Pensar en Genero
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Tabla de contenido
Introduccin
ngela M ara Estrada M esa
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Feminismo radical:
Posiciones libertarias y culturales
R osem arie P utnay
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INTRODUCCIN
Extrao desacostumbrarme
de la hora en que nac.
Extrao ejercer ms
oficio de recin llegada.
Alejandra Pizarnik
7 Una iniciativa del Goethe Institu- Bogot, PENSAR, la Alcalda Mayor de Bogot y el Centro
Colombo Americano-Medelln. Anualmente se analizan temas Lesbian-Gay-Bisexual-Transexual (LGBT)
desde diversas perspectivas tericas y se realizan talleres para lograr la inclusin, la aceptacin y el
dilogo mediante la capacitacin de la comunidad LGBT, las autoridades locales y la comunidad en
general. Ver informacin sobre los ciclos en http://www.goethe.de/hn/bog/rosa/
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Introduccin
identidad que, en muchos casos, las mismas ciencias sociales contribuyen a repro
ducir antes que a transformar. Polticas de la identidad que ellas mismas denun
cian. En trminos generales todas ellas incluyen una mirada de sujeto que muchas
veces resulta ingenua, poco crtica e incluso esencializada.
En cualquier caso es innegable el inters y la ampliacin del campo de mirada
de trabajos recientes de varias disciplinas, entre ellas la ciencia poltica, el derecho,
la antropologa, la sociologa, la filosofa, la literatura y la psicologa social, en las
cuales el gnero se articula de diferentes formas.
A lo largo de esta introduccin se ha insistido en la apertura de la investigacin
social de gnero, una invitacin que extendemos desde esta antologa a nuestros y
nuestras colegas con quienes esperamos continuar dialogando.
Aunque hemos venido publicando consistentemente artculos y captulos de
libro, la presente antologa es la primera realizacin editorial de largo alcance que
hacemos. Esperamos contribuir con ella a las necesidades bibliogrficas a las cua
les nos enfrentamos en la docencia, cuando se proponen los estudios de gnero
como curso universitario.
Carmen Milln de Benavides
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Dispositivos y ejecuciones
ce gnero en escenarios
escolares
ngela M ara Estrada M esa
1Una versin inicial de este texto fue publicado en: Revista Comunicacin y Sociedad. Mxico, Univer
sidad de Guadala-jara, No. 39, ene-jun, 2001, 145-178. Elabora algunos de los resultados alcanzados
por un proyecto de investigacin cua-litativa denominado Arco Iris: Una mirada transformadora a las
relaciones de gnero en la escuela, adelantado en el contexto del DIUC (Departamento de Investigaciones
de la Universidad Central) en escuelas y colegios de Bogot-Colombia, con el apoyo de c o l c i e n c i a s , La
Fundacin Restrepo Barco y el Programa para la Equidad de la Mujer. La autora, Investigadora Principal
del mencionado proyecto, quiere hacer un reconocimiento explcito de la participacin de Carlos Ivn
Garca como co-investigador y de Digenes Carvajal como asistente de investigacin en el proceso de
investigacin.
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texto patriarcal, sino tambin por las distintas narrativas comunitarias que desde
mltiples fuentes entran, circulan y se activan en las interacciones escolares, y
cuyo trasfondo es moral, en cuanto genera una estructura de jerarquizacin
valorativa de la diferencia.
Penetrar la diferencia implica el reconocimiento y la bsqueda explcita de la
interdependencia entre los sistemas de significado individuales y los sociales o cul
turales. Esto, a su vez, exige que partiendo de la experiencia de los distintos actores
en sus contextos particulares, sta se reconstruya en un nivel de anlisis ms amplio
dentro de marcos culturales y relaciones sociales de poder (Henwood y Pidgeon).
En otras palabras, se trata de superar el naturalismo que propone al investiga
dor como sujeto neutral que recupera las voces de los otros y que acerca la etnogra
fa al positivismo, para poner en relacin las narraciones de las voces de los otros
(sobre todo de aquellos no dominantes socialmente) con los mecanismos estruc
turales subyacentes y las condiciones materiales que posibilitan la reproduccin
y/o la resistencia cultural y social de la diferencia. Tal enfoque le imprime a la
etnografa un carcter crtico feminista (Roman).
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pero que no son sino algunas facetas de las mltiples que, actual o potencialmen
te, integran la propia subjetividad.
Es mediante tales dispositivos, cargados de poder para crear y producir distin
tas posiciones de sujeto, que se crean y mantienen verdades corrientes en la escue
la, tales como las que atribuyen a lo femenino y lo masculino, de manera esencialista
o no, distintas capacidades, competencias y roles.
En el proceso analtico fue posible llegar a la construccin de una tipologa de
roles situacionales, principalmente acadmicos, que se activan en los contextos de
clase, a los cuales estn asociados diferentes formas de participacin y receptividad
acadmica y que son desempeados de manera particular con un sesgo de gnero.
La tabla muestra una tipologa de tales roles.
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Gergen (Realidades ) que la emocin es una especie de danza que se aprende. Por
supuesto, en esta dimensin se expresa, ms que en muchas otras, el entrecruzamiento de culturas que tiene lugar en el contexto escolar: tales danzas son muy
antiguas en la carrera moral de los/las chicas y, por lo mismo, profundas en su
estructura psquica y difciles de transformar.
Lo anterior permite afirmar que si bien no se est sealando a la escuela y a los
docentes como responsables del tipo de acontecimientos emocionales que los chi
cos y chicas practican ms frecuentemente, s cabe cuestionar la reproduccin y
esencializacin de los estereotipos con los cuales los chicos/as son socializados en
ese lugar.
En efecto, en los contextos mixtos, mientras los chicos aprenden a soportar la
rudeza y el escarnio pblico como costos del protagonismo acadmico, las chicas
aprenden a ser desconocidas y no visualizadas. De hecho parece que el estilo
interactivo prevaleciente est articulado con la imaginera propia de un tipo de
masculinidad que se privilegia y que se pone en accin en detrimento de un estilo
ms adecuado a las necesidades de las chicas.
En esos mismos contextos, las chicas mantienen una fuerte activacin de la
ansiedad, la atencin se materializa en una posicin corporal tensa, se copia sin
respiro y la evaluacin es fuente de mucha ansiedad; con frecuencia se inmovilizan
ante el tono rudo que prevalece en el escenario. Cuando buscan explicacin por
parte de sus maestros/as es frecuente que lo hagan fuera de clase.
Los formatos de clase que con frecuencia estructuran el escenario matemtico
fuertemente competitivo y caracterizado por concebir la evaluacin con base en
un criterio de rendimiento por tiempo, no parecen ser adecuados para las chicas;
en estos contextos, ellas aprenden a ponerse al margen.
Es interesante que sea principalmente en los contextos femeninos donde emerja
un estilo comunicativo radicalmente diferente, caracterizado por aceptar y conte
ner las activaciones emocionales de las estudiantes; emplear, como ya se mencio
n, estrategias competitivas de mayor colaboracin y menos individualistas, en
cuyo marco aparecen el empoderamiento del liderazgo acadmico femenino y las
experiencias acadmicas ldicas y exitosas.
Aceptar y contener las activaciones emocionales de las chicas parece ser un
procedimiento que implica no aceptar el juego de lenguaje expresivo de las estu
diantes pero ofrecer soporte emocional, dando lugar a un proceso que les permita
avanzar hacia una experiencia exitosa que facilite la transformacin de una narrati
va discapacitante (es que es muy difcil) en otra de progreso y capacidad (si
estudio entiendo, yo s puedo).
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Temas emergentes
Tomarse en serio la coeducacin
La coeducacin aparece en buena parte de la literatura revisada como sinnimo
de situacin mixta y se la aplica en actividades administrativas en los planteles. Un
seguimiento al desarrollo terico de la coeducacin exigira un rastreo histrico
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ms fino que d cuenta del contexto de sentido desde el cual se implant. Algunas
autoras mencionan la coeducacin como una alternativa a la educacin segregada,
y la sustentan en la idea de la educacin mutua entre los gneros (Blat Gimeno).
La etnografa recogida en este trabajo permite sealar que aunque los gneros s
se coeducan, muchas veces lo hacen desde lgicas estereotipadas que generan si
tuaciones inequitativas para los hombres y las mujeres, quienes luego tienen que
lidiar con- el conjunto de experiencias que recuperan en su historia.
El conjunto de la evidencia permite sealar que la coeducacin es deseable y abre
oportunidades de intercambios sociales muy favorables para los participantes. No
obstante, la evidencia tambin seala que las metas positivas no se logran de manera
espontnea. Su logro implica una reflexin rigurosa y unas prcticas congruentes,
conscientes y seguramente reflexivas, sobre la convivencia y el desarrollo de una
ciudadana slida en la escuela, basada en la equidad de oportunidades.
Entre nosotros, por otro lado, la educacin mixta o segregada, como categoras
educacionales, tienen una fuerte tendencia a convertirse en una variable dicotmica
(o todo o nada). La literatura internacional, por el contrario, reporta la planeacin
pedaggica de actividades segregadas para el logro de distintos objetivos explcitos
a lo largo del ciclo escolar, en el marco de escuelas mixtas.
Hemos entrado en contacto con alguna literatura que expone las ventajas de
una educacin radicalmente segregada y con perspectiva de gnero para las chicas,
por ejemplo en matemticas, empleando razones como las observadas entre noso
tros en algunos escenarios.
Los desfases que se originan en los cambios sexuales de la prepubertad, consti
tuyen sin duda el punto de quiebre de la coeducacin y parecen abrir el interro
gante sobre el potencial pedaggico y de afirmacin de los gneros que podra
sustentar una prctica equilibrada entre actividades mixtas y segregadas orienta
das a apoyar el proceso personal de chicos y chicas, ms all de los estereotipos
sociales, los cuales deberan encontrar en la escuela un espacio de cuestionamiento.
La equidad de oportunidades entre los gneros:
Un asunto tico pedaggico
Las mltiples lneas de anlisis y reflexin que abri la etnografa de gnero en la
escuela permiten sealar la necesidad de un debate tico pedaggico sobre los dispo
sitivos de gnero que se ponen en accin en las prcticas escolares cotidianas: la
esencializacin de la sexualidad que se est atribuyendo de manera estereotipada a
hombres y mujeres en algunos contextos, la construccin de perspectivas autnomas
o heternomas como parte de las carreras personales de los/las estudiantes y, en gene
ral, sobre el sentido social de la educacin que estn recibiendo nuestro/as jvenes.
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12 Tal reflexin encuentra una condicin muy estimulante en el Proyecto Nuevas Voces Ciudadanas
adelantado por el Departamento Administrativo de Bienestar Social del Distrito - ( DABS), toda vez que
se empea en la bsqueda de nuevas dinmicas de relacin y convivencia en la vida cotidiana, orientadas
al pleno ejercicio de la ciudadana.
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13 Vense trabajos tales como los de David Johnson y otros, o el de Robert Slavin.
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Ruth Hubbard
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designados como nias y crecen como tales. De acuerdo con el tratamiento mdi
co que encuentren a su disposicin pueden crecer sin notar la presencia de testcu
los u otras anomalas hasta llegar a la pubertad, cuando no comienzan a menstruar.
Pueden, sin embargo, desarrollar senos, pues el hgado secreta las hormonas nece
sarias para ello.
En una variacin anloga, algunos embriones xx (femenino) tienen el llamado
sndrome adrenogenital por el cual sus glndulas secretan cantidades excesivas de
las llamadas hormonas masculinas o andrgenos (Oudshoorn 163-86). As, como
embriones desarrollan ovario y tero, pueden o no tener labios vaginales y el
clitoris puede ser tan alargado que luce como un pene. Al nacer, esos bebs pue
den ser categorizados como nios o considerados ambiguos en cuanto a su sexo.
La existencia de varias formas intermedias ha llevado a Fausto-Sterling a referirse a
los cinco sexos, aunque es posible que existan muchos ms (20-24).
Existen otras formas intermedias. Por ejemplo, en varios poblados de la Rep
blica Dominicana algunos nios que son cromosmicamente x y , y que embrio
nariamente han desarrollado testculos, manifiestan una variacin gentica en la
cual se impide la transformacin de su testosterona en dehidotestosterona ( d h t ) .
Como la DHT es la forma de testosterona que generalmente sirve para masculinizar
ciertos aspectos externos de los genitales en los embriones x y , estos infantes nacen
luciendo como nias y son socializados como nias. Sin embargo, cuando llegan a
la pubertad, la testosterona produce sus efectos: los testculos descienden hacia lo
que se pensaba eran los labios de la vagina, la voz cambia y adquiere el timbre
masculino y el clitoris se transforma en pene. Los mdicos estadounidenses que
describieron por primera vez la situacin reportaron que aunque estos nios ha
ban crecido como nias, la mayora de ellos aceptaba su transformacin en nios
y eran aceptados como del sexo masculino por su entorno social. Ellos cambiaron
no slo su sexo sino su identidad sexual y se convirtieron en masculinos biolgica
y sexualmente (Imperato-McGinley et al. 1235-36).
La publicacin de este hallazgo abri un gran debate sobre esta situacin. El
grupo original de cientficos estadounidenses parece no haber notado su inmer
sin en el paradigma binario de sexo y de gnero, y no pregunt a la gente dentro
de la cual este caso se estudi, qu pensaba acerca de las diferencias sexuales, la
inmutabilidad del sexo y las relaciones entre sexo y gnero.
El hecho es que los habitantes de las regiones donde el caso fue estudiado
tienen un trmino para llamar a las personas que pasan por este cambio. Les
llaman guevedoche (huevos a los doce) o machihembra. Estos trminos refle
jan que ellos no consideran a las personas como hombres o mujeres sino en una
tercera categora, un tercer sexo. El intento de describir el sistema dominicano en
trminos de nuestro sistema binario ha sido criticado por antroplogos como Gilbert
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y slo padres muy extraos rechazarn la solucin que se les ofrece para arreglar a
su hijo, si los mdicos les garantizan que la operacin puede hacerse sin riesgo y
con xito. Hasta ahora hay poca informacin acerca del efecto que esa decisin
tiene en las personas en su edad adulta.
La regla que parece operar en esas reconstrucciones mdicas (construcciones,
sera un trmino ms apropiado), es concentrarse en la apariencia exterior de los
genitales para hacerla parecer tan inequvocamente como sea posible masculina o
femenina. Como el sexo cromosomtico y gondico es puesto en segundo plano y
es ms difcil construir un pene con apariencia de verdadero que una vagina (que
es simulada mediante la creacin de un saquito o un tubo), la mayora de los
nios nacidos con genitalia ambigua son convertidos en nias. Se hacen algunos
esfuerzos para dar gusto a los padres que desean un nio, pero dado que se puede
obtener una nia verdadera en vez de un nio ambiguo, la mayora de los padres
optan por la nia.
Otra regla es que desde el comienzo los bebs tienen el sexo que los mdicos
han decidido asignarles. La ambigedad parece un error menor que la naturaleza
ha cometido, pero que la ciencia puede corregir. As, los mdicos buscan cul es el
sexo que es ms fcil de asignar, de acuerdo con el que sea tcnicamente ms
susceptible de ciruga, y se aferran a esa asignacin. Si por alguna razn tienen que
revisar su decisin, sostienen que el sexo del beb fue siempre aquel que definiti
vamente consideran en ese momento y que cometieron un error al juzgarlo de otra
manera. La meta es hacer que los padres sientan confianza en la feminidad o
masculinidad intrnseca de su beb lo antes posible, a fin de que puedan actuar de
acuerdo con esa conviccin para no poner en peligro la identidad de gnero del
nio (Kessler 3-26).
De esta manera, como anota Suzanne Kessler: la creencia de que el gnero
tiene dos tipos exclusivos es mantenida y perpetuada por la comunidad mdica
frente a la incontrovertible evidencia fsica de que esto no es lo que dice la biolo
ga (25). En otras palabras, nuestra dicotoma de gnero no fluye naturalmente
de la dicotoma biolgica de los sexos. La absoluta dicotoma de los sexos entre
femenino y masculino, mujeres y hombres, es socialmente construida. El hecho
de que insistamos en el modelo binario y permanentemente lo alentemos slo
indica que creemos que lo que para la gente es normal, su gnero, debe ser tam
bin binario y corresponder con su aparato genital. Cuando existen ambigeda
des, cualquiera que sea su naturaleza, los genitales externos son los que definen el
gnero y la socializacin y el desarrollo de la persona. Kessler y McKenna resumen
esta situacin de la siguiente forma:
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cuado, si alguna vez lo fue. Sandy Stone, una transexual de 1970 a quien Janice
Raymond atac identificndola plenamente, escribi en 1991:
Adems de la complicidad obvia [de la informacin autobiogrfica de los hombres
que se convertan en mujeres] con el concepto del hombre blanco occidental de lo
que es el gnero performativo, los autores refuerzan la idea binaria de identifica
cin. Van de ser hombres sin ambigedades, a veces infelices, a ser mujeres sin
ambigedades (286). No hay territorio intermedio.
Su artculo es un intento de superar esa posicin.
Como resultado de una mayor apertura, las cifras han comenzado a cambiar.
Antiguamente se crea que la mayora de transexuales haba nacido hombre y
quera convertirse en mujer. Ahora un nmero similar de hombres y mujeres acu
den a los procedimientos mdicos para cambio de sexo (Bloom 38-49). Para aque
llos transexuales que cambian de mujer a hombre, las tcnicas an son bastante
inadecuadas y la reconstruccin del aparato genital carece de prioridad mdica.
En su perfil de mujeres que buscan su transformacin en hombres, Amy Bloom
cita a algunas de ellas diciendo que los cirujanos estn ms entusiasmados con el
procedimiento que ellas mismas. Bromean acerca de ahorrar el dinero de la opera
cin para viajar, comprar una casa o simplemente disfrutar la vida. Ninguna insis
te en una rgida identificacin de gnero. De acuerdo con una de las personas
entrevistadas por Bloom para el artculo del New Yorker el asunto del gnero no es
el centro de mi vida. Macho-hembra, yo ya ni entiendo de eso. Y adems me
parece que no importa demasiado (40).
Cun diferente es esta posicin de la de Agnes, uno de los primeros transexuales
a quien Harold Garkinkel entrevist durante varios aos, desde 1958, cuando ocu
rri el cambio de sexo. Agnes estaba disgustada con su pene, y su existencia giraba
en torno a lograr salir del objeto indeseado y adquirir una vagina heterosexual y til
(Garfinkel, el captulo 5). Pero an en esta historia no es claro si Agnes realmente se
senta as o deseaba convencer a los mdicos para acceder a la ciruga.
En la medida en que el transgenerismo se est convirtiendo en una manera ms
mediante la cual las personas deciden su identidad de gnero, y las transformacio
nes se vuelven ms sencillas quirrgicamente y ms econmicas, los cambios no
suponen largos y dolorosos tratamientos para quienes son sealados por la socie
dad y se consideran un error de la naturaleza. As mismo, las transformaciones
quirrgicas se han vuelto ms opcionales, menos importantes en la experiencia
transgenrica. A medida que la gente sale del clset es ms sencillo pensar en lo
que cada uno quiere y necesita, y a veces esto es una personalidad pblica, o una
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n
62
Feminismo radical:
Posiciones libertarias y
culturales
Rosemarie Putnay
Traduccin de Beatriz Leny Mercedes Guhl
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explicar por qu algunas feministas radicales creen que el sexo es daino y por qu
otras lo encuentran placentero. Esta misma distincin ayuda a explicar por qu
algunas feministas consideran la reproduccin natural como la causa principal de
la opresin de las mujeres y por qu otras la ven como la fuente esencial de su
poder. Pero los lectores deben decidir por s mismos si la distincin feminista
libertaria-cultural es til.
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estado de Nueva York, en 1848. Este vigoroso movimiento ayud a las mujeres a
ganar muchas libertades e igualdades importantes en el campo legal, poltico y
econmico. Sin embargo, fracas en forma garrafal en la liberacin de la mujer
porque no pudo enfrentar el sistema sexo/gnero en sus ms profundas races.
Como resultado, las fuerzas patriarcales del siglo xx estuvieron en capacidad de
retomar el terreno que les haban quitado las activistas feministas del siglo xix.
Millett seal a los escritores D. H. Lawrence, Henry Miller y Norman Mailer,
como algunos de los lderes ms expresivos del ataque del patriarcado contra las
ideas feministas, entre los aos treinta y los sesenta. M illett afirm que si los
lectores tomaran las descripciones de estos tres autores sobre las relaciones de
pareja, en las cuales las mujeres son humilladas y abusadas sexualmente por los
hombres, como prescripciones para una conducta sexual ideal, tenderan a verse a
s mismos como fracasados sexuales e incapaces de emular el comportamiento
sexual de los personajes de Miller; en Sexus, por ejemplo:
Nunca usas ropa interior, no es cierto? Eres una puta, lo sabas?
Le quit el vestido y la hice sentar as mientras me tomaba el caf.
Juega un poco con l mientras termino.
Obsceno dijo ella, sin embargo, lo hizo.
brelo con tus dos dedos. M e encanta el color que tiene.
... Hecho esto, alcanc una vela del aparador que estaba a mi lado y se la pas.
A ver si puedes lograr que penetre toda...
Puedes obligarme a hacer cualquier cosa, sucio.
Te gusta, no es verdad? (181-182)
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variadas y ms liberadoras, Millett afirm que los discpulos de Freud usaron sus
escritos para racionalizar las relaciones individuales entre los sexos, para ratificar
sus roles tradicionales y para plantear las diferencias de carcter. Con una ten
dencia similar, los seguidores de Talcott Parsons, un eminente socilogo, utiliza
ron su obra para argumentar que las diferencias entre las caractersticas masculinas
y las femeninas son biolgicas/naturales, antes que culturales/artificiales, y que sin
un slido dimorfismo de gnero la sociedad no hubiera podido funcionar tan bien
como hasta ahora. Segn Millett, los discpulos de Parsons estn convencidos de
que las identidades y los comportamientos de gnero no son una imposicin
arbitraria sobre una base biolgica infinitamente flexible (178), sino que son un
ajuste a las diferencias biolgicas reales entre los sexos. Tales discpulos declara
ron, sin tener ninguna duda ello, que la subordinacin de las mujeres a los hom
bres es natural (Barry, Bacon y Child 267).
M illett, en lugar de concluir su discusin a propsito de los reaccionarios
patriarcales con un comentario desesperado, decidi hacer una crtica optimista.
Para ella las mujeres al finalizar la dcada de los setenta estaban reagrupando sus
fuerzas y, conscientes de los errores de sus predecesoras del siglo xix, estas feminis
tas del siglo xx estaban decididas a no repetir la historia. M illett observ en el
feminismo contemporneo un esfuerzo firme por destruir el sistema sexo/gnero,
fuente bsica de la opresin de las mujeres, y la intencin de crear una nueva
sociedad en la cual los hombres y las mujeres fueran iguales en todos los niveles de
su existencia (62).1
Aunque en 1970 Millett dese un futuro andrgino, es decir, una integracin de
las distantes subculturas femenina y masculina, insisti en que esta integracin de
ba hacerse en forma cauta, con una evaluacin detallada de todos los rasgos femeni
nos y masculinos. Por ejemplo, la obediencia, como ha sido tradicionalmente mostrada
por la mujer, no debera ser celebrada en forma irreflexiva como una caracterstica
humana deseable, es decir, como un rasgo que una persona andrgina debera reco
nocer como positivo y, por consiguiente, debera buscar asimilarlo en su ser. Tampo
co la agresividad, como la han exhibido siempre los hombres, debe ser incorporada
en la psique de la persona andrgina como una caracterstica humana deseable.
Millett consider que la androginia es un ideal valioso slo si las cualidades femeni
nas y masculinas que se integran en la persona resultante en forma independiente
son valiosas (62). Despus de todo, si se dice que el ideal humano combina la
arrogancia masculina y el servilismo femenino, estaramos menos convencidos de
1En los aos setenta, Millett afirm que lo que la sociedad necesitaba era un nico estndar de libertad
sexual para nios y nias y un estndar nico de responsabilidad paterna para padres y madres. Sin esos
estndares nicos para el comportamiento sexual y paternal, la igualdad entre hombres y mujeres
siempre ser efmera. (Millett, Sexual Politics, 62).
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sus bondades que si se dice que este ideal combina la fortaleza, que por lo general se
asocia a los hombres, y la compasin, que por costumbre se asimila a las mujeres.
No slo resulta indeseable combinar en una persona los dos vicios, la arrogancia y el
servilismo el exceso y el defecto, respectivamente, de la virtud de la dignidad- sino
que tambin esto es imposible ya que son dos polos opuestos. Por contraste, es
posible y deseable combinar en una persona las cualidades de la fortaleza y la com
pasin porque son dos virtudes complementarias, y es probable que ayuden a la
persona a vivir bien en su comunidad.
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una gama de aquellas cualidades que en forma comn denominamos como mas
culinas y femeninas, la versin de Firestone de la androginia debe, despus de
todo, situarse en la misma lnea de la de Millett. Pero es importante subrayar que
para esta ltima el ideal del sujeto andrgino combina en forma equilibrada lo
mejor de las caractersticas femeninas y masculinas, mientras que para la primera
no hay una nica manera de ser andrgino.
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M ary Daly
La feminista radical-cultural M ary Daly denigr de las caractersticas masculi
nas tradicionales en forma mucho ms fuerte que Millett, que Firestone e, incluso,
que French. En Beyond God the Father comenz su deriva intelectual con un llama
do al hermafroditismo; sin embargo, al final rechaz los trminos masculino y
femenino por ser productos del patriarcado, confusos y sin ninguna esperanza.
Los cambios de su terminologa van desde Gyn/Ecology hasta Pure Lust, que es una
enrgica defensa de las mujeres salvajes, libidinosas y vagabundas, esto es, de las
mujeres que ya no desean ser andrginas y que prefieren identificarse como femi
nistas radicales, lesbianas y separatistas.
En su primera obra importante, Beyond God the Father: Toward a Philosophy o f
Womens Liberation, Daly ubic a Dios como el paradigma de todos los patriarcas
y argument que a menos que sea destronado de la conciencia de hombres y
mujeres, estas ltimas nunca tendrn la posibilidad de llegar a ser personas ple
nas. Una idea recurrente en Beyond God the Father es que si alguien tiene el com
plejo del poder-sobre, ese alguien es el Dios trascendente que conocemos en el
judaismo, en el islamismo y, en especial, en el cristianismo. Este Dios es tan
lejano y distante que habita en un lugar por fuera de la tierra, lo que sugiere que
en forma inevitable el poder-sobre conduce a una separacin-de. Daly observ
que un Dios trascendente es aquel que piensa en trminos de yo-eso, sujeto-obje
to, o en relaciones del tipo yo-otro. As, lo que es ms alienante de este Dios, de
este ser completo, es el mundo natural que trajo a la existencia a partir de la nada
absoluta. De esta forma la mujer, que se asimila a la naturaleza por sus poderes
reproductivos, juega un rol de objeto y otro, en oposicin a los roles de Dios y del
hombre, como sujeto y yo.
Debido a que el viejo Dios trascendente rechaz a las mujeres, Daly quiso
reemplazarlo por un Dios nuevo e inmanente, que por el hecho de vivir dentro el
universo, como opuesto a lo que est por fuera de ste, piensa en trminos de yot, sujeto-sujeto y de relaciones persona-persona; y el mundo natural forma parte
de este Dios tanto como l, ella y eso hacen parte del entorno natural. Por tanto,
ante este Dios que Daly describi como un Ser-siendo, las mujeres son iguales a
los hombres.2
2Si utilizamos los trminos de French, podramos afirmar que el Dios inmanente dota a la mujer con el
poder para llegar a ser su propia imagen y semejanza de mujer, en lugar de moldearlas a su imagen y
semejanza d Dios trascendente interesado slo en expresar su poder sobre los dems.
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Daly afirm que una de las principales maneras como el pensamiento yo-eso se
refleja en la sociedad patriarcal es a travs de la institucin de los rgidos roles de
gnero femeninos y masculinos, hecho que polariza a la comunidad humana en
dos grupos. Ya que los hombres en forma colectiva miran y definen a las mujeres
como el segundo sexo, cada hombre se vuelve un yo, o individuo, y cada mujer se
convierte en un eso, o el otro. Una manera de superar el pensamiento yo-eso, y
tambin al Dios trascendente que piensa en los mismos trminos, es quebrar el
dimorfismo de gnero a travs de la creacin de una persona andrgina que no es
ni yo ni eso sino que, por el contrario, va ms all.
A pesar de su aparente apertura en relacin con la androginia en B eyond God
the Father, el concepto que elabora Daly sobre este trmino es en realidad ms afn
con el de French que con las ideas que de l tenan tanto Millett como Firestone.
Daly rechaz este modelo pluralista segn el cual hombres y mujeres tienen ca
ractersticas separadas pero supuestamente iguales y complementarias, y tambin
el modelo de asimilacin de la androginia, de acuerdo con el cual tanto las muje
res como los hombres deben incorporar los rasgos femeninos as como los mascu
linos para lograr una personalidad completa (Rossi 173-186). Como ella lo
consider, los dos modelos eran deficientes porque ninguno se cuestionaba si la
masculinidad y la feminidad eran conceptos que vala la pena conservar.
Aunque las dudas que tuvo Daly al usar los trminos masculinidad y feminidad
fueron similares a las que en su momento mencion French, la primera propuso
manejar estas dos expresiones de forma diferente a como lo hizo la segunda. Mien
tras que French pareci interesada en la reinterpretacin de las caractersticas tradi
cionales masculinas, Daly mostr inclinacin por replantear las femeninas; e insisti
en que los rasgos positivos femeninos, como el amor, la compasin, el compartir y la
sensibilidad a la educacin, deban distinguirse de los excesos patolgicos, del tipo
virtudes masoquistas femeninas, con los que muy a menudo se confundan. Por
ejemplo, el amor es bueno; sin embargo, bajo el patriarcado amar se puede conver
tir, para las mujeres, en una forma de sacrificio total de s mismas o en un tormento.
De esta forma, Daly afirm que la construccin de una persona verdaderamente
andrgina no puede, y no debe, comenzar hasta que las mujeres digan no a los
valores de la moral de la victimizacin. Como resultado de este no, explic Daly,
vendr un s a los valores de la tica de la personalidad (105). Al negarse a ser el
otro y volverse un sujeto con necesidades, deseos e intereses propios, la mujer termi
nar con el juego del hombre como amo y la mujer como esclava.
En su obra Beyond God the Father, Daly analiz lo que describi como la Trini
dad Impa de la Violacin, el Genocidio y la Guerra, que combina en una nica
persona patriarcal las legiones del sexismo, el racismo y el clasismo. En Gyn/Ecology:
The Metaethics o f Radical Feminism, articul esta asercin en forma ms completa
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al explicar que esta Trinidad Impa, esta nica persona patriarcal, slo porta un
mensaje fundamental. Esto es, la prctica de la necrofilia, definida como una
obsesin por y, en forma frecuente, una atraccin ertica hacia los cadveres, una
excitacin producida por stos, puesta en evidencia, en general, por actos tangi
bles, como la cpula con un cadver (59). Mientras que en Beyond God the Father
hizo nfasis en que una mujer no puede desarrollarse en la medida en que suscriba
la moralidad de la victimizacin, en Gyn/Ecology insisti en que una mujer no
puede ni siquiera sobrevivir si permanece en el patriarcado. Los hombres no slo
estn prestos a moldear la mente de las mujeres sino que tambin lo estn para
destruir sus cuerpos a travs de diferentes prcticas, como la inmolacin de la
viuda en el hinduismo, la deformacin de los pies de las mujeres en China, la
circuncisin de las mujeres en frica, la quema de brujas en Europa y la ginecologa
en Occidente (107-132).
En Gyn/Ecology rechaz tres de los trminos que us en Beyond God the Father.
Dios, homosexualidad y androginia. Neg el trmino Dios porque esta palabra
anuncia la muerte de la mujer y reprime su ser que ama la vida. No acept el
segundo porque para ella la homosexualidad cancela a las lesbianas y sugiere que el
amor hacia el mismo sexo es igual tanto en mujeres como en hombres. Por ltimo,
rehus el trmino androginia porque tergiversa las palabras y transmite algo pareci
do a John Travolta y Farrah Fawcett-Majors pegados con cinta adhesiva (xi).
Al reflexionar sobre el concepto de feminidad, se convenci de que en l no
haba nada bueno que pudiera interesar a las mujeres, y afirm que el patriarcado
haba creado tanto a Mara como a Eva, la Madona y la prostituta, en otras pala
bras, haba fabricado las cualidades femeninas positivas, esto es la disposicin a la
crianza, la compasin y la amabilidad, y las negativas, es decir, la frivolidad, los
celos y la vanidad. Por lo anterior, concluy que las mujeres deberan rechazar los
aspectos de la feminidad que en apariencia eran buenos al igual que los que en
forma evidente eran malos, bajo el presupuesto de que todos ellos eran creaciones
del hombre, formuladas con el propsito de confinar a las mujeres en lo profundo
de la prisin del patriarcado (68).
Daly insisti en el hecho de que en el momento en que las mujeres se despoja
ran de la fem inidad se les revelara su poder y belleza de mujer originarios
(prepatriarcales). Para detallar las diferencias entre una falsa feminidad y una ver
dadera actitud de mujer Daly utiliz la imagen de Jerzy Kosinski de un pjaro
pintado. Kosinski cuenta la historia de un guarda que confina a un pjaro comn
de color normal con slo pintarle las plumas de un color brillante. Al final el
pjaro es destruido por sus amigos de color normal, vctima de su envidia. Daly
invirti esta imagen y afirm que cuando se trata de mujeres, los que sufren no son
los pjaros artificiales pintados, a quienes ella mira como las mujeres subyugadas,
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domesticadas y feminizadas, sino los pjaros naturales y de color claro, a las que
llama las mujeres silvestres. Para Daly los pjaros pintados son aquellas mujeres que
permiten que Papi las decore con esplendor, que las llene de cosmticos y las
perfume, y les ponga la faja y el cors; son las mujeres a quienes Papi manda
destruir a las mujeres reales y naturales, es decir, a las mujeres que se rehsan a ser
lo que los patriarcas quieren que ellas sean, que insisten en ser ellas mismas pase lo
que pase, y que se quitan la pintura patriarcal de la mente y del cuerpo (Morey-Gaines
347-348). En palabras de Daly, el pjaro pintado funciona en el antiproceso del
engao a sus hermanas, y las contamina con pintura venenosa ( Gyn/Ecology 334).
Como contraste del pjaro pintado, la mujer real y natural es atacada por las otras
mutantes de su propia clase, que son las mujeres fabricadas por el hombre (336).
Para Daly, volar es el antdoto de estar apresado (pintado), y la mujer real y
natural no se despoja ( takes off) de la pintura patriarcal para volverse vulnerable.
En lugar de esto, ella levanta vuelo ( takes o ff; tira la pintura de vuelta a los ojos
de los asesinos de almas... se remonta... ms all del crculo del Padre Tiempo [y
vuela] por fuera del tiempo, hacia otras dimensiones (337); y vuela libre de los
pjaros femeninos mutantes, aquellas mujeres que han permitido que el patriarcado
las cree. Tambin se remonta libre del poder del lenguaje patriarcal y, por tanto,
de sus valores.
El rechazo resuelto de Daly hacia la androginia en su obra Gyn/Ecology la
condujo de muchas formas al mismo punto al que fue llevado Friedrich Nietzsche
con la transmutacin de los valores, en otros trminos, a una redefinicin de lo
que es bueno y lo que es malo, opuesta a las nociones que prevalecen de estos
dos conceptos. Nietzsche sostuvo, en la Genealoga d e la Moral, que existan dos
clases principales de moral: la del amo y la del esclavo. En la del amo, lo bueno
y lo malo eran equivalentes a lo noble y lo despreciable, respectivamente. Ser
bueno es estar por encima del mundo y ser malo es estar reprimido, oprimido y
suprimido o, dicho de otra manera, subyugado. Los criterios de bondad articu
lados en la moral del esclavo son los polos opuestos de aquellos elaborados en la
del amo. Los sujetos que muestran una moral de esclavo exaltan cualidades tales
como la amabilidad, la humildad y la simpata, y denigran de cualidades tales
como la actitud firme, la superioridad y el orgullo, que consideran vicios. M ien
tras que los individuos dbiles y dependientes son tomados como santos, los
fuertes e independientes son mirados como pecadores. Entonces, en los estndares
de la moral del esclavo el buen hombre de la moral del amo es malfico y el
hombre malo es bueno.
Los esclavos, motivados por el resentimiento que todo lo destruyecontra los
amos, en forma gradual desarrollaron una actitud negativa hacia lo que Nietzsche
crea era la pulsin ms natural de los seres humanos: el deseo por el poder. Como
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lo vea Nietzsche, los esclavos no slo no tenan ningn deseo por el poder sino
que tampoco lo tenan por la vida. Los esclavos, temerosos del conflicto, del ries
go, de trazar el curso de sus propios destinos, deseaban vivir satisfechos en su
mediocridad. Nietzsche los encontraba profundamente aburridores, pero tam
bin los hallaba bastante peligrosos, porque pareca que su intencin era obstruir
las arterias de la civilizacin de Occidente con dulces de ciruela, placebos y la
leche de la amabilidad humana. Nietzsche escribi:
Por esto las cosas estn como estn: la degradacin y la uniformidad del hombre
europeo constituyen n u estro peligro ms grande ya que con tan slo verlo nos
enfermamos. Hoy no observamos nada que quiera ser mejor y sospechamos que las
cosas continuarn empeorando, ms y ms, para volverse ms frgiles, ms fraterna
les, ms placenteras, ms prudentes, ms adaptadas, ms mediocres, ms indiferen
tes, ms chinas y ms cristianas. En verdad, no hay ninguna duda de que el hombre
se est volviendo mejor cada vez.
Aqu precisamente est aquello que se ha convertido en una fatalidad para Europa:
junto con la prdida del temor al hombre hemos tambin abandonado nuestro
amor por l, nuestra reverencia por l, nuestras esperanzas en l e, incluso, nuestro
deseo por l, y mirarlo ahora nos exacerba (44).
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que lo mejor para sus intereses, pero no para los de las mujeres, es volverlas
andrginas, ya que la hombra tiene muy poco para ofrecerles. Por ejemplo, al
final de la pelcula Tootsie, luego de que la identidad masculina del personaje
principal se descubre -ste haba estado simulando ser una estrella femenina de
televisin llamada Dorothy, el protagonista le dice a Julie, una mujer de la que
se haba hecho amigo durante su personificacin de Dorothy, que en realidad l
es Dorothy. Es claro que el mensaje tiene el corte tpico de la hombra canbal
andrgina. El pequeo Dustin, de quien Julie se haba enamorado pero al que
rechaz porque sospechaba que era una mujer, incorpora lo mejor del ser mujer,
al igual que antes lo hicieron Dionisios y Jess (203). Los hombres quieren ser
andrginos porque de esta forma pueden subsumir e, incluso, consumir todo lo
que es femenino, y extraer las energas de las mujeres y pasarlas a sus cuerpos y
mentes. D aly afirm que, en lugar de someterse al proceso ginocida de la
androginia, las mujeres deben componer nuevas y poderosas percepciones de s
mismas, permanecer radicalmente aparte de los hombres y reservar sus energas
para sus propsitos.
Lo ms impactante en P ure Lust es la habilidad de Daly para proveer a las
palabras de nuevos significados, a la vez preceptivos y descriptivos, como es el caso
del trmino libido. Daly escribi: es muy conocido el significado usual de
libido bajo el estado de concupiscencia del patriarcado, y ste es un deseo sexual,
en especial de una personalidad violenta e indulgente consigo misma: lujuria,
lascivia (2). Entonces libido es lo demonaco, admiti Daly, pero slo porque
vivimos bajo el patriarcado y bajo su moral de esclavo, moral que resiente la mujer.
Si viviramos en una sociedad no patriarcal, continu argumentando, el vocablo
libido tendra significados positivos, tales como vigor, fertilidad, deseo, vi
talidad y entusiasmo (2-3). De esta manera, las mujeres libidinosas de Pure
Lust son las mujeres salvajes de Gyn/Ecology, que se rehsan a ser domesticadas por
los hombres y a ser confinadas a los crueles rigores de un sadosociedad, que est
formada y enmarcada por estatutos de sementales, grados de znganos, cnones
de gallos, fijaciones de tramposos, preceptos de penetradores, regulaciones de vi
vidores y violadores... aburri-cracia (35).
Cuando Daly escribi Pure Lust no le encontr ninguna utilidad a aquello que
ella consideraba como el lenguaje patriarcal, y slo se refera a l con la intencin
de redefinirlo, reinterpretarlo u objetar sus trminos. Pure Lust transvalor lo que
se consideraba como virtud moral y vicio moral para las mujeres, en particular,
mostr cmo las fuerzas patriarcales les negaron a las mujeres naturales las pasio
nes genuinas, y a cambio les dieron toda clase de lo que Daly llam pasiones
plsticas y embaladas, es decir, pasiones inautnticas y fraudulentas creadas para
mujeres artificiales.
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ver con la sexualidad (Vance 1-27). Ann Ferguson est entre las feministas que
han escrito con agudeza sobre esta diferencia; sin embargo, resulta poco adecuado
para los propsitos de este trabajo, que mientras las dos estamos de acuerdo en
algunos conceptos, no usamos las mismas palabras. Por tanto, me tom la libertad
de sustituir en la obra de Ferguson los trminos libertaria y radical por los de
radical-libertaria y radical-cultural, con el fin de evitar lo mejor posible las confu
siones que se pudieran presentar durante la discusin de su trabajo.
En opinin de Ferguson, las feministas radicales-libertarias en general son fe
ministas heterosexuales o lesbianas, cuyos puntos de vista sobre la sexualidad in
cluyen lo siguiente:
1. La represin caracteriza tanto las prcticas sexuales heterosexuales como cual
quier otro tipo de prctica sexual. Las normas de la sexualidad patriarcal burguesa
reprimen los deseos y los placeres sexuales de todos al estigmatizar a las minoras
sexuales y, por tanto, al mantener a la mayora pura y bajo control.
2. Las feministas deberan repudiar cualquier anlisis terico, restriccin legal o
juicio moral que estigmatice a las minoras sexuales y, de esta forma, limite la liber
tad de todos.
3. Como feministas deberamos reclamar el control de la sexualidad femenina a
travs de la demanda por el derecho a practicar cualquier cosa que nos d placer y
satisfaccin.
4. La relacin sexual ideal se da entre compaeros iguales y en total acuerdo,
quienes negocian para maximizar el placer y la satisfaccin mutuos utilizando el
medio que escojan (Sex War 109).
En contraste, tambin segn Ferguson, la mirada de las feministas radicalesculturales incorpora lo que sigue:
1. En general, las relaciones sexuales heterosexuales se caracterizan por la ideologa de
la objetivacin sexual, es decir, los hombres como sujetos y amos, y las mujeres como
objetos y esclavas, idea que respalda la violencia sexual masculina contra las mujeres.
2. Las feministas deberan repudiar toda prctica sexual que apoye o normalice la
violencia sexual masculina.
3. Como feministas deberamos reclamar el control sobre la sexualidad femenina
mediante el desarrollo del inters en nuestras propias prioridades sexuales, que son
diferentes a las de los hombres, esto es, ms preocupacin por la intimidad y menos
por el resultado.
4. Las relaciones sexuales ideales se dan entre dos compaeros iguales y con pleno
consentimiento mutuo, quienes estn emocionalmente involucrados y no tienen
papeles polarizados (108).
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A partir de su reflexin sobre las diferencias entre las perspectivas radicaleslibertarias y radicales-culturales sobre la sexualidad, Ferguson concluy que las
respectivas formas de asumir la naturaleza y la funcin de la sexualidad eran dia
metralmente opuestas, y tambin las maneras como la sociedad construye y con
trola la sexualidad, y las condiciones necesarias y suficientes de la libertad sexual.
Afirm que para las feministas radicales-libertarias la sexualidad es el intercambio
del placer sexual fsico, ertico y genital (109), es decir, una fuerza poderosa que
la sociedad intenta controlar al diferenciar las denominadas prcticas sexuales bue
nas, normales, legtimas y saludables, de las as llamadas malas, anormales, ilegti
mas y enfermizas. Para liberarse plenamente de los intentos de la sociedad por limitar
la libertad sexual en nombre de la ley y el orden, los individuos deben destruir todos
los tabes sexuales que existen, sin embargo, deben tener cuidado de no sustituirlos
por sus propias ideas de una sexualidad polticamente correcta (109).
Para Ferguson, Gayle Rubin est entre las voceras ms coherentes de la ideolo
ga feminista radical-libertaria. Durante los aos sesenta y setenta ella afirm que
una de las claves de la liberacin humana, incluida la de las mujeres, era eliminar
el tipo de represin sexual que se desprende de aquellas ideologas que describen
el sexo como pecado, enfermedad, neurosis, patologa, degeneracin, impureza o
el motivo de la decadencia y cada de los imperios (Rubin, Thinking 275301). Hizo nfasis en que la represin del sexo tiene sus bases en la doctrina del
esencialismo sexual, en otras palabras, en la creencia de que el sexo es una fuerza
natural que existi antes de la convivencia en sociedad, y que debe ser controlado
porque de otra forma amenaza las estructuras que la civilizacin impone a los seres
humanos (275).
Rubin, en su discusin a propsito de la perspectiva que tienen del sexo las
sociedades modernas de Occidente, anot que aunque estas sociedades tienden a
considerar a todos los tipos de sexo en general como malos, peligrosos, destructivos
y negativos, creen que algunos de ellos lo son particularm ente (278). En forma
caracterstica, una persona promedio de estos grupos humanos ubica a los
heterosexuales maritales y procreadores... en lo alto de la pirmide ertica y a los
transexuales, los travestidos, los fetichistas, los sadomasoquistas, las trabajadoras
del sexo, como las prostitutas y las modelos porno, y a los ms bajos de todos,
aquellos cuyo erotismo vulnera las fronteras generacionales (275) en la base de la
pirmide. De acuerdo con Rubin, cuanto ms fuerte trace la cultura la lnea divi
soria entre el sexo tolerable y el inaceptable, ms probable es que insista en que
sta debe ser vigilada con esmero, porque en caso contrario el caos sobrevendr
sobre el orden sexual.
Rubin estaba convencida de que la represin sexual era una de las formas ms
crueles e irracionales que emplean las fuerzas de la llamada civilizacin para con-
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marco de referencia en el cual la mujer es vista como un ser humano inferior y, por
consiguiente, es menos merecedora de respeto y buen trato que los hombres, los
porngrafos pueden, y deben, ser vistos como agentes de discriminacin sexual,
culpables de violar los derechos civiles de las mujeres. Por esta razn, a cualquier
mujer (hombre, nio o transexual que sea usado como mujer) se le debera garan
tizar un instrumento legal de accin en contra del porngrafo particular, o el
negocio de pornografa, si ella es forzada a un espectculo pornogrfico, a partici
par en actos pornogrficos, cuando se sienta asaltada o atacada por una pieza
pornogrfica particular. Ms an, cualquier mujer debera poder instaurar una
demanda civil contra los traficantes de pornografa en nombre de todas las muje
res (Appendix, amend. 39.10). La mejor estrategia que tienen las feministas para
pelear contra la ideologa misgina que los porngrafos estn tan inclinados a
difundir es vaciarles los bolsillos.
A pesar de que las fem inistas radicales-culturales, bajo el liderazgo de
MacKinnon y Dworkin, en un principio tuvieron xito en su intento por lograr
algunas ordenanzas antipornografa en Minneapolis e Indianpolis, una coalicin
de feministas radicales-libertarias y de feministas liberales, llamadas f a c t por la
sigla de Feminist Anti-Censorship Taskforce, se unieron a los no feministas defenso
res de la libre expresin para trabajar en contra de la legislacin de MacKinnon y
Dworkin. Fue en parte por los esfuerzos del f a c t , que la Corte Suprema al final
declar inconstitucionales las disposiciones antipornografa de M inneapolis e
Indianpolis (Taylor 1). En el perodo en el que el FACT trabaj para poner fin a
esta legislacin, sus miembros insistieron en que frases como la subordinacin
sexual explcita de las mujeres no tenan un significado fijo y descontextualizado
(Hunter y Law 9-18), y se refirieron a la pelcula Swept Away para mostrar lo
difcil que resulta decidir si una escena particular, o un conjunto de ellas, puede o
no caracterizar la subordinacin sexual explcita de las mujeres.
Swept Away es, en esencia, una historia a propsito de la dominacin y la
subordinacin humana. Durante la primera parte de la pelcula una mujer atrac
tiva de clase alta y un obrero musculoso se muestran como antagonistas de clase y
luego, en la segunda parte, se muestran como antagonistas sexuales cuando los
dos se encuentran en una isla desierta y el hombre se venga de su jefe violando en
forma repetida a la mujer. Al principio ella se resiste, sin embargo, poco a poco se
enamora de l y, al final, l de ella. Por el hecho de que algunas escenas en la
pelcula presentan de manera clara el personaje de una mujer que disfruta de su
propia humillacin sexual, Swept Away encaja en la definicin de pornografa plan
teada por las feministas radicales-culturales y pudo haber sido vetada hasta el fallo
de la demanda civil en contra de los creadores, los fabricantes y los distribuidores.
Sin embargo, de acuerdo con el FACT, tal prohibicin hubiera representado la peor
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que vivir juntas en los confines de la sociedad, ni tienen que hacer el amor slo
entre ellas. La libertad les llega a las mujeres como el resultado de haberse dado
unas a otras el poder de la autodefinicin y la fuerza que incesantemente les sirve
para rebelarse contra cualquier hombre, grupo de hombres o institucin patriar
cal que busque quitarles el poder o, de otra forma, debilitarlas.
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esta reproduccin, y el porqu los hombres han buscado lim itar los poderes
reproductivos de estas ltimas. En su libro O f Woman Born , Adrienne Rich co
ment que los hombres se dan cuenta de que el patriarcado no puede sobrevivir a
menos de que sean capaces de controlar el poder de la mujer de traer o no traer
vida al mundo y, por esto, concluy que para mantener la posicin de poder
dentro de la sociedad, los hombres tomaron el proceso de dar a luz en sus manos.
Rich describi cmo los obstetras remplazaron a las parteras y sustituyeron sus
manos de carne y hueso (manos femeninas para la anatoma de las mujeres), por
los frceps obsttricos, las manos de hierro de los mdicos (111). Adems, Rich
calific las formas en que los mdicos prescriban las reglas, no slo para el parto
sino tambin para quedar en embarazo. Los expertos masculinos han dicho a las
mujeres cmo actuar durante el embarazo, cundo comer, dormir, hacer ejercicio,
tener relaciones sexuales y cosas por el estilo. En algunos casos, incluso les han
ordenado cmo sentirse durante el proceso del alumbramiento, cundo sentir
dolor y cundo placer. El efecto total de la intromisin de los hombres en el
proceso del nacimiento ha sido confundir a las mujeres, ya que las reglas para las
mujeres en embarazo a menudo chocan con sus intuiciones acerca de lo que es
mejor para sus cuerpos, psiques y bebs. Por ejemplo, cuando una mujer y un
mdico no han estado de acuerdo en si ella necesita una cesrea para dar a luz a su
hijo, la mujer no ha sabido si creer en la autoridad del mdico o en la experiencia
y las sensaciones de su cuerpo.
Rich afirm que las mujeres, al ser despojadas del control de sus propios embara
zos, experimentaban la gestacin como un simple evento, algo que simplemente les
suceda. Ella misma confes que se sinti sin dominio y aislada durante su embarazo:
Cuando trat de volver al cuerpo de la joven de veintisis aos, embarazada por
primera vez, que se le haba escapado al terreno del conocimiento fsico del emba
razo y, al mismo tiempo, a su intelecto y a su profesin, me di cuenta de que estaba
efectivamente aislada de mi cuerpo y mi espritu reales por la institucin, y no por
el hecho de la maternidad. Esta institucin, que es el fundamento de la sociedad
humana tal como la conocemos, me permiti slo algunas miradas y expectativas,
nicamente las que estaban incluidas en el-folleto que reposaba en la sala de espera
del obstetra, en las novelas que haba ledo, en la aprobacin de mi suegra, en los
recuerdos de mi madre, en la Madona de la Sixtina o la Piedad de Miguel ngel, y
en la nocin que flota en el ambiente de que una mujer embarazada es una mujer
plcida en su realizacin, o simplemente, una mujer esperando (38-39).
Al reflexionar sobre su juventud, Rich concluy que si las mujeres reclamaran a
las autoridades y reivindicaran sus embarazos, ya no tendran que sentarse a esperar
en forma pasiva a que los mdicos les asistan los partos. En lugar de esto, las mujeres
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diatamente despus el lder tiene relaciones sexuales, no con su esposa, sino con la
Sierva. Una vez sta queda embarazada, el Comandante y su Esposa proclamarn
que el nio que la Sierva lleva en su vientre es de ellos. En realidad, el da en que
la Sierva da a luz al nio la Esposa simula el trabajo de parto, y todas las otras
Esposas y Siervas en Gilead se congregan alrededor de ellas dos, en lo que pasa por
un momento de unin femenina.
Despus de un da de parto como ste, el personaje principal, Offred, cuyo
nombre literal en ingls significa "pertenece a Fred" (of Fred), recuerda mejores
tiempos y en sus pensamientos habla con su madre, que fue una lder feminista:
"Me puedes or? Queras una cultura de mujeres. Bueno, ahora hay una. No es lo
que tu intentaste, sin embargo, existe. Agradece las pequeas bendiciones" (164).
Por supuesto, son muy pequeas porque con la excepcin de los das de los naci
mientos, aquellas extraas ocasiones en las que la Sierva logra producir un nio,
las mujeres tienen muy poco contacto las unas con las otras. Las Martas, las Espo
sas, las Jezabeles y las Siervas estn segregadas entre ellas y el contacto que las
mujeres tienen, incluso dentro de la clase asignada, es en su mayor parte el silen
cio, porque slo se les deja hablar cuando es absolutamente necesario.
Al igual que Dworkin y que Atwood, Genea Corea sospechaba de aquello
que las nuevas tecnologas reproductivas, y sus programas sociales concomitan
tes, prometen a las mujeres, y afirm que si los hombres controlan las nuevas
tecnologas reproductivas las usarn no para dar poder a las mujeres sino para
promover su propia dominacin. Para consolidar este punto de vista, Corea tra
z analogas provocativas entre el Conde Drcula y Robert Edwards, uno de los
mdicos que desarroll la fertilizacin in vitro. Ella sugiri que as como Drcula
nunca tuvo suficiente sangre para beber, Edwards nunca tuvo suficientes ovarios
con los cuales experimentar. Como resultado de esto, rutinariamente haca pre
sencia en las histerectomas que sus colegas llevaban a cabo para asegurar ms
vulos para sus experimentos (Mother 107-119). Corea, temerosa de que los
expertos varones en fertilidad, como el doctor Edwards, no siempre tuvieran en
mente las prioridades ms importantes para las mujeres, termin su ensayo Egg
Snatchers con una serie de preguntas, e insisti en que todas las mujeres se las
deberan hacer a s mismas:
Por qu los hombres estn dirigiendo toda esta tecnologa de los rganos
reproductores de las mujeres, fuente del poder procreador? Por qu estn recolec
tando nuestros vulos? Por qu pretenden congelarlos?
Por qu quieren los hombres el control de la produccin de seres humanos?Por
qu hablan tan a menudo de la produccin de "bebs perfectos"?
Por qu estn dividiendo las funciones de la maternidad en partes ms pequeas?
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Reduce esto el poder de la madre y su reclamo del nio? ("Slo don el vulo y no
soy la madre real". "Unicamente prest el tero y no soy la madre real". "Solamente
estoy criando a un nio y no soy la madre real") (45).
Robyn Rowland estuvo de acuerdo con Dworkin, con Atwood y con Corea en
que las nuevas tecnologas reproductivas simplemente incrementarn el control
de los hombres sobre las mujeres. Esta feminista radical-cultural seal el trabajo
del microbilogo John Postgate como un ejemplo de la forma que puede tomar
este nuevo poder sobre la mujer. En una entrevista con Rowland, Postgate propu
so el desarrollo de una "pldora slo nio" capaz de asegurar la concepcin de un
gran nmero de varones, que por tanto generara una disminucin de las nias y,
como consecuencia, un descenso inevitable en las tasas de nacimiento. Postgate
acept que entre los hombres podra darse una competencia feroz para conseguir
los "servicios" reproductivos y sexuales de las pocas mujeres que quedaran en la
sociedad, y especul que ellas probablemente tendran que ser secuestradas para
su propio beneficio, mientras que la sociedad desarrollaba reglas para un sistema
de acceso de los hombres a las mujeres (365-366).
Como si no fuera ya bastante nefasta la visin de un mundo futuro en el que el
trmino esposa trofeo denota una realidad an ms grotesca que la realidad que en
la actualidad evoca, Rowland fue capaz de imaginar un escenario an peor: un
mundo en el que slo se permite existir a unas pocas mujeres que producen enor
mes cantidades de vulos, y en el cual los vulos son extrados de las mujeres,
congelados e inseminados in vitro para ser transferidos a una placenta artificial.
Rowland afirm que la sustitucin de la capacidad de la mujer para engendrar un
hijo por una tecnologa controlada por el hombre dejara a las mujeres por com
pleto vulnerables y "sin un producto" con el cual "negociar" con los hombres:
"Para la historia de la 'humanidad' ( mankind , en ingls el trmino humanidad
se deriva de hombre, man), las mujeres han sido vistas en trminos de su valor
como engendradoras. Tenemos que preguntarnos cul es el papel que se dibuja
para la mujer en el nuevo mundo si este poder ltimo lo toman y lo controlan
los hombres?" (368).
En forma muy diferente a como lo hicieron las feministas radicales-liber
tarias, las radicales-culturales insistieron en que las mujeres no sometieran el lti
mo bastin de poder femenino, es decir, el poder de la reproduccin natural.
Afirmaron que existe una diferencia entre la clase de ratificacin del poder que las
mujeres exhiben cuando traen una nueva vida al mundo y el tipo de negacin del
poder que los hombres muestran cuando buscan controlar la naturaleza, las muje
res y la vida a travs de la tecnologa. Slo es necesario rechazar las formas opresivas
de poder y, de acuerdo con las fem inistas radicales-culturales, los poderes
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poder para transformar a las nias "anormales" (por ejemplo, las nias "masculinas"
que no quieren ser madres), en nias "normales" (las femeninas que s quieren serlo),
entonces las nias no se volveran mujeres que necesitan ser madres para sentirse
realizadas. Oakley pensaba que la supuesta necesidad de ser madre no tiene que ver
con la posesin de ovarios y de teros y s con la forma como las mujeres son condi
cionadas de manera social y cultural para ser madres (187-199).
La segunda aseveracin -las madres necesitan a sus hijosse basa en la creencia
de que a menos que el instinto maternal de la mujer est satisfecho, ella se sentir
cada vez ms frustrada. Segn el punto de vista de Oakley, no existe tal instinto
maternal, es decir, una mujer normal no experimenta el deseo de tener un nio
biolgico, y los impulsos de base hormonal que "de manera irresistible llevan a la
madre hacia el nio, a la manera del tropismo que atrae la polilla a la llama"
(201), no existen ni durante ni despus de la gestacin. Para apoyar su argumento
de que el instinto de maternidad es aprendido, Oakley se refiri a un estudio en el
que se analizaron 150 primigestantes. Pocas de estas mujeres saban cmo dar de
mamar, y las que lo hicieron ya haban visto a sus madres o a otras parientes
alimentando a un beb. Oakley afirm que la mayora de las mujeres que abusan
de sus hijos o los abandonan a su vez haban padecido esto en su infancia, y al no
haber visto nunca a una mujer desempeando su papel de madre en forma ade
cuada, estas mujeres nunca aprendieron el repertorio de comportamientos que la
sociedad asocia con una maternidad apropiada. En resumen, las madres no nacen,
se hacen (201-203). ,
La tercera afirmacin -los nios necesitan de sus madres, de acuerdo con
Oakley, es la caracterstica ms opresiva del mito de la maternidad biolgica y
tiene tres presupuestos que atan a las mujeres de manera innecesaria a sus hijos. El
primero de ellos es que los cuidados maternos que necesitan los nios se satisfacen
mejor con las madres biolgicas; el segundo es que los nios, en especial los meno
res, necesitan del cuidado devoto de sus madres biolgicas mucho ms que del
cuidado de cualquier otro, incluidos sus padres biolgicos; y el tercero es que el
nio necesita una persona que lo cuide y alimente (de preferencia la madre biol
gica), y no muchas (203).
Tal como Oakley lo vea, cada una de estas afirmaciones, que apoyan aquella de
que los nios necesitan a sus madres, es falsa. Como primera medida las madres
sociales son tan efectivas como las biolgicas. Manifest que algunos estudios han
mostrado que los nios adoptados estn al menos tan bien adaptados como los
hijos propios.4 El segundo punto es que los nios no necesitan a sus madres bio
lgicas ms que a sus padres biolgicos y, en efecto, ellos no slo no necesitan ser
4 La afirmacin de que los hijos adoptados se desenvuelven tan bien como los biolgicos es ms polmica
de lo que Oakley crey. Ver, por ejemplo, Betty Reid Mendell.
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criados por sus padres biolgicos sino que tampoco necesitan ser educados por
mujeres. Oakley escribi que aquello que un nio necesita son adultos con los
cuales pueda establecer relaciones estrechas, esto es, personas responsables en quienes
confiar que le brindarn disciplina y cuidado constantes, reconocern y apreciarn
su singularidad, y estarn ah cuando l los necesite. Los hombres, tanto como las
mujeres, pueden desempear el papel ms importante en la instruccin de los
nios. Por ltimo, la educacin uno a uno no es necesariamente mejor que la
socializacin colectiva o maternidad mltiple. Por ejemplo, los nios criados en
los kibbutz de Israel son tan felices, inteligentes, maduros emocionalmente y
talentosos en la sociedad como los que han sido educados en forma exclusiva por
sus madres biolgicas en los suburbios de Estados Unidos.5
Segn Oakley, ser una madre biolgica ya no es una necesidad natural de las
mujeres, como tampoco lo es para el nio ser educado por la madre biolgica. Por
tanto, concluy que la maternidad biolgica es una construccin cultural y un
mito con un propsito opresivo. Por no querer ser acusadas de egostas, e incluso
de anormales, mujeres que seran ms felices sin tener hijos con desagrado se
vuelven madres, y aquellas que seran ms felices compartiendo sus responsabili
dades en la crianza con uno o ms educadores adultos convierten la maternidad en
un trabajo exclusivo y de tiempo completo. Oakley afirm que no es de extraar
que tantas madres sean infelices, una infelicidad que se vuelve la peor cosa porque
para una mujer admitir que siente una seria insatisfaccin con la maternidad es
admitir un fracaso como persona.
Aunque la mirada negativa de Shulamith Firestone a propsito de la materni
dad biolgica no difiere sustancialmente de la de Oakley, su tono fue ms severo.
En The Dialectic of Sex, Firestone manifest que el deseo de engendrar y criar a
los hijos no es tanto el resultado de un gusto autntico por los nios como de un
desplazamiento de las necesidades proyectadas del ego. Para un hombre un hijo es
una manera de inmortalizar su nombre, sus caractersticas, su clase y su singulari
dad tnica, y para una mujer es una forma de justificar que su existencia hogarea
es absolutamente necesaria. En ocasiones, la necesidad del padre de inmortalizar
se o de la madre de justificarse se vuelve patolgica, y cuando esto sucede, el hijo
que no se ajusta al prototipo del nio perfecto, sufre (229).
Firestone crea que si los adultos en especial las mujeresno sintieran que
tenan algn tipo de obligacin de tener hijos, descubriran un deseo autntico de
vivir en una relacin cercana con nios. Afirm que las personas no necesitan ser
padres biolgicos para llevar vidas cuyo eje sean los nios. Por ejemplo, diez o ms
adultos podran ponerse de acuerdo en vivir con tres o cuatro nios durante un
5 Sin embargo, los kibbutz han sido puestos en tela de juicio en este aspecto. Ver, por ejemplo, "The
Pathogenic Commune," Science News 122, no. 76 (July 3,1982): 76.
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determinado perodo de tiempo, de siete a diez aos, o el tiempo necesario para que
los nios tuvieran unas bases estables. Durante los aos que compartieran en estos
hogares se relacionaran no como padres e hijos sino como amigos, unos mayores
y otros jvenes. Firestone no pensaba que los adultos tuvieran un deseo natural de
estar ms cerca de los nios de lo que esta clase de estructura de hogares permite.
Por el contrario, ella crea que los adultos haban sido socializados para considerar
la reproduccin biolgica como la razn de ser de sus vidas, porque sin este excelso
sentido de misin y destino, se comprobara que los dolores del parto y las cargas
de la crianza son excesivos. Firestone sugiri que ahora que la tecnologa promete
liberar a la especie humana de las cargas de la responsabilidad de la reproduccin,
las mujeres ya no querran engendrar ms hijos con esfuerzo y dolor, o educarlos
indefinidamente y a costa de s mismas. En lugar de esto, las mujeres y los hom
bres, y sin ninguna duda no la mayora, querran gastar algo de su tiempo y
energa con o en los nios (228-230).
El caso a favor de la maternidad biolgica
Aunque Adrienne Rich estuvo de acuerdo con algunos de los anlisis de Fires
tone, la critic por condenar la maternidad biolgica "sin dar cuenta total de lo
que la experiencia biolgica del embarazo y el nacimiento podran ser en un con
texto poltico y emocional del todo diferente" (174). A travs de su libro O f Woman
Bom, de manera aguda Rich hizo la distincin entre maternidad biolgica, enten
dida como "la relacin potencial de cualquier mujer con sus poderes de reproduc
cin y con los hijos", y esta misma maternidad tomada como "la institucin que se
dirige a asegurar que tanto ese potencial como todas las mujeres deben permane
cer bajo el control masculino" (13). Como lo interpret Rich, existen diferencias
garrafales entre el hecho de que las mujeres decidan quin, cmo, cundo y dnde
ser madres, y que los hombres tomen estas decisiones por ellas.
Rich estuvo de acuerdo con Firestone en que la maternidad biolgica, tal como
ha sido institucionalizada bajo el patriarcado, es sin duda algo de lo que las muje
res deben liberarse. Si el xito se mide en trminos de la habilidad del patriarcado
para determinar no slo el comportamiento de gnero de las mujeres sino tam
bin la identidad de gnero a travs de la "fuerza y la presin directa... el ritual, la
tradicin, la ley y el lenguaje, las costumbres, la etiqueta, la educacin y la divi
sin del trabajo", entonces la maternidad biolgica institucionalizada es uno de
los logros ms asombrosos del patriarcado (57). Sugiri que los hombres han
convencido a las mujeres de que si una mujer no es madre no es realmente mujer.
En verdad, hasta hace poco las fuerzas del patriarcado tenan convencidas a la
mayora de las mujeres de que el ser madre es un trabajo, y su nico trabajo. Por
supuesto, esta mirada del papel de la mujer la limita: le niega el acceso al terreno
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de stas se crea entre las mujeres con privilegios econmicos y aquellas que no los
tienen. Las primeras estn en condiciones de contratar a las segundas para satisfa
cer sus necesidades reproductivas, y de esta forma agregan los servicios de gesta
cin a los de crianza, que tradicionalmente las mujeres con dificultades econmicas
han brindado a las mujeres acomodadas. La segunda divisin es, segn Genea
Corea, la que se da entre las procreadoras, las que paren y las que cran. De acuer
do con Corea, el proceso de reproduccin est siendo segmentado y especializado
ahora, como si fuera un simple modo de produccin, y en el futuro no ser una
sola mujer la que engendre, d a luz y cre al nio. En lugar de esto, las mujeres
genticamente superiores procrearn los embriones in vitro, las de contextura fuerte
llevarn a estos bebs probeta a trmino, y las de temperamento dulce criarn a los
recin nacidos desde la infancia hasta la edad adulta (M other 213-249). Como
resultado de esta divisin del trabajo, una distopa enfermiza, parecida a la que
Margaret Atwood describi en su Handmaid's Tale, podra volverse una realidad, y
sera completada con las relaciones separadoras mujer-mujer. En Gilead, ninguna
mujer era un todo, cada una, como individualidad, fue reducida a partes o aspec
tos del monolito, la Mujer.
Las feministas radicales-culturales, adems de deplorar los modos en los que la
maternidad contratada puede afectar negativamente las relaciones entre las muje
res y con sus hijos, se lamentaron de que ella fijara los derechos de los padres en la
contribucin gentica de las personas al proceso de la procreacin o en la inten
cin ostensible de las personas de criar los nios. Fundamentar los derechos
parentales exclusivamente en la contribucin gentica significa que si una madre
sustituta no est relacionada en lo gentico con el embrin que est en su vientre,
no tiene derecho a tener un lugar en la vida del nio despus de que ha nacido.
Slo si ella es la madre gentica y la gestacional tendr bases para demandar dere
chos maternales sobre el nio, derechos que tienen que ser equilibrados con los
del padre gentico. En contraste, si los derechos parentales se fundamentan de
manera exclusiva en la intencin manifiesta de una o ms personas de criar el nio
esto implica que por el hecho de que la madre sustituta no haya afirmado tales
intenciones, no tiene fundamentos para reclamar derechos parentales sobre el nio,
incluso si est relacionada genticamente con l.
Segn las feministas radicales-culturales, los hombres tienen razones para esta
blecer todos los derechos parentales en el terreno gentico o en el de la intencin.
Despus de todo, hasta el momento en el que un hombre tiene un papel activo en
la instruccin de su hijo, el nico tipo de relacin que puede tener con l es
gentica o intencional. El padre, a diferencia de su esposa o compaera, no puede
vivir el tipo de relacin que una mujer embarazada puede tener con su hijo. Las
feministas radicales-culturales observaron que por esta razn la sociedad patriarcal
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gundo punto, si las mujeres quieren proteger la integridad de sus cuerpos de las fuer
zas de coercin del Estado, entonces no deberan subrayar la naturaleza simbitica de
la relacin fetal-maternal. La sociedad, cada vez ms consciente del poder de las muje
res embarazadas de alterar el bienestar de sus fetos durante la gestacin, est cada vez
ms deseosa de controlar los embarazos de las "malas gestadoras". Si una mujer duran
te su preez afecta en forma negativa el feto al ingerir grandes cantidades de alcohol o
usa drogas ilcitas, los ciudadanos preocupados exigirn que ella sea tratada, lo acepte
o no, para superar sus adicciones. En caso de que el tratamiento falle, muchos de estos
ciudadanos se volvern ms agresivos en sus demandas y recomendarn al Estado que
castigue a la mala gestadora porque en forma negligente, imprudente o intencional se
ata a un estilo de vida con un comportamiento que redunda en un dao serio, en gran
parte irreparable, a su futuro hijo. La sociedad la etiquetar como una "perversa fetal"
o "negligente fetal". Por esta razn, y no otra, las feministas radicales-libertarias creen
que entre menos nfasis hagan las mujeres en cun especial es la relacin madre-feto,
mejor servirn a los intereses de las mujeres.
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res, sin importar el cundo y el dnde aparezca, bien sea en la forma de la inmola
cin de la viuda del hinduismo, en el ceir los pies de las mujeres en China, en la
circuncisin femenina en frica o en la ginecologa de Occidente. Elshtain afirm
que asegurar que estas prcticas se reducen a lo mismo es mostrar muy poco o
ningn conocimiento de la diversidad de las sociedades (213). Daly, como feminis
ta occidental en busca de signos del patriarcado en Asia y en frica, a veces ignoraba
su propio bagaje cultural y, como extranjera, no siempre tena conocimiento del
significado que tienen ciertos rituales y costumbres para las propias participantes. Se
puede poner en consideracin la circuncisin femenina. Para Daly esta prctica tie
ne que ver con la negacin de un amplio rango de experiencias sexuales que impo
nen los hombres a las mujeres, sin embargo, para la mujer circuncidada esto puede
significar algo diferente, por ejemplo, el rito de paso a la anhelada condicin de
mujer o un medio para rebelarse contra los poderes civilizadores, cristianos y colo
niales. A la objecin de Daly de que estas mujeres no estn listas, ni dispuestas, o no
son capaces de ver el dao que los hombres les estn haciendo, Elshtain respondi
que puede ser la mirada de Daly, y no la de las mujeres, la que est nublada. En
verdad, el fracaso de Daly para aceptar la posibilidad de que algunos rituales africa
nos y asiticos tengan significados positivos, y no occidentales, muestra un cierto
etnocentrismo de su parte (Lorde 94-97).
Elshtain afirm que tanto Daly como otras feministas radicales-culturales po
dan haber querido insistir en el significado metafrico del patriarcado, ms que en
el histrico, y admiti que, como trmino metafrico, el patriarcado carga con una
cierta fuerza emocional y se presta para que las mujeres busquen un punto de ata
que. Sin embargo, Elshtain expres que el concepto de patriarcado es problemtico,
incluso en su mbito estrictamente metafrico, y que es innegable que como trmi
no es una herramienta de anlisis til para aquellas mujeres que estn comenzando
a repensar sus experiencias polticas y personales a propsito de la opresin. Pero
ms all de esto, el patriarcado se vuelve un instrumento inofensivo. Si se entona sin
cesar la frmula "los hombres sobre las mujeres, las mujeres para los hombres" sta se
vuelve montona e, incluso, pierde sentido. En opinin de Elshtain, la tendencia de
las feministas radicales-culturales de tomar a todos los patriarcados como el mismo
mal, todos con aversin a las mujeres y misginos, contribuye al "efecto de batir el
rcord" que caracteriza a algunos textos feministas (226).
Elshtain especul a partir de la total condena al patriarcado que hacen las
feministas radicales y consider que sta puede estar enraizada en su temor a que
las mujeres puedan tener ciertas cosas, incluso cosas feas, en comn con los hom
bres. Estas feministas, incapaces de aceptar sus propias cualidades masculinas,
proyectan aquellas cualidades que rechazan de s mismas en los hombres para
protegerse, de las partes ms temibles de sus propias personalidades. Elshtain afir
116
m que esta actitud defensiva las conduce hacia una visin utpica de una comu
nidad de slo mujeres. El hombre encierra lo demonaco y la mujer lo bueno.
Debido a que la esencia de la condicin de ser mujer supuestamente tiene que ver
con la fuerza positiva del poder para en lugar de la fuerza negativa del poder sobre,
un mundo de mujeres sera clido, comprensivo, protector y lleno de creatividad.
Sera un retorno al vientre materno. Slo que los hombres estn impidindolo.
Elshtain crea que si su crtica diera en el blanco, las feministas radicales-cultu
rales estaran en serios desacuerdos con ella. Dado que tanto hombres como mu
jeres son seres humanos, vicio y virtud apareceran inevitablem ente en una
comunidad de slo mujeres. Elshtain pidi a las feministas radicales-culturales
reconsiderar el concepto de "voz virtuosa", es decir, la idea de que la vctima, en su
calidad de vctima, habla con voz lmpida: "sufro, por tanto tengo una pureza
moral" (225). Esta creencia a propsito de la pureza moral de las mujeres es
exactamente el motivo por el cual los hombres de la poca victoriana solan man
tener a las mujeres en altos pedestales, alejadas del mundo de la poltica y de la
economa. Elshtain estaba alarmada porque las feministas radicales-culturales del
siglo xx no hubieran llegado ms all de esta idea masculina del siglo xix.
Marcar dicotomas:
Obstculo para el desarrollo del pensamiento feminista radical?
De acuerdo con el pensamiento de las feministas socialistas, como Ann
Ferguson, las feministas radicales-libertarias y las culturales necesitan superar la
brecha que existe entre ellas para evitar la polarizacin innecesaria. Ferguson insis
ti en que a pesar de las reservas de las feministas radicales-libertarias acerca de las
relaciones sexuales hombre-mujer, ellas crean en que la heterosexualidad por con
senso y no obligatoria poda resultar placentera tanto para las mujeres como para
los hombres. Adems de aprobar la heterosexualidad as descrita, estas feministas
convalidaron la sexualidad liberada de las lesbianas, esto es, una forma de expre
sin sexual en la cual compaeras en equidad estn particularmente centradas en
la satisfaccin mutua de sus necesidades sexuales.
Al comparar a las feministas radicales-libertarias con las radicales-culturales,
Ferguson seal que las ltimas no slo hacan nfasis en los peligros de la
heterosexualidad sino que tambin sugirieron que no exista tal heterosexualidad
por consenso, es decir, el sexo deseado en forma recproca entre hombres y muje
res que se tratan mutuamente como iguales. En la sociedad patriarcal slo las
lesbianas son capaces del sexo por consenso, porque siempre que un hombre y una
mujer tienen relaciones sexuales en esta sociedad, el hombre, de manera ms o
menos evidente, lo usar como un instrumento de control de la mujer. l siempre
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123
Revistas feministas en
Colombia: De
a
B
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Anita Caizares
Traduccin: Mercedes Guhl
Introduccin
La exigencia de reescribir la historia, ya que la que conocemos est compuesta
de historias escritas ms que todo por hombres y para hombres, es uno de los
logros ms importantes del movimiento feminista, y que adems le ha otorgado
mucho poder. En estas historias, los pensamientos, actos y logros de las mujeres
han estado esencialmente ausentes. Este llamado a participar en la historia a travs
de la escritura proporciona desafos notables a las mujeres, desafos que resultan
emocionantes y aterradores a la vez. Escribir es emocionante porque a travs de ese
medio (televisin, radio, cine y fotografa son ejemplos de otros caminos que no
sotras, las mujeres, tenemos que usar para escribirnos, para escribir nuestras histo
rias) encontramos una manera de expresarnos y una manera de detener a quienes
intentan silenciarnos o escribir por nosotras. Es emocionante contar nuestras his
torias, nuestras vidas, y escribir nuestras interpretaciones, nuestros retos y nues
tras teoras. Al haber tenido casi siempre a otros que hablen en nuestro nombre,
no estamos acostumbradas a hablar en pblico y experimentamos miedo.
Se nos ha dicho que las maneras femeninas de expresar nuestro pensamiento (e
incluso el pensamiento mismo) son demasiado emotivas, irracionales y parciales.
Las feministas han trabajado activamente para desmontar el mito que le otorga
ciertas caractersticas positivas a los hombres, negndoselas a las mujeres. Como lo
seala Fox Keller:
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Lenguaje
Al hablar de lenguaje me refiero al catlogo conceptual que voceamos cada vez
que hablamos. El lenguaje (trminos) que usamos indica la ideologa particular y
las posiciones polticas que apoyamos o a las que nos oponemos. En la esfera del
ingls, por ejemplo, la gente se refiere al lenguaje feminista, lenguaje de la nueva
derecha y lenguaje polticamente correcto. ste es el sentido de lenguaje que me
interesa en el anlisis de las revistas colombianas Brujas, Cuntame tu vida, La
Manzana de la Discordia y el boletn Vamos Mujer.
Las feministas y las mujeres que se identifican con los temas de la mujer
defienden a cabalidad el proceso de aquellas que escriben sus experiencias, pen
samientos, teoras y anlisis porque en el proceso mismo de la escritura llegan a
darse cuenta no slo de las limitaciones de un lenguaje hecho por varones sino
de las posibilidades liberadoras del acto de nombrar sus experiencias. De esta
manera, las escritoras intentan transformar el lenguaje y, por consiguiente,
definirse a s mismas.
Este proceso implica reconocer que el acto de nombrar (el lenguaje mismo) no es
neutral (Spender 163), ni transparente ni representa una verdad objetiva. Al contra
rio, el lenguaje no puede ser estudiado sin tener en cuenta su contexto social, pol
tico, econmico y religioso. "No puede aislarse de deseos y motivaciones
histricamente situados que le dan un sentido" (Nye 245). Esta nocin nos permite
admitir que el lenguaje "no es la expresin de la individualidad particular; ms bien
construye la subjetividad del individuo de maneras que son especficas de cada so
ciedad" (Weedon 21). Es en el lenguaje donde entendemos lo que est aceptado o
rechazado por la sociedad, y donde nos damos cuenta de las diferencias de significa
do. Es en el lenguaje donde llegamos a entender, por ejemplo, la diferencia que hay
entre los trminos "mam" y "mamacita"7 y las connotaciones sociales de cada uno.
7 El primero se refiere slo a la madre. El segundo es el trmino que usara un hombre para "elogiar" a
una mujer que camina por la calle, por ejemplo. Tiene una connotacin sexual fuerte.
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Descripcin general
A pariencia
Los ejemplares de Brujas tienen un promedio de 70 a 75 pginas, y de las
revistas estudiadas, sta es la ms extensa. Las cartulas son muy coloridas y a veces
"diferentes" para atraer a posibles compradores o suscriptores. Las imgenes de
cartula representan bien las construcciones de gnero que la sociedad asigna a las
mujeres (por ejemplo la maternidad, la histeria) o bien los miedos que guarda
hacia ellas (representaciones de lesbianismo y brujera, por ejemplo). Estas repre
sentaciones indican que el feminismo estaba vivo y en buen estado en Colombia
durante el perodo en cuestin. La revista intentaba subvertir las representaciones
tradicionales de la mujer al apropiarse de esas imgenes y exponerlas como algu
nas de las muchas realidades que las mujeres experimentan.
Los ejemplares de Cuntame tu vida tienen un promedio de 50 pginas. Las
cartulas no son tan llamativas o coloridas como las de Brujas. En todas ellas hay
cuadros, dibujos o fotos de mujeres, pero su objetivo no es necesariamente impactar.
En lugar de eso, parecen tener un sesgo artstico ms definido y son menos polti
cas que las de Brujas. Dos de las que tienen ms carga poltica (y que por lo tanto
son ms interesantes) son las cartulas de los nmeros 4 y 7. La primera muestra
a un par de hombres de pie en un umbral, mirando a dos mujeres que van por la
acera de enfrente: el fenmeno tan comn de las mujeres como objetos sexuales
bajo el escrutinio de la mirada de los varones que las desnuda. Sin embargo, luego
de una observacin ms cuidadosa, las palabras " l a t n f ir e " saltan a la vista, y no
podemos dejar de entender que la cartula es un comentario humorstico y muy
sarcstico del fenmeno del "latin lover". La siguiente cartula es una reproduc
cin de El poeta, un mural descubierto en Pompeya. La imagen es importante por
dos razones: primero, retrata a la mujer como independiente, creativa e inteligen
te. Segundo, y ms importante an, vincula a la mujer a la larga tradicin cultural
de Occidente.
La Manzana d e la Discordia es la revista con menor nmero de pginas. Los
dos primeros nmeros, por ejemplo, tienen slo ocho pginas. Los nmeros 4 y 5
tienen doce. El 6 tiene veinte. Los nmeros 7 y 8 tienen sesenta pginas, pero en
ambos las pginas 32 a 60 son insertos (un monlogo de Simone de Beauvoir y
otro de Adrienne Rich). No puedo decir nada de los colores de las cartulas por
que los primeros cuatro nmeros que tengo son fotocopias. A excepcin de la
silueta de una manzana rodeada por el texto, no hay ms imgenes que pueda
analizar. Sin embargo, s poseo los originales de los ltimos tres nmeros, y de
todas estas revistas, las tres muestran la mayor variedad junto con el nmero 6:
130
una muestra una imagen muy sexualizada de una mujer, el nmero 7 est dedica
do a Simone de Beauvoir, y el 8 reproduce un dibujo atrevido de la coleccin
Fmina del pintor Ornar Rayo.
El boletn Vamos M ujer utiliza imgenes, pero generalmente el texto escrito
domina las cartulas.
Una ojeada rpida a las revistas muestra que Brujas y Cuntame tu vida tienen
una mezcla de palabras e ilustraciones, de prosa y poesa, que refleja la multiplici
dad de los tipos de escritura que muchas feministas y mujeres han estado pidien
do. El formato de La Manzana es diferente. Primero, porque no contiene tantos
artculos o poemas como las otras dos revistas. Segundo, sta incluye muchas ms
imgenes visuales, como caricaturas o tiras cmicas que se asocian frecuentemente
con mujeres. Tambin contiene numerosos cuentos. Las limitaciones de presu
puesto seguramente tuvieron efecto sobre el diseo de las revistas. Brujas y Cun
tam e tu vida parecen haber tenido ms presupuesto, a juzgar por el diseo en
general. Los ltimos nmeros de La M anzana se asemejan ms a las otras dos
revistas en cuanto a diseo y calidad tcnica en general.
Pblico
Como autoras, siempre debemos tener en cuenta al pblico. A quin espera
mos alcanzar con nuestra escritura? Cmo vamos a atraer la atencin de la gente
a la que queremos llegar? Esto se logra a travs del lenguaje que nos decidimos a
emplear en la escritura para llegar e influir sobre determinado pblico. Al analizar
el lenguaje empleado en estas revistas, puedo inferir qu tipo de pblico aspiraban
a atraer. Primero, no queda duda de que Brujas y La Manzana fueron escritos por
y para mujeres. Ninguno de los artculos, cuentos o poemas parece haber sido
escrito por un hombre. Cuntame tu vida es la nica revista que incluye artculos
escritos tanto por hombres como por mujeres. Resulta interesante que esta ltima
incluyera una crtica de esta perspectiva de publicar artculos escritos por hom
bres, y en especial por hombres que no apoyan a la mujer, tomada de Brujas. La
impactante carta que Brujas envi a C untame tu vida muestra con claridad la
posicin de la primera: en lo que tiene que ver con la mujer, son las mujeres, y no
los hombres, las que deben encargarse de escribir, pensar y criticar. Las autoras de
la carta sienten que a los hombres no se les debe permitir escribir en una revista
cuyo propsito es dar a las mujeres voz y espacio para cuestionar, criticar y trans
formar sus vidas particulares y a la sociedad en general. Si los hombres van a
participar en la revista, las autoras creen que no lo deben hacer de la manera
combativa o condescendiente en la que desde siempre han "sabido" y le han trans
mitido a las mujeres lo que significa ser "mujer". Tales artculos siguen subesti
mando a la mujer y van en contra del propsito de la revista. En otros trminos, la
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ya lo anterior. Pero por encima de todo, las revistas crean una conciencia de la
solidaridad de las mujeres en la lucha, al mostrarlas trabajando unidas como gru
po, saliendo de su aislamiento, mujeres que se renen y comparten sus vivencias,
sus poemas, sus ilustraciones, sus sufrimientos y sus sueos con otras mujeres.
El poder de nombrar
Los ttulos escogidos por las tres revistas y el boletn demuestran que se iden
tifican con mujeres y que tienen un sesgo de gnero. Los nombres son significati
vos pues todos pretenden, de manera explcita o implcita, (re)construir el sistema
de gnero que ha oprimido a las mujeres durante tanto tiempo. Es curioso que
todas las revistas escogieran palabras que se han construido como imgenes "nega
tivas" asociadas bien con la mujer o con actividades propias de sta. Todas las
revistas hacen un esfuerzo por (re) definir estas palabras. Las asociaciones negativas
del nombre "Brujas", por ejemplo, evocan mujeres hechizadas que obligan a la
gente a hacer cosas en contra de su voluntad. El ttulo "Cuntame tu vida" da la
impresin de que las mujeres son "chismosas", y siempre estn dedicadas a la
charla ociosa. El ttulo del boletn Vamos M ujer no tiene un significado negativo
en s, pero s tiene una motivacin. Anima a las mujeres a dar un paso, a actuar. En
cambio "La M anzana d e la Discordia" apunta a la naturaleza beligerante de la
revista, y juega con la asociacin de mujeres y manzanas, ya que fue una mujer
quien "tent" a Adn en el paraso con una "manzana". Sabemos que las mujeres
nunca son retratadas como antagonistas, porque se no es un rasgo "femenino".
Pero estas asociaciones e imgenes que tradicionalmente se han visto como negati
vas se ven transformadas. El cambio de significado siempre apunta a mujeres que
narran sus historias, sus vivencias y que se reafirman. Tambin resulta interesante
que junto con la explicacin de los nombres escogidos para los ttulos haya una
ilustracin de la manera como estas mujeres ven el mundo. En otros trminos, la
crtica, la reconstruccin y la esperanza se unen en el acto de nombrar las revistas
y el boletn. Todas estas acciones les asignan mucha responsabilidad no slo a los
miembros del grupo que produce y crea las publicaciones, sino tambin a las
mujeres que leern sus pginas pues estn siendo invitadas a convertirse en parti
cipantes activas de la (re)creacin de sus vidas y de un nuevo mundo.
La seccin editorial del quinto nmero de La Manzana (marzo de 1985) jus
tifica el ttulo de la revista:
Nos han preguntado mucho el porqu de nuestro nombre. Incluso cuando ven
damos el peridico en el parque La Mara, un seor nos insisti en que la "verda
dera manzana de la discordia" era la tan discutida Manzana T, cerca al puente Ortiz.
134
Para este 8 de marzo hemos querido aclarar el asunto. Cuando escogimos el nom
bre, nos propusimos darle un contenido nuevo a las viejas historias y los viejos
smbolos que han ido formando el concepto tradicional de "mujer". Ahora, pen
sando y discutiendo, nos damos cuenta de que la nuestra es la tercera manzana de
la discordia.
La primera de todas fue la que Eva le ofreci a Adn, la fruta prohibida del jardn
del Edn, la tentacin que lo hizo pecar. O sea, que la mujer en esa vieja historia
aparece como la pecadora, la causante de todos los males.
La segunda manzana famosa fue la de una diosa griega que solo era feliz cuando
pona a todos a pelear, y que precisamente se llamaba Discordia. Una vez, en un
banquete al que no la haban invitado, hizo aparecer sobre la mesa una manzana de
oro con la inscripcin "Para la ms bella". Todas las diosas la reclamaron para s. Por
fin Paris de Troya, actuando como jurado, se la concedi a la diosa Venus, que le
haba prometido en recompensa el amor de la mujer ms bella de la tierra. Discor
dia, entonces, no era sino la mujer cizaosa, llena de envidia, chismosa. Las diosas,
todas, eran vanidosas, siempre rivales unas de otras.
Esta tercera manzana de la discordia, la nuestra, es la historia actual, no de una sino
de muchas mujeres que no se resignan a "vivir nuestra vida tranquila", dejndonos
arrullar por el cuento de que slo podemos salvarnos de ser pecadoras, malas,
cizaosas, si aceptamos la maternidad como nica tabla de salvacin y si somos
normales, pasivas, sumisas. La discordia que queremos sembrar es la lucha contra la
resignacin, a la vez que la lucha contra la "ley" de la violencia.
Queremos demostrar que la mujer puede ser sensible sin ser dbil, puede conquis
tar todos los derechos sin dejar de ser receptiva, puede llegar a construir una nueva
forma de poder, no competitivo, ni dominante, ni violento. Queremos que la
mujer, como mujer, sacuda esta sociedad hasta sus cimientos para que podamos
todos, hombres y mujeres, construir nuevas leyes, nuevas formas de relacionamos;
una nueva sociedad, en fin, ms justa y ms humana.8
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hijos, las razas, las naciones; slo cuando logremos romper las estructuras de poder
en que vivimos, podremos hablar de una sociedad ms igualitaria para las mujeres,
hombres y nios.
VAMOSMUJER, el nombre escogido para el boletn de La Casa de la Mujer, desea
ser un canto de esperanza a la vida, continuar con la firme certeza de que estamos
despertando de una vida de sueo en pesadilla, de una historia fragmentada como
seres y mujeres.
VAMOSMUJER es rgano de informacin que desea dar cuenta de lo que estamos
haciendo las mujeres en la bsqueda de la libertad, tanto en el espacio privado
como en lo pblico, en lo individual y en lo social.
Nuestro objetivo no es ser un elemento pasivo o simple vehculo de informacin,
deseamos que la comunicacin sea un proceso de retroalimentacin en donde cada
mujer, cada hombre, cada nio, se conviertan en fuente, en creadores de la infor
macin y del procesamiento de la misma.
Vamos amigas, amigo, compaeras, vamos obreras, artesanas, estudiantes, amas de
casa. Vamos Mujeres, danzantes con nuestras voces de realidades (1).
Resulta evidente que las creadoras de todas las revistas y del boletn entendie
ron el poder del acto de nombrar. Al escoger los ttulos pretendan crear un foro
que desafiara la opresin de la mujer y que, al mismo tiempo, ayudara a crear una
nueva manera de ser para la mujer y la sociedad.
Hay algunas diferencias entre Cuntame tu vida y La Manzana, por un lado, y
Brujas, por el otro. En la primera, cada entrega tiene una seccin editorial que
toma diferentes formas, pero que deja en claro la posicin de sus editoras. Por
ejemplo, en la entrega que combina los nmeros 2 y 3 de Cuntame tu vida, el
editorial explica el ttulo de la revista y tambin algunas de las razones por las
cuales hay poemas en las pginas de la revista. Dos de los editoriales tienen citas
sobre la mujer, escritas por Ofelia Uribe y por Octavio Paz, y en los dems nme
ros hay afirmaciones de posicin frente a movimientos de mujeres, frente a la
necesidad de cambiar a la sociedad y frente al cuerpo femenino. Estos editoriales
dejan en claro las posiciones polticas del grupo editorial. La Manzana tambin
incluye una seccin editorial al comienzo de cada nmero, que orienta al lector en
los temas que la revista trata.
Brujas, en cambio, no cuenta con una seccin editorial. Cuando me entrevist
con una de las editoras le pregunt la razn y ella dijo claramente que la revista no
tena editorial porque "primero, no tenemos un propsito claro. Simplemente
queramos que la revista representara una voz femenina, sus sueos, sus rumores,
sus utopas. No creamos en una seccin editorial. Siempre hemos sentido que el
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cs
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11 Habl con dos de las editoras de Brujas quienes dijeron que la publicacin y distribucin eran muy
difciles porque no tenan suficientes personas que les ayudaran y el proceso termin por agotarlas.
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ELEGA
La cordillera, el aire de la altura
que bate poderoso como el ala de un guila
la atmsfera difcil de una estrella cada,
de una piedra celeste ya enfriada.
sta, sta es mi patria.
Rota, yace a mis pies la estera que tejieron
entrelazando hilos de paciencia y de magia.
O voy pisando templos destruidos
o estelas en el polvo sepultadas.
He aqu el terrapln para la danza.
Quin dir los silencios de mis muertos?
Quin llorar la ruina de mi casa?
Entre la soledad una flauta de hueso
derramando una msica triste y aguda y spera.
No hay otra palabra.
El primer poema, tal como lo indica su ttulo, llora la destruccin de una nacin, el fin
de las esperanzas y los sueos que construyen una nacin. Adems, reflexiona sobre la
posibilidad de que algo hubiera permanecido para contar la historia de qu sucedi en ese
lugar. Este poema puede asociarse de manera significativa con la situacin de Colombia y
las olas de violencia que asolan al pas y que parecen no tener fin. sta es una violencia que
no es solamente fsica sino tambin mental, psicolgica y emocional, adems de poltica y
econmica. Al compartir el dolor de este poema, "Quin dir los silencios de mis muertos?
Quin llorar las ruinas de mi casa?", las escritoras de Brujas aludan a que la violencia toca
las vidas de todos en Colombia.
DESTIERRO
Hablamos la lengua
de los dioses, pero era tambin nuestro silencio
igual al de las piedras.
ramos el abrazo de amor en que se unan
el cielo con la tierra.
No, no estbamos solos.
Sabamos el linaje de cada uno
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que tiene lugar en Colombia. Entre los ttulos de los artculos de ese nmero
estn: "El silencio: otra forma de violencia?", "La violacin como ejercicio del
poder autoritario", "Violencia conyugal", "Colombia, pas tropical y eminente
mente violento", y "Un paso ms all de la violencia". Ms an, "Limpieza polti
ca en Colombia: una guerra de las ideas y no de las drogas" es el ttulo de un
artculo de una revista reciente que afirma que en Colombia la violencia no se
limita nicamente a la gente que trafica con drogas sino que tambin incluye la
violencia ideolgica perpetrada contra aquellos que se atreven a pensar y a actuar
de manera diferente. Y estos individuos pagan con sus vidas.
Tanto las revistas como el boletn tratan el tema especfico de la violencia con
tra la mujer. Brujas concentra la atencin de lectores y lectoras en la violencia
domstica al decir que la imagen que tiene el pblico al respecto puede no ser la
ms exacta, a pesar de que muchas instituciones en Colombia ya no niegan la
existencia de este tipo de violencia. Por ejemplo, tal como lo expone Gloria
Chanduvi, no hay ni una remota posibilidad de hacerse una idea de cuntas vcti
mas produce esta violencia a partir de la cifra de vctimas registradas debido a la
manera como se define este tipo de violencia y a la manera como se recolectan los
datos. Chanduvi seala:
En Cali no hay ningn tipo de trabajo investigativo sobre cualquiera de los aspec
tos relacionados con la violencia contra la mujer. Las nicas estadsticas las tiene el
Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) como institucin del Estado, y
stas se refieren nicamente a casos de violencia familiar donde los afectados son los
hijos. Los estudios abarcan a las mujeres slo en su calidad de madres y esposas que
recurren en busca de ayuda a esta entidad.
Por tanto, la violencia domstica no est muy documentada y se ve distorsionada.
Adems, la mujer aparece nicamente en sus roles ms tradicionales, no como
individuo, y menos an como mujer. Sin embargo, los artculos de Brujas revelan
que la violencia contra la mujer es un problema mucho ms difundido, que no
puede limitarse slo a la violencia domstica y fsica. Para lograr una perspectiva
abierta de este tema es necesario confrontar la violencia de carcter institucional,
social, legal, religioso, sexual y cultural contra la mujer.
El tema de la violencia contra la mujer tambin aparece en Cuntame tu vida ,
en un nmero especial que cubre no slo la violencia contra los colombianos en su
vida cotidiana sino, de manera especfica, la violencia contra la mujer. En La M an
zana no hay artculos del calibre de los que se encuentran en las otras dos revistas,
pero hay una entrevista, en el nmero 4, con el director de un centro de mujeres,
en la que se indaga por el servicio que ofrece este centro para mujeres que han sido
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boletn, familiariza a las mujeres con otras alternativas. Como siempre, pero en
especial en este momento histrico, la construccin de la identidad de la mujer est
estrechamente vinculada con la situacin del pas (y en Colombia eso quiere decir
con la violencia y sus consecuencias), porque define muchos de nuestros actos.
Orientacin sexual
El tema del lesbianismo en Brujas slo se entrev tras leer los artculos de la
revista. Algunos de stos, que exponen el feminismo y sus polticas, no expresan
con claridad ms que la solidaridad de las feministas hacia el asunto de la prefe
rencia sexual. Otros artculos indican que las feministas deben cuestionar el mo
delo heterosexual que la sociedad impone a las mujeres como nica alternativa
para el deseo y la expresin sexual (Vlez 69). Por tanto, en Brujas la homosexua
lidad y el lesbianismo, en particular,12 no son vistos como crmenes.
No hay ninguna clave de que el lesbianismo sea un tema importante, y de
manera estratgica slo un nmero lo toca abiertamente. Sin embargo, estaba
presente de manera encubierta en todos los nmeros, generalmente a travs de un
cuento. En casi todos los casos, el tema del lesbianismo slo poda inferirse de la
lectura, no de los ttulos o las imgenes. La discusin abierta no es evidente, y la
palabra lesbiana no aparece ni una vez en la revista. Slo se habla del lesbianismo
directamente en la traduccin de entrevistas con dos feministas famosas: Simone
de Beauvoir y Kate Millet. Sin embargo, los ttulos de los artculos son "Conver
sacin con Simone" y "Kate Millet habla de amor y literatura". Si el lector no sabe
de la historia sexual de estas dos mujeres, no tiene por qu suponer que la homo
sexualidad va a salir a colacin. Incluso en el contexto de estas entrevistas es im
portante notar que, de todas las grandes contribuciones de ambas mujeres, uno de
los principales intereses de las entrevistas es sus relaciones con otras mujeres. Para
abreviar, lejos de guardar silencio sobre el tema, la revista hace del lesbianismo
una materia privilegiada a travs de las dos entrevistas.
En Colombia, hoy en da, es casi imposible exigir reconocimiento para cual
quier preferencia sexual que se desve del modelo heterosexual "normal" que la
sociedad nos impone. Por tanto, no resulta extrao que, debido a razones polti
cas, Brujas no mencione la homosexualidad o el lesbianismo como tales en los
ttulos de sus artculos. La desmitificacin del lesbianismo parece formar parte de
la agenda de Brujas, en lugar de someterlo a un debate abierto a nivel regional o
nacional. Para cumplir con su objetivo, la revista trae a colacin el tema del lesbia12Aunque el tema del homosexualismo no se toca de manera abierta en el contexto colombiano, no es
tab como la discusin del lesbianismo. Como las mujeres an se consideran pilares del comportamiento
moral, ms que los hombres, el lesbianismo permanece invisible.
146
nismo sin mencionarlo directamente. De ah que las estrategias que Brujas utiliza
para presentar sus mensajes sean tan importantes. Los involucrados en la revista
parecen darse cuenta de que hoy en da es ms importante tratar el tema sin
nombrarlo. Lo que se necesita -pareciera decir la revista- es examinarlo, referirse a
l, presentarlo como parte de la vida de las mujeres. Tal vez de esta manera ms
mujeres van a or hablar del lesbianismo, ms mujeres van a reconocer su presen
cia sin verlo como una desviacin moral.
El tema del lesbianismo no figura ni siquiera de manera encubierta- en La
Manzana. Slo en el nmero 6 de Cuntame tu vida hay una mencin cuando se
da informacin sobre el primer encuentro feminista de Latinoamrica y el Caribe.
Entre los temas descritos se incluye un foro sobre lesbianismo. Por un lado, no es
difcil entender este silencio, ya que el lesbianismo es un tema tab en la sociedad
colombiana. La Iglesia catlica mantiene su posicin al afirmar que la homosexua
lidad constituye una desviacin de la sexualidad "normal" y que, por tanto, es
pecado. Los individuos que no esconden su tendencia ga y son ridiculizados y
asesinados, en muchos casos para "limpiar" a la sociedad de estas personas. Inclu
so si asumimos que los miembros de la redaccin de ambas revistas no comparten
estos puntos de vista, el hecho de apoyar abiertamente los derechos de los gay
puede poner en riesgo sus vidas.
Al tratar de entender el silencio de las organizaciones feministas y de los gru
pos de mujeres alrededor del tema de la orientacin sexual, hice la pregunta en La
Casa de la Mujer. Una mujer respondi que las organizaciones de mujeres no
podan encargarse de dar voz a todos los temas que requieren atencin por parte
de la sociedad. Cmo van a ser capaces de tocar todas las formas de opresin?
Cmo pueden hacerse cargo de defender a aquellos que necesitan todo el apoyo
del mundo, con los pocos recursos que tienen estos grupos? Cmo hacen para dar
prioridades a sus preocupaciones y al mismo tiempo para crear alianzas de apoyo?
Estas preguntas merecen suficiente atencin y no deben ser minimizadas. En
muchs circunstancias, no basta con tener "voz". Las decisiones sobre cmo asig
nar recursos, cmo aliarse con otras organizaciones y qu temas atacar deben ser
investigadas minuciosamente antes de adoptar un plan de accin a nivel local o
nacional. Esto es an ms decisivo en un pas como Colombia, donde el nivel de
violencia sigue en aumento, y cada grupo culpa a los dems por ella, como lo
expresa la psicoanalista argentina Janine Puget en una reciente entrevista titulada
"Cuanto mayor es el clima de violencia, menos ofrece una sociedad ..." (11-15).
En algunas instancias, los proyectos a largo plazo se ven pospuestos porque tanto
grupos como individuos estn ocupados en asuntos de supervivencia, de vida o
muerte. Una mujer de La Casa reflexion sobre el silencio de muchas organizacio
nes y de la misma Casa en cuanto al lesbianismo:
147
Anita Caizares
Por lo tanto:
Nosotras, las lesbianas, exigimos que en el prximo encuentro feminista, la opre
sin de las lesbianas sea componente integral de todas las discusiones, y que este
tema no se vea relegado como asunto aislado de la opresin de la mujer (5).
13 Esta propuesta de derechos sexuales fue formulada por Mara Ladi Londoo.
148
El cuerpo femenino
Este tema estaba presente en todas las revistas y tambin en el boletn; en
algunas de las revistas apareca en todos los nmeros. El cuerpo femenino en
general se trataba a travs de varios asuntos relacionados: la menstruacin, los
cambios en el cuerpo, falta de entendimiento y conocimiento sobre el cuerpo
femenino, sexualidad femenina, el cuerpo femenino como objeto del deseo mas
culino y, por esa razn, la manera en que los hombres han construido una imagen
que no se parece a las imgenes que la mayora de las mujeres tienen de sus cuer
pos. El tema del cuerpo no tiene que ver con asuntos como la dieta y el control de
peso (cosa muy comn en Norteamrica) sino ms bien con el descubrimiento del
cuerpo, el placer {Brujas), los efectos de hacerse mujer, informacin sobre nuestro
sistema reproductivo, cmo cuidar de nuestro cuerpo cuando tenemos relaciones
sexuales, y alternativas en caso de embarazo.
A lo largo de la historia se ha dado tanta importancia al cuerpo femenino
porque nuestros cuerpos no nos han pertenecido. El cuerpo femenino ha sido ms
que todo el objeto del deseo masculino, tema de conversacin y controversia, y las
mujeres no han tomado parte activa en esas discusiones. Estas revistas buscan
cambiar estas asociaciones de manera que las mujeres puedan apropiarse de su
cuerpo. Las revistas dicen a la mujer que conozca su propio cuerpo, su sexualidad,
que sepa que los hombres no tienen que afirmar qu es una mujer ni cmo debe
verse. Adems, est el mensaje de que el cuerpo es parte de nosotras mismas y que,
por tanto, necesitamos conocerlo as como los sentimientos que surgen de l. Los
sentimientos que emanan de nuestro cuerpo no pueden separarse de todos los
dems sentimientos que experimentamos.
El nfasis que hacen todas las publicaciones al cubrir este tema no puede sub
estimarse, y ms an si tenemos en cuenta el contexto: Colombia. ste es un pas
tradicional, con una Iglesia catlica poderosa y conservadora. Los asuntos que se
relacionan con el cuerpo, la sexualidad y la masturbacin de la mujer son tabes
en esta cultura. En Colombia, el reconocimiento directo de la mujer como ente
sexual sola ser impensable hasta hace poco. La Iglesia nos ensea a no notar los
anhelos de nuestros cuerpos, los deseos de nuestra "carne". El reconocimiento de
la sexualidad femenina puede asociarse con mujeres "relajadas" (promiscuas) o
puede estar implcito con respecto a la maternidad. En el contexto de Estados
Unidos, el cubrimiento de tales temas y la importancia que se les da se discute
abiertamente. Sin embargo, en Colombia, el cubrimiento es muy radical.
Estas revistas femeninas no consideran que describir y diseminar informacin so
bre el cuerpo y la sexualidad femeninos sea revolucionario porque, al ser feministas, las
escritoras que contribuyen dan por sentado que en Colombia las mujeres necesitan
familiarizarse con sus propios cuerpos y comprender que son seres sexuales.
149
Anita Caizares
A pesar de que cada uno de los nmeros trataba el tema del cuerpo y la sexua
lidad femeninos, slo Brujas abordaba de manera abierta y luego encubierta la
cuestin del placer que pueden sentir las mujeres al tocarse y descubrir sus cuer
po. A pesar de que la palabra masturbacin no se materializaba en las pginas de
la revista, el tema y lo placentero y normal que resulta estaba implcito en varios
de los relatos de Brujas. Quizs al silencio de los discursos sobre la sexualidad
femenina en general y sobre la masturbacin en particular, se asocia la nocin de
que la masturbacin se relaciona especficamente con los varones y no con la mu
jer. Adems, sale a la superficie el miedo de que si las mujeres descubren que
pueden tocarse y proporcionarse placer por s mismas, no van a necesitar de las
caricias de los hombres. Esto podra llevar a la idea del lesbianismo, que es aterra
dora para la mayor parte de la sociedad colombiana.
La Iglesia catlica
En las revistas que estudi hay un silencio desconcertante creado por la ausen
cia de informacin sobre la Iglesia. Uno podra asumir a partir de este silencio que
las enseanzas de la Iglesia no influyen ni producen comportamientos de gnero
en particular. Sin embargo, cmo es posible que esta institucin tradicional que
no les ofrece a las mujeres opciones de control natal, sexualidad o maternidad, por
ejemplo, no sea blanco de anlisis o crtica por parte de estos grupos de mujeres
tan vocales? Los temas asociados directa o indirectamente con las enseanzas de la
Iglesia, que han afectado y siguen afectando la vida de la mujer (la culpa, por
ejemplo, o la sexualidad), no figuran. Por qu?
A excepcin de un artculo, "Aborto: una gua para tomar decisiones ticas",
aparecido en Vamos Mujer, (3-18)14 ninguna de las revistas siquiera menciona a la
Iglesia. Ms an, el simple hecho de que el tema del aborto sea tratado por escrito
en una de estas revistas es algo fuera de lo comn. Pero esta cuestin no puede ser
presentada como algo aislado de las enseanzas de la Iglesia, y por lo tanto el
riesgo que asumi Vamos M ujer al publicar un nmero casi dedicado al tema fue
grande. Sin embargo, antes de que el lector empiece a leer el artculo se le advierte
que el texto es una reimpresin de un artculo publicado por un grupo de catli
cos partidarios de la escogencia. En otras palabras, la aceptacin de este artculo se
da porque fue escrito por catlicos. Los autores se hacen responsables por dar a
conocer que existen otras alternativas (aborto, por ejemplo) y que es necesario
tener en cuenta algunos asuntos difciles al sopesar esta opcin.
14 El No. 19 de la revista est prcticamente dedicado al tema del aborto y los factores que las mujeres
deben tener en cuenta al decidir qu alternativas tienen en un embarazo.
150
Este extenso artculo de Vamos M ujer est dividido en varias secciones: intro
duccin, creencias religiosas, valores personales, responsabilidades, preocupacio
nes sobre cmo ayudar a otra persona a tomar la decisin. Los asuntos concernientes
a cada seccin se abordan a travs de tipos de preguntas que una persona que est
considerando la posibilidad de un aborto podra hacerse. Por ejemplo, en la sec
cin de creencias religiosas, se preguntan y responden seis puntos: 1). Como cat
lica, quisiera saber cul es la posicin de la Iglesia con respecto al aborto. 2). Qu
es la conciencia? 3). Cmo adquiero conciencia? 4). Si me hago un aborto ob
tengo la excomunin? 5). Qu le sucede al feto despus de la muerte? 6). Si me
sometiera a un aborto, Dios me castigara? Todas las respuestas apuntan a dife
rentes posiciones que los catlicos tienen con respecto a estos asuntos.
La Casa de la Mujer opina que sta debera tener el libre derecho a escoger la
maternidad, y que para lograrlo, el aborto debera ser una de las alternativas. Por
tanto, la publicacin de este artculo ofrece a las mujeres cierta informacin sobre
este procedimiento y, ms importante an, toca las preguntas morales y religiosas
con las que las mujeres colombianas se tienen que enfrentar. La estrategia de La Casa
para cubrir este tema es presentar la informacin que surge de un grupo catlico. En
otros trminos, el artculo permite a las mujeres ver que hay varias posiciones catli
cas frente al aborto. Hay ms de una manera de interpretar las enseanzas de la
Iglesia, y La Casa permite verlo as al publicar este artculo en su boletn.
Obviamente, no debe subestimarse el poder de la Iglesia catlica en Colombia.
Estos grupos y organizaciones de mujeres saben que no pueden luchar contra ella.
Despus de todo, tales grupos son pequeos y exponen puntos de vista alternati
vos que estn algo al margen tanto de la sociedad en general como de las ensean
zas de la Iglesia. Uno no se enfrenta a semejante oponente tan poderoso sin la
amenaza de consecuencias nefastas como quedar aislado, perder toda credibilidad
o simplemente extinguirse. Quizs la ausencia de artculos sobre la posicin de la
mujer en la Iglesia catlica y el control de sta sobre las vidas de las mujeres no
debe leerse como un vaco o una evasin de estas cuestiones por parte de las revis
tas. Ms bien, puede representar una estrategia de supervivencia en varios niveles.
Primero, como se mencion antes, tal estrategia evita una confrontacin con re
presentantes de la Iglesia que detentan tal peso a nivel local y nacional que cual
quier organizacin que critique a la Iglesia perdera credibilidad de inmediato. A
otro nivel, igualmente importante, las mujeres a las que buscan llegar estas revis
tas y organizaciones con frecuencia quieren desafiar el discurso de la Iglesia sin
dejar de ser "buenas" catlicas. Y, por ltimo, es un asunto de supervivencia por
que en un pas donde hay tanta violencia, un grupo que quiera "limpiar" a la
sociedad de sujetos "indeseables" podra sin ninguna dificultad tirar una bomba y
destruir estos puntos de vista de oposicin.
151
Anita Caizares
Feminismo
Desde un punto de vista general, en Amrica Latina hay una diferencia entre
movimientos de mujeres y movimientos feministas. Algunas personas clasifican
los primeros como femeninos y los segundos como feministas y los consideran
opuestos. Ya he expuesto mis argumentos para sustentar que no tiene sentido
clasificar a las mujeres en una categora o en la otra (Caizares, "Women's"). En
lugar de eso, creo que las posiciones de las mujeres con respecto a estos asuntos
estn sobre un continuum, y que todas pasamos de una posicin a otra dentro de
ese continuum, en diferentes puntos de nuestras historias y en contextos particu
lares. Adems, es fundamental que salgamos de las oposiciones y las dicotomas, y
pasemos a observar los efectos de estos muchos y variados movimientos sobre las
vidas de las mujeres y los roles que ellas desempean. Como feminista, privilegio
el feminismo, pero considero que las feministas necesitan aliarse con otros movi
mientos de mujeres, incluso si stos no se dicen feministas. El simple hecho de
que estos movimientos no reconozcan el patriarcado o la necesidad de cambiar el
sistema no debera obstaculizar el trabajo que tenemos que hacer juntas.
La posicin de Brujas con respecto al feminismo es muy clara. La revista es
abiertamente militante, y hace nfasis continuo en la dimensin poltica del femi
nismo al decir que la responsabilidad de las feministas es desafiar el sistema y
trabajar para cambiarlo. No es posible pasar por alto el hecho de que los temas del
patriarcado y el androcentrismo se discuten virtualmente en todas las entregas.
De todas las revistas, Brujas es la que desafa y cuestiona de manera ms consisten
te el sistema dominado por los varones.
Las posiciones de las autoras y tambin los temas que aparecen repetidamente
en Brujas le dan la categora de publicacin genuinamente radical, especialmente
dentro del contexto colombiano. Al tratar temas como el lesbianismo y el descu
brimiento del cuerpo femenino, aborda asuntos que no se discuten normalmente
en publicaciones y que, aunque se haga de manera encubierta, estn presentes.
Desde su primer nmero, La Manzana describe a su equipo editorial como un
grupo de mente abierta que trabaja por la emancipacin de la mujer. Con el
mayor respeto por la diversidad y el pluralismo, reconoce abiertamente la existen
cia de diversas posiciones feministas, una mezcla heterognea entre sus miembros,
y no una sola voz uniforme. La seccin editorial afirma que "...Seguramente se
llegar a expresar aqu posiciones feministas variadas, porque no perseguimos te
ner actitudes uniformes. La misma naturaleza del grupo AMPLIO lo impide.
Tanto los acuerdos como las diferencias en algunas opiniones las hemos logrado en
gran parte a travs de nuestro trabajo en el Grupo" (1).
La Manzana hace un llamado a las mujeres para que desarrollen cierta con
ciencia feminista y se den cuenta de su condicin de inequidad y opresin. La
152
Conclusin
El estudio de los textos de estas mujeres revela los discursos sociales de gnero
que circulaban en el momento de su publicacin. Durante el perodo de tiempo
en el que estas revistas salieron al pblico (aproximadamente entre 1978 y 1987),
las escritoras trataron temas de construccin de gnero y maneras de cambiar la
sociedad patriarcal a travs del cuestionamiento del sistema. Sin embargo, este
cuestionamiento no puede ocurrir subrayan las autorassi las mujeres no se
informan ms de lo que las rodea y las afecta. Adems, las mujeres necesitamos
participar en la transformacin de las relaciones de gnero, primero, al examinar
nuestras vidas como mujeres y darnos cuenta de los efectos de nuestra educacin
en ellas y, segundo, al intentar ofrecer diferentes alternativas para nuestra posicin
como mujeres. Finalmente, como lo dejan en claro estas revistas, la transforma
cin de la vida de las mujeres, y de la sociedad, es responsabilidad de las mujeres
(y de los hombres).
Todas estas publicaciones estimulan la participacin de la mujer en la cons
truccin de su vida. Reconocen algunas de las fuerzas que, por generaciones, han
limitado e impedido nuestro movimiento: ausencia de educacin, ausencia de
participacin en el espacio pblico, una perspectiva limitada de nuestras capaci
dades, falta de conocimiento y de amor por nosotras mismas y, por ltimo, falta
de esperanzas. Sin embargo, la otra cara de la moneda muestra la tremenda ambi
cin que tienen para la mujer y que buscan alcanzar los grupos que hacen revistas.
Exponen abiertamente su creencia de que el cambio slo podr darse cuando noso
tras tengamos el poder. La (re)construccin de gnero emerge de manera constante
153
Anita Caizares
O b ras citad a s
"Rompamos el silencio". Vamos M ujer 1 febrero 1983: 1.
"Apropsito de la violencia sobre la mujer. La Nacin 17 mayo 1993: 664-666.
"Mociones y resoluciones del Segundo Encuentro Feminista de Amrica Latina y el Caribe: Resolucio
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La Manzana de la Discordia 1 noviembre 1981: 1.
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Women, Culture, a n d Politics in Latin America. Berkeley: University of California Press, 1990.
154
Caizares Molina, Anita. "Women's Voices in Latin America: Feminism vs. Feminine Discourses as
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155
Movimientos de mujeres
en Amrica Latina
Anita Caizares
Traduccin: Mercedes Guhl
Introduccin
No hay un movimiento de mujeres en Latinoamrica, sino una multitud de agrupa
ciones y luchas. Una vendedora callejera en Chichicastenango y una enfermera blan
ca y de clase media en Santiago de Chile se ven a s mismas y su papel dentro de la
familia, la sociedad y el pas, de maneras diferentes. Sin embargo, en ambos casos, las
dos se dan cuenta de que el gnero define sus vidas de maneras evidentes e irrevoca
bles. Es este terreno en comn lo que da vida a la lucha de la mujer (Latin 16).*
La movilizacin poltica y social de las mujeres latinoamericanas en los ltimos
20 aos ha llegado a odos de los crculos feministas de Norteamrica y Europa
occidental. Las luchas de la mujer en algunos pases son ms conocidas que en otros,
ya sea por la naturaleza de sus demandas o por el reconocimiento que han logrado
por parte de sus gobiernos. Especficamente, estos movimientos han desafiado reg
menes opresivos, como en el caso del Cono Sur (Chile, Argentina y Brasil); han
estado involucrados en movimientos de liberacin (Nicaragua, El Salvador, Guate
mala y Honduras); y han obtenido reconocimiento poltico de manera que muchas
de sus demandas han pasado a formar parte de la agenda nacional (Brasil).
' Tomado de Latn American Women: The Gendering of Politics and Culture. NACLA Report on the
Americas 27, No. 1 (July/August 1993): 16.
Anita Caizares
158
En el Cono Sur de Suramrica, durante las dcadas de los setenta y los ochen
ta, los procesos polticos y los cambios de gobiernos burocrtico-autoritarios a
regmenes ms democrticos abrieron el terreno para la participacin poltica de
movimientos sociales -esto no era la poltica usualy los movimientos de mujeres
fueron algunas de las influencias ms fuertes dentro de estos movimientos. La
mayor parte de los grupos se originaron durante estos perodos de transicin2 y
represin polticas. Las transiciones de rgimen de Brasil, Argentina, Uruguay,
Per y Chile, por ejemplo, han creado mayores campos para la articulacin y
legitimacin de exigencias polticas basadas en consideraciones de gnero.
Las mujeres se organizaron alrededor de temas especficos, que en muchos
casos eran asuntos de supervivencia, y pusieron nfasis en su papel de madres y en
la importancia de la familia en sus vidas. Estos grupos se organizaron alrededor de
asuntos asociados con su gnero (comedores de beneficencia, guarderas infanti
les, nios), y con su papel de esposas y madres. Lo que las una a todas eran las
exigencias que hacan como mujeres que claman por los bienes o valores que se les
han asignado de acuerdo con su gnero (protectoras de los nios, madres dedica
das, esposas). La violacin de estos derechos oblig a estas mujeres a dejar sus
lugares privados, su esfera domstica.
En algunos casos, estas protestas se han hecho pblicas a travs de organizacio
nes de derechos humanos conocidas en todo el mundo, como en el caso de las
Madres de la Plaza de Mayo. Las madres de los desaparecidos empezaron su pro
testa en esa plaza exigiendo, por lo menos al principio, que el rgimen militar les
devolviera a sus hijos (que haban sido detenidos y que haban desaparecido sin
que el gobierno se hiciera responsable por sus acciones).
Cuenta una de las madres:
... especialmente cuando bamos a los cuarteles de polica, al principio, cuando
bamos acompaadas de nuestros maridos, los policas salan y decan: a ver, usted,
entre, la madre. No s por qu; a lo mejor pensaron que porque ramos mujeres nos
podan mentir con mayor facilidad... Ah fue cuando empezamos a reconocer
nuestra fuerza (Feijoo y Gogna 148; Feijoo; Fischer).
Incluso si el grupo haba empezado slo con mujeres porque los maridos esta
ban ocupados trabajando, y estas mujeres tenan tiempo para protestar porque
eran nicamenteamas de casa o no trabajaban'1 las mujeres se dieron cuenta del
potencial de sus acciones si se movilizaban bajo la bandera de la maternidad.
2 Las transiciones son aperturas polticas en el sentido ms amplio de la palabra. Hay una tendencia
general a repensar las bases del consenso social y a revisar las reglas del juego. Esto les da a los movimien
tos sociales la oportunidad extraordinaria de discutir temas nuevos y de ejercer influencia sobre las
expectativas populares (Jaquette, 13).
159
Anita Caizares
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161
Anita Caizares
laicos y religiosos, junto con los medios masivos oficiales, han tergiversado y
distorsionado el sentido y el carcter del feminismo. De esta manera han logrado
bloquear deliberadamente el desarrollo de una conciencia de gnero de carcter
crtico entre las participantes de los movimientos de mujeres (Saporta, Navarro,
Chuchryl, Alvarez: 402).
Para las feministas latinoamericanas, su movimiento forma parte de la lucha
del continente en contra de la opresin (por ejemplo, del imperialismo, la opre
sin militar, el estancamiento econmico, la violencia, entre otros). Las caracte
rsticas del contexto latinoamericano (dependencia econmica, explotacin y
represin poltica) permitieron el surgimiento de proyectos polticos feministas
situados en la interseccin de la opresin de gnero y otras formas de explotacin
y dominacin ms locales (403).
Esta misma categorizacin jerrquica est implcita en la divisin de los movi
mientos de mujeres entre femeninos y feministas. Dependiendo de la posicin del
que observa, uno de los dos es bueno y el otro no tanto (o es malo). Sin embargo,
en lugar de ver las diferencias como oposiciones, es necesario representar esos
movimientos como la encarnacin de diferentes posiciones en un continuum de
gnero. Si dejamos de lado las categoras analticas,5 estos movimientos femeninos
o estratgicos ejemplifican intentos de las mujeres por ocupar espacios diferentes,
y el proceso por el que atraviesan las mujeres que participan en ellos debera ser el
ncleo del anlisis. Leda Maria Vieira afirma de manera elocuente:
La influencia del feminismo en los movimientos de mujeres ha sido tan fcil de
detectar, no slo en el Brasil sino en toda Amrica Latina, que uno de los principales
temas de la literatura actual sobre gnero y movimientos urbanos es el punto hasta
el cual los movimientos en los que las mujeres participan son feministas (que cues
tionan la divisin del trabajo de acuerdo con lneas de gnero) o si estos movimien
tos tienen el potencial de convertirse en feministas. Fuera del hecho de que estas
definiciones siguen abiertas al debate, esta perspectiva subestima el proceso de
5 Como feminista que soy, quiero reconocer el valor del pensamiento feminista tanto para propsitos
polticos como heursticos y tericos. Ms an, no hay duda de que es gracias al feminismo, en todas sus
formas, que las vidas de las mujeres han empezado a cambiar, que el conocimiento sobre las mujeres ha
empezado a surgir, y que las respuestas de la sociedad a las mujeres han sido cuestionadas y transforma
das. Sin embargo, quiero subrayar que son las prcticas que las mujeres viven cuando se unen las que
deben ser el ncleo de atencin y no las creencias iniciales que las renen y las movilizan. As mismo, no
pretendo afirmar que no haya jerarquas dentro de los movimientos sociales. En otros trminos, no
planteo que haya una homogeneidad de valores en todas las estructuras y prcticas. Pienso que algunas
causas son ms importantes y tienen ms valor que otras. Sin embargo, al referirme a las mujeres que se
renen y se movilizan por una causa, quiero subrayar que si no tenemos en cuenta los puntos de los
cuales parten estas mujeres, y si dejamos de lado el hecho de que puede ser que no todas ellas terminen
en el mismo punto, no debemos ver estas diferencias como categoras malas o dainas.
162
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Anita Caizares
Autonoma o asociacin?
El otro tema, por el cual han luchado las feministas tiene que ver con la auto
noma poltica: Los grupos de mujeres se deben organizar en forma independien
te de los partidos polticos o deberan asociarse y trabajar desde dentro de ellos?
Esta pregunta se debate fuertemente en muchas organizaciones feministas.8
Frente a este tema, los grupos de ambos bandos estn de acuerdo en una des
cripcin general de la situacin de la mujer: las mujeres reciben un tratamiento
desigual por parte de la sociedad; sus asuntos no se consideran de importancia en
la esfera poltica; la violencia contra la mujer es una prctica difundida y debera
erradicarse; las condiciones sociales y econmicas de la mujer necesitan mejorarse.
A pesar de este consenso, los dos bandos estn en franco desacuerdo sobre la
manera de mejorar la vida de las mujeres.
Las preocupaciones centrales a las que cada uno da prioridad explican sus estrate
gias y su razonamiento. Las mujeres que luchan por la autonoma arguyen que los
partidos polticos han estado dominados tradicionalmente por varones, que son jerr
quicos, y que las mujeres tienen que explicar constantemente a los hombres la impor
tancia de los proyectos. Por tanto, para que las mujeres se organicen y su agenda se
lleve a cabo, necesitan la autonoma en todas sus fases (poltica, ideolgica, econmica
8 Para una descripcin detallada de este tema y de otros que se discutieron durante los Encuentros
Feministas de Latinoamrica y el Caribe ver Nancy Saporta Sternbach et al. (393-434; Jaramillo, 176189; Navarro).
Sobre autonoma, ver tambin Norma Stoltz Chinchilla.
164
e institucional). Por otro lado, las mujeres que pertenecen a organizaciones polticas
sienten que trabajar dentro de un partido es importante para tener as influencia sobre
las organizaciones y sus polticas a fin de no quedarse aisladas desde el punto de vista
poltico. Este grupo es conocido a veces por su doble militancia, ya que trabajan por
el feminismo y por los partidos polticos. Las mujeres que quieren pertenecer a organi
zaciones autnomas se conocen tambin como independientes.
En 1981, durante el Primer Encuentro Feminista de Mujeres de Latinoamrica
y el Caribe, esta preocupacin por la autonoma y la doble militancia se trajo a
colacin. La mayor parte de las mujeres involucradas activamente en poltica ha
ba trabajado con la izquierda, pero la rabia y la decepcin por causa de la ausencia
de reconocimiento de los temas feministas y la falta de representacin dentro de
los partidos haba llevado a que estas mujeres se cuestionaran sobre la utilidad de
trabajar dentro de tales organizaciones.
Margaret Randall, una feminista y activista de larga trayectoria, que vivi y tra
baj en Cuba y Nicaragua durante las revoluciones respectivas, cree que una de las
principales razones por las cuales las revoluciones del siglo XX no han tenido mucho
xito ni han durado mucho tiempo es su incapacidad para desarrollar una agenda
feminista. A pesar de admitir sin reparos que la vida de las mujeres ha mejorado en
ambos pases, tambin reconoce que el poder masculino contina siendo la fuerza
principal dentro de estos sistemas. Randall plantea que como estos regmenes socia
listas han elegido a tan pocas mujeres en puestos de poder, su objetivo de crear una
sociedad ms justa para todos se ve frustrado. Tras sus experiencias con estas dos
revoluciones, Randall tiene ciertas preocupaciones por la prctica feminista, y una
de ellas es la necesidad de una agenda feminista autnoma, sin la cual... no puede
haber cambio radical (39). Ni en Nicaragua ni en Cuba, donde el movimiento
revolucionario atrajo a un gran nmero de mujeres, se form un grupo feminista o
de mujeres separado del grupo poltico que estaba en el poder.
Muchas mujeres en estos pases estn empezando a cuestionar el esquema ver
tical, la naturaleza jerrquica de las organizaciones conformadas por una mayora
de varones, y han decidido agruparse para formar organizaciones autnomas. La
mayora de las mujeres tiende a formar:
colectivos de esquema horizontal, capaces de trabajar de acuerdo con estilos basa
dos en el consenso, con mayor fluidez entre teora y prctica, con una actitud
menos a la defensiva en el momento de cuestionar las relaciones sociales tradiciona
les, y dispuestos a correr riesgos de manera mucho ms creativa (96).
Casi todas las mujeres estn de acuerdo en que los grupos autnomos de muje
res son importantes porque proporcionan un lugar seguro para que stas expresen
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Anita Caizares
sus pensamientos y emociones sin sentirse atacadas, ofrecen un vehculo para que las
mujeres acumulen recursos independientes, y proporcionan el espacio para que li
beren su creatividad y trabajen en pro de medios alternativos de cambio.
Pero el cambio no puede limitarse al que impulsen las feministas dentro de
esos grupos autnomos, tal como ellas y los defensores de la mujer dentro de las
organizaciones mixtas lo proclaman. Si la sociedad va a cambiar, es necesaria una
transformacin de las estructuras socioeconmicas y polticas existentes, y por
tanto es necesario trabajar dentro de las organizaciones polticas establecidas. Las
feministas que pertenecen a sindicatos, organizaciones de izquierda y partidos
polticos oficiales o alternativos saben que el feminismo es un elemento integral
para terminar las batallas contra la opresin y, por tanto, no se pueden dar el lujo
de aislarse de esos grupos. Al contrario, su presencia y activismo es necesario para
influir sobre los pensamientos y acciones de los grupos. Lo crucial es lograr una
coalicin de fuerzas que les permita trabajar dentro de diferentes entornos y con
diferentes estrategias. Norma Stoltz Chichilla plantea esta idea al respecto:
...Algunas mujeres pueden preferir trabajar en grupos exclusivamente femeninos,
explcitamente feministas, mientras que otras mujeres, que se identifican a fondo
con una comunidad o un sector, pueden preferir la promocin de una agenda
feminista dentro de grupos mixtos. El reto es vincular las diversas fuerzas
organizacionales y forjar una fuerza poltica colectiva poderosa (Stoltz, 20).
Por ejemplo, los grupos feministas en Colombia fueron criticados por no haberse
organizado de manera ms poderosa para producir un efecto a nivel nacional duran
te la Asamblea Constitucional del pas. Marysa Navarro-Aranguren hizo nfasis en
el desempeo decepcionante de los grupos feministas y de mujeres en relacin con
la incorporacin de la visin de gnero en las polticas pblicas, al afirmar que:
... las feministas en Colombia fracasaron en organizarse para participar directa o
indirectamente en la convencin constitucional de 1991. A pesar de que los pueblos
indgenas estaban representados, y que la asamblea estaba presidida por el antiguo
lder guerrillero Antonio Navarro Wolf, las mujeres tuvieron una conspicua ausencia
entre los 74 delegados, y el documento que se ratific en julio de 1991 incluye
reformas civiles que ya han sido adoptadas en otros pases latinoamericanos (147).
La autora da varias razones para justificar el fracaso de las feministas colombia
nas durante este evento nacional al sealar la debilidad del movimiento, pero
tambin la violencia poltica de carcter endmico en el pas, los treinta aos de
guerra de guerrillas y la violencia generada por el narcotrfico. Segn la posicin
166
desde la cual se mire, podra decirse que el movimiento feminista en Colombia era
dbil o fuerte durante la Asamblea Constitucional: desde una perspectiva externa
y tal vez como lo hace Navarro, al comparar el movimiento de la mujer en Co
lombia con los de otros lugareses dbil y reducido, y las colombianas no estaban
representadas en la Asamblea Constitucional a pesar del duro trabajo de las diver
sas organizaciones de mujeres. Sin embargo, desde una perspectiva interna,9 las
mujeres de la Casa de la Mujer asistieron constantemente a reuniones con femi
nistas de otras partes del pas. Durante este periodo, la Red Nacional de Mujeres
se organiz para presionar en la Asamblea y as insertar los intereses de la mujer en
la discusin. El proceso de movilizacin y conversacin entre grupos de mujeres
nunca fue tan fuerte ni estuvo tan unido como en ese entonces.
En resumen, lo anterior es una descripcin de dos de los principales temas que
se discuten en los grupos feministas y de mujeres en Amrica Latina: 1) el hecho
de si las agrupaciones de mujeres son feministas o no, y 2) la pregunta sobre si las
agrupaciones de mujeres deberan funcionar de forma autnoma o si deberan
afdiarse a partidos polticos particulares. El primero despert discusiones encen
didas porque algunas mujeres sienten que sus causas y su movilizacin no debe
ran postergarse porque no parten ni apuntan hacia la subordinacin de la mujer
y su posicin desigual en la sociedad. Por otro lado, los grupos feministas s tienen
conciencia de la opresin de gnero y desafan el sistema. He planteado que es
necesario ver estos movimientos, al margen de su punto de partida, como prcti
cas en las que las mujeres, al agruparse y movilizarse en nombre de una causa,
pasan por un proceso que es nuevo para ellas, y es ese proceso el que debe usarse
como categora de anlisis.
El tema de la autonoma an est en discusin porque muchas feministas creen
que una organizacin autnoma de mujeres proporciona un lugar seguro para que
stas expresen sus pensamientos, desarrollen sus teoras y cuestionen sus prcticas,
sin necesidad de explicar la importancia de tener en cuenta a la mujer dentro de
los planes de la organizacin. Ms an, muchas mujeres que en diversos momen
tos han participado de forma activa en organizaciones polticas sienten que los
varones siguen manteniendo la mayor parte del poder y toman la mayor parte de
las decisiones, y que no ha habido mayores cambios en el nmero de mujeres
elegidas como lderes en esas organizaciones. Los grupos que se oponen a la auto
noma creen que las mujeres deben trabajar dentro de las filas de estas organiza
ciones polticas para tener influencia sobre sus polticas y sus acciones. Ambos
puntos de vista tienen razones vlidas que los justifican, y es difcil decidir si uno
tiene ms razn que el otro. Sin embargo, no es probable que se vayan a dar
9 Durante las sesiones de la Asamblea Constitucional la autora de este texto estaba recogiendo datos.
167
Anita Caizares
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169
' Profesora asociada del Departamento de Antropologa e investigadora del Centro de Estudios Sociales
de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia (CES).
Introduccin
El concepto de gnero es una herramienta analtica de reciente creacin desde
el punto de vista de las ciencias sociales. Fue introducido por los estudios psicolgi
cos sobre la identidad personal (Stoller), en el marco de una bsqueda de diferencia
cin entre biologa y cultura, de tal manera que el sexo fue relacionado con la
biologa (hormonas, genes, sistema nervioso, morfologa) y el gnero con la cultura
(psicologa, sociologa) (Haraway 225). El concepto se difundi de manera ms
amplia en el mbito acadmico norteamericano durante los aos ochenta, y en la
produccin acadmica latinoamericana, en los aos noventa. No obstante, es im
portante recordar que la famosa formulacin de Simone de Beauvoir en su libro El
segundo sexo, publicado por primera vez en 1949, no se nace mujer sino que se llega
a serlo, ya permita comprender que mujer no era una identidad natural sino una
identidad y un proyecto culturalmente interpretados (Butler 303-27).
La nocin de gnero se desarroll a partir de la de roles sexuales, y se invoca a
Margaret Mead como pionera de esta forma de pensar. En su libro Sexo y tempera
mento, Mead plantea que la mayor parte de las sociedades divide los rasgos huma
nos del carcter en dos, los especializa para constituir las actitudes y la conducta
apropiadas para cada uno de los sexos y atribuye una mitad a los hombres y otra a
las mujeres. Para Mead, esta divisin es arbitraria, y los rasgos de la personalidad
que llamamos femeninos o masculinos se hallan tan dbilmente unidos al sexo
como lo est la vestimenta, las maneras y la forma de peinado que se asigna a cada
sexo segn la sociedad y la poca (236). Sin embargo, si esta divisin presenta
inconvenientes como el de conducir a ciertas inadaptaciones (en particular a la
homosexualidad), tiene tambin, desde su perspectiva, numerosas ventajas para la
sociedad y la construccin de una rica cultura y civilizacin.
El objetivo de Mead no era descubrir si hay o no diferencias reales y universa
les entre los sexos, ya sean cuantitativas o cualitativas, [sino relatar] cmo tres
sociedades primitivas han agrupado sus actitudes sociales hacia el temperamento
en relacin con los hechos muy evidentes de las diferencias entre los sexos (1415). Desde su perspectiva, la divisin sexual del trabajo es natural y se explica por
los distintos roles reproductores de machos y hembras y por las diferencias de
fuerza fsica entre los sexos. Mead no cuestiona la jerarqua sino las diferencias
prescritas en un campo muy limitado, el del carcter, trmino bajo el cual agru
pa los talentos, las actitudes y la personalidad afectiva. La crtica de Mead se hace
desde la defensa de los derechos de la persona a la libre expresin de su individua
lidad, defensa que supone la creencia en que el conjunto de rasgos masculinos ms
el conjunto de rasgos femeninos constituye y agota el conjunto de los rasgos de
carcter humanos.
No obstante, un elemento muy importante est ausente de la reflexin de
Margaret Mead: el cuestionamiento de la divisin sexual del trabajo y de la jerar
qua entre hombres y mujeres, asumidos por ella como hechos naturales. Los
trabajos feministas posteriores, sobre todo los publicados a partir de la dcada del
setenta, no slo van a insistir como ella en sealar el carcter arbitrario y cultural
de la divisin de las cualidades entre los sexos, sino tambin de los roles y lugares
sexuales y, an ms, van a incluir en la definicin del gnero la asimetra funda
mental y la jerarqua entre los dos sexos (Hurtig y Pichevin 169-81). Por tal
razn, gran parte de la literatura sobre las mujeres de esta dcada est orientada a
demostrar la arbitrariedad de los roles y estereotipos sexuales y a explicar la gnesis
de la opresin y subordinacin de las mujeres.
Con el desarrollo del concepto de gnero, dos cosas se vuelven posibles: la
reunin en un solo concepto de las diferencias entre los sexos que se pueden atri
buir a la sociedad y a la cultura, y la demostracin de la existencia de un principio
singular de ordenamiento jerrquico de la prctica social {el gnero). El propsito
de este artculo es rastrear una serie de debates en torno al concepto de gnero,
que son centrales para entender su lugar estructurante en las relaciones sociales y
su pertinencia para pensar los movimientos sociales. En primer lugar, la relacin
entre el sexo y el gnero, es decir entre las diferenciaciones biolgicas y las diferen
ciaciones sociales y simblicas. En segundo lugar, los efectos de la distincin entre
el sexo y el gnero para los anlisis del sexo y la sexualidad y los cuestionamientos
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pretaciones del cuerpo son traducidas por el lenguaje y que en nuestra sociedad
las ciencias biomdicas funcionan como una fuente importante de este lenguaje.
Los cientficos, ms que descubrir la realidad, la construyen activamente, y las
ciencias biomdicas como tcnicas discursivasconstruyen, reconstruyen y re
flejan nuestra comprensin del gnero y del cuerpo.
En este sentido es interesante evocar, como lo hace Thomas Laqueur, que desde
los textos mdicos griegos hasta finales del siglo XVIII, los cuerpos femeninos y
masculinos eran descritos como fundamentalmente similares. Se consideraba que
las mujeres tenan los rganos genitales idnticos a los de los varones excepto que
stos eran externos y aqullos internos. Desde este modelo de sexo nico, el cuer
po femenino era comprendido no como el de un sexo diferente sino como una
versin disminuida del cuerpo masculino. Slo en el siglo x v i i i el discurso biomdico
empez a concebir el cuerpo femenino como alteridad; los anatomistas se concen
traron en las diferencias corporales entre los sexos, y la sexuacin se extendi de los
rganos de reproduccin a todas las partes imaginables del cuerpo. La esencia de
la feminidad empez a localizarse en distintas partes del cuerpo, y a lo largo del
siglo xix se desplaz del tero a los ovarios, hasta ubicarse a comienzos del siglo xx
en unas sustancias qumicas, las hormonas sexuales femeninas.
Por otra parte, las tcnicas reproductivas mdicamente asistidas han transfor
mado los cuerpos, desplazando las fronteras de la fertilidad de los cuerpos femeni
nos (se puede por ejemplo estar encinta a los cincuenta aos y ms). En el lapso de
tres dcadas, los lm ites del cuerpo que eran percibidos como naturales se
transgredieron y transformaron en datos que pueden ser manipulables con un
nmero cada vez mayor de tiles y tcnicas. La medicina ha transformado los
cuerpos hum anos en cy b o rg s,4 para utilizar el concepto de Haraway. En la
tecnociencia, los cuerpos, las identidades y las subjetividades de gnero son trans
formadas de tal manera que las nociones de sujeto y las relaciones de poder entre
hombres y mujeres, entre mdicos y pacientes, entre seres humanos y objetos han
sido redefinidas.
Igualmente, en los ltimos treinta aos aparecieron bastantes trabajos (Weeks;
Gagnon y Simon; Rubin, Reflexionando) que desafiaron explcita e implcitamen
te el esencialismo sexual al plantear que la sexualidad se constituye en la sociedad y
en la historia y que no est unvocamente determinada por la biologa. Muchos de
estos trabajos siguieron el camino abierto por Michel Foucault. Este autor aport
numerosos e importantes elementos al debate al argumentar, en la Histoire de la
Sexualit, que los deseos no son entidades biolgicas preexistentes sino que se cons
tituyen en el curso de prcticas sociales histricamente determinadas, al sealar que
4 Segn Donna Haraway, un cyborg es un organismo ciberntico, un hbrido de mquina y organismo,
una criatura de realidad social y tambin de ficcin (253).
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vas constituidas sin cuestionar las categoras de oposicin binaria (hombres/mujeres, homosexuales/heterosexuales). Se tratara entonces de superar el gnero sub
virtiendo las categoras de sexo y sexualidad. El inters por el gnero se funda en l
como representacin casi teatral (performatividad) cuyo sentido puede ser asig
nado por el individuo. Para Butler (Variaciones), reconocida por muchos como
una de las principales tericas queer, -aunque ella misma se define a s misma
sobre todo como feminista, el gnero es el resultado de un proceso mediante el
cual las personas recibimos significados culturales, pero tambin los innovamos.
Igualmente, sostiene que el discurso sobre la identidad de gnero es inherente a
las ficciones reguladoras de la heterosexualidad, y de las mujeres y los hombres
como realidades coherentes y, en el ltimo caso, antagnicas {Gnero). Por esta
razn, la tarea del feminismo consistira en descalificar las categoras analticas,
como sexo y naturaleza, que conducen a la univocidad.
Diferencia y diferencias
Si bien las interrogaciones actuales sobre una categora universal y esencial de
mujer son una reaccin contempornea a un problema contemporneo, tambin
hacen eco a una inquietud constante en la historia del feminismo: la del lugar de
la diferencia. En su libro Iusticia interrupta. Reflexiones crticas desde la posicin post
socialista, Nancy Fraser analiza la forma como el feminismo en el siglo XX ha deba
tido en torno a la diferencia y los deslizamientos de sus significados en el
movimiento. Esta diferencia dej de significar diferencia de gnero para conver
tirse en diferencia entre mujeres y luego en diferencias m ltiples que se
intersectan. Fraser establece una periodizacin de esta discusin en tres etapas.
La primera va de los finales de los sesenta hasta los mediados de los ochenta, y su
centro de atencin es la diferencia de gnero. La siguiente comprende la segunda
mitad de los ochenta y los inicios de la dcada de los noventa; el eje de la discusin
es el de la diferencia entre las mujeres. La tercera fase, actualmente en curso, se
centra en torno a las mltiples diferencias que se intersectan.
En la primera etapa se enfrentaron lo que se ha denominado el feminismo de la
igualdad y el feminismo de la diferencia. Para el primero, la diferencia de gnero
era considerada un aspecto inseparable del sexismo, y la tarea poltica era lograr
que hombres y mujeres fueran medidos con el mismo patrn, que participaran
por igual y que los bienes sociales se distribuyeran con equidad de gnero. Para el
5 Queer, bizarro, inicialmente era un adjetivo insultante para referirse a los homosexuales. Posteriormen
te fue reivindicado para afirmar y reunir todos los comportamientos distintos a los promulgados por la
heterosexualidad normativa (Bourcier 9-18).
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en un sistema de sexo/gnero que las oprima, las mujeres negras (y los hombres)
pertenecan a los hombres (y las mujeres) blancos. Para algunas de las feministas de
color, los esfuerzos por utilizar conceptos de gnero occidentales para caracterizar a
las mujeres del Tercer Mundo terminaban muchas veces en reproducciones acrticas
del discurso orientalista, racista y colonialista (Mohanty citada en Haraway).
Otros de los trabajos criticados fueron los de Sherry Ortner (109-31) y Michelle
Rosaldo (153-79). En su clsico artculo Es la mujer con respecto al hombre lo
que la naturaleza con respecto a la cultura?, Ortner planteaba que la desvaloriza
cin universal de las mujeres se explicaba porque stas haban sido identificadas
con algo, o simbolizaban algo, que todas las culturas entienden que pertenece a
un orden de existencia inferior al suyo: la naturaleza en su sentido ms general.
La formulacin que defenda Ortner era que las mujeres eran consideradas ms
prxim as a la naturaleza que los hombres porque supuestamente estaban ms
enraizadas en la naturaleza o tenan una afinidad ms directa con ella. Por su
parte, Michelle Rosaldo se propona esclarecer el origen de la subordinacin fe
menina relacionndolo con la oposicin entre la orientacin domstica de la
mujer y las actividades pblicas que en la mayora de las sociedades son fcil
mente asequibles a los hombres. Para Rosaldo, la oposicin entre las esferas do
mstica y pblica serva de soporte para identificar a las mujeres con la vida
domstica y a los hombres con la vida pblica.
Las contribuciones de Ortner y Rosaldo fueron cuestionadas por antroplogas
como Marilyn Strathern y Henrietta Moore. Estas autoras sealaron las dificulta
des que surgan al aplicar los modelos de Ortner y Rosaldo a otros contextos
sociales, es decir, los sesgos etnocntricos de sus categoras analticas. Moore iden
tific algunas carencias en las explicaciones de Ortner para la subordinacin feme
nina: en primer lugar, porque no se puede deducir de la asociacin entre mujer y
naturaleza, una similar entre hombre y cultura. En segundo lugar, porque si se
considera a la mujer ms prxima a la naturaleza, hay que preguntarse quin la
considera de esta manera y no dar por supuesta una unidad cultural ni excluir la
posibilidad de que otros grupos sociales perciban y experimenten las cosas de
distinta manera. Igualmente, porque el hecho de considerar al hombre y la mujer
como dos categoras simblicas opuestas centra la atencin en un tipo de relacin
de gnero: la que se da entre esposos y no las existentes entre hermano/hermana,
padre/hija, madre/hijo. En tercer lugar, porque naturaleza y cultura no son
categoras denotativas ni exentas de valores, y no se debe dar por sentado que estos
trminos traducen de manera adecuada las categoras imperantes en otras cultu
ras. La superioridad de la cultura sobre la naturaleza es un concepto occidental y
forma parte de la estructura conceptual de una sociedad que concibe la civiliza
cin como la culminacin del triunfo del hombre sobre la naturaleza.
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cia racial a travs del gnero, cmo divida el racismo la identidad y experiencia de
gnero, y cmo el gnero y la raza configuraban la clase (Moore).
En su estudio sobre la figura problemtica de la mujer obrera en el siglo xix la
historiadora Joan Scott analizaba la forma como el discurso sobre el gnero
estructuraba los comportamientos de clase y la incidencia de las relaciones de
gnero en la historia de clase. Igualmente, Michael Kimmel (207-17), en su tra
bajo socio-histrico sobre la masculinidad estadounidense, sealaba que a travs
del gnero se haba descalificado a numerosos grupos tnico-raciales. Mientras los
esclavos negros fueron tildados como menos varoniles en su condicin de hombres
dependientes de otros, incapaces de defender a sus mujeres y nios, los indgenas
nativos fueron infantilizados en las representaciones que se hacan de ellos, y ms
recientemente, durante la guerra de Vietnam, los vietnamitas fueron descritos
como pequeos, blandos y afeminados, es decir como poco hombres.
En relacin con las diferencias sociales, fue necesario hacer otras precisiones. La
primera es que es fundamental abandonar cualquier supuesto respecto a la hege
mona de un tipo concreto de diferencia sobre las dems ya que esto nos predis
pondra a privilegiar ciertas diferencias en detrimento de otras. Sin embargo, es
evidente que en determinados contextos existen diferencias ms importantes que
otras. De all se desprende la necesidad de analizar la interaccin de estas diferen
cias como un conjunto de intersecciones que se define en un contexto histrico y
cultural determinado.
La segunda precisin en relacin con las diferencias sociales es que las diferen
cias sexuales o fenotpicas no significan socio-polticamente nada en s mismas, a
menos que estn ordenadas de manera jerrquica y sean dotadas de valor simbli
co por una serie de complejos procesos socio-polticos, legitimados a su vez por
estas diferencias (Stolcke 335-44). La tercera es que es importante tener en cuenta
que las diferencias de sexo y las diferencias de raza, construidas ideolgicamente
como hechos biolgicos significativos, son utilizadas para naturalizar y reproducir
las desigualdades sociales (87-111). Finalmente, es necesario considerar que esta
naturalizacin de las desigualdades sociales es un procedimiento ideolgico cada
vez ms utilizado en el mundo contemporneo, en un intento fallido por superar
las contradicciones inherentes a la teora democrtica liberal que preconiza la igual
dad de oportunidades para todos los seres humanos, libres e iguales por nacimien
to, pero sostiene en la prctica criterios no universales de inclusin social.
Los cambios en los significados de la diferencia que dej de ser diferencia de
gnero como suceda hasta mediados de los ochentapara convertirse en dife
rencia entre mujeres y luego diferencias mltiples y entrecruzadas, como lo sea
lan Moore y Stolcke, trajeron beneficios tanto tericos como polticos al integrar
el gnero a otros tipos de subordinacin. Sin embargo estas consideraciones, jus
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A manera de conclusin:
La diferencia, un lugar relevante para el feminismo
Al final de este recorrido por algunas de las controversias que han acompaado
la historia de los estudios de gnero y del movimiento feminista, nos queda claro
que una teora feminista del gnero debe ser simultneamente una teora de la
diferencia. El sentido de la diferencia, como nos lo recuerda Stuart H all,10 no es
solamente el de otredad sino el de un significado diferido (y no slo diferencia
do), por el juego de la significacin. El significado del gnero depende del lugar
arbitrario y contingente en que continuamente se estn ubicando y reubicando
sus trminos diferenciales (las oposiciones binarias en los que se apoya). Con este
concepto de la diferencia es posible pensar el continuo movimiento del significa
do del gnero, ms all del cierre provisional que lo hace posible. Imaginar hoy
una teora y una prctica poltica basadas en un antagonismo estructural y
transhistrico entre dos categoras coherentes las mujeres y los hombreses
prcticamente imposible. Los debates surgidos desde mediados de los ochenta
cuestionaron la existencia de un sujeto femenino, la Mujer, basado en un crite
rio de gnero, porque ignoraba las divisiones internas (raciales, de clase, naciona
les) de esta categora que podan restar coherencia al sujeto consciente.
Para autoras como Gloria Anzalda, su propia historia de persona chicana que
vive entre las fronteras de Mxico y Estados Unidos, del espaol, el ingls y los
dialectos nativos, de sus tareas como acadmica en la Universidad de California y
como activista de distintos movimientos feministas es una ilustracin de la impo
sibilidad de ser un sujeto unitario construido a partir de las categoras binarias de
la Modernidad. Por el contrario, han sido su capacidad de cruzar fronteras y su
10 El planteamiento de S. Hall se inspira en el trabajo terico de Jacques Derrida, que utiliza la palabra
diffrance con a, para generar un sentido suplementario a la palabra diferencia y mostrar que el
significado nunca est terminado o completado, pero que se mantiene en movimiento para abarcar
otros significados adicionales o suplementarios (138).
189
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193
Cuerpos naturalizados:
Nuda vida en dispora
Carmen Milln de Benavides
Instituto de Estudios Socialesy Culturales PENSAR
Pontificia Universidad Javeriana
F e m in a sacer
Nuda propiedad, desnuda, mera propiedad, propiedad sin atributos. Nuda
vida, mera vida, vida sin valor, cosificacin de la vida para ser desprovista de todo
aquello que excede al mero conjunto de fuerzas que se resiste a la muerte. Giorgio
Agamben emplea la figura para proponernos el homo sacer (108), un ser tan des
preciable que puede ser muerto por cualquiera sin que ello constituya homicidio,
y cuya muerte no es sacrificio, pues sta tampoco es de la incumbencia de los
1Tomo prestada la expresin de Livio (3.9.4) al referirse a la potestad legisladora de los tiranos.
dioses. Excluido del mundo de los humanos y del de los dioses, el homo sacer es
apenas pulsin vital afincada en la existencia, a despecho de la ficcin de su no
presencia en el tejido de la civitas.
Este ser, ni sacrificable ni matable, homo sacer con su vida precaria, sirve a Agamben
para generar teora en torno al poder soberano del Estado. En mi caso, sirve para la
lectura en clave de gnero de situaciones en las cuales el ser humano es reducido a lo
corporal y lo corporal a la transaccin econmica, a la intervencin quirrgica que
permitir el uso sin consecuencia reproductiva para el no buscado cliente, y, finalmen
te, lo corporal como ensamblaje que se puede desarticular para los usos del mercado.
La propuesta desde las ideas de Agamben es ms productiva que la idea del
cuerpo sin rganos cohorte lgubre de cuerpos cosidos, vidriosos, catatonizados
anorxicos, intervenidos, de la cual nos han hablado Deleuze y Guattari (156). La
pulsin del homo sacer puede sentirse cuando un grupo de policas de Bogot juega
a la ruleta rusa con indigentes en macabra versin de limpieza social, pero tambin
en el adjetivo desechables que miles de colombianos emplean para nombrarlos.2
En clave de gnero, propongo la fem in a sacer. Ella es reclutada, puesta en la
lista del comandante a cargo de la biopoltica en el campamento, e intervenida en
la visita del mdico, probablemente interceptado contra su voluntad para realizar
la rpida operacin. Esta fem in a sacer es contactada en el barrio de una ciudad
colombiana cualquiera y reaparece, invisible para las autoridades tanto del pas
emisor como del pas receptor en Europa o en Asia. No-presencia para las autori
dades colombianas, no-presencia para las autoridades japonesas, espaolas, etc.
esta fem in a sacer slo es visible cuando es expulsable, deportable, estadstica del
triunfo de las leyes de inmigracin sobre los seres indeseables.
2 Ei cuerpo de John Alexander, un indigente de la famosa calle bogotana El Cartucho, apareci descuar
tizado y sus compaeros contaron a la Fiscala lo ocurrido, segn reporta El Tiempo del pasado 1 de
marzo: Proceso/Pliego de cargos a ocho patrulleros de la polica. Jugaron ruleta rusa con cada uno:
Procuradura. El Tiempo, marzo 1, 2003. Ed. Bogot. Seccin Judicial.
196
La maldicin que lanza el rey Lear a su hija mayor Gonerila viene cumplindo
se en cientos de mujeres colombianas sometidas, contra su voluntad, a procedi
mientos de contracepcin impuestos por las comandancias guerrilleras, segn
informes que ya recoge en su reporte anual la a c n u r . 3 La edad de las nias, la
circunstancia de un procedimiento expedito que no permite la elaboracin de una
historia clnica en la que se indague algo tan sencillo como: ha menstruado
usted ya por primera vez?, produce como resultado la infertilidad permanente,
negacin de la opcin reproductiva.
Circula entre las redes de activistas por los derechos humanos la historia del
mdico secuestrado por las FARC en la zona del Tabln de Gmez, en el departa
mento de Nario, quien, entre el 4 y el 14 de octubre de 2002 fue obligado a
instalar el dispositivo intrauterino (o T de cobre) a 320 nias de entre los 13 y los
16 aos.4 El hecho de instalar la T a tan temprana edad, sin mediar la presencia
del periodo menstrual, poca en la cual debe hacerse la implantacin segn reco
mendacin gineco-obsttrica, sumado a la escasa o nula vigilancia de la salud
sexual de los que emplearn esos cuerpos desprovistos de riesgo conceptivo, con
duce, como ya se seal, a la muy segura incapacidad reproductiva de las vctimas,
esto sin hablar del trauma sicolgico.
En el informe presentado por la Relatora especial sobre violencia contra la mujer
en 2001, se seala que la violacin, esclavitud sexual, prostitucin forzada, em
barazo forzado, esterilizacin forzada (nfasis mo) u otros asuntos de gravedad com
parable son crmenes de lesa humanidad (2.12). En nuestro pas son apenas, si
acaso, titular de prensa.5 Dicho informe tiene como subttulo: La violencia contra
la mujer perpetrada y/o condonada por el Estado en tiempos de conflicto armado
(1997-2000). Y en ese subttulo el intersticio de la condonacin: nadie se ocupa.
197
que producen vulos preparados por los empresarios que las conducirn a Japn,
metonimia de un cuerpo que ser vaciado.
Ella sabe que podr vender sus vulos y eventualmente lo har. Hasta podr
girar dinero para su familia, en una actividad que viene siendo estudiada con
atencin por los economistas, ante las cantidades de dinero que va remesa entran
en las economas de los pases pobres y contribuyen a transformar las estadsticas
de ingreso per cpita. 6
Despus de varias extracciones, en condiciones que garanticen la plena utiliza
cin de los huevos, la proveedora ponedora (recordemos, es una fem in a sacer)
ser invitada a la prostitucin, slo si amerita. Al fin y al cabo feas y bonitas por
norma general producimos vulos sanos, de manera regular, huevos mercadeables
en la industria biotecnolgica, pero no todos los cuerpos sirven en el mundo del
entretenimiento de los exigentes mercados de Espaa y Japn.
No se trata aqu de prostitucin, ese espejo oscuro tan problemtico para el
feminismo en un pas donde an la Iglesia Catlica sostiene que la nica finalidad
de la sexualidad es la reproduccin, llevando la discusin a escenarios estriles. La
fem ina sacer es, en este caso, la del cuerpo saqueado, vaciado y luego estigmatizado.
Art. 134 (cap. 8Ttulo 1 Libro 2 del Cdigo Penal (Ley 599 de 2000). Fecunda
cin y trfico de embriones humanos. El que fecunde vulos humanos con finali
dad diferente a la procreacin humana, sin perjuicio de la investigacin cientfica,
tratamiento o diagnstico que tengan una finalidad teraputica con respecto al ser
humano objeto de la investigacin, incurrir en prisin de uno (1) a tres (3) aos.
En la misma pena incurrir quien trafique con gametos, cigotos o embriones huma
nos, obtenidos de cualquier manera o a cualquier ttulo.
Yo s dnde vive tu familia les dir el mafioso de la Yakusa, que ya no ser
Koichi Hagiwara alias Sony,7 a esas mujeres, quienes segn estimados de la Dijn
salen de a tres por da hacia los mercados europeos o asiticos8 y segn estimados
de la Organizacin Internacional para las Migraciones -O IM llegan a sumar
500,000 mujeres, nios y nias, colombianos y colombianas esclavizados en los
mercados globalizados.9
Esta fem in a sacer merecera contar con la proteccin de un Estado que exigiera
la extradicin de los poderosos empresarios japoneses que sobrepasan los lmites
6Vase un resumen en el boletn de prensa del BID. New Study: Rapid Changes in M oney Transfer Industry
Could Improve Incom e o f Poor Households in the U.S. a n d Latin America. Washington, Nov. 22, 2002.
7 Capturado el 17 de diciembre de 2002.
8 Quejas colombianas hundieron a Sony.'El Tiempo, viernes 10 de enero de 2003, Seccin Judicial,
Edicin Bogot 1-8
9 Trafficking in Migrants. OIM 23 , April 2001. Special Issue.
198
de la lesin enorme en contrato de compraventa, para pasar a la estafa. La penalizacin econmica quiz sea un intersticio a travs del cual sea posible vencer la
impunidad. Esta fem in a sacer merecera que pusiramos este asunto en el escena
rio productivo de la judicializacin del trfico de personas, con las escandalosas
cifras que nos hacen captulo destacado en los informes de la o i m , trfico agravado
por el delito concurso de manipulacin gentica.
Las mujeres que ejercen oficios dentro de la llamada industria del sexo, nom
bre que empez a emplearse en los aos ochenta10 y ya ha sido admitida por la
OIT, entran a ser punidas por el fa s de nuestro Estado que no se decide a ser laico.
No son, todas ellas sin embargo, fem inas sacer. La variedad del mercado de oficios
de la industria incluye la industria matrimonial en la que se negocian cuerpos a
veces sin consentimiento de sus dueas y quiz, en el desglose de ese portafolio,
van apareciendo las que tienen slo nuda vida.
Modernidad y ambivalencia
Los territorios de la violencia son pblicos y privados. Son del oikos y de la
polis, a veces asimtricamente como en el caso de la violencia intrafamiliar o en el
de las violencias silenciadas ejercidas en las calles contra los y las trabajadoras
sexuales. Y atravesando los dos reinos, la dupleta del ius y el fas. El operador
jurdico del derecho divino (fas) y del derecho humano (ius) era/es el pontfice. La
alternativa era/es tiene que ver con las reservas que acompaan la suscripcin de
diversos tratados internacionales, en particular y para efectos de este artculo, la
199
c e d a w
O b ras c itad a s
Delacoste , F., Alexander, E, eds. Sex Work: Writings by women in the sex industry. San Francisco: Cleis
Press, 1987.
Gmez, Susi. "Re: Horror". E-mail a Claudia Surez. 26 de febrero, 2003.
Lim, L.L., edit. The Sex Sector, OIT, Ginebra, 1998.
New Study: Rapid Changes in M oney Transfer Industry Could Improve Income o f Poor Households in the U.S.
a n d Latin America. Boletn de prensa del BID. Washington, Nov. 22, 2002.
"Quejas colombianas hundieron a Son". El Tiempo viernes 10 de enero de 2003, Seccin Judicial,
Edicin Bogot 1-8
"Proceso/Pliego de cargos a ocho patrulleros de la polica. Jugaron ruleta rusa con cada uno:'" El
Tiempo, marzo 1, 2003. Ed. Bogot. Seccin Judicial.
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donde uno esperara que lo hiciera -en los medios de comunicacin, las
escuelas pblicas y privadas, los juzgados, la familia, ya sea nuclear o exten
dida o monoparental en fin, en lo que Louis Althusser ha llamado los
aparatos ideolgicos del Estadosino tambin, aunque de manera menos
evidente, en la academia, en la comunidad intelectual, en las prcticas ar
tsticas y teoras radicales de la vanguardia, incluso, y de hecho especial
mente, en el feminismo.
4 .Paradjicamente, por tanto, la construccin del gnero se efecta tambin me
diante su deconstruccin; es decir, mediante cualquier discurso, feminista o no,
que lo descarte como distorsin ideolgica. El gnero, al igual que lo real, no es
slo el efecto de la representacin sino tambin su exceso, lo que queda fuera del
discurso como un trauma potencial que puede quebrar o desestabilizar, si no es
contenido, cualquier representacin.
1
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tanto toda la complicada cuestin de la relacin del gnero humano con respecto
a la representacin, es totalmente intraducibie a las lenguas romances, una leccin
para cualquiera que an est tentado a casarse con una visin intemacionalista,
por no decir universal, del proyecto de teorizar el gnero.
Volviendo al diccionario, encontramos que el trmino gnero es una repre
sentacin; y no slo una representacin en el sentido en que toda palabra, todo
signo, refiere (representa) a su referente, ya sea un objeto, una cosa o un ser ani
mado. El trmino gnero es, en realidad, la representacin de una relacin, la de
pertenecer a una clase, un grupo, una categora. El gnero es la representacin de
una relacin o, si puedo saltar por un momento a la segunda proposicin, el
gnero construye una relacin entre una entidad y otras entidades, previamente
constituidas como clase, y tal relacin es de pertenencia; as, el gnero asigna a
una entidad, por ejemplo a un individuo, una posicin en una clase y, por tanto,
una posicin tambin con respecto a otras clases preconstituidas (utilizo el trmi
no clase intencionalmente, aunque no me refiero aqu a clase(s) social(es), pues
to que quiero conservar la idea marxista de clase como un grupo de individuos
unidos por intereses y determinantes sociales incluida, de manera muy significa
tiva, la ideologaque no son ni elegidos libremente, ni establecidos arbitraria
mente). De esta manera, el gnero representa no a un individuo sino una relacin,
una relacin social; en otras palabras, representa a un individuo para una clase.
El gnero neutro en ingls, una lengua que se basa en el gnero natural (nota
mos, a propsito, que la naturaleza est siempre presente en nuestra cultura, desde
el comienzo, que es, precisamente, el lenguaje), se asigna a las palabras que hacen
referencia a entes asexuales o sin sexo, objetos o individuos marcados por la ausencia
de sexo. Las excepciones a esta regla muestran la sabidura popular del uso: en in
gls, el gnero de un beb es neutro, y el adjetivo posesivo correcto es its (su, para
sujeto neutro), segn me lo ensearon cuando aprend ingls varios aos atrs, aun
que la mayora de la gente utilice his (de l), y algunos, desde hace poco tiempo y no
con mucha frecuencia, e incluso de manera inconsistente en ese caso, utilicen his or
her (de l o de ella). A pesar de que un beb tiene sexo por naturaleza, no es sino
hasta el momento en que se vuelve un nio o una nia (hasta cuando es significado
como uno u otra), que llega a adquirir un gnero.3 As, lo que sabe la sabidura
popular es que el gnero no es el sexo, un estado de la naturaleza, sino la representa-
3 No entro a describir otras excepciones bien conocidas del uso del ingls, tales como las de los barcos,
automviles y pases, que son femeninos. Ver el libro de Dale Spender, Man M ade Language para un
seguimiento muy til de las cuestiones originadas en la investigacin sociolingstica feminista angloa
mericana. Sobre la cuestin filosfica del gnero en el lenguaje, y en especial su subversin en prcticas
de escritura mediante el empleo estratgico de pronombres personales, ver el texto de Monique Wittig,
The Mark of Gender
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cia de la ideologa. Pero la conexin ha sido explorada por otras pensadoras marxistas que son feministas y, an ms en el sentido contrario, por algunas pensadoras
feministas que son tambin marxistas. Michle Barrett, por ejemplo, plantea que
no slo la ideologa es un lugar fundamental de la construccin del gnero, sino
que la ideologa de gnero... ha jugado una parte importante en la construccin
histrica de la divisin capitalista del trabajo y en la reproduccin de la fuerza de
trabajo, y es, por lo tanto, una demostracin precisa de la conexin integral
entre la ideologa y las relaciones de produccin (74).
El contexto del planteamiento de Barrett (expuesto originalmente en su libro de
1980, Womens Oppression Today) es el debate provocado en Inglaterra por la teora
del discurso y por otros desarrollos posalthusserianos de la teora de la ideologa y,
ms especficamente, por la crtica de la ideologa promovida por el diario feminista
britnico m/f con base en las nociones de representacin y diferencia tomadas de
Lacan y Derrida. Barrett cita el texto A Note on the Distinction between Sexual
Division and Sexual Difference, de Parveen Adams, en el que la divisin sexual se
refiere a las dos categoras mutuamente excluyentes de hombres y mujeres, tal como
se dan en la realidad: En trminos de diferencias sexuales, por otra parte, lo que se
debe captar es, precisamente, la produccin de diferencias mediante sistemas de re
presentacin; el trabajo de la representacin produce diferencias impredecibles (52).
La crtica de Adarns hacia una teora (marxista) feminista de la ideologa que se
fundamente en la nocin de patriarcado como algo dado en la realidad social (en otras
palabras, una teora basada en el hecho de la opresin a las mujeres por parte de los
hombres), es que una teora semejante se sustenta en un esencialismo, ya sea biolgico
o sociolgico, que surge de nuevo, incluso en el trabajo de aquellos que, como Juliet
Mitchell, insistiran en que el gnero es un efecto de representacin. Segn Adams,
en los anlisis feministas [el concepto de un sujeto femenino] se apoya en una opre
sin homognea de las mujeres en un estado, la realidad, dado antes que las prcticas
de representacin (56). Al hacer nfasis en que la construccin del gnero no es ms
que el efecto de una variedad de representaciones y prcticas discursivas que producen
diferencias sexuales impredecibles (o, parafraseando, el gnero no es ms que la con
figuracin variable de posturas sexual-discursivas), Adams cree que puede evitar las
simplicidades de una relacin siempre ya antagnica entre los sexos, que es un obst
culo, a su modo de ver, tanto para el anlisis feminista como para la prctica poltica
feminista (57). Coincido con la respuesta de Barrett a este punto, especialmente en lo
que concierne a sus implicaciones para la poltica feminista:
No necesitamos hablar de la divisin sexual como siempre presente; podemos
explorar la construccin histrica de las categoras de masculinidad y feminidad sin
estar obligados a negar que, aunque sean histricamente especficas, hoy en da
existen en trminos sistemticos e incluso previsibles (70-71).
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Scott y Barbara Smith, con el ttulo All the Women Are White, All the Blacks Are
Men, but Some o f Us Are Brave.6 Estos libros dieron a conocer a todas las femi
nistas los sentimientos, los anlisis y las posiciones polticas de las feministas de
color, y sus crticas hacia el feminismo blanco o dominante. El cambio que se
produjo en la conciencia feminista mediante trabajos como stos se caracteriza
sobre todo por la conciencia y el esfuerzo por trabajar la complicidad del femi
nismo con la ideologa, tanto la ideologa en general (incluyendo el clasismo o el
liberalismo burgus, el racismo, el colonialismo, el imperialismo y, aadira yo,
con ciertas lim itaciones, el humanismo) como la de gnero en particular, es
decir, el heterosexismo.
Complicidad y no adherencia total, puesto que es obvio que el feminismo y
una adherencia total a la ideologa de gnero son mutuamente excluyentes en las
sociedades centradas en torno al varn y lo masculino. Aadira, adems, que la
conciencia de nuestra complicidad con la ideologa de gnero, y las divisiones y
contradicciones dependientes de ella, son lo que debe caracterizar a todos los
feminismos actuales en Estados Unidos; ya no slo a los de las blancas y de clase
media, que fueron las primeras en verse forzadas a examinar nuestra relacin con
las instituciones, con la prctica poltica, con los aparatos culturales, y luego con
el racismo, el antisemitismo, el heterosexismo, el clasismo y dems; ya que la
conciencia de complicidad con las ideologas de gnero de sus culturas y subculturas
particulares tambin est emergiendo en los escritos ms recientes de las mujeres
negras y latinas, y en los de aquellas lesbianas, de cualquier color, que se identifi
can como feministas.7 La cuestin de hasta qu punto esta conciencia reciente o
emergente de complicidad acta a favor o en contra de la conciencia de opresin
es fundamental para la comprensin de la ideologa en estos tiempos posmodernos
y poscoloniales.
Es por eso que, a pesar de las divergencias, las diferencias polticas y personales,
y el dolor que rodean los debates feministas al interior y a travs de las lneas
raciales, tnicas y sexuales, podemos vernos estimuladas en la esperanza de que el
dad democrtica y socialmente progresiva, y nuestro ncleo de identidades personales como individuos
de distinto gnero (28-29). Para una referencia ms exhaustiva es apropiado en este contexto ver el libro
de Mary Ann Warren, Gendercide; un estudio de la tecnologa de eleccin de sexo en desarrollo se
encuentra en Shelley Minden (13-14).
6 This Bridge Called My Back fue publicado originalmente por Persephone Press en 1981. Ahora est
disponible en su segunda edicin, reimpresa por Kitchen Table: Women of Color Press (New York,
1983).
7 Ver, por ejemplo, Cheryl Clark, Lesbianism: An Act of Resistance, y Mirtha Quintanales, 1 Paid
Very Hard for my Immigrant Ignorance, ambos en This Bridge Called My Back; Cherrie Moraga, Fioin
a Long Line ofVendidas, y Sheila Radford-Hill, Considering Feminism as a Model for Social Change,
ambos en De Lauretis, Feminist Studies/Critical Studies-, y el libro de Elly Bulkin, Minnie Bruce Pratt, y
Barbara Smith, Yours in Struggle: Three Feminist Perspectives on Anti-Semitism and Racism.
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8 El prrafo anterior tambin aparece en otro ensayo de este volumen, The Violence of Rhetoric,
donde por primera vez tom en consideracin la aplicabilidad de la nocin de Foucault de una tecnolo
ga del sexo a la construccin del gnero. Escrib lo siguiente: Aunque sea tan esclarecedor como lo es
su trabajo para la comprensin de la mecnica del poder en las relaciones sociales, su valor crtico es
limitado en cuanto a su ausencia de preocupacin por lo que, segn l, podramos llamar la tecnologa
del gnero: las tcnicas y estrategias discursivas mediante las que se construye el gnero.
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9 Aunque se pueden encontrar referencias ms detalladas del trabajo feminista en el cine en Alice Doesnt ,
quiero mencionar dos textos crticos fundamentales, ambos publicados en 1975 (el ao en que apareci por
primera vez en Francia Surveiller et Punir de Foucault): Laura Mulvey (6-18) y Stephen Heath (19-75).
10 En el solo texto flmico, pero siempre por medio del aparato en su totalidad, incluyendo los gneros
cinemticos, la industria del cine, y toda la historia de la mquina del cine, como la ha definido
Stephen Heath (The Cinematic Apparatus: Technology as Historical and Cultural Form, en De
Lauretis y Heath, Cinematic 7).
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masculina y una forma femenina, sino que se toma como una e igual para todos y, en
consecuencia, masculina. No estoy hablando de la libido, de la que Freud deca que
era una sola, y creo que puede haber tenido razn en esto. Estoy hablando aqu de la
sexualidad como un constructo y una (auto)representacin. sta s tiene al mismo
tiempo una forma masculina y una forma femenina a pesar de que, en el marco mental
patriarcal o centrado en el hombre y lo masculino, la forma femenina sea una proyec
cin de la masculina, su opuesto complementario, su extrapolacin, la costilla de
Adn, por as decirlo. De tal manera que, aun cuando se sita en el cuerpo de la mujer
(visto, segn lo escribi Foucault, como totalmente saturado por la sexualidad) (104),
la sexualidad es percibida como un atributo o una propiedad del varn.
Como afirma Lucy Bland en respuesta a un artculo sobre la construccin
histrica de la sexualidad que sigue la lnea de Foucault un artculo que de mane
ra predecible omite lo que ella considera uno de los aspectos principales de la
construccin histrica de la sexualidad, a saber, su construccin como gnero es
pecfico, las diversas concepciones de la sexualidad a lo largo de la historia occi
dental, sin importar cun diferentes hayan sido, han estado basadas en el perenne
contraste de la sexualidad masculina frente a la femenina (56). En otras pala
bras, la sexualidad femenina se ha definido, de manera invariable, tanto en con
traste como en relacin con la masculina. La concepcin de la sexualidad que
sostenan las feministas de la primera ola, a finales de siglo xix, no constitua la
excepcin: ya sea que apelaran a la pureza y se opusieran a toda actividad sexual
para no degradar a la mujer al nivel del hombre, o que apelaran a una expresin
libre, por parte de las mujeres, de la funcin natural y la cualidad espiritual
del sexo, este ltimo implicaba coito heterosexual y, ante todo, penetracin. Es
slo en el feminismo contemporneo que han emergido las nociones de una sexua
lidad diferente o autnoma de las mujeres, y de unas identidades sexuales femeni
nas no relacionadas con lo m asculino. Pero, an as, observa Bland, el
desplazamiento del acto sexual como penetracin del centro del escenario del sexo
sigue siendo una tarea a la que an hoy nos enfrentamos (67).
La polaridad masculino/Temenino ha sido, y sigue siendo, un tema central en casi
todas las representaciones de la sexualidad. Dentro del sentido comn, las sexua
lidades masculina y femenina se presentan como diferentes: la sexualidad masculi
na se entiende como activa, espontnea, genital, fcilmente despertada por objetos
y por la fantasa; mientras que la sexualidad femenina se piensa en trminos de su
relacin con la sexualidad masculina, que bsicamente se expresa y responde frente
al hombre (57).
De ah la paradoja que estropea la teora de Foucault, as como otras teoras
contemporneas, radicales pero centradas en torno a lo masculino: para combatir
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tos (por ejemplo, el cine hecho por mujeres y las cooperativas de salud, las revisio
nes del canon literario y de los currculos universitarios por parte de los estudios
femeninos y de los estudios afro-americanos, la crtica en desarrollo del discurso
colonial), tienen el poder de implantar nuevos objetos y modos de saber en los
sujetos individuales, se sigue de ello que estos discursos de oposicin o contra
prcticas (as como Claire Johnson llamaba al cine hecho por mujeres a comienzos
de la dcada de los setenta, contra-cine) puedan volverse dom inantes o
hegemnicos? Y si as es, de qu manera? O acaso no necesitan volverse domi
nantes para que las relaciones sociales cambien? Y si no de qu manera van a
cambiar las relaciones sociales de gnero? Puedo reformular estas preguntas en
una sola: si, como lo afirma Hollway, la diferencia de gnero se (...) reproduce en
las interacciones diarias de las parejas heterosexuales, a travs de la negacin del
carcter relacional no-unitario, no-racional de la subjetividad (252), qu va a
persuadir a las mujeres de invertir en otras posiciones, en otras fuentes de poder
capaces de cambiar las relaciones de gnero, cuando han asumido la posicin
actual (de parte femenina en la pareja), en primer lugar, porque esa posicin les
ofreca, como mujeres, un cierto poder relativo?
Lo que intento explicar es que, por ms que est de acuerdo con Hollway en la
mayor parte de su planteam iento, y por ms que me guste su esfuerzo por
redistribuir el poder entre muchos de nosotros, teorizar como positivo el poder
relativo de los oprimidos por las relaciones sociales actuales requiere algo ms
radical, o tal vez ms drstico, de lo que ella parece dispuesta a sostener. El proble
ma se agrava por el hecho de que las inversiones estudiadas por Hollway estn
aseguradas y protegidas por un contrato heterosexual; es decir, su objeto de estu
dio es el lugar mismo en el que las relaciones sociales de gnero y, por tanto, la
ideologa de gnero, se reproducen en la vida diaria. Cualquier tipo de cambio que
resulte de ah, sin importar cmo ocurra, tiende a ser, precisamente, un cambio en
la diferencia de gnero, ms que un cambio en las relaciones sociales de gnero:
un cambio, en pocas palabras, en el sentido de mayor o menor igualdad de las
mujeres con respecto a los hombres.
Aqu se hace evidente el problema de la nocin de diferencia(s) sexual (es), su
fuerza conservadora que limita y choca con el esfuerzo por repensar sus propias
representaciones. Para ver el gnero (a hombres y mujeres) de manera diferente, y
para (re)construirlo en trminos distintos de los dictados por el contrato patriar
cal, debemos alejarnos del marco de referencia centrado en torno al varn, en el
que el gnero y la sexualidad son (re)producidos por el discurso de la sexualidad
masculina -o , como lo escribi en forma tan acertada Luce Irrigara-, de la
hom(m)osexualidad. Este ensayo pretende ser un mapa aproximado de los prime
ros pasos para encontrar la salida.
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haban dicho nada acerca del gnero), y a Woolf y MacKinnon (que s lo haban
hecho), sino tambin porque haba absorbido como mi experiencia (mediante mi
historia y compromiso con la realidad social y con los espacios de gnero de las
comunidades feministas) el mtodo analtico y crtico del feminismo, la prctica
de la autoconciencia, puesto que la comprensin de la condicin personal como
mujer en trminos sociales y polticos, y la constante revisin, reevaluacin y
reconceptualizacin de esa condicin en relacin con la comprensin de sus posi
ciones socio-sexuales por parte de otras mujeres, generan un modo de aprehensin
de toda realidad social que deriva de la conciencia del gnero. Y desde esa apre
hensin, desde ese conocimiento personal, ntimo, analtico y poltico de la in
fluencia del gnero, no hay retorno a la inocencia de la biologa.
Es por eso que me parece imposible compartir la creencia de algunas mujeres
en un pasado matriarcal o un terreno matrstico contemporneo presidido por la
Diosa, un terreno de tradicin femenina, marginal y subterrneo y aun as del
todo positivo y bueno, amante de la paz, ecolgicamente correcto, matrilineal,
matrifocal, no indoeuropeo, y as sucesivamente; en breve, un mundo que no ha
sido tocado por la ideologa, la lucha racial y de clase, la televisin; un mundo no
perturbado por las contradictorias demandas y opresivas recompensas de gnero,
tal como yo, y con seguridad tambin esas mujeres, lo hemos experimentado a
diario. Por otra parte, y casi por las mismas razones, me parece igualmente impo
sible desechar el gnero ya sea como una idea mtica y esencialista del tipo que
acabo de describir, o como la idea liberal-burguesa estimulada por los publicistas
de los medios: en un da cercano, de alguna manera, las mujeres tendrn carreras,
tendrn sus propios apellidos y propiedades, hijos, esposos, y/o amantes mujeres
-segn la preferencia, y todo eso sin alterar las relaciones sociales existentes, ni
las estructuras heterosexuales a las que nuestra sociedad, y casi todas las dems,
estn bien atadas.
Aun este escenario que, honestamente debo admitirlo, a veces se entrev con
suficiente frecuencia al fondo de un cierto discurso feminista sobre el gnero; aun
ese Estado ideal de igualdad de gnero no es suficiente para disuadirme de reivin
dicar el gnero como una cuestin radical para la teora feminista. Llego as a la
ltima de las cuatro proposiciones.
4
El estado ideal de la igualdad de gnero, como acabo de describirlo, es un
blanco fcil para los deconstructores. (Aunque no es del todo un simulacro, por
que es una representacin real, slo hace falta ir a cine en la prxima cita para
12 Veo que escrib lo siguiente: La narrativa y el cine demandan el consentimiento de las mujeres y
mediante una dosis mayor de placer esperan seducir a las mujeres hacia la feminidad (Alice Doesnt 10)
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Teresa de Lauretis
13 La autora juega aqu con la palabra francesa hom m e, hombre. (N. Del T.).
14 El nfasis programtico de ese rechazo es corroborado por la evidencia histrica que Sandra Gilbert
y Susan Gubar aportan en su ensayo Sexual Linguistics: Gender, Language, Sexuality , para documen
tar la reaccin-formacin de la misoginia intensificada con la que los escritores [modernistas] varones
celebraron la entrada de las mujeres al mercado literario desde fines del siglo XVIII.
15 Sin embargo, como lo sealan tambin Gilbert y Gubar, tal paso no es algo sin precedentes o
necesariamente desinteresado. Bien puede ser y por qu no? que el esfuerzo de los escritores
hombres europeos, desde la Edad Media, por transformar la materna lingua, o lengua moderna (la
22 6
verncula) en un cultivado patrius sermo, o habla paterna (en trminos de Walter Ong), como un
instrumento ms acorde para el arte, haya sido un esfuerzo por sanar lo que Gilbert y Gubar llaman la
herida lingstica masculina: Llorando y velando a un patrius sermo, los modernistas y posmodernistas
hombres transforman la lengua verncula materna en un nuevo amanecer de patriarcado en el que
pueden despertar los viejos poderes de la Palabra del Padre Supremo (534-35).
22 7
Teresa de Lauretis
228
luego a discutir las diversas formas que asume la feminidad en el trabajo de Deleuze,
Foucault, Lyotard y Derrida y, de manera simultnea, el rechazo sistemtico por
parte de cada uno de estos filsofos a identificar la feminidad con las mujeres
reales. Por el contrario, es slo dejando de lado la insistencia en la especificidad
(gnero) sexual que las mujeres, segn ellos, seran el grupo social mejor calificado
(porque est oprimido por la sexualidad) para promover un sujeto que sea radical
mente otro, descentrado y desexualizado.
As, al desplazar la cuestin del gnero con una figura ahistrica, puramente
textual, de feminidad (Derrida), o al cambiar la base sexual del gnero mucho ms
all de la diferencia sexual, por un cuerpo de placeres difusos (Foucault) y super
ficies invertidas en forma libidinal (Lyotard), o un cuerpo-lugar de afectividad
indiferenciada y, a partir de ah, un sujeto liberado de (auto)representaciones y de
las limitaciones de la identidad (Deleuze), y, finalmente, al desplazar la ideologa,
pero tambin la realidad -la historicidaddel gnero con este sujeto difuso, des
centrado o deconstruido (pero definitivamente no femenino), resulta entonces
que, una vez ms de manera paradjica, estas teoras hacen su llamado a las muje
res, nombrando el proceso de tal desplazamiento con el trmino devenir mujer
(devenir-femm e).
En otras palabras, es slo a travs de la negacin de la diferencia sexual (y el
gnero) como componentes de la subjetividad en las mujeres reales y, a partir de
ah, negando la historia de la resistencia y la opresin poltica de las mujeres, as
como la contribucin epistemolgica del feminismo a la redefinicin de la subje
tividad y la sociabilidad, que los filsofos pueden ver en las mujeres al deposita
rio privilegiado del futuro de la humanidad. se, observa Braidotti, no es ms
que el antiguo hbito mental [de los filsofos] de pensar lo masculino como sin
nimo de universal... el hbito mental de traducir a las mujeres en metfora (3435). El que este hbito sea ms antiguo, y por tanto ms difcil de romper que el
sujeto cartesiano, puede explicar el descuido predominante cuando no se trata
de desprecio total- que tienen los hombres intelectuales hacia la teorizacin fe
minista, a pesar de gestos ocasionales en relacin con las luchas de las mujeres o
la concesin de un estatus poltico al movimiento femenino. Eso no debera impe
dir y no lo hace- que las tericas feministas lean, relean y rescriban sus trabajos.
Por el contrario, la necesidad de que la teora feminista contine con su crtica
radical de los discursos dominantes sobre gnero, como lo son stos, aun cuando
intenten acabar del todo con la diferencia sexual, es tanto ms imperiosa cuanto se
ha pronunciado, y no en vano, la palabra posfeminismo". Este tipo de deconstruccin
del sujeto es, en realidad, una forma de recontener a las mujeres en la feminidad
(Mujer) y de volver a posicionar la subjetividad femenina en el sujeto masculino, sea
como sea que ste se defina. Adems, cierra la puerta en la cara al sujeto social
229
Teresa de Lauretis
Quiero ser clara con respecto a este movimiento hacia atrs y hacia delante a
travs de las fronteras de la diferencia sexual. No me refiero a un movimiento de
un espacio hacia otro ms all, o fuera de ste: por ejemplo, del espacio de una
representacin, la imagen producida por la representacin en un campo discursivo
o visual, hacia el espacio fuera de la representacin, fuera del discurso, que se
entendera, entonces, como real; o, como dira Althusser, del espacio de la ideo
loga hacia el espacio del saber cientfico y real; o una vez ms, del espacio simb
lico construido por el sistema sexo-gnero hacia una realidad externa a l, puesto
que ninguna realidad social existe para una sociedad dada fuera de su sistema
sexo-gnero particular (las categoras mutuamente excluyentes de masculino y
femenino). Me refera, por el contrario, a un movimiento desde el espacio repre
sentado por/en una representacin, por/en un discurso, por/en un sistema sexognero, hacia el espacio no representado pero implcito (no visto) que hay en ellos.
Ya utilic la expresin fuera de cuadro, tomada de la teora del cine: el espacio no
visible en el encuadre, pero que se puede inferir a partir de lo que el encuadre hace
visible. En el cine clsico y comercial, el espacio fuera de cuadro es, de hecho, borrado,
o mejor, re contenido y cerrado en la imagen, por las reglas cinemticas de la
narrativizacin (primero que todo, el sistema de toma/toma invertida). Pero el cine de
vanguardia ha mostrado que el espacio fuera de cuadro existe de manera simultnea y
paralela al espacio representado, lo ha hecho visible al notar su ausencia en el encuadre
o en la sucesin de encuadres, y ha mostrado que no slo incluye la cmara (el punto
de articulacin y la perspectiva desde la que se construye la imagen) sino tambin al
espectador (el punto desde el cual la imagen se recibe, reconstruye y reproduce en la
subjetividad y como subjetividad).
Ahora bien, el movimiento hacia el interior y hacia el exterior del gnero como
representacin ideolgica que, segn propongo, caracteriza al sujeto del feminismo,
es un movimiento de vaivn entre la representacin del gnero (en su marco de
referencia centrado en torno al hombre) y lo que esa representacin deja fuera o, de
manera ms precisa, lo que hace irrepresentable. Es un movimiento entre el espacio
discursivo (representado) de las posiciones ofrecidas por los discursos hegemnicos y
el fuera del espacio, el otro lugar, de esos discursos: esos otros espacios, tanto discursivos
como sociales que existen, puesto que las prcticas feministas los han (re)construido,
en las mrgenes (o entre lneas, o contra los principios) de los discursos hegemnicos
y en los intersticios de las instituciones, en las contra-prcticas y nuevas formas de
comunidad. Estos dos tipos de espacio no se oponen el uno al otro, ni se unen en
una cadena de significacin, sino que coexisten en forma simultnea y en contradic
cin. El movimiento entre ellos, por tanto, no es el de una dialctica, el de la inte
gracin, el de una combinatoria, o el de la diffrance, sino que es la tensin de la
contradiccin, la multiplicidad y la heteronimia.
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Teresa de Lauretis
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Gnero, trabajo e
identidad en los estudios
latinoamericanos
Luz G abriela A rango G avina
Profesora Asociada
D epartam ento d e Sociologa
U n iversidad N acion a l d e C olom bia
Abstract
El artculo presenta un balance parcial de los principales enfoques a partir de los
cuales se han abordado las interrelaciones entre identidad, gnero y trabajo en
Amrica Latina en los ltimos aos. La literatura de soporte proviene de la sociolo
ga latinoamericana del trabajo, en especial de los estudios de gnero y trabajo. El
anlisis de los procesos identitarios en los estudios de gnero y trabajo en Amrica
Latina, a pesar del desarrollo reciente de los estudios sobre masculinidad, ha estado
centrado en la problemtica de la identidad femenina, en la cual las tensiones e
interrelaciones entre familia y trabajo han ocupado un lugar preponderante. Se
abordan cuatro grandes temas: 1) algunas perspectivas en el estudio de las identi
dades de las mujeres obreras: lo masculino y lo femenino en el espacio laboral;
familia, maternidad y trabajo; participacin sindical e identidad de gnero; 2) los
cambios generacionales en la construccin de la identidad de las trabajadoras; 3)
primeros impactos de los estudios de masculinidad en la problematizacin de las
identidades de gnero y trabajo: crisis del varn proveedor y nuevas masculinidades; masculinidad e identidades profesionales; 4) finalmente, los nuevos estudios
sobre desempleo, empobrecimiento y exclusin como tragedias identitarias.
Introduccin
Este artculo pretende realizar un balance parcial de los principales enfoques a partir
de los cuales se han abordado las interrelaciones entre identidad, gnero y trabajo en
Amrica Latina en los ltimos aos. La literatura de soporte proviene de la sociologa
latinoamericana del trabajo, y en especial de los estudios de gnero y trabajo.
En Amrica Latina, el rea que actualmente conocemos como estudios de gnero
y trabajo resulta de las investigaciones originadas en la dcada de los aos sesenta,
que buscaron analizar la participacin de las mujeres en el desarrollo, en el marco
de disciplinas como la sociologa, la antropologa y la economa, desde dos gran
des polos terico-polticos: las teoras de la modernizacin y la crtica feminista
marxista. Las preocupaciones que predominaron durante la dcada del sesenta se
relacionan con la participacin de las mujeres en el proceso de urbanizacin y en
las migraciones rural-urbanas, su vinculacin al servicio domstico y al sector in
formal, mientras en los aos setenta, la configuracin de un nuevo orden econ
mico mundial y el desarrollo de programas fronterizos de industrializacin que
recurren a mano de obra femenina interesan a un buen nmero de investigadoras.
A partir de la dcada de los ochenta, el debate sobre la divisin internacional del
trabajo da paso al de la globalizacin, al cual se aaden temas como la transforma
cin de los procesos productivos en las empresas, la introduccin de nuevas tecno
logas y prcticas gerenciales, y el supuesto agotamiento del paradigma productivo
taylorista/fordista. Las investigaciones feministas se interesan por el impacto de
estos procesos en la divisin sexual del trabajo en las empresas, la reconstitucin
de segmentaciones ocupacionales con base en el gnero, la calificacin y descalifi
cacin de la fuerza de trabajo femenina. En los noventa, al tema de la flexibilidad
laboral y la precarizacin del empleo, presentes desde la dcada del ochenta, se
aade el estudio del desempleo y los fenmenos de exclusin y polarizacin social,
resultado de la reestructuracin productiva y las polticas de ajuste.
Aunque muchas de estas temticas se desarrollan en el mbito de la produc
cin y el mercado de trabajo, es claro que uno de los aportes ms significativos de
este campo de estudios es haber puesto en evidencia las interrelaciones entre el
universo laboral y el mbito de la familia, la reproduccin y el trabajo domstico.
Los ltimos diez aos han visto ampliarse el espectro disciplinario, al tiempo que
la introduccin de la categora gnero modifica la perspectiva centrada anterior
mente en la divisin sexual del trabajo. El gnero obliga a pensar de manera
relacional y procesual para dar cuenta de la produccin, reproduccin o transfor
macin de las relaciones de gnero. La introduccin de esta categora tambin
obliga a pensar en los varones como sujetos condicionados por el gnero, y pro
porciona criterios para entender no slo las relaciones sociales y simblicas entre
238
los sexos sino tambin las que tienen entre s distintas categoras de mujeres u
hombres. Los enfoques victimizantes, o de la debilidad, que enfatizaban las des
ventajas sociales de las mujeres, son reemplazados por aproximaciones ms com
plejas que dan cuenta de las ambivalencias y las posiciones relativas de poder,
resistencia o sumisin en distintos contextos. La influencia de corrientes feminis
tas de la diferencia tambin contribuye a modificar los enfoques liberales y marxistas, destacando las particularidades de las experiencias femeninas ms all de la
comparacin desventajosa con las posiciones masculinas.
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relaciones de gnero sobre las culturas, las representaciones y las prcticas del
trabajo. Apoyndose en la tipologa de culturas del trabajo y gnero elaborada
por Newman para analizar los organismos ingleses del sector pblico que dife
rencia culturas tradicionales, culturas competitivas y culturas transformacionales,
Reygadas propone una tipologa anloga para abordar las culturas fabriles en
Amrica Latina.
En las fbricas como territorio masculino dominan culturas obreras que exal
tan valores masculinos como la fuerza fsica, la rudeza en el trato y en el lenguaje,
la estigmatizacin de la debilidad femenina; ejemplo de ello son las culturas mi
neras. La misoginia de la nave fabril (Firth-Cozens y West) se construye con el
concurso de diversas estructuras sociales y culturales: ritos de iniciacin, mitos,
smbolos, lenguajes, espacios de sociabilidad e instituciones masculinas como el
sindicato, la cantina o el club deportivo... Las mujeres no estuvieron necesaria
mente ausentes de estos territorios masculinos pero s fueron excluidas de los
trabajos mejor remunerados y ms calificados, de los puestos gerenciales en las
empresas y de las posiciones directivas en los sindicatos. Reygadas subraya la pre
sencia simblica de las mujeres:
Como vrgenes y santas en las imgenes religiosas que poblaron las fbricas, como
objetos sexuales en calendarios y carteles que decoraban los talleres y los vestidores
de los varones, como nombres que se daban a minas, maquinarias y fbricas, como
reinas de belleza y madrinas de los equipos deportivos de los trabajadores (92).
A partir de la dcada de los sesenta se difunden las plantas maquiladoras en
varios pases de Amrica Latina, con una participacin mayoritariamente femeni
na entre los trabajadores: se crearon fbricas para mujeres, rigurosamente vigila
das. Las relaciones de gnero no se modificaron de manera sustancial y se reprodujo
la divisin sexual del trabajo bajo administraciones paternalistas: a las mujeres les
fueron asignadas las actividades menos atractivas desde el punto de vista del sala
rio y del contenido del trabajo, y fueron tratadas como menores de edad y traba
jadoras de segundo orden. Reygadas escruta la documentacin etnogrfica para
rescatar manifestaciones de las resistencias de las trabajadoras. stas no toman en
general las mismas vas que las protestas masculinas porque casi siempre carecen
de sindicatos e instituciones similares, porque enfrentan a empresas con gran
movilidad y capacidad de control, y porque recurren a un arsenal cultural pro
pio. Las resistencias de las mujeres pasan por interpretaciones alternativas de su
condicin de trabajadoras y diversas protestas cotidianas.
Finalmente, Reygadas propone el tipo de las fbricas reconfiguradas, todava
minoritarias en el campo de la industria latinoamericana, pero que comportan
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poracin masiva de las mujeres al mercado de trabajo, Pineda se preocupa por los
efectos perversos de una cierta equidad de gnero con inequidad social. Su inves
tigacin se desarrolla en Cali, en hogares cuyas jefas han sido beneficiaras del
Programa Desarrollo de Familias con Jefatura Femenina auspiciado por el Banco
M undial de la Mujer. Sus compaeros son, en muchos casos, antiguos obreros
desempleados como efecto de la crisis econmica y la reestructuracin industrial
en la regin. Pineda afirma que las relaciones de poder entre gneros en comuni
dades pobres urbanas de Cali han cambiado por la combinacin de factores que
afectan negativamente a los hombres, como el incremento del desempleo mascu
lino, y otros que han beneficiado a las mujeres, como la disminucin de las tasas
de fertilidad, la expansin de servicios educativos y de bienestar infantil, la alta
movilidad fsica de las mujeres, su participacin en organizaciones comunitarias y
las trayectorias personales que las han motivado a superar experiencias de subordi
nacin y violencia con sus compaeros anteriores.
Pineda seala el efecto negativo del desempleo masculino sobre la identidad de
los varones, basada en buena parte sobre su papel de proveedores en el hogar. Su
investigacin nos muestra a unos hombres que aceptan una inversin de la divi
sin sexual del trabajo en la familia y asumen las tareas de cuidado en todas sus
dimensiones. Para muchos de ellos se trata de una situacin pasajera y reversible.
Los hombres resignifican esta transformacin en la divisin sexual del trabajo que
amenaza su masculinidad, y para ello acuden a otras dimensiones de la identidad
masculina, como su monopolio de la fuerza fsica y el trabajo pesado. El estudio
evidencia ese trabajo de resignificacin que puede entenderse como parte de la
lucha simblica adelantada por los varones para preservar, redefinindola, una
concepcin de masculinidad con alguna preeminencia sobre la feminidad. Algu
nas mujeres tambin los apoyan, hacindoles concesiones simblicas de modo que
no se sientan disminuidos por el cambio objetivo en las relaciones de poder y la
divisin del trabajo en la pareja.
La antigua divisin sexual del trabajo es objeto de otras negociaciones y orien
taciones en las nuevas generaciones. Como lo seala Viveros (2002):
Los hombres ms jvenes expresan, en mayor o menor medida, una relativa acep
tacin de perder parte de su antiguo poder a cambio de aminorar las tensiones
ligadas al cumplimiento de sus responsabilidades econmicas. Igualmente, es im
portante hacer referencia a los cuestionamientos hechos por muchos de los varones
de esta generacin en relacin con su identidad social como tales y a sus deseos de
asumir en forma diferente la relacin con el trabajo, la familia y la paternidad (257).
Fuller analiza el impacto que tienen los cambios en el mercado laboral sobre
las identidades masculinas en sectores populares en el Per. Para los varones limeos
de sectores populares, el discurso de la responsabilidad familiar es el soporte de la
representacin del trabajo, espacio masculino por excelencia, en contraposicin a
la casa femenina. En contraste con la alta valoracin que conceden al trabajo,
todos relatan una historia de inestabilidad laboral con cambios constantes de ocu
pacin, y varios entrevistados estn desempleados. De este modo, nos dice Fuller,
el trabajo, eje ms importante en la constitucin de la identidad masculina, est
marcado por la inseguridad y el dolor.
Para los varones jvenes limeos, contribuir al hogar es una fuente de afirmacin
de su masculinidad al conferirles derechos y autoridad sobre mujeres y nios. El
trabajo es la puerta de entrada al espacio masculino pero es notorio el desfase entre
sus altas expectativas en trminos de estudios y acceso a las profesiones y sus posibi
lidades reales. Para los cuzqueos adultos de sectores populares, el trabajo se identi
fica con hombra : hace hombre al varn, su finalidad es dignificarse y sustentar a la
familia. Fuller subraya la ambivalencia y los costos de acceder a un reconocimiento
social como adultos responsables: ingresar a la etapa adulta es una fuente de orgullo
y satisfaccin: son padres y jefes de familia, pero implica cancelar los sueos de
estudiar o acumular recursos que les abriran las puertas del ascenso social (19).
La investigacin de Puyana y Mosquera en torno a las representaciones sociales
de la paternidad y la maternidad en Bogot identifica transformaciones significa
tivas en la divisin del trabajo en el hogar, motivada, en algunos casos, por las
necesidades que plantean cambios como separaciones, nuevas uniones, el trabajo
intensivo de ambos cnyuges o el desempleo masculino; en otros, como expresin
de una conciencia de gnero y de la voluntad de incidir en transformaciones socia
les desde sus propias familias, con sus parejas e hijos. El estudio documenta una
gran variedad en los acuerdos de pareja en torno a la proveedura y distribucin de
responsabilidades para asegurar el mantenimiento econmico de la familia, que
van de la divisin entre proveedor masculino exclusivo y ama de casa, a una coproveedura equitativa, pasando por inversiones en la divisin sexual del trabajo y
en proveeduras colectivas que involucran a otros miembros de la familia.
Escobar se interesa por comprender la reestructuracin de las vidas masculinas
a partir de la reestructuracin econmica y social. Para ello aborda relatos de vida
masculinos que somete a un ejercicio de sospecha, introduciendo la idea de
neom achism o :
En la vida urbana mexicana, el cambio econmico y el feminismo han dejado
huellas en el relato masculino obrero, artesanal o profesional, que no puede abordar
las diferencias y la discriminacin con la naturalidad de antes. Pero esto no significa
necesariamente que cambien las relaciones de gnero. La dominacin puede buscar
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mejor atendida, de su cuerpo. La potencia del camin se confunde con una autoimagen de virilidad, valor y fuerza fsica. Trabajo solitario que identifica al hombre
con su camin, tambin tiene sus espacios de identidad y solidaridad colectiva, de
clase, entre varones: sta se manifiesta en los bares, restaurantes y dems lugares
de encuentro de los camioneros en el camino.
En los ltimos aos, la herencia de la profesin y el camin tambin se trans
mite a las esposas e hijas. Las mujeres camioneras enfrentan dificultades para ser
reconocidas como tales: algunas esposas de camioneros que asumen la conduccin
del camin son no visualizadas por los clientes que slo se dirigen a sus maridos.
Otras son percibidas como mujeres excepcionales, las nicas que podran asumir
un trabajo como ste, propio de hombres. En este mundo masculino, la sociabili
dad entre hombres y mujeres es restringida. Las camioneras que tienen hijos com
binan sus responsabilidades, supeditando la mayora de las veces las exigencias de
cuidado de los hijos a las exigencias del trabajo, que no permite mucha flexibili
dad. Los hijos pequeos acompaan a la madre en el camin y son atendidos por
sta dentro de las limitaciones de tiempo y espacio que establece el trabajo. En
este caso, el camin ya no es una extensin viril del cuerpo sino una extensin
femenina de la casa.
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parte de otros. Esto requiere contar con algunos anclajes identificatorios simbli
cos al abrigo de toda duda, que aseguren la posibilidad de reconocerse como iden
tificado e identificante. Las instituciones, especialmente la familia, brindan el
soporte ms estable para dichos anclajes. Los cambios de los ltimos siglos, al
desplazar a la familia como sostn de la identidad, en favor de la ubicacin del
sujeto en el orden econmico-productivo y del consumo, pueden volver ms vul
nerables a los sujetos ante una situacin de desempleo y favorecer sufrimientos
excesivos que produzcan paralizacin y desconcierto en el sentimiento de identi
dad y en los proyectos vitales.
Galli y Malf sealan algunas diferencias de gnero en los efectos psicosociales
de la desocupacin y subocupacin. Entre los varones, todava domina un mayor
compromiso narcisista con el trabajo y el ganar dinero; algunos hombres recurren
a la violencia fsica o verbal buscando un resarcimiento imaginario a su desvalori
zacin; puede haber conductas regresivas de apartamiento resentido o recrudeci
miento de demandas de atencin. Aunque la mujer est sometida a presiones
similares, ya que muchas tienen posiciones de jefas de familia, no sufren las conse
cuencias psquicas mencionadas. Los hombres y las mujeres mayores de 40 y 50
aos manifiestan una mayor vulnerabilidad: la crisis de la mitad de la vida se
acenta y puede llevar a cuadros de depresin severa o trastornos psicosomticos.
La desocupacin de profesionales puede ser vivida como fracaso de una eleccin
vocacional. Los autores insisten sobre los efectos psicosociales del proceso social de
culpabilizacin de la vctima.
La heterogeneidad de las actitudes hacia el trabajo incide en efectos diferencia
les de la crisis ocupacional. Las concepciones del trabajo vigentes en nuestras so
ciedades contienen diversas influencias que pueden proceder del sistema de
produccin o de cosmovisiones particulares. En la actualidad, la constelacin cul
tural hegemnica es la que sirve al paradigma neoliberal. Las distintas mentalida
des slo encuentran ocasin de aplicarse y actualizarse a p artir de las
determinaciones cambiantes que proceden del orden poltico y econmico y, con
cretamente, de las condiciones de vida y trabajo impuestas. Los autores distin
guen actitudes arcaicas que corresponderan a una tica ancestral sobre el trabajo
como necesidad, como obligacin, sin que importen las penurias. El trabajo apa
rece como un hecho natural y la nica posibilidad imaginada de quedarse sin
trabajo es la del decaimiento del cuerpo por enfermedad. Junto a sta, existe igual
mente una representacin del trabajo tradicional corporativa, que significa una
relacin de compromiso mutuo con el patrn, responsabilidad colectiva del gre
mio, orgullo personal de los trabajadores en su vnculo a la tarea que realizan o el
objeto que producen. Finalmente, los autores identifican una representacin mo
derna del trabajo que tiene como modelo ideal la eleccin libre y vocacional de
258
una profesin, arte u oficio... La ilusin de una autonoma individual es, en trmi
nos ya ms generales, uno de los ejes sobre los que se construy una subjetividad
moderna (178). La tendencia a la precarizacin del empleo produce una deflacin
del valor de la imagen de s, correlato psicolgico de la visin economicista del
sujeto social que lo presenta en baja en tanto el precio de su trabajo se envilece.
Para terminar
Los estudios sobre gnero, trabajo e identidad en Amrica Latina muestran en
los ltimos aos una mayor complejidad y diversidad en sus enfoques y objetos,
como resultado en buena parte del desarrollo de los estudios de gnero, el auge de
los estudios culturales y, en especial, la renovacin de las problemticas identitarias
y el desarrollo de los estudios sobre masculinidad. Ello ha permitido sacudir este
reotipos y visiones rgidas sobre la divisin sexual del trabajo, la subordinacin y
las resistencias nter e intra-gnero. Los tres polos de los debates polticos y teri
cos clsicos en el feminismo -que oponan feminismo liberal, feminismo marxista
y feminismo de la diferencia- han sido integrados en sntesis ms ricas en el an
lisis de estas problemticas: nociones como am bivalencia, tensin o resignificacin
han contribuido a producir interpretaciones ms complejas para dar cuenta de las
dinmicas contradictorias inherentes a los procesos reales. Los conceptos de domi
nacin, luchas de clase y gnero, subordinacin y poder que haban sido opacados
por el nfasis sobre la heterogeneidad, la diversidad y la simultaneidad, son rein
corporados y objeto de redefiniciones. Los grandes cambios en las estructuras
laborales y en la divisin internacional del trabajo ya no pueden ser interpretados
en trminos que soslayen la dominacin, el poder y la lucha. Las crticas al
neoliberalismo obligan a reformular los enfoques marxistas tradicionales y el viejo
debate entre capitalismo y patriarcado. Aunque la sociologa del trabajo ha sido
permeada tarda y parcialmente por la estimulante crisis de paradigmas de las
ciencias sociales, el pequeo subcampo de los estudios de gnero y trabajo parece
responder con ms agilidad.
Dentro de lo mucho que habra que explorar empricamente y reformular te
ricamente, es necesario llamar la atencin sobre las insuficiencias en el estudio
relacional de las identidades: hace falta identificar y analizar las dinmicas de
lucha simblica entre identidades femeninas y masculinas, pero tambin entre
diversas definiciones de feminidad y de masculinidad entre s. Hace falta relacio
nar estas luchas simblicas con las que oponen a las clases y las generaciones por el
acceso a las posiciones sociales, y que constribuyen a transformar estas posiciones.
No basta con sealar las ambivalencias inherentes a los procesos sociales e
identitarios; es necesario examinar con profundidad las fuentes y orientaciones de
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fica la identidad. Omos hablar una y otra vez del nio y la nia, un distanciamiento tctico de los lugares espaciales y temporales que eleva el relato al tiempo
mtico de una historia cosificada. Aunque las relaciones de objeto plantean una
versin alternativa del sujeto, que se basa en las actitudes relacinales que son
propias de lo femenino, y las teoras lacanianas (o anti-lacanianas) se afirman en la
inestabilidad del sujeto que se apoya en el potencial disruptivo del inconsciente,
manifiesto en los lmites indefinidos del ego, ambas conceptuaciones ofrecen di
rectrices histricas sobre la adquisicin del gnero que producen un cierre narrati
vo en la experiencia de gnero y una estabilidad falsa en la categora de mujer. Ya
sea en calidad de ley lingstica y cultural que se reconoce a s misma como un
principio organizador necesario en la diferencia sexual, o como una identidad
construida a partir de una identificacin primaria que el complejo de Edipo exige,
el gnero circunscribe sus contenidos dentro de un marco discursivo que unifica
algunos sujetos sexuales legtimos, y excluye de la inteligibilidad las identidades
sexuales y las discontinuidades que desafan los principios y los cierres del discur
so presentado por estas explicaciones beligerantes del psicoanlisis.
Ya sea que se tomen como punto de partida los postulados de Freud a prop
sito de la bisexualidad primaria (Juliet Mitchell y Jacqueline Rose) o la primaca
de las relaciones de objeto (Chodorow, Benjamin), se cuenta la historia que fabri
ca una identidad de gnero diferenciada y una posicin discursiva que permanece
relativamente fija. Tales teoras no necesitan ser explcitamente esencialistas en sus
argumentos para serlo de hecho en sus estrategias narrativas. En realidad, la ma
yora de las teoras psicoanalticas feministas afirman que el gnero se construye, y
se consideran a s mismas (y a Freud) como demoledoras de las reivindicaciones de
la feminidad y la masculinidad esenciales. En verdad, parece que ste es el caso
cuando Freud, en Tres ensayos para una teora de la sexualidad , sostiene que la
heterosexualidad no es producto del ser biolgico, sino que es un logro del desa
rrollo (1). Lo mismo se observa en su teora de la bisexualidad primaria ( Three
Essays 7; Ego 22-23) y en otra afirmacin posterior, en New Introductory Lectures,
que describe el proceso de volverse mujer como una construccin laboriosa que
tiene como premisa la bisexualidad primaria (116).
En el nivel ms general de la elaboracin narrativa, las relaciones de objeto y las
versiones lacanianas del desarrollo del gnero ofrecen una postulacin utpica de
una estructura de los sexos originalmente prediferenciada, que tambin antecede
a la postulacin de la jerarqua, y se destruye en la accin rpida y repentina de la
ley paterna (lacaniana) o en la antropolgicamente menos ambiciosa orden edpica
de repudiar y devaluar a la madre (relaciones de objeto). En ambos casos, esta
estructura originalmente indiferenciada sufre el proceso de diferenciacin y de
organizacin jerrquica a travs del advenimiento de una ley represiva. En el
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principio era la sexualidad sin control, entonces el poder llega para crear tanto
la distincin sexual relevante en la cultura (el gnero) como la jerarqua y el
dominio de gnero.
La posicin lacaniana es problemtica cuando consideramos que el estado pre
vio a la ley es, por definicin, anterior al lenguaje y, sin embargo, dentro de los
confines del lenguaje, se nos dice que de alguna forma tenemos acceso a l. Este
razonamiento circular se vuelve vertiginoso cuando nos damos cuenta de que en
una etapa previa al lenguaje tuvimos un placer difuso y pleno pero, desgraciada
mente, no podemos recordarlo y, a pesar de esto, perturba nuestro lenguaje y
ronda nuestros sueos. La postulacin dentro de las relaciones de objetode una
identificacin original y el rechazo subsiguiente, elabora los trminos de un dis
curso coherente del desarrollo infantil que se esfuerza por excluir todos los tipos
de historias del desarrollo en las que no se puede presuponer el papel educativo de
la familia nuclear.
La descripcin psicoanaltica de la identidad sexual, al fundam entar los
metarrelatos en el mito del origen, confiere un falso sentido de legitimidad y
universalidad a la versin culturalmente especfica y, en algunos contextos opresi
va, de la identidad de gnero. Al afirmar que algunas identificaciones son ms
primarias que otras, se asimila la complejidad del conjunto de identificaciones
tardas a las primarias y, de esta manera, se preserva la unidad. Por tanto, ya que en
las relaciones de objeto la identificacin nia-madre es fundacional, las identifica
ciones nia-hermano y nio-padre se equiparan fcilmente a la identificacin de
gnero con la mujer, ya establecida con firmeza. Si no se asume un orden temporal
del desarrollo de las identificaciones, en el que las primeras sirvan para unificar a
las tardas, no podremos explicar cules son las que asimilan cules, en otras pala
bras, podremos perder el hilo unificador del discurso. En verdad, es importante
resaltar que las identificaciones primarias establecen el gnero de forma sustantiva,
y las secundarias sirven como atributos. De este modo, somos testigos de la emer
gencia discursiva de los hombres femeninos o de las mujeres masculinas, y de
la redundancia significativa de un hombre masculino. Si no se establece la pri
maca temporal de las identificaciones primarias, no ser claro qu caracterizacio
nes sirven como sustancia y cules como atributos, y dado el caso de que se refutara
completamente el orden temporal, tendramos, supuestamente, como un equiva
lente de gnero la interaccin de atributos sin una sustancia perdurable y unificadora. Al final de estos comentarios se indicar cules son las posibilidades subversivas
de tal solucin de gnero.
Sin embargo, incluso en el marco del psicoanlisis, debemos llevar la pregunta
por la identificacin y el deseo a un nuevo lmite. La identificacin primaria, por
la cual el .gnero se fija, da origen a historias en las que las identificaciones secun
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mujer masculina. Cada uno se identifica con un sexo o lo desea, pero slo estos
dos juegos de relaciones son posibles.
Sin embargo, la identificacin siempre est limitada a la disyuncin binaria
en la que ha estado circunscrita hasta ahora? En la teora psicoanaltica emerge
otro conjunto de posibilidades segn el cual las identificaciones no actan para
consolidar la identidad sino para condicionar la interaccin y la recombinacin
subversiva de los significados del gnero. En el bosquejo anterior se tiene la idea
de que las identificaciones coexisten en una matriz binaria mutuamente excluyente, condicionada por la necesidad cultural de ocupar una posicin para la exclu
sin del otro. Pero en la fantasa se pueden experimentar una variedad de actitudes,
aunque lo ms probable es que ninguna se convierta en una posibilidad cultural
inteligible. Es as como para Kristeva, por ejemplo, la semitica da nombre preci
samente a aquellos conjuntos de fantasas inconscientes y deseos que sobrepasan
los lmites legtimos de la organizacin paternal de la cultura. El dominio de la
semitica, la irrupcin subversiva del cuerpo en el lenguaje, convierte la trascripcin
del inconsciente del modelo topolgico en un discurso estructuralista. La fragili
dad de la identidad es evidente en la proliferacin de las fantasas que sobrepasan
y se oponen a la identidad que conforma el sentido consciente del yo. Sin em
bargo, realmente la identidad y la fantasa son mutuamente tan excluyentes como
sugiere la anterior explicacin? Se tiene la tendencia, integral en la mayor parte de
la teora psicoanaltica, de afirmar que las identificaciones y, por tanto, la identi
dad, estn constituidas por la fantasa.
En A New Language fo r Psychoanalysis, Roy Schafer argumenta que cuando las
identificaciones se entienden como interiorizaciones es porque implican un tropo
de espacio psquico interno, que es insostenible para la ontologa. Adems, sugiere
que es mejor entender esa interiorizacin como una fantasa y no como un proceso
(177). Como resultado, no es posible atribuir algn tipo de significado ontolgico
al carcter espacial interno de las interiorizaciones, porque es fantaseado como
interno. Por lo dems, este mismo espacio psquico de fantasa interna est condi
cionado y mediado por un lenguaje que representa regularmente escenarios ps
quicos internos de diferentes tipos. Un lenguaje que, en otras palabras, no slo
produce la fantasa sino que redescribe la formacin dentro de un discurso topo
grfico que se acepta sin crticas. Las fantasas a menudo se piensan como conteni
dos mentales que de alguna forma estn proyectados en una pantalla interior,
concepcin condicionada por una metfora cinemtica de la psique. Sin embargo,
las identificaciones no son simples fantasas de objetos o rasgos localizados inter
namente, sino que tambin se ubican en una relacin cambiante con los objetos
que pretenden interiorizar. En otras palabras, en la teora psicoanaltica identifi
carse con una figura del pasado es imaginrsela en la configuracin del espacio
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3 El hecho de asumir el sexo binario en ningn sentido es definitivo. Para una referencia interesante sobre
los sexos complicados de algunas atletas y de las discusiones mdico-legales acerca de cmo se puede
volver su sexo una decisin y si es posible hacerlo, ver el artculo de Jerold M. Loewenstein (38-39). Ver
tambin Michel Foucault, (History 154-155; Barbin vii-viii). Para un anlisis del feminismo a propsito
de la reciente investigacin sobre el gen del sexo, o la secuencia de ADN que se alega es la que decide
el sexo de los cuerpos, que de otra manera seran ambiguos, ver Anne- Fausto-Sterling.
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283
Introduccin
En este texto pretendo reflexionar acerca de los dilemas que se presentan al
realizar investigacin feminista en geografa, examinando los cambiantes debates a
travs de la lente de mis intereses de investigacin. Aunque anteriormente intro
duje gran nmero de diferentes fragmentos de trabajos basados en la experiencia,
no he abordado directamente la pregunta de cmo en realidad las gegrafas femi
nistas, representadas en stos, llevaron y llevan, a cabo sus investigaciones. Du
rante muchos aos ha sido debatida con furor la cuestin de si existe o no una
forma especfica de abordar la investigacin que la vuelva explcitamente feminis
ta, y hay una amplia bibliografa, desde una variedad de perspectivas disciplina
rias, sobre cmo emprender la investigacin para dar a conocer las diferenciaciones
de gnero, que introduce una serie de preguntas acerca de las metodologas apro
piadas de investigacin feminista. Muchas gegrafas han participado en estos de
bates (por ejemplo, Dyck, England, Gibson-Graham, Gilbert, Katz, Kobayashi,
McDowell Doing gender, Nast, G. Pratt, D. Rose, Staeheli y Lawson).
En 1995, The Professional Geographer incluy una serie de ensayos de gegrafas
cuyas carreras acadmicas, en ese entonces, haban comenzado relativamente ha
ca poco. Estas mujeres, en su mayor parte profesoras en universidades de Estados
Unidos y Canad, trabajaban en un ambiente donde la investigacin feminista era
Linda McDowell
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diana. Estaba discutiendo contra los que organizaban el transporte, quienes pensa
ban que el desplazamiento hacia el trabajo era el principal tipo de viaje que era
necesario planear y lo consideraban como un viaje sencillo, con una sola parada.
En ese entonces, no estaba influenciada por el feminismo. Slo saba que las
mujeres tenan vidas ms complicadas. En ese momento era una infeliz ignorante
del feminismo. De dnde vinieron las preguntas? En algn momento de los
setenta el feminismo empez a influenciarme, pero entonces muchas de las pre
guntas provinieron de la geografa comportamental (McDowell, Making 21)
Janet Townsend, gegrafa britnica de edad y estatus similares a los mos, me
habl de cmo el feminismo alter su percepcin del enfoque investigativo. Al
comentar sobre su ceguera frente al gnero en su obra temprana, ahora se asombra
de que en su trabajo de doctorado en un rea hispanoparlante de los Andes igno
rara las relaciones de poder entre hombres y mujeres. A posteriori, y con el apoyo
de una dcada o ms de bibliografa de gegrafas feministas se dio cuenta de que
los mismos datos, las mismas circunstancias, estaban abiertos a una interpretacin
diferente. Volver a analizar la evidencia, la conceptualizacin del contexto y los
comportamientos sociales particulares desde una perspectiva feminista les otorga
otro significado diferente: una ilustracin vivida de la aceptacin de los gegrafos,
ms contempornea, de que los hechos dependen de cada teora especfica.
Cuando Susan, Janet y yo iniciamos nuestras carreras como investigadoras, en
la disciplina an exista una visin dominante de que la investigacin deba basar
se en un ideal de objetividad cientfica que negaba las experiencias e interacciones
personales entre la investigadora y sus informantes. Sin embargo, estos breves
ejemplos hacen evidente que las conclusiones de una investigacin no son fijas ni
inmutables, sino que se encuentran sujetas a diferentes interpretaciones, segn
cambien las disciplinas, y se ven influidas por diferentes perspectivas, ya sean
marxistas, feministas, posmodernistas, entre otras, y por las metodologas comn
mente utilizadas en cada una de ellas. Para las gegrafas, los conjuntos de relacio
nes socio-espaciales, los significados de los lugares que identificam os y las
explicaciones que les damos no son permanentes ni constantes sino mltiples y
variados, y estn construidos por investigadores cuyas perspectivas difieren, quie
nes pueden o no tener experiencias del fenmeno en consideracin, cuyas profun
didad y amplitud de interpretacin, de imaginacin, vara, y cuyas elucidaciones
sobre eventos parecidos cambiarn con el tiempo, a medida que su propio conoci
miento y sus experiencias de vida se amplen y profundicen, y que cambie la
naturaleza de la geografa como disciplina.
Aunque este reconocimiento ha sido profundamente cuestionado por algunos
sectores de la disciplina geogrfica, hoy en da muchos aceptan que los lugares y
los eventos tienen mltiples significados e interpretaciones, y que deben conside
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rarse desde jerarquas diferentes. Aquellas gegrafas que han sido influidas por lo
que se conoce como el giro cultural en sectores de las ciencias sociales y las
humanidades han empezado a ver los lugares como una especie de texto espacial
que los lectores pueden interpretar, posicionados y diferenciados entre s por el
gnero, la clase, la etnia, la edad y las experiencias de vida (Barnes y Duncan,
Duncan y Ley, Duncan y Duncan, McDowell, Transformation). Como conse
cuencia, un lugar se percibe de forma diferente a travs de la mirada de personas
distintas. Si se ampla este argumento, todos los escritos acadmicos deberan ser
vistos como un proceso y no como un producto, segn lo observ Gerry Pratt en
sus reflexiones sobre el feminismo y la influencia del pensamiento posmoderno (51).
A pesar del hecho de que lo anterior an es cuestionado, y con frecuencia se le
atribuye a los seguidores de una filosofa posmoderna, siempre ha sido un princi
pio central de la erudicin feminista la afirmacin de que las mujeres ven el mun
do con una mirada diferente. Desde los primeros tiempos de la geografa feminista,
hace casi tres dcadas, se ha sostenido que las mujeres y los hombres estn ubica
dos de manera diferente en el mundo y que, por tanto, su relacin con los lugares
donde viven es tambin diferente. Estas diferencias son el resultado de ese parti
cular conjunto estructurado de desigualdades que concluyen en la inferioridad de
la mujer con respecto a los hombres, y en su consecuente opresin, en diferentes
lugares en pocas distintas. Aunque en la actualidad se reconoce claramente que
las formas que ha tomado la opresin a la mujer son histrica y geogrficamente
diversas y, adems, que la simple distincin binaria entre hombres y mujeres es
una visin demasiado polarizada del mundo, lo que distingue los anlisis feminis
tas de los posmodernos es la insistencia en cambiar las relaciones de poder y de
desigualdad basadas en la divisin de gnero. En este sentido, la academia femi
nista sigue siendo un proyecto modernista con fines polticos y progresistas.
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nes controladas, etc.) con los hombres y las mujeres diferenciados biolgicamente, y
a preguntarnos si estas caractersticas se encuentran representadas en el cuerpo, y de
qu manera. Y al plantear las preguntas en trminos de relaciones de gnero, se
vuelve ms claro que para llegar a alguna conclusin con respecto a las mujeres es
necesario formular preguntas sobre los hombres. Esta comprensin relacional, aun
que se encuentra implcita en las primeras investigaciones, creadas para plantear una
serie de interrogantes geogrficos acerca de por qu las mujeres son diferentes a los
hombres, no era explcita en la esencia ms inicial de la investigacin geogrfica, en
la que el enfoque era, claramente, la mujer.
Sin embargo, en la actualidad se acepta la idea de que para entender la posi
cin de las mujeres como el otro subordinado a los hombres, as como la cons
truccin social de la fem inidad como inferior para la versin idealizada de
masculinidad, es importante emprender investigaciones acerca de los hombres y
de la masculinidad, al igual que sobre las mujeres y la feminidad. Como afirma
Alison Scott al considerar su propio inters como experta, hoy en da la segrega
cin de gnero en el lugar de trabajo parece un punto muy obvio pero, en los
primeros aos, la percepcin de las investigadoras feministas se centraba, casi sin
excepcin, en las mujeres. Alison Scott escribe:
Durante la ltima dcada, y tal vez desde poco antes, las investigaciones sobre las
mujeres y el empleo se han centrado cada vez ms en la segregacin de gnero, que
es el hecho de que las mujeres tienden a desempear labores y ocupaciones que
estn dominadas por mujeres, y los hombres aqullas dominadas por hombres.
Esto ha probado ser una de las dimensiones ms profundas de la desigualdad en el
mercado laboral, y una de las ms duraderas. Sin embargo, slo hasta hace poco la
correlacin del sexo en el trabajo se ha empezado a considerar en serio como una
variable del mercado laboral y slo en estudios sobre las mujeres y el empleo (...)
[Pero] se trata de un dato fundamental para el anlisis de la ocupacin, ya sea que
la investigacin tenga que ver especficamente, o no, con el gnero.
[El libro se interesa por] la innovacin metodolgica [en varios aspectos. Uno de
ellos es] la inclusin del hombre... Esta inclusin puede parecer obvia para muchos
de los que hoy se desempean en este campo, pero debemos recordar que la segre
gacin de gnero todava se percibe popularmente como un problema de la mu
jer. Adems, los primeros estudios sobre segregacin de gnero se refirieron casi
siempre a la mujer y, quizs como una consecuencia de esto, ha habido pocos datos
disponibles sobre los hombres. Los estudios acerca de la ocupacin de los hombres
que durante tanto tiempo dominaron las relaciones industriales y los anlisis del
mercado laboral no estuvieron centrados de manera especfica en la segregacin
de gnero (...) no se pudieron hacer comparaciones sistemticas entre hombres y
mujeres, esenciales para el anlisis de la desigualdad relativa (1-3).
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Linda McDowell
Recopilacin de datos
Una de las primeras cuestiones metodolgicas fue establecer si haba fuentes de
datos que fueran de utilidad. Joni Seager y Ann Olson emprendieron esta labor
con un enfoque transnacional y produjeron un maravilloso e innovador atlas, W ornen
in the World, que en la actualidad se encuentra disponible en una tercera edicin
producida por Joni Seager. Janet Townsend present un cuadro que muestra los
tipos de informacin necesaria para realizar trabajo comparativo y para construir
lo que denomin una geografa regional de gnero que divulgara las amplias varia
ciones en las vidas y en las oportunidades de mujeres y hombres. En este texto se
reproduce dicho cuadro para mostrar lo que an falta por hacer nada ms en la
descripcin de las desigualdades basadas en el gnero (ver cuadro 9.1).
292
293
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294
295
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porque los individuos o bien me contaron cosas acerca de sus vidas que hubiera
preferido no conocer o, de manera ms problemtica, esperaron o confiaron que
yo estuviera en capacidad de aconsejarlos, o asistirlos, en las disputas arrendatarioarrendador.
Daphne Patai, en una reflexin sobre el potencial de las metodologas interactivas
y facilitadoras -en su caso, en el trabajo de campo con mujeres del Tercer Mundo-,
reconoci puntos similares. Como lo expres, existen riesgos cuando las investi
gadoras feministas resultan inconscientemente seductoras para los sujetos de in
vestigacin y despiertan sus expectativas e inducen a la dependencia (143). Las
mujeres que estudian a las mujeres son muy propensas a encontrarse en situacio
nes en que son ms capaces, ms poderosas, ms solventes o tienen mayor acceso a
una variedad de recursos que las mujeres que estudian. Es demasiado fcil crear,
de manera inadvertida, expectativas de una intervencin positiva en favor de las
mujeres que se analizan, lo que conduce a sentimientos de decepcin o de trai
cin, a menudo en ambas partes.
Nancy Scheper-Hughes, que labor en un barrio marginal en Brasil como
trabajadora de la salud y luego regres como antroploga acadmica, discute si es
posible ser a la vez investigadora de campo y activista poltica/feminista. Su libro
Death Without Weeping es un recuento conmovedor de su largo vnculo afectivo en
ese pas. Su primer encuentro con el asentamiento fue como voluntaria de los
Cuerpos de Paz. Tena veintitantos aos y era una trabajadora pblica de desarro
llo comunitario y bienestar. Quince aos despus, cuando regres con un docto
rado en antropologa, intent relacionarse con las mismas mujeres que haba
conocido en su anterior estada en un sentido acadmico ms que personal que la
mantuviera a distancia de ellas y de sus exigencias cotidianas. No obstante, cinco
aos ms tarde, en una visita final, Scheper-Hughes se dio cuenta de que separar
su papel acadmico de su lugar anterior como amiga y activista no era posible ni
apropiado. En los extractos, explica el cambio en su posicin.
Lordes, Tonieta, Biu, y sus familias y amigos fueron mis vecinos inmediatos cuando
viv y trabaj por primera vez en las colinas de las favelas, desde 1964 hasta finales
de 1966, y sus experiencias de vida funcionan como una especie de varita mgica
que siempre me devuelve a una antropologa basada en la fenomenologa. Mi
experiencia con esta pequea y atormentada comunidad humana llega ahora a un
cuarto de siglo. Y esta etnografa tiene sus orgenes no en ciertos acertijos tericos (aun
que stos tambin se encuentran presentes) sino en realidades y dilemas prcticos (4).
Durante esta primera experiencia en Brasil, confieso que percib a los espordicos
antroplogos con los que me top como individuos lejanos, demasiado preocupa
dos por lo esotrico y en extremo fuera de contacto con las realidades prcticas de la
vida cotidiana en el pas (...) Sin embargo, para el momento en que regres ya
2%
29 7
Linda McDowell
puede ser relativamente sencillo para una mujer que pregunta a un hombre, tam
bin ha probado ser una experiencia frustrante porque con frecuencia es difcil
romper con las convenciones de la dicotoma hombre poderoso/mujer sumisa y el
hombre que habla/la mujer que escucha. He realizado demasiadas entrevistas en
que los hombres con posiciones de poder me han dicho lo que ellos asumen deseo
or, sin escucharme.
Es claro que entrevistar a hombres, si uno es mujer, desafa las presunciones
metodolgicas que han inspirado la investigacin feminista. Ya no se sostienen
como ciertas aquellas ideas dominantes sobre experiencias de vida en comn, al
menos en trminos de gnero, ni el desarrollo de relaciones de empatia con los
sujetos de investigacin. Sin embargo, esto no quiere decir que se debera abando
nar la crtica feminista a los mtodos convencionales. En un comentario, Callaway
afirma que, sin importar si son hombres o mujeres los que son entrevistados o los
que hacen las entrevistas, ambos deberan tomarse en serio: una percepcin cada
vez ms profunda de nuestras propias identidades de gnero y de las complejida
des codificadas de nuestra naturaleza brinda los mejores recursos para ganar com
prensin sobre la vida de los dems (30).
Todos somos sujetos con gnero y nuestras interacciones investigativas se ven
afectadas por las presunciones sobre el gnero sobre el estatus y la autoridad,
sobre estar o no fuera de lugar- que estn en relacin con nuestra identidad de
gnero. De igual manera, son vlidos los mtodos de investigacin reflexivos y los
estilos de escritura que tienen en cuenta estas relaciones personales, en lugar de
intentar ignorarlas, bien sea que los participantes sean mujeres u hombres, o que
haya relaciones entre ellos. Como lo afirm Ramazanoglu, dichos mtodos mejo
ran nuestra investigacin.
Sin embargo, tambin existen otras cuestiones ticas difciles para todas las
investigadoras que se apoyan en mtodos cualitativos. Por ejemplo, es tico mani
festar los objetivos de investigacin, y quizs nuestra posicin poltica, a aquellos
que sabemos simpatizan con nuestros puntos de vista, pero disfrazar nuestro pro
psito ante los informantes que estamos seguras de que se rehusaran a hablarnos
si pudieran leer nuestras mentes? Y cmo deberamos reaccionar ante puntos de
vista que consideramos ofensivos posibles comentarios sexistas o racistaspero
que los entrevistados, al pensar que pueden confiar en nosotros, se sienten en
capacidad de expresar? En el siguiente extracto, Carol Smart resalta algunos de los
problemas que enfrent cuando entrevist a abogados y magistrados:
Cuando se entrevista a abogados y magistrados se restringe el espacio para utilizar la
prctica investigativa feminista. Pude abrir las puertas por m misma o rechazar la
ayuda con mi abrigo, pero tales prcticas a duras penas son revolucionarias. De hecho,
en m experiencia, entrevistar a los profesionales jurdicos o a los magistrados brinda
298
muy pocas oportunidades para que la prctica feminista se exprese. Una razn importante para esto, en casi todas las entrevistas, fue la presuncin de que el entrevistador
y el entrevistado compartan los mismos valores y, posiblemente, el mismo sesgo
poltico. Esto signific que para poder expresar un punto de vista diferente la entre
vistadora no slo tena que encontrar una oportunidad sino que, en el proceso, poda
quebrantar la estructura implcita desde la cual se realizaba la entrevista. En otras
palabras, la entrevista se haba vuelto imposible de realizar (155-6).
El que estos asuntos ticos no son exclusivos de las mujeres o del trabajo inspi
rado en el feminismo se hace evidente en el siguiente extracto en que Michael
Keith, gegrafo comprometido en trabajo poltico alrededor de las polticas anti
racistas, discute sobre su trabajo de campo de doctorado y las cuestiones que ste
le plante.
Mi propio trabajo de observacin participativa con la polica (...) se podra conside
rar, desde ciertos puntos de vista, como decepcionante, poco representativo, poco
democrtico y, posiblemente, injustificable (...).
Me interesan (...) los conflictos ticos que necesariamente surgen en el reportaje
etnogrfico (...) En trminos especficos y directos, cmo responde el etngrafo
ante el racismo, el sexismo y otras manifestaciones de discriminacin del individuo
investigado? Los protocolos convencionales pueden sugerir que es impropio ser
abiertamente crtico ante tales demostraciones, una fisura de la credibilidad en la
etnografa.
Sentado en una patrulla de uno de los departamentos de la polica metropolitana
ms conocidos por sus enfrentamientos con las comunidades negras, haba pasado
ocho horas dando aprobacin tcita a los juicios policiales de los dos agentes que se
encontraban en el auto, debido a mi propio fracaso para enfrentar varios de los
comentarios que consider ofensivos. Algunos de stos, aunque no todos, podan
clasificarse rpidamente como racistas, pero cuando al final discut con mis infor
mantes fue sobre convicciones ms generales y, pens, escasamente polmicas (553).
299
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300
La deconstruccin de la mujer
En los primeros y turbulentos aos de la inclusin de la mujer en la academia
geogrfica quiz pecamos por dar por descontada la diferencia entre hombres y
mujeres, y por asumir que las mujeres tenan intereses en comn. En investigacio
nes ms recientes se han cuestionado ambos presupuestos. Ha habido un nfasis
cambiante en la investigacin feminista, que se aleja de la suposicin obligada de
que las mujeres deben ser el centro primordial de nuestro trabajo, hacia el nfasis
en la construccin social de la feminidad y la masculinidad; y hacia estudios de
construccin y mantenimiento de mltiples identidades de gnero en varios luga
res, circunstancias y escalas geogrficas, desde el hogar y el lugar de trabajo hasta
la nacin. Este ajuste del enfoque tambin ha implicado una mayor atencin hacia
las cuestiones de simbolismo y sentido, hacia las representaciones de las relaciones
301
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303
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Conclusin
Para terminar, quiero formular las siguientes preguntas: el gnero es an im
portante? En la actualidad, es la categora de gnero tan flexible que ha perdido
su sentido? An es posible la investigacin feminista? Y, en realidad, todava es
necesaria una poltica feminista cuando ya hemos deconstruido la categora de
mujer ?
En efecto, creo que la investigacin y la poltica feministas son an importan
tes. Aunque es posible deconstruir todas las experiencias y afirmar que uno nunca
es slo una mujer (o un hombre) (en mis trabajos he tratado de mostrar cmo el
gnero no puede separarse de la edad, la clase, la raza e, incluso, por ejemplo, de
la apariencia), tambin es claro que vivimos en sociedades estructuradas por rela
ciones de poder. En las sociedades industriales contemporneas las relaciones so
ciales capitalistas dividen a la gente por su posicin social. Los hombres y las
mujeres de la clase trabajadora pueden tener intereses en comn que estas mujeres
30 4
no comparten con las de clase media, o que las mujeres blancas no comparten con
las mujeres negras. Pero en dichas sociedades el sexismo indiscriminado sigue
uniendo a las mujeres. Con el tiempo, y en distintas sociedades, el significado
relativo de las diferentes dimensiones del poder cambiar ya que las relaciones de
poder se estructuran de forma diferencial. Por ejemplo, en India el significado de
raza, clase, gnero y casta es diferente ahora que en perodos anteriores. Las rela
ciones de poder son variables, y las categoras analticas que estructuran la investi
gacin deben reflejar esta variabilidad. Sin embargo, esto no quiere decir que se
acepte que hay incontables divisiones entre las mujeres, o que son tan fluidas
como para ser susceptibles de un cambio rpido. Nuestras vidas estn estructuradas
en torno a un pequeo nmero de relaciones cruciales de poder, y el gnero es una
de ellas. Segn lo reconoci Susan Bordo, nos guste o no, en la cultura actual
nuestras actividades estn codificadas como masculinas y femeninas y funciona
rn como tales en el sistema dominante de relaciones gnero-poder (152, nfa
sis en el original).
La investigacin geogrfica feminista tiene una importante labor en este aspec
to: develar el cambio en estas relaciones gnero-poder, los modos en que stas se
conservan y las formas en que pueden ser minadas. As, podremos unirnos en el
proyecto de subvertir las maneras limitadas actuales que nos obligan a ser o bien
hombres o bien mujeres.
Lecturas complementarias
Existen numerosos libros sobre mtodos feministas, aunque pocos estn dirigi
dos a los gegrafos, y los textos sobre mtodos geogrficos tienden a ignorar la
investigacin feminista. Todava pienso que es til el libro de Helen Robert, Doing
Feminist Research aunque fue publicado hace un buen nmero de aos. Womens
Words: The Feminist Practice o f Oral History de S. Gluck y D. Patai tambin es un
buen texto, y el artculo de Judith Stacey Can There Be a Feminist Ethnography?
plantea algunas preguntas importantes y difciles que no han perdido su impor
tancia. Los ensayos sobre investigacin feminista escritos por gegrafas recopila
dos en T he Professional Geographer, The Canadian Geographer , y Antipode son un
buen comienzo si se est pensando en investigacin y en mtodos de investiga
cin; sin embargo, la manera ms til de analizar las distintas formas de hacer
investigacin es leer ensayos basados en el trabajo emprico y libros publicados
por acadmicas feministas. La revista Gender, Place an d Culture es un buen punto
de partida y, cada vez ms, muchas de las principales revistas de la disciplina
publican excelentes ensayos sobre investigacin feminista.
305
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C u a d r o 9 . 1 D a t o s g l o b a l e s p a r a u n a g e o g r a f a r e g io n a l d e g n e r o
30 6
30 7
Linda McDowell
de transmisin sexual.
Incapacidades establecidas.
Medicina preventiva, por ejemplo, vacunacin.
Nutricin y edad de la madurez sexual.
Tasas de suicidio, crimen, alcoholismo, etc.
El gnero en la reproduccin biolgica
Tasas de sexo* (por edades y total).
Anticoncepcin (tipo, disponibilidad y grado de utilizacin*), tasas de aborto.
Tasas totales de fertilidad (en mujeres;* muy poco disponibles en hombres).
Porcentaje de fertilidad* (nmero de hijos menores de cinco aos por mil
mujeres adultas).
Preferencia de hijos o hijas, infanticidio, por gnero.
El gnero en la reproduccin de la sociedad
Instalaciones de atencin al menor.
Educacin (todos los datos por gnero y, cuando es posible, por edad)
Tasas de alfabetizacin.*
Tasas de inscripcin* y asistencia.
Niveles de culminacin y especializacin.
Nmero de maestros por rango, materia y nivel de los estudiantes.
Religin
Credo religioso: importancia en la identidad de gnero, el espacio de actividad
las oportunidades.
Costumbres por gnero
Organizaciones de gnero, por ejemplo, clubes.
Representacin del gnero y la sexualidad en los medios.
Actitudes hacia la violacin y el maltrato conyugal.
Dote o precio de la novia.
Sistemas de parentesco.
309
Linda McDowell
C u a d r o 9 . 2 P a r ai f i o e n t r e l a s a f ir m a c io n e s d e
Un
(o ESTAR)
m t o d o a lt ern a tiv o
RECONOCERA QUE ES
Cientficos.
Completamente impersonales
Personal.
C u a d r o 9 . 3 C o m p a r a c i n e n t r e m t o d o s c o n v e n c io n a l e s
C o n v e n c io n a l o
PATRIARCAL
Unidades de estudio
Predefinidas, conceptos
operacionalizados y
formulados como hiptesis.
A l t e r n a t iv o o f e m in is t a
Tipo de datos
Informes de actitudes y
acciones, como se presentan en
cuestionarios, entrevistas y
archivos.
Sentimientos, comportamientos,
pensamientos, percepciones,
acciones segn se testimonian o
se experimentan.
Tpico de estudio
Problema socialmente
significativo, a veces relacionado
con temas discutidos en la
bibliografa acadmica.
En relacin con el
entorno
Impersonal, distante.
Involucramiento, sentido de
compromiso, participacin y
compartir la vida.
Como persona
Irrelevante.
Impacto en el/la
investigador/a
Irrelevante.
Anticipado, registrado,
reportado y valorado.
Implementacin del
mtodo
Papel o investigacin:
311
Linda McDowell
C o n v e n c io n a l o
PATRIARCAL
A l t e r n a t iv o o fe m in ist a
Criterio de validez
Alcance de conjunto,
probabilidad, ejemplaridad,
comprensin, receptividad a la
experiencia de los lectores-sujetos;
el estudio no se puede reproducir.
Papel de la teora
Surge de la implementacin de
la investigacin.
Anlisis de datos
Utilizacin de anlisis
estadsticos.
Objetivos de la
investigacin
Desarrollo de la comprensin a
travs de conceptos y descrip
ciones surgidos del contexto.
Formato de
presentacin
Informe de investigacin:
reporte de las conclusiones en
relacin con las hiptesis
formuladas con anterioridad, o
presentacin de los datos
obtenidos con los instrumentos.
Fracaso
Variaciones estadsticamente
insignificantes.
Valores
Dirigido a la comunidad
acadmica, evaluacin del
diseo de investigacin, del
manejo y los hallazgos.
312
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Marion Heinz
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Normas morales y diferencias de gnero. La compatibilidad entre los conceptos ticos kantianos y feministas
319
Marion Heinz
320
Normas morales y diferencias de gnero. La compatibilidad entre los conceptos ticos kantianos y feministas
decir, desde una mirada crtica establecida sobre las existentes relaciones
de poder con miras a lograr la emancipacin. As como en la exigida y
reconocida labor de cuidado que las mujeres desempean en la sociedad
podemos denunciar la no existencia de salario y seguridad social, pode
mos sealar la ausencia de un reconocimiento terico de la perspectiva
femenina en la medida en que, en la psicologa del desarrollo, falta una
evaluacin positiva de la orientacin moral del cuidado como parte de sus
parmetros de madurez y desarrollo. Si se parte de la suposicin de que la
opresin prctica se relaciona con el desprecio terico y con la no consi
deracin de los criterios de valoracin del desarrollo, se deriva de este
proyecto crtico el cuestionar los fundamentos de este parcializado dficit.
Para poder debatir sobre este provocativo reto desde el punto de vista filosfico,
es necesario diferenciar dos tipos de problemas: la pregunta sobre si hay dos tipos de
moralidad o una sola, vlida para todos los seres humanos, es distinta de la pregunta
sobre si estos tipos de moral se relacionan con las diferencias de gnero.
Para desarrollar este debate se parte de una diferenciacin fundamental que
hace Marilyn Friedman sobre nuestro comportamiento en relacin con los otros.
Friedman relaciona la teora de las dos orientaciones morales con ciertos tipos de
comportamientos (Friedman 241-265).
En la perspectiva de la justicia se percibe al otro como un otro generalizado.
Es decir, el otro es contemplado o definido a partir de reglas y clculos de acuerdo
con una escala de justicia que hace abstraccin de todas sus caractersticas perso
nales. Al contrario, desde la perspectiva del cuidado, el s mismo {self) y el otro se
contemplan en su individualidad y no como casos o ejemplos de la aplicacin de
las reglas (257). En este punto podramos hablar con Seyla Bebhabib del otro
concreto. La preocupacin central de la perspectiva del cuidado es la considera
cin del otro en su unicidad, diversidad e integridad, para as asegurar su recono
cimiento, respeto y promocin (258).
Comparto con Friedman, Seyla Benhabib y otras filsofas la posicin de que,
independientemente de la validez de los datos empricos del trabajo de Gilligan,
esta autora ha llamado la atencin sobre algunos problemas y preguntas parcializadas
que se presentan bajo la perspectiva de la justicia en la teora moral contempornea.
Ahora bien, las teoras filosficas no pueden entenderse como interpretaciones de
resultados empricos ni pueden tampoco ser construidas a discrecin. En el intento
de remediar el as llamado dficit, en la filosofa se excluyen al mismo tiempo el
reproche de la reactivacin arbitraria por insostenible, y la pretensin de superacin
de las concepciones morales. Esto exigira dos tipos de argumentacin.
321
Marion Heinz
1.La posibilidad y necesidad de una tica del cuidado debe ser demostrada
filosficamente.
2 .La relacin de las dos concepciones ticas debe ser asunto de reflexin por
parte de la filosofa, para fundamentar de esta manera su compatibilidad
e incluso su unin o mutua correspondencia.
Con este propsito se recurrir a la tica de la Ilustracin y, ante todo, a la de
un filsofo al que Kohlberg retorn para formular su teora. Creo que difcilmen
te, el bello gnero (el sexo dbil) sea capaz de manejar principios y con esto espero
no ofenderlo, ya que (lo que sera digno de agradecimiento en su posdata) estos
principios estn rara vez presentes en los hombres (Kant, B eobachtungen ).
En contra de los usuales perjuicios y expectativas est precisamente Kant, el
que en Der Metaphysik der Sitien desarroll una teora moral donde se contempla
ba tanto una perspectiva formal y universal, como un aspecto material dirigido a
considerar la benevolencia ( Wohlwollen) frente a los individuos, tal como lo pro
pone Gilligan. Estos dos aspectos conformaran una Gestalt en los niveles ms
altos de reglamentacin de las costumbres, en los aspectos jurdicos y ticos, los
que determinaran el carcter obligatorio del deber. Como se seal, normalmen
te Kant es interpretado dentro de las posturas formalistas y liberales, tal como
Gilligan lo presenta al criticar a Kohlberg quien representara la herencia kantiana
va Rawls y Piaget- ms directa.
Pero al contrario de esta ltima posicin, se podra mostrar -d e manera muy
somera- que la tica kantiana puede ser utilizada para fundamentar una tica del
cuidado o la benevolencia y como fundamento para la propuesta de la necesaria
compatibilidad de las dos opciones morales.
Las relaciones entre las concepciones morales y las diferencias de gnero, es pre
ciso insistir en ello, no son tema de consideracin de esta posicin (Gregor xvii).
En la segunda parte de la metafsica de las costumbres {Der Metaphysik der Sitien),
en la parte sobre la doctrina de la virtud {Tugenlehr), se muestran dos ideas:
1. Dentro de la virtuosidad, Kant aborda las dos obligaciones fundamentales
de la virtud: el perfeccionamiento de las capacidades propias y el fomento
de la felicidad ajena. Esta doctrina de las obligaciones frente a los otros
puede ser entendida como un principio para desarrollar una moral del cui
dado. La sensibilidad al contexto, la consideracin de la individualidad, la
construccin de uniones o compromisos a travs de la consideracin de los
sentimientos son caractersticas de esta orientacin moral, que ya se en
cuentran en la obra de Kant.
2. Segn Kant, no hay ninguna dicotoma o paralelismo entre la moral de la
justicia y la del cuidado, ms bien, estos dos aspectos, que una tica fnda-
322
Normas morales y diferencias de gnero. La compatibilidad entre los conceptos ticos kantianos y feministas
323
Marion Heinz
32 4
Normas morales y diferencias de gnero. La compatibilidad entre los conceptos ticos kantianos y feministas
miento de este ser-en-conexin ( Verbundenseins) debe ser un deber que cada cual
habr de proponerse como meta. Las inclinaciones y los sentimientos no pueden
proponerse como fundamento de las argumentadas relaciones ticas entre los hom
bres y, por tanto, no puede proponerse como deber el tenerlas. De la misma
manera habrn de considerarse los sentimientos de empatia como la compasin y
simpata (Mitfreude) que al ser cultivados podrn convertirse en medios que sensi
bilizarn y prepararn mejor al sujeto para su participacin tica.
Con esto se muestra que la exigencia terica y prctica de la tica feminista de
proponerse dentro de una doctrina moral encuentra su justificacin filosfica, de
tal manera que incluso le permitir liberarse de una fundamentacin antropolgica
o de una supuesta determinacin de la esencia de la mujer.
Por ahora, la pregunta sobre si la propuesta de Gilligan deber recurrir a Kant
o a otra concepcin, sigue abierta. As por ejemplo, Seyla Benhabib intenta recu
rrir a la tica discursiva de Habermas para resaltar la importancia de la tesis psico
lgica de Gilligan. Partiendo de Gilligan y Habermas critica el universalismo
monolgico de la concepcin tica kantiana. La alternativa consistira en una
tica comunicativa que partira de la interpretacin de las necesidades y de un s e lf
relacional. Conservando el universalismo -ahora realizado a nivel discursivo-,
ste se propone de tal manera que el otro concreto, en su particular biografa,
necesidades y aspiraciones en relacin con una vida buena, sea considerado.
Esta breve presentacin debe considerarse suficiente para mostrar la recepcin
de la propuesta de Gilligan en el terreno de la teora discursiva. Aparte de las
posibles versiones filosficas a las que se pueda recurrir para argumentar sobre el
debate propuesto por Gilligan, es importante resaltar que la tica feminista puede
ser compatible con teoras morales tradicionales a pesar de sus aparentes oposicio
nes fundamentales.
Respecto a la pregunta inicial sobre si es necesaria una nueva formulacin de
una perspectiva femenina al lado de la masculina, podemos proponer, segn lo ya
formulado, que la orientacin moral femenina propuesta alrededor del cuidado es
una parte fundamental de una amplia concepcin de la razn prctica, y no parte
de una dividida Gestalt de la moral. Adems, la consideracin de una moral feme
nina provoc la renovacin e incorporacin de esa particular idea dentro de las
reductivas ideas de la razn prctica.
Los destinatarios de esta ilustracin que tiene tal poder generativo y transformador en
la praxis social son, naturalmente, seres humanos tanto masculinos como femeninos.
Si bien hay una variedad -justificada- de crticas de los mtodos y resultados
de las investigaciones empricas formuladas por Gilligan, no debe negarse que su
posicin a nivel histrico represent una moralizacin del gnero. Bajo esta ex
presin entiendo con M. Friedman que
325
Marion Heinz
los valores morales, las prcticas culturales de las virtudes son vistas como proyectos
especficos o esferas de accin de los gneros correspondientes. Esta concepcin
decide sobre qu obligaciones o maneras de comportamiento valen como normales
o adecuadas, o cules como desviadas, molestas e intolerables, y cules comporta
mientos se esperan de cada gnero (Friedmann 241-265).
Sin duda es acertado afirmar que histricamente se ha formado una divisin
del trabajo entre los sexos de tal manera que los hombres por lo general han
operado en un sector pblico despersonalizado y las mujeres, al contrario, usual
mente son confinadas a actuar en una esfera privada donde priman las relaciones
entre seres humanos. Qu consecuencias se pueden extraer a partir de estas dos
concepciones morales, que necesariamente se integraran en su aspecto universal e
individual en una tica del amor, sea bajo la doctrina de la virtud kantiana o bajo
la interpretacin de las necesidades de una tica del discurso?
Por ahora basta acentuar que slo sobre la base de una tica universal existe la
posibilidad de condenar las circunstancias injustas moralmente. Slo desde una
perspectiva universal puede ser criticable la opresin y discriminacin de las mu
jeres. Sin una moral universal existe la amenaza de caer en los particularismos
premodernos de las concepciones morales o en el extendido y abarcador particula
rismo posmoderno.
El estereotipo moral de las mujeres, el cual muestra a las mujeres como ejem
plo de convicciones virtuosas o, como dice Kant, piedra de amolar ( Wetzstein) de
la virtud del hombre, puede ser dirimido a travs de un sentido racional: las
mujeres son, de acuerdo con su cultural virtud del amor, los mejores seres huma
nos, los que ya han formado aquello que es imprescindible para la humanidad
desde el punto de vista tico.
Esa imagen de la mujer puede ser utilizada, sin peligro de caer en un falso
esencialismo sobre el carcter social de gnero, en tanto se asume un ideal (en un
sentido anticuado) que integre la otra parte de la humanidad en funcin de lograr
la perfeccin tica. En tanto este papel ejemplar de la moral femenina no se tome
en sentido esttico, sino en un estricto sentido tico, podemos evitar el peligro del
enceguecimiento de las relaciones de poder de acuerdo con las idealizaciones ideo
lgicas. Con esto queremos decir que el establecer el amor y el cuidado como
virtudes de las mujeres, las que tienen socialmente determinadas funciones como
servir a los hombres y a los intereses por ellos definidos (Frye 251) y proponerlos
como partes de una tica universal, habr de llevar a que se denomine y se conde
ne lo moral al instrumentalizar las virtudes y al percibirse en funcin de la caren
cia de autodeterminacin.
Segn todo esto, se puede extraer un anlisis negativo, al criticar los estereoti
pos de gnero histricamente formados. Igualmente, se sigue en su aspecto posi
32 6
Normas morales y diferencias de gnero. La compatibilidad entre los conceptos ticos kantianos y feministas
O b ras c ita d a s
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327
Legados conflictivos:
Derechos humanos,
perialismo y libertad de la
mujer
Drucilla Cornell (tomado de At the Heart of Freedom)
Traduccin: Beatriz Arbelez, Mercedes Guhly Beatriz Len
D rucilla Cornell
El entusiasmo por incluir a las mujeres en las discusiones sobre los derechos
tambin ha recibido duras crticas. Teniendo en cuenta el legado brutal de la
dominacin imperialista que arras con la lengua y la cultura de los pueblos so
metidos, no es nada sorprendente que muchas de las naciones postcoloniales del
mundo sientan desconfianza de todas las prcticas legales, polticas o culturales
asociadas con Occidente, e incluso las consideren como una traicin. En el caso
particular de las mujeres, algunos nacionalistas declarados han buscado revivir
prcticas tradicionales que los colonizadores o bien declararon ilegales o despre
ciaron en consecuencia con su cultura. Un ejemplo clsico lo constituye la muti
lacin genital femenina, que tanto los misioneros de la Iglesia como las naciones
que los enviaban en las as llamadas misiones civilizadoras trataron de suprimir
por medio de la ley y, cuando era necesario, de la fuerza (Obiora 275). Algunos
lderes de los pases en vas de desarrollo han defendido la lucha por conservar
prcticas que sin duda violan los principios de la c e d a w porque las consideran
cruciales para la reivindicacin de la cultura y de las tradiciones de las que la nueva
nacin haba sido despojada.
Entre algunos acadmicos interesados en poltica y algunos activistas de dere
chos humanos de las antiguas colonias del primer mundo,1 el debate sobre las
cuestiones de la universalidad versus el relativismo se ha actualizado con la pregun
ta acerca de la forma y del alcance de los derechos humanos. Cul es la fuente
para definir el concepto de derecho, de persona y de razn que se debe emplear en
la defensa de una agenda de derechos humanos? Si se tiene en cuenta la relacin
entre el imperialismo y la imposicin de la denominada carga del hombre blanco,
los intentos por responder a esta pregunta deben ser polticamente tendenciosos.
La carga del hombre blanco2 no slo consista en que los suyos fueran los
estndares de civilizacin que todos los pueblos deban aceptar sino, tambin, en
que l tena la responsabilidad de imponerlos. El corazn de las tinieblas3 haca
retumbar su mensaje en un horripilante espectculo de violencia, aclamado por
los colonizadores como la redencin de los salvajes. Este legado ha rondado los
debates sobre si existen o no normas morales universales que puedan inspirar una
agenda de derechos humanos, en especial cuando estas normas se emplean para
justificar sanciones econmicas, u otros mtodos para hacer cumplir la ley, en
contra de las naciones que no se rigen por el programa de derechos.
1 La expresin primer mundo aparece entre comillas para llamar la atencin sobre la jerarqua obvia
existente en las clasificaciones primero, segundo, tercero, etc.
2 White mans burden -la carga del hombre blancoes una idea tomada de un poema de Rudyard Kipling,
que se refiere a que el hombre blanco se asigna la difcil tarea de civilizar a los dems pueblos del mundo.
(N. deT.)
3 Se refiere a la novela de Joseph Conrad, El corazn d e las tinieblas, 1902, que muestra el panorama de
la explotacin colonial en el Congo. (N. de T.)
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la cultura por distintos caminos y disea rumbos completamente nuevos para ella.
La lucha por la libertad no le devuelve a la cultura nacional su valor y sus formas
anteriores. Esta pugna, que tiene como objetivo lograr un conjunto fundamental
mente diferente de relaciones entre los hombres, no puede dejar intactos ni la
forma ni el contenido de la cultura del pueblo. Despus del conflicto, no slo
desaparece el colonialismo sino tambin el hombre colonizado (245).
Fann da un significado normativo y poltico a la liberacin nacional y, de esta
forma, la separa de las luchas por independizarse de Occidente que buscan un
renacimiento de la cultura previa. La imposicin de la conservacin de la cultura
por la fuerza no debera confundirse con la liberacin nacional. Sin embargo,
algunas revoluciones del tercer mundo precisamente han proclamado el retorno
a las formas anteriores como la evidencia de su ruptura con todo lo occidental.
Irn constituye un ejemplo clsico: al obligar a las mujeres a llevar el velo, so pena
de enfrentarse a una persecucin brutal o, incluso, a la muerte, claramente se
destruye la imaginacin y se prohben de manera absoluta las nuevas formas de
expresin (Mirhosseini).
La comprensin de Fann acerca de la liberacin y de la cultura nacionales es
un recordatorio importante de que tanto la diferencia cultural como la natural no
son realidades estticas. En el esfuerzo poltico por constituir una nueva nacin, la
lucha por modificar los patrones culturales forma parte integral de la manera
como un pueblo colonizado llega a imaginar su libertad como nacin nueva, en la
que sus miembros ya no son definidos por sus opresores. La libertad adquiere
sentido como parte del intento del pueblo colonizado por forjarse a s mismo, de
forma poltica, tica y cultural, como representante de su propio futuro.
La proteccin del espacio para el renacimiento de la imaginacin no puede
separarse de la esencia de los esfuerzos para establecer la soberana y para desarro
llar una economa independiente. Como lo seala el anlisis de Fann, la necesi
dad de este espacio est entrelazada con la manera como el proceso de colonizacin
captura la vida squica y simblica del pueblo colonizado. Esta comprensin de la
relacin que existe entre cultura y liberacin nacional aporta poderosos argumen
tos en contra de la represin estatal ejercida durante el proceso mediante el cual
un pas crea espacios para que los esfuerzos, individuales y colectivos, artsticos y
polticos, representen la libertad. Con frecuencia, el feminismo en el tercer mun
do se ha manifestado como uno de los experimentos dentro de la representacin
de la libertad en los movimientos de liberacin nacional (Alexander y Mohnty).
Cuando las opiniones enfrentadas sobre el respeto por las diferencias culturales
son utilizadas como un argumento en contra de los derechos humanos de la mu
jer, el anlisis de lo que est en juego en el movimiento de derechos humanos no
puede avanzar en forma lcida a menos que se comprenda que aquellos patrones
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Alexander nos muestra cmo la ley se convirti en uno de los medios de consagra
cin de las normas polticas estatales para librarse de las conductas sexuales deca
dentes, es decir, todas aqullas diferentes de la heterosexualidad normal. La ley
se convirti en el smbolo del nuevo orden civilizado de la nacin-estado su
puestamente liberada (Alexander, Erotic 82).
Lo que Alexander quiere decir con autonoma ertica est muy cerca de lo que
yo he defendido como el derecho a representar el ser sexuado de cada uno. La
conexin que Alexander traza entre el proceso de descolonizacin y la autonoma
ertica debilita la fantasa de que slo las mujeres occidentales pueden permitirse
el lujo de la libertad sexual. Adems, Alexander cuestiona la nocin de que la
libertad sexual es meramente cultural, es decir, una acotacin al quid del desa
rrollo econmico.7 Su anlisis tambin exige que se haga una distincin entre los
renacimientos culturales disfrazados de liberacin nacional, que slo estn al
servicio de la recolonizacin, y lo que Fann describe como las luchas por confor
mar culturas que aspiren a la libertad que la nacin independiente y reconstruida
le promete al pueblo.
La desconfianza de Alexander hacia la ley forma parte legtima del recelo de las
feministas hacia la discusin alrededor de los derechos. As, aunque no sucumba
mos a la influencia del mito de que las feministas del primer mundo son las
nicas que tienen derecho a soar con rosas, todava se nos plantean preguntas
serias acerca del papel que la ley debera jugar en la lucha por nuestra libertad
como seres sexuados. Si se insiste en el punto de que la exigencia de libertad sexual
no es simplemente un ideal del primer mundo, esto no significa que defender
este ideal como materia de derecho no sea recaer en formulaciones occidentales de
la persona y del sujeto.
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religin. Por el contrario, estos reclamos debilitan el derecho que detentan algu
nos miembros de una religin de utilizar la fuerza bruta para garantizar el predo
minio de sus interpretaciones particulares.
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desventaja a la mujer porque se considera o bien que las mujeres no tienen credi
bilidad y, por lo tanto, que su temor es infundado, o se piensa que el dao al que
temen es intrascendente, o, por ltimo, que las mujeres no constituyen un grupo
social, segn los parmetros del INS (Bunch; Me Calla).
Las feministas del movimiento por la defensa de los derechos humanos con vehe
mencia han argumentado que se debera incluir el gnero dentro del segundo punto
del acta, o cuando menos, que el hecho de ser mujer se debera entender como la
pertenencia a un grupo social particular.12 (McCalla 13-14). Sin embargo, debe
mos adicionar el gnero a la lista de aquello que debe sustentar la persecucin para, de
esta forma, convertirlo en una razn vlida de la solicitud de asilo? Si es as, simple
mente estaramos reproduciendo en el mbito internacional las exclusiones y las limi
taciones que son inherentes a la interpretacin legal dominante del sexo como gnero
de nuestra ley nacional constitucional y de discriminacin.13
12 Con frecuencia los tribunales han rehusado reconocer que ser mujer es pertenecer sin duda a un
grupo social. Ver Snchez-Trujillo venus INS, 801 F.2d 1571 (circuito noveno, 1986) sobre el test de
cuatro puntas. De forma convincente McCalla describe la tergiversacin incoherente de los juzgados de
circuito sobre si el gnero es o no un grupo social y los efectos desastrosos que esto ha tenido en las
mujeres.
l3Me suscribo a la propuesta de Greg DeFreitas sobre la reforma de la poltica de inmigracin planteada
en Inmigration, Inequality, and Policy Alternatives (artculo de trabajo). Para DeFreitas el objetivo
principal de la poltica de inmigracin debera ser humanitario:
sta fue la formulacin expresa de la reforma migratoria de 1965; no obstante, sta le dio una prioridad
en extremo amplia al restablecimiento de la convivencia de los miembros distantes de las familias de los
residentes estadounidenses y a la admisin de trabajadores calificados y no a los refugiados en peligro,
quienes fueron dejados al capricho de las decisiones administrativas ad hoc. El Acta de Refugiados de
1980 apuntaba a un enfoque ms sistemtico y reemplaz la definicin de refugiado propia del perodo
de la Guerra Fra (cualquiera que huya del comunismo) por aqulla aprobada por las Naciones Unidas:
personas con un miedo bien fundamentado de persecucin por razones de su etnia, religin, naciona
lidad, pertenencia a un grupo social o manera de pensar. Sin embargo, en la prctica el prejuicio an
fuerte de la Guerra Fra ha continuado favoreciendo a los que ahora son en gran parte trabajadores
itinerantes por problemas econmicos, provenientes de Cuba, Indochina, Europa Oriental y la antigua
Unin Sovitica. La historia reciente ha producido muchos refugiados legtimos por violencia poltica y
tnica y nuestro sistema de inmigracin debe reservar un nmero suficiente de lugares para proveer
proteccin temporal o a largo plazo a tantos como sea posible. Esto puede al tiempo significar asignarle
una prioridad secundaria a otro objetivo humanitario importante: la pronta reunin de miembros
cercanos de una familia. Por supuesto, no se esperar que nacin alguna acepte a todos los que se
proclamen refugiados de cualquier parte del mundo. E incluso en crisis evidentemente obvias, como la
de Hait en 1994, los desplazamientos masivos de poblaciones requerirn de una coordinacin de los
esfuerzos multinacionales de reubicacin (19-20).
Una reforma a la inmigracin que se enfoque en objetivos humanitarios, con la inclusin del sexo en la
definicin de las Naciones Unidas, ayudara en gran medida a las mujeres en sus esfuerzos por escapar a
la brutalidad que les espera en sus propias naciones. Tales objetivos humanitarios han sido una prioridad
para las mujeres que buscan asilo pero que no estn escapando de la Europa Oriental y de la antigua
Unin Sovitica y a quienes se les ha negado el estatus de refugiadas porque el procedimiento ad hoc por
lo general no toma estas peticiones con la seriedad que debiera. DeFreitas da una respuesta a la
preocupacin sobre la compuerta. Si la comunidad defensora de los derechos humanos tomara seria-
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mente la persecucin por causa del sexo entonces se facilitara el tipo de coordinacin multinacional
necesaria. Yo apoyara este tipo de coordinacin. Esto ayuda sin duda a las mujeres y pone de manifiesto
la gran crtica moral y poltica de las naciones que dan asilo a las prcticas de persecucin fundamentadas
en el sexo, incluyendo la mutilacin genital femenina, aunque esto se haga sin interferir de manera
directa en la soberana de la otra nacin.
DeFreitas tambin clama por ms reformas:
1. Apoyo federal a las ciudades que tienen los porcentajes ms altos de inmigrantes;
2. Reorganizacin del INS;
3. No considerar ms las solas habilidades ocupacionales como base suficiente para la admisin;
4. En vez de exportar trabajos o profesionales bien pagados, las empresas y el gobierno deben ser
proclives a proveer por fin escolaridad, capacitacin y reentrenamiento de primera clase al amplio
nmero de estadounidenses mal pagados o subempleados;
5. Finalmente, Estados Unidos debe terminar con su patrn histrico de crear grandes poblaciones
desplazadas a travs de su poltica internacional. (22).
14 Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaracin, sin distincin
alguna de raza, color, sexo, idioma, religin, opinin poltica o de cualquier otra ndole, origen nacional
o social, posicin econmica, nacimiento o cualquier otra condicin. Declaracin Universal de Dere
chos Humanos, G.A. Resolucin 217 (II), 10 de diciembre de 1948.
350
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1 Entendemos por estudios de mujer y gnero la tarea de generacin de conocimiento sobre las mujeres
y las relaciones de gnero que puede venir de los centros universitarios pblicos y privados, y de otros
centros de investigacin y ONG no universitarios.
2Para ello es necesario el uso de fuentes primarias sobre formacin, periodizacin, desarrollo institucional,
recursos, actividades y curriculo de los diferentes organismos (centros, escuelas, institutos, programas,
etc.; la nomenclatura es muy variada) dedicados a la docencia, la investigacin o la extensin universita
ria sobre las relaciones de gnero.
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Los estudios se inician con acadmicas activistas del movimiento y tambin con otras
mujeres dentro y fiiera de la academia. En general, en la primera etapa se advierte gran
resistencia del canon universitario a la integracin de la perspectiva de mujer/gnero, que
cuestiona estructuras patriarcales de poder establecidas. Se inicia en universidades pbli
cas a nivel nacional, generalmente en las capitales. Tiene como preeminencia el
financiamiento internacional versus los recursos intrainstitucionales estatales, con el pe
ligro de que condicionamientos externos definan las agendas. Se advierten diferentes
grados de formalizacin universitaria, segn la estructura de cada universidad.
Los estudios mujer/gnero en su primera etapa elaboraron investigaciones es
pecficas que tenan a la mujer como objeto central de anlisis: las trabajadoras, las
campesinas, las indgenas, el trabajo domstico, las estrategias de sobrevivencia, la
participacin poltica, entre otros temas.
Contenido
En relacin con el contenido resaltamos seis puntos: 1) la heterogeneidad y
puntos similares, 2) el paso del anlisis del patriarcado a las diferencias sexuales, 3)
los aportes metodolgicos, 4) el dilogo con los debates del pensamiento moderno,
5) la entrada de la mujer al trabajo remunerado y 6) los temas nuevos o de punta.
1) Heterogeneidad y punto de partida similar.- El conocimiento sobre la mu
jer/gnero no ha sido ni es una corriente homognea en su marco terico y
metodolgico. Esto, en parte por ser un campo de estudio reciente, heterogneo a
nivel de profundizacin terica y de investigacin de campo, de mltiples disci
plinas y diferencias ideolgicas y polticas en la comprensin de la subordinacin
y el cambio de la condicin de las mujeres.
Aun as, se advierte un punto de partida similar: recoger para el conocimiento
cientfico las diferencias entre los sexos y advertir la subordinacin de las mujeres
como gnero en el orden patriarcal. Durante siglos, el conocimiento cientfico fue
patrimonio masculino: las mujeres fueron excluidas como productoras y slo par
cialmente fueron miradas como objeto de estudio con sesgos androcntricos. En
1958 Simone de Beauvoir escribi:
La visin del mundo se nos aparece como el mundo en s mismo y esta visin de que
disponemos es un producto de los hombres, describe el mundo desde la perspec
tiva de los hombres ... siendo una perspectiva es confundida con la verdad abso
luta ... El hombre se ha comprendido a s mismo como ser genrico, el comporta
miento del hombre se ha convertido en el modelo del comportamiento humano
(De Beauvoir).
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4 Como categora analtica que incluye pero trasciende la definicin biolgica de sexo y ubica a hombres
y mujeres como categoras de anlisis socialmente construidas.
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lar preguntas de investigacin sobre las relaciones de poder, ya no slo como afir
macin, sino como una descripcin en profundidad de construcciones subjetivas
de esas relaciones.
Es un nuevo campo de estudio y rea de conocimiento en construccin que ha
avanzado en documentar la multiplicidad de representaciones sociales de la masculinidad existentes en la regin, e intenta responder demandas de las polticas
pblicas. Sin embargo, el estudio de las relaciones de poder micro, meso y macro
es an un mbito pendiente.
Las preguntas por la ciudadana de las mujeres y por la ampliacin de los
derechos en los nuevos contextos democrticos reflejan preocupaciones que estn
en el orden del da. Los derechos humanos de las mujeres con inclusin de la
violencia domstica y los derechos sexuales y reproductivos son parte sustantiva de
nuevas agendas de investigacin.
Debates y tensiones
En la actualidad se adelantan debates importantes sobre el amplio tema de los
estudios mujer/gnero. Entre ellos cabe destacar: 1) la institucionalizacin e
interdisciplinariedad, 2) las tensiones entre los estudios mujer/gnero y el movi
miento, 3) la actividad tecnocrtica versus el pensamiento crtico y 4) el paso de
mujer a gnero en la investigacin.
1)
Institucionalizacin e interdisciplinariedad.- Para este nuevo siglo es un
reto la institucionalizacin de los estudios mujer/gnero, como parte de la educa
cin superior. Para avanzar en este proceso en curso es necesario el debate sobre si
estos estudios siguen por la ptica de la transversalidad, para permear el grueso
del currculo acadmico de sus instituciones, o si adelantan un trabajo como entes
separados e independientes dirigidos a la profesionalizacin de sus estudiantes y
con una visin ms de aislamiento, que en algunos casos raya en el ghetto dentro
del sistema universitario. La mezcla o puentes entre estas dos tendencias tambin
debe ser parte de la discusin.
Para avanzar en el proceso de institucionalizacin que se elija, o que las circuns
tancias impongan, se requiere en cada caso consensuar el proyecto feminista para
la academ ia, el cual pasa entre otras discusiones por un debate de la
interdisciplinariedad. Es necesario salir del ghetto e integrarse transversalmente al
currculo de todas las carreras, rompiendo su circunscripcin a las ciencias huma
nas y sociales, algo en las mdicas y la administracin como se da hoy da, adems
de permear las ciencias llamadas duras y las tcnicas. Pero para lograr esta meta
se presentan tres obstculos, entre otros. Primero, la limitada conciencia de la
362
2)
Tensiones entre estudios mujer/gnero y movimiento.- Como se mencion
anteriormente, el movimiento precedi a los estudios mujer/gnero. Los objetivos
iniciales respondan a un tanteo del movimiento de mujeres, que recin nombra
5 El trabajo de Benera y Roldn o Deere y Len, ambos en economa y sociologa, pueden ser ejemplos.
Es importante trabajar casos en otras disciplinas.
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sis. Aqu surge Ja pregunta que Ja investigacin est llamada a resolver: cules son
as diferencias que cuentan?, urbanas/ruraJes?, de clase?, de pobreza?, de edad?,
etc. Las diferencias visibles generaJmente son diferen cias de identidades colecti
vas, como las tnicas, as raciales, etc., pero qu pasa con Jas diferencias que no
tienen identidades colectivas tan visibJes?
El desarrollo d e un pensamiento crtico tiene pendiente adems otra tarea, que
se enmarca en los debates sobre igualdad y diferencia. AJ seguir el ideario de
Nancy Fraser, es necesario avanzar en un dilogo entre las exigencias de la igual
dad social y las exigencias del reconocimiento de las diferencias entre grupos. Es la
importancia de investigaciones que den cuenta paralela de las polticas de distri
bucin y las de identidad. Es fundamental establecer puentes entre idearios y
prcticas que aparecan como contrarios y an polarizados. Lo que se requiere son
posturas tericas y empricas que simultneamente den cuenta de las preocupa
ciones por la igualdad y la redistribucin, y aquellas referidas a las diferencias y el
reconocimiento.6 Esta discusin, anclada en trabajos de investigacin, es sustan
cial para el avance de posiciones crticas en los estudios mujer/gnero.
El dilema entre la actividad tecnocrtica y el desarrollo de un pensamiento crti
co plantea un problema complejo. Hay consenso, como seala Tarrs (113-114), de
que fuimos nosotras las mujeres feministas a nivel internacional, regional, nacional y
local quienes construimos mediante diferentes canales y pusimos en la arena pblica
la agenda de las mujeres tejida con gran compromiso y esmerado esfuerzo. Desde
Mxico/75 y sus antecedentes, hasta Beijing/95 y el pos Beijing, planteamos la
necesidad de eliminar las condiciones de discriminacin que afectaban a las mujeres
y sealamos la necesidad de buscar la equidad. Fueron dos dcadas para construir
organizacin y redes a diferentes niveles. Tenemos ahora una Plataforma de Accin
para las Mujeres ( p a n ) y tambin tenemos cruzadas transversalmente las plataformas
de temas tales como desarrollo sustentable (Eco/92), derechos humanos (Viena/94)
y poblacin (Cairo/94), entre otros. Hoy en da y en espacios muy heterogneos, en
un tiempo que podramos calificar como rcord, tenemos en nuestras manos una
oportunidad para la accin. Pero, al mismo tiempo, requerimos consolidar espacios
e instituciones donde cada vez y de manera ms sistemtica desarrollemos un cono
cimiento centrado en el anlisis de las relaciones de gnero con actitud crtica. Des
de mi ptica y desde el lado de mi compromiso feminista acadmico, considero que
la misin de desarrollar un conocimiento crtico debe instalarse y ser el marco con
ductor de los centros acadmicos de estudios mujer/gnero.
6 Deere y Len proponen el tema de la propiedad como una bisagra para unir preocupaciones de
igualdad y reconocimiento para las mujeres y lo desarrollan empricamente para doce pases de Amrica
Latina en relacin con la propiedad de las mujeres rurales.
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Magdalena Len
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Magdalena Len
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El movimiento
norteamericano contra
la violacin: Paradigmas
desafiantes del discurso
Linda Alcoff
Traduccin: Anita Caizares M.
1 La organizacin Voces puede ser contactada en Voces en Accin, Inc., EO. Box 148309, Chicago IL
60614 (312) 327-1500.
Linda Alcoff
Nosotras creemos que no hay ningn tab contra el incesto, simplemente contra
hablar acerca de l. Y la razn de este tab, una vez se examina, es clara: si empeza
mos a hablar acerca del incesto, nos daremos cuenta de su sitio como un terreno de
entrenamiento para que las nias se sientan como objetos inferiores para ser usados
por hombres (...) Al empezar a hablar acerca del incesto, empezamos a amenazar su
presencia continua y negada (Voices 15).
Ms an, las sobrevivientes que con frecuencia han estado silenciadas debido al
miedo de una represalia o una humillacin mayor, y quienes han cargado con el
peso de la agona oculta por meses, aos y aun dcadas reportan que hablar ha
sido una experiencia tan liberadora como tranquilizante (Kelly 13).
Por otro lado, hablar de las experiencias de las sobrevivientes ha sido
sensacionalizado y explotado por los medios de comunicacin en dramatizaciones
ficticias o foros periodsticos tales como los Talk Shows. La televisin a menudo usa
la presencia de los sobrevivientes por su capacidad de impresionar, y se enfoca en
un sdico voyerismo entre sus televidentes. En una cultura donde las sensaciones
de la audiencia son adormecidas por las demostraciones de violencia -tanto reales
como ficticiasen la televisin y en el cine, y en la cual las sensibilidades se han
atrofiado debido al capitalismo tardo, estos programas proporcionan un momen
to en el que la audiencia puede confrontar sentimientos reales, intensos y crudos.
La emocin de impresionar radica en su uso del medio como un bien de consumo.
En este texto, queremos preguntar: Cul es el efecto poltico del acto de ha
blar de una sobreviviente? La diseminacin y proliferacin de los discursos de las
sobrevivientes est teniendo algn efecto subversivo en la violencia patriarcal? O
este acto est siendo recuperado y coaptado? Es decir, se usa de una manera que
disminuye su impacto subversivo?
Este doble acto coincide, en una forma interesante, con los dos argumentos de
Michel Foucault acerca del acto de habla {speech). Por un lado, Foucault argumen
ta que el habla no es un medio o una herramienta a travs de la cual las luchas por
el poder ocurren, sino un sitio importante del mismo conflicto (216). Es decir, el
habla (speech ) es la meta, no el medio. Por otro lado, Foucault tambin argumenta
que traer las cosas al reino del discurso como ocurre con la confesin de los
catlicos donde las prcticas del placer del cuerpo son trasladadas al discurso- no
siempre es liberador, y puede contribuir a la dominacin de la subjetividad.
Estas afirmaciones parecen contradictorias, o por lo menos apuntan en dife
rentes direcciones. La primera sugiere que los movimientos de cambio social de
beran enfocarse en el campo del habla (speech ) como el sitio central del poder.
Cuando ciertas personas o ciertos temas han sido silenciados, el hecho de hablar
produce transformaciones en las subjetividades y en las relaciones de poder. Pero
la segunda afirmacin nos advierte que la tctica de traer cosas al reino del discur-
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recuentos sobre violaciones realizadas por un extrao. Pero aun en el caso de una
violacin por un extrao, las mujeres mayores y las mujeres que no son atractivas
tienen usualmente ms dificultad de que se les acepten sus historias. De igual
forma, a mujeres que son consideradas muy sexy y a mujeres prostitutas no se les
cree o se les dice que han sido las culpables. Las mujeres negras de un nivel
socioeconmico ms bajo que han sido violadas por hombres blancos de clase alta,
tienen an menos oportunidad de que se les crea que las mujeres blancas que
reportan violaciones por parte de hombres pertenecientes a grupos marginados. A
las lesbianas sobrevivientes puede crerseles, pero sus violaciones son descontadas
como poco importantes (y aun ms, pueden ser vistas como teraputicas!). El
patrn que emerge de estas respuestas es que si la sobreviviente no es silenciada
antes de que pronuncie una palabra, su discurso es categorizado dentro de lo loco,
de lo falso o de lo increble.6
El concepto de discurso ayuda a explicar por qu, al renombrar la violencia
sexual, las feministas han encontrado tanta resistencia. Dado que cada discurso
tiene sus propias reglas, las cuales crean pautas para la formacin de objetos y
conceptos, los objetos y conceptos nuevos y anmalos retan implcitamente la
hegemona de esas reglas existentes. Los discursos deben entenderse como una
totalidad de elementos interconectados. En opinin de Foucault, las reglas para la
formacin de conceptos y objetos no existen antes de o aparte del sistema domi
nante de discursos, pero emergen de las configuraciones de los actos declaratorios
y sus interrelaciones. Dado esto, un simple cambio en una declaracin, o la irrup
cin de nuevas declaraciones que no se ajustan con el todo, tendrn un efecto
perturbador sobre las reglas de formacin del discurso.7
El discurso de las sobrevivientes incluye una m ultitud de esos efectos. Es
transgresivo primero que todo porque reta los arreglos del habla que hasta ese
momento haban sido observados: en donde las mujeres y los nios no son auto
ritarios, donde usualmente no se les da el espacio para hablar o ser escuchados, y
donde su habilidad para hablar contra los hombres, contradecirlos y atacarlos ha
6 Por ejemplo, Sandi Gallant, una mujer polica e investigadora del Departamento de Polica de San
Francisco, dice que en lo que concierne al ritual de los casos de abuso sexual, la razn por la cual hay
tan pocos casos procesados con xito es que la informacin es tan horrible e incmoda, que nadie quiere
creerla. Los investigadores oyen estas historias y ellos mismos dicen: no, esto no puede ser verdad, y
por eso no la escriben, no la documentan. El hecho ms infortunado es que las vctimas son con
frecuencia acusadas de crear esas historias, y terminan siendo las sospechosas, y los sospechosos terminan
siendo las vctimas (Best y Davis 420-421).
7 Liz Kelly ofrece una discusin iluminadora de las formas en las cuales las categoras dominantes de la
violencia sexual y de la conceptualizacin de las ofensas sexuales en la literatura de la psicologa y la
sociologa funcionan para minimizar el dao a las victimas y le quitan responsabilidad al asaltante. En esa
forma, en general funcionan para minimizar el potencial disruptivo sobre los discursos y las prcticas
dominantes de los reportes de las sobrevivientes.
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ces Collins decidi enfocarse en el tema que Tracy haba comentado para pregun
tar qu pueden hacer los padres de familia para preparar a sus hijas a fin de reducir
el riesgo de una violacin. Entonces apareci un terapeuta experto en la preven
cin de violaciones, quien continu discutiendo las dificultades que tienen las
mujeres en nuestra sociedad para comunicar sus deseos sexuales, y cmo hacer el
amor es mucho ms placentero cuando el compaero desea participar en ese acto.
Cules fueron los efectos de ese programa? Utiliz la emocin del relato de una
sobreviviente para atraer la atencin de la audiencia, enfoc la discusin de la viola
cin en el comportamiento de la mujer, y cre o recre un escenario donde las
mujeres mayores aparecen como escpticas frente a las mujeres jvenes, y en donde
los hombres aparecen como los protectores paternalistas. Tracy se convirti en el
objeto de anlisis y evaluacin para que los expertos y los representantes de la gente
de los medios de comunicacin (Collins y Fleming) pudieran discutir. La cmara
persisti en enfocarse en la cara de Tracy, an cuando otros estaban hablando, como
si fuera un ejemplo de lo que se discuta. El esfuerzo de Tracy por enfocar el tema
hacia las formas institucionales y culturales por las cuales se excusa la violacin o se
culpa a la vctima fue efectivamente neutralizado cuando los anfitriones del progra
ma la pusieron en la posicin de tener que defender sus acciones, y cuando la discu
sin se dirigi a las formas en las cuales las mujeres podran cambiar sus propias
acciones para evitar violaciones. La contribucin del experto sirvi para reforzar el
enfoque de los anfitriones hacia el comportamiento de las mujeres y la proteccin de
los padres. Cuando se le pidi que dijera algo acerca de los hombres, ella habl sobre
el aumento del placer sexual. Todo el programa se caracteriz por una objetivacin
de las vctimas, una reaccin escptica hacia la narrativa de las sobrevivientes, y una
tendencia a evitar el tema de la responsabilidad de los hombres por la violacin.
Numerosos programas de Talk Shows han producido efectos similares. Estos
programas muestran las emociones de los sobrevivientes para el consumo pblico,
y funcionan como rbitros entre el discurso de los sobrevivientes y la interpreta
cin de los expertos. Usualmente el formato sigue este patrn: al comienzo del
programa las sobrevivientes son mostradas de cerca mientras cuentan sus histo
rias. El presentador del programa se asegura de hacer preguntas suficientemente
provocadoras para hacer que las sobrevivientes se pongan a llorar o a gritar (esto se
puede lograr al descubrir, en una entrevista antes del show, cules son los temas
ms vulnerables, y luego enfocando las cmaras en ellas cuando empiezan). Des
pus de hacer esto durante unos minutos, el anfitrin usualmente dice wow o
huy o algo por el estilo, y luego se pasa a comerciales. El programa reinicia con
preguntas por parte de la audiencia, y despus el inevitable experto aparece en la
escena, y, con un aire desapasionado, explica a la audiencia la naturaleza, los sn
tomas y posiblemente las terapias para tales crmenes de violencia.
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En este punto quiero ofrecer un resumen de los peligros que corren las sobre
vivientes al hablar usando los programas basados en la estructura de los confesio
narios. En los medios de comunicacin, el lenguaje de las sobrevivientes se convierte
en un bien de consumo que tiene un valor relacionado con el sensacionalismo y el
drama, y que circula dentro de las relaciones de competencia de los medios para
incrementar la audiencia y despertar a los televidentes. En esta forma, una meta o
un efecto que probablemente no es intencional por parte de las sobrevivientes se
convierte en el principio organizador de presentacin del show, y de cmo ste se
arregla, se produce y se edita. Los resultados de este proceso pueden fcilmente no
producir ningn efecto positivo acerca de la produccin/reproduccin de las prc
ticas de violencia sexual.9
Otra falla del modelo confesionario es que con frecuencia enfoca la atencin en
la vctima y su estado psicolgico, lo que hace que la mirada se desve del violador.
Si bien es cierto que un dispositivo de exclusin se rompe cuando una sobrevivien
te nombra a los culpables y describe su experiencia, el trnsito de lo privado a lo
pblico o a la arena social no ocurre si el lenguaje de la sobreviviente se elabora
como una transmisin de sus sentimientos y emociones internas, las cuales son
discutidas por un experto como si estuvieran separadas de la relacin con las accio
nes del violador y las reglas sociales del discurso. La discusin sobre los sentimien
tos internos de la sobreviviente reemplaza, en vez de potenciar, una discusin
sobre los vnculos con lo externo y las formas de transformarlo.
Dada su trayectoria histrica desde los rituales religiosos hasta la terapia
institucional, el modelo confesionario parece necesitar de la presencia de un me
diador neutral y desapasionado. Si hay alguien haciendo el papel de confesor, la
lgica de la estructura discursiva del confesatorio y los antecedentes histricos
dictaminan que se necesita de alguien que se confiese con alguien que tenga la
funcin de absolver, interpretar o juzgar. Este hecho arrebata al confeso el ejercicio
de su subjetividad. Tales efectos pueden ser mitigados si el confesante es tambin
una sobreviviente, como por ejemplo, en los grupos de ayuda. Contar la historia a
9 Este punto, como otros de los mencionados, es corroborado por el estudio que hizo el socilogo Joel
Best de las representaciones culturales del abuso de los nios en Estados Unidos hace ms de treinta
aos. Best demuestra, por ejemplo, que la estructura de los noticieros es una en la que se tiende a
describir los hechos en vez de explicarlos o considerar soluciones, y que sus descripciones con frecuencia
engaan, por ejemplo, al caracterizar el problema como algo que pasa con personas desconocidas en vez
de con familiares, y como producido por una desviacin individual en vez de unas fuerzas sociales.
Tambin demuestra que la prensa tiende ms a repetir (...) declaraciones que han sido concebidas de tal
forma que (...)parece que hubiera un consenso entre grupos interesados y con conocimiento y que las
explicaciones y las soluciones ofrecidas son consistentes con la autoridad institucional existente. Por
supuesto, demandas radicales para un cambio social no pueden satisfacer los dos ltimos criterios y, por
tanto, no es sorprendente que las demandas radicales rara vez aparezcan en los noticieros (110).
(nfasis agregado).
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otra sobreviviente sirve para disminuir la presuncin de que el mediador debe ser
neutral y objetivo, y de que su autoridad deriva no de la experiencia personal
sino de un conocimiento abstracto.
El modelo del confesionario reproduce tambin la nocin de la experiencia
cruda, y refuerza las estructuras binarias que separan la experiencia de la teora,
los sentimientos del conocimiento, lo subjetivo de lo objetivo y el cuerpo de la
mente. Estos cdigos binarios son ejemplificados en los arreglos discursivos del
confesionario, el cual fragmenta los roles de las que hablan de acuerdo con estas
estructuras. La primera parte de la estructura binaria experiencia, sentimientos,
emocin, dolorprovee la informacin cruda (rudimentaria) que se necesita para
producir teora y conocimiento. La materia prima, por ser subjetiva, sera un
obstculo para la produccin de conocimientos, a menos que sea controlada por la
teora y las evaluaciones objetivas de la segunda mitad de dicha estructura. La
estructura del confesionario crea una situacin en la cual la sobreviviente debido
a sentimientos sobre el temaes paradjicamente la persona menos apta para
servir como intrprete de su propia experiencia. Las opiniones de las sobrevivien
tes sobre la violencia sexual sern menos crebles que las de cualquier otra perso
na.10 A cada una de las mujeres que testificaron ante el Senado de Estados Unidos
a favor de Anita Hill, se le pregunt si haba sido vctima de acoso sexual. Si lo
hubieran sido, lo ms posible es que habran sido descalificadas como incapaces
de proveer objetividad y, consecuentemente, de proveer un testimonio creble.
Esta lista de peligros no prueba que hablar de las experiencias propias en la
televisin o en cualquier espacio pblico sea una accin inevitablemente absorbi
da por el discurso dominante. La naturaleza de la estructura discursiva requiere de
un margen de indeterminacin e inestabilidad para poder resistir la predictibilidad
o los efectos unidimensionales. Los productores de un show no pueden tener
control total sobre las reacciones de la audiencia. Sin embargo, los arreglos de la
estructura de los que hablan y los que escuchan son una clave determinante para
10 Con respecto al abuso sexual de los nios, Valerie Sller explica este punto diciendo: El mito es
que usualmente los adultos que han sido abusados sexualmente ven abuso sexual por todo lado (...)
que ellos son demasiado sensitivos debido a lo que les pas (...) El resultado es que (...) la realidad de
las sobrevivientes se ve como una fantasa. La verdad no es que los que han sufrido abuso sexual sean
demasiado sensitivos. Es simplemente que sabemos cmo se ve, cmo se siente el abuso sexual y qu
efectos puede tener en las que han sido abusadas. Ver su excelente artculo Sexual Liberalism and
Survivors of Sexual Abuse (159). En The S econd Rape las autoras discuten un caso donde el relato de
una sobreviviente de una violacin es desacreditado porque fue molestada sexualmente cuando era
una nia. Una de las autoras de este artculo es en este momento el foco de una campaa de rumores
por la acusacin contra una persona en un caso de acoso sexual, ya que ella es muy sensitiva debido a
su experiencia de la infancia y porque es hispana. En este contexto, las imgenes racistas de latinas
demasiado emocionales choca convenientemente con el rechazo sexista de las mujeres por las
mismas razones.
384
evaluar los supuestos efectos polticos de varios de los eventos donde se habla, y los
peligros enumerados anteriormente son de todas formas significativos aunque no
inevitables.
En la siguiente y ltima seccin se tratar una pregunta ms constructiva:
cmo podemos maximizar los potenciales efectos transgresores del habla de los
sobrevivientes en forma tal que su autonoma y empoderamiento, lo mismo que el
de las sobrevivientes de otros sitios, sean mejorados en vez de diluidos?
3 . E l h a b la n o c o n s tre id a d e l s o b re v iv ie n te
Claramente, el primer factor que inhabilita la estructura del confesionario es el
papel del mediador experto. Para alterar las relaciones de poder entre los partici
pantes discursivos necesitamos reconfigurar o eliminar este papel. Y para hacer
esto se requiere que la bifurcacin entre la experiencia y el anlisis de la estructura
que rodea el confesionario sea eliminada. Necesitamos transformar los arreglos de
las que hablan para crear espacios donde las sobrevivientes estn autorizadas para
ser al mismo tiempo testigos y expertos, reporteras e intrpretes de su propia
experiencia. Esa transformacin alterar las subjetividades lo mismo que las es
tructuras de dominacin y las relaciones de poder. En tal escenario, las sobrevi
vientes podran, como dice Bell Hooks usar la confesin y la memoria como
herramientas de intervencin (110).
Un ejemplo de esto es facilitado por los grupos de apoyo a las sobrevivientes,
en donde el hablar se realiza entre otras sobrevivientes, y en donde el proceso del
anlisis y de la evaluacin de la experiencia es realizado colectivamente. Ese proce
so colectivo puede beneficiar la habilidad individual de la sobreviviente de actuar
como terica de su propia experiencia.
No slo necesitamos volver a conceptualizar la relacin entre experiencia y
teora, sino que tambin necesitamos nuevas formas de entender la experiencia
en s misma. La experiencia no es pre-terica ni es teora separada o separable de la
experiencia, y las dos ya son siempre polticas. Un proyecto de cambio social, por
lo tanto, no necesita ir ms all de la narrativa personal o de la estructura del
confesionario para llegar a ser poltico, sino que necesita, ms bien, analizar los
efectos varios del confesionario en diferentes contextos y luchar por la creacin de
nuevos espacios discursivos en los cuales podamos maximizar sus efectos subversivos.
Una ontologa no bifurcada de la experiencia requiere que abandonemos la
idea de que al narrar nuestras experiencias estamos simplemente reportando even
tos internos sin interpretarlos. Para llegar a ser tericas de nuestra experiencia se
requiere que nos volvamos conocedoras de las formas en que nuestra subjetividad
es constituida por nuestros discursos, y de que nos demos cuenta del peligro de que en
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Linda Alcoff
nuestros confesionarios, aun dentro de unos espacios autnomos, nos podemos cons
truir como vctimas o como responsables de nuestra propia situacin de vctimas.
El reconocimiento de que ninguna experiencia es pre-terica no significa que
estemos relativizando la experiencia o los efectos de la violencia sexual. Lo que
significa es que hay mltiples maneras de interpretarla: como algo merecido o
inmerecido, como humillante para la vctima o para el violador, o como un hecho
inevitable para el conjunto de las mujeres o como un hecho socialmente permiti
do, pero indudablemente endemoniado. Y esto refleja la experiencia que la mayo
ra de nosotras ha tenido al entender nuestra rabia y nuestro dolor solamente
despus de haber adoptado la posicin poltica y terica de que no merecamos ese
trato ni que causamos la violencia sexual.
Nuestro anlisis sugiere que la formulacin de la principal tctica poltica para
las sobrevivientes no debe ser slo una provocacin a que se hable, ya que esta
formulacin deja sin analizar las condiciones del habla y, por tanto, nos hace
vulnerables a los arreglos del discursivo dominante. Antes de que hablemos debe
mos examinar de dnde proviene la motivacin para hablar, y qu relacin de
poder y dominacin puede existir entre aquellos que motivan y aquellos que son
motivados a hablar. Debemos tambin luchar para mantener la autonoma sobre
las condiciones en las cuales hablamos, y si stas han de tener un potencial subver
sivo. Y un aspecto importante de esta autonoma es quitar a los expertos la autori
dad sobre nuestro discurso, para as obstruir su habilidad de ser policas de nuestras
declaraciones, de ponernos en una postura defensiva, o de determinar el foco y el
marco de nuestro discurso.
De este modo, nuestro argumento no est orientado contra la teora en s
misma, sino contra las teoras que se posicionan como dominantes sobre el discur
so de las sobrevivientes concebido como no terico. Este punto es clave para
definir lo que es teora y volver a entender su relacin con la experiencia, a fin de
colocarla a nuestro servicio. Tanto las teoras psiquitricas como las teoras de
Foucault acerca del lenguaje y la sexualidad (y de cualquier otra persona, por as
decir) pueden ser sometidas despus a una interrogacin en la que usemos nues
tros trminos en vez de permitir ser juzgadas desde una posicin ms avanzada
tericamente.
Una posibilidad que ha sido tratada ltimamente es el mtodo de la acusacin
annima. En el otoo de 1990, algunos estudiantes de la universidad de Brown
empezaron a crear listas de violadores en los baos de las mujeres.11 Al no firmar
esas listas, y al escoger un lugar relativamente privado en donde escribir, las muje
11 Se puede leer sobre este incidente en la revista People, diciembre 17, 1990, p. 102, y en Brown Alumni
Monthly, diciembre, 1990, pp. 13-15. Tambin fue el tema del programa de Donahue el 4 de diciembre
de 1990.
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12 La versin completa de este poema se puede encontrar en The Courage to Heal, pp. 101-103.
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