Quinientos Años Del Tigre Azul
Quinientos Años Del Tigre Azul
Quinientos Años Del Tigre Azul
A mediados del siglo pasado, un jefe indio, llamado Seattle, advirti a los
funcionarios del gobierno de los Estados Unidos al cabo de varios das el
moribundo no siente el hedor de su propio cuerpo, continen ustedes
contaminando su cama, y una noche morirn sofocados por sus propios
desperdicios. El jefe Seattle tambin dijo: lo que ocurre a la tierra ocurre
a los hijos de la tierra. Yo acabo de escuchar esta misma frase,
exactamente la misma, de boca de unos de los indios mayas - quichs en
una pelcula documental recientemente filmada en las montaas de Ixcn,
en Guatemala. En este testimonio, los indios mayas perseguidos por l
ejercito, explican as la cacera que su pueblo padece: nos matan porque
trabajamos juntos, comemos juntos, vivimos juntos, soamos juntos.
Qu oscura amenaza irradian los indios de las Amricas, que amenazan
porfiadamente viva a pesar del los siglos del crimen y del desprecio? Qu
fantasmas exorcizan los verdugos? Qu pnicos?
A fines del siglo pasado, para justificar la usurpacin de las tierras de los
indios Siux, el congreso de los Estados Unidos declar que la propiedad
comunitaria resulta peligrosa para el desarrollo del sistema de libre
empresa. Y en marzo de 1979, se promulg en Chile una ley que obliga a
los indios mapuches a parcelar sus tierras y a convertirse en pequeos
propietarios desvinculados entre s: entonces el dictador Pinochet explic
que las comunidades son incompatibles con el progreso de la economa
nacional. El congreso norteamericano no se equivoc. Tampoco se
equivoc el general Pinochet. Desde el punto de vista capitalista, las
culturas comunitarias, que no divorcian al hombre de los dems ni de la
naturaleza, son culturas enemigas. Pero el punto de vista capitalista
no es el nico punto de vista posible.
Desde el punto de vista del proyecto de una sociedad centrada en la
solidaridad y no en el dinero, estas tradiciones, tan antiguas y tan futuras,
son una parte tan esencial de la ms genuina identidad Americana: una
energa dinmica, no un peso muerto. Somos ladrillos de una casa por
hacer: esa identidad, memoria colectiva y tarea compartida, viene de la
historia y a la historia vuelve sin cesar, transfigurada por los desafos y las
necesidades de la realidad. Nuestra identidad est en la historia, no en la
biologa, y la hacen las culturas, no las razas; pero est en la historia viva.
El tiempo presente no repite el pasado: lo contiene. Pero, de qu huellas
arrancan nuestros pasos? Cules son las huellas mas hondamente
marcadas en las tierras de Amrica?
En general, nuestros pases, que se ignoran as mismos, ignoran su propia
historia. El estatuto Neocolonial vaca al esclavo de historia para que el
esclavo se mire a si mismo con los ojos del amo. Se nos ensea una
historia como se nos muestra una momia, fechas, datos desordenados del
tiempo, irremediablemente ajenos a la realidad que conocemos y amamos
y padecemos; y se nos ofrece una versin del pasado desfigurada por el
mas o menos alejados de los valles de Mxico y del Cuzco, que eran
santuarios puritanos. La historia oficial reduce la realidad precolombina, en
gran medida a los centros de las dos civilizaciones de ms alto nivel de
organizacin social y desarrollo material. Incas y Aztecas estaban en
plena expansin imperial cuando fueron derribados por los invasores
europeos, que se aliaron con los pueblos por ellos sometidos. En aquellas
sociedades verticalmente dominadas por reyes, sacerdotes y guerreros,
regan rgidos cdigos de costumbres cuyos tabes y prohibiciones
dejaban poco o ningn espacio a la libertad. Pero aun esos centros, que
eran los ms represivos de Amrica peor fue lo que vino despus. Los
Aztecas por ejemplo, castigaban el adulterio con la muerte, pero admitan
el divorcio por la sola voluntad del hombre o de la mujer. Otro ejemplo: los
Aztecas tenan esclavos pero los hijos de los esclavos no nacan esclavos.
La boda eterna y la esclavitud hereditaria fueron productos Europeos que
Amrica import en el siglo XVI.
En nuestros das la conquista continua. Los indios siguen expiando sus
pecados de comunidad, libertad y dems insolencias. La misin
purificadora de la civilizacin no enmascara ahora saqueo del oro, ni de
plata; tras la bandera del progreso, avanzan las legiones de los piratas
modernos, sin garfio, ni parche al ojo, ni pata de palo, grandes empresas
multinacionales que se abalanzan sobre el uranio, el petrleo, el nquel, el
manganeso, el tungsteno. Los indios sufren como antao, la maldicin de
la riqueza, de las tierras que habitan. Haban sido empujados hacia los
suelos ridos: la tecnologa ha descubierto, debajo, subsuelos frtiles.
La conquista no ha terminado, proclamaban alegremente los avisos que
se publicaban en Europa, hace siete aos, ofreciendo Bolivia a los
extranjeros. La dictadura militar brindaba al mejor postor las tierras ms
ricas del pas, mientras trataba a los indios bolivianos como en el siglo XVI.
En el primer perodo de la conquista, se obligaba a los indios, en los
documentos pblicos, a autocalificarse as: yo, miserable indio Ahora
los indios solo tienen derechos a existir como mano de obra o como
atraccin turstica.
La tierra no se vende. La tierra es nuestra madre. No se vende a la
madre, porqu no le ofrecen 100 millones de dlares al Papa por el
Vaticano?, deca recientemente uno de los jefes Sioux en los Estados
Unidos. Un siglo antes, el sptimo de caballera haba arrasado las BlackHills, territorio sagrado de los Sioux. Porque contenan oro. Ahora las
corporaciones multinacionales explotan el uranio, aunque los Sioux se
niegan a vender. El uranio esta envenenando los ros.
Hace algunos aos el gobierno de Colombia dijo a las comunidades indias
del valle del Cauca: El subsuelo no es de ustedes. El subsuelo es de la
nacin colombiana. Y acto seguido entrego el subsuelo a la Celanese
religin nativa, pura idolatra, porque para los indios toda tierra es iglesia,
y todo bosque, santuario.
Cuando el ejrcito guatemalteco pasa por las aldeas mayas, aniquilando
casa, cosechas y animales, dedica sus mejores esfuerzos a la sistemtica
matanza de nios y ancianos. Se matan nios como se queman milpas,
hasta la raz: Vamos a dejarlos sin semillas, explica el coronel Horacio
Maldonado Shadd. Y cada anciano alberga un portavoz de la imperdonable
tradicin comunitaria y de la no menos imperdonable tradicin de
identidad con la naturaleza. Los mayas todava piden perdn al rbol,
cuando tienen que derribarlo.
La represin es una cruel ceremonia de exorcismo. No hay ms que mirar
las fotos, las caras de los oficiales y los grandes figurones: estos nietos de
indio, desertores de la cultura, suean con ser George Custer o Buffalo Bill.
y los soldados? Acaso no tienen la misma cara que sus vctimas, el
mismo color de la piel, el mismo pelo? Ellos son indios entrenados para la
humillacin y la violencia. En los cuarteles se opera la metamorfosis:
primero los convierten en cucarachas, despus en aves de presa. Por fin
olvidan que toda su vida es sagrada y se convencen de que el horror es el
orden natural de las cosas.
El racismo no es un triste privilegio de Guatemala. En toda Amrica de
norte a sur, la cultura dominante admite a los indios como objetos de
estudio, pero no los reconoce como sujetos de historia: los indios tienen
folklore, no cultura; practican supersticiones, no religiones; hablan
dialectos, no lenguas; hacen artesanas, no arte.
Quiz la prxima celebracin de los quinientos aos pueda servir para
ayudar a dar vuelta a las cosas, que tan patas arriba estn. No para
confirmar al mundo, contribuyendo el autobombo, el autoelogio de los
dueos del poder, sino para denunciarlo y cambiarlo. Por eso habra que
celebrar a los vencidos, no a los vencedores. A los vencidos y a quienes
con ellos se identificaron, como Bernardino de Sahagn, y a quienes por
ellos vivieron, como Bartolom de las Casas, Vasco de Quiroga, y Antonio
Viera, y a quienes por ellos murieron, como Gonzalo Guerrero, que fue el
conquistador conquistado y acabo sus das peleando del lado de los indios,
sus hermanos elegidos, en Yucatn.
Y quiz as, podamos acercar un poquito el da de la justicia que los
Guaranes, perseguidores del paraso, esperan desde siempre. Creen los
Guaranes que el mundo quiere ser otro, quiere nacer de nuevo, y por eso
el mundo suplica al padre primero que le suelte el tigre azul que duerme
bajo su hamaca. Creen los guaranes que alguna vez ese tigre justiciero
romper este mundo, para que otro mundo sin mal y sin muerte, sin culpa