La ciudadela pirata de "La Fraternidad" se estableció en una bahía de la isla de las Tortugas por cuatro jefes piratas como refugio. François Le Clerc, Bill Paunchy, Joe Bird y Tristán Martos gobernaban la colonia pirata, que prosperó como emporio comercial gracias al botín de sus ataques y el comercio con otros piratas. La Fraternidad se convirtió en un lugar de constante juerga y violencia, donde los piratas encontraban reclutamiento para sus barcos.
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La ciudadela pirata de "La Fraternidad" se estableció en una bahía de la isla de las Tortugas por cuatro jefes piratas como refugio. François Le Clerc, Bill Paunchy, Joe Bird y Tristán Martos gobernaban la colonia pirata, que prosperó como emporio comercial gracias al botín de sus ataques y el comercio con otros piratas. La Fraternidad se convirtió en un lugar de constante juerga y violencia, donde los piratas encontraban reclutamiento para sus barcos.
La ciudadela pirata de "La Fraternidad" se estableció en una bahía de la isla de las Tortugas por cuatro jefes piratas como refugio. François Le Clerc, Bill Paunchy, Joe Bird y Tristán Martos gobernaban la colonia pirata, que prosperó como emporio comercial gracias al botín de sus ataques y el comercio con otros piratas. La Fraternidad se convirtió en un lugar de constante juerga y violencia, donde los piratas encontraban reclutamiento para sus barcos.
La ciudadela pirata de "La Fraternidad" se estableció en una bahía de la isla de las Tortugas por cuatro jefes piratas como refugio. François Le Clerc, Bill Paunchy, Joe Bird y Tristán Martos gobernaban la colonia pirata, que prosperó como emporio comercial gracias al botín de sus ataques y el comercio con otros piratas. La Fraternidad se convirtió en un lugar de constante juerga y violencia, donde los piratas encontraban reclutamiento para sus barcos.
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'El Pirata Negro', cuyo nombre era Carlos
Lezama, viajaba a bordo del Aquiln combatiendo a los buques ingleses y holandeses que se oponan al dominio hispano de los ocanos, sobretodo en Panam, donde el Pirata Negro tena su morada habitual. Su ropaje consista en un traje de pirata, pauelo rojo en la cabeza y un enorme medalln colgado del cuello. El Pirata Negro se public en 85 nmeros, desde 1946 hasta 1949. N 7 de la coleccin
ARNALDO VISCONTI
CIEN VIDAS POR UNA
Coleccin El Pirata Negro n. 07
Primera edicin 1946 Es propiedad del editor Reservados todos los derechos Impreso en GRAFICAS BRUGUERA Mora de Ebro, 92 y 94 BARCELONA
CAPTULO PRIMERO La ciudadela pirata
La siniestra piratera conocida bajo el nombre de "Los Hermanos de la Cosa era una discordante cofrada de asesinos salteadores de mar y puertos, que por azares de casuales encuentros, o para unirse aumentando su fuerza, se asociaban pactando permanente unin... que duraba a veces solamente meses. Pero en las postrimeras del siglo diecisiete las escuadras espaolas y los corsarios franceses e ingleses, formaban una poderosa amenaza contra los piratas que navegaban aislados, y el afn de eludir el nudo corredizo de camo o el hacha del verdugo del rey, impuls a los piratas a reunirse en asociaciones que, si bien tempestuosas en su confraternidad, les permitan dormir sin la zozobra de un despertar violento en poder de infantes espaoles o corsarios franco-ingleses. Y los piratas fueron eligiendo para asentarse mientras no navegaban distintos lugares en tierra que les ofrecieran garantas. Y as como las araas abundan donde hay grietas y escondrijos, instalronse los piratas por donde un nido de islas les invitaban con sus caletas protegidas, sus bajos y la profusin de farallones, rocas y arrecifes, que, en suma, les concedan lo que era tan preciado para su sangriento comercio: facilidades para espiar el paso do los mercantes, para atacar de sorpresa... y para escapar en caso de inminente peligro. Cuatro jefes piratas de distinta nacionalidad eligieron un seguro refugio en una baha del norte de la rocosa isla de las Tortugas, que distaba unas cien millas (le la costa noroeste de La Espaola. Franois Le Clerc, jefe bucanero; Bill. Paunchy, maleante evadido y oriundo de Nueva Inglaterra; Joe Bird, ingls de Liverpool, y Tristn Martos, El Antillano, aunaron sus fuerzas, entendindose todos ellos verbalmente a la perfeccin empleando el bechemer, el lenguaje de todos los mares, mezcla de espaol, francs e ingls 1 . Bill Paunchy, el americano del Norte, posea, adems de una gran panza que le vala el remoquete, un aparente humorismo bonachn, y la ciudadela que fu naciendo en el lugar elegido recibi por nombre: La Fraternidad" Bajo la sabia administracin de Franois Le Clerc, que cuidbase de la parte comercial de compra y venta, La Fraternidad prosper. Y a ella arribaban aventureros franceses e ingleses de toda clase, marinos prfugos, cultivadores, bucaneros... Los cuatro jefes piratas erigidos en cuatriunvirato dictaban la ley y eran respetados como cualquier otro gobierno legal de ciudades civilizadas. Si el voto de Franois Le Clerc vala doble que el de los tres restantes jefes piratas, debase a que, aparte de la inteligente administracin del francs, sus bucaneros eran los primeros que, al ser expulsados sangrientamente de La Espaola, habanse instalado en aquel paraje, artillando sus cumbres. Antes de que Bill Paunchy bautizase el lugar con el nombre de La Fraternidad y que con los dos otros jefes piratas pactase unin con Franois Le Clerc, en aquella baha protegida slo vivan los bucaneros. Eran una singular comunidad de salvajes y zaparrastrosos franceses, insolentes y fieros. Vestan pieles empapadas en la sangre de los animales que sacrificaban. Usaban botas de piel de cerdo y cinturones de cuero crudo, donde introducan sus saldes y cuchillas. Eran cazadores de oficio y salvajes por hbito; perseguan ganado salvaje, con cuya carne traficaban, siendo para ellos el manjar favorito el tutano crudo de los huesos machacados de las bestias que mataban. Coman y dorman en el sucio, empleando por mesa una piedra; sus almohadas eran troncos de rboles y su techo el clido y rutilante cielo de las Antillas. Tales eran los pobladores que, acaudillados por Franois Le Clerc, consintieron en la alianza con las fuerzas piratas de Bill Paunchy, Joe Bird y Tristn Martos. Y cuando las cuatro naves piratas emergan amenazadoras al acecho de cualquiera de las unidades que haba tenido el infortunio de retrasarse o separarse del grueso de la ilota mercante, los bucaneros rivalizaban en salvajismo con los piratas, convirtindose de matarifes de reses en carniceros de hombres. Al regreso a la ciudadela pirata todo el botn era llevado a los almacenes instalados bajo cobertizos en la playa y administrados por Franois Le Clerc, que era tambin quien valoraba y tasaba, efectuando el reparto. No desdeaban tampoco el surtir a otras naves piratas de alimentos y bebidas, recibiendo a cambio gneros robados en pillajes y saqueos, y tambin de vez en cuando no vacilaban en sentirse mercaderes, pagando en barras de plata las mercancas de las que piratas de paso por las aguas del norte de las Tortugas deslastraban sus calas. Pronto La Fraternidad se convirti en un emporio, donde el botn apresado a las naves mercantes, la carne cecina y los cueros se cambiaban por coac, armas de fuego, plvora... Un fructuoso intercambio que iba rellenando los cofres de los cuatro jefes piratas gobernadores de La Fraternidad, y en mucha menor escala las bolsas de los hombres enrolados bajo sus distintos pabellones. Y la ciudadela pirata, protegida por un slido fuerte construido en un alto fu ralln de rocas artillado, presentaba tambin una gran ventaja. Surta de hombres a barcos piratas que tenan que renovar las bajas que los combates dejaban en sus bordas... Y por esto la hez de muchos suburbios y arrabales marinos de toda Europa vena a La Fraternidad, seguros de hallar pronto enlistamiento, y, mientras eso llegaba, beban o engullan vino en abundancia, por Franois Le Clerc saba prestarles dinero. El especial procedimiento de Franois Le Clerc demostraba que nada tena de filantrpico y s mucho de sanguijuela. Slo prestaba a mozos robustos cuanto peor encarados mejor; ellos firmaban recibos empleando su seal de identificacin, y el doble de la cantidad recibida en prstamo era lo que perciba Franois Le Clerc cuando algn jefe pirata vena a reclutar tripulacin en La Fraternidad. El enlistamiento tena lugar en la playa, y, con parsimoniosos ademanes de escribano, Franois Le Clerc iba tachando sus deudores a medida que el jefe pirata iba pagando con la prdiga generosidad propia del dinero robado, las cantidades que el francs estipulaba como precio del enrol. Y todas esas circunstancias hacan de La Fraternidad ciudad donde reinaba la mayor de las francachelas, porque el dinero abundaba y los instintos salvajes necesitaban expansionarse al no guerrear. Vino, reyertas, canciones groseras... La sangre mezclndose con el mosto libremente, sin trabas, porque la nica autoridad, que era la del cuatriunvirato, sentase muy paternal y benvola ante esos pasatiempos". Para Bill Paunchy matarse en rias tabernarias era no perder la mano y estar en forma para Joe Bird, el ingls, era muy til porque sobrevivan los mejores y ms aptos; para Franois Le Clerc, cuanto ms vino corra, ms aumentaba la cifra de sus ingresos. Slo uno de los cuatro, el hurao y bestial Tristn Martos, no comentaba con carcajadas la eterna orga que reinaba en "La Fraternidad. En lo alto de un faralln gemelo al de la fortaleza emplazbase la vivienda de Tristn Martos, horadada en la roca viva. Y para llegar hasta el pinculo en que se abra la entrada al lugar donde moraba Tristn Martos, el nico medio era trepar por una escala de hierro que verticalmente ayudaba la ascensin mediante escalones tallados en la piedra. Escasas veces Tristn Martos so dignaba compartir las comilonas do sus tres asociados. Y como un gigantesco sapo maligno descenda de su gruta alta, slo cuando un imperativo de gobierno en que su voto era preciso o una salida al mar le obligaban a abandonar su guarida. La anttesis de la hosca misantropa del antillano eran los inseparables Paunchy, el americano, y Joe Bird, el ingls. Condescendan en compartir la mesa con cuantos piratas de nfimo rango les invitaban. Pero dbase una coincidencia: slo aceptaban las invitaciones que partan del interior de la taberna de Tula, La Cubana. Y Franois Le Clerc, en cambio, slo remojaba su garganta en la posada del viejo bucanero Gros Jean... al que le ayudaba en atender a los concurrentes una lejana sobrina llegada recientemente de Francia y llamada Reinita", en afectuoso apodo, por los bucaneros. Si discrepaba el lugar de esparcimiento favorito de los dos jefes piratas sajones, y del jefe bucanero galo, tambin discrepaban detonantemente sus aspectos. Franois Le Clerc, pequeo, magro y siempre cubierto por redondo gorro de piel, ocultaba la ms feroz y fra de las crueldades bajo su apariencia de escribano, al vestir siempre de negro con gorguera de encajes. Bill Paunchy bamboleaba una obesa panza sobre giles piernas y largos brazos de espadachn consumado; su rostro bestialmente glotn diferencibase del de su inseparable. Joe Bird luca una carnosa nariz ganchuda que, complementada por los redondos ojos saltones e inquietos, daba a su faz la expresin de un rostro de ave, de donde le naci el remoquete de Bird". Alto y flaco, llevaba siempre un arsenal consigo, adems de la larga espada duelista, cuya traidora acometividad era la que le haba obligado a abandonar tempranamente la tierra inglesa. Y aquellos tres maleantes de la peor especie formaban, con el solitario y misntropo Tristn Martos, el cuatriunvirato dueo y seor de los destinos humanos de toda la poblacin do la ciudadela pirata de La Fraternidad. Y a eso se deba que la turbamulta de aventureros que infestaba la ciudadela pirata, no slo respetaban a Tula, La Cubana, y a Reinita, la francesa, sino que evitaban hasta el mirarlas con demasiada insistencia. A Tula, por temor de Joe y Bill, que la cortejaban infructuosa e insistentemente, y a Reinita, no slo porque Le Clerc la distingua con su asiduidad, sino porque era el dolo de todos los bucaneros. La vida en La Fraternidad deslizbase con una metdica alternancia; de da, los cultivadores que plantaban y cosechaban el azcar y las especias, trabajaban en las extensas planicies de las afueras, mientras los piratas enrolados y los aventureros, en espera de enlistamiento, dorman profundamente. Al crepsculo, los cultivadores regresaban a sus cabaas del exterior, y en las calles de La Ciudadela empezaban a transitar piratas y aventureros dirigindose a sus favoritas bodegas. Y al caer la noche oanse ya las bquicas canciones alteradas de vez en cuando por entrechocar de espadas y pistoletazos aislados, renovndose, al dirimirse las querellas, los cantos, que resonaban con ms ardor... Slo hacia las cinco de la madrugada renaca el silencio y la quietud imperaba en la ciudadela, mientras los bucaneros partan hacia el interior en busca de caza. A las cuatro de la madrugada del 27 de mayo del ao de gracia de 1699 el hombre de servicio en el torren-viga de la fortaleza del muralln distingui a lo lejos los puntos brillantes de varias luces que se bamboleaban posadamente sobre la negra superficie liquida del Mar de las Antillas. Por el lento navegar y la pesadez d los bandazos de aquellos buques que surcaban aquellas aguas con todas sus luces apagadas, menos la obligatoria linterna de popa, alumbrada en evitacin de un abordaje entre ellas mismas, el viga reconoci el paso cauteloso de dos galeones espaoles. Y a proa de los dos galeones bailaban con ms velocidad y con superior singladura maniobrera dos otras naves de menor tonelaje, que era presumible fueran dos goletas artilladas que daban escolta a los dos galeones hasta llevarlos lejos de aquellos parajes peligrosos. Uno de los preceptos estratgicos de los cuatro jefes piratas era que turnasen en servicio de ataque tres naves, mientras la cuarta permaneciese con su tripulacin a bordo y preparada a intervenir como reserva, si el combate se desarrollaba poco favorablemente. Perteneca a la goleta de Tristn Martos quedar en aguas de la baha, mientras se hicieron a la mar las restantes goletas de los dos sajones y el bucanero galo. Empez la maniobra do acecho, la peculiar pesadilla de los marinos. Las tres goletas, con todas sus luces apagadas, abrironse en abanico tras la popa lejana del segundo galen. Dos de ellas tomaron velocidad hasta parearse a prudente lejana lateral del ltimo galen. La maniobra estribaba en aguardar pacientemente a que fuera doblado el cabo de la prxima isla La Cristiana por su extremo meridional, sin guarnicin y despoblado. Las dos goletas, la de Bill Paunchy y Joe Bird, parearon siempre a obscuras, hasta alcanzar la misma altura que las goletas-escolta, y el ataque por sorpresa se desencaden simultneamente. Mientras la goleta de Franois Le Clerc abordaba violentamente el segundo galen rezagado, cuya cubierta vise pronto invadida de un enjambre de bucaneros aullantes, las goletas de Bird y Paunchy concentraron un fuego nutrido en andanadas sbitas sobre el fcil objetivo de las luces de popa de las goletas-escolta. La noche tropical, en su densa negrura aterciopelada, fu rasgada como por inesperada tormenta; los relmpagos de las bocas de los caones precedan en segundos el horrsono estruendo de los proyectiles... Desmanteladas, con sus palos cayendo fragorosamente, las goletas-escolta, bandeando escoradas, elevronse de babor, hundiendo en el agua la hilera de sus caones de estribor... Y las sucesivas andanadas cobardes, disparadas casi a bocajarro por las naves de Bird y Paunchy contra el voluminoso casco ofrecido por las goletas- escolta semihundidas, terminaron de hundirlas. El galen atacado por Le Clerc era ya remolcado hacia La Fraternidad, cuando el primer galen que intentaba huir fu abordado por ambos costados, cayendo sobre sus puentes una lluvia de disparos, que precedieron la entrada en masa de los piratas... Los miembros supervivientes de la tripulacin fueron empujados y aguijoneados como reses a la cala. Bill Paunchy y Joe Bird entraron en la cmara capitana, y ante la resistencia del capitn del galen le dieron pronta muerte, tras lo que miraron complacidos a los tres ocupantes de la gran cmara. Un caballero de distinguida presencia arrogante en cada uno de cuyos brazos se colgaba horrorizada una mujer. Dos damas ricas hembras espaolasdijo lacnicamente Joe Bird. La empuadura de la espada es de brillantes y oro. No es, pues, un pobretnri Bill Paunchy, mientras su diestra, alargndose, introdujo la punta de la espada que manejaba en la empuadura de la del prisionero, que estaba ya siendo maniatado, as como las dos mujeres. Con un golpe de mueca hizo saltar Bill Paunchy la espada de su vaina y la recogi en el aire. Examin la cazoleta. Escudo y armas grabados en la orejeta coment Joe Bird, que miraba por encima del hombro de su inseparable. Ese elegante debe ser ttulo espaol; vida salva, pues, para l y sus dos mujeres. Los dems... ...aumentan el peso de las calas. Hay que deslastrardijo Bill Paunchy, mientras ordenaba que fueran llevados a bordo de su goleta los tres prisioneros. Instantes despus, con gran delectacin, los dos jefes piratas entraban los primeros en las calas atestadas de indefensos tripulantes heridos y daban la seal de la horrible matanza disparando los primeros y manejando con rpidos avances sus espadas, hasta que la cala del galen capturado fu slo un inmenso hacinamiento de cadveres... Al agua!dijo concisamente Joe Bird. Aferrad los garfios de remolque... Y la caravana formse en fila india; la goleta de Le Clerc, en calma, remolcaba al primer galen apresado. A dos millas, la goleta de Bill Paunchy timba del otro galen, y a retaguardia, la nave de Joe Bird remataba el desfile. Y ya en la playa de la ciudadela pirata, cuando los bucaneros de Le Clerc hubieron dado feroz muerte a todos los supervivientes del galen por ellos apresado, Franois Le Clero empez a tasar y valorar como un consumado mercader honesto los tejidos, vajillas y joyas que contenan los cofres do los galeones. Junto al almacn de la misma playa erigase un cuadrado barracn de slidas rejas empotradas en la madera de gruesos leos toscamente cepillados: era la nica crcel de La Fraternidad. La ocupaban slo los prisioneros cuyo rescate se valoraba en crecida suma. Captulo II El "consejo de los cuatro"
Un velero de esbelta lnea y afilada proa, con todo el amplio velamen extendido y tensamente combado, perfilbase cortando la azulada superficie del quieto mar en aquel medioda del 27 de mayo. Distaba tres millas en lnea paralela del fortn del faralln de La Fraternidad, cuando arri las velas mayores, disminuyendo velocidad e izando pabelln. Flame al aire el lienzo, en el que un aguilucho se cerna, y bajo la insignia pirata del velero izse a continuacin un bandern triangular de negro color, en el que una calavera pareca estallar en muda carcajada encima de dos huesos cruzados. Velero Aquiln!grit el viga de la ciudadela. Bandern de anclaje! El can de aviso de la fortaleza dispar un proyectil que levant un penacho de espuma a un centenar de metros ante la proa del velero. El Aquiln obedeci la seal, y, conservando slo sus velas bajas, avanz lentamente, dando proa al faralln. Instantes despus echaba andas a dos millas de la playa. Destacse de su costado Una lancha impulsada por vigorosos remos que manejaba un hercleo negro. En proa, su nico ocupante fu avistado por el largavista de Franois Le Clerc, que, satisfecho de su examen, tendi el largavista a Joe Bird, quien, tras un instante de observacin, pas el anteojo a Bill Paunchy. El Pirata Negrodijo Bill Paunchy innecesariamente. Los tres hallbanse sentados tras una larga mesa instalada bajo un cobertizo en la playa. Ante ellos varios bucaneros amontonaban las mercancas de los dos galeones va valoradas por Franois Le Clerc, que tomaba meticulosamente nota con larga pluma de ave. De la lancha que arrib en la playa salt un alto y atezado individuo cuyo desnudo trax bronceado mostraba unas amplias espaldas y una musculatura de acerada elasticidad. Los negros cabellos estaban semiocultos por rojo pauelo anudado a la nuca. Do los lbulos de las orejas pendan dos aretes de oro, y del cuello una cadena del mismo metal de gruesos eslabones soportaba colgante una placa circular que destellaba ureos reflejos al recibir el impacto del sol. De su cinto penda larga espada duelista y sobre su estmago se cruzaban las culatas de dos pistolas. El negro pantaln ceido hundase en altas botas mosqueteras de media vuelta. El rostro rasurado presentaba slo el tino trazo sedoso de un bigote que sombreaba el labio superior; y la barbilla hendida en dos, las arqueadas cejas, los intensos ojos negros de burlones destellos y la nariz levemente aquilina conferan al recin llegado un aspecto de hombre de recio carcter indomable. Salud a usanza pirata al detenerse al otro lado de la mesa en el cobertizo de la plaza, frente a los tres Hermanos de la Costa. Apoy levemente la mano zurda en el hombro derecho desnudo, e inclin casi imperceptiblemente el busto. Carlos Lezama, llamado el Pirata Negro, tiene el disgusto de saludaros pronunci con voz clara y bien timbrada. Disgusto? interrog Franois Le Clerc frunciendo las cejas. S. Porque vengo en busca de bribones para renovar bajas. Y no es de mi gusto perder tripulantes en combate, ni tampoco ser del vuestro. Necesito tambin renovar las provisiones de mi cala, porque mis corderos comen como leones. Podremos llegar a un acuerdo si traes bolsa repletadijo Le Clerc. Quien aqu viene, slo dos cosas puede traer: o hambrienta desesperacin, o tintineantes doblones de oro. Yo traigo oro suficiente para hacer honor a m Aquiln. Levantaron los tres Hermanos de la Costa la cabeza. El Pirata Negro sigui la direccin de la mirada de los tres jefes. Acababa de resonar el sordo mugido de una caracola de mar. La llamada provena de la sima de un faralln fronterizo con la fortaleza. Qu querr Tristn? inquiri Joe Bird. Ha sonado su especial aviso de reunin del consejo de nosotros cuatro. Para qu? El gaviln del Palomar se decide a abrir las alascoment Bill Paunchy, y su ndice seal la figura humana que descenda por los escalones tallados en piedra del faralln. Vi tambin Carlos Lezama la simiesca figura que, emergiendo de una gruta horadada en lo alto de la roca, aferrbase a la vertical escalera de hierro, apoyando con destreza los pies en las rendijas talladas en la roca. Empieza el trato, hermanos? pregunt el Pirata Negro, apartando la vista de la silueta humana que haba ya pisado la playa y acercbase al cobertizo. Aguarda dijo secamente Fran0is Le Clerc . Tristn Martos quiere hablarnos. Tristn Martos, El Antillano, posea unas descomunales espaldas voluminosas, aun ms voluminosas al compararse el largo trax con las cortas piernas. Si bien era de estatura mediana, pareca ms pequeo por la anchura titnica de su pecho y la redonda joroba que abultaba en su espalda. Tena un semblante muy serio y peludo, de barba extremadamente poblada y cejas y pestaas excesivamente largas y gruesas, y vesta enteramente de rojo. Jubn prieto, que moldeaba la potencia de sus largos brazos, y ceida malla en las cortas piernas. La punta de la vaina de su espada arrastraba por el suelo. Fu a colocarse tras Franois Le Clerc y apoy una manaza vellosa encima del hombro del francs. Ya estamos todoscomenz con su caracterstica desenvoltura Carlos Lezama. Empiece, pues, el regateo. Yo no pienso allanarme a mesonera en mercado. Pedid y pagar si es sensato, pero discutir no quiero. A santo de qu has venido? habl Tristn Martos. Su voz era honda, cavernosa. Toma! Ten por seguro, Antillano, que no fu para contemplarte. Vengo a comprar hombres y provisiones. O hablar de tu desfachatez, pero nunca cre fuera tantadijo el Antillano, manoseando con la diestra el pomo de su espada. Mucha es mi desfachatez, lo reconozco. Es una de mis pocas cualidades, pero no veo porque sacas a relucir tal cualidad de la que me enorgullezco. Te llaman el Pirata Negro. Eros acaso pirata? Carlos Lezama ech la cabeza hacia atrs y estall en sonora y burlona carcajada. Me parece pregunta ociosaIntervino Franois Le Clerc. Quin no conoce el pabelln del Pirata Negro? Llevo la voz cantanteadvirti Tristn Martos. Dejadme vosotros seguir con mi interrogatorio, del que presumo que este audaz insolente no saldr bien parado. Repito, eres acaso pirata? Ociosa pregunta ha sido la calificacin con la que uno de tus propios colegas, en el gobierno de La Fraternidad, ha definido tu graciosa interrupcin del trato que iba a iniciar. Escucha, Tristn Martos; deber es para hombres inteligentes como yo ilustrar a los ignoros como t. Los hombres de ley de todas las naciones definen al pirata como un ladrn de mar, como un hombre que se apodera por la violencia de la propiedad de otro, como al que de la profesin do navegar hace por meta robar y saquear. Es decir, un bandolero de mar que tambin roba en los puertos. Negars que yo soy tan ladrn como t y tus tres amigos? Esa es definicin de hombres leguleyos. No me basta. Exigente eres, voto al diablo! Te dar, pues, mi definicin, la definicin de quin soy yo, Carlos Lezama, el Pirata Negro. Poseo ms cualidades que la de desfachatez que me reprochaste sin motivo, porque aun no te la he demostrado. Poseo audacia, sagacidad y destreza en el uso de las armas como el que es el mejor de los jefes piratas de todo el Caribe, s gobernar mi barco (que al principio fu un barco poco marinero, hasta que logr robar otro mejor) y s dominarlo en tormentas y combates. Hombres y elementos obedecen a m voz y s hacer rumbo, desmantelado, en busca de puerto seguro; s dominar a la ms indcil de las tripulaciones, aun sea la de la peor especie, durante las enfermedades y el descontento, y s emplear las artes del diplomtico, para procurarme un mercado seguro para las mercancas robadas... que es a lo que he venido aqu y no para orte preguntar necias cosas. Tristn. Charlatn y poco modesto eres, Pirata Negro dijo Joe Bird. Soy orgulloso porque tengo conciencia de lo que valgo y me gusta charlar porque lengua me dieron. Qu ms quieres saber, Tristn? Tengo entendido que predicas a tus hombres respecto a la mujer. Aunque mentira parezca, Tristn, de madre has nacido. Y yo tambin. Y odme, vosotros tres dijo el Pirata Negro, encarndose con los tres restantes asociados: es acaso esa mesa en que os sentis mesa de tribunal bachiller de Salamanca? Vengo a surtirme y no a contestar baladronadas y estupideces. Ten la lengua, espaol rugi Tristn Martos, avanzando un paso. Ten la tuya y en paz viviremos, t en tu Palomar, yo en mi cubierta. Callad los dos!grit agudamente Le Clerc . A qu viene pelear sin razones? No vino l a comprar y substituir bajas, Tristn? Nunca hablo en balde. Sostengo que ese insolente es Pirata slo de nombre, y si contesta como hombre a mis preguntas os lo sabr demostrar. Cuando hombre me pregunta, como tal contestoreplic sonriendo el Pirata Negro. De mi hombra respondo, de la tuya... t sabrs. Tristn Martos ostent una frente de hinchadas venas azuladas. Contesta, espaol! Quin mat al pirata llamado Brazo-de-Hierro? Yo. La breve respuesta pasm de estupor a los tres asociados de Tristn Martos, que avanz el busto amenazador por encima de la mesa. Reconoces, pues, haber matado a un hermano nuestro? S; lo mat, y cien vidas tuviera, cien que yo le arrebatara. Franois Le Clerc sacudi un inexistente polvo de su gorguera de encajes, mientras su diestra, armada de la pluma de ave, apunt al Pirata Negro, que, brazos cruzados, sonrea, con las piernas muy abiertas y aplomadas en la arena. Dices y reconoces haber matado al pirata llamado Brazo de Hierro? Me estis ya amostazando, cuarteto de preguntones. Vengo slo a visitaros para mercarme cosas preciosas y os sents jueces de delitos que no existen. Mat a Brazo de Hierro porque no me di a elegir otro camino. S a ti, francs, te hablan con un sable en la mano, un garfio en la otra y caones enmechados a punto de vomitar, qu haces? Entonas el Miserere y das tu cuello al sacrificio? Creo que no; luchars hasta que desaparezca la amenaza. Brazo de Hierro no simpatizaba conmigo ni yo con l y la cosa termin como deba de terminar; le madrugu por la mano y Brazo de Hierro muri porque tal era su sino. Sois piratas o sois pelucones jueces de tierra adentro? De cundo ac un hombre, para defender su vida, no puede matar al que le injuria? Qu ms, Tristn? Sigue preguntando, que hoy estoy en vena amable y slo me causas gracia... no porque seas gracioso, sino porque s apreciar siempre el lado cmico de todas las cosas grotescas. Cul ha sido tu ltimo combate? Contra qu nave pirata? Vuestro hermano tiene fiebre de calenturas. Crese, por lo visto, que mi fobia es desayunarme con mugrienta carne pirata. Mi ltimo combate ha sido contra un tal Gars, El Albino. Gars, El Albino? El corsario! grit Le Clerc. Y lo mataste? Pregunta ociosa, Le Clerc. No me ves en pie? Lo mat para satisfacer un odio antiguo: prend fuego a su carabela. No queda uno solo de sus corsarios. Qu, Tristn? Soy monja disfrazada? La profesin pirata es la ma, porque hay oro, lucha y aventura. Tiene tambin su lado festivo, artes extraas, ardides ingeniosos, hechos ridculos y puede estudiarse el lado grotesco de la naturaleza humana. Desde luego, sera absurdo pretender que todos los piratas fueran como yo, heroicos y bien humorados. Y el Pirata Negro, saludando en son de mofa a Tristn Martos, aadi sonriendo: Los hay... agrios como vinagre rancio, que cuando es de sol preguntan si hay estrellas, y cuando la noche asoma, buscan el canto del gallo en la aurora. Bill Paunchy ri sonoramente, imitado por Joe Bird. Tristn Martos jug por unos instantes con la hoja de su espada, sacndola y volvindola a envainar a medias. Al fin, di media vuelta y se alej. Franois Le Clerc se encogi de hombros. Joe Bird segua riendo cuando Bill Paunchy pregunt: Por qu habr manifestado de pronto ese inters el joroba? Ese espaol es un bravo pirata decente. Un tipo contrahecho como Tristndijo Joe Bird estirando y engallando su larguirucho cuerpo mientras se pellizcaba la nariz ganchuda forzosamente ha de odiar a los que, como ese espaol y yo, somos guapos y bien formados. As serdijo sonriente el Pirata Negro. Lo cierto es que nunca o en mi accidentada existencia preguntas tan peregrinas como las de ese tortugn que ahora parece trepar como caracol por su ladera. El matar como lo he hecho a enemigo comn nuestro es mi mejor blasn para l y vosotros. Pero l pareca reprochrmelo. Ser que piensa convertirse en cremita? Bien, volvamos a nuestros zapatos. Con treinta hombres he quedado, Le Clerc. Las andanadas de la Vengeance de Gars, El Albino", y sus sutiles me segaron unos cuantos corderos. Necesito veinte rufianes de pelo en pecho y que se hallen dispuestos a vivir corto poro sabroso. Los tienes? Tengo los veinte que necesitas y muchos ms. Pero valen ren piezas de a ocho por barba. Caros son, pero no tendrn precio cuando pisen mi cubierta. Ordena tus mejores cincuenta que formen semicrculo. Elegir veinte. No es ese mi modo de tratar, Pirata Negro. Yo te dar los veinte por que los conozco y s cunto valen. Tripularn mi velero, no el tuyo bucanero. Los pagar a ciento diez piezas de a ocho, pero los elijo yo. A los caballos la dentadura, los belfos y los trancos. A los hombres, la lengua, los msculos y los ojos. Me jacto de reconocer a un hombre echndole la vista encima y oyndole hablar unos instantes. Ordenas que salgan a la playa tus protegidos? Bien. A ciento diez piezas de a ocho por elegirlos entre mis mejores. En la lista que contena a todos sus deudores fu Le Clerc marcando una cruz junto al nombre que elega, hasta marcar cincuenta cruces. Entreg el pergamino a un desharrapado bucanero que en bandolera llevaba los cueros tronzados que sostenan un tambor. Por las calles de La Fraternidad el tamborilero convoc a reunin en la playa de los cincuenta comprometidos", cuyos nombres fu desgranando con parsimonia. CAPTULO III Los nuevos tripulantes del Aquiln
Entre los aventureros que poblaban la ciudadela de La Fraternidad, se encontraban toda clase de personajes raros, de diferente calaa y condicin. Mdicos, naturalistas, criminales, poetas, arruinados hombres de ttulo y fortuna; nadie estaba fuera de lugar en aquella extraa compaa donde la nica credencial era demostrar ser un huido de la justicia. Pronto fueron reunindose en la playa los convocados; algunos se tumbaron indolentemente a la sombra de las palmeras, reclinndose contra los troncos, otros sentronse cruzando las piernas en la misma arena. La mayora llevaban el ancho sombrero de paja que resguardaba sus crneos del duro sol antillano. Carlos Lezama, seguido de Franois Le Clerc fu pasando por entre todos aquellos forajidos, a alguno de los cuales, de vez en cuando, tocaba en un hombro. Los as advertidos ponanse en pie y formaban grupo aparte. Selecciono veinte musculosos individuos, de abigarrada y distinta vestimenta. Buen ojo timador tienes, Pirata Negro habl Franois Le Clerc con untuosos ademanes de mercader. Has escogido la flor y nata de los habitantes de mi ciudad. Si stos son la flor y nata, no quiero ni pensar en cmo sern los que no han venido. Que uno de tus bucaneros ondee el pabelln verde. Mi lugarteniente entender la seal y vendr con lancha para recoger a esos y a la vez traer la plata. Junto a la lancha donde aguardaba el negro remero, vino instantes despus a anclar otra mayor, remada por cuatro piratas del "Aquiln. En la lancha fueron instalndose los veinte hombres seleccionados por el Pirata Negro, cuando ste hubo entregado a Le Clerc el precio estipulado. Dispsose el Pirata Negro a dirigirse a su lancha, cuando Le Clerc pregunt: Qu otras mercancas necesitas? Cuando haya aleccionado a los nuevos tripulantes de mi velero, regresar. Y trataremos los restantes negocios. Hacia el anclado "Aquiln, distante dos millas de la playa, fueron bogando las dos lanchas. La impulsada por el negro psose prontamente en cabeza, llegando al costado del velero mucho antes que la tripulada por los cuatro remeros y transportando a los veinte forajidos recin reclutados. Uno a uno fuero subiendo a la borda... Tras el surco que las popas de las dos lanchas haban dejado en el agua, rozaban la superficie las aletas de varios tiburones que, voraces, coletearon airados, dando media vuelta al no hallar presa, pero nadando entre dos aguas por las cercanas de aquel casco... El lugarteniente del Aquiln", un pirata rechoncho y de basta fuerza corpulenta, fu empujando poco ceremoniosamente a los que iban pisando la cubierta. Su rostro corcusido por innumerables cicatrices y costurones era una mscara horrenda arrugada en mltiples pliegues rojizos, y bien mereca su remoquete do "Cien Chirlos. Formad en una hilera al pie del castillete de proa! grua a medida que iban saltando los veinte "deudores de Le Clerc. El Pirata Negro, con los brazos en jarras y los puos en las caderas, estaba adosado al pie del castillete indicado, examinando los rostros do los veinte hombres formados en una hilera. Uno por uno iris declinndome vuestros nombres o apodos y vuestras hazaas. Empieza t, el de la izquierda. El primero habl del robo de una bolsa a un paseante distrado de Burdeos; galeras y su huida. Todos fueron relatando acciones que les obligaban a mantenerse alejados de toda ciudad civilizada donde la ley existiera. Uno de ellos se extendi ms profusamente en su relato. El Pirata Negro le escuch atentamente y sigui escuchando el relato do los restantes. Cuando el ltimo de ellos hubo ya hablado, el Pirata Negro tendi el ndice hacia el que ms haba hablado.
Me dices llamarte Rufino Caracas. Repteme tus cualidades. Jaquetn y ensanchando el pecho el ludido di un paso avante. Morgan me contrat como remador de heridos, y tambin tena a m cargo el preocuparme de las doncellas dolientesdijo riendo con ruin mofa. Y ninguna mora de enfermedad porque las apualaba sabiamente. Con tal pericia por qu Morgan te di rienda suelta, maestro?pregunt el Pirata Negro. Cuando fu elegido gobernador de la Jamaica, me licenci como a todos los dems. Lstima que no te ahorcara, porque mis sogas no se hicieron para mancharse con tu piel. Vuelve a tierra. Cien Chirlos! Palanca para ese doncel que va a echarse al agua y nadar hasta la costa. Rufino Caracas di un paso hacia atrs, lvido. No puedo... ir a tierra nadando! esas aguas estn infestadas de tiburones. All ellos si no temen envenenarse y all t. Quien remata heridos y horroriza doncellas, no puedo temor a tiburones. Pero... no es este buque pirata? balbuce el venezolano. Lo es. Pero lo mando yo y por eso te mando al agua libre de pies y manos para nadar y burlarte si puedes de los peces dentados. Es mandarme a la muerte! No tienes derecho!exclam el venezolano crispando la mano en la empuadura de su espada. Yo tengo todos los derechos, doncel apestoso. Pero les tengo cario a los tiburones y no quiero estropear sus barrigas. Qu arma manejas mejor? El pual de asesino, el hacha de verdugo o la espada de camorrista? No entiendo que... empez a decir Rufino Caracas mientras la hilera de hombres se ensanchaba a su alrededor apartndose de l. Elige entre los peces y mi diestra. De todas formas has de morir. Rufino Caracas, con grito salvaje de ira, lanzse hacia delante a la par que desenvainaba. Framente, el Pirata Negro fu parando todas sus estocadas con leves giros de mueca y sin moverse. Al fin, tendise a fondo Carlos Lezama y su espada, perforando el cuello del venezolano, asom tinta en sangre por la nuca del recin reclutado. El Pirata Negro limpi la hoja de acero ensangrentada en la casaca del cadver. Le toc con la punta de la bota. Cien Chirlos"! Al agua con esa carroa! Desangrado ser menos perjudicial para los paladares de esos buenos tiburones que aguardan. Mientras l lugarteniente volteaba sobre su cabeza el cadver, que cruzando la borda fu a hundirse en el agua con sordo chapoteo, pronto seguido de feroces coleteos y remolinos sangrientos, el Pirata Negro, con gil salto acrobtico, encaramse a lo alto del castillete. Diecinueve rostros contemplo. Leo asombro en algunos de ellos. Pensis seguramente que Rufino Caracas era do vosotros el que mejores prendas reuna para quien, como yo, mando barco pirata. Realmente, sus hazaas eran superiores a vuestras bribonadas. Algunos de vosotros han matado en duelo a esbirros de la ley, otros han robado y unos pocos han matado a rivales en amor o amantes ms dichosos. Sois un hatajo de bergantes, pero... no sois asesinos, porque la cara disteis y vuestro cuello os jugasteis. En mi cubierta las plantas que la pisan, plantas encallecidas y mugrientas, son plantas de hombres de pelo en pecho. Rufianes que por un qutame all esas pajas se matan con su sombra. Pero no hay ningn asesino y, por eso, Rufino Caracas no me serva. Apoyadas ambas manos en el reborde del castillete, el Pirata Negro ech hacia atrs la cabeza y ri alegremente. Os valor por la expresin de los ojos y el aspecto de vuestros msculos. Tuve que aguardar a que manejaseis la lengua para saber si haba elegido bien. He perdido slo ciento diez piezas de a ocho y las doy por bien perdidas. S ya quines sois y ahora vais a saber quin soy yo. Buen yantar y buena paga tendris; Indias, ms de las que podis desear. Vuestro pellejo me pertenece y yo no guardo disciplina a toque de silbato como los corsarios, pero cuando silbo imitaris en celeridad al resto de mis valientes. El que se sienta Rufino Caracas est an a tiempo de lanzarse por la borda y le aseguro que son preferibles los tiburones a mis dentelladas. Y a dentelladas le quitar la vida a quien hiera a anciano indefenso o roce siquiera falda de mujer honesta. Alguien no est conforme? De la hilera se destac un joven alto y larguirucho, pero de amplias espaldas. Vesta con pretensiones de elegancia y luca peluca blanca, enmarcando un rostro de granuja de agradables facciones. Yo, seor, tengo que presentaros una protesta. Me enrol porque el zumo de uva me encanta, y tmome que, dado vuestro puritanismo, a vuestro bordo slo beber agua. Vos me parecis hombre de lucha, pero tambin algo mojigato para pirata. A m me llamas seor, pero tutame. Es costumbre a m bordo, madrileo. Porque, si no. me engao, dijiste llamarte Diego Lucientes, nacido en la capital de las Espaas. La gente inculta llmame Madriles. Para los caballeros como t soy Diego Lucientes, nacido en el castizo barrio del Lavapis. Y no puedo ni quiero negar que borracho soy por aficin y no me arrepiento. Slo el cielo sabe lo que oculta el alma de un bebedor de mosto, Diego Lucientes. Nada tengo de puritano ni de mojigato, muy al contrario, y el tiempo te lo dir... si no bebes en demasa. En mis bodegas hay vino para quien sepa beberlo. Tambalate cuanto quieras, pero si por tu lado paso rene los restos de tu cerebro para quitarte chambergo, gorro o cubrecabezas que quieras llevar y sostenerte inmvil en pie. Y en combate lucha como el que ms si el vino te enciende la sangre, pero sin mi orden no pelees a m bordo, porque la corbata de camo te hara vomitar hasta la madre del primer vino que bebiste. El Pirata Negro inclinse aun ms sobre el pasamanos y destellaron de blancura sus dientes en el atezado rostro al sonrer. Ese es el Aquiln, mis valientes. Corta el agua como cuchillo, navega por todos los mares y con todos tiempos. Es nave pirata, pero la mando yo y tengo mis credos. Obedecedlos al pie de la letra y hallaris vida sabrosa y corta, que ideal ha de ser de hombres como vosotros que, al igual que yo no poseis ni hogar ni ternura. Desde este instante sois tripulantes del Aquiln. Despus de m, la autoridad est en mi segundo: el guapetn ms valiente que en cara me ech. Vedlo, es el mozo de la faz que pregona su poco paciente nimo. Llmase Cien Chirlos y cuanto diga se hace, porque cuanto dice es repetir mis deseos. Id al armero; elegid las armas que prefiris. Pasad a la bodega y bebed cuanto queris. Nadie ir ya a tierra hasta que levemos anclas. Despejad! Cruzndose de brazos vi desfilar el Pirata Negro a los recin enlistados. Poco despus bajaba a su camarote, en el que apenas entr reson un hondo gruido. Un leopardo de magnfica estampa fiera arque el lomo estremecidas las pintas rojas y negras de su piel, tendiendo hacia adelante las poderosas zarpas que araaban el maderamen del suelo. Di un paso con majestuoso andar y sus erizados bigotes rozaron las botas mosqueteras de Carlos Lezama, quien, propinndole un puetazo en el cuello, fu a sentarse en un escabel. Hay nueva gente a bordo, Satn. No te los be presentado an porque no s si son dignos de que tus belfos les sonran. El leopardo, criado a vino y carne, desde que el Pirata Negro lo recogi con escasos das de existencia en la selva jamaiquina, comparta desde haca seis meses el camarote del que para l representaba un ser bpedo que saba acariciarle brutalmente y por la palma de cuyas manos corra un algo clido que le gustaba. Tendise indolentemente bajo el banco-litera a espaldas del Pirata Negro, y su peludo hocico se apoy en el suelo de madera junto a las negras botas. Tichli, el negro cubano sordomudo, fu trayendo y llevndose las fuentes del contenido variado con el que el Pirata Negro demostr poseer un recio apetito y un paladar amante del buen vino. Cien Chirlos, despus de llamar en la puerta, asom su feo rostro. Un novato quiere hablarte, seor. Le he advertido con claridad que t no deseas ser molestado cuando comes. Termin ya, guapetn. Quin es el charlatn? El Madriles, el mozo que te llam mojagatos y pirutano... y le perdonaste la vida. No son insultos, Cien Chirlos. Queran ser alabanzas. Dile al mozo que entre. Diego Lucientes quedse en el umbral, con el tricornio en la mano. Su casaca, aunque remendada, era de buen pao azul, y su deshilachada camisa de encajes haba conocido tiempos mejores. El pantaln de pardo color anudbase bajo la rodilla y las blancas medias y los zapatos de ancha hebilla eran prendas de caballero. Pero el rostro plido y ojeroso al sonrer hablaba de un temperamento insolente y carente de timidez, as como la larga espada de duelista desentonaba con el atuendo de cortesano. Bebiste ya todo el vino de la bodega, Diego Lucientes? Procuro contenerme cuando no me aburro, seor. Y gstame tu carcter y la limpieza con la que ajusticiaste al venezolano. O hablar de ti en espaola tierra y ha sido para m un placer enrolarme a tus rdenes. Hablas como mozo culto, madrileo. Pero en el Aquiln, para charlatn, me basto yo solo. Agradezco tus opiniones, pero no alquil tu lengua, sino tu brazo y tu pellejo. Lo s, seor. Y... caramba!y el madrileo di un respingo, echndose hacia atrs. Sus ojos pardos miraban desorbitados a Satn, que bostezando acababa de cambiar de postura. Y al bostezar, sus colmillos ofrecan agudezas poco tranquilizadoras. Excntrico me dijeron que eras, pero... eso bicho me asusta. Te lo confieso francamente. Olvdate de l, que ni siquiera se ha dignado interesarse por tu presencia. Para qu quisiste verme? Decirte quin soy, seor. Puedo serte til. Si? Tu utilidad ha sido tasada en ciento diez piezas de a ocho. Nada ms quiero saber de ti. Soy bachiller, seor. Curs Medicina en Alcal de Henares. Juann es el curandero de a bordo y no necesito cirujano. Y tampoco barbero; navaja tengo y mis valientes se rasuran cuando les apetece. Quiero que sepas, seor, que nac de honrada familia. Todos nacimos de santa madre. Ella no tuvo culpa que seamos bribones. Re en duelo con marqus que sedujo a m novia. Le mat. Bien hiciste. Pero, a m qu me importan tus cuitas? No me confundas con fraile confesor. No he hallado caballero en mi camino desde que hu de Espaa y arrib a esa ciudadela, que el cielo confunda. Para malbeber aprend a manejar el naipe a m favor. No pienso jugar contigo, seas o no fullero. Por qu clamas la ira del cielo contra ciudad que es gobernada por hermanos mos de profesin? Eres pirata por nombre, seor, pero caballero por tus acciones. Lo s y me consta de buena tinta. No eres un asesino como ellos. Me parece que a ti te es tan necesario el beber como el hablar. Dime, adivinaste por qu orden que ninguno de vosotros bajara a tierra? Porque si alguno deca cmo administraste justicia al venezolano, Tristn Martos se saldra con la suya. El Pirata Negro apoy ambos codos sobre la mesa. Con el mentn seal el escabel que ante s tena al otro lado de la mesa. Sintate, bachiller. Qu sabes de Tristn Martos? T nada me interesas; que seas inteligente o torpe me lo demostrars si sigues empeado en hablar. Si sabes luchar, la ocasin lo dir. Pero ahora complacer tu afn de competir conmigo en charlatanera. Qu sabes de Tristn Martos? Te odia. Quin te lo dijo? l? Te honra con sus confidencias? Comentse escasos momentos antes de que nos llamasen a la playa, tu respuesta a cuantas preguntas el jorobado te hizo. Y un antillano asegur que Tristn hace tiempo jur matarte. Nunca tropec con el jorobado. Pero libre es de querer matarme, como tan Ubre soy yo de no dejarme matar. Quieres vino, estudiante? Srvete. Queda an el fondo del frasco y apagu mi sed. Agradezco tu invitacin, seor, en todo el honor que vale. Pero ante ti procurar hablar siempre con mente despejada. O eres listo o eres aduln. Padre Tiempo lo dir. Aclarada la simpata que me manifiesta Tristn, dime ahora por qu impetrabas furores celestes sobre La Fraternidad. No te conmueve ciudad que nombro tan dulce lleva? Piara de cobardes asesinos son todos ellos! exclam con vehemencia el madrileo. De ah te enlist. Y olvidas que hablas con quien es conocido por el Pirata Negro. No temes que le indique a m gato que cierre sus mandbulas alrededor de tu cuello por insolente? Ests hablando de La Fraternidad, ciudad pirata gobernada por hermanos mos. T no eres como ellos. T no ordenas matanzas contra indefensos presos dando el ejemplo, como hacen los del cuatriunvirato. Y t no aherrojas rellenes para pedir rescate, matndolos al recibir el dinero pedido... y dando a las mujeres infame muerte. Mujeres dijiste? Las que puede haber en La Fraternidad bien supieron dnde iban antes de entrar en ella. No son de compadecer. Esta misma noche han hundido galeones Espaoles, No ha quedado nadie vivo. Slo el marqus de Aguilar, su esposa y su hija que estn encerrados en el casern enrejado de la playa, junto a los almacenes. Ah! Y cmo conoces t el ttulo y los parentescos? Tomaste parte en el asalto a los galeones? Suplicaste del noble espaol que te entregara sus credenciales? Era deudor del jefe bucanero. Y n0 luch porque estaba en espera de alistamiento. Pero vi arrastrar al marqus y a ellas dos, por entre filas de piratas de Bill Paunchy y Joe Bird. El marqus de Aguilar era gobernador en la ciudad de Mjico; deduzco que deba regresar a Espaa. Y de la corte de Madrid lo conozco. Es bella la hija? Sonres burln, seor. Ni a la esposa ni a la bija conozco. Pero a l s lo conozco. Sufrirn los tres muerta indigna, y son espaoles como t y yo. Por espaol y por marqus debi matar con sus propias manos a su esposa y a su hija antes que consentir que presas cayeran. No lo hizo; que pague las consecuencias. Hablemos de otro asunto; qu diversiones ofrece La Fraternidad"? Zumo de vid y fembras placenteras, como cant el Arcipreste de Hita. Pero ni el jugo de via ni la hembra alquilada es diversin de hombre de tu temple, seor. Slo hay dos mujeres en la ciudadela que son recatadas, no por temperamento virtuoso, sino por imperativo de temor. Todos respetan a Tula La Cubana y a Reinita, la francesa. Quines son esas tiernas criaturas?inquiri Lezama, con irona. La Cubana regenta taberna y es hembra brava, que maneja como t y yo el pual y la pistola. La desean Joe Bird, el ingls, y Bill Paunchy, el americano. Nada consiguen de ella, porque es astuta y sabe que ser respetada y mandar mientras siga siendo esquiva. Talento tiene la tal Tula. Y quin es la que responde por tan deseado y orgulloso apodo de Reinita? Sobrina de Gros Jean, un ex jefe bucanero. Vino hace poco de Francia y ayuda a su to en mesn concurrido por bucaneros... y por Le Clerc que hipcritamente encelado ronda a la mocita. Nadie se atreve tan siquiera u mirar a Reinita porque Le Clerc pareciendo un escribano mercader es le los cuatro el peor si cabe pensar que alguno sea mejor que otro entro esos cuatro criminales de la ms baja laya. Interesante es tu charla, estudiante. Pero puedes largarte. Ya te he odo bastante. El madrileo se levant. Contempl de nuevo al leopardo; mir despus el rostro audaz del Pirata Negro, y saludando ceremoniosamente se march. Oste al timante, Satn? De dos cosas una: fu caballero y quiere quizs volver a serlo, o es redomado pillo que intenta granjearse mi confianza. All l. Instantes despus suba el Pirata Negro a cubierta. Silb de manera especial. Corriendo acudi Cien Chirlos. Dos das para aprovisionarnos completamente, guapetn. Nadie saldr del Aquiln. Y quizs carenemos en estas aguas dos das ms. Depender de mi humor. Ahora llama a Piernas Largas y a Juann. T y ellos vendris conmigo a tierra. Cien Chirlos n0 hizo el menor comentario. Fu a avisar al andaluz espadachn de esquelticas piernas y ancho trax robusto y al pirata curandero de rostro angelical y mofletudo. Pero Cien Chirlos pese a la tranquilidad del mar y al azulado cielo soleado, olfateaba tormenta en tierra. Tormenta de sangre en La Fraternidad" Conoca muy bien las expresiones del rostro de l. Y los negros ojos del Pirata Negro destellaban con intensa diversin ntima, y sus cejas so arqueaban algo diablicamente... Y con placer anticipado, el horrendo semblante de Cien Chirlos se arrugaba en mltiples pliegues que queran expresar la sonrisa con la que como gato que se relame, olfateaba tormenta de sangre en La Fraternidad... Captulo IV El primer chispazo
Ancha era la vasta sala en la que blasfemaban y agitaban cubiletes (le dados los piratas de Bill Paunchy y Joe Bird, que dada la preferencia de tras dos jefes elegan tambin para matar las horas, la taberna propiedad de Tula La Cubana. Sentados en grupos alrededor de mesas surcadas por inscripciones do todas clases trazadas a punta de cuchillo, dedicaban toda su atencin a los dados y a renovar con asiduidad la permanente cabida de sus jarros. Y no miraban uns que de soslayo y con seriedad a la mujer que de vez en cuando desfilaba por entre ellos, portando jarras que depositaba en las mesas llevndose las vacas... cuando los bebedores haban pagado la peticin de nuevo liquidado alcohlico. Y si la miraban simulando indiferencia no era porque ms que el vino no les inflamara la sangre la salvaje belleza de Tula La Cubana. Pero por bella no les haca olvidar la muerte que anidaba en la mujer que era codiciada por Joe Bird y Bill Paunchy. Alta y esbelta, estatuaria en su rstica beldad agreste, Tula Camagey tena fuego en los ojos y en el andar, y llama en los rojos labios sensuales. Vesta corpio rojo y falda negra, corta a media pierna. En el escote sobresala el pomo de un pual y en la estrecha tira de piel que rodeaba su breve talle cimbreante, una pistola cruzbase al costado. La negra melena suelta desparrambase sobre sus hombros. Los brazos desnudos, como las piernas, que calcaban chapines rojos de alto tacn, eran de morena epidermis, dorada por el sol. Ergua la cabeza con altanero ademn y ms que servir bebidas pareca conceder merced a quien beba. Afirmaba con orgullo que no quera servidumbre para ayudarla porque ella sola se bastaba... Tal afirmacin slo la manifest cuando adivin la muda splica de los ojos de Joe Bird y Bill Paunchy. Aqulla haba sido su suerte: la suerte que iba a colmar su sed de ambicin. Porque si slo hubiera sido uno de los dos jefes el que se enamorase de ella, habra tenido de buen grado que sucumbir y ser una ms de las mujeres do La Fraternidad. Pero los dos enamorados eran su ms segura garanta. Por inseparables y amigos el uno no poda intentar robarle ni otro la mujer deseada, y aguardaban pacientemente a que ella eligiera entro los dos, respetando el pacto mutuo do conformarse con la eleccin. Y por esa especial circunstancia, Tula La Cubana llenaba su cofre y alzaba cada vez con ms orgullo en hermosa cabeza de fiera belleza. Pero el vino es el peor enemigo de la prudencia. La excitacin de los dados rodando adversamente sobre las mesas, pona sequedad en las gargantas. E insensiblemente los piratas beban, beban... Un antillano, perteneciente a la tripulacin de Tristn Martos, perda al crepsculo la mayor parte de su recin ingresado dinero del reparto de los dos galeones. Y enfurecido segua sosteniendo terco combate contra la fortuna esquiva... Apuraba jarro tras jarro, y al pedir uno ms, asi por la mueca a Tula, que aguardaba pago. He pagado con creces lo que he bebido, tabernera. Srveme nuevo jarro y que el diablo te lleve a ti y tus aires de ricahembra blasonada. Aadi el antillano alguna exclamacin malsonante al ver cmo Tula, araando salvajemente la mano que la aferraba por la mueca se liberaba. No bebe quien no pagadijo concisamente. El antillano se levant tambalendose... Pin el umbral cuatro hombres que acababan de llegar se detuvieron. El que iba delante, se cruz de brazos y con indolente postura se reclin contra el dintel. El antillano enlazaba en aquellos instantes por la cintura a la cubana, murmurando soeces imprecaciones. Brillo un segundo centelleante fulgor de un acero que rasg el aire ocultndose hasta la empuadura entre las espaldas del antillano. El borracho jugador perdidoso se tambale, ara el aire y desplomse inerte. Framente, Tula Camagey volvi a introducir entre su escote el pual con que acababa de matar al antillano. El juego se reanud y ya todos los concurrentes se desentendieron de lo ocurrido. En el umbral reson una seca carcajada burlona. Los jugadores no prestaron siquiera odos a la risa del recin llegado... A la taberna base a rer, beber, jugar el dado, y blasfemar. Pero Tula La Cubana" contempl los cuatro recin llegados, y se acerc al que haba redo. Se detuvo en silencio ante el. Vino queremos, bella. Pero en tu piel hay sangrey el ndice del Pirata Negro seal el escote de la cubana. Si a quien vino te pide, pual le hincas, mal provecho me har vino que beba de tus manos. Pagando, todos son bien recibidos, forastero. Por qu reste? Porque me pareci que mal atendas a tus conveniencias. Si matas uno a uno a tus clientes, vas a quedarte sola. Podemos entrar, con tu venia? Tula se encogi de hombros y volviendo la espalda dirigise a la estantera en la que slo ella tena acceso, por ser donde tras larga tabla tendida horizontalmente apibanse los barriles de borboteante espita. El Pirata Negro eligi una mesa en un rincn cercano a la estantera. Vacilantes quedaron ante l en pie, Cien Chirlos Juann y Piernas Largas. Sentaos, bergantes. Vinimos a conocer cmo se divierten los habitantes de "ca Fraternidad. Trajiste tu amiga guitarra, andaluz. Plsala con odo y lanza al aire copla que sacuda la modorra de esos torpes bebedores. Pero no, rasguea slo por lo bajo. Sera desperdiciar tu voz tratar de plasmar sol de Andaluca en taberna de La Fraternidad. Encorvndose sobre la guitarra que mantena entre sus rodillas, Piernas Largas puls en sordina, rasgueando unas buleras... Tula aproximse a la mesa de los cuatro hombres a los que contempl despacio con desdeosa mirada. Qu queris? Qu nos ofreces?djole sonriente el Pirata Negro. Clarete costarriqueo, pita mejicana, negro Madeira, agua de fuego cubana... excuso ella alzadas las cejas en ademn despectivo. Al verte me avergenza casi pedirte vino, Tula. Temo haberme confundido y no estar en taberna, sino en mansin palaciega... Pero slo al verte, perqu oyendo y oliendo a esos bergantes que llenan tu sala desvancese mi impresin. Para pedir de beber no hace falta tanto hablar, Pirata Negro. Quien como yo es nuevo en plaza y a beber viene, justo es que se pasme al contemplar la brava belleza de la castellana anfitriona. Guarda tus requiebros para mujer que guste de orlos. Si dinero llevis pedid ya, que no puedo perder tiempo con tocadores de guitarra y charlatanes galanteadores. Tengo un gato en mi camarote, Tula, que no posee toda la sin par belleza indmita de tu altivo continente. Llmase Satn y si hembra fuese en ti pensando la llamarla Diablesa. Bella diabla, que por arisca ms dulce debe ser verla sonrer y hablar suaves palabras. Tula La Cubana, mir con colrica expresin al Pirata Negro, que sonriente gui con descaro un ojo. Ella volvise hacia los tres piratas que conservaban el ms absoluto silencio, limitndose el andaluz a pellizcar muy por lo bajo las cuerdas de su guitarra. Decid ya presto lo qu queris vosotros tres. En mi taberna no se viene a perder el tiempo ni a hacrmelo perder. Qu os sirvo? Los tres piratas miraron hacia el techo como si fueran sordos. Srveme una sonrisa, Tula, Ella se encar con el Pirata Negro poniendo los brazos en Jarras y apoyando los puos en sus caderas. Por ser yo mujer sola, no confundas, pirata espaol. Ni gusto ni quiero que nadie se insolente conmigo. Si insolencia es pedirte que me sonras, rey de los insolentes soy, porque no he de cejar hasta ver iluminarse tus labios en mohn de risa. Fuego eres por vestido y atractivo; virteme agua y beberemos la mezcla cubana que antes ofreciste. Ella marchse con su caracterstico andar dominante, taconeando sus chapines. Regres portando una bandeja con cuatro vasos de estao, y casi con brusquedad fu colocando los jarrillos ante cada hombre. Qu te debo, bella?pregunt el Pirata Negro. Cuatro centenes dijo ella tendiendo la mano. Insulto sera depositar en la palma de tu mano tan mseras monedas. E insultarme a m sera hacerme pagar un centn por lo que bebo. Mis hombres son selectos y yo soy el ms selecto de todos. Pago a dobla de oro por vaso que vaco. Toma... Ella tendi vidamente la mano haca las cuatro monedas de oro que el Pirata Negro acababa de depositar sobre la mesa. Carlos Lezama le impidi cogerlas ocultndolas con el antebrazo. Tu mano se mancha con mseras monedas. Pero mi oro la ennoblece y tuyas son si me dejas besar el dorso satinado que luce venillas azules. Ella por vez primera sonri y su mano qued en el aire a poca distancia del rostro del Pirata Negro. Darme tu oro ningn dao te aportar, Pirata Negro. Besar mi nan0 es osada que cara puedes pagar. Si t en ello consientes, nada ni nadie pueden prohibir a mis labios que beban el fuego de tu piel, que prefiero al de tu agua cubana. Me dars las cuatro doblas? El Pirata Negro asi la mano femenina y apoy en ella los labios durante un largo minuto. Ella enseriecise, cogi las cuatro monadas de oro y alejse baca otra mesa. Juann, el pirata curandero de mofletudos carrillos y bobalicona expresin, tosi en demanda de hablar. El Pirata Negro le mir con divertido destello burln en los ojos. Bes mal, Juann? Quieres aconsejarme modales? Quisiera decirte, seor, sin que te enfadaras, que he sabido a bordo que nadie osa siquiera mirar a esa mujer porque tiene veto. Ah! Y con qu comes t ese manjar llamado veto? Bien sabes, seor, que veto es aquello que un hombre de importancia echa sobre mujer a la que aspira Y dijronme que a Tula la rondaban los dos jefes ingleses de La Fraternidad. Me temo que te tendr que azotar cuando a bordo estemos, bellaco bribn. Existe en el mundo mujer a la cual yo, con rendida cortesa, no pueda requebrar? Existe alguien superior a m? Quien lo dudase, seor, sera un borrico. Pero cre advertirte en bien, por si lo ignorabas y sin querer corras innecesario peligro. Esta es ciudadela fuerte donde imperan hombres sin alma y te puede acechar traidora muerte. Hay peligro, seor. Qu me dices, frailn gordo? Peligro? Voto a sanes! A qu crees hemos, pues, venido aqu? Vivir donde peligro no hay es vegetar. Son muchos y nuestro barco est lejosdijo tmidamente Juann. Cuanto mayor el peligro es, mayor es el placer. Y ahora vete, gordinfln. A m mesa no se sientan los cobardones y a bordo faldas te pondrn para que la comida sirvas a tus compaeros. Te res, Cien Chirlos? Me das la razn, verdad? Yo de ti, seorcontest muy serio el lugarteniente habra ya roto los dientes de ese tunante que osa advertirte y aconsejarte prudencia, como si fueras un hombre como los dems. Juann, contrito y apesadumbrado, psose en pie, rodando entre sus dedos el orillo de su gorro de lana. Aztame a bordo, seor, pero no me eches de tu lado. Yo... dije cuando dije, porque si t sufrieras dao yo me matara por no habrtelo advertido. T... t sabes que te reverencio y respeto como si mi padre fueras. El Pirata Negro prorrumpi en alegre carcajada, mientras con violento empujn haca sentar al gordo pirata curandero. Si tu padre fuera, me dara pena de m al mirarte, Juann bellaco. Anda con tiento en tu lengua y remjala ahora a m salud, si tanto me reverencias. Peligro dijiste? El peligro es mi agua de fuego. * * *
Bill Paunchy y Joe Bird mantenan una encarnizada partida de naipes bajo una lona tendida en la playa, cuando ante ellos lleg uno de los tripulantes de la goleta de] americano Cumpliendo lo que me ordenaste, Bird, vigilo lo que ocurre alrededor de Tula. Ha llegado el pirata espaol de aquel velero iniciado, y dedicase a cortejarla desvergonzadamente, como si no supiera que tiene veto. Joe Bird tir al suelo sus naipes. Bill Paunchy recogi el dinero amontonado en la mesa. Y ella qu dice y hace?pregunt Joe Bird. Le di de buen grado la mano y el espaol la bes. Bill Paunchy levantse tan bruscamente que su escabel rod por los suelos. Mordise la gua de sil mostacho hirsuto y grasiento. Llama a Rodney! Que venga al acto! Joe Bird elev la vista hacia su compaero mientras el pirata-espa marchbase corriendo. Para qu llamas a Rodney? No tienes espada? No tenemos suficiente presencia para cortarle los labios a ese insolente espaol que se ha atrevido a desafiar nuestro veto? Sus hombres estn mercando en el almacn de Le Clerc. Hasta que la compra no termine ya sabes lo que Le Clerc nos hizo votar. Vida salva para quien cambie su dinero por provisiones mientras dure el trato. Pero si ambos no podemos hacerle comprender al Pirata Negro quin somos; ah viene Rodney que se encargar de ello. Un corpulento y rubio pirata de largos brazos simiescos, cuyo rostro estaba surcado por ancha cicatriz, plantse con ademn desafiador ante los dos jefes. Rodney, el ingls, era considerado como la mejor espada de La Fraternidad y envanecido de ello siempre andaba como quien busca continua querella. Me mandaste llamar, Bill? Vete a la taberna de Tula. Hay all un pirata espaol llamado el Pirata Negro. Lo conoces? Le vi esta maana. Compntela de manera de provocarle. Mtalo... pero mtalo como si fuera lance personal tuyo. Nada te he dicho yo, comprendido? Comprendidodijo Rodney, apoyando con fuerza la mano en la empuadura de su espada. Lo matar porque derramar vino sobre mi jubn y me insultar. Eso es. Cuando termines con l, psate por aqu. Te habrs ganado cincuenta libras de plata. La cantidad no era mucha; sin embargo los ojos del asesino profesional brillaron codiciosos. * * *
Carlos Lezama oy con placer la copla que por lo bajo cant "Piernas Largas", copla en la que hablaba de una mujer cuja sonran era clavel reventn y cuyos ojos eran negras joyas que ningn tesoro Igualaba. A ti se refiere. Tula indic el Pirata Negro a la cubana que cerca de la mesa finga atender a vecinos Jugadores. La letra le di mirndote. Ella volvise despaciosamente y enfrentse con el Pirata Negro, chispeantes los ojos de malicia. Pienso, espaol, que tu imprudencia iguala a tu labia. Gran merced que me haces con decrmelo. Ante una bella es tanto ms galante un hombre cuanto ms imprudente. Eres nuevo en la ciudad. Sabes quin soy? Estatua de pasin... morena figura que enamora... Eso eres para Joe Bird y Bill Paunchy me pretenden, imprudente. A cul de los dos correspondes? Porque si corazn de hombre que por ti late es traba para hablarte, nadie puede siquiera suspirar a tu vera. Ya que lisios los pechos que resuellan en tu sala, cantan un himno de amores por ti. El mo es el que redobla con ms fuerza. Lo oyes? No viste que a uno mat cundo entrabas? Fu para evitarle peor muerte a manos de Bird y Paunchy. Quedas avisado. Dedica tus trovas y tus suspiros a mujer menos guardada y ms a tu alcance. Las hay en gran nmero en la ciudadela. No existen las babosas donde vuela la mariposa. Por una sonrisa de tus labios mil muertes desafiara. Prisa pareces tener en perder la vidadijo ella en voz baja, alejndose presurosa. Acababa de ver entrar a Rodney y adivin a lo que vena porque momentos antes haba visto abandonar la sala al pirata-espa de Bill Paunchy. Rodney atusndose los bigotes y muy erguido, tras la espalda el extremo de su larga tizona, and con pausado ademn retador por entre las mesas. Cogi un vaso de encima de una mesa y con l en la mano acercse donde se sentaba el Pirata Negro, que ajeno a su presencia dictaba nueva letra para coplilla a Piernas Largas. Rodney era maestro consumado en el arte de provocar, pareciendo ser el provocado. Aunque fu su codo el que choc con el hombro de Carlos Lezama y su propia mano la que volc el contenido del vaso sobre su propio jubn, fu con gran dignidad que voce: Tened ms cuidado, forastero! Voto al diablo, que me habis manchado el jubn! Qu jubn, qu diablo y qu cuidado? inquiri el Pirata Negro desde su escabel, insertando los dos pulgares en su cinto. En La Fraternidad no estamos dispuestos a tolerar bravatas! Me os, forastero? Vuestros graznidos se oiran en mar tormentoso. Tampoco yo estoy dispuesto a tolerar bravatas. Me provocis, acaso?pregunt Rodney, retrocediendo un paso. A ciencia cierta no s quin provoca a quin. Pero me revientan vuestros modales de matn pendenciero. Contentaos con mancha de vino que vuestra mano verti torpemente y no andis buscndole los pies al gato porque soy muy quisquilloso. Desenvaina! Vas a darme razn de tus insultos, camorrista! grit Rodney flameando al aire su tizona. Fiero empeo tienes en ensuciar tu jubn dijo el Pirata Negro, levantndose. Los jugadores abandonaron por unos instantes los dados y se instalaron ms cmodamente para presenciar la muerte de aquel bronceado espaol que insultaba a Rodney. Las mesas vecinas a los dos contendientes quedaron rpidamente desalojadas. Como espadachn profesional, Rodney aguard inmvil besando la hoja de su espada enhiesta verticalmente ante su rostro. Carlos Lezama cimbre junto a su sien el acero que acababa de desenvainar. Tula, a espaldas de l, susurr rpidamente. Ten cuidado. Es duelista de Bill Paunchy. Reson la alegre carcajada sempiterna del Pirata Negro. Y con elegante ademn bes la hoja brillante. Ataca, ingls. Tengo por costumbre matar solamente a quien puede matarme y me temo que tu espada no en digna de mi temple. Rodney atac enfurecido, pero sin perder la cautela adquirida en miles de desafos. Tante la espada enemiga con hbiles latigueos de costado, saltado gilmente sobre las piernas flexionadas. Trabronse los dos aceros entrechocando las empuaduras, y las dos puntas amenazadoras se irguieron juntndose en la cruz as formada los dos semblantes de los contendientes. No eres despreciable espadachn coment el Pirata Negro a la vez que empujando con violencia la guardia del ingls, abata la punta de su espada. Tu tizona habr perforado a muchos, porque... la estocada que acabas de dirigirme es propia de un maestro de armas. Desafiar as es menester de asesino. Rodney asest un hondo tajo mientras su rostro se contraa en excitada risa de bajos instintos. Te has dado cuenta de que mi espada va a terminar con tus fanfarronadas?y mascull una imprecacin al ver que con giro de mueca el Pirata Negro desviaba fcilmente la mortal estocada que tras el tajo habale dirigido al entrecejo. Ya me basta, espadachnadvirti Carlos Lezama, mientras avanzaba prodigando estocadas que obligaron al duelista profesional a ir retrocediendo. Yo soy quien te anuncia ahora que tengas cuidado. Para en quinta! Atencin a tu flanco! Traba en tercia! Cuidado! Un poco ms de atencin! Hay una mesa tras de ti! Eso es; aprtala de un taconazo. Finta en sexta! Me parece que tus labios tiemblan, no? Rodney acababa de comprender demasiado tarde que aquella vctima, una ms de las innumerables que con tunta facilidad haba asesinado, posea un dominio insuperable de la esgrima. Intent desesperado el ltimo recurso. Abatindose sobre las dos rodillas lanzse a fondo y la punta de su espada busc el estmago de su contrincante. La estocada era la llamada en escuela italiana: miserere. El Pirata Negro choc hbilmente la cazoleta de su espada contra la hoja enemiga que roz su costado abriendo surco sangriento. Distendise y con ronco estertor Rodney qued arrodillado, vacilando lentamente, atravesado el pecho por recio golpe de punta. Miserere para ti, ingls!grit mientras retiraba del pecho del vencido la espada. Rodney engarfi las dos manos como si pretendiera con ellas contener la sangre que brotaba de la herida; desgarr su jubn, dobl la cabeza y sin vida cay de bruces, quedando macabramente arrodillado con el rostro besando el suelo. Los jugadores reanudaron los convulsivos salteos de dados; algn que otro bebedor mir con nuevo respeto al forastero que tan limpiamente acababa de matar al invencible matn de Bill Paunchy. Carlos Lezama volvi a sentarse y, espontneamente, sin poderse contener, Piernas Largas rasg el aire cantando las glorias de los toledanos aceros... Tula acercse portando un jarrillo de plata que coloc ante el Pirata Negro. Este la mir con curiosidad. Gracias, bella dijo, y bebi un sorbo. No des gracias por lo que pagas. No pago, sino que rindo tributo de oro a la gentileza. Te di las gracias por tu advertencia. Qu advertencia? Interrog ella como si sintiera extraeza. Pero en sus ojos haba luz de irona. Tus pupilas son de terciopelo cuando as miran, Tula. Los bravos panoramas se embellecen cuando un tibio sol los acaricia, Y es sol la luminosa burla de tus ojos al mirarme. Por qu te burlas de m? Mataste a Rodney... Vete. Te matarn. Fueron palabras que slo oy Carlos Lezama, y no pudo contestarlas porque andando aprisa Tula La Cubana, alejse. El Pirata Negro toc en el hombro a Piernas Largas y le dijo una frase. El andaluz aclarse la garganta y lanz la copla dictada por el Pirata Negro:
Muerte quiero si bella la inspira, que nada hay ms fiero que el vivir del que suspira...
Tula Lu Cubana, sostuvo erguida la frente mirando sin desviar la vista al que antes de salir lanzla beso de despedida aplicndose dos dedos en los labios. Slo cuando ya el Pirata Negro y sus tres hombres estaban lejos de all y no la podan ver, dibujse en los labios de Tula La Cubana una sonrisa de complacencia... Conoca hombres de toda condicin; insolentes, pendencieros, rufianes sin ley, galantes aventureros... Pero ninguna haba logrado que ella sonriera... * * *
Franois Le Clerc examin con perplejidad a Bill Paunchy y Joe Bird que acababa de entrar en el vasto almacn donde el Jefe bucanero presenciaba el apartamiento de provisiones para los hombres del velero Aquiln. Y por eso queris convocar consejo? pregunt. Bien, vuestros devotos suman igual que el mo. Grand-Pierre! llam a un bucanero . Advierte a Tristn Martos que le aguardamos para deliberar. Y t, Groscon invita al Pirata Negro a presentarse ante nuestro tribunal. Groscon tard diez minutos en dar con el Pirata Negro, que a solas, tras haber enviado a los tres piratas al almacn para hacerse cargo de las adquisiciones, pasebase por el alto malecn que bordeaba la playa. Mi jefe me manda decirte que vayas al cobertizo de la playa donde est reunido con los otros tres gobernadoresanunci Groscon. * * *
Tristn Martos, El Antillano, habase hecho acomodar lujosamente el interior de su gruta- morada. Profusin de velas perfumadas iluminaban las ricas colgaduras y los valiosos tapices que adornaban las desnudas paredes socavadas en la roca. Un gran dosel de terciopelo recamado de oro estaba empotrado en el fondo de la vasta y alargada cueva formando a modo de palio encima de un lecho amplio de bruido nogal incrustado de pedrera. En el centro una mesa cubierta de deslumbrante mantel de Holanda, rebosaba de vajillas plateadas. Tras un tapiz abrase la pequea cueva donde el propio Martos se guisaba. Desde que un hermano suyo haba muerto envenenado por su cocinero, Tristn Martos coma slo aquello que l mismo condimentaba. Sentado en un gran silln de recto respaldo, Tristn Martos contemplaba fijamente las llamitas de un candelabro colocado ante l. Su agudo odo percibi el roce de unas suelas en los escalones de piedra que trepaban hasta su refugio solitario. Levantse y su silueta jorobada proyectse gigantesca contra los tapires y la colgadura. En la zurda alz un candelabro, mientras la diestra reposaba sobre una culata de pistola, ni acercarse a la nica abertura de su morada. Vi una figura humana ascendiendo lentamente por la difcil escalera. Soy Higinio Arce, seordijo el que ascenda, detenindose a tres metros de la entrada . A comunicarte vengo un hecho reciente. Tristn Mar tos, sin pronunciar palabra, retrocedi volviendo a sentarse. Instantes despus entraba Higinio Arce, quedando en pie ante l. Han matado a un antillano en la tu taberna de Tula, seor. Quin? Tula. Lo mat porque el intent abrazarla. Y despus vino el Pirata Negro y mat en duelo a Rodney, yndose tan ufano. Tristn Martos se levant; uno de sus brazos se adelant asiendo por el cuello ni mensajero. La otra mano le asi por el cinto y con una pasmosa facilidad el antillano jorobado elev por encima do su cabeza el pataleante y corpulento Higinio Arce. Tristn Martos, como si en vez de transportar a un robusto pirata que intentaba debatirse, llevase un leve almohadn de inerte pluma, acercse a la entrada de la cueva. Ech un poco hacia atrs los brazos y despidi por los aires el gesticulante cuerpo que traz un arco aplastndose contra las rocas do la playa, all al fondo, Imbcil!mascull Tristn Martos al sentarse de nuevo. Viene a decirme que el Pirata Negro se march tan ufano en vez de anunciarme que como antillano que era, lo apual por la espalda. Instantes despus, desde la playa, y hacindose portavoz con las dos manos el bucanero Grand- Pierre gritaba repetidamente el nombre del jefe antillano, aadiendo la palabra: Tribunal. Tristn Martos descendi pausadamente la escalera vertical. Su silueta jibosa recortbase en el horizonte como la de un monstruo prehistrico que tuviera la facultad de andar por paredes rocosas cortadas a pico. CAPTULO V El diablo sopla...
Carlos Lezama acudi a la convocatoria. Bajo el cobertizo y tras la larga mesa los cuatro jefes gobernadores de La Fraternidad, aguardaban sentados. El hirsuto rostro de Tristn Martos mantenase de perfil como si le repugnara contemplar al Pirata Negro. Franois Le Clerc sacudise la gorguera de encajes, y alis las mangas do su ensaca de negro pao. Para qu me habis llamado, hermanos? interrog Lezama. Es que pensis proponerme alguna adivinanza? Has matado a un hombre en la taberna de Tula dijo Le Clerc. Es cierto? Veamos al nos ponemos de acuerdo mis queridsimos hermanos. Dnde estoy? En tierra mora o en tierra de piratas? Es esa la ciudadela podrida llamada La Fraternidad? Modera tu lenguaje, espaoladvirti Le Clerc, frunciendo el entrecejo. No estoy dispuesto a or tus impertinencias. Ni yo vine a escuchar sandeces. Apenas, llegu, el esbelto Tristn me dispar salivazos estpidos y ahora os reuns muy seriamente sin daros cuenta que sois grotescos. Si en La Fraternidad dos hombres no pueden pelear alegremente, dnde rayos la harn? T provocaste a Rodneydijo Bill Paunchy, torvamente. Rodney se llamaba? Era experto en coser aire con gorda aguja. Le quite de en medio porque intentaba darme tierra y hoya en esa comarca. Acaso os habis reunido para entonarle responso? Nos hemos reunidos para decirte que vamos a votar si puedes o no permanecer en La Fraternidad. No queremos intrusos que busquen querelladijo Le Clerc, con la impasible seriedad de un escribano-juez. Trato tengo hecho contigo de vida salva hasta el fin de mis adquisiciones en tus tenderetes de mercader. Pero no me quiero perder el espectculo de veros votar, voto al diablo! O acaso tambin es buscar querella lanzar votos, si no son los vuestros? Le Clerc desenfund su pual mantenindole con la punta en alto. Bill Paunchy coloc el suyo con la punta hacia abajo, al igual que Joe Bird. Tristn Martos imit el gesto de Le Clerc, manteniendo rgido y enhiesto su pual. Mi voto es doble y aadido al de Tristn, suman tres contra los dos de Bird y Paunchy. Puedes, pues, quedarte, espaol. Pero te advierto que no me gusta tu presencia dijo Le Clerc. Pero tu almacn es tu amor primero y pasas por el disgusto de verme, disgusto que es mutuo, con tal de hacer sonar mis monedas. Bien, hermanos, francamente os confieso que no s lo qu queris. Me retan a duelo, me defiendo y eso parece que os apena. Grandes aflicciones os esperan pues, ya que os prometo que no pienso perder mi vida para complaceros. Anda, pues, con cuidado, espaol. Puedes retirartedijo Le Clerc. El Pirata Negro separ las piernas e hinc sus dos puos en los costados, riendo con sorna, frente a los cuatro hombres. Hermanos de la Costa somos. Ninguno de nosotros cinco manda en ninguno. Nadie eres t para ordenarme que me retire, Le Clerc. Me retirare cuando me apetezca, porque no soy tu lacayo y esa es ciudadela pirata y libre. Est claro o hablo en lenguaje de amarillos coletudos? Vine a comprar y comprar; quiero beber y beber; y si matarme quieren, matare. Ahora vulvome a m bordo, porque tal es mi buena voluntad. Maana por la maana, regresar a tierra y espero que actives el despacho de las provisiones que te tengo solicitadas, Le Clerc. Sera de lamentar que por cada hombre que enviis a asesinarme, tuvierais que reunir consejo y obligar a Tristn Martos a balancearse en el abismo de su palomar. Salud para vosotros os deseo, Hermanos de la Costa. Los cuatro jefes piratas vieron alejarse al Pirata Negro. Nada tenan sus rostros de amables... Al fin, Bill Paunchy propin un recio puetazo sobre la mesa, encarndose con Le Clerc, sentado a su lado. Dejaremos que ese bravucn nos provoque con sus carcajadas y sus impertinencias? Me avergenza pensar que un hombre solo nos hable a los cuatro tal como l hace. Ten paciencia, Paunchy. Maana al amanecer habr terminado la carga del velero. Y podrs entendrtelas con el Pirata Negro, porque quedar yo relevado de m promesa de vida salva. Vamos a respetar promesas tuyas como si estuviramos en tierra de esclavos?pregunt Joe Bird, airado. Si. Las respetarisdijo framente Le Clerc . Porque en todas las Antillas nadie debe nunca dudar que yo en mis tratos comerciales soy hombre de palabra. Uno que matsemos en pacto de mercar previsiones y ya nadie vendra a La Fraternidad. Tristn Martos habl por vez primera. Lo hizo casi entre dientes. Si se odia a un hombre no se mandan segundos para solucionar la cuestin, Bill Paunchy si andas enamoriscado de la cubana dirime en persona tus celos. Y llevo ya soportndole ms de la cuenta a tal mujer. Mat esa tarde a uno de mis antillanos y me cansa el engreimiento de la que nada es aqu ms que una mujerzuela ms. Bill Paunchy secse el sudoroso rostro con la palma de la mano y resoplando fatigosamente encarse con el jorobado. Quien de ella algo pretenda en bien o en mal tendr que vrselas conmigo. Y conmigoacot Joe Bird. No discutamos ahora tales asuntosintervino Le Clerc. Nos es preciso ms unin que nunca y voto secretamente por la muerte del Pirata Negro tan pronto su velero quedo cargado. Presurosos Joe Bird y Bill Paunchy asintieron con malsonante afirmacin. Tristn Martos nada dijo: se levant y sin mirar a los tres asociados, marchse en direccin a su refugio. Encarambase poco despus por la empinada escalera vertical, cuando Bill Paunchy murmur: Por qu se opondra el maldito jorobado a la expulsin del Pirata Negro, si me consta que lo odia con furor de tiburn herido? No hace falta romperse los cascos aclar Joe Bird. Maquinar saciar su furor, y por eso no quiso que el Pirata Negro pudiera abandonar sin dao La Fraternidad. Franois Le Clerc dirigise de nuevo al almacn, y los dos inseparables reanudaron bajo el mismo cobertizo su interrumpida partida de naipes. Y enfrascados en el juego no pudieron ver como de detrs de unas matas cercanas, un hombro rechoncho y de cortas piernas iba se alejando casi arrastrndose a gatas por la arena. La noche tropical era oreada en el mar por fresca brisa y el Aquiln", anclado a dos millas de la costa, bandeaba blandamente chapoteando contra su casco los leves rizos de espuma del mar tranquilo. Todos dorman a bordo, menos los vigas de servicio... y tres hombres. Uno el Pirata Negro, que paseaba lentamente por la cubierta de toldilla, mientras junto a l, Juann procuraba alargar el comps de sus cortas piernas para encajar su paso a la larga zancada gil de su jefe. Buenas nuevas son, bergante. Conque tendiendo la oreja y agazapado tras unas matas oste no slo mis palabras sino las que ms tarde pronunciaron los cuatro patroncitos de La Fraternidad? No sabes, Juann imprudente, que quien escucha sin permiso pierde en el mejor de los casos sus orejas? Podan ellos haberte sorprendido. Qu habras hecho? Correr... si defenderme no bastaba. Pero as sabes ahora, seor, que se han juramentado para matarte tan pronto el velero est aprovisionado. Y mandan en turbamulta de asesinos, o sase, que mandan en todos los habitantes de la ciudadela maldita. Ahueca el ala, Juann, que tus sebos apestan y la noche es perfumada. Vete a bodega y que te sirvan vino dulce de mi barril. Cinco copas y a dormir, orejazas. Y tindelas con tiento en el futuro, que me disgustara verte sin ellas y con la lengua colgando en ltima mueca. Por ti lo hago, seor porque te... ...me reverencias, no?dijo riendo el Pirata Negro. Anda, vete, y djame solo con mi amiga la luna. Sigui sus paseos Carlos Lezama hasta que le intrig una luz que brillaba tras un barril de agua en pie junto a una escotilla. Acercse andando silenciosamente, y sorprendi la figura de Diego Lucientes sentado en el suelo y escribiendo sobre sus rodillas a la luz de una vela asentada en el barril. A Sonsoles, mi amada imposible y por eso tanto ms amadaley en voz alta el Pirata Negro por encima de la espalda del madrileo. Y sonriendo burlonamente mientras el madrileo retiraba precipitadamente el papel en el que escriba aadi; Charlatn, aventurero y poeta? Tres cosas en comn tienes ya conmigo, Diego Lucientes. Desconfa de luz lunar que llena el alma de dulces sueos. Vive mejor sin poesa durante el da comiendo, bebiendo y luchando, y de noche duerme como bestia. Es consejo para vivir tranquilo. No lo sigues t, seor, porque ha rato que te veo pasear meditabundo. Y la luna brilla igual para todosdijo Lucientes, ponindose en pie. Tienes otro punto de contacto conmigo. Eres insolente... Pero procura asomar esa cualidad con precaucin. Noches hay que mi humor no est en vena de soportar confianzas. Perdona, seor, y ya que me honras con tu charla, puedo preguntarle si te gustaron las diversiones de "La Fraternidad"? Conoc a la bella Tula, y me creo que es mujer para inspirar coplas ardientes pero no para en ella pensar al influjo de la luna. Es llama viva cuyo crepitar chamusca. Puedo preguntarte qu piensas de "Reinita", la francesa? No la vi. Pienso hacerlo maana. Es acaso, a ella a quien llamas Sonsoles en potica licencia? Porque dados sois los poetastros que letras tenis, a rebautizar en ngeles las mujeres que amis. Diego Lucientes, pese a la penumbra, desvi la vista, pero en su rostro, de simptico truhn asom leve sonrisa. Reinita es gatita que no malla ms que musicales arpegios, seor. Y para m resltame ms peligrosa que Tula, con toda su altivez y roja sangre ardiente. Porque Reinita" parece mueca de porcelana trasplanta en infierno para hacer comprender a los hombres que existen los ngeles... Y siendo ngel por la apariencia, es mala, cruel y mezquina, seor. Oh, oh, madrileo! Renovse la herida que los desdenes de la francesita te produjeron? Hay encono en tus palabras. Encono de poco afortunado galn? El veto de Le Clerc es suficiente para que nadie ronde las faldas y el recato aparente de Reinita. Si hablo as de ella, es porque me precio de conocer a la mujer en general. Fanfarrn eres, Lucientes. Acaso en alta mar turbulenta ves el fondo de algas? Nunca hombre puede jactarse de conocer a ninguna mujer en su carcter. Y dices que Reinita tienta el veto de Le Clerc? El francs es quizs de los cuatro mandones de La Fraternidad el que ms me crispa los vellos. Afecta aires de superioridad y es un redomado hipcrita mercader con ribetes de escribano y superabundancia de asesinas intenciones. Por qu no me llevas contigo a tierra maana, seor? Qu se te ha perdido en ella? Tu Sonsoles bien amada? No, seor. Pensaba en refrn espaol que dice: Si las barbas de tu vecino ves rapar, pon las tuyas a remojar". Y si por tus barbas van, no me importa remojar tambin las mas, seor. Si el Aquiln se queda sin tu mando, no me interesa ya navegar en el Aquiln. Adulador eres, estudiante. Yo voy a decirte otro refrn. Oste en espaola tierra el dicho: El hombre es fuego, la mujer estopa... viene el diablo y sopla? Lo o, seor. Dnde est el fuego y la estopa? Porque el diablo... ya lo presiento. Los dos hombres, frente a frente, estallaron simultneamente en alegre risa. Enserecise de pronto Carlos Lezama. Tu carcajada se parece mucho a la ma, Diego Lucientes. Domnala, as como tu insolencia. El fuego son los tres granujas llamados Le Clerc, Bird y Paunchy. La estopa, bella estopa, es Tula y podr ser Reinita. Sintome diablo... y con muchos deseo de soplar. Buscas atizar un fuerte incendio, seor? Encender simples antorchas, no me divierte. Lo que yo busco quizs yo mismo no s. Lo cierto es que me revienta la bellaquera que supone llamar La Fraternidad a ese un antro de sangrientos bellacos. Te gusta remar por noche de luna? Tanto como vagar por los amaneceres. Qu remos he de empuar? Los de la lancha que nos llevar a la playa. Hay un lugar que quiero ver con penumbra. T me lo describirs porque por visitar a gente de noble alcurnia no quiero que el incendio crepite demasiado pronto. * * *
Genaro de Aguilar, marqus del mismo nombre, estrechaba con animosa sonrisa las manos de su esposa y de su hija. Hallbanse en pie en el centro de la pieza rectangular cuyos tabiques eran leos y cuyas ventanas eran slidas rejas de hierro. La antorcha empotrada en la pared de madera, desparramaba su vacilante luz sobre la monstruosa figura de Tristn Martos que acababa de entrar. Y la maligna expresin de los ojillos del jorobado al mirar a las dos mujeres hicieron que estas se estrecharan aun ms contra los brazos de Genaro de Aguilar. Ah tienes lo que exigiste dijo el marqus, sealando la mesa. En la ciudad de Mjico por esas lneas escritas de mi puo y letra percibirs los cinco mil ducados en que has puesto precio a nuestra libertad. Tristn Martos alarg un brazo cuyo grosor y largura puso nuevos estremecimientos en los hombros de las dos mujeres. Cogi el pergamino y lo ley trabajosa y lentamente. Al fin, arrollndolo, lo coloc en su faja. Mir de nuevo el retador semblante del marqus de Aguilar, la opulenta belleza otoal de Olalla de Aguilar y la delicada hermosura de Sonsoles, la hija de los marqueses. Sin pronunciar palabra, sali el jorobado, cerrando tras s los cerrojos de la puerta, y por el exterior siguieron resonando los pasos de los dos centinelas que daban vueltas al casern-crcel cuya nica celda era la ocupada en aquella ocasin por los Aguilar. De rancia nobleza avilea, el marqus de Aguilar posea un temperamento desptico y altanero que le haba granjeado muchas enemistades. Designado por el Rey como gobernador de la ciudad de Mjico, al cabo de tres aos de gobernacin, el propio Rey le relev enviando a otro gobernador ms dctil y menos tirnico. Y al regresar a Espaa el galen en que como nicos pasajeros viajaban los Aguilar, las goletas de los jefes piratas de La Fraternidad habanse interpuesto en la ruta. Al abandonar Tristn Martos la reducida y msera estancia, Olalla de Aguilar dejse caer con abatimiento sobre el nico camastro que haba entre aquellas paredes, donde todo el mobiliario lo constituan la mesa de tosco roble y el camastro de paja. No te aflijas, esposa. Una vez sea pagado el rescate volveremos a Espaa, y algn da estar en condiciones de hacer pagar cara esta accin a esos piratas, que Dios confunda. Sonsoles abrazse al cuello de su madre, sentndose junto a ella. Era visible que el mayor de los terrores embargaba el nimo de las dos mujeres, pese a los esfuerzos del marqus para intentar convencerlas de que nada deban temer puesto que los piratas slo deseaban un crecido rescate que les sera entregado en la ciudad de Mjico, tan pronto llegasen las lneas escritas por el ex gobernador. Vos sois hombre curtido en lances de esta suerte, Genarobalbuce la esposa. Pero yo y mi hija corremos peligro entre... Bah, bah, querida! la ataj bruscamente su marido. No te forjes inexistentes peligros. No hemos de sufrir ms que la incomodidad de esta habitacin y unos cuantos das de beber agua y comer pan poco apetitoso. Ven aqu, Sonsoles. Tu madre gusta mucho de llorar y no quiero que t la imites. Confas s o no en m? Si no confiara en vos, padre, en quin podra confiar despus de Nuestro Seor? dijo ella con temblorosa voz. Abri el marqus los brazo estrechando entre ellas a su hija, que era su nico amor, desde que, tcitamente pero en secreto, marido y mujer habanse manifestado su mutua aversin. Oyse en la puerta, nica entrada al casern- crcel, el forcejeo de una llave y, rechinando pesadamente, el cerrojo se abri. Un rayo de luna entro y a su luz se dibuj la silueta de un hombre embozado en negra capa, cubierta la cabeza un ancho sombrero de rectas alas. Adosndose a la puerta, de nuevo cerrada, el recin llegado separ levemente el embozo de su capa. Genaro del Aguilar, manteniendo abrazada su hija, levant orgullosamente la cabeza. A qu vienes a importunar, Pirata? No se llev ya el jorobado amigo tuyo la carta exigida? Amigos no tengo y los jorobados ofenden mi buen gusto. El tiempo apremiahabl el embozado. He pasado a cuchillo a los dos centinela Acompaadme. Olalla del Aguilar se levant impulsivamente, corriendo hacia el embozado, pero extendiendo un brazo la detuvo su marido. No ves que es otro pirata? Slo bandidos de esta calaa tienen libre acceso a La Fraternidad. Yo soy el marqus del Aguilar y no voy contigo, Pirata. Tu marquesado y t me importis un bledo. Si me arriesgo es por ellas dos, las mujeres honestas nada tienen que ganar en La Fraternidad. Detente, Olalla y el marqus contuvo a su esposa. Quedemos donde estamos. Ese no es ms que otro bandido, que desear para l un rescate traicionando a sus otros asociados. Y por el cielo, juro que no te saldrs con la tuya. Dos manos tengo libres para estrangularte si te acercas. Tanta bravura estpida la debiste demostrar a bordo del galen, impidiendo que ellas cayeran presas. No pertenezco al cuatriunvirato, ni a nadie traiciono, y yo tambin, por el cielo, juro que si no fuera por ellas ah te dejaba que te pudrieras, insensato. Cuando ellos entren en poder del rescate os matarn, y t sers el mejor librado porque hombre eres. El marqus del Aguilar avanz unos pasos hasta enfrentarse con el Pirata Negro. Tendi una mano sealando la puerta: Vete por donde viniste, que ya la horca se encargar de ti. Lindo agradecimiento. Por suerte de cuanto hago nunca espero gratitud. Lo hago porque tal es mi voluntad. Inesperadamente y con la celeridad de un relmpago, el brazo derecho del embozado sali de la capa proyectndose con tanta fuerza contra el rostro del marqus, que la puada reson huecamente contra la sien del ex gobernador de la ciudad de Mjico. El Pirata Negro avanz, pasando su hombro bajo el sobaco del contuso que tambalebase a punto de desplomarse, perdido el sentido. Lo levant con facilidad, atravesando el cuerpo del desvanecido sobre sus espaldas. Lo siento, mis distinguidas seoras, pero no hay tiempo que perder. Quiralo l o no, yo no estoy dispuesto a consentir que os quedis aqu. Seguidme. En la penumbra de la noche, al salir tropezaron los pies de Sonsoles del Aguilar con un cuerpo tendido, brazos en cruz, cara al cielo. Era un centinela apualado. Estrechndose convulsivamente contra su madre, sigui andando tras la sombra que cargaba a sus espaldas el cuerpo sin sentido del Marqus del Aguilar. * * *
Diego Lucientes aguardaba en la lancha arrimada a un embarcadero natural formado por una roca de lisa superficie alta colindando con el mar. La pequea caleta estaba casi oculta por el semicrculo de vegetacin que creca en las riberas, y pese a que la luna no penetraba hasta el lugar donde se hallaba la lancha, Diego Lucientes embozse el rostro en la capa y descendi sobre sus cejas el tricornio, cuando vi acercarse el grupo del Pirata Negro con su humana carga y las dos mujeres. No ests ah inmvil, bachiller apremi el Pirata Negro. Ayuda como hombre galante que eres a entrar en tu cascarn a las damas. Olalla del Aguilar apoyse en la mano tendida, y ms que sentarse dejse caer en el banquillo de popa; sentase a punto de desvanecerse. Haban huido de algo horrendo para caer en trampa peor? Sonsoles no pudo fijarse en que la mano del remero sostena demasiado tiempo la suya, aun cuando hallbase ya sentada junto a su madre. Tambin a ella obscuros temores la asaltaban hacindola creer que viva momentos de pesadilla. Los centinelas apualados, aquella cautelosa caminata en la noche, su padre transportado como un fardo, los dos embozados, aquella lancha bambolendote en la obscuridad de la pequea caleta... Tus manos en los remos, estudianteorden el Pirata Negro Boga lindando las rocas hacia el sudoeste. Te avisar cuando lleguemos. Diego Lucientes qued con el rostro aun ms oculto cuando, remando, su capa arrollse alrededor de su semblante. El Pirata Negro asi una soga echada en el fondo de la lancha, y, diestramente, en la obscuridad, at los tobillos y los puos del marqus, que segua desvanecido. Extrajo del bolsillo del faldn de la casaca de Genaro del Aguilar un gran pauelo, con el que hizo una torcida amordazando al rescatado contra su voluntad. La lancha surcaba silenciosamente las negras aguas, a poca distancia de las blanquecinas masas de rocas. El Pirata Negro sentse en el remate de proa. A vos, seora dijo dirigindose a Olalla del Aguilar, que le contemplaba despavorida, que presumo seris la muy noble dama marquesa, os debo advertir de algo que espero en vuestro propio bien cumpliris. Por el escaso tiempo en que he tenido el escassimo honor de hablar con vuestro esposo, he comprobado que gasta genio y a destiempo. El juraba por el cielo sin tener en cuenta que con su torpe resistencia os enviaba a las dos a muerte infernal. Para evitar que l consiga su propsito, lo he maniatado slidamente as como puse mordaza en su boca. No os alteris ms de lo que ya estis, mis distinguidas seoras. Os he de pedir que desobedezcis vuestros deberes de esposa y de hija. Nos dirigimos ahora a cueva cuya entrada estar cubierta pronto por marea. All habris de permanecer hasta maana tarde... Si queris salvarnos, por qu no nos llevis lejos de esta isla?pregunt Sonsoles temblando, pero afirmando su voz. Quizs vos misma comprobis maana que por el instante, el nico lugar en que a salvo estaris es la gruta a la que os llevo. Y ahora os ruego que rae prestis suma atencin; vuestra salvacin dependo exclusivamente de dos cometidos: que sepis aguardar en la gruta sin moveros y para ello bajo ningn concepto libertaris al excelentsimo y muy honorable seor marqus de las amarras con que yo mismo le he obsequiado. Gritara, con lo que vendran de nuevo a apresaros, y doy mi palabra de que esta vez no acudira yo, o intentara alejarse conducindoos a una muerte segura e infame en esta isla, infestada de hediondos piratas. Prometis cumplir con lo que os pido? Lo prometo dijo rpidamente Sonsoles Tarde es ya para pensar; si obro bien o mal, pero quiero confiar en vos, seor... Llmanme Pirata Negro. Pero no hagis cuso al apodo, ya que ante las damas me llamo Carlos Lezama, y por saber mejor que vuestro padre de qu son capucen los pimas comunes, es por lo que velo con ms escrupulosidad por vuestra honra. Vira a estribor, bachiller! La lancha entr en obscura gruta; cuya entrada afloraba a ras de agua. Las tinieblas eran completas, hasta que el Pirata Negro encendi una antorcha a cuya luz vise que las salitrosas paredes encerraban una concavidad a modo de pequeo lago, al final del que una diminuta meseta elevbase. Desde la lancha, Diego Lucientes carg con el marqus, que, recuperado el sentido, condensaba en sus ojos todo el furor que le embargaba, pero estaba demasiado bien atado para poder manifestar prcticamente su ira. Salt el Pirata Negro al suelo y ayud a las dos mujeres a pisar la roquiza altura. Aqu estaris a salvo hasta que regrese a buscaros. Y recordad lo prometido, seora, si vuestras vidas queris salvar. Diego Lucientes demostr ser poco cuidadoso en el trato a un hombre convertido en fardo. Arroj con fuerza el cuerpo del marqus al suelo y empu de nuevo los remos. Si la gruta era estrecha y pequea, era en cambio hondsima en longitud... La luz de la antorcha que iluminaba a los tres nobles fu disminuyendo, hasta desaparecer del todo cuando la lancha sala ya a la mar libre. Parceme, bachiller, que no te preocup romperle alguna costilla al excelentsimo cuando lo depositaste con tan poca ternura contra el duro suelo. Acaso ignorabas que era el muy excelentsimo y muy honorable Marqus del Aguilar? Remando en direccin al Aquiln, Diego Lucientes desembozse el rostro y sonri picarescamente. No respeto ms ttulos que los que yo mismo otorgo. Y parco soy en concederlos. Vendrs, pues, a decir lo mismo que yo. Que slo respetas la nobleza de las acciones, no los ttulos que se llevan. As es. Ms marqus eres t, porque noble ha sido tu accin, seor. Y, qu importa te llamen el Pirata Negro si plasmas para m la imagen de un aventurero leal, a usanza de los cruzados antiguos? Como el hidalgo Alonso Quijano, tmome que leste demasiados libros de caballerasy estallando en alegre carcajada, seal el Pirata Negro la luna en el obscuro firmamento. La ves? Ella es la responsable. Te dije ha poco que habas de desconfiar de la luz lunar, porque impregna el alma de romanticismo. Y si el Marqus del Aguilar vuelve a las Espaas, no ser porque yo, el Pirata Negro, le haya salvado, sino porque obedec al plateado reflejo debilitante de la luna que nos hace cometer inesperadas acciones y meternos en asuntos que no nos importan. Diego Lucientes, prxima ya la lancha al Aquiln, ri alegremente. Y su carcajada son muy semejante a la del Pirata Negro. Captulo VI Una poesa, un clavel y un prisionero
Las primeras luces del amanecer tean de sonrosados matices el casern donde el viejo bucanero Gros Jean, ayudado por Reinita, atenda a los numerosos bucaneros que, madrugadores, tomaban el desayuno para dirigirse poco despus al interior, a la caza de las fieras, cuya carne y piel les suministraba la principal fuente de ingresos. Reinita, ojos bajos y recatados ademanes, semejaba ms bien colegiala extraviada entre aquella turba do malolientes bucaneros. Slo de vez en cuando sus azules ojos cndidos se posaban fugazmente en un joven bucanero de anchas espaldas y audaz mirada, que coma lentamente sin apartar de ella la vista. Fu vacindose el casern de sus habituales clientes y pronto quedaron solos Gros Jean, Reinita y el joven bucanero. Gros Jean, casi ciego a resultas de un feroz combate en la isla de los Cuervos 2 , encaminse hacia la playa con dos odres vacos. Reinita desapareci en una habitacin posterior del casern donde antes de entrar volvise, y sus cndidos ojazos azules posronse sumisa y tmidamente en el joven bucanero. Con fiero ademn, el joven bucanero ech hacia atrs la cabeza y sus largos cabellos cayronle sobre los hombros mientras se levantaba. Es peligrososusurr ella cuando l hubo entrado. Le Clerc... Le Clerc se cree omnipotente, mi Iluda. Y yo no reconozco ms omnipotencia que la tibieza de tus labios. Con gesto remilgado fingi ella oponerse al rudo abrazo del joven bucanero, pero acept el beso con tanta delectacin, que ambos no pudieron ver que en la ventana un rostro burln les contemplaba, retirndose casi inmediatamente. Media hora despus, el Joven bucanero Sala del casern deslizando una mirada de soslayo, pero sin inquietud, hacia el hombre que, poyado en un rbol que distaba media milla del casern, cruzaba indolentemente los brazos. Reinita apareci poco despus ante la puerta del casern. Modosamente, terci sobre el regazo un bastidor rstico, y sentndose empez a bordar encaje francs. Alz la vista cuando en el suelo y ante ella se proyect una sombra. Aletearon tmidamente sus prpados y continu mirando su labor. Buenos das, preciosa. Puedes dar de beber a un sediento? Cuando pap no est nadie entra murmur ella en un susurro. Pap? Quin es pap? As llamo a m to Gros Jean, por que me hace las veces de padre. Y no insistis, forastero, pap me tiene prohibido que sirva a nadie si l no esta. No insistoy el Pirata Negro sentse en un banco cercano a ella. Sonrea reconociendo que Diego Lucientes no se haba equivocado al juzgar a Reinita. Deseoso de hablar con Gros Jean, haba dado vuelta al casern para sorprender, contra su voluntad, la tierna escena de amor entre el joven bucanero y Reinita, Y la hipocresa era defecto que no perdonaba Carlos Lezama, para quien el verdadero valor consista en tener el valor de sus actos. Dime, Reinita, no te asusta vivir en sitio tan mal poblado? Oh, s, seor! Pero pap me protege y nadie se atreve a importunarme, porque todos saben qu honesta soy. La virtud que en tu linda faz res pa micro me conmueve, francesita. No por hija do tabernero, menos respetable eres para m. Permites que poesa te recite? Oh, no, seor! Es feo aceptar trovas de forastero desconocido. No son trovas por mi cacumen rimadas. Es poesa que un espaol compuso poco antes que su destino se cumpliera. Moj la pluma en sangre de desdenes y ms tarde su poesa se empapaba en la propia sangre de sus venas. Me asustisdijo ella con deje de gazmoa atemorizada. El Pirata Negro ri irnicamente, y mirando fijamente el rostro sonrosarte y pudibundo de Reinita, empez a recitar:
La hija del tabernero est sentada a la puerta. Es un sensual avispero su aire de mosquita muerta. Yo s que una noche habr en la taberna alboroto y que un hombre maldecir lvido y el pecho roto. Y s que al da siguiente ella seguir a la puerta, con su carita inocente y su aire de mosca muerta. Y s que ni da siguiente ella seguir a la puerta, con su carita inocente y su aire de mosca muerta.
La francesa estruj entre sus manos la labor de bordado. Pas por sus ojos un destello de ira que prontamente aplac, pura sonrer tmidamente. Poco galante es la trova, forastero. Habla de mosca muerta. Pero bien decs que fue compuesta por espaol poeta y se referira a otra muy distinta a m. El Pirata Negro se levant, dedicando una leve inclinacin de busto a la sentada Reinita. Volver quizs ms tarde, linda. Atindeme consejo que quiero darte: si no quieres que un joven bucanero, de largo cabello rubio, maldiga lvido y el pecho roto... cierra tu ventana. Las mejillas de Reinita se inflamaron en sbita rojez y sus labios temblaron malignamente. Qu quieres decir, bribn?exclam olvidndose de su afectado recato que era su mejor arma. Que Le Clerc puede quizs amoscarse si ve que su mosquita muerta es slo un sensual avispero hipcrita. Y perdona la brusca advertencia, pero eres jovencita, que derecho tiene a vivir como la plazca mejor, aunque ms ganaras abandonando tu careta y dejando lucir tu carita tal como es en realidad. Amor es cosa bella si se proclama sin temor a todos los vientos. Ella haba reflexionado velozmente y ahora tendi las manos cruzadas en ademn suplicante y supo verter dos lgrimas, que, siendo de miedo, parecieron de confusin. Os imploro que nada digis de lo que visteis. Pedidme lo que queris, que dispuesta estoy a conceder con tal de que guardis silencio. Mal me has mirado, linda. Lo que veo para m lo guardo. Concederme slo te pido que cierres tus ventanas, porque formis bella pareja t y el joven bucanero... mientras sigis en vida. Hasta la vista, Reinita", y no olvides la poesa del espaol. Evita que el alboroto en la taberna siegue la vida y el corazn de tu joven amante. * * *
Tula "La Cubana desatenda aquella maana muchas de las peticiones que del interior partan. En pie en el umbral miraba fijamente el punto blanco que en el horizonte formaba el velero Aquiln y su pecho se agit a impulsos de una incontenible emocin cuando vi avanzar por la calleja arenosa al Pirata Negro. Ella sali del dintel e intercept el paso del recin llegado. Vete a tu nave, si aun ests a tiempo de llegar. Corres peligro y esta vez... Bello clavel llevas en tu escote, Tula. Rivaliza en carmes con tus hermosos labios. Te buscan, Pirata Negro. Te... Llmame Carlos. Me das tu clavel? Ella, nerviosamente, quitse del escote la flor que tendi al Pirata Negro, que bes la mano y la flor. Con el clavel rozando sus labios, sonri irnicamente: Qu te debo por la flor, Tula? La cubana, casi con fiereza, arrebat el clavel, que de nuevo coloc en su escote. Irgui la cabeza con ademan airado. Lo que doy de buen grado no tiene precio, pirata. Pero por ser quien soy, puedes insultarme. lbreme el infierno de cometer tal pecado, bella. O decir que t nada dabas si oro no sonaba... Si tan buen odo tienes no has escuchado las pisadas de piratas y bucaneros que andan buscndote para apresarte? Han hallado los dos centinelas de la prisin de rescates apualados y han desaparecido los tres nobles. Tristn Martos te acusa a ti... Dame ron azucarado, bella. El sol arde y sombra quiero. Ella hzose a un lado, mientras el Pirata Negro entraba al interior. Y acodndose en la estantera, aguard. Dos antillanos abandonaron la sala. Los viste? susurr ella mientras verta ron en jarrillo de plata que eligi cuidadosamente de entre varios. Correveidiles seguramente de Tristn Martos. Pero hombre que como yo tiene siempre la conciencia tranquila, nada temedijo sonriendo el Pirata Negro. Rico jarrillo, bella. Es el mo. Nadie bebe en l. Ni siquiera el larguirucho ingls o el panzudo americano? Slo mis labios tocan esa plata. Pero eres loco o tu vida te resulta insoportable tortura? Tortura la de orte respirar tan cerca do m, y locura la que por mis venas asciende, contemplando tu belleza fiera y noble porque no es hipcrita. Te mataran... Carlos. Huye, que aun estas quizs a tiempo... El clavel, Quieres perdonarme y drmelo? Contra sus ptalos mi piel alentar pasin. Dmelo y djame de nuevo besar tu mano. Ella desprendise la flor del escote y la introdujo en un eslabn de la cadena de oro que penda del cuello del Pirata Negro. Este cogi las dos manos femeninas, que bes lentamente recorriendo a suaves besos el antebrazo hasta el codo. Desprendise ella bruscamente, retrocediendo con los ojos chispeantes. Sigui el Pirata Negro la direccin de su mirada, aunque le haba ya advertido el repentino silencio que se enseore de la taberna. En el umbral, Franois Le Clerc, Joe Bird, Bill Paunchy y Tristn Martos estaban en pie, inmviles. Bird y Paunchy encaonaban al Pirata Negro con sus pistolas. Ante ellos se coloc la atltica mole del jorobado. El Pirata Negro adosse con indolencia en la estantera. Buenas maanas, hermanos de la Costa. Madrugadores sois a fe ma. A quin deseis someter a preguntas de juez? Franois Le Clerc di sucesivamente un golpe en cada antebrazo de los dos jefes piratas sajones. Enfundad armas. No venimos aqu a pedirle cuentas de su galanteo a mujer que no sabis guardar. Date preso, Pirata Negro. Preso yo? A santo de qu? T solo puedes haber sido quien matando a los dos centinelas ha liberado a los marqueses del Aguilar, los tres prisioneros espaoles que tenamos en la crcel en espera del rescate. El Pirata Negro estall en su peculiar carcajada burlona. Valiente empeo tenis en achararme inexistentes delitos! Reflexiona, Le Clerc, en lo que dices. Si tal desaguisado hubiera cometido, estara aqu bebiendo ron azucarado? Tiempo ha que orzara a favor del viento rumbo a las costas del Yucatn. Por qu haba yo de preocuparme por marqueses? As se pudran todos. Date preso, repito. T los liberaste para conseguir rescate y robarnos lo que nos pertenece. Franois Le Clerc di un paso ms y tras l los otros tres jefes piratas imitaron su avance. Tengo vida salva que t prometiste, Le Clerc. Si intentis ponerme una mano encima, de cuatro que sois quizs queden menos de la mitad. Yo podr emprender el camino final sin alforjas, pero cundir por el Caribe la voz de que los hermanos de la Costa matan a sus cofrades y no respetan la promesa debida a quien slo viene a mercar, aunque le acusen de felonas calumniosas. Rescate? Lo ibais a compartir entre cuatro. Quin te garantiza, Le Clerc, que uno cualquiera de tus compinches no ha sido quien, para sacar la gran tajada, ha apualado a los centinelas y ha ocultado a los prisioneros? Piensa en ello antes de cometer acto imprudente como remate a tu imprudencia al acusarme sin motivo. Tristn Martos separ a Le Clerc; su gesto quiso ser simplemente el normal apartamiento de un asociado, pero mand al francs tres pasos ms all. El jorobado escupi en el suelo. Feo gesto, antillano. Hay una dama delante. Me obligas a imitarte para que compartamos la falta de galantera y a menos culpa te toque. Y el Pirata Negro escupi a los pies del jorobado. Tristn Martos desenvain y su gesto fu tambin imitado por el Pirata Negro. Pelea quieres, antillano? Empieza... porque harto estoy ya de todos vosotros, que sois unos calumniadores peleones, indignos de llamaros Hermanos de la Costa. Con mi muerte se acabar tu almacn de mercader, Le Clerc. Las olas del Caribe hablan mucho... Detente, Tristn!grit Le Clerc aplicando su mano en el antebrazo del jorobado. Llevmosle a su bordo y all dirimiremos la cuestin poniendo en claro la verdad. Te niegas a acompaarnos a tu velero? Mi velero se honrar enormemente con vuestra visitadijo el Pirata Negro saludando con su espada, que envain a continuacin. Pero formad un crculo amplio que no me respalde. A los costados llevo siempre mis invitados, nunca a las espaldas. Sera en m descortesa. Y cincuenta hombres tengo a bordo. Slo, pues, a cincuenta de vuestros hombres pueden atender, sin faltar tampoco a nuestra proverbial cortesa. Le Clerc fu susurrando al odo de sus restantes asociados algunas rpidas palabras. A regaadientes los dos sajones abandonaron la sala, detenindose en el umbral. Tristn Martos les imit. Estis ya de acuerdo? Ron, Madeira o coac francs? Qu habis elegido para beber a m bordo? Nadie te atacar si no intentas alguna trampa de las que dicen eres fecundoadvirti Le Clerc . Vendrs conmigo en mi lancha, y slo nos acompaarn lanchas que lleven cincuenta hombres. Sali la extraa comitiva de la taberna, yendo a la cabeza Tristn Martos ceudo y bamboleando sus largos brazos. Tras l iban los dos sajones aun ms ceudos, y a dos pasos segua el Pirata Negro llevando a su lado al jefe bucanero. Llegando a la playa, di rpidas rdenes Tristn Martos. Formse nueva comitiva: dos lanchas abran la marcha hacia el velero, anclado a dos millas, y transportando al antillano y a los dos sajones. Tras ellos iba la lancha en que sentbase a proa Le Clerc, mientras a popa el Pirata Negro hincados los pulgares en su cinto, silbaba entre dientes unos compases de burlesca cancin. A los costados de las dos lanchas cinco balleneras transportaban diez remeros cada una. Advirtole, Le Clerc, que en el Aquiln manda durante mi ausencia un guapetn llamado Cien Chirlos y es muy quisquilloso porque as lo he educado. Antes de atracar tendr que dirigirle la palabra a de lo contrario si mal pensar escupiran fuego las culebrinas como bienvenida al honor que me hacis de escoltarme. En tu buque t mandasdijo lacnicamente el francs. En la cubierta del Aquiln se apiaron todos los tripulantes contemplando las lanchas que se acercaban. Ponindose en pie, el Pirata Negro hzose portavoz con las manos ahuecadas. Cien Chirlos! Odo al parche! grit estentreamente. Con no menos volumen de voz desde lo alto, replic el segundo: A la escucha, seor! Todos en hilera a borda estribor! Despejad borda babor! Los jefes de la Fraternidad honran nuestro velero! Por la escala lanzada al costado subieron a la par el Pirata Negro y Franois Le Clerc. Los tripulantes del Aquiln formaban en hilera en la borda opuesta. Saltaron a cubierta Tristn Martos y los dos sajones, que aguardaron a que en la borda de babor fueran formando los cincuenta piratas qu les acompaaban. Si realmente eres inocente de lo que yo te acuso, Pirata Negro, permitirs que sea registrado tu barco desde la torreta de cofa hasta el fondo de la cambusa. Si tal es tu capricho, Le Clerc, acepto. Supongo que desears enterarte de cmo est construido el mejor de los barcos que rasga las aguas de las Antillas. Pero... tengo vajilla de plata y no quiero perderla. Que registren tus tres compinches acompaados por mi segundo y t y yo nos quedaremos aqu a cubierta respirando ese aire tan delicioso. Cien Chirlos"! El pirata del rostro corcusido avanz corriendo, llevando entre dientes su corvo sable de abordaje. El Pirata Negro chasque la lengua. Qu modales son esos de recibir mis invitados, carota fea? Coloca tu pincho donde debe estar y acompaa a esos tres... hermanos por todo el barco. Tienen mi autorizacin para hurgar cuanto quieran y meter las narices por donde se les antoje, pero que tengan quietas las manos. El Pirata Negro paseaba en silencio por entre las dos hileras de hombres en pie a ambos costados del buque anclado. De pronto resonaron unos rugidos acelerados, que al ir creciendo en sonoridad hicieron sonrer a Carlos Lezama. Qu es eso?pregunt a gritos Le Clerc acercndose a Lezama. Mi gato. No admite visitas en mi camarote, pero podrn verlo desde la lucarna. Solo hay una mesa, mi litera y un estante de libros. Nadie puede ocultarse en el interior. Si quieres entrar a cerciorarte sin que yo est presente lo celebrara y Satn an ms porque le gusta mucho la carne cruda y la jiba del antillano debe ser bocado sabroso, como lo es la paletilla de cerdo. Instantes despus Tristn Martos y los dos sajones suban a cubierta; y sin el menor comentario el jorobado descendi por la escala hasta entrar en una lancha. Seal al remero otra barca y l solo y fruncido el rostro, alejse remando. Bien, Pirata Negro, espero que sabrs comprender que eran lgicos mis recelos empez a decir Le Clerc mientras los dos sajones bajaban la escalera de cuerda. Fu el antillano quien te acus y yo tena la obligacin de comprobarlo. Entre hermanos... ...no hay rencores. Y si son de la Costa, como nosotros, justo es que no nos fiemos ni un pelo el uno del otro. No digas! Mi palabra es siempre palabra de hombre cabal. Volvers a tierra? S querido hermano Le Clerc. Al crepsculo, cuando falte slo uno de tus lanchones pura que la carga de provisiones est completa, vendr a pagarle la otra mitad del precio concertado. La paz sea contigo, hermano Le Clerc. Alejse la lancha que se llevaba a los jefes piratas. Volvise Carlos Lezama hacia los cincuenta ciudadanos de La Fraternidad. Presto, largaos!grit riendo. Apesta el aire! Ms prisa, bellacos!... Ayudadles a salir, mis valientes. Pero no empleis ms que las punteras de vuestras botas... Precipitadamente fueron saltando por la borda los acompaantes de los jefes piratas. Cien Chirlos iba pies desnudos. Fu quizs por esto que en vez de emplear puntera que no tena azuz alguna que otra posadera de los que huan en busca de sus lanchas, con la punta de su pual. Apenas hubieron pisado la playa de regreso de su frustrado registro del Aquiln, Joe Bird y Bill Paunchy emprendieron el camino arenoso que conduca a la cercana calleja donde se ergua el casern que era taberna y domicilio de Tula, La Cabaa. CAPTULO VII La emboscada
Andaban a paso largo y en silencio, y si uno pensaba en rojo clavel que vi lucir en cadena colgante del cuello del Pirata Negro, el otro pensaba en las manos y en los brazos de Tula besados por el portador de la flor reventona y roja que haba abandonado el escote de la mujer que ellos consideraban su nica pertenencia hasta que ella eligiera entre los dos. Eso termina hoy, Paunchydijo el ingls. Nos someteremos a su eleccin, pero ella no juega ms con nosotros dos. Tentaciones tengo de matarla y que para ninguno de los dos sirva, Bird. Te opones a que la apuale? Hay tiempo para hacerlo... ms tarde. Despus de que consigamos dos palomos del mismo pistoletazo. Cuando al crepsculo termine la vida salva prometida por Le Clerc, no te gustara beberte la sangre de ese canalla Pirata Negro? Con tal de poderlo hacer, sera capaz de no beber ms vino en toda mi vida. Siempre he reconocido tu talento como urdidor de tramas ingeniosas. Qu te propones? Djame a m hablarle a ella y vers cmo conseguimos dos cosas. Pero debes sacrificarte, Paunchy. A ella tendremos que matarla... despus. Nos ha puesto en evidencia y si no queremos que nuestros hombres se burlen de nosotros hay que demostrar quin somos. Maldita mujerzuela! se engri porque la distinguimos con nuestra galantera. Pero ahora que la he visto dar su flor al pirata Negro y aceptar sus besos como enamorada labradora de tranquila tierra, ya slo podr calmarme el matarla. Los dos sajones, al entrar en la sala, hicieron a la vez un solo ademan. Sealar con la mano la puerta por la que acababan de entrar. Fuera todos dijo sordamente Joe Bird. Se acab el venir aqu! rugi Bill Paunchy . Quien de vosotros vuelva a este lugar tiene pena de horca. Proclamadlo as por todas las calles de La Fraternidad. Uno a uno fueron abandonando la taberna todos sus ocupantes. Tula pas tras el mostrador de la estantera. Sirvise ron en el jarrillo de plata y ech azcar lquido; su mano temblaba cuando bebi, mientras los dos hombres avanzaron por la sala vaca hasta detenerse ante la estantera. El larguirucho ingls atrajo un escabel y sentse pellizcndose la gruesa nariz ganchuda, prietos los labios delgados en mueca amenazadora Bill Paunchy, tras propinar un recio puetazo en el madero del mostrador, avanz una mano en garra hacia la garganta de Tula, que retrocedi apoyando sus espaldas contra la estantera de licores y barriles. Calma, Paunchy. Sintate a m lado, y djame hablar con mi inteligente diplomacia dijo el ingls. No asustes a nuestra paloma, porque ella podr quizs explicarnos los motivos por los que despus de jurarnos que do uno de los dos sera, prodig sonrisas y arrumacos al espaol, dejndose por l besar. Ni prodigu arrumacos ni me dej besar. El me forz... Ayer mataste a un antillano con muy buen tino coment Bird. Por qu lo mismo no hiciste con el Pirata Negro? Tena vida salva que vosotros le prometisteis. No poda matarlo porque, de hacerlo, Le Clerc me habra mandado colgar. Y el clavel, serpiente embustera?estall Bill Paunchy. Tambin se lo diste porque te forz? Tula se encogi de hombros con desdeoso ademn. Me dais penamurmur. Os crea inteligentes y tenis menos sesos que un frasco vaco. Al menos t, Joe, que estimaba como inteligentsimo, cre que supieras comprenderme. No hagas caso, Bird! grit Paunchy. Te est engatusando y nos va a soltar sarta de embustes. Djala hablar que yo con mi cerebro privilegiado adivinar cuando miente y cunado dice verdad. Explcate. El Pirata Negro tiene fama de poseer mucho oro y ser muy generoso. Ayer me di por cuatro vasos cuatro doblas de oro. Nunca os he negado que poseer oro, mucho oro, es mi ambicin. Por eso resolv aguardar al crepsculo y fingiendo amores por el espaol atraerlo a trampa en que perdiera su vida y su oro. Crees acaso que somos tan tontos como para creerte o que l es tan tonto como para caer en tan burda trampa?grit Bill Paunchy. Siempre hombre que sucumbe a pasin amorosa pierde caletre dijo doctoralmente Joe Bird. Medio hay de comprobar si dices verdad, Tula. En todo el da no nos separaremos de tu lado, y al anochecer llamars al Pirata Negro. De qu medio te valdrs para hacer que venga es cosa que dejo a tu albedro, pero no por ello te movers de aqu ni saldrs un solo instante de nuestra presencia. Qu dices? Que no es por guardar mujer que ella es fiel, si infiel quiere ser. Yo os promet fidelidad y cumplo. No soy como otra que, dndose aires de santita, se burla de Le Clerc. Bill Paunchy tena una espina clavada en el corazn. Cada vez que Le Clerc se burlaba de l, pretendiendo que era impropio de hombre dejarse dominar por mujer, el americano senta acrecentarse la antipata que por el seco y puritano francs senta. Golpe ahora ruidosamente sobre sus propias rodillas. A qu citas a Le Clerc? Todas las maanas cuando los bucaneros, terminado su desayuno abandonan la taberna de Gros Jean, slo un bucanero se queda: Thibaut. Y Gros Jean, como siempre, va a rellenar dos odres de agua del arroyo, mientras ella, la santita, conjuga amores con Thibaut. Pruebas de eso que afirmas!exigi Bill Paunchy, excitado. Long Ben, tu artillero, me lo ha contado. El los vi, pero no quiso decrtelo, porque asegur que t iras a contrselo a Franois Le Clerc y que esto podra originar querella entre vosotros dos. Querella? Voto a Satans que el francs va a tragarse cuanto yo le diga! Yo mismo...! y Bill Paunchy dirigise hacia la puerta. Calma, Paunchy, calma dijo Bird. Aguarda unos instantes. Vinimos a discutir cosa ms importante que la perfidia de la francesa. Esa prfida que ante nosotros tenemos es la que debe responder de... No te separes de ella! Vuelvo inmediatamente, pero nadie ni nada me impedirn que yo mismo est llamndole imbcil hasta cansarme, al bucanero que crease muy por encima de nosotros dos. No te separes de ella que sera capaz de tramar artimaa! Y Bill Paunchy sali corriendo de la taberna: oyronse sus carcajadas al alejarse. Joe Bird sonrea complacido; no le disgustaba tampoco que Le Clerc conociera de qu forma era burlado. Volvamos a lo nuestro, Tula. Durante ms de un mes nos has tenido a Paunchy y a m en jaque, esquivndote con el aquello de que delitos elegir entre l y yo. Hora es de que elijas; l y yo hemos pactado respetar tu eleccin. Siempre te cre inteligente, Joe Bird. Quien lo dude poca agudeza tiene. No viste entonces lo qu me ocurre? No supiste comprender que no poda declarar mi amor por ti? Temo que Paunchy te mate y no respete mi incontenible atraccin hacia ti. Quin es el pirata ms afortunado en oro y varonil hermosura en todo el Caribe? Tu, Joe Bird. El ingls atusse los mostachos con gesto arrogante. Lo que oa no haca ms que confirmarle en una sospecha que tuvo desde un principio al atribuir la vacilacin de la cubana a su superioridad en todos los conceptos sobre el americano. Cautela, mujer, cautela. Siempre he temido que Paunchy no acogiera de buen grado tu natural enamoramiento de m. Te molesta el Pirata Negro? Te ha ofendido el que yo me viera obligada o soportar sus insolencias y sus caricias? Podemos librarnos de dos males y quedar el uno para el otro, matando dos pjaros de un mismo pistoletazo. Ha sido sta siempre mi caza favorita. No, no te sientes en mis rodillas, Tula. Bien est que no puedas contener tu amor, pero puede de un momento a otro regresar el compadre Paunchy y... Entonces, atiende a la emboscada que he imaginado. Si Bill Paunchy mata al Pirata Negro antes de que la ltima lancha de Le Clerc haya suministrado el velero del espaol, qu ocurrir? No ocurrir, porque Le Clerc, y sus bucaneros mataran a Paunchy. Eso es. Dos pjaros de un mismo pistoletazo. Atraigo aqu al Pirata Negro para que Paunchy lo mate y... t y yo seremos felices y libres de querernos sin sombra alguna. Joe Bird sonri malignamente acaricindose la ganchuda nariz y exhibiendo sus dientes ralos y amarillentos. Pero el compadre Paunchy se guardar bien de quebrantar la promesa de vida salva del bucanero objeto con disgusto. Mi vino y mis palabras pueden mucho en hombre tan torpe como el americano. La gran capacidad de inteligencia que t posees es la misma cantidad de imbecilidad que Paunchy atesora. Joe Bird ri con cavernosa risa satisfecha y as lo encontr Bill Paunchy al entrar aceleradamente en la taberna. Mir sonriente a su inseparable. De qu res, Bird, si aun no te he contado la cara que ha puesto el francs cuando le he contado con Long Ben por testigo lo que su pequea reina hace para adornarle la frente? Joe Bird ri an con ms alegra, y Bill Paunchy, contagiado, estall en sonoras carcajadas. El ingls aferrndose las manos a sus propios costados, rea tan a placer que gruesos lagrimones caan de sus ojillos porcinos. Tula lo contemplaba sonriente. Y... qu ha hecho el imbcil de Le Clerc? pregunt Joe Bird entre dos carcajadas, Dice... dice que ahora no tiene tiempo... de ocuparse de esto, porque ha de seguir con la carga del velero espaol. y Bill Paunchy propinndose grandes palmadas en los muslos se sent. Que el comercio es antes que todo... y que al crepsculo ya arreglar ese asunto...
Enserecise sbitamente el americano, mirando a Tula. Srveme vino, tabernera. La carrera ha resecado mis fauces. Qu hacemos con ella, Bird? Ms tarde decidiremos. Ahora comamos y bebamos, Paunchy... pero sin separarnos ni un slo instante de su lado. Quizs mi cerebro sin igual atine con medio de resolver a gusto de todos esa cuestin, Eran las cuatro de la tarde cuando Bill Paunchy congestionado el rostro, aceptaba modestamente la afirmacin de Joe Bird de que "nadie, ni siquiera el propio Le Clerc poda impedir a Bill Paunchy que hiciera lo que te propusiera. Y fu a las cuatro y media cuando Tula seal la calleja a los dos piratas. Por la arenosa calzada deambulaba un pirata de rostro gordinfln e inocente. Ese es hombre del Pirata Negro. Podra l llamarlo, Bird. Qu opinas si le hago entrar? Bill Paunchy balbuce algo sobre tener cautela, compadre Bird, y el ingls aclar que para cautela nadie ganaba a los uncidos en Liverpool. Tula agit la mano en direccin al umbral y Juann, vacilante, entr andando lentamente, sin gran entusiasmo. Eres de la flota del Pirata Negro?pregunt Tula. Soilo. Nosotros nos vamos, Tula dijo el ingls haciendo ademn de levantarse, y guiando un ojo con intencin de parecer astuto. Una copa ms y os vaissonri ella. Dile a tu amo que venga tan pronto pueda. Que yo, Tula, quiero hablarle y le espero. Aade que es cuestin de vida o muerte. Corre. Juann no se lo hizo repetir y sus cortas piernas repiquetearon de tacones contra sus posaderas, al alejarse por el camino arenoso hacia la playa. Bill Paunchy asi con rudeza el hombro del ingls. Por qu dijiste que nos bamos? Por qu ella habla de vida o muerte? Por qu ha enviado mensaje al Pirata Negro? Hulome infernal emboscada en todo eso. Bobo!dijo Joe Bird, sacudindose el hombro de la mano que le aferraba Dije que nos bamos para que no recele el espaol. Ella ha enviado mensaje al Pirata Negro ante nosotros dos, y ste vendr. Y la nica emboscada es la que le costar la vida al demonio ese de espaol y... se detuvo Bird. Ya comprendo. Qu ibas a decir ms que te interrumpiste? Nada. Que despus... ella elegir entre los dos y burln gui un ojo el ingls. Bill Paunchy empez a rer a carcajadas, imitado por Joe Bird que cogindose los costados, enjugbase de vez en cuando los lagrimones que de sus ojillos fluan. * * *
Juann subi a bordo del "Aquiln y dirigise al entrepuente, donde el Pirata Negro estaba observando la maniobra de carga del penltimo lanchn bucanero. Tengo urgente mensaje para ti, seordijo Juann, con ademan de conspirador. Tendiendo has estado las orejotas? Te las van a cortar, seboso, y luego chillars pidiendo otras Que fu lo que espiaste? No fu tal, seor. Fu mujer hermosa que me mand llamar, Dijome llamarse Tula y que te aguardaba porque era cuestin de vida o muerte. Dos piratas all haba que iban a tomarse la ltima copa y marcharse. Te dijo para qu me necesitaba? Slo me dijo que fueras tan pronto pudieses, seor. Incorrecto es a damas hacer esperar. Vete do quieras, Juann y vigila tus pasos; tu aficin a la escucha de lo que no te importa puede acarrearle males de los que consuelo no me pidas porque te azotara. Diego Lucientes!llam el Pirata Negro. El madrileo acercse, ladeado el tricornio y apoyada con bizarra la diestra en su larga espada. Antes de hora escasa vendr la ltima lancha del mercader Le Clerc. Tengo la vaga sospecha de que para entonces empezar la danza y quiero que ya a bordo estn los tres nobles. Vete a por ellos y reclyelos en la camareta capitana. Lleva lancha con lonas y suplica a las damas que se tiendan a fondo cubiertas por las lonas. Y al excelentsimo marqus no le pidas permiso para enfardarlo. Espero que la hija cumpli su promesa y hallars al padre continuando siendo el embutido prudente en que le dej convertido. Explica que las lonas son para que de tierra slo vean un perilln que eres t remando en bote sin ms carga que unas lonas revueltas. Instantes despus el Pirata Negro ordenaba a "Cien Chirlos que distribuyese a los hombres de confianza en sus lugares de combato. El negro Tichli al timn, Piernas Largas con el ltigo de contramaestre sealando a los tripulantes sus puestos, y el propio Cien Chirlos en la torreta de proa. Nada ocurrir hasta que no descargue la ltima lancha, con la cual regresar. Pero ya conviene que mi Aquiln est a la guarda. Voy a tierra unos instantes, Cien Chirlos. Mientras que los artilleros ceben las piezas sin exteriorizaciones. Preparado todo como si a combatir furamos pero sin que muestras de ello demos. Y el Pirata Negro pidi remero para la lancha que a tierra deba acompaarle. Hubo un forcejeo entre varios para ocupar tal misin y poco despus en la playa, el Pirata Negro dirigase hacia la taberna de Tula La Cubana. Bill Paunchy aguardaba con morbosa ansia el momento en que en el cuartucho de la taberna, cuartucho sumido en completas tinieblas con todas sus ventanas cerradas, entrase el hombre que por haber besado a Tula ante todos los piratas de su propia tripulacin haba amenguado la poderosa e indiscutible autoridad de dos de los jefes gobernadores de la Fraternidad. Empuando con la diestra el largo pual de ancha hoja afilada, Bill Paunchy pegbase contra el tabique junto al que la puerta cerrada era el nico acceso. Aguard pacientemente ron vida delectacin de asesino. No pas ni por un instante por su mente la idea de retar frente a frente al Pirata Negro. Recordaba a Rodney, la mejor espada de La Fraternidad", semillero de espadachines... Apret con ms fuerza el mango del pual, ni or rechinar suavemente la puerta. Sus ojos acostumbrados a la obscuridad vieron cruzar el umbral abierto a Tula que, mirando hacia atrs hacia un ademn invitador. Entra, amor mo. Aqu solos estaremos. Una sombra alta y enjuta, embozado el rostro, entr en el cuartucho, avanzando un paso, y dando la espalda a Bill Paunchy. La expresin coser a pualadas tuvo en Bill Paunchy el ms eficaz de los smbolos humanos. Fueron tan rpidas y certeras sus dos pualadas primeras, que el intruso cay al suelo como abatido por rudo y repentino vendaval. Aunque saba Bill Paunchy que aquellas dos pualadas eran suficientes por mortales, ya que entrando entre las dos paletillas haban perforado el corazn y era ataque que por muy experimentado nunca le fallaba, repiti sobre el cado por dos veces ms la feroz agresin, esta vez apualndolo en el cuello y en el vientre con salvaje frenes hercleo, que ti prontamente de sangre la capa del muerto. Tula deslizse hacia la puerta y llegada a la vasta sala empez a correr. Pero grit despavorida cuando sinti su brazo aprisionado por la mano de Bill Paunchy que de dos saltos la haba alcanzado. Tras l t, pcora!bram Paunchy levantando su pual goteante. Consigui ella librarse con sobrehumano esfuerzo y reemprendi nueva carrera. Resoplando ebrio de sangre y brillantes los ojos con sadismo asesino, Bill Paunchy corri tras ella. Y llegando al umbral se detuvo boquiabierto, lvido de pronto... Retrocedi como si viera un fantasma que apareciendo espectralmente se burlara de l... Porque Interponindose entre Tula y l, acababa de aparecer el Pirata Negro con la espada desenvainada y riendo con la poco amable risa que le caracterizaba cuando se dispona a luchar. Hombre que a mujer persigue con pual enrojecido, poco galante es, Bill Paunchy. Desenvaina, que quiero quitarte para siempre los impulsos de repetir tal bravura. Pero Bill Paunchy segua retrocediendo como quien est bajo el influjo de paralizante pesadilla. Te... le acabo de matarmurmur roncamente. T... tu cadver est ally sealaba el cuartucho en tinieblas cuya puerta se abra a sus espaldas. Presumido eres, asesino dijo el Pirata Negro avanzando con la espada desnuda. Tanta sed de sangre tienes que me matas de mentirijillas? Desenvaina y procura hacerlo de veras. Fu a Bird al que mataste! grit Tula, enardecida. La declaracin de Tula pareci desvanecer el pnico de Bill Paunchy. Comprendi instantneamente que haban sido burlados l y Joe Bird, y que no era tal como su supersticioso nimo temi, cadver el que cuentas vena a pedirle, sino hombre de carne y hueso. Desenvain y como un torbellino lanzse contra el Pirata Negro, esgrimiendo en su zurda el pual tinto en sangre con el qu3 amag larga flota ni flanco. Con amplio molinete el Pirata Negro separ las dos aceradas puntas de su enemigo, y con veloces mandobles fu obligando a retroceder al pirata americano cuyos pasos hacia atrs le fueron llevando hasta el umbral de la habitacin donde haba apualado a Joe Bird creyndole el Pirata Negro. La recta estocada de Carlos Lezama atraves el cuello de Bill Paunchy de parte a parte, y, en macabra irona final, quiso el destino que los dos cadveres de los dos inseparables quedaran juntos en ltimo contacto mortal. Bill Paunchy qued tendido boca abajo sobre el embozado cadver de Joe Bird, que brazos en cruz, miraba con ojos vidriosos y sin vida el techo de la reducida habitacin que qued repentinamente iluminada al abrir Tula la ventana que permiti al sol declinante entrar y posar su reflejo sobre los dos cadveres. Me dijo Juann que me mandaste llamar, Tula coment el Pirata Negro envainando. No vine a matar, y dos cadveres hay. La danza ha empezado antes de lo que cre. Cuntame, qu ha ocurrido? Ellos dos vinieron a terminar conmigo y lo misino queran hacer contigo. Consegu adormecer el recelo del presuntuoso ingls hacindole creer que le quera y le pareci de perlas mandar a la muerte a su amigo, forzndole con vino y halagos a que te esperase en esta habitacin para matarte. Mientras Joe Bird se cercioraba en la playa de que t venias, cambi de habitacin a Bill Paunchy dicindole que en mi alcoba t entraras ms confiado, y al regresar Joe Bird le asegur que en evitacin de que t le vieras, viniera conmigo al desvn donde sin l saberlo aguardaba Bill Paunchy. Y... cuando hua llegaste a tiempo. A mucho te expusiste, mujer. Por qu hiciste todo eso? No lo sabes adivinar?dijo ella con labios temblorosos. Te quiero y lo supe apenas te vi. El Pirata Negro llevse la diestra de Tula a los labios. Mientras besaba el dorso clido de la mano femenina, musit: Amor no puedo ofrecerte, Tula. Qued sin alma para amar desde que muri la mujer que eleg. Pero salvacin puedo darte. A otras tierras ms propias de mujer te llevar y suficientes riquezas poseo para impedir que vuelvas nunca a ser juguete de pasiones torpes. No quiero ni tus riquezas ni tu compasin! exclamo ella salvajemente, retirando su mano. Vete! Por qu me mentiste amor? Tus ojos me acariciaban y... Cubrise ella el rostro con las manos, y en silencio solloz. No supe, Tula, que en taberna hallara mujer sincera. Perdname si ment pasin como uno ms de los piratas que te rondaban. Ven conmigo y abandona esa ciudadela de vicio, donde slo pena hallars. Vete dijo ella cansinamente. Quiz venga contigo... ms tarde. Ahora quiero pensar... No insistas. Creo vendr, pero ahora no. Decide pronto porque a m bordo vuelvo. Tengo que estar presente a la llegada de la ltima lancha bucanera, para entregar a Le Clerc el segundo pago. Decdete pronto porque si de buen grado no vienes, volver a por ti. No quiero que aqu te quedes. Besando rpidamente la mano que penda desmedejada al costado de la cubana, abandon el Pirata Negro la habitacin donde slo quedaron los dos cadveres de los inseparables, y una mujer desilusionada. Captulo VIII Tristn Martos, el Antillano
Fu poco a poco apacigundose el martilleo que la sangre bata en las sienes de Tula. Cinco minutos pasaron y al final ella se inclin sobre los dos cadveres. Quit de su vaina el pual que en el cinto llevaba Joe Bird y coloc su empuadura en la mano del ingls, tras haber frotado repetidamente la hoja desnuda contra el pual enrojecido y chorreante de Bill Paunchy. Dirigise a un armario de la misma habitacin y empez a vaciar sus cajones cuyo contenido volcaba en amplio lienzo. Arrodillada iba a anudar los cuatro extremos del lienzo formando un hatillo cuando de pronto se puso en pie, dominando su angustia. No se volvi pero estaba consciente de una respiracin poderosa que provena del umbral de la habitacin. Fingi pensar un instante y deshaciendo el bulto volvi a colocar en los cajones cuanto de ellos haba estado sacando. Quin los ha matado?pregunt Tristn Martos desde el umbral. Ella volvise sbitamente como si por vez primera se diera cuenta de la presencia del antillano. Se cubri el rostro con las manos. Fu horrible, Tristn! gimi con expresin de pavor. Se pelearon y no pude impedir que se mataran a pualadas... ante mis ojos. Ya. Por qu vaciabas tu armario? Vena a pedirte proteccin. Franois Le Clerc cuando sepa que aqu se han dado mutua muerte los dos sajones, puede tomar represalias contra m. Pens que t eres el nico que puede protegerme. Por qu he de tomar tu defensa? Porque como yo eres antillano. Y ser tu esclava; vives muy solo y una mujer es siempre precisa... Sguemedijo secamente el jorobado. Cruji la arena bajo los pasos del hrcules jorobado mientras tras l Tula andaba pensativa. Tema ms que a nadie en el mundo al antillano; nunca haba sentido el estremecimiento de fsico terror que la sola presencia de Tristn Martos le produca, pero comprenda que su nica salvacin era intentar engaar a aquel engendro humano cuya implacable ferocidad quizs tena slo un punto dbil: la atraccin femenina a la cual ella haba podido comprobar siempre que muy escusas hombres podan resistir. Al pie de la escalera vertical que conduca a su gruta, Tristn Martos se detuvo Indicndole las dos rampas de hierro. Sube. Empez ella la difcil ascensin... Un hombre se acerc corriendo al antillano murmurando algo que Tula no pudo or. Tristn Martos sin palabras seal tambin al recin llegado la escalera. Instantes despus entraba Tula en la lujosa caverna iluminada por perfumadas velas repartidas difusamente en varios candelabros de maciza plata. Sentse en un escabel, agitada la respiracin. Un desconocido entr tras ella, quedndose en pie. Tristn Martos fu a sentarse en su silln recabado de incrustaciones de oro y pedrera. Habla. El desconocido avanz dos pasos, hasta quedar frente al antillano. El Pirata Negro os ha engaado, Tristn. Registrasteis el barco y no encontrasteis a los presos, porque l les tena ocultos en tierra. Le he odo dar rdenes para que fueran a buscarlos y no tardarn en estar a su bordo. Cuando la ltima lancha bucanera descargue, yo mismo disparar la pieza que desmantele el velerodijo concisamente el jorobado. Y as no podr huir. Saba que tarde o temprano tendra pruebas de que ese maldito bandido que se las da de caballeroso, sera ahorcado en La Fraternidad. Vuelve a bordo y qudate en la cala. Sers premiado con generosidad. Vete. Tula al quedarse a solas con el antillano aguard a que ste le hablara. Pero Tristn Martos pareca haberse olvidado de su presencia y ella no pudo soportar el largo silencio. Intent sonrer. Es bonita tu morada, Tristn. Pero hombre de tu alcurnia y poder no debe guisarse. Yo puedo... Callarte. Eso es lo que puedes hacer. Cllate! repiti imperativamente el jorobado mientras silenciosamente se levantaba, acercndose al umbral de la caverna. Monstruosamente recortado por las llamas de las velas, Tristn Martos tenda el odo hacia algo que Tula no poda percibir. El jorobado balanceaba en su diestra una larga cuerda rematada en garfio triple de hierro que constitua en anzuelo irrompible con que a veces los antillanos amantes de comer aletas de tiburones apresaban al voraz pez carnvoro. Distendi Tristn Martos su largo brazo y como laceador campero proyect hacia abajo la cuerda- anzuelo. Oyse un agudo chillido mientras Tristn Martos, con fuertes tracciones tiraba de la tensa cuerda. Fu retrocediendo el jorobado y la cuerda fu arrastrando un peso hasta que en el borde inferior de la entrada, un cuerpo humano debatise intilmente en agnicos intentos de liberarse de los tres garfios de hierro que sangrantes le hincaban la carne entre las espaldas. Y Juann qued en el suelo inmvil, espumeante la boca por la que hua su aliento vital, destrozados los pulmones por el triple anzuelo. Espa del Pirata Negrodijo el antillano, mientras que avanzando un paso hunda su espada en la garganta do Juann. No le contars a nadie lo que pudiste or. Volviendo con indiferencia la espalda al cadver de Juann, Tristn Martos dirigise al fondo de la honda caverna regresando con un largo bamb de recios nudos. Tula La Cubana cerr los ojos. Haba contemplado miles de reyertas sangrientas, haba visto a muchos hombres luchar a muerte, ella misma haba dado muerte a varios hombres, pero nunca haba presenciado nada que igualase en crueldad a lo que Tristn Martos estaba haciendo con el cadver de Juann. El jorobado empalaba al muerto... Ella movise con inquietud, levantndose con precaucin. De repente haba acudido a su pensamiento que no poda esperar ni proteccin ni deseo humano en aquella fiera sanguinaria que ahora estaba alzando al empalado Juann, poniendo en pie la macabra figura del atormentado en muerte. Deslizse hacia la salida de la gruta; alcanzaba ya el borde cuando chill despavorida. Las dos manos peludas y de recios tendones del jorobado, a espaldas de ella, la asan poderosamente por la garganta. Si a todos los fascinabas con tus artes de hembra, ms tonta que todos ellos fuiste al pensar que yo sera uno msdijo Tristn Martos, mientras presionando el enlace de sus manos estrangulaba a la cubana. Crees que no vi salir de tu bebedero al Pirata Negro? Le queras porque era arrogante y recto como un mstil? Te preparabas a huir con l cuando te sorprend? Vete a reunirte con l! Tristn Martos levant sobre su cabeza a la estrangulada y con rapidez arroj el cadver femenino al vaco. Tras l, en pie y adosado contrala pared tapizada lujosamente, Juann, sostenido por el junco que atravesaba su cuerpo, doblaba la cabeza sobre el pecho, y de su rubicundo rostro haba huido todo vestigio de color. Slo la lividez de la muerte anidaba en su semblante. Captulo IX La huida del "Aquiln"
Diego Lucientes, acodado al pasamanos del velero anclado, contemplaba cmo iban acercndose las dos lanchas que conducan respectivamente a Franois Le Clerc y al Pirata Negro en una, y a portadores bucaneros con las ltimas provisiones concertadas en la otra. Subieron al entrepuente ambos jefes piratas... Limitse Diego Lucientes a asentir en silencio cuando la mirada del Pirata Negro se pos en l; quera con ello significar que estaba cumplida su misin y que ya en la camareta de la Rala capitana estaban Genaro de Aguilar con su esposa e hija. Y as, al no hablar, no tuvo que explicar que haba manifestado a Sonsoles de Aguilar que an era temprano para liberar de sus ligaduras y mordaza al marqus, hasta que no lo ordenase el propio Pirata Negro. Franois Le Clerc fu contando los barriles y pellejos de tasajo que fueron siendo trasladados o la cala del Aquiln". Cuando ya en la lancha bucanera entraba sus hombres, volvise liada el Pirata Negro. Termin el trato, espaol. Pgame la segunda mitad y podrs siempre decir que cumplo mi palabra. Y yo la ma. Toma y cuenta el contenido de ese bolsn. Hazlo porque a veces entre nosotros hay traidores embusteros y embaucadores. Acaso la mercanca no te ha sido servida tal como pediste?Inquiri Le Clerc, mientras vaciando en el suelo el contenido de la gran bolsa de piel que acababa de entregarle el Pi rata Negro, iba apilando monedas y barras de plata. Me refera al dinero que amontonas. Podra haberte dado menor cantidad de la fijada. Para eso cuento siempre. La amistad a un lado dijo hipcritamente el francs y los negocios a otro. Sigui contando, mientras Cien Chirlos acerrndose al Pirata Negro estuvo hablndole largamente en voz baja. En el bronceado rostro de Carlos Lezama dibujse una sonrisa... Las primeras penumbras del crepsculo iban obscureciendo el horizonte. Franois Le Clerc volvi a colocar en la bolsa las monedas contadas y las barras de plata, sopesadas expertamente. De acuerdo, espaol. Hazme ahora el honor de acompaarme en mi lancha a tierra donde tomaremos el champaa de amigos para sellar nuestra confraternidad de Hermanos de la Costa. Inesperadamente desenvain el Pirata Negro aplicando la punta de su espada en el pecho del francs, que repentinamente empalidecido, quedse inmvil. Traicin? pregunt con desprecio. No hay ms traicin que la que me aguardaba tras tu invitacin a champaa. No te muevas. Le Clerc, si no quieres perder para siempre la posibilidad de volver a tu ciudad bienamada. Largad trapos presto!grit el Pirata Negro. Todas las velas izadas! A la maniobra todos! Fu con toda celeridad que las rdenes se cumplieron y el propio Cien Chirlos manej la rueda que levaba el ancla... En lo alto del faralln de rocas donde se asentaba el fortn, dibujse un violento color anaranjado... Era el primer fogonazo disparado por el can apuntado por Tristn Martos hacia el velero... El proyectil vino a estallar a cinco pasos tras la popa del Aquiln levantando un surtidor de espuma... Orzad a babor! Tensad a barlovento!grit el Pirata Negro mientras su espada no se apartaba del pecho de Franois Le Clerc. El segundo caonazo abri brecha en la amura de popa haciendo saltar en astillas un ancho panel de madera. El Telero, obedeciendo los giros que al timn impriman a la par Cien Chirlos y el negro Tichli, fu navegando veloz hacia el sur, surcando el agua en raudos zigzags... El tercer caonazo cay un cuarto de milla tras el Aquiln", y cuando las hinchadas velas recogiendo en su seno el viento a su favor, impulsaron el velero a toda marcha, alejando toda posibilidad de ser alcanzado por disparo alguno del fortn, el Pirata Negro separ su espada del pecho del francs, y con la misma le seal el Nadando debera hacerte volver a tu Fraternidad, que es nido de traidores asesinos. Te juro... que nada tengo que ver con este prfido ataqueprotest sinceramente el bucanero . Ser obra del loco jorobado, que te odia. Ya s, hermano, que no ibas a ser tan cndido como permitir que me caonearan estando t a bordo. Ah vers slo una muestra de la fidelidad de Tristn Martos. Quiso aprovechar la ocasin para qudame dueo y seor de La Fraternidad. Pudieron ser tambin Bird y Paunchy. No, porque a las cinco de la tarde los mat en la taberna de Tula. Y los muertos nunca disparan caones. Mira a popa: remolcando va la lancha en que vinimos. Tuya es y nada quiero tuyo. Puedes demostrarme que como descendiente de simio sabes andar por la cuerda. No esperes que mande al pairo para permitirte cmodo descenso por ms jefe que seas de La Fraternidad. Tu bolsa no la aprietes tanto contra tu pecho, que te vas a hacer dao con el metal. Vete... y algn da volver a visitarte, mercanchifle. Franois Le Clerc fu retrocediendo hasta la popa; passe los cordones de cuero de la bolsa alrededor del cuello y ayudndose con las dos manos se suspendi de la cuerda que remolcaba la lancha tras la veloz singladura del Aquiln. Casi a obscuras sus pies tropezaron con la madera de la lancha que se encabritaba bamboleando a los costados en el oleaje. Apenas toc el banquillo de proa, corto de un tajo de su pual la cuerda que arrastraba la lancha a remolque... Desde la cubierta estall la carcajada con la que el Pirata Negro se burlaba de los esfuerzos del jefe bucanero para conservar el equilibrio al girar vertiginosamente la lancha repentinamente libre de su amarra. Por fin logr Le Clerc dominar la situacin, y empuando los remos bog rumbo a la lejana ciudadela. Por unos instantes le sigui con el largavista enfocado el Pirata Negro. Lo alz hacia el fortn de La Fraternidad y llam su atencin un resplandor en la cumbre del faralln de rocas vecino. A la luz de cuatro antorchas empotradas en el suelo vi distintamente la gesticulante y monstruosa figura del jorobado que tenda vesnicamente los puos hacia el velero. Ri alegremente el Pirata Negro... pero de pronto su carcajada se quebr en sonora maldicin al ver por el largavista el acto a que se dedicaba Tristn Martos. Arqueado en dos coga del suelo un largo bulto e izndolo lo empotraba en el suelo entre las cuatro antorchas, en todo lo alto de las rocas que a modo de natural azotea cubran su gruta. Y el largavista revel la inconfundible figura de Juann atravesado su cadver por el junco empalador... Maldito seas! rugi el Pirata Negro abatiendo el largavista y con las venas de la frente henchidas de furor Cien vidas por una! Cien vidas te costar, Jorobado canalla, la muerte de Juann! Salt del castillete de proa a cubierta y andando con larga zancada entr en el camarn central que serva de alojamiento a Cien Chirlos". Atado en la litera un hombre mostraba su cuerpo surcado por innumerables jirones sangrantes. Cien Chirlos cuando manejaba el ltigo no osaba muchas contemplaciones... El azotado era el desconocido que haba informado a Tristn Martos de que los tres prisioneros nobles iban a ser conducidos a bordo del velero. T fuiste reclutado por m, y si mi memoria es fiel te llamas Casiano Luquemurmur con voz ronca el Pirata Negro, asiendo por el cuello al tripulante del Aquiln. Te ofreciste para acompaarme a tierra y hasta peleaste con otros para ser el primero un coger los remos. Viste en tierra a Juann, el curandero? No le vi, y yo nada hice, seor, os lo juro por mi eterna salvacin. Vuestro segundo me azot y me tortur obligndome a decir cosas que verdad no erangrit apresuradamente Casiano Luque. Dirs que le acarici, comparado con lo que pienso yo torturarte por mi cuenta. Cien Chirlos"! El segundo entr, impresa en el rostro horrendo una mueca interrogante. Repteme cuanto me dijiste en voz baja mientras Le Clerc contaba el dinero. Vers, seor. Yo atisb como ese tunante se desencuadernaba para ser el nico en acompaarte a tierra. Eso no me escam, pero obedeciendo lo que me recomendaste al entrar a bordo esa nueva recua, desde aqu enfoqu el anteojo y vi cmo ese tunante, tras dejarte en la playa en vez de volver al Aquiln cmo deba, puesto que t debas venir en la lancha bucanera, amarraba la lancha y corriendo se iba hacia las rocas donde vive el jiboso. Primero subi una mujer, la cubana que nos sirvi agua de fuego, despus este pingajo y tras ellos l jiboso. Tate!, que me dije, "este tunante va a soplarle algo al antillano de la joroba. Y lo vi bajar la escalera tan contento y tan campante meterse en la lancha y venir al Aquiln" como si fuera angelito del cielo cado. Aguard, le as del pellejo, le at donde lo ves y le fui dando marcha hasta que cant como gallo en aurora. Mien...! empez a gritar Casiano Luque. A callar cuando hablo con el jefe!rugi Cien Chirlos. Me solt primero, seor, una sarta de tonteras, pero yo interrogndole hbilmente... S; huelo la habilidad con que le echaste sal y vinagre en los cortes que le hiciste con el ltigo. ...pues, eso, que cant de plano letra por letra lo que l y el jiboso haban hablado. Y as supe que el tal proyectaba hundirnos tan pronto Le Clerc abandonara el velero. Bien. Sabes que a bordo no quiero torturas... Pero te excuso por esta vez ya que aun fuiste delicado con ese traidor doble. Piedad, gran seor!aull Casiano Luque. Doble traidor, porque me deba fidelidad y fu a venderme al antillano y despus a ti te vendi a Tristn Martos al confesarte los propsitos caoneadores del jorobado. Llvatelo, Cien Chirlos, y tale al cuello el ms pesado calabrote. Tralo por la borda. Perdname, seor, nunca ms hablar a nadie de ti!iba gritando Casiano Luque, mientras desatndolo con ademanes violentos, Cien Chirlos lo inmoviliz con una de sus manazas apresando las dos suyas. Llvatelo, guapetn, y asegrate de que el calabrote sea el ms pesado. Terminada esa faena de limpieza, vuelve aqu que quiero hablarte. Tres minutos despus reapareca Cien Chirlos frotndose las manos. Cumplida la faena de limpieza, seor. Lstima de calabrote que se llev al cuello ese traidor. Han matado a Juann, Cien Chirlos. Le predije que algo le pasara si persista en escuchar y espiar por La Fraternidad. Lo ha empalado Tristn Martos, y por esa muerte que ni a un cerdo se da, he jurado que me cobrar cien vidas. Dentro de unos instantes anclaremos en la Caleta de los Nufragos. Quedarn slo a bordo Tichli al timn y Diego Lucientes a la custodia de los prisioneros marqueses. Y nosotros emprenderemos la ms rauda y alegre de las cabalgadas. Conoces a diez leguas de la Caleta de los Nufragos la explanada llamada de los Bisontes? Quin conociendo el islote de las Tortugas no conoce tambin tal explanada? Es donde por las noches, seor, reposan esos toros americanos llamados bisontes... que tienen, por cierto, tambin joroba y barbaza. Plceme observar que eres buen fisonomista. Iremos primero al potrero que tiene el tullido bucanero en la cercana caleta. Mercaremos cincuenta caballos y... sabes cmo se inmoviliza a los bisontes mejor que con lazos ni lanzas? Es entretenimiento, seor, en que pas muy buenas horas. Pegan ellos fuertes testarazos pero si se les sorprende de noche con antorchas encendidas de pronto, quedan cegados y no se mueven. T lo has dicho. As es. Cuando la manada est cegada organizaremos la estampida hacia La Fraternidad. Pero no me basta que las pezuas pisoteen y las testas derriben todo lo que por delante hallen. Deber hablarte de unos antiguos que los libros llaman romanos y que ingeniaron treta de guerra muy habilidosa. Primero dime, te crees lo suficiente buen jinete para conmigo ir a la cabeza de la estampida? Antes de entrar a tu servicio hasta mi muerte, seor, cabalgar frente a dos estampidas en tierras de La Florida. Qu deber hacer para procurar ser digno de ti y de tus romanos? Destreza, reaos y rapidez las tienes, ya. Una vez los bisontes queden cegados... Y el Pirata Negro fu explicando el conjunto de la maniobra y del ardid a su segundo que, mudo de pasmo y admiracin, iba asintiendo repetidamente con la cabeza, riendo al final con risa de grgola satisfecha. Poco despus en la noche, el Aquiln anclaba en la Caleta de los Nufragos y todos sus tripulantes menos Tichli y Diego Lucientes, diriganse hacia el potrero donde entre empalizadas, centenares de caballos estaban en venta. Y la primera instruccin que Cien Chirlos repiti hombre por hombre fu que mantuvieran mudos los belfos de las monturas apretndoles reciamente con cuerdas los hocicos, y silenciasen los trancos rodeando con trapos las pezuas. CAPTULO X La ciudadela infernal
Era ya da noche cuando Franois Le Clerc en cuya busca haba salido la goleta bucanera, grit airadamente hasta que sus hombres le oyeron y arriando velas izaron la lancha a bordo. Intil perseguir al velero dijo framente el jefe bucanero. Es mucho ms veloz que nosotros y en esta negrura no hay quien vea siquiera la mayor de sus velas. Rumbo a tierra. Con ademanes reposados, aunque su plido semblante fruncido denotaba toda la fra clera que le embargaba, Franois Le Clerc comprob primero que en la alcoba de Tula haba los dos cadveres de Joe Bird y Bill Paunchy que el Pirata Negro le dijo haber matado. Con meticuloso ademn de escribano aproximse a una antorcha y con el pulgar pas la ua por encima de la lnea que escrita a bordo de su goleta, deca: 'Comprobar verdad muerte Bird y Paunchy. Mir la lnea escrita debajo: Visitar Gros Jean y su sobrina. S, es ciertomedit en voz alta. Pero ser ms prudente visitar primero a Thibaut. O ms disciplina habr en el que me visite a m. Dos bucaneros fueron recorriendo las callejas de la ciudadela entrando en todos los caserones. Al fin dieron con el joven bucanero de largos cabellos al que advirtieron que Franois Le Clerc deseaba verle en la taberna de Tula para confiarle una misin urgente. Jacques Thibaut con la insolente despreocupacin de su juventud entr en la solitaria taberna de Tula. Ech una ojeada a la estantera, a las vacas mesas, y llam a gritos: Le Clerc! Le Clerc! Hola, Thibautreplic a sus espaldas el jefe bucanero con voz tranquila. En cada mano empuaba una pistola. Volvise Thibaut con normal actitud; al verse encaonado intent saltar de costado, pero las dos pistolas vomitaron su nico plomo. Alcanzado en la frente y en el estmago, Thibaut desplomse inerte. Sin mirarlo siquiera, Franois Le Clerc procedi a recargar sus dos pistolas, apilando con meticulosa atencin la plvora en los cubiletes y empujando con el pulgar el grueso plomo mortfero. La entrada de Franois Le Clerc en la taberna de Gros Jean fu solamente saludada por un brusco silencio que enmudeci a todos los bucaneros presentes. La mirada del jefe francs fu recorriendo toda la sala. Quiero slo que me escuchen odos bucaneros, hombres del Boucan. Si alguno hay entre vosotros que no es de nuestra tribu, dadle muerte. Sonaron slo dos pistoletazos y dos bucaneros ponindose en pie sealaron a sus costados los cuerpos do los dos piratas recin asesinados. Escuchadme todos, hombres del "Boucan. Me han querido traicionar, olvidando que esta ciudadela nos pertenece y yo soy y quiero ser de nuevo su nico jefe. He dado ya muerte a Joe Bird y Bill Paunchy. Ir ahora a hacer lo mismo con Tristn Martos. Todos vosotros id de casern en casern y que slo queden en "La Fraternidad hombres del Boucan. Uno a uno fueron saliendo los bucaneros con su clsico andar de cazadores selvticos. Franois Le Clerc dirigise al mostrador tras el que Gros Jean entrecerr los ojos semiciegos para mejor verle. Hora era, Franois, que te decidieras a comprender que aqu es ciudad de bucaneros y no de piratas y ladrones. Hora es, tambin, Gros Jean, que purgues tu imprudencia al haber trado a esa isla a tu sobrina. El ruido del pistoletazo que abati sobre el mostrador al viejo Gros Jean, atrajo a Reinita que acudi corriendo. Extraada, pero no conmovida por la muerte de Gros Jean, pregunt con su sonrisa meliflua: Quin ha sido, Franois? La de la derecha, bribonzuela. Y levantando sus dos manos, mostr Le Clerc la pistola que en la diestra humeaba an. Apunt lentamente con la pistola que en la mano izquierda llevaba... En la lejana oyronse pistoletazos, ruido de sables entrechocando y gritos de combatientes enardecidos. Empieza la limpieza de La Fraternidad dijo Le Clerc con rgido semblante presionando el gatillo. La angelical expresin de Reinita sufri una total transformacin cuando el plomo horadando su corpio dibuj en su pecho una rosa sangrienta. De sus labios infantiles brot una maldicin mientras sus ojos se vidriaban y lentamente se desplomaba. Iba generalizndose en las callejas el combate y los caractersticos gritos salvajes de los bucaneros imperaban, manifestndose su superioridad en la lucha contra los hombres de Bird y Paunchy, que sin jefes peleaban desordenadamente. Los antillanos, parapetados en los almacenes de la playa resistan el ataque, mientras cargadas de nuevo sus pistolas, Franois Le Clerc sali al exterior levantando la vista hacia el faralln de rocas donde resida Tristn Martos. * * *
El extenso semicrculo de jinetes montando caballos silenciados y amortiguadas sus pisadas por los trapos, fu cerrndose. Cada jinete llevaba brazadas de ramones secos junto a uno de los cuales mantenan yesca y pedernal. En la vasta explanada dormitaban dos centenares de bisontes formando apretada manada. Uno de ellos alz la potente testuz y bram inquieto. Otro replic con hondo mugido de intranquilidad... Algunos doblaron las rodillas delanteras incorporndose. De pronto, respondiendo al mandato do un seco silbido estridente, estallaron una serie de chispazos coreados por gritos ensordecedores y los ramones prendiendo velozmente inundaron de repentina luz vivsima la pradera... Una cacofona de mugidos y coces sonoras sustituy al anterior aquietamiento de los toros salvajes. Las antorchas improvisadas al sorprenderles de sbito les inmovilizaron semi arrodillados. Giraban la testuz para huir las sensibles papilas al cegador color de las llamas. El Pirata Negro quit rpidamente los trapos que envolvan los cascos de su caballo. Hizo lo mismo Cien Chirlos sin dejar de agitar su antorcha frente al hocico del bisonte que a un paso de su montura tena. A caballo! Cada uno en su lugar designado! grit el Pirata Negro. Tirad las antorchas a retaguardia! Una sucesin de arcos luminosos perfor la noche y las llamaradas crepitaron a espaldas del rebao piafante que mugiendo con frenes di media vuelta emprendiendo veloz carrera tras el ruido de pezuas que ante ellos oan. Y los dos caballos montados por el Pirata Negro y Cien chirlos" galopaban desenfrenadamente en cabeza de la estampida de pnico provocado en los bisontes, mientras los restantes jinetes en semicrculo cubran los flancos y retaguardia de la enloquecida manada, aumentando el pnico con sus feroces gritos. La ululante cabalgata dirigindose hacia el valle playero donde estaba instalada la ciudadela pirata, levantaba nubes de polvo y arena que aureolaban en la obscuridad aquella masa confusa de Jinetes gritando y los bramidos de los apiados bisontes corriendo tras los dos jinetes que en cabeza parecan a cada instante ser alcanzados por los enloquecidos toros salvajes... * * *
Franois Le Clerc comprendi que la ascensin por la vertical escalera de hierro significara una muerte irremisible. Mir hacia el faralln que se elevaba frente al montculo de rocas donde abrase la gruta de Tristn Martos. Y lanzando los gritos peculiares de llamada a los hombres del Boucan corri hacia la base del faralln donde hallbase la fortaleza. Porque frtil en malvolas intenciones comprendi de pronto por qu ante la gruta del jorobado bailaban sombras estrechas como proyectadas por serpientes dando vueltas sobre s mismo. Tristn Martos giraba sobre su cabeza desde el interior la cuerda de triple anzuelo con la que haba apresado al infortunado Juann. Y no siendo l visible estaba a salvo de cualquier pistoletazo, mientras silbando agudamente la cuerda se distendi hasta engarfiarse su triple diente de hierro en un peasco de la cspide del faralln fronterizo. El atltico cuerpo deforme del antillano cruz los aires saliendo como saeta del interior de la gruta. Sus pies chocaron de planta contra el liso muro vertical del fortn y ayudndose con la cuerda trep gilmente... Los dos pistoletazos de Franois Le Clerc levantaron esquirlas de roca a los pies del antillano. Poco despus la monstruosa silueta del jorobado perfilbase en lo alto del fortn. En el interior de la fortaleza un grupo de antillanos empezaba a sucumbir ante el ataque de los bucaneros. La llegada de Tristn Martos y su mtodo de combate enardeci a los que estaban cerca de la derrota... El jorobado asi con sus poderosos brazos al enemigo ms cercano y levantndolo encima de su cabeza, lo lanz contra un grupo que acuda a interceptarle el camino. Eran tan rpidos los movimientos del hrcules jiboso que los balazos a l destinados perdanse en el cuerpo de los que empleaba como humanos proyectiles. La suerte del combate vari, y sucesivamente fueron pereciendo los bucaneros bajo las armas de los antillanos y proyectados por lo alto de los muros al vaco los que cegado por ancestral clera de hombre prehistrico lanzaba el jorobado, que al final sudoroso y jadeando bestialmente grit: A los caones! Tiro rasante en las laderas! Andanada a la goleta del bucanero! Por las laderas ascendan corriendo los bucaneros reunidos por Le Clerc que haba previsto las intenciones de Tristn Martos. La primera rfaga de metralla abri ancha brecha en los asaltantes, y la estrepitosa andanada contra el mar desmantel la goleta bucanera. En las callejas de la ciudadela el combate continuaba... De pronto, un sordo retumbar lejano, como de truenos repiqueteando en los valles del interior, fu creciendo, y como si se desatara repentina tormenta, precedida por un vendaval huracanado, una nube de polvo iba a ras de suelo, descendiendo cuesta abajo por la ladera que del interior conduca a las primeras callejas de la ciudadela. Intensos bramos, rechocar de pezuas, alaridos de jinetes, relinchos de caballos fatigados y espoleados sin piedad, formaron una estremecedora sinfona que se mezclaba a los pistoletazos y el entrechocar de aceros del combate entre bucaneros y piratas. En lo alto segua el estruendo de los caonazos, y las laderas del fortn iban cubrindose de cadveres despedazados por los tiros rasantes de los caones manejados por los antillanos. El obscuro vendaval incomprensible iluminse de pronto como por arte de magia. Todos a una los jinetes encendan sus brazadas de ramones, y al desembocar a los caserones de la ciudadela, construida toda de leos aserrados y asamblados, los ramones, prendidos en improvisadas antorchas, fueron surcando los aires, cayendo sobre los techos, mientras las pesuas de los bisontes iban derribando cuanto a su paso se opona. Era un cuadro dantesco inimaginable por mente humana. El incendio iba iluminando con rojizos resplandores la loca cabalgata, que semejaba creacin de un genio diablico. Los combatientes pretendan huir ante aquella avalancha de bestias y centauros aullantes, corriendo hacia la playa... El Pirata Negro y Cien Chirlos, conduciendo con maestra y arriesgndose continuamente a ser pisoteados por la manada que bramaba junto a las grupas de sus monturas, llevaban los apiados bisontes hacia los que huan y, describiendo amplio crculo, repitieron por tres veces la sangrienta correra devastadora por las callejas de la ciudadela, donde ya algunos edificios se desmoronaban entre llamas. Al fin, obedeciendo a una seal del Pirata Negro, se dispuso Cien Chirlos a terminar su cometido. Los flancos de los dos caballos montados por los dos hombres que iban en cabeza de la estampida, jadeaban con roncos estertores... El Pirata Negro dirigi su caballo hacia una palmera, y, al pasar junto a ella, salt de la silla, abrazndose gilmente al tronco. Cien Chirlos desvi la manada, conducindola a la playa, y por la ancha faja arenosa fu galopando la cabalgata asoladora... Las dos goletas de Bill Paunchy y Joe Bird eran tomadas por asalto por confusas masas piratas que luchaban entre s para llegar antes, mientras tras ellos los bucaneros disparaban sus pistolas, lanzando sus puales y sables. La matanza era general, adquiriendo caracteres de horrenda furia demoniaca... En lo alto del fortn los antillanos seguan disparando los caones, pero los bucaneros, dispuestos en crculo, iban avanzando inexorablemente hacia los muros, donde algunos, ms audaces, empezaban ya a encaramarse. En lo alto de un muralln dibujse la atltica mole del jorobado, que, empuando larga cadena calabrote, la haca girar en remolinos, con los que barra el muro, derribando los rotos cuerpos de los asaltantes. Franois Le Clerc, tumbado en el suelo tras una roca, tom cuidadosamente puntera, enfocando hacia la visible mole de Tristn Martos el can de sus dos pistolas. El doble disparo parti, y Tristn Martos, alcanzado en pleno pecho, se tambale, sin soltar la cadena-calabrote con la que causaba mortferos estragos entre los bucaneros. Vacil y, dando un traspis, cay hacia atrs. Al asalto!grit Le Clerc, parapetado tras su roca. Lo he matado! Nuestros son, hombres del Boucan! La Fraternidad nos pertenece! La ciudadela era ya una gigantesca hoguera, cuando los caones del fortn variaron su tiro. Las andanadas estallaron, levantando penachos de espuma ante las dos goletas, que huan llevando a sus bordas la inmensa mayora de los supervivientes de La Fraternidad. En el interior del fortn los veinte bucaneros supervivientes emplazaban las piezas contra las goletas indemnes. La goleta de Le Clerc haba quedado hundida... Pronto los nuevos artilleros vengaron la suerte de su barco, y, alcanzada repetidamente por intenso caoneo, la goleta de Bill Paunchy escor a banda, levantndose de popa para hundirse verticalmente. Poco despus la goleta Inglesa que haba pertenecido a Joe Bird estall en los aires, incendiada por certero proyectil su Santa Brbara. Los veinte bucaneros prorrumpieron en frenticas exclamaciones de triunfo. Franois Le Clerc segua tras su roca esperando los acontecimientos. Maldeca con fra clera al contemplar el incendio que asolaba sus almacenes y, con ellos, toda su riqueza acumulada pacientemente. De pronto, se sobresalt al or, procedente del interior del fortn, una serie de alaridos de pavor. Una brutal explosin sacudi el suelo como si se abriera por sbito terremoto. Proyectado hacia atrs, Le Clerc arreci en sus maldiciones... Comprenda el porqu sus veinte bucaneros supervivientes haban quedado acallados para siempre. En lo alto del muralln dibujse la tambaleante figura de Tristn Martos, entre cuyos brazos reluca la metlica armazn de una culebrina, con la que a mansalva haba disparado contra el polvorn de la fortaleza. El muro se resquebraj, y el jorobado, envuelto en nubes de humo y llamas, pareci hundirse en un infierno repentino... Negro de tizne y sangrando copiosamente por los balazos con que Le Clerc le haba herido, el antillano avanz inexorable hacia donde el jefe bucanero pretenda huir del estruendoso derrumbarse de la fortaleza. Franois Le Clerc qued enmudecido de pavor cuando sobre sus espaldas sinti el irresistible peso del jorobado, que, hincando sus dos manos en la garganta del francs, le hizo rodar por los suelos. Confundidos en mortal abrazo, los dos ltimos supervivientes de La Fraternidad fueron deslizndose por la abrupta pendiente que conduca al abismo. El grito de Le Clerc qued abogado por las recias garras del jorobado, cuando los dos juntos, estrechamente abrazados, se despearon, cayendo al hondo abismo entre los dos farallones... El incendio amenguaba en tierra, y en el mar slo flotaban los maderos e hierros retorcidos que sealaban el lugar en que antes haba tres goletas de arrogante lnea combativa... A lo lejos, en la linde del mar cerca do la Caleta de los Nufragos, "Cien Chirlos, asindose a una rama, desmont, mientras su caballo pisoteado quedaba bajo las pesuas de la manada de bisontes, que siguieron su loca carrera de estampida hacia el interior... Colgado en el aire, Cien Chirlos aguard a que terminase el desfile de bramidos, y cuando slo quedaron los jinetes, bajo muchas de cuyas piernas cayeron reventados caballos, el segundo del Pirata Negro seal al anclado Aquiln. Todos a bordo!... rugi. Voy en busca del jefe! Cabalg nuevo caballo, llevando de la rienda a otro. Cuando a pie, muertos en la ruta los dos caballos, lleg a La Fraternidad, no tuvo que buscar largo tiempo en la ciudadela, reducida a cenizas. En lo alto del faralln donde moraba Tristn Martos, junto a un cadver en pie y empalado, el Pirata Negro, brazos cruzados, contemplaba lo que haba sido antes antro de crmenes y codicia sangrienta. Y cuando, tras penosa ascensin, pudo llegar junto a l, Cien Chirlos le oy murmurar: Cumplise la maldicin bblica contra Sodoma y Gomorra! Y t, Juann, cuando tus huesos brillen pulimentados por el sol, indicars a los navegantes que se aparten de esos parajes malditos. Coloc el Pirata Negro una mano en el hombro de su lugarteniente. Con creces nos cobramos la muerte y tortura de Juann. Y las olas del Caribe pregonarn que si prdigo soy en las recompensas, ms lo soy en los castigos. Dejaban ya a sus espaldas los restos de la ciudad, cuando el Pirata Negro estall en burlona carcajada. Llamronla La Fraternidad donde slo fraternizaban en el asesinato! Y ya cumplise su destino, convirtindose en muerta eluda lela infernal... EPILOGO
Diego Lucientes oy las narraciones de los jinetes que, si bien algo deformadas y aumentadas, plasmaron con exactitud la terrorfica verdad de la asoladora cabalgata. Y cuando el Pirata Negro pis la cubierta y orden levar anclas rumbo a una cala baja deshabitada de La Espaola, Diego Lucientes pidi a Cien Chirlos" autorizacin para hablar con el Pirata Negro. De nuevo t, letrado?inquiri Carlos Lezama, cuando en su camarote entr el madrileo . Qu quieres decirme? Quisiera ser hombre de tu confianza, seor, y no me llevaste contigo en esta expedicin de justiciero castigo contra la ciudadela. A bordo debas velar por tus amigos. Mis amigos? inquiri Lucientes, con extraeza. A quin te refieres, seor? Al arrogante marqus que hora es ya liberemos de sus amarras. Y a las dos bellas damas, bella cada una en su gnero de belleza. Sazonada fruta madura la madre, lindo brote primaveral la hija. Mis amigos no son, seordijo hoscamente el madrileo. yeme, bachiller. Mucha letra sabrs, pero letra menuda s yo mucha ms de la que los libros puedan ensearte. A buen entendedor, medias palabras bastan, y supe comprender en tus primeras palabras cuando primera audiencia pediste que deseabas meterme donde no me importaba. Es decir, deseabas que liberase a los del Aguilar. Y... escchame: no dedicabas tu poesa a la imposible amada a damita que llamabas Sonsoles? Es nombre comn en vila, as como el de Olalla, la madre. Pero en tus trovas escritas a la luz de una vela en el mar Caribe, raro es que pensases en una amada de nombre Sonsoles. Puedo hablarte con franqueza, seor? Ganars mucho con ello. Aborrezco traidores y detesto a los mentirosos. Quin era el marqus que en duelo mataste? No mat a marqus ninguno, seor. Lo... mat slo en octavillas colricas. Muerte indolora para el cuitado a quien las octavillas se refieren. Parceme ver rubor en tus mejillas, estudiante? Y, sin embargo, tu simptica cara de granuja bachiller no debe ser propensa a vergenzas. Es que, seor... a nadie he matado ms que en poesa. El Marques del Aguilar mandme azotar a palos ante su hija y por sus lacayos cuando yo la envi soneto de madrigales encendidos, que ella hall bajo su servilleta. Palos te di el marqus ante su hija? Y no supiste vengarte ms que con rimas detestables de poetastro cobardn? En Madrid, el Marqus de Aguilar era gran autoridad e hzome desterrar a raz del apaleamiento. Slo pude matar al lacayo que ms me aporre. Algo es algo. Qu ms? Hui a Cdiz y embarqu. Viv del juego y slo en "duelo me he batido con quien matarme pretenda. No manejo mal la espada, seor. S? Ven conmigo, belitre. Quiero verte en accin.
* * *
En la sala camareta de capitana, donde se hallaban los tres Aguilar, entr el Pirata Negro, que, tras dedicar leve reverencia a las dos damas, seal al marqus, que yaca en la litera atado y amordazado. Ah lo tienes, estudiante. T fuiste quien quiso que escapasen al rescate de los Hermanos de la Costa. Dispn de ellos. Diego Lucientes desenvain y con la hoja de su espada fu cortando las ligaduras que mantenan atado al marqus, Genaro del Aguilar psose en pie abrazado por su esposa e hija, a las que, tras un instante, apart con brusquedad. De celada camos en otra nueva, piratas. Qu piensas hacer con nosotros, t, pirata, que me agrediste cobardemente y a traicin?grit Genaro del Aguilar, dirigindose puos crispados hacia Lezama. El Pirata Negro desenvain, tendiendo su acero por el pomo al marqus. Sonri burlonamente. Conmigo no es la querella, marqus. Perteneces a ese "hombre que aqu ves y que con espada te aguarda. Las dos mujeres chillaron estremecidas al ver a Genaro del Aguilar cargar furibundo hacia el estudiante madrileo. Diego Lucientes esgrimi con destreza y sangre fra, y poco despus desarmaba al marqus, sobre cuyo cuello aplic la punta de su espada. Quieto como un tronco, Genaro del Aguilar rezong entre dientes el madrileo. Mrame bien. No me reconoces? A los canallas de tu ralea slo los he conocido pataleando al extremo de una cuerda dijo con voz ronca el marqus, quedando, sin embargo, quieto bajo la amenaza. Yo te voy a demostrar quin de los dos es el canalla. T me mandaste apalear por tus siervos por el gran delito imperdonable de haberle declarado en inocente rima un amor imposible a tu hija. T... t eres el insolente estudiante madrileo que...? El mismo, Genaro del Aguilar... Y si antes te hubiera encontrado, ten por seguro que tu esposa viuda quedaba. Pero aprend de caballero que lecciones puede darte de nobleza. S t palos me diste, yo libertad te doy, y que mi seor, el caballero Carlos Lezama, disponga lo que de ti ha de hacerse. El Pirata Negro recogi su espada y con ella descendi el acero que el estudiante mantena contra la garganta del marqus. Tienes otro punto ms de semejanza conmigo, Diego Lucientes. En premio a tu conducta de empecatado romntico imbcil, que es lo que yo tambin soy, desembarcaremos a los seores marqueses en tierra deshabitada de La Espaola. Y andando slo unas leguas hallars ciudad civilizada. No creas que por eso tu perdn pedir, villano!grit el marqus. Cimbre en el aire la espada de Carlos Lezama. Murdete la lengua cuando ante m ests, Genaro del Aguilar. Ganas no me vengan de coger palo recio y tundirte las costillas, colocndote en ellas nuevos blusones. No abuses de que el estudiante y yo seamos dos romnticos... porque si mosca nos pica, coces propinamos como asnos que somos. A callar, que en m bordo mando yo y slo yo! Despedan tal amenazadora luz los negros ojos del pirata, que el marqus retrocedi unos pasos y acept sin rechazarlo el prudente abrazo de su esposa y de su hija. Velos, Diego Lucientes. Caro habran pagado el rescate. Por su precio puedes tratar de trabar amistad con la hija del seor muy excelentsimo Genaro del Aguilar. Fu locura de estudiante, mi seor. Ante ella qued plasmado en la peor de las varoniles posturas, y hombre apaleado es ridculo para siempre. Por tanto, ms que nunca, ella, Sonsoles del Aguilar, es mi amada imposible. Listo eres, estudiante. Otro punto ms de comn conmigo. Seoras, pronto pisarn tierra noble, y recuerden siempre que la vida deben a Diego Lucientes, que afrentas sabe pagar con real nobleza de espritu, que mejor es, a veces, que la nobleza de los pergaminos. Salud el Pirata Negro y abri la puerta. Diego Lucientes vacil y al fin inclinse tambin ante Sonsoles del Aguilar. Permteme que te tutee, Sonsoles. Nunca ms nos veremos, pero recuerda slo que de alma cruel es rerse ante hombre apaleado, cuando daos recibe por poesa que con alma infantil escribi. Adis. Cerrada la puerta sobre los enmudecidos aristcratas, el Pirata Negro di un amistoso empelln en el hombro del estudiante. An ests a tiempo, bachiller. Ella es bonita, y quiz podra olvidar que en ridculo te conoci, porque acaba de conocerte de caballero cabal. Intenta... Dedcale nueva poesa. Slo al mar quiero querer, seor. Y djame pelear siempre a tu lado. Aun mucho he de aprender en lo tocante a ser caballero cabal Dije ya que aduln me parecas, pero tu cara de granuja amable lo redime de tal pecado. Quedarte, pues, quieres conmigo? S, seor dijo fervientemente el estudiante .Y slo pido muerte a tu lado. Di mejor vida brava, arrullada por la sincera cancin del mar. * * *
Y slo fu Cien Chirlos el que en tierra dej a los asombrados aristcratas. El Aquiln, velas hinchadas, desapareci en el horizonte arrullado por la brava cancin del mar.
notes Notas a pie de pgina 1 Histrico. "El Bechemer" fue el primer esperanto, con predominacin de lxico espaol y que era hablado por piratas de toda nacionalidad. 2 Ver el volumen de esta coleccin Brazo de Hierro.
Breve historia de Francisco Pizarro: La intensa vida de uno de los personajes más polémicos de la historia de España, desde sus humildes orígenes extremeños hasta la conquista de un imperio.