OBLIGACIONES
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¶ 1. CONCEPTO DE OBLIGACIÓN
Etimológicamente la voz obligación procede del latín obligatio que, a su vez, deriva de ob-
ligare, es decir, "ligar" o "atar alrededor", y aunque la palabra obligare es relativamente antigua, el
substantivo obligatio apareció tardíamente.
En el derecho romano sólo aparecían dos definiciones de obligación, una de ellas pertenecía al
jurista Paulo y otra se hallaba en las Instituciones de Justiniano. Paulo definía la substancia de una
obligación como: “Constreñir a otro a darnos, hacernos, o prestarnos alguna cosa” y Justiniano, por su
parte, definía a la obligación como un: “Vínculo de derecho por el que somos constreñidos por
necesidad a pagar alguna cosa según los derechos de nuestra ciudad”.
Sobre la base de los elementos anteriores se puede señalar que para el derecho romano, tanto
civil cuanto pretorio, el concepto de obligación era el siguiente:
De esta noción se desprende que son imprescindibles para la existencia de una obligación los
siguientes elementos:
a) Al menos dos personas determinadas, un creditor y un debitor, porque sólo entre personas
se pueden establecer relaciones, y al menos dos, porque tanto el acreedor como el deudor pueden
consistir en una o más personas: v.gr. Claudio y Julio (debitores) deben pagar cien sestercios a Paulo
(creditor); Ticio, Mevio y Sempronio (Debitores) deben dar el esclavo Pánfilo a Cayo y Seyo
(creditores).
b) Una prestación - Debitum, es decir el contenido de la obligación, que viene definido por la
relación, v.gr. pagar cien sestercios; dar el esclavo Pánfilo; hacer una escultura de mármol; prestar una
caución.
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c) Una acción de la que es titular el creditor para exigir el cumplimiento de la prestación al
debitor. Esta acción SIEMPRE es in personam y el deudor responde de la prestación con todo su
patrimonio y tiene el deber de defenderse en el procedimiento, transmitiéndose normalmente la
obligación a sus herederos en las mismas condiciones en que él estaba sujeto a ella.
En el derecho romano el origen histórico de las obligaciones estuvo vinculado a los hechos
dañosos sufridos por una persona, ante los cuales ella tenía derecho a vengarse, hasta que intervino el
poder público para regular la venganza formalmente y autorizar la manus iniectio, de tal manera que el
autor del hecho dañoso originariamente era responsable con su cuerpo.
Posteriormente se abrió paso la idea de que el sujeto era responsable con sus bienes, de tal
manera estaba obligado a satisfacer una determinada prestación para evitar la venganza de otro que
había resultado lesionado por una conducta suya, y así este deber de realizar cierta prestación acabó
por ser llamado obligación.
¶ 2. PRESTACIÓN - DEBITUM
La prestación o hacer genérico debido por el deudor, conforme al lenguaje de los juristas
romanos y de las fórmulas de las acciones y las leyes, podía consistir en una dare, en un facere, o en
praestare, normalmente expresado en la trilogía dare facere praestare.
a.1) Dare rem: es decir, constituir en dueño de una cosa a otra persona, mediante el acto
apropiado a tal fin (modo de adquirir el dominio, v.gr. mancipatio, in iure cessio, traditio).
a.2) Dare ius: esto es, constituir en titular de un derecho real a otra persona, v.gr. un usufructo
(dare usus fructum), o una servidumbre (dare servitutem).
b.1) Opus facere: vale decir, hacer una cosa o realizar una obra material, v.gr. construir una
cerca.
b.2) Praestare operas: esto es, prestar ciertos servicios inmateriales, v.gr. enseñar griego al
esclavo Pánfilo.
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b.3) Tradere (factum tradendi): a saber, entregar cosas (materialmente y sin constituir dominio
o derechos reales), v.gr. entregar la cosa alquilada al arrendatario, entregar la cosa vendida.
b.4) Non facere: los juristas entendían que dentro del facere se comprendía también el no
hacer, vale decir, las abstenciones obligatorias, v.gr. estipular no hacer nada para impedir que el
estipulante transite.
c) Praestare: individualmente esta prestación correspondía a las que en cierto modo envolvían
una garantía (de allí que hasta hoy se hable de "prestar caución", "prestar fianza"), y comprendía las de:
Si bien los juristas romanos no formularon los requisitos generales de las prestaciones, sí hubo
algunos que se repetían normalmente al tratar de cada prestación particular, tales eran los siguientes:
Es posible aquello que está dentro de la naturaleza de las cosas (in rerum natura), de modo
tal, son imposibles, por ejemplo, la prestación de dar las cosas extra commercium, o la de dar lo que
ya pertenece al acreedor.
2) Licitud: esto es, que la prestación no adoleciera de ilicitud, considerándose ilícitas: a) las
contrarias a las buenas costumbres (contra bonos mores); b) las contrarias a las disposiciones públicas
(contra leges, senatusconsulta, decreta edicta principum).
Las prestaciones que adolecían de ilicitud eran llamadas turpia ("torpes"), tales como la de
obligarse a cometer un delito, o a no contraer matrimonio.
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3.1) La de dar cosas fungibles se cumplía cuando estaba determinada o era determinable por
su género y cantidad, v.gr. diez fanegas de trigo.
3.2) La de dar cosas no fungibles es determinable por su nombre propio, o por una descripción
que hacía las veces de nombre, o por un señalamiento con un gesto, v.gr. el esclavo Hermodoro; mi
único fundo; aquella mesa de plata (indicándola con la mano).
Las prestaciones pueden ser de diversas clases dependiendo de una serie de factores, tales
como su contenido, su divisibilidad etc.
Esta distinción, que origina una clasificación homónima de las obligaciones, ya ha sido
estudiada.
Una prestación identificable puede ser certa o incerta, en aquellos mismos casos en que una
intentio puede serlo, dependiendo de si se trata de un dare o de un facere.
2.1) La prestación de dare cosas fungibles o no fungibles es certa si está determinada por su
identidad, cualidad y cantidad, v.gr. 100 sestercios; la vaca Flavia; diez modios de óptimo trigo
africano.
b) Cuando se trata de dar una cosa futura o que aun no existe pero se espera que exista, v.gr.
la cosecha del fundo Capenate.
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2.3) Las prestaciones de facere y non facere siempre son inciertas, supuesto que consisten en
algo futuro, v.gr. levantar un muro.
La divisibilidad o indivisibilidad de una prestación reviste interés sólo cuando existe pluralidad
de deudores, de acreedores, o de ambos.
a) Prestación divisible: puede serlo respecto de los deudores, de los acreedores o de ambos.
Respecto de los deudores es aquella en la que existiendo varios deudores puede ser cumplida
por cada deudor por partes y separadamente el uno del otro, de tal manera que una vez cumplida por
todos, puede considerarse idealmente cumplida por un solo deudor en un único acto de cumplimiento,
de modo que cada deudor solamente está obligado a cumplir con su parte.
Respecto de los acreedores es aquella en la que existiendo varios acreedores cada uno de ellos
puede exigir al deudor el cumplimiento separado de su parte, de modo que cuando todos han sido
pagados se puede estimar que idealmente ha sido cobrada por un único acreedor en un solo acto.
La divisibilidad de la prestación depende de la propia naturaleza de ella, así son divisibles las
siguientes:
a.1) La de dar cosas (dare rem) por medio de los actos formales de adquisición del dominio
(v.gr. mancipatio), porque cada deudor puede dar una parte pro indiviso de la cosa debida al
acreedor, y una vez que todos los deudores lo hacen el acreedor se vuelve dueño de toda la cosa.
a.3) La de prestar servicios (praestare operas) es divisible desde el momento en que los
servicios se miden por tiempo o por cantidad, y aquel y esta son divisibles.
Cuando la prestación es divisible, por regla general ella se divide pro parte entre los
respectivos deudores o acreedores, por ello suele llamarse a estas obligaciones "obligaciones
parciarias".
La prestación divisible puede convertirse en indivisible mediante la solidaridad, que puede ser
"pasiva", "activa", o "mixta", pues en ella hay una unidad de prestación pero pluralidad de obligaciones,
pues hay tantas cuantas partes haya.
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La prestación es "activamente solidaria" cuando existiendo varios acreedores (acreedores
solidarios) de un debitum divisible cada uno de ellos puede exigir el todo al deudor, y una vez cumplida
a uno de ellos se extingue respecto de todos.
Para que exista una prestación solidaria se requieren, pues, los siguientes requisitos:
La causa habitual de solidaridad es i) la stipulatio, pero además puede serlo ii) el legado per
damnationem, y en algunos casos opera iii) ipso iure, v.gr. respecto de la responsabilidad de los co-
tutores frente a su pupilo.
1) El pago hecho por un deudor o a un acreedor extingue la obligación respecto de los demás.
Un efecto semejante producen la novación o la acceptilatio cumplida por cualquier deudor o
acreedores, y la pérdida fortuita de la cosa debida, y el pactum de non petendum in rem.
4) El hecho culposo o doloso de uno de los codeudores solidarios sí perjudica a los restantes.
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La solidaridad produce especiales efectos entre los codeudores y los coacreedores,
especialmente cuando la prestación es cumplida por uno de los deudores, o es satisfecha a uno solo de
los acreedores.
1) En época clásica el deudor solidario que cumplió la prestación no tiene acción alguna para
exigir a los restantes codeudores que le enteren o reembolsen la parte que el satisfizo por ellos,
supuesto que no existía una acción general típica de regreso o reembolso. Tampoco tienen acción los
coacreedores solidarios para exigir "su parte" al acreedor que recibió la prestación.
2) En época clásica el codeudor que pagó o los coacreedores que no recibieron el pago
pueden dirigirse contra sus respectivos codeudores o coacreedores si existía una relación previa entre
ellos que les permitiera exigir el reembolso o "su parte", v.gr. si eran socios, a través de la actio pro
socio, o si eran comuneros, a través de la actio communi dividundo.
Respecto de los acreedores es indivisible cuando no puede ser exigida por partes y
separadamente por cada acreedor, y por lo tanto cada acreedor puede exigir el cumplimiento total de la
prestación, y cumplida a uno se entiende cumplida respecto de todos.
b.2) La de hacer una cosa (opus facere) porque conduce a un resultado material externo, v.gr.
esculpir una estatua.
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b.3) La de no hacer (non facere), supuesto que la abstención sólo puede ser cumplida por
todos.
b.4) La de entregar una cosa (factum tradendi) sin constituir dominio por ser una prestación
de facere.
4. PRESTACIONES “CUMULATIVAS”
La prestación es "cumulativa" en aquellos casos en los cuales existen varios deudores y cada
uno de ellos debe la totalidad de la prestación, pero el cumplimiento por parte de uno de ellos no
extingue la obligación respecto de los demás, de tal manera que el acreedor puede exigir el total de la
prestación a todos ellos, y obtendrá tantos pagos, cuantos deudores haya.
Ejemplo típico de esta situación era en época clásica el de los varios autores de un mismo
delito, pues cada uno de ellos debía el total de la pena a la víctima. V.gr. Julio, Cayo y Paulo hurtan una
mesa de plata a Tiberio, la pena del hurto es el duplo del valor de la mesa de plata, por ejemplo 1.000
sestercios, de tal manera que cada uno de ellos está obligado al total de la pena, y Tiberio, en
consecuencia, obtendrá 3.000 sestercios.
5. PRESTACIONES ALTERNATIVAS
Se dice que una obligación es "obligación alternativa" si tiene como objeto dos o más
prestaciones debidas alternativamente entre sí, de tal manera que existe una sola obligación, pero con
sólo una de ellas se cumple el pago, y cumplida ya no se deben las demás, por lo que se extingue la
obligación. Ejemplo: Cayo debe dar el esclavo Sthicus o 1.000 sestercios.
Debiéndose una prestación alternativa interesa precisar quién debe elegir con cuál de las
alternativamente debidas se cumple la obligación:
3) Si la elección ha sido confiada a un tercero, no existe alternativa, sino una obligación sujeta a
condición, es decir, al evento futuro e incierto de deberse cierta cosa desde el momento en que el
tercero elija, pues antes de la elección no hay deuda, y después de ella no hay alternativa.
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Si una de las cosas alternativamente debidas perece, la obligación se concentra en las que
subsisten, v.gr. si se debía el esclavo Pánfilo, o la vaca Flavia, o 1.000 sestercios, y muere la vaca
Flavia, la alternatividad se mantiene respecto del esclavo Pánfilo o los 1.000 sestercios y no se extingue
la obligación.
a) Prestación genérica o de género: es aquella que recae sobre cosas que han sido
designadas por la clase o género (genus) al que pertenecen, y por su peso o medida, y eventualmente
por su calidad, v.gr. diez buenos esclavos.
Como en las obligaciones con una prestación de género ilimitado no se deben cosas
específicas, el riesgo de la pérdida de las cosas pertenece al deudor, de allí que los comentaristas
formularan el dicho genera non pereunt (El género no perece), v.gr. si Paulo se obligó a pagar un
esclavo pensando que podía pagar con alguno de los cinco que poseía, y todos ellos murieron en un
incendio, continúa obligado al pago del esclavo.
Por el contrario si se trata de un género limitado la pérdida fortuita de todas las especies que
pertenecen a él, extingue la obligación, v.gr. Paulo se obligó a dar a Julio cien esclavos de los que tenía
a elección de Cayo, y en un incendio perecen los cien esclavos. Se ve aquí, que este género de
obligación se asimila a aquellas que tienen prestación alternativa.
b) Prestación específica o de cuerpo cierto: es aquella que tiene por objeto una cosa
determinada por sus características propias y particulares (species), v.gr. Paulo se obliga a dar la vaca
Flavia.
En la obligaciones que tienen por objeto una prestación de cuerpo cierto el deudor cumple
únicamente pagando con la especie debida, y si la cosa específica perece por caso fortuito se extingue
la obligación, a menos que el deudor hubiera estado en mora de pagar.
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7. PRESTACIONES CON FACULTAD
En ciertos casos el deudor de una prestación única puede estar facultado para que
unilateralmente cumpla con una prestación distinta a la prevista en la obligación, sin que el acreedor
pueda negarse a aceptar la prestación distinta que ofrece el deudor.
Así pues, se puede decir que en estos casos hay una sola cosa en la obligación, pero múltiples
en el pago, a diferencia de aquellas obligaciones con prestación alternativa, en las que hay múltiples
cosas en la obligación, pero sólo una en el pago.
Ejemplo: Paulo estipula dar el Esclavo Pánfilo, pero se le faculta a cumplir con la vaca Flavia;
Paulo dueño del esclavo Hermodoro que cometió un delito debe pagar la pena pero está facultado para
entregarlo en noxa.
Se acostumbra decir que las obligaciones con prestación facultativa son "obligaciones
facultativas".
Toda obligación exige la presencia de una actio in personam para reclamar la prestación o
debitum, pero era posible que existiera un debitum que no pudiera cobrarse mediante acciones,
aunque admitía ser pagado, generando otros efectos propios de las obligaciones.
Este debitum desprovisto de acción fue llamado por el jurista Javoleno "deuda natural", y por
juristas posteriores simplemente obligatio naturalis, en oposición a la obligatio civilis, que sí estaba
dotada de acción.
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1) Ser pagadas voluntariamente, sin que el deudor que las hubiera pagado pudiera repetir el
pago como indebido mediante la condictio indebiti.
2) Ser novadas.
3) Ser compensadas.
4) Ser garantizadas en su cumplimiento por terceros a través de fianzas o prendas.
5) Ser computadas para el cálculo del peculio del esclavo o del hijo sometido a potestad.
Al parecer en la última época clásica se tendió a asimilar a estas obligaciones naturales, otros
casos en los cuales no podía repetirse lo pagado voluntariamente, ni podía exigirse mediante una
acción, tales eran:
En el derecho romano clásico una obligación existía en la medida en que había una acción
personal civil o pretoria, de tal manera, que alguien solamente se consideraba que estaba obligado si
había una acción en su contra, en razón de lo cual se puede decir que ellas son las "causas o fuentes" de
las obligaciones.
Así pues, los juristas no determinaban los "hechos" o "actos" que producían el efecto de
generar una obligación (causa o fuente), sino simplemente estudiaban las acciones.
Sin perjuicio de lo anterior, Gayo formuló dos sistemas distintos de "causas" o "fuentes" de las
obligaciones, y él influyó en un sistema que adoptaron las Instituciones de Justiniano, que ha tenido
mucha fortuna en el derecho occidental hasta nuestros días.
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Gayo formuló dos sistemas de fuentes de las obligaciones, a saber, uno en sus Institutiones y
otro en sus Res cottidianae sive aureorum.
a) Sistema de fuentes en las Institutiones: en esta obra Gayo simplemente adopta una
dicotomía, pues señala que toda obligación o nace de un contrato o nace de un delito. De este modo,
las obligaciones pueden nacer:
1.- Obligationes ex contractu: señalaba Gayo que había cuatro géneros de obligaciones que
nacían de un contrato, a saber:
2.- Obligationes ex delicto: las obligaciones que nacen de un delito son las de:
i) Furtum (Hurto).
ii) Rapina (Robo).
iii) Iniuria.
b) Sistema de fuentes en las Res cottidianae sive aureorum: aquí parece solucionar el
problema de una serie de actos que no aparecían incluidos en su clasificación anterior, pues adopta una
tricotomía de causas, ya que señala que las obligaciones nacen o de un contrato (ex contractu); o de
un maleficio (ex maleficio); o de varias figuras de causas (ex variis causarum figuris).
1) Obligationes ex contractu: ahora sólo señala que las puede haber re, verbis y consensus,
pues las litteris han desaparecido:
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3) Variae causarum figurae: tales varias figuras de causas podían ser algunas que nacían
"como de un contrato" (quasi ex contractu) o "como de un delito" (quasi ex maleficio). Tales eran:
a) Quasi ex contractu:
Justiniano, sobre la base de las ideas de Gayo, elaboró una tetrapartición de las fuentes, a las
que llamaba "modos de contraer una obligación". Tales eran i) las que nacían de un contrato, ii) las que
nacían "como de un contrato", iii) las que nacían de un maleficio y; iv) las que nacían "como de un
maleficio".
1.- Ex contractu: señalaba que había cuatro géneros de obligaciones que nacían de un
contrato, a saber:
Solamente en época del derecho común bajomedioeval se hablará de obligaciones que nacen:
1) del contrato; ii) del "cuasicontrato"; iii) del delito y; iv) del "cuasidelito". También sólo en dicha época
se hablará de contratos "reales", "verbales", "literales" y "consensuales". También en dicha época se
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incorporará como fuente a la ley, y así se hablará de "obligaciones legales", tales como las de dar
alimentos.
Sobre la base del estudio del orden que en el Edicto del pretor tenían las acciones referidas a
obligaciones se formula hoy día una enumeración de las causas o fuentes de las obligaciones en época
clásica, aunque nunca fue enunciada como sistema por los juristas.
i) Las daciones civiles que obligan a restituir, o "préstamos civiles" comprendían las siguientes
figuras causales:
ii) Las entregas que obligan a restituir por derecho pretorio agrupaban a las siguientes figuras
causales de obligación:
1) Comodato.
2) Precario.
3) Pignus y Pignus conventus.
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3) Contratos y relaciones contractuales de buena fe: tales eran:
3.1) Fiducia.
3.2) Depósito.
3.3) Compraventa.
3.4) Arrendamiento.
3.5) Sociedad.
3.6) Mandato.
3.7) Gestión de negocios.
3.8) Procuratio.
3.9) Tutela.
3.10) Actio quod iussum.
3.11) Actio de peculio.
3.12) Actio tributoria.
3.13) Actio exercitoria.
3.14) Actio institoria.
4) Obligaciones y acciones penales: podían agruparse en dos series, a saber, i) los delitos
civiles y pretorios afines y; ii) los delitos pretorios autónomos.
1) Furtum.
2) Damnum iniuria datum.
3) Iniuria.
En el derecho romano clásico, supuesto que la obligación era entendida como una relación
entre personas determinadas, no podían ser transferidas a terceros por el acreedor o por el deudor, sin
embargo, sí era susceptible de transferencia la prestación o debitum, pues éste se concebía como una
entidad objetiva, de tal manera, los juristas idearon algunas formas jurídicas apropiadas para producir
su transferencia, tanto del acreedor a un nuevo acreedor, cuando del deudor a un nuevo deudor.
Podían producir este efecto de transferir el debitum los siguientes actos o instrumentos:
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i) La novación.
ii) La adstipulatio, la fianza, y el constitutum.
iii) El procurator y el cognitor in rem suam.
El deudor podía estipular en favor de un tercero lo que debía a su acreedor, de modo tal que
ahora el tercero se convertía en su acreedor, extinguiéndose la primera obligación y naciendo una nueva
que la substituía, por ello no había verdadera cesión de la obligación, sino una simple cesión de
debitum, ya que éste continuaba siendo el mismo y sólo se había trasladado de obligación.
Asimismo, un tercero podía estipular en favor del acreedor lo que le era debido por su deudor,
de modo tal, que ahora el tercero de convertía en su deudor y, al igual que en el caso anterior, la
novación extinguía la primitiva obligación y hacía surgir una nueva que tenía como contenido la misma
prestación de la antigua, pero era una nueva obligación.
La novación como acto utilizado en función de ceder el débito generaba el inconveniente de que
con ella se extinguían las garantías constituidas como seguridad de la primera obligación, y requería
además la presencia y concurso del deudor en la novación activa y del acreedor en la novación pasiva.
Finalmente en el constitutum debiti alieni el deudor acordaba con el acreedor que aceptara al
constituyente como deudor agregado.
iii) Procurator y Cognitor in rem suam: para obviar la presencia de terceros los juristas
crearon una operación especial que permitía ceder el crédito o el débito en su caso.
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Esta operación aun generaba el inconveniente de sólo constituir al cesionario en una posición
autónoma respecto del cedente una vez que se hubiera producido la litis contestatio recaída en la
acción entablada por el cesionario contra el deudor, además la muerte de uno u otro ponía término al
mandato y por ello también ponía término a la cesión.
Para fortalecer la posición autónoma del cesionario desde época de Antonino Pío se adoptaron
diversas medidas que tendían a desvincularlo del cedente:
a) A ciertos cesionarios se les permitió reclamar el crédito cedido mediante acciones útiles y no
como procurator o cognitor.
b) La muerte del cedente o cesionario no afectaba la validez de la cesión que se había realizado
a título oneroso.
c) Desde que el cesionario notificaba la cesión al deudor cedido (denuntiatio) este no podía
pagar al acreedor que había cedido el crédito.
Por consistir toda prestación en un cierto "hacer" genérico se hablaba en términos generales de
"satisfacer una obligación" al hecho de su cumplimiento, y como el efecto de satisfacer una obligación
era disolver la relación que ligaba a acreedor y deudor los juristas solían hablar de solutio, y como
además liberaba al deudor de la prestación, también hablaban de liberatio.
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i) Si la prestación es de dare y consiste en constituir el dominio en el acreedor, su cumplimiento
se realiza dependiendo de la naturaleza de la cosa objeto de la prestación, de tal manera que si es
mancipi requerirá la realización de un acto formal de adquisición dominical (v.gr. mancipatio), y si es
una res nec mancipi, normalmente mediante traditio.
ii) Si la prestación consiste en un pago de dinero, ella se realiza mediante su datio que se
denomina numeratio.
En todos estos casos ha existido un acuerdo previo entre acreedor y deudor en orden a pagar y
a recibir el pago, acuerdo que constituye la causa del acto de transferencia, y que siempre es por causa
de pago, esto es, solutionis causa.
Si se constituye un derecho real sobre una cosa que no pertenecía al deudor, éste no se libera
de la obligación y el acreedor nada obtiene, porque tal acto es nulo, aunque en época post-clásica se
decía que el acreedor había obtenido la quasi possessio del derecho real y, en consecuencia, podía
adquirirla por la longi temporis praescriptio.
Si se debía una cosa indivisible a varios acreedores, ella debía ser dada por cuotas (pro
indiviso) y si era divisible pro partes.
La solutio producía como efecto jurídico la liberación del deudor, y si la obligación era civil tal
efecto operaba ipso iure, y si era de origen pretorio también operaba automáticamente, aunque no se
decía técnicamente ipso iure.
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i) El principio básico en relación a quién puede pagar era el siguiente: el naturalmente legitimado
para hacerlo es el deudor y sus herederos en proporción a sus cuotas en el haber hereditario.
El deudor puede pagar personalmente o por medio de mandatario, siempre que éste actúe a
nombre del mandante.
ii) Puede también pagar cualquier tercero, tanto contando con la voluntad del deudor, cuanto en
contra de ella, y en ambos casos se produce la liberación del deudor.
Para que se produzca, en ambos casos, la liberación del deudor es imprescindible que el
tercero pague al acreedor en nombre del deudor y no en nombre propio, pues si lo hacía en su propio
nombre habría incurrido en error y habría pagado lo no debido (solutio indebitum) y, por ende,
podría ejercitar la condictio indebiti para repetir lo pagado por error.
Este tercero que ha pagado en nombre del deudor, con su voluntad o contra ella, actúa como
agente oficioso suyo y, en consecuencia, puede ejercitar en su contra la actio negotiorum gestio para
reembolsarse de lo pagado.
iii) Delegación para pagar (Delegatio solvendi): el deudor, llamado delegante, podía conferir
iussum a otra persona, llamada delegado, para que pagara a un tercero, llamado delegatario que,
necesariamente debía ser acreedor del delegante.
Podía ocurrir que el delegado, a su vez, fuera deudor del delegante, de modo tal que con su
datio al delegatario también se liberaba de la obligación que había tenido para con el delegante. V.gr.
Ticio debía 5.000 sestercios a Mevio, y Sempronio debía 5.000 sestercios a Ticio. Ticio (delegante)
confiere iussum ("autorización") a Sempronio (delegado) para que pague los 5.000 sestercios a Mevio
(delegatario). Producida la datio de los 5.000 sestercios por parte de Sempronio a Ticio, se extingue
no sólo la obligación de Ticio para con Mevio, sino también la de Sempronio para con Ticio.
Fue el jurista Celso quien explicó por qué se producía la extinción de dos obligaciones por un
acto único de solutio, al considerar que hubo idealmente dos daciones: del delegado al delegante, y del
delegante al delegatario.
Si el delegado no era deudor del delegante, la delegación podía envolver simplemente una
liberalidad, v.gr. una donación que el delegado quería realizar en favor del delegante al pagar una deuda
suya, en cuyo caso no podía exigir el reembolso de lo pagado al delegante. Pero también podía
envolver una nueva deuda que ahora asumía el delegante para con el delegado y que se creaba como
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consecuencia del pago que realizaba el delegado al delegatario, de tal manera que sí podía exigirle el
reembolso.
i) El principio básico es que puede exigir y recibir el pago el acreedor y sus herederos
proporcionalmente a sus cuotas en la herencia, liberando de este modo al deudor.
ii) Podía también recibir legítimamente el pago el tercero a quien el acreedor mandó (iussum) al
deudor que realizara el pago.
iii) En una stipulatio sólo puede recibir el pago, no exigirlo ni novar la obligación, el adiectus
solutionis causa.
iv) El adstipulator, tanto para exigir cuanto para recibir el pago, y goza de todas las facultades
de un acreedor.
El pago hecho a una persona distinta de las anteriores, si se había realizado por error constituía
una solutio indebitum y, por lo tanto, quien pagaba podía repetir lo pagado mediante la condictio
indebiti.
Como la prestación consistía en una datio (rem o ius) el deudor que pagaba debía ser dueño
de la cosa, pues si el acreedor que recibía el pago sufría la evicción de la cosa pagada, no se producía
la liberación, supuesto que no había existido datio.
El objeto del pago debía ser íntegro, pues el acreedor no estaba obligado a recibir un pago
parcial o incompleto, de tal manera que si rechazaba uno ofrecido así no incurría en mora de recibir.
Si entre el deudor tiene para con el acreedor diversas obligaciones con prestaciones que
recaían sobre objetos similares (v.gr. varias deudas de dinero) una vez que verifica un pago se plantea
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la cuestión de determinar a cuál de todas las obligaciones debe imputarse el pago realizado. Una
situación semejante podía plantearse si la deuda generaba intereses, pues había la cuestión de
determinar si el pago se imputaba al capital o a los intereses.
Los principios que regían la imputación del pago eran los siguientes:
i) El deudor que pagaba podía declarar en el momento del pago a cuál de todas sus deudas
habría de imputarse el pago, sin que pudiera hacerlo después.
ii) Si el deudor nada declara en el momento del pago en orden a la imputación, podía el
acreedor hacer la imputación en el momento de la solutio y no después.
iii) Si las partes nada habían declarado en orden a la imputación del pago, los juristas daban las
siguientes reglas:
a) El pago debe imputarse a la deuda actualmente exigible, y no a aquellas cuya exigibilidad aun
pendiera, como si hubiera obligaciones a plazo o condicionales.
b) Entre varias deudas actualmente exigibles, la imputación se verificaba desde la más gravosa y
continuaba en orden decreciente con las demás.
d) En todo caso lo pagado se imputaba primero al pago de intereses y luego al pago del capital.
En primer término el pago de la obligación sólo puede ser demandado por el acreedor desde el
momento en que la obligación se vuelve exigible, es decir, desde que se cumplió el plazo fijado, o se
verificó la condición.
En toda obligación, aun cuando no se hubiera fijado un plazo para verificar su pago, se entendía
comprendido el que era necesario objetivamente para poder verificar su cumplimiento. V.gr. si Cayo
estipula en Roma dar cien modios de trigo a Julio en Brindisi, se sobreentiende el plazo necesario para
trasladar el trigo desde Roma a Brindisi.
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Los principios que regían la determinación del lugar en el cual había de verificarse el pago eran
los siguientes:
ii) Si nada se había acordado y la obligación tenía por objeto una prestación de género ella
debía ejecutarse en el lugar del domicilio del deudor.
iii) Si nada se había acordado y la obligación era de especie o cuerpo cierto el pago debía
verificarse en el lugar en el que la especie se encontraba, a menos que el deudor dolosamente la hubiera
cambiado de situación, en cuyo caso debía pagar donde fuera demandada.
En ciertos casos el deudor podía colocar el dinero debido dentro de un recipiente debidamente
sellado (obsignatio) y depositarlo (depositio) en un edificio público, generalmente en el tesoro de un
templo, para que quedara a disposición del acreedor. Los casos en los que el deudor podía realizar
esta obsignatio y depositio eran los siguientes:
i) Cuando el deudor ofrecía en tiempo oportuno, íntegra y completamente el pago del dinero
debido a su acreedor y éste se rehusaba a recibirlo, por lo cual incurría en mora de recibir.
ii) Cuando al momento de recibir el pago el acreedor era un menor y no presentaba tutores
para que recibieran por él.
iii) Cuando el acreedor se encontraba ausente al tiempo de tener que realizarse el pago.
iv) Cuando el mandatario del acreedor carecía de facultades para recibir el pago.
v) Cuando no existía certeza respecto de la persona del acreedor, v.gr. cuando el acreedor
había fallecido y no se sabía quiénes eran sus herederos.
Para la jurisprudencia clásica el efecto que producía esta obsignatio y depositio no era tratado
como la simple liberación del deudor, sino que casuísticamente señalaba que eran los siguientes:
ii) El deudor podía exigir la devolución de las cosas que había entregado en prenda del
cumplimiento de la obligación, y cesaba el derecho del acreedor a venderlas para pagarse en ellas.
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iii) Cesaba para el deudor el riesgo del dinero debido.
iv) Si la obsignatio y depositio las había verificado el fiador podía ejercer las acciones de
reembolso contra el deudor principal.
Desde tiempos de Diocleciano se reconocía claramente que el efecto de este acto era producir
abiertamente la liberación del deudor, y el acreedor podía ejercer una actio depositi utilis para exigir
al depositario que le entregara el dinero objeto de la obsignatio y depositio.
Ya se ha dicho que el deudor sólo se liberaba si daba al acreedor la cosa o el derecho debido
sobre ella, de tal manera, si ofrecía una distinta el acreedor libremente podía negarse a recibirla sin
incurrir en mora de recibir, pero podía consentir voluntariamente en que se le diera una o varias cosas
distintas a la debida, precisamente en substitución de ella (aliud pro alio), constituyendo entonces una
datio in solutum ("Dación en pago").
El efecto de la datio in solutum (dación en pago) fue discutido por las dos escuelas de juristas
romanos, pues para los proculeyanos la primera obligación subsistía y el deudor únicamente gozaba de
una exceptio doli para oponer al acreedor que quisiera cobrarle el pago de lo originariamente debido,
y para los sabinianos el deudor se liberaba ipso iure de su obligación. La opinión de los sabinianos fue
la que prevaleció.
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i) La prestación debida no es realizada en absoluto por el deudor. V.gr. Paulo no da el esclavo
Pánfilo debido a Ticio.
iii) La prestación debida es realizada fuera del tiempo originariamente acordado. V.gr. Paulo da
el esclavo Pánfilo a Ticio, pero no en las kalendas de mayo como se había acordado, sino en las
kalendas de julio.
Conforme a los anterior el incumplimiento podía ser: i) Total; ii) Parcial; iii) Por inoportunidad.
El incumplimiento de una obligación puede deberse a un hecho del deudor o a un hecho ajeno a
su voluntad, y dependiendo de ello será la responsabilidad que pueda serle exigida.
i) Vis maior - Casus: si el incumplimiento total o parcial se debió a vis maior (fuerza mayor)
o a un casus (acaso) el deudor quedaba liberado de su obligación, pues la concurrencia de la fuerza
mayor o del acaso extinguía la obligación, y en consecuencia, quedaba eximido de toda
responsabilidad. De tal manera que se podía decir que el riesgo de la fuerza mayor o del caso, en
principio, era asumida por el acreedor.
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Para los juristas romanos la vis maior o casus (fortuitus) agrupaban a una serie de eventos
naturales o no que el deudor no podía resistir y en los cuales no había tomado parte alguna, v.gr. un
incendio, un naufragio, una inundación, muerte natural de animales y esclavos.
a) Cuando lo debido consistía en dar o entregar una suma de dinero, o cantidades fungibles, o
cantidades no fungibles designadas genéricamente, supuesto que en todas estas situaciones lo debido no
eran especies o cuerpos ciertos, sino cualesquiera que pertenecieran al género, por lo tanto se estimaba
que el deudor siempre estaba obligado a pagar con otras del mismo género. V.gr. Si debía 1.000
sestercios; si debía diez modios de óptimo trigo; si debía diez esclavos. Todo ello porque en las
obligaciones de género el peligro de las cosas debidas es del deudor, principio que los intérpretes
formulaban con el adagio genera non pereunt (Los géneros no perecen).
b) Cuando el evento que abstractamente era una vis maior o casus se debía a un hecho o a la
intervención culposa o dolosa del deudor, pues en tal caso dejaba de ser un evento independiente de su
voluntad. V.gr. Si el incendio que producía la muerte del esclavo Pánfilo que se debía, había ocurrido
porque el deudor negligentemente había dejado ardiendo una hoguera en la habitación del esclavo.
ii) Responsabilidad por custodia: el deudor que responde por custodia sólo se ve exonerado
de su responsabilidad por el evento de vis maior o casus, de tal manera que no es necesario probarle
que la cosa se perdió por un hecho suyo, por su dolo o por su culpa, pues la custodia es una cierta
responsabilidad objetiva, sólo excluida por el evento de fuerza mayor o caso.
a) Aquellos que tenían cosas ajenas en beneficio propio: tales eran el comodatario; el
pignoratario; el arrendatario; y el inspector que recibe en propio interés.
b) Aquellas personas que tenían cosas ajenas no en beneficio propio, pero que en cierto modo
iban a obtener un beneficio de ellas, tales eran el lavandero, el sastre, los nautae caupones stabularii,
y el almacenista por las cosas depositadas en sus almacenes.
d) El deudor que tiene una cosa ajena o en parte ajena que debe devolver y que ha recibido
previamente con la estimación anticipada y convenida de su valor.
iii) Responsabilidad por dolus y culpa: en los juicios de buena fe, debido precisamente a la
cláusula ex bona fide, se debía valorar plenamente la actitud y comportamiento subjetivo del deudor en
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relación con el cumplimiento de la obligación, por ello la jurisprudencia acabó por elaborar como
medidas de la responsabilidad las nociones de dolus y culpa.
a) Dolus: en términos generales el dolus era precisamente lo opuesto a buena fe, y suponía una
voluntad o intención positiva dirigida a obtener un resultado y una acción acorde con dicha voluntad
destinada a conseguir el dicho resultado, resultado que podía consistir en un perjuicio en las cosas, o en
una frustración de las legítimas expectativas creadas en la contraparte, de modo tal que resultaba
engañada.
El deudor responde siempre del dolus y no puede ser eximido de él anticipadamente por un
pacto.
Como medida de la responsabilidad el dolus en las acciones de buena fe obliga siempre, de tal
manera que cualquier resultado lesivo para el acreedor imputable a dolo del deudor debe ser incluido
en la condena, es decir, debe el deudor indemnizar los perjuicios causados por su acción u omisión
dolosa.
Si se puede imputar dolo al deudor la indemnización que debe dar comprende los perjuicios
objetivamente directos e inmediatos derivados de su incumplimiento, tanto los previstos, cuanto los
imprevistos.
b) Culpa: la culpa impone una responsabilidad más agravada que la del dolo, pues en ella se
responde por el descuido o negligencia en el cumplimiento de la obligación, es decir, no se requiere de
una conducta voluntariamente querida, sino simplemente un actuar o no actuar no previendo un
resultado dañino previsible como consecuencia de la acción u omisión.
Para que el deudor se encuentre constituido en mora es preciso que se cumplan los siguientes
requisitos:
i) Que la obligación sea exigible: para ello, a su vez, la obligación debía reunir las siguientes
circunstancias:
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i.i) Que fuera una obligación civil y no natural.
i.ii) Que no existiera una excepción que pudiera oponerle el demandado.
i.iii) Que si se trataba de una obligación sujeta a condición ella se hubiera cumplido o fallado en
su caso.
i.iv) Que si se trataba de una obligación a plazo él se hubiera cumplido.
ii) Que el retraso del deudor en el cumplimiento le constituya en mora: el simple retraso en el
cumplimiento del deudor no le constituye siempre en mora, pues hay que distinguir los siguientes casos:
ii.i) Si la obligación estaba sujeta a plazo, su sola llegada constituye al deudor en mora si es que
no ofrece el pago.
ii.ii) Si la obligación no estaba sujeta a plazo, el deudor debe ser constituido en mora mediante
una interpelación (interpellatio), es decir, desde el momento en que el acreedor le reclama el pago. Es
una cuestión de hecho la forma en que se produzca la interpelación, de tal manera que ella podía ser
por un simple requerimiento extrajudicial o mediante la litis contestatio.
ii.iii) Si la obligación era de restituir una cosa ajena porque derivaba de la comisión de un delito
que consistía en la apropiación o substracción de una cosa ajena, la mora empieza desde el momento
de la comisión del delito, v.gr. el furtum.
i) En todo género de obligaciones la mora agrava la responsabilidad del deudor, de modo tal
que le hace responsable del riesgo de la cosa no fungible o cuerpo cierto debido, en vez de que aquel
fuera del acreedor, vale decir, es responsable de su pérdida por vis maior o casus, pues en vez de
disminuir o extinguir su responsabilidad la mora perpetúa su obligación.
ii) En aquellas obligaciones cuya prestación era un incertum, v.gr. las ex bona fide, que no
fueran las de dar dinero, se debían restituir o indemnizar los frutos separados con posterioridad a la
mora, y si el incertum era dinero, la mora hacía que se debieran interese que, por tal razón fueron
denominados “intereses moratorios”.
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El estado de mora del deudor acaba cuando éste ofrece el cumplimiento íntegro y completo de
la obligación al acreedor, y cuando ella se extingue por alguna otra causa.
Si se trata de negocios que generan obligaciones para ambas partes, v.gr. compraventa,
ninguno de los deudores se encuentra en mora respecto del otro si el otro no ha ofrecido el pago
íntegro, completo y oportuno, de allí el dicho: "la mora purga la mora".
No sólo el deudor puede incurrir en mora, sino también el acreedor (mora creditoris o mora
accipiendi). Tal situación se producía cuando el deudor ofrecía al acreedor el cumplimiento íntegro y
completo de la prestación debida en los términos en que había sido acordada en la causa de la
obligación, y el acreedor rehusaba aceptarlo o estuvo impedido de hacerlo.
La mora del acreedor no liberaba al deudor de su cumplimiento, pero sí producía los siguientes
efectos:
ii) Si la obligación era de género, y las especies que el deudor ofreció pagar perecen después
del ofrecimiento de pago, se concede al deudor una excepción de dolo contra la posterior reclamación
del acreedor.
iv) Según Ulpiano si el deudor consigna el capital se detiene el curso de los intereses
moratorios, y según Marcelo ni siquiera era necesario que se produjera la obsignatio del capital. En el
caso de los intereses convencionalmente estipulados, en todo caso se detienen.
v) El deudor puede exigir compensación por los gastos en que incurriera por concepto de
conservación y mantenimiento de la cosa debida, experimentados por la mora del acreedor.
i) Se tiende a concebir un modelo conforme al cual el deudor sólo fuera responsable del dolo, o
del dolo y la culpa, y parece desaparecer la responsabilidad por custodia.
El criterio para determinar si el deudor responde únicamente del dolo, o además de la culpa se
sitúa en considerar en favor de cuál de las partes se recibe el provecho o beneficio del acto (utilitas).
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i.i) Si el negocio sólo cede en utilidad del deudor, éste responde del dolo y de la culpa. V.gr. el
comodatario.
i.ii) Si el negocio sólo cede en utilidad del acreedor, el deudor responde únicamente del dolo.
V. gr. el depositario.
i.iii) Si el negocio cede en utilidad de ambos, los dos responden del dolo y de la culpa. V. gr.
compraventa, arrendamiento, sociedad, prenda, dote. Excepción a esta regla eran los negocios de
gestión, en los cuales no obstante ceder en beneficio del acreedor, el deudor responde del dolo y de la
culpa. V.gr. mandato, agencia oficiosa, y tutela.
ii) Por influencia griega se introdujo cierta graduación en la responsabilidad por culpa, pues se
distinguía entre culpa lata y culpa levis.
ii.i) Culpa lata: era aquella concebida como una "extremada negligencia" y consistía en no
entender lo que todos entendían, y por tal razón era equiparada al dolo.
ii.ii) Culpa levis: se entendía por tal aquella que consistía en contrariar la conducta que tendría
un pater familias diligente, de tal manera que se comparaba la conducta del deudor con este patrón
abstracto del padre de familia diligente, de allí que los intérpretes la llamaran culpa levis in abstracto.
Sólo en época del ius commune medioeval se realizó la tripartición de la culpa en lata, levis, y
levissima.
7.1. ACCEPTILATIO
Es un modo de disolver las obligaciones nacidas de una stipulatio o de una dotis dictio que
básicamente consiste en la realización del acto contrario a aquel por el cual se constituyó la obligación.
Así pues, en ella el deudor pregunta al acreedor si tiene por cumplida la prestación debida, a cuya
pregunta responde congruentemente el acreedor, de tal manera que concluido el acto se tiene por
liberado el deudor ipso iure.
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Como la acceptilatio es un acto legitimo no admite plazo ni condición, y si la obligación era
solidaria la acceptilatio de uno de los codeudores afecta a todos, y el mandatario requiere facultad
especial para realizarla.
El jurista Aquilio Galo, sobre la base de la acceptilatio y de la novatio, ideó un modo general
de extinguir una serie de obligaciones entre dos personas, conocido con el nombre de stipulatio
aquiliana, y que consistía en realizar una estipulación novatoria en virtud de la cual todas las
obligaciones que existían entre un deudor y un acreedor se extinguían para ser substituidas por una sola
otra, la que de inmediato era extinguida por acceptilatio.
Con la aparición del dinero acuñado en época clásica este acto se mantuvo con el gesto
simbólico de tocar con una sola moneda la balanza nummo uno, de tal manera que era solamente un
acto ritual y solemne y ya no real.
El pactum de non petendo (pacto de no pedir) consistía en el acuerdo informal entre deudor y
acreedor en virtud del cual este último declaraba que no le exigiría la prestación debida al deudor
durante cierto tiempo o en forma indefinida. En el caso del pacto de no pedir temporal, simplemente se
trata de la concesión de un plazo, y en el segundo, es decir, en el pacto de no pedir perpetuamente,
libera al deudor.
a) Si la obligación remitida por el pacto era la de pagar la pena derivada de la comisión de los
delitos de furtum o iniuria, pues en esos casos opera ipso iure.
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El pacto de no pedir podía considerarse in rem o in personam, y dependiendo de ellos
derivaba su extensión a terceros o no.
Si el acreedor sólo había pactado no pedir, se entendía que lo había hecho respecto de todos
(in rem) y por lo tanto favorecía al heredero del deudor, al fiador, al codeudor solidario.
Si el acreedor había pactado no pedir a cierta persona solamente (in personam) la exceptio
pacti sólo aprovechaba a dicha persona y no a otros.
7.4. TRANSACTIO
Los contratos consensuales pueden ser dejados sin efecto mediante otro acuerdo consensual
contrario a aquel que los había generado, de tal manera que las partes obligadas por él resultaban
liberadas.
Para que proceda esta causa de liberación era imprescindible que las prestaciones debidas en
razón del contrato consensual no hubieran sido cumplidas por ninguna de las partes, y su celebración les
libera ipso iure.
7.6. COMPENSATIO
Es un modo de liberar obligaciones recíproco que opera en ciertos casos en los cuales dos
personas son recíprocamente acreedoras y deudoras, de tal manera que la deuda menor puede ser
imputada a la mayor y así se ven liberadas hasta su concurrencia.
La compensatio operan normalmente en los juicios de buena fe, supuesto que en ellos es
imprescindible una relación obligacional recíproca de carácter consensual, siempre que:
La compensatio no opera ipso iure, sino por obra del juez en su sentencia, pero él no está
obligado a realizarla.
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También la compensatio tenía lugar en las obligaciones recíprocas que existían entre un
banquero y su cliente, siempre que se tratara de obligaciones propias del giro del banquero, pero ella
sólo operaba cuando el banquero demandaba a su cliente.
7.7. NOVATIO
Es una causa de liberación del deudor, operada normalmente como causa o modo de extinguir
obligaciones, a través de una estipulación novatoria, en virtud de la cual la obligación que existía entre el
deudor y acreedor es substituida por una nueva, que contiene algún elemento diverso a la
primitivamente extinguida.
En las obligaciones de dare o reddere, tal imposibilidad absoluta podía presentarse por la
destrucción completa de la cosa objeto de la prestación siempre que recayera en un cuerpo cierto, por
la pérdida del dominio sobre ella, o por su salida del comercio humano.
7.9. CONFUSIO
Es un modo de liberar de una obligación ipso iure cuando en una misma persona se reúnen la
condición de acreedor y deudor de una misma obligación.
Esta confusión de calidades frecuentemente se produce por la sucesión del deudor o del
acreedor deferida en favor de la contraparte de la misma obligación, o de ambos en favor de un
tercero.
i) Por resolución, es decir, por el efecto extintivo que produce el cumplimiento de la condición
resolutoria o de un plazo resolutorio.
ii) Por revocación, esto es, por un acto unilateral de una de las partes, v.gr. mandato.
iii) Por litis contestatio.
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iv) Por muerte o capitis deminutio del deudor.
En derecho romano clásico una obligación existía sólo en cuanto había una acción personal civil
o pretoria, de tal manera, que alguien solamente se consideraba que estaba obligado si había una acción
en su contra, en razón de lo cual se puede decir que ellas son las "causas o fuentes" de las obligaciones.
Así pues, los juristas no determinaban los "hechos" o "actos" que producían el efecto de
generar una obligación (causa o fuente), sino simplemente estudiaban las acciones.
Sin perjuicio de lo anterior, Gayo formuló dos sistemas distintos de “causas” o “fuentes” de las
obligaciones, y él influyó en un sistema que adoptaron las Instituciones de Justiniano, que ha tenido
mucha fortuna en el derecho occidental hasta nuestros días.
Gayo formuló dos sistemas de fuentes de las obligaciones, a saber, uno en sus Institutiones y
otro en sus Res cottidianae sive aureorum.
a) Sistema de fuentes en las Institutiones: en esta obra Gayo simplemente adopta una
dicotomía, pues señala que toda obligación o nace de un contrato o nace de un delito. De este modo,
las obligaciones pueden nacer: 1.- Ex contractu (De un contrato). 2.- Ex delicto (De un delito).
1.- Obligationes ex contractu: señalaba Gayo que había cuatro géneros de obligaciones que
nacían de un contrato, a saber:
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iii) Las que se contraen por escrito litteris (Transcriptio nominis, chirographa y syngrapha).
iv) Las que se contraen por el consentimiento consensu (compraventa, arrendamiento,
sociedad y mandato).
2.- Obligationes ex delicto: expresa que las obligaciones que nacen de un delito son las de
i) Furtum (Hurto).
ii) Rapina (Robo).
iii) Iniuria.
b) Sistema de fuentes en las Res cottidianae sive aureorum: aquí parece solucionar el
problema de una serie de actos que no aparecían incluidos en su clasificación anterior, pues adopta una
tricotomía de causas, ya que señala que las obligaciones nacen o de un contrato (ex contractu); o de
un maleficio (ex maleficio); o de varias figuras de causas (ex variis causarum figuris).
1) Obligationes ex contractu: ahora sólo señala que las puede haber re, verbis y consensus,
pues las litteris:
3) Variae causarum figurae: tales varias figuras de causas podían ser algunas que nacían
“como de un contrato” (quasi ex contractu) o “como de un delito” (quasi ex maleficio). Tales eran:
a) Quasi ex contractu:
i) Gestión de negocios sin mandato de la que nace la actio negotiorum gestorum.
ii) Las obligaciones nacidas de la actio tutelae.
iii) El pago de lo no debido.
iv) El heredero que debe pagar un legado.
b) Quasi ex delicto:
i) La del juez que hace suya la litis.
ii) La emanada de la actio de positis vel suspensis.
Justiniano, sobre la base de las ideas de Gayo, elaboró una tetrapartición de las fuentes, a las
que llamaba “modos de contraer una obligación”. Tales eran i) las que nacían de un contrato, ii) las
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que nacían “como de un contrato”, iii) las que nacían de un maleficio y; iv) las que nacían “como de un
maleficio”.
1.- Ex contractu: señalaba que había cuatro géneros de obligaciones que nacían de un
contrato, a saber:
Solamente en época del derecho común bajomedioeval se hablará de obligaciones que nacen:
1) del contrato; ii) del "cuasicontrato"; iii) del delito y; iv) del "cuasidelito". También sólo en dicha época
de hablará de contratos "reales", "verbales", "literales" y "consensuales". También en dicha época se
incorporará como fuente a la ley, y así se hablará de "obligaciones legales", tales como las de dar
alimentos.
Sobre la base del estudio del orden que en el Edicto del pretor tenían las acciones referidas a
obligaciones se formula hoy día una enumeración de las causas o fuentes de las obligaciones en época
clásica, aunque nunca fue formulada como sistema por los juristas.
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1) Daciones y entregas que obligan a restituir: podían agruparse básicamente en dos
grupos, a saber, i) las daciones civiles que obligan a restituir y; ii) las entregas que obligan a restituir por
derecho pretorio.
i) Las daciones civiles que obligan a restituir, o “préstamos civiles” comprendían las siguientes
figuras causales:
1) Mutui datio (Mutuo).
2) Datio ob rem.
3) Constitutum.
4) Receptum argentarii.
ii) Las entregas que obligan a restituir por derecho pretorio agrupaban a las siguientes figuras
causales de obligación:
1) Comodato.
2) Precario.
3) Pignus y Pignus conventus.
3.1) Fiducia.
3.2) Depósito.
3.3) Compraventa.
3.4) Arrendamiento.
3.5) Sociedad.
3.6) Mandato.
3.7) Gestión de negocios.
3.8) Procuratio.
3.9) Tutela.
3.10) Actio quod iussum.
3.11) Actio de peculio.
3.12) Actio tributoria.
3.13) Actio exercitoria.
3.14) Actio institoria.
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4) Obligaciones y acciones penales: podían agruparse en dos series, a saber, i) los delitos
civiles y pretorios afines y; ii) los delitos pretorios autónomos.
Conforme a este esquema de las causas de las obligaciones en época clásica se expondrá cada
una de ellas.
Una primera causa genérica de las obligaciones en derecho clásico estaba constituida por
aquellas que quedaban reunidas en las daciones y entregas que obligaban a restituir y que pueden
comprenderse en la denominación amplia de "préstamos", que podían ser civiles o pretorios.
Las daciones civiles comprendían una serie de figuras causales fundadas en una dación
crediticia, es decir, en una datio en favor de una persona, la que en consecuencia adquiría el dominio,
pero encontrándose obligada a restituir a través de la actio condictio. Tales dationes podían
básicamente ser la mutui datio o mutuum, y las diversas dationes ob rem.
Las entregas que obligaban a restituir, agrupaban a una serie de causas en las cuales no se
había realizado una datio, por lo tanto había una mera entrega que constituía al que recibía en
poseedor natural y le obligaba a restituir a aquel de quien la había recibido. Tales eran los casos del
commodatum, del precarium, y pignus.
¶ 1. DACIONES CIVILES
Las daciones civiles estaban vinculadas a la actio condictio que era una acción naturalmente
civil, cuya fórmula era: "Ticio sé juez, Si resulta que N.N. debe dar 1.000 sestercios a A.A. tú juez
condena a N.N. en favor de A.A. por 1.000 sestercios, si no resulta absuelve".
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La condictio podía referirse, además de a una cantidad de dinero, a un cuerpo cierto, v.gr. el
esclavo Pánfilo, o a una cantidad de cosas fungibles determinada, v.gr. 100 modios de óptimo trigo de
África, en cuyo caso la condena sería a cuanto valiera la cosa de que se trataba.
Las dationes que permitían la interposición de esta acción eran la mutui datio, y diversos
géneros de dationes ob rem. Todas ellas consistían pues, en las causas de la obligación y, como tales
eran daciones crediticias que consistían en haber hecho dueño a alguien mediante una datio, quedando
éste obligado a la restitución, no obstante haberse hecho dueño.
El mutuario, por haber operado una datio, adquiría el dominio de las cosas fungibles recibidas,
pero contraía la obligación civil de restituir la misma cantidad de especies del mismo género y calidad.
El objeto más frecuente de la mutui datio era el dinero, y la acción del mutuante para
reclamarlo se denominaba en este caso actio certae creditae pecuniae.
Normalmente se pactaba un plazo dentro del cual, o a partir del cual, el mutuario debía restituir,
de modo tal que si se le reclamaba antes gozaba de una exceptio pacti.
Si no había habido plazo pactado, disponía también el mutuario de una exceptio doli frente a
una reclamación intempestiva del mutuante.
El mutuo se perfecciona por la traditio de las cosas objeto de la dación, cuya causa
precisamente es el convenio entre mutuante y mutuario (mutuum). Tradición que en el caso específico
del dinero era denominada numeratio.
El mutuo es un negocio de carácter gratuito, es decir, el mutuario sólo debe dar la misma
cantidad de especies del mismo género y calidad que las recibidas, y no está obligado a pagar un precio
por ellas, esto es, no genera intereses (usuras).
Sin embargo, entre mutuante y mutuario se podía pactar usuras, pero como los pactos no
generaban acciones, no podía el mutuante reclamar los intereses, aunque si el mutuario los pagaba
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voluntariamente, podía retenerlos y para ello gozaba de una excepción emanada precisamente del
pacto.
Podían además el mutuante y el mutuario estipular usuras, de tal manera que el mutuario
quedaba obligado civilmente al pago de los intereses, mas no por el mutuo, sino por la stipulatio, de la
cual derivaba la acción típica.
En época clásica se regularon los intereses máximos. Primero en un 12% anual, y en tiempos de
Justiniano en un 6% como regla general, un 4% para las personas ilustres, y en un 8% para los
negociantes.
El cómputo de los intereses se detenía cuando el total de los devengados era igual al capital, y
los intereses devengados no generaban intereses (anatocismus).
Una regulación especial se dio para el caso del mutuo de dinero realizado a hijos de familia en
virtud del Senatusconsultum Macedonianum, dado en tiempos de Vespasiano, conforme al cual se
estableció que no se daría acción a quien hubiera dado dinero en mutuo a un hijo de familia, ni aun
después de la muerte de su pater, de modo tal que el magistrado debía denegar la acción al mutuante,
y en aquellos casos en los que no había dación se daba una excepción para detener la acción para
reclamar lo entregado. Sí podían el padre y el hijo pagar voluntariamente, en cuyo caso el mutuante
gozaba de una excepción para retener lo pagado.
En época clásica los juristas entendían que existía una datio ob rem cuando se daba algo para
obtener cierto resultado futuro previamente acordado y convenido con aquel a quien se daba, de modo
tal que si el resultado perseguido con la datio ob rem no era conseguido, aquel a quien se había dado
debía restituir lo dado, y podía exigírsele mediante la condictio.
La datio ob rem, exigía pues, i) una datio inicial y ii) un resultado o fin esperado en el futuro.
Si quien daba no era dueño de la cosa, no se producía el efecto adquisitivo y, por ende, no
gozaba de la condictio, y el tercero realmente dueño podía intentar la reivindicatio, pero si luego
quien había dado llegaba a adquirir el dominio de la cosa, la datio se perfeccionaba en dicho momento.
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ii) El resultado o fin perseguido con la dación era convenido y acordado expresamente entre las
partes, de manera que si no se producía, quien había recibido debía restituir y era obligado a ello
mediante la condictio. Aquel a quien se daba no quedaba obligado a realizar conducta alguna dirigida a
conseguir el fin.
Si la ilicitud radicaba sólo en el que recibía lo dado (turpitudo accipientis), esto es, si el fin
perseguido era ilícito, v.gr. si se daba para que no cometiera un delito, aunque el fin tuviera lugar podía
repetirse lo dado. Igual cosa ocurría si la ilicitud afectaba a ambos.
Si la ilicitud estaba únicamente en quien daba (turpitudo dantis), no podía repetirse lo dado,
aunque no se alcanzara el fin, v.gr. si se pagaba a una moza del partido, que luego negaba sus favores.
Los tipos de datio ob rem podían ser variados, entre ellos los siguientes:
i) Datio esperando una contraprestación de dare, facere o non facere, v.gr. dar para que se
manumitiera a un esclavo, dar para construir un sepulcro, o dar para que se diera otra cosa
(permutatio).
La datio de una cosa para que a cambio de ella se diera otra fue denominada por los juristas
permutatio, y originariamente obedecía a un caso de dare ob rem, de tal manera que quien daba no
podía obligar a la otra parte a diera a cambio de lo dado, sino que solamente podía ejercitar la
condictio para recuperar lo dado.
Posteriormente el pretor creó una actio in factum para obligar a aquel a quien se había dado,
que diera la cosa acordada, dejando a salvo la condictio recuperatoria para el que había dado.
ii) Datio para producir cierto efecto jurídico, sin que aquel a quien se da deba realizar un
contraprestación, v.gr. dar antes del matrimonio para que lo dado quede constituido en dote (datio
dotis causa ante nuptias).
iii) Datio in aestimatum: en ella se daba una cosa valorada o estimada, para que aquel a quien
se la daba restituyera la misma cosa o su estimación, v.gr. dar una cosa para que fuera vendida, y para
que se restituyera ella si no se vendía o la suma estimada si se había vendido.
iv) Datio de lo no debido (indebitum solutum): la solutio o pago es una forma de datio ob
rem, pues en él se da una cosa mediante el modo apropiado para libertar de una prestación debida
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(solvendi causa), de manera tal que el convenio de dar para pagar y de recibir en pago una cosa
debida, actúa como causa de la datio.
El pago de lo no debido consistía en la datio que realizaba por causa de pago quien creía
deber a aquel a quien tenía como su acreedor cuando en realidad no lo era, pues no se debía la cosa.
Quien recibía la cosa adquiría el dominio de ella, pero como el efecto perseguido con la datio
no se conseguía, pues su finalidad era extinguir una deuda, se producía una datio por un fin que no se
había alcanzado (datio ob rem re non secuta), así quien había dado podía ejercer la condictio para
recuperar la cosa dada, que en este caso era llamada condictio indebiti (condictio de lo no debido).
Para que se produzca pago de lo no debido tanto el deudor cuanto el acreedor deben creer
que existe el débito, pues si el acreedor recibe sabiendo que no hay deuda, comete furtum, de modo
que no adquiere el dominio, y quien se la dio por eeror puede ejercer en su contra la reivindicatio. Si
el que da sabe que no debe, no puede repetir lo pagado, porque su datio se asimilia a una donación.
El pago de lo no debido fue considerado por Gayo en sus Instituciones como un caso de
obligationes ex contractu, en su otra obra lo considera dentro de las variae causarum figurae, y
Justiniano lo trata dentro de aquellas que nacían quasi ex contractu.
Caso diverso y anómalo era el de aquel en el cual procedía la llamada condictio furtiva.
Cuando alguien hurtaba una cosa no adquiría el dominio de ella y aunque la poseyera pro possessore,
su dueño podía reivindicarla o intentar la acción penal de hurto, pero en substitución de la reivindicatio
de la cosa hurtada se daba al dueño la condictio furtiva por el valor de ella, cuando la cosa había sido
destruida o no existía.
En el derecho postclásico por obra de las escuelas bizantinas el dare ob rem fue generalizado y
unido a una serie de actos que no encajaban en las figuras negociales típicas, distinguiéndose cuatro
posibilidades:
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iv) Facio ut facias, a saber, hago para que hagas.
A todas estas figuras en el derecho romano-bizantino, desde el siglo XI, se las llamó "contratos
innominados".
a) En los casos en los que se daba para que se diera o para que se hiciera algo (do ut des, do
ut facias), el que daba podía arrepentirse mientras su contraparte no cumplía y resolver el negocio
unilateralmente, por lo cual podía exigir la devolución mediante la condictio, que los juristas del ius
commune llamaron condictio ex poenitentia (Condictio por arrepentimiento).
Si se daba y no se lograba el fin por el cual se había dado, podía el que dio repetir lo dado
mediante la condictio por “causa dada, causa no seguida” (condictio causa data causa non secuta),
o mediante la condictio por “causa de las cosas dadas” (condictio ob causa datorum). Podía
también exigir la condena del que recibió por el valor que le hubiera significado la contraprestación no
cumplida mediante la actio praescriptis verbis, que era de buena fe.
b) Cuando se hacía algo para que se diera (facio ut des) y no se daba, el que había hecho
podía entablar la actio doli.
c) Cuando se hacía algo para que se hiciera (facio ut facias) y no se hacía, quien había hecho
contaba con la actio praescriptis verbis, de modo similar a la actio mandati.
¶ 2. ENTREGAS PRETORIAS
Las entregas que obligaban a restituir, agrupaban a una serie de causas en las cuales no se
había realizado una datio, por lo tanto había una mera entrega que constituía al que recibía en
poseedor natural y le obligaba a restituir a aquel de quien la había recibido. Tales eran los casos del
commodatum, del precarium, y pignus.
El commodatum sólo se perfecciona con la entrega de la cosa objeto de él, por ello Gayo dirá
que este negocio nace re. La entrega, pues, no es una datio, de modo tal que el comodante no
transfiere el dominio, ni menos lo adquiere el comodatario, quien es un simple poseedor natural.
El comodatario sólo puede usar de la cosa, de modo tal que no puede ni disponer ni disfrutar
de ella. Por ello a este acto modernamente se le suele llamar "préstamo de uso".
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El comodato es gratuito, de tal manera que el comodatario no debe pagar un precio por el uso
de la cosa, pues si lo hubiera este negocio se acercaría al arrendamiento.
La prenda es un negocio en virtud del cual una persona denominada pignorante afecta una cosa
como garantía del cumplimiento de una obligación en favor de su acreedor, llamado pignoratario, a
quien entrega efectivamente la cosa (pignum datum). Si la entrega de la cosa se retardaba hasta el
momento del incumplimiento de la obligación este negocio recibía el nombre de pignum conventum o
hypotheca.
Del pignus nacía una obligación pretoria para el acreedor prendario, que consistía en la de
devolver la cosa pignorada al pignorante una vez cumplida la prestación que era garantizada por ella.
El pignoratario responde por custodia, y sólo no responde de vis maior o casus (igual
comodatario).
Si el pignorante substrae la cosa pignorada sin voluntad del pignoratario comete furtum
possessionis.
¶ II. STIPULATIONES
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Una segunda “causa de obligaciones” estaba constituida por las Estipulaciones, que podían
ser:
1) Estipulaciones simples.
2) Estipulaciones con modalidades.
3) Estipulación novatoria y delegación.
4) Estipulaciones solidarias.
5) Estipulaciones accesorias (Adstipulatio y fianza).
6) Expensilato.
¶ 1. ESTIPULACIONES SIMPLES
Stipulatio es el nombre genérico de un negocio formal, solemne y abstracto en el cual una parte
dirije a otra oralmente una pregunta en torno a si está dispuesta a dar, hacer, o no hacer algo, y esta
responde oralmente, de inmediato y de manera congruente. V.gr. ¿Estipulas que me han de ser dados
100 sestercios? ¡Estipulo!. (Spondes mihi centum dare?. Spondeo!).
El efecto de este acto es el de crear una obligación civil, convirtiendo al promitente en deudor
del estipulante, de modo tal que es unilateral, pues el estipulante a nada se obliga. Para que se produzca
este efecto es preciso que:
En sus orígenes sólo podía ser realizada por los ciudadanos, pues era una acto del ius civile,
empleando exclusivamente el verbo spondere, de allí que fuera llamada sponsio.
Eran inválidas o "no existían" por derecho civil, las estipulaciones: i) en que intervenían mudos,
sordos, dementes, infantes menores de siete años; ii) en que el objeto no existía en la naturaleza; iii) en
que la prestación era imposible; iv) en que había incongruencia entre la pregunta y respuesta; v) en que
hubo defectos de forma.
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Se consideraban estipulaciones inútiles la de los infantes mayores, la de la mujer púber sin
auctoritas de su tutor, o aquella en que la prestación era ilícita por contrarias las buenas costumbres, o
las normas públicas.
Las estipulaciones podían acordarse sujetas a alguna modalidad, concretamente bajo condición
o bajo plazo.
La condición podía ser suspensiva, vale decir suspendía el efecto propio de la estipulación cual
era el de generar la obligación de inmediato, esto es, de su cumplimiento dependía el nacimiento de la
obligación. V.gr. ¿Estipulas darme cien si eres elegido cónsul?.
La condición podía calificarse de positiva, si el hecho futuro e incierto consistía en que algo
debiera ocurrir, v.gr. Si Cayo gana la carrera. Negativa, por el contrario, era aquella en que el hecho
futuro e incierto, no debía ocurrir, v.gr. Si Cayo no gana la carrera.
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Mientras la condición suspensiva se encuentra pendiente la obligación no existe, pero es
transmisible a los herederos activa y pasivamente, y puede ser novada y caucionada mediante prenda.
Una vez cumplida la condición suspensiva, la obligación puede ser exigida y se considera nacida desde
la estipulación. Si la condición suspensiva falla, nunca ha habido obligación.
Mientras la condición resolutoria está pendiente, puede exigirse la obligación, y una vez
cumplida deja de serlo y quien la exige es rechazado con una exceptio pacti o exceptio doli.
b) Estipulaciones a plazo (dies): el término o plazo es el hecho futuro y cierto del cual pende
la exigibilidad de la deuda o su extinción.
El plazo es “suspensivo” si se estipula para que sólo a partir de su llegada pueda exigirse la
obligación (ex die - dies a quo); y es “resolutorio” si una vez llegado deja de ser exigible la obligación.
El plazo, en principio, debe ser incluido expresamente en la estipulación, salvo en los casos de
los llamados “plazos tácitos”, v.gr. en las estipulaciones de hacer, cuando se debe dar en lugar distinto.
La llegada del día puede saberse o no, y de saberse puede conocerse cuándo o no saberse.
Así puede haber un plazo cierto cuando se sabe que va a llegar y que llegará tal día, v.gr. ¿Estipulas
darme cien el 10 de las kalendas de mayo?. Puede ser cierto sólo en cuanto a saber que llegará, pero
no se tiene certeza de cúando, v.gr. ¿Estipulas darme cien cuanto Ticio muera?. Puede también ser
incierto en cuanto a si no se sabe si ha de llegar, pero de llegar se sabe cuando, v.gr. ¿Estipulas darme
cien el día que Cayo cumpla 45 años?. Por último, puede se incierto, tanto el saber si llegará, cuanto el
cuándo llegará, v.gr. ¿Estipulas darme cien cuando Julio sea elegido cónsul?.
Todo término incierto en cuanto a no saberse si ha de llegar o no, no es plazo, sino condición.
Mientras el plazo suspensivo está pendiente, la obligación existe, pero el estipulante no la puede
demandar, y si lo hace, incurre en pluris petitio tempore. Una vez cumplido, la obligación se hace
exigible. Pendiente el plazo resolutorio, la obligación es perfectamente exigible como si fuera pura y
simple, y una vez cumplido, el deudor es amparado con una exceptio pacti o doli.
¶ 3. ESTIPULACIÓN NOVATORIA
Por medio de una stipulatio se podía producir una novatio, es decir, si algo ya debido (idem
debiti) era estipulado nuevamente se extinguía la primera obligación y se generaba una nueva que
substituía a la anterior, debido a que se había producido la extinción de la primera causa de la
obligación y se había generado una nueva, es decir, la estipulación.
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En época clásica era imprescindible que se mantuviera el mismo débito, es decir, el mismo
objeto, entre una obligación y otra, pero agregando algo nuevo, que podía consistir en:
i) Un cambio en la causa, v.gr. debía a causa de venta y ahora debe a causa de estipulación.
La novación extingue ipso iure la anterior obligación, por lo que caen también las garantías que
poseía.
¶ 4. ESTIPULACIÓN SOLIDARIA
Ya se ha visto que la solidaridad podía nacer en virtud de una estipulación (Vide prestaciones
solidarias).
¶ 5. ESTIPULACIONES ACCESORIAS
A una obligación existente se podía hacer acceder una estipulación de carácter accesorio.
Si la obligación preexistente procedía de una estipulación este acto de acceder a ella una cierta
nueva estipulación se denomina adstipulatio, si no era así podía tratarse de una fianza.
b) Fianza: mediante una stipulatio accesoria el deudor podía presentar a un tercero que
garantizaba el cumplimiento de su obligación, ("garantía personal") acto que era denominado
genéricamente adpromissio, y que admitía las formas de sponsio y de fidepromissio, según si quien la
prestaba era ciudadano o no, pues la primera sólo era accesible a los cives.
Ambas fianzas exigían la existencia de una obligación previa nacida de una estipulación, y sus
efectos eran:
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iv) El en caso de la sponsio una Lex Furia de sponsu, admitía que si había varios fiadores de
una misma deuda de dinero, ella se dividiera ipso iure entre los fiadores según su número.
v) La mora del deudor principal perjudica al fiador, mas no así el dolo.
vi) El fiador puede oponer las excepciones objetivas del deudor principal al acreedor que le
cobra (doli, rei iudicatae, etc.), mas no las personales (capitis deminutio).
Las fianzas se extinguían junto a la obligación principal. En virtud de la lex Furia, las
adpromissiones celebradas en Italia caducaban al cabo de dos años.
Cuando el fiador pagaba tenía derecho a que el deudor principal le reembolsara. En época
arcaica una lex Publilia le daba una manus iniectio al sponsor contra el deudor principal, más tarde el
pretor le otorgó una actio depensi.
Si eran varios los fiadores y uno de ellos pagaba, tenía derecho a que los otros le reembolsaran
la cuota viril que les tocaba. Este derecho de regreso contra los cofiadores era subsidiario de la acción
de reembolso contra el deudor principal.
c) Fideiussio: era esta una nueva forma de fianza que surgió a finales de la república, en virtud
de la cual el tercero autorizaba bajo su fe lo que el deudor debía a su acreedor, de tal manera que a
diferencia de las adpromissiones en las que el fiador prometía “lo mismo prometido” por el deudor
principal, en la fideiussio se autorizaba “lo mismo debido”.
A diferencia de las formas anteriores ella podía acceder a todo género de obligaciones, y se
transmitía a los herederos del fideiussor, de tal manera que no se extinguía con su muerte, no caducaba
con el tiempo, no operaba ipso iure la división entre varios fideiussores, y sólo una epístola de
Adriano permitió la división entre los fiadores solventes. Tampoco podía recurrir a los beneficios de la
lex Publilia y de la actio depensi.
En época justinianea se introdujo el llamado beneficium excussionis, en virtud del cual el fiador
demandado podía exigir que el acreedor antes de accionar en su contra se dirigiera contra el deudor
principal, de modo tal que sólo le reclamara a éste si aquel no pagaba, así pues, la fianza adquiría un
carácter subsidiario.
Mantuvo también Justiniano el régimen de división ipso iure entre varios fiadores, ahora
llamado beneficium divisionis, y también el beneficium cedendarum actionum, en virtud del cual al
fiador que pagó se le cedían las acciones del acreedor pagado contra el deudor principal actuando en
subrogación suya.
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estaban facultadas para demandar al otro mediante una acción típica y con nombre propio, la que
siempre era de buena fe.
De esta manera el elemento básico de todo contrato en época clásica era el que la relación
generaba obligaciones recíprocas, sin importar que dicha bilateralidad fuera actual o potencial.
Todas estas causas o fuentes de obligaciones, tanto los contratos como las relaciones
contractuales, estaban sujetas a un régimen jurídico común derivado del hecho de estar las obligaciones
derivadas de ellos al principio de la buena fe, o de alguno equivalente
En suma, pues, los elementos que en el derecho clásico definían la noción de contrato eran:
¶ 1. FIDUCIA
1.1. Noción
La fiducia era una contrato de carácter formal y real en virtud del cual el dueño de una res
mancipi (llamado fiduciante) la transfería a otro, llamado fiduciario, mediante una mancipatio o in iure
cessio, quien se obligaba a comportarse de cierta y determinada manera respecto de la cosa y a
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restituir el dominio de ella al fiduciante o a un tercero en un momento prefijado, mediante una
remancipatio o un nueva in iure cessio.
1.2. Caracteres
a) La fiducia era de carácter formal debido a que tenía que realizarse mediante un acto formal
como era la mancipatio o la in iure cessio. Su formalidades, pues, eran las propias de la mancipatio,
o de la in iure cessio.
Para que la mancipatio o la in iure cessio operaran como fiducia (fidei fiduciae causa), y no
generaran sus efectos dominicales propios y simples, debía incluirse en las palabras rituales que debía
recitar el adquirente la cláusula de realizarse por causa de fiducia.
De esta manera, en virtud de la cláusula fidei fiduciae causae, el adquirente de la res mancipi
por mancipatio o in iure cessio, se obligaba a cumplir algo con la cosa y, generalmente a su restitución
al fiduciante o a un tercero.
b) La fiducia era de carácter real, lo que derivaba precisamente del hecho de consistir en una
datio, es decir, en una transferencia de dominio.
1.3. Finalidades
Las finalidades por las cuales se celebraba la fiducia podían ser variadas, y quedaban
determinadas en el pactum fiduciae, que era, como queda dicho, un pacto separado del negocio
principal. Tales finalidades en razón de las cuales se transfería la cosa fiduciae causae podían ser:
a) Garantizar una obligación propia que el fiduciante o un tercero tenían para con el fiduciario.
Sin que fuera lenguaje clásico, Gayo decía que esta fiducia era cum creditore, pues se realizaba
respecto de un acreedor.
b) Usar la cosa de una manera determinada, es decir, un comodato. A esta fiducia Gayo la
llamaba cum amico.
d) Realizar cierto acto o negocio jurídico con la cosa, esto es, un mandato. Igualmente Gayo la
calificaba de cum amico.
1.4. Obligaciones
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Naturalmente el fiduciante y el fiduciario resultaban obligados recíprocamente por la fiducia,
aunque las obligaciones del fiduciante eran sólo eventuales, y tanto las unas como las otras podían ser
exigidas mediante la actio fiduciae, bien en carácter "directa", bien en carácter "contraria".
1.4.1. Obligaciones del fiduciario: en principio el fiduciario resulta obligado a todo lo acordado en el
pactum fiduciae, y a comportarse respecto de la cosa precisamente como quien era dueño de ella
fiduciae causae, y no como un dueño ordinario, de tal manera que si la enajenaba, la enajenación era
válida, pero quedaba obligado a indemnizar al fiduciante.
1.4.2. Obligaciones del fiduciante: las obligaciones del fiduciante eran eventuales, y podían ser las
siguientes:
a) Indemnizar al fiduciario por las impensas necesarias que hubiere gastado en la conservación
de la cosas. V.gr. los medicamentos que hubiera suministrado al esclavo para curarle en alguna
enfermedad.
Las impensas son los gastos que se han realizado en la conservación de la cosa, y debe
distinguirse entre: i) impensas “necesarias”, que son aquellas invertidas en la subsistencia de la cosa; ii)
impensas “útiles”, que son aquellas invertidas en la cosa generando un aumento de su valor y; iii)
impensas de lujo o “voluptuarias”, que son aquellas que presuponen un gasto en la cosa superior al
incremento en el valor que de ella se deriva.
b) Indemnizar las mejoras útiles que el fiduciario hubiera introducido en la cosa. V. gr. el gasto
provocado por haber enseñado algún oficio lucrativo al esclavo.
c) Indemnizar los daños que la cosa hubiera provocado al fiduciario. V. gr. el daño que el
esclavo hubiera ocasionado a los bienes del fiduciario.
La acción de fiducia derivaba del mismo contrato de fiducia, y sus principales características
eran las siguientes:
a) Era una acción in ius, y precisamente por ello en su intentio se hacía referencia al oportere.
b) Era una acción de buena fe, aunque la cláusula exacta hacía referencia a lo que se debía
entre buenos hombres.
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c) Era una acción de carácter infamante.
d) Era una acción que en función “directa” la podía ejercitar el fiduciante para reclamar del
fiduciario el cumplimiento de cualquiera de sus obligaciones, particularmente la de restituir la cosa.
e) Era una acción que en función “contraria” la podía entablar el fiduciario contra el fiduciante
para exigirle cualquiera de las indemnizaciones a que hubiera lugar.
¶ 2. DEPÓSITO
2.1 Noción
El depósito es un negocio (contrato) en virtud del cual una persona, llamada depositante,
entrega a otra, llamada depositario, una cosa mueble, inconsumible y no fungible, para que éste la
custodie gratuitamente y la devuelva al depositante cuando le sea reclamada.
2.2. Caracteres
a) Era un negocio de carácter real, porque nacía en el momento de la entrega de la cosa por
parte del depositante al depositario.
Precisamente por este carácter real del depósito, Gayo en sus Res cottidianae los mencionaba
dentro de las obligaciones ex contractu que nacían re, y de allí que posteriormente fuera incluido
dentro de los contratos reales.
En derecho clásico si se entregaba en custodia un bien inmueble, tal acto era considerado como
comodato.
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c) El depósito siempre era gratuito, es decir, el depositario no podía exigir un precio en razón
de la custodia. Si se convenía precio, el negocio dejaba de ser depósito y advenía arrendamiento de
servicio.
2.3. Obligaciones
En un comienzo el depósito contaba solamente con una actio depositi in factum introducida
por el pretor en contra de aquel que había recibido una cosa mueble para custodiarla gratuitamente y
reprimir su actuación dolosa, y cuya condena era únicamente a cuanto valiera la cosa, y tenía carácter
infamante.
Posteriormente, a finales de la república, apareció una actio depositi in ius con cláusula ex
fide bona, en razón de lo cual el depósito pasó a tener un régimen jurídico contractual, pues de el
resultaban obligados recíprocamente el depositante y el depositario, y para exigir el cumplimiento de
tales obligaciones podían recurrir a la misma acción típica de buena fe en función de “directa” o
“contraria”.
Las obligaciones del depositario, derivadas de la acción de buena fe, se comprendían en todo
aquello que debería dar o hacer según la buena fe, y concretamente eran las siguientes:
Las obligaciones del depositante eran eventuales y podían ser exigidas por el depositario
mediante la actio depositi in ius ex fide bona, en función de “contraria”, en virtud de la cual se le
podía reclamar:
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a) El pago de las impensas necesarias invertidas en la cosa depositada.
El depositario, conforme al régimen de la actio depositi in factum, respondía sólo por su dolo,
tanto el anterior a la litis contestatio, cuanto el posterior a ella y anterior a la sentencia. Solamente
respondía de culpa: a) cuando se había acordado así con el depositante; b) cuando el depositario se
había ofrecido como tal y; c) cuando el depósito se había efectuado en interés del depositario. En estos
tres casos, además, se consideraba que su responsabilidad se extendía hasta la custodia.
El régimen jurídico de la actio depositi in ius ex fide bona, permitía siempre extender la
responsabilidad del depositario hasta la culpa, pues ella se comprendía dentro de “cuanto debía dar o
hacer según la buena fe”, y únicamente respondía de custodia en los mismos tres casos en que lo hacía
conforme a la actio in factum.
El llamado "depósito irregular" era aquel en que la cosa depositada consistía en un bien
consumible y fungible, como una suma de dinero, con la clásula de poder el depositario usar de ella si
quisiere.
Por la razón anterior la entrega era una verdadera datio y en razón de ello el depositario se
hacía dueño de las especies depositadas.
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No se estaba en presencia de "depósito irregular" si el dinero depositado se entregaba dentro
de un arca o cofre cerrado para ser custodiado y restituido, pues en tal caso, la cosa depositada era no
fungible.
a) Al quedar cubierto por la actio depositi in ius ex fide bona, el depositante podía reclamar
intereses desde el momento en que el depositario incurría en mora de restituir, cosa que no procedía en
el mutuo, pues de él derivaba la condictio certa creditae pecuniae, y sólo se podían exigir intereses si
se habían estipulado independientemente.
2.7. Sequestre
El sequestre era una forma especial de depósito en el cual varias personas depositaban in
solidum una cosa para que el depositario la custodiara con cargo a restituirla a aquel de ellos que
resultara favorecido al cumplirse cierta condición.
El sequester recibía la cosa en calidad de poseedor pretorio, y por lo tanto, podía recurrir a los
interdictos posesorios.
Contra el sequester se podía dirigir tanto la actio in factum, cuanto la in ius, y contra su
heredero solamente la in ius.
¶ 3. COMPRAVENTA
1. Noción
La compraventa es un contrato consensual en virtud del cual una persona llamada vendedor se
obliga a entregar una cosa, a otra llamada comprador, la cual se obliga a pagarle un precio en dinero.
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2. Caracteres
Si el comprador había entregado dinero como arras podía descontar del precio de la
compraventa el valor de dichas arras, y si lo entregado en arras había sido una cosa, y pagaba el precio
íntegro, podía reclamar la devolución de la cosa al vendedor. Si el comprador no pagaba el precio, el
vendedor tenía derecho a retener las arras hasta la entera satisfacción del precio, y luego debía
restituírselas al comprador.
Los casos de error que impedían la formación de consentimiento eran los siguientes:
1. El error sobre el mismo hecho de celebrar la compraventa. V. gr. una parte cree que vende
cierta cosa, y la otra cree que la toma en depósito. A este género de error se le llamó desde época
medioeval “error in negotio”.
2. El error sobre la identidad misma de la cosa objeto del negocio (error in corpore). V. gr.
una parte cree vender el esclavo Pánfilo, y la otra cree comprar el esclavo Hermodoro.
4. El error sobre una cualidad substancial de la cosa que se tuvo presente para realizar la
compraventa. V. gr. el comprador cree comprar un anillo de plata, y en realidad es de aluminio, y tal
condición se tuvo presente como subtancial en el momento del negocio (error in substantia).
El error que recae sobre el nombre de la cosa (error in nomine) no invalida la compraventa.
V. gr. Paulo vende el esclavo llamado Hermodoro, y Cayo lo compra creyendo que se llama Pánfilo.
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3. Elementos
Para que exista compraventa es preciso que concurran los siguientes elementos:
Este objeto puede ser cualquier cosa corporal o incorporal, tanto singular cuanto constitutiva de
una universalidad, como por ejemplo la venta de la herencia, pero para que ella sea posible es preciso
que el causante hubiera muerto, pues de lo contrario carecería de objeto, haciéndose responsable el
vendedor de su calidad de heredero.
No sólo es posible comprar cosas presentes sino también las que se espera que existan, pero
respecto de esta última materia los juristas distinguían entre: i) comprar una cosa futura y; ii) comprar la
esperanza (emptio spei):
ii) La compra de la esperanza (emptio spei) se presenta en aquellos casos en los cuales el
objeto de ella consiste en tener como comprado el resultado de una determinada operación de
búsqueda, en cuyo caso la compraventa se estima perfecta, pues precisamente lo comprado es la
suerte (alea). Por ejemplo, comprar los peces que se capturen en la primera redada.
Es posible también la venta de cosas ajenas, pero en ningún caso la compra de cosa propia.
Entre otras razones, es posible la venta de cosa ajena, porque la obligación del vendedor no es de dare
rem, sino de facere.
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El precio debe ser: i) verdadero, esto es real, y no fingido, pues de lo contrario se trataría de
una liberalidad; ii) en dinero, aunque los sabinianos pensaban que podía consistir en otra cosa, y cuya
determinación la fijaban libremente las partes; iii) cierto o determinado, incluso su fijación podía quedar
entregada a un tercero, pero en ningún caso a una de las partes.
En época postclásica apareció, en relación al precio, la idea de su justicia, de modo tal que en
tiempos de Justiniano se estableció respecto de los inmuebles la llamada, por los juristas medioevales,
lesión enorme (laesio enormis), en virtud de la cual el vendedor que había vendido una cosa por
menos de la mitad de su justo precio gozaba de una acción contra el comprador para recuperar la cosa
ofreciendo la devolución del precio recibido.
4. Obligaciones
En razón de ser la compraventa un negocio obligacional bilateral, cada parte estaba dotada de
una acción personal, de buena fe, con intentio in ius, incierta, y demonstratio para exigir a la otra el
cumplimiento de sus obligaciones, tales acciones eran la actio empti (acción de lo comprado) y la actio
venditi (acción de lo vendido).
Las obligaciones del vendedor le pueden ser exigidas por el comprador mediante la actio
empti, y ellas comprendían las siguientes:
a) Conservar la cosa hasta la entrega: el vendedor respondía de culpa por la entrega de la cosa, de
modo tal que si la entrega no llegaba a verificarse sin culpa suya, la compraventa se consideraba
resuelta, y el comprador no debía pagar el precio, o podía recuperarlo si ya lo había pagado.
La regla general anterior variaba si el objeto de la compraventa era una cosa mueble, pues el
vendedor debía conservarla hasta el momento de la entrega, y en época clásica respondía por
custodia, es decir, sólo se liberaba de la entrega por causa de fuerza mayor. Esta responsabilidad por
custodia del vendedor, naturalmente cesaba, cuando ofrecía la cosa al comprador y este rehusaba
aceptarla y caía en mora. Es decir, una vez acordada la compraventa y antes de la entrega de la cosa el
riesgo de su pérdida tocaba al comprador conforme a la regla periculum est emptoris (“El peligro es
del comprador”).
Esta obligación de entregar la cosa comprendía también la de entregar los frutos e incrementos
que hubiera recibido la cosa desde el momento de la compraventa hasta el de la entrega.
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b) Entregar la cosa: la obligación del vendedor no recae en una prestación de dare, sino en
una de facere, es decir, no queda obligado a constituir en dueño al comprador, sino simplemente a
entregarle la posesión pacífica, libre e indiscutida a la cosa vendida (vacua possessio), y por cuyo
cumplimiento el vendedor respondía de culpa.
Cuando al comprador se le entablaba una acción reivindicatoria por un tercero para reclamar la
cosa que había comprado debía comunicarlo a su vendedor, quien estaba obligado a asistirle en el
juicio reivindicatorio y prometerle que le iba indemnizar en el evento de resultar vencido (evictus).
La estipulación acordada para responder por la evicción podía referirse: i) al valor de la cosa
vendida; ii) al duplo como ocurría frecuentemente respecto de los inmuebles (stipulatio duplae), iii) al
valor que la cosa tenía para el comprador que la perdía por evicción, en cuyo caso la estipulación era
de un incierto (stipulatio habere licere), en virtud de la cual el vendedor se obligaba a indemnizar la
pérdida del valor de “poder tener como dueño” que experimentaba el comprador vencido.
Finalmente la última jurisprudencia clásica consideró que la responsabilidad por evicción era un
elemento natural del contrato de compraventa y, por lo tanto, el comprador la podía exigir simplemente
a través de la actio empti, pues quedaba comprendida dentro de todo aquello que debía dar o hacer el
vendedor según la buena fe. A partir de este momento, la única posibilidad que tenía el vendedor de no
responder por la evicción era celebrar un pacto especial denominado de non praestanda evictione, en
cuya virtud gozaba de una exceptio en el caso de serle exigida.
d) Asegurar vicios ocultos de la cosa: el vendedor debía asegurar al comprador por los
eventuales defectos o vicios ocultos que pudiera presentar la cosa vendida, y para hacer efectiva dicha
responsabilidad era habitual que se acordara una estipulación por la cual el vendedor prometía la
ausencia de ciertos y determinados vicios, de tal manera que si ellos aparecían el comprador podía
intentar en su contra una actio incerti derivada de la stipulatio.
Además las declaraciones expresas del vendedor sobre ciertas cualidades de la cosa o
respecto de la falta de determinados defectos, e incluso su actitud dolosa sobre esta materia, podían
permitir al comprador exigirle su responsabilidad mediante la actio empti, la que desde Justiniano
también podía entablarse contra el vendedor que desconocía la existencia de tales vicios ocultos.
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Una situación especial en relación a los vicios materiales de las cosas vendidas se fijaba en el
edicto de ediles curules, a través de la actio redhibitoria y de la actio quanti minoris, que operaban
en los casos de ventas de esclavos y animales mancipables realizadas en el mercado.
El cumplimiento de las obligaciones por parte del comprador le podía ser exigido por el
vendedor mediante la actio venditi, y ella se reducía básicamente a pagar el precio (solvere).
La compraventa podía admitir algunas modalidades especiales derivadas de ciertos pactos que
podían acceder a ella. Aunque por su propia naturaleza los pactos no generan acción, sino sólo
excepción, estos pactos que accedían al contrato quedaban cubiertos por las mismas acciones
contractuales, y su conteido podía ser exigido mediantes las respectivas actio venditi y actio empti.
5.1. Lex commisoria: era un pacto en virtud del cual el vendedor pretendía asegurarse el cobro del
precio, reservándose el derecho de resolver la compraventa si el comprador no pagaba dentro de
cierto plazo.
La jurisprudencia clásica consideró esta cláusula como una condición de carácter suspensivo, y
desde el siglo II la estimó como un pacto de resolución, cuyos efectos no operaban ipso iure.
5.2. “Pactum displicentiae”: también llamado “de retrovendendo”, era aquel pacto mediante el cual
el comprador se reservaba el derecho de devolver la cosa comprada al vendedor dentro de cierto
plazo, en cuyo caso podía el comprador reclamar el precio a través de la actio empti, a cambio de la
devolución de la cosa.
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5.3. “Pactum de retroemendo”: en virtud de este pacto el vendedor se reservaba el derecho de
recuperar la cosa vendida, previa devolución del precio que había cobrado.
¶ 4. ARRENDAMIENTO
1. Noción
El arrendamiento así entendido genéricamente podía recaer sobre una cosa, una obra, o
servicios.
i) Locatio conductio rei (arrendamiento de cosa): es un contrato en virtud del cual el locator se obliga
a entregar al conductor, un inmueble o una cosa mueble no consumible para que este la use y disfrute a
cambio del pago de un precio (merces).
ii) Locatio conductio operis (arrendamiento de obra): es un contrato en virtud del cual el conductor se
obliga a entregar una obra terminada sobre una cosa que ha puesto con tal fin el locator, quien se
obliga al pago de un precio.
iii) Locatio conductio operarum (arrendamiento de servicios): es un contrato en virtud del cual el
conductor se obligar a realizar un servicio determinado en favor del locator, quien se obliga a pagar un
precio por ello.
Las obligaciones del conductor pueden serle exigidas mediante la actio locati que, como todas
las contractuales, es de buena fe, in ius, con intentio incierta y demonstratio. Tales obligaciones del
arrendatario eran las siguientes:
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i) Usar y disfrutar la cosa conforme a su naturaleza y a lo acordado, pero no se entiende que
deba usar de ella personalmente, en razón de lo cual puede subarrendar la cosa, a menos que
expresamente se le hubiera negado tal posibilidad.
ii) Pagar la merced fijada en el tiempo acordado, todo ello en la medida en que ha podido usar
la cosa arrendada. Esta merced podía consistir en una proporción de los frutos de la cosa arrendada,
en cuyo caso se hablaba de colonia partiaria (aparcería).
iii) Hacerse cargo de las impensas necesarias para el mantenimiento y conservación de la cosa
arrendada, pues las restantes eran de cargo del locator.
Ordinariamente el arrendamiento de fincas rústicas solía acordarse por un plazo de cinco años,
y podía prorrogarse por la aceptación tácita de los contratantes una vez llegado el plazo prefijado. Esta
próoroga era por otro plazo igual respecto de las fincas rústicas, y por el de efectiva ocupación por
parte del inquilinus en el caso de las urbanas.
Si el locator vendía y entregaba la cosa arrendada a un tercero, este nuevo adquirente podía
oponerse a la continuación del arrendamiento y privar al arrendatario del uso de la cosa, e igual ocurría
si el arrendador constituía un usufructo sobre la cosa arrendada.
Si bien se trata de la entrega de una obra terminada, la obligación del conductor consiste en una
prestación de facere y, en consecuencia, es indivisible. Puede tratarse de una amplia gama de
obligaciones de hacer, tales como, construir, fabricar, reparar, etc.
Para que este contrato se mantenga como una verdadera locatio conductio operis el locator
debe poner algo a disposición del conductor, pues y este último pone toda la materia se estimaba que
se trataba de una compraventa. Así si se da al artífice el oro para que confeccione una joya se está en
presencia de una locatio, pero si el artífice pone el metal, se está en presencia de una compraventa.
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La locatio conductio operarum (“arrendamiento de servicios”) es un contrato en virtud del
cual el conductor se obligar a realizar un servicio determinado en favor del locator, quien se obliga a
pagar un precio por ello.
En este caso, a diferencia de la locatio conductio operis, la obligación del locator es de dare
operas y, por lo tanto, es de naturaleza divisible, de tal manera que el conductor está obligado a pagar
el precio por la cantidad de trabajo realizado o por el tiempo de los servicios.
¶ 5. SOCIEDAD
1. Noción
La sociedad era un contrato en virtud del cual dos o más personas acordaban poner algo en
común para obtener un ventaja también común.
2. Caracteres
a) El acuerdo de los socios en orden a realizar un aporte: los socios no realizaban un aporte,
sino que se obligaban a hacerlo (de allí que se diga que la sociedad era un contrato consensual). El
aporte al que se obligaban los socios podía ser de diversas especies, y no se requería que fuera igual,
así por ejemplo, podía consistir en bienes, dinero, e incluso trabajo.
Sin perjuicio de la restricción anterior, las partes podían libremente estipular la forma de
participación en las pérdidas y ganancias, pero si no lo hacían ella debía ser proporcional a los aportes.
c) La sociedad podía acordarse respecto de todos los bienes de los socios (societas omnium
bonorum), pero también podía tener como objeto un cierto negocio fijo y estable, o una operación
única y temporal (societas unius rei, societas alicuius negotiationis).
La actuación o gestión de cualquiera de los socios sólo generaba efectos respecto de aquel que
había obrado, y por lo tanto dichos efectos debían con posterioridad ser comunicados a los restantes
socios. Por esta razón no se requería una “voluntad común” de la sociedad para actuar.
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e) Acciones: supuesto que la sociedad generaba una comunidad respecto de los aportes hechos
por los socios, cada uno de ellos disponía de la actio communi dividundo para obtener la eventual
división de la copropiedad que se hubiera producido.
Además de dicha acción divisoria, los socios cuentan con la actio pro socio dirigida a liquidar
las deudas pendientes entre dos socios por gestiones relativas a la sociedad. Como las demás acciones
contractuales, era esta un acción in ius concepta, ex fide bona, con demonstratio. Esta acción
además era infamante, y cuando se trataba de una societas omnium bonorum el socio gozaba del
beneficium competentiae.
3. Extinción
a) Por la muerte de uno de los socios, pues la sociedad exigía un vínculo de confianza entre
todos ellos, el cual era intransmisible, por lo cual no continuaba la sociedad con los herederos del socio
difunto, aunque en el derecho de la época justinianea se admitía constituir una sociedad con el acuerdo
de que ella continuara sólo con los socios supervivientes.
b) Supuesta la misma confianza que debía existir entre los socios, cualquiera de ellos podía
revocarla en cuanto se perdiera dicha confianza, renuncia que no sólo implicaba su salida de la
sociedad, sino la extinción de ella.
d) El ejercicio de la actio pro socio por cualquiera de los socios ponía término a la sociedad,
pues presuponía el término de la confianza.
¶ 6. MANDATO
1. Noción
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El mandato era un contrato en virtud del cual una parte, denominada mandante (mandator,
dominus negotii), encomendaba a otra, denominada “mandatario”i (procurator, qui mandatum
accepit), la realización gratuita de una gestión o de un encargo.
2. Caracteres
3. Acciones
El mandante podía recurrir a la actio mandati para exigir al “mandatario” que le rindiera
cuenta de la gestión encomendada y que le transfiriera lo que hubiera obtenido con aquella gestión.
Era esta una acción in ius concepta, ex fide bona, que acarreaba la nota de infamia cuando
era por dolo.
Esta acción podía utilizarla también el “mandatario” en carácter de iudicium contrarium para
que el mandante le reembolsare los gastos en que hubiera incurrido en el ejercicio del encargo, o para
que le indemnizare los perjuicios que le hubiera ocasionado el encargo.
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La expresión 'mandatarius' es de origen romano-visigótica, pue aparece en el derecho de los visigodos en una ley de
Chindasvinto incluida en el Liber Iudiciorum.
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4. Extinción
El mandato se extinguía por la muerte de cualquiera de las dos partes, en cuanto era un negocio
personalísimo, y lo mismo ocurría si alguna de las partes caía en capitis deminutio. Igualmente
cualquiera de las partes podía desistir del contrato.
Las obligaciones y acciones penales podían agruparse en dos series, a saber, i) los delitos
civiles y pretorios afines y; ii) los delitos pretorios autónomos.
Los delitos constituían, en general, actos ilícitos que daban origen a un juicio penal ordinario, en
contraposición a aquellos actos ilícitos que daban luagr a un crimen perseguible mediante un juicio
público.
Los delitos consistían en agravios privados de carácter patrimonial o de carácter personal, que
presuponían la malicia o dolo de quien los cometía (scientia dolo malo), y por ello quienes no eran
capaces de dolo no podían cometer delitos (v.gr furiosos, infantes).
1. FURTUM
1. Noción
El furtum era un delito privado, que daba origen a una obligación penal, que consistía en el
apoderamiento ilícito y clandestino de una cosa mueble ajena, contra la voluntad del dueño.
2. Elementos
Para que se configurara el delito de furtum era necesario que se presentaran las siguientes
condiciones:
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a) Que se tratara de una cosa mueble o de una persona libre sometida a potestad.
b) Que la cosa perteneciera a alguna persona.
c) Que se cometiera contra la voluntad de la persona que lo sufría.
d) Quien hurtaba debía actuar con dolo malo.
e) Que hubiera contrectatio, esto es, un desplazamiento de la cosa hurtada.
f) Que quien cometía el hurto realizara alguna adquisición como resultado de su acto ilícito, lo
que suele denominarse como "ánimo de lucro", pues la destrucción de una cosa ajena no era
considerada como hurto.
3. Tipos de Furtum
Sobre la base de un texto del Digesto (47.2.1.3), con toda probabilidad interpolado, se
acostumbra distinguir entre furtum rei, furtum usus, y furtum possessionis.
El furtum rei se presentaba en los casos de apoderamiento doloso de una cosa mueble ajena
contra la voluntad de su dueño.
El furtum usus consistía en el abuso respecto de una cosa confiada, por ejemplo, cuando el
depositario usaba la cosa que le había sido depositada, o cuando el comodatario daba a la cosa
comodad un uso distinto a aquel que había sido convenido.
El furtum possessionis se presentaba cuando se substraía la posesión por parte del dueño de
la cosa que no tenía derecho a ella, por ejemplo cuando el dueño substraía la cosa pignorada al
acreedor pignoraticio, o cuando la vendía a un tercero.
En la Ley de las XII Tablas se mencionaban las siguientes acciones civiles para determinados
casos de furtum:
a) Actio furti nec manifesti: se podía recurrir a ella en todo caso de hurto, y era una acción in
ius concepta con una condemnatio por el duplo del valor de la cosa substraída, y que traía aparejada
la nota de infamia. Además podía dirigirse contra el instigador o el cómplice, a quienes se consideraba
como autores punibles en cuanto en la fórmula de la acción se empleaba la frase ope consiliove, es
decir, ope cuando se refería a quien había cooperado materialmente, y consilio cuando se refería al
dolo del autor o del inductor.
b) Actio furti concepti: era aquella que se podía intentar cuando el delito de furtum había sido
descubierto mediante el registro del domicilio de quien lo había cometido, y su condena era al triple del
valor de la cosa substraída.
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c) Actio furti oblati: era la acción que se daba en favor de quien había sufrido la actio furti
concepti en contra del verdadero ladrón, y también tenía una condena al triple del valor de la cosa.
d) Actio de tigno iuncto: era la que se daba contra aquel que había aprovechado furtivamente
materiales de construcción ajenos, y cuya condena era al duplum.
El pretor concedía ciertas acciones in factum para el castigo de algunas especies de furtum,
tales eran las siguientes:
a) Actio furti manifesti: era una acción pretoria in factum concepta con una condena al
cuádruplo del valor de la cosa substraída, cuando se trataba de un hurto flagrante, es decir, cuando
quien lo cometía era sorprendido en el acto del furtum.
b) Actio furti non exhibiti: que se daba en contra de aquel que no presentaba la cosa respecto
de la cual se podía probar que la tenía en su poder.
c) Actio furti adversus nautas caupones satbularios: era una acción al duplum contra los
dueños establecidos como nautae (transportistas marítimos), caupones (hospederos de albergues) o
stabularii (hospederos de establos), por los delitos de hurto cometidos por sus dependientes.
d) Actio vi bonorum raptorum: era una acción pretoria in factum infamante, que se podía
dirigir contra quien había hurtado valiéndose de la violencia por el cuádruplo del valor de la cosa
substraída durnate el laapso de un año desde cometido el delito, pues transcurrido dicho tiempo
solamente se daba por el simplum.
1. Noción
El damnum era típicamente un daño o pérdida experimentado por el dueño de una cosa que le
pertenecía, y en cuanto delito de damnum iniuria datum ("daño injustamente causado") apareció
tipificado por un plebiscito, probablemente del año 286 a.C., conocido bajo el nombre de Lex Aquilia
de damno.
Esta ley contenía tres capítulos que se ocupaban de las siguientes materias:
a) El primer capítulo se refería al delito de daño causado por dar muerte a un esclavo o a un
cuadrúpedo mayor, dándose en contra del autor del delito una acción por el más alto valor que hubiera
alcanzado la cosa durante el año anterior a la cusación del daño.
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b) El segundo capítulo se refería a la adstipulatio y daba una acción contra el adstipulator
que fraudulentamente había hecho remisión del débito al deudor.
c) El capítulo tercero se refería a toda clase de daños, tales como dar muerte (occidere) a
animales distintos a los cuadrúpedos, quemar (urere), romper (frangere), y quebrar (rumpere) cosas
ajenas, en cuyo caso la acción llevaba como pena el más alto valor que la cosa hubiera tenido durante
los treinta días “próximos”.
Los juristas de la época clásica realizaron una importante labor de interpretación de esta ley, y
entre sus principales extensiones e interpretaciones se hallaban las siguientes:
b) Los juristas interpretaron el término rumpere como equivalente a corrumpere, de tal manera
que todo perjuicio causado por destrucción o daño de la cosa, quedaba comprendido en la Ley.
c) La palabra iniuria utilizada por esta Ley fue interpretada por los juristas no únicamente en su
acepción de dolo, sino también en la de ciertos actos de negligencia que causaban daños a otra
persona, y para designar a este género de conducta negligente recurrieron a la expresión culpa, de tal
manera el delito de damnum iniuria datum pasó a ser el ejemplo típico de un delito culposo, esto es,
en el cual sólo era necesaria la negligencia o culpa del autor (“culpa aquiliana” o “culpa
extracontractual”).
El pretor amplió la sanción civil de los daños mediante una serie de acciones que extendían
mediante fórmulas in factum y fórmulas con ficción las prescripciones de la Lex Aquilia de damno.
Tales ampliaciones eran las siguientes:
a) El daño al cual se refería la Lex debía ser datum, lo que se entendía como una relación
causal corporal entre el acto del autor y el daño causado. Pero el pretor daba una actio in factum
concepta en casos en los cuales no se había causado el daño tan corporalmente, pero la acción del
sujeto había dadoocasión a que el daño se produjera, por ejemplo, austar a un animal para que se
precipite por un precipicio.
b) La acción civil de la Lex Aquilia solamente se daba en favor del dueño quiritario, pero el
pretor la extendió en carácter de utilis mediante una ficción a los peregrinos, al usufructuario, al
acreedor pignoraticio.
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5. Otras acciones clásicas derivadas del damnum iniuria datum
a) En el Edicto del pretor Marco Terencia Lúculo (76 a.C.) se introdujo una acción in factum
por el cuádruplo del daño en el caso del daño cometido por una cuadrilla de hombres armados
(damnum vi hominibus armatis coactisve datum)
c) El el caso de daños cometidos con ocasión de una revuelta (turba) se daba una acción al
duplum.
3. INIURIA
1. Noción
La voz iniuria comprendía todo comportamiento injusto, pero en la rúbrica del Edicto se la
empleaba en el sentido de las lesiones inferidas a las personas libres en su integridad personal, tanto
física como moral.
2. La actio iniuriarum
Era una acción penal, pretoria in factum, anual, e intransmisible activa y pasivamente, que tenía
por finalidad conseguir una pena que el juez debía fijar equitativamente en cuanto procediese,
dependiendo de las circunstancias del acto y de las personas afectadas por él, de allí que a esta acción
se la llame “estimatoria”.
Los supuestos considerados en el Edicto para que procediese esta acción eran los siguientes:
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Además de los delitos pretorios vinculados a los delitos civiles señalados en el apartado
anterior, había otros autónomos, que eran los siguientes: 1) Quod metus causa factum erit; 2) Dolo
malo y; 3) Delitos pretorios semejantes al dolo.
1. METUS
El pretor daba una actio quod metus causa por el delito que consistía en retener una
adquisición derivada de un acto causado por medio de una amenaza violenta que había intimidado
(metus) a quien había sufrido el menoscabo patrimonial.
Esta acción fue introducida por el pretor Octavio el año 80 a.C., y por ello suele llamársela
“Acción Octaviana”.
Esta acción pretoria in factum era al cuádruplo del valor de la cosa extorsionada, y
transcurrido el año se daba por el lucro obtenido, y en su fórmula se incluía la cláusula arbitraria, y no
llevaba aparejada la nota de infamia.
2. DOLUS
La accción de dolo malo fue creada por el pretor Aquilio Galo a mediados del siglo I a.C., es
decir, se tipificaba como delito el engaño malicioso (dolus malus) y la acción correspondiente se daba
por el valor del perjuicio sufrido, solamente en el caso de no existir ninguna otra acción posible, es
decir, se trataba de una acción “subsidiaria”.
Después de pasado un año se daba solamente una acción por el lucro obtenido, que no era de
carácter penal. Lo mismo ocurría cuando se intentaba la acción contra los herederos del autor del dolo.
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