A. Quinteros - El Cuartito de Hora
A. Quinteros - El Cuartito de Hora
A. Quinteros - El Cuartito de Hora
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EL CUARTITO DE HORA
tota obra es
propiedad de sus autores.
Lo
representantes de la Sociedad de Autores Espaole
a<B los encargados
exclusivamente de conceder o negar el
pensiso de representacin y
del cobro de los derechos de
9ir9>iedad.
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reserves pour tou les pays,
y
compris la Sude, la Norvgc
ct laHoIlande.
Co3>yright, 1923, by S. y
lvarez Quintero.
SERAFN Y JOAQUN
ALVAREZ QUINTERO
#
DK LA Rl'AL ACADEMIA ESPAOLA
EL CUARTITO DE HORA
ENTREMS
Estrenado en el teatro de Lara
el 8 de JNIarzo de 1922
MADRID
I Q 2 2
MADRID.-Imprenta
Clsica Espaola.
Glorieta de
Chamber.Telf.
J
430.
A LOLA MEMBRIVES,
GALA DE DOS NACIONES,
SERAFN
y
JOAQUN
REPARTO
PERSONAJES ACTORES
MARA LUISA Lola Membrives.
ROGELIO Ricardo Sm-Raso.
EL CUARTITO DE HORA
Habitacin modesta en casa de Rogelio, oficial de una re-
lojera en Sevilla. Balcn a la derecha de la actriz,
y
puer-
tas a la izquierda
y
al foro. Limpieza
y
orden. Es por la
maana, en abril.
Mara Luisa^ la mujer de Rogelio^ que da la hora
mejor
y
ms a tiempo que todos los relojes que maneja
l^ salepor la puerta de la izquierda^ puesta de veinti-
cinco alfileres.
Mara Luisa. No se quejar. Me he echao ensi-
ma el equipaje entero. Sobre to, sus cosas. Va a
rerse cuando me vea. Se va a re. S se va a re.
Cuando me vea se va a re. Se va a re, se va a re
cuando me vea. Asmase al balcn^ gozosa. Ay vie-
ne! Se va a re. Lo que lo quiero yo!... Lo que me
quiere !... Lo que nos queremos!... S nos queremos.
Nos queremos m^ucho. Mucho nos queremos. So-
mos un matrimonio que nos queremos. Nos quere-
mos. Na tiene que v que de cuando en cuando haya
entre nosotros cosiyas... dijustiyos... cuestionsiyas...
To los das merengues no pu s! Pero nos quere-
mos. Y se ve en esta fecha. En esta fecha es cuan-
do se ve. En esta fecha. Er da ms bonito del ao
pa nosotros! Ms que er Corpus relumbra!... Siete
aos ya!... Ma que siete aos, Mara Luisa!... Des-
pus de to, poco nos habernos peleao pa siete aos^
Siete aos!... Suspirando. jAy!... La pursera, el ni-
10 Entrems
yo, la peina, las horquiyitas... qu tronaos estba-
mos entonses!... los aretes, er pauelo de taye...
y
lo que venga hoy! Qu me traer? Qu me
traer? Qu se le habr ocurri? Ya yega. Pronto vi
a saberlo.
Se arrincona un poco^ para sorprender a Rogelio^
que sale por la puerta del foro, al parecer contraria-
aillo.
Rogelio. Entre si^ tirando el sombrero en un mue-
ble. jNo se pu uno fia ni de su sombral jMardito sea
er demonio! Pos
y
el amo, queriendo tambin
aguarme la fiesta?
Mara Luisa. Llamndole la atencin graciosa-
7nente. Ejeml ejeml
Rogelio se vuelve hacia ella,
y
al mirarla se le
.alegra el semblante,
Rogelio. Pero estabas ah? Digo! Y cmo te
has puesto! Vamos a la feria?
Mara Luisa. Ya saba yo que te ibas a re!
Rogelio. Vamos a la feria?
Mara Luisa. Pa qu? Hoy la feria est en casa.
.^No es verd?
Rogelio. Y tan verd!
Mara Luisa. Er da no es pa menos!
Rogelio. Carcula!
Mara Luisa. Fjate. Fjate en lo que tengo en-
sima. Y acurdate der cmo
y
cundo...
y
de antes
y
de despus. Mira: la pursera der primer ao, el
aniyo der segundo, la peina der tersero, las horqui-
yas der cuarto, los aretes der quinto... este paoliyo
der sesto...
y
ahora ust dir, don Rogelio Parmal
Ust dir!
Rogelio. Mardito sea!... Don Rogelio Parma yeva
.una maanita...
Mara Luisa. Eh?
Rogelio. S. Er prinsip, que no sabe ponerse
Elcuartitodehora ii
n las cosas. Trabaja uno como un negro to el ao;
le acredita la relojera... que hoy ya en Seviya es la
que ms se busca,
y
me discute la liberta de un da
como ste.
Mara Luisa. -Es de veras?
Rogelio. Como te lo digo. Y... de lo otro... ahora
hablaremos.
Coge su sombrero
y
se va por la puerta de la iz-
quierda.
Mara Luisa. Desolada. Se le ha orvidao. Hasta
que me ha visto compuesta no se ha acordao der
da que es hoy. Se le ha orvidao. Se lo not en la
cara. Er se ech a re, pero de la sorpresa. Se le ha
orvidao. A ste se le ha orvidao. Qu desengao,
se, s se le ha orvidao! Y se le ha orvidao. Ya lo
creo que se le ha orvidao! (Se le ha orvidao! Se ie ha
orvidao!
Vuelve Rogelio^ que no sabe la que le aguarda.
Rogelio. Pos vers lo que iba a desirte, Mara
Luisa.
Mara Luisa. Mal dispuestaya. A v.
Rogelio. Por si era poco er torosn que me he
tomao con el amo... Sal de ay... Bueno, hase unos
cuantos das pas por casa de Manolo Snchez er
platero,
y
me ense un coya de corales que tena
de oportunid. Muy bonito. Una alhajiya tina. Me en-
ter de cmo se yamaba... t comprendes?... por si es-
taba o no a mis arcanses...
Mara Luisa. Y no estaba.
Rogelio. S que estaba, s. Y como se asercaba
er da de hoy, lo dej apartao pa tu persona,
Mara Luisa. No yevabas dinero ensima?
Rogelio. No es eso. Manolo me lo hubiera fao.
Es que haba que componerle er brochesiyo.
Mara Luisa. Qu casualid!
Rogelio. Y yego hoy a recogerlo pa trartelo...
12 E 72 t r e m s
Mara Luisa. Y ha habi ladrones esta noche en
casa e Manolo.
Rogelio. No, no ha habi ladrones,
Mara Luisa. S, hombre, s; si lo dise er diario.
La prueba es que se han yevao mi coya!
Rogelio. Entrate, muj; no empesemos ya
la madeja. Ha tomao Manolo un dependiente
nuevo...
Mara Luisa. Un dependiente nuevo?
Rogelio. Un dependiente nuevo, s; un hijo de
un compadre suyo. Y resurta que sin sabe er chiqui-
yo que er coya estaba ya vendi por Manolo, lo ha
apalabrao' con la marquesa de San Roque.
Mara Luisa. Carambil
Rogelio. No, no; sin carambi!
Mara Luisa. ^Sin carambi! eh.? Pos hijo, con
desirle a la marquesa que ya estaba vendi!...
Rogelio. De eso se trata; pero es menest por
sus pasos... La marquesa es una seora muy capri-
chosa,
y
adems, favorese mucho a Manolo...
Mara Luisa. Claro!
Rogelio. Y el hombre teme dijustarla! Con ra-
son. De tos modos va a v si consigue...
Mara Luisa. No lo consigue!
Rogelio. O sil
Mara Luisa. No, no lo consigue! Er coya no
viene a esta casa.
Rogelio. O si viene, muj!
Mara Luisa. No viene! Er coya no viene. Y me-
nos hoy, que es cuando ha debido veni. No viene, no
viene. Er coya no viene. No le des vuertas, que no
viene er coya. No viene.
Rogelio. Bueno!
Mara Luisa Y, naturarmente, no siendo ese
coya, no haba pa mi en la tienda ni un mal arfil de
filigrana de plata...
Elcuartitodehora
13
Rogelio. Haba en la tienda muchas cosas, pero
como lo der coya toava no est resuerto...!
Mara Luisa. [Ay que risal
Rogelio. Ah, pero ^es que dudas de lo que te
digo? ^Es que crees quisa que se me ha pasao la fecha
de hoy?
Mara Luisa. A la vista estl Por mucho que t
lo compongas...
Rogelio. Mara Luisa!
Mara Luisa. Un desengao as me esperaba,
Rogeliol Quin lo hubiera pensaol
Rogelio. ^Le paese a ust? Despus de la maa-
na que yevo, este postre! Ahora mismo vas a ven
conmigo a la platera pa convenserte de la verdal
Mara Luisa. Quin, yo? Yo a la platera? T
no me conoses, Rogelio. Pa qu? Pa que se me tome
por una muj de estas esigentes que traen a los
hombres de cabesa? No, hijo mo, no. Yo no me
muevo de mi casa. Pa otra vez, ten un poquito de
ms memoria. Un ded que me hubieras trado me
hubiera dejao tan contenta. No hasan farta tantos
royares! Un ded a tiempo me bastaba. Un ded.
Un simple ded. Na ms que un ded. Pero, amigo,
cuando las cosas se van der pensamiento... luego no
se arreglan fsirmente. Y quis yevarme ahora a la
platera? Qu disparate! Como que te iba a fart a
ti un guio pa preven a Manolo! No, hijo, no. Yo
no hago esos papeles. Ni soy yo como la vesina de
ar lao, qu sacude los vestidos nuevos ar barcn pa
que se caiga a la caye la etiqueta der presio
y
se
entere la gente de lo rumboso que es su marido. No,
hijo, no. La hija de mi madre no le da un cuarto ar
pregonero. Ay Virgen de los Reyes! Qu desengao
ms cru!
Rogelio. Bueno! Saca su reloj
y
mira la hora^
dispuesto a armarse de paciencia
y
a tener calma.
14
Entrems
Mara Luisa. Vete, vete cuando quieras a la caye>
si ests de prisa; si hay arguien que te espere que te
interese ms que yo. Vete, vete a la caye. Yo me
quedo en mi casa slita. Slita no: con mis lgrimas.
Yorando, como nos toca siempre a las pobres mu-
jeresl Las lgrimas acompaan mucho. Esto no lo
sabe ningn hombre.
Rogelio. Pero ^vas a yor, criatura.'* Mrame bien
y
prate un poco. ^Tengo yo la curpa de na de esto?
^Es pa yor la cosa, muj.^
Mara Luisa. Es verdal Yo no me haba dao
cuenta! |La cosa es pa rel Ay qu grasia tienel A
mi marido se le ha orvidao que hoy hase siete aos-
que nos casamos!
Ja,
ja, jal
Rogelio. Eso no se me orvida a m tai\ fsil
Mara Luisa. Airada, ^Qu me quis des?
Rogelio. Lo que te he dicho: que no se me or-
vida tan fsi.
Mara Luisa. ^Te has arrepento quisa der ma-
trimonio? ^Te pesa? Qu lstima! Pobresito mrtil
Claro! Te ha tocao una muj que es una loca, chis-
mosa, cayej era, de tienda en tienda, de corro en co-
rro, que no est en casa nunca, gastadora, susia,
abandona... T tomas tos los das pegaos los garban-
sos, pegao er chocolate, pegao el arroz.,, los panta-
lones los yevas con sarpa, er sombrero con porvo,
los puos con flecos, los carsetines con uvitas... Des-
grasias que hay en este mundo! Qu lstima de
hombre! La sapatiya que le ha tocao!
Rogelio no deja de mirarla de cuando en cuando^
contenindose siempre para no contestarle.
Rogelio. Sigue, sigue. Qu le vamos a hasl
Mara Luisa. Natura que sigo! No tengo de se-
gu? Qu menos va una a procurarse que este des-
ahogo? Si no me quieres escucha, tpate las orejas o
vete. Pero yo sigo. Vaya si sigo!
Elcuartitodehora
15,
Rogelio. Sigue, sigue.
Mara Lusa. |Ya lo creo que sigol Y tanto como
sigo! Me lo dijo argunas veses mi madre!... Jessl
Las veses que me lo dijo mi madre!... {Pobresital
Cuidao que me lo dijo veses mi madre!... No se can-
saba de desrmelo! No se cansaba! Me lo dijo, me la
dijo mi madre... Miste que me lo dijo mi madre!...
Rogelio. Acaba de una vez la copla! Qu fu la
que te dijo tu madre.^
Mara Luisa. Que me casaba con un embusterol
Rogelio. Bien sabe Dios que no lo soy!
Mara Luisa. Pobresita! Si levantara la cabesal
Rogelio. Era lo nico que hoy me fartaba!
Mara Luisa. Herida en lo ms vivo. Mira, Roge-
lio: pa habla t de mi madre te enjuagas la boca. Cui-
dato, eh? Te enjuagas la boca. Pa habla de mi ma-
dre t te enjuagas la boca. Lo oyes.^ Te enjuagas la
boca. Te enjuagas t la boca pa habla de mi madre.
Te enjuagas la boca. Te enjuagas la boca. Te enjua-
gas la boca. Rogelio^ de puro nervioso, gesticula comor
si se la enjuagara en efecto. Qu hases.^
Rogelio. Enjuagarme la boca, porque voy a ten
que segu hablando de tu madre...
y
pu que de tu
padre!
Mara Luisa. Rogelio!
Rogelio. Mara Luisa!
Mara Luisa. Arto ah! Ojo con lo que dises. Mf
padre es sagrao. Pa habla t de mi padre...
Rogelio. Qu enjuagatorio va a has farta?
Mara Luisa. Pa habla t de mi padre tienes que
vestirte de limpio.
Rogelio. Hasta er domingo no me toca.
Mara Luisa. Pos esprate ar domingo pa habla
de . Mi padre es sagrao. Y dejemos ya a la familia.
Rogelio. S; bastante hay contigo.
Mara Luisa. Ay, si me valiera d media vuerta
a 6 Entrems
y
dejarte solo, qu a gustito iba yo a dorm aqueya
noche! Qu a gustito! Sin tropes con nadie ar re-
buyirmel Qu a gustito! Pero en eso descansas t:
en que desiendo de buena sepa; en que no he de d
campana ninguna; en que soy trigo hmpio. jPor qu
no te casaste con aqueya primera novia, presioso?
ManoHta Sancajos! Esa era la que a ti te tocaba!
Qu dol de equivocasin! Qu perla de muj pa
este hombre! Pero, en fin; Dios lo quiso. Sera mi
suerte.
Rogelio. Y la ma.
Mara Luisa. Y la tuya tambinl jTambin la
tuya! La tuya tambin! Lo pues des muy arto. ^O te
piensas que no has teno t suerte ar tropes con-
migo?
Rogelio. Er gordo me ha tocaol
Mara Luisa. Por supuesto, que tanto va er cn-
taro a la fuente... Las mujeres buenas tambin nos
cansamos. Tambin nos cansamos las mujeres bue-
nas. Tambin nos cansamos. Tambin nos cansamos.
Nos cansamos tambin. Nos cansamos. Y la cueste-
sita abajo es agradable
y
tiene jabn. Tiene jabn la
cuestesita. Tiene jabn. Resbala, resbala la cuestesita
abajo. Tiene, tiene jabn. Y a nadie hay que pedirle
milagros... Somos de carne
y
hueso. Y una muj des-
engaa
y
aburra dispone de muchas horas pa pens
cosas malas. Rogelio^ a espaldas de ella^ coge 7tervio-
samente una silla en actitud amenazadora; pero al
cabo la suelta mediante un esfuerzo de su voluntad.
Ella^ sin embargo., lo advierte.,
y
desafia a Rogelio con
la mirada, continuando luego su desahogo. Y er pen
samiento es libre: er pensamiento no reconose vaya-
d. Y una compara. Sin quer; pero una compara. Se
le viene a la idea compara,
y
compara. Pasa a la vera
de una un hombre guapo,
y
una compara. Compara
una. Aunque una no quiera compara, compara. Y el
Elcuartitodehora
17
hombre le dise a una una finesa,
y
una le da odos.
A qu muj le desagrada una finesa? Y sin quer se
acuerda una der pueico espn que tiene en su casa.
Se acuerda una sin quer. Se acuerda una. Es sin
quer; pero una se acuerda. Se acuerda una. Yo no
soy ventanera ni nunca lo he sido,
y
el otro da esta-
ba en la ventana der cayejn
y esto te
lo dise a ti un relojero esperimentaoen que la muj
ms buena se vuerve un demonio. Ni ve, ni oye, ni
entiende, ni quiere a nadie entonses, ni le importa
ms que lo que se le mete entre seja
y
seja. Sabe que
es muj, sabe lo que vale pa el hombre, sabe que el
hombre no va a matarla,
y
aprieta los torniyos con
toas sus fuersas. Insurta, mortifica, ofende, inventa
cosas imposibles... Pide er so, pide la luna, pide las
estreyas de rabo... ^Qu vi a contarte yo? T lo sa-
bes mej que nadie! Pos bueno: el hombre que, como
este cura, deja pasa ese cuartito de hora cayao como
en misa, como una penitensia, o como se deja pasa
una nube que trae pedrisco, se est sarvao
y
siem-
pre recoge su premio. Er que no tiene aguante
y
dis-
cute, se ha hecho su suerte. Dios sabe adonde ir
a paral Porque a las mujeres se les debe has caso
siempre... menos en ese cuartito de hora. Conque
dale g-asias a Dios que en vez de marido te ha depa-
rao un termo... que conserva siempre su interi a la
temperatura que le conviene.
Mara Luisa. Por la gloria de mi madre, Rogelio,
que este va a s mi rtimo cuartito de horal
E I c u a r t t o d c h o r a 2i
Rogelio. De esa clase!
Mara Luisa. Claro! Los cambiar por los de la
otral
Rogelio. As seal
Mara Luisa. Perdname er mar rato, Rogelio!
Perdname de veras tos los desatinos que te he
dicho!
Rogelio. Ya estn perdonaos!
Mara Luisa. Tos eyos! tos eyos! Porque t
comprenders que a m no me hase grasia Clavija!
Rogelio. Ni a nadie!
Mara Luisa. A m Clavija no me hase grasia!
A
m no me hase grasia Clavija! Te lo juro!
Rogelio. A ti no te hase grasia nadie ms
que yo!
Mara Luisa. Esa es la verd ms grande que
has dicho esta maana! Ay, qu contenta estoy con
mi Rogelio! Qu contenta estoy!...
Tam.bin despus de una pelea
hay un cuartito de hora bueno
en que er cario saborea
la miel que sale der veneno.
FIN
Madrid, febrero, 1922.
OBRAS DE LOS MISMOS AUTORES
JUGUETES CMICOS
(primeros ensayos)
Esgrima
y
amor.Beln,
12,
principal.Gito.La media na-
ranja.El to de la flauta.Las casas de cartn.
COMEDIAS Y DRAMAS
EN UN ACTO
La reja.La pena.La azotea.Fortunato.Sin palabras.
Pedro Lpez.
EN DOS ACTOS
La vida ntima.El patio.El nido.Pepita Reyes.El amor
que pasa.El nio prodigio.La vida que vuelve.La escon-
dida senda.Doa Clarines.La rima eterna.Puebla de las
Mujeres.La consulesa.Dios dir.El ilustre husped.As
se escribe la historia.Febrerillo el loco.Pasionera.
EN TRES o MS ACTOS
Los Galeotes.Las ores.La dicha ajena.La zagala.La
casa de Garca.La musa loca.El genio alegre.
Las de
Can.Amores
y
amoros.El centenario.La flor dla vida.
A
quin me recuerda usted?El cerrojazo.Los ojos de luto.
Lo que t quieras.Lectura
y
escritura.La cuerda sensible.
Heatls Modern
Language Series.
viu-
da!... tan joven!...
y
que es menester que yo la
atienda.
Alejandrina. Las dos cosas son ciertas; pero in-
dependientes... La atencin que usted ha de prestar-
me es en absoluto ajena a mi viudez. Cuidadito...
Slo que usted, como galn de moda, en seguida ha
visto otro horizonte...
Edmundo. No, no, seora.
Alejandrina. S, s, seor.
Edmundo. Bien: usted me dir entonces en qu
puedo servirla.
Alejandrina. De usted depender que me vaya
prontito...
y
que no me cueste la conversacin dos
o tres visitas de Arellano.
Edmundo. Lo que es si depende de m que se
vaya usted pronto... En fin, soy todo odos.
Alejandrina. Antes que nada, debo pedirle a
usted perdn.
Edmundo. ^Perdn?
Alejandrina. S: por haber llegado inoportuna-
mente. Lo he quitado a usted de estudiar. ^No estu-
diaba usted en voz alta.?
Edmundo. S; pero...
Alejandrina. ^La comedia que se anuncia para
el lunes, quizs?
Edmundo.
La misma.
Alejandrina. Ir a verla: ir a aplaudirlo a usted.
Edmundo. Va a ser difcil.
12
Paso de comedia
Alejandrina. Soy una gran admiradora suya
y
encontrar ocasin.
Edmundo. Muy amable.
Alejandrina. ^Acaba bien o acaba mal la obra?
Porque a m me ponen nerviosa los desenlaces te-
rrorficos o tristones. ^-Acaba bien?
Edmundo. No puedo precisarlo, seora.
Alejandrina. ^Cmo es eso?
Edmundo. Porque acaba en boda...
y
jvaya usted
a saberl Yo, al menos, no s si eso es acabar bien
o acabar mal!
Alejandrina. jAh, vamos! Qu ingenioso! S: la
humanidad no se ha puesto de acuerdo todava...
Cada cual habla de la feria segn le va en ella. Y, de-
jando a un lado el matrimonio
y
sus consecuencias,
a qu se figura usted que vengo?
Edmundo. No me figuro nada. Deseando estoy
que usted me lo diga.
Alejandrina. Pues vengo a conquistarlo a usted!
Edmundo. Qu suerte la ma!
Alejandrina. As, as: a conquistarlo a usted; ai
actor mimado
y
aplaudido... Pero he de advertirle
que no soy la de la cartita de esta maana.
Edmundo. ^Quin le ha dicho a usted...?
Alejandrina. Nadie. Es una hiptesis. Un hom-
bre como usted, que saie a triunfo por obra, cmo
no ha de recibir una de esas cartitas a diario?
Edmundo. Hay mucho de leyenda en eso.
Alejandrina. Modestia de usted. Mi conquista,
de todos modos, es cosa tan distinta, seor galn!...
Alguna vez hay que salir del jardn... En su carrera
de triunfos no todo han de ser billetes perfumados,
miraditas candentes, golpes de gemelos desde los
palcos, etc., etc. ^No es verdad que hablo mucho?
^No es verdad que mi mdico es natural que sea un
especialista de la garganta?
Las benditas Mscaras
13
Edmundo. Sobre esa pregunta se me ocurren
dos o tres piropos.
Alejandrina. Pues djelos usted para mejor co-
yuntura,
y
vamos al caso. ^Conoce usted en Madrid
una institucin que se llama Las Obreritas?
Edmun'do. No, seora. Algo he odo, pero...
Alejandrina. No es extrao que la desconozca.
Es de creacin reciente. Yo soy un poco fundadora
de ella. Varias amigas mas
y
yo, interesadas por la
suerte de las muchachas pobres, que no viven sino
de su trabajo, hemos creado esa asociacin.
Edmundo. <^Las Obreritas.?
Alejandrina. S. Nuestra misin es dar sombra
y
cobijo, proteccin
y
consejo amable a tanta deshere-
dada de la fortuna como existe. Hacerles ver de cerca,
por el trato
y
el afecto constantes, que hay quien se
preocupa de su situacin en el mundo. Las atraemos,
las educamos, las alejamos de los riesgos posibles, de
los abusos de los explotadores de su labor modesta...
^Comprende usted lo generoso de la causa?
Edmundo. Y felicito ardientemente a la fundado-
ra de tan simptica institucin.
Alejandrina. A una de ellas. A la que menos
vale, sin duda; pero a la ms atrevida
y
charlatana.
Edmundo. Desde luego a la ms...
Alejandrina. Deje usted tambin ese piropo...
porque no conoce usted a las otras,
y
puede ser
injusto! Pues bien, amigo mo: esta institucin, de la
que yo me enorgullezco; esta institucin, por la que
todas recibimos constantes felicitaciones; esta insti-
tucin, tan altruista a todas luces; esta institucin,
que aspiramos a que sea ejemplo de las de su clase...
esta institucin... no tiene dos pesetasl
Edmundo. Cosa muy de sentir.
Alejandrina. Pero remediable. No tuerza usted
el gesto.
14
Paso de comedia
Edmundo. No he torcido nada.
Al;jandrina. Ni se ponga en guardia tampoco,
porque no es dinero lo que vengo a pedirle. Ya sol-
t que vengo a pedirle a usted alguna cosa.
Edmundo. Ojal est en mi mano!...
Alejandrina. Est. El teatro, que en estos tiem-
pos
y
en Espaa viene siendo inagotable fuente de
caridad, pao de lgrimas de muchsimos necesita-
dos, no ha de mostrarse indiferente a Las Obreri-
tas. Estamos organizando una funcin a beneficio
de la Caja social,
y
queremos, para que en un da
se agoten todas las localidades, todas, todas, todas,
vendidas a buen precio, que usted trabaje en ella.
Edmundo. {Vlgame Dios!
Alejandrina. ^Eso ser una frase de la comedia
que estudia usted, que se le ha venido a los labios?
Edmundo. No, seora! Es una frase que pinta mi
apuro, mi contrariedad ante usted, ya que me ha pe-
dido lo nico, lo nico, lo nico en que me es impo-
sible complacerla!
Alejandrina. ^Imposible?
Edmundo. Imposible.
Alejandrina. ^No puede usted tomar parte en
esa funcin de Las Obreritas?
Edmundo. No puedo.
Alejandrina. ^Est usted afnico?
Edmundo. Ya ve usted que no; pero no puedo.
Y crea usted que lo lamento a par del alma.
Alejandrina. No lo lamente usted.
Edmundo. ^Cmo?
Alejandrina. Porque no hay caso, simplemente.
Porque yo no me marcho de aqu hasta que usted
me diga que toma parte en ella. Voy a mudar de si-
tio. Esta butaca parece ms cmoda. Usted pensar:
jvaya una seora resuelta!
Edmundo. Est usted en su casa,
y...
Las benditas Mscaras
15
Alejandrina. Conque mire, mire cmo se vuelve
atrs. ^Por qu ha de negarnos usted su concurso, su
colaboracin, tan valiosa, tan indispensable?...
Edmundo. Porque no depende de m. No hace
todava un mes hemos tomado solemnemente la ma-
yora de los actores el acuerdo de no prestarnos en
lo sucesivo a intervenir en ese gnero de fiestas.
Alejandrina. Qu disparatel
Edmundo. Disparate?
Alejandrina. Y me quedo corta. Es una mana
de los hombres esta de tomar acuerdos radicales para
no cumplirlos despus. Por qu son ustedes tan li-
geros?
Edmundo. Lo que es ste, por m...
Alejandrina. Vamos, no se haga usted ilusiones,
Edmundo.
Edmundo. He empeado mi palabra, Alejan-
drina.
Alejandrina. Entre los dos la desempearemos.
jQu bien se est en esta butaca!
Edmundo. Adems, le he negado ya el mismo fa-
vor a algunas otras damas de distintas clases sociales.
Alejandrina. Si lo s; si todas son amigas
mas!...
Edmundo. Y seguramente estarn esperando a
que yo le diga a usted que s, para caer sobre m
como una nube!
Alejandrina. Eso, all ellas.
Edmundo. Eso, seguramente! Si el abuso de es-
tas funcionesdisculpe usted la claridad con que le
habloha sido la causa fundamental de nuestro
acuerdo
!
Alejandrina.
Les piden a ustedes que trabajen
en muchas funciones, verdad?
Edmundo.
En miles!
Alejandrina.
S que es abusar. Yo, en cambio,
i6 Pa s o de comedia
ya ve usted, slo le pido a usted que trabaje en una:
en la nuestra.
Edmundo. As razonan todos! Y no pasa da
sin que uno de nosotros reciba una peticin seme-
jante! Pngase usted en nuestro caso, seorai Cuan-
do no es para un asilo, es para una escuela, o para
una estatua, o para una capilla, o para un hospital,
o para regalar una cruz, o para las vctimas de un
incendio, o de una inundacin, o de un terremoto!...
Por qu razn ha de ser el teatro,
y
slo el teatro, el
arca sin fondo a que todo el mundo ha de acudir?
Alejandrina. Eso, en vez de indignarlo, le de-
biera halagar a usted. Algo tendr el agua... Bendi-
tas sean las Mscaras que as pueden ser buenas
y
generosas! El teatro se glora de ser un arte para
todos^ verdad? Pues por eso todos quieren ponerlo
a cata; probar aunque slo sean los relieves de su
mesa de gran seor!
Edmundo. S; pero en terreno fuera del arte...
Alejandrina. Fuera del arte...? Y quin limita
ese terreno? Fjese usted. Quin ha dicho que el
amor al prjimo no sea esencialmente uno de los
ms nobles estmulos de todo arte? Es que se pinta,
se esculpe ni se escribe para la propia satisfaccin
tan slo, o tambin para enseanza
y
recreo de las
gentes?
Edmundo. Un poco lejos se ha ido usted.
Alejandrina. Donde usted me ha llevado.
Edmundo. Qu elocuencia! La de la boca, la de
los ojos, la de las manos...
Alejandrina. Y si se obstina usted en decirme
que no, hablar hasta con la nariz.
Edmundo.
Ja,
ja, ja!
Alejandrina. Me levanto, pero no me voy.
Sigo
con mi elocuencia. Aun cuando ustedes los artistas,
por puro egosmo, se contenten con que su arte no
Las benditas Mscaras
17
sea ms que una luz que alumbre, nosotras, las fun-
dadoras de Las Obreritas, entre tantas que pien-
san lo mismo, queremos, no slo que alumbre, sino
que tambin, como toda luz, d calor. Hay un en-
jambre de desventurados en la tierral
Edmundo. Y yo le juro a usted que nada me
emociona ms, como artista, que el aplauso
y
la
atencin de los humildes.
Alejandrina. jEntonces! Que se escriban esas
palabrasl
Edmundo. jNo es preciso! S a m los propsitos
y
la intencin de usted
y
sus amigas me parecen su-
blimes: ya se lo dije antes. Pero estoy atado por mis
compromisosl Por mi palabra!
Alejandrina. Bah! bahl
Edmundo. Ni tampoco olvide usted esto: el tea-
tro no es solamente un arte; es tambin una manera
de vivir; es un negocio.
Alejandrina. Para algunos no es ms que un ne-
gocio.
Edmundo. Ms en mi abono, pues. Hay en l
muchos intereses que defender, que amparar... Inte-
reses tambin de gente humilde
y
pobre. Y no pue-
den prodigarse las ddivas! Pdale usted a un editor
que regale libros todos los das...
y
va usted a or
cosas buenas! ijSabe usted lo que deca la otra noche
un empresario de teatro que est perdiendo hasta
las orejas en esta temporada?
Alejandrina. ^Qu deca?
Edmundo. Se asom por el agujerillo del teln a
ver el pblico,
y
al hallarse con que no haba en la
sala ni quince personas, incluyendo a los acomodado
res, mascull entre dientes: Ya esto le llaman el
arte de las multitudes!...
Alejandrina.
Ja,
ja, jal Y ^por qu me cuenta
usted eso?
i8 Pas o de c omedi a
Edmundo. Porque si a ese empresario va usted a
proponerle que un actor de su casa contribuya a
que se llene otro teatro... para beneficio de cualquie-
ra que no sea l... yo no digo que muerda, pero cara
de perro, pone.
Alejandrina. Pues ser el perro del hortelano,
que ni come ni deja comer. Seor, si en su casa de
usted no ven a ese actor, deje usted que lo vean en
otral Y a la larga, puede que salga usted ganando.
Porque, si bien se mira, estas funciones de caridad
son tambin un reclamo, una propaganda... No me
lo niegue usted! El publico luego habla de ellas; de
sus rendimientos, de sus intrpretes... Prestan a los
artistas popularidad, simpatas, xito, aplausos, aura
de triunfo...
Edmundo. ^Tendremos al fin tambin que dar las
gracias?
Alejandrina. Qu duda cabe!
Edmundo. S que cuentan con buena abogada
Las Obreritas!
Alejandrina. Pobres pipilas! Qu, ^no les pue-
do llevar la buena nueva? ^No se decide usted?
Edmundo. Yo le ruego a usted, seora ma, que
no apriete ms los tornillos! Esto es un potro para
m! Qu ms quisiera yo que poder complacerlal
Por Las Obreritas...
y
por usted, tan bella, tan
simptica, tan persuasiva!...
Alejandrina. Muy persuasiva: ya lo veo.
Edmundo. S, si lo ve usted, aunque lo niegue.
Alejandrina. Lo que veo es que se est usted
buscando, por torpe
y
por poco galante, unos das
horribles.
Edmundo. Eh?
Alejandrina. Porque yo acabo aqu; pero desde
maana va usted a empezar a recibir recomendacio-
nes, para que acceda a lo que yo he venido a pedir-
Las benditas Mscaras 19
le,
y
usted me ha negado, de toda su familia, en pri-
mer lugar; de sus amigos; de sus admiradores; de sus
amigasssme detengo en la ese porque s que son
innumerables; del alcalde de barrio; de los curas
de la parroquia; de diez o doce concejales; del go-
bernador de Madrid; de las hijas del gobernador; de
la Banda Municipal; de Palacio; del Presidente del
Consejo; de los camareros de caca de Camorra, don-
de s que cena usted algunas noches...
Edmundo. Basta! bastal No va usted a dejarme
vivir?
Alejandrina. No, seor! Hasta que cuente con
usted para la funcin de Las Obreritas!
Edmundo. Vaya, pues en vez de descargar sobre
m toda esa metralla de recomendaciones, haga us-
ted que sean ellas las que me devuelvan la libertad!
Alejandrina. Admirable! Eso ya es decirme que
s. Yo me encargo de allanarle a usted el camino,
y
de velar por la seriedad de su palabra. Jess, qu
hombre ms recto! Va usted a quedar mejor que
nunca!
Edmundo. No lo dudo, con tal mediadora.
Alejandrina. S; pero usted me deba ahorrar a
m ese trabajo. En fin, algo ha de hacer una. Lo que
mucho vale... Gran noticia me llevo! Dios le pague
a usted en palmas
y
en venturas su generosidad.
Edmundo. Me considero harto pagado con la de-
manda.
Alejandrina. Y si las fundadoras de Las Obre-
ritas pudieran corresponderle a usted de algn
modo, con algo ms que la gratitud...
Edmundo.
Acaso. Por su apellido de usted ba-
rrunto... Es usted de la familia del nuevo ministro
de Hacienda que ayer jur?
Alejandrina.
S, por cierto: es mi to.
Edmundo. Pues voy a permitirme rogarle a usted
20 Paso de comedia
que le haga una splica en nombre... en nombre de
las benditas Mscaras, tan bien calificadas as por
usted.
Alejandrina. Usted me dir.
Edmundo. Suplquele usted a su seor to que no
inicie sus funciones ministeriales, como casi todos,
inventando algn nuevo impuesto sobre el teatro.
Dgale usted
Pedro Lpez.
EN DOS ACTOS
La vida ntima.El patio.El nido.Pepita Reyes.El amor
que pasa.El nio prodigio.La vida que vuelve.La escon-
dida senda.Doa Clarines.La rima eterna.Puebla de las
Mujeres.La consulesa.Dios dir.El ilustre husped.As
se escribe la historia.Febrerillo el loco.Pasionera.
EN TRES o MS ACTOS
Los Galeotes.Las flores.La dicha ajena.La zagala.La
casa de Garca.La musa loca.El genio alegre. Las de
Can.Amores
y
amoros.El centenario.La flor dla vida.
Amor a oscuras.
Nanita
nana...La zancadilla.La bella Lucerito.A la luz de la luna.
El agua milagrosa.Las buoleras.Sangre gorda.Herida de
muerte.El ltimo captulo.Solico en el mundo.Rosa
y
Ro-
sita.Sbado sin sol.Hablando se entiende la gente.
A
quin me recuerda usted?El cerrojazo.Los ojos de luto.
Lo que t quieras.Lectura
y
escritura.La cuerda sensible.
HecUKs Modem
Language Series.
claro
que no es el de los rayos!
,
yo no s si lo sabe o
deja de saberlo; pero yo, como ves, estoy al cabo de
la calle... De la calle Valverde, donde eran las ci-
titas!...
Valentn. Teodora!
Teodora. Porque supe de estos amoros, preci-
samente de stos, me entraron a m ganas de cono-
certe
y
de tratarte... Y frecuent la casa de tu ma-
dre con las de Can... Y me caste en gracia... mire
L a q II e m a
19
usted qu demoniol...
y
yo no te fui del todo indi-
ferente... [mire usted qu diablo!...
y
dentro de unos
das vamos a ir juntos al altar... Releyendo el sobre:
Estafeta romntica! ;Vaya un romanticismo el
vuestro! El romntico en todo caso era X... que es-
taba en la iunai Decidie'fidose. Ea, ea! a arder, a ar-
der con las dems! Bien juntas estaban! Todo es
uno
y
lo mismo! Las echa al
fuego.
Engaos
y
men-
tiras que parecen verdad un momento!
Valentn. O verdades que pasan...
Teodora. Si fueran verdades, duraran siempre...
|Ay, qu nerviosa me ha puesto el tal paquetito!
|Cruje, cruje ms, condenado! Maldito seas!
Valentn. Vamos, tranquilzate... Y dejemos ya
esta antiptica revisin. Es enojoso, es absurdo, es
ridculo continuarla... Ya que has descorrido el visi-
llo un poco
y
has satisfecho tu curiosidad de mujer,
dejmoslo, Teodora... No conduce a nada... ,jQu
tiene que ver nuestro cario con nada de esto?...
Teodora. Eso es lo malo, Valentn; que s tiene
que ver! Estas son hojas de tu vida! Hojas secas,
si quieres, pero de t vida! Qumalas, qumalas to-
das sin mirar ya ms! Qumalas pronto! Yo ya no
quiero ni tocarlas!
Y vamonos de aqu! Porque si
no nos vamos, voy a concluir por querer echarte a ti
tambin a la chimenea!
Valentn. ^A m tambin.?
Teodora. S, tambin! Mirndolo amorosamente:
Bueno, a ti no... Con rabia contenida: Pero, como
ganas, ya me dan!
Valentn.
Ja,
ja, ja!
Teodora.
Y no me vayas a salir ahora con que
t te abrasas en mis ojos, porque te rompo una silla
en la cabeza.
Valentn.
Ja,
ja, ja! Vamonos, vamonos all
dentro... Le avisaremos a mi madre...
20 Pa s O de c O m 6 d i a
Teodora. Fijndose de improviso en un retratito
y
cogindolo trmula: Pero ^qu es esto, Valentn?
^Quin es este nene?
Valentn. ^Eh?
Teodora. [Este nene! Quin es este nene? Pron-
to! pronto! Sin pensar! sin dudar! ^Quin es este
nene? Se parece a ti! se parece a ti! ^Quin es? ^De
quin es? Por sta no pasol Esta me esperaba toda-
va! Por sta no paso! Nios ajenos, no! ^Quin es?
Vive o no vive? Si es una estampa tuya! Por sta
no paso, Valentn! Bien est el romanticismo de la
calle Valverde; pero un paquetito de cartas de carne
y
hueso, es mucho pasar!
Valentn. Mujer, por Dios, no te acalores... F-
jate bien en la fotografa...
Teodora. Ya, ya me fijo!... Cuanto ms la miro,
ms parecido le encuentro a ti!...
Valentn. Como que soy yo, tonta!
Teodora. T? Eres t? No me engaas?
Valentn. Qu he de engaarte? Mralo...
Teodora. S, s... eres t... Eres t... Qu mono
estabas!... Has cambiado mucho!...
Valentn. Mucho! Ah tena cinco aos... Llevo
cambiando veintisiete!...
Teodora. Pero todava no me sale el susto del
cuerpo! Y cmo tienes a esta criaturita entre toda
esta gente?
Valentn. Por causa de alguna caprichosa que
querra conocerme de nio!...
Teodora. V^aya una compaa para un prvulo!
Barajndolo todo: Hay que veri Una golfa, otra gol-
fa ms, una cursi, una ea, flores, moajos, papelo-
rios, un ochavo moruno... Por qu no te haces con
l un alfilerito de corbata, rico? Imposible! imposi-
ble! Para qu habr yo visto estas porqueras? No
ha sido Dios, ha sido el diablo quien me ha trado
L a q u e m a
21
esta noche a tu casa. (No me puedes querer como
yo te quiero! (Te han gustado muchas mujeres! (Te
han gustado todasl
Valentn. Todas, no!
Teodora. jTodas, s! O a lo menos, una s
y
otra
no. De cada tres, una! Tienes el corazn hecho una
criba! No me puedes querer como yo te quiero!
Valentn. Teodora, por los clavos de Cristo!...
;Vas a llorar? Mira que son ganas de atormentarte!...
Ya saba yo que esto era una imprudencia... No seas
simple; no llores... Agua pasada no mueve molino.
T misma no has querido tambin a otro hombre?
Teodora. ^-Vas a comparar, mamarracho? Yo
quise a mi marido! A un hombre solo! Pero t tie-
nes ah cartas de un batalln! Son muchas con-
tra uno!
Valentn. Galante. Di mejor es una... contra
todas.
Teodora. Muy bonita frase!
Gimotea^ entre frentica
y
nerviosa.
Valentn. Vaya por Dios! Si me hubieras hecho
caso desde el principio... Cautelosamente^ coge de
pronto de entre todos un retratillo predilecto^
y
con el
mayor disimulo lo esconde bajo un libro en otro mue-
ble. Teodora se da cuenta de ello.
Teodora. Suspirando. Ay!...
Valentn. Vamos, Teodora; vamos. No es todo
esto una niera? No alardeabas de mujer de expe-
riencia? No te basta poder echar por tu mano ahora
mismo al fuego todas estas memorias que as te han
trastornado? Qu ms quieres?
Teodora. Serenndose. Tienes razn: he sido una
pazguata. Qu vale nada de eso ya? Quien ama el
peligro... Ah creo que est tu madre. No la oyes?
Valentn. No... Voy a ver...
Teodora. Te atreves a dejarme aqu sola?...
22 Paso de comedia
Valentn.
^Q"^
mayor prueba puedo darte?...
Vase por la puerta del
foro
^ mirndola.
Ella inmediatamente se levanta
y
va como una
fle-
cha a coger el retrato escondido.
Teodora. Bueno va! ^Quin ser esta mona? Sin
dedicatoria
y
sin firma. Es lo mismol Ya s yo que
con esta chata es con quien hay que tener cuidado.
Al fuego, que no se me despinta. Y ahora, en su lu-
gar, un retratito mo. Las bromas, pesadas o no dar-
las. Dice
y
hace con travesura
y
delectacin indecibles.
;
Y aqu no ha pasado nada, mi amorl Se sienta como
estaba.
Valentn vuelve.
Valentn. No, pues no era mi madre.
Teodora. No?
Valentn. No. La mira receloso.
Teodora. (jQu me miras as?
Valentn. Qu diablura has hecho? Porque t
has hecho alguna diablura!
Teodora. En tan poco tiempo?
Valentn. Te basta un segundo. El baile de tus
ojos no miente. Qu diablura has hecho, Teodora?
Teodora. Pero, hombre, si no me he movido
de aqu!
Vohntin mira a todas partes
y
al cabo nota la
fal-
ta del retrato de ella.
Valentn. Ah! ya s. Tu retrato.
Teodora. Eh?
Valentn. Tu retrato, s. No te hagas la boba. El
que estaba ah: qu has hecho de l?
Teodora. Pero haba ah un retrato mo?
Valentn. Qu has hecho de l?
Teodora. No lo habrs guardado t en alguna
parte para que no viese esta escena?
Valentn. Recelando siempre. No... yo no...
Teodora. Mira a ver debajo de aquel libro...
L a q 11 e m a 23
Valentn. Eh?
Teodora. Mira, hombre; mira. C) mirar yo.
Valentn. jNoI Levanta el libro
y
saca la foto-
grafa^
demudado. Teodoral Pero qu cosas tienesl
Teodora. Pues
y
t, Valentn?
Valentn. (Perdname!
Teodora. Perdnamel Aqu no hay bula para
ninguna chata! (Ah la tienes quemadsima en la
chimenea!
Valentn. Perdname otra vez. (Perdname
siempre!
Teodora. (S que tendr que perdonarte!
Valentn. (T sola mandars en mil
Teodora. Ah, no te quepa duda! Valentn le da
un beso al retrato. (Qu tonto!... El, entonce
s,
va a
acercrsele para besarla. Ella lo detiene. Ahora te es-
peras, en castigo. (Alguno has de tener! Yo tambin
he llevado el mo. (Por curiosa! (Por impertinente!
(Por olvidadiza!
Valentn. ^Por olvidadiza adems.^
Teodora. S; porque hace tiempo que en mi l-
bum me escribi un amigo poeta:
Cuando un amor te brinde paz
y
gloria,
no le preguntes a ese amor su historia.
FIN
Madrid, abril, 1922.
LAS VUELTAS
QjJE DA EL MUNDO
Bata obra es propiedad de sus autores.
Los
representantes de la Saciedad dt Aui9re EsfapUt
(on los encargados exclusivamente de conceder o negar el
permiso de representacin y
del cobro de los derechos do
propiedad.
Droits de
reprsentation, de traduction et de reproduction
reserves pour tous les pays, y
compris la Sude, la Norvgc
t la HoUande.
Copyright, i9, by S.
y J.
Airar Qiatro.
SERAFN Y JOAQUN
LVAREZ QUINTERO
DB LA RIAL ACADEMIA ESPAOLA
LAS VUELTAS
QUE DA EL MUNDO
COMEDIA IN TRBS ACTOS
Estrenada en el Teatro del Centro
el 3 de noviembre de 19*2
MADRID
1939
MADRID.-Imprenta Clsica Rtpanola,
GloeU de la Iglesia d Chamberf.Tel,
J.
43
A DON FRANCISCO
SAMPEDRO MARRUFO
,
invariable amigo, constante espectador
de nuestras batallas teatrales
y
editor
generoso de nuestro primer libro de
versos, que se llam Pompas
y
Ho-
nores...
SERAFN Y JOAQUN
REPARTO
PERSONAJES
ACTORES
LUCINDA
Mara F. Ladrn de Guevara,
HONORATA
Irene Alba.
PILAR
Mara de las Rivas.
DOA TECLITA Juana Manso.
HORTENSIA
Monserrat Blanch.
PEPA Julia
Caba.
SABINA Rita Lozano.
ROSENDA Irene Caba.
ADRIANO Rafael Rivelles.
DON MARTN Juan
Bonaf.
SALVATIERRA Alberto Romea.
JUAN
FELIPE Pablo Hidalgo.
RUFO Joaqun
Garca Len.
COLASN Nicols Rodrguez.
ERNESTO CASALAR Eduardo Zaragozano.
ABDN Manuel Valencia.
ACTO PRIMERO
Lujosa sala de un hotel comprado en Madrid, con muebles
y
todo, por don Martn de la Gavilla. Intercolumnio al
fondo, que da paso a una amplia galera. Puertas en pri-
mer trmino a izquierda
y
derecha. Es en invierno, por
la tarde. Luces.
Honorata
y
Hortensia^ madre e hija^ aparecen ha-
blando intimamente. Honorata^ ama de llaves de la
casa^ guapetona
y
fresca^ tuvo veinte aos hace una
inolvidable aventura de amor con cierto duque., de la
que naci la
flor
que tiene al lado. Desde entonces,
toda ella emana seoro: se le qued en las venas. La
nia, que es monsima^
y
coqueta de nacimiento, se
contempla en sus propias uas cuando no halla un
espejo a mano. Viene de velito.
Honorata. jHija mal No me canso de verte.
Qu orgullosa tienes a tu madrel La besa. Anda con
Dios.
Hortensia. ^T le dars las gracias de mi parte
a la seorita?
Honorata. S. Descuida, ngel mo. No la llamo
ahora para que te vea, porque no es discreto. An
quedan invitados al te.
Hortensia.
Pues dile que me voy muy contenta
de su regalo.
|Poco que me gustan a m las medias
color champagne!
Honorata. Lo que se hereda no se hurta. Y me
ha orecido para ti tambin un vestido que no se ha
10 Las V u Has que da e 1. mundo
puesto ni dos veces. Un vestido nuevo! Nuevo! o
s por qu le ha tomado mana... Es caprichosa como
una reina. Y muy despilfarrada.
Hortensia. Mejor para m.
Honorata. Desdeosamente, No saben ser ricos.
Hortensia. Es que ser rico es ms difcil que ser
pobre.
Honorata. Cierto; muy cierto. En fin, luz de mis
ojos, vete con Dios. Dale un beso al abuelo. Y otro
al minino.
Hortensia. Hasta maana, madre.
Honorata. Madre? Por qu no mam?
Hortensia. Bueno; como quieras! Hasta maa-
na, mam.
Vase por a galera^ hacia la derecha del actor,
Honorata la ve irse^ embobada.
Por la puerta de la derecha sale Juan Felipe^ de
librea verde
y
medias rojas. Es hombre de treinta
y
tantos aos^ andaluz, despejado
y
travieso. Observa
a Honorata
y
luego le pregunta:
Juan
Felipe. ^Qui ust un pauelo?
Honorata. ^Eh? Ah!
Juan
Felipe. ^Se me cae la
baba, verdad?
Juan
Felipe. Y se comprende. Se me cae a m!
Honorata. A usted tambin?
Juan
Felipe. A m, viendo a la madre.
Honorata. Vamos!
Juan
Felipe. Vamos donde ust quiera. La ver-
d, Honorata: la nia es una rosa, pero hay que v
la maseta donde la sembraron.
Honorata. Estos sevillanitosl... La maceta ya es
un tiesto viejo, para una guardilla.
Juan
Felipe. Me vorva yo gato!
Honorata. Si la hubiera usted conocido en sus
tiempos, cuando dio esa rosa!... Llamaba la atencin
en este Madrid. As le gust a quien le gust!.*.
Acto primer o ti
Suspira con nostalgia. Ay!... No fu ningn organi-
llero.
Juan
Felipe. Ya, ya lo s. Un duque con suerte...
y
con ojo.
Honorata. Suerte, la ma. Muchas veces se lo he
dicho a usted: mi tropiezo, mi desliz, pongamos mi
desgracia, fu mi suerte. Tengo esa hija, que es mi
orgullo,
y
hasta hoy, nunca me ha faltado la sombra
generosa del padre... l me recomend a esta fami-
lia. Es todo un caballero!
Juan
Felipe. Pero no le da su nombre a la nial
Honorata. No puede: est muy alto... Su esta-
do, adems ..
Juan
Felipe. Pos aqu tiene ust a otro cabaye-
ro, disfrasao de pjaro, que est dispuesto a darle er
suyo: un apeyido que no es retumbante, pero que es
honrao; que suena bien: Moreno. Desendiente de un
Moreno que se fu con Coln a Amrica
y
vorvi
ms moreno toava. ^Hase?
Honorata. Moreno, deje usted las bromas.
Juan
Felipe. Pero cmo le vi a des a ust que
no es broma? jEs que me gusta ust ms que er pan
con mantecal
Honorata. No sea usted chabacano.
Juan
Felipe. ^Chabacano? |Pos ms que los cara-
melos de rosal
Honorata. Dejemos eso, Juan
Felipe.
Juan Felipe. Consrtelo ust con la armoh, Ho*
noratal
Honorata. Consltelo usted con la suya.
Juan Felipe. Y ^ust sabe lo que mi armoh me
pregunta a m toas las noches?
Honorata. Qu le pregunta a usted?
Juan
Felipe. jQue por quin pierdo er sueo!
Honorata. Es usted de lo que no hay.
Juan Fslipe Confidencialmente. Qu? Hasemo
ta Las vueltas que da el mundo
er negosio? ^Nos queamos con la finquita de Segovia?
Honorata. Pero... la venden? ^l fin la venden?
Juan Felipe. La venden. La vende er padre: don
Martn. Y es un momio. Yo la conozco bien. Est a
la misma entra de la siud; tiene jardn
y
huerta. Er
jardn pa la nia
y
la huerta pa nosotros dos. Piden
dose mir duros; pero ya vendr er to Paco con la
rebaja. Junte ust sus ahorros con los mos, dele ust
un buen peyizco ar duque
Se me figura
que esta vieja est algo escamada.
Sale don Martn por donde antes se
fu,,
agitado^
plido^ con destellos de clera,
Don Martn. Vivir para veri (Vivir para ver!...
No me canso de repetirlo. Querido Salvatierra, per-
done usted si lo he hecho esperar algn tiempo...
Salvatierra. ^Quiere usted callar, don Martn?
Pero <'qu le sucede a usted? Lo veo alteradillo...
Don Martn. Todava me dura... Un disgusta-
zo!... He tenido que insultar a un hombre con ca-
nas... Un disgustazo! Hace ya ms de un cuarto de
hora...
y
an no me he repuesto. Qu lucha! Qu...
qu... qu lucha!
Salvatierra. Algn redactor del peridico?
Don Martn. No; don Teodoro. Mi administra-
dor, que me ha salido rana. Un redomado hipcrita!
Salvatierra, ^administrador que administra o
enfermo que se enjuaga, algo traga.
Don Martn. No, no... Digo, s, s... Digo, no s.
En fin, lo he puesto verde, sin reparar en que estaba
en mi casa. Lo he puesto verde. Se me fu la sin
hueso. Mis vehemencias; mis mpetus. Lo he puesto
verde. Pero, bueno, vamos a lo nuestro, que ya bas-
ta del administrador. A rey muerto, rey puesto, qu
caray!
Salvatierra. Si quiere usted que yo me ocupe
en buscarle...
Don Martn. Aguarde usted a ver. Bajando la
voz
y
acercndosele. Qu hay de la finca de Se-
g
vi a ?
$8
Las vueltas que da el mundo
Salvatierra. Lo mismo. Que tengo comprador
dispuesto.
Don Martn. Pues al avo. ^Quin es?
Salvatierra. Me pide reserva... por ahora. No s
qu pleitos de familia...
Don Martn. Bien, bien, bien. Lo mismo me da
que sea Lan Calvo que el moro Muza. Con tal que
resolvamos pronto...
Salvatierra. En seguidal Si usted rebaja lo que
se pretende...
Don Martn. -Mucho?
Salvatierra. Poco. Pleiteamos por poco.
Don Martn. Pues usted lo arregla. Quiero ven-
der; necesito vender... Aquella finca para m ya no
es ms que un estorbo. Quiero vender. Vame usted
maana a medioda en la redaccin,
y
ultimaremos.
Ahora tengo que hacer otra cosa. Disclpeme usted.
Salvatierra. [Por Dios santo!
Don Martn. Me voy a vestir. Cena esta noche
en casa el ministro de Gracia
y
Justicia... |Ah, ca-
ray! Hay que recordarle a Ramrez que le avise al
fotgrafo. Es no parar esto; es no vivir. A Honora-
ta, que aparece por la izquierda de la galera. Hono-
rata, despida usted a este seor, que yo voy escapa-
do... Hasta maana, ^eh?
Salvatierra. Hasta maana, don Martn.
Don Martn. En la redaccin, sobre las doce.
Vase precipitadamente por la puerta de la derecha.
Honorata
y
Salvatierra se miran
y
aguardan un mo-
mento callados a que se aleje don Martin. Cuando van
a hablar^ llega por la derecha de la galeria Juan Fe-
lipe^
y
cautelosamente pregunta:
Juan
Felipe. ^En qu queamos?
Honorata. Prudencia, Juan
Felipe.
Juan
Felipe. Prudensia: ^en qu queamos?
Salvatierra. En que pasar por la rebaja. Cin-
Acto primer o
39
cuenta mil pesetas...
y
a firmar. Corre de mi cuenta.
Juan
Felipe. Honorata... hay que aventurarse.
Esto es la lotera pa nosotros. Vale doble la finca.
En rtimo caso, la revendemos luego
y
eso vamos
ganando.
Honorata. Es tentador... es tentador...
Juan
Felipe. Esta noche desi diremos. Y ust
y
yo, Sarvatierra, maana por la maana, a las ocho,
en nuestro caf.
Salvatierra. Conforme, Juan Felipe.
Juan
Felipe. Y ahora ca mochuelo a su olivo,
que las paredes oyen
y
est que arde la cosa. He es-
cuchao to el agarre de don Martn con don Teodo-
ro. Yorando se iba er pobre viejo. La de atrosida-
des que don Martn le ha dicho! Es un santo ese
hombre, cuando no le ha roto la cara. Hasta la vis-
ta. Vase.
Salvatierra. ^Usted me manda algo, amiga Ho-
norata?
Honorata. Poniendo el alma en la palabra. S!
Salvatierra. Que s ms expresivo!
<iQu
me
manda usted?
Honorata. Sea usted franco conmigo, Salvatie-
rra; dgame la verdad: ^merece mi confianza
Juan
Fe-
lipe? ^Qu hombre es Juan Felipe? ^Qu hago con
Juan
Felipe?
Salvatierra. ^En qu sentido?
i
j
Honorata. No sea usted guasn, que hablo en
serio.
Salvatierra. Pues haga usted lo que l le diga.
Juan Felipe es un hombre que sabe bien a todas par-
tes. Difcilmente dar un resbaln.
Honorata.
Y de moralidad. Salvatierra?
Salvatierra.
'Qu concepto le merezco yo a
usted?
Honorata. Cuando le pido que me aconseje...
40
Las vueltas qut da el mundo
Salvatierra, Pues entonces duerma usted tran-
quila:
Juan Felipe tiene ms vergenza que yo. Has-
ta ahora!
Honorata. Siempre la cuchufletal
Salvatierra. No, no; esto se lo digo a usted ms
serio que un fraile. Yo, a veces... tengo muy malos
pensamientos.
Honorata. Porque el caso es... hgase usted car-
go, Salvatierra... el caso es que no lo pregunto slo
por el negocio...
Salvatierra. Ah...
Honorata. Marchndose con l por la derecha de
la galera. ^Usted comprende?...
Juan Felipe apunta
tambin a otras cosas...
Salvatierra. Ah!... La chica?
Honorata. Nol Yol
Salvatierra. Ah!...
Por la puerta de la derecha vuelve a poco Lucinda.
Lucinda. Sucedi lo que tena que suceder! Es-
tamos desquiciados
y
hemos de pagarla con alguien.
^Eh? ^Quin grita?
Honorata
y
Adriano discuten dentro,
Honorata. No est, seor!
Adriano. S est!
Honorata. No est, le digo!
Adriano. Pues si no est, me sentar a aguar-
darlo!
Aparece por la derecha de la galera^ seguido de
Honorata^ que en vano ha tratado de que no pase. Es
un mozalbete impetuoso
y
altivo^ de innata rebelda
acrecentada
y
excitada por la desventura,
Lucinda, Quin?
Adriano. Yo. Sorprendido. Ah! Lucinda.
Lucinda. Adriano! Usted?
Honorata. Empeado en ver al seor ahora mis-
mo! Le he dicho que no est!
Acia primer o
41
Adriano. Usted perdone: necesito ver a su pa-
dre de usted con urgencia. ;Sabe usted dnde po-
dra encontrarlo?
Lucinda. No, seor. Pero dgame usted a m qu
lo quiere.
Adriano. No, seorita: ha de ser precisamente
a l.
LuciMDA. Pues en ese caso, fuerza es que tenga
usted paciencia. Vuelva usted en otra ocasin.
i^DRiANO. Le repito a usted que es asunto ur-
gente.
Lucinda. Entonces no s cmo arreglarlo. Bs-
quelo usted, si es que tanta prisa le corre.
Adriano. Le advierto a usted, Lucinda, que ser
intil que trate de evitar este encuentro. Antes de
la noche he de haber hablado con su padre de usted.
Lucinda. Qu arrebato! Ni que se tratara de un
lance de honor!
Adriano. De honor, s; de honor es el lance.
Lucinda. ^Eh? Retrese, Honorata. Esta obedece.
Me est usted alarmando, Adriano. Irnicamente.
Pero no llegar la sangre al ro, ^verdad?
Adriano. No lo s. Ni le acepto a usted, en esta
ocasin, ese tono de burla.
Lucinda. Si vamos a no aceptar cosas que parez-
can inconvenientes, jcree usted que debo yo pasar
por la manera como ha entrado usted en mi casa.^
Adriano. Cuando sepa usted, si no lo sabe, a lo
que a ella he venido, seguramente me disculpar,
aunque no lo confiese.
Lucinda. ^Aunque no lo confiese? Qu cosa ms
ridicula! Ya veo que ni la adversidad ni los tropie-
zos en la vida le abaten a usted su arrogancia.
Adriano. As es.
Lucinda. Bien, pues acabemos. ^Qu viento le
trae tan alterado por aqu?
43
Las vueltas que da el mundo
Adriano. Insisto, Lucinda, en que no es con us-
ted con quien vengo a hablar. Vengo a hablar con
la persona a quien se me niega...
y
que acaso se es-
conde.
Lucinda. Alto ah! Que no me cuesta ningn
trabajo llamar a uno de mis criados
y
arrojarlo a us-
ted a la calle.
Adriano. Menos trabajo le costara a usted, sin
duda, dar la orden, que a los criados ejecutarla.
Lucinda. Sonriendo. |Jel
Por si acaso, reprmase
usted. Y ante todo gurdele ms respeto a mi padre,
que de nadie tiene que esconderse.,,
y
de usted mu-
cho menos.
Adriano. Si l hubiera sabido respetar al mo,
seguramente no estara yo ahora en presencia de
usted.
Lucinda. Ah Vamos!... Se trata de... de eso.
^Quin iba a
sospecharlo, por Dios? Con qu calor
toma usted las cosas!... Reflexione un poquitn, Adria-
no... ^No es su nombre Adriano?... Al orlo a usted
tan fuera de quicio, sin acordarme ya de sus genia-
lidades, cmo haba de acertar de lo que se trata-
ba.^.. Jess!
Hay criaturas incorregibles... Total: una
discusin un poco viva entre un jefe
y
un servidor...
No es para ponerse por las nubes ni empuar la ti-
zona... Me han dicho que ahora escribe usted come-
dias... Claro! Los versos no dan dos reales!... Las
comedias, por supuesto, sern heroicas... No?
Adriano. Este silencio con que he escuchado to-
das sus ironas es una compensacin que le brindo
a usted por mi modo de presentarme hoy en esta
casa. La acepte usted o no, a lo menos le demostra-
r quin soy
y
cmo soy.
Lucinda. Eso lo s yo hace algn tiempo.
Adriano. Cree usted que lo sabe?
Lucinda. Usted lo duda? Lo s muy bien desde
Acto primero
4S
aquel da... |ja, ja, ja!... |qu escena ms cmical...
en que usted, todo tembloroso, se acerc a decir-
me... ^No lo recuerda usted?
Adriano. No querra recordarlo. Fu un amor
de nio, que pas, por fortuna.
Lucinda. Gracias.
Adriano. Hoy me veo ante usted, un poco me-
nos tmido, para hablar de cosa bien distinta. Y ya
no me detengo; ya no vacilo en que me oiga usted.
Mi padre acaba de llegar a mi casa enfermo de pena,
angustiado, lloroso, sin aliento para decirnos qu le
ocurra. Su padre de usted, delante de todos los em-
pleados de esta casa, lo ha ofendido; lo ha calum-
niado.
Lucinda. ,jQu dice usted?
Adriano. Digo que mi padre no tiene ms teso-
ro que su honradez ni ms orgullo que su nombre.
A defenderlos vengo.
Lucinda. ^Enviado por l?
Adriano. Esa es otra ofensa. El no sabe que yo
estoy aqu.
Lucinda. Y ^qu hizo, si es cierto lo que usted
refiere, que no se defendi a tiempo ante mi padre?
Adriano. Ni pudo, ni quiso. Si usted no lo en-
tiende, lo deploro.
Lucinda. Vamos! Taparon su boca la gratitud...
la consideracin a la casa ajena, el respeto al jefe...
Adriano. S; todo eso que dice usted en son de
burla...
y
algo tambin ms noble
y
ms ntimo: la
propia estimacin. Pedir trabajo no es pedir limos-
na: honra a quien lo pide. Y el que lo da, sea quien
sea, del rey abajo, no adquiere derecho a humillar
ni a insultar al que lo recibe.
Lucinda. Lo dicho: altas comedias... Vive usted
siempre en alta comedia. Por nada de este mundo
baja usted el tono.
44
Las vueltas qut da l munS
Adriano. Y menos, cuando debo subirlo.
Lucinda. Mire usted, Adriano
hablemos ms
llanamente
y
con franqueza: si su padre de usted
no se hubiera metido en camisa de once varas, yen-
do a asustar
y
a levantar de cascos cada lunes
y
cada
martes a mi hermana Pilar, amenazndola con nues-
tra ruina inmediata, habra seguido aqu cobrando
tranquilamente su sueldecito...
y
mi padre no habra
tenido que ponerle la ceniza en la frente. Ms sabe
el loco en su casa que el cuerdo en la ajena.
Adriano. Qu horror! No parece sino que haya
sido usted la mspiradora! Ofensa tras ofensa! No
debo seguir hablando con usted, Lucinda; no debo.
Eso que usted ha dicho necesita contestarse de ma-
nera tan violenta
y
tan dura, que fuese en m una
indelicadeza
y
una cobarda hacerlo ante quien no
me pueda abofetear. A pesar de ello, no me callo
del todo. Tengo que decirle que si mi padre, por
leal
y
por bueno...
Lucinda. Oh! oh!... Ya salimos con la lealtad!
Adriano. Por leal
y
por bueno, acudi a su her-
mana de usted a advertirla del riesgo que vea, fu
despus de haber intentado vanamente que entrara
esa idea de la catstrofe en el menguado entendi-
miento...!
Lucinda. Basta!
Adriano. Perdone usted: no he sido dueo de
mi lengua.
Lucinda. Basta! No perdono! Ni escucho ms!
A Abdn^ que cruza de izquierda a derecha por la ga-
lera. Abdn.
Abdn. Seorita.
Lucinda. Acompaa a la puerta a este
hombre.
Yndose ofendida^ por la de la izquierda., murmura
entre s: Es de una necedad que subleva!
Adriano. Al criado, que aguarda: Si se atreve
Acto primero
45
usted a seguirme a la puerta, le hago rodar la esca-
linata dei hotel
y
lo revuelco
y
lo pisoteo luego en
el arroyo!
Vase resueliamente por donde lleg. El criado^ per-
plejo^ lo mira ir sin moverse.
FIN DEL ACTO PRIMERO
ACTO SEGUNDO
Comedor en casa de Honorata
y
Juan
Felipe, en Madrid.
Sendas puertas al foro, a la derecha
y
a la izquierda. Con-
fusin de muebles: hay restos de casas distintas. Un re-
trato al leo de un caballero desconocido. Es por la tar-
de, a primera hora.
Honorata
y
Juan Felipe celebran^ almorzando con
Salvatierra^ el tercer aniversario de su boda. Estn
de sobremesa
y
son dichosos. Se ha empinado el codo
ms que de ordinario. Hay carmn en todas las meji-
llas. Los hombres fuman.
Pepa^ la criada, espera rdenes, deseando verse en
la cocina. Es una flor silvestre de Bollullos del Con-
dado, a quien ha ^ caracterizadoy> de doncella
fina
la
duea de la casa. En cuanto se vea libre de la cofia
y
los guantes ser tan
feliz
como sus amos.
Salvatierra. Nada, Honorata, las bodas de Ca-
macho son un tente en pie comparadas con este al-
muerzo.
Juan
Felipe. Pa cuatro das que vamos a viv,
Sarvatierral...
Honorata. Y que la fecha requera echar la casa
por la ventana.
Juan Felipe. Y er convidao tambin.
Salvatierra. Gracias. Un buen amigo. Un ami-
go que goza con las prosperidades de todos los su-
yos. Ya que uno no prospere... Pero cmo se pasa
48
Las vueltas que da el mundo
el tiempo! Mentira parece que haga ya tres aos de
esta bodal
Honorata. Y cinco que nos conocimos Juanito
y
yo!
Juan Felipe.
Justamente: sinco.
Honorata. El duque me llev a casa de aqucllos
seores...
y
all tropec con esta alhaja.
Juan Felipe. Estaba escrito, como dise Ma-
homa.
Salvatierra. Y qu batacazo dio esa familial...
Juan Felipe. Tambin estaba escrito. A sta se
lo pronostiqu yo sincuenta veses.
Salvatierra.
S; el don Martn era un pobre
diablo.
Juan Felipe. Sobre que en este mundo somos
tos cangilones de noria: unas veses nos toca pa
abajo
y
otras pa arriba.
Salvatierra. Por cierto que ayer me dijeron que
a ltima hora se ha visto don Martn complicado en
un negocio un poquito turbio...
y
que anda perse-
guido... fuera de Espaa...
Juan Felipe. No s.
Honorata. Hace un siglo que perdimos la pista
de esa gente.
Salvatierra.
Con el famoso hotel se qued por
cuatro reales Montanero, el barn.
Honorata. Ah, s! Polinito.
Salvatierra. ^Lo conoce usted?
Honorata. Cmo no? Si es... primo hermano
de mi hija!
Juan Felipe. Por cambiar de conversacin. Otra
copita de co, Sarvatierra?
Salvatierra. Venga, hombre! Las dos que he
tomado casi me han hecho olvidarme de mi mujer;
a ver si la tercera me la borra del todo!
Honorata. Pepa.
etc segundo
49
Pepa.
Mande ust.
Honorata. Sirve otra copita a los seores.
Pepa. ^De cu boteya?
Honorata. De coac.
Pepa. ^De lo ms colorao?
Honorata. S, mujer.
Pepa. Cogiendo la botella. Mientras que no me
haga, ze me resbala er crista con los guantes.
Honorata. Dame, servir yo. Llvate t ya lo
dems del servicio.
Pepa. Z, zeora. Obedece
y
se va por la puerta del
foro hacia la izquierda.
Juan
Felipe. iQu le paese a ust la cria?
Salvatierra. Pintoresca.
Honorata. Empeo de Juanito.
Juan
Felipe. Es hurfana de unos compadres
mos de Boyuyos. Se ha quedao sola la pobresiya
y
he quero ampararla. No ser fina, pero es fi. Como
un perro. Ahora, que sta se ha empeao en vestirla
de mscara
y
est pasando er purgatorio. Cuando se
quita los guantes le entra una alegra
y
se pone a
canta como si hubiea sali de unas calenturas.
Salvatierra.
Ja,
ja, ja!
Honorata. Qu cosas se le ocurren! Pero ^no
hago bien, Salvatierra? Si es un higo chumbo, como
ste dice, hay que quitarle las espinas. A m no me
sirven a la mesa sin guantes.
Salvatierra. Claro! claro! ^'Le molesta a usted,
Honorata, que yo moje la punta del puro en el
coac?
Honorata. Por Dios, Salvatierra!
Salvatierra.
No estoy muy seguro de que el
detalle sea de buen tono,
y
como hila usted tan del-
gado!...
Juan Felipe.
Anda, pa que te metas conmigo!
Eisas,
50
Las vueltas que a a el mund
Salvatierra.
Qu me encanta verlos a ustedei
tan felices!
Juan
Felipe. S que lo somos, s.
Honorata. Hemos congeniado: sta es la ver-
dad. Nos llevamos muy bien: hacemos pareja. Usted
quiz recordar que yo tena mis dudas...
Salvatierra. S, s.
Honorata. Pues nuestra fusin ha sido comple-
ta: del alma
y
del cuerpo. Hemos unido lo espiritual
y
lo material... Somos dos en uno... Los negocios
nos han ido muy bien... Ya ve usted: aquella finca
de vSegovia la vendimos en ms del doble que nos
cost.
Juan
Felipe. Vista que hay en casal
Honorata. Y la tiendecita de compra-venta, que
fu otra ganga, nos produce... nos produce muy por
cima de lo que sobamos.
Salvatierra. Dios lo aumente, Honorata.
Honorata.
lQ.\^
ms, Salvatierra? Ya nos hemos
ocupado hasta de adquirir en una Sacramental nues-
tro pedacito de terreno para el ltimo sueo.
Juan
Felipe. T, t, djate ahora de pompas
fnebres. No cabe duda en que hemos asertao con
casarnos. Las nicas discusiones que hay entre nos-
otros son tocante a la nia: cur de los dos la quie-
re ms.
Honorata. Y gano yo siempre! Y l me deja
que gane, al fin!
Salvatierra. ^Adonde se ha ido ella?
Honorata. Al tocador! No se cansa de varse la
cara! Que presuma, que presuma mucho: sa es bue-
na seal. Sale a mi madre, por supuesto.
Salvatierra. ^S, eh?
Honorata. Mi madre era presumidsima. Con
razn. Yo no he visto nunca mujer ms guapa! Qu
cutis de alabastro! Ni mejor conservada tampoco.
Acto segundo
51
Muri6 a los ochenta
y
siete aos
y
tena toda su
dentadura.
Juan
Fklipe. Pero mi abuelo le gan.
Honorata. ,jQu?
Juan
Felipe. Porque se muri de noventa...
|y
dej tres dentaduras cabales en la mesiya e noche!
Salvatierra,
Ja,
ja, ja!
Honorata. {No seas rampln!
Juan
Felipe. ^Eh, Sarvatierra? {Tengo yo que saca
la cara por mis antepasaos!
Salvatierra. Oiga usted,
Juan
Felipe; a prop-
sito: este retrato jes de algn individuo de la fa-
milia?
Juan
Felipe. {No! Qui!
Salvatierra. Me ha estado mirando durante el
almuerzo con una sonrisita de burla...
Juan
Felipe. Pos no s quin es. Lo compr de
ocasin porque me gust la pintura. Estaba' en So-
ria, muerto e fro, en la guardarropa der teatro.
Salvatierra. {Ah! {Entonces me ha mirado por
eso! Es que habr visto representar a mi hijo.
Honorata. jPobre seor! ^Quin haba de decir-
le que iba a venir a parar a nuestra casa?
Juan
Felipe. No se deja retrata, si yegan a desr-
selo.
Honorata. Por qu? Es alguna deshonra?
Juan
Felipe. No, muj; no te piques. Pero qu
nesesid tena de conosernos?
Salvatierra. En estos vaivenes de las casas
y
de
la ^^a |ve uno cada cambio!... Pocas cosas me han
impresionado a m ms que encontrarme en el Ras-
tro, puesto a la venta, un loro.
Honorata.
Un loro? {Animalito!
Salvatierra.
Ya ve usted: un pjaro tan fami-
liar, que se trasmite en las casas por generaciones...
Cul sera su historia? Qu habra tenido que ocu-
52
Las vueltas que da el mundo
rrir en su casa para llegar l a aquella situacin de
trasto viejo? Qu garbanzos ms negros los ltimos!
Juan Felipe. No hablara tar vez...
y
lo lisen-
siaron.
Salvatierra. jS hablabal jY muy clarito! Cuan-
do pas yo por all estaba diciendo: |Han bajado
los francos!
Honorata. Eso ya es un cuento de usted.
Salvatierra. No, no; con entera formalidad, Ho-
norata. Pobre loro! No se me olvida.
Vuelve Pepapor donde se march.
Pepa. Zeora.
Honorata. Qu quieres?
Pepa. Ha zonao un timbre,
y
en los plcitos blan-
cos der cuadro negro der corred que ust me ha
enzeao, ha zalo un nmero.
Honorata. El de la habitacin de donde lla-
man, torpe!
Pepa. Z; pero como yo no entiendo de nme-
ros, venga ust a decirme cul es, pa yo corriendo
ar zitio que zea.
Salvatierra.
Ja,
ja, jal
Honorata. Ser la seorita: no vayas t; ir yo.
Vete t a almorzar ya.
Juan
Felipe. Y pa armors te quitas los guantes.
Pepa. Ya lo zl... Vase como loca.
Honorata. Es de sanete. Con su permiso, Sal-
vatierra.
Vase por la puerta de la derecha.
Salvatierra. Admirando a Honorata. jQu le da
usted de comer a su media naranja, Juan
Felipe?
Juan Felipe. Por qu lo dise ust?
Salvatierra. Porque est ms guapa cada da!
Juan
Felipe. S est vistosa, s. Lo que le engor-
da
y
le da colores es mi trato; cuatro salameras
y
cuatro mimos der barrio e San Vsente, La trato con
Acto segundo
53
finura. Y a la hija tambin. Que habr ust visto
que ha sali una prenda.
Salvatierra,
j
Calle usted, cristiano! Marea de
bonita la muchacha. Comprendo que tenga ronda-
dores...
Juan Felipe. Aqu est la paloma.
Sale^ efectivamente, Hortensia por la puerta de la
derecha,
ufana de su suerte.
'
Hortensia. Don Regino.
Salvatierra. Qu quieres, encanto?
Hortensia. Mam que vaya usted a ver la Con-
cepcin de Murillo de su alcoba.
Salvatierra. Es verdad, que hemos hablado de
eso. Voy, voy... Contemplando a Hortensia. Por ms
que ahora no va a gustarme la Concepcin!
Hortensia.
iDigo!
^eh? Qu piropo! En pago le
voy a anudar a usted la corbata, que se le ha des-
hecho.
Salvatierra. Dios te lo pague, hijita.
Hortensia. Pero no me mire usted con esos
ojos, por Dios, que me muero de risa vindole! |Pa-
pato, mira qu ojos!
Salvatierra. Ay qu hermosas son las muje-
res... con una excepcin nada ms!
Juan
Felipe.
Ja,
ja, ja!
Hortensia. Le sopla la musa!
Salvatierra. Me sopla la musa...
y
soplo yo
tambin.
Hortensia. Adems, voy a ponerle a usted una
florecita en el ojal de la solapa; que no he tenido
con usted ninguna atencin en el almuerzo.
Salvatierra. Esta noche no me quito la ameri-
cana para acostarme! Gracias, pimpollo. Vamos aho-
ra a ver la Concepcin. Se va por la puerta de la de-
recha.
Juan Felipe. Qu buen hombre es stei Y jqu
54
Las vueltas que da el mundo
raro! Porque mientras ms lo hasen rabia en su casa,
mejores entraas tiene pa to er mundo. Y eso no es
lo corriente. Ni lo natura.
Hortensia. Te pongo a ti otra flor, papato?
Juan
Felipe. Ya t sabes la que a m me gusta.
Hortensia. Besndolo. Esta, no?
Juan
Felipe. Esa. Qu, te fuiste un ratiyo ar
barcn pa que te diera el aire?
Hortensia. Por si tenais que hablar en reserva
con don Regino.
Juan
Felipe. Ya. Y estaba quisas en er barcn
de arriba, en er del estudio der pint, ese seorito
que me est buscando las purgas?
Hortensia. No mir para arriba: mir para abajo.
Juan
Felipe. Estaba en la caye?
Hortensia. jQu ganas de pensar infundios,
papal jCuando yo te digo que no hay casol
Juan
Felipe. Sera la primera vez que un reco-
vero se dejase engaa por una paloma.
Hortensia. Lo que t quieras ha de ser.
Juan
Felipe. Ni ms ni menos. Y ahora dame
otra .
Hortensia. Besndolo en la frente.
Toma. Para
borrarte el mal pensamiento. |Lo que quiero yo a
mi papatol...
Inopinadamente^ por la puerta de la izquierda^ sale
don Martin^ cuyo aspecto da claro testimonio de su
ruina.
Don Martn. Juan Felipe...
Juan
Felipe. Incomodado. jDon Martn! Por Ma-
ra Santsima, don
Martn; que no estamos solosl
Don Martn. Pens que se haba ido ya Salva-
tierra...
Juan
Felipe. Pos no se ha idoi
Don Martn. Bueno, hombre; me vjelvo a mi
agujero otra vez... No te enfades.
Acto seg un do
$5
Juan
Felipe. ^No me vi a enfada? jTo los das ha
de comete ust arguna imprudensial Se comprome-
te ust
y
nos compromete a nosotros, que lo hemos
ocurtaol
Vuelve Salvatierra de improviso por la puerta de
la derecha^ seguido de Honorata^ que trae chai
y
bolso.
Salvatierra, al ver a don Martin^ se queda perplejo,
Honorata no reprime un movimiento de contrariedad.
Salvatierra. Precioso Muriiio!... Eh? jDon
Martn 1
Juan
Felipe. ^Ust ve, don Martn?
Honorata. (Vlganos el Seor!
Don Martn. Perdn, perdn por mi impruden-
cia... Salvatierra es un buen amigo de todos... no me
descubrir.
Juan
Felipe. Pero si en luga de Sarvatierra yega
a s otra personal...
Don Martn. Perdn, hombre, perdn... Enter-
necido] humildemente. No volver a hacerlo... Y. us-
ted, Salvatierra, salga de su estupor...
recbrese ya
de su asombro... Nada saba usted de este mi escon-
dite, claro es... Nadie lo sabe... Por usted espero que
tampoco se sepa...
Salvatierra. Descuide, don Martn.
Don Martn. Creo que durar poco... pero mien-
tras dura... He sido vctima de una torpeza ma... de
una ligereza... de la confianza en mis propios me-
dios... Y a estas horas paso por un estafador... Qu
vergenzal No lo soy! No lo soy! Bien sabe Dios
que no lo soy! Se me persigue como a un criminal. .
No lo soy! Soy el caballero de siempre! Habrn
cambiado mis circunstancias, pero no yo... Vea us-
ted qu vueltas da este mundo! Hace cinco aos me
crea yo el amo de l, quera lucirme a los cuatro
vientos,
y
hoy vivo en una madriguera,
escondido
como un conejo ruin...
56
Las vueltas que da el mundo
y
no tengo ni una almena
que pueda decir que es mia!...
Adis, Salvatierra... la emocin no me deja seguir
hablando... Ya le contar
Juan
Felipe... ntrase por
la puerta de la izquierda^ gimoteando.
Juan
Felipe. Vaya un fina de armuerso,
Rebino!
Salvati'kra. Para m el ms inesperado de to-
dos. Pobre hombrel Me ha conmovido... me ha he-
cho un trapo...
Juan
Felipe. Nia, v t a v qu quera.
Hortensia. Obedeciendo, S, pap.
Honorata. Yo no s si hemos hecho bien o mal
en acogerlo
y
ampararlo; pero ^quin lo dejaba en la
calle la noche que se nos present pidindonos re-
fugio?
Salvatierra. ^Tan grave es la cosa?
Juan
Felipe. Se la voy a refer a ust en dos pa-
labras. Y, por Dios bendito...
Salvatierra. No me recomiende usted nada,
Juan
Felipel Le consta a usted que s guardar se-
cretos.
Juan
Felipe. A Hortensia^ que cruza de la puerta
de la izquierda a la de la derecha^ por donde se retira.
^Quera argo?
Hortensia. No; nada. All est el buen se ha-
ciendo pucheros como un chico.
Juan
Felipe. Pos ust ver, Sarvatierra. Ver
ust. Ese infeliz, en las pataletas der naufragio de su
casa
y
de su fortuna
como se
pide en esos istantes: disparao; sin mira condisiones.
Salvatierra. S: lo mismo que se grita soco-
rro! criando hay fuego en la casa.
Juan
Felipe. No: lo mismo que se tira uno por
un barcn a la caye huyendo de las yamas.
Acto segundo
57
Honorata. Exactamente.
Juan
Felipe. Paco er Seriyero dio la guita.
Salvatierra. {Buen pez! Un angelito para un
plato de dulce! Tiene ms dinero que el Banco. Y yo
io he conocido vendiendo libros verdes on la Puerta
del Sol.
Juan
Felipe. Pos a esos piyos se les van las me-
jores. Le pidi como garanta a don Martn, pa en-
tregarle la luz, la casa solariega de Segovia, nica
prenda que ya le quedaba a la familia,
y
don Martn
Ja comprometi por coge los cuartos, declarndola
libre de impedimentos
y
de cargas. Vensi er pri-
mer plaso der prstamo,
y
lo pudo paga a costa de
empeos
y
desempeos; vensi er segundo...
y
se
encontr agarrao por er gaote. No lo pudo paga.
Salvatierra. S; es un caso que se parece a mu-
chos.
Juan
Felipe. Y aqu der Seriyero: bandose en
agua de rosas se resiste a ninguna espera; reclama la
casa puesta en garanta...
y
se tropiesa en la escritu-
ra de propied con una clusula en la que se dise
que la finca no podr hipotecarse ni venderse sin la
volunta de los hijos de don Martn cuando sean ma-
yores de ed. Y er ms chico tiene dose aos. Ade-
ms, si cuando yegue er caso los nios se yaman
Andana, se quea er Seriyero papando moscas.
Salvatierra. jAtizal Pues habr que or al Ceri-
llerol
Juan
P'elipe. Er Seriyero dise que eso es una es-
tafa en toas partes,
y
que si no le entregan la casa o
su dinero de un da pa otro, mete en la carse a don
Martn. Y en eso estam.os. Este hombre se ha quitao
de en medio hase cuatro das,
y
su familia anda de
puerta en puerta dando ardabonasos en las casas de
los amigos a v si puen evita la deshonra.
Salvatierra. Y los amigos no oirn los golpes.
58
Las vueltas qu t da el mundo
Juan
Felipe. Es que nadie tiene su dinero pa
una cosa as, Sarvatierral Las locuras de un hombre,
por qu han de pagarlas los dems?
Honorata. S; pero hay ocasiones... hay afec-
tos...
Juan
Felipe. Djate de pamplinas! Cuesta mucho
trabajo amasa una rosca pa darle un pico a nadie
que no sea un hijo tuyo. Y menos a un derrochadl
Salvatierra. Pobre hombre!
Juan
Felipe. Parientes tiene que podran sarvarlo
si quisieran...
Salvatierra. Pobre hombre! ^Ve usted? En es-
tos trances es cuando siento yo no ser millonario.
Juan
Felipe. Si lo fuese ust, quisa pensara de
otro modo.
Salvatierra. Qu s yo! Pobre hombre!
Juan
Felipe. Bueno; vngase ust conmigo pa
orvid este cuento.
Salvatierra. S; que adems tengo que hacer
cien cosas.
Juan
Felue. Y yo siento una. A Honorata.
^T
irs a la tienda?
Honorata. S. Dentro de un rato.
Juan
Felipe. Pos luego a rtima hora me pasar
yo por ay. Hasta luego.
Salvatierra. Despidindose. Adis, Honorata.
Agradecidsimo. Y envidioso de tanta ventura.
Honorata. No lo dir usted por el husped.
Salvatierra Honorata! En el mejor sueo zum-
ba una mosca.
Juan
Felipe. Hasta luego.
Honorata. Pero, Juanito, te vas as hoy?
Juan
Felipe. Muj!...
Salvatierra. Dndose cuenta. Ah, vamos! Es
costumbre?... Pues por m no la dejen. Yo mientras
me despido de este caballero.
Acto segundo
59
Se vuelve hacia el retrato al leo para dar tiempo a
la terneza matrimonial.
Juan
Felipe. Pero qu tonta eres!
Honorata. Tu cario tiene la culpa.
Juan
Felipe. ^Vamos, Sarvatierra?
Salvatierra. Vamos. l retrato. Adis, amigo.
Si andando el tiempo vuelve usted a ver a mi hijo
representar el lamlet, fjese en la capa: ha sido
ma.
Honorata. Qu Regino ste!
Juan
Felipe.
Ja,
ja, ja!
Se van Salvatierra
y
Juan Felipe por la puerta del
foro^ hacia la derecha.
Honorata. Ayl Quiera el Seor conservarnos
esta felicidad... aunque a la vecina le resulte un poco
empalagosa! Al que le pique, que se rasque... Qu
iba yo a hacer? Pepa ha vuelto momentos antes., por
la izquierda del
foro^ con una bandeja llena de copas
y
tazas limpias que pone en el aparador.,
y
ha acabado
de recoger el servicio de mesa. Ya es completamente di-
chosa tambin; es decir, ya se ha quitado la
cofia y
los
guantes. jAh! Pepa.
Pepa. Mndeme ust, zeora.
Honorata. V
y
dile al seor don Martn que
aqu lo aguardo.
Pepa. ^Ar loco?
Honorata. Sonriendo benvolamente. Al loco, s;
al desgraciado loco.
Pepa. Veremos zi me abre la puerta; porque ar-
gunas veces... Se marcha por la de la izquierda.
Honorata. A tiempo he recordado... Qu que-
rr conmigo? Este empeo de hablarme a solas...
Pausa. Vuelve Pepa,
Pepa. Ya viene. Ca da est ms loco, zeora.
Me lo encontr
quemando unos papeles
y
diciendo:
Humo, humo,
humo, humo... na ms que humo,
6o Las vueltas que da e mundo
na ms que humo... Y haba humo en la arcoba;
pero no tanto.
Honorata. Bien; djame.
Pepa. Cmo?
Honorata. Que te,vayas.
Pepa. Rompiendo a cantar al tiempo de irse.
Madre^ yveme ust ar Puente
a v los picapedreros...
Honorata. Chistl
Pepa calla inmediatamente.
Honorata aguarda unos momentos
y
sale don
Martin.
Don Martn. Aqu estoy, mi dulce Honorata, la-
mentando todava el lance pasado.
Honorata. No se acuerde usted ya de l. Por for-
tuna, Salvatierra lo estima a usted
y
es muy discreto.
Don Martn. Le contaron ustedes...?
Honorata. S. Y le hizo bastante impresin.
Don Martn. Conmovido de pronto. Como a toda
persona bien nacidal
Honorata. Bueno, bueno; sernese usted...
y
d-
game, ahora que estamos solos, eso que me ha anun-
ciado que quiere decirme.
Don Martn. Yo?
Honorata. S. Anoche...
Don Martn. Ah {Es verdadl Disclpeme us-
ted... Esta cabeza ma baraja tantas cosas... Honora-
ta, para las ocasiones son los amigos...
y
yo soy el
mejor testimonio. Si no es por ustedes... Toda mi
gratitud ser poca para pagarles!...
Honorata. No se aflija usted, don Martn; no
llore...
Don Martn. Dice usted muy bien, Honorata...
dice usted muy bien... Hay que serenarse... hay que
hacerse fuerte en la desventura. Hay que hacerse
fuerte. Fuerte, fuerte, fuerte, MartnI jEl llorar es de
Acto segunda 6i
hembras! Y que ms pas Jess
por nosotros. Fuer-
te, fuertel Pues bien, Honorata: he vacilado mucho
antes de decidirme a dar este paso... Lo que le voy a
decir a usted es muy enojoso... delicadsimo... pero
repito que para las ocasiones... La gratitud me obliga.
Honorata. Melodramticamente. Ayl ^Me enga-
a Juan?
Don Martn. No, no, no... no es eso, no es eso...
Nada de eso.
Honorata. No me engaa?
Don Martn. Que yo sepa, no. Pero ya digo que
no se trata de eso. Se trata de la nia: de Hortensia.
Honorata. ;De mi hija de mi alma?
Don Martn. S. ;No nos oir ella, verdad?
Honorata. No. Est en su cuarto. Pero qu su-
cede, don Martn?
Don Martn. No imagine usted nada grave, Ho-
norata. No. no... Esto es una advertencia pruden-
te... una prevencin... un consejo... Esto es un con-
sejo... una prevencin... una advertencia... Usted
y
Juan
Felipe faltan de su casa muchas horas... Como
tienen la tienda a que mirar
y
otros intereses... Yo
llevo aqu encerrado unos das... y... naturalmen-
te!... cuando voy de un Jado para otro. . sin querer,
sin pretenderlo...
Honorata. ^Qu, don Martn?
Don Martn. Observo... ato cabos... me entero
de cosas... veo... oigo...
Honorata. Y qu?
Don Martn. Bajando la voz. Honorata... vigile
usted a Hortensia.
Honorata. A mi tesoro?
Don Martn. Vigela usted.
Honorata.
Grave. Esa acusacin embozada...!
Don Martn. Es hija del mejor deseo. Arriba
vive un pintorcete, no?
6i Las vutlias que da ti mund
Honorata. Vive un pintor arriba.
Don Martn. Recibe amigotes en su estudio.
Honorata. Amigos, compaeros...
Don Martn. Bien; pues entre ellos hay uno que
es un redomado pillastre.
Honorata. No s.
Don Martn. Yo s, porque anduvo alrededor de
mi hija Lucinda, codicioso de su fortuna, en los das
de mi auge
y
de mi esplendor.
Honorata. Se refiere usted a Colasn Alares?
Don Martn. Cabalitol
Honorata. Muy picada. Pero usted sabe lo que
dice, don Martn? No hablar la turbacin de su
cada? No hablar tal vez el despecho?
Don Martn. Irguindose con dignidad. Eh? Y mi
ama de llaves, sabe lo que dice
y
a quin se lo dice?
Honorata. Su ama de llaves?
Don Martn. Mi ama de llaves!
Honorata. Ese tiempo pas. Colasn Alares, don
Martn aprndalo usted si lo ignoraba , es hijo de
una familia dignsima.
Don Martn. Su familia merece todos mis res-
petos; pero l 3S un bergante, un cnico, un
fresco^
como ahora se les llama. En ausencia de ustedes baja
aqu
y
trata de burlar a Hortensia. Yo he odo algn
dilogo nada edificante.
Honorata. Desbordndose. Pero hasta dnde va
usted a llegar en su despeadero? Usted, seor don
Martn, no est en su juiciol Es lo menos que se me
ocurrel Dejando a un lado a Colasn, olvida usted
quin es mi hija? Olvida usted quin es el padre de
mi hija? Olvida usted quin es la madre?
Don Martn. La madre? No es usted?
Honorata. S, seor: yo misma; a mucha honra.
El ama de llaves de usted, como me ha refregado
hace poco.
Acto stiuni
3
Don Martn. ^Yo? Refregar yo?
Honorata. Pues sepa usted que por muchas lla-
ves que haya tenido o pueda tener en mis manos, no
he menester ninguna para custodiar a quien por he-
redada virtud se guarda sola.
Don Martn. Bueno, bueno, bueno... Vivir para
veri... Lo poda esperar todo menos este arranque
melodramtico... La intencin me salva... Yo he cum-
plido con un deber de mi conciencia... usted me pone
como chupa de dmine... Me lo merezco todo, todo!
Del rbol cado... Al Rastro, al Rastro, don Martn,
como el loro de que habl Salvatierra!...
Honorata. Hola! Escucha usted por los pasillos?
Don Martn. S, seora; por eso me he entera-
do de los amoros de su hija con el seoritn! Ch-
pate sa
y
vuelve por otra!
Honorata. Cmo chpate sa? Es ese lenguaje
de un caballero para una seora? Yo no puedo con-
tinuar... Ahora mismo se lo contar todo a Juan Fe-
lipe.
Don Martn. Me alegro mucho: l puede que
me haga ms justicia que usted!
Honorata. Ms justicia que yo!... Seor don
Martn de la Gavilla
y
Peralbn de las Heras Gmez...
Don Martn. Todo eso huelga ya! Todo eso es
humo, humo, humo... nada ms que humol... Soy
el loro del Rastro!... El pobre loro puesto en ven-
ta!... Lloriqueando. Han bajado los francos! Han ba-
jado los francos!
Honorata. Sea usted quien sea, mal correspon
de a la hospitalidad que aqu le han ofrecido su ama
de llaves
y
su mozo de comedor. Ya estar usted con-
tento. Vase
altivamente por la puerta delforo^ hacia
la derecha.
Don Martn.
Hacindose cruces. En el nombre
santo del Padre!... Martn, Martn, Martn... pero
04
Las vueltas que da ti mundo
^has perdido la razn de veras? ^Qun es quien te ha
hablswio? No es Honorata, aquella modistuela cursi
a quien le puso un piso el duque de Tal? Caray!
caray! No es aqulla? Virtud heredada!
ija,
ja, ja!
Primera vez que me ro hace tiempo... Virtud here-
dada!... Prdida de la memorial...
Ja,
ja, jal
Un poco antes ha salido de nuevo Pepa con ms ca*
charros para el aparador,
y
amedrentada del monlo-
go
y
de la risa de don Martn^ se pega a la pared^ mi-
rndolo sin pestaear^ hasta que l se aleja por la
puerta de la izquierda.
Pepa.
Jozl Qu zusto he pazaol Este ze ez un
chivo zuerto.
Por la puerta de la derecha sale Hortensia,
Hortensia. Con quin hablabas?
Pepa. Con er mieo que tengo, zeorita.
Hortensia. Miedo? A qu?
Pepa. Ar loco, que estaba aqu grita que grita
zolo
y
riyndoze.
Hortensia. No has almorzado todava?
Pepa. Pie limpiao los cacharros primero. Pero
voy ya mismito.
Hortensia. Pues anda, mujer, anda; no lo dejes
ms, que es muy tarde.
Pepa. Ya, ya mismito. Vase por la puerta del
foroy
hacia la izquierda^ volviendo hacia Hortensia
la cara.
Hortensia. Preocupada. Estamos descubiertos!..
Hoy no le dejo entrar aqu... Hablaremos dos segn
dos en la escalera... V^a a haber que decidirse... Por
que, eso s, que no suee otra cosa mi padrastro..
Menos perderlo, todo! Marchase por la puerta del
foro,
hacia la derecha^ con el mayor sigilo
y
precau-
cin.
En seguida vuelve don Martin^ pasendose abs-
trado.
Ac i o segn do
65
Don Martn. Ayer era rey de Espaa;
hoy no lo soy de una villa..,
Se me han metido en la cabeza todos los versos que
s del rey don Rodrigol... ^Quin? A Lucinda^ que
llega por la puerta del
foro.
{Hija ma! Corre a ella
y
la abraza.
Lucinda. Lo que acabo de ver, papal
Don Martn. ,iQu has visto, hija, que aun pue-
da sorprenderte?
Lucinda. A Colasn Alares en coloquio amoroso
con la hija de Honorata! Con la que se vesta de mis
sobras!... Aun siendo quien es, se ha puesto blanco
al reconocerme.
Don Martn. Ah! Pues no hace dos minutos le
he dado yo el soplo a doa Estropajos^ a la mam,
cumpliendo un deber de caballero,
y
se me ha subi-
do a la parra
y
se ha desbordado insultndome.
Doa Estropajos! A m! La duquesa del Alfiletero!
A m!
Lucinda. Este mundo es un asco. Y eso que aca-
bo yo de ver... cosa bien de este mundo. Nicolasn
Alares!... Se conoce que le conserva mucha inclina-
cin al dinero de nuestras arcas.
Don Martn. Oh! T no sabes cunto hay aqu
guardado! No doy un paso por la casa en que no me
tropiece con alguna prenda de la nuestra... Hay una
consola que cruje, que se queja cada vez que me sien-
te pasar... La de las garras de len.
Lucinda. Bien, bien; no hablemos de esto... Aca-
ban de hacerte un favor muy grande... Se llevaron
mucho; pero si impiden tu deshonra porque te ocul-
tan...
Don Martn. Qu esperanzas me traes?
Lucinda. Ninguna, por desgracia.
Don Martn. Entonces!
Fasa Hortensia^ mirndolos descaradamente^ de la
66 Las vueltas que da el inunda
puerta del
foro
a la de la derecJia^ por la cual se va
sin decirles palabra.
Lucinda. jLo que hay que tolerar en la vidal
Don Martn. Lecciones, lecciones, lecciones; es-
tas son lecciones... Llegan tarde, s; llegan tarde...
pero son lecciones... son lecciones... Tarde... tarde...
tarde... tarde... Llegan tardel...
Lucinda. Sentndose con abatimiento, j
Ay,
sil Lle-
gan tardel
Don Martn. ^lEsts rendida?
Lucinda. Rehacindose. Nol Aunque lo parezca,
no lo estoy. No me rindo sin salvarte primero. Soy
tu hija
y
tu cmplice. Tengo mucha culpa en esta
ruina. He sido tan insensata como t... Con profundo
desprecio. Y por qa gentesl Por qu mundo!...
Por conquistar qu mundol... Cunto me acuerdo
de Pilarl
Don Martn. Yo tambin, yo tambin... De Pilar,
de Pilar, de Pilar... Tambin yo me acuerdo de Pilar.
Lucinda. Hay horas en que no es desolacin, en
que no es tristeza, en que no es miedo a la pobreza
que nos aguarda lo que siento; sino una rabia sorda,
un remordimiento infinito, impotente ya.
Don Martn. Pobre princesa mal
Lucinda. No, no; luego levanto la cabeza
y
vuel-
vo a ser yo,
y
me siento capaz de todo. Y eso que
t no sabes qu calvario llevo. No hay una puerta
donde me respondan, ni unos brazos que se abran
ante m, ni una voz que me llame... Las caras que
me sonrean siempre al verme, se tuercen a mi paso.
Quizs hemos hallado este rincn donde esconderte
porque es de criados nuestros, de servidores nues-
tros, que porque nos humillan son generosos,.. Se
elevan protegindonos,
y
acallan tambin su con-
ciencia. Pero los dems, los dems... los nuestros,
los iguales... quin pudiera creerlo! Algunos hasta
A do segundo
67
ren al orme, sin poder reprimir su risa... Es la ale-
gra ms o menos disimulada lo que me encuentro
en todas partes. ^La merecemos por vanidosos
y
por
frivolos, pap, o es que la humanidad es mala?
Don Martn. No s, hija; no s, no s, no s... De
todo habr, de todo habr algo, de todo habr... T,
^estuviste ayer en Segovia?
Lucinda. Y siento haber ido.
Don Martn. Los amigos, ,iqu dicen?
Lucinda. En resumen... que este caso est fuera
de la amistad.
Don Martn. [Bien! |bien! [Fuera de la amistad!...
;Cul estar dentro? ^Ni siquiera Pepe Ramn?... ^Ni
siquiera se?
Lucinda. Ninguno.
Don Martn. Bien! bien! jNo s cmo no lloro!
Una amistad nacida en la escuela... cambiando las
meriendas a diario... mantenida luego a travs de
todas las cosas... Bien! bien!
Lucinda. Pues no concluyas de asombrarte.
Don Martn. ;Los parientes?...
Lucinda. Te condenan sin remisin: t eres el
autor de tu desdicha; t te la has buscado... Como si
sa fuese una razn para alejar toda piedad
y
todo
deber suyo hacia nosotros.
Don Martn. Eugenio... ;tambin?
Lucinda. Todos, pap, todos.
Don Martn. |Pues a Eugenio le mat yo algunos
das el hambre!...
Lucinda. Pues dice que no es la crcel lo que te
mereces, sino el manicomio.
Don Martn. Vaya por Dios! El manicomio...
el manicomio!... ^Y el primo Gaspar?
Lucinda. Ese se encierra en que para l te has
muerto. Te ha enterrado definitivamente,
y
as ya
nunca le dars qu hacer.
68 Las vueltas que da el mundo
Don Martn. Requiescat in pace. Y su hermano?
Lucinda. Me sali con que si l tuviera... Si l
tuviera!... Tiene, pero lo esconde.
Pasa Pepa de izquierda a derecha por el pasillo del
foroy
curioseando.
Don Martn. jAyl Dios se lo pague a todos, ^no
te parece, nia? Estos son aqullos... j aqullos 1...
(aqullosl... ^Eh? Estos... son aqullos! Qu asco de
mundo! Bien decas al entrar: qu asco! qu asco!
I
qu asco I
/
... que quien mandaba tanto mundo vivo,
muerto no tuvo siete pies de tierra
donde dejar el cuerpo fugitivo]...
Lucinda. ^Qu es eso?
Don Martn. Reflexiones sobre las mudanzas del
mundo! El ltimo godo, que no me deja en paz!
Dime, ^le has dicho algo a tu novio?
Lucinda. No; an no. Disimulo ante l. Ojal no
te.aga que decrselo! Dios me ayude. Es quiz la so-
lucin de mi vi ia ese hombre, Y s que es inflexible
juzgando asuntos de intereses...
Don Martn. Pues entonces haces bien en callar.
Que no lo sepa! Que no lo sepa nunca!
Afligido.
Y
esto lo digo yo, a quien llamaban en Madrid don
Martin Quesesepa! Dios mo! Dios mo! Pausa. Oye,
;has vuelto a ver al usurero?
Lucinda. No, porque es intil. Ya ha presentado
la denuncia, iiene su idea fija: en el miedo a la cr-
cel, ve las tenazas con que hemos de forzar nosotros
a parientes
y
amigos. No cede: no quiere ms que
su dinero. El pavor de perderlo lo hace an ms
malo de lo que es.
Don Martn. Ah, verdugo miserable, malsn!
Pues no sabe una cosa ese gran villano! No sabe
una cosa! No la sabe! Yo firm el papelucho que me
Acto segundo 69
present sin mirar lo que haca; pero seguro en mi
conciencia de poder pagarle todo aquello,
y
dispues-
to a pagrselo, como lo estoy ahora. Juro
por mi
honor que he de pagarle hasta ei ltimo cntimol
Pero como me meta en la crcel, como me deshon-
re... que se despida de sus cuartos! que se despida!
Deshonrado ya, adelante con los faroles! Les dir a
tus hermanos: No le deis un real a ese timador,
que no tenis por qul La casa es vuestra
y
slo
vuestra. Yo no le debo un cntimo! Bastante sangre
chupa l ya, hasta de cuerpos muertos! No le deis
nada, no le deis nada... Un hombre inicuamente me-
tido en la crcel no se ha de andar con chupade-
ritos.,, no se ha de andar con chupaderitos... con
chupaderitos!...
Lucinda. Ay! <:'Qu ser de nosotros, pap? Yo
s que an me queda que hacer algo... pero no veo
claro qu cosa ha de ser. Mi corazn me alienta, sin
embargo; me alienta siempre... Tengo fe todava.
Llega alguien?
Don Martn. S. Me voy a mi agujero. Ven con-
migo.
Lucinda. Espero a ver si es Honorata, que he de
hablar con ella.
Don Martn. N(; tardes. Vase por la puerta de
la izquierda rpidamente.
Y no es Honorata quien llega, sino Salvatierra^ un
tanto agitado^
y
al que Pepa sigue.
Salvatierra. Sorprendido al ver all a Lucinda.
Oh! Seorita!...
Lucinda. Seor mo...
Salvatierra. ^Me reconoce usted?
Lucinda. El seor Salvatierra, ^no?
Salvatierra. Para servirla. Mrchate, Pepa.
Pepa obedece
y
se va otra vez a cuidar de la puerta
de entrada.
70
Las vut It as que dm ti mund
Lucinda. No est Honorata; ni
Juan Felipe...
Salvatierra. Ya lo s. Noblemente. Vengo en
busca de su padre de usted, seorita.
Lucinda. ^De mi padre?
Salvatierra. No le contrare que yo sepa... Me
he enterado por casualidad, hace media hora, de la
situacin en que se ve,
y
celebro haberme enterado.
Y usted tambin debe alegrarse de ello.
Lucinda. ^-Por qu?
Salvatierra. Porque un azar, unas palabras odas
al paso me han dado a entender que ya no soy yo
solo quien ha descubierto el escondite.
Lucinda.
JessI
Salvatierra. Alguien ms lo sabe o lo sospecha
y
conviene poner a
salvo a don Martn.
Lucinda.
Jess! Pero ^usted?...
Salvatierra. Yo le brindo mi casa como el me-
jor refugio... A nadie le pasar por las mientes que
pueda estar en ella. Mi mujer
y
mi cuada se ausen-
tan esta misma tarde a Alczar de San Juan,
a ver a
un pariente que, gracias a Dios, se est muriendo.
Hay que decirlo as. Quedo solo en mi casa. All po-
dr esperar su pap de usted unos das mientras
despeja su horizonte. Estar peor que aqu, pero ms
oculto; enteramente oculto.
Lucinda. Conmovida. Y usted, seor Salvatierra,
;por qu hace esto? Qu amistad o qu lazo le une
a mi padre para obrar as?
Salvatierra. Lazo, en rigor, ninguno. Amistad,
tampoco. Tuve el gusto de conocerlo hace aos
y
de proponerle algunos negocios, que unos cuajaron
y
otros no. Nada; cosa corriente, que a ninguno de
los dos nos obliga. Toma
y
daca. Pero soy as, Lu-
cinda; soy as. Y as he de morirme. Carne de todos,
sangre de todos; un pedazo del alma de cada prji-
Aeio sBgundo
71
mo que tropieza conmigo. El primer desconocido
que me encuentro en la calle me pide que le haga
un favor,
y
yo echo el bofe hasta conseguirlo. A l
luego se le olvida o no se le olvida: eso para m es
secundario. Yo prest el servicio,
y
me basta. Ahora
le toca a su pap de usted. Ante m ha llorado un
caballero como l,
y
yo no consiento que le clave las
garras un bandido como el Cerillero. Esto es todo.
^Le parece a usted raro, quizs?
Lucinda. Y lo es. Nosotros no vivamos solos en
el mundo, ^verdad? Pues hasta ahora nadie se nos
acerca, nadie nos da la mano. Los amos de esta casa.
Y usted, casi un desconocido, viene a ofrecer espon-
tneamente cosa que tanto vale... Es raro, es raro...
^No ha de serlo?
Salvatierra. Bien, bien; no se aflija. Cuntele
usted esto a su pap,
y
dgale que arregle su hatillo,
que as que anochezca volver yo por l con un co-
che. Y luego. Dios dir.
Lucinda. Estrechndole las manos. Gracias... gra-
cias...
Salvatierra. Yo se las doy a mi destinol Vase
Lucinda por la puerta de la izquierda. Pobre criatu-
ral Qu efecto le ha hecho una cosa tan natural!...
Y ^quin iba a decirle...? Vamos ahora, ante todo, a
ver partir el tren que ha de llevarse a doa Perpe-
tuay porque hasta que no pase de agujas no hay mo-
mento seguro.
Va a marcharse^ cuando por la puerta del
foro
llega Adriano con Pepa.
Pepa. Paze ust.
Salvatierra. ^Quin? Descubriendo un mundo en
el recin llegado. Oh!...
Adriano. Buenas tardes.
Salvatierra.
Buenas tardes.
Pepa. Zinteze ust
y
espere un momentito. Me
72
Las vueltas que da el mundo
encarg la zeora que zi ust vena me yegara a avi-
zarle a la tienda. La tienda est ah a un pazo.
Adriano. Bueno.
Pepa. A Salvatierra. No le digo na a la zeorita
porque rae dijo antes que ze iba a encerr en zu ha-
bitacin. Le dola la cabeza.
Salvatierra. S, s; no le digas nada. V a la
tienda en un soplo. Yo me quedo mientras acompa-
ando a este seor. Adriano agradece con un gesto.
Pepa se va. Sintese usted.
Adriano Estoy bien; gracias.
Salvatierra. Sintese usted. Se sientan ambos.
Pausa. ^Un cigarrillo?
Adriano. Mil gracias; no fumo.
Salvatierra. Usted no me recuerda.
Adriano. No, seor; la verdad.
Salvatierra. No, si no es extrao, porque no me
ha visto usted en su vida. Yo, en cambio, a usted...
^Quin no conoce a usted? Sobre todo, de algn tiem-
po a esta parte. Adriano sonre^ halagado. Sus triun-
fos escnicos le han hecho en tres aos popular; que-
rido de todos... Ha trado usted al teatro oro viejo, de
ley. Yo amo el teatro romntico. Me parece cosa tan
nacional, tan de la raza... Fondo
y
forma; porque
mire usted que el verso castellano!... Y usted tiene
en su pluma toda la magia del idioma.
Adriano. No me avergence usted...
Salvatierra. Yo lo he seguido a usted, desde su
aparicin, como a un dolo. Y hasta hemos hecho un
viaje juntos.
Adriano. ^S?
Salvatierra. Usted en primera
y
yo en tercera;
pero en el mismo tren. Luego yo me pas a su de-
partamento porque se llen todo. Iba usted* para
Barcelona a estrenar La Torre de Juan Segundo,
Qu drama ms hermoso! Oh!
Ac t o s e gundo
73
Adriano. Le ruego a usted que...
Salvatierra. Evocando:
Duerme Segovia: la luna
.
vigila el sueo del rey...>
Adriano. Pero ^sabe usted versos de mis obras?
Salvatierra. Algunos papeles podra decrselos
a usted completos.
Adriano. ^Pues?
Salvatierra. Tengo un hijo actor,
y
suelo tomr-
selos de memoria. Y como mi memoria es mejor
que la suya, me quedo con ellos antes que l.
Adriano. ^Un hijo actor? ^Cmo es su apellido?
Salvatierra. Por naturaleza. Salvatierra. Pero en
el teatro se llana Somoza. Leonardo Somoza.
Adriano. Ah! Somoza! No lo he visto nunca,
pero me han hablado mucho de l. Va ganando cr-
dito.
Salvatierra. Eso es lo nico que gana hasta aho-
ra. Mire usted un retrato suyo. Lo saca de su cartera
y
se lo muestra.
Adriano. Est bien: es simptico.
Salvatierra. El es algo mejor; porque hasta en
los retratos pierde.
Je!
Adriano. ^Por dnde anda?
Salvatierra. Por donde siempre: por los pue-
blos. De capeas teatrales. Todava apenas si ha pisado
ms que alguna capital de tercera. Pero se ha empe-
ado en ser cmico. Y le da por los dramas. Se
muere en escena todas las noches: de apopleja, por
envenenamiento, de estocada o de. pistoletazo; la
cuestin es morirse. jYa ve usted qu vida! Eso s:
como a todo el que se muere lo aplauden siempre,
l se va a diario a la posada a dormir su ovacin.
Adriano. Y satisface su aficin el hombre.
Salvatierra. Una aficin loca, ciega. Veremos
74
Las vueltas que da el mund
en qu para. Si le hubiera dado por escribir, por ser
autor, aunque fuese malo, ganara algn dinero... vi-
vira ms tranquilo. Y yo tambin. Sin contar con la
colaboracin indirecta que podra prestarle.
Adriano. Interesndose por el tipo. ^Usted?
Salvatierra. S, seor; yo. No porque escriba,
sino por el mundo que conozco, por los hechos que
he visto, por las cosas que s... El da que se le ocu-
rra a usted escribir una obra de Pascuas, por humo-
rada, por capricho
a usted no se le oculta
Las de
Can.Amores
y
amoros.El centenario.La flor de la vida.
A
quin me recuerda usted?El cerrojazo.Los ojos de luto.
Lo que t quieras.Lectura
y
escritura.La cuerda sensible.
Secretico de confesin.La Nia de Juana o El descubrimiento
de Amrica.El corazn en la mano. La sillita.La moral de
Airbales.La flor en ei libro.La seria.El mal ngel.El
cuartito (le hora.La quema.Cabellos de plata.Las benditas
Mscaras.
ZARZUELAS
EN UN ACTO
^
EJ peregrino.El estreno.Abanicos
y
panderetas o A Sevi-
lla en el botijo!El amor en solfa.La patria chica.La muela
del rey Farfn.El amor bandolero.Diana cazadora o Pena de
mutrte al Amor.La casa de enfrente.
EN DOS o MS ACTOS
Anita la Risuea.Las mil maravillas.Los papiros.
MONLOGOS
Palomilla.El hombre que hace rer.Chiquita
y
bonita.
Heaih's Modern
Language Series.
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