa. La mayor parte de ellas provenían de Valparaíso. Zenón Torrealba, al
enfrentarse con sus antiguos compañeros de partido en el seno del congreso,
pidió que las organizaciones en Resistencia fueran excluidas del congreso y
recurrió a la policía para expulsar a sus representantes.
Un año más tarde se realiza el segundo congreso en Valparaíso y nuevamente
Zenón Torrealba hace expulsar con la policía a las delegaciones de los gremios.
En esa oportunidad le salió al paso el compañero Recabarren quién criticó
duramente la actitud de Torrealba. En 1903, Recabarren se trasladó a Tocopilla, a
trabajar junto con Lindorfo Alarcón en el seno de la Mancomunal Obrera. El
contacto directo con los obreros pampinos, fortaleció más aún la posición de
Recabarren en el seno del Partido Democrático Doctrinario, el cuál levantó su
nombre como candidato a Diputado por Tocopilla. Recabarren venció en las
elecciones, pero la Cámara de Diputados, donde al igual que hoy, mantenían un
control absoluto los representantes de la burguesía, desconoció el triunfo de los
trabajadores y sólo le dio poderes presuntivos, ordenando repetir la elección.
Repetida ésta, vuelve a triunfar Recabarren, pero al negarse en la Cámara a jurar
por Dios, no pudo ocupar el cargo que legítimamente le correspondía por la
voluntad mayoritaria de los trabajadores.
En 1906, Recabarren se vió obligado a abandonar el país, víctima de la más
odiosas persecución. En su viaje por Europa conoció de cerca el pensamiento y la
doctrina socialista y, a su regreso al país, dos años después, se dio a la tarea de
divulgar el socialismo entre los obreros y a organizar un nuevo partido basado en
los principios del socialismo. A la vuelta de cuatro años y después de una dura y
prolongada campaña, pudo ver coronados sus esfuerzos. En efecto, el 16 de Junio
de 1912, fundó el Partido Obrero Socialista, el que en su declaración de principios
manifestaba:
"El Partido Obrero Socialista expone que el fin de sus aspiraciones es la
emancipación de la humanidad, aboliendo las diferencias de clase y convirtiendo a
todos en una sola clase trabajadora, dueña del fruto de su trabajo, libre e iguales,
honrados e inteligentes, y la implantación de un régimen en el que la producción
es un factor común, como también el goce de los productos. Esto es, la
transformación de la propiedad individual en propiedad colectiva o común."
Así, partiendo del seno mismo del Partido Demócrata, se viene conformando toda
una corriente que, a tientas, guiada más por su instinto de clase que por una real
toma de conciencia, se va orientando en forma progresiva, lenta pero segura,
hacia la formación de un auténtico partido obrero revolucionario.
En la primera parte de este trabajo, que se refiere al desarrollo orgánico de los
gremios y sus centrales, he puesto de manifiesto la labor destacada que le cupo a
este partido dirigido por Recabarren en la grandiosa tarea de transformar a la Gran
Federación Obrera de Chile de una organización de colaboración de clases en una
organización revolucionaria.
Para que se comprenda mejor esta falla, pediré al lector que se ubique dentro del
marco de la situación concreta que existía en esa fecha y que era la siguiente: la
situación económica del país era desastrosa, la crisis de la industria del salitre
había determinado el cierre de la mayor parte de las oficinas salitreras, lanzando
sobre la capital oleadas de cesantes, los cuales se venían a sumar a los
existentes en Santiago, especialmente a los de la construcción, que habían visto
paralizarse el trabajo de las obras fiscales por la carencia de medios económicos.
La afluencia de cesantes agravó seriamente el problema habitacional en la capital;
los obreros no hallaban donde vivir con sus familias; de esta situación se
aprovecharon los propietarios para subir los arriendos, todo lo cual determinó que
el antiguo y vigoroso movimiento formado por "La Liga de arrendatarios" empezara
a reactualizarse luchando por la baja de los alquileres. Por otro lado, mientras los
cesantes dispusieron de algún dinero para adquirir alimentos, el precio de los
mismos se disparó a las nubes y siguieron su carrera ascendente, lo cual trajo
como consecuencia un alza inusitada en el costo de la vida. Agotado el poder
comprador de los compañeros cesantes, empezó la mendicidad y los "robos",
pues cuando el hambre apremia no se respeta el llamado derecho de propiedad.
Todo esto trajo una fermentación social que fue adquiriendo cada vez mayor
grado. Empezaron las manifestaciones de protesta. Ibañez introdujo cambios en
su Gobierno y entregó el Ministerio del Interior al abogado Juan Esteban Montero
y se dictó amnistía para los relegados políticos, todo esto como una manera de
aplacar el estado de ánimo de las masas. Pero estas medidas no iban a ser
suficientes para contener a las masas que empezaban a moverse cada vez con
mayor intensidad en procura de la solución de sus problemas más urgentes:
trabajo, techo y alimentos.
Ibañez no encontró mejor solución que la represión abierta de estos movimientos,
pero esta vez los obreros no iban a retroceder tan fácilmente y se produjeron los
primeros choques. Los obreros encontraron la solidaridad de los estudiantes
Universitarios, los cuales también se lanzaron a las calles, luchando codo a codo
con los obreros; en uno de estos encuentros cayeron muertos los estudiantes
Pinto Riesco y Jaime Ortúzar; estos asesinatos fueron como la gota que colmó el
vaso.
Los obreros que tenían la suerte de estar trabajando, hicieron abandono de sus
labores y se lanzaron a las calles junto a sus hermanos de clases. Los estudiantes
ocuparon la Universidad; mientras tanto los choques con las fuerzas represivas
continuaban en las calles.
Todo esto acontecía el día 25 de Julio; llegó la madrugada del día 26 de Julio y,
con ella, los resplandores de los primeros incendios de las bombas bencineras y
garitas de tranvías. Los trabajadores se armaban de cualquier manera para
enfrentar la represión. A la carga de los carabineros a caballo, contestábamos
tirándoles bolitas, de esas con que juegan los niños, a las patas de los caballos y
los brutos al pisarlas, rodaban por el pavimento. Nosotros nos habíamos dado
cuenta que al concentrarnos en el medio de la Alameda, éramos presa fácil para la
carga de la caballería, pues en la tierra, los caballos se afirmaban bien; entonces
decidimos concentrarnos sobre el pavimento y con ello obligábamos a los
carabineros a seguirnos y ahí, les tirábamos nuestros proyectiles a las patas de
los caballos con óptimos resultados para nosotros, no así para los brutos que a
veces se quebraban los remos. Vi a Luis López Cáceres, hermano de Pablo
López, desmontar de un garrotazo en el cuello a un teniente de carabineros; el
garrotazo le fue proporcionado con una lanza dejada por un carabinero caído. Los
combates arreciaban, los obreros y estudiantes, unidos como nunca, enfrentaban
resueltamente a las fuerzas represivas, es más, me atrevería a decir, que
buscaban el encuentro.
Pasado el medio día, la tiranía Ibañista había sido derrotada y el dictador, como
todos los dictadores, huía cobardemente, temiendo ser cogido por el pueblo, el
cual, al darse cuenta que había triunfado sobre la dictadura y saber de la fuga de
Ibañez, se dio a la tarea de buscar a los carabineros para hacerse justicia por sus
propias manos y vengar así a tantos hermanos de clase asesinados por los
Cosacos como se dio en llamar en ese tiempo a esa fuerza represiva. Los
carabineros desaparecieron de la circulación y el ejército apareció en las calles,
pero no para reprimir, sino para tratar de controlar la situación por otros medios.
Recuerdo que las garitas de los tranvías ubicadas en las cercanías de la Estación
Central, fueron quemadas a vista y paciencia de los integrantes del Regimiento
Cazadores y que marchábamos tomados del brazo con los milicos del Regimiento
Buin. El tránsito estaba dirigido por una Guardia Civil que habían formado obreros
y estudiantes de ambos sexos; a mi me tocó turno en Catedral esquina Morandé.
Por la noche, varios miembros de la Oposición Comunista, nos reunimos en la
comuna de Quinta Normal abajo, y tomando el acuerdo de ir a la formación de los
Comités Revolucionarios, para tratar de tomar el control de las comunas. El
compañero Melitón Jorquera propuso que nos tomáramos el local de la
Municipalidad y establecer allí nuestro cuartel general. Amadiel Gonzalez propuso
que buscáramos la manera de proveernos de algún armamento pues había que
continuar en primer término la lucha contra el resto del Ibañismo.
Mientras tanto, en el Comité Central del Partido Comunista, se producía el cambio
del secretario general, salía Galo Gonzalez y entraba en su reemplazo Carlos
Contreras Labarca.
Las masas, huérfanas de una dirección revolucionaria, que condujera sus
inquietudes por el sendero progresivo de la lucha de clases, empezaron a
desmovilizarse.
A todo esto, Montero que había reemplazado a Ibañez en el poder, renunció a su
cargo para postular a la candidatura presidencial, quedando en su reemplazo, en
calidad de vicepresidente, Manuel Truco y como Ministro de Hacienda, Pedro
Blanquier, el mismo que sería en gran medida responsable de la sublevación de la
Escuadra.
Este Ministro quiso remontar la crisis económica en que vivía el país a costa de
una reducción de un 30% de los sueldos del sector público y de un 10% el de las
fuerzas armadas. Se le advirtió lo grave e impopular de la medida, pero éste se
empecinó y ordenó que a partir del primero de septiembre se procedería al
descuento.
La marinería, de suboficiales abajo, no estaba dispuesta a tolerar que se les
rebajara su miserable paga. En Coquimbo, donde estaban surtos algunos barcos
de guerra, entre ellos "El Latorre", se habían efectuado algunas reuniones de la
tripulación para tratar este asunto y cuando se ordenó el descuento, la tripulación
del Latorre se sublevó y tomó preso al Estado Mayor del barco; dirigía el
movimiento el suboficial Ernesto Gonzalez. El Estado Mayor de los sublevados se
estableció a bordo del "Latorre" y desde allí tomó contacto con el resto de la
Escuadra que se encontraba surta en Talcahuano, la cual se plegó al movimiento.
La marinería, a más de solicitar que se dejara sin afecto la orden de descuento,
planteó al gobierno un Pliego de Peticiones en forma de ultimátum, dando un
plazo de 48 horas para su cumplimiento. Entre los puntos planteados, estaba el
que establecía un empréstito forzoso al gobierno por parte de los millonarios, un
plan de obras públicas para absorber la cesantía y facilidades crediticias para el
desarrollo de la industria y el comercio.
El Regimiento Maipo de la guarnición en Valparaíso solidarizó con la marinería. El
comando de la marinería empezó a dirigir llamados a las organizaciones obreras
para que prestaran apoyo al movimiento; sus llamados se dirigieron
concretamente a la FOCH y al Partido Comunista. Por las noches, destacamentos
de marinos desembarcaban en Coquimbo y pegaban estos llamados en las
paredes de los edificios; grupos de obreros acompañaban a los marineros en esta
labor. La propaganda era impresa en los talleres del "Latorre". Dos días antes de
la sublevación yo había llegado a Talcahuano, y tomé contacto con algunos
obreros del apostadero. Luego de producirse la sublevación, la mayor parte de los
barcos hizo rumbo a Coquimbo, quedando solamente el Escampavía "Riveros" y
el Crucero "Blanco Encalada". Este último abandonó la bahía muy silenciosamente
en la madrugada del 3 de Septiembre, proa a Coquimbo. Por intermedio de los
obreros del apostadero se tomó contacto con los marineros y se llegó a un
acuerdo, para preparar la defensa en caso de ataque por tierra; incluso, se
entregaron armas.
Concepción y toda la cuenca carbonífera estaba paralizada. El apoyo a los
marineros por parte de los obreros y estudiantes estaba presente. Este era el
cuadro el 4 de Septiembre de 1931.
La dirección del partido comunista brilló por su ausencia, ni un sólo llamado a los
trabajadores, ni una orientación política para la clase.
Después que pasó la tormenta, en que el movimiento de la marinería fue
derrotado, después de la masacre del apostadero de Talcahuano y de los
combates en los cerros del puerto y la rendición de la Escuadra, se supo la
verdad. El Comité Central del Partido fue informado a tiempo de lo que se venía
encima, sabía cual era la resolución de la tropa y de la suboficialidad. El
compañero Lobos, enviado por Rufino Rosas que se encontraba en Coquimbo,
había informado de todo y la resolución fue que se tratara por todos los medios de
que ese movimiento que era de carácter reivindicativo, se declarara "comunista".
La marinería se negó a ello, y los contactos quedaron rotos. Una vez más el
sectarismo había malogrado las posibilidades de un serio avance en el proceso de
la lucha de clases. Con esto, cierro la segunda etapa del Partido Comunista para
pasar a la tercera que se conoce como Tercer Periodo y que se caracterizó por la
acentuación de su sectarismo que lo llevó hasta el "putch".
4. LA IZQUIERDA COMUNISTA.
El 19 de Marzo de 1933, se realiza el congreso constituyente de la Izquierda
Comunista, acto que se llevó a efecto en su local central, ubicado en la calle
Andes 2314. Sus tesis de fundación están recopiladas en el libro titulado "En
Defensa de la Revolución" de la Editorial "Luis Emilio Recabarren", del mismo año.
La Izquierda Comunista surge después de haber agotado todas las posibilidades
de unificación con la fracción Laffertista del P.C. y como un imperativo impuesto
por el proceso de las luchas de clases, que reclaman con urgencia, la existencia
de una verdadera vanguardia revolucionaria, capaz de canalizar y dirigir las luchas
reivindicativas de las masas y orientarlas hacia la toma del poder. Fue la
culminación de la lucha fraccional sostenida en el interior del P.C. a partir de 1929
y que hizo crisis cuando en 1931, después de la caída del tirano Ibañez, la
fracción Laffertista, en un congreso realizado entre gallos y media noche, sin
permitir la participación de la Oposición, procedió a expulsarla. A partir de ese
momento, el rompimiento se hizo público y empezaron a actuar dos partidos
comunistas que disputaban ser Sección Chilena de la Tercera Internacional. La
fracción Laffertista representaba la tendencia oficial de la Tercera Internacional,
pero más que eso, era el dócil instrumento de la política de la burocracia de
Moscú. Por su parte, la fracción dirigida por Mendoza, reflejaba en Chile, la
oposición a la política de la burocracia moscovita y al oficialismo de la Tercera
Internacional, organización con la cual rompe al constituirse en Izquierdo
Comunista, adhiriendo a "La Liga Comunista Internacional", precursora de la IV
Internacional.
Quiero dejar en claro que el congreso en el cual se constituye la Izquierda
Comunista como tal, se llamó "Congreso de Unificación Comunista", y al cual
concurrió el militante de la fracción Laffertista, Ricardo Fonseca, estudiante del
Pedagógico en esa época y otro joven alemán, cuyo apellido no recuerdo. Fue
sólo después del fracaso del Congreso de unificación que se adoptó el nombre de
Izquierda Comunista.
6. DESPUÉS DE LA DIVISIÓN.
Producida la ruptura entre las dos fracciones comunistas, la Oposición formó su
propio Comité Central, el que quedó compuesto por 7 miembros, siendo su
secretario general, Humberto Mendoza. Muy luego este CC se amplio a 15
miembros. Se constituyeron Comités Regionales en Santiago, Aconcagua, Talca,
Concepción, Coquimbo y Antofagasta. Se constituyeron Comités Locales en San
Antonio, Puente Alto, Tocopilla, Quilpué, San Rosendo, Talagante, El Monte,
Naltagua, Peñaflor, Paihuanco, Cautín y Valdivia. La actividad se centró en el
movimiento de los arrendatarios que estaban agrupados en Ligas de Arrendatarios
y se extendía desde Santiago hasta Viña del Mar y Valparaíso. También se orientó
hacia el gremio de la construcción donde se fue a la creación de los Comités De
Obras, que fueron organismos de alto poder combativo y sirvieron de base a una
de las organizaciones más fuertes que ha tenido el proletariado de la construcción,
El Comite Único de la Construcción. En cuanto a organización interna, la
Oposición se orientó a la creación de las Células de Barrio y de Empresa. Durante
la sublevación de la Marinería organizó El Comite Revolucionario de Frente Único
Obrero, integrado por los anarquistas, el Frente Único Sindical, Ligas de
arrendatarios, Dueños de Mejoras, Partido Socialista Marxista, tranviarios de San
Bernardo y Santiago, obreros de la Papelera de Puente Alto y otras
organizaciones obreras. Este Comité ordenó la toma de autobuses y autos para el
traslado de los compañeros a los diferentes puntos de la ciudad y en ellos se
recorrieron algunas comisarías llegándose en algunos casos a acuerdos con la
tropa y parte de la suboficialidad. Se tiró bastante propaganda y se tomaron
medidas para ir a la toma de locales, imprentas, armerías y se echaban las bases
para organizar los Comités Revolucionarios de Barrios. La represión por parte de
la burguesía no se hizo esperar y entraron en acción las tropas de Ejército, las
Guardias Blancas, las guardias cívicas y carabineros y se implantó el Estado de
Sitio.
En la lucha presidencial que se hizo una vez caído Ibañez, la Oposición presentó
la candidatura de Manuel Hidalgo, mientras la otra fracción presentó la de Elías
Lafferte, obteniendo entre ambas, cerca de 3 mil votos.
Viene luego la elección complementaria a senador por las provincias de Tarapacá
y Antofagasta y la Oposición apoya la candidatura de Lafferte, demostrando con
ello que su política no es sectaria como la de la fracción Laffertista.
El gobierno de Montero que había establecido el Estado de Sitio y la Ley Marcial,
aplicando la Ley de Seguridad Interior del Estado, lanzó una ofensiva a fondo en
contra del nivel de vida de las masas, rebajó los salarios en las obras fiscales a
tres pesos diarios, aumentó las contribuciones indirectas y rebajó los impuestos
directos a la renta y mantuvo el alza en los precios de los artículos de primera
necesidad a la vez que alzó las tarifas aduaneras. Todo esto creó un clima de
agitación en los albergues, donde estaban amontonados junto a sus familiares los
obreros cesantes traídos de las salitreras, agitación que muy luego se transformó
en un movimiento de tipo reivindicativo por parte de estos compañeros. A todo
esto subió al Ministerio del Interior el tristemente recordado Víctor Robles, quién
desarrolló una campaña oficial contra el comunismo y arreció la persecución en
contra de los trabajadores revolucionarios y se clausuró la prensa obrera.
Así llegamos al 4 de Junio, en que Grove da un golpe de Estado e implanta la
"República Socialista".
El día 5 del mismo mes, se reúne el Comité Central de la Oposición Comunista y
acordó lanzar el siguiente manifiesto:
"El Comité Central del Partido Comunista, Sección Chilena de la I.C., a sus
organizaciones, a todos los obreros, campesinos, soldados y marineros,
estudiantes y profesionales y a sus simpatizantes.
Camaradas:
Frente al momento político decisivamente histórico, el Partido Comunista (S.CH.
de la I.C.) cree que su actitud no debe ser enteramente fraseológica sino de
acción inmediata y enérgica. Hay que ir a la acción y porque hay que ir a la acción
es necesario luchar desde ya por las siguientes reivindicaciones.
1.- La Junta Revolucionaria debe armar a los trabajadores reconociendo sus
Comités y entregándoles armas para formar la Guardia Revolucionaria.
2.- La Junta Revolucionaria debe proceder de inmediato al desarme efectivo de las
guardias blancas, cívicas, reservistas y bomberos.
3.- Formación de comités de obreros y campesinos, de obreros de fábricas, minas,
salitreras transportes, etc. y su reconocimiento para el control de la producción y
su reparto.
4.- Entrega del control de las fuerzas a la clase, lo que se ejecutará por medio de
asambleas de soldados y marineros.
5.- Entrega de Municipalidades a los trabajadores y municipalización de las
viviendas con el control de los cesantes sobre su alimentación y
aprovisionamiento.
6.- Socialización de los medios de producción expropiándolos sin indemnización y
entrega de la tierra a quienes la trabajan.
7.- Destrucción de la Industria Bancaria y creación del Banco del Estado.
Abajo los oportunistas civiles y militantes.
Viva el Partido Comunista Unificado.
(Sección Chilena de la I.C.)
Es cierto que la lucha que llevaba adelante la Liga de Campesinos era de lo más
elemental: ella consistía en organizar a los campesinos y presentar pliegos de
peticiones solicitando mejoras salariales, de raciones alimenticias, derecho a talaje
para sus pocos animales, pequeña ración de tierra para los inquilinos y rebaja en
los arriendos a los arrendatarios de pequeños predios. Pero así y todo, iba
haciendo tomar confianza a los campesinos en las ventajas que significaba la
organización para enfrentar la lucha en este terreno. Hoy, la lucha tiene otras
características, ésta se da a un nivel superior. Ya no es la simple demanda de
mejoramiento salarial o de otras regalías. No, ahora es la lucha por la tierra, la
toma de ella con o sin Ley y algunas veces, aunque en pequeña escala, mediante
la defensa armada por los campesinos de la tierra arrancada a los patrones. Es la
lucha por la expropiación a puerta cerrada de los latifundios con todo lo que hay
adentro y dice relación con la producción agraria. Son las corridas de cerco por los
compañeros mapuches, que de esta manera tratan de reconquistar las tierras que
les fueron robadas con la complicidad de todos los gobiernos y de los Jueces de
Indias. Es el impulso que desde abajo brota potente para impulsar, para acelerar a
fondo una reforma agraria que entronque directamente, no sólo con los intereses
de los campesinos pobres, sino también con los intereses de los explotados en
general, es decir, que debe formar parte inseparable de la revolución socialista.
El mérito de la Izquierda Comunista fue la de impulsar la lucha organizada de los
más vastos sectores de campesinos pobres y medianos, en un período en que las
circunstancias lo hacían harto difícil, primero, porque no había ninguna experiencia
en tal sentido; se empezaba a trabajar en un sector sin ninguna tradición de lucha
a escala relativamente fuerte y en el cual impera una especie de conformismo
como producto de la penetración de la iglesia con todas sus secuelas y el temor a
la represión patronal, y una natural desconfianza hacia los elementos que desde
afuera llegaban al campo tratando de organizar sus luchas.
La actividad de la Izquierda Comunista se extendió también a sectores fabriles y
mineros, marítimos y portuarios. Esta organización fue la única que se atrevió a
enfrentar en las calles a las Milicias Republicanas, organización armada ilegal que
estaba formada en base a regimientos y tenían aviación propia. La Izquierda
Comunista estaba al tanto de todos sus pasos, pues había destacado en el interior
de ese cuerpo armado a un grupo de compañeros elegidos exprofeso entre los
más probados. El Presidente de aquel entonces, Arturo Alessandri, estaba
orgulloso de sus milicias pues veía en ellas su propia guardia de gobierno. Cuando
supimos que las Milicias iban a realizar su primer desfile público, nos preparamos
para el enfrentamiento y, a pesar de que éste se efectuó en forma por demás
violenta, pues los tiros, bombas y dinamitas menudearon, el desfile siempre se
hizo, pero resultó un desastre. Pocos días después, en las murallas del sector
céntrico, apareció escrita la siguiente leyenda: ¡Abajo el Ejército! ¡Vivan las
Milicias! Esta leyenda fue escrita por nosotros como una medida táctica destinada
a que las fuerzas armadas reaccionaran en contra de las milicias y surtió efecto.
Esto pareció no gustarle mucho al Estado Mayor del Ejército, pues apareció en la
prensa un comunicado de protesta. El hecho fue que Alessandri se vió obligado a
decretar la disolución de dichas fuerzas represivas. Todavía, y como recuerdo,
queda en el barrio alto un Aeródromo que lleva el nombre del que fue su
generalísimo, Eulogio Sánchez Errázuriz.
También la Izquierda Comunista se jugó entera en el enfrentamiento armado en
contra de las fuerzas fascistas que comandaba Jorge Gonzalez Von Marés,
enfrentamiento que se realizó en la Alameda esquina de Castro cuando los nazis
salían de su concentración efectuada en el Teatro Iris, en un día lejano de agosto
de 1933. Las fuerzas de la Izquierda Comunista estaban dispuestas en grupos de
8 personas; en el mío formaron Pablo López, Bernardo Yura, Oscar Wais, Carlos
Morales Salazar, el ahora renegado Pedro Cáceres Corvalán, Nicolás Carvajal y
Manuel Contreras Garret.
En esa oportunidad peleamos todos juntos, en un solo frente, comunistas de las
dos tendencias, los anarquistas y los socialistas. Fue un magnífico Frente Único
en la acción contra el fascismo, al que no se le discute, sino que se destruye.
Tuvimos que lamentar la muerte del compañero Contreras Garret y la herida
finalmente fatal de nuestro militante, compañero Nicolás Carvajal. Este fue el
segundo enfrentamiento con los nazis; el primero se había efectuado días antes
en Providencia con Pedro Montt. Basados en la experiencia del primero, nos
preparamos para el segundo, que fue el más fuerte.
Así fue transcurriendo la actividad de la Izquierda Comunista hasta principios del
36 en que se realizó su último Congreso Nacional, la dirección nacional del partido
planteó la necesidad de desaparecer como organización para irnos todos al P.S.
Entre las razones políticas de mayor importancia que se dieron para sostener
semejante planteo, fue de que el P.S. era igual que un gran barco con bastante
tripulación, pero que adolecía de una buena dirección. Nosotros, los militantes de
la Izquierda Comunista, por nuestra mayor capacidad teórica y política éramos,
según la dirección, los llamados a ser los timoneles de ese gran barco que era el
P.S.
Un fuerte sector del Comité Regional de Santiago se levantó en contra de ese
planteamiento subjetivista y oportunista del CC. En vano alegamos que la
masonería que dirigía el P.S. tenía su máquina bien montada y no iba a permitir
que los teóricos de la Izquierda Comunista tomasen la dirección del partido, por lo
tanto, los argumentos dados por el CC no tenían ninguna validez frente a esa
realidad concreta.
Nos costó un poco descubrir el verdadero juego del CC y sus seguidores y sobre
todo darnos cuenta de cuál era el verdadero fondo político de la cuestión. Resulta
que el CC de la Izquierda Comunista se reunía frecuentemente con el CC del P.S.;
dichas reuniones se efectuaban en el local del Diario "La Opinión", que estaba en
la Alameda entre Serrano y la Iglesia de San Francisco. Ambos CC continuaban
alimentando la esperanza de un nuevo golpe de Estado, pues se suponía que
Grove aún contaba con simpatías suficientes en el seno de las fuerzas armadas,
como para llevar adelante una nueva tentativa. Los teóricos de la Izquierda
Comunista pensaban que, si se daba el golpe y éste triunfaba estando ellos dentro
del P.S., lo más probable era que algunos de ellos ocuparan cargos de
importancia, importándoles un bledo el problemita ese llamado Revolución.
El Congreso resolvió, por una aplastante mayoría, disolver la organización y
trasladarse con monos y petacas al interior del P.S. donde fueron recibidos en
gloria y majestad, pues con ese paso se robustecía el P.S. y quedaba en mejores
condiciones para enfrentar al stalinismo en su mutua carrera reformista. La
oposición encabezada por el Comité Regional, no acató dicho acuerdo y rompió
de lleno con los que se fueron a practicar el entrismo en el P.S.
Fue durante el gobierno del Frente Popular, con Juan Antonio Ríos a la cabeza,
cuando el aventurerismo capitulante y oportunista de los ex dirigentes de la
Izquierda Comunista, se puso de manifiesto. Humberto Mendoza que fue el
secretario general de la Izquierda Comunista ocupó el cargo de Ministro de
Agricultura y Manuel Hidalgo partió como Embajador a México. Así nuestros
antiguos compañero cayeron en la colaboración de clases, destruyendo, de paso,
la única organización que se insinuaba como alternativa revolucionaria en esa
época y que mantenía un enfrentamiento ideológico permanente con el stalinismo.
Fue de tal magnitud la capitulación de los ex dirigentes de la Izquierda Comunista
que, cuando Cesar Godoy Urrutia rompe por la izquierda con la burocracia y la
masonería enquistada en el P.S., Mendoza y compañía, en vez de apoyar las
posiciones de Cesar Godoy y salir con él dando vida al Partido Socialista de
Trabajadores, prefirieron apoyar a la burocracia masónica y reformista del P.S.,
salvo algunos como el caso de Emilio Zapata, Carlos Videla y otros. Es muy
probable que de haber salido con Cesar Godoy, que en ese entonces era
calificado de trotskista por los stalinistas, éste no hubiere sido absorbido por los
stalinismo.
Las corriente opositora, contraria a la liquidación de la Izquierda Comunista,
acaudillada por el Comité Regional de Santiago sería, de ahí en adelante, la que
retomaría en sus manos las mejores tradiciones de la Izquierda Comunista y
continuaría bregando por construir la Vanguardia Revolucionaria que la lucha de
clases reclamaba y reclama aún en el presente período histórico, y se reagruparon
dando vida al Partido Obrero Revolucionario, del cual hablaré más adelante.
7. EL PARTIDO SOCIALISTA.
Después de la caída de Ibañez y durante 1932 las pequeñas organizaciones
llamadas socialistas, proliferaron como callampas. Es así como nos encontramos
con el Partido Radical Socialista, La Nueva Acción Pública, El Partido Socialista
Marxista, La Orden Socialista, El Partido Socialista Unificado, El Partido Socialista
Internacional y otros grupos de menor cuantía.
Después de la caída de Grove y su llamada República Socialista, estos grupos se
unificaron dando vida al Partido Socialista, el 19 de abril de 1933.
Desde su fundación, la masonería tomó la dirección de este partido, destacándose
Eugenio Matte Hurtado, Gran Maestro de las Logias Masónicas Chilenas y
Marmaduke Grove Vallejos, también prominente miembro de la Orden. Sus bases
de sustentación estaban dadas de preferencia por elementos de la pequeña
burguesía y sus militantes obreros se encontraban en la industria media y de
transformación.
La heterogeneidad de los distintos grupos que concurren a la formación del P.S.,
su interpretación idealista del marxismo y por ende del Socialismo Científico, su
ninguna tradición de lucha en los medios obreros y menos aún en el campesinado,
no podía darle al P.S. la estructura política y orgánica de un partido marxista
revolucionario; cuando mucho, podía darle una declaración de principios basada
en generalidades seudo marxistas y un programa reformista. Las diferencias con
el P.C. tienen su cuna en el proletariado minero del salitre y del carbón, en los
portuarios y marítimos recoge lo mejor de la tradición de lucha de la Mancomunal
Obrera y de las Asociaciones en resistencia y en su dirección predomina en esa
época una aplastante mayoría obrera, con el líder indiscutible que fue Luis Emilio
Recabarren. El hecho mismo de que el P.C. surgiera de la transformación del
Partido Obrero Socialista le dio, desde la partida, un carácter más homogéneo. El
hecho mismo de que influyera en su formación el triunfo de la gran revolución rusa
y su posterior integración a la Tercera Internacional, le da una consistencia política
y programática mucho más sólida que la del P.S. Todo esto determina que el P.C.
tenga en lo que pudiéramos llamar su primera etapa de desarrollo, una
combatividad muy superior a la que demostró el P.S. Contribuyeron a ello las
condiciones específicas de la época en que surge cada uno de estos partidos.
El ingreso de la Izquierda Comunista, dio al P.S. una mayor cantidad de obreros y
un apreciable contingente campesino y un mayor número de cuadros de dirección.
El P.S. no se levantó como una alternativa frente al P.C. en cuanto a disputarle la
dirección del movimiento obrero y ser la real dirección de la revolución socialista
en Chile, por las razones anteriormente expuestas. Hasta antes de su
participación en el Frente Popular y su posterior participación en el gobierno de
Aguirre Cerda, su política giró, casi en forma permanente, en torno a las
posibilidades de dar un golpe de Estado; para ello creía contar con la simpatía que
pudiera tener entre las fuerzas armadas a través de su caudillo Marmaduke Grove.
Toda la verborrea revolucionaria del P.S., sus poses programáticas y principistas,
se vinieron abajo cuando se embarca en la colaboración de clases en que se
asentaba la política del Frente Popular. Su primera capitulación consistió en el
retiro de la candidatura de Grove a la presidencia de la República en beneficio del
candidato Pedro Aguirre Cerda, uno de los responsables de la masacre de San
Gregorio.
Por otra parte, siendo Grove presidente del Frente Popular, el P.S. aprobó el
convenio entre el gobierno y la Sociedad Nacional de Agricultura, organización
patronal de los latifundistas, por intermedio del cual se suspendió por cinco años el
derecho de sindicalización campesina.
Todo esto fue determinando que en el interior del partido y de la juventud
socialista, empezaran a surgir tendencias opositoras a la política del Comité
Central. En el partido, Cesar Godoy fue el contrincante más serio que tenía la
dirección. Mientras en la juventud Raúl Ampuero, Orlando Millas, Walter Blanco,
De La Rivera y otros, acusaban a Schnake de tener una Central de Coimas para
corromper a los militantes. Ricardo Latchan encabezaba una tendencia opositora
moderada. En 1940, se produjo el rompimiento y Cesar Godoy forma el Partido
Socialista de Trabajadores, arrastrando tras de si lo mejor y más combativo del
P.S. El Partido Socialista de Trabajadores existió hasta el 18 de junio en que
resuelve integrarse a las filas del P.C.
Muerto Pedro Aguirre Cerda, antes del término de su período presidencial, el
partido socialista apoya la candidatura de otro radical, Juan Antonio Ríos, el
hombre que dictó el decreto más siniestro que se conoce, el Decreto Ley 50,
mediante el cual se podía relegar a cualquier ciudadano sin proceso previo. Así,
de tumbo en tumbo, fue navegando el partido socialista por las aguas de la
colaboración de clases y del reformismo. El P.S., durante el gobierno del radical
Duhalde, traicionó el paro general del 48, dando margen a la división de la CTCH,
dirigida hasta entonces por el profesor primario militante socialista, Bernardo
Ibañez Aguila. La traición se hizo a cambio de puestos ministeriales. Igualmente
traicionó la huelga del carbón del 47, durante el gobierno de González Videla.
Es cierto que en más de un congreso y después de sus fracasos en los ministerios
y de la divisiones sufridas, el partido se hizo su autocrítica, se corregía línea
política, se condenaba a la colaboración de clases y se prometía no reincidir; pero
no bien se le presentaba la oportunidad, volvía a las andadas. Fue así como
después de su paso por el F.P. y su gobierno, volvió a la colaboración de clases a
través de la Alianza Democrática, que era el cadáver insepulto del F.P., apoyando
al candidato radical, Juan Antonio Ríos.
En el tercer Congreso Extraordinario del partido efectuado el 14 y 15 de diciembre
de 1941, se designó como candidato a la presidencia de la República a Oscar
Schnake. La Juventud Socialista se opuso a dicha candidatura, no porque
estuviera en contra de la línea independiente del partido, sino porque creyó ver en
dicha candidatura una simple maniobra partidaria, que la utilizaría como moneda
de cambio en sus tratativas con el radicalismo, reclamando de éste, una mayor
participación en el gobierno. Y no estaba equivocada la J.S.; la candidatura de
Schnake fue retirada en beneficio de Juan Antonio Ríos en cuyo gabinete
participaron de nuevo los socialistas.
El VII Congreso ordinario del partido, efectuado entre el 13 y el 18 de marzo de
1942, acordó seguir colaborando con el gobierno de Ríos, después de un duro
enfrentamiento entre dos tendencias: la partidaria de continuar la colaboración que
estaba acaudillada por Schnake, Grove, Bernardo Ibañez y otros, y la opositora
que representaba la delegación de la Juventud encabezada por Ampuero.
En el congreso ordinario efectuado en 1943 celebrado en Rancagua, se
enfrentaron de nuevo estas dos corrientes. Los colaboracionistas estaban
encabezados por Eleodoro Dominguez y Grove, y se empecinaban en seguir
amarrando al Partido a las pretinas del gobierno de Ríos, y la otra, de oposición,
donde estaban Enrique Montt, Jobet, Alvayay y otros. Esta vez la corriente
colaboracionista fue ampliamente derrotada y sus integrantes se retiraron del
Congreso. Muy pronto Grove llevaría al partido a una nueva división. En efecto,
mientras se desarrollaba el Congreso ordinario en Talca, Grove realizaba otro en
Santiago durante los días 8 y 9 de julio de 1944 y organizaba un nuevo partido, el
Partido Socialista Auténtico. El Congreso de Talca no tomó ninguna medida en
contra de Grove y sus seguidores, salvo un voto que declaraba espúreo el
Congreso realizado por Grove que había elegido como Secretario General a
Bernardo Ibáñez.
Esta línea seudo-independiente le iba a durar muy poco al P.S. En efecto, cuando
Alfredo Duhalde asume la presidencia por enfermedad de Ríos, los dirigentes
socialista, pasando por encima de los acuerdos del Congreso de Rancagua y del
Congreso Extraordinario, partieron con monos y petacas a colaborar con el
gobierno radical ocupando tres ministerios y traicionando de paso el paro nacional
que con motivo de la masacre de la Plaza Bulnes había decretado la CTCH el día
29 de Enero de 1946, lo que dio margen a la división de esa central sindical en
dos fracciones, una dirigida por el comunista Bernardo Araya y la otra por el
tránsfuga Bernardo Ibáñez. Pero esto no iba a ser todo. Aún le faltaban al P.S.
varios kilómetros que recorrer en el camino de la capitulación y el
colaboracionismo.
Vino la elección presidencial para reemplazar al fallecido J. A. Ríos. Los
partidarios burgueses, conociendo el talón de Aquiles del P.S., que en los hechos
expresaba su oportunismo casi congénito, que lo llevaba a colaborar con cualquier
gobierno que se declarara democrático e izquierdista y le ofreciera cargos
ministeriales, le mandaron sus respectivas cartas solicitándole su apoyo. Así lo
hizo el Partido Conservador por intermedio de una carta de Joaquín Prieto
Concha, en la que le solicitaba su apoyo para el candidato Eduardo Cruz Coke.
Naturalmente que Prieto Concha le acarició el lomo al P.S., pero por ahí hay gente
que piensa que esa carta tiene un tremendo valor histórico, pues reconoce en ella
la importancia social y política del P.S., de su existencia y papel nacional y
progresista. No sé si en los que así piensan hay ingenuidad o tontería.
El partido liberal no se quedó atrás y Arturo Matte pidió hablar en el Pleno del P.S.
para solicitar de viva voz el apoyo socialista para su candidato Fernando
Alessandri. ¡Las patitas! Y por último, el partido radical solicitó apoyo socialista
para Gabriel González Videla, para ese mismo a quien el señor Pablo Neruda le
dedicara su Oda "El Pueblo te llama Gabriel". Como puede apreciarse, el P.S. era
en esos momentos la vedette, todos querían con ella. El pleno socialista, al igual
que un niño que aparenta no quebrar un huevo después de haberlos quebrado por
cientos, declaraba: "No es posible el entendimiento del socialismo con los sectores
de derecha por impedírselo una doctrina, un programa y una tradición de lucha del
todo reñida con las ideas y postulaciones de los partidos Liberal y Conservador,
por representar ambas colectividades los sectores típicos de la alta burguesía, del
latifundio y de los sectores económico financieros de la reacción chilena. Haber
aceptado tal composición de fuerzas implicaba, en último término, arrasar con el
principio fundamental que inspira nuestra acción cual es, el de la lucha de clases.
Tampoco era posible ligar la suerte del partido a la combinación de Alianza
Democrática que ha ungido como candidato al señor Gabriel González Videla, por
estimar que dicha candidatura era una imposición del Partido Comunista, cuya
tácticas, consignas y orientación en el seno de la clase obrera, había rechazado y
combatido sistemáticamente el Partido Socialista". (los subrayados son del autor).
Al hacer tales afirmaciones el P.S parecía olvidar que ya había llegado en
ocasiones anteriores a acuerdos con partidos de la burguesía, como el radical
cuando ingresó al F.P. cuyos candidatos fueron primero, Pedro Aguirre Cerda y
luego Juan Antonio Ríos. En cuanto a que había combatido sistemáticamente las
consignas, orientación del P.C., etc., se olvidó que el retiro de la candidatura de
Grove en apoyo a la del radical Aguirre Cerda fue una capitulación ante el P.C. e
igualmente su apoyo a Juan Antonio Ríos en cuyo gabinete participaron liberales,
radicales y socialista. El pleno acordó levantar un candidatura socialista y se eligió
a Bernardo Ibáñez, pero la mayor parte del electorado del P.S. sufragó por Gabriel
González que fue a la postre el candidato triunfante. Ibáñez obtuvo 12.000 votos.
Esto ocurrió en septiembre del 46. Vino a continuación el gobierno de González
Videla con su Gabinete de Concentración Nacional compuesto por radicales,
liberales y tres comunistas, a saber: Carlos Contreras Labarca, Ministro de
Fomento, Vías y Obras Públicas; Miguel Concha en Agricultura y Víctor Contreras
en Tierras y Colonización. El P.S. en su pleno Nacional de mayo de 1947, acordó
continuar con su línea independiente y fiscalizadora en un plano estrictamente
democrático y, a la vez, propiciar un entendimiento parlamentario bajo la
denominación de Concentración Democrática, de la cual quedarían excluidos los
partidos Conservador, Liberal y Comunista. Dicho pleno apuntó en contra del P.C.
al igual que si se hubiese tratado de un partido burgués cualquiera; como se ve,
los teóricos del P.S. no hacían la diferenciación entre el stalinismo que, con todos
sus defectos, es una de las corrientes del movimiento obrero, y los partidos de la
burguesía. Como puede apreciarse, el P.S. continuaba con una línea política
fundamentalmente reformista, llena de ambigüedad; su cacareada independencia
del gobierno burgués era sólo transitoria, ya lo vamos a ver más adelante,
participando de nuevo con la burguesía, esta vez, junto a Carlos Ibáñez. Su línea
"independiente y fiscalizadora en un plano estrictamente democrático" expresa
todo su oportunismo reformista. So pretexto de propiciar un "entendimiento
Parlamentario" con exclusión de Conservadores, Liberales y Comunistas dejaba,
por un lado, abiertas las puertas para entenderse con otros partidos burgueses,
tales como el Radical, Democrático, etc., y, por el otro, asumía una actitud sectaria
con respecto al stalinismo, que lo llevaría más adelante a traicionar la huelga del
carbón del 47. Durante el desarrollo de la política concreta del Frente Único entre
partidos obreros, no se excluye en ningún momento el derecho a la crítica; cada
partido mantiene su independencia política y en consecuencia, su libertad de
crítica. El hecho de que se mantengan diferencias fundamentales con el stalinismo
no significa que, en un momento dado, en el proceso de la lucha de clases, no se
pueda formar con el P.C. un Frente Único sobre puntos programáticos
previamente establecidos, sin que esto signifique estar de acuerdo con la política
general del P.C.
Pareciera que esta política aprobada por el pleno que comentamos, hubiera sido
superada por el P.S. ya que después formó frente con el P.C. a través del FRAP y
luego en la Unidad Popular; pero no nos llamemos a engaño. Tanto el FRAP como
la Unidad Popular están muy lejos de ser un Frente Único Proletario. El FRAP,
sólo adquirió actividad en los períodos electorales y punto; fue por tanto un
choclón electoral que ni siquiera tuvo que ver con la política de Frente de
Trabajadores, aprobada, pero nunca llevada adelante por el P.S. En cuanto a la
U.P., este organismo es algo que existe solamente a nivel de las direcciones
nacionales de los partidos que la integran. Las organizaciones de base de la U.P.
que se crearon en cada comuna durante la campaña electoral de Allende fueron
liquidadas por los propios partidos de la U.P. Especial responsabilidad le cabe al
P.S. y P.C.; ellos hicieron con esas organizaciones de base lo mismo que esas
hembras que se comen las crías después que las paren. No deja de ser curioso
que tanto el P.S. como el P.C. siempre estén dispuestos a formar Alianzas o
Frentes con partidos de la burguesía y se resistan a ir a la formación de estos
frentes o alianzas con las organizaciones revolucionarias. Basta analizar la
trayectoria de ambos partidos políticos para comprobar lo dicho. Vamos viendo:
hasta 1935 el P.C. no quiso saber nada con el P.S. a los cuales llamaba los
Social-fascistas de Grove, menos quiso saber de la Izquierda Comunista que
estaba formada por elementos que habían roto con él. Es sólo después que le
llega la orden de la Tercera Internacional de formar el Frente Popular que empieza
su política de "unidad" con los socialistas, pero también con partidos de la
burguesía, como el radical, de triste memoria. Luego después viene el FRAP en el
cual sólo faltan los radicales, pero en su reemplazo hay una serie de pequeños
partidos burgueses, como el PADENA, los ibañistas y otros y después la U.P. con
radicales, mapucistas, Izquierda Cristiana, API (Acción Popular Independiente, de
claro corte burgués) y los socialistas, con exclusión absoluta de toda tendencia
revolucionaria y enemiga de la colaboración de clases.
Estas mismas características ha tenido el P.S., las cuales reafirma en las
resoluciones del pleno que comento, al sostener que formará frente con partidos
burgueses, cerrándole el paso al P.C. Esta misma política es la que lo lleva a
sostener que Rusia es un país imperialista, olvidando, o pretendiendo olvidar, que
Lenin sostuvo que el Imperialismo es la etapa superior del Capitalismo, lo cual
significa que, para que exista el imperialismo en un país es necesario que se den
en él las bases de sustentación, es decir, los medios y formas capitalistas de
producción en su más alto grado. Ahora bien, en Rusia los medios de producción
están nacionalizados, es decir, no existe la propiedad privada de los medios de
producción, éstos están nacionalizados y la economía está planificada. Se podrá
objetar que esto mismo puede ocurrir en el Capitalismo de Estado. Correcto. Pero
en Rusia han sido abolidas las relaciones de producción capitalistas que tenían
sus bases de sustentación en la propiedad privada de los medios de producción.
Finalmente podemos decir que en Rusia se realizó una revolución social en la cual
la clase explotadora perdió toda forma de poder, implantando un Estado Obrero
asentado en la Dictadura del Proletariado, sustentada por los Consejos de
Obreros y Campesinos, Soldados y Marineros, llamados Soviets que eran los
órganos de poder de la clase trabajadora. Y digo eran, porque el bien amado
Stalin, en la reforma que hizo de la Constitución en 1932, los borró de una
plumada y así la Dictadura del Proletariado pasó a ser ejercida por una casta
burocrática y parasitaria, que ha llevado a ese Estado Obrero a una verdadera
degeneración burocrática desde el punto de vista Marxista Leninista. A quienes lo
duden, les recomiendo leerse El Estado y la Revolucion de Lenin y comparen lo
que Lenin establece con respecto al Estado Obrero y el proceso que dicho Estado
ha seguido en Rusia bajo la batuta de la burocracia stalinista y neo stalinista
hasta el día de hoy. Pero a pesar de toda la degeneración impuesta por la
burocracia, el Estado Obrero ruso sigue conservando las conquistas
fundamentales de la revolución de Octubre y los trabajadores conscientes de todo
el mundo, estamos obligados a defender sin condiciones dichas conquistas y a
combatir cualquier tentativa de restablecer el capitalismo en la URSS, y esto, a
pesar de la existencia de la burocracia moscovita.
Todo lo que antecede es lo que lleva a diferenciar al Estado Ruso de cualquier
Estado Capitalista y es por eso que no es acertada la definición de imperialismo
que de dicho Estado Obrero hizo el P.S. La revolución política que llevarán
adelante los obreros y campesinos rusos barrerá con la burocracia usurpadora del
poder y restablecerán el auténtico Poder Obrero, la auténtica Dictadura del
Proletariado asentada en los órganos del Poder de la clase, los Soviets de la
época de Lenin y Trotsky.
Con relación a la huelga del carbón, no se puede aceptar la tesis socialista de que
el Decreto de vuelta al trabajo firmado por el gobierno era favorable, tratando de
justificar así el rol esquirol jugado por el partido. En todo caso, eran los obreros de
la minas, los mismos que aprobaron el paro, los únicos que podían resolver si era
necesario o conveniente suspender o no el paro, pero de ninguna manera ir desde
afuera, organizados en patota, con el fin de ocupar los cargos sindicales que
estaban quedando vacantes por la represión que sobre los mineros estaba
descargando en esos momentos el gobierno de González Videla.
Bernardo Ibáñez que encabezaba la fracción opositora al CC del P.S. afirmándose
en la CTCH controlada por él, estableció una especie de co dirección en el
interior del partido; esta fracción opinaba que había que apoyar al gobierno de
González Videla.
Cuando se votó en el Parlamento la Ley Maldita, dos de los parlamentarios
integrantes de esa fracción la votaron favorablemente. Ellos fueron: Luis González
Olivares y Ramiro Sepúlveda, los cuales fueron expulsados de inmediato de las
filas del partido. Frente a esto Rosseti y Bernardo Ibáñez rompen con el partido y
forman tienda aparte. Esto ocurría en junio del '48. Mientras tanto, otros
conspicuos socialistas, encabezados por Alvarez Villablanca, forman parte de la
Acción Chilena Anticomunista (ACHA). Producida la división, Bernardo Ibáñez
obtuvo del Director del Registro Electoral el reconocimiento para su grupo, bajo el
nombre de Partido Socialista de Chile, y con este nombre ingresó al gobierno de
González Videla, ocupando el cargo de Ministro de Educación su militante
Armando Mallet. Esto ocurrió el 20 de junio de 1948.
En estas condiciones, el Partido Socialista, dirigido por Eugenio González Rojas,
adoptó el nombre de Partido Socialista Popular y con ese nombre enfrentó las
elecciones parlamentarias de marzo de 1949. Aliado con los Agrarios Laboristas,
Radicales Democráticos, Falange Nacional (actual Democracia Cristiana),
mientras el otro sector, el de Bernardo Ibáñez, lo hacía con los Radicales.
Ahora vamos a tener que seguir tras las huellas del P.S.P. que se convirtió en el
sector mayoritario y oficial del "socialismo" chileno.
El Frente Revolucionario sostuvo que el FTR tenía que ser un organismo vivo y
actuante en el seno del movimiento obrero, abierto a todos los trabajadores que
estén dispuestos a luchar por su programa, a emplear sus tácticas de lucha y que
concuerden con su objetivo máximo, cual es, la toma del Poder por los
Trabajadores. Así se acordó, pero el MIR, tendencia mayoritaria en el seno del
FTR y en la dirección del mismo, sacó documentos a nombre del FTR en que hace
aparecer a este organismo sustentando los puntos de vista del MIR. De esta
manera el MIR mantiene su sectarismo y se sienta en los acuerdos del Primer
Congreso Provincial.
Dicho Congreso elaboró una plataforma programática que, junto con la
declaración de Principios, sería sometida a la consideración del Primer Congreso
Nacional. Finalmente se designó una Directiva Provincial compuesta por 9
miembros, todos miristas.
Durante los días 5, 6 y 7 de Noviembre del mismo año, se efectuó el Congreso
Nacional del FTR con la asistencia de numerosos delegados venidos de diferentes
provincias en representación de sus respectivos órganos de base. Este Congreso
tenía como objetivo fundamental preparar la participación del FTR al Sexto
Congreso Nacional de la CUT. El Frente Revolucionario lanzó una edición especial
de su Periódico "Poder Obrero" conteniendo sus puntos de vista con relación a
todos los asuntos del temario del congreso de la CUT. El Congreso del FTR
aprobó la mayor parte de los puntos de vista sostenidos por el FR, especialmente
lo relacionado con el Control Obrero de la Producción que fue aprobado
íntegramente.
El MIR rechazó por mayoría de votos el planteamiento del FR que proponía que
los compañeros campesinos agrupados en el Movimiento de Campesinos
Revolucionarios M.C.R. y los pobladores agrupados en el Movimiento de
Pobladores Revolucionarios M.P.R. pasaran a integra el FTR para así luchar
en un sólo frente unido. En cambio, se acordó designar un Comité Relacionador
de estos tres movimientos, comité que no ha funcionado. Al término del Congreso
se designó la Directiva Nacional del FTR, la que quedó integrada por nueve
compañeros de Santiago, 6 de los cuales correspondieron al MIR, más Humberto
Valenzuela del FR y el compañero Blest, independiente.
Durante los días 29 y 30 de Enero del '72, se efectuó la Conferencia Nacional del
FTR con el objeto de designar los candidatos del FTR a la Dirección Nacional de
la CUT. Los tres primeros compañeros fueron designados por aclamación, ellos
fueron: Alejandro Alarcón y José Manque del MIR y Humberto Valenzuela de FR.
Inmediatamente los elementos del MIR sacaron a relucir su sectarismo y
cuestionaron la designación del compañero Valenzuela y le pidieron que se
retirara de la lista y diera paso a los elementos jóvenes, declarando que ellos, los
miristas, reconocían todo lo que Valenzuela había aportado al movimiento obrero
durante los 48 años de su actuación, pero afirmaron que se debía designar gente
joven.
Los compañeros miristas no plantearon en ningún momento una cuestión de orden
político para cuestionar a Valenzuela, aunque en el fondo, ésta existía, pues se
trataba de un compañero que no pertenecía a su tienda partidaria y que mantenía
algunas diferencias políticas importantes en relación con la política del MIR;
plantearon una querella de generaciones, jóvenes contra viejos, sacándole el
cuerpo al aspecto político.
Como el MIR estaba en mayoría, consiguió postergar a Valenzuela al relegarlo al
sexto lugar de la lista de candidatos de la CUT. Pero el sectarismo del MIR no iba
a terminar aquí, continuaría adelante con velas desplegadas. Los elementos del
MIR integrantes de la Dirección empezaron a reunirse separadamente del resto de
los Dirigentes Nacionales y a actuar por su cuenta, sacando declaraciones
públicas, afiches y volantes, todo lo cual motivó una violenta reacción de parte de
Blest y Valenzuela quienes amenazaron con denunciar públicamente estos
manejos miristas.
En una reunión de la Directiva Nacional del FTR, se hizo presente una declaración
del Movimiento Sindical Libertario, la que planteó que sus tres sindicatos, estando
de acuerdo con el programa y principios del FTR, habían resuelto integrarse a éste
último. Expresaron también que, si no había posibilidad de integrar con algunos de
sus elementos la lista de candidatos que el FTR presentaba a la Dirección de la
CUT, ellos no hacían cuestión y apoyaban dicha lista sin condiciones. Pidieron sí,
participación en la Dirección Nacional del FTR y se le dieron dos cargo. A la
reunión siguiente y estando presentes los compañeros designados, un compañero
planteó de entrada que, por acuerdo del MIR, los compañeros no podían ser
miembros de la Dirección del FTR, pues éstos eran elegidos por el Congreso
Nacional, planteamiento que fue aprobado por la mayoría mirista con los votos en
contra de Blest, Soto y Valenzuela. En vista de esto, los compañeros libertarios se
retiraron de la reunión y posteriormente del FTR y levantaron lista propia a la
Dirección de la CUT. Más tarde, en una reunión de los Comités Centrales, el del
MIR y el del FR, se dio a conocer la forma sectaria y antiunitaria de los
compañeros miristas integrantes de la Dirección del FTR; entonces, el Comité
Central del MIR acordó sacar de la dirección del FTR a un compañero de sus filas
y poner en su reemplazo a Víctor Toro, miembro del Comité Central del MIR.
Como se puede apreciar, en esa oportunidad el MIR no consideró que los
miembros de la Dirección del FTR debían ser designados exclusivamente por el
Congreso Nacional respectivo, como lo hizo cuando cuestionó la designación de
los dos compañeros libertarios. Esta designación de Toro fue rechazada por la
minoría de los Dirigentes del FTR, pero la mayoría mirista la mantuvo a firme; esto
motivó la renuncia del compañero Blest, el cual, posteriormente, se retiró del FTR.
Así, el MIR, con su política sectaria iba poco a poco socavando la unidad del FTR
y malogrando su accionar. Pero las cosas no terminarían aquí, iban a ir más lejos
aún, hasta caer en el oportunismo y la colaboración con tendencias burguesas.
Fue así como en el ampliado efectuado en el Provincial Santiago para designar la
lista de candidatos del FTR al Consejo Provincial de la CUT, pasaron de nuevo la
aplanadora sobre los compañeros del FR y los relegaron también al sexto lugar de
la lista. Días después apareció en la prensa un supuesto acuerdo del FTR con la
Izquierda Cristiana para integrar una lista unitaria y en la cual iban intercalados
miristas e Izquierda Cristiana, hasta completar la lista. Como puede verse,
mientras el MIR tenía manga ancha para entenderse con una tendencia pequeño
burguesa, la IC, mantuvo una actitud sectaria frente al FR, que es una tendencia
revolucionaria actuando en el movimiento obrero. En esto no se diferencia en nada
del estalinismo. La verdad es que jamás existió un acuerdo entre el FTR y la IC
para ir en lista común; estuve en el ampliado de Santiago, donde se estructuró la
lista del FTR y en él ni siquiera se nombró a la IC. Lo que existió fue un acuerdo
entre el MIR y la IC, acuerdo que el MIR no se atrevió a hacer público y utilizó
como pantalla el nombre del FTR para esconder su oportunismo.
El MIR no sólo concretó su alianza con la IC en la provincia de Santiago, sino que
la hizo extensiva a 8 provincias más, según sus propias declaraciones, y en todas
ellas utilizó el nombre del FTR.
Esta alianza del MIR con una tendencia pequeño burguesa, como la IC y a la cual
llegó a caracterizar como una tendencia revolucionaria, dejó al descubierto el otro
extremo de su sectarismo, el más grosero oportunismo. Esta política del MIR fue
configurando toda una línea que a la larga le restaría chance al FTR en las
elecciones de la CUT. Durante la campaña electoral era el MIR quien decidía de
cual tendencia debían ser los oradores que hablarían en las concentraciones del
FTR. Así ocurrió en la proclamación central efectuada en el Teatro Caupolicán,
donde pedí con días de anticipación tribuna para Víctor Soto, integrante de la lista
nacional del FTR, pero no hubo caso, los oradores ya estaban designados por el
CC del MIR, entre los cuales figuraban, el propio Miguel Enríquez, Secretario
General del MIR, que no era miembro del FTR. Durante el desarrollo del acto, el
teatro entero y de pie, pidió a gritos que hablara el compañero Blest, quien estaba
en el proscenio, pero Enríquez fue intransigente y no lo permitió; en cambio dejó
hablar a un cura y a otros.
Si el MIR no cambió su concepción con respecto a lo que es el FTR y sigue
creyendo que este organismo es una parcela de su propiedad, donde puede hacer
lo que se le antoje, si sigue creyendo que puede mantenerse en la nuca de los
elementos de otras tendencias que actúan en el FTR, y si sigue creyendo de que
por el hecho de ser en el momento la tendencia mayoritaria en el seno del FTR
puede utilizar impunemente el nombre de esta organización para encubrir su
política sectaria y oportunista, no esta haciendo otra cosa que pavimentar el
camino de la división del FTR, y con ello, malogrando su desarrollo y perspectivas,
haciéndole de paso el juego al reformismo que dice combatir y desmintiendo en
los hechos el carácter revolucionario que dice tener.
Por último y analizando siempre la política del MIR dentro del campo sindical,
diremos que al hacer el balance de los resultado del VI Congreso Nacional de la
CUT, no sólo miente al sostener que FTR estuvo representado por más de 200
delegados, lo que está muy lejos de la real representación, sino que además
demuestran sus dirigentes una ignorancia suprema al sostener que "por primera
vez en la historia de la Central Única, la presencia de posiciones revolucionarias,
adquiere niveles masivos y, militantes de la izquierda revolucionaria, legitimados
en la masa obrera, llegan a su organismo máximo a plantear la discusión
ideológica" (Ver "El Rebelde" N° 22 de diciembre de 1971). Esta afirmación
demuestra que los jóvenes dirigentes del MIR no conocen nada del pasado de la
CUT y de las tendencias que han luchado permanentemente en su seno, o se
hacen los "de los chacras" y pretenden ignorar todo lo anterior a su nacimiento
político y creen que las posiciones revolucionarias en el seno de la CUT, surgen
cuando a ellos se les ocurre. Idealismo y del más puro corte. La lucha
intransigente del Partido Obrero Revolucionario en el seno de la CUT, en contra
del reformismo y por llevar adelante posiciones revolucionarias, hasta llegar a
conquistar cargos de Dirección Nacional y Provincial en el seno de dicho
organismo, sin entrar en alianza con tendencias reformistas, forma parte del
historial del movimiento obrero Chileno, les guste o no a los dirigentes miristas.
CAPITULO VIII
CONCLUSIONES
Al hacer el análisis global de todo este proceso, nos encontramos con dos
experiencias que, en sus resultados prácticos, fueron negativas para el avance del
movimiento obrero, Y justamente por sus resultados negativos para los intereses
históricos de la clase trabajadora, estas experiencias son de carácter altamente
positivo, en la misma medida en que se saque de ellas las conclusiones que
permitan comprender a la clase y en forma muy especial a sus sectores de
vanguardia, dónde y en qué radican los aspectos negativos de dichas
experiencias; todo ello, al calor de los hechos concretos, de la realidad vivida, de
las prácticas realizadas.
Si los trabajadores toman conciencia del aspecto negativo de estas experiencias,
si llegan a comprender en que medida fueron perjudicados en sus intereses de
clase por el sectarismo y la colaboración de clase, entonces estarán asimilando el
aspecto positivo de dichas experiencias y ello significará un gran paso hacia
adelante, pues estarán en condiciones de luchar por impedir la repetición de una
política que les dejó un saldo desfavorable para sus intereses de clase.
El sectarismo, aplicado en el seno del movimiento obrero impide toda posibilidad
de una plataforma programática común y, consecuencialmente, una acción de
conjunto tras objetivos comunes. Si consideramos la importancia que tiene la
movilización conjunta de la clase trabajadora tras objetivos comunes, aún cuando
estos sean de carácter reformistas, y todo esto se malogra por el sectarismo
predominante impuesto por los sectores mayoritarios que son los que deciden,
entonces se comprenderá el daño que tal política sectaria causa a los intereses de
los trabajadores, ni que decir, si la movilización de masas que se malogra está
basada en objetivos revolucionarios, entonces el daño es infinitamente mayor.
Desgraciadamente en la actualidad, hay organizaciones obreras de importancia
que continúan llevando a cabo las perniciosas prácticas del sectarismo, entre
ellas, está el P.C. que no quiere saber nada con las organizaciones de la izquierda
revolucionaria, igual que en el pasado, cuando no quiso saber nada con los
sindicatos legales ni con los militantes socialistas, a los cuales llegó a calificar de
Social-fascistas, pero que sin embargo tiene manga ancha para entenderse con
corrientes y partidos de la burguesía, tales como el radical, el API, y pololear a la
propia democracia cristiana.
Por otro lado el MIR no lo hace nada mal, al no entrar en tratativas con otras
organizaciones de la izquierda revolucionaria. Con su política sectaria impidió el
desarrollo masivo y centralizado del movimiento de los Pobladores Sin Casa, e
igualmente paralizó el desarrollo y accionar del F.T.R.
La historia demuestra como el sectarismo ha determinado que situaciones
políticas coyunturales de importancia no sean aprovechadas en beneficio del
proceso revolucionario de las masas. Así ocurrió en Chile durante la sublevación
de la Escuadra, cuando el P.C. condicionó en forma sectaria el apoyo que
solicitaba la marinería, exigiendo que dicho movimiento se declarara comunista.
Las perniciosas prácticas del sectarismo deben ser vigorosa y definitivamente
rechazadas por los trabajadores, pues corroe como el cáncer la existencia misma
del movimiento obrero e impide que éste avance por la senda del proceso
revolucionario. Pero al rechazar el sectarismo hay que tener cuidado de no caer
en el otro extremo, en la capitulación y en el entreguismo, en la colaboración de
clases con el enemigo. Lenin decía: "tenemos que ser como el buen acero, que se
dobla pero no se rompe, tenemos que ser duros en los principios y flexible en las
tácticas".
La otra experiencia a la cual quiero referirme, es la que se llevó a efecto bajo la
política de colaboración de clases y que adquirió su expresión concreta a través
del Frente Popular. Toda la experiencia internacional y nacional demuestra que la
colaboración de clases jamás ha beneficiado a los trabajadores; muy por el
contrario siempre ha beneficiado a la clase enemiga. No hay un solo ejemplo que
pueda demostrar lo contrario.
Cuando los trabajadores son arrastrados a la colaboración de clases con la
burguesía o sectores de la burguesía, bajo la mentira del carácter progresista de la
clase enemiga, se esta obteniendo el apoyo de los trabajadores a la política de la
burguesía, se le esta enseñando a confiar en sus enemigos de clase, y con ellos,
se desarma política y ideológicamente a las masas.
Cuando en el siglo pasado, los explotados del campo y de la ciudad apoyaron a la
naciente burguesía en su lucha contra el feudalismo y la monarquía, siempre
fueron burlados en sus intereses de clase por sus aliados burgueses. Ahí está
como testimonio histórico de esta afirmación, la traición de la burguesía a las
masas del campo y de la ciudad durante la Revolución Francesa de 1789, cuando
logró arrastrarlas bajo sus banderas tras la trilogía de Libertad, Igualdad y
Fraternidad.
Si esto ocurrió cuando la burguesía era progresista con relación al feudalismo y a
la monarquía, con tanta o mayor razón seguirá ocurriendo ahora cuando ya la
burguesía desde hace muchos años es una clase totalmente reaccionaria; cuando
sostiene una lucha a muerte en defensa de sus privilegios y en contra de las
masas trabajadoras del campo y de la ciudad. A mayor abundamiento podemos
citar la experiencia española. Cuando el Frente Popular estaba en el gobierno y
contaba con la colaboración del P.C. y el P.S., permitió con su política
colaboracionista, la organización, desarrollo y fortalecimiento del fascismo,
mientras por otro lado frenaba la lucha de las masas, hasta que vino el
levantamiento de los generales fascistas y España se convirtió en un infierno.
Mientras tanto, en Francia, el gobierno del Frente Popular, con el partido
Radical Socialista a la cabeza y la complicidad del P.C. organizaba el Comité de
No Intervención e implantaba el embargo sobre el armamento que iba destinado a
los compañeros de las milicias españolas que estaban enfrentando al fascismo.
Así se produce lo paradoja. El Frente Popular, que según sus impulsadores los
estalinistas se organizaba para detener y aplastar al fascismo, permitía con su
política traidora, el triunfo del fascismo, y la derrota de las masas trabajadoras de
España. Pero esta paradoja tiene su explicación política. La burguesía no es
enemiga del fascismo, al contrario, lo incuba y lo amamanta pues ve en el, al perro
guardián de sus intereses de clase. De ahí entonces que decirle a los trabajadores
que hay que aliarse con la burguesía o sectores de la misma, so pretexto de que
ésta es progresista, no solamente es una mentira sino que es una abierta traición
a las masas trabajadoras.
Quiero dejar en claro, que no sólo hay colaboración de clase cuando las
organizaciones políticas de la clase trabajadora participan en los gobiernos de la
burguesía, como ocurrió durante los gobiernos de Pedro Aguirre Cerda, Juan
Antonio Ríos y Gabriel González Videla, que contaron con la colaboración
entusiasta y decidida del P.C. y del P.S., sino que también hay colaboración
cuando las organizaciones obreras, sin estar en el gobierno, brindan a éste su
apoyo y frenan las luchas de las masas. Esto lo comprendió perfectamente bien el
compañero Luis Emilio Recabarren y de ahí su lucha intransigente en contra de la
política de colaboración de clases que Paul Marin Pinuet le había impreso desde
un principio a la Gran Federación Obrera de Chile.
También hay colaboración cuando las direcciones obreras, a nombre de los
trabajadores y a espalda de los mismos llegan a acuerdos con gobiernos
burgueses como ocurrió cuando Luis Figueroa y Hernán del Canto, en el nombre
de la CUT y de los trabajadores transaron un acuerdo con el gobierno de Frei,
sobre aumento de sueldos y salarios, a espalda de las masas y en contra de lo
que estas mismas habían acordado en una concentración realizada por la propia
CUT.
Pero aún hay más; el solo hecho que conscientemente se mantenga al
movimiento obrero dando vueltas en el círculo vicioso de las simples demandas
económicas o de las reformas, sin que se les haga visualizar cual es su destino
histórico como clase, y no se orienten sus luchas tras la conquista del poder y el
aplastamiento del capitalismo y la implantación del socialismo, este solo hecho,
significa también colaboración de clases, por cuanto tal política se permite la
supervivencia del sistema capitalista y por ende, la explotación del hombre por el
hombre y con ello, el estado de miseria creciente de las masas. No prepararse
para conducir a las masas hacia la toma del poder y no hacer nada por crear las
condiciones favorables que permitan desencadenar la ofensiva en tal sentido y su
culminación victoriosa, es propio de los reformistas, que hacen de las luchas por
las reformas un fin en sí, y no un medio para hacer avanzar a las masas por el
camino de la revolución. De ahí entonces que el reformismo como corriente
política incrustada en el movimiento obrero, sea en su esencia,
contra revolucionario, por cuanto con su política tiende a perpetuar la explotación
del hombre por el hombre y en tal sentido están colaborando con los enemigos de
los trabajadores, los explotadores de todos los pelajes. La lucha por las reformas
tiene que servir para hacer que la clase trabajadora avance cada vez hacia el
enfrentamiento final, agudizando la lucha de clases, no conciliando con el
enemigo, no transando con sus explotadores, sino enfrentándolos en todos los
terrenos.
Luchar incansablemente para que los trabajadores tomen plena conciencia del
significado real que tiene para sus intereses la política de colaboración de clase,
que en todos sus aspectos impulsa y sostiene el reformismo, es una tarea urgente
y permanente de los sectores de vanguardia que se precian de revolucionarios.
Esta lucha ideológica por desenmascarar frente a las masas el carácter
oportunista y capitulante del reformismo, tiene que ir acompañada de una política
y de un programa que interpretando científicamente las necesidades de las
masas, sea capaz de movilizarlas en forma progresiva hasta llegar a la toma del
poder y la implantación del gobierno obrero y campesino asentado en la dictadura
del proletariado.
Lo anterior no tiene nada que ver con el sectarismo; muy por el contrario dentro de
su contexto revolucionario la política más arriba enunciada, plantea la necesidad
de la más amplia movilización de masas, aún cuando dicha movilización se dé
bajo objetivos reformistas. Lo importante es que las masas vayan ganando
experiencia y a través de ella vayan comprendiendo la necesidad de derrocar al
capitalismo y de tomar el poder en sus manos. Dentro de este marco, no se
excluye de manera alguna la posibilidad del Frente Único con las organizaciones
reformistas sobre puntos programáticos concretos, resguardando siempre la más
absoluta independencia de clase.
Estas conclusiones son extraídas, no ya del simple planteo teórico que nos han
entregado los clásicos del marxismo, como Marx, Engels, Lenin y Troksky, sino de
la experiencia viva, realizada a través de todo el proceso de la lucha de clases,
tanto a escala internacional como nacional.
La toma de conciencia plena de ella, sumada a la elaboración de una política y un
accionar independiente de clase contra clase, por parte del movimiento obrero,
especialmente de sus sectores de vanguardia, permitirá que las experiencias
colaboracionistas y sectarias vividas en Chile, adquieran todo su aspecto positivo
en beneficio de los intereses históricos de la clase trabajadora.
Pero todas estas conclusiones sacadas al calor de las experiencias vividas y del
análisis marxista de las mismas servirán de muy poco si los sectores de
vanguardia no son capaces de estructurar en forma definitiva y en el más breve
plazo posible, un auténtico y real partido revolucionario, que por su política y por
su programa, por su táctica y estrategia, sumada a su accionar permanente en el
seno de la clase, sea capaz de acaudillarla y conducirla con pasos seguros y
firmes por el camino de la insurrección armada y hacia la conquista del poder. Hay
que reemprender la tarea que dejara inconclusa el compañero Luis Emilio
Recabarren, la construcción del Partido Revolucionario, que con tanta urgencia
sigue reclamando el presente y el porvenir del movimiento obrero.
Para la construcción del partido revolucionario no tenemos por delante largos años
plazo. La descomposición acelerada del sistema capitalista y los acontecimientos
políticos que de ella se deducen, se precipitan con suma rapidez y van creando las
condiciones para la agudización de las luchas entre las clases y su enfrentamiento
final y decisivo; por tanto, es tarea urgente e inmediata, emprender ya, ahora
mismo, la construcción del partido de la revolución chilena y socialista. Para ello
existe lo fundamental, el programa, y este es el programa de demandas
transitorias de la Cuarta Internacional, enriquecido por todos los aportes de todo el
proceso revolucionario de los últimos treinta años. Existe también la levadura
necesaria para la formación de dicho partido y ella la encontramos en las nuevas
generaciones revolucionarias, cuyos elementos militan en las filas de las distintas
organizaciones de la izquierda revolucionaria y en las propias filas del P.C. y del
P.S. como así también, aunque en forma inorgánica en el seno mismo del
movimiento obrero y campesino y en las filas del estudiantado. Sobretodo la
juventud, a la cual le ha correspondido conocer aunque de lejos la experiencia
heroica de la guerra revolucionaria del Vietnam y de la revolución cubana
triunfante, que supieron de la entrega total a la causa revolucionaria del
Comandante Che Guevara; sobre ella, en conjunto con los viejos tercios
revolucionarios que aún quedan, recae la gran responsabilidad histórica de
reemprender ahora y sin vacilaciones, la tarea de la construcción del partido de la
revolución chilena y socialista. Y no puedo ocultarlo; tengo plena confianza en que
estas nuevas generaciones revolucionarias sabrán cumplir con éxito esta misión
histórica. Tengo plena fé en el potencial creador de mi clase.