El Libro de Los Terremotos - Alverto de Mari

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ALVERTO DE MARI

EL LIBRO DE LOS TERREMOTOS


ALVERTO DE MARI
EL LIBRO DE LOS TERREMOTOS/ 1ERA EDICIN
AO 2014
Contacto con el autor:
alberto.de.mari@hotmail.com
http://www.facebook.com/alberto.demari
Contacto con la editorial:
la.confusion.esta.clarisima@hotmail.com
Facebook: Michaux Editorial
Arte de tapa: Alverto De Mari
Edicin: Alverto De Mari
Michaux Editorial
EL LIBRO DE LOS TERREMOTOS
7
E
n la jaula uno puede gozar de las ms absolutas liberta-
des.Se puede dormir como se quiera, se puede comer
como se quiera, se puede beber como se quiera. Nada
ms.
El resto suele depender de la contorsin que tenga el pjaro.
8
I
La sangre que duele es la que no se ve.
II
La gloria de tu nido,
bajo el manto del sueo,
levanta las arenas,
del movimiento incontrolable.
En el asqueroso acento,
las manos parecen dormir.
Guardan consigo el lmite,
que separa el clima de la tierra.
III
Barrido espacial, nocturno, la bestia caza al ave molusco sin es-
pera. El pensamiento se debate cruelmente entre dos realidades
de desierto. El gemido frente al rbol es la miel. Las realidades
como colores opuestos abarcan la dimensin del ocano sin la
conciencia del agua.
Por qu se infama un nido?
IV
Por cada mujer desnuda en la selva hay dos cocodrilos que ya identi-
fcaron a su cazador. Cuando la mujer se viste son intercambiadas
las pieles. La mujer recobra su piel de tronco de rbol mientras los
cocodrilos adquieren la piel de un gusano.
Los siglos de cobarda han profundizado este intercambio, sin
justifcacin alguna. La sombra que domina el alcance de los ra-
yos solares no explica nada. Por cada mujer volando hay un juez
desnudo.
9
V
Diferencias y dictaduras.
Dichos y diarios.
Distancias y das.
Dimensiones y diamantes.
Dinastas y divinidades.
Dialectos y disfunciones.
Dioses y diablos.
Di y di.
Des e ies y des e ies.
VI
Realmente era asombrosa la manera en que las cosas se le esca-
paban de la memoria en menos de lo que dura un fsforo pren-
dido. Un conjunto de palabras con una armona casi perfecta, los
cultivos mentales que cualquier Dios hubiera utilizado para crear
otros mundos; todos muertos en el espacio y en el tiempo.
Nada poda preservar, ni siquiera con la conciencia de saber que
aquello podra otorgarle una especie de libertad interior que lo
librara de quin sabe qu tormentos, ninguna motivacin servia
para entender aquella especie de condena; la del instante.
VII
Las pulgas de la especie
me devoraron antes de que nazca.
No hay esperanza en la fragilidad,
ni rencor en lo dorado.
Atesoro de mil formas,
las palabras que pensaba,
cuando an no tena lenguaje.
Como un sueo que no recuerdo,
como un banquete que no envejece,
hay un nido gigante en el que nunca entr
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y en el que an me divierto,
sin haberlo habitado.
El me reconoce y yo lo reconozco.
Nos gusta ser ajenos, mutuamente.
Mutuamente, en la distancia,
estamos uno dentro del otro.
VIII
Gira el amor en tu cintura y en tu montaa.
En el anillo santifcado de sangre rabiosa.
El cielo es tu cuerpo pegado a un cuerpo.
El cuerpo es el cielo pegado a tu nombre.
IX
Soy esa pierna deshuesada a la que
le siguen arrancando pedazos.
Ese poema etlico y musical carente de historia.
Es realmente hermoso pertenecer a lo horrible.
Porque eso somos.
Lo horrible.
Realmente hermoso.
X
Esto no es mo.
Esto que estoy escribiendo es una repeticin
de los seres de abajo.
Yo los conecto.
Los reproduzco.
Yo soy toda oreja arenosa,
fruta que asiste al coito.
11
N
acemos como un color, pero no es sufciente. Nece-
sitamos el mamarracho, manchar, mezclarnos, creer
que el tono es eterno. El tiempo desgasta y cansa, cree-
mos necesario dejar algo, es necesario perdurar. Nos colgamos
del pincel, queremos que nos vean, el nico sueo es el museo.
Luego de mucho esfuerzo somos el cuadro perfecto, la obra ma-
ravillosa, la slida consolidacin de nuestro anhelo. Nunca ter-
mina de alcanzar, brillamos exteriormente. Requerimos el vidrio
que nos aleje del polvo, la seguridad del marco, el apoyo de una
cmoda pared y ser sostenidos por un clavo.
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XI
Han sido das complicados.
Das de aire con candado.
Una sombra rebelde ha roto el marco de la supervivencia.
Los elefantes han adelgazado.
La leche volvi a la vaca.
Las manos se refugiaron en los codos,
la arena en el mar.
El colapso es la paciencia que cuenta granos de tiempo.
Ahogada con semillas negras,
una estatua sin labios,
recita la historia del instante.
XII
Lo mejor sale de nuestras manos.
Podras desmentirlo?
tatelas al suelo y dime en qu te ayudan los ojos.
En qu te ayuda la vida si eres como la espuma
de un sonido diminuto?
Ven, llvate el cuerpo y lo que sobra de una despedida.
Procura no volver a comer delante de un nido
y no me preguntes el porqu.
Simplemente no lo hagas.
La fja atencin de la voluntad tiene el men para nosotros.
Hemos devorado fuera de horario el secreto de la tierra.
XIII
Me dijeron que el origen era Brasil.
Tena un tono lila fuerte.
Desde el sitio de las montaas ha descendido a la ciudad
para ver morir nuestro amor.
Pasando sus das junto a libros nunca ledos,
libros re ledos y lpices rotos, nos ha visto
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olvidar el tiempo, comer madera , limpiar vacos.
Desaparecida y brillante, quieta y siempre sola,
la piedra nos ha visto hacer el amor
y nos ha visto hacer el odio.
Ha visto el derrumbe de las mesas.
El quebrar de las sillas.
La muerte del encanto.
Ms de una vez habr adivinado el grito contenido,
que se sube a los ojos, para liberar el llanto.
Hoy ya no hay ella.
Hoy ya no hay piedra.
Solo un enorme basural, en el que descansa todo.
XIV
Me meto con una lupa en la boca del caballo que me regalan
para ver si estn en buenas condiciones sus dientes. Prefero el
centenar de pjaros que vuelan alrededor mo al aplastado pjaro
que tengo en la mano. Negare para siempre la ayuda de Dios al
madrugar. Sin embargo todava no he trascendido, ya que sigo
prefriendo las malas compaas que a la soledad.
XV
Para que el lenguaje sea completo deben existir palabras que sean
recorridos. Abajo y arriba no signifcan nada sin el recorrido. El
llegar y el irse no son lugares posibles sin el recorrido. Una pala-
bra que rena todas las direcciones. Para que el silencio sea rico
debe haber an ms palabras dentro de las palabras. Hoy, el tiem-
po no quiere perderme.
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Una vivencia es un soldado que se acumula
en mltiples agujeros.
Un soldado es una partcula del ala de una mariposa
en el momento de nacer.
Nacer es como la soledad pero an ms grande.
La soledad es un soldado que no se rinde.
La rendicin es el rbol en el que uno muere.
La muerte es el mono de los pantanos petrifcados.
La piedra es la apariencia ltima.
Lo ltimo es la concentracin del blan-
co que devora todo sentido.
El sentido es el de los libros quemados en los incendios
que no necesitan agua.
El agua es el libro.
El libro es una bandera desconocida.
Desconocidas las patas de la mesa.
La mesa donde el juez devora los principios.
Principio de furia, descanso de la arena.
La arena es el prximo cuerpo.
El cuerpo de tiburn devora minutos.
Minutos de revolucin en el desierto.
En el desierto la verdad es insufciente.
La verdad es la de los ojos reventados.
Ojos con silueta de pjaro.
Pjaros con las bocas del vaco.
Vaco de espectculo.
Espectculo de cortinas viejas e iluminadas.
Iluminacin de lienzo sembrado lejos.
Lejos como todo.
Todo es lejos.
15
XVI
Con el violn en los brazos,
l asesinaba su herida,
para iniciar la batalla.
Insectos del aire sobre las melodas.
Cada orgasmo posea una cuerda con alas.
Los parpados bailando las melancolas,
recordaban al fn de la msica.
Cuando termino el concierto
todos corrieron a abrazar al msico;
mientras, el violn se suicidaba,
muerto de celos, en el viejo teatro.
Antes de morir dejo una nota que deca as:
el que no ve en mi mas que un puente ser
castigado con una sordera atroz que yo, desd
la lejana suministrare y controlar
El msico jams volva a subirse a un escenario,
ni a tocar el violn.
l ahora es Luthier.
XVII
Hay cosas buenas que terminan mal.
Desiertos que devienen en parasos.
Excrementos que fortalecen la tierra.
Estn los que se paran frente a un espejo y enloquecen
y estn los que ensayan la vida con l.
Estn los que se preguntan si preferen un mundo ciego
o uno con los ojos vendados.
Esta cada loco con su chaleco de debilidad.
Estn los gatos que mallan fuerte y mi voz para callarlos.
Esta el silencio de los que saben que va a pasar
y esta el grito de los que no saben qu hacer.
16
E
l dolor , al contrario de lo que muchos piensan, no es un sen
timiento, ni un estado, ni una sensacin, ni un cncer, ni
un alma, ni un error, ni un tajo, sino que es un cuerpo.
Puedo ver sus bocas volcando sus infnitas lenguas sobre mi piel
paralizada que lo recibe con sus mejores muecas, las muecas de
la aceptacin. Todo lleva a creer que si tiene bocas, tiene pala-
bras, pero no es as. El dolor emite los discursos del movimiento
en absoluto silencio. Nuestras palabras le alcanzan y le sobran al
dolor para mantener su temblor de brjulas gritando. Su arsenal
de evolucin intensa no cede mas que con el olvido, estrangula-
do continuamente por el dolor, cuando este, alcanza sus mximas
iluminaciones. Tarde o temprano, este cuerpo es expulsado de no-
sotros, de manera automtica, no sin antes dejar huellas gigantes
que, sino se barren a tiempo, sern vientre de los cuerpos por venir
.
17
XVIII
Dios o Diablo.
Cualquiera de los dos.
Por favor dganme algo que preciso saber.
No represento peligro mas que para mi mismo.
Mis rganos ya reconocieron la esclavitud.
Para moverme debo pedirle permiso a esa cosa que uno de ustedes
puso en m.
Mi conciencia esta sobre todo instante que atravieso.
Solamente vivo para saber en que consiste tu cielo, demonio.
Toda mi potencia ha sido aniquilada por el inferno de este Dios
silencioso y payaso.
Necesito saber los ngulos que posee esta tortura.
Los universos que entran en una sola for.
Pero por sobre todas las cosas, si alguna de sus voces se oye como
sta, que me habla desde el comienzo.
XIX
Nunca leas poesa a una de esas personas BUENA GENTE. Esos
correctos y superfciales que esquivan las profundidades por mie-
do, fngirn compasin y admiracin por no saber que decir y
pronto te desplazaran de su mapa. Para ellos la vida es la imagen
reventada y espectacular de la vida. Aparentar les es tan indispen-
sable como respirar . La poesa es para ellos, la destruccin, inen-
tendible, del hombre. La examinan y buscan entenderla, como se
entiende una suma, como se entiende una resta. No uses nunca
una palabra prohibida porque tu poesa pasara a ser peligrosa,
amenazante y nociva. Venenoso, maldito, irracional y loco sern
las palabras que vendrn a justifcar el tipo de vaco que llevan
consigo, el qu no construye, ni destruye nada.
18
E
n un ocano abandonado-COMO TODOS LOS OCEA-
NOS LO ESTN-uno puede encontrar la palabra que lo
salve de las tierras.
La difcultad yace en las ubicaciones exactas de estas palabras que,
desperdigadas a lo largo y a lo ancho de los ocanos, juegan a en-
loquecernos.
El hombre, ante tamaa difcultad, pide ayuda a los peces. Estos
la niegan argumentando que no se atreven a meterse con ellas,
que no las necesitan y que as como estn, es mejor. El hombre no
acepta la negativa y arroja furiosamente las redes al mar, tal es su
espritu de revancha. As ha pasado la historia, de revancha en re-
vancha, pero sin hallar ninguna de estas palabras. Sobre l, y hasta
que ste deje de existir, caer la tremenda venganza de los peces y
sus aliadas, las invisibles.
19
XX
Se cumpli mi deseo
La humanidad parece haber sido eliminada absolutamente
del planeta Tierra.
No quedan ni los huesos.
No hay indicios de hambre.
No hay indicios de pensamiento alguno.
Del hombre solo quedan los refugios,
que se irn apagando,
como un perro de la calle se deja morir,
al perder su compaa.
La respiracin del mar ha vuelto a su ritmo primitivo.
El silencio dejo de ser una afona perfecta.
Solo existe un gran problema del que recin ahora me percato:
quin esta escribiendo esto?
XXI
He soado con cuchillos.
No cuchillos de nio.
No cuchillos de paz.
Estos eran grandes cuchillos.
No queran mis zapatos ni mis pelos.
No queran mis tatuajes ni mis uas.
Ellos quisieron lo que yo jams hubiera deseado que quieran.
XXII
En el grito de la soltura las paredes pierden, pero, qu es lo que
pierde una pared? A qu nueva defnicin pertenece lo que pier-
de una pared? Es fcil reconocer la perdida ante lo muerto, lo
perdido, lo pronto a olvidar, pero qu fue eso que vimos caer
sin ver?, esa ilusin de residuo?, qu parte de mi miseria, qu
parte de mi locura, qu parte de mi cueva, se lleva este sudor del
espritu? No poseo defensa contra esta cumbre, que no conozco.
20
E
l universo y sus derivados.Yo derivo del inferno que
nada tiene y de la nada que todo guarda, como un paraso
sin ventanas, como un universo cerrado. A la libertad le
quitare el fuego para dejar la madera negra y la ceniza blanca. Con
esa madera construir el inferno que refugiara al ngel del universo
que todo guarda pero que nada tiene. Si un Dios me hablara me
quitara el espacio para orlo. Lo recibira degollado, con el ombligo
atento y la nada armada. El arma seria invisible como el cielo y
spera como un silencio. Le dara mi lengua como discurso futuro
y le preguntara por la continuidad del fn.
21
Caminan en mi sangre.
Rindose, conmigo, para m, por m.
De la risa y de la risa.
Testeando la sal.
Impidiendo la extensin de su derrota.
Critican mis huellas con la tirana de sus formas.
Violentas, violetas, rojas luminosas.
He sobrevivido.
He llegado,
al ultimo orden de las texturas,
a las ltimas gotas del orden.
En mi cielo privilegiado con perros
que portan coronas de voces que ladran
y me apuntan con risa,
creo que he muerto.
El reemplazo en el espejo me lo niega,
pero yo deseo creerlo.
Aunque me lo prohban con la muerte,
que yo defendo con la risa,
que se escuda tras los dientes,
de un viejo dominio,
que ya es de los otros.
Lo mejor que puede hacer Dios
es liberarnos a todos.
22
XXIII
No soy esclavo, puedo decrtelo.
Me puedes or.
Al menos en el sentido mas drstico de la palabra.
Mi tipo de esclavitud no es fsica.
Tengo la libertad de hacer lo que quiera,
si es que realmente as lo quisiera.
Todos los obstculos que uso como
excusa de mi cobarda,
no serviran si yo as lo deseara.
Algo ms fuerte que una cadena.
Algo ms doloroso que un ltigo.
Algo ms destructivo que una orden.
Es la discapacidad.
La discapacidad REAL.
XXIV
Toco el arpa para este gento que dice ser mi pueblo.
El gento que dice ser mi pueblo toca el arpa para m.
El sonido devuelto me produce demencia. A ellos mi msica los ha
despertado. No se si es por la meloda en si o por el hecho de que la
he tocado sin tener ningn tipo de contacto con ella.
Ahora estoy sentenciado a muerte por el grave delito de alterar los
nimos.
Ni el silencio supo defenderme.Apelare la condena, no puedo que-
darme de huesos cruzados. Alegare extrema demencia y EXCESO
DE SUEO. Se que me absolvern y que adems me regalaran
una almohada nueva.
23
L
a carne podrida expresa su paisaje Qu se pierde
en la bsqueda de la nica ventana que abre las alas
para cerrar los ojos? Piedras de corazn profundo
y luz santa. Estaciones sin lengua girando alrededor de un
vestido de fuego. Conexin directa con el nervio, sangre en
blanco asustada y al mismo tiempo dormida. Beso de isla sin
tesoro, de gigante sin visin.
Es el capricho de un orgasmo, ceder a la lentitud del cuerpo,
a unas manos frmes que abracen como un loco sabe hacerlo.
La nada convoca a los balcones desesperados, a los cantos
de enfermo recin nacido. Los cantos de virginidad pasan r-
pidamente a formar parte de un animal hermoso y lujurioso.
En la cada del agua, las sienes impactan dbilmente, con
un azar lento que hace sospechar a cualquier ri o mar. Las
victimas del mar por fn rezan. Hermosa eres y hacia la her-
mosura vas, grita la oracin. La vulgar ovacin a ti te humi-
lla, pequea hormiga, princesa de la demencia de toda era.
Sabes del enojo, por eso en tus fulgores nocturnos hay algo
de cucaracha, de medusa. Los labios de tu ausencia como
un castillo nuevo que an no conoce la guerra ni la infni-
dad de espejos circundantes que por no escapar de tu cuello
rosado,se quiebran intactos.
24
XXV
Cinco ngeles comenzaron a aparecer frecuentemente en mis sue-
os, luego empezaron a aparecer en mis cuadros.
Fugazmente aparecan y desaparecan sin que pueda intentar cosa
alguna. Luego en mis muebles, en mis ropas, en los juicios con mi
sangre.
Los ngeles estaban en todas mis posesiones y abstracciones.
Eso duro un tiempo.
Un da los cinco murieron en un accidente.
En mis posesiones no aparecieron ms.
XXVI
An conservo la maravillosa facultad de ver a travs de las hojas de
los rboles. All, en los espejos contrarios al miedo, la existencia es
un color que contiene todos los movimientos. All los planetas no
sangran y nadie sabe de nosotros.
Nunca veo ms de un tiempo determinado, que casi siempre es
corto. No resisto ms que unos momentos aquella belleza inalcan-
zable. Los ojos se me cierran volvindose agua triste. No acepto las
palabras que el contraste me genera, irme tan lejos es un llamado a
la locura. Aunque conservo muchas dudas al respecto, se que nadie
nos observa como yo observo all dentro. En ese infnito que no
habito en ningn sentido.
Yo tuve un infnito una vez, me acuerdo perfectamente de ello. Lo
llore incesantemente cuando sal del vientre. Nadie me entendi,
all dentro se haba quedado y quera regresar a buscarlo; no me lo
permitieron. Pas el tiempo y fui olvidndome de aquel infnito,
que se muri de tanto esperarme.
XXVII
La libertad permanece abolida desde que el hombre oriento el
humo de los juguetes mecnicos.
Ella, pura e intacta, deja su huida a merced de la carne.
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Los lmites delgados en los que ella desaparece crean el tejido don-
de los muertos delinean su ciencia
XXVIII
Los himnos suenan todo el da sobre las plazas donde los infantes
juegan con custodia.
Las alas de la ciudad se han cerrado sobre los corazones que han
perdido el susto para conservar la herramienta.
Las orejas me laten.
Los huevos me han develado el contenido,
aun sin romperse.
XXIX
Hemos vista la astucia
de los cielos enormes,
girar con la furia de un sol callado.
Hemos visto todos los terrores nacer,
bajo la apariencia implacable de la mascara.
Hemos visto los ojos rodar por la noche,
soando los agujeros perfectos.
Luego todos nos separamos,
y nadie vio ms nada.
XXX
En la ilusin del lenguaje, el imposible es un ttere, una invisibili-
dad excesiva del sonido.
Sometido a calores, el imposible descansa sobre un lecho vertical
rodeado de espuma solar.
Sus brazos son un hecho verdico, una verdad probada sobre el n-
gel de un pjaro inexistente.
26
U
n acuario iluminado. La sutil fgura del cisne para-
liza la sombra del incendio que envuelve la mirada
de una mujer de agua. Una piedra se estrella con-
tra el borde de una frase incompleta y vaca.
Amor, piedra siniestra, rayuela de poder. Teatro del espritu,
locura de bocas rojas, nieve sobre las hojas que delinean el
movimiento del tiempo y su danza interminable.
Abriste los ojos en la punta de tu dedo. No avances sobre el
fuego si an no tienes a la lluvia de tu lado. Intenta penetrar
los granos sobrevivientes, juega a la nariz de oro. Deja que
esos malditos hilos desaparezcan como una msica en el de-
sierto.
Rumor incansable. Emocin crujiente y agotada derramn-
dose miserablemente sobre la profundidad de un fuego
lquido Qu sombrero nuevo estrenaras el da de la recons-
truccin sonora y cules sern tus argumentos nuevos? Ci-
vilizaciones de polvo. Polvo, qu viento has traicionado?
Qu fuerza superior te proclamo hechicero? Te sirves de la
piel, tus dientes as lo desean. Nada ms que lo incomible
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se sirve en tu mesa de arcos y de fechas. Eres robusto y en
tu lengua se levantan palacios que la sal hace olvidar. Un
segundo de infancia es lo que te pido. Suelta esa maldita for
que hace tiempo se suicido en tus manos. No sabes que hacer
con ella, tu desesperacin es evidente. No asustes a la noche.
Tu trabajo, ahora, es hallarle tumba a esa pobre for que no
pudiste traicionar. No puedes ni llorar. Las lgrimas se han
ido de tus ojos sin que ni siquiera te des cuenta. Despiertas
lastima y por eso una mujer se ha desnudado frente a tus
ojos, alargando el sombrero de la noche. Ella ha venido de
una cueva, acaso no distingues el aura que la rodea como
si hubiera estado una existencia entera bandose en un ro
blanco y perfecto? No basta con que distingas sus rodillas
de manzana mordida ni su cintura de espuma milenaria. Sus
ojos han empezado a masticarte. Tu esqueleto pronto reposa-
ra junto a la for que jams pudiste soltar y, ahora, se extiende
sobre la tierra como una inundacin pavorosa que obliga al
xodo mas escalofriante. El anillo del sol cae en la sangre. La
mujer se viste y desaparece al mismo tiempo que la noche.
28
XXXI
La cscara todava es un misterio. Hay quienes se posan frente a
ella y gritan el nombre. La cscara no se conmueve fcilmente,
para mostrar una mnima reaccin, la cscara exige la presencia
de un fuego profundo y trabajado. Son muchos los que mueren
en la playa de la cscara de la palabra. Los que sobreviven suelen
quedarse sin habla al ver como sus pequeas hojas an se man-
tienen plateadas.
Estn los ambiciosos de la cscara, los de la cabeza atravesada y
los estafadores. Para estos ltimos, la cscara trazo un mapa. Para
los ambiciosos, la cscara desfla libremente pero sin sus colores
de origen. Para los estafadores no hay piedad, la cscara se derri-
te. Segn estos no hay cura de pjaro ni luna de pez, el mar juega
alegremente con el cielo traidor. El desierto se re calienta hasta
volverse silencio, un intento de efmero silencio, que continua,
que continua
XXXII
A veces uno es querido.
Uno es un Dios para un gusano.
Uno es gusano para un gigante.
Hay veces que somos tan grandes qu nadie nos ve.
Nos saludan en las fechas infames.
Nos dejan, pero con la marca.
Un beso y te despido.
Te asesino para hacernos bien.
Te amo para no verte ms.
Dejo de amarte para ser feliz.
As terminan con los parasos,
que uno lamenta haber desperdiciado.
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XXXIII
Esta angustia es nctar, no es cierto?
As lo afrman los que cantan debajo del inferno que aplasta.
Una sola manera de desmoronarse.
Una sola forma de morir.
Un solo conducto nfmo que permite la esperanza.
Una sola seal
que se vuelve diminuta,
agrandndose en la cabeza,
achicndome junto a ella.
XXXIV
Estoy triste.
No es habitual.
Debe ser el clima.
Anunciaron una ola de tristeza para esta zona, por estos das.
Ya paso por Asia, Europa.
Ya arraso en frica.
Ahora nos toca ac.
En Sudamrica.
En Buenos Aires.
En San Telmo.
Ms precisamente en esta habitacin.
Podra asegurar que toda la ola de tristeza se concentro en estas
cuatro paredes rojas.
En el techo rojo.
En mi interior rojo y en derrumbe.
Mi cuerpo se estruja violentamente y sufro.
Ya haba olvidado estos sonidos pero no me preocupa.
Debe ser el clima.
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XXXV
Tiempo.
Amo carcelero.
Aire que cura la sangre excedida.
Jugador con dos caras.
En tus bordes he perdido todo.
Eres el nico que sabe realmente porque no existimos.
XXXVI
Como todo se transforma en este mundo, me transformare en una
linterna; una linterna de sonido y agona. Una linterna que me
despierte cuando tenga los ojos muy abiertos; que me diga que
vuelva cuando no vaya a ningn lado. Una linterna que no sea
tierra ni mrmol, ni silla vaca ni salvataje del sueo.
Varios me dicen que revea mi decisin, que lo piense dos veces.
Una linterna puede no tener la luz necesaria para la superviven-
cia en determinadas situaciones, argumentan; ellos preferen ser
estrellas. Yo no quiero sobrevivir a nada fue mi respuesta e inme-
diatamente se apagaron.
XXXVII
Mientras todos duermen, un hombre invisible nos desordena la
pieza. No es algo que nos cause miedo ni asombro.
Hablo por la humanidad, pues ella me ha autorizado.
Al menos para hacer esta afrmacin: no nos da miedo.
El hombre invisible no quiere ms que desordenarnos la pieza.
No nos har dao y procurara no despertarnos
Es cierto que no todos lo saben.
Algunos lo niegan, algunos roncan demasiado fuerte.
Importa poco, seguir invisible y seguir desordenando.
Para los que no saben les informo, los que lo olvidaron, les re-
cuerdo: mientras dormimos, un hombre invisible nos desordena
la pieza.
31
XXXVIII
Mi amor por la vida an se mantiene, all, donde siempre estuvo,
encerrado en un rbol hermoso y salado.
Amante de las lluvias que caen con los huevos del tiempo perdu-
rable, toco a la luz con todos los instantes que no viv.
Esto no dura ms que una msica que ensordece por la belleza,
esto no dura ms que una palabra que se termina por verdad.
Esto no dura ms que la visin exacta de todos los segundos vivi-
dos por todos los granos de este desierto,que no posee el color ni
la forma de las neuronas que lo pensaron.
XXXIX
Llegar.
Sentarme.
Sentirme.
Los pulmones haciendo horas extra.
Escribir un poema y creer que eso es todo.
Creer que he enterrado a alguien.
Sospechar que algo se ha ido.
Ilusionarse con el espacio entero disuelto.
Pararse y gritar: YO HE EXPULSADO AL UNIVERSO.
Sin embargo, no tengo el fnal para este poema,
y contino en el mundo.
XL
El miedo que sostengo.
Esa pulpa suave que me rellena.
El espacio vaco que se nos refeja es una mano demasiado gran-
de que sobrevuela toda dureza.
Se ha desmayado sobre mi cama
y con seales de asfxia,
el peso irremediable de las cosas,
junto con su guante blanco.
32
P
ienso en un animal maltratado, pienso en su nacimiento,
en su infancia. Poco tarda el pensamiento en independi-
zarse. Ese animal, que momentos antes, me conmovi,
se transformo en una orga brutal, pervertida y catica. La cruel-
dad se pone la mascara del placer, el nio devora al anciano de
la misma manera que el anciano devora al nio. El pensamiento,
nico guardin, se extiende incansablemente, producto del susto
y el placer consecuente que este implica. Hambre de erupcin.
La lengua en una danza pendular. Provoco el volcn, el animal
desaparece por completo. El vientre se vuelve una hoguera don-
de se cocinan los miembros desmenuzados y febriles del tiempo.
El glaciar parece desolado. No hay ms que corrosin, que pura
humanidad.
33
XLI
Mantengo los libros alejados.
Esta noche me bastan las letras de mi memoria.
Quieto para dar vuelta la hoja.
Me subo a los pies plateados que el mundo quiere que use
y camino dos pasos.
Me detengo y me sacudo para expulsar la agona.
Camino veinte pasos.
Alguien camina atrs mo pero no puedo darme vuelta.
Mis pies inutilizados por el pnico desaparecen.
Camino con las manos veinte pasos mas.
Siguen caminando atrs mo.
Al preguntar quin es,
los pies reaparecen,
pero no con los zapatos que llevaba puestos.
XLII
Te sueo y es como un hacha que me parte en otro ms.
No te sueo a vos sola.
Te sueo a vos conmigo.
Me despierto y comienzo a desangrarme desde
la memoria hasta la carne.
Un rato pasa hasta que vuelvo a lo mismo.
Se de olvidos.
De pronto tu imagen es una foto en blanco y negro,
dentro de un marco roto,
en una repisa olvidada,
dentro de un cuarto de mi hogar,
que ya no visito.
34
E
scuchar esa msica de nadie. Para l lo era todo. Esto no
es una historia ms de nadie, esto no es una soga, esto
tampoco es literatura. Esto es un capitulo ms, el acon-
tecer de un cuerpo que se divierte, pero que pocas veces se entera.
No puedo decir el nombre de esta persona, porque no lo tiene;
como tampoco puedo decir cuantos escalones subi, porque an
no ha terminado. Es eterno el sombrero que usa?, imposible
saberlo. No es consciente del mundo vaco, tampoco del vaco
que recubre todo lo lleno. l es como un insecto de inteligencias
variadas, uno de sus pasatiempos es exprimir las humedades de
la sombra, l realmente es un experto en aquello. Creo que es su
nica especialidad. La msica es lo nico que hace la real diferen-
cia en l, la msica de nadie, esas voces de nada son la debilidad
por las que se corroe su pasin mas sincera y primitiva, la razn
35
acumulada de todas sus respiraciones, el eco interminable que en-
castra en el sentido de lo que carece de l.
No quiero perderme y este laberinto lentamente se me abre, como
si su amenaza tan directa fuera un impedimento: yo, de la manera
en que me salga, contare la historia. No me pidan temporalidad,
pueden pedirme la arena que le sobra a un cuerpo que espero de-
masiado, pdanme las cenizas con las que se construyen las nue-
vas cosas. El sol confunde el movimiento de las presencias, la
unifcacin nos llega a todos de una manera bestial. No quiero
perderme, yo quera contar una historia que ahora me excede y
confunde. Este capitulo se esta desplumando como la vida de las
libertades que no se suean a tiempo. Soy ahora un eco, y los
ecos nunca terminan ninguna historia, tampoco cuentan nada, un
eco no sirve para describir ninguna cosa, ni un amor, ni siquiera
al agua, ya este hirviendo o este a punto de congelarse. El aire
hace el amor con el rbol, el agua hace lo mismo con el fuego, en
cambio el eco no hace el amor, el eco es el silencio que separa los
miembros de las inundaciones, las venas petrifcadas del tiempo
petrifcado. Bien, eso es lo que yo soy ahora, slo ahora, ni antes
ni despus, antes fui grito, ahora soy eco y despus ser silencio.
Somos la nada que recorre la msica invisible, la msica de nadie
que tanto enloquece a nuestro personaje, el que hoy me empuja a
decir que la nada y los nadie tambin existen. Tambin existe la
existencia y el poder de la miseria, lo miserable es el anteltimo
paso antes de ser enterrado en lo fnal, en lo silencioso, en la ilu-
minacin del cuerpo, el segundo nacimiento, el ultimo punto del
pasaje hacia el estado musical del espritu que se levanta orgullo-
so del cuerpo que lo ha sabido reconocer y buscar.
Yo se que el que esta leyendo estas lneas conoce la historia que
yo amague con contar todos estos instantes, quiero que me la
cuenten, ahora que la saben, ahora que la sabemos, ahora que el
cero es consciente y la rabia parece adiestrada, por el demonio de
las cosas pasajeras.
36
XLIII
Entre las almas de una prisin,
como si la magia fuera una aliada,
los dos rboles se miran hasta envejecer.
Detenidos en la mente de los das,
ven la mentira en el fuir del agua
y en los dientes que mastican la fruta.
Estos rboles me conocen,
pues yo los vi nacer,
la trampa en la palabra es esta imagen,
esta imagen y nada ms.
XLIV
La quiero y lo sabe, pero entre nosotros hay muchas institucio-
nes. Instituciones mentales. Trabajan todo el da. Turno completo,
con un personal dinmico y siempre fresco.
Yo podra matar a un hombre. Es algo muy simple, sufciente
con que le apret muy fuerte la nariz unos segundo y listo. Estas
instituciones son otra cosa. No tienen nariz ni ventanas blancas.
Para que una institucin desaparezca es preciso un motivo y una
fuerza. Tengo el motivo y tengo la fuerza, pero tambin hay cosas
que tengo, cosas que no debera tener, y estas instituciones son
muy estrictas.
XLV
Espermatozoides como gotas desprendidas de un ala acuosa. He
seguido a la enfermedad de cerca durante aos. Sin embargo, ella
jams volteo, aun escuchndome caminar tras sus pasos seguros
y siempre diferentes el uno del otro. Cada paso era una desapari-
cin que llamaba a las cosas nuevas.
Los posibles odos me alarmaron, me he vuelto rojo como la
historia. El hombre desconfa de su asiento y de su olor a carne,
sobre todo de su carne. Un da arrancare la cabellera de todos
37
los peces que en mis sueos se atoran con el agua que no saben
atravesar. Un da ser de da y yo dormir para soarlo. Un da,
en la noche, las montaas abrirn los ojos, para parir de nuevo a
la tierra.
XLVI
Un mundo en la sombra y otro en el sol.
As se divierten los hombres.
Subir en bicicleta, sobre piedras cercanas,
hacia las piedras lejanas.
As se suicidan los hombres.
Hay mujeres que dan a luz riendo del crimen cometido.
Aquellos sern los hombres de los cien aos.
Hay algo que no me gusta de todo esto.
Es la letra H.
XLVII
Nadie muere por la perdida de un amor enano.
Por una cita postergada.
Por un calefn que nunca prende.
No vi a nadie caer por una fotografa.
Por una sonrisa pasada.
Por un archivo de derrumbes.
Por una biblioteca de polvo.
No vi en la morgue familiaridad alguna con estas causas.
Nadie ha muerto de abandono.
Nadie ha muerto de soledad.
Nadie ha muerto de alejamiento con otro nadie.
Ser por eso que ya no se cunto me queda.
38
La memoria es eso que practico cuando recuerdo
que el hombre no vino solo,
ni se ira solo.
Mi memoria es el primer hombre y todas sus memorias.
La memoria es aquello que se prende cuando un fuego se apaga.
Un escape hacia el centro de las herencias.
La memoria es esa llave que no siempre
abre la puerta que uno desea.
En la memoria no existen las ciencias, existen los puertos.
La memoria no especula.
Es un pescador que jams se mueve de su sitio.
Esa alianza que nos perpeta.
Esa piedra que se construye.
La memoria es aquello que no puede ser desaparecido.
El hueso inquebrantable del mundo.
Hubo memoria antes del primer hombre,
y la habr despus del ltimo
39
Qu silencio ensordecedor. Es un silencio fuerte, tan ruidoso
como desafnado. No tarda el pjaro en sobrevolar la sien del si-
lencio. Este se pone a picotersela sin pausa, la sien se parte como
madera y el aire cae esperando ser introducido en algn vientre. El
pjaro sorprendido y asustado, huye a buscar una espera diferente.
Piensa que ha cometido un crimen, su pico se ha vuelto transparen-
te, pero el pjaro no lo sabr nunca. Todo el universo que rodea al
aire recin cado no ha crecido lo sufciente. El aire desconfa, solo
toma una parte de l para pasar la noche, la noche que dura lo que
una estrella en el vaco. El mundo es como una gigantesca pared,
nada se ha movido desde que el aire se hizo presente. Todos los
movimientos y desgarros se han encolumnado frente al cadver del
silencio. Pasado, presente y futuro se sientan a llorarlo mientras el
pico transparente de un pjaro aterriza como pluma sobre su pecho.
Hoy el mundo es distinto, las costumbres de los patos, la noche de
un len, todo se ha transformado desde que el silencio y su ruido
han dejado de fgurar por entre los muros que conforman el inf-
nito. Nadie extraa el ruido del silencio, por el contrario, especies
de sonido han crecido a lo largo del tiempo y con ellos, una nueva
forma de encontrarlo. Escondido, refugiado, brilla su existencia
dentro de las palabras y los ruidos que las especies han sabido traer
con su aparicin. Ya no anda desnudo y libre, ya no tiene corona
ni espada, como un buitre resucitado que quiere venganza, silencia
con sutileza las palabras de los hombres Viviendo dentro de una
cscara hecha a base de letras y gritos, espera paciente el momento
en que su dominio vuelva a ser completo. Cada lenguaje lo carga
consigo, cada reunin, conversacin, felicidad, cada cuerpo lleva
consigo uno de sus soldados. Al parecer, todava no ha habido
ningn pjaro, cualquiera sea el color de su pico, que se le haya
animado a esta cscara terrible, ms gruesa y dura que cualquier
sien. Aos y aos de intensa lucha tuvieron que pasar para que el
silencio al fn comprenda que su dominio es ms fuerte y absoluto
all dentro. Y all dentro sigue.
40
XLVIII
Levantarme y pensar en m.
No en Alberto.
Pensar en m.
En mi espacio corrompido.
Pensar en m, con el obstculo de todos.
Pensar en mi sancin.
En mi juicio.
En mi culpa.
Pensar en la prisin.
Que no es ma.
Pensar en m, todo el da.
Con mi arco,
pero sin mi fecha.
Como un enamorado,
pero sin amor.
Pensar en m.
Pero no conmigo.
XLIX
Debo evitar que la experiencia intervenga.
Es yo sin el antes.
Es yo sin el ahora.
Y hasta aqu llegue.
El yo sin futuro sangra
y ante las evidencias,
he decidido rendirme.
L
Si, soy un farsante.
No puedo actuar.
Solo se falsear.
No puedo tirar papel picado al aire.
41
No puedo gritar sin vigilar mis ojos.
Para hablar debo cruzar mi cuerpo.
Beber para que la marea baje.
Toda libertad llegara con un juicio y con una condena.
No hago lo que puedo, sinceramente.
Hago lo que soy, todo lo que soy, soy esto que no soy mientras
sigo sindolo.
Soy lo que no puedo y lo que no existe.
Lo que abundo.
Lo que escaseo.
Soy todas mis huellas incompletas.
Soy todas mis muelas cadas.
Todos mis derrumbes.
Toda la mentira que es gracias a m.
Los escenarios me dan pnico.
No soy bueno para usar zancos.
No me animo al circo.
Soy de esos que esperan que un elefante
se escape para destrozar todo lo que este a su paso.
No soy yo ese elefante,
pero que no te asombre verme sobre l,
montndolo,
ebrio y sonriente,
feliz y tranquilo.
LI
Vi, en un sueo, unas palabras, separadas entre comas, y, puntos.
Las palabras eran como elefantes enterados de la naturaleza de
los astros. Yo descifraba para atrs, en vez de revelar echaba ca-
pas de oscuridad sin darme cuenta. No fui perdonado y el sueo
se alargo hasta los lmites del blanco. Qu lindos bostezos se oyen
en el bosque cuando me ausento. Bostezos de calma segura, de
olas ordenadas como rayos de sol en un ojo. Aqu me encuentro,
42
mientras me inventan desde otro lado, aqu me encuentro. De los
planos ya no reniego. Tomare todas las vidas y todas las muertes
como una gracia. Crezco en mi ansiedad de mariposas desaladas.
Puedo ponerme la cabeza hasta minutos despus de ser decapi-
tado. Eso y muchas cosas ms. Mi caparazn es cobarde pero
grueso. Dos das bastan para que el mundo se vuelva una bolsa de
cadveres. En un solo segundo, mi cerebro, reconoce el engao.
LII
Es claro el vuelo. El origen de esta elevacin es nublado.
Parece que me atan en el aire y yo me desato con una facilidad
increble.
Las voces se oyen de igual manera tanto en el aire como en la
tierra.
Entre la tierra y yo, un cementerio de llaves.
LIII
Cete cielo.
Cete dormido.
Cete como si nada hubiera abajo.
Cete como latido de un Dios.
Cete sereno y apunta bien.
Cete sobre este cielo que nadie reconoce.
Cete sobre ti mismo y grita.
No hagas especulaciones con los elementos
que en ti nacen y en ti perecen.
Otorga a este cansado mundo, un nuevo mar.
Nadie desprecia tu suicidio.
Son muchos los que reniegan de tu nacimiento.
Yo no.
Yo quiero que caigas sobre m.
43
L
as manecillas del reloj internas que poseo me impiden ro-
tar el nivel de sucesos. Por ms que eche una gran manta
negra sobre su jerarqua, las manecillas rigen ante todo y
por sobre todo. Aquello no tiene nada que ver con el tiempo, sino
con la forma. Con las mltiples formas en las que yo, considero,
debo desangrarme. Ellas justifcan y perpetan, tambin boste-
zan, pero nunca buscan. Ellas reciben el tiempo para amasarlo y
meditar de qu forma ser conveniente devolvrmelo. Jams lo
piensan demasiado, pues detestan todo el tiempo que reciben. De
esta forma me gobiernan y yo no puedo hacer nada para impedir-
lo, ellas tampoco.
44
La historia comienza con el blanco. El blanco como todos los
colores anulados entre s. La historia continua con un colmillo,
un colmillo que nunca se desafla. Este colmillo es de un dragn
antiguo que se ha olvidado de llamar a su cielo, un dragn antiguo
que se ha cansado de abortar. Las palmas de mi mano son como
una isla sobrehabitada; es posible que un mar se revuelva en su
centro, en secreto. No lo se, es poco lo que puedo asegurar, m
presencia es un misterio.
Una lombriz transparente simula mi pecado, lo hace efciente-
mente, no dejando rastros. Yo no conozco a esta lombriz, es el
subsuelo de todo. La lombriz no trabaja sola, en sus rganos vi-
tales se asienta el reloj que no marca el tiempo, el reloj que hace
sangrar a la tierra.
El animal que somos es enemigo, la humanidad que existe es la
explosin de los acuerdos. A ningn animal le crece la barba tan
rpido como a los caracoles, esa si es una gran barba, tupida, f-
losa y eternamente transparente, va mas rpido que la luz aquella
barba, la diosa de las barbas. El animal es como el Dios que ocul-
tamos y que no reconocemos por vergenza; el movimiento de
nuestros ojos atestigua lo antes dicho. Mrense al espejo, los de-
safo a negarlo. Nunca seremos hermosos con la cscara brillando
y latente, nunca obtendremos el espacio ansiado, si continuamos
rellenndonos.
Dame un instante de paz!, grita el hombre desesperado frente
a su propia imagen, quiero ser la piedra tranquila del paisaje que
no ha sido pronunciado, alternar la divinidad y la esclavitud a mi
antojo, ser el simple decorado de una voluntad acabada. Entre
tanto grito no supe distinguir si aquello fue un ruego o una especie
de amenaza, la amenaza de ser lo que el hombre es, inaceptable
amenaza para todo lo que no es. Muchas cosas se han puesto so-
bre la mesa, todos los vinos se han derramado y reciclado, todas
las migas han servido para alimentar razas y pueblos, sin embar-
go, los envases de las cosas ya no estan, los que sirvieron lo han
45
olvidado o han sido cmplices del robo, no hay donde guardar
todo lo que hoy se sirve y vuelca. El horizonte lo es todo, coagula
nuestras leyes pasadas y presentes para que no permitamos que se
derrita, como hemos dejado que se derrita todo.
46
LIV
Pasos de una bota perdida.
Cada huella que deja es un fragmento de pasado.
Huellas sobre las piedras,
que se unen al cielo,
luego de abrirse.
La mugre del alma
es como una msica de arenas,
que progresa como el caos de las realidades.
Millones de cuadros malditos,
sobre la alfombra de la piel,
que jams estar desnuda.
LV
Solo o rodeado de velas, encuentro a la humanidad en un silen-
cio que me tranquiliza. Todos han desaparecido de la visin. Los
tengo en mi puo que cierro con fuerza mientras oigo sus gritos.
Gritos de calma, de absoluta ignorancia, nadie sabe an quienes
se acercan.
Han empezado a morder mi mano con fuerza, resisto el dolor,
apret ms, pero ahora parece que se han desnudado. Los siento
hacerse parte de mi piel con absoluta normalidad y descaro. Sin
pedir permiso se baan en mis venas y comen de mis nervios
infamados por el desconocimiento. No se que pretenden, ya es-
tn dentro mo. Quizs pretendan cambiar el color de mi sangre
o reducir la resistencia de mi piel a esos terremotos que vengo
soportando desde que la felicidad se ha vuelto una simple pala-
bra. Es curioso que no me asuste, como no me asusta la angustia,
como no me asusta el miedo, nada de lo que se puede nombrar me
asusta; all radica mi nico y terrible pnico.
Mi alma, tornndose sudor, hace un tajo en el cielo para que yo
pueda entrar a la vida.
47
LVI
Qu potencia tendrn las palabras sino las escribo con un origen
martillando las sienes?
Qu poder tendr mi vaco, mi desesperada belleza, en estas tie-
rras subterrneas que el sol perdona?
Qu soy aparte de mi nombre?
De qu estoy hecho si mi carne es ms fugaz que la ms suicida
de las estrellas?
En el vrtigo somos espinas que no perdonan.
Querida, el amor sangra por todos sus bordes.
Sostengamos esta cruz de madera gruesa y oscura, para que al
caer sobre nuestra materialidad vencida, se convenza de que no
vino sola.
LVII
En la noche,
cuando los ocanos me devuelven al nio,
yo encastro tu fgura,
con lo quebrado de mi deseo.
Poco he sobrevivido
a este blanco atroz,
que como los pechos de un fantasma,
me extingue lentamente.
Con el ritmo de lo inexistente,
la msica juega con mi debilidad,
como hay tantos que hace rato juegan,
en esta piel que no me habita.
LVIII
La cama sobre la que me acuesto.
Idntica, siempre, es ella, la silenciosa.
48
Sin una llama de sangre.
Sola y pelada.
Sucia y ruidosa con sus arrugas de lombriz.
Es solo mi peso.
Con mi vida a cuestas.
Con todas mis patologas de primer tipo.
Con los recuerdos del bosque que mate.
Con los recuentos que no sirven mas que para aumentar el peso,
ya insoportable,
que cargo sobre los ojos que no hice durar.
LIX
El invierno,
a medida que pasa el tiempo,
me resulta cada vez ms inofensivo.
Ser que me estar acostumbrando a todo.
Ya ninguna estacin me maravilla y me conmueve.
Los pjaros han modifcado su vuelo, lo puedo ver.
Ya no vuelan como antes.
Ser que me estar acostumbrando al deseo de querer ver todo de
manera distinta,
para luego comprobar fatalmente,
que todo se mantiene, que nada se trastoca.
LX
Me causa gracia la destruccin del mundo.
Las banderas fuertes solo famean en mi pecho obstruido.
Conocen tanto afuera que aqu preferen descansar.
Esta es la enfermedad de mi pueblo que soy y que distancio.
Hoy me agito al comps de un ngel rojo y negro que sostiene
mis banderas.
Mis nuevas, relucientes, pero an frgiles banderas.
Las que solas se incendian.
49
Las que aflan el cuchillo tremendo,
que an no sabe lo que le espera.
He de preparar mi bomba,
con el miedo que dejara de ser.
LXI
Mientras jugaba con arena, el nio le tema a los vientos, pareca
levitar, pero no, l le tema a los vientos. Los vientos para l eran
una especie de espejo obligado, la miseria gigante. Muchos saben
su miedo, por eso anda solo, un pequeo diablo jams ser buena
compaa.
Ningn placer fnalizaba el eterno asunto, estos apenas son pau-
sas, poemas que me alejan an ms. Me he delatado, parece que
el pequeo nio soy yo. La pregunta es si algn da podr gritarle
con la misma seguridad con la que le he soltado la mano.
LXII
Es posible que haya cantado antes, esto que extraigo.
Imgenes aterrizando con paraguas negros instantes despus de
que el recuerdo es detonado.
Una larga penitencia, poseo la llave que da inicio a la guerra tibia.
En el punto medio del combate me recuesto, soy de los que matan
y soy de los que curan.
Al mismo tiempo soy la bala inocente, la aguja salvaje que une
las pieles.
La bandera blanca fameando, dbilmente, eso tambin soy.
No la explosin, sino la sordera que produce, el agua que escon-
de, eso tambin soy.
El caminante despreocupado que camina sobre los muertos, pen-
sando que duermen.
El que an no se ha enterado de la guerra y la primera victima.
Eso tambin soy.
50
H
ay tantos libros, hay tanto alcohol, hay tantas imgenes
coloridas, tantas msicas desesperadas, tantos intentos de
huir, tantas cruces en las gargantas, tantas mujeres tristes,
tantos hombres muertos, tanto territorio esperndonos, tanta pro-
mesa anciana que an no muere en su silla de sueo.
Los renglones que el fantasma recorre no le son sufcientes, los
fantasmas necesitan ms de un espacio, es ese nuestro mayor de-
safo. El asilo de los fantasmas es el tema a resolver. El problema
es la cantidad y la veracidad, de los fantasmas, claro. Pocos son
ciertos, pocos realmente pueden llegar a producir olas de sangre,
levantamientos. Pasa que son tantos, es tal la aglomeracin de
inexistencias que me veo obligado a asumirlos. Necesidad de
darles nombre, cabello, dientes. Necesidad de culparlos, libern-
dome del peso. Necesidad de enmarcarlos en la superfcie del co-
nocimiento intil, naturalizar la compaa y sus consecuencias.
Crear un hotel de fantasmas en cada extremidad y desalojar al
alma, por falta de habitaciones.
51
LXIII
Soy un hilo de mareas. En ese hilo yo recorro el mundo y jams
me aparto de l.
Soy la enfermedad, en el momento de la decisin.
Soy una estratagema nueva, una lupa de gigantes aburridos. De-
fno mi dios en el segundo que precede a un nuevo Apocalipsis
simulado. Las llaves del nuevo continente estn en el estomago
de un animal verde.
LXIV
Comentan por ah que deseando con toda la fuerza del corazn
alguna cosa, se cumple, siempre, no falla, tarde o temprano lo que
uno desea con todo el corazn, exprimindolo, usando todo su
santo jugo rojo, se cumple.
Un da me decid a probarlo. Desee con el corazn, mejor dicho,
fje el motor del deseo en la rueda que lo hace girar, a partir de
l ejecute cada pensamiento, cada accin, toda el agua que cir-
cula en m fue puesta a disposicin del corazn. Mi deseo jams
se cumpli, es mas, pareciera como si se hubiera alejado con la
misma fuerza con la que apret mi corazn en esta jugada que
fue todo un fracaso. Se me ocurri desear con otras partes del
cuerpo, pero solo cosas simples, banales, la experiencia con el
corazn me haba dejado traumado sobre el asunto de los deseos
y no estaba en mis planes alejar ningn deseo ms. El resultado
fue claramente alentador, los pequeos y triviales deseos que fje
como prueba fueron satisfechos, sin demasiados esfuerzos, por
las partes mas que hicieron las veces de m. Fue muy desgastan-
te, es cierto, jams haba visto mi cuerpo tan rojo y alerta. Para la
prxima oportunidad ya sabre que solamente deber desear una
cosa por vez, sino mi cuerpo envejecer mas rpido de lo que lo
hace, usare al cerebro como proveedor de mentiras y al corazn
nunca mas le pedir un favor.
52
Las olas mantienen la madera en perfecto estado.
La sal distrae la sed.
En el centro de la cruz,
la piel quiere abrir la tapa, sin manos.
El ncleo de la piedra grita de esperanza,
con su ojo gris y su ojo blanco.

El gigante se arranca la enfermedad
y la tira al rebao,
de venas rotas,
de cuero agujereado.
Las mentes mueren simulando una aparicin para el alma.
La tierra y el mar son dos grandes atades,
donde el hombre es Dios, muere y luego vive.
53
EN LAS TIERRAS QUE DURAN POCO
Las anchas patas de un tren sin control deslizndose como gusa-
no delicioso por el interior de un pez provocador de tormentas.
Las aguas nunca caen de la misma forma, el gusano lo sabe. El
camino por si solo es el bicho a domar. El pecho de un caminante
alberga pueblos enteros, pelados, pueblos sin pecho.
El mar sostiene al hombre una determinada cantidad de tiempo.
La Tierra, tierna y asesina, debe establecer una relacin. El odio
es fundamental, la resistencia de cada una de las partes se sostiene
mediante el pacto de odio que hay entre ellas. Un odio del habitar
y ser habitado, complicidad forzada por capricho del sol.
La jueza es la lluvia, ni bien esta se manifesta, la indiferencia
reciproca establece una paz. No cabe la menor duda que el hom-
bre odia a la tierra mucho ms de lo que la Tierra odia al hombre.
Tierra desterrada, tirana y culpa de la Tierra.
Antes de la existencia del hombre, la Tierra sabia de volcanes
pero no sabia de odio, sabia de montaas pero no sabia de sober-
bia, sabia lo que era un bosque impenetrable pero no lo que era
un fantasma. Un fantasma nace con el hombre, pero muere con la
Tierra. Lo que se conoce como la aglomeracin del fantasma,
es lo que pasa hoy con la Tierra.
Corriente nerviosa, la sombra y su sea, furia del teatro universal.
Las piedras, tanto las de roca como de piel, crecen de la misma
manera en la Tierra, como en la cabeza del hombre. El criterio
de justicia que posee una piedra es para muchos, un don privado.
La luna calma el mar, el hombre enfurece a la Tierra. La Tierra
desarrollo un colmillo, y este, produce una catarata imposible a
la vista, pero que impregna al aire con una cosa an indescifrable
para el hombre. Lo lleva en los ojos, en la boca, en la piel, en los
sueos mismos esta catarata se desnuda, pero el hombre no lo
sabe. Su pobre instinto an dice que es necesaria una espera para
que al fn, el hombre pueda reconocer este secreto. El lobo ya lo
sabe y por eso hoy, su aullido es una msica.
54
EN LOS OIDOS QUE SON LA TIERRA
El rostro del hombre desvanecindose por entre las fguras que
el ocano dibuja. Es fcil dar con el miedo, el hombre y el mar
as lo aseveran. Es fcil que el nio se corra de la leche y que un
santo muerda el bosque. La madre como fantasa, movindose
por entre las porciones de tierra compartida e ilusoria. Bajare del
cielo cuando la forma rece su propia autodestruccin y salpique
de palabras a los cuellos colgantes que agonizan en la cabellera
de un Dios de hielo.
El mundo como un esclavo bello e irresistible. El ruido por si solo
descubre en su interior mismo un fenmeno que en nada se ase-
meja a los movimientos de un mar entrante. Un conjunto de exis-
tencias en el punto decapitado, que por ms que sean millones, la
cabeza que termina visitando la canasta es siempre una. El huevo
se posa en la boca, esta se ahoga de aire, este estalla, las burbujas
del espanto ascienden como un silencio. Los hombres consagran
su alegora sobre el pecho de un cadver incendiado.
No hay dedos para tanta creacin derramada en un ahogo de in-
fernos sbitos. El escenario de todo, el ri, el fuir sagrado del ri
que se invertir cuando la piedra brille. Ser siempre necesario
conocer la anatoma del grito, el hilo desconocido que alla en la
pirmide de una serpiente blanca.
El deseo como una turba de halcones incandescentes girando lo-
camente por los lmites de una telaraa fugaz.
Los labios prpura del esqueleto se asemejan a un nio que se
prolonga y ablanda como una naranja. El grito por si solo corre.
Esta intensidad, por si sola, domina cualquier selva. Los osos se
esconden, un tigre se suicida, el suelo levanta un fuego de alerta:
ceniza antes que esclavo
EN LOS INTERIORES DE TODO
De ri a ri, un pjaro alerta sobre la inestabilidad del bosque. El
ocano parece plido, ha perdido su misterio. Las hojas parecen
55
fantasmas, el movimiento las delata. El hombre, sin embargo,
se parece mucho al hombre, ninguna de sus magias trasciende
la especie. Las diminutas corrientes acuosas por las que viaja su
pensamiento, tarde o temprano, se infaman por el miedo y des-
aparecen. Poco tarda el hombre en engendrar un nuevo conjunto
de corrientes, que, debido a su fuerza colosal, parecen jugar al
Creador.
Los diferentes lmites que privan a las corrientes de su ansiada ex-
tensin varan segn el impulso inicial. Hay quienes lanzan estas
corrientes con un ansia desmesurada; un hombre solo y desespe-
rado en una isla desconocida buscando sus ojos.
Estas corrientes nunca dependen de una orden, sino, todo lo con-
trario. Las ms iluminadas son productos de una resignacin,
acostarse en el lecho sin sueo ni fatiga. El transito incesante de
este fenmeno nunca se detiene. Como diosas forales, las co-
rrientes embisten y mueren ferozmente contra el mundo a crear.
LOS LIBROS
Almeja de vapor siniestro durmiendo en el centro de las verdades.
El humor pujando las poses absurdas del dominio tcito. La red
angosta por la que el elefante se manifesta es un cielo, un cielo
habitado por un polvo lejano. Como una recta formacin de cu-
nas abiertas cuyo nico horizonte es refejado por el eco que deja
en la hierba paralizada y expectante. Una cuna que mira hacia
abajo, sacudida por un ombligo vaco.
Terror de las hojas sin pertenencia estacionadas en una cada
constante. Estas hojas dejan lenguas diminutas en la impercep-
cin del sonido mas callado, con una extensin incurable.
Las diferentes patrias han debilitado al burro hasta volverlo es-
tatua. Todas las matanzas, que en suerte, le toco ver, fueron es-
cupitajos de un fno papel intocable, enseanzas de un diente
trabajado e hipntico.
56
LXV
No se si an recordas esos das.
Bastaba prender la radio para escucharme llorar.
A toda hora.
Cada carta abierta en el mundo contena mis lgrimas.
Las jams abiertas tambin.
Los anuncios fnebres del diario eran todos ocupados por m.
La gente comenz a rer de las tragedias
gracias a mi llanto ininterrumpido.
En los velorios la gente hacia el amor
con el muerto antes de darle sepultura,
y todo por mi llanto.
El llanto que alegro al mundo entero unos das.
Yo solo pude exprimir la gran angustia de todo el universo.
Te o una vez,
mientras me pensabas con lastima y decepcin.
Ese fue mi ltimo da de llanto.
Lo pase todo el da metido en un hospital,
dndole cura a un enfermo terminal.
LXVI
No creo en la fdelidad de las palabras, en sus frascos de espritus
apretados, en los sudores de nieve monstruosa que me imitan,
burlndose. No quieren mi aprobacin, apenas requieren que las
observe y me resigne a no cazarlas nunca; a seguirlas por el cie-
lo, a que me derrame en la ilusin de su cuerpo, que no existe.
Aun siendo mi madre, mi padre, mis hermanos, mis amigos, los
que me acompaan, los que nunca lo hicieron, mis derrotas, mis
insomnios, mis combates de esperanza, ellas trazan el limite por
el que nunca pasare, por el que nunca pasara nadie. Mimndolas,
tendindoles trampas, ellas me siguen tratando de insecto. Qu
ms puede pretender un insecto? Baila al ritmo de nuestro ltigo
feroz, querido esclavo, desierto que arraso!, exclaman tapndose
57
la cara. Esa que no veo pero se que est, y que percibo en forma
de vibraciones, de temporales, de cegueras.
LXVII
Qu bello seria el cielo si tu sonrisa fuera de jazmines nuevos.
Qu espacioso el mar si tus ojos fueran de animal en celo.
Siglos de escritura sobre la piel que me humilla ante los senos de
la Tierra.
Las revoluciones dentro de la cscara se oxidan como una luz de
pintura.
Como un juego en el que todos los colores son iguales y repre-
sentan lo mismo.
Los gatos machacados, las legiones de campanas mudas y un sen-
timiento; el de la annima vibracin que retuerce el movimiento
del hombre, obligndolo a elegir entre la piedra y la luz.
LXVIII
Para algunos la vida puede ser blanda.
Para m la vida es dura.
Dura como el papel tras quedar en blanco.
Dura como la sangre del regreso.
El aire, an ms duro que el suelo y las montaas,
es mas blando que la vida.
Algodones en la herida del enfermo de vida.
Las fores acompaan esta erosin que se da a la inversa.
La dureza de la vida no se desgasta sino que se nutre.
El vientre, sensible y frgil, no soporta esta dureza inevitable de
la vida.
Es por esa razn que la expulsa fuera, para que se alimente de
relojes y de dientes.
Dientes que son agua, comparados con la vida.
58
LXIX
Te necesito en esta magia de zonas
que se calientan con la fra intencin.
En la corona levantada
en torno a los cuellos de madera.
En la alta prediccin del muelle de la sombra.
El naufragio fue, es y ser,
el mejor ejemplo de vida.
Un gajo puede nacer antes de tiempo
sin importar el impulso siniestro
que un vientre tenga.
Te necesito en mi amordazamiento
que ya es un funeral,
en mis ojos que ya son planeta,
en mis seguridades que ya fueron guillotina.
LXX
Leyendo a un escritor argentino, ms o menos mediocre como
yo, me he dado cuenta que no tengo el sentido literario necesario
para escribir. A l le pasaba lo mismo, me vi en su frustracin, me
vi en su incapacidad y en su bsqueda cansada. Ni siquiera puedo
escribir que no se escribir, as de complejo es el asunto. Empec
con esto por cobarda, escribir para anestesiar el dolor, eso he he-
cho. Por cobarde y por dolor, me he refugiado en el enemigo que
an me cuesta reconocer. Toda la vida fui malo para todo tipo de
arte, toda la vida fue desenvolver el espejo que, ni bien nacido, me
regalaron los que saben crear mundos. En fn, as de simple es mi
confesin, la que no afectara nada ni a nadie. Yo seguir creyendo
que estoy dentro de algo que no existe y los que me lean seguirn
aplaudiendo el dolor del que an huyo, incansablemente.
LXXI
Aquel rbol dulce que nos hizo testigos
59
de la tormenta que no impidi,
hoy recobra su fuego pasado,
para cerrarnos los ojos.
Eres la ventana de la luz verde lenta.
Te cierras para que entre el dolor a doblarse,
y para que yo diga que esto es imposible.
LXXII
Salamos con la bicicleta a dar vueltas por el barrio.
Recorramos las calles como si fueran nuevas.
Sudabamos como cuando hacamos el amor.
Vos te reas de mi torpeza.
Nos ponamos serios cuando llegaban las esquinas,
para despus seguir riendo.
Te reas de m andar destartalado
y de que nunca poda doblar bien.
Yo me rea de todo.
LXXIII
Sin la msica,
nuestros cuerpos:
dnde masajearan sus venas?
La vida seria una escafandra.
El rbol, una sucesin de golpes.
El alma de una paloma muerta, el cielo.
Y las razones?,
puos de mar intacto.
LXXIV
No me oigo en esta estridencia de negaciones consumadas.
No me aman por este dolor que me empuja.
No conozco la rutina del asco.
Si es verdad que esta fantasa
60
pertenece al escudo sagrado de dones,
de qu miseria oculta proviene
la lengua de mi alma?
En las tumbas del milagro,
observo claramente,
la imagen de mi carne,
desgarrndose en visiones.
LXXV
Manos de oro.
Bellas prostitutas que hunden cualquier aparicin.
Bebern de la ola ms volcnica.
Subirn al cielo mas vaco.
Sino es as,
no encuentro fn a tanto sentido.
La luna prohbe el da para que los lobos confrmen su ciencia.
Para que la realidad sea probada sobre la terrible tela.
Dnde esta el anillo que erradica la demencia de los ojos nuevos
que sufren el desierto con toda su gracia y fatalidad?
Seguro que no en ellas, en ellas no.
Con su sola presencia cualquier gnero se cuestiona.
En su suelo de lneas y pendientes la temperatura no acciona.
Estas musas amargas no dejan por naturaleza y solo prohben por
belleza.
Por el amor y solo por el amor, jams se ofrecen ni se ofrecern.
LXXVI
Me levante como de costumbre, sangrando. Sangraban mis pier-
nas, mi ombligo y mis ojos. Mi cerebro tambin sangraba, pero, a
diferencia de mi otra sangre, esta estaba compuesta por una espe-
cie de alcohol, de esos que se extraen del centro de las fores que
duermen en los volcanes de silencio y que amenazan con abrirse
violentamente, para sacudir el espectculo.
61
LXXVII
Ninguna realidad es igual a la ma.
No imitare ninguna leyenda.
No soy un mito.
Cobarde.
Cobarde.
Hasta liberarme me dir cobarde.
Escupir la hostia y ser cobarde.
Vomitare el vino y ser cobarde.
Cobarde.
Pienso en mi futuro de estatua.
En mi porvenir de estatua.
De qu vive una estatua?
De qu se alimenta?
Por qu tiene ojos si no los usa?
Pobres estatuas.
No me despiertan mas que lastima y misterio.
Solo pienso en evitar esa aproximacin latente.
No endurecer mas que cuando as lo desee
y pueda caer como una hoja muerta,
con la ignorancia absoluta,
de lo que alguna vez formo parte.
LXXVIII
Ninguna descarga apaga este esqueleto.
Los placeres se acercan a m y mueren.
Estoy soando con un bosque de nacimientos,
en el que mi agua se alterna con un cielo de imgenes.
Las alas de un estado que haba olvidado me despiertan.
No siento el cambio.
Tendr que cambiar de corazn o
esperar a que este se rompa solo.
No tengo la certeza que tienen las cumbres inalcanzables.
62
En mi vuelo mediocre hay un radar.
LXXIX
Ventilen este espacio.
Llnenlo de espacio verdadero.
Tmenlo del rgano y cmanlo en su nacimiento mismo.
Vuelo, pero no por mis alas
Vuelo porque el espacio as me lo permite.
Vuelo en las palabras que digo, y de las que no vuelvo.
Vuelo en las ejecuciones domesticas,
en los trabajos de la hormiga.
Vuelo cuando el cuerpo le pide ms al alma.
Vuelo cuando digo que vuelo.
Vuelo cuando no lo hago ni lo hare.
Vuelo en mi nombre.
Vuelo en un signo de pregunta anclado.
En el olvido que nunca nos dejara en paz, vuelo.
En el dolor que ya es hijo y en el dolor que ya es abuelo.
En todos lados vuelo.
En la msica mal tocada.
En la meloda arruinada.
En el poema y en el zoolgico.
En el suicidio de las fores.
En el dolor de las que no saben hacerlo.
Vuelo.
63
A
parecer en un laberinto, mejor dicho, que el laberinto
aparezca en uno. Estar parado ah; pasillos, animales
ciegos y sordos pasan por al lado sin percatarse de la
presencia de uno. No se esta en el medio, se esta metido, se des-
conoce la ubicacin. Quizs la salida esta doblando aquella es-
quina o la de all, o estar cercano al centro, donde seguramente
debe haber alguna inscripcin, monumento o cosa que me indi-
que que realmente he llegado al centro. Digo que aparec porque
realmente no se como llamarlo, uno vive y transita como puede
hasta que un laberinto es construido lentamente alrededor de uno.
Pienso que estn construyendo mi casa o algn palacio repleto de
ebriedades y olvidos, pero no, es un laberinto el que construyen,
fjndome a m como eje, como la referencia del encierro, como
el condenado a la bsqueda de una salida que, al igual que la en-
trada, dudo de que exista.
64
LXXX
Duermo con el colchn pegado al piso.
As, la comunicacin es ms segura y efciente.
Me hablan desde el ms all con total serenidad
Me hablan del ms all con voces mas vivas que las que oigo ac.
Nadie llora, todos parecen suspendidos.
De fondo, parece orse el sonido de un carnaval interminable.
Nada muerto te matara.
Nada muerto es una amenaza.
Nada muerto te ignora.
Nada de lo muerto es trgico ni merece el miedo.
No temas a lo muerto, teme a lo que an no ha nacido,
fue lo ltimo que me dijeron antes de continuar con su festn.
LXXXI
Qu digo de interesante cuando hablo?
En todas mis revoluciones la msica es el enigma.
Qu escucho en los sentidos atrados?
Un grito de disgregacin colectiva.
LXXXII
En el tiempo somos la huella de un fantasma que nunca se da
a conocer. Jams vemos esto. No nos sabemos huella. No nos
sabemos fantasma. Esto lo veo cuando me salgo de l. Ahora no
envejezco. Ac se termina el cuento de la muerte.
De ac quiero volver rpido, urgente, hacia la cada que me ha
tocado.
LXXXIII
Hay un viento tremendo afuera. Las cortinas se mueven
como si vivieran. La botella de agua esta para la tumba. Le
voy a poner una pata mas a la mesa para ver si as sale vo-
lando. Me voy a llevar conmigo las frutas, las venas y la
65
esperanza. Robare la alegra y vomitare el dolor en los pri-
meros ojos que encuentre. No es ninguna ruta desconocida
ni ningn sueo nuevo. Es el espacio vaco que deja la pala-
bra vida al no querer nombrarla y pelear contra su no estar,
queriendo al mismo tiempo qu este pero con otro nombre
que no haga recordar tanto lo ausente que sta se encuentra.
Ni el ms valiente espantapjaros exhibe la lgrima. Tengo
un mar para armar en mis manos con los restos. Centenares
de supervivencias sin hroe ni estatuas, annimas capas que
engrosan los ojos del que llora en las navidades tristes. Hay
un camino reventado de ideas y las palabras de los que piden
cantidad, extensin sin sentido, superpoblacion para quedar-
nos solos y para alejarnos ms que nunca. Recurro a la lista
de erecciones de la mente y no me queda ni el ombligo como
brjula. La historia esta como si nunca hubiera sido. Soy el
animal en el sol a punto de dar a luz al mundo.
LXXXIV
El sentido de mi vida no se remite a la presencia o ausencia
de rboles en mi espalda; ni siquiera al deslumbramiento de
la inminente ceguera que me azota con su ltigo de luz y
aproximaciones. El sentido de mi vida, no dolores ni acon-
tecimientos, no proyecciones, no futuros ni derrumbes. El
sentido de mi vida, clula caprichosa, tajante en su misterio.
Sentido de mi vida, donde te supona jams estuviste, a don-
de te quiero, nunca acudirs. En el vientre de los hallazgos,
el sentido de mi vida, yace como objeto perdido.
66
U
n signo puede enfermarse y no existe ningn amule-
to de la suerte. Envejecen al ritmo de su enfermedad,
pero no la sufren en absoluto. El dolor siempre per-
manece alojado en los cuerpos de las victimas de su engao.
Estas nunca se enteran hasta que el signo resucita en su cen-
tro mismo y ya, a esta altura, resulta inextirpable.
67
Ya que nada ms puedo escribir, solo escribir lo que sueo. Igual-
mente, a decir verdad, no vengo soando demasiado, debo esforzar-
me para completar pequeas secuencias difusas que se me aparecen
con intermitencias, como rfagas de una nada que alguien revoleo de
su caja para arriba y bien fuerte. No es todo verdad, el otro da so
con algo que recuerdo difusamente. Yo estaba en el pie de una monta-
a que se mova. No se mova mucho, lo sufciente para distinguirlo.
Lo particular de aquella gran montaa es que tena su propio cielo, s,
un micro cielo que la rodeaba, situado ms abajo que el cielo que me
tocaba a m. Mi cielo estaba despejado y el de la montaa estaba oscu-
ro. No era un oscuro nocturno precisamente, era la oscuridad de una
profundidad. Nada ms puedo precisar de aquel cielo. All estaba yo,
parado, al pie de esa gran montaa que se mova con su cielo particu-
lar. En m haba un terremoto, temblaba mucho, llegue a sentir en mi
cuerpo el movimiento que hace el da para volverse noche y que hace
la noche para volverse da. Fui cuarto menguante, cuarto creciente,
estuve lleno pero jams pude ser nuevo. Ese sueo me estaba enveje-
ciendo, sent que pasaban los aos sin que yo pudiera hacer algo por
impedirlo, solo temblaba y avanzaba sin hacer nada, sin moverme de
mi sitio. Miraba para arriba a ver si algo pasaba con aquel cielo y con
aquella montaa que se mova sin que ya me asombrara demasiado.
De repente la montaa comenz a alejarse de m, a desplazarse len-
tamente, ya quieta, como si estuviera muerta; el movimiento previo
era signo de su vida, de su estada. Para mi sorpresa, lo que yo crea
su cielo, jams se movi, al contrario, ni bien se alejo la montaa, se
empez a agitar, a enturbiar, preparndose para algn acontecimien-
to especial. Entonces ah fue que empec a desplazarme, pero contra
mi voluntad; me desespere, lentamente me desplazaba debajo de ese
micro cielo que cada vez se agitaba ms, mis gritos fueron en vano.
Me detuve debajo del cielo, ya no me dieron ganas de gritar, no haba
ningn terremoto en m, era yo el que tenia ganas de moverme y eso
hice, me mov, me mov y me segu moviendo, siempre bajo aquel
pequeo cielo, que lentamente fue recuperando su normalidad.
68
LXXXV
An la lengua no fue develada.
La mecnica de la saliva no perdura.
La tinta es una estatua ciega y aburrida.
El corazn que habito no es un mundo ni mucho menos.
No podra decir qu es.
Tampoco es una legin, tampoco es un pico de mar.
Una masturbacin, un xtasis de ocano dulce;
eso tampoco es.
Una festa en silencio en la espera de una hora exacta.
Un calendario hurfano de sentido.
Un malabarista mentiroso.
No estoy seguro de que sea eso.
No se que es sinceramente y no creo esos cuentos de que no
podra vivir sin l.
No creo en su sabor ni en su mutismo.
Creo en su presencia como un sueo de los hombres.
Un cazador de fantasmas que en vez de
comrselos o matarlos, los alimenta y los exhibe.
Un incapaz de hablarme, un cansado.
Un mono oliendo su desecho frente a un rbol que ya cono-
ce, con un hacha en la mano.
Las verdades sobre el corazn son tantas
que nunca ha existido una.
Anulo la piel, soy tan falso que el corazn
se ha vuelto mi verdugo.
Un asesino bien ubicado,
y sin ningn corazn en el pecho.
LXXXVI
Los cabellos se vuelven escobas si no los limpias.
Los ojos se inundan de lagaas,
69
la piel de polvo,
los huesos de olvido.
Si no me lavo los pies no habr queso que compita.
Si no cuido mis dientes, ellos caern.
Si no higienizo regularmente mi ombligo,
alguien lo ocupara,alguien vivir en l.
No pasa lo mismo con el pensamiento.
He intentado todo.
Esponjas espaciales.
Letras de Urano.
Jabones de tiempo.
Aliento de perro.
Pero no.
No acepta limpieza alguna.
Igual seguir intentando, lo persuadir de que eso es lo ra-
cional.
Al menos hasta que encuentre algo mas productivo que ha-
cer, o algo mejor que limpiar.
LXXXVII
Esto esta basado en una historia real.
Fueron muchas las veces que camine por esa cuadra y la mis-
ma escena se repeta. Un hombre cmodamente apoyado contra
una pared fumando un habano esperando que su perro termine
de hacer caca. Lo curioso del asunto es que el perro, siempre, lo
hacia sobre la misma baldosa. Yo lo vea dando vueltas por toda
la cuadra, pero siempre lo hacia en la misma baldosa. Un da no
pude mas, me era imprescindible preguntarle al dueo si estaba al
tanto de tan curiosa situacin:

-Qu tal?, disculpe que lo moleste.
-Si dgame.
-Usted ha notado que su perro siempre hace caca sobre la mis-
70
ma baldosa? Da vueltas por toda la cuadra pero siempre se posa
en la misma baldosa.
-Si, lo se y es fcil de explicarlo.
-Acaso existe una explicacin a eso?
-Si, esa es la baldosa en la que yo me posaba de nio, cuando
jugaba a la estatua de piedra.
No supe que decirle, me quede mirndolo fjo unos segundos:
-Pero cmo sabe eso el perro?
Sbitamente el perro interrumpi nuestra conversacin:
-Djalo, no le hagas caso, esta loco.
Le cre, pareci sincero el perro. Lo salude con un apretn de
manos, le di un hueso al dueo y me aleje, con una carga menos,
claro.
LXXXVIII
La basura que escribo no conoce el papel,
ni el fsforo.
Lo que digo esta en el aire peligroso.
En las manos invisibles de una lagrima que se abre,
que se funde y se quema.
Esto esta a kilmetros de distancia.
Es verdad.
Conta hasta cinco y comprobalo.
Sin cerrar los ojos.
Uno. Dos. Tres. Cuatro. Cinco.
Has notado qu te has tocado el hambre?
Qu piensas de su textura?
Dmelo sin tartamudear y espera unos instantes.
Has estado mintiendo con la verdad.
Nadie , absolutamente nadie puede enterrarse bajo esta arena.
LXXXIX
Tiro mis cartas falsas sobre la belleza de los asesinatos. Es roja la
71
sal de bocas que se vuelca sobre la mesa. La jaula que cuestiona
su diseo no es digna de ser. El hombre que duda tampoco. Aun-
que su genio sea un crimen y su lengua un hacha, las llaves que lo
separan cambian el color de su sangre, siempre y cuando el aire
sea el adecuado para las autopsias y las aberturas descansen sobre
un subsuelo.
XC
En la tierra falta agua. Esta falta no se da en el agua, donde abunda
la tierra. Lo se porque al caminar por ella, mis pies suelen reven-
tarse o infarse considerablemente. Por eso es que no vera con
malos ojos remover todo el exceso de tierra en el agua. As habra
otros pies, podra ocupar el pensamiento en otra cosa que no sea
el fn de las maldiciones. Guardare los desiertos en botellas y los
arrojare al fondo del mar hasta que regresen los viejos tiempos a
asesinar a los nuevos. No se, solo supongo y deseo. Mientras uno
se ahoga solo se puede desear. Desear no alivia el ahogamiento,
todo lo contrario, lo hace tan insoportable que acuden todos los
dolores a anularse entre s. De esta manera, el glorioso cascaron
se quiebra del lado nuestro y todos celebramos las cosas que no
se terminan nunca.
Del fuego solo dir lo siguiente: l no puede andar con nadie, y
del aire?, del aire no pienso hablar.
XCI
El Papa se viste de blanco y siempre es de raza blanca.
En su mano tiene una ballena gigante.
Con ella machaca las maderas donde el vino se hace.
El Papa, ante todo, es un dolor colectivo.
El no lee lo que escribo.
Solo habla de a ratos.
Parece que se va a caer pero nunca lo hace.
Es la cruz la que lo equilibra.
72
Cuando asume un Papa, la tierra pierde un desierto.
Siempre ha sido as.
Los ojos del Vaticano se llenan de polvo.
El mar se pone boca abajo.
Cuando asume un Papa los vinos cambian de sabor
y la hipnosis engorda,
entre dos panes pequeos.
XCII
Todo ocurre en la cabeza.
Todo.
Los frutos no se pudren en el espacio
sino en la cabeza.
En la cabeza se gesta el temblor y la quietud del cuerpo.
En la arena que espera el arribo de un navo de guerra,
esparzo la sustancia permitida
para que esta hoja conserve el color blanco.
Mi cabeza debera y tendra que tener mas hojas para exhibirse.
Hay una slida decisin de permanecer,
aglutinada y compactadamente,
el mayor tiempo posible.
Por eso estos poemas, que solo tienen demasiada cara o dema-
siada nuca.
Hay un espacio donde algo se evapora, donde algo se separa.
Donde la parte muy ma pelea con el cordn
umbilical que an lloro.
El algn siglo de mi mar,
en alguna hoja que ya no recuerdo,
en alguna imagen imposible de olvidar.
Todo ocurre en nuestro animal de arriba.
XCIII
A esto me tengo que dedicar en la vida: rellenar libros, nada in-
73
teresante, todo descartable, nada que le pueda servir a nadie. No
importa. La clave es el relleno. Puede ser suave, duro, muerto,
pulgoso. No importa, repito. No se rellenar otra cosa, y como la
vida consiste en rellenarnos, considero que esto es lo que debo
hacer. Soy incapaz de rellenar el tiempo, los segundos, dejo todo
como est, ni siquiera me esfuerzo en darle una forma aproxima-
da a lo que espero que la vida sea.
Muchos lo hacen y son premiados y galardonados, son recorda-
dos por su innato talento para rellenar. Otros no. Rellen esto que
ser una pagina mas de un libro que no le servir a nadie, pero que
estas leyendo pensando que algo te puede dejar, y as fue como
rellenaste unos segundos de tu vida, olvidando de que nada te
tienes que acordar, para as ser el relleno perfecto que olvidaras
que sos, mientras te segus rellenando del relleno que otro mas
relleno que vos, descarto.
XCIV
Un miedo. Un miedo irracional a que el Diablo salga de mis ore-
jas con un cuerpo liquido y ajeno a mi tacto. Mis ilusiones forman
un techo de esta sustancia que yo describo con el nombre de Dia-
blo pero que no es precisamente eso. El miedo a que ese techo me
traicione y se alinee al enemigo provoca en m un efecto de boca
abierta, sin posibilidad de cierre, en una tormenta de arena. Mi
garganta ya esta tomada, por lo que yo he denominado, las patas
de Dios. Suben y bajan emulando un sinfn de suicidios fallidos.
La certeza de su permanencia es este miedo, miedo sin batalla,
rey del mundo que me prohbo.
74
N
o se el amor. Amo lo que l me dice que es. La fgura de
su acercamiento me enloquece y no de amor. La perdida
de su cuerpo es el seuelo de la muerte y la experiencia,
su contraste insoportable. El momento que es tesoro de su ausen-
cia, la ms efcaz de todas, se agita permanentemente sobre un
fondo abierto, dilatndose con el olvido de las apariciones que
este exige en silencio, con su solo movimiento. El amor muerde
los ojos con nuestra ms absoluta complicidad. No existe sorpre-
sa, su nico pacto es con la desesperacin.
75
XCV
Tengo miedo de que si dejo de escribir varios das, pierda el gusto
por ello y deje de hacerlo. No quiero que eso pase, por eso aqu
estoy, describiendo el proceso desesperado por el que intento afe-
rrarme a esto. Ya no escucho tantas voces, es verdad, con ellas
era todo ms fcil. Pase por debajo de todas las escaleras que es-
tuvieron en mi camino, lo hice convencido, nada es tan tremendo
como nacer. Convencido como lo estoy ahora, y aunque resbale
en esta pendiente, lo que esta abajo no es mas que una continua-
cin que acepto y dirijo.
Esto, que ni siquiera es tinta, no me alimenta ni me destruye, el
misterio de su conservacin se eleva sobre mis ansias ms sagra-
das y sublimes.
Ya esta, no necesito ms, extend por algn tiempo esta guerra,
que no se si terminara algn da, pero por las dudas, prefero no
arriesgar.
XCVI
El agua precipitndose.
Alguien toca el piano en el olvido.
Gira algo y no se qu.
La sangre ha encontrado el camino exacto
pero sigue siendo ma.
En el cuerpo hay rayas y lluvias suaves.
La pasin es el hijo ignorado en este da.
Solo en este da.
He presenciado todos los derrames
y todos los soplos sagrados,
que hicieron congelar la llama.
Pero nada dura congelado hoy.
Tarde o temprano uno nace.
76
E
ran las cinco y yo estaba esperando a mi espritu
en el bar. Varios relojes quisieron ocupar su asiento
pero no dude en echarlos, yo esperaba a mi espritu.
No habamos fjado hora ni lugar, lo mo era un deseo con
algo de expectativa. Varios das pasaron sin que este siquiera
de una seal. Era extrao que yo haya pasado das enteros
en esa silla sin que me de hambre y mucho menos sueo, mi
adrenalina ante el inminente encuentro no se alteraba. Mira-
ba por la ventana a los hombres y vea tambin a sus espri-
tus, atados sobre los hombros, colgados, arrastrando los pies.
Ver todo eso aumento mi esperanza, mi espritu al regresar
seguramente estara en mejores condiciones. Me ped otra
botella y el diario de mi nacimiento, en una de esas mi es-
pritu escribi alguna solicitada en el diario explicndome
los motivos de su ausencia. No encontr nada, seguramente
estaba muy apurado y no reparo en ese detalle. A mis padres
tampoco les comento nada, me imagine que querra darme
una sorpresa muy grande. Deje mi boca en la punta del vaso,
para que mi espritu me reconozca, y me dirig al bao bas-
tante hinchado de liquido y de espera.
Cuando regrese a mi mesa ya no estaba solo, un espritu me
estaba esperando, no era el mo, pero no dude en creer que
fue mi espritu el que lo haba mandado para que me comuni-
cara quien sabe que cosa. Me sent, volv a poner mi boca en
su lugar y sin dejarme ni siquiera saludarlo me dijo:
-llevo das y das vindote aqu sentado, esperanzado, y con
los ojos abiertos, esperando algo que nunca llegara para ti,
no a todo el mundo le corresponde un espritu y tampoco
te sientas mal por ello. Ves esos hombres de all afuera?
Has notado en el estado en el que tienen a sus espritus?
Los consideras afortunados? Para ellos son salvavidas, as
los utilizan y as los echan a perder, tarde o temprano estos
77
salvavidas se desinfan junto con la carne que son encomen-
dados a salvar. La vida no hay que salvarla, la vida hay que
dejarla ir, sino se asfxia, se desinfa y te empuja la cabeza
hacia la no vida, el peor de los infernos, y no hay que bajar
demasiadas escaleras para verlos. Yo estoy aqu hablando
contigo porque me he escapado, no existo, no mereces un es-
pritu y un espritu no te merece a ti, el cuerpo es demasiado
frgil para ambas existencias. El verdadero espritu brillara
en tus ojos cuando te olvides de que exista, silbara la msica
de tu pensamiento cuando este despida colores, no lo bus-
ques ms, vulvete l y olvdate de su nombre
Dicho esto se retiro sin que pudiera decirle absolutamente
nada. Sal del bar. Me entere que a los pocos das este fue
demolido para construir en su lugar un hospital para las vic-
timas de la guerra.
78
XCVII
Frente a la difcultad reciente que tengo para escribir un poema, he
delineado un plan, un operativo. Este consiste en escribir en una
hoja de papel palabras sueltas, palabras como puntos para que yo
realice la unin y as, culminar el gran poema. Sol, pozo, canbal,
collar, espasmos, herida, violencia, sangre, dientes, orillas, pata-
das, bfalo, gusano, rostro, sentido, eterno, fueron los ladrillos
que utilizara para edifcar mi gran construccin. Finalmente, y
luego de horas de trabajo ininterrumpido, la obra estaba conclui-
da. El resultado fue asombroso, el poema era preciso, justo, daba
en la piedra. Lo curioso del asunto es que, sin darme cuenta, pase
por alto todas las palabras que haba escrito a modo de ayuda. Ni
siquiera una. El escrito era un esqueleto con alma pero sin sangre.
Las palabras limite y atentado fueron las ms usadas.
XCVIII
Imaginacin o rumbo. Las piezas del enigma se desajustan. El
polvo como una lenta misa sobre el corazn. Imaginacin giran-
do sobre cabezas de recin nacidos. Rumbos demoliendo las par-
tes enteras del nmero seguro. La imaginacin es ese vuelo que el
rumbo intercepta. El rumbo de la imaginacin es la imaginacin
contra el rumbo.
Fijando la situacin propicia para que la catarata caiga sin culpa.
Todos los temblores han sido utilizados. Todas las manos han re-
cordado emparejar sus uas. Los yoes se multiplican y ninguno se
jacta de reconocimiento. Entonces las lupas se profundizan hasta
matarse contra el volcn que han estado buscando. Este volcn no
altera nada ms que el hambre.
XCIX
Ni siquiera una esquina.
Ni siquiera un forero.
Me saco de su vida por completo,
79
y no existen los puntos medios.
Solo ese gran punto.
El que recubre el gran hueso de la distancia,
que no se quiebra nunca.
C
Ac estoy, tirado en la cama, consumiendo arte ajeno. Llenndo-
me de una inspiracin efmera y pasajera. Consumo litros de agua
pero no hablo. No muevo nada. No trastoco en fantasa ningn
tiempo, ninguna libertad. Antes fusilaban en las calles, ahora no
pasa nada, antes la gente tenia excesivo miedo y coraje, ahora no
pasa nada. Saber que en cada uno puede estar el fragmento que
empuje a otro hacia alguna revolucin que hoy no se asoma en
ninguna parte, saberlo pero no animarse. Quisiera tener el poder
de inspirar al ms sangriento de los criminales, al ms psicpata
de los enfermos, al ms tirano de los tiranos, al ms valiente de los
valientes, empujar al ms depresivo al suicidio seguro, sacudir de
alegra la multitud ms rutinaria, agilizar la marcha de toda cuca-
racha a punto de ser aplastada. Pero no. Para observar la claridad
casi abrumante de estos limites no necesito acercarme a nada, ni
pensar demasiado. Soy yo, tirado en la cama, tomndome toda el
agua del mundo que no muevo.
80
No es necesario que algo explote en m, que un hecho de gran
impacto interior sea el detonante de una palabra escrita. Hay im-
pactos con cadenas invisibles que no vemos. Yo impacto en las
orillas del lenguaje. En mi interior porto historiales de todo tipo.
No necesito de ellos. El agua no necesita nada y odia a los vasos.
Realmente no quisiera ver dentro mo, ciertos parasos son las
parlisis que ya no me hacen falta. Antes escriba gracias a los im-
pactos, el incendiado huye del impacto como lo hace el tiempo,
de la mano con la piel. Construyendo estas frases realmente me
doy cuenta de la veracidad de lo que estoy diciendo. Nada impac-
to en m en estos momentos y sin embargo aqu estoy, huyendo.
No se lo que dir la prxima oracin. Releo todo lo redactado con
la estupida conviccin de que pueda unirme nuevamente a esta
ola que ya ha impactado hace tiempo. No en m, por supuesto. Ni
siquiera mi dolor es frme y coherente, realmente no sufro mas
que en mi ms absoluta profundidad que cada da alejo ms, por-
que nunca aprendo, porque nunca me preparo, porque nunca s,
porque la lengua que se revuelve en mi cerebro ya no tiene saliva
y busca sangre. Mi sangre me cree, por eso me sigue, no sabe
que miento, camina junto a m como un perro guardin del que
desconfo, por eso le pongo un bozal y siempre que me acuesto a
dormir, lo encierro. Pero sin embargo nunca me olvido de darle
de comer, de servirle agua, de sacarlo a pasear. La literatura tiene
los labios carnosos y mi perro tiene hambre. Le voy a dar el gusto.
Mis impactos se ausentan por la hambruna. Ahora comprendo.
81
CI
Somos seres precarios.
Se nos cae el xido.
All arriba hay xido.
Donde nos limpiamos esta lleno de xido.
Hay cepillos que al no poder sacarlo, se oxidan.
Acaso no vemos el xido delante nuestro?
En los techos de los hoteles que se
derrumban por exceso de xido.
En las lenguas que escriben por m los poemas que oxido.
Que se oxidan solos.
Somos el apoyo que el xido necesita.
Ser verdad qu estamos listos para no pelear nunca ms?

CII
La mente extraa cosas y olvida otras.
A la sangre ni le pregunto,
no va a saber de que le estoy hablando.
As se resume mi vida,
por lo menos desde mi muerte hasta hoy.
Lo que ocurri entre mi nacimiento y este momento
es algo que ni mi mente ni mi sangre,
y mucho menos YO,
estamos dispuestos a contar
(porque no lo sabemos).
CIII
Quera escribir un poema sobre el tiempo.
Mi temor a tocar lugares comunes fue mi mayor obstculo.
Todos escriben sobre el tiempo.
Los que derraman tiempo.
Los que juegan con la espuma blanca que deja el tiempo
Los que el tiempo no toca.
82
Los violados por el tiempo.
Ac fabricamos el tiempo y lo ponemos en botellas.
No quera escribir sobre lo que es el tiempo
ni lo que el tiempo hace conmigo.
Dudo de las tintas que escriben la palabra tiempo.
Su tonalidad se vuelve menos intensa
mientras recorren esta palabra.
El lector se da cuenta, se aburre y cierra el libro.
Cuando lo vuelve a abrir la palabra tiempo desaparece.
Los espacios blancos provocan pnico.
El lector quema el libro.
Las cenizas detienen el reloj y nada detiene la trama.
Pero eso no quiero que ocurra ahora.
Por eso me retiro y los dejo a solas juntos.
No te asustes sino se quema.
No te asustes sino se cierra.
CIV
Mi produccin escrita, corta, arrebatada y desprolija ha llegado a
su techo (el cielo es el techo de los rboles).
Creo que no escribir nada superior de lo que escrito hasta ahora.
No porque lo que haya escrito sea deslumbrante, de hecho cada
da veo menos luz en las palabras que dejo venir.
Es por el hecho de que me he puesto la tapa.
Todo esta aventura no ha sido ms que un ascenso.
Escribir hasta que el vrtigo explote y dejarse caer.
Es lo que estoy haciendo.
Ahora escribo mientras caigo.
En unos aos escribir quieto, parado y tirado en el piso.
Solo bajo l dejare de hacerlo.
All sern otros los que escribirn sobre la raza,
y todos sus movimientos.
83
CV
La rutina devora al principiante de los gemidos.
Los monumentos caen ante la tibia mirada
de una mujer hermosa.
De los pechos cae la leche del pasado.
Los huesos se acomodan en la arena que canta.
Exprimo la naranja del sonido interno.
Ablando los dientes de la tierra.
Curo al insecto que espa y a la imagen de su homenaje.
CVI
Mi punto dbil siempre fueron las cucarachas.
De siempre, en mi casa vieja, en la de ahora.
De chico, de adolescente, de muerto, de ahora.
En la infancia era todo una cuestin de forma.
Ya de grande la cosa se torno ms personal.
Siento que ellas me persiguen. Quieren que confese.
Me retan a que hable y diga todo.
Por cada una que logro matar, cosa que pasa rara vez,
siempre con veneno y a la distancia, diez huevos nuevos
se alistan en la persecucin.
Salen de las botellas, del agua, de los bigotes del gato.
Eso si, mi cuarto fue siempre inmune.
Ellas me esperan afuera, agazapadas, con su cuerpo en la mano.
Sin embargo, cada vez que me encuentro con una, huyen.
Siempre se van, mi miedo es tal que las contagio. Huimos los
dos, un colapso de miedo; no creo que a corto plazo me atreva a
enfrentar a una de ellas. Seria una pelea muy desigual. Dicen que
ellas pueden sobrevivir un fn del mundo Y yo, y yo, no puedo
sobrevivir a una cucaracha.
84
E
l encuentro forma parte de la trama mas compleja de
sentidos, sentidos atnitos incapaces de exteriorizar lo
terrible y asombroso de estos cogulos mentales que
golpean con la ms absoluta inocencia las piedras del fondo del
hombre. Primero no se sabe hablar del encuentro, instantes des-
pus embisto con furia verbal contra el caudal de paredes que
simbolizan la pronta perdida del milagro. Retengo lo que puedo,
no me asusto de las ballenas muertas y las resucito. Una y otra
vez, sin importar lo indecible, ataco y me atacan, encuentro y me
encuentran.
85
CVII
Esbozos que precisan el fltro de lo potico.
Flores saturadas de corazn.
La mismsima negacin abarcando todos los polos.
Todos los sistemas.
CVIII
Terminar de leer una novela nunca es fcil, menos si se hace en un
lugar pblico y atestado. Yo viajaba en un colectivo lleno, parado,
estaba apoyado contra un hierro, con mitad de cabeza fuera de la
ventana. Aquella novela era realmente larga: 1453 paginas, 16 de
prologo.
Lo ltimo que recuerdo es que apenas termine de leer el ltimo
rengln, quede paralizado, senta que no poda mover el cuerpo,
quera gritar y era como un sueo en el que uno no se escucha la
voz a pesar de estar desesperado por emitirla y que se escuche. La
gente empez a mirarme temerosa, yo no poda responderles. En
la comisara me dijeron que empec a empujar a todos los pasa-
jeros, que descendieron del colectivo aterrados por la brutalidad
de mis movimientos; luego, me dijeron que testigos me haban
visto golpear al conductor del colectivo hasta desmayarlo, para
luego tomar el volante y conducir aquel gigante hasta descender
a dos cuadras de mi casa, donde se encontraba la librera que me
haba vendido el ejemplar del libro que haba terminado de leer
unos minutos antes. Testigos declararon haberme visto ingresar
desesperado a la librera, en ese momento se hizo todo mas claro
para m. Record que lo hice para reclamarle al vendedor. El fnal
de la novela era injusto, mentiroso y triste. No poda ser verdad.
Le ped una explicacin, le pregunte si la poda cambiar, quizs
se traspapelo ese fnal con algn otro fnal de otra novela, no se,
esgrima argumentos sin coherencia, teoras sin estilo, sin carril,
era un desesperado literario, exigiendo una justicia que no exista.
Me respondi que no poda ser, que no haba ningn error. La
86
novela era as, y nada se poda cambiar. Me largue a llorar y le
devolv el libro, no lo quera tener ms.
Se neg rotundamente, con lgrimas en los ojos y me abrazo.
Nunca vi a un hombre llorar de esa manera.
CIX
Tengo que escribir con sentimiento,
sino nunca llegare a nada;
pero no puedo, no s, no me sale.
Ninguna virtud puede ser mi odio.
Ningn Dios se desprende de mi tristeza.
No tengo ms motor que la simple monotona.
La que me abraza y no me suelta.
La de los brazos inmensos.
La que me sonre con dientes robados.
Ella cree que yo le creo.
Sinceramente,
creo que no le faltan razones.
CX
En las ruinas preferidas,
durmientes dromedarios,
vern el pecado preciso,
comer todos los intentos.
Los cuatro ojos del tronco,
en silencio nocturno,
estallaran de la miel habitada,
para los insectos de siempre.
Las larvas hacen el amor
con las mismas posturas del hombre.
Lo bello y derrotado de la lluvia,
87
emprolija el trabajo.
Tengo la necesidad de las musas,
valientes en toda trayectoria,
para suscitar los imperios glaseados,
que hacen del poeta un ladrillo.
Rubias, coloradas y de amor,
todas las piedras malditas.
La tierra derrota al agua en el circulo,
donde la serpiente no para de parir.
CXI
Si no hay piel no hay piel,
repeta el mendigo cansado de manosear
aquella vieja mueca de plstico que encontr en la basura.
No hay piel, lo intente todo, repeta sin cesar.
Nada quiso saber.
Si abra los ojos era porque yo se los abra.
Si se daba vuelta era porque yo la daba vuelta.
Si no hay piel no hay piel repeta llorando.
Sin embargo, a su lado, la mueca siempre brillo.
Quizs con esperanza pura.
Quizs con la desesperacin mas miserable y espantosa que pu-
diera cargar un ser humano,
jams despego la mueca de l.
Cada limosna era destinada a ella.
Cada beso era dado como si fuera el ltimo.
Ni siquiera en el ltimo desgarrador suspiro se hizo la unin.
La mueca fue enterrada junto a l,
como su distancia con ella y con el mundo.
Si no hay piel no hay piel.
88
l viva junto con sus diez perros que cuidaba ms que al cielo y
a las fores que crecan en su jardn subterrneo, en el que vivan
dragones fantasmas que l alimentaba con alaridos que extraa de
sus sueos. No sala al exterior, se alimentaba de piel de dragn y
los perros sobrevivan gracias a los sueos que l tenia. Por cada
sueo que lo atravesaba, los perros reciban alimento que autom-
ticamente se introduca en sus estmagos.
Cada perro era una dieta diferente. Algunos gustaban de los sue-
os en los que las sombras envolvan al dueo como si un mar
de nudos cayera sobre su cabeza en el momento menos espera-
do. Estos sueos en los que l caa de la cama, eran el banquete
perfecto para muchos de ellos. Los sueos sexuales alteraban la
piel y el pelaje de los anmales, infuyendo en sus colores, inten-
sidades, volumen. En temporadas calientes, muchos llegaron a
quedarse pelados.
La soledad nunca fue tal para este hombre, ya que para l ningn
ser humano podra igualar al menos una de las cualidades asom-
brosas que le vea a sus animales; a pesar de esto, no faltaron las
veces en las que, mirando el cielo, se imagino el rostro humano
de los que no conoci.
Esta practica se fue haciendo frecuente con el correr de los aos.
Los sueos y los perros empezaron a disminuir pero la tristeza y
la melancola que empez a envolver mas fuertemente al hombre,
aumento. Fue un circulo vicioso de desesperacin que lo fue lle-
vando a enterrar a todos sus perros, excepto a uno. Eterno fue
el nombre con el que bautizo a este animal que, al parecer, no fue
afectado por el centenar de noches en las que el no so con nada.
Las arrugas como nubes imperfectas poblaron el rostro del hom-
bre, vasos con espinas, gritos de sol apagndose y un vaco que
agradeca poder nombrarlo.
El hombre envejeca a una velocidad pasmosa, apenas se le dis-
tingua la piel de los huesos. Parece que el eterno no era de
soar con frecuencia.
89
CXII
Tienes para alimentarte, genio del mundo cado, tendrs mucho
ms si te fjas bien. Veras que el suelo transparente que pisas se le-
vantara y romper la lmpara de la que has salido y a la que nunca
querrs volver. Aqu dicen necesitarte, tus formas son bendicin
para la masa que te sigue, que te busca, que pretende adoptarte y
cobijarte para darte asilo en los refugios donde, desesperados, se
reproducen. Encontraras un escenario mejor que este? No hay
espacio para los vuelos del placer que exhiben tu condicin de
inalcanzable. Extraaras aquellas lneas que, fuera del continente
fro, te vestan siempre con la talla exacta del amor y del misterio.
No hables de ms entre esta muchedumbre, no levantes la mano
mas que para desaparecer y someter el milagro a su existencia
pura, la que el aborrece y de la que t lo consuelas. Te he visto
darle miles de espejos para que se viera y se acordara de su con-
dicin fuera de la utilidad que ha sido su cruz en esta era. Los mi-
lagros son infelices por naturaleza y t lo sabes, por eso vuelves
al otro da de haberlos sometido y corroboras que an no se han
revelado, que an no te han traicionado. Si te habr visto abu-
cheado, apedreado e insultado por la rebelin de alguno de tus
milagros. Te han gritado impostor, canalla, diablo. Nadie te ha
visto llorar, sino te acusaran de dbil. La mayora de tus acciones
son olvidadas y temes que algn da salgas en busca del tridente
que rechazaste ni bien tu conciencia se percato del cuerpo. Pero
ya estas tan viejo y desilusionado, que nada te anima mas que a
limpiar y limpiar, ni siquiera las viejas estrellas que observas con
pavor, las noches que te recuerdan la explosin del inicio.
CXIII
El Diablo siempre fue acusado, pobre Diablo, hermoso y nunca
pasivo. Antes se crea al Diablo fuera de los lmites de nuestro
espacio habitable y palpable, el Diablo, para la concepcin del
hombre, siempre fue esa lluvia que estropeo el picnic o la orga.
90
Nadie supo acariciarlo como l mereca y an merece, lo han he-
cho enojar y ningn culto a escondidas detendr la ira prometida,
la ira del comienzo, el comienzo expandido en una sola unidad
se ala con el agua y nadie parece hablar nuestro idioma. Para
nuestro afn, un anzuelo de carne podrida y dientes nuevos. Amor
en el acento del bosque relmpago que se abre en una cima de
calidos nidos. El Diablo, querido hermano de vientre, tira del con-
cepto con la mano que le sobra en el cerebro de otro que le reza.
Es as como funciona el asunto. Para saciar la sed a l no le basta
exprimir ningn suelo, el Diablo hunde la lengua en la catarata y
hace grgaras con el mar, el mar cura las caries del Diablo, este
vuelve a sonrer, las aguas se pelean por el espacio ocupado en la
superfcie, el agua se turna con el agua, el agua quiere ser especta-
dora, quiere entrar, morir en el intento. El Diablo no permite nada,
esas sombras que le pelean, l las hace rebotar contra el jorobado
que prende el fuego all abajo, al lado de ese mundo, el jorobado
prende el fuego, el Diablo lo mira. Piensa que su fuego es mejor,
y no se equivoca, su fuego no se parece a nada, nadie ha triunfado
en este arte, ni siquiera yo, discpulo del fuego extinguido. He
aprendido ms con un fuego apagado que con uno encendido.
Una pena que lo necesite tanto, quisiera desprenderme de l, el
fuego del diablo es el mejor, pero l no lo necesita. El jorobado
y yo nos robaremos aquel fuego en secreto, el plan es simple: lo
traeremos con el cuerpo, una vez trado, engaare al jorobado y
lo soplare, me sentare en el bosque a rearmarme y escuchare la
carcajada del Diablo, proveniente de los cielos.
CXIV
Internamente me doy vergenza, me encuentro detestable, exe-
crable, desechable. Aun reconociendo lo pesimista y exagerada
de mi visin, no dejo de atribuirme en mayor o menor medida,
todos los adjetivos que han sido inventados para destrozar a un
hombre.
91
Vale la pena aclarar, que estas visiones, as de crudas y as de fran-
cas, no son producto de ninguna revelacin cercana. Dira que
son como el mantel inamovible de mi espritu, dbil, por supuesto
(con eso me miento).
Es por esta razn que hallo en m una curiosidad tremenda por
saber que es lo que me mantiene vivo, con esperanzas, con risas,
regalando palabras, en fn, reconociendo una mano blanca y pura
que acaricia cada extremidad de mi estada, en este nido de nadas.
Llegue a dudar de mi propia miseria, entregue culpas y fabrique
venenos solo para mantener la ilusin de que mis pies pisan fuer-
te. Reconoc hace tiempo que el equilibrio es la mas utpica de las
cosas, la mas lejana, la mas inexistente, la palabra mas perfecta
de la vida, a pesar de no tener ningn puente posible con lo que
llamamos realidad.
Es fcil pensar, o lo que yo denomino mentir, en horizontes que
reaccionen por uno, en una justicia que se apiade de la gente mala
y sucia, de los locos y enfermos. Locuras cobardes y valientes
he soportado inmvil, como un pen que espera que otra fuerza
decida por l. Me es tan fcil esconderme que mi peor verdugo
ya parece mi guardin, mi cmplice ms leal. He atascado lo po-
drido en la garganta gigante del miedo, postergo los encuentros
indefnidamente. La fantasa no necesita ser afrmada ni recono-
cida, soy el insecto que la siente y saborea, que la unta en su piel,
que la concentra en su lluvia.
Soy libre en esta coraza de caracoles destruidos. He convencido
a todos los arco iris de que ac se esconde un hombre an no
terminado, un sonido para los huesos de la raza, una cruz que se
levanta sola.
CXV
Suele pasarme que recuerdo un pozo, y este regresa,
pero no como antes.
Este pozo es diferente, no es un pozo natural,
92
es un pozo atrado.
Hostil y vengativo, me pone boca abajo
para darme las lecciones del agua pura.
No respeta que yo sea el herido.
Me castiga por el recuerdo.
Soy forzado a beberme toda el agua donde los peces muertos de
la imagen han fotado durante dcadas.
Es tanto el asco, tan puntiaguda la sangre vieja que atraigo, que
me veo obligado a exigirle fervientemente al recuerdo que la
prxima lo piense dos veces.
CXVI
Mi voz propia es como un ancla, de esas fuertes que hasta al agua
asustan.
Los navegantes han recibido la advertencia y muchos se han arro-
dillado. Parece que la Tierra, enemistada con el mar, rechazara
todo lo que provenga de l. Segn dicen, por un largo tiempo. En-
tre los llantos y suicidios, estn los que ya piensan que males nue-
vos les espera. Estos no tardan en iniciar los rituales de violencia
y armona con el destino, cruel para muchos, que les ha tocado.
Los das pasan lentamente, el nuevo mapa del mundo es asimila-
do por la multitudinaria poblacin de los mares encerrados. Las
largas expediciones en busca de tierra frme han fracasado, los
continentes parecen haber desaparecido por completo.
Nada, absolutamente.
Los suicidados, arrepentidos, han comenzado a salir a las super-
fcies. Las estrellas se acercan asombradas a contemplar al nuevo
Rey del planeta, que pasara a llamarse Agua.
CXVII
Vagaba por la cocina en busca de algo para comer hasta que la
vi, sus horribles ojos se clavaban en los mos, los dos nos queda-
mos parados y retrocedimos. De dnde haba salido esta rata?
93
Quede paralizado y sal de la cocina con pnico. Jams tuve tan
cerca una. Nunca, hasta ahora, haba experimentado tanto asco
por una especie de ser vivo. Las imagino comiendo, pelendose
por la comida, masticando asquerosa y desesperadamente cada
porcin de alimento, las imagine aparendose, en su multitud su-
cia y repulsiva, sus enfermedades, sus miserias y sus cobardas,
imagin todos los movimientos que realizan a lo largo de sus das
sin sentido, todo el asco acudi a m de una manera inimaginada.
Lo cierto es que tambin soy cobarde, no me interesa relacin
alguna con estas cosas. As pasaron varios das, ella no mora y a
mi tampoco me paso nada.
Un da ella muri, me di cuenta por el olor nauseabundo que sala
de la cocina. La enterr y me dispuse a hurgar el escondite donde
viva, situado atrs del horno. Resulta que la rata escriba, no solo
eso, escriba bien, le decenas de ensayos, cuentos, poemas, la
mayora hablaban de nosotros, los humanos, la visin que esta
rata tenia sobre nosotros.
Debo confesar que gran parte de lo que escrib hasta ahora en
este relato , fue creado por la rata. Me tome el atrevimiento de
invertir algunos sustantivos para hacerlo mas humano, mas ade-
cuado para nosotros, los que valemos la pena, claro. La rata ya
esta muerta, nada se puede hacer, no sirve cargar culpas. Viva
tampoco hubiera hecho mucho por impedirlo, pocos saben las
ratas sobre los derechos de autor.
CXVIII
Es un desierto, defnitivamente. Diviso a lo lejos otros que vieron
la avalancha sumida en la prisin de la realidad que ya no es. Col-
gados en las palmeras, pasmados por el exabrupto, reconocen con
terror el desplazamiento increble de los hechos, el desenlace fatal
de lo programado. La aureola descompuesta ha desaparecido. Las
manos han cobrado una fuerza universal que solo sirve para afe-
rrarme a lo que hoy me sostiene del abandono del mundo.
CXIX
Cualquiera que sea, hombre o bestia, luz o mapa, crcel u ori-
gen, el que haya atropellado con amor las hojas enfermas de este
simulacro, tendr que saber que nada continuara a partir de este
acto. Sern perseguidos incansablemente como si se trataran de lo
monstruoso en su estado ms puro, como si sus barbas largas fue-
ran del error mismo. Ninguna imagen fngir ningn tipo de pie-
dad ante la estatua descuartizada del crimen. Los mismos huevos
que ustedes despertaron se desarrollaran a velocidad asombrosa
con tal de reforzar la bsqueda, cada grano impregnado ser ene-
migo y cada suelo mal pisado, la muerte. Los das enteros sern de
persecucin. Las noches sern la melancola que, en secreto, tam-
bin los traicionara. No pueden confarse ni de su propia piel, ni
de sus pensamientos, mucho menos de los vientos. Ni el suicidio
mismo los salvara de ser los eternos exiliados de la Tierra
CXX
Las decadencias varan con los aos. En este momento sien-
to que estoy en la decadencia verde, en la sana decadencia.
Como somos la decadencia, no podemos soar ms que con
decadencias, con buenas costumbres y ceremonias de blanco.
Pasar de una decadencia a otra no es sencillo mientras se lo
intenta, ella se ocupa sin que nos molestemos demasiado. Ella
misma se dirige y nos dirige a nosotros por entre ella. El cora-
zn de una decadencia no se infarta nunca. Ella es el alambre
que separa los hospitales donde los heridos nunca se curan.
Ella es la nariz de un payaso desaparecido. Es as, con ella nos
vamos a la cama, con ella somos felices y con ella decaemos.
95
E
l sueo necesita que las lenguas de la tierra se
mojen, se abran como un inferno que irrumpe y
se aduea del aire que lo rodea pasmado. Las ho-
ras necesitan que este sueo las perdone y aunque las agujas
apualen su intencin, el sueo ceda a la suplica de las horas
que, luego, sabrn devolverle el favor. El momento se con-
densa maravillosamente. Los dormidos mantienen el ritmo de
lo inexplicable y se montan a aquella fantasa como si fueran
expertos. Una nube deforma el deseo del sueo, los ojos co-
mienzan a tener participacin, algo ha superado la resistencia
automtica de los reyes. El movimiento de la sangre recuerda
a la guerra, los gritos provienen del nido. Uno a uno los solda-
dos se retiran a la montaa para recargar sus pupilas y entregar
el botn. La memoria ejecuta la seleccin y equilibra el dao
para que los sobrevivientes regresen, as es como funciona
su engao. El sueo triunfa siempre aun cuando es olvidado.
Centenares de huevos de piedra invisible se amontonan en la
piel interna del continente donde la guerra ha sido llevada.
96

Qu espero?
Miro la piedra.
Miro el horizonte muerto.
Qu es eso que se expande sin tregua?
La herida del que escapa.
Qu somos?
Estados en eterna unin y conficto.
Contra que se lucha?
Contra la pregunta imposible.
Un ligero transito por el error incurable.
Te irs por donde viniste.
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