La Celestina
La Celestina
La Celestina
sumarios de cada acto. En 1502 o antes se le aadieron a la obra cinco actos nuevos (el
Tratado de Centurio), con interpolaciones en casi todos los restantes. Se cambi,
adems, el ttulo de Comedia por el de Tragicomedia; los motivos de este cambio se
discuten en el prlogo a la versin ampliada y existe algn precedente literario para tal
cambio. La obra goz de gran popularidad, y muchas ediciones salieron a lo largo del
siglo xvi y primera mitad del xvii; la de Valencia, de 1514, es la ms esmerada.
La popularidad de La Celestina no se limit a Espaa. La primera
traduccin, al italiano, sali en 1506, seguida por versiones al francs, ingls, alemn
(ms de una versin en cada lengua), latn, flamenco y hebreo. La edicin de Toledo
(1526) aade, como el acto XIX, un Auto de Traso, sacado de la comedia de
Sanabria. No se sabe nada de Sanabria, ni de la procedencia de dicho acto, salvo que
no lo escribi Fernando de Rojas. El Auto de Traso, de escasos mritos literarios,
desapareci pronto de las ediciones de la Tragicomedia.
La identidad del autor. No queda indicio alguno en la primera edicin
de la identidad de su autor. En las ediciones posteriores nos es revelado por medio de
varios procedimientos, como el de los versos acrsticos (una composicin potica en
que las iniciales de los versos forman el nombre y la descripcin del autor), como
Fernando de Rojas, estudiante de derecho de Puebla de Montalbn. Afirma ste, con
todo, que el acto I constituye la obra de otro autor; que l lo encontr, que suscit su
admiracin y lo impuls a continuar la obra. Las fuentes 1 y la lengua nos revelan que
Rojas, en realidad, no compuso el acto I (ni el comienzo del II) al mismo tiempo que el
resto de la obra, y que probablemente no es su autor de ningn modo pero escribi, sin
embargo, los cinco actos nuevos y otras interpolaciones.
Las fuentes del acto I y de las primeras pginas del II son muy distintas de
las de los otros actos. No es slo que se aaden en los otros actos fuentes que no se
emplean en el I (por ejemplo, el empleo de las obras latinas de Petrarca empieza dentro
del acto II), sino que la mayora de las fuentes tpicas del I se olvidan en los restantes
actos, y la manera de utilizar las fuentes es distinta tambin. En cambio, las fuentes del
Tratado de Centurio y de las otras interpolaciones son casi idnticas a las de la mayor
parte de la Comedia, y la manera de utilizar las fuentes es igualmente parecida. La
lengua (vocablos arcaicos, giros sintcticos, etc.) confirma los resultados de un estudio
de las fuentes, y hay otros indicios ms: por ejemplo, el acto I, a pesar de ser con mucho
el ms largo, queda casi intacto en la revisin de hacia 1502, mientras que los otros
actos sufren extensos cambios, como si Rojas quisiera respetar la obra del primer autor.
El autor del acto I y del comienzo del siguiente permanece, pues,
desconocido: la introduccin del mismo Rojas apunta hacia los poetas del siglo xv, Juan
de Mena y Rodrigo Cota. De ambos, Cota es el ms probable; existe con todo la
alternativa ms viable de que se trate de la obra inconclusa de un estudiante en la misma
1 Hasta bien afianzado el romanticismo era costumbre citar la obra de autores consagrados, cosa que
adems alcanz su culmen en el Renacimiento. En La Celestina las citas, por ejemplo, de las obras latinas
de Petrarca son muy numerosas.
hermano, que se va todo a perder! [ ... ] Tu temor, seora, tiene ocupada mi desculpa. Mi
inocencia me da osada, tu presencia me turba en verla airada, y lo que ms siento y me pena es
recibir enojo sin razn ninguna. (IV, pgs. 95-96)
2 As se describe la muerte del amante, su suicidio, en Crcel de amor, la novela sentimental que influy
en La Celestina:
amante recuerda al lamento de Pleberio ante su hija muerta, aunque el del padre es
mucho ms radical.
La intencin de La Celestina ha sido ampliamente discutida. El hecho de que
Fernando de Rojas fuera converso orient la discusin hacia la discriminacin y
persecucin que sufrieron los judos, conversos o no, en la Espaa imperial. Lo cierto es
que, aparte del pesimismo radical de Pleberio que implica de hecho un rechazo del
cosmos cristiano, no hay otra referencia religiosa en la obra. Tampoco puede ser una
exaltacin del amor romntico puesto que la obra es mucho ms que eso. Decir, como
dice Deyermond, que Rojas pueda haber intentado mostrarnos los efectos destructivos
de las pasiones (voluntad de poder, avaricia y deseo de seguridad, adems de la pasin
sexual) y criticar al amor corts en su parodia del amante cortesano en Calisto, es
afirmar que en cualquier artista la intencin moral precede a todas las dems.
Si la doble autora es un hecho incontrovertible, Rojas encontr un comienzo de
comedia humanstica que l profundiz y ampli con inusitada intensidad abriendo
caminos nuevos en el teatro europeo y salindose en esta profundizacin de los lmites
de la comedia hacia un sendero marcadamente trgico y cuya lgica interna no poda
traicionar artsticamente. Ms all de la parodia o de la intencin moralista, Rojas est
siguiendo el camino marcado por sus personajes as como Shakespeare sigue el de los
suyos en Hamlet y como en general el autor trgico lo hace, a diferencia del autor de
comedias, que manipula considerablemente ms a sus personajes y la lnea general de la
accin. Ms que un moralista lleno de pesimismo, como dice Deyermond, Rojas fue
un gran artista que sigui fielmente la lgica ciega de las pasiones humanas y supo
pintarlas con una fuerza que no se vea en el teatro desde las grandes tragedias griegas.
Originalidad de La Celestina. fuente Mara Rosa Lida de Malkiel
Al echar una ojeada de conjunto a los principales aspectos de la tcnica de La
Celestina, se perfilan claramente las fuerzas que guiaron a sus autores.
En primer lugar est el inters por la realidad que aumenta y diversifica los
detalles de todo tipo proporcionando al drama un escenario mltiple y una riqueza de
acciones y hechos inconcebibles en la comedia y en todo tipo de literatura hasta
entonces.
El lenguaje hablado es parte de este acercamiento al realismo, que vara
tambin el tono y los temas del lenguaje que se habla en la obra y que prefiere un
El lloro que haca su madre de Leriano creca la pena a todos los que en ella participaban. Y como l
siempre se acordase de Laureola, de lo que all pasaba tena poca memoria. Y viendo que le quedaba poco
espacio para gozar de ver las dos cartas que de ella tena, no saba qu forma se diese con ellas. Cuando
pensaba rasgarlas, parecale que ofendera a Laureola en dejar perder razones de tanto precio; cuando
pensaba ponerlas en poder de alguien suyo, tema que seran vistas, de donde para quien las envi se
esperaba peligro. Pues tomando de sus dudas lo ms seguro, hizo traer una copa de agua, y hechas las
cartas pedazos echolos en ella. Y acabado esto, mand que le sentasen en la cama, y sentado, bebiselas
en el agua y as qued contenta su voluntad. Y llegada la hora de su fin, puestos en m los ojos, dijo:
Acabados son mis males, y as qued su muerte en testimonio de su fe.
dilogo que evoca la conversacin normal y que hace del monlogo un estudio
introspectivo de caracteres.
La causalidad en la lnea de accin es rigurosamente respetada segn las
determinaciones de lo real y en ningn momento hay huellas del azar feliz de los
comedigrafos, mucho ms comn en esa poca.
Esta presentacin integral de la vida no excluye lo sobrenatural pero lo
muestra como una causalidad paralela, que no desaloja el juego de causas y efectos
naturales. Por esta razn hay una clara simplificacin del argumento y una elaboracin
minuciosa de la accin y del ambiente. No parece sino que frente al teatro de la
Antigedad y de la Edad Moderna, La Celestina, cuya perfeccin ha disimulado los
lazos que la unen con la oscura comedia humanstica, recorta de la realidad un caso
sencillsimo y lo dilata maravillosamente, sin cansarse de contemplar su infinita
complejidad.
Tambin en el trazado de los caracteres se singulariza La Celestina. La
variedad de las criaturas individuales, minuciosamente retratadas y sin tener ningn
cuidado de la convencin literaria y social, muchsimo ms fuerte en esa poca es muy
grande en toda la obra. En la Tragicomedia, la fisonoma de cada personaje brota de una
sabia superposicin de imgenes tomadas desde diversos puntos de vista: presente y
pasado, dicho y hechos, realidad y ensueo, palabra exterior e interior, juicio propio y
ajeno. Personajes que comparten una relacin esencial (los amantes, por ejemplo, los
padres, los criados, las mochachas) reaccionan en forma distinta, con la
espontaneidad de su forma de ser y no determinados por la relacin comn.
Los autores de la poca quedaron atados a los arquetipos de la literatura
antigua y medieval pero no as en La Celestina. Aqu el cotejo histrico subraya hasta
qu punto los autores han recreado originalmente los arquetipos de la literatura antigua
y medieval: el hecho de que un Ariosto, forjador de tanta figura femenina en el Orlando
furioso, ahogase su fantasa en sus comedias eruditas para admitir slo las esquemticas
alcahuetas y nodrizas que hallaba en el teatro de Plauto y Terencio, da la medida de la
independencia creadora de La Celestina.
En La Celestina cada uno de los personajes est fundado en su propia
sicologa y no proviene de ningn tipo. Cuando los personajes retienen algn rasgo
tradicional, por ejemplo, la inactividad del enamorado que lo deja todo a sus sirvientes
en la comedia romana y en sus descendientes, lo reelaboran integrndolo en la
concepcin psicolgica de cada personaje. El enamorado Calisto ya no es un caballero
sino un egosta; Melibea est atormentada por el deseo sexual y ya no es la amada
virginal; Pleberio, vulnerable en su ternura, no es el padre a quien slo le interesa el
honor.
Veamos el caso de Melibea, definida por s misma y por la mirada de los
otros personajes. Calisto pinta su belleza fsica, exaltndola conorme al canon retrico
tradicional (I); ms adelante alaba su perfeccin natural, diferente a los artificios de las
otras mujeres (VI), y luego del primer abrazo evoca sus escrpulos y audacias de
enamorada primeriza (XIV). Pero otros personajes contribuyen tambin al retrato, cada
uno con su personal trazo. Celestina declara conocer de antiguo su casa y madre, e
insina que hasta hace poco era Melibea una nia insignificante (VI). El criado
rencoroso, Prmeno, alude procazmente a su atractivo, y le rinde involuntario homenaje
nombrndola como parangn de hermosura (VIII), y el criado satisfecho, Sempronio, se
burla del amo, pero alaba a aquella graciosa e gentil Melibea (IX). Estas palabras
provocan la furia de Elicia y Aresa, que denigran a la doncella (IX). Para los nuevos
criados Melibea es una joya fatal, que Calisto ha comprado con la muerte de sus
servidores (XIV). Las palabras mismas de Melibea (XX), la jactancia de su madre
(XVI), la inquietud (XII; XVI) y quejas de su padre (XXI) revelan el cuidado con que
ha sido criada, y cmo converge en ella la vida de todos los suyos. As, el retrato de
Melibea en la visin de los otros brota, aparte su propia actuacin, del complejo
reajuste entre las exageraciones del enamorado, la observacin fra de la alcahueta, la
admiracin de los sirvientes, la envidia de las muchachas y el orgullo y la
preocupacin de sus padres.
No hay personaje que no rena defectos y virtudes, en ntima cohesin y
exhibidas con idntica imparcialidad: la energa y falsedad con que Melibea satisface y
encubre su amor clandestino son las mismas con que realiza y encubre su plan de
muerte; la avaricia de Celestina es acicate de su flexible estrategia y de la inflexible
obstinacin que exaspera a sus asesinos.
La pintura del mundo de los de abajo es tambin original. La inslita
interferencia de personajes bajos y personajes altos en la accin muestra la inslita
autonoma artstica concedida a los bajos; quiz la faceta ms singular de la atencin
objetiva de La Celestina a la realidad sea la detenida pintura de los personajes humildes
o viles, en ocasiones contrapuestos con tcita aprobacin a los nobles (como Lucrecia a
Melibea en los actos IV y X, Sosia y Tristn a Calisto en los actos XIII y, XIV), y
siempre retratados con entera empata. Asombran, en particular, las criaturas del hampa,
representadas desde dentro, tal como ellas mismas se ven, no desde un punto de vista
sobrepuesto, satrico o moralizante.
El desprecio de los autores por los villanos era un lugar comn en la
Edad Media pero no as en La Celestina. La Edad Media acentu la rgida separacin
entre personajes nobles y bajos que ya exista en la antigedad. El autor o letrado
medieval, cliente de la nobleza, se encarniza contra el villano. De los ejemplos,
demasiado numerosos para citarlos, elegimos el del predicador ingls Odn de Sheriton
(siglo xiii), segn el cual un villano se amortece al sentir aroma de especias y vuelve en
s cuando un burgus sabiendo su condicin le da a oler estircol. En La Celestina,
XIX, la humillacin de la ropa que huele a estircol impide al mozo de caballos para
mostrar amor a la cortesana perfumada. Este desprecio de los escritores por el villano no
desapareci en un da. Shakespeare mismo abunda en testimonios del mismo horror por
la plebe, principalmente en Coriolano y en la cruel caricatura de un levantamiento
popular en la Segunda Parte de Enrique VI, IV, 2 y es adems elocuente en su
insistencia por la suciedad y el mal olor de la gente del pueblo (Julio Csar, I, 2;
Coriolano, II, 3; Antonio y Cleopatra, V, 2). Para ser ms justos con Shakespeare este
desprecio por los personajes del pueblo era en realidad un clich.
La sicologa de los personajes muestra gradaciones y cambios. Los
ejemplos ms claras en esta transformacin gradual de los personajes son los de
Melibea y Prmeno, que recorren todo el espectro afectivo desde una actitud de rechazo,
una del amor de Calisto y el otro de la oferta de participar en las ganancias. Tambin
vara y cambia la relacin entre los otros personajes, como Sempronio y Celestina. Esta
maduracin anmica de los personajes en escena, y que hoy es ms propia de la novela
que del teatro, no exista en la poca de Rojas.
La complejidad de lo real en La Celestina es una de las caractersticas que
resaltan con ms claridad. En la obra el encadenamiento de los hechos, que es en
realidad muy simple se hace muchsimo ms complejos con las mltiples miradas y
motivos de los distintos personajes y lo que se nos presenta es todo un sector de lo real,
por eso tambin la inusitada longitud del drama, intensificado al mismo tiempo en una
accin simple y tensa. Ya desde el acto I, y con intensidad cada vez mayor los elementos
ms diversos del mundo del siglo xv aparecen orgnicamente integrados en su
contextura: el caballero noble, la noble doncella, los padres solcitos, los criados leales o
desleales, la alcahueta activa y codiciosa, las prostitutas rencorosas y vengativas, el
rufin burlador, etc.
La Celestina da una visin integral del hombre y de la sociedad, que no ha
vuelto a expresarse con tal concentrado vigor en obra alguna de teatro. La palabra
abundante de estos personajes evoca a otros que no intervienen directamente y a buen
nmero de tipos sociales, clasificados por su oficio y representados ya en el ejercicio de
su profesin, ya en su participacin en la vida de la ciudad. Tambin se muestra
directamente gran nmero de lugares y se evoca otros muchos; implica considerable
tiempo para su accin y se refiere a lapsos mucho ms largos que sita en el pasado de
los personajes. Con no menor detalle pintan los autores el mundo que cada personaje
lleva en s, variado y cambiante, lleno de altibajos y movimientos contradictorios en
Calisto y Melibea, en Sempronio y Prmeno; de grandeza y debilidad en Celestina, de
sagacidad y ceguera en su codicia.
La lgica interna de la accin impone el desenlace trgico. Si cada personaje
es un denso complejo vital, ya no guiado por los resortes arbitrarios de la palliata y sus
imitaciones, sino por la lgica interna de la accin el final trgico se impone como una
necesidad. Cuando el amor del amo se logra gracias a la astucia interesada de los
servidores y se malogra a consecuencia de su codicia, el final trgico se impone
naturalmente y un final a la Terencio hubiera sido imposible. Los autores de La
Celestina encauzan su visin integral de la realidad en la olvidada forma de la comedia
humanstica, sntesis de la tradicin terenciana y de la tradicin del relato amoroso
medieval del amor corts, pero rompen luego estos moldes haciendo pasar la tensin
dramtica por la lgica desatada de las pasiones de los personajes en un realismo que
haba desaparecido de Occidente desde los tiempos de Sfocles. Y se trata de un
realismo que no vuelve a aparecer en las letras occidentales hasta el surgimiento de las
grandes novelas del siglo xix.3
Una recepcin que no pudo comprender la obra. La Tragicomedia de Calisto
y Melibea rebas inmensamente la comprensin artstica de los lectores coetneos e
inmediatos. Testigo el cambio de ttulo: el pblico no pudo mantener el complejo
equilibrio de la obra, y oper en ella un doble empobrecimiento, abrazando francamente
el mundo de Celestina y sus allegados, y reduciendo aun ste a sus toques cmicos, sin
querer admitir su tragedia. No menos elocuente es el juicio de Cervantes quien, en sus
dos famosos versos de cabo roto libro en mi opini div-, si encubriera ms lo
hum-), condena en nombre de un ideal artstico selectivo, a tono con la vena
neoclsica tan importante en su crtica literaria, la visin integral de la realidad propia
de la Tragicomedia. Por muy leda y celebrada que fuese, por mucho que se remedase
algn chiste o situacin, por mucho que floreciesen las llamadas continuaciones e
imitaciones, por ms que uno de sus personajes se incorporase al acervo popular, de
hecho La Celestina como un todo artstico apenas ejerci influjo literario: ste fue el
precio de su asombrosa originalidad.
Amor corts y moral cristiana en la trama de La Celestina fuente Otis Green
Caractersticas del amor corts
Exige nobleza, en ambos, tanto en linaje como en conducta. El amante posee
cualidades admirables.
La fuerza del amor no slo representa a la amada como admirable y alta en
virtudes sino que tambin engendra virtud en el amante. Por lo tanto el amante
es inferior a la amada.
Aunque no excluya el matrimonio no se alude frecuentemente a l y los amantes
tratan de encubrir el secreto de su amor.
Objetivo del amante: lograr el trato sexual (dentro o fuera del matrimonio).
El amor corts es trgico, un amor frustrado (sea por la imposibilidad de
consumacin sea porque el desastre sigue inmediatamente a la consumacin.
Se da con frecuencia una transposicin al amor sexual de las emociones y de la
imaginera religiosa.
La pasin del amante puede ser correspondida por su amada. La dama
desdeosa no es tan frecuente.
y es el fin con que se introduce el tema del conjuro en la Tragicomedia. La teora del
Malleus sobre la philocaptio, que no hace ms que reproducir la opinin comn de la
poca, explica por qu tanto la tradicin literaria como el juicio de autores que
reflejaban ms explcitamente la actualidad social, establecan una relacin ntima entre
la alcahuetera y la hechicera.
Para el conjuro del acto III: aceite serpentino y las mordeduras de
Melibea, Celestina utiliza un bote de aceite serpentino, un papel en el que van escritos
nombres y signos mgicos dibujados con sangre de murcilago, una porcin de sangre
de cabrn y unas barbas del mismo animal. Todo parece pertenecer a la magia prctica
descrita en los manuales y, por consiguiente, a los usos de la hechicera contempornea
de Rojas. En el conjuro, nombres y signos sirven para obligar al demonio a que
aparezca; el aceite serpentino es derramado sobre la madeja de hilado para prepararla a
que entre en ella. Importantsimo es el papel del aceite serpentino para lo que va a
ocurrir. Este lquido, considerado como extraordinariamente ponzooso y dotado, segn
los magos, de fuerza diablica especial debido a la tradicional aficin del demonio a
disfrazarse de serpiente, se utiliza en el conjuro para prestar verosimilitud a la
philocaptio de Melibea. Ser bajo el pretexto de vender hilado como la vieja intentar
entrar en la casa de Melibea. Para hechizar a la joven es necesario que, al salir
Celestina, deje al demonio oculto en la casa para completar el hechizo. Nada ms fcil
que esconderlo dentro del hilado. Ahora bien: una madeja de hilado recuerda, si bien
lejanamente, una culebra enroscada. Partiendo de esta asociacin de ideas, muy
caracterstica de las artes vedadas, se explica fcilmente el papel del aceite serpentino en
el conjuro. Rojas, mucho ms tarde, insiste en el hecho de que Melibea misma, sin
enterarse de la significacin de lo que dice, relaciona la philocaptio de que es vctima
con sensaciones que le hacen pensar en mordeduras de serpiente. El demonio
celestinesco funciona bajo el smbolo de una serpiente.
Un conjuro no hertico. Despus de tanta preparacin, Rojas no se
atreve a poner en boca de la vieja un conjuro de Satans que reprodujera los
recomendados en los manuales. Siguiendo el ejemplo de Juan de Mena, cuando en el
Laberinto de fortuna pinta a la maga que anunci la derrota del Condestable, aunque
con fines muy diferentes, Celestina empieza conjurando a Plutn. No obstante, los
eptetos con los que lo califica a continuacin, emperador de la corte daada, capitn
de los condenados ngeles .... governador y veedor de los tormentos y atormentadores
de las pecadoras nimas, hacen evidente que a quien conjura Celestina es a Satans,
ligeramente disfrazado bajo una capa clsica. Las amenazas de la vieja contra el
demonio, para los lectores contemporneos de Rojas, indicaban que, por mala que fuera
la escena que presenciaban, la alcahueta no cometa en ella un acto de hereja. Un
conjuro slo era un acto hertico si el mago rogaba al demonio o daba otras seales de
venerarle. El annimo jurista que coment La Celestina en la ltima mitad del siglo xvi
insiste mucho en que el conjuro de Celestina no era hertico.
El instrumento de la philocaptio y hechicera y diablo actuando
juntos. El instrumento de la philocaptio ser, como ya sabemos, la madeja de hilado en
la que est presente el demonio. La tarea de Celestina, una vez consumado el conjuro, es
la de persuadir a Melibea para que la compre, quedndose as el poderoso maleficio en
posesin de la joven. Cuando el poder de este maleficio empiece a hechizar a Melibea,
tendr la vieja alcahueta obligacin de aprovechar el camino as abierto para llevar a
cabo su malvolo proyecto. Segn los autores del Malleus maleficarum, hechicera y
diablo tienen que obrar conjuntamente, pero Rojas probablemente aceptaba la doctrina
ms antigua de que todo era obra del demonio. De todos modos insiste en que la parte
importante es la del demonio, como indica Celestina misma; es l quien, presente en el
hilado, ha de lastimar a Melibea de crudo y fuerte amor de Calisto, tanto que,
despedida toda honestidad, se descubra a m y me galardone mis passos y mensaje.
Philocaptio y ansiedad de Celestina. Al final del acto III Celestina parte
para la casa de Melibea, confiada, como ella dice, en el fuerte poder que la ayuda
diablica le garantiza. Es curioso, al empezar el acto siguiente, hallarla, de camino,
sufriendo una aparente crisis de ansiedad. Esta crisis, artsticarnente, ensancha y
humaniza la personalidad de la vieja. Teme que el intento de philocaptio urdido contra
Melibea sea descubierto v teme sufrir los duros castigos que reservaba la ley a los
condenados por hechiceras. Rojas, al parecer, quiere demostrar a sus lectores, por boca
de la vieja hechicera, que no es posible jams tener una confianza absoluta en el
demonio. Esto se repite por boca de Celestina, en el acto VII, despus de la muerte de
doa Claudina, compinche suya y madre de Prmeno, al decir ella que los diablos
mienten continuamente. El martirio de la misma Claudina demuestra que el demonio
abandona aun a sus ms entusiastas adeptos.
Presencia del diablo. Pero la ansiedad de la vieja no dura. Su conocimiento de
la magia adivinatoria le hace reconocer que los ageros son favorables. Tiene adems
sensaciones fsicas de estar dotada de poderes sobrenaturales; las adiciones hechas al
texto en 1502 sirven para subrayar an ms la base sobrenatural de esas sensaciones. La
vieja no slo se siente libre de los achaques fsicos de la edad; parece que los muros se
le abren para facilitar su llegada a la casa de Pleberio. Es de notar tambin que, una vez
llegada all, las adiciones de 1502 sirven para poner fuera de duda el hecho de que
Celestina cree que el demonio est realmente presente mientras ella habla con Melibea y
con su madre. En dichas adiciones la vieja contina dirigindose al demonio como si
fuera un criado de casa.
Influencia del diablo sobre la madre de Melibea. Hay ms. En toda
esta escena, Rojas presenta una serie de hechos que parecen indicar que la vieja no se
engaa. A pesar de los avisos de Lucrecia sobre la personalidad de Celestina (No s
cmo no tienes memoria de la que empicotaron por hechizera, que venda las moas a
los abades y descasava mil casados), Alisa la admite y la trata con caridad, aunque
hasta aqu ha guardado a su hija con toda cautela. Esta amnesia de la madre de Melibea
slo es explicable como consecuencia de una influencia sobrenatural. Despus deja a
Melibea sola en casa con la alcahueta y hechicera, al recibir la noticia de que la
enfermedad de su hermana se ha agravado sbitamente, acontecimiento que Celestina
atribuye a la accin del demonio conjurado por ella. Pero el demonio no lo facilita todo
sin dar a la maga sus momentos de alarma, hasta el punto de llegar Melibea a
denunciarla por lo que es: Quemada seas, alcahueta falsa, hechizera, enemiga de la
honestidad, causadora de secretos yerros! Este momento es importantsimo, porque
demuestra la extraordinaria resistencia moral de Melibea, no slo ante las astucias
puramente mundanas de la vieja, sino ante los efectos del tremendo maleficio que
representa el hilado y la presencia demonaca dentro de l.
Victoria del diablo sobre Melibea. Pero al fin queda vencida.
Amonestado por Celestina, el demonio cumple con el pacto. En lugar de echar a la
hechicera, Melibea le deja hablar ms y, a pesar de lo que sabe de la situacin en que
est, da crdito a las nuevas patraas de la vieja. Desde entonces el maleficio funciona y
hay que considerar a la muchacha corno vctima de philocaptio. Por supuesto, ella
desconoce la verdadera causa del repentino cambio psicolgico que ha experimentado, y
no la sabr jams. Siente, sin embargo, que hay algo anormal en un amor que calificar
de mi terrible passin, y Rojas mismo no quiere que el lector olvide el origen
sobrenatural de sta. Preguntada ms tarde (X) por Celestina cmo es su mal, contesta
Melibea que me comen este corazn serpientes dentro de mi cuerpo. Es evidente que
el poder demonaco, cuyo principio fue el bote de aceite serpentino en que se empap el
hilado, se ha transferido al cuerpo de la victima, como nota con satisfaccin, entre
dientes, la vieja: Bien est. Ass lo quera yo.
Calisto y los criados: la desvinculacin de las relaciones sociales fuente Jos Antonio Maravall
De la relacin original a la econmica. Originariamente, el criado no
era un servidor contratado, sino un miembro de la casa, ligado personalmente a ella, con
lazo de deberes morales entre l y el amo, lazo que una tambin entre s a todos los
miembros de la familia como amplia sociedad domstica. En el siglo xv, en cambio, lo
que haba sido una relacin de adscripcin personal se convierte en una relacin de
mero contenido econmico, conforme lo permiten los recursos de la economa
monetaria, al generalizar el sistema de pago de los servicios en dinero. Y al quedar al
desnudo, en su puro contenido econmico, esa relacin, perdiendo el complejo
tradicional de deberes y obligaciones recprocas que llevaba consigo, queda al
descubierto tambin entre amo y criado la inferioridad de clase del segundo, irritante
para ste, porque apetece, lo mismo que su amo, la riqueza, y no encuentra motivos, por
ejemplo los viejos motivos guerreros de la antigua sociedad, para servirle sin sentirse en
desventaja.
Los criados naturales. Los criados que acompaan a Calisto no son ya
sus naturales. Desde la baja Edad Media se llamaban naturales de un seor aquellos
que dependan de l en virtud de una vinculacin heredada, segn un nexo que se
presentaba con un carcter familiar, domstico, cuya transmisin se supona, con mayor
o menor exactitud, que haba tenido lugar de generacin en generacin, y que se
mantena, en principio, de modo permanente. Por estas causas, la dependencia natural
o de naturaleza engendraba, junto a unos derechos y deberes recprocos, de condicin
jurdica, otras obligaciones de tipo moral, difcilmente definibles y mensurables, sobre
considerarse vinculado a aqul. Sin duda, dolor he sentido porque has tantas partes
vagado y peregrinado, que ni has vido provecho ni ganado deudo ni amistad. Ni
beneficio material, ni relacin personal: un pago reducido al mnimo, que se puede
cortar en cualquier momento. Por puro inters, dir tambin Aresa, se rompe la
relacin con los sirvientes y se les echa cuando ya no son tiles. Ante un mundo de
relaciones sociales de este tipo, Celestina no aconseja al joven servidor que procure
buscarse un empleo de diferente condicin, puesto que todos son semejantes, sino que le
recomienda aprovecharse egostamente y calculadamente del que tiene mientras dure.
Por muchos aos que sirva a Calisto, la recompensa que obtendr de l no ser nada y
por lo tanto que aproveche todo lo que pueda. Y esto no son palabras astutas de
Celestina, sino fundamento real.
El comportamiento de Calisto y las reacciones de los criados en la obra, nos
hacen ver que es la base social real de que se parte. De ah la crtica de cmo son
los seores deste tiempo, crtica que es una pieza esencial para comprender el sentido
del drama: dessecan la substancia de sus sirvientes con huecos y vanos
prometimientos. Como la sanguijuela, sacan la sangre, desagradescen, injurian, olvidan
servicios, niegan galardn... Estos seores de este tiempo ms aman a s que a los suyos
y no yerran. Los suyos ygualmente lo deven hazer. Perdidas son las mercedes, las
magnificencias, los actos nobles. Cada uno destos cativa y mezquinamente procuran su
interesse con los suyos. Egosmo, explotacin, en un mundo en que cada uno no busca
ms que su provecho. Y a estos juicios de Celestina, de los criados, de las rameras, se
corresponde un perfil de Calisto, magistralmente trazado en los sucesivos episodios de
la obra, de un radical egosmo utilitario.
En Sempronio la actitud mercenaria est desde el principio. En
Sempronio una actitud semejante est dada antes de que aparezca Celestina. Ante la
dolencia amorosa que aqueja a Calisto, reflexiona aqul: si entretanto se matare,
muera; y ante tal eventualidad lo que se le ocurre es pensar si puede sacar buen
partido, quedndose con cosas cuya existencia los otros ignoren y mejorando de esta
manera en su suerte. Ya antes vimos otro similar testimonio suyo no menos rotundo. Y
esto deriva de cul es la estimacin tan desfavorable que Sempronio tiene de su amo y
de la ausencia de todo deber moral que pueda estimar que le ligue a su defensa y
conservacin. Hasta el ms joven de los criados, el paje Tristn, no deja de tener una
bien spera frase sobre Calisto, sintindose desligado de l por no reconocerle un valor
moral que a su amo le obligue: Dexaos morir sirviendo a ruynes!.
Los criados tienen perfecta conciencia de la maldad de Celestina y
del negocio a que estn entregados. Pero no pueden encontrar, en el estado social en que
se hallan colocados, motivos para detenerse. Todos, y los principales an mucho ms
que el paje Tristn, consideran ruin a Calisto, y, por tanto, ante las posibilidades que les
abre su enajenacin, no tienen ms que un objetivo: aprovecharse. As lo anuncia
Sempronio, y sobre ello acaban ponindose de acuerdo. No falta ms que encontrar
manera. Muy diferentemente del modo como, en el torpe desarrollo del tema
celestinesco que se da en otras obras posteriores, en las cuales a los personajes que en
ellas proyectan actuar tan egostamente apenas se les ocurre otra cosa que la violencia,
en La Celestina el tro de los confabulados busca un mtodo propio de la mentalidad de
la poca, un arte hbil, calculado, desarrollado sabiamente: enunciarlo y dirigirlo es el
papel de la maquiavlica vieja.
La voz de Fernando de Rojas en el monlogo de Pleberio fuente Stephen Gilman
La intencin del autor. El soliloquio de Pleberio que cierra las dos
versiones de La Celestina est realzado con sumo nfasis. Ocupa por s solo todo el acto
final; sirve como monlogo de conclusin despus que todos los participantes en el
dilogo han muerto o desaparecido; sale del alma del nico personaje cuyo dilogo no
ha sido subvertido irnicamente durante el curso de la obra, y, sobre todo, resume e
intenta dar sentido a todo lo que ha sucedido. Por esa razn es muy fcil atribuir a Rojas
las palabras del personaje ya anciano. Como afirm el crtico espaol Menndez Pelayo
explcitamente, y como casi todos los lectores antes y despus han supuesto tcitamente,
Pleberio en el acto XXI es el portavoz de la intencin final de Rojas. Con esto el
primitivo propsito de reprehensin de los locos enamorados y aviso de los engaos
de las alcahuetas e malos e lisonjeros sirvientes evolucion durante la redaccin del
drama hacia un punto de vista moral ms original, ms profundo y mucho menos
optimista. Menndez Pelayo observa que, si la obra hubiera acabado con el suicidio de
Melibea en el acto XX, podra creerse que el poeta haba querido envolver en luz de
gloria a los dos infortunados amantes, haciendo la apoteosis del amor libre. En su
intencin, se la podra comparar a la historia de Tristn e Iseo. Pero las palabras de
Pleberio proyectan una luz diferente sobre la accin. A travs de sus ojos vemos el amor
tal cual es, una deidad misteriosa y terrible cuyo malfico influjo emponzoa y
corrompe la vida humana y lleva a una repentina y terrible muerte a sus servidores:
Celestina, Melibea, Calisto, Sempronio y Prmeno.
Contra la Fortuna, el Mundo y el Amor: heterodoxia total. El
soliloquio de Pleberio se centra en un amargo apstrofe de acusacin a la Fortuna, al
Mundo y al Amor, en orden creciente de importancia. La Fortuna para Pleberio pervierte
el orden del universo y no ejerce su ira sobre aquello que debiera estar sometido a ella.
Antes pensaba que el Mundo y sus hechos estaban regidos por alguna orden, pero
ahora sabe la atroz verdad. El Amor tambin es injusto, arbitrario, cruel, y su armonioso
y gentil nombre no es ms que un disfraz. Se conduce sin orden ni concierto. Esta
idea del universo, sea que refleje las conclusiones de Rojas o el simple frenes de
Pleberio, es heterodoxa en todos los sentidos. No es estoica, pues el primer principio del
estoicismo es que es la persona la que est fuera del orden, no la naturaleza. Ni es
cristiana, aunque algunos de los adjetivos aplicados al Mundo suenen como cristianos,
ya que desatiende la existencia, e incluso la posibilidad, de una providencia oculta. Para
Rojas y su portavoz Pleberio no hay ley a que puedan acogerse, no existe fe, ley
alguna, ni cristiana, ni juda, ni gentil, en cuyos brazos se pueda hallar descanso. Los
creyentes de las tres religiones estn igualmente sujetos a embates arbitrarios.