Stern Capitulos 5, 6 y 7

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,Los indios y la justicia espaola

Al pasar junto a las piedras blancas y blandas de Nuestra S e ora de la M erced, el monasterio ms antiguo de Huamanga, don Mi guel de Bendez arda en clera. Don M iguel, que era un aristcrata joven y refinado, haba entrado haca poco en posesin de una modesta encomienda de su familia. Desde entonces, los traicioneros indios, en cabezados por el kuraka don Pedro Astocuri, se haban aprovechado abusivamente de las leyes espaolas. En 162.2, cuando don Miguel era todava menor de edad legalmente, los indgenas haban logrado que se realizara una revisita, que haba cortocircuitado la citacin jurdica ha bitual por la que se adverta del procedimiento a las partes interesadas. Al imponer su reivindicacin de que casi 2 0 0 tributarios haban muerto o huido, lograron que la cuota anual de tributo se les rebajara en 700 pesos ensayados. Y ahora, al cabo de slo dos aos, don Pedro y su gente volvan a la carga. Esta vez se haba citado a don Miguel para que respondiera a la peticin de los indios de que se realizara una nueva cuenta de la poblacin tributaria. Al ir avanzando hacia la plaza para formular su respuesta ante un escribano, el joven patricio exasperado de cidi no volver a ser presa de la ygnorancia e m alicia de don Pedro y sus seguidores. Recurrira a la audiencia real de Lim a para que se cancelara la revisita. Otra inspeccin, explicaba desesperadamente, aca rreara la total rruina del dho rreparticimiento porque los dhos caciques por escusar la paga de los tributos y el acudir a las mitas de guancauelica ahuyentaran los yndios y los mandaran se oculten y los daran por
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muertos y huidos como lo tienen por co stu m b re ... 1. Como podran haberle dicho los ciudadanos ms experimentados de Huamanga, don Mi guel tendra que aprender las normas oficiales y extraoficiales del juego si quera proteger sus rentas. Al aprender a reivindicar algunos derechos ante la ley que eran suyos, los indgenas, fuente de tanta riqueza, tambin se haban convertido en fuente de muchos problemas. Para don Miguel y otros como l, la revitalzacin poltica del Per tena sus pros y sus contras. Por una parte, el rgimen de Toledo esta bleca unos medios de poder lo bastante eficaces para organizar un auge econm ico sin paralelos. Por la otra, vinculaba las lites a un Estado colonial que defina qu normas de explotacin eran legtimas y cu les ilegtimas, y cuyos jueces y burcratas decidan cmo se deban apli car esas normas. La ideologa jurdica espaola relacionaba la soberana con el concepto de jurisdiccin, concebida como responsabilidad por con ciliar la vida en la Tierra con los principios de una ley superior, de o ri gen divino. E l Estado era fundamentalmente el administrador de la jus ticia, y a sus funcionarios se los llamaba invariablemente jueces o algo parecido2. El resurgimiento del papel del Estado colonial en el decenio de 1570 insufl una nueva vida a esa tradicin. E l gran estallido de promulgacin de leyes y de reformas polticas patrocinado por Toledo comprenda declaraciones detalladas sobre los derechos de los indios ante la ley y sobre los procedimientos para reivindicar esos derechos. Ade ms, la red administrativa estatal comprenda burcratas como los pro tectores de indios, cuya condicin, posibilidades de hacer dinero y po der dependan de su potencial como formidables defensores de los in dios ante la ley. En resumen, las instituciones jurdicas que patrocinaban las extracciones de una clase dominante colonial tambin dejaban un margen a los autctonos para limitar la explotacin. Mientras algunos burcratas o fuerzas coloniales considerasen interesante, en algunos ca sos, respaldar una reivindicacin de los derechos de los autctonos ante la ley, los indios podan encontrar medios de impedir, obstruir o sub vertir la extraccin. Los indgenas aprovechaban al mximo esta oportunidad y enreda ban las prcticas explotadoras de los colonizadores en una maraa de pleitos labernticos, el resultado final de los cuales era muchas veces inseguro. Como veremos, la lucha de los indios por conseguir justicia
1 AGN, DI, Leg. 39, C.798, 1624, f. 3 r respecto de las citas. La Merced, que es la iglesia mencionada supra se halla en la calle que va de la plaza a la casa de una descendiente de la familia en el Ayacucho actual. 2 Mario Gngora, El estado en el derecho indiano, poca de fundacin (14921570) (Santiago de Chile, 1951), 29 a 35, 196, 308 y 309; Phelan, The Kingdom o f Quito, 38.

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de los espaoles acab por debilitar su capacidad para montar un en frentamiento radical contra la estructura colonial, con lo cual contribuy a la dominacin de la lite colonial. Pero entretanto, la resistencia ind gena dentro del marco jurdico espaol atrap a los colonizadores en una guerra social que fue erosionando determinados privilegios concretos, y dej a los vencedores definitivos con muchos problemas y dificul tades.

Las batallas jurdicas de un pueblo contencioso


Desde muy pronto los indios se ganaron la reputacin de litigantes. Para el decenio de 1550 ya inundaban la audiencia virreinal de Lima de peticiones y pleitos, en su mayor parte entre comunidades, ayllus o grupos tnicos indgenas. Dos decenios despus, Toledo abrigaba la es peranza de que la organizacin administrativa local simplificara los p ro cedimientos de pleitear y evitara un trabajo excesivo para los juristas de L im a 3. Pero en la prctica, la consolidacin de un sistema implacable de explotacin administrado por un grupo de magistrados encargado de imponer las .directrices legales no sirvi de mucho para desalentar los pleitos. Por el contrario, los autctonos aprendieron a reivindicar agresi vamente los derechos que se les haban reconocido. Para el decenio de 1600, haban elaborado formas jurdicas de lucha en una importante estrategia para proteger los intereses individuales, del ayllu y de la co munidad. Incluso en aquellos tiempos de descenso demogrfico entre los autc tonos, algunos de los conflictos con los colonizadores se referan a la tierra. Los propietarios espaoles y no espaoles codiciaban las zonas cuya ecologa, fertilidad o situacin prometan grandes rendimientos de la agricultura comercial. Pese a la ausencia de una presin generalizada sobre la tie rra 4, la competencia en las zonas ms apreciadas desencade n conflictos feroces. Los espaoles gozaban de las ventajas de un siste ma jurdico que favoreca sus reivindicaciones sobre las tierras. L a ins titucin de la composicin de tierras permita a los visitadores de la Corona atribuir los terrenos no utilizados o excedentes de una comuni dad a quienes los reclam aran 5. Como la tecnologa agrcola andina con
3 HC, Doc. 1012, 1556; Gobernantes, ed. de Levillier, 8:257 a 260, 263 a 272. 4 La presin sobre la tierra se hizo ms corriente a fines del perodo colonial. Las investigaciones de Lorenzo Huertas Vallejos revelan que los combates indios por la tierra tuvieron un lugar destacado en la historia de Ayacucho en el si glo x v i i i , pero no antes. 5 Acerca de la composicin de tierras, vase Rowe, Los Incas, 181 y 182; Mellafe, Frontera agraria, 36 a 40.

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sista en un sistema de rotacin que dejaba muchos terrenos en barbe cho, las composiciones de los decenios de 1590, 162.0 y 1630 ofrecan a los especuladores en tierras una oportunidad de reclamar tierras indis pensables para las- comunidades porque estuvieran sin labrar en un m o mento determ inado6. Las comunidades que invertan su dinero y sus energas en atacar la legalidad de las peticiones de espaoles o incluso de mestizos hacan frente a grandes peligros. La ley espaola devaluaba oficialm ente la credibilidad de los testigos indgenas7, y los colonizado res disponan de ms recursos que gastar en los pleitos y en sobornos. Los jueces compartan afinidades y simpatas sociales con los aspiran tes espaoles. Aunque un juez fallara en favor de un indgena, el co rre gidor o su lugarteniente podan no imponer el acatamiento del fallo. Con el equilibrio de fuerzas en contra de ellos, y con sus fondos agotados, los indgenas a veces retiraban su dem anda8. Pero, pese a tener en su contra la ley, la riqueza econmica y los pre juicios sociales, y a su falta de fuerza poltica, los indios conseguan im portantes victorias locales. En Socos, cerca de Huamanga, una india que saba leer y escribir luch hbilmente para rechazar las incursiones de un terrateniente local en unas cuantas hectreas muy apreciadas. Cuando, en el decenio de 1590, don Cristbal de Serpa trat de apro piarse vastas extensiones de tierras valiosas justo al sur del Ro Pampas, la comunidad de Tiquihua obtuvo un decreto del Virrey, en Lima, por el que se rechazaron las aspiraciones de Serpa. Incluso cuando los in dgenas no podan llevar la lucha hasta la victoria final, su pleito poda resultar costoso y molesto para un empresario colonial. Una familia, deseosa de invertir dinero en mejorar tierras en el prspero Valle de Huatata, cerca de Huamanga, pag a los indios de su encomienda 5 0 0 pesos (de ocho reales) por retirar su p leito9. Las batallas jurdicas de las que los indios simplemente se negaban a retirarse eran las que se referan a la mano de obra, ms que a la tierra. Aunque los colonizadores acumularon una gran parte de las tierras va liosas, el aspecto ms amenazador del sistema de Toledo para la socie dad del ayllu era el de la mita. Las levas de mano de obra secaban las 6 Las composiciones de tierras sin ttulo legal siempre comprendan declara ciones en las que se testimoniaba que no estaban utilizadas, pero vanse pruebas de que esas tierras en barbecho eran objeto de usurpaciones, incluso por otros indios, en AGN, DI, Leg. 6, C.107, 1642, f. 27 v. 7 Rowe, The Incas, 191. 8 Vase BNP, A393, 1594, ff. 47 v-48 r; Z1067, 1685, ff. 237 r-238 v. 9 AGN, DI, Leg. 6, C.107, 1642, ff. 5 r-v, 10 r - llv , 14 r-v, 82 r-v; RPIA, to mo 5, partida L X I, 176; ADA, PN, Navarrete, 1615-1618/1627 /1630, ff. 712v-718r, 711 v-712 r, 720 r-725 v. Vase asimismo BNP, Z1067, 1685, ff. 205r-206r, 237 r238 v, respecto de otro pago a litigantes indios para que retirasen su pleito.

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energas indgenas, ponan en peligro la salud de las personas y la ca pacidad de la comunidad para reproducirse, y socavaban las relaciones de reciprocidad en las que se basaba la sociedad autctona. Para el de cenio de 1590, las comunidades estaban empeadas en una campaa agresiva para protegerse contra las exigencias excesivas que infringan las directrices oficiales. Los kurakas de Huanta y Vilcashuamn faculta ron al procurador de pleitos de la audiencia de Lima [p a ra que] pre sente ciertas promisiones que nosotros tenemos g anad as... acerca de la myta do los ys con que emos de acudir a'J. seruicio... de guancauclica 10. Los indios tanquihuas redujeron a la mitad el contingente de 120 de los suyos que enviaban al obraje de su encomendero n . Corno la mita re clutaba legalmente un mximo de la sptima parte de la poblacin tri butaria (varones sanos, de los dieciocho a los cincuenta aos de edad), un repartimiento cuya poblacin estuviera bajando poda solicitar una revisita para que se redujera su cuota de mitayos. A la llegada del Virrey Luis de Velasco, que simpatizaba con los indgenas, hacia 1600, se inici una importante revisita. Por lo menos diez, y quiz m s, de los 2 3 re partimientos nucleares iniciales de Huamanga lograron que se les reduje ran sus cuotas de tributo y de mita 12. Los indios hicieron sus esfuerzos ms denodados en la resistencia contra la mita. El kuraka de un ayllu tuvo un pleito de tres aos, por lo menos, para evitar que se entregara solamente a un indgena a la mita de plaza en Huancavelica (la mita de plaza no enviaba trabajadores a las minas, sino ms bien al servicio domstico, agrcola o ganadero de los vecinos y residentes de una ciudad). Los indgenas de tiempo caluroso (yunga) de su ayllu, que vivan en zonas ecolgicas de tierras bajas cerca de Luricoche (Huanta) gozaban de la exencin legal del trabajo en climas fros como el de Huancavelica. A fin de establecer su razn, el jefe moviliz el testimonio de indios y de mineros espaoles para de mostrar que su ayllu nunca haba tenido que contribuir a un contingente especial de 100 trabajadores designados para trabajar en las minas lo cales, reasignado ulteriormente a la mita de plaza de H uan cavelicau. Gran parte de la energa que gastaban los colonizadores en obligar a los indgenas a acatar las odiadas levas de mano de obra implicaban largas batallas jurdicas. En Andahuaylas, por ejemplo, los kurakas res paldaron su renuencia a satisfacer una peticin de mitayos con un truco jurdico que perturb la leva. Cuando se orden a los kurakas chan
10 ADA, PN, Pea, 1596, f. 82 r. 11 AGN, DI, Leg. 6, C.113, 1646, ff. 1 r-2 v; BNP, B1370, 1625, f. I r . 12 Vase el apndice C ; BNP, A18, 1599; vanse datos sobre visitas incluso anteriores en BNP, Z436, 1595, f. 222 r. BNP, B934, 1616.

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cas, en octubre de 1606, que durante dos aos enviasen un contingen te de 15 mitayos a los jesutas de Huamanga, replicaron con una decla racin en la que se oponan a la leva. Su repartim iento deba legalmente una sptima parte de su poblacin tributaria al servicio de la mita. Como no tenan ms de 3 .2 0 0 tributarios, no deban tener que entregar ms de 4 2 9 ,5 indgenas. Como, por la cuenta de los kurakas, ya haban en tregado 4 6 2 indgenas, los jefes recurrieron contra la legitimidad de la orden. Pero su cuenta inclua 112 funcionarios de la administracin mu-nicipal y eclesistica india. Legalmente, los funcionarios municipales y los ayudantes seglares gozaban de una exencin especial del servicio de la mita, pero las comunidades no tenan derecho a contar a ese grupo reservado en su cuota de indgenas que desempeaban los deberes de la mita autorizados por el Estado. Al igual que otros grupos, los chancas trataban de convertir las exenciones individuales en un medio de redu cir las obligaciones totales de la mita (en este caso, al reducirlas de 4 29,5 a 3 1 7 ,5 indgenas)14. E l sacerdote-abogado de los jesutas rebati la legalidad de la cuenta, y en diciembre consigui un fallo en el que se ordenaba el acatamiento de la leva. Pero los kurakas eran obstinados. En abril de 1607 afirmaron que la orden de acatamiento, emitida por el tribunal ms alto del reino, la au diencia real de Lima, era ilegal. Despus de todo, aducan, exiga que los indios enviaran al servicio de la mita ms de su cupo de una spti ma parte. Durante meses, los chancas simplemente recurrieron contra las decisiones desfavorables con argumentos jurdicos propios hasta que en octubre el corregidor los meti en la crcel. Incluso entonces, los jefes siguieron resistindose. No se sometieron hasta que el corregidor aprob la peticin de los jesutas de confiscar las propiedades de los kurakas y dejarlos indefinidamente en la crcel. Por ltimo, desde la prisin de Andahuaylas, enviaron a 15 mitayos a Huamanga sin perjuio de nro derecho y de lo que pretendemos alegar ante su exa. La insistencia de los kurakas haba retrasado la orden de la mita todo un ao 1S . En su bsqueda de tcnicas jurdicas para erosionar o perturbar los requisitos de trabajo forzoso, los indios a veces utilizaban tcticas astu tas. A partir del decenio de 1 5 8 0 ,.los indios tanquihuas haban obtenido una experiencia considerable en una lucha prolongada primero con Her nn y luego con Diego Guilln de Mendoza en relacin con los mitayos y con otros indgenas que trabajaban en el complejo hacienda-obraje de
14 Acerca de la gran frecuencia de esas tentativas de aprovechar las exen ciones, vase Pablo Macera, Feudalismo colonial, en Macera, Trabajos, 3:170 y 171. 15 BNP, B28, 1607, passitn (f. 6 v respecto de la cita).

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la familia. .En 1615, el grupo no envi a 2 0 campesinos a Huancavelica para la mita de septiembre-octubre. En unas fechas del ao en que los ayllus tenan que preparar y plantar los campos para Guilln adems de para s mismos, probablemente no podan privarse de brazos. Cuando un juez designado en Huancavelica lleg ms tarde para investigar, los tanquilmas culparon del incidente a los muchos yndios que tiene ocupados don diego guillen de mendoca su encomendero. La tctica funcion m ag nficamente, pues hizo que el centro de la investigacin se desplazara al complejo de la hacienda y a sus consecuencias para la mita de H uanca velica. Al final, los procedimientos legales inspirados por la denuncia de los mineros le costaron a Diego Guilln ms de 600 pesos t. Naturalmente, la inferioridad social, jurdica, poltica y econmica en que se encontraban los indios planteaba grandes obstculos a su xito en los tribunales y reduca a la insignificancia a .muchas de sus victo rias. Las residencias realizadas por los funcionarios entrantes acerca de la conducta y las cuentas de los funcionarios salientes ofrecan en teora un foro de reivindicaciones contra los abusos de los funcionarios co rrompidos. Pero incluso cuando los indgenas lograban invertir la notoria tendencia de,los corregidores entrantes y salientes a practicar la colusin en la residencia, a menudo su victoria representaba muy poco. Mu chas de las sanciones y las multas eran pagaderas a la Corona, y no a los indgenas. Lo qe era todava peor, el largo proceso del recurso daba al funcionario tiempo para movilizar a sus amigos bien situados para res paldar la argumentacin favorable a l. En ms de un caso, funcionarios sentenciados inicialmente a penas graves lograron invertir o paliar los resultados n. L a poltica tambin enturbiaba la justicia de otros proce dimientos. Cuando, hacia 1 600, los indios pidieron que se investigaran las prcticas laborales del obraje de Chincheros, el fallo conden a la poderosa familia Or al pago de miles de pesos. El triunfo de los ind genas les dio una excusa para marcharse del obraje, pero en el recurso la victoria result huidiza. La familia logr que la pena se redujera a unos meros 100 pesos, y moviliz a la burocracia para obligar a los in dios a volver al trabajo 18. Sin embargo, las corrupciones, los abusos y las colusiones conocidas de todos que convertan los derechos de los indios en una burla no lo eran todo. De hecho, el primer obraje construido por la familia O r se
BNP, Z313, 1616, ff. 196 r-206 r; Z351, 1616, f. 661 v. 17 Vase AGI, VI, Lima, 529A, Residencia de don Juan Manuel Anaya, esp. ff. 1332 v, 1406 v-1407 r, y el regreso de Anaya como tesorero real en 1601, en ADA, PN, Soria, 1593/60, f. 105 v; AGN, JR, Leg. 11, C.29, 1593, f. 350 r-v; Leg. 24; C.65, 1618, ff. 1 r-2 v, 193 r-194 v, 202 r-203 r. w Salas, De los obrajes, 163 a 169.

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vio cerrado cuando una investigacin respald las denuncias de que los trabajadores no podan cobrar sus salarios. Cuando Jernimo de Or construy un nuevo obraje en 1584 se asegur, segn dijeron despus los indios, de pagar bien a los trabajadores desde el principio 19. Como ya hemos visto, los indgenas repelan algunas de las incursiones contra sus tierras, conseguan que se revisaran los cupos de la mita cuando la po blacin disminua y edificaban argumentos jurdicos contra casos espec ficos de trabajo forzoso. Incluso cuando la accin ante los tribunales no bastaba para prevenir los abusos o las exacciones, retrasaban a los co lo nizadores, permitan un respiro para plantar sus campos o conseguan a los indios indemnizaciones por retirar sus pleitos. As, los indios logra ban por lo menos hacer que la accin ante los tribunales fuera una forma viable de lucha. Pero cabe preguntar por qu, en un sistema creado para explotar al campesinado autctono, eran posibles esos recursos.

La oportunidad: divisiones en el seno de la lite colonial


El sistema de explotacin, consolidado bajo Toledo, no funcionaba como un bloque monoltico de poder, sino como una alianza de diversas redes de la lite local, regional y suprarregionai. Aunque en su estructu ra general ese sistema transform a los pueblos autctonos de los Andes en indios disponibles para la apropiacin colonial, las redes de la lite estaban plagadas de suficientes contradicciones internas como para que los indios tuvieran un margen de maniobra. Adems, las instituciones coloniales espaolas daban a las leyes, y en trminos ms generales al sistema jurdico una importancia central en la administracin de las ins tituciones extractivas racionalizadas, como el tributo o la mita. Al apren der el arte de defenderse en alianza con los burcratas o los poderes coloniales competentes, los indios pese a las desventajas generales que obstaculizaban su xito en los pleitos aumentaban sus posibilidades de conseguir victorias concretas. Toda personalidad que aspirase a hacerse un feudo local de privile gios y lucro tena motivos para defender a sus clientes indios contra la codicia excesiva de una lite rival. Considrese, por ejemplo, al encomen dero (o a veces la encomendera) que tena desde haca mucho tiempo tierras cercanas a sus comunidades indias. El encomendero-hacendado, interesado en los tributos, las tierras frtiles o bien situadas y los traba jadores autctonos para su hacienda, se enfrentaba muchas veces con te rratenientes competidores cuyas aspiraciones podan socavar la autono
BNP, B1485, 1600, ff. 62 r, 247 r, 49 r.

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ma econmica o la productividad de los indios de su encomienda. Al ayudar a los indgenas contra la usurpacin de otros, el encomendero tambin aumentaba su propia capacidad para pedir favores a su cliente la. Una vez tras otra, los encomenderos apoyaban la lucha de sus indios contra las reivindicaciones de tierras de otros colonizadores o de ind genas riv ales20. De hecho, los colonizadores atrapados en luchas por tie rras tendan a culpar de ello a los amos europeos, y no a los propios in dgenas. ("orno deca un terrateniente con problemas, que era encomende ro, doria teressa de castaeda por sus fines anda ynponendo a. dos yndios del rrepartmiento de luis palomino [tambin un encomendero-ha cendado de la zona] para quererme ynquietar y Perturbar mi quieta po sesin y antigua posesion11. Naturalm ente, las lites de cualquier loca lidad dada muchas veces elaboraban relaciones mutuamente beneficiosas que las aliaban en la explotacin de los indgenas. Sin embargo, las ten tativas de establecerse la gente venida d fuera, o los esfuerzos de los ya establecidos por ampliar su parte en. el saqueo, provocaban conflictos. Al igual que ocurra con los encomenderos, esos conflictos proporciona ban a los indios defensores voluntarios, aunque poco fiables. En las mi nas de Huayllay, los mineros espaoles se expresaron en trminos en cen didos al acusar a un sacerdote-minero cuyas usurpaciones haban reduci do sus propios privilegios22. Es posible qu las contradicciones endmicas entre los intereses lo ca les y los supralocales tuvieran ms importancia que las divisiones entre facciones en el terreno local. En cierto sentido, todos los seores locales compartan con los -indgenas el inters por subvertir las asignaciones de tributos y de mita a centros distantes que socavaban la economa local o absorban sus excedentes. Por otra parte, todos los aspirantes supralo cales tratab an ' de exprimir el mximo de bienes, tributos en dinero y mano de obra de los hinterlands lejanos. El conflicto enfrentaba a los explotadores locales con los de fuera. Un encomendero-hacendado, al que se sumaron por igual los kurakas y el corregidor locales, denunci los efectos destructivos de la mita de plaza de Huamanga para los indios de su repartimiento y pidi que en lugar de enviar a los mitayos a la ciudad de Huamanga, se los asignara a sus haciendas locales 23. Los funcionarios reales, los vecinos de la ciudad y los mineros siempre sospechaban que
20 Vase BNP, Z1067, 1685, ff. 206 r-238 v; A393, 1594, ff. 36 r-v, 47 v-48 v, 50 r, 51v -52r; 1525, 1647, ff. 2 r-3 v ; ADA, Corregimiento, Causas Ordinarias, Leg. 1, C.2, 1599, f. 4 r-v; [Leg. 2 ], 1678, f. 935 r. 21 BNP, Z304, 1591, ff. 2 v -3 r. Vase asimismo AGN, TP, Leg. 18, C.370, 1607, f. 15 r. 22 Vase AAA, Siglo XVII, Estante 3, Exp. 28, 1626. 23 BNP, Z436, 1595, ff. 222 r-223 r, 225 v-227 r, 229 r-230 v, 231 r-v.

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los corregidores, los kurakas y los clrigos locales conspiraban contra las instituciones oficiales de la mita y el tributo. Mediante la manipulacin de las cuentas de poblacin, y con el argumento de que no era realista esperar contingentes completos de mitayos y la documentacin de que era imposible cobrar tributos a los indgenas empobrecidos, los funcio narios locales ampliaban su capacidad para recaudar tributos no o ficia les, establecer sistemas de trabajo a domicilio u organizar un comercio local lu crativ o 24. Esas relaciones extractivas, y la permanente vulnera bilidad de los indios a las levas de la mita, diferenciaban los intereses de los seores locales, hispnicos o andinos, de los del campesinado ms pobre. Sin embargo, el inters de la lite en m antener economas locales viables apoyaba a los ayllus y las comunidades en su combate ms im portante: la tentativa de reducir al mnimo las requisas de mano de obra forzosa fuera de sus tierras de origen. Lo que complicaba esas divisiones en el seno de la lite era el r e surgimiento del Estado colonial espaol, bajo Toledo, como agente indis pensable de la explotacin. El derecho y la administracin judicial se convirtieron en algo de primordial importancia, en un componente inne gable del campo de fuerzas con el que se enfrentaban tanto los coloni zadores como los indios. El apoyo que obtenan los indgenas entre los juristas-burcratas no implicaba necesariamente que los administradores actuaran como ejecutores desinteresados de las directrices legales. Aun que algunos daban muestras de una cierta integridad o de un compromiso con las normas legales, la inmensa mayora mereca su reputacin de jefecillos corrompidos y de avidez de lucro. Ms importante que ningn sentimiento desinteresado de integridad era la forma en que los juristasburcratas consideraban interesante apoyar algunos de los combates de los indgenas. Como ya hemos visto, los corregidores tenan abundantes mo tivos para apoyar el sabotaje indgena de las instituciones que socavaban la economa local. En ciudades como Huamanga, Huancavelica o Castrovirreyna, el protector de indios gozaba de influencia social y atraa ofrecimientos de soborno en virtud de su capacidad de representar agre
24 Vase, acerca de sospechas muy difundidas y pruebas de que muchas de ellas estaban bien fundadas, BNP, B57, 1616; B59, 1618; B1505, 1644, ff. 4 v-25 r; Z37, 1640, ff. 387 v-389 v, 398 v-401 r; A236, 1597, ff. 51v-52r, 106r-110v; B1485, 1600, f. 59 v; AGN, JR, Leg. 23, C.62, 1617, ff. 66 v-67 r, 79 v, 92 v-93 r, 124 r, 142 v-r, 144 r-v, 145 r-v, 171r-198v. La ltima cita documenta las opiniones favorables de un corregidor formuladas por indios, de quienes supuestamente abusaba en una vana tentativa de extraer tributos, y el argumento de los encomenderos de que las tentativas de recaudar tributos eran encubrimientos puramente formales de un sistema extractivo oficioso organizado por el corregidor y los kurakas.

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sivamente a los ind genas25. La obsesin por el lucro que haca que los burcratas fueran corrompibles por los clientes espaoles tambin abra las puertas a los sobornos de los indgenas. Los ciudadanos de Huamanga designaron a uno de los suyos, Juan Nez de Sotomayor, para que to mara medidas legales a fin de corregir la insuficiencia crnica de los co n tingentes de mitayos enviados por los indgenas. Pero, para su gran pe sar, Sotomayor era leal ante iodo a sus intereses com erciales privados. Al viajar por las provincias rurales, Sotomayor a convertido las mitas en su utilidad, dio lugar a que se rebajasscn [las cifras tributarias] :> 6 . Por medios legales o ilegales, los indgenas obtuvieron el acceso a un sistema jurdico ms o menos operacional y, en la medida de lo po sible, lo pusieron a su servicio. A la larga, todas las lites coloniales compartan un inters comn general en la explotacin de los indios medante la coaccin poltica. Ese inters comn hallaba una expresin consciente en alianzas mutuamente beneficiosas, en vnculos m atrim onia les y de parentesco, en la diversificacin de los intereses econm icos y en una disposicin a adaptarse los unos a los otros en lugar de provocar conflictos. Pero estaban en el mundo colonial para hacer dinero, y era muy frecuente que sus intereses ms especficos y concretos como ex p lo tadores en competencia chocaran. Para los pueblos andinos autctonos, esas contradicciones, junto con un sistema jurdico asequible a sus rei vindicaciones, representaba una posibilidad de defenderse en torno a cuestiones relativas a la mano de obra, las tierras y los tributos. Los indios advirtieron una oportunidad y la aprovecharon.

De la defensa y la manipulacin
El resultado fue que la tctica jurdica fue inflndose hasta conver tirse en una de las principales estrategias de la vida india. Y a en el de cenio de 1580, era frecuente que los kurakas diesen a espaoles poderes generales para que representaran sus intereses ante los tribunales 11. Por lo menos un grupo tnico, los acos de Huanta, institucionaliz su actividad
25 Acerca del protector de indios, en Huamanga y en trminos ms generales, vase Constantino Bayle, El protector de indios (Sevilla, 1945); Lohmann, El co rregidor, 333 y 334; AGI, VI, Lima, 1589, Sentencia contra Gregorio Fernndez de Castro (1647), acusaciones contra Alonso de Sotomayor; Aponte (1622), Me morial ... de la reformacin, 526 y 527. 26 AGI, VI, Lima, 1189, Sentencia contra Gregorio Fernndez de Castro (1647'), acusaciones contra Sotomayor. 27 ADA, PN, Crdenas, 1585, ff. 178 v-180 r; Soria, 1589, ff. 140 r-141 r, 207 r-v, 208 r-v, 269 v-270 v.

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ESCiVAMODEOlBlL

C4y&t n * 4 *

La creciente importancia de la documentacin jurdica. Un escribano indio escribe una peticin y acta de custodio de un volumen cada vez mayor de documentos relativos a la vida de los indgenas.

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legal. Cada ao nuevo, declararon en 1597 siete kurakas, acostumbra mos a nombrar procuradores q usen de nro poder en todas nuestras caussas [legales]. Con licencia de un alcalde espaol y protector de indios de Huamanga, ocho jefes designaron a tres personas dos kurakas y un procurador espaol de Huamanga para que cuidasen de los intereses del grupo ante los tribunales 28. A medida que los indgenas iban aprendiendo a defender mejor sus derechos, se iba difuminando cada vez ms la distincin entre la accin defensiva contra el desacato de las directrices legales por parte de los colonizadores y una manipulacin m is agresiva del sistema judicial para sabotear a los colonizadores. En particular, la correlacin jurdica entre el tributo y las cargas de la mita con las cuentas tributarias del reparti miento (varones sanos, de los dieciocho a los cincuenta aos de edad) brindaba a los ayllus y las comunidades una potente herramienta con la que combatir la extraccin colonial. Al solicitar revisitas de sus pobla ciones, los pueblos indgenas rebajaban sus cupos de tributos y de mita legales conforme a los descensos demogrficos reales y supuestos. A prin cipios del siglo xvii, la institucin de la revisita se haba convertido en el campo de batalla de una guerra social empeada para controlar las cifras oficiales de poblacin y las responsabilidades fiscales. Las cuentas de la revisita no ofrecan una gua fidedigna de los recursos humanos disponibles en las sociedades autctonas de Huamanga, sino que expre saban el resultado de aquella batalla constante. Por una parte los encomenderos, los mineros, los funcionarios de la hacienda real y otras personas interesadas en mantener los niveles co rrientes de tributo y de mita trataban de aplazar las revisitas o de redu cir sus consecuencias al mnimo. En casi todos los procedimientos judi ciales, las partes afectadas mantenan el derecho a participar y a de fender sus intereses. En las revisitas, los encomenderos reciban una convocatoria oficial en la que se les adverta del prximo recuento, lo que llevaba a la tentativa de mantener el statu quo. Al recurrir contra la legalidad de una revisita ante la audiencia de Lim a, u objetar al visi tador propuesto, un encomendero o un pensionista podan aplazar o fre nar el proceso29. Entretanto, el beneficiario segua teniendo derecho a los niveles anteriores de tributos. Una vez iniciada una revisita, las partes opuestas hacan todo lo que podan para que se desestimaran las peticio nes de los indgenas. So pretexto de que los kurakas escondan a tribu tarios y despus pretendan que haban muerto o huido a lugares desco
28 ADA, PN, Pea, 1569, ff. 237 v-238 v (237 v respecto de la cita). 29 Vase AGN, DI, Leg. 39, C.798, 1624, ff. 2 v -3 v ; Leg. 24, C.686, 1601, f. lr-v .

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nocidos, los encomenderos y los magistrados que pensaban como ellos exigan pruebas tajantes de los argumentos de los indgenas. Si una su puesta muerte no figuraba en el libro de muertos del clrigo, local, el magistrado sola registrar al indio como tributario vivo hasta que se demostrara lo contrario * . En una visita, ni siquiera bast con la decla racin de un clrigo espaol, en el sentido de que efectivamente haba enterrado al indio de que se trataba, para invertir esa prctica n . An logamente, los kurakas tenan que aportar pruebas de que los indgenas .huidos se haban escapado efectivamente de sus zonas de origen y eludi do las tentativas de sus parientes de encontrarlos32. En una revisita, los indios y los ayllus siempre tenan que combatir los esfuerzos de los colo nizadores por inflar o mantener la lista de tributarios sujetos a tributos y a la mita. IJn encomendero persuadi a un visitador para que invir tiera la exencin de los descendientes locales de los incas respecto de la condicin de tributarios normales 33. Al final de una revisita, los bene ficiarios coloniales podan seguir cobrando el tributo y los derechos de mita basados en listas censales que comprendan entre los tributarios a varones muertos o desaparecidos desde haca mucho tiempo. Por otra parte, los indgenas hacan todo lo posible por utilizar las revisitas para reducir las cargas del ayllu. Los kurakas buscaban el tes timonio de los curas e indios para certificar muertes y huidas y para explicar los errores de los archivos parroquiales; hacan que mdicos espaoles confirm aran la enfermedad del azogue y apoyaran la elimina cin de los enfermos de las listas de tributarios; hacan que los visita dores recorriesen las viviendas en ruinas y abandonadas para demostrar que los indgenas haban huido de la com unidad34. Unos aos despus de terminada la revisita, volvan a presentar pruebas de que deban se guirse rebajando los cupos tributarios y de la m ita 35. En la medida en que los grupos andinos, aliados con magistrados y clrigos o por cuenta propia, lograban incluir a tributarios escondidos entre los muertos o los ausentes, podan incluso lograr una reduccin que era superior al des censo demogrfico real. E l poderoso Hernando Palom ino, cuyos indios
30 Vase, en particular, el registro en BNP, B1079, 1629, passim. Vase asimis mo AGN, DI, Leg. 4, C.73, 1622, esp. ff. 311 r, 316 r; Leg. 3, C.50, 1606, ff. 88 r, 106 v. 31 BNP, B1079, 1629, ff. 86 r-93 r. 32 Ibid., ff. 68 r-80 r. 33 AGN, DI, Leg. 6, C.109, 1643, f. 5 r. 34 BNP, B856, 1616; B876, 1629, f. 13 v; B1079, 1629, ff. 68 r-80 r, 82 r-85r, 86 r-93 r; B1159, 1629, ff. 7 r-32 v; B1505, 1644, ff. 13 v-17 r; AGN, DI, Leg. 4, C.73, 1622. 35 AGN, DI, Leg. 39, C.798, 1624, f. 3 r; BNP, B1505, 1644, ff. 13 v-17 r; B1159, 1629, ff. 3 r-v, 4 r.

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soras exigieron agresivamente reducciones al principio del siglo x v n , se quejaba de que los clrigos locales confirm aban los fallecim ientos de tributarios escondidos, [para] tenerlos ocupados en sus tratos y grangerias y tener contentos a los Caciques. Los curas que certificaron 44 muertes entre 1607 y 1609, observaba Palomino airado, no decan que los en terraron a los yndios, Por el contrario, repetan la historia de los indgenas por abet visto a sus mugeres en avito de viudas x . E l proceso cotidiano de una revisita reflejaba fielm ente ese enfrenta miento, Al principio de su viaje, y en cada pueblo al que llegaba, el m a gistrado sola hacer una advertencia normalizada en su declaracin p blica a la multitud reunida en la plaza: si supieran que los dhos caci ques u otras personas tienen yndios ocultos los m anifiesten que si lo hicieren ansi asimezmo sern premiados y de los co n tarlo s... sern cas tigados 37. La identidad y las simpatas polticas de ios magistrados pre ocupaban a los indgenas tanto como a los colonizadores. Un grupo t nico pidi que se designara a su corregidor como magistrado de una re visita. Como el corregidor ya cobraba un sueldo, era su argumento, poda realizar la revisita sin someter a los indgenas al sueldo y las costas de otro funcionario. Probablem ente, los indios tambin pensaban que su corregidor estaba lo bastante interesado en las relaciones locales de ex plotacin como para cooperar con sus esfuerzos por reducir el tributo y la mita. Cuando el Virrey intent eludir toda posible colusin mediante la designacin de un magistrado independiente, las firm es objeciones d los indgenas retrasaron la revisita en setenta y cuatro d a s 38. Una vez iniciadas, las revisitas se prolongaban hasta convertirse en expediciones minuciosas aldea por aldea, ayllu por ayllu, casa por casa , en las que se inscriba a cada persona, se verificaban las clasi ficaciones de' edades y de fallecim ientos contra los libros parroquiales, se exigan pruebas escritas de todos los alegatos, y en las que el. magis trado iba acumulando un sueldo diario cada vez m ayor 39. Las revisitas adquiran el carcter de un juego del escondite jugado con documentos, testigos, sobornos o alianzas polticas y con pautas huidizas de asenta miento. Las aglomeraciones nucleadas patrocinadas por Toledo se haban deshecho lo bastante como para que los ayllus y los lcurakas pudieran asentar a los autctonos en partes ocultas y rrem otas que escapaban a la visita. Por otra parte, la posibilidad de que los indgenas recu rrieran a subterfugios dio a los magistrados ms severos un pretexto para
36 BNP, B1505, 1644, ff. 2 4 v -2 5 r (cursivas aadidas). 37 BNP, B1079, 1629, f. 10 v. 38 AGN, DI, Leg. 3, C.50, 1606, ff. 64 r, llO v -lllr . 39 Vase una relacin da por da de una revista que dur casi cinco meses, y que produjo un registro escrito de 740 folis, en ibid., ff. 101 r-107 v.

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desechar por sospechosas todas las reivindicaciones de los indios.' Cuan do dos kurakas, apoyados por un defensor de indios, organiz la presen tacin de testimonios escritos para demostrar la muerte de un tributario lucanas en Castrovirreyna, el magistrado declar que no es bastante [que] declaran yndios en ella [la declaracin testim onial], no declaran un espaol. Casi todos los indios, segua observando, no rreparan en perjurarse para que los saquen [a indios] de las listas de tributos y de mita de sus ayllus40. O sea, que los resultados de los recuentos reflejaban tanto la h a b i lidad, las ventajas y la suerte relativas de las partes interesadas como la demografa. Los indios soras, con 2.441 tributarios en 1570-1573, lo graron reducir su cuenta en slo 4 6 tributarios en torno a 1600, pese a la grave epidemia de viruela (y quiz tambin epidemias de tifus y /o gripe) que asol la regin de Huamanga desde mediados hasta finales del decenio de 1580. Se desconoce la mortandad causada por las epide mias en aquellos aos, pero no cabe duda de que la reduccin del n mero de tributarios varones entre los pueblos soras a partir de los nive les del censo de Toledo equivali a ms de 2 0 0 tributarios (o sea, el 8,2 por 100) en el ao 1600. Menos de un decenio despus, los indios soras redujeron la cuenta de tributarios en la impresionante cifra de 4 3 9 tri butarios pese a la ausencia de epidemias graves. Entre 1600 y 1610 evi dentemente haban aprendido a utilizar la institucin de la revisita con ms eficacia41. En un caso menos afortunado, los chancas de Andahuaylas rebajaron su cuenta en una gran proporcin, pero nicamente para encontrarse con que una investigacin ulterior de la precisin de la re visita eliminaba la mayor parte del remedio que haban conseguido. La visita inicial de 1604 haba revisado la cuenta de 1594 al compilar la cifra de 1.429 varones fallecidos, 4 5 6 hombres que haban cumplido ms de cincuenta aos de edad y 1.117 nuevos tributarios que haban cum plido los dieciocho aos de edad. La disminucin neta era de 7 6 8 tri butarios, de un total de 3 .277 en 159 a 2 .5 0 9 en 1604. La encomienda de Andahuaylas haba revertido a la Corona, que recibi considerables tri butos de los chancas en el decenio de 1600. Los funcionarios de la Co rona objetaron a la credibilidad del recuento, con el argumento de que el magistrado estaba demasiado interesado en sus propios beneficios para incluir a 50 0 varones jvenes y sanos en la cuenta de los nuevos tribu tarios. Para 1606, las acusaciones de fraude contra la real hacienda lle-

40 AGN, DI, Leg. 4, C.65, 1619, f. 2 v ; Leg. 4, C.73, 1622, ff. 311 r, 316r. 41 BNP, B1505, 1644, ff. 24r-31r, esp. 26 r-27 v. Cf. el caso de los lucanas laramati en ff. 13 v-16 r. Acerca de las epidemias del decenio de 1580, vase Dobyns, An Outline, 501 a 508.

L o s,indios y la justicia espaola

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varn a la designacin de un magistrado especial para que investigase, facultado para sustituir a los kurakas si era necesario. Ayudado por la discordia entre los caciques, el nuevo visitador dijo haber descubierto que el recuento no haba incluido a 641 tributarios, y elev la cuenta a 3 .1 5 0 (una disminucin neta de slo 127 respecto de 1594) 42. A principios del siglo x v n , ios pueblos andinos de Huamanga se ha ban dotado de una capacidad suficiente en la poltica local, los proce dimientos judiciales y los subterfugios como para reducir la poblacin tributaria oficial en proporciones impresionantes. Para 1630, las revisi tas haban reducido la cuenta regional de ms de 2 2 .0 0 0 en 1570-1575 a 4 .0 0 0 (vase el grfico 5 .1 ). Esa disminucin redujo los tributos brutos de ms de 8 5 .0 0 0 pesos ensayados a slo 15.000 pesos, y rebaj la co rriente, antes tan abundante, de mitayos, de ms de 3 .0 0 0 a 6 0 0 o menos. En el perodo inicial de 1570 a 1600, los repartim ientos de Huamanga slo lograron rebajar las cuentas oficiales al cerca del 80 por 100 de la poblacin tributaria de Toledo. Pero entre 1600 y 1 6 3 0 , los datos sugie ren que los indgenas iban acumulando conocimientos y experiencia. Las revisitas proliferaron hasta reducir la cuenta a un mero 15 a 20 por 100 de las cifras de Toledo. Lo que es ms, para el decenio de 1620 es posible que muchas de las cifras de las revisitas subestimaran la energa humana disponible en las economas locales de los ayllus. Todo el que est familiarizado con el territorio andino y las pautas indgenas de asentamiento sabe con qu fa cilidad poda un grupo social determinado esconder una parte de sus recursos humanos, pecuarios o incluso agrcolas a los ojos de forasteros. Una investigacin de la idolatra en el distrito de Huancavelica-Castrovirreyna revel que algunos grupos tnicos escondan a algunos de los recin nacidos de forma que no apareciesen ni en los archivos parroquia les. Varias de las huacas principales contaban con los servicios de 20 3 0 hombres y mujeres reservados para los cultos. A fin de proteger a los sirvientes contra su descubrimiento, y contra el trabajo de la mita en las minas, los indios ocultbanlos qdo [eran] nios y no los bap tizaban pa q no pareziesen en los libros del Cura 43. E l obispo de Hua manga, que viaj mucho por la regin en 1624 y 1625 observ que eran
Vase AGN, DI, Leg. 3, C.50, 1606, ff. 81 r-v, 65 r-66 v, 86 r-89 r (86 v res pecto de la cita). 43 BNP, B54, 1609, f. 21 v. La investigacin de la idolatra que consta en este documento se transcribi, con algunos errores, con el ttulo de Idolatra de los indios Huachos y Yauyos, en Revista Histrica, 6 (1918), 180 a 197. Acerca del uso del terreno y de las pautas huidizas de asentamiento para esconder a indgenas en el siglo xvn, vanse los perceptivos comentarios de Franklin Pease G. Y ., Del Tawantinsuyu a la historia del Per (Lima, 1978), 199 y 200.

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tantos los varones adultos que haban muerto o huido a vivir en lugares remotos y distantes de los pueblos, que es imposible se pueda cumplir con la mita de guancauca. No era fcil encontrar a los indgenas,, pues los q los buscan no los quieren hallar [a los indios] sino su plata 44. Adems de aquella poblacin oculta, la comunidad se dotaba del acceso a un grupo de varones sanos legalmente exentos de la cuenta tri butaria. La huida de las comunidades de origen haba creado un sector de indios inmigrantes a quienes se daba el nombre de forasteros. Al-.gunos optaban por vivir en contextos comunitarios nuevos, en lugar de vincularse a fincas o empresas europeas, o de vivir en ciudades o en re giones aisladas de la montaa. Los forasteros de la comunidad solan casarse con mujeres originarias de los ayllus y participaban activamente en la vida econmica lo c a l45. Sin embargo, hasta el siglo x v m estaban exentos legalmente de las cuentas de tributo y mita de sus comunidades adoptivas. El obispo que recorri Huamanga en 1624-1625 exageraba, sin duda, al decir que la poblacin indgena de las parroquias rurales haba permanecido bastante estable, si se incluan los nios, los escon didos y los forasteros (de todo tipo ) 46. Pero un censo levantado en 1683 de los ayllus chocorvos asentados en la Vilcashuamn confirm que los forasteros de la comunidad constituan un sector importante, aunque has ta entonces no cuantificado, de las economas del ayllu en el siglo xvn. Los 27 forasteros elevaban la poblacin de varones sanos de dieciocho a cincuenta aos de edad en un 33 ,8 por 100. Todos ellos menos uno vivan en uno de los dos pueblos visitados, donde elevaban esa cuenta en un 54 ,2 por 100 47.
44 AGI, V, Lima, 308, informe sobre la visita del obispo Verdugo, 1625, p ginas 3, 9 (de la copia en microfilme). 45 Vanse datos sobre la importancia de los forasteros en una revista anterior a 1650 (pese a la poca importancia del grupo a fines de inspeccin en aquella poca), en AGN, DI, Leg. 6, C.119, 1648, ff. 109 r, 111 v, 113 r, 114 r, 116v. Vase asimismo ADA, Cabildo, Causas Civiles, Leg. 1, C.6, 1676, f. 5 r; AGI, V, Lima, 308, Descripcin del Obispado de Huamanga, 1624-1625, anotaciones relativas a Jambo, Mayoc, Pampas, Huambalpa, Gernimo; informe sobre la visita de Ver dugo, pgs. 2 y 3. 46 AGI, V, Lima 308. Informe sobre la visita de Verdugo, pg. 8. 47 Lorenzo Huertas Vallejos y otros, La revisita de los Chocorbos de 1683 (Ayacucho, 1976), 55, 61 a 70, 145, 150. Estas cifras no incluyen a los forasteros adscritos a tierras de europeos, pero s a tres hijos varones adultos de forasteros de la comunidad. Vanse antecedentes sobre los forasteros y datos que apoyan su importancia estadstica en Snchez-Albornoz, Indios y tributos; Oscar Cornblit, Society and Mass Rebellion in Eighteenth-Lentury Per and Bolivia, en Latin American Affairs, comp. por Raymond Carr ,(St. Anthonys Papers, nm. 22, Londres, 1970), 24 a 27. La tesis doctoral de Ann Wightman, Universidad de Yale, sobre los forasteros en el Cuzco contribuye mucho a aclarar nuestra com prensin de este grupo.

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5.1..... Cuentas oficiales. Poblaciones tributarias de Huamanga, 1570-1640.

N o ta . La lnea discontinua es la curva basada en cuentas de slo dos repartim ien tos, cuyo porcentaje en 1606-1610 pareca anorm alm ente elevado (el 17,3 % ms alto) en com paracin con la cuenta regional basada en 12 repartim ientos. Fuentes. -C uentas censales de los 23 repartim ientos nucleares de H uam anga y San cos a intervalos quinquenales, citadas en el A pndice C. Los porcentajes regionales y las estimaciones suponen que Sos inform en de revisitas hallados en la docum en tacin existente son bastante representativos de los recuentos en la regin como un todo. El porcentaje citado respecto del ao 1600 (80,5 % ) consolida las cifras co rrespondientes a 1596-1600 y 1601-1605, dado especialm ente que no he podido especificar con exactitud cul de esos intervalos quinquenales es el correcto respecto de algunos de los recuentos.

De manera que la aguda reduccin del tributo y de la tnita represen taba un considerable xito indgena contra grandes obstculos, y no una consecuencia ineludible de unas tendencias demogrficas objetivas. Aunque las cifras de la revisita las hubieran reflejado con exactitud, las prdidas demogrficas en s no haban llevado automticamente a una reduccin proporcional de las levas de la mita y los tributos. Como ya hemos visto, la tasa y la escala de las reducciones de las cuentas tributarias eran resultado de guerras jurdicas sin cuartel. Y tampoco reduca automticamente la prdida demogrfica, por s sola, la capacidad objetiva de las comunidades para soportar levas de mita y tributos basadas en una cuenta elevada de los varones tributarios. La viabilidad de otros medios posibles de extraer grandes beneficios de las comunidades autctonas (cap. 6) pone en duda la hiptesis de que los ayllus sencilla

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mente no hubieran podido satisfacer cupos cuya proporcin por hogar con cabeza de familia varn exceda a la establecida por Toledo. De he cho, las comunidades indias, o los particulares, que no queran o no po dan satisfacer los cupos de la mita en personas, muchas veces pagaban con dinero en su lugar, o contrataban a otros indgenas para que sus tituyeran a los mitayos. Los kurakas que lograban acumular fondos paga ban tributos por hombres que haban huido de la com unidad48. Por ltimo, el efecto de los indios escondidos y los forasteros, junto con el aumento de los conocimientos de los peticionarios indgenas, significaba que las cuentas oficiales de tributarios, al menos en algunos casos, sub estimaban mucho la red humana total a disposicin de las sociedades locales. Claro que las comunidades andinas sufrieron unas prdidas abru madoras a causa de las enfermedades (especialmente durante las epide mias de 1585-1588 y 1610-1615), los malos tratos y las fugas que las altas tasas de natalidad o las inmigraciones no podan invertir sino par cialmente 49. Es posible que el efecto neto fuera reducir las poblaciones tnicas de la regin en un 50 por 100 o ms entre 1570 y 1630, y reba jarlas de ms de 120.000 habitantes a unas cuantas decenas de miles. Pero la impresionante reduccin en las cuentas de tributarios a una quinta parte o menos del censo de Toledo no era un ndice directo de la re duccin de los recursos humanos ni del excedente econmico disponible en la sociedad del ayllu. Por el contrario, eso meda los efectos de la incesante campaa india de sabotaje contra el tributo y la mita.

Las consecuencias de la poltica judicial: la lite colonial


Para los colonizadores, la actividad jurdica de los indgenas consti tua mucho ms que una molestia ocasional. A principios del siglo x v n , las revisitas ya haban socavado la fiabilidad de las instituciones ex tractivas oficiales del Estado como proveedoras de mano de obra y de rentas suficientes a una economa en expansin. E l efecto total de la campaa de los indgenas contra la explotacin, no obstante, no someti
48 Vase Basto, Las mitas, 5 y 6, 10 y 11; AGI, V, Lima, 308, informe sobre la visita de Verdugo, pg. 3; A D A /PN , Palma, 1609, ff. 82 v, 207 v; AGN, DI, Leg. 6, C.109, 1643, f. 3 r; BNP, B1079, 1629, ff. 73 v, 75 r, 76 v, 79 r. Obsrvese, asimismo, el comentario sobre las acumulaciones por indios y la funcin dinmi ca de las mujeres indgenas, que figura en el captulo 7, infra. m Vase un comentario sobre las tasas de natalidad y las fluctuaciones demo grficas en la sociedad preindustrial en E. A., Wrigley, Population and History (Nueva York, 1969), 62 a 106. Vanse datos del siglo x v i i i en el sentido de que un grupo tnico poda duplicar una poblacin reducida en el espacio de treinta aos en Whitaker, The Huancavelica Mercury Mine, 49.

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a Huamanga a una crisis generalizada. La produccin de mercurio me dida clave del dinamismo econm ico y mercantil sufri reveses oca sionales debidos a problemas tcnicos y laborales, y nunca volvi a los das del gran auge de los decenios de 1580 y 1590. Sin embargo, Ruancavlica sigui compilando un historial bastante firme de prosperidad (gr fico 5 . 2 ) so, y la Huamanga colonial escap a la aguda decadencia econ m ica hasta muy avanzado el siglo x v n y en el siglo x v in . Pero las lu chas de los indios provocaron una serie de crisis locales o pasajeras que dislocaron las empresas y los ingresos, cerraron los obrajes y plagaron la produccin con embotellamientos de mano de obra. I,a mano de obra barata de la m ita se hizo escasa y poco fiable. L a capacidad cada vez mayor de los indgenas para evadir o reducir los cupos de mita y tributo y enmaraar las relaciones de explotacin en batallas jurdicas daba a los colonizadores grandes incentivos para encontrar otras fuentes posi bles de lucro ms independientes de la autoridad y del patrim onio es tatales. Como ya veremos (en el cap. 6 ), las lites coloniales recurrieron

Q uintales

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30.000-

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1571 1576 1581 1586 1591 1596 1601 1606 1611 1616 1621 1626 1631 1636 -75 -80 -85 -90 -95 -1600 -05 -10 -15 -20 -25 -30 -35 -40 Aos
G r f ic o 5.2. Produccin

de mercurio registrado en Huancavelica, 1570-1640.

F u e n te : Lohm ann, Las minas, 452-454.

50 Respecto de la historia colonial de Huancavelica, vase Lohmann, Las Minas; Brading y Cross, Colonial Silver Mining, 545 a 579; Whitaker, The Huancave lica Mercury Mine; Gwendoline Ballantine Cobb, Potos and Huancavelica: Eco nomic Bases of Peru 1545 to 1640 (tesis doctoral, Universidad de California en Berkeley, 1947).

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' cada vez ms a modos ms directos de explotar la mano de obra india, basados en dependencias econmicas y formas de control poltico que escapaban a la supervisin oficial del Estado, a fin de escudar a sus empresas contra la vulnerabilidad a la accin ante los tribunales. Incluso las revisitas iniciales del decenio de 1590 haban impuesto escaseces de mano de obra a una economa com ercial en expansin. El auge de los decenios de 1580 y 1590 alent las inversiones en fincas agrcolas, ganaderas y haciendas, pero las reducciones de la mita imponan ,graves dificultades. Para 1600 haba 9 8 pequeos beneficiarios de la mita de plaza que no reciban ms que un indgena cada uno. Los vecinos importantes tenan que arreglrselas con menos mitayos para explotar grandes propiedades. La asignacin de 41 trabajadores a Crisstomo de Hontiveros se redujo a 2 9 ; Pedro Daz de Rojas perdi diez de sus 26 mitayos; Alonso Hernndez Alvitez se quejaba de prdidas por falta de seruicio cuando una visita redujo su parte de 16 mitayos a 13. En el extenso complejo de tierras de labor y de pastos propiedad de Francisco de Castaeda, la escasez de mano de obra planteaba graves problemas ya en 1595. Los diez y ocho yns [de mita] q tenamos eran muy Pocos Para la guarda de ganados y sementeras q tenemos en este distrito y fuera del. Ahora, con su cupo reducido a slo 12 mitayos, Castae da estaba desesperadamente retrasado en el ciclo agrcola. Es aora mediado el mes de nobiembre y mas, no tengo segados los trigos... por no tener yns con que hazerlo. Castaeda tena 3 0 0 hectreas de tierras de cultivo adecuadas para maz, trigo, patatas y otros cultivos, pero no se atreva a sembrar ms de 120. Castaeda, quiz con exageracin, de ca que necesitaba 30 indios slo para atender adecuadamente a su ga nado, que se multiplicaba rpidamente y que ascenda ya a ms de 8 .0 0 0 ovejas, 4 0 0 yeguas, 150 muas y burros, 700 cabras, 100 cerdos y 25 bueyes. En 1595, la escasez de mano de obra le haba costado ms de 3 0 0 ovejas y cab ras31. Para el siglo x v n , la mita de plaza haba perdido su credibilidad como importante fuente de mano de obra para complementar la de los yanaconas en la agricultura y la ganadera. Las reducciones de la mita causadas por las revisitas, y la cooperacin de los corregidores rurales con los indgenas para sabotear el cumplimiento de los cupos restantes, se convirti en un hecho ineludible. En 1606, y nuevamente en 1625 y 1645, el cabildo de Huamanga pidi al virrey que hiciera ms efectiva la mita de plaza. Esos reiterados llamamientos indicaban que los decre51 BNP, A18, 1599 passim; B462, 1601, f. 1 r (cita de Hernndez); Z436, 1595, ff. 22 r-v, 224 r-v, 226 r, 229 v (222 r respecto de la cita de Castaeda). Vase, asimismo, BNP, B740, 1610.

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tos virreinales expedidos en respuesta no podan invertir las realidades polticas, econm icas y demogrficas que actuaban en contra de la mita 52. Naturalmente, el sector minero era el que gozaba de la mayor prio ridad en la poltica econmica, pero an as tena que enfrentarse a una reduccin de las fuentes de mitayos. La apertura de una importante ciu dad dedicada a la minera de la plata en Castrovirreina en el decenio de 1590 desvi a los mitayos que trabajaban en yacimientos importantes, pero secundarios, de oro y plata en Atunsulla. En el plazo de un dece nio los 80 mitayos que normalmente se distribuan a Atunsulla pasaron a ser 20, y las escaseces de mano de obra barata dejaron en decadencia a minas que antes eran p rsperas:53. Las autoridades coloniales reforza ron la leva de mano de obra mediante la extensin del mbito geogr fico de las mitas mineras de Huamanga a otras provincias y el m ante nimiento de los cupos de la m ita por encim a de las proporciones que im ponan las revisitas. Pero esas medidas no podan aplazar indefinida mente la aparicin de una escasez de mitayos y una mayor dependencia respecto de trabajadores voluntarios, ms caros. A. fines del siglo xvi, la produccin exceden taria de Huancavelica y la abundancia de la oferta de mano de obra facilitaban la disminucin del nmero de mitayos para atender a la concurrencia de empresas y la reduccin de las poblaciones de las comunidades. Pero para los decenios de 1610 y 1620, los mineros estaban empeados en una batalla perdida de antemano para mantener e imponer grandes cupos de mitayos. L a mita de Huancavelica baj a 1 .400 trabajadores en 1630 (vase el cuadro 5 .1 ), pero las autoridades no esperaban que se presentase al trabajo ms de la mitad de ese nmero
C uadro 5.1

ASIGNACIONES DE MITAYOS A HUANCAVELICA, 1575-1645

1577
Mitayos 3.280

1590
2.274

1604 ______ 1618


2.400 a 2.200

1630
1.400

1645
620

a Comprende un complemento de 800 mitayos con el que se revis el cupo inicial.


F u e n t e : Lohmann, Las minas, 103, 145,178,186, 253, 284, 331.

52 ADA, Cabildo, Asuntos Administrativos, Leg. 64, Exp. 2, 5 r-v, 1 r-v. 53 AGN, Minera, Leg. 2, Ayacucho 1622, ff. 16 v-17 v, 76 r-v, mismo, Ribera y Chaves, Relacin... de Guamanga, 193. 54 Vase Lohmann, Las minas, 103, 107, 120, 144 y 145, 160 y 186, 222, 242 y 243, 251 a 260, 284 y 285, nota 31 en 285; cf. general, 2:333 y 334 y 3: 27, 180 a 183.

1645, ff. 3 r-4 r, 78 r; vase, asi y 161, 178, 185 Vargas, Historia

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Anteriormente, en 1618, el Virrey, Francisco de Borja y Aragn, haba reconocido que la nica forma de salvar la mina de Huancavelica era adoptar medidas drsticas. Conforme a su propio anlisis de las re visitas, siete distritos rurales (seis de ellos en Huamanga) merecan una reduccin de 8 00 mitayos, lo que reducira el complemento total a me nos de 1.500 trabajadores. Lo que era todava ms grave, los contingen tes llegaban incompletos a las minas de mercurio, lo cual se haba con vertido -en un problema grave que haca que los cupos fueran ms a p a rentes que reales. Pero, opinaba Borja, el dficit crnico no es tanto por mortandad de yndios que aya quanto por aver desamparado sus rreduziones huyendo de las mitas y de serugios que les esta rrepartido. Tan to los kurakas locales como los corregidores y los clrigos tenan m oti vos para no enviar sino contingentes parciales y para proteger a los fo rasteros contra las obligaciones fiscales y laborales de sus comunidades de origen. Tambin haba otros intereses vecinos y artesanos de las ciudades, ganaderos y agricultores, propietarios y administradores de haciendas, obrajes textiles y plantaciones de azcar y de coca que acogan a los migrantes que deseaban huir de las cargas del ayllu 55. Para revitalizar la mita, Borja encarg un proyecto ambicioso que era irrealizable desde un principio. Don Alonso de Mendoza, corregidor de Huanta, levantara un censo de todos los indios visibles y escondi dos, locales y forasteros que hubiera en las ciudades, las fincas y ha ciendas, los obrajes, las comunidades y el campo de 12 distritos que deban mitayos a Huancavelica. Mendoza deba obligar a los forasteros a regresar a sus comunidades de origen, o si procedan de ms de 20 leguas de distancia (entre 8 0 y 100 kilmetros), poda inscribirlos provi sionalmente en la poblacin tributaria del pueblo ms cercano de los designados por Toledo. Aunque Borja afirmara ms adelante que haba alcanzado su objetivo, y Mendoza logr extender las obligaciones de la mita y el tributo a unos cuantos indios ms, el corregidor reconoci en seguida que la derogacin generalizada de las pautas no oficiales de mi gracin y mano de obra era poltica y econmicamente inviable. Amena zados con la prdida de sirvientes indios, varios vezinos y moradores de Huamanga manifestaron su oposicin con gran sentimiento [,] rrepresentando el dao yrreparable que se les segua. Mendoza se retrajo de las ambiciosas propuestas de Borja, y al virrey no le qued ms reme dio que acceder a una reforma ms modesta. Mendoza inspeccionara las fincas y las haciendas de la zona de la ciudad de Huamanga. Cuando lograse inscribir a sirvientes yanaconas, el corregidor obligara a los pa
55 Vase AGN, DI, Leg. 4, C.65, 1619, ff. 1 r-4 r (2 v respecto de la cita); Lohmann, Las minas, 251 a 260; Vargas, Historia general, 3:191.

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tronos de los indios a entregar a un indgena al que le hubiera llegado su turno de mita o a pagar una suma por un trabajador que lo sustitu yera 5 . Al final, el proyecto no represent ningn cam bio de im portan cia. Huancavelica tendra que adaptarse a la escasez cada vez mayor de mano de obra barata causada por la reduccin de las asignaciones de m ita yos y por el acatamiento insuficiente de esos mismos cupos. Anlogamente, los tributos oficiales fueron reducindose cada ve/, ms como fuentes de rentas o de capital. Para el decenio de 1 6 0 0 , la Corona haba asumido e! control de la asignacin de tributos de las enco miendas a la muerte de los pensionistas. E n 1625, el control de la Coro na ya encauzaba las rentas de los tributos a la hacienda real y a un inca noble ausentista en cuatro de cada diez parroquias rurales r/. Ade ms, la reduccin de los tributos regionales que bajaron de 8 5 .0 0 0 pesos ensayados a unos 15.000 pesos en el decenio de 1 630, redujo todos los ingresos de las encomiendas a proporciones modestas. H aca sesenta aos, cinco de los 23 repartimientos nucleares de Huamanga contenan ms de 1 .500 tributarios. Otros ocho tenan ms de 7 00. O sea, que ms de la mitad de los repartimientos haban generado rentas que oscilaban en tre casi 3 .0 0 0 y ms de 10.000 pesos. Incluso despus de las deducciones por concepto de salarios y gastos administrativos, una docena ms o menos de fam ilias de encomenderos podan contar, cada una, con tribu tos anuales netos por valor de varios miles de pesos. Para el decenio de 1630, las revisitas haban convertido esas pensiones en algo del pasado. Los tributos estaban siempre atrasados, y el encomendero que tena derecho a una renta neta de varios centenares de pesos era un hombre de su erte58.
56 Vase, adems de las fuentes citadas en la nota. 55, AGN, DI, Leg. 4, C.65, 1619, ff. 4 v-9 v, 10 r-12 v (10 r respecto de la cita), 15 r-20 r, 21 v-22 r; Memorias de los virreyes que han gobernado el Per (6 vols., Lima, 1859), 1:85 a 88. 57 La Corona y el Marqus de Oropesa posean derechos de tributo en 15 de las 38 parroquias rurales visitadas por el obispo de Huamanga. Esta cifra no comprende Parinacochas ni Andahuaylas, donde los dos aspirantes tenan derechos en 15 de las 23 parroquias rurales. Vase AGI, V, Lima, 308, descripcin del Obispado de Huamanga, passim. Acerca del ausentismo entre los pensionistas de Huamanga, vase Fred Bronner, Peruvian Encomenderos in 1630: Elite Circulation and Consolidation, HAHR, 57 (noviembre de 1977), 653. Acerca del marqus de Oropesa, vase Vargas, Historia general, 3:173 y 174. Vase una historia detalla da del tributo indio en Ronald Escobedo, El tributo indgena en el Per (si glos XVI-XVII) (Pamplona, 1979). 58 Vase Tasa de la visita general, ed. de Cook, 260 a 264, 276 a 280, xxviii y xxix, xvii; BNP, B1441, 1634, ff. 78 v, 81 r-v, 86 v, 91 r, 101 r, 28 r, 29 r, 34 r-35 r, 46 r-47 r; J31505, 1644, f. 4 r-v; 14 v-16r, 36 v; AGN, JR, Leg. 23, C.62, 1617, ff. 66 v-67 r, 79 v, 92 v-93 r, 124 r, 142 r-v.

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Los indgenas no slo redujeron la corriente de mitayos y de tributos a un mero goteo. Lo que quiz fuera peor era que sus tcticas judiciales imponan crisis y dislocaciones a unos colonizadores que nominalmente gozaban de cupos abundantes de tributo o de mano de obra. Como ya hemos visto, los pleitos hicieron que el obraje de la fam ilia Or tuviera que cerrar en 1584 y perturbaron el trabajo en un segundo obraje en 1601. L a imposicin de la mita o del tributo tropezaba siempre con la resistencia y la tctica jurdica de los campesinos. En 1607, cuando los 'soras seguan debiendo un gran tributo anual, su encomendero se q u eja ba de que los indios utilizaban una controversia en tom o a las cuentas de tributarios como pretexto para no interrumpir el pago de miles de pesos . Incluso despus de que la decadencia demogrfica y las peticio nes de los indios redujeran la asignacin inicial de trabajadores hecha por Toledo al obraje de Cajamarca la Vilcashuamn, el propietario se gua teniendo derecho a 60 mitayos. Pero hacia 1601 los indgenas de su encomienda, embrollados en constantes peleas en tom o a las prcti cas y las obligaciones laborales, frenaron temporalmente la produccin al lograr que la audiencia de Lima cancelara totalmente la mita. Ms tarde se volvieron a imponer las levas, aunque las revisitas las redujeron a la insignificancia. En 1642, los indgenas locales obtuvieron una orden (anulada ulteriormente) de cerrar el obraje. Para entonces, el nuevo pro pietario al igual que su predecesor, comprenda que la nica forma de proteger la produccin contra los pleitos de la comunidad era cultivar las relaciones directas con una clientela controlada de trabajadores depen dientes 60.

Las consecuencias de la poltica judicial: la sociedad autctona


La estrategia jurdica de los indios infligi considerables dificultades a muchos colonizadores, pero, sin embargo, tuvo consecuencias lamenta bles para la sociedad andina autctona. Dados los graves conflictos en torno a las tierras, los kurakazgos y las cargas de la mita y el tributo que configuraban la vida del ayllu y la tnica, no se poda esperar que los indgenas limitaran la poltica judicial a las acciones de los campesi nos contra la explotacin colonial. Los pleiteantes andinos utilizaron sus derechos y sus conocimientos jurdicos para atacarse mutuamente, prc
39 BNP, B1505, 1644, f. 24 r. 60 Los datos supra se pueden discernir en BNP, B1370, 1625, f. 1 r; Z313, 1616, ff. 164 v-165 v; Z351, 1616, ff. 662 r-v, 663 r, 668 v; AGN, DI, Leg. 6, C.113, 1646; BNP, B450, 1643, ff. 2 r-4 r ; B164, 1640.

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tica que dej a la sociedad autctona dividida y dependiente de las au toridades coloniales para resolver las controversias internas. Adems, el acceso al poder y a las instituciones jurdicas de los espaoles fom ent una cierta individualizacin, o privatizacin, de intereses y perspectivas por parte de los indgenas que adquiran ttulos privados de tierras, ob tenan exenciones legales de la mita o el tributo, actuaban como interm e diarios en las relaciones de!, aylu con los corregidores u otras fuerzas coloniales, etc. Al reforzar los enfrentamientos entre ay'llus y etnas, y fomentar una dinmica de clase que vinculaba a los indios privilegiados a la estructura colonial del poder, un sistema operacional de justicia colonial debilit la capacidad de las sociedades autctonas para unirse y lanzar un ataque ms ambicioso y radical contra la estructura de ex plotacin como un todo. Una estrategia m s'fragm entada persegua vic torias ms limitadas: las causas particulares de determinados grupos o personas indgenas. Y los indios fueron dependiendo cada vez ms de las instituciones legales y los favores de sus explotadores para ganar esas causas, incluso cuando las controversias no afectaban ms que a indios. Para muchos grupos indgenas, las peleas ms persistentes por tie rras no se deban a las incursiones de los colonizadores, sino a las riva lidades con. otros ayllus y grupos tnicos. Especialmente en regiones como las de Ro Pampas o Huamanga-Huanta-Angaraes, la proliferacin de grupos tnicos entremezclados gener conflictos seculares por tierras y pastos. Para resolver esas controversias hasta el siguiente estallido, los grupos locales podan recurrir a la guerra, a la negociacin o a la ape lacin ante autoridades externas. El acceso a un sistema jurdico que se jactaba de resolver las controversias locales, probablemente las intensi ficara de hecho. Un grupo demasiado dbil para ganar una batalla vio lenta, o para aceptar un m odas operandi basado en los equilibrios locales de poder poda tratar de compensarlo mediante la obtencin del apoyo legal de un magistrado espaol. Pero los grupos rivales, sobre todo si eran ms fuertes, no podan renunciar sin ms a sus propias reivindica ciones sencillamente porque sus enemigos tuvieran el ttulo legal de los valiosos recursos. Estallaban constantemente controversias tnicas, y el grupo que poda respaldar sus reivindicaciones con precedentes legales siempre recurra a los tribunales coloniales para proteger sus intereses locales 61.
61 Vase un repertorio revelador de documentos sobre historiales de tierras de comunidades rivales en los registros de comunidades en RPIA, tomo 5, partida VI, 18 a 21; tomo 8, partida X L , 132 a 134; tomo 10, partida C X X III, 404 a 409; tomo 10, partida CXL, 468 y 469; tomo 13, partida LV, 328 a 334; tomo 14, partida VI, 39 a 60; tomo 21, partida XLV II, 457 a 469. Vase, asimismo, AGN,

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Incluso en el seno de un mismo grupo tnico, el acceso a las insti tuciones jurdicas fomentaba conflictos que socavaban la autoridad y la cohesin internas del propio grupo. La sucesin a las principales jefatu ras siempre haba constituido un proceso difcil y espinoso en las socie dades andinas. Los posibles herederos de un kurakazgo casi siempre comprendan varios rivales entre los hijos, e incluso los sobrinos o los hermanos del jefe saliente<2. Como cada lcuraka principal se identificaba ms estrechamente con uno de los diversos ayllus que constituan una comunidad o un grupo tnico, su autoridad prctica y su aceptacin por todos los ayllus de su dominio dependa de su habilidad poltica y de que satisfaciera las expectativas populares 61. Las identidades de los kurakas principales tenan consecuencias econmicas cruciales, dado que los ku rakas supervisaban la distribucin de las cargas de la mita y el tributo entre los diversos ayllus. Las rivalidades endmicas entre los distintos aspirantes podan intervenir en esas divisiones sociales y desgarrar a una comunidad o un grupo tnico. En ms de un caso, la guerra civil consi guiente llev a muchos muertes y desgracias entre los hermanos e n frentados M. Al ofrecer a los aspirantes derrotados un instrumento con el que subvertir el statu quo, el acceso a los jueces coloniales mantena vivas las controversias y la polarizacin locales, y dejaba a los jefes tnicos en una situacin de dependencia del podero espaol para apoyar su condi cin incluso ante sus parientes locales. Dos soras que eran primos resu citaron una polmica entre sus padres respectivos hasta que el agresivo pretendiente desplaz a su primo como kuraka en 1594. Don Juan Llan to, el jefe de los angaraes, se quejaba de que su sobrino, fuente de pro blemas para los notables locales desde el decenio de 1 570, haba soli citado el fav o r... del corregidor y escrinaro. Con su ayuda, el adve nedizo haba logrado que se sustituyera a dos jefes y haba amenazado con hacerle lo mismo a su to. L a consiguiente rrebuelta sobre los caci cazgos hizo ir a Llanto a Huamanga en 1589 a encargar a un abogado que expusiera su caso ante la audiencia de Lima. En Huanta, un con
DI, Leg. 6, C.107, 142, ff. 16 r-v, 32 r; Tierras de Comunidades, Leg. 3, C.19, 1806, ff. 40 r-43 r, 46 r-47 v; ADA, PN, Soria 1589, f. 65 v. Todava no disponemos de un estudio de las condiciones que tendan a favo recer o a socavar un modus vivendi ms o menos estable en las zonas con diver sidad tnica. Las investigaciones de John Earls al sur del Ro Pampas representa rn una contribucin importante a este difcil tema. 62 Vase Rostworowski, Succession, 417 a 427; Rostworowski, Curacas y sucesiones, y las fuentes citadas en las notas 64 y 65, infra. 63 Murra, Formaciones, 193 a 223, esp. 221, 223; BNP, A387, 1594, f. 2 r; YC, vol. 5, ff. 62 v, 63 r (pagos de tributos por ayllu y seor tnico). 64 ADA, PN, Pea 1596, f. 137 r. Cf. Soria, 1589, f. 67 r.

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flicto sucesorio se convirti en algo tan sangriento y costoso que los tres rivales, cada uno de ellos respaldado aparentemente por muchos segui dores, convinieron en 1596 en aceptar una tregua frgil. Descubrieron que pleitear no tiene fin y cargaba a los ayllus de Hurin Acos de cos tosos pagos legales y viajes a L im a 65. L a autoridad judicial espaola se convirti en una importante fuerza interna utilizada por los indios contra sus propias autoridades, Al obte ner el favor de los jueces espaoles se quejaba amargamente un. indge na lueanas, un yndio tributario, habindose curaca rreseruaua a todo su pueblo de las minas y de los seruicios personales cin citalle al ca cique principal adm inistrador6S. Un campesino enfermo, a quien sus kurakas haban ordenado pagar tributo y servir en la mita recurri al defensor de indios para que apelase al corregidor, que rescindi las r denes de los jefes. Cuando don Bernab Sussopaucar pas de los cin cuenta aos de edad logr que el corregidor de Lim a promulgase una orden por la que lo exima del tributo y la mita. Sus jefes insistieron en que el rico indgena, que era un pequeo seor y tena ttulos particu lares de tierras de regado, contribuyese a las cargas de la mita de la comunidad. Don Bernab respondi con la obtencin de una disposicin virreinal en la que se amenazaba con deponer a los kurakas si persis tan. El ayllu Anta de Huamanguilla comprenda varios indgenas ricos que, como descendientes tnicos de los incas, gozaban de la exencin legal de la mita y el tributo. Los kurakas superiores, especialmente los de los ayllus ms poderosos, vean mal los privilegios y la riqueza de los incas. Incluso cuando era un anciano, se quejaba un descendiente de los incas, le compelan a [servir en] la dha mita o que mingase [contratar a] persona en su lugar. Al obtener una ordenanza del Virrey, presentrsela al corregidor y obtener su promesa pblica de imponer el respeto de la orden, los descendientes de los incas podan defender sus ventajas eco nmicas 67. De hecho, las autoridades legales espaolas alentaban a los indios a crearse intereses y privilegios individualizados que los protegan de la suerte asignada a los campesinos ms pobres. La inmunidad legal res
65 BNP, A371, 1594; ADA, PN, Soria, 1589, ff. 67 r-71 r (67 r respecto de las citas de Llanto); Pea, 1596, f. 137 r. Cf. Crdenas, 1585, f. 144 v. 66 Poma de Ayala (1615), Nueva cornica, 974. El ejemplo procede de Sancos, al sur del Ro Pampas. Cualesquiera sean los problemas con la caracterizacin gene ral de Poma, mis investigaciones tienden a confirmar la veracidad de Poma cuan do cita personas concretas o acontecimientos especficos de Huamanga. 67 Vase Informacin presentada ... en nombre de Juan Mocante, incluidaen BNP, B856, 1616; AGN, DI, Leg. 6, C.107, 1642, ff. 8 r-v, 16 r-v, 27 v-28 r; Leg.6, C.109, 1643, ff. 1 r-4 v respecto de la cita (cf. Leg. 6, C.108, 1643, f. 1 r).

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pecto de la mita o el tributo permita a los funcionarios municipales y eclesisticos, a los descendientes de los incas y a los artesanos eludir cargas que empobrecan a sus parientes68. La dependencia respecto de las autoridades coloniales para defender la condicin de un kuraka, o para proteger a ste contra la responsabilidad personal por las obliga ciones de mita y tributo de sus ayllus, alentaba a los seores indgenas a elaborar acuerdos privados que eran beneficiosos para las prcticas de explotacin de los funcionarios locales, Esos acuerdos permitan al jefe ' evitar los malos tratos fsicos, los encarcelamientos y las confiscaciones de bienes que padecan los kurakas de contribuyentes delincuentes, obtener la ayuda que necesitaba en sus esfuerzos por sabotear las levas de mano de obra y los tributos patrocinados por el Estado, y mediar en las relaciones entre indgenas y blancos, que resultaban lucrativas para todas las lites cooperantes 69. Las composiciones de tierras peridicas aadan ms incentivos a un proceso de privatizacin por el que las li tes indias podan diferenciarse de sus parientes ms pobres. Legalmen te, el juez de una composicin poda vender todas las tierras de una co munidad consideradas excedentarias a quienes pidieran un ttulo de propiedad privada. Pero las composiciones tambin permitan a los in dios ricos comprar las tierras subastadas, y a los kurakas privatizar sus derechos tradicionales de uso de las tierras. Los jefes de Huamanga reaccionaron agresivamente a la oportunidad; uno de los seores se con virti en un terrateniente espectacular al enumerar ms de 70 parcelas, por un total de miles de hectreas, que siempre las he posedo desde mis antepasados70. Es dudoso que un seor pudiera emancipar verdaderamente todos esos recursos de las reivindicaciones tradicionales de la sociedad del ayllu, si deseaba mantener su posicin local y movilizar mano de obra que le tra bajase las tierras. Pero el ttulo individual le permita empezar a super poner derechos de propiedad privada sobre un dominio que tradicional mente corresponda al ayllu. Un indio que tuviera ttulos individuales de propiedad de tierras poda venderlas como propiedad suya, y proteger los bienes races contra las usurpaciones que amenazaban a todas las pro
68 Vase Spalding, De indio a campesino, 72 a 85, esp. 77, 82 y 83. 69 Vase ibid., 77 a 79, y la nota 24, supra. 70 BNP, A387, 1594, f. 2r-v (2 v respecto de la cita). Las parcelas ascendan en total a 1.650 topos, medida andina que variaba segn las circunstancias eco lgicas que afectaban a la productividad. Una venta de 27 topos por el mismo jefe correspondi, segn la medida espaola, a 30 fanegadas (casi 90 hectreas). Con esa proporcin, las posesiones del jefe ascenderan en total a 5.000 hectreas. Ibid., f. 4r-v. Vase, asimismo, AGN, DI, Leg. 6, C.107, 1642, ff. 16v-20r, 25 v, 27 r-v.

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piedades colectivas del ayllu. Como deca una peticin que obtuvo xito: las dhas tierras [no son] comunes, sino [propiedades] particulares su yas de que no pueden ser [los peticionarios d esp o ja d o s] 71. E l xito mismo de los indios en la utilizacin de las instituciones jurdicas espaolas cre fuerzas en la vida y las luchas cotidianas que socavaron la posibilidad de organizar un movimiento ms amplio, ms unificado e independiente en pro del campesinado. En primer lugar, la poltica judicial reforz unas divisiones sociales costosas por ayllus, etnias e incluso clases. Los acuerdos notariales entre jefes do distintas etnias demuestran que la sujecin comn a la mita y el tributo engendr e s fuerzos por unir a grupos diversos con intereses y problem as comunes 12. Pero, como ya hemos visto, en la prctica la tctica jurdica tam bin poda enfrentar a indios entre s. Los grupos tnicos se combatan por las tierras, las lites rivales se enfrentaban por lograr el reconocimiento de kurakazgos, y los indgenas buscaban individualmente medios de acumular y proteger riquezas y privilegios. Durante una revisita de los chancas, todos los ayllus compartan e l mismo inters por corroborar afirmaciones de fallecim ientos que rebajaban su cupo colectivo de tributo y m ita. Pero un juez espaol muy hbil para polarizar las constantes peleas que plagaban una jerarqua de rangos de ayllus y kurakas d escu bri centenares de defunciones falsas (es probable que las tcnicas de los magistrados visitadores espaoles com portaran la bsqueda y el inte rrogatorio de posibles delatores que, al verse amenazados de castigos u ofrecidos una recompensa, podan revelar un secreto lo cal, o por lo m e nos un secreto que afectara a otros ayllus o grupos de parentesco. Armado con una o ms de esas cuas, un investigador hbil poda pasar a tratar de explotar las rivalidades y las divisiones internas y las divisiones de lealtades para romper el muro de secreto de la comunidad o el grupo tnico) 73. E n segundo lugar, una estrategia de defensa que dependa de las ins tituciones coloniales para resistir a la explotacin vincul a los indgenas con ms eficacia que nunca al podero hispnico. Los indios que eludan o reducan las cargas de la m ita, o protegan sus tierras, o legalizaban
71 AGN, DI, Leg. 6, C.107, 1642, f. 14 r. 72 ADA, PN, Crdenas, 1585, ff. 110r-112v; Soria, 1589, ff. 302 r-303 v. 73 AGN, DI, Leg. 3, C.50, 1606, ff. 86 v (discordia entre los caciques), 90v -91r (jerarqua escalonada). Mis comentarios sobre las tcnicas de los magistrados-investigadores son especulaciones basadas en las descripciones de los m todos utilizados por los investigadores de la idolatra de principios del siglo xvn. Vase una visin reveladora, aunque de fuera de la regin de Huamanga, en Arriaga (1621), La extirpacin, esp. 133, 138. Vase, asimismo, de Huamanga, Al bornoz (circa 1583), Instruccin para descubrir, 38.

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reivindicaciones poco claras a la condicin de kuraka por la gracia de los poderosos colonizadores que utilizaban las normas, oficiales y ofi ciosas, de la dominacin hispnica para defenderse. Esas normas exigan la aceptacin de las relaciones coloniales, que a fin de cuentas empobre can al campesinado andino. Los indios que obtenan victorias impor tantes, pero limitadas, mediante la obtencin del favor de los coloniza dores y sus instituciones tenan un cierto inters en evitar los desafos ge nerales a la autoridad, que provocaban castigos o la revocacin de lo que haban logrado. Adems, la poltica judicial fomentaba lealtades entre las lites indias y los patronos-aliados hispnicos que tenan con secuencias peligrosas para el campesinado. Con el tiempo, los medios por los que los ayllus combatan a las extracciones patrocinadas por el Es tado fomentaron alianzas que asimilaron a las lites autctonas a la es tructura colonial del poder, sustituyeron las antiguas cargas legales por una explotacin ilegal y diferenciaron las perspectivas y los intereses de las lites autctonas como clase ascendente de los cam pesinos74. La estrategia jurdica elaborada para 1600 era lgica en su momento, dada la derrota de la visin radical del Taki Onqoy, la disminucin de la poblacin y la riqueza del ayllu, la extensin de las avanzadillas del poder colonial por todo el campo y la posibilidad de mermar autntica mente la carga ms odiada y temida de los indios, la mita colonial. La utilizacin agresiva del sistema colonial de justicia, complementada con la p ereza7S , las fugas y las formas annimas de sabotaje (poblaciones escondidas, incendios misteriosos) 76 brindaba medios realistas de re sistencia. Al dominar el arte de la poltica judicial, los grupos tnicos, los ayllus, e incluso los particulares, ganaban batallas en torno a cues tiones urgentes de la vida cotidiana, como la mita, el tributo y los dere chos a las tierras.
74 Este proceso era parcial y contradictorio, debido en parte a que a veces los vnculos de clase y raciales actuaban de forma contradictoria. Pero, no obstante, era muy real, y serva para integrar a las lites autctonas con ms eficacia en el mundo del poder espaol. Vase el captulo 7, infra, y para un comentario ms general, Spalding, De indio a campesino, 31 a 87, 147 a 193. 75 Vase Ribera y Chaves (1586), Relacin ... de Guamanga, 185 y 186, una caracterizacin frecuente; BNP, Z1124, 1631, ff. 427 r-485 r, donde hay regis tros de das de trabajo perdidos en una hacienda porque no ubo gente; en Poma de Ayala (1615), Nueva cornica, 529 y 530 hay una ancdota reveladora acerca de un espaol tmido que no poda hacer que los indios lo sirvieran. 76 Acerca de los incendios, BNP, B1441, 1634, ff. 27 v, 28 v; Z1124, 1631, ff. 481 v, 518 v, 543 r. Vase un tratamiento ms importante de formas annimas o encubiertas de protesta como resultado normal de una sociedad aparentemente deferente en E. P. Thompson, The Crime of Anonimity, en Douglas Hay y otros, Albions Fatal Tree: Crime and Society in Eighteenth-Century England (Nueva York, 1975), 255 a 308.

Los indios y la justicia espaola

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El rey como proveedor de justicia. Poma de Ayala se imagina a s mismo presen tando su carta ilustrada al Rey de Espaa. Hipotticamente, el Rey leera el tra tado y adoptara las reformas propuestas por Poma para poner fin a los abusos de los colonizadores. La carta, que tena 1.200 pginas de largo, fu e descubierta por rd Pietschmann en la Biblioteca Real de Copenhague en 1.908.

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Pero, a otro nivel, el xito de los indgenas les cost muy caro'. Des de el punto de vista de la clase dominante de una sociedad, un sistema de justicia funciona eficazmente si representa un pacto entre grupos so ciales y particulares de no hacerse la guerra por sus diferencias, sino solventar los conflictos en el marco de las normas establecidas por las fuerzas dominantes de esa sociedad. Naturalmente, el utilizar las normas o las instituciones establecidas en beneficio propio no significa por s solo que no exista la voluntad de utilizar la fuerza o de organizar estra te g ia s ms radicales. Pero en la medida en que la dependencia en un sistema jurdico se convierte en una estrategia dominante de proteccin para una clase o un grupo social oprimidos, puede socavar la posibili dad de organizar un ataque ms ambicioso encaminado a derrocar la estructura explotadora en s. Cuando ocurre esto, un sistema de justicia que funcione contribuye a la hegemona de una clase dominante. Eso fue lo que ocurri, por lo menos en Huamanga, a principios del siglo xv n . Para esas fechas, los movimientos religiosos subversivos no hablaban ya de eliminar la sociedad ni el podero hispnicos, sino simplemente de re sistir a la cooperacin con los espaoles sino es por fuerea , La lu cha de los indios por la justicia espaola someti a muchos colonizado res a presiones y dificultades, e incluso oblig a algunos de ellos a bus car otros medios de extraer mano de obra y ganancias. Pero lo que no poda hacer era desafiar al colonialismo en s. La justicia espaola, en algunos casos y en torno a algunas cuestiones, favoreci a los indgenas contra sus opresores. Pero, por eso mismo, puso en marcha unas rela ciones que sostuvieron el poder colonial, debilitaron la capacidad del campesinado para la resistencia independiente y arraigaron la explotacin en la trama duradero de la sociedad an d in a78.
77 BNP, B54, 1609, f. 26 r; Stern, Las ideologas nativistas, 26. 78 Toda comprensin de la legalidad y la tica como instrumento de la hege mona de una clase dominante se ve beneficiada por la obra pionera de Antonio Gramsci. Vase, especialmente, El Estadoy la sociedad civil, en Gramsci, Se leccin de los cuadernos de prisin. Debe sealarse, no obstante, que Gramsci elabor el concepto de hegemona con referencia a las sociedades capitalistas mo dernas. Vase un tratamiento importante del significado social de la justicia o el derecho en otros tipos de sociedades en Douglas Hay, Property, Authority and the Criminal Law, en Hay y otros, Albions Fatal Tree, 17 a 63; Genovese, Roll, Jordn, Roll, 25 a 49. Entre las obras recientes que aclaran las pautas de gobernacin y legitimidad en las relaciones entre los campesinos y el Estado figuran James C. Scott, The Moral Economy of the Peasant: Rebellion and Subsistence in East Asia (New Haven, 1976), y en Hispanoamrica, William B. Taylor, Drinking, Homicide and Rebellion in Colonial Mexican Villages (Stanford, 1979), esp. 128 a 145, 168 a 170; John Leddy Phelan, The People and the King: The Comunero Revolution in Colombia, 1781 (Madison, 1978).

6 '.

La economa

p o ltic a

de

la dependencia

El secreto de que un sistema de explotacin sea duradero es, por una parte, su capacidad para organizar la coaccin en favor de los que mandan y, por la otra, su capacidad para hacer que los explotados necesiten a sus. explotadores. Por una parte, la violencia coactiva equi pa a los dirigentes de la sociedad para castigar la desobediencia de las normas y las instituciones principales. Por la otra, la dependencia pro mueve el consentimiento voluntario en las relaciones de opresin. En la medida en que los explotados dependen de sus opresores para la sa tisfaccin de sus necesidades bsicas, deben aceptar, o incluso iniciar, relaciones obligatorias que los someten a la continuacin de la explota cin. La sutil coercin de la dependencia complementa la coercin descarada de la fuerza, y las relaciones extractivas adquieren ms comple jidad. En una sociedad capitalista industrial, por ejemplo, la dependencia econmica de los proletarios es tan extrema que los empresarios no nece sitan recurrir a compulsiones extraeconmicas para encontrar obreros. Basta con la presin de la necesidad econmica para llevar a hombres y mujeres a presentarse voluntariamente a la explotacin. La mano de obra libre, aislada del acceso a los medios de produccin, no tiene ms alternativa que vender su fuerza de trabajo a los productores capitalis tas, a cambio de un salario con el que pagarse la subsistencia (la ap ari cin de amplios programas de bienestar social en algunos pases no ha establecido otras estrategias posibles de subsistencia para una proporcin suficiente de la poblacin como para modificar el rgimen general de la dependencia respecto del trabajado asalariado).

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En Huamanga, en cambio, el rgimen colonial consolidado por To ledo asentaba sus premisas en la explotacin de ayllus y comunidades econmicamente autnomos. Eso significaba que las compulsiones extraeconmicas, comprendida la fuerza fsica, desempeaban un papel des tacado como activadoras indispensables de las relaciones extractivas. Como ya hemos visto, los tributos y las mitas patrocinados por el E sta do, y las actuaciones extralegales impuestas por los corregidores y las personalidades con poder local tropezaron con una resistencia terca que o se poda superar sino con fuertes medidas coercitivas. Con el tiempo, naturalmente, el control del poder y de la violencia realz la capacidad de las lites coloniales para crear dependencias que sometieron a los indios a una obediencia ms voluntaria. Los funcionarios de los pue blos indios mantuvieron puestos polticos sometidos a la aprobacin del Estado colonial; los ayllus y las comunidades recurrieron a las institucio nes jurdicas espaolas como fuentes de proteccin; los indios paganos aplacaron a los clrigos catlicos que mediaban en las relaciones con los poderosos dioses espaoles. Esas dependencias extraeconmicas incre mentaron el arsenal de los colonizadores con instrumentos ms sutiles de disciplina. Pero si bien no erosionaban la autonoma material de los cam pesinos, tampoco sirvieron de mucho para hacer que el proceso econ mico de explotacin fuera ms sutil. La dinmica esencial en la que se basaban las instituciones de Toledo sigui siendo poltica: la moviliza cin reiterada de una fuerza superior, en forma descarada o sutil, para extraer coercitivamente tributos y levas de mano de obra de un cam pesinado econmicamente independiente. Pero tambin hemos visto que para principios del siglo x v n , los in dios adquirieron conocimientos cada vez mayores, que les permitieron eludir determinadas presiones coercitivas. En un contexto de descenso demogrfico, la resistencia india fugas, subterfugios y una hbil pol tica judicial invalid las mitas y los tributos patrocinados por el Es tado, que haban alimentado la prosperidad de fines del siglo xvi. De he cho, se hubiera podido esperar que la rpida decadencia de los tributos y las levas de mano de obra legales hubieran hundido en la depresin a la economa comercial de Huamanga. Pero la economa colonial de Huamanga no cay en una decadencia prolongada hasta mucho ms avanzado el siglo x v n . De algn modo, los empresarios de principios del siglo x v n encontraron otros medios de ex plotar a la mano de obra sin depender tanto de la generosidad ni del poder coercitivo del Estado colonial. En muchos casos, no necesitaban aplicar ninguna coercin en absoluto para atraer trabajadores. Para comprender el porqu de esto tendremos que considerar las fuerzas eco nmicas desencadenadas por la reorganizacin de Toledo. El rgimen

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revitalizado de fines del siglo xvi impuso al campo indio unas exigen cias muy grandes, acompaadas por una com ercializacin creciente de las relaciones sociales. Esa com binacin tendi a debilitar la autonoma de las economas locales, a aumentar las necesidades y las obligaciones econ micas de los indios y a estimular un cierto grado de diferenciacin interna en ricos y pobres. Para 1600 un sector cada vez mayor de ayllus y hogares pobres no tenan ms remedio que recurrir al trabajo asalariado o casio nal para cubrir sus obligaciones monetarias y para compensar las defi ciencias de la subsistencia. Adems, nmeros cada vez mayores de indios decidan escapar totalmente de las pesadas cargas de la vida del ayllu y emigrar a nuevos contextos de vida y de trabajo. E n ambos casos, ios pobres y los emigrados solan tener pocas opciones aparte de la de presentarse voluntariam ente a la explotacin por parte de los colo nizadores ms ricos, que, es de suponer, daban a sus clientelas tierras, subsistencia, salarios y proteccin. En este captulo se estudia cmo surgieron esas dependencias, que permitieron eludir una crisis de la economa com ercial en los aos de 1600 a 1640.

Los orgenes del problema laboral


La crisis de las instituciones oficiales del Estado se debi a dos ele mentos. En primer lugar, los indios concibieron medios de debilitar las instituciones iniciadas por Toledo. A principios del siglo x v n , en un co n texto de demografa decadente y emigracin considerable de las comuni dades, una poltica judicial agresiva permiti a los grupos indios reducir el fondo legal de tributos y levas de mano de obra a una escala mucho menor. Adems, los indios tendan a dislocar los cupos restantes en cuanto podan. Los trabajadores huan del trabajo en las minas; los ay llus respaldaban el no acatamiento con tcticas jurdicas dilatorias; los jefes conspiraban con los corregidores para sabotear la imposicin de los tributos y las mitas legales, y las comunidades pleiteaban para ce rrar los obrajes con mano de obra mitaya (vase el cap. 5). En segundo lugar, las tendencias econmicas y demogrficas aumenta ban la demanda de mano de obra explotable. La prosperidad comercial y minera de Huamanga alentaba a los productores a ampliar las empre sas agrcolas, ganaderas, manufactureras, artesanales, mineras y com er ciales. Por aadidura, las zonas econmicas dinmicas, como las ciudades de Huancavelica. Huamanga y Castrovirreyna, y determinados distritos de Angaraes-Huanta-Vilcashuamn atraan una corriente de buscado res de fortuna y de productores independientes. La llegada de migran tes se sumaba al crecimiento natural de una poblacin espaola y mes

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tiza menos susceptible que la india a la muerte causada por microbios de origen europeo o por el exceso de trabajo y los malos tratos. Para principios del siglo x v n , una masa creciente de miles de espaoles y mes tizos aspiraba a explotar la mano de obra india y a beneficiarse de la ex pansin de la economa La disminucin de la oferta patrocinada por el Estado de mano de obra y tributos ocurra, pues, en una poca en que las fuerzas econmicas y demogrficas acrecentaban la sed de mano de obra del sector espaol ";y mestizo. Una diminuta lite de 30 40 personas se apoderaba de la mayor parte de un patrimonio regional en descenso (vase el captulo 4). Incluso para la alta lite, este patrimonio era cada ve/, menos suficiente para sostener unas empresas en expansin o para aportar rentas para la inversin, y un sector creciente de lites menores, aspirantes y pequeos productores quedaba excluido de las mayores partes de las levas estata les de mano de obra y de los tributos desde un principio. Una de las primeras revisitas de la regin, hacia 1599, redujo la asignacin de la mita de plaza de 98 vecinos no importantes de Huamanga, muchos de ellos agricultores, a slo un indio cada u n o 2. Un agricultor modesto que dependiera del trabajo durante todo el ao de dos o tres mitayos no poda absorber fcilm ente una reduccin de uno o dos trabajadores. Al igual que las altas lites, buscara otros medios de conseguir mano de obra que le salvara de reducir sus operaciones.

Alternativas y soluciones
Las adaptaciones disponibles para aliviar la escasez eran diversas y bien conocidas. En tiempos de auge, las mitas y los tributos legales, com plementados por las exacciones extralegales de los corregidores y otros funcionarios3, haban aportado cantidades enormes de mano de obra, bie nes y rentas en dinero a una economa comercial en expansin. Pero los colonizadores nunca haban confiado exclusivamente en la mita, los tributos ni las coacciones extralegales de los funcionarios. Haban com1 Vanse informes sobre las poblaciones espaola y mestiza, y su concentra cin en las zonas dinmicas de Huamanga, en AGI, V, Lima, 308, descripcin del Obispado de Huamanga, 1624-1625; Vzquez (1629), Compendio, 486, 491, 503. Vase, asimismo, Vargas, Historia general, 3:116 y 117. 2 BNP, A18, 1599, respecto de la distribucin de los mitayos. 3 Prefiero calificar a muchas de las exacciones de extralegales, en lugar de ilegales, porque su condicin de formalmente ilegales se vea atemperada por la aceptacin tcita a todos los niveles de autoridad legal, de una cierta adquisitividad por parte de los funcionarios. Vase Lohman, El corregidor, 293 a 306; Pheland, The Kingdom o f Quito, 145, 320 a 337.

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2.23

plemehtado su acceso a la mano de obra y los productos excedentes con toda una gama de relaciones alternativas: la esclavitud de los africanos y en algunos casos de indios extranjeros, la servidumbre personal im pues ta a los yanaconas y otras personas dependientes y los contratos o acuer dos de trabajo asalariado durante perodos variables de tiempo. Esas relaciones haban surgido en la sociedad civil como expresio nes de relaciones y coacciones privadas relativamente exentas del pa trocinio directo de la estructura poltica oficial del listado. La mita y ni tributo funcionaban como instituciones oficiales de extraccin; su din mica misma vinculaba constantemente al explotador y los explotados a la autoridad legal coercitiva de un Estado central fuerte. La esclavitud, el seoro personal y la mano de obra contratada, por otra parte, vincula ban directamente a los explotadores y los explotados. E l Estado colonial, en diferentes momentos y en diferentes grados, sancionaba legalmente, fo mentaba e incluso pretenda regular esas relaciones. Pero la iniciacin, la dinmica interna y la im portancia socioeconm ica de esas relaciones reflejaba ms la iniciativa privada o extraoficial que los edictos estatales 4. M ientras la mita aport mano de obra abundante y barata su xito limit a un nivel auxiliar el atractivo de otros tipos de sistemas lab ora les posibles. Los africanos eran relativamente caros, y su adquisicin jus tificable sobre todo por motivos de prestigio social y para desempear puestos que requeran una capacitacin, productividad o confianza espe cial por parte de unos esclavos tnicam ente aislad o s5. Los yanaconas tenan ms peso econm ico y dem ogrfico, especialm ente en la agricul tura y la ganadera. No haca falta dinero para comprarlos y podan aprender a realizar las tareas que requeran conocimientos andinos o his pnicos. Pero la posibilidad de obtener peridicam ente mano de obra de refresco durante perodos limitados de tiempo reduca la utilidad de las relaciones a largo plazo con personas dependientes que exigan tierras, bienes y un trato razonable por su trabajo, que a juicio de los espaoles muchas veces realizaban con negligencia. Es probable que
4 Respecto de los primeros tiempos y la evolucin de la esclavitud, el yanaco naje y determinadas formas de trabajo asalariado en Huamanga y en otras par tes, vase el captulo 2, supra; Lockhart, Spanish Per, esp. 171 a 205, 219 y 220; Bowser, The African Slave; Villarn, Apuntes, esp. caps. 2 a 5; Rolando Mellafe, Evolucin del salario en el virreinato peruano, Ibero-Americana Pragensia, 1 (Praga, 1967), 91 a 107. 5 Sobre el uso de negros especializados en unos cuantos cargos especiales en las minas, vase AGN, Minera, Leg. 11, Huancavelica, 1562-1572, ff. 258 r-v, 635 r-v; cf. Rolando Mellafe, Breve historia de la esclavitud en Amrica Latina (Mxico, 1973), 94 a 96. Sobre las ventajas de los africanos aislados tnicamente, vase Lockhart, Spanish Per, 181; Bowser, The African Slave, 79. Acerca de los costas de los negros, Bowser, The African Slave, 11, y el Apndice B.

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en las grandes haciendas propiedad de hombres y mujeres poderosos, los yanaconas residentes representaran en el siglo xv i una fuente numrica mente modesta, aunque indispensable, de mano de o b ra 6. La disponibi lidad de mano de obra mitaya limitaba anlogamente la demanda de tra bajadores asalariados. Los centros mineros dinmicos, como Huancavelica y Castrovirreyna atraan un ro de mineros expertos que haban cor tado o abandonado sus vnculos con sus comunidades de origen. Pero esos trabajadores ganaban salarios dobles que los mitayos, y si resultaban atractivos era fundamentalmente como complemento de la labor e x tractiva de ios mitayos en vetas especialmente ricas, o para realizar tareas especializadas en otras fases del proceso de produccin7. Lo que distingua a los sistemas de trabajo en Huamanga a princi pios del siglo x v n no era la existencia de la esclavitud, el yanaconaje ni el trabajo asalariado, sino la importancia cada vez mayor de los tres sistemas en la produccin. Incluso en las empresas en las que la mita segua aportando la mayor parte de la fuerza de trabajo, la poltica ju dicial y los cambios en la demografa comunitaria hacan que las levas estatales de mano de obra se hubieran convertido en instituciones an ti cuadas del pasado, destinadas a declinar como fuente fiable de mano de obra. Las relaciones alternativas organizadas en la sociedad civil, que cortocircuitaban la dependencia respecto del patrimonio estatal de mano de obra, representaban las fuerzas dinmicas y en crecimiento del futu ro. Al crear una clientela extensa y variada de dependientes personales y trabajadores contratados, un colonizador poda proteger la produccin contra las escaseces de mano de obra y las perturbaciones que acompa aban cada vez ms a la mano de obra controlada por el Estado. Por eso, incluso la esclavitud africana, relativamente cara en una economa de tierras altas en la que los beneficios dependan de grandes insumos de mano de obra barata, se convirti en una fuerza econmica importante para el decenio de 1600. El prestigio que tena la posesin de esclavos siempre haba garantizado una cierta demanda de negros, especialmente para los servicios domstico y urbano. La idoneidad de unos africanos tnicamente aislados para los trabajos muy intensivos o especializados ampli el mercado, y en Huamanga prosper un comercio animado de esclavos. En el siglo x v n , en el cam po, haba mano de obra
6 Vanse los comentarios infra y las fuentes citadas en la nota 12. 7 Acerca del vnculo entre la escala de beneficios y el acceso a la mano de obra mitaya barata, y la conveniencia de seguir disponiendo de mitayos incluso cuando los trabajadores voluntarios empezaron a desempear un papel mayor en la produccin, vanse los comentarios sobre la mita y la rentabilidad en el cap tulo 4, supra; Lohmann, Las minas, 286, 405. Cf. Brading y Cross, Colonial Silver Mining, 559 y 560.

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esclava salpicada por los viedos, los centrales azucareros y las fincas de las zonas prsperas. Un censo levantado en Huancavelica en 1592 con t ms de 2 40 esclavos en la ciudad. En algunas minas con grandes cen tros de refino, los esclavos podan alcanzar proporciones sorprendentes (aunque todava modestas). En 161.6, el copropietario de una mina-hacienda de Castrovirreyna tena 18 esclavos para complementar el trabajo que hacan 52 mitayos 8. Ms impresionante que la difusin de la mano de obra esclava era la creciente im portancia del yanaconaje en la agricultura, la ganadera, los obrajes e incluso la m inera. Las condiciones de la servidumbre a largo plazo variaban mucho, incluso en el seno de cada empresa, pero normalmente im plicaban una obligacin por parte del amo de atender a la subsistencia y las necesidades de los indios dependientes mediante la concesin de derechos de los que solan formar parte tierras y un cr dito salarial anual. A cam bio, los yanaconas deban determinados servi cios de trabajo a sus amos, quienes esperaban que los vnculos persona les tuvieran precedencia sobre los vnculos del ayllu 9. Pero en su traba jo y sus lealtades los siervos indios solan dar muestras del descuido y el sabotaje normalmente relacionados con la mano de obra dependiente. Y a [hace] sinco a o s... , se quejaba el seor de un indgena especial mente inquieto, poco mas o menos q siem bra [para s mismo] en mis tierras sin ayudarme en cosa 10. Adems, si los crditos salariales acumu lados por muchos yanaconas a lo largo de aos no quedaban cancelados por las deudas y las ventas de artculos vendidos muy caros, podan constituir una carga u. Los datos sugieren que las lites y otros ciudada8 Bowser, The African Slave, 94, nota 87 en 410; BNP, B890, 1616, ff. 1 r-2 v. Respecto de la . notable presencia de negros y mulatos en Castrovirreyna, vase AGI, V, Lima, 308, descripcin del Obispado, pg. 29 (de la copia en microfilm). Lorenzo Huertas Vallejos ha documentado un comercio muy animado de esclavos a fines del siglo xvi y principios del xvn en sus estudios de los archivos notaria les de Huamanga (comunicacin personal). 9 Respecto de las tierras de los trabajadores agrarios yanaconas, los sir vientes domsticos y los trabajadores especializados (plateros), protegidas espec ficamente en los contratos de arrendamiento de tierras hechos por los amos de los indios, vase ADA, PN, Padilla 1602/1613, ff. 339v -340r; Palma, 1619, f. 441 r. Acerca de los crditos salariales, vase la nota 11 infra. Vase una pano rmica reveladora de los derechos y las obligaciones del yanaconaje en Huamanga en AGN, DI, Leg. 4, C.65, 1619, ff. 20 r-24 r. 10 ADA, PN, Navarrete, J6/5-/6S /1627/1630, ff. 17 r-18 r donde hay muchos ejemplos de descuido o sabotaje por trabajadores dependientes en una hacienda (f. 18 v respecto de la cita). 11 Sobre las cuentas comercializadas con yanaconas o dependientes indios a largo plazo, basadas en los crditos salariales contra las deudas, y la necesidad de imponer deudas y distribuir mercancas para evitar desembolsos excesivos de

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nos importantes no recurran al yanaconaje en gran escala si. podan' obtener levas de mano de obra por perodos de tiempo limitados, con menos obligaciones a largo plazo, de la mita, las levas extraoficiales orga nizadas por los funcionarios espaoles o indios o por otros medios. En 1577, la finca rural de un vecino poderoso utilizaba la fuerza de traba jo de 27 campesinos de la comunidad, pero de slo cinco yanaconas y cuatro vaqueros indios. Anlogamente, en 1601, una asociacin agrcola entre dos grandes locales haba contado con mitayos para realizar por lo menos las tres cuartas partes del trabajo a jornada completa. En 1609 otra sociedad, en tierras lo bastante productivas para justificar la contra tacin de un administrador espaol, tena slo seis yanaconas en todas sus propiedades n . Pero, cualesquiera que fuesen las preferencias iniciales de la lite, la credibilidad cada vez menor de la mita y la gran demanda de mano de obra garantizaban que el yanaconaje se ira haciendo ms atractivo. Claro que las personalidades secundaras con una influencia poltica modesta siempre haban tenido que buscar alternativas al patrimonio es tatal de mano de obra. Para el decenio de 1600, las familias, y las in s tituciones poderosas se estaban lanzando a la misma bsqueda. En 1618, la visita de una hacienda jesuta cerca de Huamanga cont 16 yanaco nas, 11 de ellos cabezas de fam ilia. Con sus parientes, los residentes adscriptos de la hacienda ascendan a 44 indios, de los cuales 32 esta ban en edad de trabajar 13. Aquel mismo ao, las cuentas de la hacienda de una dama importante de Vilcashuams identificaban a diez de sus 29 trabajadores como yanaconas. Lo que tiene igual im portancia, la finca tenda a convertir a los 19 trabajadores restantes, tcnicam ente indios de la comunidad en residentes a largo plazo, cuyas vidas y relaciones laborales, en la prctica, se parecan a las de los yanaconas. D e los 19 indios de la comunidad, diez llevaban por lo menos dos aos viviendo en la hacienda, y de estos ltimos, probablemente seis llevaran viviendo en ella seis aos o ms M . Anteriormente, las estrategias laborales rurales se haban centrado en las levas de mano de obra para complementar un ncleo modesto de indios residentes. Ahora se haba desplazado un tanto el centro de im portancia hacia la ampliacin del ncleo de tradinero, vase BNP, Z323, 1616, f. 16v ; AGN, TP, C.1311, 1636, f. 8 v; ADA, PN, Palma, 1609, f. 170 v; Navarrete, 1615-1618/1627/1630, ff. 17 r-19 r. 12 ADA, PN, Romo, 1577, ff. 331v-332v; Soria, 1593/1601, ff. 259 r-262 v; BNP, A18, 1599, anotaciones respecto de Alonso Gallardo (f. 2 r y folio suelto numerado 127 v); ADA, PN, Palma, 1609, ff. 170v-171v. 13 AGN, DI, Leg. 4, C.65, 1619, ff. 18 r-20 r. He considerado que los nios de diez o ms aos de edad podan realizar un trabajo importante. 14 ADA, PN, Navarrete, 1615-1618/1627/1630, ff. 17 r-19 r.

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bajadores residentes y la obtencin de mano de obra externa no rela cionada con la mita. Las manufacturas de los obrajes pasaron por un desplazamiento anlogo. A fin de contrarrestar los conflictos con las comunidades, que reducan o perturbaban las levas de mitayos, los propietarios tendan a atraer ms a los indios del ayllu a la rbita del com plejo del obraje. M ediante el asentamiento de indgenas en Jas tierras del obraje y la sa tisfaccin de las obligaciones de tributo o de mita de esos indgenas, el empresario, de hecho, asimilaba a los indios del ayllu a una condicin parecida a la de los yanaconas como dependientes con residencia inde finida 15. Para 1620, los yanaconas haban llegado a ser una parte tan inte grante de las estructuras sociales y econm icas de Huamanga que no haba ninguna autoridad que pudiera revisar el nuevo mapa dem ogr fico. Toledo haba aspirado a estabilizar la poblacin de yanaconas me diante la legalizacin de vnculos formados mucho antes de su virreinato, pero tambin con la prohibicin de adquirir ms sirvientes, salvo que fuera con una licencia e sp e c ia l16. Para el decenio de 1600 un sector creciente de colonizadores secundarios y lites poderosas haba adquirido grandes nmeros de nuevos sirvientes indios, que ahora desempeaban un papel ms importante en la produccin de alim entos, textiles y pro ductos artesanales para las minas, las ciudades y las redes comerciales de Huamanga. Ese era el contexto en el que el Virrey Borja trat infruc tuosamente de reanimar la m ita de Huancavelica en 1618 (vase el ca ptulo 5). El plan de reform a consista en neutralizar el fondo demogr fico para la mitad, en parte mediante el envo de vanaconas nuevos de vuelta a. sus ayllus. En Huamanga, viendo los vezinos y m orad ores... la gran descomodidad que se les seguia de averies de sacar de sus hacien das los yndios yanaconas, protestaron vociferantes. B orja acept con renuencia el consejo de su representante designado, don Alonso de M en doza, de que legalizara los yanaconas (siempre que los amos pagaran la contratacin de sustitutos de los sirvientes que se saltaban las obligacio nes de mita de sus ayllus). B orja prohibi que se siguiera ampliando el yannaconaje, pero los espaoles de Huamanga siguieron ocultan todos
15 Vase un caso bien documentado de una adaptacin de ese tipo en los datos sobre el obraje de Cacamarca de Vilcashuamn, en BNP, B1370, 1625, f. 1 r; Z313, 1616, ff. 164 v-165 v; Z351, 1616, ff. 662 r-v, 668 v; AGN, DI, Leg. 6, C.113, 1646, ff. 164 v-165 v; Z351, 1616, ff. 662 r-v, 668 v; AGN, DI, Leg. 6, C.113, 1646; BNP, B450, 1643, ff. 2 r-4 r , B164, 1640. Vase una tendencia anloga a asi milar a los indios del ayllu a una situacin parecida a la de los yanaconas en el caso de otro obraje de Huamanga con una historia de problemas laborales en BNP, B1485, 1600, ff. 338 r-v, 340 v, 341 r, 343 v. Villarn, Apuntes, 162 y 163.

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los yndios [de la mita] q salen de guarcau03 en estancias y haciendas... en todo este obispado 17. A fin de completar sus fuerzas ampliadas de sirvientes personales, los colonizadores de Huamanga recurrieron cada vez ms a diversas for mas de contratacin de mano de obra. Dado el limitado nmero de po sibles yanaconas, la gran competencia por conseguirlos y las obligaciones impuestas por unas relaciones seoriales de larga data, eran pocos los colonizadores de posicin econmica lo bastante alta como para utilizar esas relaciones de manera que pudiera satisfacer la mayor parte de sus necesidades de mano de obra 18. El aumento del yanaconaje, y en menor medida de la esclavitud, ampli las fuerzas de trabajo nucleares adscriptas a diversos colonizadores, pero no bast para eliminar la necesidad de ms mano de obra del exterior. Para completar la fuerza de trabajo necesaria y conseguir que en las temporadas ms activas llegaran ms trabajadores, los empresarios tendan a alquilar indios por perodos limitados de tiempo a cambio de una remuneracin que sola incluir salarios en dinero. Por ejemplo, los documentos de un complejo azucarero correspondientes al decenio de 1630 evidencian que la nica forma que tena la hacienda de satis facer su demanda fluctuante de mano de obra era mediante la contra tacin de trabajadores asalariados procedentes de las comunidades cer canas y de puntos ms distantes. Los salarios de los indios, especialmente por cortar, transportar y moler caa de azcar durante la zafra, represen taban la inmensa mayora de los gastos del administrador. Los adminis tradores de un obraje reaccionaron al mercado en auge de textiles en el decenio de 1590 con la contratacin de trabajadores indios por pero dos que iban desde varios das hasta varias semanas o ms, a fin de complementar su fuerza de mitayos y yanaconas. En los obrajes, al igual que en la agricultura, la decadencia de la mita realz la importancia de los servidores personales y los trabajadores contratados. En la minera, que era una fuente clave de ingresos para toda la economa regional, la expansin de las relaciones laborales asalariadas desempe un papel crucial. Pese a la presencia de indios contratados, el auge minero de

17 AGN, DI, Leg. 4, C.65, 1619, ff. 1 r-18 r (f. 10 r respecto de la citasobre la gran descomodidad); AGI, V, Lima, 308, informe sobre la visita del obispo Verdugo, 1625, pg. 2 (de la copia en microfilm). 1 1 8 La escasez de yanacones en relacin con la demanda est indicada por el pago de miles de pesos para proteger a los sirvientes en una hacienda azucarera contra las pretensiones de los mineros de Huancavelica. BNP, Z1124, 1631, ff. 488 v, 496 v, 497 r. Considrese tambin el comentario de que los espaoles les prome ten montes de oro para conseguir sirvientes. AGI, V, Lima, 308. Informe sobre la visita del obispo Verdugo, 1625, pg. 2 (de la copia en microfilm).

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Huamanga en el ltimo cuarto del siglo x v i se haba basado sobre todo en la fuerza de trabajo de grandes contingentes de mitayos. H acia 1630 las mitas para las minas haban bajado mucho, y se estaba ampliando el mercado de trabajadores especializados que cobraban sueldos dobles que los de los mitayos. A mediados de siglo, la produccin en Huancavelica continuaba a buen ritm o, pero la demanda de mano de obra h a ba hecho que los salarios de los trabajadores voluntarios subieran toda va ms, hasta ser el 3 50 por l'OO del salario diario de los mitayos En la ciudad de Huamanga, los escribanos dejaron constancia de una serie de asientos, o contratos de trabajo, entre indios individuales y sus futuros amos que proliferaron a partir del decenio de 1590. Un estudio de 78 de esos asientos en el perodo de 1570 a 1640 revela que norm al mente constituan algo ms que un simple intercam bio de fuerza de tra bajo por dinero o prod uctos 20. El indio (y en raras ocasiones la india) se entregaba a un patrono por un perodo considerable de tiempo, habi tualmente por un ao, tanto como fuente de fuerza de trabajo com o, en trminos ms generales, ser humano cliente. El indgena prometa que darse con su patrono durante todo el tiempo que durase el contrato, y a menudo hacer todo lo que le m andare. E l patrono no slo se com pro meta a pagar el dinero del salario, sino que tam bin se comprometa con que su cliente tuviera bienestar en general. Le dara una cantidad especificada de artculos de subsistencia, especialm ente comida y ropa, devolvera la buena salud al indio en pocas de enfermedad e incluso poda encargarse de la instruccin religiosa del indgena. El contrato poda especificar una promesa de ensear un oficio al indgena o de p ro tegerlo contra la m ita 21. Por el trabajo general en la agricultura, la ga nadera o el servicio domstico, el componente monetario del intercam bio sola ser modesto (de 12 a 24 pesos de 8 9 reales al ao), y poda no representar sino una de varias obligaciones mutuas. En dos de cada tres aprendizajes, el aprendiz indio no tena derecho alguno a com pen
19 BNP, Z1124, 1631, ff. 486 r-502 r; Salas, De los obrajes, 67 y 68; BNP, B1485, 1600, ff. 13v-45r; nota 15, supra; Lohmann, Las minas, 286, 357 y 358. 20 Estos contratos se enumeran en el Apndice D, Asientos de indios en la Ciudad de Huamanga, 1570-1640 en tres categoras: asientos con patronos eu ropeos para realizar trabajos no especializados (Cuadro D .l); asientos con pa tronos europeos para realizar trabajos especializados (cuadro D.2); asientos con patronos indios (cuadro D.3). Cabe hallar un comentario sobre estos contratos y algunas de sus repercusiones en Steve J. Stern, Nuevos aspectos sobre la mano de obra indgena: el caso de los 'asientos de Huamanga, 1570-1640, Revista del Archivo Departamental de Ayacucho, 1 (1977), 26 a 37. 21 Respecto de los aprendizajes, Apndice D, cuadro D .l, asientos 2, 6, 17, 19, 27, 50; cuadro D.3, asientos 2, 3, 8. Respecto de la proteccin contra la mita, el tributo y las reclamaciones de deudas, cuadro D .l, asientos 9, 27, 31, 36, 38, 43.

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sacin monetaria por su trab ajo 22, Los casos de trabajo especializado de artesanos, y arrieros indios, y otros.parecidos, eran los nicos en los que los aspectos monetarios tenan ms importancia. Los artesanos ganaban de 4 0 a 6 0 pesos al ao, y los arrieros de 80 a 130 pesos. Adems, sus contratos especificaban a veces derechos especiales que incrementaban los ingresos o la capacidad econmica del indio contratado. Un arriero tena derecho a utilizar los animales de su patrn para hacer todos los viajes que quiere ... desta ciudad a otras p a rte s 23. En realidad, la gama de las relaciones generadas mediante los asien tos de trabajo variaba considerablemente, y el equipararlas a la mano de obra asalariada moderna sera una deformacin de su carcter. Tras algunos de los acuerdos se hallaban diversos grados de coaccin que a su vez enmascaraban unas relaciones ms coercitivas. La percepcin de salarios no era en absoluto automtica, y un obrero contratado cuya subsistencia estuviera asegurada poda tener que trabajar seis meses an tes de que pudiera reclamar un salario24. Algunos de los contratos, en particular los de trabajo a domicilio o de temporada agrcola, represen taban ventas colectivas de fuerza de trabajo por ayllus y grupos tnicos ms bien que contratos individuales y d irectos2S. Incluso en los casos de personas contratadas libre e individualmente, que fueron adquiriendo ms importancia a partir de 1600 aproximada mente, hallamos un amplio espectro de relaciones. A un extremo estaban las relaciones que constituan formas primitivas de trabajo asalariado. L a caracterstica predominante del vnculo era que el trabajador venda servicios de trabajo a cambio de un salario en dinero o, en algunos ca sos, de una parte de los bienes que produjera. La continuacin de la relacin dependa de acuerdos a corto plazo y de decisiones personales. En la minera, la produccin textil y la agricultura, ese tipo de relacin permita a los empresarios contratar indios con carcter temporal sin
22 Aprendizajes sin compensacin monetaria: Apndice D, cuadro D .l, asien tos 6, 17, 27, 50; cuadro D.3, asientos 3, 8. Aprendizajes con compensacin mo netaria: cuadro D .l, asientos 2, 19; cuadro D.3, asiento 2. 23 Apndice D, cuadro D.2, asiento 2. Cf. asientos 1, 4, 6, 9, 11, 14, 16, 19. 24 Respecto de asientos que probablemente formalizaban relaciones coercitivas ejercidas por un encomendero-hacendado local sobre sus dependientes indios, y en los que los salarios prometidos parecen sospechosamente bajos para la poca, Apndice D, cuadro D .l, asientos 44, 47 , 48, 49; respecto de las relaciones de deu das que abran el camino a la coaccin, nota 27, infra; respecto de las dificulta des en el cobro de salarios, BNP, B1485, 1600, ff. 2 r, 7 r, 13 v-45 r, 49 r-v, 50 v51 r, 52 r-v, 55 v, 58 v, 62 v. El intervalo salarial de seis meses era una caracte rstica comn de muchos asientos. 15 Respecto de la organizacin del trabajo agrcola y a domicilio conforme a las estructuras del ayllu, BNP, Z313, 1616, ff. 200r-206r; ADA, PN, Palma, 1619, ff. 234v-235r; AAA, siglo xvn, Estante 3, Exp. 51, ff. 89r-90r.

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asumir demasiadas responsabilidades a la larga para con las personas a su carg o 26. Al otro extrem o del espectro estaban los acuerdos que in corporaban la venta de fuerza de trabajo en un conjunto mucho ms amplio de vnculos humanos aplicable durante un ao o ms. Ese tipo de relacin, de caractersticas mucho ms seoriales, permita a los colo nizadores contratar obreros indios que ampliaban temporalmente las clientelas de los colonizadores de trabajadores dependientes adscriptos a ellos. En la medida en que un patrono pudiera im poner deudas a un indio contratado, poda elim inar los crditos salariales del trabajador o la trabajadora, prolongar el plazo de servicio necesario para am ortizar las deudas y con el tiempo enredar al indio contratado en una relacin a largo plazo, de tipo y an aco n a27. En cierto sentido, muchos de los asientos representaban una especie de alquiler de yanaconas. E l indio arrendaba al patrn una gran autoridad sobre la vida y el trabajo del indgena durante un ao o ms, a cam bio de la subsistencia, de crditos salariales, proteccin y otros servicios. Los colonizadores calificaban a veces a esos indios contratados de yanaconas conform e a los contratos y asientos que con ellos se hicieron 28. Pero, en todos estos casos, la contratacin de'm ano de obra era pru e ba de la creciente im portancia de un cierto tipo de mercado para los servicios de indios que contrataban individualmente su fuerza de traba jo; En algunos casos, el artculo vendido era la fuerza de trabajo pura y simple, sin otras lim itaciones, intercam biada librem ente por dinero o metales preciosos. A menudo, la venta de la fuerza de trabajo estaba enredada en un conjunto ms amplio de obligaciones mutuas que vincu
26 BNP, Z1124, 1631, ff. 486 r-502 r respecto de los gastos en una hacienda azucarera; Salas, De los obrajes, 67 y 68, y BNP, B1485, 1600, ff. 13 r-45 r, res pecto de datos de mano de obra a corto plazo relacionada con la produccin en obrajes; BNP, B1485, 1600, ff. ,55 v, 58 v, respecto de datos sobre la evolucin de los pagos efectivos de salarios, que implica que determinados administradores tenan que pagar una proporcin ms elevada de salarios en dinero; Lohmann, Las minas, 210 y 211, 286, 357 y 358, y ADA, PN, Palma, 1609, f. 352 r respecto de la funcin de los trabajadores asalariados en la minera. 27 Uno de cada seis asientos de Huamanga vinculaba el contrato a una deuda anterior o a un anticipo de dinero. Apndice D, cuadro D .l, asientos 7, 8, 9, 13, 23, 24, 31, 35, 45; cuadro D.2, asiento 17; cuadro D.3, asientos 1, 4, 6. Vase, asimismo, AGN, Registro Notarial lea, siglo xvi, Protocolo 1 (Carbajo, 15971598), f. 327 r-v; ADA, PN, Palma, 1619, f. 660 v; Navarrete, 1615-1618/1627/1630, ff. 17r-18v respecto del papel de las deudas. Vanse casos concretos en los que las deudas desembocaron en una dependencia a largo plazo, en Apndice D, cua dro D .l, asientos 9, 24; cuadro D.3, asientos 1, 6; ADA. PN, Palma, 1609, ff. HOr112 r. Vanse las similitudes con las relaciones de los yanaconas en ADA, PN, Palma, 1609, ff. 441 v-442 v, esp. 442 r. 28 ADA, PN, Palma, 1609, f. 152 r.

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laba a los patronos y los trabajadores dependientes y tenda a reducir la im portancia prctica del elemento monetario de la transaccin. El ha blar de un tipo de mercado generalizado de mano de obra como el del capitalismo industrial decimonnico sera, pues, interpretar errneamente el carcter relativamente limitado y embrionario del trabajo asalariado voluntario en Huamanga. E l m ercado de mano de obra libre era, en el m ejor de los casos, primitivo: de escala somera, de oferta irregular, vulnerable al control poltico y coloreado por coacciones que llevaban : a redadas de vagos, privaban a los trabajadores del pago de salarios y vinculaban a algunos trabajadores a relaciones a largo plazo y coer citivas 39. Sin embargo, y pese a todas estas lim itaciones, los contratos brindan algunas pruebas de la existencia de un mecanismo de mercado de tra bajo. Los campesinos que bajaban de Huamanga a trabajar en los vie dos y las haciendas de lea, en la costa, donde la mano de obra india era relativamente escasa, ganaban de cinco a diez pesos ms al ao que sus homlogos de H uam anga30. A medida que iba avanzando el si
29 El limitado mbito de la mano de obra libre se ve sugerido por el hecho de que incluso un importante centro minero como el de Huancavelica no necesi taba ms que unos miles de trabajadores en cualquier momento dado. Vase, asimismo, el comentario en el texto injra (y la nota 76) acerca de la capacidad de los indios para mantener o recrear una economa de subsistencia. Vanse suge rencias de que la disposicin al trabajo de los trabajadores libres era irregular, y de que esos trabajadores eran objeto de redadas, en Lohmann, Las minas, 410 a 412, incluida la nota 3. Vanse ms datos sobre las dimensiones coercitivas del trabajo contratado en las notas 24 y 27 supra. Hay algunas pruebas de la fluctua cin estacional en la oferta de indios disponibles que se sugieren en la distribu cin de las fechas en los asientos enumerados en el Apndice D. Parece que la oferta se disparaba despus de las cosechas de mayo-junio; junio y julio repre sentaban casi una tercera parte (el 29,5 por 100) del total de contratos. Un segundo aumento se produca en octubre (12,8 por 100), probablemente despus de la siem bra para la prxima estacin agrcola. Estas limitaciones no refutan necsariamente la realidad de la aparicin de un mercado de mano de obra, pese a su carcter reducido e impuro. Incluso en zonas del Atlntico Norte, que experimentaron revoluciones capitalistas de la eco noma y la sociedad, la aparicin de un mercado de mano de obra fue un proceso histrico caracterizado por tasas desiguales de desarrollo y por la aplicacin de muchas sanciones coercitivas para contrarrestar la escasez o la indolencia de los trabajadores. Vase Maurice Dobb, Studies in the Development of Capitalism (ed. rev., Nueva York, 1963), cap. 6, esp. 231 a 235 y nota 1 en 266. 30 Esa fue la clara impresin que obtuve en un vistazo a AGN, Registro No tarial lea. La gama de salarios prometidos a un indio adulto en los asientos de lea en 1597-1598 era de unos 20 a 30 pesos. bid., Siglo xvi, Protocolo 1, ff. 63 r-v, 264 r-v, 374 r, 327 r-v (excluidos los contratos de aprendizaje). En Huamanga, la gama de salarios en 1596-1598 era de unos 12 a 15 pesos, y el promedio era de

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glo x v i i la demanda de mano de obra contratada tendi a hacer q u e subieran los salarios. En la ciudad de Huamanga el salario medio anual prometido a los indios contratados por asiento para realizar tareas no especializadas, adems de la subsistencia, era de unos 15 pesos en el perodo de 1596 a 1602 (diecisis contratos). Para 1609 el promedio haba subido a unos 20 pesos al ao (ocho contratos); de diez a quince aos despus, la media de los salarios era de unos 2 4 pesos (diez con tratos) '. En H uancavelica, el salario diario pagadero a los trabajadores no mitayos pas de unos siete reales hacia 1600 a nada menos que 12 reales a mediados de sig lo 12. Los colonizadores q u e no tenan acceso suficiente a la mita y otras formas de trabajo forzoso se vean cada vez ms obligados a ofrecer salarios y otras remuneraciones a los indios que iban voluntariamente a trabajar.

El papel del consentimiento indio


D e hecho, el aspecto ms notable del auge del yanaconaje y de los contratos de trabajo fue el grado de consentimiento voluntario de los indios en esas relaciones. Claro que los colonizadores seguan usando la fuerza para reclutar trabajadores. Y , como ya hemos visto, una vez que se iniciaba un vnculo, fuera voluntario o forzoso, las presiones coer citivas solan configurar la textura y la evolucin ulterior de la relacin. Pero los datos sugieren que, para el siglo x v ti, muchos productores haban llegado a depender de la voluntad de los indios de trabajar para los colonizadores. Los espaoles de Huamanga prom eten montes de oro, denunciaba un observador inform ado, para atraer a los indios del
slo 15 pesos. Apndice D, cuadro D .l, asientos 7 a 14, 16, 20 a 23 (excluidos los contratos de aprendizaje). 31 Los datos corresponden a varones adultos que no eran aprendices ni traba jadores especializados (artesanos, arrieros, etc.), y que se contrataban con eu ropeos (normalmente bastaba con tres pesos para comprar una racin de maz de dos meses para un varn adulto). Todos los asientos figuran en el Apndice D, cuadro D.l. Respecto de 1596-1602, asientos 7 a 14, 16, 20 a 25, 28; respecto de 1609, asientos 31 a 34, 36 a 38; respecto de 1619-1625, asientos 40 a 49. El pro medio citado respecto de 1619-1625 es probablemente demasiado bajo, porque los asientos 44, 47, 48 y 49 implican relaciones coercitivas y salarios relativamente mezquinos. 32 Lohmann, Las minas, 286, 357. Es posible que la inflacin de los precios de los artculos de primera necesidad desempeara un papel en la subida de los salarios nominales (ibid., 405, nota 18), especialmente si los indios se negaban a trabajar por una proporcin cada vez menor de subsistencia. Pero esa pauta confirmara la existencia de un mecanismo primitivo de mercado de mano de obra.

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ayllu a convertirse en yanaconas residentes en haciendas rurales 33. Los colonizadores prometan salarios mayores a los trabajadores contratados precisamente porque no les bastaba con la fuerza exclusivamente para contrarrestar la escasez de mano de o b r a 34. En muchos casos, los indios se desplazaban largas distancias para trabajar con patronos con los que era improbable que hubieran tenido vnculos previos importantes, coac tivos o no. Dos tercios de los indios no especializados que celebraban contratos de asiento con europeos en la ciudad de Huamanga procedan de provincias rurales no pertenecientes al campo que rodeaba inmedia tamente laciudad;sta contribua menos del 10 por 100 de los indios (vase el cuadro 6.1). Parece que la mayor parte de los migrantes iban a encontrarse con patronos relativamente desconocidos, que no haban

C u a d r o 6.1

LUGARES DE ORIGEN DE LOS INDIOS DE ASIENTO

1570-1640

Alrededo- Provincias Ciudad de res rurales rurales de Fuera de Huamanga inmediatos Huamanga Huamanga
Nmero de casos Porcentaje del total de casos Porcentaje de casos iden tificados 4 8 9,3 6 12 14 30 b 60 69,7 3 6 6,9

Descono cido

a Indgenas contratados en la ciudad de Huamanga para servir a patronos europeos, excluidos los casos de indios especializados, como los artesanos y los arrieros. b Comprendido un caso de Andahuaylas, otro de la parte meridional del valle de Jauja y dos de Parinacochas, todas ellas regiones que limitaban con el hinter land oficial de Huamanga.
F u e n t e : Apndice D, cuadro D. 1.

33 AGI, V, Lima 308, informe sobre la visita, pg. 2 (les prometen montes de oro), 34 Otra explicacin posible de las fluctuaciones de los salarios en el tiempo y en el espacio es que de cuando en cuando las reglamentaciones estatales esta blecan un salario justo para los indios basado en las circunstancias concretas, incluidos los niveles de los precios, de diversas regiones y clases de trabajo. Pero Lima no estableci hasta 1687 una poltica sistemtica de salarios para los tra bajadores libres y no libres. Incluso entonces, las reglamentaciones parecan basarse en gran medida en la experiencia histrica de diversas regiones. Vase Arancel de los jornales del Per, 1687, en Pablo Macera, Mapas Coloniales de Haciendas Cuzqueas (Lima, 1968), 132 a 155. Vase, asimismo, ibid., lxxiii y lxxiv; Lohmann, Las minas, 393 a 408.

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gozado de gran influencia ni posicin en los lugares de origen de los in d io s3S. Naturalmente, los patronos coloniales se enfrentaban con la necesi dad de contar con la obediencia voluntaria de los indios migrantes. Mu chas veces los empresarios trataban de atar por igual a los trabajadores contratados y los yanaconas en relaciones a largo plazo de endeudamien to, dependencia mutua y seoro personal. O se negaban a pagar el sa lario completo para aumentar las probabilidades de que un trabajador temporero volviese ms adelante. Para cobrar el trabajo que ya haba realizado, un indio poda tener que someterse a otra temporada de tra bajo Esas medidas eran frecuentes y difundidas, pero no debemos exa gerar su xito. Muchos indios tenan suficientes fuerzas u opciones comprendida la de la fuga 3 - para cobrar algn salario y marcharse tras perodos limitados de serv icio s38. Un colonizador que tratase de atraer y mantener el acceso a los trabajadores contratados y, en menor medida, a los yanaconas, tena que aceptar esa realidad. El colonizador
35 Esta afirmacin es ms relativa que absoluta. Es posible que los indios hubieran conocido a posibles empleadores, o a otros indios que vivan con ellos, pero eran pocos los empleadores que coincidan con las familias o las personas concretas, en su mayor parte descendientes de familias de encomenderos, que do minaban el distrito rural de que eran originarios los indios contratados. Merece la pena recordar (vase la nota 27) que slo uno de cada seis asientos registraba una deuda o un anticipo de dinero anteriores, es decir, una obligacin anterior que ya vinculaba al indio con el patrono. 36 Vanse las notas 24, 27 y 28 supra; cf. Macera, Mapas, cix. 37 La fuga, incluso en las condiciones sumamente coercitivas de la mita est documentada en el captulo 4. Acerca de la dificultad de controlar la movilidad fsica, considrese la denuncia de un europeo contra una persona difcil a su car go: se fue sin q yo lo supiera a su p... ADA, PN, Navarrete, 1615-1618/1627/ 1630, f. 18 r. Considrese tambin la afirmacin despreocupada de un vaquero indgena que trabajaba en una hacienda espaola: rreside al presente [subraya do aadido] en... AGI, VI, Lima, 532A, Residencia de don Esteban Lpez de Silves, corregidor de Huamanga (1637), f. 33 r. Sobre las opciones a disposicin de los fugitivos, vanse las notas 18 y 71; Lohmann, Las minas, 412. Una de las principales obligaciones de los asientos era la promesa del indio de quedarse con el patrono durante todo el tiempo del contrato. 38 Respecto del trabajo temporero y el cobro de jornales, AGI, VI, Lima, 532A, ff. 9 r, 22 r; SNP, Z1124, 1631, ff. 486 r-502 r, 544 r, 581 r, 585 v; Salas, De los obrajes, 67 y 68; Lohmann, Las minas, 210 y 211, 286, 357 y 358; ADA, PN, Palma, 1609, f. 352 r; AGN, Superior Gobierno, Leg. 2, C.38, 1618, f. 33 v. Respecto de las denuncias de trampas en el pago de jornales que demuestran que algunos jornales s se pagaban, vase BNP, B1485, 1600, ff. 58 v, 55 v; HC, Doc. 981, 1578; AGN, JR, Leg. 24, C.65, 1618, ff. 57 v, 65 v, 107 v. Cf. Poma de Ayala (1615), Nueva cornica, 892. Resulta sugerente comparar los asientos de trabajo de Chile con los de Huamanga. En Santiago, nueve de cada diez asientos (el 88,8 por 100) no prome tan remuneracin en dinero en absoluto. En Huamanga, regin comercial ms

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o la colonizadora tena que contar con un cierto grado de consentimien to por parte del indio, por mucho que le desagradara. De vez en cuando, las empresas que pagaban salarios considerables para obtener trabajado res temporeros o contratados tenan que detener la produccin porque no ubo gente para trab ajar39. Pero, afortunadamente para los colonizadores, los dependientes y los trabajadores parecan gravitar hacia ellos. Las zonas y las empresas d i nmicas actuaban como polos o imanes econmicos que llevaban a los indios a trabajar en la minera, la agricultura, la ganadera, las artesa nas y otros oficios especializados, las manufacturas, los transportes y el servicio domstico. Hasta cierto punto, los centros prsperos siempre haban ejercido esa atraccin para el campesinado de los ayllus. Pero los productores coloniales haban dependido antes de la capacidad coer citiva del Estado para hacer incursiones en los ayllus al objeto de buscar mano de obra para las minas, los obrajes, las plantaciones de azcar o de coca y las estancias o las ganaderas comerciales. Para el decenio de 1600, a medida que la riada de campesinos y vagabundos en busca de trabajo o de nuevos patronos alcanzaba nuevos niveles, muchos colo nizadores se encontraron con que ya no tenan que confiar tanto en la coaccin para conseguir y conservar trabajadores. Una persona con me dios siempre poda utilizar la corriente de trabajadores indios que iban a Huancavelica, Huamanga, Castrovirreyna, Vilcashuamn (el centro co mercial) y otras zonas comercialmente prsperas. El centro de los agra vios de los indios empez a cambiar sutilmente. Ahora, muchos indios no se quejaban de que se los hubiera obligado a trabajar, sino.de que los empresarios haban incumplido su promesa de pagar un salario ju sto 40. Las opciones a disposicin de los empresarios coloniales haban cam biado mucho. En 1570, la autonoma econmica de la sociedad del ayllu constitua una barrera a la extraccin de mano de obra excedente. Lo nico que poda espolear el desarrollo de la economa colonial, especial mente en la minera, era la aplicacin reiterada de la fuerza, bajo la
dinmica y con minas ricas, la relacin equivalente es de slo uno de cada diez (el 10,3 por 100). Alvaro Jara, Los asientos de trabajo y la provisin de mano de obra para los no encomenderos en la ciudad de Santiago, 1568-1600 (Santiago de Chile, 1959), *17; Apndice D. Cuadros D .l, D.2, D.3. 39 BNP, Z1124, 1631, anotaciones ocasionales en ff. 472 r-485 r. 40 Vase AAA, Siglo xvxi, Est. 3, Exp. 51, ff. 69 v, 88r-89v ; AGN, JR, Leg. 23, C.62, 1617, ff. 174 r, 182 v, 202 v, 204 r-v, 211 r; Leg. 24, C.65, 1618, ff. 57 v, 65 v, 107 v. Tambin merece la pena sealar que en este ltimo documento (ff. 57 v-58 r, 65 v, 108 r, 258 r-v, 59 r, 67 r, 404 r-v), los indios no se oponan a la venta de bienes a los europeos, sino ms bien a los precios injustos que perciban. En el decenio de 1570 Lucanas brinda un contraste sugerente: AGI, VI, Lima, 529A, Residencia de don Juan Manuel de Anaya, ff. 1330 v-1331 r, 1342 v-1343 r.

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gida de un Estado poderoso. Cincuenta aos despus, los colonizadores seguan sin poder prescindir de la fuerza para explotar la mano de obra indgena. Pero la coaccin era de carcter ms privado o extraoficial, estaba menos vinculada a las instituciones jurdicas oficiales del Estado. Adems, la coaccin muchas veces no poda satisfacer las necesidades de los grandes y los pequeos empresarios. Los acuerdos voluntarios en tre los indios y sus patronos o amos llegaron a desempear un papel crucial en la continuacin de la produccin, sobre todo en la m inera 41. El acceso del ayllu a la tierra y a la mano de obra segua imponiendo limitaciones a la explotacin de los indios, pero ya no era de la misma form a. Q u haba cam biado?

La decadencia de la autonoma econmica del ayllu


Lo que haba cambiado era la capacidad de los indios para satisfa cer con independencia las obligaciones y las necesidades econmicas. Para los colonizadores, el capital minero y comercial constitua la punta de lanza de la empresa y el desarrollo econmicos. Para los indios del ayllu, el desarrollo de una economa minera y comercial prspera con trolada por los colonizadores generaba fuerzas que, a lo largo del tiem po, destruan su autonoma econmica. La prosperidad creada por el rgimen de Toledo impona una pesada carga a los indios y, al mismo tiempo, induca una cierta monetarizacin de las obligaciones. E l resul tado era que los indios del ayllu sufran con unas necesidades cada vez mayores de dinero o su equivalente, igual que las relaciones coloniales tendan a socavar su capacidad para ganar dinero independientemente mediante la .comercializacin de sus productos excedentes. Adems, el comercio local tenda a exacerbar la diferenciacin interna en ricos y pobres que distribua las cargas econmicas, y los recursos para satisfa cerlas o eludirlas, de modo muy desigual. Para el siglo x v n , una nueva poblacin de indios pobres necesitaba trabajar para los colonizadores a fin de atender a las necesidades o las obligaciones econmicas o de esca par totalmente a las cargas de la vida del ayllu. Inicialmente, las insti tuciones de Toledo se basaban en la superioridad del poder poltico para explotar las economas independientes del ayllu; con el tiempo, esas mis mas instituciones generaron unas circunstancias econmicas que limita ban la independencia del ayllu, y por consiguiente reducan la necesidad de coaccin poltica.
41 David Brading y Harry Cross han sealado la importancia crtica de anali zar las causas y las consecuencias de la mano de obra libre en la minera colo nial. Colonial Silver Mining, 557 a 560.

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Naturalmente, una cierta parte de la necesidad de dinero de los indios no era ms que una expresin directa de las relaciones coactivas. El Estado exiga peridicamente tributos en plata u oro; los corregido res, los clrigos y sus aliados utilizaban su posicin para vender pro ductos a mercados cautivos de indios a precios inflados; las normas ju rdicas obligaban a las comunidades autctonas a pagar los sueldos de los maestros, o sus honorarios a los jueces visitadores42. Los coloniza dores utilizaban equivalencias monetarias para recaudar los tributos o -fas mitas que no se haban satisfecho, o para imponer nuevas cargas. Si. a un indio se le acusaba de la muerte o la prdida de una bestia de carga, contraa con el propietario una deuda que representaba por lo menos el salario de un ao 43. Esas obligaciones impuestas polticamente tributos, ventas forzosas, sueldos y honorarios, deudas obligaban a los indios a ganar sumas considerables de dinero o su equivalente. Pero el rgimen colonial tambin promova necesidades ms sutiles y voluntarias de dinero, o de bienes y servicios que costaban dinero. Desde un principio, las comunidades indias se haban adaptado agresi vamente a las oportunidades comerciales disponibles en una economa colonial en expansin. No slo utilizaban los ingresos para satisfacer las exigencias de los colonizadores, sino tambin para financiar nuevas ne cesidades o preferencias. En una economa prspera y mercantilizada casi cualquier obligacin se converta en una mercanca con un precio de mercado, y muchas veces los indios preferan conmutar el tributo y la mita en equivalentes monetarios. Mediante el pago en dinero en lugar de la parte de los tributos que inicialmente se haba designado en espe cie, los ayllus protegan las cosechas y los rebaos asignados a la sub sistencia 44. Mediante el pago a los beneficiarios de la mita del dinero necesario para contratar a trabajadores sustitutos, los ayllus reservaban a ms de sus gentes para la vida y el trabajo locales. Mediante el so borno de los jefes y los notables locales que supervisaban la distribucin
42 En el captulo 4 se analiza el empleo de la influencia poltica para obtener beneficios econmicos; acerca de los honorarios cobrados por los magistrados en visita, vase AGN, DI, Leg. 3, C.50, 1606, passim; respecto de los pagos de sueldos a los maestros de escuela y otros funcionarios indios, vase AGN, JR, Leg. 24, C.65, 1618, f. 260 r, y Spalding, Social Climbers, 658. 43 Acerca de la conversin de obligaciones especficas, como el servicio de mita, en equivalentes monetarios, vase Basto, Las mitas, 5 y 6, 10 a 13; AGN, DI, Leg. 6, C.109, 1643, f. 3 r. Respecto de las deudas de los indios acusados de descuidar o perder animales, vase ADA, PN, Soria, 15931601, f. 46 v; Palma, 1619, f. 20 v; Palma, 1625, f. 558 r-v. 44 Sobre la monetarizacin voluntaria de los tributos en especie, vanse las fuentes citadas en el captulo 4, nota 7; cf. AGN, JR, Leg. 8, C.20, 1590-1595, ff. 4 r, 5 v, 7 r.

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La conversin de las obligaciones coloniales en mercancas. Un capitn de mita alquila a un trabajador indio para que sustituya a un campesino cuyo anterior ser vicio de mita lo haba afligido con la enfermedad del azogue.

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de las cargas de la mita, haba indios que escapaban individualmente a la designacin de mitayos. Y si se designaba como tal a un campesino, ste poda evitar el cruel rgimen de trabajo mediante el alquiler de un indio que los sustituyera en la mita. El precio que costaba un susti tuto en la mita lleg hasta los 36 pesos (de ocho reales), o sea, casi el 6 00 por 100 del tributo pagadero anualmente al E stad o 45. A fin de proteger sus intereses, los indios, como ya hemos visto, llegaron a domi nar el arte de la poltica judicial. Pero los pleitos costaban sumas con siderab les de dinero en honorarios, sobornos, viajes, vida en la ciudad, etctera4S. De manera que la situacin colonial generaba nuevas necesidades; de hecho, el mercado indio de bienes y servicios de tipo hispnico no era totalmente artificial. Haba artculos como tijeras, cuchillos y velas que servan para fines tiles; las baratijas, los juegos y los rompecabezas ejercan un atractivo ms extico 47. Los smbolos y las ropas hispnicos tenan el prestigio relacionado con el poder. Atraan a una cantidad de gente superior al nmero de indios ricos que podan comprarlas con f a cilidad. Considrense, por ejemplo, los cuidadosos detalles del contrato de un muchacho indio para trabajar para un ciudadano de lea. El chico, que haba emigrado de Huanta, recibira 12 pesos al ao y un vestido muy galan de lo que el quisiere de rropa de la tierra [es decir, hecha en A m rica], manta, camiseta calcon y sombrero y japatos y una fres tad a 48. Los indios tenan que respetar ms que nunca el poder de los dioses cristianos, incluidos los santos, despus de la derrota del Taki Onqoy. Ese respeto significaba un mercado de artculos religiosos, cera y velas, pintores de iglesias y otros bienes y servicios ofrecidos a las
45 Respecto de los ayllus que protegan a sus gentes contra la mita, vase Bastos, Las mitas, 5 y 6, 10 a 13, BNP, B1079, 1629, ff. 73 v, 75 r, 76 v; Poma de Ayala (1615), Nueva cornica, ilustracin en 531. Acerca de los pagos a los jefes y los principales, vase AGN, DI, Leg. 4, C.65, 1619, C.65, 1619, f. 2 v ; Poma de Ayala (1615), Nueva cornica, 532. Respecto de los mitayos designados que contrataban a otros indios, vase ADA, PN, Palma, 1609, ff. 82 v, 207 r-v; AGN, DI, Leg. 6, C.109, 1643, f. 3 r. 46 Vanse datos acerca de la enorme carga econmica impuesta por la activi dad judicial en BNP, A393, 1594, ff. 47 v-48 r, Z1067, 1685, ff. 237 r-238 v; ADA, PN, Pea, 1596, f. 137 r; AGN, DI, Leg. 3, C.50, 1606, ff. 64 r-66 r, llO v -lllr. 47 AGN, JR, Leg. 24, C.65, 1618, ff. 259 v, 275 r-v respecto de las compras de tijeras y cuchillos por comunidades con rebaos considerables; BNP, 1485, 1600, f. 249 r respecto de los datos sobre las baratijas que vendan buhoneros itine rantes. 48 AGN, Registro Notarial lea, Siglo xvn, Protocolo 127 (Velasco 1605), folio 326 r. Sobre la importancia simblica del atavo espaol, vase el captulo 7 infra, y Stern, Las ideologas nativistas, 28 y 29.

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deidades 49.. Cuando los mitayos estaban lejos de sus tierras, especialmen te en las minas, tenan que soportar grandes presiones para que com prasen en el mercado, lisas experiencias les llevaban a adquirir gustos y dependencias que creaban un cierto mercado para el aguardiente y el v in o 50. Ahora bien, mientras los ayllus produjeran bienes suficientes para la subsistencia y la venta en el mercado, la necesidad de ingresos no llevaba en absoluto a grandes nmeros de indios a trabajar voluntaria mente en empresas coloniales. Mediante la venta de un excedente de coca, ganado, lana, textiles, alimentos, productos artesanales espaoles o indios, y otros productos, los indios podan adquirir los fondos que necesitaban. Eso fue precisamente lo que ocurri en los decenios de 1570 y 1580, cuando muchos grupos acumularon unas reservas impresionantes en metlico 51. El problema era que, con el tiempo, las relaciones colo niales iban despojando a los ayllus de la capacidad de producir y con trolar un excedente, y ni siquiera lo suficiente para la subsistencia. Los funcionarios reales absorban el metlico de la comunidad con fraudes descarados, o mediante la peticin de prstamos a largo plazo que nunca devolvan. Los empresarios espaoles e indios reivindicaban precisamen te las tierras y los recursos ms adecuados para el comercio o la expo49 Vase AGN, JR, Leg. 24, C.65, 1618, ff. 259 v, 260 r; ADA, Corregimiento, Causas Ordinarias, Leg. 1, C .l, 1595, ff. 21 r-22 r, 25 r-26 v; Stern, Las ideologas nativistas, 28 y 29; Jos Mara Arguedas, Notas elementales sobre el arte po pular religioso y la cultura mestiza de Huamanga, Churmichasun 4-5 (Huancayo, junio de 1977), 3 a 16. Vase, asimismo, los sugerentes comentarios sobre las iglesias indias en Risco (1684), Descripcin ... de los Angaraes, 203. M Vase, adems de los comentarios sobre la vida y el trabajo de los mitayos en el captulo 4, Poma de Ayala (1615), Nueva cornica, 67, 259; ADA, PN, Pefia, 1596, f. 183 v; Mesagil, 1637-1639, ff. 186 r, 919v-920v. 51 La acumulacin de reservas en efectivo se comenta en el captulo 4. En la zona de Huancavelica-Huanta, muy comercializada, se menciona a ebanistas indios que hacan muebles a los espaoles, y hay datos de que los queru (tazas de ma dera) tradicionales se haban convertido en productos valiosos, no slo para el uso local, sino tambin para obtener dinero. George Kubler, The Quechua in the Colonial World, en Handbook, ed. de Steward, 2:364; AGN, DI, Leg. 6, C.107, 1642, f. 22 r. Sobre la comercializacin de un excedente en lugar de vender fuerza de tra bajo como medio de conseguir el dinero del tributo, comprense los comentarios en Monzn y otros (1568), Descripcin ... de Atunsora, 224, y Carabajal (1586), Descripcin ... de Vilcas Guarnan, 208. Vase, asimismo, la tentativa, en 16071608, de indios de Ongoy de salvar sus campos de coca de Mayomarca, con los que aseguraban obtener los fondos con los que pagar sus tributos. ADA, Cabildo, Causas Civiles, Leg. 2, C.16, 1699, f. 6r-v. Veinticinco aos despus los indios de Ongoy se contaban entre los indgenas que pagaban tributos con los salarios que ganaban en una hacienda azucarera cercana; BNP, Z1124, 1631, f. 498 v.

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tacin lucrativos. La expropiacin de recursos estratgicos tierras re gables, plantaciones de coca, rebaos valiosos, hermosos textiles cumbi y para diario constitua un doble golp eS 2. Las expropiaciones no slo afectaban a la capacidad del ayllu para producir ingresos, sino tambin a la produccin de bienes necesarios para la subsistencia y los rituales. L a necesidad de comprar esos productos esenciales ampliaba ms la ne cesidad de ingresos. Cuando los del ayllu empezaron a ser insuficientes, los jefes vendan tierras excedentes no trabajadas por unas poblaciones comunitarias en disminucin. Pero esos expedientes restringan todava ms el potencial a largo plazo de las economas de subsistencia;> 3 . De hecho, el efecto acumulado de la extraccin colonial y la deca dencia demogrfica de los indios dej a la propia economa de subsis tencia en situacin precaria. El tributo y la mita se llevaban bienes y tiempo de trabajo necesarios, y dislocaban las expectativas y las recipro cidades esenciales para la produccin local. El efecto combinado de las prdidas de poblacin, el tributo y la mita reducan la cantidad de ener ga humana normalmente a disposicin de las economas del ayllu y de los hogares. El descenso de la productividad poda resultar desastroso para unas sociedades cuyos grupos de parentesco siempre haban contado con tener grandes reservas con las que capear los aos de malas cose chas S4. A medida que los pueblos locales perdan su capacidad para
52 Hay datos sobre las pautas de expropiacin y los conflictos por recursos es tratgicos, entre ellos las tierras, en los captulos 4 y 5. En cuanto a los ingre sos de los que disponan los corregidores del siglo xvn mediante el cobro del in ters que deban los indios por prstamos a largo plazo iniciados en el siglo xvi, vase BNP, B1505, 1644, ff. 37v-38v. Vanse pruebas de que los empresarios indios reclamaban tierras valiosas en el pago de casi 500 pesos por indios que reivindicaban el ttulo legal a campos de coca en Mayomarca mediante las com posiciones de tierras. ADA, PN, Soria, 1598, f. 677 v. Vase, asimismo, el captu lo 7. Vanse pruebas de que los pueblos lucanas que antes posean abundantes rebaos pagaban equivalentes en dinero para proteger los rebaos en vas de des aparicin de llamas contra el tributo en el siglo xvi, en BNP, B1505, 1644, f. 3 v. Una decadencia econmica anloga afectaba a los pueblos chocorvos, cuya sub sistencia se vea amenazada por una composicin de tierras en el decenio de 1640. BNP, B1525, 1647, esp. ff. 1 r-3 v; asimismo, BNP, B685, 1634. Cincuenta aos an tes, cuando Poma de Syala estaba redactando su Nueva cornica, los chocorvos eran conocidos por su riqueza y sus grandes rebaos (pg. 728). 53 Vanse ejemplos en BNP, Z88, 1646, ff. 548 r-549 r, 551 v-554 r, 554 v-559 r; AGN, TP, C.370, 1607-1688, subcuaderno nmero 9, passim; C.354; 1632; BNP, A473, 1597, f. 4 r-v; Z312, 1594, ff. 283 r-284 r; AGN, DI, Leg. 6, C.118, 1648; ADA, PN, Navarrete, 1615-1618/1627/1630, ff. 346r-347v, 637r-639v, 811v-813v; Mesagil, 1637-1639, ff. 636r-640v, 652 v-654 r. 54 El efecto del rgimen colonial en las expectativas y las reciprocidades loca les se comenta en el captulo 4. John V. Murra ha puesto de relieve la impor-

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llenar los almacenes en los aos buenos, las malas cosechas que ha bitualmente sufre la agricultura de la sierra cada pocos aos adquirieron nueva importancia. Para sobrevivir, los campesinos tendran que comprar alim entos35. Y a medida que los recursos, el tiempo de trabajo y la ca pacidad de almacenamiento de las economas de subsistencia se deterio raban, se ampliaba el mbito del intercambio local de mercancas. Es probable que los mercados fluctuaran mucho segn los aos y los sitios. Pero lo que es importante es que los indios del campo empezaron a ne cesitar dinero o crdito para cosas indispensables que antes producan o distribuan ellos independientemente: coca, sal, maz, aj e incluso pa os burdos para uso diario 56. No todos los indios compartan esa carga por igual, ni tenan que hacerlo. Por el contrario, dada una distribucin desigual de poder, ri queza, recursos y cargas en la sociedad autctona, el rgimen colonial tenda a estimular una mayor diferenciacin entre ricos y pobres. Los kurakas principales, los funcionarios municipales, los ayudantes seglares de Jos clrigos, los artesanos de las aldeas, las mujeres que eran cabezas de familia y los migrantes forasteros gozaban de la exencin legal de la mita y, en casi todos los casos, del tributo. No es de sorprender que los indios que acumulaban excedentes tendieran a proceder de esos grutancia de los conocimientos locales en materia de conservacin y almacenamien to, pero todava hay que hacer una gran labor arqueolgica. La organizacin, 181 y 182, 190 a 197, 37. Vase, asimismo, Murra, The Conquest and Annexation of Qollasuyu by the Inka State (monografa presentada en la 40 reunin anual de la sociedad de arqueologa americana, Dallas, mayo de 1975). 53 Vanse sugerencias de que los indios ya no podan recurrir a sus reservas de comida en los malos tiempos en BNP, B1485, 1600, ff. 250 v, 314 r, 316 r, 53 r, 55 v, 56 r. En este documento, un administrador de obraje se defenda contra acusaciones de distribucin forzosa de mercancas con el argumento de que los indgenas las pedan debido a que la temporada agrcola haba sido desastrosa. Aunque mintiera, su declaracin era plausible. Los propios indios se quejaban del deterioro de la economa de subsistencia, los dficit alimentarios y la falta de fondos para comprar comida. Sus quejas parecan dirigirse tanto contra los pre cios injustos como contra la distribucin en s, y aludan al precio corriente en el mercado de coca de su provincia. Ibid., esp. ff. 49 v, 5 0 v -5 1 r, 52 r, 53 r, 55 v, 56 r, 61 r, 62 v. 56 Respecto de la coca, nota 55; Ribera y Chaves (1586), Relacin ... de Guamanga, 196. Respecto de la sal, Carabajal (1586), Descripcin ... de Vilcas Guarnan, 210, 212, 213, 216, 218; comprense los grupos que producan sal de manera independiente: 208, 209, 214, 215. En cuanto al maz y el aj, nota 55, supra; ADA, PN, Mesagil, 1637-1639, ff. 184r-186r, 918r-922r. En cuanto al pao de diario, ADA, PN, Mesagil, 1637-639, f. 920 v; Silvera/Mesagil, 1636-1639; f. 389 r-v; AGN, JR, Leg. 24, C.65, 1618, f. 404 r-v; Salas, D e los obrajes, 90, y cuadro 5 (entre 118 y 119), anotacin del 20 de septiembre de 1598.

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pos privilegiados57. En cambio, las familias de los tributarios corrientes tenan que utilizar los recursos adicionales que pudieran conseguir para sobornar a los funcionarios o para alquilar trabajadores que los sus tituyeran. Los tributarios ms pobres podan tener muy poca opcin al endeudamiento para pagar un sustituto y, si no, servir la mita. Pero si la servan, su escasa base econmica reduca las probabilidades de aho rrar un salario apreciable o de movilizar a sus parientes para que les labrasen los campos durante su ausencia. Naturalmente, el deterioro de 'sus campos los dejaba en situacin ms vulnerable que nunca a las rela ciones comerciales M . A medida que la circulacin de productos y una cierta monetarizacin de las obligaciones iban penetrando en la vida local, quienes tenan ventajas polticas o econmicas avanzaban, mien tras que los dems se hundan en un mar de tributos, servidumbres, deudas y problemas de subsistencia. El proceso de diferenciacin era incompleto conforme a criterios modernos, ya que hasta el campesino ms pobre del ayllu conservaba invariablemente el acceso a algunas tie rras, mano de obra y derechos redistributivos59. Pero, lo que es igual de importante, la propia tierra empez a circular como mercanca, in cluso entre los indios. En' las zonas comercialmente activas, los foraste ros, los indios locales y ayllus enteros compraban tierras a personas fsi cas y a ayllus escasos de fondos60. De grado o por fuerza, la gente de Huamanga se haba integrado en una economa mercantil expansiva que redefina las necesidades de los hogares y de las personas. Los comerciantes itinerantes de todas las razas establecan contactos personales en el campo indio. En determina
57 Vase Spalding, Social Climbers, 658, 661 a 663; Stern, Las ideologas nativistas, 28, y captulo 7, infra. 38 Sobre la importancia del dinero para eludir la mita, nota 45; sobre el r gimen diferenciado de salarios y deudas entre los mitayos, captulo 4, supra. Cf. Nicols Snchez-Albornoz, El indio en el Alto Per (Lima, 1973), 45 y 46. 59 Las revisitas documentan un acceso generalizado a la tierra pese a un cierto proceso de diferenciacin, AGN, DI, Leg. 4, C.61, 1646; BNP, B876, 1629; B1079, 1629, esp. ff. 13r-60r; AGN, DI, Leg. 6, C.119, 1648. Si bien la responsa bilidad de los jefes por los tributos colectivos y las mitas de sus parientes se im pona, tambin limitaba la acumulacin interna. Vase BNP, B1079, 1629, ff. 75 r, 76 v-77 r, 78 r-79 r. Pero obsrvese tambin la diferenciacin de las cargas del tri buto entre ayllus: BNP, A236, 1597, f. 22 r. 60 Esas pautas desembocaron en una historia irnica de tierras. En el decenio de 1630 los quiguares de Acocro, al sudeste de la ciudad de Huamanga, se gas taron 420 pesos en comprar terrenos valiosos propiedad de los indios ms pobres de Guaychao. Veinte aos despus los quiguares pasaron por una mala poca y tuvieron que vender las mismas tierras a un forastero, un indio rico hanan acos de Quinua. ADA, Corregimiento, Causas Ordinarias, Leg. 1, C.13, 1647, ff. 1 r, 12 v. Vase documentacin ms extensa sobre la circulacin de las tierras como mercancas indias en el captulo 7, infra.

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das zonas el pequeo tendero el vendedor de coca, maz, sal, velas, paos, vinos, aguardiente y otros productos se convirti en una per sonalidad ru ra l61. Claro, que los niveles superiores de la sociedad india formaban el mercado ms dispuesto del vino, la ropa, los alimentos, las armas, los caballos y otros productos hispnicos. Pero, como ya hemos visto, el aumento de las necesidades de ingresos pesaba sobre los niveles inferiores de la sociedad que menos se las podan permitir. Los campe sinos del ayllu financiaban las compras de las lites, compartan la re s ponsabilidad colectiva por los tributos y las ventas coactivas, sufragaban costosas batallas legales, iban crendose gustos propios de mercancas hispnicas, se esforzaban por obtener fondos necesarios para eludir la mita y sufran unos dficit de subsistencia que los impulsaban todava ms hacia el mercado 62. Para el siglo x v n , el dinero y la deuda pesaban mucho sobre la vida del ayllu. Para una poblacin nueva de indios pobres, el acceso a las tierras del ayllu y a sus recursos, mano de obra y derechos redistributivos ya no bastaba para satisfacer las necesidades imprescindibles. A u n que los metales preciosos 110 cambiaban mucho de manos, las necesida des comprendan ahora los medios de pagar las deudas o de ganar cr ditos monetarios. En los testamentos de los indios ricos empez a q u e dar constancia de listas de deudas por cobrar de otros indgenas. Las deudas, que solan ser pequeas conforme a criterios hispnicos, no slo incluan prstamos directos en dinero o la venta de lujos como el vino. En las listas tambin se mencionaban productos bsicos de subsistencia: varias fanegas de maz ac y all, y por lo menos en un caso chuo, las papas secadas por congelacin que se solan comer slo en ltimo ex trem o 63. A veces, las deudas llevaban a los indios a la c rce l64. Proba blemente era ms frecuente que el aumento de la necesidad de dinero diera a los anticipos monetarios una nueva importancia en la vida india.
61 Respecto de los productos y los efectos personales dejados al cuidado de los indios rurales por comerciantes y buhoneros espaoles, ADA, PN, Ysidro, 1577, f. 199 v; Padilla, 1602/ 1613, f. 443 r-v. Vanse unas menciones de paso de una pulpera (tendera) y un tambero (posadero) en Quinua y Huachos, AGN, TP, C.645, 1637, f. 1 r; JR, Leg. 24, C.65, 1618, f. 139 v. 62 La responsabilidad de los indios del ayllu por las transacciones monetarias de las lites queda ejemplificada por un lcuraka de Canaria (Vilcashuamn), que amortiz un prstamo de 60 pesos mediante el envo de 10 indios a trabajar en haciendas. ADA, PN, Palma, 1619, f. 234 v-235 v. ADA, PN, Navarrete, 1615-1618/16271630, f. 301 r; Mesagil, 1637-1639, ff. 185 r-186 r, 918 v-920 v (el chuo se menciona en ff. 919 v, 920 r). Vase, asi mismo, Pea, 1596, f. 252 v; Palma, 1609, ff. 82 v-83 r, 286 r-269 r; 269 v-270 r; Palma, 1625, ff. 707 r-708 r. M ADA, PN, Pea, 1596, ff. 25 v, 266 r-v; Palma, 1609, f. 82 v; Palma, 1619, f. 20 r-v; Cabildo, Asuntos Administrativos, Leg. 64, Exp. 1, 1625, f. 1 v.

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Uno de cada seis asientos de Huamanga vinculaba el contrato de trabajo a una deuda anterior, o un anticipo en dinero. Por ejemplo, Juan Moroco recibi un anticipo de 19 pesos que pag a un yndio que fue por el [al] serm de las minas de guE a [guancavelica]. Otros se contrataban con patronos que convenan en pagar a los acreedores, con lo que el deudor no haba de ir a la c rce l65. En el decenio de 1570, el corregidor de Lucanas se basaba en la mera coaccin para extraer un excedente. Medio siglo despus, su homlogo utilizaba anticipos en dinero, crditos y relaciones comerciales para edificar un repertorio ms sutil de m eca nismos a fin de persuadir a los indios de que aceptasen unas exigencias poco gratas66. Las crecientes necesidades monetarias, una economa de subsistencia muy deteriorada y una diferenciacin interna considerable haban socavado las economas vitales e independientes del ayllu que haban encontrado los primeros conquistadores de Huamanga.

Pobreza y dependencia
Con el tiempo, pues, las relaciones coloniales engendraron dependen cias econmicas que llevaron a los indgenas a los brazos de los coloni zadores. Por una parte, los ayllus y los hogares empobrecidos dependan de un trabajo asalariado ocasional para conseguir los fondos o los cr ditos necesarios. Los ms afortunados o los ms ricos eran los nicos que podan generar suficientes ingresos independientemente, mediante la produccin de un excedente comercializable o la realizacin de un trabajo relativamente autnomo como artesanos o arrieros. De vez en cuando, el resto tena que ofrecer su trabajo voluntario a los empresarios que controlaban los sectores dinmicos de la economa mercantil. Por otra parte, las cargas de la vida del ayllu eran tan pesadas que una cierta
Apndice D. Cuadro D .l, asientos, 7, 8, 9, 13, 23, 24, 31, 35, 46; cuadro D.2, asiento 17; cuadro D.3, asientos 1, 4, 6. La cita es de ADA, PN, Palma, 1609, f. 177 r (asiento que aparece incompleto en el libro notarial y, en consecuencia, no figura en las listas de los cuadros D.l a D.3). Sobre la capacidad limitadsima de los anticipos de dinero para conseguir la fuerza de trabajo de indgenas a ttulo individual en el primer perodo posterior a la conquista, vanse los comentarios de Karen Spalding, .Kurakas and Commerce: A Chapter in the Evolution of Andean Society, blAHR, 53 (noviembre de 1970), 588 y 589, y las pautas laborales descritas en el captulo 2, supra. 66 Respecto del primer corregidor, vase la descripcin de don Juan Manuel de Anaya que figura en el captulo 4; acerca del papel del dinero y del comercio, y aparentemente una relacin con algo ms de xito con loskurakas, por parte de su homlogo mstardo, vase BNP, B1441, 1634, ff. 79 r, 80 r-v, 83 v, 85 r86 r, 88 r, 89v-90r, 90 v, 92 v, 93 r, 96 v, 103 r.

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proporcin de los indios se fugaba, sin ms. A fin de huir de la pesa dilla de los tributos, las mitas, las escaseces, de subsistencia y las deudas, se iban en busca de nuevas vidas como forasteros. Como veremos ms adelante, algunos por lo menos de los fugitivos dependan de los colo nizadores para obtener su sustento econmico o una proteccin social. Al igual que los indios pobres de los ayllus, los emigrados se encontra ban muchas veces con que necesitaban a sus explotadores. Por lo que haca a los emigrados, no debemos subestim ar el traum a inherente en sus decisiones de huir de sus antiguas vidas. La fuga sig nificaba un alivio respecto de las cargas del ayllu, pero tambin aislaba a la gente de la sociedad en la que haban vivido sus antepasados, en la que los dioses tnicos y del ayllu se encargaban del bienestar de sus hijos, en la que las gentes adquiran sus identidades y sus sustentos in dividuales porque vivan como miembros de un grupo social ms amplio, donde uno tema al aislamiento social y dependa de los vnculos con los parientes locales, los ayllus, los cerros, con la naturaleza m ism a m. No debemos suponer que la emigracin, en sentido social ms que fsico, fuera siempre permanente ni absoluta desde un principio. En algunos casos, los forasteros mantenan importantes vnculos con sus parientes de sus tierras de origen; en otros, haca falta tiempo para que se erosio naran esos vnculos68. Pero, cualesquiera fuesen las dificultades de la decisin de fugarse, por grande que fuera su renuencia, la gente abandonaba la vida del ayllu. A veces, los indios adoptaban decisiones vitales en momentos de grandes dificultades. Sabemos, por ejemplo, que una cierta proporcin de mitayos se fugaba durante el trabajo en las minas lejos de sus lugares de origen 69. Era ms frecuente, segn sugieren algunos de los datos, que los varones jvenes y solteros experimentaran una especie de crisis vital. Al aproximarse al sombro umbral del matrimonio, de las responsabilidades de formar un hogar y de adquirir la condicin de tri butarios, qu era lo que podan esperar? Como hatun runa, hombres adultos, iban a entrar en una fase de sus vidas en las que gozaran de
67 El miedo al aislamiento es especialmente comprensible en una sociedad en la que el bienestar econmico guardaba estrecha relacin con los lazos de paren tesco. En quechua, la palabra w akcha significa al mismo tiempo pobre y hur fano. Vase un comentario especialmente penetrante de la muerte civil, o pr dida de vnculos sociales, en Lpez Albjar, Ushanan-Jampi, en Cuentos andinos. Vanse datos de fines del siglo xvn en el sentido de que los vnculos de los forasteros con sus lugares de origen eran muy diversos en Huertas y otros, la revisita de los chocorbqs, 61 a 150. Vase, asimismo, la nota 75, infra. 69 Acerca de las fugas de mitayos, vase el captulo 4, supra. Respecto de los indios que se marchaban de Huancavelica y acababan en Andahuaylas, a cente nares de kilmetros de distancia, vase BNP, Z1124, 1631, ff. 496 v, 497 r.

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mejor posicin y de derechos a las tierras del ayllu y a sus recursos. Pero una vez iniciadas sus vidas de hombres adultos contraeran res ponsabilidades familiares que limitaran todava ms su movilidad, y se enfrentaban con un destino potencialmente miserable como tributarios pobres. Segn parece, en esa encrucijada del ciclo vital, bastantes de ellos se marchaban. Una visita de un distrito, ayllu por ayllu, estableci que ms de tres cuartas partes de los hombres huidos eran solteros, y 'fio casados; de casi todos los ausentes de ms edad, hombres de cuaren ta o cincuenta aos, se deca que se haban marchado de jvenes: a [hace] ms de veynte as [a o s], o desde m u chacho70 (en el captulo 7 se sugiere una crisis del ciclo vital algo diferente en las mu chachas) . No cabe duda de que algunos de los migrantes se protegan con bas tante xito contra la sociedad colonial. Se dirigan a selvas remotas y a menudo traicioneras al este de Huamanga; conseguan acceso a la tierra mediante relaciones semclandestinas con comunidades indgenas tnica mente extranjeras, o bien a engrosar las poblaciones vagabundas de ciu dades tan lejanas como L im a 71. Pero todas esas opciones tenan lmites definidos. La selva tropical repela ecolgica y socialmente a muchos in dios de la sierra. La vida en los ayllus extranjeros no siempre era posi ble ni agradable desde los puntos de vista de ninguna de las partes. Y tampoco inmunizaba a un forastero contra la economa monetaria, es pecialmente si el forastero tena que comprar o arrendar tierras, o que entrar en una comunidad por matrimonio. Por ltimo, incluso los vaga bundos podan buscar empleo ocasional, o proteccin contra los indios
70 BNP, B1079, 1629, esp. ff. 68 v-69 r. Cf. Jos Miranda, El tributo indgena en la Nueva Espaa durante el siglo XVI (Mxico, 1952), 249 y 250. En un estu dio de los indios residentes en la ciudad de Lima en 1613 encontr a 123 proce dentes de Huamanga. Cinco de cada seis (103) eran varones, y ms de tres cuartas partes de stos (79) eran solteros. Entre los casados, slo uno de cada seis (cuatro de 24) tenan mujeres de Huamanga. Miguel de Contreras (1613), Padrn de los indios de Lima en 1613, ed. de Noble David Coolc (Lima, 1968). 71 Acerca de la ida a la montaa o la selva, BNP, B1477, 1626, ff. 1 r-3 r; Poma de Ayala (1615), Nueva cornica, 581; Coleccin, ed. de Konetzke, 2:191. De los indios forasteros que establecan relaciones con las comunidades se trata en los captulos 5 y 7. Por razones evidentes no he encontrado documentacin sobre vagabundos, pero la poblacin india registrada de Lima comprenda un grupo no table de Huamanga (nota 70, supra). El caso de Alonso Coro, de Lucanas, enume rado como jornalero es especialmente sugerente. Vino a esta ciudad, a donde anda buscando su vida, y en traer lea, y trabajar donde haya. Contreras (1613), Padrn, 11. Cf. Bernab Cobo (1629), Historia de la fundacin de Lima, ed. de M. Gonzlez de la Rosa (Lima, 1882), 51.

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y los funcionarios que se dedicaban a la caza de fugitivos para cobrar tributos o m itas72. O sea, que la emigracin generaba gente que buscaba salarios, pro teccin o subsistencia entre los colonizadores. Los emigrados ampliaban el ejrcito de trabajadores asalariados especializados que mantenan en m archa la economa minera; se fundan con la poblacin de yanaconas que vivan en las estancias y las haciendas hispnicas; se colocaban como aprendices con artesanos urbanos; iban consiguiendo trabajo a salto de mata como jornaleros o aceptaban contratos de asiento a ms largo plazo en ciudades como Huamanga. Dada la limitacin de opciones que tenan los indios, un patrono espaol que compitiera para atraer sirvientes po da ofrecer condiciones de vida relativamente atractivas. Considrese, por ejemplo, el caso de Antn Yucran, que acept servir en las haciendas de Pedro Serrano Navarrete durante dos aos. A cambio de sus servi cios, Y ucra tena el derecho a recibir 12 pesos y un juego de ropa al ao, una racin de maz y el uso de algunos campos en la parte que quisiere a costa del dho pedro serrano con sus bueyes y rrejas. Lo que quiz fuera ms importante desde el punto de vista de Yucra, el contrato especificaba que Serrano a de librar y reservar[lo] de las mitas y seruicios de guancaueliea y chocolococha [Castrovirreyna] y demas seruicios personales B. En Vilcashuamn, provincia de origen de Yucra, los grupos tnicos se quejaban amargamente de que el. propieta rio de un complejo de obraje-hacienda atraa a los indios del ayllu, lo que socavaba todava ms la base econmica de la sociedad del ayllu 74. As, el campo indio expulsaba a una corriente de indios empobreci dos del ayllu que se marchaban temporalmente para acumular fondos o para pagar deudas, forasteros que huan permanentemente para rehacer sus vidas y otros atrapados en una situacin de transicin ms ambigua 7S. 72 Acerca de la integracin de los forasteros en la economa monetaria, y de las tensiones con los originarios, vase el captulo 7. Sobre la persecucin de los fugitivos, BNP, B1079, 1629, ff. 68 r, 76 r-v, 78 r; Z1124, 1631, ff. 496 v, 497 r. Cf. Snchez-Albornoz, El indio en el Alto Per, 27 a 31. 73 ADA, PN, Palma, 1609, f. 316 v. 74 BNP, B450, 1643, esp. f. 2 v; B164, 1640. 75 Entre las situaciones ambiguas podra figurar un fenmeno comentado en una parte anterior del presente captulo; los indios del ayllu que vivan y trabaja ban con patronos espaoles en condiciones que tendan a aproximarse al yanaco naje. Tambin sabemos de yanaconas que vivan cerca de sus lugares de origen y no haban perdido las identidades del ayllu, y de jefes menores que actuaban tam bin como mayordomos de haciendas prximas. BNP, Z313,1616, ff.200r-206r, 247 r. Considrese tambin el caso de los indios del ayllu que servan asientos que los vinculaban a patronos espaoles durante seis meses, un ao, o ms. En un caso, al indgena se le contrat en presencia de don felipe astocauana su cazique, que firm el documento. ADA, PN, Palma, 1619, f. 621 r-v.

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En diversos grados, las vidas de todos ellos reflejaban el auge de. unas dependencias que ampliaban las opciones a disposicin de los empresa rios coloniales. Tanto si indios dejaban la sociedad del ayllu atrs como si no, de vez en cuando se dirigan a personas ms ricas en busca de salarios, tierras, subsistencia, crdito o proteccin. Naturalmente, la de pendencia econmica no era absoluta ni irreversible. Muchos yanaconas tenan parcelas de tierra o pastoreaban sus propios animales, y como ya hemos visto, los trabajadores indios tenan ms movilidad de lo que hu b ie ra n preferido los europeos. Incluso en las minas, donde el trabajo asalariado voluntario era ms importante, es probable que los patronos tuvieran que hacer frente a una fuerza de trabajo semiindependiente. Un trabajador indio de las minas que tuviera un salario alto poda mar charse durante cierto tiempo, vivir de los fondos que haba acumulado o comprar tierras que le permitieran ganarse la vida como pequeo agri cultor 76. Pero, por limitado o parcial que fuera su carcter, la dependen cia econmica de los indios era algo real y representaba un gran corte con el pasado andino, de mayor autonoma econmica.

La economa poltica de la coaccin y el consentimiento


La lite de Huamanga edific su prosperidad sobre tendencias con tradictorias. Las mismas fuerzas que impulsaban a los colonizadores a adscribir a los trabajadores a la servidumbre tambin los obligaban a ellos a recurrir ms a acuerdos voluntarios, comprendido el trabajo asalariado. La resistencia del ayllu, en el contexto de una economa co lonial en expansin y de un mapa demogrfico en evolucin (disminu cin de la poblacin india total y, dentro del total, aumento de la pro porcin de los forasteros semiclandestinos), socavaba el xito de las levas de mano de obra con el patrocinio del Estado. Los empresarios, obliga dos a ajustarse a las perturbaciones y a la escasez de mano de obra, dieron ms importancia al desarrollo de las relaciones de explotacin en la sociedad civil. Una de esas adaptaciones consista en ampliar las formas oficiales y extraoficiales de coaccin. Por ejemplo, Gernimo de Or alquilaba su 76 La pauta de irregularidad de los trabajadores voluntarios puede explicar por qu los nmeros de Huancavelica trataban de estabilizar su acceso a la mano de obra mediante la adquisicin de haciendas cuyos peones se podan enviar a las minas. Henri Favre, Evolucin y situacin de la hacienda tradicional de la regin de Huancavelica, en Hacienda, comunidad y campesinado en el Per, comp. por Jos Matos Mar (2. ed., Lima, 1976), 109; vase, asimismo, Lohmann, Las minas, 410 a 412, incluida la nota 3.

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obraje al alguacil rural, que daba la casualidad de que tambin repre sentaba al corregidor local; este poderoso funcionario traspasaba las fronteras formales de la autoridad para robar a los trabajadores contra tados sus salarios, imponer trabajos ilegales y dem s77. Los colonizadores iban rns all de esos arreglos extralegales con los burcratas, no obs tante, para cultivar relaciones personales de seoro sobre quienes depen dan personalmente de ellos. Una de esas prcticas, la compra de escla vos africanos para que asumieran un papel ms importan le en la pro duccin, prescinda totalmente de la sociedad india. O tra de esas p r c ticas consista en aumentar la poblacin yanacona y, como tambin h e mos visto ya, enredaba a los trabajadores temporeros en relaciones que tendan a convertirlos en dependientes a largo plazo. Pero precisamente porque los indios no sucumban fcilmente a la presin coactiva, e incluso se fugaban si se les empujaba ms all de ciertos lmites, los colonizadores tambin llegaron, a adaptarse a recurrir a una segunda adaptacin: el empleo de acuerdos voluntarios, asientos y formas primitivas de trabajo asalariado para poder contar con los servi cios de los indgenas. El trabajo forzoso por s solo, aunque tuviera un carcter extraoficial y privado, no poda satisfacer las necesidades de una economa regional dinmica. De hecho, la existencia misma de c o lonizadores deseosos de atraer mano de obra probablemente disminuyera la voluntad de los sirvientes de adaptarse a amos severamente coactivos. El yanaconaje y el trabajo asalariado, ambos en auge a principios del siglo xv n , no representaban simplemente estrategias laborales alternati vas o complementarias; tambin representaban casos extremos de ten dencias opuestas y contradictorias. Como la coaccin no bastaba, los colonizadores contrataban a indgenas que aceptaban trabajar por un salario. Pero como el mercado de trabajo era somero e irregular, y las tcnicas de produccin vinculaban estrechamente las utilidades a que los costos de la mano de obra fueran bajos, los colonizadores no podan confiar slo en la mano de obra voluntaria para contar con una fuer za de trabajo constante ni con altas utilidades. As, al mismo tiempo que se volvan hacia el nuevo mercado para encontrar mano de obra, los empresarios no podan renunciar a la coaccin. Siguieron utilizando la fuerza para conseguir y retener trabajadores y para reducir al mnimo los pagos de salarios. Siguieron defendiendo los cupos de la mita, refor zando las alianzas necesarias para actuar efectivamente como miembros de los grupos de poder locales y regionales e incorporando las compras de fuerza de trabajo en relaciones ms seoriales que limitaban el inter cambio monetario y vinculaban a los trabajadores a sus seores. De esas
77 BNP, B1485, 1600, esp. ff. 55 v, 59 v, 49 r-v; Salas, De los obrajes, 57.

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tendencias contradictorias surgieron paradojas aparentes: yanaconas que. se alquilaban por contrato; formas serviles de trabajo en las que las cuentas de salarios y deudas desempeaban un papel, fundamental; tra bajadores contratados cuyos patronos les deban los salarios atrasados de varios a o s78. Una sola unidad de produccin poda explotar a mi tayos, trabajadores asalariados, yanaconas vitalicios y dependientes cuyos derechos y cuyas obligaciones los distinguan tanto de los yanaconas como de los trabajadores asalariados 19. Cabra expresar la cuestin de otro modo. Por una parte, la dura explotacin y la economa mercantilizante ya sometan al campo andino a un despojo suficiente como para perturbar su capacidad para susten tarse por s solo. En consecuencia, la mera supervivencia o la necesidad econmica impulsaban a los indios a trabajar de manera ms voluntaria para los patronos o los empleadores coloniales. Por otra parte, la acumu lacin colonial no llegaba tan lejos como para aislar totalmente a la gente de la economa de subsistencia. La capacidad de los indgenas para man tener o restablecer el acceso a una economa de subsistencia limitaba el auge de los mercados o de formas ms libres de trabajo a un proceso desigual, parcialmente reversible. As, los colonizadores podan contra tar una clientela bien dispuesta de trabajadores asalariados y de posibles dependientes, pero necesitaban un considerable poder coactivo para es tar seguros de que los indios no se les iban a escapar, de que realizaran tareas ingratas pese a tener acceso a su propia economa de subsistencia, de que una empresa no tena que depender exclusivamente de cultivar una dintela de trabajadores voluntarios para su propio bienestar. Dados los lmites de la capacidad de los empresarios para explotar a los indios o los mestizos, los africanos importados fueron ocupando un puesto im portante incluso en las tierras altas. La mano de obra asalariada y la servil, pese a sus contradicciones, reflejaban ambas el auge de las nuevas dependencias en el seno de la sociedad civil. Exista una cierta irona en la dura lucha de los ind genas contra las mitas y los tributos. Al mismo tiempo que iban recor tando las instituciones extractivas formales mediadas por un Estado coac tivo, los indios de Huamanga fueron cayendo bajo el imperio ms directo
78 ADA, PN, Palma, 1609, f. 152 r; Navarrete, 1615-1618/1627/1630, ff. 17 r19 r; BNP, Z323, 1616, ff. 16 v, 20 r; Z313, 1616, ff. 170 r, 239 r, 244 v, 245 r-v, 251 r, 278 r-v; Z351, 1616, ff. 664 v, 665 v, 673 r; B1485, 1600, ff. 13 v-45 r. 79 Este complejo rgimen de relaciones laborales, cuya presencia era clara en Huamanga en el decenio de 1600 es algo que ya se ha observado respecto de las haciendas de fines del perodo colonial. Macera, Trabajos, 3:171 a 204; Jorge Polo y la Borda G., La hacienda Pachachaca: autoabastecimiento y comercializacin (segunda mitad del siglo X VIII) (Lima, 1976), 50 a 69.

La economa poltica de la dependencia

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de patronos y- amos. La integracin de los autctonos en una economa comercial haba adquirido una vida propia, y generado una clientela de indgenas que recurran a gente ms rica en busca de dinero o de cr dito o de una nueva subsistencia protegida contra las exigencias del ex terior. Las nuevas dependencias no slo facilitaban a los colonizadores el encontrar fuentes voluntarias de mano de obra explotable, compren didos los trabajadores asalariados; tambin ampliaban las oportunidades de vincular a los siervos y los clientes on una maraa de obligaciones, antagonismos y lealtades mutuos * . F.1 auge de esas nuevas dependencias sociales y econmicas no haba desembocado en una ruptura' total y absoluta con una historia anterior de extraccin basada en la violencia y la coaccin. Tampoco haba desembocado en una sociedad cuya clase dominante pudiera hacer caso omiso del poder de los funcionarios esta tales. Pero la extraccin coactiva haba ido adquiriendo un carcter ms privado y extraoficial, y se poda complementar mediante acuerdos por mutuo consentimiento, comprendido el trabajo asalariado, que reflejaba la decadencia de la autonoma econmica andina. E n resumen, una so ciedad explotadora se haba hecho ms sutil; haba hecho que los explo tados necesitaran a sus explotadores.

80 Respecto de la generosidad, sobre todo en los testamentos de europeos moribundos, con personas a su cargo, entre las que figuraban indios del ayllu y yanaconas, as como mestizos y mulatos, vase ADA, PN, Padilla, 1602/1613, ff. 102 r-104 r; Cabildo, Causas Civiles, Leg. 1, C.4, 1671, esp. ff. 71v-73r; BNP, Z1268, 1590, f. 4 r; Z351, 1616, f. 665 r-v; Z313, 1616, ff. 239 r, 245 r-v, 251 r; Z323, ff. 15 v-16 r, 16 v, 17 r; ADA, PN, Navarrete, 1615-1618/1627/1630, f. 199 r; Corregimiento, Asuntos Administrativos, Leg. 31, C.4, 1617, f. 43 r-v; C.5, 1621, ff. I r - l l r ; BNP, B820, 1643, ff. 36 v-37 r; ADA, PN, Navarrete, 1615-1618/1627/ 1630, f. 699 r-v; AGN, TP, C.370, 1607-1688, subcuaderno 6, ff. 2 v-3 r.

7. La tragedia del xito

En Huamanga, si se vea una figura acicalada vestida con calzones de terciopelo rosa con un fino bordado de oro, un jubn vistoso bajo una capa de terciopelo oscuro de Segovia, un sombrero ancho de fieltro y un par de zapatos buenos, era de esperar que se tratase de un coloni zador rico o quiz de un mestizo. Pero, a veces, la cara perteneca a un indio La creciente pobreza de los pueblos andinos a principios del siglo x v n podra llevarnos a olvidar la aparicin de indgenas que esca paban a las duras cargas impuestas a la mayor parte de los indios; en algunos casos trepaban la escala social y acumulaban considerables ri quezas. Pero nuestro relato ya ha sugerido la importancia histrica de algu nos estratos privilegiados en el seno de la repblica de los indios. Hemos visto el potencial embrionario de divisiones de clases entre las sociedades de Huamanga antes de la conquista espaola y las instituciones que sofocaron su desarrollo ulterior. Tras la conquista, la posicin estra tgica de los kurakas hispanizantes como mediadores entre los indgenas y los colonizadores intensific las contradicciones incipientes en la so ciedad autctona; las alianzas postincaicas atraparon a las lites autc tonas entre los papeles tradicionales de protectoras de los intereses del
1 ADA, PN, Pea, 1596, ff. 184 v-186 r, respecto de la compra del atavo des crito, salvo el sombrero y el calzado; vase, asimismo, Poma de Ayala (1615), Nueva cornica, ilustraciones en 366, 739, 741. 255

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ayllu y las nuevas oportunidades y exigencias como amigos de los con quistadores. Durante la crisis del decenio de 15.60, los taquiorigos pre sionaron a los colaboradores con el rgimen colonial para que se puri ficaran y restablecieran sus lealtades exclusivamente andinas, pero la re lacin tenue y cautelosa entre las lites indias y el Taki Onqoy reflejaba la posicin ambivalente y contradictoria de esas lites. Un decenio des pus, las reformas de Toledo organizaron una red de poder estatal para extraer por la fuerza un excedente de un campesinado del ayllu que era autnomo econmicamente; el sistema funcion en parte porque sus gru pos de poder comprendan a seores tanto indios como hispnicos. Con el tiempo, los indios fueron socavando las mitas y los tributos de Toledo, pero no la aparicin de grupos multirraciales de poder. De hecho, la poltica judicial fomentaba acuerdos mutuamente beneficiosos entre las lites indgenas y los patronos hispnicos, que a veces se apro vechaban de ellos mediante la subversin de las extracciones patrocina das por el Estado. El auge econmico de fines del siglo xvi integr a las sociedades locales en una economa muy mercantilizada; las pautas locales de circulacin de mercancas indujeron todava ms la diferen ciacin interna, ai concentrar los recursos indios en menos manos y priyatizar una parte de las tierras del ayllu. Desde los primeros aos de la conquista, pero cada vez con ms fuerza en el siglo xvil, la sociedad del ayllu fue perdiendo migrantes a las ciudades, las minas y los centros comerciales, los patronos espaoles y otras comunidades indias. Algunos de los migrantes aprendieron especialidades o establecieron relaciones sociales que los salvaron de correr el destino de los indios pobres y les permitieron engrosar las filas de los que se lucraban con la economa mercantil. Las estrategias y los logros personales de los indios con xito, que se asimilaban en sentidos importantes a la sociedad hispnico-mestiza, guardan estrecha relacin con una historia ms general de la explotacin europea y la resistencia india. Sus logros estimularon un proceso de diferenciacin de clase en el seno de la sociedad autctona, insertaron ms directamente en la vida campesina relaciones, motivaciones y una cultura de estilo europeo y fomentaron el deterioro de los derechos y los recursos andinos tradicionales. L a tragedia de los indios con xito se deba a la forma en la que el xito reclutaba a personas dinmicas, poderosas o afortunadas para que adoptaran los estilos y las relaciones sociales hispnicos, con lo cual se reforzaba la dominacin colonial. Los xitos de determinados indgenas, en medio de una sociedad organizada para explotar a los pueblos autctonos, educaron a los indios para con siderar que lo hispnico era lo superior y lo andino lo inferior.

.La tragedia del; xito

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Las vas del' xito


Pese a las circunstancias que para principios del siglo x v n empobre can mucho a la mayor parte de los indgenas, una minora logr acumu lar fondos suficientes para comprar o arrendar propiedades rurales y ur banas valiosas. Una muestra de 52 transacciones demuestra que muchos indios que compraban, o arrendaban tierras y fincas gastaban sumas muy superiores al horizonte econmico de la mayor parte de los indgenas. Nada menos que la mitad (el 5 0 por 100 exactamente) de las compras costaban, de 4 0 a 9 0 pesos (de ocho reales); otra cuarta parte (el 2 8 ,3 por 100) requera 100 pesos o ms \ Esas sumas eran muy grandes para un indio. El tributo estatal anual, que constitua una pesada carga para muchos, ascenda a menos de diez pesos; un indio de asiento no espe cializado ganaba quiz 20 pesos por sus servicios durante todo un ao; un gasto de 30 pesos por conseguir un reemplazo mitayo resultaba irrea lista para un campesino p o b re3. Incluso conforme a criterios hispnicos, algunas de las compras de los indios representaban acumulaciones importantes. Una mujer compr parte de un buen solar urbano propiedad de una familia distinguida de en co menderos. Los 3 0 0 pesos que gast equivalan a ocho o nueve meses de 2 Las transacciones estn fechadas en 1585-1639, pero todas menos tres son del perodo de 1601 a 1639. Seis de las transacciones son arrendamientos, la mitad de ellas por 85 pesos al ao o ms. La distribucin de los precios de compra est mucho ms sesgada hacia grandes cantidades por tierras suburbanas y rurales (32 por 100 de ms de 100 pesos) que hacia solares urbanos y casas (23,8 por 100 de ms de 100 pesos). En orden cronolgico, las fuentes de las transacciones son las siguientes: ADA, PN, Crdenas, 1585, ff. 98r-v, 99 r-v; Pea, 1596, ff. 134v-136v; Soria, 1593/60, ff. 28 r-v, 150 r-v,' 185 v, 193 v-194 v, 220 v-221 v; Palma, 1609, ff. 71 r-72 r, 99 v101 v, 180v-183 v, 203 r-204 v, 237 v-238 v, 244 r-v, 245 r-v, 278 v-280 r; Corregi miento, Causas Ordinarias, Leg. 1, C.5, 1617, ff. 17r-19v (venta fechada en 1613); PN, Padilla, 1602/63, ff. 156v-157v; Navarrete, 1615-1618/1627/1630, ff. 88 r~ 89 v; Palma, 1619, ff. 226 r-228 r, 259 v-260 r; Palma, 1625, ff. 36 r-37 r, 145 v147 r, 397 v-398 v, 632v-634v, 879r-880v; Navarrete, 1615-1618/1627/1630, ff. 346347 v, 466 r-467 r, 570 r-571 r, 637 r-639 v, 651 r-v, 758 r-v, 811v-813v, 828v-829v, 838 r-839 r; Morales, 1630, ff. 22 r-v, 320 r-v, 446 r-447 v; AGN, TP, C.354, 1632; ADA, PN, Silvera/Mesagil, 1636-1637, ff. 4 r-v, 90v -91v , 9 7 r-9 8 v , 625 r-v; Mesagil, 1637-1639, ff. 141 r-142 v, 236 r-237 r, 242 r-243 v, 324 r-325 r, 471 v-472 r, 480 r481 v, 633 r-v, 636 r-640 v, 652 v-654 r; Corregimiento, Causas Ordinarias, Leg. 2, C.18, 1676, ff. 2 r-4 v (venta fechada en 1639). 3 El tributo estatal legal ascenda a poco ms de seis pesos de ocho reales (es decir, cuatro pesos ensayados, de 12,5 reales). Aunque se duplicara, la carga del tributo era de slo 12 13 pesos. Vanse crditos salariales en asientos de tra bajadores sin especializar en el Apndice D, cuadro D .l. En cuanto a los arrenda mientos de mitayos, vase ADA, PN, Palma, 1609, ff. 82 v, 207 r-v; AGN, DI, Leg. 6, C.109, 1643, f. 3 r.

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los beneficios previsibles de un amo que alquilara a otro los servicios de un artesano esclavo especializado. Juan Payco y don Pedro Pocamonxa compraron cada uno tierras valiosas de ayllus que no eran los suyos por 60 0 pesos cada uno. Esa suma de dinero bastaba, casi todos los aos, para comprar un esclavo africano de primera categora. Algunas transacciones, especialmente la compra o el alquiler de residencias urbanas por indios cuya base econm ica segua estando en el campo, satisfacan ansias de prestigio. A . fin de establecer una residencia respetable en Huamanga, un kuraka despreci un solar en las parroquias indias de la ciu dad; por el contrario, alquil casas en la seccin espaola, m ejor y ms cara4. Al igual que las obligaciones y las deudas monetarias iban convir tindose en fuerzas cada vez ms opresivas en las vidas de los indios pobres, un sector nuevo de indgenas iba acumulando suficiente riqueza lquida para transformarse en acreedores. Y a hemos visto que los testa mentos de los indios prsperos dejaban constancia de listas de pequeas deudas por co b ra r5. Los artesanos indgenas y otras personalidades sol ventes servan de fiadores de los indios endeudados o que tenan pro blemas 6. Algunos de los prstamos no eran tan pequeos. Lorenzo Pil co, hijo de una familia india rica de la ciudad de Huamanga, y propie tario de tierras valiosas en la zona rural de Angaraes, prest 3 0 0 pesos a un kuraka empobrecido. Con el tiempo, Pilco hizo que se encarcelara al jefe por falta de pago. Doa Juana Yanque Molluma financi la com pra de 3 0 0 vacas y toros por su hija, a un costo de 1.650 pesos. Resulta significativo que hubiera incluso espaoles que recurran algunas veces a indios ricos en busca de crdito. Un espaol consigui un prstamo de 140 pesos a un ao de doa Juana Mndez; otro pagaba 50 pesos de in ters al ao sobre un prstamo a largo plazo de 700 pesos de Catalina Reinoso, dama india que posea un viedo en el Valle de N azca que baja ba desde Lucanas hasta la costa del P acfico 7. 4 ADA, Corregimiento, Causas Ordinarias, Leg. 1, C.5, 1617, ff. 17 r-19 v; PN, Navarrete, 1615-1618/627/1630, ff. 637 r-639 v; 811v-813v; Palma, 1619, ff. 259 v260 r respecto de casos individuales. Acerca del arrendamiento de artesanos es clavos, y precios de compra de esclavos, vase Bowser, The African Slave, 138, Apndice B, cuadro B.4. 5 AGN, DI, Leg. 4, C.71, 1622, ff. 12r-14v; ADA, PN, Navarrete, 1615-1618/ 627/1630, ff. 300 v-302 v, 519r-520v; Mesagil, 1637-1639, ff. 184r-186r, 918 r922 r. 6 ADA, PN, Palma, 1609, ff. 13v-14r, 268 r-269 r, 269v-270r; Palma, 1619, ff. 20 r-21 r. 7 ADA, PN, Silvera/Mesagil, 1636-1637, ff. 542 v, 515r-516v; Padilla, 1602/ 1613, ff. 1 r-2 r; Palma, 1609, f. 390 r-v; Soria, 1598, ff. 308r-310v; Pea, 1596, f. 311 v.

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La pregunta histrica que debemos plantear es la de cmo consegua esos fondos un sector nuevo de indios ricos, y cmo se protega ese sec tor de las expropiaciones que confinaban a la mayor parte de los ind genas a una magra existencia. Merece la pena examinar de cerca los me dios econmicos y polticos por los que una minora de indios logr triun far en una sociedad que despojaba a casi todos los ayllus y los campesi nos de la capacidad para producir y comercializar un excedente. En una economa mercantil prspera, muy dependiente de tecnolo gas artesanales o de oficios, quienes vendan servicios especializados po dan obtener unos ingresos considerables. En el siglo x v n los trabajado res experimentados ganaban buenos sueldos en las minas. Los precios inflados controlados por comerciantes del exterior los respiros de una existencia dursima que se conseguan con la bebida y las apuestas, y los abusos fraudulentos de los propietarios de minas solan consumir los salarios rpidamente. Pero es probable que algunos indios lograsen acumular ahorros al apartar cantidades apreciables.de salarios o mediante el robo de minerales valiosos *. Ms atractivos que las minas eran los transportes y la artesana, formas de trabajo relativamente independientes que estaban en gran demanda. La economa de Huamanga se basaba en gran medida en los oficios especializados en la construccin y las manu facturas, y los artesanos indios desempeaban un papel destacado en ocupaciones hispnicas de todos los tipos, como las de plateros, pin tores y estucadores, albailes, canteros, carpinteros, ebanistas, curtidores, sastres, zapateros, e t c .9 En 1609 se contrat a Martn de Oviedo, un es paol con gran reputacin de maestro escultor y arquitecto, para que redecorase el interior de la iglesia de los dominicos por 4 .6 0 0 pesos; Oviedo, a su vez, subcontrat a carpinteros, pintores y estucadores in dios para que trabajasen en el proyecto. Un artesano indio independien te poda obtener unos ingresos muy respetables. En dos meses, un can
8 Los salarios de los trabajadores en las minas subieron de siete a 12 reales para mediados del siglo xvn (captulo 6). A nueve reales al da, veinticinco das de trabajo al mes, con unos gastos de cuatro reales al da (durante treinta das), un minero poda ahorrar 13 pesos (de ocho reales) al mes. Merece la pena re cordar (captulo 4) que una cierta parte de los mitayos, incluso, ganaban unos salarios netos considerables. Respecto de la venta de mercurio de contrabando por indios que trabajaban en las minas, AGN, Minera, Leg. 13, Huancavelica, 15851591, Exp. 2, f. 8 r. 9 ADA, PN, Ysidro, 1577, ff. 162r-164r; Pea, 1596, f. 180 v; Navarrete, 16151618/1627/1630, f. 254 r; Palma, 1619, ff. 327 r-373 r; Palma, 1625, ff. 292 r-v, 837 r-838 r; BNP, Z317, 1586, f. 3 r; AGN, JR, Leg. 23, C.62, 1617, f. 120 r; Leg. 24, C.65, 1618, f. 260 r; Apndice D, cuadro D.2, asientos 4, 6, 7, 16; cuadro D.3, asientos 2, 3, 4, 7, 8. Vanse, asimismo, las fuentes citadas en la nota 10,

infra.

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tero poda hacer una rueda de molino que vala 6 0 pesos. Juan Uscamato, carpintero, gan 150 pesos cuando acept construir un molino de ha rina en seis meses. Sus gastos eran reducidos, y probablemente no. tena que trabajar toda la jornada en el molino, ya que el contratista aceptaba aportar los materiales necesarios, entre, ellos piedra tallada e instrumen tos de hierro, ms seis trabajadores indios para que estuvieran a las r denes de Uscamato M . Los asientos laborales de Huamanga (descritos en el captulo 6) re belan la existencia de una disparidad impresionante de ingresos entre los indios especializados y los peones no especializados. Los artesanos con tratados en asientos ganaban salarios del doble y el triple de los prome tidos por servicios de carcter general, de 40 a 60 pesos al ao ms la manutencin. Los arrieros ganaban por lo menos el doble, de 80 a 130 pesos al ao. Muchas veces, los componentes no monetarios de 1a remu neracin comprendan derechos especiales que aumentaban todava ms esa disparidad. Un curtidor reciba diez pieles semicurtidas, lo que, de hecho, subvencionaba su trabajo independiente. Los arrieros reciban unas cuantas varas ms de pao que llevar con la mercanca. Lo que es ms importante, el trabajo de los arrieros los ayudaba a consolidar unas rela ciones comerciales independientes y a reducir sus propios costos de tra bajo mediante el transporte de sus mercancas a lomos de los animales del patrono, como en el caso ya mencionado del patrono que acept for malmente que su arriero contratado pudiera hacer todos los viajes que quiere con la dha rregua [la del p a tr n ] u. Las. concesiones de este tipo tenan importancia porque quienes se dedicaban a un comercio o una produccin mercantil considerable podan acumular mucha riqueza. Tanto los comerciantes indios como los espa oles especulaban en mercancas. Los artesanos, al contrario que los arrieros, no podan dedicarse enteramente al comercio, pero los artesa nos ambiciosos realizaban diversas transacciones mercantiles por su cuen ta n . Tanto los indios como los espaoles se hacan con tierras privadas para la produccin con fines comerciales de coca, vino, maz, trigo, hor talizas, lana, carne, pieles, queso, etc. De hecho, los empresarios indios tendan a centrar sus acumulaciones de propiedad privada en las mismas
10 ADA, PN, Palma, 1609, ff. 248r-250v, 252v-253r, 315r-316r; Navarrete,

1615-1618/1627/1630, ff. 84 r-85 r; Soria, 1598, f. 623 r.


11 Respecto de los niveles de los asientos y los salarios, vase el Apndice D. En cuanto a las pieles semicurtidas, cuadro D.2, asiento 6. Acerca del pao adi cional para los arrieros, cuadro D.2, asientos 8, 10, 11, 12, 15, 18, 19, 20; cuadro D.3, asiento 5. Respecto de la cita, cuadro D.2, asiento 2. 72 Vase ADA, PN, Palma, 1619, ff. 298 r-299 r; Silvera/Mesagil, 1636-1637, f. 389 r-v; AGN, JR, Leg. 11, 0 2 9 , 1593, f. 69 r; DI, Leg. 4, C.71, 1622, ff. 11 r-14 v.

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zonas que atraan a sus homlogos espaoles: los valles frtiles y bien situados del distrito de Angaraes-Huanta, la ciudad de Huamanga y los valles circundantes, la montaa coquera de Huanta oriental y, en menor medida, los pastizales y las tierras de labranza frtiles a lo largo del camino que cortaba por Vilcashuamn hacia el Cuzco y Potos (vase el mapa 3 supra, captulo 4) I-as especialidades y los. servicios com ercializables, la produccin con fines mercantiles y el com ercio en s significaban considerables ingresos para los indios, pero no bastan para explicar cmo una minora con xito logr proteger su riqueza contra la expropiacin. Tam bin los ayllus ha ban obtenido ingresos muy considerables en el siglo x v i, pero el control, colonial haca que esa acumulacin fuera cada vez ms difcil, por no decir imposible, para la mayora de los ayllus en el siglo xv n . Despus de todo, la funcin econmica de la estructura colonial del poder era usurpar los recursos indios y extraer el excedente de una sociedad au tctona reducida a la mera subsistencia. Los kurakas gozaban de mayor acceso a los ingresos que los hogares corrientes, pero es de suponer que las obligaciones redistributivas limitaban la capacidad de los jefes para acumular recursos personales mientras sus parientes se iban hundiendo cada vez ms en la pobreza. De hecho, la responsabilidad personal de los jefes por las obligaciones de la comunidad, especialmente el tributo y la mita, los obligaba a veces a vender tierras o animales valiosos, y so meta su riqueza a la confiscacin por los corregidores 14. Como ya he mos visto, las composiciones peridicas de tierras permitan a los ma gistrados coloniales conceder ttulos sobre las tierras indias excedentarias solicitadas por peticionarios espaoles. En la prctica, las compo siciones de tierras hacan que la tenencia de tierras por los ayllus fuera muy precaria. Para evitar la dependencia respecto de un seor europeo, un forastero poda buscar medios de ganarse la vida en un contexto de una nueva comunidad india. Pero el logro de la aceptacin de ayllus
13 Son mltiples los datos sobre la acumulacin india de propiedad privada. Adems de la nota 2, supra, vase AGN, TP, C.370, 1607-1688, subcuaderno 9, C.42, 1595; DI, Leg. 6, C.107, esp. ff. 16 v-27 v; C.108, 1643; ADA, Corregimiento, Causas Ordinarias, Leg. 1, C .l, 1595, ff. 2 1 r-2 2 r; C.8, 1637, ff. 1211 r-v; PN, Soria, 1589, ff. 111 r-115 r; Soria, 1598, ff. 539 v, 677 v; Palma, 1619, ff. 174 r176 r; Navarrete, 1615-1618/627/1630, ff. 300v-302v; Silvera/Mesagil, 1636-1637, ff. 25 r-v, 515 r-516 v; Mesagil, 1637-1639, ff. 560r-562r, 930 v-932 r; BNP, A387, 1594, ff. 2 r-3 r; B769, 1650, ff. 1 v-2 r; B820, 1643; B1525, 1647, ff. 9 v-12 r, esp. 11 r; Z888, 1646; RPIA, tomo 16, partida X LI, 313; Monzn y otros (1586), Descrip cin ... de los Rucanas Antamarcas, 246; Centro de Colaboracin Pedaggica Provincial... de Parinacchas, Monografa de la Provincia de Parinacochas (2 vols., Lima, 1950), 1:120 a 125. 14 Vase esp. BNP, B1079, 1629, ff. 75 r, 76 v-77 r, 78 v-79 r; B28, 1607, f. 6 v.

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distintos del suyo poda comportar nuevos lazos de parentesco, o pago de rentas por el derecho a usar la tierra, lo que limitaba la acumula cin 1S . En esas circunstancias, la obtencin de unos ingresos respetables no constitua, por s sola, una garanta contra el empobrecimiento. Los in dios no podan lograr un xito econmico duradero ms que si su. estra tegia socioeconmica los escudaba, en parte al menos, contra las expro piaciones coloniales y contra las obligaciones redistributivas para con n"ctios ms pobres. Un mecanismo clave de proteccin entraaba la pri vatizacin de los derechos de propiedad. El ttulo individual sobre la tierra, reconocido por el derecho espaol, protega ai propietario contra las confiscaciones legales que padeca la propiedad del ayllu. La propie dad privada de bienes tambin constitua un arma contra las reivindica ciones imbricadas o colectivas de ayllus o grupos tnicos, especialmente si el propietario acumulaba tierras en zonas extranjeras, es decir, fuera de la regin que tradicionalmente revindicaban los parientes tnicos o del ayllu del indio. Pero incluso en el seno de un ayllu o de una regin tnica dados, el proceso de privatizacin traspasaba una parte de los derechos de propiedad a indios locales poderosos o ricos, y a forasteros ricos de todas las razas. Durante la primera composicin de tierras, rea lizada en 1594, algunos de los kurakas de Huamanga obtuvieron ttulos privados sobre extensos derechos de uso de tierras que los ayllus les asignaban tradicionalmente. El kuraka que deseara proteger su prestigio, o trabajar las tierras mediante la invocacin a las relaciones tradicionales del ayllu, probablemente no poda enajenar esas tierras en contra de los derechos colectivos en un sentido absoluto. Pero sabemos que los kura kas vendan o alquilaban esas tierras a forasteros, y que generaciones ulteriores los hijos que heredaban tierras de jefes fallecidos defendan sus derechos de propiedad contra parientes indios l. Aunque un jefe (o sus herederos) no privatizara la propiedad del ayllu para su propio uso, estaba facultado para vender las tierras de la comunidad a fin de pagar los tributos o de contratar reemplazos de los mitayos. Esas ventas enajenaban la propiedad de los dominios tnicos y de los ayllus en un sentido ms permanente. Las tierras frtiles que haban sido propiedad de los ayllus circulaban como mercancas en escala sorprendente en el siglo x v i i , especialmente en las zonas mercantiles dinmicas de Huaman ga septentrional (del Ro Pampas hacia el norte, con especial intensidad
15 Vase el comentario sobre los forasteros en el captulo 5, supra, y tambin infra en el comentario que figura en el presente captulo sobre Enfrentamiento, Tensin y Purificacin. w BNP, A387, 1594, esp. ff. 2 r-3 r, 4 r-v; AGN, DI, Leg. 6, C.107, 1642, ff. 16 r-27 v; tambin el captulo 5, supra.

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a lo largo del eje Angaraes-Huanta-ciudad de Huamanga). Y , como ya hemos visto, entre los compradores de propiedades valiosas figuraban tanto indios como espaoles y m estizos17. Otra forma de proteccin consista en escapar a las obligaciones del tributo y de la mita. Un hogar privado constantemente de recursos por las contribuciones al pago de los tributos del ayllu o a la contratacin de reemplazos de los mitayos difcilmente poda aspirar a acumular sufi ciente dinero para comprar propiedades lucrativas, aunque tuviera un ingreso monetario apreeiable. Sin embargo, el rgimen colonial exima a determinados indgenas de la mita y el tributo, y el derecho espaol no lleg a abarcar sistemticamente a la gran poblacin de forasteros hasta el siglo xvin. Los datos sugieren que el privilegio de la exencin comportaba be neficios considerables. La condicin tributaria no era aplicable a las mu jeres independientes cabezas de familia, y las mujeres representaban ms de un tercio (el 35 ,8 por 100) de las compras o lo s. alquileres de propie dades por indios. Los forasteros y los artesanos tambin desempeaban un papel destacado en la acumulacin privada de propiedad u. La condi cin legal poco definida de los forasteros los liberaba de la mita y el tributo mientras pudieran eludir a los recaudadores de impuestos envia dos desde sus comunidades de origen; los artesanos, tanto de los pueblos como de las ciudades, gozaban de la exencin legal de la mita. P or l timo, los kurakas principales, los funcionarios municipales (en su mayor parte agentes del cabildo indio) y los ayudantes seglares de los curas ca tlicos gozaban todos de la exencin de la mita y, algunos de ellos, del tributo. Unos cuantos ganaban, adems, un sueldo modesto 19. En conse cuencia, en la sociedad del ayllu los nombramientos para puestos muni cipales y eclesisticos representaban privilegios que permitan a algunos
17 Vanse datos sobre la acumulacin y la circulacin de propiedad privada entre indios en las notas 2, 13 y 16 supra. Respecto de la venta o el arrendamiento de tierras privadas de los indios a europeos o mestizos, vase ADA, PN, Navarrete, 161511618/1627/1630, ff. 35 r-36 r, 215r-216v, 538 r-539 v; Mesagil, 1637-1639, ff. 86 r-87 v; AGN, TP, C.645, 1637, ff. 18 v-19 r, 20 r. Vase, asimismo, C.370, 1607-1688, subcuaderno 9, passim. 18 Entre las mujeres independientes cabezas de familia figuraran las adultas solteras, las viudas y las mujeres casadas con forasteros. El porcentaje de mujeres compradoras o arrendatarias se basa en las transacciones citadas en la nota 2, supra. Acerca del papel destacado de las mujeres comerciantes y de los producto res forasteros en. la agricultura comercial para el mercado de la ciudad de Huaman ga, vase AGN, JR, Leg. 11, C.29, 1593, f. 69 r. Los forasteros y los artesanos, aunque no siempre estuvieran identificados como tales, ocupaban lugares desta cados en las acumulaciones tanto rurales como urbanas en las fuentes citadas en las notas 2 y 13, supra. 19 Vase Spalding, Social Climbers, 658, 661 a 663.

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acumular recursos, mientras que otros araaban una mera subsistencia o caan en el endeudamiento. Una tercera forma de escudarse, forma que aumentaba muchsimo las oportunidades de avance econmico, consista en explotar vnculos pri vilegiados con la estructura colonial del poder. Especialmente en el seno de la sociedad del ayllu, el acceso al poder sola constituir un d eterm i nante decisivo de los ingresos y las obligaciones. Los ayllus poderosos y los parientes favoritos de los kurakas pagaban menos tributos que los dems, y los propios kurakas cobraban tributos adicionales M. El rgimen de Toledo haba reorganizado el campo al establecer una serie de grupos multirraciales de poder, en cuyo centro se hallaba un corregidor espaol, pero que comprenda un contingente de funcionarios y ayudantes indios. La estructura india reorganizada del poder extraa sus miembros de fa milias de kurakas importantes, de comuneros con movilidad social deseo sos de aprovechar su relacin con el poder hispnico y (en el siglo x v n , por lo menos) de unos cuantos forasteros integrados en las sociedades locales del ayllu 21. La poltica judicial ciment todava ms las alianzas entre las lites indias y los mandos hispnicos. La ayuda de los mandos hispnicos comportaba un quid pro quo: lealtad a los intereses de los amigos, cooperacin en los sistemas locales de extraccin. De hecho, las alianzas locales asimilaban a una fraccin de lite de la sociedad del ayllu a la estructura hispnica del poder y, por consiguiente, a la conver sin del privilegio poltico en riqueza privada. La responsabilidad de los kurakas por el tributo y la mita de la comunidad, por ejemplo, someta tericamente a los jefes a confiscaciones de riqueza que podran haberlos empobrecido en el siglo xv n . Es cierto que se produjeron algunas confis caciones, pero a menudo los kurakas conseguan la ayuda de corregido res y curas para demostrar que los cupos de mita y de tributos se ha ban establecido a un nivel demasiado alto. En lugar de perder recursos para pagar los atrasos de los tributos, un kuraka poda ganar centenares de pesos si se asociaba con amigos hispnicos en planes mutuamente lu crativos, como los sistemas de trabajo a domicilio para vender paos o sogas tejidos por los ayllus22. El peso de esos planes, y de los cupos
20 Obsrvense los diferentes pagos por tributarios de diferentes ayllus y la apa rente recaudacin del doble del tributo legal, en BNP, A236, 1587, f. 22 r-v; ADA, PN, Palma, 1609, ff. 441 v-442 v; Poma de Ayala (1615), Nueva cornica, 974. 21 Vase Spalding, Social Climbers, 661; AGN, DI, Leg. 6, C.119, 1648, f. 111 v. Vanse dos casos de mujeres que desempeaban jefaturas normalmente reservadas a hombres, en ADA, PN, Mesagil, 1637-1639, ff. 636 r-640 v; BNP, Z888, 1646, f. 551 v. 22 Vanse las fuentes citadas en el captulo 5, nota 24.

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restantes de mitas y tributos legales, recaa en especial sobre los seg mentos menos poderosos y ms pobres de la sociedad autctona. La diferenciacin de la sociedad autctona entre ricos y pobres refle jaba la capacidad de una minora para liberarse de las ligaduras que ma niataban a la mayor parte de los indios. No debemos subestimar la difi cultad de esos logros, especialmente por lo que respecta a indgenas que no heredaban ventajas por haber nacido en familias indias poderosas o ricas. Para la inmensa mayora, el camino del xito estaba cerrado. Las decisiones osadas no garantizaban la prosperidad. La emigracin de la sociedad de los parientes, que quiz fuera la medida ms osada que pu diera adoptar un indio, llevaba a algunos al xito, pero los emigrantes prsperos formaban una minora. Casi todos los forasteros llevaban una vida ms modesta como yanaconas, jornaleros, pequeos productores, campesinos comunitarios integrados por matrimonio en ayllus que no eran los suyos, vagabundos, etc. La artesana ejerca un atractivo espe cial, precisamente porque ofreca la va ms segura al progreso econ mico y la independencia. Los aspirantes a aprendices afluan a las ciu dades con el objeto de encontrar artesanos dispuestos a ensearles un oficio a cambio de su trabajo. El resultado era que, en una economa regional en a que la mano de obra sola escasear, y los salarios tendan a subir, la mano de obra de aprendices era una excepcin notoria. En dos de cada tres asientos de aprendizaje, la remuneracin del indio con tratado no comprenda ningn pago monetario en absoluto; bastaba con ofrecer una oportunidad de cambiar de rumbo de vida 73. Naturalmente, quienes perciban ingresos relativamente elevados no acumulaban automticamente recursos privados protegidos contra las aspiraciones imbricadas o redistributivas de sus parientes. Por ejemplo, las mujeres que eran cabezas de familia gozaban de exenciones legales de las mitas y los tributos, y participaban mucho en la produccin para el mercado y el comercio. Pero los vnculos de parentesco y obligacin sig nificaban por lo menos en algunos casos que, de hecho, recursos aparentemente privados ayudaban a apuntalar la base econmica fr gil de los parientes ms pobres, comprendidos los varones tributarios24. En esos casos, el xito era menos individualizado, estaba ms sometido a una red de derechos imbricados que redistribuan las acumulaciones. Pero para el siglo x v n unos estratos nuevos de indios ambiciosos se saltaron esos obstculos y acumularon una riqueza personal impresionan
23 Vase Apndice D, cuadro D .l, asientos 2, 6, 17, 19, 27, 50; cuadro D.3, asiento? 2, 3, 8. 24 Vase AGN, DI, Leg. 6, C.107, 1642, ff. 10 r, 14 r; BNP, B1079, 1629, f. 79 r.

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te. Como veremos, el xito de esos indgenas cambi la estructura misma de la sociedad india.

La significacin social del hispanismo indio


Por encima de todo, el xito de los indios se basaba en la capacidad para imitar las estrategias hispnicas de acumulacin, o para establecer vnculos estrechos con la sociedad hispano-mestiza. Los indios con xito del siglo xv ii eran productores y comerciantes independientes, muchos de ellos forasteros o mujeres, o ambas cosas, que posean propiedades privadas e invertan en el comercio; artesanos y gentes de otros oficios cuyas especialidades, fueran andinas o hispnicas, les significaban ingre sos suficientes para comprar propiedades o dedicarse al comercio; funcio narios polticos y religiosos de las aldeas coloniales que gozaban de exen ciones de la mita y el tributo y que utilizaban su posicin en la estructura colonial del poder. El bienestar material de esos indios no dependa ya, como haba ocurrido con sus antepasados, de su capacidad para movilizar formas tradicionales de propiedad, obligaciones recprocas y lealtades en el seno de una familia antigua de parientes del ayllu y tnicos. Su bienestar econmico haba llegado a depender fundamental mente de su capacidad para privatizar intereses en un contexto mercan til: acumular propiedad privada, explotar oportunidades comerciales y convertir la influencia poltica, los servicios o los privilegios en riqueza lquida. Para esos indios, la circulacin rural de mercancas y una cierta monetarizacin de las obligaciones representaba una oportunidad, y no una carga ni un sntoma de decadencia de la autonoma econmica. La penetracin de capital mercantil en el campo creaba oportunidades de comprar tierras, de consolidar su influencia como acreedores de los atra pados en la tela de araa de los tributos, los servicios obligatorios, los problemas de subsistencia y las deudas. As fue como una cierta hispanizacin de la propiedad y de las rela ciones sociales, vinculada a la aparicin de indgenas triunfadores, em pez a remoldear la estructura interna de la sociedad india. El proceso de hispanizacin, al igual que la diferenciacin interna que ste refleja ba, no era sino parcial e incompleto. Las reciprocidades y los derechos de propiedad del ayllu seguan constituyendo un recurso importante para muchos indios25. Pero los que continuaban dependiendo exclusivamente
25 Esta afirmacin no es slo aplicable a los indios vinculados a los ayllus en los que nacieron, sino tambin a los forasteros que adquiran propiedades por ma trimonio con mujeres pertenecientes a comunidades indias que no eran las suyas de origen.

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de los derechos tradicionales estaban condenados a la pobreza, y para principios del siglo xv n , las relaciones entre los indios ricos y los pobres empezaron a adquirir un tono y una textura ms hispnicos. Los indios ricos ya no dependan de las reivindicaciones colectivas de los ayllus y los grupos tnicos para tener acceso a la propiedad; adquiran ttulos priva dos a las mejores tierras indias, tanto en los territorios de los ayllus como entre los indios de otras comunidades, Las transacciones comercia les y las deudas forjaron nuevos vnculos y dependencias que sobresean a los del parentesco y las obligaciones recprocas. Los indgenas ricos y poderosos miraban ms all de las reciprocidades andinas tradicionales para obtener acceso a la mano de obra, y recurran a mtodos hispnicos de explotacin de sta. Los mineros andinos, los plantadores de coca y los hacendados adscriban trabajadores dependientes a sus propiedades y contrataban a trabajadores asalariados temporeros 26. A veces una per sonalidad india consegua una asignacin oficial de mitayos. En 1589, el Virrey Luis de Velasco concedi a la india doa Isabel Asto, rica m i nera y viuda de un espaol, 60 indios para que trabajasen en sus minas de H uancavelica 21. En una dcima parte (el 10,3 por 100) d los contra tos de asiento de Huamanga, los indios contratados trabajaban para un patrono indio. Los patronos, algunos de los cuales eran artesanos que contrataban aprendices, eran evidentemente hombres y mujeres de con siderables medios. Un comerciante indio poda permitirse el pagar a un arriero contratado 100 pesos de salario al ao. O tra patraa, Catalina Cocachimbo, consigui un yanacona mediante el pago de 150 pesos a un indio. Adopt tanto la forma como el contenido usados por los coloni zadores espaoles y contrat al pen para que trabajase para ella a 20 pesos al ao a fin de pagar la deuda; al cabo de un ao, el pen recibira una parcela de tierra donde plantar sus propios cu ltivos28. Un resultado especialmente significativo de esos cambios fue la forma en que afectaron a los vnculos entre los indios emparentados de un mismo ayllu. En el caso de los indios no emparentados, como el de un forastero que se estableciera entre indios de un ayllu tnicamente dis
26 Vase ADA, PN, Pea, 1596, f. 312 r; Mesagil, 1637-1639, f. 920 r; AGN, DI, Leg. 6, C.108, 1643, f. 15 r; BNP, B820, 1643, ff. 36 v-37 r; Poma de Ayala (1615), Nueva cornica, 892; Lohmann, Las minas, 27. Obsrvese tambin la in clusin de cinco indios en una lista de 1577 entre 24 empresarios mineros de Huancavelica, en BMA, Libro 1.31, ff. 48r-71v . 27 Lohmann, Las minas, 163, 27. Vase otra concesin de mitayos a una iridia, doa Leonor Pilcosisa Coya, en BNP, A18, folio suelto. 28 Vase el Apndice D (cuadro D.3 sobre asientos con patronos indios). Los casos concretos se citan en el cuadro D.3, asientos 5 y 6.

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tinto, o el de un indio urbano que contratase a un campesino pobre del ayllu, cabra esperar que la posesin de bienes, las relaciones comercia les y crediticias, y los derechos no tradicionales a la mano de obra, desempearan un papel importante. Pero las nuevas fuerzas tambin condicionaban las relaciones entre los originarios, los indios de un ayllu local descendientes de dioses-antepasados comunes (como cosa distinta de los forasteros inmigrantes descendientes de ayllus y dio ses extranjeros). Incluso entre los originarios, la minora rica y la m ayo ra empobrecida podan ir en direcciones opuestas. Por ejemplo, en ju nio de 1630 los indios y los jefes de Guaychao tuvieron que vender tierras comunitarias valiosas a un forastero para recaudar fondos. Pero aquel mismo mes Pedro Alopila, indio del ayllu local, compr para s a un terrateniente espaol 12 hectreas de maizales de regado. La dife renciacin interna abra las puertas a nuevas relaciones sociales muy remotas de los vnculos tradicionales entre los originarios. Considrese, por ejemplo, la carrera de Juana M arcacuray, mujer que retuvo su pre sencia y su identidad en el ayllu hasta la muerte, Dentro de la regin de su territorio del ayllu acumul siete propiedades privadas (comprendi dos dos campos de coca), endeud a varios miembros de su comunidad y cobraba rentas a los aparceros indios que tena en sus propiedades29. Tambin resultan reveladores los casos de don Juan Uybua y Sebas tin Cabana, indios del ayllu que eran de la misma aldea. Uybua, que era uno de los kurakas locales, pag una deuda de 90 pesos que tena Cabana, al que se acusaba de haber perdido cuatro vacas y tres caballos. Pero el acto de Uybua no representaba la generosidad tradicional espe rada de un jefe obligado por reciprocidades a largo plazo con sus pa rientes. Aparentemente, los dos indios pertenecan a dos ayllus distintos (aunque emparentados), y Uybua emple la deuda para llegar a un acuerdo tpicamente hispnico. A fin de am ortizar el prstamo, Ca bana tuvo que aceptar un asiento de trabajo por el que se obligaba para con Uybua a lo largo de casi siete aos. Uybua aplacara a los kurakas del pen endeudado con el pago del tributo anual que deba C ab ana30. La nueva lite india del siglo x v n haca suyas as estrategias y rela ciones copiadas del sector dominante y explotador de la sociedad. Los modelos hispnicos de prosperidad representaban la nica va de salida de los lmites que aherrojaban a la mayor parte de los indios. Entre los indios cuyo triunfo personal requera la hispanizacin, por parcial que
29 ADA, PN, Navarrete, 1615-1618/1627/ 630, ff. 811v-813v, 758 r-v, 300 v302 v. Vase, asimismo, la anotacin de una pequea deuda de tres ayllus de Pausa (Parinacochas) con Juana de Araneda, comerciante india itinerante de Pausa. ADA, PN, Mesagil, 1637-1639, . 185 v. 30 ADA, PN, Pea, 1596, f. 266 r-v (Apndice D, cuadro D.3, asiento 1).

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fuera, de sus .vidas econmicas figuraban tanto originarios como foraste ros, tanto plebeyos socialmente mviles como kurakas, tanto residentes permanentes en las ciudades como indios que mantenan casas y bases tanto en el campo como en las ciudades. No es de sorprender que la cul tura material y la tecnologa de produccin de los indios estuvieran mar cadas por el proceso de hispanizacin. Los artesanos utilizaban herra mientas y materiales espaoles en. sus talleres; los ganaderos criaban re baos de vacas y de ovejas, los agricultores enganchaban sus arados a bueyes para arar trigales. Hasta cierto punto, la difusin de la cultura material espaola estaba ms generalizada, de lo que se sugiere aqu, dado especialmente que nmeros cada vez mayores de indios producan artcu los espaoles como huevos o carne de vaca, o trabajaban como peones para seores espaoles. Pero la hispanizacin material de la produc cin india se refera sobre todo a los indios ricos, comprendidos los je fes31. Adems, la difusin de la cultura hispnica no se limitaba a los re cursos utilizados en la produccin material. Los indios ricos compraban y utilizaban las prendas exteriores de los espaoles cultos. Llevaban ropa fina (hecha en Europa), viajaban en caballos ensillados, compraban mue bles, joyas y artefactos para sus casas, beban vino con las comidas y posean armas de fuego y espadas espaolas 32. Los indios con xito (o los pretenciosos) se apropiaban de los ttulos espaoles de don o doa y adquiran gustos urbanos. Aunque la forma en que se ganaban la vida los hiciera pasar gran parte del tiempo en el campo, los indios ricos esta blecan segundas residencias en las que vivir y com erciar en Huamanga o en otras ciudades33. Unos cuantos indgenas cultos incluso lean y escri31 Vanse ejemplos en BNP, B1079, 1629, passim; B769, 1650, f. 1 v; ADA, PN, Padilla, 1602/1613, f. 339 r; Mesagil, 1637-1639, ff. 560 v, 919 r-v; AGI, VI, Lima, 532A, Residencia de don Esteban Lpez de Silves, corregidor de Huamanga (1637), ff. 23 r, 26 r; AGN, DI, Leg. 6, C .U 9, 1648, f. 108 r; JR, Leg. 23, C.62, 1617, f. 153 r. Sobre la incorporacin india de elementos selectivos de la cultura material hispnica, y sobre las complejidades de la hispanizacin, vase George Kubler, The Quechua, en Handbook, comp, por Steward, 2:354 a 359; Erwin P. Grieshaber, Hacienda-Community Relations and Indian Acculturation: An Histriographical Essay, Latin American Research Review, 14 (1979), 107 a 128. 32 Vase ADA, PN, Pea, 1596, ff. 183r-186r; Padilla, 1602/ 1613, f. 338 v; Mesagil, 1637-1639, ff. 185 r, 186 r, 560v-561v; AGN, Dl, Leg. 4, C.71, 1622, ff. 13 r-14 v; Leg. 6, C.109, 1643, f. 13 r; BNP, A236, 1597, f. 88 r. Debe sealarse que la adquisicin de artculos europeos de calidad no exclua en absoluto el ad quirir artculos indios muy apreciados, como paos suntuarios. 33 Vanse ejemplos reveladores en ADA, PN, Navarrete, 1615/1618/1627/1630, ff. 164 r-165 r; Palma, 1619, f. 259 v; Mesagil, 1637-1639, ff. 184 v, 185 v; Corre gimiento, Causas Ordinarias, Leg. 2, C.18, 1676, f. 2 r-v (venta fechada en 1639).

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La modificacin de la forma andina de vestir. Arriba, indios criollos de la ciudad participan en una de las fiestas de la sociedad hispanomestiza. El atavo del varn es ms hispanizado que el de su compaera. Obsrvese en especial que esta ltima usa la lliclla (mantilla) tradicional, abrochada con un tupu (alfiler) decorativo. Abafo, Poma de Ayala representa la diferencia entre la lite india y los plebeyos.

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ban el espaol34. En 1621 los jesutas abrieron la Real Escuela de San Francisco de Borja, internado en el Cuzco, en la cual se enseaban el es paol y la religin y la cultura espaola a.los hijos de los kurakas prin cipales de Huamanga, el Cuzco y Arequipa. La nueva escuela representa ba una pequea parte de un proceso de educacin mucho ms amplio, acadmica y extraacadm ica, que llevaba mucho tiempo en marcha y que cre un sector cada vez mayor de indios ladinos. Los ladinos eran per sonas de ascendencia india cuya cultura, comportamiento y estilo de vida adoptaba un carcter ms mestizo, o incluso espaol. Conocan las cos tumbres de la sociedad hispano-mestiza, llevaban ropa no tradicional, comprendan y hablaban el espaol y en algunos casos incluso se cortaban el pelo. Sobre todo en las ciudades y en los centros m ineros, las caracte rsticas ladinas se difundieron en la poblacin india mucho ms all de las lites con xito y prsperas. Pero los ms hispnicos y menos mes tizos o indios de los ladinos eran aquellos cuya posicin socioecon m ica les permita comprar buena ropa, frecuentar crculos espaoles, ob tener una educacin, e t c .33. Aparentemente, los triunfadores apreciaban en mucho su hispanismo. Juana Hernndez, propietaria, como mnimo, de 85 hectreas de trigales y maizales cerca de Julcam arca (Angaraes), se calificaba orgullosamente de yndia ladina, y muy ynteligente en la lengua espaola. Los indios gastaban sumas considerables 20 0 pesos por un traje, 50 pesos por un arma de fuego en la adquisicin de artculos espaoles. Don Fernando Ataurimachi, de Huamanguilla (Huanta), descendiente del inca Huayna Capac, emparentado con espaoles y propietario de fincas urbanas y de maizales de regado, coleccionaba armas de fuego, lanzas, alabardas y es padas espaolas. El orgulloso Ataurimachi insisti en exponer su colec cin en los grandes festejos pblicos
34 Vanse peticiones escritas por indios de Huamanga en AGN, DI, Leg. 6, C.107, 1642, f. 10 r; C.108, 1643, f. 15 r. Menos refinada, pero, sin embargo, no table es una carta de 1.200 pginas escrita al rey de Espaa: Poma de Ayala (1615), Nueva cornica. 35 Vase Luis Martn y Jo Ann Geurin Pettus, Scholars and Schoos in Colonial Per (Dallas, 1973), 18 y 19, 126 a 138; Virgilio Vivaldo Gutirrez, Educacin de los curacas: una forma de dominacin colonial (Ayacucho, 1970); Poma de Ayala (1615), Nueva cornica, 493, 741 a 756 (una jerarqua india con rangos y ataviada a la espaola en diversos grados, 786 y 787. 36 BNP, B769, 1650, ff. 1 v-2 r (2 r respecto de la cita); ADA, PN, Pea, 1596, f. 185 r (precio de la ropa); Mesagil, 1637-1639, f. 561 v (precio de un arma de fuego); AGN, DI, Leg. 6, C.109, 1643, ff. 2 r, 13 r (coleccionista inca de armas de fuego); C.108, 1643, ff. 9 r, 15 r (pariente de espaoles, tierras de regado); ADA, PN, Silvera/Mesagil, 1636-1637, f. 165 r-v (fincas urbanas).

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Algunos de los indios hispanizantes se tomaban muy en serio la reli gin cristiana. Naturalmente, la derrota del Taki Onqoy dej bien claro que todos los indios necesitaban evitar la ira de los poderosos dioses cristianos. Para aplacar a los dioses y sus sacerdotes, los campesinos aceptaron unos aspectos someros de los rituales cristianos37. El catoli cismo quiz gozara de una aceptacin algo mayor entre los indios urba nos aislados de las redes rurales de parentesco y de los dioses-antepasa dos 38. Pero los datos sugieren un asombroso entusiasmo por parte de los indios ricos, tanto en las ciudades como en el campo. Ataurimachi de, Huamanguilla se cas con su esposa india en una ceremonia cristiana dirigida por un clrigo catlico. Los indios de xito encabezaban las co fradas indgenas, aspiraban a un entierro cristiano en sitios honorables dentro de la iglesia junto al pulpito-... y hacan que se dijeran misas por sus almas. Algunos regalaban tierras, animales y dinero a la Iglesia, o establecan beneficios eclesisticos para que rezaran por sus almas. Al gunos indios, naturalmente, tenan buenos motivos para profesar el cris tianismo: haban ascendido de categora social y econmica mediante su servicio como sacristanes de curas catlicos, cantores de coro y activida des parecidas39. Pero tambin haba otros que establecan estrechos vnculos con los dioses cristianos y sus representantes en la Tierra. Catalina Pata, india urbana de Huamanga, se compr un crucifijo enorme que una vez ins talado en su casa meda vara y media de alto. Su hijo, que era un arte sano rico, regal tierras a los agustinos con sola condicin de que el
37 Acerca del carcter irregular y superficial de la capa de cristianismo, vase Poma de Ayala (1615), Nueva cornica, 296, 601, 682, 781; AGI, V, Lima, 308, informe de la visita del obispo Verdugo, pgs. 2 y 3, 5 a 7 (de la copia en microfilm); AGI, V, Lima, 308, fray Agustn de Carvajal a su majestad, 25 de marzo de 1616. Vase, asimismo, Duviols, La lutte. 38 Sobre la posible utilidad de las cofradas indias como institucin de asis tencia social entre los indios urbanos, vase ADA, PN, Palma, 1619, f. 355 r-v. Cf. BNP, B54, 1609, ff. 5 r, 15 v, 18 v, y sobre la compra de una imagen por valor de 1.000 pesos por las cofradas iridias de Huamanga en 1620, Letras Annuas de la Provincia del Per de la Compaa de Jess, 1620-1724, Revista de Archivos y Bibliotecas Nacionales, 5 (Lima, 1900), 71 (cortesa del Monasterio de San Francisco de Ass, Ayacucho). Vanse, sin embargo, sugerencias de los lmites de la cristianizacin de los indios en Arriaga (1621), La extirpacin, 83; AGN, JR, Leg. 11, C.29, 1593, f. 67 v. 39 Vase AGN, DI, Leg. 6, C.109, 643, ff. 27 r-v, 29 r; Leg. 4, C.71, 1622, ff. llv -1 2 v (1 2 v tespecto de la cita), 1 4 r-v; Leg. 6, C.107, 1642, ff. 20 r-2 2 v ; TP, C.246, 1651; ADA, PN, Pea, 1596, ff. 311 r-312r; Padilla, 602/1613, ff. 337 v338 v; Navarrete, 1615-1618/J627/1630, ff. 3 0 0 v -3 0 lr, 302 r, 519 r-v; Mesagil, 1637-1639, ff. 897 r, 918 v, 919 r, 930 v; ADA, Corregimiento, Causas Ordinarias, Leg. 1, C .l, 1595, ff. 21 r-22 r; Spalding, Social Climbers, 656 a 659; nota 40,

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dia de mi fallecimiento me anda acom paar... ] y [ me an de dar dentro de su yglesia una sepultura y digan una misa cantada [por mi a lm a ]. En el testamento de don Diego Quino Guaracu, pequeo jefe de Andahuaylas, se nombraba a fray Lucas de Sigura albacea de los bienes del indio. Quino daba al clrigo, que aparentemente era amigo ntimo suyo, el control de un generoso beneficio eclesistico de tierras suficientes para alimentar a nueve o diez familias campesinas. Adems, Quino ordenaba que a su hija se la educara en el convento de Santa Clara, de Iluamanga, donde se crie en pulida y ctisianidad m. Para esos indios, la cristiani zacin ..-que no exclua en absoluto la continuacin de paganismos tra dicionales-....constitua mucho ms que una capa superficial. Al igual que los smbolos laicos del hispanismo, la religin cristiana expresaba unas relaciones sociales y unas aspiraciones que afectaban mucho a sus vidas. En una sociedad en la que las dimensiones culturales y econ micas de la vida se interpenetraban mucho, el hispanismo indio tena una profunda importancia simblica. La cultura andina estimaba mucho el pao como artculo ritual, y como emblema de afiliacin tnica y de posicin social. Los indgenas que llevaban buenos paos espaoles e x presaban vividamente una aspiracin a avanzar ms all de un pasado indio condenado y fusionarse con los estratos superiores de la sociedad colonial. El pensamiento andino interpretaba las relaciones religiosas como un intercambio mutuo que aportaba recompensas materiales a quienes servan a los dioses. La devocin cristiana de los indios ricos simbolizaba la tentativa de stos de alimentar un intercambio m utuam en te beneficioso con el mundo hispnico, tanto sus dioses (comprendidos los santos) como su gente41. Simblicamente, pues, el hispanismo cultural expresaba la orientacin socioeconmica de una nueva lite india para la cual la adquisicin de propiedad privada, la bsqueda de prosperidad comercial y las relaciones sociales tendan a diferenciarla del campesinado andino y asimilarla a una clase explotadora de empresarios-aristcratas. Incluso en los casos de indios de xito modesto (pequeos agricultores, artesanos urbanos y sus congneres), que no establecan relaciones directas con campesinos del

40 ADA, Corregimiento, Causas Ordinarias, Leg. , C .l, 1595, ff. 21 v, 25 r-v (25 v respecto de la cita del hijo de Pata); PN, Mesagil, 1637-1639, ff. 560 r-562 r (561 v respecto de la cita de Quino). Las tierras del beneficio ascendan a nueve o diez topos; un topo es una medida andina que significa la cantidad de tierra necesaria para sustentar a una familia y, por tanto, su superficie vara segn las condiciones ecolgicas que afectan a la productividad. 41 Sobre las ideas andinas acerca del pao y la religin, vase el captulo 1, supra, y John V. Murra, Cloth and its Functions in the Inca State, American Anthropologist, 64 (agosto de 1962), 710 a 728.

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ayllu, servidores dependientes o trabajadores contratados, su diferencia cin como clase de pequeos productores independientes representaba una extraccin de los recursos y la fuerza de trabajo a disposicin de la sociedad del ayllu. Y las historias de triunfo ms llamativas tendan a crear un estrato de europeos con pieles y rostros indios, una lite pro vincial cuyo acervo y relaciones andinos le permitan inyectar con tanta ms profundidad las relaciones, las motivaciones y la cultura hispnicas en la trama de la vida india. Pero los vnculos entre el hispanismo y el xito de los indios eran a veces ms directos de lo que implicaba la mera imitacin de los mode los europeos, o una reproduccin de los estilos y las relaciones hispnicos en el seno de la sociedad autctona. Cabe recordar que doa Isabel Asto, don Fernando Ataurimachi y don Diego Quino Guaracu eran todas personas que tenan parientes o amigos espaoles. Como ya hemos visto, los indios con ambiciones buscaban aliados o benefactores espaoles para lograr proteccin o para prosperar; a su vez, los espaoles, individual mente o por grupos de poder, realzaban su autoridad y sus posibilidades econmicas cuando cultivaban una clientela de aliados y funcionarios in dios. El xito llevaba al indio a crculos hispnico-mestizos, y la opresin creaba deseos de encontrar una vida mejor gracias a la relacin con los sectores no indios de la sociedad. Una minora de indios estableci vncu los sociales estrechos fuera de la sociedad autctona. Se dedicaba a com prar tierras para los colonizadores, regalaba o legaba tierras a amigos no indios y designaba a espaoles como albaceas de sus testam entos42. En bastantes casos, los vnculos entre indios y espaoles comprendan in cluso el matrimonio y el parentesco. Para las lites espaolas, el matrimonio con indgenas de familias in fluyentes o ricas aportaba relaciones sociales y dotes. Incluso las fami lias de la alta lite consentan en esas bodas a condicin de que la esposa india descendiera de un linaje lo bastante noble. Los descendientes de Antonio de Or, encomendero apreciado anterior a Toledo, documentaban orgullosos su genealoga aristocrtica espaola. Sin embargo, el orgullo de los Or no impidi a Gernimo, hijo de Antonio, casarse con una noble in c a 43.
42 ADA, Corregimiento, Causas Ordinarias, Leg. 1, C .l, 1595, ff. 2 5 r-2 6 r; C.8, 1637, f. 1211 r; PN, Soria, 1593/60, f. 97 v; Navarrete, 1615-1618/1627/1610, ff. 36 v, 302 v; Silvera/Mesagil, 1636-1637, ff. 477 v-478 r; Mesagil, 1637-1639, ff. 460 v, 561 r, 897 r, 931 v; AGN, DI, Leg. 6, C.107, 1642, ff. 20 r, 22r-v; TP, C.246, 1651. 43 ADA, PN, Navarrete, 1615-1618/627/1630, f. 420 r; BNP, Z329, 1611; Z330, 1612; Z328, 1613.

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E ra ms frecuente que las lites menores o los aspirantes a ingresar en las lites tratasen, de obtener o ampliar cabezas de puente en el campo de Huanta, Angaraes y Vilcashuamn mediante el matrimonio con indias. Juan Ramrez Romero tena una malsima reputacin de explotador cuando actu de lugarteniente de un corregidor local de 1601 a 1606. Este ambicioso hacendado y vecino de Vilcashuamn, propietario de gran des ganaderas, haciendas y plantaciones de azcar, probablemente h icie ra sus primeros progresos mediante su matrimonio con doa Mara Cu stodio. Ramrez observ que mi suegro, un kuraka local, le haba dado en dote gran parte de la propiedad. No lejos de all, una pareja m ix ta, doa Beatriz Guarcay Ynquillay y don Cristbal de Gamboa, posea 6 0 hectreas de tierras regaladas por el hermano de ella, kuraka p rin ci pal de Vischongo, en cancelacin de los derechos correspondientes a su herm ana... en los bienes del padre Comn don Juan Pomaquiso. Las familias creadas por esos matrimonios podan acumular una riqueza envidiable. Isabel Payco, de Quinua (Huanta), que era una zona dinmica con un estrato considerable de indios ricos, cas con Juan Enrquez, agri cultor-hacendado comercial. Payco aport unas 100 hectreas de trigales y maizales al matrimonio, y una casa en la aldea. Payco y Enrquez pros peraron; su hija mestiza hered centenares de hectreas de tierras y va rias fincas urbanas en Lima 44. El matrimonio o las relaciones extramatrimoniales con extranjeros te nan sus atractivos para algunas indias. Es posible que las hijas de los jefes indios tuvieran poco que decir al respecto, pero las mujeres ricas o ambiciosas compartan la orientacin hispnica de sus equivalentes masculinos. Mara Lpez, que era india, adquiri varias fincas urbanas en Huamanga durante su matrimonio con un residente espaol respetable. Cuando muri su marido, estableci una relacin extramatrimonial, y tuvo un hijo, con Gaspar de Arrila, un vecino rico de Huamanga, a quien le soy en mucho cargo y obligon por sus buenas obras. Arrila aport tierras valiosas al sustento de Lpez y del hijo ilegtimo de am bos4S . Tam44 AGN, JR, Leg. 23, C.62, 1617, ff. 184 r, 187 v; TP, C.311, 1636, f. 6 r (cita de Ramrez); RPIA, tomo 21, partida X X X III, 335 y 336 (335 respecto de la cita del kuraka de Vischongo); AGN, TP, C.370, 1607-1688, subcuaderno 9, f. 11 r; subcuaderno 6, ff. 3 r-4 v respecto de los casos concretos citados. Respecto de otros casos, vase AGN, DI, Leg. 6, C.108, 1643, ff. 8 r-9 v, 3 r-v; TP, C.663, 1618. 45 Lpez recibi derechos vitalicios de usufructo, y el hijo de ambos recibi el ttulo de propiedad. La propia Lpeza don propiedades en la ciudad para el mantenimiento de su hijo. ADA, PN, Pea, 1596, ff. 171v-176r (175 r respecto de la cita). Acerca de l condicin de vecino de Arrila, vase Palma, 1619, f. 631 v. Acerca de la respetabilidad de Alonso Padillo, primer marido de Lpez, vase BPN, A18, 1599, f. 2 v (mitayo asignado a los herederos de Padillo).

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bin las indias ms humildes tenan motivos para mantener relaciones con los extranjeros. Y a hemos visto (captulo 6) que los varones jvenes parecan experimentar una especie de crisis vital al llegar a la edad de contraer las responsabilidades del matrimonio del tributario; algunos huan y engrosaban la poblacin de forasteros. Las muchachas que hacan frente a las sombras cargas de la vida del ayllu deben haber experimen tado sus propias crisis y tensiones, especialmente si tenan una oportu nidad de escapar a aquella mediante el matrimonio con. otra gente: ftidios forasteros, negros libres, mestizos o espaoles. Entre la poblacin originaria, en todo caso las mujeres solan ser ms numerosas que los hombres. A algunas de las mujeres que dieron el salto les fue bien. Juana Curiguamn, por ejemplo, se cas con un mulato libre, Alonso de Paz; a poca distancia de Soras, que era donde haba nacido ella, compraron una modesta hacienda por valor de 6 00 a 700 pesos 46. Al describir la situacin, Felipe Guarnan Poma de Ayala, de Lucanas, se quejaba de que las mujeres indias ya no quiere/rc/ al yndio, cio a los espaoles y se hazen grandes putas 47. Su observacin expresaba el resentimiento masculino; subestimaba la importancia de la fuerza y de la agresin se xual en muchas de las relaciones entre indias y blancos, y olvidaba a las mujeres cuyas vidas y cuyos recursos permanecan vinculadas a sus parientes indios (de ambos sexos). Sin embargo, la exageracin de Poma corresponda a una pauta social muy real, a un atractivo de lo hispni co que se ejerca tanto sobre los hombres como sobre las mujeres. A sus niveles ms altos, el xito indio significaba una aparicin ms plena de relaciones de clase en el seno de la sociedad autctona del si glo xv ii. El hispanismo era una va hacia el xito para una pequea minora, pero tambin tenda a transformar a los que prosperaban en ex tranjeros, en gente cuyas relaciones econmicas, vnculos sociales y sm bolos culturales la diferenciaba de sus homlogos ms pobres, ms in dios, e imparta a sus identidades una dimensin hispnico-mestiza * ADA, PN, Navarrete, 1615/1618/ 1627/1630, ff. 215r-216v, 60r-61v. Vase, asimismo, ibid., f. 364 r-v; Romo, 1577, f. 108 r-v. Vanse ejemplos sugerentes de indias que compraban tierras indias en nombre de europeos con los que no esta ban casadas en Silera/Mesagil, 1636-1637, ff. 477 v-478 r; Mesagil, 1637-1639, f. 460 v. 47 Poma de Ayala (1615), Nueva cornica, 539 (cf. ibid., 514, 510). Poma re conoce el papel de la violencia en otros puntos de su crnica. Vanse ejemplos especficos de violencias perpetrados por espaoles contra indias en BNP, A336, 1559, passim; BNP, B54, f. 30 v. 48 En algunas zonas del campo, cuando los herederos mestizos reivindicaban propiedades y posiciones sociales importantes, la propia herencia racial reforzaba el carcter hispnico-mestizo de los estratos superiores de la sociedad india. Sa bido es que los mestizos ocupaban puestos dirigentes en muchas comunidades in dias en el siglo xvm .

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Las mujeres como botn de la conquista. Aqu se representan las relaciones coloniales

como un combate por controlar los destinos de las mujeres indgenas. Estn pre sentes tanto la madre com o el padre de la india, pero a ojos de Pom a de Ayala, los combatientes activos son los hombres.

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En cualquier esfera rural dada, la nueva lite provincial comprenda, de todas formas, un fuerte componente de afuerinos; indios forasteros, colonizadores y funcionarios espaoles, mestizos (algunos de ellos here deros de matrimonios entre blancos e indias de las lites locales), a veces un negro o un mulato. Pero incluso un indio local del ayllu adquira un carcter ms extranjero si su xito violaba las normas de la comunidad o asimilaba al indgena a los explotadores del exterior. Poma de Ayala observaba una erosin de la legitimidad de los grandes kurakas entre los parientes; los trepadores sociales que haban usurpado jefaturas a los herederos legtimos y los jefes cuyas actividades econmicas y sociales los aliaban con los odiados colonizadores, ya no son obedecidos ni rrespetados 49. Considrese tambin el testamento de Juana Marcaruray, una rica india del ayllu que no tena hijos. Marcaruray dej su considera ble herencia a su amiga doa Mariana de Balaguera, mujer del alfrez municipal de Huamanga, atento a aver Reciuido muchas y muy buenas obras de su cassa dignos de mayor rremuneracion. Tradicionalmente, los derechos de propiedad hubieran revertido a parientes del ayllu cuando la persona fallecida 110 tena cnyuge ni h ijos50. El xito sola atraer a los miembros ms dinmicos y poderosos de la sociedad indgena - originarios igual que forasteros, aldeanos igual que residentes en las ciudades al mundo de los empresarios aristcra tas, y con ello ampliaba la base social de la explotacin colonial. Lo que cabe preguntar es si esa tendencia tropezaba con algn tipo de resisten cia. Como veremos, los logros de los indios de xito estaban tachados de considerables tensiones y conflictos.

Enfrentamiento, tensin y purificacin


En una sociedad en la que las lealtades tnicas seguan enfrentando a las comunidades entre s, los forasteros que se metan en los dominios de los ayllus tropezaban con hostilidades que a veces estallaban en con flictos abiertos. Catalina Puscotilla, una yndia hacendada, tena 130 hectreas de buenas tierras cerca de la aldea de Espritu Santo, a mitad de camino entre los mercados urbanos de Huancavelica y Huamanga. Las aguas, la ecologa y la ubicacin de la zona le daban especial impor tancia para la agricultura comercial, y el marido indio de Puscotilla ha
49 Poma de Ayala (1615), Nueva cornica, 775 (cita), 768. 50 Vase ADA, PN, Navarrete, 1615-1618/627/1630, ff. 300v-302v (cita en 302 v). Acerca de los regmenes tradicionales andinos de herencia, vase Diez de San Miguel (1567), Visita ... d e Chucuito, 35.

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ba aceptado en 1625 pagar a la Corona 2 9 8 pesos (de ocho reales) por el ttulo legal de las tierras. Pero los indios quiguares locales disputaban con todas sus fuerzas la concesin de propiedades valiosas a gente de fuera, y estall un conflicto clsico hacienda-comunidad que dur varios decenios. En 1640 Puscotilla, que se haba quedado viuda, segua te niendo que rechazar a los quiguares, as como a un rival mestizo que haba entrado en la pelea M , Lorenzo Pilco, indio urbano rico y m aestro capatero tropez con problemas parecidos en el campo. Para terminar su pleito con los indios angaraes de Pata, Pilco recurri a un. truco muy conocido de ios empresarios espaoles. Simplemente pag a los indios, que no podan permitirse en todo caso un procedimiento prolongado, 70 pesos para que desistieran del pleito H. Los forneos podan conseguir ms aceptacin si se integraban en la vida y las responsabilidades de la comunidad, pero esa integracin daba a los indios locales un medio de ejercer presin en pro de la redistribu cin de la riqueza. En 1642, Clemente de Chaves, ladino de Huamanga, gast 3 0 pesos en la compra de una modesta parcela de tierra a un indio rico del ayllu de Huanta. El que Chaves se hubiera casado y asentado en la zona y ayuda [al pueblo en. el] seruicio de las mitas de guaneablica sirvi sin duda para estabilizar su presencia53. Un forastero ms rico, don Diego de Rojas, se cas con Teresa Cargua, de Lucanas Andamarcas. Aparentemente, Rojas se gan la estimacin de sus nuevos pa rientes, pues lleg a jefe de su pequeo ayllu M . Es probable que la acep tacin de la jefatura de Rojas se debiera a que estaba dispuesto a some terse a las reciprocidades locales, que exigan generosidad por parte de los jefes. Un indio tan rico y tan poderoso como Lorenzo Pilco, que hizo encarcelar a un lcuraka por impago de una deuda s5, poda eludir obligaciones que limitaban la capacidad para acumular o privatizar ri queza. Pero si lo haca, el intruso se arriesgaba a tener los mismos con flictos y pleitos que afligan a los empresarios espaoles. El conflicto entre los indios del ayllu y los forasteros ricos es fcil mente comprensible, pero la evolucin de la textura de relaciones en

51 Vase BNP, B820, 1643, esp. ff. 2 r-4 v, 7 v, 19 r, 21 r-v (hacendada india), 30 r, 37 r (identidad india del marido de Puscotilla). Puscotilla proceda de Guayllay (a 30 kilmetros al oeste Espritu Santo) y probablemente era de origen tnico chanca. Vase Risco (1684), Descripcin ... de los Angaraes, 203. 52 Vase ADA, PN, Morales, 1630, f. 446 r (maestro zapatero); Silvera/ Mesagit, 1636-1637, ff. 515r-516v. 53 ADA, Cabildo, Causas Civiles, Leg. 1, C.6, 1673, ff. 5r-6 v (f. 5 r respecto de la cita). Cf. AGN, DI, Leg. 6, C.109, 1643, f. 35 r-v. AGN, DI, Leg. 6, C.119, 1648, ff. lllv -1 1 2 r . 55 ADA, PN, Silvera/Mesagil, 1636-1637, f. 542 v; cf. BNP,B820,1643,f.35 r.

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tre originarios tambin creaba tensiones. La observacin de Poma- de Ayala de que los kurakas haban perdido respeto al integrarse en la estructura poltica y econmica colonial sugiere la aparicin de relaciones ms precarias y forzadas entre los jefes y sus pueblos. A veces, la pr dida de confianza en los intercambios recprocos que vinculaban a los jefes y los campesinos del ayllu estallaban en negativas directas a obede cer una orden ilegtima. En Vilcashuamn, por ejemplo, algunos kura kas papres y chilques y clrigos espaoles decidieron que los ayllus d e ban plantar casi 3 0 0 hectreas de trigo a fin de allegar fondos para las iglesias y las cofradas locales. Cuando los campesinos descubrieron que no se les iba a pagar por su trabajo, resistieron tan ferozmente que hubo que abandonar el proyecto56. Un jefe que perda legitimidad entre los parientes tropezaba con graves problemas, adems de los de desobedien cia. La emigracin de los indios del ayllu poda aumentar; las denuncias a los funcionarios espaoles podan socavar la autoridad tnica o del ay llu; los rivales por una jefatura podan conseguir partidarios y meter a la sociedad local en una guerra civ il87. As se cre una nueva tensin en la relacin entre los jefes princi pales y los campesinos del ayllu. A fin de reforzar la legitimidad que obligaba a los hogares del ayllu a satisfacer sus peticiones, los jefes tenan que demostrar lealtades y realizar servicios a los ayllus y los grupos t nicos. Es probable que esos servicios comprendieran la capacidad de un liderazgo astuto en la poltica judicial y otras defensas contra las relacio nes extractivas, la generosidad en la redistribucin de la riqueza a los ms pobres parientes, la imposicin de una distribucin justa de las cargas y los derechos en el seno de la comunidad de productores-parien tes, y, como veremos ms adelante, expresiones simblicas de solidaridad con parientes del ayllu y tnicos. Esos servicios realzaban el prestigio ante los parientes, pero tambin limitaban la medida en que el jefe poda privatizar recursos e intereses, o funcionar como socio fiable de los grupos coloniales de poder. L a posicin estructural de los jefes ambicio
56 Vase AGN, JR, Leg. 23, C.62, 1617, ff. 174 r, 176 r-v, 179v-180r, 182 v, 202 v, 204 r-v, 211 r. 57 Vase un comentario sobre las amenazas a la autoridad de los jefes en el captulo 5, supra (esp. Las consecuencias de la poltica judicial: La sociedad autctona). Vase, asimismo, BNP, Z37, 1640, f. 385 r. Vanse pruebas de que a fines del siglo x v ii y en el xvm varios kurakas de Huamanga y otros lugares estaban considerados por los indgenas como no slo ricos, sino adems abusivos, en la nota 73, infra. Se har un estudio amplio y comparado de este complejo tema en mi futuro The Struggle for Solidarity: Class, Culture, and Community in Highland Indian America [La lucha por la solidaridad: clase, cultura y comu nidad en las tierras altas de Indoamrica] (de futura publicacin).

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sos incorporaba, pues, una honda contradiccin. Para funcionar con efi cacia, y con el mnimo de fuerza, haca falta que los jefes se ganaran la confianza de los parientes, pero una defensa demasiado celosa de los intereses del ayllu dificultaba su capacidad para, acumular riquezas o buscar ventajas privadas. Los kurakas figuraban destacadamente entre los indios cuyo xito hispnico los diferenciaba del campesinado del siglo xvi, pero su xito erosionaba parte de la influencia relacionada con las relaciones tradicionales de reciprocidad. El resultado era una relacin ms tensa y suspicaz en la que los conflictos, la coaccin y el poder econmico adquiran fuerza adicional. Es probable que el xito de los originarios que nunca tenan una je fatura principal fuera acompaado de tensiones parecidas. A fin de cuentas, los indios del ayllu no aceptaban fcilmente la legitimidad de una enajenacin total de recursos de la trama de la vida y la autoridad de la com unidad58. Los indios ricos del ayllu, kurakas o no, se enfren taban con una red de parientes, ayllus y grupos tnicos que reivindicaban derechos imbricados a tierras e ingresos privados. De hecho, los kura kas utilizaban a veces su posicin como portavoces de la comunidad para expropiar o redistribuir la propiedad privada de rivales ricos del ayllu, comprendidas algunas mujeres. Sus enemigos del ayllu reaccionaban con pleitos para proteger sus recu rso ss9. Esos conflictos exacerbaban la ero sin de la autoridad moral de los jefes, y no servan precisamente para reducir los resentimientos creados por las redes de intereses y riqueza privados, gran parte de las cuales quedaba fuera del control de la socie dad del ayllu. Ms all de cierto punto, la privatizacin de los recursos no slo enajenaba los recursos asignados al propietario, sino tambin al propietario mismo, de los indios del ayllu. O sea, que para principios del siglo x v n el xito de una minora en medio de un empobrecimiento creciente creaba nuevas tensiones en
58 A fin de estabilizar su posesin, los forasteros que adquiran propiedad pri vada por derecho de compra a los indios del ayllu a veces solicitaban la apro bacin formal de los kurakas locales. ADA, PN, Palma, 1619, ff. 174r-176r; Silvera/Mesagil, 1636-1637, f. 25 r-v. Tambin merece la pena sealar que los indios esperaban que los jefes afirmaran un derecho previo de la comunidad a una propiedad aparentemente privada si era necesario para protegerlos contra la desposesin. AAA, Siglo xvn, Est. 1, Exp. 5, f. 1 r-v; vase, asimismo, ADA, Cabildo, Causas Civiles, Leg. 1, C.4, 1671, ff. 1 r-2 v. 59 Vase AGN, DI, Leg. 6, C.107, 1642, ff. 10 r, 14 r, 27 v; C.108, 1643, ff. 1 r-15 r. En ambos casos, los desposedos saban leer y escribir en castellano, y el pleito incluye peticiones escritas por ellos mismos. Recurdese tambin la ex propiacin de ingresos pof los jefes para pagar los tributos o las mitas, que se comenta en el captulo 5, supra.

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la vida andina autctona. El hispanismo indio como estrategia socio econmica y como conjunto de smbolos culturales constitua para al gunos una va hacia el xito econmico y por lo menos una apariencia de respetabilidad so cial60. Pero para los que se quedaban atrs, especial mente el campesinado del ayllu, representaba una fuerza poderosa y opresiva en el corazn mismo de la sociedad rural. La hispanizacin simbolizaba la transformacin de las figuras ms destacadas de la socie dad india en participantes en la dominacin y la explotacin coloniales, ta divisin cada vez.m ayor de intereses, lealtades y orientaciones que acompaaba a la diferenciacin en ricos y pobres. Tambin simbolizaba una prdida de confianza que afectaba a todos los sectores de la so ciedad andina. Los indios pobres comprendan muy bien la tentacin de escapar a las cargas o reducirlas mediante la alianza con el mundo de los colonizadores, en busca de una ganancia personal que debilitaba la so lidaridad de la comunidad y confirmaba la superioridad de lo hispnico sobre lo andino61. En momentos de crisis esas tensiones explotaban en estallidos nativistas que trataban de purgar a la sociedad andina de la influencia his panocristiana. Los datos disponibles sobre esas convulsiones internas son escassimos, pero los jesutas dejaron constancia de uno de esos casos en 1613, cuando una epidemia barri Huamanga occidental (la zona de Huancabelica-Castrovirreyna poblada por los pueblos huachos y yauyos) 62. En este caso, por lo menos, el nativismo indio gener grandes lealtades y violencias. Los indios no slo mataron a dos sacerdotes catlicos, sino tambin (como veremos ms adelante) a uno de sus propios jefes. Rpi damente los extirpadores catlicos de idolatra arrastraron a 150 sacer dotes paganos a la ciudad de Castrovirreyna para el espectculo y los

60 Debe sealarse que la hispanizacin no era una va segura hacia el xito, y su atractivo caus la destruccin de muchas vidas. Adems, muchas veces el xito en la sociedad india era minsculo conforme a los criterios hispnicos, y especialmente en esos casos la respetabilidad en la sociedad hispano-mestiza era frgil o inexistente. 61 Existen excelentes testimonios de la dimensin religiosa de esta crisis de confianza en BNP, B54, 1609, ff. 19 r-30 r, 36 v-37 r. 62 El relato de los jesutas se halla en BNP, B54, 1609, ff. 20 r-27 r, de donde se han extrado los cuatro prrafos siguientes (y sus citas). Una transcripcin del documento con algunos errores fue la publicada en Lima con el ttulo de Idolatras de los indios Huachos y Yauyos, Revista Histrica, 6 (1918), 180 a 197. Don Alfredo R. Alberdi Vallejo me ha dicho que ha descubierto documenta cin de un nativismo relacionado con el Taki Onqoy a fines del siglo xvl y prin cipios del x v ii . Existe un comentario de las dimensiones comunes del Taki Onqoy y el movimiento nativista de 1613 en mi trabajo sobre Las ideologas nativistas, 25 a 32.

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procedimientos pblicos de costumbre: latigazos y cortes de pelo a los ms culpables, una hoguera para destruir los artculos andinos de culto (comprendidas las propias huacas), confesin y ulterior rehabilitacin de los idlatras. Pero algunos de los culpables se negaron a someterse y organizaron una demostracin espectacular de desafo. En el plazo de cinco das 30 de los jefes, los ms obstinados, aburridos y desespe rados se haban matado con pozoa q por su mano auian tornado. Al igual que en el decenio de 1560, cuando el estallido milenarista in flam Huamanga, las huacas sirvieron de medio de protesta popular y para los llamamientos al cambio. En el movimiento del Taki Onqoy los dioses andinos haban literalmente posedo los cuerpos de los indios y transformado a personas antes sin influencia en las voces autorizadas de unos dioses airados, lista vez las huacas dieron voz a los impulsos populares mediante la aparicin, a varias personas en visiones y sueos. Tres vezes se les aparezio [el demonio, es decir, las huacas] en pbli co a mucha gente, y les predic y enseo lo q aui'an de g u ard ar.... Las huacas reprendan a los indios por su deslealtad y su descuido supuestos de las deidades autctonas, que se haban vengado enviando enfermeda des y tiempos difciles al pas. Y promulgaron una serie de mandamien tos anticristianos. Decan a los indios que no conozcan otro dios sino sus huacas, y deban saber q es falso todo lo que ensean los xpianos. Los indgenas deban celebrar los ritos y los servicios tradicionales debi dos a los dioses-antepasados, y deban evitar toda colaboracin con los espaoles, que eran enemigos de las huacas. Ordenaban a los indios que no acudan al seruicio de los espaoles, ni los traten ni comuniquen ni pidan [su] consejo... sino es por fuerca. La matizacin de si no es por fuerza equivala a reconocer una dura realidad. En el contexto de principios del siglo x v n , la estructura del poder colonial era demasiado segura para que se la pudiera aplastar o desafiar abiertamente. Pero los indios no deban colaborar de buena gana. Por el contrario, deban cerrar filas en torno a un odio purificador de los colonizadores y de la influencia cristiana. El da q saliere el sacerdote o clrigo de un p u eb lo ... ordenaron las huacas, [los indios] cojan un perro todo negro y lo arrastren por todas las calles y lugares por donde el sacerdote ubiere andado. Despus, los indgenas deban matar el animal en el ro, y en donde [el ro se divide en] dos bracos, lo echen [el cadver] para q ... se purifiquen los lugares q passeo el pe [p a d re ]. En la cultura andina, la confluencia de dos corrientes tena un significado ritual especial como smbolo de perfeccin, o del logro de relaciones sociales equilibradas (captulo 1). Lo que distingui la agitacin religiosa de 1613 no fue su carcter idlatra, sino ms bien su intenso nativismo: la tentativa de purificar

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la sociedad aldeana de toda influencia hispanocristiana. La idolatra en s no era excepcional ni especialmente antihispnica. Los indios de Huamanga seguan desde haca mucho tiempo las prcticas religiosas tradi cionales, a veces disimuladas bajo una capa externa de smbolos y fiestas cristianos. Desde el punto de vista andino, las tradiciones paganas equi libraban las relaciones con los dioses-antepasados que afectaban vital mente al bienestar material de los hijos de los dioses. En consecuencia, la mayor parte de los indios difcilmente poda abandonar su servicio a los dioses andinos. En momentos cruciales del calendario ritual o c i clo vital, el alcohol y la coca eliminaban las inhibiciones, y estando b o rracho el [indio] ms cristiano, aunque sepa leer y escriuir, trayendo rrozario y bestido como espaol, reverta a los paganismos andinos63. De hecho, las lites indgenas con xito o hispanizadas, comprendidos los ayudantes seglares de los clrigos catlicos, muchas veces practicaban la religin tradicional. Aunque esta forma de idolatra expresaba a veces una hostilidad reprimida a los dioses cristianos, tenda a fomentar la coexistencia y la interpenetracin eventual de dioses, smbolos y prcti cas andinos y espaoles. En ese sentido, promova una cultura religiosa sincrtica mediante la cual las lites indias hispanizantes podan m ante ner fuentes tradicionales de prestigio e influencia entre sus parientes, al mismo tiempo que seguan estrategias y prcticas que las iban intro duciendo cada vez ms en el mundo de los explotadores hispnicos 64. La idolatra nativista que estall en 1613, por otra parte, promovi sentimientos antihispnicos ferozmente agresivos y se refiri directamente a la crisis interna simbolizada por la hispanizacin de los indios. Susti tuy el sincretismo o la coexistencia por la purificacin interna Sus tituy la tradicin dirigida por una lite autctona por visiones y sueos imposibles de controlar por la autoridad local. Antes de afirmar el pres tigio de los indios hispanizados someti a prueba sus lealtades. En el
Poma de Ayala (1615), Nueva cornica, 863. Acerca de la persistencia de la idolatra, vase la nota 37, supra, y AAA, Siglo xvn, Estante 3, Exp. 28, ff. 8 r-v, 9 v -1 0 r; BNP, B54, 1609, ff. 20v -21r; Letras Annuas ... de la Compaa de Je ss, 1620-1724, 72 a 75. 64 Respecto de la participacin de la lite en los paganismos tradicionales y su direccin de stos, la inclusin en esos paganismos de algunos sentimientos anticristianos e interpenetraciones sincrticas, vase Letras Annuas ... de la Compaa de Jess, 1620-1724, 74 y 75; Poma de Ayala (1615), Nueva cornica, 773, y 774, 781, 861; AAA, Siglo xvn, Estante 3, Exp. 28, ff. 9 v -1 0 r. Cf. Mi llones, Introduccin, 81 y 82; Spalding, Social Climbers, 660 y 661. Debe sealarse que las huacas no podan exigir una pureza absoluta, dado que reconocan el hecho de la dominacin espaola. Pese a sus prdicas anticristia nas, tambin ordenaban que tres grandes fiestas se celebrasen so capa de festejos espaoles, BNP, B54, 1609, f. 26 r.

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Religin y bienestar en la cultura andina. En las dos escenas d e arriba las huacas representadas por Poma de Ayala en forma d e diablo hablan por sueos y por el fuego. La escena de abajo representa a un sacerdote indgena, controlado por el diablo, que cura a un indio enfermo chupndole la impureza.

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fondo, las corrientes y los estallidos nativistas representaban una protesta contra tendencias internas que socavaban la fuerza y la unidad de la sociedad andina. Debemos recordar que el mensaje del antihispanismo se diriga a los indios, no a los espaoles. Los mandamientos de las huacas exhortaban a todos los indgenas a rechazar la tentacin de abandonar lo andino por lo hispnico, en una bsqueda de xito personal que debi litaba la solidaridad de la comunidad y la confianza en la suficiencia de la tradicin andina. Los blancos ms claros de esos mandamientos, sin -embargo, eran los que ya haban ejercitado esa opcin. Para recuperar el favor de las huacas ....-y de los campesinos pobres-..., los indgenas de xito tendran que renunciar a sus pretensiones hispnicas que ios con vertan en asociados voluntarios de los enemigos coloniales. Mediante la reafirmacin de una lealtad ms pura a las relaciones andinas autc tonas, los indgenas de xito podan demostrar su solidaridad con el campesinado ms indio. Los que rechazaran el llamamiento de las huacas corran el riesgo de una total enajenacin de la sociedad india local, e incluso de la violencia. Los nativistas se volvieron contra las lites tnicas que se apartaban de la purificacin religiosa, y en un caso, en venenaron a un curaca suyo buen christiano por no venir en sus Ri tos ni querer adorar sus ydolos 66. Pero el asesinato sigui siendo la excepcin, y no la regla. No sa bemos hasta qu punto participaron los forasteros ricos en las idola tras nativistas. Pero, por lo menos entre los originarios, buena parte de las lites respondieron a la presin de los sentimientos locales y parti ciparon en la condenacin de sus modos hispanocristianos. La amena za de enajenacin social poda convertirse en un instrumento de resis tencia que condicionaba el comportamiento social y econmico. De he cho, en la medida en que los campesinos del ayllu podan movilizar ese instrumento para redistribuir los recursos de los indios de xito, es tablecan lmites al proceso de privatizacin y de diferenciacin interna que estaba dando nueva forma a la vida rural. Pero cabra preguntar por qu una fraccin notable de los indios de xito que haban adoptado es trategias y relaciones hispnicas iba a resultar tan vulnerable a la ame naza de enajenacin de los dioses y los pueblos andinos.
66 Ibid., f. 20 r. 67 Dadas las tentativas de las lites de adquirir prestigio mediante la participa cin en y la direccin de formas ms blandas de idolatra que incluan matices nativistas, no podan abstenerse fcilmente de la religin de la comunidad cuando las corrientes nativistas antihispnicas fueron adquiriendo ms importancia. Vase ibid., ff. 20 v, 21 r; obsrvese tambin el comentario sobre la vulnerabili dad de la lite ms adelante en este captulo.

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Entre dos mundos


Una respuesta, suficiente a primera vista, se halla en el terreno de la seguridad fsica y el inters material. Y a hemos visto que los indios teman antagonizar a los dioses andinos que regan la salud, el bienestar econmico y dems aspectos de la vida de cada uno. Tambin era muy importante el que muchos indios de xito mantuvieran importantes vnculos econmicos en las zonas rurales de los ayllus. Ks de suponer que podan perseguir esos intereses y proteger sus personas con ms efi cacia si establecan lealtades y relaciones de cooperacin, o por lo menos evitaban los antagonismos gratuitos. El aislamiento social, pasado cierto punto, invitaba a la violencia, a conflictos perturbadores y quiz a la desposesin de propiedades valiosas. Incluso los forasteros asuman re laciones y obligaciones que estabilizaban su presencia. Los originarios de xito dependan en parte de los derechos y las obligaciones trad icio nales si queran tener acceso a recursos y mano de.obra. Un kuraka que gozara de prestigio entre su pueblo poda establecer un sistema lu crativo de trabajo a domicilio sin demasiados problemas. Un jefe que hubiera perdido el respeto o la confianza de los hogares del ayllu, por el contrario, tropezaba con un pueblo resistente y no cooperante. Conforme a esta lgica, los indios que dependan de gozar de una cierta estimacin entre los campesinos del ayllu para mantener o aumentar su bienestar material no podan permitirse el hacer caso omiso de las pre siones para que participasen en las idolatras nativistas de un campesina do airado. Pero esta respuesta no es vlida ms que hasta cierto punto. Despus de todo, el sentido de los cambios producidos limitaba la vulnerabilidad material de los indios ricos a la decadencia de la estimacin en que se los tena. Una lite india que controlaba una riqueza considerable y se haba integrado en los grupos provinciales de poder dispona de los mismos medios de coaccin y de dominacin econmica que tenan los empresarios aristcratas coloniales. Tenan amigos y parientes poderosos, y eran lo bastante ricos como para contratar trabajadores, conseguir clientes y sirvientes dependientes, acumular propiedad con independen cia del control del ayllu, invertir en el com ercio, endeudar (y encarcelar) a indios pobres, etc. A medida que los indios ricos iban estableciendo pautas hispnicas de acumulacin, independizaban sus vidas econ micas de la estima de sus parientes. De hecho, los indios ms ricos po dan permitirse el retirarse de la carga tradicional de prestigio y obliga ciones recprocas, y algunos de ellos lo h a ca n 68.
68 Recurdense los casos y los conflictos individuales ya citados en este ca ptulo. Debe sealarse, asimismo, que, de todas formas, muchos de los indios que

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Pero otros no. L a posicin estructural de los indios de xito, como grupo, estaba preada de una honda contradiccin que inhiba su acep tacin social tanto entre los indios como entre los espaoles, y generaba lealtades e identidades ambivalentes. Como clase emergente, los indios que triunfaban tenan intereses y aspiraciones que los unan al mundo colo nial hispnico cuyas pautas sociales, econmicas y culturales imitaban. Pero la mancha de sus orgenes raciales los vinculaba al campesinado indio y generaba barreras sociales que normalmente les impedan fundir se plenamente con la sociedad y la cultura hispnica. Las clases domi nantes tienden a considerar a las personas cuyo trabajo explotan como perezosos, o inherentemente inferiores. En una situacin colonial, en la que las relaciones de clase tienen su gnesis en la conquista de un pueblo por otro, esa caracterizacin se aplica a castas enteras definidas por sus orgenes raciales y culturales, en este caso a la repblica de indios m. Los logros de una minora india, juzgados conforme a los criterios de los propios espaoles, refutaban la supuesta degradacin inherente de los indgenas. Los indios dinmicos competan con los espaoles por tierras, mano de obra, y utilidades. Se revestan con los atavos de la cultura espaola y encontraban pretendientes, aliados y amigos espaoles. En algunos casos, incluso dominaban las disciplinas de la lectura y la es critura conocidas slo por una minora de los espaoles. Esos indios ricos y aculturados violaban flagrantemente la visin del mundo y la psico loga del colonialismo. Por ende, la reaccin espaola a los ladinos, las lites y los trepado res sociales era muy contradictoria. Por una parte, los empresarios y los funcionarios coloniales mantenan los contactos que necesitaban para explotar o controlar el campo indio. Sus amigos y aliados naturales eran los indios ricos, poderosos y ambiciosos. Pero las figuras indias dinmi cas tambin perturbaban la jerarqua racial que legitimaba la explotacin
alcanzaban el xito eran forasteros; es decir, que sus relaciones socioeconmicas importantes con los indios no tendan a ser con los parientes tradicionales del ayllu. 69 Respecto de la ideologa colonial en la Huamanga y el gran Per coloniales, vase Ribera y Chaves (1586), Relacin de ... Guamanga, 185 a 187; Carabajal (1586), Descripcin ... de Vilcas Guarnan, 206; Basto, Las mitas, 4, 24, y el comentario de Juan de Matienzo en el captulo 3. Respecto de la hostilidad de los europeos contra los ladinos, vase Poma de Ayala (1615), Nueva cornica, 493, 605. Vanse comentarios sugerentes de la psicologa de las situaciones coloniales, y de las ambivalencias creadas por las relaciones de opresin en Albert Memmi, Colonizador, y colonizado; Frantz Fann, Piel negra, mscaras blancas. Un colonianismo moribundo; O. Mannoni, Prospero and Caliban: The Psychology o f Coloni zation, trad, al ingls de Pamela Powesland (2* ed., Nueva York, 1964).

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colonial y daba-derecho a todos los blancos incluso a los que no podan tener acceso a los altos crculos de la lite a una posicin social y econmica respetable. Por eso los indgenas aculturados o ricos tambin suscitaban la hostilidad y el desprecio de que son objeto los pretendien tes que niegan su verdadero origen (es cierto que el dinero o la rique za podan ayudar a superar las barreras raciales, pero aunque el xito econmico de muchos indios fuera impresionante e inquietante para las jerarquas raciales, resultaba modesto, no obstante, si se juzgaba co n formo a los criterios de los altos crculos de la lite de la sociedad colo nial espaola). En general, pues, los indios que alcanzaban el xito simplemente no podan abandonar sus orgenes raciales y encontrar la aceptacin y la identificacin sociales en un mundo hispnico. Pero sus relaciones con la masa de la sociedad india tambin estaban teidas de fuertes ambiva lencias. Por una parte, los indios pobres necesitaban tener congneres ms ricos, ms aculturados. Su riqueza poda apuntalar las economas de los hogares y del ayllu en deterioro, o salvar de la crcel a un deudor indio. Su conocimiento cultural de la sociedad hispnica poda reforzar las defensas jurdicas y de otro tipo contra los enemigos europeos, o es tablecer contactos que podan ser tiles a la comunidad. Adems, es probable que los indios pobres considerasen a los indgenas de xito con un cierto orgullo; al igual que los espaoles, comprendan que el dina mismo indio constitua un contrapunto simblico de los estereotipos que condenaban a los autctonos a la inferioridad y la subordinacin. En algunos respectos, pues, un ladino rico cuyas lealtades y cuyos compro misos lo vincularan a la sociedad india poda resultar un dirigente ex cepcionalmente valioso y p op u lar70. Pero, ay, se era el problema: la cuestin de las lealtades y los com promisos. La diferenciacin de la sociedad india en ricos y pobres iba acompaada de una disparidad cada vez mayor y teida de sospe chas, tensiones y conflictos, y con toda razn. El xito asimilaba a la fraccin ms poderosa y dinmica de la sociedad india a una clase ex plotadora de empresarios aristcratas; los xitos ms modestos represen taban una salida de la sociedad del ayllu de gente que era necesaria, de sus capacidades y sus recursos, y debilitaba su solidaridad interna. El hispanismo cultural de los indios ambiciosos expresaba el debilitamiento de su compromiso para con un acervo andino oneroso, y su aspiracin
70 El comentario en el prrafo anterior y en el prximo deben compararse con Richard Pnce, Introduction, en Maroon Societies: Rebel Slave Communities in the Americas, comp. por Price (Garden City, Nueva York, 1973), 19 a 21; Fann. Respecto de dos casos de mujeres que desempearon jefaturas de su sociedad local, ADA, PN, Mesagil, 1637-1639, ff. 636r-640v; BNP, Z888, 1646, f. 551 v.

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conspicua a fundirse con los sectores dominantes de la sociedad colo nial. As, igual que los indios pobres necesitaban a sus contrapartidas ms hispanizadas, y podan sentir un cierto orgullo por sus logros, per dan confianza en las lealtades de una lite india nueva y ms enajenada. Una reaccin, especialmente contra los forasteros, era el conflicto declara do. Pero otra, probablemente ms difundida, era ms sutil. La presin social obligaba a los indios ricos a demostrar sus lealtades al pueblo al que pertenecan, o de lo contrario sufrir una relacin difcil y ena jenada, regida por las normas coloniales de coaccin y dominacin econmica. La lite india, especialmente en sus segmentos ms pobres y ms rurales, era vulnerable a la presin del ostracismo social precisamente porque las contradicciones de clase y de raza bloqueaban su total acep tacin en la sociedad espaola. La posicin estructural de los ladinos los dejaba colgados entre dos mundos sociales, el hispnico y el andino, sin acogerlos plenamente en ninguno de ellos. Un tanto incmodos en los crculos espaoles, pero alejados o sospechosos en la sociedad campesi na, por lo menos algunos de los indios aculturados padecan considera bles tensiones psquicas y conflictos internos. Sabemos, por ejemplo, que las huacas perseguan a los indios cristianos en sueos y visiones, a veces a lo largo de aos. Muchas veces los dioses autctonos se presen taban primero, tanto a hombres como a mujeres, como objetos de atrac cin sexual e inducan a los infieles a renovar sus lealtades andinas71. Los indios cuyas riquezas, estrategias econmicas y aspiraciones hisp nicas tendan a diferenciarlos del campesinado se encontraban, sin em bargo, con que no podan efectuar una ruptura definitiva con la socie dad india. Algunos de ellos, por lo menos, siguieron buscando la esti macin o la aceptacin social entre los indios, y respondieron a las pre siones para que demostrasen su lealtad a la sociedad andina. Y a veces surga un hroe popular de las filas de los afortunados y los poderosos. Don Cristbal de Len, hijo de un kuraka de nivel inter medio de Lucanas Andamarcas, era un ladino culto; se vesta y se peinaba a la espaola, era de religin cristiana y famoso por su sabidu
71 Vase BNP, B54, 1609, ff. 19 r, 24 v -2 5 r; Letras Annuas ... de la Compa a de Jess, 1620-1724, 72 y 73. Carezco de datos inatacables que documenten la condicin socioeconmica de los indios que experimentaban sueos y visiones en Huamanga, pero creo que entre ellos los haba de la lite (as como plebeyos). Merece la pena sealar que los indios muy aculturados desencadenaban los im pulsos paganos con la borrachera. Vase Poma de Ayala (1615), Nueva cornica, 863, 495. Vase un caso claro de una lite india desgarrada por los conflictos entre las huacas andinas y la religin cristiana, en la provincia de Huarochir, al nor deste de Lima, en Avila (circa 1598), Dioses y hombres, caps. 20 y 21.

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ra y su capacidad. Dados sus privilegios polticos y econm icos, y su cultura adquirida, Len estaba en posicin de integrarse en el grupo pro vincial de poder que explotaba al campesinado local, o de m archarse en busca de una vida respetable en una ciudad espaola. Pero Len se apar t de las pautas convencionales e incurri en las iras de los colonizadores locales. Len sigui viviendo en su ayllu natal, se opuso a las levas de trabajadores campesinos para el transporte de vino desde los valles de la costa del Pacfico por Lucanas hasta el Cuzco y conden los sistemas del trabajo a domicilio organizado por kurakas y corregidores para vender pao en mercados lucrativos. En una ocasin, incluso se fue .a Lim a a denunciar al virrey los abusos locales. E l corregidor local encarcel a Len, lo castig y amenaz con poner fin al asunto ahorcndolo. El in cidente fue el primero de varios enfrentamientos entre Len y los corre gidores locales. En 1612, un corregidor y un sacerdote visitantes mataron por fin al persistente agitador. Resulta significativo que otros jefes y personalidades eludieran ayudar a Len en sus problem as72. La tragedia del xito de los indios, se deba, en fin de cuentas, a la forma en que lograba la participacin de un pueblo derrotado en su propia opresin. El rgimen colonial recompensaba a los indios cuyas ventajas, conocimientos o suerte les permitan adoptar formas hispnicas de acumulacin, y castigaba a aquellos cuya identificacin con el cam pesinado era demasiado fuerte o agresiva. Las consecuencias polticas eran profundas. La atraccin del xito y la amenaza de la prdida desalenta ban los desafos frontales, que invitaban a la represin y fragmentaban la unidad interna de la sociedad andina. Tambin las consecuencias eco nmicas eran de gran alcance. El xito estimulaba la diferenciacin de cla ses en el seno de la repblica de indios, al dividirla entre, por una parte, los ricos y los ms aculturados y, por la otra, los pobres y los menos aculturados. Los logros de una minora india aceleraban la ero sin de los recursos y las relaciones tradicionales, al mismo tiempo que implantaban la propiedad, las relaciones y la cultura hispnicas profun damente en la trama interna de la vida india. La aparicin de una lite india colonial gener nuevas fuentes de conflicto social, tensiones y pro testas en la sociedad autctona. Pero tambin en este aspecto exista un elemento de tragedia. Porque al presionar a las lites indias a demostrar sus lealtades y su servicio a la comunidad, los campesinos reconocan que necesitaban la riqueza y los conocimientos hispnicos para sobre vivir y defenderse contra los explotadores coloniales. Y al final, aunque la presin campesina estableci ciertos lmites, en lugares y momentos
72 y 558. Poma de Ayala (1615), Nueva cornica, 494 a 498 (vase, asimismo, 557

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determinados, a la diferenciacin de la sociedad india entre ricos y po bres, no poda invertir la tendencia general73. Para muchos de los que no pudieron subir al carro del xito indio, la nica escapatoria era la escapatoria en s, la huida en busca de una vida mejor. Entre los fugitivos, una pequea fraccin pasara a sumarse a las filas de los indios de xito. Al reconstruir sus vidas en un estilo ms hispnico-mestizo se iban distanciando de un, acervo andino conde nado, que se dejaba al campesinado. Pero no podan escapar totalmente. Una masa de recuerdos, costumbres, relaciones -..-y desprecios..... los vinculaban a ellos y sus hijos a sus orgenes in d ios/4.

73 Varios historiadores y diversas fuentes han documentado la existencia de una lite india rica (formada en parte por forasteros e indios urbanos) a fines del perodo colonial, y la aparicin de relaciones tensas entre los kurakas y los cam pesinos del ayllu. Vase Spalding, De indio a campesino, 31 a 60, 147 a 193; Snchez-Albornoz, Indios y tributos, esp. 99 a 110, 113 a 149; Brooke Larson, Caciques, Class Structure and the Colonial State in Bolivia, Nova Americana, 2 (Turn, 1979), 197 a 235, esp. 202 a 204. Respecto de Huamanga, vase BNP, B670, 1690. 74 Esta incapacidad para escapar a la propia identificacin racial tuvo impor tantes consecuencias sobre la ideologa de las futuras generaciones de indios triunfadores. Vase esp. John Rowe, El movimiento nacional inca del siglo xvm , Revista universitaria, 43 (Cuzco, 1954), 17 a 47; Spalding, De indio a campesino, 147 a 193.

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