Bolivia-Un País Muerto

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Bolivia:¿Un país muerto?

Luís Carlos Paravicini *

Con la libertad de expresión y opinión que, en teoría nos garantiza la CPE, al igual
que muchos ciudadanos, antes y ahora, expongo mis reflexiones sobre un país y
un estado nacional que nunca terminó de nacer pero que, en mi percepción, hoy
está muerto.

En qué momento y circunstancias se produjo el golpe mortal, quiénes son los


principales responsables, cuáles las causas que nos llevaron al desenlace mortal,
fue una muerte súbita e imperceptible o producto de una larga y penosa agonía?.

Son muchas y complejas interrogantes que han pretendido ser explicadas de una
y mil maneras y sobre cuyos detalles resulta irrelevante seguir debatiendo, para
indagar más bien en las causas de fondo, en las actitudes, comportamientos e
intenciones y explorar las posibilidades reales de crear uno o varios países para
las células vivas que aún habitan este organismo muerto.

En momentos en que se evidencia una grave crisis política, social y económica,


resulta absurdo seguir pensando en soluciones que pasen por cumbres políticas,
reencuentros, diálogos o milagros que, ya se ensayaron en muchas ocasiones y
no resolvieron nada en forma sostenible y duradera.

En un escenario ficticio y falso, con muchas y cambiantes instituciones y toneladas


de leyes de papel, hay elementos objetivos que nos permiten descreer en la
resurrección o refundación de un país, inviable no por las formas, que en muchos
casos son las correctas y adecuadas, sino en los contenidos, en los hechos reales
y verificables y en las condiciones y condicionantes que arrojaron a la gente de
carne y hueso de todo un país al más profundo de los abismos.

¿Qué reencuentro se puede esperar entre los componentes de un sistema


corrupto, prebendalista, abusivo y excluyente, en el que los políticos de ayer y de
hoy, para quienes ya son escasos los adjetivos negativos, que ofrecen todo y no
cumplen nada, que usan el poder para engañar, saquear impunemente las arcas
fiscales, enriquecerse groseramente y endeudar al pueblo a nombre del país,
distribuirse pegas entre sus amigos, cómplices y familiares?.

Si fuera cierto el 10% de los grandes logros que pregonan en sus gigantescas
campañas publicitarias, seguramente Bolivia estaría muy próxima a los niveles de
desarrollo de los países del primer mundo y no necesitaríamos cumbres, diálogos,
reencuentros ni pactos.

Por otra parte, una sociedad que tiene a más del 80% de su población en el más
absoluto desamparo y subsiste en condiciones de miseria infrahumana, con
cientos de miles de niños trabajadores, (en las minas hay 120.000 niños
trabajando), que viven en las calles mendigando, que se alimentan de clefa y

Escrito en 1993, pero sigue igual en el 2010 
 
prostitución, que viven en cárceles por delitos que pueden o no haber cometido
sus progenitores, que no tienen acceso a los servicios básicos, cuyo presente es
una pesadilla y que han perdido el futuro irremediablemente, para quienes no
existen derechos humanos ni de ninguna naturaleza, pues mientras no logren la
hazaña de llegar a la edad de ser electores, no son atractivos ni interesan a los
políticos, a los partidos, ni siquiera a las elegantes y ponderadas instituciones que
supuestamente defienden los derechos humanos.

¿Qué milagro tendría que acontecer para que un nuevo pacto o contrato social
vaya a cambiar en algo una realidad que no pudo modificarse con 18
Constituciones, que los poderosos de turno siempre las (in)cumplan según sus
intereses corporativos o personales y solo nos vendan ilusiones que el pueblo
debe pagar en género y en especie?.

El cambio formal en el origen de los representantes nacionales, sólo le ha dado un


toque exótico a algunas instituciones democráticas, pero son distintas personas
que asimilan rápidamente las viejas mañas de quienes les precedieron. El Estado
está organizado en base a tres Poderes, teóricamente independientes y que
deben trabajar sobre la base de la coordinación, pero, en la práctica, solo existe,
manda y decide el Poder Ejecutivo, es decir, el Presidente y su entorno, los otros
dos son meros apéndices formales que levantan la mano o suscriben las
sentencias que les instruye el ejecutivo, en forma sumisa y servil.

La sociedad boliviana en su conjunto atraviesa por una gran crisis de valores. Más
allá de cuestiones étnicas, culturales o de cualquier otra índole, hay una fractura
irreversible entre el mundo occidental y oriental, en la que virtualmente es
imposible encontrar puntos de encuentro, ni siquiera de coexistencia.

Se ha ensayado un mentiroso sistema de descentralización, que en la práctica se


ha reducido a un miserable proceso de desconcentración administrativa, que, en el
mejor de los casos, alcanza niveles de contabilidad fiscal desconcentrada, pero
igual o más centralista que la existente anteriormente.

El país está quebrado, según afirmaciones del propio Presidente de la República.


El sistema financiero está al borde del colapso, con una mora que en conjunto
supera el 30% y va en aumento. Los créditos incestuosos (vinculados directa o
indirectamente entre los propietarios y allegados, han encontrado nuevas y
exitosas fórmulas para burlar la fiscalización de la Superintendencia de Bancos).

Las Mutuales y Cooperativas son de todos y de nadie y así administran sus


inversiones y recursos. Los grandes medios de comunicación (para nuestro
mercado) responden a los intereses políticos, empresariales y corporativos, sin los
cuales muchos de ellos no serían sostenibles. Los periodistas tienen que
responder a la línea (léase instrucciones) del medio, o quedarán fuera del circuito.
Sus remuneraciones son tan bajas que sería iluso pensar en un desempeño
imparcial, independiente y objetivo.

Escrito en 1993, pero sigue igual en el 2010 
 
Se distinguen claramente tres niveles: el primero, que responde a los intereses de
todo tipo de los propietarios de los medios, el segundo, subordinado al primero, de
la Dirección y Redacción y el tercero, de los periodistas, el más vulnerable y
supeditado a los dos anteriores. Los periodistas y líderes de opinión pública que
han incursionado en política, cada vez nos demuestran que lo que pregonaban
locuaz y elocuentemente con su palabra, su discurso o su carisma, cambiaba
radicalmente cuando accedían a ese poder con el que muchas veces eran
ácidamente críticos.

El caso más patético y grave por sus connotaciones y trascendencia, se da con el


actual Vicepresidente de la República. En base a un ridículo Poder que le otorgara
el entonces candidato a la Presidencia para luchar contra la corrupción, creó una
Unidad Técnica que, en cuanto a la corrupción, se ocupó de minucias que llegaron
a hacer llorar a más de un diputado, pero, básicamente, se dedicó a denunciar y
acusar, al más puro estilo del mal periodismo, sin pruebas ni facultades, a rivales
del régimen o a personas de capa caída, mientras omitía o se hacía el de la vista
gorda en casos grandes de corrupción que se presentaban en sus narices.
(cuoteos, caminos, LAB, Capitalización, gastos reservados, muertos, detenidos y
perseguidos, estafas en los Fondos, cobros ilegales, Reforma Educativa,
permanentes y reiteradas violaciones a la Constitución, que constituye la suprema
forma de corrupción, etc.).

Más allá de cuestiones éticas o de su ineptitud para liderar al Congreso Nacional,


más allá de un Vicepresidente que, hasta ahora es de lo peor que ha conocido el
periodo democrático, resulta trágico su afán de controlar temas estratégicos como
el Servicio Nacional de Caminos o la Reforma Educativa, fabricando catástrofes
imaginarias o sobredimensionadas, sugestivamente en proyectos millonarios. Por
cierto, su canal televisivo PAT, no solo ha superado su déficit económico, sino que
ahora se ha fortalecido y pronto estará compitiendo con CNN, total las arcas del
Estado y el Poder sí hacen milagros.

Todo esto resulta más lamentable al contribuir a que los medios de comunicación
que, más que respeto y credibilidad, generan temor, desorientación e
incertidumbre y que, como ya se han constituido en el Poder sobre el Poder, salen
en defensa o en ataque irreductible de sus afiliados. ¿Cómo es posible que entre
los propios periodistas se lancen adjetivos o juicios de valor categóricos, como
sostener que unos son intachables, de ética indudable, mientras otros son
igualmente descalificados, cuando debería ser la opinión pública la que la que
pueda, por lo menos, apreciar las conductas y actitudes, los errores y aciertos, dar
o no credibilidad a los medios o a los periodistas o a cualquier persona en función
pública?.

La Iglesia y los organismos defensores de derechos humanos solo aparecen


cuando hay grandes y espectaculares conflictos o muertos (ya los tenemos por
centenares) y, paradójicamente, mientras más son los apresados, torturados,
secuestrados o asesinados, menos son los responsables, mayor es la impunidad y
el gobierno de turno tendrá el aval (incluso con organismos internacionales) para
Escrito en 1993, pero sigue igual en el 2010 
 
lograr convenios, acuerdos y pactos, en los que, como si no hubiera pasado nada,
se ofrecen compensaciones o resarcimientos que casi nunca se cumplen (¿quién
puede resarcir la pérdida de una vida humana?), nunca hay responsables, solo
quedan los grandes titulares, las fotos y los videos de los heroicos actos de
mediación.

Fariseos de salón. Todos los días y de una y mil maneras se violan los derechos
humanos, se ultraja, se abandona y se hace sufrir lo insufrible a cientos de miles
de personas, pero esto pasa totalmente desapercibido en los elegantes salones,
en los que la aristocracia y plutocracia criollas compiten por sobresalir y exhibirse
sin ningún pudor en actos sociales de una elite que, turnándose en oficialismo u
oposición o repartiéndose cargos e instituciones, lleva un nivel de vida que no
tiene nada que envidiar al que se desarrolla en las principales capitales del
mundo.

Las universidades públicas y privadas lanzan muchedumbre de profesionales, la


mayor parte para actividades cuyo mercado está por demás sobresaturado,
creando títulos superiores, como masterados y doctorados, sin que la formación
condiga con los nuevos y lucrativos negocios de la educación superior.

Sin embargo, los grandes responsables de toda esta tragedia política y social,
somos los propios bolivianos, que incapaces de reaccionar, adoptamos posiciones
pusilánimes, carentes de solidaridad, indiferencia total ante los problemas que
afectan el bien común, falta de civismo y amor por el terruño, un no importismo
absoluto y un silencio cómplice casi sadomasoquista y socialmente suicida.

Por ello, el o los países que tengan que crearse sobre el descalabro y los restos
mortales de lo que quiso y no pudo ser Bolivia, requiere un profundo cambio de
actitud en las personas, para que se establezcan instituciones sólidas, eficientes y
que funcionen efectivamente, un reordenamiento territorial y administrativo total,
pero sobre todo, que se respeten y cumplan las leyes, a las cuales deben
someterse gobernantes y gobernados para tener un verdadero estado de derecho

Mientras estos supuestos básicos no se den plenamente, es inútil hablar de


democracia, institucionalidad, pactos, constituyentes, constituciones o leyes..

Escrito en 1993, pero sigue igual en el 2010 
 

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