Espiritu de Las Leyes
Espiritu de Las Leyes
Espiritu de Las Leyes
EL
MONTSSQUIEU
VERTIDO AL CASTELLANO CON NOTAS Y OBSERVACIONES
POR
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TOMO X
FACULTAD
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DE
FILQSOFIAyLETRAS
SEVIL.Ln
MADRID
LIBRERA GENERAL DE VICTORIANO SUREZ
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ADVERTENCIA
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ADVERTENCIA
estaba en el reloj? Tan lejos se hallan .de quedar,excluidas de la monarqua las virtudes Morales y;cristianas, que ni la misma virtud poltica lo :est. En
una palabra, hay honor en la repblica, . aunque la
virtud poltica sea su resorte: hayvirtud poltica en
la monarqua, aunque tenga por resorte el honor.
Finalmente, el hombre de bien quien aludo en el
libro III, captulo V, no es el hombre de bien cristiano, sino el hombre de bien poltico, que tiene la virtud
poltica de que he hablado. Es el hombre que ama las
leyes de su pas y obra por el amor de ellas. He aclarado todas estas cosas en la presente edicin, precisando an ms las ideas, y en la mayor parte de los
lugares en que uso la palabra virtud, he puesto virtud
poltica.
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CAPTULO I
De las leyes con relacin los diversos seres.
Las le yes, en su significacin ms lata, son las relaciones necesarias que se derivan de la naturaleza de las
cosas; y, en este sentido, todos los seres tienen sus leyes: las tiene la divinidad (1); las tiene el mundo material; las tienen las inteligencias superiores al hombre;
las tienen los brutos; las tiene el hombre.
Los que han afirmado que una fatalidad ciega ha
producido todos los efectos que vemos en el inundo, han
proferido un enorme absurdo; porque cul mayor absurdo que una fatalidad ciega produciendo seres inteligentes?
Hay, pues, una razn primitiva y las leyes son las relaciones que existen entre ella y los distintos seres y las
de estos diferentes seres entre s.
(i) La ley, dice Plutarco, es la reina de todos, mortales
inmortales. En el tratado: Que se requiere que un prncipe sea
sabio.
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constancia.
Los seres particulares inteligentes pueden tener leyes que hayan formado; pero tienen otras no formadas
por ellos. Antes de haber seres inteligentes, eran posibles: existan, pues, relaciones posibles y, por consecuencia, leyes posibles. Antes de haber leyes positivas,
existan relaciones de justicia posibles. Decir que no
hay nada justo ni injusto sino lo que ordenan prohiben
las leyes positivas, equivale afirmar que antes de trazarse crculos no eran iguales todos sus radios.
Es forzoso, por consiguiente, admitir que hay relaciones de equidad anteriores la ley positiva que las establece; como, por ejemplo, que en el supuesto de haber
sociedades humanas, sera justo conformarse sus le-
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yes; que si existan seres inteligentes que hubiesen recibido algn beneficio de otro ser, deberan estarle reconocidos; que si un ser inteligente haba creado otro ser
inteligente, este ltimo deba continuar en la dependencia que haba tenido desde su origen; que si un ser inteligente causa mal otro ser inteligente, merece recibir el mismo dao, y as sucesivamente.
Pero falta mucho para que el mundo inteligente est
tan bien gobernado como el fsico. Porque si bien tiene
leyes que son invariables por su naturaleza, no las sigue
con la constancia que el mundo fsico las suyas. Depende esto de que los seres inteligentes se hallan sujetos al
error por la limitacin de su naturaleza: De otra parte,
es propio de ellos el obrar por s mismos. No siguen,
pues , inmutablemente las leyes primitivas, ni siguen
siempre las mismas que se dan.
No se sabe si los brutos estn gobernados por las leyes generales del movimiento por alguna particular.
Como quiera que sea, no tienen con Dios relacin ms
ntima que el resto del mundo material; y la facultad de
sentir slo les sirve para las relaciones que mantienen
entre s, con otros seres particulares consigo mismos.
Por el atractivo del placer conservan su ser particular, y por l tambin conservan la especie. Tienen leyes
naturales porque estn unidos por el sentimiento; no
las tienen positivas por no estar unidos por la inteligencia. No siguen, sin embargo, invariablemente sus leyes
naturales: las plantas, en las que no observamos conocimiento ni sentimiento, las siguen mejor.
Los brutos carecen de las supremas ventajas que poseemos los hombres; pero tienen otras de que nosotros
carecemos: no participan de nuestras esperanzas; mas
tampoco sienten nuestros temores: si estn sujetos la
muerte como nosotros, no la conocen: la mayor parte
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CAPTULO II
De las leyes de la naturaleza.
Son las leyes de la naturaleza anteriores todas las
dems y se llaman as porque se derivan nicamente de
la constitucin de nuestro ser. Para conocerlas bien es
preciso considerar al hombre antes de establecerse las
sociedades. Las leyes de la naturaleza son las que recibira en semejante estado.
Aquella ley que, imprimiendo en nosotros la idea de
un creador, nos impulsa hacia l, es la primera de las
leyes naturales por su importancia, ya que no en el or-
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den de ellas. El hombre, en estado de naturaleza, tendra ms bien la facultad de conocer que no conocimiento. Es claro que sus primeras ideas no seran especulativas: pensara en conservarse antes que en indagar
su origen. Tal hombre no sentira al principio ms que
su debilidad; su timidez sera extrema; si fuesen necesarios ejemplos, nos los proporcionaran algunos sal
vajes encontrados en las selvas, que tiemblan ante todo,
que huyen de todo.
En parecido estado (1), cada cual se creera inferior,
y apenas alguno se reputara igual. Nadie pensara en
atacar otro y la paz sera la primera ley natural.
El deseo de subyugarse unos otros, que Hobbes
atribuye los hombres desde el principio, no es conforme la razn.
La idea de dominacin y de imperio es tan compleja y depende de tantas otras, que no pudo ser la primera
que tuviese el hombre.
Hobbes (2) pregunta por qu los hombres van siempre
armados y tienen llaves para cerrar sus casas si el estado de guerra no es el natural entre ellos. No se advierte aqu que se atribuye los hombres, antes de establecerse las sociedades, pensamientos que no pueden
nacer sino despus que stas, en donde aqullos encuentran motivos para atacarse y defenderse.
Al sentimiento de su debilidad unira el hombre primitivo el de sus necesidades; as, la segunda ley natural sera la que le impulsase buscar el alimento.
He dicho que el miedo hara que los hombres huyesen unos de otros; no obstante, las seales de un temor
(r) Testigo el salvaje que se encontr en los bosques de
Hanover y pudo verse en Inglaterra en el reinado de Jorge I.
(2) In prcefat. lib. de (,vive.
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ley natural.
Los hombres, adems de sentir desde el principio.
CAPITULO III
De las leyes positivas.
No bien se asocian los hombres, pierden el sentimiento de su debilidad, cesa la igualdad que haba entre
ellos y empieza el estado de guerra.
Cada sociedad particular adquiere conciencia de su
fuerza, y as se produce el estado de guerra de nacin
nacin. Los individuos de cada sociedad comienzan
tambin conocer su fuerza, y tratan de hacer suyas
las ventajas principales de la colectividad, y como consecuencia se origina entre ellos el estado de guerra.
Este doble estado de guerra es causa de que se establezcan leyes entre los hombres. Considerados como
habitantes de tan gran planeta, que exige haya diferentes pueblos, tienen leyes segn la relacin de estos
pueblos entre s: ste es el Derecho de gentes. Considerados corno viviendo en una sociedad que debe ser con-
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ltico.
La fuerza general puede colocarse en manos de uno
solo de muchos. Han pensado algunos que, siendo el
poder paterno hechura de la naturaleza, el gobierno de
uno solo es el ms conforme con sta. Pero el ejemplo
de la potestad paterna no prueba nada, porque si el poder paterno guarda relacin con el gobierno de uno solo,
despus de muerto el padre, la potestad de los hermanos, y, despus de muertos stos, la de los primos hermanos, guardan relacin con el gobierno de muchos. El
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LIBRO II
De las leyes que se derivan directamente
de la naturaleza del gobierno.
CAPITULO I
De la naturaleza de los tres diversos gobiernos.
republicano, el
monrquico y el desptico. Para averiguar la naturaleza de cada uno basta la idea que tienen de ellos los
hombres menos instruidos. Supongo tres definiciones,
mejor dicho, tres hechos, que son saber: que el gobierno republicano es aquel en que el pueblo en cuerpo
slo parte de l ejerce la potestad soberana; que el
monrquico es aquel en que gobierna uno solo, pero
con arreglo leyes fijas y establecidas; que, diferencia de ste, el desptico es aquel en que uno solo, sin
ley ni regla, lo dirige todo voluntad y capricho.
He aqu lo que llamo la naturaleza de cada gobierno.
Es preciso ver qu leyes emanan directamente de ella,
y son, por lo tanto, las primeras leyes fundamentales (1).
(t) Critican muchos la divisin de las formas de gobierno
que hace Montesquieu, porque en ella no se distinguen las for-
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CAPTULO II
Del gobierno republicano y de las leyes propias
de la democracia.
La repblica en donde el pueblo en cuerpo ejerce el
poder soberano, es una democracia. Si el poder soberano est en manos de parte del pueblo, se tiene una
aristocracia.
El pueblo, en la democracia, es soberano en ciertos
aspectos; en otros, sbdito.
No puede ser monarca sino mediante su voto, que expresa su voluntad. La voluntad del soberano es el soberano mismo. Son, pues, fundamentales en este gobierno
las leyes que establecen el derecho de sufragio. En
efecto, no es menos importante en l determinar cmo,
por quin, quin, sobre qu han de darse los suframas normales regulares de las anormales iregulares y se
parangona el despotismo, que pertenece la ltima clase, con
la monarqua y la repblica, que corresponden la primera. El
despotismo, aaden, no es una forma de gobierno propia independiente, sino el abuso la degeneracin de la monarqua:
no debe, pues, colocarse en la misma lnea que esta ltima y
que la repblica.
Nos parece esta crtica poco meditada . Montesquieu no se
propone sentar una teora, sino establecer un hecho, y en el vasto conjunto de pueblos y tiempos sobre que tiende su penetrante mira da el despotismo ocupa, por desgracia, lugar muy importante Precisamente, nadie ha conocido mejor que el ilustre
autor de esta obra la monstruosa naturaleza del despotismo, al
que flagela sin piedad y que infama con slo definirlo, como dice
un historiador otro propsito.N. del T.
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(t) Libro I.
(2) Libro IV, art. i5 y siguientes.
(3) Vase en las Consideraciones sobre las causas de la grandeza y decadencia de los romanos, cap. IX, cmo se conserv en
la repblica este espritu de Servio Tulio.
(4) El ilustre socilogo historiador D. Manuel Sales y Ferr analiza en el tomo II, pgs. 248 y siguientes de su excelente
obra Tratado de Sociologa las :reformas de Soln y de Servio
Tulio, con la amplitud y profundidad que permiten hacerlo las
modernas i nvestigaciones, y desentraa con suma lucidez su
importancia y si gnificacin.--N. del T.
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do (1) en una democracia, como slo se trata de prevenir los amaos, el voto debe rodearse del mayor secreto.
Los amaos son peligrosos en un senado, lo son en un
cuerpo de nobles: no as en el pueblo, cuya naturaleza
es obrar por pasin. El pueblo, en los Estados donde no
toma parte en el gobierno, se acalorar por un cmico
del mismo modo que se acalorara por los negocios. La
desgracia de una repblica es que se entronicen en ella
los amaos: esto acontece cuando se ha corrompido al
pueblo fuerza de dinero: cesa entonces de apasionarse y se aficiona las ddivas, mas no los negocios. Sin
curarse del gobierno ni de lo que se le propone, espera
tranquilamente su salario.
Es asimismo ley fundamental de la democracia que
slo el pueblo haga las leyes. Con todo, hay mil ocasiones en que es necesario que el senado pueda legislar:
conviene an menudo el experimentar una ley antes
de establecerla. La Constitucin de Roma y la de Atenas eran muy sabias. Las resoluciones del senado (2) tenan fuerza de ley durante un ao, no hacindose perpetuas sino por la voluntad del pueblo.
CAPITULO III
De las leyes propias de la aristocracia.
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respecto de ellas lo que en una monarqua son los sbditos con relacin al monarca.
En las aristocracias no deben hacerse las elecciones
por suerte; slo inconvenientes resultaran de ello. En
efecto, en un gobierno donde existen ya las distinciones ms mortificantes, no sera nadie menos odioso por
deber su eleccin la suerte: en esos gobiernos se odia
al noble, no al magistrado.
Cuando los nobles son muchos, se necesita un senado
que trate los negocios que el cuerpo entero de la nobleza no puede resolver y que prepare aquellos que son de
la incumbencia de este ltimo. En este caso puede decirse, en cierto sentido, que la aristocracia est en el
senado y la democracia en el cuerpo de nobles, no siendo nada el pueblo.
Es muy conveniente en la aristocracia el hacer salir
al pueblo, por algn medio indirecto, de su estado le
nulidad. As, en Gnova, el Banco de San Jorge, administrado en gran parte por los principales del pueblo,
deja que ste ejerza cierto influjo en su gobierno, de
donde dimana toda su prosperidad (1).
Los senadores no deben tener el derecho de proveer
las vacantes del senado: de ningn modo se perpetuaran ms seguramente los abusos. En Roma, que fu al
principio una aristocracia, los senadores nuevos eran
nombrados no por sus colegas, sino por los censores (2).
Una autoridad exorbitante, concedida de pronto un
ciudadano en una repblica, da origen una monarqua
algo ms que una monarqua. En sta, las leyes han
provisto la constitucin se acomodan ella: el prin
cipio del gobierno contiene al monarca; pero en una
(r) Vase Mr. Addison, Viajes por .Italia, pg. 16.
2) En los primeros tiempos los nombraban los cnsules.
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CAPTULO 1V
De las leyes con relacin la naturaleza del
gobierno monrquico.
Los poderes intermedios, dependientes y subordinados, constituyen la naturaleza del gobierno monrquico, es decir, de aquel en que uno solo gobierna con leyes fundamentales. He dicho los poderes intermedios,
subordinados y dependientes, porque, en efecto, en la
monarqua el prncipe es el origen de toda potestad poltica y civil. Las leyes fundamentales que he aludido
suponen necesariamente rganos intermedios per donde se trasmita el poder, pues si no hay en el Estado ms
que la voluntad momentnea y caprichosa de uno solo,
ni puede tener fijeza, ni existir, por tanto, ninguna ley
fundamental.
El poder intermedio subordinado ms natural es el
de la nobleza. Esta forma parte, en cierto modo, de la
esencia misma de la monarqua, cuya mxima fundamental es: sin monarca no hay nobleza; sin nobleza no
hay monarca; pero puc de haber un dspota.
Hay gentes que imaginaron, en algunos Estados de
Europa, abolir todas las justicias de seoro. No reflexionaban que queran hacer lo que ha hecho el Par-
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Los ingleses, para favorecer la libertad, han suprimido todos los poderes intermedios que constituan su monarqua. Hacen bien en conservar su libertad: si llegasen perderla, seran uno de los pueblos ms esclavos
de la tierra.
Mr. Law, causa de ignorar igualmente la constitucin republicana y la monrquica, fu uno de los mayores promovedores del despotismo que nunca hubo en
Europa. Adems de los cambios que introdujo, tan bruscos, tan inusitados, tan inauditos, quera suprimir las
clases intermedias y aniquilar los cuerpos polticos: disolva (1) la monarqua con sus quimricos reintegros y
pareca querer redimir la misma constitucin (2).
No basta que existan en una monarqua clases intermedias: es preciso que haya tambin depositarios de
las leyes. No pueden stos ser otros que los cuerpos polticos, los cuales anuncian las leyes cuando se hacen y
las recuerdan cuando se olvidan. La ignorancia natura]
de la nobleza, su descuido, su desprecio del gobierno
civil, exigen que haya un cuerpo encargado de sacar
continuamente las leyes del polvo bajo el que, en otro
caso, quedaran sepultadas. El Consejo del prncipe no
es un guardin conveniente, pues por su naturaleza es
el depositario de la voluntad momentnea del prncipe
que ejecuta, y no de las leyes fundamentales. Adems,
el Consejo del prncipe se muda de continuo: no es permanente, no puede ser numeroso, no goza en bastante
(i) Fernando, rey de Aragn, se hizo gran maestre de las
rdenes militares, y con esto solo alter la constitucin.
(2) La existencia, no slo en la monarqua, sino , en cualquier
gobierno, de clases, poderes rganos intermedios que permitan al individuo no quedar aislado inactivo frente al Estado,
es necesidad hoy unnimement reconocida, en que insisten
todos los tratadistas de derecho pblico N. del T.
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grado de la confianza del pueblo ni se halla en condiciones de ilustrarle en las circunstancias difciles ni de
volverle la obediencia.
En los Estados despticos, donde no hay leyes fundamentales, tampoco existen depositarios de las leyes.
De aqu proviene que en sos pases la religin tenga
de ordinario tanta fuerza, y es que forma una especie
de depsito y de permanencia; 'y si no la religin, se
veneran las costumbres en lugar de las leyes.
CAPTULO V
De las leyes con relacin la naturaleza del
gobierno desptico.
Resulta de la naturaleza del poder desptico que
aqul que lo tenga lo haga ejercer tambin por uno slo.
Un hombre quien sus cinco sentidos dicen sin cesar
que l lo es todo y que los dems no son nada, es, naturalmente, perezoso, ignorante, voluptuoso. Abandona,
pues, los negocios. Pero si los confiase muchos, naceran disputas entre ellos; habra intrigas para ser el primer esclavo y el prncipe se vera obligado recoger
el mando. Es, por tanto, ms sencillo que lo entregue
un visir (1), el cual tendr desde luego la misma autoridad que l. El establecimiento de un visir es en el
Estado desptico una ley fundamental.
Cuntase que un papa, al ser elegido, conociendo su
incapacidad, opuso al principio infinitas dificultades.
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Acept al fin y abandon un sobrino todos los negocios. Sumamente admirado deca: Nunca hubiese credo que esto fuera tan fcil! Ocurre lo propio los prncipes orientales. Al sacarlos de la crcel en que los
eunucos han debilitado su corazn y su entendimiento,
dejndoles ignorar con frecuencia su misma condicin,
y colocarlos en el trono, al principio mustranse atnitos; pero cuando nombran un visir y se entregan en el
serrallo las ms brutales pasiones; cuando, en medio
de una corte abyecta, dan rienda suelta sus caprichos
ms estpidos, no habran credo nunca que aquello
fuese tan fcil.
Cuanto ms extenso es el imperio, mayor es el serrallo y ms, por tanto, se embriaga el prncipe de placeres. As, pues, en esos Estados, cuanto ms pueblos tiene qu gobernar el prncipe, menos piensa, en el gobierno: medida que los negocios son ms importantes,
menos se delibera sobre ellos.
LIBRO lIl
De los principios de los tres gobiernos.
CAPITULO I
Diferencia entre la naturaleza del gobierno
y su principio.
Despus de haber visto cules son las leyes propias
de la naturaleza de cada gobierno, tcanos decir las
relativas su principio.
Entre la naturaleza del gobierno y su principio hay
la siguiente diferencia (1): la primera . es la que le hace
ser lo que es; el segundo es lo que le hace obrar. Aqulla es su estructura particular; ste, las pasiones humanas que lo ponen en movimiento.
Las leyes no deben corresponderse menos con el
principio de cada gobierno que con su naturaleza. Hay
que ver cul es este principio, y tal ser el objeto del
presente libro.
(z) Esta distincin es muy importante y sacar de ella muchas consecuencias. Nos da la clave de infinidad de leyes.
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CAPITULO II
CAPITULO III
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Cuando cesa la virtud, la ambicin entra en los corazones que pueden recibirla, y la avaricia en todos. Los
deseos cambian de objeto; no se ama ya lo que se ama-,
ba; los hombres eran libres con las leyes y. ahora quieren serlo contra ellas; lo que era mxima se llama rigor;
lo que era regla, traba; lo que era atencin, temor. La
frugalidad es entonces avaricia y no deseo de adquirir.
Antes, la fortuna de los particulares formaba el tesoro pblico; ahora, el tesoro pblico es patrimonio de los
particulares. La repblica es un despojo, estando reducida su fuerza al poder de algunos ciudadanos y la
licencia de todos.
No tena Atenas ms fuerzas en su seno cuando domin con tanta gloria que mientras sirvi con tanta
ignominia. Veinte mil era el nmero de sus ciudadanos (1) cuando defendi los griegos contra los persas,
disput el imperio Lacedemonia y atac Sicilia.
Veinte mil eran aqullos cuando Demetrio Falerio los
cont como en un mercado se cuentan los esclavos (2).
Cuando Filipo os dominar Grecia, cuando presentse ante las puertas de Atenas (3), no haba sta perdido
an ms que el tiempo. Puede verse en Demstenes el
trabajo que cost sacarla de su sueo: tema en Filipo,
no el enemigo de la libertad, sino el de los placeres (4).
Aquella ciudad, que haba resistido tantas derrotas, que
se haba visto renacer varias veces de sus escombros,
(i) Plutarco, in Per*. Platn, in Orilla.
(2) Se hallaron veintin mil ciudadanos, diez mil extranjeros y cuatrocientos mil esclavos. Vase Atheneo, libro VI.
(3) Tena veinte mil ciudadanos. Vase Demstenes, in
Aristog.
(4) Se haba dictado una ley imponiendo la pena de muerte
al que propusiese dedicar las necesidades de la guerra el dinero destinado para los teatros.
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CAPITULO IV
Del principio de la aristocracia.
Como en el gobierno popular, hace falta la virtud en
el aristocrtico. Sin embargo, en este ltimo no se requiere tan absolutamente.
El pueblo, que es respecto de los nobles lo que son
los sbditos respecto del monarca, est contenido por
las leyes, y as necesita menos virtud que el pueblo de
la democracia. Pero cmo se contendrn los nobles?
Los que deban hacer ejecutar las leyes contra sus colegas, conocern inmediatamente que obran contra s
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CAPITULO V
Que la virtud no es el principio del gobierno
monrquico.
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CAPITULO VI
De cmo se suple la virtud en el gobierno
monrquico.
Me doy prisa y avanzo largos pasos, para que no se
crea que es mi propsito escribir una stira del gobierno monrquico. No, si ste carece de un resorte, tiene
otro. El honor, es decir, la preocupacin de cada persona y de cada clase, ocupa el lugar de la virtud poltica de que he hablado y la sustituye en todo. Es capaz
de inspirar las ms bellas acciones, y puede, unido la
fuerza de las leyes, guiar al fin del gobierno como la
virtud misma.
As, en las monarquas bien ordenadas todos sern
ms menos buenos ciudadanos y rara vez se encontrar quien sea hombre de bien (1), porque para ser
hombre de bien es preciso tener intencin de serlo y
amar ms al Estado por l mismo que por s propio.
CAPITULO VII
Del principio de la monarqua.
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sentido poltico.
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CAPITULO VIII
Que el honor no es el principio de los Estados
despticos.
No es el honor el principio de los Estados despticos: siendo en ellos iguales todos los hombres, ninguno
puede ser antepuesto los dems; siendo todos esclavos, no hay razn de preferencia en nada.
Adems, como el honor tiene sus leyes y reglas y es
inflexible, como depende exclusivamente de su propio
capricho y no del de otro, no puede encontrarse sino
en Estados donde la constitucin es fija y hay leyes estables.
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MONTESQUIEU
CAPITULO IX
Del principio del gobierno desptico.
De igual manera que en las repblicas se requiere la
y en las monarquas el
en los gobiernos
despticos hace falta el
la virtud no es necesaria en l y el honor sera peligroso.
El poder inmenso del prncipe pasa ntegro las personas quienes lo confa. Gentes capaces de estimarse
en mucho, podran causar revoluciones. Es preciso,
pues, que el temor abata los nimos y extinga hasta el
menor sentimiento de ambicin.
Un gobierno moderado puede, sin riesgo, relajar sus
resortes cuanto quiera: se conserva por virtud de las leyes y por su propia fuerza. Pero en el gobierno desptico todo est perdido si el prncipe deja de tener el
brazo levantado, si no puede aniquilar en el momento los que ocupan los primeros cargos (2); no existien-
virtud
honor,
temor:
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CAPITUL O
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MONTESQIIIEII
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CAPITULO XI
Reflexiones acerca de lo dicho.
Tales son los principios de los tres gobiernos, lo cual
no significa que en una repblica determinada los hombres sean verdaderamente virtuosos, sino que deberan
serlo. Tampoco prueba que en esta aquella monarqua
domine el honor, ni que en un Estado desptico particular impere el temor, sino que eso es lo que debe suceder en ellos, so pena de ser imperfectos.
LIBRO IV
Que las leyes de la educacin deben ser
acomodadas los principios del goe
bierno.
CAPITULO I
De las leyes de la educacin.
Las leyes de la educacin son las primeras que recibimos. Y como nos preparan para ser ciudadanos, cada
familia particular debe gobernarse conforme al plan de
la gran familia que las comprende todas.
Si el pueblo en general tiene un principio, sus partes
integrantes, es decir, las familias, han de tenerlo tambin. Las leyes de la educacin sern, pues, distintas
en cada especie de gobierno: en las monarquas tendrn
por objeto el honor; en las repblicas, la virtud; en el
despotismo, el temor.
CAPITULO II
De la educacin en las monarquas.
En las monar qi uas no se recibe la principal educacin
en los establecimientos pblicos donde se instruye la
infancia. La educacin, en cierto sentido, comienza
honor,
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MONTESQUIEU
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multitud y confusin de los antojos que, siendo agradables, se reciben siempre bien.
Sobre todas estas cosas versa la educacin dirigida
formar lo que se llama el hombre decente, que tiene
todas las cualidades y todas las virtudes que se exigen
en este gobierno.
En l el honor, interviniendo en todo, entra en todas
las maneras de pensar, en todos los modos de sentir, y
gobierna hasta los principios.
Este honor extravagante hace que las virtudes no
sean sino lo que l quiere, y como l quiere: dicta reglas por su propia autoridad todo lo que nos est mandado, y extiende restringe los deberes su capricho,
reconozcan por origen la religin, la poltica la moral.
Nada hay en la monarqua que las leyes, la religin
y el honor prescriban ms que la obediencia la voluntad del prncipe; pero el honor nos dice que el prncipe
no debe ordenarnos una accin que nos deshonre, porque nos hara incapaces de servirle.
Crillon se neg asesinar al duque de Guisa, pero
ofreci Enrique III batirse con l. Despus de la Saint
Barthelemy, habiendo escrito Carlos IX todos los gobernadores para que asesinasen los hugonotes, el vizconde de Orte, que mandaba en Bayona, contest al
rey (1): No he encontrado entre los habitantes y gentes de guerra sino buenos sbditos y valientes soldados;
no hay ningn verdugo; as, ellos y yo rogamos V. M.
emplee nuestros brazos y nuestras vidas en cosas hacederas. Este valor grande y generoso miraba cmo
cosa imposible el cometer una infamia.
El principal deber que dicta el honor la nobleza es
el servir al prncipe en la guerra; en efecto, sta es la
(1) Vase la Histoire d'Aubign.
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MONTESQUIEU
profesin ms distinguida, porque sus lances, sus triunfos y hasta sus mismas adversidades conducen la grandeza. Pero aun imponiendo esta ley, el honor quiere
ser rbitro de ella y exige permite al que se cree
ofendido retirarse su casa.
El honor requiere que se pueda indiferentemente aspirar los empleos rehusarlos, y pone esta libertad
por encima de la misma fortuna.
El honor tiene, pues, sus reglas supremas, que la
educacin se ve obligada conformarse (1). La ms
sealada es que nos est permitido hacer caso de nuestros bienes; mas nos est altamente prohibido hacerlo
de nuestra vida.
La segunda es que, una vez colocados en cierta clase, no debemos hacer ni sufrir nada que haga creer que
nos conceptuamos inferiores ella.
Y la tercera, que las cosas prohibidas por el honor lo
son con ms rigor cuando las leyes no concurren proscribirlas, y las exigidas por l lo son con mayor fuerza
cuando las leyes no las prescriben.
CAPTULO III
De la educacin en el gobierno desptico.
La educacin en las monarquas slo tiende elevar
el nimo: en los gobiernos despticos, por el contrario,
procura nicamente deprimirlo. En estos gobiernos
(i) Aqu se dice lo que es, no lo que debera ser. el honor
es una preocupacin que la religin procura, ya destruir, ya
dirigir.
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debe ser servil; y ser un bien, aun para el mando, haberla tenido tal, porque en ellos nadie es tirano sin ser
al mismo tiempo esclavo.
La obediencia ciega supone ignrancia en el que obedece: la supone tambin en el que manda, pues no necesita deliberar, dudar ni discurrir; le basta querer.
En los Estados despticos, cada casa es un imperio
aparte. La educacin, que consiste principalmente en
vivir con los dems, est muy limitada: redcese hacer nacer el temor en el corazn y inculcar la inteligencia algunos principios religiosos sencillos. El
saber ser peligroso, la emulacin, funesta. En lo tocante las virtudes, Aristteles (1) no concibe que
haya ninguna adecuada los esclavos: todo esto restringe mucho la educacin en los gobiernos de que hablamos.
En ellos, por tanto, la educacin es nula en cierto
modo. Es preciso quitarlo todo, fin de dar algo y for
mar primero un mal hombre para hacer un buen esclavo.
Ah! y por qu la educacin se consagrara formar
un buen ciudadano que tomase parte en la desgracia pblica?Si amaba al Estado, experimentara la tentacin de
relajar los resortes del gobierno; si no lo lograba, se per
da; si triunfaba, corran riesgo de perderse l, el prncipe y el imperio.
(r) Poltica, lib. I.
ol
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56
MONTESQUIEU
CAPITULO IV
Diferentes efectos de la educacin en los antiguos
y entre nosotros.
La mayor parte de los pueblos antiguos vivieron bajo
gobiernos que tenan por principio la virtud; y cuando
sta se hallaba en su fuerza, se hacan cosas que hoy no
vemos y que maravillan nuestras almas pequeas. Su
educacin tena otra ventaja sobre la nuestra: no se
desmenta nunca. Epaininondas deca, escuchaba, vea,
haca en el ltimo ao de su vida, lo mismo que en la
edad en que comenzara instruirse.
Ahora recibimos tres educaciones diferentes contrarias: la de nuestros padres, la de nuestros maestros, la
del mundo. Lo que nos ensea la ltima trastorna todas
las ideas de las dos primeras. Esto procede, en parte,
entre nosotros, del contraste que existe entre los preceptos de la religin y las exigencias del mundo, cosa
que los antiguos no conocan.
CAPITULO y
De la educacin en el gobierno republicano.
En el gobierno republicano es donde se necesita de
todo el poder de la educacin. El temor de los gobier
nos despticos se engendra espontneamente en las
amenazas y los castigos; el honor de las monarquas es
favorecido por las pasiones, que, su vez, fomenta;
57
CAPTULO VI
De algunas instituciones de los griegos.
Convencidos los antiguos griegos de que los pueblos
que viven bajo un gobierno popular necesitan ser educados en la virtud, crearon, para inspirarla, algunas ins-
MONTESQUIEU
58
tituciones singulares. Cuando se ve en la. vida de Licurgo las leyes que di los lacedemonios, parece que
se est leyendo la historia de los Sevarambes. Las leyes
de Creta fueron el original de las de Lacedomonia, y
las de Platn son las mismas corregidas.
Pido al lector se fije un momento en el genio tan
grande que necesitaron aquellos legisladores para advertir que, contrariando todos los usos recibidos, confundiendo todas las virtudes, mostraran su sabidura
al universo (1). Licurgo, mezclando el hurto con el espritu de justicia, la ms dura esclavitud con la suma
libertad, los sentimientos ms atroces con la mayor
moderacin, di estabilidad su ciudad. Quitle al parecer todos los recursos, las artes, el comercio, el dinero, las murallas: tenase all ambicin sin esperanza
de mejorar: existan los sentimientos naturales y no se
era ni hijo, ni padre, ni marido: arrebatbase la castidad el mismo pudor. Por estos caminos subi Esparta
la grandeza y la gloria, siendo tal la infalibilidad de
sus instituciones que nada se consegua contra ella ganando batallas si no se llegaba quitarle su poltica.
Creta y la Laconia fueron gobernadas por estas leyes. Lacedemonia fu la ltima en ceder los macedonios y Creta la postrer presa de los romanos. Los samnitas tuvieron iguales instituciones y la mismos romanos
no los dominaron sino despus de veinticuatro triunfos.
Estos hechos extraordinarios que nos ofrecen las ins(t) Explcase el entusiasmo de Montesquieu; sin embargo,
por grande que se suponga el genio de los legisladores griegos,
no cabe hoy presentar como fruto espontneo y exclusivo de l
la obra que realizaron. Estdiense sus reformas y se ver que
venan preparadas de antes, no siendo sino el coronamiento
de la evolucin lenta de las ideas instituciones en el transcurso del tiempo.
del T.
-1q
59
tituciones de Grecia los hemos visto en la hez y corrupcin de los tiempos modernos. Un legislador, hombre de bien, ha formado un pueblo en el que la probidad
parece tan natural como el valor entre los espartanos.
Mr. Penn es un verdadero Licurgo, y aunque se haya
propuesto la paz por objeto, como el ltimo se propuso
la guerra, se parecen los dos en haber puesto sus pueblos respectivos en un camino singular, en el ascendiente que han ejercido sobre hombres libres, en los prejuicios que han domeado, en las pasiones que han
vencido.
a: fi El Paraguay puede suministrarnos otro ejemplo. Se
ha querido alegarlo cual un crimen de la Compaa,
que mira el placer de mandar como el nico bien de su
vida; pero siempre ser bueno el gobernar los hombres hacindolos felices.
Corresponde la Compaa la gloria de haber sido la
primera en haber mostrado en aquellos pases la idea de
la religin unida laJde humanidad. Reparando las devastaciones de los espaoles, ha empezado curar una
de las llagas ms profundas que hayan afligido al gnero humano.
El sentimiento exquisito que tiene esta sociedad de
todo lo que llama honor, su celo por una religin que
humilla mucho ms aquellos que la escuchan que
aquellos que la predican, la han llevado emprender
iJ
grandes cosas con xito feliz. Ha sacado de los bosques
pueblos dispersos; les ha proporcionado segura subsistencia; los ha vestido, y aunque con esto no hubiese
hecho ms que aumentar la industria entre los hombres,
sera merecedora de elogio.
Los que quieran formar instituciones semejantes, debern establecer la comunidad de bienes de la repblica de Platn, el respeto los dioses que prescriba, la
60
MONTESQUIEU
separacin de los extranjeros para conservar las costumbres: deben hacer que el comercio se ejerza por la
ciudad y no por los ciudadanos; deben crear nuestras
artes sin nuestro lujo y promover nuestras necesidades
sin nuestros deseos.
Deben proscribir el dinero, cuyo efecto es aumentar
la fortuna de los hombres, traspasando los lmites fijados por la naturaleza; ensear conservar intilmente
lo que se ha reunido de la misma manera, multiplicar
los deseos al infinito y suplir la naturaleza que nos ha
dado medios muy restringidos de irritar nuestras pasiones y corrompernos unos otros.
Conociendo los pidamnios que sus costumbres se
corrompan por su comunicacin con los brbaros, eligieron un magistrado que hiciese todo el comercio en
nombre de la ciudad y para la ciudad (1). En tal caso,
el trfico no corrompe la constitucin ni sta priva la
sociedad de las ventajas del comercio.
CAPITULO VII
En qu casos pueden ser buenas estas institucio=
nes singulares.
Las instituciones de esta clase pueden convenir las
repblicas, cuyo principio es la virtud poltica; mas para
impulsar al honor en las monarquas para promover el
temor en los Estados despticos no se necesitan tantos
cuidados.
Tampoco pueden implantarse sino en Estados peque-
61
CAPITULO VIII
Explicacin de una paradoja de los antiguos
tocante las costumbres.
Polibio, el juicioso Polibio (2), nos dice que era necesaria la msica para suavizar las costumbres de los arcades, quienes habitaban un pas en que la atmsfera es
triste y fra, y que los de Cinete, que no hicieron caso
de la msica, sobrepujaron en crueldad todos los griegos, no habiendo ciudad donde se cometiesen tantos
crmenes. Platn (3) no teme afirmar que cualquiera mudanza en la msica produce otra en la constitucin del
62
MONTESQUIEU
Estado. Aristteles, que parece haber escrito su Poltica con el exclusivo objeto de contraponer sus opiniones
las de Platn, coincide, sin embargo, con ste en lo
que respecta al poder de la msica sobre las costumbres (1). Teofrasto, Plutarco (2), Estrabn (3), todos los
antiguos pensaban del mismo modo. No es una opinin
que lanzaran al azar, sino uno de los principios de su
poltica (4). De esta manera daban leyes y as queran
que se gobernasen las ciudades.
Creo poder explicar esto. Es necesario no olvidar que
en las ciudades griegas, especialmente en las que tenan
la guerra por principal objeto, toda clase de trabajo y
todas las profesiones que podan conducir ganar dinero se reputaban indignas de los hombres libres. La mayor parte de las artes, dice Jenofonte (5), vician el cuerpo de los que las ejercen; obligan sentarse la sombra
cerca de la lumbre; no dejan tiempo ni para los amigos ni para la repblica. Slo en los tiempos de corrupcin de algunas democracias los artesanos lograron ser
ciudadanos. As nos lo ensea Aristteles (6), quien sostiene que una buena repblica no les dar nunca el derecho de ciudad (7).
(z) Libro VIII, cap. V.
(2) Vida de Pel pidas.
(3) Libro I.
(4) Platn dice, en el lib. IV de las Leyes, que las prefecturas de la msica y de la gimnstica son los empleos ms importantes de la ciudad, y en su Repblica, lib. III: Damn os dir
cules son los sonidos capaces de producir la bajeza del nimo,
la insolencia y las virtudes contrarias)).
(5) Libro V, Dichos memorables.
(6) Polt., lib. III, cap. IV.
(7) aDiofanto, dice Aristteles (Polt., cap. IV, prrs. 2 y 3)7
estableci antiguamente en Atenas que los artesanos fuesen esclavos del pblico.
63
Tambin era profesin servil la agricultura, que ejerca de ordinario algn pueblo vencido, como los ilotas
entre los lacedemonios, los periecos entre los cretenses,
los penestas entre los tesalios y otros pueblos esclavos
en las dems repblicas (1).
Finalmente, todo comercio al por menor (2) era infame entre los griegos. Hubiese exigido que un ciudada no prestara servicios los esclavos, los jornaleros, los
extranjeros: esta idea repugnaba al espritu de la libertad griega; por lo mismo Platn quiere, en sus leyes (3),
que se castigue al ciudadano que se dedique al comercio.
La situacin era, pues, muy embarazosa en las repblicas griegas. No se permita los ciudadanos trabajar
en el comercio, en la agricultura, ni en las artes, ni se
quera que estuviesen ociosos (4). De aqu resultaba
que se ocupasen en los ejercicios de la gimnstica y en
los que tenan relacin con la guerra (5). Las instituciones no les dejaban otros. Es preciso, por tanto, considerar los griegos como una sociedad de atletas y de
u
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MONTESQUIEU
65
LIBRO ti
Que las reglas que establece el legislador
deben ser relativas al principio del gobierno.
CA PTULO I
CAPTULO II
De lo que se entiende por virtud en el Estado
poltico.
La virtud, en un Estado republicano, es cosa muy
sencilla: consiste en el amor de la repblica, no siendo
un conjunto de conocimientos, sino un sentimiento que
"
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CAPITULO III
De lo que se entiende por amor de la repblica
en la democracia.
El amor de la repblica en una democracia es el de
la democracia: el amor de la democracia es el de la
igualdad.
El amor de la democracia es tambin el amor de la
frugalidad. Debiendo cada uno tener la misma felicidad
y las mismas ventajas, debe gozar de los mismos placeres y alimentar iguales esperanzas: cosa que no puede
esperarse sino de la frugalidad general.
El amor de la igualdad en una democracia limita la
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MONTESQUIEU
69
CAPITULO IV
Cmo se inspira el amor de la igualdad
y de la frugalidad.
El amor de la igualdad y el de la frugalidad se fomentan extraordinariamente con la igualdad y la frugalidad mismas, cuando se vive en una sociedad en que
las leyes han establecido una y otra.
En las monarquas y Estados despticos nadie aspira
la igualdad: sta no existe ni aun en idea: todos tienden ser superiores. Los individuos de nfima condicin no desean salir de ella sino para ser amos de los
dems.
Ocurre lo mismo con la frugalidad: para amarla es
menester gozarla. No sern las personas estragadas por
los deleites las que apetezcan la vida frugal, y si esto
fuese natural y corriente, no hubiera causado Alcibiades la admiracin del universo. Tampoco la amarn
aquellos que envidien admiren el lujo de los dems:
gentes que no tienen delante de sus ojos sino hombres
ricos hombres miserables como ellas, detestan su
miseria sin apetecer ni conocer lo que constituye el
trmino de la miseria.
Encierra, pues, un gran fondo de verdad la mxima
de que para amar la igualdad y la frugalidad en una
repblica es preciso que las leyes las hayan establecido.
7 9
MONTESQUIEU
CAPITULO V
De cmo establecen las leyes la igualdad
en una democracia.
Algunos legisladores antiguos, como Licurgo y Rmulo, distribuyeron las tierras en partes iguales. Esto
no se puede verificar sino al fundarse una repblica
nueva, bien al estar tan relajada la antigua y los nimos en tal disposicin que se crean obligados los
pobres buscar y los ricos soportar semejante remedio.
Si el legislador al hacer este reparto no dicta leyes
para mantenerlo, su obra ser deleznable: la desigualdad entrar por el portillo que las leyes hayan dejado
abierto y se perder la repblica.
Para conseguir el efecto deseado es preciso regular
las dotes de las mujeres, las donaciones, las sucesiones, los testamentos, en fin, todos los modos de adquirir. Si se permite que cada cual disponga de sus bienes
como quiera, las voluntades particulares socavarn la
ley fundamental.
Soln, que autorizaba en Atenas testar en favor de
quien se quisiese, si no se tenan hijos (1), contradeca
las antiguas leyes, segn las cuales los bienes deban
permanecer en la familia del testador (2),y hasta contradeca las suyas propias, pues, suprimiendo las deudas,
haba buscado la igualdad.
Era buena ley para la democracia la que prohiba
(i) Plutarco, Vida de Soln.
(2) Ibid.
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72
MONTESQIIIEII
73
se reuniesen en la misma persona dos porciones de tierra y, por consiguiente, dos herencias. Cuando un hombre se casaba con su hermana por parte de padre, no
poda recibir ms que una herencia, la de su padre;
pero si se casaba con su hermana uterina, era posible
que el padre de esta ltima, no teniendo hijos varones,
la llamase la sucesin, y, entonces, el hermano que la
haba desposado, reuniese dos herencias.
Y no se me objete que, segn Filn (1), aunque en
Atenas se pudiese desposar la hermana consangunea
y no la uterina, en Lacedemonia poda contraerse
matrimonio con la uterina y no con la consangunea;
porque leo en Estrabn (2) que, en Lacedemonia, al casarse la hermana con el hermano, reciba en dote la mitad de la porcin de ste, siendo evidente que esta
segunda ley se haba dictado para evitar las malas consecuencias de la primera, fin de impedir que la tierra
ch e la familia de la hermana pasase la del hermano, se
daba en dote aqulla la mitad de la tierra de l.
Sneca (3), hablando de Silano, casado con su hermana, dice que en Atenas la permisin estaba restringida, mientras que en Alejandra era general. En el gobierno de uno solo no haba gran empeo en mantener
el reparto de bienes.
de mi padre y no de mi madre. Las mismas razones haban
motivado que se estableciera idntica ley en diferentes pueblos (*) .
(i) De specialibus legibus que pertinent ad prcecepta Decalogi.
(2) Libro X.
(3) Allienis dimidum licet, Alexandrice tolum. (Seneca, De
raerle Claudii.)
(e)
74
MONTESQIIIEII
75
1; dianas pueden dar sufrir esta especie de compensaciones, porque las fortunas inmoderadas miran como
una injuria todo lo que no se les otorga en podero y
honores.
Cualquier desigualdad en la democracia debe dimanar de la naturaleza misma de la democracia y del principio de la igualdad. Por ejemplo, es de temer que gentes que necesitan trabajar de continuo para vivir se empobrezcan demasiado en un cargo pblico descuiden
sus funciones; que los artesanos se enorgullezcan; que
los libeitos, por su gran nmero, lleguen ser ms poderosos que los antiguos ciudadanos. En estos casos
puede alterarse en la democracia, por inters de ella
misma, la igualdad entre los ciudadanos (1). Pero es slo
la igualdad aparente la que se suprime, porque un
hombre arruinado por el ejercicio de un cargo pblico
estara en peor condicin que los dems ciudadanos, y
si ese mismo hombre se viese precisado descuidar las
funciones de la magistratura que desempea, pondra
los dems ciudadanos en peor condicin que la suya,
y as en todo.
CAPITULO VI
Cmo las leyes deben mantener la frugalidad
en la democracia.
No basta en una buena democracia que las porciones
de tierra sean iguales; se necesita que sean pequeas,
como entre los romanos. No permita Dios, deca Curio
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MONTESQUIEU
77
CAPITULO VII
De otros medios de favorecer el principio
de la democracia.
No puede establecerse una reparticin igual de las
tierras en todas las democracias. Hay circunstancias en
que tal arreglo sera impracticable, peligroso y repugnante las costumbres. No hay siempre precisin de
acudir las medidas extremas. Si en una democracia se
?8
MONTESQUIEU
ve que esa reparticin, que ha de conservar las costumbres, no es conveniente, es necesario recurrir otros
medios.
Si se crea un cuerpo fijo. que sea por s mismo regla
de las costumbres, un senado, en el que den entrada la
edad, la virtud, la gravedad, los servicios, los senadores, presentados la vista del pueblo como imagen de
los dioses, inspirarn sentimientos que se difundirn en
el seno de todas las famlias.
Es necesario, sobre todo, que este senado siga las
instituciones antiguas y haga de manera que el pueblo
y los magistrados no se aparten nunca de ellas.
En materia de costumbres se gana mucho conservando los usos antiguos. Como los pueblos corrompidos
ejecutan rara vez grandes cosas, y casi nunca han formado sociedades, fundado ciudades ni dado leyes, y
como, por el contrario, los de costumbres sencillas y austeras han hecho la mayor parte de los establecimientos,
volver los hombres las mximas antiguas es, de ordinario, conducirlos nuevamente la virtud.
Adems, si ha habido alguna revolucin y se ha dado
al Estado nueva forma, no habr podido hacerse esto
casi nunca sin fatigas y trabajos infinitos, y pocas veces
con la ociosidad y las costumbres estragadas. Los mismos que hayan hecho la revolucin habrn querido volverla agradable, cosa casi imposible de conseguir sin
dar buenas leyes. Las instituciones antiguas son, pues,
comnmente correcciones, y las nuevas abusos. En el
curso de un largo gobierno se va al mal por una pendiente insensible y no se torna subir al bien sino por
un esfuerzo.
Se ha discutido si los miembros del senado de que
hablamos deben ser vitalicios elegidos por cierto
tiempo. Sin duda deben ser vitalicios, cual ocurra en
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80
MONTESQUIEU
acusacin del adulterio; esta ley intimidaba las mujeres intimidaba tambin los que deban vigilarlas.
Nada contribuye ms mantener las costumbres que
la entera subordinacin de los jvenes los ancianos.
Unos y otros se contendrn: aqullos por el respeto
que tienen los ancianos, y stos por el respeto que se
tendrn s mismos.
Ninguna cosa presta ms fuerza las leyes que la
entera subordinacin de los ciudadanos los magistrados. La mayor diferencia que Licurgo, dice Jenofonte (1), puso entre Lacedemonia y las dems ciudades
consiste en haber hecho especialmente que los ciudadanos obedezcan las leyes: todos acuden cuando el magistrado los llama. En Atenas, por el contrario, cualquier hombre rico se desesperara si se creyese que
dependa del magistrado.
La autoridad paterna es tambin muy conveniente
para mantener las costumbres. Ya liemos dicho que en
la repblica no hay una fuerza que reprima tanto como
en los dems gobiernos. Es necesario, por consiguiente,
que las leyes suplan esta deficiencia, y as lo hacen por
medio de aquella autoridad.
En Roma tenan los padres derecho de vida y muerte sobre sus hijos (2). En Lacedemonia cualquier padre
tena derecho corregir al hijo de otro.
La patria potestad se perdi en Roma con la rep(i) Repblica de Lacedenzonia.
(2) Puede verse en la historia romana cuntas ventajas report esta potestad la repblica. Slo hablar del tiempo de
la mayor corrupcin. Aulo Fulvio se haba puesto en camino
para ir unirse Catilina. Su padre le mand volver y le di
muerte. (Salustio , De billa (Jatil.) Otros muchos ciudadanos
hicieron lo mismo. (Dion, lib. XXXVII.)
81
CAPITULO VIII
Cmo las leyes deben referirse al principio
del gobierno en la aristocracia.
Si el pueblo es virtuoso en la aristocracia, se gozar
en sta con corta diferencia de la felicidad del gobierno
popular y el Estado se har poderoso. Pero como es
raro que all donde las fortunas de los hombres son tan
desiguales abunde la virtud, es preciso que las leyes
tiendan, en cuanto puedan, infundir el espritu de moderacin, y procuren restablecer la igualdad que la
constitucin altera forzosamente.
El espritu de moderacin es lo que se llama virtud en
la aristocracia, y ocupa el mismo lugar que el espritu de
igualdad en el Estado popular.
Si el fausto y el esplendor que rodean los reyes
forman parte de su poder, la modestia y sencillez en las
maneras constituyen la fuerza de los nobles aristcra6
82
MONTT,SQUIEU
tas (1). Cuando stos no hacen alarde de ninguna distincin, cuando se confunden con el pueblo, se visten
como l y le llaman participar de todos sus placeres,
el pueblo olvida su debilidad.
Cada gobierno tiene su naturaleza y su principio. Por
tanto, no debe tomar el aristocrtico la naturaleza y
el principio del monrquico, lo cual acontecera si los
nobles tuviesen algunas prerrogativas personales y particulares, distintas de las de su cuerpo. Las prerrogativas deben ser para el senado y el mero respeto para los
senadores.
Hay dos fuentes principales de desrdenes en los Estados aristocrticos: la desigualdad extrema entre gobernantes y gobernados, y la misma des i gualdad entre
los diferentes miembros del cuerpo que gobierna. De
estas dos desigualdades resultan odios y envidias que
las leyes deben prevenir contener.
La primera desigualdad se encuentra especialmente
cuando el honor que acompaa los principales envuelve un baldn para el pueblo. Tal fu la ley romana que
prohiba los patricios contraer matrimonio con los
plebeyos (2), cuyo efecto nico fu volver los patricios, por una parte, ms soberbios, y por otra, ms
odiosos. Conviene no olvidar el partido que de ella sacaron los tribunos en sus arengas.
(i) En nuestros das, los venecianos, que en muchs puntos
se han conducido con gran discrecin, decidieron, con motivo
de una disputa surgida entre un noble veneciano y un hidalgo
de tierra firme acerca de quin deba ocupar lugar preferente
en una iglesia, que los nobles venecianos no tenan, fuera de
Venecia, ninguna preeminencia respecto de los dems ciudadanos.
(2) Los decenviros la colocaron en las dos ltimas tablas.
Vase Dion. de Halicarnaso, libro X.
83
Esta desigualdad se encontrar tambin si la condicin de los ciudadanos es diferente con relacin los
subsidios, lo que puede suceder de cuatro maneras:
cuando los nobles se arrogan el privilegio de no pagarlos; cuando recurren fraudes para eximirse de
ellos (1); cuando los perciben so pretexto de retribuciones de sueldos por los empleos que ejercen, y,
finalmente, cuando hacen tributario al pueblo y se reparten los impuestos que recaudan. Este ltimo caso es
raro; cuando se da, la aristocracia es el ms duro de
todos los gobiernos.
Mientras Roma se inclin la aristocracia, supo evitar muy bien estos inconvenientes. Los magistrados no
cobraban sueldos por sus cargos. Los principales de la
repblica pagaban los tributos; veces pagaban ms, y
hubo caso de pagarlos ellos solos. En fin, lejos de repartirse las rentas del Estado, cuanto pudieron sacar
del Tesoro pblico y cuantas riquezas les depar la fortuna, todo lo distribuyeron al pueblo para hacerse perdonar sus honores (2).
Es mxima fundamental que las distribuciones que se
hacen al pueblo producen efectos tan perniciosos en la
democracia como buenos en los gobiernos aristocrticos: en el primer caso, destruyen el amor cvico; en el
segundo, lo fortalecen.
Si no se distribuyen las rentas pblicas al pueblo, es
preciso convencerle de que estn bien administradas; en
sellrselas equivale en cierto modo hacerle gozar de
ellas. La cadena de oro que se colgaba en Venecia, las
'F
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MONTESQUIEU
riquezas que llevaban en Roma en los triunfos, los tesoros que se guardaban en el templo de Saturno eran
realmente la riqueza del pueblo.
Es esencial, sobre todo, en la aristocracia que los nobles no recauden los tributos. En Roma no se mezclaba
en esto para nada el primer orden del Estado, sino el
segundo, y aun este mismo sistema ofreci con el tiempo graves inconvenientes. En una aristocracia en que
los nobles cobrasen los tributos, los particulares estaran merced de los empleados, que no tendran tribunal superior que los corrigiese. Si se daba alguno
el encargo de cortar los abusos, preferira aprovecharse
de ellos. Los nobles seran como los prncipes de los
Estados despticos, que confiscan los bienes de quien
les agrada.
Bien pronto los beneficios obtenidos se miraran como
un patrimonio, que la avaricia aumentara su placer;
la produccin disminuira, anularanse las rentas pblicas. Por esta causa, algunos Estados, sin haber tenido
ningn descalabro digno de atencin, caen en una debilidad que sorprende los vecinos y pasma los mismos
ciudadanos.
Es preciso tambin que las leyes prohiban el comercio los nobles: mercaderes de tanto fuste ejerceran
toda clase de monopolios. El comercio es profesin de
gentes iguales, y de todos los Estados despticos los ms
miserables son aquellos en que el prncipe es mercader.
Las leyes de Venecia (1) prohiben los nobles el co(i) Amelot de la Houssaye, Du gouvernement de Venise, parte III. La ley Claudia prohiba los senadores tener en el mar
naves donde cupiesen ms de cuarenta modios. (*)
(*) El modio era una medida para ridos equivalente unos dos celemines castellanos. N, del T.
85
Loa logistas componan una comisin de diez magistrados, que se elegan todos los aos.--N. del T.
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MONTESQUIEU
87
CAPITULO IX
De cmo las leyes son relativas su principio en la
monarqua.
Siendo el honor el principio de este gobierno, las leyes deben referirse l.
Es menester que procuren sostener la nobleza, de
que el honor es padre hijo, por decirlo as.
Es menester que la hagan hereditaria, y que no sea
lmite, sino vnculo entre el poder del prncipe y la debilidad del pueblo.
Las sustituciones que conservan los bienes en las familias son ms tiles en el gobierno monrquico, aunque no convengan en los otros.
El retracto gentilicio devolver las familias nobles
las tierras que la prodigalidad de algn pariente haya
enajenado.
Las tierras nobles tendrn sus privilegios como las
personas: no se puede separar la dignidad del monarca
de la del reino, ni puede casi separarse la dignidad del
noble de la de su feudo.
Todas estas prerrogativas debern ser privativas de
la nobleza y no comunicarse al pueblo, so pena de contradecir el principio del gobierno y de disminuir la
fuerza de la nobleza y la del pueblo.
Las sustituciones embarazan el comercio: el retracto
gentilicio hace necesarios numerosos pleitos y todas
las fincas del reino vendidas vienen estar en cierto
modo sin dueo durante un ao.
Las prerrogativas anejas los feudos dan un poder
muy gravoso aquellos que las sufren. Son inconve-
88
MONTESQUIEU
CAPI I'ULO X
De la brevedad de la ejecucin en la monarqua.
El Gobierno monrquico tiene sobre republicano la
gran ventaja de que, estando los negocios dirigidos por
uno solo, la ejecucin es ms pronta. Pero, como esta
brevedad podra convertirse en rapidez, las leyes deben
introducir cierta lentitud, pues no slo han de favorecer
la naturaleza de cada constitucin, sino tambin remediar los abusos que pueden nacer de ella.
(i) No lo permiten ms que al pueblo. Vase la ley 3. a en el
cdigo de Canana. et Mercatoribus, que es muy juiciosa.
89
CAPITULO XI
De la excelencia del gobierno monrquico.
El gobierno monrquico tiene una gran ventaja sobre
el desptico. Como es propio de su naturaleza que haya
bajo el prncipe varios rdenes dependientes de la constitucin, el Estado es ms fijo, la constitucin ms firme, la persona de los que gobiernan est ms segura.
(i) Testamento poltico.
(2) Barbaris cunctatio servilis; staiim exequi regium videtur
90
MONTESQIIIEII
Cicern (1) cree que el establecimiento de los tribunos en Roma fu la salvacin de la repblica. En efecto, dice, la fuerza del pueblo que carece de jefe es ms
terrible. Un jefe siente sobre s el peso de los negocios y
piensa en ellos; pero el pueblo, en su impetuosidad, no
conoce el peligro que se lanza. Es aplicable esta reflexin un Estado desptico, que es un pueblo sin tribunos, y una monarqua en que el pueblo los tiene en
cierto modo.
As se observa en todas partes que, en las conmociones del gobierno desptico, el pueblo, entregado s
mismo, lleva las cosas tan lejos como es posible y extrema todos los desrdenes; por el contrario, en la monarqua rara vez son impulsadas las cosas al exceso.
Los jefes temen por s y tienen miedo de ser abandonados, y los poderes intermedios y dependientes (2)
no quieren que el pueblo adquiera demasiada superioridad.
Es raro que los rdenes del Estado se hallen enteramente corrompidos. El prncipe est unido estos rdenes, y los sediciosos, que no tienen el deseo ni la esperanza de trastornar el Estado, no pueden ni quieren
derribar al prncipe.
En tales circunstancias se interponen las personas
sensatas y de autoridad; se adoptan temperamentos,
hay arreglos, se corrigen abusos, las leyes recobran su
vigor y hacen oir su voz.
He aqu por qu estn llenas nuestras historias de
guerras civiles sin revoluciones y las de los Estados despticos de revoluciones sin guerras civiles.
Los que han escrito la historia de las guerras civiles
(I) Libro III de las Leyes.
(2) Vase la primera nota del libro II, cap. IV.
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CAPITULO XII
Continuacin del mism9 asunto.
No se pretenda'buscar magnanimidad en los Estados
despticos: el prncipe no puede comunicar la grandeza
que l mismo no tiene: en ellos no hay gloria.
(i) Memorias del cardenal de Retz y otras historias.
(2) Testamento poltico.
92
MONTESQUIEII
CAPITULO XIII
Idea del despotismo.
Cuando los salvajes de la Luisiana quieren tener fruta, cortan el rbol por el pie y la cogen (1). Tal es el
gobierno desptico.
CAPITULO XIV
De cmo las leyes son relativas al principio
del gobierno desptico.
El gobierno desptico tiene por principio el temor;
pero en pueblos tmidos, ignorantes, abatidos, no hacen
falta muchas leyes. Todo gira en torno de dos tres
ideas; no se necesitan, pues, otras nuevas. Al ensear
una bestia, se cuida de que no mude de maestro, de
lecciones ni de paso: se le imprimen ? n el cerebro dos
tres movimientos y nada ms.
Cuando el prncipe est encerrado, no sale de la mansin del deleite sin contristar los que le retienen en
ella, quienes no pueden sufrir que su persona y su poder caigan en otras manos. Rara vez, pues, dirige la
(r) Cartas edificantes,
5.
93
94
IVIONTESQUIEU
95
En los Estados despticos, la religin tiene ms influjo que en ningn otro: es un temor aadido al temor.
De ella reciben, en parte, los pueblos mahometanos el
respeto maravilloso que su prncipe les inspira,
Slo la religin corrige algo la constitucin turca. Los
sbditos, no ligados la gloria y grandeza del Estado
por honor, lo estn por la fuerza y el principio de la
religin.
De todos los Estados despticos ninguno echa sobre
s mayor carga que aquel en que el prncipe se declara
propietario de todos los terrenos y heredero de todos
los sbditos; de aqu resulta siempre que si se abandona
el cultivo de las tierras, y si al mismo tiempo es mercader el prncipe, queda arruinada toda especie de industria.
En esos Estados nada se repara, nada se mejora (1):
no se edifican casas sino para el tiempo que se ha de vivir, no se plantan rboles, se saca todo de la tierra y
no se le devuelve nada; todo est erial, todo desierto.
Creis que las leyes que quitan la propiedad de la
tierra y la sucesin de los bienes disminuyen la avaricia y concupiscencia de los grandes? No, las irritan ms.
Cada uno es impulsado cometer mil vejaciones, pues
no piensa ser dueo sino del oro plata que puede robar ocultar.
Para que no se pierda todo, conviene que algn uso
modere la codicia del prncipe. As, en Turqua, el prn
cipe se contenta de ordinario con tomar el tres por
ciento de las sucesiones (2) de las gentes del pueblo;
pero como el gran seor da la mayor parte de las tiet i) Vase Ricaut, Estado del Imperio otomano, pg. 96.
(2) Acerca de las sucesiones entre los turcos, vase Lacedemonia antigua y moderna, y tambin Ricaut, El Imperio otomano.
96
MONTESQUIEU
97
Segn las constituciones de Moscovia (1), el zar puede elegir por sucesor suyo quien quiera, ya de su familia, ya de fuera de ella. Este sistema de suceder causa mil revoluciones y deja el trono tan vacilante cuanto
es arbitraria la sucesin. Siendo el orden de suceder
una de las cosas que ms importa conocer al pueblo, el
mejor es el ms patente, cual es el nacimiento, siguiendo ciertas reglas. De este modo se cortan las intrigas,
se ahoga la ambicin, no se cautiva el nimo de un prn
cipe dbil ni se hace hablar los moribundos.
Cuando la sucesin se halla establecida por ley fundamental, no hay ms sucesor que uno solo y sus hermanos no tienen derecho real ni aparente disputarle
la corona. No es posible presumir ni hacer valer la voluntad particular del padre. No hay ms razn para
prender dar muerte al hermano del rey que cualquier otro sbdito.
Pero en los Estados despticos, donde los hermanos
del prncipe son un tiempo sus esclavos y sus rivales,
la prudencia exige asegurarse de sus personas, sobre
todo en los pases mahometanos, donde la religin mira
la victoria el buen xito como un juicio de Dios, de
suerte que nadie es en ellos soberano de derecho, sino
slo de hecho.
La ambicin se irrita mucho ms en los Estados donde los prncipes de la sangre saben que, si no suben al
trono, perdern la libertad la vida, que no entre nosotros, donde gozan de una condicin que, si no es tan
satisfactoria para la ambicin, lo es acaso ms para los
deseos moderados.
98
MONTESQUIEU
99
C A PITULO XV
Continuacin del mismo asunto.
En los climas clidos, donde por lo comn reina el
despotismo, las pasiones se dejan sentir ms pronto y
tambin se amortiguan antes (1); el espritu est all ms
adelantado; es menor el peligro de la disipacin de bienes; hay menos faeil dad de distinguirse y existe menos
trato entre la gente moza encerrada en sus casas; los
jvenes se casan ms temprano, y se anticipa la mayor
edad, que en Turqua empieza los quince aos (2).
La cesin de bienes no puede tener all efecto: en un
gobierno donde nadie tiene su fortuna segura, se presta
ms la persona que los bienes.
Esa cesin es cosa natural en los gobiernos moderados (3) y, sobre todo, en las repblicas, causa de la
mayor confianza que debe tenerse en la probidad de los
particulares y de la benignidad que debe inspirar una
forma de gobierno que cada uno parece haberse dado
s mismo
Si en la repblica romana los legisladores hubiesen
100
MONTESQUIEU
101
CAPITULO XVI
De la comunicacin del poder.
En el gobierno desptico, el poder pasa ntegro
manos de aquel quien se confa. El visir es el dspota
mismo, y cada empleado particular es el visir. En el
gobierno monrquico, la autoridad no se transmite tan
completamente; al darla el monarca, la modera (4), distribuyndola de suerte que no cede nunca parte de ella
sin reservarse otra mayor.
As, en los Estados monrquicos, los gobernadores
particulares de las ciudades no se hallan tan sujetos al
gobernador de la provincia que no lo estn mucho ms
(i) Me parece que gustaban demasiado de las confiscaciones en la repblica de Atenas.
(2) Authent, Bona damnatorum. Cd. de Ben. proscript. seu
damn.
(3`, Libro V, cap. III.
(4) Ut esse Phebi dulcius lumen solet
Yamian cadentis...
102
MONTESQUIEU
102
CAPITULO XVII
r
De las ddivas.
Es costumbre en los pases despticos que nadie se
acerque un superior sin llevarle algn presente. El
emperador del Mogol (1) no toma los memoriales de
sus sbditos si antes no ha recibido alguna cosa. Estos
prncipes llegan hasta cohechar sus propias gracias.
As debe acontecer en un gobierno donde nadie es
ciudadano; en un gobierno donde domina la idea de que
el superior no debe nada al inferior; en un gobierno
donde los hombres slo se creen ligados por los castigos que unos imponen otros; en un gobierno donde
hay pocos asuntos y en el que es raro tener que presentarse ante un magnate, dirigirle peticiones y mucho
menos quejas.
Las ddivas son odiosas en la repblica porque la virtud no las necesita. En la monarqua, el honor es motivo ms poderoso que los regalos. Pero en el Estado
desptico, donde no hay honor ni virtud, no se es impulsado obrar sino por la esperanza de aumentar las
comodidades de la vida.
Fiel las ideas de la repblica, quera Platn (2) que
(i) Coleccin de los viajes que han servido para el establecimiento de la Compaa de las Indias, tom. I, pg. 80.
(2) Libro XII de las Leyes.
MONTESQUIEU
104
los que aceptasen presentes por llenar su deber sufriesen pena de muerte. No debe tomarse nada, deca, ni
por las cosas buenas ni por las malas.
Era mala la ley romana (1) que permita los magis
trados recibir pequeos regalos (2), siempre que no pasasen de cien escudos en todo el ao. Aquellos quienes nada se da, nada desean: aquellos quienes se da
poco, desean primero algo ms y en seguida mucho. Por
otra parte, es ms fcil probar su delito aquel que, no
debiendo aceptar nalla, recibe algo, que al que torna
ms debiendo tomar menos, para lo cual encuentra
siempre pretextos, excusas, causas y razones plausibles.
CAPITULO XVIII
De las recompensas que da el soberano.
En los gobiernos despticos; donde, como hemos dicho, nadie es impulsado obrar sino por la esperanza
de aumentar las comodidades de la vida, las recompensas que da el prncipe tienen que consistir en dinero.
En los monrquicos, donde el honor reina solo, el prn
cipe no recompensara sino con distinciones, si las que
establece el hcnor no llevasen consigo el lujo que crea
forzosamente necesidades; all, pues, las recompensas
del prncipe son honores que conducen la fortuna.
Pero en la repblica, donde impera la virtud, motivo
que se basta s mismo y excluye cualquier otro, el Estado no recompensa sino con testimonios de esta virtud.
(i) Leg. VI, prr.
l 2)
1lunuscula
2,
105
CAPITULO XIX
Nuevas consecuencias de los principios
de los tres gobiernos.
No puedo decidirme concluir este libro sin hacer
algunas otras aplicaciones de mis tres principios.
PRIMERA CUESTIN.Deben las leyes obligar los
ciudadanos aceptar los empleos pblicos? Digo que
deben hacerlo en el gobierno republicano, y no en el
monrquico. En el primero, las magistraturas son testimonios de la virtud, depsitos que la patria confa un
ciudadano, el cual no debe vivir, obrar ni pensar ms
que para ella; por tanto, no puede rehusarlas (1); en el
(1) Platn, en su Repblica, libro VIII, coloca estas negativas entre los indicios propios de la corrupcin de la repblica.
En las Leyes, libro VI, quiere que se castiguen con multas. En
Venecia se castigan con destierro.
10 6
MONTESQUIEU
a;
107
lar, distinto del orden de magistrados civiles, y no habra, en la monarqua, menor riesgo en reunir las dos
clases de funciones en la misma persona.
En las repblicas toma cada uno las armas en calidad de defensor de las leyes y de la patria: se es temporalmente soldado por ser ciudadano. Si tuviese dos
profesiones distintas aquel que,, en la milicia, se cree
ciudadano, comprendera que no es ms que soldado.
En las monarquas, los militares no tienen ms objeto
que la gloria , lo menos, el honor la fortuna. Hay
que evitar cuidadosamente el dar los empleos tales
hombres: deben stos, por el contrario, ser contenidos
por los magistrados civiles fin de que las mismas personas no tengan un tiempo la confianza del pueblo y
la fuerza necesaria para abusar de ella (1).
Vase cunto se teme la profesin particular de los
militares en una nacin donde la repblica se oculta
bajo la forma de la monarqua, y cmo el militar sigue
siendo all siempre ciudadano y aun magistrado, fin
de que estas cualidades sean una prenda para la patria
y de amor ella.
La divisin de las magistraturas en civiles y militares,
hecha por los romanos despus de la repblica, no fu
cosa arbitraria, sino consecuencia del cambio operado
en la constitucin de Roma; se acomodaba la naturaleza del gobierno monrquico, y as, lo que no hizo
sino comenzar en tiempo de Augusto (2), tuvieron que
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LI1iR0 V1
Consecuencias de los principios de los goc
biernos con relacin la sencillez de las
leyes civiles y criminales, forma de los
juicios y establecimiento de las penas.
CAPITULO I
De la sencillez de las Ieyes civiles en los diversos
gobiernos.
El gobierno monrquico no permite leyes tan sencillas como el desptico. En l se requieren tribunales,
cuyas sentencias deben conservarse y saberse para que
se juzgue hoy como se juzg ayer, y la propiedad y la
vida de los ciudadanos estn tan aseguradas y tengan
tanta fijeza como la constitucin misma del Estado.
Como en la monarqua, la administracin de la justicia decide no slo de la vida y de los bienes, sino tambin del honor de los ciudadanos, exige indagaciones
escrupulosas. El cargo de juez es ms delicado medida que su campo es ms extenso y son mayores los intereses sometidos su fallo.
No es, pues, maravilla que haya en las leyes de estos
112
MONTESQUIEII
113
bien y otras mal, ya, finalmente, por multitud de abusos que se deslizan en cuanto toca la mano del hombre.
Este es un mal necesario que el legislador corrige de
tiempo en tiempo, como contrario los gobiernos moderados; porque cuando hay que recurrir los tribunales es menester que la duda provenga de la naturaleza
de la constitucin y no de las contradicciones incertidumbre de las leyes.
En los gobiernos donde se requiere que existan distinciones entre las personas, tiene que haber privilegios.
Esto disminuye tambin la sencillez y ocasiona mil excepciones.
Uno de los privilegios menos onerosos para la sociedad y, sobre todo, para aquel que lo otorga, es el de litigar ante un tribunal ms bin que ante otro. De aqu
nacen nuevos pleitos, es decir, aquellos en que se trata
de saber cul es el tribunal competente.
Los pueblos de los Estados despticos se hallan en
distinto caso. Ignoro sobre qu podra estatuir el Estado el magistrado juzgar en tales pases. Como las
tierras pertenecen al prncipe, apenas hay leyes acerca
de la propiedad. Del derecho de suceder que tiene el
gobierno se sigue que tampoco las hay sobre las sucesiones. Haciendo el dspota un trfico exclusivo en algunos pases, no se necesitan leyes relativas al comercio. Los matrimonios que se contraen con mujeres esclavas hacen intiles las leyes concernientes dotes y gananciales de la mujer. De la prodigiosa multitud de esclavos que hay resulta tambin que casi no existe nadie
que tenga voluntad propia y que, por tanto, deba responder de su conducta ante un juez. No siendo la mayor
parte de las acciones morales ms que la voluntad del
padre, del marido, del amo, se arreglan por stos y no
por los magistrados.
8
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MONTESQUIEU
CAPITULO II
De la sencillez de las leyes penales en los
diversos gobiernos.
yese decir que la justicia debera administrarse en
todas partes como en Turqua. Los pueblos ms ignorantes sern, pues, los nicos que habrn visto claro en
aquello que ms importa saber los hombres?
Si se examinan las formalidades de la justicia en relacin con el trabajo que le cuesta un particular el
conseguir que le devuelvan lo que es suyo el obtener
(i)
guna ley escrita. Vase la Coleccin de viajes que loan servido para
I,
pgina 391. Los indios se arreglan en sus juicios ciertas costumbres. El Veda y otros libros semejantes no contienen leyes
civi'es sino preceptos religiosos. Vase Cartas edificantes, coleccin 14.
115
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MONTESQUIEU
En tales casos llaman ms la atencin los inconvenientes particulares que la libertad de los sbditos, de la
cual se prescinde por completo.
Es obvio que en las repblicas se necesitan por lo
menos tantas formalidades como en las monarquas: en
unas y en otras aumentan en razn de la importancia
que se da al honor, la fortuna, la vida, la libertad
de los particulares.
Todos los hombres son iguales en el gobierno republicano: todos lo son en el desptico; en el primero porque
lo son todo, en el segundo porque no son nada.
CAPITULO lII
En qu
Cuanto ms se acerca el gobierno la repblica, tanta mayor fijeza adquiere la facultad de juzgar, siendo
un defecto de la repblica de Lacedemonia el que los
foros fallaran arbitrariamente, sin que tuvieran leyes
que atenerse. En Roma, los primeros cnsules juzgaron como los foros; tocronse los inconvenientes y
se formaron leyes precisas.
En los Estados despticos no hay leyes: el juez es l
mismo su regla. En los Estados monrquicos hay una
ley: cuando es terminante, el juez la sigue; cuando no, la
interpreta. En el gobierno republicano, es propio de la
naturaleza de la constitucin que los jueces se ajusten
la letra de la ley. Ninguna ley puede interpretarse
contra un ciudadano cuando se trata de su hacienda, de
su honor de su vida.
En Roma los jueces se limitaban declarar que el
117
CAPITULO IV
De la manera de proceder en los juicios.
De aqu se siguen las diferentes maneras de proceder
en los juicios. En las monarquas los jueces proceden
modo de rbitros: deliberan juntos, se comunican sus
pensamientos y concilian y reforman su dictamen para
ponerlo de acuerdo con el de otro: las opiniones que
cuentan con menos votos se refunden en las dos que
tienen ms. No es este sistema propio de la repblica.
En Roma y en las ciudades griegas los jueces no se comunicaban: cada cual emita su voto de una de estas
(i) El autor se refiere al sistema de las frmulas (formula)
procedimiento ordinario' (ordinaria judicia), cuya base era la
distincin entre el jus y el judicium. Exista, adems, con carcter excepcional, otra forma de proceder, llamada extraordinem
cognitio (extraordinaria judicia), la cual se aplicaba cuando el magistrado, en vez de seguir el procedimiento formulario y de enviar el negocio ante un juez, estatua por s mismo. En tiempo
del imperio comenz extenderse este procedimiento. Diocleciano lo estableci en las provincias como regla general, y posteriormente se declar obligatorio en todas partes. Desde entonces se confunden el jus y el judicium, el oficio del juez y el
del magistrado. N. del T.
118
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,^
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C APITUL4 V
al fin.
120.
MONTESQUIEU
121
dictase y revocase sus fallos; no querra ponerse en contradiccin consigo mismo. Esto, por otra parte, confundira todas las ideas, ignorndose si un hombre sera absuelto si recibira su gracia.
Cuando Luis XIII quiso ser juez en la causa del duque de la Valette (1) y llam su gabinete algunos ministros del Parlamento y consejeros de Estado, quienes oblig dar su voto sobre el auto de prisin, el presidente de Bellievre, dijo: que vea en este negocio una
cosa extraa, un prncipe opinar en la causa formada
uno de sus sbditos; que los reyes no se haba reservado sino el derecho de gracia, y que dejaban el de condenar sus oficiales. Y V. M. vera con gusto sentado
en el banquillo, en su presencia, un hombre que por
su voto haba de ir la muerte dentro de una hora! Que
el rostro del prncipe, donde se lee el perdn, no sufra
eso; que slo con verlo queden levantados los entredichos de las iglesias; que no se salga sino contento de
delante del prncipe. Luego que se fall sobre el fondo,
el mismo presidente dijo en su informe: Es un juicio
sin ejemplo, ms an, contrario todos los ejemplos de
lo pasado-hasta hoy el que, con su voto, un rey de Francia, en calidad de juez, haya condenado muerte un
caballero (2).
Las sentencias dictadas por el prncipe seran fuente
inagotable de injusticias y abusos: los cortesanos se las
122
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123
CAPITULO VI
Que los ministros no deben ser jueces
en la monarqua.
Es tambin grave inconveniente en la monarqua que
los ministros del prncipe juzguen los negocios contenciosos. Vemos todava Estados donde hay un sinnmero de jueces para resolver los asuntos fiscales y donde
los ministros quin lo creyera! quieren an conocer de
ellos. Multitud de reflexiones acuden mi mente: no
har ms que una.
Existe, por la naturaleza de las cosas, cierta contradiccin entre el Consejo del monarca y sus tribunales.
El Consejo de los reyes debe estar compuesto de pocas
personas y los tribunales de justicia requieren muchas:
en los primeros deben tomarse los negocios con cierta
pasin y seguirlos del mismo modo, lo que no puede esperarse sino de cuatro cinco hombres que hagan de ello
su oficio. Convienen, por el contrario, tribunales de justicia que procedan con serenidad y para los cuales sean
los asuntos en cierto modo indiferentes.
CAPITULO VII
Del magistrado nico.
Un magistrado de esta especie no puede tener cabida
sino en los gobiernos despticos. En la historia romana
se ve hasta qu punto puede abusar de su poder un juez
124
MONTESQUIEU
CAPITULO VIII
De las acusaciones en los diversos gobiernos.
En Roma (3) era permitido que un ciudadano acusase
otro. Esto se aviene con el espritu de la repblica,
donde cada ciudadano debe demostrar por el bien pblico un celo sin lmites, donde se supone que cada uno
tiene en su mano todo los derechos de la patria. Continuaron en tiempo de los emperadores las mximas de
la repblica y no tard en aparecer una casta de hombres funestos, un tropel de delatores. Cualquiera que
tena muchos vicios y mucho talento, un alma baja y
un nimo ambicioso, buscaba algn delincuente, cuya
condenacin fuese grata al prncipe, con lo que se aseguraba honores y riquezas (4), cosa que no se ve entre
nosotros.
(i) Vase la ley 2, prr.
(2) Quod pater paella abesset, locum injuria esse ratus. (Tito
Livio, dcada I, libro III.)
(3) Y en otras muchas ciudades.
(4) Vase en Tcito los premios concedidos los delatores.
125
Tenemos ahora una ley admirable, cual es la que dispone que el prncipe, instituido para hacer ejecutar las
leyes, est representado por un fiscal en cada tribunal,
para pedir en su nombre el castigo de los delitos; de
suerte que no se conoce entre nosotros la funcin de
los delatores, y si se sospechara que aquel vengador
pblico abusaba de su ministerio, se le hara favor nombrando su denunciador.
En las leyes de Platn (1) se castiga los que no se
cuidan de avisar los magistrados de prestarles auxilio: esto no sera hoy conveniente. La parte pblica
vela por los ciudadanos: obra ella y stos estn tranquilos.
CAPITULO IX
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MONTESQUIEU
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legislador para crear penas. No es realmente extraordinario que en Esparta fuese una de las principales el no
poder prestar su mujer otro ni recibir la de otro, no
estar nunca en casa sino con doncellas? En una palabra,
todo lo que la ley llama pena, lo es efectivamente.
CAPITULO X
De las antiguas leyes francesas.
En las antiguas leyes francesas se descubre perfectamente el espritu de la monarqua. Cuando se trata de
penas pecuniarias, los plebeyos salen mejor librados que
los nobles (1). Ocurre lo contrario en caso de delito:
el noble pierde el honor y la voz en la Corte, al paso
que al villano, como no tiene honor, se le castiga con
pena corporal (2).
CAPITULO XI
Que se necesitan pocas penas cuando un pueblo
es virtuoso.
El pueblo romano era probo, y su probidad tena tanta fuerza, que con frecuencia le bast al legislador ensearle el bien para hacrselo abrazar. Pareca que era
suficiente darle consejos en lugar de rdenes.
(i) As, por quebrantar la pena de crcel, los plebeyos pagan una multa de cuarenta sueldos y los nobles de sesenta libras. (Sornrne rurale, lib. II, pg. T98, ed. gt. del ao 1512; y
Beaumanoir, cap. LXI, pg. 3o9.)
(2) Vase el consejo de Pedro Desfontaines, cap. XIII, y,
sobre todo, el art. 22.
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128
Las penas de las leyes regias y las de las Doce Tablas desaparecieron casi todas en la repblica, sea por
efecto de la ley Valeria (1), sea como consecuencia de
la ley Porcia (2). No se observ que la repblica estuviese peor regida ni que se trastornase la poltica.
La ley Valeria, que prohiba los magistrados todo
procedimiento de hecho contra cualquier ciudadano que
apelase al pueblo, no impona sus infractores ms pena
que la de ser tenidos por malos (3).
CAPITULO XII
De la fuerza de las penas.
La experiencia ha hecho notar que las penas obran
con tanta fuerza sobre el espritu del ciudadano en los
pases donde son suaves, como en otras partes las
que son duras.
Cualquier irregularidad que se observa en un Estado,
el gobierno violento quiere corregirla de repente; y
en lugar de hacer que se cumplan las antiguas leyes,
establece una pena cruel que corte el mal al momento.
Pero as se gasta el resorte del gobierno, la imaginacin se acostumbra la pena mayor como antes se ha(i) La hizo Valerio Publcola raz de ser expulsados los
reyes, y fu renovada dos veces, siempre por magistrados de la
misma familia, como afirma Tito Livio, lib. X. No se trataba de
darle ms fuerza, sino de mejorar sus disposiciones. Diligentius
sanctam, dice Tito Livio, ibid.
(2)
la fundacin de Roma.
(3)
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CAPITULO XIII
Impotencia de las leyes japonesas.
Las penas excesivas pueden estragar el mismo despotismo. Dirijamos una mirada al Japn,
Se castigan all casi todos los delitos con la muerte (1),
porque la desobediencia un emperador tan grande
como el del Japn es un crimen enorme. La cuestin no
es corregir al culpable, sino vengar al prncipe. Estas
ideas son consecuencia de la esclavitud y dimanan sobre todo de que, siendo el emperador propietario de todos los bienes, casi todos los delitos se cometen directamente contra sus intereses.
Se impone la ltima pena (2) los que mienten ante
los magistrados, lo que es contrario la defensa natural.
Cosas que no tienen apariencia de delito se castigan
severamente: as, por ejemplo, se quita la vida al hombre que aventura su dinero en el juego.
Cierto es que el carcter pasmoso de ese pueblo, terco, caprichoso, resuelto, extravagante, que desafa todos los peligros y desgracias, parece, primera vista,
absolver los legisladores de la atrocidad de sus leyes.
Pero gentes que desprecian la muerte con la mayor serenidad, hacindose abrir el vientre por el menor antojo; se corregirn contendrn con la vista continua de
los suplicios? No se familiarizarn con ellos?
(1)
Vase Kempfer.
(2) Coleccin de los viajes que han servido para el establecimiento de la Compaa de las Indias, tomo III, parte II, pgina 428.
s
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MONTESQUISU
CAPITULO XIV
Del modo de pensar del Senado romano.
Durante el consulado de Acilio Glabrio y de Pisn se
vot la ley Acilia (1) para reprimir las facciones. Din
dice que el Senado indujo los cnsules proponerla,
porque el tribuno C. Cornelio tena resuelto que se estableciesen penas terribles contra aquel delito que el
pueblo era muy propenso. Estimaba el Senade que las
penas inmoderadas esparciran sin duda el terror en las
almas, pero produciendo el efecto de que en lo sucesivo no se encontrara nadie que acusase ni condenase,
mientras que, siendo las penas menos rigurosas, no faltaran jueces ni acusadores.
CAPITULO XV
De las leyes de los romanos con respecto
las penas.
Me afirmo en mis mximas siempre que tengo en mi
favor los romanos, y creo que las penas dependen de
la naturaleza del gobierno, cuando veo este gran pueblo cambiar en tal punto las leyes civiles medida que
mudaba las polticas.
(z) Los delincuentes eran condenados pagar una multa, y
no podan ser admitidos en el orden de los senadores ni obtener ninguna magistratura.
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que tenan los acusados de ausentarse antes de la sentencia, se comprender que los romanos siguieron el espritu que he dicho ser natural la repblica.
Sila, que confundi la tirana, la anarqua y la libertad, dict las leyes Cornelias. Parece nohaber hecho reglamentos sino para crear delitos. As, calificando infinidad de acciones con el nombre de homicidios, encontr homicidas en todas partes; y, practicando un sistema
que despus fu harto seguido, tendi lazos, sembr
espinas, abri abismos bajo los pies de todos los ciudadanos.
La mayor parte de las leyes de Sila no contenan ms
que la interdiccin del agua y del fuego. Csar aadi
la confiscacin de bienes (1), porque conservando los
ricos su patrimonio en el destierros eran ms osados
cometer delitos.
Pronto echaron de ver los emperadores que el gobierno militar que haban establecido no era menos terrible
para ellos que para los sbditos: trataron, pues, de moderarlo y creyeron tener necesidad de las dignidades y
del respeto que inspiraban.
Se aproximaron algo la monarqua y dividieron las
penas en tres clases (2): las que se aplicaban las primeras personas del Estado (3), que eran bastante suaves; las impuestas las personas de categora inferior (4), que eran ms severas; las sealadas para las
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MONTESQUIEU
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CAPITULO XVII
Del tormento de los reos.
La ley est obligada suponer los hombres mejores
de lo que son, por lo mismo que son malos. As, la deposicin de dos testigos es suficiente para el castigo de
cualquier delito. La ley los cree como si hablase la verdad por su boca. De igual modo se reputa legtimo al
hijo concebido durante el matrimonio, como si la madre
fuese la misma castidad. Pero el tormento de los reos
es cosa muy distinta. En el da vemos que una nacin
muy civilizada (1) lo ha abolido sin inconvenientes. No
es, pues, necesario por su naturaleza (2).
(r) Inglaterra.
(2) Los ciudadanos de Atenas no podan ser sometidos al
tormento (Lisias, Oral. ira Argorat), salvo se tratara del delito
de lesa majestad. Se aplicaba el tormento treinta das despus de
provedo. (Curio Fortunato, Rhetor. schol., lib. II.) No haba tormento preparatorio. En cuanto los romanos, la ley 3 y 4 ad ley.
Julia naajest. da conocer que el nacimiento, la dignidad, la
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MONTESQUIEU
Tantos hombres hbiles y tantos bellos genios han escrito contra esta prctica, que no me atrevo hablar
despus de ellos. Iba' decir que podra ser conveniente en los gobiernos despticos, donde todo lo que
inspira temor es propio de los resortes de gobierno; iba
decir que los esclavos entre los griegos y los romanos... pero oigo la voz de la naturaleza que alza el grito
contra m.
CAPITULO XVIII
De las penas pecuniarias y corporales.
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CAPITULO XIX
De la ley del talin.
Los Estados despticos, que gustan de leyes sencillas, hacen mucho uso de la ley del talin (1); los Estados moderados la aceptan en algunos casos: hay, sin
embargo, la diferencia de qu los primeros la ejecutan
con todo rigor, mientras los segundos la aplican con
cierta medida.
La ley de las Doce Tablas admita dos restricciones:
no condenaba al talin sino cuando el reo no haba podido convenirse con el querellante (2); despus de la
sentencia podan pagarse daos y perjuicios (3), y la
pena corporal se conmutaba en pena pecuniaria (4).
CAPITULO XX
Del castigo de los padres por las faltas de sus hijos.
Se castiga en China los padres por las faltas que cometen los hijos. El mismo uso exista en el Per (5).
Esto es consecuencia de las ideas despticas.
(r) Se halla en el Corn. Vase el captulo de La vaca.
(2) Si membrum rupit, ni cunt eo pacit, Talio esto. (Aulo Gelio,
libro XX, cap. I.)
(3) 'bid.
(4) Vase tambin la Ley de los visigodos, lib. VI, tt. IV, prrafos 3 y 5.
(5) Vase Garcilaso, Historia de las guerras civiles de los espaoles.
142
MONTESQUIEU
CAPITULO XXI
De la clemencia del prncipe.
La clemencia es la cualidad distintiva de los monar
cas. En la repblica, cuyo principio es la virtud, no se
necesita tanto. En los Estados despticos, en que reina
el temor, est menos en uso, porque es preciso contener
los grandes con ejemplos de severidad. En las monarquas, donde se gobierna por el honor, que con frecuen
cia exige lo que la ley prohibe, es ms necesaria. En
ellas no gozar de la gracia del prncipe equivale una
pena, y las formalidades mismas de los juicios son castigos. La vergenza viene por todas partes crear gneros especiales de penas.
Tan castigados quedan los grandes con la desgracia,
con la prdida, menudo imaginaria, de sus adelantamientos, de su estimacin, de sus hbitos, de sus placeres, que con ellos es intil el rigor, el cual no set vira
sino para quitar los sbditos el amor que profesan la
(i) En lugar de castigarlos, deca Platn, se les debe alabar,
por no parecerse sus padres. (Lib. IX de las Leyes.)
143
LI]iR0 VII
J11
,.
ca
CAPTULO I
Del lujo.
El lujo guarda siempre proporcin con la desigualdad
de las fortunas. Si en un Estado las riquezas estn
igualmente repartidas, no habr lujo, porque ste se
funda en las comodidades que cada cual se procura mediante el trabajo ajeno.
Para que la igualdad de las riquezas subsista, es preciso que la ley slo d cada uno lo necesario fsico.
En pasando de este lmite, unos gastarn, otros adquirirn, y la desigualdad sobrevendr.
Representando lo necesario fsico por una cantidad
determinada, el lujo'del que no tenga ms que lo ne_
cesario fsico ser igual cero: si uno time doble que
el anterior, su lujo ser igual uno; el de un tercero,
que tenga doble que el segundo, ser igual tres, y el
de un cuarto, que tenga an doble que este ltimo, ser
145
146
MONTESQUIEU
CAPITULO II
De las leyes suntuarias en la democracia.
Acabo de decir que no puede haber lujo en las repblicas donde las riquezas estn igualmente repartidas;
y como se ha visto en el libro V (1) que esta igualdad
tomo I, pg. 133, se visten las personas mejor de lo que corresponde su condicin para ser ms estimadas por la multitud. Esto, para los espritus dbiles, es un placer casi tan grande como el de la satisfaccin de sus deseos.
(z) Caps. III y IV.
'
147
en la distribucin constitua la excelencia de la repblica, se sigue que cuanto menor lujo hay en una repblica, ms perfecta es. No lo haba entre los primeros
romanos; no lo haba entre los lacedemonios; y en las
repblicas donde la igualdad no ha desaparecido del
todo, el espritu de comercio, de trabajo y de virtud
hace que cada uno pueda y quiera vivir de su propia
hacienda y, por consecuencia, hay poco lujo.
Las leyes agrarias, pedidas con tanta instancia en algunas repblicas, eran saludables por su naturaleza. No
son perjudiciales sino en sus efectos inmediatos. Quitando de pronto sus riquezas unos y aumentando del
mismo modo las de otros, causan una revolucin en cada
familia y deben producir otra general en el Estado.
medida que el lujo se introduce en una repblica,
vulvense los nimos hacia el inters particular. gentes que no necesitan ms que lo indispensable, no les
queda sino desear la gloria de la patria y la suya propia;
pero las almas pervertidas por el lujo tienen bien distintos deseos y no tardan en ser enemigas de las leyes
que lo refrenan. El lujo que la guarnicin de Regio comenz gustar, hizo que degollase los habitantes.
Una vez corrompidos los romanos, sus deseos crecieron sin medida. Claro indicio es de ello el precio que
pusieron las cosas. Por un cntaro de vino de Falerno (1) se pagaban cien denarios romanos (2); por un
barril de carne salada del Ponto, cuatrocientos; por un
(i) Fragmento del libro XXXVI de Diodoro, que trae Constantino Porfirognito. Extracto de las virtudes y los vicios.
(2) El valor del denario vari mucho en las diferentes pocas: desde el ao 485 hasta Nern era de unos 0,73 de franco;
en tiempo de Nern, de 0,53, y en el de Septimio Severo,
de o,31. N. del T.
148
MONTESQUIEU
CAPITULO III
De las leyes suntuarias en la aristocracia.
La aristocracia mal constituida tiene el inconveniente
de que los nobles poseen las riquezas, y, sin embargo,
no deben gastar, pues el lujo, contrario al espritu de
moderacin, debe desterrarse de ellas. No hay, por
tanto, all sino gentes muy pobres que no pueden recibir y gentes muy ricas que no pueden gastar.
En Venecia las leyes obligan los nobles ser modestos, y los han acostumbrado tanto al ahorro, que slo
las cortesanas consiguen sacarles el dinero.
Srvense de llas para mantener la industria: las mujeres ms despreciables derrochan sin inconveniente,
mientras sus tributarios viven en la mayor obscuridad.
Las buenas repblicas griegas tenan en este punto
instituciones admirables. Los ricos empleaban su dinero
en fiestas, en coros de msica, en carros y caballos para
la carrera, en magistraturas onerosas. Las riquezas eran
all carga tan pesada como la pobreza.
(i) El talento pesaba sesenta minas y la mina tena cien
dracmas. Esta ltima vala unos o,8o de franco.N. del T.
(2) (1um maximus omnium impetus ad luxuriam esset. (Frag-
mento del libro XXXVI de Diodoro, que trae Constantino Porfirognito. Extracto de las virtudes y los vicios.)
149
CAPITULO IV
De las leyes suntuarias en las monarquas.
1 Los Suiones, raza germnica, dice Tcito (1), honran
as riquezas, de donde proviene que vivan bajo el gobierno de uno solo, afirmacin palmaria de que el lujo
es particularmente propio de las monarquas, las cuales,
por tanto, no necesitan de leyes suntuarias.
Como en las monarquas, por efecto de su constitucin, estn desigualmente iepartidas las riquezas, es
preciso que haya lujo. Si los ricos no gastasen mucho,
os pobres se - moriran de hambre. Es menester an que
los ricos gasten en proporcin de la desigualdad de bienes y que, segn hemos dicho, el lujo crezca en la misma proporcin. Las riquezas particulares han aumentado quitando lo necesario fsico parte de los ciudadanos, quienes debe devolvrseles.
As, para que el Estado monrquico se sostenga, el
lujo ha de ir creciendo del labrador al artesano, al negociante, los nobles, los magistrados, los grandes
seores, los principales banqueros, los prncipes,
sin lo que todo se arruinar.
En el Senado de Roma, compuesto de graves magistrados, de jurisconsultos, de hombres imbuidos en las
ideas de los primeros tiempos, llegse proponer, reinando Augusto, la correccin de las costumbres y del
lujo de las mujeres. Es curioso ver en Dion (2) con qu
arte eludi el emperador las peticiones inoportunas de
(1)
De moribus Germanorum
(2)
150
MONTESQUIEU
lib. III.
151
CAPITULO V
De los casos en que las leyes suntuarias son tiles
en la monarqua.
Siguiendo el espritu de la repblica, inspirndose
en algunos casos particulares, se dieron en 'Aragn leyes suntuarias mediados del siglo XIII. Jaime I orden que ni el rey ni ningn sbdito suyo pudiese tomar
ms de dos clases de vianda en cada comida y que cada
una de ellas se condimentase de una sola manera,
menos que fuese caza muerta por uno mismo (2).
En nuestros das se han dictado en Suecia leyes suntuarias, pero no tienen el mismo objeto que las de
Aragn.
Un Estado puede dar leyes suntuarias al intento de
conseguir una frugalidad absoluta; ste es el fin de tales leyes en las repblicas, y de la naturaleza de las
cosas se desprende que no fu otra la idea de las de
Aragn.
Esas leyes, sin embargo, pueden tambin proponerse
una frugalidad relativa. Si un Estado estima que las
mercancas extranjeras de precio muy subido exigen
una exportacin tan grande de las propias que dejarn
de satisfacerse ms necesidades con stas que las que
se satisfarn con aqullas, prohibir en absoluto la en(I) Opulentia paritura mox egestatem . (Floro, lib. III.)
(2) Constitucin de Jaime I, ao 123 4 , art. 6. , en Marca
Hispnica, pg. 1.439.
152
MONTESQIIIEII
CAPITULO VI
153
154
MONTESQUIEU
el pueblo adorna con bordados los zapatos de los muchachos y muchachas que se ve precisado vender.
Estando ocupados tantos hombres en hacer trajes para
uno solo, cmo no ha de haber gentes que carezcan de
vestido? Por cada labrador hay diez hombres que se comen el producto de las tierras: cmo no ha de haber
gentes que carezcan de alimento?
CAPITULO VII
Funesta consecuencia del lujo en China.
Vese en la historia de China que se han sucedido all
veintids dinastas, es decir, que ha pasado aquel imperio por veintids revoluciones generales, sin contar infinidad de ellas particulares. Las tres primeras dinastas
duraron largo tiempo, porque fueron gobernadas con
tino y el imperio era menos extenso que lleg serlo
despus. Puede decirse, en general, que todas las dinastas empezaron bastante bien La virtud, la atencin,
la vigilancia, son necesarias en China : se encuentran al
principio de cada dinasta, mas faltan al fin. Era, en efecto, natural que emperadores formados en las fatigas de
la guerra, que lograban precipitar del trono una familia anegada en los deleites, conservasen la virtud , que
haban visto era tan til, y temiesen los placeres, que
haban visto eran tan funestos. Pero despus de los tres
cuatro primeros prncipes, la corrupcin, el lujo, la
ociosidad, los deleites se apoderan de sus sucesores;
encirranse stos en el palacio; su espritu se debilita,
su vida se acorta, la familia declina, los grandes se crecen, cobran crdito los eunucos, no se pone sino nios
155
en el trono, el palacio se convierte en enemigo del imperio, el pueblo ocioso que lo habita arruina al que trabaja, el monarca es muerto derrocado por un usurpador, que funda otra dinasta, cuyo tercero cuarto representante va tambin encerrarse en el mismo palacio.
CAPTULO IX
De la condicin de las mujeres en los diversos
gobiernos.
Las mujeres tienen poco recato en las monarquas,
porque llamndolas la corte la distincin de clases, adquieren all ese espritu de libertad que es casi el nico
156
MONTESQUIEU
que se tolera. Cada uno se sirve de sus gracias y pasiones para medrar, y como su debilidad no les permite el
orgullo, sino la vanidad, reina siempre el lujo con ellas.
En los Estados despticos las mujeres no introducen
el lujo; pero son objeto de l. Por fuerza han de vivir
en completa esclavitud. Todos, siguiendo el espritu del
gobierno, llevan sus casas lo que ven establecido en
otras. Como las leyes son severas y se ejecutan sin demora, se teme que la libertad de las mujeres ocasione
disgustos. Sus disensiones, sus indiscreciones, sus repugnancias, sus inclinaciones, sus celos, sus piques, el
arte que tienen las almas pequeas para interesar las
grandes, no podran menos de producir consecuencias.
Adems, como en esos Estados los prncipes se burlan de la naturaleza humana, tienen muchas mujeres y
mil consideraciones les obligan encerrarlas.
En las repblicas las mujeres son libres por las leyes
y cautivas por las costumdres: el lujo est proscripto de
ellas y con l la corrupcin y los vicios.
En las ciudades griegas, privadas de esa religin que
establece la pureza de las costumbres como parte de la
virtud en los hombres mismos; en las ciudades griegas,
donde reinaba desenfrenadamente un vicio ciego, donde el amor no tena ms que una forma que no puede
decirse, mientras que la amistad se haba refugiado en
el matrimonio (1), la virtud, la sencillez, la castidad de
las mujeres eran tales que nunca se ha visto pueblo en
que haya habido en este punto mejor polica (2).
(i) En cuanto al verdadero amor, dice Plutarco, las mujeres
no tienen parte en l. Obras morales, Tratad,' delamor, pg. 600.
Hablaba como su siglo. Vase el dilogo de Jenofonte intitulado
Rieron.
157
CAPITULO X
Del tribunal domstico de los
romanos.
(i) Segn Dionisio de Halicarnaso, lib. II,`pg. 96, este tribunal fu institudo por Rmulo.
(2) Vase en Tito Livio, lib. XXXIX, el uso que hicieron de
este tribunal cuando ocurri la conjuracin de las bacanales. Se
di el nombre de conjuracin contra la repblica las reuniones donde se estragaban las costumbres de las mujeres y de la
gente moza.
(3) Parece, segn Dionisio de Halicarnaso, libro II, que, por
la institucin de Rmulo, el marido, en casos ordinarios, juzgaba l solo en presencia de los parientes de la mujer, y que si se
trataba de delitos graves, la juzgaba con cinco de aquellos.
Tambin Ulpiano, en el tt. VI, prrafos 9, 12 y 13, distingue las
costumbres ms graves de las que lo eran menos (mores graviores, mores leviores) al hablar de los juicios de ellas.
qt3
158
MONTESQUIEU
CA P I T ULO XI
De cmo las instituciones cambiaron en Roma
con el gobierno.
De igual modo que el tribunal domstico supona la
existencia de costumbres, as tambin supona la acusacin pblica, lo que fu causa de que uno y otra cayeran con las costumbres y acabaran al par de la repblica (1) .
El establecimiento de las cuestiones perpetuas, es
decir, del repartimiento de la jurisdiccin entre los pre(I) jitdicio de moribus (quod antea quidem in antiquis lgibus
posilum eral, non autem frequentabalur)penitus abolitus. (Leg. XI,
prrafo 2, cd. de rep.)
159
16 0
MONTEBQIIIEII
CAPITULO XII
De la tutela de las mujeres entre los romanos.
Las leyes romanas sometan las mujeres tutela
perpetua, no ser que estuviesen bajo la autoridad marital (1). Esta tutela se daba al pariente ms prximo
por lnea de varn, y parece, segn una expresin vulgar (2), que molestaba mucho las mujeres. Tal uso,
bueno en la repblica, era innecesario en la monarqua (3).
De los diversos cdigos de leyes de los brbaros se
colige que tambin entre los primeros germanos estaban
las mujeres en perpetua tutela (4). Esta prctica pas
las monarquas fundadas por ellos, pero no subsisti.
CAPITULO XIII
De las penas establecidas por los emperadores
contra la disolucin de las mujeres.
La ley Julia castiga el adulterio; pero tanto ella como
las dictadas posteriormente, lejos de ser prueba de la
bondad de las costumbres, eran, por el contrario, seal
cierta de su depravacin.
Nisi convenissent in manum viri.
Ne sis mihi patruus oro.
(3) En tiempo de Augusto, orden la ley Papia que las mujeres que hubiesen tenido tres hijos quedasen libres de esta
(1)
(2)
tutela.
(4) Esta tutela se llamaba entre los germanos mundeburdium.
161
II
162
MONTESQUIEU
bro III . )
(2) La ley Julia se ha incluido en el Digesto, pero sin expresar la pena. Crese que era slo la de relegacin, pues la del
incesto era la de deportacin. (Leg. Si qui vidum, ff. De qucest.
(3) Proprium in Tiberio fuit, scelera nuper reperta priscis
verbis obtegere. (Tcito, Anales, lib. IV.)
(4) Adulterii graviorem pcenam deprecatus, ut, exemplo majo-
163
CAPITULO XIV
De las leyes suntuarias de los romanos.
Hemos hablado de la incontinencia pblica porque
va con el lujo, siguindole siempre y siendo siempre
seguida de l. Si se dejan libres los movimientos del
corazn, cmo se podrn estorbar las flaquezas del
nimo?
En Roma, adems de las instituciones generales, los
censores hicieron que los magistrados establecieran
muchas leyes particulares para contener las mujeres
en la frugalidad. Tal fu el objeto de las leyes Fania,
Licinia y Opia. Puede verse en Tito Livio (1) cul fu
la agitacin del Senado cuando las mujeres pidieron
que se revocase la ley Opia. Para Valerio Mximo la
poca del lujo entre los romanos comienza con la abrogacin de esta ley.
CAPITULO XV
De las dotes y de los bienes nupciales en las
diversas constituciones.
Las dotes deben ser cuantiosas en las monarquas,
fin de que el marido pueda sostener su posicin y el
lujo establecido. Deben ser medianas en las repblicas,
(i) Dcada IV, lib. IV.
164
MONTESQUIEU
165
ciFq;
CAPITULO XVII
Del gobierno de las mujeres.
Es contrario la razn y la naturaleza que las mujeres manden en la casa, como ocurra entre los egipcios, pero no lo es que gobiernen un imperio. En el
primer caso, la debilidad propia de su sexo no les permite ocupar el primer lugar; en el segundo, esta misma
debilidad les da ms dulzura y moderacin, cualidades
ms propsito para constituir un buen gobierno que
las virtudes rudas y feroces.
En las Indias se hallan muy bien con el gobierno de
las mujeres, y est prescrito que si los varones no descienden de madre del mismo linaje, sucedan las hijas
de madre de extirpe regia (2). Se les agrega cierto
(1) Tambin permite los jvenes verse con ms frecuencia. (Platn, Repblica, lib. V.)
(2)
Cartas edificantes, col. 14.
166
MONTESQUIEU
LII3R0 V[II
De la corrupcin de los principios
de los tres gobiernos.
CAPTULO I
Idea general de este libro.
La corrupcin de cada gobierno empieza casi siempre por la de su principio.
CAPTULO II
De la corrupcin del principio de la democracia.
El principio de la democracia se relaja no slo por
perderse el espritu de igualdad, sino cuando se lleva
la exageracin este espritu, pretendiendo cada uno ser
igual aquellos que elige para gobernarle. Entonces el
pueblo, no pudiendo soportar la autoridad que l mismo
delega, quiere hacerlo todo por s, deliberar en lugar
del senado, ejecutar en lugar de los magistrados, sustituirse los jueces.
168
MONTESQIIIEII
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169
La corrupcin aumentar entre los corruptores y entre los que estn ya corrompidos. El pueblo se distribuir los caudales pblicos, y como habr reunido su
pereza el manejo de los negocios, as tambin querr
unir su pobreza las diversiones del lujo; pero con su
pereza y su lujo, su sola aspiracin ser el erario pblico.
No habr que admirarse si se ve dar los votos por dinero. No puede darse mucho al pueblo sin sacarle ms
todava, pero para esto es preciso trastornar el Estado
Cuanto ms parezca obtener de su libertad, ms se acercar al momento en que debe perderla. Se forman pequeos tiranos que tienen todos los vicios de uno solo.
Pronto se hace insoportable lo poco que queda de libertad: levntase un tirano nico y el pueblo pierde hasta
los provechos de su corrupcin.
Deben, pues, evitarse dos excesos en la democracia:
el espritu de desigualdad que la trueca en aristocracia
en gobierno de uno solo, y el de igualdad extrema que
la conduce al despotismo de uno solo, como el despotismo de uno solo acaba en la conquista.
Es cierto que los que corrompieron las repblicas
griegas no siempre llegaron ser tiranos. La causa consisti en que eran ms dados la elocuencia que al arte
militar: adems haba en el corazn de todos los griegos
un odio implacable contra los que derribaban el gobierne republicano, por lo que la anarqua degener en anonadamiento en lugar de mudarse en tirana.
Pero Siracusa, situada en medio de pequeas oligarquas, trocadas en tiranas (1); Siracusa, con un Senado (2) que casi no se menciona en la historia, sufri des-
170
MONTESQUIEU
CAPITULO III
,^ =aPa
we
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171
CAPITULO IV
Causa particular de la corrupcin del pueblo.
Enorgullecen tanto al pueblo los grandes triunfos,
sobre todo cuando ha contribudo mucho ellos, que
en lo sucesivo no es posible manejarlo. Rival de los
magistrados, llega serlo de la magistratura; enemigo
de los que gobiernan, no tarda en serlo de la constitucin. As fu como la victoria de Salamina, obtenida
contra los persas, perdi la repblica de Atenas (1), y
como la derrota de los atenienses perdi la repblica
de Siracusa (2).
La de Marsella no experiment nunca esos cambios
repentinos del abatimiento la grandeza; por eso se
gobern siempre con sabidura y conserv sus principios.
(i) Aristteles, Poltica, lib. V, cap. IV.
(a) Ibid.
172
MONTBSQUI$II
CAPITULO V
De la corrupcin del principio de la aristocracia.
r
111
173
indolencia, de pereza, de abandono, que quitar al Estado su fuerza y sus resortes (1).
La aristocracia puede mantener el vigor de su principio si las leyes hacen sentir los nobles los peligros
y fatigas del mando ms bien que sus delicias, y si la situacin del Estado es tal que tenga algo que temer, de
suerte que la seguridad venga de lo interior y la incertidumbre de lo exterior.
As como la confianza es prenda de gloria y seguridad
en la monarqua, la repblica, por el contrario, necesita
temer algo (2). El temor de los persas mantuvo las leyes
entre los griegos. Cartago y Roma, intimidndose una
otra, prestronse mutua seguridad. Cosa extraa! Cuanto mayor es la seguridad de esta clase de Estados, tanto
ms expuestos se hallan corromperse como las aguas
demasiado tranquilas.
CAPITULO VI
De la corrupcin del principio de la monarqua.
De igual modo que las democracias se pierden cuando
el pueblo despoja al senado, los magistrados y los
jueces de sus funciones, as las monarquas se pervierten cuando se quita poco poco sus prerrogativas los
cuerpos y sus privilegios las ciudades. En el primer
174
MONTESQUIEU
CAPTULO VII
Continuacin del mismo asunto.
El principio de la monarqua se corrompe cuando las
primeras dignidades son signos de la mayor servidumbre, cuando se priva los grandes del respeto de los
(i) Compilacin de obras escritas en tiempo de los Ming,
escogidas por el P. Du Halde.
::e
175
HERODIANO.
176
MONTESQUIEU
CAPITULO VIII
Peligro que se corre con la corrupcin del
principio del gobierno monrquico.
No es lo malo que e] Estado pase de un gobierno
moderado otro moderado, como de la monarqua la
repblica de la repblica la monarqua, sino que
caiga y se precipite de un gobierno moderado en el despotismo.
La mayor parte de los pueblos de Europa estn an
gobernados por las costumbres; pero si por consecuencia
de un abuso prolongado de la autoridad por efecto de
una gran conquista, se estableciera en ellos el despotismo en cierta manera, no habra costumbres ni clima
que resistiesen, y en esta hermosa parte del mundo, la
naturaleza humana sufrira (al menos por algn tiempo)
los ultrajes que recibe en las otras tres.
CAPITULO IX
De cunto se inclina la nobleza defender el trono.
Lo nobleza inglesa se sepult con Carlos I bajo las
ruinas del trono; y antes de esto, cuando Felipe II hizo
resonar en los odos franceses la palabra libertad, la
corona fu sostenida por la nobleza, que tiene honor
obedecer un rey, pero considera como la mayor de las
ignominias el compartir el poder con el pueblo.
Se vi la casa de Austria trabajando sin descanso
para oprimir la nobleza hngara: ignoraba los servicios que haba de prestarle algn da. Buscaba en aque-
177
CAPTULO X
De la corrupcin del principio del gobierno
desptico_
11 1 :=
111
El principio del gobierno desptico se corrompe incesantemente, porque est corrompido por su misma naturaleza. Los dems gobiernos perecen porque accidentes particulares violan su principio; ste perece por su
vicio intrnseco, cuando causas accidentales no impiden
su principio corromperse. No se conserva, pues, sino
cuando circunstancias especiales procedentes del clima,
de la religin, de la situacin de la ndole del pueblo
le obligan seguir algn orden y tolerar alguna regla.
Estas cosas violentan su naturaleza sin mudarla: su
ferocidad natural contina, pero se apacigua por algn
tiempo.
CAPTULO XI
Efectos naturales de la bondad y corrupcin
de los principios.
Una vez corrompidos los principios del gobierno, las
mejores leyes se tornan malas y se vuelven contra el
Estado: si los principios se conservan sanos, las malas
12
178
MONTESQUIEU
leyes producen el mismo efecto que las buenas: la fuerza del principio lo subyuga todo.
Los cretenses, para tener los primeros magistrados
sumisos las leyes, empleaban un medio muy singular:
era el de la insurreccin. Parte de los ciudadanos se sublevaba (1), pona en fuga los magistrados y les obligaba recobrar la condicin privada. Esto era tenido
por un acto legal. Al parecer, semejante institucin, que
estableca la sedicin para impedir el abuso del poder,
debiera haber ocasionado la ruina de cualquir repblica. No destruy la de Creta y he aqu por qu (2).
Cuando los antiguos queran hablar del pueblo ms
amante de su patria citaban lo-. cretenses. La patria,
deca Platn (3), nombre tan caro los cretenses. La
designaban con un nombre que expresa el amor de una
madre por sus hijos (4); ahora bien, el amor de la patria
lo corrige todo.
En las leyes de Polonia existe tambin la insurreccin; pero los inconvenientes que resultan de ella prueban de modo concluyente que el pueblo de Creta era el
nico capaz de emplear con xito parecido remedio.
Los ejercicios de la gimnstica, establecidos entre los
griegos, no dependan menos de la bondad del principio
del gobierno. Los lacedemonios y cretenses, dice Platn (5), fueron quienes fundaron las academias famosas
II, cap. X.
(2) Lo primero era reunirse contra los enemigos exteriores, lo que se llamaba sincretismo. (Plutarco, Obras morales, p-
gina 88.)
(3) Repblica, lib. IX.
(4) Plutarco, Obras morales, en el tratado Si gel hombre de
edad debe mezclarse en los negocios pblicos.
(5) Repblica, lib. V.
179
que les hicieron ocupar lugar tan distinguido en el mundo. El pudor, alarmado al principio, cedi al fin ante la
utilidad pblica. En tiempo de Platn, estas instituciones eran ya admirables (1). Se dirigan un objeto importantsimo, que era el arte militar. Pero cuando en
Grecia feneci la virtud, destruyeron ese arte mismo.
No se bajaba ya la arena para educarse sino para co-
rromperse (2).
Cuntanos Plutarco (3) que en su tiempo crean los
romanos que esos juegos eran la causa principal de la
servidumbre en que haban cado los griegos. Pero, al
contrario, ms bien fu la servidumbre de los griegos lo
que pervirti aquellos ejercicios. En tiempo de Plutarco (4), los parques, donde combatan desnudos, y los
juegos de la lucha depravaban los jvenes, los excitaban un amor infame y los convertan en histriones;
mas en tiempo de Epaminondas los ejercicios de la
lucha daban los tebanos la victoria de Leuctra (5).
(i) La gimnstica se divida en dos partes, la danza y la lucha. Haba en Creta las danzas armadas de los (;uretes; en Lacedemonia, las de Cstor y Polux; en Atenas, las danzas armadas de Palas, muy propsito para los que no estn an en edad
de ir la guerra. La lucha es la imagen de la guerra, dice Platn, Leyes, lib. VII. Este filsofo alaba la antigedad por no
haber establecido ms que dos danzas, la pacfica y la prrica.
Puede verse cmo esta ltima se aplicaba al arte militar. (Platn, ibid.)
...Aut libidinosas
(2)
Ledaeas Lacedwmonis palasstras..
(Marcial, lib. IV, epig. 55.)
(3) Obras morales, en el tratado De las cuestiones de las cosas
i emanas.
(4) Ibid.
(c,) Plutarco, Obras morales: Cuestiones conviviales, II.
180
MONTESQIIIEII
CAPITULO XII
Continuacin de la misma materia.
En Roma los jueces deban pertenecer al orden de los
senadores. Los Gracos trasladaron esta prerrogativa
los caballeros. Druso la di los senadores y caballeros;
Sila, los senadores nicamente; Cotta, los senadores,
los caballeros y los cuestores; Csar excluy estos
ltimos; Antonio form decurias de senadores, de caballeros y de centuriones.
Cuando la repblica se ha corrompido no puede remediarse ninguno de los males que sobrevienen sino extirpando la corrupcin y restaurando los principios: cualquier otra correccin es intil un nuevo mal. Mientras
Roma conserv sus principios, pudieron los senadores
conocer de los juicios sin abusar de esta facultad; pero
desde el momento que se corrompi, cualquiera que
fuese el cuerpo que se trasladaran los juicios, los senadores, los caballeros, los cuestores, dos de estos
cuerpos, los tres juntos, otro distinto, las cosas iban
siempre mal. Los caballeros no tenan ya ms virtud que
los senadores, ni stos que los cuestores, en quienes era
tan escasa como en los centuriones.
Luego que el pueblo de Roma logr ser admitido las
magistraturas patricias, era de presumir que sus aduladores llegasen ser los rbitros del gobierno. Pero no:
181
CAPITULO XIII
Efectos del juramento en los pueblos virtuosos.
No ha habido pueblo, dice Tito Livio (1), donde el libertinaje haya tardado ms en introducirse que entre
los romanos, ni en el que la moderacin y la pobreza
hayan sido honradas durante tanto tiempo.
El juramento tena tanta fuerza en el pueblo romano,
que nada le sujet ms las leyes. Hizo muchas veces
por guardarle lo que nunca habra hecho por la gloria
ni por la patria.
Queriendo el cnsul Quinto Cincinato levantar un
ejrcito en la ciudad contra los equos y los volscos, opusironse los tribunos. Pues bien, dijo, que todos aquellos que prestaron juramento al cnsul del ao pasado
marchen bajo mis banderas. En vano alegaron los tribunos que este juramento no era ya obligatorio, que,
al ser prestado, Quinto Cincinato era un simple particular: el pueblo fu ms religioso que sus directores y no
(1) Libro I.
MONTESQUIEU
182
CAPITULO XIV
De cmo el ms ligero cambio en la constitucin
ocasiona la ruina de los principios.
Aristteles (4) nos habla de Cartago cual de una repblica bien regida. Polibio (5) nos dice que en la segunda guerra pnica (6) tropezbase en Cartago con el
inconveniente de haber perdido el Senado casi toda su
autoridad. Tito Livio refiere (7) que cuando Anbal vol-
183
vi Cartago, hall que los magistrados y los principales ciudadanos distraan en provecho propio las rentas
pblicas y abusaban de su autoridad. La virtud de los
magistrados cay con la autoridad del Senado: todo fu
consecuencia del mismo principio.
Conocidos son los prodigios obrados por la censura
entre los romanos. hubo un tiempo en que lleg ser
molesta, pero fu tolerada porque haba an ms lujo
que corrupcin. Claudio la .debilit, y desde entonces
la corrupcin fu todava mayor que el lujo, y la censura (1) se aboli, por decirlo as, s misma. Alterada,
perdida, renovada, abandonada, qued enteramente interrumpida hasta el tiempo en que vino ser intil,
sea en los reinados de Augusto y de Claudio.
CAPITULO XV
Medios eficacsimos para conservar los tres
principios.
No podr hacerme entender hasta despus de ledos
los cuatro captulos siguientes.
CAPITULO XVI
Propiedades distintivas de la repblica.
La repblica exige, por su naturaleza, estar asentada
en un territorio reducido: sin esto es difcil que subsista. En una repblica muy extensa hay pinges fortu(I) Vase Dion., lib. XXXVIII; la vida de Cicern en Plutarco; Cicern Atico, lib. IV y XV; Asensio sobre Cicern, de
Divinalione.
184
MONTESQUIEU
185
pueblo. Por otra parte, un prncipe as se vera fcilmente oprimido por cualquier fuerza extranjera aun
por una fuerza domstica: el pueblo podra congregarse
y reunirse contra l cada instante. Ahora bien, cuando
el soberano de una sola ciudad es lanzado de ella, el
pleito est acabado: si tiene varias ciudades , no ha
hecho ms que comenzar.
CAPITULO XVII,
Propiedades distintivas de la monarqua.
Un estado monrquico debe ser de mediana extensin.
Si fuese pequeo se convertira en repblica; si fuese
muy extenso, los principales del Estado, grandes por s
mismos, no estando bajo la mirada del prncipe, teniendo
su corte distinta de la de ste, garantidos por las leyes
y las costumbres contra una represin rpida, podran
dejar de obedecer: no temeran un castigo harto lento
y harto remoto.
Apenas haba fundado Carlomagno su imperio fu menester dividirlo, sea que los gobernadores de las provincias no obedeciesen, sea que para obligarles obedecer mejor fuese necesaria la divisin en varios reinos.
Despus de la muerte de Alejandro se repartieron su
imperio.Cmo hubieran podido obedecer los grandes de
Grecia y de Macedonia, libres, lo menos jefes de los
conquistadores desparramados en aquel vasto territorio?
Muerto Atila, se disolvi su imperio: no era posible que
tantos reyes, quienes ya nadie contena, volviesen
tomar sus cadenas.
El rpido establecimiento de la autoridad ilimitada es
186
MONTESQUIEU
CAPITULO XVIII
Que lamonarqua espaolase encontraba enun caso
particular.
No se me cite el ejemplo de Espaa: prueba ms bien
lo que digo. Para conservar Amrica hizo lo que no
hace el mismo despotismo: destruy sus habitantes.
Para guardar su colonia hubo de , sostenerla con su propio sustento.
Ensay el despotismo en los Pases Bajos y no bien lo
abandon surgieron nuevas dificultades. De una parte,
los walones rehusaban ser gobernados por los espaoles: de otra, los soldados espaoles no queran que los
mandasen oficiales walones (1).
Slo se sostuvo en Italia fuerza de enriquecerla y de
arruinarse, porque los que hubieran deseado emancipare del rey de Espaa, no tenan ganas de renunciar su
dinero.
(i) Vase la Historia de las Provincias Unidas, por M. Leclere.
187
CAPITULO XIX
Propiedades distintivas del gobierno desptico.
Un imperio muy dilatado supone la autoridad desptica en quien lo gobierna. Es menester que la prontitud
de las resoluciones compense la distancia de los lugares
donde se envan; que el temor impida la negligencia
del gobernador magistrado distante; que la ley dimane de una sola cabeza y vare sin cesar, como los accidentes que se multiplican siempre en el Estado proporcionalmente su extensin.
CAPITULO XX
Consecuencia de los captulos precedentes.
Si la propiedad natural de los Estados pequeos es
gobernarse como repblica, la de los medianos estar
sometidos un monarca y la de los grandes ser dominados por un dspota, sguese que para conservar los principios del gobierno establecido es preciso mantener la
extensin anterior del Estado y que ste mude de espritu medida que se estrechan ensanchan sus lmites.
CAPITULO XXI
Del imperio de China.
Antes de acabar este libro, contestar una objecin que puede hacrseme contra todo lo que hasta
aqu llevo dicho.
188
MONTESQUIEU
189
(I) Vase en el P. Du Halde como los misioneros se valieron de la autoridad de Canhi para imponer silencio los mandarines, quienes repetian que por las leyes del pas no era
posible establecer en el imperio ningn culto extranjero.
(2) Vase despus el libro XXIII, cap. XIV.
190
MONTESQUIEU
las
LIBRO Il
De las leyes en relacin con la fuerza
defensiva.
CAPTULO I
Cmo las repblicas proveen su seguridad.
Si una repblica es pequea, la destruye una fuerza
extranjera; si es grande, se aniquila por algn vicio interior.
Este doble inconveniente es comn las democracias
y las aristocracias, sean buenas, sean malas: el mal
est en la cosa misma; no hay manera de remediarlo.
As cabe creer, con muchas probabilidades de acertar,
que los hombres se habran visto obligados vivir siempre bajo el gobierno de uno solo si no hubiesen concejbido una forma de gobierno que reune todas. las ventaas interiores del gobierno republicano y la fuerza exterior. de la monarqua. Hablo de la repblica federativa.
Esta forma de gobierno es un convenio, por el cual
varios cuerpos polticos consienten en ser ciudadanos
de otro Estado ms vasto, que se proponen crear. Es
192
MONTESQUIEU
(I) Est formada de unas cincuenta repblicas, todas diferentes entre si. Estado de las Provincias Unidas, por M. Jasinsons.
(2) Libertad civil, bienes, mujeres, hijos templos y hasta las
sepulturas.
193
CAPITULO II
Que la constitucin federativa debe componerse de
Estados de la misma naturaleza, especialmente
republicanos.
Los cananeos fueron destruidos porque eran pequeas monarquas que no estaban confederadas ni se defendieron juntas. Es que la confederacin no se adapta
la naturaleza de las monarquas pequeas.
La repblica federativa de Alemania se compone de
ciudades libres y de pequeos Estados sometidos prncipes. La experiencia demuestra que es ms imperfecta
que las de Holanda y Suiza.
El espritu de la monarqua es la guerra y engrandecimiento; el de la repblica, la paz y la moderacin. Estas dos especies de gobierno no pueden coexistir en una
repblica federativa sino de un modo violento.
Por esto vemos en la historia romana que cuando los
13
194
MONTESQUIEU
CAPITULO III
Otros requisitos de la repblica federativa.
En la repblica de Holanda, ninguna provincia puede
contraer alianzas sin el consentimiento de las dems.
Esta ley es muy buena y hasta necesaria en toda repblica federativa. No existe en la constitucin germnica,
donde precavera las desgracias que pueden afligir
todos los miembros por la imprudencia, la ambicin la
codicia de uno solo. Una repblica que forma parte de
una confederacin poltica se ha entregado por completo
y no le queda ya nada que dar.
Es difcil que los Estados que se asocian tengan la
misma extensin igual poder. La repblica de los lirios (1) era una confederacin de veintitrs ciudades:
las mayores tenan tres votos en el consejo comn; las
medianas, dos, y las pequeas, uno. La repblica de Holanda se compone de siete provincias, entre grandes y
pequeas, y cada una tiene un voto.
Las ciudades de Licia (2) pagaban los impuestos en
(z) Estrabn, lib. XIV.
(2) Estrabn, lib. XIV.
195
CAPITULO IV
De cmo proveen su seguridad los Estados
despticos.
As como las repblicas proveen su seguridad unindose, los Estados despticos lo hacen separndose y,
por decirlo as, aislndose. Sacrifican parte del pas, devastan las fronteras y las convierten en desiertos; con
esto el cuerpo del imperio se hace inaccesible.
Se sabe en geometra que cuanto mayor es la extensin de una superficie, menor es, relativamente, su circunferencia. La prctica de talar las fronteras es ms
tolerable en los Estados grandes que en los medianos.
El Estado que obra de esa suerte se causa s mismo
todo el mal que podra hacerle el ms cruel enemigo
quien no pudiese detener.
El Estado desptico se conserva mediante otra especie de separacin, que consiste en poner las provincias
lejanas bajo el mando de un prncipe feudatario. El Mo(i) Estrabn, lib. XIV.
196
MONTESQUIEU
gol, Persia, los emperadores de China tienen sus feudatarios, y los turcos les ha ido muy bien con haber
puesto entre ellos y sus enemigos los trtaros, los
moldavos, los valacos y antes los transilvanos.
CAPITULO V
De cmo la monarqua provee su seguridad.
La monarqua no se destruye s misma como el Estado desptico; pero, debiendo tener una extensin mediana, podra ser invadida rpidamente. Para evitarlo,
tiene plazas fuertes que defienden sus fronteras y ejrcitos que defiendan sus plazas fuertes. Disputan con arte,
con valor, con tesn la ms pequea parte de territorio.
Los Estados despticos verifican invasiones entre s: slo
las monarquas hacen la guerra.
Las plazas fuertes son propias de las monarquas: los
Estados despticos temen tenerlas. No se atreven
confiarlas nadie, porque en ellos nadie ama al Estado
ni al prncipe.
CAPITULO VI
De la fuerza defensiva de los Estados en general.
Para que un Estado tenga la fuerza debida es menester que sea tal su extensin que haya relacin entre la
celeridad con que puede ejecutarse cualquier atentado
contra l y la prontitud que puede emplear en frustrarlo. Como el que acomete puede presentarse en todas
197
198
MONTESQUIEU
CAPITULO VII
Reflexiones.
Los enemigos de un gran prncipe que ha reinado
largo tiempo, le han acusado mil veces, ms bien creo
por temor que con razones, de haber concebido intentado realizar el proyecto de la monarqua universal. A
haberlo logrado, nada hubiera sido ms funesto Europa, sus antiguos sbditos, l, su familia. El cielo,
que conoce lo que conviene cada uno, le sirvi mejor
con las derrotas que concedindole la victoria. En lugar
de hacerle el nico rey de Europa, le favoreci ms
hacindole el ms poderoso de todos.
Su pueblo, que en los pases extraos no se conmueve
sino con lo que ha dejado; que al salir de su territorio
mira la gloria como el sumo bien y, en las comarcas lejanas, como un obstculo para su vuelta; que importuna
por sus mismas buenas cualidades, porque parece unir
ellas el desprecio; que puede sobrellevar las heridas,
los peligros y las penalidades, pero no la prdida de los
placeres; que no ama nada tanto como su alegra y se
199
CAPITULO VIII
Caso en que la fuerza defensiva de un pas
es inferior su fuerza ofensiva.
Repeta el seor de Coucy Carlos V que los ingleses no son en ninguna parte tan dbiles ni fciles de
vencer como en su casa... Es lo mismo que se deca de
los romanos; es lo qu .. experimentaron los cartagineses;
es lo que suceder cualquier potencia que haya enviado lejos sus ejrcitos para reunir con la fuerza de la
disciplina y del poder militar los que estaban divididos
per razn de intereses polticos civiles. El Estado, dbil por causa del mal que persiste, se ha debilitado an
ms con el remedio.
La mxima del seor de Coucy es una excepcin de la
regla general que aconseja no acometer guerras lejanas,
excepcin que confirma la regla, puesto que no se aplica
sino aquellos que han empezado por quebrantar esta
ltima.
CAPITULO IX
De la fuerza relativa de los Estados.
Toda grandeza, toda fuerza, todo poder es relativo; y
es preciso tener mucho cuidado en no disminuir la grandeza relativa tratando de aumentar la real.
200
MONTESQUIEU
Hacia la mitad del reinado de Luis XIV, Francia alcanz el grado ms alto de su grandeza relativa. Alemania no tena an los grandes monarcas que despus
ha tenido. Italia se hallaba en el mismo caso. Escocia
Inglaterra no formaban un cuerpo de monarqua. Tampoco lo formaba Aragn con Castilla; las partes separadas de Espaa estaban debilitadas y la debilitaban. La
Moscovia no era ms conocida en Europa que la Criinea.
CAPITULO X
De la debilidad de los Estados vecinos.
Cuando se tiene por vecino un Estado que se halla
en su decadencia, es menester cuidarse de no acelerar
su ruina, dado que se est entonces en la situacin ms
feliz que puede imaginarse, pues no hay nada tan cmodo para un prncipe corno el hallarse cerca de otro
que recibe por l los golpes y ultrajes de la fortuna. Es
raro que conquistando tal Estado se aumente en poder
real tanto como se pierde en el relativo.
LIBRO X
De las leyes en su relacin con la fuerza
ofensiva.
CAPITULO I
De la fuerza ofensiva.
La fuerza ofensiva se regula por el derecho de gentes,
que es la ley poltica de los pueblos considerados en las
relaciones que tienen entre s.
CAPITULO II
De la guerra.;
La vida de los Estados es como la de los individuos:
stos tienen el derecho de matar en caso de defensa
natural; aqullos el de hacer la guerra para su propia
conservacin.
En caso de defensa natural tengo el derecho de matar
porque mi vida me pertenece como pertenece la suya al
202
MONTESQUIEU
203
Cierto es que la reputacin de su poder podra aumentar las fuerzas de su Estado; pero la fama de su justicia
las aumentar igualmente.
CAPITULO III
Del derecho de conquista.
e
r^
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204
MONTESQUIEU
205
206
MONTESQUIEII
CAPITULO IV
De algunas ventajas del pueblo conquistado.
En lugar de sacar tan funestas consecuencias del
derecho de conquista, sera preferible que los polticos hubiesen hablado de las ventajas que algunas
veces puede reportar al pueblo vencido. Las habran
advertido mejor si nuestro derecho de gentes se observara con fidelidad y estuviese establecido en toda
la tierra.
Los Estados que se conquistan han perdido, por lo
comn, el vigor que les es propio. La corrupcin se ha
introducido en ellos; no se cumplen las leyes; el go.
bierno se ha hecho opresor. Cabe dudar de que un Estado as ganara y obtendra algunas ventajas de la conquista si no fuese destructora? Un gobierno, incapaz ya
de reformarse s mismo, pierde algo con refundirse
en otro? Un conquistador que entra en un pueblo donde
el rico, usando de mil astucias y artificios, se ha ido
pertrechando insensiblemente de mil medios para usurpar, y donde el desgraciado, que gime viendo convertirse en leyes lo que estimaba abusos, yace en la opresiny cree punible lamentarse de ella, tal conquistador,
digo, puede desbaratarlo todo, siendo la tirana oculta
la primera en sufrir la violencia.
Se ha visto, por ejemplo, que Estados vejados por los
asentistas hallaban alivio en un conquistador, libre de
los compromisos y necesidades que el prncipe legtimo
207
C APTULO V
208
MONTSSQUI$U
CAP'I'UL4 VI
De una repblica que conquista.
Es contrario la naturaleza de las cosas que, en una
confederacin, uno de los Estados haga conquistas en
otro, como hemos visto en nuestros das entre los suizos (2). En las repblicas federativas mixtas, compuestas de pequeas repblicas y de pequeas monarquas,
esto no choca tanto.
Se opone tambin la naturaleza de las cosas que
una repblica democrtica conquiste ciudades que no
pueden entrar en la esfera de su democracia. Es menester que el pueblo conquistado pueda gozar de los privilegios de la soberana, como establecieron los romanos al principio. La conquista debe limitarse al nmero
de ciudadanos que se fije la democracia.
Si una democracia conquista un pueblo para gobernarlo como sbdito, arriesga su propia libertad, pues
tiene que confiar un poder excesivo los magistrados
que enva al Estado conquistado.
(i) Estrabn, lib. XI.
(2) En el Tockemburgo.
209
CAPITULO VII
Continuacin de la misma materia.
Hay todava otro inconveniente en las conquistas hechas por la democracia. El gobierno que establece es
siempre odioso los Estados sojuzgados. Es monrqui(z) Anbal estaba en su patria la cabeza de una faccin.
(2) Hannon quera entregar Anbal los romanos, como
Catn quera que se entregase Csar los galos.
14
a
210
MONTESQUIEU
CAPITULO VIII
Continuacin de la misma materia.
As, cuando una repblica tiene algn pueblo en su
dependencia, es menester que procure remediar los inconvenientes nacidos de la naturaleza de las cosas, dndole un buen derecho poltico y buenas leyes civiles.
Cierta repblica de Italia ejerca la potestad soberana
en una isla; pero su derecho poltico y civil con respecto estos sbditos era muy vicioso. Es bien conocida
aquella acta de amnista (1), donde se ordenaba que en
lo sucesivo no se condenase nadie penas aflictivas
slo por la conciencia informada del gobernador. Se
ha visto frecuentemente los pueblos reclamar privilegios: aqu el soberano otorga el derecho de todas las
naciones.
(i) De 18 de Octubre de 1738, impresa en Gnova en casa
de Franchelli. Victiamo al nostro general-governatore in detta
isola di condannare in avvenire solamente EX INFORMATA CONSCIENTIA persona alcuna nazionale ni pena afflittiva. Potr ben si far
arrestare ed incarcerare le persone che gli saranno sospette: salvo
di renderne poi noi sollecitamente (art. 5).
211
CAPITULO IX
De una monarqua que hace conquistas su aires/
dedor.
212
MONTESQUIEU
CAPITULO X
De una monarqua que conquista otra.
Acontece que una monarqua conquista otra. Cuanto menor sea esta ltima, mejor la contendr con fortalezas;' cuanto mayor, mejor la conservar con colonias.
CAPITULO XI
De las costumbres del pueblo vencido.
213
CAPITULO XII
De una ley de Giro.
No tengo por buena la ley dada por Ciro para que los
lidios no pudiesen ejercer ms que las profesiones viles
infames. Se va lo que ms apremia; se piensa en las
rebeliones, y no en las invasiones. Pero las invasiones
no se hacen esperar, y vencedores y vencidos se confunden, corrompindose mutuamente. Por mi parte, preferira mantener con las leyes la rudeza del pueblo vencedor que fomentar con ellas la molicie del vencido.
Aristodemo, tirano de Cumas (1), se propuso enervar
el valor de la juventud. Para conseguirlo mand que
los muchachos se dejasen crecer el cabello como las
doncellas y lo adornasen con flores; que llevaran tnicas de diferentes colores hasta los tobillos: que cuando
fuesen casa de sus maestros de baile y de msica les
acompaaran mujeres con quitasoles, perfumes y abanicos; que en el bao les diesen peines y espejos. Esta
educacin duraba hasta los veinte aos, y no puede
convenir sino un tiranuelo que arriesga su soberana
para defender su vida.
(1) Dionisio de Halicarnaso, lib. VII.
214
MONTESQUIEU
CAPITULO XIII
Carlos XII.
Este prncipe, que slo se vali de sus propias fuerzas, provoc su ruina formando planes no realizables
sino mediante una larga guerra que su reino no poda
sostener.
La empresa por l acometida no consisti en derribar
un Estado que se hallase en la decadencia , sino un imperio naciente. Para los moscovitas fu una escuela la
guerra que les hizo: cada derrota iban acercndose
la victoria, y perdiendo fuera, aprendan defenderse
dentro.
Carlos se crea seor del mundo en los desiertos de
Polonia, donde andaba errante, y en los cuales Suecia
estaba como derramada, mientras su principal enemigo
fortificbase contra l, le estrechaba, se estableca en
el mar Bltico y destrua tomaba la Livonia.
Suecia se pareca un ro, cuyas aguas se cortasen en
su fuente al mismo tiempo que se las desviara en su
curso.
No fu Pultava lo que perdi Carlos: si no hubiese
sido deshecho en este lugar, lo habra sido en otro. Los
accidentes de la fortuna se reparan con facilidad; mas
no es posible contrarrestar los acaecimientos que nacen
continuamente de la naturaleza de las cosas.
Ni la naturaleza ni la fortuna fueron nunca tan poderosas contra l como l mismo. No se guiaba por la disposicin real de las cosas, sino por cierto modelo que
haba concebido,y aun as lo sigui muy mal. No era Alejandro, pero habra sido el mejor soldado de Alejandro.
215
Pudo este ltimo realizar su proyecto porque era sensato. Los reveses de los persas cuando invadieron
Grecia, los triunfos de Agesilao y la retirada de los
Diez mil haban hecho apreciar con exactitud la superioridad de los griegos en la manera de pelear y en el
gnero de armas que usaban: sabase, adems, que los
persas eran demasiado viejos para corregirse.
Haba pasado el tiempo de debilitar Grecia con divisiones. El pueblo griego estaba unido bajo un jefe, el
cual de ningn modo poda ocultarle mejor su servidumbre que deslumbrndolo con la destruccin de sus eternos enemigos y con la esperanza de la conquista del
Asia.
Un imperio cultivado por la nacin ms industriosa
del mundo, que labraba las tierras por precepto religioso, frtil y abundante en todo, daba un enemigo toda
clase de facilidades para subsistir.
Era de esperar del orgullo de sus reyes, mortificados
siempre intilmente por sus derrotas, que precipitaran
su cada, dando continuas batallas, y que la adulacin
no les permitira nunca dudar de su grandeza.
Y no slo el proyecto era atinado, sino que se ejecut sabiamente. Alejandro, en medio de la rapidez de
sus acciones y del fuego de sus pasiones mismas, tena,
si me es lcito expresarme as, un pronto de razn que
le guaba, el cual no han podido ocultarnos aquellos que,
teniendo menos juicio que l, han querido convertir
su historia en una novela. Hablemos de esto con
holgura.
MONTESQUIEU
216
CAPITULO XIV
Alejandro.
No parti hasta que hubo asegurado Macedonia contra los pueblos brbaros que eran vecinos suyos y acabado de aterrar los griegos; no descarg sus golpes
contra stos sino por exigirlo as el plan que meditaba:
inutiliz la envidia de los lacedemonios, atac las provincias martimas, hizo que su ejrcito de tierra avanzara lo largo de la costa para no separarse de su armada, se vali de una manera admirable de la disciplina contra el nmero, no careci de vveres, y si es cierto que la victoria se lo di todo, lo es tambin que, por
su parte, hizo cuanto era necesario para conseguir la
victoria.
En los comienzos de su empresa, es decir, cuando
cualquier fracaso poda trastornarlo todo, dej poco
la casualidad: ms adelante, dueo ya de los acontecimientos, emple veces la temeridad como uno de tantos medios. Cuando antes de partir marcha contra los
tribalios y los ilirios, hace una guerra (1) como la que
Csar hizo despus en las Galias. Cuando volvi Grecia (2), tom y destruy Tebas como pesar suyo:
acampado cerca de la ciudad, espera que los tebanos
quieran hacer la paz; pero ellos mismos aceleran su
ruina. En el mar (3), Parmenin es ms bien el audaz,
Alejandro el prudente. Su habilidad consisti en sepa(t) Vase Arriano, De exped. Alej.
(2)
(3)
Ibid.
Ibid.
217
218
MONTEQUIEU
deplorasen tanto su muerte. Quin es ese conquistador, llorado por todos los pueblos que ha sometido?
Quin es ese usurpador cuya muerte vierte lgrimas
la familia que ha derribado del trono? Los historiadores
no nos dicen que ningn otro conquistador pueda vanagloriarse de cosa semejante.
Nada consolida mejor una conquista que la unin de
los dos pueblos mediante casamientos. Pues bien, Alejandro toma mujeres de la nacin vencida y dispone que
los de su corte (1) hagan lo mismo; el resto de los macedonios sigue el ejemplo. Los francos y los borgoones
permitieron estos matrimonios (2); los visigodos los prohibieron en Espaa, mas luego los consintieron (3); los
lombardos, no slo los permitieron, sino que los favorecieron (4); cuando los romanos trataron de debilitar
Macedonia, establecieran que no pudiera verificarse
unin por matrimonio entre los pueblos de las provincias.
Con la idea de unir los dos pueblos, pens Alejandro fundar en Persia gran nmero de colonias griegas:
edific muchas ciudades y ciment tan bien todas las
partes de este nuevo imperio que, no obstante el tumulto y confusin que siguieron su muerte y pesar de
aniquilarse los griegos entre s, ninguna provincia persa
se rebel.
Para no dejar exhaustas Grecia y Macedonia, envi
219
(z) Los reyes de Siria, abandonando el plan de los fundadores del imperio, quisieron obligar los judos tomar las costumbres de los griegos, lo que di origen terribles conmociones en el Estado.
(2) Vase Arriano, ob. cit., lib. III, y otros.
(3) Arriano, ob. cit.
(4) Arriano, ob. cit., lib. VII.
220
MONTESQUIEU
CAPITULO XV
Nuevos medios de conservar lo conquistado.
Cuando un monarca conquista un gran Estado, hay
una prctica admirable, igualmente propia para moderar el despotismo y para conservar la conquista: los conquistadores de China la han empleado.
Para no sumir en la desesperacin al pueblo vencido
y ensoberbecer al vencedor, para impedir que el go-
221
CAPITULO XVI
De un Estado desptico que conquista.
Cuando la conquista es muy grande, va acompaada
del despotismo. No basta entonces el ejrcito esparcido por las provincias: Es menester que haya cerca del
prncipe un cuerpo de tropas particularmente afecto al
soberano y pronto siempre caer sobre la parte del imperio que pueda conmoverse. Esta milicia debe contener las otras y hacer temblar todos aquellos quie
nes ha sido forzoso dejar alguna autoridad. Al lado del
emperador de China hay un grueso cuerpo de trtaros
dispuesto siempre acudir donde se necesite. En el
Mogol, entre los turcos, en el Japn, hay cuerpos paga-
222
MONTESQUIEU
dos por el prncipe, independientes de los que se mantienen con las rentas de las tierras. Estas fuerzas particulares tienen raya las generales.
CAPITULO XVII
Continuacin de la misma materia.
Hemos dicho que los Estados que conquista el monarca desptico deben ser feudatarios. Las historias agotan las hiprboles al elogiar la generosidad de los conquistadores que han devuelto la corona los prncipes
vencidos. Los romanos eran, pues, bien generosos, que
creaban reyes en todas partes para tener instrumentos
de servidumbre (1). Semejante accin es un acto necesario. Si el conquistador retiene el Estado conquistado,
los gobernadores que enve no podrn contener los
sbditos, ni aqul podr contener sus gobernadores.
Se ver obligado desguarnecer su antiguo patrimonio
para preservar el nuevo. Todas las desgracias de ambos Estados sern comunes: la guerra civil en uno de
ellos, ser guerra civil en el otro. Por el contrario, si
el conquistador devuelve el trono al prncipe legtimo,
tendr un aliado necesario que, con sus fuerzas propias,
aumentar las de l. Acabamos de ver Schah Nadir
conquistar los tesoros del Mogol y dejarle el Indostn.
(x) Ut haberent instrumento servitutis et reges.
LIBRO XI
De las leyes que establecen la libertad
poltica con relacin la constitucin.
CAPITULO I
Idea general.
Distingo las leyes que establecen la libertad poltica
con relacin la constitucin, de aquellas que la estatuyen con relacin al ciudadano. Las primeras son la
materia de este libro: hablar de las segundas en el siguiente.
CAPITULO II
Diversas significaciones dadas la palabra
libertad.
No hay palabra que haya recibido significados tan diferentes ni impresionado las imaginaciones de modos
tan distintos como la de libertad. La han tomado los
unos por la facultad de destituir quien haban investido
224
MONTESQUIEU
225
CAPITULO III
De lo que es la libertad.
Es cierto que en las democracias el pueblo hace, al
parecer, lo que quiere; pero la libertad poltica no consiste en hacer lo que se quiere. En un Estado, es decir,
en una sociedad donde hay leyes, la libertad no puede
consistir sino en poder hacer lo que se debe querer y en
no ser obligado hacerlo que no se debe querer.
Es preciso distinguir bien la libertad de la independencia. La primera es el derecho de hacer todo lo que
las leyes permiten; y si alguno pudiese hacer, lo que
prohiben, carecera de libertad, porque los dems tendran esta misma facultad.
CAPITULO IV
Continuacin de la misma materia.
La democracia y la aristocracia no son Estados libres
por su naturaleza. La libertad poltica slo se halla en
los gobiernos moderados; mas no siempre est en ellos,
sino nicamente cuando no se abusa de la autoridad;
pero se sabe por experiencia eterna que todo hombre
investido de autoridad propende abusar de ella, no
detenindose hasta que encuentra lmites. Quien lo dira! La misma virtud tiene necesidad de lmites.
Para que no pueda abusarse del poder es preciso que,
por la disposicin de las cosas, el poder contenga al po15
226
MONTESQUIEU
CAPITULO V
Del objeto de los diversos estados.
Aunque todos los Estados tengan en general un mismo
objeto, cada uno persigue otro que le es peculiar. El
engrandecimiento era el objeto de Roma; la guerra, el
de Lacedemonia; la religin, el de las leyes judaicas; el
comercio, el de Marsella; la tranquilidad pblica, el de
las leyes de China (1); la navegacin, el de los rodios;
la libertad natural, el del rgimen de los salvajes; las
delicias del prncipe, el de los Estados despticos, hablando en trminos generales. su gloria y la del Estado,
el le las monarquas; la independencia de cada particular es el objeto de las leyes de Polonia, y, como consecuencia, la opresin de todos (2).
Hay tambin una nacin en el mundo que tiene por
objeto directo de su constitucin la libertad poltica.
Vamos examinar los principios en que la funda. Si
son buenos, la libertad se ver en ellos como en un
espejo.
Para descubrir la libertad poltica en la constitucin
no hace falta gran trabajo. Si es posible verla dondeest, si se la ha encontrado, para qu buscarla?
(i) Objeto natural de un Estado que no tiene enemigos ex
teriores cree haberlos contenido con barreras.
(2) Inconveniente del liberum veto.
227
CAPITULO VI
De la constitucin de Inglaterra.
Hay en todos los Estados tres especies de poder: el
legislativo, el de ejecutar aquello que depende del derecho de gentes y el de ejecutar lo que depende del
derecho civil.
Por el primero, el prncipe el magistrado hace leyes,
para algn tiempo para siempre, y corrige y abroga
las que existen. Por el segundo, hace la paz la guerra, enva recibe embajadas, vela por la seguridad,
previene las invasiones. Por el tercero, castiga los crmenes juzga los pleitos de los particulares. ste ltimo debe llamarse poder judicial y el otro simplemente
poder ejecutivo del Estado.
La libertad poltica, en los ciudadanos, es aquella
tranquilidad de nimo que nace de la opinin que cada
uno tiene de su seguridad; y para que exista esta libertad, es menester que ningn ciudadano pueda temer
otro.
Cuando el poder legislativo y el ejecutivo se reunen
en la misma persona el mismo cuerpo de magistrados,
no hay libertad, porque puede temerse que . el monarca
el tirano haga leyes tirnicas para ejecutarlas tirnicamente.
No hay tampoco libertad si el poder judicial no est
separado del legislativo y el ejecutivo. Si est unido
la potestad legislativa, el poder de decidir de la vida y
la libertad de los ciudadanos ser arbitrario, porque el
juez ser al mismo tiempo legislador: si est unido al
228
MONTESQUIEU
,1; a
^o.
229
cona todas las magistraturas, y algunos reyes de Europa todos los cargos importantes de su Estado.
Creo, sin duda, que la pura aristocracia hereditaria de
las repblicas de Italia no guarda exacta correspondencia con el despotismo del Asia. La multitud de magistrados suele templar la magistratura: no siempre concurren todos los nobles los mismos designios y frmanse
diversos tribunales que se contrapesan mutuamente. En
Venecia, por ejemplo, el Consejo Supremo tiene la legislacin; el Pregadi, lo ejecutivo; los Cuarenta, la potestad de juzgar. Pero el mal estriba en que estos diferentes tribunales se componen de magistrados del mismo
cuerpo, lo cual, en ltimo trmino, viene formar una
sola potestad.
El poder de juzgar no debe confiarse un tribunal,
sino ser ejercido por personas sacadas del cuerpo del
pueblo (1) en ciertas pocas del ao y de la manera que
prescribe la ley, para formar un tribunal que slo dure
e' tiempo que exija la necesidad.
De tal manera, la facultad de juzgar, tan terrible entre los hombres, no hallndose vinculada en ningn estado ni profesin, viene ser, por decirlo as, invisible
y nula. No se tiene delante continuamente los jueces;
se terne la magistratura y no los magistrados.
Es necesario asimismo que en las acusaciones graves
el reo designe sus jueces, en concurrencia con la ley; ,
por lo menos, tenga el derecho de recusar tal nmero
de ellos, que los que queden puedan reputarse de su
eleccin.
Los otros dos poderes podran ms bien darse magistrados cuerpos permanentes, porque sus decisiones no recaen sobre ningn particular, no siendo el uno
(t) Como en Atenas.
230
MONTESQUIEU
Ofr
10:
E
^,
p1
231
232
MONTESQUIBU
233
234
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235
236
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237
238
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239
240
MONTESQUIEU
f.;
El ejrcito despreciar siempre un senado y respetar sus oficiales, no haciendo caso de las rdenes
de un cuerpo compuesto, su juicio, de gentes tmidas
y, por tanto, indignas de mandarle. As, tan luego el
ejrcito dependa del cuerpo legislativo, el gobierno se
har militar. Y si alguna vez ha acontecido otra cosa,
ha sido efecto de circunstancias extraordinarias, corno
estar el ejrcito siempre diseminado formarse de varios cuerpos, dependientes cada uno de ellos de su provincia particular, ser las ciudades capitales plazas excelentes que estaban defendidas por su sola situacin y
no tenan necesidad de tropas.
Holanda goza de ms seguridad que Venecia: sumergira las tropas rebeldes, las hara morir de hambre. No
estando el ejrcito en las ciudades que pudieran suministrarle vveres, es precaria su subsistencia.
Si, caso de estar el ejrcito gobernado por el cuerpo
legislativo, circunstancias particulares impiden que el
gobierno se haga militar, se caer en otros inconvenientes: una de dos, el ejrcito destruir al gobierno, el
gobierno debilitar al ejrcito.
Y este ltimo efecto tendr una causa muy funesta:
nacer de la debilidad misma del gobierno.
El que lea la admirable obra de Tcito sobre las
Costumbres de los germanos (1), ver que es de
all de donde los ingleses han sacado la idea de su
gobierno poltico. Este sistema excelente se hall en
las selvas.
Como todo lo humano es finito, el Estado de que hablamos perder su libertad, perecer. Roma, Lacedejos.
t i)
De minoribus rebus prncipes consullant, de naajoribus omnes: ita tanaen at ea quoque, quorum penes pleben arbitrium est,
apud prncipes pertractentur.
^,..
241
CAPITULO VII
De las monarquas que conocemos.
Las monarquas que conocemos no tienen la libertad
por objeto directo, como aquellas de que acabamos de
hablar: su aspiracin es la gloria de los ciudadanos, del
Estado y del prncipe. Pero de esta gloria resulta un espritu de libertad que en tales Estados puede obrar tan
grandes cosas y contribuir quizs tanto la felicidad
como la libertad misma.
No estn en esas monarquas repartidos y organiza16
242
MONTESQUIEU
CAPTULO VIII
Por qu los antiguos no tenan idea muy clara
de la monarqua.
Los antiguos no conocan el gobierno basado en un
cuerpo de nobleza y menos an el que se funda en un
cuerpo legislativo compuesto de los representantes de
la nacin. Las repblicas de Grecia y de Italia eran ciudades que tenan cada una su gobierno y reunan sus
ciudadanos en el recinto de sus murallas. Antes que los
romanos hubiesen absorbido todas las repblicas, casi
no haba reyes en ninguna parte, ni en Italia, ni en la
Galia, ni en Espaa, ni en Alemania: todo estaba reducido pueblos insignificantes pequeas repblicas;
el frica misma se hallaba sujeta una repblica grande; el Asia Menor la ocupaban las colonias griegas. No
haba, pues, ejemplo de diputados de ciudades ni de juntas de Estados, y era menester llegar hasta Persia para
encontrar el gobierno de uno solo.
Es cierto que haba repblicas federativas, pues muchas ciudades enviaban delegados una asamblea, pero
digo que no exista monarqua parecida al modelo que
he diseado.
Veamos cmo se form el primer plan de las monarquas que conocemos. Los pueblos germnicos que conquistaron el imperio romano eran, como se sabe, muy
243
CAPITULO IX
Manera de pensar de Aristteles.
Se ve claramente la perplejidad de Aristteles cuando trata de la monarqua (1). Establece cinco clases de
ella, no distinguindolas por la forma de su constitucin,
(1) Politiza, libro III, cap. XIV.
244
MONTESQUIEII
CAPTULO X
Manera de pensar de los dems polticos.
Para templar el gobierno de uno solo, Arribas (1), rey
de Epiro, no imagin nada ms que la repblica. Los
molosos, no sabiendo cmo limitar el poder del trono,
establecieron dos reyes (2), con lo que debilitaron ms
el Estado que el mando; quisieron tener rivales y crearon enemigos.
Dos reyes no podan ser tolerados ms que en Macedonia, donde no formaban la constitucin, sino que eran
parte de ella.
(i) Vase Justino, libro XVII.
(2)
245
I;
CAPITULO XI
91111
f' el
)s,
H%-
246
MONTESQUIEU
CAPTULO XII
Del gobierno de los reyes en Roma y de cmo
estaban distribuidos en l los tres poderes.
El gobierno de los reyes en Roma tena alguna semejanza con el de los reyes de los tiempos heroicos entre
los griegos. Cay, como los dems, impulsos del vicio
general de que adoleca, aunque en s mismo y en su
naturaleza particular fuese muy bueno.
Para dar conocer este gobierno, distinguir el de los
cinco primeros reyes, el de Servio Tulio y el de Tarquino.
(t)
247
120,
nas 242 y 243(2) Vase el discurso de Tanaquil, en Tito Livio, lib. I, dc. I,
y el reglamento de Servio Tulio en Dionisio de Halicarnaso,
libro LV, pg. 229.
(3) Vase Dionisio de Halicarnaso, lib. II, pg. 1 18, y lib. III,
pgina 171.
(4) Tulo Hostilio mand destruir Alba en virtud de un senado-consulto. (Dionisio de Halicarnaso, lib. III, pgs. 167 y 172.)
(5) Dionisio de Halicarnaso, lib. IV, pg. 276.
(6) Ibid., lib. II. No deba, sin embargo, de proveer todos
248
MONTESQUiEU
!'
' , i,
1 1 1,
P;s
249
contra l (1). Haba reunido los tres poderes en su per pero el pueblo se acord un momento de que era
legislador, y Tarquino dej de ser.
CAPITULO XIII
Reflexiones generales acerca del estado de Roma
despus de la expulsin de los reyes.
No puede olvidarse nunca los romanos: as es que
hoy mismo, en su capital, se prescinde de los palacios
nuevos para ir en busca de las ruinas, tal como los ojos
que se han recreado en el esmalte de las praderas gustan de contemplar las rocas y las montaas.
Las familias patricias haban gozado en todo tiempo
de muchas prerrogativas. Tales distinciones, grandes en
tiempo de los reyes, fueron an ms importantes despus de su expulsin. Esto despert la envidia de los
plebeyos, que se propusieron humillar los patricos. Las
contiendas alteraban la constitucin sin debilitar al gobierno, porque en tanto las magistraturas conservaran
su autoridad, era bastante indiferente que los magistrados perteneciesen una otra familia.
Una monarqua electiva, cual fu la de Roma, supone
necesariamente un cuerpo aristocrtico poderoso que la
sostenga, sin lo que trocarase al instante en tirana en
Estado popular. ste ltimo, en cambio, no necesita de
esa distincin de familias para conservarse. Por esta razn los patricios, que eran parte necesaria de la constitucin en tiempo de los reyes, vinieron ser parte su(i) Dionisio de Halicarnaso, lib. IV.
250
MONTESQUIEU
251
CAPTULO XIV
D e cmo la distribucin de los tres poderes cox
menz cambiar despus de la expulsin de los
reyes.
Cuatro cosas pugnaban principalmente con la libertad
en Roma. Los patricios obtenan todos los empleos sagrados, polticos, civiles y militares; habase atribuido
al consulado una autoridad exorbitante; se inferan agravios al pueblo; en fin, no se le permita influir casi en
las votaciones. He aqu de qu manera corrigi el pueblo estos cuatro abusos:
1. Dispuso que habra magistraturas accesibles
los plebeyos, y obtuvo poco poco ser admitido todas, excepto la de inter rex.
2. Se desmembr el consulado, formndose muchas magistraturas. Se crearon pretores (1) con la facultad de juzgar en los asuntos privados; se nombraron
cuestores (2) para hacer juzgar los delitos pblicos; se
establecieron ediles, dndoles la polica, y tesoreros (3)
con el encargo de administrar los fondos pblicos; por
ltimo, con la institucin de los censores quitse los
cnsules la parte de la potestad legislativa que regula
las costumbres de los ciudadanos y la polica perentoria de los diversos cuerpos del Estado. Las principales
prerrogativas que les quedaron fueron presidir las asam(I) Tito Livio, dcada primera, lib. VI.
(2) Quc stores parricidii (Pomponio, leg. 2, prr. 23, de
orig jur.
(3) Plutarco, Vida de Publicola.
252
MONTESQUIEU
obleas
(2) Vase sobre esto Tito Livio, lib. I, y Dionisio de Halicarnaso, libs. IV y VII.
(3) Dionisio de Halicarnaso, lib. IX, pg. 598.
253
CAPITULO XV
De cmo estando floreciente la repblica,
Roma perdi de pronto la libertad.
En el calor de las disputas entre patricios y plebeyos,
pidieron stos que se diesen leyes fijas fin de que los
fallos no fuesen en lo sucesivo producto de la voluntad
caprichosa del poder arbitrario. Despus de resis(i) Dionisio de Halicarnaso, lib. VII.
(2) Contra el uso antiguo, segn se ve en Dionisio de Hali-carnaso, lib. V, pg. 320.
(3) Libro VI, pgs. 4 10 y ;1 t .
(4) Libro IX, pg. 6o5.
254
MONTESQUIEU
tirse mucho, el senado asinti. Para formar las leyes pedidas, se nombraron decenviros. Se crey que se deba
otorgarles grande autoridad por tener que dictar leyes
partidos que eran casi incompatibles. En su virtud,
suspendise el =libramiento de todos los magistrados,
siendo aqullos elegidos en los comicios como nicos
administradores de la repblica. Encontrronse investidos de la potestad consular y de la tribunicia: la una les
daba el derecho de reunir el senado, y la otra, el de reunir el pueblo: no convocaron, sin embargo, al senado
ni al pueblo. Diez hombres solos tuvieron en la repblica toda la potestad legislativa, toda la potestad ejecutiva, toda la potestad judicial Roma sufri el yugo de
una tirana tan cruel como la de Tarquino. Cuando ste
cometa sus vejaciones, indignbase Roma contemplan
do la autoridad que haba usurpado: cuando los decenviros cometieron las suyas, consider atnita la mucha
que les haba dado.
Pero qu sistema de tirana era ste , ejercido por
unos hombres que no obtuvieron el poder poltico y el
militar sino para el conocimiento de los asuntos civiles,
y que, dadas las circunstancias de los tiempos, necesitaban de la cobarda de los ciudadanos en el interior, para
que se dejaran gobernar, y de su valor en el exterior
para defenderse?
El espectculo de la muerte de Virginia, inmolada por
su padre al pudor y la libertad, hizo que se desvaneciese la dominacin de los decenviros. Cada uno se encontr libre, porque cada uno fu ofendido; todos vinieron ser ciudadanos, porque todos se sintieron padres.
El senado y el pueblo recobraron la libertad, que haba
sido confiada tiranos ridculos.
A ningn pueblo conmovieron tanto los espectculos
como al romano: el del cuerpo ensangrentado de Lucre-
255
CAPITULO XVI
Del poder legislativo en la repblica romana.
No haha derechos que disputarse en tiempo de los
decenviros; pero no bien se restableci la libertad, renacieron las envidias: mientras quedaron algunos privilegios los patricios, los plebeyos fueron quitndoselos.
Poco mal habra habido en ello si los plebeyos se
hubiesen contentado con privar los patricios de sus
prerrogativas, y no les hubiesen ofendido en su calidad
misma de ciudadanos. Cuando el pueblo se reuna por
curias por centurias, estaba compuesto de senadores,
de patricios y de plebeyos. En las contiendas empeafiadas (1) adquirieron los plebeyos el derecho de hacer
ellos solos, sin los patricios y sin el senado, en juntas
denominadas comicios por tribus, leyes que se llamaron
plebiscitos. Hubo, pues, casos en que los patricios (2) no
(i)
(2)
256
MONTESQUIEU
tuvieron parte en la potestad legislativa, quedando sujetos (1), sin embargo, la de otro cuerpo del Estado,
lo que fu un delirio de la libertad. El pueblo, para es:
tablecer la democracia, socav los principios en que
descansa. Parece que autoridad tan exorbitante debiera haber anonadado la del senado; pero Roma tena
instituciones admirables. Entre ellas, contbanse dos,
de las cuales una regulaba la potestad legislativa del
pueblo y otra la limitaba.
Los censores, y antes que ellos los cnsules (2), formaban y creaban, por decirlo as, cada cinco aos el
cuerpo del pueblo, ejerciendo de este modo la legislacin sobre el cuerpo mismo que posea la potestad legislativa. Tiberio Graco, censor, dice Cicern, incorpor los libertos en las tribus de la ciudad, n.o con la
fuerza de su elocuencia, sino con una palabra y un gesto, y si no lo hubiese hecho, no tendramos ya esta repblica que hoy sostenemos con trabajo.
Por otra parte, el senado tena, como si dijramos, el
poder de quitar la repblica de las manos del pueblo,
creando un dictador, ante el cual, el soberano bajaba la
cabeza y las leyes ms populares (3) guardaban silencio.
(i) Por la ley hecha despus de la expulsin de los decenviros, los patricios quedaron sujetos los plebiscitos, aunque no
hubiesen intervenido en su adopcin. (Tito Livio, lib. III, y
Dionisio de Halicarnaso, lib. XI, pg. 725.) Esta ley fu confirmada por la de Publio Filn, dictador, el ao de Roma 414
(Tito Livio, lib. VIII.)
(2) El ao 312 de Roma, los cnsules hacan an el censo,
segn aparece en Dionisio de Halicarnaso, lib. XI.
(3) Como las que permitan apelar al pueblo de las rdenes
de todos los magistrados.
257
CAPITULO XVII
Del poder ejecutivo en la misma repblica.
No se mostr el pueblo tan celoso de su potestad
ejecutiva como de la legislativa. La dej casi ntegra
al senado y los cnsules, no reservndose sino el derecho de elegir los magistrados y el de confirmar los
actos del senado y de los generales.
Roma, cuya pasin era mandar, y su ambicin subyugarlo todo; que haba usurpado siempre y usurpaba
an, tena continuamente asuntos importantsimos que
ventilar: sus enemigos se conjuraban contra ella ella
se conjuraba contra sus enemigos.
Obligada conducirse de un lado con valor heroico
y del otro con prudencia consumada, la situacin de las
cosas reclamaba que el senado llevase la direccin de
los negocios. El pueblo disputaba al senado todas las
ramas del poder legislativo, porque era celoso de su libertad; no le disputaba las del poder ejecutivo porque
era celoso de su gloria.
La parte que tena el senado en el poder ejecutivo
era tan grande que, segn Polibio (1), los extranjeros
pensaban todos que Roma era una aristocracia. El senado dispona de los caudales pblicos y arrendaba las
rentas; era el rbitro en los asuntos de los aliados; decida de la guerra y la paz, dirigiendo en este particular los cnsules; fijaba el contingente militar de los
romanos y los aliados; distribua las provincias y los
ejrcitos los cnsules y pretores y, acabado el ao de
258
MONTESQUIEU
mando, poda darles sucesor; decretaba los triunfos, reciba embajadas y las enviaba; nombraba los reyes, los
recompensaba, los castigaba, los juzgaba, les otorgaba
les haca perder el ttulo de aliados del pueblo romano.
Los cnsules levantaban las tropas que deban conducir la guerra; mandaban los ejrcitos de tierra y
mar y disponan de los aliados; ejercan en las provincias toda la autoridad de la repblica; concedan la paz
los pueblos vencidos, les imponan condiciones los
remitan al senado.
En los primeros tiempos, cuando el pueblo tomaba alguna parte en los asuntos de la guerra y la paz, usaba
ms bien de su poder legislativo que del ejecutivo, limitndose confirmar lo que los reyes, y despus de
ellos los cnsules el senado haban hecho. Lejos de
ser el pueblo rbitro de la guerra, vemos que el senado y los cnsules solan lanzarse ella pesar de la
oposicin de los tribunos. Pero en la embriaguez de
sus prosperidades el pueblo aument su poder ejecutivo. As, arrogse la facultad de nombrar los tribunos
de las Iegiones (1), la cual corresponda anteriormente
los generales y poco antes de la primera guerra pnica decret que l slo tendra el derecho de declarar la guerra (2).
(i) El ao de Roma 444 (Tito Livio, primera dcada, lib. IX).
Pareciendo peligrosa la guerra contra Perseo, un senado-consulto orden que esta ley quedase en suspenso: el pueblo accedi ello. (Tito Livio, quinta dcada, lib. XLII.)
(2) Se lo arrebat al senado, dice Freinshemio, segunda dcada, libro VI.
259
CAPITULO XVIII
Del poder de juzgar en el gobierno de Roma.
El poder de juzgar fu dado al pueblo, al senado,
los magistrados, ciertos jueces. Veamos cmo se distribuy. Comienzo por los asuntos civiles.
Los cnsules (1) juzgaron despus de los reyes, como
los pretores juzgaron despus de los cnsules. Servio
Tulio se haba desprendido de la facultad de decidir
los asuntos civiles; los cnsules tampoco la ejercieron
sino en casos muy raros (2), llamados por esta causa
Contentronse con nombrar los
jueces y formar los tribunales que haban de juzgar.
Del discurso de Apio Claudio, citado en Dionisio de
Halicarnaso (4), se desprende que desde el ao 259 de
Roma mirbase esto como una costumbre establecida
entre los romanos, y no es darle mucha antigedad si
la hacemos remontar Servio Tulio.
Todos los aos formaba el pretor una lista (5) estado
con los nombres de las personas que elega para desempear el oficio de jueces durante el ao de su magistratura. Para cada asunto se tomaban jueces en n-
extraordinarios (3).
lbum judicium.
MONTESQUIEU
260
III,
II,
un pretor.
261
262
MONTBSQUIEU
263
264
MONTESQUIEU
265
266
MONTESQIIIEII
(t)
(21 Fragmento del libro XXXIV en el Extracto de las virtudes y los vicios.
(3) Penes quos Romo tum judicio erant, atque ex equestri ordine solerent sortito judices eligi in causa protorum et proconsulum, quibus, post administratam provinciam, dies dicta erant.
267
la guerra de los esclavos. Me limitar decir dos palabras: una profesin que no tiene ni puede tener ms
objeto que el lucro, una profesin que siempre peda y
la que nada se peda, una profesin sorda inexorable
que empobreca las riquezas y la misma miseria, no
deba administrar justicia en Roma.
CAPITUL O IX
Del gobierno de las provincias romanas
Los poderes se distribuan en la ciudad del modo que
hemos dicho; pero en las provincias era cosa muy diferente. La libertad estaba en el centro, la tirana en los
extremos.
Mientras Roma domin slo en Italia, fueron gobernados los pueblos como confederados, guardndose las
leyes de cada repblica. Pero cuando extendi ms
lejos sus conquistas, el senado no tuvo ya bajo su vigilancia inmediata las provincias ni pudieron los magistrados, que residan en Roma, gobernar el imperio: de
aqu que fuese preciso enviar pretores y procnsules.
Desde este momento dej de existir la armona entre las
tres potestades. Los gobernadores mandados las provincias reunan la autoridad de todas las magistraturas
romanas, qu digo? hasta la misma del senado , hasta
la misma del pueblo (1). Eran magistrados despticos,
como convenan , dado el alejamiento de los lugares
adonde se enviaban. Ejercan los tres poderes: eran, si
se me permite usar la expresin, los bajaes de la repblica.
(I) Daban sus edictos al entrar en las provincias.
268
MONTESQUIEU
269
que se sufriese la magnitud del tributo causa del mayor crdito y que la pequeez del primero consolase de
la pequeez del segundo.
Haba an otra cosa admirable. Como la divisin de
Servio Tulio en clases era, por decirlo as, el principio
fundamental de la constitucin, suceda que la equidad
en el reparto de los tributos se basaba en el principio
fundamental del gobierno y no poda desaparecer sino
con l.
Pero mientras que la ciudad pagaba los tributos sin
trabajo no pagaba nada absolutamente (1), las provincias eran esquilmadas por los caballeros, arrendatarios
de la repblica. Hemos hablado de sus vejaciones y la
historia entera est llena de ellas.
Toda el Asia me espera como su libertador, deca
Mitrdates (2); tal es el odio que han excitado contra
los romanos las rapias de los procnsules (3), las exacciones de los negociantes y las calumnias sentadas en
los juicios (4).
He aqu por qu la fuerza de las provincias nada
agreg la de la repblica, sino, por el contrario, la debilit. He aqu por qu las provincias miraron la prdida de Roma como la poca del establecimiento de la
suya.
I1cs:
270
MONTESQUIEU
CAPITULO XX
Rin de este libro.
Quisiera indagar cul es la distribucin de los poderes
pblicos en todos los gobiernos moderados que conocemos, y calcular por ello el grado de libertad de que
puede gozar cada uno. Pero no siempre conviene agotar tanto un asunto que no se deje ningn campo las
meditaciones del lector. No se trata de hacer leer, sino
de hacer pensar.
LIBRO XII
De las leyes que constituyen la libertad
poltica con relacin al ciudadano.
CAPITULO I
272
MONTESQUIEU
, del
CAPITULO II
De la libertad del ciudadano.
La libertad filosfica consiste en el ejercicio de la
propia voluntad, al menos (si debe hablarse segn
todos los sistemas) en la opinin que tiene el individuo
de que ejercita su voluntad. La libertad poltica consiste en la seguridad , al menos en la opinin que cada
uno tiene de su seguridad.
Nada ataca tanto esta seguridad como las acusaciones, pblicas privadas. La libertad del ciudadano depende, pues, principalmente de la bondad de las leyes
criminales.
No se han perfeccionado de repente estas leyes. En
los lugares mismos donde ms se ha buscado la libertad
no siempre se la ha encontrado. Aristteles (1) nos dice
que en Cumas los parientes del acusador podan ser testigos. En tiempo de los reyes de Roma la ley era tan
defectuosa que Servio Tulio pronunci la sentencia contra los hijos de Anco Marcio, acusados de haber asesi(1) Poltica, lib. II.
273 _
10.
;ercir:::
C APITUL O
III
MONTESQUIEU
274
CA PITULO IV
Que la naturaleza de las penas y su proporcin
favorecen la libertad.
Triunfa la libertad cuando las leyes criminales sacan
cada pena de la naturaleza particular del delito. Cesa
entonces lo arbitrario; la pena no tiene su origen en el
capricho del legislador, sino en la naturaleza de la cosa;
no es el hombre quien ejerce violencia sobre el hombre.
Hay cuatro especies de delitos: los de la primera
atacan la religin; los de la segunda, las costumbres;
los de la tercera, la tranquilidad; los de la cuarta, la
seguridad de los ciudadanos. Las penas que se inflijan
deben derivarse de la naturaleza de cada una de estas
cuatro especies.
No pongo en la clase de delitos que interesan la religin sino los que la ofenden directamente, como son
todos los meros sacrilegios; porque aquellos que perturban su ejercicio pertenecen la naturaleza de los que
van contra la tranquilidad la seguridad de los ciudadanos, entre los cuales deben colocarse.
(i) Vase Arstides,
Orat in Minervam.
(2)
(3)
Minerva calculus.
275
Para que la pena de los sacrilegios simples (1) se armonice con la naturaleza de la cosa, debe consistir- en
la negacin de todas las ventajas que proporciona la re-.
ligin: la expulsin de los templos; la privacin de la
comunin de los fieles, temporal perpetuamente; la
incomunicacin con ellos; las execraciones, las maldiciones, los conjuros.
En las cosas que turban la tranquilidad la seguridad
del Estado, las acciones ocultas caen bajo la accin de
la justicia humana; pero en las que ofenden la divinidad, si no hay accin pblica, no hay materia de delito,
pues todo pasa en ellas entre el hombre y Dios, quien
sabe la medida y el tiempo de sus venganzas. Si, confundiendo las cosas, el magistrado indaga tambin el
sacrilegio oculto, ejerce una inquisicin sobre un gnero de acciones en que no es necesaria: destruye la libertad de los ciudadanos, armando contra ellos el celo de
las conciencias tmidas y el de las conciencias atrevidas.
La causa del mal est en la idea de que es preciso
vengar la divinidad. Pero lo que se necesita es hacer
que se honre la divinidad, y no pensar nunca en vengarla. En efecto, si nos guisemos por esta ltima idea,
dnde acabaran los suplicios? Si las leyes de los hombres tienen que vengar un ser infinito, habrn de acomodarse su infinitud y no las debilidades, ignorancias y caprichos de la naturaleza humana.
Un historiador de Provenza (2) refiere un hecho que
pinta muy bien los descarros que puede arrastrar
(i) San Luis di leyes tan rigurosas contra los que juraban,
que el papa se crey obligado advertrselo. Entonces, aquel
prncipe moder su celo y suaviz sus leyes. Vanse sus ordenanzas.
(2) El P. Burgueret.
276
MONTESQUIEII
espritus dbiles la idea de vengar la divinidad. Acusse un judo de haber blasfemado contra la Santa Virgen y se le conden ser degollado. Pues bien, unos
caballeros, cubierto el rostro, subieron al cadalso, cuchillo en mano, y echaron al verdugo para vengar por
s mismos la honra de la Virgen... Dejo las reflexiones
al lector.
Forman la segunda clase de delitos los que infringen
las costumbres; aqu figura la violacin de la continencia
pblica particular, es decir, de la polica acerca de la
manera como debe gozarse de los placeres que acompaan al uso de los sentidos y la unin de los sexos.
Las penas de estos delitos han de derivarse tambin de
la naturaleza de la cosa. La privacin de las ventajas
con que la sociedad premia la pureza de las costumbres,
las multas, la vergenza, la precisin de ocultarse, la
infamia pblica, la expulsin de la ciudad y de la sociedad; en fin, todos los castigos propios de la jurisdiccin
correccional bastan para reprimir la temeridad de los
dos sexos. En efecto, tales delitos dependen menos de
la malicia que del olvido menosprecio de s mismo.
No se trata aqu sino de los cielitos que interesan nicamente las costumbres, no de los que atentan tambin la seguridad pblica, tales como el rapto y la
violacin, que corresponden la cuarta especie.
Los delitos de la tercera clase son los que perturban
la tranquilidad de los ciudadanos, debiendo las penas
que se les aplique deducirse de la naturaleza de la cosa
y corresponderse con esta tranquilidad, como la prisin, el destierro, las correcciones y otras penas que
amansan los nimos inquietos y los hacen entrar otra
vez en el orden .establecido.
Limito los delitos contra la tranquilidad los actos
que envuelven una simple lesin de polica, porque los
277
que, turbando la tranquilidad, atacan al par la seguridad, deben colocarse en la cuarta clase.
Las penas de estos ltimos delitos son las denominadas suplicios. Constituyen una especie de talin, por
efecto del cual la sociedad niega la seguridad al ciudadano que ha privado querido privar de ella otro.
Estas penas proceden de la naturaleza de la cosa' y estn
tomadas de la raz 5n y en las fuentes del bien y del mal.
Merece la muerte el ciudadano que ha violado la segu ridad hasta el punto de quitar la vida de intentar quitrsela otro. La pena de muerte viene ser el remedio de la sociedad enferma. Cuando se quebranta la seguridad con respecto los bienes puede haber razones
para que la pena sea capital; pero sera preferible y ms
conforme con la naturaleza que la pna de semejantes
delitos consistiese en la prdida de los bienes Esto debera ser si las fortunas fueran comunes iguales; pero
corno son los que no tienen bienes quienes generalmente dirigen sus ataques la propiedad ajena, es preciso
que la pena corporal sustituya la pecuniaria.
Todo lo que digo se funda en la naturaleza y es muy
favorable la libertad del ciudadano.
CA PITULO V
De ciertas acusaciones que requieren especialmente moderacin y prudencia.
Mxima importante: hay que ser muy circunspecto
en l persecucin de la magia y de la hereja. La acusacin de estos dos delitos puede lastimar extraordinariamente la libertad y ser fuente de multitud de tirana s
278
MONTESQUIEU
I4:
;.
Ipr,
279
CAPITULO VI
Del crimen contra natura.
No permita Dios qe trate de disminuir el horror que
inspira un delito condenado juntamente por la religin,
la moral y la poltica. Sera necesario proscribirlo aunque no hiciese ms que prestar un sexo las debilidades del otro y preparar una vejez infame por medio de
una juventud vergonzosa. Lo que diga de l le dejar
todo su oprobio, dirigindose nicamente contra la tirana que puede abusar del horror mismo que debe ten rsele
280
MONTESQUIEU
Como es propio de este delito estar oculto, con frecuencia los legisladores lo han castigado por solo la deposicin de un nio: es abrir una puerta bien ancha la
calumnia. Justiniano, dice Procopio (1), public una
ley contra este delito hizo perseguir los culpables
de l, antes despus de la ley. La declaracin de un
solo testigo, veces de un nio, de un esclavo otras,
era prueba bastante, sobre todo si se trataba de ricos
de individuos que pertenecan la faccin de los verdes (2).
(i)
Historia secreta.
(2) Vase las Consideraciones sobre las causas de la grandeza
y decadencia de los romanos, cap. XX.
1 014,
111
)11,,
281
CAPITULO VII
Del delito de lesa majestad.
Las leyes de China disponen que todo el que incurra
en falta de respeto al emperador tenga pena de la vida.
Como no determinan en qu consiste esa falta de respeto, la menor cosa puede servir de pretexto para quitar la vida cualquiera y para exterminar la familia que
se desee
Dos personas encargadas de escribir la gaceta de la
corte no expusieron fielmente las circunstancias de un
suceso: en su vista se dijo que mentir en la gaceta oficial era faltar al respeto al emperador y se las conden
muerte (1). Habiendo un prncipe de la sangre puesto
por equivocacin una nota en un memorial sealado con
el pincel rojo por el emperador, se decidi que haba
faltado al respeto debido ste, por lo que aquella fa
milia fu vctima de una de las persecuciones ms terribles que registra la historia (2).
Basta con que el delito de lesa majestad sea vago para
que el gobierno degenere en despotismo. Me extender
ms acerca de este particular en el libro que trata de la
282
MONTESQUIEU
CAPITULO VIII
De la mala aplicacin del nombre de delito
de sacrilegio y de lesa majestad.
Es violento abuso dar el nombre de delito de lesa majestad acciones que no tienen este carcter. Una ley
de los emperadores declara sacrlegos (1) los que pongan en tela de juicio el acierto del prncipe y duden del
mrito de las personas elegidas por l para desempear
algn empleo (2). Claramente se colige que este delito
se invent por el gabinete y los privados. Otra ley establece que los que atenten contra los ministros y domsticos del prncipe son reos de lesa majestad, como
si atentaran contra el mismo emperador (3). Debemos
esta ley dos prncipes (4) clebres por su debilidad;
dos prncipes quienes sus ministros conducan cual
los pastores sus rebaos; dos prncipes esclavos en
el palacio, nios en el consejo, extraos en los ejrcitos; dos prncipes que no conservaron el imperio sino
porque lo daban todos los das. Algunos de los favoritos conspiraron contra sus emperadores; hicieron ms:
conspiraron contra el imperio y llamaron los brbaros;
y cuando se quiso contenerlos, el Estado era tan dbil
(t) Graciano, Valentiniano y Teodosio. Esta ley es la tercera del cdigo de Crimin. sacra.
(2) Sacrilegil instar est dubitare . an is dignus sil quem elegerit
imperator (ibid). Esta ley sirvi de modelo la de Roger, en
las constituciones de Npoles, lib. IV.
(3) Ley quinta del cdigo ad leg. 7u1. rnaj.
(4)
Arcadio y Honorio.
283
CAPITULO IX
Continuacin de la misma materia.
Habiendo comunicado Paulino al emperador Alejandro que se aperciba perseguir como reo del delito de
lesa majestad un juez que haba fallado contra lo dispuesto en sus rdenes, el emperador le contest que,
(i) Memorias de Montresor, t. I.
(2) Nam ipsi pars corporis nostri sunt. (Ley citada del cdigo
ad leg. lul. maj.)
(3) La novena del cdigo Teodosiano, de falsa moneta.
284
MONTESQUIEU
en un siglo como el suyo, no tenan aplicacin los delitos indirectos de lesa majestad (1).
Faustiniano escribi al mismo emperador que, habiendo jurado por la vida del prncipe no perdonar
nunca su esclavo. se vea en la precisin de eternizar
su clera para no hacerse reo del delito de lesa majestad. Son vanos los terrores (2) que habis concebido,
le respondi el emperador, no conocis mis mximas.
Un 'senado consulto (3) orden que el que volviese
fundir estatuas del emperador, que hubiesen sido desechadas, no se considerara reo de lesa majestad. Los
emperadores Severo y Antonino escribieron Poncio (4) que quien vendiese estatuas del emperador, no
consagradas, no incurrira en el delito de lesa majestad.
Los mismos emperadores escribieron Julio Casiano
que el que, por casualidad, diese una pedrada alguna
estatua del emperador no deba ser perseguido como
culpable de lesa majestad (5). La ley Julia requera
estas .nodihcaciones porque haba declarado reos de
lesa majestad, no slo los que volviesen fundir estatuas de los emperadores, sino los que cometieran
cualquier accin semejante (6), lo cual haca arbitrario
este delito. Una vez establecidos muchos delitos de lesa
majestad, hubo necesidad de distinguirlos. As, el jurisconsulto Ulpiano, despus de decir que la acusacin del
delito de lesa majestad no acaba con la muerte del reo,
(i) Etiam ex aliis causis majestatis crimina cessant mea seculo.
(Leg. I, cdigo ad leg. 7u1. maj.)
(2) Alienam secta mece sollicitudinem concepisti. (Cheg. 2, cdigo ad leg. jul. maj.)
(3) Vase la ley 4, prr. I, ad leg. Tul. maj.
(4) Vase la ley 5, prr. 2, ibid.
(5) Vase la ley 5, prr. a, ff. ad leg. Tul. maj.
(6) Aliudve quid simile admiserint. (Leg. 6, ibid.)
285
CAPITULO X
Continuacin de la misma materia.
Una ley de Inglaterra, publicada en tiempos de Enrique VIII, declaraba reos de alta traicin cuantos predijesen la muerte del rey. Esta ley era muy vaga. El
despotismo es tan terrible que se vuelve contra aquellos
mismos que lo ejercen. En la ltima enfermedad del rey,
los mdicos no se atrevieron decir que estaba en pei gro; y sin duda obraron lgicamente (2).
CAPITULO XI
De los pensamientos.
Un tal Marsias son que estaba cortando el cuello
Dionisio (3). ste le mand dar muerte, diciendo que no
lo habra soado de noche si no lo hubiese pensado durante el da. Fue un acto de tremenda tirana, porque,
aunque tal hubiese pensado, nada haba hecho (4). Las
leyes no deben castigar sino los actos exteriores.
(r) En la ley ltima, fi. ad leg. "jul. de adulteriis.
(2) Vase la Historia de la Reforma, por Mr. Burnet.
(3) Plutarco, Vida de Dionisio.
(4) Es preciso que el pensamiento vaya con algn gnero de
accin.
286
MONTESQIIIEU
CAPITULO XII
De las palabras Indiscretas.
Nada hace ms arbitrario el delito de lesa majestad
que el que sean materia de , l las palabras indiscretas.
Las frases son susceptibles de tantas interpretaciones,
hay tanta distancia de la indiscrecin la malicia y es
tan corta la diferencia entre las expresiones que se emplean, que la ley no puede imponer la pena capital por
palabras, menos que diga expresamente cules castiga
con ella (1) .
Las palabras no forman cuerpo de delito: no pasan de
la idea. La mayor parte de las veces no significan nada
por s, sino por el tono con que se pronuncian. menudo
las mismas palabras repetidas expresan distinta cosa
por depender su sentido de la conexin que tienen con
otros conceptos. veces el silencio es ms significativo
que todos los discursos. No hay nada ms equvoco que
todo esto. Cmo, pues, sacar de ello un delito de lesa
majestad? Donde quiera que se halle establecida semejante ley no hay libertad, ni sombra de ella.
En el manifiesto de la difunta Zarina, dado contra la
familia de Olguruki (2), se condena muerte uno de
estos prncipes por haber proferido palabras indecentes
alusivas su persona, y otro por haber interpretado
maliciosamente sus sabias disposiciones en bien del im(t
(2) En i74o.
287
288
MONTESQUIEU
ser y estado, pondris lo que ha dicho en nuestro conocimiento, fin de que juzguemos las palabras por las
personas y veamos si debemos formar causa hacer
caso omiso de ellas.
CAPITULO XIII
De los escritos.
289
CAPITULO XIV
JY
MONTESQUIEU
290
al suplicio (1); tirano cruel y sutil, destrua las costumbres para conservar los usos.
Los magistrados japoneses, al exponer en las plazas
pblicas las mujeres desnudas, obligndolas andar
cuatro pies como las bestias, hicieron estremecerse al
pudor (2); pero cuando quisieron que una madre...
cuando quisieron que un hijo... no puedo acabar, hicieron estremecerse la misma naturaleza (3).
CA PITULO
xv
Suetonio, in Tiberio.
(2) Coleccin de los viajes que han servido _para el establecimiento de la Compaa de las Indias, tomo V, part. II.
(3) Ibid, pg. 496.
(4) Dion, en
Xifilin.
291
CAPITULO XVI
Calumnia en el delito de lesa majestad.
Hay que ser justos con los Csares. No fueron ellos
los primeros en concebir las deplorables leyes que hicieron. Fu Sila (2) quien les ense que no convena
castigar los calumniadores: pronto se lleg recompensarlos (3).
CAPITULO XVII
De la revelacin de las conspiraciones.
Si tu hermano, tu hijo, tu hija, tu mujer bien
amada, tu amigo, que es como tu alma, te dice en
secreto: Vamos servir otros dioses, le apedrears: primero tu mano ser sobre l; en seguida, la de
(t) Flavio Vopisco, en su vida.
(2) Sila dict una ley de majestad, de la que se habla en las
oraciones de Cicern, pro Cluentio, art. 3; in Pisonem, art. 21;
segunda contra Verres, art. 5; epstolas familiares, lib. III, carta it. Csar y Augusto la insertaron en las leyes Julias; otros la
adicionaron.
(3) Et quo quis distinctior accussatur, ex magas honores assequehatur, ac velutis sacrosanctus erat, (Tcito.)
292
MONTESQUIEU
todo el pueblo. Esta ley del Deuteronomio (1) no puede establecerse corno precepto civil en casi ninguno de
los pueblos que conocernos, porque abrira la puerta
todo gnero de delitos.
La ley que ordena en muc'.ios Estados, bajo pena de
la vida, revelar las conspiraciones, aunque no se haya
tomado parte en ellas, no es menos dura; si se admite en
el gobierno monrquico, es muy conveniente restringirla.
No debe aplicarse en todo su rigor sino cuando se
trata del delito de lesa majestad de primera clase. En
los Estados monrquicos es muy importante no confundir las diferentes categoras de este delito.
En el Japn, donde las leyes trastornan todas las ideas
de la razn humana, el delito de no revelacin se aplica los casos ms comunes.
En una relacin (2) se refiere que dos doncellas fueron encerradas, hasta morir, en un cofre erizado de
puntas: la una, por cierta intriga galante; la otra, por no
haberla revelado.
CAPITULO XVIII
De cun peligroso es en las repblicas castigar
demasiado el delito de lesa majestad.
Cuando una repblica ha conseguido destruir los
que intentaban trastornarla, debe apresurarse poner
trmino las venganzas, las penas y las mismas re-
compensas.
(i) Captulo XIII, vers. 6, 7, 8 y 9.
(2) Coleccin de los viajes, etc., pg. 423 , lib. V, parte II.
193
No es posible aplicar grandes castigos y, por consiguiente, realizar grandes mudanzas sin poner en manos
de algunos ciudadanos una autoridad extraordinaria.
Vale, pires, ms en este caso perdonar mucho que castigar mucho, desterrar pocos que desterrar muchos,
dejar los bienes que multiplicar las confiscaciones. De
otra manera, so pretexto de la venganza de la repblica, se establecer la tirana de los vengadores. Nunca
debe tratarse de destruir al que domina, sino la dominacin. Es preciso volver lo antes posible al curso ordinario del gobierno en que las leyes lo protegen todo
y no se arman contra nadie.
Los griegos no pusieron lmites las venganzas que
tomaron de los tiranos de los tachados de serlo. Condenaron muerte sus hijos (1) y alguna vez cinco
de sus parientes ms prximos (2), y desterraron multitud de familias, con lo que sus repblicas perdieron
la estabilidad, pues con el destierro la vuelta de los
desterrados se abrieron siempre pocas que marcaron
mudanzas en la constitucin.
Los romanos obraron con ms cordura. Cuando condenaron Casio por haber aspirado la tirana, discutieron si dar muerte sus hijos: nada les hicieron. Los
que han querido, dice Dionisio de Halicarnaso (3), mudar esta ley al fin de la guerra de los Marsios y de la
guerra civil, y excluir de los cargos pblicos los hijos
de los proscritos por Sila, son harto criminales.
En las guerras de Sila y Mario se ve hasta qu punto
se haban ido depravando poco poco las almas entre
(i) Dionisio de Halicarnaso, Antigedades romanas, lib. VIII.
(2) Tyranno occiso, quicumque ejus proximos cognatione magistratus necato. (Cicern, de Inventione, lib. II.)
(3) Libro VIII, p; 547.
294
MONTESQUIEU
los romanos. Como se desarrollaron escenas tan lamentables, la gente se complaca en creer que no volveran
repetirse. Sin embargo, en tiempo de los triunviros
se procur ser ms cruel, parecindolo menos: contrista el nimo ver los sofismas que emple la crueldad.
Lese en Apiano (1) la frmula de las proscripciones.
Creerase que slo las inspiraba el bien de la repblica,
tal es la imperturbabilidad conque se habla, tales son las
ventajas que se preconizan, tan preferibles se juzgan
otros los medios que se adoptan, tanto se encomia la seguridad de que gozarn los ricos y la tranquilidad en
que vivir el pueblo, hasta tal punto se terne poner en
peligro la vida de los ciudadanos, tanto se alardea de
querer apaciguar los soldados, de tal suerte se anuncia que todo el mundo ser feliz (2).
Roma estaba baada de sangre cuando Lpido triunf de Espaa y, por un absurdo sin ejemplo, orden regocijarse, so pena de ser proscrito (3).
CAPITULO XIX
De cmo se suspende el uso de la Iibertad en la
repblica.
En los Estados donde se hace ms aprecio de la libertad hay leyes que la violan contra uno solo para conservarla todos. Tales son en Inglaterra los bilis llamados
(t)
295
attainder
de
(captura) (1), que recuerdan las leyes de
Atenas que estatuan contra un particular (2), siempre
que se hiciesen con el voto de seis mil ciudadanos, y se
parecen las leyes dictadas en Roma contra los particulares y denominadas
Estas ltimas leyes no se decretaban sino en las grandes asambleas del
pueblo. Pero cualquiera que sea el modo como el pueblo las d, Cicern pide que se supriman, porque la
fuerza de la ley, dice, no consiste sino en que estatuye
para todos (4). Declaro, no obstante, que el uso de los
pueblos ms libres que ha habido en la tierra me obliga creer que hay casos en los cuales se debe echar por
un momento un velo sobre la libertad, como se ocultaban las estatuas de los dioses.
privilegios (3).
296
MONTESQUIEU
CAPITULO XX
De las leyes favorables la libertad del ciudadano
en la repblica.
Sucede con frecuencia en los Estados populares que
las acusaciones son pblicas, permitindose cualquiera acusar otro. De aqu la necesidad de establecer leyes adecuadas para defender la inocencia de los ciudadanos. En Atenas el acusador que no reuna en favor
suyo la quinta parte de los votos, pagaba una multa de
mil dracmas. Esquines, que haba acusado Thesifonte,
fu condenado abonarla (1). En Roma al acusador injusto le aplicaban la nota de infamia (2), marcndole la
letra k en la frente . Ponan centinelas al acusador para
que no pudiese sobornar los jueces ni los testigos (3).
Ya he hablado de la ley ateniense y de la romana,
que permitan al acusado retirarse antes del juicio.
CAPITULO XXI
De la crueldad de las leyes con los deudores
en la repblica.
Adquiere desde luego gran superioridad un ciudadano sobre otro prestndole una suma de dinero que el
segundo no ha tomado sino para gastarla, y que. por
(t) Vase Filostrato, lib. I, Vida de los sofistas, Vida de Esquines. Vase tambin Plutarco y Focio.
(2) Por la ley Remnia.
(3) Plutarco en el tratado: De corno se podra sacar utilidad
de los enemigos.
J,
297
298
MONTESQUIEU
signios de Manlio, pero el mal continu. Leyes particulares dieron los deudores facilidades para pagar (1), y
el ao de Roma 428, los cnsules dictaron una ley (2),
que quit los acreedores el derecho de tener los
deudores en sus casas como esclavos (3). Un usurero,
de nombre Papirio, intent violar la honestidad de un
joven llamado Publio, quien tena entre cadenas. El
crimen de Sexto di Roma la libertad poltica; el de
Papirio le di la libertad civil.
Fu destino de esta ciudad el que crmenes nuevos
confirmaran la libertad que le haban procurado otros
crmenes antiguos. El atentado de Apio contra Virginia
hizo renacer en el pueblo el horror los tiranos que le
haba inspirado la desgracia de Lucrecia. Treinta y siete
aos (4) despus del delito del infame Papirio, otro acto
semejante (5) impuls al pueblo retirarse al Janculo y
fu causa de que cobrase nuevo vigor la ley hecha para
la seguridad de los deudores (6).
Desde entonces, ms veces fueron perseguidos los
(^) Vanse los captulos XXI y XXII del libro XXII de esta
misma obra.
(2) Ciento veinte aos despus de la ley de las Doce Tablas.
Eo anno plebi Romana velut aliud nitium libertatis, factunz est
quod necti desierunt. (Tito Livio, lib. VIII.)
(3) Bona debitoris, non corpus obnoxium esset. (Tito Livio,
libro VIII.)
(4) El ao de Roma 465.
(3) El de Plaucio que atent la honestidad de Veturio. (Valerio Mximo, lib. VI, art. IX.) No se deben confundir estos dos
acontecimientos: intervinieron en ellos distintas personas y corresponden tiempos diferentes.
(6) Vase un fragmento de Dionisio de Halicarnaso en el
Extracto de las virtu tes y los vicios; el eptome de Tito Livio, libro XI, y Freinshemio, lib. XI.
299
CAPITULO XXII
CAPITULO XXIII
300
MONTESQUIEU
menos, que tenga su casa por asilo y el resto de su conducta garantido. Tal vez sera tolerable el espionaje si
pudiesen ejercerlo gentes honradas; pero la infamia necesaria que acompaa la persona da idea de la infamia
del oficio. El prncipe debe obrar respecto de sus sbditos con candor, con franqueza, con confianza. Quien
tiene tantas inquietudes, sospechas y temores es un actor que no acierta desempear su papel. Cuando ve
que, en general, las leyes conservan su vigor y se respetan, puede creerse seguro. La disposicin general de
los nimos le responde de las intenciones de los individuos. Que no tenga ningn temor: no le es fcil imaginarse cmo le ama todo el mundo. Y por qu no le
amaran? Es la fuente de casi todo el bien que se hace,
mientras los castigos, en su mayor parte, se atribuyen
las leyes. No se presenta nunca ante el pueblo sino con
rostro apacible: su gloria misma se comunica nosotros
y su poder nos sostiene. Prueba de que se le ama es que
se tiene confianza en l y que cuando un ministro niega
se piensa que el prncipe habra concedido. Ni aun en las
calamidades pblicas se acusa su persona, quejndose
tan slo de que ignore de que est rodeado de malas
gentes. Si el prncipe lo supiese!, dice el pueblo. Estas
palabras vienen ser una especie de invocacin y dan
testimonio de la confianza que inspira.
CAPITULO XXIV
De las cartas annimas.
Tienen los trtaros la obligacin de poner su nombre
en sus flechas, fin de que se sepa la mano que las
lanza. Herido Filipo de Macedonia en el cerco de una
301
dudad, se vi que en el dardo haban escrito las siguientes palabras: Asterio ha disparado este tiro mortal FiliJo (1). Si los que acusan un hombre se inspirasen en el bien pblico, no se dirigiran al prncipe,
que fcilmente puede estar prevenido, sino los magistrados, quienes observan reglas slo temibles los calumniadores. Cuando no quieren que las leyes se interpongan entre ellos y el acusado, es prueba de que tienen motivo para temerlas, y el menor castigo que puede
imponrseles es no darles crdito. nicamente cabe ex
ceptuar los casos en que perjudicara la lentitud de la
justicia ordinaria y se trate de la vida del prncipe. Entonces puede considerarse que el que acusa ha hecho
un esfuerzo que ha desatado su lengua y obligdole
hablar. Pero no mediando tales circunstancias, se debe
decir con el emperador Constancio: No podramos sos pechar de aquel quien ha faltado un acusador, cuando
no le faltaba un enemigo (2).
CAPITULO XXV
De la manera de gobernar en la monarqua.
La autoridad real es un resorte maestro que debe moverse con facilidad y sin ruido. Los chinos ensalzan
uno de sus emperadores que, segn ellos , gobern
como el cielo, es decir, con el ejemplo.
Hay casos en los cuales la autoridad debe obrar en
(I) Plutarco, Obras morales, col. de algunas historias romanas y griegas, tomo II, pg. 487.
(2) Leg. cd. Teod. de famosis libellis.
302
MONTESQUIEU
301
CAPITULO XXVII
De las costumbres del monarca.
Las costumbres del prncipe contribuyen tanto la
libertad como las leyes: pueden, como stas, hacer de
los hombres bestias y bestias de los hombres. Si le gustan las almas libres, tendr sbditos; si prefiere las bajas, tendr esclavos. Si quiere conocer el arte magno de
reinar, que atraiga s el honor y la virtud y busque el
mrito personal. Tambin puede alguna vez fijar los
ojos en los talentos. Que no tema esos rivales llamados hombres de mrito: es su igual desde el momento
que los ama Debe conquistar el corazn, no cautivar
el entendimiento. Hgase popular. Debe enorgullecerle
el cario del menor de sus sbditos: todos son hombres.
El pueblo pide tan pocos miramientos que es necesario concedrselos; la distancia infinita que hay entre el
soberano y l le impide serle enojoso. Fcil al ruego,
debe mostrarse firme contra las exigencias, sabiendo
que su pueblo goza con sus repulsas y los cortesanos
cofa sus gracias.
CAPITULO XXVIII
De las consideraciones que los prncipes
deben sus sbditos..
304
MONTESQUIEU
les estn menos permitidas que al ltimo de sus sbditos, porque son ellos los nicos que hieren siempre mortalmente.
Ms cuidado an deben poner en no dirigir ninguno
de sus sbditos un insulto manifiesto: su misin es perdonar, castigar, nunca ultrajar.
Cuando insultan sus sbditos, los tratan ms cruelmente que el turco el moscovita los suyos. Cuando
los ltimos insultan, humillan, pero no deshonran, mientras en ellos el insulto envuelve la vez humillacin y
deshonra.
Es tan ciega la preocupacin en los asiticos, que miran la afrenta hecha por el prncipe como efecto de su
bondad paternal; tal es, en cambio, nuestra manera de
pensar, que unimos al cruel sentimiento de la afrenta la
desesperacin de no poder lavarnos de ella jams.
Nuestros prncipes deben de estar orgullosos de tener
sbditos para quienes el honor es ms caro que la vida
y constituye un motivo de fidelidad, tanto como de
valor.
No deben olvidarse las desgracias que ha atrado
los prncipes el insultar sus sbditos, como, por ejemplo, las venganzas de Quereas, del eunuco Narss, del
conde D. Julin y de la duquesa de Motpensier, la
cual, irritada con Enrique III porque haba revelado
algunas faltas secretas suyas, le ocasion sinsabores durante toda su vida.
305
CAPITULO XXIX
De las leyes civiles capaces de dar alguna libertad
en el gobierno desptico.
- Aunque el gobierno desptico sea en todas partes el
mismo por su naturaleza, sin embargo, circunstancias
determinadas, una opinin religiosa, un prejuicio, ejemplos recibidos, cierto giro del pensamiento, de los usos,
de las costumbres, pueden originar diferencias considerables.
Es conveniente que se hayan introducido en l ciertas ideas. As, en China, el prncipe es mirado como
padre del pueblo, y al comenzar el imperio de los rabes, los prncipes , (1) eran los predicadores.
Bueno es tambin que haya algn libro religioso que
sirva de regla, como el Corn entre los rabes, los libros de Zoroastro entre los persas, los Vedas entre los
indios, los libros clsicos en China. El cdigo religioso
suple al civil y fija lo arbitrario.
No es malo que, en los casos dudosos, los jueces consulten los ministros de la religin (2). As, en Turqua,
los cades consultan los mollahs. Si el caso merece la
muerte, puede convenir que el juez particular, si le hay,
se aconseje del gobernador para que la autoridad civil
y la eclesistica estn an templadas por la poltica.
(i) Los califas.
(2) Historia de los trtaros, parte 3. a, pg. 277, en las notas.
20
306
MONTESQUIEU
CAPITULO XXX
Continuacin de la misma materia.
El furor desptico ha establecido que la desgracia de
los padres lleve consigo la de los hijos y mujeres. Harto
desdichados son ya estos seres sin ser delincuentes. Por
otra parte, debe el prncipe dejar entre el acusado y l
personas que supliquen para aplacar su ira esclarecer
su justicia.
Es muy buena la costumbre de los maldivios (1) de ir
todos los das hacer la corte al rey el seor que ha
cado en desgracia: su presencia desarma la clera del
prncipe.
Hay Estados despticos (2) donde se cree que hablar
al prncipe en favor de un desgraciado es faltarle al respeto. Prncipes as parecen dirigir sus esfuerzos privarse de la virtud de la clemencia.
Arcadio y Honorio, en la ley (3) de que tanto he hablado (4), declaran que no perdonarn los que osen
hablarles por los culpables (5). Esta ley era sumamente
mala, pues es mala en el despotismo mismo.
(I) Vase Francisco Pirard.
(2) Como hoy en Persia, segn refiere Mr. Chardin. Este uso
es muy antiguo. <Pusieron Cavades, dice Procopio, en el castillo del olvido. Hay una ley que prohibe hablar de los que estn all encerrados, y hasta pronunciar sus nombres.
(3) Quinta del cd. ad leg. ful. maj.
(4) En el cap. VIII de este libro.
(5) Federico copi esta ley en las Constituciones de Npoles, lib. I.
307
LIBRO XIII
De las relaciones que tienen con la libertad
la exaccin de los tributos y la cuanta de
las rentas pblicas.
CAPITULO I
De las rentas pblicas.
Las rentas del Estado son la parte de sus bienes que
da cada ciudadano para tener seguro el resto gozar
de l agradablemente.
Para fijarlas, es preciso atender las necesidades del
Estado y las de los ciudadanos. No se debe mermar lo
que el pueblo ha menester para sus necesidades reales
en beneficio de las necesidades imaginarias del Estado.
Son necesidades imaginarias las que crean las pasiones y debilidades de los gobernantes, el atractivo de un
proyecto extraordinario, el frvolo deseo de vanagloria
y cierta impotencia del entendimiento contra los capri
chos. menudo, personas de nimo inquieto, que estaban, bajo el prncipe, al frente de los negocios, pensaron que eran necesidades del Estado las de sus almas
mezquinas.
309
CAPITULO II
310
MONTESQUIEII
drar la desesperacin. La primera se irrita con el trabajo; la segunda se consuela con la pereza.
La naturaleza es justa con los hombres y les recompensa de sus fatigas, hacindolos laboriosos porque
mayor trabajo concede mayor premio. Pero si un poder
arbitrario les arrebata las recompensas que la naturaleza les otorga, conciben disgusto por el trabajo y consideran la inaccin como el nico bien.
CAPITULO III
De los tributos en los pases donde parte del pueblo
es siervo de la gleba.
La servidumbre de la gleba suele establecerse de
resultas de alguna conquista. En este caso, el siervo
cultivador debe ser el colono aparcero del dueo. Slo
una sociedad de prdidas y ganancias puede reconciliar
los destinados trabajar con los destinados gozar.
CAPITULO IV
De la repblica en igual caso.
Cuando una repblica reduce una nacin cultivar
las tierras para ella, no debe consentirse que el ciudadano aumente el tributo del esclavo. No era esto permitido en Lacedemonia, donde se pensaba que los
ilotas (1) cultivaran mejor las tierras sabiendo que no
(I) Plutarco.
311
CAPITULO V
De la monarqua en igual caso.
Cuando en una monarqua la nobleza obliga al pueblo
conquistado cultivar la tierra en provecho de ella, es
tambin necesario que no pueda aumentarse el canon (1). Adems, es bueno que el prncipe se contente
con su patrimonio y el servicio militar. Pero si quiere
percibir tributos en metlico de los siervos de su nobleza, ser menester que el seor sea garante del tributo (2), que lo pague por sus siervos y lo cobre de ellos,
y si no se observa esta regla el seor y los que recaudan las rentas del prncipe vejarn alternativamente al
siervo, asedindole uno despus de otro hasta que perezca de miseria huya los bosques.
CAPITULO VI
Del Estado desptico en Igual caso.
Lo que acabo de decir es an ms indispensable en el
Estado desptico. El seor que puede ser despojado
cualquier da de sus tierras y de sus siervos no se interesa tanto por su conservacin.
(i) Esto es lo que movi Carlomagno dictar sus excelentes instituciones en este punto.
(2) As se practica en Alemania.
312
MONTESQUIEU
CAPITULO VII
313
314
MONTESQUIEU
mientras el comprador, que es en realidad quien lo soporta, le confunde con el precio. Algunos autores han
dicho que Nern haba quitado el derecho del vigsimoquinto sobre los esclavos que se vendan (1); sine : u ibargo,
lo nico que hizo fu mandar que lo pagase el vendedor
en lugar del comprador: con esto solo, su reglamento,
que dejaba subsistente el impuesto, pareci suprimirlo.
Hay dos reinos en Europa donde se han establecido
impuestos muy fuertes sobre las bebidas: en el uno, el
fabricante de cerveza paga todo el derecho; en el otro,
se exige indistintamente de los consumidores. En el
primero, nadie siente el rigor del tributo; en el segundo,
todos lo miran como oneroso; en aqul, el ciudadano
slo ve la libertad que tiene de no pagar, y en ste, la
necesidad que le obliga ello.
Adems, para que el ciudadano pague, es preciso
practicar continuas averiguaciones en su casa. Nada es
tan contrario la libertad, y los que establecen semejantes impuestos no pueden tener la satisfaccin de haber encontrado en este punto el mejor modo de administrar.
CAPITULO VIII
De cmo se conserva la ilusin.
Para que el precio de la cosa y el derecho puedan
confundirse en la mente del que paga, es menester que
haya cierta relacin entre la mercadera y el impuesto
(i) Vactigal cuoque quinta et vicesima venalium mancipiorum
remissum species manis quam vi; quia cum venditor pendere juberetur, in partem pretil emptoribus accrescebat. Tcito, Anales,
libro XIII.
11
.^;
315
y que no se grave un gnero de poco valor con un derecho excesivo. Hay pases en los cuales el derecho es
diez y siete diez y ocho veces el valor del producto.
En tal caso, el prncipe quita toda ilusin los sbditos,
quienes ven que los trata poco razonablemente, lo que
les hace comprender hasta dnde llega su servidumbre.
Por otro lado, para que el prncipe cobre un derecho
tan desproporcionado con el valor de la cosa, es necesario que venda l mismo la mercadera y que el pueblo
no pueda ir comprarla otra parte, lo que est sujeto
mil inconvenientes.
Siendo en este caso muy lucrativo el fraude, la
pena natural, la que aconseja la razn, que es confiscar el gnero, no basta para contenerlo, tanto ms
cuanto que de ordinario el precio del artculo es nfimo.
Es, pues, necesario recurrir penas extravagantes, parecidas las que se imponen por los mayores delitos.
Desaparece toda idea de proporcin en las penas.
Hombres que no es posible considerar como malvados,
se castigan cual si lo fuesen, cosa absolutamente contraria al espritu del gobierno moderado.
Debe agregarse que cuantas ms ocasiones se ofrecen
al pueblo de defraudar al recaudador de rentas, tanto
ms se enriquece ste y se empobrece aqul. Para reprimir el fraude hay que conceder al recaudador medios de causar vejaciones extraordinarias, y todo est
perdido.
316
MONTESQUIEU
CAPITULO IX
De una mala especie de impuestos.
Hablaremos de pasada del impuesto establecido en algunos pases sobe e las diversas clusulas de los contratos civiles. Hallndose sujetas estas cosas distinciones
sutiles, hace falta tener, para defenderse del recaudador, conocimientos poco comunes. Favorecido por taI
circunstancia, el recaudador, intrprete de los reglamentos del prncipe, ejerce un poder arbitrario sobre
las fortunas. La experiencia ha demostrado que es preferible gravar con un impuesto el papel en que ha de
extenderse el contrato.
CAPITULO X
Que la cuanta de los tributos depende de la
naturaleza del gobierno.
Los tributos deben ser muy ligeros en los gobiernos
despticos. En otro caso, quin querra tomarse el trabajo de cultivar las tierras? Adems, cmo pagar crecidos tributos en un gobierno donde no se obtiene ningn beneficio de lo que se da?
Dadas la autoridad extraordinaria del prncipe y la
suma debilidad del pueblo, es preciso evitar toda causa
de confusin en la materia. Los tributos deben ser tan
fciles de percibir y estar establecidos con tanta fijeza,
que no puedan los recaudadores aumentarlos ni dismi-
317
CAPITULO XI
De las penas fiscales.
Es cosa singular que las penas fiscales, contra lo que
en general sucede, sean ms severas en Europa que en
Asia. En Europa se confiscan las mercaderas y veces
hasta las naves y los carruajes; en Asia no se hace lo
uno ni lo otro. La razn estriba en que en Europa el
mercader tiene sus jueces que puedan defenderle de la
opresin, mientras que en Asia los jueces despticos selob ellos mismos los opresores. Qu hara el mercader
contra un baj que hubiese resuelto confiscar sus gneros?
La vejacin llega vencerse s misma y se ve obligada cierta templanza. En Turqua no se exige ms
que un derecho de entrada, pagado el cual el pas entero
queda abierto los mercaderes. Las declaraciones falsas no llevan consigo la confiscacin ni el aumento de
derecho. En China no se abren los fardos de los que no
son mercaderes (1). En el Mogol no se castiga el fraude
(i) Du Halde, tomo II, pg. 57.
318
MONTESQUIEU
CAPITULO XII
Relacin de la cuanta de los tributos
con la libertad.
Regla general: es posible exigir tributos ms crecidos
en proporcin de la libertad que disfrutan los sbditos, y hay que irlos moderando medida que aumenta
la servidumbre. Esto ha sido y ser siempre as. Es regla
sacada de la naturaleza, que no vara; se encuentra en
todos los pases: en Inglaterra, en Holanda y en todos
los Estados donde la libertad va disminuyendo hasta
Turqua. Suiza parece ser una excepcin, porque en ella
no se pagan tributos; pero conocida es la razn particular de este hecho, que confirma lo mismo que digo.
En aquellas montaas estriles estn los vveres tan
caros y el pas tan poblado, que un suizo paga la no(1) Historia de los trtaros, tercera parte, pg. 292.
(2) Para tener comercio con los extranjeros, sin comunicarse
con ellos, han escogido dos naciones: Holanda para el comercio
de Europa, China para el del Asia. Tienen en una especie de
crcel los factores y marineros, y les ponen toda clase de
trabas.
319
CAPITULO XIII
En cules gobiernos son susceptibles de aumento
los tributos.
320
MONTESQUIEU
CAPITULO XIV
Que la naturaleza de los tributos depende
de la especialidad del gobierno.
El impuesto por cabeza es ms propio de la servidumbre: el impuesto sobre las mercaderas, ms propio
de la libertad, porque se refiere menos directamente
la persona.
Es natural en el gobierno desptico que el prncipe
no d dinero su milicia ni las personas de su corte,
sino que les reparta tierra y. por consiguiente, exija
pocos tributos. Si el prncipe paga en metlico, entonces el impuesto ms natural que puede cobrar es un
tributo por cabeza. Debe ser ste muy mdico, porque
como no es posible establecer diversas clases muy diferentes causa de los abusos que resultaran de ello,
vistas la violencia y la injusticia del gobierno, necesariamente hay que tomar por regla la cuota que pueden
pagar los ms miserables.
El tributo natural del gobierno moderado es el impuesto sobre las mercaderas. Siendo ste pagado realmente por el comprador, aunque el mercader lo antici-
321
CAPITULO XV
Abuso d la libertad.
Estas grandes ventajas de la libertad han hecho que
se abuse de ella misma. Porque el gobierno moderado
ha producido admirables efectos, se ha abandonado esta
moderacin; porque se han percibido grandes tributos
se han aumentado sin medida, y desconociendo la mano
de la libertad, que haca este regalo, se ha recurrido
la servidumbre, que todo lo niega.
La libertad ha originado el exceso de los tributos;
pero el efecto de los tributos excesivos es originar la
servidumbre, y el efecto de la servidumbre es originar
la disminucin de los tributos.
Los monarcas del Asia no publican casi ningn edicto
21
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MONTESQUIEU
CAPITULO XVI
De las conquistas de los mahometanos.
323
vejaciones inventadas por la avaricia sutil de los emperadores, se encontraron sujetos un tributo sencillo,
pagado fcilmente, recibido del mismo modo, y se juzgaron ms felices obedeciendo una nacin brbara que
un gobierno corrompido, que les haca sufrir todos los
inconvenientes de una libertad de que no gozaban, juntos con todos los horrores de una servidumbre real.
CAPITULO XVII
Del aumento de las tropas.
j,.
324
MONTESQUIEU
de tener soldados. no tendremos ms que soldados y seremos como los trtaros (1) .
Los prncipes de los grandes Estados, no contentos
con reclutar tropas en los pequeos, procuran comprar
alianzas por todas partes, lo cual casi siempre es perder el dinero.
La consecuencia de tal situacin es el aumento perpetuo de los tributos; y lo que impedir todos los remedios futuros es que no se cuenta ya con las rentas, sino
que se hace la guerra con el capital. No es cosa inaudita que los Estados hipotequen sus rentas durante la paz
misma y empleen, para arruinarse, procedimientos que
llaman extraordinarios y que lo son tanto que el hijo de
familia ms derrochador apenas los concibe (2).
CAPITULO XVIII
De la condonacin de los tributos.
La mxima de perdonar los tributos las provincias
que han padecido, seguida en los grandes imperios de
Oriente, debera ser adoptada en los Estados monr(x) No se necesita para esto ms que hacer valer la nueva
invencin de las milicias establecidas en casi toda Europa, y llevarlas al mismo exceso que las tropas de lnea.
(2) El mal de que se lamentaba Montesquieu ha ido en aumento hasta revestir en nuestros das proporciones aterradoras.
Los gastos de Guerra y Marina consumen gran parte de los
presupuestos nacionales en casi todos los pueblos de Europa,
y ya empiezan entrar por el mismo camino Ios Estados Undos de la Amrica del Norte. Millones de hombres, en lo mejor
de su edad, son arrebatados durante aos la agricultura y la
industria, las ciencias y las artes. El llamado sistema de paz
armada, que prevalece hace tiempo, resulta tan ruinoso para
los Estados como la guerra ms desastrosa.N. del T.
GG ;
325.
quicos. Hay algunos en que rige, pero contribuye hacer ms abrumadora la carga, porque como el prncipe
no cobra ms ni menos, todo el Estado viene ser solidario. Para aliviar un lugar que paga mal, se sobrecarga otro que paga mejor, con lo que no se restaura
el primero, pero se destruye el segundo. El pueblo lucha desesperado entre la necesidad de pagar, por miedo los apremios, y el peligro de pagar, por temor de
los recargos.
Todo Estado bien gobernado debe consignar como
primer artculo de sus gastos una suma dedicada casos fortuitos. Ocurre al pblico lo mismo que los particulares, quienes se arruinan si gastan precisamente todas sus rentas.
Respecto de la solidaridad entre los habitantes del
mismo lugar, se ha dicho (1) que era razonable, porque
poda suponerse un complot fraudulento por parte de
ellos; pero de dnde se ha sacado que, fundndose en
suposiciones, debe establecerse una cosa injusta en s
misma y ruinosa para el Estado?
CAPITULO XIX
De si es ms conveniente al prncipe y al pueblo
arrendar administrar los tributos.
326
MONTESQUIEU
327
CAPITULO XX
De los arrendadores pblicos.
Todo est perdido cuando la profesin lucrativa de los
arrendadores llega por sus riquezas ser una profesin
honrosa. Esto puede ser bueno en los Estados despti(t) Vase Chardin, Viaje Persia, tomo VI.
(2) Tcito, Annales, lib. XIII.
(3) Crevier observa que Montesquieu no interpreta exactamente lo dispuesto en este punto por Nern, el cual dice: ut
leges cujusque publici occullw ad id tenz_ us proscrberentur, con lo
que quiere significar que se pongan al pblico las condiciones
concedidas por el Estado en sus arriendos los asentistas, para
cada clase de impuestos. N. del T.
328
MONTESQUIEU
cos, donde, menudo, tal empleo forma parte de las funciones de los mismos gobernadores. No es conveniente
en la repblica, hasta el punto de que una cosa parecida
destruy la repblica romana; y no es mejor en la monarqua, no pudiendo darse nada ms contrario al espritu de este gobierno. Se apodera cierto disgusto de las
dems profesiones: el honor pierde toda su consideracin: no gustan los medios lentos y naturales de distinguirse, y el gobierno es herido en su principio.
Vi la gente formarse en otros tiempos fortunas escandalosas: fu una de las calamidades que trajo la guerra de los cincuenta aos; pero entonces tales riquezas
tuvironse por ridculas y hoy las admiramos.
Cada profesin tiene su lote. El de los que redaudan
los tributos consiste en las riquezas, y las recompensas
de estas riquezas son las riquezas mismas. La gloria y
el honor son para aquella nobleza que no conoce, que
no ve, que no siente ms bien verdadero que el honor y
la gloria. El respeto y la consideracin son para aquellos
ministros y aquellos magistrados que no hallando sino el
trabajo despus del trabajo, velan noche y da por la
felicidad del imperio.
LIBRO %IV
De las leyes con relacin la naturaleza
del clima.,
CAPTULO I
Idea general.
Si es cierto que el carcter del alma y las pasiones
del corazn son muy diferentes en los diversos climas,
las leyes deben estar en relacin con la diferencia de
estas pasiones y de stos caracteres.
CAPITULO II
Que los hombres son muy diferentes en los
diversos climas.
El aire fro (1) contrae las extremidades de las fibras
exteriores de nuestro cuerpo: esto aumenta su elasticidad y favorece la vuelta de la sangre desde las extre(i) Esto se nota la simple vista: con el fro parece unce
ms flaco.
330
MONTESQUIEU
midades hacia el corazn. Tambin disminuye la longitud de esas mismas fibras (1), con lo que redobla su
fuerza. El aire caliente, por el contrario, afloja las extremidades de las fibras y las alarga, disminuyendo, por
consiguiente, su fuerza y su elasticidad.
Se tiene, pues, ms vigor en los climas fros. La
accin del corazn y la reaccin de las extremidades de
las fibras se verifican mejor, los lquidos estn ms en
equilibrio, la sangre es impulsada con ms velocidad
hacia el corazn y, recprocamente, el corazn desarrolla ms potencia. Esta mayor fuerza debe producir
grandes efectos: por ejemplo, ms confianza en uno
mismo, es decir, ms valor; ms conocimiento de la
propia superioridad, esto es, menor deseo de venganza;
ms firme opinin de la seguridad personal, sea, ms
franqueza, menos sospechas, menos doblez y menos astucias. En suma, la diversidad de climas debe formar
caracteres muy diferentes. Si ponis un hombre en un
lugar caliente y cerrado, experimentar, por las razones que acabo de exponer, un desfallecimiento muy
grande. Id proponerle en tales circunstancias cualquier accin atrevida, y creo que le hallaris muy poco
dispuesto acometerla; la debilidad actual introducir
cierto desaliento en su alma; tendr miedo de todo por
sentir que no puede nada. Los pueblos de los pases clidos son tmidos como los viejos; los de los pases fros,
valerosos como los jvenes. Si nos fijamos en las ltimas guerras (2), en las cuales, por tenerlas ms la
vista, podemos descubrir mejor ciertos efecto ligeros,
imperceptibles de lejos, observaremos que los pueblos
del Norte trasladados los pases del Medioda (3), no
(i) Es sabido que tambin contrae el hierro.
(2) Las de la sucesin de Espaa.
(;) En Espaa, por ejemplo.
11,;^,^.
331
han realizado tan bellas acciones como 'sus compatriotas, quienes, peleando en su propio clima, estaban en
posesin de todo su valor.
. La fuerza de las fibras de los pueblos del Norte hace
que se saquen de los alimentos los jugos ms groseros.
Resultan de aqu dos cosas: una, que las partes del
quilo de la linfa son ms propias, causa de su mayor
s'_tperficie, para colocarse sobre las fibras y nutrirlas;
otra, que son menos propsito, por su grueso, para
comunicar cierta sutileza al jugo nervioso. Las gentes
de estos pueblos tendrn, por tanto, mucha corpulencia
y poca vivacidad
Los nervios terminan por todos lados en el tejido de
nuestra piel, formando cada uno un haz. De ordinario,
no se conmueve todo el nervio, sino una parte infinitamente pequea de l. En los paises clidos, donde lo
elevado de la temperatura relaja el tejido' de la piel, las
puntas de los nervios estn desplegadas y expuestas la
accin ms insignificante de los ms dbiles objetos. En
los pases fros, el tejido de la piel est encogido, comprimidas las mamilas, y las borlillas, en cierto modo,
paralizadas; la sensacin no pasa al cerebro sino cuando
es muy fuerte y de todo el nervio junto. Pero la imaginacin, el gusto, la sensibilidad, la vivacidad, dependen
de un nmero infinito de pequeas sensaciones.
He observado el tejido exterior de una lengua de carnero en el punto donde primera vista aparece cubierta
de mamilas. Con un microscopio vi sobre stas unos
pelitos una especie de pelusilla; entre las mamilas
haba unas pirmides que formaban por la punta como
unos pincelillos. Existen poderosos motivos para creer
que estas pirmides son el principal rgano del gusto.
Haciendo helar la mitad de la lengua hall, simple
vista, c onsiderablemente disminuidas las mamilas; hasta
332
MONTESQUIEU
333
334
MONTESQUIEII
CAPITULO III
Contradiccin en los caracteres de ciertos
pueblos del Medioda.
335
CAPITULO IV
Causa de la inmutabilidad de la religin, de las
costumbres, de los usos, de las leyes en los paises de Oriente.
336
MONTESQUIEU
CAPITULO V
Que los malos legisladores son los que han Pavo&
recido los vicios propios del clima y los buenos
los que se han opuesto ellos.
Los indios creen que el reposo y la nada son el fundamento de todas las cosas y el fin donde van parar. Miran, pues, la inaccin completa como el estado
ms perfecto y el objet de sus deseos. Dan al Ser soberano el sobrenombre de inmvil (1). Los siameses
creen que la felicidad (2) suprema consiste en no verse
obligado animar una mquina y hacer obrar un
cuerpo.
En aquellos pases donde el excesivo calor enerva y
aniquila es tan deliciosa la quietud y tan penoso el movimiento, que este sistema de metafsica parece natural; y Foe (3), legislador de los indios, tom por gua sus
impulsos naturales al reducir los hombres un estado
completamente pasivo; pero su doctrina, nacida de la
pereza del clima y favorecindola, su vez, ha causado
mil males.
Ms sensatos fueron los legisladores chinos, quienes
considerando los hombres no en el estado de quietud
en que se hallarn algn da, sino en el de actividad
(t) Panamanak. Vase Kircher.
(2) La Loubere, Relacin de Siam, pg. 446.
(3) Foe quiere reducir el corazn al puro vaco. Tenemos
ojos y odos, pero la perfeccin es no ver ni oir: tenemos boca,
manos, etc.; la perfeccin consiste en que estos miembros estn
en la inaccin. Se ha sacado esto del dilogo de un filsofo
chino,que trae el P. I)u Hualde, tomo III.
337
CAPITULO VI
Del cultivo de las tierras en los climas clidos.
22
338
MONTESQIIIEII
CAPITULO VII
Del monacato,
El monacato produce en tales climas los mismos perniciosos efectos, habiendo nacido en los pases clidos
de Oriente, donde se propende menos la accin que
la especulacin.
En Asia parece que el nmero de derviches monjes
aumenta con el ardor del clima; la India, donde el calor es excesivo, est llena de ellos; se observa en Europa la misma diferencia,
Para vencer la pereza del clima sera preciso que las
leyes procurasen quitar todos los medios de vivir sin
trabajar; pero en el Medioda de Europa hacen todo lo
contrario, pues dan los que quieren . estar viciosos
destinos propios para la vida contemplativa, los cuales van anejas grandes riquezas. Estos hombres, viviendo en medio de una abundancia que les es gravosa, se
complacen en dar lo que les sobra al pueblo bajo, el
cual, si ha perdido la propiedad de los bienes, se indemniza con la ociosidad que disfruta y llega amar su
propia miseria.
CAPTULO VIII
Buen uso existente en China.
Las relaciones (1) concernientes China nos hablan
de la ceremonia de remover el suelo, que el emperador ejecuta todos los aos. Con este acto pblico y so(i) El P. Du Halde, Historia de China, t. II, pg. 27.
339
CAPTULO IX
Medios de alentar la industria.
Probar en el libro XIX que las naciones indolentes
son, por regla general, orgullosas. Podra combatirse la
causa con el efecto y emplear el orgullo para destruir
la pereza. En el Medioda de Europa, donde los pueblos
ponen tan alto el pundonor, sera bueno otorgar premios los labradores que mejor cultivaran sus campos
y los artesanos que realizasen ms adelantos en su industria. Esta prctica dar muy buenos resultados en
cualquier pas. En nuestros das ha servido en Irlanda
para establecer una de las fbricas ms importantes de
lienzos que hay en Europa.
(i) Muchos reyes indios hacen lo mismo. (Relacidn del reino
de Siam, por La Loubere, pg. 69.)
(2) Venty, tercer emperador de la tercera dinasta, cultiv
la tierra con sus propias manos hizo trabajar en la seda, en su
palacio, la emperatriz y sus damas. (Historia de China.)
(3)
340
MONTPSQIIIEII
C A PTUL.O
341
No sera buena semejante ley en los pases fros, donde el clima parece obligar una especie de embriaguez
nacional, muy distinta de la de la persona. La embriaguez existe en toda la tierra, siendo proporcional al fro
y la humedad del clima. Psese del Ecuador nuestro
polo y se ver cmo aumenta la embriaguez con los grados de latitud. Vyase del Ecuador al polo opuesto y se
ver aumentar hacia el Medioda (1) como antes hacia
el Norte.
Es natural que all donde el vino es contrario al clima y, por tanto, la salud, el exceso en la bebida se
castigue con ms severidad que en los otros pases en
que la embriaguez es poco perjudicial la persona, no
lo es mucho la sociedad y no vuelve los hombres
furiosos, sino solamente estpidos. As, las leyes que
castigan los borrachos (2), tanto por la falta que cometen como por la embriaguez, slo son aplicables la
embriaguez de la persona y no la de la nacin. Un
alemn bebe por hbito; un espaol, por gusto.
En los pases clidos, la relajacin de las fibras proluce una gran traspiracin de lquidos; pero las partes
slidas se disipan menos. Las fibras que ejercen una accin muy dbil y estn dotadas de poca elasticidad, se
gastan poco: se necesita poco jugo nutritivo para repararlas y, por consiguiente, se come muy poco,
Las distintas necesidades en los diferentes climas han
formado las diversas maneras de vivir, y estas diversas maneras de vivir han originado las distintas clases
(r) Esto se ve en los hotentotes y los pueblos de la punta de
Chile que est ms hacia el Sud.
(2) Como hizo Pitaco, segn Aristteles, Poltica, libro II, captulo III. Viva en un pueblo donde la embriaguez no era vicio
nacional.
342
MONTESQUIEU
de leyes. En la nacin donde los hombres se comuniquen mucho, sern necesarias ciertas leyes: convendrn
otras un pueblo que no tenga esta costumbre.
CAPITULO XI
De las leyes que tienen relacin con las enferme=
dades del clima.
Herodoto (1) refiere que las leyes de los judos acerca de la lepra se tomaron de la prctica seguida en
Egipto. En efecto, las mismas enfermedades pedan los
mismos remedios. Entre los griegos y los primeros romanos no hubo leyes parecidas por no existir tampoco
la expresada enfermedad. El clima de Egipto y de la
Palestina las hizo necesarias; y la facilidad con que ese
mal se propaga nos da comprender la sabidura y la
previsin de ellas.
Nosotros mismos hemos experimentado sus efectos:
los cruzados nos trajeron la lepra; pero los sabios reglamentos que se formaron, impidieron que cundiese
en la masa del pueblo.
Se ve por la ley de los lombardos (2) que esta enfermedad se hallaba esparcida en Italia antes de las Cruzadas y haba llamado la atencin de los legisladores.
Rotaris orden que se arrojase al leproso de su casa y
se le pusiese en un lugar apartado, no permitindosele
disponer de sus bienes, porque desde el momento en
que sala de su domicilio, se le reputaba muerto. Para
(t) Libro II.
(2) Libro II, tt. I, pr. 3, y tt. XVIII, pr. I.
'dC
343
impedir toda comunicacin . con los leprosos, se les declaraba incapaces de derechos civiles.
Pienso que tal plaga vino Italia de resultas de las
conquistas de los emperadores griegos, en cuyos ejrcitos habra quizs milicias de Palestina de Egipto.
Como quiera que fuese, los progresos del mal se contuvieron hasta la poca de las Cruzadas.
Dcese que los soldados de Pompeyo, al volver de
Siria, trajeron una enfermedad muy parecida la lepra.
No ha llegado hasta nosotros ningn reglamento que
por entonces se hiciera; pero es lo probable que se formara alguno, pues el mal qued en suspenso hasta el
tiempo de los lombardos.
Hace dos siglos que una enfermedad, desconocida de
nuestros padres, pas del Nuevo Mundo al antiguo, y
vino atacar la naturaleza humana en la fuente misma de la vida y de los placeres. La mayor parte de las
principales familias del Medioda de Europa perecieron vctimas de un mal que, en fuerza de ser comn,
no era ya afrentoso y s slo funesto. La sed de oro perpetu esta enfermedad: la gente iba de continuo
Amrica y traa nuevos fermentos.
Por razones piadosas se quiso dejar este mal por
castigo al delito; pero la calamidad se haba introducido en el seno del matrimonio inficionado la misma
infancia.
Como incumbe la sabidura de los legisladores velar por la salud de los ciudadanos, habra sido lo ms
prudente detener el contagio por medio de leyes semejantes las mosaicas.
La peste es un mal cuyos estragos son todava ms
prontos y ms rpidos. Tiene su asiento principal en
Egipto, de donde se propaga todo el mundo. En la
mayor parte de los Estados de Europa existen muy bue-
344
MONTESQUIEU
CAPITULO XII
De las leyes contra los que se suicidan (2).
No vemos en las historias que los romanos se diesen
la muerte sin motivo; pero los ingleses se matan sin que
pueda imaginarse la causa; se suicidan aun en medio
de la felicidad. Esta accin era entre los romanos efecto
de la educacin, dependiendo de su manera de pensar
y de sus costumbres; entre los ingleses es efecto de una
enfermedad (3), derivada del estado fsico de la mquina independiente de toda otra causa.
345
CAPITULO XIII
Efectos que resultan del clima de Inglaterra.
En una nacin donde una- enfermedad del clima se
comunica de tal modo al alma que puede producir el
disgusto de todas las cosas, sin exceptuar la vida, es
evidente que el gobierno que ms conviene gentes
quienes todo es insoportable ser aquel en que no
pueden achacar uno solo el ser la causa de sus disgustos, y en el cual, gobernando las leyes ms bien que los
hombres, se necesite trastornarlas para mudar el
Estado.
Si tal nacin hubiese recibido del clima cierto carc-
346
MONTESQUIEU
Difiere de la ligereza, que consiste en acometer empresas sin motivo y en abandonarlas del mismo modo.
Se aproxima ms la obstinacin, porque proviene de un
sentimiento tan vivo de los males, que no se debilita ni
aun con el hbito de padecerlos.
Este carcter, en una nacin libre, es muy propsito para desconcertar los proyectos de la tirana (1), que
es siempre lenta y menguada en sus comienzos, como
es pronta y viva en su fin; que no muestra al principio
sino una mano para socorrer y oprime en seguida con
multitud de brazos.
La servidumbre empieza siempre por el sueo; pero
un pueblo que no descansa en ninguna posicin, que se
est tocando sin cesar, y que en todas partes siente dolor, no puede dormirse.
La poltica es una lima sorda, que gata y llega lentamente su fin. Ahora bien, hombres como aquellos de
que acabamos de hablar no podran sufrir las lentitudes, los detalles, la serenidad propia de las negociaciones: sacaran de ellas menos partido que cualesquiera
otros, y perderan con los tratados lo que hubiesen ganado con las armas.
CAPITULO XIV
Otros efectes del clima.
Nuestros padres, los antiguos germanos, vivan bajo
un clima en que las pasiones eran muy tranquilas. Sus
leyes no hallaban en las cosas sino lo que vean, no
(t)
347
ingenua marito alicuius adulterio se sociaverit et hoc manifestis indiciis convicta patuerit, addicatur uxori cuius marito se miscuit, ut in ipsius potestate
vindicta consistat. N. del T.
MONTESQUIEU
348
CAPITULO XV
De la diferente confianza que las leyes tienen
en el pueblo, segn los climas.
El carcter del pueblo japons es tan atroz que sus
legisladores y sus magistrados no han podido tener ninguna confianza en l; no le han puesto delante de los
ojos sino jueces, amenazas y castigos y le han sujetado
incesantemente la inquisicin de la polica. Esas leyes que, de cada cinco cabezas de familia, instituyen
uno como magistrado de los otros cuatro; esas leyes
que castigan toda uua familia todo un barrio por
un solo delito; esas leyes que no encuentran inocentes
all donde puede haber un culpable, se han escrito para
que todos los hombres desconfen unos de otros y cada
349
I,IB1t0 %V
Cmo las leyes de la esclavitud civil tienen
relacin con la naturaleza del clima.
CAPITU LO I
De la esclavitud civil.
La esclavitud propiamente dicha es la institucin de
un derecho que hace un hombre propiedad de otro
nombre, hasta el punto de ser el segundo dueo absoluto de la vida y los bienes del primero. No es buena
por su naturaleza ni es til al dueo ni al esclavo: no lo
es ste porque no puede hacer nada por virtud; no lo
es aqul porque contrae con sus esclavos todo gnero
de malos hbitos, acostumbrndose insensiblemente
faltar todas las virtudes morales, y trnase fiero, arrebatado, duro, colrico, voluptuoso, cruel.
En los pases despticos, donde se est ya sujeto la
esclavitud poltica, la civil es ms tolerable que en otras
partes. Todos deben estar all bastante contentos con
tener el alimento y la vida. As la condicin de esclavo
casi no es all ms gravosa que la de sbdito.
Pero en el gobierno monrquico, donde es sumamen-
351
CAPITULO II
Origen del derecho de esclavitud en los
consultos romanos.
juris-
Parece imposible de creer que la esclavitud haya tenido su origen en la piedad, de tres maneras diferentes (1).
El derecho de gentes estableci que los prisioneros
fuesen esclavos para que no se les diese muerte. El derecho civil de los romanos permiti los deudores,
quienes sus acreedores podan maltratar, venderse ellos
mismos. Y el derecho natural ha querido que los hijos
del padre esclavo, que no poda mantenerlos, fuesen
esclavos como su padre.
Estas razones, que aducen los jurisconsultos romanos,
carecen de fundamento: 1. Es falso que sea lcito matar
en la guerra, salvo caso de necesidad; pero desde que
un hombre hace esclavo otro, no puede decirse que
haya necesitado matarlo, puesto que no lo ha hecho. El
nico derecho que la guerra puede dar sobre los cauti-
352
hONTE$QUIEU
..f
353
CAPITULO III
Otro origen del derecho de esclavitud.
Por mi parte, agregar lo dicho que el derecho de
esclavitud proviene del desprecio con que una nacin
mira otra, fundada en la diferencia de costumbres,
23
354
MONTESQUIEU
Lpez de Gmara (1) dice que los espaoles encontraron cerca de Santa Marta unas canastas en que los
habitantes tenan provisiones, consistentes en cangrejos, caracoles, cigarras y langostas. Los vencedores imputaron esto como un crimen los vencidos. El autor
confiesa que tal fu el fundamento del derecho que haca los americanos esclavos de los espaoles, adems
de fumar aqullos tabaco y de no llevar la barba la
espaola.
Los conocimientos vuelven amables los hombres; la
razn conduce la humanidad; slo las preocupaciones
hacen renunciar ella.
CAPTULO IV
Otro origen del derecho de esclavitud.
Dira yo asimismo que la religin da los que la profesan el derecho de reducir esclavitud los que no la
profesan, fin de procurar con ms facilidad su propagacin.
Tal fu la creencia que alent los devastadores de
Amrica en sus crmenes (2), y en ella fundaron el derecho de hacer esclavos tantos pueblos, porque aquellos bandidos, que queran ser un tiempo bandidos y
cristianos, eran muy devotos.
Luis XIII (3) mostr gran repugnancia la ley que
(i) Bibliot. ing., tomo XIII, segunda parte, art. 3.0
(2) Vase la Historia de la conquista de Mjico, por Sols, y
la del Per, por Garcilaso de la Vega.
(3) El P. Labat, Nuevo viaje d las islas de Amrica, tomo IV,
pgina, r i 4, en dozavo.
355
CAPITULO V
De la esclavitud de los negros.
Si me viese precisado defender el dei echo que hemos tenido para reducir esclavitud los negros, he aqu cmo me expresara:
Habiendo exterminado los pueblos de Europa los
de Amrica, debieron hacer esclavos los de frica,
fin de desmontar tantas tierras.
El azcar sera muy caro si no se obligase los negros cultivar la planta que lo produce.
Son los tales esclavos negros de los pies la cabeza
y tienen la nariz tan aplastada que es casi imposible
compadecerlos.
No puede comprenderse cmo Dios, que es un ser
sapientsimo, haya colocado un alma, sobre todo un
alma buena, en un cuerpo completamente negro.
Es tan natural pensar que el color constituye la esencia de la humanidad, que los pueblos de Asia, al hacer
eunucos, privan siempre los negros de la relacin ms
sealada que tienen con nosotros.
Se puede juzgar del color de la piel por el del cabello, el cual tena tanta importancia para los egipcios, los
mejores filsofos del mundo, que mataban todos los
hombres bermejos que caan en sus manos.
La prueba de que los negros no tienen sentido comn
es que hacen ms caso de un collar de vidrio que del
$56
MONTESQUIEU
CAPITULO VI
Verdadero origen del derecho de esclavitud.
Hora es ya de indagar el verdadero origen del derecho
de esclavitud: debe estar fundado en la naturaleza de
las cosas; veamos si hay casos en que se deriva de ella.
En los gobiernos despticos hay gran inclinacin
venderse: en ellos, la esclavitud poltica anula en cierto
modo la libertad civil.
Mr. Perry (1) dice que los moscovitas se venden con
suma facilidad; comprndese perfectamente el motivo;
su libertad no vale nada.
En Achim, todo el mundo busca venderse. Algunos
seores principales (2) no tienen menos de mil esclavos,
los cuales son los mercaderes ms importantes, que tienen su vez muchos esclavos bajo ellos, de quienes de (t) Estado presente de la Gran Rusia, por Juan Perry; Pars,
1 717, en dozavo.
(2) Nuevo viaje alrededor del mundo, por Guillermo Dampierre, tomo III; Amsterdan, 1711.
"`.:57
penden otros muchos; se les hereda y se les hace traficar. En tales Estados, los hombres libres, muy dbiles
contra el poder pblico, procuran llegar ser esclavos
de los que tiranizan al gobierno.
He aqu el origen verdadero, y conforme la razn,
de ese derecho de esclavitud muy benigno que existe
en algunos pases; y debe ser benigno por fundarse en
la eleccin libre de amo que hace un hombre, mirando
su utilidad, lo cual forma una convencin recproca
entre las dos partes.
CAPITULO VII
Otro origen del derecho de esclavitud.
He aqu otro origen del derecho de esclavitud y aun
de esa esclavitud cruel que se ve entre los hombres.
Hay pases donde el calor enerva el cuerpo y debilita
tanto las fuerzas, que no se impulsa los hombres al
cumplimiento de un deber penoso sino por el temor al
castigo.
En ellos la esclavitud repugna menos la razn, y
siendo el dueo tan cobarde respecto de su prncipe
como su esclavo lo es respecto de l, la esclavitud poltica acompaa tambin la esclavitud civil.
Aristteles (1) quiere probar que hay esclavos por naturaleza: los argumentos que aduce no lo demuestran.
Me parece que, si hay tales esclavos, son aquellos de
que acabo de hablar.
Pero como todos los hombres nacen iguales, es preci(1) Poltica, lib . I, cap. I.
358
MONTESQUIEU
CAPITULO VIII
Inutilidad de la esclavitud entre nosotros.
Es menester, por tanto, limitar la esclavitud natural
ciertos pases particulares de la tierra. En los dems
creo que, por penosos que sean los deberes que exija la
sociedad, todo se puede hacer con hombres libres.
Muveme pensar as el que antes de abolir el cristianismo en Europa la esclavitud, tenase por tan duro
el trabajo de las minas, que se imaginaba no eran capaces de ejecutarlo ms que los esclavos y los delincuentes. Pero sbese hoy que los hombres dedicados l viven felices (1). Se ha fomentado esta ocupacin con privilegios de poca entidad; se ha unido al aumento de
trabajo el de la ganancia y se ha logrado que los mineros amen su oficio ms que cualquiera otro que hubieran podido tomar.
(i) Puede instruirnos acerca de esto lo que pasa en las
minas de Hartz, en la baja Alemania, y en las de Hungra.
111
4uFi;'
359
No hay trabajo tan fatigoso que no pueda prporcionarse las fuerzas del que lo ejecuta, siempre que lo
regule la razn y no la avaricia. Es posible suplir con
las mquinas que el arte inventa aplica el trabajo forzado que en otras partes se encarg los esclavos.
Siendo las minas de los turcos, en el banato de Temeswar, ms ricas que las de Hungra, no producan tanto
porque en ellas slo se utilizaban los brazos de los esclavos.
No se si este artculo me lo dicta el entendimiento
el corazn. No hay quiz clima en la tierra donde no se
pueda estimular al trabajo los hombres libres. Con las
malas leyes, se volvi los hombres perezosos; por ser
los hombres perezosos, se les redujo ' la esclavitud.
CAPITULO IX
360
MONTESQUIEU
CAPITUL O X
Diversas especies de esclavitud.
Hay dos clases de servidumbre: la real y la personal.
La primera es la que liga el esclavo la tierra, como suceda entre los germanos, segn Tcito (1). El siervo no
desempeaba all oficios en la casa, sino que entregaba
su dueo cierta cantidad de trigo, de ganado de tela.
La esclavitud no iba ms lejos. Esta clase de servidumbre existe an en Hungra, en Bohemia y en muchas
regiones de la baja Alemania.
La servidumbre personal se refiere al ministerio de la
casa y tiene ms relacin con la persona del amo.
La esclavitud reviste su carcter ms odioso cuando
es la vez personal y real. Tal era entre los lacedemonios la esclavitud de los ilotas, que estaban sujetos
todos los trabajos fuera de casa y todas las injurias
dentro de ella. El ilotismo es contrario la naturaleza
de las cosas. Los pueblos sencillos, dice Tcito, no tienen ms que una esclavitud real (2), porque las mujeres
y los hijos se dedican al trabajo domstico. En los pue(r) De moribus germanopum.
(2) No podris, dice Tcito, distinguir al amo del esclavo
por las delicias de la vida.
>Se
361
CAPITULO XI
De lo que deben hacer las leyes con relacin
la esclavitud.
Pero, sea cual fuere la naturaleza de la esclavitud,
las leyes civiles deben tratar de evitar, por una parte,
sus abusos y, por otra, sus peligros.
CAPITULO XII
abuso de la esclavitud.
En los Estados mahometanos (1), el amo es no slo
dueo de la vida y los bienes de las mujeres esclavas,
sino tambin de su virtud su honra. Es una de las
desgracias de esos pases el que la mayor parte de la
nacin sea esclava de la otra. Esta servidumbre se compensa con la pereza en que se deja vivir los esclavos,
lo que es an una nueva desgracia para el Estado.
Es esa pereza lo que convierte los serrallos de Oriente (2) en mansin de delicias para aquellos mismos con(i) Vease Chardin, Viaje Persia.
(2) Vase Chardin, tomo II, en su
de Izagur.
362
MONTESQUIEU
,,
EL ESPRITII DE
LA
S LEYES
CAPITULO XIII
364
MON'1'ESQUIEU
CAPITULO XIV
De los esclavos armados.
Ofrece menos riesgos el armar los esclavos en las
monarquas que en las repblicas. En las primeras, un
pueblo guerrero, un cuerpo de milicia los mantendr
sumisos. En las segundas, hombres que nicamente son
ciudadanos, apenas podrn contener unas gentes que,
en teniendo las armas en la mano, se reputaran iguales
ellos.
Los godos, que conquistaron Espaa, desparramronse por todo el pas, y no tardaron en comprender
que no eran bastante fuertes. En su vista, adoptaron
tres medidas muy notables: derogaron la antigua costumbre que les prohiba (1) enlazarse por el matrimdnio
con los romanos; dispusieron que todos los libertos (2)
del fisco fuesen la guerra, so pena de recaer en la
esclavitud, y ordenaron que los godos llevasen la
guerra y armasen la dcima (3) parte de sus esclavos.
Este nmero era poco considerable en comparacin
del que quedaba; adems, los esclavos, conducidos la
guerra por sus seores, no formaban un'cuerpo separado; estaban en el ejrcito, pero seguan, por decirlo as,
en la familia.
(i) Ley de los visigodos, lib. III, tt. I, pr. I.
(2) Ibid., lib. V. tt. VII, pr. 20.
(3) Ibid., lib. IX, tt. I, pr. 9.
365
CAPITULO XV
Continuacin de la misma materia.
Menos de temer es an armar los esclavos cuando
toda la nacin es guerrera.
Por la ley de los alemanes, un esclavo que robaba (1)
un objeto depositado, incurra en la misma pena que un
hombre libre en igual caso; pero si se apoderaba de l
empleando la violencia (2), no estaba obligado ms que
restituirlo. Entre los alemanes los actos que tenan su
origen en el valor y la fuerza no eran odiosos. Este
pueblo se serva de los esclavos en sus guerras. En la
mayor parte de las repblicas se ha cuidado siempre de
abatir el valor de los esclavos; los alemanes, fiados en
s mismos, procuraban aumentar la audacia de los suyos; armados siempre, nada teman de ellos, que eran
siempre instrumentos de sus rapias de su gloria.
CAPITULO XVI
Precauciones que hay que tomar en el gobierno
moderado.
La humanidad con que se trate los esclavos evitar tal vez en los Estados moderados los peligros que
pudieran temerse de su crecido nmero. Los hombres
se acostumbran todo, aun la servidumbre, siem(i) Ley de los alemanes, cap . V, pr. 3.
(2) Ley de los alemanes, cap. V, pr. 5, per virtutem.
366
MONTESQUIEU
367
368
MONTESQUIEU
un legislador terrible. Por no saber inspirar la ley confianza en Roma los esclavos, no pudo tener confianza
en ellos.
CAPITULO XVII
Reglamento que hay que establecer entre el amo
y los esclavos.
El magistrado debe cuidar de que el esclavo est alimentado y vestido: esto debe regularlo la ley.
Tambin le corresponde velar por que sean asistidos
en sus enfermedades y en su vejez . Claudio (1) orden
que los esclavos abandonados por sus dueos, en caso
de enfermedad, quedasen libres si sanaban. Esta ley les
aseguraba la libertad; hubiese sido preciso asegurarles
la vida.
Si la ley permite al amo quitar la vida su esclavo,
es ste' un derecho que debe ejercer como juez, no
como amo: por tanto, es necesario que aqulla prescriba formalidades que alejen la sospecha de una accin
violenta (2) .
Cuando en Roma no se consinti ya los padres condenar muerte sus hijos, los magistrados (3) impo(i) Xifilino, in Claudio.
(2) Segn la ley turca, el amo tiene derecho de vida y muerte sobre su esclavo, pero la ley civil no le permite hacer uso de
l. Un ingls, sin embargo, ha hecho ahorcar un esclavo en
su casa, eludiendo toda responsabilidad fuerza de trabajo y
de dinero, porque en Turqua redmese uno del asesinato y
paga con dinero la sangre que ha vertido. (Guys., Cartas sobre
Grecia, nm. XXX.
(3) Vase en el cd. de patria potestate la ley III, que es del
emperador Alejandro .
369
nan la pena que el padre quera dictar. Un uso semejante entre el amo y los esclavos sera racional en los
pases donde los amos tienen derecho de vida y muerte.
La ley de Moiss era muy ruda: Si alguno golpeare
su esclavo, y ste muriese bajo su mano, ser castigado; pero si el esclavo sobrevive un da dos, no lo ser,
porque es su dinero. Qu pueblo aquel donde la ley
civil tena que apartarse de. la natural!
Por una ley de los griegos (1), los esclavos tratados
con excesiva dureza por su amo podan pedir ser vendidos otro. En los ltimos tiempos, dictse en Roma
una ley parecida (2). Un amo y un esclavo, irritados el
uno contra el otro, deben separarse.
Cuando un ciudadano maltrata al esclavo de otro, es
indispensable que est ltimo pueda querellarse ante
el juez. Las leyes de Platn (3), y las de la mayor parte
de los pueblos, prohiben los esclavos la defensa natural: deben, pues, darles la civil.
En Lacedemonia no podan los esclavos pedir justicia contra los insultos ni contra las injurias. Su desgracia llegaba al extremo de que no eran solamente esclavos de un ciudadano, sino tambin del pblico: pertenecan todos y uno solo. En Roma, en el agravio hecho un esclavo no se miraba (4) mas que el inters
del amo. En la accin de la ley Aquilia se equiparaban
la herida causada una bestia y la causada un esclavo: no se atenda ms que la disminucin del precio.
(i) Plutarco, De la supersticin.
(2) Vase la constitucin de Antonino Po, Inst., lib. I, ttu-
lo VII.
(3) Libro IX.
(4) Tal fi tambin con frecuencia el espritu que inspir
las leyes de los pueblos salidos de Germania, como puede verse en sus cdigos.
24
370
MONTESQUIEU
CAPITULO XVIII
De las manumisiones.
Es fcil comprender que cuando abundan los esclavos en una repblica hay que manumitir muchos. El
mal es que si los esclavos son muy numerosos, no pueden ser reprimidos, y si se les da la libertad, no pueden
vivir y se tornan gravosos la repblica: adems, que
sta puede correr peligro lo mismo por ser grande el
nmero de libertos que por serlo el de esclavos. Es preciso, pues, que las leyes tengan presentes ambos escollos.
Las diversas leyes y senado-consultos que se dictaron
en Roma en pro y en contra de los esclavos, ya para entorpecer, ya para facilitar las manumisiones, revelan
claramente las dificultades con que hubo de tropezarse
en el particular. Sucedi que en algunas pocas no se
atrevieron los romanos hacer leyes sobre esto. Cuando, bajo Nern (2), pidise al senado que se permitiera
los patronos recobrar la propiedad de los libertos ingratos, escribi el emperador que deban juzgarse los
casos particulares sin estatuir nada en general.
(r) Demstenes, Orat. contra Midiarn, pg. 6 4o, edic. de
Francfort de 1604.
(2) Tcito, Anales, lib XIII.
37t
372
MONTESQUIEU
En Roma, donde haba tantos libertos, las leyes polticas eran admirables en esta materia. Diseles poco
y no se les excluy de casi nada. Intervenan sin duda
en la legislacin, pero apenas influan en las resoluciones que se tomaban. Podan tener parte en los cargos
y hasta en el sacerdocio (1); pero este privilegio era
vano en cierto modo por su inferioridad en las elecciones. Tenan derecho entrar en la milicia; mas para
ser soldado se requera cierto censo. No les estaba
prohibido (2) unirse en matrimonio con las familias ingenuas; mas no se les permita enlazarse con las patricias. En fin, sus hijos eran ingenuos, aunque ellos no lo
fuesen.
CAPITULO XIX
De los libertos y de los eunucos.
Dedcese de lo dicho que en el gobierno de muchos
es menudo til que la condicin de los libertos sea
poco inferior la de los ingenuos y que las leyes trabajen en quitarles el disgusto de ella. Pero en el gobierno
de uno solo, cuando reinan el lujo y el poder arbitrario,
nada hay que hacer en este punto. Los libertos son
casi siempre superiores los hombres libres; dominan
en la corte del prncipe y en los palacios de los grandes,
y como se han dedicado estudiar las flaquezas de su
amo y no sus virtudes, hacen que reine por las primeras
y no por las segundas. Tales eran en Roma los libertos
en la poca de los emperadores.
Si los principales esclavos son eunucos, no pueden
( i) Tcito, Anales, lib. XIII.
(2) Arenga de Augusto, en Dion, lib. XLV
373
LIBRO XVI
De cmo las leyes de la esclavitud domstica tienen relacin con la naturaleza del
clima.
CAPITULO I
De la servidumbre domstica.
Los esclavos son ms bien para la familia que no de
la familia. Distinguir, pues, su servidumbre de aquella
en que estn las mujeres en algunos pases, la cual
llamar domstica.
CAPITULO II
Que en los pases del Medioda hay entre los dos
sexos cierta desigualdad natural.
Las mujeres son nbiles (1) en los climas clidos los
ocho, nueve y diez aos: el matrimonio y la infancia van
casi siempre juntos. A los veinte aos son viejas: la
(i) Mahoma se cas con Cadhisa teniendo sta cinco aos y
se junt con ella los ocho. En los pases clidos de la Arabia y
dda^
875
razn, pues, no acompaa nunca en ellas la hermosura. Cuando la belleza pide el imperio, la razn hace que
se le niegue, y cuando la razn podra alcanzarlo, la
belleza ya no existe. Las mujeres deben vivir en la dependencia, porque la razn no puede darles en la vejez
un imperio que la belleza no les proporcion en la juventud. Por tanto, se comprende muy bien que el hombre, cuando la religin no se oponga, deje su mujer
para tomar otra y que as se introduzca la poligamia.
En los pases templados, donde las mujeres conservan
ms tiempo sus encantos, es ms tarde nbil y tiene hijos en edad ms avanzada; la vejez del marido sigue en
cierto modo la suya; y como tienen ms razn y conocimiento cuando se casan, aunque slo sea por haber
vivido ms tiempo, ha debido establecerse naturalmente cierta especie de igualdad en los dos sexos, y, en su
virtud, la ley de una sola mujer.
En los pases fros, el uso casi necesario de bebidas
fuertes produce la intemperancia en los hombres. Las
mujeres, que en este punto son comedidas de suyo, porque necesitan siempre defenderse, tienen, pues, sobre
ellos la ventaja de la razn.
La naturaleza, que ha distinguido los hombres por
la fuerza y por la razn, no ha puesto su poder otro
trmino que el de una y otra. Ha dado la mujer sus
encantos y ha querido que su ascendiente acabase con
ellos; pero en los pases clidos no se encuentran estos
atractivos sino en los comienzos y nunca durante el
curso de su vida.
de la India son nbiles las doncellas los ocho aos y paren al
siguiente. Prideaux, Vida de Mahoma. En el reino de Argel hay
mujeres que dan luz los nueve, diez once aos. Laugier
de Tassis, Historia del reino de Argel, pg. 61.
376
MONTESQUIEU
CAPITULO III
Que la pluralidad de las mujeres depende mucho
de su manutencin.
Aunque en los pases donde la poligamia se halla establecida depende en gran parte el nmero de las mujeres de las riquezas del marido, sin embargo, no puede
decirse que sean estas riquezas la causa de que exista
la poligamia en un Estado: la pobreza puede producir
el mismo efecto, como habr de exponer cuando hable
de los salvajes.
(I) Vase Jornandes, De refino et tempor. suces., y los historiadores eclesisticos.
(2) Vase la ley VII en el cdigo De Yudais et cceli colis, y la
377
CAPITULO TV
y^.
37$
MONTESQUIEU
ncs ^^^:,
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379
-ms varones que hembras. sta es, dicen los lamas (1),
hembras; mas esto no altera los resultados generales. Ya hemos
dicho que la distribucin de la poblacin por sexos es un fenmeno social, influyendo en l diferentes causas, adems de las
naturales, siendo la ms importante de ellas la emigracin,
la cual se debe que en los Estados septentrionales de Europa
sea relativamente mayor el nmero de hembras que en los meridionales.
Si en Europa es mayor el nmero de varones que el de hembras, en las restantes partes del mundo parece suceder lo contrario: vase, pues, cunto dista esto de lo que se crea en tiempo de Montesquieu. Supnese, en efecto, que en Australasia no
hay ms que 852 hembras por cada r .000 varones; en Asia, 958;
en frica, 968, y en Amrica, 97o. Cierto es que nuestro conocimiento de la poblacin en estos continentes descansa en meras evaluaciones en recuentos muy incompletos; pero los censos verificados en Corea, el Japn, la India, las colonias inglesas de Australia, las francesas de Asia y otros confirman los
clculos antedichos. En Amrica, el predominio de los varones
se debe al mayor nmero de stos que hay en los Estados Unidos, el Brasil, la Repblica Argentina, el Uruguay, el Per y
posesiones britnicas, lo cual depende, segn todas las probabilidades, de la corriente inmigratoria, poderosa en aquellos
pueblos y que da un contingente ms elevado de individuos del
sexo fuerte. En los pueblos no civilizados, el exceso de varones
sobre hembras parece pugnar con el supuesto de que, entre los
salvajes, las constantes guerras deben diezmar la poblacin
masculina; ms, como observa Mayo-Smith en su Statistics and
Sociology, es probable que donde la paz se haya restablecido
produzcan el efecto opuesto las penalidades de la vida y el pesodel trabajo, abrumando ms las mujeres que los hombres.N.delT.
(r) Du Halde, Memorias de China, tomo IV, pg. 4 6 (*).
(*) Como la poliandria se encuentra tambin en pueblos donde abundan las
mujeres, no puede tener su origen en la escasez de stas. Tampoco depende de
la pobreza, pues se halla en comunidades acomodadas, siendo en unas partes pa-
380
MONTESQUIEII
CAPITULO Y
Razn de una ley del Malabar.
En la costa de Malabar, en la casta de los Naires, los
hombres no pueden tener ms que una mujer, y una
mujer puede, por el contrario, tener muchos mari-
381
CAPITULO VI
De la poligamia considerada en si misma.
La poligamia, mirada en general y con independencia
de las circunstancias que puedan hacerla algo tolerable,
no es til al gnero humano ni ninguno de los dos
sexos, al que abusa aquel del cual se abusa (2). Tam(i) Viajes de Francisco Pirard, cap. XXVII; Cartas edificantes, tercera y dcima coleccin, sobre el Maleami, en la costa
de Malabar. Esto se considera un abuso de la profesin militar, y, como dice Pirard, una mujer de la casta de los bramines
no se casara nunca con muchos maridos.
(2) As en Persia como en todo el Oriente se observa, por
regla general, que la multiplicidad de las mujeres no contribuye
poblar ms el mundo, y aun de ordinario ls familias son menos numerosas en Persia que en Francia. Esto proviene, se dice,
de que los hombres y las mujeres se reunen demasiado pronto,
antes de la edad madura, y lejos de cuidar su vigor, le excitan
con remedios que los consumen en fuerza de enardecerlos. Las
mujeres cesan muy pronto de dar luz en Oriente, sea los
veintisiete treinta aos. (Viaje Persia, descripcin del gobierno, cap. XII.)
382
MONTESQUIEU
poco es til los hijos, y uno de sus mayores inconvenientes es que el padre y la madre no pueden tenerles
el mismo cario: un padre no puede amar veinte hijos
como una madre ama dos. Mucho peor es an cuando
la mujer tiene muchos maridos, pues entonces el amor
paternal slo descansa en la circunstancia de que el padre los dems crean que tales hijos le pertenecen.
Se dice que el rey de Marruecos tiene en su serrallo
mujeres blancas, negras, amarillas. El desgraciado apenas tiene necesidad de un solo color!
La posesin de muchas mujeres no quita los deseos
de poseer la de otro (1); sucede con la lujuria lo que con
la avaricia: aumenta su sed con la adquisicin de los
tesoros.
En tiempo de Justiniano, algunos filsofos, molestos
con el cristianismo, se retiraron Persia, la corte de
Cosroes. Lo que ms les sorprendi, dice Agatias (2),
fu que se permitiese la poligamia gentes que no se
abstenan ni aun del adulterio.
La pluralidad de mujeres (quin lo dira!) arrastra
ese amor que repugna la naturaleza; y es que una disolucin trae siempre otra. En la revolucin ocurrida en
Constantinopla, cuando se depuso al sultn Achmet,
dicen las relaciones que habiendo saqueado el pueblo
la casa del chiaga, no se encontr una sola mujer. Cuntase que en Argel (3) se ha llegado al punto de no haber ninguna en la mayor parte de los serrallos.
383
CAPITULO VII
CAPITULO VIII
De la separacin de las mujeres de los hombres.
Es consecuencia de la poligamia que en las naciones
voluptuosas y ricas tengan algunos gran nmero de mujeres. De ello se sigue naturalmente el que stas se hallen separadas de los hombres y en clausura. El orden
domstico as lo exige: el deudor insolvente procura ponerse cubierto de las instancias de sus acreedores.
(I) Viajes de Francisco Pirard, cap. XII.
(2) Exodo, cap. XXI, vers. Io y II.
384
MONTESQUIEU
CAPITULO IX
Conexin del gobierno domstico con el poltico.
En una repblica, la condicin de los ciudadanos es
modesta, igual, suave, moderada: la libertad pblica influye en todo. En ella no podra ejercerse bien el imperio sobre las mujeres, de suerte que cuando el clima
ha requerido este imperio, ha sido preferible el gobierno de uno solo. He aqu una de las razones por que ha
encontrado siempre tanta dificultad para establecerse
en Oriente el gobierno popular.
Por el contrario, la servidumbre de las mujeres se
compadece maravillosamente con la ndole del gobierno desptico, que gusta abusar de todo. As se ha visto
en Asia, en todas las pocas, marchar con paso igual la
servidumbre domstica y el gobierno desptico.
En un gobierno donde lo primero que se exige es la
(c) Encontrar solas un tesoro que uno pueda apropiarse,
una mujer sola en un aposento retirado; oir la voz del enemigo que va perecer, si no se le socorre: admirable piedra de
toque! (Traduccin de una obra china sobre moral, el P. Du
Halde, tom. III, pg. 151.)
385.
tranquilidad y en el que la suma subordinacin se llama
paz, es preciso encerrar las mujeres para que sus in
trigas no sean funestas al marido. Un gobierno que no
tiene tiempo para examinar la conducta de sus sbditos,
la juzga sospechosa por el solo hecho de que se mani-;
fieste se deje sentir.
Supongamos por un momento que trasportamos un
gobierno de Oriente, con la libertad y actividad que tienen entre nosotros, las veleidades y las indiscreciones,
los gustos y disgustos de nuestras mujeres, sus pasiones
grandes y pequeas: qu padre de familia estara tranquilo un solo instante? Habra donde quiera gentes sospechosas, donde quiera enemigos: el Estado se conmovera y se veran correr ros de sangre.
EL ESPRITU DE LAS LEYES
CAPITULO X
Principio de la moral en Oriente.
^a.
386
MONTESQUIEU
la familia.
Las mujeres tienen naturalmente que cumplir tantos
deberes propios de ellas, que nunca se har bastante
para separarlas de todo lo que pudiese darles otras
ideas, de todo lo que sea entretenimiento y de todo lo
que se llama negocios.
En los diversos Estados de Oriente van siendo las costumbres ms puras medida que la clausura es ms
completa. En los grandes Estados hay, por necesidad,
grandes seores. Cuanto mayores son los medios de que
disponen, ms fcil les es tener las mujeres en estrecha clausura impedirles que vuelvan la sociedad.
Por esto, en los imperios de Turqua, de Persia, del Mogol, de China, del Japn, las costumbres de las mujeres
son admirables.
No puede decirse lo mismo de la India, dividida por
efecto de multitud de islas y situacin del terreno en
infinidad de Estados pequeos, que causas numerosas,
en cuyo examen no tengo tiempo de entrar, han hecho
despticos.
No hay all sino miserables que roban y miserables
que son robados. Los tenidos por grandes slo disponen
de cortsiros recursos, y las llamadas gentes ricas, de
lo indispensable para vivir. La clausura de las mujeres
no puede ser tan rigurosa ni se pueden tomar tantas
precauciones para reprimirlas, de donde resulta una corrupcin de costumbres inconcebible.
All se ve hasta qu punto puede llegar el desorden
por los vicios del clima, dejados en gran libertad. All
tiene la naturaleza una fuerza y el pudor una debilidad
que no se comprenden fcilmente. En Patana (1) la lu(i) Coleccin de los viajes, etc., t. II, pg. 96.
387
CA PITULO XI
De la servidumbre domstica, prescindiendo
de la poligamia.
La pluralidad de mujeres no es lo nico que exige su
clausura en ciertos parajes de Oriente: es tambin el
clima. Los que lean los horrores, los crmenes, las perfidias, las maldades, los envenenamientos, los asesinatos de que es causa la libertad de las mujeres en Goa y
en los establecimientos portugueses de la India, donde
la religin no permite ms que una mujer, y comparen
estos excesos con la inocencia y la pureza de costumbres de las mujeres en Turqua, Persia, el Mogol, China
(r) En las Maldivas los padres casan . sus hijas los diez y
once aos, porque es grave pecado, dicen, dejarlas padecer la
necesidad de hombres. ( Viajes de Francisco Pirard, cap XII.)
En Bantam, no bien tiene una muchacha trece catorce aos,
es menester casarla, si no se quiere que se entregue la disolucin. (Coleccin de viajes, etc., pg. 348.)
(2) Viaje de Guinea, parte II, pg 192 de la traduccin.
Cuando las mujeres, dice, encuentran un hombre, le cogen y
le advierten que le denunciarn sus maridos si las desprecia. Se deslizan en el lecho de un hombre, le despiertan, y si
se resiste condescender sus deseos, le amenazan diciendo
que se dejarn sorprender in fraganti.
^o.
888
MONTESQUIEU
CAPITULO XII
Del pudor natural.
Todas las naciones estn acordes en castigar con el
desprecio la incontinencia de las mujeres: es que la voz
de la naturaleza les ha hablado todas. La naturaleza
ha establecido la defensa y el ataque, y habiendo puesto en ambas partes los deseos, ha colocado en la una
la temeridad y en la otra la vergenza. Ha dado los
individuos para conservarse largos espacios de tiempo;
no les ha dado para perpetuarse ms que instantes.
No es, pues, verdad que la incontinencia siga las leyes de la naturaleza; por el contrario, las viola: la modestia y el recato es lo que se conforma con ellas.
De otra parte, como es propio de los seres inteligen-
IE
389
CAPITULO XIII
De los celos.
Es preciso distinguir en los pueblos los celos de la
pasin de los celos debidos los usos, las costumbres,
las leyes. Los primeros son una fiebre ardiente que devora; los otros, fros, pero veces terribles, pueden
amalgamarse con la indiferencia y el desprecio.
Los unos, que son un abuso del amor, tienen su origen en el amor mismo. Los otros dependen nicamente
de las costumbres, de los usos de la nacin, de las leyes
del pas, de la moral y, algunas veces, de la religin
misma (1).
Estos celos son casi siempre efecto del influjo fsico
del clima, y, al par, su remedio.
(i) Mahoma recomend sus sectarios la custodia de sus
mujeres; lo mismo hizo al morir cierto imn; Confucio predic
tambin esta doctrina.
390
MONTESQIIIEII
CAPITULO XI V
Del gobierno de la casa en Oriente.
Mdase con tanta frecuencia de mujeres en el Oriente que no pueden tener el gobierno domstico. Se encargan, pues de este menester los eunucos, quienes
se entregan todas las llaves y que disponen de los asuntos de la casa.
En Persia, dice Mr. Chardin, se dan los vestidos
las mujeres lo mismo que se hara con los nios. As,
este cuidado que tanto se adapta su modo de ser, este
cuidado que en otras partes es el primero que tienen,
no les compete all.
CAPITULO XV
Del divorcio y del repudio.
Hay entre el divorcio y el repudio la diferencia de
que el primero se efecta por mutuo consentimiento
causa de alguna incompatibilidad mutua, mientras que
el repudio se verifica por voluntad y utilidad de una de
las dos partes, sin que intervengan la voluntad y utilidad de la otra.
Es veces tan necesario las mujeres repudiar y les
cuesta siempre tanto trabajo el hacerlo, que es dura ley
la que concede este derecho los hombres y se lo niega ellas. El marido es el amo de su casa, y tiene mil
medios para mantener las mujeres en el camino del
391
392
MONTESQIIIEII
CAPITULO XVI
Del repudio y del divorcio entre los romanos.
Rmulo permiti al marido repudiar la mujer si cometa adulterio, preparaba veneno falsificaba las llaves (1). No di la mujer el derecho de repudiar al
marido. Plutarco califica de dursima esta ley.
Como la de Atenas (2) daba la mujer lo mismo que
al marido la facultad de repudiar, y se ve que las Mujeres gozaron de este derecho entre los primeros romanos, no obstante la ley de Rmulo, es claro que tal institucin fu una de las que trajeron de Atenas los diputados de Roma y fu includa en las leyes de las Doce
Tablas.
(I) Vida de Rmulo.
(2) Es una ley de Soln.
::
393
394
MONTESQUIEU
la ,:
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6..
393
LIBRO XVII
De cmo las leyes de la servidumbre poli:
tica tienen relacin con la naturaleza del
clima.
CAPITULO I
De la servidumbre poltica.
No depende menos de la naturaleza del clima la servidumbre poltica que la civil y la domstica, como vamos ver.
CAPITULO II
Diferencia de los pueblos respecto del valor.
Ya hemos dicho que el mucho calor debilita la ener
ga y el valor de los hombres, y que los climas fros comunican cierta fuerza de cuerpo y de espritu que los
hace capaces de empresas largas, penosas, grandes y
atrevidas. Esto se observa no slo de nacin nacin,
sino dentro del mismo pas, de una comarca otra. Los
397
CAPITULO I I I
398
MONTESQUIEU
399
(i) La Tartaria viene ser, por tanto, una especie de montaa llana.
400
MONTESQUIEU
CAPITULO IV
Consecuencia de esto.
Con la historia en la mano se comprueba lo que acabamos de decir. El Asia ha sido subyugada trece veces:
once por los pueblos del Norte, dos por los del Medioda. En tiempos remotos los escitas la conauistaron tres
veces; ms adelante los medos y persas, los griegos, los
rabes, los mogoles, los turcos, los trtaros, los persas
y los aguanos, una cada uno. Hablo solamente de la alta
Asia y nada digo de las invasiones habidas en el resto
del Medioda de esta parte del mundo, que ha experimentado de continuo profundas revoluciones.
En Europa, por el contrario, no ha ' habido desde el
establecimiento de las colonias griegas y fenicias ms
que cuatro grandes mudanzas: la primera, causada por
las conquistas de las romanos; la segunda, por las inundaciones de los brbaros que destruyeron el imperio de
Occidente; la tercera, por las victorias de Carlo Magno, y la ltima, por las invasiones de los normandos..Y
401
CAPITULO V
Que no han sido los mismos los efectos de la con
quista cuando han conquistado los pueblos del
Norte del Asia y los del Norte de Europa.
402
MONTESQUIEU
Segn leemos en la historia de China, los emperadores (1) han enviado colonias chinas Tartaria. Estos
chinos se han vuelto trtaros y convertdose en mortales enemigos de China; pero esto no impide que hayan
introducido en Tartaria el espritu del gobierno chino.
Suele ocurrir que parte de la nacin trtara conquistadora es arrojada del pas conquistado: lleva entonces
sus desiertos el espritu de servidumbre que ha adquirido en el clima de la esclavitud. La historia de
China nos suministra notables ejemplos de esto y tambin nuestra historia antigua (2).
Tal ha sido la causa de que el carcter de la nacin
trtara gtica se haya parecido siempre al de los imperios del Asia. Los pueblos, en stos, son gobernados
con el palo; los pueblos trtaros, con largos ltigos. El
espritu de Europa no ha tr.nsigido nunca con estas costumbres; y en todo tiempo, lo que los asiticos han llamado castigo ha sido calificado de ultraje por los europeos (3).
Los trtaros, al destruir el imperio griego, establecieron en los pases conquistados la servidumbre y el
despotismo: los godos, al destruir el imperio romano,
fundaron en todas partes la monarqua y la libertad.
No s si el famoso Rudbeck que, en su Atlntico, ha
alabado tanto la Escandinavia, habla de la eminente
prerrogativa, por la cual debe colocarse las naciones
(t) Como Venty, quinto emperador de la quinta dinasta
(2) Los escitas conquistaron tres veces el Asia, siendo arrojados las Pres. (Justino, lib. II.)
(3) No es esto contrario lo que digo en el libro XXVIII,
captulo XX, del modo de pensar de los pueblos germnicos
acerca del palo. Cualquiera que fuese el instrumento, siempre
miraron como una afrenta la facultad la accin arbitraria de
apalear.
403
CAPITULO VI
Nueva causa fsica de la servidumbre de l4sia y
de la libertad de Europa.
En Asia ha habido siempre grandes imperios: en Europa no han podido subsistir. Esto proviene de tener el
Asia que conocemos ms espaciosas llanuras y de estar
cortada en territorios ms extensos por las montaas y
los mares; y como se encuentra ms al Medioda, las
fuentes se secan ms fcilmente, estn los montes menos cubiertos de nieve y los ros, por ser poco caudalosos (2), constituyen ms dbiles barreras.
El poder, por tanto, debe ser desptico en Asia; porI) Rumani generis officinam .
(2) Las aguas se pierden se evaporan antes de reunirse
despus de reunidas.
404
MONTESQUIEU
CAPITULO VII
De Africa y de Amrica.
(i)
EL ESPRITII DE LAS LEYES
405
CAPITULO VIII
De la capital del imperio.
Una de las consecuencias de lo anteriormente expuesto es que importa mucho al prncipe de un vasto imperio
saber elegir bien su capital. Si la establece al Medioda,
corre peligro de perder el Norte, y si al Norte, conservar fcilmente el Medioda. No hablo de casos particulares: la mecnica tiene sus rozamientos que con frecuencia cambian impiden los efectos de la teora: la
poltica tiene tambin los suyos.
LIBRO Xj"III
De las leyes con relacin la naturaleza
del terreno.
CAPI FULO
407
CAPITULO II
Continuacin de la misma materia.
Los pases frtiles son llanuras donde no cabe oponer
resistencia al ms fuerte: hay que someterse l; y
una vez establecida su dominacin, no es posible recobrar el espritu de libertad: los bienes del campo son
prenda de fidelidad. Pero en los pases montaosos
puede conservarse lo que se tiene y hay poco que con(1) Vida de Saln.
408
MONTESQUIEU
CAPITULO III
Cules son los pases ms cultivados.
No estn cultivados los pases en razn de su fertilidad, sino en razn de su libertad; y si se divide la tierra con el pensamiento, causar asombro ver la mayor
parte del tiempo desiertos en las partes ms frtiles, y
poblaciones numerosas en aquellas donde el terreno
parece rehusarlo todo.
Es natural que un pueblo deje un mal pas para buscar otro mejor, y no que deje el bueno por otro peor.
As que la mayor parte de las invasiones se verifican en
los pases que la naturaleza ha formado para ser felices;
y como la devastacin es compaera inseparable de la
invasin, los pases mejores son frecuentemente los ms
despoblados, mientras que el horroroso pas del Norte
409
CAPITULO IV
Nuevos efectos de la fertilidad y esterilidad
de las tierras.
La fertilidad de las tierras hace los hombres industriosos, sobrios, duros en el trabajo, valerosos, aptos
para la guerra, por lo mismo que necesitan procurarse
lo que el gobierno les niega. La fertilidad del pas da,
con la abundancia, la desidia y mayor apego la vida.
(3) el que escribi el libro De mirabilibus.
410
MONTESQUIEU
Se ha observado que las tropas de Alemania, reclutadas en los parajes donde los campesinos son ricos,
como sucede en Sajonia, no son tan buenas como las
otras. Las leyes militares podrn remediar este inconveniente empleando una disciplina ms severa.
CAPITULO V
De los pueblos isleos.
Los pueblos isleos son ms inclinados la libertad
que los del continente. Las islas tienen por lo general
poca extensin (1): es difcil emplear en ellas una parte
del pueblo en oprimir la otra; el mar separa los isleos de los grandes imperios y latirana no puede darse la mano; el mar detiene los conquistadores; los insulares no sufren la suerte de los vencidos y conservan
ms fcilmente sus leyes.
CAPITULO VI
De los pases formados por la industria
de los hombres.
Los pases que ha hecho habitables la industria y necesitan de la misma industria para existir propenden
de suyo al gobierno moderado: tres son los principales
(i) Hay que exceptuar de esto al Japn por ser ms extenso y por la servidumbre que en l existe.
411
de esta especie; las dos hermosas provincias de Kiangnan y Tche-Kiang en China, Egipto y Holanda.
Los antiguos emperadores de China no eran conquistadores. Lo primero que hicieron para engrandecerse
es la mejor prueba de su sabidura: vise salir de las
aguas las dos provincias ms hermosas del imperio; fu
aquello obra de los hombres. La indecible fertilidad de
estas provincias es lo que ha dado idea Europa de la
felicidad de aquella vasta regin. Pero el cuidado continuo necesario para preservar de la destruccin parte
tan considerable del imperio requera las costumbres de
un pueblo comedido ms bien que voluptuoso, la potestad legtima de un monarca mejor que el poder tirnico de un dspota. Era preciso que el gobierno fuese
moderado, como lo era antes en Egipto, como lo es hoy
en Holanda, que la naturaleza ha formado para que
se atienda s misma y no para que se abandone la incuria al capricho.
As, no obstante inclinar el clima de China la obediencia servil, pesar de los horrores que acompaan
la excesiva extensin de un imperio, los primeros legisladores chinos tuvieron que dictar muy buenas leyes,
siendo forzoso al gobierno seguirlas con frecuencia.
CAPITULO VII
De las obras de los hombres.
Los hombres, con sus cuidados y con buenas leyes,
han mejorado las condiciones de habitabilidad de la
tierra. Corren hoy ros donde antes haba lagos y pantanos ste es un bien que no ha producido, pero s
412
MONTEBQUIEU
CAPITULO VIII
Relacin general de las leyes.
Las leyes tienen relacin muy estrecha con la manera como los diversos pueblos se procuran la subsistencia. El pueblo dedicado al comercio y la navegacin
necesita un cdigo de leyes ms extenso que el que se
contenta con cultivar tierras. Menos leyes que ste
exige el que vive de sus rebaos, y con menos an tiene bastantes el que vive de la caza.
CAPITULO IX
Del terreno de Amrica.
Lo que hace que haya bastantes pueblos salvajes en
Amrica es que la tierra produce espontneamente mu
chos frutos propsito para el alimento. Si la mujer cul(i) Polbo, lib. X.
413
CAPITULO X
Del nmero de los hombres en relacin con la
manera de procurarse el sustento.
Vamos ver en qu proporcin estn los habitantes
cuando las naciones no cultivan sus tierras. Hela aqu:
la misma relacin que hay entre el producto del terreno
inculto y el producto del cultivo es la que existe entre
el nmero de salvajes en un pas y el de labradores en
el otro: cuando el pueblo que cultiva las tierras se dedica tambin las artes, entonces la poblacin sigue
una ley proporcional, cuyo estudio exigira muchos pormenores.
Los pueblos que no cultivan la tierra no pueden formar una gran nacin. Si son pastores han menester de
vastos territorios para poder subsistir en cierto nmero;
si son cazadores, el nmero de sus individuos es an
menor y forman para vivir una nacin ms reducida. Su
pas est por lo regular lleno de bosques, y como no se
han cuidado de dar curso las aguas, abundan los pantanos, donde cada banda se acantona y viene constituir
como una nacin en pequeo.
414
MONTESi1IIIEII
CAPITULO XI
De los pueblos
Entre los pueblos salvajes y los brbaros hay la diferencia de que los primeros son pequeas naciones dispersas que por razones particulares no pueden reunirse, al paso que los segundos son por lo general pequeas naciones que pueden reunirse. Los salvajes se dedican de ordinario la caza; los brbaros, al pastoreo.
Esto se ve perfectamente en el Norte del Asia. Los
pueblos de la Siberia no pueden vivir en cuerpo porque no tendran qu comer; pero los trtaros pueden
vivir en cuerpo transitoriamente porque sus rebaos
pueden estar reunidos durante algn tiempo. Cabe, pues,
que todas las hordas se reunan; sucede esto cuando un
jefe ha sometido otros muchos, despus de lo cual es
preciso que hagan una de dos cosas: separarse, ir
hacer una gran conquista en algn imperio del Medioda.
CAPITULO XII
Del derecho de gentes en los pueblos que no culti=
van la tierra.
No viviendo estos pueblos en un territorio limitado
y circunscrito, tendrn entre s numerosos motivos de ,
querella, disputndose los terrenos incultos como entre
nosotros los particulares se disputan las heredades. As,
encontrarn frecuentes ocasiones de guerra en la caza,
415
CAPITULO XIII
,alp` .
les se ^;
pasto,:.
uaL
costumbres
leyes.
416
MONTESQUIEU
Sus leyes regularn el reparto del botn y dedicarn, como las nuestras slicas, particular atencin los
robos.
CAPITULO XIV
Del estado poltico de los pueblos que no cultivan
la tierra.
Estos pueblos gozan de mucha libertad porque, como
no cultivan las tierras, no estn sujetos ellas; andan
errantes, vagabundos, y si un jefe intentara arrebatarles su libertad iran en busca de otro se retiraran
los bosques para vivir independientes con sus familias.
En ellos la libertad del hombre es tan grande que lleva
consigo necesariamente la libertad del ciudadano.
CAPITULO XV
De los pueblos que conocen el uso de la moneda.
Habiendo naufragado Aristipo, gan nado la orilla
inmediata, y al ver trazadas figuras geomtricas en la
arena se estremeci de alegra , juzgando que haba
llegado un pueblo griego y no un pueblo brbaro.
De igual manera, si slo por accidente llegis un
pas desconocido, contad, al ver una pieza de moneda,
que estis en una nacin civilizada.
El cultivo de las tierras pide el uso de la moneda,
porque supone muchas artes y. conocimientos y siem-
417
'ra
CAPITULO XVI
De las leyes civiles en los pueblos que no conocen
el uso de la moneda.
Cuando un pueblo no usa de moneda apenas se conocen en l otras injusticias que las derivadas de la violencia, y la gente dbil, unindose, se defiende de
sta. Tampoco hay casi ms leyes que las polticas.
Pero en un pueblo donde existe la moneda se est sujeto las injusticias que proceden del engao, las cuales revisten mil formas, y hay necesidad de tener buenas leyes civiles, que nacen con los nuevos medios y
las diversas maneras de ser los hombres malos.
En los pases donde no hay moneda, el ladrn no coge
ms que cosas, y las cosas no se parecen nunca. En los
pases donde la moneda existe, el ladrn se apodera de
signos, y los signos se parecen siempre. En los primeros no puede quedar nada oculto , porque el ladrn
lleva siempre consigo la prueba de su delito, lo que no
sucede en los otros.
(i) As dice Diodoro que los pastores hallaron el oro de los
Pirineos.
27
418
MONTESQIEII
CAPITULO XVII
De las leyes polticas en los pueblos que no usan
de moneda.
Nada asegura tanto la libertad de los pueblos que no
cultivan las tierras como el no conocer la moneda. Los
frutos de la caza, de la pesca de los ganados no pueden reunirse en cantidad bastante grande ni conservarse
el tiempo necesario para que un hombre tenga medios
con que pervertir los dems; pero cuando hay signos
de riqueza, es posible hacer acopio de ellos y distribuirlos quien se quiera.
En los pueblos donde no se usa de moneda, todos
tienen pocas necesidades y las satisfacen fcil igualmente. La igualdad es, por tanto, una consecuencia necesaria, y los jefes no son despticos.
CAPITULO XVIII
Fuerza de la supersticin.
Si las relaciones son verdicas, la constitucin de un
pueblo de la Luisiana, llamado los Natchs, se opone
lo que venimos diciendo. Su jefe dispone de los bienes
de todos sus sbditos, les hace trabajar su antojo y no
pueden negarle ni aun la cabeza (1): es corno el gran
seor. Cuando nace el heredero presunto, se le dan
(i)
419
CAPITULO XIX
420
MONTESQUIEU
421
CAPITULO XX
'rpoEc;
to
lag.,
isfouo;
se a`
le^^
laali
fizf^i
CAPITULO XXI
422
MONTESQTJIEII
CAPITULO XXII
De una ley civil de los pueblos germanos.
Explicar aqu cmo ese texto particular de la ley S('que se llama comnmente la ley Slica, depende
de las instituciones de un pueblo que no, cultivaba las
tierras, lo menos las cultivaba poco.
La ley Slica (1.) dispone que si un hombre deja hijos,
los varones sucedan en la tierra slica (2), con perjuicio
de las hembras.
(I) Ttulo 62.
(2) En realidad, parece que no haba tierras que se llamasen
de este modo La palabra slica, dice Sumner Maine (L'ant.
droit et la cont. prima., trad. franc., pg. 225, nota), fu ciertamente una interpolacin, como puede verse al primer golpe de
vista, echando una mirada la concordancia de los manuscritos, en lo soberbia edicin sinptica de la Lex Salica, por
MM. Kern y Hessels. Londres, Murray, 188o, L. S. 379 y sig. El
texto, pues, que el autor alude se refera la sucesin de las
tierras ordinarias, y no de una clase especial de ellas entre los
francos salios N. del Z.
423
Para saber qu tierras se llamaban slicas, es menester averiguar qu era la propiedad el uso de las tierras entre los francos, antes que saliesen de Germania.
Mr. Echard ha probado plenamente que la palabra
slica se deriva de la voz sala, que significa casa, y
que, por consiguiente, la tierra slica era la tierra de la
casa. Avanzar ms an y examinar lo que era la casa
y la tierra de la casa entre los germanos.
stos, dice Tcito (1), no habitan en ciudades ni toleran que sus casas estn contiguas. Cada uno deja alrededor de la suya un pequeo terreno espacio, que
est gercado y cerrado. Tcito hablaba con exactitud,
pues muchas leyes de los cdigos (2) brbaros contienen diferentes disposiciones contra los que derribaban
aquella cerca y entraban en la misma casa.
Sabemos por Tcito y Csar que los germanos slo
tenan por un ao las tierras que cultivaban, pasado el
cual volvan ser pblicas. Su nico patrimonio era la
casa y un pedazo de tierra en el cercado alrededor de
la casa (3). Este patrimonio particular es lo que perteneca los varones: en efecto, por qu se habra dado
las hembras, que pasaban otra casa?
La tierra slica era, pues, el recinto que dependa de
la casa del germano: no tena ms propiedad que ella.
Los francos, despus de la conquista, adquirieron nue!^ Y
424
MONTESQUIEU
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425
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426
MONTESQUIEU
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427
alodios,
(2) El LVI.
(3) Ttulo VII, pr. t. Pater aut maler defuncli, filio, non
filia, hereditatem relinquant. Pr. 4. Qui de funclus, non filias,
sed filias reliqueril, ad eas omnis hareditas pertineat.
428
MONTESQUIEU
429
Despus de lo que acabamos de decir, no parece creble que la sucesin perpetua de los varones la corona
de Francia proceda de la ley Slica. Sin embargo, es indudable que viene de ella. Lo pruebo con los diversos
cdigos de los pueblos brbaros. La ley Slica (1) y la
ley de los borgoones (2) no dieron las hijas el derecho
de suceder en las tierras con sus hermanos; tampoco
sucedieron en la corona. La ley de los visigodos (3) admiti las hijas (4) suceder en las tierras con sus hermanos; las mujeres sucedieron tambin la corona. En
estos pueblos, la disposicin civil arrastr (5) la ley
poltica.
No fu ste el nico caso en que la ley poltica cedi
entre los francos la ley civil. Por disposicin de la ley
Slica, todos los hermanos varones sucedan igualmente
en la tierra, y esto mismo dispona la ley de los borgoones. Pues bien, en las dos monarquas, todos los hermanos sucedan en la corona, aunque hubo entre los
borgoones algunas violencias, asesinatos y usurpaciones.
(i) Ttulo LXII
(2) Ttulo I, pr. 3; tt. XIV, pr. z, y tt. LI.
(3) Libro IV, tt. II, pr. 1.
(4) Las naciones germanas, dice Tcito, tenan usos comunes
y otros particulares.
(5) La corona entre los ostrogodos pas dos veces por las
hembras los varones: una por Amalasunta, en la persona de
Atalarico; otra por Amalafreda, en la persona de Teodato. No
es que entre ellos las mujeres no pudiesen reinar. Amalasunta rein muerto Atalarico, y rein aun despus de la eleccin
de Teodato y en concurrencia con l. (Vanse las Cartas de
Amalasunta y de Teodato en Casiodoro, lib. X.)
430
MONTSQUIEU
CAPITULO XXIII
CAPITULO XXIV
431
tuviesen tan gran nmero de mujeres. Tantos matrimonios eran menos prueba de incontinencia que atributo
de dignidad; se les habra herido en lo ms sensible privndoles de semejante prerrogativa (1). Esto explica
por qu el ejemplo de los reyes no fu seguido por sus
sbditos.
CAPITULO XXV
ehilderico.
Los matrimonios entre los germanos son severos (2),
dice Tcito; los vicios no son all cosa de risa; pervertir ser pervertido no se llama achaques del siglo; hay
pocos ejemplos (3) de adulterio en nacin tan numerosa.
As se explica la expulsin de Childerico, el cual atropellaba costumbres rgidas que la conquista no haba
tenido tiempo de corromper.
CAPITULO XXVI
De la mayor edad de los reyes francos.
Los pueblos brbaros que no cultivan la tierra no tie
nen realmente territorio y se gobiernan, como queda
dicho, ms bien por el derecho de gentes que por el ci
(i) Vase la Crnica de Fredegario, el ao 628.
(2) Severa matrimonia... Nemo illic vitia videt, nec corromPere,
et corrumpi sceculum voeatur. (De moribus germanorum.)
(3) Paucissima in tan numerosa gente adulteria. (De moribus
germ.)
432
MONTESQUIEU
(i)
433
CAPITULO XXVII
Continuacin de la misma materia.
Hemos visto que los germanos no asistan la asamblea hasta la mayor edad: los menores formaban parte
de la familia, mas no de la repblica. As, los hijos de
Clodomiro, rey de Orleans y conquistador de Borgoa,
(1) Ttulo LXXXI.
(2) Ttulo LXXXVII.
(3) No hubo cambio en cuanto los plebeyos.
(4) San Luis no fue mayor hasta esta edad, la cual se vari
por un edicto de Carlos V, dado en 1374.
28
434
MONTESQIITEII
no fueron declarados reyes por no poder ser presentados la asamblea causa de su tierna edad. No eran
reyes an, pero deban serlo cuando fuesen capaces de
llevar las armas: en el entretanto, Clotilde, su abuela,
gobernaba el Estado (1). Sus tos Clotario y Childeberto los degollaron y se repartieron el reino. Tal ejemplo
hizo que en lo sucesivo se declarase reyes los prncipes pupilos inmediatamente despus de muerto el padre.
El duque Gundovaldo salv Childeberto II de la crueldad de Chilperico hacindole declarar rey la edad de
cinco aos (2).
Pero, aun efectuada esta mudanza, conservse el antiguo espritu de la nacin; de suerte que los actos no
se ejecutaban en nombre de los reyes pupilos. Existi,
as, entre los francos un doble gobierno: uno relativo
la persona del rey pupilo y otro concerniente al reino;
en los feudos hubo tambin diferencia entre la tutela
y la baila.
CAPITULO XXVIII
De la adopcin entre los germanos.
La mayora de edad se declaraba entre los germanos
entregando las armas al menor; la adopcin se verificaba del mismo modo. Por eso Gontrn, queriendo declarar mayor de edad su sobrino Childeberto y ade(Y) Parece, segn Gregorio de Tours (lib. III), que Clotilde
eligi dos hombres de Borgoa, que era conquista de Clodomiro,
para elevarlos la sede de Tours, que tambin perteneca al reino de Clodomiro.
(z) Gregorio de Tours, lib. V, cap. I.
435
CAPITULO XXIX
Ibidem.
436
MONTESQUIEU
CAPITULO XXX
De las asambleas de la nacin entre los francos.
Hemos dicho que los pueblos que no cultivan las tierras gozan de gran libertad. Los germanos se hallaban
en este caso. Tcito afirma que no daban sus reyes
caudillos ms que un poder muy moderado (1), y Csar (2) dice que no tenan jefe comn durante la paz,
sino que, en cada aldea, los prncipes administraban jus ticia los suyos. Tampoco los francos tenan rey en Germana, como lo prueba muy bien Gregorio de Tours (3).
Los prncipes, dice Tcito(4), deliberan acerca de las
cosas menores y las importantes se tratan por toda la
nacin, pero de manera que los asuntos de que conoce
(1) Nec regibus libera aut infinita potestas. Cceterum neque
animadvertere, neque vincire, neque verberare, etc. (De moribus
germ.)
(2) In pace nullus est communis magisEratus; sed principes regionum atque pagorum inter suos jus dicunt. (De bello gall., li-
bro VI.)
(3) Libro II.
(4) De minor ibus prncipes consultant, de majoribus omnes,
ita tamen ut ea quorum penes plebem arbitrum est, apud prncipes queque pertractentur. (De morib. germanorum.)
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437
CAPITULO XXXI
De la autoridad del clero en tiempo de los reyes
de la primera lnea.
En los pueblos brbaros los sacerdotes son generalmente poderosos, porque reunen la autoridad que reciben de la religin y la potestad que en tales pueblos da
la supersticin. As vemos en Tcito que los sacerdotes
gozaban de mucho crdito entre los germanos y cuidaban del orden (3) en la asamblea del pueblo. Slo ellos
podan (4) castigar, prender, azotar, lo que hacan,
no por orden del prncipe ni para infligir una pena, sino
cual si obrasen por inspiracin de la divinidad, presente
siempre los que pelean.
438
MONTESQUIEU
LIBRO XIX
De las leyes en relacin con los principios
que forman el espritu general, las cos:
tumores y las maneras de una nacin.
CAPITULO I
De la materia de este libro.
Es sta sumamente extensa. En la multitud de ideas
que acuden mi mente, me fijar ms en el orden de
las cosas que en las cosas mismas. Tengo que apartar
derecha izquierza, romper por medio y abrirme paso.
CAPITULO II
De cun necesario es que los espritus estn
preparados para las mejores leyes.
Nada pareci tan insoportable los germanos como el
tribunal de Varo (1.). Tambin reputaron los lazios cosa
horrible y brbara el que Justiniano erigi (2) para for(I) Cortaban la lengua los abogados, dicindoles: (Vbora,
acaba de silbar. (Tcito.)
(2) Agatas, lib. IV.
440
MONTESQUIEU
CAPITULO III
De la tirana.
Hay dos especies de tirana: una real, que consiste en
r11 E^
441
CAPITULO IV
De lo que es el espritu general.
Muchas cosas gobiernan los hombres: el clima, la
religin, las leyes, las mximas del gobierno, los ejemplos de las cosas pasadas, las costumbres, las maneras;
de todo ello se forma un espritu general, que es su resultado.
medida que en cada pueblo obra una de estas causas con ms fuerza, las dems ceden ante ella en la misma proporcin. La naturaleza y el clima reinan casi
(I) Lib . LIV, pg. 53 2 .
442
MONTESQIIIEi7
CAPITULO V
Que hay que poner sumo cuidado en no mudar
el espritu general de una nacin.
Si hay en el mundo una nacin que tenga humor sociable, franqueza de nimo, alegra en el vivir, gusto,
facilidad en comunicar sus pensamientos; que sea viva,
agradable, jovial, veces imprudente, menudo indiscreta; y que esto agregue valor, generosidad, franqueza, cierto pundonor, convendr no tratar de violentar sus hbitos con leyes para no poner obstculos sus
virtudes.
Si el carcter es bueno en general, qu importan
algunos defectos?
Podrase en tal pas contener las mujeres, dictar
leyes para corregir sus costumbres y moderar su lujo;
pero quin sabe si con ello no se le hara perder cierto
gusto, fuente de sus riquezas, y cierta urbanidad, que
atrae los extranjeros?
Debe el legislador acomodarse al espritu de la nacin cuando no es contrario los principios del gobierno; porque nada hacemos mejor que lo que hacemos libremente y siguiendo nuestra genial inclinacin.
Si se comunica un espritu de pedantera una nacin naturalmente alegre, nada ganar el Estado ni en
lo interior ni en lo exterior. Permitmosle hacer con
gravedad las cosas frvolas y alegremente las serias.
443
CAPITULO VI
CAPITULO VII
444
MONTESQIIIEII
CAPITULO VIII
Efectos del genio social.
Cuanto ms se comunican los pueblos, tanto ms fcilmente mudan de modales, porque cada uno se ofrece
ms como espectculo los otros y se ven mejor las singularidades de los individuos. El clima, que hace que
una nacin sea comunicativa, hace tambin que ame
las mudanzas, y lo que hace amar las mudanzas, hace
tambin que se forme el gusto .
La sociedad de las mujeres relaja las costumbres,
mas crea el gusto: el deseo de agradar ms que los
otros introduce los adornos, y el deseo de agradar ms
que uno mismo origina las modas. Las modas son cosa
importante: el espritu, fuerza de hacerse frvolo, aumenta sin cesar las ramas de su comercio (1).
CAPITULO IX
De la vanidad y del orgullo de las naciones.
La vanidad es tan buen resorte para el gobierno, como
perjudicial es el orgullo. Para convencerse de esto no
hay ms que representarse, por una parte, los bienes
sin nmero que resultan de la vanidadel lujo, la industria, las artes, las modas, la urbanidad, el gusto,y
por otra, los infinitos males que acarrea el orgullo
(I) Vase la fbula de Las abejas.
445
446
MONTEBQUIEU
CAPITULO X
Del carcter de los espaoles y de los chinos.
Los diversos caracteres de las naciones son una mezcla de virtudes y vicios, de buenas y malas cualidades.
Las mezclas afortunadas son aquellas de que resultan
grandes bienes; menudo no se habra adivinado su
excelencia: hay otras que ocasionan grandes males y
cuya ndole funesta tampoco se hubiera sospechado.
La buena fe de los espaoles ha sido famosa en todo
tiempo. Justino (1) nos habla de su fidelidad en guardar
los depsitos: sufran muchas veces la muerte por no
descubrirlos. Distnguense an hoy por esta misma virtud. Todas las naciones que comercian en Cdiz, confan su caudal los espaoles y nunca han tenido que
arrepentirse de ello. Pero esta preciosa cualidad, unida
su pereza, forma-una mezcla que les perjudica mucho: los pueblos de Europa hacen su propia vista todo
el comercio de su monarqua.
Los chinos nos ofrecen ejemplo de otra mezcla que
contrasta con el carcter de los espaoles. Su vida precaria (2) les comunica una actividad prodigiosa y un
deseo tan desmedido de lucro que ninguna nacin co(i) Libro LXIV.
(2) Por la naturaleza del clima y del terreno.
447
merciante puede fiarse de ellos (1). Esta infidelidad ostensible les ha conservado el comercio del Japn: ningn negociante de Europa se ha atrevido emprenderlo
en nombre de ellos, aunque hubiese sido fcil hacerlo
por sus provincias martimas del Norte.
CAPITULO XI
Reflexin.
No he dicho lo anterior para acortar lo ms mnimo
la distancia infinita que hay entre los vicios y las virtudes: Dios me libre! Me he propuesto tan slo dar entender que no todos los vicios polticos son vicios morales, ni todos los vicios morales son vicios polticos,
cosa que no deben ignorar los que hacen leyes contrarias al espritu general.
CAPITULO XII
De los modales y de las costumbres
en el Estado desptico.
Es mxima fundamental que no deben mudarse nunca
las costumbres y las maneras en el Estado desptico:
nada ocasionara ms pronto una revolucin. La razn
es que en tales Estados no hay leyes, por decirlo as,
sino costumbres y modales, y si alteris stos, lo trastornis todo.
448
MONTESQUIEU
CAPITULO XIII
De los modales entre los chinos.
China es el pueblo donde las maneras son indestructibles. Adems de estar las mujeres separadas en absoluto de los hombres , se ensean las maneras , lo mismo
que las costumbres, en las escuelas. Concese si uno es
letrado (1) en la soltura con que hace una reverencia.
(1) Dice el P. Du Halde.
449
Una vez inculcadas estas cosas en forma de preceptos,
y por doctores graves, adquieren la fijeza de principios
de-moral y no se mudan ya.
CAPITULO XIV
450
MONTESQUIEII
CA P ITULO XV
Influencia del gobierno domstico en la politica.
Este cambio de costumbres de las mujeres influir
mucho, sin duda, en el gobierno de Moscovia. Todo se
liga estrechamente: el despotismo del prncipe se acom
451
parla de un modo natural con la servidumbre de las mujeres; la libertad de stas, con el espritu de la monarqua.
CAPITULO XVI
De cmo han confundido algunos legisladores
los principios que rigen los hombres.
Las costumbres y las maneras son usos que las leyes
no han establecido no han podido querido establecer.
Hay entre las leyes y las costumbres la diferencia de
que las primeras regulan principalmente las acciones
del ciudadano y las segundas las acciones del hombre.
su vez, entre las costumbres y las maneras hay la
diferencia de que aqullas tocan ms la conducta interior y stas la exterior.
Suele ocurrir que se confundan estas cosas en un Estado (1). Licurgo di un cdigo comprensivo de las leyes, las costumbres y las maneras, y los legisladores
chinos han hecho lo mismo.
No debe sorprendernos que los legisladores de Lacedemonia y de China confundieran estas tres cosas, porque las costumbres representan las leyes y las maneras
representan las costumbres.
Los legisladores chinos se proponan como principal
objeto que su pueblo viviese tranquilo: Quisieron que
los hombres se respetasen mutuamente, que cada uno
sintiese cada hora que deba mucho los otros, y que
no hubiera ciudadano que no dependiese en algn modo
(Z) Moiss form un mismo cdigo para las leyes y la religin. Los primeros romanos confundieron los usos antiguos
452
MONTESQUIEU
CAPITULO XVII
Propiedad particular del gobierno chino.
Los legisladores chinos hicieron im s (2): confundieron
la religin, las leyes, las costumbres y las maneras; todo
esto formaba parte de la moral, todo se comprenda en
la virtud. Son los preceptos concernientes estas cua(i) Vase el P. Du Halde.
(2) Vanse los libros clsicos de que el P. Du Halde ha copiado tan excelentes trozos.
453
tro cosas lo que se llam ritos, y precisamente es en la
observancia de estos ritos en lo que triunf el gobierno chino. Pasaban los individuos toda la juventud en
aprenderlos, toda la vida en practicarlos. Los enseaban
los letrados y los magistrados los predicaban; y como
abarcaban hasta las menores acciones de la vida, cuando se hall el medio de hacerlos observar fielmente,
China estuvo bien gobernada.
Dos cosas han contribuido grabar los ritos en el corazn y en el entendimiento de los chinos: una, su manera de escribir, sumamente complicada, de donde resulta que durante la mayor parte de la vida la inteligencia se ocupa nicamente (1) en estos ritos, porque
es preciso aprender leer en los libros y por los libros
que los contienen; otra, que no conteniendo los preceptos de los ritos nada de espiritual, sino solamente las
reglas de una prctica comn, son ms propsito para
convencer impresionar el nimo que las materias intelectuales.
Los prncipes que, en lugar de gobernar con los ritos,
gobernaron por la fuerza de los suplicios, quisieron que
stos hiciesen lo que no pueden hacer, que es dar costumbres. Los suplicios segregarn, sin duda, de la sociedad un ciudadano que, habiendo perdido sus costumbres, infringe las leyes; pero si todo el mundo ha
perdido sus costumbres, las restablecern? Los suplicios podrn detener muchas consecuencias del mal general; pero no corregirlo. As, cuando se abandonaron
los principios del gobierno chino, cuando pervirtise la
moral, el Estado cay en la anarqua y sobrevinieron
revoluciones.
(I)
454
MONTESQIIIEII
CAPITULO XVIII
Consecuencia del captulo precedente.
Resulta de aqu que China no pierde sus leyes con
la conquista. Siendo la misma cosa maneras, costum
bres, leyes, religin, no es posible mudar todo esto de
una vez. Y como es menester que sufra el cambio el
vencedor el vencido, en China ha tenido que sufrirlo
el vencedor, porque, no siendo sus costumbres sus maneras, ni sus maneras sus leyes, ni sus leyes su religin,
ha sido ms fcil que se acomode poco poco al pueblo
vencido que no el pueblo vencido l.
Sguese an de lo dicho una cosa triste: es que casi
no es posible que el cristianismo se establezca nunca
en China (1). Los votos de virginidad, la reunin de las
mujeres en las iglesias, su comunicacin necesaria con
los sacerdotes, su participacin de los sacramentos , la
confesin auricular, la extremauncin, el matrimonio
con una sola mujer, todo esto trastorna las costumbres
y maneras del pas y contrara la par su religin y sus
leyes.
La religin cristiana, con el establecimiento de la caridad, el culto pblico, la participacin de los mismos
sacramentos, parece exigir que todo se una: los ritos
de los chinos parecen ordenar que todo se separe.
Como se ha visto que esta separacin (2) acompaa en
(I) Vanse las razones aducidas por los magistrados chinos
en los decretos donde proscriben la religin cristiana. (Cartas
edificantes, coleccin dcimosptima.)
(2) Vase el lib. IV, cap. III, y el XIX, cap. XII.
455
CAPITULO XIX
456
MONTESQUIEU
CAPTULO XX
Explicacin de una paradoja acerca de los chinos.
Lo ms singular es que los chinos, cuya vida est dirigida enteramente por los ritos, son, sin embargo, el
pueblo ms trapacero de la tierra. Esto se observa especialmente en el comercio, que no ha podido inspirarles nunca la buena fe que le es propia. El que va
457
CAPITULO XXI
Que las leyes deben guardar relacin con las
costumbres y las maneras.
Slo ciertas instituciones singulares confunden del
modo que hemos visto cosas que estn naturalmente
separadas, como las leyes, las costumbres y las mane(t) Diario de Lange, en 1721 y 1722, tomo VIII de los Viajes
al Norte.
458
MONTESQUIEU
CAPITULO XXII
Continuacin de la misma materia.
Cuando un pueblo tiene buenas costumbres, las leyes
se simplifican. Segn Platn (2), Radamante, que gobernaba un pueblo sumamente religioso, resolva todos
los procesos con gran prontitud, defiriendo al juramento
prestado acerca de cada asunto. Pero, agrega el mismo Platn (3), si el pueblo no es religioso, no se puede
hacer uso del juramento sino en el caso de que el que
jura no sea parte interesada, como el juez y los testigos.
(i) Plutarco, Vida de Soldn, pr. 9.
(2) De las leyes, libro XII.
(3) /bid.
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CAPITULO XXIII
CAPITULO XXIV
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MONTESQIEII
CAPITULO XXV
Continuacin de la misma materia.
La ley romana permita los esposos hacerse donaciones antes del matrimonio, mas no despus. Esto se
fundaba en las costumbres de los romanos, los cuales
eran impulsados casarse por la frugalidad, la sencillez
y la modestia, pero que podan dejarse seducir por los
cuidados domsticos, las complacencias y la felicidad
de toda la vida.
La ley de los visigodos ordenaba (4) que el esposo no
(i) Tnst., lib II, pr. 2, Compilacin de Ozel, en Leiden,
1658.
(2) Tnst., lib. II, de pupil. substit., pr. 3.
(3) La sustitucin vulgar era: S Fulano no fuese heredero,
le sustituyo... etc. La pupilar: Si Fulano muere antes de llegar
la pubertad, le sustituyo... etc.
(4) Libro III, tt. I, pr. 5.
461
CAPITULO XXVI
Continuacin de la misma materia.
La ley de Teodosio y Valentiniano (1) busc las
causas del repudio en las antiguas costumbres (2) y usos
de los romanos. Por eso puso entre ellas la accin del
marido (3) que castigase su mujer de un modo indigno de una persona ingenua. Esta causa se omiti en las
leyes siguientes (4), siendo la razn el haberse mudado
en este punto las costumbres, pues los usos de Oriente
haban reemplazado los de Europa. El primer eunuco
segunda.
(3) Si verberibus, qua ingenuis aliena sunt, affacientem _probaverit.
(4) En la Novela 117, cap. XIV.
MONTESQUIETJ
462
de la emperatriz, mujer de Justiniano II, dice la historia, la amenaz con el castigo que se aplica los nios
en las escuelas. No cabe imaginar semejante escndalo
sino por el influjo de costumbres establecidas que se
tratara de establecer.
Hemos visto cmo las leyes siguen las costumbres:
veamos ahora cmo las costumbres siguen las leyes.
CAPITULO XXVII
463
464
MONTESQUIEU
465
las leyes fundamentales y una potencia extranjera amenazara, habra una revolucin que no mudara la forma
del gobierno ni su constitucin, porque las revoluciones que hace la libertad no son ms que una confirmacin de ella misma
Una nacin libre puede tener un libertador; una nacin subyugada no puede tener ms que otro opresor;
porque cualquier hombre que tenga fuerza bastante
para arrojar quien es ya dueo absoluto del Estado,
la tendr tambin para subrogarse l.
Como para gozar de la libertad es preciso que cada
uno pueda decir lo que piensa, y para conservarla se
necesita lo mismo, un ciudadano, en este Estado de que
hablamos, dira escribira todo lo que las leyes no le
prohibieran decir escribir.
Semejante nacin, siempre enardecida, se guiara
ms por sus pasiones que por la razn, la cual no obra
nunca con gran fuerza sobre los nimos, y sera fcil
los gobernantes arrastrarla empresas contrarias sus
verdaderos intereses.
Esta nacin amara extraordinariamente su libertad,
pudiendo acontecer que sacrificase su bien, su comodidad y sus intereses por defenderla, y que se cargara de
impuestos dursimos, tales que el prncipe ms absoluto
no se atrevera exigir sus sbditos.
Pero, como tendra conciencia de su necesidad; como
pagara con la esperanza bien fundada de no pagar ms,
las cargas seran ms pesadas que el sentimiento de
ellas, al contrario de otros Estados, donde el sentimiento es infinitamente mayor que el mal.
Tendra un crdito seguro, porque se prestara y se
pagara s misma. Podra ocurrir que contrajese compromisos superiores sus fuerzas naturales y empleara
contra sus enemigos inmensas riquezas completamente
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MONTESQUIEU
466
ficticias, que la confianza 3- la naturaleza de su gobierno tornaran reales.
Deseosa de conservar su libertad, tomara prestado
de sus sbditos, y viendo stos que perderan sus crditos si era conquistada, tendran nuevos motivos para
desplegar mayores esfuerzos encaminados defenderla.
Si esta nacin habitase una isla, no sera conquistadora, porque las conquistas apartadas la debilitaran; y
si el terreno de la isla fuese bueno, sera an menos
dada conquistar, porque no necesitara acudir la
guerra para enriquecerse. Y como ningn ciudadano
dependera de otro ciudadano, cada cual hara ms caso
de su libertad que de la gloria de algunos ciudadanos
de uno solo,
Mirarase all los militares como gentes cuyo oficio
puede ser veces til y veces perjudicial, como gentes cuyos servicios son gravosos la nacin, y se estimaran ms las cualidades civiles.
Esta nacin, enriquecida por la paz y la libertad y
exenta de preocupaciones destructoras, se inclinara al
comercio. Si tena alguna de esas primeras materias que
sirven para hacer cosas que la mano del obrero da
un gran precio, podra fundar establecimientos que le
permitieran gozar de este don del cielo en toda su extensin.
Si esta nacin se hallase situada al Norte y tuviese
muchas producciones superfluas, careciendo de gran
nmero de artculos que el clima le negaba , hara un
trfico necesario, pero grande, con los pueblos del Medioda; y eligiendo los Estados que quisiera favorecer
con un comercio ventajoso, celebrara tratados recprocamente tiles con la nacin de su agrado.
En un Estado donde, por una parte, la opulencia
fuese mucha y, por otra, los impuestos excesivos, ape-
467
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intereses polticos, se hablara mucho de poltica; habra gentes que se pasaran la vida calculando aconte
cimientos que, dada la naturaleza de las cosas y los caprichos de la fortuna, por mejor decir, de los hombres, no estn sujetos clculo.
En una nacin libre es indiferente con frecuencia que
los particulares discurran bien mal; basta con que discurran: de aqu sale la libertad, que preserva de los
efectos de esos mismos discursos.
En un gobierno desptico es tambin indiferente que
se discurra bien mal: slo con discurrir se contrara el
principio del gobierno.
No pocas gentes, que no se curaran de agradar na
die, se abandonaran su humor: habra muchos hombres atormentados por su mismo ingenio, y el desdn
el disgusto de todas las cosas los hara desgraciados con
tantos motivos para no serlo.
No temiendo ningn ciudadano otro, esta nacin sera altiva; porque la altivez de los reyes es hija de su
independencia.
Las naciones libres son soberbias; las dems pueden
ser ms fcilmente vanas.
Estos hombres tan altivos, teniendo mucho trato, se
hallaran menudo entre gentes desconocidas. En este
caso, seran tmidos, notndose en ellos la mayor parte de
las veces una mezcla extraa de cortedad y de orgullo.
El carcter de la nacin se revelara especialmente
en sus obras de ingenio, fruto de la soledad y de la propia meditacin.
La sociedad nos ensea conocer las ridiculeces; el
retiro nos da mayor aptitud para distinguir los vicios.
Por esto, sus escritos satricos seran sangrientos, y naceran muchos Juvenales antes de aparecer ningn Horacio.
473
LIBRO XX
De las leyes con relacin al comercio, con:,
siderado en su naturaleza y sus distino
ciones.
Docuit maximus Atlas (Virg., Eneldo).
CAPITULO I
Del comercio.
475
Puede decirse que las leyes del comercio mejoran
las costumbres, por la misma razn que otras veces las.
echan perder. El comercio corrompe las costumbres
puras (1), y de ello quejbase Platn; pero pule y suaviza las costumbres brbaras, como observamos diariamente.
CAPTULO II
Del espritu de comercio.
El efecto natural del comercio es inclinar la paz
Dos naciones que negocian entre s se hacen recprocamente dependientes: si una tiene inters en comprar,
tinelo la otra en vender, y sabido es que toda unin
est fundada en necesidades mutuas.
Pero si el espritu de comercio une las naciones,
no une del mismo modo los particulares. En los pases (1) donde domina slo el espritu de comercio se
trafica con todas las acciones humanas y todas las virtudes morales: las cosas ms pequeas, aquellas que
pide la humanidad, se hacen se dan por dinero.
El espritu de comercio produce cierto sentimiento
de justicia rigurosa, opuesto por una parte al latrocinio y per otra las virtudes morales, que hacen los
hombres no mostrarse siempre rgidos respecto de los
propios intereses y hasta descuidarlos en aras de los
ajenos.
(I)
476
MONTESQUIEU
CAPTULO III
De la pobreza de los pueblos.
Hay dos especies de pueblos pobres: unos, los que ha
hecho tales la dureza del gobierno, y stos no son capaces de ninguna virtud, porque su pobreza es parte de
:su servidumbre; otros, los que lo son por haber desde(I) Holanda.
(2) Et qui modo hospes fuerat monstrator hospitii (De moribus
germanorum). Vase tambin Csar, Guerra de las Galias, libro VI.
(3) Ttulo XXXVIII.
477
CAPITULO IV
Del comercio en los diversos gobiernos.
El comercio se relaciona estrechamente con la constitucin. En el gobierno de uno solo se funda de ordinario en el lujo; y aunque tambin lo est en las necesidades reales, su objeto principal es procurar la nacin
que lo ejerce todo lo que puede servir su orgullo, sus
delicias y sus antojos. En el gobierno de muchos se funda ms comnmente en la economa. Los negociantes,
tendiendo la vista por todas las naciones de la tierra,
llevan una lo que sacan de otra. As practicaron el
comercio las repblicas de Tiro, Cartago, Atenas, Marsella, Florencia, Venecia y Holanda.
Esta especie de trfico se acomoda al gobierno de
muchos, por su naturaleza, y al de uno solo, accidentalmente; porque estando fundado en la prctica de ganar poco, y aun de ganar menos que cualquiera otra nacin, y de li resarcirse sino ganando continuamente
apenas es posible que lo ejerza un pueblo donde reine
el lujo, que gaste mucho y que slo se fije en los grandes objetos.
tenor de estas ideas, deca acertadamente Cicern (1): No me agrada que un mismo pueblo sea la
vez el dominado: y el proveedor del universo. En efec( i ) Nolo eumdem populm imperatorem et portitorem esse terrarum.
478
MONTESQUIEU
to, sera preciso suponer que en tal Estado cada particular, y el mismo Estado, tenan siempre llena la cabeza de grandes proyectos, y al mismo tiempo de proyectos pequeos, lo que es contradictorio.
No significa esto que en los Estados que se mantienen con el comercio de economa no se lleven feliz
trmino las ms grandes empresas y falte cierto atrevimiento que no se encuentra en las monarquas. He aqu
la razn.
Un comercio conduce otro, el pequeo al mediano,
el mediano al grande; y el que ha mostrado tanto afn
por ganar poco, llega ponerse en situacin de querer
ganar mucho.
Adems, las grandes empresas de los comerciantes
estn siempre ligadas necesariamente con los negocios
pblicos. Pero en las monarquas, los negocios pblicos
parecen la mayor parte de las veces tan aventurados
los comerciantes como seguros los ven en los Estados
republicanos. Las grandes empresas de comercio no
son, pues, para las monarquas, sino para los gobiernos
populares.
En suma, la mayor certidumbre que cada uno cree
tener de su propiedad en estos Estados, hace emprenderlo todo; y porque presumen tener seguro lo que han
adquirido osan los traficantes exponerlo para adquirir
ms; todo el peligro que se corre est en los medios de
adquirir: ahora bien, los hombres confan mucho en su
fortuna.
No quiero decir que haya monarquas excluidas enteramente del comercio de economa, sino que son menos aptas para l por su naturaleza. Ni pretendo afirmar que las repblicas que conocemos estn privadas
por completo del comercio de lujo, sino que ste se
compadece menos con su constitucin.
479
CAPITULO V
De los pueblos que han practicado el comercio
de- economa.
Marsella, albergue necesario en medio de un mar
tempestuoso; Marsella, lugar donde los vientos, los arrecifes, la disposicin de las costas, obligan tocar, fu
siempre frecuentada por las gentes de mar. La esterilidad (1) de su territorio movi sus habitantes dedicarse al comercio de economa. Tuvieron que ser laboriosos, para suplir los escasos rendimientos de la naturaleza; que ser justos, por vivir entre pueblos brbaros
que haban de contribuir su prosperidad; que usar de
moderacin, para que su gobierno fuese siempre tranquilo, y que tener costumbres frugales, para poder vivir de un comercio tanto ms fcil de conservar cuantas menos ventajas ofreciera.
Se ha visto en todas partes que la violencia y las vejaciones han dado nacimiento al comercio de economa
siempre que los hombres tuvieron que refugiarse en los
pantanos, las islas, las marismas y hasta en las rocas
del mar. De este modo se fundaron Tiro, Venecia y las
480
MONTESQUIEU
ciudades de Holanda; los fugitivos encontraron su seguridad en estos parajes; les era menester vivir y sacaron su sustento de todo el universo.
CAPTULO VI
De algunos electos de una navegacin grande.
Sucede veces que, necesitando una nacin que hace
el comercio de economa, de la mercadera de un pas
fin de utilizarla como capital que le sirva para procurarse las de otro, se contente con ganar muy poco con
no ganar nada en unos artculos, movida de la esperanza de ganar mucho en otros. As, cuando Holanda haca
casi sola el comercio del Medioda al Norte de Europa,
los vinos de Francia, que llevaba los pueblos del Norte, no le servan en cierto modo sino de capital para
comerciar con stos.
Sbese que, menudo, ciertos artculos, trados de
lejos, no se venden en Holanda ms caros de lo que
costaron en los lugares de donde proceden. He aqu
cmo explican esto: el capitn que necesita lastre para
su buque, toma mrmol; si necesita madera para estivar, la compra, y con tal de no perder, se dar por muy
satisfecho. De este modo, Holanda tiene tambin sus
canteras y sus montes.
No slo puede ser til un comercio que nada produzca, sino tambin uno desventajoso. He odo decir en
Holanda que la pesca de la ballena, en general, no
deja casi nunca lo que cuesta; pero los que han estado
ocupados en la construccin del buque, los que han suministrado los aparejos y los vveres, son 1os mismos
481
que se interesan principalmente en esta especulacin.
As, aunque perdiesen en la pesca, ya han ganado en
los suministros. Este comercio es una especie de lotera y todos les seduce la esperanza de sacar un premio. No hay nadie quien no le guste jugar, y las personas ms prudentes juegan de buena gana, mientras
no ven las resultas del juego, sus extravos, sus violencias, sus disipaciones, la prdida del tiempo y aun de la
vida.
CAPITULO VII
Del espritu de Inglaterra respecto del comercio.
Inglaterra no tiene arancel fijo con las dems naciones, pues lo cambia, por decirlo as, cada parlamento,
quitando imponiendo derechos particulares. Hasta en
esto ha querido conservar su independencia. Celosa en
extremo del comercio que otros hacen con ella, se ata
poco con tratados y slo depende de sus leyes.
Otras naciones han subordinado los intereses del comercio los polticos: Inglaterra ha hecho lo contrario.
Ningn pueblo del mundo ha sabido sacar mejor partido un mismo tiempo de estas tres grandes cosas: la
religin, el comercio, la libertad.
CAPITULO VIII
De cmo se ha puesto trabas algunas veces
al comercio de economa.
En ciertas monarquas se han dictado leyes muy propias para perjudicar los Estados que hacen el comercio de economa. Se les ha prohibido trasportar otros g31
482
MONTESQUIEU
neros que los producidos en su pas, y no se les ha permitido usar de naves que no sean del pas donde se
dirigen .
Menester es que el Estado que impone estas leyes
pueda hacer fcilmente el comercio por s mismo: sin
ello, sufrir un dao igual, por lo menos, al que causa.
Es preferible tratar con una nacin que exige poco y
que, por las necesidades de su comercio, es en cierto
modo dependiente; que, por la extensin de sus miras
de sus negocios, sabe dnde coloca todas las mercade
ras superfluas; que es rica y puede tomar por su cuenta muchos gneros; que los pagar prontamente; que
tiene, por decirlo as, precisin de ser fiel; que es pacfica por principios; que se propone ganar y no conquistar: es preferible, repito, tratar con una nacin as que
no con otras que siempre son rivales y no reunen ninguna de estas ventajas.
CAPTULO IX
483
que pone su justo precio los gneros y establece las
verdaderas relaciones entre ellos.
Menos an debe un Estado sujetarse no vender sus
productos sino una nacin, so pretexto de que se los
tomar todos cierto precio. Los polacos tienen un
arreglo de esta naturaleza, respecto del trigo, con la
ciudad de Dantzick; muchos reyes indios han celebrado
tratados por el estilo, para las especias, con los holandeses (1). Estas convenciones no son propias sino de
una nacin pobre, que se resigna perder la esperanza
de enriquecerse trueque de asegurar su subsistencia;
de naciones cuya servidumbre consiste en renunciar
al uso de las cosas que la naturaleza les ha dado
hacer con ellas un comercio desventajoso.
CAPITULO X
Establecimiento conveniente al comercio
de economa.
En los estados que hacen el comercio de economa
se han establecido por fortuna Bancos que con su crdito han creado nuevos signos de valores. Pero se hara
mal en trasladar esa institucin los Estados que hacen
el comercio de lujo. Establecerla en pases gobernados
por uno solo es suponer el dinero en una parte y el poder en otra; es decir, en un lado la facultad de tenerlo
todo sin ningn poder, y en el otro el poder sin medios
absolutamente para nada. En semejante gobierno, slo
(I) Antes lo establecieron los portugueses. Viajes de Francisco Pirard, cap. XV, parte II.
484
MONTESQUIEU
CAPITULO XI
Continuacin de la misma materia.
En las naciones que hacen el comercio de economa
puede establecerse un puerto franco. La economa del
Estado que acompaa siempre la frugalidad de los
particulares da, por decirlo as, el alma su comercio
de economa. Lo que el gobierno pierde de los tributos
por causa de la expresada franquicia se compensa con
lo que saca de la riqueza industrial de la repblica.
Pero en el gobierno monrquico tal establecimiento sera contrari la razn; su solo efecto sera aliviar al
lujo del peso de los impuestos. Desaparecera el nico
bien que el lujo es capaz de producir y el solo freno que
puede tener en un gobierno de esa clase.
485
CAPTULO XII
De la libertad del comercio.
No consiste la libertad del comercio en la facultad
concedida los negociantes de hacer lo que quieran, lo
que constituira ms bien su servidumbre. Las reglas
que sujetan al comerciante no son por s mismas trabas
puestas al comercio. En los pases libres es donde el
negociante tropieza con ms obstculos; en ninguna
parte le embarazan menos las leyes que en los pueblos
sumidos en la servidumbre.
Inglaterra prohibe la exportacin de sus lanas; manda
que el carbn sea llevado por mar la capital; no permite la salida de sus caballos como no estn castrados;
los buques (1) de sus colonias que comercian en Europa
tienen que fondear en Inglaterra. Con esto sujeta al
comerciante, pero favorece al comercio.
CAPITULO XIII
De lo qu destruye la libertad de comercio.
Donde hay comercio hay aduanas. El objeto del comercio es la exportacin importacin de las mercaderas en beneficio del Estado. Es, por tanto, necesario
(i) Acta de navegacin de z66o. Slo en tiempo de guerra los
de Boston y Filadelfia han enviado en derechura sus buques al
Mediterrneo con productos de su pas.
486
MONTESQUIEU
CAPITULO XIV
De las leyes de comercio que establecen
la confiscacin de las mercaderas.
La Carta
y confiscar en caso de guerra las mercaderas de los negociantes extranjeros, no ser por va de represalias.
Es admirable que la nacin inglesa haya puesto semejante disposicin entre los artculos de su libertad.
Durante la guerra que sostuvo Espaa con Inglaterra
en 1740 di una ley (1) que castigaba con la muerte
los que introdujeran en los Estados de Espaa gneros
de Inglaterra, impona la misma pena los que llevasen los Estados de Inglaterra gneros de Espaa.
(i) Publicada en Cdiz en Marzo de 74o.
487
CAPITULO XV
De la prisin por deudas.
Soln (1) orden en Atenas que en lo sucesivo no se
obligase la persona por deudas civiles. Tom esta ley
3e Egipto (2 ) ; la haba hecho Bocchoris y Sesostris renovado.
Esta ley es excelente en materias civiles (3) ordinarias; pero nosotros hacemos bien en no observarla en
asuntos mercantiles; porque estando obligados los comerciartes confiar crecidas sumas por tiempo veces
muy corto, darlas y recobrarlas, es menester que el
deudor cumpla siempre sus compromisos en el plazo
fijado, lo cual supone la prisin por deudas.
En los litigios que nacen de los contratos civiles ordinarios, la ley no debe prescribir la prisin, porque
(I) Plutarco, en el tratado Que no se debe tomar prestado con
usura.
(2) Diodoro, lib. I, part. II, cap. LXXIX.
(3) Merecen censura los legisladores griegos, que mientras
p rohiban recibir en prenda las armas y el arado de un hombre, permitan tomar al hombre mismo. (Diodoro, lib. I, part. II,
c aptulo LXXIX.)
488
MONTESQUIEU
atiende ms la libertad de un ciudadano que la conveniencia de los dems. Pero en las convenciones derivadas del comercio, la ley debe atender ms la conveniencia pblica que la libertad del ciudadano, lo
cual no impide las restricciones y limitaciones que requieren la humanidad y la buena polica.
CAPITULO XVI
Buena ley.
Lo es la de Ginebra que cierra las puertas de las magistraturas, y aun las del gran Consejo, los hijos de
los que han vivido muerto insolventes menos que
paguen las deudas de su padre. Esta ley produce el
efecto de inspirar confianza en los negociantes, en los
magistrados, en la ciudad misma. Adems, la fe particular adquiere la fuerza de la fe pblica.
CAPITULO XVII
Ley de Rodas.
Los rodios fueron todava ms lejos. Sexto Emprico (1.) dice que entre ellos el hijo no poda excusarse de
pagar las deudas de su padre, renunciando su sucesin
La ley de Rodas era propia de una repblica fundada
en el comercio: me parece, sin embargo, que el inters
(1) Hipotyposes, lib. 1, cap. XIV.
489
mismo del comercio exiga la limitacin de que las deudas contradas por el padre, despus que el hijo hubiese
empezado dedicarse al trfico, no obligaran los bienes adquiridos por ste. El negociante debe conocer
siempre cules son sus obligaciones y conducirse en toda
circunstancia segn el estado de su fortuna.
CAPITULO XVIII
De los jueces de comercio.
MONTESQUIEU
490
CAPITULO XIX
Que el prncipe no debe comerciar.
CAPITULO XX
Continuacin de la misma materia.
Cuando portugueses y castellanos dominaban en las
Indias orientales, tena el comercio ramos tan ricos que
sus prncipes no dejaron de apropirselos. Esto arruin
sus establecimientos en aquellas regiones.
(i)
Zonaro.
491
El virrey de Goa otorgaba privilegios exclusivos
los particulares. No inspiran confianza semejantes gentes; interrmpese el trfico por la mudanza perpetua de
las personas que se confa; nadie se interesa por el
comercio que hace y no le importa que quede perdido
para su sucesor: el provecho no beneficia ms que algunos y no se extiende lo bastante.
CAPITULO XXI
Del comercio de la nobleza en la monarqua.
Es contrario al espritu del comercio que la nobleza
lo ejerza en la monarqua. Esto sera muy perjudicial
las ciudades, dicen los emperadores Honorio y Teodosio (1), y privara los mercaderes y plebeyos de la facilidad en sus compras y ventas.
Opnese tambin al espritu de la monarqua que la
nobleza se dedique al comercio. El uso que le ha permitido ejercerlo en Inglaterra es una de las cosas que
ms han contribudo debilitar el gobierno monrquico.
CAPITULO XXII
Reflexin particular.
Hay personas que, sorprendidas de la prctica observada en algunos Estados, piensan que convendra dictar leyes en Francia que inclinaran los nobles al co( i ) Leg, nobiliores, cod. de commerce, et leg. ult. cod. de rescind.
vendit.
492
MONTESQUIEU
493
CAPITULO XXIII
1i
Las riquezas consisten en tierras en efectos muebles: las tierras de cada pas las poseen generalmente
sus habitantes. En la mayor de los Estados hay leyes
que retraen los extranjeros de adquirir tierras, y como
stas, adems, requieren la presencia del dueo para
ser productivas, resulta que tal gnero de riqueza pertenece cada Estado en particular. Pero los efectos
muebles, como el dinero, los pagars, las letras de cambio, las acciones de las compaas, las naves, todas las
mercaderas, pertenecen al mundo entero que, en esta
relacin, no compone ms que un Estado, del cual son
miembros todas las sociedades: el pueblo que posee ms
efectos de stos es el ms rico. Algunos Estados tienen
inmensa cantidad de ellos, que adquieren con sus frutos,
494
MONTESQUIEU
el trabajo de sus obreros, su industria, sus descubrimientos, veces hasta por obra de la casualidad. La
avaricia de las naciones se disputa los muebles de todo
el universo. Puede haber Estado tan desgraciado que
carezca de los efectos de los otros pases y de casi todos
los suyos; en tal caso, los propietarios de las tierras no
sern all sino colonos de los extranjeros. Semejante Estado se hallar falto de todo y no podr adquirir nada;
habra sido mejor para l no tener comercio con ninguna nacin del mundo, pues el comercio, dadas las circunstancias en que se encontraba, es quien le ha conducido la pobreza.
El pas que enva constantemente menos gneros
productos que los que recibe, se va poniendo l mismo
en equilibrio empobrecindose: recibir menos cada vez
hasta que, sumido en extrema pobreza, no reciba nada.
En los pases comerciantes, el dinero, desaparecido
de pronto, vuelve, porque los Estados que lo han recibido, lo deben: en los Estados que nos referimos, el
dinero no vuelve nunca, porque los que lo han tomado,
no deben nada.
Sirva de ejemplo Polonia. No posee esta nacin ninguna de las cosas que llamamos los efectos muebles del
universo, no ser el trigo de sus tierras. Algunos seores son propietarios de provincias enteras, y apuran
los labradores para que les den mayor cantidad de gran
no, fin de poderlo enviar al extranjero y procurarse
las cosas que exige su lujo. Si Polonia no comerciase
con ninguna nacin, sus pueblos seran ms felices. Los
grandes, que no tendran ms que trigo, se lo daran
sus labriegos para vivir; resultndoles gravosos los dominios demasiado extensos, los repartiran entre sus colonos; sacando todos pieles lanas de sus rebaos, no
tendran que hacer gastos inmensos para vestirse; por
495
^^IB
011
Ca
Pgin a s.
PREFACIO
ADVERTENCIA
II
versos seres
I.--De las leyes de la naturaleza
I
III.De las leyes positivas ..
LIBRO II.DE
II
14
16
20
sos gobiernos..
..... .
II.Del gobierno republicano y de las
leyes propias de la democracia
III.De las leyes propias de la aristocracia.....
IV.De las leyes con relacin la naturaleza del gobierno monrquico
V.De las leyes con relacin la naturaleza del gobierno desptico....
20
21
27
31
34
36
36
37
Pginas.
III.Del principio de la democracia....
37
IV.Del principio de la aristocracia... .
40
V.Que la virtud no es el principio del
...
gobierno monrquico
42
VI.De cmo se suple la virtud en el gobierno monrquico
44
VII. Del principio de la monarqua
44
VIII.---Que el honor no es el principio de
los Estados despticos
.. .
45
1X.Del principio del gobierno desp
tico
46
X. Diferencia en cuanto la obediencia entre los gobiernos moderados y los despticos...... . ..
47
XI.Reflexiones acerca de lo dicho
49
CAPTULO
LIBRO
50
50
50
54
56
56.
57
6o
6i
66
66
66
Pginas.
la repblica en la democracia
IV.Cmo se inspira el amor de la igualdad y de la frugalidad ......
V.--De cmo establecen las leyes la
igualdad en una democracia
VI.--Cmo las leyes deben mantener la
frugalidad en la democracia..
VII.De otros medios de favorecer el
principio de la democracia
VIII.Cmo las leyes deben referirse al
principio del gobierno en la aris
tocracia
IX.De cmo las leyes son relativas su
principio en la monarqua......
X.De la brevedad de la ejecucin en
la monarqua.
XI.De la excelencia del gobierno monrquico
XII.Continuacin del mismo asunto. ..
XIII.Idea del despotismo.
XIV.De cmo las leyes son relativas al
principio del gobierno desptico.
XV.Continuacin del mismo asunto.
XVI.--De la comunicacin del poder
XVII.De las ddivas.
XVIII.De las recompensas que da el soberano
XIX.Nuevas consecuencias de los principios de los tres gobiernos
LIBRO VI.--CONSECUENCIAS DE LOS PRINCIPIOS DE LOS GOBIERNOS CON RELACIN LA SENCILLEZ DE LAS LEYES CIVILES
Y CRIMINALES FORMA DE LOS JUICIOS Y ESTABLECIMIENTO DE
LAS PENAS
CAPTULO I.De la sencillez de las leyes civiles
67
69
70
75
77
$1
87
88
89
91
92
92
99
I01
103
104
105
Pginas.
CAPTULO
144
Pginas.
CAPITULO
I.Del lujo
144
II.--De las leyes suntuarias en la democracia
146
III.De las leyes suntuarias en la aristocracia.
148
IV.--De las leyes suntuarias en las monarquas...
......
149
V.De los casos en que las leyes suntuarias son tiles en la monarqua... 151
VI.--Del lujo en China
. 152
VII.Funesta consecuencia del lujo en
China .......... ... .... ..
154
VIII.De la continencia pblica ...
155
IX.De la condicin de las mujeres en los
x55
diversos gobiernos .......
X.Del tribunal domstico de los romanos
157
XI.De cmo las instituciones cambiaron
158
en Roma con el gobierno
XII. De la tutela de las mujeres entre los
16o
romanos ..
XIII.De las penas establecidas por los emperadores contra la disolucin de
16o
las mujeres............. ...
XIV.De las leyes suntuarias de los roma163
nos
XV.De las dotes y de los bienes nupciales en las diversas constituciones . 163
XVI.--Excelente costumbre de los samnitas....
164
165
XVII.Del gobierno de las mujeres
LIBRO
167
167
Pginas.
CAPITULO
FBNSI VA
189
Pginas.
su
seguridad....
189
II.Que la constitucin federativa debe
componerse de Estados de la misma naturaleza, especialmente rep ublicanos.. ....... , ...
. 193
III.Otros requisitos de la repblica federativa......
.. 194
IV.De cmo proveen su seguridad
los Estados despticos .......... 195
V.De cmo la monarqua provee su
seguridad
196
VI.De la fuerza defensiva de los Estados en general
196
VII.Reflexiones.
198
VIII.Caso en que la fuerza defensiva de
un pas es inferior su fuerza
ofensiva...
.......
199
IX. De la fuerza relativa de los Es
199
tados .... . , .
X .De la debilidad de los Estados ve
200
cinos
20 1
201
201
II.De la guerra
III.Del derecho de conquista
203
IV.--De algunas ventajas del pueblo con206
quistado
207
V.Geln, rey de Siracusa
208
VI.De una repblica que conquista
VII.Continuacin de la misma materia 209
VIII. Continuacin de la misma materia 210
IX.De una monarqua que hace con21
quistas su alrededor
X.De una monarqua que conquista
212
otra....... .
Pginas.
CAPTULO
LIBRO XI.DE
....
223
223
I.-Idea general
II.Diversas significaciones dadas la
..... .
p alabra libertad.
III.--De lo que es la libertad....
225
IV.Continuacin de la misma materia 225
V.Del objeto de los diversos Estados 226
227
VI.De la constitucin de Inglaterra
VII.De las monarquas que conocemos 241
VIII. Por qu los antiguos no tenan idea
muy clara de la monarqua.
242
IX.Manera de pensar de Aristteles
243
X.Manera de pensar de los dems polticos
244
XLDe los reyes de los tiempos heroicos entre los griegos
245
XII.---Del gobierno de los reyes en Roma
y de cmo estaban distribudos en
l los tres poderes ..
246
XIII.Reflexiones generales acerca del estado de Roma despus de la expulsin de los reyes.
249
XIV.De cmo la distribucin de los tres
poderes comenz cambiar despus de la expulsin de los reyes. 251
XV.De cmo, estando floreciente la re-
CAPTULO
223
'Gl
Pginas.
271
271
272
II.--De la libertad del ciudadano
III.Continuacin de la misma materia 273
IV.Que la naturaleza de las penas y su
proporcin favorecen la libertad. 274
V. De ciertas acusaciones que requieren especialmente moderacin y
prudencia ... ..... .....
277
VI.Del crimen contra natura..
279
281
VII.Del delito de lesa majestad.
VIII.De la mala aplicacin del nombre de
delito de sacrilegio y de lesa ma282
jestad. . ..
IX.Continuacin de la misma materia 283
X.Continuacin de la misma materia 285
Pginas.
CAPTULO XVII.De la revelacin de las Conspiracio-
nes
....
291
XVIII.De cun peligroso es en las repblicas castigar demasiado el delito
de lesa majestad..
292
XIX.De cmo se suspende el uso de la libertad en la repblica..
294
XX.De las leyes favorables la libertad
del ciudadano en la repblica
296
XXI.De la crueldad de las leyes con los
deudores de la repblica... .. . 296
XXII.De las cosas que atacan la libertad
en la monarqua ..
299
XXIII.De los espas en la monarqua ....
299
XXIV.De las cartas annimas
300
XXV. De la manera de gobernar en la monarqua
.... 301
XXVI.Que, en la monarqua, el prncipe
debe ser accesible.. ............ 302
XXVII.De las costumbres del monarca .... 303
XXVIII.De las consideraciones que los prncipes deben sus sbditos
303
XXIX.De las leyes civiles capaces de dar
alguna libertad en el gobierno
desptico
..... 305
XXX.Continuacin de la misma materia. 306
LIBRO XIII. DE LAS RELACIONES QUE TIENEN CON LA LI BERTAD LA EXACCIN DE LOS TRIBUTOS Y LA CUANTA DE LAS
RENTAS PBLICAS
308
308
I.--De las rentas pblicas
II.Que es raciocinar mal el decir que
lo grande de los tributos es cosa
buena en s misma.......... .. . 309
III. De los tributos en los pases donde
parte del pueblo es siervo de la
310
gleba
310
IV.De la repblica en igual caso
CAPTULO
Pginas.
CAPTULO V.De la monarqua en igual caso. ....
311
LIBRO
329
Pginas.
^Sf
Pginas.
CAPITULO
LIBRO XVI.DE CMO LAS LEYES DB LA ESCLAVITUD DOMSTICA TIENEN RELACIN CON LA NATURALEZA DEL CLIMA
CAPTULO
I. De la servidumbre domstica
374
374
Pginas.
con el poltico.
384
X.Principio de la moral en Oriente
385
XI.De la servidumbre domstica, prescindiendo de la poligamia
387
XII.--Del pudor natural
388
XIII.De los celos
389
XIV.Del gobierno de la casa en Oriente 390
XV. Del divorcio y del repudio.
390
XVI.Del repudio y del divorcio entre los
romanos.
392
LIBRO XVII.DE
396
-.rc,
LIBRO
406
406
turaleza del terreno
II.Continuacin de la misma materia 407
III. --Cules son los pases ms cultivados 408
IV.Nuevos efectos de la fertilidad y es409
telilidad de las tierras
410
V.De los pueblos isleos... ...
Pginas.
CAPTULO
431
Pginas.
CAP.
LIBRO XIX. DE
..
...... ...
439
I.--De
la
materia
de
este
libro
CAPTULO
439
II.De cun necesario es que los espriritus estn preparados para mejorar las leyes ....
439
440
III. De la tirana ....... .. ...
IV.De lo que es el espritu general
441
V.Que hay que poner sumo cuidado
en no mudar el espritu general de
442
una nacin..............
VI.Que no conviene corregirlo todo
443
VII.De los atenienses y de los lacede444
g
enio social..... ..
VIII.Efectos del + g
444
IX.De la vanidad y del orgullo de las
naciones..................... 444
X.Del carcter de los espaoles y de
446
os chinos .... .......
XLReflexin..
447
XII.De los modales y de las costumbres
en el Estado desptico...
447
XIII.De los modales entre los chinos.... 448
XIV.Cules son los medios naturales de
mudar las costumbres y modales
de una nacin. .. ... .. .
449
XV.Influencia del gobierno domstico
en la poltica
... .. 450
a..
Pginas
CAPTULO XVI.--I)e cmo han confundido algunos le-
455
474
CArTuLo I.Del comercio...
.. -
474
II.- -Del espritu de comercio.
475
III.De la pobreza de los pueblos ...... 476
IV Del comercio en los diversos go
biernos .
477
V.De los pueblos que han practicado
el comercio de economa
479
VI.De algunos efectos de una navega480
cin grande.
VII.Del espritu de Inglaterra respecto
delcomercio .. ..... ....... 481
33
P ginas.
CAPTULO VIII.De cmo se ha puesto trabas algu-
Universidad de Sevilla.
Biblioteca de la Facultad de Derecho.
Servicio de Informacin Bibliogrfica.
jabyn@us.es