Poesía Hispanoamericana Actual, Por Teodosio Fernández
Poesía Hispanoamericana Actual, Por Teodosio Fernández
Poesía Hispanoamericana Actual, Por Teodosio Fernández
Al examinar hace ya algunos aos la obra potica del boliviano Pedro Shimose, por entonces cerrada con IJolem de caballera (1985), cre escuchar en
ella al menos dos voces: la de alguien convencido de que sus versos iban a correr de boca en boca, y de que la palabra crea, canta, augura, y despus la de
otro decepcionado con su oficio, que fue ser nadie junto a las palabras. No
es difcil comprobar que con esa evolucin ha tenido que ver el proceso de la
poesa hispanoamericana de las ltimas dcadas. Indudablemente los aos
sesenta se caracterizamn por el compromiso de los escritores, en su mayora
atentos al proceso revolucionario de Cuba y a las actividades del mismo signo
que parecan crecer imparablemente en Latinoamrica. El anlisis de la produccin reciente en los pases del Caribe permite comprobar que las inquietudes se
haban extendido incluso en el estado libre asociado al poderoso vecino del norte: encontraron eco sobre todo en Vicente Rodrguez Nietzsche, Jos Manuel
Torres Santiago y otros jvenes que a partir de 1962 se reunieron en tomo a la
revista Guajana y exigieron un arte comprometido con la identidad nacional y
la independencia de Puerto Rico. En la Repblica Dominicana tambin se impuso una poesa de acusada protesta social, implicada en las difciles circunstancias
polticas del pas, agobiado por una guerra civil, por la intervencin norteamericana y por la inevitable represin posterior de los movimientos de izquierda2.
Pedro Shimose, Poemas, Madrid, Playos 1988, pgs. 93 y 200.
2
Vase La poesa en lengua castellana en las islas del Caribe, introduccin y seleccin de Teodosio Fernndez y Alvaro Salvados lvlllce, Revista de poesa, nm. 6, inviernoprimavera 1996, pgs. 77-179.
185
Teodosio Fernndez
El signo de los tiempos se dej sentir en todas panes: vale la pena recordar que
en un mbito tan estable como Costa Rica be una referencia inevitable Jorge
Debravo, con su atencin a la vida cotidiana y su moral potica signada por la
solidaridad3.
Desde luego, esa orientacin general no fue la nica, como prueban los
enfrentamientos entre los imbuidos de conciencia social y quienes preferan expresar vivencias exclusivamente estticas y personales, sin que faltasen confluencias y matices de signo muy variado. Incluso entre los partidarios de la poesa comprometida hubo orientaciones diversas, y
discrepancias que condicionaron el rumbo seguido a partir de entonces. En
el trnsito de Poemas para un pueblo (1968) a Quiero escribir pero me
sale espuma (1972), Shimose daba cuenta de un proceso compartido por
otros poetas desde mediados de los sesenta: Todos los que nerudearon 1
comenzaron a vallejarse y antes del gallo que cant se fueron con Perse y con Eliot y murieron en su piscina, denunciara Pablo Neruda4,
afectado por cambios determinados en buena medida por las exigencias
polticas y culturales de la revolucin cubana5. Esas exigencias obligaron
a preferir algunas opciones entre las ofrecidas hasta fines de los sesenta
por los que Mario Benedetti consider poetas comunicantes6, entre los
cuales estaban tanto los que hacan de la desacralizacin del poeta y de la
poesa una manera de mostrar su frustracin y sus inquietudes metafisicas,
como quienes decidan afrontar las deficiencias de lo cotidiano desde una
lucidez poltica incompatible con el pesimismo y la amargura. A fines de
los sesenta esa diferencia de talante permita a Roberto Fernndez Retamar
sealar la distancia que mediaba entre la antipoesa de Nicanor Parra (sarcstica, escptica, demoledora, paradjicamente limitada por su propia
retrica) y las variadas manifestaciones de la poesa conversacional, afirmada en convicciones polticas y religiosas, constructiva, proyectada hacia
Vase Teodosio Fernndez, <Actualidad de la poesia costarricense, Espejo de
paciencia, revista de Literatura y Arte, nm. 2, 1996, pgs. 49-54.
Fin de mundo (1969), Buenos Aires, Losada, 2a edicin, 1970, pg. 97.
Al analizar los once primeros poemarios galardonados con el premio Casa de las
Amricas, Sal Yurkievich seal el pasaje de los nerudeanos a los vallejeanos como uno
de los rasgos comunes o lneas de fuerza de aquellos aos. Vase Poesa hispanoamericana
1960-1970. Antologa a travs de un certamen continental (1972), Mxico, Siglo XXI Editores, 2a edicin, ~976, pg. 7.
6
Los poetas comunicantes, Montevideo, Biblioteca de Marcha, 1972.
Anales de Literatura Hispanoamericana
1999, 28: 185-196
186
Teodosio Fernndez
el futuro7. Se haban roto las relaciones entre los antipoetas y los poetas
revolucionarios.
Frente a la poesa de los aos sesenta, caracterizada sobre todo por la militancia poltica y algunas experiencias neovanguardistas, los ltimos tiempos
parecen mostrar un proceso hacia la reflexin que ha acogido y acoge manifestaciones muy diferentes, aunque esa variedad no altere la significacin
general. Ese proceso estaba en marcha a principios de los setenta, cuando an
pareca acentuarse el compromiso, en un clima fomentado por los movimientos revolucionarios que agitaban la vida de los paises hispanoamericanos, cortados de raz en algunos casos por sangrientas dictaduras militares. Incluso
puede comprobarse que la acusada inestabilidad que haba de mantenerse en
Centroamrica durante los aos ochenta, con su mayor centro de actividad en
Nicaragua, no fue ajena a que los poetas tendiesen a lo testimonial, a la crtica de la historia pasada o reciente, a la expresin de inquietudes polticas y sociales, a la vez que se encontraban en el propio medio (en los nicaraglienses
Ernesto Cardenal y Carlos Martnez Rivas, en el salvadoreo Roque Dalton,
en el guatemalteco Otto Ren Castillo) los modelos para la simplificacin
expresiva que se crea adecuada para abordar las problemas del entorno. Pero
ni siquiera all esa orientacin fue la nica. En Costa Rica, por ejemplo, aparecera en 1977 el Man~fiesto trascendental/sta, cuyos firmantes, sin ignorar el
dolor ni la injusticia, buscaban una revolucin de mayor alcance, con un cambio integral del hombre y de la sociedad en el contexto de su evolucin hacia
la plenitud, en una muestra decidida de confianza en el destino humano. Esas
pretensiones justificaron con frecuencia (sobre todo en Laureano Albn, el
ms destacado del grupo y el ms decidido a indagar en las dimensiones ocultas de la historia pasada y presente de Hispanoamrica) el recurso a un lenguaje figurado de densidad variable, a veces de oscura condicin oracular. La bsqueda del sentido de ser dio lugar a manifestaciones diversas del espritu
religioso, a la expresin de inquietudes existenciales renovadas.
Si eso ocurra en un territorio reducido como Costa Rica, la situacin se
complicaba en los pases de produccin ms abundante. Ninguno super a
Mxico, donde la extraordinaria abundancia de poetas8 pareci resumirse en
Vase Antipoesia y poesa conversacional en Hispanoamrica (1968), en Roberto
187
1999,28: JSS-196
Teodosio Fernndez
dos orientaciones fundamentales: la de los herederos de Octavio Paz (cuidadosa de los aspectos formales y ambiciosa de trascendencia) y la de los segui-
escribi Jos Emilio Pacheco para concluir sus poemas de la serie 1968>00.
EJ motivo era la matanza perpetrada el 2 de octubre en la Plaza de las Tres
que encontraron en l una voz que habla desde una marginalidad voluntaria
escogida a travs de la traduccin y de personajes y mscaras que sustituyen
al yo lricott acosado tambin por el enfoque narrativo y la reflexin mctapotica. Pacheco fue tambin, probablemente, uno de los primeros que ha
escrito poemas en los que la destruccin de la naturaleza es el motivo central2, una opcin ecolgica que han desarrollado poetas como Homero
Aridjis y Vicente Quirarte.
Sin referencias histricas tan precisas, los poetas venezolanos que publican a partir de los setenta lo hacen en un pas en que los sueos y las luchas
34
188
Teodosio Fernndez
de los sesenta dejan paso a la idea de fracaso, de imposibilidad y desconcierto3. Para los poetas del Per result determinante la sucesin de crisis que
se desat all a partir de 1974, cancelado ya el proyecto reformista y nacionalista que el general Velasco Alvarado haba puesto en marcha en l968~. El
de iniciar la renovacin, y la muerte de Jos Lezama Lima devolva actualidad a una obra que poda servir como fuente de inspiracin y modelo de
rigor. Lo cierto es que en los ltimos aos setenta se dej sentir una actitud
nueva, que encontrara en Reina Mara Rodrguez y en su poema Deudas
hoy quisiera escribir lo que me falta no gastar las horas ni echar palabras al abismo: bajar a mis profundidades/sola y desnuda...5 su concre-
Reina Maria Rodrguez, Cuando una mujer no duerme, La Habana, Ediciones Unin,
1980, pg. 46.
189
Teodosio Fernndez
a la irona y el desencanto, y de la revolucin a la crisis y al neoliberalismo sin adjetivos6. Progresivamente la poesa pareci centrarse en los territorios de la ciudad y de la vida cotidiana para mostrar de manera especialmente directa (como hicieron los dominicanos llamados poetas de la
crisis) la prdida de los ideales del pasado, y con frecuencia creciente se de-
cidi a aprovechar la msica popular (del rock al bolero) como una consecuencia de la cultura de masas que ha sido el signo de la poca. Ese apro-
timismo del amor y la nostalgia, hacia la plasmacin de una atmsfera existencial dominada por el sentimiento de la fugacidad y de lo absurdo. En
cualquier caso, la msica popular no fue la nica opcin para contextualizar
la creacin potica: en Sonetos a Ge/gomina (1991) puede verse el
190
Teodosio Fernndez
entre los aspectos de la poesa hispanoamericana reciente que ms se ha insistido en sealar, est la inusitada atencin hacia el lenguaje y la literatura que han mostrado los poetas desde que olvidaron la funcin cvica para
refugiarse en un destino limitado al mbito de la palabra. Con ello tienen
que ver experiencias vanguardistas como las citadas y otras que podran
recordarse (las de los mexicanos David Huerta, Coral Bracho, Gerardo
Dniz o Alberto Blanco, por ejemplo), pero cabe resaltar que con frecuencia la escritura del poema es una reescritura de otro, o a] menos un dilogo
con las figuras consagradas de la literatura universal e hispanoamericana:
Ezra Pound, Edgar Lee Masters y otros poetas norteamericanos resultaron
decisivos, pero tambin Neruda, Borges, Lezama Lima, Parra o Paz. No hay
191
Teodosio Fernndez
80, que tambin habian escrito contra Borges8. Si antes se habla buscado
la complicidad de Severo Sarduy y su interpretacin de Lezama Lima y
de Lacan, Deleuze o Derrida, los jvenes como Martin Prieto o Daniel
Garca Helder no slo encontraron la tradicin de William Carlos Williams
y otros poetas norteamericanos, sino tambin la de Alberto Girri, que los
tradujo, difundi y aprovech para su propia creacin, y la de otros compatriotas como Ral Gonzlez Tun, Luis L. Ortiz, Lenidas Lamborghini,
Joaqun Gianuzzi, Juana Bignozzi y el propio David Samoilovich, que desde mediados de 1986 utiliz su Diario de Poesa precisamente para la difusin de la potica objetivista9: la que concibe el texto no como superficie, sino como un registro del inters hacia la superficie de los
objetos y del paisaje20. En consecuencia, tambin esas manifestaciones de
la nueva poesa se han gestado en dilogo con la tradicin literaria o frente
a ella, preocupadas por afirmarse en otros textos, ajenas a las pretendidas
rupturas que la vanguardia haba ostentado en el pasado.
Ese dilogo de los textos tambin permite a veces extraer conclusiones
sobre el profundo impacto que los procesos polticos han tenido en la poesa
de los ltimos tiempos, y quiz ningn ejemplo es mejor que las respuestas
suscitadas por el poema El otro (Enero 1, 1959), de Roberto Fernndez
Retamar: Nosotros, los sobrevivientes, a quines debemos la sobrevida?
Quin se muri por mi en la ergstula, quin recibi la bala ma, la para
m, en su corazn?21. Aos ms tarde Hernndez Novs an preguntaria
qu has hecho hoy para merecer la muerte del hermano desconocido, el
dolor del torturado, el sacrificio del padre oscuro que muri por ti22. La acti-
1
El neobarroco puede entenderse no slo como una potica con sus procedimientos
propios, sino como manifestacin cultural de una poca que se distancia de las certezas del
pasado poniendo su nfasis en el lenguaje. Su irrupcin se consolid en Argentina hacia 1983,
coincidiendo con el regreso a la democracia y poco antes de la difusin de los conceptos de
crisis de los paradigmas, muerte de las ideologas y posmodemidadb>. Vase Daniel
Freidemberg, Poesa argentina de los aos 70 y 80. La palabra a prueba, Cuadernos
Hispanoamericanos, 517-519, julio-septiembre dc 1993, pgs. 137-160 (138).
~ Edgardo Dobzy, Poesa argentina actual: del neobarroco al objetivismo, Cuadernos
Hispanoamericanos (Dossier: Aspectos de la poesa hispanoamericana), 588, junio 1999,
pgs. 45-57.
20 Freidemberg, art. cit., pg. 157.
21
A quien pueda interesar (poesa, 1958-1970), Mxico, Siglo XXI Editores, 1970, pg. 15.
22
Ral Hernndez Novs, Embajador en el horizonte, La Habana, Letras Cubanas,
1984, pg. 33.
192
Teodosio Fernndez
tud de Fernndez Larrea ofrece un profundo contraste: Nosotros los sobrevivientes a nadie debemos la sobrevida todo rencor estuvo en su lugar / estar
en Cuba a las dos de la tarde es un acto de fe23. Y an puede recordarse a
Norge Espinosa, que en su Poema de situacin declaraba no necesitar la
muerte ni la gloria de los mrtires24. Desde luego, las relaciones intertextuales tienden a ser menos evidentes que la sealada, pero no menos significativas. No hay que olvidar que son numerosos los poetas que han tenido acceso
a las orientaciones recientes de la crtica literaria, como la poesa neobarroca
de Argentina y de otros pases permite comprobar. Incluso podra hablarse de
una orientacin compartida, que encontr representantes de nacionalidades
distintas: cubanos como Severo Sarduy y Jos Kozer, argentinos como Artu-
193
Teodosio Fernndez
del exilio, y quiz una forma de la nostalgia fue el dilogo con la excepcional
tradicin potica del pas (la de Mistral, Huidobro, Neruda y Parra, para
recordar apenas los nombres ms representativos) y tambin con otras
tradiciones ms o menos prximas.
La obsesin por el dilogo con otros autores es sin duda una de las manifestaciones del culturalismo potico actual. En esta orientacin se inscriben
la recreacin de personajes-mscara, cuyo efecto es la desmitificacin de la
figura tradicional del poeta cuando nada nuevo parece quedar por decir, y el
empeo en componer una mirada con restos o fragmentos, y con titubeos,
silencios y cambios de tonos, una voz, segn seal Freidemberg28 para la
poesa argentina en la frontera de los 70 y los 80, y que puede aplicarse a
otros pases. Por otra parte, el proceso de la poesa hispanoamericana descubrir poco a poco matices nuevos. De nada servir insistir en la prdida de
ideales que los ms jvenes quiz nunca tuvieron, porque haban de-
tolgicas e intertextuales (si es que hay diferencia entre ellas), sealaba al comentar la desconfianza y e temor con que los crticos se haban referido a la
heterogeneidad irreductible de su generacin (la de Jos Antonio Mazzotti,
Rossella di Paolo, Domingo de Ramos y Jorge Frisancho), tildada de retro
y evasiva: No saban (no podan sabeO que el descentramiento social del
pas estaba denunciado implcita y furiosamente en el descentramiento del sujeto de la escritura potica, quien ya no poda reconocerse en la figura de un
autor nico y reconocible, sino en la de varios que (para hacer ms complicado el asunto) utilizaban diversos tipos de tradiciones, experiencias y lenguajes que no teman convivir a pesar de hallarse muchas veces en entredicho29.
Esa tendencia no ha hecho sino radicalizarse en los ltimos aos, acentuando
la tendencia a recurrir a heternimos e incluso a la anonimia, y tambin a la
dispersin del referente e incluso del sentido. Probablemente hoy ya no tiene
validez la oposicin entre alta cultura y cultura de masas, cuando esta ltima
se encuentra ya plenamente incorporada a la literatura, cuando la utilizacin
194
Teodosio Fernndez
algunos poetas mnanistas, neomandstas, grouchomarxistas, chilenos recicIados, nufragos reunidos, hijos de Violeta y John Lennon, Huidobro y Liv
Ulman, decretaron en agosto de 1981 vlidas, legtimas y necesarias todas
las tendencias y escuelas artsticas, incluso aqullas, surrealistas y romnticas, clsicas y antipoticas, realsocialistas y manieristas, chuchunquianas y cosmopolitas, neomaherienas y retronerudianas, quilapaynicas e intillimnicas, ociosas y comprometidas, vodka y coca-cola, de horno, fritas,
30.
pasadas y con pebre
Para concluir, cabe recordar la presencia abundante de las poetas, una realidad que no se debe ignorar aunque pueda discutirse que determine para esta
poca unas caracteristicas especiales, condicionadas por el sexo de los escritores. La condicin femenina, por otra parte, invita a prescindir incluso de las
autoras ms relevantes a la hora de analizar el proceso de la poesa hispanoamericana reciente, relegndolas a ese gineceo con que se puede cerrar cualquier reflexin sobre la literatura actual. A la vez que incurro en lo que sealo, aprovecho la ocasin para recordar que entre los trascendentalistas
costarricenses estuvo la voz notable de Julieta Dobles, y para resaltar el papel
cumplido por Reina Mara Rodrguez en la evolucin de la poesa cubana.
Con el inters adicional que les presta su presencia dominante, las escritoras
que reclamaron atencin para una literatura especficamente suya a travs de
las revistas Zona: carga y descarga (1972-1975) y Penlope o el otro mundo
(1972-1973), supusieron una contribucin decisiva al desarrollo de una orientacin esttica pluralista en Puedo Rico31. Parece innecesario advertir que
tambin los varones contribuyeron a que la poesa amorosa se liberase de las
barreras del conservadurismo y del pudor, a que se haya enriquecido de erotismo y a la vez de pretensiones de trascenderlo con significaciones diversas,
a menudo sujetas tambin al proceso desde el optimismo al desencanto que
ha caracterizado a las ltimas dcadas. Pero la conquista de esos territorios se
ha hecho notar sobre todo en los mbitos menos conocidos, y en consecuencia ms sujetos a la represin en el pasado: los de la homosexualidad y
los de la mujer. Podran recordarse libros en que el lesbianismo hace acto de
presencia, pero apenas constituyen una faceta ms en la vindicacin de la
30
Citado por Soledad Bianchi, Poesa chilena (miradas, enfoques, apuntes), Santiago,
Ediciones Documenta 1 Casoc, 1990, pg. 125.
~ Vase urea Mara Sotomayor Miletti, De lengua, razn y cuerpo. Nueve poetas contemporneaspuertorriqueas (antologa y ensayo crtico), San Juan, Instituto de Cultura Puertorriquea, 1987.
195
Teodosio Fernndez
condicin femenina que las escritoras hispanoamericanas han puesto en marcha. Entre las ms destacadas se cuenta la costarricense Ana lstar, en cuyos
versos la exaltacin vitalista del deseo y del cuerpo femenino se ha conjugado con la presencia de la muerte y otros destinos amargos, con la simpata
militante hacia la causa de los sandinistas en Nicaragua, con la condena del
imperialismo y de sus agresiones contra la libertad de Hispanoamrica, y
tambin con la ternura al acercarse a la patria ntima, uno de los temas preferidos por los poetas costarricenses de los ltimos tiempos32. Su caso es el
de muchas: esa poesa ha estado a veces prxima al activismo poltico, como
demuestran la puertorriquea Angela Mara Dvila o la nicaragense Gioconda Belli, y no debe olvidarse que la lucha por la liberacin de la mujer ha
sido una forma de compromiso, que con frecuencia ha llevado a adoptar actitudes y lenguajes especialmente agresivos. Por otra parte, si su conquista de
la sexualidad y del erotismo ha enriquecido la evolucin general hacia el intimismo, al revisar la tradicin literaria para transgredir el discurso patriarcal
y cannico dominante (las mexicanas Elva Macias y Carmen Boullosa han
realizado interesantes ejercicios en este sentido), las escritoras tambin han
contribuido notablemente a acentuar la condicin intertextual de la nueva
poesia.
32
196