El documento presenta cuatro textos relacionados con la historia y la historiografía. El primer texto explica la importancia de estudiar la historia para comprender el presente y el futuro. El segundo texto cuestiona la visión tradicional de la historia enfocada sólo en gobernantes y generales. El tercer texto describe el método histórico riguroso de Tucídides de basarse en testimonios y fuentes fiables. El cuarto texto presenta a Tito Livio y su objetivo de perpetuar la memoria de las hazañas del pueblo romano a trav
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El documento presenta cuatro textos relacionados con la historia y la historiografía. El primer texto explica la importancia de estudiar la historia para comprender el presente y el futuro. El segundo texto cuestiona la visión tradicional de la historia enfocada sólo en gobernantes y generales. El tercer texto describe el método histórico riguroso de Tucídides de basarse en testimonios y fuentes fiables. El cuarto texto presenta a Tito Livio y su objetivo de perpetuar la memoria de las hazañas del pueblo romano a trav
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I. INTRODUCCIN.
I.1. Concepto y definicin de Historia.
Texto 1. Por qu la Historia. En resumen, pregunta y respuesta a la vez, creo que la necesidad de la historia habr quedado, al menos, vislumbrada, esbozada en sus rasgos bsicos. Porque la comprensin del pasado es el entendimiento del presente y nos lleva hacia el porvenir. Conserva toda su validez la aportacin de Marc Bloch al condenar definitivamente la idea de Leopold von Ranke (representante de la erudicin alemana del XIX) de que la historia era el relato simple y fiel de las cosas que haban pasado. No, la historia es ciencia del devenir de los hombres en el tiempo. Viene de ayer y va hacia maana. Y no cabe duda de que si al comenzar cada da y utilizar, como de costumbre, la energa elctrica, los alimentos venidos de otros continentes, el agua corriente, mientras omos o vemos la noticia que llega por las ondas y nos disponemos a usar la traccin automvil, no tenemos consciencia de la aportacin de los hombres a travs del tiempo, de sus luchas por llegar a esto; y si no somos a la vez conscientes de estar en medio del camino, de que somos quie- nes somos por la carga de la historia que nos ha hecho a todos, si no comprendemos esto, actuaremos a ciegas en la vida y acabaremos por perder el control de nuestros propios actos. Es hoy un conocimiento comn que la prospectiva, que consiste en estimar la probabilidad de los hechos futuros partiendo de bases reales, no es sino la consecuencia de un conocimiento sistemtico de esa ciencia del hombre en sociedad movindose sin cesar, fluyendo en el tiempo. Si saber es prever segn un adagio que ya no es nuevo y gracias al cual hemos llegado a la poca en que planificacin y previsin son instrumentos que sirven al hombre, es evidente que si un pueblo no ha comprendido su pasado y no sabe cmo y por qu ha llegado a ser lo que es, ese pueblo no podr prever ni afrontar el porvenir. La historia es, pues, necesaria; pero no es inocente. Por eso los pueblos se ven a veces obligados a recuperar su memoria colectiva que les haba sido arrebatada, ocultada o falsificada. Como espaol, cito el ejemplo de los pueblos de Espaa que se vieron privados de su memoria histrica durante casi cuarenta aos. Este recuerdo no es balad, porque cuando se trata de aherrojar a un pueblo, lo primero que se hace es falsificarle o arrebatarle la imprescindible experiencia que significa su historia. Por eso, la historia rigurosamente cientfica, pero que es cosa de todos, tarea en la que todos pueden y deben colaborar, es vital para una colectividad que quiera ser libre de sus destinos. He aqu la suprema razn de la historia; he aqu, en suma, por qu la Historia. M. TUN DE LARA (1981): Por qu la historia. Salvat. Barcelona. Texto 2. Preguntas a la Historia tradicional. Quin construy Tebas, la de las siete puertas? En los libros figuran slo nombres de reyes. Acaso arrastraron ellos los bloques de piedra? Y Babilonia, mil veces destruida, quin la volvi a levantar otras tantas?. Quienes edificaron la dorada Lima. en qu casas vivan? A dnde fueron la noche 2 en que se termin la Gran Muralla, sus albailes? Llena est de arcos triunfales Roma la grande. Sus csares sobre quines triunfaron? Bizancio tantas veces cantada, para sus habitantes slo tena palacios? Hasta en la legendaria Atlntida, la noche en que el mar se la trag, los que se ahogaban pedan, bramando, ayuda a sus esclavos. El joven Alejandro conquist la India. El slo? Csar venci a los galos. No llevaba siquiera un cocinero? Felipe II llor al saber su flota hundida. No llor ms que l? Federico de Prusia gan la Guerra de los Treinta anos. Quin la gan tambin? Un triunfo en cada pgina. Quin preparaba los festines? Un gran hombre cada diez anos. Quin pagaba los gastos? A tantas historias, tantas preguntas. Bertolt Brecht, Preguntas de un obrero que lee Extrado de B. BRECHT (1976): Historias del Almanaque. Alianza Editorial. Madrid. I.4. Introduccin a la Historiografa. Texto 3. El mtodo histrico de Tucdides. Con todo, el que, de acuerdo con los indicios que he puesto de relieve, juzgue los hechos, ms o menos, tal como los he expuesto, no se engaar, sin conceder ms crdito al canto de los poetas, que exageran los hechos para embellecerlos, ni a las narraciones de los cronistas, ms inclinados a encandilar el odo que a contar la verdad y toman como tema de sus obras unos hechos que no pueden comprobarse con rigor y que, dado el enorme lapso de tiempo transcurrido. han llegado a convertirse en meras leyendas increbles; piense que mis reconstrucciones se han obtenido apoyndome en las fuentes ms seguras, y que ofrecen un grado suficiente de credibilidad tratndose, como se trata, de hechos tan remotos. Y aunque los hombres suelen considerar siempre que la guerra que han vivido fue la ms importante, y una vez sta ha concluido, sienten mayor admiracin por los hechos del pasado, sin embargo, quien la juzga a la luz de los simples hechos, llegar a la conclusin de que sta ha sido la ms trascendental de la historia. En cuanto a los discursos pronunciados en cada bando antes de romperse las hostilidades, o ya en el curso de la guerra, resultaba prcticamente imposible reproducir las palabras literales con que se expresaron, bien recurriendo a mis recuerdos personales o a las informaciones que me llegaban de otras personas; en consecuencia, me he limitado a poner, en labios de cada orador, sencillamente los trminos en que me pareca que debieron manifestarse en cada caso a tenor de las circunstancias, ajustndose lo ms estrictamente posible al sentido general de sus declaraciones. Y en lo que concierne a los avatares del conflicto, me he credo en el deber moral de historiarlos no apoyndome en el 3 testimonio de cualquier informador, o como yo me los imaginaba; mi narracin se basa en lo que personalmente he presenciado y en las declaraciones de terceros, minuciosamente controladas por una rigurosa crtica. Investigacin laboriosa, porque los testigos oculares de los acontecimientos no coincidan en sus referencias, sino que cada cual hablaba conforme a su partidismo o a su grado de memoria. Por otro lado, acaso la ausencia, en mi obra, de todo elemento legendario, la har menos sugestiva; en todo caso, me dar por satisfecho con que la juzguen de utilidad todos aquellos que aspiran a tomarse una idea de los hechos del pasado y de aquellos que, ms o menos semejantes de acuerdo con las leyes de la naturaleza humana, puedan ocurrir en el futuro. Mi obra, en suma, es una adquisicin definitiva, no una pieza de circunstancias compuesta para la satisfaccin del momento. De los hechos anteriores, el ms sealado fue la guerra contra Persia, y an sta se liquid en dos batallas navales y otras tantas terrestres. En cambio, esta guerra fue una lucha prolongada, y, en el curso de la misma, se abatieron tantas calamidades sobre Grecia como nunca en un perodo igual de tiempo: jams fueron conquistadas y arrasadas tantas ciudades, unas por brbaros, otras por los beligerantes griegos (algunas, incluso, una vez expugnadas, cambiaron de habitantes); jams fueron tan frecuentes los destierros y matanzas, unas en el mismo campo de batalla, otras causadas por las guerras civiles. Incluso aquellos prodigios que, antes, corran de boca en boca, pero que rara vez eran confirmados por los hechos, perdieron su carcter de increbles: terremotos que devastaron gran parte de la tierra y de una violencia nunca vista; eclipses de sol con una frecuencia como no se recuerda en tiempos pasados; en algunos territorios, persistentes sequas con su secuela de hambres; y, sobre todo, la peste, el azote ms terrible, que asol y diezm la poblacin. Todas estas calamidades cayeron juntas sobre Grecia en el curso de esta guerra; guerra que estall cuando atenienses y peloponesios rompieron la tregua de treinta aos que se concert tras la toma de Eubea. He empezado por exponer, de entrada, los motivos de esta ruptura y los conflictos que la fomentaron, para que nadie se pregunte cmo lleg a estallar entre griegos una conflagracin de tal calibre. La causa autntica, aunque no alegada abiertamente, fue, a mi juicio, la expansin del poder de Atenas y la alarma que ello provoc en Esparta, hasta verse obligada a declararle la guerra. Pero los motivos que oficialmente adujeron uno y otro bando para conculcar la tregua y romper las hostilidades fueron los que expongo a continuacin. TUCDIDES, Historia de la guerra del Peloponeso, I, 21-23. Extrado de F. SNCHEZ MARCOS (1993): Invitacin a la historia. La Historiografa de Herdoto a Voltaire, a travs de sus textos. Labor. Barcelona. Texto 4. Tito Livio y la historiografa romana. Ignoro si aprovechara mucho escribir la historia del pueblo romano desde su origen; y si no lo ignorase, no me atrevera a decirlo, sobre todo cuando considero lo antiguos que son algunos hechos, y lo conocidos, merced a la multitud de escritores que constantemente se renuevan, y que pretenden, o presentarlos con mayor exactitud, o que oscurezcan con las galas del estilo la ruda sencillez de la antigedad. Pero, sea como quiera, tendr al menos la satisfaccin de haber contribuido a perpetuar la memoria de las grandes cosas llevadas a cabo por el pueblo ms grande de la tierra; y si mi nombre desaparece entre tantos escritores, me consolaran el brillo y la fama de los que me oscurezcan. Es adems labor inmensa consignar hechos realizados en un perodo de ms de setecientos aos, tomando por punto de partida los oscuros principios de Roma, y seguirla en su progreso hasta esta ltima poca en que comienza a doblegarse bajo el 4 peso de su misma grandeza: temo por otra parte, que los principios de Roma y los perodos a ellos inmediatos tengan poco atractivo para los lectores, impacientes por llegar a las pocas modernas en que el podero, por harto tiempo soberano, cambia sus fuerzas contra s mismo. Por mi parte, un provecho obtendr de este trabajo: el de abstraerme del espectculo de los males que por tantos aos ha presenciado nuestro tiempo, ocupando por entero mi atencin en el estudio de la historia antigua y vindome libre de los temores que, sin apartar de la verdad al escritor, consiguen sin embargo fatigarle. Los hechos que precedieron o acompaaron a la fundacin de Roma, antes aparecen embellecidos por fantasas poticas que apoyados en el irrecusable testimonio de la historia: no pretendo, sin embargo, afirmarlos ni rechazarlos, debindose perdonar a la antigedad esa mezcla de cosas divinas y humanas que imprimen caracteres ms augustos al origen de las ciudades. Y, ciertamente, si puede permitirse a pueblo alguno que d carcter sagrado a su origen, refirindolo a los dioses, sin duda alguna ese pueblo es el romano: y al pretender que Marte es su padre y fundador, soprtenlo con paciencia los dems pueblos, como soportan su podero. Poco importa, sin embargo, que se acepte o rechace esta tradicin. Lo importante, y que debe ocupar la atencin de todos, es conocer la vida y costumbres de los primeros romanos, averiguar quines fueron los hombres y cules las artes, tanto en la paz como en la guerra, que fundaron nuestra grandeza y le dieron impulso, y seguir, en fin, con el pensamiento la insensible debilitacin de la disciplina y aquella primera relajacin de costumbres que, lanzndose muy pronto por rpida pendiente, precipitaron su cada, hasta nuestros das, en que el remedio es tan insoportable como el mal. Lo principal y ms saludable en el conocimiento de la historia es poner ante la vista, en luminoso momento, enseanzas de todo gnero, que parecen decirnos: esto debes evitar porque es vergonzoso pensarlo, y mucho ms vergonzoso el hacerlo. Por lo dems, o mucho me engaa la aficin a este trabajo, o jams existi repblica ms grande, ms ilustre y ms abundante en buenos ejemplos: ninguna otra estuvo cerrada por ms tiempo al lujo y sed de riquezas, ni fue ms constante en el culto a la templanza, y en el de la pobreza; de tal manera acomodaba sus deseos a su riqueza. Es en nuestros das cuando la avaricia se ha visto acrecentada por la opulencia, provocando el desbordamiento de los placeres, ante el temor de perderlo todo en el deleite y desenfreno. Pero estas quejas mas, aun siendo necesarias, tendran poco xito, y debo por consiguiente prescindir de ellas en los comienzos de este gran trabajo. Mejor sera, si tuviera el privilegio de los poetas, empezar invocando a todos los dioses y diosas, para conseguir de ellos, por medio de splicas y ruegos, que fueran stos quienes llevasen a feliz trmino una empresa tan grandiosa. TITO LIVIO, Historia de Roma desde su fundacin, Prlogo. Extrado de F. SNCHEZ MARCOS (1993): Invitacin a la historia. La Historiografa de Herdoto a Voltaire, a travs de sus textos. Labor. Barcelona. Texto 5. La Primera Crnica General de Espaa. AQU COMIENZA LA HISTORIA DE ESPAA QUE HIZO EL MUY NOBLE REY DON ALFONSO, HIJO DEL NOBLE REY DON FERNANDO Y DE LA REINA DOA BEATRIZ. Los sabios antiguos, que fueron en los tiempos primeros y hallaron los saberes y las otras cosas, tuvieron [pensaron] que menguaran en sus hechos y en su lealtad si tan bien no lo quisiesen para los que haban de venir como para s mismos y para los otros que eran en su tiempo; y entendiendo por los hechos de Dios, que son espirituales, que los saberes se perderan muriendo aquellos que los saban y no dejando remembranza, para que no cayesen en el olvido mostraron la manera de que los supiesen los que haban de venir detrs de ellos; y por buen entendimiento conocieron las cosas que eran entonces, y 5 buscando y escudriando con gran estudio, supieron las que haban de venir. Mas el des- dn de no querer los hombres saber las cosas, y el olvido en que las echan despus que las saben, hacen perder malamente lo que fue bien hallado y con gran estudio; y tambin por la pereza, que es enemiga del saber y hace a los hombres que no lleguen a l ni busquen los caminos por los que lo conozcan, se propusieron los entendidos, que los apreciaron por sobre todas las cosas y lo tuvieron por luz para alumbrar sus entendimientos y los de todos los otros que lo supiesen, buscar los caminos por donde llegasen a l y lo aprendiesen, y despus que lo hubiesen hallado no lo olvidasen. (...) Porque si no fuera por las escrituras, cul sabidura o ingenio de hombre se podra recordar de todas las cosas pasadas, a no ser que las hallasen de nuevo, que es cosa mucho ms grave? Mas porque los estudios de los hechos de los hombres se demudan de muchas maneras, fueron sobre esto apercibidos los sabios ancianos, y escribieron los hechos de los locos tan bien como los de los sabios, y tanto de aquellos que fueron fieles a la ley de Dios como de los que no, y las leyes de los santuarios y de los pueblos, y los derechos de las clerecas y de los legos; y escribieron tambin las gestas de los prncipes, tanto de los que hicieron mal como de los que hicieron bien para que los que despus viniesen por los hechos de los buenos se empeasen en hacer el bien, y por los de los malos se guardasen de hacer el mal, y por esto fue enderezado el curso del mundo de cada cosa en su orden. De all que si observramos el provecho que nace de las escrituras, conoceramos que por ellas somos sabedores de la creacin del mundo, y adems de los patriarcas, cmo vinieron unos en pos de otros, y de la salida de Egipto y de la ley que dio Dios a Moiss, y de los reyes de la santa tierra de Jerusaln, y del destierro de ellos, y del anunciamiento y del nacimiento y de la pasin y de la resurreccin y de la ascensin de Nuestro Seor Jesucristo; porque de todo esto y de otras cosas muchas no sabramos nada si, muriendo aquellos que eran a la sazn que fueron estos hechos, no dejasen escrituras para que lo supisemos; y por ende debemos amar a aquellos que lo hicieron para que supisemos por ellos lo que no sabramos de otra manera. Y escribieron tambin las nobles batallas de los romanos y de las otras gentes que acaecieron en el mundo muchas y maravillosas, que se olvidaran si en escrito no fuesen puestas; y tambin la historia de Espaa, que pas por muchos seoros y fue muy maltratada, recibiendo muertes por muy crueles lides y batallas de aquellos que la conquistaban, y de las que hacan ellos defendindose; y de este modo fueron perdidos los hechos de ella, por los libros que se perdieron fueron destruidos en el cambio de los seoros, as que apenas puede ser sabido el comienzo de los que la poblaron. Y por ende Nos, don Alfonso, por la gracia de Dios rey de Castilla, de Toledo, de Len, de Sevilla, de Crdoba, de Murcia, de Jan y del Algarbe, hijo del muy noble rey don Fernando y de la reina doa Beatriz, mandamos juntar cuantos libros pudimos tener de historias en que alguna cosa contasen de los hechos de Espaa, y tornamos de la crnica del Arzobispo Don Rodrigo que hizo por mandato del rey don Fernando nuestro padre, y de la del maestre Lucas, Obispo de Tuy, y de Paulo Orosio, y de Lucano, y de San Isidro el mancebo, y de Idacio, obispo de Galicia, y de Sulpicio, obispo de Gascua, y de los otros escritos de los Concilios de Toledo, y de Don Jordn, canciller del santo palacio, y de Claudio Tolomeo, que departi el cerco de la tierra mejor que otro sabio hasta su sazn, y de Dion que escribi verdadera la historia de los godos, y de Pompeyo Trogo, y de otras historias de Roma, las que pudimos tener, que contasen algunas cosas de Espaa, y compusimos este libro de todos los hechos que hallar se pudieron de ella, desde el tiempo de No hasta el nuestro. Y esto hicimos para que fuese sabido el comienzo de los espaoles, y por cuales gentes fuera Espaa maltratada; y que supiesen las batallas que Hrcules de Grecia hizo contra los espaoles, y de las mortandades que los romanos 6 hicieron en ellos, y de las destrucciones que hicieron tambin los vndalos y los si1ingos y los alanos y los suevos que los redujeron a pocos; y para mostrar la nobleza de los godos y como fueron viniendo de tierra en tierra, venciendo muchas batallas y conquistando muchas tierras, hasta que llegaron a Espaa, y echaron de all a todas las otras gentes, y fueron ellos seores de ella; y cmo por el desacuerdo que tuvieron los godos con su seor el rey Rodrigo y por la traicin que urdi el conde don Illn y el arzobispo Oppa, pasaron los de frica y ganaron todo lo ms de Espaa; y cmo fueron los cristianos despus recobrando la tierra; y del dao que vino en ella por partir los reinos, porque no se pudo recobrar tan rpidamente; y despus como la junt Dios, y por cules maneras y en cul tiempo, y cules reyes ganaron la tierra hasta el mar Mediterrneo; y qu obras hizo cada uno as como vinieron unos tras otros hasta nuestro tiempo. ALFONSO X EL SABIO, Primera Crnica General, Prlogo. Extrado de F. SNCHEZ MARCOS (1993): Invitacin a la historia. La Historiografa de Herdoto a Voltaire, a travs de sus textos. Labor. Barcelona. Texto 6. La Historia en la Ilustracin: Voltaire. Tal vez suceda pronto con la manera de escribir la historia lo que ha sucedido con la fsica. Los nuevos conocimientos han proscrito los antiguos sistemas. Se querr conocer el gnero humano con ese detalle interesante que constituye hoy da la base de la filosofa natural. Empezamos a respetar muy poco la aventura de Curcio que cerr una sima arrojndose a ella con su caballo. Nos burlamos de los escudos descendidos del Cielo y de todos los hermosos talismanes que los dioses regalaban con tanta liberalidad a los hombres, y de las vestales que ponan un barco a flote con su cinturn, y de todo ese montn de tonteras clebres de que son prdigos los antiguos historiadores. Tampoco nos satisface mucho que en su historia antigua el seor Rollin nos hable con toda seriedad del rey Nabis que permita a aquellos que le traan dinero que abrazasen a su esposa y arrojaba a aquellos que se lo negaban en los brazos de una linda mueca de un exacto parecido con la reina y armada de puntas de hierro bajo su corpio. Nos remos cuando vemos que tantos autores repiten, uno tras otro, que el famoso Otn, arzobispo de Maguncia, fue asaltado y devorado por un ejrcito de ratas en el ao 698; que unas lluvias de sangre inundaron la Gascua en 1017; que dos ejrcitos de serpientes lucharon cerca de Tournai en 1059. Los prodigios, las predicciones, las pruebas del fuego, etc., ocupan actualmente el mismo rango que los cuentos de Herdoto. Quiero hablar aqu de la historia moderna, en la que no encontramos ni muecas que abrazan a los cortesanos ni obispos comidos por ratas. Se pone gran cuidado en decir en qu da se dio una batalla, y se tiene razn. Se imprimen los tratados, se describe la pompa de una coronacin, la ceremonia de imposicin de un birrete, e incluso la entrada de un embajador, en que no se olvida ni a su ujier ni a sus lacayos. Es bueno que haya archivos de todo a fin de poderlos consultar en caso necesario; y yo considero hoy en da todos los gruesos volmenes como diccionarios. Pero despus de haber ledo tres o cuatro mil descripciones de batallas y el contenido de varios centenares de tratados, encontr que en el fondo no estaba mejor informado que antes. Slo aprenda en ellos acontecimientos. No conozco mejor a los franceses y a los sarracenos por la batalla de Carlos Martel que a los Trtaros y a los turcos por la victoria que obtuvo Tamerln sobre Bayaceto. Confieso que despus de leer las memorias del cardenal de Retz y de la seora de Montevlle, s todo lo que la reina madre dijo, palabra por palabra, al seor de Jersai; me entero de qu forma el coadjutor contribuy a las barricadas; puedo hacerme una idea de los largos discursos que diriga a la seora de 7 Bouillon: es mucho para mi curiosidad es, para mi instruccin, muy poca cosa. Hay libros que me enteran de las ancdotas, autnticas o falsas, de una corte. Todo el que ha visto las cortes, o ha deseado verlas, est tan ansioso de esas ilustres bagatelas como una provinciana de conocer las noticias de su pequea ciudad: en el fondo es la misma cosa, y tiene la misma importancia. Se contaban, bajo Enrique IV, ancdotas del tiempo de Carlos IX. Todava se hablaba del duque de Bellegarde en los primeros aos del reinado de Luis XIV. Todas esas pequeas miniaturas se conservan una o dos generaciones y luego se olvidan para siempre. Sin embargo, se descuida por ellas otros conocimientos de una utilidad evidente y duradera. Me gustara conocer las fuerzas de que dispona un pas antes de una guerra, si esa guerra las aument o las merm. Era Espaa ms rica antes de la conquista del Nuevo Mundo que hoy? Qu diferencia de poblacin tena en tiempos de Carlos V y en los de Felipe IV? Por qu Amsterdam contaba apenas veinte mil almas hace doscientos aos? Por qu tiene hoy doscientos cuarenta mil? Y cmo se sabe esto positivamente? En cunto ha aumentado la poblacin de Inglaterra con respecto a la que tena bajo Enrique VIII? Ser verdad lo que se dice en las Cartas persas de que le faltan hombres a la tierra y que est despoblada en comparacin con los habitantes que tena hace dos mil aos? Es cierto que Roma tena entonces ms ciudadanos que hoy. Confieso que Alejandra y Cartago eran grandes ciudades; pero Pars, Londres, Constantinopla, el gran Cairo, Amsterdam, Hamburgo, no existan. Haba trescientas naciones en las Galias, pero esas trescientas naciones no valan lo que la nuestra, ni en nmero de habitantes ni en industria. Alemania era un bosque: hoy est cubierta de cien ciudades opulentas. Parece como si el espritu crtico, cansado de perseguir nicamente detalles, hubiese tomado por objeto el universo. Se proclama sin cesar que este mundo est degenerado y se quiere, adems, que se despueble. Cmo!, Tendremos que echar de menos los tiempos en que no haba camino real de Burdeos a Orleans y en el que Pars era una pequea ciudad en la que las gentes se degollaban entre s? Por mucho que se diga lo contrario, Europa tiene hoy ms hombres que entonces y esos hombres valen ms que aquellos. Dentro de pocos aos se podr saber a cunto asciende la poblacin de Europa; porque en casi todas las grandes ciudades, se publica el nmero de nacimientos al cabo del ao, y basndonos en la regla exacta y segura que acaba de establecer un holands tan hbil como incansable se conoce el nmero de habitantes por el de nacimientos. Aqu tenemos ya uno de los objetos de la curiosidad del que quiere leer la historia como ciudadano y como filsofo. Estar muy lejos de limitarse a este conocimiento; tratar de averiguar cules han sido el vicio radical y la virtud dominante de una nacin; por qu ha sido dbil o poderosa en el mar; cmo y hasta que punto se ha enriquecido desde hace un siglo; los registros de las exportaciones pueden decrnoslo. Querr saber cmo se han establecido las artes, las manufacturas; las seguir en su paso y en su vuelta de un pas a otro. En fin, los cambios en las costumbres y en las leyes sern su gran tema. Se sabra as la historia de los hombres en vez de conocer una pequea parte de la historia de los reyes y de las cortes. Leo en vano los anales de Francia: nuestros historiadores callan sobre todo estos detalles. Ninguno ha tenido por divisa: homo sum, humani nil a me alienum puto [hombre soy, nada humano juzgo ajeno a m]. Sera pues preciso, me parece, incorporar con arte esos acontecimientos tiles a la trama de los acontecimientos. Creo que es la nica manera de escribir la historia moderna como verdadero poltico y como verdadero filsofo. Ocuparse de la historia antigua es, me parece, amalgamar algunas verdades con mil embustes. Esa historia slo puede ser til de la misma manera que lo es la fbula: para los grandes acontecimientos que constituyen el tema perpetuo de nuestros cuadros, nuestros poemas, nuestras conversaciones y de los que se sacan ejemplos de moral. Hay que conocer las proezas de Alejandro como se conocen los trabajos de Hrcules. En fin, esa 8 historia antigua me parece, con respecto a la moderna, como lo que son las viejas medallas en comparacin con las monedas corrientes; las primeras permanecen en las vitrinas de los gabinetes; las segundas circulan por el mundo para el comercio de los hombres. Pero para emprender semejante obra se precisan hombres que conozcan algo ms que los libros. Hace falta que sean estimulados por el gobierno, tanto, por lo menos, por lo que harn como lo fueron los Boileau, los Racine, los Valincour por lo que no hicieron; y que no se diga de ellos lo que deca de aquellos caballeros un alto funcionario del Tesoro Real, hombre de mucho ingenio: Todava no hemos visto de ellos ms que sus firmas. VOLTAIRE, Nuevas consideraciones sobre la historia. Extrado de F. SNCHEZ MARCOS (1993): Invitacin a la historia. La Historiografa de Herdoto a Voltaire, a travs de sus textos. Labor. Barcelona. Texto 7. La concepcin materialista de la Historia segn Karl Marx. Mis investigaciones dieron este resultado: que las relaciones jurdicas, as como las formas de Estado, no pueden explicarse ni por si mismas, ni por la llamada evolucin general del espritu humano; que se originan ms bien en las condiciones materiales de existencia (...); que la anatoma de la sociedad hay que buscarla en la economa poltica (...). El resultado general a que llegu y que, una vez obtenido, me sirvi de gua en mis estudios, puede formularse brevemente de este modo: en la produccin social de su existencia, los hombres entran en relaciones determinadas, necesarias, independientes de su voluntad; estas relaciones de produccin corresponden a un grado determinado de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de produccin constituye la estructura econmica de la sociedad, la base real, sobre la cual se eleva una superestructura jurdica y poltica y a la que corresponden formas sociales determinadas de conciencia. El modo de produccin de la vida material condiciona el proceso de vida social, poltica e intelectual en general. No es la conciencia de los hombres la que determina la realidad; por el contrario, la realidad social es la que determina su conciencia. K. MARX (1978): Contribucin a la crtica de la economa poltica. A. Corazn. Madrid. Extrado de E. MORADIELLOS (1992): Las caras de Clo. Introduccin a la Historia y a la Historiografa. Universidad de Oviedo. Servicio de Publicaciones. Oviedo. Texto 8. La Historia de gnero. En los ltimos aos se han desarrollado los debates e investigaciones sobre historia de las mujeres. Sin duda el feminismo haba reivindicado desde tiempo atrs los derechos de la mujer y haba denunciado las mltiples formas de explotacin que el sector femenino de la humanidad ha sufrido a lo largo de la historia. Hubo historiadores como Michelet, que en el siglo XIX se atrevi a escribir que las relaciones entre los sexos eran uno de los motores de la historia. La historiografa cientfica ha admitido la funcin-clave de la mujer en la familia, como unidad de produccin en otros tiempos, como unidad de consumo siempre y como primer factor ideolgico en la formacin del nio. La historia historizante supuso un freno para la historia de las mujeres porque reduca el papel de stas al marco de la vida poltica y de la vida cotidiana. Por su parte, la escuela de los Annales atrajo la atencin de los historiadores a los temas econmicos y 9 sociales (y en este sentido al trabajo femenino). Por fin se lleg a otra faceta, el estudio del cuerpo gracias a los trabajos sobre esclavitud femenina, prostitucin, etc., y se lleg a estudiar los trabajos especficamente femeninos y condiciones como las de las sirvientas y las amas de casa, llegando hasta lo que podamos llamar el piso alto: la mujer en la literatura, la ciencia y la poltica; as se ha podido llegar a definir los rasgos de una cultura femenina. Una conclusin de estas investigaciones es que la diferencia de sexos como tema histrico debiera transformarse en el estudio de la realidad dialctica de las relaciones en un esfuerzo de comprensin de la historia total. A fines del siglo XX se ha elaborado el concepto de gnero, que trata de sacar a la mujer de la oscuridad en que ha sido mantenida por el androcentrismo histrico. El sistema de sexo-gnero como nuevo concepto fue expuesto en 1975 por la antroploga Gayle Rubin. El gnero sera una construccin sociocultural superpuesta al sexo bilgico; segn lo que ste fuera le correspondera una funcin social, un mbito de actuacin, unas valoraciones y normas de comportamiento y una identidad diferente: femenina o masculina. El sistema de relaciones entre mujeres y hombres estara establecido segn la conformacin que se hubiera dado a los gneros en cada sociedad concreta y podra variar de una a otra. Las investigaciones sobre la experiencia histrica de las mujeres han llegado, en los ltimos aos, al estudio del mbito privado y del pblico en la mujer. Fcil es comprender cmo va apareciendo cada vez ms este inmenso territorio de la historia que durante siglos fue olvidado o silenciado. M. TUN DE LARA (1981): Por qu la historia. Salvat. Barcelona.