ndice

Introduccin, 9
1. Nuestros soviets, 21
2. Fuerza actual, 31
3. Soberana del pueblo, 49
4. Lo comn y lo colectivo, 77
5. El deseo, 99
6. La ocupacin y el partido, 127

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Introduccin

El trmino horizonte marca una divisin. En el espacio, el horizonte

es la lnea que divide lo visible, la que separa la tierra del cielo. En el
tiempo, el horizonte connota prdida en una metfora de privacin y
de reduccin. La expresin horizonte perdido sugiere proyectos
abandonados, esperanzas pasadas que han muerto. La astrofsica ofrece un horizonte emocionante y asombroso: el horizonte del acontecimiento (event horizon) que rodea un agujero negro. El horizonte del
acontecimiento es el lmite ms all del cual los hechos son ineludibles. Aunque tal horizonte denota la curvatura en el espacio-tiempo
producida por una singularidad, no es muy distinto del espacial. Ambos evocan una divisin fundamental que experimentamos como imposible de alcanzar, y que tampoco podemos eludir ni atravesar.
Hablo de horizonte no para adelantar un futuro olvidado sino
para denotar una dimensin de la experiencia que nunca podemos eludir, aunque, perdido entre la niebla o focalizado en nuestros pies, no
lo veamos. El horizonte es real, en el sentido de imposible nunca lo
podemos alcanzar y en el sentido de actual (la nocin de lo real de
Jacques Lacan incluye ambas acepciones). El horizonte conforma
nuestro escenario. Podemos desorientarnos, pero el horizonte es una
dimensin necesaria de nuestra realidad. El horizonte, sea como efecto de una singularidad o como encuentro del cielo y la tierra, es la divisin fundamental que determina dnde estamos.
Respecto a la poltica, el horizonte que condiciona nuestra experiencia es el comunismo. Baso el trmino horizonte comunista en
Bruno Bosteels. En su The Actuality of Communism, Bosteels enlaza
con la obra de lvaro Garca Linera, candidato a la vicepresidencia en

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la campaa presidencial de Evo Morales con el Movimiento Boliviano

por el Socialismo el Instrumento Poltico de la Soberana de los
Pueblos (MAS-IPSP). Garca Linera es autor de mltiples ensayos sobre marxismo, poltica y sociologa, de los cuales al menos uno fue
escrito mientras estuvo en la crcel por promover un levantamiento
armado (antes de convertirse en vicepresidente de Bolivia, luch en el
Ejrcito Guerrillero Tpac Katari). Bosteels cita la respuesta de Garca Linera a las preguntas de un periodista sobre los planes de su partido tras su victoria electoral: El horizonte general de nuestra era es
comunista.1 Garca Linera no explica el trmino pero, como seala
Bosteels, invoca el horizonte comunista como si fuera la cosa ms
natural del mundo, como si fuera tan evidente que no necesitara explicaciones ni justificacin. Y presenta dicho horizonte como un rasgo
indiscutible del escenario poltico: Entramos en el movimiento con
nuestra mirada expectante puesta en el horizonte comunista. Para
Garca Linera, el comunismo condiciona la realidad de la poltica.

Parte de la izquierda descarta el horizonte comunista por considerarlo

un horizonte perdido. Por ejemplo, desde un enfoque pluralista posmoderno que tanto atrae a muchas izquierdas, economistas como J. K.
Gibson-Graham rechazan el comunismo y ofrecen como alternativa el
post-capitalismo. Argumentan que las descripciones del capitalismo como sistema global olvidan la rica diversidad de las prcticas,
logros y deseos que constituyen, aunque trascienden, la economa, de
modo que abogan por leer la economa en trminos de diferencia y
no de dominio (como si el dominio no presupusiera ni se basara en la
diferencia).2 Segn ellos, leer en trminos de diferencia abre nuevas
posibilidades para la poltica desde el momento en que revela espacios
antes no reconocidos de accin creadora dentro de las actividades econmicas cotidianas.
Gibson-Graham y otros no consideran el marxismo como una
ideologa fracasada ni el comunismo como el recuerdo fosilizado de
un experimento histrico estrepitosamente fallido. En realidad se ins-

1. Bruno Bosteels, The Actuality of Communism, Verso, Londres, 2011, p. 236.

2. J. K. Gibson-Graham, Una poltica postcapitalista, trad. cast., Siglo del Hombre,
Bogot, 2011.

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piran en la concepcin marxiana del carcter social del trabajo y adoptan la apreciacin de Jean-Luc Nancy sobre el comunismo como una
idea que es indicativa de un esfuerzo de pensamiento todava, y cada
vez ms, abierto.3 Defienden la reclamacin de lo colectivo, y les
interesa la naturalizacin de la economa que realiza el neoliberalismo
como una fuerza que supera la capacidad de la gente corriente de dirigirla o transformarla. Pero simultneamente se apartan del comunismo en su visin del postcapitalismo; su concepcin alternativa de la
economa opera precisamente contra el comunismo. Es una fuerza
constitutiva, por cuanto enmarca la visin que defienden. Aunque la
evocacin de Nancy del comunismo les sirva como horizonte para sus
ideas, explcitamente rechazan el trmino comunismo, que consideran objeto de aversin generalizada y asocian al peligro de plantear una positividad, una representacin normativa. Al rechazar la
idea positiva de comunismo, optan por un trmino que sugiere una
relacin vaca con el sistema capitalista que ellos niegan ostensiblemente, el post-capitalismo. Para Gibson-Graham, el trmino capitalista no es un trmino de crtica o de oprobio, no es parte de un
discurso crtico. El trmino es una causa de los problemas polticos de
la izquierda contempornea, porque el dominio discursivo del capitalismo lleva a la izquierda a la paranoia, la melancola y el moralismo.
La visin de Gibson-Graham es un ejemplo concreto de una posicin que comparten muchos izquierdistas, los cuales aceptan un
postcapitalismo genrico pero evitan un anticapitalismo ms militante. En lugar de oponerse activamente al capitalismo, esta tendencia
reorienta sus energas anticapitalistas, empeada en abrir debates y
espacios ticos de decisin; y ello en un mundo donde un solo operador de bolsa puede hundir a un banco en cuestin de minutos.
Yo adopto la posicin contraria. El dominio del capitalismo, el
sistema capitalista, es material. En lugar de caer en la trampa de una
fantasa paranoide, un anlisis que trate el capitalismo como un sistema global de apropiacin, explotacin y circulacin para enriquecer a
una minora mientras desposee a la mayora y que tiene adems que
gastar una enorme cantidad de energa para hacerlo, puede indignar,
incitar y galvanizar. Histricamente, en la teora y en la prctica, el

3.

Ibid.

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anlisis crtico de la explotacin capitalista ha sido un arma poderosa

para la lucha colectiva. Y sigue sindolo hoy en da, en tanto que
consciencia global de los abusos del capitalismo neoliberal. Como se
ha puesto de manifiesto recientemente en forma de protestas, revoluciones y disturbios a nivel mundial, vincular mltiples espacios de
explotacin con angostos canales de privilegio puede sustituir el fatalismo melanclico por nuevas afirmaciones de voluntad, deseo y fuerza colectiva. El problema de la izquierda no ha sido nuestra adhesin
a la crtica marxista del capitalismo, sino la prdida de vista del horizonte comunista, un horizonte que nuevos movimientos polticos estn empezando a revelar.
A veces los capitalistas, conservadores o liberal-demcratas, utilizan una retrica que percibe el comunismo como un horizonte frustrado. Pero an as, no lo pierden ni mucho menos de vista. Ven el comunismo como una amenaza, tras veinte aos de su evidente fracaso.
Para ellos, el comunismo sigue siendo una amenaza tan real que
centran de antemano el debate poltico en su represin como alternativa. Para responder a las crticas izquierdistas por la inoperancia de la
democracia para proteger los intereses de los desposedos y de la clase obrera, tanto los conservadores como los socialdemcratas rezongan que todo el mundo sabe y la historia demuestra que el comunismo no funciona. Puede que el comunismo fuera un hermoso ideal,
conceden, pero siempre lleva a abusos de poder violentos y autoritarios. Trasladan la discusin hacia l para establecer los lmites de un
debate que ellos consideran razonable. Su crtica al comunismo delimita el espacio poltico y la condicin de la democracia: antes incluso
de iniciar la conversacin, socialdemcratas, demcratas, capitalistas
y conservadores se unen para bloquear toda consideracin sobre l. El
asunto no est sobre la mesa.
Los que ms sospechan que la inclusin de socialdemcratas y
demcratas en el mismo saco que los capitalistas conservadores es
ilegtima son seguramente los propios demcratas. Para determinar si
pertenecen al mismo saco de los que temen al comunismo, deberan
considerar si creen que cualquier evocacin del comunismo debera
acompaarse de calificaciones, apologas y condenas de los excesos
pasados. Si la respuesta es s, tendremos un indicio muy claro de
que los liberal-demcratas, y seguramente tambin los radical-demcratas, siguen considerando el comunismo un peligro que debe erradi-

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carse, de modo que s, estn en el mismo saco que los capitalistas y los
conservadores. Todos recelan de las fuerzas que las aspiraciones comunistas pueden desatar.
Existen buenas razones para que socialdemcratas, demcratas y
capitalistas conservadores estn inquietos. Durante la ltima dcada, el
regreso al comunismo ha revigorizado a la izquierda. El comunismo
vuelve a retomar un discurso y un lxico que expresa sus ideales universales, igualitarios y revolucionarios. En marzo de 2009, el Instituto
Birkbeck de Humanidades organiz un congreso titulado Sobre la idea
de comunismo. Planteado inicialmente para unas 200 personas, el congreso atrajo al final a ms de 1.200, lo que oblig a habilitar una sala
adicional para acomodar a los que no caban en el auditorio principal.
Desde entonces se han seguido mltiples conferencias en Pars, Berln y Nueva York y publicaciones, con contribuciones de estudiosos
tan prestigiosos como Alain Badiou, tienne Balibar, Bruno Bosteels,
Susan Buck-Morss, Costas Douzinas, Peter Hallward, Michael Hardt,
Antonio Negri, Jacques Rancire, Alberto Toscano y Slavoj iek.
Estos congresos y publicaciones consolidan debates que han estado vigentes durante dcadas. Durante ms de treinta aos, Antonio
Negri se ha empeado en proponer una nueva aproximacin al comunismo a partir de un marxismo pasado por el filtro de Spinoza y de los
experimentos polticos italianos de los aos setenta. La triloga Imperio que Negri codirigi con Michael Hardt presenta una reconceptualizacin asertiva y no dialctica del trabajo, del poder y del Estado,
una nueva teora del comunismo desde abajo. Alain Badiou ha tratado
el comunismo durante ms de cuarenta aos, desde su compromiso
filosfico y poltico con el maosmo hasta su insistencia en las invariantes comunistas justicia igualitaria, terror disciplinario, voluntarismo poltico y confianza en el pueblo y su reciente apelacin a
la idea comunista. El comunismo tampoco es algo nuevo para Slavoj
iek. A principios de 2001 organiz un congreso, del que sali un
texto, para repensar a Lenin. Mientras Negri y Badiou rechazan el
partido y el estado, iek mantiene una cierta fidelidad a Lenin. Hoy
la leccin leninista fundamental escribe, es que la poltica sin
la forma organizativa del partido es poltica sin poltica.4 En otras

4.

Slavoj iek, Revolution at the Gates, Verso, Londres, 2002, p. 297.

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palabras, un rea vital de la filosofa radical ve en el comunismo un

nombre contemporneo para una poltica igualitaria y emancipadora y
ha estado repensando activamente muchos de los conceptos que forman parte de su legado.
Estos debates actuales coinciden en parte con los cambios que se
han producido a partir de 1968 y se solapan con la expansin de la
dominacin capitalista neoliberal, una dominacin acompaada de extremos de desigualdad econmica, odio tnico y violencia policial, y
tambin de un aumento de la militancia, de la insurgencia, de las ocupaciones y de la revolucin. El actual inters por el comunismo trasciende, pues, la mera coincidencia entre los congresos acadmicos
que reclaman su regreso y la crisis de la deuda del nuevo milenio, las
medidas de austeridad, el aumento del desempleo y la supeditacin de
los logros del moderno estado del bienestar a los intereses privados de
instituciones financieras demasiado grandes para dejarlas caer. En una
entrevista de 2002, antes de su eleccin a la presidencia de Bolivia,
Evo Morales ya haba anunciado que el sistema neoliberal era un
fracaso, y ahora es la hora de los pobres.5 El comunismo est resurgiendo como un imn de energa poltica porque ha sido y sigue siendo una alternativa al capitalismo.
El horizonte comunista no se ha perdido. Es un horizonte real.
En este libro exploro algunas de las formas en que se manifiesta en la
actualidad. Como afirma Bosteels, invocar el horizonte comunista es
impulsar un completo cambio de perspectiva o un vuelco ideolgico
radical, cuyo resultado es que el capitalismo ya ha dejado de aparecer
como el nico sistema posible, y nosotros ya no tenemos por qu seguir avergonzndonos de situar nuestras expectativas y deseos, aqu y
ahora, en una organizacin distinta de las relaciones sociales.6 Con el
comunismo como horizonte, el abanico de posibilidades para una teora y una prctica revolucionarias empieza a cambiar de forma. Caen
las barreras que bloqueaban la accin y afloran nuevas potencialidades y nuevos retos. Todo es posible.
En lugar de un pensamiento poltico basado slo en trminos de
resistencia, de rupturas estticas fugaces y poco serias, en la concre-

5. Evo Morales, Interview with Evo Morales, Yvonne Zimmermann, The Commoner, 7 de julio de 2002, <commoner.org.uk/morales1.htm>.
6. Bosteels, Ibid., p. 228.

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cin inmediata de proyectos locales y en la lucha por la hegemona en

los parlamentos capitalistas, el horizonte comunista manifiesta la necesidad de abolir el capitalismo y de crear prcticas e instituciones
globales de cooperacin igualitaria. El cambio de perspectiva que representa el horizonte comunista nos aleja del marco democrtico, que
ha sido la forma que ha adoptado desde la prdida del comunismo la
aspiracin de la izquierda para la reconfiguracin de los componentes
de la lucha poltica; en otras palabras, lejos de la inclusin general y de
llamamientos coyunturales a una mayor concienciacin o a cambiar
nuestro estilo de vida, a favor de una oposicin militante, de formas
organizativas compactas (partido, consejo, grupo de trabajo, clula) y
de la soberana del pueblo sobre la economa en la que producimos
y nos reproducimos.
Algunos criticarn mi utilizacin de la primera persona del plural nosotros que significa nosotros? Esta objecin es sintomtica de la fragmentacin que ha conocido la izquierda en Europa y
Norteamrica. Reducir las invocaciones al nosotros a meros argumentos sociolgicos que requieren un referente concreto, perfilable y
emprico, diluye la unin necesaria para la poltica, como si el inters
y la voluntad fueran slo y automticamente atributos de una determinada posicin social. El escepticismo hacia el nosotros desactiva el
componente activo de la primera persona del plural porque trata la
colectividad con desconfianza y privilegia la ilusin de singularidad y
de autonoma individuales. Escribo nosotros con la esperanza de
hacer hincapi en un sentido partisano de la colectividad. Mi ruptura
con las convenciones de la escritura que refuerzan el individualismo a
base de criticar todo afn de pensar y de hablar como parte de un sujeto colectivo mayor es deliberada.
Las limitaciones a lo que es posible pensar polticamente en determinados segmentos de la izquierda postestructuralista y anarquista
slo benefician al capital. Algunos activistas y tericos creen que las
actividades micropolticas, ya sean prcticas de autoaprendizaje o decisiones de consumo individuales, son espacios de accin ms importantes que los grandes movimientos organizados, una creencia que
aumenta la dificultad de crear nuevos tipos de organizacin porque
hace que el pensar colectivo sea ms estrafalario, difcil y supuestamente menos fresco. Algunos activistas y tericos ven en los objetos estticos y las obras de creacin una potencialidad poltica al mar-

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gen de clases, partidos y sindicatos. Esta centralidad de la esttica

disocia la poltica de la lucha organizada de la clase trabajadora, transformando la poltica en lo que el espectador ve. De ese modo las producciones artsticas, ya sean obras tangibles o experiencias mercantilizadas, refuerzan al capital canalizando anhelos polticos mientras
trasladan las luchas polticas de las calles a los templos del arte. Y los
espectadores pueden hacer pagos (o donaciones) para sentirse radicales sin tener que mancharse las manos. La clase dominante mantiene
as su posicin y la contradiccin entre ella y el resto de nosotros no
aflora ni se deja sentir como tal. La celebracin de acciones puntuales
y de acontecimientos singulares la crtica festiva, la pelcula o la
novela momentneamente polmicas funcionan de la misma manera. Sectores de la izquierda anarquista y postestructuralista tratan estos aleteos como los nicos ejemplos posibles de una poltica contempornea de izquierdas. Como accin intil que supone dedicar
momentneamente un enorme esfuerzo el equivalente artstico a las
carreras de 5 y 10 kilmetros para luchar contra el cncer, mejor dicho, para sensibilizar sobre el cncer sin hacer en realidad mucho
ms el acontecimiento singular disocia el quehacer del objetivo. El
sentido, el significado o la relevancia que pueda tener, depende exclusivamente del espectador (quizs con una mnima orientacin por
parte de tericos y responsables).
La ocupacin contrasta radicalmente con estos acontecimientos
singulares. Aunque se producen ocupaciones espontneas y no debido
a una estrategia coordinada, su forma comn incluida su imagen,
sus eslganes, sus trminos y prcticas las une en una lucha de masas.
La fuerza de la vuelta del comunismo radica en su capacidad, o
falta de ella, para inspirar una lucha colectiva organizada a gran escala con una meta. Durante ms de treinta aos la izquierda ha dejado de
lado esa meta y ha aceptado en cambio las ideas liberal-progresistas
de que las metas u objetivos son decisiones estrictamente individuales
sobre el modo de vida o reivindicaciones socialdemcratas, y que la
historia ya ha resuelto problemas bsicos de distribucin con su compromiso de regular los mercados y de impulsar el estado del bienestar,
una solucin que la derecha ha rechazado y el capitalismo ha destruido. La izquierda ha fracasado en la defensa de su visin de un mundo
mejor, un mundo igualitario de produccin comn por y para el pue-

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blo colectivo. Y ha acabado acomodndose al capital y sucumbiendo

al seuelo del individualismo, el consumismo, la competencia y el
privilegio, y procediendo como si realmente no hubiera alternativa a
los estados que gobiernan segn los intereses de los mercados.
Marx expres hace ms de cien aos el principio bsico de la
alternativa: de cada cual segn su capacidad, a cada cual segn sus
necesidades. Este principio habla de la urgencia de la lucha en favor de
su realizacin. No tenemos por qu seguir viviendo bajo la sombra del
fracaso de la izquierda, atrapados en las crisis peridicas. A la luz
del clima de desastre planetario y de la lucha de clases global que se
intensifica da a da mientras los estados redistribuyen la riqueza entre
los ricos en nombre de la austeridad, la ausencia de un objetivo comn
supone la ausencia de futuro (si no es el futuro imaginado en los escenarios postapocalpticos como el de Mad Max). La premisa del comunismo es que la determinacin colectiva de las condiciones de vida es
posible si lo queremos.
Para contribuir a promover este deseo, y sumar fuerza y presencia a su despertar, abordo el comunismo como un trmino para seis
rasgos de nuestro escenario actual:
1.
2.
3.
4.
5.

Una visin especfica de la Unin Sovitica y su cada;

Una fuerza presente y cada vez ms poderosa;
La soberana del pueblo;
Lo comn y lo colectivo;
El deseo igualitario y universalista transversal a los circuitos y las
prcticas en los que estamos atrapados;
6. El partido
Los dos primeros rasgos pueden asociarse en trminos generales a la
poltica que se configura a partir del final de la Unin Sovitica visto
a travs del dominio unipolar de Estados Unidos. Lo que aqu interesa
no es tanto el discurso histrico como la expresin del comunismo
como ausencia. Mi interpretacin de estos dos rasgos pone de manifiesto cmo la ausencia de comunismo da forma a nuestro marco actual.
En la secuencia narrada como el triunfo del capitalismo y de la
democracia liberal, el horizonte comunista se deja sentir como una
tensin significativa, segn la expresin que utiliza Eric L. Santner

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para referirse al modo en que la realidad expresa su no identidad consigo misma. Como explica Santner, la formacin social en la que
estamos inmersos se halla rota por la carencia y permeada de inconsistencia y parcialidad. La carencia supone un reto para nosotros.
La inconsistencia y la parcialidad son evidentes. Lo que se registra
dice Santner, no son tanto los logros olvidados como el olvido de
acciones que debieron emprenderse y no se hizo.7 La frentica actividad del capitalismo comunicacional contemporneo nos aleja de esas
rupturas. Las nuevas formas de ocio, unas obligaciones insuperables y
la deuda creciente distraen nuestra atencin y la dirigen hacia lo inmediato y lo inesperado, mientras tratan de sofocar los vigorosos efectos
de lo no realizado: el potencial no realizado de los sindicatos y de la
lucha colectiva, las vindicaciones de igualdad tergiversadas por una
cultura que aplaude los abusos de los muy ricos, los logros no consumados de solidaridad colectiva para acabar con la pobreza y redistribuir riesgos y recompensas. Por lo tanto, en los dos primeros captulos
se abordan las quiebras, las fisuras y la carencia que Santner teoriza
como tensiones significativas en un comunismo ausente que se advierte en el marco configurado por su supuesto fracaso y derrota.
Los dos rasgos siguientes del presente que el comunismo expresa son positivos (y no tanto presentes como fuerza de lo no realizado
o ausente): el pueblo en su actividad poltica y econmica comn. En
estos captulos, abordo la cuestin de la lucha de clases en la actualidad. Si Hardt y Negri estn en lo cierto (y creo que lo estn) cuando
dicen que la comunicacin es la forma de produccin capitalista mediante la que el capital ha logrado someter a la sociedad total y globalmente bajo su rgimen (utilizo el trmino capitalismo comunicacional para destacar este papel amplificado de la comunicacin en la
produccin), cules son sus repercusiones para entender la lucha de
clases? Asimismo tiene sentido seguir situando al proletariado en
primer plano? Yo afirmo que no, si por proletariado se entiende una
clase social claramente identificada. Resulta ms til la idea de proletarizacin como un proceso de explotacin, de desposesin y de empobrecimiento que crea a los muy ricos como una clase privilegiada
que vive a costa del resto. Presento la nocin de el pueblo como el
7. Eric L. Santner, Miracles Happen, en The Neighbor, Slavoj iek, Eric L. Santner, Kenneth Reinhard, University of Chicago Press, Chicago, 2005, pp. 85-89.

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resto de nosotros, el pueblo como una fuerza dividida y divisiva,

como una alternativa a las distintas formas de nombrar el sujeto del
comunismo, como proletariado, masas, parte de los sin parte.
Cmo se divide el pueblo o cmo se califica y se articula la no
coincidencia del pueblo es una cuestin poltica. Las organizaciones
polticas responden a esa divisin, la interpretan y la dirigen en una
direccin y no en otra. Por eso termino este libro retomando la cuestin del partido comunista. Aunque Badiou defiende activamente la
recuperacin del comunismo para nombrar un igualitarismo universal
revolucionario, tambin insiste en un comunismo desconectado de las
anticuadas formas de partido y estado. Hardt y Negri tambin rechazan el partido y el estado: Ser comunista significa estar contra el
estado.8 Y destacan en cambio el poder constituyente del deseo y la
productividad creadora y afectiva de la gente como cuestin central de
un comunismo que se consolida y supera el capitalismo. Yo no opino
igual. Opino con Bosteels y iek que una poltica sin la forma organizativa del partido es una poltica sin poltica.
Conceptualizar el partido de los comunistas en nuestro marco
contemporneo es y debe ser un proyecto muy actual. Como dice Bosteels, partido no significa un instrumento para llevar a cabo las leyes implacables de la historia sino la organizacin flexible de una
fidelidad a acontecimientos en circunstancias imprevisibles.9 En este
contexto me siento tentada a utilizar trminos de la teora de la complejidad: el partido es un sistema complejo y adaptativo. Su objetivo
es la revolucin proletaria, es decir, la destruccin del sistema capitalista de explotacin y de expropiacin, es decir, de proletarizacin, y
la creacin de un modo de produccin y de distribucin donde el libre
desarrollo de cada cual sea compatible con el libre desarrollo de todos. Todava no sabemos cmo ser la estructura de nuestro partido
comunista, en parte porque hemos dejado de pensar en ello para pasar
a ocuparnos de temas efmeros, a la cmoda poltica en red con un
simple click, y a la creencia de que nuestra actividad individual convergera por arte de magia en una pluralidad de prcticas postcapitali-

8. Antonio Negri, Comunismo. Algunas reflexiones sobre su concepto y praxis, en

Costas Douzinas y Slavoj iek, Sobre la idea del comunismo, trad. cast., Paids,
Buenos Aires, 2010.
9. Bosteels, Ibid., p. 243.

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tas creativas y comunes. Pero sabemos que hemos de encontrar un

modo de lucha capaz de crecer, durar y cultivar el deseo colectivo de
colectividad. Y sabemos que podemos aprender del pasado y que estamos aprendiendo de otros experimentos de organizacin actuales. Por
lo tanto concluyo preguntando si la ocupacin podra ser o se estara
convirtiendo en una forma organizativa, en una forma poltica de la
incompatibilidad entre el capitalismo y el pueblo.
El horizonte comunista aparece hoy ms cerca de lo que ha estado durante mucho tiempo. La ilusin de que el capitalismo funciona se
ha hecho aicos debido a todos los desastres econmicos y financieros
que observamos en todas partes. La fantasa de que la democracia
ejerce una fuerza en favor de la justicia econmica se ha venido abajo
cuando constatamos que el gobierno de los Estados Unidos canaliza
trillones de dlares a los bancos y los bancos centrales europeos amaan los gobiernos nacionales y recortan programas sociales para mantenerse a flote. Ahora, con nuestra anhelante mirada puesta en el horizonte comunista, podemos empezar a poner manos a la obra para crear
colectivamente un mundo que ya estamos creando conjuntamente.

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