Una Carrera Literaria - Mallea
Una Carrera Literaria - Mallea
Una Carrera Literaria - Mallea
por
ON
nueve aos. Y luego dieciocho libros, desde Nocturno Europeo hasta este 195 5 en
que Mallea le anuncia al director de una revista literaria la terminacin de una
novela prxima al millar de pginas. Una carrera literaria, entonces en su sentido
cabal. En el escritor, una poderosa voluntad de creacin y continuidad, un fervoroso
y rectilneo quehacer, una total identificacin con la tarea. (Que el recientemente
publicado Diario de los Enemigos del Alma nos muestra en su cotidiano esfuerzo).
En el escritor, ante todo, un sumo rigor, una mxima gravedad. Y hacia afuera
un caudal muy grande de suscitaciones y de resonancias, de aprobaciones y de
disentimientos. Pocas carreras ms completas en la literatura de nuestro lenguaje,
ms unitariamente signadas. Y sin embargo ms extraas.
Incluyendo el primer libro, la obra de Mallea se despliega en cuatro
vertebrados grupos: relatos: Cttentos para una inglesa desesperada ( 1926),
Nocturno Eurobeo (1935), La ciudad junto al ro inmvil (1936), Fiesta en
Noviembre (1938), El Vnculo (1946), Chaves y Sala de Espera (1953); novelas:
Baha de Silencio (1940). Todo Verdor perecer (1941), Las Aguil,is (1943),
Los enemigos del Alma (1950), La Torre (1951); ensayos y artculos: El Sayal y la
Prpura (1941) y Notas de ttn novelista (1954), y por ltimo: Conocimiento y
expresin de la Argenti:ia (1935), Historia de una pasin argentina (1937),
Meditacin en la costa (1939), Rodeada est de sueiio (1944) y El Retorno (1946).
Integran estas cinco obras una serie en la que se anan, en el modo ms caractersticamente ma!leano, el lirismo y el discurso, la meditacin y la introspeccin, la
confesin y la mirada abarcadora, el recuento y el pronstico.
A actividad tan empeosa, a vigilancia tan ceida, no ha correspondido,
sin embargo, un correlativo crecimiento de adhesiones y de influencias. Baha de
Silencio, 1940, marca, me parece, el pice de la presencia de Maliea en la literatura y en la conciencia argentinas; los quince aos posteriores la capitalizan difcilmente, y an: la administran sin fortuna. Por qu?
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I-
EL PRIMER MALLEA
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tarde: Sn belleza mineral, inhumana, aquella extraieza cruda del continente, aquellos ojos qne parecan no pestaiiear, lentos, perezosos, se movieron con ella zmos
pasos. Tena algo de muy definidamente proporcionado, de estatuario.43
Smbolos as, figuras y mujeres, dualsticamente imantados llaman y retraen a los sombros hroes de Mallea, a sus transparentes portavoces. Porque, en
realidad, dos movimientos se dan en su obra como impulsos cardinales de la condicin de persona, dos situaciones extremas atraen, bipolarmente, su acomodacin
en el mundo: el comunicarse y el fortalecerse, la donacin y la resistencia. Noctmno Europeo e Historia de una Pasin Argentina sobre todo, pero tambin Meditacin en la Costa y Baha de Silencio resuenan con la aspiracin agnica de
encontrar una causa a la que darse sin restricciones; se estremecen en la nostalgia
del calor humano, de la camaradera viril. Vibran con la esperanza de la accin
rotunda y buena, justa y solidaria, con la aceptacin de un total compromiso. Proclaman la caducidad del individuo, del hombre con fronteras." La trascendencia,
como nota de la persona, se afirma con vigor dramtico: Vala, en cambio, volver
los ojos hacia dentro? No el mismo estanque pestilencial: porque, desgraciado el que
comience y acabe en uno mismo: no tardar en verse paseado de gusanos. 45 Se habla
de la vuelta hacia afuera, del darse, de la comunin, de la nostalgia de ttna entrega
httmana, de esa triste sed de unidad humana.<' Su propia introspeccin le muestra
en disponibilidad de navegacin y dolor insular." Todos los personajes de Baha
de Silencio se mueven a impulsos de esta exigencia, y en sus ensayos sobre la funcin
del intelectual se acenta tambin, conceptualmente, esta idea y esta necesidad de
servir, mediante un compromiso total, cierta indigencia del hombre.
En las primeras obras, el acto de donacin, o mejor, su ansia, su pronstico,
su planteo, tiene acentos encendidos. Darse, darse. Eso era lo q11e estaba destinado a
buscar: cmo darse. No otra cosa, el modo de darse y stt Pttesto en el mundo. Stt
lugar frente al hombre, los acontecimientos, el tiempo, las cosas, la frttta." Hay que
improvisarse, cada cual a stt modo, un herosmo. cY qu puede ser un herosmo en
1m camino ardiendo y explosivo? Andar con las manos, la piel, el alma, extendidos/
hacerse un espritu extenso, qtte no se prevenga con fronteras, qtte no se escatime
en cantones parciales. Tal vez.4'
En ocasiones, la experiencia artstica abona inopinadamente esta posibilidad,
hace patente esta nostalgia: En un aparato de radio de la vecindad se oia ttn spiritual
negro/ la msica creca, se haca pUstica, penetraba en todas partes con su flida
potencia de amor, entrega, enriqttecimiento y deleite para el que la reciba. ( . . . )
Senta que yo quisiera tambin eso. Que el fenmeno humano, en toda la faz del
mundo, tuviera similitud con esa forma de amor. Cada hombre como zm cantovaliendo por la intensidad de su vibracin, por lo generoso de sn sonoridad, de szt
fuerza levitadora y activa."
Slo la donacin, slo la comunicacin ser lo que dar sentido a esas vidas
tan tpicamente urdidas de generosidad y de cansancio, de pasin y vaco, como la
de Marta Rague, de Fiesta en Noviembre, o la de Adrin, en Nocturno Europeo.
Pero este movimiento no es el nico. Antes de darse, el portavoz malleano
siente la necesidad de fortalecerse en unos lmites que slo l -y despus- por
acto voluntario va a declarar perimidos. Siente la necesidad de explicitarse, de poner
un dique a las fuerzas de dispersin, de endurecerse a las solicitudes turbias del
mundo. Hay una especie de ascesis previa a la accin comprometedora y final, una
suerte de vela de armas en la que el hombre se perfila, se afina y se aclara. En el
plano personal es ese destierro a la patria interior del que se hablaba en Historia de
una pasin Argentina.
Si en el darse de Mallea resuena indudablemente el eco de la hora de las
ortodoxias, la dinamizacin militar de los ismos entre las dos guerras y -tambinel catecismo de los escritores arriesgados, de los donantes librrimos, de los ejercitantes
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II -
SIGNIFICADO Y CIRCUNSTANCIA
Esta obra de Mallea (y sobre todo Nocturno Europeo, Historia de una Pasin
Argentina y Baha de Silencio), incidi en un momento muy decisivo de la conciencia colectiva de estos pases. Con otras obras y otros libros contribuy a dotar
de madurez a esa conciencia, a hacerla, -la palabra es inevitable- militante. Porque toda la labor de Mallea en esos aos est coralmente adscrita a la constelacin
de lo que un crtico 6 ' llam, acertada y brevemente, el "descontento creador". Con
Ezequiel Martnez Estrada, Carlos Alberto Erro y Bernardo Canal Feijoo, sus ms
prximos en tono e intereses; con Manuel Glvez, Ernesto Palacio, Ramn Doll y
Julio Irazusta desde la vertiente nacionalista, Eduardo Mallea colabor (especialn;iente en aquello~ libros primeros) en una revisin implacable de la Arg\!ntina
liberal y novecent1sta, la Argentina heredera de Caseros, econmicamente transitada
por las grandes fuerzas del capitalismo internacional. Una Argentina bien maridada
a todos los extremos del optimismo, el conformismo y la facilidad.
Alguna de estas expresiones ltimas puede ser engaosa. La revisin de un
Martnez Estrada o de Mallea tiene implicaciones polticas sin duda (qu no
lo tiene?) pero es mucho ms que poltica, como es adems vlida bastante ms alla
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tivos. 55 La creencia en destinos activos, el rechazo de los pueblos en los que dormita
lo imperial e impera lo pasivo, se hace fe en el destino nacional. As se habla del
rostro de una dignidad argentina, diferenciada y diferente;"" as, es el discurso de
Tucumn ya mencionado, se afirma con confianza que su pueblo es pas con misin,
con destino en Amrica y con voz distinta en 1m mtmdo venidero. En un artculo
de 1940 expide, Mallea, con ambicin de ms amplia audiencia, el anhelo de una
grandeza colectiva, de una fundamental voluntad de com:min y de destino.5'
Esta volumad de comunin es, por otra parte, reaccin deliberada contra un
pasado inmediato de escisiones. Los hombres que nacimos en la Argentina despus
del 900 nos encontramos con que en nuestro pas todo divida, todo era motivo de
divisin: la cultura divida, la poltica divida, la codicia, el arte, la idea de nacionalismo, la vacua suficiencia individual dividan.'
Ello hace que, en el Mallea de este tiempo, tenga prioridad este clamante
encuadre del hombre en un marco que le sostenga sobre el ideal de una libertad
y una disponibilidad vacas, cuyas heces se apuran en Nocturno Europeo. Un
reconocimiento de la complejidad polar de los valores de la vida social le mueve,
an aos despus, a advertir contra el peligro de que se haga religin de esa
libertad. 8'
Por eso tambin, las grandes pruebas unificadoras, las grandes tormentas de
la cohesin son apeladas y reclamadas. En Nocturno Europeo ya expresaba que un
estado de anarqua profunda no se remeda en los pueblos sino con extrema flagelacin," y ms tarde que la capacidad de sufrimiento ( . .. ) es fundamental en ttn
pueblo."' En Baha de Silencio, afirma que los argentinos carecen del sentido del
dolor virtuoso y que para qtte una tierra alcance un gran destino necesita haber
sufrido a borbotones."z
Y son coherentes tambin con esta actimd su crtica de los valores culmrales
del mundo inmediato: cientificismo, liberalismo, racionalismo."' La caducidad del
orbe de la razn, el nfasis en la primaca de la pasin, de la emocin, de la sensibilidad, del "alma'', llena sus primeras obras."' Igualmente, la stira de cierto tipo
intelecmal que es para l desorden, deformacin, principio demonaco." No creo
que exista nacionalismo de tipo moderno sin esa nota antintelecmalista que en
Mallea est abundantemente rubricada.
No faltan, sin embargo, afinidades ms romndas, ms inequvocas que stas,
ms concretas, sobre todo: las alusiones, por ejemplo, a la entrega de las riquezas
del pas, a la figura del vendedor, del senatorial, del abogado de intereses extranjeros. (Son los aos de las primeras denuncias estrepitosas de los grandes negociados
de las carnes v la electricidad, ios aos de las obras de anlisis antimperialista de
Ral Scalabri~i Ortiz y los hermanos Rodolfo y Julio Irazusta, los aos en que el
tipo del polrico y el jurista intermediarios entre el inters forneo y el Estado
concesionario se convierte en el gran aborrecido de la vida nacional). En Las Ag11ilas, los ingleses, unos nobles con dividendos en los ferrocarriles,"'' son simplemente
la expresin ,ms benigna de una fuerza ms difusa y amenazadora: Otras caras se
mezclaron a las caras de los nombres notorios; rostros casi desconocidos y recientes,
de leve rubicundez extranjera, poderosos y sonrientes capitalistas que a cambio de
11nos manejos confiscatorios y de algunas operaciones de garra haban puesto su
nombre, no ya en las listas financieras, sino a la cabeza de la nomenclatura social."'
A estas nuevas presencias se corresponde, del lado nacional, la farsa de los
que reclamando pureza, enajenan el patrimonio d todos: Cuanto mds intereses privados acmnttla el individuo de esa fauna, m.is estridente, intransigente es stt grito
en favor de la pureza prblica.05 Tal, los grandes abogados, los decadentes patricios
de Baha de Silencio."''
La disconformidad y la fe, nsitas en toda actimd revolucionaria, mueven la
exigencia entonces de una gran accin purificadora, de una limpieza cabal. Qu
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lidad, tan inicialmente indeterminada, en esto, como el mundo en que se desenvolva. Algunas magnficas reflexiones que Oliveira Salazar recogi en esos aos
sobre la necesidad de organizar "lo cotidiano" podran haber sido suyas. (Y qu
es, al fin y al cabo, el novelista sino el personaje para el que "lo cotidiano" importa
supremamente?)
Por entonces, en la figura del poeta fusilado, de Fiesta en Noviembre se
salvan ilesas, como fuerzas activas y creadoras de la historia, la juventud, la ene;ga,
la pasin, la honradez, la sinceridad. La admiracin a Ernst Toller, jefe comunista
alemn existencia tan franca, tan insobornable, tan humana y tan viril,103 o a Jos
Carlos Maritegui, el terico marxista peruano,100 es la admiracin a hombres antipdicamente situados
respecto a esos ismos a los que ciertos tonos de ese tiempo
tanto le acercan. 11
En 1939, en 1940, la opcin, sin embargo, es clara. Puede haber algo ms
rotundo, ms transparente, ms neto? De un lado, el sentido pesimista y negativo
del hombre; del otro, el sentido positivo de la criatura humana, la adhesin a sus
reservas de genio, caridad, comunidad y poesa. Algunas inteligencias teorizan con
bro la necesidad de estimular un despotismo para beneficio comn. No hay beneficio comn que arraigue en ttn principio de anulacin del hombre. 1' 1
Para un tiempo ms amplio, tambin estas preferencias valen frente al marxismo y a toda ideologa economista y compulsiva. No le es posible creer en un
enderezamiento del hombre que lo enderece desde fuera; que no comience por
presentarse en trminos de conciencia, en trminos de libertad, en trminos de intimidad: Yo no soy mar:dsta ni fascista porque no creo que el hombre pueda modificarse por stt accidente sino por stt natnraleza. 11" Ante el sentimiento cada vez mcis
ntido de la deformacin del hombre, 11' slo confa en una instancia en la que el
individuo asume un grado de existencia en que se trasciende a s mismo por la
inteligencia y el amor, en que sobreviene la persona, es decir, el estado -ontolgico- de generosidad. 114
Una exigencia de interna conexin, deca, y una nocin muy viva de las
filiaciones cada vez ms imperiosas entre este clima universal y sus prospectos
argentinos, va a reflejarse en Mallea en forma de reservas y en forma de discordias
que rodean de cautela su entusiasmo nacionalista y que dibujan, ltima y definitivamente, su actitud ideolgica en estos aos.
Creo que la ms importatne es la que se refiere a la concepcin -y a los ingredientes- del objeto nacional mismo. El espritu y la figura de una nacin, el espritu
y la figura argentinas, insisti desde entonces Mallea, no se inventan, no se imaginan:
se descubren, se reconocen. Un destino nacional no es el objeto de un azar inspirado
~ino un proceso de recoleccin. Destino nacional es potencia, siega de las propias
especies cultivadas.m La nacin no es ni compadrazgo, ni hecho econmico, ni hecho
prcictico, enftico, de naturaleza no espiritual. 116 No es, sobre todo, oportunismo.
Ciertos nacionalistas son tambin, en el fondo, extranjeros, pues a lo qtte vinculan
stt enftica exaltacin es a lo que va a pasar, son los qtte gritan contra tal o cttal
imperialismo sin haberse 117
preg1mtado nunca lo que es la argentinidad, lo qtte es el
fondo de la argentinidad. Naturalidad, proporcin "diagnstico contra proyecto"
son las vas que limpiamente se dibujan en la tentativa honrada de una formulaci~
y un rencuentro con lo nacional. Son la anttesis de toda hinchazn, de todo nfasis,
de toda inhibicin que se torna en nimo descompuesto, son lo contrario de las formas de vejez y endurecimiento, del despotismo y la sistemtica fttria.'"
La misma clave, pues, de la mesura y la sumisin a lo real contra "las
msticas" y los sueos del resentimiento y la arrogancia. Porque el destino de
la nacin, la grandeza colectiva que lo obsesiona no es podero sino caridad
es generosidad hacia afuera y hacia dentro. Porque un nacio~a!ismo ha de integr~
todo el ser nacional y recoger todos sus ingredientes fieles. JYiallea, naturalmente,
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no afirma nunca que esa actitud tenga que sujetarse a una especie de inventario
pasivo y sistemtico de todo lo que se es y de lo que se ha sido; no niega que en la
historia de una nacin no existan perodos de abdicacin, y de falsedad, etapas de negacin y renuncia a los mandatos de un ser histrico. De un ser histrico que no. es
entidad fija sino justamente eso: histrica, enriquecible, mvil. Pero Mallea ha debido
enfrentarse con una ideologa que construa la imagen argentina con los gualdos de
la Colonia y el rojo de Rosas. Que exclua -con la escasa salvedad de Saavedra Y
San Martn- toda la obra y la significacin de ese patriciado fundador, de ese
patriciado de la independencia cuyas virtudes hmnanas intrnsecas cuyas carac_te
rsticas morales ( . .. ) definen un tipo mtty caractersticamente nttestro; un tipo
qtte di su mxima representacin en nuestra historia ( . .. ) en el perodo qtte se
extiende desde la fecha de nuestra emancipacin hasta el advenimiento de Rosas_.
La accin la idea el sentimiento, la concepcin profttndamente extensa Y cttalttativa de ~m verdddero mttndo nttevo aparecen armoniosamente articulados en este
tipo argentino ( . .. ) Os parecer vasto y confuso el trmino patriciado. Quiero
apresttranne a aclarar que no aludo a ttn gr11po innominado de Prceres en stt
manida alegora estatttaria, sino a muy particttlares circunstancias de naturaleza Y
esprittt que aparecieron conjt1gndose en algunos hombres de nttestro albor estadual y que alcanzaron stt mxima sustanciacin en San lvfa1tn.11
Desechar lo que va de Mayo de 1810 al 1835 del advenimiento del Res?1u
rador importara una mutilacin terrible de esos componentes del ser ~;gei;itmo.
La importaran tambin todas filosofas histricas "ad hoc", de resurrecc10n llllperial ( colonial, para usar el trmino ms enseado). A mediados de .1940, ~firm?ba
Mallea orgullosamente, en Tucumn: A veces presenciamos con ~onnsas el, en~asis e
infatuacin de los portadores de la palabra imperialista de pretendas metrop;:Zts qtte
despus de habernos ignorado dttrante cien aiios nos descttbren entre sttenos, cre
yendo que somos todava hijos menores. Pero no somos hijos menores ( ... ) Somos
los argentinos ms cabeza de metrpoli que cola de imperio.=
Los mejores momentos de un sarcasmo dolorido (prefiero llamarle as a ese
"humorismo" de que habla Patrick Dudgeon,1!!1 y que me parece ~star ai;sente de
toda esta obra) los logra Mallea en el retrato y en el discurso de :i~r~os e1:n;iplar~
humanos que portan esas ideas, marcando as una . ltima y defm1tiva dis1denc1a
con el mbito nacionalista. Creo que Mallea ha odiado -ltteralment~ e1:1 alg_unos de sus representantes, un complejo de desatinado orgullo,
v10lencia fria,
de desprecio, de bsica frivo~idad. ~a des~reci~?o sus plant~o: taantes de una res:
tauracin arqueolgica de ciertas mstancias fiadas, arquetipicas de~ pasado, des
afortunadamente idealizadas. Sus planteos inoperantes. Sus pl?nte~s mgenuos .. Jazmn Guerrero, por ejemplo, el "bien pensante" de Baha de Silencio, con su filo.sofa prestada, su concepcin maurrasia~a de la religin y su c,on.tento con un ban;do
y tm fregado de superficie. O Plon Vivar (compuesto patr<?mm~co, con::o el ?:tenor,
lleno de puntas). Y Encina y sus razonamientos. Los hace discutir; E~z fm -d110 .Blagoda- a mtedes todo nuestro pasado c?m.o .Pas lib1:e les es 11_id~ferente. Quie~~n
otra cosa. Quieren empezar desde el principio. -Quieren suprmur la Rev.o,lttc~on
de "\fayo- sttgiri Anselmi, elemental, con sorna. -Esa ftte. ttna revofucron impopular -dijo Encina. -Lo cual, consecuentemente con sus ideas_, debiera ser su
mayor ttulo de gloria -insisti Anselmi-, stt Prtteba de caltdad. . . -Claro
-dijo T a11ste.=
.
.
. .
El tipo lo dibuja un personaje y portavoz del mismo hbro. Lo d1bua rotui:
<lamente: Son la peor especie ( ... ) porque son polticos qtte hablan con la e;P;cie
de las inteligencias espirituales. Son la peor especie. Son lo bastante dur.os, rigido;
y dogmdticos para ser buenos polticos pero tambin para ser malos bichos, espz..
ritualmente hablando. Creen detentar la espada de la Jnsticia en el interior de stt
verbo aristocrciticamente soberbio ( . .. ) No tienen adentro bastante amor como
?e
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des,. del cotejo entre los sueos Y las presencias, quna cier~m res 1 Y. ,estas :eahdatens10nes de pomposa tercera- parece 'I'd
. .
conc us10n -sin prede la libertad y la necesidad en la histo:~al ~~ ~:r~effi~ar :n. el cl.sico conflicto
ciertas estructuras, la de la llegada inevablA de algu a venu1;11ento /r;.exorable de
que la perencin de una clase, por ejemplo~ se p-odu~~= c{ec1~nt~s e.anas .. ~a dde
otra. La de que un Estado busque una fo ,
~
.. , a e a ~ 1rmac10n e
Pero es tambin la de que es la accin de lo~~~:br~~a s:::~~a~u unid~d cc:nc:eta.
la que les da su direccin y su nivel. Su austeridad S~ i ~ r
; s~ qmla.~ dnttmo,
no su blandura). Su capacidad de amor Y de co.nf1'an~a<ee1genlcia._du can a (que
,_
n a v1 a. Que son las
q ue b.acen d e 1as estructuras nuevas Leviatn
1
M' ,
0 Ciudad e'
hacen de las crecientes torrentada devastadora o lento 'e ~rce o , i.s1?n; las q17e
tras de s, no sin estagnaciones y sin miasmas, el limo denla a~iJ: qmc10 que de1a
III -
120
Alma,= y vertebra casi la intencin de La Torre. Es el ideal, dilatadamente rumiado, de Roberto Ricarte: Uno elige stt cantn interior y resiste en l, o todo explota
y se viene abajo y dispara en httdas frgiles o aparatosas. Pero resistir, resistir
desde lo que uno es, resistir desde lo que se qttiere defender o construir, esa es la
ley, o no hay ninguna.'-"' S; en el tiempo en que todo pugna por invadinios, babia
qtte salir sin molicie a evitar invasiones, haba que salir a fortalecer en uno la
voz que pasara a los otros para que algunos, ttnos cuantos, tal vez muchos ms, se
opmieran a dejarse invadir.'" El resistir se hace -meldicamente- sueo de una
vida limpia y a la intemperie, de una va libre de lgamos y compromisos y destinos falsificadores. Un proyecto de simplicidad y pobreza. Un evitar el destino
hecho, el destino de cajn.11 La andanza por la vida con las manos abiertas, los
ojos abiertos, el corazn abierto, el alma abierta y la inteligencia hecha pan, que
se nutriera a s mismo y sirviera, tambin para los dems.m
Y a en Todo verdor perecer, el tema de la comunin tiene una coloracin
desesperada: Comunin? Quin pens llamarla nunca a comunin? ,Dios, la tierra? Nadie, nada. 133 En La Torre, el nfasis de la donacin activa se trueca en melanclica necesidad de creer, admiracin a esa santa e infatigable credulidad de la especie;
a esa gente -su gente del campo criollo- eminentemente persuadible. Eminentemente, sublimemente.1"' Y en esta nueva temperatura, la comunin -con mayscula-, la entrega del hombre a una tarea colectiva y en marcha, es ahora, mucho ms
sencillamente, ms humildemente, devocin a un trabajo creador, a una construccin de firmes bases. Porque muy tenue era la calidad del pas ya construdo. Tan
tenue que requera en stt gente mano noble, mano delicada. El primer trabajo rudo
fu hecho; despus, gest,i e historia, todo fu tenue, generoso, espiritual. Y eso era
lo que haba que proteger, que sostener: en cada uno. No -vagamente, no. En cada
uno. l~fediante la voltmtad y mediante el propsito. 133 Tambin en esta tarea, la
comunicacin adquiere un nuevo sentido. Es el contacto entraable con las cosas
y la tierra que esa tarea, transitivamente, tendr que manejar. Y a manejar con mano
delicada, con mano que obedezca a su ser y a su valor. La meloda, el canto de la tierra
que ya suena en Baha de Silencio,'" crece en este retorno a la patria interior, en esta
nueva versin del lvienosprecio de la Corte y Alabanza de la Aldea (tan cercana
tambin al tambin espaol Leoncio P ancorbo de Jos Mara Alfaro). Ahora es
una especie de comunin sangunea mucho ms fuerte que los parentescos fsicos
de la sangre, que lo hubiera hecho llorar, wlpable, si all librado a lo que su
alma deseaba, hubiera podido olt:idar convenciones y gritar al aire todo lo viejo
que traia en stt interior . .. 137 Y es que slo ante el mundo natural parece conservar
ahora Mallea aquel antiguo manso deleite por gentes, caras, obras de arte y toda
suerte de objetos; aquel deleite que le llevaba - a pesar de todas las angustias- a
arrancar del universo ciertos trmolos de memorables intensidad y pureza. En La
Torre, mucho ms tarde, son nicamente el campo, las maanas del campo, las
noches del campo, las cosas y los pueblos del campo los que, en un registro variadsimo y de extrema eficacia, le devuelven en su plenitud el viejo estremecimiento.
La actitud ante el mundo humano vara, sin embargo, radicalmente. Y creo
que en ninguna parte mejor que en el lenguaje puede rastrearse este cambio. En
cierto nfasis, en cierta abstraccin des-realizadora, en cierto amaneramiento.
La abstraccin y el nfasis no eran desconocidos en los primeros libros de
Mallea, pero aparecan como fundidos, y diludos, en la alta temperatura de las
introspecciones, de las visiones, de los debates apasionados. La abstraccin, pero
el nfasis, sobre todo, no podan ser extraos a obras de indagacin agnica (N octurno, Historia, Afeditacin) que se explayan en retrospectos, planes de vida, regresos y partidas.'" No podan faltar en libros en los que el personaje central y portavoz parte y termina plantendose y replantendose el sentido de su existencia y
el de la colectividad a que pertenece, en situaciones extremas y en escenarios de
121
suma desnudez, significacin y dramatismo. (Ya sean naturales como los de Afoditacin en la Costa; ya como los de Pars, Fisole u Holanda' creados con mano
de hombre s~gtn_ las leyes. de cierta Pe:feccirjn. 140) Para esos deshabitados que se
observan en amb1tos de primera categona, baJo la noche tibia de Europa o contra
la desolada negrura austral,m cada inflexin de la vida se hace palabra mayor.
Escenari~s y es:ados de espr.i~ ,se fu~den en un clima comn que integran
el ~olor. ~e l~, msulandad, .la derehcc1on mas extrema, la tensin y la melancola,
la 1dent1f1cac10n con el umverso o su repulsa. En estas emociones de una indisimulable raz existencial y romntica,142 el lenguaje del nfasis y 1~ elocuencia no
slo son aceptables sino imprescindibles.
Los raccontos autobiogrficos, tan frecuentes, en su forma directa o indirecta, en toda la obra de Mallea,u son ricos tambin en momentos de una exaltada
intensidad introspectiva. Otro tipo de exaltacin, coral y despersonalizada se da
en las visiones sinfnicas del pas o de sus regiones muy repetidas tambin en
diversos libros."'
'
'
'
Con validez para todo esto, Francisco Ayala ha sealado cmo, en el Mallea
de la primera poca, la vida se despoja para convertirse en pttro clamor.1"
Pero eso s: entendmonos. El nfasis que puede resultar de un forzar la
voz ms arriba de lo familiar, de lo ntimo, de lo prosaico, de un impostar, puede
resultar tambin de un tenerla naturalmente en ese ms arriba. No goza de buena
prensa en la literatura contempornea, pero est en ella. Y est en algunos de los
mejores. Hay nfasis en Camus, por ejemplo. Hay nfasis -y grande-- en el Malraux de las novelas y, sobre todo, en el de Les Voix dtt silence. Importa poco que
cierto pudor, cierto universalizado "self restraint" lo tema o lo eluda. Algunos
temas, una temperatura de la expresin lo exigen. Para los que no lo solicitan, ya
el pseudo-Longino hablaba del "delirio extemporneo" y el sayo le cabe a la exaltacin fra de los neoclsicos, a tanto "poeta condreo" que ha transitado -y
todava quedan- nuestro romanticismo americano, a tantos polticos de todas partes, que viven y hablan y piensan en el mundo de cierta impubliddad y que,
en tren de comunicarse ttrbi et orbi, tienen que falsificarse ese tono, que es
horrible, porque el otro apestara. El nfasis autntico es otra cosa. Resulta
de una magnitud del tema, o de una presencia de esa emocin devastadora opresiva y sin forma, para la que los clsicos elaboraron su teora de lo sublim;. O de
una presin interna y pasional demasiado fuerte para objetivarse sin presiones en
"la ficcin del nimo conmovido". El nfasis, a menudo, no es mala palabra.
El nfasis, deca, no es raro en el primer Mallea y menos en el intermedio.
Por ejemplo: Ella, herida; ella portando en el vientre desierto y en el alma desierto y
en el corazn desierto y en la mente desierto, tratada por aq11el hombre como un
objeto a q11ien se arrastra sin ms ni ms por los recintos de la tiniebla y la taciturnidad. El, resentido; ella, herida. Y los dos lanzados a la vida como apestados del tiempo,
mtttuamente desnudados de caridad."' ( . .. ) Filosos ngulos, grgolas agresoras
emergan de la masa madre, como ademanes repentinamente congelados, solidificados, fulminados en lo ms crtico de alguna secreta culpa.u'
A medida que las obras se suman a las obras, este tono se hace mucho ms
reiterado. En Los Enemigos del Alma: ( ... ) sin embargo estaban unidos. Estaban
unidos por un principio terrible, ms fuerte todava qtte la sangre. Estaban miidos
Por s11 condicin. Y su condicin era compartir el cruel misterio de la desunin
humana, haber nacido de recelo y de separacin, ser frutos del desierto tras aios y
aos de aridez. ( . . . ) permaneci inmvil esperando que se la remitiera a los gestos
mecnicos necesarios, a cttalqttier horrenda e imprescindible ceremonia con la que
descendera al abismo del rebajamiento, a una especie de fondo larnstre de igno
minia y oprobiosa vindicacin. ( . .. ) Hubiera resistido toda la vida el soportar la
carga del sarcasmo y del agravio, de la contumelia y el insulto, del desprecio y la
122
123
124
125
.,
111 tetan 1111sma del
1 iVi U d 1.
taro b ien, por una literatura que tienda
.
ar e.
n e 1berado disgusto
de
. d eza, d eb t'd o a nn exceso de g11sto
a asesinarse
y acect't.ia1se
.
'
. ![1an
los ]Yf
en sus postbtltdades
r~g1strarse en la frase de que el que h . d _ot1vac10nes menos deliberadas pueden
sivo, es eficaz;' escrpulos indescartab: e sztf defectos ztn todo complejo y exprehay qtte estar viendo las figuras apartades eln a . de que citando se escribe novela
'
os os o;os de las p b . 200
. .
d 1 /.
as.
E n e1 D tarro de Los enemigos del Al
un len~aje tenso, concentrado y casi crisp ';' e 948, ~fallea se pide a s mismo
mente.-' Me parece visible en esta petici o lpa~a un clima que debe serlo igualactual. (Me parece visible. dejando de 1 d 0 n l a ;ensa del lenguaje de su obra
relacin entre el lenguaje. y el mundo
e pro ema o la posibilidad de que la
d
.,
.
que crea no sea un'
guae e tens10n, resistencia y tono mayor cabe en D
iv~ca,) p ero s1. este len
del Alma o en Isolina Navarro de Sal d E
. hora Guillen, de Los enemigos
1
. d.
' .
a e spera. s1 las dos e
l' d.
'd l , .
ue?tan esp en idamente
os ep1so ws pract1camente iguales del rech
la abstraccin creciente es eficaz en Chaves azo e . umco galan de sus vidas;"' si
es significativo que este lengua e sea ad ' ,tan 1 lelado y dividido del mundo, no
.
' . . emas ' e eno-uae
d e to d os sus personajes
.
timos y el d e un hbro
como La T 01
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u'l.
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manera, no le son acordes' rTo es . e .
s10n, esta a srracc1on esta
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ex1a1:. Y que otros que no lo exigen, hable~
.en, qi;: tantos personajes lo
de mis rumias y haaan
uegos de ~oalab
. como e el nmo
"'
- ras con mapto
pt 0 ~=de Sala de Espera
.
Roberto Levillier, en 1936 ya seal la
.
.me
e ~:rospecciones en personajes m~y distlntos M~i:iformidad ~e ciertas reflexiones
calificando
' estilo
no BenedettI,
J h' d.
126
el propio."'
Porque es el mismo lenguaje del escritor, y no el de sus personajes, el que
ha experimentado estos cambios. Y creo que dos formas ms limitadas lo sealan.
Una forma especial de este nfasis, de este amaneramiento -forma mansa
si se quiere-- porta una muy especial intensidad designativa, un subrayado muy intencional. Son las trincas, estructuras paralelas de tres sustantivos, con tres artculos,
o tres adverbios, que se encuentran desde antiguo en las obras de Mallea, pero
que en las ltimas novelas se hacen mucho ms frecuentes. En Babia de Silencio,
por ejemplo: Y era espantosamente triste la fisonoma de esos inteligentes, de esos
ardientes, de esos puros . .. ""' O en Todo verdor perecer: vi entrar aq11el hombre
blanco, aqul p.-irtido por el rayo, aqul mudo.""' O en Los Enemigos del Alma,
donde es menos habitual: aquel vago fondo de sonrisa ligero orgullo, ligero lttdibrio,
ligero trittnfo de la mundanidad.= En La Torre aparece en cambio diez veces y
en formas ms deliberadas an, menos naturales: Aq1tel abogado, aquel Romn,
aquel acadmico . .. ""~ Otras veces la estructura se hace cuaternaria: esos clal'os,
esos limpios, esos netos, esos directos,"'" o binarias,"' o se cie a una pura serie
sustantiva,"12 o se llena de adverbio o adjetivo/" o toma forma oracional.""
En las ltimas novelas no es infrecuente tampoco cierto giro esperpntico
(para usar el trmino de Valle Incln) , que cobra hondo sentido. Es la imagen
rpida, cargada de sarcasmo, violenta, voluntariamente deformadora: En Los Enemigos del Alma, por ejemplo: dijo inesperadamente el Dr. z,icara> Z, dando srt
fosco exequtur al carteln. Es: la escualidez pasmada de Godo; es qzte un belfo
s11stit11a al leve labio, y la forma iba asumiendo ( . .. ) la definida imagen, s, de
ttn toro: ttn rgido y magro animal agresivo de sensualidad y de carne."' En La Torre:
El rematador, acariciando ojrriente la cadena pesada, vir hacia la irona ( ... )
Con sororal aristocracia las tres hermanas levantaban al aire sus narices p1mtudas,
bajando el prpado superior, tristn :J.' capotitdo ( . .. ) el msico invertebrado tartamudeaba por stt parte de apuro convulso ( . . . ) Alonsito, se torn, alzando al
aire Sil bigote de alcurnia, en este eterno fastidiado qtte ahora pontificaba. ( . . . ) El
hombre rubio agit negativamente en el aire una mano fofa, como pata de conjeto
21
descalabrado.
'
Los novelistas
espaoles contemporneos (y algn porrugus) han sido siempre importantes para M.allea. En el Prez de Ayala de Troteras y Danzaderas, en el
Unamuno de Niebla, en Baroja, est -segn l- buena parte de la novelstica
2
yanqui de este siglo, Joyce, Huxley, Pirandello. " En Rodeada est de Sttefio y en
El Retorno,"" bis corren pginas de tpica filiacin azoriniana (y del mejor Azorn),
si bien esta influencia se desvanece despus. Y es importante que una de las
presencias que le sucedan sea de un Valle Incln epilogal, agrio, solanesco y encarnizado. Aventuro: abstraccin, amaneramiento, perfrasis, nfasis se filian estilsticamente en una actitud de resistencia interior, de despego de la materia circundante, de forzar pattico de la propia voz, de apelacin tenssima a la nocturna
vastedad del todo. Sealan que la relacin agonal, pero en ltimo trmino posible,
con el contorno, es cada vez menos posible; que las potencias de la oscuridad son
cada vez ms despiadadas. Sealan, por fin, que "los universales" (las abstracciones -si se quiere--) se han hecho ms amistosos, ms seguros, en su pura limpidez entitativa, que los objetos mismos, speros, amenazadores, invasores.
Todo verdor perecer<. Se cumple en Ma11ea, no sin vaivenes (uno de ellos
es La T arre), algo que seala admirablemente W orringer: Todo arte trascendental
tiende ( . .. ) a privar a los objetos orgnicos de su valor orgnico, es decir, a tradttcir lo cambiante y relativo, a valores de necesidad absoluta. Pero tal necesidad
la sabe sentir el hombre slo allende lo viviente; en la esfera de lo inorgnico. Es
127
lob qtte llev a l~dlnea rgfi~a_, a la forma mtterta, cristalina ( . .. ) Pttes las formas
a stractas, sttstrai as a o int!o, son las znicas y las ms altas en qtte el hombre
pnede desca1:sar de la anarqma del panorama csmico."'
.
.Gonzalez La;i;za seala. en una carta,m que toda la obra de MaJlea, desde
Htst?;ia de ttna Panon Argentina, es una denuncia de ese terrible engendrador de
e~peismos qtte llamamos el M;mdo. Los Enemigos del Alma con su :J'vfundo, Demon10 ~ Carne ~~tuando a tra".es .de Mario, Dbora Cora haran pensar -sin una
ulter10r re~~ex10n- en un .transito halla:fo de lo simbolizante a lo simbolizado, de
la abstr~cc10n a la corpo:;idad. El prop10 Mallea se ha encargado de contrarrestar
la especie en la contestac10n a la carta mencionada: lWi libro no est plantead en
el plano de la teologa sino. en el plano, de lo trgico individual,"" agregand~ en
otra parte que sus persona1es no son snnbolos sino coincidencias.""' Agrega, sin
embargo, la reserva, el pero: Nada de lo hztmano vale la pena de ser pensado sin
ttn asomo de stt acepcin de eternidad.'""
Y esto es lo importante: no el que la eternidad se vaya asomando a travs
de las cosas, en proceso de simbolizacin, sino el que las cosas mismas vayan
asomando su e.s;iuel~tica. y comn entidad, su abstracta tesitura, su figuralidad.
Abstracc10n, enfasis y manera son la forma de la respuesta en un mundo
donde nada contesta a nadie, ni nadie acepta que no se le conteste."""
IV -
tiene que ser raro, de conscripc10n difcil. Porque toda obra se juega sociolgica
mente sobre esta posibilidad de tener un pblico, de dirigirse con eficacia a un
comunal destinatario. Si es cierto que la obra de un escritor tiene un radio po
tencial infinito en su posibilidad de imponer la propia ordenacin y expresin de
la vida, fcticamente es fcil comprobar una relacin -de tipo dialctico-- en la
que, desde una parte se lanza "el mensaje", el desafo, la invitacin a la visin y
desde la otra se aquieta la indiferencia, se endurece el rechazo o se mueve la lenta
o rpida aquiescencia, que suscita nuevas e indefinidas ofertas, en un proceso que
se segmenta caprichosamente en el tiempo y se entrecruza a cada instante con cien
tos de anlogas invitaciones y recepciones. Si la difusin de cada obra -que no
sea un eco servil y olvidable-- tiene que derribar una resistencia tras otra para
ganar un pblico, no parece intil recapitular cules ha tenido que enfrentar, con
cuntas tiene que hacerlo, la obra de Mallea.
Deca Papini que, para entender a Dante, haba que ser florentino, artista y
catlico. No basta ser sudamericano o rioplatense, ni ser presuntamente educado, ni
presuntamente inclinado al ensayo o a la novela para gustar plenamente esa obra o,
como mnimo, comunicarse con ella.
Y es as que distintos crticos de Mallea han sealado, con discrecin, esta
dificultad del reclutamiento de un pblico. Roberto Levillier y Guillermo Daz
Plaja ofrecen explicaciones que no me parecen vlidas: el primero la resistencia
del lector por lo abstracto (aunque con el acierto de sealar muy tempranamente
la presencia de este elemento); el segundo, muy prximamente, la necesidad de un
mnimo realista en toda obra que se dirija al lector medio, a las mttchedmnbres.""
No creo que para el autor de libros como Baha de Silencio, Las Aguilas y La
Torre estas explicaciones valgan como tales.
Entrado a recapitular, creo que algunas resistencias parecern mnimas, o
poco decisivas. Pero existen.
Para empezar, Mallea cuyos antepesados transitan por las pginas de los
Rectterdos de Provincia de ese Sarmiento identificado por l con el lenguaje y el
ser de una Argentina entraable,'"' ofrece una visin que parece difcil pueda ser
recogida en su plenitud por el argentino o el rioplatense nuevo. Todos sus personajes tpicos tienen la nostalgia de un orden patriarcal o "pre-moderno", mejor,
de un "orden natural" y, aunque saben que no pueden volver plenamente a l, portan
la conciencia de ser continuadores de un linaje, sienten subir ese mandato desde pro
fmzdidades eternas.''''" Es con esa luz o ese recuerdo dentro que buscan una acomo
dacin menos precaria, un ritmo menos frentico de cosas y de destinos. Casi todos
los argentinos de Mallea son "argentinos viejos" y pertenecen a estratos que no
es peyorativo llamar "decadentes". (No sera imposible adscribir a una tipologa
de vocaciones revolucionarias, su permanente insatisfaccin, su repudio casi total
de lo aue les rodea en un catilinarismo de clases altas venidas a menos, despo
sedas del predominio social).
Y en su desolacin, en su dereliccin, en su frecuente pobreza, el mundo de
los personajes de Mallea es un mundo de refinados, de gustadores de lo caro, de lo
raro, de lo ilustre. Como a cierto personaje de Baha de Silencio que naci habit11ada a la familiaridad con las cosas de calidad, seg11ra de sus propensiones, de srts
gustos, de stts preferencias y rechazos,= o como al que, en la casa de Baradoz le
gusta que todo sea materia de calidad, nttnca rozada de vileza o sttb1tlternidad,""'
a todos, como a Romn Ricarte les atraen, tal vez a su pesar, los objetos de lttjo,
las formas de distincin, los ritos del seioro, el estilo lento del aristcrata, el re
finamiento de las ricas mujeres, los perfumes penetrantes de la casta.""" Hay un ideal
de lo asctico-refinado que portan, por ejemplo en La Torre, la elegancia traslcida
y desposeda de Calila Montes y su cuarto,""" o Ricardo Nielo pobre de wna y pobre
por vocacin, misterioso de lazos y misterioso de hartazgos, vestido en su sencillez
128
129
130
una slida influencia. Mallea no la tiene, aunque s tal vez una estimacin ms apacible y extendida que el fervor grupal que suscita Borges -un fervor correlativo
a cierta hostilidad que fuera de esos grupos despierta. Sea como sea, la actualidad
de Borges, marca un sesgo en el "gusto literario", en el sentido de Schuking, y
es un hecho de primera categora en ese plano.
Borges ha realizado una obra fragmentaria pero profundamente unitaria. Ha
creado un mundo de implacable claridad intelectual, muy dismil en nitidez, sorpresa y extraeza al mundo real de su dintorno; un mundo a espaldas del mundo.
Ha creado un lenguaje, una adjetivacin, modos de decir, una sintaxis. Ha establecido
un peculiar linaje de meditacin metafsica: la realidad y el tiempo, la eternidad,
la memoria, que no busca, ni al modo pattico ni al modo agnico, la va de salvacin, pero en la que fundamentales cuestiones de la vida del hombre se juegan y
tornasolan a la luz de una inteligencia y una fineza indeclinables. Borges ha dado,
sobre todo, su cuo a un mundo de vigencias culturales, de alusiones, de nombres,
en el que entran, adems de los comunes ingredientes, el pensamiento oriental, lo
alejandrino, lo nrdico, las literaturas modernas menos transitadas y, en suma, todo
el pensamiento mundial, y toda la weltliteratttr. Este fondo cultural, ejemplarmente
manejado, es en parte materia de un ejercicio sobre materiales ya desbastados (un
caudal que completa la vida y la propia experiencia) y, en parte y a menudo, un
juego, una travesura sin vanidad ni pedantera. Borges ha creado, por fin, un estilo
expresivo de la inteligencia, un "estilo del pensar", que dira D'Ors, en el que
::arecen confluir la fuerza metafrica del ultrasmo, la agudeza conceptista y la
concisa sabidura de la tradicin. Es un autor ingenioso y, agrego, para los que
son sus vc:rdaderos lectores, un autor antnticamente divertido, entretenido en la
mejor de las acepciones. Un autor que parece estar ms all de su compromiso,
ms all de su tema, ms all de su ejercicio. Un escritor inmune al provisorio
morir que es esa clase de obra en la que todo el creador se juega -que no juega. Y
se compromete. Borges podra ser un escritor radicado, argentino, sudamericano.
Pero tal vez slo pudiera serlo -y no le deseo naturalmente ese destino- a la
manera del Francisco Narciso de Laprida de su Poema Conjetural, de aquel que
encontr su destino sudamericano cuando las lanzas de los montoneros penetraban
en su cuerpo. Porque sus temas del arrabal porteo, su inters en la poesa gauchesca, sus cuentos de cuchilleros tienen motivacin argentina, pero es indudable
que en Borges la elaboracin esttica, el ldico regodeo de estos motivos domina
sobre su valor de signos de una realidad, de seas de un pas que se examina y
se despliega. H. A. Murena ha sealado, a mi juicio con acierto, la falta de participacin de Borges en los sentimientos nacionales que sus temas portan.""5
En Mallea, para volver a l, el bagaje cultural parece muy similar al de
Borges. Las literaturas modernas y clsicas, en sus zonas ms inusuales, lo ingls
-abrumadoramente--, forman en realidad el patrimonio comn de la generacin
argentina -la de Martn Fierro y la de Sur- a que Borges y Mallea pertenecen. Y
que es, sin duda, la de ms completa cultura (o lecturas) que la literatura americana haya tenido. En Mallea, sin embargo, la cultura acta en un modo distinto a
lo que acta en Borges. En l opera fundamentalmente como un desafo o una
invitacin a la creacin -como experiencias humanas comparables y enriquecedoras.
En otro plano, tambin, es la condecoracin de sus refinados, el timbre de su
distincin.
En la literatura de Borges domina la creacin de un lenguaje, un mundo
especialsimo, el ingenio, la metafsica. En la labor de Mallea preside la tentativa
de un esclarecimiento de la existencia, pero de una existencia radicada. Este esclarecimiento se dinamiza ticamente, se hace o busca hacerse conducta. Pues mismo
cuando la temtica malleana se ucroniza, como en Los Enemigos del Alma es siempre
sobre un quicio moral, de moral clsica, que tal proceso se hace posible. Mientras
131
Por rodo eso, y ms que casi todos los escritores. Mallea exige un pblico
de sensitivo~, un pblico de apasionados, un pblico de exigentes y extremosos de
ciertas calidades, de indiferentes a otras. (Y no puedo evitar imaginarme como
arquetipo de ese pblico a la angustiada y la pura Ana M. Berry, una de sus
primeras comentaristas).
d
f
n 'as desia-no con un nmero romano,
Para abreviar en lo posibl.e la l~~j; sed1e Me ll re e~l c~i~mo ti~mpo indico la edicin utiliordenndolos cronolgicament?, los ~versos
ros
~ ea9"6 II -Noctrtrn~ e111"opeo - Sur, 1935;
zada: I-C11e11tos para una .1;1glesa esespera.a etz r, -.-.-1\r-La ciudad junto al rio inmvil III- Conocimmto Y exp1es1'?11 de la Argen_t;na - S':'r, 19~'s
19'-. VI -Fiesta en Noviembre Anaconda 1938 V -Historia de una paszon argentina ur,
;) J'
h 'a de silenrio Sudame
3;; 0~f.-x Ba l sayal y /a Prp11ra Club del 'Libro,' 1938; VII - Medit..ciTJ e!' la ~sta ricana, 1940; IX-l_odAo v~rdor PS'a~';~ri;;;na sf9~3: XIl _'._ Rode:Wa est de s11eiio - Espasa (AusLosada, 1941; XI-,,,,s gmas u
'
. XIV- El 'nculo Emec, 1946; XVtral) 1944 XIII-El retorno - Espasa (Austral), 1946 ,
S d., .
1951 XVII-Chaves
'
' d
1
S d me icana 1950 XVI - La Torre u americana,
,
Los Losada,
ene111igos1953;
el a~ma
u
r
'
' S d
.
......
XIX
l'lotas
de un norelista XVIII- Sala de espera u americana, 19 )~,
Ya seal sus contactos con ese nacionalismo que tan sealada significacin
tuvo en la dcada ms activa de Mallea (193;-194;). Ese nacionalismo, o por lo
menos vastos sectores de l, pudo formar un pblico fiel y entusiasta. Pero tambin
destaau todo lo que lo alejaba de sus frmulas y cmo, especialmente a partir de
1939, - su actitud ante los fenmenos universales en los que ese nacionalismo se
engranaba, fu ms tajante, hostil, inequvoca.
Poco importa me parece, para concluir, que las novelas de Mallea se vendan
o no. Apriorsticamente, Mallea aparece hoy como un escritor sin audiencia previsible, sin estrato receptivo. (Tiene, eso s, un pblico, en cuanto ste puede formarse
por una suma de lectores aislados pero ese, probablemente, no es el pblico ideal
de un escritor y, en particular, de un escritor como l). Registrar estos hechos seala
slo el temple actual y los gustos de la masa sudamericana; no incide en el hecho
de que ~fallea ocupe en su literatura presente un lugar tan grande como cualquiera
de los mayores. Pero es ndice, ms que consecuencia, de la crisis que he venido
rastreando en su propia obra.
El smbolo de Chaves, el silencioso, es tremendamente transparente de una
de las fuerzas que trabajan en el interior del escritor. En una carta a Ozorio de
Almeida ya deca Ma!lea, premonitoriamente: Y o estoy lleno, no de palabras, sino
de silencio, ante el modo cmo ha escogido Francia su parte de martirio. 2' Creo que
la frase tiene validez ms all de la circunstancia que la hizo nacer, que marca una
disyuntiva, un conflicto que sigue vivo en los adentros del Mallea de estos aos.
Ciertos personajes de distintos libros encarnan uno de sus trminos. El Ireneo Vargas,
de El Retorno, por ejemplo.m O Toms Botn, de Sala de Espera, su casi mellizo, con el
tremendo repliegue interior del que se siente hollado, descalificado, registrado, del
que nota la extraiia transformacin de todo en otra cosa. 2' 2
Pero este silencio, este repliegue, lucha con una empecinada vocacin creadora, contra esos perodos siempre repetidos de su vida laboriosa, con esas series
de dos aiios y medio sin pausa ni tregua que recapitulaba el escritor en una reciente
carta. 2"
El conflicto entre la abstencin y la participacin, entre la continuidad
132
NOTAS
Gl '.
>
Emec, 1954.
.
.
d .
ca Mallea no ha tenido la crtica
( 1) Como cantos escritores iberoamericanos e ~porta~ 1 '
s ;n.,.u.;:iasta simptico y fre
que se merece. Entre los estudios de conjunto, el de Patnck !;u d~e~:r ~na gi;sa y' en otra ubicacin
cuentemente agudo. Pero ~n buena parte d~ su tr~nscurs~ ~~:a. Realidad es m~diocre, desconoce buena
del escritor para lector~s mgl~seb E1 de nD~~fle~~;adid~ctiios. Ef de Francisco Arala,. en. Histrionism_o. l
parte de la obra que uzga Y a un e
.
.
todo lo suyo Son prescmd1bles los analms
representacin \P 213-226) es 1bdev\,Pero, rn'Jhg~~~e;o e0De0 las notas de 'sur merecen recordarse, sobre
de Newton Fre!tas y, menos, e
e a entrn e
M B
('9 y 57) la de Emite Gouirn, por
todo por su valor de testimonio emocional, las.. ~e .t!na J. erry ~do Alon~o (;4 y, por su acierto y
sus di~cor diasd(4fl! ~ f ~ ~':;'~(11;c;'~tzfe'~ta l~)Sa~~ia:~ ~:Ocserrat (123). El artculo.?e Robe:to
smpaua, as e u1s m
. "f"
enfoque tpico de la generac1on anterior
1 1' d
Levillier, en Nosotros, de 193b6llpose(l e valor obs!~~i~:~s ude Karl Vossler en Estampas del mundo
a la de Mallea Agudas O ri antes son as
1 d H A Murena en El pecado
10
0 1
~~J;f,;~f e ~11~~rt~~riDeABfasdnea;i~~oi~A~~~y:~i::l~,i{aff
!i~~~:~1:~:~i~deL;;c~r~!rsl1~~~~e~~:llF!id~~
la reciente de Enrique n erson
e '
del l~mentable Luis Alberto
1
Otros libros, como el Proceso y contenido de la t;o.ve.a
bispanoamerrc::/' , ( 4-1) No he visto los
Snchez, clasifica Baha ~e silencio en e~ rub:o temauco de las novelas e rzo P '
~fsri~~ ~~:~~:l qet:'e ~ge;~:;:t1b~~~ estas notas, suplir la ausencia apuntada al. pri.n~ipi3'
l
en
or otra parte, todd la cuestin de una teora de la no~:la Y un e1erc1c10 e
Ellas
dean laa demargf
, P .. l"iterana
. de Mallea, la muv
la
novela;
la ormacton
. decisiva de su concepc10n de la naturaleza y
articulas
iee
d
!
ch ra .. tan e.obrada de s"
51
llaneza, ~si~ I?resunc;fn''; c~rtesa, ans~d;;:11b~~u!z~e~~ ~a~~r~r:z~ ~'!;;ii;lid~d, fertilidad, dispo?i~!:
vastedad; um~dez,
escr?pu osa pru encta ' n n e
eosamiento conocimiento, limpieza de OJOS ;
lidad humaand1da~~ ~:-;~~~n d~ a~~~ti~; t:ja~~ ~rei' a~rebato y de la digresin, estricto, i;;e<lido.' lim
serenidad, n a
" " l 'd d . T" lealtad franqueza almas "refinadas", "afinadas , dehcadas,
pio Hnatural hermosura , c an a 'V in '
'
.. d
cora , r
'
'
. '
l
b d d
naturalidad, sim~Iid~~ "'(T)etxl'n ;:~'Jez( 5 )r1kri; ;4 (6) viii, 4 92 ( 7) Rasgos de la Argent~na y
Culto del 'dinero, explotacin, codicia mostreni;a d ':sd rnma
l argenti<:r,) "visibes-;, segn
durez, grito y charrera; consentimi?!'to; satisfaScin. y ~u.fi~!encia; ser:ilismf Y asivi e~ ntae s~~~;
vicciones; ambicin pre~atoria, agres!on y J:?Odeno; 1nd7f.1n1c!O?J d:sab~aige~~ar1~~dif~re~~ia u y menos ..
el ser falta de memoria de los origenes; impureza, v1c10 av1 o Y 1:n . '
.d
. ,. !'d d
precio; odio a la osada, amor por la ponderacin y la mesura; mediocridad, estup1 ez, tnv1a 1 a ,
4
M~llea:
133
vacuidad, esteri!izacin humana, sobrevivencia; vida gratuita y sin fundamento, "irrea:idad insular y
petulante"; farsa, desnaturalizacin de s, dispersin, vida extramedular, culto del parecido "enfermedad
argentina" y sustitucin del vivir por el representar; ocio elegante, indolencia, inercia, placer, comodidad, negligencia a lo heroico, blandura, vida protegida ...
(8) Zum Felde: Indice critico, 458-460; Santiago Montserrat: Sur No 123 p. 81 y con
mejores palabras Francisco Ayala, op. cit. p. 226 (9) V, 138-139 y VIII, 49 (10) XI, 186-187 (11)
XI, 145 (12) XIX, 43 (13) XVI, 38 (14) X, 11-13 (15) XI, 182 (16) XVI, 59 (li) V, 60: XI,
146-148; XVI, 190-192 (18) V, 97-98 (19) XI, 88 (20) XI,30 (21) IV,50 e idntico XI, 180 (22)
VIII, 293 (23) VI, 145 y V, 184 (24) XVI, 41 (25) X, 196 (26) VIII, 42-43 y La Vida Fcil: El
Hogar de 23 de agosto de 1940 (27) XV, 266; VI, 52 y VIII 59 (28) V, 36 (29) XVI, 287 (30)
XI, 10 (31) XI, 226 (32) Sur n'' 33 p. 38 (33) IV, 22, 25, 89, 90; VII, ll l-l16; 72, 503; XVI,
170 (34) XVIII, 84 (35) IV, 85, 91, 93 (36) VIII, 68 (37) XVI, 237 (38) XVI, 149, 221, 317
(39) XVIII, 18 (40) JI, 181 (41) IV, 121 (42) XV, 128, 131 (43) XVI, 196, 267 (44) IV, 78
(45) VII, 87 (46) U, 158, 21 (47) VII, 14 (48) II, 214 (49) VI, 167 (50) VI, 313 (;!) VII, 68
(52) XII, 28, 45 (53) VIII (54) IV, 69 (55) IV, 224, 225 (%) VII (57) XII, 18, 20 (58) XIX,
19, 20, 134-135 (59) XIX, 57 (60) XIX, 77 (61) IV, 153 (62) II, 189, 190 IV, 217, VIII, 138
(63) IV, 130 (64) VIIl, 415 (65) VIII, 469 (66) Sttr n 48 p. 78 (67) XVI, 346 (68) XV, 140
(69) Romua!do Bmgherti (70) Sur N 38 p. 82 (il) VII, 149 (72) VIII, 178 (73) La t'ida fcil,
XI, 162, 163; XIX, 66 (74). Rasgos diferenciales bsicos de Europa y Amrica segn Mallea: la primera: silencio y homogeneidad; potencia, formas inacabadas, inarriculacin; generosidad; desorden
csmico, disolucin; Europa: paiabra, expresin; diversidad; orden csmico; prudencia, concentracin,
"aura humana", "hombres hechos de siglos" (75) Vll, 152 (76). El uso del tiempo pasado en este
caso, como en otros similares, obedece a que estamos recapitu!ando una experiencia intelectual ya
realizada; no porque creamos melanclicamente que ella haya perdido vigencia o sentido para nosotros
(77) X, 186 (78). Las grandes corrientes de la iiteratura iberottme-rcana p. 234 (79) en Ensayos
Americanos (80) Poesa y reaiidad p. 207 (81) en Sur. n<' ll5 p. 92-94 (82) VII, 1;8, 1;9 (83)
VII, 133, 89 (84) XVI, 177 (85) V, 156 (86) VII, 102 (87). La vida fcit (88) III, 19 (89) X,
103 (90) II, 107 (91) V, 160 (92) VIII, 180 (93) X, 40, 154, 155 (94) V, VII, 148-150; X,
159, 166 (9;) JI, 136, 141 (96) ~!, 212 (97) XI, 194, 195 (98) VI, 44 (99) VIII, 33. 45, 287-289,
304, 307, 413, 418 (100) IV, 19' (101) X, 191 (102) VIII, 34, 53, 74, 100-102, 106, 108, 136,
142, 189, 200, 208, 211, 217, 275, 396, 546 (103) VIII, 189, 339, 349, 421 (104) V, 172, 174
(105) ll, 33 (106) X, 109 (107) VII, 71 (108) X, 35, 36; XII, 35 (109) VII, 171 (llO) X, 103;
VIII, 129, 273, 502, 503 (lll) XII, 44 (112) X, 30 (113) VII, 50 (114) VII, 54 (115) X, 173
(116) VII, 1-!3 (ll'i) VII, 144,145 (118) VII,141 (119) III, 32,33 (120). Discurso en Tucumn.
En La l':aci11 de! 27 de julio de 1941 (121) Parrick Dudgeon: Edllardo Maliea ( 122) VIII, 141
(123) VIII, 424 (124) XVI, 56 (125) XVI, 30 (126) XVI, 338 (127) XVI, 324 (128) XV, 330,
331 (129) XVI 60 (130) XVI, 115 (131) XVI, 234 (132) XVI, 236 (133) IX, 199 (134) XVI,
350 376, 377 '<135) XVI, 309 (136) VIII, 73 (137) XVI, 130 y 69, 132, 310, 3ll, 420, 421
(13SJ XVI, ll, 19, 21, 22, 56, 96, 99, 121, 152, 332, 339, 357, 364, 379, 419, 421 039) XII,
45 46 (140) XIV, 167 (141) V, 184 Y Vll, 8, 12, 120, 121, 136 (142). Sealada al pasar por
Ada Berrv en Sur . no 39, p. 83 ( 143) V, VII, XII, 19,50 y ss.; XIX, 23, 25, 28 (144) III, 28, 29;
V 36 37; Vll, 99-101; XVI, 33, XVII, 66 (145) Histrio11ismo y re.resentacin p. 223 (146) IX;
24
(1-ii) XIV, 157 (148) XV, 48, 326, 341. Adems 15, 16, 18, 19, 22, 26, 27-39, 45, 50.
24'. 15 (lH) XIV, 157 (148) XV, 48, 326, 341. Adems 15, 16, 18, 19, 22, 26, 27-39, 45, 50,
54 72, 74, 81, 90-92, etc. (149) XVI, 395. Adems 27, 31, 38, 68, 71, 84, 88, 145, 146, 164,
et, (150) XViII, 4S y 70. Adems 84, 85, 174, 181, 182, 193 (151) XVII, 84, 95 (152) V, 79
(153) XIX, 18 (154) V, 314 (155) op. cit. p. 200-201 (156) dem. p. 127 (157) en Sur n9 102,
p. 59 (158) XVI, 387 (159) XIX, 101 (160) XII, 88 (161) XII, 29, 30 (162) XV, 67, 160,
174 (163) XVI, 41, 71, 278 (164) XV, 86 (165) XV, 291, 297 (166) XVI, 146, 250 (167)
xv: 70 y 207 (168) XVI, 31, 52 (169) XVII, 84, 97 (170) en Sur ne 39 p. 84 (lil) IX, 27,
67, 69, 99, 166; XII, 65, 148; ;IV, 23; XV, 168, 203, 209, 238, 243, 257, 276, XVI, 34, 44, 53,
57, 58, 68, 82, 94, 129, 148, 118, 192, 231, 339, 389, 394 (172) XVII, 32, 99 (173) XVIII, 83
( 174) Germn Garca, en La 1'Tovela Arge11ti11a habla de su extrema 11rinuciosidad y lentitud y ve en
ellas las causas de la prdida del vigor de la prosa (p. 258) Emi!e Gouiran, en Sur, n'.' 40, p. 76, destacaba la filiacin de l\.Iallea en San .t1gustn el retor y confesaba que desee al leerle q:te la fr11se
se detmiese. Una estrella ,-ale ms que "" cometa (p. 77) (175) X, 121; La Vida fcil; XIX, 43-44
y 116 (176) XIX, 116, 117, 105, 106 (177) XIV, 100, 190, 191, (178) XV, 78 (179) XV, 203
y 241. Adems 13, 23, 33, 38, 40, 50, 51, 55, 59, 70, 74, 78, 79, 80, 90, 91, etc. (180) XVI, 208,
227, 252. Adems 10, 17, 25, 26, 33, 41, 47, 57, 65, 67, 7;, 76, 92, 11;, 17;, 272, 277, ere. (181)
XVIII, 174. Adems 29, 45, 46, 216, (182) XVII, 19. 21 (183) XV, 17, 18, 27, 338; XVII, 26,
49; XVIII, 134 (184) XV, 22, 49, 139, 165 (185) XV, 17, 215, 244, 320, 341 (186) XV, 24,
198, 288, 341; XVI, 42 (187) XV, 338, 340, 351, 352; XVIII, 134, 147 (188) XV, 336, 341, 351
(189) XV, 341 (190) XV, 341 (191) XV, 341 (191 bis) XV, 105, 246, 247, 315 (192) XIV, 60
(193) XV, 260 (194) XVI, 323 y tambin 16, 21, 35, 36, 46, 47, 66, 263-265 (195) XVII, 37
(196) XIX, 58-61 (197) XIX, ;9 y 61 (198) XIX, 58 (199) XIX, 19 (200) XIX, 78 (201)
XIX, 99 (202) XV, 190-193; XVIII, 180, 181 (203) XVIII, 212, 214 (204) en Nrmero, 25 p. 102
(205) Poesa y realidad p. 225, 226 (206) VIII, 395 (207) IX, 83 (208) XV, 18 (209) XVI,
40. Tambin 28, 29, 57, 130, 176, 198, 343, 372, 379 (210) XI, 244 (2ll) XII, 139, XV, 211
(212) XV, 201 (213) XVI, 127, 196 (214) XVI, 305, 321 (215) XV, 164, 197, 307 (216) XVI,
81, 142, 210, 2;0, 258 (217) XIX, 63 (217 Bis). Por ej.: XIII, 47-48 (218) Worringer: AbstracC1' y
naturaleza, p. 136 (219) Sur, n9 l97 p. 39 (220) Idem, 44 (221) XIX, 101 (222) Sur, n 197 p. 44 (223)
XVII. 23 (224) Nmero. 25 p. 102 (225) XII, 131 (226) XII, 77 (227) XVI, 389 (228) en Nosotros
n 75 p. 255 (229) VIII, 135 (230) op. cit. p. 217 y 225 (231) Aseveracin sobre Sarmiellto en Sur
nv 48; Prosa de ver y de pensar; La Vida fcil (232) XVI, 33 (33) VIII, 159 (234) XVI, 184 (235)
XI, 43 (236) XVI, 196, 199, 213 (237) XVI, 73, 75, 273 (238) El pec:tdo orighial ... p. 55 (239)
Otras inquisiciones, p. 156 (240) Sur, 61 p. 118 (241) XIII, 88-94 (242) XVIII, 96, 94 (243) Indice,
de Madrid, n 76 (244) XIX, 118 (245) XIX, 83 (246) XVI, 352 (247) X, 143 (248) VIII, 438.
lS
134