Fromm, Erich - Y Seréis Como Dioses (PDF)
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Testamento, no del Antiguo. O se cree que el Antiguo Testamento fue
escrito exclusivamente con un espíritu de nacionalismo estrecho, y
que no contiene nada del universalismo internacional, tan
característico del Nuevo. Por cierto, existen alentadoras pruebas de
un cambio en la actitud y en la práctica, tanto de los protestantes
como de los católicos, pero aún queda mucho por hacer.
Los judíos que asisten a los servicios religiosos están más
familiarizados con el Antiguo Testamento, dado que se lee una parte
del Pentateuco2 cada sábado, y lo mismo los lunes y los jueves; y
todo el Pentateuco se completa una vez cada año. Este conocimiento
se acrecienta por el estudio del Talmud, con sus innumerables citas
de las Escrituras. Aunque los judíos que siguen actualmente esta
tradición son una minoría, este modo de vida era común a todos
hasta hace solamente un siglo y medio. En la vida tradicional de los
judíos, el estudio de la Biblia era fomentado por la necesidad de
fundamentar todas las ideas y enseñanzas religiosas nuevas en la
autoridad de los textos bíblicos. Pero este uso de la Biblia tuvo, sin
embargo, un efecto ambiguo. Dado que los versículos bíblicos se
utilizaban para apoyar las ideas o leyes religiosas nuevas, se los
citaba frecuentemente fuera del contexto, y se les imponía una
interpretación que no correspondía a su real significado. Aun cuando
no se dieran tales distorsiones, frecuentemente interesaba
más la "utilidad" de un versículo como apoyo de una idea nueva que
el significado del contexto total en que se encontraba.
De hecho, el texto de la Biblia se conoció mejor a través del Talmud
y de las recitaciones semanales que a través del estudio directo y
sistemático. El estudio de la tradición oral (Mishná, Guemara) tenía
una importancia mayor y presentaba estímulos intelectuales más
fuertes.
A través de los siglos, los judíos interpretaron la Biblia no solamente
dentro del espíritu de su propia tradición sino también, en gran
medida, bajo las influencias de otras culturas con las que los sabios
judíos estaban en contacto. Así, Filón vio el Antiguo Testamento con
el espíritu de Platón; Maimónides con el de Aristóteles; Hermann
Cohén, con el de Kant. Los comentarios clásicos, no obstante, se
escribieron en la Edad Media. El más sobresaliente comentador es el
Rabí Salomón ben Isaac (1040-1105), conocido como Rashi, que
interpretó la Biblia dentro del espíritu conservador del feudalismo
medieval.3 A pesar de ello, lo cierto es que sus comentarios sobre la
Biblia hebrea, como los de otros, clarificaron el texto desde el punto
de vista lingüístico y lógico, y frecuentemente lo enriquecieron
remitiéndolo a las compilaciones de los rabies, la tradición mística
judía, y algunas veces a los filósofos árabes y judíos.
A las múltiples generaciones judías posteriores al final de la Edad
Media, particularmente a los judíos que vivían en Alemania, Polonia,
Rusia y Austria, el espíritu medieval de estos comentarios clásicos les
ayudó a reforzar las tendencias enraizadas en la propia situación de
habitantes de los ghettos, donde tenían poco contacto con la vida
social y cultural de la Edad Moderna. Por otra parte, los judíos que
desde el fin del siglo XVII pasaron a formar parte de la cultura
europea contemporánea tenían poco interés, en general, por estudiar
el Antiguo Testamento.
El Antiguo Testamento es un libro abigarrado, escrito, editado,
compilado y recompilado por muchos en el curso de milenios, y que
contiene en sí mismo una notable evolución que va desde el
autoritarismo primitivo y la mentalidad de clan, hasta la idea de la
libertad radical del hombre y la hermandad de todos los seres
humanos. El Antiguo Testamento es un libro revolucionario. Su tema
es cómo se liberó el hombres de los lazos incestuosos que lo unían a
la sangre y al suelo, de la sumisión a los ídolos, de la esclavitud, de
los amos poderosos, hasta llegar a la libertad para el individuo, para
la nación y para toda la humanidad.4 Quizás nosotros, hoy día,
podemos comprender la Biblia hebrea mejor que cualquier época
precedente, precisamente porque vivimos en una época de
revolución, en la cual el hombre, a pesar de muchos errores que lo
han llevado a nuevas formas de dependencia, se está liberando de
todas las formas de esclavitud social otrora sancionadas por "Dios" y
las "leyes sociales". Quizás, paradójicamente, uno de los libros más
antiguos de la cultura occidental puede ser comprendido mejor por
quienes están menos encadenados por la tradición y tienen mayor
conciencia de la naturaleza radical del proceso de liberación que se
está desarrollando en el momento presente.
Es necesario decir algunas palabras acerca de mi posición respecto
de la Biblia en este libro. No la considero la "palabra de Dios", no
solamente porque el examen histórico demuestra que es un libro
escrito por muchos hombres —hombres diferentes que vivieron en
épocas diferentes— sino también porque yo no soy teísta. Sin
embargo, para mí es un libro extraordinario, que expresa muchas
normas y principios que han conservado su validez durante miles de
años. Es un libro que ha proclamado a la humanidad una visión que es
aún válida, y espera su realización.
No fue escrito por un solo hombre, ni tampoco dictado por Dios;
expresa el genio de un pueblo en su lucha por la vida y la libertad a
través de muchas generaciones.
Aunque considero que la crítica histórica y literaria del Antiguo
Testamento es sumamente importante dentro de su propio marco de
referencia, no la he creído esencial para el propósito de este libro, que
es ayudar a comprender el texto bíblico y no el dar un análisis
histórico. Sin embargo, cuando me parezca importante referirme a
los resultados del análisis histórico o literario de la Biblia hebrea, así
lo haré.
Los compiladores de la Biblia no siempre resolvieron las
contradicciones que se daban entre las distintas fuentes que usaron.
Pero deben de haber sido hombres de gran comprensión y sabiduría
para poder transformar las múltiples partes en una unidad que refleja
un proceso evolutivo cuyas contradicciones son aspectos de un solo
todo. Su trabajo de compiladores, como también el trabajo de los
sabios que hicieron la selección final de las Sagradas Escrituras, es,
en un sentido amplio, un trabajo original.
La Biblia hebrea, en mi opinión, puede ser tratada como un libro
único, a pesar de haber sido compilada de muchas fuentes. Se ha
convertido en un libro único no sólo merced al trabajo de los dife-
rentes editores, sino también porque ha sido leída y comprendida
como un libro único durante los últimos dos mil años. Además, los
pasajes particulares cambian de sentido al ser trasladados de su
fuente original al nuevo contexto del Antiguo Testamento consi-
derado como un todo. Dos ejemplos pueden servir para ilustrar esta
afirmación. En Génesis 1:26 dice Dios: "Hagamos al hombre a
nuestra imagen." Esto, según muchos especialistas en el Antiguo
Testamento, es una sentencia arcaica, introducida sin muchos cam-
bios por el compilador del Codex Priestley. Según algunos autores, la
sentencia concibe a Dios como un ser humano. Esto puede ser
perfectamente cierto en lo que concierne al significado original,
arcaico, del texto; pero surge la cuestión de por qué el editor de este
pasaje, que indudablemente no tenía tal concepto arcaico de Dios, no
modificó la sentencia. Yo creo que la razón es que, para él, la
sentencia significaba que el hombre, al haber sido creado por Dios,
tiene una condición divina. Otro ejemplo es la prohibición de hacer
imágenes de Dios o de usar su nombre. Puede muy bien ser que
originariamente esta prohibición derivase su sentido de una
costumbre arcaica, que se encuentra en algunos cultos semíticos, de
considerar a Dios y a su nombre como tabú. Por esta razón prohibían
hacer su imagen y usar su nombre. Pero en el contexto de todo el
libro, el significado del tabú arcaico se ha transformado en una idea
nueva; a saber, que Dios no es una cosa, y por lo tanto no puede ser
representado por un nombre o por una imagen.
El Antiguo Testamento es el documento que narra la evolución de
una nación, pequeña y primitiva, cuyos dirigentes espirituales
insistían en la existencia de un Dios y en la no existencia de los ídolos,
hasta llegar a una religión que implica la fe en un Dios sin nombre, en
la unificación final de todos los hombres, en la libertad completa de
cada individuo.
La historia judía no se detuvo cuando terminaron de codificarse los
veinticuatro libros del Antiguo Testamento. Continuó su marcha, y a
lo largo de todo su curso, siguió impulsando la evolución de ideas que
había comenzado en la Biblia hebrea. Hubo dos líneas de continuidad:
una está expresada por el Nuevo Testamento, la Biblia cristiana; la
otra, por la secuencia judía que usualmente se denomina "la tradición
oral". Los sabios judíos han insistido siempre en la continuidad y
unidad de la tradición escrita (el Antiguo Testamento) y la tradición
oral. Esta última también ha sido codificada. Su parte más antigua, la
Mishná, alrededor del año 200 d. C; la más reciente, la Guemará,
alrededor del 500 d. C. Es un hecho paradójico que quienes sostienen
la posición de tomar a la Biblia tal cual históricamente es, es decir,
como una selección de escritos pertenecientes a muchos siglos
distintos, puedan sin dificultad coincidir con la opinión tradicional en
lo que respecta a la unidad entre la tradición oral y la tradición
escrita. La tradición oral, como la Biblia escrita, contiene el registro
de ideas expresadas durante un lapso mayor de mil doscientos años.
Si pudiéramos imaginar que se escribiera una segunda Biblia judía,
ésta contendría el Talmud, los escritos de Maimónides, la Cabala, y
también los dichos de los maestros jasídi-cos. Si imagináramos tal
colección de escritos, veríamos que cubre solamente unos pocos
siglos más que el Antiguo Testamento; habría sido compuesta por
muchos autores que habrían vivido en circunstancias enteramente
distintas y contendría tantas ideas y doctrinas contradictorias como la
Biblia misma. Por supuesto, esta segunda Biblia no existe, y por
muchas razones no hubiera podido compilarse. Pero lo que quiero
mostrar con esta suposición es que el Antiguo Testamento representa
el desarrollo de un conjunto de ideas a través de un largo período, y
que estas ideas han seguido desarrollándose durante un período aún
más largo después de codificado el Antiguo Testamento. Esta
continuidad se demuestra vivida y gráficamente en cada página de un
ejemplar del Talmud impreso hoy día; no solamente contiene la
Mishná y la Guemará sino también los comentarios posteriores y los
tratados escritos hasta el presente, desde antes de Maimónides hasta
después del Gaón de Vilna.
El Antiguo Testamento y la tradición oral contienen, ambos,
contradicciones, cada uno dentro de sí, pero las contradicciones son
de un carácter algo diferente. Las contradicciones del Antiguo
Testamento se deben principalmente a la evolución vivida por los
hebreos desde que eran una pequeña tribu nómade hasta convertirse
en el pueblo que vivió en Babilonia y fue posteriormente influido por
la cultura helenística. En el período que sigue a la terminación del
Antiguo Testamento, las contradicciones no consisten en la evolución
de la vida arcaica a la vida civilizada. Consisten más bien en la
constante escisión entre varias tendencias distintas que se prolongan
a lo largo de toda la historia del judaísmo, desde la destrucción del
Templo hasta la destrucción por Hitler de los centros tradicionales de
la cultura judía. Esta escisión es la escisión entre nacionalismo y
universalismo, conservadorismo y radicalismo, fanatismo y
tolerancia. La fuerza de ambas alas —y de los múltiples sectores
dentro de cada una de ellas— tiene, por supuesto, sus razones. Éstas
han de buscarse en las condiciones específicas de los países donde se
desarrolló el judaísmo (Palestina, Babilonia, el norte islámico de
África, España, la Europa cristiana medieval, la Rusia zarista), y en
las distintas clases sociales de las que procedían los eruditos.5
Las observaciones precedentes se refieren a la dificultad de
interpretar la Biblia y la tradición judía posterior. Interpretar un
proceso evolutivo significa mostrar el desarrollo de ciertas tendencias
que se han desenvuelto a lo largo del proceso de evolución. Esta
interpretación hace necesario seleccionar los elementos que
constituyen la corriente principal o al menos una corriente principal
en el proceso evolutivo; esto significa valorar ciertos factores,
seleccionando unos como más representativos que otros. Una his-
toria que asignara la misma importancia a todos los hechos no sería
más que una enumeración de los acontecimientos, y no lograría
penetrar en el sentido de los acontecimientos. Escribir la historia
significa siempre interpretar la historia. El problema reside en saber
si el intérprete tiene suficiente conocimiento de los hechos y
suficiente respeto por ellos como para evitar el peligro de seleccionar
algunos datos para apoyar una tesis preconcebida. La interpretación
que se dará en estas páginas se propone cumplir una sola condición;
los pasajes de la Biblia, el Talmud, y la literatura judía posterior en los
que se apoya no son expresiones ocasionales o excepcionales, sino
aseveraciones formales hechas por figuras representativas, y que
forman parte de un esquema de pensamiento coherente y en
desarrollo. Además, no deben ignorarse las aseveraciones
contradictorias, sino que deben tomarse por lo que son: partes de un
todo en el cual esquemas de pensamiento contradictorios existieron
juntamente con el que se destaca en este libro. Exigiría una obra de
mucho mayor alcance el dar las pruebas de que el pensamiento
humanista radical es el único que marca las principales etapas de
esta evolución de la tradición judía, en tanto que el esquema
nacionalista y conservador es una reliquia, relativamente no
modificada, de tiempos antiguos, y nunca participó en la evolución
progresiva del pensamiento judio en su contribución a los valores hu-
manos universales.
Aunque no soy especialista en el campo de la filología bíblica, este
libro es el producto de muchos años de reflexión, por cuanto vengo
estudiando el Antiguo Testamento y el Talmud desde mi niñez. De
todos modos, no me hubiera atrevido a publicar estos comentarios de
las Escrituras si no fuera por el hecho de que he recibido mi
orientación fundamental en lo que concierne a la Biblia hebrea y a la
tradición judía posterior, de maestros que eran grandes sabios
rabínicos, representantes todos ellos del ala humanista de la tradición
judía, y a la vez judíos de estricta observancia. Diferían, sin embargo,
mucho entre sí. Uno de ellos, Ludwig Krause, era un tradicionalista
que había sido poco tocado por el pensamiento moderno. Otro,
Nehemías Nobel, era un místico, profundamente imbuido del
misticismo judío y, a la vez, del pensamiento humanista occidental. El
tercero, Salman B. Rabino, enraizado en la tradición jurídica, era un
socialista y un erudito moderno. Aunque ninguno de ellos dejó
escritos extensos, se encontraban reconocidamente entre los más
eminentes especialistas del Talmud que vivieron en Alemania antes
del holocausto nazi. Por no ser judío practicante o "creyente", estoy,
por supuesto, en una posición muy diferente de la de ellos, y de
ningún modo quisiera presentarlos como responsables de las ideas
expuestas en este libro. Sin embargo, mis opiniones se han
desarrollado a partir de sus enseñanzas, y estoy convencido de que
en ningún momento se interrumpió la continuidad entre sus
enseñanzas y mis propias opiniones. También he sido alentado a
escribir este libro por el ejemplo del gran kantiano Hermann Cohén,
quien en su libro Die Religión der Vernunft aus den Quellen des
Judentums, siguió el método de considerar como un todo al Antiguo
Testamento y la tradición judía posterior. Aunque este librito no
puede compararse con su obra y si bien mis conclusiones difieren de
las suyas, mi método ha sido fuertemente influido por su modo de
considerar la Biblia.
La interpretación de la Biblia que se da en este libro es la del
humanismo radical. Por humanismo radical entiendo una filosofía
global que insiste en la unicidad de la raza humana; en la capacidad
del hombre para desarrollar sus propios poderes, y para llegar a la
armonía interior y establecer un mundo pacífico. El humanismo
radical considera como fin del hombre la completa independencia, y
esto implica penetrar a través de las ficciones e ilusiones hasta llegar
a una plena conciencia de la realidad. Implica, además, una actitud
escéptica respecto del empleo de la fuerza; precisamente porque, a lo
largo de la historia del nombre, la fuerza ha sido, y sigue siendo (al
crear el temor) lo que ha predispuesto al hombre para tomar la ficción
por la realidad, las ilusiones por la verdad. La fuerza volvió al hombre
incapaz de independencia y, consiguientemente, embotó su razón y
sus emociones.
Si es posible descubrir los gérmenes del humanismo radical en las
fuentes más antiguas de la Biblia, esto obedece solamente a que
conocemos el humanismo radical de Amón, de Sócrates, de los
humanistas del Renacimiento y de la Ilustración, de Kant, Herder,
Lessing, Goethe, Marx, Schweitzer. El germen resulta reconocible con
claridad sólo cuando conocemos la flor; las fases iniciales sólo pueden
interpretarse por las fases posteriores, aunque, genéticamente, las
fases iniciales preceden a las posteriores.
Hay otro aspecto del humanismo radical que es necesario
mencionar. Las ideas, especialmente si las ideas no son solamente las
ideas de un individuo sino que han sido integradas en el proceso
histórico, tienen su raíz en la vida real de la sociedad. Por lo tanto, si
se admite que la idea del humanismo radical es una tendencia
fundamental dentro de la tradición bíblica y postbíblica, se ha de
admitir que existieron, a todo lo largo de la historia de los judíos, con-
diciones básicas que dieron origen a la existencia y desarrollo de la
tendencia humanística. ¿Existen tales condiciones fundamentales?
Creo que existen y que no es difícil descubrirlas. Los judíos poseyeron
un poder secular efectivo y ponderable solamente durante un breve
tiempo; de hecho, sólo durante unas pocas generaciones. Después de
los reinados de David y Salomón, la presión de los grandes poderes
que estaban al Norte y al Sur creció hasta tal punto que Judá e Israel
vivieron bajo el creciente temor de ser conquistados. Y efectivamente
fueron conquistados para no recuperarse nunca. Aunque los judíos
tuvieron posteriormente independencia política, fueron un satélite
pequeño e impotente, sometido a grandes potencias. Cuando los
romanos, finalmente, pusieron fin a su estado, después de que Rabí
Iojanan ben Zakkai se pasó al bando romano, pidiendo solamente
autorización para abrir una academia en Iabne donde preparar a las
futuras generaciones de eruditos rabínicos, salió a la luz un judaísmo
sin rey y sin sacerdotes, que venía desarrollándose por siglos detrás
de una fachada a la que los romanos no hicieron más que dar el golpe
final. Aquellos profetas que habían denunciado la admiración
idolátrica por el poder secular, fueron vindicados por el curso de la
historia. Así, fueron las enseñanzas de los profetas, y no el esplendor
de Salomón, lo que pasó a ser la influencia dominante y duradera
sobre el pensamiento judío. Desde entonces, los judíos, en cuanto
nación, nunca reconquistaron el poder. Por el contrario, a lo largo de
la mayor parte de su historia, sufrieron a manos de los que estaban
en condiciones de emplear la fuerza. Indudablemente, su posición
podía, a pesar de ello, como efectivamente ocurrió, dar origen al
resentimiento nacionalista, al espíritu de clan, a la arrogancia; y ésta
es la base de la otra tendencia dentro de la historia judía que hemos
mencionado más arriba.
¿Pero no es natural que la historia de la liberación de la esclavitud
en Egipto, los discursos de los grandes profetas humanistas, tuvieran
un eco en los corazones de hombres que solamente habían experi-
mentado la fuerza como objetos pacientes, nunca como sus
ejecutores? ¿Es sorprendente que la visión profética de una
humanidad unida y pacífica, de justicia para los pobres y desvalidos,
encontrara un suelo fértil entre los judíos y no fuera nunca olvidada?
¿Es sorprendente que, cuando las murallas de los ghettos cayeron,
estuvieran los judíos, en número desproporcionadamente grande,
entre los que proclamaban los ideales del internacionalismo, la paz y
la justicia? Lo que desde un punto de vista mundano fue la tragedia
de los judíos —la pérdida de su país y de su estado—, desde el punto
de vista humanístico fue su más grande bendición. Por encontrarse
entre los sufrientes y despreciados, fueron capaces de desarrollar y
defender una tradición de humanismo.
I
EL CONCEPTO DE DIOS
El ser un hombre
lo tengo en común con todos los hombres;
el ver y oír,
y comer y beber,
lo comparto con todos los animales.
Pero lo que yo soy es exclusivamente mío,
me pertenece a mí
y a nadie más,
a ningún hombre,
ni a un ángel ni a Dios,
a no ser en cuanto soy uno con Él.41
II
EL CONCEPTO DE HISTORIA
EL CONCEPTO DE PECADO Y
ARREPENTIMIENTO
Se dijo del Rabí Eleazar ben Dordai que una vez, oyendo que había
cierta prostituta en una de las ciudades que están junto al mar, que
aceptaba una bolsa de denarios como paga, tomó una bolsa de
denarios y cruzó siete ríos por ella. Mientras estaban juntos, ella soltó
un viento y dijo: Como este viento no volverá a donde salió, tampoco
el Rabí Eleazar ben Dordai será admitido nunca en arrepentimiento.
Entonces él se marchó, se sentó entre dos collados y montañas, y
exclamó: ¡Oh vosotros, collados y montes, pedid clemencia para mí!
Y ellos respondieron: ¿Cómo hemos de rogar nosotros por ti?
Nosotros mismos necesitamos clemencia, porque se ha dicho: Porque
los montes se moverán, y los collados temblarán (Is. 54:10).
Entonces él exclamó: ¡Cielos y tierra, pedid misericordia para mí!
Ellos también replicaron: ¿Cómo hemos de rogar por ti? Nosotros
mismos necesitamos clemencia, porque se ha dicho: Porque los cielos
serán deshechos como humo, y la tierra se envejecerá como ropa de
vestir (Is. 51:6). Entonces él exclamó: ¡Sol y luna, pedid clemencia
para mí: Pero ellos replicaron también: ¿Cómo hemos de pedirla para
ti? Nosotros mismos la necesitamos, porque se ha dicho: La luna se
avergonzará y el sol se confundirá (Is. 24:23). Él exclamó: Vosotras,
estrellas y constelaciones, ¡pedid clemencia para mí! Dijeron ellas:
¿Cómo hemos de pedir clemencia para ti? Nosotras mismas la
necesitamos, porque se ha dicho: "Y todo el ejército de los cielos se
disolverá" (Is. 34:4). Dijo él: ¡Todo depende, pues, solamente de mí!
Y poniendo su cabeza entre las rodillas, lloró a gritos hasta que su
alma se separó. Entonces se escuchó una bat-kol [voz celestial] que
proclamaba: "Rabí Eleazar ben Dordai está destinado a la vida del
mundo por venir." 18Avodá Zara 17a-b.
Otro aspecto del "regreso" relacionado con la disposición afectiva de
la actividad interior es la ausencia de tristeza o depresión en el acto
del arrepentimiento. El Día del Perdón, por ejemplo, aunque es un día
de ayuno, de ningún modo es un día de tristeza, inventado por un
superyó rígido y acusador. Cualquiera que haya presenciado la
celebración tradicional de dicho día certificará que se trata de un día
de profunda seriedad y de autoexamen, pero lleno de júbilo, no de
tristeza. Esto corresponde a un principio que recorre toda la tradición
judía, y que, brevemente formulado, dice: el pesar es malo, la alegría
es buena. Es una creencia difundida que este principio de la alegría
fue proclamado solamente por el movimiento jasidico, cuyo lema era
el versículo del salmo: "Sirve al Señor con alegría". Pero la importan-
cia asignada a la alegría no es de ningún modo una peculiaridad
exclusiva del jasidismo. No existe quizás una indicación más clara
que la sentencia del Deuteronomio (28:47), a la que hemos aludido
antes, en la que se resume el principal pecado de los hebreos: "(Has
pecado) por cuanto no serviste a Jehová tu Dios con alegría y con
gozo de corazón, por la abundancia de todas las cosas".
La misma idea se expresa en una sentencia talmúdica: "Esto te
enseña que la Divina Providencia no se apoya (en el hombre) ni
mediante la melancolía ni mediante la pereza, ni mediante la
frivolidad, ni mediante la ligereza, ni mediante la charlatanería, ni
mediante el parloteo ocioso, sino sólo mediante la alegría" (Shabbat
30b).17
Un maestro (Schmelke de Nikolsburg) interpretaba así el
significado de este dicho talmúdico: "Pero has de saber que el llorar
en este día (del Perdón) no te servirá, si en él hay tristeza".18
Hay muchas otras máximas jasídicas que censuran el entregarse a
sentimientos de tristeza cuando se consideran los propios pecados.
Una, muy característica, es la siguiente:
Cualquiera que habla y reflexiona sobre algo malo que ha hecho,
está reflexionando sobre la vileza que ha perpetrado, y todos somos
apresados por aquello en lo que pensamos; con toda el alma somos
apresados por aquello que pensamos, y así también aquél es
apresado por la vileza. Y seguramente no será capaz de regresar,
porque su espíritu se hará torpe, y su corazón se pudrirá, y aparte de
ello, puede sobrevenirle la tristeza. ¿Qué esperas? Si remueves las
heces hacia un lado o hacia el otro, siempre son heces. Haber pecado
o no haber pecado, ¿qué provecho nos trae en el cielo? El tiempo que
pierdo cavilando sobre esto, podría emplearlo en ensartar perlas para
la alegría del cielo. Por eso está escrito: "Apártate del mal, y haz el
bien..."; apártate completamente del mal, no caviles de ese modo, y
haz el bien. ¿Has hecho mal? Entonces, compénsalo haciendo el
bien.19
Encontramos un espíritu igual en la siguiente historia jasídica: "Dijo
Kobriner: 'En el Salmo 9:3, leemos: Tú vuelves al hombre a la
aflicción y dices: Arrepentios, hijos de los hombres. Pero yo digo: Oh
Señor, si tú vuelves al hombre a la aflicción, ¿cómo puedes esperar
que se arrepienta? Otórgale lo que necesita, y su corazón estará libre
para regresar a Ti.' " (Kobriner se vale aquí de una paráfrasis,
traduciendo el término hebreo dakha para leer "aflicción" en vez de
"contrición").20
Para comprender plenamente esta actitud frente al pecado y el
arrepentimiento, hemos de recordar que en la tradición judía el
pecado y los malos "designios" forman parte de todo hombre (con la
excepción de aquellos hombres excepcionales que nunca han sido
tentados). Esta concepción no implica una "culpa colectiva" o un
"pecado original", sino que se basa en el concepto humanista de que
todos compartimos la misma naturaleza humana, por lo que "noso-
tros hemos pecado, robado, saqueado, asesinado", y así
sucesivamente, como se dice en el servicio del Día del Perdón. Dado
que todos participamos en la misma humanidad, no hay nada
inhumano en el pecar, y por tanto, nada hay de qué avergonzarse, o
por lo cual ser despreciado. Nuestra inclinación a pecar es tan
humana como nuestra inclinación a hacer bien y como nuestra
capacidad de "regresar".21
Después de haber analizado en las páginas anteriores la insistencia
de la Biblia y de la tradición bíblica en la compasión y el "regreso", y
no en la amenaza, parece oportuno analizar ahora la distinción entre
dos conceptos que frecuentemente se confunden: "amenaza" y
"predicción". Dos ejemplos pueden ayudar a ilustrar el problema.
Ejemplo de una amenaza sería el caso de un patrón que dice al
obrero: "Si no trabajas catorce horas por día y no cumples tal y tal
cantidad de trabajo, te despediré". Ejemplo de predicción sería el de
un hombre que le dice a otro: "Si tocas este cable de alta tensión,
morirás". En cierto sentido, ambos casos son similares: se le advierte
a una persona que haga (o no haga) determinada cosa, y se le
advierte que si obra contrariamente a la advertencia, se producirán
consecuencias graves.
La diferencia también es clara. En el primer caso, la persona que
hace la amenaza se vale de ésta para obligar a la otra a que se
someta a su voluntad. En el segundo caso, la persona que amenaza
establece una secuencia de causa y efecto que es independiente de
su voluntad; además, su amenaza no tiene la función de beneficiarlo.
De hecho, no se trata de una amenaza sino de una predicción de
causa y efecto. La predicción resulta cierta no por alguna acción del
que hace la amenaza, sino mediante circunstancias que exceden
su voluntad, poder o interés. Obviamente, no siempre es fácil
distinguir con claridad entre una amenaza y una predicción. Si un
padre le dice a su hijo que le dará una zurra si no hace los deberes
que le han señalado en la escuela, ¿lo está amenazando, o su
amenaza es una predicción indirecta de que fracasará en la escuela (y
en la vida) si no adquiere autodisciplina y sentido de la
responsabilidad? La distinción es tanto más difícil cuanto que el
que amenaza encubrirá frecuentemente su interés personal
detrás de la fachada de una aparente predicción objetiva. La
distinción se hace mucho más difícil si, por el contrario, una
predicción objetivamente válida se expresa como si fuera la amenaza
de una autoridad explosiva c irracional. Esta última dificultad
surge frecuentemente en las historias bíblicas. Cuando leemos que
Dios amenaza con determinado castigo si los hebreos no obedecen
cierta orden, nos encontramos aparentemente con la amenaza de
una autoridad irracional que insiste en que se cumpla su voluntad.
Empero, si examinamos más de cerca las alternativas entre vida y
muerte, bendición y maldición, descubriremos que Moisés y los
profetas no anuncian generalmente más que las alternativas de la ley
moral. Ya sea que dicha ley se exprese en términos de mandamientos
de Dios y de los castigos correspondientes, o bien que lo haga en
términos de una predicción psicológica de que ciertas actitudes y
acciones tendrán determinados resultados, el carácter esencial del
pronóstico sigue siendo el mismo. Para decidir qué es una amenaza o
qué es una predicción, es necesario examinar la validez de la
alternativa propuesta y, además, si las consecuencias predichas son
verdaderas.
Los que no creen en una ley moral y en sus consecuencias reales a
largo alcance, nunca admitirán, por supuesto, que el tipo de
alternativa que anuncia la Biblia sea una alternativa real y no
simplemente una amenaza. En cambio, aquellos que, como yo, están
convencidos de que hay leyes morales que tienen consecuencias
ineludibles para el hombre, examinarán las alternativas bíblicas
tomando en cuenta sólo su validez.
A pesar de todo, como en muchas de sus partes el Antiguo
Testamento habla con un espíritu muy autoritario, hasta sus
predicciones suenan frecuentemente como amenazas, y en muchos
casos lo son. No pretendo sostener que todas las amenazas bíblicas
sean solamente predicciones; quiero señalar la diferencia, en
principio, entre la amenaza y la predicción, e insistir en que muchas
de las "amenazas" bíblicas son realmente predicciones. Decidir en
que caso es así, y dónde no lo es, iría más allá del propósito de este
capítulo.
V
EL CAMINO: HALAJÁ
¿Por qué es tan importante esta ley, que ha sido colocada entre
los Diez Mandamientos, que en todos los demás casos solamente
estipulan los principios éticos y religiosos fundamentales? ¿Por
que se la fundamenta asimilándola al descanso de Dios en el
séptimo día, y qué quiere decir este "descanso? ¿Se concibe a
Dios tan antropomórficamente que necesite un descanso después
de seis días de dura labor? ¿Por qué en la segunda versión de los
Diez Mandamientos se lo explica en términos de libertad y no en
términos del descanso Divino? ¿Cuál es el denominador común de
ambas explicaciones? Además, y éste es el problema más
importante, ¿cómo entender las complejidades del ritual sabático
a la luz de las interpretaciones higiénico-sociales del descanso?
Hay otro aspecto del ritual sabático que es importante para su plena
comprensión. El Sábado parece haber sido una antigua fiesta
babilónica, que se celebraba cada séptimo día (Shapatu) del mes
lunar. Pero su significado era muy distinto del que tiene el Sábado
bíblico. El Shapatu babilónico era una fiesta de duelo y autocastigo.
4. NO ASÍ LOS MALOS, QUE SON COMO EL TAMO QUE ARREBATA EL VIENTO,
5. POR TANTO, NO SE LEVANTARÁN LOS MALOS EN EL JUICIO, NI LOS PECADORES
EN LA CONGREGACIÓN DE LOS JUSTOS.
6. PORQUE JEHOVÁ CONOCE EL CAMINO DE LOS JUSTOS; MAS LA SENDA DE LOS
MALOS PERECERÁ.
4 PORQUE MIL AÑOS DELANTE DE TUS OJOS SON COMO EL DÍA DE AYER,
QUE PASÓ, Y COMO UNA DE LAS VIGILIAS DE LA NOCHE.
15 ALÉGRANOS CONFORME A LOS DÍAS QUE NOS AFLIGISTE, Y LOS AÑOS EN QUE
VIMOS EL MAL.
QUIZÁS EL MÁS HERMOSO EJEMPLO DEL GRUPO DINÁMICO SEA EL SALMO 22:
1 DIOS MÍO, DIOS MÍO, ¿POR QUÉ ME HAS DESAMPARADO? ¿POR QUÉ ESTÁS
TAN LEJOS DE MI SALVACIÓN, y DE LAS PALABRAS DE MI CLAMOR?
2 DIOS MÍO, CLAMO DE DÍA, Y NO RESPONDES; Y DE NOCHE, Y NO HAY PARA MÍ
REPOSO.
3 PERO TÚ ERES SANTO, TÚ QUE HABITAS ENTRE LAS ALABANZAS DE ISRAEL,
4 EN TI ESPERARON NUESTROS PADRES; ESPERARON, Y TÚ LOS LIBRASTE.
5 CLAMARON A TI, Y FUERON LIBERADOS; CONFIARON EN TI, Y NO FUERON
AVERGONZADOS.
6 MAS YO SOY GUSANO, Y NO HOMBRE; OPROBIO DE LOS HOMBRES, Y
DESPRECIADO POR EL PUEBLO.
7 TODOS LOS QUE ME VEN ME ESCARNECEN; ESTIRAN LA BOCA, MENEAN LA
CABEZA,
8 DICIENDO: SE ENCOMENDÓ A JEHOVÁ; LÍBRELE ÉL, SÁLVELE, PUESTO QUE EN
ÉL SE COMPLACÍA.
9 PERO TÚ ERES EL QUE ME SACÓ DEL VIENTRE; EL QUE ME HIZO CONFIAR EN LOS
PECHOS DE MI MADRE.
10 SOBRE TI FUI ECHADO DESDE ANTES DE NACER; DESDE EL VIENTRE DE MI
MADRE, TÚ ERES MI DIOS.
11 NO TE ALEJES DE MÍ, PORQUE LA ANGUSTIA ESTÁ CERCA; PORQUE NO HAY
QUIEN AYUDE.
12 ME HAN RODEADO MUCHOS TOROS; FUERTES TOROS DE BASAN ME HAN
CERCADO;
13 ABRIERON SOBRE MÍ SU BOCA, COMO LEÓN RAPAZ Y RUGIENTE.
14 HE SIDO DERRAMADO COMO AGUAS, TODOS MIS HUESOS SE DESCOYUNTARON;
MI CORAZÓN FUE COMO CERA, DERRITIÉNDOSE EN MEDIO DE MIS ENTRAÑAS.
15 COMO UN TIESTO SE SECÓ MI VIGOR Y MI LENGUA SE PEGÓ A MI PALADAR, Y ME
HAS PUESTO EN EL POLVO DE LA MUERTE.
16 PORQUE PERROS ME HAN RODEADO; ME HA CERCADO CUADRILLA DE MALIGNOS;
HORADARON MIS MANOS Y MIS PIES.
17 CONTAR PUEDO TODOS MIS HUESOS; ENTRETANTO, ELLOS ME MIRAN Y ME
OBSERVAN;
18 REPARTIERON ENTRE SÍ MIS VESTIDOS, Y SOBRE MI ROPA ECHARON SUERTES.
19 MAS TÚ, JEHOVÁ, NO TE ALEJES; FORTALEZA MÍA, APRESÚRATE A SOCORRERME.
20 LIBRA DE LA ESPADA MI ALMA, DEL PODER DEL PERRO MI VIDA.
21 SÁLVAME DE LA BOCA DEL LEÓN Y LÍBRAME DE LOS CUERNOS DE LOS BÚFALOS.
Tú me has respondido.
22 ANUNCIARÉ TU NOMBRE A MIS HERMANOS;; EN MEDIO DE LA CONGREGACIÓN TE
ALABARÉ.
23 LOS QUE TEMÉIS A JEHOVÁ, ALABADLE; GLORIFICADLE, DESCENDENCIA TODA DE
JACOB, Y TEMEDLE VOSOTROS, DESCENDENCIA TODA DE ISRAEL.
24 Porque no despreció ni abominó la aflicción del afligido, ni de él
escondió su rostro; sino que cuando clamó a él, le oyó.
25 De ti será mi alabanza en la gran congregación; mis votos pagaré
delante de los que le temen.
26 Comerán los humildes, y serán saciados; alabarán a Jehová los
que le buscan;
vivirá vuestro corazón para siempre.
27 Se acordarán, y se volverán a Jehová todos los confines de la
tierra, Y todas las familias de las naciones adorarán
delante de ti.
28 Porque de Jehová es el reino, y él regirá las naciones.
29 Comerán y adorarán todos los poderosos de la tierra; se postrarán
delante de él todos los que descienden al polvo, aun el
que no puede conservar la vida a su propia alma.
30 Posteridad le servirá; esto será contado de Jehová hasta la
postrera generación,
31 Vendrán, y anunciarán su justicia; a pueblo no nacido aún,
anunciarán que él hizo esto.
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EPÍLOGO
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actitud religiosa es una x expresable sólo en símbolos poéticos y
visuales. Esta experiencia x ha sido articulada en varios conceptos
que han variado según la organización social de cada período
cultural. En el cercano Oriente, la x fue expresada mediante el
concepto de un jefe tribal o rey, y de este modo "Dios" pasó a ser el
concepto fundamental del judaismo, la cristiandad y el Islam, que
estuvieron enraizadas en las estructuras sociales de aquella zona. En
la India, el budismo pudo expresar este concepto x de distintos mo-
dos, por lo que no hizo falta un concepto de Dios como gobernante
supremo.
Sin embargo, en la medida en que creyentes y no creyentes
persiguen el mismo fin, la liberación y el despertar del hombre,
ambos pueden aceptar que el amor impulsa a comprender a los otros
mejor de lo que ellos se comprenden a sí mismos. Así, los que creen
en Dios pensarán que los humanistas no creyentes están en el error
en lo que concierne a sus conceptos mentales. Pero ambos sabrán
que están unidos en un objetivo común, que se revela más en sus
acciones que en sus conceptos. Sobre todo, estarán unidos en la lu-
cha común contra la idolatría.
Los idólatras, también, se encontrarán entre los creyentes y los no
creyentes. Tales creyentes han convertido a Dios en un ídolo, un
poder omnisciente, omnipotente, aliado con los que detentan el
poder en la tierra. Del mismo modo, habrá no creyentes que no
aceptan a Dios pero adoran otros ídolos (que son también ídolos de
muchos creyentes): el estado soberano, la bandera, la raza, la
producción y la eficacia material, los dirigentes políticos, o ellos
mismos.
Aquellos, empero, que adoran a Dios de un modo alienado, y los que
persiguen el mismo objetivo en términos puramente humanos,
reconocen que los conceptos son secundarios respecto de la realidad
humana que está detrás del pensamiento. Ambos comprenden el
significado de la historia jasídica sobre un discípulo al que se le
preguntó si acudía a su maestro para escuchar sus palabras de
sabiduría: "No, respondió, es para ver cómo se ata los zapatos".
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Todo aquel, creyente o no, que haya experimentado el valor x como
valor supremo, y trata de realizarlo en su vida, no puede dejar de
reconocer que la mayoría de los hombres que viven en la sociedad in-
dustrial, a pesar de sus protestas, no se esfuerzan por lograr este
valor. Son consumidores angustiados, vacíos y aislados, aburridos de
la vida y compensando su depresión crónica con el consumo
compulsivo. Cada vez más apegados a las cosas y a los utensilios, en
vez de estarlo a la vida y el crecimiento, son nombres cuyo objetivo
es tener mucho y usar mucho, no ser mucho.
Todo este libro gira sobre un tema que ha merecido creciente
atención durante los últimos años: ¿está muerto Dios? La pregunta
tiene que dividirse en dos aspectos: ¿ha muerto el concepto de Dios,
o ha muerto la experiencia a la que alude el concepto, y el valor
supremo que ella expresa?
En el primer caso, se podría formular la cuestión preguntando: ¿está
muerto Aristóteles? A la influencia aristotélica se debe principalmente
que Dios como concepto pensado se haya hecho tan importante, y
que haya surgido la "teología". En cuanto hace al concepto de Dios,
tenemos que preguntar también si puede entenderse exclusivamente
en términos de sus raíces socioculturales: las culturas del cercano
Oriente, con sus jefes tribales autoritarios y sus reyes omnipotentes,
y el feudalismo medieval posterior y las monarquías absolutas. Para
el mundo contemporáneo, que ya no es guiado por el pensamiento
sistemático de Aristóteles y por la idea de monarquía, el concepto de
Dios ha perdido su base filosófica y social.2
Por otra parte, si lo que queremos preguntar es si la experiencia
está muerta, entonces sera mejor que planteáramos la pregunta de si
el hombre ha muerto. Éste parece ser el problema central del hombre
en la sociedad industrial del siglo xx. Corre el peligro de convertirse
en una cosa, de alienarse más y más, de perder de vista los
problemas reales de la existencia humana y de perder el interés en
las respuestas a esos problemas. Si el hombre continúa en esa direc-
ción, morirá él mismo, y el problema de Dios, como concepto o como
símbolo poético del más alto valor, dejará de ser un problema.
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Hoy día, la cuestión decisiva es reconocer este peligro, y esforzarse
por lograr las condiciones que ayuden a devolver la vida al hombre.
Estas condiciones están vinculadas con los cambios fundamentales
que hay que introducir en la estructura socioeconómica de la
sociedad industrial (tanto socialista como capitalista), y en un
renacimiento del humanismo que se concentre en la realidad de los
valores experienciales en vez de hacerlo en la realidad de los
conceptos y de las palabras. En Occidente, este renacimiento del
humanismo se está produciendo tanto en católicos y protestantes o
judíos, como en los socialistas marxistas. Es una reacción contra la
amenaza bipolar que afronta hoy a la humanidad: la extinción por
una conflagración nuclear y la transformación de los hombres en
apéndices de las máquinas. Que prevalezcan o no las esperanzas de
los profetas, es algo que dependerá de la fuerza y vitalidad de este
nuevo humanismo. Para los humanistas no teístas surge otra
cuestión más: ¿qué puede ocupar el lugar de la religión en un mundo
en el que el concepto de Dios puede estar muerto, pero en el que
tiene que vivir la realidad experiencial que está detrás?
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APÉNDICE
El Salmo 22 y la Pasión
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este uso, fuera citado también por su primera frase importante. En
otras palabras, el Evangelio nos dice que Jesús, cuando agonizaba,
recitó el Salmo 22. Si así fue, no hay problema que resolver. Como
hemos visto, el salmo comienza por la desesperación, pero termina
con un afecto entusiasta de fe y esperanza. En verdad, no hay casi
ningún salmo que fuera más adecuado a la afectividad entusiasta y
universalista de los primeros tiempos de la Cristiandad que el final de
este salmo: "Posteridad le servirá; esto será contado de Jehová hasta
la postrera generación. Vendrán y anunciarán su justicia; a pueblo no
nacido aún, anunciarán que él hizo esto." (en hebreo ki-asá "que él lo
ha hecho").
El texto de la historia de la crucifixión muestra también bastante
claramente que el autor de los dos primeros libros del Evangelio
(Mateo y Marcos) debió tener en su mente el salmo completo. Así,
Mateo (27-29) habla de los soldados romanos que "le escarnecían". El
Salmo 22:7 dice: "Todos los que me ven me escarnecen". Mateo dice
(27:43): "Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere". El Salmo 22:8
dice: "Sálvele, puesto que en él se complacía". Mateo 27:35 dice:
"Repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes". El Salmo 22:18
dice: "Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron
suertes." Además, el salmo dice: "horadaron mis manos y mis pies".
¿Cómo puede explicarse que la mayoría de los teólogos católicos
aceptaran la idea de que Jesús murió pronunciando palabras de
desesperación, sin advertir que murió recitando el Salmo 22? La
razón parece sencillamente ser que los eruditos cristianos no pen-
saron en esta trivial costumbre judía de citar un libro o un capítulo por
su frase inicial.
Sin embargo, parece bastante claro que poco tiempo después de la
composición de los evangelios de Mateo y de Marcos (este último
reproduce las mismas palabras como últimas palabras de Jesús), se
advirtió que las palabras pronunciadas por Jesús podían llevar
precisamente a la errada suposición de que Jesús había muerto
pronunciando palabras de desesperación. Esto resulta por lo menos
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muy probable ante el hecho de que el texto de la historia de la
crucifixión fuera cambiado.2
El hecho es que Lucas refiere que Jesús dijo: "Padre, en tus manos
encomiendo mi espíritu". Es muy claro que la intención de este pasaje
es mostrar que Jesús murió en un estado de ánimo opuesto al
expresado en el primer verso del Salmo 22.
En el Evangelio según Juan, la narración es distinta de las
anteriores: "Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: 'Consumado
es.' Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu" (19:30). No
parece una explicación rebuscada suponer que Juan, para evitar la
errónea interpretación de que Jesús murió desesperado eligió las
últimas palabras del salmo en sustitución del primer verso. El
Evangelio Griego dice rexz'keaxai, que significa "está terminado". (La
Vulgata traduce consummatum est que tiene el mismo significado.)
La cuestión que surge es la de por qué Juan no eligió las palabras
mediante las cuales los Setenta trasladaron el ki-asá del salmo por
snoivozv, que es la traducción literal de asá "él lo hizo". La respuesta
a esta cuestión puede estar en el hecho de que la traducción
tetelestai es usada para asah en Isaías 55:11, lo que significa que
Juan tuvo un precedente para esta traducción.3 Además, puede haber
advertido que "está terminado" tenía más sentido que un epoiesen
("él lo hizo") aislado, que no significa demasiado si no se cita todo el
verso final.
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dice, "todo el salmo" (pero en realidad solamente hasta el versículo
23)." Pero, para Justino es evidente que Jesús pronunció solamente
el primer versículo, y el resto se introduce como una profecía que se
muestra referida a Cristo, dado que él mismo se identificó con la "I"
del salmo.4
Algunos eruditos posteriores, como Loisy, han establecido también
una conexión entre el Salmo y el versículo "Elí, Elí": "Así pues, el
Salmo 22 domina todos los relatos de la Pasión. Nada más natural
que poner sus palabras iniciales en la boca de Cristo agonizante". De
un modo análogo, dice B. Weiss: "El Evangelista no se preocupó del
significado más profundo de las palabras. Lisa consideró simplemente
como el cumplimiento de una profecía procedente de un salmo
mesiánico".5 Rawlinson comenta: "Se ha argumentado, por
supuesto, que nuestro Señor, durante la agonía de la Pasión puede
haber confortado su alma repitiendo pasajes del Salterio, y que el
Salmo 22 puede haber estado presente en sus pensamientos. El
salmo, en conjunto, no es un salmo de desesperación; es el salmo de
un justo sufriente que, a pesar de ello, confía en el amor y la
protección del Dios de toda santidad hasta su muerte." Sin embargo,
Rawlinson llega a la conclusión de que puede cuestionarse si no tiene
razón B. Weiss al decir que tal interpretación introduce un "elemento
artificial de reflexión" en "un momento de afectividad directa"; y en la
suposición de que nuestro Señor realmente pronunciara las palabras,
es mejor admitir con franqueza que no sabemos exactamente qué
pensaba en aquel momento, y que aquí nos enfrentamos con el
misterio supremo de la Pasión de Nuestro Salvador".6
Para resumir: considerando la dificultad de la idea de que la historia
de la crucifixión presente a Cristo desesperado; (b) que todo el Salmo
22 estuvo en la mente del autor del primer evangelio como la premisa
de la historia de la Pasión; (c) que los evangelios posteriores
remplazaron las palabras de desesperación por palabras de
confianza; (d) que es muy probable que Juan usara el final del salmo
en vez del comienzo, y, finalmente, la costumbre judía de citar
frecuentemente los libros, oraciones o salmos por su primera palabra
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o frase, parece mucho más razonable suponer que en el relato de
Mateo y Marcos, Jesús recitara el Salmo 22, que incurrir en
especulaciones tendientes a demostrar por qué razones pudo Jesús
desesperar, o que sus palabras son un misterio inexplicable. En
verdad, es verosímil que los autores de los primeros evangelios
tuvieran conciencia, y hubieran vivido la peculiar experiencia
religiosa que se expresa en los salmos dinámicos.
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