Aristóteles El Concepto de Proairesis
Aristóteles El Concepto de Proairesis
Aristóteles El Concepto de Proairesis
El concepto de προαιρεσις
y su relación con el determinismo de su Ética
Antonio García Ninet
Doctor en Filosofía
Aristóteles define el acto voluntario como "todo lo que uno hace estando en su
poder hacerlo o no" (EN11135a 23-24). Esta definición tan sencilla y, en apariencia, tan
clara contiene, sin embargo, un término cuyo sentido conviene precisar a fin de no caer
en una interpretación errónea del pensamiento aristotélico. Se trata del término "poder".
El sentido de dicho término resulta perfectamente claro cuando viene asociado a
la idea de una capacidad para hacer algo en el caso de que nos lo propongamos. Así,
por ejemplo, en la frase "puedo aprenderme la lista de los reyes godos" la palabra
"puedo" es intercambiable con la expresión "tengo la capacidad de", aunque el hecho de
que uno decida aventurarse en la realización de esa proeza dependerá de circunstancias
y motivos que le impulsen a hacerlo. De manera que, cuando Aristóteles dice "estando
en su poder hacerlo o no", lo que querría dar a entender -de acuerdo con esta
interpretación- es que uno posee la capacidad para realizar determinada acción, pero
que el hecho de que se decida a realizarla o no depende de motivos y circunstancias que,
de manera racional o irracional, le conducirán a tomar la decisión que mejor le parezca.
Ahora bien, el término "poder" se asocia también en diversas ocasiones a la
idea de que, aunque en cierto momento uno decida realizar determinada acción,
también habría podido decidirse por la realización de otra, permaneciendo iguales
el conjunto de circunstancias externas e internas que antecedieron a la decisión
tomada. Esta segunda interpretación de "poder" implicaría, pues, no sólo la aceptación
de una capacidad para realizar determinada acción, sino también la extraña capacidad
de la voluntad de auto-modificarse a sí misma sin que existiera ninguna circunstancia,
ni externa ni interna, que la impulsase a ello.
Como estas consideraciones se relacionan con la cuestión del "determinismo
psicológico aristotélico" las dejo por el momento solamente planteadas para darles
después un tratamiento más detallado. No obstante, me parece conveniente indicar ya
1
Utilizo las siglas “EN” para referirme a la Ética Nicomáquea.
2
que esta segunda interpretación la considero totalmente alejada del sentido del
planteamiento aristotélico, tal y como más adelante espero mostrar2.
En los actos voluntarios Aristóteles diferencia entre los actos espontáneos y los
actos elegidos o actos de "προαιρεσις":
"la elección (προαιρεσις) es manifiestamente algo voluntario, pero no se
identifica con lo voluntario, que tiene más extensión; de lo voluntario participan
también los niños y los otros animales, pero no de la elección, y a las acciones súbitas
las llamamos voluntarias, pero no elegidas" (EN 1111b 6-10).
El motivo de esta diferenciación reside, pues, en que el acto espontáneo no va
precedido de una deliberación, mientras que la προαιρεσις sí (EN 1135b 9-11).
Al hablar del acto voluntario, Aristóteles, sin especificar si dicho acto es además
προαιρεσις o no, lo considera como justo o como injusto, y dice también que "cuando
el acto injusto es voluntario es objeto de censura y a la vez se convierte en injusticia"
(EN 1135a 20-21). Esta afirmación resulta en principio desconcertante, por cuanto
sugiere que puedan existir actos injustos que no sean producto de una elección. Y,
como podremos comprobar, esto es lo que en cierto sentido afirma Aristóteles, pero
diferenciando entre el acto realizado y el agente que lo realiza. Afirma, en efecto, en
EN 1135b 20-26, que
"cuando se obra a sabiendas pero no de un modo deliberado, se comete una
acción injusta, por ejemplo, a impulsos de la ira o de las demás pasiones que son
inevitables o naturales en el hombre. Cuando los hombres cometen esta clase de daños y
de equivocaciones, obran injustamente y aquellas son injusticias, pero los autores no
son por ello injustos ni malos, porque el daño no tiene por causa la maldad; pero si los
hacen proponiéndoselos, son injustos y malos".
Es decir, en un acto voluntario no elegido puede haber injusticia desde una
perspectiva material, pero no hombre injusto, mientras que, si el acto voluntario es
además un acto de προαιρεσις, en tal caso acto injusto y hombre injusto irán unidos.
Esta distinción merece algún comentario especial al menos por dos motivos: en
primer lugar, por cuanto a través de ella Aristóteles viene a considerar "la ira o las
demás pasiones" como determinantes del acto injusto y, por ello, como eximentes de
culpabilidad por parte del sujeto.
2
A.Kenny considera que a través de ella Aristóteles estaría refiriéndose a la 'libertad de indiferencia': "The
brief phrases of the definition take up the points which we have seen developed at lengh. The restriction
of the voluntary to things which it is in man's power not to do (the celebrated 'liberty of indifference')
summarises the discussion of the way a human being is a principle of action and rules out cases of force"
(O.C, p.56). Por otra parte sin embargo, Kenny considera –erróneamente, desde mi punto de vista- que "el
determinismo es irrelevante para la cuestión de la libertad de la voluntad" (O.C., p.170, nota).
3
1. ΠΡΟΑΙΡΕΣΙΣ
Por lo que se refiere a la segunda clase de actos voluntarios objeto de elección,
es decir, a los actos de προαιρεσις, Aristóteles (EN III) rechaza que podamos
asimilarlos a un apetito, a un impulso, a un deseo o a una opinión: No consisten en un
apetito ni en un impulso porque ambos son comunes a los animales irracionales,
mientras que la προαιρεσις no lo es; no puede ser un impulso, puesto que "lo que se
hace impulsivamente en modo alguno parece hecho por elección" (EN 1111b 18-19);
tampoco es un deseo, ya que podemos desear lo imposible -por ejemplo, la
inmortalidad-, mientras que "no hay elección de lo imposible" (EN 1111b 20-21);
3
F.Nietzsche : Humano, demasiado humano, I, parág. 39.
4
finalmente no es una opinión, puesto que ésta se distingue por ser verdadera o falsa,
mientras que la προαιρεσις se distingue por ser buena o mala.
4
P.Aubenque: La prudence chex Aristote. PUF, Paris, 1976, p. 108.
5
H.H.Joachim: The Nicomachean Ethics. Clarendon Press, Oxford, 1962, p. 103.
6
"Le mot boúleusis [...] renvoie à l'institution de la boulé, qui désigne chez Homère le Conseil des
Anciens, et, dans la démocratie athénienne, le Conseil des Cinc Cents, chargé de préparer par une
délibération préalable, les décisions de l'Assemblée du peuple: le Conseil délibère (bouleúetai), le peuple
choisit ou du moins ratifie" (O.C., p. 111).
Por su parte, Gauthier-Jolif, comentando las líneas 1113a 8-9 de la EN, indican que "les rois sont l'image
de la partie dirigeante, c'est-à-dire de l'intellect; le peuple, de la partie sujette, c'est-à-dire de la partie
désiderante. L'intellect décide et 'annonce' ce qu'il a décidé à la partie désirante en la pliant à sa loi" (O.C,
II, p. 205). Como en otras ocasiones, a través de este ejemplo, Gauthier-Jolif aprovechan la ocasión para
insistir en su consideración de que, desde la perspectiva aristotélica, quien decide no es la voluntad -como
lo sería en el caso del tomismo o en el caso de Descartes- sino el entendimiento.
Comparando, pues, los ejemplos presentados por Joachim, Aubenque y por Gauthier-Jolif, es importante
observar que mientras Joachim y Aubenque hablan de que el pueblo elige, Gauthier-Jolif consideran que
quien elige es el rey; por otra parte, ya sabemos que para Joachim y para Aubenque el pueblo simboliza
aquella parte del alma irracional que es susceptible de seguir los dictados del alma racional, mientras que
para Gauthier-Jolif el rey simboliza precisamente el alma racional. En consecuencia, la distinción más
importante entre los puntos de vista de Joachim y de Aubenque y el de Gauthier-Jolif estaría en que
mientras que para Joachim y para Aubenque sería esa parte del alma irracional la encargada de decidir,
5
finalmente decidiese : "Aristote voulait simplement rappeler qu'il n'y a pas de décision
(proaíresis) sans délibération préalable"7. Además, "el deseo se refiere más bien al
fin"(EN 1111b 26-27), mientras que la προαιρεσις -y, por lo tanto, también la
βουλευσις- se refiere a los medios que conducen a dicho fin: el médico no delibera
sobre si curará, sino acerca de los medios que conducen a la curación.
Por ello, Gauthier-Jolif definen certeramente la proaíresis como "ce jugement de
l'intellect pratique qui opère la fusion de la lumière de la raison et de la force du désir"8.
La interpretación que Joachim hace de la proaíresis en líneas generales se asemeja a la
de Gauthier-Jolif, pero se diferencia especialmente en que mientras los primeros críticos
consideran que la προαιρεσις es obra del entendimiento, por su parte Joachim la
relaciona especialmente con la ορεξις:
“An action or course of action is said to be proairetón when the agent decides to
do it after, and as the result of, a process of deliberation [...] [proaíresis] is not órexis
bare, but órexis assenting to the result of deliberation”9.
Entre estas dos interpretaciones considero más acorde con los planteamientos
aristotélicos la presentada por Gauthier-Jolif en cuanto del mismo modo que en un
silogismo no sólo es asunto del entendimiento el establecimiento de las premisas sino
también el descubrimiento de su relación a través de la conclusión, el asentimiento al
resultado de la deliberación equivaldría a esa acción de establecer la conclusión.
Existen, además y como veremos más adelante, otros motivos que justifican como más
acertado el punto de vista de Gauthier-Jolif, aunque desde una perspectiva voluntarista
no aristotélica- sería más correcto el punto de vista de Joachim.
La consideración del fin es igualmente el motivo que lleva a Aristóteles a
distinguir entre el deseo [ορεξις], la deliberación [βουλευσις] y la elección
[προαιρεσις]10. Señala, en efecto, que "no deliberamos sobre los fines, sino sobre los
para Gauthier-Jolif sería propiamente el entendimiento quien realizaría los actos de decisión o
"proaíresis". De acuerdo con esta interpretación, Gauthier-Jolif critican la interpretación de santo Tomás,
quien habría interpretado el pensamiento aristotélico en el sentido de considerar que la decisión sería un
acto dependiente de la facultad apetitiva y no de la facultad racional. Y, desde luego, el punto de vista
aristotélico, según lo interpretan Gauthier-Jolif, resulta más adecuado para construir sobre él una
interpretación determinista del acto voluntario. Desde el tomismo o desde la filosofía cartesiana, la
consideración de que el último juicio práctico está en manos de la voluntad parece más apropiada para
desligar la deliberación de la decisión y, de este modo, tratar de escapar del determinismo. Pero ya en
otras páginas he presentado la crítica correspondiente a este enfoque relacionado con el "libre albedrío".
7
P.Aubenque: Ibidem.
8
Gauthier-Jolif: O.C., II, p. 555.
9
H.H.Joachim: O.C., p. 100.
10
En este sentido escribe Aubenque: "le choix s'oppose à la volonté, 'boúlesis', en ce que nous voulons le
bien, alors que nous choisissons le meilleur, c'est-à-dire non l'absolument bon, mais le meilleur possible,
'béltiston ek tôn dynatôn'" (O.C., p. 132).
6
medios que conducen a los fines" (Ibid.), de manera que mientras el deseo se relaciona
con el fin, la deliberación [βουλευσις] y la elección [προαιρεσις] se relacionan con
los medios.
Esta consideración del fin como una realidad relacionada con la ορεξις y no
con la βουλευσις ni con la προαιρεσις tiene su proyección en la tradición filosófica
posterior, y, de manera muy especial, en Tomás de Aquino y en el tomismo. Pero
resulta especialmente interesante constatar la existencia de cierto paralelismo con
planteamientos como el de Hume, quien por su parte consideraba que la razón sólo
interviene como instrumento de la pasión: sirve para indicarnos los medios para
conseguir un determinado fin, pero no para establecer dicho fin. Señala Hume en este
mismo sentido que la razón “tampoco es capaz de impedir la volición o de disputar la
preferencia a cualquier pasión o emoción, lo cual es una consecuencia necesaria”11.
La terminología utilizada por Hume es ciertamente distinta de la aristotélica,
pero en relación con esta problemática parece clara la existencia de cierta semejanza en
sus respectivos puntos de vista, viendo en la razón -o en la boúleusis, según la
terminología aristotélica- una realidad de carácter instrumental, relacionada con los
medios para conseguir determinado fin, pero no con la creación del propio fin.
Recordemos que, en este sentido, Aristóteles afirmaba ya que “la razón por sí sola nada
mueve, sino orientada a un fin y haciéndose práctica” (1139a 35 - 1139b 1), y esa
orientación a un fin era algo que en todo ser vendría dado por su propia naturaleza,
en cuanto el fin se identifica con el bien y “el bien es aquello a que todas las cosas
tienden” (EN 1094a 3).
Sin embargo, la similitud del planteamiento aristotélico con el de Hume hay que
entenderla en sus justos límites: conviene no olvidar, en primer lugar, que para
Aristóteles, como indica Joachim, “el fin es primariamente el objeto de la inteligencia -
noetón- y es deseable [...] porque es revelado a nuestra inteligencia”12, y , en segundo
lugar, que, como indican Gauthier-Jolif, para Aristóteles es la razón la que decide, de
manera que hay que tener presente que la decisión es obra del entendimiento -y no de la
voluntad-, aunque se trate de una decisión del entendimiento estimulado por el deseo:
11
D.Hume: Tratado de la Naturaleza Humana, p. 414-415. Edit. Nacional, Madrid, 1977.
12
16. H.H.Joachim: O.C., p. 105: "The end is primarily the object of intelligence -noetón- and it is
desirable [...] because it is revealed to our intelligence".
7
"La décision est donc sans aucun doute pour Aristote l'oeuvre de l'intellect [...],
mais de l'intellect mis en branle par le désir de la fin qu'est le souhait et animé par ce
désir"13.
Por lo que se refiere a esta relación entre la decisión y el entendimiento,
Gauthier-Jolif llegan a considerar incluso que en cierto modo habría una identificación
entre ambas realidades:
"la décision est intellect désirant, en d'autres termes, elle est l'intellect nous
ordonnant sous la motion du désir de faire qu'il juge être le moyen d'atteindre la fin
désirée"14.
También será propiamente la razón la que descubra las acciones más
convenientes que el hombre deba realizar para alcanzar la ευδαιµονια como fin último
al que todos aspiran; y, en cuanto la más alta αρετη del hombre se relaciona con su
racionalidad, Aristóteles establecerá que la más plena realización y felicidad de la vida
humana se encuentra en esa misma actividad racional de carácter puramente
contemplativo, si bien es verdad que también el desarrollo de las demás virtudes o
excelencias del hombre contribuyen igualmente -aunque en menor grado- a este mismo
fin.
Por otra parte, en relación a esta cuestión, tiene interés destacar igualmente que,
a la larga y en cierto modo de forma paradójica, estos puntos de vista darían paso a la
progresiva introducción de las tesis del voluntarismo, cuyo máximo exponente podemos
encontrarlo en la figura de Schopenhauer, frente a las tradicionales tesis del
intelectualismo, que tuvieron a Aristóteles como uno de sus principales defensores.
Entre estas dos corrientes parece más convincente la voluntarista que la
intelectualista, por cuanto, efectivamente, es ese conjunto de factores relacionados con
los deseos y necesidades o con la voluntad -entendida en un sentido amplio- el motor
que aguza nuestros sentidos y nuestro entendimiento con miras a encontrar los medios
para alcanzar los fines que puedan satisfacerlos. Y es justo, por ello, reconocer que el
propio Aristóteles, a pesar de su intelectualismo, que anteponía el conocimiento a
cualquier deseo ("nihil volitum nisi praecognitum" es la sentencia escolástica que
recoge este mismo punto de vista), supo ver ya esta subordinación de la razón, a lo
13
Gauthier-Jolif: O.C., II, p. 205. Considero, en este sentido, más adecuada al pensamiento aristotélico la
interpretación de Gauthier-Jolif -así como la de Joachim- que la de I.Düring, quien, al explicar la
estructura de la acción moral considera que "la voluntad toma la decisión" (Aristóteles, U.N.A.M.,
Méjico, 1990, p. 717).
14
Gauthier-Jolif: O.C., II, p. 445.
8
15
D.Wiggins: La deliberación, p. 274. Artículo incluido en la compilación de J.Raz, Razonamiento
Práctico; F.C.E., Méjico, 1986.
16
Gauthier-Jolif: O.C, II, p. 447-448.
17
H.H.Joachim: O.C., p. 218.
9
18
H.H.Joachim: O.C., p. 102.
19
Por este motivo, Aubenque considera que el valor moral de las acciones no depende de la voluntad ni
de la acción, sino de la proaíresis y afirma, en consecuencia que "le moment proprement éthique ne se
situe donc pas au niveau de la volonté (car sa qualité dépend de notre nature), ni de l'action dont le succès
ou l'échec relèvent, en dernier ressort, du hasard, mais dans l'entre-deux: le choix raisonnable qui, guidé
par la volonté du bien, décide du meilleur possible à chaque pas et laisse le reste au hasard" (O.C., p.
138).
10
juzga bien obrará bien20, lo cual, como ya sabemos, es una nueva manera de mostrar su
acuerdo con la doctrina socrática de que nadie obra el mal voluntariamente sino por
ignorancia. Más adelante podremos ver cómo, efectivamente, aunque en ciertos
momentos Aristóteles parece oponerse a esta doctrina socrática, finalmente termina
aceptándola, realizando todo un conjunto de análisis psicológicos especialmente
interesantes para tratar de explicar aquellas formas de conducta en las que parece existir
un desacuerdo entre lo que teóricamente juzgamos como bueno y lo que en realidad
hacemos.
Por otra parte, en relación con la última parte de la cita anterior, me parece
conveniente hacer una aclaración por lo que se refiere a la valoración aristotélica del
placer; el texto griego correspondiente dice "ου γαρ ουσα αγαθον ϕαινεται", y las
traducciones consultadas coinciden con la que he dado -quizá porque “αγαθον” no
viene precedido por el artículo-. Gauthier-Jolif no comentan esta frase, pero al referirse
a la siguiente -"αιρουνται γουν το εδυ ως αγαθον" (EN 1113b 1), en la que
consideran más acertado incluir el término "γουν" en lugar de el de "ουν", que es el que
aceptan M.Araujo-J.Marías, la traducen del siguiente modo: "ce qu'il y a de sûr en tout
cas, c'est qu'elle poursuit le plaisir comme s'il était toujours un bien"21. Ahora bien,
aunque se trate de otra frase, podemos reconocer que, desde el momento en que
Gauthier-Jolif dicen que "[la masa] persigue el placer como si siempre fuera un bien"
están afirmando de manera implícita que, si no siempre, al menos en determinadas
ocasiones lo es; y, por ello, esta frase resultaría contradictoria con la frase anterior si
aceptásemos la traducción de M.Araujo-J.Marías en la que se dice que el placer "sin ser
un bien lo parece". Además, al final de su comentario, Gauthier-Jolif indican que aquí
Aristóteles sólo está hablando del placer sensible desordenado22, pues considera que hay
placeres sensibles que representan un auténtico bien23.
Por este motivo y teniendo en cuenta las ocasiones en que Aristóteles habla
acerca del placer y el modo en que lo hace, parece más coherente con sus
20
En este sentido Aubenque hace referencia a este determinismo de origen divino: "...la Divinité n'inspire
directement que les hommes qu'elle a élus: les autres sont abandonnés aux médiations laborieuses du
raisonnement et de la délibération. La bonne fortune (eutykhía), la bonne naissance (euphyía, eugéneia)
rendent inutile l'exercice de l'intellect (noûs), et même de la vertu [...] (O.C., p. 73).
21
Gauthier-Jolif: O.C., II, p. 208.
22
Gauthier-Jolif: O.C., II, p. 209: "le plaisir dont il s'agit ici est exclusivement le plaisir sensible, objet de
la convoitise, sinon le plaisir déréglé".
23
Gauthier-Jolif: Ibidem: "car Aristote reconnaît qu'il y a des plaisirs, el même sensibles, qui sont un bien
réel".
11
planteamientos traducir -o entender al menos- "pues sin ser el bien lo parece". Respecto
a esta misma cuestión, en EN X 2 1172b 29, Aristóteles hace referencia a la doctrina
platónica según la cual "el bien no es el placer (“ουκ εστιν εδονη το αγαθον”), y en
EN 1174a 9 refleja su opinión personal de que “ni el placer es el bien, ni todo placer es
apetecible”. Este planteamiento concuerda perfectamente con el sentido que doy a este
pasaje, pues no es lo mismo negar que el placer sea un bien que negar que el placer sea
el bien. Y Aristóteles reconoce explícitamente que en verdad el placer es un bien,
aunque no sea el bien.
En esta consideración de la relación entre el placer y el hombre bueno
Aristóteles considera a éste último como la persona mejor cualificada para determinar la
diferencia entre placeres nobles y placeres vergonzosos, y, al propio tiempo, relaciona y
a la vez diferencia placer y felicidad. En efecto, en EN X 5 1176a 16-30, afirma lo
siguiente:
“Pero se considera que [...] la impresión verdadera es la del hombre bueno
[agathós]; y si esto es cierto, como parece, y la virtud y el hombre bueno en tanto que
bueno son la medida de cada cosa, serán placeres los que se lo parezcan a él, y
agradable aquello en lo que él se deleite”.
En relación con este párrafo y entre otras críticas posibles, tal vez convenga
recordar que ya los sofistas -y especialmente Protágoras- habían defendido el carácter
subjetivo de las distintas valoraciones humanas, de manera que, de acuerdo con estos
planteamientos, no tendría sentido hablar de lo placentero y de lo agradable en un
sentido absoluto, sino de lo placentero y de lo agradable para cada persona o para cada
colectivo social.
Con la afirmación de la idea de que el hombre bueno sea la medida de todas las
cosas Aristóteles pretende destacar, entre otros hechos, que tanto por lo que se refiere al
género de vida como igualmente por lo que se refiere a los placeres que de éste puedan
derivar, los del hombre bueno, en cuanto dotado de las mejores facultades para escoger
el máximo bien, serán, en consecuencia, máximamente placenteros y máximamente
agradables, a diferencia de los placeres de los hombres vulgares, que, al elegir una vida
mediocre, ésta sólo podrá venir acompañada de placeres mediocres. En relación con este
planteamiento conviene señalar que en él subyace la doctrina aristotélica sobre la
esencia, y, en este caso concreto, sobre la esencia humana, doctrina que implica que
toda actividad que se corresponda con dicha esencia irá acompañada de placer, mientras
que aquella que se aleje, no; o, si acaso, de "placeres antinaturales":
12
"el placer es un bien, pues todos los vivientes lo desean por naturaleza, de
manera que las cosas placenteras y las hermosas por fuerza han de ser buenas"24.
Parece evidente que el conjunto de estas citas constituye por sí mismo un
contrapeso suficiente que sirve para eliminar cualquier posible duda que pudiera quedar
respecto a la valoración aristotélica del placer, y, en especial, la que pudiera derivar del
texto que J.Marías-María Araujo han traducido en el sentido de que "el placer no es un
bien", enunciado que estaría en contradicción con todos los que acabamos de señalar y
de muchos otros más25.
Ahora bien, si Aristóteles no está de acuerdo con la valoración negativa de los
placeres corporales, en lo que sí está de acuerdo es en rechazar el exceso con que en
ocasiones se los busca, pues ello implica haber trastocado la escala de valores que debe
regir la actividad del hombre, de acuerdo con su naturaleza, y, por ello, haber situado en
lugar preferente aquellas actividades y placeres corporales correspondientes que, si
considerados en sí mismos son buenos en cuanto se corresponden hasta cierto punto con
la propia realidad humana en general, sin embargo encuentran su verdadero lugar en un
punto más bajo de esa escala de valores, en cuanto lo humano, en su esencia más
profunda, se identifica más con la racionalidad. Y será, pues, esa actividad racional
correspondiente la que ocupe el primer lugar en la escala de valores de las diversas
actividades posibles, y en ella será donde radique la máxima plenitud y felicidad del
hombre. Esa actividad deberá ir acompañada de un placer puro, el más noble de todos,
que ni sucede a una previa situación de necesidad, ni va acompañado de dolor:
"Ahora bien, en los bienes corporales puede darse el exceso, y el hombre malo
(ο ϕαυλος) en este sentido es porque persigue el exceso, y no lo necesario, ya que
todos los hombres disfrutan, en cierto modo, con los manjares delicados, los vinos y los
placeres sexuales, pero no todos como es debido" (EN VII 14 1154a 15-19).
Por otra parte, resulta de especial interés observar cómo en algunos pasajes
Aristóteles, al tratar del concepto de "bueno", adopta un punto de vista que guarda cierta
semejanza con el que posteriormente defendería Spinoza. Así, por ejemplo, en la
Retórica, da una definición de "bueno" como "lo que es deseable en sí y por causa de sí
24
"...την εδονην αγαθον ειναι παντα γαρ εφιεται τα ζϖα αυτης τη ϕυσει.
Ωστε και τα καλα αναγκη αγαθα ειναι" (Retórica 1362b 5-6).
25
Para un estudio más detallado de las doctrinas aristotélicas acerca del placer tiene especial interés la
obra The Geeks on Pleasure, de J.C.B.Gosling y C.C.W.Taylor, Clarendon Press, Oxford, 1982. En dicha
obra se reconoce, entre otras cosas, que para Aristóteles "el placer es un objeto del deseo, perseguido por
su propio bien" ["pleasure is an object of desire pursued for its own sake"](p. 265), aunque a la vez se
reconoce que "mientras hay placeres auténticos que son actualizaciones de la naturaleza humana, los hay
malos que no tienen esta cualidad" ["while there are real pleasures which are actualizations of human
nature there are bad ones that are not"] (p.266).
14
mismo y no de otra cosa, y aquello que todo ser desea"26; y un poco más adelante
complementa estas palabras con la afirmación de que "lo que todos prefieren es mejor
que lo que no todos" [“kai ho pantes hairountai tou me ho pantes”]27. Existe, sin
embargo, una diferencia que conviene señalar y que consiste en que así como para
Spinoza el deseo individual es el criterio del bien, en cuanto no deseamos algo por
considerarlo bueno sino que lo consideramos bueno porque lo deseamos, en Aristóteles
se defiende un criterio que relaciona lo bueno con lo deseable, aunque lo deseable
parece en Aristóteles más bien una pista para reconocer lo bueno que un criterio para su
identificación; y será una pista más segura para reconocer como bueno un cierto
objetivo el hecho de que el número de personas que así lo juzgan sea mayor. Ahora
bien, cuando Aristóteles afirma que "el bien es aquello a que todas las cosas tienden"
(EN 1094a 3), aunque no parezca interpretar que el bien lo sea por ser apetecido sino
que, por el contrario, es apetecido por ser el bien, me pregunto si en verdad existe algún
otro criterio para reconocer el bien que aquel que lo identifica con la realidad deseada.
Las críticas de Moore por lo que se refiere a esta identificación -falacia naturalista- han
sido especialmente valoradas, pero también tiene interés tener en cuenta que, cuando
Moore conoció el emotivismo de Stevenson, llegó a dudar del valor de sus propias
teorías y a conceder que quizá términos como "justo", "deber" y "bueno" tuvieran sólo
un significado emotivo 28 , que es el que tanto Stevenson como Ayer les concedieron.
Por su parte, Anscombe criticó también el valor del punto de vista de Moore
refiriéndose a la costumbre de “refutar el utilitarismo acusándolo de falacia naturalista,
una acusación cuya fuerza pongo en duda”29. Anscombe -coincidiendo con diversos
filósofos, como Spinoza- considera que el concepto de bueno y el concepto de querer
están unidos, de manera que "la conexión conceptual entre querer [...] y el bien puede
compararse con la conexión conceptual entre juicio y verdad. La verdad es el objetivo
del juicio y el bien es el objetivo del acto de querer"30. Un poco más adelante, a fin de
clarificar mejor su punto de vista, incidiendo sobre la inevitable subjetividad de la
valoración del bien, añade Anscombe que "la noción de bien que debe ser introducida
en una explicación del acto de querer no se refiere a lo que es realmente bueno, sino a lo
26
"το τε αυτο αυτου ενεκα και µη αλλου αιρετον, και ου παντ εϕιεται" (Retórica 1363b 13-15).
27
Aristóteles: Retórica 1364b 38.
28
Así lo señala el propio Moore en su artículo Réplica a mis críticos, artículo traducido y publicado en
castellano por F.C.E., Madrid, 1974 en la compilación de Ph. Foot Teorías sobre la Etica.
29
G.E.M. Anscombe: Intención, Paidós, Barcelona, 1991, *40*, p. 136.
30
G.E.M.Anscombe: O.C., *40*, p. 135.
15
que el agente concibe como bueno; lo que éste quiere tendría que ser caracterizado
como bueno por él"31.
Por otra parte, Aristóteles compara al hombre bueno con el hombre sano en el
sentido de que, de la misma manera que el hombre sano sabe apreciar adecuadamente
los sabores, el hombre bueno es quien está realmente capacitado para encontrar el bien
auténtico, mientras que los demás hombres son fácilmente engañados por los bienes
aparentes.
Sin embargo, por lo que se refiere a la relación entre los conceptos de hombre
bueno y bien auténtico parece presentarse, a primera vista por lo menos, un círculo
vicioso por cuanto Aristóteles utiliza como criterio para reconocer el bien auténtico
"aquello que elige el hombre bueno", mientras que a la vez considera que el hombre
bueno es "aquel que elige el bien auténtico". Probablemente Aristóteles no debió tener
en cuenta esta dificultad, y el motivo de ello pudo consistir en el hecho de que
implícitamente contaba con otro criterio para el reconocimiento del hombre bueno, de
manera que así se evitaba el aparente círculo vicioso. Dicho criterio consistía en el
prestigio y consideración social que determinados hombres tenían a causa de su forma
de comportarse en medio de la sociedad griega, en cuanto encarnaban los ideales de
dicha sociedad.
En este sentido y en apoyo de este punto de vista, conviene recordar
especialmente la lista de virtudes éticas tratadas por Aristóteles, por cuanto en su
mayoría se trata de virtudes relacionadas con la actitud del hombre hacia la sociedad y,
en algunos casos incluso, de "virtudes" que, desde planteamientos más modernos,
difícilmente podrían recibir ese nombre, ya que más bien se relacionan con formas de
comportamiento encaminadas simplemente a obtener prestigio y admiración; así ocurre,
por ejemplo, con el tratamiento aristotélico de la esplendidez, la magnanimidad y el
ingenio. También resultan muy significativos a este respecto los calificativos morales
empleados por Aristóteles para referirse al comportamiento humano, tales como los de
καλον (noble), επαινετον (laudable), ψεκτον (censurable) o αισχρον (vergonzoso),
aunque también emplea otros de signo menos claramente social. Tales calificativos
remiten, aunque no siempre, a criterios y consideraciones sociales que sirven, pues,
como fundamento para diferenciar a los hombres, considerándolos como buenos o como
malos en cuanto su conducta se amolde o no a las exigencias sociales.
31
G.E.M.Anscombe: Ibidem.
16
Por otra parte y en relación con el concepto de hombre bueno existe un problema
más profundo que se entronca plenamente con la metafísica aristotélica, y, de manera
más concreta, con sus doctrinas en torno al concepto de esencia. Tal concepto procede
de la doctrina platónica acerca de las ideas como modelos perfectos e inmutables a los
que, más o menos, se asemejan las realidades imperfectas del mundo material. En este
sentido, Aristóteles considera igualmente que existe una esencia ideal del hombre,
aunque no separada en un mundo trascendente, sino intrínsecamente unida a su
componente material. Ahora bien, la forma o esencia no tiene un carácter estático sino
dinámico, y, en este sentido, alcanza su máxima perfección a lo largo de un proceso que
viene guiado por esa misma forma en cuanto a la vez es physis, esto es, principio de
movimiento por el que cada sustancia tiende a alcanzar su propia perfección y plenitud.
En el caso del hombre y de los seres vivos en general su ϕυσις recibe el nombre de
ψυχη. Ella es la que dirige los cambios y movimientos de todos los seres vivos
conduciéndolos a la plena perfección de su esencia.
En el caso concreto del hombre bueno hay que decir que está dotado de una
ψυχη mediante la cual ha sabido alcanzar el pleno desarrollo de sus diversas
capacidades positivas, virtudes o excelencias, tanto del carácter -a través de la
adquisición de los hábitos correspondientes- como del entendimiento -a través de los
diversos aprendizajes a los que éste debe aplicarse, tanto teóricos como prácticos y
productivos-, para alcanzar el objetivo de la felicidad como fin último y máximo bien.
En este sentido, pues, Aristóteles considera que el hombre bueno representa el criterio
absoluto para el reconocimiento del auténtico bien.
Esta doctrina, sin embargo, es susceptible en lo fundamental de dos posibles
objeciones: en primer lugar, la que viene unida a la misma crítica general que puede
realizarse al esencialismo aristotélico -al igual que al idealismo platónico-. Pues una
cosa es postular un mundo de esencias fijas y modélicas que deban servir de criterio
para juzgar acerca de la perfección del mundo de los objetos materiales, según su mayor
o menor adecuación a tales supuestos modelos, y otra muy distinta demostrar que, en
efecto, la estructura de lo real esté conformada de acuerdo con ese supuesto mundo de
esencias y que además dichas esencias tengan que constituir el modelo al que
deban tratar de aproximarse los individuos concretos correspondientes. Desde
múltiples puntos de vista -y, entre otros, sirva como ejemplo el del evolucionismo de
17
que más se distingue el hombre bueno es en ver la verdad en todas las cosas" (EN III 4
1113a 30-31), y, por otra parte y como una consecuencia semejante a la de los
planteamientos socráticos, que para el hombre bueno es objeto de la voluntad lo que en
verdad es un bien (EN III 4 1113a 23-24).
Así pues, del mismo modo que el buen arquero lo es por gozar de una serie de
cualidades previas -buena vista, buen pulso...- que le permiten disparar certeramente,
Aristóteles considera, de acuerdo con Sócrates, que el hombre bueno -el σπουδαιος- es
el que sabe, por la sencilla razón de que ese conocimiento le orientará en su conducta a
la hora de de elegir con acierto los bienes más auténticos.
Esta consideración parece implicar una contradicción con la afirmación según la
cual pueden darse actos de προαιρεσις que sean malos, pues si tales actos de
προαιρεσις son propios del prudente -ϕρονιµος− y éste a su vez coincide con el
hombre bueno, el cual sabe distinguir siempre el bien en todo y además actúa
consecuentemente, en tal caso toda προαιρεσις debería ser buena. Por ello, una
cuestión a dilucidar más adelante será la referente a los motivos que determinan los
errores de elección a pesar de tener conciencia de cuál sea la elección (προαιρεσις)
más valiosa.
Este planteamiento intelectualista respecto al σπουδαιος es claramente
determinista al igual que el correspondiente planteamiento socrático por cuanto
establece una relación necesaria entre el conocimiento del bien y la conducta
subsiguiente. Ahora bien, en el capítulo siguiente al que acabo de referirme Aristóteles
plantea una serie de consideraciones que, en principio, sugieren un claro rechazo del
determinismo y, en consecuencia, una defensa de la libertad en un sentido contrario al
determinismo. Estas afirmaciones podrían significar, en principio, una dificultad
insuperable para encontrarles coherencia con el planteamiento anterior. Sin embargo,
Aristóteles plantea a continuación la hipótesis contraria, es decir, la de que tal vez la
elección acertada o desacertada de la conducta dependa en último término de un don de
la naturaleza que cada uno recibe o no, sin que esto dependa de su voluntad. Finalmente
y como conclusión de estas reflexiones, viene a considerar que en cualquiera de ambos
casos las acciones serán voluntarias, tanto las que corresponden al hombre bueno como
las que corresponden al malo, "porque el hombre bueno hace el resto voluntariamente"
y "porque estará igualmente en poder del malo la parte que él pone en las acciones, si no
en el fin" (EN III 5 1114b18-21).
19
Para una mayor clarificación de esta cuestión parece conveniente comenzar por
la exposición de las propias reflexiones aristotélicas; de este modo podremos comprobar
cómo, a lo largo de su exposición, Aristóteles se plantea alternativamente dos
posibilidades interpretativas de la conducta, la primera de las cuales podría parecer que
se aleja claramente de una concepción determinista, mientras que la segunda significaría
su total aceptación. Aristóteles, en principio, no parece pronunciarse de manera
inequívoca en favor de ninguna de ellas; las expone sucesivamente sin que exista en el
texto griego correspondiente (EN III 5, 1114a 30 - 1114b 12) ninguna otra partícula que
sugiera que se trata de simples hipótesis mas que la conjunción adversativa "δε" (1114a
31: "ει δε τις λεγοι..."), partícula que, a mi entender, ha sido mal traducida o dejada de
lado en la traducción de Julián Marías-María Araujo, puesto que a continuación del
texto anterior, introducen, como buscando una especie de nexo ilativo con respecto a la
frase posterior, la expresión "por tanto", a pesar de que lo que sigue no es ni mucho
menos una consecuencia de lo anterior y a pesar de que Aristóteles sólo había utilizado
una conjunción de carácter claramente adversativo, que, si acaso, refleja la oposición
existente entre las dos teorías expuestas. Me parece, por ello, más adecuada la
traducción de Julio Pallí, en la que no aparece esa gratuita conexión ilativa que hace que
el texto resulte ininteligible.
La propia exposición aristotélica induce a considerar que la única forma
aceptable de llegar a comprender esa yuxtaposición de textos contradictorios es la de
verlos como dos posibles hipótesis iniciales de trabajo, de las cuales la segunda se
presenta como una alternativa a la primera. De hecho, su análisis del placer efectuado en
el libro VII se presenta de un modo semejante, es decir, mostrando sucesivamente dos
teorías contrarias entre sí. Pero, además, en este caso concreto resulta evidente que la
perspectiva aristotélica se identifica plenamente con la segunda teoría, a pesar de que
cuando comienza a exponer la primera no nos advierte de que se trata de una simple
hipótesis ajena a sus propios pensamientos32.
Aristóteles culmina su explicación señalando que, en cualesquiera de ambos
casos, las acciones de las que ahí trata serán voluntarias en cuanto que su realización
depende siempre del agente, tanto si se inclina por la acción objetivamente mejor como
si lo hace por otra distinta. En cualquier caso, sin embargo, conviene no olvidar que,
32
Conviene tener presente que la Ética Nicomáquea no es un libro escrito por Aristóteles sino un
conjunto de apuntes de sus clases, que, por lo mismo, pueden tener aspectos confusos no necesariamente
atribuibles al propio filósofo.
20
por otra parte, que hablar de "poder" sugiere quizás una situación según la cual la
voluntad sería tan absolutamente soberana que todo objetivo que de antemano la razón
le presentase "podría" abandonarlo caprichosamente -libremente, en sentido no
determinista- y sustituirlo por cualquier otro. Por ello me parece conveniente
profundizar un poco más en el análisis del concepto de poder.
Reparemos, en este sentido, en el hecho de que una expresión como "puedo
hacer X" admite al menos una doble interpretación: a) que poseo la capacidad física
necesaria para realizar tal acción; por ejemplo, levantar un peso de cincuenta kilos -
capacidad que sin duda no tendría si en lugar de esos cincuenta kilos se tratase de
cincuenta toneladas-; y b) que, además de poseer la capacidad física suficiente, poseo
también la capacidad de autodeterminarme a querer realizar o no dicha acción, ya que si
el propio querer no es algo sobre lo cual tenga ningún poder para hacerlo aparecer o no,
en tal caso, por muy preparado que me encuentre físicamente, será desde luego muy
discutible la afirmación de que "pueda" levantar aquellos cincuenta kilos, no sólo si me
encuentro actualmente inconsciente sino también si una extraña aversión patológica o
cualquier otro motivo me impiden desear realizar tal acción, aunque "pudiera" realizarla
gracias a mi preparación física.
Así pues, aun en el caso a), en el que hablamos de levantar sólo un peso de
cincuenta kilos y en el que afirmamos que, efectivamente, tiene sentido afirmar que
físicamente nos resulta posible, se nos presenta una dificultad que es la que consiste en
que ese poder sólo lo será de verdad si, además de poseer la capacidad física adecuada,
quiero levantar dicho peso. Pues, si nunca se da en mí el deseo de hacerlo, en realidad
no podré hacerlo por el sencillo hecho de que la capacidad física no será suficiente
mientras no exista un impulso nervioso motor que, a su vez, venga generado por la
existencia de tal deseo y de la decisión subsiguiente de realizar tal acción, en cuanto el
deseo y la decisión se corresponden con determinados procesos neurológicos cerebrales
a partir de los cuales se generan los impulsos nerviosos que, a su vez, determinarán la
actividad muscular correspondiente.
En consecuencia, la afirmación "puedo" presupone la condicional "si quiero", y,
en este sentido, ese poder ya no es tan autónomo como podría parecer a simple vista,
sino que queda subordinado al hecho de que realmente quiera realizar o no tal acción;
de manera que si poseo las condiciones físicas musculares y óseas adecuadas para
realizar aquella acción y además deseo realizarla, en dicho caso la afirmación de que
puedo hacerla tiene pleno sentido, mientras que si poseo las condiciones físicas
22
(musculares y óseas) adecuadas pero no deseo realizarla ahora ni nunca, en tal caso la
afirmación de que puedo realizarla, para hablar con mayor precisión tendría que ser
matizada haciendo referencia al sentido restringido de poder, es decir, al hecho
exclusivo de que mi capacidad física (muscular y ósea) es suficiente para realizar tal
acción.
Por otra parte, si la afirmación "puedo" la complemento y la subordino a la
condición "si quiero", esta situación nos plantea, a su vez, el problema de averiguar cuál
pueda ser la causa de que quiera o de que deje de querer. ¿Se trata de una alternativa
cuya solución depende de uno mismo en el sentido de que el hecho de querer o no
querer pueda ser considerado como una simple consecuencia de un omnímodo poder de
la voluntad gracias al cual no sólo podamos tratar de hacer aquello que queramos sino
también de querer aquello que decidamos querer?
Si esto fuera así y quisiéramos explicitar ese omnímodo poder de la voluntad, la
expresión "si quiero, puedo" tendría que ser complementada para hacer patente su
supuesto contenido latente, de manera que, más o menos, quedaría transformada en la
expresión "si quiero, puedo, y el mismo hecho de que quiera o no está sometido al poder
de mi voluntad". Es decir, el propio hecho de que quiera o no quiera será consecuencia
de que quiera querer o no, pues absolutamente nada sería capaz de determinar mi
propio querer sino yo mismo a través de un acto de libertad absoluta, aunque, a la vez,
irracional, por cuanto el querer no podría estar fundamentado mas que en sí mismo y no
en una determinada motivación racional. Esa forma de entender la libertad implica,
pues, la aceptación de la idea de que no sólo se es libre para tratar de hacer aquello que
se desea, sino que también se es libre para modificar caprichosamente el propio querer.
Ciertamente, la posesión de esa fantástica facultad podría representar la solución de
todos nuestros problemas, pues, por ejemplo, cuando uno "quisiera" comer y no tuviera
comida, bastaría una decisión de la voluntad para querer no querer comer, pero,
además, para librarnos de todos los sinsabores inherentes a las carencias relacionadas
con el querer, nos bastaría con una suprema y definitiva decisión de la voluntad por la
que todo querer quedase suprimido y sumido en un eterno nirvana.
Por otra parte, parece que Moore llegó a tomar conciencia de este problema en
Ethics, por cuanto, al parecer, expresiones como la que he señalado, implicaban la
existencia de una "dificultad", ya que -según interpreta Austin las palabras de Moore-
implicarían un regreso al infinito al subordinar el poder a un querer anterior, y éste a
23
esta exagerada extensión que acabo de presentar, de manera que cuando Aristóteles se
refiere a la capacidad humana para realizar una acción o no, en lo que quiere insistir,
como en repetidas ocasiones indica, es en el carácter voluntario de los actos
espontáneos y especialmente de los actos de proaíresis, por cuanto, sean cuales sean las
motivaciones que nos determinen a actuar, en cualquier caso nadie nos empuja desde
fuera y somos nosotros los protagonistas de tales actos.
los que niegan el determinismo psicológico, ya que si, como dice Aristóteles, mediante
los castigos pretenden los gobernantes modificar la conducta de quienes se alejan del
comportamiento virtuoso, ello presupone la convicción de que efectivamente los
castigos sirven para determinar ese cambio de comportamiento, lo cual no ocurriría si
el determinismo psicológico no fuera una tesis objetivamente fundamentada.
35
Por lo que se refiere al origen innato de las virtudes Gauthier-Jolif mencionan las opiniones antiguas de
Píndaro, para quien, aunque la educación es necesaria, "elle présuppose une noblesse naturelle" y la de
Théognis, para quien "la naissance est la base indispensable à l'aretè; les mechants ne deviendront jamais
bons" (O.C., II, p. 103.
36
I.Düring también hace hincapié en esta consideración indicando que, para alcanzar la perfección "el
primer presupuesto es una buena disposición dada por la naturaleza, la physiké areté o perfección natural;
el segundo es el cuidado diligente de esa aptitud" (Aristóteles, U.N.A.M., Méjico, 1990, p. 713).
26
más bien a la necesidad que a la razón, y a los castigos que a la bondad" (EN X 9 1180a
4-5). En este mismo sentido, en EN II 1 1103b 3-4, afirma que "los legisladores hacen
buenos a los ciudadanos haciéndoles adquirir buenas costumbres".
El resumen de estas consideraciones es que o bien los hombres llegan a ser
buenos por obra de la naturaleza, o bien por un proceso más o menos largo en el que la
condición primera es la de la existencia de leyes adecuadas, que, a su vez, fomenten la
buena educación y las buenas costumbres, de forma tal que todo ello determine la
formación de un carácter virtuoso a partir del cual el llegar a ser bueno y la elección del
bien surjan como algo natural, espontáneo y agradable.
Estos dos planteamientos, presentados esquemáticamente, pueden servir para
mostrar de forma más patente no sólo el acuerdo aristotélico con la segunda alternativa
que de inmediato presentaré, sino también que el determinismo que ella implica
Aristóteles lo acaba de presentar aquí desde dos perspectivas, una de carácter genético o
natural -correspondiente al primer planteamiento- y la otra de carácter social -la que se
corresponde con el segundo.
b) Planteamiento social:
Leyes → Educación y costumbres → Carácter amante de la virtud → Hombre bueno
de su propio carácter, también será en cierto modo causante de su parecer; de no ser así,
nadie es causante del mal que él mismo hace, sino que lo hace por ignorancia del fin,
pensando que por esos medios conseguirá lo mejor, pero la aspiración al fin no es de
propia elección, sino que es menester, por decirlo así, nacer con vista para juzgar
rectamente y elegir el bien verdadero, y está bien dotado aquel a quien la naturaleza ha
provisto generosamente de ello, porque es lo más grande y hermoso y algo que no se
puede adquirir ni aprender de otro, sino que tal como se recibió al nacer, así se
conservará y el estar bien y espléndidamente dotado en este sentido constituirá la
índole perfecta y verdaderamente buena" (EN III 5 1114a 31 - 1114b 12).
En esta segunda alternativa Aristóteles comienza señalando una primera
objeción posible que hace hincapié en el hecho de que, aunque todos aspiran al bien, es
la índole de cada uno lo que explica la diversidad de pareceres y, en consecuencia, la
diversidad de conductas. A dicha objeción responde señalando que, en cuanto uno es
causante de su propio carácter, lo es también de su forma particular de entender el bien.
Pero esta respuesta no la plantea como una solución tajante de manera que no ofrezca
ningún resquicio de duda. La prueba más clara de ello la tenemos en la reflexión que
sigue de forma inmediata, reflexión que tiene especial importancia porque supone la
abierta introducción de la hipótesis determinista desde la perspectiva del intelectualismo
socrático, complementada con una especie de determinismo genético.
En efecto, la hipótesis de un determinismo intelectualista se presenta con suma
claridad cuando señala que, si lo anteriormente dicho no es correcto, en tal caso "nadie
es causante del mal que él mismo hace, sino que lo hace por ignorancia del fin,
pensando que por esos medios conseguirá lo mejor" (1114b 4-6), mientras que la
hipótesis de un determinismo genético aparece a continuación cuando afirma que "la
aspiración al fin no es de propia elección, sino que es menester [...] nacer con vista para
juzgar rectamente y elegir el bien verdadero" (1114b 6-8).
Por otra parte, teniendo en cuenta en su conjunto su tratamiento del
intelectualismo socrático -en el que, a pesar de su aparente rechazo inicial, termina
aceptándolo, con las aclaraciones y correcciones pertinentes- no resulta aventurado
pensar que, aunque en estos momentos no llega a pronunciarse de manera clara por
ninguna de las dos alternativas señaladas, está de acuerdo con la segunda, pero sin que
ello implique aceptar, junto con el determinismo que el bien impone sobre el deseo y
que la naturaleza impone sobre la capacidad de elegir, que las acciones dejen de ser
voluntarias, por cuanto ni se hacen por ignorancia ni por violencia, que son las dos
modalidades de actos involuntarios. En consecuencia, afirma Aristóteles,
"tanto, pues, si el fin no aparece por naturaleza a cada uno de tal o cual manera,
sino que en parte depende de él, como si el fin es natural, pero la virtud voluntaria
28
Deseo [Ορεξις] |
} → Elección [Προαιρεσις] → Acción [Πραξις]
Razón [Λογος] |
A su vez, la προαιρεσις puede ser valorada como buena o como mala: Es buena
cuando existe una correspondencia del deseo con la razón, de tal manera que "el
razonamiento tiene que ser verdadero y el deseo recto para que la elección sea buena, y
tiene que ser lo mismo lo que la razón diga y lo que el deseo persiga" (EN 1139a 23-
25).
39
"…πραξεος µεν ουν αρχη προαιρεσις προαιρεσεος δε ορεξις και λογος ο ενεκα τινος" (EN VI
2 1139a 30-32). Desconozco el motivo por el cual M.Araujo-J.Marías han traducido "λογος" por
"elección" en lugar de por "razón", que, por ser su significado habitual y tener pleno sentido en la frase, es
el que he incluido en la traducción.
29
40
A.Kenny: O.C., p. 74.
41
H.H.Joachim: O.C., p. 102: Aristotle here (1112b 11-24) regards boúleusis as the process of reflective
analysis (zétesis o análysis) applied to the sphere of action (tà praktá). In common with all zétesis o
30
análisis, boúleusis can only work within two limits: for (a) it starts from an assumed end and deliberates
about the means to it; and (b) it terminates with a this, which has to be recognized by sense-perception,
i.e. immediately (1112b 33-1113a 2). This last step in the deliberation is something which we can do here
and now -i.e. it is or becomes the first step in realizing the end".
42
Gauthier-Jolif: O.C., II, p. 206.
43
Gauthier-Jolif: Ibidem.
31
"ce n'est pas à proprement parler un novel acte distinct du désir qu'est le souhait
et de la pensée qu'est le jugement, pas plus que le syllogisme n'est une nouvelle
prémisse distincte de la majeure et de la mineure; mais, de même que le syllogisme n'est
rien d'autre que le noeud de la majeure et de la mineure, la décision n'est rien d'autre que
le point de jonction ou la fusion du désir qu'est le souhait et de la pensée qu'est le
jugement [...]: c'est le désir éclairé, fixé et rendu efficace par la délibération"44.
A continuación, de manera breve, clara y contundente, afirman la identificación
de la decisión con el juicio que cierra la deliberación: "La décision ne se distingue pas
réellement du jugement qui clôt la délibération: elle est ce jugement même"45.
Desde una perspectiva algo distinta por lo que se refiere a las respectivas
funciones del entendimiento y del deseo, Joachim interpreta la relación entre la
βουλευσις y la προαιρεσις en un sentido parecido al de Gauthier-Jolif en cuanto
considera que mediante la deliberación consideramos los medios que conducen a un fin
deseado y que una vez completado el análisis de los medios y una vez descubierta cuál
es la acción inicial que puede conducirnos al fin deseado, dicha acción es objeto de la
προαιρεσις:
"It is what we proairoúmetha: and, in deciding to do it, we are deciding to do
something which comes first in the series of means, which is pró tôn hetéron hairetón:
to be adopted before the other steps leading to the end"46.
Sin embargo, mientras Gauthier-Jolif consideran que la perspectiva aristotélica
es determinista a causa de esta conexión entre la βουλευσις y la προαιρεσις, veremos
más adelante que desde la perspectiva de Joachim el punto de vista aristotélico resulta
bastante ambiguo, defendiendo puntos de vista en favor del determinismo en unos casos
y, en otros, en favor de su negación y en favor de la libertad -aunque en un sentido nada
claro-.
Que la elección [προαιρεσις] sea realmente buena depende, según indica
Aristóteles, de que el razonamiento sea verdadero y el deseo recto, lo cual presupone
que, aunque de acuerdo con Sócrates la προαιρεσις se incline siempre hacia el bien, sin
embargo puede ejercerse mal si la razón se equivoca a la hora de valorar los diversos
bienes o si el deseo es atrapado por las pasiones irracionales en lugar de tratar de
alcanzar los mejores bienes que una razón verdadera le proponga, siendo incapaz de
evitar que dicha razón quede ofuscada en sus planteamientos. Προαιρεσις y ακρασια
44
Gauthier-Jolif: O.C., II, p. 212.
45
Gauthier-Jolif: Ibidem.
46
H.H.Joachim: O.C., p. 101.
32
parecen guardar una total conexión en este último caso, mientras que en el primero
parece que no.
Por otra parte y a pesar de la matización realizada en relación con la
consideración aristotélica de que “la proaíresis es un deseo deliberado”47, conviene
recordar que cuando Aristóteles delimita el sentido de la προαιρεσις declara
explícitamente que ésta no consiste en un deseo [ορεξις] ya que se puede desear lo
imposible, pero no tendría sentido decir que lo elegimos. A pesar de todo, me parece
conveniente destacar lo que puede haber de razonable en esta afirmación en el sentido
de que, del mismo modo que, como suele decirse, el movimiento se demuestra andando,
igualmente la προαιρεσις representa la auténtica demostración de la existencia de un
"deseo deliberado". Claro está también que el hecho mismo de que podamos desear
objetivos cuya elección no pueda realizarse hasta pasado un tiempo puede hacernos
distinguir, desde el punto de vista lingüístico, la ορεξις βουλευτικη de la προαιρεσις.
Por ejemplo, uno puede desear realizar un viaje en determinada fecha, pero la elección
real se produce cuando, llegado el momento, toma la decisión y la pone en práctica.
Podría responderse a este punto de vista, sin embargo, que la elección o προαιρεσις se
realiza no en el momento mismo en que la acción física va a dar comienzo, sino en el
momento inmediatamente posterior al de la ορεξις βουλευτικη, de manera que la
προαιρεσις significaría la simple finalización del proceso de deliberación [βουλη]. El
momento posterior en el que, llegado el día, decido subir al autobús o no significaría
una ratificación o un rechazo de la προαιρεσις anterior, pero, en cualquier caso, no se
identificaría con ella como si se tratase del mismo acto. Por otra parte, no siempre se
puede identificar la προαιρεσις con la acción correspondiente, pues en el caso de la
modalidad de la ακρασια como ασθενεια no es esto lo que ocurre48.
Quiero destacar finalmente la afirmación aristotélica de que “la reflexión de por
sí no pone nada en movimiento, sino la reflexión orientada a un fin y práctica”49 en el
sentido de que para Aristóteles la razón no sólo delibera sino que también decide,
haciéndose práctica. A través de los comentarios de Gauthier-Jolif hemos podido
precisar el sentido de esta afirmación.
47
“η δε προαιρεσις ορεξις βουλευτικη” (EN 1139a 22-23).
48
Señala Kenny, por ello, que para el incontinente..."it is possible for proaíresis to say 'Pursue this'
without the agent actually pursuing it (O.C., 93).
49
“διανοια δ αυτη ουθεν κινει, αλλ η ενεκα του και πρακτικη” (EN 1139a 35 - 1139b 1).
33
3. ΠΡΟΑΙΡΕΣΙΣ Y ΦΡΟΝΕΣΙΣ
Por otra parte y en cuanto la προαιρεσις implica un proceso de deliberación
[βουλη], resulta conveniente, con miras al esclarecimiento de este concepto, centrarnos
en el estudio de la virtud dianoética de la ϕρονεσις o "sabiduría práctica", por cuanto es
ella la que, a través del reconocimiento de la bondad o maldad de los actos, hará posible
una correcta βουλη y la προαιρεσις correspondiente.
Es también a lo largo de EN VI donde Aristóteles realiza un estudio detallado de
las virtudes dianoéticas, y, de un modo más exhaustivo, de la virtud de la phrónesis. De
ella dice Aristóteles que es "una disposición racional verdadera y práctica respecto de lo
que es bueno y malo para el hombre" (EN 1140b 4-5). Es el hábito mediante el que
somos capaces de deliberar bien; y el que mejor delibera es el que se propone "la
consecución del mayor bien práctico para el hombre" (EN 1141b 12-14).
Por lo que se refiere a la phrónesis en su relación con la συνεσις
[entendimiento] y con la προαιρεσις, Gauthier-Jolif consideran que mientras la
συνεσις se pronuncia en términos puramente teóricos, la ϕρονεσις tiene además un
valor práctico e imperativo que la une con la decisión [προαιρεσις] y la hace
desembocar en la acción:
"Ce qui caractérise la sagesse, c'est en effet que [...] elle aboutit à ce jugement
impératif, c'est-à-dire moteur parce que pénétré de désir, qu'est la décision, et par la
décision, à l'action-même [...] Ainsi la conscience s'arrête une fois qu'elle a juge qu'on
doit agir; la sagesse va plus loin, elle commande l'action-même et ne s'arrête qu'une fois
celle-ci effectivement posée"50.
Un poco más adelante y de un modo más explícito, si cabe, Gauthier-Jolif
afirman que mientras la συνεσις se contenta con juzgar, la ϕρονησις debe mandar la
acción: "cette conscience, c'est la synésis, qui se contente de juger; la sagesse, elle, doit
aller plus loin, il lui faut commander l'action, aboutir à sa position effective"51 .
Junto a la afirmación de la necesidad de la ϕρονεσις para que la προαιρεσις
sea adecuada, Aristóteles hace referencia a la existencia de otros elementos que son
considerados como condiciones necesarias para la existencia de la sabiduría práctica:
se trata, en primer lugar, de la habilidad [δεινοτης]. De ella dice Aristóteles que en sí
misma ni es buena ni mala, pues esta capacidad sólo sirve para conducirnos hacia la
consecución del objetivo propuesto, de manera que "si el blanco es bueno, la aptitud es
50
Gauthier-Jolif: O.C., II, p. 531.
51
Gauthier-Jolif: O.C., II, p. 548.
34
laudable; si es malo es mera habilidad" (EN 1144a 25-26)52 (57). Indica un poco más
adelante que "la phrónesis no es esa aptitud, pero no existe sin esa aptitud" (Idem 28-
29).
La segunda condición señalada por Aristóteles para la adquisición de la
phrónesis es la bondad, pues "es imposible ser prudente [ϕρονιµος] no siendo bueno",
ya que la δεινοτης sin bondad podrá servirnos para lograr un determinado fin, pero éste
podrá ser bueno o malo. Sólo si la δεινοτης viene acompañada de bondad, el fin que se
proponga será bueno. De manera que, esquemáticamente, podríamos reflejar esta
relación de dependencia del siguiente modo:
52
Según la define Aubenque, "l'habilité est la capacité de réaliser aisément les fins, c'est-à-dire, une fin
étant donnée, de combiner les moyens les plus efficaces" (O.C., p. 61).
53
P.Aubenque: Ibidem.
35
si esta interpretación es correcta, en tal caso nos encontramos ante una nueva aportación
que fortalece la interpretación determinista de las doctrinas aristotélicas acerca del
comportamiento, pues no sólo la habilidad, sino también la bondad sería algo innato y
no el producto de una supuesta "libertad" humana de carácter no determinista.
Presentando esquemáticamente las dos interpretaciones de esta cuestión,
tenemos lo siguiente:
1) (Bondad + Habilidad) → Phrónesis
En esta primera interpretación la bondad aparece como requisito imprescindible
para que la habilidad [δεινοτης] no sea una mera destreza, sino que permita la
formación de la phrónesis. Pero en cuanto la bondad es presentada como una realidad
fáctica, que se da o no se da, sin explicación de ninguna clase -lo cual sugiere más bien
que se trata igualmente, como en el caso de la deinótes, de una cualidad innata con la
que, de hecho, uno se encuentra o no-, en tal caso existiría una relación determinista
entre estas condiciones de la phrónesis y la phrónesis misma, ya que dichas condiciones
serían algo congénito, y, a la vez, condiciones necesarias y suficientes para la aparición
de la phrónesis.
2) --------------------→
↑ ↓
Bondad Phrónesis
↑ ↓
← -------------------
54
Frente a este planteamiento, aunque refiriéndose a la relación entre la prudencia y la virtud moral en
general, P.Aubenque considera que no existe círculo vicioso: "On a souvent noté l'apparent cercle
vicieux qu'impliqueraient ces formules. Mais il n'y a cercle vicieux que si l'on cherche une genèse là où
Aristote décrit une concomitance dans l'unité d'un même sujet. C'est parce que c'est un seul et même
personnage qui est à la fois vertueux et prudent que l'on dira de la vertu morale qu'elle est la vertu
36
naturelle du prudent et de la prudence qu'elle est l'habileté du vertueux. Il est clair qu'Aristote ne nous
enseigne par là ni à devenir prudent ni à devenir vertueux, car il faudrait être déjà prudent pour le devenir
par la vertu" (O.C., p. 62). Sin embargo, en cuanto esta interpretación resulte admisible, tanto la
prudencia como la virtud se nos muestran como cualidades gratuitas que no dependen del hombre, en
cuanto que el hombre no se hace prudente como consecuencia de su virtud, ni se hace virtuoso como
consecuencia de su prudencia. Por ello, resulta congruente con este punto de vista la posterior
consideración de P.Aubenque de que "la prudence et les prédicats qu'elle évoque semblent être des dons
de la nature" (O.C., p. 149).
37
55
En este mismo sentido, en la Etica Eudemia afirma Aristóteles que "son rectas las palabras de Sócrates
de que nada es más poderoso que la prudencia, pero se equivocó cuando dijo que es una ciencia, pues es
una virtud, y no una ciencia, sino otra clase de conocimiento" (1246b 34-36).
38
última del buen o del mal obrar radicaría en el hecho de la posesión o no de la phrónesis
o "sabiduría práctica"56.
Por otra parte y con respecto a esta misma temática relacionada con la phrónesis,
aunque, como acabamos de ver a través de los textos citados, Aristóteles la relaciona
con el conjunto de las demás virtudes de manera que la posesión de la phrónesis implica
la posesión de todas las otras (EN 1145a 1-2), existe, sin embargo, algún texto en el que
la relación entre la phrónesis y las demás virtudes parece incurrir en un círculo vicioso
semejante al señalado al hablar de la relación entre bondad y phrónesis, de acuerdo con
la segunda interpretación presentada anteriormente. Concretamente, me refiero al texto
que aparece en EN 1144a 29-36, del que presento dos versiones a fin de lograr una
mayor clarificación:
"Y la recta conformación de este ojo del alma [es decir, la phrónesis, citada en el
renglón anterior] no se produce sin virtud [...] ya que los razonamientos de orden
práctico tienen un principio, por ejemplo, 'puesto que el fin es este', o 'puesto que lo
mejor es esto' [...], y este fin no aparece claro sino al bueno, porque la maldad nos
pervierte y hace que nos engañemos en cuanto a los principios de la acción. De modo
que evidentemente es imposible ser prudente no siendo bueno"57.
Por su parte, Julio Pallí realiza la siguiente traducción del mismo texto:
"Y esta disposición se produce por medio de este ojo del alma, pero no sin virtud
[...] ya que los razonamientos de orden práctico tienen un principio, por ejemplo: 'puesto
que tal es el fin, que es el mejor' [...] y este fin no es aparente al hombre que no es
bueno, porque la maldad nos pervierte y hace que nos engañemos en cuanto a los
principios de la acción. De modo que es evidente que un hombre no puede ser prudente,
si no es bueno"58 .
Las diferencias existentes entre ambas traducciones son mínimas y, de hecho, no
parecen diferir en cuanto a la interpretación del texto. Si acaso y en su última parte hay
que señalar que la traducción de M.Araujo-J.Marías, al decir que "es imposible ser
prudente no siendo bueno", podría admitir un doble sentido, de manera que en uno de
ellos podría interpretarse que las cualidades de la phrónesis y la bondad moral van
necesariamente unidas, mientras que, según el otro, Aristóteles podría estar diciendo
que si previamente no se es bueno es imposible ser prudente. De hecho, esta última
interpretación es la que sugiere la traducción de J.Pallí, al escribir que "un hombre no
puede ser prudente, si no es bueno". Además, teniendo en cuenta el sentido global del
texto, parece evidente que, efectivamente, esta última interpretación es la que realmente
56
Esta es, por cierto, la interpretación que presenta R. Mondolfo acerca de la "sabiduría" socrática en su
obra Sócrates, Eudeba, B.Aires, 1959.
57
Traducción de M.Araujo-J.Marías. Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1981.
58
Traducción de J. Pallí. Ed. Gredos, Madrid, 1985.
39
se corresponde con él, a pesar de que, de manera difícilmente comprensible, esta forma
de enfocar la relación entre la phrónesis y la bondad moral representa un círculo
vicioso, por cuanto si la bondad es imprescindible para alcanzar la phrónesis, también la
phrónesis es imprescindible para alcanzar la bondad; así lo indica Aristóteles al afirmar
textualmente que "no es posible ser bueno en sentido estricto sin prudencia ni prudente
sin virtud moral [oukh hoîon te agathòn eînai kyríos aneu phronéseos, oudè phrónimon
áneu tês ethikês aretês]" (EN 1144b 31-32).
Por su parte, Gauthier-Jolif, aunque no presentan una traducción de estas líneas,
en relación a ellas realizan el siguiente comentario:
"le vice détourne l'oeil de l'âme de la vraie fin de l'homme pour le tourner vers
sa fin à lui, la seule que désormais l'oeil de l'âme puisse voir [...] Au contraire, la vertu
garde l'oeil de l'âme tourné vers la fin véritable de l'homme, parce qu'elle est prête à
accepter l'impératif rationnel qui sera la majeure du syllogisme de l'action vertueuse:
"Telle est la fin et le bien suprême". Elle permet ainsi à l'habilité de s'épanoir en
sagesse, car c'est bien à la sagesse qu'il appartient d'énoncer la majeure du syllogisme
pratique, de dire la fin, en attendant qu'elle fasse faire les moyens"59.
A través de estas palabras podemos entender fácilmente que desde la
interpretación de Gauthier-Jolif no existe una relación de simple paralelismo entre la
virtud -o la bondad moral- y la phrónesis, sino una relación de condicionalidad, de
manera que es la virtud la que permite que la phrónesis, como "ojo del alma", se vuelva
hacia el fin verdadero del hombre60.
Por otra parte, al margen del carácter por lo menos ambiguo del texto
comentado, conviene indicar que, en cualquier caso, se aparta del enfoque aristotélico
dominante respecto a esta cuestión, enfoque que es compatible con esta última cita,
dando una interpretación de equivalencia entre esos tres conceptos en lugar de
interpretarlos como si guardasen una relación de condicionalidad: de la bondad respecto
a la phrónesis, y de la phrónesis respecto a la virtud moral; en este sentido y de forma
absolutamente clara afirma Aristóteles que "con sólo poseer la prudencia [...] tendrá
todas [las demás virtudes]" (EN 1145a 1-2), defendiendo ciertamente un enfoque mucho
más próximo al socrático y que, además, no incurre en el posible círculo vicioso del
anterior.
59
Gauthier-Jolif: O.C., III, p. 552-553.
60
Por lo que se refiere a ese fin perseguido mediante la phrónesis, en la Etica Eudemia Aristóteles ,
poniendo de relieve las influencias teológicas de su pensamiento en esta época, se manifiesta de manera
muy clara y explícita afirmando que Dios "es el fin con vistas al cual la prudencia da órdenes" (1249b
14).
40
61
A. MacIntyre: Historia de la Etica, p. 80. Ed. PAIDOS, B. Aires, 1970. En este mismo sentido se
pronuncian otros críticos, como W.K.C.Guthrie, quien afirma, en esta misma línea de interpretación, que
"la phrónesis y la virtud moral, o bondad del carácter, se hallan estrecha y recíprocamente unidas, en el
sentido de que ninguna de las dos puede existir sin la otra" (Historia de la Filosofía Griega, VI,
Introducción a Aristóteles, p. 360, Ed. Gredos, Madrid, 1993).
62
J.Montoya - J.Conill: O.C., p. 142.
41
cualquier caso, parece que uno siempre elige [proaireî] y realiza en cada momento la
jugada que considera mejor, y, en relación con este tipo de actos, parece que existe una
total adecuación entre lo que pensamos y lo que hacemos en un momento dado. En este
sentido, tal como decía Aristóteles en la cita inicial de este apartado, no podría darse
ninguna relación entre proaíresis y akrasía.
Presentando un nuevo ejemplo, si se nos diera a elegir [proaireîn] entre dos
sobres que contuvieran una cantidad desigual de dinero y nuestro deseo fuera el de
conseguir la mayor cantidad posible -haciendo abstracción de cualquier otra
circunstancia marginal-, parece evidente que, si supiéramos en qué sobre había más
dinero, nuestra elección [προαιρεσις] se encaminaría hacia él de manera voluntaria y
consciente, pero a la vez inevitablemente.
El problema de la akrasía parece darse, si acaso, cuando surge un conflicto entre
lo que deseamos y lo que suponemos que debemos hacer, lo cual presupone aceptar la
existencia de acciones que deberíamos hacer, al margen de que resulten congruentes o
no con nuestros deseos. La contraposición entre deseo y deber o entre deseo y principio
moral podría suponer implícitamente la aceptación del supuesto de que, aunque la
satisfacción del deseo resultase personalmente más beneficiosa que el cumplimiento del
deber, a pesar de todo, existiría el deber de realizar tal sacrificio. Ahora bien, en cuanto
esta contraposición carezca de fundamento, habrá que considerar que en realidad sólo
existen conflictos entre deseos, conflictos que, de acuerdo con el sentido de la
proaíresis, intentamos resolver racionalmente, aunque no siempre lo consigamos a
causa de la distorsión que los diversos componentes irracionales de nuestro psiquismo
pueden provocar, impidiendo una proaíresis plenamente racional y objetiva.
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