Golubov Lectoras Nomadas

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Instituto de Investigaciones Sociales

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Universidad Nacional Autnoma de Mxico

Investigar y estudiar para el beneficio social de Mxico

Principal Historia Directorio De la Direccin Reglamentos Cuerpos Colegiados Planta acadmica Posgrados Biblioteca Difusin Docencia Publicaciones Revistas RMS Discurso RIS Tienda Electrnica Otros sitios del IIS Sitios de inters Ubicacin Intranet Enlaces universitarios Abstract This paper revisits two foundational essays that have reshaped the field of feminism, gender and literary studies. I show how the category of woman has been unpacked and the ways it has shifted to become a contested sign that acquires meaning in specific discursive contexts. The essay maps a conventional trajectory that begins with essentialist reductionism, ends with poststructuralism, and continues to offer another interpretation of this history, which underlines the role of the feminist reader. This essay proposes that this reader is a nomadic entity and a locus of enunciation, a product of feminist theory in general, a reader that freely though intentionally moves between many interpretive perspectives that include that of the reader implicit in the text as well as that of the contextually situated reader. Key words: feminist literary theory, essentialism, locus of enunciation, feminist interpretation.

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D. R. 2011. Universidad Nacional Autnoma de Mxico-Instituto de Investigaciones Sociales-Facultad de Filosofa y Letras. Revista Discurso, Teora y Anlisis nm. 31. Mxico, D.F. ISSN: 0188-1825.

LA

TEORA LITERARIA FEMINISTA Y SUS LECTORAS NMADAS

Nattie Golubov(*) Resumen En este texto se presenta una breve recapitulacin acerca de cmo, en las teoras literarias feministas que ms influencia han tenido en los estudios literarios acadmicos, las categoras mujeres y mujer han dejado de ser conceptos esencialistas y se han convertido en signos que adquieren sentido en contextos discursivos especficos. Para realizar este recorrido, primero se traza esta trayectoria como se ha hecho convencionalmente, una historia lineal que va del reduccionismo esencialista al postestructuralismo, para proponer despus una interpretacin distinta que destaca la ubicacin y el papel de la lectora feminista. En el ensayo se propone que esta lectora es una entidad nmada y un locus de enunciacin producto de la teorizacin feminista en general, una lectora que transita libre pero intencionadamente entre muchas perspectivas interpretativas, que incluyen al lector implcito en el texto y a la lectora situada contextualmente. Palabras clave: teora literaria feminista, esencialismo, locus de enunciacin, interpretacin feminista.

En este ensayo voy a presentar una breve recapitulacin acerca de cmo, en las teoras literarias feministas que ms influencia han tenido en los estudios literarios acadmicos, las categoras mujeres y mujer han dejado de ser conceptos esencialistas y se han convertido en signos que adquieren sentido en contextos discursivos especficos.[1] Para efectuar este recorrido trazar primero esta trayectoria tal y como se ha hecho convencionalmente, como una historia lineal que va desde el reduccionismo esencialista hasta el postestructuralismo, para proponer despus una interpretacin distinta de esta historia que destaca la ubicacin y el papel de la lectora feminista especficamente. Propongo que esta lectora es una entidad nmada y un locus de enunciacin producto de la teorizacin feminista en general, una lectora que transita libre pero intencionadamente entre muchas perspectivas interpretativas, que incluyen al lector implcito en el texto y a la lectora situada contextualmente. Aunque esta lectora puede construirse de muchas maneras, quiero sugerir que el sujeto lector feminista es semejante al sujeto femenino del feminismo, un sujeto genrico, heterogneo y heternomo que est atado simultneamente, segn Teresa de Lauretis, a las restricciones sociales e institucionales; es un sujeto (una lectora) activo(a), un usuario de la cultura definido desde el inicio por su conciencia de opresin de opresin mltiple (Lauretis, 1991: 179). Si ponemos atencin a la posicin que ha ocupado la lectora feminista ante el texto literario en los tres momentos convencionales identificados ms adelante, stos pueden reorganizarse en dos: aquellos que usan el texto literario como fuente de informacin sobre la ideologa del autor o la experiencia de la autora y aquel en el que se reconocen las restricciones que el texto literario impone a su potencial semiosis ilimitada, al tiempo que atiende no slo las diferencias entre una lectora y otra, sino en cada una de ellas. Pero antes de extenderme quisiera hacer algunas acotaciones. Desde hace ya varios aos se ha reiterado el hecho de que la teora literaria feminista no es ni ha sido nunca una teora unificada con un cuerpo finito de obras que ofrezcan un conjunto de tcnicas y conocimientos necesarios para el anlisis de las caractersticas, propiedades y
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ofrezcan un conjunto de tcnicas y conocimientos necesarios para el anlisis de las caractersticas, propiedades y funciones formales y temticas de los distintos tipos de texto que hay y de los procedimientos, modelos y estrategias para darles sentido con perspectiva feminista, puesto que hay teora literaria feminista marxista, postestructuralista, narratolgica, estructuralista, poscolonial, psicoanaltica, bajtiniana, queer, deconstruccionista, neohistoricista, entre muchas otras.[2] No obstante esta diversidad, cabe sealar que las teoras literarias feministas son teoras de la interpretacin y la lectura, aunque difieren de otras teoras de la interpretacin por las tres elecciones interpretativas que se explican en los puntos 2, 3 y 4 que se tratan a continuacin. El primer elemento lo comparten las teoras literarias feministas con la teora literaria en general: 1. Para empezar, son semejantes a la teora literaria que, en su formulacin ms simple, puede definirse como el proceso de reflexionar sobre los marcos, principios y supuestos subyacentes que conforman nuestros actos de interpretacin (Felski, 2008: 2).[3] Esta tarea incluye el anlisis y la discusin autorreflexiva de los supuestos y criterios con los que operan las diferentes escuelas tericas y crticas, como la nueva crtica, el formalismo ruso, la mitocrtica, la esttica de la recepcin, la semitica y el estructuralismo, por mencionar slo algunas. 2. Las teoras literarias feministas suponen que existe una relacin compleja entre los textos que se analizan y el entorno sociocultural y geogrfico en el que fueron escritos y son ledos. Esta relacin nunca es transparente (la literatura no refleja una situacin o condicin extraliteraria, sino que la representa), ya que la obra literaria se concibe como (inter)texto, una instancia en la que se entretejen e integran los sistemas de significado a los que se refiere. Esto significa que las teoras literarias feministas rechazan el proyecto inmanentista de la literatura, que plantea que cada texto ser su propio marco de referencia [] y la tarea del crtico ajena a todo juicio de valor se agotar en el esclarecimiento de su sentido, en la descripcin de las normas y los funcionamientos textuales (Todorov, 1991: 139). En cambio, sostienen que el sentido de cada texto slo puede ser establecido en relacin a sus contextos particulares de escritura y recepcin. Incluso, aquel anlisis que parezca ms inocente, por limitarse a rasgos intrnsecos y textuales, como metforas, aliteraciones, tramas, tipos de narrador, etc., favorece una concepcin de la literatura que fomenta, a su vez, una cierta cosmovisin. Desde el feminismo, no puede disociarse la interpretacin de la evaluacin, as como tampoco pueden divorciarse los elementos formales de la obra literaria del entorno sociocultural y geogrfico en el que sta se concibe, puesto que tambin son fenmenos histricos. Por supuesto, en este aspecto las teoras literarias feministas son comparables a las posturas marxistas, neohistoricistas y materialistas de la literatura y mantienen un dilogo con ellas. 3. Del punto anterior se deriva el tercer eje de la interpretacin: las relaciones entre los textos literarios y los discursos que se encuentran en ellos y los disponibles para un pblico lector o una comunidad interpretativa son necesariamente polticas, porque implican relaciones de poder. Como bien han sealado autores como Teun A. van Dijk, Mary Talbot, Norman Fairclough, Ann Weatherall, los discursos como sucesos de la comunicacin son cuerpos de conocimiento y de prcticas histricamente constituidos que otorgan lugares de poder a unos y no a otros. Pero slo pueden existir en la interaccin social y en situaciones especficas. As que el discurso es tanto accin como convencin (Talbot, 2001: 154). Entre otras cosas, esto implica que los discursos producen activamente lugares de enunciacin y posiciones subjetivas que tienen consecuencias materiales y simblicas, individuales y colectivas. Las teoras literarias feministas estn atentas en un primer momento a las formas androcntricas (por ejemplo, en el uso del gnero masculino como neutro) de la propia lengua y las consecuencias que esto tiene en los procesos de significacin, pero sobre todo analizan las condiciones histrico-sociales de la produccin y las condiciones histricosociales de la interpretacin de los discursos, entendidos como sistemas de representacin, y su relacin con las prcticas sociales no discursivas, considerando que los textos literarios participan activamente en estos procesos de interaccin social. A raz de la reciente revisin del concepto de cultura en los estudios culturales, las teoras literarias feministas han ampliado su campo de accin para abarcar otros fenmenos culturales (el cine, la moda, la comida, la corporalidad), sin perder de vista que los productos culturales tienen una lgica y un funcionamiento propios, que no pueden ser reducidos a otros fenmenos (como el modo de produccin o el patriarcado) y que algunas dimensiones sociales o econmicas que anteriormente se pensaban independientes de la cultura tienen aspectos culturales (Barker y Galasinski, 2001: 1). 4. La cuarta y ltima propuesta es quiz la ms importante: lo que comparten todas las teoras literarias feministas es su preocupacin por las mujeres como escritoras, lectoras y objetos de representacin. El marxismo argumenta que la subjetividad es resultado de las relaciones sociales de produccin y el psicoanlisis sugiere que es producto del lenguaje; a estos procesos estructurantes de la subjetividad el feminismo aade otros, las tecnologas del gnero, para usar la frase de Teresa de Lauretis, que tienen el poder para controlar el campo del significado social y, por ello, para producir, promover e implantar representaciones del gnero (1991a: 259). De Lauretis retoma el trmino tecnologa de Michel Foucault para mostrar cmo las representaciones del gnero se construyen por medio de todo tipo de prcticas discursivas y no-discursivas (desde los medios de comunicacin hasta lo que Althusser llam los aparatos ideolgicos del Estado, y el propio feminismo, por supuesto) que organizan las maneras de hacer gnero, con el propsito de transformarlas. Tenemos, entonces, que es posible reunir las diversas teoras literarias feministas porque son teoras de la lectura: revelan que ninguna interpretacin es inocente y, tras reconocer este sesgo, responden con un ejercicio de lectura intencionado, entre lneas, o a contrapelo (Lauretis, 1991a: 272), desde otro espacio discursivo. Dicho de otro modo, estudian el texto literario como un proceso que incluye la produccin y la interpretacin para investigar cmo incide el gnero en ambos, y en la medida en que el objeto de estudio se construye como dinmico, la recepcin crtica del texto tambin lo hace. Este tipo de ejercicio interpretativo sugiere que toda instancia de crtica literaria feminista la discusin razonada y el anlisis textual de obras literarias concretas supone implcitamente la existencia de un tipo particular de sujeto, que, en mi opinin, es un sujeto (terico) del feminismo, una lectora feminista. Esta lectora no es la lectora emprica del texto literario (objeto de anlisis de la sociologa de la lectura) ni la narrataria, la lectora ideal o la lectora implcita (aunque la teora feminista atiende todas estas instancias), sino un lugar desde donde se practica la crtica literaria feminista y que es resultado de la teorizacin feminista. Lo que me interesa destacar son las caractersticas de este locus de enunciacin que se deriva de algunas teoras literarias feministas, un locus que cambia conforme cambian los textos que se leen y las condiciones institucionales donde se practica la crtica literaria, as como por la transformacin de la teora feminista en su conjunto como resultado de la revisin e incorporacin de ideas, conceptos y mtodos provenientes de otras disciplinas, como la filosofa, la antropologa, la historia, la sociologa, el psicoanlisis. No intentar elaborar una teora de la lectura, sino destacar algunos de los rasgos que las teoras literarias feministas le adjudican a una lectora feminista. Este sujeto lector es un derivado de las teoras literarias feministas que han elaborado, en su conjunto, una posicin de lectura feminista una posicin discursiva producto tanto del propio texto como del contexto y del campo semntico
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feminista una posicin discursiva producto tanto del propio texto como del contexto y del campo semntico feminista, que esencialmente se ha dado a la ambiciosa tarea de establecer el fundamento semitico de una produccin diferente de referencias y significados, una reescritura de la cultura (Lauretis, 1991: 179). Dado que el feminismo est siempre atento a las formas en que las circunstancias sociales y culturales, polticas y econmicas sujetan/subjetivan a las mujeres, y que, por tanto, la crtica literaria feminista atiende especficamente a las prcticas significantes que producen a la mujer en textos especficos, la lectora feminista ocupa una posicin frente al texto literario que podra describirse como nmada, incmoda, distinta de lo que podramos denominar una lectora femenina o una mujer lectora, porque supone una autoconciencia y una actividad reflexiva que exige una postura mvil ante el texto literario y un exilio metafrico con respecto a la literaturidad. Si pensamos en la teora literaria feminista como una forma de toma de conciencia del carcter discursivo, es decir, histrico-poltico, de lo que llamamos realidad (Colaizzi, 1990: 20), que en la prctica constantemente se enfrenta a la necesidad de reemplazar las representaciones dominantes y preferentes de la mujer un sujeto colectivo esencializado y homogneo para reemplazarlas con las mujeres sujetos materialmente engendrados con identidades mltiples, cambiantes y contradictorias, la lectora feminista no sera simplemente una lectora resistente (Schweickart, 1986: 42), atrincherada en una posicin ideolgica, sino un lugar de enunciacin necesariamente inestable que coopera irreverentemente con el texto. Quiz, como sugiere Ruth Robbins, sera ms atinado describir los muchos anlisis textuales feministas como una serie continua de intervenciones en aquellas prcticas de lectura que no contemplan el gnero como elemento constitutivo de los discursos literarios y no literarios, intervenciones orientadas a politizar la lectura (2001: 47). Como seal anteriormente, las teoras literarias feministas, al igual que aquello conocido simplemente como teora feminista, se resisten a toda generalizacin, debido, en parte, a que ha sido una empresa intelectual exitosa y prolfica de gran diversidad metodolgica, temtica, ideolgica que ha transformado radicalmente el estudio acadmico de la literatura porque ha demostrado que la escritura, publicacin, circulacin y recepcin de las obras literarias estn inevitablemente marcadas por el gnero. Sin embargo, a juzgar por el volumen de artculos, libros y antologas revisionistas publicados en aos recientes, parecera que esta empresa colectiva ha llegado a su fin, puesto que ha cumplido con el objetivo de revisar los criterios con que se constituy el canon literario, recuperar la obra de autoras que haban sido excluidas de l y leer crticamente la literatura escrita por hombres. Asimismo, parecera que metodolgica y conceptualmente se ha agotado la empresa terica: ahora se trata de emplear sus propuestas y contrapropuestas para analizar obras literarias de todas las pocas escritas por hombres y mujeres, revisar los criterios valorativos que sustentan el canon literario y los gneros literarios que ste privilegia y replantear teoras literarias (teora de la recepcin, narratologa, semitica, etc.) con el gnero como eje de anlisis. Podra pensarse que el xito de las teoras literarias feministas ha precipitado su fin, al menos en lo que respecta a sus propuestas tericas. En este sentido, las teoras literarias feministas comparten el mismo destino que las de la poca de oro de la teora cultural, que, segn Terry Eagleton, ya termin: la generacin posterior a la de [las] figuras innovadoras hizo lo que las generaciones posteriores hacen habitualmente. Desarrollaron las ideas originales, las ampliaron, las criticaron y las aplicaron. Los que pueden, reelaboran el feminismo o el estructuralismo; los que no, aplican estos puntos de vista a Moby Dick o a El gato garabato (2005: 14). El resultado es que existe una pltora de inventarios y balances que reconstruyen una genealoga continua de la teora literaria feminista (en singular), por lo general con fines pedaggicos, que implcitamente sugieren una progresin que va desde la intensamente poltica pero terica y conceptualmente ingenua crtica a la dcada de los aos setenta hasta la sofisticacin postestructuralista de los ochenta en adelante.[4] Esta historia, engaosamente progresiva (que en ocasiones tambin se describe con un dejo de nostalgia por las certezas pasadas y el vigor del compromiso poltico), va ms o menos como sigue. Empezamos con la madre fundadora, Virginia Woolf, y seguimos con la poca posterior a 1968, identificada con el feminismo de la segunda ola (aunque en ocasiones se menciona a Simone de Beauvoir), que prolifer en el contexto del movimiento de liberacin femenina. Este periodo se asocia con un conjunto de textos fundacionales como Thinking about Women, de Mary Ellman (1968); Patriarcal Attitudes, de Eva Figes (1970); El eunuco femenino, de Germaine Greer (1970), y el ms conocido de todos, Poltica sexual, de Kate Millett (1970), que son clasificados por su anlisis crtico del patriarcado, el deseo masculino y el cuerpo objetivado y cosificado de las mujeres. Suponan que las mujeres eran condicionadas para cumplir con las normas internalizadas de una feminidad pasiva, dependiente, sumisa, cuyo deseo est orientado exclusivamente a satisfacer el deseo masculino. Basta una cita de Millett para ejemplificar el tono y la actitud de esta perspectiva: En nuestro orden social, apenas se discute y, en frecuentes casos, ni siquiera se reconoce (pese a ser una institucin) la prioridad natural del macho sobre la hembra. Se ha alcanzado en l una ingeniossima forma de colonizacin interior, ms resistente que cualquier tipo de segregacin, y ms uniforme, rigurosa y tenaz que la estratificacin de las clases. Aun cuando hoy da resulte casi imperceptible, el dominio sexual es, tal vez, la ideologa que ms profundamente arraigada se halla en nuestra cultura, por cristalizar en ella el concepto ms elemental del poder. Ello se debe al carcter patriarcal de nuestra sociedad y de todas las civilizaciones histricas (1975: 33). Millett, como las dems crticas de esta poca, supona una relacin transparente entre las imgenes literarias de las mujeres y la realidad, y entre el gnero del autor y el narrador, adems de que se pasaron por alto las particularidades de la literaturidad y la textualidad. En trminos del feminismo, tampoco fue muy til este tipo de lectura porque no se formularon propuestas alternativas a los estereotipos negativos que se identificaron y que tanto se criticaron. Sin embargo, la idea de que el proceso de lectura puede ser diferente para hombres y mujeres fue revolucionaria porque denunci el supuesto tcito subyacente a toda crtica y teora de la poca de que los lectores eran hombres. Por ejemplo, Judith Fetterley postul en The Resisting Reader (1978) que, como el lector implcito de los textos literarios es varn, las obras cooptan a la lectora mujer, produciendo un reconocimiento contrario a ella misma (Littau, 2006: 201). Segn Littau, esto signific que era de importancia poltica para una mujer encarar esos textos como lectora resistente en lugar de aquiescente a fin de invertir el proceso de inmasculacin de las mujeres que llevan a cabo los hombres (2006: 201). Este enfoque supone dos cosas: que todas las mujeres decodifican los textos de la misma manera porque sus sistemas de significacin son semejantes, en tanto que estn determinados por el patriarcado, y que los textos no permiten otras lecturas porque son sistemas clausurados y monolticos (2006: 201) carentes de indeterminaciones. No obstante, una aportacin importante de esta crtica es que pudo establecer una distincin entre la lectora feminista que se resiste a ser interpelada cooptada por la estructura apelativa del texto, al proclamar la libertad de la intrprete, y las destinatarias ideales que colaboran en la realizacin del texto en
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texto, al proclamar la libertad de la intrprete, y las destinatarias ideales que colaboran en la realizacin del texto en los trminos que ste impone. Una segunda etapa inicia a finales de la dcada de los setenta, cuando aparecieron libros como The Female Imagination, de Patricia Meyer Spacks (1976); Literary Women, de Ellen Moers (1978); A Literature of Their Own, de Elaine Showalter (1977), y The Madwoman in the Attic (1979), de Sandra Gilbert y Susan Gubar. Este conjunto de obras se clasifican como pertenecientes a la fase ginocrtica de la teora literaria feminista porque, a diferencia de autoras como Millett o Figes, que destacaron las imgenes negativas de las mujeres en la literatura escrita por hombres (se analizaban los estereotipos y roles femeninos y el posible efecto negativo que tenan cuando se internalizaban), se enfocaron en las imgenes y experiencias de las mujeres y la feminidad en la literatura escrita por mujeres. Algunas de las preguntas que se plantearon fueron las siguientes: Qu escritoras haban sido excluidas de las historias literarias y cules fueron los criterios estticos que explicaban esta exclusin del canon? Eran apropiados los periodos literarios para dar cuenta de la escritura femenina? Bajo qu condiciones materiales y culturales escribieron estas mujeres? Hay temas o preocupaciones comunes que emergen de su situacin compartida de opresin y explotacin? Hay rasgos comunes a la literatura de mujeres que justifiquen la creacin de una tradicin literaria femenina? Hay un estilo femenino o una escritura femenina que exprese una conciencia femenina? Se rescataron y visibilizaron dimensiones otrora devaluadas de la vida de las mujeres, como las relaciones entre madres e hijas, la experiencia de la maternidad y el matrimonio, la amistad entre mujeres; se analizaron estrategias de resistencia y transformacin de tramas y estereotipos convencionales para ver cmo incide el gnero en el gnero literario (los gneros populares, el Bildungsroman, el Kunstleroman, los cuentos de hadas, la autobiografa): debemos tener en mente explica Annette Kolodny en un artculo de 1975 que hasta ahora en la literatura las mujeres han expresado lo que han podido expresar, como resultado del juego complejo entre determinaciones biolgicas, talento y oportunidades individuales, y los efectos ms amplios de la socializacin que, en algunos casos, pueden gobernar los lmites de la expresin o hasta de la percepcin o de la experiencia misma (1975: 76). Segn Mary Eagleton, esta perspectiva, aunque muy productiva y prolfica, eventualmente perdi fuerza debido a que su posicin era inherentemente contradictoria: criticaba la historia literaria y el pensamiento cannico pero deseaba formar parte de l; buscaba las convergencias entre mujeres pero no quera imponer la uniformidad; dudaba de los valores estticos tradicionales pero los usaba para valorar a las escritoras; deseaba hablar en nombre de todas las mujeres pero mostraba un inters particular en un grupo perteneciente a cierta clase y raza en un momento particular (2007: 110). La diferencia entre hombres y mujeres era entendida exclusivamente en trminos de la diferencia sexual, adems de que esta oposicin era el nico eje de la opresin de las mujeres: aprendan a mirarse y evaluarse a s mismas con la mirada masculina porque no haba manera de ubicarse fuera del entramado de representaciones simblicas y culturales dominantes, por lo que su identidad estaba constituida principalmente por el gnero, el elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias que distinguen los sexos (Scott, 1999: 61). Sin embargo, el lugar que ocuparon las crticas que contribuyeron al corpus de obras ginocrticas es interesante porque aqullas postularon la existencia de un mundo femenino en el que de alguna forma participaban todas las mujeres porque sus circunstancias socioculturales les permitan otra perspectiva sobre el mundo. Tenemos, entonces, que la primera vertiente terica plante que todas las mujeres compartan la experiencia de la opresin como consecuencia de la valoracin negativa de la feminidad; en esta segunda etapa la diferencia se revalor, la especificidad femenina dej de ser un rasgo esencial de las mujeres para volverse un fenmeno cultural; ya no fuente de inferioridad sino de fortaleza. A esta etapa sigui un cambio de paradigma, un periodo en que el significado de mujer como trmino significante fue sometido a sus ms radicales desestabilizaciones y, por ende, se transform lo que significa ser feminista y practicar crtica literaria feminista (Plain y Sellers, 2009: 210). En este periodo confluyeron dos corrientes tericas: por una parte la de muchas mujeres cuya experiencia haba sido ignorada por la reflexin feminista previa, que parta del supuesto de que todas las mujeres vivan el patriarcado de forma similar, y por la otra el postestructuralismo. El mbito circunscrito de la crtica feminista precedente interesada principalmente en la literatura de escritoras y escritores cannicos de Occidente se ampli para incorporar la diversidad de la experiencia y creatividad de otras mujeres mujeres de color, lesbianas, inmigrantes, las provenientes de la periferia metropolitana, adems de que result evidente que era necesario reflexionar sobre la masculinidad cuando se incorpor la teorizacin sobre el gnero: Pocas mujeres blancas estn dispuestas a reconocer que el movimiento de liberacin femenina se estructur consciente y deliberadamente para excluir a mujeres negras y no blancas y sirvi principalmente a los intereses de las mujeres blancas de la clase media y alta con educacin superior que buscaban igualdad con hombres blancos de la clase media y alta, dijo bell hooks en 1981 (hooks, 1992: 147). Las mltiples opresiones se volvieron tema de anlisis como resultado de que las otras, las excluidas por lo que se lleg a conocer como el feminismo blanco heterosexual, introdujeron a la discusin la idea de que el gnero interacta con otras categoras identitarias, como la clase, la etnia, la orientacin sexual, la raza, que, de maneras complejas, situadas, constituyen una matriz de la dominacin, para usar la frase de Patricia Hill Collins. Esta perspectiva busca reemplazar los modelos aditivos de la opresin (que estn arraigados en el pensamiento dicotmico) con un modelo antirracista, antisexista y anticolonialista de anlisis que entiende la raza, la clase y el gnero como sistemas de opresin entrelazados: La raza, la clase y el gnero representan los tres sistemas de opresin que ms afectan a las mujeres afroamericanas. Pero estos sistemas y las condiciones econmicas, polticas e ideolgicas que los sostienen podran no ser las opresiones ms fundamentales, y definitivamente afectan a ms grupos. Otras personas de color, los judos, los pobres, las mujeres blancas y los gays y lesbianas han obtenido todos justificaciones ideolgicas similares de su subordinacin. Todas las categoras de humanos etiquetados como Otros han sido equiparados entre s, a los animales y a la naturaleza (Collins, 1991: 225). Este tipo de reflexin dio pie, posteriormente, a la nocin de interseccionalidad, trmino acuado por Kimberl Crenshaw en 1989 para sealar que la subjetividad est constituida por los vectores de la raza, el gnero, la clase y la sexualidad, que se refuerzan mutuamente (Nash, 2008: 2). Como resultado de la influencia del postestructuralismo,[5] mucha de la teora literaria feminista se vio en la necesidad de descartar la idea de que la literatura refleja una experiencia o una conciencia femenina, porque este supuesto ubica el significado fuera del texto, en la vida y conciencia de la autora, ms que en la interaccin situada entre lectora y texto: la legendaria muerte del autor elimin la posibilidad de que los textos literarios pudieran
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entre lectora y texto: la legendaria muerte del autor elimin la posibilidad de que los textos literarios pudieran leerse como expresin autntica de la experiencia preexistente de una escritora con acceso a su interioridad porque est plenamente presente y es transparente a s misma. Se sigue que cuando el texto se lee como evidencia de la experiencia, la lectora feminista busca en l imgenes de la feminidad y la experiencia femenina que tambin existen fuera del texto. En cambio, la teora literaria feminista postestructuralista interpreta textos como sitios sin fronteras donde se produce el gnero, cuyos significados estn relacionados con y cobran sentido cuando se articulan con los discursos disponibles en el momento histrico de su produccin y con el entramado discursivo disponible en el momento de su recepcin. Para usar el ejemplo de Chris Weedon, si el lenguaje ya no es pensado como un medio transparente para la expresin de significados estables ya constituidos en el mundo, las imgenes masoquistas de las mujeres, por ejemplo, no reflejan mujeres reales, as como los hroes de las novelas de James Bond no reflejan hombres reales (1987: 148); lo que ofrecen los textos son construcciones de posibles formas de feminidad y masculinidad, culturalmente disponibles legibles, imaginables y sujetas a las normas de la literaturidad y a las restricciones de los gneros literarios vigentes en el momento de la produccin y la recepcin. Para este tipo de anlisis literario la diferencia hombre/mujer deja de entenderse como fija y se analiza como resultado de un proceso continuo y fluido de identificacin y desidentificacin. Tambin lo femenino y lo masculino, as como otros vectores de la identidad, se analizan como resultado de un proceso de produccin de significados, ms que como esencias de las personas o los grupos sociales. La identidad es relacional, esto es, constituida en el juego de la semejanza y la diferencia entre distintos grupos sociales, por lo que es inherentemente cambiante y contradictoria. Es decir, aparte de ser una forma primaria de relaciones significantes de poder (Scott, 1999: 61), el gnero comprende los smbolos culturalmente disponibles que evocan representaciones, mitos, narrativas culturalmente aceptadas de las mujeres y conceptos normativos que se despliegan en un intento por fijar el sentido de estas representaciones por parte de distintas instituciones y organizaciones religiosas, polticas, legales, civiles, educativas, etc. (Scott, 1999: 62). Es en esta fase de la reflexin feminista donde la intervencin de Joan W. Scott fue decisiva, puesto que su ensayo invita a las historiadoras a analizar cmo se produce el gnero de formas contradictorias en el cruce de mltiples factores, desde las representaciones hasta la economa, la poltica, las relaciones internacionales, las relaciones de parentesco, etc. Esta estrategia de lectura dio pie a que el anlisis textual estudiara cmo se figura lo femenino en el texto; esto es, no deben estudiarse nicamente la masculinidad y la feminidad de personajes y narradores, sino la forma en que el gnero marca (genders) los espacios y el tiempo, los smbolos y las imgenes, las narrativas culturales inscritas en el texto y la descripcin de la alteridad, las nociones de nacin y hogar, las prcticas cotidianas y la corporalidad, y permite que se vinculen distintas esferas de la vida social y cultural con la particularidad. Segn el recuento anterior, parecera que antes del momento postestructural no haba conciencia de que las mujeres o la mujer fueran signos que cobran sentido en contextos discursivos y socio-histricos especficos. No obstante, en el innovador ensayo El trfico de mujeres: notas sobre la economa poltica del sexo (1975), de Gayle Rubin, as como en El gnero: una categora til para el anlisis, de Joan Scott (1986), ya se perciba esta idea porque ambos textos ubican sucintamente el principal problema y objeto de la reflexin terica feminista, y es a partir de esta idea que es posible elaborar una propuesta para el anlisis textual que no sea ni prescriptiva ni suponga una relacin transparente no mediada/producida por el lenguaje entre el texto literario y la experiencia narrada o la realidad. Mi punto de partida son estas dos citas: En alguna ocasin, Marx pregunt: Qu es un esclavo negro? Un hombre de raza negra. Slo se convierte en esclavo en determinadas relaciones. [] Podramos parafrasear: Qu es una mujer domesticada? Una hembra de la especie. Una explicacin es tan buena como la otra. Una mujer es una mujer. Slo se convierte en domstica, esposa, mercanca, conejita de playboy, prostituta o dictfono humano en determinadas relaciones (Rubin, 1986: 96). varn y mujer son al mismo tiempo categoras vacas y rebosantes. Vacas porque carecen de un significado ltimo, trascendente. Rebosantes porque, aun cuando parecen estables, contienen en su seno definiciones alternativas, negadas o suprimidas (Scott, 1999: 73). La categora sexo/gnero de Rubin no ha sido superada en el uso ms comn de la categora de gnero: cuando se sostiene que el sexo es dado y el gnero es socialmente construido se est haciendo eco de la categora sexo/gnero elaborada por ella. Cuando el sexo es entendido como una caracterstica biolgica natural e insustituible sobre la cual se construye el gnero, que, a diferencia del sexo, vara segn tiempo, contexto y cultura (porque es la organizacin sistemtica de la diferencia sexual), y por lo tanto puede ser transformado mediante procesos de concientizacin, estamos ante la herencia de Rubin, quien rechaza el determinismo biolgico al argumentar que el gnero es el resultado de un proceso social productivo, de la interaccin entre estructura y cultura. Pero el artculo de Rubin hace ms que slo desarrollar herramientas conceptuales que explican por qu y cmo se mantiene la opresin de las mujeres por medio de normas y prcticas sociales sistmicas: muestra cmo puede el feminismo hacer un uso crtico de la obra de otros Stoller, Marx, Lvi-Strauss, Freud, Lacan para explicar la ubicacin social y cultural de las mujeres y nos ofrece, quiz su contribucin ms importante para las teoras literarias feministas, un modelo para comprender cmo es que las mujeres circulan como objetos semiticos: el trfico de mujeres. Las mujeres circulan como mercanca, como objeto de intercambio, como don, como cuerpos deseados y deseantes, como signos de una pltora de otredades feminizadas, signos al mismo tiempo vacos y rebosantes de significado. A partir de esta idea es factible recuperar la propuesta central del artculo de Rubin para el estudio de la literatura y hacer un intento por soslayar la historia de la teora literaria feminista, que se narra como un tipo de Bildungsroman colectivo, para emplear un trmino de Mary Eagleton (1996: 4), que empieza con la ingenuidad de la primera crtica a la sofisticacin terica actual, de la concepcin ingenua de la experiencia como inmediata y accesible a la conciencia y sujeta de ser expresada en la literatura, a la densidad terica que desconfa de toda certeza y se adhiere a las tesis de la muerte del hombre, de la Historia y de la Metafsica (Benhabib, 1). Otra manera de trazar esta historia, y que me parece ms til, es tomar en cuenta que en una primera etapa se crea que el texto literario reflejaba la condicin de las mujeres y la opinin del autor: el contexto socio-cultural era un trasfondo inerte y la figura del autor permite explicar tanto la presencia de ciertos acontecimientos en una obra como sus transformaciones, sus deformaciones, sus modificaciones diversas (y esto por la biografa del autor, la ubicacin de su perspectiva individual, el anlisis de su pertenencia social o de su posicin de clase, la puesta al da de su proyecto fundamental) (Foucault, 1984: 51). Posteriormente, el contexto dej de ser un trasfondo para transformarse en un entramado discursivo que guarda una relacin dinmica con el texto literario, porque ste se postul como un lugar de articulacin digamos que un momento de clausura arbitraria de significaciones. A su
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postul como un lugar de articulacin digamos que un momento de clausura arbitraria de significaciones. A su vez, el autor se convirti en una funcin discursiva del texto, en una estrategia textual. Luego la crtica feminista se da a la tarea de investigar y explicar las conexiones, las correspondencias entre discursos jerrquicamente organizados por relaciones de dominacin como parte de un proceso continuo e ilimitado de produccin de significado. Utilizando una tipologa de la lectura elaborada por Umberto Eco, podramos decir que el nfasis ha pasado de la interpretacin como investigacin o bsqueda de la intentio auctoris (lo que el autor quiere decir) a la interpretacin como imposicin de la intentio lectoris (la intencin de la lectora), para culminar con la interpretacin de la intentio operis (la intencin del texto). El resultado de la teorizacin del gnero y de las teoras literarias feministas es la propuesta de que los signos hombres, mujeres no circulan ni significan en el vaco: es esto lo que aprendemos de los ensayos de Scott y Rubin. El vnculo entre significado y significante no es causal ni casual, as que los signos deben interpretarse como parte de un sistema de convenciones para comprender el mecanismo de su significacin, que no es otra cosa que el efecto de la relacin entre significantes que, en cuanto tales, no significan. De esta manera, se pueden estudiar tanto los signos convencionales basados en cdigos explcitos como las prcticas sociales que no son primordialmente actos comunicativos pero que desencadenan distinciones que tienen significado para los miembros de una cultura. Si se recupera la idea de que las identidades aun aquellas que son ms cmodas, ms transparentes y familiares, incluso las formas en que reflexionamos sobre nuestra persona son funcin del lenguaje, de una organizacin particular del deseo, de la disposicin subjetiva, de una articulacin discursiva especfica que nos ubica en determinado lugar social y cultural que da forma a nuestra autopercepcin, historizar lo femenino y la feminidad implica entender y explicar cmo se naturalizaron y legitimaron para adquirir estatuto de verdad, como propone Scott cuando seala la necesidad de romper con la nocin de fijeza, descubrir la naturaleza del debate o la represin que conduce a la aparicin de una permanencia atemporal en la representacin binaria del gnero (1999: 62). Las diferencias no nicamente la diferencia sexual no pueden saberse ni conocerse de antemano, no existen ms all de sus representaciones, se (re)conocen en el proceso de lectura conforme transcurre la realizacin del texto. En este sentido, las representaciones son productivas, como bien han mostrado los estudios culturales, porque no reflejan diferencias predeterminadas, sino que las crean. Adems, puesto que en un momento dado pueden existir representaciones contradictorias de la feminidad y las mujeres, la diferencia ahora se entiende tambin como una diferencia interior por ejemplo, el sujeto que habla y el yo del que habla no son idnticos ni coincidentes, adems de que se abre la posibilidad de analizar las diferencias entre mujeres. Esto es, si anteriormente la diferencia significaba la diferencia entre hombres y mujeres, ya fuera en trminos ahistricos o desde una perspectiva constructivista, ahora se destacan las diferencias tanto dentro de la propia categora de mujer como dentro de las existencias sociales especficas de las mujeres (Barrett, 1990: 314). Si vinculamos el ensayo de Scott con el de Rubin podemos esbozar una prctica de la lectura feminista que se basa en la nocin de un sujeto terico del feminismo, una figura nmada, para emplear el trmino de Braidotti, que sera un lugar de interpretacin y enunciacin. Si adaptamos la descripcin que esta autora hace de la feminista como nmada a las teoras literarias, para interpretar textos literarios la lectora nmada transita entre lenguajes, artefactos culturales y medios, disciplinas y espacios (lo pblico y lo privado); est atenta a los procesos discursivos y no discursivos que fijan y estabilizan identidades y significados, consciente de la geopoltica del conocimiento y de la naturaleza encarnada y situada de los sujetos: el nuevo sujeto feminista nmada que sostiene este proyecto es una entidad epistemolgica y poltica que ser definida y afirmada por las mujeres en la confrontacin de sus mltiples diferencias de clase, raza, edad, estilo de vida y preferencia sexual. La prctica interpretativa feminista est orientada a articular los temas de la identidad individual, corporeizada, marcada por el gnero con asuntos relacionados con la subjetividad poltica, vinculando a ambos con el problema del conocimiento y la legitimacin epistemolgica (Braidotti, 1994: 30). Teresa de Lauretis argumenta que el punto de partida de la teora feminista es una paradoja derivada de dos preguntas que formul el feminismo de los aos setenta: Quin o qu es una mujer? Qu o quin soy yo? Como se parta del supuesto de que el lenguaje era el lenguaje de otro, androcntrico, cmo se pueden decir las mujeres mediante lo que estructuralmente no las dice? Las mujeres, segn Cavarero, no son sujetos de su lenguaje, la mujer se dice y se representa en un lenguaje ajeno, es decir, mediante las categoras de lenguaje del otro. Se piensa en tanto es pensada por el otro (1995: 157). Al buscar respuesta a estas preguntas, dice de Lauretis, se devel: la paradoja de un ser que se encuentra al mismo tiempo cautivo y ausente del discurso, constantemente hablado pero inaudible o inexpresable, desplegado como espectculo y todava sin representacin o irrepresentable, invisible pero constituido como el objeto y la garanta de la mirada; un ser cuya existencia y especificidad son simultneamente aseverados y negados, invalidados y controlados (Lauretis, 1990: 115). Esta paradoja da pie a varias preguntas, pero la ms importante para nuestros propsitos es la siguiente: desde dnde habla/escribe el sujeto feminista? Esta pregunta ha permitido una reconceptualizacin del sujeto como efecto y proceso, un ensamblaje discordante organizado y producido en el cruce de mltiples ejes de diferencia y semejanza. As, es posible replantear la manera en que reflexionamos la marginalidad para transformarla en una ubicacin tanto de identificacin como de desidentificacin que permite la posibilidad del autodesplazamiento entre un lugar fijado en y por un sistema de representacin y otros, una posicin de enunciacin sesgada y coyuntural que es un lugar de lectura, lo que podramos llamar el lugar del exilio, entendido como lugar metafrico y semejante a la condicin del exiliado descrita por Edward Said como: el estado de no considerarse nunca plenamente adaptado, sintiendo siempre como algo exterior el mundo locuaz y familiar habitado por los nativos, tendiendo siempre por decirlo de alguna manera a evitar e incluso mostrar antipata a los adornos de la acomodacin y el bienestar nacional. En este sentido metafsico, el exilio para el intelectual es inquietud, movimiento, estado de inestabilidad permanente y que desestabiliza a otros. Te ves imposibilitado para retroceder a una determinada condicin anterior y tal vez ms estable de sentirte en casa, y, por desgracia, tampoco puedes llegar nunca a sentirte plenamente a gusto con tu nuevo hogar o situacin (Said, 1994: 64). La lectora nmada comparte con el exiliado la sensacin de no estar plenamente adaptada a las prcticas interpretativas y a los procedimientos metodolgicos de la crtica literaria institucionalizada, ni puede volver a su condicin anterior de lectora respetuosa del principio de cooperatividad (Culler, 2002: 50) que sostiene y posibilita la comunicacin porque lee a contrapelo, de acuerdo con otro cdigo, que es feminista. Consciente de que la
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estructura apelativa del texto provoca una actitud participativa, cooperativa por parte del lector, y de que el lector implcito es un constructo intratextual en tanto que es la suma de requisitos que deben cumplirse para hacer posible una lectura plena (Vital, 1995: 249), es una lectora que navega los textos literarios como nmada porque simultneamente obedece y desobedece las marcas textuales que orientan la lectura, adems de que el punto de visin mvil que tiene todo lector se exacerba porque ella se ubica entre, al menos, dos cdigos semnticos: el arraigado profundamente en una cultura, y sugerido por el texto literario, y el del discurso feminista que opera con otro mapa de significacin. Si la posicin del lector es un efecto de la lectura, el sujeto que lee est consciente de que: La posicin sexual del texto slo puede discernirse contextualmente y en trminos de la posicin desde la que habla el sujeto hablante (el yo implcito o explcito del texto); el tipo de sujeto (implcitamente) supuesto como el sujeto (o pblico) a quien se habla, y el tipo de sujeto (u objeto) de quien se habla. Al igual que la gama diversa de sujetos situados en todo texto, la posicin del texto tambin depende del tipo de relaciones afirmado entre estos distintos sujetos (Grosz, 1995: 99). En el peor de los casos, mucha crtica literaria que pretende estudiar el gnero no hace ms que analizar las imgenes literarias de las mujeres y los tropos asociados a lo femenino, y aquellos intentos por historizar el mundo diegtico suelen suponer una relacin directa y transparente entre la realidad de la ficcin y el contexto en el que fue escrito. Esta aproximacin es sin duda valiosa porque desenmascara el sexismo de muchas de nuestras representaciones y gneros literarios, pero como supone que cualquier identidad tiene cierto contenido intrnseco y esencial definido por un origen comn, por una estructura comn de experiencia o por ambas cosas, el resultado es que se adopta la forma de la recusacin de las imgenes negativas por medio de otras positivas, e implcitamente sugiere que hay otras que se postulan como autnticas y originales y apropiadas (Grossberg, 2003: 151): es en este sentido que la crtica es prescriptiva. No obstante, supone una simplificacin tanto de las operaciones de significacin propias de la literatura como de las estrategias de lectura desarrolladas por las teoras literarias feministas. Qu es una mujer? es una pregunta que no tiene respuesta. Adems, cualquier definicin marca un lmite y empobrece nuestras figuraciones de la experiencia y la actividad de la lectura y la interpretacin, por lo que el mbito propio de la teora y la crtica literaria feministas es precisamente la paradoja identificada por Lauretis. En este sentido, vale la pena recordar la frase clebre de Virginia Woolf en Una habitacin propia: y pens en lo desagradable que era que la dejaran a una fuera; y pens que quizs era peor que la encerraran a una dentro. Bibliografa Benhabib, Seyla. Feminismo y posmodernidad: una difcil alianza, traduccin de Pedro Francs Gmez. Disponible en: <http://www.cholonautas.edu.pe/modulo/upload/Feminismo%20y%20posmodernidad%20%20Behabib.pdf>. Barker, Chris, y Dariusz Galasinski. Cultural Studies and Discourse Analysis. Londres: Sage, 2001. Barrett, Michle. El concepto de diferencia, traduccin de Marta Lamas. Debate Feminista, ao 1, vol. 2 (septiembre de 1990): 313-328. Braidotti, Rosi. 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Notas (*) Centro de Investigaciones sobre Amrica del Norte, Universidad Nacional Autnoma de Mxico. Correo electrnico: <ngolubov@servidor.unam.mx>. (*) [1] Por esencialismo entiendo el modo de pensar que supone que todas las manifestaciones de la diferencia de gnero son innatas, transculturales y ahistricas. En esta formulacin el esencialismo constantemente hace referencia a las diferencias biolgicas entre los sexos, empleando esta lgica para explicar las manifestaciones ms amplias de la diferencia sexual. Este tipo de esencialismo biolgico fue rechazado por la mayora de las feministas a favor de una perspectiva socio-constructivista de las relaciones de gnero. Ms recientemente, las feministas han cuestionado la naturaleza de la relacin entre sexo y gnero y la prudencia de replicar implcitamente la oposicin binaria entre naturaleza y cultura. Tambin se han preguntado si la manera en que comprendemos a la naturaleza ha sido suficientemente investigada. Desde el punto de vista del posmodernismo, algunas feministas han cuestionado la validez de las categoras de gnero argumentando que slo pueden definirse en relacin unas con otras sin hacer referencia a una verdad exterior (Pilcher y Whelehan, 2004: 41). Diana Fuss ha sealado que el esencialismo en s mismo no es ni malo ni bueno, progresivo o reaccionario, benfico o peligroso, el problema es su uso. Adems, la idea del esencialismo como creencia en la esencia real y verdadera de las cosas (Fuss, 1989: xi) puede utilizarse en contextos muy diversos y con distintos propsitos. De lo que se ocupa una lectora feminista es de analizar y explicar
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contextos muy diversos y con distintos propsitos. De lo que se ocupa una lectora feminista es de analizar y explicar estos usos de las categoras, los procesos de significacin. [2] Vase, por ejemplo, Ambiguous Discourse: Feminist Narratology and British Women Writers, de Kathy Mezei; Feminism, Bakhtin, and the Dialogic, de Dale Bauer y Susan McKinstry; las obras neohistoricistas de Catherine Gallagher, como Nobodys Story: The Vanishing Acts of Women Writers in the Maerketplace, 1670-1820, y Feminism and Deconstruction, de Diane Elam; Colonial Fantasies: Towards a Reading of Orientalism, de Meyda Yegenoglu, entre muchos otras. [3] Todas las citas que en el original estn en ingls han sido traducidas por m. [4] Vanse Guerra, LeBihan y Gallop como ejemplos de esta tendencia revisionista. [5] Como seala Judith Butler, una amplia y muy diversa gama de posiciones se renen equivocadamente bajo el rubro del posmodernismo, o el postestructuralismo, como si fuera el tipo de cosa que pudiera ser la portadora de un conjunto de posiciones, que son mezclados entre s y a veces mezclados con la deconstruccin, y a veces entendidos como un ensamblaje indiscriminado del feminismo francs, la deconstruccin, el psicoanlisis lacaniano, el anlisis foucaultiano, el conversacionalismo de Rorty y los estudios culturales (2001: 10). Comparto la preocupacin de Butler, por lo que nicamente retomo del postestructuralismo la nocin de que, en palabras de Seyla Benhabib, una subjetividad que no estuviera estructurada por un lenguaje, por una narracin y por las estructuras simblicas del relato disponible en una cultura, sera impensable. Hablamos de quienes somos, del yo que somos, por medio de una narracin (Benhabib, 1).

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