Aventuras en La Lluvia
Aventuras en La Lluvia
Aventuras en La Lluvia
Recuerdo el da que cruc el mar, emprend mi viaje, por su riesgo quiz sera el
ltimo, pero no importaba, lo nico que quera era llegar al fin del mundo, y
regresar. Lo recuerdo bastante bien, aunque sea un marino viejo, una aventura
como esa es imposible de olvidar. Ahora comenzar con mi relato.
Fue despus de la invasin de las tropas del rey Carlos V al viejo continente, cuando
decid cruzar el mar entero, de norte a sur, de este a oeste. Me acompaaba el
marino ms valiente, pirata despiadado y mejor amigo, Alberto el Grande, a pesar
de su reducida estatura era bastante famoso entre los marinos de todo el mundo.
Zarpamos el 28 de abril exactamente, haca un buen da para navegar. Ic las velas
y deje que mi bote navegara, dej que fusemos llevados por el viento primaveral.
Compart una barra de caramelo con mi amigo Alberto, el apenas coma, era tan
pequeo que un trocito era suficiente para hacerlo vomitar. Por eso no coma
caramelo, menos si navegaba.
Entonces me sent a leer las aventuras de Robinson Crusoe, y disfrutamos del resto
del da. Cuando lleg la noche, salimos a ver las estrellas, lejos de la ciudad, la
noche luce an ms brillante.
Mi abuelo sola decirme que la imaginacin de un hombre no conoce lmites, por eso
es importante que un nio nunca termine de crecer. Divagando entre el mar, mis
pensamientos y las plticas interminables de Alberto, se me fueron los das. Pronto
lleg el verano y con l los problemas, la primera tormenta fue espantosa, me
atrap en medio de la ducha, el barco comenz a moverse de forma violenta, sal
corriendo del bao envuelto en una toalla, Alberto ya estaba tratando de virar el
barco. En el cielo se vean amenazadores relmpagos, truenos ruidosos, gotas de
lluvia del tamao de las lgrimas de un gigante, y de los ms grandes.
En esas estaba cuando una ola de 5 metros casi voltea mi bote, corr tan rpido que
ni la l agua pudo alcanzarme, vir el timn lo ms fuerte que pude, y esquiv la ola
exitosamente, nos salvamos del huracn ms fuerte en toda la historia de los
mares. Ya ms tranquilo, fui a buscar a mi compaero, lo encontr atrapado dentro
de un vaso, lo saqu de ah y limpiamos todo, el buque haba quedado hecho un
desastre. Cuando por fin terminamos, nos sentamos a descansar y hablamos del
mar, remos a ms no poder y continuamos riendo, todo el da.
Al llegar la noche, divisamos una isla, decidimos ir a investigar un poco. As que
tomamos un bote y remamos hasta la orilla. No pude creer lo vi en ese momento,
estaba atnito. Eran una manada, tal vez cientos de ellas, frente a nosotros haba
un montn de gigantes, enormes, y todas eran nias. Nias de diferentes colores,
unas rubias, otras morenas; de cabellos rizados y lisos, todas eran muy bonitas,
debo decir. Sin embargo el que quedo encantado, sin duda fue Alberto. Se pas das
enteros mirndolas, hasta que lleg el triste da de partir. Las chicas gigante se
despidieron llorando, Alberto dice que no, pero yo vi resbalar por su mejilla una
diminuta gotita al decir adis.
Ahora los vientos nos llevan hacia una nueva direccin desconocida, sueo con ver
verdaderos piratas, hermosas sirenas, las nubes que bajan a darles agua a los
marinos cuando tienen sed, deseo conocer a aquellos peces antiguos que lo saben
todo, visitar el palacio de Poseidn, el rey de los mares, y su ciudad abajo del mar.
Har un sinfn de cosas que nadie jams ha hecho. Al lado de mi fiel camarada,
llegar al fin del mundo y volveremos para contar todas las aventuras
-Juan! Vas a venir a cenar o qu?
-Y a voy mam, aaaa siempre me interrumpes! Estaba a punto de partir al ocano
del pirata Mondragn.
-que Mongragn ni que nada, te vienes a cenar o te traigo de las orejas! Adems
volver a llover, ve nomas el cielo, te vas a enfermar, si no vaya a ser que te d una
bronquitis, ahora te toca doble cucharada de aceite mira que es buensimo, aaaa
pero ve nomas tus zapatos
Esta batalla la haba perdido, lo saba. Me desped de mi pequeo camarada con un
hasta pronto y le vi alejarse por las corrientes que se forman entre las calles,
dirigindose hacia la isla de las nias gigantes. Aun agitando la mano, lo perd de
vista y entr a casa.
El enorme cocodrilo ruga, sin embargo, yo ya miraba al cielo en busca de una
nueva aventura en el mar de lo desconocido, ese cielo gris que anticipa a tormenta.
Siempre he soado con ser marino, tal vez algn da lo logre. Mientras tanto, mis
grandes aventuras pueden caber en un barco de papel, navegante a la deriva en un
charco de agua sucia.
Los ojos de ese hombre se abran grandes, yo poda verlos a travs de la distancia,
quizs sorprendidos de hallar la muerte se agigantaron hasta perecer. Ese hombre
no buscaba la muerte, pero la hall sobre la cumbre del medio da. Ninguno de
nosotros vino a buscar la muerte. Juro que lo vi en sus ojos, ese hombre vino a
buscar la gloria y encontr este final. Los ojos bien abiertos, sorprendidos,
comenzaron a llenarse de moscas cuando cay duro junto a sus compaeros
desvanecidos.
Por fin la columna alcanz la otra orilla. Yo hice lo mismo, con una esperanza ciega
de encontrar a aquellos hombres con vida, de no sentirme un asesino. Los soldados
revisaron las pertenencias, se peleaban por ellas. Uno se prob la camisa manchada
con la sangre final. Otro se guard un anillo de oro, otro tom una medalla del Jess
Redentor, las botas eran reidas por dos soldados tupizeos. Cuando llegu, los tres
cadveres ya estaban casi desnudos. Yo tom un cuchillo que reposaba cerca de su
bota.
Siendo obediente a la voz, se desplaza por toda la orilla del mar, las olas baan sus
pies una y otra vez, de pronto comienza a correr largo tramo de la playa, se detiene
y se da cuenta que se encuentra en el mismo lugar donde dorma, de pronto
despierta y comprende que estaba profundamente dormido y todo era un gran
sueo.
Chefi se haba quedado acostado en un parquecito de la escuela. Camino a su casa,
las flores que se desprenden de los rboles le caen a cada paso que da como si
fuera nieve del cielo, flores hermosas, rosadas y blancas.
Muy contento con el sueo que haba tenido exclama:
Voy para mi casa que esta en mi pueblo, que esta en mi tiempo!
Voy para mi casa que ya he aprendido a mirar el cielo!
Juan HASTY GONZLEZ
Cuba
atrev a preguntarle una palabra. Trataba, por mi parte, de descubrirle algn gesto
revelador por entre los pliegues casi azulosos del tul.
De la iglesia siempre me sorprenda el contraste entre el bullicio de los vendedores
de estampas o velas, y aquel silencio de espanto en la nave. Manuela caminaba con
paso firme y de vez en cuando se persignaba frente a las imgenes. Me jalaba por
el brazo y mi impulso la chocaba cuando se detena en seco. La cruz!, me
susurr finalmente. Entonces empec a imitarla y haca como si me agachara frente
a las santas. Lleg a un banquillo y yo me arrodill junto a ella. La oa murmurando
cerca de m aquellos rezos que an hoy me pregunto qu podran haber dicho.
Cierra los ojos, me dijo primero, y luego Vamos ya!. La segu casi a las
carreras. Trat de igualar mi paso corto a su estilo distinguido y su frente en alto,
pero estaba an demasiado expuesta a los asombros. Flores, seoritas, insisti
un hombre interrumpiendo el paso. Ya tenemos, gracias, dijo Manuela, y solo
entonces vi el ramo enorme de dalias que llevaba en la mano contraria.De dnde
las haba sacado? Ma, seguro que es pecado robarle las flores a la virgen. Ella no
contest. Yo no saba si poner cara pcara, como que habamos hecho una
travesura, o un gesto grave de consternacin. Yo no quera que la virgen me
castigara por la complicidad en el delito. Pero descubr a unos cuilios cerca de la
esquina y tem, porque la virgen estaba demasiado lejos para condenarme, y
aquellos tenan unos caonotes largos colgados al hombro. Yo mir a la Manuela, y
la mirada ptrea, de una dureza impenetrable, avanzaba de prisa rasgando el aire.
Los cuilios le silbaron y le dijeron groseras. No las entenda, pero haba aprendido a
distinguirlas por el tono. Era de las primeras enseanzas que nos inculcaban a las
nenas. Manuela sigui, y yo me puse muy nerviosa, pens que nos iban a prender
por robarle las flores a una santa. Anda, deprisa, dijo Manuela y no paramos
hasta la casa.
hermanas, ms que yo. Un da tras otro la vi traer flores. A veces lo haca sin m. Su
altar se poblaba cada vez ms con nuevas caras. En ocasiones eran casi cipotas.
No podemos sufrir ms, la o decir, y algo como lucha o guerrita o
guerrilla. Y era tanta la fuerza, o no s la fe tan grande que depositaba en
esas extraas oraciones, de las que nunca haba odo en misa, que estuve segura
de que alguna vez, alguna de esas muchas santas manchadas, la iba a or.
Lidoly Chvez Guerra
La Habana, Cuba
Don Vctor se acerc ms, para escuchar mejor lo que su hijo deca. Cuando se
acerc pudo escucharle contando una pequea historia:
Crec en un pueblo que lleva un nombre muy peculiar, y contradictorio a su
realidad. Hace alusin a un bosque que no existe, a un ro, hoy contaminado, su
nombre es ro boscoso. Alejada de la modernidad, la gente de mi pueblo se levanta
muy temprano. A veces salen antes que el sol. Nos gusta ver las estrellas, y soar
cosas bonitas cuando las vemos. No podemos pasar por alto tan bella creacin.
Imaginen un mundo donde nadie las vea, que extrao sera, pero eso no pasa en mi
pueblo. Nos baamos con agua muy helada de nuestras pilas, a guacaladas como
comnmente decimos por aqu.
Despus del bao, ponemos un poco de caf al fuego, para tomarlo luego bien
calientito y as opacar el fro y pegamos la corrida al cuarto, por que en la
madrugada uno si que se caga del fro. El humo del caf se mezcla con la neblina de
la madrugada, es rico beberlo en un pequeo guacalito de morro y acompaarlo de
un pedacito de pan dulce. Entre soplo y trago se va acabando. Llega la hora de irse
a trabajar, para nosotros esto no es molestia, el trabajo es bien remunerado y con lo
que se gana alcanza para cubrir los gastos necesarios. A mi gente no le da miedo
salir de sus casas, pues no hay peligro alguno aun siendo de madrugada y bien
oscuro-. Antes de salir nos despedimos de los que quedan en el hogar y le damos
las gracias a Dios por un nuevo da regalado. Caminamos un poco para tomar los
autobuses que nos llevan hasta la capital, donde est el medio de trabajo ms
grande de la regin. Se puede observar mucha gente en la calle que van tambin a
sus trabajos. La brisa helada de la madrugada nos cubre todo el rostro.
Salta el primer rayo del sol por encima de las copas de los rboles, esta suave luz
ilumina volcanes, sueos, ilusiones, esperanzas, nubes, las cuales se ponen
amarillitas como yemas de huevos. Esto solo dura unos instantes por que luego se
pone bien clarito. Los pjaros salen cantando de entre las hojas verdes y frescas de
los rboles, empapadas del roco de la madrugada. Gota a gota cae el roco en el
verde pasto, donde solo se ven filas de hormigas trabajando.
Al llegar al trabajo, todos somos bien recibidos por sus compaeros y hasta por el
jefe del lugar, mi gente no conoce de injusticias, las personas con cargos
importantes no se aprovechan de sus cargos pues ellos saben que es por nosotros
que ellos estn ah, trabajan muy bien, no se aumentan los salarios
injustificadamente, pues ellos siente que esto es incorrecto, y un grave irrespeto
para mi pueblo y ellos respetan eso, aunque aumentarse el salario no es malo
cuando uno se lo merece, mi pueblo as los premia pagndoles y aumentndoles
cuando es necesario, hay un equilibrio en mi sociedad. Aqu se nos respeta nuestra
dignidad, no se burlan de nosotros, no nos engaan. Si una de estas personas
comete algo malo o no esta haciendo bien su trabajo, no se siente digno de estar
mas ah, delega su puesto a otro que lo desempear mejor, estn concientes de
eso.