El documento resume el Tratado de Almizra de 1244 entre los reinos de Aragón y Castilla, donde se estableció la frontera entre ambos tras disputas sobre territorios conquistados a los musulmanes. Jaime I de Aragón y el infante Alfonso de Castilla negociaron durante cuatro días en el castillo de Almizra, acordando que Castilla mantendría el control de ciertas zonas a cambio de renunciar a reclamaciones sobre Játiva. El tratado fijó la frontera y contribuyó a evitar conflictos entre
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El documento resume el Tratado de Almizra de 1244 entre los reinos de Aragón y Castilla, donde se estableció la frontera entre ambos tras disputas sobre territorios conquistados a los musulmanes. Jaime I de Aragón y el infante Alfonso de Castilla negociaron durante cuatro días en el castillo de Almizra, acordando que Castilla mantendría el control de ciertas zonas a cambio de renunciar a reclamaciones sobre Játiva. El tratado fijó la frontera y contribuyó a evitar conflictos entre
Descripción original:
Tratado de Almizra, un caso de diplomacia Medieval
El documento resume el Tratado de Almizra de 1244 entre los reinos de Aragón y Castilla, donde se estableció la frontera entre ambos tras disputas sobre territorios conquistados a los musulmanes. Jaime I de Aragón y el infante Alfonso de Castilla negociaron durante cuatro días en el castillo de Almizra, acordando que Castilla mantendría el control de ciertas zonas a cambio de renunciar a reclamaciones sobre Játiva. El tratado fijó la frontera y contribuyó a evitar conflictos entre
El documento resume el Tratado de Almizra de 1244 entre los reinos de Aragón y Castilla, donde se estableció la frontera entre ambos tras disputas sobre territorios conquistados a los musulmanes. Jaime I de Aragón y el infante Alfonso de Castilla negociaron durante cuatro días en el castillo de Almizra, acordando que Castilla mantendría el control de ciertas zonas a cambio de renunciar a reclamaciones sobre Játiva. El tratado fijó la frontera y contribuyó a evitar conflictos entre
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El Tratado de Almizra, un caso de diplomacia medieval
JOS FERRNDIZ LOZANO [www.joseferrandiz.com]
EL SALT, 1 (Revista del Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert) Julio-septiembre 2004
Desde lo alto del cerro de San
Bartolom, en Campo de Mirra, se aprecian tierras de cuatro provincias: Alicante, Murcia, Albacete y Valencia; pero para ello es necesario posarse en su cumbre, a 685 metros de altura, entre los restos de las ruinas del castillo de Almizra. Si desde all se mira al suroeste se ven, en parte, los trminos municipales de Villena, Yecla o Caudete, tres poblaciones de habla castellana. Hacia el noreste se distinguen Campo de Mirra, Benejama, Baeres y se divisa algo del trmino de Bocairente, poblaciones que como Biar, al sur, son de habla valenciana. Las diferencias lingsticas no son casuales. En cierto modo, es el legado cultural de un suceso poltico del siglo XIII: la frontera que el 26 de marzo de 1244 pactaron en ese mismo castillo los antiguos reinos de Valencia y Murcia, incorporados a las Coronas de Aragn y Castilla respectivamente. El Tratado de Almizra lo firmaron Jaime I el Conquistador y el infante castellano Alfonso, hijo de Fernando III y posterior rey Alfonso X el Sabio. El primero tena treinta y seis aos; el segundo veintitrs. En sus campaas militares de expansin por la pennsula, sus antecesores establecieron en el siglo XII una intensa actividad diplomtica para distribuirse la conquista futura de tierras en poder musulmn. Los Tratados de Tudiln en 1151 (en
Navarra, cerca de Aguas Caldas) y de Cazola en 1179 (lugar que
algunos investigadores sitan en la calzada de Medinaceli a Ariza, en el llamado Corral de Cacala) dibujaban la frontera de ambas Coronas al sur del Jcar. Por el acuerdo de Tudiln, suscrito por Alfonso VII y Berenguer IV, se le adjudicaba a Aragn, adems de las tierras que quedaban al sur del ro, el derecho a anexionarse el Reino de Murcia, salvo los castillos de Lorca y Vera. Por el de Cazola, que firmaron el aragons Alfonso II y el castellano Alfonso VII, se revisaban estos lmites y se desplazaban hacia el norte. La lnea la marcaba, ahora, Biar por el interior y Calpe por el mar, pasando para Castilla lo que estaba al sur de estas poblaciones; es decir, el Reino de Murcia. El pacto, con las habituales menciones de que su vigencia era a perpetuidad y obligaba a los sucesores, dejaba avisadas a ambas partes con un compromiso: "que ninguno de los dos quite o disminuya al otro algo de la parte a cada uno asignada, ni de otro modo ninguno de los dos maquine astutamente algn obstculo contra la ya dicha divisin". Nada, por tanto, haca presagiar conflictos insalvables entre los dos reinos cristianos. Sin embargo, las dificultades llegaron sesenta y cinco aos despus con nuevos protagonistas. Para entonces, tras la conquista de Baleares por la Corona de Aragn, el rey Jaime I haba emprendido con xito la del Reino de Valencia, pero las negociaciones que los castellanos tenan abiertas en 1244 con el alcaide musulmn de Jtiva para que les entregase esta plaza motiv que Jaime I pretendiera Villena, Sax, Caudete y Bugarra. La conquista de Jtiva corresponda al Reino de Valencia; la de Villena, Sax, Caudete y Bugarra, que acabaron entregndose a Jaime I, incumba a Castilla. Aunque las relaciones polticas seguan siendo amistosas prueba de ello era el acuerdo de matrimonio entre el infante Alfonso con la todava nia Violante, hija de Jaime I y su segunda esposa Violante de Hungra, el peligro de entrar en guerra llev a unos y a otros a concertar una entrevista de urgencia en marzo de 1244. Como lugar de encuentro se escogi el castillo de Almizra, que estaba ya en poder
del Reino de Valencia.
Durante siglos, slo una fuente proporcion informacin de lo que ocurri en su recinto en cuatro jornadas: la "Crnica" o "Llibre dels Feits" de Jaime I. El relato comienza a ocuparse de la cita con la solicitud de Alfonso. "Envi'ns messatge l'infant don Alfonso que es volia veer ab ns, e preg'ns que li exssem a Almira", dict el autor de la "Crnica", que asisti en compaa de sus hombres de confianza y su esposa Violante. Jaime I invit al infante a aposentarse en el castillo, pero ste prefiri acampar con sus tiendas a la falda del monte, "al peu del puig d'Almira". El juego diplomtico lo abordaron las dos partes con distinto estilo. Mientras que Jaime I asumi personalmente las negociaciones, el infante Alfonso deleg en el Maestre de Ucls y en Diego de Vizcaya. Con ello no slo confiaba el peso de su estrategia a las habilidades de dos colaboradores ms experimentados sino que evitaba la adopcin de decisiones inmediatas, puesto que sus embajadores demoraban respuestas con la excusa de tenerlas que consultar. El litigio sobre Jtiva, cuya plaza llegaron los emisarios castellanos a reclamar como dote de la hija de Jaime I al futuro matrimonio con el infante, centr las discusiones y oblig al Conquistador a poner su ardor en la defensa de esta poblacin. Jaime I dio de s mismo en la "Crnica" una imagen de dureza en el debate, hasta el punto de atribuirse una amenaza a los castellanos: "Qui en Xtiva volr entrar sobre ns haur de pasar". La tensin llega a tal extremo que orden, en cierto momento, ensillar la caballera con el propsito de regresar a sus posiciones, dando por terminadas las vistas. Slo las lgrimas de Violante de Hungra y su insistencia en la necesidad de llegar a una solucin pacfica aportaron calma, lo que forz tambin al Maestre de Ucls y Diego de Vizcaya a comunicar a Alfonso la oportunidad de replantear sus peticiones. El desenlace no fue ms que una cesin de ambas partes: Alfonso renunci a Jtiva y, a cambio, recuperaba Sax, Villena, Caudete y
Bugarra. El encuentro se resolva con el trazado de una frontera
que, segn la "Crnica", corra desde Almizra por Biar, Castalla y Jijona hasta conectar con el mar. Tras redactar las clusulas del convenio, el escribano anot la fecha: "Data Almirano cum ibi haberent colloquium septimo kalendas Aprilis anno MCCXL quarto era MCCLXXX secunda", lo que vertido al calendario actual equivale al 26 de marzo de 1244. Las consecuencias polticas del encuentro pueden deducirse sobre cualquier mapa que represente esta frontera. Castilla aseguraba su salida al mar a travs del Reino de Murcia y cerraba el avance de un posible competidor, militarmente respetable, en la futura conquista del sur peninsular. A la Corona de Aragn, en cambio, la solucin le frenaba por ese extremo (luego, con el Tratado de Corbeil de 1258, tambin fijara su lmite por el norte) En realidad, todo quedaba en Almizra como en el Tratado de Cazola, pacto que Roque Chabs, el historiador y clrigo de Denia, ya consider en 1909 "de funestas consecuencias" porque sirvi "de barrera a la expansin aragonesa". Sin posibilidad para la Corona de Aragn, pues, de extenderse hacia el oeste, donde lindaba con Navarra y Castilla, Almizra confirm lo pactado cuarenta y cinco aos antes y subrayaba ese tope meridional. Cualquier accin futura de expansin pasaba por una de estas dos opciones: el mar Mediterrneo o vulnerar los pactos. Esa es la razn por la que Joan Fuster calificaba tambin al Tratado de Almizra como una "hipoteca intolerable sobre el futur de la Corona". La estrategia diplomtica de los castellanos merece, en cambio, un comentario. La historiografa valenciana ha tendido a magnificar la contundencia poltica de Jaime I y su papel pacificador en las jornadas de Almizra, presentando a los castellanos como vencidos. Los resultados del encuentro y el anlisis de algunos detalles de su propio relato permiten, en cambio, otras hiptesis. Hay que observar que los embajadores del infante mantuvieron su reclamacin de Jtiva hasta el lmite, hasta el momento en que
Jaime I decidi zanjar la discusin. Pero replegaron velas cuando
percibieron el riesgo de no obtener acuerdo. Esta reaccin podra inducir a la sospecha de que para Castilla no era Jtiva el punto innegociable y que su inters estaba ms en clarificar la frontera al sur del Jcar, solucin que, por lo pronto, contena la presencia militar de la Corona de Aragn a las puertas del Reino de Murcia. Vistos los resultados cabe preguntarse si Jtiva, en cuya defensa puso toda su vehemencia Jaime I, fue durante aquellos das de marzo de 1244 una verdadera obsesin para los castellanos o una argucia encubridora de sus verdaderas intenciones, que posiblemente consistan en asegurar el cumplimento de lo pactado en Cazola. Es una duda razonable. De hecho, la vigencia jurdica del Tratado de Almizra no fue definitiva; se mantuvo slo sesenta aos. Y no fue Castilla que incluso recibi, aos despus, ayuda militar de Jaime I para defender ciertos puntos ante revueltas musulmanas quien la rompi sino Jaime II, nieto del rey Conquistador, que ocup el Reino de Murcia en los ltimos aos del siglo XIII, forzando la Sentencia Arbitral de Torrellas del 8 de agosto de 1304 por la que se describi una nueva frontera. En ella se aadan al Reino de Valencia poblaciones y tierras que en 1244 quedaron para Castilla: entre ellas, Villena, Novelda, Alicante, Elche, Crevillente y Orihuela. Pero tan apasionante como los sucesos que concluyeron con el entendimiento pacfico de Almizra es la historiografa que se ocup del encuentro. La "Crnica" es un relato memorial, personal y, en consecuencia, parcial al que no tuvieron ms remedio que referirse los investigadores hasta la primera dcada del siglo XX. Ni el infante Alfonso ni ningn otro testigo
dejaron escrita su versin. No era posible cotejar, por tanto, el
relato de Jaime I con otras visiones de los hechos. Slo la documentacin poda confirmar, cuestionar o completar lo contado por Jaime I. Incluso el trazado de la frontera se conoca por los topnimos mencionados en la "Crnica", donde no se citaba su fecha. El texto exacto del documento suscrito no se conoci hasta 1905, ao en que public su primera transcripcin latina Andrs Gimnez Soler en las pginas del "Boletn de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona". Utilizaba la copia conservada en el Archivo de la Corona de Aragn de Barcelona. Sin embargo, es muy probable que el descubrimiento de este documento no se debiera a l sino a Roque Chabs, tal vez en su visita al Archivo de 1886. Ya en 1887 este investigador dianense dio en "El Archivo", la revista histrica que fund y dirigi, una fecha muy aproximada del pacto de Almizra el 24 de marzo de 1244 con un error de dos das. Difcilmente hubiera podido proporcionar semejante dato sin conocimiento del papel. Por Teodoro Llorente sabemos, adems, que el documento se conoca ya en 1889. Con todo, Chabs no public su transcripcin latina hasta 1909, cuando ya se le haban adelantado Gimnez Soler y el abogado valenciano Salvador Carreres Zacars, que la incluy y la tradujo al castellano en su tesis doctoral presentada el 2 de junio de 1908. Veintin das despus se este acto acadmico, se lea una ponencia de Chabs en el I Congreso de Historia de la Corona de Aragn celebrado en Barcelona. En ella informaba que el hallazgo del Tratado de Almizra "fue casual, pues sali de un legajo de papeles sin catalogar". Al ao siguiente, en su obra "Episcopologio valentino", el dianense llegaba a ms y se atribua ese hallazgo al aludir al documento, "encontrado entre las Cartas de papel, nm 127, del Archivo General de la Corona de Aragn, por el autor de estos estudios". Nadie se lo discuti. El texto del documento confirmaba el trazado citado por Jaime I. Pero a primeros del siglo XX todava estaba pendiente de resolver una cuestin. Dnde estuvo la antigua Almizra? En la confusin
tena parte de culpa la primera edicin impresa de la "Crnica", en
1557, en la que se colaba, junto a la mencin "Almizra" la de "Algezira". Bernardino Gmez Miedes, en su "Historia del Muy Alto e invencible Rey Don Jaime de Aragn, Primero de este nombre llamado El Conquistador" de 1584, perpetr en cambio el primer desaguisado cuando escribi de Almizra que "agora es Almansa". La costumbre en siglos siguientes, muy arraigada en cronistas e historiadores clsicos, de copiarse unos a otros prolong la incertidumbre. Gernimo Zurita habl de Alcira en el siglo XVI en sus "Anales de la Corona de Aragn"; Francisco Diago, en el siglo XVII, tambin escriba "Alzira" en sus "Anales del Reyno de Valencia", mientras que Escolano identificaba el lugar con Almansa en la primera parte de sus "Dcadas" y supona en la segunda parte que estaba cercano a Biar. Juan B. Perales, en las anotaciones que hizo en 1879 a la obra de Escolano, insisti en Almansa, lo que no pas inadvertido a Roque Chabs en 1887, que le consider "muy cndido" y le enmend: "Una Almizra hemos visto hemos visto cerca de Ganda y otra Almizra inmediato a Benejama que con ella pagaba en 1255 la contribucin de quinientos sueldos. All se formaron las paces entre suegro y hierno [sic]". Aceptando, pues, una insinuacin de Escolano, Chabs imprime un giro en la historiografa, que a partir de entonces comenzar a abandonar la posibilidad de que Almizra sea Almansa. Ms decidido estuvo Teodoro Llorente, que ya emparent el lugar con Campo de Mirra en 1889. Las sospechas de Chabs y la manifestacin de Llorente debieron condicionar juicios futuros; pero lo curioso es que la conclusin a la que se llegaba estaba en el nimo de otros desde fines del siglo XVIII. Era el caso del informe que encarg Francisco Fabin y Fuero, arzobispo de Valencia, para enviarlo al ministro Floridablanca en 1791. En las anotaciones sobre el "Despoblado de Almizra" se registraba que "en las inmediaciones de la partida de Campo haba un pueblo grande con su Castillo llamado Almizra". Campo, que todava no disfrutaba
entonces de independencia municipal, fue el nombre anterior de
Campo de Mirra hasta 1849. Al no publicarse, este informe no tuvo influencia alguna en la historiografa decimonnica. Los titubeos no se acabaron hasta el siglo XX. Todava en 1905, al transcribir Gimnez Soler el texto del Tratado, dej que se le colara el topnimo Almansa, si bien Carreres Zacars no tard en corregirlo y en transcribir Almizra. La aparicin del alicantino Figueras Pacheco, que se sumaba a su identificacin con Campo de Mirra en el volumen dedicado a la provincia de Alicante de la "Geografa General del Reino de Valencia", es otro captulo. Las ms de mil doscientas pginas del tomo las escribi este estudioso ciego entre 1912 y 1916. "A juzgar por el nombre que tiene este pueblo y por su situacin en las inmediaciones de Biar y de la lnea divisoria de los antiguos reinos de Valencia y Murcia apuntaba, no parece aventurado inclinarse por Campo de Mirra, con preferencia a la villa de Almansa, para fijar el solar ocupado en el siglo XIII por el castillo de Almizra". Ms adelante aada que en la cumbre del monte San Bartolom existan "vestigios de un castillo o fortaleza, que quiz sean los de la renombrada Almizra". El debate estaba cerca de finalizar, aunque la certificacin definitiva no lleg hasta los aos veinte, curiosamente de la mano de alguien que no era historiador. En 1921 un joven maestro tomaba posesin de su destino en las escuelas de Campo de Mirra. Se llamaba Joaqun Cartagena, proceda de Guardamar del Segura y su inquietud educativa le llev a escribir y editar por su cuenta en 1925 un opsculo titulado "Notas de Campo de Mirra". En una de sus pginas incluy el boceto de escudo de armas local que contena "un castillo almenado, smbolo del famoso de Almizra". Convenci al Ayuntamiento para que solicitara el reconocimiento oficial del escudo. Se iniciaron los trmites administrativos, pero al poco tiempo, en julio de 1926, se recibi un oficio de la Gobernacin de Alicante por el que se comunicaba al alcalde un informe emitido
por la Real Academia de la Historia. Se desaconsejaba en l el
boceto propuesto y se expresaban algunas directrices que invitaban a corregir el diseo. Lo trascendente de este informe resida, en cambio, en una manifestacin que confirmaba las tendencias de ltimas dcadas sobre la situacin de Almizra. "El actual Ayuntamiento de Campo de Mirra, corresponde en parte por sus trminos jurisdiccionales, con la antigua poblacin de Almira", aseveraba la copia mecanografiada. Incluso sugera que en la parte inferior del escudo se incluyera, con relacin al pacto que suscribieron Jaime I el Conquistador y el infante Alfonso, "dos manos rectas, opuestas y enlazadas en cuanto en herldica denotan paz, alianza y amistad". El dibujo se adapt a las recomendaciones acadmicas y fue aprobado en noviembre, pero lo importante para la historiografa que se ocupaba del Tratado de Almizra era que la iniciativa de un maestro provoc el final de una remota polmica. Una polmica inaugurada por Bernardino Gmez Miedes trescientos cuarenta y dos aos atrs.