Neurociencia y Psicoanalisis
Neurociencia y Psicoanalisis
Neurociencia y Psicoanalisis
J.Roberto Abdala*
Resumen
El presente trabajo intenta actualizar el estado de la investigación de los
trastornos mentales. Rastrea antecedentes históricos propios del dualismo
cartesiano que todavía tiende a restringir la comprensión del funcionamiento
humano separando mente y cuerpo. Busca superar el antiguo paradigma
biomédico que regía en la práctica médica y reconocer el biopsicosocial y sus
consecuencias, para la investigación y posterior conceptualización de los
fenómenos mentales. Se consideran los aportes de diferentes investigadores
en áreas como memoria, genética molecular, estrés. Son descriptos conceptos
de relevancia como plasticidad cerebral, función de transcripción y de plantilla
de los genes, penetrancia incompleta y expresividad variable.
El conocimiento de los diferentes aportes provenientes de disciplinas tan
variadas, enriquecerá la concepción del psicoanálisis. Este careció durante
muchos años de los aportes de la moderna neurociencia. En la actualidad el
cerebro se torna un órgano mucho más accesible gracias a la sofisticada
tecnología que nos permite estudiar sus estructuras más íntimas, sus funciones y
su correlación con estados mentales. Así también la dilucidación del genoma
humano y su interacción con los estímulos significativos del ambiente alimentan
una expectativa promisoria en la tarea de prevención de los trastornos mentales
entre otros padecimientos.
Summary
The present paper is an update of investigation on mental illness.
Searches in historical background of cartesianism and the way it narrows
comprehension of human functioning, separating mind froom body. It try to
overcome the ancient bio-medical paradigma that ruled medical practice and to
recognize the new one, bio-psico-social and it’s consequences for investigation
and ulterior conceptualization on mental phenomena. Contributions of various
investigators of areas like memory, molecular genetics, stress are considered.
Description of concepts such as cerebral plasticity, transcriptional and template
genetic functions, incomplete penetrance and variable expression.
The knwledge of diverse contributions from various disciplines will
enhance psychoanalytic view. During many years, there was a lack of
information about the brain. Today, the modern neuroscience with it’s
sophisticated technology, has made possible the study of intimate structure of
this organ, it’s functions and their correlation with in vivo mental states through
magnetic resonance imaging, SPEC, etc. So on, the description of human
genoma and it’s relation with meaningful stimuli from the enviroment promises
an interesting expectative for the treatment and prevention of mental disorders
among other sufferings.
*
Profesor Titular de Salud Mental. Facultad de Medicina. Univ. Favaloro
La evolución científica de los últimos 30 años
En 1982, Engel propuso el modelo biopsicosocial como el nuevo
paradigma de la medicina. Este propone una integración de los factores
biológicos y psicosociales tanto en la comprensión diagnóstica como en la
planificación terapéutica. Sin embargo, la psiquiatría ha sufrido distintos
enfoques reduccionistas según las épocas. Hasta fines de los 60 la visión
psicoanalítica fue lo predominante en desmedro de la biología. Hoy, ante los
impresionantes descubrimientos de las neurociencias, el riesgo es el
reduccionismo biologista. Al decir de Gabbard “la experiencia subjetiva, los
procesos interpersonales y el autoconocimiento son aspectos del estudio
psiquiátrico que no deben soslayarse ante la excitación producida por los
neurotrasmisores y la genética molecular. Más aún, un aspecto de la psiquiatría
como especialidad es su interés en definir los rasgos singulares de la persona”.
Sin embargo reunir los conocimientos de diversas disciplinas y aplicarlos
en el ejercicio profesional representa un verdadero desafío a la capacidad
sintética y de integración. “Mente y cerebro no pueden integrarse ni separarse
completamente” (Slavney,1993). Debemos pensar simultáneamente en
motivaciones, deseos y significados con la misma amplitud que en genes,
neuroquímica y farmacocinética.
El problema mente-cuerpo ya se halla presente en el siglo XVII con
Descartes. Toda consideración sobre un tratamiento no puede soslayar causas
y mecanismos, de manera que se hace imprescindible el estudio de la etiología
y la patogénesis si se apunta a un modelo terapéutico integral. La tarea del
clínico es utilizar sus conocimientos para saber elegir dentro del conjunto de
intervenciones posibles.
Según Damasio (1994) es un error pretender conceptualizar las
operaciones mentales como algo separado de la biología del cerebro. ¿Cómo
pueden observarse las leyes de la conservación de la energía y la masa y al
mismo tiempo postular que un fenómeno material pueda ser provocado por algo
inmaterial?
William James inició una corriente que se aleja del dualismo, al decir que
la conciencia debe ser considerada como un proceso más que como una
sustancia. Se ha intentado reformular el problema en términos de materialismo.
Estas teorías reducen lo mental a lo físico. Y varían según el grado de
importancia que le asignan a la actividad mental. En su forma extrema, afirman
que una psicología de lo mental es irrelevante y puede ser completamente
reemplazada por construcciones neurocientíficas.
La teoría darwiniana del sistema nervioso es esencialmente materialista
.Actualizada por Edelman, está basada en la selección de grupos neuronales y
el mapeo y postula un proceso de selección que se da sobre un grupo de
unidades neuronales. Dice que solo las operaciones motoras y sensoriales
básicas como los reflejos se hallan programadas desde el nacimiento. El infante
es entonces libre de construír un mundo de significados y referencias
personales que son reflejo tanto de sus experiencias con el entorno como
también de su percepción interna. Concuerda con las ideas de Stern, cuyas
observaciones lo llevaron a estudiar la emergencia del self. El infans
correlaciona activamente, categoriza y conecta experiencias en el contexto de la
experiencia yo-otro con una figura materna o cuidador. Trabajando sobre las
ideas de Edelman, Modell sostiene que el mapa neuronal son sistemas
simbólicos de significado que reflejan cómo se crea y recrea el self a través de
la internalización de la experiencia.
Al examinar el status científico del psicoanálisis, Edelson dice que el
problema mente-cuerpo es en esencia una cuestión metafísica acerca de la
naturaleza última del ser y en consecuencia no puede ser resuelta a través de la
presentación de datos empíricos. Según él, es más útil reconceptualizar todo
considerando que se trata de una relación entre dos disciplinas o teorías(de la
neurociencia y de la mente). Sugiere que como el psicoanálisis es una teoría de
los estados mentales que incluye representaciones simbólicas del self y de los
otros, no puede ser reducido a explicaciones neurocientíficas. Sin embargo, este
punto es compatible con el materialismo ya que todos los estados mentales
residen en un cuerpo y existe un estado físico que coexiste con cada estado
mental. No puede reducirse lo mental a lo físico.
El materialismo puede acomodar un amplio abanico de concepciones
acerca de la relevancia de la psicología y la teoría de lo mental. Si bien la mayor
parte de los autores coincidirá en la formulación de que lo mental puede ser
comprendido como la actividad del cerebro, no todos coinciden en que tal
conclusión conduce a un materialismo reductivo. Searle desestima toda
dicotomía entre físico y mental y habla de la irreducible subjetividad de lo mental.
En su teoría, naturalismo biológico, la conciencia es un rasgo de elevado nivel
del cerebro, pero no puede reducirse a un fenómeno en tercera persona que sea
estudiado por los neurocientíficos. La conciencia implica un estado y procesos
subjetivos que solo pueden ser experimentados por un sujeto conciente y por lo
tanto está en el dominio de los fenómenos de primera persona.
McGinn sostiene que no podemos resolver el problema mente-cuerpo
porque es imposible ver lo mental. La conciencia se basa en la introspección y lo
cerebral en la percepción. Podemos estudiar el cerebro y realizar correlaciones
físicas de un estado de conciencia con PET, pero eso es muy distinto de la
percepción del estado de conciencia del individuo mismo.
Lo cierto es que la experiencia afecta al cerebro. El flujo cerebral varía
en la corteza órbito-frontal, en estado de reposo, comparado con imaginar o
evocar estados de tristeza. El cerebro se construye en un complejo interjuego
de elaboración entre genes y ambiente y la experiencia del organismo en
relación con él crea patrones de conexión neural.
Los neurotransmisores
Existe evidencia, en seres vivos inferiores, de que la experiencia
ambiental afecta profundamente el sistema nervioso. Yeh (1996) logró discernir
en un molusco que su respuesta refleja del movimiento de la cola, utilizada como
reflejo de lucha y huida en presencia de serotonina difería según el status del
animal: cuando era dominante este neurotrasmisor estimula la descarga
neuronal, y cuando es dominado o subordinado la descarga neuronal se
suprime. Vale decir que la respuesta a la serotonina no se halla codificada de
manera fija, sino que se modifica por el rol social.
También en los monos,se han observado cambios bioquímicos duraderos
en función de las modificaciones vinculares. Suomi (1991) estudió la conducta en
monos separados de sus madres en la infancia. Los mismos manifestaban
anormalidades en situaciones de estrés. También se advertían diferencias
cuando se comparaba la crianza por madres de adopción con la de madres
biológicas, en separaciones realizadas en los primeros seis meses de vida. En
los primeros los niveles plasmáticos de cortisol y ACTH eran más elevados que
en los monos criados por sus propias madres. Además era menor el nivel de
noradrenalina en el líquido cefalorraquideo y más elevada la concentración de 3-
metoxi-4-hidroxifenilglycol. Así se confirmaría la importancia del apego, según
Bowlby, en los comienzos de la vida. Es de destacar asimismo que las madres
sustitutas no resultaban tan efectivas como las madres biológicas para ofrecer
una base segura para la exploración de nuevas situaciones y disminuir el temor.
Los estudios de Suomi destacan la importancia de la naturaleza del vínculo
temprano para la salud mental y la necesidad de tener en cuenta la
vulnerabilidad genético-constitucional. Un 20% de los monos criados por sus
madres reaccionó ante breves separaciones con un incremento del cortisol y
ACTH, reacciones depresivas y exagerado incremento del turn over de
noradrenalina. No obstante, esta vulnerabilidad innata se evitaba cuando la
adopción se llevaba a cabo por madres excepcionalmente dotadas para la
crianza. Puede considerarse que estas madres ayudaron al desarrollo de una
sensibilidad innata de los monos, de una manera adaptativa .
Tampoco resulta igual el desarrollo a cargo de madres ansiosas en
comparación con madres normales. Los monos hijos de las primeras muestran
tardíamente, en la adolescencia, dificultades en la interacción social y la
conducta subordinada. Esto coincide con lo señalado por el psicoanálisis acerca
de que el trauma temprano produce efectos psicopatológicos tardíos.
Parece que hubiera épocas en la vida durante las cuales la expresividad
de un gen dependerá de cierto tipo de influencias. Algunos autores sugieren que
el trauma afecta la madurez estructural del cerebro. Pynoos (1997) dice que el
trauma induce cambios en la neuromodulación y la reactividad fisiológica que se
manifiesta como ansiedad asociada con expectativas traumáticas y aumento de
la atención a los estímulos externos para detectar el peligro. Perry y col. (1995)
postula que el trauma infantil puede alterar el cerebro medio, el límbico y las
estructuras del tronco cerebral por modificaciones secundarias a reacciones
extensas de alarma. Afirma que el desarrollo cortical puede retrasarse por
experiencias de abandono y privación en épocas tempranas de la vida.
Existen estudios en pacientes con estrés postraumático con abuso infantil
físico y sexual, que presentan una disminución del volumen del hipocampo en
comparación con sujetos de control.
Los ejemplos hasta aquí señalados permiten considerar la enfermedad
como una resultante de la interacción entre vulnerabilidad genético-
constitucional y factores de estrés ambiental que la activan.
En la fobia social se ha comprobado que los niños con inhibición
presentaban un menor umbral de respuesta límbico-hipotalámica ante cambios
inesperados del entorno o eventos nuevos que no se logran asimilar con
facilidad. En algunos casos en los que se estudiaron a los padres, se observó
que éstos padecían con mayor frecuencia inhibición y angustia. Podría
suponerse que los hijos con inhibición que luego desarrollan trastornos de
ansiedad, han estado expuestos a padres ansiosos, que transmiten a sus hijos
que el mundo es un lugar peligroso.
Uno de los autores que más se ocupó de estudiar la interrelación entre
trauma ambiental, genética y vulnerabilidad psicológica es Kendler (1993). En su
investigación sobre 680 mujeres gemelas con estudios genéticos y tendencia a
la depresión, halló que los factores genéticos juegan un rol sustancial pero no
determinante en la etiología. El factor de predicción y riesgo más importante fue
el estrés reciente. Destaca este autor que un tercio de los que desarrollaron
depresión luego del estrés, eran personas que se ubicaban en situaciones de
alto riesgo.
No puede soslayarse en estas consideraciones, la importancia del
significado personal que tiene el estrés. No basta que se trate de un hecho
negativo. Importarán la vulnerabilidad genética, la historia personal, las
condiciones del presente en que se produce la experiencia y la interpretación
que cada sujeto le atribuye, además de los recursos de sostén de que disponga
ante tales circunstancias.
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D. I. Burin*
Resumen
Este artículo presenta una articulación posible entre cognición, emoción
y psicoterapia desde la perspectiva neurocognitiva del procesamiento en
memoria. En primer lugar se revisa una propuesta de arquitectura funcional de
la mente haciendo énfasis en la diferencia entre los modos explícito e implícito
de procesamiento. El primero alude a una forma de funcionamiento cognitivo
principalmente consciente, con esfuerzo atencional, flexible y maleable, y
pasible de ser traducido a formato linguístico-proposicional. El segundo
describe aquellos sistemas cognitivos que operan por fuera de la conciencia,
de forma automática, sin requerimientos atencionales, y con múltiples formatos
de representacion. Luego se revisa, en la teorización sobre emociones, el papel
del appraisal cognitivo, y el recorrido que va desde las primeras concepciones
sobre la cognición en la emoción, para luego presentar una visión
neurocognitiva que integra las dos vías de procesamiento neurocognitivo en la
generación de estados emocionales. Finalmente se exploran las implicancias
de esta visión en la psicoterapia cognitivo-conductual. La perspectiva aquí
planteada tiene ramificaciones y puntos de contacto con otras orientaciones en
teorías de la personalidad y psicología clínica.
Summary
From a cognitive neuroscience perspective, interconnections among
cognition, emotion and psychotherapy are proposed. A functional architecture of
the mind is reviewed first, highlighting explicit and implicit modes of processing.
The former refers to cognitive functioning that is mainly conscious, requires
attentional effort, operates in a flexible way, and can be easily expressed in a
linguistic-propositional format. The latter describes cognitive systems operating
outside consciousness, in an automatic way, with minimal attentional load, and
in various representational formats. After revising the role of cognitive appraisal
in emotion theory, a neurocognitive model that integrates both processing
modes, explicit and implicit, in the generation of emotional states is presented.
Finally, consequences of this perspective about cognition and emotion for
psychotherapy are explored.
Visión neurocognitiva
Este artículo presenta una articulación posible entre cognición, emoción
y psicoterapia cognitivo-conductual desde la perspectiva de la psicología
académica actual, camino de la integración con las neurociencias. Tal
focalización deja de lado numerosos puntos de contacto con la psicología de la
*
E-mail: dburin@psi.uba.ar. Programa de Estudios Cognitivos. Facultad de Psicología, UBA
personalidad y otras orientaciones en psicología clínica, algunos de los cuales
se sugieren al final del presente texto.
La psicología cognitiva constituye la metateoría dominante en la
psicología académica desde fines de 1960 (Duarte, 1996; Gardner, 1985;
Riviere, 1991). Entre sus rasgos definitorios cabe consignar la adopción de la
analogía del ordenador como fuente de inspiración para la modelización de las
estructuras y los procesos de la mente, y el funcionalismo metodológico, que
legitima el estudio de los procesos y estados mentales (el "software") con
independencia de su base física de instanciación (el "hardware"). La indagación
por los componentes y la forma de procesamiento, siguiendo los preceptos de
la ciencia empírica, da preferencia al método experimental para la
contrastación de hipótesis, pero incluye también la simulación como forma de
modelización abstracta.
Desde fines del siglo XX (década del '80 en adelante) la psicología
cognitiva se ha desplazado de una visión funcionalista a ultranza para adoptar
criterios de convergencia con las neurociencias, integrándose en el campo de
las "ciencias de la mente" (Le Doux, 1999) o "neurociencia cognitiva" (e.g.
Kosslyn, 1994, 1995). Antes de ello, la psicología cognitiva se dedicaba a las
descripciones funcionales del sistema de procesamiento humano sin apenas
referencias a su sustrato neural; la neurología y neuropsicología, a las
descripciones clínicas de las consecuencias de una u otra lesión cerebral
apelando a modelos psicológicos de principios del siglo XX o de sentido
común; y los estudios de mecanismos neurales a niveles microscópicos
quedaban divorciados de un referente en la actuación compleja de los
organismos, a no ser por modelos de comportamiento animal de raíz
conductista, por citar algunas de las disciplinas constituyentes del campo de las
ciencias de la mente. Si bien ya antes de la década del ´80 habían existido
influencias cruzadas, asistimos en esa década al reconocimiento explícito de
trabajo conjunto, impulsado en gran parte por los avances en la tecnología de
neuroimágenes (Kosslyn, 1994). Se comenzó a buscar activamente validación
de los modelos cognitivos con referencias neuroanatómicas o neurofisiológicas,
no como especulación de posibilidad, sino incluyendo en los experimentos
variables "neuro" (tipo de lesión cerebral, zonas del cerebro activadas según
PET, SPECT, fMRI o refinamientos en EEG) a la vez que indicadores de
ejecución tradicionales como tiempos de reacción y tipo de respuestas. Por su
parte, clínicos e investigadores del cerebro adoptaron modelos procedentes de
la psicología cognitiva para entender los correlatos mentales y conductuales del
funcionamiento cerebral.
Conclusión
En los años ´90 se ha conformado un marco de estudio integrativo para
la comprensión psicológica, las ciencias de la mente o neurociencias
cognitivas. Esta perspectiva ha permitido un conocimiento detallado y rico de
muy diferentes sistemas, procesos y representaciones que conforman la
mente humana. Se ha pasado de una analogía funcional con la computadora y
los procesos de cómputo proposicionales a una arquitectura funcional compleja
en la cual se implementan representaciones de muy diversa naturaleza. Dentro
de esta arquitectura se han distinguido dos modos de funcionamiento mnésico,
explícito e implícito, soportados por distintos sistemas. Esto implica diferentes
reglas de operación y representaciones.
El procesamiento de un suceso emocional también conlleva el
funcionamiento de estas dos modalidades. En particular, la vía implícita es
esencial para que se vivencie la carga afectiva, pues de ella depende la
activación psicofisiológica. El recuerdo declarativo verbal de una emoción es
diferente de la memoria emocional en acto. El origen de los síntomas
corporales en los trastornos de ansiedad es producto de la vía implícita. Por
ello, el procesamiento emocional o elaboración que se realiza en la terapia
cognitivo-conductual se vale de variadas técnicas, que apuntan a
representaciones conscientes y no conscientes, accesibles verbalmente o
situacionalmente. El trabajo de la terapia consiste tanto en la modificación
conductual en acto como en el cambio e integración de creencias y reglas
acerca de sí mismo y del mundo.
En la medida en que avance la comprensión de las ciencias de la
mente a nivel básico, se seguirá contribuyendo también a sus aplicaciones,
como la clínica. Ya se observa la aplicación de la neurociencia cognitiva a la
conceptualización teórica. Una visión integradora seguramente incluirá en el
futuro otros agentes terapéuticos, como los farmacológicos, dentro de este
marco que permite eludir tanto el dualismo como el reduccionismo biologicista.
Como se mencionó en la introducción, la perspectiva aquí presentada
tiene puntos de contacto con otras perspectivas. Por ejemplo, entre las teorías
comprehensivas de la emoción, los modos implícito y explícito de
procesamiento pueden mapearse, o contrastarse, con la teoría de
procesamiento de imágenes emocionales en Lang (1979), o con el modelo de
Lazarus. En el terreno de la relación con la personalidad y la psicopatología,
puede haber ramificaciones interesantes, sobre todo para los modelos
interesados en las bases neuropsicológicas (ver p.ej. Revelle, 1995) En la
psicología clínica sería de especial interés explorar las coincidencias y
divergencias con las terapias constructivistas de orientación cognitiva,
sistémica o vivencial (Greenberg, Rice & Elliot, 1996; Neimeyer & Mahoney,
1995). Para estos y otros intercambios sería necesario un espacio expositivo y
de discusión (en el sentido sajón del témino) a cuya creación este artículo
espera contribuir.
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Resumen
El autor considera que modelos complejos como los propuestos en los
escritos tempranos de Freud, en especial el Proyecto de una psicología para
neurólogos, a la luz de los desarrollos actuales en Psicología Cognitiva,
neurociencia y en el Psicoanálisis mismo, permiten investigar la relación entre
cuerpo, cerebro, mente y subjetividad.
Sostiene que Freud construyó un modelo hipotético de sistema neuronal
para articular un sujeto intencional de deseos, afectos y creencias, pero
teniendo en cuenta dos constituyentes causales fundamentales: el cuerpo
propio y el Otro.
Propone que dos propiedades de la Mente y del Lenguaje, la
Redescripción Representacional y la Intencionalidad Recursiva, reconocidos
actualmente, fueron aplicados pr Freud y tienen la potencialidad de contribuir a
explicar la construcción de la subjetividad.
Las operaciones diversas de estas propiedades llevan al Psicoanálisis a
considerar una intencionalidad escindida en fases y en modos intencionales en
tensión y descentrada del sujeto intencional conciente.
Summary
The author considers that complex models such as those proposed in
Freud´s early works, especially in the Project for a Scientific Psychology, in the
light of recent developments in cognitive psychology, the neurosciences and in
psychoanalysis itself, enable us to investigate the relation between body, brain,
mind and subjectivity.
He maintains that Freud constructred a hypothetical model of the neuron
system in order to posit and intentional subject of wishes, affects and beliefs,
while at he same time teking into account two basic casual constituents the
individual´s own body and the Other.
The author proposes that two currently accepted properties of the mind
and the languaje, representational redescription and recursive intentionality ,
were applied by Freud and may potentially contribute to explain the construction
of subjectivity.
The diverse operations of these properties lead psychoanalysis to
consider a split intentionality, in phases and intentional modes that are in a state
of tension and decentered from the conscious intentional subject.
1. Introducción
Todos aquellos que nos ocupamos de las problemáticas que hacen a la
subjetividad de los seres humanos estamos convocados a tomar una posición
frente a la complejidad implicada en articular conceptos referidos al cuerpo con
aquellos derivados del campo de la subjetividad: cómo relacionar al sujeto con
su cuerpo, al cerebro con la subjetividad. Diversas son las respuestas que se
*
Profesor de Psicología y Psicoanálisis de la
Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
dan dentro de la Neurociencia, de la Filosofía de la Mente, de la Psicología
Cognitiva y aun del Psicoanálisis.
Sólo puedo hablar desde este último y lo hago con el deseo de
esclarecer algunas de las articulaciones en torno a esta problemática que está
en la base de la teoría psicoanalítica y que, en nuestro caso, marcan la
dirección de la cura. Es frecuente en el diálogo con colegas encontrar algunos
deslizamientos que sesgan la línea tomada por Freud, y que a mi entender,
dependen de las conceptualizaciones que se hacen del cuerpo y de la
representación en Psicoanálisis.
Dentro de esta cuestión epistemológica la concepción cartesiana, que
establece ese clivaje fundamental entre “sustancia extensa” y “sustancia
pensante” marcando el inicio de la ciencia moderna, continúa constituyendo un
punto de referencia para todo aquello que se reflexiona, convergente o
divergentemente, en torno a la concepción del sujeto. Tal vez no podamos
concebir nunca teorizaciones que superen totalmente el hiato entre lo físico y lo
mental, tal vez constituya más que un “problema” un misterio en el sentido que
le da Chomsky a aquellas problemáticas que exceden la capacidad humana
para ser comprendidas, ese misterio que implica el nacimiento de la psique,
que siempre ha fascinado y acuciado al hombre al ver nacer y morir a su
semejante, y saber que allí ocurre algo en el cuerpo en relación a la
subjetividad.
Quisiera, a través de algunos modelos de la Teoría Psicoanalítica,
reflexionar sobre lo que creo que hoy constituyen esos dos deslizamientos que
han ocurrido en nuestro campo (Canteros, 2000a, 2000b). Lo que podemos
llamar la metáfora cerebral, aquella según la cual la subjetividad puede ser
reducida o sustituida por el funcionamiento cerebral, y la metáfora lingüística
que, en cambio, define la subjetividad predominantemente como efecto de
determinadas articulaciones lingüísticas. Pero como dice Pinker (Pinker, 1994),
y quizás por un movimiento pendular, luego de años de hegemonía de la
Metáfora Standard de las Ciencias Sociales (MSCS), aquella que sostiene que
somos fundamentalmente efectos del mundo social, renace hoy, de una forma
a veces algo extrema, el intento de reducir lo mental a lo biológico. Si bien es
difícil desconocer algún grado de “construcción social de la mente”, es decir,
que la subjetividad se constituye a expensas del Otro, no se debería
desconocer que esos efectos del Otro operan sobre un cuerpo que tiene más
“relieves”, en el sentido de diferenciaciones, surcos, pliegues, que los que
hasta ahora se suponía, y cuando digo relieves, me refiero tanto a la superficie
del cuerpo, lugar privilegiado del encuentro del sujeto con el Otro, como a las
diferenciaciones y modularizaciones de las funciones cerebrales y de las
competencias cognitivas propias de dominios específicos, que habrán de dar
soporte, apoyatura, en el sentido freudiano (Freud, 1905b) a la intervención de
ese Otro, segmentando y modalizando todo lo que de aquél provenga, cosa
que se hace evidente en aquellos trastornos del desarrollo en los cuales estos
registros están en déficit.
Debemos entender que el avance de los estudios de la mente infantil y el
mismo avance del conocimiento sobre el funcionamiento cerebral, si bien
limitarán la metáfora lingüística, como ya comienza a vislumbrarse, acotarán
también la metáfora cerebral. Aunque sepamos que la mente no es una tábula
rasa y que el niño viene al mundo con más competencias específicas que las
que se creía, consiste un error frecuente de alguna de las versiones de la
metáfora lingüística el desconocer o desvalorizar las diferenciaciones que no
provienen del Lenguaje, relegándolas a una naturaleza confundida con la
naturaleza animal.
Justamente, gran parte de las investigaciones actuales, por ejemplo, en
la línea de Dalmasio (Dalmasio, 2000; Ziehr, 2001), muestran cómo la
construcción cerebral se va realizando en su interacción con el medio y, por
supuesto, con el Lenguaje y con los otros. Así Karmiloff-Smith (Karmiloff-Smith,
1992), por ejemplo, articulando posiciones antagónicas como el innatismo de
Fodor (Fodor, 1983) y el constructivismo de Piaget (Piaget, 1970), sostiene que
si bien la mente y el cerebro tienen una estructura modular, sufren el proceso
de modularización durante el desarrollo en la medida que el sujeto interactúa
con el medio.
Se espera que nuevas investigaciones logren mostrar cómo los circuitos,
los engramas, las redes neuronales, son trabajadas, moduladas o establecidas
por el ambiente social.
No sé, sin embargo, si podremos llegar a hacer totalmente transparente
el estatuto de esa interacción o correspondencia entre las articulaciones entre
elementos neuronales o físico-químicos (propias del cerebro) y las
articulaciones entre elementos semióticos simbólicos (propias del lenguaje y de
la mente), para lo cual creo que es útil recurrir a concepciones amplias,
extensivas, de sistema semiótico.
Es justamente en el seno de esta dificultad donde hoy se abordan,
desde ciertas concepciones materialistas, conceptos que tradicionalmente
ubicaríamos como pertenecientes a la “sustancia pensante”, tales como las
nociones de sujeto, self, yo y conciencia. Se ha hecho cada vez más presente
en las últimas dos décadas, en el interior de la Neurociencia y de la Filosofía de
la Mente, el interés por estas problemáticas (Damasio, 2000; Gazzaniga, 1998;
Humphrey, 1992; Dennett, 1995; Churchland, 1984) que no habían encontrado
fundamentos, sin embargo, en las investigaciones neurológicas como para
identificar los mecanismos productores de esas funciones psíquicas, como se
habría esperado acorde a la metáfora cerebral. La anhelada correlación entre
la supuesta centralidad de la corteza cerebral y la supuesta centralidad del yo
de la atribución consciente comenzó a ser cuestionada por los mismos
desarrollos neurocientíficos (Gauchet, 1992).
1
Como en el PPN (Freud, 1895b), en la “Carta 52” (Freud, 1896), y en el “Manuscrito G”
(Freud, 1897), para finalmente establecerlos en la Interpretación de los sueños (Freud, 1900),
la Metapsicología (Freud, 1915), el Yo y el Ello (Freud, 1923).
2
“Casi ajenos a nuestra percepción consciente, los sistemas instalados en el cerebro trabajan
por sí solos, automáticamente y concluyen su trabajo medio segundo antes de que la
información procesada alcance nuestra conciencia. En realidad, no es sorprendente que la
mayor parte de la actividad cerebral ocurra fuera de la conciencia” (Gazzaniga, 1998, pág. 93).
3
“La naturaleza se las ha arreglado para tener las dos cosas, lo mejor de los sistemas
estúpidos pero rápidos y lo mejor de los sistemas contemplativos pero lentos, simplemente
negándose a elegir entre ambos (Fodor, 1985, p.4).
En cuanto a las reflexiones sobre la relación del sujeto psíquico con el
cerebro, si bien Freud sostiene en el PPN la idea de “localizar” al sujeto en una
hipotética “trama neuronal”, en la “Carta 52”, en cambio, el soporte neuronal le
está sólo supuesto a los “múltiples sistemas” de trascripción y en la
Interpretación de los sueños Freud (1900) ya plantea una separación
epistemológica, o mejor diría metodológica4, entre los sistemas mnémicos,
comparables a las imágenes virtuales de la óptica, y la trama neuronal. En el
Esquema de psicoanálisis (Freud, 1938), finalmente, el cerebro será para
Freud, desde un punto de vista exterior, podríamos decir desde una “psicología
en tercera persona”, el “escenario” de la vida mental, y desde otro punto de
vista, “interior”, el “concomitante5 somático” que habría de completar al sujeto
lacunoso de la conciencia, concomitante que Freud propone sustituir por el
“sujeto del inconsciente”, en tanto “eslabones simbólicos para la serie
psíquica”. Es decir, su propuesta final es mantener los “enunciados o
explicaciones psicológicas”, diferenciándolas de los “enunciados o
explicaciones extensionales”, y no acordar con “enunciados o explicaciones
mixtas”, lo que no implica no reconocer el “concomitante físico”.
En cambio, la hipótesis sobre la relación del sujeto psíquico con el
cuerpo propio la mantendrá a lo largo de toda su obra, tanto como cuerpo
fuente de la pulsión, cuanto como cuerpo fuente y objeto de la Necesidad
Objetiva, del Ananké (Canteros, 1992).
4
“La idea que así se pone a nuestra disposición es la de una localidad psíquica. Queremos dejar
por completo de lado que el aparato anímico de que aquí se trata nos es conocido también como
preparado anatómico, y pondremos el mayor cuidado en no caer en la tentación de determinar
esa localidad psíquica como si fuera anatómica. Nos mantenemos en el terreno psicológico y solo
proponemos seguir esta sugerencia: imaginamos el instrumento de que se valen las operaciones
del alma como si fuera un microscopio compuesto una aparato fotográfico, o algo semejante. La
localidad psíquica corresponde entonces a un lugar interior de un aparato, en el que se produce
uno de los estadios previos de la imagen.” (el subrayado es nuestro)
5
Recordemos cómo lo dice Freud en la interpretación de los sueños:
“Evitaremos cualquier abuso de este modo de figuración si recordamos que representaciones,
pensamientos y, en general, productos orgánicos del sistema nervioso, sino, por así decir, entre
ellos, donde resistencias y facilitaciones constituyen su correlato.” (Freud, 1900, pág. 598/99).
“Esta inexistencia intencional es exclusivamente propia de los
fenómenos psíquicos. Ningún fenómeno físico ofrece nada semejante. Con lo
cual podemos definir los fenómenos psíquicos diciendo que son aquellos
fenómenos que contienen en sí, intencionalmente, un objeto” (Brentano, 1874).
9
Podemos considerar la Representación-Cosa como propia del Lenguaje del Inconsciente,
mientras que la Representación-Palabra como propia de la estructura del preconsciente,
corresponde al Lenguaje Natural, existiendo entre ambas una “interfase”.
a mi entender, en desacoples o diferenciaciones de ciertos constituyentes
simbólicos.
A partir de los Signos Perceptivos de las vivencias de satisfacción y de
dolor, se produce una primera RR como representación de afectos y de
deseos, que implican un cierto grado de diferenciación entre presencia y
ausencia -el “mero representar”-, y que constituye un modo intencional en
primer grado. Luego, su RR con el juicio –juicio de discernimiento (Urteil)–,
produce un desacople entre propiedades, causa-consecuencia, sujeto-atributo,
tema-rema, que dan lugar a la Representación-Cosa, que constituye una
intencionalidad de segundo grado. Una nueva vuelta de tuerca, un nuevo paso
de RR, corresponderá a las Representaciones-Palabras, al “yo oficial”, que
produce un desacople entre “rol” y “ocupante de rol” y entre el "sujeto del decir”
y el “sujeto del hacer”: “¿Qué hace Ud., tío?”, preguntará Catalina (Freud,
1895c) en la experiencia de seducción, pregunta sobre la Intencionalidad del
Otro, opaca a su decir. La pregunta es una expresión del registro de esa
diferencia entre sujeto del enunciado (el decir) y sujeto de la enunciación (el
hacer), registro que a mi entender significa el paso que se da entre
Representación-Cosa, como sistema de diferencia de los significantes de
“roles” o de “lugares” de la estructura, a Representación-Palabra, como sistema
de diferencias entre los significantes de los “ocupantes de rol”, o las
representaciones y personajes que ocupan un lugar de la estructura, y
fundamentalmente, como veremos luego, entre contenido intencional y modo
intencional. Así se alcanza una intencionalidad de tercer grado10.
Se trata de sucesivas producciones de “sentido”, efecto de la inscripción
de una vivencia en distintos sistemas semióticos, con distintos códigos. Cada
sistema re-inscribe lo inscripto en un sistema simbólico “anterior” con un
incremento de complejidad. Se puede considerar que estas Re-escrituras
pueden recorrerse en ambos sentidos, con producción de nuevos sentidos o
con pérdida de ellos, como por ejemplo, se plantea alrededor del concepto de
regresión en Psicoanálisis.
Es el aporte de la clínica lo que lleva a Freud a enfocar algunos aspectos
de la RR que hacen a su concepción de sujeto e intencionalidad. Si las
transcripciones lograsen recubrir acabadamente las descripciones anteriores
dentro de las características del nuevo sistema simbólico, se podría producir un
“sujeto coherente”.
Sin embargo, para el Psicoanálisis, el sujeto se topa con la imposibilidad
de la traducción de sus representaciones anteriores a los nuevos códigos. Se
presentan desfasajes, lo que es propio de la reinscripción representacional en
distintos sistemas semióticos que no tienen entre sí una correspondencia
unívoca, así como por ejemplo ocurre entre Representación-Cosa y
Representación-Palabra. Se produce, entonces, un sujeto no coherente11 que
será aquel que devendrá en sujeto del síntoma, pero también, por un proceso
recursivo sobre lo no traducido, en sujeto de la ficción y de la metáfora. Si al
10
“... los interlocutores competentes poseen ese nivel de intencionalidad consistente en tener
procesos mentales acerca de los procesos mentales de otros y saber que éstos pueden versar
sobre los propios, al que denominábamos en el capítulo anterior “intencionalidad de tercer
orden” (también podríamos hablar de “intencionalidad recursiva”, empleando el concepto de
recursividad en un sentido muy lato)” (Rivière, 1991).
11
Tal como se presenta en el Proyecto el sujeto del llamado Prôton pseudos. Podría llamarse
también “atribución errónea”, silogismo con conclusión falsa por error de una de las premisas,
consecuencia de atribuir al presente una propiedad perteneciente al pasado.
primero, al “yo coherente”, correspondería una intencionalidad referencial
transparente (por ejemplo, el miedo a un perro puede ser interpretado en
función de que fue un perro el que causó el dolor de una mordedura real), al
segundo le corresponde, en cambio, una intencionalidad referencial opaca (por
ejemplo, el miedo a salir a la calle a ir de compras, como en el caso Emma,
tiene una referencialidad poco evidente), referencialidad que sólo se explica por
una “cosa otra”, la Experiencia Primordial, la Experiencia de Seducción, es
decir, el encuentro con el Otro del goce sexual. Aunque se la suponga luego
ficcional, la Experiencia de Seducción remite al descubrimiento “traumático” del
Otro del deseo o del goce sexual, descubrimiento realizado en el Otro del
cuidado, que se anticipa en el sujeto a su propia capacidad de comprensión.
En el Proyecto podemos decir que queda pendiente la pregunta de
Emma, que surge en el recuerdo de la Experiencia de Seducción ¿Por qué
concurrí allí la segunda vez?, que Freud retomará más adelante en torno al
compromiso eludido del sujeto con su palabra y con su vida. Dirá, por ejemplo,
a su paciente Dora ¿en qué está Ud. implicada, Dora al prestarse a los
manejos de su padre? (Freud, 1905a), pregunta sobre una intencionalidad en
cuarto grado que es la que deviene de la posición del sujeto con respecto a su
propia enunciación, sea esta en palabras o en actos y que representa el aporte
del Psicoanálisis al estudio de la subjetividad.
12
“Supongamos ahora que el objeto que brinda la percepción sea parecido al sujeto, a saber,
un prójimo. En este caso, el interés teórico se explica sin duda por el hecho de que un objeto
como este es simultáneamente el primer objeto-satisfacción y el primer objeto hostil, así como
el único poder auxiliador. Sobre el prójimo, entonces, aprende el ser humano a discernir. Es
que los complejos de percepción que parten de este prójimo serán en parte nuevos e
incomparables –p. ej., sus rasgos en el ámbito visual–; en cambio, otras percepciones visuales
–p. ej., los movimientos de sus manos– coincidirán dentro del sujeto con el recuerdo de
impresiones visuales propias, en un todo semejantes, de su cuerpo propio, con las que se
encuentran en asociación los recuerdos de movimientos por él mismo vivenciados. Otras
percepciones del objeto, además –p. ej., si grita– despertarán el recuerdo del gritar propio y,
con ello, de vivencias propias de dolor. Y así el complejo del prójimo se separa en dos
componentes, uno de los cuales impone por una ensambladura constante, se mantiene reunido
como una cosa del mundo mientras que el otro es comprendido por un trabajo mnémico, es
decir, puede ser reconducido a una noticia del cuerpo propio. A esta descomposición de un
complejo perceptivo se llama su discernimiento; ella contiene un juicio y halla su término
cuando por último alcanza la meta. El juicio, como se advierte, no es una función primaria, sino
que presupone la investidura, desde el yo, del sector dispar; en principio no tiene ningún fin
práctico, y parece que al juzgar se descarga la investidura del ingrediente dispar, pues así se
explicaría por qué las actividades, “predicados”, se separan del complejo-sujeto mediante una
vía más laxa” (Freud, 1895a). (El subrayado es nuestro)
constituye el lenguaje humano requiere, cuando menos una intencionalidad de
tercer orden (algo similar a ‘saber que el otro sabe que yo sé...’” (Rivière,
1991).
13
Según Karmiloff-Smith esa RR implica, a su vez, el pasaje de una “mente implícita” (digamos
una “mente en sí”) a una mente “explícita” (una “mente para sí”), lo que significa que la mente
misma pueda operar ahora con ese contenido explicitado, posibilitando entonces procesos
recursivos, a su vez explícitos.
14
Damasio, 2000; Bruner, 1984.
que sostiene fundamentalmente las transformaciones de las Escenas
Inconscientes que se producen a través de una RR.
Se puede sostener que hay tres líneas conceptuales en Freud que es
necesario articular para explicar el sujeto desde el Psicoanálisis: una “Teoría
Representacional de la Mente” (TRM), que implica una Redescripción
Representacional (RR), tal como se observa en la “Carta 52”, una “Teoría
Pulsional de la Mente”, necesaria para sostener una Intencionalidad Recursiva
(IR), tal como se observa en las “Teorías sexuales infantiles”, y una “Teoría
Narrativa de la Mente” (TNM), que requiere de la articulación, el desacople y
las transformaciones entre “sujetos intencionales” y “contenidos intencionales”,
tal como se haya presente en los historiales, por ejemplo, el del “Hombre de los
lobos” (Freud, 1918).
Este es, a mi entender, el efecto de la Teoría Narrativa de la Mente en la
constitución subjetiva, más que la idea de que se trata solo de un relato
manifiesto, autobiográfico como constitutivo del Yo15 (Gazzaniga, 1998),
producido por algún supuesto intérprete, sea interior al hemisferio izquierdo, o
exterior aún al sujeto. No creo que el sujeto esté construido por “un relato
biográfico explícito de su historia de vida” sino que está determinado por
escenas, que obran como condiciones, en el sentido de restricciones y
posibilidades, que son las que constituyen la articulación histórica, biográfica,
producida entre el “cuerpo” del sujeto y los Otros del Cuidado que encarnan, a
su vez, al Otro de la vida sexual, es decir, en tanto sujetos portadores de
deseos. Estas escenas son el material sobre el que actúa la RR, originando
otras Versiones de esas escenas de las que el yo no es necesariamente el
centro de gravedad de la narración, tal como lo sugiere Daniel Dennett16. Serán
15
“La misma investigación del cerebro escindido que reveló asombrosas diferencias entre
ambos hemisferios también mostró que el izquierdo cuenta con un intérprete, cuya tarea es
explicar nuestra conducta y nuestras reacciones cognitivas o emocionales ante los desafíos del
entorno. El intérprete establece un relato continuo de nuestros actos, emociones, pensamientos
y sueños. Es el pegamento que unifica nuestra historia y crea nuestra sensación de ser gente
racional completo. Aporta a nuestro caleidoscopio de instintos individuales la ilusión de que
somos otra cosa de lo que somos. Construye teorías acerca de nuestra propia vida y esta
narrativa de nuestra conducta pasada nos permea la conciencia. Así pues, el problema de la
conciencia es manejable: no necesitamos buscar el código de alguna vasta red neuronal
interactiva. Finalmente, las cosas se aclaran, la inserción de un intérprete en un cerebro que
funciona libera todo tipo de subproductos. Un dispositivo que inquiere la relación de un número
infinito de cosas entre sí y genera respuestas productivas no puede sino dar nacimiento al
concepto de self. Seguramente una de las preguntas del dispositivo sería: ‘¿Quién está
solucionando estos problemas?’. Digamos que ‘yo’, y el problema desaparece. El dispositivo
que cuenta con normas para esclarecer la relación entre cosas diversas se refuerza para
cumplir esta acción, tal como la resolución del problema del alimento cotidiano refuerza los
dispositivos para buscar comida de la hormiga. Nuestros cerebros son automáticos porque el
tejido físico se encarga de lo que hacemos. ¿Cómo podría se de otro modo? El cerebro hace
las cosas antes de que nuestro self conceptual lo sepa. Pero este self conceptual crece y
crece, hasta alcanzar proporciones tales que el hecho biológico choca con nuestra conciencia,
sin paralizarnos. Por una parte, la interpretación de los sucesos pasados nos libera de la
sensación de estar aherrojados por las demandas del entorno y, por otra, produce la grata
sensación de que gobernamos nuestro destino. Los éxitos racionales cotidianos nos convencen
de nuestra importancia capital. Quizá el conocimiento nos permitirá conducir al cerebro
automático hacia mayores logros y a un gozo más completo de la vida” (Gazzaniga, 1998,
págs. 219/221).
16
“Nuestras historias se urden, pero en gran parte no somos nosotros quienes las urdimos;
ellas nos urden a nosotros. Nuestra conciencia humana, nuestra egoticidad narrativa, es su
producto, no su origen. Estas secuencias o flujos narrativos surgen como si fueran emitidos por
en esas Versiones Múltiples (Dennett, 1995) donde el sujeto ha de ser
“localizado”, “inferido”.
una misma fuente, no en el claro sentido físico de surgir de una boca, de un lápiz o de una
pluma, sino en un sentido más sutil: su efecto sobre una audiencia es el de animarla a (intentar)
postular un agente unificado a quien pertenecen esas palabras y sobre quién son esas
palabras: es decir, la animan a postular un centro de gravedad narrativo. Los físicos aprecian la
enorme simplificación que se obtiene al postular el centro de gravedad de un objeto, un único
punto en relación al cual todas las fuerzas gravitatorias pueden ser calculadas. Nosotros, los
heterofenomenólogos, apreciamos la enorme simplificación que se obtiene al postular un centro
de gravedad narrativa para el tejido narrativo de un cuerpo humano. Como el yo biológico, este
yo narrativo o psicológico es otra abstracción, no una cosa en el cerebro, pero, con todo, es un
atraedor de propiedades muy robusto y casi tangible, el “propietario del registro” de todos
aquellos elementos y aquellos rasgos que no han sido reclamados. ¿Quién es el dueño de su
coche? Usted ¿Quién es el dueño de su ropa? Usted. Entonces, ¿quién es el dueño de su
cuerpo? ¡Usted!” [...] “Un yo, de acuerdo con mi teoría, no es un viejo punto matemático, sino
una abstracción que se define por la multitud de atribuciones e interpretaciones (incluidas las
autoatribuciones y las autorrepresentaciones) que han compuesto la biografía del cuerpo
viviente del cual es su centro de gravedad narrativa. Como tal, juega un papel particularmente
importante en la economía cognitiva en curso de ese cuerpo viviente, porque, de todas las
cosas del entorno sobre las cuales un cuerpo activo debe construir modelos mentales, ninguno
es tan importante como el modelo que el agente tiene de sí mismo.”
17
Remedando la expresión Inteligencia Encarnada (IE) (Fodor, 1995).
el sentido de Hilary Putnam (Gardner, 1985), que diferencia la capacidad
cognitiva lógica de sus soportes materiales en los que se realiza. La metáfora
funcionalista nos hace ver cómo las posibilidades que ese sistema lógico,
simbólico, en tanto aparato mecánico-lógico, operan ancladas en cualquier
soporte material. El Funcionalismo sostiene la metáfora del ordenador, es decir,
“somos computadoras” en tanto máquinas productoras de “sentidos” de una
forma ciega al contexto. Sin embargo, nos parece clara también la crítica que
hace Searle al indicar los elementos que podrían faltarle a este procesamiento
de la máquina. Sostiene Searle que la máquina “parece” pensar, pero no es
suficiente una máquina de combinaciones simbólicas para que su producción
sean “pensamientos con significado”. En este sentido Searle plantea que para
que haya significación esa máquina debe estar anclada en un organismo
biológico que él precisa como el “cerebro”. Sostiene que la intencionalidad
emerge del funcionamiento del cuerpo biológico pero entendido sólo como
cerebro, y considera que no hay un hiato sino una equivalencia entre los
estados mentales y los estados cerebrales y que éstos están realizados en el
cerebro y, con lo cual no estamos de acuerdo, causados por el cerebro
(Canteros, 2000a).
Creo que el pensamiento muestra que, además de ser la
implementación de un algoritmo, de un mecanismo inferencial, de combinación
de informaciones, es necesario que esté anclado, realizado en un cuerpo,
como cuerpo biológico, y no sólo en un cerebro. Es necesario un cuerpo propio
que aporta un “contexto indispensable” a la máquina que, en definitiva, deberá
determinar, frente a la representación del “estado de cosas del mundo”, el tipo
de modo intencional del organismo hacia éste. Por lo tanto, debemos sostener
que sólo pueden ser entendidos estos “estados cerebrales” si se producen en
un organismo en contexto, en situación.
En el caso del hombre, el cuerpo propio es fuente de requerimientos al
contexto del orden del “alimento” y del “sexo” o del “hambre” y del “amor”, para
decirlo con la metáfora de Schiller, que toma Freud para clivar el orden de la
necesidad del orden de la pulsión. Esto tiene una importancia práctica evidente:
no se trata en la dirección de la cura sólo de cambiar los “estados cerebrales”
como causa de los “estados mentales”, sino del cambio de la relación del
“organismo”, o del sujeto, en relación con el mundo, con el otro, causa de su
padecer y de la representación de sus estados mentales.
Por lo tanto, debemos sostener que el cerebro-mente no sería eficiente
en su producir intencionalidad si no fuera capaz de articular en ella, en algún
modo “intencional”, “las causas”, el cuerpo-causa, el objeto-causa, con la
representación (reflejándola en las “actitudes intencionales”). Causas que el
Psicoanálisis replantea de la Teleología Evolucionista con la Teoría Pulsional, y
Representación que el Psicoanálisis replantea de la Psicología Intencionalista
con su Teoría de una Representación Inconsciente, “opaca” a la Realidad, en
tanto no directamente transparente a la misma, sino mediatizada por el sujeto.
Podríamos decir que si el sistema cognitivo produce la transformación de las
18
“El sistema nervioso como el cuerpo y el entorno son sistemas dinámicos altamente
estructurados, ricos y complicados, acoplados el uno con el otro en un claro sentido
bidireccional. Las conductas adaptativas “emergen” de la interacción entre los sistemas y se
correlacionan con fenómenos de neuroplasticidad cerebral que le confieren sustrato real
(formación de circuitos de procesamiento) con su correspondiente salida conductual” (Zieher,
2001).
“causas” en “representaciones intencionales“, el Psicoanálisis replantea la
“intencionalidad” tomando la representación como significante y, más aún,
como pregunta por la causa inconsciente.
Las dos coordenadas, o indicadores del orden causal, que el
Psicoanálisis considera básicas para este programa con que procede el
sistema cognitivo, son los significantes del placer-displacer que provienen del
cuerpo propio, marcas “tensivas” de la pulsión, y los significantes del Deseo,
marcas “opositivas” que devienen de la intervención del Otro.
19
“El problema con la solución del homúnculo era que el enano omnisciente urdía el saber para
cada uno de nosotros, pero luego debía enfrentar la dificultad con que nos habíamos topado en
primer lugar: ¿quién urdía su saber? Pues bien, otro enano, claro está, más pequeño aún. A su
vez, este segundo enano habría necesitado un tercer enano omnisciente en su interior. La
cadena era interminable y esta dificultad diferida –conocida como “regresión infinita”–descalificó
definitivamente la solución del homúnculo. Por cierto, la descalificación fue ventajosa, porque
enfatizó la inadecuación de un tradicional “centro” reseñador cerebral para algo tan complejo
como saber. Pero tuvo un efecto álgido en el desarrollo de soluciones alternativas. Creó un
cierto temor al homúnculo, peor que el miedo a volar, que a la postre se convirtió en temor de
especificar un self sapiente, cognitiva y neuroanatómicamente hablando. En otras palabras: de
estar dentro de un pequeño enano cerebral, el acto de saber y de self pasó a no estar en
ninguna parte.” [...] “En otras palabras, la consciencia ampliada es la preciosa consecuencia de
dos contribuciones determinantes: primero, la habilidad de aprender y retener miríadas de
experiencias, previamente conocidas gracias al poder de la consciencia nuclear. Segundo, la
capacidad de reactivar esos registros de manera que –en calidad de objetos– también puedan
generar una sensación de “self conociendo” y por ende ser conocidos.” [...] “Así, la consciencia
ampliada es la capacidad de estar conscientes de una vasta esfera de entidades y sucesos, es
decir, la habilidad de generar una sensación de perspectiva individual, propiedad y agencia,
sobre un ámbito mayor de conocimiento que el evaluado por la consciencia nuclear. La
¿Por qué será necesario que el hombre se considere y considere al otro
un ser con intencionalidad.? En definitiva, si esto no es más que una atribución,
¿por qué es necesaria? ¿Y si fuera solamente una ilusión, una interpretación,
como dice Gazzaniga (Gazzaniga, 1998) del interpretante interno20 ubicado en
el hemisferio izquierdo? Si fuera sólo producto de una interpretación arbitraria
apaciguadora ¿qué valor tendría, tal como parece tener, la Teoría de la Mente,
es decir, aquel módulo cerebro-mental recientemente propuesto, entre otros,
por Alan Leslie (Leslie, 1987) y Angel Rivière (Rivière, 1991), capaz de
interpretar y atribuir intencionalidad a las mentes de los semejantes, y que
implicaría algo indispensable para la interacción social, que le otorga al ser
humano, según esta capacidad, ventajas pragmáticas considerables21? ¿Sería,
entonces, puramente ficcional esa atribución de intenciones al Otro o en
definitiva a nosotros mismos? Podemos pensar que, sin embargo, esa
atribución nos permite un “saber”, sobre la mente del Otro y de nosotros
mismos, que permitiría una ubicación nuestra en tanto agentes de una acción22,
en tanto sujetos anclados a la relación con el Otro y anclados a un “cuerpo
propio”; anclajes que pueden fallar y ese yo, ese sujeto, puede extraviarse en
los vericuetos de la trama donde habrá de faltarle un “hilo de Ariadna” para la
orientación subjetiva.
El Psicoanálisis ha reconocido las limitaciones para saber tanto sobre el
propio deseo como sobre el deseo del otro, que aunque opacos, en tanto
poseedor de “mecanismos recursivos”, el sujeto tiene posibilidades para
aproximarse a ellos (Canteros, 2001).
Es en la multiplicidad de la RR, en serie, de Karmiloff-Smith o de las
Versiones Múltiples, en paralelo, de Daniel Dennett, donde se conserva un hilo,
una “repetición”, que permite lograr cierta unidad en la multiplicidad. La RR,
como ocurre con los procesos recursivos, posibilita versiones mentales
diversas donde hay conservación de lo mismo en lo distinto y, a su vez, hace
sensación de self autobiográfico a la que se atribuye este rango más vasto de conocimiento
incluye informaciones biográficas únicas” (Damasio, 2000, pág. 211/2).
20
Interpretante que nos recuerda el concepto de elaboración secundaria de los procesos
oníricos (Freud, 1900), que otorga coherencia y significación sin cuidado alguno a su
correspondencia con la verdad
21
“Un ejemplo clásico de procedimiento recursivo dotado de parámetros es el de elección del
‘mejor’ movimiento en ajedrez. El procedimiento recursivo que persigue el mejor movimiento
opera mediante la suposición conjetural de una jugada, ¡seguida por la apelación a uno mismo,
puesto en el lugar del oponente! Desde aquí no conjeturará otro movimiento y se pondrá de
inmediato en el papel del oponente de su oponente, o sea en el de uno mismo” (Hofstadter,
Douglas R., 1979, pág. 167).
22
“La primera utilidad de la reseña en imágenes de la relación objeto-organismo es informar al
organismo qué está haciendo. ¿Qué está sucediendo? ¿Cuál es la relación entre imágenes de
cosas y este cuerpo? ¿A quién le están sucediendo estas cosas?” [...] “La estrecha vinculación
entre la regulación de la vida y el procesamiento de imágenes implícito en la sensación de
perspectiva individual. El sentido propietario se oculta, por así decirlo, bajo la sensación de
perspectiva. “ [...] “En el caso de los humanos, la narración no verbal de segundo orden de la
consciencia puede ser traducida de inmediato en lenguaje. Uno podría denominar esta
traducción como narración de tercer orden.” [...] “Cuando pensadores tan diversos como Daniel
Dennett, Humberto Maturana y Francisco Varela hablan de consciencia, habitualmente se
refieren a un fenómeno posterior al lenguaje.” [...] “No tengo problemas con sus postulados,
pero quiero aclarar que en mi propuesta la consciencia ampliada cabalga sobre la consciencia
nuclear que nosotros y otras especies hemos tenido desde épocas inmemoriales, y seguimos
teniendo “ (Damasio, 2000).
de lo mismo algo diverso, lo que puede aparecer, por ejemplo, en las isotopías
del discurso.23
Decíamos que el sujeto se constituye como resultado de una
recursividad en cuarto grado, en la medida que resulta un ser devenido de
adoptar, a posteriori, una posición excéntrica, es decir, sesgada del centro de
gravedad del discurso como sujeto que podríamos llamar modal24, en tanto
rechaza, acepta, quiere, puede, debe, lo que revierte de su propio acto de
enunciación. Esta subjetividad, si bien se “asienta en el cuerpo”, no deviene
sino en forma de bucle (Hofstadter, 1979; Morin, 1992a) de aquél, a través del
discurso del Otro.
Los pasos de esta “constitución subjetiva” parten de una trama corporal,
tal como vimos con el PPN y de una estructura representacional y lingüística,
de la cual sabemos fundamentalmente que proviene del Otro. Entonces, a la
trama neuronal habría que articular una trama simbólica de narrativas, de
escenas vividas, como representaciones del encuentro del sujeto con el Otro,
que ocurren siempre en el interior de un discurso.
Ahora bien, hablamos de “trama” 25, pero ¿cómo ubicar en una trama, en
una urdimbre, en un tejido a un sujeto?, ¿cuál es su lugar?, ¿dónde
deberíamos ubicar a nuestro paciente en su discurso?, ¿dónde ubicarnos a
nosotros en nuestros sueños?
Si recordamos aquel yo del Proyecto, en tanto construido originalmente
entre el registro del cuerpo propio y la percepción del Otro, del que decíamos
tenía un doble origen: su polo corporal, “endógeno”, y su polo perceptual,
“superficial”, el sujeto debería ser ubicado dentro de esos parámetros. En el
polo perceptual, en la diferencia entre percepción y sensación, tal como lo
señala Nick Humphrey, diferencia como derivada de la percepción propia de
una superficie, una hacia el lado del objeto y la otra hacia el lado del sujeto
(Humphrey, 1992)26 27. En ese sentido, la “sensación”, por su carácter
23
“No es casual que este tema surja dentro del capítulo dedicado a la recursividad, ya que ésta
es un fenómeno donde la “similitud en la diversidad” cumple un papel central. La recursividad
se basa en que la “misma” cosa aparece en diferentes niveles al mismo tiempo. pero los
hechos ubicados en los diferentes niveles no son exactamente los mismos: antes bien, lo que
hallamos son algunos rasgos constantes en medio de muchos aspectos diferenciales.”
(Hofstadter, 1979, pág. 164)
24
Modalidad: Partiendo de la definición tradicional de modalidad entendida como “lo que
modifica el predicado” de un enunciado, puede concebirse la modalización como la producción
de un enunciado llamado modal que sobredetermina a un enunciado-descriptivo (Greimas,
Courtès, 1979).
25
Sea “neuronal” para el neurocientista y “discursiva” para el psicoanalista.
26
“Para los seres humanos (y para otros organismos que han alcanzado este mismo nivel
evolutivo) “sentir una sensación” es ser el autor, audiencia y disfrutador de la actividad
reverberante, todo amasado en uno.” [...] ““La conciencia está ligada a cuerpos interesados en
sí mismos. Las sensaciones son actividades sensoriales que (en sus orígenes al menos) tienen
que ver con lo que es ‘bueno o malo’. Sin el interés en sí mismo no puede haber tal evaluación
de algo como bueno o malo, y por ende posibilidad alguna de una respuesta a la estimulación
que posea esta dimensión afectiva.” (Humphrey, 1992, pág. 208-223).
27
“Lo que se postula es que las dos categorías de experiencias –sensación y percepción,
representaciones autocéntricas y alocéntricas, sensaciones subjetivas y fenómenos físicos –
constituyen modos alternativos y esencialmente no superpuestos de interpretar el significado
de un estímulo ambiental que llega al cuerpo. De modo que, cuando huelo una rosa, la
sensación provee la respuesta a la pregunta ‘¿Qué me está ocurriendo?’, y la percepción, la
respuesta a la pregunta ‘¿Qué está pasando allí afuera?’. [...] “Muchos psicólogos que se
ocupaban de los procesos sensoriales pasaron a concentrarse enteramente en la percepción y
reverberante sería uno de los primeros elementos en brindar una orientación al
sujeto. Con respecto al polo motor, la diferencia entre la acción planeada y la
acción esperada, cobrará su valor a partir de la constitución de los deseos y
afectos. El deseo lo ubica al sujeto en su relación hacia el objeto, el afecto,
como la repercusión en sí mismo de su relación con el objeto. Coincidimos con
aquellos que consideran al afecto, principalmente, como un proceso
reverberante (Freud, 1895b; Humphrey, 1992). Porque, como dice Humphrey,
“de lo que se trata en la respuesta afectiva no es otra cosa que la
retroalimentación”, y en ese sentido pensamos que constituye una pista para la
ubicación subjetiva. Así lo sugiere Freud en la Interpretación de los sueños
(Freud, 1900):
“Cuando estoy en duda acerca de cuál de las personas que aparecen
en el sueño oculta a mi yo, me atengo a la siguiente regla: Es la persona que
en el sueño experimenta un afecto que yo, como durmiente, siento. (Freud,
1900).
dejaron de interesarse por completo en la sensación en cuanto tal. Y con ello dejaron de
interesarse en la ‘autocentricidad’, la ‘intimidad’, el ‘afecto’ y en última instancia en todo el
campo de las ‘sensaciones subjetivas’ (Humphrey, 1992, pág. 51-55).
28
Aunque esto no deja de plantear cuestiones que hacen a su necesaria articulación entre
ambos en la dirección de la cura.
desmentido por mí no sólo ‘está’ en mí, sino en ocasiones también ‘produce
efectos’ desde mí” (Freud, 1925).
29
Elección inconsciente, tal como Freud habla de “elección de neurosis”
30
Freud dirá “Si bien en la vida psíquica no es habitual que un recuerdo despierte un afecto
que no conllevó como vivencia, eso es algo por entero habitual en el caso de la representación
sexual, justamente porque la dilación de la pubertad es un carácter universal de la
organización. Toda persona adolescente tiene huellas que sólo pueden ser comprendidas con
la emergencia de sensaciones sexuales propias; se diría entonces que todo adolescente porta
dentro de sí el germen de la histeria” (Freud, 1895b, pág. 404) (el subrayado es nuestro).
31
De acuerdo con Karmiloff-Smith (Karmiloff-Smith, 1992), la RR trabaja en forma permanente
toda la vida, y además, en niveles diferentes según cada dominio.
deseo sería mejor decir, con lo que se va produciendo reverberaciones del
sujeto. Recursividades que van dando lugar, al mismo tiempo, a ciertos
desacoples. Si bien debe haber una continuidad entre el yo “sintiente” –el yo
real–, el yo del placer y el yo de realidad32 (Freud, 1915) y, a su vez, entre este
“yo coherente” y el “sujeto inconsciente”, debe ocurrir un desacople entre
“sujeto” y “yo”, en la medida en que el sujeto pueda des-glosarse al captarse
como “yo”, en tanto sujeto del enunciado, y en tanto “yo” como sujeto de la
enunciación. Más aún, captarse como un yo observador que modaliza los
efectos de su enunciación, lo que le permite captarse como sujeto modal,
aunque este lugar no será más que una “casilla vacía” (Miller, 1997) donde a
veces puede ocupar ese lugar “su yo” y otras veces un Otro. Esa construcción
o desacople yo-sujeto permite que, merced a una recursividad en cuarto grado,
sea el discurso el lugar para captarse el sujeto así constituido, que se puede
asentar en distintos lugares de la trama y que no está abrochado a un solo
lugar de ésta.
Bibliografía
32
Podríamos plantearnos la siguiente correlación entre las re-descripciones del yo y del objeto:
[(signos perceptivos) representación-cosa] representación- Representación del
palabra objeto
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(1908) “Teorías sexuales infantiles”. Tomo IX.
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1995.
(1997) Cómo funciona la mente. Ed. Destino. Barcelona, 2001.
Resumen
En este trabajo se aborda la problemática de la expresión de los afectos
en las personas afásicas. Se toman en cuenta los afectos derivados del tipo
específico de alteración orgánica (lesión cerebral), los derivados de la situación
traumática y los que son premórbidos, vinculados con la estructura de
personalidad. Se plantea que la limitación o dificultad en la expresión de los
afectos en las personas afásicas es consecuencia de la lesión o del estado
postraumático. Quizás derive de ambos factores. En el trabajo se considera la
afasia en relación con los afectos, en la psicoterapia, con la estructura psíquica,
con el trauma y con la familia. También se toma en cuenta el componente
innato expresivo y la organización psicosomática preexistente.
Palabras clave
afasia / alteración orgánica / afecto / estructura de la personalidad / estado
post-traumático / trauma
Summary
This paper approaches affects expression issue in aphasic people.
Affects derived from a specific kind of organic alteration (Cerebral injury),
affects derived from traumatic situations and pre-morbid affects related with
personality struture.
The statement is that limitation or difficulty in the affects expression in
aphasic people is a consequence of the injury of post-traumatic situations.
¿Maybe derived from both factors? Worked-out issues are: affects and
aphasia, psychotherapy and aphasia, personality structure and aphasia, trauma
and aphasia, family and aphasia.
The innate expressive component and the pre-existent psychosomatic
organization are also studied.
key words
aphasia / organic alteration / affect / personality structure / post-traumatic state /
trauma
Introducción
La afasia es definida como una perturbación de la comunicación a
consecuencia de una lesión cerebral. En la afasia se manifiestan dificultades
tanto para comprender el lenguaje de los otros, como para producir el propio
lenguaje. Ello se puede manifestar en una o varias de las cuatro modalidades
del lenguaje: expresión, comprensión, oralidad y escritura. Además de las
perturbaciones en la comunicación aparecen déficits motores y/o visuales, los
cuales van a depender del tipo y de la localización de la lesión cerebral.
En el tratamiento de las personas afásicas hubo una tendencia a poner
el acento en la recuperación de los déficits motores, neuropsicológicos y
33
Este trabajo constituye un avance de tesis en el marco del Doctorado en Psicología Clínica.
34
E-mail: cantisj@sinectis.com.ar. Docente de grado en UBA y de posgrado en UCES y U. San
Martín.
neurolingüísticos, sin tomar en cuenta el estado psicológico de los afectados,
sobre todo sus vivencias emocionales. En la última década se ha prestado
atención a la reeducación de la persona afásica teniendo más en cuenta su
estado psicológico, lo cual conduce a destacar la importancia de sus vivencias
emocionales y sus reacciones psicológicas.
Es importante indagar la reacción emotiva y cómo ésta influye en el éxito
o fracaso de los tratamientos de reeducación. Muchas veces es difícil
discriminar si los afectos expresados por la persona afásica provienen de la
lesión específica, de su reacción emotiva frente a la afasia. Los cambios en la
afectividad observados en los afásicos podrían tener dos orígenes: estar
provocados por la lesión o ser reactivos a la situación de pérdida de la
comunicación. Es posible que la detección y el tratamiento de los estados
afectivos de la persona afásica lleven a mejorar su calidad de vida y a lograr un
procesamiento más activo de la enfermedad.
El objetivo central de este trabajo es investigar la expresión de los
afectos en las personas afásicas. Para ello es necesario mencionar que hay
afectos derivados del tipo específico de alteración orgánica (lesión cerebral),
afectos derivados de la situación traumática y afectos que son premórbidos,
vinculados a la estructura de personalidad preexistente.
Para investigar los afectos en las personas afásicas es importante tener
en cuenta su cualidad, intensidad, duración y modalidad. Respecto de la
cualidad de los afectos, tenemos en cuenta: la apatía, la indiferencia, la
angustia, la depresión, los miedos, el aislamiento, la autoagresividad, la euforia
y la furia. La intensidad de los afectos va desde las expresiones masivas a
formas atenuadas. La duración de los afectos puede ser fugaz, transitoria y
crónica. La modalidad expresiva de los afectos abarca la vía social y la vía
intracorporal. La vía intracorporal, a través de la motricidad involuntaria
(sudoración, aceleración del ritmo cardíaco. La vía social se manifiesta a través
del lenguaje mímico y gestual, la postura corporal, la actividad gráfica y la
palabra.
El objetivo de este trabajo no es determinar la etiología de los afectos, ni
su contenido ni su origen sino su manifestación, que tiene patrones de origen
innato. En las personas afásicas los caminos hacia la expresión de los afectos
pueden estar o no averiados hacia el exterior o el interior.
Afectividad y afasia
En la literatura especializada existe muy poco material sobre trastornos
emotivos y de la personalidad específicamente asociados con la afasia. De la
bibliografía existente, la mayoría se refiere a los desajustes emocionales que
se producen como consecuencia de la lesión (Sarno, 1981). Kurt Goldstein
(1942) se concentró en el problema de lo que identificó como reacción
catastrófica, característica de muchos pacientes con afasia. Sostuvo que, más
que a una falta de adaptación, se debía a una dificultad del paciente para
mantener la “homeostasis biológica”. Basó esta conclusión en la inmediatez
entre la reacción catastrófica y la anosognosia (falta de conciencia de la
dificultad).
Posteriormente, Gianotti (1972) clasificó las reacciones emocionales en
cuatro grupos. Uno de ellos incluye siete reacciones bajo el encabezamiento de
reacciones catastróficas, otro grupo abarca cinco estados emotivos
caracterizados como estados depresivos; un tercer grupo abarca cuatro
reacciones de indiferencia y un cuarto grupo, por fin, corresponde a otras
reacciones, como confabulaciones, engaños y aversión por las situaciones
que denotan inseguridad. Los pacientes con lesión en el hemisferio izquierdo
manifiestan síntomas catastróficos o de angustia–depresión, con más
frecuencia que los pacientes con lesiones en el hemisferio derecho, quienes
presentan reacciones de indiferencia. Parecería que el hemisferio izquierdo
está más asociado a secuelas psiquiátricas que el derecho, y que las lesiones
en el área temporal son más importantes que las que se producen en las áreas
frontal, parietal u occipital.
Molhy y Burstein (citados por Lewis y Rosenberg 1982) señalan que la
lesión cerebral debilita la estructura del yo y provoca una desintegración de la
identidad que se manifiesta en sentimientos de vulnerabilidad, fragilidad y
desesperación. Las necesidades emocionales del paciente afásico deben
abordarse para que tanto él como su familia logren un resultado más
satisfactorio de la rehabilitación.
Schvell (1976) afirma que casi todos los pacientes afásicos muestran
cierta labilidad emocional durante el período agudo. Esta labilidad se manifiesta
en risa y/o llanto inmotivado, extemporáneo. Lewis y Rosenberg (1991)
describen dos disturbios psicológicos: ansiedad y problemas de la identidad y
la autoestima. La ansiedad aparece con frecuencia relacionada a la mayor
conciencia de invalidez, pero depende también de las características
individuales de cada individuo y de la etapa de la vida en que se presenta el
trauma. Para estos autores la disminución de la autoestima y la depresión
pueden ser el resultado de una escasa motivación para la rehabilitación. A
menudo se suele excluir de la rehabilitación a los pacientes que presentan
escasa motivación.
Lishmon (1973) observó secuelas psiquiátricas en lesiones del
hemisferio izquierdo, señalando que éstas incluyen cambios en la personalidad,
el temperamento, psicosis y discapacidades neuróticas. Notó que las
discapacidades neuróticas eran las más comunes. Estas incluían reacciones
depresivas, estados de angustia (algunos con fobias), reacciones
neurasténicas, histerias de conversión, neurosis obsesivas y una variedad de
dolencias somáticas.
Por mi parte planteo que la limitación o dificultad en la expresión de los
afectos en las personas afásicas es consecuencia de la lesión y del estado
postraumático. Quizás derive de ambos factores El enlace entre el estado
afectivo y su manifestación es de carácter innato, universal. Hay una relación
innata neuronal entre el estado afectivo y una expresión, y también hay una
capacidad para descifrar esa expresión en los demás. El desarrollo de esta
disposición innata puede quedar interferido por una alteración orgánica.
Psicoterapia y afasia
La intervención psicoterapéutica, sugerida por Lewis y Rosenberg
(1982), se centra en ayudar a que el paciente exprese su angustia y dirija su
atención a las habilidades que ha preservado, para poder hacer una conexión
entre el yo presente y el pasado, con el objetivo de dar tiempo al paciente para
elaborar la pérdida.
Pickett (1991) señala el uso de la psicoterapia de lo imaginario en la
rehabilitación de lesiones cerebrales. Este abordaje pretende ayudar al
paciente a elaborar los sentimientos de pérdida ocasionados por la lesión
cerebral y al mismo tiempo a adaptarse, de la forma más creativa posible, a su
discapacidad. Este autor considera que el imaginario es particularmente
provechoso en la rehabilitación, porque el uso de la imaginación es un proceso
relativamente simple que permite al individuo realizar una completa experiencia
sensorial. Esto puede ayudar a la memoria en general y puede utilizarse para
estimular áreas cerebrales que no han sido dañadas y para ayudar a la
recuperación de las áreas afectadas.
Brumfitt (1989) observa las respuestas emotivas del afásico en relación
con las características de su duelo. El proceso que realiza el afásico para lograr
comprender su nueva situación es arduo y puede demorar por su falla en la
comunicación. El autor establece también paralelos entre el trauma que sufre
un afásico y el hecho de que puede ser plenamente consciente de cómo fue su
vida anterior. La percepción de la identidad del pasado crearía un vehículo útil
para ayudar al paciente a establecer una nueva identidad.
En mi experiencia clínica con pacientes afásicos es fundamental
ofrecerles la posibilidad de reencontrarse con sus propios estados afectivos
expresados ante otros. En tal caso disminuye la expresión orgánica del afecto,
sobre todo si el paciente afásico se encuentra con un interlocutor empático.
Trauma y afasia
Del análisis de la bibliografía anteriormente citada se infiere que es
necesario determinar los efectos psicológicos del trauma y la re-emergencia de
los estados psíquicos pre-mórbidos (en el marco teórico de las neurosis
postraumáticas) que, junto con los trastornos neuropsicológicos y
neurolingüísticos, crea una realidad problemática compleja. En un comienzo la
lesión cerebral modifica al individuo, anula su energía psíquica y le ocasiona
trastornos de conducta. Si bien le crea ciertos cambios que se producen según
transcurren los meses, se observa cómo esta modificación se va integrando a
la afectividad de cada uno.
Refiriéndose a situaciones traumáticas, Maldavsky (1993) dice que “hay
un dolor que no cesa, con una abolición de la conciencia (y la subjetividad) que
deja una fijación duradera”. Tenemos que estar atentos en forma preventiva a
que la persona afásica no quede fijada a esta situación. Es un período en que
el paciente está apático, abúlico, embarullado, indiferente y en estado de sopor.
Estos estados afectivos son equivalentes a los sentimientos de las neurosis
traumáticas. Al respecto Krystal (1988) afirma de que en estas condiciones se
da una carencia de palabras para expresar los estados afectivos. Por su parte,
Lifton (1979) investigó las neurosis traumáticas en personas afectadas por la
bomba de Hiroshima, estudió la vivencia traumática y describió el estado de
numbing, de estar en el limbo. Tal es el estado de vivencia traumática de la
persona afásica en los primeros meses.
Respecto del concepto del trauma podemos remitirnos a Freud (1926), quien
sostiene que es básicamente económico y deriva de la imposibilidad de tramitación
de incitaciones endógenas y exógenas. En el primer caso sobreviene un estasis de
la necesidad, de la autoconservación, mientras que en el segundo surge un dolor
que no cesa.
Las personas afásicas vivencian su dificultad como un trauma que viene
desde adentro, como un estallido interno, muy habitualmente por accidente
cerebrovascular. He afirmado (Cantis, 1998) que este estallido es vivido como un
estado de violencia sufrido desde adentro. Entonces el trauma es interior-exterior.
El trauma quiebra la coraza de protección antiestímulo, la cual aparece vuelta hacia
el interior. En la persona afásica se encuentra debilitada y quebrada su coraza de
protección antiestímulo y esto genera una serie de reacciones emocionales. En la
primera etapa los pacientes se encuentran en un estado de indiferencia mecánica,
todo está detenido, no hay nada de acontecer psíquico, funcionan como en
automático. El paciente circula entre dormido y despierto. En este momento el
trauma barre con todo. Todo trauma es desubjetivante, elimina la energía psíquica,
la subjetividad. Por eso es importante reflexionar acerca de la modalidad subjetiva
del afásico previa a la lesión cerebral: si bien el trauma cambia todo, después poco
a poco se va asimilando a lo previo (Cantis, 1996).
En síntesis planteo que en estas condiciones existe un estado inicial en que
todo queda paralizado, y luego empieza a haber algún tipo de procesamiento. Ello
conduce a que nos preguntemos cómo intervenir en ese momento de parálisis física
y psíquica. En esta primera etapa, en que el paciente se encuentra en un shock
orgánico es difícil sustraerlo de ese estado y nuestro abordaje consiste en
acompañarlo verbalizando esta situación. Hay otros en que el paciente está
duraderamente en estado de shock orgánico y es necesario un abordaje específico
para poder sacarlo de este estado. También he observado pacientes que salieron
del estado de shock orgánico, en cuyo caso la meta clínica es acompañarlo para
que pueda ligar esas experiencias vividas y vincularlas con su estado psíquico
previo y su nueva calidad de vida.
Familia y afasia
Existen otros abordajes interesantes, como la terapia familiar que se
utilizó para aliviar algunas de las dificultades de adaptación que experimentan
el paciente y su familia. Soderstrom y colaboradores (1988) presentan un
modelo de intervención en crisis con terapia familiar para pacientes adultos con
lesiones cerebrales. Las familias forman parte del proceso de recuperación y
por ello deben recibir también ayuda profesional.
El primer paso por dar en la intervención con las familias de personas con
daño cerebral es la realización del diagnóstico de sus problemas y la evaluación de
sus necesidades. Rosenthal y Glecker (1986) destacan tres componentes
principales en este proceso: a) análisis de la historia familiar previa, b) identificación
de la severidad y de la evolución probable de los déficits físicos y cognitivos (yo
agregaría: también de los afectos de la expresión), c) detección de las señales que
ofrece la familia y que parecen reflejar la necesidad de intervención.
Fernández Guinea y Muñoz Céspedes (1997) plantean cinco procedimientos
de intervención con la familia: 1) información y educación, 2) consejo familiar, 3)
terapia familiar, 4) tratamiento de problemas específicos en otros miembros de la
familia, 5) creación y promoción de asociaciones de autoayuda.
Respecto de la terapia familiar, De Pompei y Zarski (1994) plantean que el
objetivo es modificar la comunicación y los patrones de interacción no adaptativos
que se producen dentro del grupo familiar y favorecer relaciones más satisfactorias
y gratificantes. El centro de la terapia es el sistema familiar como un todo más que
el paciente con lesión cerebral.
Como lo desarrollé en el apartado anterior, hay una neurosis traumática
correspondiente a la persona afásica, en quien observamos un empobrecimiento en
su economía pulsional, un estado de sopor y una alteración del quimismo vital. En
las familias de personas afásicas se produce también una perturbación de la
economía pulsional, con lo cual aludimos al concepto de neurosis traumática
familiar (David Maldavsky, 1993). Esta perturbación pulsional se extiende a todos
los miembros de la familia e impacta en cada uno de ellos de manera muy diversa.
Encontramos intercambios interpulsionales entre distintos somas (o sea que la vida
pulsional no está cerrada en el propio soma). Esto cuestiona hasta dónde un cuerpo
es una entidad cerrada, ya que más bien hay una imbricación química entre los
organismos.
Panting, Merry y Kreutzer (1982) han indicado que cuando la persona
afectada es uno de los cónyuges, las relaciones familiares presentan menos
posibilidades de adaptación a los cambios que cuando la persona afásica es alguno
de sus hijos. Para la pareja supone tener que adaptarse a un nuevo estilo de vida,
muy diferente a las expectativas que sus integrantes tenían respecto de la vida
futura en común. Además, deben soportar mayores responsabilidades domésticas,
financieras y legales. Ponsford (1995) comenta que los cónyuges parecen ser
menos capaces de tolerar una conducta infantil e irritable de su pareja. Por
supuesto que todo esto está relacionado con los vínculos previos a la aparición de
la lesión cerebral del partenaire enfermo.
Por mi parte, describo (Cantis, 1995) los efectos psíquicos en los hijos de
padres afásicos. En primera instancia se observa una inversión de la función y la
capacidad de revêrie. En esta situación surge un “niño-padre”, con la inversión de la
capacidad de revêrie, en cuanto a quién hace de cuerpo maduro para el otro.
En segunda instancia se observa una sobreadaptación del niño o
adolescente respecto del progenitor desvalido. Otra alternativa a veces simultánea
con la sobreadaptación, es la identificación con el desvalido, que lleva al hijo a
buscar que lo compadezcan como al progenitor se transforma en autolástima. La
autolástima está relacionada con la autocomplacencia en el lamento, que implica
también despertar pena en el otro. Igualmente, se advierte la dificultad del hijo por
desgarrarse de ese lugar de autocomplacencia. En el autolamento encontramos
sentimientos de vergüenza, cinismo, humillación y envidia. En esta situación el hijo
está en la misma línea del familiar desvalido, solicita que le digan “pobrecito”. Una
de las metas clínicas es transformar los sentimientos de los hijos de lástima, en
sentimientos de amor y ternura, para lo cual a menudo es necesario que tome
conciencia de su propia frustración, su enojo y su tendencia a aplacar al progenitor
desvalido.
Conclusión
En los cuadros neurológicos los desórdenes emocionales son
numerosos y no siempre es fácil diferenciar lo que procede de una implicancia
anatomofuncional del sistema límbico de lo que deriva de un problema
psicológico asociado o reactivo al mismo. Hay semiologías emocionales
neurológicas focales y no focales. Hasta la fecha la investigación ha estado
vinculada a la lesión, a la reacción de pérdida o a la reacción emotiva o
psicológica por la claudicación del lenguaje o la discapacidad. Las
investigaciones nos informan que hay un tipo de emoción diferente según la
lesión, la localización y la naturaleza de la misma (Laurent B. Thomas C, 2000).
Tenemos que tener en cuenta cuáles son los recursos para expresar los
afectos. No es el origen de los afectos lo que nos interesa, sino el terreno
complementario, que es la manifestación.
La expresión de los afectos se da por dos grandes vías: la dirección
intracorporal, que se resuelve por alteración interna y puede conducir a
manifestaciones neurovegetativas, de cualquier tipo (desde las afecciones
psicosomáticas a sentimientos de asfixia, de taquicardia), la conexión con el
mundo, aunque muchas veces las dos orientaciones van juntas. Es posible
pensar, además, que sobre todo en aquellos pacientes que llegaron al daño
cerebral por una alteración psicosomática, ya esta vía de la alteración interna
que conduce a las modificaciones corporales estaba preseleccionada.
Una de las metas clínicas en el abordaje de las personas afásicas es
tratar de encontrar las vías para que el paciente exprese su afectividad con la
mayor riqueza simbólica disponible, recurriendo y apelando a la vista y al oído
del otro. Para ello es necesario tomar en cuenta que los afectos en las
personas afásicas se expresan por vía facial, y por la postura corporal,
mientras que la palabra a menudo está intoxicada, asemántica.
Como cierre planteo que para una mirada de la afectividad en las
personas afásicas tenemos que tener en cuenta: la alteración orgánica (lesión
cerebral), el componente innato (que conduce a expresar las emociones por
determinadas vías y a interpretar las manifestaciones ajenas), la estructura de
personalidad premórbida y su organización psicosomática preexistente.
Encontramos a menudo una combinatoria entre un estado tóxico y un estado
traumático. Por tal motivo es necesario abordar constantemente en las
personas afásicas el estado de desvitalización anímica, con el arrasamiento de
la fuerza vital y su impacto mecánico y que va creando una economía pulsional
devastada.
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Panting y Merry (1982) The long term rehabilitation of severe head injuries
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support for the patients family – rehabilitation.
Resumen
En este ensayo la relación entre neurociencia y subjetividad es
analizada desde la perspectiva del método utilizado para su estudio. Se
describe la clasificación actual de metodologías de primera, segunda y tercera
persona y los métodos y técnicas por ellas utilizados.
La psique luce muy diferente según el ángulo de observación elegido. En
primera persona la psique es abordada desde su propio interior; en segunda
persona, el enfoque elegido es la perspectiva de un otro ligado al sujeto por un
vínculo. El punto de vista de la tercera persona trata a la psique como un objeto
sometido al proceso del conocimiento científico.
Se examinan brevemente la historia de la construcción del método
psicoanalítico llevado a cabo por S. Freud siguiendo este triple enfoque y las
razones por las cuales el creador descarta la vía de la tercera persona.
Finalmente, se describen tres programas de investigación contemporáneas que
intentan integrar por lo menos dos de los enfoque metodológicos citados: la
neurofenomenología de Francisco Varela, el método experimental de Howard
Shevrin que combina la ciencia cognitiva y el psicoanálisis, y el
neuropsicoanálisis desarrollado por Mark Solms.
Summary
In this paper the relationship between neuroscience and subjectivity is
examined through the framework of the first, second and third-person
methodologies.
Psique appears quite different as the place of observation shifts from
oneself to another person. First-person methologies address the subject from
inside; second ones from the view of an other linked to the subject by a
relationship. Psique is seen as an object and addressed by classical scientific
methodology in third-person ones. Techniques and methods of three kinds are
reviewed.
Also are reviewed Freud’s triple procedures to build up psychoanalytic
methodology and the reasons for quitting third-person approach.
Finally, three present research programs combining two of the above approachs
are described: Varela’s neurophenomenoly, Shevrin’s experiments joining
psychanalysis and cognitive science and Solm’s neuropsychoanalisis
Algunas definiciones
Desde el punto de vista de la filosofía, ‘subjetividad, subjetivo’ han sido
usado para designar lo que se halla en el sujeto como sujeto cognoscente
(Ferrater Mora, 1994). Por otra parte, la neurociencia forma parte del conjunto
denominado ciencia cognitiva y consta, a su vez, de diferentes disciplinas
afines: la neuroanatomía, la neurofisiología, la neuropsicología y la
*
mskoreck@criba.edu.ar. UCES
neurobiología cognitiva (Churchland 1992). La neuropsicología se define como
la disciplina que trata de entender y explicar los fenómenos psicológicos en
términos de las actividades neuroquímicas, neurofisiológicas y
neurofuncionales del cerebro. La neurobiología cognitiva es un área
interdisciplinaria de investigación cuyo interés es entender las actividades
cognitivas específicas que desarrollan las criaturas vivas.
Uno de los padres de la neurociencia, Karl Lashley, dedicó su vida a
descubrir el sustrato neural de determinadas conductas. Lashley puso en tela
de juicio la localización, es decir, la creencia de que ciertas conductas residen
en lugares neurales específicos. Como veremos más adelante, Freud fue de la
misma opinión. El cerebro, según Lashley, opera como una unidad integrada,
respondiendo como una totalidad orgánica frente a complejas pautas de
estímulos (Gardner 1987).
Métodos y técnicas
Como metodologías más destacadas para el estudio de la psique desde
el punto de vista de la primera persona se pueden mencionar (Varela & Shear,
op.cit.):
1) el enfoque de la introspección, desarrollado históricamente por Wundt y
Titchener, como intento de construir una psicología científica;
2) El método de la reducción fenomenológica, que deriva de la escuela
filosófica de la fenomenología y de la psicología fenomenológica;
3) Las variadas prácticas tradicionales de meditación budista, que han
desarrollado una vasta experiencia en el entrenamiento mental y en elevar
la capacidad de introspección y autorreflexión.
Dada la vastedad del tema, sólo podemos dedicar una breve descripción
de cada una de ellas.
Bibliografía
Churchland, P. (1992) Materia y conciencia, Gedisa Ed. , Barcelona.
Resumen
En este trabajo se estudia la aparición de una enfermedad somática
grave, “Enfermedad de Crohn”, durante el transcurso de un tratamiento
psicoanalítico. Se plantean hipótesis desde la perspectiva psicoanalítica por un
lado, y desde la neurobiológica y cognitivista por el otro.
La psicoanalista tratante se refiere a los sentimientos
contratransferenciales que promueve la aparición de una enfermedad de esta
índole durante un tratamiento. Expone el proceso del mismo a través de la
interpretación de las fantasías, sueños y delirios del paciente, y muestra el
desarrollo de la cura.
Desde la perspectiva neurobiológica, se plantea la relación de esta
enfermedad con algunos estudios realizados. En cuanto a las hipótesis
cognitivistas, se refiere especialmente a la memoria implícita, aquella que
comprende la conservación de las relaciones afectivas, las preferencias y los
sentimientos. Esta categoría de memoria podría explicar las disociaciones que
se observan en algunas patologías psicosomáticas.
Summary
This paper is about the appearance of a serious somatic disease,
“Crohn´s disease”,during a psychonalytic treatment.
Different hypothesis are outlined, from the psychoanalytic viewpoint to
the neurobiological and cognitive one.
The psychoanalyst in charge refers to the countertransfer feelings
promoted by such a disease. She exposes the psychoanalytic process through
the interpretation of the patient phantasies, dreams and delusions.
From the neurobiological viewpoint, the relation between this disease
and some studies is outlined. From the cognitive perspective, studies on implicit
memory, which implies the conservation of affective relations, preferences and
feelings are outlined. This type of memory could explain the dissociation
observed in some psychosomatic diseases.
*
Por publicarse también en F: Eustache, M. Wolf (dir.), Troubles neurologique – conflict
psychique. Monographie de Psychopathologie, París, PUF, 2002.
**
E-mail: bianca.lechevalier@wanadoo.fr. Université de Caën.
la aparición de los problemas psíquicos, como trastornos neuro-psíquicos que
forman parte integrante de una enfermedad somática que involucra el encéfalo.
Este tema ha sido encarado por uno de los autores de este trabajo a
propósito de casos del Síndrome de West “idiopáticos” precedidos por la
instalación de un marco autista (1998). En este momento no deseamos entrar
en una controversia con respecto a la etiología de una afección que sigue
siendo misteriosa: la Enfermedad de Crohn. Sin embargo, no dejaremos de
discutir los trabajos conocidos concernientes a algunos casos de asociación de
esta enfermedad orgánica y trastornos psicopatológicos.
Por otra parte, sabemos que, como para muchas patologías,se plantea
la incidencia de una causalidad multifactorial. Nuestra interrogación se refiere a
la elaboración de las huellas mnémicas en un analizando, durante el transcurso
de la descompensación de una Enfermedad de Crohn que apareció durante
una cura analítica comenzada ocho años antes. Trataremos de vincular el
punto de vista de su analista con las reflexiones de un neuropsicólogo que ha
centrado su interés sobre la génesis de las huellas mnémicas y su organización
en el enfermo. El trabajo de memoria constituyó un trabajo de supervivencia
para Tomás, supervivencia física, supervivencia psíquica a procesos mortíferos
preexistentes a su enfermedad somática que databan de la generación
precedente y puestos en juego en su singular organización. Uno de nosotros ya
ha hecho trabajos a propósito de la historia de Tomás (Lechevalier, B. 1993,
1997).
El comienzo de su tratamiento data de 1992. En ese momento, su
enfermedad de Crohn todavía no había sido diagnosticada. Lo fue en 1995. Por
cierto existían trastornos digestivos desde la adolescencia, inclusive desde la
infancia, pero Tomás los consideraba como episodios funcionales que
aparecían por crisis. Tomás solicita un análisis por sus dificultades sexuales, la
pobreza de su vida de relación, una intensa depresión que lo condujo a
tentativas de suicidio. Ejerce una profesión de alta responsabilidad. Ha tenido
numerosas experiencias analíticas en París y en países extranjeros. En el
período de su pubertad había consultado en el Instituto Claparède por una
anorexia mental. Su madre había rechazado el análisis de cuatro sesiones que
le habían propuesto.
En su mirada se siente una angustia indecible, una extrañeza en sus
movimientos oculares que le permiten simultáneamente la evitación del
encuentro, pero también, como al descuido, la verificación de la cualidad de la
atención. Tomás ocupa todo el espacio con su palabra densa, desplegándose
sin orden en todos los sentidos. Es difícil seguir su pensamiento (los cortes, los
rodeos, las racionalizaciones, las superposiciones de tiempos, de regiones
donde ha habitado, produciendo un sentimiento de malestar confuso donde no
queda ningún lugar para un pensamiento asociativo). Una pseudo-lógica fría no
permite un encuentro emocional. Solamente sus ojos parecen atentos al
reconocimiento, a pesar de lo huidizo. El analista responderá a esta atención,
al saber pocas cosas de su historia. Le propondrá sesiones frente a frente,
muy progresivamente de una a tres veces por semana. Un tiempo de encuentro
en la mirada, que permitía contener un sufrimiento psíquico indescriptible y
ayudaba a interiorizar un objeto no destruido, fue necesario para los dos
protagonistas antes de abordar las angustias de destrucción. Tomás, a pesar
del éxito de alto nivel en su vida profesional, se quejaba de trastornos graves
de pensamiento. Sólo con reticencia y muy progresivamente, en los primeros
meses de los encuentros, podrá describir fenómenos persecutorios de tipo eco
del pensamiento, comentarios de actos y robo del pensamiento. En la calle se
sentía sin rostro. Cada vez que estaba en la calle, o en los negocios, en el
momento de pagar, se emitían juicios desfavorables respecto a él; usaba
anteojos oscuros para escapar a este ojo persecutorio, tal como un ojo de
Caín. Durante sus análisis anteriores, Tomás había temido que su analista le
robara algo, su Pensamiento. Podría ser desposeído de algo en particular que
hacía que él fuese él, que especificaba su identidad. Vigilaba a sus vecinos, en
la calle temía que penetraran en sus pensamientos y se los robaran. Tenía un
código secreto y concretamente se ponía una vincha alrededor de la cabeza
para protegerse. Criticaba sus percepciones y a veces reconocía
dolorosamente su carácter proyectivo. Durante las primeras entrevistas no me
había dicho nada del origen judío de su padre. Sin embargo, se lo podía
suponer por su apellido. Habló muy largamente de su madre no judía,
abandonada en el nacimiento y adoptada. La describió manteniendo una
relación tiránica con él. Sus padres se habían divorciado cuando él tenía diez
años. Su madre denigraba a su padre constantemente frente a los niños. El
padre de Tomás, entonces militar, fue hecho prisionero por los nazis luego de
haber sido herido. No había estado en un campo de exterminio, pero había
sufrido experimentos llamados médicos. Se le había hecho beber ácido
clorhídrico junto con vidrio triturado para observar la aparición de úlceras
gástricas. Había llegado a un estado caquéctico y sufrió trastornos digestivos
severos. En ese entonces se había casado con la madre de Tomás, con quien
se había encontrado antes de su partida para Alemania. Nacieron Tomás y su
hermana. Luego su padre casi había muerto por una perforación digestiva y
había sufrido una gastrectomía parcial. Su esposa ponía en duda los relatos
sobre los nazis. “No era creíble. Su padre era un mitómano.” Tomás había sido
cómplice de su madre para burlarse de él.
Luego de un peródo de análisis frente a frente de dos que pasó a ser de
tres sesiones por semana durante un año, Tomás pide tenderse en el diván,
como en sus tratamientos anteriores. Insiste sobre su necesidad de no ver a su
analista para hablar de sus fantasmas sexuales. A esto seguirá un largo
período sobre el diván, de tres y luego cuatro sesiones por semana. La
transferencia se hace francamente paterna. La problemática homosexual pasa
a primer plano. Esta es temida, como una penetración violenta, humillante, que
le hace correr el riesgo de perder los marcos identitarios, con un padre
percibido como un “macho”, “superman”, sobreviviente arrogante, que muestra
su fuerza para ridiculizarlo. ¿Cómo podría él recibir esta fuerza que se niega a
brindarse? Tomás toma conciencia de que este padre es entonces tomado a
risa en complicidad con su madre. De este modo se protege de la penetración
temida y deseada. Pero secretamente mantiene un modelo identificatorio
respecto del interior idealizado, persecutorio, cortado, desintegrado. Se
interroga sobre los sufrimientos de su padre negados por la madre. En la
transferencia, Tomás lucha contra su analista según la técnica de boxeo que le
enseñó el padre. Evita ser “tocado”,utilizando alardes incesantes, ataca y
denigra cuando descubre un punto débil, buscando humillar por medio de su
inteligencia, su cultura, su lógica. Niega toda dependencia, todo sufrimiento
frente a las separaciones. Durante este período las angustias persecutorias
subsisten en la vida profesional de Tomás, y también en la calle, cuando siente
que los “machos” lo miran y se burlan de él. Pero ya es posible una
relativización y una interrogación crítica. Puede investir mejor su vida
profesional. Por otra parte, puede administrar mejor sus ingresos, poniendo
término a una “diarrea financiera” que “agujerea” su cuenta de banco. El verano
que sigue al segundo año de este período, Tomás prolonga una larga
interrupción de su analista, motivada por una ausencia debida a un
desplazamiento profesional. A la vuelta, es hospitalizado por una oclusión
intestinal que hace necesaria una resección. Durante las vacaciones habían
aparecido problemas digestivos importantes. Entonces se plantea el
diagnóstico de Enfermedad de Crohn. Se organizan un tratamiento y una
vigilancia médica. Los médicos consultados plantean entonces que es
necesario comprender e integrar en el marco de la Enfermedad de Crohn los
trastornos digestivos anteriores y su evolución, y otros trastornos somáticos y
en particular oculares. ¿Qué sucede entonces con sus trastornos psíquicos?
Tomás se sumerge en lecturas enciclopédicas, revistas especializadas,
publicaciones de asociaciones de enfermos. Luego de un breve período de
interrogación sobre la integridad de su estado cerebral, continúa su análisis
considerando su enfermedad somática como existente desde siempre,
identificada ahora, tal vez ligada a factores genéticos e invalidantes. No es para
él el origen de su “malestar de vivir”, pero puede explicar una parte de la
intensidad de su fatiga. Es un límite que debe tener en cuenta. Muy
posteriormente él se interrogará sobre las consecuencias de su vida emocional
sobre sus accidentes somáticos y de aquello que fue reactivado en los
movimientos de la cura.
Por mi parte, (Bianca L.) me sentí muy afectada por esta enfermedad y
durante sus recidivas. Me interrogo sobre la incidencia de la dinámica en la
transferencia homosexual, de las interrupciones cuya incidencia afectiva Tomás
niega con arrogancia. Durante la hospitalización, mantenemos el vínculo
telefónico en el tiempo de las sesiones. Cuando vuelve, Tomás rechaza mi
sugerencia de continuar cara a cara. Lo aceptará luego de una recidiva de
oclusión por bridas un año más tarde. Durante todo este período yo me
planteo, como interrogante, acerca de una identificación melancólica con el
padre mutilado, reactualizada en la transferencia. En el momento de las
separaciones, ¿no se mantiene el vículo en la culpabilidad inconciente
retransmitida,tal como Freud (1920) lo entendió en el origen de las reacciones
terapéuticas negativas , considerando que en ese caso el pronóstico sería
relativamente mejor? “Un resto que hace vínculo” (J. Cournut 1983) permite un
aferramiento para luchar contra el vacío depresivo. Quiero señalar que los
períodos de descompensación somática siempre habían estado precedidos por
las interrupciones de las vacaciones, pero también por los períodos de
ausencia de Tomás, ya fuese antes o después, restringiendo el espacio
analítico como una “piel de zapa”. Asocio entonces con la anorexia de su
adolescencia. Pienso en la avidez oral del comienzo de su vida, que sus padres
reprochaban. Según una especie de relato mítico hecho por su madre, su
padre no soportaba que ella lo alimentara durante la noche, en la medida en
que él había sufrido tantas privaciones. Ella había tenido que restringirlo y
destetarlo precozmente. Interpreté esto a Tomás. Elaboró una comprensión,
complejizada por la resignificación de la adolescencia, con su temor de
desarrollar formas femeninas por absorber el alimento materno. El hubiera
deseado incorporar la fuerza paterna. La voz de Tomás cambió en esta época.
Por sus modulaciones femeninas, a un colega que había consultado antes que
a mí le había evocado la de un homosexual. Tomás se interrogaba: el cambio
de su voz,¿estaba ligado al tratamiento de su Enfermedad de Crohn, a la
modificación de sus movimientos identificatorios en la cura, luego de un
momento en que había aceptado el fantasma de una absorción oral de la
fuerza paterna ?
Cuando yo me había tranquilizado sobre la evolución somática de sus
capacidades de elaboración , un nuevo episodio me hizo temer un acceso
delirante paranoico. Frente a los dolores abdominales, se persuadió que eran
debidos a una “compresa” que los cirujanos habían olvidado en su vientre.
Multiplicó las consultas y las investigaciones complementarias, que resultaron
tranquilizadoras sobre su estado somático. Intentó que lo volvieran a operar a
toda costa. Esta compresa, cuerpo extraño inasimilable, era la fuente de sus
sufrimientos. Luego de sus encuentros con el cirujano venía a verme rabioso.
Decía que éste lo consideraba con desprecio, como un frío científico, y que no
reconocía la riqueza de sus sentimientos. Me pareció que la compresa estaba
ligada a este no reconocimiento por parte de este personaje transferencial.
Entonces pude elaborar una interpretación (gracias a la ayuda de S. Resnik.
No es posible llevar adelante curas de este tipo sin la apertura de un tercer
espacio en los momentos difíciles): ¿El cirujano no me representaba? Luego de
haber explorado el mundo interior de Tomás y de haber “operado” en él, ¿yo no
habría introducido como un “cuerpo extraño inasimilable” mis capacidades de
comprensión de su sufrimiento, como la compresa que contiene la hemorragia?
Pero esta compresa, al lado de sus intestinos, ¿no representaba también sus
propias capacidades emocionales para comprender los sufrimientos indecibles
de su padre durante los experimentos de los nazis? Eran estas capacidades
que existían de costado (no integradas, coexistentes con el científico frío) que
él quería ver reconocidas por el médico, personaje paterno como yo en la
transferencia. Tomás permaneció pensativo. La actividad delirante llegó a su
fin. Luego de una recaída por sub-oclusión por bridas, curada por aspiración,
una complicación infecciosa puso nuevamente su vida en peligro. Me telefoneó
desde el hospital llorando. Las enfermeras lo trataban de simulador. Se
burlaban de su sufrimiento y creían que “falsificaba su temperetura”. Le recordé
la actitud de su madre frente a su padre. ¿Se haría cómplice y se identificaría
con el padre denigrado o por el contrario se encarnizaría como él para
sobrevivir? Hizo llamar de urgencia a un médico de guardia que practicó un
hemocultivo y planteó una antibioterapia intensiva para una septicemia. Luego
de este episodio, Tomás esperaba el frente a frente. Tras una larga
convalecencia redujo sus sesiones a tres en el momento de retomar su trabajo.
Durante un largo período, en el que la transferencia materna era
predominante, extremadamente ambivalente, Tomás expresó sus quejas contra
las mujeres. Al mismo tiempo se interesó en mis capacidades de “jardinería”,
observó mis plantaciones en mis maceteros y desarrolló concreta y
metafóricamente un espacio de creatividad, tanto en el arreglo de un
departamento personal que adquirió, como en la elaboración de un espacio de
pensamiento individual. Un intento de vínculo amoroso terminó en fracaso a
raíz de sus ideas delirantes de envenenamiento, que luego pudo criticar.
El año 1998 estuvo marcado por un drama: una joven mujer, vieja amiga
de la que se había separado hacía mucho tiempo, se suicidó. Sin entrar en la
complejidad de la relación entre ella y Tomás, poniendo en juego su vínculo
con su propia hija, a la que él no había criado, hay que señalar los impulsos
suicidas que siguieron a esto. En un sueño, Tomás se ve a sí mismo sobre una
cuerda que atraviesa el vacío, camina acrobáticamente al encuentro de una
“pequeña niña-mujer” en traje de mujer que está agarrada a la cuerda. Asocia a
esta pequeña niña con su amiga Sandrine, pero también con su hija e inclusive
con su madre, mujer-niña. También se pregunta si no se trata de su parte
femenina al encuentro de la cual va como un sobreviviente sonámbulo en el
análisis, suspendido en el vacío. Yo reconozco en el traje azul del sueño, el
que llevo yo... Pienso también en su padre reencontrando a su madre luego de
la guerra.
A fines de 1999 Tomás me reprocha no haberlo ayudado en el análisis
para superar su vida sexual. Reconoce una gran mejoría en su vida social, en
la que realiza todas sus proyecciones. Ya no tiene episodios de
descompensación somática desde hace más de dos años. “Usted ha ayudado,
dice, al niño en mí. Ahora debe realizarse el hombre adulto.” Tiene entonces un
sueño panorámico, que piensa que puede estar destinado al analista (como
aparece expresado en los escritos analíticos). Supone que se trata de esto,
pero que no hay que dudar de la veracidad de este sueño. Dice que hay que
utilizarlo como herramienta para su cura y también para la investigación
psicoanalítica. Tomás se ve a sí mismo en un primer departamento. Allí es
descubierto como un bebé encerrado en un campo de concentración. Se va a
mudar a otro departamente y busca a alguien que lo repare. Hay dos cosas
para arreglar: un bolso arruinado y un calefón. El calefón está rodeado de
ladrillos, como un horno. El problema es que le falló la persona que lo iba a
arreglar. En ese momento vive en Montreuil. Tomás lo encuentra y le pide que
se ocupe de su trabajo de reparación. El problema con el calefón es paradójico.
A pesar de que debe calentar, está congelado, cubierto de escarcha. Hay que
utilizar la hoja de un cuchillo para despegar la escarcha, sin cortar los tubos en
espiral. Tomás piensa que el bebé en el campo de concentración lo representa.
El pudo cambiar, encontrar un nuevo espacio para desarrollarse. Agrega que
encontró en mí al reparador, pero fallado. Recuerda entonces que su padre
había vivido en Montreuil y que había tenido una actividad comercial
relacionada con los aparatos de gas. Encontrar al reparador en Montreuil ¿no
sería reencontrar un padre restaurado? y agrega, luego de una reflexión de mi
parte sobre “Montre-oeil” (muestra-ojo), la expresión “monta sobre mi culo y yo
te mostraré mi ojo”. Entonces sugerí que existía en ese momento entre
nosotros un encuentro emocional de ojo a ojo. Tomás dice que el problema es
la manera de quitar la escarcha del calefón. “Siempre se me acusó de no tener
sentimientos, no es cierto, es como el calefón, hirviendo en el interior, helado
en el exterior. Hay que descongelar dulcemente las espirales”. Yo recordé
entonces el bolso arruinado, envoltura femenina referente a sus pensamientos
y también a su saco intestinal. Tomás: “cuando me operaron, pensé que me
sacaban un útero, como “el vaciamiento” de mi madre”. El análisis de Tomás
prosigue.Vive actualmente un vínculo con una mujer. El sueño panorámico que
me destinó es una representación que puede ilustrar mi hipótesis de un enclave
autista en él (en el sentido de Tustin), enclave descongelado tal vez demasiado
brutalmente, con el costo de una somatización grave.¿Podemos suponer en él
un aferramiento a huellas del comienzo de la vida en las primeras relaciones,
aferramiento según el modo autista de una superficie plana adhesiva, para
evitar un terror sin nombre vertiginoso en el torbellino de los intercambios con
los dos padres deprimidos, en la avidez de la búsqueda de objeto? ¿A qué
comunicaciones sensoriales no verbales estaba aferrado Tomás? ¿Qué huellas
estaban congeladas, sin permitir la polisensorialidad, trabando la constitución
de un espacio de pensamiento en el que la polisemia ligaría emociones
corporales y pensamiento verbal? Evitaba a toda costa la comunicación a
través de la mirada; por el contrario, estaba muy desarrollado el olfato. En
cuanto al placer gustativo, se encontraba trabado por una lucha constante que
se encarnizaba igualmente contra todo lo que podía absorber oralmente. El
aferramiento a través de este tipo de vínculo probablemente le permitía evitar
caer en el vacío depresivo y las angustias de persecución. El sueño de la
cuerda es una representación metafórica de esto. Con frecuencia Tomás me
hablará del vacio depresivo como de “un agujero negro de desesperación”,
“agujero negro de la física, que aspira, absorbe, destruye”, agujero que él pudo
reencontrar en los ojos de una amiga indiferente o en las polleras negras de las
jóvenes seductoras. Lo concreto del pensamiento, como el de ciertos
mecanismos autistas, constituiría un modo de aferrarse a una huella que
permitiría brindar un sentimiento de existencia en la desesperación. Se trataría
de una lucha defensiva constituida desde los primeros intercambios
identificatorios, vehiculizando en los mensajes no verbales algo del horror de lo
vivido por el padre. Este enclave autista clivado coexistía probablemente con
un desarrollo en patchwork de su personalidad. Los relatos de la historia de su
padre y las reacciones de su madre habían modelado sus identificaciones, sus
defensas, sus ideales. La resignificación puberal había reacomodado sus
defensas de manera muy compleja contra la homosexualidad y la identificación
femenina, utilizando represión y proyección. Gracias a sus primeras
experiencias analíticas, había evitado una descompensación psicótica grave, la
muerte en el suicidio, y había sobrevivido utilizando clivajes, con una pseudo-
adaptación socioprofesional. El decía que había vivido el comienzo de su cura
conmigo como un encierro en un marco rígido, campo de concentración de su
sueño. Perseguido en la transferencia homosexual, había luchado utilizando los
mecanismos de negación, denigración de las emociones, atacando de este
modo el pensamiento. Yo había dejado que la efracción emocional arruinara la
cobertura psíquica y corporal. ¿Podemos suponer que el levantamiento del
enclave autista desencadenó la invasión en la transferencia de un desborde
emocional del comienzo de la vida? Estamos en el cruce de dos niveles de
organización. Uno carecía de espacio psíquico que pudiera contener un objeto
para realizar el trabajo de ligazón luchando contra la destructividad. El otro se
situaba en un nivel de organización edípico, en una transferencia homosexual
erotizada. Yo “había fallado” como “reparador”. El bolso continente había sido
dañado, cortado en el marco de las sesiones, en el espacio de pensamiento y
concretamente en el cuerpo. Por cierto, la reconstitución metafórica, como
otras imágenes utilizadas por Tomás, me fueron destinadas como trabajo de
ligazón, tratando de dar sentido a una destructividad desprovista de sentido
que produce efracción. La imagen del calefón a gas, que hay de descongelar,
condensa representaciones múltiples relacionadas con los afectos, la forma de
tratarlos en la cura, y tal vez la paradoja de las asociaciones referentes a la
Shoah, ligadas a la función paterna a la vez reparadora y que corre el riesgo de
crear efracciones en la cura. Podemos preguntarnos lo que pudo ser para él en
sus primeros intercambios identificatorios, como aferramiento en la concretud a
mensajes desprovistos de sentido para él, pero que vehiculizaban el Horror en
las huellas mnémicas de sus padres, y que favorecían pseudo-identificaciones
en la concretud. Una imagen utilizada por Tomás da testimonio de su trabajo
de figuración de lo impensable a través del humor. Dice que utiliza fertilizante
como los que vio en mi jardín. Estos fertilizantes contienen ácidos. Todo el
problema está en el dosaje. En pequeñas dosis fertiliza el suelo. Piensa en la
utilización de las “huellas” dejadas por el ácido absorbido por su padre durante
su cautiverio. Estas “huellas” de la destructividad de los nazis, él las percibió en
las expresiones de sus padres, en las representaciones de sus relatos, que él
había transformado en sus propias representaciones de escenas
sadomasoquistas especialmente durante su adolescencia. De este modo podía
modular su propia agresividad. La acidez de sus propuestas retomaba una
identificación con el agresor. ¿Esta no había inducido algunas veces una
respuesta contratransferencial en mis interpretaciones? Las huellas de la
memoria de la historia a través de las huellas de los primeros encuentros
emocionales en su cuerpo, reacomodados en la singularidad de su vida
pulsional, de sus arreglos defensivos precoces para evitar el hundimiento frente
a la intricación de las angustias precoces y de la angustia de castración,
tomaban los contornos de una nueva historia con sentido del humor. La fuerza
pulsional del comienzo de la vida, reintroducida en la red de la memoria, en
relación con un objeto interno sobreviviente a pesar de la desesperación de la
pérdida de sentido, ¿volvería a dar su calor y su color emocional al azar de los
encuentros con nuevos objetos en su vida?
Siendo el objetivo de esta revisión la colaboración interdisciplinaria, uno
de nosotros va a encarar esta observación desde un punto de vista médico,
más especialmente neuropsíquico: las mismas condiciones de la cura analítica
no nos permitieron interrogar al paciente sobre la afección orgánica que lo
aquejaba, ni tomar contacto con los especialistas que lo trataban. En cambio,
recibimos el diagnóstico de enfermedad de Crohn de parte de él mismo,
diagnóstico que no teníamos ninguna razón para poner en duda, pero no
poseemos ni observación clínica ni historia clínica médica. Se ha informado
acerca de manifestaciones neurológicas centrales y periféricas durante las
enfermedades inflamatorias del tubo digestivo: enfermedad de Crohn y
rectocolitis hemorrágica. De manera general (Jaussaud y Deville, 1999), los
alcances neurológicos centrales ligados a la enfermedad de Crohn son raros.
Entre estos, la frecuencia de las manifestaciones psiquiátricas siguen siendo
poco elevadas: Gendelman et al. (1982) citan sin ninguna descripción 6 casos
de estados confusionales en una serie de 37 pacientes que presentaron
afecciones del Sistema nervioso central, durante la enfermedad de Crohn o de
colitis ulcerosa. Elsehety et al. (1997) señalan posibilidad de depresión “mayor”.
Jaussaud y Deville (1999) refieren un caso de “severa depresión” resistente a
los antidepresivos y a la sismoterapia,y en cambio muy regresiva por la
corticoterapia; estos autores señalan que los síntomas neurológicos pueden
preceder al diagnóstico. Bouffées delirantes o episodios psicóticos transitorios
son citados igualmente en relación con la rectocolitis hemorrágica. A. Fine
(1986) retoma la literatura respecto a este tema.
¿Qué relaciones se pueden establecer entre las manfiestaciones
psicopatológicas de nuestro paciente y su enfermedad de Crohn? Una
primera hipótesis sería imputarlas totalmente a esta afección intestinal por el
lado de los mecanismos vasculares inflamatorios, inmunológicos o de una
carencia vitamínica o nutricional. Habría que admitir, en este caso, que ellos
habrían precedido al diagnóstico durante largos años. Se trataría de una
enfermedad de Crohn del niño en una forma por largo tiempo extra-intestinal.
Es una explicación difícil de mantener. A la inversa, se puede imaginar que los
desórdenes psíquicos no tienen ningún lazo con la enfermedad intestinal en
este paciente. Sus temáticas referidas al tubo digestivo, la cirugía abdominal y
la relación con la historia familiar no dejan de intrigar. Es por eso que nosotros
adoptaremos una actitud más matizada. Si la etiología de la enfermedad de
Crohn no se conoce con certeza, sin embargo se diseñan dos explicaciones:
una predisposición genética, sin duda con una heterogeneidad (Haresbach et
al. 1997), y el rol de los factores de acontecimientos exteriores. Addolorato et al
(1997) han estudiado por medio de escalas de ansiedad y depresión a 43
pacientes con enfermedad de Crohn en comparación con 36 sujetos testigos.
Constataron en los pacientes cifras significativamente más elevadas que en los
testigos. Los autores diferencian los “estados” de ansiedad, considerados como
reactivos, y los rasgos de personalidad. El aumento significativo en los
resultados corresponde a los “estados” de ansiedad. Los autores plantean la
cuestión del carácter reactivo a la enfermedad de la ansiedad y de la
depresión, pero también las consecuencias bioquímicas cerebrales de la
malnutrición. Otros autores citados por Addolorato et al. (1997) señalan en
estos pacientes rasgos neuróticos, una tendencia al perfeccionismo, a la
depresión, a la angustia y postulan un origen psicosomático de la enfermedad o
una etiología multifactorial. Sperling (1959) estudia la vida fantasmática
inconciente y las relaciones objetales de estos pacientes, relatando en detalle
partes de una cura analítica. Retomando trabajos anteriores, ella subraya el
hecho de que “estas enfermedades se remontan a la fase pre-edípica y con
frecuencia la fase preverbal de la evolución”. Ella da mucha importancia a la
estimulación por las fantasías inconcientes de la madre, interviniendo en “la
determinación de los puntos de fijación” orales o anales, y de los mecanismos
de defensa, con incorporación en el intestino del objeto parcial de la madre. La
forma de distribución de las energías libidinal y destructiva dependerá de estos
factores. Gutton (1974), al considerar once casos de observaciones de niños
hospitalizados por colitis ulcerosa, subraya la frecuencia de trastornos
funcionales en la edad temprana. (Este era el caso de T.) El constata “la
intensa relación libidinal” de los personajes paternos con su hijo, con una
vivencia identificatoria femenina. Finalmente, se encuentra siempre una pre-
fantasía de penetración. Gutton, como la mayoría de los autores que tratan
colitis ulcerosas, insiste en la depresión. Fine desarrolla una comparación con
la melancolía. ¿Sería la enfermedad, con su regresión narcisista, como lo
sostienen ciertos autores, “un bastión defensivo” contra la psicosis? Para Fine,
sería no tener en cuenta la intensidad de “la onda traumatógena, surgida de las
profundidades”. Para él, ésta desborda la regresión y crea el desorden
somático. Nosotros podríamos retomar eta discusión en el caso de T. Más que
melancolía de órgano, la hipótesis del deshielo de un enclave autista, nos
parece tener mejor en cuenta la fuerza traumática provocada por la efracción
que constituye la introducción de las huellas preperceptivas del pasado. Las
capacidades de simbolización del sujeto se encuentran entonces desbordadas.
La cuestión queda abierta entonces a las modalidades de la lucha contra la
pérdida de sentido que lleva a la desorganización, y a modalidades de
reacomodación de las huellas gracias al trabajo de la metáfora.
Los trabajos cognitivistas, unidos a los recientes descubrimientos de los
neurobiologistas, han permitido una mejor comprensión de la formación y del
almacenamiento de las huellas en la memoria implícita. El pasado sobrevive en
nosotros de dos maneras: o bien recordamos concientemente los momentos de
nuestra vida que permanecen grabados en nuestra biografía, que podemos
contar y que por esta razón forman parte de la memoria declarativa episódica;
o bien el pasado marca inconcientemente con su impronta nuestra historia
personal, modela nuestro carácter, dibuja nuestra personalidad. Esta memoria
no declarativa (Squire, 1992) no sólo comprende la memoria de las habilidades
motrices (Descartes, 1640), o la de los hábitos (Bergson, 1897); comprende
igualmente la conservación implícita de nuestras relaciones afectivas, de
nuestras preferencias y de nuestros sentimientos; Squire y Kandel (1999)
admiten que esta memoria no declarativa es la que forja la personalidad. El
reconocimiento de esta categoría de memoria a largo término está justificada
por la existencia en la patología humana de las disociaciones que se pueden
observar entre el alcance de la memoria episódica y la conservación de la
memoria no declarativa. En el Sindrome de Korsakoff alcohólico-carencial, en
la enfermedad de Alzheimer, y en el ictus amnésico sucede de esta forma. Por
otro lado, la neurobiología de la memoria recientemente ha hecho inmensos
progresos (ver Squire y Kandel, 1999). Sin embargo, no hay que olvidar que
Freud aparece como un precursor cuando define en el Proyecto de psicología
(9) el concepto de facilitaciones en las redes de neuronas,y atribuye un rol
modulador a las sinapsis, que él llama “barreras de contacto” diez años antes
de su descripción por Sherrington. (ver B. y B. Lechevalier, 1998). Squire y
Kandel han mostrado que la utilización de la memoria a largo plazo no se
puede realizar sin la síntesis de una nueva proteína a partir de la transcripción
del ARN mensajero proveniente de diferentes genes. Esta nueva proteína se
comportaría en sí misma como un factor de crecimiento implicado en la
aparición de las dendritas. De este modo ella interviene en la modulación, la
organización y la reestructuración de las redes de neuronas del encéfalo bajo la
influencia de factores extrínsecos. Según los modelos utilizados para el
estudio de la neurobiología de la memoria, se ve que numerosas sustancias
tienen un rol facilitador o inhibidor en las diversas etapas de la formación de
tales proteínas. Al lado de los receptores de los canales iónicos, elementos de
base de la transmisión sináptica, existe un segundo tipo de receptores
llamados “metabotrópicos”, cuya sustancia excitatoria es la serotonina de la
membrana y cuyos principales eslabones son el AMP cíclico (segundo
mensajero) y diversas enzimas como las proteinokinasas, y es a partir de estos
receptores que se sintetizarían nuevas proteínas, soporte de la memoria a
largo plazo. Fleschig, a fines del siglo XIX (citado por Edelman), había dibujado
un mapa de la madurez del encéfalo y mostrado que en el nacimiento
solamente una pequeña cantidad de áreas corticales estaban mielinizadas, y
que la mielinización de las otras se hacía progresivamente. Edelman (1979)
adelantó la idea de un darwinismo neuronal que se apoyaba en el principio de
que el desarrollo de las sinapsis interneuronales no era aleatorio sino sometido
a influencias extrínsecas. Se llega a la hipótesis de que la mielinización y la
organización de las redes neuronales no se realizan de la misma manera en
todos los sujetos, sino que podrían estar influenciadas por las experiencias
exteriores. Hoy en día se piensa que si el hipocampo es la estructura cerebral
que interviene en la memoria episódica al nivel de los procesos de codificación
y de consolidación, en relación con ciertas áreas del córtex cerebral, las
regiones relativas a la memoria no declarativa son diferentes: en el hombre, se
trata de núcleos centrales de materia gris y del cerebelo. La memoria no
declarativa registra inconcientemente huellas que están almacenadas de
acuerdo a nosotros y que según Kandel modelan nuestra vida psíquica de
adulto.
En ocasión de una aproximación a las huellas de la memoria y de la
percepción, hemos introducido (El cuerpo y el sentido, 1998) la noción de
Información Sensorial Preperceptiva, que no alcanzó la simbolización (I.S.P.).
Podemos suponer que al comienzo de la vida, en las interrelaciones precoces,
se registran huellas inconcientemente en nuestra memoria implícita sin acceder
ni a la percepción ni a la representación concientes. Si la organización de las
redes neuronales, soportes de estos I.S.P., está todavía mal elucidada,
trabajos recientes, como los de Mesulam (1998) alientan a encarar su estudio.
¿Qué sucedió en la cura de nuestro paciente? Se puede formular la
hipótesis de un doble proceso: por una parte, levantamiento de la represión
(fantasías homosexuales), por otra; reacomodamiento de las redes neuronales
corticales con irrupción masiva de los I.S.P. ¿Cómo intervienen entonces las
defensas del paciente en la dinámica del momento transferencial-
contratransferencial? Su cuerpo-psique se encuentra entonces confrontado a la
necesidad de resolver problemas nuevos sin poder recurrir a los mecanismos
automáticos repetitivos. Del mismo modo, la doble lectura de este caso permite
a los autores salir de los automatismos teóricos para abrir un espacio de
interrogantes. De este modo, esta lectura a dos voces de una observación de
enfermedad de Crohn ha permitido una confrontación de dos voces que nos
pareció que facilitaba la aproximación a una enfermedad que guarda sus
misterios.
Bibliografía
Addolorato G, Capristo E;, Stefanini G.F., Gasbarrini G .
(1997)”Inflammatory bowel disease: A study of association between
anxiety and depression, physical, morbidity, and nutritional status”, in
Scandinavian Journal of Gastroenterology, 32.
Resumen
La autora se propone organizar a la teoría freudiana como una
estructura hipotético-deductiva. Esto quiere decir, organizarla como enunciados
que deben sostenerse simultáneamente y no como citas de Freud. Los
enunciados de autores pos-freudianos, lógicamente articulables a la estructura
hipotético deductiva básica, corresponden a ella. Las categorías
correspondientes al Aparato Psíquico son las más inclusivas de la teoría
freudiana y constituyen en sí mismas una articulación que abarca lo bio-psico-
social. El concepto de pulsión cabalga entre lo psíquico y lo somático, portando
también la impronta de la Cultura. Inquietudes como las de Bion, quien se
preocupó por los procesos cognitivos, fueron precedidas por las de Freud. La
magnitud de su descubrimiento no le permitió desarrollar todas sus teorías de
manera madura, dado que estaba empujado por el fragor de su creación.
La autora se propone rescatar las hipótesis de Freud sobre los procesos
de pensamiento del Proyecto de una psicología científica, que presentan como
ventaja sobre teorías del pensamiento extra-analíticas, el gran progreso de
vincularse a la motivación, al deseo, al placer y al displacer. Hay dos sistemas
cognitivos sólo relativamente diferenciables: el de predominio afectivo y el de
predominio representacional y lógico, pero cognición y afecto no son
separables.
La autora afirma que uno de sus aportes consiste en mostrar cómo el
pensamiento progresa alejándose de los primeros deseos y angustias
compulsivos, pero sin abandonar jamás un horizonte afectivo como motivo
conductor. Contribuye también a diferenciar entre cualificación y calificación
psíquica. La primera querrá decir psíquico-conciente, como lo afirmaba Freud,
y la segunda corresponde a todo aquello que adquiere representabilidad y
sobre todo lugar psíquico, como inscripción perdurable o alteración permanente
del sistema que precedió a esa inscripción. Propone además modificar la idea
de que lo revulsivo del psicoanálisis es la sexualidad y la agresividad, y afirma
que lo es el pensamiento crítico, acerca de nosotros y acerca de nuestros
objetos de amor.
Summary
*
Profesora Titular
de Psicopatología de la Universidad Abierta Interamericana; Miembro fundador
de la Sociedad Psicoanalítica del Sur.
interests, who cared about cognitive processes were preceded by Freud´s. The
discovery magnitude did no allow him to develop all his theories in a mature
way, because he was pushed by his creation force.
The author proposes the rescue of Freud´s Proyect´s cognitive
processes hypothesis, which have an advantage over extra-analytical theories:
the great progress of linking motivation, desire, pleasure and displeasure. There
are only two cognitive systems which can be differentiated: one mostly affective
and one logical and representational, but cognition and affect cannot be
standing apart.
The author states that one of the principal approaches consists in
showing how thinking progress from withrawing from first compulsive anxieties
and desires, but never abandons the affect as a conducting motive. She also
contributes to establish a difference between psychic qualitication and
assessement. The first one means psychic-consciousness, as Freud said, the
second one belongs to all that has representation and especially a psychic
place, as a durable inscription or permanent alteration of the previous system.
Besides, she proposes to modify the idea that revulsive ideas in psychoanalysis
are sexuality and agression, and she argues that this are critical thinking, about
us and our love objects .
Introducción
El psicoanálisis se ha hecho masivo y dudosamente famoso por la
sexualidad entendida popularmente como pansexualismo e idealización de la
sexualidad fáctica, muy acorde con el hedonismo narcisista de la post-
modernidad. La idea de que los oficiantes del psicoanálisis sólo se ocupan de
un objeto psíquico, el inconciente, trivializa también la complejidad de los
objetos teóricos que Freud forjó, objetos que por lo menos son una triple
estructura de subsistemas psíquicos, articulados además a la biología y a lo
histórico-cultural.
Los reduccionismos intrapsicoanalíticos como el que cité, al simplificar el
Aparato Psíquico* en uno sólo de sus sistemas, merecen indudablemente
muchas de las críticas que Mario Bunge dirige a “un psicoanálisis” que en
realidad es un heterogéneo mosaico teórico, ideológico, técnico y hasta
metafísico, el que arrastra, por supuesto, esa disparidad ideológica a
tratamientos que sólo mitológicamente son unitariamente psicoanalíticos. Es
aquí donde hinca su crítica Mario Bunge. Yo no creo que a sus críticas se las
pueda desestimar con el mero y cómodo mote de positivista, mote que suelen
utilizar las corrientes irracionalistas de las ciencias sociales, impotentes para
contrastar sus enunciados. Esta es precisamente una de las principales críticas
del epistemólogo argentino: no dan cuenta de ningún tipo de contrastación
racionalmente aceptable.
Es sabido que muchos que describen nuestra época dicen que ella tiene
una gran dependencia de la ciencia y de la técnica, pero que esa dependencia
es coexistente con fuertes ataques a la racionalidad, sobre todo en el campo de
la salud, donde la carencia epistemológica hace imposible ordenar legalmente
las prácticas. No será la menor ni la última de nuestras contradicciones, la de
los hombres trimilenarios.
*
Advierto que muchas mayúsculas usadas sin justificación gramatical, sólo intentan resaltar el
hecho de que esas palabras son categorías de la estructura teórica y no solo del léxico común.
Hay una filósofa norteamericana que leyó con detenimiento y lucidez a
Freud: Patricia Kitcher (1990), quien piensa que el fundador del psicoanálisis
dejó como herencia con sus metapsicologías un programa de investigaciones
que ocupará a varias generaciones de científicos interdisciplinarios.
No puedo menos que concordar con Kitcher, puesto que el psicoanálisis
excede con mucho el campo de una psicopatología y el de una terapéutica,
dado que fue constituido por su fundador como el más complejo y útil de los
objetos teóricos que cubran el campo o hayan abierto el campo de lo bio-psico-
social. Es posible que el psicoanálisis sea una antropología en sí misma.
El oficio curativo que los psicoanalistas practicantes asumimos ha
llevado a un reduccionismo intrapsicoanalítico del que Freud abjuraba y que lo
condujo a temer que la práctica “médica”, curativa, terapeutizante, ocluyera la
dimensión de la ciencia que él fundó. Esa ciencia trascendió a los histéricos
desde 1900 con la Interpretación de los sueños, cuando demostró que la
escisión psíquica en diferentes sistemas de pensamientos era algo que
apenaba a los neuróticos, pero que mostraba la irracionalidad como
componente de cualquier sujeto psíquico.
Junto a la terapéutica como una de sus técnicas posibles, esa ciencia
funda también al psicoanálisis como una herramienta de calidad de vida, de
salud en sentido amplio, sea ella lo que fuere en el campo mental
(considerando que hay un autor como Morin que llama a nuestra especie homo
sapiens-demens).
No es común suponer que la teoría del Inconciente es imposible de
sostenerse sin una teoría de la conciencia, y que durante décadas elevamos
procesos psíquicos a la conciencia de nuestros analizandos sin que haya
habido preocupación, sin embargo, por tal teoría de la conciencia, salvo en
contados casos. No obstante, hay en Freud bases firmes para una teoría de la
conciencia y de la investidura de atención que le es consustancial. La teoría
freudiana sustenta firmemente la convicción de que la mayoría de los procesos
que dan lugar a la conciencia son inconcientes en sentido por lo menos
descriptivo y dinámico. No es otra cosa lo que descubrieron muchos años
después los neurocientíficos, al consolidar la idea de que la mayoría de los
procesamientos psíquicos son inconcientes.
Además de los caminos de investiduras (posicionamientos psíquicos)
sobre los que operó la defensa, los cuales son inaceptables yoica y
superyoicamente, también están los procesos psíquicos simplemente
desconocidos, tanto como desconocimos hasta el siglo pasado la estructura del
átomo. A lo inconciente reprimido y reprimido primariamente, deberíamos
agregarle ése: lo inconciente desconocido.
La inaceptabilidad yoica respecto a diferentes caminos de pensamientos
se produce por razones semióticas, semánticas, lógicas, de urbanidad,
gramaticales, sintácticas, retóricas y de adecuación o conveniencia social. Las
razones superyoicas responden a la ética individual y cultural histórica.
Tanto el Ello como el Yo de realidad definitivo y el Superyó son
instancias, cada una de las cuales está constituída por diferentes cogniciones y
sobre todo por diferentes maneras de configurar estas cogniciones. Es Freud
el que sostiene que en los estratos primarios operan estructuras cognitivas
“superadas” y no reprimidas, como el animismo y la magia, asociaciones por
simultaneidad y varios estadíos de las relaciones por analogía.
Cierta tensión entre medicación y comprensión de la subjetividad podría
ser mejor situada en un terreno inteligible si se retomaran las investigaciones
sobre la multiplicidad de funciones que estan implicadas en el Aparato Psíquico
Freudiano, entre ellas la Atención, la Conciencia, los afectos y sus posiciones
respecto al Yo, al Ello, e incluso al Superyó.
Aunque las fuentes empíricas de los psicoanalistas siguen siendo los
tratamientos que abordamos, no me caben dudas de que nos faltan recursos
para avanzar hacia otros medios de contrastación sin abandonar la clínica. Nos
falta también utilizar reflexivamente, y no con importaciones ligeras y a la
moda, otras fuentes de información :(descripciones de la realidad psicosocial
actual y neurocientíficas, por ej.) que completen el estudio de muchos procesos
del Aparato Psíquico conocidos psicoanalíticamente. Un ejemplo de esto es la
teoría sobre los afectos, a los que sólo comprendemos por sus procesos
representacionales pero sin integrarlos con sus eslabones neurohormonales ni
con sus procesamientos histórico-sociales (Lucioni, 2001). Estos desarrollos
cambiarán también el terreno de ciertas disputas ejercidas sobre un paciente
“tupamarizado” por psicofarmacólogos y psicoterapeutas. Existe en estos
momentos en algunos medios de difusión la propaganda de un conocido
psiquiatra, quien anuncia: la depresión no es un problema (o defecto) de
carácter, es un desorden de neurotransmisores. Los pacientes sufrirán esta
disputa, puesto que todo lo mental-representacional ocurre con transmisiones
sinápticas que ponen en juego neurotrasmisores. Es de una audacia de
voluntad comercial afirmar que el problema depresivo comenzó
necesariamente por el neurotrasnsmisor y no por la representación, la que
precisamente está traducida en neurotransmisores o soportada en ellos. Hay
autores actuales que plantean que en el siglo que pasó, pero sobre todo en los
últimos 50 años, se produjo una revolución psicosocial, cuyos hechos podemos
articular gracias a territorios teóricos preparados por Freud y desarrollados hoy,
por ej., por Kaës, autor psicosocial consistente con la teoría fundante del
psicoanálisis. La revolución del cerebro y la revolución psicosocial no pueden
dejar indiferente a un psicoanálisis, so pena de creer que está leyendo siempre
el mismo inconciente desde hace 100 años. Es posible que hayamos tardado
100 años en metabolizar la complejidad que fundó Freud como teoría del
Aparato Psíquico articulado a la biología y la cultura; seguir afrontando el
conocimiento del psiquismo no es más que afrontar una complejidad que
aumenta.
MUNDO
REPRESENTACION
EXTERNO DE
REALIDAD
Φ Ψ Ψ Ψ Ω
P H.M. H.M. H.M. C
Q → Φ→ → Ψ → → Ω
Q
Q ↓
Excitaciones Or- Sig-
Externas ga- no Inscripción Descarga
Cosa
no Per- Cualidad o
vista
Q de los cepti- Conciencia
sentidos vo
I n c o n c i e n t e Prec- Cc
Representació
Oral 1ª Oral 2ª Anal 1ª Anal 2ª. Falica Edipo
n Palabra YO
DE
Representaci Representac.Cosa RCosa. Repr.Cosa R. Cosa R. Cosa
Cosa REAL.DEF.
SUPERYO
Yo > Yo Pla >1er Yo de Realidad YO IDEAL
Real> cer Purif.>en Diferenciación con el Ello y el Yo Ideal E L L O
Procesos de pensamiento
Advierto que el texto freudiano es dfícil y no está ordenado en la relación
recíproca de los pensamientos. Me hago cargo por lo tanto de la selección de
los siguientes procesos.
1.Alucinación primitiva y descarga de angustia originaria. El primer
funcionamiento psíquico es la alucinación primitiva, donde las Huellas
Mnémicas desiderativas descargan como Conciencia.
2. Contemporáneamente, las experiencias de displacer dejan huellas
que se activan como descarga afectiva angustia-miedo-rabia. Estas huellas
mnémicas se reactivan también compulsivamente, pero en lugar de la
alucinación repiten la descarga afectiva dolorosa o de Angustia originaria. Yo
pienso (Lucioni, 2001) que la Angustia originaria es un afecto indiferenciado
angustia-rabia-miedo.
3. Inhibición de la dos experiencias compulsivas fundantes, porque se
ha estabilizado un conjunto de representaciones corporales bajo la forma de
narcisismo o Investidura Yo. Esta es la forma bajo la que también describe el
surgimiento del self D Winnicott. Que exista este Yo permite que hayan
experiencias “del” self y que haya, parafraseando a Bion, “un aparato para
comenzar a pensar los pensamienos y sentir los afectos”.
4. Emergen entonces el discernimiento y el juicio. Cuando las
representaciones corporales a predominio placentero se estabilizan
separándose de las Huellas Mnémicas que se originaron en la madre y que
pasan a constituir la investidura objetal o Representación del Semejante,
comienzan el discernimiento y el juicio sobre ese mismo semejante y sobre el
trasfondo del deseo hacia él como Objeto, sin el cual ninguna de las dos
actividades tendrían lugar.
Bibliografía
Castoriadis-Aulagnier, Piera
(1975) La violencia de la interpretación, Buenos Aires, Amorrortu
editores.
Freud, Sigmund
(1895) Proyecto de psicología, en Obras Completas, Buenos
Aires, Amorrortu editores (AE), vol. 1
Kitcher, Patricia
(1990) Freud´s dreams , a Bradford book, The MIT Press
Cambridge-Massachusetts-London-England
Lucioni, Isabel
(1998) “Angustia, miedo, ataque de pánico”, Buenos Aires,
Actualidad Psicológica
(2000) “Teoría de la conciencia y aportes al desorden de
impulsión y atención”, Cuestiones de Infancia, Buenos Aires
(2000) “A casi 100 años de la interpretación de los sueños”,
Actualidad Psicológica, Buenos Aires
(2001) “Afecto, psiquesoma, alexitimia”, leído en la Sociedad
Psicoanalítica del Sur, próxima aparición en Actualidad
Psicológica, Buenos Aires, abril 2002
Maldavsky, David (1977) Teoría de las representaciones , Buenos Aires,
Nueva
Visión
(1986) Estructuras narcisistas , Buenos Aires, Amorrortu
editores
Moizeszowicz, Julio (1998) Psicofarmacología dinámica IV, Buenos Aires,
Paidós
(1999) Psicofarmacología y territorio freudiano, Buenos
Aires, Paidós
Resumen
El autor se propone aportar modelos psicoanalíticos refinados y
acotados que a su vez sean aptos para el intercambio con los investigadores
en neurociencias. Desde esta perspectiva se refiere a los procesos de
pensamiento y a la conciencia originaria. Propone establecer nexos entre la
teoría del pensamiento y la de la pulsión. Su objetivo es poner en evidencia que
cada erogeneidad se expresa de una manera específica en cuanto a los
contenidos y sobre todo la lógica del pensar, enlazada a su vez con
percepciones, motricidades y estratos mnémicos diferenciales. A partir de esta
hipótesis-marco, estudia los procesos de pensamiento y de memoria, la
motricidad y la percepción inherentes a las erogeneidades intrasomática, oral
primaria y sádico oral secundaria. La parte final del trabajo está destinada a
investigar la conciencia originaria, incluyendo algunos aportes recientes en
neurociencias.
Summary
Author propose refinate and restricted psychoanalytical models which
also can be available for the interchange with researchers in neurociences.
From this perspective, he makes references to the thoughts process and to the
originally consciences. He propose to establish links between though and
sexuality theories. His aim is to show that each erogeneicity is expressed in an
specific way concerning the contents and specially though logic, connected with
perceptions, motricities and differential mnemic trances. From this frame-
hypothesis, he studies thought and memory process, motricity and perception
inherent to the intrasomatic, oral primary and sadistic oral secundary
erogeneicities. The final part of the paper is destinated to research originary
conscience, including some recent contributions in neurociences.
Presentación
La relación entre psicoanálisis y neurociencias está llena de obstáculos.
Los problemas son múltiples: epistemológicos, metodológicos, teóricos. Por
otra parte, también se dan tentativas recíprocas de subordinación, de reducción
de una de las ciencias a las hipótesis de la otra, sea en el terreno teórico, sea
en el práctico. Cuesta entonces establecer un intercambio que resulte
recíprocamente fructífero. Considero que en este sentido el trabajo mayor debe
ser realizado por quienes nos proponemos como psicoanalistas, y a doble vía:
por un lado, para sacar mejor provecho de las investigaciones y las prácticas
recientes en neurociencias para la complejización interna de nuestro propio
cuerpo de hipótesis; por otro lado, para facilitar el diseño de investigaciones en
neurociencias al aportar modelos de procesos psíquicos que sin perder
complejidad queden suficientemente acotados. Los psicoanalistas no hemos
cumplido con ninguno de estos requisitos de manera satisfactoria. En cuanto al
aprovechamiento de las hipótesis neurológicas, es muy relativo al avance
logrado más allá de las citas al Proyecto de Freud. No se advierte a menudo
*
E-mail: dmaldavsky@elsitio.net Director del Instituto de Altos Estudios en Psicología y
Ciencias Sociales. UCES
cómo aprovechamos hoy los psicoanalistas los avances en el terreno
neurocientífico. Como el cuerpo de trabajo analítico es sobre todo la clínica, no
queda claro qué sector de los desarrollos en neurociencia, más allá de los
ligados a los avances en la medicación, pueden ser aprovechados para la
mejor comprensión de los procesos psíquicos. Este punto, como muchos otros,
requiere de trabajo reflexivo y crítico. Pero es mayor la deuda respecto de la
otra tarea, es decir, aportar algunos modelos no reduccionistas, que sin perder
la sofisticación sean más accesibles al diseño de investigaciones en
neurociencias. En este punto se advierte una gran dificultad para aportar
modelos precisos, específicos, de funcionamiento psíquico, que por una parte
tomen en cuenta los fundamentos teóricos y por otra parte abran el camino a la
comprensión de la diversidad de los procesos particulares, y nos acerquen así
a la posibilidad de que nuestro lenguaje sea apto para que los neurocientistas a
su vez, investiguen lo propio. Este trabajo se orienta más bien en esta segunda
dirección: pretende presentar un enfoque diferenciado del pensamiento
inconciente y de la conciencia originaria, con el objetivo de realizar una mayor
aproximación a la posibilidad de desarrollar diseños de investigación
neurocientífica no reduccionistas, a partir de los interrogantes psicoanalíticos.
Antes de avanzar en nuestra propuesta, deseo ubicar el presente trabajo
en el marco de mis desarrollos recientes, los cuales se han centrado
(Maldavsky, 1997, 1998a, 1998b, 1999a, 2001, Maldavsky et al., 2000, 2001)
en cuestiones del lenguaje como expresión de la erogeneidad y la defensa.
Consideré desde esta perspectiva diferentes lenguajes del erotismo y presenté
un método de investigación del discurso en las sesiones de análisis. Dicho
método propone deslindar entre redes de palabras, estructuras-frase y
secuencias narrativas, sobre los cuales es posible investigar, y que son
testimonios de una erogeneidad. He estudiado el lenguaje de los erotismos
clásicamente descritos por Freud (1933a): oral primario, sádico oral secundario,
sádico anal primario, sádico anal secundario, fálico uretral, fálico genital, a los
que agregué la libido intrasomática, que corresponde a esos momentos
iniciales de la vida pulsional posnatal, cuando la libido inviste los órganos
internos, en particular corazón y pulmones (Freud, 1926d). En consecuencia,
nuestra base empírica está constituida por el discurso, sobre todo el de los
pacientes en sesión, en el cual estudiamos palabras, frases, relatos desde la
perspectiva de la erogeneidad. Diferentes orientaciones en la investigación
apelan a esta misma base empírica, en ciencias sociales y en psicología,
algunas de ellas de tipo cognitivista. Sarbin (1986), por ejemplo, afirmó que,
como metáfora para la psicología, la narrativa es preferible a la computadora, la
rata de laboratorio y el científico ingenuo. Brunner (1990), por su parte, sostuvo
que la psicología narrativa es una tentativa de recobrar el proyecto original de
la primera revolución cognitiva: restablecer un fundamento centrado en la
cultura y el sentido, en lugar del modelo computacional o los enfoques
neurofisiológicos de flujo de información. Afirmó que la narración constituye
también un modo de pensamiento y de acción que puede ser estudiada en
términos de representaciones y planes cognitivos. Por mi lado, parto de la
misma base empírica, pero con otros supuestos, ya que considero al relato
como expresión de la vida pulsional, hecho que conduce a resultados
diferentes de los expuestos en las corrientes cognitivistas.
En la presentación que sigue pretendo avanzar en una dirección
complementaria a la de mis trabajos previos sobre lenguaje y erogeneidad.
Pretendo ahora profundizar en el estudio de las lógicas que rigen los procesos
endopsíquicos de los cuales derivan las manifestaciones antedichas. Tras
referirme a estas lógicas en la teoría de Freud, presto atención a su enfoque
del pensar, al enlace con la pulsión y la motricidad. Luego considero la cuestión
de la motricidad específica que constituye la forma de tramitar una erogeneidad
y su enlace con el pensar. Más adelante estudio con mayor detenimiento varias
erogeneidades: intrasomática, oral primaria y sádico-oral secundaria, y la
conquista psíquica de lógicas (como se verá luego, correspondientes a la
simultaneidad), de una motricidad, de una percepción, de un conjunto de
huellas mnémicas, de decisiones y de pensamientos. En realidad, estas
propuestas constituyen una tentativa de refinar algo más las hipótesis
expuestas a lo largo de mis libros previos. En todos ellos investigué (Liberman
y Maldavsky, 1975, Maldavsky, 1968, 1973, 1976, 1980, 1986, 1990, 1992,
1993, 1995a, 1995b, 1997, 1998a, 1998b, 1999a, 2001, Maldavsky et al., 1983,
2000, 2001) la teoría de las representaciones, en la mayoría me referí a la
teoría del pensamiento, y estudié las cuestiones de los desempeños motrices y
de la formalización de la materia sensible. En la parte final me dedico a la
consideración de otro tema, el de la conciencia originaria, que es para Freud el
fundamento de la subjetividad. También he dedicado al tema varias páginas de
mis libros previos (Maldavsky, 1986, 1992, 1995a, 1995b, 1997, 1998a, 1999a),
y en esta oportunidad deseo igualmente agregar a lo previamente expuesto
algunas otras precisiones. El estudio de la conciencia originaria se imbrica con
las consideraciones expuestas en los apartados sobre la tramitación de las
erogeneidades intrasomática y oral primaria.
Conciencia originaria
El tema de la conciencia me interesa desde hace más de 15 años,
cuando le dediqué mi atención por primera vez (Maldavsky, 1986), y luego volví
sobre él en reiteradas ocasiones (Maldavsky, 1986, 1992, 1995a, 1995b, 1997,
1998a, 1999a, 2001). Mientras tanto, el tema de la conciencia en general ha
despertado también el interés de otros psicoanalistas, quizá atraídos por el
hecho de que para el cognitivismo y las neurociencias pasó a ser objeto de
diferentes estudios (Churchland, P. M., 1984; Dennett, D. C., 1969, 1991;
Edelman, G. M., 1992; Gazzaniga, M. S., 1995; Hobson, P, 1993; Humphrey,
N., 1992; Johnson, M. H., 1995; Moscovitch, M., 1995; Pavlov, I. C., 1949;
Pribram, K. y Gill, M., 1976; Shorojova, E. V., 1963; Trevarthen, C., 1982, 1989;
Trevarthen, C. y Hubley, P., 1978). Inclusive la revista Neuro-psychoanalysis ha
dedicado al tema un interesante número en el cual examinan la cuestión de la
conciencia neurólogos y psicoanalistas, que luego comentaré. Deseo repasar
primero las conclusiones de mis escritos previos sobre el tema, que incluyen la
perspectiva freudiana combinada con algunos desarrollos en cognitivismo y
neurociencias.
A partir de Freud podemos distinguir entre una conciencia originaria y
otra secundaria. Esta última es una forma de dotar de cualidad a los procesos
endopsíquicos de pensamiento y de memoria (las huellas mnémicas, a su vez,
son derivados de percepciones). La conciencia es entonces un lugar de llegada
a la superficie psíquica de representaciones y pensamientos al enlazarse con
componentes cualitativos (motrices, visuales, verbales). La conciencia
originaria, en cambio, constituye la forma inicial del desarrollo de la
subjetividad, de la cualificación, en primer lugar gracias a la percepción. Afecto
y percepción son, pues, contenidos de esta conciencia originaria, son las
cualidades que aún no hacen concientes representaciones y pensamientos
sino otras dos realidades, caracterizadas como cantidades: la pulsión, captada
como afecto, y el mundo no pulsional, intra o extracorporal, captado como
impresiones sensoriales. La realidad pulsional se expresa pues como matiz
afectivo, la realidad no pulsional intracorporal se representa como cualidad
sensorial de equilibro, dolor, asfixia, y como registros quinéstesicos-
cenestésicos, y la realidad extracorporal aparece sobre todo como registros
visuales, auditivos, olfatorios, táctiles, gustativos. Para Freud, además, la
conciencia es el lado subjetivo de los procesos neuronales activados en el
quehacer perceptual. En consecuencia, para Freud la conciencia es el
fundamento de la subjetividad, por lo cual el estudio de este punto tiene un
valor especialmente significativo.
Entre los contenidos de la conciencia inicial, los originarios son los
afectos, su matiz, a los cuales se le agregan luego las percepciones intra y
extracorporales. La cuestión de la conciencia se enlaza con la de la atención.
Freud distingue, como otros muchos autores entre atención reflectoria o
automática y atención psíquica. La primera es pasiva, está dirigida desde el
estímulo; en cambio, la atención psíquica implica una investidura de la zona
estimulada y luego del mundo externo, puesto como causa de la impresión
sensorial, y en consecuencia vuelto significativo. La atención psíquica tiene
como requisito que se hayan desarrollado los contenidos de conciencia de tipo
sensorial. En cambio, la atención reflectoria parece ser una condición para el
desarrollo y el fortalecimiento de la conciencia originaria. Esta atención
reflectoria abre el camino para que los estados afectivos se enlacen con el
mundo sensorial. Para que así ocurra los afectos no deben ser ni muy intensos
ni nulos. En el terreno de los afectos de intensidad media es posible que la
atención automática permita que las impresiones sensoriales se vuelvan
contenidos de conciencia. Se advierte entonces el valor del afecto como
fundamento para el desarrollo ulterior de un mundo sensorial significativo. A
partir del desarrollo de este mundo cualitativo complejo (afectos e impresiones
sensoriales) surgen las inscripciones psíquicas significativas, la memoria
subjetivada. Freud afirmó además que en las cegueras histéricas el ojo no ve
solo para la conciencia, pero que en lo inconciente es vidente, por lo cual
puede despertar un estado afectivo. Esta hipótesis, como se verá luego, se
combina con los estudios de algunos tipos de memoria caracterizados por la no
subjetivación.
La teoría freudiana recién reseñada se halla en coincidencia con la de
otros autores, quienes, desde diferentes perspectivas (neurológicas,
cognitivistas), concuerdan en considerar a la conciencia originaria como punto
de deslinde entre un funcionamiento puramente neurobiológico y uno que
implica ya actividad psíquica o mental, según la terminología de cada corriente.
Algunos autores coinciden también en enlazar la conciencia con el afecto.
Entre ellos, Gazzaniga (1995) da especial importancia al afecto, y afirma,
además, que el origen de la conciencia es instintivo, es decir, consecuencia de
factores filogenéticos, hipótesis que Freud seguramente suscribiría. Otros
autores (Trevarten, 1982, 1986, Trevarten y Hubley, 1978) sostienen que este
contenido de conciencia permite el acceso a una intersubjetividad primaria.
Incluso más: podemos afirmar que esta conciencia originaria no parece derivar
solo de una combinatoria entre procesos pulsionales, neuronales e instintivos,
sino también del aporte de un ambiente favorecedor, empático.
Algunos investigadores hicieron además referencia a la conciencia
intencional en contraste con la no intencional. La intencional parece involucrar
una investidura de atención. En cuanto a la conciencia no intencional,
corresponde a un momento de preparación para la captación cualificada de
impresiones sensoriales mundanas. En esta preparación, el mundo sensorial
está ya diferenciado, pero aún no resulta investido.
En cuanto a la participación de la conciencia en la creación del mundo
mnémico, tanto los desarrollos freudianos cuanto los cognitivistas conducen a
conclusiones similares: la falta de conciencia no impide la creación de las
huellas mnémicas sino que lleva a que estas sean más eficaces, pero carentes
de una marca subjetiva, un sentimiento de familiaridad, de “pasatidad”, que
hace de fundamento para la decisión y la acción concretas,. Así ocurre, por
ejemplo, con las huellas mnémicas que quedan como sedimento de una
situación traumática, que puede dejar una marca en lo inconciente, pero que no
retorna a la conciencia como recuerdo recuperable sino como alteración
somática (afectos, alteraciones orgánicas), como tendencia a accidentarse,
como apatía duradera.
En el marco de la teoría freudiana, la conciencia originaria se imbrica
con las hipótesis sobre el yo real primitivo, una primera estructura psíquica que
se constituye como mediadora entre el terreno neurobiológico y el
estrictamente psíquico. Este yo distingue entre incitaciones endógenas,
pulsionales, y exógenas, no pulsionales. De las primeras no puede huir, y por lo
tanto es necesario procesarlas perentoriamente. De las segundas es posible
sustraerse por distintos medios, y en consecuencia son indiferentes, y por ello
captadas no como cualidades sino como frecuencias, como períodos. Las
primeras son el núcleo de lo propio, y su forma de cualificación es el afecto, el
cual, al enlazarse luego con el mundo sensorial, lo dota también de valor, de
significatividad. En principio, el campo sensorial dotado de significatividad a
partir del afecto es el cuerpo propio, sobre todo la cenestesia. Los estados
afectivos son multiloculares, ya que derivan de las diferentes incitaciones
pulsionales, y de la complejización derivada de la combinación entre estos
deriva el sentimiento de sí. Un paso intermedio entre la captación de
frecuencias y la cualificación sensorial esta dado por una tensión por el
encuentro entre frecuencias diferentes, aportadas por distintos canales
sensoriales o por uno de ellos en particular. La diversidad de las frecuencias
genera una tensión que prepara la ulterior prevalencia de la cualificación
sensorial. En principio esta complejidad de las frecuencias parece conducir a
una diferenciación entre las cualidades sensoriales, como preparación para su
ulterior investidura.
Como Freud pensaba que el sistema nervioso pretende protegerse de la
intrusión de cantidades exógenas, suponía que la captación de cualidades se
trasmite gracias al hecho de que estas se presentan como períodos
específicos, que circulan por un proceso de inducción, con un índice específico
de reducción de los períodos (de lo mundano en el sistema neuronal) aún
desconocido. Este era el punto al que habíamos llegado hace unos años en
nuestra investigación.
Deseamos aludir ahora a algunos estudios más o menos
contemporáneos y otros posteriores. Ya mencionamos que el tema de la
conciencia ha interesado a filósofos de la mente, cognitivistas, médicos,
neurocientistas, biólogos del cerebro y farmacólogos. Un libro de conjunto
(Hameroff, Kaizniak y Scott, compils, 1996) reúne las presentaciones de una
cincuentena de autores, en cuyos trabajos no figuran prácticamente referencias
a la teoría psicoanalítica. Sin embargo, vale la pena destacar algunas
referencias a la cuestión temporal, a la oscilación en el sustrato neuronal
correlativo de la conciencia. Chalmers (1996), por ejemplo, cita a Crick y Koch
(1990), quienes sugieren que la oscilación 40 Hz puede ser el correlato de la
conciencia. Menciona también que Libet (1993) sugiere que la actividad
neuronal temporalmente extendida es central en cuanto a la conciencia. Sin
embargo, Gray Hardcastlle (1996) previene sobre los riesgos de un entusiasmo
excesivo en torno de esta hipótesis, ya que en neurociencias no se dispone
aún de instrumentos para investigar el problema.
También resulta interesante el trabajo de Flanagan (1996), sobre todo en
las referencias a los estudios de Llinás y Ribary (1996) y de Llinás y Paré
(1996), sobre la conciencia onírica en el dormir: también en esta ocasión se
presentan patrones de oscilación tipo 40 Hz, de manera similar a los de la
vigilia. Llinás y Ribary afirman que la oscilación 40 Hz es una actividad no
específica del sistema que comprende el tálamo y el córtex. El sistema
neuronal que obedece a una modalidad sensorial provee el contenido de la
experiencia y los sistemas no específicos que consisten en la actividad de
resonancia en el tálamo y el cortex proveen el enlace temporal de estos
contenidos en experiencias cognitivas singulares evocadas, sea por estímulos
externos, sea internamente, en el dormir. Llinás y Paré afirman que el diálogo
entre el tálamo y el cortex genera la subjetividad.
Más interesante y polémico es el número de la revista Neuro-
psychoanalysis, ya mencionado, dedicado al tema de la conciencia.
Comencemos por consignar las conclusiones de Crick y Koch (2000), autores
del principal trabajo, que otros comentan. En las respuestas a los
comentaristas Crick y Koch terminan afirmando: “estamos decepciondos de
que, con la excepción de Libet y Schall, ninguno más hiciera una sugerencia
sobre algún tipo de prueba experimental de naturaleza neurobiológica que
permitiera avanzar en el tema. Si el psicoanálisis y la neurociencia han de
interactuar efectivamente, debe haber más énfasis en experimentos posibles,
especialmente los neurocientíficos, y menos tiempo dedicado a describir, ad
nauseam, qué pensó la gente en el pasado. Una de nuestras propuestas es
que, en el futuro, se elimine toda referencia a ‘Freud’ en esta revista, al menos
por los próximos 10 años” (pág. 58).
Los autores tienen y no tienen razón en sus críticas. Por un lado, es
cierto que a veces se dan citas abusivas de los textos de Freud y otros autores,
y los escritos parecen más ensayos que trabajos científicos. Pero al mismo
tiempo algunos de estos trabajos, al menos los míos, pretenden dar cierta
coherencia a las hipótesis psicoanalíticas, que frecuentemente evidencian una
condición social tribal en la cual los cacicazgos científicos regionales dificultan
establecer una teoría global sistemática, como ocurre en el caso de la
conciencia, tema sobre el cual poco y nada se ha reflexionado, y menos
avanzado con posterioridad a Freud. Por otro lado, si se desea aportar
respecto de las investigaciones de todo tipo sobre la conciencia, no queda más
remedio que sentar algunas categorías diferenciales, ya que esta no es la
misma a lo largo del desarrollo, en diferentes momentos del día o en las
diversas estructuras clínicas. Respecto de los distintos tipos de conciencia, al
menos podemos describir dos: la primaria, requisito para el desarrollo de la
memoria subjetiva y cuyos contenidos son la percepción y el afecto, y la
secundaria, que ya hace aflorar a la superficie psíquica los procesos
endopsíquicos del pensar y el representar, sea vía motricidad, sea vía imagen
visual, sea sobre todo gracias al preconciente, a las palabras. La conciencia no
cambia esencialmente en su función (cualificación) sino que cambian sus
contenidos. Por otra parte, algunas condiciones clínicas ponen en evidencia
una perturbación de la conciencia. Freud (1917d) afirmó que en la amencia
alucinatoria queda afectada la conciencia, razón por la cual las visiones reciben
crédito y no son reconocidas como producciones endopsíquicas. En tal caso
las perturbaciones se dan en la conciencia secundaria. En cambio, en otras
condiciones clínicas, especialmente las adicciones, las afecciones
psicosomáticas y las neurosis postraumáticas, queda alterada la conciencia
originaria, sobre todo en su base, es decir, la cualificación interna, la de los
estados afectivos, ya que no se desarrolla el matiz o tono de estos. Es
interesante el hecho de que en muchos de estos casos se dan emergencias y
desapariciones transitorias de la conciencia, a veces como consecuencia de la
ingesta de sustancias tóxicas y a veces (como lo advertimos en las neurosis
traumáticas) como consecuencia de intrusiones que calcinan cierto sector de la
sensorialidad (la visual, digamos) pero no otra (la olfación, pongamos por
caso). Así que las investigaciones sobre la conciencia han de tener en cuenta
que esta es un fenómenos que se apoya en un proceso (perceptual y afectivo)
y que tiene ciertas condiciones, ciertas perturbaciones, cierta estrechez o
amplitud. Solo luego de aclarados estos puntos, que a su vez requieren de
mayor trabajo en torno de los textos de diferentes autores, estaremos en
condiciones de realizar algún diseño de investigaciones, entre ellas las
correspondientes a las neurociencias.
Otro aspecto de este difícil intercambio entre psicoanálisis y
neurociencias merece un comentario en torno de la conciencia. Uno de los
discutidores del texto de Crick y Koch, D. Livingston Smith (2000), recorre con
bastante detenimiento las hipótesis freudianas sobre conciencia y destaca que
para Freud las qualia (cualidades) implican que el sistema nervioso pone
obstáculos al decurso de la cantidad (vía barreras de contacto) pero se deja
afectar por el período, que se propaga libremente, por un proceso de inducción.
A continuación el autor cita a otros investigadores que avanzaron en esta
misma orientación, sobre todo Garver (1880), quien sugirió que las oscilaciones
en el rango entre 36 y 60 H2 son responsables de la experiencia conciente,
según lo sostiene Gúzeldere (1995). Sin embargo, según D. Livingston Smith,
la hipótesis de Freud difiere de la de Garver (y la de Crick y Koch), ya que los
rasgos temporales de la actividad neuronal encodifica información sensorial
cualitativa. Otras investigaciones neurocientíficas parecen sugerir que la
información sensorial está representada por un código de patrón temporal. Esta
orientación es seguida por diferentes autores (Mountcastle, 1967: Perkell and
Bullock, 1968; Hardcastle, 1994; Cariani, 1995, 1997; Cariani and Delgutte,
1996; Rieke, Warland, de Ruyter van Steveninck, and Bialek, 1997). Uno de
ellos (Hamerroff, 1995) sugirió que las qualia pueden ser encodificadas no por
los disparos de frecuencias neuronales, sino por fenómenos de un nivel de
cantidad, en especial frecuencias especificas de campos condensados de
excitación en el cerebro. Livingston Smith recuerda que Freud compara la
transmisión neuronal de la cualidad con un proceso de inducción. Según
Livingston Smith, con ello Freud alude a un proceso electromagnético u otro
similar que permite propagar el código temporal a través de las barreras
sinápticas, como luego lo sugirieron Pribram (1971) y Libet (1995). Según este
modelo, las modalidades sensoriales se distinguen por rasgos temporales de
información trasducidas por los receptores sensoriales. Las variaciones en
cada modalidad corresponden a códigos precisos en un amplio patrón modal,
hipótesis similar a la expuesta por investigadores contemporáneos (Emmers,
1981; Lestienne and Strehler, 1987; Abeles, Bergman, Margalit and Vaadia,
1993; Mountcastle, 1993; Lestienne, 1996).
Freud afirma también que los patrones temporales sincronizados se
transforman en cualidades por el sistema , al cual suponemos como poseedor
de un mecanismo de sensitividad a la frecuencia. Para evocar un recuerdo, es
necesario además que los procesos inconcientes sean recodificados en el
modo temporal, y adquieran así cualidad.
Respecto de este comentario de D. Livingston Smith, Koch y Crick
responden que las descripciones de Freud resultan hoy imprecisas: “Por
ejemplo, si existe realmente un codigo temporal … es importante conocer si es
meramente el correlato del disparo de las neuronas o, si es efectivamente
periódico, qué frecuencia posee. Las pocas afirmaciones de Smith sobre el
presente cuerpo de evidencias neurocientíficas nos parece bastante
inadecuado y algo acrítico” (pág. 51).
Los autores agregan que algunas teorías de Freud pueden sugerir útiles
ideas, pero para ello deben ser formuladas en términos modernos, y algunas
hipótesis deberían ser presentadas para un testeo experimental. Poco más
adelante los autores retoman el planteo sobre el carácter periódico de la
excitación neuronal. Afirman que el conjunto de neuronas puede disparar no
solo de una manera correlacionada sino también rítmicamente, como en las
llamadas oscilaciones 40 Hz. En tal caso el disparo del conjunto de neuronas
puede definir la fase, mientras que algunas neuronas producen un menor
impacto por disparar fuera de la fase. Así parece ocurrir en el locus del sistema
olfatorio (Laurent, 1997), de 20 Hz.
Un problema que se presenta para la investigación de la conciencia
consiste en la dificultad para establecer correlaciones nítidas con las
manifestaciones. Esto es válido tanto para la conciencia originaria cuanto para
la secundaria. Como la conciencia está íntimamente enlazada con la
subjetividad, podría pensarse que el camino para investigarla sería la
introspección, pero esta alternativa es metodológica y epistemológicamente
riesgosa. El problema se presenta notablemente en el terreno de la psicología
forense, sobre todo cuando es necesario dilucidar si el imputado cometió el
acto criminosos con conciencia o sin ella, ya que de este discernimiento
depende la decisión judicial. En tal caso, se hace evidente que la conciencia
solo puede ser inferida por un cálculo de la estructura.
Poco antes mencionamos los diferentes campos específicos en que se
presentan posibilidades de investigación, sobre todo en torno de la conciencia
originaria. Entre ellos figuran las condiciones tóxicas y traumáticas, en el
contexto clínico y, fuera de este campo, las oscilaciones de la conciencia en el
curso del día (desde el dormir a la vigilia plena, incluyendo el soñar, la
somnolencia vigil, los estados crepusculares y el sonambulismo), y los
procesos psíquicos tempranos, con sus variaciones en cuanto a la conexión
transitoria con el mundo y el retorno a la desconexión. También pueden resultar
interesantes los estudios de los pacientes anestesiados o carentes de
conciencia en contextos similares, ya que en tales condiciones es posible
estudiar qué sector anímico (y posiblemente neuronal) permanece conciente y
cuál no.
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Eduardo A. Mata
Resumen
El autor propone una unificación conceptual respecto de la palabra
“consciencia”, así como de los significados asignados a las palabras “Self” y
“Yo”. Hay una estrecha vinculación entre los conocimientos e investigaciones
efectuadas y en curso, así como de los modelos teóricos emergentes, con el
todavía irresuelto problema “mente-cuerpo” o, mejor, “mente-cerebro”. Tal
problema hace converger campos tan abarcativos y complejos como los de la
Filosofía, la Física, las Neurociencias -y hasta puede rozar el campo de la
moderna Teología. En este trabajo se analizarán algunas cuestiones
epistemológicas relacionadas con el tema, así como las deducciones que se
pueden inferir a partir de las redes neuronales artificiales. Se revisan algunos
conceptos pioneros de Freud, a través del Proyecto y, por último, se mencionan
avanzadas investigaciones que relacionan la mecánica quántica con los
fenómenos de consciencia.
Abstract
The author proposes a conceptual unification of the word “conscience”, as
much as the meanings assigned to the words “self” and “ego”. There is a close
bond between the knowledge and researches already done, and also of those
wich are still being made; as much in the emerging theoretical models, with the
still unsolved problem “mind-body” or better. Such a problem join put together
such complex and wide fields as are the Philosophy, Physics, Biology,
Neurosciences, and can even touch the field of modern Theology. In this article,
some epistemological questions related to the subjets are analysed, and so are
those deductions which can be inferred out of artificial neural sets. Some
pioneer Freudian concepts are revised; and to finish, some advanced
researches related to quantic mechanic are mentioned along the conscience
phenomena.
Introducción
Durante muchos años, el término “consciencia” evocaba en nosotros una
serie de ideas claras y unívocas pero que contenían potencialmente una serie
de malentendidos. El dato inicial es que en español usemos “conciencia” y
“consciencia” de una manera que con la primer ortografía podría estar
refiriéndose más a su sentido moral, y la segunda más a sus aspectos
neuropsicológicos. En inglés los tres sentidos están mejor distinguidos:
conscience remite a lo moral, conscious es algo más ambiguo; puede estar
refiriéndose tanto a fenómenos psicológicos como la autoconsciencia como a
los neuropsicológicos l (to become conscious: volver en sí, recobrar el
conocimiento; to become conscious of: darse cuenta de...) En cambio,
consciousness denota más aproximadamente el campo que queremos
delimitar en este trabajo. Además, cuentan con la palabra sentience, la cual se
refiere a “estado consciente, percepción, receptividad de los sentidos,
capacidad de sentir)
Nos referiremos pues a la consciencia, con esta ortografía, implicando
en ella los fenómenos que colocan su mirada en las Neurociencias, pero en el
entendimiento que los otros dos sentidos posibles (Etico y Psicológico) le son
inescindibles . Dejamos, no obstante, la palabra “conciencia” para referirnos al
sentido ético o moral. Son, por lo tanto, tres significados: un estado del Sistema
Nervioso Central (SNC), lo cual es un dato neurológico; una actitud de orden
valorativo, moral, lo que pertenece a la Etica; y a un estado psicológico de
autoconocimiento y, a la vez de percepción de significados, lo que caería en el
campo de la Psicología y de la Psiquiatría. La traducción española del conocido
Tratado de Psiquiatría de Henri Ey, emplea, en la misma página, la 29, la
palabra con las dos ortografías, y con un solo significado, el psicológico.
Mientras tanto, en la Enciclopedia de Psiquiatría de Vidal, Bleichman y
Usandivaras, tiene una sola ortografía (conciencia) y, al menos dos
significados.: el moral y el psicológico.
El abordaje neurocientífico
¿Cuál es exactamente el problema neurobiológico de la consciencia? A
menudo se dice que ésta es difícil de definir. Searle hace un intento “La
consciencia consiste en estados y procesos subjetivos, internos, que conllevan
percepción y receptividad consciente de los sentidos y capacidad de sentir” La
consciencia, se define, comienza al despertarse por la mañana desde una
existencia sin sueños, debido a que solamente existe cuando es experimentada
por algún agente animal o humano. Continúa hasta que nuevamente nos
dormimos, entramos en coma, o en cualquier otra manera de estar
“inconsciente”. Esto incluye una enorme variedad de estados de conocimiento,
que se piensa caracteriza nuestra vida vigil. Por supuesto, allí están los
sentimientos dolorosos, los objetos que percibimos visualmente, la experiencia
de estados de angustia y depresión, hacer palabras cruzadas, intentar recordar
un número telefónico, discutir de política. Los sueños dentro de esta definición
serían una forma de consciencia, aunque en muchos aspectos diferente a la
consciencia vigil..
Como se dijo más arriba, hay varias acepciones de la palabra
“consciencia”. Cabe recordar que aún en el campo de lo psicológico están
presentes varios sentidos. El ya mencionado de las auto-representaciones, la
cual puede contener “estados referidos a otros estados·”: de acuerdo a esta
definición, el dolor no sería un estado consciente, pero sí la preocupación que
genera. Algunos usan “consciencia” para referirse a cualquier forma de
comportamiento inteligente complejo.
Hace un siglo y medio Santiago Ramón y Cajal mostraba al cerebro como
un enorme grupo de células neuronales que se comunicaban por sinapsis, y
esta idea opacó la que previamente había elaborado Golgi de un retículo
entramado, o “sincicio”. El descubrimiento de Cajal lo condujo a la “teoría de la
neurona” y eventualmente, a la ulterior ampliación de las analogías entre
cerebro y computadoras, con las neuronas y las sinapsis jugando el papel de
pasaje de información discreta, tal como si fueran “bits”. Esta visión está muy
claramente expuesta en la páginas 63 a 65 del libro de Carl Sagan Los
Dragones del Edén. Cajal también descubrió, y luego describió a las espinas
dentríticas como los sitios de la plasticidad neural, acentuando de esta
manera la similitud con los modelos computadorizados del cerebro. Estos
sistemas utilizan similares ajustes funcionales para el aprendizaje y la
recuperación de recuerdos.
Si Cajal viviera hoy, se daría cuenta inmediatamente que hay dos clases
de circuitos neuronales de los que habitualmente se cree que organizan las
funciones más altas en nuestro cerebro: en primer lugar, las conexiones
talámicas con las zonas sensoriales corticales. Estos circuitos se manejan con
pequeños aminoácidos neurotransmisores (NT) tales como el glutamato, (GT)
que tienen como blanco sus receptores dendríticos, por ejemplo, en las células
piramidales.
En segundo lugar, hay que tener en cuenta a otras proyecciones
corticales que parten del prosencéfalo medial y del mesencéfalo, los cuales
disparan acetilcolina (Ach) y monoaminas, y son más globales en su
distribución cortical. Woolf (1997) ha sugerido que estas proyecciones globales
basales prosencefálicas y las mesencefálicas seleccionan (enfocan la atención)
y modulan la distribución de las representaciones sensoriales, algo parecido
como afinarle las cuerdas a una guitarra.
Los registros electrofisiológicos revelan un disparo coherente de estos
sistemas de proyección cortical, cuya frecuencia varía desde las lentas (ondas
EEG de 2 á 12 Hz) a oscilaciones “gamma” rápidas, que van desde un rango a
partir de 30 a 70 Hz y más todavía.. Las oscilaciones gamma coherentes
(conocidas comúnmente como “40 Hz coherentes”) se sugiere que median el
ligado de la experiencia consciente y actúan como el correlato neural de la
consciencia. Aquí cabe incorporar los conceptos de Hoffman, que han sido
citados en alguna extensión en un trabajo mío previo (Mata, 2001) pero que,
por su riqueza y por la orientación hacia puertas de este laberinto cabe volver a
citar y comentar. Hoffman señala que la atención de los neurocientíficos se ha
vuelto hacia el comportamiento cooperativo de grandes conjuntos de neuronas.
Estos estudios se han complementado por el desarrollo de simulaciones
computadorizadas de procesamiento de información por medio de redes
neurales artificiales, las que recrean, aunque de manera precaria, funciones
como percepción, memoria y cognición. Pese a que se sabe que esto no es
"consciencia", se sabe también que la misma emerge de redes neurales muy
complejas, con ciertas similitudes con las artificiales.
La consciencia es siempre “consciencia de algo”, y está basada en
impresiones sensoriales provenientes del mundo exterior, las cuales se van
acumulando y conformando “almacenes” de datos que luego permitirán que,
ante la entrada de un dato aislado, inmediatamente se conforme la “gestalt”
vinculada. Esta flexibilidad mental la tienen también las redes artificiales de
neuronas. Estas redes están compuestas de un gran número de unidades de
computación muy simples que simulan ser “neuronas”, las cuales están muy
densamente interconectadas y transmiten información de acuerdo a “valores
sinápticos”. Estos valores son numéricos y pueden ser positivos (excitatorios) o
negativos (inhibitorios). No hay un módulo o “unidad de comando”; la
efectividad de la red como un todo refleja la cooperación interactiva entre las
partes. Cada neurona recibe información de una gran cantidad de otras
neuronas y computa la entrada de esos imputs en paralelo con las
computaciones de otras neuronas del sistema.
Un nuevo input al sistema-el cual induce a un nuevo patrón de activación
de las neuronas de la red-lleva a un nuevo estado de desorden. (atención con
Progogine y Stephen Gould). El sistema, en respuesta, busca otro estado de
mínima energía o atractor que más o menos incorpora el nuevo patrón de
activación introducido por el último input. Las redes neurales tienden, por
consiguiente, a fluír hacia un estado de energía mínima. (atención al la Pulsión
de Muerte) Debe haber, por consiguiente, “memorias” del sistema para
conservar ese patrón, y dirigirse hacia él, lo que supone la existencia de
“atractores”. Para las redes neurales que funcionan de acuerdo a estos
atractores, el desorden en un momento dado refleja el grado en que el que todo
par de neuronas se coactivan de acuerdo a sus valores de conectividad. Por
ejemplo, supongamos que la neurona 1 y la neurona 2 pertenecen a una red
neural. Si estas neuronas se comunican por medio de conexiones excitatorias,
y ambas neuronas están simultáneamente activas o inactivas, entonces la
energía del sistema disminuirá. Si, a la inversa, una de las neuronas está
activada y la otra no, la energía del sistema aumentará. En general, la red en
general siempre fluye desde niveles mayores a menores de energía, y busca
estabilizarse en un nivel mínimo de energía o atractor (seguna ley de la
Termodinámica , o Ley de Boyle-Mariotte).
El principio de que la consciencia de algo requiere un patrón estable, está
implícito en el concepto de energía mínima. Pero un nuevo input cambia la
estabilización conseguida a otro sistema de energía mínima.
El procesamiento de la información es llevado a cabo “en paralelo”. Las
redes más pequeñas (módulos) computan sus ouputs simultáneamente y
verifican los outputs de otros módulos de tal manera, que la energía total de la
red es minimizada. De esta forma, la información se encuentra distribuída en el
sistema. La red neuronal logra así llevar de nuevo a la totalidad de la red a la
energía mínima, ante cada nuevo input desestabilizador.
Esta fenomenología de la consciencia encaja con la propuesta por
Rumelhart y col. (1986). La consciencia sería “experimentada”, cuando la
totalidad del patrón de activación de un subset de neuronas está relativamente
estable por algunos centenares de milisegundos (más adelante veremos las
neuronas “omega” del Proyecto). Por consiguiente, la condición para que
emerja la consciencia dependería de la capacidad de la red de llevar el sistema
a un patrón (tal vez diferente, cada vez) de energía mínima “estable”. La
“gestalt” mantenida en la mente en un momento determinado no está
condicionado por un subset de neuronas activado en particular, sino por el
subset que mantiene un disparo temporalmente coordinado (se entiende, a
través de un patrón exitoso de energía mínima). Para Hoffman, pues, la
frecuencia crítica de 40 a 60 Hz, que entrelaza subsets neuronales, crea
“gestalts” que han capturado previamente las experiencias sensoriales, y las
han convertido en sensopercepciones, luego en representaciones mentales,
que posibilitarán, a través de la memoria, la generación de los “engramas” y de
los “esquemas”.
Si este modelo tiene validez, los procesos neurobiológicos responsables
de la experiencia consciente serían autoperpetuantes, ya que los procesos
oscilatorios resonantes tienden a sostenerse a sí mismos.
Cajal podría preguntarse “¿Cómo se sincronizan estas oscilaciones?. Los
mecanismos posibles incluyen un marcapasos celular que distribuye el
estímulo coherentemente (por ejemplo, por vía de las sinapsis químicas), a la
corteza, a las interneuronas, a las oscilaciones globales de las redes, y el
acople eléctrico de las uniones que mantienen una brecha.
-El rol de este tipo de uniones (las sinapsis) habría sido de particular
interés para Cajal. Además de las sinapsis químicas, existen las eléctricas (3).,
las que pueden actuar por medio de campos eléctricos o directamente por
receptores activados electrónicamente. La sincronización entre poblaciones
neuronales ampliamente distribuídas ocurre con una demora de fase cero,
sugiriendo que se efectúa por medio de sinapsis eléctricas.Estas interfases
pueden ser de tan sólo cuatro nanómetros, Neuronas conectadas de esta
manera se comportan como si fuesen “neuronas gigantes”.
Este tipo de interfase generalmente es considerado como más primitivo
que las sinapsis químicas, y, aunque desepeñan un papel protagónico en el
desarrollo embriológico, se difuminan en el trasfondo en el cerebro maduro..
Sin embargo, tales pequeñas brechas permanecen activas durante toda la vida,
y van siendo apreciadas como más y más prevalentes (aunque siempre menos
que las sinapsis químicas). En años recientes, se ha acumulado una creciente
evidencia que estas interfases conectan redes de interneuronas corticales a
través de los “40 Hz coherentes”. Algunas interneuronas se conectan a las
dendritas corticales por medio de “sinapsis duales”: una de ellas sería
GABAérgica (inhibitoria) y la otra, eléctrica. Es irónico que estas interfases
conecten neuronas y glía, al menos transitoriamente, en una especie de
sincicio reticular-una idea de Golgi que fue demolida por la demostración de
Cajal, de sinapsis discretas y químicas. Las uniones de estas interfases en
estos entramados neuronales transitorios han sido llamados “hiperneuronas” y
la sugirieron como el “correlato neural de la cosnciencia”.
Cajal también podría maravillarse de que manera similar a las
computadoras las oscilaciones neuronales producen la experiencia consciente.
Porqué experimentamos el amor, escuchamos una flauta, vemos el rosado de
una rosa. Los filósofos han denominado aproximadamente a los componentes
que integran la experiencia consciente “Qualia”. Esta es una de las numerosas
características enigmáticas de la consciencia
Los que postulan el modelo de “oscilaciones neuronales similares a una
computadora” explican su funcionamiento a través del fenómeno de la
“emergencia”, la cual implica que una característica específica y novedosa
acaba de “emerger” en un nivel determinado de una organización jerárquica,
dependiendo su actividad tanto de altos como de bajos niveles de la
organización. El cerebro es frecuentemente visto como un sistema jerárquico,
comprendiendo capas de organización con feedback hacia abajo como hacia
arriba de las mismas. En una visión moderna de los puntos de vista de Cajal la
interacción neuronal sería producida en los niveles más bajos de la jerarquía,
con la consciencia emergiendo como una propiedad novedosa en un nivel
superior de la misma, por ejemplo en el de las oscilaciones coherentes a 40 Hz.
Las propiedades novedosas pueden realmente emerger a partir de complejas
interacciones a partir de componentes simples de diversos sistemas (por
ejemplo la humedad a partir de la interacción de moléculas de agua; música o
huracanes a partir de vibraciones de moléculas de aire) La extrapolación de
estos modelos a las Neurociencias es que la consciencia emerge como una
propiedad novedosa a partir de complejas interacciones entre relativamente
simples neuronas.
Pero Cajal también podría asombrarse frente al hecho de que otros
fenómenos emergentes no son conscientes. ¿Qué umbral crítico o qué nivel de
complejidad son necesarios para producir consciencia? ¿Serían las neuronas y
las sinapsis realmente tan simples? ¿Qué otra explicación de la consciencia,
fuera de la emergencia debida a las oscilaciones neuronales similares a
computadoras, pudiera estar oculta en el cerebro?
Searle resume su posición diciendo que la consciencia es un fenómeno
biológico igual a cualquier otro que consiste en estados cualitativos internos de
percepciones ,sentimientos, y pensamientos. Sus características esenciales
son la cualificación y subjetividad de tales estados, y el percibirlos
unificadamente. Los estados de consciencia son causados por procesos
neurobiológicos cerebrales, que ocurren en la misma estructura cerebral.
El problema aquí puede plantearse en las siguiente pregunta: ¿Cómo
hace, exactamente, el cerebro, para alcanzar estos estados que llamamos
consciencia? Así puestos los interrogantes, éstos nos llevan a otros, como el
de los niveles en que el fenómeno de la consciencia ha de buscarse. ¿Es un
fenómeno del cerebro como totalidad, o dependen del funcionamiento de
ciertas partes del cerebro y, en este caso, de cuáles? Si se correlacionara con
determinadas áreas ¿Habría en ellas neuronas o redes de ellas
específicamente encargadas de estas funciones? Habría también otro tipo de
niveles a considerar: ¿Está la clave en las sinapsis y en los neurotransmisores
o en los mapas neuronales o en verdaderas “nubes” de neuronas? Este
conjunto de interrogantes se parece al que uno se hace respecto a los
microorganismos ¿Cómo hacen exactamente, para producir síntomas y cómo
estos síntomas se manifiestan en el paciente? O lo que surge de la genética
¿Cómo hace el genotipo para generar esta función fenotipica?
Habría tres etapas en el estudio científico de la consciencia. En primer
lugar, están los fenómenos neurobiológicos que correlacionan con la
consciencia (FNCC). En segundo lugar, hay que verificar que tal correlación
sea una genuina relación causal. Y, en tercer lugar, debe intentarse desarrollar
una teoría, idealmente bajo la forma de un conjunto de leyes, que formalizarían
las relaciones causales.
Estas tres etapas son típicas en la historia de las Ciencias. Podemos
tomar como ejemplo la propuesta de Francis Crick, de que el FNCC consiste
en el encendido sincronizado en el rango general de 40 Hz, en el sistema
tálamo cortical, especialmente entre el tálamo y las capas 4 y 6 de la corteza.
Esta sería la primer etapa. La segunda consistiría en manipular el fenómeno en
cuestión para demostrar que existe una relación causal. Idealmente,
deberíamos verificar si ese FNCC es tanto necesario como suficiente para la
existencia de la consciencia. Se establece la necesidad si, a través de la
remoción del sistema FNCC involucrado, se pierde luego la consciencia; y para
establecer la suficiencia, deberíamos lograr que un individuo previamente
inconsciente recupere la consciencia a través de la introducción de un
determinado FNCC. Causas puras de suficiencia causal son raras en Biología,
y nosotros habitualmente tenemos que aceptar que la noción de condiciones
suficientes debe ser considerada frente a un conjunto de factores previos o
sea, frente a un contexto biológico específico. Por lo tanto, las condiciones
suficientes para la aparición de la consciencia operarían sólo en un sujeto que
está vivo, tiene su funcionamiento cerebral en un nivel aceptable de actividad, a
una cierta apropiada temperatura. Pero lo que se está idealmente intentando
establecer es una prueba de la existencia de algo que no está directamente
relacionado con la consciencia, pero que le es tanto necesario como suficiente,
manteniéndose iguales las otras cosas, para la presencia de los fenómenos
conscientes.
Viendo estos puntos de vista desde afuera, parece la forma ideal de
proceder ¿Por qué no ha sido hecho? Puede ser porque es muy difícil
encontrar un verdadero FNCC, y las actuales herramientas de investigación,
especialmente los métodos modernos de diagnóstico ipor imágenes, no han
podido todavía identificar un auténtico FNCC. Hay interesantes diferencias
entre los resultados de estos métodos cuando se los utiliza en sujetos vigiles,
durmiendo en fase REM, y durmiendo en la fase de ondas lentas. Pero no es
sencillo decir de qué manera estos hallazgos están relacionados con la
consciencia. Muchas cosas están ocurriendo tanto en los cerebros conscientes
e inconscientes de los sujetos, que no tienen nada que ver con la consciencia.
Muchos teóricos han abordado tácitamente la teoría de los “bloques de
construcción” de la consciencia. La idea es de que cualquier campo consciente
está constituído por sus varias partes: la experiencia visual del rojo, el sabor del
café, la sensación del viento entrando por una ventana abierta. Parecería que
si yo pudiese darme cuenta de la totalidad de los componentes que integran en
un momento dado mi campo de consciencia, tendría la clave para la estructura
total. La idea de Crick (Crick y Koch, 1998) es que si podemos encontrar los
FNCC que subyacen a la experiencia visual, a la de la audición, y a las de otras
modalidades, tendríamos delante el conjunto de las FNCC de un campo de
consciencia en un momento dado.
Posiblemente el aporte más original y fuerte al Modelo de los Bloques de
Construcción, fue provisto por Bartels y Zeki (Zeki y Bartles, 1998). Ellos no ven
la actividad de “pegado” del cerebro como la responsable de la unidad del
campo de consciencia, sino como la que produce la unión en un conjunto total
de previas experiencias conscientes. (“La consciencia no es una facultad
unitaria, sino que está compuesta por muchas micro-consciencias”). Nuestro
campo de consciencia, pues, está formado por un conjunto de bloques de
construcción de micro-consciencias. “La actividad en cada nivel o nodo del
sistema de procesamiento perceptual tiene un correlato consciente. La
actividad celular de “pegado” en cada nodo no es, por lo tanto, un proceso que
precede o facilita la experiencia consciente, sino que conduce a diferentes
experiencias conscientes a expresarse conjuntamente.”
Hay por lo menos, tres líneas de investigación que son consistentes con el
Modelo de los Bloques de Construcción:
Síntesis y conclusiones
En primer lugar, creo que es necesario poner énfasis en la necesidad de
unificar criterios y terminologías respecto de los conceptos que manejamos.
Esta intención se advierte en la “Introducción” de este trabajo, cuando distingo,
apoyándome en el idioma inglés, las acepciones del término. Lo mismo cabe
decir respecto de las palabras “Self” y “Yo”. Tanto Hamilton como Guidano
hacen discriminaciones interesantes en este sentido. Cuando Hamilton habla
del “Self” dice del mismo que es la “organización” y que el “Yo” es el
“organizador”, aproximándose-sin decirlo explícitamente-a una descripción de
los procesos conscientes (Self) y de aquellos que lo sustentan desde las
estructuras neurobiológicas subyacentes (Yo). Lo mismo que expresa Guidano,
con terminología distinta: su “Mi” es el “Self” de Hamilton (el que
permanentemente observa y evalúa) y su “Yo”, correspondiente exactamente
con el “Yo” de Hamilton, experimenta y actúa, y tiene que ver con el sistema
tácito de conocimiento inmediato no sujeto al control de la consciencia. Notable
es también la coincidencia con la terminología usada por Juan Carlos Goldar,
cuando habla de la “esfera pragmática” (Yo) y la “esfera práxica” (Self). De su
abundante bibliografía citaré sólo una (Goldar, 1995), que es preciso consultar,
lo mismo que las anteriormente citadas en esta conclusiones, para poder
percibir las similitudes conceptuales y clínicas que subyacen bajo aparentes
diferencias semánticas.
Por otra parte, quiero subrayar la idea, ya expresada por mí en otro lugar
(Mata, 2001), de que la situación actual en el campo que nos ocupa, y nos
preocupa, es la de exploradores de distintas nacionalidades, con distintos
intereses y preparación, adentrándonos en continentes desconocidos, y
generando una cartografía en donde, cuando no sabemos lo que hay, como
ocurría en el siglo XV y XVI, ponemos “allí hay dragones”. Pero no hay dudas
de que la cartografía en cuestión intenta registrar los datos relevantes para
comprender el territorio llamado “consciencia” que, a nivel de la experiencia
personal, todos conocemos muy bien y que para Gray, compartimos con
muchas especies. Aunque nuestra experiencia consciente sea, probablemente,
lo que más conozcamos en nuestra vida, es menester admitir que hay un
problema de la consciencia, y que éste es un problema científico y, muy
particularmente-aunque de ninguna manera excluyentemente-.neurocientífico.
Bibliografía utilizada
Arbib, M.A. (2001)”Co-evolution of human consciousness and the language”.
Ann. N.Y. Acad. Sci., 2001, 929.195-220. N.Y., USA
Damasio, Antonio (1999)”How the Brain creates the Mind”, Scientific American,
74-79
Guidano, Vittorio (1994) The Self in process, Guilford Press, Nueva York, USA
Guirao, M; Guirao-Piñeyro, M; Morales-Hevia, M.M.(1997) Anatomía de la
Consciencia, Masson, España.
Hamilton, N. Gregory (1992) The self and the others, Jason Aronson Inc. USA
Hoffmann, Ralph (1997) ”What neural network studies suggest regarding the
boundary between conscious and unconscious mental process”, en Stein, Dan:
Cognitive Science and unconscious, American Psychiatric Press, USA
Lía Ricón*
Resumen
El trabajo apunta a aceptar la existencia de puentes entre dos
disciplinas: las neurociencias y el psicoanálisis. Los tan distintos referentes
esquemas conceptuales de unay otro podrían hacer pensar en obstáculos que
impidan la integración. La contrapartida es que las diferentes tramas
conceptuales son de las disciplinas, no de las personas que nos consultan. La
integración ya está dada. Nuestra tarea es rastrear los caminos y transitar los
puentes. Hay ya algunas líneas bastante claras para trabajar sobre temas
como la angustia, los trastornos del estado de ánimo, los fenómenos
alucinatorios, entre otros. Este trabajo pretende compartir esta posición y
convocar a los trabajadores del mundo psi a seguir en esta línea.
Summary
The existence of bridges between two disciplines, Neurosciences and
Psychoanalysis, is the goal this paper points to. The different conceptual
schemes of both of them could make think of impediments in the integration.
The other side is that these different conceptual nets are from de subjects, not
from persons who consult . Integration is already done. Our work is to track the
paths and go to the bridges. There are already some clear ways to work about
subjects like anguish, troubles of mood, alucinatory phenomena, between
others. This paper intends to share this point and to call the world psychological
workers to follow this way.
En primer lugar el título parece aspirar a una integración entre estas dos
disciplinas, tarea que se presenta dificultosa, teniendo en cuenta la diferencia
entre sus objetos de estudio y sus procedimientos.
El psicoanálisis apunta especialmente al reconocimiento de procesos y
contenidos del inconsciente. Hace de este último su objeto de estudio. Su
campo está estrechamente vinculado a lo singular y también al sufrimiento de
cada humano.
Las neurociencias apuntan al estudio de los contenidos del cerebro, sus
circuitos, las modificaciones producidas por sustancias o por procesos
patológicos, las comparaciones entre el funcionamiento del cerebro humano y
el de otras especies, filogenia y ontogenia. La experimentación animal es una
fuente insoslayable de teorizaciones, de conclusiones, en suma de
conocimientos.
A pesar de estas diferencias, vamos a intentar, no la integración teórica,
por ahora, pero si la utilización de los aportes con un objetivo común, disminuir
el sufrimiento humano..
Mi trabajo como psicoterapeuta, incluido en un marco conceptual que
toma hipótesis psicoanalíticas heurísticas sobre el funcionamiento psíquico,
tiene aspectos que cierran sobre si mismos en lo que se refiere al beneficio que
*
E-mail: liaricon@fibertel.com.ar Profesora titular del Departamento de Neurociencias,
Universidad Favaloro.
los analizados reciben. La sonrisa, la paz, la recuperación de la capacidad
creadora de un analizado no necesitan justificación ni explicaciones a
posteriori. Esta primera gratificación de mis aspectos reparatorios no se verá
enriquecida por los aportes de otras disciplinas. Guardando muy prolijamente
las distancias puedo decir como Einstein que es una “suerte para ellos”
encontrar confirmaciones sobre la pertinencia de mis procedimientos en
disciplinas como la biología y la filosofía.
Pero la necesidad de reparar no es lo único que cuenta en la elección de
mi trabajo y en la permanencia en él después de más de cuarenta años. La
curiosidad por el funcionamiento del humano como totalidad, aunque está de
todos modos al servicio de lo reparatorio, me lleva a ser una estudiante crónica,
de todo lo humano35. Así es como la filosofía y la biología son temas con los
que trabajo lo más intensamente que mi práctica me permite.
Si pensamos nuestra práctica en un recorrido histórico, nos encontramos
con que el modelo propuesto por el positivismo aparece en un tiempo de
recapitulación y de balance. Comte (1) repite muchas veces en su obra que la
ley de Newton forma una síntesis entre la caída de los cuerpos en el suelo y las
trayectorias de los planetas y satélites. Como secretario y discípulo de Saint-
Simon, Comte fue, como aquel, fuertemente incitado por el progreso de la
industria y de la ciencia que parecían abrir un panorama en el que todo pudiese
definirse, precisarse, clasificarse, ordenarse. No deja de verse la influencia de
este pensador, que supone la estructura de la sociedad como una pirámide de
clases en cuya cima se hallan los directores de industria y de producción, los
ingenieros, artistas y científicos. En un segundo nivel se encuentran quienes
van a llevar a cabo los proyectos. (4) (7).
Pero... ocurre que la realidad es un continuo (8 b) que se escapa de las
clasificaciones, que la opacidad del ser se esconde de los hechos y de las
palabras, que solo los mitos que “exteriorizan siempre lo que es interior” (5, a),
sustentan un nivel en el que es posible dar cuenta de las incógnitas que nos
acucian: de dónde venimos, a dónde vamos, para qué estamos.
La consecuencia de esta propuesta es que así se nos permite detectar y
diagnosticar enfermedades. Esto no debe hacernos perder de vista las
consecuencias negativas, tales como la fantasía de la entidad nosológica como
objetivo y paradigma (ejemplo de la espiroqueta pálida de Schaudinn). Estamos
así con la ciencia del positivismo como mito afianzando un nuevo referente
metafísico para explicar la realidad (7).
La causalidad lineal y determinística, que ya la práctica venía
demostrando como insuficiente, quedó definitivamente superada en los
conceptos de rizoma, de agenciamiento como intersección creativa de lo que
solo es en dicha intersección.
Los principios del rizoma (conexión y heterogeneidad, multiplicidad,
ruptura asignificante, cartografía y no calcomanía) permiten comprender una
causalidad multifacética, sin tiempo lineal, con un tiempo circular como el mítico
o rizomático (2).
Entender a Freud más allá de su pertenencia a la escuela
anátomoclínica alemana que tiñe de modernidad y determinismo su discurso,
permite tomar un aspecto menos explotado en la teoría y en la clínica pero
mucho más rico en consecuencias en este momento del desarrollo del
35
“Nada de lo humano me es ajeno”. (Anatole France).
pensamiento. Me refiero a su descentramiento del sujeto, tan claramente
expuesto en el conocido ejemplo del trabajo “Una dificultad del psicoanálisis”
(3.a) y que implica darse cuenta que no somos centro del universo, ni de la
creación, ni somos dueños de nuestros decires.
Quiero mencionar algunos aspectos del pensamiento de Kierkegaard
que me parecen pertinentes a nuestra práctica. Este autor hace una crítica a la
lógica impecable de Hegel diciendo que “le falta algo”, aunque su perfección
resista a la sofisticación de las computadoras. A la lógica de Hegel le falta
Hegel. En esta simple frase está enunciado el concepto central de nuestra
práctica, la presencia de la subjetividad como intransferible, no generalizable,
opaca y singular (5 b),
Otra idea interesante de este autor son las consideraciones sobre el
pecado original. El mito del pecado original alude a la constitución del sujeto, al
tiempo de individuación y de discriminación de la totalidad que, al producir el
sujeto, sujetado a sus circunstancias sociales, hace posible la angustia (5 b).
La angustia aparece cuando se pierde la inocencia que es ignorancia,
dice Kierdegaard. Esto es que en la inocencia no está el hombre determinado
como espíritu sino solo anímicamente determinado en unidad inmediata con su
naturalidad. Yo agrego que la angustia aparece después de la conciencia del
cuerpo anátomo-fisiológico. Podemos referirla al comienzo de la conciencia de
este cuerpo, al estadio del espera, a la angustia de los 8 meses de los bebés.
Kierkegaard dice textualmente: “La angustia nunca jamás volverá a ser lo que
fue en Adán, puesto que por él entró la pecaminosidad en el mundo”.
Recordemos también el concepto de lo demoníaco de este autor
planteado como lo súbito, como la angustia ante el bien, la vacuidad y el
aburrimiento. Parecería ser que el registro de lo real abrupto y que no cesa de
no inscribirse pertenece al mismo género que lo demoníaco (5b).
Pero vayamos a los aportes de las neurociencias (6). Para mencionar
solo un ejemplo, recordemos el descubrimiento de los circuitos del cerebro que
se ponen en juego en el fenómeno alucinatorio. El bucle que une sustancia
negra, tálamo, corteza inferotemporal y putamen, nos llena de esperanzas. La
alucinación se produciría por alguna alteración de este circuito, y algunas
esquizofrenias muestran claras alteraciones del cerebro. Los antipsicóticos
atípicos, los que usamos preferentemente desde su aparición por la falta de
efectos secundarios, llegan a borrar el fenómeno alucinatorio, y numerosos
estudios muestran que su influencia se debe a que actúan en los receptores
dopaminérgicos (D4).
Sin embargo, en nuestra práctica sabemos que la alucinación es
singular, pertenece a cada paciente, a cada persona y está profusamente
intrincada en su historia vital. Por esto último es que, aunque el fenómeno
productivo se suspenda, podemos seguir trabajando psicoanalíticamente.
Un aspecto de inestimable valor es la permeabilización que se produce
en muchas situaciones, aun antes que haya desaparecido el fenómeno
alucinatorio. Los psicofármacos parecen tener una acción compleja no solo
sobre lo que sería este circuito descrito para las alucinaciones córticoverbales
clásicas sino también sobre el juicio que el afectado tiene sobre ellas .
Menciono este hecho en primer lugar porque en los casos en los que se
evidencia esta permeabilización, juntamente con el trabajo psicoanalítico (que
se desarrolla cuando se puede tratar el fenómeno alucinatorio como algo que
fue producto del paciente pero que desapareció con los psicofármacos), el
criterio de realidad consensuada que puede ir adquiriendo el paciente al
aceptar (enfatizo esta palabra) que fue una sustancia que actuó en su cuerpo
anatomo-fisiológico, es un factor importante de recuperación e integración.
Antes de referirme a aspectos más definidos quiero dejar claro que,
hasta donde puedo pensar en este tiempo, justamente el pensamiento tiene un
camino con un campo que le es propio y que incluye aspectos inefables de lo
humano, que no son tocados por las neurociencias.
Acudo al ejemplo de las alucinaciones que termino de mencionar. El
psicoanalista puede trabajar sobre el recuerdo del fenómeno alucinatorio y
entenderlo incluido en la constelación singular de quien alucinó y efectivizar así
el proceso psicoanalítico. Las alucinaciones, a la altura actual de nuestros
conocimientos, no pueden atribuirse a gérmenes que se destruyan con alguna
sustancia. Si un psicofármaco suspende el proceso, lo usamos y seguimos.
Afortunadamente para las Neurociencias hay más logros que debemos
mencionar en lo que hace a las evidencias en el cuerpo anátomo-fisiolólogico.
Roberto Rossler en el curso sobre Biología para psiquiatras y psicólogos (año
2000-2001) se propuso tres objetivos:
1. Intentar demostrar que existe una ratificación neurobiológica del
psicoanálisis (sustentación biológica de la teoría freudiana)
2. Que el psicoanálisis pueda ser un faro que guíe la travesía del barco de
la neurobiología evitando que “encalle” en las orillas de las funciones
afectivas
3. Que la Neurobiología posibilite la cuantificación del Psicoanálisis. La
neurobiología podría ser al psicoanálisis lo que la estadística ha sido a la
sociología convirtiéndola en lo que los ultrapositivistas llaman una
ciencia dura.
Rossler hace mención concreta de algunos puentes que aparecen como
hallazgos promisorios y cuyas descripciones podemos encontrar también en el
texto de Kandel sobre Principios de Neurociencia: (6)
Ansiedad: Hay diferentes tipos de vías cerebrales relacionadas con la
génesis de la ansiedad. Una proviene de la amígdala y otra del cíngulum.
Ambas estructuras límbicas envían proyecciones a la sustancia gris
periacueductal, estructura primitiva inferior del tronco cerebral. La dopamina
regula funciones apetitivas y sistemas de búsqueda, lo cual encuadra dentro
del concepto freudiano de impulso.
Este mismo neurotransmisor está incluido en una vía que se proyecta
desde el tronco cerebral superior hacia las estructuras límbicas (estriado
ventral-acumbens). Están relacionadas con el placer y el deseo, con los
impulsos motivacionales, las recompensas naturales y por drogas (cocaína,
anfetaminas, nicotina, etc.).
Bromas e inconsciente: Hay circuitos lúdicos en el Tálamo y el Tronco
medial cuya estimulación genera juego y conductas sociales alegres y que
están comandadas por la corteza prefrontal derecha, íntimamente relacionada
con la apreciación del humor.
Freud postuló que las emociones son la percepción consciente de algo
que es en si mismo inconsciente. El sentimiento conciente de miedo se puede
entender en el campo de la neurobiología porque la amígdala (que
inconscientemente detecta el miedo) activa la corteza prefrontal, que realiza el
procesamiento conciente de la información.
Con respecto a la represión sabemos que el hipocampo es el
responsable del almacenamiento de la memoria conciente, y que el estrés con
el consiguiente aumento de los glucocorticoides, produce muerte de neuronas
piramidales y una forma de cierre del hipocampo. No se forman más memorias.
Podemos hacer la secuencia: muerte celular-amnesia-represión.
Teniendo en cuenta lo dicho sobre el bloqueo del hipocampo producido
por el estrés nos preguntamos cómo puede afectar a una persona si incapacita
la posibilidad de formar memorias. Hay sistemas múltiples de memorias. El
estrés aumenta la capacidad operativa de la amígdala que es el depósito
inconsciente de memorias aversivas. Estas influencias actúan
inconscientemente: el afectado no llega a comprender por qué tiene los
sentimientos que tiene. Un tema que sería muy interesante estudiar con
referencia al psicoanálisis y a las neurociencias es la situación de los
sobrevivientes a diferentes situaciones traumáticas no de fenómenos naturales
o catástrofes sino especialmente represión política ( campos de exterminio en
Alemania nazi, sobrevivientes de las dictaduras latinoamericanas), en quienes
se describe vergüenza y culpa, que no tienen una explicación lineal. Hay
diversos mecanismos en juego de los que da cuenta el modelo conjetural
freudiano, pero también habria que pensar cómo se produjo el almacenamiento
de estos hechos. ¿Tendrá la situación traumática ese carácter siempre
presente porque no pasó a otros lugares de almacenamiento de datos?
Las diferencias entre la función de los hemisferios derecho e izquierdo
es otro aspecto muy importante por tener en cuenta. El sistema psico-biológico
del hemisferio derecho procesa información emocional a nivel inconsciente.
Esto se ilustra con la observación de una mayor expresividad emocional en las
hemicaras izquierdas coincidente con el control inconsciente de los
movimientos emocionales faciales hecho por el hemisferio derecho.
La representación cerebral de los afectos se focalizan en la sub-corteza.
Freud postuló que la representación emocional estaba en las estructuras
cerebrales más primitivas. La neurobiología moderna fue durante mucho
tiempo “corticocéntrica” con respecto a la representación emocional. Desde
hace unos años se refuerza la idea de que esta tendencia es un error
conceptual y que son las estructuras más profundas (subcorticales) las que
estarían más relacionadas con los afectos, confirmando la impresión freudiana
original.
Los cambios operados por la psicoterapia también son pasibles de
observación en las estructuras cerebrales. La resonancia magnética nuclear,
en la que se observa la activación del cíngulum, permite visualizar cambios en
un paciente con neurosis que ha sido tratado con psicoterapia.
Las interacciones inconcientes de transferencia-contratransferencia
paciente-analista representan “transacciones” afectivas no verbales de
hemisferio derecho a hemisferio derecho. Del mismo modo que el hemisferio
izquierdo comunica sus estados a otros cerebros izquierdos vía conductas
lingüísticas conscientes, el hemisferio derecho comunica a otros hemisferios
derechos no verbalmente. El hemisferio derecho sería un sustrato
neurobiológico del inconciente freudiano. Hay un registro posible de una
percepción inconsciente de expresiones emocionales faciales en amígdala
derecha.
El tratamiento de un adicto a la cocaína produce una mejoría de la
irrigación cerebral después de la psicoterapia. Esto se observa en el SPECT en
registro previos y posteriores al tratamiento. Este mismo tipo de estudio permite
observar las diferencias pre y post psicoterapia y farmacoterapia en un
Trastorno Obsesivo Compulsivo.
Freud postuló que existiría una activación generalizada que
acompañaría a los disbalances afectivo-emocionales. Los estudios de las
neurociencias permiten observar que durante las respuestas emocionales hay
un aumento de múltiples neurotrasmisores (noradrenalina, dopamina,
serotonina) que son secretadas por grupos celulares del tronco.
Dejemos los datos concretos y los comentarios que han servido como
ilustración para acercarnos a los puentes entre distintas disciplinas. Quiero
referirme a algunos aspectos de la historia de la Medicina.(7) En sus
comienzos esta fue holística y psicosomática, en el sentido más abarcativo,
hasta que aparecieron por una parte investigadores como Virchow, Morgani,
Lewenhoek y Shaudinn en las ciencias duras, y por otra, Descartes en la
filosofía.(3) La escisión en mente y cuerpo, res cogitans y res extensa hace que
el modelo médico hegemónico solo acepte como “científico” (en realidad
cientificista) lo que se ve y se mide. Lo que queda fuera del cuerpo-sustancia
es brujería. El sustancialismo es claramente un obstáculo epistemológico que
se esgrime en defensa del espíritu científico. Como psicoanalistas sabemos
que ese cuerpo-sustancia-organismo se perdió en el hombre, desde que lo
imaginarizado y lo simbolizado lo constituyó como sujeto.
A partir de la función de glocosíntesis hepática, hecho descubierto por
Claude Bernard, comienza en Medicina una vuelta a puntos de vista más
abarcativos. Este autor relaciona la alteración de esta función con los
trastornos que hoy llamamos específicamente psicosomáticos en los que está
alterada ab initio una función. Sin embargo, ni Pavlov, ni Cannon, ni Selye
consiguen revertir este punto de vista cartesiano e iluminista de la Escuela
anátomo-clínica alemana: el reino de las entidades y de la medicina
mecanicista... “a pill for every ill”. Todos estos progresos fueron, como tantos
otros, ganancias y pérdidas. Aquí empezó una lucha de poder entre los que
actúan sobre el cuerpo-organismo y los que actúan sobre el psiquismo,
imaginario y simbólico. A través de la palabra ganamos nuestra condición
humana y perdimos la relación sin mediación que tienen entre si los otros seres
vivos. Los grandes descubrimientos que menciono produjeron ganancias que
tal vez fueron hipostasiadas para no reconocer la pérdida de nuestra integridad
humana.
La dificultad para abarcar la totalidad del conocimiento nos lleva a
suponer que distintas disciplinas se ocupan de distintas partes de los humanos
que aparecen como escindidas. Tomando el ejemplo del comienzo, tanto los
psicofármacos como las palabras tienen sus circuitos que pueden entenderse
en sus analogías y en sus diferencias, como se entiende el mundo desde la
concepción del rizoma. (8 a)
La unidad múltiple del humano tiene que permitirnos aceptar que
podemos acceder por distintos caminos y que el privilegio que adjudiquemos a
uno u otro dependerá siempre de la necesidad de aliviar el sufrimiento, no de
demostrar la verdad de una teoría. Intentemos seguir trabajando guíados por
nuestra curiosidad por lo humano y por la necesidad de satisfacer nuestros
impulsos reparatorios.
Bibliografía
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“Fenómenos de la vida cotidiana y patología mental”, Vertex 43.2001
Enrique T. Segura*
Resumen
Se enfatiza la marcada similitud existente en los mecanismos
fisiológicos que controlan los fenómenos de carácter cardiorrespiratorio
naturalmente asociados al estrés en vertebrados mamíferos y no mamíferos.
Este hecho certifica la utilidad de la realización de estudios comparativos, a los
fines de una hipótesis evolutiva de la entidad.
Se sugiere la conveniencia de los estudios neurofisiológicos del estrés,
en particular los dirigidos a esclarecer mecanismos e interacciones a nivel de
los receptores, circuitos y centros.
Se promueve una concepción ecológica y contextual de los estresores,
en lugar de la tradicional versión que los considera como entidades
independientes y aislables.
Con tales objetivos debieran desarrollarse y analizarse especialmente
modelos ecoetofisiológicos y holísticos del estrés.
Palabras claves
evolución- estrés- control cardiovascular- vertebrados
Summary
The strong resemblance that exists in the phisiological mechanisms that
control the type of cardiorrespiratory phenomena associated to stress in
mammals and no mammals vertebrates are emphasysed. This fact certifies the
utility of comparative studies. with the goal of an evolutionary hypothesis of the
entitiy.
The convenience of neurophysiological studies of stress is suggested,
specially those who tend to clarify mechanisms and interactions at the level of
receptors, circuits and centers.
An ecological and contextual conception of stressors, instead of the
traditional version that consider them as independent and isoleted entitys.
Models ecoetophisiological and holistic of stress should be developed and
analysed.
*
E-mail: esegura@dna.uba.ar. Laboratorio de Neurofisiología y Biología del Comportamiento,
Instituto de Biología y Medicina Experimental, Conicet y Facultad de Psicología, UBA.
fundamentales y funcionalmente indisociables: 1) Por un lado, los fenómenos
que podemos catalogar de explícitos del estrés, que comprenden aquellos
cambios vinculados a la experiencia del sujeto y por lo tanto percibidos en
forma directa (sentimiento de amenaza o desafío, por ej., en el plano
psicológico, o palpitaciones u opresión precordial en el físico). Por cierto que
entre estos fenómenos explícitos, cabe incluir las exhibiciones fisiológicas y/o
comportamentales detectables por observadores externos con o sin el empleo
de recursos instrumentales. 2) Por otro lado, cabe considerar los fenómenos
implícitos del estrés, constituidos por todas las modificaciones físicas que
subyacen, esto es, que se hallan presentes aunque no sean percibidas por el
sujeto, contituyendo el dominio obligado de la investigación instrumental
(variaciones fisiológicas en los diversos aparatos y sistemas, cambios en las
concentraciones circulantes y tisulares de diversas moléculas activas,
hormonas, neurotransmisores, electrolitos, secreciones; variaciones eléctricas
de todo tipo, etc.).
Es posible que en esta distinción entre aspectos explícitos e implícitos
del estrés vayan mezcladas o, mejor dicho, integradas, todas las instancias
subjetivas y objetivas de la entidad. Desde esta perspectiva, el estrés ofrecería
un excelente escenario para el abordaje de la problemática psicofisiológica o
psicosomática en general y, hasta me atrevo a decirlo, de las relaciones mente-
cuerpo y mente-cerebro.
Para una versión monista-evolucionista (adaptativa) como la que se
intenta ofrecer en este trabajo, la distinción entre fenómenos explícitos e
implícitos es
puramente metodológica, ya que se sobreentiende la completa identidad
temporal y física de ambos conjuntos.
Como es bien sabido, el famoso aforismo de Claude Bernard, (1859): "la
fixité du milieu intérieur c'est la condition de la vie libre et indépendante"* se
constituyó en uno de los pilares fundamentales de la fisiología en general y
sirvió como punto de partida para una concepción moderna de las funciones
regulatorias de todos los organismos. De hecho, la teoría homeostática de
Cannon (l929,1932), que ha resultado tan fecunda como herramienta
explicativa en diversos dominios de las ciencias naturales, puede ser
considerada como una versión renovada y más elaborada de las ideas
originales de Bernard y de su escuela.
Todo cuanto paso a referir se halla signado por una visión evolutiva,
comparativa y ecoetológica del estrés, en completo acuerdo con la conocida
frase de Dobzhansky, (1973): "nada tiene sentido en biología si no es
considerado a la luz de la evolución". Esta perspectiva resulta fundamental si
aceptamos la premisa inicial de Selye (1956), de que el estrés constituye un
fenómeno universal presente tanto en animales como en vegetales, al que
denomina "sal de la vida" y cuya ausencia es sólo compatible con la muerte. En
consecuencia, frente a la hegemonía de la teoría de la homeostasis, con el
dogma de la realimentación negativa y el error de las variables como base de
cualquier mecanismo de mantenimiento del estado estacionario, Selye propone
la inestabilidad y la fluctuación permanentes en respuesta a señales externas
y/o internas como el estado natural del organismo. Es interesante señalar que,
pocos años antes y en forma independiente, en 1949, Wiener, el matemático
*
“La fijeza del medio interno es la condición de la vida libre e independiente”
creador de la Cibernética, al referirse a los mecanismos biológicos de control,
brindaba una definición del organismo muy afín con el pensamiento de Selye,
cuando afirma que "los organismos son sistemas metaestables cuyo estado
estable es la muerte".
Queda claro entonces, que la presente versión del estrés está
estrechamente ligada a las nociones de regulación funcional y de homeostasis,
tanto o más que a las consecuencias premórbidas o decididamente
patogénicas que en general se le atribuyen. Porque, más allá de las opiniones
controvertidas acerca de las relaciones demostrables entre estrés y
enfermedad, la entidad ha ejercido un efecto muy positivo sobre las ideas
dominantes en términos de control fisiológico, promoviendo la actualización y el
perfeccionamiento de la teoría homeostática (Yates,1993)
Como se dijo, el dogma de la realimentación negativa y del error de las
variables como fuerza actuante en la corrección de desviaciones de los valores
de salida, que define el modelo original de Cannon (l929, l932), generó un
paradigma regulatorio rígidamente reactivo que se demostró insuficiente
(Moore-Ede, l986; Yates, l993). En efecto, resulta evidente que el mecanismo
de la realimentación negativa en respuesta a un error de la variable por
controlar, constituye el mecanismo regulatorio de elección sólo en el corto
plazo, asociado a fenómenos reactivos automáticos generalmente vinculados
con la emergencia. Se entiende que la regulación exclusiva a lazo cerrado
retroalimentado carece de propiedades predictivas, lo cual limita fuertemente,
en los hechos, las posibilidades de una adaptación eficiente en el mediano y
largo plazo frente a las grandes o reiteradas perturbaciones del ambiente que
afectan a los organismos. Una consecuencia importante de esta rigidez de la
estabilidad homeostática de Cannon, como rasgo invariante de cualquier
función, ha sido la búsqueda de abordajes alternativos para los mismos
problemas y el surgimiento de una nueva visión de las ciencias fisiológicas que,
junto con el estudio del estado estacionario experimentalmente definido en el
laboratorio, se halle en condiciones de plantear el análisis de los transitorios
reales tal como tienen lugar en condiciones naturales.
En resumen, en los mecanismos homeostáticos, homeodinámicos o
alostáticos, entre los cuales el estrés constituye un ejemplo extremo, se integra
una red muy compleja de fenómenos de control y, en ese contexto, la
realimentación negativa (o a lazo cerrado) es un componente importante pero
no excluyente y, en diversas formas de regulación, está subordinada a
programas primariamente activos (como los biorritmos o los programas fijos de
acción, por ejemplo).
Resultados:
A- En la rata blanca ( Rattus norvegicus)
1. La respuesta realimentada negativamente por estimulación de los
barorreceptores es un rasgo evolutivo característico de los mamíferos. Así, en
la rata, la respuesta presora consecutiva a la estimulación aferente (oclusión
carotídea), es rápidamente atenuada por el sistema de control a través de un
lazo fuertemente realimentado (Fig. 1 B, C1 y C2). Igualmente, la estimulación
central, (pulsos eléctricos rectangulares aplicados estereotáxicamente a la
Formación Reticular Mesencefálica Lateral) reproduce el patrón hipertensor
resultante de la oclusión carotídea (Fig. 1 A, C1 y C2). El área septal ejerció
una notable acción moduladora del circuito barorreceptor, ya que la
estimulación apareada área septal-oclusión carotídea o área septal-formación
reticular bulbomesencefálica, bloqueó las respuestas presoras por oclusión
carotídea y tuvo un efecto bimodal sobre las respuestas presoras de origen
reticular. En efecto, a bajas intensidades de estimulación, <50(A, se bloquearon
sistemáticamente las respuestas presoras de origen reticular o por oclusión
carotídea (Fig.1A, P y 1B, P). En cambio, por encima de 50(A, la estimulación
de la región septal lateral ejerció en ambos casos un marcado efecto facilitador
(Fig.1C P) (Zanutto, 1993).
Fig. 1
Representaciones centrales
En cuanto a las representaciones centrales, se comprobó que tanto el
manto cerebral y el área septal (cerebro anterior) como la formación reticular
bulbomesencefálica forman parte del circuito de control de las funciones
cardiorrespiratorias en las tres especies estudiadas. (Segura 1969; Kacelnik,
Segura, l974, l975; Segura, Kacelnik l977). En base a los resultados
experimentales mencionados, se describieron los modelos de control
cardiovascular de las mismas, y se demostró la existencia de componentes de
tipo proporcional, derivativo e integrativo en la rata, proporcional y derivativo en
tupinambis (lagarto) y solamente proporcional en el sapo común (Segura,
Kacelnik, l977; Segura,1979).
Discusión
El objetivo central del presente trabajo, consistió en tratar de actualizar el
tema del estrés dentro de los lineamientos generales de la teoría evolutiva,
como el propio Selye sugirió desde sus trabajos originales (Selye l936, Selye,
l956). La propuesta se apoya en la fecunda noción de Estrategia
Evolutivamente Estable (EEE) (Maynard Smith, 1982), definida como aquella
que no puede ser reemplazada con éxito por ninguna mutante mediante el
mecanismo de la selección natural.. En verdad, son varios los criterios que
deben cumplirse para fundamentar seriamente la propuesta en general. En
primer lugar, definir claramente homologías morfológicas, fisiológicas y
conductuales que autoricen a una descripción común de las causas últimas y
próximas del estrés en los diversos taxones examinados. En el caso de los
vertebrados, este criterio pareciera estar cubierto en forma bastante aceptable,
desde el punto de vista tanto de las estructuras nerviosas y endócrinas
involucradas, como de las moléculas mediadoras y los efectores intervinientes
(Taylor et al.,1999). Así, nuestros experimentos mostraron que la estimulación
o exclusión de centros nerviosos tele y mesencefálicos homólogos, como el
área septal y el tegmentum reticular, produce respuestas cardiorrespiratorias
concordantes en las tres especies de vertebrados examinadas. Lo mismo cabe
decir de los mecanismos humorales, las hormonas y los neurotransmisores
involucrados en los mecanismos de la respuesta a estresores en las diversas
clases de vertebrados estudiadas hasta el presente. Desde una perspectiva
molecular, también se tienen evidencias sólidas acerca de la fuerte analogía
existente en la organización de los circuitos autonómicos, adrenérgicos y
colinérgicos, responsables de las regulaciones cardiorrespiratorias así como de
los mediadores involucrados (Burnstock l969; Elenkov et al. 2000). Todos estos
datos y otros no mencionados aquí, referidos a las similitudes en los patrones
implícitos y explícitos (conductuales), asociados al estrés de los vertebrados,
estimulan la búsqueda de nuevas pruebas experimentales que hagan a la
consolidación de esta versión evolutiva del estrés, fundada en las evidencias
provistas por la fisiología y la psicología experimentales.
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Leyendas
Fig.1- Efectos de la oclusión carotídea y la estimulación eléctrica de la
Formación Reticular Bulbomesencefálica sobre la circulación y la respiración en
la rata anestesiada, y sus modificación por la estimulación apareada de la
región septal lateral. HR registro tacográfico de la frecuencia cardíaca, ECG
electrocardiograma, R neumograma, BP presión arterial. En los tres registros,
(A, B y C) la señal inferior indica tiempo en seg.
*
E-mail: daniel.valdez@uam.es. Docente en la Carrera de Psicología, UCES.
obstáculo epistemológico para la psicología científica (Rivière, 1991; Gardner,
1987; Bruner, 1990).
Es nuestra intención considerar las dificultades del estudio de "lo mental"
que se derivan de la problemática esbozada más arriba, a partir de la cual
haremos un recorte relativo a algunas de las implicaciones psicoterapéuticas
que la formulación de tales planteos pone a la luz.
Para ello, realizaremos una aproximación inicial a una serie de
cuestiones vinculadas a los enunciados mentales de Primera y Tercera
persona que están relacionadas con preocupaciones que tienen puntos en
común con la actividad psicoterapéutica.
Luego presentaremos un modelo específico, en el marco de las
psicoterapias cognitivas, que focaliza aspectos relativos a la accesibilidad de la
Primera persona a sus propios estados intencionales y su relevancia desde un
punto de vista clínico.
Resulta pertinente aclarar que no pretendemos marcar ningún tipo de
isomorfismo entre el problema epistemológico que plantea el acceso a un
conocimiento objetivo de la subjetividad y el problema psicoterapéutico que
plantea el acceso, por parte del psicoterapeuta, a las formas que desarrolla un
sujeto para objetivizar sus experiencias en una trama subjetiva.
Es evidente que tales problemáticas entrañan distintos niveles de
análisis y responden a interrogantes diferentes. En este sentido, la clínica
psicoterapéutica puede entenderse como una “artesanía” -y no como una
disciplina científica- cuya perspectiva sería la de poder alcanzar un nivel de
formalización que la convierta en una “artesanía más controlable, más
replicable” (Guidano, 1999, comunicación personal).
No creemos vano, sin embargo, el intento de puntualización de algunas
preocupaciones convergentes que, desde distintos ámbitos de abordaje de lo
mental, dan cuenta de manera limitada de sus ambiciones provisionales
(Rivière, 1991:36) .
En esa dirección procuran tomar forma estos apuntes sobre la práctica
psicoterapéutica donde el tratamiento de lo mental comparte problemas afines
con otras áreas. Por un lado con los planteos de filosofía de la mente, la
necesidad de trabajar con unos enunciados de naturaleza peculiar. Por otro
lado, con los planteos de una psicología científica, la necesidad de teorías
explicativas acerca de lo mental que permita la comprensión de sus
alteraciones y la consecuente elaboración de instrumentos de intervención.
Limitaciones y privilegios
Negar la sucesión temporal, negar el yo,
negar el universo astronómico, son desesperaciones
aparentes y consuelos secretos ... El mundo,
desgraciadamente, es real; yo, desgraciadamente,
soy Borges.
J. L. Borges
36
Las actitudes emocionales son tomadas como ejemplo por Moya (1993) para el desarrollo
teórico del problema que plantean las actitudes intencionales. Según su concepción, " las
actitudes emocionales(... ) son la base de las actitudes intencionales, en que ellas proveen una
base para aprender los conceptos de actitudes intencionales estándar, llamadas actitudes
proposicionales: creencias, deseos, intenciones..." (pág. 8)
de la conciencia, concebida como "contacto social con uno mismo" (Vigotsky,
1924, citado en Rivière, 1988).
Esa relación define como objeto al propio sujeto que se subjetiva
progresivamente en el transcurso de su desarrollo, incrementando los niveles
de autorreflexividad a lo largo de su evolución.
De manera que en cierto sentido se va a objetivar en el más alto grado,
precisamente en la medida que se subjetiva en el más alto grado. La
conciencia reflexiva permite, como señalábamos más arriba al puntualizar su
intencionalidad recursiva , que la Primera persona se convierta en sujeto y
objeto de atribuciones mentales, en el seno de las relaciones interpersonales.
Son dos procesos complementarios: el máximo nivel de subjetivación
que probablemente se produzca en el mundo biológico, se da en la mente
humana (Humphrey, 1983, 1986, 1995; Mithen, 1998), aquella mente que
realiza también la más alta objetivación sobre sí misma. Es decir que se
convierte en objeto de sus relaciones y se comunica consigo misma.
39
En el texto citado, Eco hace referencia a la semiótica de Peirce (Eco, U., 1997)
a) Una perspectiva de Primera persona, el "yo" que actúa, experimenta
y accede sin mediaciones a sus propios estados internos. Yo como
Sujeto.
b) Una perspectiva de Tercera persona, el "mí" que define como objeto
al "yo", el "mí" que observa y evalúa, y cuyas explicaciones estarían
mediadas por complejos patrones afectivo-emocionales cognitivos
construidos a lo largo del desarrollo en el seno de la intersubjetividad.
Yo como objeto.
Ambas perspectivas son necesarias en la articulación de una coherencia
narrativa que hace posible la integración de las experiencias emocionales en
un continuo significativo para el yo, que le proporciona instrumentos de
comprensión afectiva y cognitiva cada vez más complejos durante el transcurso
de su desarrollo.
Ambas perspectivas de la Primera persona sobre sí misma constituyen
un papel esencial en la construcción de la propia identidad dotada de un
sentido biográfico.
El abordaje clínico congruente con tales asunciones teóricas no orientará
sus intervenciones sólo al plano de las "explicaciones" que tiene el sujeto
(sistema de creencias) prescindiendo de la experiencia afectiva, ni sólo al plano
fenomenológico de su experiencia inmediata (exploración emocional),
prescindiendo de sus explicaciones. Guidano (1997) señala que "cualquier
reordenamiento racional-cognitivo (explicación) consiste en operar con las
coherencias de las reglas lógico-semánticas para hacer consistente el flujo de
la experiencia inmediata y la continuidad de nuestra evaluación del mundo"
(1997, pág. 372).
Podemos reconocer a lo largo del transcurso de una vida eventos que
provocan experiencias emocionales que irrumpen en la trama biográfica y que,
al no ser integrados en explicaciones consistentes, inhiben un sentido
coherente del self, poniendo en peligro el costoso entramado de la subjetividad.
En palabras de Bruner (1991), "la vinculación de experiencia en narrativas
provee un marco que permite a los humanos interpretar su experiencia y la de
otros. Si estos marcos no estuvieran narrativizados, estaríamos perdidos en
una oscuridad de experiencia caótica y probablemente no hubiéramos
sobrevivido en ningún caso” (1991, pág. 90).
La articulación de los distintos niveles de experiencia en el trabajo
terapéutico tiene como finalidad no solamente el restablecimiento del
entramado yo/mí sino también el incremento de la flexibilidad en la producción
de posibilidades narrativas40. Desde esta perspectiva, no son las explicaciones
irracionales o las emociones disruptivas en sí mismas las que definirían las
alteraciones del sentido de sí mismo. Es la dificultad -o imposibilidad- para
encontrar, dentro de la coherencia narrativa en curso, la sintaxis
correspondiente a la propia producción de un mundo significativo lo que
configuraría una condición psicopatológica.
40
A modo de ejemplo, que por razones de espacio hemos tenido que simplificar,
consignamos que en la identificación de escenas significativas, a partir del reconocimiento del
"yo objeto" (mí) en el "yo sujeto" ("yo"), se trabaja la visión desde dentro (subjetivización) y
desde afuera de la escena (objetivización) desde la perspectiva del sujeto (Primera persona,
autorreferencialidad). Luego la escena es vista nuevamente por el sujeto adoptando el punto
de vista de un hipotético observador (Tercera persona, heterorreferencialidad).
Si bien escapa a los objetivos del presente trabajo el análisis de las
intervenciones psicoterapéuticas, creemos conveniente destacar que las
psicoterapias cognitivas tradicionales (Beck, 1997 ; Ellis, 1997 ; Meichenbaum,
1997) focalizan el nivel de las explicaciones en sus esfuerzos terapéuticos.
La emergencia de experiencias emocionales disruptivas es atribuida
desde esos enfoques a la irracionalidad del sistema de creencias del sujeto.
Así, sus orientaciones clínicas se dirigen a la detección y análisis de
pensamientos irracionales del sujeto y a su ulterior reemplazo por un sistema
de creencias propuesto por el terapeuta, considerado adecuado en función de
la lógica de la correspondencia externa (Mahoney, 1991).
Desde nuestro punto de vista, podría considerarse que dichas
perspectivas priorizan el abordaje del nivel del "mí" en la experiencia del sujeto
para oponerle a esa objetivación una lógica externa. La lógica de la Tercera
persona (el terapeuta), queda establecida así como parámetro privilegiado de
contraste, de modo semejante a las posiciones conductistas.
La diferencia entre unas intervenciones y otras en este aspecto es que
mientras las terapias conductistas apuntan a la modificación de las conductas
inadecuadas del sujeto (podría pensarse este enfoque a la manera de un
"eliminacionismo de la Primera persona"), las terapias cognitivas tradicionales
apuntan a la modificación de los pensamientos inadecuados del sujeto. Nos
preguntamos si podría concebirse esta última como una postura que toma en
cuenta el interjuego entre la Tercera persona-terapeuta- y la Primera persona -
paciente- reduciendo ésta a la perspectiva del "mí" (explicaciones). Al excluir su
articulación intrasubjetiva con el "yo" (experiencia), lo que resultaría finalmente
sería un "eliminacionismo del yo de la Primera persona". Se contrapone,
entonces, el sistema irracional de creencias, evaluaciones y pensamientos del
paciente con el sistema racional del terapeuta.
De esta forma se dejaría de lado el trabajo en la interfaz intrasubjetiva
experiencia emocional/explicación (Guidano, 1998), para dar lugar a un trabajo
de confrontación intelectual: explicaciones del sujeto vs. explicaciones del
terapeuta, encontrando incluso que no hay allí nada para debatir.
Podemos, por ejemplo, darnos complejas y elaboradas explicaciones
acerca de la irracionalidad de la rabia que nos asalta cada mañana en la fila del
autobús y estar de acuerdo con el terapeuta acerca de su inadecuación. Sin
embargo, la experiencia emocional sigue siendo la misma, ya que no es
integrada en la trama narrativa del sujeto para su comprensión significativa.
En cambio, lo que se lleva a cabo es una doble evaluación de la
experiencia emocional: la evaluación de Tercera persona (terapeuta) y la
evaluación del "mí" (perspectiva objetivadora de Primera persona). Desde el
punto de vista que presentamos, donde se concentra el problema no es en la
interfaz:
Explicación de X / Explicación de Y
sino en la interfaz:
Experiencia emocional de Y / Explicación de Y
Esta última afirmación no supone un "eliminacionismo de la Tercera
persona" en el enfoque clínico, desde el momento en que es justamente la
intervención terapéutica (en la " Tercera persona" del terapeuta) la que orienta,
dirige y hace posible el trabajo en esa interfaz.41
41
Para un análisis detallado de los desarrollos teóricos e intervenciones clínicas
correspondientes a este modelo puede consultarse Guidano, 1991, 1998 .
Por último, encontraríamos que ambos enfoques psicoterapéuticos,
conductista y cognitivo tradicional, excluirían, por diferentes vías, la
consideración de las experiencias emocionales (es decir la perspectiva del "yo"
como sujeto) en el tratamiento de las alteraciones psicológicas. Tampoco estas
formulaciones clínicas contemplan en su integridad la perspectiva de la Primera
persona atendiendo a ambos aspectos : como sujeto y objeto de sus
relaciones.
La complejidad evolutiva que implica el desarrollo de la capacidad
autorreflexiva y sus posibilidades para la mente humana hace que su descuido,
desde la práctica psicoterapéutica, sea por lo menos llamativo. Por otro lado
subrayamos que intenciones, creencias, deseos, emociones, pensamientos
constituyen el material psicoterapéutico por excelencia. Prescindir de unos u
otros supone, en último caso, una elección teórica cuyos fundamentos
consideríamos preciso poner en discusión.
Bibliografia
Barclay, C. (1996) “Autobiographical remembering: Narrative constraints on
objectivied selves”, en Rubin, D. (Ed) Remembering our past. Studies in
autobiographical memory. Cambridge, Cambridge University Press.
Barclay , C.& Smith, T. (1992) “Autobiographical remembering: Creating
personal culture”, en Conway, M. et al (eds) Theoretical perspectives on
autobiographical memory. Dordrecht, The Netherlands, Kluwer
Academic.
Beck, A. (1997) “Terapia cognitiva: Pasado, presente y futuro”, en Mahoney,
M.(Ed.) Psicoterapias cognitivas y constructivistas. Teoría, investigación
y práctica. Bilbao, Desclée de Brouwer.
Brentano, F. (1874) Psychologie vom empirischen Standpunkte, Leipzig.
Bruner, J.. y Weisser, S. (1991) “La invención del yo: la autobiografía y sus
formas”, en Olson, D. & Torrance, N. (comp.) (1991) Literacy and
Orality. Cambridge University Press. (Trad. cast. Barcelona, Gedisa,
1995)
Humphrey, N. (1986) The Inner Eye. Faber and Faber. (Trad. cast. Madrid,
Alianza, 1993)
Moya, C. (1993) “Intentional attitudes: First and Third person”, First European
Congress of Analytic Philosophy, Aix-en-Provence.
Doctorado en Psicología
Acreditado por la CONEAU
Modalidad Intensiva- Block Program Una vez por mes; viernes, sábado y
domingo.