Alejandro Murgia - Las Invasiones Inglesas y La Literatura

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Las Invasiones Inglesas y la Literatura


Por: Alejandro Murgia
Resumen
A doscientos aos de distancia, las invasiones inglesas siguen siendo un episodio difcil de
clasificar en el imaginario nacional. Las fuerzas en pugna son complejas, y se resisten a un anlisis
superficial. Ms enigmticos se vuelven los protagonistas de esta historia cuanto ms pasa el tiempo y
las distancias culturales entre ellos y nosotros se ahondan. Esos hombres vivieron en un clima espiritual
muy distinto del nuestro, y quien est autnticamente interesado en comprenderlos debe realizar un
notable esfuerzo por despojarse de preconceptos propios de nuestros tiempos.
A lo largo del siglo XX la ciencia de la Historia ha ido apartndose cada vez ms de su tradicional
rol de estudio centrado en la vida de los grandes hombres, para ocuparse de annimos fenmenos
econmicos y sociales. Y eso le deja a la Literatura, y a ella sola tal vez, el deber de iluminar la
memoria de aquellos personajes. Es lo que ella ha hecho y hace con suerte dispar, en especial la novela
histrica. En su recreacin del pasado, la literatura ha ido como en un pndulo, sin saber encontrar el
punto de equilibrio. Detectaremos dos extremos: el de la exaltacin de los protagonistas al nivel de
inmaculados hroes alineados con las consignas ideolgicas del autor, y el de la desmitificacin
ensaada de esos supuestos hroes, desmitificacin que se regodea en endilgarles la misma ruindad
que detectan en los personajes pblicos del presente.
En este trabajo recorreremos diferentes manifestaciones literarias que a lo largo de estos
doscientos aos han inspirado las Invasiones Inglesas, sometindolas al examen de la dicotoma
anteriormente anunciada. Vicente Lpez y Planes, Pantalen Rivarola, Paul Groussac, Manuel Glvez,
y Arturo Capdevilla sern los principales autores tratados.
Introduccin
Pocos episodios de la vida nacional son tan ricos, tan cargados de tensiones culturales, como los
agitados meses de las invasiones inglesas. Buenos Aires, esa somnolienta aldea, aislada, perdida en un
rincn lejano del mundo, de un da para el otro pasa a estar en el centro de la escena, y vive en carne
propia las tensiones polticas y las crisis culturales de su tiempo. Comerciantes y abogados, gente que
ocupaba hasta entonces su tiempo en rencillas de protocolo y etiqueta, o en permisos aduaneros,
experimentan algo nuevo: el embriagante licor del herosmo. Las invasiones inglesas marcan la
despedida definitiva de una idlica vida sencilla y apacible, una vida de inocencia poltica y religiosa (o
de retraso colonial, como diran los apasionados amantes del progreso). Cierra una etapa e inaugura
otra muy diferente
A doscientos aos de aquellos hechos, las invasiones inglesas siguen siendo un episodio difcil de
clasificar en el imaginario nacional. Las fuerzas en pugna son complejas, y se resisten a un anlisis
superficial que se preocupe meramente por descubrir quines eran los buenos y quines los malos.
Para el lector curioso, los documentos y fuentes que nos han llegado de aquellos tiempos son
realmente fascinantes. En especial los personajes que pueblan esta historia, son extremadamente
novelescos: desde los jefes ingleses, como Beresford, Popham, o Whitelocke, pasando por el marqus
de Sobremonte, sus parientes y aclitos, y llegando, por supuesto, el ms fascinante de todos, Santiago
de Liniers, un hroe de otro tiempo, salido de alguna novela de caballera, con sus gestos nobles, sus
costados ms humanos, y su fin trgico.
Son personajes novelescos y enigmticos. Y ms enigmticos se vuelven cuanto ms pasa el
tiempo y las distancias culturales entre ellos y nosotros se ahondan. Estos hombres vivieron en un
clima espiritual muy distinto del nuestro, y quien est autnticamente interesado en comprenderlos
debe hacer un esfuerzo por despojarse de preconceptos propios de nuestros tiempos; de lo contrario,
interpretar errneamente los mviles de sus acciones. Lamentablemente se ve mucho este defecto en
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la divulgacin histrica popular de estos das, donde los hombres de 1800 aparecen razonando como
posmodernos del siglo XXI. Yo pienso que esta pseudo-historia de best-seller que nos toca sufrir, ms
preocupada en el escndalo que en la verdad, y en copiar y pegar ms que en la investigacin, slo
puede prosperar debido al abismo de ignorancia en que ha cado la sociedad actual.
Lo cierto es que a lo largo del siglo XX la ciencia de la Historia, la verdadera Historia, ha ido
apartndose cada vez ms de una tradicin de estudio centrado en la vida de los grandes hombres para
ocuparse de annimos fenmenos econmicos y sociales. Y eso le deja a la Literatura, y a ella sola tal
vez, el deber de iluminar la memoria de aquellos personajes.
Es lo que ha hecho y hace, pero con suerte dispar. En su recreacin del pasado, la literatura ha ido
como en un pndulo, sin saber encontrar el punto de equilibrio. Detectaremos dos extremos:
1. La exaltacin de aquellos hombres al grado de hroes inmaculados, movidos por ideales que
curiosamente coinciden en su extensin y significado con los defendidos por el autor, aunque ste
escriba en una poca muy posterior. Este extremo transforma a nuestros personajes en figuras de
cartn, sin relieve, ni inters humano, y deforma los autnticos mviles que les sirvieron de impulso,
oscureciendo la verdad.
2. El otro extremo es la ensaada desmitificacin de los supuestos hroes, desmitificacin que se
regodea en endilgarles la misma ruindad que cree detectar en los personajes pblicos del presente.
Premisa: hoy en da, todos los hombres pblicos son corruptos, cnicos, farsantes, traidores. Es
posible que los hombres del pasado fueran mejores? No, esa visin ennoblecida ha de ser un invento de
los historiadores. Por lo tanto, los hombres del pasado eran sin necesidad de demostrarlo con
documentos- corruptos, cnicos, farsantes, traidores. Hay un regodeo en esta supuesta revelacin, el
regodeo del sumergirse en la cinaga, muy caracterstico del momento espiritual que vivimos. Hay una
tendencia abusada hasta el cansancio de explorar las races de nuestros vicios, remontndolos de modo
simplista al pasado colonial, y presentar tal lugar comn con la exaltacin de quien acaba de realizar un
gran descubrimiento. El error que ms lamento en este extremo es la despreocupada creencia de que los
hombres son siempre iguales, en la poca que sea, que nuestros ancestros coloniales razonaban y
sentan exactamente como nosotros, y por supuesto lamento la falta absoluta de respeto por la memoria
de hombres que ya no estn para defenderse de las ms absurdas acusaciones. Este extremo est tan
lejos de la verdad como el otro.
En sus peores manifestaciones, este segundo extremo agudiza otra tendencia muy tpica: hay
contradecir todo lo que se ha sostenido en el extremo opuesto. Si alguien era caracterizado como
bueno, tiene que ser malo, y si era caracterizado como malo, eso basta para que se gane nuestras
inmediatas simpatas. Es el sndrome del revisionismo de cafetn, que subido al peldao de un inflado
orgullo intelectual contempla con sorna la Historia Oficial, abanderndose en una supuesta contra-
cultura ms lcida y desmitificadora. Resulta pattica la proliferacin de ttulos con expresiones como
la historia que nos ocultaron, o las verdades que nadie nos cont, cuyas pginas no contienen
absolutamente ninguna investigacin original, y repiten datos que cualquiera puede leer en libros
publicados hace ms de setenta aos, slo que con mucho menos rigor intelectual. Quin es el que no
nos cont esas supuestas verdades? Nuestra maestra de primer grado? Es doloroso constatar cmo
algunos de nuestros ms populares divulgadores de historia y su pblico lector parecen ponen el listn
de la cultura argentina al nivel de la educacin primaria.
Yo espero para la literatura otra actitud, una actitud que puedo sintetizar con una frase de Spinoza
que es desde hace muchos aos mi lema, y que dice: he procurado no rerme de las acciones humanas,
ni indignarme, ni abominar de ellas, sino comprenderlas. No me cabe duda de que el novelista debe
ajustarse a esta regla, de lo contrario, difcilmente haga autntica literatura.
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Periplo literario de las Invasiones Inglesas
Del puado de autores contemporneos a los hechos que hicieron literatura inspirndose en las
invasiones inglesas mencionaremos a Vicente Lpez y Planes y al presbtero Pantalen Rivarola,
ambos criollos.
Lpez y Planes public en 1808 su Triunfo Argentino, largo poema pico de ms de mil versos
endecaslabos celebrando los hechos militares de la reconquista y la defensa de Buenos Aires. De estilo
netamente neoclsico, el Triunfo Argentino iguala hiperblicamente a Liniers y al vecindario de
Buenos Aires con lo hroes mitolgicos de la antigedad grecolatina. Llama la atencin el virtuosismo
con el que Lpez, que a la sazn contaba con tan slo veintids aos, escribe esta pgina que parece
sacada de La Eneida, haciendo gala de una slida cultura clsica y perfecto dominio del estilo. Por lo
general, los crticos literarios han tendido una actitud despectiva hacia el poema, justamente por su
pesado andamiaje neoclsico que lo lleva a dedicarle ms versos al panten romano y las alusiones
mitolgicas que a los hechos concretos ocurridos en Buenos Aires, pero desde un punto de vista
estrictamente literario, no se puede negar el pulso firme del autor y su adecuacin a los cnones del
gnero, como tampoco el cuantioso vocabulario que posea, lo que habla muy bien de la educacin
recibida en el Colegio de San Carlos primero, y en la Universidad de Chuquisaca despus.
El hecho de que un poema de lectura difcil como el Triunfo Argentino haya sido tan popular en
su tiempo nos invita a replantearnos la supuesta orfandad cultural en que estaran sumidos los
habitantes del Ro de la Plata. Difcilmente salgamos bien parados de una comparacin entre aquellos
tiempos y los nuestros en cuanto al bagaje cultural de los escritores en boga y sus lectores, aunque los
medios de acceso a la cultura de aquellos das fueran desesperadamente escasos comparados con los
actuales.
Lo ms relevante de El Triunfo Argentino fue el espaldarazo definitivo que el poema le dio al
trmino argentino.
Vosotros sois los clebres britanos
Que os gloriis de haber solos resistido
De Napolen el soberano esfuerzo?
Vosotros sois aquellos que habis dicho
A la faz de la Europa que un britano
Es bastante a rendir cuatro argentinos?
Se debi a un clculo poltico del joven Vicente Lpez y Planes, o simplemente a una necesidad
impuesta por las reglas de la composicin potica, el hecho de que eligiera casi con exclusividad el
trmino argentinos para referirse a los defensores del suelo patrio? Una sola vez en el poema aparece la
palabra Espaa, y una sola vez se utiliza bonaerenses, palabra poco eufnica y difcil de ajustar en un
endecaslabo. Al parecer, porteo no era an voz corriente o suficientemente formal. Es interesante
detenerse un instante sobre el hecho de que los ms de quinientos versos pares del poema riman con
una misma rima asonante I-O, y que en ese esquema, nada encaja tan perfectamente como argentino,
que adems era un cultismo muy apropiado para el estilo del texto. Lo cierto es que este poema fue el
principal responsable de que el trmino comenzase a circular en el habla comn, ya instaurado como
gentilicio, para referirse a los habitantes del Ro de la Plata.
El presbtero Pantalen Rivarola era profesor del colegio de San Carlos, y aunque al parecer
estuvo en Chile durante los episodios blicos, narra los hechos con detalles ms concretos que Lpez
en sus obras Romance heroico y La gloriosa defensa de la ciudad de Buenos Aires, publicadas
tambin en 1808.
Rivarola reconoce que un poema heroico es algo que est ms all de su capacidad literaria, por lo
cual opta por el romance, como gnero ms popular y llano. Pero su obra, si bien carece del ornato de
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la de Lpez, es tanto o ms colorida, y se lee an hoy con agilidad e inters. Cito un fragmento que
ilustra la expresividad del cannigo, y su habilidad para cargar las tintas en el sentimiento anti-ingls.
No se puede ponderar
con expresiones ni acentos
los trabajos y fatigas,
los clamores y lamentos
de tantas pobres familias
que vagando sin sustento
y desnudas, con sus hijos
van del enemigo huyendo,
por entre espinas y lodo,
por entre zanjas y cercos,
perdidos todos sus bienes,
ropa, muebles y dinero.
Si los brbaros del Norte,
o los ms feroces negros;
si los turcos o los moros,
si los indios ms sangrientos;
al fin, si los hotentotes
ms salvajes y mas fieros
as cometido hubiesen
atentados tan horrendos,
delitos tan execrables,
y tan criminales hechos,
nada habra que admirar
de naciones tan incultas,
de tan ignorantes pueblos.
Pero que gente ilustrada,
nacin culta, sabio reino,
que en sus papeles anuncia
hacer felices los pueblos,
tales horrores practique,
cometa tales excesos
a la faz de todo el mundo,
a vista del orbe entero,
qu resta sino que todos
a voz en cuello gritemos,
que son la afrenta del hombre,
el horror del universo,
y de todos para siempre
la execracin y el desprecio?
Lpez, Rivarola, y los dems autores contemporneos a los hechos escriben en un tono muy
parecido, ensalzando sin lmites como es natural- a los hroes de 1806-1807. En rigor, no podemos
clasificarlos en ninguno de los dos movimientos del pndulo a que nos referimos en la introduccin,
puesto que no hay distancia temporal entre los autores y los hechos, ni intentos de reconstruccin de su
ideologa. Hay simplemente un exaltado homenaje a coetneos, cuyas virtudes y defectos se conocen
personalmente sin necesidad de conjeturas.
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Cien aos despus
En 1907 Paul Groussac public su Santiago de Liniers. Si bien se trata de un ensayo histrico, su
cualidad literaria lo hace merecedor de una mencin destacada en este breve recorrido. En efecto, visto
desde un cristal exclusivamente esttico, tal vez se trate del mejor libro escrito sobre las Invasiones
Inglesas, o por lo menos, del libro mejor escrito. El anlisis histrico y la compulsa de fuentes alternan
con pginas imaginativas de gran vuelo y exquisito estilo. En Groussac, la evocacin del Buenos Aires
colonial encuentra una de sus mejores expresiones.
Los felices patricios de principios de siglo cavilaban poco, trabajaban algo,
coman bien y dorman mejor. El Semanario fomentaba el sibaritismo hasta el grado
de recetar el modo de tener sueos agradables, en un artculo que comenzaba as:
Como pasamos gran parte de la vida durmiendo [] De vez en cuando, un
escndalo social de tamao mayor rompa la telaraa de la crnica diaria: era una
humorada de Anita P, la capitosa criolla de la isla de Francia, muy festejada de
los hombres y abominada de las mujeres sobre todo de las feas-; o una borrasca del
coronel Bourke, ingls que se daba por alemn, tahr y espadachn, adems de
espa, y que desempeaba a maravilla su triste papel Esos y otros lances exticos
caan en la juiciosa sociedad patricia como piedras en un estanque, levantando un
oleaje de crculos concntricos, cuyas ltimas ondulaciones duraron hasta la
Revolucin.
Groussac es un escritor polmico y apasionado, que siempre toma partido, y en este caso lo hace
por su compatriota Liniers, a quien siente injustamente relegado por la historiografa argentina. La
ndole combativa de Groussac tal vez le reste eficacia como historiador, pero no como escritor. Su
permanente espritu crtico lo lleva a examinar con desconfianza lo que historiadores anteriores han
dicho, por lo cual parecera que podramos asimilarlo al segundo movimiento de nuestro pndulo, pero
lo cierto es que no vemos en l los defectos apuntados en ese grupo, y como el sentido final de su obra
es laudatorio (reivindicar la figura de Liniers), parecera ms apropiado asimilarlo al primer
movimiento. El solo hecho de que cueste encasillarlo nos demuestra que estamos ante un autor de
genio muy personal. Lo que queda fuera de toda duda es que la lectura de su Santiago de Liniers es
amensima, lo que constituye el principal logro de una obra literaria.
Arturo Capdevila public en 1938 Las invasiones inglesas: crnica y evocacin, una especie de
collage semi-novelado en el estilo inconfundible del autor de Crdoba del recuerdo, donde alternan
descripciones de tono casi lrico, dilogos annimos, y citas de documentos de la poca. El libro
contiene no poca investigacin original y demuestra conocimiento acabado de la literatura existente
sobre los acontecimientos tratados. Tal vez la virtud ms sobresaliente del Las invasiones inglesas es su
consustanciacin con el sentimiento religioso del pueblo del virreinato, y la capacidad de su autor de
expresarlo poticamente a ms de ciento treinta aos de distancia.
La postura ideolgica del libro puede resumirse con palabras del propio Capdevila en el prlogo a
la cuarta edicin:
slo he procurado y procuro una cosa que estimo salvadora:
reargentinizar a la Argentina en esta hora tan turbia del mundo y tan laxa de la
nacionalidad, en que vemos cultivarse en la patria el ms funesto espritu de
plagio, ora de derecha, ora de izquierda, a los vientos de la moda.
[] Muchos somos ya los que pensamos que hoy como nunca debemos ser
fieles a nosotros mismos, si queremos ser salvos. Seguir, pues, proponiendo a los
argentinos en estas evocaciones mas la visin del pasado y en l las razones
realmente profundas del porvenir.
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Mirad a los cuatro puntos cardinales y creedme. No es mal consejo el
retorno a Mayo y a sus vsperas. Para qu? Para que nos cristalicemos? No.
Para saber entonces de verdad cul es la senda de seguir adelante.
Conforme a este planteo, el libro apunta a exaltar el sentimiento nacionalista y los valores de
pertenencia religiosa que impulsaron la reconquista y la defensa. Es, pues, un exponente cabal del
primer movimiento del pndulo. Debe sin embargo destacarse en Capdevila la mesura en las
apreciaciones y su humano inters por comprender a todos los actores sin intentar juzgarlos
inmediatamente (es muy valiosa en ese sentido su presentacin del punto de vista de Crdoba en las
invasiones y la participacin de su gente acompaando al desafortunado marqus de Sobre Monte).
Debemos esperar hasta la publicacin de La muerte en las calles, de Manuel Glvez, en 1949,
para encontrar la primera autntica obra de ficcin narrativa ambientada durante las invasiones
inglesas. Por qu este largo silencio? No es fcil dar la respuesta. Desinters generalizado por el
tema? Ser, como dijimos antes, que las invasiones han sido siempre un episodio difcil de clasificar
en el imaginario nacional?
Glvez, novelista prolfico, aborda los episodios de 1806-1807 como parte del recorrido por la
historia argentina que hubo de plasmar en una serie de novelas nacionales al estilo de Benito Prez
Galds. En La muerte en las calles se percibe una slida documentacin histrica y el respeto por una
consigna bsica de las novelas histricas, cual es la de presentar dos planos argumentales: 1. El de los
protagonistas, que son caracteres ficcionales cuyos actos acompaan los hechos histricos sin alterarlos
ni influirlos de manera decisiva. 2. El teln de fondo de los grandes personajes histricos, a quienes
atisbamos indirectamente a travs de la ocasional relacin personal que los protagonistas mantienen
con ellos.
La extensa novela (368 pginas) adolece de al menos dos defectos literarios importantes que el
autor de novelas histricas debera evitar. Uno es el didactismo: los dilogos entre los personajes a
menudo son una excusa para instruirnos de los hechos histricos, y se desenvuelven ostentando tanta
prolijidad de detalle como poca naturalidad.
-Maana termin con sus informes Esteve salen para Perdriel los primeros
enganchados.
[]
-Me he olvidado de anunciarles que contamos ya con un hroe.
-Un hroe? preguntaron varios.
-El seor Juan de Dios Dozo. Por orden del seor don Martn ha entrado en la
logia masnica fundada por los herejes y denominada Southern Cross, que quiere
decir Cruz del Sur
Todos miraron con admiracin a Dozo
[]
-Los ingleses dijo Dozo, despus de agradecer los elogios a su favor y con aire
de pobre hombre han fundado un par de logias. Una se llama Estrella del Sur, no
como asegur el seor don Felipe, y est en la calle de San Carlos, frente a San
Juan; y la otra, Hijos de Hiram y est en la calle Ribas. He entrado en la primera
porque de ella forman parte algunos que se entienden con nuestros enemigos, como
el seor capitn don Saturnino Rodrguez Pea.
El segundo defecto otro riesgo inherente a la novela histrica- es la tendencia de los personajes a
la clarividencia, de la que Glvez abusa. Se dira que todos en la novela tienen constantemente
premoniciones de lo que va a pasar, no slo en el futuro cercano, sino tambin en la gesta
independentista que comenzar unos aos despus, y hasta en el siglo venidero. Esta clarividencia est
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sazonada de evaluaciones con perspectiva histrica de los hechos que viven, como si en realidad los
personajes fueran todos estudiosos de la Historia argentina trasladados en el tiempo.
-Sobremonte! declar don Anselmo -. l nos hubiera salvado de caer bajo
el dominio de un aventurero francs.
-Ca, hombre! Su marqus es un incapaz. Lo veremos pronto fracasar en la
otra orilla. Huir, o har cualquier tontera irremediable.
Glvez es el ms fiel exponente del primer movimiento del pndulo. Los personajes histricos se
nos presentan idealizados y en pose, preparados a soltar discursos patriticos. Desde su nacionalismo
pro-hispanista, el autor pinta con simpata a los diversos grupos que se enfrentaron a los ingleses,
superados ya los antagonismos que los tornaban problemticos. Espaoles viejos, patricios
revolucionarios, Liniers, lzaga, todos obtienen su bendicin, o al menos su benevolencia, aunados
contra el enemigo comn. Los ingleses en cambio, son siempre en Glvez lo otro, lo forneo, lo que no
forma parte de nuestra identidad nacional: mercantilsimo, imperialismo, codicia, soberbia.
El final de la novela constituye un buen resumen de los rasgos apuntados:
-Cuntas alegras! La Patria y yo somos felices. Y todos, porque nos hemos
salvado de ser ingleses y protestantes. No es milagroso que esta humilde colonia
espaola haya vencido por dos veces al soberbio y poderoso imperio britnico?
Esto quiere decir que Dios nos ha ayudado, y tambin que somos un gran pueblo.
Tenemos alma, fuerza, entusiasmo. Hemos evidenciado ante el mundo lo que
somos y lo que podemos hacer. Me siento tremendamente orgulloso de haber
nacido en esta tierra. Ahora slo falta que echemos a los otros.
-A los godos?
-Claro! Tenemos que prepararnos para ese gran da- Veo que llegar el
momento de nuestra independencia. Lo siento Lo adivino
Antnez mir a los ojos de su amigo y no se sorprendi al vrselos llenos de
lgrimas.
Manuel Mujica Linez incluye en su Misteriosa Buenos Aires, de 1950, un relato, La casa
cerrada, cuya accin transcurre durante la defensa de la ciudad en julio de 1807. Se trata de un texto
breve y muy expresivo, que slo nos da un atisbo, aunque sugerente, de los hechos histricos. Amerita
una mencin aqu en atencin a que indudablemente se trata del texto ms popular de cuantos integran
el presente recorrido, y ha quedado en el recuerdo de sus muchos lectores.
-A la calle, a la calle, a Santo Domingo!
Me ajust el cinturn. Mis compaeros me llamaban. Me volv para
seguirles. Nada haba cambiado en el fondo del aposento. La madre, sentada en el
lecho, gema tapndose los odos. Detrs asomaba la cabeza diablica, oscilante,
babeante. Las dos hijas se abrazaban con miedo. Me miraron y adivin en su
crispacin anhelosa un ruego desesperado.
Fue como si sbitamente una oleada del fresco perfume de los jazmines me
envolviera en pleno mes de julio. Todava me quedaba una bala en el fusil.
Reverendo Padre, cualquier hombre hubiera hecho lo que hice. Un tiro seco, un
solo tiro seco... A tantos otros haba muerto ese mismo da desde la retirada de la
Plaza de Toros: oficiales fuertes y esbeltos, soldados que apenas salan de la
adolescencia, a tantos, a tantos! Cay la cabeza espantosa, como en un juego,
como si fuera una cabeza de cartn y de lana...
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Hasta hoy me persigue el alarido de la madre, hasta hoy, como me persigui
el 5 de julio de 1807 en mi fuga por la calle de Santo Domingo negra y roja de
cadveres, lejos de la casa cuyas puertas haba arrancado...
Doscientos aos despus
Un nuevo salto de cincuenta aos nos lleva a la actualidad y al aniversario doscientos de las
invasiones inglesas. La fecha coincide con cierto auge de la novela histrica en la Argentina, y como
consecuencia, tras un silencio de cincuenta aos encontramos numerosas obras inspiradas por los
acontecimientos de 1806-1807. Entre ellas, las ms reconocidas han sido las de Alejo Brignole El
amante de rojo (2000), Jorge Castelli El delicado umbral de la tempestad (2001, Premio La Nacin
Novela), y Miguel Wiazki Sobremonte, una historia de codicia argentina (2001).
No es la intencin de este trabajo realizar un anlisis del auge de la nueva novela histrica. Me
limitar a sealar que en nuestro pas el fenmeno salvo excepciones- ha estado signado por la
mediocridad. En cuanto a la recreacin de un mundo pasado, difcilmente pueda compararse el nivel de
documentacin y compenetracin con el espritu de la poca que manifiestan novelas histricas
publicadas en otras partes del mundo (pongamos por caso el de Patrick OBrian en Inglaterra), con la
delgada ptina de historicidad que exhibe la mayor parte de los productos nacionales. Para el lector
estudioso de la historia, que se acerca a esos libros con el anhelo de ver cobrar vida un universo que le
es caro, y que disfruta con la exactitud de la reconstruccin, la decepcin suele ser inmediata. Estos
libros en realidad presuponen un pblico con una informacin previa muy elemental, y una tibia
curiosidad por el pasado, un pblico que no perciba como una peca por ejemplo- el hallar en boca de
un personaje de principios de siglo XIX trminos y expresiones pertenecientes a pocas posteriores.
En rigor, no puede hablarse de autntica novela histrica argentina en el sentido de literatura que
persigue la reconstruccin lo ms fiel posible del pasado. Lo que hay es novelas de intencin poltica,
periodstica, moralizante, o de estudio psicolgico, que utilizan para sus propios fines un teln de fondo
histrico.
El impacto de la accidentada historia argentina de los ltimos cincuenta aos es muy visible en
estas novelas. La autocrtica y la bsqueda de sntomas de corrupcin en nuestros antepasados
reemplazan el candor nacionalista de Glvez. El segundo momento del pndulo se halla en su cnit.
Un rasgo interesante de las novelas mencionadas es que por primera vez hay espacio para una
mirada simptica hacia los ingleses, lo que permite dar cuenta con ms libertad de las interesantes
expresiones de admiracin mutua que se produjeron durante el agitado ao que duraron los intentos
militares en el Ro de la Plata. La mencionada obra de Jorge Castelli, por ejemplo, asume directamente
el punto de vista del general Withelocke en los hechos. Esta capacidad de asumir la voz del otro
enriquece indudablemente la literatura.
Es muy temprano para aquilatar debidamente la trascendencia y valor de las novelas antedichas,
exponentes de un movimiento que tal vez no se haya agotado an. Lo cierto es que para los
apasionados del Buenos Aires virreinal y de las Invasiones Inglesas, todava hay anhelos literarios por
satisfacer, que esperan su pluma.
Alejandro Murgia
Graduado en Letras por la Universidad de Buenos Aires, ha ejercido la docencia universitaria en
la Universidad del Museo Social Argentino. Actualmente se dedica al estudio del Buenos Aires
virreinal como investigador independiente y en funcin de su quehacer literario.
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Bibliografa
1. Romance heroico en que se hace relacin circunstanciada de la gloriosa reconquista de la
ciudad de Buenos Aires, Capital del Virreinato de Ro de la Plata, verificada el da 12 de
Agosto de 1806, por un fiel vasallo de Su Majestad y amante de la Patria, quien lo dedica y lo
ofrece a la Muy Noble y Muy Leal Ciudad, Cabildo y Regimiento de esta Capital, Buenos
Aires, Real Imprenta de los Nios Expsitos, 1807.
2. La gloriosa defensa de la ciudad de Buenos Aires, capital del Virreinato del Ro de la Plata,
verificada del 2 al 5 de Julio de 1807, Brevemente delineada en verso suelto, con notas, por
un fiel vasallo y amante de la Patria, quien lo dedica al Sr. D. Santiago Liniers y Bremont,
Brigadier de la Real Armada, Gobernador y Capitn General de estas provincias, y General
del Ejrcito Patritico de la misma Capital, Buenos Aires : Imprenta de los Nios Expsitos,
1807. [el autor de esta dos obras es Pantalen Rivarola]
3. Vicente Lpez y Planes, El triunfo argentino. Poema heroico en memoria de la gloriosa
defensa de la Capital de Buenos Aires contra el ejrcito de 12.000 hombres que le atacaron
los das 2 a 6 de Julio de 1807, Buenos Aires: Imprenta de los Nios Expsitos, 1808.
4. Groussac, Paul, Santiago de Liniers. Conde de Buenos Aires. 1753-1810, Buenos Aires :
Arnaldo Moen Editores, 1907
5. Capdevila, Arturo Las invasiones inglesas. Buenos Aires: Espasa-Calpe, 1941 [el texto citado
es del prlogo a la cuarta edicin].
6. Glvez, Manuel. La muerte en las calles: Novela de las invasiones inglesas (1806-1807)
Buenos Aires, 1949.
7. Mujica Linez, Manuel. Misteriosa Buenos Aires, Buenos Aires : Ed. Sudamericana, 1950.
8. Brignole, Alejo. El amante de rojo, Buenos Aires : Ed. Sudamericana. 2000.
9. Wiazki, Miguel Sobremonte, una historia historia de codicia argentina. Buenos Aires : Ed.
Sudamericana, 2001.
10. Castelli, Jorge El delicado umbral de la tempestad. Cuestiones de un general ingls. Buenos
Aires: Ed. Sudamericana, 2001.

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