Biotanatopolítica de La Exclusión
Biotanatopolítica de La Exclusión
Biotanatopolítica de La Exclusión
Facultad de Artes
Maestra en hbitat
Universidad Nacional de Colombia
Bogot, 2016
la era del capital productivo y la contabilidad de costos los hospitales y centros de salud son
lugares de muerte para los ms pobres y como el nosocomio, el frenocomio o el hospital
psiquitrico no slo reemplaz en la topologa e historia de la exclusin al lazareto, sino
que es un borde institucional en el imperio de la razn arrasante y una topomorfologa
donde tambin domina el mercado. Slo los que tienen familias con medios de pago
reciben atencin psiquitrica y medicacin asistida con frmacos de alto costo.
En la crcel cuando pasa la jornada de visita, los presos reconstruyen el circuito
econmico del que fueron excluidos, se extienden en un reducido espacio a vender lo que
recibieron o lo que recogieron bajo la lgica del trabajo intramural que slo conoce dos
formas de productividad retacar y apretar. En una especie de feria reducida se venden
dulces, galletas, snacks, cigarrillos, marihuana, bazuco, se ofertan minutos de celular, y los
que realizan un servicio como el corte de cabello lo ofrecen, tal y como si esto fuese una
analoga por sus relaciones simblicas y econmicas del ritual normal de consumo, deseo,
trabajo y dinero en una metfora por el espacio, y una caricatura, por los medios de pago
aplicados, de ese otro lado del muro, del que han sido separados, como asumiendo
implcitamente que el castigo no es tanto el encierro, el confinamiento obligado con otros,
el riesgo permanente de agresin, sino el haber sido separados del mercado, del trfico
incesante de placeres, bienes, servicios y flujo de dinero, es la presencia heterotpica del
mundo externo aorado, donde se realiza la acumulacin, el inters, el flujo de deseo, la
existencia de ser en el mundo como sujeto econmico y de goce.
El habitante de calle cuando es un consumidor de sustancias psicoactivas es tambin una
mquina deseante (Deluze & Guattari, 1985) dominado por una compulsin que disipa su
vida pero es un productor de dinero para quienes proveen el vicio, las taquillas del Bronx
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funcionan 24 horas, todos los das de la semana, all no hay tregua, como si se tratara de
una factora la droga que entra y sale, como cualquier mercanca, ha tenido una cadena
productiva y de valor y los hombres ante ella sin distingos de sexo y edad se ofrecen
febrilmente como moneda viviente (Klossowski, 1998).
El deseo es la otra motivacin que encierra tambin la alienacin del placer y el
sufrimiento, como el dinero o el afn de lucro, los hombres comunes o anormales son
manipulados por la riqueza y la promesa de placer, en tal sentido el trabajo y el goce son los
motores del capitalismo, sin embargo siempre se pens que la productividad y la
acumulacin eran las fuerzas que guiaban la mquina del lucro animada por la codicia y la
ambicin. Hoy es necesario pensar que el deseo mueve a los individuos y a las masas y por
ello las grandes industrias como el narcotrfico, el entretenimiento y la publicidad mueven
sus fichas en torno a ciencias en formacin para la manipulacin, como el neuromarketing,
la msica sin meloda ni armona, la pornografa escatolgica y el gore.
Por eso en la topofobia de la calle los consumidores no descansan en su febril reciclaje,
retaque y violencia por recolectar monedas que devotamente las ofrendan a sus
explotadores; lo clculos menos optimistas plantean un circuito de dinero en la sola olla
del Bronx de 1000 millones de pesos diarios, si ste sujeto deseante en el borde mismo de
la esquizofrenia capitalista (Foucault, 1984) no fuese productivo para los que monopolizan
el negocio, ste no existira, por lo tanto el habitante de calle que parece distinto es como el
hombre y la mujer de la calle normales, un productor, un consumidor, un nodo hueco por el
que fluye deseo y dinero de forma incesante.
En una analoga orgnica de la ciudad, tal vez el desechable no habita el cerebro ni el
corazn, tampoco es sus manos, pero hace parte de su estmago y de las vas finales de la
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que no existe en muchos casos para el registro civil y que aun siendo productiva para los
bajos fondos y las entidades de mitigacin, no son fiscalmente identificables y trazables
por un sistema basado en la nominacin con fines de control y registro respecto al ingreso,
al lucro, al gasto, a la inversin y al inters variable o compuesto.
No se es ciudadano sin registro civil de identidad y no se accede a la ciudadana plena
sin ser potencialmente un sujeto econmico, ser anormal no es un estado de la mente o del
cuerpo es un problema de como las redes de poder clasifican la conducta que se diagnostica
y evala desde el saber-poder desde una lgica situacional, es decir para caracterizar,
marginar y excluir, as se crea una barrera de orden cognitivo mediante una tipologa del
modo de ser anormal en el mundo, la historia clnica, el expediente, la resea, el carnet de
sanidad, son sus instrumentos. Todo esto tiene un efecto prctico, que escala a partir de la
produccin y el consumo, ubica al sujeto, no como transgresor de una norma social, legal,
moral, sino como posible individuo objeto de intervencin, un activo o pasivo, respecto al
costo econmico institucional de enfrentar su anormalidad no para transformarlo en
normal, sino para garantizar que los normales lo sigan siendo, (Foucault, 2009).
El anormal consume y es consumido, como la serpiente que simboliza la desesperacin
infinita de regenerarse al mismo tiempo que de manera incesante se devora as misma por
la cola, pero no deja una huella econmica porque la bancarizacin y el sistema de
tributacin no lo alcanza donde est, paradoja de la libertad, el ms perdido de todos los
esclavos del sistema es libre sin saberlo. En la subterrnea informalidad, en dominar ollas y
caos, en gobernar la calle y sus ambulantes seres deseosos; en controlar el trfico a travs
de muros y rejas, est el beneficio de quienes se lucran de sustentar y controlar la topofobia
urbana.
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El positivismo de las ciencias sirve entonces para partir de un consagrado estado del arte
que constituye una plyade de saberes diagnosticando la periferia del mundo humano,
describiendo las practicas, analizando las pulsiones, las fobias, las neurosis, las formas
creativas y dolorosas del confinamiento intramural, la variedad de medios y prcticas de
violar el cuerpo y los derechos humanos, los protocolos de diagnstico respecto a la
esquizofrenia, pensando observando, clasificando y diagnosticando a los otros, a los
excluidos, como sujetos institucionalizables, posibles candidatos de una accin teraputica
y de una ortopedia social, incluso de una amputacin oculta que decide una junta mdica
secreta por fines altruistas, como mejorar la raza humana, (Habermas, 2001). La otredad
amenazante constituida por los que no quisieron estudiar ni trabajar, los que no
abandonaron sus familias por el vicio sino que fueron abandonados una y otra vez por su
pertinaz desafo a no ser productivos y correctos en la manera de acumular, gastar,
consumir y excretar.
Pero al mismo tiempo que el positivismo puede diagnosticar el mal, la anormalidad, la
patologa, promete el bienestar la ortopedia social, la reingeniera humana, la resiliencia de
la conducta, plantea la esperanza de volver productivo lo que no lo es, de llevar a los
anormales al estado de ideal de ser sujetos tiles y devolverles su identidad y su autoestima
al reinsertarlos de nuevo en la sociedad. Durante su proceso de curacin y de
resocializacin, pero sobre todo al salir del sanatorio psiquitrico o de la crcel, el
individuo sujeto de la teraputica institucional y cientfica volver a ser insertado en el
trabajo, su nueva vida normal ser estudiando, ahorrando, yendo al culto y al centro
comercial, volver teraputicamente a ser instalado de nuevo en el circuito de producir,
consumir, votar y botar, reciclar. Es la demostracin que el individuo se ha curado. Toda
La voluntad de saber que motiva la investigacin sobre las otras formas de hbitat
desprovistas de pleno habitar y en formas de habitabilidad carente, en habitares sin
posibilidades de morar y medrar es un pretexto para pensar que significan los cuerpos
deseantes y excluidos que deambulan por la mquina ciudad o los que han sido confinados
precisamente para evitar que invadan la ciudad como escenario de produccin, de consumo,
de necesidades y goces que buscan satisfaccin y placer.
El hospital psiquitrico, el sistema penitenciario y carcelario, los centros de
desintoxicacin y rehabilitacin del drogadicto, el concepto de resiliencia y hogares de
paso, son todas formas biopolticas nacidas de la relacin histrica entre el saber y el poder
que se forjaron dentro del paradigma cartesiano/newtoniano y que tomaron todo su bro en
el marco del positivismo como aplicacin poltica de una episteme basada en la utilizacin
del mtodo cientfico y su aplicacin arrasante a la naturaleza y a la sociedad desde la
perspectiva de una razn instrumental dominante que como poder ortopdico sobre el
mundo y el estar en el mundo conoce para decidir qu hacer en el mundo, mediante
controlar, intervenir, predecir, constituir los imaginarios legaliformes e institucionales de
que es ser natural, que es ser cultural, y que son ambas formas de existir que se unen en
el hombre y su control y conversin en normal. Toda forma positivista de conocimiento del
hombre es una ingeniera y una ortopedia de lo que debe ser la sociedad y lo que debe ser
amputado en ella. As como toda forma de conocimiento de la otra naturaleza, tiene una
sola finalidad, su dominio y explotacin mediante el trabajo alienado y enajenado, base de
la acumulacin compulsiva, (Harvey, 2016).
Es necesario intervenir lo social desde otros campos, como la esttica, la tica, lo
espiritual, para aprender a ser humanos y sensibles, no slo depredadores y consumidores.
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Referencias
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Castillo de Herrera, Mercedes (2009). Proceso urbano informal y territorio. Ensayos en
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Cultura Econmica, 429 Pgs.
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Talavera, Henry & Jaramillo, Pedro Juan (2013). Entre trazos y texturas. Bogot:
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Torres, Carlos Alberto; Rincn, John Jairo y Vargas, Elosa (2009). Pobreza urbana y
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