Nassif - Cap. 3
Nassif - Cap. 3
Nassif - Cap. 3
Problemtica pedaggica
contempornea
Ricardo Nassif
Editorial Cincel
Madrid, 1986
ISBN 84-7046-160-5
estructurado en sus construcciones o fabricaciones (el hornero hace su casa de paja y barro,
pero la ha construido y la seguir construyendo siempre igual; el hombre construye su vivienda,
pero sta se modifica, evoluciona, tanto en su planificacin como en sus materiales y modos de
ejecucin). Aqu engarza otro rasgo capital de la cultura: su historicidad, frente a la a-historicidad
de la naturaleza. La cultura se configura cmo un proceso abierto en el tiempo, con sus
continuidades y discontinuidades, y sus contradicciones, mientras que la naturaleza se mueve en
cielos cerrados.
Las notas que de la cultura pueden conseguirse recurriendo al punto de vista filosfico, no
estn en oposicin con las inferibles de las antropologas. Para Linton, v.g., la cultura es la
configuracin de la conducta aprendida y de los resultados de la conducta cuyos elementos
comparten y trasmiten los miembros de una sociedad 15. La explicacin de los trminos contenidos
en la frmula lintoniana proporciona o reitera notas del concepto explicitado.
La expresin configuracin o forma cultural refleja el conjunto de los patrones
culturales o pautas culturales (Patterns of Culture), que son ciertos modos de conducta, y de sus
resultados que, ligados a necesidades y funciones sociales, sirven de modelos a sus miembros. El
segundo elemento de la definicin (conducta aprendida) visualiza la conducta como un complejo
de pensamientos y de acciones que no responden al instinto, ni a las tendencias fundamentales que,
en ltima instancia, suministran los incentivos de la conducta individual, sino que son
adquiridos o aprendidos en la vida social. Con lo cual se justifica otro rasgo definitorio de la
cultura como parte aprendida del comportamiento humano16. En cuanto a los resultados de la
conducta, la referencia est dirigida a los productos, materiales y espirituales, de la actividad o del
comportamiento humano. Mas este comportamiento slo llega a incorporarse a la cultura cuando es
aceptado y trasmitido por los miembros de un grupo social. De esta manera, tambin la cultura
requiere la difusin y la comunicacin para ser verdaderamente ella misma, con lo que prefigura
una especie de concepcin pedaggica de la cultura.
Las versiones filosfica y cientfica de la cultura, nos proporcionan un haz de rasgos
fundamentales y generales integrables en su concepto. Con este criterio generalizador, podemos
afirmar que la cultura se identifica por la humanidad, la artificialidad, la intencionalidad y la
historicidad, en tanto fruto u objetivacin de la capacidad creadora del hombre. Si, en cambio, se
parte de la cultura en su nexo con el comportamiento humano como prefieren hacerlo los
antroplogos est dentro de una sociedad, como un sistema de pautas, patrones o modelos que
determinan tal o cual conducta. Ms an, es una conducta aprendida o adquirida por medio de los
procesos de participacin (o de co-participacin) y de transmisin, o difusin. Pero, a la vez y
describiendo un crculo que nos devuelve al punto de partida, la cultura es el conjunto de
productos o de resultados, materiales y espirituales, del comportamiento humano.
No vamos a tocar, en particular, los planos o momentos de la cultura (cultura subjetiva y
cultura objetiva), ni la nocin de bienes culturales, en su relacin con los valores, o las pautas
sociales17. En cambio, s nos interesa ahondar un poco ms en los vnculos de aqulla con la
sociedad, porque as se obtienen nuevos elementos para dar mayor amplitud a la perspectiva
culturalista sobre la educacin.
4. LA CULTURA, ES SOLO SOCIAL?
Hasta ahora, cultura y sociedad se nos han dado en una singular relacin de
envolvimiento. Pero si entramos todava ms en la dinmica de la actividad humana productiva y
creadora, nos saldrn al paso dos preguntas inevitables: Toda cultura es social? No le es posible al
individuo crear cultura fuera de la sociedad, prescindiendo de ella? Tales interrogantes involucran
ms de un problema, pero una respuesta por breve que sea es primordial para la consideracin
pedaggica de la cultura.
Si optamos por la salida ms sencilla, parece factible que cierto tipo de productos culturales
se d o permanezca en el exclusivo mbito personal o de un pequeo grupo. Nada impide que
esculpamos una figura o inventemos un neologismo, sin que medien la aceptacin y la difusin
sociales. Pero aqu emerge una tercera pregunta: estas creaciones han de concebirse como
productos culturales puros, a los cuales no alcanza la exigencia de la participacin y la
transmisin? A primera vista, la respuesta positiva se brinda como irrebatible. Y lo es, pero dentro
de lmites que no pueden dejar de tenerse en cuenta, como el que traza nuestra propia naturaleza
social. Podemos producir objetos (ideas o cosas) a espaldas de la sociedad, pero sta nunca est
ausente de nuestro ser. La creacin es el fruto de un estmulo o de una situacin social, de una
necesidad del grupo slo vista por un individuo o por un conjunto de individuos, o de una tendencia
revolucionaria que, quirase o no, se construye sobre la crtica, ms o menos despiadada, de la
realidad social vigente, o de uno de sus aspectos.
El problema debe ser planteado, pues, en sus justos trminos. No se trata de crear fuera o
por encima de la sociedad, sino de que la misma historia humana registra creaciones que nunca
fueron aceptadas o lo fueron mucho despus por la sociedad. Mientras esos productos
permanecieron en el crculo reducido de la individualidad, personal o grupal, no fueron cultura para
los dems, o, como suele decirse, cultura viva o querida por la sociedad, sino simple cultura no
nacida socialmente, cultura no socializada. Con el mismo esquema interpretativo podra, incluso,
pensarse en una situacin inversa: la de aquellos bienes o formas culturales que dejaron de tener
vigencia, y se convirtieron en cultura muerta, ya no usada por la sociedad.
Dentro de las restricciones previstas, es posible distinguir entre la cultura como simple y
pura creacin, y la cultura socializada, que es el estado que logran las creaciones humanas cuando
son incorporadas a la vida social18.
La distincin no es vana ni innecesaria, porque la educacin, como sistema socialmente
institucionalizado, responsable de la funcin primaria de conservacin y de reproduccin sociales,
utiliza la cultura socializada. La cultura no socializada, la no nacida o no reconocida por la sociedad
o sus grupos dominantes, puede no ser entendida ni aceptada por el conjunto, o tomada por los
poderes que seleccionan y formulan los contenidos y las orientaciones educativos, como destructora
de la sociedad y de su misma subsistencia. Fenmeno este ltimo, tpico de las pocas de crisis que,
a la postre, no son ms que aquellos momentos histricos en los cuales chocan culturas que mueren
con culturas que nacen.
5. LA EDUCACIN COMO PROCESO CULTURAL
Si se aparea la dinmica cultural con la educativa no slo se percibe la naturaleza cultural de
la educacin, sino tambin su presencia en el proceso mismo de constitucin y difusin de la
cultura.
En sentido estricto, hay diferencias entre educacin y creacin cultural directa, pues
mientras aqulla recorre un itinerario descendente que va de la objetividad cultural (la cultura
existente, socializada, viva) a la subjetividad (o individualidad), la creacin asciende de las
subjetividades (o, mejor dicho, de las intersubjetividades) a la realizacin de una obra, o a la
transformacin parcial o total de la cultura dominante. Esto es, al menos, lo que se observa cuando
la educacin es explicada como un acto de transmisin de las pautas culturales. Pero si la tarea
educativa no pudiese, o no se propusiese, superar esa etapa, no pasara de una mera socializacin
(acto que, como ya vimos, es inherente a la sociedad misma) aunque los antroplogos prefieran la
palabra endoculturacin para mentar el aprendizaje de una tradicin cultural 19, esto es, la
incorporacin de los hombres en la cultura de su grupo.
La endoculturacin es un fenmeno real, necesario para la existencia socio-cultural, y la
pedagoga no puede sino aceptarlo como otra de las funciones primarias de la educacin. Ms,
como nos sucedi con los procesos de adaptacin y de socializacin, es imprescindible ir ms lejos
del mero poner al sujeto dentro de una cultura. Aqu es donde el enfoque culturalista comienza a
revelar su fecundidad, pues de la misma idea de cultura (en toda su plenitud) se desprende el
principio de superacin, naturalmente, y sin que sea preciso forzar el concepto. Para que esto sea
ms inteligible, basta recordar que por lo menos un momento de la cultura requiere una serie de
actos subjetivos e intersubjetivos creadores o transformadores de cultura. Esta es la causa primera
de nuestro convencimiento de que el enfoque culturalista es el nico que puede ayudar a tocar fondo
en el ncleo de la educacin como fenmeno humano.
Puede objetarse que, en la realidad, la cultura tiende a reproducirse y que, por consiguiente,
todo intento de presentar la educacin como una actividad dirigida a desenvolver las capacidades
creadoras del hombre no pasa de una actitud netamente ideal. El tema da para mucho, y si aparece
reiterado a lo largo de nuestra obra es, justamente, por su trascendencia y su complejidad. Tocando
apenas una de sus facetas notorias no ha de olvidarse que la confluencia de lo real y de lo ideal es
inherente a la pedagoga, forma parte de su estructura, y que no se trata de una confluencia
caprichosa ni arbitraria. Por el contrario, est objetivamente fundada en la historia de la sociedad
humana no lineal ni ininterrumpida hecha en el intercambio de lo viejo con lo nuevo, de la
realidad con la idealidad. De donde se desprende otra conclusin obvia: un concepto ideal de la
educacin, montado sobre la comprensin de la realidad histrico-social que lo determina, y de sus
leyes, es tambin necesario y posible como dinamizador de esa realidad, aunque eso s deba estar
integrado en proyectos globales de transformacin de la vida humana. Proyectos que, por otra parte,
tambin se mueven, en sus comienzos, en el plano de la idealidad y de la utopa.
No ha de buscarse, entonces, a la educacin nicamente en el camino de bajada de lo
objetivo a lo subjetivo, ni creer que ella no tiene otra funcin que la de la endoculturacin,
equivalente a la adaptacin y a la socializacin cerradas y pasivas. Tambin est en el camino
de subida, en alguna de las formas posibles de acceso que, en este caso, son, sucesivamente, la
crtica de la cultura, la transformacin de la cultura y la creacin de la cultura.
La resistencia a dirigir la reflexin pedaggica hacia cualquiera de esas vas ascendentes, o
responde a un rgido tradicionalismo o al revolucionarismo. No nos preocupa salvar a la
pedagoga como una disciplina con campo propio Lo grave es que la educacin ya no podra
pensarse sin mutilar su dimensin de cultura personal, y la misma cultura objetiva se presentara
como algo totalmente ajeno a sus creadores20.
La visin culturalista trasciende las correspondientes a la biologa, la psicologa y la
sociologa; alimenta la especificidad del enfoque pedaggico que apunta a la vida personal
(simultneamente social e individual), y convierte a la persona en su obligado punto de referencia.
Esta referencia a la formacin de la persona, es precisamente, el fundamento de toda pedagoga,
imperceptible sin la visin de lo educativo como hecho de cultura. Un hecho envolvente de lo
individual y lo supraindividual, de la asimilacin y la creacin cultural dentro de un proceso
dinmico y dialctico.
Es tan ntida la insercin de la educacin en el proceso cultural, que resulta ocioso insistir
en ella. Mayor inters y trascendencia reviste reconocer la educacin misma como un proceso
cultural, aunque se requiera un razonamiento ms cuidado para no caer en la total identificacin de
ambos fenmenos. Educacin y cultura son sinnimos cuando se abreva en la etimologa del
segundo como cultivo. Ms tal fusin no se produce con las otras facetas de lo cultural. Por eso
es que, aparte de captar la educacin como un proceso intracultural, es preciso comprenderla como
un proceso cultural, afirmando que ese rasgo constituye su verdadera naturaleza.
En la constatacin precedente caben tres notas de la educacin que, a la vez, son verdaderas
definiciones de la misma e indicadoras de una progresin posible de la transmisin a las creaciones
culturales.
5.1. La educacin-transmisin
La educacin es la transmisin de la cultura histricamente dada, o vigente, con el
propsito de reproducirla y asegurar sus mantenimientos en el tiempo. Estrictamente hablando este
proceso tiende a la endoculturacin que, en su primera instancia, se asimila a la socializacin, en
tanto la cultura que se trasmite pertenece a un determinado tipo de sociedad.
No obstante la endoculturacin tiene un nivel mayor que la socializacin, debido a que, por
va de la transmisin cultural, el hombre es incorporado no slo en las estructuras sociales, sino en
el mbito ms complejo de las superestructuras donde tienen importante lugar las normas jurdicas,
polticas y morales, las ideologas y las concepciones del mundo, y los sistemas cientficos,
interpretar la creatividad como una actitud independiente (o crtica) ante la cultura histricamente
dada, o como transformacin y creacin culturales, siempre en vistas a un determinado ideal de
cultura25.
6. LA EDUCACIN, SISTEMA CULTURAL
La educacin no es nicamente un proceso de cultura; tambin es un sistema cultural, de la
misma manera que, como proceso social e institucin social nos fue revelada por la ptica
sociolgica. Tambin en la emergencia es preciso sealar algunas diferencias que se dan, no tanto ni
solamente en las facetas social y cultural del proceso educativo, sino especialmente en las que
corresponden a la educacin como sistema social y cultural.
El carcter social del sistema educativo se concreta en la institucionalizacin de la funcin
educativa de la comunidad, en una organizacin segn reglas y objetivos perfectamente
establecidos. La institucin tiene dos notas definitorias, segn lo manifiesta Jacques Ardoino: a)
grupos sociales oficiales o tendentes, precisamente, a oficializarse de algn modo en la sociedad
moderna (empresa, escuela, sindicato, etc.); b) el sistema de reglas que determinan formal y
explcitamente la vida de esos grupos26.
De esa caracterizacin de las instituciones vlida para las instituciones docentes interesa
destacar la nota de formalidad, puesto que en la misma puede apoyarse la diferencia entre la
educacin como sistema institucional de la sociedad y como sistema cultural. El sistema educativo
social e institucionalizado constituye el cauce, el encuadre, del sistema educativo cultural. Estn
estrechamente conectados, pero la institucin escolar (sistema social de la educacin) contiene a
la educacin como sistema cultural. A la vez, ste es el que da contenidos a la institucin socioeducativa (la escuela, en su ms vasta acepcin) a travs de materiales de formacin que, en
definitiva, son los materiales culturales aceptados o queridos por la sociedad. Las pautas que
definen la institucin educativa no se agotan con los materiales culturales; van ms all de stos
para regular aspectos de la vida escolar que no slo se refiere a dichos materiales. Por ese motivo la
institucin educativa cumple tanto con la socializacin como con la endoculturacin.
Qu significa concebir o aprehender la educacin como un sistema cultural? La respuesta a
esta pregunta quizs pueda borrar las dudas que pudiera plantear la interpretacin del prrafo
precedente. El procedimiento para lograrla es reiterar aunque ahora con mayores elementos de
juicio los distintos modos en que la educacin, sistemtica y asistemtica, actan sobre los
receptores de la cultura, dando por supuesta la existencia de formas o sectores culturales objetivos,
o supraindividuales. A esta altura de nuestro discurso se puede entender mejor que, en la educacin
incidental o asistemtica, esas formas culturales obren directamente sobre los individuos, por
contacto, e irradiacin, y que, en la educacin sistematizada, lo hagan indirectamente. La accin es
indirecta porque supone la mediacin de un sistema que organiza pedaggicamente los distintos
materiales culturales a los efectos de su transmisin consciente y metdica.
Desde el punto de vista de la educacin asistemtica, la educacin es una funcin de las
diversas formas culturales. En cambio, la educacin sistemtica implica precisamente, la
estructuracin pedagogizada de los sectores culturales objetivos. La aparente tautologa no es tal
porque es explicativa: la funcin se hace sistema, estructura superorgnica, y la educacin se
convierte en otro de los sectores culturales objetivos. Cada sociedad tiene su sistema educativo,
una determinada estructura educativa, que no es ms que la arquitecturacin de los restantes
sectores culturales para su comunicacin y difusin intencionadas. Un sistema educativo es, pues,
una estructura cultural objetiva, con la misma fuerza coactiva de los otros sectores
superestructurales, y que las individuos al nacer encuentran preparado para su asimilacin. Es decir,
que, adems de los sectores culturales conocidos cualquiera que sea el criterio que los jerarquice,
tambin la educacin se inscribe entre ellos, reunindolos segn su misin especfica, pero
constituyendo a la vez, una parte de la supraindividualidad cultural.
Este puesto de observacin nos muestra otros rasgos o definiciones de la educacin, en
tanto sistema o estructura cultural objetiva.
una labor abstractiva. Podemos, pues, ir ms all e intentar un concepto totalizador de la educacin,
para no perder de vista la unidad que tiene como fenmeno cultural.
Tal concepto podra ser el siguiente: la educacin es el proceso de integracin cultural y
personal del hombre. La integracin es doble: por un lado, lo es como incorporacin del hombre
a la cultura, y como integracin30 de la cultura misma, en la medida en que sta no puede
mantener su coherencia y su continuidad si no es por su reviviscencia en las individualidades. Se
trata de una interaccin: al recibir la cultura, el hombre se integra a ella, pero, como al mismo
tiempo es capaz de reelaborarla o de crear ms cultura, se va configurando a s mismo como
persona. Una personalidad obtenida en el juego libre de lo individual con el mundo de la
objetividad cultural y axiolgica, no a travs de actos indiscriminados de aceptacin de los valores
vigentes, sino de crtica alerta y racional. Motivo suficiente para no olvidar que la educacin como
cultura cumplir su verdadera misin si procura la esencial formacin personal de los sujetos en
desarrollo.
8. EDUCACIN Y CULTURA PERSONAL
La comprensin integral del proceso educativo dentro del proceso cultural, puede no darse
si se pierde de vista al hombre, que con su presencia define ambos procesos. La cultura es lo
producido por el hombre, pero tambin lo vivido y lo experimentado por l en la marcha
hacia su propio destino. Toda cosificacin de la cultura presenta, tericamente, la falta de dejar a
su-intrprete irreemplazable, mientras que, prcticamente, puede provocar su alienacin como
consecuencia de situaciones histricas en las cuales los productos de la vida y la actividades
humanas se desprenden tanto de sus creadores, que se en -ajenan, fragmentando la totalidad
humana.
La pedagoga no debe olvidar esa circunstancia, porque ella misma ya no es concebible
fuera de un humanismo de nuevo cuo y porque la dimensin personal de la cultura ha sido siempre
la ms cercana al proceso educativo, y tiene hoy que acrecentar su esfuerzo por rescatar el hombre
total, como dira Ren Hubert, en contra de los mecanismos sin alma de la sociedad31.
Estas consideraciones muy breves y generales, justifican un cierto acercamiento al tema de
la cultura personal, en el cual educacin y cultura logran una identificacin casi completa. El asunto
no siempre tiene la suerte que merece. En algunos casos parece ser exclusivo de una concepcin
exquisita de la cultura como privilegio de unos pocos (v. g., cuando se opone la figura del
hombre culto a la masa inculta), y, en otros, es rechazado por una especie de tremendismo
revolucionario, que desconfa de las palabras (como stas no pudieran asumir nuevas
significaciones), y que, por ello cae frecuentemente en la cosificacin de la cultura, en su
congelamiento.
Frente a esas interpretaciones la pedagoga tiene la responsabilidad de indagar salidas
diferentes para el problema que nos ocupa, porque, quirase o no, tambin la educacin se define
como cultura personal. El nexo es tan fuerte que, en muchas lenguas, la palabra cultura equivale
a formacin o a educacin. Situacin esta que suele plantear serias dudas a los traductores,
cuando, por ejemplo deben volcar a otros idiomas la palabra alemana kultur, que, tanto puede
mencionar la cultura, en sentido estricto, como la formacin (bildung).
Si todava vamos ms atrs, a sus races etimolgicas, cultura procede del latn colere
que significa cultivar. Cultura es, pues, cultivo; el cultivo de la tierra, en un primer momento,
para convertirse despus, y adems, en cultivo de las capacidades humanas32. No es imprescindible,
entonces, un gran rodeo para conseguir un concepto de la educacin, tan simple, que se impone por
s solo, y que, segn una determinada perspectiva, establece una sinonimia entre educacin y
cultura personal.
A partir de esa sinonimia corresponde buscar el sentido contemporneo de la cultura
personal. Un sentido capaz de desprenderla de una concepcin elitista, pero sin que tampoco nos
arrastre a la postura que prefiere no usar la expresin para eludir toda sospecha de idealismo.
Sera ingenuo de nuestra parte, creer que la concepcin elitista ha desaparecido o negar que una
teora idealista distorsionada es la que ms conviene a esa concepcin. Es hora de que se entienda
que, en el dominio de las ciencias humanas, los trminos no pueden definirse por oposicin, o por
simple negacin con lo cual se renuncia a proveerles de un contenido correcto sino por su funcin
efectiva o posible dentro de un contexto y de un proyecto amplio. En el caso de la expresin
cultura personal, no hay causa alguna para desperdiciar su riqueza, sin contar con que
difcilmente se encuentre un trmino tan sugestivo que reemplace su fuerza.
La cultura personal puede ser visualizada desde dos ngulos que, al mismo tiempo,
constituyen dos de sus definiciones generales: como saber y como actitud.
Cuando presentamos la cultura subjetiva como el momento de individualizacin o de
captacin de la cultura objetiva dominante, estbamos, en verdad, trabajando con el aspecto
personal de la cultura, esto es, de la cultura como saber o conocimiento de los distintos sectores
culturas (ciencia, arte, tcnica, etctera). En este sentido, un hombre culto sera el que conoce
los diversos contenidos culturales que ha llegado a ellos gracias a un trabaj- de preparacin
intelectual y hasta de entrenamiento intelectual. Acepcin vlida e innegable, siempre y cuando se
le reconozcan lmites importantes, trazados por la naturaleza humana y una concepcin diferente de
esa naturaleza, a la vez que por la misma cultura y variabilidad de sus significaciones.
Si pensamos en la cultura en trminos de conocimiento, el primer obstculo que se presenta
es el de la restriccin de las posibilidades que actualmente tiene el hombre para acceder a todos los
conocimientos. Esta es una limitacin histrica impuesta por la complejidad y vastedad que ha
logrado la cultura contempornea en materia de contenidos. La duracin de la vida individual no
alcanza para que una mente normal o genial abarque todos los contenidos nacientes y existentes
en la era de la revolucin cientfico-tcnica. En consecuencia, y si bien no puede dejar de definirse
como saber, la cultura personal no es ya fusionable con el enciclopedismo o la erudicin. En este
terreno, el saber tiende a especializarse en un crculo determinado del conocimiento y de las
actividades humanas.
Ms el descarte de la erudicin o del enciclopedismo como notas explicativas de la cultura
personal no responde exclusivamente a limitaciones objetivas (amplitud de la cultura) o subjetivas
(imposibilidad de abarcar toda la cultura). Esencialmente es el resultado de una toma de conciencia
de tales limitaciones en funcin de una idea diferente del hombre y de su formacin.
Esta doctrina reconoce, por una parte, que el saber es necesario, pero como muy bien lo ha
expuesto Gastn Mialaret, ser culto significa dominar, dominar es explotar y utilizar, no slo con
plena conciencia, sino de una manera original, ciertos instrumentos y conocimientos para as
comprender mejor, para conocer y pensar el mundo. El saber siempre imprescindible como a
traba para cualquier tipo de irracionalismo es, as, un instrumento de la cultura personal que no
tiene un fin en s mismo. Es trascendido por una peculiar manera de enfrentar el mundo, de
penetrarlo y de comprenderlo; por un proceso en el cual el hombre no es dominado por los
conocimientos, sino que stos constituyen lo que Mialaret llama el arsenal instrumental que es
preciso descubrir y aprender a utilizar33.
Esa cultura-saber es conseguida conscientemente con una metodologa adecuada que nos
oriente en los vericuetos del conocimiento. Pero no es la nica forma posible o, si se prefiere,
deseable de la cultura personal. Hay otra que se adquiere con la simple experiencia de la vida (con
una expresin comn y muy difundida: la que se adquiere en la escuela de la vida), y que tambin
lleva al sujeto a ubicarse de una determinada manera frente al mundo y a la existencia propia y
ajena. Generalmente es la cultura que, con una carga positiva, muchos oponen a la del hombre
ilustrado o letrado, con frecuencia inhibido frente a la realidad concreta por la presin de
conocimientos y metodologas altamente intelectualizadas. Suele decirse, y con razn, que esta
cultura-experiencial es tpica de los hombres del pueblo que, aun no habiendo disfrutado del
privilegio de la instruccin metdica, son capaces de calar hondo en la problemtica humana.
De ese modo parece quedar planteada una antinomia entre dos tipos de cultura personal: la
fundada en el conocimiento, y la que se apoya en la experiencia. La misma que lleva a Martnez
Estrada a oponer el saber a la sabidura. Ya a partir de los griegos, esta ltima es mucho ms que el
mero conocimiento, para convertirse en la virtud de la prudencia o capacidad para conducir los
asuntos de la vida.
Exaltar la cultura-conocimiento en detrimento de la cultura-experiencia (tambin el trabajo
intelectual constituye una experiencia), es tan errneo como hacer lo contrario. En verdad, ambas
culturas personales deben tender a sintetizarse, por aquello tan repetido y casi nunca realizado, de la
unidad de la teora con la prctica, del pensamiento con la vida. Si la teora se aleja de la prctica,
sufre un vaciamiento mecanizante; si se desliga a la experiencia del conocimiento y de la reflexin,
se corre el riesgo de la rutina o de los estereotipos, con la consiguiente ausencia de una visin ms
ampliada que slo puede proporcionar el conocimiento y el pensamiento sistemticos.
La antinomia saber-sabidura se supera en la nocin de la cultura personal como actitud, que
implica como actitud que implica por igual el conocimiento y la experiencia, el pensamiento y la
vida. Naturalmente que esa actitud requiere una desarrollada conciencia crtica, constantemente
acrecentada y que, por ello, es tambin conciencia de un proceso inacabado que reclama un
continuo perfeccionamiento. En esta acepcin, la cultura personal se acerca a la cultura general
que, segn las atinadas palabras de Paul Langevin, es la que une a todos los hombres.
Aunque propuestas desde posiciones muy diversas, son igualmente vlidas y
complementarias las formulaciones de A. Markouchevitch y de Max Scheler. Para el primero, la
cultura asume todo su sentido y alcanza plena vigencia, cuando cada miembro de la sociedad toma
conciencia de ella no slo como un bien social, sino como un bien propio (...) que presupone la
formacin y el desarrollo de cada ser humano34. Por su parte, Scheler resume: Culto no es quien
sabe y conoce muchas modalidades contingentes de las cosas, ni quien puede predecir y dominar,
con arreglo a las leyes, un mximo de sucesos el primero es el erudito, y el segundo, el
investigador, sino quien posee una estructura personal, un conjunto de movibles esquemas ideales
que, apoyados unos en otros, constituyen la unidad de un estilo35. En la categorizacin de los
elementos y tareas necesarias para que cada hombre sienta la cultura como una efectiva pertenencia
personal y colectiva, una pedagoga abierta y crtica tiene mucho por decir y hacer. Particularmente,
s la tendencia de la pedagoga sigue el camino de concebir la educacin como un verdadero
proceso de aprender a ser, trascendiendo segn la feliz expresin de Serge Doubrovsky la
enseanza de alguna cosa para convertirse en la enseanza de alguien 36.
Quizs sera ms correcto decir culturolgico o, simplemente, cultural, aunque este ltimo manifiesta
ms la naturaleza de un fenmeno que un punto de vista para su anlisis. Culturolgico sigue siendo un
neologismo no aceptado por la generalidad, prefirindose, segn sea el mtodo, los trminos filosofa de la
cultura o ciencia de la cultura (dentro de la cual caben otras denominaciones). La defensa del trmino
culturolgico ha sido hecha por Leslie. A. WHITE, en La ciencia de la cultura. Un estudio sobre el hombre
y la civilizacin. Paids, Buenos Aires, 1964.
2
Ver RODOLFO MONDOLFO: En los orgenes de la filosofa de la cultura. Imn, Buenos Aires, 1942.
Tambin FRANCISCO ROMERO: Los problemas de la filosofa de la cultura (en: F. ROMERO y C.
JESINGHAUS: La cultura moderna. Facultad de Humanidades, La Plata, 1943); ALOYS DEMPF: Filosofa
de la cultura (Revista de Occidente, Madrid), y GEORGE F. KNELLER: Introduccin a la antropologa
educacional (Paids, Buenos Aires, 1974, Cap. 2).
3
Incluso se ha desarrollado una teologa de la cultura, con algunos lineamientos relativos a una teologa de
la educacin. Uno de los principales expositores de esta corriente es PAUL TILLICH, con su obra Teologa
de la cultura y otros ensayos (Amorrortu, Buenos Aires, 1974, espec. primera parte).
4
Ver L. A. WHITE: ob, cit., pp. 378-379. Para los antroplogos es primordial el conocimiento directo de los
pueblos o sociedades primitivos, aunque este calificativo est hoy justificadamente cuestionado.
5
Cultura y personalidad. F. C. E., Mxico, 1959. Segn OTTAWAY, el estudio comparado de la cultura de
las sociedades humanas es la materia propia de la antropologa cultural (ob. cit., p. 23)
7
Por ejemplo, el ensayo de MARA T. GRAMAJO DE SEELIGMAN: Estructura e historia en el anlisis del
fenmeno de la educacin, Revista de Ciencias de la Educacin, dir. por J. C. Tedesco. Buenos Aires, n. 7,
1972.
9
Precisamente su difundida obra Forma de vida, lleva el subttulo de Psicologa y tica de la personalidad
(Revista de Occidente, Buenos Aires, 1948).
12
Bases culturales de la educacin. Una exploracin interdisciplinaria. EUDEBA, Buenos Aires, 1961.
13
La educacin como prctica de la libertad. Siglo XXI, Buenos Aires, 1970, pp. 123-149 y Apndice.
14
Teora del hombre, ph. 123. Al dar esta caracterstica, el filsofo argentino, parte de la triparticin de la
naturaleza en inorgnica, orgnica e intencional.
15
A. K. C. OTTAWAY: Educacin y sociedad. Kapelusz, Buenos Aires, 1965, p. 22. Es con este criterio con
el que se ha atribuido a la cultura el carcter de herencia social, distinguindola de la biolgica.
17
Estos aspectos han sido tratados en nuestra Pedagoga General (Cap. II, pp. 25-26), y estn largamente
expuestos en gran parte de las obras que aqu estamos manejando y citando.
18
A partir de las tesis sustentadas por Hans FREYER, en Sociologa, ciencia de la realidad (Losada, Buenos
Aires, 1944), GUSTAVO CIRIGLIANO hace extensas consideraciones sobre las formas vivas y muertas
de la cultura, y sobre la cultura socializada, como contenido de la educacin (ver: Anlisis
fenomenolgico..., op. cit., primera parte, Cap. 2.). Es til la consulta de ese trabajo, aunque no compartimos
la contundencia con la cual se aisla la obra individual del contexto de las interrelaciones humanas. Adems,
pretendemos dar otro sentido al trmino cultura muerta para introducir la categora de cultura no nacida
socialmente y, en otros casos, de cultura intil. Aunque no por ello pueda negarse sin ms valor a la
cultura no aceptada por la sociedad. En ciertas circunstancias, esa no aceptacin puede en perspectiva
histrica ser un indicio de su riqueza.
19
Teora de la educacin. Trad. L. Luzuriaga. Losada, Buenos Aires, 1948, pp. 62-63.
23
Un esclarecimiento del significado de los trminos que emplea Spranger, en el contexto de su doctrina,
puede encontrarse en Spranger y las ciencias del espritu, de JUAN ROURA PARELLA (Minerva, Mxico,
1949), y en R. NASSIF: Spranger: su pensamiento pedaggico (Centro Editor de Amrica Latina, Buenos
Aries, 1968). Sobre las instancias conservadora y creadora de la educacin, ver Teora de la educacin,
de MICHEL LOBROT (Caps. 5 y 6).
26
Formas de vida, p. 394. Recurdese que Spranger considera que la educacin es junto con la tcnica y el
derecho una estructura cultural compleja, y que Hans Freyer la incluye entre las formas del espritu objetivo.
28
Este debe considerarse uno de los fundamentos de la irreductibilidad del fenmeno educativo postulado
por Luis Alves de Mattos (ver Cap. II, parg. 6 de este libro).
29
Citado por JUAN Jos ARVALO en La filosofa de los valores en la pedagoga (Instituto de Didctica de
la Facultad de Filosofa y Letras de la Universidad de Buenos Aires, 1939, Cap. VII, p. 60).
30
Una valiosa exposicin sobre la educacin como integracin humana ha sido hecha por REN HUBERT
(Tratado de pedagoga general, 1 parte, Cap. III, parg. 3).
31
EMILIO BARRANTES ha asignado a la educacin como cultivo un puesto importante entre las diversas
significaciones de aquella que el pedagogo peruano ha sistematizado. Estas significaciones son: transmisin
de la cultura objetiva, formacin, desarrollo, cultivo, perfeccionamiento, accin directiva,
influencia y producto cultural (La escuela humana. Meja Baca, Lima, 1963, Cap. II).
33
La culture et l'ducation permanentes (En: Une ducation pour nutre temps. Compte rendu des travaux du
Colloque Europen sur L'ducation et le dveloppement scientifique, conomique et social (UNESCO, 2730 dcembre 1968). Les Editions du Pavillon, Paris, 1969, pp. 211-212).
35
El ser y el tener como la salida propuesta por dos tendencias pedaggicas opuestas han sido estudiados
con profundidad por B. SUCHODOLSKI en La educacin entre el ser y el tener (Perspectivas, Revista
Trimestral de Educacin de la UNESCO. Santillana y Editorial de la UNESCO. Madrid, Vol. VI, n 2, 1976).