Fragmento Malaparte PDF
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Liao Yiwu
El cndor y las vacas
Christopher Isherwood
La herencia colonial y otras maldiciones
Jon Lee Anderson
Curzio MALAPARTE
NDICE
Prlogo
Francesco Perfetti
Muss
Retrato de un dictador
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Apndice a Muss
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El Gran Imbcil
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Nota al texto
Giuseppe Pardini
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Prlogo
Carta de Malaparte a Daniel Halvy expedida en Juan Les Pins el 4 de septiembre de 1931, en Archivio Malaparte, Florencia, publicada en E. Ronchi
Suckert, Malaparte, II, 1927-1931, Florencia, 1992, pp. 796-7.
De hecho, Malaparte se haba trasladado a Francia en enero, tras su brusco despido de la direccin de La Stampa.2 Esta
medida cuyos verdaderos motivos an no han sido aclarados
del todo y que deben ser ciertamente muy complejos y reconducibles a cuestiones de orden poltico, o a intereses econmicos afectados por las investigaciones del peridico, o tambin a
hechos de ndole personal, ya que la cabecera haba alcanzado
un claro beneficio con su direccin, superando a su competidor directo La Gazetta del Popolo le haba afectado pro
fundamente, hasta el punto de que, en un primer momento,
lleg a acariciar la idea de abandonar el periodismo militante;
y ello a pesar de las voces, recogidas por informadores de la
polica (en este caso hay que decir que inesperadas), que lo
sealaban como un posible candidato a la sucesin del hermano de Mussolini, Arnaldo, en la direccin de Il Popolo dItalia.3
En realidad el propio Mussolini le haba asegurado que pronto
habra para l nuevos encargos y se haba hablado incluso de
la posibilidad de utilizarlo en la diplomacia; una hiptesis que
no se materializ y con la que, por el contrario, el amargado y
despechado Malaparte, como se deduce de su correspondencia
con Giovanni Borelli, se haba sentido bastante halagado y con
la que estaba convencido de la oportunidad de poder apartarse
de la escena por algn tiempo.
Durante el perodo transcurrido en Francia, interrumpido
por alguna breve estancia en Italia, Malaparte, desplazndose
entre Juan Les Pins y Pars, entre Antibes y Cannes, tuvo la oportunidad de frecuentar a muchos literatos, artistas y escritores
que residan al otro lado de los Alpes desde Andr Malraux a
Franois Mauriac, desde Andr Maurois a Georges Bernanos,
desde Jean Giraudoux a Jean Guhenno, desde Alberto Savinio
a Daniel Halvy, llegando a establecer con algunos de ellos
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Sobre este episodio cfr. G. Pardini, Curzio Malaparte. Biografia politica, Miln,
1998, pp. 2323; G.B. Guerri, LArcitaliano. Vita di Curzio Malaparte, Miln, 1980, pp. 133-6; A. Signoretti, La Stampa in camicia nera, Roma, 1978.
Archivio Centrale dello Stato, Ministero degli Interni, P.S., Polizia Politica, b. 168, 12 de diciembre de 1930.
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problemas. Otras voces un tanto difusas, aunque enrgicamente desmentidas por Malaparte, captadas por los informadores
de la polica italiana en Pars a finales de 1932, hicieron referencia a sus presuntos contactos directos con Gaetano Salvemini y apuntaron tambin al hecho de que le debiera a ste
una considerable suma de dinero nunca restituida.7 Que Malaparte hubiera conocido a Salvemini es, por otro lado, bastante
probable si se tiene en cuenta el hecho de que l era inquilino
y amigo de Halvy y que Salvemini no slo frecuentaba la casa
de Halvy sino que en Francia lo publicaba Grasset; por lo dems circulaban rumores en ese sentido desde haca mucho
tiempo, hasta el punto de que Fernanda Ojetti habra dicho en
una ocasin, en pblico, una frase referida a l Frecuenta
a cierta gente!, que suscit inmediatas e indignadas reacciones por parte del escritor, al cual tambin habra preguntado si se haba visto con Salvemini.8
en escribirme claramente a ese propsito, de manera que pueda yo advertir a los amigos (carta de Borelli a Malaparte expedida en Miln el 21
de diciembre de 1932, en Archivio Malaparte, publicada en Ibidem, p. 118).
Malaparte se lament tambin ante otros amigos, como se deduce de lo
que le escribi Mino Maccari: Justsimo lo que dices del libro de Aniante
[] tu opinin es compartida por Barilli, por Cardarelli, por Longanesi,
por todos (carta de Maccari a Malaparte expedida en Roma el 3 d enero
de 1933, en Archivio Malaparte, publicada en Ibidem, pp. 160-1). La contrariedad de Malaparte es comprensible y se puede considerar fidedigna
su versin por el hecho de que Grasset estaba interesado en publicar un
trabajo sobre Mussolini: es verosmil que conociendo el hecho de que el
Muss malapartiano no habra estado listo en breve, aprovechase la ocasin
que le ofreca Aniante.
Todo lo que Salvemini ha dejado en Italia es un crdito de cerca de
150000 liras a Curzio Malaparte, crdito que no habra nunca recuperado, aunque para l Salvemini representase todas sus economas. (Informazione P.S., Pars, 7 de diciembre de 1932, en Archivio Centrale dello
Stato, Segreteria Particolare del Duce, C/R, b. 49).
Me sent mal que su mujer [] me preguntara si yo haba estado con el
prof. Gaetano Salvemini. No conozco, no he conocido y no conocer nunca
a Gaetano Salvemini. Cmo puede habrsele pasado por la cabeza una
cosa semejante a su mujer? []. Adems luego dijo que le haban dicho de
m: Frecuenta a cierta gente! A qu gente? Yo frecuento slo a gente
de bien y polticamente cabal, tanto a franceses como a italianos (carta
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aos, sobre todo con Aldo Borelli y Daniel Halvy, pero se trata, sobre todo, de lamentaciones y arrebatos de ira dirigidos
en algn caso tambin contra Mussolini.
La nica toma de postura poltica significativa asumida por
l fue con respecto al nacionalsocialismo, con un artculo sobre
Guicciardini publicado en la revista Les Nouvelles Littraires,
destinado, por lo dems, a provocar un avispero y, ciertamente, no a mejorar su posicin personal, ya difcil y comprometida. Comenzaba relatando que un joven alemn le haba
pedido consejo sobre algo que leer para comprender la situacin poltica interna de su pas y aada que le haba respondido recomendndole la lectura de Guicciardini en caso de
estar ya resignado a doblar la rodilla o la de Mazzini si
pretenda conservar su libertad de espritu por lo que concierne a Hitler. Sostena luego que la mayora de la burguesa
alemana estaba mejor preparada para el prudent ralisme
de Guicciardini que para el idalisme romantique de Mazzini, y que las pginas del historiador florentino constituan el
manual ms precioso para nuestra poca, el breviario del cortesano, una gua indispensable para todos los que estn obligados a vivir bajo una dictadura europea moderna y quieren
vivir en paz con su tirano. Quien hubiera ledo a Guicciardini
habra aprendido el arte de la genuflexin y el de doblar el
espinazo, ya que sus pginas eran el Vade mecum del perfecto ciudadano de un Estado privado de libertad, un compendio
de reglas indispensables para el que quiera vivir sin problemas
(aunque al precio de cuntas renuncias y de cuntas banalidades!) bajo el escarpn charolado (no hay que hablar de bota;
es una palabra vejatoria!) del dictador moderno. Finalmente
conclua sosteniendo que, si Guicciardini hubiera estado vivo,
Mussolini lo habra enviado donde Hitler como embajador extraordinario, ya que habra podido ensear a los alemanes el
cmodo arte de plegarse a las circunstancias.13
13 C. Malaparte, Guichardin moraliste mprisable, en Les Nouvelles Littraires,
25 de marzo de 1933.
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bien continuaba gravitando en la rbita del fascismo, comenzaba a plantearse un problema de conciencia.17
El 15 de octubre de 1933, poco despus de volver a Italia,
Malaparte fue detenido bajo la acusacin de haber desempeado actividades antifascistas en el extranjero tras ser denunciado ante el Tribunal Especial para la Defensa del Estado
por Italo Balbo, ministro de la Aeronutica, quien se haba considerado difamado por algunas serias alusiones del escritor a
su honorabilidad y sobre su misma fidelidad a Mussolini,
y el 30 de noviembre de 1933 fue enviado al confinamiento en
la isla de Lipari, donde permaneci cerca de siete meses, hasta
que en julio de 1934 fue trasladado, por mediacin de Galeazzo
Ciano, a la isla de Ischia y, sucesivamente, en octubre de 1934,
a Forte dei Marmi.18 El 11 de junio de 1935 fue finalmente
17 En este sentido son sintomticas estas afirmaciones contenidas en una
carta a Halvy: Algn da tendr que decidirme. Y decidir segn mi conciencia. Palabra dura, palabra que, en Italia, no hay que pronunciar nunca.
A veces pienso que la literatura puede ser un refugio, para los italianos,
que tienen conciencia, y tienen horror de esta poltica. Siempre, en pocas
como la actual, los italianos que tenan conciencia se refugiaron en la literatura. Por eso nuestra literatura no tiene una conciencia. Pues solamente
los hombres que no tienen conciencia pueden refugiarse en la literatura.
Esas ideas me atormentan, y no s dnde est la verdad. Puede ser que
juzgue usted pueriles esas ideas, y un tanto intiles. El error es ponerse
a contracorriente. Pero es eso un error? Despus de todo, es razonable
pedirle a un dictador que sea humano, justo, que respete la conciencia de
los hombres? Un dictador semejante sera ms bien un santo. Y adems:
de verdad es necesario que Mussolini aplaste todo lo que hay de bueno y
de bello? Creo que no es necesario, y que podra obtener resultados infinitamente mejores si se mostrase justo, humano, y si respetase la conciencia de los hombres. Aplastad la infamia, dicen los antifascistas. S: pero
hay alguien digno de arrojar la primera piedra? Creo que slo un infame
podra arrojar la primera piedra, para rescatar su infamia. Los hombres
honrados no tienen ms que esperar. Y mientras esperan pierden su alma
(carta de Malaparte a Halvy expedida en Londres el 27 de enero de 1933,
en Archivio Malaparte, publicada en E. Ronchi Suckert, Malaparte, III, cit.,
pp. 175-6). Sobre el problema de la crisis de conciencia cfr. el ensayo de
Malaparte escrito en 1943: Obbiezione di coscienza, publicado a cargo de G.
Pardini, en Nuova Storia Contemporanea, enero-febrero, 1999.
18 Para todo este episodio, que tiene todava aspectos no del todo claros, cfr.
G. Pardini, Curzio Malaparte. Una biografia politica, cit., pp. 254-62.
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algn relato o cantata,21 y sobre todo en el relato breve Don Camale, que comenz a aparecer en entregas en el semanario
La Chiosa y cuya publicacin por su contenido antimussoliniano se habra interrumpido, segn el autor, por voluntad
gubernativa:22 hay que decir, sin embargo, que el carcter antimussoliniano de todos estos trabajos, comprensiblemente
acentuado por Malaparte en la segunda posguerra, no debe
exagerarse, ya que se enmarca no tanto en la disensin de esos
aos como ms bien en el clima de la fronda costumbrista.23
Malaparte volvera a ocuparse de Mussolini en otro texto,
El Gran Imbcil,24 escrito en el verano de 1943. En el presente
volumen volvemos a proponer ese trabajo, injustamente poco
conocido y todava peor considerado, que parece recobrar, tambin estilsticamente, los contenidos y los temas costumbristas, pero en realidad es fruto de un clima y de una disposicin
de nimo bastante alejados de los modelos desenfrenados de
los aos veinte y ms cercanos, en el mejor de los casos, a los
humores desencantados y trgicos que rezumarn los grandes
libros de la inmediata posguerra. La figura misma de Mussolini, el Gran Imbcil, est retratada con una tcnica que no
tiene nada de la stira cuasi goliardesca del perodo costumbrista y que, en cambio, se resuelve con una acentuacin cari21 Cfr. C. Malaparte, Avventure di un capitano di sventura, Roma, 1927, y
luego en C. Malaparte, Don Camale e altri scritti satirici, a cargo de E. Falqui, Florencia, 1964; Il Cerbacone, en Archivio Malaparte, parcialmente
publicado en E. Ronchi Suckert, Malaparte, XI, 1955, Brani e sceneggiature, sangue e sexophone, Citt di Castello, 1996, pp. 677-712; C. Malaparte,
LArcitaliano. Cantate, Roma, 1928, y luego en C. Malaparte, L arcitaliano
e tutte le altre poesie, a cargo de E. Falqui, Florencia, 1963.
22 C. Malaparte, Don Camale, Florencia, 1946, y luego con el ttulo Don Camale. Romanzo di un camaleonte, en C. Malaparte, Don Camale e altri
scritti satirici, cit.
23 Cfr. a este propsito las observaciones de G. Pardini, Curzio Malaparte.
Biografia politica, cit., pp. 191-208.
24 En el Archivio Malaparte existen diversas redacciones de Il Grande Imbecille, fragmentarias e incompletas, la ms orgnica de las cuales es la
publicada en C. Malaparte, Don Camale e altri scritti satirici, a cargo de E.
Falqui, cit., versin recogida en este volumen con algunos aadidos.
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En Muss el fascismo tambin es presentado como el ltimo aspecto de la Contrarreforma, como una consecuencia
lgica, aunque lejana, de la contrarrevolucin catlica de los
siglos xvi y xvii, aunque, bien mirada, la valoracin general
resulta sustancialmente vuelta del revs respecto a los trabajos
precedentes: y lo es, muy probablemente, por una inconfesa
reflexin sobre el pensamiento de Piero Gobetti, el cual atribua el retraso en el proceso de desarrollo social y poltico y
la inmadurez ideal y poltica de Italia al hecho de que sta
no hubiera tenido su propia Reforma.28 Y la sobreentendida
referencia a Gobetti aparece tambin en otros momentos, como
por ejemplo donde Mussolini es presentado como la expresin
tpica del pueblo italiano: sus cualidades y sus defectos no le
son propios: son las cualidades y los defectos de todos los italianos, y los defectos son, sobre todo, los defectos de su educacin catlica. La obra maestra de Mussolini como hombre
de Estado fue la capacidad de despertar, hacer salir a flote y
organizar, ponindolas a disposicin de sus propios fines, todas las fuerzas oscuras y ciegas que actan inconscientemente
en los bajos fondos de la psicologa del pueblo italiano.
Hitler, al que Mussolini no quera y que Malaparte nos
presenta como una caricatura de Mussolini, fue, aunque de
manera inconsciente, el vehculo para la inyeccin del bacilo
fascista en las venas de la nacin germnica: no era un verdadero alemn, sino un austraco y solamente un alemn de
Austria, un catlico de una provincia del Antiguo Imperio
de los Habsburgo, poda introducir el fascismo en Alemania,
precisamente porque el fascismo, en su esencia, no es sino
el conjunto de defectos de la civilizacin catlica: con Hitler
no entraba en el Reich el dogmatismo de la Iglesia de Roma
28 Cfr. por ejemplo, P. Gobetti, Il nostro protestantesimo, en Rivoluzione Liberale, 17 de mayo de 1925. El alineamiento de Malaparte con las posiciones
de Gobetti madurar al comienzo de los aos cuarenta, cuando su crisis de conciencia asume el aspecto de objecin de conciencia, como
bien demuestra el citado ensayo Obbiezione di coscienza de 1943, en el que
queda explcita la referencia a Gobetti y a sus ideas.
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El paseante de cadveres
Liao Yiwu
El cndor y las vacas
Christopher Isherwood
La herencia colonial y otras maldiciones
Jon Lee Anderson
Curzio MALAPARTE