Mar de Cuentos
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Mar de Cuentos
MIS LECTURAS
De los autores
Del ttulo. Dra. Graciela Ricci
e-mail:auli84@yahoo.com.ar
Ilustraciones:
Eugenia Assanelli
Ediciones A.U.L.I
Coleccin Protagonistas
Asociacin Uruguaya de Literatura Infantil - juvenil
Av. Juan Bautista Alberdi 6257
Montevideo (11500)
auli84@yahoo.com.ar
ISBN: 978-9974-678-25-5
Impreso en Uruguay
Tradinco S.A.
Minas 1367 / tel: 409 4463
Dep. Legal N 353.465 /10
1
Mar de cuentos, Sol de poesa Sylvia Puentes de Oyenard
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Mar de cuentos, Sol de poesa Sylvia Puentes de Oyenard
ESTO
Cantar...
de alondra escondida
entre el oscuro pinar.
Rogelio Sinn
(Panam)
Cantar...
del viento en las ramas
floridas del retamar.
LOS NIOS
Cantar...
de abejas ante el repleto
tesoro del colmenar.
Cantar...
de la joven tahonera
que al ro viene a lavar.
Y cantar, cantar, cantar
de mi alma embriagada y loca
bajo la lumbre solar.
Juana de Ibarbourou
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Mar de cuentos, Sol de poesa Sylvia Puentes de Oyenard
LAS LIBLULAS
Para Sofa
Las liblulas vuelan,
anuncian temporal
dando giros y giros
sin saber dnde van.
Son sus alas de seda
un eterno planear,
cuerpos de bailarina
antenas de cristal.
Con las primeras gotas
muy rpido se van,
paragitas de hojas,
sombreros de coral.
Suben al arcoris,
gigante tobogn,
eternas pregoneras
de lluvia y vendaval.
Margot Hasdovaz
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Mar de cuentos, Sol de poesa Sylvia Puentes de Oyenard
AGUASOL
FINAL DE CUENTO
Verano:
agua,arena
y gaviotas al sol.
Otoo:
lluvia,ocres
y teros en son.
Invierno:
chasquido anaranjado
y letargo del caracol.
Primavera:
gotitas suaves,
Rosado, blanco
y mariposas al sol.
i
Entre risa, alegra y encuentro
se cont nuestro cuento.
Y en los duendes del aire
lo que aqu te cuento
se vol en el viento.
II
Cuentos de magia y ternura
nos hicieron navegar
y al comps de su dulzura
nos pusimos a soar.
TRES LETRAS
QUIN ES?
Entre letras, nmeros y signos
me acompaa a todos lados.
Es til, prctico, genial,
aunque prefiero a mis amigos
con los que puedo jugar.
LA GOTA ENCANTADA
Este es el cuento
de la gota encantada.
Ya subi, ya baj
y con la lluvia volvi.
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Mar de cuentos, Sol de poesa Sylvia Puentes de Oyenard
LPIZ BLANCO
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Mar de cuentos, Sol de poesa Sylvia Puentes de Oyenard
LA NOCHE
A LA MANCHA
La noche bostez
una luna llena
y el pino se visti
de plata vieja.
En el oscuro pizarrn
del cielo
competan estrellas
y lucirnagas.
Un ro se enrulaba
a la distancia
y cantaba corriendo
entre las piedras.
Su voz en la noche
fresca y limpia
bordaba en humedad
la orilla quieta.
SOL DE ORO
Sol de oro
oro y trigo
trigo amarillo
cantando
por los caminos
del da.
Un limn viene rodando.
EL CABALLITO DE MAR
Espuma se hace la mar,
la espuma es color de luna,
un caballito se hamaca,
se hamaca en hmeda cuna.
Festn de cristal la ola,
la ola en agua de sal,
sobre la ola se hamaca
un caballito de mar.
Graciela Genta
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Mar de cuentos, Sol de poesa Sylvia Puentes de Oyenard
EL CANTO PROFUNDO
Caracol col col cantaba alegre
Apere, mientras su mam acompaaba
al ritmo de las palmas. Luego de terminar la cancin pregunt: -Siempre
cantaste mam?
Su mam levant la vista y respondi:
-Siempre.
-Quin te ense mam?
-Quienes me cantaron primero fueron...
-Los abuelos! dfghhgfhghgferon.
-Me cantabas todos los das verdad?
-T ya lo sabes -sonri la mam con
picarda-. Siempre lo hice, desde que
estabas en la barriga.
-Mamdime otra vez, qu me cantabas?
-Arrorr mi nio arrorr mi
solarrorr pedazo de mi
corazncant su mam
con una voz suave y tibia.
-Yo qu haca? -pregunt
pensativo Apere.
-T te calmabas, te acurrucabas
y te dormas.
-Seguro que era mi cancin
preferida.
-En ese momento s -continu su
mam- despus siguieron otras que te
divertan y te diviertende animales,
pjaros.
-S -dijo Apere- de elefantes, del sol y
la luna tambin.
Tras una pausa pregunt: -Mam:
cantamos un poco ms la cancin del
caracol?
-Claro.
Luego de cantar, Apere se acerc a su
mamle tom un mechn del cabello
en
sus manos y le susurr: -Me gusta tu
voz mam.
-A m la tuya tambin.
-Entonces por qu lloras mam? -pregunt Apere.
-Porque cantar hoy me emociona
Dicen que aquella tardehasta en lo
ms profundo de la tierra se poda
escucharcaracolcolcol
Mnica Snchez Blanco
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Mar de cuentos, Sol de poesa Sylvia Puentes de Oyenard
LA LLUVIA
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Mar de cuentos, Sol de poesa Sylvia Puentes de Oyenard
EL RAP DE MI CUERPO
Mi cuerpo es sen-sa-cio-nal
como mi cuerpo no hay i-gual
veo, camino, respiro
y juego con mis amigos.
rganos, funcionen!
que yo quiero vivir,
saltar, correr, comer,
aprender y dormir.
Si cuido mi cuerpo
y bien me alimento.
Si disfruto el sol
con moderacin,
si recibo amor
en mi corazn,
mi cuerpo es una fiesta
y la alegra despierta.
Con mimos y caricias,
con lgrimas y risas,
con caras de enojados
si estamos disgustados,
nosotros, con el cuerpo
NOS CO-MU-NI-CA-MOS!
En el espejito
de la laguna
se ve y croa el sapito
piel de aceituna.
Enpe elpe espejipitopo
depe lapa lapagupunapa
sepe vepe ypi cropoapa
elpe sapapipitopo
pielpe depe apaceipetupunapa.
El patio de la escuela
es piel de rayuela.
Elpe papatiopo depe lapa
especuepelapa
espe pielpe depe rapayuepelapa.
La tortuga Ins
tiene piel de nuez.
Lapa torpotupugapa Ipinspe
tiepenepe pielpe depe nuezpe.
El beb no sabe
que en la madrugada
la luna le besa
su piel de manzana.
Elpe bepebpe nopo sapabepe
quepe enpe lapa
mapadrupugapadapa
lapa lupunapa lepe bepesapa
supu pielpe depe manpazapanapa.
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MARCELINO, EL GORDO
El chancho ms comiln que viva en Laguna del Sauce sellamaba Marcelino y
coma todo lo que encontraba.
Una maana sali a pasear por el campo y, al llegar a un maizal, tom un choclo,
vio una montaita de paja y se sentapurado a comerlo. Sin darse cuenta se
haba sentado encimade un hormiguero que, ante su peso, se hundi.
La reina de las hormigas sali furiosa y al ver al enorme chancho le increp:
Dgame, barriga con patas, no tiene otra cosa que hacer?
Con su cuerpo destroz nuestra casa, vyase in-me-dia-tamen-te.
Marcelino la mir y contest:
Enana, no moleste, no ve que estoy almorzando? -y sigui comiendo sin moverse.
Anita, que as se llamaba la reina, tena un tambor y comenza tocarlo llamando
a todas las hormigas.
PUM, PURUPUM, PUM PURUPUM.
Las hormigas acudieron muy enojadas, se subieron alchancho y comenzaron a
picarle la cola y las patas.
Marcelino tir el choclo, sali corriendo y no par hasta llegar a un monte. Al
encontrar un rbol que tena un gruesotronco, se apoy en l y comenz a rascarse
la cola, que learda por las picaduras de las hormigas.
Rasca que te rasca, el tronco se empez a sacudir y desperta las abejas que
tenan su panal dentro de l. Enojada, Rosala, la reina de las abejas, sali y al ver
al chancho lo rezong:
Tena que ser un chancho maleducado el que interrumpe nuestro sueo. No
sabe que despus de haber trabajado todoel da, estamos descansando? Vyase a
rascar a otro rbol, no nos deja dormir con las sacudidas que provoca. El chancho
la mir y contest: -Proyecto de mosca, venga que le doy unpisotn y diciendo
esto, sigui rascndose y sacudiendo elrbol. Rosala tom una trompeta y
comenz a llamar a todas las abejas.
PI PIRIPI, PI PIRIPI.
Las abejas salieron del panal y, ante el llamado de la reina, comenzaron a picar
al chancho quien, al recibir el primer picotn, sali corriendo y no par hasta llegar
a un arroyo donde semeti en el agua.
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Mar de cuentos, Sol de poesa Sylvia Puentes de Oyenard
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Mar de cuentos, Sol de poesa Sylvia Puentes de Oyenard
OTRA MARIPOSA
El mar me recibe
con una duna entre sus brazos.
Bella isla de arena
como un seno elevada
se extiende
dibujndose en su regazo.
Toda blanca
dorada,
Por la corona del mar
sostenida.
Sorprendente visin
Pinceladas de palmeras
recortadas contra el blu
embellecen su mirada.
Y lo nios
salpicndose de mar
corren para tocarla de azul.
Graciela Ricci
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Mar de cuentos, Sol de poesa Sylvia Puentes de Oyenard
ENCANTOS
El amplsimo patio interior ocupaba a mam con su vegetacin y exaltaba mis sentidos porque vea, tocaba, probaba y ola.
En el extremo opuesto estaba el espacio de los helechos. Con hojas de casi dos
metros el follaje se abra en casacada bajo la claraboya multicolor.
Eran regados sabiamente por mam y no creo que el goteo que, matemticamente,
administra el agua en los viveros ms modernos y actualizados luzcan con
mayor esplendor que aquellos gigantescos ejemplares a los que ella, minuciosamente, segn la estacin, regalaba el vital elemento.
El olor a tierra hmeda era constante. Mam, en su ahorro, regaba las plantas
con el agua que lavaba las hortalizas. Era comn ver emerger en los macetones
plantitas de aj o tomate que nos brindaban sus frutos mas all de lo que la huerta
ofreca.
As mis sentidos se vean estimulados con el silencio de aquella casa campesina.
Silencio irreverentemente rasgado por los trinos de los pequeos canarios que,
en nmero crecido, poblaban la pajarera ubicada en la pared frente a la cocina,
junto a la puerta del inmenso comedor reservado para los acontecimientos, bajo
la claraboya multicolor. En el verano un toldo verde oscuro reflejaba su sombra.
All, en el jauln, lucan sus atuendos de plumas que abarcaban el blanco pasando
por la infinita gama de dorado, llegando al rojo y, algunos, casi casi al negro.
Sus trinos eran armoniosos y slo oyndolos podras imaginarlo. Al amanecer
comenzaban los primeros pos y al caer la tarde, los arrullos que precedan al
sueo.
Luego podamos reconocer el ladrido de algn perro a lo lejos, la cancin de los
grillos, de pronto el crujir de las maderas o el sonido del viento que rompa aquel
silencio cada vez mayor y slo acompasado por el ritmo montono de la respiracin
de los moradores de aquella casa tan plena de encantos.
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Mar de cuentos, Sol de poesa Sylvia Puentes de Oyenard
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Mar de cuentos, Sol de poesa Sylvia Puentes de Oyenard
doradas que vuelan sobre un pastor y un pastora que se estn besando, encanta a
Susana, amiga de las cosas bonitas.
Todo est muy bien, y Susana empieza a sentir un apetito que le envidiaran
las reinas, hartas de arroz con leche y almbar perfumado de limn. Mam la mira
de reojo, sonre, y dice, sealando la taza semivaca:
-Quieres que vuelva a llenrtela hijita?
Y por un rato, en el terrible subterrneo cubierto de un laberinto de enredaderas
fragantes, el mago Sietededos y el Prncipe Afortunado fraternizan en el olvido
de la princesa que despacha con un apetito absolutamente candoroso y plebeyo
su segunda taza de caf con leche y la ltima rebanada de pan casero con manteca
amarrilla que pone la garganta suave como una gamuza. A los siete aos la imaginacin es fcilmente aginacin es fcilmente sofocada por el estmago, amo imperioso.
Y filosficamente, Susana, envuelta en su manto real de viejo damasco y
el abanico de lentejuelas de oro junto a su platillo, se consuela de la aventura
trunca, dando fin, cumplidamente, a la nutritiva Sus redondas mejillas echan fuego
y le rebrillan e viejo damasco y el su platillo, se consuela damente, a la nutritiva go
y le rebrillan vida de nublar merienda.
Sus redondas mejillas echan fuego y le rebrillan los puros ojos que ya se encargar
la vida de nublar ms adelante, cuando nada pueda consolarla. Ah, consolarla!
Ah, muchas veces, despus, su plato quedar intactodar intacto ante ella, inapetente y melanclica por sus seossus seos desvanecidos y sus esperanzas frustradas!
Juana de Ibarbourou
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EL RO DE LOS PJAROS
las flechas del sol y la luna caan sobre Amrica. Entre las sombras, los fuegos de
las tolderas relumbraban como guacamayos. Mientras los ojos destrenzaban
lejanas, los pies de los indgenas besaban el cobre de la tierra. Los acurutes
velaban el silencio de la noche. El guazubir corra libre por los llanos. Era el
tiempo en que el hombre se saciaba con la dorada presa de los ros o el futo dulce
del mburucuy.
Una maana, el alba despert al ms valiente de los charras, al que sus compaeros llamaban Tubich durante la guerra. Un ave toc su frente y el indio se
levant como hechizado. Penetr en el monte posedo del extrao canto que emita
el pjaro. La lengua del sol se confunda con los frutos de arazas y pitangas.
Aquiet su paso. Esperaba el momento de poder cazar al animal y, cuando iba a
hacerlo, escuch una voz que se agitaba en la silvestre flor que all creca:
-Soy el Rey de los Pjaros y hace muchsimas lunas que busco un guerrero como t.
Mi raza est presa del maleficio de Reha, la bruja que habita la cascada. Slo el
canto hemos conservado de nuestra naturaleza primitiva. Mis sbditos yacen en el
lecho del ro y cantan al paso del agua. Aydanos.
-Te ayudar, Rey de los Pjaros. El charra conoce el sufrimiento y muchas flores
han dado su tallo para curar nuestras heridas. La piel del indio tambin se marchita
si no conoce los corales de la risa. El pjaro es amigo del indio y el indio ha de
ayudarlo a recuperar su libertad. Dime cmo lograrlo.
-Debes construir una canoa con el tronco de un rbol llamado timb. Navegars
en la direccin que el sol se pone. Corta mi flor, te servir de escudo. Despus de
haber cruzado el monte oirs un intenso rumor que es el anuncio de la proximidad
de la cascada. Es la seal para que abandones la canoa. Rhea vendr a combatir
contigo. Debes recordar que son sus dominios y, solo hirindola antes de que
te toque, podrs liberar a mi raza.
El indio cumpli las instrucciones. Cuando Rhea lo vio, agitando los espejos del
agua, salt sobre l. Constantemente la bruja intentaba hacerlo caer en su maleficio. El indio desfalleca, pero de pronto sinti el revuelo de un ave sobre su cabeza:
el canto era el mismo que lo subyug en su tribu. Volvi a la lucha con renovadas
fuerzas y clav su flecha de tacuara en el co razn de Rhea. Corri la sangre y el
pjaro se ba en ella. Su cabeza y su pico se volvieron rojos: el churrinche haba
nacido en nuestra tierra.
Rhea, al morir, se transform en etreos penachos de color punz. Los vilanos
giraron en la brisa y se prendieron en las ramas de los plumerillos.
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Cant el churrinche y cay la flor que el indio retena en su mano. De los jardines
del agua surgi la ms hermosa mujer que el tubich hubiera visto. Ella le tendi
los brazos agradecida, porque tambin haba roto su maleficio. Mientras, miles de
pjaros levantaban vuelo desde las aguas: eran los que Rhea haba convertido en
piedra.
En una barca de plumas la pareja emprendi el camino fluvial. Mecida por los
trinos naveg el Ro de los Pjaros, el Ro Uruguay. El que tiene en la aurora doradas mariposas. El que dio a los charras sus poderosas manos. El que cie en su
canto mil luceros y se abre, como canto, en las gaviotas. El que altivo da su luz al
Plata y fulgura, en secreto, a sus plantas.
Sylvia Puentes de Oyenard
Glosario:
acurut: ave nocturna semejante a la lechuza.
Guazubir: especie de venadillo americano.
Mburucuy: planta de fruto dulce cuya flor tiene poder curativo
Araz: rbol con ancha copa y fruto amarillo.
Pitanga: rbol con hojas fragantes y fruto comestible.
Tacuara: caa fina
Churrinche: pjaro con plumaje rojo.
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MIS NIETAS
Fiorella y Valentina
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TATUCITO
La familia Tat era muy trabajadora, ellos nunca se cansaban de abrir cuevas.
A Tatucito, el hijo menor, no le atraa para nada tanto trabajo. Para qu cansarse,
si se poda esconder en las que cavaban sus hermanos? No haba argumento capaz
de hacerlo trabajar. Cierta vez Pap Tat lo envi al otro lado del cerro. Le pidi
que al llegar abriese cuevas para toda la familia. Ellos iran dos das despus con
la mudanza y necesitaran tener donde vivir. Tatucito march solo al nuevo barrio.
Al llegar, encontr a un zorro joven y para entretenerse, decidi engaarlo. Se
arroll como una bola y el zorro qued desconcertado, creyendo que aquello era
una pelota. El zorro lo tante con una pata y para su sorpresa, Tatucito comenz a
rodar cuesta abajo. Tan lejos lleg, que cuando mir hacia arriba, le dio pereza
subir nuevamente. Faltaba todo un da para que llegase su familia, as que se acost
a dormir.
Al anochecer los vio aparecer en la cima del cerro, cargados con sus cosas.
Gritaban furiosos porque estaban cansados y Tatucito no haba cavado nada. Sus
hermanos, a gritos, juraron que lo encontraran donde fuera y no pararan hasta
que l agujerease todo el cerro. Al or sto, Tatucito se asust en gran forma y dispar todo lo rpido que pudo. Corri y corri durante das, atravesando campos.
Tena tanto miedo de que lo encontraran sus hermanos y lo obligasen a trabajar,
que cada da se iba haciendo ms chiquito, tratando de pasar inadvertido.
Tanto se achic que qued apenas ms grande que una hormiga. Ya ningn tat
lo podra reconocer. Cambi de nombre, se cas y form familia: todos chiquitos
como l.
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Mar de cuentos, Sol de poesa Sylvia Puentes de Oyenard
Mnica Dendi.
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Mar de cuentos, Sol de poesa Sylvia Puentes de Oyenard
UVAS VERDES
-Ya s vestirme sola. Y peinarme sola, tambin. Por eso, para el cumple de
Pauli, mi mejor amiga, yo estaba lista antes que mam.
Ayer le pregunt a Pauli de qu color iba a ser su vestido de cumpleaos. Como
ella me dijo que rosado, yo me puse todo del mismo color, porque a ella y a m, nos
gusta vestirnos igual, as parecemos hermanas. A las cinco, mam dijo: -Alicita,
ponete el abrigo y vamos.
Como no haca mucho fro, y mam haba dejado su auto en el mecnico por
un ruidito, creo, decidimos ir caminando.
-Son cuatro o cinco cuadras -dijo mam-. Hagamos un poco de ejercicio.
No s porque los grandes se la pasan hablando de ejercicios y dietas y masajes
y todas esas cosas tan aburridas, la verdad que no lo s. Y tampoco entiendo
porqu hay que comer frutas y verduras, y mucha leche y comer queso y nada de
papas fritas y hamburguesas! que es lo que ms me gusta. No es que mam no me
lo explica. Uf, s! me lo explica casi todos los das, pero la verdad verdadera es que
la lechuga y el tomate deben de ser fesimos, y me da cosa probar las uvas y los
duraznos.
No s si saben que en la esquina de casa hay un contenedor. Se los digo, porque
Mara, la empleada de casa, dice que es una mugre. Que la culpa la tienen los
carritos. Mam en cambio piensa que la culpa es de la Intendencia qu es la Intendencia?
Desde que yo me acuerdo, los contenedores son grandotes, verdes, y de
lindos no tienen nada. Y si los pintaran de otro color? quin lo hara, los carritos
o la Intendencia?
Se lo pregunt a pap y a l le dio un ataque de risa.
Bueno, como les deca, mam decidi que furamos caminando.
Las dos estbamos lindas. Yo, toda de rosa, y mam, bueno, mam, como siempre,
muy linda. Cuando mam vio el contenedor, me apret la mano y me arrastr
a la vereda de enfrente.
-Oh, qu olor tan feo dijo, tapndose la nariz.
Yo me la iba a tapar tambin, cuando vi a un hombre y una nia pegaditos al
contenedor. El hombre estaba como colgado, ah adentro. Solo se le vean los pantalones tan arrugados! y unas zapatillas con la suela agujereada. No s si la nia
era linda o no, porque de verdad tena la cara muy sucia y la ropa estaba hecha un
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Mar de cuentos, Sol de poesa Sylvia Puentes de Oyenard
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Mar de cuentos, Sol de poesa Sylvia Puentes de Oyenard
-Qu es lo que le vas a pedir? -me pregunt curiosa. Porque en esas cosas,
mami es muy, muy parecida a m.
-Le voy a pedir que saque de la galera un racimo de uvas verdes.
-Si a ti no te gustan las uvas! Pero si las quieres probar fantstico!
Maana te traigo del sper un precioso racimo vers qu ricas son!
-Mmmmmm, eso no es lo que quiero, ma.
-?
-Lo que quiero es que papi sea un mago como el hombre del contenedor, que
puede regalarle a su hija, de un solo pase mgico, lo ms rico del mundo.
Anita Luksenburg
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LA RANITA Y LA ESTRELLA
LA NOCHE
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LA RISA
PINTANDO SUEOS
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Mar de cuentos, Sol de poesa Sylvia Puentes de Oyenard
MI REINO ES
UNA PGINA EN BLANCO
Te miro
y te estoy alcanzando,
ests sin vida?
inerte?,
es cierto nadie te ha acariciado,
ni siquiera un punto,
una lnea
un garabato?
No ha estado
all un nio?
No ests sola!,
te dar colores,
formas, lneas,
puntos, msica!
Te llenar de vida,
de sol, de tormentas,
te llenar de MI vida,
el blanco dar paso al color,
el color a la emocin,
sentimientos, sueos
y sers t,
una en mil, t,
nica y verdadera
como cuando la vida
an no me haba dibujado
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DA DE BRUJAS
Muchas veces las brujas compiten para ver quin tiene ms poder con sus pcimas.
Un da Makata decidi invitar a sus amigas/enemigas a almorzar dicindoles
que su comida era mejor, no exista hechicera que cocinara como ella.
Aceptaron para disfrutar y ver la cara de la anfitriona decepcionada por su horripilante preparacin. Para hacer el men, Makata deba conseguir algunas cosas
que le faltaban.
Se coloc un gran sombrero del que colgaban telaraas, tom su escoba y elevndose sobre las nubes se dio cuenta que avanzaba en zigzag, mir hacia atrs y
sorprendida vio un ratn gigante prendido a su escoba que trataba de hacerla bajar.
Daba miedo porque tena alas grandes y un pico muy largo con rayas verdosas!
Esto es obra de Acatecia que no quiere que cocine -pens mientras que con
su pie empujaba al monstruo. Logr deshacerse de l y lleg a un pantano con
cocodrilos. Luch con ellos y pudo seguir el camino hacia las serpientes, quera
llevarse algunas para prepararlas, deban ser venenosas y,si estaban en descomposicin, mejor sabor obtendra.
Pudo dominarlas y carg algunas sobre sus hombros. Subi a la escoba, intent
elevarse, pero era imposible, no tena paja se la haban comido las serpientes!
Mir a su alrededor y sus ojos se encontraron nuevamente a los cocodrilos. Con
mucho esfuerzo pudo, con su mgico cuchillo cortarle la cabeza a uno y colocarla
en la parte de atrs de su vehculo, mascull unos conjuros y se elev dejando un
sendero de gotas de sangre.
Deba apurarse, faltaba poco para que llegaran las invitadas.
Escribi:
MEN
Entrada: Ojos de serpientes con salsa de hgado de gatos.
Primer plato: Corazn de ratones con araas fritas y arroz con escarabajos.
Postre: Dulce de cocodrilo con helado de crema de garrapatas.
Bebidas: Vino con sangre de carpoincho servido en vasijas con escamas de vboras.
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Mar de cuentos, Sol de poesa Sylvia Puentes de Oyenard
Prepar la mesa con platos de piel seca de cocodrilo y para darles brillo los
pint con baba de caracoles haciendo juego con las vasijas. Los cubiertos de
madera estaban pintados con sangre de gato. En la lgubre habitacin haba una
lmpara de pie con pantalla de murcilagos secos. El centro de mesa era de flores
hechas con tripas de gatos. A lo lejos se sentan las risas de Acatecia, Galatana,
Solfina, Raneta y Jopina cuando contaban del hechizo que le hicieron al ratn para
que fallara el vuelo de Makata.
Al llegar colgaron los grandes sacos negros en un perchero construido con
partes de esqueleto de avestruz. Se sorprendieron al ver el almuerzo que Makata
les haba preparado. Galatana, traa escondido en sus ropas un polvo que transformaba en mosca a quien lo consumiera, lo usara si era necesario.
Conversaron animadamente, y al llegar a los postres Raneta decidi que era el
momento de actuar y agreg en una porcin del dulce de cocodrilo ms garrapatas
molidas. Sin imaginar que era para Makata, Jopina la tom.
-No, no, eso no es para ti -le grit.
-Por qu no? Me gusta.
La empuj y el postre cay sobre el pie de Makata. Unos segundos despus
empez a saltar hasta tocar el techo y bajaba para volver a subir.
-Qu le pusiste, bruja daina?
-Se te pasar en unos minutos dijo Solfina.
-Qu te hice para que en mi casa me hicieras esto?
-Y me lo preguntas? No recuerdas lo que le hiciste a mi gato?
-Ya te expliqu que fue un error que se tomara la pcima y se convirtiera en sapo.
-S, pero se fue saltando al pantano, te costar caro asever Solfina.
-Ah s, ja, ja, ja, tom esto para que veas dijo Makata mientras le esparca un
lquido rojo que hizo crecer ms su verrugosa nariz y su rostro qued azulado por
unos minutos.
-Ahora vers dijo Solfina al tirar agua con mocos que se fueron escurriendo
hacia el cuello.
Y as, Raneta, Acatecia y Galatana se llevaron a Solfina afirmando que nunca
ms le hablaran.
Makata respondi cerrando la puerta con un golpe.
Habr un futuro aquelarre?
Ivonne Parodi
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DE PASEO
EL GATITO FACHA
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QUIERES ADIVINAR?
LUNA GAUCHA
Un sol dormido.
Un viento quieto.
El campo solo.
Un fro intenso.
De manto blanco
se cubre el verde.
Mil cristalitos
cuelgan los duendes.
Ay, ay, ay,ay,
ya despert!
El manto blanco
se evapor.
Luna gaucha
luna gauchesca,
con alegra
brillas de fiesta.
Vienes llegando
y en verdes prados
velos de cielo
vas dibujando.
Entre los montes
res coqueta
y en los espejos
del tajamar,
luna presente,
madre de luna ,
luz de mis ojos
al caminar.
Otilia Fontanals
Mnica Yic
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ROMANCES DE ANIMALITOS
Romance de los cerditos
que se comen lo sabroso.
Quedan gordos y rosados,
muy diferentes al oso.
Romance de la vaca
que da leche a los terneros,
a los nios de la casa
y a los todos los que queremos.
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LA NIA Y EL CARACOL
CUENTO DE ABUELA
Caracolito viajero
de mi jardn oro y jade-.
Adnde vas con tu casa,
tan lento, lento, a la tarde?
-A buscar la doncellita
que me aguarda en la azucena
que le vas a regalar
a tu linda madrecita,
tan cariosa y tan buena.
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Mar de cuentos, Sol de poesa Sylvia Puentes de Oyenard
FREDDY
Durazneros, pinos, acacias, eucaliptos, ciruelos y arbustos con flores rodeaban
la casa de la familia Gonzlez en El Pinar. Don Alberto los cuidaba con dedicacin,
los podaba cuando era la poca, no dejaba que las hormigas comieran sus hojas y,
por supuesto, los regaba. Frente a la casa viva Freddy, un nio de 7 aos travieso,
curioso y con algunos caprichos.
Para ambas familias era su casa de veraneo y peridicamente se reunan para
conversar, jugar a las cartas, las bochas y tomar algn copetn con bocaditos que
deslumbraban a Freddy, por ejemplo las papas chips.
Uno de esos domingos Mara Elena, la esposa de don Alberto, los invit a tomar
un copetn y all salieron aceitunas, queso, salamn, galletitas, palitos, polakitos
y las papitas! En cuanto Freddy las vio, estir su brazo y agarr con su mano
todas las que caban en ella y se las comi sin siquiera saborearlas.
-Por favor, no comas as, se toman de a una! le deca su mam sonriendo
incmodamente.
-Es que vos nunca comprs y cuando lo hacs pons en la mesa la mitad del
paquete y las otras las guards para otro da, y no me digas que no le contest sin
la mnima vergenza.
Pona a sus padres en situaciones incmodas pero l era as, deca lo que senta
en el momento menos esperado.
Se aburri de comer y fue a jugar en el enorme jardn de don Alberto.
Pero de pronto desapareci, su hermana lo llamaba y l no contestaba. Al lado
de la cancha de bochas haba un rbol de eucalipto y all estaba l con un coquito
en la mano. Lo oli y sali corriendo a comentarle a don Alberto:
-Tiene el mismo olor que unas gomitas que me compre mam! le dijo.
-Es que ste es el rbol de las gomitas, sabas?
-Pa! En serio? Y donde estn?
-Ahora no es la poca pero cuando sea te aviso para que vos mismo
las saques del rbol asegur don Alberto.
Se produjo un silencio de complicidad entre los mayores, y una sonrisa que
Freddy no not porque solo pensaba en el momento de ver aquel rbol lleno de
ricas gomitas colgando.
-Pap, vos viste alguna vez el rbol con gomitas?
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Mar de cuentos, Sol de poesa Sylvia Puentes de Oyenard
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Mar de cuentos, Sol de poesa Sylvia Puentes de Oyenard
Un da llam a su pap y le dijo: -Tengo que contarte algo; el rbol de don Alberto
no da gomitas, l las cuelga para que yo las saque, lo descubr.
-Cmo?, explicame.
-Lo descubr porque el rbol que tenemos en casa es igual, idntico, y no da
nada, estoy seguro que don Alberto las cuelga.
-Te parece Freddy? Y por qu no se lo decs?
-Porque si se lo digo ya no las cuelga ms y me quedo sin comer las gomitas.
Qu recuerdo inolvidable
Para m el de mi hermano,
Con su carita sonriente
Y gomitas en la mano.
Sylvia Suanes
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Ernesto Pinto
CARDENAL AMARILLO
Un rayito de sol, una tarde,
se abri paso a la tierra y lleg,
se hizo ovillo chiquito en el aire
y una cosa bonita naci...
Era un cardenal amarillo!
Pedacito de luz,
ovillito de pluma en el aire
devanndose al sol.
(Si te dicen de atraparlo
en un trampero,
no los dejes,
no los dejes por favor!)
que las aves
fueron hechas para el vuelo
y por eso les ha dado alas Dios.
No los dejes! No!,
por favor...
Malva Bengua
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TRES PALOMAS
A Sofa Mederos Ceramella
y Julieta y Agostina
Ceramella Olivera,
palomas de mi cielo.
En la mies se columpia,
dorada y fi na,
trampoln de sonrisas,
es Agostina!
En cascada castaa
suea Sofa
y en su cara hay un ngel
que abre la vida.
Son sus rizos de mbar
en la glorieta,
campanario de estrellas,
esa es Julieta!
Son tres nias que al viento
cantan a coro,
tres palomas que al aire
dan su tesoro.
JESS NIO
Con su herramienta
en Nazaret humilde,
llevando en s el ms alto
y maravilloso don
que solo es dable a Dios,
vive Jos apacible.
Con puros esplendores
cada da renovados,
la esposa y madre brilla
y hasta la luz se humilla
ante la presencia de Mara.
Amor, paz y alegra
reinan en el hogar,
el fuego con leos
siempre encendidos,
el olor y el sabor
del pan caliente.
Jess comparte con ellos
modesta pero divina suerte,
en su aire no flotan todava
la cruz, las espinas y la muerte
que ms tarde sufrira.
Dinorah Giorgi
Irene Acosta
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VILLANCICO
Por arduos senderos
y entre speras piedras
va el borrico manso,
el borrico lento.
Su carga preciosa
l quiere guardar,
carga ms preciosa
nadie guardar.
En duro camino
a Jerusaln,
sinti aquel milagro
transitando en l.
La Virgen Mara
llevadita es,
Jos con sandalias
que guardan sus pies.
Al fin un pesebre
posada les da,
el Nio Jess
all nacer.
Vendrn a adorarle
pastores y reyes
y un azul lucero
dir: aqu es.
Pasarn los aos,
siglos pasarn...
ellos no vern
otro nio igual.
Irene Acosta
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EL DULCE DE HIGO
La cocina de la estancia era una habitacin amplia, de techo bajo. La antigedad
de su construccin se revelaba en sus paredes descascaradas y ennegrecidas
por el humo de miles de das y miles de noches y en el desgastado piso de piedra
losa, que haban pisado incontables pies de cocineras y comensales, hombres, mujeres y nios.
La cocina de lea era un artefacto ms bien pequeo, de fuerte hierro negro.
La puertecilla de la hornalla devoraba los pedazos de lea, troncos que cortaba y
parta infatigablemente el pen casero. En los das de invierno, cuando el cielo
nublado ocultaba el sol y soplaba el fro viento del sur, la habitacin era un refugio
de tibieza y clidos olores: olor a madera, a humo, a comida borboteando en la olla.
La cocinera se prodigaba sin esfuerzo aparente: las enormes ollas desbordaban
sus potajes, las calderas silbaban expeliendo vapor, el horno ocultaba en sus
entraas apetitosos tesoros.
Debajo de la cocina se amontonaban los gatos, regalones de la estancia. Formaban
una mullida alfombra viviente, una increble colcha de retazos blancos,
amarillos, grises, negros- que lata acompasadamente sobre el suelo.
Las alacenas grandes, oscuras- guardaban, en medio de un moderado desorden,
misteriosos instrumentos manuales, herencia de un tiempo y un lugar que
no imaginaba (ni hubiera condescendido) a los electrodomsticos modernos. All
se podan ver la mquina de picar carne, la de rallar galleta, la de hacer pur, la de
batir manteca, y ninguna de ellas necesitaba otra fuente de energa que una mano
hbil y dispuesta.
Y qu manjares maravillosos podan salir de all, de la fbrica milagrosa de la
cocina! Los guisos sabrosos y nutritivos, los pasteles de masa dorada y crujiente, las
cremas espesas de consistencia y delicadas de sabor, los panecillos tiernos y claros.
Pero, por sobre todo, las carnes asadas. El asado, siempre igual y siempre distinto,
nuestro preferido. Apareca en la mesa, con su costra dorada, brillante como
caramelo, como incrustada de oscuras gemas. Cuando el filoso cuchillo se hunda
en la carne y nos servamos las grandes rodajas, rociadas de jugo condimentado,
a veces nos pareca que comamos cordero, otras veces, ternera, otras, pavo y an
podamos pensar que se trataba de faisn, al que nunca habamos probado pero al
que no dudbamos que poda compararse.
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Mar de cuentos, Sol de poesa Sylvia Puentes de Oyenard
Una vez quisimos ser nosotros tambin actores del milagro de la alquimia de
la cocina y resolvimos hacer dulce de higo. Ese da, temprano salimos al jardn,
cruzamos los patios, llegamos a la huerta.
El roco pona cristales en el pasto, el sol de la maana los irisaba en mil colores
y destellos. Una vieja higuera desparramaba sus rugosas ramas en un rincn,
cerca del alambrado. Las avispas silvestres zumbaban all con ms fuerza: buscaban la dulzura de los higos escondidos bajo las grandes hojas lobuladas. Nos acercamos con cautela. Los higos eran grande y gordos, milagro de la naturaleza. Un
olor vegetal a rboles, a pasto, nos rodeaba.
Pronto nuestro silencio reverente estall en jubilosos gritos: -All, all! En
aquella rama! Ms arriba! Aqu tambin!
Uno de nosotros se subi atrevidamente en los troncos grises y retorcidos.
Otros nos empebamos desde el suelo, empinndonos tras los higos. Pronto
nuestro canasto rebos de la tierna fruta.
Volvimos con nuestro tesoro, los pies ligeros y el corazn burbujeante. En la
cocina nos afanamos con cacharros y cucharas.
La misma cocina de hierro nos proporcion un puado de cenizas para macerar
los higos hasta el da siguiente. Hubimos, pues, de esperar. Qu misterioso
proceso se fraguaba en la olla, con las frutas cubiertas de agua? Ah, no se puede
apresurar lo que toma su tiempo.
Antes de irnos a dormir esa noche, fuimos a observar los higos; despus, algo
dulce rond nuestros sueos. A la maana siguiente proseguimos nuestra labor.
Azcar, especies, cuchara de madera y buen fuego de lea. Y otro lento proceso.
La alquimia actuaba sin prisa. El agua se espesaba, cambiaba de color, se volva
almbar amarillo, fluida miel, topacio lquido. Los higos paulatinamente perdan
su color verde, se hacan ms transparentes, ms translcidos, ms brillantes.
Se volvan enormes gemas, gatas, palos, nices. Flotaban en el lquido, girando
lentamente, impulsados por la fuerza del hervor. Y el aroma dulce y especioso
invada la cocina junto con el vapor que suba de la olla.
Al cabo de unas horas estuvo terminado, pero an hubo que esperar que se
enfriara: nueva demora. Finalmente, una vez trasvasado a frascos de vidrio, pudimos apreciar la belleza de los higos, como joyas en una vitrina. Y probarlos Sentir
su tacto levemente spero en la lengua, hundir los dientes en la pulpa tierna hasta
degustar su dulzura! Y tambin algo ms. S el higo que nos haba tocado en suerte,
por una feliz casualidad haba permanecido intacto tras la coccin (ya que adrede
no los habamos pinchado antes de cocinarlos), entonces era un prodigio singular
el ploff sordo y lleno de misterio que emita al ser mordido y desgarrado.
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Mar de cuentos, Sol de poesa Sylvia Puentes de Oyenard
Dentro de la boca el sonido surga de las entraas de la fruta como algo vivo, suave
y tibio, se desparramaba sobre la lengua, contra el paladar, se derramaba por las
mejillas, hasta perderse en las profundidades de la garganta.
Comer un higo que hiciera ploff era como sacar un premio especial, algo que
se festejaba como corresponda, con risas y exclamaciones. Pero todos los higos
eran igualmente dignos de disfrutar, y as lo fueron, hasta el ltimo de ellos. De
esta manera, nuestra aventura en la cocina termin con gran contento y nos proporcion
un recuerdo de nuestra infancia para atesorar toda la vida.
Sylvia Simonet
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Mar de cuentos, Sol de poesa Sylvia Puentes de Oyenard
EL TNEL DESCONOCIDO
-...Patitas de conejo marcados en el pasto...Mmmm -deca el zorro mientras se
relama los bigotes. Y cantaba en voz baja:
-Por aqu noms dulce conejito, muy cerca estars. Comidita tierna para sus
hijitos llevar pap...
Olfateando, agazapndose, rastreando, segua el zorro las pisadas del conejo,
que ignoraba que lo perseguan. De repente, una lechuza chist desde el pasto. El
conejo, que haba pasado rpido por all y no haba visto ni poste ni lechuza, sigui
caminando. Pero, otra vez: -Chits, chits...
-Cuando una lechuza chista dos veces algo acontece.
El conejo se detuvo, se dio vuelta y vio a la lechuza que volaba del poste, bata
las alas, se volva a posar, y chistaba. Entonces realmente supo que algo grave, muy
grave, estaba sucediendo y se meti en una cueva que, al parecer, estaba
deshabitada.
La cueva tena un tnel y el conejo sigui por l, sin saber adnde iba a salir.
-Conejito, conejito, ya olfateo tu olorcito -dijo el zorro. Y se introdujo en la
cueva por donde un minuto antes haba tomado el conejo.
-Te encontrar, je, je, je, je. Te matar, je, je, je, je. Y con mi familia, bien asadito
te comer. Pero al decir esto en voz alta, el zorro se encontr con el tnel tapado:
estaba hecho en la arena, y con el paso precipitado del conejo se fue cerrando.
Quiso cavar con las patas delanteras y aunque logr abrir un tramo, se dio cuenta
de que sus uas no servan para la tarea. Decidi esperar a que el conejo saliese del
tnel para perseguirlo sobre la tierra.
Pero en ese momento se removi la arena del tnel y se present el tat, quien
con voz enrgica grit:
-Quin est ah, quin dio permiso para entrar en mi casa? Fuera, intruso!
-Tatucito, tatucn, soy tu amigo don Zorrn, que anda tras un conejn, del cual
el trozo mejor, ser slo para ti.
Pero el tat, adems de ser vegetariano como el conejo, conoca muy bien al
zorro en sus engaos y zalameras. Sin mediar palabra, comenz a tirarle arena en
la cara. El zorro, sin ms argumentos, sali corriendo, restregndose los ojos y
llorando de dolor. Pas una semana con lentes oscuros y el hocico vendado.
Mientras tanto, el conejo haba salido por otra boca de la cueva, y se haba
puesto a salvo en su propia casa, con su familia.
Jovita de Almeida
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CAMPANILLA AZUL
Campanilla de mi cerco azul...
Eres la pequea copa en la que los duendes beben las gotas de la lluvia?
No!... Eres la campanita que despierta cuando sale el sol,
a todas las flores...
a todas las mariposas... y
a todos los pjaros!
Alicia Alonso
HUMOR DESOPILANTE
La mujer ms anciana del pueblo, que segn parece, tena ciento siete aos,
cont que cuando era nia ella haba escuchado el cuento ms cmico del mundo,
con tal humor que todos los presentes y hasta el mismo narrador se haban muerto
de risa y que ella se haba salvado de milagro porque se haba tapado los odos para
no sentir las estridentes carcajadas y que ahora, tan viejita no lo poda repetir
porque, sencillamente, haba perdido la memoria. Ella dice a sus hijos y a sus
nietos y a sus biznietos y a sus tataranietos que cuando cuenten algo de humor
desopilante, lo mejor es que se vivan de la risa porque morirse de risa no vale la
pena porque entonces se terminan los cuentos.
Ignacio Martnez
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LANGOSTA SALTARINA
Qu atrevida la langosta
que apareci en mi jardn
comiendo la muy golosa
los ptalos del jazmn.
La fui a agarrar con mi mano
para evitar el destrozo,
pero ella dio un gran salto
y cay en los heliotropos.
Otra vez quise agarrarla
y brinc hacia las hortensias
y salta, salta que salta
se pos en las azaleas.
Luego fue hacia los geranios,
de all, a los pensamientos,
yo al correr iba pisando
todas las plantas del huerto.
La langosta saltarina
se iba riendo de m,
se esconda en las achiras
y en las rosas carmes.
En los hibiscos, claveles,
margaritas y petunias:
ella, rozagante y verde,
yo, de barro toda sucia.
Cuando mir los canteros
y vi tanta planta rota
comprend que haba hecho
ms dao que la langosta.
Me sent muy egosta
y comprend la leccin:
tiene derecho a la vida
todo ser bajo este sol.
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LA COMETA
De papel y caa
surgi la cometa
con un hilo largo
al cielo se eleva.
Amiga del sol
vuela con el viento
mostrando el color
y su movimiento.
Como barrilete
subiendo, bajando
riendo, cantando
coleando, coleando.
Al pasar la tarde
jugando, jugando
se baj del cielo
al viento cantando.
Como barrilete
subiendo, bajando
riendo, cantando
coleando, coleando.
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GATO
Orejas pequeas
y nariz redonda,
con ojos de almendra,
bigotes en ronda.
Las patas pequeas,
con su cuerpo elstico
se estiran, se estira
y forman un arco.
La presa est cerca,
malla contento,
pasea en el viento.
Mira, salta y trepa
como las araas,
corre, corre, corre,
el gato que araa.
Ivonne Parodi
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ESPACIO LIBRE
La perrada se alborotaba cuando llegaban los dueos de la estancia. Los perros
principales Nern, Campero y Cirilo salan al frente, recorriendo el caminito
hasta la portera principal con ladridos fuertes. Los perros chicos iban detrs, como
un coro silencioso.
Los amos eran bien recibidos, con saltos, lamidas y hasta ciertas gracias que
daban la sensacin de haber sido preparadas de antemano para ellos. Pareca que
aquel campo perdido recobraba vida.
La nia invitada, pariente del matrimonio, de las tas solteras y los nios de la
casa crea estar en un mundo encantado. Las penurias que el campo tambin ofrece
le eran desconocidas, para ella todo era fi esta y misterio.
De noche tenia miedo, pero un miedo lindo, que la tenia en vilo, nada malo iba
a pasar, pero acostumbrada a la ciudad con sus peligros, todo la atemorizaba y la
excitaba al mismo tiempo.
Los juegos distintos la atraan mucho, como ir a la caada a pescar mojarritas
con un viejo sombrero de paja, por ejemplo recoga decenas de mojarritas que
luego volva a tirar al agua por lastima que se murieran. Las idas al chiquero a ver
los chanchitos y asustarlos con gritos y corridas, el juego de las casitas que construa con ladrillos viejos, ramas, piedras. y, hasta fl ores. La escondida alrededor
de la tapera con rboles de granadas y azucenas rosadas.
Cirilo era el perro preferido de Elisa. Medio deforme, pero que impona su fi
gura de varios pelajes y unos ojos como pocos, con un mirar casi humano. A veces
salan a pasear, a ver mariposas multicolores, sapos, y juntos parecan sostener un
dilogo de amigos de mucho tiempo. l quera quedar bien con la nia. y, a veces
ladraba y mostraba los dientes, gruendo a enemigos invisibles, solo por
complacerla.
Pasaron varios veranos en los que Elisa disfrutaba de esos das magnfi cos,
escuchando las chicharras al medioda, los sonidos de los pjaros, hojas movidas
por el viento, un sol que rajaba las piedras, los paisanos de bombacha de campo y
sombrero aludo, que venan a matear de tardecita, , el aire puro. La tranquilidad
de los das apacibles.
Todo termin un da cuando el campo y las propiedades se vendieron. Los perros
fueron distribuidos y algunos murieron de viejos.
Pero el recuerdo tan arraigado en Elisa qued como un conjunto de postales
animadas, en su mente, en sus sentidos para siempre.
Claudia Rossi
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EL CEPILLO DE DIENTES
En el botiqun de casa siempre habitaron los cepillos de dientes de las nias,
junto a los nuestros, esperando su visita.
Iban cambiando de tamao y color segn el tiempo pasaba; el de Barney especialmente dejo un recuerdo muy profundo: antes de usarlo a do, ellas cantaban
inmediatamente su cancin, en un intento por emularme o imitarme, lo que nos
encantaba: Te quiero yo y tu a m, nuestro amor es lo mejor, con un fuerte abrazo
y un beso te dir, mi cario yo te doy.
Lo importante es que ellas tenan la rutina de usarlos en determinados momentos:
al levantarse si tenamos la suerte de que se quedaran a dormir, luego
de almorzar o cenar para lo que tratbamos de preparar sus comidas preferidas:
milanesas de pollo para una y tallarines con pesto para la otra o luego de alguna
golosina especialmente malfi ca, esas que son muy amigas de los dentistas.
Nuestra semilla plantada siendo chiquitas, haba dado sus frutos:
-Qu hay que hacer antes de comer?
-Lavarse las manos, Tit -me respondan.
-Qu hay que hacer despus de comer?
-Lavarse los dientes, Tololo -le respondan al to.
Y as pasaron algunos aos, rpida y silenciosamente.
Cuando las extrabamos muchos porque sus actividades escolares o sociales
les impedan visitarnos, el solo mirar los estuches lila y rosa de sus cepillos nos
levantaba el nimo, pensando que quizs, con suerte, prontito estaran con
nosotros.
-Ta, este sbado vamos al cumple de la prima Vicky, por qu no vens y te quedas
a dormir en casa? -dijo Belu.
-S, s -acompa Nati, gritando desde atrs para que su voz me llegara a travs
del tubo del telfono.
Ese sbado comenc a preparar mi bolso varias horas antes de lo necesario.
Emocionada, abr el botiqun, y tomando el estuche vaco, ese que hasta haca
poquito el Tololo lo usaba cuando salamos de viaje, lo coloqu dentro del bolso
junto al cepillo nuevo que llegado recin de la farmacia, esperaba ansioso su
estreno.
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-S, s -acompa Nati, gritando desde atrs para que su voz me llegara a travs
del tubo del telfono.
Ese sbado comenc a preparar mi bolso varias horas antes de lo necesario.
Emocionada, abr el botiqun, y tomando el estuche vaco, ese que hasta haca
poquito el Tololo lo usaba cuando salamos de viaje, lo coloqu dentro del bolso
junto al cepillo nuevo que llegado recin de la farmacia, esperaba ansioso su
estreno.
Esa noche, luego del cumple, al entrar al dormitorio, una cama haba sido especialmente preparada, bien pegadita a la cama de Belu. Nati quera tambin dormir
con nosotras, pero su cansancio y su espritu prctico la llev a darme un beso
con abrazo muy fuerte, dicindome:
-Maana vengo a despertarte y me quedo un ratito contigo.
-Ta, por que no dejas tu cepillo en casa? -dijo Belu, mientras yo me lavaba los
dientes, sosteniendo el estuche en mi mano.
En silencio, guard el cepillo dentro de su estuche color cielo, abr el botiqun
y apoyndolo en el fondo, lo dej solo, sostenido por el vaso de nuestras nias.
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Michel Visillac
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PEDRO Y SU AVIN
Pedro tiene un avin cuyas ventanas tienen el poder de escuchar el viento, las
nubes, las estrellas y todo lo que toca. Cuando Pedro juega con l, vuela.
Atnito, al mirar hacia abajo ve su casa muy pequea, lo mismo que los autos,
rboles, edifi cios, mares
No le importa estar solo, dibuja todo lo que ve. l y sus colores!
De pronto el avin se mueve. Pedro se pregunta: Qu est pasando? Una
nube se acerca a su ventanilla y le dice:
-Soy yo, por eso te mueves. Cmo te llamas?
-Pedro y t?
-Soy la ms pequea de mi familia y mi nombre es Sabrina.
-Qu suerte que puedo hablar contigo, posiblemente te conozca, pero ahora
que estoy a tu lado te veo grande y espumosa con ese vestido tornasolado.
-Sabes?, hay jvenes que no quieren subir a verme pues creen que nosotros
somos la muerte y no es as. Este es un mundo maravilloso, nos ilumina la luna,
el mar cambia de colores gracias a nosotros, y en los cumpleaos llamamos a las
estrellas
-Esto es el cielo.
-No el cielo del que hablan lo mayores donde asocian la muerte por un tema
religioso que no podemos entender, aqu no pasa eso.
-Tienes razn, tengo amigos que les tienen miedo y no quieren subir a los aviones.
Sabrina, a m me explicaron que la muerte es otra cosa, la persona que muere va al
cementerio en un cajita y all lo entierran, pero el corazn queda en los familiares
y amigos, por eso me gustan tanto lo aviones.
-Mira, Pedro, no te imaginas lo que nos divertimos con los relmpagos y truenos.
Hay un grupo que toca msica que, cuando termina, baja un teln lleno de agua
que moja la Tierra y no sabes qu contentos quedamos.
Cuando es luna llena, la Tierra se sita exactamente en la mitad entre el Sol y
la Luna. Siempre est contenta, ni que decir cuando est sobre el mar y se mira en
l. No siempre puedes verla toda, pues as se ve una sola vez al mes. Nos encanta
bailar alrededor, aunque a veces la tapamos un poco. Se enoja y se sacude con tal
fuerza que no podemos con ella, queda iluminndonos a todos.
-Gracias, Sabrina, fue un placer conocerte, ahora se me hace tarde y tengo que
volver a almorzar pero nos volveremos a verY contar todo lo que me dijiste!
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LAS OLAS
RISA EN RISA
Monita canta que canta
y pasea de rama en rama.
Se lav la cabellera
con perfume de banana.
El monito Rimbombante
la invit y cay de prisa.
Le dio risa a Ardilla Luisa
y se moj la camisa.
Y all van Monita y Luisa
a pasear llenas de risa
con el mono Rimbombante
por el parque y sin camisa.
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POEMA
COLOFN
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Celestina Andrade
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Mar de cuentos, Sol de poesa Sylvia Puentes de Oyenard
EL CARACOL Y LA CARACOLA
El caracol y la caracola
cuando el oriente
viste de aurora.
El caracol y la caracola
a paso lento
cruzan las horas.
El caracol y la caracola
por el sembrado
de la escarola.
A la escarola fi no manjar
de paso llegan
a disfrutar.
Y terminada ya la jornada
cuando el poniente
recibe el sol
vuelven cantando
con alegra
la caracola y el caracol.
68
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POMPN
VERANO NIO
Pompn es mi conejo,
de suave seda es
con dos bolitas rojas
que brillan y me ven.
Su hocico diminuto
se mueve sin cesar
haciendo muchas muecas
que yo quiero imitar.
Lo tengo en una jaula
donde le doy comida:
hinojo, zanahorias,
repollo, hierbas finas.
Pompn es mi conejo,
de suave seda es
con dos bolitas rojas
que brillan y me ven.
En la copa de un omb
brind en juegos triviales,
largas horas estivales
de mi niez otoal.
Corr tras lagartijas,
beb de la luz caliente
de un mes de enero ardiente,
y me embriagu con el sol.
Y bajo la bella sombra
-en mi nave de sandacruc
el ro de sed, que haba
trado hasta m el calor.
Ral Iturria
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8
Mar de cuentos, Sol de poesa Sylvia Puentes de Oyenard
-No ser mejor otra cosa? Eso me asusta un poco dijo Luca.
-Deja de decir eso, soy tu hermana mayor y no pasar nada.
Se prepararon muy bien para ir al monte, buscaron la linterna grande del abuelo
Diego cuando iba a pescar y una red para cazar al que secuestr a sus padres.
Antes de salir Noel le explic a Luca que no hiciera ruido, que caminara despacio
y no se separara de ella. As entraron al monte a oscuras, y las ramas de los rboles
al moverse las asustaron, pero siguieron. De pronto, Luca pech con algo, era una
roca y grit.
As los secuestradores las descubrieron, pero Noel se haba trepado a un rbol
y les tir la red. Y enseguida Noel tom a Luca de la mano y fueron corriendo
adonde se escuchaban las voces de los padres.
Y mientras los secuestradores trataban de escapar las hermanas abrazaron a
sus padres y se encerraron en la casa mientras llamaban a la Polica.
-Polica, Polica decan- vengan que tenemos algo muy importante para decirles.
Y cuando la Polica lleg, los secuestradores seguan enredados y todos sonrieron
felices y tranquilos.
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NIO INDIO
Gastn Figueira
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